07 - Uruguay Crisis 29 PDF
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Contenido
LA CRISIS DE 1929 EN URUGUAY ............................................................................................................................... 1
LA SITUACION INTERNACIONAL ............................................................................................................................... 1
LA DEPRESIÓN SE EXTIENDE POR EL MUNDO .................................................................................................... 1
LAS TENDENCIAS AUTORITARIAS ........................................................................................................................... 2
LA CRISIS EN URUGUAY ............................................................................................................................................... 2
CONSECUENCIAS DE LA CRISIS ............................................................................................................................ 2
LAS DISTINTAS VISIONES DE LA CRISIS Y COMO SALIR DE ELLA ........................................................................ 3
LAS MEDIDAS TOMADAS POR EL GOBIERNO PARA ENFRENTAR LA CRISIS ................................................... 5
LA SITUACION POLITICA ............................................................................................................................................. 6
EL SEGUNDO IMPULSO REFORMISTA (1920-29) Y SU FRENO ......................................................................... 6
LA DIVISION DEL MOVIMIENTO SINDICAL .......................................................................................................... 7
LA DIVISION INTERNA DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES ............................................................................. 7
LA SITUACION INTERNACIONAL
Dos hechos marcaron la situación internacional en los años 30: la extensión por el mundo de la crisis
iniciada en EEUU en 1929 y la creación de gobiernos autoritarios
Como consecuencias de la crisis decayó el comercio internacional y se devaluaron las monedas.
La industria se redujo en Europa más que durante la Primera Guerra Mundial. Se arruinaron millones de
pequeños comerciantes e industriales, granjeros, campesinos y accionistas.
Los países latinoamericanos, que basaban sus economías en las exportaciones a Europa y EEUU
sufrieron rápidamente los efectos de la crisis: los países europeos y EEUU pusieron barreras proteccionistas y
disminuyeron las exportaciones latinoamericanas, cayeron los precios de las materias primas que
exportaban, no hubo inversiones de dinero procedentes de Europa o EEUU, faltó dinero para adquirir
maquinaria y combustibles para la naciente industria. Los países desarrollados “exportaron” la crisis hacia
los menos desarrollados que no podían imponer precios ni decidir condiciones para el comercio.
Por otra parte el tradicional comprador de América Latina, el Imperio Británico, había perdido su
hegemonía y sus compras eran cada vez menores, mientras disminuían o desaparecían sus inversiones en
ferrocarriles, teléfonos, etc. Su lugar estaba siendo ocupado por EEUU, incluso en países de tradicional
influencia inglesa como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Pero las relaciones comerciales con EEUU iban a
ser más duras que con Inglaterra. EEUU impuso cuotas y limitaciones para algunas de sus importaciones
desde países latinoamericanos, sobre todo aquellas que competían con la producción norteamericana.
Por ejemplo, en 1926 EEUU prohibió la importación de carne contaminada de aftosa, lo que le sirvió de
excusa para impedir el ingreso de carne refrigerada de Argentina y Uruguay.
Como EEUU fue el primero y el más afectado por la crisis de 1929, América latina sufrió el impacto
económico y social. En muchos países de América Latina el estado intervino: se establecieron controles de
cambios de moneda, se devaluó la moneda y se restringieron las importaciones. Se hizo necesario
aumentar la acumulación de capital internamente (ya que no se podía obtener por las exportaciones) y
LA CRISIS EN URUGUAY
CONSECUENCIAS DE LA CRISIS
Cuando en 1931 el impacto de la crisis hizo imposible ignorarla, hasta para aquellos que seguían
considerando al Uruguay como una paraíso, se inició una dura polémica entre los diversos sectores
políticos, sociales y económicos. No se trató solamente de una discusión sobre las causas de la crisis y que
soluciones dar, sino que fue un enfrentamiento ideológico sobre las diversas concepciones o modelos de
país que había. La crisis motivó a hacer un balance de las últimas décadas, analizar los resultados del
“modelo batllista” y, cuestionarlo o profundizarlo, según la visión y el sector al que se pertenecía.
La visión conservadora.- Los sectores conservadores se expresaban a través de los gremios de
hacendados, la Asociación y la Federación Rural, los colorados riveristas (sector de Manini Ríos opuesto al
batllismo) y el herrerismo. Si bien reconocían las causas externas de la crisis, hacían hincapié en los factores
internos, responsabilizando a la política reformista del batllismo del deterioro económico. Como lo venían
haciendo desde hacía varios años rechazaban la legislación laboral, el estatismo y el proteccionismo que
el estado quería brindarle a las industrias. Reclamaban un “alto” en las reformas, menos gastos estatales,
detener las obras públicas e incluso reducir los salarios.
La Federación Rural lideró los reclamos del sector conservador. En mayo de 1931 emitió una
extensa declaración pública dirigido a los “hombres del gobierno”, donde expresaba entre otras cosas: “...
debe hacerse un alto en toda iniciativa que pueda contribuir a recargar el valor de la mano de obra y el
estándar de vida..., economizar, no realizar ningún gasto superfluo. Debe irse sincera y enérgicamente a la
supresión de obras públicas y aún a un reajuste en los sueldos”. Y al final d ela declaración amenazaba:
“Los productores rurales tendrán en cuenta, sin duda, quienes son entre sus representantes en el gobierno y
el Parlamento, los que han sabido inspirar su gestión en los sanos principios...”.
En su visión de la crisis los estancieros no sólo arremetieron contra las reformas del batllismo, sino que
también atacaron al “enemigo externo” que en ese momento identificaban con los frigoríficos
norteamericanos. La Federación Rural se pronunció en contra de una nueva ley proteccionista aprobada
en el Congreso de EEUU y solicitó al gobierno que se diera un tratamiento preferencial al comercio con
Inglaterra, tradicional “amigo” del sector ganadero. Además solicitó al gobierno hacer un acuerdo con
Argentina en el tema carnes para hacer frente “al avance del imperialismo económico de la nación del
norte”.
La posición conservadora se mantuvo unida y eran conscientes que esa unidad les daba más
fuerza a sus reclamos y a sus hechos. En un congreso regional de estancieros realizado en Treinta y Tres
reconocían que “la desunión en cambio llevará la comercio, a la industria y al país a una ruina inevitable,
y posiblemente al caos soviético”.
La visión reformista.- Se expresaba fundamentalmente a través del batllismo que en ese momento
tenía la mayoría del Consejo Nacional de Administración por su alianza con los blancos independientes. Al
Historia 6to Derecho Página 3
comenzar la crisis intentó quitarle dramatismo a la situación y dar una visión optimista de la recuperación.
Insistía en el origen puramente externo de la crisis y que para salir de ella no había que detener las
reformas sino profundizarlas.
Las palabras del Ministro de Industrias Edmundo Castillo son representativas de la visión reformista: “
El Uruguay puede tener en medio del malestar reinante en el mundo entero, la satisfacción de ser uno de
los países que mejor ha resistido la profunda crisis económica y financiera actual. Debemos perseverar en
la política constructiva y estimulante del trabajo nacional y en la protección de la población obrera
urbana y rural”. En síntesis: profundizar las reformas.
A medida que el tiempo transcurría y la crisis se mantenía y no aparecía una rápida recuperación,
el sector reformista tomó una postura defensiva frente a los ataques de los conservadores. El diario “El Día”,
principal vocero del batllismo, salió a hacer frente a las críticas como en esta editorial de enero de 1932:
“Nuestros políticos, tan impopulares como inescrupulosos, persisten en explotar con fines electorales la crisis
económica que soporta el país... Es la influencia del batllismo en el gobierno dicen desde ciertos sectores...
Ninguna responsabilidad puede atribuirse al colegiado o al batllismo. El batllismo no es mayoría en el
gobierno desde hace muchos años. Si hubiera podido influir decisivamente no habría crisis económica o
sería esta atenuada en tal grado que pasaría inadvertida. Nos habría bastado con nuestra política de
intensificación de la producción, limitación de gastos en el exterior y ensanche del dominio industrial del
estado... Y no habría crisis... Pero cuando comenzamos a resolver los problemas económicos y sociales,
perdimos la mayoría por las divisiones internas y por la incomprensión de una gran parte de los
ciudadanos. He ahí en síntesis, las causas de la crisis porque atraviesa el país”.
Las divisiones internas a las que el artículo de “El Día” se refería, se mantenían y se agravaban, lo
que le quitaba unidad y fuerza al reformismo. La muerte de “don Pepe” en 1929 provocaba la dispersión y
la división de sus “herederos ideológicos”. Era evidente que mientras unos se inclinaban por reformas más
radicales ( los llamados “jóvenes turcos” como Luis Batlle Berres, Agustín Minelli, Justino Zabala Muniz, entre
otros), otros se “corrían” hacia la derecha (por ejemplo Gabriel Terra).
La visión de la izquierda.- Esta postura se expresaba a través del Partido Socialista, el Partido
Comunista y también se puede ubicar aquí al batllista Julio Cesar Grauert y su grupo Avanzar muy cercano
a los análisis marxistas aunque integraba y votaba dentro del Partido Colorado.
Para socialistas y comunistas la crisis del 29 anunciaba la “inexorable e inminente” caída del
capitalismo. Partiendo del análisis teórico del marxismo, consideraban que esta era la gran crisis que
desembocaría en el establecimiento de un nuevo sistema de organización social. Además la crisis debía
ser aprovechada para concientizar a los trabajadores de las causas de sus males y guiarlos hacia la lucha
que derrocara al capitalismo. El líder socialista Emilio Frugoni expresaba en la Cámara de Diputados:
“Estamos en presencia de una crisis excepcional del mundo que no puede considerarse como una simple
crisis más. Es una crisis orgánica que denuncia el fracaso de todo el sistema económico”. También
reconocía que la crisis se veía aumentada por factores propios de Uruguay: “Si no soportamos mejor los
embates de la crisis universal es porque ésta nos sorprende con una economía profundamente
desequilibrada”.
Con un lenguaje más duro y combativo, el periódico comunista “Justicia” advertía en 1930 que la
crisis podía derivar en una dictadura de derecha y aconsejaba como enfrentarla: “Comprendiéndose la
crisis y su carácter profundo y creciente, se desprende de esta comprensión la inminencia del motín y de la
fascistización del estado. A la vez se comprende la radicalización, la combatividad de las masas
trabajadoras, quienes son las únicas que bien encausadas, dirigidas por el partido del proletariado,
pueden romper la inminente intentona fascista y a la vez romper los marcos de la democracia podrida
burguesa -democracia para los ricos- para poder defender sus intereses y lanzarse a la toma del poder,
representados por los consejos de obreros, campesinos y soldados para cumplir los fines de la revolución
agraria y antiimperialista”. El diputado del Partido Comunista Eugenio Gómez, proclamaba el fin del
capitalismo: “Y mientras languidece, mientras se acerca a la muerte la economía del capitalismo, el
proletariado triunfante en Rusia construye victoriosamente el socialismo... Podemos afirmar que se acerca
en el mundo la hora del comunismo”.
Grauert y sus compañeros del grupo Avanzar insistían en que se había agotado el sistema
capitalista. El semanario “Avanzar” expresaba en 1930 que: “El capitalismo caerá para dar lugar a una
nueva sociedad donde la vida más armónica no permita la coexistencia de explotados y explotadores...
ha llegado la hora de abandonar la vieja teoría de la armonía entre el capital y el trabajo, para
disponernos a obtener la socialización de las industrias y el comercio y la nacionalización de las tierras,
terminando así con la absurda economía capitalista”.
De acuerdo a la Constitución de 1917 el poder ejecutivo estaba compuesto por dos órganos: el
Presidente y el Consejo Nacional de Administración. A este último, integrado por 9 miembros, correspondía
el control de la economía, por lo tanto de él dependían las medidas que se tomarían para enfrentar la
crisis. La mayoría del Consejo N. De Administración (CNA) la tenían los batllistas que habían logrado un
acuerdo con los blancos independientes que eran opuestos a Herrera (el “pacto del chinchulín” calificó
Herrera a ese acuerdo, que implicó, entre otras cosas, el reparto de cargos públicos entre los acuerdistas).
Las medidas tomadas por el CNA reflejaban la visión batllista de la crisis y proponían una mayor
intervención del estado en la economía.
1) Devaluación y control de cambios.- Se devaluó el peso y de esta manera se trataba de facilitar
las exportaciones y disminuir las importaciones para obtener una balanza comercial favorable. Los
exportadores recibían dólares por sus ventas al exterior; al cambiarlos por pesos iban a recibir, luego de la
devaluación, más pesos que antes. Por lo tanto podían exportar sus productos a un precio menor en
dólares y competir mejor con los exportadores de otros países. Por su parte los importadores debían enviar
al exterior dólares para pagar los productos que compraban; al devaluarse el peso necesitaban más pesos
para adquirir esos dólares y por lo tanto se encarecían los productos importados frente a los nacionales.
Para evitar que se especulara con la moneda extranjera se dispuso que el Banco República era el
único organismo habilitado para hacer el cambio. Los exportadores estaban obligados a vender cambiar
los dólares que recibían por sus ventas en el Banco República, impidiendo que la enviaran a cuentas
bancarias en el exterior. Las empresas extranjeras radicadas en Uruguay tampoco podían enviar sus
ganancias al exterior, estando obligadas a depositarlas dentro del Uruguay.
2) Suspensión del pago de la deuda externa.- La devaluación frente a las monedas fuertes (dolar,
libra) aumentó la deuda uruguaya en pesos: la deuda se duplicó y se hizo imposible pagarla. El gobierno
resolvió suspender su pago aunque se seguirían pagando los intereses y para eso se vendió una parte del
oro en reserva del Banco República.
3) Nuevos impuestos.- Para disminuir el déficit fiscal se recurrió a aumentar impuestos ya existentes
(por ejemplo contribución inmobiliaria, herencias, etc) y crear nuevos. Uno de esos impuestos nuevos fue el
impuesto a los sueldos de los funcionarios públicos (también a las jubilaciones) que iba del 6 al 15% según
el salario. Otro de los impuestos nuevos fue sobre los combustibles.
Como el impuestos a los sueldos de los funcionarios fue recibido con antipatía por amplios sectores
de la población, el gobierno trató de balancear la situación disminuyendo los alquileres en un 10%.
4) Proteccionismo industrial.- Se tomaron medidas para proteger la industria nacional y de esa
manera mantener el nivel de empleo, además de evitar la salida de divisas (monedas fuertes) por las
importaciones. Se prohibió la importación de algunos productos considerados superfluos (por ejemplo las
bananas) y se duplicó el arancel de otros (por ej. los automóviles). Los aranceles en general tuvieron un
aumento (el arancel general pasó del 31 al 48%) y se obligó a los importadores a adelantar el pago de los
aranceles en oro para desestimular las importaciones.
También se exigió la colocación de etiqueta a los productos nacionales como forma de estimular
su compra al ser conocidos por la población.
5) Fomento agropecuario.- Se intentó impulsar la agricultura a través de la compra de cereales
hecha por el estado y la fijación de precios mínimos. Se facilitó el acceso de los agricultores a los
préstamos del Banco república. A través del recientemente creado Frigorífico Nacional se elevaron las
cotizaciones del ganado por encima del precio del mercado. El estado intervino para resolver, a través de
jurados, los desacuerdos entre propietarios y arrendatarios de campos.
6) Ampliación de las empresas estatales.- La magnitud de la crisis reavivó la idea del primer
batllismo de pasar a manos del estado actividades económicas que estaban en manos extranjeras que
enviaban al exterior sus ganancias y no reinvertían en el país.
En 1931 se creó ANCAP (Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland) con el
objetivo de monopolizar el alcohol y la importación, refinación y distribución del petróleo y sus derivados.
También crearía fábricas de cemento portland cuyo uso iba en aumento por el desarrollo de la
construcción en los años 20.
Las empresas petroleras multinacionales que eran las que abastecían y comercializaban el petróleo
y sus derivados se sintieron molestas por esta resolución. Aunque eran varias funcionaban como una sola
debido a un acuerdo que habían firmado años atrás; por eso se las conocía como “las siete hermanas”.
Simultáneamente con la creación de ANCAP el estado firmó un contrato de compra de petróleo crudo
con la URSS aprecios más bajos que los ofrecidos por las empresas multinacionales.
También en 1931 se expropió a las compañías telefónicas privadas y el estado se hizo cargo del
servicio telefónico a través de las Usinas y Teléfonos del Estado (UTE).
LA SITUACION POLITICA
En la década del 20, y estando aún con vida Batlle y Ordóñez, el Batllismo intentó continuar la obra
reformista emprendida durante la segunda presidencia de aquel y que había sido “frenada” con el “alto”
del presidente Feliciano Viera en 1916. Pero el fraccionamiento político impedía una neta política
reformista y quienes impulsaban las reformas (legislación social y estatización) debían buscar acuerdos con
otros sectores para poder aprobarlas.
De esos intentos reformistas se obtuvieron algunos logros: se aprobó la indemnización por
accidentes de trabajo (1920), el descanso semanal obligatorio, (1920), el salario mínimo para los peones
rurales (1923) y la creación del Frigorífico Nacional (1928). Otros proyectos quedaron por el camino como
por ejemplo la participación de los funcionarios en las ganancias de las empresas estatales. Otra de las
propuestas era la monopolización de la importación y distribución de petróleo que finalmente fue
aprobada por el Consejo Nacional de Administración tras la crisis de 1929.
Este impulso reformista, como ya había acontecido antes con las reformas de la segunda
presidencia de Batlle y Ordóñez, levantó las protestas de los sectores conservadores. En setiembre de 1929,
los diversos organismos patronales que representaban a las llamadas “fuerzas vivas” del país (como la
Federación Rural, la Unión Industrial, la Cámara de Importadores, etc) fundaron el Comité de Vigilancia
Económica, conocido popularmente como “comité del vintén”, con el objetivo de enfrentar la “política
socializante” del gobierno. Reclamó reformar la constitución para suprimir al Consejo de Administración,
detener el estatismo, disminuir el gasto público, reducir la burocracia y reducir la cantidad de elecciones.
Su prédica utilizó un lenguaje nacionalista a veces cercano a la xenofobia y de acuerdo a un clima
antiextranjero que se extendía en muchos países de la época. En el artículo 8 de los estatutos del Comité
de Vigilancia Económica se lee que entre sus cometidos estaba el de “cultivar los sentimientos patrióticos y
nativistas del pueblo uruguayo, para acendrar el concepto de nacionalidad e identificar afectiva y
moralmente con el medio autóctono, a los diversos elementos raciales que se incorporan a él, fortificando
su estructura y ampliando sus horizontes”.
En los sectores conservadores no faltó el racismo, además del antireformismo y los ataque
permanentes al batllismo. Apoyaron un proyecto de ley para limitar el ingreso de inmigrantes para evitar el
ingreso de “indeseables”. Los artículos de los periódicos conservadores asociaban la idea de inmigrante
con inseguridad, desocupación, criminalidad y “complot comunista” y los directivos de las gremiales
empresariales reclamaban poner fin al país de puertas abiertas que permitía que llegara “la escoria del
mundo”.
Los ataques al batllismo eran duros identificándolo con la crisis económica y con los ideas políticas
“foráneas” que más temor causaban en la gente: el anarquismo, el comunismo, los soviets, etc. A
La depresión económica encontró al movimiento obrero uruguayo dividido. En 1929 existían tres
centrales sindicales que respondían a tres tendencias ideológicas. Tradicionalmente los sindicatos con más
adherentes y organización del Uruguay eran los de tendencia anarquista que habían fundado la FORU:
Federación Obrera Regional Uruguay. Pero en los años 30 la FORU había perdido parte de su influencia.
La FORU agrupaba a los sindicatos de tendencia “anarquista pura” que se oponían a la existencia
de un gobierno aunque fuera obrero y rechazaban la dictadura del proletariado.
En 1923 se había formado la USU: Unión Sindical Uruguaya, de tendencia anarco-sindicalista. Estos
creían que sí debía haber un gobierno obrero y que debía ser ejercido directamente por los sindicatos,
sustituyendo a los partidos políticos.
Los comunistas, que un principio formaron parte de la USU, en 1929 formaron una nueva central
sindical, la CGTU: Confederación General de Trabajadores del Uruguay. Siguiendo las orientaciones
ideológicas del Partido Comunista, la CGTU trató de ampliar su influencia a nivel de masas acercándose a
las mujeres trabajadoras, a los jóvenes y a los trabajadores rurales.
A pesar de la división el movimiento obrero trató de difundir sus puntos de vista sobre la crisis y
obtener sus objetivos sucediéndose paros, huelgas y manifestaciones. Encontraron una dura represión con
clausura de sus periódicos y locales gremiales, encarcelamiento de sus dirigentes e incluso enfrentamientos
con la policía con heridos y muertos.
La sociedad uruguaya de comienzos de los años 30 estaba profundamente politizada. No podía ser
de otra manera si tenemos en cuenta el sistema electoral: casi todos los años había elecciones porque
estaban separadas en el tiempo la elección presidencial, la renovación de parte del Consejo Nacional de
Administración, la renovación de parte del senado y de parte de la Cámara de Representantes. En los
quince años de vigencia de la constitución de 1919 hubo once elecciones.
Un complicado mecanismo de leyes electorales aseguraba a los partidos tradicionales (que tenían
el 90% de los votantes) mantenerse unidos aunque estaban cada vez más divididos. Esto hacía más difícil
la concreción de acuerdos que había caracterizado la política uruguaya en la década del 20.
El Partido Colorado Gral. Rivera, los riveristas, encabezados por Pedro Manini Ríos, sector
conservador y antibatllista.
El Partido Colorado “Por la Tradición”, de Julio María Sosa también contario al reformismo
batllista.
El Partido Colorado Radical, dirigido por Feliciano Viera, opuesto al batllismo.
El Grupo Avanzar liderado por Julio Cesar Grauert, que quería profundizar las reformas del
batllismo.
El Partido Colorado Batllista, que era la mayoría, pero estaba obligado a constantes
acuerdos con los otros sectores colorados para mantener la primacía electoral sobre el
Partido Nacional.
El herrerismo, sector liderado por Luis Alberto de Herrera, sector conservador, con una fuerte
base de apoyo en el medio rural.
El sector “doctoral” (los galerudos les llamó Herrera), contrario al herrerismo y a la
conducción caudillista de Herrera.
En el partido Nacional era clara la supremacía del herrerismo ya que el resto de los grupos
aportaba un escaso caudal electoral. Pero aunque fuera poco era necesario que votaran dentro del
partido para acumular votos frente al Partido Colorado. Eso explica que dentro de los dos partido
tradicionales hubiera diferencias ideológicas tan grandes dentro de cada uno de ellos.
Los partidos no tradicionales, llamados partidos de ideas, la Unión Cívica, el Partido Socialista y el
Partido Comunista, aún tenían una escasa incidencia. No conseguían insertarse en la realida política del
país y tenían un escaso resultado electoral no superando, todos ellos, el 10% de los sufragios.
La fragmentación partidaria y los enfrentamientos entre las fracciones impidió aplicar un plan de
gobierno con una clara mayoría. Para obtener el respaldo de senadores y diputados, incluso el respaldo
de los integrantes del CNA, la mayoría relativa debía buscar acuerdos y para lograr estos debía pactar y
renunciar a parte de su programa. La conducción polítca minoritaria y vacilante no era la más apropiada
en medio de la depresión económica.