Situación de Madurez en Un Conflicto
Situación de Madurez en Un Conflicto
Situación de Madurez en Un Conflicto
2.1. Sistémica
NOTAS
EVITANDO DAÑOS: REFLEXIONES
SOBRE LA "SITUACIÓN DE MADUREZ" EN UN CONFLICTO
Sin embargo, para una compresión más clara, parece razonable considerar estos
dos conceptos de forma independiente. Esto permite preguntarnos sobre la
posibilidad de si cada conjunto de circunstancias podría producir,
independientemente, una situación de madurez. Está claro que la coincidencia de
ambas circunstancias reforzará sus efectos, pero ¿es la presencia de ambas, de un
estancamiento prolongado y de un desastre inminente, una condición necesaria
para que los adversarios consideren la negociación? Sea cual fuere la respuesta a
esta pregunta, y con una finalidad analítica, voy a plantear los modelos de forma
independiente.
El segundo tema de interés que plantea el modelo EP, dado que describa con
exactitud algunas "situaciones de, madurez", es el de identificar el elemento que
más puede afectar las decisiones de los líderes a la hora de seguir adelante o de
abandonar, ya sea por razones de un coste continuado, o por la ausencia de un
éxito probable. En una primera discusión sobre este enigma (11), sugerí que en
algunas ocasiones ha sido la ausencia de beneficios potenciales en la victoria, lo
que ha sido más decisivo, mientras que en otras, ha sido la persistencia de los
gastos (mas concretamente, la pérdida de oportunidades). Por decirlo de otra
manera, parece más que posible que haya tres tipos de estancamiento y que
perjudiquen de forma diferente: (1) un estancamiento de desesperación, en el que
ambas partes están exhaustas y ninguna vislumbra una victoria; (2) un
estancamiento de desgaste, en que ninguna de las partes se ve seriamente
perjudicada, pero en la que ninguna puede destruir o neutralizar a la otra, por lo
que no hay perspectivas de un final "satisfactorio"; y (3) un estancamiento de
frustración, en el que los adversarios han llegado a reconocer que no pueden
lograr una victoria clara y conseguir todos sus objetivos, por muchos esfuerzos
que hagan y recursos que empleen. ¿Conducirán todos o ninguno a momentos de
madurez?
En muchos, otros casos, es otro tipo de, circunstancias. el. que llevará a las partes
en conflicto a aproximarse a diferentes, pero más o menos simultáneos,
desastres, los cuales marcarán un plazo a partir del cual algunos costes concretos
aumentarán geométricamente. Por ejemplo, en el caso del proceso de paz de
Rhodesia, el advenimiento en el Reino Unido del Gobierno de la Sra. Thatcher, que
estaba dispuesto a reconocer el régimen de Muzerewa en Salisbury, presentó un
conjunto de circunstancias' nuevas y potencialmente costosas para los líderes de
Zimbabwe, mientras que en África el rechazo general a Muzeréwa y la
consiguiente escalada de la guerra de guerrillas, abocaba a un precipicio similar al
del régimen de predominio blanco de Salisbury. Así pues, ambas partes se veían
al borde de catástrofes potenciales, diferentes pero entrelazadas, lo que les llevó a
considerar un acuerdo negociado.
Este modelo CMI plantea, corno el modelo EP, una serie de implicaciones
interesantes. Sin duda, un aspecto clave de ambos modelos es que, para que las
circunstancias estén maduras para un cambio hacia una "mentalidad conciliadora",
quienes toman las decisiones en cada una de las partes tienen que darse cuenta,
independientemente unos de otros, de que su propio lado se está aproximando
hacia una catástrofe, o de que se han metido en una situación costosa con pocas
probabilidades de éxito, incluso a largo plazo. Sin embargo, ¿implican también
estos modelos que las circunstancias son incluso más propicias si quienes toman
las decisiones en ambas partes perciben, la reciprocidad de su situación? En
otras palabras, si los dos grupos de personas que toman las decisiones se dan
cuenta de que no sólo ellos; sino también sus adversarios, se enfrentan a un
desastre próximo, o se encuentran paralizados en un estancamiento costoso,
¿aumentaría este hecho las probabilidades de alejarse de "una mentalidad de
ganador", dado que es probable que quienes toman las decisiones prevean que
sus rivales presenten en ese momento una mentalidad más "razonable" al darse
cuenta de que también para ellos se aproxima un plazo límite o de que va a
producirse un estancamiento? ¿El hecho de que se esté al borde de desastres
mutuos anularía el efecto disuasorio que .tendrían por separado?
Cualquiera que sean los efectos precisos de esta percepción del carácter recíproco
de sus problemas, este factor pone de relieve la importancia de estas variables en
los modelos EP y CMI, y más especialmente en el tercer modelo, el de "Trampa".
En, muchos de sus aspectos el modelo de trampa, "T", puede considerarse como
un rival directo del modelo Eh En un principio, los dos enfoques parecen
mutuamente contradictorios. El enfoque EP se encuentra más cerca de la tradición
de "actor racional" en el análisis formal de la toma de decisiones,. en el que se
asume que costes crecientes y beneficios potenciales decrecientes derivados de la
. "victoria", son factores que contribuyen a que quienes toman las decisiones
abandonen un conjunto de estrategias y consideren otras diferentes. En
contrapartida, en el modelo T se arguye que los líderes se ven atrapados en una
continua búsqueda de la "victoria", incluso después de que (desde fuera) parezca
que los costes se han vuelto "insoportables". Subyace en este modelo un proceso
aparentemente irracional por el que los "costes" se transforman en "inversiones"
para una victoria que sólo puede ser total. De ahí que cuanto mayores sean los
costes en que se incurre; más razones existen para seguir adelante. En el modelo
T, el daño propiamente dicho, se convierte paradójicamente en la razón para
seguir adelante. Cuanto mayor es el sufrimiento, mayor es la necesidad de seguir
avanzando hacia la "victoria" para así justificar los sacrificios, tanto desde el punto
de vista psicológico como político (12).
Conviene hacer aquí dos comentarios sobre los contrastes entre este modelo y los
modelos debatidos anteriormente. En primer lugar hay que señalar que, a
diferencia de los modelos EP y CMI, el modelo de trampa deja abiertas las
siguientes cuestiones:
(1) Cómo aprenden los líderes: por medio del sufrimiento, por medio del
pensamiento racional y de la previsión, y/o incluso aplicando teorías.
(3) Qué posibilidad hay de que los procesos de resolución de conflictos sean
los adecuados, tanto en el punto culminante de la crisis, como en plena
etapa violenta de un ciclo conflictivo. Actualmente, lo que dicen quienes
usan este modelo es que algún suceso o acontecimiento desencadenante
provocará un importante replanteamiento de la política, bajo circunstancias
que no conduzcan forzosamente a un callejón sin salida o a un desastre
inminente, y que sirvan para reforzar el compromiso con una política ya
existente.
(3) ¿Cómo podríamos ayudar a los líderes a que se liberen de las presiones
que les impiden buscar soluciones alternativas? (17).
Ayuden o no las terceras partes, la "madurez" de un modelo "T" implica que las
partes abandonen' la mentalidad en la que el dolor y el sacrificio se convierten en
razones para continuar en vez de abandonar, y que adopten una mentalidad en la
que la anticipación de los costes y la reducción de recursos sean decisivos en la
toma de decisiones, y en el desarrollo de alternativas viables (y menos costosas).
En lo que respecta a esto último, un modelo T empieza a parecerse al modelo más
reciente en resolución de conflictos.
En el análisis que realicé sobre el fin de la primera guerra civil sudanesa propuse
una serie de factores que es ese caso particular habían contribuido a que se diera
una serie de circunstancias que fomentaron la paz. Estos factores se engloban en
tres categorías principales: factores entre las partes, factores intrínsecos a las
partes, y factores externos al sistema. Estas categorías incluían elementos tales
como exigencias y concesiones recíprocas que se plantean los adversarios, el nivel
de cohesión de cada partido, y la vulnerabilidad de los patrones externos ante
presiones ejercidas por cada uno de los adversarios o por terceras partes (19).
En otros casos, el aliciente ha sido una expectativa en el reparto del poder político
que originalmente era la fuente de coerción y del conflicto. En Sudáfrica, por
ejemplo, el acuerdo preelectoral que establecía un reparto de la influencia política
nacional y de los cargos entre el CNA, Inkatha y el Partido Nacionalista, fue lo
suficientemente atractivo como para garantizar la continuación del proceso de paz
por medio de un gobierno mayoritario (moderado). En otros casos, como es el del
País Vasco en España, el reparto del poder político ha sido el resultado de
negociaciones tendentes a implantar un sistema político descentralizado en el que
cupieran diversos "ganadores", en el que todos ellos obtuvieran beneficios a
cambio de abandonar los métodos de coacción y los objetivos de "victoria". No
obstante, en el inicio mismo de ambos procesos hay un factor clave que consiste
en que todas las partes perciben nuevas posibilidades de ganar algo para sí
mismos, lo cual supone un factor de especial importancia para aquellos que
podrían perder (y perderlo todo) por medio de otros procesos de resolución.
A primera vista, es la diversidad más que los puntos en común lo que caracteriza
a los cuatro modelos expuestos anteriormente. No obstante, en esta sección
quisiera poner de manifiesto que nos enfrentamos a una diferencia de énfasis,
más que a cuatro planteamientos completamente distintos.
Lo primero que hay que destacar de estos, cuatro modelos es que todos ellos, ya
sea de forma explícita en el caso del modelo OT, e implícita en los otros tres
casos, funcionan simultáneamente en dos niveles de análisis interrelacionados. Por
tanto, es necesario analizar el inicio de cualquier proceso de desescalada desde
dos perspectivas: sistémica y de toma de decisiones.
2.1. Sistémica
Algunos analistas han llegado hasta el punto de dar.a entender que realmente en
un conflicto hay sólo dos etapas donde pueden darse una desescalada mutua, o
donde terceras partes pueden intervenir con alguna probabilidad de éxito; (i)
antes de que el conflicto haya alcanzado el punto de violencia y coacción mutuas,
de forma que las partes implicadas no se hayan comprometido aún por completo
con esa opción; (ii) cuando ambas partes reconocen que se encuentran ante un
costoso y prolongado punto muerto. Hasta llegar a esta etapa posterior, la
coacción mutua (y por tanto el conflicto), seguirá su curso porque los costes
marginales son soportables y porque la esperanza de victoria sigue viva.
Por otra parte, aunque podrían obtenerse ciertos beneficios al aplicar un esquema
de "etapas" e identificar los ciclos en conflictos prolongados, tengo la sensación de
que los procesos conflictivos son más complejos y están más "liados" de lo que
implica un simple planteamiento "etapa a etapa". De ahí que un "meta-modelo" de
este estilo podría no ser adecuado para conflictos de larga duración que van
pasando, una y otra vez, por periodos de escalada, latencia, supresión, desarrollo,
negociaciones fallidas, y reaparición de una coacción mutua prolongada. Por lo
tanto, un segundo planteamiento pudiera ser más apropiado.
Esto plantea diferencias entré los modelos. Mientras que el modelo EP sugiere que
la escalada va unida a un gradual agotamiento de los recursos sin que se logre
ninguna ventaja aparente, el modelo CMI y el T apuntan a súbitas e importantes
cambios en los costes. En el caso del modelo CMI estos cambios se-asocian con
una catástrofe anticipada y cercana que actúa como desencadenante; en
(algunos) casos del modelo T el acontecimiento desencadenante, puede ser una
catástrofe ya sufrida y que originaría una re-evaluación en profundidad de los
costes, beneficios y probabilidades.
Cabe destacar que los autores que utilizan los cuatro modelos reconocen que,
fundamentalmente, cualesquiera que sean los imperativos aparentes de las
condiciones estructurales a que se enfrentan los líderes en el conflicto, es en
última instancia la interpretación de esas condiciones por parte de los líderes
lo-que determinaría si la situación es, de hecho, madura. En el modelo T, por
ejemplo, es evidente que las percepciones y evaluaciones de los daños y de los
costes -entendidos como "sacrificios que hay que redimir" o como "pérdidas
irrecuperables"- son las que determinan el momento en el que los líderes se
inclinarán por reducir las pérdidas y por buscar una solución negociada. En el
modelo OT, el que se presente una oportunidad suficientemente tentadora a los
ojos de los líderes que toman las decisiones, es lo que da lugar a que se presente
una situación madura. Tanto en el modelo EP como en el CMI, es la. probabilidad
de seguir en un punto muerto sufriendo elevados costes lo que influye a los líderes
para que consideren la posibilidad de un futuro menos perjudicial. En estos casos,
los elementos que determinan si se alcanza una situación estructuralmente
madura son (1) las percepciones de las condiciones estructurales por parte de los
líderes y, (2) los procesos de toma de decisiones entre estos líderes: Ambos
procesos de percepción y decisión introducen- elementos inciertos en la
concepción dé la "situación madura", de manera que la simple enumeración de las
condiciones estructurales no puede ser considerada como un indicio suficiente
como para decidir si una situación es "madura". Las condiciones estructurales, las
percepciones y las decisiones actúan de una forma compleja y no lineal; de no ser
así, algunos de los primeros trabajos analíticos que establecían una relación entre
el número -de bajas y el fin de una guerra, hubieran llegado a conclusiones más
realistas.
Aunque parece útil distinguir entre la "predisposición" de los líderes a plantear una
desescalada y a buscar una resolución, y la "madurez" estructural del conflicto,
parece también probable que, a menos que se logre algo tan excepcional como
una "predisposición completa", haya ciertos obstáculos que impidan un
aprovechamiento de la situación madura que permita poner en marcha un proceso
de resolución. Una vez más, esto es una cuestión de énfasis, pero lo que está
claro es que hay una tendencia común en los cuatro modelos de madurez a
entender la madurez como algo que se da entre las partes contendientes, y la
predisposición como algo intrínseco a los líderes. Sin embargo, no se tiene en
cuenta que la madurez también es, en cierta medida, algo interno en cada una de
las partes, y que ha de ser incluido en cualquier planteamiento integral del
"momento adecuado".
3. Madurez "Interna" y "Externa"
Esté olvido de los factores internos parece ser uno de los puntos más débiles de
los cuatro modelos de madurez dominantes, por lo que en todo desarrollo de sus
planteamientos se ha de reflexionar, ante todo, sobre la necesidad de tener tan en
cuenta la madurez interna (un conjunto de condiciones intrínsecas a cada una de
las partes que incitan -o al menos no presentan grandes obstáculos- a cambiar las
estrategias del conflicto externo), como la madurez externa.
Las evidencias que hoy por hoy existen sobre diferentes tipos de conflicto,
situaciones de madurez y procesos de resolución dejan abiertas ambas
posibilidades. No sabemos lo suficiente sobre cómo se inicia el final de un
conflicto. Las condiciones de madurez pueden ser distintas en conflictos
secesionistas qué en luchas de substitución del poder, y ambos tipos, de conflictos
civiles pueden, a su vez, ser distintos de otros conflictos
entre gobiernos consolidados, por la disputa de un territorio. Hay que ampliar
mucho nuestros conocimientos actúales para poder dar una respuesta convincente
a cualquier cuestión que sé refiera al momento en el que iniciar un proceso de
resolución de conflictos.
Esto me lleva al último punto, que es la pregunta "¿Maduro para qué? ", aunque
contestarla exigiría otro documento. Hasta ahora se ha asumido que la respuesta
era: "maduro para, una solución" pero los procesos de resolución son igual de
complejos que los conflictos que han de solucionar, y pueden involucrar, muchas
tareas y funciones a llevar a cabo por terceras partes distintas durante un largo
período de tiempo (28(. Hay una gran, variedad de estrategias para "responder al
conflicto" y para "resolver el conflicto", pudiendo ser apropiada cada una de ellas
para, ciertas fases, 'dependiendo de las condiciones que se den en ese momento
determinado. Un conflicto que no presente las condiciones necesarias para
considerarlo "maduro para su resolución" puede, sin embargo, estar en una fase
en laque es susceptible de ser reducido o, mejorado; o incluso es factible qué se
lleve a cabo, un proceso de resolución en, un marco local. Los intentos de
gestionar o de institucionalizar un conflicto pueden ser apropiados en condiciones
en las que la búsqueda de una solución duradera no tendría éxito. Es más, debido
a la diversidad de -tareas y actividades que cualquier proceso de resolución
conlleva, ¿quién podrá decir que algunas de ellas no sean las apropiadas, incluso
si otras deben posponerse hasta que se dé un cambio de circunstancias?
NOTAS
(1) Ver ZARTMAN, William I. Ripe for Resolution: Conflict and Intervention
in Africa. New York: Oxford University Press, 1985. 232 p.
(5) HAASS, Richard N. Confliets Unending; The United States and Regional
Disputes New Haven: Yale University Press, 1990. .
(12) Un argumento de peso que subyace en el Modelo " Trampa" es que las
partes en conflicto son víctimas del fenómeno "NHOA" (No hay otra
alternativa). Literalmente, no perciben ninguna alternativa a lo que muchos
de ellos continúan considerando como una pobre elección de medios debido
a la ausencia de algo mejor. En este modelo, por tanto, una parte esencial
del proceso de resolución del conflicto incluye: (1) la concienciación de las
partes sobre posibles resultados y consecuencias a lar-. go plazo y, (2)
contemplar y crear opciones alternativas a tener en cuenta en los procesos
de toma de decisiones.
(14) RUBIN, Jeffrey Z. "The Timing of Ripeness and the Ripeness of Timing"
in KRIESBERG, Louis & THORSON, Stuart J. (eds.) Timing the De-escalation
of International Conflicts. New York: Syracuse University Press, 1991.
p.240:
(19) MITCHELL, C.R. "Conflict Resolution and Civil War: Reflections on the
Sudanese Settlement", pp. 10-17. Citado anteriormente.
(25) IKLE, Fred C. Every War Must End. New York: Columbia University
Press, 1 991. 2nd edition.