Juez y Parte Interrogatorio Testigo Antofagasta
Juez y Parte Interrogatorio Testigo Antofagasta
Juez y Parte Interrogatorio Testigo Antofagasta
485 - 504
ISSN 0717 - 2877
Universidad de Talca - Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
“Juez y parte. El compromiso espiritual del juez en el interrogatorio de testigos en el
juicio laboral oral y sus necesarios límites”
Diego Palomo Vélez - Pedro Matamala Souper
JUEZ Y PARTE.
EL COMPROMISO ESPIRITUAL DEL JUEZ EN
EL INTERROGATORIO DE TESTIGOS EN EL JUICIO
LABORAL ORAL Y SUS NECESARIOS LÍMITES*
que se produce pues, sin perjuicio de las facultades oficiosas del tribunal, la
vigencia del principio impone la existencia de un modelo de juicio adversarial
que supone un conjunto de controles horizontales entre las partes y, también,
respecto de la actividad del tribunal.
QUINTO: Que el principio del contradictorio o bilateralidad de la audien-
cia, asume un carácter de garantía en lo que dice relación con el derecho de
defensa, incluido en el concepto de debido proceso.
Así, como se adelantó, una de las manifestaciones de este derecho, supone
que las partes estén en condiciones de controlar y controvertir la prueba, lo
que, tratándose de prueba testimonial supone, indefectiblemente, conforme a
lo dispuesto en el articulo 454 N°6, la posibilidad de impedir que se interrogue
a los testigos utilizando métodos vedados, como la formulación de preguntas
asertivas, ni aquellas que contengan elementos de juicio que determinen la
respuesta ni relativas a hechos o circunstancias ajenas al juicio.
Esta garantía de control probatorio, evidentemente se relaciona con la ca-
lidad de la prueba que ingresa al juicio y sobre la cual el juez del juicio debe
formar su convicción, y supone que no toda prueba es válida para tal fin, sino,
exclusivamente, aquellas que se rinden con plenas condiciones de legitimidad,
igualdad de oportunidades, y evitando toda injerencia indebida, para que de
esta manera dicha información resulte confiable para la adecuada resolución
del asunto. Es por ello, por ejemplo, que se impide formular preguntas que
sugieran la respuesta, pues podría suponerse en el declarante una predisposi-
ción a contestar positivamente las afirmaciones que realice, particularmente
el abogado que lo presenta al juicio y con el cual suele tener una vinculación
previa al mismo, lo que se traduce, en síntesis, que los datos que entregue no
serían plenamente fiables para la decisión de la controversia.
Manifestación de este derecho de controlar la prueba que las partes in-
corporan al juicio, especialmente la calidad de la información que la misma
contiene, resulta pues, el mecanismo de objeciones de preguntas que se deriva
del artículo mencionado.
SEXTO: Que de acuerdo a lo dicho, resultando el juicio una controversia
entre partes, regida, entre otros, por el principio de bilateralidad de la audiencia
o contradictorio, con plena vigencia del derecho a controlar la prueba que in-
gresa al mismo para asegurar la confiabilidad de la misma, surge la necesidad
de analizar la posibilidad que el tribunal, en virtud de la vigencia del principio
de impulso procesal de oficio, quede al margen del control de los intervinientes
respecto de las preguntas que formule, como resulta ser la pretensión del señor
juez en el juicio al oponerse de plano a cualquier tipo de objeción respecto de
las preguntas que enuncia.
Convengamos que el impulso procesal de oficio busca, por una parte, ase-
gurar el principio de celeridad también consagrado en la legislación laboral,
II. FIN DEL PROCESO Y PAPEL DEL JUEZ LABORAL EN MATERIA PROBATORIA. LÍMITES
La sentencia transcrita pone encima de la mesa de discusión uno de los
temas esenciales de actual debate en el foro, y que dice relación con los límites
de actuación del tribunal en materia de prueba1.
La pregunta que nos recuerda este fallo es hasta dónde llega la potestad de
actuar de oficio, y qué herramientas o mecanismos de control tienen las partes
a su disposición, para controlar la calidad de la información que se ingresa en
1
En la actualidad constituye un tema permanente entre los abogados litigantes, la discusión sobre el
rol del juez y, principalmente, cómo este rol se ha ido hipertrofiando, afectando la noción de proceso,
los derechos de las partes y también el papel mismo del juzgador.
2
Véase: DINAMARCO, C. La instrumentalidad del proceso, Traducción de Monroy P., José, Ed. Commu-
nitas, Lima, 2009.
3
Véase en esta línea de pensamiento: DE LA OLIVA SANTOS, A.; DIEZ-PICAZO GIMÉNEZ, I.; VEGAS TORRES, J.,
Derecho Procesal: Introducción, 3ª Edición, Ed. Ramón Areces, Madrid, 2004.
4
Véase especialmente dos obras de Alvarado Velloso: ALVARADO VELLOSO, A. Garantismo procesal con-
tra actuación judicial de oficio, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2005; ALVARADO VELLOSO, A. La prueba
judicial: reflexiones sobre la confirmación procesal, Ed. Librotecnia, Santiago, 2009. Y de reciente
publicación en nuestro país: ALVARADO VELLOSO, A. Lecciones de Derecho Procesal Civil, Ed. Thomson
Reuters, Santiago, 2011.
partes. Ya más concretamente, debe haber normas que permitan a las partes y
al juez, depurar la información que se ingresa al proceso, y una vez inserta en
el mismo, poder también someter las mismas a distintos ejercicios de control
que vayan depurando la información en forma eficiente.
Como señalaremos más adelante, las herramientas de depuración de la
información en nuestro sistema procesal laboral, son bastante exiguas, por
cuanto si bien existen algunas normas que se refieren a este tema, no existen
mecanismos entregados directamente a las partes para controlar la actuación
del juez en este proceso de depuración de la calidad de la información. De
hecho, en el Código del Trabajo, las normas sobre control del rol del juez son
prácticamente inexistentes, porque el legislador quiso entregarle al juzgador pro-
fesional, y supuestamente competente, un rol sin contrapesos, lo que a nuestro
juicio, sin lugar a dudas, afecta una noción de proceso que sea verdaderamente
respetuosa de los postulados elementales antes enunciados, y que dan cuenta
de un debido proceso real.
Por ejemplo, y a propósito de la sentencia en comento, si bien existen
actualmente en el proceso laboral oral herramientas para poder objetar las
preguntas que se formulen a los testigos, y aún cuando no existe un Código
de evidencia que nos determine de manera precisa la procedencia, no existen
instrumentos efectivos explícitos para controlar ese interrogatorio cuando se
hace por el juez. Es por esta razón que la sentencia que traemos a colación
adquiere una relevancia especial al establecer que las preguntas que realiza el
juez sí se encuentran sometidas al control por las partes.
Con la reforma procesal laboral el rol del juzgador pasó de ser pasivo, y
prácticamente invisible en el contexto de un modelo escriturado y con una
dinámica de delegación de funciones, al establecimiento de un magistrado
profesional y especialista, dotándolo de una serie de potestades públicas ex-
plícitos, especialmente en materia probatoria, que lo han transformado en la
manifestación de lo que no pocos llaman juez autoritario, el cual actúa en el
proceso oral de conformidad a su particular criterio, incluso manteniendo su
propia teoría del caso, con independencia de la de las partes, sin que se prevean
normas claras relativas al necesario control de esta actuación, indispensable
para que la garantía del debido proceso sea una realidad.
Y esto es de suyo importante, porque la oralidad en sí misma, carece de
sustancia si no se acompaña de una serie de consideraciones relevantes, y que
dicen relación con las decisiones políticas que se deben adoptar, porque no se
trata solamente de un cambio en el discurso, sino que la decisión sobre el rol
de las partes, y del juez especialmente, así como la forma en que se incorpora-
rán las pruebas y en general, sobre cómo se plasma el debido proceso en esto,
resultan de tanta trascendencia que por simple se suele olvidar.
5
Véase especialmente: ALVARADO VELLOSO, Adolfo, “La Prueba Judicial. Reflexiones críticas sobre la
confirmación judicial”, Santiago, Librotecnia, 2009. El autor hace un excelente relato sobre cómo el
juez interventor adquiere un carácter que involucra necesariamente su compromiso no sólo intelectual
sino espiritual con el proceso, lo que termina afectando su imparcialidad.
6
BARBOSA MOREIRA, J., “La significación social de las reformas procesales”, Revista de processo 131,
2006; PELLEGRINI GRINOVER, A., “Modernitá del diritto processuale brasiliano”, en VV.AA., Scritti in onore
di Elio Fazzalari, Vol. II, Ed. Giuffré, Milano, 1993; CHIARLONI, S., “Reflexiones microcomparativas sobre
ideologías procesales y comprobación de la verdad”, Revista Internauta de Práctica Jurídica N°24,
2009; VESCOVI, E., “Los poderes probatorios del juez civil en los nuevos sistemas procesales”, en, Studi
in onore di Vittorio Denti, Vol. II, Ed. Cedam, Padova, 1994.
7
Véase: PEYRANO, J., “El perfil deseable del juez civil del siglo XXI”, en SILVA, J.; GARCÍA, J.; LETURIA, F.
(Coords.), Justicia civil y comercial: una reforma pendiente. Bases para el diseño de la reforma pro-
cesal civil. P. Universidad Católica de Chile, Universidad Autónoma de Madrid, Instituto Libertad y
Desarrollo, Santiago, 2006.
8
Entendemos ideológico desde las ideas, no sólo con un tinte de carácter meramente político, sino
que desde el punto de vista filosófico y sociológico que tiene que ver con las visiones fundamentales
de la sociedad, el rol del proceso y de las partes y el juez.
9
MONTERO AROCA, Juan, Sobre la Imparcialidad del Juez y la Incompatibilidad de funciones procesales,
Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999. El autor hace un análisis desde el punto de vista penal que, en su
parte sustancial, resulta aplicable a la materia laboral que estamos analizando.
10
Esto se refiere al descubrimiento y a la refutación, ambos elementos indispensables.
11
Llama bastante la atención que la discusión parlamentaria se haya centrado en la constitucionalidad
del procedimiento monitorio y no en cosas realmente relevantes para el proceso en sí mismo, como
es la calidad de la información que se incorpora al juicio y los poderes del juez.
12
Véase LLUCH, Xabier Abel, Sobre la prueba y el derecho a la prueba en el proceso civil. En: http://
vlex.com/vid/prueba-derecho-proceso-civil-444445 [visitado el 29/04/2011], que desarrolla un muy
buen análisis sobre la importancia que posee constitucionalizar el derecho a la prueba y sus efectos
positivos en la forma en que las partes se plantean finalmente en el juicio oral, de tal modo que los
poderes oficiosos del juez quedan también disminuidos aunque existan, porque se entiende, que las
partes actúan distinto frente a una garantía que ante una mera carga procesal.
13
Entendemos esto como lo entiende la Convención Americana de Derechos Humanos.
14
En la doctrina laboral criolla véase: PALAVECINO CÁCERES, C., “El retorno del inquisidor. Las potestades ju-
diciales en materia probatoria en el procedimiento laboral chileno”, Revista Laboral Chilena N°173.
15
Véase especialmente: PICÓ I J UNOY, J., “El Derecho procesal entre el garantismo y la eficacia: un
debate mal planteado”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal N°4.
16
Otro tema relevante, que no trataremos acá, es el resabio del sistema anterior en torno a la libertad de réplica
en las preguntas de las partes y del juez. Nuestros jueces entienden que las partes sólo tienen posibilidad de
replicar luego del contraexamen de la parte o de las propias preguntas del interrogatorio del juez, descono-
ciendo el tenor literal de la norma recogida en el Código del Trabajo y estableciendo restricciones en torno
a la refutación y réplica no existentes, y que finalmente también afectan a la calidad de la información.
17
Especialmente interesante resulta la lectura de: TARUFFO, M., Páginas sobre justicia civil, Ed. Marcial
Pons, Madrid, 2009.
tenciador puede apropiarse del proceso a su antojo, sin control alguno, y eso
no sólo no es deseable, sino que tampoco es aceptable.
Como si la asignación de amplísimos poderes no bastase para complicar el
escenario de cara al debido proceso, debe anotarse también que el sistema recur-
sivo que se recoge por el legislador para el proceso laboral oral es muy limitado
(por una desbordada asunción de la regla procesal de la inmediación judicial),
lo que se alza en otra razón por la cual es necesario que existan disposiciones
suficientes que permitan contar con unas pruebas de calidad y fiables, con infor-
mación relevante y debidamente contrastada, entregándose (contra) poderes a los
litigantes a fin que puedan enfrentar los amplios poderes del juez.
Esto es indispensable, y no puede ni debe ser transado por las partes, que
deben a través de estas herramientas, ayudar al juez a tomar la mejor decisión
con la mayor cantidad de información disponible, pero siempre que ésta sea a
su vez la de mejor calidad posible.
Algunos afirman que estos mecanismos de control entorpecen la celeridad
del proceso, la rápida solución del asunto y que finalmente afecta a la parte
más débil, el trabajador, con ese argumento tan extraño de que “en materia
laboral las cosas son distintas”. Desde ya, podemos indicar que la rapidez o
celeridad en un proceso laboral que pasó de tardar aproximadamente 36 meses
a uno que se demora en promedio tres, la verdad, no se ve demasiado afectada
porque existan herramientas de control. Pero más allá de la mera estadística
de la duración de los procesos, estos elementos que las partes deben tener a
su disposición permitirían una mejor decisión (por ser de mayor calidad), lo
que debe recordarnos que el objetivo de transitar desde un modelo de proceso
escriturado a uno oral (predominantemente oral, en rigor) no viene sólo dado
por la búsqueda de mejorar los tiempos de la Justicia (como pudiera creerse),
sino también en mejorar la calidad de la respuesta jurisdiccional18.
18
Véase: TARUFFO, M., “Oralidad y escritura como factores de eficiencia en el proceso civil”, en CARPI,
F.; ORTELLS, M., Oralidad y escritura en un proceso civil eficiente, Universidad de Valencia, Valencia,
2008; PALOMO VÉLEZ, D, “Las marcas del proceso oral y escrito diseñado en el Proyecto de nuevo CPC”,
Revista Chilena de Derecho, 2009.
19
De hecho, las discusiones y planteamientos entre Bernales y Evans son bastante poco claras en este
aspecto, poniéndose el énfasis en el actuar de la jurisdicción para establecer los parámetros del debido
proceso, recogiendo las ideas del due process del sistema anglosajón. Esto, como sabemos, devino en
una especie de catálogo de requisitos formales del debido proceso, que no cumplían debidamente con
los requerimientos de una real garantía constitucional. Actualmente ha habido un mejor desarrollo de
esto, donde podemos ver cómo se ponen los énfasis en estándares de calidad del proceso, más que en
requisitos formales, lo que sin duda aporta mucho en la forma y fondo que las distintas legislaciones
pueden abordar esta garantía.
cosas distintas que lo que las partes han alegado en el proceso, debiendo las
partes tener necesariamente medidas de control.
Por lo anterior estimamos que la sentencia en comento va en la línea co-
rrecta desde que considera expresamente que las partes sí tienen medidas de
control y sí pueden oponerse a las preguntas del juez. Eso no solamente es de
una lógica impecable, sino que también contribuye a generar ambientes pro-
cesales seguros, donde todos tienen la convicción de que sus derechos serán
resguardados, porque existen herramientas de control suficientes.
La interpretación que hace la sentencia desde el considerando Segundo en
adelante en lo que se refiere a la necesariedad que exista control de la calidad
de la información que se ingresa al proceso en el juicio oral, resulta de suyo
relevante, porque se interpreta desde el debido proceso, superando el déficit
de la regulación meramente legal.
Vale decir, frente a la tesis tradicional de los Tribunales de estimar que sus
preguntas no son objetables (sólo lo serían las preguntas de las partes), este
fallo hace procedente la objeción en contra de este tipo de preguntas. Esto
tiene particular importancia de cara a la preparación del recurso de nulidad.
En efecto, si el planteamiento de la objeción no alcanza para impedir que se
incorpore prueba o información inadmisible al juicio, al menos deberá servir
para que se entienda debidamente preparado el recurso de nulidad que se
intente luego contra la sentencia. En adelante, por tanto, las objeciones deben
ser entendidas como una herramienta para limitar no sólo a aquella parte que
no respeta los límites del proceso y coartarlo en esa actuación incorrecta, sino
que también posible de utilizar frente a una interrogación judicial que no se
ajusta a las exigencias y límites de la Ley.
Lamentablemente esta sentencia, que acierta en su razonamiento, carece de
un sustento normativo expreso que así lo señale, porque la interpretación que
hace de la norma, si bien aparece como razonable y adecuada, no es literal y
eso puede provocar (y de hecho provoca hasta ahora) distintas interpretaciones.
Entendemos que es mejor el rol del juez como tercero imparcial que como inter-
viniente y que, para lograrlo, deben contemplarse herramientas o mecanismos
que permitan controlar las potestades judiciales oficiosas que la ley laboral ha
recogido: instrumentos procesales eficientes, claros y determinados, que entre-
guen tranquilidad y seguridad a las partes de que se estará frente a un debido
proceso, y que la calidad que se ingresa en el proceso es la mejor posible.
Entonces, como hemos venido señalando, nos parece que una interpretación
correcta de la potestad de los jueces en el interrogatorio de testigos, debería
20
Para una visión razonable y controlada de la inmediación judicial, véase especialmente: ANDRÉS
IBÁÑEZ, Perfecto, “Sobre el Valor de la inmediación (una aproximación crítica)”, Revista Jueces para la
Democracia N°46.
derecho al debido proceso les asegura. Lo bueno es que esa mayor exigencia se
compensa con la mayor posibilidad de arribar a sentencias de mayor calidad,
sin necesidad de desfigurar la noción de proceso o pasar por encima de los
postulados elementales que le dan forma, so pena de comprometer el juez su
imparcialidad y el debido respeto a la igualdad de armas. Hemos dicho antes
que no nos parece razonable ni conveniente que al tribunal le corresponda
sustituir la labor de las partes en la prueba de los hechos, pero ante la nueva
regulación - de la que cabe hacerse cargo - corresponde aportar con lo que
entendemos una adecuada utilización de los poderes judiciales oficiosos y la
necesaria contrapartida que deben tener las partes frente a ellos. Justamente en
punto a estos límites es que aún falta mejorar el sistema y así avanzar hacia un
proceso dirigido por el juez, pero ejercido por las partes litigantes. Desde el
nacimiento y evolución de la oralidad, hasta nuestros días, parece ser que éste
es el mejor y más razonable camino.