Ana Lira Olmos

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FACULTAD DE FARMACIA

UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

TRABAJO FIN DE GRADO

TÍTULO:

ENDOSIMBIOSIS VIRUS Y PARÁSITOS

Autor: Ana Lira Olmos

DNI: 53665231-K

Fecha: Junio 2019

Tutor: Alexandra Ibañez Escribano


INDICE

1. Resumen……………………………………………………………………2

2. Abstract…………………………………………………………………….3

3. Introducción………………………………………………………………..4

4. Objetivos…………………………………………………………………...5

5. Material y Metodos………………………………………………………...6

6. Resultados y discusión …………………………………………………….6

6.1. Virus que utilizan a los parásitos como vectores ……………………6

6.2. Virus que modifican la virulencia del parásito ……………………..7

A. Virus que disminuyen la virulencia del parásito………………7

a. Giardia virus…………………………………………..7

B. Virus que aumentan la virulencia del parásito………………...9

b. Virus de Trichomonas vaginalis………………………9

7. Conclusiones………………………………………………………………16

8. Bibliografía ………………………………………………………………17

-1-
1. RESUMEN

Cuando un virus “parasita” o invade a un parásito (que se convierte en el hospedador


del virus o “microhospedador”), no siempre ejerce un efecto negativo en el mismo, pudiendo
llegar a ser hasta beneficioso, ya que debemos considerar también la relación que existe entre
este último y el hospedador (hospedador del parásito o “macrohospedador”), creándose de esta
manera entre estos tres organismos (virus-parásito-hospedador) una relación triangular mucho
más complicada [1].

Esta endosimbiosis virus-parásitos lleva consigo una serie de consecuencias: que el


parásito sea utilizado como vector para la transmisión y propagación del virus, o que el virus
modifique la patogenicidad del parásito, haciéndolo hipovirulento o hipervirulento para el
macrohospedador.

Cuando un parásito se comporta como vector o vehículo de un virus, facilita que el


hospedador se infecte a su vez de dicho microorganismo, además de que el sirve como
reservorio del virus al cual brinda protección frente a las condiciones ambientales externas. Este
es el caso de las amebas de vida libre, que son capaces de albergar en su interior adenovirus,
responsables de enfermedades como conjuntivitis, diarrea, neumonía, etc [1] que se
transmitirán al hospedador cuando éste se exponga a su medio ambiente.
También se habla del caso de Trichomonas vaginalis (causante de la infección de
transmisión sexual o ITS de origen no viral de mayor morbilidad en el mundo), ya que se ha
visto que tiene la capacidad de albergar en su interior virus [2] como el del herpes simplex tipo
II o el VIH, haciendo mucho más fácil que las personas que sufran de trichomoniosis puedan
padecer a su vez estas infecciones víricas.

Diversos estudios han determinado que la infección de Giardia (protozoo intestinal y


principal causante de la ‘’diarrea del viajero’’) por GLV (Giardia lamblia virus) modifica la
patogenicidad de este parásito, teniendo un efecto perjudicial en el mismo al disminuir su
capacidad de sobrevivir en el interior del hospedador, ya que modifica su apariencia,
haciéndolos no adherentes al intestino delgado y dificulta su crecimiento pues los hace
incapaces de dividirse [3].

En el caso de Trichomonas vaginalis, la presencia de TVV (Trichomonas vaginalis


virus) altera la expresión de las cisteín-proteasas, que son factores de virulencia del parásito y
además, se relaciona con desarrollo de resistencia a los 5-nitroimidazoles y a una clínica
concreta; por lo que infección viral podría otorgarle a este parásito un aumento de la virulencia
con respecto al hospedador.

Palabras clave: virus, parásito, endosimbiosis, Trichomonas vaginalis, TVV, Giardia,


GLV, vector, amebas de vida libre, patogenia, hipovirulencia, hipervirulencia.

-2-
2. ABSTRACT

When a virus "parasitizes" or invades a parasite (which becomes the host of the virus or
"microhost"), it does not always have a negative effect on it, and may even be beneficial, since
we must also consider the relationship that exists between the parasite and the host (host of the
parasite or "macrohost"), creating between these three organisms (virus-parasite-host) a
triangular relationship much more complicated [1].

This virus-parasite endosymbiosis carries with it a series of consequences: parasite can


be used as a vector for the transmission of the virus, or the virus can modifie the pathogenicity
of the parasite, making it hypovirulent or hypervirulent for the macrohost.

When the parasite behaves like vector or vehicle of the virus, it facilitates that the host
becomes infected of this microorganism, in addition, it serves like reservoir of the virus and
offers it protection in front of the external environmental conditions. This is the case of free-
living amoebae, which are capable of harboring adenoviruses inside, they are responsible for
diseases such as conjunctivitis, diarrhea, pneumonia, etc. [1] that will be transmitted to the host.

The case of Trichomonas vaginalis (cause of the sexually transmitted infection or STI
of non-viral origin with the highest morbidity in the world) is also discussed, since it has been
found to have the capacity to house viruses [2] such as herpes simplex type II or HIV, making
it much easier for people suffering from trichomoniosis to be able to suffer these viral infections
at the same time.

Several studies have determined that the infection of Giardia (intestinal protozoa and
the main cause of "traveler's diarrhea") by GLV (Giardia lamblia virus) modifies the
pathogenicity of this parasite, having a detrimental effect because it decrease their ability to
survive inside the macrohost, since it modifies its appearance, making them not adherent to the
small intestine and difficult its growth because they turn incapable of dividing [3].

In the case of Trichomonas vaginalis, the presence of TVV (Trichomonas vaginalis


virus) alters the expression of cysteine-proteases, which are factors of virulence of the parasite
and also, is related to the development of resistance to 5-nitroimidazols and a specific clinic; so
viral infection could give this parasite hypervirulence with respect to the macrohost.

Key words: virus, parasite, endosymbiosis, Trichomonas vaginalis, TVV, Giardia,


GLV, vector, free-living amoebas, pathogenesis, hypovirulence, hypervirulence.

-3-
3. INTRODUCCIÓN

Los parásitos son organismos que se caracterizan por vivir a expensas de otro (al que
utilizan para cubrir algunas de sus necesidades vitales básicas), que se denomina huésped, dicha
asociación cursa con un deterioro de la salud huésped a favor del parásito.
Según el lugar que ocupan en relación al cuerpo del hospedador, podemos clasificarlos
en: endoparásitos o parásitos intracelulares (protozoos y helmintos), ectoparásitos o parásitos
extracelulares (generalmente artrópodos) y mesoparásitos (poseen una parte del cuerpo en el
exterior del hospedador y otra en el interior).
Según su capacidad para vivir sin el huésped se dividen en: parásitos obligados (aquel
que necesita al huésped para poder completar su ciclo vital) o parásito facultativo (aquel que es
capaz de completar su ciclo vital sin necesidad del huesped, por lo que pueden llevar a cabo
una vida libre).

En este trabajo vamos a centrarnos en los protozoos, que son microorganismos


unicelulares eucariotas (núcleo celular diferenciado por una membrana), con capacidad de
movimiento (bien por flagelos, pseudópodos o cilios); además, muchas especies tienen la
capacidad de formar quistes o esporas resistentes para poder afrontar y sobrevivir a condiciones
ambientales adversas o bien para facilitar su propagación. La mayoría son cosmopolitas (se
propagan por todo el mundo), mientras que otras son de distribución más limitada [4]. La
palabra protozoo viene del griego proto (primero) y zoo (animal), ya que fueron las células más
sencillas que en un principio se consideraban animales.

Los virus son agentes infecciosos acelulares de tamaño microscópico formados por
material genético envuelto en una estructura proteica que sólo pueden replicarse en el interior
de una célula viva, utilizando para ello las herramientas de síntesis de la propia célula invadida.
De esta manera, los virus son parásitos intracelulares obligados, ya que no pueden reproducirse,
y, por lo tanto, prosperar, sin invadir a otro organismo. Infectan a todos los tipos de seres vivos:
animales, hongos, plantas, bacterias y arqueas. Por lo tanto, un virus puede infectar (parasitar)
a un parásito.

Se sabe de la existencia de parásitos infectados por virus desde hace décadas, gracias a
estudios llevados a cabo con microscopios electrónicos que detectaron lo que se conoce como
VLP (“virus-like particules”), donde estos virus se describían como “agentes infecciosos
submicroscópicos” obtenidos de extractos de células infectadas [5].

Las primeras VLP que se descubrieron fueron las de Entamoeba histolytica [6] y
Leishmania hertigi [7], pero el primer virus de un protozoo que realmente se estudió y
caracterizó bioquímicamente (identificándolo como un virus ds-RNA ‘’double-stranded
RNA’’) fue el virus de Trichomonas vaginalis o TVV [8], lo que dio lugar a múltiples estudios
sobre otros parásitos infectados por virus como Giardia lamblia [9] y Leishmania spp. [10] y
[11]

-4-
Cuando un virus “parasita” o invade a un parásito (que se convierte en el hospedador
del virus o “microhospedador”), no siempre ejerce un efecto negativo en el mismo, incluso
puede ser beneficioso, ya que debemos considerar también la relación que existe entre este
último y el hospedador (hospedador del parásito o “macrohospedador”), creándose de esta
manera entre estos tres organismos (virus-parásito-hospedador) una relación triangular mucho
más complicada [1]. Por lo tanto, el efecto que el parásito cause en el hospedador (en este caso
nos vamos a centrar en los humanos) va a depender tanto del propio parásito que le esté
infectando (microhospedador), como del virus que esté infectando al parásito a su vez, luego
va a ser un factor muy importante a la hora de determinar la patogenia del mismo, las
manifestaciones clínicas que va a ocasionar al hospedador y la estrategia a llevar a cabo para
poder combatirlo.

Diferenciamos dos tipos de consecuencias de que un virus infecte a un parásito [1]:

• Que el virus modifique la patogenicidad del parásito, bien incrementándola


(hipervirulencia) o bien disminuyéndola (hipovirulencia). Cuando se produce
hipervirulencia el virus se convierte en otro “arma” con la que el parásito puede atacar,
causando más daño en el hospedador y dando lugar a manifestaciones clínicas más graves
o resistencias nuevas. Sin embargo, cuando se produce hipovirulencia, la presencia del virus
modifica al parásito de tal manera que atenua la patogeneicidad del mismo con respecto al
hospedador.
• Que el parásito sea utilizado como vector o vehículo para la transmisión del virus,
facilitando que un hospedador se infecte con dicho microorganismo a su vez. Además, en
estos casos, el parásito se comporta como reservorio del virus al cual brinda protección
frente a las condiciones ambientales externas.

Por lo tanto, aunque en la mayoría de las ocasiones los virus se han estudiado como
patógenos, en este trabajo vamos a poder observar como en algunas ocasiones resultan
beneficiosos para los seres que invaden (microhospedador o parásito) y como esto condiciona
la relación entre el parásito y el hospedador. [13]

4. OBJETIVOS

El objetivo de este trabajo es analizar los diferentes efectos que se producen en la


relación entre el hospedador y el parásito con respecto a la patogenia del mismo cuando este
último está a su vez infectado por un virus; así como estudiar el papel que tienen los parásitos
que están infectados por virus en la transmisión de estos últimos al comportarse como vectores
o vehículos de estos agentes infecciosos.

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5. MATERIAL Y MÉTODOS

Para poder analizar la influencia de la presencia de virus infectando a parásitos en la


relación de este último con el hospedador, el presente estudio se centró en dos ámbitos: por un
lado, la determinación de la variación de la patogenia de los parásitos infectados, y por otro, la
posibilidad de comportarse como vectores de estos agentes infecciosos.

Con este fin, se han revisado una serie de estudios, haciendo una recopilación
bibliográfica de los mismos para su posterior comparación y discusión, tomando diversas
fuentes de información tales como: Google Académico, PubMed y Sciencedirect.

6. RESULTADOS Y DISCUSIÓN

6.1. VIRUS QUE UTILIZAN A LOS PARÁSITOS COMO VECTORES

Diversos estudios han analizado cómo los parásitos se pueden comportar como
vehículos o vectores para la transmisión de un virus, facilitando así que un hospedador se
infecte con dicho microorganismo a su vez, además, en estos casos los parásitos se comportan
también como reservorio del virus y le brindan protección frente a las condiciones ambientales
externas. Algunos ejemplos de este fenómeno son:

a. Amebas de vida libre

Las amebas de vida libre (protozoos), incluyendo Acanthamoeba spp., son muchas
veces capaces de infectar a los humanos cuando estos se exponen a su entorno de forma directa
(sobre todo suelo y agua dulce), convirtiéndose así en parásitos oportunistas [14]. Algunas de
las enfermedades que producen estos parásitos son encefalitis y queratitis amébica.

Se ha visto [13], que estas amebas son capaces de albergar en su interior adenovirus
responsables de enfermedades como conjuntivitis, diarrea, neumonía, etc [1]. De esta manera,
las amebas protegen al virus de los ambientes adversos sirviendo tanto como de reservorio
como de vector, ya que pueden sobrevivir en su interior durante largos periodos de tiempo [15]
y de esta manera llegar a infectar a los hospedadores.

b. Trichomonas vaginalis

Algunos autores han estudiado la capacidad de Trichomonas vaginalis de comportarse


como vector de otras infecciones [16] y [17] ya que se ha comprobado que este parásito es
capaz de fagocitar células infectadas por retrovirus y por herpes simplex tipo II al encontrar
VPL en el interior de las vacuolas y citoplasma del mismo.

Se vió que el virus del herpes simplex tipo II se mantuvo viable en el interior del
protozoo durante 6 días [18]. Este parásito tiene la capacidad de fagocitar linfocitos, por lo que
en el caso de que éstos estuvieran invadidos por VHI-1, el virus podría incorporarse y

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transmitirse a través de T. vaginalis [2]. Hasta el momento no se ha podido demostrar que estos
virus puedan replicarse en el interior de este protozoo, pero al poder sobrevivir en el interior de
los mismos durante un cierto periodo de tiempo, hace que el parásito se convierta en un
transportador pasivo o vector de estos agentes infecciosos. Este hecho, junto con la inflamación
local que ocasiona el parásito en el hospedador, explica que la infección por Trichomonas
vaginalis favorezca la transmisión de otras ITS como gonorrea, papilomavirus o VIH entre
otras.

6.2. VIRUS QUE MODIFICAN LA VIRULENCIA DEL PARÁSITO

A. VIRUS QUE DISMINUYEN LA VIRULENCIA DEL PARÁSITO

En la mayoría de los casos los virus que infectan a otros organismos actúan como seres
patógenos, y por lo tanto deterioran la calidad de vida de su hospedador al hacerle algún tipo
de daño. Luego, uno de los posibles efectos de que un virus infecte a un parásito es que éste
tenga una menor virulencia con respecto al hospedador (hipovirulencia) ya que pueden verse
afectados diversos mecanismos de patogenicidad.

c. Giardia virus

Giardia duodenalis (intestinalis o lamblia) es el protozoo que más comúnmente parasita


el intestino delgado y es uno de los principales responsables de la “diarrea del viajero” [18].

Se trata de un parásito cuya morfología (Ilustración 1)


es muy característica, ya que la forma adulta (trofozoíto) tiene
un tamaño de 15 a 20 μm, forma pirizoide, dos núcleos en la
parte anterior, un gran cariosoma central, disco suctorio (que
permite la fijación del parásito a la superficie del epitelio
intestinal) y ocho flagelos; además son muy característicos los
cuerpos medios, que son reservas de tubulina que forman la
llamada “sonrisa de Giardia”. Carece de mitocondrias y de
Aparato de Golgi, pero posee mitosomas. Se alimenta por
fagocitosis y pinocitosis del contenido del intestino del
hospedador que parasitan. Se multiplican por simetrogonia.
Cuando el trofozoíto se enquista, pliega la parte posterior del
cuerpo formando un quiste oval que tiene un tamaño de más
o menos 10 μm de ancho y 15,5 μm de ancho. Los núcleos se Ilustración 1: imagen
microscópica de
dividen siendo los quistes maduros tetranucleados que se
Giardia duodenalis
posicionan en uno de los polos, también presenta elementos
de naturaleza microtubular (axonemas flagelares, cuerpos medios y fragmentos del disco
suctorio). Lleva a cabo una proxilación conservadora, de modo que cuando se desenquiste
únicamente tiene que reorganizarse.

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Es un parásito monoxeno (sólo vive en un hospedador) que presenta un ciclo de vida
directo. Se trata de una zoonosis, ya que este parásito infecta tanto al hombre como a otros
mamíferos (perros, gatos y animales salvajes). Se transmite por la ingesta de quistes (formas
infectantes) bien a través de agua o comida que haya sido contaminada con las heces de un
hospedador infectado, o bien por transmisión directa (de persona a persona). Presenta un
periodo de incubación desde 1 a 45 días. Las enzimas gástricas del hospedador comienzan a
desencadenar el proceso de desenquistamiento, llegando en forma de trofozoítos al intestino,
donde se adhieren al epitelio intestinal debido a la presión negativa ejercida por el disco suctorio
y ayudándose de los flagelos. La localización preferente es el duodeno, e incluso el yeyuno,
pero pueden darse casos en los que se extienda por el intestino e incluyo llegue a los conductos
biliares. Si el tránsito intestinal es normal, los trofozoítos son arrastrados al intestino grueso,
dándoles tiempo a enquistarse, expulsándose al exterior en forma de quistes cuando las heces
son formes; pero cuando el tránsito intestinal no es normal y está acelerado, no le da tiempo al
parásito a enquistarse y se expulsan los trofozoítos, que, al no ser las formas de resistencia ni
las formas infectantes, mueren.

El cuadro clínico de la infección con este parásito va desde ser un portador asintomático
(40% de los casos) a causar diarreas graves y problemas de malabsorción intestinal, además de
dolor abdominal, déficit de lactasa secundarios, esteatorrea, flatulencias, náuseas, anorexia,
pérdida de peso, fiebre, malestar general, etc [19] que duran de 1 a 2 semanas. La diarrea es el
síntoma más común, pudiendo llegar a ser más o menos intensa, pero no va a ir acompañada de
sangre en heces.

La giardiasis es una enfermedad de carácter cosmopolita, aunque prevalece más en áreas


del mundo con condiciones higiénico-sanitarias deficientes [20]. Se estima que causa más de
280 millones de casos al año, siendo la población infantil la que más afectada se ve.

El diagnóstico se puede realizar de varias maneras: observación al microscopio de


quistes o trofozoítos (mucho menos frecuente) de muestras obtenidas a partir de heces
concentradas y/o jugo duodenal, detección de antígenos,
inmunofluorescencia indirecta (IFI) con anticuerpos
monoclonales en heces o bien mediante técnicas de RCP
(replicación en cadena de la polimerasa). También se utiliza el
Entero-Test (Ilustración 2) que consiste en una cápsula
acoplada a un hilo, esta se traga y se queda adherida al
duodeno, a continuación, se saca tirando del cordel, realizando
un aspirado duodenal a partir del cual se podrán observar Ilustración 2: Entero-test.
los trofozoítos al microscopio.

Los fármacos de elección para el tratamiento de la infección de Giardia en humanos son


los nitroimidazoles (metronidazol y tinidazol) y el abendazol, ya que el parásito tiene una
metabolismo anaerobio o microaerófilo, permitiendo atacar a los mitosomas de los mismos
[21]. Las pautas posológicas más frecuentes son: Tinidazol 2 g oral en dosis única (en niños 50
mg/kg) o Metronidazol 250 mg/8h oral (en niños 15mg/kg/día con un máximo de 750 mg/día)

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durante 5 días. En ambos casos al cabo de una semana puede que sea necesario repetir el
tratamiento.

Este parásito puede verse infectado por un virus dsRNA (double-stranded RNA) de la
familia Totiviridae llamado GLV (Giardia lamblia virus) [22]. Se trata de un virus sin envoltura
y no segmentado, que fue descubierto en 1986 [9]; se trata de un virus específico de Giardia
lambia que no infecta a otros parásitos. El virus GLV es el único virus protozoario que se
conoce hasta la fecha que es capaz de transmitirse de manera eficiente por el medio extracelular
[23]. Actualmente no se sabe con seguridad si la infección de Giardia por GLV afecta a la
relación parásito-hospedador [9], aunque los estudios llevados a cabo en cultivos axénicos de
algunas cepas de Giardia lamblia parecen indicar que la presencia de grandes cantidades de
partículas virales de GLV halladas en el parásito (5x105 VLP por célula) tiene un efecto
perjudicial para la supervivencia del parásito (hipovirulencia), ya que modifica su apariencia,
haciéndolos no adherentes al intestino delgado y dificulta su crecimiento pues los hace
incapaces de dividirse, aunque no se observó lisis [23]. Sin embargo, en este caso, se observó
que la sensibilidad al metronidazol no se correlaciona con la presencia de infección por GLV,
a diferencia de lo que sucede en Trichomonas vaginalis [24].

B. VIRUS QUE AUMENTAN LA VIRULENCIA DEL PARÁSITO

Tradicionalmente los virus se han estudiado como patógenos que infectan a un


organismo y les hacen algún tipo de daño, sin embargo, estudios más recientes han demostrado
que los virus pueden incluso llegar a ser beneficiosos para sus hospedadores, ya que pueden
proporcionarle no solo funciones adicionales que mejoren su calidad de vida y/o facilidad de
supervivencia, sino que en algunas ocasiones estos virus son esenciales para el desarrollo del
ciclo del vida del hospedador, llevando a cabo una relación simbiótica con beneficio mutuo
entre estos dos microorganismos (mutualismo). Estos virus se conocen como “virus buenos”
[12] y se han observado en muchos organismos diferentes (bacterias, hongos, animales, plantas
y parásitos).

d. Virus de Trichomonas vaginalis

Trichomonas vaginalis es el agente causal de la tricomoniasis. Tiene una clínica muy


variable, ya que puede cursar de forma asintomática o producir síntomas graves como,
irritación, inflamación severa, edema y eritema de la pared vaginal, hemorragias puntiformes,
prurito, disuria (dolor al orinar), dispareunia (dolor durante el coito) y flujo anormal maloliente.
El ser humano su único hospedador y afecta tanto a hombres como a mujeres, sin embargo, la
mayoría de las infecciones en hombres son asintomáticas, por lo que se convierten en portadores
sanos de la enfermedad y dificultando su diagnóstico y tratamiento.

Este parásito coloniza el epitelio escamoso del tracto genitourinario (vagina, uretra y
glándulas parauretrales), pero también puede encontrarse en el cérvix, la próstata y las glándulas
de Bartolino. Las investigaciones científicas de las últimas décadas han demostrado que la
gravedad de esta ITS es debida no tanto a la clínica sino a las consecuencias derivadas de su

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padecimiento. En embarazadas, T. vaginalis puede ocasionar graves complicaciones, como
rotura de las membranas, riesgo de parto prematuro y nacimiento de un bebé de bajo peso.
También existe la posibilidad de contaminar al neonato durante el parto, pudiendo ocasionar
tanto infecciones genitourinarias como pulmonares con consecuencias graves. Además, este
protozoo es capaz de sobrevivir a la congelación, por lo que podría ser transmitido por
inseminación artificial.

Así mismo, la inflamación local que ocasiona el parásito favorece la transmisión de


otras ITS (infecciones de transmisión sexual) como gonorrea, papilomavirus o VIH (virus de la
inmunodeficiencia humana) entre otras. Además, es un factor de riesgo en el desarrollo de
lesiones neoplásicas de cérvix y próstata [25], ya que la presencia de este parásito y la
inflamación crónica que produce en el hospedador, junto con la activación de ciertos genes,
puede llevar al desarrollo de estos tipos de cáncer.

Se trata de un protozoo de forma ovalada


(Ilustración 3) o piriforme (aunque su morfología y
tamaño varían en función de las condiciones
ambientales del medio en el que se encuentre tales
como pH, temperatura, presencia de nutrientes o
presión osmótica) que presenta cinco flagelos, cuatro
de los mismos libres en el extremo anterior y el quinto
formando la membrana ondulante sin extremo terminal
libre. Esta estructura es la que le permite moverse,
aunque también tiene la capacidad de emitir
pseudópodos que a su vez le permiten englobar y
fagocitar glóbulos rojos para su digestión (aparte de
otro tipo de células). Presenta un solo núcleo situado
en la parte anterior y un axostilo (formado por
microtúbulos) que sobresale por el extremo posterior,
lo que la confiere cierta rigidez. Presenta muchos
gránulos paraxostilares y paracostales que son los
hidrogenosomas.

No presenta formas de resistencia (quistes),


solo existe en su forma de trofozoíto, aunque se han Ilustración 3: morfología de
descrito formas redondeadas en ambientes hostiles que Trichomonas vaginalis
se caracterizan por la internalización de los flagelos y
de la membrana ondulante dando lugar a formas
pseudoqúisticas con capacidad de reversión [26].

Son microorganismos de metabolismo anaerobio o microaerófilo (pueden tolerar


pequeñas cantidades de oxígeno) ya que no posee mitocondrias, en su lugar tiene
hidrogenosomas, que son los encargados de llevar a cabo la fermentación de la glucosa para
dar ATP; se genera piruvato que sufre una descarboxilación oxidativa para dar acetil-coA. Este

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proceso está mediado por la enzima PFOR (Pirivato-Ferredoxina-Óxido-Reductasa). Además,
esta enzima es la principal responsable de la activación del fármaco de referencia por procesos
redox (ya que capta los electrones), el metronidazol (Ilustración 4).

Ilustración 4: proceso de descarboxilación oxidativa llevada a cabo en el hidrogenosoma de T. vaginalis


[18]. CoA: Coenzima A; PFOR: Piruvato:ferredoxina oxidorreductasa; Fd: Ferredoxina; HD: Hidrogenasa.

Es un parásito monoxeno con un ciclo biológico (Ilustración 5) directo y antroponótico


(solo infecta al hombre). Se transmite por relaciones sexuales y se multiplica por simetrogonia
o fisión binaria longitudinal.

Ilustración 5: ciclo de vida de Trichomonas vaginalis.

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T. vaginalis ha logrado una excelente adaptación al medio genitourinario en el que vive
habiendo desarrollado numerosos mecanismos de patogenia que le permiten colonizar al
hospedador y evadir su respuesta inmune fácilmente. Así mismo, otro dato relevante es que
cuenta con uno de los genomas más grandes jamás secuenciados en proporción a su pequeño
tamaño [27]. A pesar de todo lo anteriormente mencionado, T. vaginalis ha recibido poca
atención por parte de los organismos de salud, resultando innumerables las dudas que se
plantean sobre la capacidad adaptativa de este parásito a un entorno tan hostil como es el
genitourinario; siendo necesario continuar con los estudios que arrojen luz sobre los
mecanismos de interacción parásito-hospedador.

La tricomoniasis es la infección de transmisión sexual (ITS) de origen no viral de mayor


morbilidad en el mundo, con más de 180 millones de casos anuales [28], sin embargo, estos
datos no son del todo ciertos ya que en muchas veces cursa de manera asintomática y, además,
no es una enfermedad de declaración obligatoria (EDO). Se trata de una enfermedad de carácter
cosmopolita cuya prevalencia va ligada a la edad y a las relaciones sexuales; y, aunque de
manera general está más presente en países en vías de desarrollo con pocos recursos
económicos [29], dentro de los países desarrollados está habiendo un incremento en el número
de casos debido al aumento de la sustitución de los preservativos por los anticonceptivos orales
[30], y a la tendencia de comenzar a mantener relaciones sexuales a una edad cada vez más
temprana.

El diagnóstico de esta enfermedad se debe hacer en el laboratorio, ya que los signos y


síntomas de la misma son muy inespecíficos y no permiten llevar a cabo un diagnóstico clínico.
Se realiza una toma de muestras por citología (la muestra idónea en el caso de las mujeres son
las secreciones vaginales y en el caso de los hombres, el semen, aunque también se pueden usar
secreciones prostáticas o la orina), y análisis directo al microscopio con el fin de detectar
trofozoítos (generalmente son fáciles de encontrar ya que están en movimiento). En el caso de
no ser capaces de detectarlos de esta manera se puede llevar a cabo tinción con Giemsa o
Naranja de Acridina para poder ver las formas; además estas muestras se pueden cultivar en
medios especiales (Roiron o Diamond) con el fin de aumentar la sensibilidad del diagnóstico.
También se recurre a la detección antigénica (como la inmunocromatografía), aunque en los
últimos años se han desarrollado pruebas más modernas de amplificación de ácidos nucleicos
(NAAT) que permiten aumentar la sensibilidad de la detección. Como alternativa se puede
recurrir al diagnóstico molecular (PCR).

El tratamiento debe realizarse tanto en el paciente infectado como en su pareja o parejas


sexuales, sean o no asintomáticos, ya que de esta manera se reduce el riesgo de reinfección [31].
Además, se recomienda evitar cualquier contacto sexual hasta no haber confirmado la curación
total del paciente y de su/s pareja/s [32].

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Los fármacos aprobados por la FDA (Food and Drug Administration) para el
tratamiento de la tricomoniasis son los 5-nitroimidazoles (5-NI): el metronidazol [1-hidroxietil-
2-metil-5-nitroimidazol] (Ilustración6) como tratamiento de elección y el tinidazol [1-[2-
etilsulfoniletil]-2-metil-5-nitro-imidazol] (Ilustración 7) como alternativa terapéutica.

Ilustración 6: estructura Ilustración 7: estructura


química de metronidazol. química de tinidazol

Tanto el metronidazol como el tinidazol son profármacos que penetran al interior del
trofozoíto por difusión pasiva y, una vez dentro del hidrogenosoma, la enzima PFOR, encargada
de la descarboxilación oxidativa para la obtención de ATP, provoca la liberación de electrones
que son captados por la proteína ferredoxina (Fd), que se reduce. Pero, como el metronidazol
(MTZ) tiene un potencial redox mayor, cuando este se encuentra en el interior del
hidrogenosoma compite con la ferredoxina y se produce la transferencia de electrones de la
ferredoxina al grupo NO2 del metronidazol, reduciéndolo y activando así el fármaco. Los
radicales libres formados interaccionan con el ADN celular del parásito produciendo una
pérdida de la estructura helicoidal y rotura de la cadena con la inhibición resultante de la síntesis
de ácidos nucleicos, lo que ocasiona la muerte celular del parásito [18]. (Ilustración 8)

Ilustración 6: mecanismo de acción de los 5-nitroimidazoles en Trichomonas vaginalis.

Para el tratamiento de esta enfermedad se recomienda una de las siguientes pautas


posológicas, tanto en hombres como en mujeres:
- Régimen de dosis múltiple: 500 mg oral al día, durante 10 días consecutivos,
repartidos en 2 tomas junto con las comidas. Muy excepcionalmente puede ser
necesario aumentar la dosis diaria a 750 mg ó 1 g.
- Régimen de dosis única: 2 g de metronidazol o tinidazol oral en una sola toma.

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Si este tratamiento fracasa, se administra 2g de metronidazol oral durante 5 días.
Durante el primer trimestre de embarazo se debe emplear por vía intravaginal en forma de
óvulos o crema. Se han hallado cepas resistentes el metronidazol en personas con infección
recurrente que ya hayan sido tratadas con este fármaco antes; en tal caso puede administrarse
paromomicina intravaginal junto con dosis altas de tinidazol.

En 1985 [8] se descubrió que Trichomonas vaginalis puede estar infectado por un virus
dsRNA de la familia Totiviridae, fue el primer virus de un protozoo que realmente se estudió y
caracterizó bioquímicamente. Esta infección es relativamente común, ya que se podían
identificar hasta 3 segmentos de longitud similar (4.000 – 5.000 pb) en un solo aislado de T.
vaginalis, lo que implica la presencia de un virus multisegmentado o la posibilidad de infección
múltiple por varias especies de TVV (Trichomonas vaginalis virus) en un mismo parásito [33].
Estos virus se localizan en el citoplasma del protozoo, cerca del Aparato de Golgi o de la
membrana plasmática, presentan tamaño variable (entre 33 y 200 nm) y diferentes formas
(cilíndricas, filamentosas y esféricas) [34]. Se han descubierto 4 especies de TVV (TVV-1,
TVV-2, TVV-3 y TVV-4) gracias al análisis filogenético y la comparación de genomas [33].

Los TVV no tienen capacidad de transmisión extracelular, sino que se transmiten de


manera vertical durante la reproducción de los trofozoítos por fisión binaria. Este virus está
muy bien adaptado a Trichomonas vaginalis, lo que ocasiona que la infección se mantenga en
el tiempo de manera prolongada, ya que causa pocos o ningún efecto perjudicial en la salud de
este parásito [33]. Sin embargo, no se conoce el mecanismo por el cual los TVVs penetran en
el interior de T. vaginalis. La presencia o no de estos virus puede estar asociada a variaciones
en el genoma del parásito, lo que condiciona su patogenicidad, las manifestaciones clínicas que
ocasiona y sensibilidad a metronidazol [35].

Se ha demostrado que la presencia de TVV altera la expresión de las cistein-proteasas,


que son factores de virulencia del parásito ya que son esenciales tanto para la adherencia y
colonización del tracto genitourinario [18], como para la evasión de la respuesta inmune del
hospedador al degradar las proteínas de la cascada del complemento [36] e inmunoglobulinas
[37]. Por lo tanto, es posible que la presencia de TVV en Trichomonas vaginalis aumente la
capacidad de supervivencia del parásito dentro del hospedador al alterar la expresión de estas
proteínas, confiriéndole una hipervirulencia en este aspecto, pero todavía se necesitan más
estudios sobre el tema [33].

La infección por este virus altera también la expresión de la proteína P270, presente en
la superficie celular del protozoo, que es altamente inmunogénica ya que se trata de un antígeno
[36]. En función de si expresa o no P270 en su superficie, se clasifican los aislados de
Trichomonas vaginalis en dos grupos [38] y [39]:

• Tipo I: aislados que sintetizan la glicoproteína P270, pero que no son capaces de
expresarla en su superficie, por lo que no están infectados con TVV (son TVV
negativo o TVV –).

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• Tipo II: aislados que presentan P270 en la superficie, por lo que si están infectados
por TVV (son TVV positivos o TVV +) [27].

Por lo tanto, la determinación de la presencia de TVV en Trichomonas vaginalis [18] se


realiza mediante la comprobación de la presencia o ausencia de la proteína P270 en la superficie
de los trofozoítos. Para ello, se lleva a cabo una inmunofluorescencia indirecta (IFI) en la que
se emplea el anticuerpo monoclonal (AcMo) C20A3 capaz de unirse específicamente a la
proteína parasitaria P270, revelando con un conjugado marcado con fluoresceína. De esta
manera, los parásitos infectados por el virus (TVV+) y que, por lo tanto, presentan la proteína
P270 en su superficie, se verán de color verde-amarillo fluorescente, mientras que aquellos
TVV- se verán de color rojo, ya que previamente se lleva a cabo una tinción de los aislados a
estudiar con Azul de Evans para poder diferenciar perfectamente los TVV+ (Ilustración 9) de
los TVV- (Ilustración 10).

Ilustración 8: asilado de T. vaginalis TVV+ Ilustración 7: asilado de T. vaginalis TVV-

Se ha intentado relacionar la presencia de TVV (asilados de Tipo II) con la virulencia


del parásito, ya que algunos autores lo asocian al desarrollo resistencia a los 5-nitroimidazoles
[40] y una clínica concreta [41] (mayor prevalencia de asilados TVV+ en mujeres que en
hombres, así como en pacientes de mayor edad). Recientes estudios [27] sugieren que los
aislados de Tipo II podrían haber evolucionado más recientemente a partir de los de Tipo I que
tendrían características moleculares más conservadas.

Es necesario llevar a cabo más estudios que nos permitan relacionar las infecciones
causadas por Trichomonas vaginalis TVV+ con las manifestaciones clínicas o patogenicidad
que presenten en el hospedador [33] con el fin de aclarar si la presencia de TVV altera la
virulencia de este parásito.

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7. CONCLUSIONES

Aunque se sepa de la presencia de parásitos infectados por virus desde hace décadas
gracias a la detección de VLP, los efectos que esta asociación tiene en la relación entre el
parásito y el hospedador aun tienen que estudiarse en más profundidad.

Que los parásitos puedan comportarse como vectores para la transmisión de virus
facilita que un hospedador se infecte a su vez con dicho microorganismo. Además, el parásito
sirve como reservorio para el virus y le brinda protección frente a las condiciones ambientales
externas. Se ha demostrado que las amebas de vida libre, son capaces de albergar en su interior
adenovirus responsables de infermedades como conjuntivitis, diarrea, neumonía, etc.
Trichomonas vaginalis tiene la capacidad de acoger en su interior virus como el del herpes
simplex de tipo II y el VIH, haciendo que las personas que padezcan de esta infección
parasitaria tengan a su vez más posibilidades de contraer estas otras enfermedades vectorizadas
por el protozoo, con las consecuencias clínicas que ello conlleva. Por lo tanto, debemos tener
en cuenta las asociaciones que se pueden producir entre estos dos microorganismos para poder
llevar a cabo un correcto diagnóstico y tratamiento de los pacientes afectados.

Recientes estudios parecen indicar que la presencia de grandes cantidades de partículas


virales de GLV en cepas de Giardia lamblia tienen un efecto perjudicial para la supervivencia
del parásito (hipovirulencia), ya que modifica su apariencia, haciéndolos no adherentes al
intestino delgado y dificultando su crecimiento pues los hace incapaces de dividirse.

En el caso de Trichomonas vaginalis se ha demostrado que la presencia de TVV altera


la expresión de factores de virulencia del parásito como las cisteín-proteasas (esenciales tanto
para la adherencia y colonización de este parásito al tracto genitourinario como para la evasión
de la respuesta inmune del hospedador) y el antígeno de superficie P270. Además, la infección
por estos virus se asocia al desarrollo resistencia a los 5-nitroimidazoles (fármacos de
referencia) y unas manifestaciones clínicas concretas. Por lo tanto, es posible que la presencia
de TVV en este protozoo aumente la capacidad de supervivencia del mismo dentro del
hospedador, confiriéndole así una hipervirulencia; si bien es cierto que todavía se necesitan más
estudios sobre el tema.

Por lo tanto, la relación triangular que se produce entre el virus, el parásito y el


hospedador, y la modulación de la patogenicidad de los parásitos por parte de los virus debe
tenerse en cuenta para poder realizar una correcta lucha contra las infecciones causadas por
estos microorganismos.

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8. BIBLIOGRAFÍA

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