Simón Rodríguez

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Simón Rodríguez

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Para otros usos de este término, véase Simón Rodríguez (desambiguación).
Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez (Caracas, 28 de
octubre de 1769-Amotape, 28 de febrero de 1854)
fue un educador, político y prócer venezolano. Fue tutor de Simón
Bolívar y Andrés Bello. Aportó enseñanzas y obras escritas para el proceso de
libertad e integración americana.

Primeros años
Simón Rodríguez nació en Caracas el 28 de octubre de 1769. 1
Tuvo por padre a un clérigo nombrado Carreño, cuyo apellido llevó don Simón por algún tiempo;
pero que cambió después por el de Rodríguez. [...] Don Simón no fue hijo único; tuvo un hermano,
llamado Cayetano, que de afición llegó a ser el mejor músico de Venezuela. 2

Amunátegui, quien fuera el primer biógrafo de Simón Rodríguez,


probablemente se haya basado en el testimonio de Andrés Bello, a quien
conoció en Santiago de Chile, puesto que Andrés Bello y Simón Rodríguez
habían sido vecinos en Caracas; habitaron ambas cosas del Callejón de la
Mercedes, frente a la iglesia del mismo nombre. Andrés Bello se crio en la casa
de su abuelo, el gran pintor Juan Pedro López; Simón y Cayetano vivieron en la
casa del sacerdote Alejandro Carreño.1
Arturo Uslar Pietri1 y Rafael Fernández Heres3han rechazado la idea de que
Simón Rodríguez haya sido hijo natural de un sacerdote católico.
Sin embargo, la tradición ha dado por cierto que Simón Rodríguez y Cayetano
Carreño fueron hijos naturales del sacerdote Alejandro Carreño y Rosalía
Rodríguez, y así lo recogen tanto Arístides Rojas ―quien afirma haber recibido
sus datos del último hijo sobreviviente de Cayetano Carreño (también llamado
Cayetano), sobrino de Simón Rodríguez―4como Ramón de la Plaza.5Sea
como fuere, el hecho es que Simón y Cayetano se criaron juntos, y fueron
conocidos en Caracas como «los hermanos Carreño».
Cotejando los censos de la parroquia de Altagracia es posible arrojar luz sobre
la crianza de Simón Rodríguez. En las matrículas de los años 1774, 1775 y
1776 aparecen los párvulos expósitos Simón y Cayetano, registrados en casa
de Rosalía Rodríguez, viuda, quien era hija de un propietario de haciendas y
ganaderías en los llanos del Guárico, descendiente de canarios.6No es
descabellado suponer que hacia 1780 ―luego del matrimonio de Rosalía
Rodríguez con Ignacio Abay― los niños Simón y Cayetano hayan tenido que
cambiar de hogar. Y en efecto, la matrícula de 1790 de la parroquia de
Altagracia registra a los jóvenes en casa del sacerdote Alejandro Carreño. 7En
1791, luego de la muerte de Alejandro Carreño, los hermanos quedaron bajo la
tutela de su tío materno, el sacerdote Juan Rafael Rodríguez, 4canónigo
doctoral de la catedral y hermano de Rosalía Rodríguez. Simón y Cayetano
ocuparon una casa en la «calle segunda de norte a sur... cuadra de Nuestra
Señora de la Salud»8(hoy esquinas de Ibarras a Madrices), casa en la que
probablemente vivieron juntos hasta el casamiento de Cayetano en 1794.
Maestro[editar]
En mayo de 1791 ―cuando ya tenía 21 años― el Cabildo de Caracas le dio un
puesto como profesor en la Escuela de Lectura y Escritura para Niños. En esta
escuela tuvo la oportunidad de ser el tutor del futuro libertador Simón Bolívar.
El tutor de Bolívar, Carlos Palacios y Blanco, decidió enviar a Bolívar a vivir con
Simón Rodríguez porque no podía atenderlo personalmente. Ante la
perspectiva de vivir con Rodríguez, el 23 de julio de 1795 Bolívar se escapó de
la casa de su tío Carlos para refugiarse en la casa de su hermana María
Antonia, quien ejerció su custodia temporal, hasta que la Real Audiencia de
Caracas resolvió el litigio judicial y devolvió a Carlos Palacios la custodia de
Bolívar. Este trató de resistirse pero fue sacado por la fuerza de casa de su
hermana y llevado en volandas por un esclavo hasta la humilde casa de
Rodríguez. Bolívar tuvo que compartir el espacio con otros veinte niños en una
casa no apta para ello, y por ello escapó de allí un par de veces, en las que
terminó volviendo por orden de los tribunales. Sin embargo, la relación con el
que más adelante llamaría mi maestro fue fructífera, y se mantuvo hasta que
Bolívar cumpliera 14 años. No hay duda de que Simón Rodríguez ejercería
gran influencia en el carácter y pensamiento libertario del futuro Libertador.
En 1794, Simón Rodríguez presentó un escrito crítico, Reflexiones sobre los
defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de
lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Fuertemente influenciado por
el Emilio de Jean-Jacques Rousseau, Simón Rodríguez desarrolló una
revolucionaria concepción de lo que debía ser el modelo educativo de las
naciones americanas. En 1824, el mismo Bolívar ―en carta al general
Santander― decía que su maestro «enseñaba divirtiendo». Este espíritu que
intentaba romper con las rígidas costumbres educativas del colonialismo
español se reflejaría en toda la obra y el pensamiento de Simón Rodríguez.
Su participación en la Conspiración de Gual y España, descubierta en julio de
1797, en contra de la corona española lo obligó a renunciar a su cargo de
maestro y huir del territorio venezolano, con 27 años.
Samuel Robinsón[editar]

Simón Bolívar

En 1797, en la villa de Kingston (en la isla de Jamaica), cambió su nombre a


Samuel Robinsón. Después de permanecer algunos años en los Estados
Unidos, en 1801 viajó a Francia. En 1804, con 34 años, se encontró en París
con Simón Bolívar (21 años), de quien había sido maestro poco más de diez
años antes.9
El año anterior (1803) Bolívar había viajado a Europa desolado porque el 22 de
enero de 1803 había fallecido en Caracas su esposa madrileña, con la que
estuvo casado apenas unos meses.
Al año siguiente (1805) viajaron juntos a Italia. En Milán fueron testigos
presenciales de la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia y
de Roma. El 15 de agosto de 1805, Rodríguez fue testigo del famoso juramento
de Bolívar sobre el monte Sacro (en Roma), en donde se comprometió a liberar
a toda América de la corona española. 9Simón Rodríguez lo registró para la
Historia. Bolívar regresó a Venezuela al año siguiente (1806).
Entre 1806 y 1823, mientras se libraba gran parte de la Guerra de
Independencia en su natal Venezuela, Rodríguez vivió
en Italia, Alemania, Rusia, Prusia y Países Bajos. Luego daría su opinión sobre
este periodo de tiempo diciendo:
Permanecí en Europa por más de veinte años; trabajé en un laboratorio de química industrial […];
concurrí a juntas secretas de carácter socialista […]. Estudié un poco de literatura, aprendí lenguas y
regenté una escuela de primeras letras en un pueblecito de Rusia.
Simón Rodríguez10

Regresa a América en 1823, usando el nombre de Simón Rodríguez


nuevamente. En 1824 establece en Colombia la primera «escuela-taller».
Atiende al llamado hecho por Bolívar desde el Perú, y es nombrado «Director
de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas» y «Director de
Minas, Agricultura y Vías Públicas» de Bolivia.
En 1826, establece una segunda escuela-taller como parte del proyecto para
toda Bolivia. Pero el Mariscal Antonio José de Sucre, presidente de Bolivia
desde octubre de 1826, no tenía una buena relación con él, por lo que
Rodríguez dimitió el mismo año, trabajando el resto de su vida como educador
y escritor, viviendo alternadamente entre Perú, Chile y Ecuador. Entre tantas
anécdotas, resalta su anticlericalismo (impronta de su trabajo sobre pedagogía)
exacerbado al punto de darle nombre de Choclo, Zapallo y Zanahoria a sus dos
hijos e hija nacidos durante su estadía en Ecuador. Fue como protesta contra la
expectativa de la iglesia de que los niños fueran bautizados de acuerdo al
santoral. Muy importante es su trabajo titulado Sociedades Americanas,
dividido en varias ediciones publicadas
en Arequipa (1828), Concepción (1834), Valparaíso (1838), y Lima (1842). El
texto insiste en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas
de Hispanoamérica, idea que sintetiza su frase:
Simón Rodríguez vivió sus últimos años en Ecuador.
La América española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales
sus medios de fundar uno y otro. O inventamos, o erramos.11

Otra obra importante fue El Libertador del Mediodía de América y sus


compañeros de Armas (de 1830), un alegato sobre la lucha social que
emprendía Bolívar en esa época.

Y fue el suministro de agua

Epílogo[editar]
En los años finales de su vida dio clases en varios colegios
de Quito y Guayaquil (Ecuador); debido a un incendio que azotó esta ciudad,
gran parte de su obra quedó hecha cenizas.12
En 1853 emprendió su último viaje rumbo a Lima al lado de su hijo José, y de
Camilo Gómez, un compañero de este, en Paita mantuvo contacto con la
quiteña Manuela Sáenz quien también se encontraba exiliada allí. La muerte lo
sorprendió el 28 de febrero de 1854, con 84 años, en el caserío de Amotape, a
orillas del río Chira.13Fue asistido por Camilo Gómez.
Setenta años después (hacia 1925) sus restos fueron trasladados al Panteón
de Héroes del Perú, y en 1954 al Panteón Nacional de su Caracas natal.

Aportes[editar]
Entre sus aportes al pensamiento americano y al quehacer cosmopolita
destacan dos: a) contribuir a formar el carácter republicano, libertario y moral
de Bolívar, durante la infancia y juventud del primero, y b) haber plasmado en
sus obras un ideario original, filosófico-pedagógico, necesario para la
emancipación de las sociedades americanas.
Estilo[editar]
Resalta Juan David García Bacca el hecho de que Simón Rodríguez "trabajó
de tipógrafo (de cajista) en Baltimore durante tres años (1798-1801)"
dotándose de una "pericia artesanal" que emplearía en sus obras con fines
pedagógicos, estéticos y hasta, como es el caso del mismo García Bacca, ...
fines técnico-filosóficos.14 El modo aforístico de escribir y el uso de cursivas,
entre otras técnicas, seguidas y usadas por el propio García Bacca, son en sí
uno de los aportes de las obras del Maestro Rodríguez.

Obras[editar]
 Representación al Ayuntamiento (Caracas, 1793).15
 Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras
en Caracas, y medio de lograr su reforma por un nuevo
establecimiento (Caracas, 1794).
 Sociedades americanas en 1828, cómo serán y cómo podrían ser en los
siglos venideros (Arequipa, 1828).16
 El libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas,
defendidos por un amigo de la causa social (Arequipa, 1830).
 Observaciones sobre el terreno de Vincocaya con respecto a la empresa
de desviar el curso natural de sus aguas y conducirlas por el río Zumbai al
de Arequipa (Arequipa, 1830).
 Sociedades americanas en 1828, cómo serán y cómo podrían ser en los
siglos venideros [Luces y virtudes sociales] (Concepción, Imprenta del
Instituto, 1834).
 Informe sobre el terremoto de Concepción (Concepción, 1835).
 Sociedades americanas en 1828. Cómo serán y cómo podrían ser en
los siglos venideros [Primera parte. Luces y virtudes sociales] (Valparaíso,
Imprenta del Mercurio, 1840).
 Partidos (11 artículos) (Valparaíso, El Mercurio, 1840).
 Sociedades americanas en 1828, cómo serán y cómo podrían ser en los
siglos venideros (Lima, Imprenta del Comercio, 1842). 17
 Crítica de las providencias del gobierno (Lima, Imprenta del Comercio,
1843).
 Extracto sucinto de mi Obra sobre la Educación Republicana (3
artículos) (Bogotá, El Neo Granadino, 1849).
 Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga (Latacunga, 1851).

Honores[editar]
 En 1981, Arturo Uslar Pietri escribió una biografía novelada sobre Simón
Rodríguez, La isla de Róbinson.
 El presidente venezolano Hugo Chávez fundó la Misión Robinsón (por el
seudónimo «Samuel Robinsón» que utilizó Simón Rodríguez), un programa
social del Gobierno nacional para enseñar a leer y escribir a la población
analfabeta.
 En Caracas (Venezuela) se nombró en su honor la Universidad Nacional
Experimental Simón Rodríguez. También existe en esta ciudad un sector
epónimo ubicado al norte de la misma, cerca de la estación del Teleférico
de Caracas.
 El Consejo Municipal de Caracas otorga el premio Simón Rodríguez,
que se ha transformado en uno de los más prestigiosos de Venezuela.
 En Cali (Colombia) se nombró en su honor la Institución Educativa
Técnica de Comercio «Simón Rodríguez».
 Su retrato aparece en el billete de 50 y 10 000 bolívares.

Simón Rodríguez
(Simón Narciso Jesús Rodríguez; Caracas, Venezuela, 1769 - Amotape,
Perú, 1854) Pedagogo y escritor venezolano.
Simón Rodríguez

Jamás la historia de la América independentista ha sido tan injusta con


uno de sus grandes personajes como lo fue con la obra del insigne
educador y gran pensador americano don Simón Rodríguez. El relato de
su vida, atrapado en el sobrenombre de El Maestro del Libertador, se
destacó en la historia por el mérito de haber forjado el espíritu y las
ideas de Bolívar, reduciendo a pasividad lo que fue realmente una activa
relación de reciprocidad.

Pero Simón Rodríguez no nació para hacer de Bolívar el futuro Libertador


de América; se hizo a sí mismo, más bien, para convertir en verdaderas
repúblicas a los territorios conquistados por la libertad. El proyecto
diseñado por Simón Rodríguez, basado en la colonización del continente
por sus propios habitantes y en la formación de ciudadanos por medio
del saber, lo dibuja como un gran pensador americano a quien, en virtud
de su incesante lucha en favor de la educación popular, sería más justo
recordar como el gran maestro de muchos. La originalidad de sus
pensamientos, su sentido estricto de la honestidad, la trascendencia
renovadora de sus ideas pedagógicas y sociales y la heterodoxia y
excentricidad de sus métodos hablan de un hombre con sentido propio,
ajeno al contexto de su época.

Biografía

Los historiadores suelen ubicarlo en la borrosa frontera que separa la


genialidad de la locura; y no sin razón, ya que la vida de Simón Narciso
Jesús Rodríguez se encuentra minada de anécdotas que no cesan de
sugerir la interrogante. Nació en Caracas el 28 de octubre de 1769
(aunque también se afirma que fue en 1771); se dice que era hijo
natural de Rosalía Rodríguez y de un hombre desconocido, de apellido
Carreño.

Las imprecisiones en torno a su procedencia han animado la fábula:


abandonado en las puertas de un monasterio, se crió en la casa de un
clérigo de nombre Alejandro Carreño, quien se presume que era su
padre, junto a su hermano Cayetano Carreño, que se convertiría en un
famoso músico de la ciudad. Era alto y fornido, y su extravagante forma
de vestir provocaba la risa de muchos.

Ninguna de estas referencias, sin embargo, cifra la existencia de Simón


Rodríguez: viajero incansable, fue un cosmopolita en el sentido literal
del término, a quien poco importaba el arraigo a cualquier vínculo
familiar, cultural o territorial. El ethos de su vida fue siempre educar, y
para ello recorrió el mundo entero, en busca de un lugar en el cual
pudiera "hacer algo" y poner en práctica sus ideas. Ésta fue su
verdadera patria.
El joven maestro

La larga carrera de Simón Rodríguez como educador, si es que así puede


etiquetarse su incesante labor de "formar ciudadanos por medio del
saber", se inicia oficialmente cuando el Cabildo de Caracas le otorga, en
1791, el permiso para ejercer de maestro de escuela de primeras letras
en la única escuela pública de esa ciudad. Claro está que la formación
autodidacta emprendida por Rodríguez desde muy joven habla de un
inicio más temprano en su carrera y de un encuentro prematuro con la
vocación del saber, la reflexión y el pensamiento.

Simón Rodríguez
A los veinte años de edad, según se dice, Simón Rodríguez ya había
leído a Jean-Jacques Rousseau, particularmente su obra Emilio o De la
educación, y una traducción de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano. Como muestra del ímpetu y la avidez de sus reflexiones,
siempre originales y a contrapelo del medio, presentó al ayuntamiento
de Caracas, en 1794, un estudio titulado Reflexiones sobre los efectos que vician
la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo
establecimiento.

Las ideas vertidas en este ensayo parten de la necesidad de formalizar la


educación pública por medio de la creación de nuevas escuelas y la
formación de buenos profesores; de esta forma, argumentaba, se
promovería la incorporación de más alumnos (incluyendo a los niños
pardos y negros) y la disminución progresiva de la enseñanza particular;
se requería además buenos salarios.

Fue en esa época cuando, en la escuela de primeras letras del Cabildo


de Caracas, tuvo entre sus alumnos, hasta los catorce años, al entonces
travieso Simón Bolívar. Simón Rodríguez, que además de maestro era
también amanuense del tutor de Bolívar, había sido recomendado para
encargarse de la educación del futuro Libertador de América.
Alguna contingencia de vital importancia para la vida del maestro lo
animaría a abandonar el país. La fecha de su éxodo es dudosa, tanto
como la naturaleza de los acontecimientos que lo propiciaron. Es un
lugar común el que afirma que Simón Rodríguez formaba parte de la
famosa conspiración de Manuel Gual y José María España, descubierta el 13
de julio de 1797, y que tuvo que huir despavorido hacia La Guaira para
embarcarse en un galeón con destino a Jamaica.
Hay quien asegura, sin embargo, que su partida ocurrió en fecha
anterior a noviembre de 1795, y que fue motivada por su descontento
con el régimen español: "Mal avenido con la tiranía que lo agobiaba bajo
el sistema colonial (en palabras de Daniel Florencio O'Leary), resolvió buscar
en otra parte la libertad de pensamiento y de acción que no se toleraba
en su país natal". Jamaica le esperaba como puerto de inicio de una
aventura de más de veinte años en el exilio.
El exilio

La vocación que mostraba Simón Rodríguez hacia la educación se


manifiesta también en la atención que prestaba a los nuevos
conocimientos; se encontraba sediento por aprender, al tiempo que
diseñaba y ensayaba a su paso nuevos métodos de enseñanza. Una vez
en Kingston, Rodríguez utilizó sus ahorros para aprender inglés en una
escuela de niños; mientras lo hacía, se divertía enseñando castellano a
los párvulos. Su método era curioso: "Al salir a la calle los alumnos
lanzan sus sombreros al aire, y yo hago lo mismo que ellos".
Su siguiente destino sería Estados Unidos. En Baltimore se empleó como
cajista de imprenta, oficio que le permitiría, más tarde, componer él
mismo los moldes de imprenta de sus obras. Tres años después viajó a
Bayona, en Francia, donde se registró bajo el nombre de Samuel
Robinson "para no tener constantemente en la memoria (según dijo él
mismo) el recuerdo de la servidumbre". Más tarde, en la ciudad de París,
se empadronaría en el registro de españoles de la manera siguiente:
"Samuel Robinson, hombre de letras, nacido en Filadelfia, de treinta y
un años"; y esta identidad la mantendría los siguientes veinte años de
su vida en el viejo continente.
En París conoció a Fray Servando Teresa de Mier, un sacerdote revolucionario
de origen mexicano, y lo convenció para que juntos abrieran una escuela
de lengua española. Para acreditar sus conocimientos, Rodríguez tradujo
al castellano la novela Atala de Chateaubriand; Mier se atribuyó la
traducción. También estudió física y química, y se convirtió en el
expositor de orden de las investigaciones del laboratorio para el cual
trabajaba.

Bolívar se encontraba en París desde 1803, y Simón Rodríguez formaba


parte de sus amistades más cercanas. Ambos disfrutaban de largas
tertulias, a veces solos y otras acompañados de Fernando Toro o de
algún otro personaje. En 1805 emprendieron una larga travesía hasta
Italia, cruzando a pie los Alpes. Fueron de Chambéry a Milán, luego a
Verona y Venecia, Padua, Ferrara, Florencia y Perusa.

El juramento del Monte Sacro

Por último, llegaron a Roma. Aquí fue donde subieron al Monte Sacro y
se produjo el famoso juramento de Bolívar de libertar América: "Juro
delante de usted (así describe Rodríguez el juramento de Bolívar), juro
por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor, y juro por la
patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que
haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".

En la ciudad de Nápoles sus trayectorias se separaron: Bolívar regresó a


América; Simón Rodríguez volvió a París y de ahí marchó a Alemania, y
luego a Prusia, Polonia, Rusia e Inglaterra. Según su propio relato,
trabajó en un laboratorio de química, participó en juntas secretas de
carácter socialista, estudió literatura y lenguas y regentó una escuela de
primeras letras en un pueblecito de Rusia.

Posteriormente, en Londres, se desempeñó como educador e inventó un


novedoso sistema de enseñanza con varios tópicos, de los cuales uno
estaba destinado al buen manejo de la escritura: colocaba a sus
alumnos con los brazos en triángulo y los dedos atados, quedando en
libertad el índice, el medio y el pulgar. Y los ejercitaba en seguir sobre el
papel, situado oblicuamente, los contornos de una plancha de metal
donde se había trazado un óvalo. De esta figura formaba todas las
letras. "Nada más ingenioso (diría Andrés Bello), nada más lógico, nada
más atractivo que su método; es en este sentido otro Pestalozzi, que
tiene, como éste, la pasión y el genio de la enseñanza".

Y es que Simón Rodríguez era un apasionado de la escritura. Veía en ella


unas capacidades expresivas que, desde su punto de vista, no estaban
reflejadas en la gramática española. Solía escribir utilizando al máximo
signos de puntuación, admiración y exclamación, mayúsculas y
subrayados, y esquemas de fórmulas, símbolos, paréntesis y llaves, de
forma tal que le resultara posible transmitir el espíritu y la complejidad
de sus pensamientos. Quería una letra viva. Y así la habría de practicar a
lo largo de todos sus escritos en Europa y una vez retornado al nuevo
continente.

Retorno a América
Animado por las noticias que le llegaban de América, Simón Rodríguez
emprendió viaje de regreso en 1823. En su largo exilio había madurado
cada vez más sus ideas en torno a la educación y la política,
nutriéndose, fundamentalmente, del pensamiento de Montesquieu. Es
cierto que Rodríguez acogió las ideas de la Ilustración, pero las utilizó
como referencia para la construcción de un proyecto muy original.

En realidad, no podía ser de otra forma, pues el legado de Montesquieu


acerca del determinismo geográfico y cultural no invitaba a nada
distinto. Así lo expresó Simón Rodríguez: "Las leyes deben ser
adecuadas al pueblo para el que fueron dictadas, [...] deben adaptarse a
los caracteres físicos del país, [...] deben adaptarse al grado de libertad
que permita la Constitución, a la religión de sus habitantes, a sus
inclinaciones, a su riqueza, a su número, a su comercio, a sus
costumbres y a sus maneras".

De ahí que su obsesión fuera, hasta el momento de su muerte, la de


promover la "conquista de América por medio de las ideas"; era preciso
formar ciudadanos allí donde no los había, y sólo así se lograría fundar
verdaderas repúblicas que no fuesen una mera imitación de las
europeas. La América española poseía su propia identidad, y había de
poseer sus propias instituciones y gobiernos: "O inventamos o
erramos". Su pensamiento, aunque original, chocaba con el ideario que
imperaba en los albores de la Independencia americana. Quizá por ello
nunca fue del todo comprendido, aun cuando su lucha por ser escuchado
y por fundar escuelas públicas a diestro y siniestro no cesó sino en el
instante de su muerte.
El reencuentro con Bolívar
Una vez enterado de la estancia de Rodríguez en Colombia, Bolívar le
escribió una carta en la cual lo invitaba a encontrarse con él en el sur,
donde se hallaba en plena campaña. En Bogotá, primer lugar de estancia
a su regreso, sus primeros pasos se encaminaron a instalar una "Casa
de Industria Pública". Deseaba, más que nada, dotar a los alumnos de
conocimientos directos y habilitar maestros de todos los oficios.

El proyecto fracasó por falta de recursos y el maestro se dirigió hacia el


sur. En Guayaquil presentó al gobierno un plan de colonización para el
oriente de Ecuador. Finalmente, se encontró con Bolívar en Lima: Simón
Rodríguez le presentó sus planes pedagógicos, que habrían de ser
implantados en América, en las escuelas que el Libertador ya trataba de
fundar y que pondría bajo la dirección del educador. Simón Rodríguez
quedó incorporado a su equipo de colaboradores.

A mediados de abril de 1825 inició, junto con Bolívar, un recorrido por


Perú y Bolivia. En Arequipa organizó una casa de estudios; después
subió al Cuzco, donde fundó un colegio para varones, otro para niñas, un
hospicio y una casa de refugio para los desvalidos. En el departamento
de Puno hizo otro tanto. En septiembre, ya acompañados del
general Antonio José de Sucre, presidente de Bolivia, entraron ambos en La
Paz, antes de dirigirse a Oruro y a Potosí.
Simón Rodríguez

Y en Chuquisaca, en noviembre de 1825, tuvo que detener la marcha,


pues el proyecto educativo de Simón Rodríguez había de comenzar en
esa ciudad. Bolívar lo nombró entonces director de Enseñanza Pública,
Ciencias Físicas, Matemáticas y Artes, y director general de Minas,
Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana. El primer día
del año 1826 comenzaría a funcionar la llamada Escuela Modelo, que en
el cuarto mes de su andadura tenía ya doscientos alumnos.
El plan de enseñanza era muy original: se agrupaba a los alumnos y se
concertaban los métodos educativos, mezclándose la técnica y el
espíritu. Los niños, entregados por entero a las tareas de aprendizaje,
aun durante los ratos de diversión, eran observados individualmente por
personal facultativo para identificar las inclinaciones de cada alumno. En
palabras de muchos entendidos, la originalidad de estos proyectos se
parecía a la aplicada en los famosos falansterios de Charles Fourier; sin
embargo, Simón Rodríguez nunca había tenido contacto con aquella
obra.

Con independencia de cuál fuera la filosofía implicada en el desarrollo de


este proyecto, estuvo claro que no tenía encaje alguno en la sociedad de
entonces; la gente no comprendía aquello y le parecía excesiva la
inversión que demandaban las escuelas. El mariscal Sucre se vio influido
por la crítica del medio, y escribió al Libertador para mostrarle su
descontento con la obra de Robinson, como lo solía llamar. Después de
enemistarse con todos, Simón Rodríguez renunció finalmente a su cargo.
Con profunda rabia y decepción escribió una carta al Libertador, en la
que se quejó amargamente de la incomprensión que había padecido.

Últimos años
Decepcionado por cuanto no le habían dejado hacer por la libertad de
América, y arruinado y endeudado por cuanto había puesto de su bolsillo
para el funcionamiento de las escuelas, se marchó al Perú. En Arequipa
montó una fábrica de velas, de la cual esperaba obtener fondos para su
manutención; las velas representaban también una muestra sarcástica
de aquello que en su opinión había significado el "siglo de las luces" para
América.

El éxito de su negocio, sin embargo, estuvo en su retorno a las


actividades de maestro: los padres acudían masivamente a la tienda
para que se encargara de la educación de sus hijos; y fue así como
Simón Rodríguez pidió nuevamente licencia para ser maestro. En 1828
publicó su primera obra, titulada Sociedades americanas en 1828; cómo son y
cómo deberían ser en los siglos venideros. Se trataba, en realidad, del prólogo de
la obra, en el cual se defiende el derecho de cada persona a recibir
educación, señalándose la importancia que ésta tiene para el desarrollo
político y social de los nuevos estados americanos.
La primera parte fue reimpresa en El Mercurio Peruano al año siguiente, y
continuada en El Mercurio de Valparaíso en noviembre y diciembre de 1829.
También publicó en la imprenta pública una obra en defensa de Bolívar,
titulada El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos
por un amigo de la causa social. Otras obras suyas fueron publicadas, entre las
que figura un proyecto de ingeniería e hidrología en torno al terreno de
Vincoaya. Había muerto el Libertador y el proyecto de la Gran Colombia
había quedado deshecho.

Simón Rodríguez

Después de publicar parte de la obra Sociedades Americanas, se marchó a


Concepción (Chile), invitado por el intendente de la ciudad para que
"llevara a cabo el mejor plan posible de educación científica" en el
Instituto Libertario de Concepción. Aplicó a la enseñanza el sistema
diseñado en Arequipa, a propósito del proyecto hidrográfico, valiéndose
de cuadros sinópticos. El primer cuadro era "fisionómico", y alcanzaba
sólo a las nociones; el segundo era "fisiográfico", destinado a
proporcionar el conocimiento; el tercero era "fisiológico" o de la ciencia,
y el cuarto representaba lo "económico", es decir, la filosofía.
En 1834 publicó Luces y virtudes sociales, obra acabada de su gran proyecto
de instrucción. Desgraciadamente, su suerte se vio teñida una vez más
por la fatalidad: el terremoto de Concepción de 1835 acabó con todo,
incluyendo la estancia de Simón Rodríguez en esa ciudad; "en América
no sirvo para nada", exclamaría. Se marchó a Santiago de Chile y
protagonizó un maravilloso encuentro con Andrés Bello, del cual brotaría
parte del impulso de la universidad fundada por el insigne humanista.

Partió luego a Valparaíso, ciudad en la cual también se dedicó a la


enseñanza, utilizando un método bastante original para la época: en la
clase de anatomía, se desnudaba y caminaba por el salón para que los
alumnos "tuvieran una idea del cuerpo humano". Por supuesto, esta
didáctica no tuvo larga vida. La sociedad comenzó a rechazarlo; la
población de alumnos descendería rápidamente y él acabaría en la más
absoluta miseria.

Así lo encontró el viajero francés Louis-Antoine Vendel-Heyl, a quien


diría, casi llorando, que "ni siquiera podía tener el consuelo de publicar
el fruto de sus meditaciones y sus estudios". Como muestra del
resquemor que sentía hacia la sociedad que frustró sus proyectos, en la
puerta de la casa de Simón Rodríguez podía leerse un letrero que decía:
"Luces y virtudes americanas, esto es: velas de sebo, paciencia, jabón,
resignación, cola fuerte, amor al trabajo".

Sufriendo el temor de que su obra se perdiera, alrededor de 1842


escribió: "La experiencia y el estudio me suministran luces, pero
necesito un candelero donde colocarlas: ese candelero es la imprenta.
Ando paseando mis manuscritos como los italianos sus Titirimundis. Soy
viejo y, aunque robusto, temo dejar, de un día para otro, un baúl lleno
de ideas para pasto de un gacetillero que no las entienda. Si muriera, yo
habría perdido un poco de gloria, pero los americanos habrían perdido
algo más".

Reeditó la obra Sociedades americanas y, sin más, marchó rumbo al


Ecuador. En el camino se detuvo en Paita y visitó a la amante de
Bolívar, Manuela Sáenz, que se encontraba retirada en esa ciudad. En
Latacunga fue acogido por un sacerdote, el doctor Vésquez, quien se
empeñaba en que don Simón fuera maestro en el Colegio de San
Vicente. A pesar de la insistencia del maestro en dedicarse a la
agricultura, terminó siendo profesor de botánica de esa institución.
Paralelamente, y en forma coherente con su visión de las cosas, fundó
en esa ciudad una fábrica de pólvora y al mismo tiempo publicó un
folleto sobre la Fabricación de pólvora y armas con otras enseñanzas generales, en
cuyo preámbulo se puede leer: "la pólvora es aquí el pretexto para tratar
de la educación del pueblo". Posteriormente partió a Quito y fundó otra
fábrica de velas; luego marchó a Ibarra, a Colombia, y regresó
nuevamente a Quito en el año 1853.

Tenía 82 años y conservaba aún un aspecto atlético. Dictó una


conferencia que sorprendió al público por sus experiencias y por sus
amores tórridos e hijos dejados por el mundo, al igual que por sus ideas.
Finalmente, en 1853, a pesar de haber manifestado su intención de
volver a Europa con la ilusión de que allí todavía se podía "hacer algo",
se trasladó a Amotate, ciudad peruana en la que falleció el 28 de febrero
de 1854, a los 83 años de edad.

La obra de Simón Rodríguez

Guiado por la idea de que sólo a través de la educación popular se


garantizaría la verdadera fortaleza y prosperidad de las nuevas
repúblicas, Simón Rodríguez trazó un proyecto pedagógico de una
originalidad indiscutible. En Rodríguez se fundían de manera
extraordinaria el educador, el hombre de ideas y el escritor. Sus páginas
son fascinantes no sólo por la consistencia de sus ideas y la alta
temperatura pasional que les imprime, sino también por el indiscutible y
original acento de novedad de su escritura. Ello se manifiesta en la
particular vivacidad (rasgo inocultablemente americano) que insufla al
castellano, un tanto envarado por siglos de retórica colonial, y en las
innovaciones que introdujo en materia tipográfica.

Pedagogo influido por Jean-Jacques Rousseau y Henri de Saint-Simon,


Simón Rodríguez fue un reformador intuitivo. Maestro de Simón Bolívar,
sus inquietudes e ideas reformadoras influyeron poderosamente en la
formación de El Libertador, según él mismo reconoció. Después del
triunfo de Bolívar, Rodríguez fue director e inspector general de
Instrucción Pública y Beneficencia y organizó escuelas, pero su inquietud
y su carácter no lo dejaron nunca asentar, mal que se agravó tras la
muerte de Bolívar; el maestro fue rodando hasta su avanzada
ancianidad por Chile, Ecuador, Colombia y Perú.
Simón Rodríguez fue el primero que quiso aplicar en Sudamérica los
audaces métodos educativos que empezaban a utilizarse a comienzos
del siglo XIX en Europa, y por todos los medios trató de imponer en las
atrasadas provincias de Bolivia y Colombia las novedosas y
revolucionarias teorías sobre la educación de la infancia. Nutrido en las
ideas de los grandes filósofos franceses del siglo XVIII, fue un espíritu
inconforme y radical. Sus principales textos son El Libertador del Mediodía de
América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa
social (1830), Luces y virtudes sociales (1834) y Sociedades americanas en 1828;
cómo son y cómo deberían ser en los siglos venideros (1828, última edición en
1842).
En El Libertador del Mediodía de América hizo una defensa vigorosa de la
figura de Bolívar y de su actuación en la guerra de Independencia,
exponiendo al mismo tiempo muchas de sus propias ideas sobre la
cultura y el destino de los pueblos hispanoamericanos. Aunque esta obra
es muy desigual, y por la premura en que fue escrita y el temperamento
mismo del autor no guarda mucha unidad, resaltan en ella admirables y
audaces pensamientos que hacen de la misma uno de los estudios más
interesantes de la cultura americana del siglo pasado. Otros escritos
suyos son El suelo y sus habitantes, Extracto sucinto sobre la educación
republicana, Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga y Crítica de las
providencias del gobierno.

Resumen corto de la biografía de Simón Rodríguez


<< Ver un resumen diferente aquí >>

Nació en Caracas el 28 de octubre de 1769, siendo sus padres Alejandro


Carreño y Rosalía Rodríguez. Desde joven fue maestro y uno de sus
alumnos fue el futuro Libertador Simón Bolívar.

Desde 1797, viajo por Jamaica, Estados Unidos y Francia. Estando en


París, en 1804, se rencontró con su ex alumno Simón Bolívar y juntos
viajaron por Europa. Estando en Roma, en 1805, escuchó a Bolívar que
no descansaría hasta lograr la Independencia del Nuevo Mundo.

Desde 1806 trabajó como maestro en Alemania, Prusia, Rusia y


Holanda. En 1823, regresó a América e impulsó la fundación de escuelas
en Colombia y Bolivia. Luego fue maestro y escritor en Perú, Chile y
Ecuador. Siempre inculcó el pensamiento creativo, el razonamiento
científico, el desarrollo tecnológico y la originalidad.

Desde 1853 vivió en Amotape (Piura, Perú). Aquí falleció el 28 de febrero


de 1854.
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BIOGRAFÍA DE SIMÓN RODRÍGUEZ (RESUMEN)

Simón Rodríguez.
Biografía resumida de Simón Rodríguez
Simón Rodríguez nació en Caracas (Venezuela) el 28 de octubre de 1769. Fue
niño expósito, pero, probablemente, sus padres fueron el sacerdote Alejandro
Carreño y doña Rosalía Rodríguez. Fue criado en casa de su posible padre,
quien le inculcó el amor por la lectura y las humanidades.

Desde 1791 ejerció como maestro de lectura y escritura para niños en


Caracas. Poco después tuvo entre sus alumnos al futuro Libertador Simón
Bolívar. Influenciado por la ideas de Juan Jacobo Rousseau, Simón Rodríguez
dictaba sus lecciones en contacto con la naturaleza, sin la rigidez de las
escuelas tradicionales.

En 1797, se involucró en una conspiración antiespañola, y al ser descubierto


tuvo que huir de Venezuela. Al llegar a Jamaica adoptó el nombre de Samuel
Robinson. Luego pasó a Estados Unidos y Francia. Estando en París, en 1804,
se rencontró con su exalumno Simón Bolívar y juntos emprendieron un viaje
por varios países de Europa. Estando en Roma, en 1805, fue testigo del
famoso Juramento de Simón Bolívar, quien en el Monte Sacro anunció que no
descansaría hasta lograr la Independencia del Nuevo Mundo.

Entre 1806 y 1823, Simón Rodríguez trabajó como maestro en diversas


escuelas de Alemania, Prusia, Rusia y Holanda. Regresó a América en 1823, e
impulsó la fundación de escuelas y talleres en Colombia y Bolivia.
Posteriormente trabajó maestro y escritor en Perú, Chile y Ecuador. Siempre
insistió en la educación popular como la base del progreso de las naciones.
También inculcó el pensamiento creativo, el razonamiento científico, el
desarrollo tecnológico y la originalidad.

En 1853, se estableció en Amotape (Piura, Perú) junto a su hijo José. En esta


localidad falleció el 28 de febrero de 1854. Sus restos reposan en el Panteón
Nacional de Caracas, Venezuela.

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