Así Funciona El Partido Comunista Chino

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Así funciona el Partido Comunista Chino

 Cuadro de "La Ceremonia de Fundación" (Museo Nacional de China, Pekín). FuenteJean-


Pierre Dalbéra (Flickr)
14 julio, 2019
Alberto Ballesteros
@alberanker

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El Partido Comunista Chino es la columna vertebral del gigante
asiático. Sin él no se puede comprender la historia moderna de
China, marcada por las decisiones de unos líderes que han
dirigido de manera hermética el vasto crecimiento del país en
las últimas décadas. Pero, a su vez, el Partido no se puede
comprender sin atender a las características de una sociedad
que vive a caballo entre las tradiciones milenarias y las ansias
de estabilidad y modernidad.

Después de perder el tren de la Revolución Industrial y pasar alrededor de


un siglo sometida a la invasión de potencias extranjeras, solo para
después embarcarse en un idilio con el comunismo más agresivo, pocos
hubieran imaginado que China se convertiría en apenas tres décadas en
una de las principales potencias económicas mundiales.

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No solo ha conseguido llegar a ser la segunda economía global, sino que el
país también ha desarrollado a lo largo de los últimos años una serie de
políticas con las que está consiguiendo cambiar el tablero de juego de las
relaciones internacionales. No en vano, cientos de países como Sri Lanka,
Kenia o incluso Italia, han sucumbido a los encantos de una Nueva Ruta
de la Seda con la que los chinos se están granjeando el favor de multitud
de líderes internacionales para poder desarrollar proyectos de
infraestructuras a lo largo de todo el globo.

Semejante transformación no hubiera sido posible de no haber existido


una estructura interna capaz de garantizar que las decisiones de sus
líderes fuesen respetadas y que todo el pueblo chino se volcase en hacerlas
realidad. Casi con total seguridad, la China que hoy conocemos no
existiría de no ser por el Partido Comunista que gobierna el país.

Para ampliar: “La Nueva Ruta de la Seda: iniciativa económica,


ofensiva diplomática”, Sandra Ramos en El Orden Mundial, 2016

El partido que transformó a un país


El Partido Comunista Chino (PCCh) fue fundado en 1921 a raíz
del Movimiento del Cuatro de Mayo, un levantamiento estudiantil que
había comenzado dos años antes en Pekín. Los manifestantes se oponían
a que el Gobierno firmase el Tratado de Versalles, que pretendía entregar
a los japoneses el control de la provincia china de Shandong. Para los
chinos esto suponía una humillación por dos motivos. Primero, porque
agravaba las ya tensas relaciones sino-japonesas, fruto de varios
enfrentamientos entre ambos territorios; y, segundo, porque suponía
aceptar de manera formal que el país seguiría sometido al control de las
potencias imperialistas, como ocurría desde hacía décadas.

Los comunistas, agrupados en torno al Partido y con el apoyo de la recién


fundada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fueron ganando
relevancia en las protestas y protagonizando choques con el gobierno del
país, encarnado en el Kuomintang (o Partido Nacionalista Chino). La
situación tornó en guerra civil cuando, en 1927, el Ejército asesinó a
varios manifestantes del PCCh en Shanghái, desencadenando una oleada
de reacciones contra el Kuomintang a lo largo del país. Fue entonces
cuando Mao Zedong se erigió como líder de la resistencia comunista. 

El conflicto, que tuvo varias etapas y estuvo interrumpido por la Segunda


Guerra Mundial, terminó de manera definitiva en 1949 con el PCCh
tomando el control de la China continental y fundando la República
Popular China, relegando a los nacionalistas al control de Taiwán y varias
islas limítrofes. Desde entonces, el PCCh ha sido la columna vertebral del
país.

Para ampliar: “China: crónica de las revoluciones”, Meng Jin Chen


en El Orden Mundial, 2018

Los pilares fundamentales del PCCh


A pesar de su clara orientación comunista, la revolución protagonizada
por Mao Zedong y los suyos tuvo un importante componente nacionalista.
Su objetivo más inmediato no era implantar el socialismo, sino recuperar
la soberanía nacional y restablecer la fortaleza de China frente al
extranjero. 

Esa característica ha llevado a expertos a señalar que, desde una


perspectiva histórica, el régimen comunista bien podría ser entendido
como otra más de las dinastías imperiales que han gobernado China
durante siglos. No en vano, la unidad territorial y la fortaleza
internacional habían sido tanto las principales preocupaciones de los
emperadores de antaño como su mayor fuente de legitimidad para
gobernar.

Pero esta lucha por la unidad y la hegemonía internacional no es la única


de las tradiciones milenarias que adoptó el PCCh. A pesar de que Mao —
que dirigió el país entre 1949 y 1976— se oponía fervientemente a las
enseñanzas del confucianismo por considerar que obstruían el avance
social del país, hay quien considera que el suyo fue un estilo de gobierno
con tintes confucianos. Confucio fue un ferviente defensor de la
meritocracia, y aseguraba que un gobernante debía cumplir cinco
virtudes: benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y responsabilidad. Y
Mao, llevando al límite el culto a la personalidad, se presentó ante la
sociedad como un líder benévolo y supremo, intentando aunar de
facto todas esas características.

Para ampliar: “Fe en tiempos de materialismo: espiritualidad y religión


en China”, Esther Miranda en El Orden Mundial, 2018

Pero no solo Mao y sus sucesores al frente del Gobierno se han regido por
estas pautas, sino que elementos como la rectitud y la responsabilidad
han estado anclados en el seno del PCCh desde sus orígenes. Sus
militantes deben pasar duras pruebas para entrar a un partido al que
después dedicarán su vida, lo que es visto como un signo de sacrificio y
ejemplaridad.
Propaganda del PCCh en la que Mao aparece como el líder absoluto de
China. Fuente:  Encyclopædia Britannica
Al margen del peso de las tradiciones imperiales y el confucianismo, el
PCCh sí que introdujo novedades a la escena política del país. Inspirados
por la teoría marxista, pero sobre todo por el auge del comunismo
soviético, los comunistas chinos bebieron del leninismo a la hora de
sentar las bases del partido. La influencia de este se deja ver en tres
características: en primer lugar, el PCCh se presenta como motor de la
revolución social, con lo que la transformación de esta nace y muere en el
propio partido; el PCCh es una vanguardia dirigente, lo que supone que la
élite que lo compone es la responsable de liderar la sociedad en todos sus
aspectos; y por último, el PCCh se rige por una organización interna
cerrada, jerárquica e inflexible.

Para dar sentido a esta amalgama de tradición, teoría política y filosofía,


el partido aprobó en 1979 los Cuatro Puntos Cardinales que habrían de
orientar su actividad en adelante: seguir el camino del socialismo,
defender la dictadura democrática del pueblo, defender el liderazgo del
PCCh y defender el marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao Zedong
—recogido en una serie de obras que escribió el histórico líder a lo largo
de su vida—. A día de hoy, estos preceptos siguen condicionando las
decisiones de los gobernantes chinos.

Los intrincados ejes de poder en el seno del


PCCh
Haciendo gala de esa estructura “cerrada, jerárquica e inflexible”
heredada del leninismo, el PCCh se organiza en torno a una serie de
instituciones que se complementan y limitan respectivamente entre sí.
Hay tres órganos que destacan por encima del resto, y que son clave para
comprender las dinámicas internas del partido: el Congreso Nacional del
Partido, el Comité Central y el Comité Permanente del Politburó. De ellos
emanan todos los poderes, y están relacionados entre sí por los
mecanismos de elección de sus miembros.

El Congreso Nacional del Partido (CNP) es el eje central del PCCh, y es


oficialmente el órgano con mayor poder de China. Celebrado cada cinco
años, a él son invitados los militantes que hayan demostrado rectitud y
lealtad al régimen —en 2017 fueron más de 2.200— para evaluar informes
de distintas comisiones, revisar la Constitución, y ratificar el programa
presentado por el secretario general para los siguientes cinco años. El
CNP también elige al presidente de la República, aunque este puesto
coincide desde 1993 con el de secretario general del PCCh, por lo que en
realidad los miembros del Congreso apenas tienen voz en la decisión. 
Con todo, la función más importante del CNP es la de elegir a los
alrededor de 200 individuos que formarán parte del Comité Central (CC),
que se encarga de dirigir todo el trabajo diario del partido entre una y otra
sesión del Congreso. Durante ese tiempo, el CC es, sobre el papel, el
máximo órgano de autoridad del PCCh. Su función más destacada es la de
elegir a los militantes que pasarán a formar parte del Buró Político o
Politburó, un grupo que incluye a las 25 personas más poderosas del
PCCh. Entre sus miembros normalmente se encuentran los secretarios del
partido de regiones importantes, como Pekín o Shanghái.

Dentro del centro de poder que es este órgano, existe un núcleo elitista y
hermético al que quedan reservadas las decisiones de más importancia: el
Comité Permanente del Politburó (CPP). Actualmente lo componen siete
personas, aunque históricamente su número ha variado entre cinco y
once. El organigrama del partido dicta que los miembros del CPP son
elegidos por el Comité Central, pero los analistas señalan que, en la
práctica, son los propios miembros del Politburó y su Comité Permanente
quienes seleccionan a los integrantes de este último, a fin de garantizar la
continuidad de su influencia personal en el seno del PCCh.

El Comité Permanente del Politburó es el órgano que mayor influencia


real tiene en China. Por él pasan absolutamente todas las decisiones de
trascendencia para el país, y cada uno de sus miembros está a cargo de
una o varias áreas esenciales del Gobierno. Aunque paralelamente existe
un gabinete de ministros encargado de todos estos asuntos, en realidad la
última palabra sobre la política exterior, la economía o el poder legislativo
recae sobre este núcleo duro del partido, del que también forma parte su
secretario general.

El secretario general —que hace también las veces de presidente del país—
es el oficial de más alto rango del PCCh, puesto que ocupa actualmente Xi
Jinping. Es elegido cada cinco años por el Congreso Nacional del Partido,
y, hasta el año 2018, su gobierno estaba limitado a dos mandatos. Ese
año, sin embargo, se aprobó una reforma constitucional que elimina esa
traba y que permite a Xi presentarse indefinidamente a la reelección. 

El secretario general supervisa las actividades del Comité Central del


Partido, y es el miembro de más alto rango del Politburó y su Comité
Permanente, por lo que todos los demás le rinden cuentas. Además, desde
hace décadas el secretario general también preside la Comisión Central
Militar, lo que le convierte en el jefe del Partido, del Gobierno, y del
Ejército. 
Por si fuera poco, Xi Jinping también ha tomado bajo su mando directo
los departamentos de Justicia y Exteriores, una muestra del alcance del
poder que puede llegar a aunar el máximo dirigente chino. De hecho, el
aglutinamiento de poder que ha conseguido Xi desde que fue elegido en
2012 ha disparado algunas alarmas, dado que, hasta ahora, la
inflexibilidad de las normas internas de los órganos del Partido había sido
garante de certidumbre y de transiciones de poder pacíficas.

Por otro lado, en los años 80, Deng Xiaoping —entonces máximo
dirigente del PCCh— transformó las dinámicas internas del partido para
que el tradicional culto al líder fuese sustituido por un estilo de gobierno
colectivo, dando más peso a las instituciones. La aprobación del límite de
dos mandatos fue clave para que dicha reforma prosperase. Con ese límite
derogado, Xi Jinping puede ahora aspirar a erigirse como un líder
permanente, ejerciendo su influencia dentro de los altos órganos del
PCCh para asegurar su reelección indefinida.

Para ampliar: “Tras las pistas de la China actual. De la Revolución


Cultural a Tiananmén”, Adrián Albiac en El Orden Mundial, 2016

Este panorama ofrece dos lecturas. Podría pensarse que el liderazgo


permanente de un solo hombre traerá estabilidad a China, tan importante
ahora que el país se ha embarcado en multitud de proyectos
internacionales en su lucha por el dominio económico mundial. La visión
contraria —que se basa en el precedente histórico— asegura que el
liderazgo personal termina debilitando a un país y a su sistema político.
En cualquiera de los casos, dentro de China no han trascendido críticas
importantes a esta reforma, ya sea porque en el seno del PCCh se apuesta
por la primera opción, o porque el poder de Xi es ya tanto que los
miembros del partido teman alzar la voz y arriesgarse ver terminar sus
carreras políticas.

Solo los afortunados pueden militar


Con aproximadamente 90 millones de militantes, el Partido Comunista
Chino es el segundo partido político más grande del mundo, solo por
detrás del Partido Popular Indio (o Bharatiya Janata Party) de Narendra
Modi, que gobierna la India. De hecho, el partido tiene tantos miembros
que, si fuera un país, sería el decimosexto más poblado, por encima de
potencias como Alemania o Turquía. Y eso que es una de la formaciones
políticas que más requisitos pone a los ciudadanos para poder entrar a
formar parte de él.
El proceso para convertirse en miembro del PCCh suele comenzar en la
infancia. Casi todas las escuelas de China obligan a los alumnos de entre 6
y 14 años a alistarse en el Cuerpo de Jóvenes Pioneros de China, una
organización que aglutina a unos 130 millones de niños y que los instruye
en los valores del Partido. Sus integrantes reciben cursos sobre la historia
moderna de China, y sus maestros les instauran una serie de valores —los
cuatro “ismos”: patriotismo colectivismo, socialismo y comunismo— y
principios —los cinco “amores”: amor por la nación, por la patria, por la
ciencia, por el trabajo y por la propiedad pública—.

Si desean seguir prosperando entre las bases del PCCh una vez cumplidos
los 14, deben solicitar admisión en la Liga de la Juventud Comunista de
China. En esta institución, que ronda los 85 millones de miembros, los
jóvenes aprenden el pensamiento de Mao Zedong y el de Xi Jinping, que
acaba de ser incorporado a esta “guía de acción” de la Liga. También
reciben cursos sobre las directrices del Partido y el ideario comunista. El
objetivo principal de la Liga es identificar a los mejores talentos del país y
educarlos para que se conviertan en futuros líderes. Varias figuras ilustres
del Partido —como el actual primer ministro Li Keqiang— han salido de
esta organización juvenil.

Ya en la edad adulta, los ciudadanos que abandonan la Liga y que quieran


entrar de manera oficial al PCCh deben pasar una serie de duras pruebas
de acceso, que normalmente duran varios años. El proceso formal
comienza con la redacción de una carta de presentación. Si es aceptada,
los candidatos deberán asistir a cursos sobre la ideología del Partido, con
sus correspondientes exámenes, y presentar una tesis. Todo ello, además,
acompañado de un concienzudo escrutinio de la vida personal de cada
uno.
Partido Comunista de China, menos popular que nunca. Fuente: Statista
Por lo general, solo una de cada once solicitudes es aceptada por los
comités de selección. Pero existen varias vías que permiten a uno
ahorrarse este arduo proceso. Una opción es hacer carrera militar, algo
que normalmente suma puntos a la hora de ser seleccionado. También
hay individuos que han sido premiados con este derecho a base de
cuantiosas donaciones económicas. Otros, más afortunados, tienen el
camino allanado por ser familiares de otros militantes, que podrán
presionar para que entren.

Todas las vías son válidas y todas permiten llegar a lo más alto. Xi Jinping
y su predecesor en el cargo, Hu Jintao, son buena muestra de ello. A pesar
de haber sido compañeros de batalla, el padre del actual secretario
general fue purgado por Mao por tener una postura demasiado liberal
para el partido. Fue enviado a los campos de “reeducación”, donde pasó
siete años recluido hasta que Deng Xiaoping lo rehabilitó para volver al
PCCh. Esto supuso una complicación para Xi, que vio cómo su solicitud
para ingresar en el Partido fue rechazada hasta en nueve ocasiones.
También tuvo problemas para ingresar en la Universidad, aunque
finalmente pudo estudiar Ingeniería Química en un prestigioso centro de
Pekín. A pesar de todo, una vez dentro del partido, su trabajo al frente de
varias regiones y su facilidad para hacer amistades le allanaron el ascenso
hasta la cúpula. 

Por su parte, Hu Jintao lo tuvo más fácil. Proveniente de una familia


pequeñoburguesa, no encontró complicaciones para cursar estudios
universitarios, también en un centro elitista de la capital. Durante su
juventud fue miembro de la Liga de la Juventud Comunista, desde donde
fue a parar directamente a la militancia del PCCh. Una vez dentro, se
comportó siempre de manera leal a sus superiores, y su historial técnico le
llevó a ser ascendido rápidamente a puestos de responsabilidad.

¿Qué futuro aguarda al Partido?


Si hay una característica que hace al Partido Comunista Chino diferente
de los partidos políticos de las democracias liberales es que no compite
con otros por el control del país, sino que es en sí mismo la agrupación de
las personas que gobiernan China. Esto no significa que no haya otras
formaciones políticas en el país, pero la Constitución —aprobada por el
propio PCCh— dicta que solo los comunistas pueden gobernar.

Tampoco parece que esto suponga un problema. Ni entre los residentes en


el país ni entre los millones de ciudadanos chinos que viven en el
extranjero, han surgido movimientos significativos que se opongan al
régimen comunista. Más bien lo contrario: la opinión mayoritaria de la
ciudadanía parece ser de apoyo a su sistema político, algo que los expertos
achacan a la estabilidad que ha conseguido el país bajo su mando. Los
chinos tienen en alta estima a los líderes que han traído prosperidad, y
durante las últimas décadas el repunte económico y social de China ha
sido extraordinario. 

Además, la sociedad china se identifica con el Partido, cuyos militantes


son promocionados en función de sus méritos según marca la tradición
del confucianismo. Por lo tanto, y a pesar de que los recientes cambios
puedan dar pie a un Gobierno todavía más autoritario donde un solo
hombre acapare enormes cuotas de poder, no parece que hoy haya en
China un profundo deseo de transformación política.

Para ampliar: “Panem et circenses: cómo gobierna China”, Andrea G.


Rodríguez en El Orden Mundial, 2018

Fe de errores: en una versión anterior de este artículo se afirmaba que


la limitación de mandatos se había retirado en 2017, cuando lo cierto es
que la reforma se produjo en 2018.

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