Formación Del Psicoteraputa Grupal

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Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq.

2019; 39(136): 117-142


doi: 10.4321/S0211-57352019000200006

La formación del psicoterapeuta grupal


Training in group psychotherapy

Rosa Gómez Esteban

Presidenta de la Sección de Psicoterapia de Grupo y Exsecretaria General de la Asociación


Española de Neuropsiquiatría y Profesionales de la Salud Mental (AEN). Didacta F.E.A.P.
Docente Área 3. Fundadora y Exsecretaria del Centro Internacional de Investigación en
Psicología Social y Grupal (CIR).

Correspondencia: Rosa Gómez Esteban (rosagomezesteban@gmail.com)

Recibido: 23/09/2019; aceptado con modificaciones: 30/11/2019

Resumen: En los servicios de salud mental de nuestro país se da un escaso desarrollo


de la psicoterapia en general, y de la psicoterapia de grupo, en particular. Estas caren-
cias generan la necesidad de mejorar la formación en psicoterapia de grupo de nuestros
psiquiatras y psicólogos, que ha de ser realizada siempre con metodologías grupales. La
psicoterapia de grupo es el instrumento terapéutico que posibilita elaborar el sufrimiento
de la población que atendemos, además de producir cambios subjetivos. Por ello, ha de
ser la estrategia de elección en las psicopatologías leves y moderadas, y en las graves,
combinada con psicoterapia, ya que, además, es la única estrategia terapéutica capaz de
resolver el alto número de personas que acuden a las consultas de la red de salud mental.
Finalmente, señalamos cuáles han de ser los pilares de la formación y, para resolver las
carencias en la formación de nuestros profesionales, proponemos un programa de for-
mación en psicoterapia de grupo para los futuros especialistas, psiquiatras y psicólogos.

Palabras clave: psicoterapia, psicoterapia de grupo, formación y supervisión, metodolo-


gías grupales.

Abstract: There is a lack of development in psychotherapy, particularly in group psycho-


therapy, in mental health services in Spain. The training of our psychiatrists and psycho-

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logists in group psychotherapy is of great importance, since it is a first-line treatment
choice in the case of mild and moderate psychopathology, and also in the severe one,
combined with psychotherapy. On the other hand, it allows to deal quickly and effectively
with the subjective suffering of the population we serve, and is the only therapeutic stra-
tegy capable of meeting the needs of the large number of people that seek our help. We
propose a training program in group psychotherapy, using group methodologies in both
supervision and training, and formulate a series of proposals to improve the training of
our professionals.

Key words: psychotherapy, group psychotherapy, training, supervision, group methodo-


logies.

Introducción

E n este trabajo describimos el concepto de “Clínica Grupal”, los cambios


que esta nueva clínica ofrece a los pacientes, profesionales y a la institución,
y planteamos algunas propuestas para incluir en los programas de formación de
los psiquiatras y psicólogos. La primera de ellas es la necesidad de incorporar de
manera regulada el aprendizaje de los grupos terapéuticos en la formación de resi-
dentes, incluyendo la formación en la observación y coordinación de grupos psi-
coterapéuticos a lo largo de los cuatro años de la residencia. La necesidad de una
formación teórica y técnica de los grupos es la segunda propuesta. Y la tercera, la
supervisión bien encuadrada de los grupos terapéuticos que realicen los residentes.
La supervisión clínica es imprescindible cuando realicen la función de co-te-
rapeutas, y más aún cuando ejerzan la función de coordinadores principales en el
último año de la residencia. La formación y supervisión ha de ser realizada prefe-
rentemente por profesionales bien formados en psicoterapia de grupo, que en un
futuro convendría que estuvieran acreditados por la AEN.
Para realizar estas experiencias clínicas, de formación y de supervisión, se
utilizarán metodologías grupales. Esta cuarta propuesta se realiza por el gran in-
terés de los aprendizajes en contextos grupales. En el artículo se hace referencia a
algunas de las principales metodologías grupales psicoanalíticas que tendrían que
incluirse en los programas de formación de los residentes.
En los programas de formación continuada para los que ya son especialis-
tas también se tendría que privilegiar la formación y supervisión de los grupos
terapéuticos. Lo grupal, los grupos terapéuticos, han de ser el instrumento im-
prescindible en la clínica, pero también para el funcionamiento y la buena diná-
mica institucional, ya que sabemos que el trabajo grupal ofrece las condiciones

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de posibilidad y facilita el desarrollo y la construcción del “equipo” dentro de la
institución.
La quinta propuesta tiene que ver con las bases de la formación del psico-
terapeuta grupal, para terminar con la propuesta principal: las líneas generales de
un programa de formación para psicoterapeutas grupales. Un programa que, por
supuesto, ha de ser adaptado para ser incluido en los Programas de Formación de las
Comisiones Nacionales de la Especialidad de Psiquiatría y Psicología.

1. La “Clínica Grupal” y los cambios que propone

La “clínica grupal” es un nuevo paradigma acerca de los procesos de salud y


enfermedad mental, y de la clínica terapéutica. Este nuevo modelo cuestiona el dis-
curso social de la medicina vigente, pues oculta la relevancia de las causas psicosocia-
les en el origen de estos procesos. Este nuevo paradigma realiza una crítica al modelo
biomédico que es predominante tanto en la formación que realizan los psiquiatras
y psicólogos como en la clínica, un modelo que reconoce básicamente los aspectos
biológicos y que influye de manera importante en el quehacer de los profesionales y
en las creencias de los pacientes acerca de la “enfermedad mental”.
Este nueva manera de pensar la clínica, en la que estamos reflexionando desde
hace varios años (1-3), tiene sus antecedentes históricos en la teoría grupal psicoana-
lítica operativa, el grupoanálisis y el psicodrama psicoanalítico. Nos basamos en los
autores de la línea operativa (Pichon-Rivière, Bion, Bauleo, Scherzer, Quiroga, entre
otros), de la grupoanalítica (Foulkes y otros) y de la psicodramática (O´Donnell,
Baudes de Moresco y Pavlosky, entre otros). Y tomamos aquellos conceptos de las
teorías grupales psicoanalíticas que nos ayudan a comprender y articular la clínica
del sujeto, lo vincular, lo grupal, lo familiar, lo multifamiliar y lo institucional.
Nos interesan las teorías grupales psicoanalíticas porque la teoría freudiana-la-
caniana nos ofrece las bases para pensar una psicología normal y una psicopatología
estructural. Nos ofrece el conocimiento para pensar la construcción del sujeto, que
no puede pensarse sin el Otro materno, sin el deseo de la madre que conlleva la
incorporación de la función paterna. Nos permite pensar que el sujeto se constituye
en la palabra, en la articulación de los deseos de los padres y en la red de vínculos del
grupo familiar. Es decir, en el interior de los vínculos familiares y grupales. La teoría
psicoanalítica, por otro lado, propone una psico(pato)logía cuyas diversas formas
clínicas dependen de los mecanismos defensivos y de la regresión alcanzada.
La concepción grupal operativa, que se basa en una psicopatología vincular y
grupal, es una de las bases más importantes en esta “clínica grupal”. En la clínica con
los grupos terapéuticos que realizamos, se trabaja sobre los vínculos actuales, sabien-
do que en estos están también presentes los vínculos primarios familiares. Y, dentro

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de ellos, el más significativo es el vínculo con la madre, que es el “protovínculo”,
como lo denominara Pichon, que, a su vez, es el modelo de los vínculos posteriores.
En la construcción del sujeto, la representación y simbolización de la ausencia
de la madre es fundamental, y esta dependerá del juego de presencias y ausencias que
vaya realizando el bebé. Se podrá construir un sujeto si la madre tiene un deseo por
el padre; es decir, el deseo de la madre por el padre le permitirá al bebé la incorpo-
ración de la función paterna y la entrada en el lenguaje. Este hecho es fundamental,
ya que si el significante del Nombre del Padre es rechazado, no se podrá construir el
sujeto y no podrá incluirse en el orden simbólico. Y en la clínica este rechazo, esta
forclusión, en palabras de Lacan, se mostrará como una psicosis.
El sujeto se constituye en las tramas identificatorias de la triangularidad edípi-
ca del grupo familiar. Se conforma en una estructura triangular en la que los deseos
de los padres y el vínculo establecido entre ellos son fundamentales. Pero también en
aquellas identificaciones y vinculaciones con las personas significativas de sus grupos
de pertenencia (hermanos/as, abuelos/as, etc.). Y aunque el sujeto se construya en las
redes vinculares de lo familiar, está fuertemente atravesado por los diferentes discur-
sos que corresponden al ámbito de lo social, comunitario e institucional.
Dicho con otras palabras, el sujeto se constituye en la internalización de la red
de vínculos del grupo familiar, que para Pichon conforma la trama del “grupo interno”
(que, a su vez, incluye los vínculos transgeneracionales a través de los cuales se trans-
miten “los secretos familiares” de las generaciones) (4). Esta red de vínculos constituye
nuestro “inconsciente”, que, aunque se observe en el sujeto y sea singular, es plural
también por la multiplicidad de vinculaciones. Es singular porque estructura al sujeto,
sus modos de vinculación con los otros y su modo de goce particular, pero es preciso
tener en cuenta que estos modos de vinculación están muy influidos por las relaciones
sociales, por lo social, que, a su vez, determina lo comunitario e institucional.
El “grupo interno” está abierto al exterior y en el grupo terapéutico se exter-
naliza en las relaciones con los otros participantes; es decir, en el grupo observamos
esta comunicación e interacción recíproca entre mundo interno y mundo externo.
En el proceso, los vínculos del grupo interno se transfieren y depositan sobre el
coordinador y los integrantes, y estos actúan como objetos transferenciales en el
aquí-ahora grupal. Estos vínculos internos, más o menos patológicos, se podrán
conocer y transformar a lo largo del proceso terapéutico, pero siempre que exista un
deseo de cambio en el sujeto.
Utilizamos el término “clínica grupal” en una conceptualización amplia, en
sus dos vertientes: la primera se refiere a un nuevo modo de pensar la enfermedad y
el tratamiento psicoterapéutico que permite abordar la multiplicidad de los factores
intervinientes en la causación de la psicopatología. Y la segunda, a un nuevo modelo
de organización de la asistencia, docencia e investigación.

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La clínica grupal se basa en una psicopatología de la vida cotidiana que sig-
nifica la “enfermedad” como la crisis de un sujeto en la que se muestra su división
subjetiva, sus modos de vinculación y su relación con los grupos de pertenencia. Una
crisis que, por otro lado, ha de ser entendida también como promesa de individua-
ción y maduración personal.
La clínica grupal es de gran interés por su potencia terapéutica debido a los
significativos factores terapéuticos grupales (5,6). Con ellos nos referimos a la ac-
ción del “grupo como agente terapéutico”. He subrayado los más significativos: el
encuadre grupal, el diálogo, la interacción y comunicación grupal, las transferencias
grupales, el discurso del grupo, la lectura de emergentes y, por supuesto, las dife-
rentes intervenciones e interpretaciones del equipo terapéutico (7). Dentro de estos
factores terapéuticos, incluimos también aquellas intervenciones de los pacientes
que producen efectos terapéuticos en los otros. Por otro lado, los momentos de
evaluación grupal también son factores terapéuticos específicos de “lo grupal” a
tener en cuenta.
La hipótesis en nuestra clínica grupal es que “la psicoterapia de grupo, por sus
potentes factores terapéuticos, ha de ser el tratamiento privilegiado para abordar la
complejidad de la mal denominada «enfermedad mental»”. Y ha de ser la estrategia
psicoterapéutica de elección, además de por su eficacia terapéutica (8), porque es la
única capaz de abordar el alto número de demandas que colapsan los servicios de
salud mental; es decir, por su eficiencia (9). En este nuevo paradigma de la clínica en
salud mental, el objeto de conocimiento es el grupo psicoterapéutico.

Nuestra Clínica Grupal propone varios cambios de posición:
1. El primero es el pasaje del paradigma biológico al biopsicosocial.
2. El segundo pasaje se refiere al síntoma: propone una transición desde la
clínica de la mirada a la escucha, es decir, del pensamiento acerca del sin-
sentido del síntoma a la búsqueda del sentido y del goce del sujeto.
3. El tercer pasaje se refiere a la relación terapéutica, una transición desde
el modelo autoritario/paternalista en la relación terapeuta-paciente a una
vinculación en la que las palabras del paciente sean las protagonistas, pero
también las del profesional.
4. El cuarto es el pasaje de lo individual a lo grupal. El tránsito desde una psi-
copatología individual a una psicopatología que incluye lo vincular, grupal
y social. Una psicopatología en el marco de una psiquiatría y psicología de
la vida cotidiana (siguiendo a Pichon-Rivière, Bion, Foulkes, Bauleo, De
Brasi, Kesselman, Caparrós, Quiroga, Scherzer y otros autores grupalistas
psicoanalistas).

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5. La paulatina transición de las psicoterapias individuales a las grupales, fa-
miliares y multifamiliares, ya que, siguiendo las ideas pichonianas, el sujeto
enferma en grupo (“el enfermo es emergente de su grupo familiar”) y, a su
vez, “el grupo es el agente terapéutico”.
6. El sexto se refiere al cambio de posición del coordinador del grupo. La
medicina le exige al médico que ocupe el lugar de la omnipotencia del
“saber”, le pide la curación del paciente. Sin embargo, en la Clínica Grupal
se propone que se ubique en el lugar de “no saber”, una posición desde la
que pueda escuchar el saber del paciente. Las palabras de este son funda-
mentales, porque es quien tiene el saber de su inconsciente. Centrarse en
esta posición evita que los profesionales oscilen entre la omnisciencia y la
impotencia, con la negación de lo que se sabe. Estas oscilaciones son más
significativas entre los profesionales que tienen menor experiencia clínica.
7. Lo grupal facilita el pasaje de la libido narcisista a la libido objetal/grupal;
y este factor terapéutico es muy importante en los grupos psicoterapéuticos
con pacientes que padecen un trastorno mental grave. Las patologías nar-
cisistas o con precariedad narcisística han sufrido una regresión de la libido
objetal al narcisismo. Y el grupo terapéutico, al promover los mecanismos y
dinámicas que disminuyen la regresión y facilitan el vínculo con los otros,
contribuye de manera importante a la mejoría del sujeto.
8. La coordinación de los profesionales con metodologías grupales favorece el
funcionamiento institucional y logra que el “agrupamiento de profesionales”
se transforme en “grupo” y este en “equipo”. Dicho con otras palabras, “lo
grupal” promueve el trabajo en equipo, lo que ofrece la posibilidad de que
los profesionales puedan hacerse cargo de la compleja tarea institucional.
9. El noveno cambio hace referencia al pasaje de las metodologías individuales
a la implementación de metodologías grupales en todas las actividades de
formación, supervisión e investigación de los profesionales de la red de sa-
lud mental.

2. El aprendizaje de los grupos psicoterapéuticos en los MIR y PIR

La psicoterapia de grupo ha de ser el eje del programa asistencial en los dispo-


sitivos de salud mental. Y el aprendizaje de la observación y coordinación de los gru-
pos psicoterapéuticos ha de ser central en el programa de formación de los residentes
(10). Los grupos psicoterapéuticos han demostrado ser instrumentos muy eficaces
para abordar la complejidad de los procesos de salud/enfermedad y para conocer los
factores disposicionales y desencadenantes que corresponden al campo de lo biopsi-

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cosocial (11,12). Asimismo, posibilitan a los residentes observar el “núcleo patoge-
nético” del sujeto, en palabras de Pichon-Rivière (13), y conocer la psicopatología,
la historia del sujeto y sus modos de vinculación.
Para los residentes, los grupos terapéuticos son espacios privilegiados para
observar el inconsciente, las relaciones interpersonales, los vínculos implicados en
el proceso de enfermedad y las experiencias vividas en la infancia del sujeto. Estos
grupos terapéuticos psicoanalíticos permiten observar lo más íntimo y descono-
cido para el sujeto. Y evidenciar, como descubriera Freud, que los procesos in-
conscientes son la causa de la formación de los síntomas que se padecen; siendo el
síntoma uno de los motivos de consulta que el autor señalara junto a la inhibición
y la angustia.
En estos grupos, el diálogo grupal posibilita la emergencia y el retorno de lo
reprimido y de lo que fue denegado o rechazado, lo que permite develar, por un
lado, el significado y, por otro, el “sinsentido” (en relación al goce displacentero) de
los síntomas. Los diálogos grupales permiten comprender al residente que la psico-
patología es emergente de la problemática personal y de las contradicciones y ambi-
güedades del sujeto. Pero que también es emergente de los conflictos interpersonales
y grupales. Y, asimismo, en estos grupos podrán internalizar que las relaciones inter-
subjetivas están siempre mediatizadas por el “grupo interno” del sujeto, y de ahí el
malentendido inherente a la comunicación.
En la observación de los grupos terapéuticos, los residentes pueden reconocer
la importancia de las separaciones, de las situaciones de pérdida, reales o fantaseadas
(una figura significativa familiar u otras relaciones afectivas, por ejemplo, amigos,
trabajo, ideales, etc.). Y observar que estas pérdidas son causa y desencadenante de
las denominadas “enfermedades mentales” y del padecimiento subjetivo. Y, asimis-
mo, que si hay una elaboración fallida de las pérdidas, surge la “enfermedad”, del
mismo modo que si en las relaciones interpersonales prima la incomunicación, los
mecanismos defensivos patológicos y la compulsión a la repetición.
El interés de la observación del grupo terapéutico radica en su propia espe-
cificidad y en que es un instrumento que hace posible percibir aquellos “objetos
de conocimiento” que no son visibles en otras estrategias terapéuticas. Los grupos
terapéuticos les permiten observar relaciones, vínculos, afectos y diferentes modos
de vinculación; así como diversos mecanismos defensivos que están en el origen de
las variadas psicopatologías: en la neurosis, la represión; en la psicosis, la forclusión;
y en los denominados trastornos borderline, la denegación. Asimismo, les permiten
percibir otros mecanismos que también son inconscientes para el sujeto (identifica-
ción, proyección e idealización, entre otros).
En estos grupos, los residentes pueden observar la división subjetiva entre
consciente e inconsciente, y pensar las crisis como emergentes de un proceso indi-

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vidual y grupal (pareja/grupo familiar/ grupo escolar o laboral, etc.). En el grupo
observan los relatos de aquello que conmueve y angustia a los pacientes, sus obsesio-
nes y desdichas; es decir, aquello que les afecta tanto en sus vidas cotidianas. Pueden
percibir aquellos afectos que preocupan, inhiben o paralizan a los pacientes; ya sea
la angustia, la ambivalencia, la agresividad, la culpa, los celos, la envidia, el sadismo
y el masoquismo, entre otros.
Pueden tomar conciencia de que la “intersubjetividad” está mediada por el
“grupo interno” de cada sujeto, y percibir como efecto los malentendidos frecuen-
tes en la comunicación. Pueden observar la multiplicidad de intersubjetividades
mediatizadas por las transferencias recíprocas de los sujetos. Y aprender que el pro-
nóstico de la psicopatología está en función del deseo de cambio del sujeto y de la
agilidad en la puesta en marcha de los instrumentos que ya se han mostrado más
eficaces y eficientes en su tratamiento.
La observación de los grupos psicoterapéuticos les permite conocer la relevan-
cia de la conversación y el diálogo grupal, y observar la emergencia del inconsciente
individual y del latente grupal. Les permite vivenciar una escucha que está más allá
de las palabras y diferenciar “el decir” del “dicho”. Les permite aprender a escuchar
y leer los emergentes, los significantes y la construcción de cadenas de significación
que serán leídas por el observador en la lectura de emergentes.
Durante los cuatro años de la residencia podrán aprender la función del equi-
po terapéutico. El rol del observador, en los dos primeros años, que es fundamental,
porque permite detectar los emergentes y observar las cadenas de significación y
cómo en su articulación se construye el “discurso grupal”. Este conocimiento es de
gran importancia para realizar después mejor su función de coordinador, que, al
tener menor distancia, en algunos momentos puede perder la necesaria distancia
terapéutica. El coordinador facilita y promueve las interacciones y comunicaciones
entre los participantes para que puedan surgir los emergentes individuales y del
grupo. Y al apoyar las elaboraciones grupales, sostiene el discurso grupal y también
los discursos individuales.
Estos dispositivos terapéuticos grupales son de mucho interés para los resi-
dentes, pues les permite observar el inicio, el desarrollo y el final de un proceso tera-
péutico, y cómo se va develando el latente grupal y las formaciones del inconsciente
de los sujetos. Insistimos en la importancia de la función del observador porque se
centra en la elaboración del “discurso grupal” y para ello ha de aprender a detectar
los emergentes grupales que le sirven para establecer las posibles cadenas de signifi-
cantes y los nuevos procesos de significación (14).
El coordinador y el observador, en un trabajo de equipo, colaboran para rea-
lizar la asociación de los emergentes; se trata de buscar el “hilo conductor”, del que
se ha de tirar hasta la finalización del grupo. El observador en el encadenamiento de

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las cadenas significantes conseguirá que emerja el “discurso grupal” de cada sesión.
Y, a su vez, estos discursos irán formando cadenas de significación en las sucesivas
sesiones grupales, que en su articulación producirán el discurso de ese grupo con-
creto. Este discurso producido a lo largo del proceso es un producto singular que se
ha ido construyendo a lo largo de su devenir.
Dicho con otras palabras, los residentes aprenderán que el diálogo entre los
participantes junto a las intervenciones del equipo generan discursos individuales
y grupales que posibilitan el develamiento de la latencia grupal y la emergencia de
lo reprimido, no pensado, no dicho o no realizado por el sujeto. Y, asimismo, que
los grupos terapéuticos facilitan las articulaciones sucesivas entre mundo interno
y externo, y entre el tiempo subjetivo y objetivo. De este modo, los participantes
pueden incorporar el pasado al presente y tomar conciencia de la situación, ya que
en este trabajo de elaboración grupal e individual adviene el sentido/“sinsentido” de
lo que produce sufrimiento al sujeto.
La observación de grupos terapéuticos en los dos primeros años de la residen-
cia y la coordinación en los dos últimos permite conocer la potencia terapéutica de
estos dispositivos; es decir, les permite observar su interés para el cambio subjetivo.
Pero la observación y coordinación de estos grupos también les permite vivenciar
que estos tratamientos psicoterapéuticos facilitan la mejor organización de la asis-
tencia y la respuesta a la demanda de psicoterapia de los pacientes. El mayor uso
de estos instrumentos terapéuticos les permite vivenciar que a mayor diversidad de
los dispositivos grupales, mejor es la atención a la salud mental de la población. Y,
asimismo, les hace constatar que, al abordar mejor las demandas de los pacientes,
los resultados mejoran, al disminuir el número de incumplimientos y abandonos
en los tratamientos.
En resumen, observar estas prácticas grupales permite a los residentes obser-
var la eficacia y eficiencia de los grupos psicoterapéuticos, familiares y multifamilia-
res; es decir, les permite reconocer la potencia terapéutica de la psicoterapia grupal.
En estos grupos observan la mejoría de la psicopatología y de las problemáticas
de los pacientes y, en muchos casos, los cambios subjetivos de los integrantes. Su
participación en los grupos psicoterapéuticos les permite conocer su función insti-
tuyente, al promover la relevancia de la palabra y la escucha, y la necesaria relación
con el otro.
Los grupos psicoterapéuticos cumplen una función instituyente porque pro-
mueven vínculos más saludables y terapéuticos que facilitan también el pasaje a un
funcionamiento en equipo. Es decir, ayudan a crear las condiciones que posibilitan
un ambiente institucional más terapéutico, y a que la institución vaya organizándo-
se alrededor de un trabajo en equipo.

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3. Las Metodologías grupales en la Formación teórico-técnica y en la
Supervisión de los grupos terapéuticos

El proceso de formación del terapeuta grupal ha de ser un aprendizaje subje-


tivado, y ello implica un compromiso personal, ya que no es una mera acumulación
de conocimientos de los contenidos de un programa. Es una experiencia vivencial
que promueve las integraciones progresivas del pensamiento/afecto y acción. Este
aprendizaje subjetivado les permitirá articular la teoría y la práctica, que con fre-
cuencia están muy disociadas entre los profesionales. El objetivo que proponemos en
nuestros grupos de formación y supervisión de la psicoterapia de grupo es “aprender
a pensar”, siguiendo a Pichon-Rivière, ya que es el único camino que posibilita la
elaboración de la tarea clínica e institucional.
Proponemos una formación/aprendizaje que incluya los aspectos teórico-téc-
nicos y los afectivos, es decir, los fenómenos transferenciales que se dan en el vínculo
entre el terapeuta y el paciente, ya que en los grupos, por la multiplicidad de perso-
najes que entran en escena, la relación transferencial se complejiza mucho. El apren-
dizaje para esta clínica grupal ha de incluir aquellos conocimientos que habiliten
para el ejercicio profesional, pero también requiere tomar conciencia de los afectos
que se ponen en juego en el profesional en la relación con sus pacientes.

a) Las metodologías grupales


En estos procesos de formación privilegiamos las metodologías grupales por-
que posibilitan que los jóvenes profesionales conozcan la condición humana y el
sufrimiento psíquico y colectivo. La propuesta es que en estos grupos se realice un
aprendizaje vivencial y experiencial que facilite la apertura de pensamiento y una
forma diferente de pensar que permita la integración progresiva de los conceptos.
Este modelo de aprendizaje permite articular las experiencias prácticas grupales con
los conceptos teóricos. Dicho con otras palabras, esta formación/aprendizaje incide
en la articulación entre lo intelectual y afectivo, en la disminución de las negaciones
y disociaciones, en la detección de las dificultades y contradicciones, para que todo
ello revierta en una mejor integración entre pensamiento/afecto y acción.
Las metodologías grupales son excelentes para abordar los aspectos clínicos y
los correspondientes al campo transferencial, es decir, las transferencias afectivas del
paciente y del profesional que se ponen en juego en el vínculo. Las articulaciones
teóricas y afectivas precisan la conexión entre mundo interno y externo, y entre el
pasado y el presente del aquí-ahora grupal.
El objetivo es el aprendizaje sobre “las relaciones, interacciones y comunica-
ciones con los pacientes”, pero también sobre los vínculos que se generan “entre”
ellos en el grupo. Y este saber solo puede aprehenderse en la relación “entre” unos

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y otros, en experiencias grupales que posibiliten los vínculos y el aprendizaje sobre
ellos. Se trata de investigar sobre los “entres”, es decir, sobre lo que se juega “entre”
un sujeto y otro, y sobre aquello que se moviliza “entre” el sujeto y el grupo.
Las metodologías grupales posibilitan analizar las resistencias epistemológicas
y epistemofílicas. Las epistemológicas se refieren a las dificultades en relación con la
teoría, que pueden manifestarse a través de la idealización o desvalorización de los
textos (“antes odiaba los textos porque me resultaban incomprensibles”). Y las epis-
temofílicas, que están en relación con los obstáculos afectivos de cada uno y que se
movilizan en función de la enfermedad, el paciente, la familia y la institución.
En el proceso grupal se aprehende acerca de la multiplicidad de vínculos que
se van generando entre unos y otros. Son vínculos transferenciales múltiples que
corresponden a diferentes niveles: el de la horizontalidad, entre los compañeros;
la verticalidad, con el equipo terapéutico; la circularidad, en la vinculación con el
grupo; los que se dirigen a lo transgeneracional y social; y, asimismo, aquellas trans-
ferencias que se dan en relación a la tarea. Por otro lado, el equipo terapéutico tendrá
que analizar también el vínculo intertransferencial, es decir, el que surge “entre” los
profesionales del equipo terapéutico, ya que este vínculo, si es problemático, puede
influir mucho en la dinámica grupal.
Esta formación/aprendizaje trata de ir, en movimientos sucesivos, desde la
práctica grupal a la teoría, y viceversa. Este camino permite establecer una relación
dialéctica entre la teoría y la práctica, realizar una praxis que permite acercarse e
incorporar el objeto de conocimiento para transformar la realidad. Es una forma-
ción que investiga la psicopatología y problemática del paciente, pero también los
movimientos transferenciales recíprocos que se ponen en juego en el vínculo transfe-
rencial. Es decir, que trabaja sobre los modos de relación, afectos, fantasías, miedos y
temores del paciente, pero también los que se ponen en juego en el terapeuta.
En estos grupos de formación/ aprendizaje, los profesionales toman conciencia
de la hiperexigencia hacia sí mismos y hacia los otros, y de sus temores más frecuen-
tes: exponer sus sentimientos, ser cuestionados, hacer el ridículo, ser enjuiciados
por los otros, ser excluidos, no ser queridos…. Este análisis de las transferencias del
profesional es fundamental para que puedan establecer un vínculo más terapéutico
con el paciente. En estos grupos se investigan las problemáticas del paciente y sus
fantasías y temores en relación a la enfermedad y tratamiento. Y, a su vez, en los
profesionales, las interacciones y vínculos con la enfermedad, el paciente, la familia,
el equipo y la institución.
Insistimos en que es una formación que no se centra solo en el conocimiento
de la enfermedad y que su gran interés es que dirige la mirada al ser persona del
paciente y a los modos de relación del profesional. Este aprendizaje proporciona el
conocimiento acerca de la psicopatología y la estructuración psíquica del paciente;

La formación del psicoterapeuta grupal 127


pero también la posibilidad de sensibilizarse con el propio inconsciente y el de los
otros. Y, a su vez, permite conocer el funcionamiento de la dinámica grupal y cómo
esta influye sobre los sujetos. Esta interrelación de saberes facilita el propio cuestio-
namiento y una mejor discriminación de los otros. En los encuentros y desencuen-
tros sucesivos, los participantes irán logrando una mejor construcción de su identi-
dad personal y profesional; es decir, de su identidad como psicoterapeutas grupales.
Estos grupos de formación, al inicio, promueven los movimientos de identi-
ficación para después estimular los de diferenciación y discriminación. Y estos su-
cesivos movimientos de identificación y desidentificación promueven identidades
más flexibles y con menos certezas. Dicho con otras palabras, al ser una formación/
aprendizaje que incluye la “otredad”, se facilita el reconocimiento y elaboración de
“las diferencias”, que tantas tensiones y dificultades generan en los vínculos y en los
grupos. Y este proceso de elaboración de las diferencias es un eje central, pues permi-
te la transformación de las “transferencias de afectos” en “transferencias de trabajo”.
Otro hecho importante es que en estos grupos se da también un “enseñaje”,
que es un neologismo resultante de los significantes “enseñanza” y “aprendizaje”, en
palabras de Bleger (15). Es un enseñaje porque en la experiencia grupal aprenden
los participantes, pero también los coordinadores del grupo. En este intercambio
recíproco, el equipo coordinador también aprehende la multiplicidad de relaciones
y de transferencias grupales e individuales.

b) Los grupos Balint, los grupos psicoanalíticos operativos, el grupoanálisis y el


psicodrama
Las teorías y metodologías grupales psicoanalíticas más recomendadas son los
grupos Balint, los grupos psicoanalíticos operativos, el grupoanálisis y el psicodra-
ma. Los grupos Balint (16, 17) surgen a partir de los años 60 del siglo pasado, con
el objetivo de analizar la práctica clínica cotidiana de los médicos. En los grupos
Balint se realiza básicamente un trabajo individual en grupo, se expone la historia del
tratamiento de algún paciente y se analizan las dificultades generadas durante el pro-
ceso. Cada médico aporta también los afectos y sentimientos movilizados frente al
paciente, la enfermedad y el tratamiento, y posteriormente se debate entre todos los
profesionales. El interés de estas experiencias es que permiten analizar la transferen-
cia de pacientes y médicos, lo que produce efectos terapéuticos en los participantes.
La metodología operativa (18) es creada por Pichon-Rivière a mediados del
siglo pasado. Es un modelo de trabajo que permite trabajar tanto los factores indi-
viduales como los grupales y sociales implicados en el proceso de salud/enfermedad.
En este modelo grupal, el eje nuclear es la tarea, que se explicita al inicio de los
grupos y es el trabajo sobre los obstáculos teóricos y afectivos que se movilizan a lo
largo del proceso grupal. Esta metodología realiza grupos heterogéneos con todos los

128 Rosa Gómez Esteban


profesionales que trabajan en la institución, facilitando los pasajes de “agrupamien-
to” a “grupo” y después a “equipo multidisciplinar”. La constitución de un “equipo
interdisciplinar” supone mayor complejidad.
El aprendizaje de esta metodología durante la formación es de gran interés
para la realización de grupos psicoterapéuticos/familiares y multifamiliares en los
dispositivos de salud mental. En esta teoría, el “grupo” es el principal agente tera-
péutico y de cambio para los sujetos. Estos grupos de formación junto a las prácticas
grupales permiten aprehender la función del coordinador y observador en los grupos
terapéuticos y la modalidad de sus intervenciones e interpretaciones. Es decir, cuán-
do intervenir sobre lo grupal, lo vincular o lo individual (19, 20).
En la teoría psicoanalítica operativa, uno de los principales conceptos es el de
“emergente” (21). La horizontalidad del grupo y la verticalidad del sujeto se ma-
nifiesta en los emergentes grupales, vinculares o individuales. Los MIR y PIR en
estos grupos aprenden a detectar los emergentes y a conocer la función del equipo
terapéutico. Pueden observar que el coordinador se guía por el análisis de las ambi-
güedades y contradicciones de los participantes para lograr el objetivo de integrar el
pensar/sentir y el hacer.
Estas experiencias grupales les permiten observar cómo el coordinador en
sus intervenciones promueve los sucesivos movimientos desde la grupalización de
contenidos a la singularización de las problemáticas de los participantes, y desde
la singularidad a la grupalidad. Decíamos que en sus intervenciones promueve los
movimientos sucesivos desde la identificación a la desidentificación y viceversa; lo
que reafirma las identidades personales de los sujetos que conforman el grupo; y que
el aprendizaje del rol de observador es fundamental, porque es quien construye el
“discurso grupal” (22) y lo explicita en su “lectura de emergentes”. En estos grupos
observarán que las intervenciones del equipo coordinador apuntan a la elaboración
de los temores y fantasías de los profesionales, ya sean frente al enfermo (la sexua-
lidad, la agresividad y el suicidio), la enfermedad (grave, crónica o terminal) o la
institución.
Respecto al grupoanálisis (23-25) y al psicodrama (26-29), son dos teorías y
metodologías grupales de gran interés, y referencias fundamentales para la forma-
ción grupal.
Estas cuatro teorías y metodologías ofrecen un dispositivo de formación gru-
pal, un entramado vincular que posibilita tomar como objeto los diversos vínculos
que se producen entre los participantes en los diferentes encuentros, en una interac-
ción constante entre mundo interno y externo. Una trama vincular que se produce
durante el proceso, en este “interjuego” entre vínculos internos y externos, y que
permite contener los movimientos pulsionales y, asimismo, escenificar y dramatizar
la fantasmática de cada uno en el grupo real.

La formación del psicoterapeuta grupal 129


El interés de estas metodologías grupales reside en que permiten la observación
de los fenómenos inconscientes. Y algunas posibilitan también la observación del laten-
te grupal, del funcionamiento del grupo, con sus movimientos de cambio y resistencia.
Estas teorías más grupalistas permiten percibir aquellos movimientos espaciales y tem-
porales que se producen de la grupalidad a la singularidad y viceversa, y cómo estos son
influidos por lo institucional y lo social. Los movimientos sucesivos y recíprocos entre
la grupalidad y la singularidad, con la paulatina inclusión de los aspectos subjetivos del
profesional, permiten lograr la articulación entre la teoría y la práctica clínica.
Para la mejor comprensión de la subjetividad y grupalidad, se deben tener en
cuenta los fenómenos en espejo, resonancia y consonancia, y también los de iden-
tificación y compulsión a la repetición. La “compulsión a la repetición” se refiere a
cómo el sujeto repite aquello que le hace sufrir, y permite a Freud descubrir el “Más
allá del principio del placer”, la pulsión de muerte. Es la repetición de lo displacen-
tero, del “goce” para Lacan, y lo que está en el núcleo del síntoma. Es la expresión de
la pulsión de muerte alojada en el interior de los individuos, de gran interés también
para nuestro campo grupal, ya que se aloja en el interior de los individuos y grupos,
pero también de las instituciones y de lo social.
Las metodologías grupales en la formación y supervisión son imprescindibles
porque permiten reflexionar sobre las complejas problemáticas del paciente, las fa-
milias, los grupos y las instituciones. Y también posibilitan la subjetivación de los
obstáculos teóricos y afectivos en la práctica clínica. Es una reflexión acerca de los
diferentes niveles, lo intrapsíquico, lo intersubjetivo, lo grupal y lo familiar-trans-
generacional (los “secretos familiares”), sin olvidar la incidencia de lo institucional
y social. Estas experiencias grupales permiten, a su vez, vivenciar la constitución, el
funcionamiento y el enriquecimiento del grupo, lo que facilitará posteriormente el
trabajo en “equipo” en las instituciones.

4. La Supervisión grupal de los residentes y en la formación continuada

Las actividades de supervisión han sido muy reconocidas en la formación de


los profesionales de los servicios públicos de salud (30), tanto en Europa como en
EE. UU. Hace muchos años, Sadock y Kaplan las recomendaban por sus buenos
resultados en la práctica clínica. En nuestro país, el Programa Docente de Especiali-
dades recomienda a los residentes participar en “experiencias de grupos verbales” con
el objetivo de explorar la dinámica de las relaciones interpersonales.

a) La supervisión grupal de los residentes


Los grupos de supervisión son un instrumento esencial tanto en la formación
de los MIR y PIR como en la formación continuada. Estos grupos son necesarios

130 Rosa Gómez Esteban


por la complejidad del trabajo del terapeuta grupal, que supone un contacto diario
con la enfermedad, los conflictos, la sexualidad, la agresividad y la muerte, y por ello,
estos espacios grupales han de ocupar un lugar relevante.
En estos grupos se analiza al paciente y su relación con la enfermedad y los vín-
culos recíprocos entre terapeuta-paciente, con el equipo y la institución. El análisis
de estos vínculos es fundamental, porque, como constatamos en nuestro trabajo de
investigación (31), los afectos que se generan “en” y “entre” el terapeuta y el paciente
son muy importantes. Y también los que se producen en relación con la enfermedad,
el equipo y la institución.
En ese trabajo concluía que las ansiedades y angustias del médico, derivadas
de su práctica clínica, son altas en un 20% y en un 70% moderadas, y que las más
importantes se derivaban de la relación con el paciente y de su escasa formación en la
relación médico-paciente. Por otro lado, encontré que el funcionamiento en equipo
era un factor protector muy importante para disminuir la ansiedad de los médicos,
y que si no se daban unas buenas circunstancias en el equipo, la angustia del profe-
sional con los “pacientes difíciles” podía llegar a la inhibición y al bloqueo. Es decir,
que si las ansiedades y angustias se incrementaban, podían desarrollarse conductas
obsesivas y fóbicas con la evitación del contacto con el paciente.
Un grupo de supervisión es un “espacio de reflexión y análisis sobre los aspec-
tos clínicos e institucionales”, como dice Irazábal (32). Mi experiencia con grupos de
supervisión se inició hace varios años con los residentes en Leganés, y con el doctor
Melendo. Eran grupos que realizábamos en el marco de los programas de docencia
de la zona sur; y en estos últimos años hemos vuelto a retomar la experiencia con
muy buenos resultados. En estos grupos, los MIR, PIR y EIR pueden reflexionar
sobre el caso clínico (personalidad, demanda, psicopatología, factores desencade-
nantes, posibles diagnósticos) y acerca de las diversas estrategias e indicaciones te-
rapéuticas. Y, asimismo, se reflexiona acerca de las dificultades en la relación con el
paciente, los compañeros y la institución. Estos espacios son imprescindibles, pues
posibilitan la investigación sobre la problemática del paciente, pero, a diferencia de
la supervisión individual, en estos la profundización es mayor debido a las aporta-
ciones de las diferentes miradas de los profesionales.
Utilizamos la teoría psicoanalítica operativa (33) porque apoya una reflexión
orientada desde la práctica hacia la teoría, y viceversa, en una espiral continua de
aprendizaje, como señalaran Pichon-Rivière y Bauleo. En la supervisión, el profesio-
nal expone cualquier material que le suscite interés, curiosidad o preguntas; que le ge-
nere algún malestar, temor o miedo; o que haya generado algún desencuentro o afec-
tos inquietantes, por ejemplo, angustia o depresión. Los residentes también pueden
aportar entrevistas de evaluación, pacientes complejos, situaciones o escenas temidas,
problemas institucionales o conflictos en la relación con el tutor o compañeros, etc.

La formación del psicoterapeuta grupal 131


El profesional puede exponer el caso y posteriormente, en el momento del de-
bate grupal, además de conversar sobre la clínica, puede expresar los afectos que han
surgido en la relación terapéutica, con el equipo y la institución. El interés de estos
grupos es que promueven y facilitan el aprendizaje de las diversas tareas clínicas, ade-
más de estimular su deseo de ser terapeutas. En ellas aprenden las tareas referentes a
la evaluación, el diagnóstico y el planteamiento terapéutico, que estará siempre en
relación a la demanda del paciente y a los recursos de la institución y del profesional.

b) La supervisión en la formación continuada


Las experiencias de supervisión en la formación continuada son imprescindibles
para abordar la complejidad de la tarea y poder enfrentarse a la psicopatología y el sufri-
miento humano. El trabajo grupal, que, como señalábamos, es una visión enriquecida
por la interdisciplinariedad de los diferentes profesionales, les permite observar desde
diferentes puntos de vista las problemáticas del paciente. Por otro lado, las supervisio-
nes institucionales tienen gran interés porque, al explorar la dinámica del grupo y de
la institución, se obtiene un “plus”, que es el aprendizaje en el trabajo de equipo. Estos
grupos mejoran el funcionamiento grupal porque facilitan un posicionamiento más
activo de sus miembros. Y esta mejor ubicación les posibilita el desarrollo de objetivos
y tareas, y una mejor integración de las mismas dentro de la institución.
Los grupos de supervisión en la institución facilitan mucho la creación de
ambientes institucionales contenedores y acogedores para las personas que nos
consultan y demandan ayuda. Porque estos espacios ayudan a elaborar los temo-
res, resistencias y ansiedades derivadas de cada rol profesional. Y, de este modo, se
disminuyen las ansiedades paranoides y se posibilita la elaboración de las pulsiones
destructivas que están presentes en todos los grupos, instituciones y colectivos.
La supervisión produce efectos terapéuticos en la institución, tanto en los pro-
fesionales como en los pacientes. Y, al posibilitar relaciones, interacciones y vínculos
más saludables, se generan las condiciones para la creación de ambientes más tera-
péuticos en la institución. Dicho con otras palabras, los efectos terapéuticos sobre los
participantes producidos por la supervisión generan instituciones más contenedoras y
acogedoras para los pacientes. Y, asimismo, estas dinámicas nuevas institucionales ani-
man a los profesionales a tener posiciones más instituyentes dentro de la institución.
En las dos últimas sesiones de los grupos, el encuadre anual de la supervisión
da un lugar relevante a la “evaluación”. Al igual que en los grupos de formación, es el
momento de la evaluación del proceso por los profesionales. Es una valoración de lo
que ha significado la experiencia vivida, tanto respecto a los aspectos clínicos e institu-
cionales como a los subjetivos. En estos últimos años he incluido la evaluación dentro
de los factores terapéuticos grupales, ya que me parece que es un elemento importante
en la evolución de los grupos terapéuticos, y en los de formación y supervisión.

132 Rosa Gómez Esteban


Los momentos de evaluación ayudan a la elaboración de los duelos que se
tienen que realizar, entre ellos, los momentos de separación y finalización del grupo.
Un aspecto de gran interés en estos grupos, como hemos señalado, es que permiten
realizar la elaboración de los duelos por la omnisciencia, la omnipotencia, los ideales
y la exigencia de perfección; unas problemáticas que son frecuentes en los profesio-
nales, sobre todo, en los más jóvenes. En nuestra experiencia hemos observado la
necesidad de trabajar estas cuestiones porque entre los profesionales es común la alta
exigencia, que puede ser causa de inhibición y parálisis frente a la tarea.
Si en la institución no es posible realizar actividades de supervisión, se deberían
potenciar las sesiones clínicas, ya que son espacios que permiten pensar en común el
trabajo clínico, y además ayudan a mejorar la dinámica institucional. El intercambio
de la clínica de los sujetos, de los grupos y de las familias favorece la interacción, co-
municación, cohesión y solidaridad entre los miembros de la institución. Esta puesta
en común permite acceder a una mayor integración de los aspectos disociados de
los pacientes y las familias, aspecto que con frecuencia no es abordado en nuestras
instituciones. Y este objetivo es de mayor interés con los pacientes graves, al tener
una estructuración psíquica muy fragmentada y un funcionamiento muy disociado.
La supervisión en la formación continuada es un gran instrumento porque
integra al equipo y facilita las diversas tareas de los profesionales, entre ellas, las
clínicas. Pero siempre que sean supervisiones con encuadres razonables en el tiempo
y coordinados por profesionales formados en teorías y técnicas grupales. Ya que, de
este modo, se posibilitarán los cambios que permitan los pasajes sucesivos desde el
“agrupamiento” al grupo organizado y después al equipo. En estas transformaciones
de la organización grupal se posibilita la emergencia de objetivos, tareas y roles dife-
renciados, complementarios y no suplementarios, que van variando en función de la
tarea. A lo largo del proceso se conformará una “estructura grupal” que será capaz de
contener los movimientos pulsionales de los participantes, y los del grupo.
Otro aspecto significativo de la supervisión en la institución es que disminu-
ye los mecanismos defensivos frente a “lo grupal”. Y esto permite aprender sobre
el funcionamiento y los mecanismos grupales, lo que, a su vez, tiene como efecto
un aprendizaje del trabajo en equipo. Los grupos de supervisión, a su vez, generan
las condiciones de posibilidad para la elaboración de un E.C.R.O. (esquema, con-
ceptual, referencial y operativo) común. Y este esquema referencial va a facilitar las
percepciones y elaboraciones de las problemáticas de los pacientes y de los conflictos
generados entre los participantes.
Insistimos en que el trabajo grupal compartido entre todos los profesionales
permite construir un E.C.R.O. común que posibilitará el abordaje de la tarea del
equipo e ir reformulándola a lo largo del devenir institucional. Subrayamos también
que la supervisión facilita la elaboración de las angustias, tensiones, conflictos y

La formación del psicoterapeuta grupal 133


rivalidades que genera el trabajo en equipo, lo que permite abordar la complejidad
de las diversas tareas en los dispositivos de salud mental. La necesidad del trabajo
en equipo la hemos constatado y evidenciado como la mejor estrategia frente a la
angustia y los afectos que se movilizan frente a la tarea asistencial (34).
Me gustaría denominar a este tipo de supervisión “grupos de reflexión ins-
titucional”, porque son espacios privilegiados para reflexionar y aprender sobre el
paciente, las transferencias, la clínica grupal, los grupos terapéuticos, la institución
y la influencia de la práctica clínica en la salud. Estos grupos, una vez elaboradas las
ansiedades paranoides iniciales, facilitan la cohesión, comunicación, pertenencia y
pertinencia entre los profesionales; y de este modo consiguen lograr un trabajo en
equipo. Las ansiedades y angustias persecutorias serán mayores cuanto menor sea la
instrumentación de los terapeutas, y estas irán disminuyendo cuanto mayor sea la
pertinencia y pertenencia al grupo.
Este trabajo común permite la reflexión sobre las nuevas necesidades, patolo-
gías y demandas de los pacientes, y el mayor conocimiento de los procesos y estra-
tegias de intervención más eficaces y eficientes en los servicios de salud mental. Esta
elaboración conjunta del equipo es fundamental en los trastornos mentales graves,
pues permite abordar mejor los diversos aspectos de la realidad del paciente; es decir,
los aspectos intrapsíquicos e interpersonales, los médicos y de rehabilitación, los
jurídicos y administrativos, y aquellos de procedencia social.
En resumen, la formación y supervisión grupal de las tareas clínicas e insti-
tucionales ofrece un “plus”, que es el trabajo en equipo. Las metodologías grupales
permiten la observación de los diferentes modos de relación y transferencias de los
pacientes y de los profesionales; lo que favorece la discriminación y la diferenciación
de los participantes. En el equipo, la interrelación de las diferentes miradas permite
una mejor percepción de la realidad, de la diversidad de los pacientes, de las enfer-
medades, de los tratamientos y de las instituciones. Los diferentes encuentros pro-
mueven la mayor profundización en las demandas, problemáticas y psicopatologías.
“Lo grupal”, con sus efectos de aprendizaje y terapéuticos, va a facilitar el reco-
nocimiento de la relevancia de las psicoterapias grupales y de su imperiosa necesidad
como estrategia terapéutica en los servicios de salud mental.

5. Bases de la formación del psicoterapeuta grupal

Como señalábamos anteriormente, hemos realizado grupos de formación y


supervisión con los residentes en el Instituto Psiquiátrico José Germain de Leganés
y en el Hospital de Móstoles, dentro del programa de formación de los residentes.
Asimismo, hemos formado a los residentes en los centros de salud mental (CSM),
observando grupos terapéuticos y enseñándoles la función de observación, ya que,

134 Rosa Gómez Esteban


al no estar regulada la formación en psicoterapia, y menos aún la de psicoterapia
grupal, no se les podía ofrecer que fueran coordinadores del grupo terapéutico.
En base al trabajo como psicoterapeutas grupales durante largos años y a este
trabajo de formación con los residentes MIR y PIR, podemos decir que la formación
del psicoterapeuta grupal es un largo proceso de aprendizaje y de transformación
subjetiva que ha de basarse en los siguientes pilares:
1.- La experiencia práctica en grupos psicoterapéuticos, en los roles de ob-
servación y coordinación. Estas prácticas grupales han de ofrecerse a los
residentes organizadas en el CSM dentro de su “Programa de Psicoterapia
de Grupo”. Los primeros seis meses, o el primer año, como observador; el
segundo, como observador-participante; el tercero, como co-terapeuta; y
el cuarto, como coordinador del grupo terapéutico.
2.- La formación teórico/técnica en las diversas orientaciones terapéuticas gru-
pales y en los conceptos imprescindibles para realizar la coordinación en
el último año de la residencia. Una formación que ha de ser organizada en
el hospital de referencia y siempre utilizando metodologías grupales para
realizar este aprendizaje.
3.- La supervisión clínica del material de los grupos terapéuticos, ya que serían
co-terapeutas en el tercer año y coordinadores en el cuarto año de la resi-
dencia. Esta supervisión ha de ser realizada preferentemente a nivel grupal,
y si no es posible o se prefiere, a nivel individual.
4.- Los grupos de reflexión institucional, que permiten profundizar en la clínica
grupal y en el conocimiento del sujeto, de los grupos, equipos e institucio-
nes. Los supervisores han de estar formados en alguna de las teorías gru-
pales psicoanalíticas, ya sea grupo Balint, grupo operativo, grupoanálisis o
psicodrama.
5.- Las sesiones clínicas en el equipo, con la presentación de materiales de gru-
pos terapéuticos y de los pacientes individuales que participan en el mis-
mo. El intercambio de la clínica grupal e individual dentro de los equipos
permite un gran aprendizaje de la clínica. Es un espacio que ha de ser
muy cuidado por los profesionales para que sea posible su realización. Los
miembros del equipo se animarán a presentar las historias y los tratamien-
tos de sus pacientes, si pueden disminuir las defensas y resistencias a expo-
ner el trabajo en común. Pero es un intercambio imposible de realizar si
no hay comunicación debido a las dinámicas patológicas institucionales,
por eso urge intervenir y determinar la responsabilidad en las mismas.
6.- Las reuniones de equipo semanales, con el objetivo de lograr un E.C.R.O.
común que posibilite la construcción y elaboración de la tarea institucio-
nal en sus diferentes vertientes: asistencial, de docencia y de investigación.

La formación del psicoterapeuta grupal 135


7.- El análisis personal, que, aunque lo situamos en último lugar, debería ocu-
par la primera posición, ya que es la base de la formación. Sugerimos que
esta experiencia analítica se realice en psicoterapia de grupo psicoanalítica
o en psicoanálisis individual. El proceso analítico personal es imprescindi-
ble, porque el cambio psíquico del paciente es una difícil tarea en la que el
terapeuta está implicado emocionalmente.

6. Líneas de un Programa de formación para psicoterapeutas grupales

Las teorías y técnicas grupales psicoanalíticas (grupo operativo, grupo Balint,


grupoanálisis y psicodrama) nos ofrecen los conocimientos y la metodología que
sustenta nuestra práctica clínica grupal. En este trabajo se proponen las líneas gene-
rales de un Programa de Formación en Psicoterapia de Grupo dirigido a los profe-
sionales y residentes de la red de salud mental (35,36).
Este programa de formación aborda la historia de la disciplina, las diferentes
orientaciones teóricas grupales, la formación del terapeuta grupal, la clínica grupal
y sus conceptos fundamentales, los factores terapéuticos grupales y la diversidad de
encuadres grupales en función de la problemática de los pacientes y de los recursos
de la institución. Incluye, además, la función del equipo terapéutico y la investiga-
ción de sus diversas intervenciones e interpretaciones (37).
Incluimos los fundamentos de la teoría psicoanalítica y su gran aportación, el
concepto de “inconsciente”, una realidad psíquica que influye de manera importante
en la vida del sujeto y que no corresponde solo a lo “no consciente”. Sería lo reprimi-
do, pero también lo no pensado y lo no realizado, siguiendo las ideas freudolacania-
nas, un más allá de las representaciones que está en relación con el goce del sujeto. Y,
asimismo, se incluirán los casos clínicos freudianos para un mejor conocimiento de
las diferentes estructuras clínicas.
En el programa se intentará transmitir que el inconsciente se constituye bá-
sicamente con las palabras de los otros y, sobre todo, con las palabras del Otro ma-
terno (el sujeto es un ser de palabras). Sabemos que el bebé nace en el lenguaje, con
las palabras de sus personajes significativos que le producen efectos en su cuerpo y le
marcan. Por eso, las palabras tienen esa capacidad de emocionarnos y hacernos tem-
blar, y en estas expresiones observamos cómo inciden las palabras, afectos y pasiones
sobre el cuerpo.
La teoría freudiana muestra que las separaciones y los duelos son aconteci-
mientos fundamentales y muy significativos en la vida de un sujeto, y que, si no
son elaborados, son causa de psicopatologías diversas, desde las más leves a las más
graves. La teoría psicoanalítica nos ayuda a pensar los diferentes duelos que los su-
jetos tienen que atravesar a lo largo de la vida y nos da las bases para discriminar los

136 Rosa Gómez Esteban


duelos normales de los “duelos patológicos”, que están en el origen de los trastornos
más graves (38).
El programa incluye el estudio de la transferencia en el vínculo entre terapeuta
y paciente, ya que los fenómenos transferenciales entre el paciente y el profesional
son muy relevantes. El vínculo entre terapeuta y paciente es un vínculo transfe-
rencial, porque se dan transferencias “en” y “entre” ambos. Es decir, es un vínculo
marcado por las dos subjetividades. Recordamos que la transferencia es un concepto
freudiano que se refiere al desplazamiento de afectos del pasado hacia el presente.
Unos afectos del sujeto que corresponden al pasado, que fueron dirigidos hacia las
personas significativas, padres y hermanos, y que ahora se desplazan en el presente,
en el aquí–ahora grupal, hacia el equipo terapéutico y los compañeros.
También incluimos las “transferencias grupales” porque son múltiples y com-
plejas debido a los numerosos objetos transferenciales y problemáticas diversas. Y
por ello, el terapeuta ha de aprender cómo hacer con esta multiplicidad. Las trans-
ferencias son recíprocas, entre terapeutas y pacientes, entre los pacientes y entre los
terapeutas. Los pacientes generan múltiples afectos y sentimientos en el equipo te-
rapéutico, entre ellos, incertidumbre, malestar, estrés, angustia, impotencia, tristeza,
agresividad, irritación, ira, cuestionamiento, amor, odio, sobreprotección, etc. Por
otro lado, es preciso tener en cuenta que la transferencia del terapeuta también está
en relación con su historia personal y la formación profesional.
El programa de formación general en psicoterapia de grupo podría constituir-
se con los siguientes contenidos:
6.1- Bloque I (general):
1. La historia de la psicoterapia de grupo.
2. Las diferentes orientaciones teóricas y técnicas grupales.
3. La formación del psicoterapeuta grupal.
4. La clínica grupal. Los grupos psicoterapéuticos.
5. El proceso grupal (inicio, desarrollo y final). Estructura y dinámica
grupal.
6. Los factores terapéuticos en la psicoterapia de grupo: el encuadre gru-
pal; la interrelación entre el grupo externo/la realidad psíquica grupal/y
el grupo interno de cada sujeto; las transferencias grupales; el discurso
grupal; las intervenciones e interpretaciones del equipo terapéutico; las
intervenciones con efectos terapéuticos de los compañeros y la evalua-
ción grupal.
7. Los conceptos básicos: encuadre grupal, vínculo, los supuestos básicos,
la mentalidad y cultura grupal, la matriz grupal, la tarea, los emergen-
tes, el narcisismo y la ilusión grupal, el aparato psíquico grupal, las

La formación del psicoterapeuta grupal 137


funciones del equipo terapéutico (el coordinador y observador), los me-
canismos defensivos, etc.
8. La función del “síntoma”, su doble dimensión de significante y goce; y
su relación con la estructura individual, grupal y social.
9. La conceptualización de la transferencia en la relación terapeuta-pa-
ciente. La entrevista psicológica.
10. Estructuras clínicas y mecanismos defensivos específicos.
11. Las bases psicoanalíticas de la psicoterapia de grupo.
12. Los textos sociales en la teoría psicoanalítica (Psicología de las masas y
análisis del yo, Más allá del principio del placer, El malestar en la cultura,
Tótem y tabú).
13. La institución y el trabajo en equipo.

6.2- Bloque II (en función de edad y dispositivos)


1. Grupos terapéuticos en la infancia y adolescencia y mayores de edad.
2. Grupos familiares.
3. Grupos multifamiliares.
4. La psicoterapia de grupo en los diferentes dispositivos: CSM, hospital
de día y comunidades terapéuticas, unidad de agudos, unidades de re-
cuperación y rehabilitación.

6.3.- Bloque III: Clínica grupal


Tendría un contenido muy clínico y quedaría constituido por la exposición de
los diversos grupos psicoterapéuticos que se realizan en las diferentes psicopatologías
y problemáticas del campo de la salud mental.
Se expondrán experiencias con grupos terapéuticos realizados en psicopatolo-
gías leves, moderadas y graves; en la niñez, adolescencia y mayores de edad. Y, por
otro lado, en los diversos dispositivos de la red de salud mental.

6.4.- Bibliografía

7. Conclusiones

I.- En los servicios de salud mental, las teorías grupalistas son fundamen-
tales para pensar la organización del equipo, la asistencia, la docencia y
la investigación.
II.- La Clínica Grupal Psicoanalítica es un modelo central para la compren-
sión de la psicopatología y del tratamiento. El grupo psicoterapéutico

138 Rosa Gómez Esteban


en salud mental ofrece muy buenos resultados para abordar la deman-
da, la psicopatología y el tratamiento psicoterapéutico de los pacientes.
III.- La psicoterapia de grupo tiene como objeto de conocimiento “el grupo
psicoterapéutico”. Lo grupal tiene una gran potencia terapéutica debi-
do a la multiplicidad de sujetos y objetos transferenciales que facilitan
y multiplican los procesos de significación y elaboración.
IV.- Los grupos psicoterapéuticos han mostrado su eficacia y eficiencia para
mejorar el sufrimiento psíquico en todo tipo de dispositivos, edades y
psicopatologías (desde las más leves a las moderadas y graves). Por eso,
se propone que la psicoterapia de grupo de orientación analítica sea el
tratamiento de elección en la clínica psiquiátrica y psicológica de los
servicios de salud mental.
V.- La psicoterapia de grupo tiene un “plus” fundamental, ya que es la
única estrategia de psicoterapia capaz de abordar la masificación de la
asistencia en los servicios de salud mental. Reduce los ingresos hospi-
talarios y duración de los mismos, el consumo de psicofármacos, las
consultas a urgencias, atención primaria y salud mental, y disminuye
el número de suicidios, de intentos y la mortalidad de los pacientes.
Además, mejora la relación terapeuta-paciente, el cumplimiento de los
tratamientos farmacológicos y reduce el número de abandonos en los
tratamientos. Es el instrumento más eficaz y eficiente para disminuir los
costes económicos, sociales, familiares e individuales, que tan altos son
en la denominada “enfermedad mental”.
VI.- Las instituciones han de estructurar y ofrecer un Programa de Psico-
terapia de Grupo para que los futuros psiquiatras y psicólogos tengan
una buena formación en grupos terapéuticos, organizado desde los
centros de salud mental para las prácticas grupales y desde el hospital
de referencia para los seminarios teóricos y técnicos. Las diversas expe-
riencias en grupos terapéuticos durante la residencia les permitirá ob-
servar sus buenos resultados en todas las psicopatologías y sufrimientos
subjetivos.
VII.- En los grupos psicoterapéuticos, los futuros especialistas aprenderán la
función del coordinador/observador. El aprendizaje de la observación
es fundamental, pues el observador es quien genera el discurso de cada
sesión grupal y es la base del rol de coordinador. El rol de la observación
del grupo permite descubrir los emergentes individuales y grupales, y
cómo estos se enlazan entre sí para facilitar los procesos de significación
y elaboración, y la construcción de lo más singular de ese grupo, que es
el “discurso grupal”.

La formación del psicoterapeuta grupal 139


VIII.- Urgimos a las Comisiones Nacionales de la Especialidad de Psiquia-
tría y Psicología para que afirmen su compromiso con la psicoterapia
y para que incluyan nuestros objetivos y propuestas en el Programa de
Formación de la Especialidad. Y, asimismo, para que promuevan acti-
vamente la organización y el desarrollo de los programas de psicoterapia
de grupo en sus dos vertientes: la de formación, con la elaboración de
un programa teórico-técnico a impartir en el hospital, y la asistencial,
para que los residentes puedan tener diversas experiencias en grupos
terapéuticos en el CSM y en el resto de los dispositivos.
IX.- Instamos a las Comisiones de Psiquiatría, Psicología e Infancia y Ado-
lescencia para que promuevan el proyecto de una nueva denominación
de la titulación. Es de gran interés que nuestro título incluya el término
psicoterapia, y que se denomine “Especialista en Psiquiatría/Psicología
y Psicoterapia”, como se denomina en otros países europeos. Conside-
ramos que esta decisión da mayor valor al título de especialista y ade-
más evita los riesgos de una desvalorización del mismo; como puede su-
ceder en la situación actual al haberse aprobado “la psicoterapia” como
una nueva disciplina reconocida universitaria. El cambio de nombre
de la titulación sería un paso importante para que el tratamiento de
psicoterapia ocupara el lugar que le corresponde en los programas de
formación de los especialistas en psiquiatría y psicología.
X.- La formación ha de tener como objetivo formar buenos terapeutas indi-
viduales, grupales y familiares. Y, en la medida en que se logre, se podrá
hacer realidad el deseo de que nuestras instituciones de salud mental
sean más acogedoras y terapéuticas, ya que si los profesionales consi-
guen ser “buenos terapeutas”, estaremos más cerca de que los pacientes
reciban “el mejor trato y tratamiento para su sufrimiento subjetivo”.

140 Rosa Gómez Esteban


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