4 Diaz Parra Ibán Gentrificación Clase 8
4 Diaz Parra Ibán Gentrificación Clase 8
4 Diaz Parra Ibán Gentrificación Clase 8
Clase
8. Seminario: “Nuevas dimensiones de la desigualdad en el urbanismo periférico. Segregación,
gentrificación y el regreso a la ciudad construida”. Red CLACSO de Posgrados en Ciencias Sociales.
Mimeo
En los debates actuales sobre gentrificación, tanto en inglés como en español, predominan
aquellos vinculados a las políticas públicas. Esto no quiere decir que otras cuestiones estructurales
se hayan dejado por completo de lado. Autores como Eric Clark, en Europa, o López Morales, en
Latinoamérica, han desarrollado la idea del rent gap de Neil Smith aplicada a la gentrificación. No
obstante, la mayor parte de la producción reciente sobre la cuestión y, en general, la producción
escrita específicamente en castellano y sobre ciudades latinoamericanas, tiende a centrarse en
gran medida sobre el agente público. Hay buenas razones para esto. A nivel global, está la
problemática de la agencia en los procesos socioespaciales y los fuertes ataques que han recibido
el estructuralismo y aquellas perspectivas susceptibles de ser interpretadas como economicistas.
Por otro lado, la cuestión de las políticas públicas y la forma en que estas pueden promover o
frenar la gentrificación y la segregación es un debate de un interés evidente, con capacidad de
convertirse en prácticas concretas dentro de las administraciones del Estado y tener un
determinado impacto sobre las vidas de la población. En la región latinoamericana, por su parte,
los procesos de gentrificación (o aquello que se percibe como tal) han irrumpido, claramente, a
partir de la proliferación de gobierno neoliberales desde la segunda mitad de los ochenta. Por otro
lado, el agente público podría tener mucho más que decir en las ciudades latinoamericanas que en
otras regiones, de tal forma que incluso procesos como la conformación del rent gap podrían
tener mucho que ver con políticas activas por parte del Estado, como afirma López Morales (López
Morales y Meza Corvalán, 2015) y como se podría deducir también del texto de Jager, que vimos
en la clase anterior.
Hay un par de cuestiones que vamos a tratar aquí y que podrían no responder a las ideas
preconcebidas que tengan los alumnos sobre este tipo de procesos. En primer lugar, podría
parecer que ya hemos hablado mucho de la gentrificación. Hasta ahora, sin embargo, hemos
intentado dedicarle la misma atención que a otros procesos con los que está relacionada, como la
segregación o el filtrado residencial. Al mismo tiempo, de lo hablado, podría desprenderse una
definición bastante delimitada de lo que aquí consideramos gentrificación. Sin embargo, esta
podría no coincidir con el contenido que le están dando al término otros autores que hablan sobre
la cuestión en el ámbito Latinoamericano. Esta es una primera cuestión a resolver por lo tanto. En
segundo lugar, podría parecer que la gentrificación tiene una connotación claramente negativa,
como podría tenerlo la segregación. Sin embargo, esta impresión puede proceder precisamente
del contenido que se le está dando al término en este curso. Hay mucho menos consenso sobre el
carácter positivo o negativo del proceso del que pudiera parecer en un primer momento. Esto trae
a colación, de nuevo, la importancia política del concepto. La categorización moral del mismo
podría parecer algo que tiene poco que ver con la ciencia social, si no fuese porque estamos
discutiendo sobre prácticas políticas que se están desarrollando actualmente, sobre las cuales el
discurso científico debería aspirar a influir y que tienen consecuencias concretas para la población.
En definitiva, si los fenómenos contemporáneos de reestructuración urbana se encuentran detrás
de lo que los diferentes autores están identificando como gentrificación, resulta una cuestión
prioritaria juzgar las consecuencias sociales de estos procesos.
Definiendo la
gentrificación
Desde los últimos años de la década del 2000 hasta hoy, la proliferación de artículos sobre la
cuestión ha sido muy relevante. Chile ha llevado la delantera, desarrollando sus propias
discusiones, con una notable diversidad de posiciones entre los trabajos de Contreras (2011),
Inzulza (2012), Sabatini et. al. (2008 y 2012) o López (2009). En Argentina, los investigadores del
Instituto Gino Germani llevan ya dos décadas estudiando las transformaciones del centro urbano
de Buenos Aires, trabajando al menos tangencialmente con el concepto de gentrificación. En
México, diversos investigadores vinculados a la red internacional Contested Cities, han introducido
la cuestión en sus agendas de investigación, incluyendo a investigadores ya consagrados, como
Víctor Delgadillo o Patricia Olivera, además de académicos más jóvenes como Salinas Arreortua y
Hernández Cordero.
En estos trabajos, puede reconocerse tanto un uso diverso del término respecto de su contenido,
como una variedad de explicaciones del proceso que trata de describir. Es notorio el modo en
que el uso del concepto de gentrificación en América Latina es tan heterogéneo como en el
mundo anglosajón y dependiendo de las lecturas del autor en cuestión, podemos encontrar un
contenido muy variable. En primer lugar, está la conceptualización clásica, referida a un
aburguesamiento por sustitución de los residentes de un cierto sector urbano. Una versión
más actualizada y de consenso es la que tuvo a bien escribir Clark (2005) en un artículo que
pretendía poner orden en el uso y abuso del término en el ámbito anglosajón y que resulta un
punto de partida esencial. Así, Clark acota el proceso a un cambio en los usuarios del suelo de
un sector en el que los nuevos usuarios tendrían un estatus superior que los anteriores,
asociado a una reinversión de capital en el entorno construido. Esta es la forma en que se ha
venido utilizando el concepto hasta ahora en este curso. Otra postura es la que viene esgrimida
por los autores agrupados en torno a la red Contested Cities, muy influidos por los trabajos de
Tom Slater y Loretta Lees. En este caso, se toma la gentrificación como nuevo paradigma crítico
que refiere a las formas de producción de ciudad en el marco neoliberal. Al recurrir a la definición
de Slater (2009), se asume un contenido muy amplio, que podría incluir desde la recualificación de
áreas industriales obsoletas, hasta la terciarización de barrios populares, desplazamiento
simbólico, etcétera. En conjunto, esta posición invita a alejarse del concepto de gentrificación
como la suplantación de un hábitat residencial. Finalmente, en determinados casos, parece
identificarse la gentrificación con el producto espacial del asentamiento de nuevas clases
medias con pautas de consumo globales, sobre cualquier tipo de espacio previo. Aquí entraría el
asentamiento sobre viejos barrios obreros, suelos industriales o incluso nuevas colonizaciones,
generalmente hiladas por un producto estético bastante similar. De esta manera podría
interpretarse la aplicación del concepto que realizan autores veteranos y muy conocidos como
Hamnett o Sabatini.
Respecto a las definiciones no-clásicas, que amplían el rango de procesos observables que cabrían
bajo la etiqueta de gentrificación, hay que advertir cómo estas posiciones pueden hacer peligrar la
capacidad explicativa del concepto. La tendencia a utilizar el término como un paraguas bajo el
que incluir más y más tipos de procesos, nos lleva a preguntarnos qué cambio contemporáneo en
la estructura de la ciudad no es gentrificación para algunos autores. Podemos estar ensanchando
tanto el concepto, incluyendo tantos significados, que finalmente no acabe por significar nada.
Más allá de que los conceptos puedan variar su contenido más o menos en el tiempo o según el
contexto en el que se utilicen, o que las propias categorías sean un campo de disputa política, a los
fines del análisis de problemas relevantes para la sociedad, la comparación y el debate científico,
parecería deseable contar con conceptos que estén lo más “anclados” posible. Una forma de hacer
esto es definir unos límites precisos, utilizando los conceptos dentro de un sistema más amplio y
relacional, por ejemplo, definiendo relacionalmente conceptos como segregación, gentrificación y
filtrado. Este es el camino que se está tratando de llevar a cabo en el presente curso.
Otra advertencia relevante a la hora de leer los trabajos que se están haciendo sobre
gentrificación, es la de no olvidar el principio de incertidumbre. A veces pareciese que la
gentrificación no es algo que hay que demostrar, sino un simple recurso discursivo que no
requiere pruebas empíricas. Por el contrario, aquí creemos que hay que aportar pruebas de los
procesos que ocurren en la ciudad, en la medida en que estos tienen un contenido material y no
solo discursivo, lo cual cuenta tanto para el aburguesamiento de sectores urbanos como para la
existencia de desplazamiento asociada al mismo.
Actualmente en USA y RU la gentrificación liderada por el Estado es uno de los principales debates
dentro del conjunto de estudios que utilizan esta terminología. En este sentido es conveniente
recordar el influyente ensayo de Hackworth y Smith (2001) sobre los cambios producidos en la
gentrificación en las diferentes coyunturas entre la década de los setenta y la actualidad. El ensayo
examina la creciente importancia de la intervención estatal, que interpretan como un regreso a la
misma, dado que asignan a la renovación urbana funcionalista de la década de los sesenta un
resultado de aburguesamiento residencial (al menos en EEUU). La segunda oleada de
gentrificación sería la más conocida y estudiada en el mundo anglosajón, durante la década de los
ochenta fundamentalmente, liderada por los agente privados y con escaso peso del sector público.
Tras el periodo de recesión entre 1988 y 1993 se desataría una nueva oleada en la que el agente
público y las políticas activas pro-gentrificación de este tendrían mucho mayor peso y no por
casualidad esta cuestión ha llegado a ser preponderante en los debates de la última década. Neil
Smith llegó a afirmar que la gentrificación se había convertido en una estrategia urbana global, que
pude aparecer en cualquier parte del mundo. Sería también un proceso claramente imbricado en
lo que sería un tipo de urbanismo neoliberal. La polémica viene servida en la medida en que, de
forma paralela a la proliferación de cierto tipo de políticas, han ido apareciendo también discursos
académicos que tienden a defenderlas y a otorgar una connotación positiva a los procesos de
gentrificación. En este sentido, han aparecido nuevos términos, sustitutivos de la
gentrificación, que refieren las consecuencias de este tipo de políticas públicas. También ha
proliferado el uso del término gentrificación en un sentido positivo, fundamentalmente para
referirse a las políticas urbanísticas dirigidas a fomentarla mezcla social de clases o la regeneración
a través de la cultura y el arte.
En Reino Unido, los planes de regeneración urbana fraguados en el laborismo bajo el lema de
Renacimiento Urbano, combinan la idea de volver a intervenir sobre la ciudad construida (frente
a la expansión de la ciudad en forma de suburbios), redensificando las áreas centrales y uniendo
sensibilidad ambiental y mezcla social. Este último objetivo, se lograría a través de la integración
de viviendas de diferentes tipos de vivienda y regímenes de tenencia, apoyando la diversidad
en cuanto a tamaño del núcleo familiar, edades o ingresos (Bromlye, Tallon y Thomas, 2005). En
este marco se plantea la colonización de vacíos demográficos dentro de la ciudad construida
o la
repoblación de áreas en declive demográfico, en los que teóricamente no se produciría una
sustitución de población. Se habla por ello, en lugar de gentrificación, de residencialización. El
aumento de la carga residencial tendría múltiples beneficios para la ciudad, aumentando la
sensación de seguridad y beneficiando al comercio y a la conformación de enclaves de ocio, que un
papel tan importante parece jugar en la revitalización de los centros urbanos. Refiriendo
algunas de estas políticas del nuevo laborismo, Cameron (2003) habla de “gentrificación positiva”.
Por esta se entendería el resultado de un conjunto de políticas públicas de aplicación reciente
dirigidas a frenar el declive de barrios centrales al mismo tiempo que se desconcentra la pobreza,
dispersándola, por un lado, y favoreciendo la inclusión media barrios mixtos, por otro. Una parte
importante de este tipo de políticas consistiría en la demolición de barrios marginales y en su
reconstrucción introduciendo distintas calidades y regímenes de tenencia para favorecer la
diversidad social, implicando por lo general la privatización de suelos y viviendas públicas. De
forma similar, en EEUU, diversos programas se han dirigido al reemplazo de viviendas públicas en
declive por nuevos desarrollos de ingresos mixtos, así como a la dispersión de las familias
pobres en nuevos desarrollos de vivienda en barrios acomodados, con la esperanza de que puedan
ser “civilizados” y “reincorporados a la sociedad” (Davison, 2008, p. 2387). Además de la propia
regeneración de barrios degradados, este tipo de políticas permitirían una influencia positiva de
las clases medias sobre la población marginal, ofreciéndoles modelos positivos que imitar (Chaskin
y Joseph, 2012).
Estas políticas del Estado, han venido por lo general acompañadas por discursos que, desde las
ciencias sociales, tienden a alabar la recolonización de la ciudad por las clases medias. Ya desde los
noventa empiezan a aparecer trabajos científicos sobre gentrificación que moderan o eliminan las
críticas. Butler (2007), por ejemplo, critica las perspectivas estructuralistas y defiende
desvincular la gentrificación de la cuestión del desplazamiento de la clase obrera de los centros
urbanos, para centrarse en los comportamientos y decisiones de las clases medias. Tanto para
Butler como para Hamnett (2003 y 2009), en Londres, más que un desplazamiento de la
clase obrera debería hablarse de un reemplazo, en la medida en son los cambios estructurales los
que han hecho que la clase obrera disminuya su peso y crezcan en su lugar las clases medias,
siendo la gentrificación una expresión espacial del enriquecimiento de la sociedad. Por otro lado,
la emergencia de lo que ha venido a denominarse New Build Gentrification, que consiste en la
creación ex novo de barrios de clase media en el interior de la ciudad, generalmente a partir del
cambio de uso de viejos suelos industriales, demostraría sin lugar a dudas que la gentrificación
puede darse sin desplazamiento, debiendo extraerse esta dimensión de la definición del proceso.
En EEUU, por otro lado, para Freeman y Braconi (2004) la gentrificación sería una
oportunidad histórica para frenar la decadencia del centro urbano, suponiendo un beneficio
para los residentes previos, puesto que trae nuevos alojamientos en viviendas y estimula el
establecimiento de servicios adicionales. Freeman (2008), señala además la falta de evidencia
empírica sobre la relación causal entre gentrificación y desplazamiento.
Slater (2006) realiza una de las más conocidas y duras críticas a las perspectivas positivas de la
gentrificación. Así, afirma que el imaginario sobre la gentrificación habría cambiado desde el
descubrimiento del acoso inmobiliario, el desplazamiento forzoso y los incrementos de
los alquileres hacia un imaginario de espectáculos callejeros, bares de moda y diversidad social.
Este y otros autores (Smith, Lees, Hammel, Atkinson, etcétera) se sitúan de esta manera en la
posición contraria a Butler o Florida, situando el foco sobre las consecuencias negativas de la
gentrificación. Entre estas suele citarse el desplazamiento de la población de bajos ingresos,
no obstante, hay toda una serie de temáticas asociadas a la gentrificación: el acoso inmobiliario,
los conflictos comunitarios, la perdida de vivienda asequible, la generación de personas sin techo,
la invisibilización de los grupos vulnerables, etcétera. Por ejemplo, respecto de la cuestión del
disciplinamiento y el control, que aparece en la intervención sobre tugurios, pero también en los
discursos sobre la mezcla social, existe un componente importante de criminalización de la
pobreza y de prácticas que tienen que ver más con la percepción de la inseguridad que con la
inseguridad en sí misma. Otros autores afirman que la desconcentración de la pobreza es un arma
para evitar que los pobres se organicen o para que supongan un problema, pero en ningún caso
evita la pobreza en sí.
Ante esto, un texto ya con algunos años, como el de Sabatini y su equipo (Sabatini et al, 2012),
aparentemente a contracorriente, planteando el predominio de una gentrificación
positiva, supone un punto de referencia inevitable a la hora de entrar en este debate en el
ámbito Latinoamericano. El artículo en cuestión señalaba la gentrificación en América Latina
como un hecho significativo pero notablemente diferente respecto de la forma que adopta en
los países centrales. La principal diferencia sería la existencia de una gentrificación que
no provoca expulsión, desarrollándose sobre terrenos baldíos fuera de las áreas centrales. Los
autores encuentran un buen argumento en el elevado peso de propietarios no capitalistas y en
la informalidad respecto de los usos del suelo, como una situación que reduce las posibilidades
de desplazamiento. De esta forma, la gentrificación ofrecería oportunidades para la
integración social, reduciendo la segregación residencial, identificada con una aproximación
geográfica entre grupos sociales (aparentemente compactos), que podría no obstante ser
abortada por el funcionamiento de los mercados de suelo.
Esta no es una posición aislada y dentro de ella caben bastantes matices. En el urbanismo
latinoamericano, fuera de los debates en torno a la gentrificación, la cuestión de la mezcla
social y de usos es un aspecto característico y un objetivo buscado dentro de los planteamientos
del “regreso a la ciudad construida”, con su foco de atención en los barrios centrales históricos y
con Fernando Carrión como autor referencial. Finalmente, dentro de las publicaciones en
castellano sobre gentrificación, un cierto número de ellas han llamado la atención sobre la
debilidad de los indicios de desplazamiento. Es el caso de Delgadillo o Lorenzen (2014) para los
casos de Ciudad de México y Morelos, y Lacarrieu (2014) para Buenos Aires. No obstante,
aunque se considera la ausencia de desplazamiento para ciertos casos, no se pone en duda para
otros, mientras que aún en ausencia de expulsión se apunta a la existencia de otras
consecuencias negativas para la población residente más humilde.
En las dos últimas décadas y media, uno de los aspectos más relevantes de la política urbana en
la Ciudad de México ha sido la atención prestada a la ciudad construida, frente a un periodo
anterior de enorme crecimiento periférico. Desde los primeros gobierno neoliberales, las
políticas regulatorias se han dirigido a otorgar un mayor peso al mercado (privatización del
suelo, eliminación de los controles a los arrendamientos) y a potenciar la reurbanización de las
zonas ya consolidadas de la ciudad. Antes y después, se han desarrollado proyectos de
urbanización que se dirigían en esta misma dirección, como los megaproyectos de Santa Fe o
Nuevo Polanco. Los mayores desarrollos se han dirigido a la reestructuración de piezas
amplias de la ciudad, incluyendo cambios en los usos del suelo, mientras que las colonias
centrales, generalmente arrastrando procesos de declive previo, han acogido importantes
inversiones y han atraído a nuevos vecinos de ingresos elevados. El caso del Centro Histórico
es paradigmático en cuanto a combinación de acción pública y privada, en el marco de un
planeamiento estratégico que buscaba la introducción de rentas medias en la zona y que
abanderaba la necesidad y posibilidad de una mezcla social que sirviera para mejorar las
condiciones de vida de la población humilde, además de hacer económicamente viable la
rehabilitación de la edificación.
Por otro lado, parece haber un gentrificación difusa, extendida por amplias zonas de la ciudad,
especialmente en las zonas de frontera entre el cono de altos ingresos, ubicado hacia el
suroeste, y el semianillo de vivienda popular, principalmente al norte y al este. Este proceso,
más difícil de delimitar, vendría apoyado por medidas regulatorias de fomento de la
densificación en áreas centrales (el conocido Bando 2), pero no sobre planes concretos,
desarrollado en base a iniciativas particulares de pequeños capitalistas y colonos de clase
media. Aquí son especialmente relevantes las colonias de la delegación central (Cuauhtémoc)
como Roma, San Rafael, Juárez y otras. Son estos, antiguos ensanches burgueses que fueron
entrando en declive, filtrados hacia grupos con menor poder adquisitivo a medida que la
centralidad y la vivienda de élite se desplazaban hacia el oeste sobre el boulevard de La
Reforma. Desde la década de los noventa en algunos casos, más recientemente en otros, estos
barrios se han convertido en zonas de moda, habitadas por clases creativas, negocios de diseño
y un considerable contingente de extranjeros con elevado poder adquisitivo.
Biliografía citada:
Atkinson, R. (2002) “Does gentrification help or harm urban neighbourhoods? An assessment of the
evidence-base in the contexto of the new urban agenda”. Research Paper, nº5, ESRC Centre For
Neigbourhood Research.
Bromley, R., Tallon, A. y Thomas, C. (2005) City centre regeneration through residential development:
Contributing to sustainability. Urban Studies, Vol. 42, Nº 2407.
Butler, T. (2007). “For Gentrification?”. Environment and Planning. Vol 39, pp. 162-181.
Cameron, S. (2003) Gentrification, Housing Redifferentiation and Urban Regeneration: `Going for
Growht´ in Newcastle upon Tyne. Urban Studies, Vol. 40, Nº 12, pp. 2367-2382.
Cameron, S. y Coafee, J. (2005) Art, Gentrification and Regeneration- From Artist as Pioneer to Public
Arts. European Journal of Housing Policy, Vol. 5, Nº 1, pp. 39-58.
Casgrain, Antoine y Janoschka, Michael (2013) “Gentrificación y Resistencia en las ciudades
latinoamericanas. El ejemplo de Chile” Andamios. Revista de investigación social, Vol. 10, nº 2219- 45.
Chaskin, Robert y Joseph, Mark (2013) “Positive gentrification, social control and the right to the city
in mixed-income communities: uses and expectations of space and place” International Journal of
Urban and Regional Research vol 37.2, 480-502.
Clark, E. (2005) “The order and simplicity of gentrification – a political challenge” en Atkinson, R. y
Bridge, G. (Eds) Gentrification in a Glboal Context: The new urban colonialism. Routledge, Oxon.
Contreras, Yasna (2011) “La recuperación urbana y residencial del centro de Santiago: Nuevos
habitantes, cambios socioespaciales significativos” Eure, vol. 37, nº 112, pp. 89-113
Davison, M. (2008) Spoiled Mixture: Where Does State-led Positive Gentrification End. Urban Studies,
Vol. 45, Nº 2385.
Davison, Mark y Lees, Loretta (2010) “New-Build Gentrification: Its Histories, Trajectories and Critical
Geographies” Population, Space and Place 16, pp. 395-411
Delgadillo, Víctor. “¿Gentrificación sin desplazamiento social?”, Ciudades, 2014, n. 103, pp. 2-9.
Florida, (2003) The rise of the creative class: And how it´s transforming work, leisure, community and
every day life. Nueva York: Basic Books, 2003.
Freeman, L. and Braconi, F. (2004) Gentrification and Displacement New York City in the 1990s.
Journal of the American Planning Association, Vol. 70, Nº 1, pp. 39-52.
Freeman, L. (2008) Comment on ´The Eviction of Critical Perspectives from Gentrification Research´.
International Jounal of Urban and Regional Research, Vol. 32, Nº 1, pp. 186-191.
Hackworth, J. y Smith, N. (2001) The changing state of gentrification. T ijdschrift voor Economische
en Sociale Geografie, Vol. 92, Nº 4, pp. 464-47.
Hamnett, C. (2003) “Gentrification and the middle-class remaking of inner London, 1961-2001”
Urban Studies, 40, pp.2401-2426
Hamnett, C. The new Mikado? Tom Slater, gentrification and displacement. City, 2009, Vol. 13, Nº
4, pp. 476-482.
Inzulza, Jorge (2012) “Latino Gentrification? Focusing on physical and socioeconomic patterns of
change in Latin America inner cities” Urban Studies, 49 (10) 2085-2107.
López Morales, E. y Meza Corvalán, D. (2015) “Regulaciones públicas y explotación de la renta de
suelo: el boom inmobiliariio de Ñuñoa, Santiago, 2000-2010” Economía, Sociedad y Territorio, Vol.
XV, núm 48, pp. 301-332.
López Morales, Ernesto (2009) “Gentrification by ground rent dispossession in Santiago de Chile”
International Housing Conference, 1-4 september 2009, Glasgow.
Sabatini, Francisco, Sarella, María y Vásquez, Héctor (2012) “Gentrificación sin expulsión, o
la ciudad latinoamericana en una encrucijada histórica” Arquitectura_arte_diseño 180, nº
24, Universidad Diego Portales.
Sabatini, Francisco, Vásquez, Héctor, Robles, Sarella y Rasse, Alejandra (2008) “Gentrificación sin
expulsión, fuerza de transformación de las ciudades latinoamericanas: datos e interpretación
para Santiago” en SABATINI, Francisco (Ed) ¿Cuán segregadas son las ciudades chilenas? Entre la
integración y la exlusión social. Santiago: INE-UC.
Slater, T. (2006) The eviction of critical perspectives from gentrification research. International
Journal of Urban and Regional Research, 2006, Vol. 30, pp. 737-57.
Slater, T. (2009) Missing Marcuse. On gentrification and displacement. City, 2009, Vol. 13, Nº 2-3.