4 Diaz Parra Ibán Gentrificación Clase 8

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DÍAZ PARRA, Ibán (2015) Debates actuales en torno a la gentrificación y las políticas públicas.

Clase
8. Seminario: “Nuevas dimensiones de la desigualdad en el urbanismo periférico. Segregación,
gentrificación y el regreso a la ciudad construida”. Red CLACSO de Posgrados en Ciencias Sociales.
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DEBATES ACTUALES EN TORNO A LA GENTRIFICACIÓN Y LAS POLÍTICAS P ÚBLICAS

En los debates actuales sobre gentrificación, tanto en inglés como en español, predominan
aquellos vinculados a las políticas públicas. Esto no quiere decir que otras cuestiones estructurales
se hayan dejado por completo de lado. Autores como Eric Clark, en Europa, o López Morales, en
Latinoamérica, han desarrollado la idea del rent gap de Neil Smith aplicada a la gentrificación. No
obstante, la mayor parte de la producción reciente sobre la cuestión y, en general, la producción
escrita específicamente en castellano y sobre ciudades latinoamericanas, tiende a centrarse en
gran medida sobre el agente público. Hay buenas razones para esto. A nivel global, está la
problemática de la agencia en los procesos socioespaciales y los fuertes ataques que han recibido
el estructuralismo y aquellas perspectivas susceptibles de ser interpretadas como economicistas.
Por otro lado, la cuestión de las políticas públicas y la forma en que estas pueden promover o
frenar la gentrificación y la segregación es un debate de un interés evidente, con capacidad de
convertirse en prácticas concretas dentro de las administraciones del Estado y tener un
determinado impacto sobre las vidas de la población. En la región latinoamericana, por su parte,
los procesos de gentrificación (o aquello que se percibe como tal) han irrumpido, claramente, a
partir de la proliferación de gobierno neoliberales desde la segunda mitad de los ochenta. Por otro
lado, el agente público podría tener mucho más que decir en las ciudades latinoamericanas que en
otras regiones, de tal forma que incluso procesos como la conformación del rent gap podrían
tener mucho que ver con políticas activas por parte del Estado, como afirma López Morales (López
Morales y Meza Corvalán, 2015) y como se podría deducir también del texto de Jager, que vimos
en la clase anterior.

Hay un par de cuestiones que vamos a tratar aquí y que podrían no responder a las ideas
preconcebidas que tengan los alumnos sobre este tipo de procesos. En primer lugar, podría
parecer que ya hemos hablado mucho de la gentrificación. Hasta ahora, sin embargo, hemos
intentado dedicarle la misma atención que a otros procesos con los que está relacionada, como la
segregación o el filtrado residencial. Al mismo tiempo, de lo hablado, podría desprenderse una
definición bastante delimitada de lo que aquí consideramos gentrificación. Sin embargo, esta
podría no coincidir con el contenido que le están dando al término otros autores que hablan sobre
la cuestión en el ámbito Latinoamericano. Esta es una primera cuestión a resolver por lo tanto. En
segundo lugar, podría parecer que la gentrificación tiene una connotación claramente negativa,
como podría tenerlo la segregación. Sin embargo, esta impresión puede proceder precisamente
del contenido que se le está dando al término en este curso. Hay mucho menos consenso sobre el
carácter positivo o negativo del proceso del que pudiera parecer en un primer momento. Esto trae
a colación, de nuevo, la importancia política del concepto. La categorización moral del mismo
podría parecer algo que tiene poco que ver con la ciencia social, si no fuese porque estamos
discutiendo sobre prácticas políticas que se están desarrollando actualmente, sobre las cuales el
discurso científico debería aspirar a influir y que tienen consecuencias concretas para la población.
En definitiva, si los fenómenos contemporáneos de reestructuración urbana se encuentran detrás
de lo que los diferentes autores están identificando como gentrificación, resulta una cuestión
prioritaria juzgar las consecuencias sociales de estos procesos.

Definiendo la
gentrificación
Desde los últimos años de la década del 2000 hasta hoy, la proliferación de artículos sobre la
cuestión ha sido muy relevante. Chile ha llevado la delantera, desarrollando sus propias
discusiones, con una notable diversidad de posiciones entre los trabajos de Contreras (2011),
Inzulza (2012), Sabatini et. al. (2008 y 2012) o López (2009). En Argentina, los investigadores del
Instituto Gino Germani llevan ya dos décadas estudiando las transformaciones del centro urbano
de Buenos Aires, trabajando al menos tangencialmente con el concepto de gentrificación. En
México, diversos investigadores vinculados a la red internacional Contested Cities, han introducido
la cuestión en sus agendas de investigación, incluyendo a investigadores ya consagrados, como
Víctor Delgadillo o Patricia Olivera, además de académicos más jóvenes como Salinas Arreortua y
Hernández Cordero.

En estos trabajos, puede reconocerse tanto un uso diverso del término respecto de su contenido,
como una variedad de explicaciones del proceso que trata de describir. Es notorio el modo en
que el uso del concepto de gentrificación en América Latina es tan heterogéneo como en el
mundo anglosajón y dependiendo de las lecturas del autor en cuestión, podemos encontrar un
contenido muy variable. En primer lugar, está la conceptualización clásica, referida a un
aburguesamiento por sustitución de los residentes de un cierto sector urbano. Una versión
más actualizada y de consenso es la que tuvo a bien escribir Clark (2005) en un artículo que
pretendía poner orden en el uso y abuso del término en el ámbito anglosajón y que resulta un
punto de partida esencial. Así, Clark acota el proceso a un cambio en los usuarios del suelo de
un sector en el que los nuevos usuarios tendrían un estatus superior que los anteriores,
asociado a una reinversión de capital en el entorno construido. Esta es la forma en que se ha
venido utilizando el concepto hasta ahora en este curso. Otra postura es la que viene esgrimida
por los autores agrupados en torno a la red Contested Cities, muy influidos por los trabajos de
Tom Slater y Loretta Lees. En este caso, se toma la gentrificación como nuevo paradigma crítico
que refiere a las formas de producción de ciudad en el marco neoliberal. Al recurrir a la definición
de Slater (2009), se asume un contenido muy amplio, que podría incluir desde la recualificación de
áreas industriales obsoletas, hasta la terciarización de barrios populares, desplazamiento
simbólico, etcétera. En conjunto, esta posición invita a alejarse del concepto de gentrificación
como la suplantación de un hábitat residencial. Finalmente, en determinados casos, parece
identificarse la gentrificación con el producto espacial del asentamiento de nuevas clases
medias con pautas de consumo globales, sobre cualquier tipo de espacio previo. Aquí entraría el
asentamiento sobre viejos barrios obreros, suelos industriales o incluso nuevas colonizaciones,
generalmente hiladas por un producto estético bastante similar. De esta manera podría
interpretarse la aplicación del concepto que realizan autores veteranos y muy conocidos como
Hamnett o Sabatini.

Respecto a las definiciones no-clásicas, que amplían el rango de procesos observables que cabrían
bajo la etiqueta de gentrificación, hay que advertir cómo estas posiciones pueden hacer peligrar la
capacidad explicativa del concepto. La tendencia a utilizar el término como un paraguas bajo el
que incluir más y más tipos de procesos, nos lleva a preguntarnos qué cambio contemporáneo en
la estructura de la ciudad no es gentrificación para algunos autores. Podemos estar ensanchando
tanto el concepto, incluyendo tantos significados, que finalmente no acabe por significar nada.
Más allá de que los conceptos puedan variar su contenido más o menos en el tiempo o según el
contexto en el que se utilicen, o que las propias categorías sean un campo de disputa política, a los
fines del análisis de problemas relevantes para la sociedad, la comparación y el debate científico,
parecería deseable contar con conceptos que estén lo más “anclados” posible. Una forma de hacer
esto es definir unos límites precisos, utilizando los conceptos dentro de un sistema más amplio y
relacional, por ejemplo, definiendo relacionalmente conceptos como segregación, gentrificación y
filtrado. Este es el camino que se está tratando de llevar a cabo en el presente curso.
Otra advertencia relevante a la hora de leer los trabajos que se están haciendo sobre
gentrificación, es la de no olvidar el principio de incertidumbre. A veces pareciese que la
gentrificación no es algo que hay que demostrar, sino un simple recurso discursivo que no
requiere pruebas empíricas. Por el contrario, aquí creemos que hay que aportar pruebas de los
procesos que ocurren en la ciudad, en la medida en que estos tienen un contenido material y no
solo discursivo, lo cual cuenta tanto para el aburguesamiento de sectores urbanos como para la
existencia de desplazamiento asociada al mismo.

Precisamente, la vinculación entre desplazamiento y gentrificación, es uno de los problemas más


frecuentes o más difundidos en la actualidad en la academia interesada por este tipo de procesos.
Hay autores que consideran el desplazamiento como algo consustancial a la gentrificación, una
característica definitoria de la misma, mientras que otros autores, niegan esta vinculación o
incluso ven en la gentrificación una posibilidad para reducir la segregación. El problema del
contenido que se le da aquí al término, como vemos, es fundamental para el debate, que a su vez
tiene una importancia política significativa.

La discusión sobre la mezcla social y la gentrificación sin desplazamiento en el ámbito


anglosajón

Actualmente en USA y RU la gentrificación liderada por el Estado es uno de los principales debates
dentro del conjunto de estudios que utilizan esta terminología. En este sentido es conveniente
recordar el influyente ensayo de Hackworth y Smith (2001) sobre los cambios producidos en la
gentrificación en las diferentes coyunturas entre la década de los setenta y la actualidad. El ensayo
examina la creciente importancia de la intervención estatal, que interpretan como un regreso a la
misma, dado que asignan a la renovación urbana funcionalista de la década de los sesenta un
resultado de aburguesamiento residencial (al menos en EEUU). La segunda oleada de
gentrificación sería la más conocida y estudiada en el mundo anglosajón, durante la década de los
ochenta fundamentalmente, liderada por los agente privados y con escaso peso del sector público.
Tras el periodo de recesión entre 1988 y 1993 se desataría una nueva oleada en la que el agente
público y las políticas activas pro-gentrificación de este tendrían mucho mayor peso y no por
casualidad esta cuestión ha llegado a ser preponderante en los debates de la última década. Neil
Smith llegó a afirmar que la gentrificación se había convertido en una estrategia urbana global, que
pude aparecer en cualquier parte del mundo. Sería también un proceso claramente imbricado en
lo que sería un tipo de urbanismo neoliberal. La polémica viene servida en la medida en que, de
forma paralela a la proliferación de cierto tipo de políticas, han ido apareciendo también discursos
académicos que tienden a defenderlas y a otorgar una connotación positiva a los procesos de
gentrificación. En este sentido, han aparecido nuevos términos, sustitutivos de la
gentrificación, que refieren las consecuencias de este tipo de políticas públicas. También ha
proliferado el uso del término gentrificación en un sentido positivo, fundamentalmente para
referirse a las políticas urbanísticas dirigidas a fomentarla mezcla social de clases o la regeneración
a través de la cultura y el arte.

En Reino Unido, los planes de regeneración urbana fraguados en el laborismo bajo el lema de
Renacimiento Urbano, combinan la idea de volver a intervenir sobre la ciudad construida (frente
a la expansión de la ciudad en forma de suburbios), redensificando las áreas centrales y uniendo
sensibilidad ambiental y mezcla social. Este último objetivo, se lograría a través de la integración
de viviendas de diferentes tipos de vivienda y regímenes de tenencia, apoyando la diversidad
en cuanto a tamaño del núcleo familiar, edades o ingresos (Bromlye, Tallon y Thomas, 2005). En
este marco se plantea la colonización de vacíos demográficos dentro de la ciudad construida
o la
repoblación de áreas en declive demográfico, en los que teóricamente no se produciría una
sustitución de población. Se habla por ello, en lugar de gentrificación, de residencialización. El
aumento de la carga residencial tendría múltiples beneficios para la ciudad, aumentando la
sensación de seguridad y beneficiando al comercio y a la conformación de enclaves de ocio, que un
papel tan importante parece jugar en la revitalización de los centros urbanos. Refiriendo
algunas de estas políticas del nuevo laborismo, Cameron (2003) habla de “gentrificación positiva”.
Por esta se entendería el resultado de un conjunto de políticas públicas de aplicación reciente
dirigidas a frenar el declive de barrios centrales al mismo tiempo que se desconcentra la pobreza,
dispersándola, por un lado, y favoreciendo la inclusión media barrios mixtos, por otro. Una parte
importante de este tipo de políticas consistiría en la demolición de barrios marginales y en su
reconstrucción introduciendo distintas calidades y regímenes de tenencia para favorecer la
diversidad social, implicando por lo general la privatización de suelos y viviendas públicas. De
forma similar, en EEUU, diversos programas se han dirigido al reemplazo de viviendas públicas en
declive por nuevos desarrollos de ingresos mixtos, así como a la dispersión de las familias
pobres en nuevos desarrollos de vivienda en barrios acomodados, con la esperanza de que puedan
ser “civilizados” y “reincorporados a la sociedad” (Davison, 2008, p. 2387). Además de la propia
regeneración de barrios degradados, este tipo de políticas permitirían una influencia positiva de
las clases medias sobre la población marginal, ofreciéndoles modelos positivos que imitar (Chaskin
y Joseph, 2012).

Estas políticas del Estado, han venido por lo general acompañadas por discursos que, desde las
ciencias sociales, tienden a alabar la recolonización de la ciudad por las clases medias. Ya desde los
noventa empiezan a aparecer trabajos científicos sobre gentrificación que moderan o eliminan las
críticas. Butler (2007), por ejemplo, critica las perspectivas estructuralistas y defiende
desvincular la gentrificación de la cuestión del desplazamiento de la clase obrera de los centros
urbanos, para centrarse en los comportamientos y decisiones de las clases medias. Tanto para
Butler como para Hamnett (2003 y 2009), en Londres, más que un desplazamiento de la
clase obrera debería hablarse de un reemplazo, en la medida en son los cambios estructurales los
que han hecho que la clase obrera disminuya su peso y crezcan en su lugar las clases medias,
siendo la gentrificación una expresión espacial del enriquecimiento de la sociedad. Por otro lado,
la emergencia de lo que ha venido a denominarse New Build Gentrification, que consiste en la
creación ex novo de barrios de clase media en el interior de la ciudad, generalmente a partir del
cambio de uso de viejos suelos industriales, demostraría sin lugar a dudas que la gentrificación
puede darse sin desplazamiento, debiendo extraerse esta dimensión de la definición del proceso.
En EEUU, por otro lado, para Freeman y Braconi (2004) la gentrificación sería una
oportunidad histórica para frenar la decadencia del centro urbano, suponiendo un beneficio
para los residentes previos, puesto que trae nuevos alojamientos en viviendas y estimula el
establecimiento de servicios adicionales. Freeman (2008), señala además la falta de evidencia
empírica sobre la relación causal entre gentrificación y desplazamiento.

La legitimación de la gentrificación en relación al establecimiento de comunidades de artistas


también tiene un peso notable. Aunque no utiliza el término gentrificación, son muy relevantes en
relación a esta cuestión los trabajos de Richard Florida (2003) sobre la clase creativa. Este autor ve
en las clases medias progresistas o bohemias la clave para la revitalización económica de las viejas
ciudades industriales en declive. Su hipótesis es que la concentración de bohemios en un área crea
un entorno que atrae otros tipos de individuos con talento o elevado capital humano. La presencia
de ese capital humano en retorno atrae y genera industrias innovadoras basadas en la tecnología.
Esto tiene su relación con la gentrificación positiva. De hecho Cameron y Coaffee celebran
la
industria cultural como motor de la recuperación de barrios degradados, denominando la
introducción de artistas y bohemios en las primeras fases del proceso como “gentrificación
positiva”. Estos autores proponen un modelo en el que las instalaciones públicas y culturales
dominarían el proceso de regeneración sin que esto tuviese que resultar en un aburguesamiento
radical del sector urbano en cuestión (Cameron y Coaffee, 2005).

Slater (2006) realiza una de las más conocidas y duras críticas a las perspectivas positivas de la
gentrificación. Así, afirma que el imaginario sobre la gentrificación habría cambiado desde el
descubrimiento del acoso inmobiliario, el desplazamiento forzoso y los incrementos de
los alquileres hacia un imaginario de espectáculos callejeros, bares de moda y diversidad social.
Este y otros autores (Smith, Lees, Hammel, Atkinson, etcétera) se sitúan de esta manera en la
posición contraria a Butler o Florida, situando el foco sobre las consecuencias negativas de la
gentrificación. Entre estas suele citarse el desplazamiento de la población de bajos ingresos,
no obstante, hay toda una serie de temáticas asociadas a la gentrificación: el acoso inmobiliario,
los conflictos comunitarios, la perdida de vivienda asequible, la generación de personas sin techo,
la invisibilización de los grupos vulnerables, etcétera. Por ejemplo, respecto de la cuestión del
disciplinamiento y el control, que aparece en la intervención sobre tugurios, pero también en los
discursos sobre la mezcla social, existe un componente importante de criminalización de la
pobreza y de prácticas que tienen que ver más con la percepción de la inseguridad que con la
inseguridad en sí misma. Otros autores afirman que la desconcentración de la pobreza es un arma
para evitar que los pobres se organicen o para que supongan un problema, pero en ningún caso
evita la pobreza en sí.

No obstante, la cuestión del desplazamiento sigue siendo un caballo de batalla fundamental.


En este sentido, estos autores argumentan que la generación de mezcla social sobre espacios
previamente habitados, suele conllevar un cierto grado de desplazamiento, aunque este no se vea
reflejado en los discursos técnico-políticos de la administración. La inexistencia de datos
cuantitativos sobre el desplazamiento es responsabilidad del Estado, que carece de interés por
conocer estos datos. Por otro lado, el desplazamiento que se ha operado en los procesos de New-
Build Gentrification, incluidos los dirigidos por el Estado, ha sido generalmente de tipo indirecto,
afectando a los barrios populares circundantes, que han sufrido los típicos procesos de
revalorización y encarecimiento de las rentas. Slater (2009), siguiendo a Peter Marcuse, refiere la
importancia en estos casos del desplazamiento indirecto. Quedarse con el desplazamiento
como un desalojo que ocurre en un momento dado es ignorar los efectos que tiene en un plazo
amplio la transformación del lugar. En general, el desplazamiento forzoso es vital para entender la
gentrificación, a pesar de que sea un tema que cada vez aparece menos en las
investigaciones sobre gentrificación.

Mezcla social y gentrificación sin desplazamiento en Latinoamérica

Dentro de la difusión reciente del concepto de gentrificación, actualmente está predominando su


instrumentalización dentro de una crítica al urbanismo neoliberal, haciendo énfasis en las
consecuencias negativas del proceso. Los investigadores de la red Contested Cities, donde la
gentrificación es una línea prioritaria de trabajo, se posicionan de forma muy clara a este respecto
(por ejemplo, Casgrain y Janoschka, 2013). Los trabajos desarrollados dentro de esta línea han
puesto gran énfasis en los movimientos de resistencia a planes públicos, en el aburguesamiento de
antiguos mercados populares o en las transformaciones del espacio público. La cuestión del
desplazamiento se afirma como un elemento consustancial a este tipo de procesos. No obstante,
se amplía también el concepto de desplazamiento, señalando la existencia de un
desplazamiento simbólico, que opera en mayor medida en el espacio público, invisibilizando o
eliminando los usos y las personas consideradas indeseables, generalmente a partir del
desarrollo de planes de regeneración urbana.

Ante esto, un texto ya con algunos años, como el de Sabatini y su equipo (Sabatini et al, 2012),
aparentemente a contracorriente, planteando el predominio de una gentrificación
positiva, supone un punto de referencia inevitable a la hora de entrar en este debate en el
ámbito Latinoamericano. El artículo en cuestión señalaba la gentrificación en América Latina
como un hecho significativo pero notablemente diferente respecto de la forma que adopta en
los países centrales. La principal diferencia sería la existencia de una gentrificación que
no provoca expulsión, desarrollándose sobre terrenos baldíos fuera de las áreas centrales. Los
autores encuentran un buen argumento en el elevado peso de propietarios no capitalistas y en
la informalidad respecto de los usos del suelo, como una situación que reduce las posibilidades
de desplazamiento. De esta forma, la gentrificación ofrecería oportunidades para la
integración social, reduciendo la segregación residencial, identificada con una aproximación
geográfica entre grupos sociales (aparentemente compactos), que podría no obstante ser
abortada por el funcionamiento de los mercados de suelo.

Esta no es una posición aislada y dentro de ella caben bastantes matices. En el urbanismo
latinoamericano, fuera de los debates en torno a la gentrificación, la cuestión de la mezcla
social y de usos es un aspecto característico y un objetivo buscado dentro de los planteamientos
del “regreso a la ciudad construida”, con su foco de atención en los barrios centrales históricos y
con Fernando Carrión como autor referencial. Finalmente, dentro de las publicaciones en
castellano sobre gentrificación, un cierto número de ellas han llamado la atención sobre la
debilidad de los indicios de desplazamiento. Es el caso de Delgadillo o Lorenzen (2014) para los
casos de Ciudad de México y Morelos, y Lacarrieu (2014) para Buenos Aires. No obstante,
aunque se considera la ausencia de desplazamiento para ciertos casos, no se pone en duda para
otros, mientras que aún en ausencia de expulsión se apunta a la existencia de otras
consecuencias negativas para la población residente más humilde.

Una cuestión relevante, es que, en la mayoría de los casos mencionados, se habla de


gentrificación para nuevos desarrollos urbanos o redesarrollos de zonas no habitadas
previamente. El tratamiento como gentrificación de cambios de uso del suelo o
desarrollos periféricos está bastante generalizado. Este es un claro ejemplo de expansión en
exceso del concepto, incorporando bajo el mismo paraguas conceptual, procesos que son
notablemente diferentes. La postura de los profesores de este curso es que el problema
particular que plantea la gentrificación es el de la reinversión y aburguesamiento de áreas
consolidadas y habitadas de la ciudad. Este tipo de procesos tienen forzosamente características
e implicaciones particulares, con las que no cuenta, por ejemplo, la urbanización de un gran
espacio vacío. Otra cosa, por supuesto, son los efectos que la urbanización de ese espacio
vacío pudiera tener sobre zonas contiguas.

No obstante, para el caso de áreas consolidadas, con carga residencial, e incluso


centrales, también podría argumentarse que los indicios de desplazamiento masivo son escasos.
Para numerosos casos, pudiera ser que no se esté produciendo una salida masiva de población
fruto de la revalorización provocada por importantes flujos de inversión pública y privada,
como la lógica del mercado de suelo invitaría a esperar. Como señalaba Sabatini, la variedad de
situaciones respecto de la tenencia de la vivienda puede tener mucho que ver con esto.
No obstante, el cambio de usuarios de zonas consolidadas, por lógica, debe implicar cierto
grado sustitución y desplazamiento, voluntario o forzoso, dilatado en el tiempo o concentrado,
espontáneo o planificado. Por otro lado, la posibilidad de mezcla social, perseguida en general
por los urbanistas progresistas, encuentra muchas limitaciones, quizás más que EEUU o RU, en
ciudades tan desiguales como las latinoamericanas, donde el salto económico y cultural entre
las clases populares y las clases medias es muy grande. Vamos a intentar ejemplificar estos
argumentos para el caso de México.

Problemática social en torno a la reestructuración reciente de la Ciudad de México

En las dos últimas décadas y media, uno de los aspectos más relevantes de la política urbana en
la Ciudad de México ha sido la atención prestada a la ciudad construida, frente a un periodo
anterior de enorme crecimiento periférico. Desde los primeros gobierno neoliberales, las
políticas regulatorias se han dirigido a otorgar un mayor peso al mercado (privatización del
suelo, eliminación de los controles a los arrendamientos) y a potenciar la reurbanización de las
zonas ya consolidadas de la ciudad. Antes y después, se han desarrollado proyectos de
urbanización que se dirigían en esta misma dirección, como los megaproyectos de Santa Fe o
Nuevo Polanco. Los mayores desarrollos se han dirigido a la reestructuración de piezas
amplias de la ciudad, incluyendo cambios en los usos del suelo, mientras que las colonias
centrales, generalmente arrastrando procesos de declive previo, han acogido importantes
inversiones y han atraído a nuevos vecinos de ingresos elevados. El caso del Centro Histórico
es paradigmático en cuanto a combinación de acción pública y privada, en el marco de un
planeamiento estratégico que buscaba la introducción de rentas medias en la zona y que
abanderaba la necesidad y posibilidad de una mezcla social que sirviera para mejorar las
condiciones de vida de la población humilde, además de hacer económicamente viable la
rehabilitación de la edificación.

Aun entendiendo el proceso como aburguesamiento de áreas ya construidas, la gentrificación


no deja de tener una diversidad interna considerable. En primer lugar, se produce lo que
podríamos denominar una gentrificación concentrada, en referencia a la focalización de
inversiones públicas y privadas y de discursos y expectativas, sucesión de planes de ordenación,
estratégicos, etcétera. Este sería el caso del Centro Histórico donde, aun así, el nivel de
aburguesamiento es limitado y se produce principalmente en el cuadrante suroeste (más
próximo a los sectores privilegiados de la ciudad), San Juan y corredores Madero y Regina. Aquí,
aunque en los últimos lustros se ha recibido población de clase media, la oferta de vivienda para
estos estratos sigue siendo muy limitada, con propietarios absentistas, predios de propiedad
dudosa, ocupaciones irregulares, numerosos propietarios no capitalistas procedentes de las
operaciones de vivienda pública en la década de los ochenta, etcétera. En este sentido, el
avance de las clases medias depende en gran medida de la voluntad política del Estado, del
despliegue de importantes medidas de seguridad, fomento de la rehabilitación de edificios,
etcétera. También descansa en la acción de agentes privados de gran relevancia, como el
empresario Carlos Slim, que adquirió y rehabilitó más de 60 edificios en la cuadricula central de
la ciudad en la primera década del siglo XXI, la mayoría para usos habitacionales.

Por otro lado, parece haber un gentrificación difusa, extendida por amplias zonas de la ciudad,
especialmente en las zonas de frontera entre el cono de altos ingresos, ubicado hacia el
suroeste, y el semianillo de vivienda popular, principalmente al norte y al este. Este proceso,
más difícil de delimitar, vendría apoyado por medidas regulatorias de fomento de la
densificación en áreas centrales (el conocido Bando 2), pero no sobre planes concretos,
desarrollado en base a iniciativas particulares de pequeños capitalistas y colonos de clase
media. Aquí son especialmente relevantes las colonias de la delegación central (Cuauhtémoc)
como Roma, San Rafael, Juárez y otras. Son estos, antiguos ensanches burgueses que fueron
entrando en declive, filtrados hacia grupos con menor poder adquisitivo a medida que la
centralidad y la vivienda de élite se desplazaban hacia el oeste sobre el boulevard de La
Reforma. Desde la década de los noventa en algunos casos, más recientemente en otros, estos
barrios se han convertido en zonas de moda, habitadas por clases creativas, negocios de diseño
y un considerable contingente de extranjeros con elevado poder adquisitivo.

En cualquiera de los casos, en tiempos recientes, los indicios de desplazamiento de residentes


parecen débiles. Aparentemente, no se ha producido un desalojo masivo, fácilmente
perceptible, provocado por el incremento de los alquileres, siguiendo la lógica del mercado de
suelo. No obstante, sí que existe un goteo constante de desalojos, por la ruina de la edificación,
por la situación irregular de los ocupantes o por la falta de pago de alquileres. La presión sobre
las rentas es importante, no solo por la entrada de nuevos usuarios con mayor poder
adquisitivo, sino también por la competencia de los usos comerciales (especialmente en el
Centro Histórico). Los más notorios son los desalojos de edificios tomados irregularmente.
Buscando en la prensa, por ejemplo, en el pasado 2014 se podían encontrar hasta cuatro
desalojos en la zona centro, cada uno de los cuales involucraba a centenares de familias. No
obstante, esto no implica siempre un desplazamiento definitivo, ya que a menudo los edificios
vuelven a ocuparse. En el plano del uso de los espacios públicos, el desplazamiento parece
mucho más claro. La eliminación del comercio callejero en 2007 en el Centro Histórico supuso
un acontecimiento decisivo, que vino acompañado de la expulsión de la prostitución, las
personas sin techo y los niños de la calle. Delgadillo (2014) señalaba cómo la influencia política
de las organizaciones de comerciantes ha permitido el mantenimiento de parte de los mismos
en nuevas plazas comerciales cubiertas. No obstante, esto ha ayudado solo a una parte de los
ambulantes, que además suelen acusar grandes pérdidas económicas respecto de su anterior
situación. En las calles del Centro Histórico se desarrolla una lucha constante de los
denominados toreros, evadiendo o sobornando a la policía para poder vender en la calle
sobre improvisadas mantas. La presión para desplazar el ambulantaje de las áreas centrales
se salda con esporádicas razias policiales, que suelen acabar con violencia y detenciones ante la
resistencia de los ambulantes. La prostitución, la mendicidad y el menudeo de droga siguen un
curso similar, desplazados hacia el este principalmente, donde incrementan los problemas de
barrios populares como La Merced. En esta colonia, la expansión de los planes de “rescate”, fue
percibida por los comerciantes organizados en 2014 como una amenaza. Frente a los planes
público-privados de inversión, generalmente asociados a la figura de Carlos Slim, comerciantes y
residentes tienen la convicción de que se persigue su desplazamiento, como ya se ha
desplazado, según su visión, a la gente que vivía o trabajaba en la cuadrícula original de la
ciudad. La historia se repite en otras zonas, como en las colonias populares limítrofes con Nuevo
Polanco (las Pensiles), otro proyecto de Carlos Slim, donde activistas y grupos organizados del
movimiento urbano popular se quejan por verse excluidos de los nuevos desarrollos de oficinas,
grandes superficies comerciales y viviendas de lujo, al mismo tiempo que acusan a
la administración pública y a los intereses privados de perseguir su expulsión. La percepción de
esta amenaza, que solo muy recientemente se ha asociado al nombre de gentrificación, es
manifiesta en numerosos grupos organizados y activistas del movimiento urbano popular.
Esto lleva a la cuestión de las posibilidades de mezcla social. En el caso de áreas re-
desarrolladas por completo, como Nuevo Polanco, las diferencias entre los vecinos y usuarios
del nuevo enclave respecto de los habitantes de las colonias populares vecinas es,
simplemente, demasiado grande.
Las clases populares sienten los nuevos espacios creados como algo totalmente ajeno a ellos,
mientras que el miedo de los nuevos colonos a los viejos vecinos se evidencia en la
multiplicación de las medidas de seguridad y control en espacios públicos y residencias
privadas. En el Centro Histórico, donde la actuación pública ha buscado activamente la mezcla
social, se han desarrollado enclaves comerciales y residenciales muy exitosos, como
Regina y Madero, revirtiendo la tendencia al declive demográfico de la zona. No obstante,
las clases populares siguen afectadas por la ruina de la edificación (ya sean los residentes
pequeños propietarios o inquilinos), por el desalojo de edificios ocupados y por la presión
del comercio. De esta forma, un enclave nuevo, como el de Regina, habitado por profesionales
del mundo del arte, bohemios, investigadores de la UNAM, etcétera, acompañados por bares y
cafeterías de estética alternativa, parece superponerse a la anterior realidad del Centro
Histórico, dando lugar a un mundo relativamente independiente e ignorante de lo que sucede
solo unas pocas calles hacia el este. En los viejos ensanches burgueses, ahora revalorizados,
incluso en algunos plenamente consolidados como espacio de las nuevas clases medias,
persisten ocasionalmente edificios ocupados o edificios rentados en avanzado estado de
deterioro. Sin embargo, la presión sobre el suelo en colonias tan demandadas hace poco viable
su permanencia sin una voluntad política decidida firmemente a mantener a este tipo de
población.

En todos estos sectores es evidente la existencia de una tendencia hacia el encarecimiento de la


vida y el aburguesamiento de sus habitantes. La sustitución de usos, usuarios y residentes
parece inevitable sin una acción social y decidida desde lo público, algo que se encuentra en las
antípodas de la práctica política contemporánea, que se dirige precisamente a facilitar el
funcionamiento de las dinámicas de mercado. No obstante, el aburguesamiento es muy
relativo. Los argumentos de Sabatini respecto de la informalidad y la fragmentación de la
propiedad, son perfectamente válidos para México. A esto ha de añadírsele, por un lado, la
cuestión del miedo y la inseguridad de las clases medias mexicanas (y foráneas), que provoca
que la expansión de los enclaves de clase media se produzcan con mucha dificultad, en zonas
con contigüidad geográfica y generalmente dependientes de una fuerte intervención pública
en materia de seguridad pública. Por otro lado, la organización y la voluntad de resistencia de
las clases populares no es desdeñable, con un peso político relevante en el particular sistema
mexicano, que puede forzar a determinadas administraciones a intervenir en su favor.

Biliografía citada:

Atkinson, R. (2002) “Does gentrification help or harm urban neighbourhoods? An assessment of the
evidence-base in the contexto of the new urban agenda”. Research Paper, nº5, ESRC Centre For
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