Etapa Prerromana - Etimologias PDF
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de Hoz
Palaeohispanica 10 (2010), pp. 601-610
I.S.S.N.: 1578-5386.
1. INTRODUCCIÓN
1.1. Desde hace tiempo se ha venido repitiendo en las Historias de la Len-
gua Española que el léxico de origen prerromano en español es poco numero-
so debido al escaso prestigio de las lenguas de sustrato en la Península Ibérica
y a que éstas poseían un vocabulario muy restringido “propio de las culturas
menos desarrolladas de los pueblos que las utilizaban”.1 A la vez se ha consta-
tado en numerosas ocasiones el gran número de palabras españolas que no
cuentan con una etimología adecuada en latín ni en otras lenguas conocidas.2
Algunos estudiosos, sin embargo, han puesto de relieve recientemente los avan-
ces experimentados en el conocimiento de los sustratos peninsulares y han des-
tacado cómo todo ello debería quedar mejor reflejado en el ámbito de los
estudios dedicados a la historia del español.3
1.2. Lo primero que hay que recordar es que para poder establecer con cier-
to grado de verosimilitud la etimología de una palabra que nos permita afirmar si
es o no prerromana, habría que saber con qué lenguas nos estamos enfrentando y
cuántas son. Este es el primer y principal problema. Si a esto le sumamos el des-
conocimiento, a pesar de lo que se ha avanzado en muchos aspectos, de muchas
de las lenguas habladas en la Península Ibérica, no es de extrañar que los diccio-
narios sigan adjetivando como “oscuro, prob. prerromano”, la mayoría de las pa-
labras que no tienen etimología a partir de las lenguas conocidas.
1 Diez 1882, 76-77; Meyer-Lubke 1914; Menéndez Pidal 1940; García de Diego 1951, 11.
Pero v. Corominas 1976, 125, y Lapesa 1980, 36 y 50. También es un tópico la afirmación de que
el léxico prelatino se ha conservado especialmente cuando no existían palabras latinas para expre-
sar algún concepto, generalmente relacionado con la fauna o flora de la zona. Cf. Penny 1993, 232.
2 Lapesa 1981, 45; Cano Aguilar 1988, 21.
3 Echenique-Martínez 2005, 32 y ss.
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4 Para la historia de la cuestión puede consultarse Hübschmid 1960, 128 y ss.; Coromi-
nas 1976, 160 y ss.
5 Villar 2000, 408-414; Cf. Villar y Prósper 2005.
6 Aunque el término prerromano puede englobar, obviamente, a lenguas de colonización
como el fenicio o el griego, aquí utilizamos el término en el sentido de anterior a la latinización,
englobando tanto a lenguas indoeuropeas como no indoeuropeas.
7 Es frecuente encontrar el término preindoeuropeo para designar lo que no es de ori-
gen celta.
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8 Meier 1988; Oroz 1996; Villar 1999; De Hoz 2003a, 2003b, 2007.
9 Meier 1988, 86-94; Oroz 1996, 207; de Hoz 2003b, 81. Urium, corrugus, baluca se han
relacionado con la lengua indoeuropea meridional de Villar 2000, 404.
10 Villar 1995, 207, 212, 215, 231; Prósper 1997; también tocón, tocino relacionado con la
raíz *teu- ‘hinchar, abultar’ Villar 2001, 226.
11 Hubschmid 1960, 44 y ss.
12 Hübschmid 1960, 49. y recientemente, por Witczak 2004 y de Hoz 2007.
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13 Hay además de un Sarna en Avieno, arroyo de la Sarna (El Cerro de Andévalo, Huel-
va), fuente de la Sarna (Arévalo, Ávila), laguna de la Sarna (Bernuy-Zapardiel, Ávila), Ba-
rranco de La Sarna (Aroche, Huelva) y río de la Sarna (Santurde, La Rioja), Valdesarna
(Camprovín, La Rioja). También hay varios topónimos La Sarna en Granada, y arroyo del Sar-
no (Puebla de Guzmán, Huelva). Con ulteriores sufijaciones hay Sarnago (San Pedro Manrique,
Soria) de *Sarnako, La Sarnaga (Poyales, La Rioja), Sarnón (Outes, La Coruña), Sarnoso (Cam-
bre, La Coruña.
14 Pedrero 2005, 114. Para de Hoz 2007, 475, es mera casualidad la coincidencia del ape-
lativo sarna con los topónimos documentados, si bien reconoce que un desplazamiento semán-
tico de ‘fluir, brotar, erupción’ no sería impensable.
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cría en las peñas y en la corteza de los árboles’, o la ‘corteza del pino’ en Va-
lladolid. Además, en el norte de Burgos, roña es ‘sarro de los dientes’ y en al-
gunos lugares del Bajo Aragón ‘herrumbre u orín’. Por otro lado, ambas
enfermedades cutáneas están asociadas a la falta de higiene, de ahí la evolución
semántica en el caso de roña.
La etimología de la palabra roña dista mucho de ser clara. Corominas la
relaciona con el latín tardío aranea ‘herpes’ atestiguado en el médico del V
d.C. Casio Felix, forma que se habría conservado en el gallego raña. La pala-
bra castellana necesita de una forma *ronia o *runia cuya explicación a partir
de aranea es un tanto insegura. Se supone que habría sido influida por otra pa-
labra, rubea ‘roya’ o robigo ‘herrumbre’, cuya etimología en Corominas, tam-
poco es demasiado clara.
Covarrubias explicaba roña a partir del latín rodere ‘roer’ “porque va ro-
yendo la piel y la carne”, que si bien explica la deriva semántica, no explica las
formas romances. Lo curioso es que al igual que sucedía con sarna, el apelativo
roña está presente en diversos topónimos de origen hidronímico,15 sin que sea fá-
cil establecer la conexión entre el uso toponímico y su significado como apela-
tivo. A esta familia de términos habría que añadir roncha ‘bulto enrojecido que
se levanta sobre la piel’, que Corominas da como de origen desconocido.
La presencia semántica de ‘surco’ y ‘canal’ en el caso de ambas enfer-
medades nos lleva a pensar que pueda tratarse de una raíz usada en sentido
metafórico. En el caso de la sarna, está claro que el concepto de ‘surco’ o ‘ca-
nal’ ha estado ligado a su denominación. De hecho, creo que la palabra se ex-
plicaría correctamente desde el verbo latino sarrio, -ire o sario, -ire ‘cavar
surcos’ presente en Varrón 5.134. En los diccionarios etimológicos latinos no
se da explicación de este verbo, pero Pokorny lo incluye en la raíz *ser- ‘ca-
var surcos’, relacionándolo con ai. srní ‘hoz’, lat. sarculum ‘escardillo’ y con
alargamiento en -p, gr. ἅρπη ‘hoz’.16
En el caso de roña, hay que proceder de manera similar e intentar conju-
gar los datos semánticos con los fonéticos. Si postulamos que deriva de una for-
ma *runia se podría relacionar con el verbo lat. ruō ‘precipitarse, lanzarse’,
de una raiz *reu-/ru- que ha dado infinidad de derivados,17 entre ellos rutrum
‘azadón’. Evidentemente esta es también una raíz que ha dado hidrónimos, lo
15 Fuente Roña (Arévalo, Ávila); charco La Roña (Casavieja, Ávila), fuente de la Roña
(Nava de Arévalo, Ávila), arroyo de Roña y manantiales de Roña (Brihuega, Guadalajara); fuen-
te de Roña (Olmeda del Extremo, Guadalajara); fuente la Roña (Cuéllar, Segovia); fuente Ro-
ñas y arroyo Roñas (Anguiano, La Rioja). Vid. Villar 1996, 198.
16 Pokorny I 911.
17 Pokorny I 868.
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mismo que la raíz *ser- con el sentido de ‘fluir, brotar’, por lo que no es de ex-
trañar que encontremos derivados hidronímicos de ambas raíces.
Generalmente cuando un topónimo tiene forma y significado apelativo
suele pensarse que su origen está en el apelativo. En este caso, es difícil pen-
sar que se diera nombre a un río con el nombre de una enfermedad o de una
afección de la piel. Por lo que es preferible pensar que el apelativo ha evolu-
cionado semánticamente desde un significado concreto relacionado con los se-
dimentos, las impurezas, etc., a una designación por extensión de la
enfermedad. Por otro lado, dada la frecuencia de los dobletes rn/rr en palabras
de origen prerromano, no sería de extrañar que el vasco sarra- y el castellano
sarro sean formas relacionadas con la palabra en cuestión.
Es bien sabido que para establecer la etimología de una palabra no sólo
hay que explicar los pasos fonéticos y morfológicos que se han producido para
llegar a ella, sino también contrastar la evolución semántica de la palabra en
cuestión. En el caso de la sarna, su denominación ha de ser por fuerza meta-
fórica, a partir de conceptos que nada tenían que ver en principio.
Por otro lado, en las denominaciones vulgares de enfermedades cutáne-
as, que son las que se suelen apreciar a simple vista, no siempre es fácil dedu-
cir cuál ha sido el motivo de tal denominación. Así, hablamos de una
enfermedad llamada herpes porque se supone que “se extiende por la piel
(como una serpiente)”, de donde también sarpullido, o se llama habón a una
erupción cutánea que tiene forma de haba. Por ello, el hecho de que sus raíces
pertenezcan a la esfera de la hidronimia no tendría por qué sorprender. Lo que
está claro es que los diferentes hidrónimos Sarna y Roña no se llaman así por
las enfermedades cutáneas, sino por tener un origen hidronímico.
2.4. Otra palabra que debe ser considerada indoeuropea y relacionada con
la misma raíz hidronímica *ser-/sor-/sr- es charco. El propio Corominas s.u.
reconoce la relación con el vasco sarra y el castellano sarro, aunque la presenta
como una hipótesis aventurada. En este caso la dificultad reside en el origen de
la palatal africada que procedería de la s- inicial palatalizada, lo cual podría ex-
plicarse a partir de una influencia árabe.18 De hecho existe toponimia valen-
ciana con la forma Xarco dels Coloms. Por lo demás, la palabra no reviste
ninguna dificultad, puesto que designa al agua depositada en un hoyo del te-
rreno cuando llueve. La forma de la raíz indicaría que es el grado /o/ de la raíz
indoeuropea de la raíz indoeuropea *ser-/sor-/sr- “fluir, correr” en una lengua
con /a/ y /o/ confundidas en /a/, la lengua propia de los hidrónimos que Krahe
llamó antiguo europeo,19 con el sufijo adjetival -ko.
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BIBLIOGRAFÍA
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VIII CLCP: F. Villar y Mª P. Fernández (eds.), Religión, Lengua y Cultura Pre-
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Prerromanas de la Península Ibérica (Salamanca, 11-15 de mayo de
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