Denise Levertov
Denise Levertov
Denise Levertov
LA TERCERA DIMENSIÓN
Quién me creería si
dijera: “Me agarraron y
me partieron desde
el cuero cabelludo a la entrepierna, y
el sol y todas
las bendiciones del mundo”. La honestidad
no es tan simple:
la simple honestidad no es
el viento entre
sus hojas y
hablan en susurros?
La tercera dimensión
se esconde.
Si los que hacen las rutas
pero el amor
me partió en dos
y estoy
viva para
las palabras
cambian las cosas. Deja que sea
respiro y
cambio el paso.
MOVIMIENTO
Un deseo de amar:
no de inclinarse
hacia otro, y caer,
sino sentir dentro de uno
una barra de acero
flexible, vertical,
que corra paralela a la columna
pero más larga,
que permita estirarse;
un trampolín solemne, vertical
que le deje al espíritu
lanzarse hacia el espacio.
PACTO ROTO
Un rostro se hace viejo mucho antes que una mente.
Y muslos, brazos, pechos
adoptan una pose como de indiferencia.
Hartos del corazón que anheló tanto, prefieren olvidarse
de todas sus promesas anteriores.
Mas mente y corazón prosiguen
su plática animada,
discuten, se intercambian epifanías diversas,
a veces se les va toda la noche
en lamentos y antífonas.
Rostro y cuerpo les han tomado el pelo,
comparten soledad
sin saber bien qué hacer.
ENTREVISTAS
Periodista: ¿Podría darme una declaración de principios sobre lo que es para usted ser poeta?
¿Su estética?
Levertov: Antes que nada, creo que el don de escribir poesía debe siempre ser considerado
justamente eso: un don, un regalo. Y es una responsabilidad, sea que uno considere ese don
algo dado por Dios o por la Naturaleza, y el poeta debe tomarla muy seriamente, porque se
trata de una responsabilidad no para consigo mismo, ni para con su carrera, sino para con la
poesía misma. Por eso creo en la dedicación y la artesanía. Y, como artesana, creo que cada
detalle, cada coma, cada punto y coma, es algo importante y debe ser cuidadosamente
sopesado. La puntuación es una herramienta, todos los elementos del sistema de puntuación y
de la gramática son herramientas, y deben ser utilizados con eficiencia.
P: ¿O sea que no cree en dejar intacto el primer borrador, escrito de un tirón, incluso con
errores ortográficos?
Levertov: No. Ciertamente que no. Sí estoy convencida de que es indispensable para el poeta
recibir un impulso inicial, que siempre es algo dado, y sobre el cual él no puede ejercer ningún
control. O se recibe ese impulso o no se lo recibe. Y creo que cada poema debe surgir desde un
nivel muy profundo del poeta, porque si no el poema no estará vivo, no podrá vivir. No será
viable. Por eso, creo además que parte importante del talento de un poeta es el instinto de
saber cuándo empezar a escribir el poema. Un poema que se ha empezado a escribir, a
cristalizar en el papel, demasiado pronto, antes de tiempo, será un poema que necesitará, si el
poeta es responsable, muchísimas revisiones. Y esto puede evitarse si uno espera el momento
justo para empezar a escribir. Una vez que se ha cristalizado el poema llega la hora de la
responsabilidad de la inteligencia y del juicio crítico del poeta. Algún accidente (pero no un
error ortográfico, claro, eso está fuera de toda duda), por ejemplo alguna irregularidad
sintáctica, podría ser funcional al poema y quedar integrado como una parte funcional del
mismo.
El poeta debe analizar la primera versión escrita del poema y considerar con su
experiencia y juicio crítico y conocimientos qué es lo que el poema necesita. Puede que el
poema funcione y esté completo así como está. El poeta debe desarrollar antenas que le
indiquen qué pasa con ese poema. Debe poder sentir qué es lo que tiene entre manos.
P: ¿Y cómo se sabe, habiendo escrito el primer borrador, que el poema está bien y que va a
funcionar?
Levertov: Es común que cuando el poeta ha terminado el primer borrador se sienta eufórico, y
esté erróneamente convencido de que el poema ya está bien así como está. Lo que hay que
hacer es esperar y leerlo al día siguiente, o a la semana siguiente, mejor. Algunos poetas
trabajan lentamente y otros más deprisa. Yo trabajo más bien rápidamente. Después, creo que
cada uno debe confiar en su experiencia. Una se pasa toda la vida escribiendo poesía (yo
empecé a escribir poesía cuando era una niña, y son muchos los poetas que empiezan de niños
o siendo muy jóvenes), y cuenta con todos esos años pensando en la poesía, leyendo y
escribiendo poesía, para ayudarse. No es que se está en medio de la nada. Es cuestión de saber
juzgar. ¿Cómo sabe un pintor que el cuadro está terminado? Es una síntesis de intuición e
inteligencia. No se puede dejar nunca la inteligencia afuera, pero no se puede empezar por la
inteligencia; si se empieza por la inteligencia no se llega a nada: se obtiene un bebé que nació
muerto.
P: Su nombre suele asociarse a poetas como William Carlos Williams, Ezra Pound, Hilda
Doolitle… ¿qué poetas fueron especialmente significativos para usted e influyeron más en su
manera de escribir?
Levertov: Empecé a leer poesía siendo todavía una niña: leía a Keats, a Tennyson, a
Wordsworth. También leía muchísima poesía isabelina. Y también leía a poetas más jóvenes,
los que representaban una suerte de vanguardia en la Inglaterra de mi niñez: Auden y Spender
y Eliot. Durante mi adolescencia y mis primeros años de juventud, nadie en Inglaterra estaba
demasiado enterado de lo que hacían los poetas norteamericanos. Yo no conocía a muchos
escritores, y los que conocía no leían a Pound. Yo misma no lo leí hasta el año anterior de irme
a vivir a los Estados Unidos. Tampoco conocía a Williams en ese entonces. De Hilda Doolitle
conocía algunas cosas que había hecho con los imagistas, pero no sus últimos trabajos de ese
entonces. A Stevens empecé a leerlo en París el año antes de irme a vivir a los Estados Unidos.
Leía también a los poetas ingleses un poco mayores que yo y que estaban en ese entonces
publicando en Inglaterra. Y también leía algo de poesía francesa, especialmente Baudelaire y
Rimbaud
Williams significó mucho para mí, de él aprendí cómo se podía usar el inglés
norteamericano, y sobre todo me demostró, ejemplo tras ejemplo, cómo la experiencia más
trivial podía ser mostrada en el poema como lo que verdaderamente es, revestida de
maravilla. De Stevens, cuyos largo poemas filosóficos no me atraen tanto como sus poemas
breves, creo que he tomado, una vez y otra vez, un cierto sentido de la magia, esa magia
surrealista que aparece también en García Lorca- un recordatorio de cómo a cierto nivel de
conciencia del lenguaje se pueden hacer piruetas maravillosas. Stevens distorsiona mis
sentidos, como Rimbaud. Muchas veces he pensado que el poeta ideal sería una mezcla de
William Carlos Williams y Wallace Stevens.
Denise Levertov nació en 1923 en Ilford, Essex, Inglaterra. Fue una poeta precoz: a los cinco años,
declaró que sería escritora; su hermana mayor, Olga, copiaba sus poemas al papel cuando ella todavía
no sabía escribir y sólo podía dictárselos. A los doce le envió sus poemas a T. S. Eliot, quien le escribió en
respuesta una carta de aliento; a los diecisiete publicó su primer poema en una revista. Durante la
Segunda Guerra Mundial, trabajó como enfermera en Londres. En 1946 publicó su primer libro. En 1947
se casó con el escritor estadounidense Mitchell Goodman. Al año siguiente, Goodman y Levertov se
mudaron a Nueva York, donde tuvieron un hijo, Nikolai; el matrimonio duraría hasta 1974. A su llegada a
los Estados Unidos, Levertov se vinculó con los poetas Robert Creeley y Kenneth Rexroth, y publicó
poemas en la Black Mountain Review. En 1955 obtuvo la nacionalidad estadounidense. Vivió toda su
vida en los Estados Unidos, donde trabajó como docente en diversas universidades y desempeñó tareas
editoriales. A lo largo de su larga y prolífica carrera literaria, publicó más de veinte libros, principalmente
de poesía, aunque también ensayos. Recibió numerosos premios y distinciones, tanto por su obra
literaria como por su compromiso social y político. Murió en 1997.