El Estado Constitucional y La Argumentación Jurídica

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EL ESTADO CONSTITUCIONAL Y LA ARGUMENTACIÓN

JURÍDICA

El ser humano desde sus propios orígenes y a lo largo de toda su historia ha tenido la

necesidad de organizarse en el ámbito público, con el propósito de poder alcanzar sus propios

fines en la necesaria convivencia con sus demás congéneres.

No referimos aquí a la idea de poder, entendida como la capacidad de imponer la voluntad

propia en una acción común, aún en contra de cierto sector de la sociedad que ponga alguna

resistencia, llevando unidos los conceptos de dominación por parte de aquellos a los cuales se

dirigen los mandatos de poder y el de disciplina que implica la obediencia por parte de estos

mismos sujetos dando lugar al surgimiento de la asociación política. Esta organización de

tipo político tuvo diversas manifestaciones en el devenir de los tiempos.

Así, en la antigüedad encontramos formas peculiares de conformación política y social,

tales como la polis de los griegos o la civitas de los romanos. De igual forma, durante los

diez siglos que median entre la caída del Imperio Romano de Occidente y el ocaso del de

Oriente, estuvieron vigentes algunas estructuras de índole pública que regulaban los órganos

y mecanismos del Poder organizativo de la sociedad.

No obstante lo antes dicho, a los efectos del presente trabajo se partirá de la organización

política de la modernidad o Estado, que a su vez permite hablar de un constitucionalismo que

antes no existió, pues aquí entenderemos a este último como un mecanismo político y

jurídico para controlar el ejercicio de los poderes instaurados y como instrumento para el

reconocimiento de los derechos de los súbditos o gobernados. Al respecto, el profesor

Alfonso Ruiz Miguel dice que “los términos politeia y res publica significaron
respectivamente en las organizaciones políticas griega y romana de la antigüedad:

Constitución.”( Citado en Suárez Romero, 2013, p. 143).

Pero esta idea de la Constitución de los antiguos dista mucho a la de los modernos,

situación que pone claramente de manifiesto el profesor Alfonso Ruiz Manero cuando sobre

este aspecto concreto nos dice expresamente que: “Los antiguos no tenían ninguna

«soberanía» que limitar ni, sobre todo, habían pensado jamás en la constitución como norma,

la norma que en tiempo moderno sería llamada a separar los poderes y a garantizar los

derechos”.

Este mismo autor admite que el comienzo de la generalización del término Estado debe

atribuírsele a Maquiavelo, nos dice que dicho término empieza a utilizarse en una concepción

similar a la actual durante “la primera mitad del siglo XIII, en la época de Tomás de Aquino,

como forma simplificada de ciertas plegarias de los monjes en agradecimiento por regalos de

los monarcas, en las que se comenzó rezando pro statu regni, por el estado o situación del

reino, hasta que se redujo a una plegaria pro statu” . En este orden de ideas podemos decir, en

definitiva, que la expresión «Estado» tal y como la entendemos en nuestros días, es producto

de la era moderna o de la etapa previa que constituye el tránsito a la misma, renacimiento.

Ello hace posible mantener la idea del renacimiento de una mentalidad humanística, que

con el ocaso de la cultura clásica antigua se había mantenido apagado. Es aquí, en este

preciso momento, en donde en materia de organización política y social hallamos una

concentración del poder público, que en la anterior etapa histórica se encontraba difuminado

en cada feudo del reino. A partir de esta transformación institucional se percibe el fenómeno

consistente en que sea un solo ente el autorizado y capaz de crear la Ley o el Derecho y

asimismo de aplicarlos. Surgirá así, posteriormente, la concepción de Constitución como


norma jurídica fundamental de la cual emana todo el sistema jurídico y en donde, además, se

encuentran los principios y valores que regirán a los nacientes Estados nacionales.

En resumen y de acuerdo a esta breve exposición del desarrollo de las nociones sobre el

Estado y el Constitucionalismo, podríamos afirmar como que: “Constitución y

Constitucionalismo no son expresiones sinónimas, pues para la Ciencia del Derecho

Constitucional, la Constitución es un conjunto de reglas fundamentales que otorgan identidad

a un Ordenamiento, es decir, aquellas que de algún modo delinean una determinada forma de

Estado. En cambio, la expresión Constitucionalismo designa un movimiento político,

filosófico, cultural de cara a la conquista de documentos constitucionales que imprimen los

principios liberales”. [ CITATION Rom13 \l 10250 ]

I.- Origen y desarrollo del Estado constitucional

El esfuerzo por construir sociedades de derecho a diferencia de las sociedades puramente

políticas, tiene que ver con la aparición del Estado moderno, que en su forma primigenia se

da en la fórmula del Estado de derecho, que no es sino el posicionamiento de una forma de

pensar y organizar la sociedad, tanto política como jurídicamente, en el entendido que esa

unidad política, característica de toda sociedad estatal, no se basa exclusivamente en el poder

político de quienes gobiernan, sino en la creencia que el poder reside en el derecho natural

que poseen los individuos, situación que es inherente a su condición de ser humano.

Está demostrado, no sólo antropológica e históricamente, que el poder político -es decir el

poder estatal- al estar concentrado en una persona o en un grupo de personas, por lo general,

en su ejercicio es pernicioso, pues dada la naturaleza del ser humano, como regla general
tiende a cometer abusos en desmedro de la dignidad de la persona humana. Pues no se trata

de explicar que el poder debe pasar de las manos de una persona o de unas cuantas personas a

las manos de la mayoría de las personas, ya que ello no cambia la esencia de las cosas, sino

más bien se sigue manteniendo la lógica de la relación arbitraria del poder sobre los

gobernados, las minorías o para ser más explícito sobre la persona individual, como suele

ocurrir en los denominados regímenes totalitarios. En puridad, de lo que se trata es de

organizarse en función de reconocer los denominados derechos fundamentales de la persona,

derechos que se derivan del principio supremo de la dignidad humana.

Por tanto, aparece el argumento sólido donde se establece que el poder tiene que estar

sometido a los derechos fundamentales de las personas, es decir, el poder político debe

fundarse en el respeto de los derechos fundamentales, situación por la cual, éste debe tener

ciertos diques o controles para lograr tal propósito, hecho que se explica con la llamada teoría

de la división y equilibrio de poderes. Si bien, con esta nueva forma de encarar la

organización política estatal se da pasos trascendentes en el desarrollo del Estado, la misma

que tiene de base ideológica a la persona y su dignidad; no es menos cierto que con ello no se

resuelve del todo el problema del abuso del poder, y poniéndonos de acuerdo con Ramírez,

Ricardo Velásquez que afirma “el establecimiento de órganos públicos o estatales con

funciones determinadas, debiendo todos actuar articuladamente como parte de un sistema y a

la vez siendo cada uno freno y equilibrio de los otros, no llega a funcionar del todo bien, pues

algunos de los poderes, tanto el órgano ejecutivo como el órgano legislativo, sobre todo este

último, tiende a sobreponerse a los otros poderes y cometer abusos basados en leyes o

decisiones arbitrarias, que antes que poner énfasis en el contenido de las normas o decisiones,

más bien centra su atención en meras formalidades; de tal forma, que el principio de
legalidad se explica a través del principio de soberanía parlamentaria”. [ CITATION Vel13 \l

10250 ]

La Constitución Política, que en su forma escrita, hace su aparición con el Estado de

derecho, la misma que encerrando y proyectando estos principios, como la dignidad de la

persona humana y la división de poderes, se constituye en un medio formal de instauración

de un nuevo modelo de Estado, reconociendo y declarando derechos naturales y/o

fundamentales para las personas. La Constitución es un referente político importante pero no

determinante, ya que su comprensión y aplicación, en última instancia recaía en la autoridad

del órgano legislativo. La producción jurídica no necesariamente se basaba en los

fundamentos que la Constitución proyectaba, sino en meras formalidades y en la voluntad

expresa del órgano legislativo de someter a los otros poderes, incluso de afirmar su autoridad

sobre las personas individuales. Ante esta situación y otros hechos presentados, aparece el

Estado social de derecho, como modelo alternativo al Estado de derecho, el mismo que

reivindica los denominados derechos sociales, así como cuestiona la falta de eficacia de la

Constitución.

El Estado, visto como institución, debe intervenir en esferas como la salud, educación,

vivienda y otros. La Constitución si bien es tomada en cuenta, no tiene fuerza normativa e

imperativa, el órgano legislativo sigue sometiendo a los demás órganos y sigue manteniendo

la forma de la soberanía parlamentaria. En seguida nace el Estado democrático de derecho,

que pone énfasis en la participación activa de los ciudadanos y ciudadanas en los asuntos

públicos, es decir se incorpora al sistema democrático representativo instituciones de la

democracia directa, como el referéndum, la iniciativa legislativa y de reforma constitucional,

la revocatoria y remoción de autoridades, la rendición de cuentas, entre otras.


La democracia de ser representativa y excluyente, pasa a ser una democracia participativa;

sin embargo, no se logra del todo resolver demandas de carencias materiales y espirituales,

conviviendo con valores autocráticos que ponen al descubierto la fragilidad del sistema. La

Constitución es invocada, en ella se reconocen instrumentos procesales, más conocidos como

garantías constitucionales, tendientes a lograr la defensa efectiva de los derechos

fundamentales y de la propia Constitución. En consecuencia, la Constitución adquiere el

carácter de nominal, en el sentido de ser un referente importante que proyecta valores, que

establece mecanismos de protección del ciudadano y ciudadana, pero no logra cuajar del

todo, es decir no se constituye en un instrumento para la acción de la vida cotidiana. Hoy nos

encontramos frente al Estado constitucional y democrático de derecho, complementándose y

superando el principio de legalidad, así como la soberanía parlamentaría, nos habla del

principio de constitucionalidad y de la soberanía constitucional.

La Constitución en este modelo adquiere fuerza normativa e imperativa frente a los órganos

estatales, debiendo ser respetada por gobernantes y gobernados. La Constitución adquiere

eficacia, constituyéndose en la fuente de los sistemas político, económico y jurídico. Todo se

explica en función a los valores y/o principios y derechos que proyecta la Constitución,

existiendo órganos autónomos para su defensa, así como para su respectiva interpretación. La

sociedad encuentra en ella un instrumento eficaz para canalizar y resolver institucionalmente

las tensiones que se pueden dar en el ámbito social, político, económico y jurídico.
II. Las consecuencias del constitucionalismo moderno

1. Una nueva concepción de Constitución (la Constitución como norma jurídica):

El carácter fundamental de la Constitución deriva de que en ella el constituyente

quiso establecer una serie de fundamentos firmes y prácticamente inamovibles (o al

menos alterables con cierto grado de dificultad) de convivencia civil; de la actuación

de los poderes públicos sujetándolos a estrictas normas de comportamiento

garantizando con ello los derechos de los ciudadanos. El hecho de que una

Constitución tenga como objetivo principal organizar las instituciones del Estado y

garantizar los derechos de los ciudadanos deja clara su vocación para convertirse en

la norma fundamental del ordenamiento.

2. Los derechos fundamentales son el principal límite al poder:

Los derechos fundamentales aparecen como instrumentos que limitan la actuación del

poder, desde perspectivas políticas y religiosas. Los derechos fundamentales se

constituyen en límites del poder, esto significa que el poder no puede transgredir esos

derechos y que su actuación tiene que estar precedida por estas figuras. Desde la

perspectiva que consideraba al Derecho como racionalizador del ejercicio del poder,

la relevancia de los derechos fundamentales hace que esa racionalización tenga en

estos su elemento inspirador. La actuación y organización del poder no podrá ser

contraria a los derechos fundamentales.


III. El derecho está compuesto por reglas, principios.

Las reglas son normas que ordenan algo definitivamente. Son mandatos definitivos.

En su mayoría, ordenan algo para el caso de que se satisfagan determinadas

condiciones. Por ello, son normas condicionadas. Sin embargo, las reglas pueden

revestir también una forma categórica. Un ejemplo de ello sería una prohibición

absoluta de tortura. Lo decisivo es, entonces, que, si una regla tiene validez y es

aplicable, es un mandato definitivo y debe hacerse exactamente lo que ella exige. Si

esto se hace, entonces la regla se cumple; si no se hace, la regla se incumple. Como

consecuencia, las reglas son normas que siempre pueden cumplirse o incumplirse.

Por el contrario, los principios son normas que ordenan que algo sea realizado en

la mayor medida posible, de acuerdo con las posibilidades fácticas y jurídicas.

Por ello, los principios son mandatos de optimización. Como tales, se

caracterizan porque pueden ser cumplidos en diferentes grados y porque la medida de

cumplimiento ordenada depende no sólo de las posibilidades fácticas, sino también

de las posibilidades jurídicas. Las posibilidades jurídicas se determinan

mediante reglas y, sobre todo, mediante principios que juegan en sentido contrario. Al

igual que las diferenciaciones en general, las diferenciaciones teórico- normativas

pueden tener un mayor o menor significado. El significado de la diferenciación entre

las reglas y los principios resulta del hecho de que el carácter de los principios tiene

una relación de implicación con el más importante principio del derecho

constitucional material: el principio de proporcionalidad, y viceversa, el principio de

proporcionalidad implica el carácter de los principios. Los principios exigen la


máxima realización posible, relativa tanto a las posibilidades fácticas como a las

posibilidades jurídicas.

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