Mujeres Artistas Canarias

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Mujer y cultura

en Canarias

Colectivo de Mujeres Canarias


AGRADECIMIENTOS

A Dania Dévora y DD & Company, por la cesión de las fotos de María Mérida y Mary Sánchez.
A Isabel Patricia Hernández Laplace por las fotos y documentos de su abuela, María Teresa Prats.
A María Isabel Torón Macario por documentos y fotos de Isabel Macario Brito.
A Humberto Orán por fotos de su hermana, María Orán.
A Rosario Álvarez por toda la documentación musical.
A Nora Krozewski por toda su ayuda.
A Juan Sofía Trujillo de la Torre e hijo Mauricio González por las fotos y documentación de Lola de la
Torre y de la familia Millares.
A Toñy Mesa por las fotos y documentos de Dña. María Quesada y los datos de su tía Paquita Mesa.
A la familia Morales ( Lanzarote ) por la fotografía de María Lasso.
A Susana Millares Betancor por la documentación sobre su madre, Pino Betancor.
A Miguel Hernández, por las transcripciones y la paciencia que ha tenido.
Y a Carmen Jiménez Hernández, por las fotos y documentos de Mujeres en la Isla.

Edita: Colectivo de Mujeres Canarias

Coordinación: Imaco 89

Realización e Impresión: Linca, S.L.


Lepanto, 45
Telfs. 928 27 07 14 - 928 26 99 06
Fax 928 22 59 60
35010 Las Palmas de Gran Canaria
lincacanarias@terra.es

Depósito Legal: GC 128-2010


Autoras: Mª del Carmen Reina Jiménez
Colectivo de Mujeres Canarias

Publicación subvencionada por


Prólogo
El Colectivo de Mujeres Canarias sigue desarrollando, junto a la lucha por derechos
e igualdades, la función que asumió desde sus orígenes: buscar nuestras señas de iden-
tidad, y encontrar en la historia escrita por los hombres, los nombres de las mujeres que,
desafiando su situación marginal, aportaron algo a la comunidad aprovechando los
resquicios que dejaban familias cultas o conventos. Dentro de la modestia de nuestras
posibilidades intentamos darlas a conocer como merecen. De ahí nuestro respaldo al
trabajo de Chicha Reina.

Hasta bien entrado el s. XX no comienza la mujer a figurar con nombre propio entre
“la intelectualidad” –en su acepción de quien trabaja con la palabra y el espíritu– hasta
esas fechas su presencia en la vida pública es prácticamente anecdótica, y no porque no
existieran las intelectuales, no, que haberlas las había, la explicación está en su opacidad,
en su no derecho a una vida propia, en su “ineptitud” decretada para hacer otra cosa que
ser descanso del guerrero, parir y cuidar de la casa.

Pensar y actuar eran verbos vetados para ellas. Lo dijo S. Isidoro de Sevilla, tan
Santo él como la Santa Madre Iglesia, “las mujeres no tienen capacidad para razonar
por lo tanto deben de estar sometidas al varón”.

La mujer era la guardiana del honor familiar pero también la tentación de los
hombres, su perdición. Quienes mejor la ponían se refieren a ella como “reina del hogar,
intuitiva que no inteligente, pasiva reserva moral, sentimental…” y el refranero español,
tan rico en frases ofensivas, la coloca “con la pata quebrada y en casa”. Pero no sólo le
quiebran la pata: le quebraban la lengua, la mano y hasta la vista y el oído si por casua-
lidad intentaba salirse de “la norma”.

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Y sin embargo, con todos los elementos en su contra algunas se salían: muchas obras
se publicaron, muchos cuadros se pintaron o muchos descubrimientos fueron hechos sin
que ellas se dejaran ver; eso sí, escondidas en la recámara de escritorios, talleres o labo-
ratorios dejando que sus esposos, padres o hermanos se llevaran la gloria y el reconoci-
miento porque no había otra fórmula de seguir escribiendo, pintando o investigando sin
que fueran molestadas o acusadas de brujas. Nos referimos a las pertenecientes a las
clases más favorecidas, las otras ni existían.

Por eso es tan difícil rastrear sus huellas. Investigadoras de todo el mundo –y de
nuestro pequeño mundo– se las ven y desean por seguir la pista de quienes contra viento
y marea osaron saltarse el modelo secular establecido.

La aportación de las mujeres canarias a la cultura de estas islas no es residual como


ha sido reflejada en libros y antologías. Es importante. Lo que pasa es que hay que
buscarlas y para eso se necesita tiempo y financiación. Ése es el valor que tiene el trabajo
de Chicha Reina; además del esfuerzo adicional que significa investigar en un territorio
como el nuestro, fragmentado por su insularidad, “a-islado”, con arduos obstáculos para
los contactos y los traslados.

Cuando hace años la escuchamos presentar lo que es el germen de este libro en el


Club Prensa Canaria decidimos que había que animarla a rebuscar en archivos y en
memorias vivas. Ella lo ha hecho.

Cuántas quedan todavía por encontrar. Cuántas vocaciones frustradas. Cuántas


aptitudes desperdiciadas. Cuántas desatendidas. Cuántos poemas, o pinturas, o escul-
turas dedicadas a los santos porque dar protagonismo a asuntos más paganos estaba
pésimamente visto. Algunas vieron su nombre impreso. De las más no queda ni su
sombra. Fueron mujeres sombra hasta casi mediado el s. XX; las que aparecieron después
corrieron con más suerte.

Aquí encontrarán muchas mujeres sombra. No es éste un estudio profundo y exhaus-


tivo sobre las autoras y sus obras, ni es su pretensión. Es la puerta que se abre como
punto de partida: un índice onomástico, unas breves biografías y algunas referencias a
sus obras que servirán a quienes quieran después ahondar en las que descollaron más
allá de sus ámbitos familiares.

A partir de la llegada de la democracia a nuestro país y con la aparición de medios


nunca soñados para la investigación es mucho más fácil seguir pistas. De ahí para atrás
la tarea está llena de dificultades. Por este motivo Reina puso 1975 como fecha límite a

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la enumeración y al conocimiento. Las que realizaron sus trabajos posteriormente son
más asequibles.

Desde Sor Ana Ángela Arroyo Rivero, que nació en Garachico en 1668, hasta Elsa
López (1943) que vive en La Palma, no están todas las que han sido, pero las que están
sí son. De la gran mayoría de ellas conocíamos su existencia y sus obras, pero de algunas
ni sus propias familias sabían de sus dedicaciones, como Concepción Martinón que expuso
en Tenerife en 1850.

Esta publicación está en la línea de las anteriores realizadas por el Colectivo de Muje-
res Canarias cuya preocupación desde su nacimiento ha sido dar a conocer la situación
de las mujeres, –“Mujer Canaria y entorno social”, ”El integrismo: la pérdida de la liber-
tad”, “Mujeres canarias/cambio social– y divulgar nombres y obras de las que se han
comprometido con la sociedad como “Mujeres Premio Nobel”. Sin la colaboración y ayuda
del Instituto Canario de la Mujer la mayoría de esas publicaciones, ni ésta, hubieran
sido posibles.

Colectivo de Mujeres Canarias

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Introducción
Planteamiento y objetivos de la obra
La presente publicación se ha marcado varios objetivos. El primero y más importante
es conocer, valorar y difundir la obra de aquellas mujeres que han dejado huella en la
cultura de nuestras islas. Para ello hay que indagar en aquellos aspectos en los que parece
que se ha centrado más la participación femenina, como es La Literatura, el Arte –espe-
cialmente Pintura, Escultura y Cerámica– y La Música, centrándola en la composición
musical, la interpretación y los instrumentos musicales. Somos conscientes de que siempre
que se selecciona a algunas personas hay que excluir a otras y se corre el riesgo de cometer
errores o no dar satisfacción a todo el mundo. Esto ha ocurrido con la música, donde es
muy difícil marcar la línea divisoria con la danza y la coreografía. Así han quedado fuera
de esta publicación personalidades como Trini Borrull, una de las figuras más importantes
de la danza en el siglo XX en Canarias. Hacemos aquí referencia a ella como pequeña
reparación por haber tenido que dejarla fuera y como adelanto de lo que puede llegar a
ser una segunda publicación donde se amplíen los campos culturales y las mujeres que
en ellos han participado.

Otra difícil decisión ha sido marcar los límites temporales que se iban a tratar. Final-
mente se ha decidido escoger desde las primeras mujeres de las que se tienen noticias –en
general, a partir del Siglo XIX y algunas del siglo XVIII– y llegar hasta aquellas mujeres
que ya han tenido alguna repercusión por su actividad en el momento del final del fran-
quismo, 1975.
El planteamiento de la obra ha sido hacer una breve reseña biográfica de cada una,
no un trabajo exhaustivo, y adjuntar una pequeña muestra de su obra, especialmente

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pensada como herramienta didáctica. Hay que hacer notar las grandes diferencias entre
unas autoras y otras. De algunas hay varios libros escritos y en cambio de otras sólo
existe una mínima referencia: nombre y fecha de nacimiento. Hemos intentado buscar
el término medio y ofrecer una reseña lo más breve posible de las muy conocidas, adjun-
tando una bibliografía orientativa para su ampliación. De las que sólo se conoce el nombre
nos ha parecido importante reseñarlo de cara a una posterior investigación y como toque
de atención a quien pueda disponer de mayor información.
El segundo objetivo ha sido reconocerlas como las que abrieron camino a las que
vinieron detrás: Ellas fueron pioneras. Entre ellas ha habido varias que aunque no han
nacido en Canarias, ni ser españolas, han formado parte de esta sociedad durante años,
han colaborado en la formación y difusión de la cultura y han servido de ejemplo para
otras mujeres de las islas
El tercer objetivo es que, una vez publicada, se puedan dinamizar actos culturales
donde se recuerde y valore a estas mujeres, y se rescate a otras mujeres del olvido. Al
mismo tiempo se hace necesario no terminar aquí sino proseguir en la investigación,
ampliándola y contrastándola.

La realidad canaria de estos siglos


La Ilustración, el movimiento intelectual que dominó prácticamente en toda Europa,
especialmente Francia e Inglaterra, durante el siglo XVIII, que defendía la razón y la
ciencia por encima de la superstición y las creencias religiosas y pretendía un cambio de
las estructuras social, política y económica de las naciones, influyó también en Canarias.
Los principales focos ilustrados fueron las tertulias, donde se discutían las nuevas
ideas y se leían los escritos prohibidos, los cuales pasaban de unas manos a otras, compar-
tiendo la preocupación por temas científicos que trataban sobre el estudio de la naturaleza,
estudios arqueológicos, interés por la historia y la geología de las islas, su origen, etc.
En Gran Canaria destacan las del Seminario Conciliar y la del Círculo Literario,
las cuales constituyeron los principales centros ilustrados de esta isla. Hay que tener en
cuenta que el protagonismo del clero en la Ilustración canaria fue determinante. En Tene-
rife, la más conocida es la del Palacio de Alonso de Nava Grimón, marqués de Villanueva
del Prado, en La Laguna.

Una de las fundaciones más importantes que realizaron los ilustrados fue la creación
de las Reales Sociedades de Amigos del País. Entre 1776 y 1777 se crearon en Canarias
las Sociedades de Santa Cruz de La Palma, Las Palmas de Gran Canaria y La Laguna.

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Uno de los objetivos primordiales de estas Sociedades era la educación, en la que se
pretendía alcanzar una enseñanza más racional, diferente de las simples escuelas de cate-
cismo. De hecho, se crearon nuevas escuelas de primaria para ambos sexos y escuelas de
artes y oficios, donde se prestaba especial atención a la enseñanza de las ciencias naturales
y las matemáticas.

En el s. XIX la burguesía, como clase social, no alcanza un gran desarrollo en Cana-


rias durante esta centuria. Está constituida, además de por funcionarios y cargos mili-
tares, por comerciantes y un reducido número de medianos y pequeños propietarios agrí-
colas, que explotan sus tierras directamente o a través de jornaleros o medianeros.
También pertenece a este grupo pequeños empresarios y maestros de talleres artesanos
y propietarios de pequeños centros fabriles.

Frente a los grupos anteriores que detentan el poder político y económico, el proleta-
riado, que supone prácticamente el 90% de la población, se caracteriza por sus pésimas
condiciones de vida y de trabajo, cuya única vía de escape, como ya ocurriera en otras
etapas, se encuentra en la emigración a América en busca de mejores condiciones de vida.

Desde las décadas finales del siglo, con el desarrollo comercial que se produce en Cana-
rias durante el siglo XIX a partir de la creación de los Puertos Francos, comienzan a
surgir núcleos sociales vinculados al mundo urbano que se concentran en Santa Cruz
de Tenerife o en Las Palmas de Gran Canaria. Artesanos, trabajadores portuarios, comer-
ciantes, etc., están entre sus miembros y con ellos, amplios sectores que se sitúan en las
capas bajas de la pirámide social.

Se produce una reestructuración social: se pasa de una sociedad estamental a una


sociedad de clases.

Sobre esta sociedad, la cultura y la instrucción están reservadas para las élites. La
cifra de personas analfabetas supera al finalizar el siglo a más del ochenta por ciento de
la población. Tal vez por eso sorprenda más la pujanza que cobran muchas de las inicia-
tivas culturales que se desplegaron en el Archipiélago. Si la primera parte del siglo fue
más propicia al desarrollo de individualidades que eran más la excepción que la regla, a
medida que avanza la centuria pueden contemplarse realidades culturales más colectivas.
La enseñanza, el arte, la literatura, etc., van a reflejar ese avance que atraviesa por los
estilos y las tendencias que se van conociendo.

En el s. XX, la burguesía comercial continúa en expansión, aunque sigue siendo


minoritaria con respecto al total de la población. Destacan sobremanera los elementos

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de procedencia extranjera, ingleses sobre todo. Su base económica empieza a diversificarse,
pues a la actividad comercial se añaden nuevas actividades como las concesiones de obras
públicas y servicios, el incipiente turismo o la agricultura de exportación.

Después del estancamiento producido por el desastre de la Guerra Civil y el Fran-


quismo, comienza a surgir a finales de los años 60 una nueva realidad social y cultural,
con la llegada del turismo de masas y el necesario contacto con el exterior.

La situación de las mujeres


La incorporación de la mujer a todos y cada uno de los aspectos que comporta el
devenir histórico de las sociedades tiene dos elementos base: su ingreso en el mundo del
trabajo y su presencia en los distintos ámbitos educativos. Uno y otro serán fruto de
duras luchas que discurren paralelamente. En ambos casos, además, la presencia de
actores externos a los estrictos intereses femeninos resultará decisiva para su desarrollo.
En última instancia serán las necesidades comunitarias, las exigencias del progreso social
las que señalen, demanden e impongan los cambios; las que, asimismo, marquen el
ritmo con que deben producirse1.

En lo referente al trabajo, las mujeres canarias, trabajaban, a comienzos del siglo


XX, fundamentalmente en la agricultura, en el servicio doméstico, como “aguadoras”,
cargando el agua para el uso familiar en las zonas rurales, en los empaquetados de frutos,
en la industria del tabaco y en las conservas de pescado. Había unas cuantas que ejercían
de comadronas. Los trabajos más comunes eran las tareas agrícolas y el servicio domés-
tico. Las obreras vieron cómo, después de largas luchas, empezaban a reconocérseles sus
derechos y a regularse por ley –trabajaban 11 horas diarias y no tenían días de descan-
so–. No se reguló en la agricultura, donde las mujeres no cobraban sino lo que se consi-
deraba la “ayuda familiar”, y en el servicio doméstico, donde sus intereses se consideraba
que eran “defendidos por los señores”, que, en realidad, son quienes las explotaban. La
situación de estos dos colectivos no cambió hasta la llegada de la democracia, a finales
del s. XX. Mientras ésta era la situación de la mayoría de las mujeres, las hijas de la
burguesía no trabajaban, se consideraba una deshonra.

La evolución de los trabajos para las mujeres ha ido cambiando con la progresiva
incorporación a la educación y los cambios en la economía: empleada en comercios, en

1. Mujer y sociedad en España (1700- 1975), Ministerio de Cultura, 1982.

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el turismo, trabajo en oficinas, empleada en la administración y maestra. Pero, a pesar
de los lentos avances y cambios hasta llegar a la situación actual, los derechos laborales
de las mujeres dejan bastante que desear.

Un factor fundamental: la educación


La educación de la mujer tal y como se concibe en un primer momento por el mundo
contemporáneo no tiende a abrir nuevos horizontes sino a confirmar los ya existentes.
En el s. XVIII, con la llegada de las ideas de la Ilustración, aparece en España la
preocupación por la ciencia, el saber y la educación, también para las niñas, aunque con
características diferentes. Sin embargo, no es hasta 1857, ya avanzado el s. XIX, que
se aprueba la Ley de Instrucción Pública, ratificada por la reina Isabel II, también llama-
da la “Ley Moyano” por ser Claudio Moyano Samaniego ministro de Fomento y ser su
gabinete el que gestó esta Primera Ley de Educación. Esta ley estableció la enseñanza
obligatoria para ambos sexos, si bien manteniendo un currículo diferenciado, tal como
fijaba en el artículo quinto:
Artículo quinto: En las enseñanzas elemental y superior de las niñas se omitirán
los estudios de que tratan el párrafo sexto del artículo segundo (Breves nociones
de Agricultura. Industria y Comercio. según las localidades) y los párrafos
primero (Principios de geometría, de Dibujo lineal y de Agrimensura) y tercero
(Nociones generales de Física y de Historia natural acomodadas a las necesi-
dades más comunes de la vida) del artículo cuarto, reemplazándose con: Prime-
ro. Labores propias del sexo. Segundo. Elementos de dibujo aplicado a las
mismas labores. Tercero. Ligeras nociones de Higiene doméstica.
Esta normativa constituye el primer referente legal sobre la educación femenina y
marcaba los parámetros por donde debía discurrir su formación, un itinerario escolar
sistematizado orientado a la vida doméstica. Siguiendo su contenido se pueden observar
los temas que se consideraban importantes para las mujeres, así como la mentalidad
imperante en aquel momento: la formación estaba encaminada hacia la casa, “las labores
propias del sexo” concentraban su formación y despuntaba la importancia de la instruc-
ción como esposas y madres... Para Canarias, pese a las deficiencias y precariedades,
supone una mejora en la instrucción de las niñas.

A pesar de la Ley la realidad va más retrasada. Al ser necesario que la enseñanza


fuera en escuelas separadas por sexos, muchas niñas se quedaron sin escolarizar porque
muchos pueblos no tenían recursos para mantener dos escuelas.

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En algunos sitios se establecieron escuelas gratuitas para niñas en un número muy
limitado. El plan de estudios era el adecuado para sus objetivos: catecismo, aseo personal
y costura. Las más inteligentes podían ser iniciadas en el arte de “hacer cofias o redeci-
llas,...cintas caseras de hilo, ...seda, ...cintas de cofia y todo género de listonería...” 2

La realidad era que el analfabetismo en España era sangrante. En 1860, el 85’9%


de las mujeres no sabía leer ni escribir, y tampoco el 64’9% de los hombres en la misma
fecha. En Canarias aún era peor: casi el 91 % de ella era analfabeta en 1861. Históri-
camente, la población canaria apenas ha tenido posibilidad de acceso a la educación.
Hasta hace bien poco sólo la burguesía tenía acceso a ella.

A mediados del s.XIX se plantean encendidos debates sobre la educación femenina.


En general, podemos distinguir tres momentos en la marcha del problema pedagógico
femenino: primero, reconocerle el derecho a la educación; segundo, dársela igual en grados
y contenidos a la del hombre; tercero, permitirle el ejercicio remunerado de todas las apti-
tudes adquiridas. El proceso había de cubrirse por completo para que resultase rentable
social y familiarmente la inversión que suponía instruir a la mujer. Y así ha ocurrido en
todas las naciones donde el problema se plantea, aunque el ritmo de las conquistas
marque diferencias, en ocasiones acentuadas.

Es muy curioso señalar que en uno de estos actos sobre la educación, “Las Confe-
rencias Dominicales para la Educación de la mujer”, organizadas por la Universidad
Complutense de Madrid en 1869, cuyo promotor era Fernando de Castro y donde inter-
venían las figuras intelectuales y políticas más destacadas de la época, no había ni una
ponente, todos eran sesudos varones decidiendo por y para ellas. Allí se debatía sobre el
objetivo de la educación femenina y, tanto Fernando de Castro, católico-liberal, como el
federalista Pi y Margall estaban de acuerdo en que el papel de la mujer “no es hacerse
letrada o artista sino madre; su puesto no está en el foro o en la fábrica, está en el hogar
que es “pedestal, teatro, asiento y trono” 3.

Para 1892, el derecho de la mujer a instruirse era principio de común aceptación


entre amplios sectores sociales y, por supuesto, entre los congresistas de los debates y
Congresos Pedagógicos que se celebran en esos años. De la enseñanza femenina se deba-
tía, pues, su carácter, contenido y grados. En cuanto al ejercicio profesional, todos partían
de la idea, expresada o inconsciente, de que la mujer posee aptitudes para él; se trataba

2. Ibidem.
3. Ibidem.

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de decidir, por tanto, si debía de facilitársele el desarrollo de tales aptitudes, permitírsele
su uso y siendo así, con qué limites. En realidad, lo que el Congreso Hispano-Portu-
gués-Americano se planteaba era la incorporación de las mujeres a la sociedad.

En estos años toman importancia las ideas pedagógicas krausistas y surge la Insti-
tución Libre de Enseñanza, que aportan ideas renovadoras y novedosas en la realidad
española. Pero estas aportaciones no tienen incidencia en la enseñanza de las islas.

La enseñanza pública mixta apareció muy tarde en Canarias, aunque había algunos
centros privados. En 1914 no había ningún centro mientras en algunas provincias,
como Soria, había 437 4.

En Canarias, el bajo índice cultural de la población femenina comienza a reducirse


después de la década de 1920, sobre todo por la acción de la política escolar y las campa-
ñas de alfabetización.

La incorporación de las mujeres a la educación Secundaria en Canarias fue un proceso


lento y con retraso y eran alumnas a las que se les permitía estudiar pero sin asistir al
centro, se examinaban como alumnas de enseñanza libre. Las hijas de clase acomodada
sí asitían a centros privados, aunque generalmente recibían “cultura general” y, poste-
riormente, iban al extranjero a aprender idiomas, pero esto sucedía ya avanzado el s. XX.

En cuanto a la enseñanza superior, no existía en las islas una preocupación grande


por adquirir una enseñanza superior cuya utilidad tampoco se hacía sentir en exceso en
un ambiente cultural tan pobre. En el 75 eran contados los profesionales universitarios
con más de 40 años.

La Guerra Civil y el Franquismo supuso un salto hacia atrás en la formación de la


mujer. Como reflejo de la escasa clientela escolar, en Canarias el peso de la enseñanza
privada era mínima, tanto de la religiosa como de la laica. Fueron pocos los colegios
privados que durante muchos años se repartieron la población estudiantil de clase media
de las islas sin mayores problemas. Esta situación ha cambiado radicalmente a partir
de los años 70.

En estos últimos años, las mujeres se han ido incorporando a la vida cultural y recre-
ativa de las islas. Los editores de libros hablan de que los principales lectores son mujeres,

4. En Mujer y educación en Canarias, de González Pérez, Teresa.

19
en los espacios públicos es frecuente ver a mujeres solas leyendo, no así los hombres. En
los conciertos y teatros es muy frecuente ver a mujeres solas o en grupo, fundamental-
mente mujeres mayores, y las principales clientas de los viajes organizados, después de
las parejas, son grupos de mujeres.

Resulta muy reconfortante, conocer el nombre de las primeras mujeres que con mayor
o menos trascendencia practicaron alguna de las Bellas Artes en Canarias.

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Aspectos de la cultura donde
más han destacado las mujeres
Antes de analizar la participación de las mujeres en la cultura en Canarias, conviene
indicar que, en general, la mayoría de las mujeres de las islas ha participado en la cultura
de forma colectiva, anónima, a lo largo de muchos siglos, en que han sido las transmisoras
y conservadoras de las tradiciones y el patrimonio cultural.

Las tertulias
En el s. XIX se realizan tertulias que reúnen a su alrededor a todas las personas que
sienten inquietudes culturales.

De las reuniones de artistas y literatos en Santa Cruz de Tenerife, en casa del “liberal”
Nicolás Alfaro (que perteneció al Círculo Liberal de Canarias y fue uno de los firmantes
del manifiesto “Al público” de 1868) salen interesantes tertulias musicales-poéticas;
Alfaro toca el piano y el violín, y a su alrededor se reúnen artistas plásticos, músicos y
escritores. Allí están Ángela Mazzini, Victorina Bridoux y un niño que llama la atención
por sus prematuras dotes musicales: Teowaldo Power, autor de “Los cantos canarios”.

En Las Palmas de Gran Canaria tienen lugar en casa de Manuel Ponce de León.

Reproducimos textualmente de la Gran Enciclopedia de El Arte en Canarias, lo que


publicó en Madrid en 1864 el periódico “El Eco del País”:

“Los periódicos de Las Palmas de Gran Canaria dan curiosos detalles de las
reuniones que tienen lugar en la deliciosa casa de D. Manuel Ponce, en las
cuales se rinde culto al arte en todas sus manifestaciones.

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Sentimos una viva complacencia al saber que la ciudad de Las Palmas, la
población más importante del archipiélago, sale del estado de abatimiento en
que se hallaba sumida desde hace poco por razones para ella vitales, y da
señales de una vida intelectual y moral que la colocan en el puesto que le
corresponde entre las hermosas poblaciones de España”.

Estas tertulias vienen a ser herencia de las tertulias ilustradas del siglo XVIII, donde,
siguiendo los esquemas de la época, no destaca ninguna mujer.

En esta época, 1859-1880, la calidad y cantidad de artistas tinerfeños es superior


a la de la isla de Gran Canaria, sin embargo, la presencia de la mujer es más importante
en esta última destacando las hermanas Dolores y Luisa de León de Salas, impulsoras
de veladas literarias.

Mención especial merecen las tertulias


de María Quesada Romero (1860), viuda
muy joven y con cinco hijos a su cargo que
abrió una librería en la calle Muro.

Dicha librería era parada habitual de los


intelectuales de la isla, donde además del
comentario de libros, se estudió el pensa-
miento, la pintura, la filosofía, etc.

María Quesada recibió la “Medalla del


Trabajo de 1933” a toda una vida consa-
grada a elevar el nivel cultural de las mujeres
y, como dice su biznieta Toñi Mesa, “en
aquella época debió ser todo un desafío”.

Otra figura que fue muy conocida y


valorada en los círculos culturales canarios
y peninsulares es Pilar de Lugo Eduardo,
Mª Quesada. pintora romántica.

24
A. Pintura, Escultura y Cerámica

Expresiones artísticas
Las primeras exposiciones de pintura en la provincia de Tenerife se abren en “La
Sociedad de Bellas Artes” en 1847 con periodicidad anual.
En la muestra inaugural, y hasta 1850, todos los participantes son hombres.
Ya en 1850, entre los 72 cuadros expuestos, aparecen algunos firmados por una
mujer: la Sra. Murray. A Elizabeth Murray le cabe el honor de ser la primera mujer
que expone en las islas.
La Real Sociedad Económica de Santa Cruz comienza a alentar también exposiciones
pictóricas. Así, es de resaltar la celebrada en 1883 de “Bellas Artes, Artes Ilustradas y
Labores de Mujer”.
Esta tímida introducción de la mujer en el arte a mediados del s. XIX , en parte
puede deberse a que, tanto en una isla capitalina como en otra, en los colegios de “seño-
ritas” se establecen las asignaturas de pinturas y dibujo en sus planes didácticos. Así en
los colegios privados de “San Agustín”, “Casa de Educación para Señoritas”, “Señoritas
de la Concepción” y “Señoritas del Sagrado Corazón”, se imparten las dos materias antes
citadas.
La Casa de Educación para Señoritas a que hacemos referencia surge a instancias
del Gabinete Literario y dirige principalmente sus enseñanzas a niñas entre 4 y 15 años.
A finales de siglo (1880) se funda el “Colegio de Señoritas del Sagrado Corazón de
Jesús”, donde se imparte la asignatura de “dibujo de adorno, de paisaje y figura”.
En cuanto a estilos artísticos, el que predomina en Canarias durante todo el siglo
XVIII, aunque se inicia desde mediados del XVII, es el barroco. Es el primer estilo que
arraiga en todas las manifestaciones artísticas y en todas las islas. Adquirió gran impor-
tancia el retablo con profusión de dorados. En escultura dominaba la talla de madera y
la policromía,
En el s. XIX las modificaciones sociales y económicas se reflejan necesariamente en
el arte. La demanda de obras artísticas ya no viene mayoritariamente de las instituciones
religiosas, sino también de las instituciones civiles y de particulares, que impulsan el
neoclasicismo.

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En pintura se produce el auge del retrato, en consonancia con el desarrollo de la
burguesía comercial.

Otro tema relevante en la pintura es el paisaje, al principio con un marcado carácter


idealizado y romántico representando el paisaje natural de las Islas.

En escultura destaca sobremanera la imaginería.

El crecimiento de las ciudades y el cambio cultural que experimenta la sociedad de


la época, demandan, por un lado, la utilización de nuevos materiales como el hierro, el
acero, el cristal..., y por otro, una nueva estética, más libre, como alternativa al uso de
los elementos clásicos. Así, desde finales del XIX y principios del XX conviven los neoestilos
y el eclecticismo, que serán poco a poco sustituidos por el modernismo y el racionalismo.

El modernismo es un estilo que trata de crear una estética nueva, en la que predo-
mina la inspiración en la naturaleza (ornamentación vegetal), a la vez que se incorporan
novedades derivadas de la revolución industrial.

En pintura se desarrolla, desde finales del XIX, una corriente regionalista caracte-
rizada por la exaltación del espacio y la cultura tradicional, hasta tal punto que, para
muchos autores, es a partir de este momento cuando realmente se puede hablar de “pintu-
ra canaria”.

Al llegar al siglo XX, comienzan a surgir movimientos artísticos y aportaciones que


reflejan una gran vitalidad cultural. Destaca la Escuela Luján Pérez, una institución
libre de enseñanzas artísticas, especialmente pintura y escultura, fundada en Las Palmas
de Gran Canaria por el escritor Domingo Doreste (Fray Lesco) en 1917. Tomó su
nombre del escultor Luján Pérez, natural de Guía, Gran Canaria. La Escuela aparece
ligada al nacimiento y eclosión del arte indigenista canario. Domingo Doreste diseñó
una escuela carente de normas pedagógicas en la que los artistas recibieran consejo y
orientación sin sufrir imposiciones académicas. La observación de la realidad insular
(personas y paisajes), y la información sobre las diversas tendencias de la vanguardia
de la época fueron los principios de su existencia. El escritor definió la escuela como un
“laboratorio de arte”. Por ella han pasado la mayoría de los artistas canarios del siglo
XX. LLegó a convertirse en un “taller de experimentación” que fructificó en el INDIGE-
NISMO, término que colectivamente define el conjunto de obras de muchos artistas,
entre ellos, Lola Massieu, Jane Millares, Pino Ojeda... en un lenguaje de universalidad
que permite afirmar la capacidad de adaptación del artista canario a las corrientes más

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vanguardistas sin renunciar a las “señas de identidad” que configuran “lo canario”. Esta
Escuela es un referente del arte insular contemporáneo.

Otros artistas se adscriben al movimiento modernista y simbolista, al impresionista,


o reciben influencias del expresionismo, cuya característica fundamental es la represen-
tación de los estados de ánimo de forma dramática y, en ocasiones, incluso exagerada.

En 1931, después de realizar un viaje por Europa, Eduardo Westerdahl fundó la


revista Gaceta de Arte (1931), que, a la vez que alcanzaba un prestigio internacional,
catapultó la estética canaria hacia la modernidad. En ella colaboraron personalidades
como Le Corbusier, Gertrude Stein, André Breton, Paul Éluard, etc.

En 1932 surge en Barcelona el grupo ADLAN (Amigos de las Artes Nuevas), bajo
el impulso de Joan Prats, entre otros. Entre sus principales actividades destaca la parti-
cipación en la organización de muestras de enorme importancia para la difusión de la
vanguardia en España. En junio de 1936 se celebra la Exposición de arte contemporáneo
en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, promovida y organizada por
Eduardo Westerdahl, figura fundamental de este movimiento en Tenerife, logrando reunir
77 obras y 7 objetos surrealistas de un total de 27 artistas. Es el último evento antes de
loa inicios de la Guerra Civil y la desaparición del grupo.

A partir de los años 30 comienza el surrealismo, corriente que intenta plasmar el


mundo de los sueños y el subconsciente.

El indigenismo, cuyos motivos principales son los campesinos, el paisaje y la flora


canaria, es desarrollado por los discípulos de la Escuela Luján Pérez de Las Palmas de
Gran Canaria.

En los años 50, tras el duro paréntesis de la Guerra Civil y los inicios del franquismo,
surge el arte abstracto de la mano del grupo LADAC (Los Arqueros del Arte Contem-
poráneo), fundado en Las Palmas, en 1951, por los hermanos Millares, que defiende
la abstracción y el individualismo, y en el que destacan entre otras figuras, Lola Massieu,
con su obra “Mundo en descomposición”, que recibió el citado premio en 1990. Formaron
parte de este grupo Elvireta Escobio y Pino Ojeda.

En 1957 se funda en Madrid el Grupo El Paso, el de mayor relevancia en la confi-


guración y definición de la vanguardia española de la posguerra. Forman parte de su
grupo fundador varios artistas canarios.

27
La evolución de las artes plásticas en Canarias encontró en el desarrollo económico
de los años sesenta una vía para el retorno de muchos artistas emigrantes y para el
desarrollo del arte de vanguardia. A comienzos de esta década nace un grupo rebelde y
disconforme, Nuestro Arte, que pretende ofrecer una alternativa al arte tradicional y
figurativo arraigado en las islas. Nació en 1962, de un grupo de personas que participaba
en tertulias y que formaron un núcleo de cohesión. Durante casi una década aportó una
visión nueva y comprometida del arte, confiriendo una mayor solidez al movimiento de
vanguardia. Como miembros cofundadores se sumaron, entre otros, las artistas Maribel
Nazco, Eva Fernández y Maria Belén Morales. Permitió a muchas mujeres, que normal-
mente habían sido relegadas, incorporarse de manera activa al ámbito artístico. A lo
largo de su trayectoria participaron artistas como Yolanda Martín, Celia Ferreiro, Maud
Bonneaud, Lola Massieu y Pilar Lojendio. Uno de los exponentes más claro de la parti-
cipación activa femenina fue la celebración en el Círculo de Bellas Artes de Sta Cruz de
Tenerife, en diciembre de 1965, de la exposición titulada “Doce Mujeres, Doce Artistas”.

La dispersión del grupo fue inevitable al cabo de aproximadamente una década. Sin
embargo continuó creando premios literarios y publicando libros, entre ellos, obras de
Mª Rosa Alonso y Pilar Lojendio.

Nuestro Arte contribuyó decididamente al auge cultural, intelectual y social que


vivía Canarias en ese momento, con multitud de actos –teatro, recitales de poesía, charlas,
exposiciones, publicaciones, presentaciones de artistas noveles, comentarios críticos en los
diarios de información–...

A la hora de hacer un balance de los acontecimientos artísticos de vanguardia en


Canarias, aparecen “La Rosa de los Vientos, la primera exposición de la Escuela Luján
Pérez, la fundación de Gaceta de Arte y la creación del grupo Nuestro Arte”, como gran-
des hitos que marcan la trayectoria hacia la modernidad en las Islas 5.

5. Hernández Herrera, Sonia J.: El grupo Nuestro Arte, impulsores del arte de vanguardia en la década de los
sesenta.

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El arte popular
“Nuestras primeras antepasadas aprendieron a preparar barro y hornear
cerámica, y descubrieron la química de los esmaltes. Con el tiempo, los
hornos de alfarería de las primeras ceramistas llegaron a convertirse en las
forjas de la Edad del Hierro. Para la época del Cromagnon, las mujeres ya
fabricaban joyería y mezclaban cosméticos-origen de la ciencia química”
Alic, Margaret, El legado de Hiparía.

Se considera como tal aquellas actividades realizadas por mujeres que, en general,
no se consideran arte sino trabajo, pero que aún así encierran la forma de expresar la
creatividad de las mujeres que no pertenecen a la burguesía. Es la actividad de la Alfa-
rería, los Telares y los Bordados.
La alfarería de tradición aborigen se practicaba en todas las islas con unas caracte-
rísticas diferentes a la cerámica española (material, formas, sistema de fabricación, instru-
mental, decoración...). Se dedicaban a ella exclusivamente mujeres y estuvo durante
siglos en manos de las loceras, en grandes o pequeños centros de producción alfarera,
donde, además de mantener la tradición con una gran variedad de estilos y significados,
producían objetos de uso popular imprescindible en los hogares, aunque fuera considerado
marginal. Las ollas, los bernegales o tallas para el agua, los braseros, tostadores, etcétera,
fueron objetos de uso diario y casero que convivieron durante siglos con la loza importada
de la Península. En el siglo XVIII se tiene noticia de alfares consolidados en manos de
mujeres 6. Charles Edwardes, viajero inglés, comenta la habilidad de fabricar vasijas de
barro sin emplear molde ni torno en su visita a la Atalaya de Santa Brígida, en Gran
Canaria en 1887.
Las actividades femeninas se centraban en “construir rudimentariamente los objetos
de indispensable necesidad que el comercio aún no ha importado” 7 para responder a las
necesidades de la población. Destacaba la fabricación de tejidos en el telar, instrumento
muy antiguo que en un tiempo fue indispensable en las casa para trabajar lana, lino,
pita y, en algunas islas, seda. Las mujeres alternaban el telar con los calados y bordados
en lino que llegaron a ocupar una gran cantidad de ellas. En los talleres de calado llega-

6. Juan Francisco Navarro: “El viaje de las loceras: la transmisión de tradiciones cerámicas prehistóricas e históricas
de África y su reproducción en las islas”, Anuario de Estudios Atlánticos núm. 45, pp. 62-101.
7. Víctor Grau-Bassas: Usos y costumbres..., op. cit., p. 31.

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ron a trabajar al principio del siglo pasado de 8.000 a 10.000 mujeres en Tenerife, y en
Lanzarote 2.000 8. El trabajo de la seda, siguiendo el proceso desde el cultivo del gusano
hasta la fabricación del tejido en los telares, se mantuvo en la isla de la Palma por mujeres
y hombres artesanos y llegaron a existir a comienzos del siglo XX 3.000 telares en pleno
funcionamiento, haciéndose famosos hasta nuestros días los trabajos de seda y los borda-
dos propios de esta isla.
En general, estas mujeres no tienen nombre reconocido públicamente, son totalmente
invisibles, pero son las mantenedoras del patrimonio cultural canario.
Algunas de las artistas que destacan en el arte de la Cerámica en el siglo XIX y XX,
hijas de la burguesía, se inspiraron y asumieron la tradición alfarera.

Mujeres visibles
LORENZA
PADRÓN DÍAZ
(1799-1873)
Natural de La Laguna, hija del pintor Félix Padrón de Salas. No se conoce nada
de la obra de esta pintora, que posiblemente aprendió y practicó este arte en el taller con
su padre. Se conoce que se dedicó a la pintura por un manuscrito sobre su muerte en el
que se la cita como pintora.

FRANCISCA
SPÍNOLA BETHENCOURT
(1806-?)

Es la hermana que sigue a Dominga (ver apartado de


Literatura). Nace en Teguise en 1806.
Escultora y pintora, hizo unas cabezas de querubines
encargadas por el Obispo Pozuelos para el Hospital de San
Martín de Las Palmas de Gran Canaria.
En el año 1862, en una exposición celebrada en Cana-
Francisca Spínola. 9
rias una pintora lanzaroteña de nombre Francisca Spínola

8. Nicolás González Lemus: Viajes victorianos..., op. cit., pp.194-199.


9. Ossorio y Bernard: Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX (1883- 84), Madrid.

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presentó un Corazón de Jesús, una Virgen, unas cabezas en miniatura, y al óleo, La
impresión de las llagas de San Francisco y un paisaje por el que se la premió.
Pudo haber sido discípula de Silvestre Bello en Las Palmas de Gran Canaria (Archivo
Torquis).
Existen fotos que custodia el Archivo Artístico de la Villa de Teguise, donde en el
monumento de la Semana Santa (Iglesia de Haría) “La Ascensión del Señor” es atri-
buida a Francisca.
En el oratorio de la casa Stinga, en Tegoyo, hay un Corazón de Jesús y un Moisés
con las Tablas de la Ley pintados por ella.

ELIZABETH
HEAPHY DE MURRAY
(1815-1882)

Nació en Londres, hija del pintor Thomas Heaphy. Es más conocida como Elizabeth
Murray. Llega a Tenerife en 1850 al ser nombrado su marido cónsul británico en las
Islas. Aquí entabla amistad con su compatriota Alfred Diston, con quien comparte confi-
dencias y aficiones; pinta su retrato, obra de gran realismo, en el que capta fielmente la
psicología del personaje, y el de su esposa, Soledad Diston.
Introdujo la técnica de la acuarela en Canarias. Desde 1838 participó en exposiciones
en Londres. Fue invitada a exponer en la Academia de Bellas Artes, participando en
varias de ellas, desde 1850 a 1856.
La exposición del curso 1853-
54 tuvo entre sus participantes,
además de a Elizabeth Murray, a la
lanzaroteña Concepción Martinón
y las grancanarias Jacobina Bello y
Herminia Benítez, de quienes no
tenemos más referencias que su
participación en estas exposiciones.
Por esta época es nombrada
académica honoraria de la Escuela
“Vista desde el mirador del Convento de El Puerto
Provincial de Bellas Artes de Santa de la Cruz”, obra de Elizabeth Murray.
Cruz de Tenerife.
Entre sus obras destacan “El Valle de la Orotava”, “Las Torres de la Iglesia de la
Concepción y Santo Domingo”, “La Casa Carrasco-Llarena”, “Odalisca”.... Durante
10 años vivió en Sta. Cruz.

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Amante de la arquitectura, estudia y pinta los conventos agustinos de Los Realejos
e Icod de los Vinos.
Escribió un libro que se publicó en 1859 por una editorial londinense con el título:
“16 years of an artist’s life in Morocco, Spain and the Canary Islands”. Los comentarios
que en él aparecían sobre la desidia y falta de honradez de los funcionarios españoles y
sobre la decadencia de la isla de Tenerife, entre otras, provocaron una oleada de críticas
en la sociedad isleña y la prohibición de la introducción, venta y circulación de la obra,
por parte del general Ravenet, publicada en el Boletín Oficial.
Como pintora, cultivó el retrato, en los que consiguió plasmar la personalidad de las
personas retratadas, el paisaje, los cuadros de costumbres y el género histórico. Sus obras
pertenecen al romanticismo imperante en la época. Los paisajes realzan los valores autóc-
tonos y proyectan una visión sublimada de las islas. Fallece en San Remo, en 1882.

MARÍA
ROSA SPÍNOLA
(1817-1895)

Hermana de Francisca, siguió sus pasos.

María Rosa, Francisca Spínola


y Rafael Cortés Spínola.

CATALINA
VEGA SPÍNOLA
(1823-1913)

Nacida en Teguise, se especializó en retratos infantiles.


Expuso su obra en colectivas y en la exposición home-
naje al doctor Alfonso Spínola Vega10, donde se recogió
su obra póstuma.

Catalina Vega Spínola. 10. Ver El Guanche, nº 18 y 19, de octubre y noviembre de 1945.

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PILAR
DE LUGO EDUARDO
(1820-1851)

Discípula de Manuel Ponce de León, se especializó como hizo su maestro, en el retrato.


Hizo los de sus padres, D. Manuel de Lugo y Herrera Leyva y Dª Concepción Eduardo
Romero y los de sus hermanos Juan, Dolores y Catalina. Todos ellos responden a la esté-
tica del Romanticismo purista del momento.
Realizó copias como la reproducción del “retrato del Marqués de Miraflores”.
También efectuó reproducciones de los retratos de Viera y Clavijo y de Diego Nicolás
Eduardo que se conservan en la Catedral Canariense. En el Gabinete Literario, cuando lo
presidía López Botas, hizo su retrato- reproducción para la galería de personajes ilustres.
Pilar de Lugo participó en las exposiciones públicas de1847 y 1849 en Las Palmas
de Gran Canaria.
Cuando empezaba a ser conocida, muere prematuramente. El cólera mortal de 1851
se llevó también su vida .

CARLOTA DISTON
E ISABEL DISTON
(1821-?) y (1824-?)

Hijas de Alfred Diston. Tienen afición a la pintura, como su padre. Aunque se conoce
muy poco sobre sus biografías, se conservan obras suyas, como varias series de acuarelas
de “Flores”, con cromatismo suave.
Se conserva una única obra de retrato, firmado por Carlota, y titulado “Retrato de
jóvenes damas”, con facciones estilizadas y gestos elegantes.

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SOLEDAD
DISTON OREA
(1837-?)

Nació en el Puerto de la Cruz. Hija de Alfred


Diston, de quien hereda las inquietudes pictóricas. Es
discípula de Elizabeth Murray, su maestra en la
técnica pictórica, con quien realiza un viaje de apren-
dizaje a Inglaterra. Antes de esas fechas participa en
varias exposiciones de la Academia Provincial de
Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.
Practica, sobre todo, el retrato, como el de “Fran-
cisco Diston y Orea”, su hermano, y entre ellos desta-
Retrato de Soledad Diston y Orea ca especialmente, el de “D. Tomás de Nava y Grimón,
realizado por Elizabeth Murray. VII marqués de Villanueva del Prado”.
Tras su matrimonio abandona la afición pictórica, falleciendo joven en Inglaterra.

MARÍA
LASSO MORALES
(s. XX)

Fotógrafa. Nació en el seno de una familia humil-


de dedicada a la artesanía. Era la hermana mayor de
Pancho Lasso a quien apoyó y animó en su carrera
artística.
Se casa con el fotógrafo y súbdito francés Aquilez
Heitz y con él viaja y aprende las técnicas de la foto-
grafía. Al enviudar, a comienzos de la Guerra Civil
(1936), se hace cargo del estudio fotográfico de su
esposo.
Consiguió numerosos premios a su obra, entre los
La fotógrafa Mª Lasso Morales
que destaca el Primer Premio de Fotografía otorgado
por el Círculo Mercantil del año 61 y el Premio Fotografía Retrospectiva del año 62 con
un trabajo sobre el Arrecife de los primeros años del siglo XX y los años 60.
María Lasso, por su modernidad en la fotografía y su valentía merece un reconoci-
miento que debería llevarse a cabo en la actualidad.

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