Texto Geología Jujuy
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Texto Geología Jujuy
SEGEMAR
INSTITUTO DE GEOLOGÍA Y
RECURSOS MINERALES
GEOLOGÍA REGIONAL Y
GEOMORFOLOGÍA
Junio de 1998
SUBSECRETARIO DE MINERÍA
Daniel Meilán
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN................................................................................................................ 1
4. FOTOGRAFÍAS ................................................................................................................. 63
1. INTRODUCCION
El proyecto, realizado por un equipo pluridisciplinar de geólogos argentinos y españoles, tiene como
objetivo primordial brindar el conocimiento de la evolución geológica de la región estudiada,
integrándolo con el análisis de otros procesos y características del territorio, tales como: i) Los
procesos geomorfológicos y morfodinámicos recientes y actuales, que han contribuido a configurar
su fisiografía y paisaje; ii) Los recursos minerales y las rocas de aplicación que pudieran ser objeto
de aprovechamiento económico; iii) Las características geomecánicas de las rocas aflorantes; y iv)
Los procesos actuales que, por su peligrosidad, se constituyen en riesgos geológicos.
Como soporte cartográfico, el estudio incluye los mapas geológico y geomorfológico de la región
estudiada, ambos a escala de 1:100.000, elaborados a partir de trabajos de campo y del análisis
de imágenes satelitales y de fotografía aerea.
La región objeto de este estudio corresponde a la parte septentrional de la provincia de Jujuy y más
concretamente a la Quebrada de Humahuaca y áreas adyacentes, abarcando a los departamentos
de Humahuaca, Tilcara y Tumbaya (fig. 1).
Esta unidad montañosa esta bien delimitada en su borde occidental por la Puna, llanura que forma
parte del antiplano argentino-boliviano, con 3800 m.s.n.m. de altitud media y que tiene como rasgo
más característico, además de constituir un de altiplano, su carácter endorreico.
El límite oriental del área de estudio es en muchos casos más difuso, observandose un paso
transicional al conjunto de alineaciones montañosas menos elevadas, conocidas como Sierras
Subandinas (alrededor de 1.000 m.s.n.m.), que marcan la transición al piedemonte andino, definido
por la llanura chaqueña.
Los límites septentrional y meridional del área estudiada se han establecido convencionalmente, sin
un límite morfológico o geológico específico, comprendiendo todo el sector de la quebrada incluido
En esta región del NOA el relieve es muy abrupto, con fuertes pendientes, profundos valles y
desniveles casi siempre superiores a los 2000 m. El valle principal, la Quebrada de Humahuaca,
discurre en dirección norte-sur aprovechando la estructuración geológica regional. El río Grande y
sus afluentes dibujan una trama esencialmente estructural, hasta desembocar en la depresión
terciaria en la que se encuentra ubicada la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Esta disposición morfológica, que permite establecer una fácil conexión entre la elevada antiplnicie
de la Puna y los valles y llanuras situados al este de las alineaciones montañosas de la Cordillera
Oriental y Sierras Subandinas, explica el uso de la Quebrada de Humahuaca como paso natural y
eje de comunicaciones de importancia continental ya desde la época precolombina.
2. EL MAPA GEOLÓGICO.
Una de las características que más resaltan al observar el mapa geológico del sector estudiado, es
la presencia de extensos afloramientos de materiales del paleozoico y precámbrico, aspecto este
diferenciador de los sectores de las Sierras Subandinas, situadas inmediatamente al este, donde los
sedimentos mesozoicos y cenozoicos son predominantes. Otras características diferenciales
importantes de la Cordillera Oriental son, la práctica ausencia de materiales paleozoicos superiores
al Ordovícico, en contraste con las potentes series silúrico-devónicas y carboníferas aflorantes en el
sector atribuido a las Sierras Subandinas, así como la relativa escasa presencia, en comparación
con áreas próximas, de los abundantes sedimentos terciarios sinorogénicos con la compresión
andina, características de las Sierras Subandinas o de amplios sectores de la Puna.
Los materiales mesozoicos, contemporáneos con una importante etapa de rift desarrollada durante
el Cretácico, se alinean a lo largo de estrechos corredores de dirección submeridiana, enmarcados
por fallas de esa misma dirección (ver fig.2 y mapa geológico).
Una de las características que más resaltan al observar el mapa geológico es la presencia en la
Cordillera Oriental de extensos afloramientos de materiales del paleozoico y precámbrico, a
diferencia de las Sierras Subandinas, situadas inmediatamente al este, donde los sedimentos
mesozoicos y cenozoicos son predominantes. Otras características diferenciales importantes de la
Cordillera Oriental son: por una parte la práctica ausencia de materiales paleozoicos superiores al
Ordovícico, en contraste con las potentes series silúrico-devónicas y carboníferas aflorantes en el
sector atribuido a las Sierras Subandinas; y por otra parte la relativa escasa presencia, en
comparación con áreas próximas, de los abundantes sedimentos terciarios sinorogénicos con la
compresión andina, características de las Sierras Subandinas o de amplios sectores de la Puna.
Los materiales mesozoicos, contemporáneos con una importante etapa de rift desarrollada durante
el Cretácico, se alinean a lo largo de estrechos corredores de dirección submeridiana, enmarcados
por fallas de esa misma dirección.
Esta unidad cartográfica, considerada por Salfity et al (1975) como la formación más joven del
Grupo Lerma, desde el punto de vista litoestratigráfico quizás debería redefinirse como subgrupo
puesto que incluye varios tramos litológicos, cartografiables y relativamente homogéneos entre sí: La
Fm. Puncoviscana en sentido estricto; la Fm Volcán; y la informalmente denominada Fm. Huayra
Puca (ver anexo: Informe sobre los minerales industriales y las rocas de aplicación en la
Quebrada de Humahuaca, Jujuy). En el mapa geológico a escala 1:100.000 que acompaña a este
texto se han diferenciado únicamente la Fm. Puncoviscana (1) y la Fm. Volcán (1a).
Litológicamente la Fm Puncoviscana está integrada por una serie de más de 1500 m de espesor en
la que alternan lutitas, pizarras, filitas, grauvacas y esquistos cuarcíticos. Todo el conjunto presenta
una coloración gris verdosa oscura y se encuentra afectado por un metamorfismo regional débil, de
carácter dinámico, que no alcanzó a obliterar las características sedimentarias originales; los
sedimentos no pasan las facies de esquistos verdes. Localmente incluye vulcanitas que afloran en las
nacientes de la quebrada de Queta Cara, Dpto. Tilcara. Es común en esta formación
litoestratigráfica la presencia de vetas de cuarzo lechoso, de espesores variables entre 5 cm y 1 m,
siendo las más comunes las comprendidas entre 10 y 25 centímetros.
Está constituida por metapelitas de colores verdes y rojizos, de espesor no determinado con
exactitud, pero en cualquier caso superior los 50 m, diferenciandose bien de la Fm. Puncoviscana,
en la que se intercala, mucho más arenosa y grauwáquica,.
Estructuralmente, como es común en toda la Fm. Puncoviscana, se dispone subvertical, con algunos
pliegues menores, de flancos subparalelos y plano axial vertical. Presenta foliación pizarrosa en los
tramos de granulometría más fina que permite exfoliar la roca en planchas y lajas delgadas (de 1 cm
de espesor o menos).
El litotipo principal, que puede observarse en la cantera de Bárcena o Calera Volcán, corresponde
a calizas masivas de color negro o negro azulado, compactas, muy fracturadas y con abundantes
vetas blancas de calcita de espesor milimétrico. En este litotipo se intercalan algunos niveles
delgados (< 1 m) de calizas de color claro y areniscas calcáreas.
El miembro dolomítico está constituido mayoritariamente por dolomías de color gris, intensamente
fracturadas, con intercalaciones de calizas, lutitas y rocas volcánicas
La unidad cartográfica correspondiente al Grupo Mesón constituye una gran secuencia deposicional
de edad Cámbrico que yace en discordancia angular sobre la Fm. Puncoviscana, y esta cubierta
por los sedimentos ordovícicos del Grupo Santa Victoria. El grupo, con un espesor medio que
varía de 250 a 320 m, está integrado por las formaciones Lizoite, Campanario y chalhualmayoc.
Las areniscas, tambien con cemento siliceo, son de color blanquecino a blanco grisaceo, rosadas y
moradas, presentan estratificación cruzada planar y en artesa, e intercalan algunos bancos
conglomerádicos con bases erosivas, y niveles pelíticos morados.
En general la serie, con un espesor total que varía entre 70 y 120 m, se ordena en una
megasecuencia estrato y granodecrecientes, constituida a su vez por secuencias de facies igualmente
estrato y granodecrecientes. Este tipo de secuencias, la geometría de las capas y su estructura
interna permiten asimilar esta formación a una serie fluvial de rios tipo braided, que evoluciona hacia
el techo a un medio marino de plataforma somera.
Respecto de la edad del grupo Mesón, los restos fósiles hallados no permiten datar estos
sedimentos. Aparte de los skolithus se han encontrado restos mal conservados de braquiópodos
(Herrero Ducloux, 1940; Keidel, 1943; y Ramos, in: Ramos, Turic y Zuzek, 1967). Por la posición
estratigráfica, discordante sobre la Fm, Puncoviscana y bajo las pelitas ricas en faunas fósiles del
Ordovícico inferior, esta unidad cartográfica se asigna al Cámbrico.
La aplicación industrial del grupo Mesón se restringe a los tramos cuarcíticos de la Fm. Lizoite que
tienen estratificación más delgada (centimétrica a algunos decímetros). Con estratificación
centimétrica se puede obtener planchón de piedra de laja, tal como se hizo en las capas superiores
de la cantera de Perchel, hoy inactiva .
Los tramos de estratificación comprendida entre 10 y 30 cm han sido utilizados en la zona para
obtener piedra de mampostería. En la cantera de Moye Punco (Bella Vista), también inactiva, se
explotó la arenisca rosada y roja de la formación Lizoite y también unos bancos de areniscas
verdosas, que deben pertenecer a la formación Campanario. La escuela-hogar de Tumbaya está
construida con mampostería de cuarcita rosada y arenisca verde, posiblemente extraídas de la
cantera citada (ver anexo: Informe sobre los minerales industriales y las rocas de aplicación en
la Quebrada de Humahuaca, Jujuy).
Con carácter regional, el Grupo Santa Victoria, de edad Ordovícico, se apoya en discordancia
mediante contacto en downlap sobre el Grupo Mesón infrayacente. Está integrado por las
formaciones Santa Rosita, Acoite y Sepulturas, en las que dominan los sedimentos siliciclásticos.
Únicamente la Fm. Sepulturas incluye capas de calizas.
La Fm. Santa Rosita (Turner, 1960), de 500 m de espesor (Zanettini, 1973), comienza
localmente con un conglomerado basal de clastos redondeados de cuarzo lechoso y cuarcitas
blanquecinas y moradas, en una matriz areniscosa. Siguen lutitas verdes a verdes grisáceas,
finamente estratificadas, con algunas intercalaciones de bancos de areniscas de grano mediano. En
general las capas son planoparelas a escala de afloramiento, aunque en detalle tienen geometría
ondulada.
La Fm. Acoite (Harrington, 1957) está formada por una alternancia de capas centimétricas de
lutítas de colores pardo amarillentos y verdosos, y de areniscas de grano fino a medio con un
espesor total de 700 m (Zanettini, 1973). Al igual que la formación Santa Rosita, a escala de
afloramiento las capas son planoparalelas, aunque en detalle presentan geometría ondulada debida a
ripples. Hacia el techo las capas arenosas se hacen dominantes y son progresivamente de mayor
espesor y con estructuras sedimentarias de mayor rango, siendo relativamente frecuente la
La Fm. Sepulturas (Harrington, 1957) tiene regionalmente una distribución irregular. Se ha citado
su presencia en las quebradas de Purmamarca y Vizcachas, y en el Espinazo del Diablo. Está
constituida por unos 50 m (Harrington y Leanza, 1957) de alternancia de capas delgadas de
areniscas calcáreas de grano medio a grueso y lutitas verdosas.
El Grupo Santa Victoria, considerado en su conjunto, está constituido por facies de plataforma
(offshore) dominada por la acción de las tormentas, más proximales cuanto más al techo de la serie,
conformando una gran secuencia estrato y granocreciente representativa de una progresiva
somerización de la cuenca.
En la literatura geológica, diversos autores asignan el Grupo Santa Victoria, en virtud de la fauna
fósil encontrada, especialmente de graptolitos, al Ordovícico (Tremadociano a Llanvirniano).
Esta unidad cartográfica, por las características litológicas y estructurales de las rocas que la
integran, carece de interés industrial.
Aflora esta unidad cartográfica en el extremo sur de la región estudiada, en las altas cumbres y en el
faldeo oriental del Nevado del Chañí, ocupando una superficie aproximada de 16 km en sentido
norte sur, por 10 km en sentido este oeste. La litología dominante es un granito calcoalcalino
biotítico de color rosado con diferenciaciones porfídicas.
Respecto de la edad de esta formación, dataciones radimétricas por el método K-Ar en biotita
situan la intrusión en 477+20 m.a. (datación INGEIS), y en 463+6 m.a. (Rundle, in: Méndez,
1975), correspondiente al Ordovícico superior-Silúrico inferior, aunque por el contexto geológico
regional, parece más probable que el emplazamiento de esta formación sea de edad Silúrico
inferior.
Los materiales del Silúrico-Devónico que afloran al este del área de estudio, en las Sierras
Subandinas, forman parte de una gran cuenca sedimentaria que tiene su mejor representación en
territorio boliviano.
Se inicia la serie con un nivel de muy poco espesor (alrededor de 10-15 metros), asimilable a la
formación Zapla. Está constituido por areniscas gris verdosas con mucha matriz arcillosa que
engloban grandes clastos y bloques de areniscas y granitos, con aspecto general desorganizado.
Este tramo basal representa un mecanismo de sedimentación por flujos gravitativos densos (debris
flow y slumping) que evolucionan distalmente a capas turbidíticas arenosas.
La serie silúrico-devónica culmina con areniscas líticas y areniscas cuarcíticas que intercalan capas
lutíticas y localmente conglomerádicas. En vertical la serie es más arenosa y conglomerádica hacia el
techo, confiriendo en general un aspecto estrato y granocreciente probablemente vinculado con la
progradación de un sistema deltaico.
El contenido faunístico de la serie permite a diversos autores asignar una edad Wenlockiana-
Ludlowiana para el potente tramo intermedio que representa a la Fm. Lipeón, y Gediniana-
Siegeniana para la serie areniscosa y conglomerádica con que culmina esta unidad cartográfica.
2.1.7. Carbonífero
Los materiales de edad carbonífero afloran en el sector oriental de la región estudiada, formando
parte de las Sierras Subandinas. De naturaleza siliciclástica, se incluyen en esta unidad el Grupo
Macharetí y el Grupo Mandiyutí.
La parte inferior del Grupo (formación Tupambi) es esencialmente arenosa con intercalaciones
pelíticas y escasos niveles conglomerádicos. En general se ordena en secuencias estrato y
granocrecientes que culminan con arenas, a veces conglomerádicas, con estratificación cruzada en
artesa. Se han interpretado estas secuencias como barras de desembocadura de un sistema
deltaico.
El medio sedimentario probablemente corresponda con un frente deltaico con alta tasa de
sedimentación, en el que eran frecuentes los deslizamientos a favor de la pendiente dando potentes
capas de “debris flow” y slumpings. La abundancia de clastos estriados, englobados en las
diamictitas, sugiere que este sistema sedimentario debía tener su area fuente en frentes glaciarios.
Este granitoide está intruyendo al Grupo Mesón, de edad Cámbrico, produciendo un metamorfismo
de contacto con facies de corneanas en las sedimentitas del grupo citado. Dado que el contacto es
subhorizontal, los afloramientos de la Fm. Fundición corresponden en gran medida a la parte apical
del cuerpo plutónico, que está comenzando a ser desmontado por la erosión
La sienita que mayoritariamente constituye la Fm. Fundición es muy pobre en cuarzo, de color
rosado, grano grueso a medio y porfídico, con muchos enclaves de litología diversa. En ocasiones
tiene cavidades miarolíticas de pequeño tamaño (centimétrico)
La estructura interna del granito consiste en una débil orientación magmática subvertical, en
dirección N-S, marcada en algunos lugares por la orientación preferente de los enclaves y los
megacristales. No hay síntomas de deformación posterior, salvo la fracturación que es muy intensa.
El color rosado intenso de la sienita de Fundición le confiere a este cuerpo intrusivo un cierto interés
comercial. Interés que se ve disminuido por la abundancia de enclaves y por la alta densidad de
fracturas que afectan a este cuerpo, lo que impediría obtener bloques comerciales, y por
El granito está constituido por al menos tres litofacies, siendo el contacto entre ellas subhorizontal,
ya que el pozo principal de la mina las atraviesa y cada galería está siempre en la misma litofacies.
Esta disposición estructural es típica de la zona alta o apical de un plutón.
Los términos de cota más baja (hasta los 4 000 m) son de granito calcoalcalino gris, de grano
medio-fino, con abundantes enclaves básicos microgranudos. Entre las cotas 4 000 y 4 200
aproximadamente es un granito gris verdoso de grano medio, con epidota. Sobre la cota 4 200, el
granito es una facies rosada, de tono claro, con tendencia porfídica (megacristales de feldespato
esporádicos de 1 a 3 cm dispersos, zonados, no orientados). Tiene cristales (4 a 6 mm)
subidiomórficos de feldespato. Cristales globulares de cuarzo (3 a 5 mm) subidiomórfico a
xenomórfico y máficos (1 a 5 mm) de subidiomórficos a idiomórficos.
El Grupo Salta se corresponde con un ciclo sedimentario que abarca el Cretácico y Paleogeno.
Está integrado por los subgrupos Pirgua, Balbuena y Santa Bárbara. Las sedimentitas, casi
totalmente continentales de este Grupo, constituyen los depósitos sinorogénicos relacionados con
una etapa de rift intracratónico, con el que se vincula el emplazamiento de los granitoides de las
formaciones Fundición y Aguilar, así como la extrusión de cuerpos subvolc· nicos alcalinos y
volcánicos de naturaleza basáltica, citados en distintas partes de la cuenca cretácica, fuera ya de la
zona investigada.
2.1.10.1. Subgrupo Pirgua (Vilela, 1951, nom. trasl Reyes y Salfity, 1973)
Corresponde a las "Areniscas inferiores" de Bonarelli (1913), denominadas luego por Vilela
(1951 como Formación Pirgua. Reyes y Salfity (1973) proponen el cambio de categoría a la de
Subgrupo, basándose en el reconocimiento en la Subcuenca de Alemania de tres unidades
formacionales: La Yesera, Las Curtiembres y Los Blanquitos. Estas formaciones anteriormente
habían sido tratadas con la categoría de miembros (Reyes, 1970).
El carácter sintectónico en una etapa distensiva de esta unidad hace que se encuentren filones capa,
diques y coladas de composición basáltica y que el espesor de la serie sedimentaria sea muy
variable pasando en poco espacio desde algunos centenares de metros en las zonas de mayor
subsidencia, a la ausencia de sedimentos de este subgrupo. No obstante, puede considerarse un
espesor medio de unos 400 m.
Constituye, junto con el Subgrupo Santa Bárbara, una unidad extensiva correspondiente al periodo
de postrift, en una etapa gobernada por la subsidencia térmica, cuyo registro sedimentario es
expansivo respecto a los depósitos del Subgrupo Pirgua, apoyándose en contacto concordante
sobre el mismo, o directamente en discordancia angular sobre el substrato paleozoico y/o
proterozoico.
El Subgrupo Balbuena está integrado por areniscas calcáreas amarillentas de la Formación Lecho
(Turner, 1959), y por calizas oolíticas y margas arenosas de color amarillento a verdoso de la
Formación Yacoraite.
En la evolución de la cuenca la Fm. Lecho, asignada por algunos autores al Campaniano, representa
la estabilización de la etapa distensiva sinrift que dió lugar a los hemigrabenes del subgrupo Pirgua, y
el inicio de la subsidencia térmica generalizada durante el Cretácico terminal
La Formación Yacoraite (Turner, 1959) constituye una sucesión calcarea de tonos amarillentos en
donde las litologías dominantes son calizas oolíticas, calizas estromatolíticas, y calizas tableadas
finamente laminares. Localmente incluye calizas intraclásticas y algunos niveles de margas. El
La serie se ordena en secuencias métricas a submétricas granocrecientes que suelen culminar con
niveles estromatolíticos y/o micríticos con prosidad fenestral y láminas rotas, diagnósticas de un
ambiente de sedimentación marino muy somero, probablemente micromareal. Se han citado restos
fósiles de peces, pectínidos, ostreas y gastrópodos entre los que se destaca Gasteroclupea brnisai
(Aceñolaza, 1968), además existen Pucalithus, que indican una edad campaniana - maestrichtiana.
Desde el punto de vista de las aplicaciones industriales, las capas de caliza estromatolítica amarillo-
rosada que con frecuencia aparecen en la formación Yacoraite son un material susceptible de
extraerse para tallar objetos de decoración, dada la vistosidad y la aptitud al pulido de esta roca. La
ausencia de capas de espesor métrico impiden su explotación para su uso como roca ornamental
Está integrado por un conjunto sedimentario, de origen continental, compuesto por margas, margas
arenosas y arcilitas calcáreas de colores rojizos y verdosos con frecuentes restos de Pucalithus y
abundantes venillas de yeso, y por areniscas y niveles de conglomerados. Está integrado por las
formaciones Mealla, Maíz Gordo y Lumbrera.
De edad Paleoceno tardío a Eoceno temprano, las formaciones Mealla y Maíz Gordo representan
la transición desde las facies marinas muy someras de la Fm. Yacoraite a las facies más netamente
fluviales de la formación Lumbrera.
La Formación Lumbrera (Moreno, 1970) es una sucesión de unos 140 m de espesor de arcilitas,
limolitas y fangolitas calcáreas de color rojo intenso con intercalaciones de areniscas finas a
medianas y esporádicamente niveles de conglomerados o brechas intraclásticas calcáreas gris
Desde el punto de vista de las aplicaciones industriales, las arcillas margosas del subgrupo Santa
Bárbara presentan, a priori, buenas características para la fabricación de alfarería, ladrillería,
bovedillas y cerámica de pasta roja en general
Esta formación, a la que Coira (1979) asigna un espesor de entre 250 y 550 m en el sector de Tres
Cruces, está constituida por unos 550 m de conglomerados, areniscas y arcillas, de color castaño
rojizo a rosado, formando secuencias estrato y granodecrecientes características de sistemas
fluviales de tipo braided. Localmente intercala niveles de rocas epiclásticas tobaceas, de colores
blanquecinos, retrabajadas por los sistemas fluviales citados. En conjunto la serie es progradante,
con paleocanales más conglomerádicos y de mayor espesor cuanto más al techo de la serie.
La edad de esta formación, en base a restos de mamíferos estudiados por Bond y López (1995),
es Eoceno medio (Mustersense).
Está formación, al igual que la Fm. Maimará, con la que se interdigita, tiene carácter local quedando
restringida al sector centro-norte de la Quebrada de Humahuaca, entre las localidades de Coctaca
y Huacalera. Está constituida por unos 70 a 100 m de arenas de grano fino de tonos blando
amarillentos, con intercalaciones de conglomerados y en menor proporción de rocas epiclásticas
tobaceas.
Representa sedimentos fluviales de tipo braided procedentes del noreste, depositados durante la
etapa de compresión andina, probablemente como una pequeña cuenca de piggi back, asociada a
los frentes de cabalgamiento de la Cordillera Oriental sobre las Sierras Subandínas.
Constituyen los testigos iniciales de la evolución morfológica de la Quebrada aunque bajo la misma
denominación se han incluido también los relictos más viejos del relleno cuaternario (?) de la Puna.
Ocupan una gran extensión superficial en la depresión de Humahuaca, pero en el resto de la
Quebrada quedan reducidos a pequeños afloramientos colgados junto al borde montañoso.
Se ha denominado así a toda una generación intermedia de abanicos aluviales y sedimentos fluviales
que rellenan gran parte de la Quebrada de Humahuaca y valles adyacentes. Dicho relleno que es
especialmente importante en la quebrada de Purmamarca, pues es donde mayor espesor de
sedimento se conserva, constituye un nivel de referencia morfológico de importancia local.
Son acumulaciones de sedimentos de más de 100 m de espesor constituidas por gravas y bloques
de pizarras y tillitas procedentes en su mayor parte de la F. Puncoviscana que aflora en la zona. Las
gravas son clastosoportadas, polimícticas y heterométricas con centiles variables. Están bien
estratificadas pero presentan escaso ordenamiento interno, reconociéndose imbricación de cantos
y ocasionalmente estratificación cruzada, planar y en surco. Hacia Tumbaya aparecen cuñas
arenosas y limosas con estratificación planar.
Son depósitos acumulados por flujos densos (debris-flow) y por dinámica fluvial que han sido
relacionados con la actividad periglaciar pleistocena (Chayle y Wayne, 1995)
Se refiere a una gran acumulación eólica regional ubicada en la Puna entre Sierra alta y Sierra
Aguilar. Es un gran manto de arena procedente de la playa de las Salinas Grandes, con destacadas
alineaciones de barjanes y dunas longitudinales.
Incluye toda la sedimentación holocena y pleistocena más moderna, cuyo detalle genético se
especifica en el mapa geomorfológico adjunto.
Son depósitos de litoestratigrafía variada: gravas y arenas sin consolidar de las dos últimas
generaciones de conos aluviales de dimensión moderada, y otros tantos niveles de terrazas fluviales
de las quebradas, depósitos bréchicos vinculados a una pasada actividad glaciar y la sedimentación
varvada (fangos y costras de sal) de los balares puneños.
Las estructuras más evidentes en el mapa y perfiles geológicos (figs. 3, 4 y 5), son las relacionadas
con el desarrollo del rift cretácico y, especialmente, las vinculadas a la tectónica andina cuya
evolución se inicia a principios del Terciario.
Una excelente localidad donde se puede observar la fuerte discordancia angular del Grupo Mesón
sobre los materiales del Grupo Puncoviscana, previamente estructurados por pliegues asimétricos
vergentes al este (foto 2) es en la ruta 40, en una zona situada un poco al oeste de la cuesta de
Lipán, una vez superada el Abra de Potrerillos (foto 3).
En el zona situada al este de la localidad de Volcán, en el extremo meridional del área estudiada, las
calizas de la Fm. Volcán, intercaladas en las lutitas de la Fm. Puncoviscana, dibujan un pliegue
anticlinal asimétrico de escala cartográfica con marcada vergencia hacia el oeste (ver mapa
geológico), en aparente contradicción con lo observado en otras localidades. No obstante el no
poder evidenciar en este caso el que esta estructura afecte exclusivamente a materiales anteriores al
Grupo Mesón, permite considerar la posibilidad de que sea más moderna, como se verá más
adelante.
Los afloramientos de la Fm. Puncoviscana en el área estudiada, han sido incluidos en la denominada
Unidad Oriental de Mon y Hongn (1988), caracterizada para estos autores por la presencia de
pliegues apretados de rumbo N-S y buzamiento leve hacia el norte, con planos axiales verticales o
de alta inclinación al oeste (Hongn, 1992), lo que parece estar en consonancia con las
observaciones realizadas en el presente trabajo.
Las estructuras mayores están acompañadas de un clivaje pizarroso de plano axial continuo o
penetrativo en las pelitas y espaciado en los bancos de grauvacas, con rumbo dominante N-S y
altas inclinaciones hacia el oeste .Superpuesto a la estructura principal se registra una segunda
deformación caracterizada por pliegues abiertos acompañados de clivaje espaciado con rumbo
NO-SE e inclinado hacia el SO, aspectos estos igualmente coincidentes con lo descrito por Hongn
Todas estas estructuras han sido atribuidas por los autores antes citados a la fase Tilcárica (Turner y
Mendez, 1975), desarrollada entre los 600 y 540 ma. al final del ciclo Panamericano entre el
Precámbrico superior y el Cámbrico inferior, y relacionada con la formación de un orógeno que, a
nivel regional, presenta en su franja este plegamientos y sobrecorrimientos propios de un cinturón
plegado de lámina fina o epidérmico (Omarini et al. 1993).
La existencia de una importante fase diastrófica a finales del Ordovícico ha sido descrita por la
mayor parte de los autores que han trabajado en el noroeste argentino. En general se considera que
durante el denominado ciclo orogénico Famatiniano (Aceñolaza y Toselli, 1973), desarrollado entre
la fase Tilcárica y la Cháñica (Devónico inferior), se produjo, en el Asghill, un evento tectónico
mayor conocido como fase Oclóyica (Turner y Méndez, 1975), relacionado con un proceso de
colisión ( Ramos 1986).
Las observaciones realizadas durante la realización de este estudio, sin embargo, han puesto en
evidencia que la mayor parte de las estructuras compresionales observables en el mapa geológico, o
en los perfiles estructurales (figs 3, 4 y 5), con vergencia hacia el oeste o extensionales, con
buzamiento de la superficie de fractura hacia el este, son claramente posteriores, puesto que
involucran a sedimentos más modernos.
- Las superficies de corrimiento mantienen una cierta oblicuidad con las superficies de
estratificación si bien en largos trechos son paralelas a ella, lo que parece indicar que los
corrimientos se desarrollan en una serie estratigráfica no deformada previamente.
- La potencia o espesor de las láminas alóctonas oclóyicas es de decenas o alguna centena de
metros, en contraste con la considerable potencia de la mayor parte de las láminas andinas.
- La potencia o espesor de las láminas alóctonas oclóyicas es de decenas o alguna centena de
metros, en contraste con la considerable potencia de la mayor parte de las láminas andinas.
En las proximidades del Cerro Yacoraite, Quebrada de Yacoraite se pueden observar estructuras
de corrimiento oclóyicas con vergencia oeste (fig. 6). La sección SE-NO es muy aparente y se ha
reinterpretado; esto es debido a que aflora en el campo muy oblicuamente a la dirección de
transporte tectónico. Dichas estructuras aparecen fosilizads por el Subgrupo Pirgua, aunque se han
interpretado como si la discordancia no estuviese. Los corrimientos oclóyicos involucran al
cámbrico y ordovícico y muestran una geometría de apilamiento antiformal con clara vergencia al
O.
Otra estructura de escala cartográfica que podría ser atribuída a este evento tectónico es el pliegue
anticlinal asimétrico, con marcada vergencia hacia el oeste que se observa al este de la localidad de
Volcán y que ya ha sido anteriormente citado. La mayor plasticidad de las lutitas y calizas de las
Fms. Puncoviscana y Volcán, y quizás una mayor presión de confinamiento, parecen justificar que
en este caso la deformación tangencial desarrolle este tipo de estructuras en vez de los corrimientos
desarrollados en las series paleozoicas.
Las anisotropías desarrolladas en las rocas paleozoicas debido a la deformación oclóyica, puede
haber influido en el posterior desarrollo de la tectónica andina. Así, mientras en la Cordillera
Oriental el basamento previamente estructurado, se comportó como un bloque rígido, hacia el este,
en las Sierras Subandinas donde la deformación oclóyica fue menos intensa, las sedimentitas
paleozoicas, especialmente las ordovícicas, se comportaron mecánicamente como unidades de
cobertera, con superficies de despegue en su interior. Observaciones similares fueron realizadas por
Hongn (1992) en áreas próximas y por Kleyn et al. (1994) en el sur de Bolivia.
Los sedimentos siluro-devónicos de la parte oriental del área investigada se encuentran separados
de los carbónico-pérmicos por medio de una suave discordancia angular de carácter regional
registrada en todas las Sierras Subandinas (Aramayo Flores, 1989; Stark et al. 1992; DÌaz et
al.1996), atribuida a la fase Cháñica (Azcuy y Caminos, 1986) que, si bien indica basculamientos
suaves, no refleja una tectónica de magnitud importante con estructuras que involucren a las
distintas unidades aflorantes en el área estudiada.
En trabajos recientes realizados en el sur de Bolivia (Díaz et al. 1996), se ha propuesto un modelo
evolutivo para el Paleozoico de toda la región de las Sierras Subandinas y Cordillera Oriental en el
que se considera la existencia de dos ciclos tectonosedimentarios mayores, el primero, denominado
ciclo Tacsariano, abarcaría desde Cámbrico medio hasta el Ordovícico superior y el denominado
ciclo Cordillerano, desde el Silúrico hasta el Carbonífero inferior.
El ciclo Tacsariano representa el relleno de una cuenca de trasera de arco que se continua durante
el Silúrico al Carbonífero inferior como una cuenca de antepaís (Sempere, 1989, 1995; Isaacson y
Díaz,1995). El ciclo Cordillerano corresponde al relleno de esta cuenca de antepaís, adyacente a
un un cinturón orogénico (faja corrida y plegada de antepaís) situado al oeste y sur de la cuenca, y
relacionado con una subducción oblicua de corteza oceánica hacia el este (Sempere, 1995;
Isaacson y Díaz,1995). El desarrollo de este ciclo se inicia y termina con dos periodos de
inestabilidad tectónica y resedimentación. El primero (Ordovícico terminal-Silúrico inferior), podría
ser equivalente a la fase Oclóyica de los autores argentinos, el segundo (Devónico terminal-
Carbonífero inferior), a la fase Chañica.
Durante el desarrollo del ciclo Cordillerano se evidencia un ambiente de gran inestabilidad tectónica,
caracterizado por la presencia de depósitos de flujos de gravedad de diferente tamaño. El
apilamiento tectónico en el frente de deformación y la migración de los depocentros hacie el este y
norte, a medida que el frente de deformación avanza, es la causa más probable del basculamiento
de los sedimentos precarboníferos y de la profundización y resedimentación de la cuenca
carbonífera debido al aumento de subsidencia y de la tasa de sedimentación, asi como de la
formación de relieves que originaron la existencia de glaciaciones locales durante periodos de clima
frío (Asgill-Llandovery y Devónico superior-Carbonífero inferior).
Una falla extensional singular es la falla de Hornocal, anteriormente citada, que con una dirección
ENE-OSO trunca el sinclinal de Cianzo en el sector NE del área estudiada (ver mapa geológico).
Esta importante estructura representa probablemente el rejuego de una antigua fractura paleozoica y
ha condicionado claramente la sedimentación de las unidades cretácicas, actuando durante este
periodo de tiempo como borde local de cuenca. Este hecho queda evidenciado por la presencia en
su bloque hundido, situado en su labio suroriental, de una serie cretácica completa, caracterizada
además por la presencia de un potente Subgrupo Pirgua. En su bloque elevado, por el contrario,
una gran parte de las unidades cretácicas están ausentes, apoyándose la Formación Maiz Gordo
directamente sobre el substrato Ordovícico.
Durante la etapa de desarrollo del rift mecánico la cinemática estuvo controlada por esfuerzos
tensionales. El subgrupo Pirgua integrado fundamentalmente por depósitos de abanicos aluviales
constituye la unidad sedimentaria sinorogénica relacionada con esta fase.
Durante el periodo de postrift, desde el Cretácico superior hasta el Peleoceno, se desarrolló una
etapa gobernada por la subsidencia térmica cuyo registro sedimentario está representado por las
unidades integrantes de los Subgrupos Balbuena y Santa B· rbara que son expansivos respecto a
los depósitos del Subgrupo Pirgua, apoyándose directamente sobre el substrato paleozoico.
El conjunto de estructuras más evidentes en el mapa y perfiles geológicos son las relacionadas con
la tectónica compresional andina y estan representadas por un conjunto de fallas de rumbo regional
N-S a NNE-SSE, que siguen la misma dirección de los cordones montañosos. El hecho de que
tanto en la Puna como en la Cordillera Oriental, las alineaciones motañosas esten en su mayoría
flanqueadas por fallas inversas, hizo que tradicionalmente estos relieves fueran interpretados como
En general se considera que el fin del proceso distensivo habría tenido lugar en el Eoceno medio,
desarrollándose los primeros eventos compresivos durante la denominada fase Incaica I
(Steinmann, 1930), y siendo la Formación Casagrande el depósito sinoreogénico contemporáneo
con este evento. El primer evento compresivo importante habría tenido lugar en el límite Eoceno-
Oligoceno, durante la fase Incaica II ( Frutos, 1981), siendo la Formación Río Grande, levemente
discordante sobre la Formación Casagrande y con clastos del Grupo Salta en su base, la unidad
sedimentaria relacionada con este proceso tectónico. La fase Pehuenche (Yrigoyen, 1979),
provocaría un nuevo acortamiento en el límite Oligoceno-Mioceno, siendo en este caso la
Formación Pisungo el conjunto sedimentario genéticamente relacionado con este nuevo evento.
Durante el Mioceno medio, habría tenido lugar el principal movimiento compresivo de la tectónica
terciaria, denominado fase Quechúa inicial (Steinmann, op. cit.), responsable de la marcada
discordancia angular que bisela al Formación Pisungo.
Los últimos movimientos descritos normalmente en el noroeste argentino, son las fases Quechúa
principal y Diaguita (Yrigoyen, op. cit.), situados en el límite Mioceno-Plioceno y Plioceno-
Pleistoceno, respectivamente.
El estilo tectónico y el tipo de estructuras que caracterizan a la Cordillera Oriental han sido en parte
Las estructuras más comunes relacionadas con esta etapa compresiva, son las fallas inversas y
corrimientos, así como los pliegues relacionados con ellos. Las fallas inversas y corrimientos
rejuegan la mayor parte de las estructuras extensionales cretácicas, sin embargo se crean también
estructuras nuevas que aparecen cortando a las fallas normales anteriores (ver perfiles estructurales:
figs. 3, 4 y 5). A veces se observa que las trazas cartográficas de los corrimientos nuevos y de las
fallas extensionales se separan y unen lateralmente (ver mapa geológico y fig 2). Este tipo de
estructuras, en las que la trayectoria de un corrimiento nuevo se sitúa por delante de una falla
extensional pero se imbrica en ella en profundidad (y lateralmente), se desarrollan ante la
imposibilidad que tiene el tramo superior de una falla lístrica extensional para rejugar como falla
inversa, debido a su elevado buzamiento. El corrimiento nuevo trunca el bloque elevado de la falla
extensional anterior, dando lugar a una estructura cartográfica, y en profundidad, de forma
triangular, rodeada por fallas. Ejemplos de este tipo de estructuras, que recibe el nombre de
“shortcuts” o atajos (Gillcrist et al. 1987), pueden observarse al norte y oeste de Purnamarca y al
oeste de Tilcara (ver mapa geológico y perfiles estructurales de Tilcara y Purnamarca, figs. 4 y 5).
Una gran parte de los corrimientos presentan un alto angulo en superficie aunque lo más probable es
que tengan una geometría lístrica en profundidad, uniendose a una superficie de despegue común.
La geometría profunda de estas fallas inversas, viene condicionada a su vez por la del sistema
extensional mesozoico, que se encuentra solo parcialmente invertido. Los pliegues corresponden
casi siempre a estructuras de gran radio y escala cartográfica, con elevado ángulo entre flancos.
Unicamente en las proximidades de alguna de las grandes fallas inversas se nuclean pliegues a escala
decamétrica a hectométrica, algo más evolucionados. Todos ellos coinciden con pliegues de flexión
de falla (fault bend folds de Suppe, 1983). Los sinclinorios se nuclean sobre los semigrábenes,
dibujandose mejor en los materiales sinorogénicos con la compresión o en los sinextensionales, en
estos se aprecia perfectamente como se sitúan normalmente entre dos fallas inversas contiguas o
entre una falla directa preservada y una falla inversa nueva.
Además de las estructuras descritas se han observado algunas estructuras de compensación lateral
del tipo de rampas oblicuas. La más espectacular está representada por la ya citada falla de
Hornocal que con un trazado cartográfico oblicuo a las direcciones dominantes, rejuega como falla
inversa, levantando ahora su bloque suroriental.
Teniendo en cuenta estas premisas y las relaciones geométricas entre las diferentes estructuras
relevadas, se han podido diferenciar tres etapas principales de emplazamiento para los corrimientos
en la Cordillera Oriental, si bien el proceso de deformación ha de entenderse como continuo, sin
solución de continuidad entre cada etapa.
En una la primera etapa se emplaza tectónicamente la lámina más occidental, cuyo frente se sitúa
aproximadamente en la actual valle del río Grande, y que esta compuesta por un graben extensional
parcialmente invertido; su nivel de despegue se sitúa aproximadamente a 10 km de profundidad,
coincidiendo con la profundidad del despegue basal de la etapa extensional (ver perfiles
estructurales). El rejuego inverso de algunas fallas extensionales del sector más occidental, con
buzamiento hacia el este, propicia la existencia de retrocorrimientos durante el emplazamiento de
esta lámina cabalgante, con una dirección de transporte tectónico hacia el este.
Por delante de esta unidad se emplazan, en una típica secuencia “forward¨, las unidades más
orientales, con un nivel de despegue situado ya a casi 20 km de profundidad. El tránsito hacia las
Sierras Subandinas se produce cuando este corrimiento basal asciende hacia niveles más
superficiales y más altos en la secuencia estratigráfica, dejando de aflorar por lo tanto los materiales
cámbrico-precámbricos, lo que propicia el espectacular salto topográfico de más de 1.000 m entre
ambas unidades morfoestructurales.
La tectónica andina comenzó su actividad en el norte argentino a partir del Mioceno medio a tardío.
Entre los 20 y 22 m.a. se iniciaron los cabalgamientos de primera generación transmitiendo su
acortamiento de oeste a este dentro de la Cordillera Oriental. A partir del Mioceno Superior se
produce la transferencia hacia el este de la deformación, hacia las Sierras Subandinas, donde se
desarrolla una tectónica de cobertura con despegues que desvinculan el basamento de la
deformación.
El límite entre Cordillera Oriental y Sierras Subandinas marca el cambio de estilo de faja plegada de
lámina gruesa a lámina fina, lo que implica, tal como se ha explicado anteriormente la transferencia
de niveles de despegues del basamento estratigráfico a la cobertera. El límite entre ambas zonas se
puede ubicar en el cabalgamiento o corrimiento más oriental cuyo nivel de despegue está en la Fm.
Puncoviscana (ver mapa geológico y perfiles estructurales). Este cabalgamiento, en áreas más
septentrionales no llega a emerger en superficie, por lo que el límite entre ambas unidades se sitúa
en el pliegue por flexión de falla vinculado con la rampa que hace ascender el cabalgamiento basal
desde el basamento precámbrico hasta el Ordovícico.
A la altura de la cuenca del río Iruya, un poco al norte del área estudiada, el ascenso de la
Cordillera Oriental se produjo a partir de los 11,4 m.a (Vergani 1988 ; Hern· ndez et al. 1996). A
los 8,5 m.a se registran evidencias del inicio de la sedimentación del Grupo Orán como respuesta
sinsedimentaria de la elevación del anticlinal de Cinco Picachos y se interrumpe el aporte
sedimentario proveniente de la Cordillera Oriental . El frente Subandino continuó su desarrollo hacia
el este con el levantamiento de la Sierra del Pescado entre los 6,9 y 1,8 m.a (Hernández et al., en
prensa) y con la formación de anticlinales orientados en posición norte sur, fallados en su flanco
oriental.
3. EL MAPA GEOMORFOLÓGICO
La Cordillera Oriental andina constituye una cadena montañosa de orientación submeridiana, con
alturas superiores a los 4500 m. El relieve es muy abrupto, con fuertes pendientes, profundos valles
y desniveles casi siempre superiores a los 2.000 m. El valle principal, la Quebrada de Humahuaca,
La Puna tiene como rasgo más característico, además de constituir un altiplano, su carácter
endorreico. Excepto en algunos sectores sometidos a la progresión de la red fluvial chaqueña, que
ha penetrado a través de la Cordillera Oriental, todo el avenamiento es interno. Por este motivo las
áreas más bajas de esta llanura aluvial se encuentran ocupadas por salares y lagunas someras. Tan
solo algunos cordones montañosos de orientación meridional y baja altitud relativa (unos 1.000 m
de elevación sobre el altiplano), rompen la inmensa monotonía de esta llanura intramontañosa.
Los contrastes orográficos tan acusados definen unas condiciones climáticas regionales
enormemente variables. A grandes rasgos existe una diferenciación que progresa de este a oeste.
En detalle esas variaciones son más complejas pues en realidad son función de la altimetría y de la
exposición de las masas montañosas a los frentes húmedos procedentes del este que pueden
penetrar a través de las quebradas.
La fachada este de la Cordillera Oriental presenta un clima cálido y húmedo como consecuencia del
choque de las borrascas contra el frente montañoso. Durante el verano se forman grandes bancos
de nubes que dan lugar a intensas precipitaciones. Por encima de los 2.000 m el clima sufre una
fuerte variación, pues se torna seco, templado a frío, aunque existen microclimas más benignos en
las quebradas más abrigadas. En las partes más altas de la cadena montañosa, las condiciones
climáticas se extreman y las temperaturas medias disminuyen aumentando la amplitud diaria. Las
precipitaciones que pueden ser de nieve en invierno son muy raras y siempre en verano.
En la Puna o en las partes más altas de la Cordillera predomina un clima continental riguroso. La
amplitud térmica diaria es del orden de 25-30º C con temperaturas máximas en verano próximas a
los 27ºC y mínimas en invierno de -30ºC. Las lluvias son escasísimas y también en verano. El
resultado es un ambiente desértico o semidesértico con una sequedad absoluta la mayor parte del
año.
En el interior de la Cordillera Oriental propiamente dicha, a cotas superiores a los 2.000 m donde
las pendientes son muy acusadas, los suelos son esqueléticos y desprovistos de materia orgánica.
Tan solo en el fondo de los valles el suelo puede alcanzar un cierto grado de evolución. En esas
condiciones predomina la estepa arbustiva aunque una de las características más destacables del
paisaje vegetal de estas zonas entre los 2.000 y 3.000 m, son los cardonales. En las vegas de los
ríos prospera el matorral y algunas especies arbóreas.
En la Puna los suelos son aún más pobres, casí sin fracción pelítica, porosos, blancos y sin
A gran escala el área objeto del estudio pertenece a dos grandes unidades morfoestructurales:
Cordillera Oriental y Puna. En detalle, y en ambas, pueden establecerse a su vez otras subdivisiones
(fig. 7).
La Puna está representada en su borde oriental, entre Tres Cruces y el Nevado del Chañi, según
dos sectores bien diferenciados: la cuenca de Aguilar y el borde oriental de las Salinas Grandes.
La cuenca de Aguilar constituye el piedemonte oriental de Sierra Aguilar (Tipara, 5.127 m) que
fisiográfica o hidrográficamente no es sino la cuenca alta del río Yacoraite. Esta cuenca no tiene por
tanto carácter endorreico en la actualidad, sino avenamiento atlántico a través de la quebrada
homónima y corta transversalmente la Cordillera Oriental hasta el río Grande. Entre Sierra Aguilar y
Sierra Alta, el primer contrafuerte de la cadena, la cuenca tiene más de 20 km de anchura,
extendiéndose longitudinalmente más de 50 km entre Tres Cruces, su límite septentrional y el gran
cordón de dunas de Portillo Chico. Los sedimentos que la rellenan son materiales terciarios
(Formación Santa Bárbara) y cuaternarios que presentan la interrupción longitudinal de una
elevación montañosa emergente constituida por una gran estructura anticlinal y una cuesta sobre
materiales cretácicos (formaciones Pirgüa y Yacoraite). El sediplano que sella el relleno de la
cuenca está constituido por un sistema de abanicos aluviales coalescentes, de perfil asimétrico
claramente dirigido al este y con cotas próximas a los 4.000-3.600 m. Los procesos de disección
actual han dado lugar a profundas incisiones especialmente en la mitad oriental (Casa Grande).
El borde oriental de la Puna entre Sierra Alta (Hermoso, 5.205 m) y Sierra de Chañi es el
piedemonte del contrafuerte oeste de la Cordillera Oriental. Está formado por varias generaciones
superpuestas de abanicos aluviales coalescentes que tienen avenamiento endorreico a dos grandes
depresiones: Laguna de Guayatayoc (110 km2) y Salinas Grandes (210 km2) ambas ligeramente
por debajo de los 3400 m. El borde montañoso, moderadamente sinuoso en detalle, sigue, como
casi todos los grandes accidentes geográficos, una directriz estructural submeridiana (NNE)
ligeramente oblícua a Sierra Aguilar lo que determina la conexión de la cuenca homónima con la
Puna propiamente dicha. En ese sector que señala en la actualidad la divisoria de aguas entre el
avenamiento atlántico y el endorreismo puneño, se encuentra tapizada por un extenso manto eólico
que tiene un cordón de dunas en su zona axial.
El piedemonte se extiende en una franja de unos 20 km de anchura media entre los 4000 y los
3.400 m según una pendiente muy suave (3%) dirigida hacia el oeste. Está frecuentemente
interrumpido por pequeñas elevaciones longitudinales (morros) constituidos por capas monoclinales
de sedimentos terciarios emergentes algunas decenas de metros sobre el relleno aluvial.
Predominan las rocas clásticas. Las más antiguas que se atribuyen al Precámbrico son grauvacas,
pizarras, cuarcitas y esquistos. Los materiales cámbricos son areniscas y arcillas, y el resto del
Paleozoico está constituido por capas de areniscas silicificadas, arcillas, grauwacas, conglomerados
y alguna caliza. Las rocas mesozoicas son areniscas cementadas y calizas y el Cenozoico que se
presente poco consolidado, son fundamentalmente areniscas y arcillas.
Todas las formaciones se presentan en bandas elevadas y alargadas norte-sur excepto el Cenozoico
que se restringe a las topografías más bajas coincidiendo con las líneas de drenaje más importantes.
Las filitas y pizarras precámbricas y el resto de los materiales paleozoicos y mesozoicos están
además mejor consolidados que las rocas terrígenas cenozoicas. Sin embargo, su consolidación
actual es función de las perturbaciones tectónicas (plegamento, fallamiento y diaclasado) y
metamórficas. Por eso el Precámbrico (Formación Cuncoviscana) formado por rocas de bajo
grado de metamorfismo suele formar las crestas y cadenas de la Cordillera Oriental.
La Quebrada de Humahuaca que la incide longitudinalmente separa dos mitades con rasgos algo
diferenciados. Esas dos porciones y la propia quebrada sirven como unidades de referencia en la
descripción morfoestructural.
La mitad occidental que actua de contrafuerte oriental de la Puna (Sierra Alta-Sierra de Chañi), es
una cadena montañosa con cumbres superiores a los 4.000 m. Presenta un relieve muy fuerte con
desniveles espectaculares superiores a los 2.000 m, y valles y cordones montañosos alargados en el
sentido que marcan las estructuras de plegamiento. Tal es así que muchas de las cuerdas
montañosas están definidas por cuestas de capas duras. Muchos valles, especialmente en cabecera,
se alargan en sentido longitudinal paralelo a la quebrada principal y consecuentes con la estructura
geológica submeridiana. Sin embargo los cursos principales se presentan paralelos entre sí según
una dirección transversal NO-SE (Yacoraite, Jueya, Huichaira, Puermamarca) y fluyen
oblícuamente al río Grande.
La Mitad oriental de la Cordillera se simplifica en una única gran cuerda montañosa de gran altitud y
orientación NNE constituida por los Altos de Tilcara (Punta Corral, 4.845 m) y la Serranía del
Alcornocal (Colorado de Caspala, 5.116 m) y la Sierra de Zenta (Alto de Chorro, 4.929 m). Entre
los 10 km que separan la línea de cumbres de ese cordón montañosos y el río Grande, existe otra
alineación montañosa próxima a los 4.000 m, el Cordón de Alfarcito, junto a la Quebrada, que da
lugar a una estrecha y colgada depresión rellena de sedimentos recientes.
La cuenca de Alfarcito es una franja alargada de unos 50 km entre Tumbaya y Huacalera que se
ubica sobre la línea de debilidad determinada por el cabalgamiento homónimo. Se encuentra
colgada a unos 3200-3400 m de altitud, lo que supone unos 1000 m de desnivel en relación a la
Quebrada. Está cubierta por sedimentos de abanicos aluviales que presentan una distribución
asimétrica, lo que implica una inclinación hacia occidente ya que proceden del frente montañoso
principal. El tercio meridional está muy degradado, y en la actualidad se trata de un valle angosto
ocupado por el río de la Quebrada Punta Corral. El resto del valle conserva su paisaje original pero
presenta emisarios hacia la Quebrada de Humahuaca por Huacalera y fundamentalmente por
Tilcara (río Huasamayo) donde se ha originado un impresionante cono aluvial de historia compleja.
La elevación topográfica principal que es divisoria de aguas entre los ríos Grande y San Francisco,
es consecuencia del cabalgamiento de Ovejería que eleva unos 300 m el basamento precámbrico
sobre el Paleozoico (Aguilera et al, inédito). Presenta crestas suavizadas pero un relieve abrupto en
su fachada oriental fuertemente incidida por la red fluvial. En esa misma fachada se localizan
numerosos focos de actividad glaciaria pasada. Está constituido por un solo cordón principal en la
mitad meridional (Altos de Tilcara).
Hacia el norte la orografía se complica algo más con la aparición de dos o más cordones paralelos
y algunos altos valles intramontañosos que contienen sedimentos aluviales (Quebrada de Punta
Corral). Sobre el paralelo de Humahuaca otros elementos estructurales como el sinclinal de Cianzo
(Sierra de Hornocal) o la aparición de la dirección estructural NNO, determinan un relieve más
complejo y diverso con las sierras de Aparzo y Zenta y el valle de Cianzo como unidades
principales.
Al sur de Uquía la Quebrada se estrecha según una alargada franja de menos de 10 km de ancho
que se prolonga 45 km hasta las inmediaciones de Purmamarca. Este segmento del valle presenta
una marcada asimetría tanto geológica como morfológica. El río Grande que desciende desde los
2.800 m (Uquía) a los 2.193 m (Estación de Purmamarca) en este sector se orilla al margen oriental
en todo su recorrido, fluye adosado al dorso del Cordón de Alfarcito, donde han quedado algunos
restos de sedimentación terciaria y cuaternaria. El gran cono aluvial de Tilcara que tiene su área
fuente en la cuenca de Alfarcito, es el único elemento geográfico relevante de esta orilla. Sin
embargo la mayor parte del depósito terciario permanece al oeste del río medio sepultado por
varias generaciones de abanicos aluviales procedentes de la fachada occidental. La fuerte disección
de los tributarios occidentales degradan fuertemente esas secuencias aluviales cuaternarias y
también los materiales terciarios subyacentes, dando lugar a profundos barrancos y a espectaculares
paisajes acarcavados.
En este sector de La Quebrada son muy importantes las manifestaciones neotectónicas. Se han
detectado cabalgamientos afectando a las formaciones neógenas de Uquía y Maimará y también a
los abanicos aluviales más modernos que tienen en Tilcara su ejemplo más notorio. Todos estos
accidentes se acomodan a la dirección estructural regional NNE de igual forma que la propia
Quebrada en este tramo.
Entre Purmamarca (Estación) y Volcán el trazado del río Grande presenta una orientación casi
submeridiana. El valle se estrecha desapareciendo cualquier resto de sedimentación terciaria;
geomorfológicamente el valle sigue teniendo una configuración transversal asimétrica, pues los
principales aportes proceden de la margen occidental donde se siguen emplazando generaciones de
abanicos aluviales algunos de dimensiones espectaculares (Tumbaya y Volcán).
En la figura 8 se han representado tres perfiles geomorfológicos tranversales, realizados a partir del
Tanto la construcción (agradación) como la degradación actual en que se encuentra la región objeto
del estudio es consecuencia de la ocurrencia y/o concurrencia de varios procesos geodinámicos
pasados y recientes. El resultado es la fisiografía actual. Al edificio geotectónico de naturaleza
endógena y sus correspondientes agradaciones sedimentarias (sintectónicas) se han superpuesto
varios y sistemas morfogenéticos exógenos (fluviales, eólicos, etc.).
La red hidrográfica del área estudiada presenta en su mayoría avenamiento atlántico y pertenece a
la cuenca del río Grande. El resto forma parte del sistema endorreico de La Puna (fig. 8).
El río Grande drena una cuenca de planta rectangular orientada norte-sur que es la que posee la
distribución geológica regional, y la que en definitiva controla la red. En total hasta el río San
Francisco, tiene una superficie de unos 7250 km2. La disposición de los ríos tributarios presenta
una asimetría, la determinada por el área drenada que es el doble en su margen occidental. Esos
cursos son siempre más largos (20-90 km) que los orientales (menos de 20 km).
El río Grande tiene su cabecera en la Puna (Tres Cruces). Desde allí (3.690 m) salva un desnivel de
3.243 m durante 2.263 m hasta alcanzar el río Lavayen (447 m). El gradiente resultante es del
1,38%. (cita). Este perfil longitudinal del río presenta una fuerte ruptura de pendiente en su tramo
medio (Arroyo del Medio, en Volcán, 2.078 m) que da lugar a dos tramos de comportamiento
dinámico diferente. El sector abarcado en este estudio solo a uno de ellos, el que se refiere casi
totalmente a la mitad superior del perfil (figs. 9 y 10).
Aguas arriba de Volcán el colector principal, el río Grande, fluye norte-sur ajustado a las directrices
estructurales de la región. La red presenta un grosero dibujo rectangular en bayoneta con fuertes
acodamientos aprovechando fracturas transversas. Existe una gran abundancia de afluentes de corto
desarrollo y pendiente muy pronunciada. Esta circunstancia es la causa de que se produzcan fuertes
acumulaciones sedimentarias en forma de conos aluviales a la salida de estos barrancos que
provocan el estrechamiento del cauce principal, lo que origina pequeñas rupturas en el perfil
longitudinal del río Grande. Estas rupturas se producen también cuando se cortan estratos de roca
dura. Los angostos más conocidos son el de Yacoraite, una vez pasada la Quebrada Humahuaca
sobre grauwacas, y el de Perchel, cerca de Huacalera, sobre cuarcita. Con el tiempo estos
obstáculos tienden a exagerar esa ruptura como consecuencia de la sedimentación producida aguas
arriba del mismo al ralentizarse la corriente. Actuan reposando el agua por lo que disminuye la
velocidad del flujo. La corriente transporta mucha carga antes del angosto y poca una vez que lo ha
atravesado.
Toda la cuenca hidrográfica del río Grande está sometida a intensos procesos de erosión (Aguero,
1986; Chayle y Aguero, 1987; Aguero y Chayle, 1988; Brandan y Viera, 1996; Chayle y Orosco,
1996). La litología, la estructura y las condiciones climáticas son favorables a que esto ocurra. El
relieve es muy fuerte, con elevaciones de hasta 4.000 m en pocas decenas de kilómetros de
recorrido. En dicha circunstancia los ríos que drenan estas montañas presentan gradientes muy
altos. La mitad septentrional de la cuenca del río Grande presenta además una vegetación mínima
como corresponde a las condiciones climáticas propias de la zona, pues estas son áridas o
semiáridas con precipitaciones concentradas en los meses veraniegos. Gran parte de las rocas que
constituyen estas sierras están poco consolidadas, especialmente las de edad más moderna, lo que
supone una buena fuente de material susceptible de ser arrancado y acarreado facilmente durante
los fuertes aguaceros que caen cada verano.
El resultado de todas estas circunstancias combinadas es que el río Grande en el momento actual,
moviliza un volumen de sedimento importante. Los empinados cursos secundarios proveen material
al colector principal en forma de conos aluviales de actividad anual. Esta es la forma de acumulación
sedimentaria más común. Constituyen bancos tabulares de planta cónica y dimensiones variadas
pudiendo alcanzar magnitudes kilométricas. Su composición es variada dependiendo de su área de
alimentación, pero es esencialmente material suelto constituido por grava y arenas. Su funcionalidad
estacional está determinada por las precipitaciones veraniegas. Todos estos conos son
permanentemente removilizados por los cursos principales a los que fluyen (foto 7).
No solo el río Grande sino toda la red de tributarios de orden inferior presentan fondos de valle
relativamente bien desarrollados. Constituyen formas planas de planta alargada y estrecha que son
la expresión morfológica de depósitos casi siempre importantes. Estos están constituidos por gravas
y arenas que forman barras activas de crecimiento constante y alta movilidad que coincide con las
épocas de avenida. Son todos cursos entrelazados de régimen intermitente, lo que da lugar a cauces
muy cambiantes con numerosos canales. En el mapa, ocasionalmente suponen anchuras
considerables en los tramos finales de sus recorridos, antes de su confluencia con el valle principal
(Quebradas de Yacoraite, Jueya, Huachira, etc.).
La franja de sedimentación fluvial actual mas importante ocupa el eje central de la Cordillera. Al río
Grande se asocian importantes acumulaciones de aluviones de anchura kilométrica de varios metros
de espesor. Se trata de barras de gravas con gruesos centiles de orden métrico con una estructura
interna dominada por imbricaciones y estratificación cruzada. La aparición de sedimentos finos
arenosos o limosos está ligada a procesos de decantación del sedimento por ralentización del flujo
relacionados con la aparición de angostos en el recorrido. Aguas arriba de dichos estrechamientos
los caudales pierden velocidad y derraman su carga. Esta situación especialmente notoria en
Volcán, donde la irrupción del abanico del Arroyo del Medio (Aguilera et al, inédito) en la
El modelado de la Cordillera Oriental está determinado por la incisión del río Grande. Este río
aprovecha las líneas de estructuración geológica, en especial la localización de las cuencas
intramontañosas terciarias. El resultado que es el ahondamiento general, lleva asociado unas
importantes secuencias de abanicos aluviales y algunas terrazas fluviales: aquellos, ubicados en las
zonas más espaciosas del valle sobre las cuencas terciarias, éstos, junto al curso principal.
Los distintos abanicos aluviales se han agrupado en seis secuencias fundamentales. Este empeño es
tan solo una aproximación a la realidad con el único objetivo de ordenar su evolución.
Los testigos más antiguos se encuentran muy degradados. En la cuenca de Humahuaca constituyen
pequeñas elevaciones sin expresión morfológica definida y adosadas al borde montañoso junto a
los ápices de los sistemas de abanicos más modernos. Sin embargo, desde un punto de vista
cartográfico, presentan una buena definición tanto al este como al oeste. Los relictos más antiguos
del piedemonte oriental permanecen a unos 3.400-3.500 m de altitud en las bocas de las quebradas
de Pucará y del río Cianzo. Son materiales conglomeráticos de gravas y bloques clastosoportados
en espesores considerables (de orden decimétrico), que presentan caliches muy desarrollados.
Sobre estos caliches y asociado a un fuerte diaclasado o fallamiento, se ha originado una superficie
karstificada posteriormente rellena por acumulaciones de sedimentos de abanicos más modernos
(fotos 8 y 9).
En el piedemonte occidental frente a Humahuaca, en la fachada este de Sierra Alta, está mejor
definida la secuencia del abanico aluvial más viejo. Aunque muy disectado por la red fluvial, se
presenta según una franja de unos 2 km de anchura que presenta continuidad entre las Quebradas
de la Soledad y la de Yacoraite. Su delimitación con el frente montañoso que es neta aunque no
rectilínea, se hace sobre los 3600 m de altitud. Se encuentra degradado y modelado en colinas
separadas por barrancos que pueden presentar buenas observaciones. Se trata de gravas bien
estratificadas con intercalaciones de capas métricas de tobas volcánicas. Se encuentran afectadas
por fallas (foto 10).
Sobre la Quebrada de Yacoraite el abanico superior aparece también muy disectado, modelado
según un relieve maduro que deja valles colgados a unos 600 m. En ese lugar no se puede
establecer con precisión si todo el depósito reciente que aflora sobre el Cámbrico pertenece a
dicho abanico o si gran parte de él es de edad terciaria. Se trata de sedimentos terrígenos en
secuencias granodecrecientes constituidas por cuñas de gravas y arenas y limos rojizos
compactadas con caliches.
Estos primeros abanicos tienen su continuidad a ambos lados de Humahuaca en dos secuencias
escalonadas y cartográficamente bien dibujadas. A pesar de las fuertes disecciones que los afectan,
Al este de Humahuaca estos abanicos presentan una distribución simétrica. Se trata de un gran
aparato central con el ápice en la quebrada del río Cianzo, afectado por la profunda disección de
dicho río, en su bisectriz. A ambos lados de ese cono central, se desarrolla una tercera secuencia
con pendiente mayor, puesto que mantiene los ápices a la cota de abanico precedente mientras que
ahonda su frente distal (fig. 12).
En el borde oeste, estas mismas secuencias no adquieren tanto desarrollo pues están erosionadas en
sus zonas distales. Conservan su morfología original pero están disectadas por una red longitudinal
de barrancos relativamente profundos. Su límite apical es sinuoso y encajado en la secuencia más
vieja, mientras que el frontal es definido, continuo y paralelo al trazado del río Grande.
Estas tres generaciones de abanicos antiguos tienen prolongación hacia el sur. Donde mejor están
definidos es en una franja oriental bastante continua, colgada y paralela al río Grande, que alcanza
su desarrollo máximo en la depresión de Alfarcito. Su relativa continuidad hasta la cuenca de
Humahuaca ha permitido su correlación con los abanicos aluviales de su borde oriental. Todas las
hombreras altas que aparecen en la Quebrada de Humahuaca, en especial en su margen occidental
donde se observan varios escalonamientos, deben pertenecer a algunas de las tres generaciones de
abanicos antiguos descritos aunque su correlación concreta es muy dificil. Estos rellenos también
son observables en el interior de otras quebradas importantes como la de Purmamarca o la de
Yacoraite. En esta última son depósitos de notable espesor que continen gruesos bloques de
granito.
Si se exceptuan las formaciones terciarias de Uquía y Marimará, los depósitos más comunes en la
Quebrada corresponden a una generación intermedia de abanicos aluviales y sedimentos fluviales
que han sido atribuidos al Pleistoceno (Chayle y Wayne, 1995). Tiene especial relevancia en el
sector meridional y en concreto en la Quebrada de Purmamarca donde aún se conservan grandes
acumulaciones (foto 12). Constituye un nivel de referencia morfológico importante en toda la región,
cuya continuidad hacia el norte puede establecerse con una cierta dificultad, debido a la erosión por
el río Grande. Al sur de Uquía todas las quebradas occidentales más importantes presentan
abanicos aluviales relativos a este episodio que está generalizado y magnificamente representado en
las quebradas más internas, donde los efectos de la erosión son menos intensos. Tales depósitos
Junto al río Grande, todos estos abanicos presentan también morfologías superficiales muy netas,
pero están afectados por profundas disecciones que vuelven a poner de manifiesto la magnitud de
un depósito que suele ocupar la totalidad del afloramiento que aparece en los barrancos.
Sedimentológicamente se trata de gravas clastosoportadas, polimicticas, heterométricas poco
rodadas y con centiles del orden de 35 cm. Presenta escaso ordenamiento interno con
imbricaciones de cantos y estratificación cruzada planar y en surco. Pueden aparecer cuñas de
orden métrico de arena y limos masivos. Lo más frecuente es que a techo soporten un suelo rojo
con horizonte petrocálcico medianamente desarrollado.
Toda la fachada oeste de la Cordillera Oriental hasta Sierra Aguilar tiene avenamiento endorreico
hacia la Puna. Los ríos son de régimen esporádico con caudales efímeros que suelen perderlo por
evaporación o infiltración antes de alcanzar las las lagunas o salares. Los ríos o arroyos Grande,
Piscuno o de Cortaderas, Colorados, de la Soledad y de Moreno que es el principal pues drena el
borde noreste del Nevado del Chañi, son los principales cursos de una red arborescente y
consecuente con la pendiente general del piedemonte que se dirige hacia el oeste. Todos ellos
corresponden a los cauces principales de desague de los abanicos aluviales con funcionalidad actual
en la Puna. El trazado arborescente de su cabecera se debe a la incisión de la red en la secuencia
de abanicos más antiguos una vez que los ápices de los abanicos más modernos se han desplazado
hacia el oeste.
El piedemonte que articula el frente montañoso occidental de la Cordillera Oriental con la cuenca de
la Puna parten de un frente montañoso de falla, pues se trata de un límite bastante neto y rectilíneo.
Dicho piedemonte actual es el estado actual de los últimos episodios de una potente secuencia de
relleno de origen terciario. La actual transición entre la montaña y el depocentro donde se emplazan
los salares, se realiza mediante tres o cuatro secuencias ligeramente encajadas unas en otras.
La secuencia más antigua, con toda seguridad terciaria, constituye hoy día un conjunto de barrancos
y colinas de aristas niveladas. En la secuencia que sigue la incisión no es tan fuerte ni tan densa ya
que conserva la planitud original de su techo y sus frentes distales pueden presentar una suave
transición morfológica a las secuencias más modernas. Estas apenas tienen más disección que la
propia de su actividad funcional.
Todos los abanicos constituyen potentes acumulaciones sedimentarias de distribución cónica. En los
aparatos actuales esa transición de litofacies se completa hasta los limos y evaporitas de los propios
salares. En los más antiguos han desaparecido sus frentes distales por erosión y solo se conservan el
material proximal más grueso constituido por capas estratificadas de gravas afectadas de fuertes
encostramientos carbonatados. Esta circunstancia permite la conservación de su superficie
morfológica.
Por encima de los más altos niveles de abanicos o terrazas fluviales aún aparecen hombreras o
cuerdas montañosas secundarias con restos de viejas superficies. Aunque en ningún caso se ha
podido comprobar su relación con depósitos de carácter fluvial, no cabe la menor duda de que
La fuerte orografía regional con profundos desniveles cercanos a los 2.000 m, su climatología con
un régimen de precipitaciones intensas y estacionales y la escasa vegetación, determinan que el
papel morfogenético de las vertientes sea muy importante. Suministran grandes volúmenes de
material sedimentario dispuesto a ser movilizado por los flujos fluviales que discurren por las
quebradas.
A escala regional todas las vertientes presentan dos zonas contrastadas. Una parte superior
articulada con las formas pesadas y seniles de las cumbres más altas y otra inferior conectada con la
intensa actividad morfogenética de las quebradas.
La mitad superior de cualquier ladera suele presentar formas ligeramente convexas, regularizadas y
apenas están afectadas por la incisión de los barrancos pues estos no alcanzan cotas tan altas.
Presentan enormes acumulaciones de derrubios que fosilizan antiguos barrancos testigos de
situaciones anteriores (foto 18).
Los coluviones presentan un gran espesor, ocasionalmente de orden decamétrico, que rellenan
paleobarrancos sin relación aparente con la topografía actual. Frecuentemente se observan
secuencias centimétricas de capas onduladas de arenas y gravas angulosas con ocasionales y
débiles cementaciones ferruginosas. Es un depósito variado que puede tener relación con las
condiciones de crioalteración a que se supone estuvo sometida la zona durante el Pleistoceno
(Chayle et al, 1990; Chayle y Wayne, 1995). El pequeño desarrollo edáfico que suelen presentar a
techo (horizonte cámbico bien señalado) y su regularización, implica una antigüedad y estabilidad
notables.
Otro rasgo común a la mitad superior de las vertientes son los fenómenos de solufluxión (gelifluxión
en su momento), pues están afectadas de ondulaciones generalizadas en sectores y se reconocen
lóbulos y cicatrices de viejos deslizamientos.
La parte inferior de todas las vertientes presentan un aspecto muy distinto, pues la regularización
general que afecta a las zonas superiores está rota por importantes fenómenos de incisión lineal. Se
trata de vertientes descarnadas, marcadas por profundos barrancos cuya profusión da lugar a
espectaculares paisajes de cárcavas. En toda este área los procesos de erosión son muy intensos
generándose en su parte basal importantes taludes de derrubios.
En altura se observan restos morrénicos vinculados con una actividad glaciar que no parece haber
sido muy generalizada. En la actualidad esta actividad no existe si exceptuamos las nieves
semiperpétuas de alguna de las montañas más altas (Nevado del Chañi, 6.200 m.).
Son las características paleoclimáticas y también topográficas las que parecen determinar la
aparición de estos restos morrénicos, siempre en el seno de circos bien definidos y no siempre
sobre las máximas elevaciones. Estas últimas suelen presentar características poco propicias a la
ubicación de glaciares pues se trata de relieves maduros y relativamente planos donde no existen
cuencas donde puedan acumularse las precipitaciones de nieve.
Por tanto la accidentación del relieve no siempre coincidente con las cumbres más altas, favorece la
yuxtaposición de circos separados por crestas dentadas y agudas. Por los restos morrénicos
observados se deduce que el avance del hielo fue moderado y por tanto que la convergencia de
esos glaciares es muy probable que no existiese. Quedan bien reducidos a glaciares de circo y poco
más. Probablemente la excepción a esta situación es la ladera oriental del Nevado del Chañi, donde
las lenguas morrénicas parecen converger a una única y bien desarrollada que desciende a cotas
muy bajas.
El fondo de estas depresiones presentan una sedimentación varvada consistente en pequeñas capas
alternantes de fangos y costras de sal. Dicha superficie se encuentra agrietada formando un dibujo
poligonal característico con sus bordes levantados por crecimiento de la sal como consecuencia del
ascenso y cristalización de soluciones de la misma.
Fuera del ambiente de la Puna, las depresiones con carácter endorreico suelen aparecer ligados a
las altas cumbres de la Cordillera Oriental. Presenta escasa extensión superficial en relación con los
anteriores y se asocian a los sistemas de abanicos o conos aluviales que rellenan algunos valles
colgados. Generalmente corresponden a pequeñas lagunas temporales interabanico pero también
con acumulaciones de evaporitas.
Las acumulaciones de origen eólico son comunes en la Puna pero algunas zonas de la Quebrada
también suelen presentar sus aluviones eolizados. La actividad del viento es muy importante en el
altiplano reconociéndose en él gran cantidad de rasgos morfológicos orientados según los vientos
dominantes.
La gran acumulación eólica regional se ubica en el piedemonte de Sierra Alta, tras Sierra Aguilar.
Tiene una gran extensión superficial, del orden de 60 km2, que arranca en las Salinas Grandes y
concluye en la garganta de Yacoraite. Todo el material sedimentario procede del componente fino y
suelto de las playas de los salares. A grandes rasgos esta acumulación presenta dos áreas
diferenciadas correspondientes a dos etapas distintas. La más antigua se encuentra semifijada por la
escasa vegetación puneña. Constituye un gran manto eólico que desde el salar se extiende por todo
el piedemonte. Sobre él destacan alineaciones de dunas longitudinales dirigidas al NE. Son
paralelas entre sí y con la gran franja arenosa actual. Esta última es una acumulación arenosa muy
potente y móvil que alcanza las cumbres de Sierra Alta. Tiene una expresión cartográfica de forma
sigmoidal en cuyo interior destacan crestas sinuosas de cordones transversales constituidos por
barjanes encadenados.
Los aluviones arenosos del tramo de la Quebrada de Humahuaca entre Purmamarca y Volcán se
suelen presentar movilizados por el viento. Son importantes estas áreas eolizadas junto a Tumbaya,
a la salida de la Quebrada homónima. En ningún caso estos mantos eólicos dan lugar a formas
dunares.
3.4. NEOTECTÓNICA
Otros ejemplos claros de la actividad neotectónica se observan sobre los sistemas de abanicos
cuaternarios de la Quebrada. Aparecen sedimentos plegados y conos aluviales truncados por fallas
con escarpes muy nítidos. Especial interés presentan en el gran abanico de Tilcara, y en algunos
conos de edad intermedia en Tumbaya. El primero está afectado por un cabalgamiento vergente al
este que escalona su superficie somital dando lugar a un escarpe morfológico y a una zona de
encharcamiento por obturación. Ambos elementos, que permanecen colgados unos metros sobre el
actual drenaje de la quebrada, son testigos de una actividad pasada relativamente reciente. En el
segundo caso, se trata de un escalonamiento de menos de 5 m sobre un abanico pleistoceno (?),
producido por una falla submeridiana de plano axial subvertical.
El carácter rectilíneo del piedemonte puneño, en algunos sectores, debe implicar actividad
neotectónica. La disposición escalonada de varias generaciones de abanicos con un manifiesto
atenuamiento de dicho escalonamiento hacia sus frentes distales, debe ser indicativo de un
levantamiento diferencial reciente del frente montañosos en relación con la Puna.
El paisaje actual de la Quebrada de Humahuaca es juvenil. Pero existen lugares donde esta
circunstancia no se puede apreciar ya que los rasgos dominantes son más maduros. Eso ocurre
porque en el pasado, durante el Terciario superior, quizás también durante parte del Cuaternario,
existió un drenaje interno, con el consiguiente depósito de abanicos aluviales y depósitos lacustres.
E incluso antes, la situación fue aún más diferente según atestigua el registro sedimentario del
Terciario inferior y también su probable correlación morfológica en las cumbres de la Cordillera.
La continuidad, desde las cumbres hasta las quebradas de esas laderas llenas de sedimentos, es
general en toda la región. Los perfiles convexos se ondulan en detalle fruto de procesos de
solifluxión fósiles muy abundantes pero solo observables en la mitad superior de los valles. De este
hecho se deduce que las condiciones morfoclimáticas de la etapa más antigua de ahondamiento de
los valles, tuvieron también que ser bastante más húmedas que las actuales.
Se cree que fueron las condiciones periglaciares con el incremento de precipitaciones durante el
Pleistoceno glaciar, las que dieron lugar a esas tan importantes acumulaciones de sedimentos.
Sometidas a severas condiciones de crioalteración, se originaron gran cantidad de fragmentos
angulosos englobados en limos y arenas. Dichos depósitos estarán en la cabecera de los cauces
pero también en la mitad superior de las quebradas más profundas. Según dicha interpretación esas
condiciones periglaciares son las que consecuentemente dieron lugar por erosión y arrastre, a las
grandes acumulaciones aluviales atribuidas al Pleistoceno y que son las que rellenan las quebradas
más importantes (Formación Purmamarca).
El río Grande actual ha erosionado las iniciales barreras que separaban las pequeñas cuencas
internas, probablemente ya bien entrado el Cuaternario. Esas posibles barreras son actualmente
angostas como las de Perchel o Yacoraite. Lo que hoy día también se observa es que los intesos
procesos de erosión y arrastre que operan a ambas márgenes de la Quebrada en los poco
consolidados sedimentos del valle, tiene como resultado una topografía acarcavada en sus costados
y un profundo estrechamiento del mismo. El ejemplo más notorio es el de Volcán, donde un gran
cono aluvial (Arroyo del Medio) provoca un extraordinario estrechamiento del río Grande que ha
dado lugar a endicamientos totales en fechas recientes (1945). En consecuencia la pérdida total o
Existen indicios suficientes para precisar que lo ocurrido actualmente en Volcán ocurrió también en
el pasado. Es una hipótesis sustentada en la imposibilidad conceptual de que se produzca un relleno
sedimentario de tal magnitud en la Quebrada de Humahuaca y valles adyacentes, sin la existencia de
una obstrucción en algún punto de la misma y ratificada en las observaciones estratigráficas en los
propios depósitos. La Formación Purmamarca constituida por conos y abanicos aluviales y
aluviones, presenta una granulometría gruesa generalizada a todos los afloramientos. La aparición
de cuñas arenosas o limosas entre los cuerpos de gravas dominantes, solo se hace notoria junto a
Tumbaya, aumentando progresivamente hacia el sur hasta que se interdigitan con el gran abanico
antiguo con denominación homónima (fotos 22 y 23 y figs. 15 y 16). La ausencia de soluciones
tectónicas puesto que las direcciones estructurales se detectan paralelas al drenaje principal, es un
argumento añadido a la solución propuesta a continuación. Esta no es otra que suponer para el gran
abanico pleistoceno de Tumbaya un papel semejante al de Volcán en la actualidad. Aguas arriba de
tal obstrucción es donde se produce la sedimentación de la Formación Purmamarca.
La nueva apertura del valle como consecuencia de la erosión remontante aguas abajo del
endicamiento da lugar a la incisión de la Quebrada hasta los términos actuales.
La evolución más reciente de la Quebrada está marcada por la intensidad de los procesos de
erosión y transporte. El volumen de detritus que se movilizan cada año es muy importante. El
material erosionado procedente de las laderas por erosión hídrica, reptación y deslizamiento en las
partes superiores de las vertientes, de los taludes de acumulación por gravedad y de la erosión y
arrastre de depósitos pleistocenos, va a parar a los valles donde es movilizado por las corrientes
fluviales.
En las últimas páginas de este texto se muestran las fotografías citadas en los capítulos precedentes,
de acuerdo a lo siguiente:
Foto 10. Sedimentos del abanico más antiguo de la Cuenca de Humahuaca. Se observa un
nivel de toba volcánica deformado por falla
Foto 16. Vista general de la Fm. Purmamarca en Agua Bendita (2 km al norte de Tumbaya)
Foto 22. Restos de la Fm. Purmamarca adosados al sustrato de la Quebrada, sellados por una
delgada cobertera coluvionar de regularización de vertiente.
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