Texto, Contexto y Discurso

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Texto,

contexto y
discurso

Semiótica
Texto, contexto y discurso
La década de los años 70 fue una década en la cual tuvo un gran desarrollo la semiótica del
texto o también denominadas “teorías textuales de segunda generación”, en términos del
propio Umberto Eco, que ya para esa época se habían abierto paso decididamente.
Desde el comienzo del desarrollo de las semióticas textuales se perfilaron dos tendencias: una
primera generación, extremista y muy polémica respecto de la lingüística de la oración (y más aún
respecto de la del código); y una segunda generación que se refería al estudio de la lengua como
un sistema estructurado de actualizaciones discursivas, un estudio de los discursos o de los textos
como productos de una lengua ya hablada o, en todo caso, destinada a ser hablada.

El hecho de que, a veces, ciertos intentos de segunda generación hayan precedido a intentos de
primera generación representa sólo una violación parcial de las reglas genéticas. Por ejemplo: la
Semiótica de Peirce es, por cierto, una teoría de segunda generación; pero fueron necesarias las
teorías de primera generación, para que las de segunda, que las habían precedido, se
actualizaran en forma plena. De todos modos, se perfilaba (y se sigue perfilando) un debate entre
una teoría de los códigos y de la competencia enciclopédica, según la cual, una lengua (sistema
de códigos interconectados), permite (o debería permitir) prever todas sus posibles
actualizaciones discursivas, todos sus usos posibles en contextos específicos, y una teoría de las
reglas de generación e interpretación de las actualizaciones discursivas.

En realidad, las teorías de ambas generaciones han demostrado la existencia de ciertas


propiedades de un texto, que no pueden ser propiedades de una oración; ambas admiten que la
interpretación de un texto depende también (aunque no principalmente) de ciertos factores
pragmáticos y que, por consiguiente, no cabe abordar un texto a partir de una gramática de la
oración que funcione sobre bases puramente sintácticas y semánticas.

A partir de estas teorías, es fundamental comprender también la noción de texto tal como la
presenta Umberto Eco (1979: 73): “El texto es un artificio sintáctico - semántico - pragmático cuya
interpretación está prevista en su propio proyecto generativo”; también lo define como “una
cadena de artificios expresivos que el destinatario debe actualizar, pues el texto siempre está
incompleto, está plagado de elementos no dichos”. El lector debe llenar o completar una serie de
espacios en blanco para poder actualizar dicho texto. No sólo se leen textos verbales, sino
también el mundo, la cotidianidad, lo audiovisual, el texto gestual del mimo o de un sordo; igual
sucede con las relaciones espaciotemporales cuando hay que calcular la distancia y la velocidad
de un vehículo que se aproxima, antes de cruzar la calle; se lee también el guiño del ojo, el ceño
fruncido y todos los aspectos de un rostro que se constituyen en la base material de las
significaciones no verbales para la comunicación entre las personas. Gracias a estas lecturas se
sabe si el jefe se va a enojar ante una solicitud del empleado, si va a responder afirmativamente,
si se va a reír. La lectura implica, pues, toda una actividad de re-semiotización y de re-
significación, tanto de los mundos construidos verbalmente, como de los mundos naturales. De
acuerdo con Eco, no existe una comunicación meramente lingüística, sino una actividad semiótica
en sentido amplio, en la que varios sistemas de signos se complementan entre sí.

La naturaleza significante del texto y la obvia apertura de los signos que lo integran, planteó la
necesidad de encontrar una “cooperación interpretativa” que articule lectura y significación. Desde

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su obra Lector in fabula, publicada en 1979, Eco comenzó a reivindicar el papel del lector en
los textos literarios y en los discursos. Asumiendo esa intención que anima a las teorías textuales
de segunda generación (Eco, 1979: 26-27), el autor va más allá y también propone un concepto
de “lector” como una construcción semiótica derivada del propio texto (Eco, 1979: 22-25).

También propone el concepto de “contexto” al momento de la interpretación de un texto. Por


ejemplo, dada una expresión como “dámelo”, no se la puede desambiguar mediante un mero
análisis gramatical de /dar/, /me/ y /lo/, porque dicha expresión adquiere significados distintos de
acuerdo con las distintas situaciones de enunciación.

Desde esa perspectiva, el intento de elaborar una teoría del discurso dotada de un componente
pragmático importante provocaba el colapso de todo análisis léxico desarrollado mediante la
noción de los componentes elementales de los textos, ya se tratase de semas o de algún otro
concepto equivalente.

Todas estas objeciones de las teorías de primera generación son razonables cuando critican los
intentos de análisis componencial. Sin embargo ante expresiones como, por ejemplo:

1) “Tendremos que volver a llevar a Juanita al zoológico.”


2) “Tendremos que volver a llevar el león al zoológico.”

Entre ambas expresiones, resulta difícil decidir si el león tiene que interpretar la expresión 2) como
una amenaza, y si Juanita debe interpretar la expresión 1) como la promesa de un premio. En
ambos casos, sólo mediante una inserción contextual de cada una de las expresiones, puede el
destinatario tomar una decisión interpretativa definitiva.

En Lector in fabula, Umberto Eco reconstruye y aborda desde una óptica novedosa el problema de
la relación entre el texto y el lector. A partir de los principios semióticos planteados por este autor
muestra cómo pueden cooperar el texto y el lector en las narraciones y desarrolla un modelo de
cooperación interpretativa para los textos narrativos, esto es, una semiótica textual narrativa (Eco,
1979: 18). Para Umberto Eco, el texto pasa a ser conceptualizado como fundamentalmente
incompleto, plagado de elementos no dichos, no manifiestos en la superficie, en el plano de la
expresión, lo cual obliga al lector, en la instancia de la lectura, a no salir disparado en cualquier
dirección, sino, por lo menos en una primera instancia, a cooperar activa y conscientemente en la
actividad del llenado de esos “espacios en blanco” que el texto le propone. Como se ve, lo que
podría denominarse, en este caso, libertad o iniciativa interpretativa, no consiste en un movimiento
que va del texto hacia el infinito, sino, en un retornar, en un volverse hacia el texto, hacia sus
intersticios, en pos del descubrimiento de sus enunciados más implícitos (Eco, 1979: 26).

A continuación, se recorrerán las principales ideas de la obra de Eco, también retomada por
Victorino Zecchetto, un autor que la bibliografía de esta materia propone, para poder entender el
planteo novedoso del semiólogo Umberto Eco.

Distintas concepciones. Del texto cerrado a la circulación discursiva.

Como ya se ha explicado, la Semiótica ha transitado por distintas concepciones en sus objetos de


estudio, ya sean estos, signos, textos o discursos narrativos. Desde que la Ciencia Semiótica
comenzó a desarrollarse se perfilaron dos tendencias: las de primera generación y las de segunda
generación. Esta distinción no es cronológica, es decir, no está estipulada en base al tiempo. Más
bien, Umberto Eco se refiere a una primera generación mas extremista y polémica respecto a la

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Lingüística de la oración; y a una generación segunda que, en cambio, trataba de conseguir una
fusión entre el estudio de la lengua y un estudio de los discursos o de los textos como productos
de esa lengua hablada, o en todo caso destinada a ser hablada. Ello, expresa una valoración de
una complejidad semiótica, en un intento de unificar un enfoque más elaborado. Por ejemplo: la
Semiótica de Pierce se enmarca en esta segunda generación, pero se manifestó en la misma
época donde era hegemónica la primera generación de estudios, constituyéndose en una teoría
de avanzada para el momento.

En realidad, las teorías de ambas generaciones han demostrado la existencia de ciertas


propiedades de un texto, que no pueden ser propiedades de una oración. Ambas, admiten que la
interpretación de un texto depende de ciertos factores pragmáticos y que no cabe abordar un texto
a partir de una gramática de la oración únicamente, que funcione sobre bases sintácticas.

Los autores de la línea lingüística, o sea de la primera generación explican que en una oración no
puede ser estudiado su significado como la suma de o mero agregado de significantes léxicos. Ya
se había puesto de ejemplo a una expresión como “dámelo” no se la puede desambiguar
mediante un análisis gramatical únicamente, por ejemplo en “dar/me/lo”, porque dicha expresión
adquiere significados distintos según sean las distintas situaciones de enunciación, o sea los
contextos donde usa. Desde esta perspectiva, el intento de elaborar una Teoría del Discurso
dotada de un componente pragmático provocaba el colapso de todo análisis léxico. Todas estas
objeciones fueron hechas a la primera generación. La segunda generación plantea que “un
hablante normal tiene la posibilidad de inferir, a partir de la expresión aislada, su posible contexto
lingüístico y sus posibles circunstancia de enunciación. El contexto y la circunstancia son
indispensables para poder conferir a la expresión su significado pleno y completo. Este
cuestionamiento es lo que genera las ciencias de segunda generación. Estas reconocen que, para
comprender un texto, se necesitan reglas distintas de las que postula la gramática.

Así, el texto, que antes era concebido por la semiótica de primera generación como invariable
(más allá de las lecturas o interpretaciones que sobre él se hicieran), pasa, a partir de las Teorías
de segunda generación, a ser conceptualizado como fundamentalmente incompleto, plagado de
elementos “no dichos”, “no manifiestos” en la superficie, en el plano de la expresión. Esto obliga al
lector, en la instancia de la lectura, a no salir disparado en cualquier dirección, sino, por lo menos
en una primera instancia, a cooperar activa y conscientemente en la actividad del llenado de esos
“espacios en blanco” que el texto le propone. Como se ve, lo que podría denominarse, en este
caso, libertad o iniciativa interpretativa, no consiste en un movimiento que va del texto hacia el
infinito, sino en un retornar, en un volverse hacia el texto, hacia sus intersticios, en pos del
descubrimiento de sus enunciados implícitos.

En este sentido, para la Semiótica que se ocupa de los discursos, no existe una transmisión de
información, es decir, un direccionamiento unilateral por parte del texto hacia un lector, sino que
los textos, como dice el mismo Umberto Eco, son el lugar donde se cruzan dos estrategias, la del
autor y la del lector. Así, el texto pasa de concebírselo como algo cerrado a concebírselo como
una “instrucción. Los términos, las estructuras textuales son consideradas como opciones; como
opciones que contienen instrucciones para su interpretación. Esta concepción permite la
formalización del contenido a partir de los propios términos del texto.

Ahora bien, es importante señalar que, en el proceso interpretativo, el texto no aparece como un
objeto acabado y terminado, invariable. El texto es un objeto que la interpretación construye en su
intención de convalidar las conjeturas que efectúa con respecto a él, un Autor Modelo. Así, el
lector re-construye el texto y re-formula la imagen de ese Autor Modelo, re-construyéndose a cada
instante, a su vez, en tanto lector empírico que busca sintonizar en el mayor de los grados con la

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imagen del Lector Modelo prevista y demandada por cada una de las otras dos instancias.

Desde la semiótica del texto –narrativo- que Umberto Eco desarrolla en Lector in fabula, el texto
no sólo postula al destinatario como condición indispensable para lograr su naturaleza
comunicativa y su potencialidad significativa (un texto se emite para que alguien lo actualice, y la
cooperación de éste es la condición de su actualización, en la medida que las competencias del
destinatario coinciden más o menos con las del emisor (Eco, 1979: 71).

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Bibliografía de referencias
Eco, U. (1999). Lector In Fabula. Barcelona: Lumen.

Zecchetto, V. (2005). Seis Semiólogos en busca del lector. Bs As., Argentina: La


Crujía Editores.

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