Enfoque de Liderazgo
Enfoque de Liderazgo
Enfoque de Liderazgo
Enfoque
del
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o
observa
do en
Venezue
Profesora: T.S.U.:
la
Yajaira campos Johelis Zambrano
C.I.:26.346.137
Idea principal
Ida secundaria
En la primera década del siglo XXI Venezuela muestra un contexto institucional inestable,
cambiante y crecientemente regulado, en medio de un acelerado crecimiento económico.
Esto impone a las empresas la necesidad de desarrollar maneras de adaptarse, sobrevivir
y aprovechar las oportunidades. Diversos autores plantean la existencia de una relación
entre el liderazgo gerencial y el desempeño de las empresas (Schein, 1992; Wilderom y
van den Berg, 2000). La identificación de la tipología de liderazgo de los gerentes
venezolanos es un paso para comprender la manera como actúan los gerentes y
determinar la utilidad de estilos de liderazgo particulares para enfrentar el ambiente de
negocios venezolano.
El éxito de un líder gerencial se asocia con su capacidad para analizar el contexto donde se
desenvuelve y el tipo de habilidades que despliegue como resultado de su análisis. Se
atribuye un valor creciente al ajuste entre las habilidades del líder y las características de
la situación que enfrenta. La inteligencia emocional es clave en este proceso. Este tipo de
inteligencia se refiere a la habilidad para reconocer el significado de las emociones y sus
relaciones, y para razonar y resolver problemas con base en ello (Mayer y otros, 2001).
Según Goleman (1995), uno de los elementos esenciales de la inteligencia emocional es el
conocimiento de sí mismo: la habilidad para evaluar de forma «objetiva» las propias
emociones, valores y metas, y su impacto en las conductas en el trabajo. Este proceso de
autoconciencia ayuda a identificar los puntos fuertes como líder y a reconocer áreas que
necesitan desarrollarse para enfrentar situaciones de negocio.
Ante esta realidad, se requiere una reconversión general del liderazgo político, económico
y empresarial del país. Nuevas aptitudes y actitudes del liderazgo venezolano que orienten
al país y a sus sectores productivos en un proceso de mejoramiento continuo de la
competitividad empresarial. En este sentido, el objetivo de este ensayo es interpretar las
características del liderazgo de las organizaciones empresariales venezolanas
(mayoritariamente sector privado), desde el enfoque de las teorías implícitas de liderazgo,
es decir, como proceso atribuciones de los subordinados.
El liderazgo es lo que caracteriza a un líder. Un líder, por su parte, es una persona que
dirige o funda, crea o junta un grupo, gestiona, toma la iniciativa, promueve, motiva,
convoca, incentiva y evalúa a un grupo, ya sea en el contexto empresarial, militar,
industrial, político, educativo, etc., aunque básicamente puede aparecer en cualquier
contexto de interacción social.
Estamos frente a un líder si este nos hace sentir: capaces, talentosos, importantes,
poderosos, apreciados. Y por eso, de manera natural y sin que alguna persona nos
obligue, estamos dispuestos a seguir y acompañar al líder.
Para favorecer una mejor proporción de las tres motivaciones deberá buscarse, en lo
posible, una inyección de nuevos estilos de pensamiento y de conducta al proceso de
educación informal del pueblo. Algunas sugerencias específicas de programas masivos
para cambios motivacionales podrían referirse a textos escolares y a biografías, así como a
radio y telenovelas. El mantenimiento de la conducta motivada está influenciada por
todos los aspectos de la instrumentación, relacionado con el proceso de planificación,
ejecución y evaluación parcial y final de las conductas que conducen a la obtención de la
meta. Por consiguiente, incluye el diseño y ejecución de secuencias conductuales,
autofeedback, eliminación de conductas inapropiadas, selección de nuevas conductas y
evaluación de resultados finales en cuanto a comparación con los resultados anticipados
(metas). Esto incide considerablemente en el mantenimiento de la conducta motivada.
Así mismo, es importante destacar que cuando el resultado es atribuido a una fuente
externa, el potencial motivador es mínimo o nulo; si en cambio, la persona se atribuye el
resultado a si misma, se incrementa significativamente el potencial motivador, lo cual se
aplica tanto para los éxitos como para los fracasos. En el caso del triunfo, se transmite la
información sobre la capacidad de la persona para ejecutar la tarea involucrada, ese
triunfo autopercibido compromete a la persona y la estimula a fijarse objetivos más
retadores. De igual manera, el fracaso autoatribuido envuelve a la persona, haciéndola
sentirse insatisfecha con los resultados. Para superar esa insatisfacción, la asunción
responsable del fracaso conduce a identificar las fallas personales presentes en la
ejecución y a implementar secuencias conductuales que las eviten. Como resultado, una
situación que pudiera ser inicialmente percibida como adversa se transforma en un reto,
cuando es atribuida a causas personales modificables.
Por otro lado el proceso educativo formal no garantiza por sí mismo el desarrollo de
competencias de liderazgo en forma sistemática, ya que generalmente se adquieren por la
experiencia de vida, la formación en el trabajo y en el hogar en muchos casos, pero
generalmente sucede a un largo plazo a través del ensayo y error en las actuaciones en las
diferentes situaciones de vida o circunstancias que afronta el individuo.
La gente de hoy no se conforma con “recibir y cumplir órdenes”. Por otra parte, el
contexto social que rodea a las organizaciones de hoy en día es más exigente desde el
punto de vista de la responsabilidad social empresarial, legal y laboralmente más
demandante, económicamente más comprometido, y políticamente más complejo. El
esquema del mandamás ya no funciona.
Ahora bien, desarrollado teóricamente la temática, se activan las reflexiones teóricas: ¿Las
organizaciones tienen los líderes que se merecen? o ¿Los líderes tienen las organizaciones
que se merecen? Ambas interrogantes parecieran dilucidarse sobre la base del tipo de
gestión que se realice de la cultura de la organización. Dos tipos de gestión: una, orientada
hacia la existencia de una alineación de las conductas de los trabajadores a la cultura de la
organización; dos, orientada a prestar baja importancia a la alineación de los trabajadores
a la cultura. En el caso en que exista una gestión planificada, de seguimiento continuo al
mantenimiento de la alineación, entonces podremos decir, que los líderes tienen las
organizaciones que quieren. En el segundo caso, carencia de una gestión de la cultura
organizacional, entonces seguramente estaremos en presencia de que las organizaciones
tienen los líderes que se merecen.
Venezuela necesita formar una nueva generación de líderes. Esta aseveración no pretende
desconocer el trabajo de numerosas personas que, en los más variados ámbitos de la
sociedad, levantan sus voces y procuran de manera honrosa la construcción de un país
digno. Sin embargo, ellas constituyen la excepción, y no la regla.
El país echa de menos líderes con claridad y visión de futuro. Acaso la ausencia de esta
clase dirigente sirva para explicar el porqué del avanzado estado de deterioro presente en
pueblos y ciudades, además de la escasez de propuestas para superar la actual realidad.
El liderazgo es necesario en todos los ámbitos del país. La gente requiere referencias
éticas y humanas para articular y coordinar acciones. Hacen falta líderes que ejerzan su
influencia con nuevas perspectivas.
La Venezuela del futuro necesita con urgencia personas capaces de cohesionar grupos de
trabajo para crear acciones transformadoras. La expresión «cohesionar grupos» no
significa «mandar a los seguidores» o «decidir por los seguidores», sino más bien el
ejercicio de una tarea integradora de ideas y acciones. Tal labor unificadora requiere
cualidades forjadas en el ejemplo y la ética: 1) pensamiento autónomo y crítico, 2)
resiliencia ante la adversidad, 3) hábito de formular y concretar acciones específicas, 4)
disposición para la escucha activa y 5) habilidad expresiva enfocada en la motivación de
personas y grupos.
La situación venezolana es muy compleja. Por ello, la formación de líderes debe atender
especificidades de la realidad nacional, sin renunciar al estudio de la experiencia
acumulada en escuelas extranjeras de formación de líderes. De seguro existen
coincidencias en algunos enfoques y métodos.
Venezuela necesita insertarse en una dinámica mundial: entrar ya en el siglo XXI. Sus
líderes y su población tienen que sobreponerse a carencias y debilidades tenidas por
históricas, y evitar ser tentados por la improvisación o la imitación de cursos y programas
de moda. Se impone el análisis de la realidad nacional, para convertirla en aliada y no en
enemiga. En la realidad actual están los problemas, pero también las soluciones.
La actividad vital del liderazgo es la prospectiva: una habilidad estratégica entendida como
el arte de anticipar escenarios a partir del arraigo en el entorno. La prospectiva implica
mirar al presente desde el futuro. No consiste únicamente en la definición común de
metas y objetivos. Va más allá. Supone encarar la actualidad a la luz de una visión
compartida, capaz de facilitar en el «ahora» cambios de conductas y pensamientos, para
producir nuevas acciones y realidades. No debe confundirse con forjar utopías y sueños
irrealizables. La prospectiva se refiere a lo probable, a lo posible, a todo aquello que forme
parte de la evolución histórica.
En todas partes los talentos y los dones naturales gozan de reconocimiento colectivo. Sin
embargo, para que las personas «predestinadas» puedan acometer acciones virtuosas y
benéficas para la sociedad precisan de práctica, disciplina y apoyo institucional. El apoyo
institucional debe, en primer lugar, activar la «palanca educativa», porque un nuevo
liderazgo requiere una nueva educación.
Los hombres cuya obra pública trasciende y deja huella indeleble en la historia de los
pueblos, exhiben cualidades innatas de liderazgo y suelen ser reconocidos como
verdaderos líderes por sus contemporáneos. Y es lugar común en sus primeras,
intermedias e incluso postreras actuaciones en la vida pública, confrontar situaciones y
asumir desenlaces repletos de confusión y desconcierto. El líder crece ante la adversidad
que desafía sus propias ambiciones, comprende, rectifica si hubiere lugar a ello y emerge
fortalecido para afrontar los dilemas que a diario plantea la acción política. Y el gran reto
es hacer buen uso del talento, la sensibilidad humana y la experiencia que podrían
impactar favorablemente en la vida de los demás. Poco o nada de eso estamos viendo en
la conducta de quienes inciden en la vida venezolana de nuestros días.
Las tendencias indican que Venezuela requiere líderes más fortalecidos y orientados a la
competitividad, con visión transformadora y promotores de confianza, de participación,
de conocimiento y de actitud favorable, traducida en optimismo. Líderes que innoven y
otorguen empowerment a su gente, que dentro de sus estrategias sean más empáticos y
flexibles, resultando el líder venezolano como un privilegiado en creatividad y
potencialidad de innovación así como emprendedor. Otra de las tendencias sugeridas en
las investigaciones es el desarrollo del liderazgo conectivo, un liderazgo impulsor y creador
de redes desde todas las dimensiones para el logro de los resultados, orientado a
diversificar la forma de relacionamiento, donde una vez más se aprecia la importancia de
las interacciones, con una orientación profunda a construir vínculos laborales entre líder y
seguidor.
Bennis Warren y Nanus Burt (1985). Líderes. Las cuatro claves del liderazgo eficaz.
Editorial Norma.
Bittel, Lester y Newstron, John (1993). Lo que todo Supervisor debe saber. Editorial
McGraw-Hill. México.
Goleman, Daniel; Boyatsys, Richard y McKee, Annie (2005). Líder Resonante Crea Más.
Editorial Random House. México.