Hora Santa de Los Enfermos2021
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Guía: Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu
Santísima Madre, con el mismo espíritu y fervor de los Santos. Amén.
TODOS: Padre Nuestro, Ave María y Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos. Llenos están
los Cielos y la tierra de vuestra Gloria.
Hijo divino del Eterno Padre Redentor nuestro que bajaste del Cielo, te hiciste hombre, te
entregaste a la muerte por nosotros y te hiciste Pan para servir de alimento a nuestras almas y
santificarnos: concédenos que tu sacrificio no sé pierda para nosotros y que sepamos
aprovecharnos de él para alcanzar la Vida Eterna.
TODOS: Nuestro, Ave María y Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos. Llenos están los Cielos
y la tierra de vuestra Gloria.
Espíritu Santo, lazo de infinito amor y de luz divina, que une al Padre con el Hijo. Concédenos tus
dones y tus frutos, pues con ellos alcanzaremos en este destierro como un cielo anticipado; con
ellos practicaremos con fortaleza nuestros deberes de cristianos y llegaremos a tu Gloria para
alabarte y bendecirte con el Padre y el Hijo.
TODOS: Nuestro, Ave María y Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos. Llenos están los Cielos
y la tierra de vuestra Gloria.
Oración:
Señor Dios, Uno y Trino, que nos has concedido a tus siervos el don de conocer la gloria de la Eterna
Trinidad en la confesión de la verdadera Fe y la de adorar la Unidad en el poder de tu Majestad. Te
rogamos que, por la firmeza de esta misma Fe, nos veamos libres de toda adversidad, por Jesucristo
Nuestro Señor. Amén.
YO EN LA CAMA, TU EN LA CRUZ
Yo, sin pensar que mis dolores unidos a los Tuyos tienen un valor infinito.
Jesús, creo en ti. Jesús, espero en ti. Jesús te amo y me uno a ti.
Amén.
Todos: Señor Jesús, te acepto en mi corazón y en mi vida: quiero que Tú seas mi Señor, perdona mis
pecados, y purifícame con tu Sangre Divina. Yo pongo ante ti mi sufrimiento y mi enfermedad.
Sáname, Señor, por el poder de tus gloriosas llagas, por tu cruz y por tu preciosísima Sangre. Tú eres
el buen pastor y yo soy una de las ovejas de tu redil: ten compasión de mí. Tú eres siempre el mismo.
Tú tienes siempre el mismo poder; yo creo que Tú puedes sanarme porque tienes la misma
compasión que tenías con los enfermos; porque eres la resurrección y la vida.
Gracias, Señor Jesús, por lo que haces por mí y acepto tu plan de amor. Te doy gracias y te alabo.
Amén.
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LES FOYERS DE CHARITÉ RETIROS ESPIRITUALES
XXIX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2021
Salmodia
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR Líbrame de la sangre, ¡oh, Dios,
ARREPENTIDO Dios, ¡Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
R.- Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten Señor, me abrirás los labios,
misericordia de mí. y mi boca proclamará tu alabanza.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; R.- Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten
lávame: quedaré más blanco que la nieve. misericordia de mí.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
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EVANGELIO
Del santo Evangelio según Marcos 1,29-39
Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón
estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La
fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera
estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades
y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí
se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen:
«Todos te buscan.»
Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para
eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
REFLEXIÓN
El Evangelio de hoy (Mc 1, 29-39) nos presenta a Jesús, que después de haber predicado en la
Sinagoga, cura a tantos enfermos. Predicar y curar: ésta es la actividad principal de Jesús en su vida
pública. Con la predicación Él anuncia el Reino de Dios y con las curaciones demuestra que nos está
cerca, que el Reino de Dios está en medio de nosotros.
Jesús, venido al mundo para anunciar y salvar a cada hombre y a todos los hombres muestra una
particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el espíritu: los pobres, los
pecadores, lo endemoniados, enfermos y marginados, revelándose medico de almas y cuerpo, buen
Samaritano del hombre”. Es el verdadero Salvador: Jesús salva, Jesús cura, Jesús sana.
Tal realidad de la curación de los enfermos por parte de Cristo nos invita a reflexionar sobre el
sentido y el valor de la enfermedad. La obra salvífica de Cristo no se termina con su persona y en el
arco de su vida terrena, esta continúa
mediante la Iglesia, sacramento del amor y de la ternura de Dios por los hombres. Jesús, enviando
en misión a sus discípulos, les confiere un doble mandato: anunciar el Evangelio de la salvación y
curar a los enfermos (cfr. Mt 10,7-8). Fiel a esta enseñanza, la Iglesia siempre ha considerado la
asistencia a los enfermos parte integrante de su misión.
“Los pobres y los enfermos estarán siempre con ustedes”, enseña Jesús, (cfr. Mt 26,11) y la Iglesia
continuamente los encuentra por su camino, considerando a las personas enfermas como un
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camino privilegiado para encontrar a Cristo, para acogerlo y para servirlo. Curar a un enfermo,
acogerlo, servirlo, es servir a Cristo: el enfermo es la carne de Cristo.
Esto sucede también en nuestros tiempos, cuando no obstante los múltiples progresos de la ciencia,
el sufrimiento interior y físico de las personas suscita fuertes interrogantes acerca del sentido de la
enfermedad y del dolor y sobre el porqué de la muerte. Se trata de preguntas esenciales, a las cuales
la acción pastoral de la Iglesia debe responder a la luz de la fe, teniendo ante los ojos el Crucifijo, en
el cual aparece todo el misterio salvífico de Dios Padre, que por amor de los hombres no ha ahorrado
a su propio hijo (cfr. Rm 8, 32).
Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz de la Palabra de Dios y la fuerza de la
gracia a aquellos que sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que el
servicio al enfermo se cumpla cada vez con más humanidad, con dedicación generosa, con amor
evangélico, con ternura. La Iglesia madre, a través de nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos
y cura nuestras heridas, y lo hace con ternura de madre.
Recemos a María, “Salud de los enfermos”, para que toda persona en la enfermedad pueda
experimentar, gracias a la atención de quien le está cerca, la potencia del amor de Dios y la
consolación de su ternura materna.
Tú, salvación del pueblo romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás
para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de
prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga
Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y se ha cargado con nuestros dolores para
llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en
nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!
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Señor Jesús, creemos que estás vivo y resucitado. Creemos que estás realmente presente en el
Santísimo Sacramento del altar y en cada uno de nosotros.
Te alabamos y te adoramos. Te damos gracias, Señor, por venir hasta nosotros como pan vivo bajado
del cielo. Tú eres la plenitud de la vida. Tú eres la resurrección y la vida. Tú eres, Señor, la salud de
los enfermos.
Hoy queremos presentarte a todos los enfermos que leen esta oración, porque para Ti no hay
distancia ni en el tiempo ni en el espacio.
Tú eres el eterno presente y Tú los conoces. Ahora, Señor, te pedimos que tengas compasión de
ellos. Visítalos a través de tu Evangelio proclamado en esta Hora Santa para que todos reconozcan
que Tú estás vivo en tu Iglesia hoy; y que se renueva su fe y su confianza en Ti; te lo suplicamos,
Jesús.
Ten compasión de los que sufren en su cuerpo, de los que sufren en su corazón y de los que sufren
en su alma que están orando y leyendo los testimonios de lo que Tú estás haciendo por tu Espíritu
renovador en el mundo entero.
Ten compasión de ellos, Señor. Desde ahora te lo pedimos. Bendícelos a todos y haz que muchos
vuelvan a encontrar la salud, que su fe crezca y se vayan abriendo a las maravillas de tu amor para
que también ellos sean testigos de tu poder y de tu compasión. Te lo pedimos, Jesús, por el poder
de tus santas llagas, por tu santa cruz y por tu preciosa sangre. Sánalos, Señor, sánalos en su cuerpo,
sánalos en su corazón, sánalos en su alma. Dales vida y vida en abundancia. Te lo pedimos por
intercesión de María Santísima, tu madre, la Virgen de los Dolores, quien estaba presente, de pie,
cerca de la cruz. La que fue la primera en contemplar tus santas llagas y que nos diste por madre.
Tú nos has revelado que ya has tomado sobre Ti todas nuestras dolencias y por tus santas llagas
hemos sido curados.
Hoy, Señor, te presentamos en fe a todos los enfermos que nos han pedido oración y te pedimos
que los alivies en su enfermedad y que les des la salud.
Te pedimos por la gloria del Padre del cielo, que sanes a los enfermos que van a leer esta oración.
Haz que crezcan en la fe, en la esperanza, y que reciban la salud para gloria de tu Nombre. Para que
tu Reino siga extendiéndose más y más en los corazones, a través de los signos y prodigios de tu
amor.
Todo esto te lo pedimos Jesús, porque Tú eres Jesús, Tú eres el Buen Pastor y todos somos ovejas
de tu rebaño. Estamos tan seguros de tu amor, que aún antes de conocer el resultado de nuestra
oración en fe, te decimos: gracias, Jesús por lo que Tú vas a hacer en cada uno de ellos. Gracias por
los enfermos que Tú estás sanando ahora, que Tú estás visitando con tu misericordia.
Señor, ¡te pido por mi familia! Dales fuerza, serenidad, paz y esperanza págales tú, con tu amor,
Todo lo que hacen por mí. Ojalá yo pueda aparecer ante sus ojos, Como si fueras tú mismo el
enfermo, El que sufre, el que necesita misericordia. Señor, ¡te pido por mi familia! Bendícela, únela,
ayúdala a crecer en el amor; Que te conozcan cada día más Para que tú inspires sus actos y toda su
vida. Amén.
Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuchéis: pero acordaos, os diré con vuestro
siervo San Bernardo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos haya
sido abandonado de Vos. ¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra
por vuestra mano curaciones sin cuento en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas
del dolor, guardad también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo… Alcanzadle de
vuestro Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero mucho
más alcanzadnos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos
y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios prisionero por nosotros en los Sagrarios. Amén.
Virgen de Lourdes, rogad por nosotros. Consuelo de los afligidos, rogad por nosotros. Salud de los
enfermos, rogad por nosotros.
CREO EN TI
Cuando llega la dificultad y las pruebas, en los momentos de angustia, de duda o enfermedad, es
bueno decir al Señor que seguimos creyendo en El.
1. Señor, Tú siempre me has dado La fuerza necesaria, y, aunque débil… Creo en Ti.
2. Señor, Tu siempre me has dado la paz de cada día, y, aunque angustiado… Creo en Ti.
3. Señor, Tu siempre me has guardado en la prueba, y aunque estoy en ella… Creo en Ti.
4. Señor, Tu siempre has alumbrado mis tinieblas, y aunque no tengo luz…. Creo en Ti.
Fortalece y protege a todos los asistentes sanitarios que están ayudando en estos momentos a los
enfermos.
Dales la victoria a todos los responsables civiles que están intentando limitar el contagio, y dale la
paz a todos los que tienen miedo y están preocupados, especialmente los ancianos y las personas
en situación de riesgo.
Que tu Preciosa Sangre sea nuestra defensa y salvación. Por tu gracia transforma el mal de la
enfermedad en estos momentos de consolación, crecimiento en la fe y esperanza.
Que temamos el contagio del pecado más que cualquier otra enfermedad.
Amén
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BENDICION EUCARÍSTICA
Les diste Señor el pan del cielo Que en sí contiene toda delicia
Oremos:
Oh, Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de Tú pasión; Te pedimos nos
concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre, que
experimentemos constantemente en nosotros el fruto de Tu redención. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
Amen.
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