La Parábola de Las 10 Vírgenes y Su Explicación
La Parábola de Las 10 Vírgenes y Su Explicación
La Parábola de Las 10 Vírgenes y Su Explicación
explicación
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No hay duda de que la parábola de las 10 vírgenes es un símbolo alusivo a los eventos
relacionados con el retorno de Jesús y por eso es vital un estudio reflexivo de este pasaje como
ayuda en la preparación personal para afrontar los eventos finales de la historia de este mundo.
Aquí tenemos las dos clases de personas que declaran que están esperando a su Señor. Se
las llama vírgenes porque profesan una fe pura y las lámparas representan la Palabra de Dios
—Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino —Salmos 119:105.
Vemos que todas las vírgenes tenían lámparas y vasijas para aceite. Parecía no haber
diferencia entre ellas. Esto es lo mismo que ocurre con la iglesia que vive precisamente antes
de la segunda venida de Cristo. Todas tienen el conocimiento de las Escrituras, han oído el
mensaje de la venida de Jesús, y esperan confiadamente su aparición. En la parábola de las 10
vírgenes interviene un tiempo de espera, la fe es probada; y cuando se oye el clamor: “He aquí,
el esposo viene; salid a recibirle”, muchos dentro de la iglesia no están listos. No tienen aceite
en sus vasijas para las lámparas, están sin el Espíritu Santo.
Es importante resaltar que la clase representada por las vírgenes insensatas no está formada
de hipócritas porque está claro que manifiestan respeto por la verdad y la han defendido. Su
problema consiste en que no se han rendido a la obra del Espíritu Santo. No han permitido que
su vieja naturaleza sea quitada. Estas personas se han contentado con una obra superficial. No
conocen a Dios. No han estudiado su carácter; no han mantenido comunión con él; por lo tanto,
no saben cómo confiar en él, cómo mirarlo y cómo vivir. Su servicio a Dios degenera en
formulismo.
Esta es la clase de personas que en tiempo de peligro clama: Paz y seguridad. No sueñan con
peligros. Cuando se despiertan alarmados entienden su error y tratan de que otros suplan su
necesidad; pero en las cosas espirituales ningún hombre puede suplir la deficiencia del otro:
“Las insensatas, tomaron sus lámparas, no tomando consigo aceite. Mas las prudentes tomaron
aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas
y se durmieron”.
El carácter es intransferible. Ningún hombre puede creer por otro. Ningún hombre puede recibir
el Espíritu por otro. Nadie puede impartir a otro el carácter que es el fruto de la obra del Espíritu.
La gracia de Dios ha sido libremente ofrecida a toda alma. Se ha proclamado el mensaje
evangélico: “Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiere, tome del agua
de la vida gratuitamente” —Apocalipsis 22:17.
Las diez vírgenes están esperando en el atardecer de la historia de esta tierra. Todas aseveran
ser cristianas. Todas han recibido un llamado, tienen un nombre y una lámpara: todas profesan
estar realizando el servicio de Dios. Aparentemente todas esperan la aparición de Cristo. Pero
cinco no están listas. Cinco quedarán sorprendidas y espantadas fuera de la sala del banquete.
En el día final, muchos pretenderán entrar en el reino de Cristo, diciendo: “Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros?” Pero la respuesta es: “No os conozco, apartaos de mí”. En esta vida no han
practicado el compañerismo con Cristo; por lo tanto, no conocen el lenguaje del cielo.
Los seguidores de Cristo han de verter luz sobre las tinieblas del mundo. Por medio del Espíritu
Santo, la Palabra de Dios es una luz cuando llega a ser un poder transformador en la vida del
que la recibe. Implantando el corazón los principios de su Palabra, el Espíritu Santo desarrolla
en el ser humano los atributos de Dios. La luz de su gloria -su carácter- brilla en sus seguidores.
Así ellos han de glorificar a Dios, han de iluminar el camino a la casa del Esposo, a la ciudad de
Dios, a la cena de bodas del Cordero.
El tiempo de angustia, que irá en aumento hasta el fin, está a las puertas. No tenemos tiempo
que perder. El mundo está agitado con el espíritu de guerra. Las profecías del capítulo 11 de
Daniel casi han alcanzado su cumplimiento final.