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Fundación ITAKA – Escolapios Fundazioa

ESPECIAL FORMACIÓN FRATERNIDADES 2005-2006 Nº 138 Septiembre 2005

Descubrir y seguir al Señor


Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 1
Fundación ITAKA – Escolapios Fundazioa

0. ÍNDICE
1. Introducción 3
2. Ayudas para la oración personal 9
3. Eucaristía, centro de la comunidad 21
4. Los sacramentos 29
5. La Palabra 34
6. La espiritualidad de Jesús 39
7. La espiritualidad calasancia 44
8. La espiritualidad de la Fraternidad 48
9. Espiritualidad de la historia escolapia 51
10. Cultura vocacional 53
11. Aportaciones de ricas tradiciones espirituales cristianas 66
12. Espiritualidad de las primeras comunidades 76
13. Espiritualidad de los sentidos 92
14. La espiritualidad desde la experiencia 105
15. Espiritualidad de los iconos: dejar a Dios que nos encuentre 112
16. Espiritualidad en la vida de pareja 115
17. Espiritualidad de la creación 122
18. Espiritualidad desde el sufrimiento 128
19. Materiales complementarios 130

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1. INTRODUCCIÓN
Javi Aguirregabiria
Tenemos en las manos un plan de formación para todo el año dedicado a la espiritualidad.
Surge la idea como necesidad especialmente detectada en las revisiones personales y comuni-
tarias, al comprobar lo que nos cuesta la centralidad de la eucaristía en la Fraternidad, al caer
en la cuenta una y otra vez que sólo podemos ser comunidad si “vivimos conducidos por el Es-
píritu”.
Se trata de un plan que, aun incluyendo aspectos de formación teórica, pretende ser eminen-
temente práctico. Lo que se busca es crecer en el descubrimiento de Dios en nuestras vidas,
en nuestras comunidades, en nuestras tareas,…
Como presentación del plan del año, tenemos tres pistas. Vamos a verlas.
1. Experiencia de Dios
Rahner nos pone delante uno de los retos básicos de nuestra fe. Decía: “El cristiano del futuro
será místico o no será
cristiano”.
¿Místicos? Eso suena a
algo que difícilmente va
con nosotros. ¿Y si le lla-
mamos experiencia de
Dios? ¿Tenemos esa ex-
periencia o somos “cris-
tianos de oídas”? ¿So-
mos testigos de algo que
hemos vivido?
Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que han palpado nuestras
manos, os lo comunicamos para que forméis comunidad con nosotros; una comunidad que lo
es también con el Padre y con su Hijo Jesucristo. De esta forma alcanzaréis la plenitud de la
alegría. Ver, oír, palpar: Juan nos comunica experiencias. Son experiencias comunitarias: lo
que hemos visto, lo que hemos oído, lo que hemos palpado. No son sólo enseñanzas.
Hemos creído a veces que la fe es un saber. Y no. La FE ES EXPERIENCIA. Lo mejor del cris-
tianismo es experiencia. No caigas en el error de ver la fe como un sistema de normas y verda-
des. Las enseñanzas son sistematizaciones de la experiencia. El cristianismo es la experiencia
de Jesús, trasvasada a los primeros discípulos, y de éstos a otros, hasta nosotros. El cristia-
nismo es una gran experiencia compartida. ¿No has experimentado a Jesús? No sabes ni el
ABC del evangelio. Hay realidades que sólo se aprenden por la experiencia.
Quiero verte, Jesús, como aquellos griegos que acudieron a Felipe. Yo soy también un pagano,
que sólo sé del evangelio frases, anécdotas e historias. Quiero verte con mi corazón. Ojalá
pueda decir yo también pronto a mis amigos y conocidos: “Lo que he experimentado personal-
mente, eso es lo que os
comunico”.
La Madre de Jesús
guardaba cuidadosa-
mente en su corazón el
recuerdo de aquellos
hechos y los meditaba en
su corazón. María tenía
fe de experiencia. Pon en
práctica el evangelio
según tus posibilidades y
luego medita lo que has
hecho. Contempla los
actos de Jesús y

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aplícalos a tu vida. Actuar y meditar, meditar y actuar, desde lo poco que somos y podemos.
Notarás que empiezan a girar las ruedas de tu personalidad, y que su velocidad aumenta cons-
tantemente. Notarás que te nace otra vida, otro optimismo. Jesús se está haciendo experiencia
en ti. No empieces por las cosas difíciles. No te quejes de lo poco que haces. Recuerda este
pensamiento: ACTUAR DESDE LO POCO QUE SOMOS Y PODEMOS. Si empezamos a exigir
sacrificios mayores, caemos de nuevo en la exigencia sin experiencia. Sacrificios pequeños y
grandes vendrán por la fuerza de una
mayor experiencia. La conversión tiene sus
tiempos y necesita tiempo.
El detector más fiable de la experiencia
auténtica es la disposición. Contempla la
total disponibilidad de Jesús y sigue sus
pasos. Cuando notes que tu disponibilidad
crece en tu trabajo, el sacrificio y la
renuncia, piensa que aumenta tu
experiencia.
En el mundo actual la meditación adquiere
urgencia especial. Vivimos inmersos en la
superficialidad y la mediocridad. Preferimos
agitarnos que actuar con profundidad.
Preferimos hablar que meditar. Salimos
perdiendo como cristianos y como
personas. Poco se puede esperar de quien
no medita. La meditación es una necesidad
y un derecho. No hay peligro de hacer de-
masiada. La meditación lleva en sí una
carga práctica explosiva. El peligro está en
hacer poca. No es posible adquirir la
experiencia de Jesús sin mucha
meditación, oración o contemplación, como
quieras llamarla.
Déjame que te acompañe en tus noches y
madrugadas de oración. Déjame que
guarde el recuerdo de mis hechos
salvadores y los medite en compañía de tu
madre María. Dame la fuerza de tu
silencio, el calor de tu oración. Enséñame a
meditar mi vida y tu vida. Tómame de la
mano y llévame contigo al monte, donde la
vida se hace experiencia.
CAMINOS PARA BUSCAR ESA
EXPERIENCIA
Es posible que toda nuestra vida sea una
búsqueda de Dios. Quienes tienen esta
experiencia la subrayan como lo central en sus vidas. Pero es preciso que todos la tengamos.
Para encontrarse con Dios no hay caminos. Él es el camino. Pero Dios se hace compañero de
la persona en los caminos propues-
tos por Jesús. Bueno será acercar-
nos a ellos para poder hacer de la
vida un diálogo con Él.
La iniciativa siempre es de Él. Pero
respeta y espera la respuesta de
nuestra iniciativa. Muchas personas
nos hablan de los pasos que han
seguido. Vamos a escucharles.

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Esta poesía de Gloria Fuertes nos sitúa en la actitud que debe dominar en la búsqueda del Pa-
dre:
¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve. de nada,
Si te tienen que decir dónde está Dios, has de sentirle tú,
Dios se marcha. trepando, arañando, limpiando
De nada vale que te diga las paredes de tu casa:
que vive en tu garganta. de nada vale que te diga que está
Que Dios está en las flores y en los granos, en las manos de todo el que trabaja,
en los pájaros y en las llagas, que se va de las manos del guerrero,
en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua; aunque éste comulgue o practique
Dios está en el mar y a veces en el templo, cualquier religión, dogma o rama;
Dios está en el sudor que queda huye de las manos del que reza y no ama,
y en el viejo que pasa, del que va a misa
en la madre que pare y en la garrapata, y no enciende a los pobres
en la mujer pública velas de esperanza;
y en la torre de la mezquita blanca. suele estar en el suburbio
Dios está en la mina y en la plaza, a altas horas de la madrugada,
es verdad que está en todas partes, en el hospital y en la casa enrejada.
pero hay que verle, Dios está en eso tan sin nombre
sin preguntar que dónde está que te sucede cuando algo te encanta,
como si fuera mineral o planta. pero de nada vale
Quédate en silencio, mírate la cara, que te diga que Dios está
el misterio de veas y sientas, ¿no basta? en cada ser que pasa.
Pasa un niño cantando, tú le amas, Si te angustia ese hombre
ahí está Dios. que se compra alpargatas,
Le tienes en la lengua cuando cantas, si te inquieta la vida del que sube y no baja,
en la voz cuando blasfemas, si te olvidas de ti y de aquellos,
y cuando preguntas que dónde está, y te empeñas en nada,
esa curiosidad es Dios, si sin un porqué una angustia
que camina por tu sangre amarga, se enquista en la entraña,
en los ojos le tienes cuando ríes, si amaneces un día silbando a la mañana
en las venas cuando amas, y si sonríes a todos
ahí está Dios, en ti, y a todos das las gracias,
pero tienes que verle tú, Dios está en ti,
de nada vale quién te le señale, debajo mismo de tu corbata.
quién te diga que está en la ermita,

1. En situaciones de naturalidad donde se capta con facilidad la presencia de Dios, o al me-


nos donde se intuye. Son momentos muy concretos de cada persona, muchas veces auténti-
camente profundas. Basta meterse dentro de uno mismo y recordar.
2. En la oración. Es el camino más común, pero cada uno tiene su forma y estilo. Quien es fiel
en la oración, es fácil que descubra en ella a Dios. Será importante fomentarla poniendo los
medios adecuados: tiempos dedicados, ritmos diarios y semanales y anuales, recursos, etc.
Desde la oración angustiosa del que busca y llama, hasta la oración sosegada de quien vive la
cercanía de Dios, hay muchos estadios intermedios. La experiencia de cada uno en la oración
puede dar mucha luz a los demás.
3. En la creación. Muchos somos sensibles a la experiencia de Dios al sentirnos inmersos en
una noche estrellada, en una tormenta, un oleaje furioso, el bosque o la montaña. Esta expe-
riencia, ambivalente en sí, puede despertar fibras adormecidas en la vida de cada día. “Dios,
que parece jugar al escondite, ha dejado muchas huellas de su presencia en su creación”.
4. En la soledad y el silencio. Los grandes personajes han vivido con frecuencia la cercanía
de Dios en el desierto o la soledad. La soledad de la naturaleza, el silencio de una iglesia, la
postura de cerrar los ojos y meterse en el interior, suelen ser medios magníficos para escuchar
al Dios que habla en lo escondido.
5. En el Evangelio. El nos revela el rostro humano de Dios en Jesús de Nazaret. Su lectura re-
posada, día a día, nos lleva a descubrir la connaturalidad con Él y con su Palabra.

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6. La comunidad que intenta vivir la cercanía de Dios contagia su presencia. Muchas personas
lo han descubierto en la experiencia de los demás. Es el medio más aconsejable para ir ven-
ciendo las dificultades y para descubrir o profundizar, según la situación de cada cual. La pro-
mesa de Jesús (“donde estéis reunidos en mi nombre, allí estaré yo”) es una realidad incontes-
table. No se puede vivir la experiencia de Dios sin compartirla.
7. Mirando hacia atrás desde la fe. Recorrer de nuevo la vida y descubrir cómo en muchas
ocasiones Él ha estado allí. En la distancia se descubre mejor. Dios se manifiesta en la historia
de salvación de su pueblo elegido… ¡y de ti a quien también te ha elegido!
8. En los momentos de angustia y soledad, repitiendo machaconamente una llamada de
ayuda a Él. Es otra experiencia muy repetida: Dios se presenta en la paz y en la fuerza de la
debilidad.
9. En el amor desinteresado: el perdón, el sacrificio por alguien de quien no se espera nada,
cuando la mano derecha no saber lo que hace la izquierda,… Dios se hace fácilmente transpa-
rente. Se descubre como fuente de la capacidad de amar.
10. En los conflictos. Cuando defiendo una causa justa y me arriesgo a perder, y perder en
paz, y volver a empezar. Dios es la
presencia cercana que da osadía y paz.
A Él le gusta descubrirse en los
conflictos.
11. Llevando una vida transparente
ante Dios y ante las gentes.
Quitándonos una a una las mil caretas
que nos ponemos y que a la larga nos
aíslan de Dios y de los demás. Es vivir
a tumba abierta la nobleza y la
sencillez. Es hacerse libre. A esos, a los
limpios de corazón, se hace transpa-
rente Dios.
12. Purificando su imagen. Todos,
hasta los ateos, tenemos una imagen
de Dios. Pero Dios no se puede cerrar
en una imagen. Hay que atreverse a
romper la propia imagen para acercarse a Él. Sería interesante una lista de los “falsos dioses”
para ir purificándome. Ahí Dios se va haciendo transparente. Hace falta valentía. “Si un salvaje
deja de creer en su dios de madera, nos porque no haya Dios, sino porque el verdadero Dios
no es de madera”, decía Tolstoi.
13. Por los grandes testimonios y los conversos. Quienes se han topado de bruces con Dios
tienen una experiencia que nos ayudan a todos. El caso de Pablo de Tarso en el camino de
Damasco se ha repetido mil veces en la historia.
14. En la paz de un retiro, unos ejercicios hechos con el corazón, una pascua vivida en profun-
didad, algunos momentos especiales… con una profunda intención de encontrarse con el Se-
ñor de mi vida.
15. En el trabajo por los más pobres repensando ante el Evangelio y la oración. El simple
trabajo, que está bien, puede ser un tranquilizante de conciencia y hay que llegar a descubrir
que no hago nada de más. Que recibo más de lo que doy. Así se va descubriendo el gran
compañero de los que trabajan por un mundo mejor, Dios.
16. Por contagio: acercándome a quienes viven su experiencia en plenitud. Sin preguntar de-
masiado. Sin intentar comprender todo lo que viven. Poco a poco la experiencia nos invade. El
mayor enemigo son las prisas. Dios no se compra, se gana. Siempre está más cerca de lo que
nos imaginamos.
17. Muriendo a nuestro egoísmo y naciendo a la entrega: cuando voy cambiando la pregunta
“¿qué me pasará a mí?”, que nos nace ante cualquier acontecimiento, por la pregunta cristiana
“¿qué les pasará a los demás?”. Jesús nos enseña aquí la raíz de todo: quien vive sólo para sí
se aleja de Dios que es amor. Esta pregunta hecha cada noche, haciéndola motivo de examen,
nos acerca al Padre Dios que vive en lo más íntimo.

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18. Viviendo lo que vayamos entendiendo del Evangelio: quien lee de manera constante el
evangelio e intenta vivir lo que va descubriendo es quien se acerca a Dios. Todo lo que aquí se
ha expresado son caminos que ya están en el evangelio. El es el gran camino. Pararse en lo
que se entiende, aplicarlo a la vida, seguir leyendo… es seguir el camino de quien es el Cami-
no, es encontrar la verdad de quien es la Verdad, es nacer poco a poco a la nueva vida de
quien es la Vida. Este medio exige, antes o después, el ser matizado por la comunidad cristia-
na. La reflexión comunitaria sobre el evangelio, la visión común, el compromiso, la revisión…
son etapas de un caminar, el más seguro de todos en el descubrimiento del Dios de Jesús.

PARA REFLEXIONAR Y COMENTAR EN COMUNIDAD


1. ¿Cómo es nuestra experiencia de Dios? ¿Qué elementos y situaciones nos ayudan? ¿Cómo
podemos seguir avanzando?
2. ¿Cómo contagiamos nuestra experiencia a otros? Cuando es testigo de algún acontecimien-
to y calla, está cometiendo un grave fallo. ¿Invitamos, convocamos a otras personas a esta ex-
periencia configurante de nuestra vida y Fraternidad?
3. ¿Qué iniciativas sugerimos para el crecimiento personal y comunitario de esta experiencia?

2. El discernimiento espiritual
Vivir según el Espíritu es discernir en cada momento cuál es la voluntad de Dios para conmigo.
Esta tarea, imprescindible y siempre presente, es la gran labor de todos aquellos que quere-
mos seguir hoy a Jesús en medio de nuestro mundo y de las circunstancias que nos tocan vivir.
¿Cómo descubrir lo que Dios espera de mí? Veamos algunas pistas de discernimiento espiri-
tual que nos pueden valer para todo el año… ¡y para toda la vida!
1. Jesucristo es el único salvador de todas las
personas. La revelación de Jesucristo es completa y
definitiva. Él nos muestra el rostro del Padre y su
voluntad. Jesús es la referencia fundamental de
nuestra fe.
2. Jesús y la Iglesia son inseparables. La iglesia es
instrumento universal de salvación y, en su totalidad,
visibiliza y hace presente a Jesús en nuestro mundo.
3. La eucaristía, el sacramento central donde Jesús se
hace presente y nos convoca, es fuente y cumbre de
toda la vida cristiana.
4. La Sagrada Escritura, aun cuando no sea la nuestra
una religión de libro, es palabra de Dios viva en nuestro hoy.
5. La conciencia, bien educada y en contraste con los hermanos, es el criterio inmediato de ac-
tuación porque quien escucha a su conciencia escucha a Dios.
6. Descubrir la propia vocación es la tarea donde nos jugamos la plenitud de nuestra vida. to-
dos somos llamados a la santidad, pero cada cual es único e irrepetible y tiene su propio cami-
no de santidad. El criterio es siempre el servicio a los demás.
7. Dios guía a cada persona en todo momento. Habla al corazón en la oración y en la concien-
cia. Un rasgo habitual de Dios es que muestra un paso cada vez… hasta llegar a que se haga
realidad su voluntad. Al final, mirando atrás, uno descubre que los caminos del Señor no son
nuestros caminos.
8. Conviene discernir la propia situación espiritual que estamos viviendo, siempre a la luz del
Espíritu. Este conocimiento genera humildad y confianza. El sacramento de la reconciliación
nos ayuda a esta toma conciencia y a recibir una y otra vez el perdón del Padre.
9. Debemos discernir en nosotros mismos y en los hermanos los dones y carismas que son
dados a cada cual. Ellos realidad la santidad personal y edifican la comunidad y la iglesia si se
ponen humildemente al servicio del bien común.

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10. Discernir la mociones, en los términos de San Ignacio de Loyola, supone sacar partido de
los momentos de consolación y desolación. Los primeros nos llena de satisfacción por sus fru-
tos y los segundos nos purifican en las motivaciones más profundas.

PARA REFLEXIONAR Y COMENTAR EN COMUNIDAD


1. ¿Cómo avanzar en el siempre necesario discernimiento? ¿Qué elementos y situaciones nos
ayudan? ¿Cómo podemos seguir avanzando?
2. Los retiros y ejercicios, los momentos cuidados de oración, la puesta en común de vida, la
actualización de los proyectos personales, la atención a las necesidades del entorno y de los
hermanos,… son otros tantos caminos de discernimiento.
3. ¿Qué sugerimos para el crecimiento personal y comunitario de este discernimiento?

3. Organizando el curso, personal y comunitariamente


Ya que estamos en el primer tema del año, es bueno incluir una programación del funciona-
miento del curso. Algunas sugerencias:
1. Mirar detenidamente los temas de formación que se proponen, así como los materiales mul-
timedia y complementarios tan abundantes. Es bueno recordarnos que todos estos materiales
son ayudas para nuestro crecimiento personal, así que más que abrumarse con la cantidad,
hay que ver lo que nos puede valer y cómo sacarle el máximo
partido. Con ellos habrá que hacer la planificación de cómo vamos a
irlos trabajado: quién se encarga de qué, qué calendario inicial nos
proponemos,…
2. También nos llega de la Fraternidad un calendario con
determinadas actividades conjuntas. Vamos a anotar las fechas
importantes que nos afectan para que no nos despistemos. Y, sin
duda, anotar bien que cada pequeña comunidad tiene dos reuniones
a la semana: una la propia y otra la de la eucaristía de la Fraternidad.
¿O vas a descuidar la mitad de la actividad comunitaria conjunta?
3. Conviene poner otras fechas de la pequeña comunidad: algún
retiro con los encargados de prepararlo, quizá alguna jornada de
convivencia interna, de visita a otras comunidades,…
4. Hay que determinar cómo vamos a organizar la oración de la
pequeña comunidad: qué sistema seguimos, cómo la preparamos,…
5. Es bueno hacer la distribución de pequeños servicios en la
comunidad. Quizá hagan falta, además del animador, el tesorero, el
animador lúdico,… Hacernos corresponsables ayuda a sentirnos
parte y posibilita que las cosas salgan adelante.
6. Quizá haya que marcar algún objetivo de la pequeña comunidad.
A lo mejor contamos con nuevos hermanos, hay cambios en deter-
minaciones situaciones personales,…
7. No está nunca de más el marcarse cada uno algún objetivo para
este curso y ponerlo en común… y pedir ayuda a la comunidad para
mantenerlo a lo largo de los meses.
8. Quizá hay algunas propuestas de la Fraternidad a las que
podemos responder: necesidad de monitores, de determinados
servicios conjuntos, de estudio de teología, de compartir más en las
diversas formas en que sea posible,…
9. Quizá podamos hacer alguna sugerencia que valga para otras pe-
queñas comunidades o para la Fraternidad. Es momento de pensar-
las y llevarlas al equipo de animadores o a donde sea oportuno.
10. Y todo lo que parezca conveniente para el inicio de este nuevo
curso.

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2. AYUDAS PARA LA ORACIÓN PERSONAL


Elisa Martín, Albisara
“Encomiéndese a sí mismo y a la casa de Dios bendito, muchas veces, no sólo durante el día,
sino también durante la noche en la soledad sin que nadie le vea <quoniam dies mali sunt>
pues Dios bendito quiere ser rogado muchas veces y aún importunado, para descubrir el efecto
con que se recurre a S.D.M.” (San José de Calasanz C.4073)
1. Introducción
En el libro “Itinerario de Espiritualidad Calasancia” Miguel Ángel
Asiain nos dice que la oración en el pensamiento de Calasanz,
es una realidad viva, dinámica, que se aprende, que se ejercita,
que vive y puede morir. Algo por tanto que hay que cuidar y mi-
mar.
Si quieres que una planta tenga vida, debes regarla. Si deseas
mostrar que quieres a una persona, debes decírselo. Si cortas
las raíces de un árbol, el árbol se muere. Eso pasa con la ora-
ción. La oración es vida para nuestro espíritu y es el medio para
decirle a Dios: “Te amo”.
Dios no es una teoría, es una persona real, que habita y vive
con nosotros, y con el que mantenemos una relación, y una de
las cosas que mantiene viva a una relación es el diálogo, sin diá-
logo no hay vida. Dialogar es hablar y es escuchar. Seguro que
todos conocemos a personas de alguna comunidad de religio-
sos, o laicos, o parejas, que poco a poco han dejado de comen-
tarse cosas, porque las consideraban sin importancia, una y otra vez, hasta que a fuerza de no
comentar y de callar, ha llegado el momento en que ya no tienen nada que decirse y más aún,
que no tienen nada en común. Desaparecen sus sentimientos y su relación.
Orar es hablar con Dios, de tú a tú, como le habla un hijo a un padre, o como un verdadero
amigo (En adelante ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su Señor.
Desde ahora os llamo amigos porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre).
Nosotros también consideramos a alguien amigo, cuando tenemos la confianza suficiente para
poderle abrir nuestro corazón, y en este caso, Él nos ha abierto el suyo primero, Él ha dado el
primer paso, para que nosotros no nos cortemos en contarle cualquier cosa: lo que vivimos,
nuestras preocupaciones, lo que hemos logrado, en lo que necesitamos su ayuda… … …
Podemos abrirnos a Él tal como somos, con nuestra pobreza y nuestra limitación. Iluminados
con su luz, le podremos presentar nuestra realidad (Enciérrate en el cuarto de tu corazón)
Orar es también escuchar, el Señor tiene muchas cosas que decirnos y desde hace mucho
tiempo espera con impaciencia revelárnoslas. (Tendría que deciros muchas más cosas… ) por
eso es muy importante en la vida del cristiano la oración, porque el Señor nos está hablando
las 24 horas del día y lo hace por medio de La Palabra, de los hermanos, en los acontecimien-
tos del día, a través de señales…
Por medio de la oración vamos a ir conociendo más a Dios, (llevo tanto tiempo con vosotros y
aun no me conocéis) vamos a ir sabiendo que quiere de nosotros, que nos va pidiendo en cada
momento de nuestra vida. Vamos a sentir como nos quiere. A más oración más conocimiento
de Dios.
Es igual que si en una habitación oscura encendemos una cerilla, algo se ve; pero si en vez de
una cerilla, encendemos una lámpara con muchas bombillas, se iluminará, dejándonos ver to-
do lo que contiene esa habitación: cuadros, mesa, sillas, adornos, etc.
Cuando no se ora nada, Dios es una habitación oscura, una palabra vacía. Cuando se comien-
za a orar, Dios empieza a ser alguien para mí, en la medida en que más se ora, mas resplan-
dece la luz de su rostro en mí, para mí y para mis hermanos. Igual que les pasó a sus discípu-
los el día de Pentecostés, el Espíritu Santo penetró como un rayo de luz, que les reveló la ver-

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dad de Jesús y se volvieron locos de alegría. No lo vieron con los ojos de la carne, sino que lo
sintieron dentro, lo contemplaron con los ojos del corazón.
Por eso lo de enciérrate en tu cuarto porque el mundo no nos dejar escuchar al corazón y hay
que estar a la escucha de lo que Él nos quiere decir.
Calasanz nos lo recuerda C.132. “La voz de Dios es voz del Espíritu que va y viene, toca el co-
razón y pasa, ni se sabe de dónde viene, o cuándo sopla. Importa, pues, mucho estar siempre
alerta, para que no llegue de improviso y se aleje sin fruto”
Por medio de la oración damos fruto, (Os puse para que produzcáis fru-
to y ese fruto permanezca)
Si somos perseverantes en la oración, permaneceremos en El. (Si alguno
permanece en mí y yo en él, produce mucho fruto) Y dar fruto es dejar ver
a ese Jesús que todos llevamos dentro, es dejar a Dios ser Dios y noso-
tros dar un paso atrás. Es darle libertad para que actúe en nosotros.
(El que haya tenido experiencia de hacerse un scanner, comprenderá la
agonía que supone el no poderte mover ni respirar metido en un tubo…
Así se debe se sentir Jesús algunas veces dentro de nosotros, cuando no
lo dejamos actuar, con la diferencia que el scanner dura una hora aprox. Y
a Jesús lo tenemos encerrado, días y días y más días… )
Fijémonos en cómo lo hizo Jesús. En lo que conocemos de su vida, sabemos que no dejaba de
entrar en contacto con el Padre, no dejaba de orar, y por eso daba fruto, se llenó tanto de Él,
que no hacía nada sin ponerse en sus manos.
Jesús repetía una y otra vez el nombre de su Padre, porque siempre lo tenía presente: En casa
de mi Padre hay muchas moradas; Me voy al Padre; Nadie va al Padre sino es por mí; El pa-
dre es más que yo; Yo soy la vid mi Padre el viñador; Salí del Padre y al Padre vuelvo; Padre
mío, llegó la hora; Padre santo, ahora vengo a ti; Padre justo glorifica tu nombre;He venido ha
hacer la voluntad de mi padre
Como el Padre me amó, yo os he amado (Porque solo los amados aman, los amados no pue-
den dejar de amar, la luz ilumina sin que se lo pidamos, a nadie se le ocurre pedirle a una per-
sona feliz, que haga felices a los demás. Los felices automáticamente hacen felices a los de-
más; Los libres, liberan; Los descontentos meten descontento; Los conflictivos, forman conflic-
tos; Los que tienen paz, irradian paz; Los que tienen dulzura inundan todo de dulzura. Son me-
canismos automáticos de la condición humana.)
Si alguien me ama guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer
nuestra morada en él (de tal forma que cuando habita en nuestro corazón, cuando nosotros
practicamos el amor, es Él, no es nuestra bondad, no es nuestra virtud, no son los frutos de
nuestros esfuerzos. Es el Padre que sigue amando a su Hijo y en Él me ama a mí y a todos
mis hermanos)
La oración es una fiesta (Mira que estoy llamando a tu puerta, si me abres cenaremos juntos)
La oración es luz para nuestros pasos. (Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará
a oscuras sino que tendrá la luz de la vida) Es alivio para nuestras fatigas. (Venid a mí los
que estáis cansados y agobiados) Es fuerza en nuestras debilidades (El tomó nuestras fla-
quezas) Es consejera en nuestras dudas. (Brotará un retoño del tronco de Jesé… … … . Espí-
ritu de Consejo) Es la brújula de nuestros extravíos. (Yo soy el camino, la verdad y la vida)
Es consuelo en nuestras tristezas. (Como a un niño a quien su madre consuela, así os con-
solaré Yo) Es refugio en nuestros miedos (No temáis, Yo he vencido al mundo) Es el ali-
mento que sacia nuestras ansias. (Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y
llevar a cabo su obra). Es el agua que apaga la sed de nuestra sequedad. (Con el agua que
yo te daré, no tendrás sed jamás, sino que se convertirá en un manantial que brota para la vida
eterna).
==================================
Con este tema no se pretende enseñar a orar, sino, que a los que rezamos poco, que lo
hagamos con más frecuencia y los que rezamos mucho, que no dejemos de hacerlo.
¿POR QUÉ? - MI EXPERIENCIA ES ESTA:
• Porque la oración cambia mi corazón y mi aptitud.

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• Por medio de la oración, siento que el Señor me quiere y que yo lo quiero también.
• La oración hace que sienta como mías las alegrías y tristezas de los hermanos, cuando se
los presento al Señor.
• Por medio de la oración (en comunidad) me enriquezco de la oración de los demás, y sien-
to que Jesús vive en medio de todos nosotros, sobretodo cuando pone en mi corazón un
sentimiento y no me atrevo a expresarlo y veo que se vale de otro hermano para que lo di-
ga él.
• Por medio de la oración, me libero de muchas cargas, cuando soy capaz de entregárselas
al Señor.
• Por medio de la oración, aún teniendo problemas, me siento alegre en el Señor.
• Por medio de la oración, cuando tengo un rocecillo con algún compañero de trabajo, el Se-
ñor me ayuda a que lo mire con sus ojos, con lo que se sobrelleva mucho mejor la cosa.
• Por medio de la oración, mi orgullo pasa a segundo plano cuando en muchas ocasiones
me siento humillada por personas que se empeñan en demostrarme que son mas listas
que yo (El discípulo no va a ser más que el Maestro, a Él lo humillaron primero).
• Por medio de la oración, El Señor ha puesto en mi boca, palabras que yo por mí misma se-
ría incapaz de decir. Y también me ha cerrado la boca, cuando en más de una ocasión, me
hubiese gustado contestar de mala manera.
• Por medio de la oración, me corrijo cuando entro en la crítica o juicio a los hermanos.
• Es por medio de la oración que El Señor me ha sanado una herida muy grande, a causa de
un gran daño que me hicieron. He llegado a perdonar lo que para mi era imperdonable y a
perdonarme a mí misma porque salieron de mi corazón sentimientos que los desconocía
en mí.
• Por medio de la oración, me puedo desprender sin dolor, de lo poco que comparto.
• Por medio de la oración he rechazando a la comodidad de quedarme en casa, y he ido a
sitios que no me apetecía.
• Por medio de la oración, el Señor me ha consolado, ante enfermedades graves de familia-
res muy cercanos y de muertes.
• Por medio de la oración, mi marido y yo, nos perdonamos todos los
días.
• Por medio de la oración, soy conciente de lo que Dios me regala
cada día e intento disfrutar de ello, del sol, de la lluvia, de los
nublados, de la playa, de los montes, del trabajo, de la comida, de la
música, de los animalillos, de los hermanos, … todo me lleva a Él.
• Por medio de la oración, el Señor ha puesto en mi corazón el
sentimiento de preparar este tema, que no estaba en mi mente, y ha
sido una experiencia, “mu bonica”, el haber sentido su presencia
todo el tiempo.
• …
2. Definiciones
Es buena idea conocer la definición de oración que nos da el Catecismo y la de algunos auto-
res espirituales, santos, doctores de la Iglesia y el Santo Padre:
. 2564 CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA.-La oración cristiana es una relación de
Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu
Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo
de Dios hecho hombre.
• (SANTA TERESA, Vida, 8, 2). No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de
amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama.
• (SAN PEDRO DAMIAN, en Catena Aurea, vol. III, p. 304) La oración es la elevación del al-
ma hacia Dios y la petición de lo que se necesita de Dios.
• (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración) La oración es la elevación de nuestro
corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador.
• (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 2-2, q. 83, a. 10) La oración es el acto propio de la cria-
tura racional.

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• (MADRE TERESA DE CALCUTA) Orar es ponerse en manos de Dios, a su disposición y es-


cuchar su voz en lo profundo de nuestros corazones. La oración ensancha nuestros corazones
hasta darle la capacidad de contener el don mismo de Dios.
• (JUAN PABLO II, Aloc. 14-III-1979) La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de
nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no po-
demos menos de abandonarnos a El, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza [...].
La oración es, ante todo, un acto de inteligencia, un sentimiento de humildad y reconocimiento,
una actitud de confianza y de abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor. La oración
es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un diálogo de confianza y amor. La oración debe
ir antes que todo: quien no lo entienda así, quien no lo practique, no puede excusarse de la fal-
ta de tiempo: lo que le falta es amor.
3. Caminos
Los caminos de la oración son muchos. Se puede orar de varias formas. Existen muchos mo-
dos de entrar en contacto con Dios. Cada quien elegirá el suyo de acuerdo a su personalidad, a
sus circunstancias personales, a lo que le llene más espiritualmente en cada momento.
Éstas son algunas:
• Oración vocal: Consiste en repetir con los labios o con la mente, oraciones ya formuladas
y escritas como el Padrenuestro, el Avemaría, etc. Solemos apoyarnos en la oración vocal
para después poder pasar a otra forma de oración.
• La lectura meditada: Un libro nos puede ayudar mucho en el camino a encontrarnos con
Dios. No se trata de leer un libro para adquirir cultura, sino de tener un contacto más íntimo
con Dios y el libro puede ser una ayuda para conseguirlo. No se trata de aprender cosas
nuevas, sino de hablar con Dios acerca de las ideas que nos inspire el contenido del libro.
Esta oración debe terminar con un propósito de vida de acuerdo a las ideas en las que
hemos profundizado en compañía de Dios.
• Contemplación del Evangelio: Consiste en leer un pasaje del Evangelio, contemplarlo,
saborearlo y compararlo con nuestra vida, tratando de ver qué es lo que debo cambiar para
vivir de acuerdo a los criterios de Cristo.
• Oración sobre la vida cotidiana: Dios está presente en nuestra vida. Los acontecimientos
de la vida son un camino natural para entrar en contacto con Dios. Es necesario buscar la
presencia de Dios en nuestra vida y descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros. Esta
búsqueda y este descubrimiento son ya una oración
• Contemplación: Se le conoce también como silencio en presencia de Dios. Este es el pun-
to donde culminan todos las formas de orar de las que hemos hablado con anterioridad. Es
el momento en que se interrumpe la lectura, o se deja la reflexión sobre un acontecimiento,
una idea o un pasaje del Evangelio. Se da cuando ya no hay deseos de seguir lo demás,
se ha encontrado al Señor con toda sencillez, después de recorrer un camino. Hemos ex-
perimentado interiormente que Dios nos ama a nosotros y a los demás. Es guardar silencio
en presencia de Dios con un sentimiento de admiración, de gratitud, cuando nos sentimos
invadidos por la grandeza de Dios y su amor hacia nosotros y nos ofrecemos a Él. La ora-
ción contemplativa es mirar a Jesús detenidamente, es escuchar su Palabra, es amarlo si-
lenciosamente. Puede durar un minuto o una hora. No importa el tiempo que dure ni el
momento que escojamos para hacerla.
4. Actitudes en la oración cristiana
Cuando oramos, el Espíritu del Señor alienta en nosotros unas actitudes básicas de oración.
He aquí una breve lista de esas posibles actitudes.
Escucha atenta y con- Alabanza por las mara-
templativa de lo que villas del Señor en la
está ocurriendo en Creación, en el misterio
nuestra vida, en lo de la Vida, en todo lo
que nos rodea, en el que eleva nuestro espí-
mundo... ritu.

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Meditación sobre la Petición de lo que ne-


Biblia, Palabra del cesitamos, con la con-
Señor, espada de do- fianza de un niño y el
ble filo que nos guía, corazón abierto a reci-
bálsamo que nos birlo del Señor, Padre
consuela. bueno.
Acción de gracias por
Intercesión por todos
las bendiciones del
aquellos que sufren la
Señor en nuestras vi-
injusticia, que claman al
das, por las señales
Señor, que se sienten
de su amor, por su
solos y abandonados...
bondad.
5. Propuestas
No podemos tratar un tema de oración, y no rezar, así que se propone una oración para cada
día de la semana, y así durante la semana en que tratemos este tema, al menos la Comunidad
entera, ya que no se puede reunir todos los días, para rezar, pues al menos que se una en
Espíritu en la misma palabra.
EL PRIMER DÍA
Comenzamos haciendo este test para ver que puntuación tenemos.
Tanto si sacamos un cero como si sacamos un diez no nos debemos ni preocupar, ni creérnos-
lo demasiado, sino seguir adelante. Todo es mejorable y contamos con la ayuda del Señor.
TEST:
¿Sé hacer oración? Cuenta un punto por respuesta a la que contestes SI

1. ¿Mi oración es un coloquio con Dios?


2. ¿Oro con facilidad?
3. ¿Cuándo rezo no me distraigo?
4. ¿Hago oración aunque me cueste?
5. ¿es para mí la oración una necesidad íntima?
6. ¿Trato día a día de orar mejor?
7. ¿Se escuchar lo que Dios me dice?
8. ¿Noto que la oración transforma mi vida?
9. ¿Saco un propósito de la oración?
10. ¿Pongo cada vez más interés en rezar?

ORACIÓN
¡¡VAMOS A SENTIRNOS AMADOS POR DIOS!!
El amor de Dios hacia nosotros, como Padre nuestro, es un amor fuerte y fiel, un amor lleno de
misericordia, un amor que nos hace capaces de esperar la gracia de la conversión.
«Dios es amor.» Por tanto, cada uno puede dirigirse a Él con la confianza de ser amado por Él.
El amor de Dios hacia los hombres no conoce límites, no se detiene ante ninguna barrera de
raza o de cultura: es universal, es para todos. Sólo pide disponibilidad y acogida; sólo exige un
terreno humano para fecundar, hecho de conciencia honrada y de buena voluntad.
Por Juan Pablo II Quien quiera que seas tú, cualquiera que sea tu condición existencial, Dios
te ama. Te ama totalmente.
• Empezamos invocando al Espíritu Santo: Canción nº 1 Ven ahora Santo Espíritu (RCC)
• Lecturas: Is. 43, 1-4. Os. 2, 16-25
• Canción nº 2: Si conocieras el don de Dios (Hermana Glenda)
• Lectura: Is. 41, 8-20
• Canción nº 3 Mi padre me ama (Juan Luis Guerra)
• Padrenuestro
• Oración final

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Señor Jesús:
Tú has venido para mostrarnos el amor misericordioso del Padre.
Haz que tus discípulos conozcan este amor con todo el corazón,
Con toda el alma y con todos sus sentimientos.
Hoy te suplico: ven Señor Jesús.
Ven: no vengas a nuestra razón, penetra sobre todo en nuestro corazón,
En nuestros sentimientos y emociones, y revélanos tu presencia en lo
Íntimo de nuestro ser.
Mientras Tú estés lejos del núcleo más intimo de nuestra experiencia
Nosotros continuaremos apoyándonos en personas, cosas y acontecimientos
Para encontrar un poco de calor y de seguridad.
Solamente si Tú vienes de verdad, si nos tocas y enciendes con tu amor,
Sólo entonces seremos libres y abandonaremos todo lo que es vano” (Henri J.M. Nouwen)

SEGUNDO DÍA: ORACIÓN DE PETICIÓN


Nos sirve para presentar este modo de orar las “pistas para re-
flexionar”.
Empezamos pidiendo al Señor que nos guíe con Su Espíritu y
nos enseñe a cumplir su voluntad.
• Canción nº 4 Dame vida (Brotes de Olivo)
• Lectura: Mt 7, 7-12
• Canción nº 5: Pide y se te dará (Hermana Glenda)
PISTAS PARA REFLEXIONAR:
Es perfectamente válido pedirle a Dios lo que necesitamos, Jesu-
cristo nos ha enseñado a hacerlo y a tenerle confianza y solicitar-
le lo que nos hace falta: "Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad
y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá (Lc. 11, 5-9)
Muchas veces nuestra oración se ve invadida por una multitud de preocupaciones y problemas,
que nos lleva a hacer peticiones ardientes al Señor. En momentos de reflexión, o ante la inercia
de las personas y las cosas, que prosiguen igual, a pesar de nuestras peticiones, nos puede
asaltar la duda sobre la eficacia de pedir en la oración de petición, y el Señor no teme poner
ejemplos de este tipo, para exhortarnos a orar. Así la parábola del amigo importuno que va de
noche a pedir tres panes.
Jesús pide perseverancia y humildad y lo hace de nuevo a través de parábolas. La viuda ante
el juez injusto es modelo de perseverancia (Lc. 18, 1-8) y el publicano en el templo, en vivo
contraste con el orgullo fariseo, es modelo de humildad (Lc. 18, 9-14)
Jesús pone aún otra condición a las peticiones dirigidas a Padre, que sean “en nombre de Je-
sús” (Jn. 14, 13-14). Se trata pues de un identificarse con las intenciones del mismo Señor,
“en El”, en su “nombre que está por encima de todo nombre” es preciso pedir, para tener la se-
guridad de obtener. Cuando pedimos en “nombre de Cristo”, pedimos fundamentalmente y, an-
te todo, la realización de su voluntad en tal persona, en tal ocasión o circunstancia (Jn, 12, 27-
28)
San José de Calasanz C. 1565 V.S. acuda con fe viva y persevere en la petición, que si le
concede la salud, será para mayor gloria; y si no se la concede, le dará paciencia.
• Canción nº 6 Cuida de mí (RCC)
• Padrenuestro
• Oración final

”Padre, hoy quiero pedirte por mis hermanos de comunidad.


Tú los conoces personalmente conoces su nombre, sus virtudes y defectos,
sus alegrías y sus penas, su fortaleza y su debilidad, sabes toda su historia,
los aceptas como son y los vivificas con tu Espíritu.
Tú, Señor, los amas no porque sean buenos sino porque son hijos tuyos.

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Enséñame a quererlos de verdad a imitación de Jesucristo,


no por sus palabras o sus obras, sino por ellos mismos, descubriendo en cada uno,
especialmente en los más débiles, el misterio de tu Amor infinito.
Te doy gracias, Padre, porque me has dado hermanos.
todos son un regalo para mí, un verdadero sacramento,
signo sensible y eficaz, de la presencia de tu Hijo.
Dame la mirada de Jesús para contemplarlos,
y dame su corazón para amarlos hasta el extremo,
porque también yo quiero ser para cada uno de ellos
sacramento vivo de la presencia de Jesús. Anónimo en “Vida Religiosa”

TERCER DÍA: ORACIÓN DE INTERCESIÓN


Nos sirve para presentar este modo de orar las “pistas para reflexionar”.
Comenzamos pidiendo al Señor que nos escuche:
• Canción nº 7 Extiende tu mano. (RCC)
• Lecturas: Jn. 17, 9-11
• Mt. 8,5-13
• Canción nº 8 El vendrá y te salvará (RCC)
PISTAS PARA REFLEXIONAR:
San José de Calasanz c.4417 “Es necesario que recurramos al auxilio de Dios y a la interce-
sión de la Santísima Virgen, bajo cuya protección se fundó la obra”
San José de Calasanz c.1468 “No dejaré de encomendarla al Señor en todas mis misas para
que le otorgue esta alegría y recomendaré a los demás que hagan lo mismo.”
Nunca menospreciemos una oración. Nunca miremos la necesidad de una vida y pensemos
que nuestra oración no va a ayudar. Está en el plan de Dios que oremos los unos por los otros,
y muchas veces cuando oramos por otros y no solo por nosotros vemos como nuestras propias
peticiones son contestadas.
Si de inmediato nos ponemos a pedir cosas para nosotros, estamos dejando la caridad a un la-
do y no estamos cumpliendo bien el mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo.
• Padrenuestro
• Canción nº 9 De rodillas madre (RCC)
• Oración final

Hoy Señor queremos tener presentes las necesidades de los hermanos, que son muchas.
En primer lugar te presentamos a tus preferidos, los niños, (a los que tienen demasiado y a los
que no tienen nada, a los abandonados, sin escuela, sin hogar, sin familia, maltratados, vendi-
dos, violados, explotados… ..)
A los profesores y misioneros.
A los enfermos y a los profesionales de la medicina.
A los pobres; a los ancianos y a los que prestan algún tipo de voluntariado.
A los marginados, explotados, inmigrantes, encarcelados, desaparecidos, refugiados, secues-
trados.
A los que no respetan los derechos humanos.
A nuestros políticos.
A los parados, a los separados, a los adictos (droga, juego, bebida, sexo,… ).
A las victimas (del terrorismo, de agresión sexual, de la xenofobia, de la esclavitud, de acciden-
tes de trafico, por maltrato en la pareja… )
A los terroristas y a los agresores.
A los que no te conocen y a los que te conocen pero están alejados de ti.
A los que se han encomendado a nuestra oración.
A los países que creemos más necesitados (Irak, Palestina, Colombia, Venezuela… ).
Te presentamos a la Iglesia (Papa, Obispos, Sacerdotes, Laicos, nuestras fraternidades y gru-
pos de discernimiento, Comunidades Eclesiales, catequistas y niños en catequesis, … .)
Acoge Padre bueno, la necesidad de cada uno. Te lo pedimos por medio de María y de Jesús.

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CUARTO DÍA: ORACIÓN DE ABANDONO


Nos sirve para presentar este modo de orar las “pistas para reflexionar”.
Comenzamos poniéndonos en los brazos del Padre:
• Canción nº 10 Como un niño (RCC)
• Lectura: Lc. 12, 22-32
• Lectura: Salmo 23 (22)
• Canción nº 11 Tu cuidas de mi (Brotes)
PISTAS PARA REFLEXIONAR:
La confianza en el Padre, y la consiguiente brevedad en las palabras. «Cuando recéis, no char-
léis mucho, como los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería serán escucha-
dos. No os parezcáis a ellos, pues vuestro Padre ya sabe qué os hace falta antes de que se lo
pidáis» (Mt 6,7-8). Los paganos, efectivamente, cuando oraban, presionaban sobre Dios (fati-
gare deos) con sus interminables y exhaustivas oraciones. Pero la oración cristiana ha de ser
breve y sencilla, como nacida de una confianza verdaderamente filial que se abandona en el
Padre providente (Mt 6,25-34)
San José de Calasanz -Nuestra confianza está sólo en Dios, el cual no abandona jamás en la
necesidad (c.287)
• Es necesario que nuestras obras se hagan por amor de Dios, y colocar en él toda nuestra
confianza (c.115)
• A nosotros nos ha de sostener la confianza en Dios y no en los hombres; por eso busque-
mos servirlo y confiar en él que caminarán bien nuestras cosas (c.338)
• Cuanto más le parezca estar abandonado por los auxilios humanos, tanto más cerca estará
de ser ayudado por el auxilio divino (c.4393)
Teresa de Calcuta Fiémonos de Dios. Tengamos una fe ciega en la Divina Providencia. Ten-
gamos fe en Dios. Él lo sabe todo. Y Él proveerá. Démosle ocasión de comprobar nuestra fe en
Él. Esperemos en Él. Fiémonos y tengamos fe en Él.
El problema está en que a veces únicamente le pedimos cosas materiales y temporales ¿Y
dónde dejamos a nuestra alma? El Santo Cura de Ars en su Sermón sobre la Oración dice
"Podéis pedir cosas temporales... mas siempre con la intención de que os serviréis de ellas pa-
ra gloria de Dios, para salvación de vuestra alma y la de vuestro prójimo; de lo contrario, vues-
tras peticiones procederían del orgullo o de la ambición; y entonces, si Dios rehúsa concederos
lo que le pedís, es porque no quiere perderos."
• Canción nº 12 Sendas Dios hará (RCC)
• Padrenuestro
• Oración final:

ESTÁS EN MANOS DE DIOS


Piensa que estás en manos de Dios,
tanto más fuertemente agarrado
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz, te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote y conserva siempre en tu rostro
una dulce sonrisa,
reflejo de la que el Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo del alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te reprima o inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso cuando te sientas apesadumbrado y triste
adora y confía... (P. TEILHARD DE CHARDIN)

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QUINTO DÍA: ORACIÓN DE ALABANZA


Cada vez que en los Salmos aparece la palabra “aclamar” o “Aclamación”, nos encontramos
con uno de los estilos de oración más típicamente bíblicos. Es la oración a Dios en la que reco-
nocemos su grandeza.
En el hebreo original de los salmos aparece el verbo “ruwa” (alabar) y el
sustantivo “Teruwa” (alabanza) la raíz de estas dos palabras significa
“hendir los tímpanos con un gran ruido”.
Antes que en los Salmos el origen de la Alabanza está en los campos
militares, antes de iniciar el combate se invocaba el nombre del Señor
sobre todo el ejército. No una súplica, de alguien que está en duda antes
de la batalla, sino un reconocimiento a la presencia del Señor de los
ejércitos, se agradece por anticipado la victoria, alabando la fuerza y el
poder de Dios en el campamento. Dichoso el pueblo que reconoce el grito
de aclamación (Sal.89,15). Lanzar un grito de aclamación es reconocer la
victoria de Cristo ante cualquier circunstancia completa, es un acto
profundo de fe.
La oración de alabanza es una oración de gratitud y sobre todo de confianza ante un Dios que
como Padre bueno que es, todo lo que hace lo hace bien, por amor a nosotros. Nuestra res-
puesta a su amor es la alabanza, es el reconocimiento de su bondad, de su amor, de su poder,
etc.
No sólo se alaba a Dios con la boca, se alaba también desde el corazón, con un corazón lle-
no del amor de Dios, en el que está todo en armonía: cuando no vivo sometido a mis caprichos,
mis estados de ánimo, a mis nervios, mi agresividad, mis impulsos ciegos, mi egocentrismo.
Porque ha pasado el soplo del Espíritu que todo lo cambia.
Se alaba con la vida. Vivir en alabanza es pasar por el mundo descubriendo la belleza de
cuanto nos rodea. Es creer que el amor triunfa sobre el odio; es creer que en la tragedia horri-
ble del hombre mas destrozado por la vida, brilla un rayo de luz infinitamente bello, que es un
reflejo de Dios.
Se alaba con el cuerpo, por todas partes se organizan cursillos de expresión corporal, psico-
dramas, mimos, lenguaje audiovisual, cuadros escénicos… … … porque se ha descubierto que
una imagen tiene más fuerza expresiva que mil palabras. Entre el cuerpo y el Espíritu hay una
comunicación en ambas direcciones, la alegría produce risa, la pena produce llanto…
Un sentimiento profundo de la grandeza de Dios, nos puede llevar a postrarnos en tierra, o
viceversa, también una postura, nos puede llevar a Dios, por eso cuando a veces en nuestro
interior nos encontramos secos, aburridos, incapaces de orar, podemos comenzar la oración
con nuestro cuerpo que poco a poco irá llevando a nuestro Espíritu a un sentimiento de ora-
ción.
El gesto de alzar las manos es uno de los gestos más universales, que expresan el movimien-
to ascensional del corazón hacia Dios. “Mientras Moisés tenía las manos levantadas ganaba
Israel” “Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote”. Las manos abiertas re-
presentan un corazón que se abre ante la luz. El gesto mas clásico en los ejercicios de oración
es la Flor de loto. Con la danza, el ritmo, el balanceo, todo nuestro ser se deja impregnar por la
música y todo el cuerpo se convierte en canción. (El Rey David bailaba sin ningún respeto
humano), y es que una vez que se rompen las barreras humanas es inexplicable el gozo y la
libertad en presencia del Señor, al dejarse mover libremente al ritmo de la danza. La danza fes-
tiva del cielo es la que intentamos reproducir en nuestra liturgia, como signo de nuestra libera-
ción. Es el anuncio de la llegada del reino prometido. “Entonces se alegrará la doncella en la
danza… Y les consolaré y alegraré su tristeza” También se alaba al Señor desde la pobreza
porque desde los corazones sencillos brota la alabanza con mucha fuerza (Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las
has revelado a los humildes) Lucas, en sus capítulos 1 y 2, nos presenta a un grupo de hom-
bres y mujeres pobres que siguen esperando en las promesas de Dios: María, José, Zacarías,
Isabel, Simeón, Ana. Y en estos capítulos reseña Lucas los tres himnos de alabanza más be-
llos de todo el Nuevo Testamento El Benedictus de Zacarías, el Magnificat de Maria y el Nunc
Dimittis de Simeón.

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El don de lenguas es un regalo para pobres, para cuando tenemos dificultad en orar y nos fal-
tan palabras para expresar nuestros sentimientos “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debili-
dad, cuando no sabemos orar como conviene e intercede por nosotros con gemidos inefables“
Rm 8,26
San Francisco de Asís, nos comenta el libro de Florecillas, que muchas veces en oración
hacía un sonido semejante al de las palomas “uh uh uh” y con cara alegre y el corazón gozoso,
entraba en la contemplación.
Santa Teresa: Da nuestro Señor al alma algunos júbilos y oración extraña que no se sabe en-
tender… Parece esto algarabía… . Y es un gozo tan grande en el alma, que no quería gozarlo
sola sino decirlo a todos para que le ayudasen a alabar a Dios nuestro Señor.
El canto Gregoriano es un retoño del canto en lenguas, nació del canto en lenguas de la prime-
ra iglesia, cuando contemplativamente se repetía muchas veces la A de Aleluya y la E del Kyrie
eleyson. Es un canto en el que prescindimos del lenguaje para lanzarnos al puro canto de júbi-
lo.
Esta modalidad se practica en los grupos de oración de La Renovación Carismática Católica,
porque La Comunidad es un marco idóneo para la alabanza. En La Comunidad aprendemos a
alabar a Dios. A ella acudimos día tras día para perdernos en su oración, para abandonarnos
en la alabanza de los hermanos con el corazón de un niño, porque si de la boca de los niños de
pecho ha sacado el Señor una alabanza, quizá sea por la capacidad que tienen los niños en
maravillarse, de asombrarse de todo. Por eso hay que hacerse como niños, hay que renunciar
al corazón duro que no se asombra por nada, que todo lo sabe, que cree que “No hay nada
nuevo bajo el Sol” que no está abierto a recibir nada nuevo, un corazón así puede bloquear la
acción de Dios en nosotros.
Es buena idea comenzar todas las oraciones alabando a Dios, glorificándole y dándole gracias
por todo lo que nos da cada día. En eso comenzamos a cumplir el primer Mandamiento.
Así que empezamos nuestra oración y abramos nuestro corazón a un
Dios que no deja de sorprendernos.
• Canción nº 13 Arranca de mi pecho. (RCC)
• Lectura: Mt. 11, 25-27
• Lectura: Salmo 146 (145)
• Canción nº 14 Yo te adoro (RCC)
• Lectura: Salmo 149
• Lectura: Salmo 150
• Canción nº 15 Alabándote (RCC)
• Padrenuestro
• Oración: Oh Dios, fuente y origen de nuestra salvación, haz que, mientras dure nuestra vi-
da aquí en la tierra, te alabemos incesantemente y podamos así participar un día en la ala-
banza eterna del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEXTO DÍA: ORACION CONTEMPLATIVA
Nos sirve para presentar este modo de orar las “pistas para reflexionar”.
Para practicar una oración contemplativa, debemos:
• Recoger el corazón: Olvidarnos de todo lo demás, encontrándonos con Él tal y como so-
mos, sin tratar de ocultarle nada.
• Mirar a Dios para conocerle: No se puede amar lo que no se conoce. Al mirarlo debemos
tratar de conocerlo en su interior, sus pensamientos y deseos.
• Dejar que Él te mire: Su mirada nos iluminará y empezaremos a ver las cosas como Él las
ve.
• Escucharle con espíritu de obediencia, de acogida, de adhesión a lo que Él quiere de noso-
tros. Escuchar atentamente lo que Dios nos inspira y llevarlo a nuestra vida.
• Guardar silencio: Silencio exterior e interior. En la oración contemplativa no debe haber
discursos, sólo pequeñas expresiones de amor. Hablar a Jesús con lo que nos diga el co-
razón.
Nos ponemos en la presencia del Señor

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• Canción nº 16: Al entrar en la presencia (RCC)


• Lectura: Mt. 28, 16-17
• Lc 10, 38-42
• Canción nº 17 Nada te turbe (Grupo polifónico San Juan de la Cruz)
PISTAS PARA REFLEXIONAR:
En ella se da un total recogimiento de los sentidos y un "silencio interior" que nos permite escu-
char mejor a Dios. Es, efectivamente, como contemplar a Dios, pero no es un contemplarle con
la vista, sino una contemplación del alma.
La oración contemplativa (también conocida como mística), es de gran profundidad. Las almas
con un gran avance espiritual pueden recibir de Dios grandes dones y un inmenso gozo en la
oración contemplativa. En esta oración, Dios puede permitir que nuestra alma tenga un recogi-
miento, una paz y un sosiego excepcionales. Con ello llega una quietud derivada de la presen-
cia de Dios que cautiva la voluntad y llena el alma y el cuerpo con una suavidad y un deleite
imposibles de describir con palabras.
Nos lo explica muy bien el cartujo Guido II (siglo XII) “la lectura busca la dulzura de la vida
bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide y la contemplación la disfruta.
Con frecuencia, una mirada ferviente, confiada, profunda a Cristo puede transformarse en la
más encendida oración. “Yo lo miro; Él me mira.” No hay oración mejor. (MADRE TERESA)
Esta modalidad de oración, es muy común en algunas órdenes religiosas llamadas contempla-
tivas.
• Canción nº 18 Tan solo he venido (Juan Luis Guerra)
• Padrenuestro
SEPTIMO DÍA: LITURGIA DE LAS HORAS
Este día celebramos Laudes o Vísperas (según nuestra reunión sea por la mañana o por la
tarde) y lo haremos en comunidad.
La Iglesia da cumplimiento a la norma de Jesús: «Es necesario orar siempre».
Tanto el Señor como las comunidades cristianas formadas por los apóstoles, santificaron con la
oración privada o comunitaria las horas más significativas de la jornada: al levantarse, al me-
diodía, al caer la tarde, durante la noche. La Iglesia primera, continuando en líneas generales
las costumbres orantes de Israel, quiso dar cumplimiento a la norma de Jesús: «Es necesario
orar siempre» (Lc 18,1). Primero en las casas, después en las iglesias catedrales, parroquiales
o monásticas, se irán formando en la Iglesia al paso de los siglos tradiciones de oración comu-
nitaria cotidiana, y se configurará así la estructura de la Liturgia de las Horas.
Uno de los aspectos más positivos de la reforma post-conciliar de La Liturgia de las Horas ha
sido el reconocimiento de que el Oficio Divino es, por naturaleza, la oración de todo el pueblo
cristiano, pastores y fieles, la oración al Padre que realiza la Iglesia en el nombre de Jesús,
congregada y asistida por el
Espíritu Santo.
Un estudio vivencial de La Li-
turgia de las Horas tiene su
punto de partida en la oración
misma de Jesús. Pero reconoce
también su punto de origen en
la oración comunitaria de la
Iglesia primitiva, dirigida por
aquellos discípulos a los que
Cristo enseñó a orar.
Hay datos bastante seguros y
numerosos para conocer las
prácticas judías de la oración en
tiempos de Jesús. Conocemos
por tradiciones muy antiguas la
costumbre piadosa judía de re-
citar dos veces al día el Shemá

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Yisrael (Escucha, Israel), al acostarse y al levantarse. Dt 6,4-9, al que se une, al menos desde
el siglo II antes de Cristo, Dt 11,13-21 y Núm 15,37-41.
«La actividad diaria de Jesús estaba tan unida con la oración que incluso aparece fluyendo de
la misma, levantándose muy de mañana (Mc 1,35), o al anochecer, permaneciendo en oración
(Lc 6,12) hasta la cuarta vigilia de la noche (Mt 14,23.25; Mc 6,46.48), etc.
San José de Calasanz también estaba muy unido a la oración, se pasaba gran parte de la no-
che orando y durante el día pretendía que la oración fuese continua: “Habrá también, si es po-
sible, otro sacerdote que dirija la Oración continua. Se hace en turnos de diez o doce alumnos,
mañana y tarde, durante las clases; por la exaltación de la Santa Iglesia Romana”
Tras esta semana de diálogo un poco más intenso con Dios seguimos buscando su rostro y
terminamos insistiéndole: “Señor, enséñanos a orar”
6. ¿QUEREMOS PROFUNDIZAR MÁS?
• ITINERARIO DE ESPIRITUALIDAD CALASANCIA (Miguel Angel Asiaín)
• CALASANZ ACOMPAÑA A LOS LAICOS (Miguel Angel Asiaín)
• LECTURA ORANTE Y CALASANCIA DEL EVANGELIIO (Joseph A. Miró)
• ALABARÉ A MI SEÑOR (J.Mª Martín Moreno)
• A LOS PIES DEL SEÑOR (RCC)
• ORAR (Madre Teresa de Calcuta)
• EL ESPÍRITU NOS REVELA A JESÚS (Serferino Falvo)
• SEÑOR, ENSEÑAME A ORAR (Lucy Rolney-Robert Faricy)
• ITINERARIO HACIA DIOS (Ignacio Larrañaga)
• NACIDOS PARA ALABAR (Vicente Borragán)
• LA ORACIÓN DE SÚPLICA (E.L. Mazariegos)
7. PARA COMPARTIR EN COMUNIDAD
• Experiencias que hemos tenido esta semana.
• ¿Con qué modalidad de oración nos hemos identificado más?
• Dificultades que hemos encontrado.
• ¿Hemos encontrado en nuestra espiritualidad un tono calasancio?
• ¿Qué pasos podría ir dando mi comunidad para crecer en la oración?
• Comentar resultados del test.

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3. EUCARISTÍA, CENTRO DE LA COMUNIDAD


1. Un primer acercamiento
La espiritualidad cristiana tiene su máxima expresión en la
Eucaristía. Ahí es donde cada cristiano se encuentra con el
Señor de su vida y es convocado en comunidad a seguir a Je-
sús y a construir su Reinado en medio de nuestro mundo.
Resulta curioso, entonces, cuando escuchamos a miembros
de nuestros grupos y comunidades que la Eucaristía es un
momento importante, pero no central en su vida. Cuesta en-
tender que el atender a la llamada de su Señor, el fortalecer la
comunidad con la centralidad de la presencia de Jesús, el par-
ticipar del Cuerpo y la Sangre, el renovar la misión a la que
somos enviados en cada “misa”,… no sea prioritario y central
en nuestra vida y en nuestra espiritualidad.
A menudo hemos dicho que nuestra Fraternidad tiene dos
momentos de reunión: la de la pequeña comunidad donde se comparte con intensidad la vida y
la eucaristía donde tomamos conciencia de lo realmente importante: la centralidad absoluta de
Jesús.
La Eucaristía es así la mesa de todas las mesas, el centro de toda comunidad y de todo pro-
yecto cristiano.
Asistir a la misa, prepararla con mimo, disfrutarla, invitar a ella a quienes más queremos,… son
talantes bien imprescindibles para crecer en espiritualidad cristiana.

PARA COMENTAR EN LA PEQUEÑA COMUNIDAD


• ¿Cómo vivimos cada uno la Eucaristía? ¿Cuál es nuestra actitud ante ella?
• ¿Cómo podemos avanzar, tanto personalmente como comunitariamente?

Un artículo que nos puede ayudar a profundizar en la Eucaristía es de Dolores Aleixandre, pu-
blicado en Sal Térrea hace ya unos años:
2. Siete verbos elementales de acceso a la Eucaristía
La elección de estos siete verbos -TENER HAMBRE - COMPARTIR MESA - RECORDAR -
ENTREGAR - ANTICIPAR - «TRAGARSE» A JESÚS - BENDECIR- está hecha mirando aque-
llo que en la celebración de la Eucaristía aparece recordado, representado, dicho y recibido y
que puede ir configurando la vida de los que participamos en ella. En realidad, más que de
«acceso» habría que hablar de «circularidad», porque tratar de vivirlos nos adentra en la Euca-
ristía; pero es el misterio que allí celebramos lo que de verdad nos reenvía a vivirlos en nuestra
existencia cotidiana.
Llamo «elementales» a estos verbos en la misma perspectiva de estas preguntas que también
lo son:
«¿Cómo se puede explicar el hecho -dice J.M. Castillo- de que una persona se pase gran parte
de su vida comulgando a diario y, después de muchos años recibiendo cada día a Jesús en la
Eucaristía, resulte que tiene los mismos defectos que al principio, o incluso que tenga defectos
y faltas más importantes que cuando empezó a comulgar? ¿Cómo se puede explicar que tanta
gracia, acumulada durante tantos años, no se note, al menos de alguna manera, en la vida
concreta de esa persona?»
«¿Cómo es posible -se pregunta A. Paoli- que, en países de mayoría católica, mucha gente
piadosa que frecuenta la Iglesia, que todos los días recibe la Eucaristía y que habla de Cristo y
adora a Cristo, viva indiferente ante la injusticia y la desigualdad y, más aún, contribuya con
sus opciones políticas y económicas a mantener cada vez más la desigualdad y la injusticia?»

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No me considero capaz de contestar a la radicalidad de esas preguntas. Solamente pretendo


provocar una reflexión que puede hacerse en ámbito comunitario y que al menos nos ayude a
planteárnoslas con un poco más de honradez.
a) Tener hambre
En una asamblea numerosísima de religiosas en una casa en medio del campo, celebraba la
Eucaristía un obispo. Todo estaba resultando extremadamente solemne, las rúbricas eran es-
crupulosamente observadas, y la homilía versaba sobre la Iglesia Una, Santa, Católica y Apos-
tólica, a razón de diez minutos por nota. En el jardín había una algarabía de pájaros acomo-
dándose en los árboles al atardecer, y me distraje pensando que si estuviera Jesús sentado
entre los fieles, como laico que era, a lo mejor se habría levantado y le habría pedido con mu-
chísimo respeto al obispo si no le importaba callarse un momentito para que todos pudiéramos
escuchar a los pájaros. Eso me inundó de consolación, que llegó a su cumbre
cuando, en el ofertorio, el que ayudaba a misa tropezó, empujó el cáliz, se derramó el vino, y la
agitación que provocó hizo que aquello empezara a parecerse a una cena de verdad.
Y es que a fuerza de estilizar los símbolos, de respetar los ritos y de cuidar la liturgia, corremos
el peligro de olvidar que en el origen de lo que celebramos hubo una cena de despedida, y que
a lo que estamos invitados es, no a un espectáculo, ni a una representación,
ni a una conferencia, sino a una comida fraterna. Y, para comer, lo primero que uno necesita es
tener hambre.
Esta realidad, estremecedora en dos tercios de nuestro mundo y que tendría que quitarnos el
sueño al tercio restante, tiene mucho que ver con un cierto «estado de vigilia» que mantiene
despierto el deseo.
De entre todas las estrategias pastorales de las que echamos mano a la hora de motivar a la
gente para que participe en la Eucaristía (y de motivarnos nosotros, que buena falta nos hace),
quizá ésta de invitar a contactar con la autenticidad del deseo sea de las más olvidadas. Y, sin
embargo, es la que toca la zona más honda de nuestro ser.
Lo que ocurre es que requiere un trabajo de poda que no siempre estamos dispuestos a hacer,
porque al Deseo con mayúscula lo debilitan y lo adormecen los pequeños deseos
parásitos que se encarga de inocularnos una sociedad especialista en generarlos. Y así anda-
mos, ingenuos y desprevenidos, dejándonos invadir en zonas de nuestro ser que deberían ser
el espacio de ese deseo que expresa tan bien el simbolismo del AT:
«Mi alma te ansía en la noche,
mi espíritu en mi interior madruga por ti,
¡con qué ansia por tu nombre y tu recuerdo!» (Is 26,8-9).

«Mi garganta tiene sed de ti,


mi carne tiene ansia de ti,
como tierra seca, agostada, sin agua...
Me saciaré como de enjundia y de manteca
y mis labios te alabarán jubilosos» (Sal 63,2.6).

«Escucha, pueblo mío, por lo que más quieras,


Israel, a ver si me escuchas:
abre toda tu boca, que yo la llenaré....
Ojalá me escuchara mi pueblo
y caminara Israel por mi camino:
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría de miel silvestre ... » (Sal 81,9.16).
«¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta pascua antes de padecer ... !» (Lc 22,14), decía
Jesús; pero nosotros andamos desganados o aparentemente satisfechos, entretenidos en mil
distracciones, y el deseo hondo del Señor y su Reino nos resultan demasiado exigentes, y su
pretensión de totalizar nuestra vida una exageración propia de tiempos juveniles que se queda-
ron ya atrás.
«Cuando vuelva el hijo del Hombre, ¿encontrará deseo en la tierra?», podríamos decir parafra-
seando la frase de Lucas (cf. /Lc/18/08). Porque quizá nosotros tenemos ya bastante con
programar un viaje o planear unas vacaciones, estar al tanto de las últimas noticias, conseguir

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que nos conozca y reconozca una docena más de personas, obtener la felicitación de un jefe,
no tener ni un minuto libre (la agenda llena nos inunda de un prestigio estresado que se lleva
mucho ... ), escribir el artículo que dará que hablar, o lograr, por fin, aquel coche que no des-
merece de nuestra importancia... Es difícil «tener hambre» si son ésas o parecidas las
claves desde donde nos movemos.
Cuenta el libro de los Reyes que, cuando Elías caminaba por el desierto hacia el Horeb y des-
fallecía en la marcha, un ángel lo reconfortó con pan y agua, «y con la fuerza de aquel alimento
caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar al Horeb, el monte de Dios» (1 Re 19,8).
Experimentamos hambre cuando estamos en marcha hacia algún «Horeb», cuando nos des-
gasta el trabajo por el Reino, la preocupación por los otros, la lucha por un mundo más humano
y por abrir caminos al Evangelio; pero el andar pendientes del «que si subo - que si bajo», aga-
rrados a la barra del caballo del tío-vivo que gira en torno a nosotros mismos, nos
anestesia peligrosamente y paraliza la urgencia de acudir a ese Pan que sostiene nuestras
fuerzas.
«Querellémonos de nosotros -decía Juan de Ávila-, que, por querer mirar a muchas partes, no
ponemos la vista en Dios y no queremos cerrar el ojo que mira a las criaturas para, con todo
nuestro pensamiento, mirar a sólo él. Cierra el ballestero un ojo para mejor ver con el otro y
acertar en el blanco, ¿y no cerraremos nosotros toda la vista a lo que nos daña, para mejor
acertar a cazar y herir al Señor? Coja y recoja su amor y asiéntelo en Dios quien quiere alcan-
zar a Dios»
La teología y la espiritualidad han dado un giro, y nos parece fatal eso de «no mirar a las criatu-
ras»; pero su equivalente fin de siglo sería eso que A. Chércoles llama «la mirada carroñera»,
que ve la realidad como adquisición y revela nuestra codicia posesiva.
«Sin Eucaristía no podríamos vivir», dicen que decían los primeros cristianos, ballesteros de-
terminados a dar en el blanco, convencidos de necesitar un alimento de vida que viniera de
fuera de ellos mismos, y revelando una actitud que está en las antípodas de la autosuficiencia y
de la dispersión.
Y nosotros ¿nos atreveríamos a decir con sinceridad que no podríamos vivir sin Eucaristía, o
ésta es para nosotros una especie de «plus piadoso», un complemento alimenticio que no nos
dejaría hambrientos si prescindiéramos de él?

1. Podemos preguntamos por nuestros deseos/hambres: dónde los tenemos puestos, cómo los
alimentamos, cuáles son nuestros «deseos parásitos»...
2. Puede resultar liberador poner nombre a nuestras tentaciones de saciedad satisfecha para
mantener despierto el deseo de otro Pan diferente del que intentan vendernos desde tantos
mercados.

b) Compartir mesa
«No serás amigo de tu amigo hasta que os hayáis comido juntos un celemín de sal», dice un
proverbio árabe. Y eso supone tiempo compartido, conversación prolongada, confidencias en-
tre amigos...
Compartir la mesa es el gran símbolo de la convivialidad, de la reconciliación y la inclusión; y,
desde el AT, los banquetes son la mejor metáfora de lo que Dios prepara a su pueblo:
«El Señor de los ejércitos prepara
para todos los pueblos en este monte
un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares enjundiosos, vinos generosos.
El Señor Dios aniquilará la muerte para siempre,
enjugará las lágrimas de todos los rostros
y alejará el oprobio de su pueblo de todo el país,
lo ha dicho el Señor» (ls 25,6-8).
La imagen que elige Jesús para hablarnos de lo que es central en el Reino, no es la visión ex-
tática y beatífica que ha contaminado de platonismo nuestras imágenes de vida eterna, sino un
banquete, una comida festiva. Su gesto de compartir mesa con gente marginal no era un acto
eucarístico en el sentido estricto del término, pero sí prefiguraba y preparaba la Eucaristía co-
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mo culminación de algo que se había ido gestando y expresando en aquellas comidas en las
que los últimos eran acogidos y tenían un lugar preferente.
La primera comunidad recordaba este gesto, profundamente subversivo precisamente porque
incluía a judíos y no judíos, a libres y esclavos, a mujeres y hombres, a pobres y ricos.
«Partir el pan expresaba y creaba la fraternidad, porque suprimía las barreras discriminatorias.
No era un rito de evasión o de enclaustramiento, sino un compromiso y una toma de posición
frente a una sociedad dividida en grupos opuestos. Partir el pan iba unido a la preocupación
por que comieran los pobres y desposeídos de la comunidad, y esto no sólo por razones
humanitarias, sino, sobre todo, por una exigencia de formar la Iglesia concreta, que tiene el de-
ber de rechazar la distinción entre ricos y pobres»

1. Preguntarnos cómo y con quiénes compartimos el banquete de nuestra vida, a quiénes sen-
tamos a nuestra mesa (la de nuestro tiempo, nuestra amistad, nuestros bienes, nuestro inte-
rés...), a quiénes excluimos y por qué.
2. Dejarnos «provocar» por estos textos, tratar de detectar qué dinamismos de inclusión están
ya presentes y actuantes dentro y fuera de la Iglesia, para adherimos a ellos. Discurrir cómo
podemos crecer en ese talante de incorporar, agregar, atraer, vincular... Proyectar «estrategias
de inclusión», modos concretos de continuar en lo corriente de nuestra vida la experiencia de
ser incluidos que vivimos en cada Eucaristía.

«La Eucaristía es la 'operación igualdad'. Eucaristía es el pequeño grupo desmenuzado, indivi-


dualizado y desigual de Hch 4,32, que se hace comunidad, es decir, se hace 'un solo corazón y
una sola alma'. Y se hace comunidad porque 'nadie llama suyos a sus bienes, sino que todo lo
tiene en común'.
A Dios se le glorifica única y exclusivamente de una manera eucarística; se le glorifica con el
pan y el vino; se le glorifica repartiendo, comunicando, realizando la comunión real y material,
económica entre nosotros. Existe una sola forma de glorificar a Dios: es la forma de crear co-
munión entre nosotros. Toda forma de glorificación de Dios, si no pasa por la Eucaristía, por
esta voluntad absoluta de compartir con los demás, de celebrar, de comprometerse para cele-
brar una reconciliación con los hombres, no es culto a Dios, es una burla»
«Primero sea el pan, después la libertad. La libertad con hambre es una flor encima de un ca-
dáver. Donde hay pan, allí está Dios. 'El arroz es el cielo', dice un poeta de Asia; la tierra es un
plato gigantesco de arroz, un pan inmenso y nuestro para el hambre de todos. Dios se hace
pan, trabajo para el pobre, dice el profeta Ghandi. La Biblia es un menú de pan fraterno
Jesús es el Pan vivo.El universo es nuestra mesa, hermanos».
c) Recordar
Tengo asociado el tema del recuerdo con una tarde de Jueves Santo en la Escuela Bíblica de
Jerusalén, durante la procesión en la que se lleva el Stmo. Sacramento al monumento. Los ce-
lebrantes eran muchos, casi todos ellos ilustres profesores de Sagrada Escritura; y entre el gó-
tico simple de la iglesia, los hábitos dominicanos, las facha impresionante de aquellos hombres,
la ciencia que se suponía detrás de cada uno y las voces graves y bien timbradas con que can-
taban el Pange Lingua, el impacto estético era fortísimo.
Y en aquel momento tuve la sensación -y que me perdonen los liturgistas- de que toda aquella
belleza era ambigua. Es verdad que abría un camino hacia la trascendencia, pero suponía a la
vez una amenaza por su capacidad de distraemos sutilmente de aquello que
estábamos recordando. La solemnidad, el incienso, el latín, el gótico, las velas y las flores po-
dían alejarnos de la historia dramática de la que estábamos haciendo memoria: un galileo
arrastrado por las calles de Jerusalén, torturado en unos sótanos, abucheado por la multitud,
sentenciado por las autoridades, ejecutado públicamente fuera de la ciudad.
Soy consciente de que éste es un tema delicado; pero, si nos atrevemos a abordarlo, quizá lle-
garíamos a un reconocimiento sanante de nuestra tendencia a «transfugamos» hacia la estéti-
ca, la ritualización, la majestuosidad, la privatización o la «lightización» de todo lo que tenemos
a nuestro alcance.
Porque «partir el pan» es mucho más que un gesto ritual: es una forma de comer que expresa
una forma de vivir. Hacemos memoria de Jesús para seguir haciendo lo que él hizo: «partirse la

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vida», «vaciarse hasta la muerte», según la expresión del cuarto canto del Siervo (ls 53,12). De
esa memoria nace nuestra fraternidad, y sólo se «reconoce a Jesús al partir el Pan» cuando el
estilo de vida que él expresó en su entrega se hace presente, aunque sea germinalmente, en
los que pretendemos seguirle.
1. «Cuidado: guárdate muy bien de olvidar los hechos que presenciaron tus ojos, que no se
aparten de tu memoria mientras te dure la vida» (Dt 4,9). Recordar qué es lo que «presenciaron
nuestros ojos», lo que significa para cada uno «hacer memoria de Jesús» y confesarnos
las razones secretas por las que preferimos vivir desmemoriados a volver una y otra vez al re-
cuerdo perturbador de quien llegó por nosotros «hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2,8). Y
comprobar desde la propia experiencia cómo ese síndrome amnésico suele ir unido a la des-
preocupación y el olvido de todos los que hoy siguen en la cruz.
2. El texto que viene a continuación puede ser terapéutico para nuestras evasiones ritualistas y
tentaciones de trivialización:
«Aquella noche Jesús se acordó del amor de su Padre y de la confianza que le permitía hablar
con autoridad; veía, además, los conflictos a los que le habían arrastrado, poco a poco, sus
solidaridades. Acorralado, como otros muchos antes y después de él; consciente de que habría
podido hallarse del otro lado, del de los fuertes y poderosos, y sabiendo que aún podía luchar
espada en mano, lo que hizo fue tomar un trozo de pan, partirlo y distribuirlo entre sus amigos
diciendo: 'Ésta es mi vida y os la doy a vosotros.
Siempre que, de una u otra forma, os encontréis en mis circunstancias, acordaos de mí y
haced lo que yo hago ahora'. Ésta es la historia que mueve a los cristianos a reunirse de cara a
sus decisiones, sus opciones de solidaridad y los riesgos de su existencia para acordarse de
Jesús, cuya vida y la de ellos mismos comparten bajo la forma de pan, continuando hoy de es-
te modo en sus vidas lo que él vivió: su muerte y el sacrificio de su existencia en fidelidad a sus
solidaridades. La muerte de Jesús se halla en el centro mismo de la Eucaristía, porque ésta
remite a los cristianos a los conflictos históricos en que se encuentran metidos. Les indica que
es precisamente en esos conflictos y en esas crisis y no en las nubes donde se puede discernir
quien es Dios y cuál es el Dios de Jesús. La ejecución de éste plantea, con toda la seriedad
que conllevan la muerte y el rechazo, la cuestión de nuestras solidaridades y de las solidarida-
des de Dios».
d) Entregar
Es éste un verbo que resulta extraño a nuestra cultura, en la que se conjugan precisamente los
contrarios: apropiarse, guardar, retener, acumular, poseer...
Acostumbrados a la lógica del cálculo, de la medida y la cautela, no nos es fácil entrar en la ló-
gica de la Eucaristía, en la que celebramos el máximo derroche, el total despilfarro.
Pero es precisamente eso lo que se nos llama a celebrar y a vivir: «haced esto en recuerdo
mío». No dice «meditad», «escribid», «reflexionad teológicamente», «componed himnos»,
«bordad ornamentos», «organizad procesiones», «celebrad congresos», sino, sencillamente
«hacedlo». No como una ejecución mimética, sino como algo que nace de dentro, de ese rin-
cón secreto de nuestra verdad última.
Gracias al relato de la Cena, sabemos (podemos «conocer internamente», diría Ignacio de Lo-
yola) lo que había en el interior de Jesús ante su muerte. Sin la Eucaristía, sería posible pensar
que murió por una especie de «lógica de la necesidad», porque no podía ser de otro modo.
Sabemos que no fue así: la noche en que iba a ser entregado, cuando su vida estaba en peli-
gro, pero aún no había sido detenido y todavía estaba abierta la ocasión de escapar
de una muerte que le pisaba los talones, él hizo el gesto de ponerse entero en el pan que re-
partió, e hizo pasar la copa con el vino de una vida que iba a derramarse hasta la última gota. Y
aquel gesto y aquellas palabras, recordadas en cada Eucaristía, nos permiten
adentrarnos en el misterio de una voluntad de entrega que se anticipa a la pérdida: nadie pue-
de arrebatarle la vida, es él quien la entrega voluntariamente (cf. Jn 10, 18).
Siempre he pensado que las explicaciones «satisfactorias» (todo aquello de la ofensa infinita y
de un dios neurótico necesitado de una víctima que le diera reparación adecuada) están gra-
badas de manera tan indeleble en el pueblo cristiano porque, en el fondo, nos hacen el favor de
dejarnos a nosotros fuera de ese «ajuste de cuentas» entre el Padre y Jesús.

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Y eso nos resulta más cómodo que hacer de su entrega un estilo de vida, un camino de
seguimiento, una llamada perentoria a continuar viviendo eucarísticamente, es decir, escapan-
do de la espiral de la codicia y de la posesividad para entrar en la danza de la vida que no se
retiene, en el gozo extraño de ofrecerse y darse, de desvivirse, de entregar todo lo que se es y
se tiene.

1. Podríamos visualizar a cámara lenta el gesto del ofertorio, con todo lo que implica de des-
apropiación, desprendimiento, alegría de poder regalar, disponibilidad, esfuerzo por liberar la
posesividad de nuestras manos. Y observar qué resistencias sentimos si lo que ofrecemos es
el tiempo, las fuerzas, la atención desplazada de nosotros mismos hacia los demás, la tarjeta
de crédito, las llaves de nuestra casa, esos días de «puente» largo que reservábamos para
nosotros...
2. Al leer este poema de Rilke, podemos encontrar un reflejo de la actitud posesiva, que es la
opuesta a la del don y en la que quizá nos reconoceremos «penitencialmente»...

«No te inquietes, Dios.


Ellos dicen 'mío'
a todas las cosas que son pacientes.
Son como el viento que roza la rama
y dice 'mi árbol'.
Ellos apenas notan cómo arde su mano,
de modo que también en su limbo último
podrían sostenerlo sin quemarse.
Dicen 'mío' como el que al conversar
con campesinos llama amigo al príncipe
si el príncipe es muy grande y está lejos.
Dicen 'mío' y llaman su posesión
a lo que se cierra cuando se acercan,
al modo que un insulso charlatán
llama acaso suyo al sol y al relámpago ... »

3. Para tener memoria agradecida, nos ayudaría «levantar acta» de tantas actitudes de entrega
gratuita como existen a nuestro alrededor y que quizá no reconocemos por pura miopía del
corazón...

e) Anticipar
Si algo fue difícil de encajar para los primeros cristianos, fue el retraso de la llegada del Señor y
del Reino. Detrás de muchas imágenes de las parábolas que llamamos «escatológicas», se
esconde el intento de descifrar una realidad desconcertante: por eso hablan de «noche», de
«ausencia», de «retraso» ... ; por eso su fe necesitó, como la nuestra, dirigir su mirada a «las
cosas últimas», escucharlas, simbolizarlas, imaginarlas, convertirlas en palabras pronunciables.
A esa necesidad profunda de «anticipar», de pre-gustar ya aquí algo de lo que será definitivo,
responde «literariarnente» el Apocalipsis, y «sacramentalmente» la celebración eucarística.
«El hebreo, viviendo entre las demás cosas, las ve todas como promesas: para el hebreo la
piedra no 'tiene' dureza, no 'es' dura en el sentido que el griego daría a estas palabras. La pie-
dra, por eso que llamamos dureza suya, se le presenta como permaneciendo firme en el futuro,
comportándose sólidamente en él. La piedra 'es' dura significa: la piedra permanecerá. La ver-
dad no es así un atributo del presente, sino una promesa del futuro. (... )
La verdad no está oculta tras el movimiento, como en Grecia, sino tras la historia. La verdad es
cuestión de tiempo. Lo que las cosas son, su destino, será transparente cuando llegue la 'con-
sumación de los siglos».
«La verdad es cuestión de tiempo». La Eucaristía nos revela cómo será el futuro: una humani-
dad reconciliada y fraterna; una mesa para todos, en la que circularán el Pan y la Palabra; una
comunidad reunida en torno al Resucitado y participando de su Vida. Al acercamos a ella des-
de la experiencia dolorosa de un mundo dividido y roto, nuestra esperanza se rehace al cele-
brar anticipadamente la realización del sueño de Dios sobre su mundo.

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Vivir la Eucaristía como anticipación utópica, como «maqueta» del mundo que el Padre quiere,
nos hace volver a lo cotidiano más capaces de perdonar y de ser perdonados, más decididos a
trabajar por ensanchar espacios en los que cada hombre y cada mujer encuentren su lugar en
torno a la mesa común, más dispuestos a ser pan compartido y presencia real del amor de
Dios para los últimos.

1. «Al comulgar aquel día en aquel pueblecito cerca de La Habana, sentí que el día anterior
había vivido la más grande y verdadera 'procesión del Santísimo'. Al pasear por sus calles,
entrar en las casas, compartir los dolores, la alegría, el milagro de la vida con la mujer diabética
recién parida, la tarta compartida para seis donde no hay ni harina ni azúcar.... habíamos sido
Eucaristía unos para otros, nos habíamos entregado mutuamente desde lo más profundo y me-
jor de nosotros... Sentí la necesidad de adorar a Jesús-Eucaristía en nosotras y en los herma-
nos cubanos. Éramos una misma cosa, un mismo corazón entregado y compartido»
(Reflexión de una provincial de mi congregación a raíz de una visita a Cuba).
Podemos evocar otras situaciones en las que el vivir «eucarísticamente» nos ha hecho gustar
de antemano lo que es nuestro destino final.
2. «Mis manos, esas manos y Tus manos hacemos este gesto, compartida la mesa y el desti-
no, como hermanos, las vidas en Tu muerte y en Tu vida.Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos. Comiéndote sa-
bremos ser comida. El vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día. Llamados por la luz de Tu memoria, marchamos hacia el Re-
ino haciendo Historia, fraterna y subversiva Eucaristía»

f) «Tragarse» a Jesús
Por más que lo he intentado, no he conseguido encontrar otro verbo menos áspero que éste,
que al menos tiene la ventaja de ser familiar en nuestro vocabulario: «no trago a tal persona»;
«ese disgusto aún no me lo he tragado... »; «todavía lo tengo aquí» (y señalamos la gargan-
ta)... Nos es fácil sacar la lengua o poner la mano para comulgar y tragamos el Pan, y luego
volver a nuestro sitio con recogimiento y dar gracias lo mejor que podemos. Pero, de vez en
cuando, tendríamos que cambiar la expresión «comulgar» por la de «tragarnos a Jesús», para
caer un poco más en la cuenta de lo que significaría «tragamos» su mentalidad (es el meta-
noeite [«cambiad de mentalidad»] de Mc 1, 15, o el «tened los mismos sentimientos que Cristo
Jesús» de Flp 2,5), sus preferencias, sus opciones, su estilo de vida, su extraña manera de vi-
vir, de pensar y de actuar.
Recuerdo una devota costumbre que me inculcaron de niña que se llamaba «hacer una comu-
nión espiritual»: consistía en mandar el Corazón al sagrario (se recomendaba mucho hacerlo
en los viajes, al divisar un campanario) y desear recibir a Jesús espiritualmente,
ya que no podía hacerse sacramentalmente. Se me ocurre que podría ser un buen ejercicio
hacer algo parecido abriendo el Evangelio al azar y, cuando leamos, por ej.: «El que quiera ser
el mayor entre vosotros que sea vuestro servidor» (Mt 23,12); «No te digo que perdones hasta
siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22); «Me dan compasión estas gentes, dad-
les vosotros de comer» (Mc 6,34.37 ); «No amontonéis tesoros en la tierra» (Mt 6,19); «Las
prostitutas os precederán» (Mt 21,3 1) «Prestad sin esperar nada a cambio» (Lc 6,35)..., hacer
el gesto interior de «tragarnos» eso, de comulgar con ello, de desear, al menos ir poniéndonos
de acuerdo con Jesús, creciendo en afinidad con él, pidiendo al Padre, con la pobreza de quien
se siente incapaz desde sus fuerzas, que «nos ponga con su Hijo» y nos haga ir
teniendo «parte con él» (cf. Jn 13,8), con las consecuencias de que sea el «Primogénito de una
multitud de hermanos ... »
Este fragmento de un poema de Benjamín González Buelta puede ayudamos a continuar esta
reflexión en una actitud más orante:
«Te ofreces a nosotros
para que comulguemos con tu presencia
y, al acogerte a ti,
hecho de tiempo y de historia nuestra,
acojamos también la vida de los otros
que en ti se ha hecho sacramento cercano.

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Te ofreces a nosotros
para que comulguemos con tu proyecto
que congrega y resucita
tantas horas humanas
desmenuzadas como harina
por mecanismos que giran
como prensas y molinos.
Un día, toda la historia
descansará en tu encuentro,
reconciliada eternidad,
como el pan y el vino
de la vida tuya y nuestra,
compartidos sin codicia
en la mesa fraterna
donde festejaremos sin ocaso»
g) Bendecir
Es el verbo central de la Eucaristía y la médula de nuestra vida. La palabra griega eucharistía
(acción de gracias) tuvo más fortuna en el NT que eulogia (alabanza), la otra palabra con que
la Biblia griega traduce la berakah hebrea (bendición); y cuando decimos «eucaristía», estamos
recogiendo toda la herencia de bendición, de alabanza y de agradecimiento desbordante que
recorre todo el AT.
Una de las experiencias más gozosas de Israel es la de reconocer que la bendición de su Dios
le concede vida, fecundidad, protección. Decir «bendición» es decir regalo, don gratuito (el
«bendecir» de Dios es «bienhacer», dice Alonso Schökel), y los creyentes bíblicos reaccionan
con una «bendición ascendente» que dirige hacia el Señor su alabanza y su acción de gracias.
La bendición es el término que condensa la riqueza y la originalidad de la tradición en que
aprendió a orar Jesús.
A través de ella, el creyente israelita entra en una triple relación con Dios, con el mundo y con
los demás: al repetir insistentemente a lo largo del día «Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por... », reconoce a Dios como origen de todo lo que existe, al mundo como un don que hay
que acoger, y a los demás como hermanos con los que hay que participar del único banquete
de la vida.
«Bendecir significa revelar la última identidad de las cosas, su profunda interioridad, que con-
siste en hacer entrar en relación con el Creador» 13. Los objetos, la actividad, el trabajo, las re-
laciones, el espesor de la vida... pueden volverse opacos y ser ocasión de desencuentro; pero
la bendición consigue que la realidad se vuelva translúcida: ilumina nuestra mirada y la hace
llegar hasta llegar hasta Dios, que es su origen.
La Eucaristía, que nació en ese contexto («Tomó el pan y, pronunciada la bendición, se lo
dio...» [Mc 14,22; Mt 26,26; Lc 22,15;1 Cor 11,241) es para nosotros la ocasión de convertir en
bendición nuestra vida entera, de «arrastrar» hasta ella todo el peso de nuestro agradecimien-
to, todo lo que en nosotros y en toda la creación está llamado a convertirse en canción, en «un
himno a su gloriosa generosidad» (Ef 1,14).
Tenemos en las manos y en el corazón la opción de vivir «en clave de murmuración» (quejas,
resentimiento y desencanto, como Israel en el desierto (cf. Ex 16-171) o «en clave de bendi-
ción», descubriendo en la vida, más allá de su opacidad, la presencia que hacía estremecerse
de alegría a Jesús (cf. Mt 11,25) cuando sentía la «afinidad» de sus preferencias con las del
Padre.
La Eucaristía nos invita a comulgar con su bendición, su gozo se nos ofrece como un pan que
se parte: «Al que venga, le daré un maná escondido... » (Ap 2,17). «Estoy a la puerta y llamo:
si alguien escucha mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmi-
go» (Ap 3,20).
Quizá sólo seamos capaces de esos gestos elementales: poner la mesa, estar despiertos,
quedarnos en silencio, vigilar, reconocer una voz, abrir la puerta, acoger agradecidos ese maná
escondido. (Sal Térrea 1995/05, p. 340-354).

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4. LOS SACRAMENTOS
Mª José y Diego, Comunidad del Sur de Albisara
0. Nota previa
Después de reunir toda la documentación y de preparar un
primer esquema del desarrollo del tema, justo en el momento
de sentarme a redactarlo, un autobús viaja desde Granada a
Taizè para los funerales del Hno. Roger.
Cierto que habría querido viajar en él, pero la flor y la oración
que me habría gustado llevar, están en ese autobús. En la
mochila de mi hijo.
Esto me llena de una profunda satisfacción, pero me respon-
sabiliza, con mi hijo y con Taizè. Por eso comparto con voso-
tros un tema completamente distinto al inicialmente prepara-
do: lo que os presentamos es el tema de los sacramentos
actualizado, pero tal y como lo dimos al grupo de bautizan-
dos (Diego entre ellos) en su catequesis preparatoria.
Veréis que pierde en rigor teológico y en aspectos polémi-
cos, pero cuando lo preparamos intentamos que fuera sencillo, esperanzador y que no perdiera
en ningún momento el “perfume de Taizè”.
1. ¿Dónde estamos? La idea de los sacramentos
Más o menos todos sabemos qué y cuáles son los sacramentos. El “barniz” de cultura que nos
trajo el Concilio –con sus catecumenados sacramentales obligatorios- y la amplia participación
social que en nuestro país se da en los sacramentos cristianos, permiten que todos conozca-
mos qué son y en qué consisten.
Pero tiene que estar pasando algo raro: cuando oímos hablar de una Comunión, lo que más se
comenta es lo cara que resulta ¿?. O cuando nos dicen dónde se celebra una boda, la respues-
ta es el nombre de un restaurante ¿?. Se oye que lo único que se necesita para volver a casar-
se por la Iglesia es tener mucho dinero ¿?. Todo el mundo sabe que el requisito para el bau-
tismo de un niño es conocer a un cura ¿?, porque si no, hay que acudir a unas charlas ¿?. O
que la unción de enfermos es el sacramento del mal fario ¿?. Y, lamentablemente, todos sa-
bemos que esto NO es una caricatura. Por muy gorda que tengamos la vista, sabemos que a
los sacramentos no nos convoca la fe, sino lo bien que quedan (o, en el mejor de los casos, la
costumbre o no dar un disgusto a mamá).
La Eucaristía es tema que se tratará aparte en este bloque de formación. En todo lo demás, es
conveniente que nos planteemos ahora con qué seriedad nos tomamos el que salga adelante
la reforma sacramental y litúrgica propuesta por los documentos del Vaticano II. Desde luego,
visto lo visto, no será por lo que la gran mayoría de cristianos de número pretendan. Pero, para
nosotros: ¿nos dejamos llevar por la visión económica de los sacramentos?, ¿y por la estéti-
ca?, ¿hasta qué punto somos cómplices de este proceso que vacía de contenido los sacramen-
tos?
Pero este es el momento de las ideas y pensamos que, en este tema, los cristianos comprome-
tidos tenemos las ideas claras. Sabemos que el sacramento que instituye como sacerdote a
una persona es el bautismo, ¿o no? Y que lo que da potestad sacramental directa (sin licencia)
no es un sacramento (el de orden), sino un sacramental (consagración episcopal, en gran parte
equiparada, a la del superior mayor), ¿o no? También sabemos que un sacerdote no puede
“casar”, ¿o no? Que no es requisito morirse para recibir la unción; que sacramento del Espíritu
son todos y, especialmente, el bautismo (que no es de agua);...
Bueno, a lo mejor sí merece la pena profundizar en lo que son cada uno de los sacramentos.
Aunque sólo sea para poder dar contenido a lo que se está descafeinando. Aunque sólo sea
para poder dar testimonio de nuestra fe, aún a costa de ser contradicción para el mundo.
Las posturas dentro de la Iglesia van desde los que pedimos un nuevo concilio que profundice
en las reformas que se quedaron a medias (o que se aplicaron poco y mal), hasta los que pre-
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tenden la vuelta atrás en el proceso de cambios. Por eso hay que “gastar delicadeza”. Porque
con las ideas se configura la dogmática. Y se encuentra peligrosamente cerca del integrismo.
En un tema general de acercamiento a los sacramentos nos parece más interesante compren-
der de dónde venimos y qué es lo que vivimos.
2. ¿De dónde venimos? Un poquito de historia
El tema de los sacramentos, a lo largo de la historia, ha sido uno de los que más ha separado a
los seguidores de Jesús de Nazaret.
Para encontrar unanimidad en cuanto a lo que es sacramento (sacramentum) hay que remon-
tarse a las primeras comunidades: Sacramentum es el juramento de fidelidad y obediencia que
se presta para ingresar como soldado en el ejército romano. Es verdad que todos coincidían en
su significado; pero también lo es que no tiene nada que ver con la fe de Jesús. Una lástima.
Pero es que en el Nuevo Testamento no aparece “sacramento” alguno, como tal (y mucho me-
nos liturgia establecida). Hay que buscar su sustrato en la celebración del misterio, que alude al
plan de Dios para redimir a la humanidad gracias al sacrificio de Cristo, plan que se escapa al
entendimiento de los no creyentes, pero que era revelado a aquellos que tenían fe (Ef. 1,9-10).
A principios del siglo III, Tertuliano, primer teólogo latino, tradujo la palabra griega musterion
(misterio) por el latín sacramentum, que en el uso precristiano representaba una promesa de
acción futura -como el juramento de lealtad de los soldados-. En el caso cristiano, la palabra
sacramento concentró la atención en el agua del bautismo y en el pan y el vino de la eucaristía.
Aunque algunos no encontramos más que –y rebuscando mucho- diferencias de matiz, ésta es
la primera piedra de discordia que nos aleja de los hermanos ortodoxos orientales. Ellos no ce-
lebran los sacramentos sino los misterios. Y acusan al resto de iglesias de haber elaborado una
“teología sacramental occidental”. Si no tuviéramos que hablar de “siglos y siglos de distancia”
la cuestión sería de risa.
Poco a poco, y con sustrato en ritos y gestos bíblicos (algunos con referencia neotestamentaria
poco clara) se fue elaborando un elenco de “sacramentos” que cumplían con la definición: Alu-
siones al plan de Dios, celebración del misterio.... a partir de aquí surgen (y perviven hasta hoy)
dos problemillas: el sacramento/signo y el número de sacramentos. Antes de separarnos defini-
tivamente de las iglesias orientales, merece la pena dejar de reírse y plantearnos: ¿son tan re-
calcitrantes los orientales? A la vista de la historia ¿no habremos elaborado realmente una
“teología sacramental occidental”? ¿Dónde podemos encontrar la unidad? ¿Hasta dónde ten-
dremos que retroceder (o avanzar) los católicos? ¿Un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautis-
mo?
Veamos el primer problemilla. El sacramento como signo:
En la definición de san Agustín de Hippona, los sacramentos
son "signos externos y visibles de una gracia interna y espiri-
tual”.
En la teología católica romana, así como en gran parte de la teo-
logía protestante, los sacramentos se consideran signos co-
municantes, es decir, que el propio signo conlleva la realidad
de lo que representa. Esto no es aceptado unánimemente por la
cristiandad. Grosso modo, tenemos tres posturas.
1. Sabemos que muchos hermanos de otras confesiones consi-
deran que los sacramentos no son vehículos de la realidad divi-
na; para ellos, son signos arbitrarios que sencillamente ayudan a
los creyentes a percibir lo que constituye la realidad de la gracia
interior. El caballo de batalla es la eucaristía. Utilizando la cari-
catura dirían algo así: cuando Jesús dijo “haced esto en recuer-
do mío”, sólo quería decir que para recordarle, hiciéramos esto.
Si no fuera así habría dicho: cuando hagáis esto, y por acción
directa del Padre, se producirá un fenómeno paranormal que
llamaréis transubstanciación.
Sólo el humor puede disimular un poco el dolor de toda la san-
gre derramada entre hermanos por esta discusión.

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2. Si se acepta la naturaleza comunicativa de los sacramentos, el sacramento en sí mismo con-


lleva la gracia de Dios con independencia de la fe o el carácter moral del celebrante o de sus
destinatarios. Su valor surge de su divina institución, de la obra ya realizada (en latín, ex opere
operato). Llevada al extremo, esta postura es sacrílega por superchería o brujería. Sería darle
al rito la capacidad de “convocar las potencias divinas” con independencia de quién o qué las
convoque y a quién vayan dirigidas. Abracadabra.
Pero no olvidemos que sólo hace cinco siglos, fue esgrimida por el Cardenal Cisneros para
bautizar a miles de “moros” el la plaza bib-Rambla de Granada. Y no es tanta tontería cuando
se esgrime hoy para bautizar a niños sin conocimiento.
3. Algunos han mantenido la postura contraria: aceptando el sacramento como signo comuni-
cante, el valor del sacramento depende, en alguna forma, de aquellos que lo celebran y reci-
ben, ex opere operantis ('quien realiza la obra'). Si bien la Iglesia Católica actual dice defender
la segunda postura para algunos sacramentos (los que imprimen carácter. No olvidemos el
bautismo), lo cierto es que, en mayor o menor medida exige unos “requisitos de validez”, al
menos en el celebrante. Por tanto esta tercera podríamos decir que, en el fondo muy fondo, es
la defendida mayoritariamente hoy.
Para los buenos polemistas este es un tema apasionante. La pega está en que se ha tomado
como “fundamento de fe”, en roman paladino: ya está establecido lo que hay que creer y justifi-
cada la separación de los que piensan otra cosa. Nosotros buenos. Ellos anatema. Así que, an-
tes de separarnos de otro voluminoso grupo de hermanos sería bueno plantearse: aceptados
los sacramentos como celebración y signos de fe, ¿tan esenciales son estas posturas para jus-
tificar siglos de separación, ríos de insultos y, lo que es peor, de sangre? ¿Pensamos en lo que
nos une o en lo que nos separa? ¿Podremos celebrar algún día unidos por la fe en Jesús de
Nazaret?
Volvemos ahora a S. Agustín para tratar el segundo problemilla: el número de sacramentos.
El sacramento como signo: ¿pero cuántos signos hay? ¿Son todos iguales? Desde los tiempos
de S. Agustín se habla de sacramentos principales (mayores) y secundarios; los que imprimen
carácter y los que no; los que se pueden repetir y los iniciáticos... Linda “ensalada” que deja-
mos para otro día.
En la historia del pensamiento cristiano un gran número de actos han sido llamados misterios o
sacramentos. Una serie de decisiones conciliares del siglo III confirieron carácter oficial al nú-
mero de siete. Las iglesias ortodoxas también reconocen estos siete ritos como sacramentos
(misterios, ya sabemos), pero no hay ninguna decisión oficial sobre este número. Pero, también
basado en la frase agustiniana (“cuando un signo dice relación a cosas divinas se llama sacra-
mento”) principalmente a partir de los ss. IV y V, su uso se amplía y va desde el ver sacramen-
tos en los acontecimientos, personajes y palabras del Antiguo Testamento, en cuanto referibles
al Nuevo, hasta designar como sacramentos las acciones, gestos y palabras de Cristo, o tam-
bién e incluso principalmente, los ritos sagrados de la Iglesia.
Llegamos a la Edad Media contando entre los sacramentos (estamos hablando de los cristia-
nos “buenos”, o sea, los que no se han quedado fuera por herejía, cisma u otros) desde el la-
varse las manos para comer, pasando por el partir el pan de la mesa, hasta celebraciones es-
peciales, varios ritos de la misa... Se llegan a encontrar catalogados más de trescientos.
En el siglo XIII, el teólogo italiano Petrus Lombardus resumió las posturas orientadas a concre-
tar que debía haber sólo siete (vuelta al número de siete): bautismo, confirmación, eucaristía,
penitencia, extremaunción, órdenes sagradas y matrimonio. Si bien desde las primeras comu-
nidades sabemos que no celebramos los acontecimientos meramente naturales, como el naci-
miento, la mayoría de edad, el matrimonio o la muerte (esto es lo propio de las llamadas reli-
giones naturales), las críticas que recibió este venerable teólogo desde el principio se refieren a
que más que signos de la Nueva Creación, se aproximan sospechosamente a la antigua. Por
ejemplo, el bautismo es el sacramento de la nueva vida, por lo tanto del testimonio y del Espíri-
tu (bautismo de espíritu, no de agua). El bautismo infantil se justificó en dos cuestiones funda-
mentales: la mortalidad infantil y el derecho del pater familias de “convertir” a toda su casa:
criados, esposas e hijos. Por tanto mantener la separación entre bautismo y confirmación se
parece sospechosamente a celebrar el nacimiento y la mayoría de edad –como las religiones
de las que huimos- y con ello separarse de la Nueva Humanidad que proclamamos. Otro ejem-
plo: la celebración del misterio pascual (domingo de Resurrección) evidentemente cumple los

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requisitos de S. Agustín y de la Iglesia ¿y no es sacramento? ¿No es esto vincular los sacra-


mentos a los momentos importantes de la “vida humana”, como en la religiones naturales?...
Estos fueron, de hecho, los que la Iglesia halló imprescindibles para la celebración litúrgica re-
gular del misterio cristiano. Pero la historia tendría visos cómicos, si no hubiera supuesto otra
separación entre hermanos. Más sangre, insultos, incomprensión.
Todo el mundo consideraba necesario, a finales del siglo XV y principios del XVI, la convocato-
ria de un concilio que reformara la disciplina de la Iglesia. El V Concilio de Letrán (1512-1517)
fracasó en este sentido y concluyó sus deliberaciones antes de que se plantearan las nuevas
cuestiones suscitadas por Martín Lutero. Ya en 1518 (menos de un año después), el teólogo
alemán subrayó la necesidad de celebrar un nuevo concilio que afrontara las polémicas surgi-
das, entre otras el número de sacramentos. Lutero proponía reducir el número de sacramentos
a dos: bautismo y eucaristía. Se basaba en que son los mejor referenciados en el Nuevo Tes-
tamento –Lutero habla de que son los “verdaderamente instituidos por Cristo”- y, en segundo
lugar, por la vivencia de las primeras comunidades que, como hemos visto, aplicaron la palabra
sacramento sólo a estos dos.
En el concilio de Trento (1545-1563) “atendieron” las demandas de Lutero, y por ello determi-
naron definitivamente que, para la Iglesia Católica Apostólica Romana, el número de sacra-
mentos mayores es de siete. Se mantienen, por otro lado, otros sacramentos menores o sa-
cramentales, divididos a su vez en consagraciones, bendiciones y exorcismos. Otra apetitosa
ensalada que también dejamos para otro día.
Con esta estrafalaria historia decimos adiós a otro grupo de hermanos. Coincidíamos en lo que
es sacramento, en la historia, en reconocer su valor como signo comunicante...; pero nos atas-
camos en el número. Mientras movemos la manita, en señal de despedida, nos planteamos:
¿será hasta pronto? ¿Hay hoy muchos cristianos, de un lado y de otro, que se esté planteando
en serio la diferencia entre sacramento mayor, menor
y sacramental? ¿Qué es lo que realmente nos une?
Este tema no está cerrado y después de este pequeño
repaso histórico resulta evidente por qué. Queda mu-
cho por andar y otro tanto por desandar si, además de
rezar por la unidad, pretendemos conseguirla algún
día. Queda mucho que actualizar y a esto dedicó el
Concilio Vaticano II la Constitución “Sacrosantum
Concilium”.
El Concilio pide expresamente la revisión de los ritos
sacramentales (SC 79) que iluminen sus verdaderos
valores y respondan a las necesidades presentes (SC
62). Indica que los sacramentos confieren la gracia y, a la vez preparan para recibirla y reivindi-
ca su fin pedagógico (SC 59).
Queda también mucho que vivir, siempre intentando huir de dogmáticas integristas que no nos
han servido de mucho hasta ahora. Queda mucho que llevar de la vida a los ritos, y de los ritos
a la vida.
Y aunque muchos nos desesperamos por la lentitud (y pasos atrás) de los cambios que pide el
Concilio en cuanto a los sacramentos, señalamos una última nota “histórica” como verdadero
signo de actualización: en el funeral de Juan Pablo II, un amigo personal de Juan XXIII y del
mismo Juan Pablo acudió a comulgar en plena plaza de San Pedro y con cientos de medios de
comunicación presentes, y ello a pesar de ser un conocido pastor protestante. Esto, en pleno
Vaticano, símbolo del poder papal, es un signo de unidad –sacramento real- sin precedentes.
Pero es que una mano católica, de las que siempre decían adiós, le dio la comunión, a sabien-
das de quién era y de la repercusión mundial del gesto. Ese católico, a los pocos días, se con-
virtió en Benedicto XVI.
3. ¿Qué es lo que vivimos? La celebración
En algunos casos lo que la gente percibe de los sacramentos son ritos vacíos. En palabras de
J.M. Castillo “para comprender esto, hay que tener en cuenta que el rito tiene dos característi-
cas: por una parte, se trata de una acción socialmente estereotipada y sometida a una regla-
mentación fija; por otra, el rito produce su efecto por el solo hecho de ser ejecutado con fideli-

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dad y exactitud... Por eso la práctica de los ritos ofrece seguridad al que los ejecuta. Pero, por
otra parte, cuando en la vida fallan o faltan las experiencias, se corre el peligro de seguir ejecu-
tando la mera expresión externa, es decir, el mero ritual”.
En este sentido la experiencia celebrada es la presencia de Dios. “...Cristo está siempre pre-
sente en su Iglesia, sobre todo en las acciones litúrgicas. Está presente en el sacrificio de la
Misa... Está presente con su fuerza en los sacramentos de modo que cuando alguien bautiza,
es Cristo mismo quien bautiza. Está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la
Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y can-
ta salmos...” (SC 7).
Pero es celebración comunitaria. Siendo comunidad la Iglesia es luz de las gentes (LG 1),
signo levantado en medio de las naciones (SC 2), sacramento universal de salvación (GS 5).
En definitiva cuerpo de Cristo (1 Co 12,27).
Celebramos con la alegría de la fe. ¿Tiene toda celebración cristiana el carácter de fiesta?
Contesta Juan Mateos: “Evidentemente, no. Es imposible celebrar una fiesta por semana. Es
cierto que el cristiano debe vivir continuamente en espíritu de fiesta, pues su clima interior es
de alegría y su actitud y conducta afirman incesantemente la vida que Dios ha creado. Aunque
cada encuentro cristiano participa de ese espíritu, no constituye necesariamente una fiesta en
sentido estricto. Reduciendo la cuestión a sus términos más simples, la celebración puede te-
ner dos grados: la reunión y la fiesta (en griego sýnaxis y heorté, en latín conventus y festum).
Al hablar de reunión nos referimos naturalmente a la reunión celebrativa.
La distinción no es privativa de los grupos cristianos, pertenece a la sociedad. Reunión existe
cada vez que un grupo de amigos se citan para gozar de la mutua compañía o alegrarse jun-
tos. La fiesta, en cambio, invita a la ciudad entera. La diferencia radica, pues, en la concurren-
cia, en la exuberancia y en los medios de manifestarla....
Celebrar es explicitar. Lo que en la vida se ejerce a menudo en silencio o en voz baja, se pre-
gona entonces desde la azotea (Mt 10,27). Es un momento de vida a pleno pulmón y en plena
transparencia, de ser explayado, que hace patente el mundo interior y da relieve a lo personal.
El criterio para juzgar la legitimidad y autenticidad de una celebración consistirá, por tanto, en
ver si se vive lo que se pretende celebrar; si existe una zanja entre celebración y vida, la cele-
bración es teatro.”
Todo esto nos hace plantearnos: ¿vivimos realmente las celebraciones sacramentales? ¿Cómo
afectan a nuestra vida? ¿Qué vida llevamos y compartimos allí? ¿Existe zanja entre celebra-
ción y vida? ¿Son nuestras reuniones celebrativas? ¿Y nuestras fiestas, abiertas, o vuelven a
ser reuniones?....
4. Bibliografía:
Es tremendamente amplia. Sólo algunos apuntes:
• Breve profundización en cada sacramento: cuadernillos de comunidades populares o bien
los de la comunidad Atalaya. Se pueden descargar desde www.comatalaya.es.
• Sobre la celebración: “Cristianos
en fiesta”. Juan Mateos. Ediciones
Cristiandad.
• Sobre los ministerios y los ritos:
“De los sacrificios rituales a un
nuevo culto existencial”. Juan An-
tonio Estrada. Hoy es un capítulo
de su libro “Cómo surgió la Igle-
sia” en Editorial Verbo Divino.
• Sobre los sacramentos en gene-
ral, pero más amplio “Hacia la
comunidad 3. Los sacramentos, li-
turgia del prójimo”. Juan José
Tamayo. Ed. Trotta.

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5. LA PALABRA
1. Varias posibilidades de trabajo
Presentamos a continuación diversas opciones para profundizar en la Palabra, fuente bien im-
portante para la espiritualidad cristiana:
1. Hay en el material complementario tres montajes audiovisuales que hacen un recorrido bíbli-
co: el Antiguo Testamento, el Nuevo y las cartas de Pablo. Puede ser hasta demasiado largo el
verlos, comentarlos, resaltar los acentos que van presentando… Pero son bien agradables.
2. En el material complementario hay unos cuantos artículos de Mester que ofrecen actividades
diversas: interpretación de textos, claves para la lectura bíblica,…
3. También en dicho material se ofrece un
documento en torno a la lectura orante y ca-
lasancia del evangelio.
4. Mirando el dibujo de al lado, vemos algu-
nas patas en las que se sostiene nuestra fe.
Algunos añaden la cuarta pata de la tradi-
ción, aunque puede incluirse en esa memo-
ria de la comunidad eclesial. ¿Qué impor-
tancia damos a cada pata? ¿Podemos dejar
alguna olvidada?
5. En cualquier caso es bueno que nos
cuestionemos nuestra actitud ante la Pala-
bra: nuestro conocimiento de ella, si la lee-
mos habitualmente, el uso que hacemos de ella para nuestra oración personal y comunitaria, la
necesidad de formación que descubrimos para sacarle todo su partido,…
6. A continuación ofrecemos un interesante artículo de Dolores Aleixandre, publicado en Sal
Terrae.
2. Usar la Palabra o escucharla
1. Usar la Palabra
El dilema es tan viejo como las antiguas narraciones de la Biblia, y por eso, antes de examinar
los usos y abusos de nuestra relación con la Palabra, no nos vendrá mal un «paseo bíblico»
para darnos cuenta de que tanto nuestras costumbres «perversas» como nuestros aciertos tie-
nen antecedentes.
h) Dos profetas acusan
Con su lengua de látigo, Amós amenazaba así a un pueblo que se refugiaba en las antiguas
tradiciones aprendidas y repetidas sin discernimiento: “A espada perecerán todos los pecado-
res de mi pueblo que dicen: “No nos alcanzará la desdicha, no se nos acercará el mal”
(Am.9,10)
¡Qué mas querían los habitantes de una Samaria enriquecida y opulenta que contar con una
promesa de asistencia divina que, como Si fuera un amuleto, los mantuviera a salvo y les per-
mitiera vivir machacando tranquilamente a los débiles...!
El profeta les ofrece la alternativa, el camino acertado para hacer verdadera la referencia a la
Palabra: “Buscad el bien y no el mal, para que viváis; así estará con vosotros, como decís, el
Señor de los ejércitos» (Am 5,14).
Una vez más, nos encontramos con lo que podemos llamar «cita de auditorio», es decir, con un
género en el que el profeta toma una frase repetida por el pueblo (seguramente como un estri-
billo de su liturgia, y que les sirve de apoyo) -“El Señor está con nosotros...”- y les quita de de-
bajo de los pies ese falso suelo para conducirles a lo que es la verdadera roca.
Ya está Israel de nuevo confrontado a dos maneras de referirse a la Palabra: utilizarla mecáni-
camente, como una fórmula mágica que ha dejado de cuestionarles, o abrirse a ella para acep-
tar su interpelación y su llamada a la conversión de vida.
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También Jeremías se enfrentará a este problema, tan de Israel y tan nuestro, de refugiarse de-
trás de palabras para esconderse de la Palabra: «No pongáis vuestra confianza en vanas pala-
bras diciendo: " ¡El templo del Señor!, ¡el templo del Señor!, ¡el templo del Señor! "Pues, si de
verdad enderezáis vuestros caminos y enmendáis vuestras obras, si de verdad hacéis justicia
en los juicios y no oprimís al extranjero, al huérfano y a la viuda..., entonces Yo permaneceré
con vosotros en este lugar» (Jer 7,2-3).
La denuncia de Jeremías nos pone sobre aviso de algo verdaderamente sobrecogedor: tene-
mos el poder de deteriorar lo más santo y — so capa de estar agradeciendo el regalo de la pre-
sencia de Dios entre nosotros (ése es el significado del templo) o de su comunicación a través
de su palabra escabullirnos en realidad de esa Presencia y de esa Palabra para evitar que
comprometan nuestra vida en la dirección del amor fraterno y de la justicia.
Otro texto de Jeremías es aún más explícito: «No escuchéis lo que os profetizan los profetas:
os engañan. Lo que os dicen son palabras suyas, no proceden de la boca del Señor. Dicen a
los que se burlan de la palabra del Seno: "Paz, ten-
dréis paz"» Jer 23,17).
“Burlarse de la palabra”, inventársela, utilizarla para
encubrir los intereses de quienes, de alguna mane-
ra, «pagan» esas palabras que nada tienen que ver
con la de Dios. Estamos ante la degeneración total
de la Palabra, ante un abuso que seguramente nos
escandaliza, pero del que quizá no estemos total-
mente libres.
i) Jugar con la Palabra
Si nos vamos al Nuevo Testamento, encontramos otros intentos de «neutralizar» la Palabra:
• La samaritana, al comienzo de su diálogo con Jesús, antes de encontrar el agua viva que
va a transformarla, intenta llevar a Jesús a la «discusión teológica», en un intento evidente
de ponerse a salvo en el terreno de la ideología: «Nuestros padres adoraron en este mon-
te, y vosotros decís que es en Jerusalén donde hay que adorar...» (Jn 4,20).
• Nicodemo opta por desviar hacia lo banal las palabras que acaba de escuchar sobre el
nuevo nacimiento, empujándolas hacia el abismo de lo absurdo: «¿Cómo puede un hambre
volver a nacer siendo viejo? ¿Puede entrar de nuevo en el vientre de su madre y volver a
nacer?» (Jn 3,4).
• E1 escriba que pregunta a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» (Lc 10,29), lo hace «para
tentarlo» y, por lo tanto, carece de la limpieza de corazón que puede convertir la Palabra en
vida verdadera.
2. Escuchar la Palabra
Podríamos seguir analizando otras muchas actitudes que nos sirven de «anti-modelo» y nos
enseñan de manera negativa lo que no hay que hacer con la Palabra: trivializarla, utilizarla co-
mo tranquilizante, racionalizarla, convertirla en pretexto, moralizar con ella... Pero existe otro
camino m$ atrayente: ver cómo «acertaron» determinados hombres y mujeres bíblicos a la
hora de escuchar la Palabra, acogerla y hacerla vida. Vamos a aproximarnos a tres de esas fi-
guras— dos del Antiguo Testamento, Moisés y Jeremías, y una del Nuevo, María de Betania— y
a dejar que el recuerdo que los escritores bíblicos nos han conservado de ellas nos comunique
algo de su secreto. Empecemos por algunos textos significativos.
a) Moisés, descalzo ante la zarza.
“El Señor llamó a Moisés de en medio de la zarza: “Moisés ! ¡Moisés!” El respondió: “Aquí es-
toy”. El Señor le dijo: “No te acerques. Quítate las sandalias de tus pies, que el lugar en que es-
tás es tierra santa" (...) Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios» (Ex 3,4-6).
«El Señor dijo a Moisés: "Haz dos tablas de piedra como las primeras, y yo escribiré en ellas lo
que tenían las primeras que rompiste, y prepárate para subir mañana al amanecer y presentar-
te a mí en la cumbre del monte. Que no suba nadie contigo ni aparezca nadie en ninguna parte
de la montaña, ni oveja ni buey paste junto a la montaña". Moisés talló dos piedras como las
dos primeras y, levantándose muy temprano, subió a la montaña del Sinaí llevando en sus ma-
nos las dos tablas de piedra. E1 Señor descendió en la nube, poniéndose junto a él...» (Ex
34.1-5).

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E1 libro del Éxodo nos ofrece indicaciones preciosas para nuestra búsqueda de caminos de
acceso a la Palabra:
• Aquí estoy: de la respuesta de Moisés (la misma que la de Abraham, la de los profetas, la
de María de Nazaret...) aprendemos cuál es la actitud primera, imprescindible y decisiva
para que haya un encuentro con la Palabra. Sin ella, la escucha y la respuesta serian im-
posibles, porque, si una de las partes implicadas en el diálogo no ofrece una presencia re-
ceptiva y atenta, no puede haber comunicación interpersonal ni diálogo.
• Quítate las sandalias, prepárate: aunque nunca será fruto de nuestro esfuerzo recibir la
Palabra, tampoco podemos acercarnos a ella sin que toda nuestra persona (corporalidad,
sensibilidad, afectividad, deseos...) participe en la tarea de preparamos y disponernos para
acogerla. «Descalzarse», «subir al amanecer»... evocan un trabajo de esfuerzo y despren-
dimiento y revelan la tensión de un deseo y el sobrecogimiento ante lo que se intuye como
posibilidad de desbordamiento, como proximidad de alguien cuya cercanía nos sobrepasa.
• La nube nos recuerda que el encuentro con Dios no puede ser dominado ni poseído; que
no podemos apoderarnos de él a través del órgano de la vista, que es nuestra manera
habitual de entrar en contacto con la realidad. La «nube» impide ver, pero permite escu-
char. Es la manera sirnbó1ica de decirnos que Dios queda fuera del alcance de nuestras
ideas, de nuestras pequeñas representaciones, que no hacen más que aprisionarlo y con-
vertirlo en un ídolo. Él es voz, nunca imagen; es un MISTERIO que nunca puede ser abar-
cado ni dominado. Y, como Moisés, estamos convocados a sumergirnos, a adentrarnos en
él, más allá de lo conocido.
b) Jeremías, devorado por el fuego
«Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba; tu palabra era mi gozo, la alegría de mi
corazón, pues tu nombre se invocaba sobre mí, Señor de los ejércitos (...) Yo me decía: ¡"No
pensaré más en él, no hablaré más en su nombre". Pero había en mis huesos corno un fuego
abrasador; quería contenerlo y no podía...» (Jer 15,16; 20,9).
La experiencia de Jeremías nos pone en contacto con lo que podríamos llamar la «manera co-
rrecta» de entrar en relación con la Palabra: si con Moisés aprendíamos que queda fuera del
alcance de nuestra vida (la nube), ahora sabemos que se nos ofrece como alimento. Es, por lo
tanto, aquello que podemos saborear y de lo que nos nutrimos; es algo que nos hace crecer y
fortalecernos; es algo que tiene que ver, fundamentalmente, con nuestra posibilidad de vivir.
Pero cuando la «devoramos», cuando consentimos que penetre en nuestra vida, se convierte
en un fuego que arde en lo más íntimo de nuestro ser. «¿Acaso no ardía nuestro corazón
cuando por el camino nos explicaba las Escrituras?», dirán los de Emaús al tratar de explicar
su experiencia de encuentro con la palabra del Resucitado (Lc 24,32).
La imagen nos pone sobre aviso: acercarse a la Palabra puede significar que ésta nos alcance,
nos prenda, nos queme y arrase nuestra apacible comodidad, nuestra fría indiferencia; puede
convertir nuestro corazón de piedra en una brasa, en un incendio...
Y si nuestras manos no pueden tocarla, ni nuestra mirada poseerla, es porque es ella la que
nos invade y la que toma posesión de nosotros.
c) María de Betania, el acierto de una prioridad
Finalmente, nos acercamos a una mujer del Nuevo Testamento, María de Betania. Conocemos
de sobra la narración de Lucas: Jesús, el itinerante, llega a Betania camino de Jerusalén, con
la muerte pisándole los talones. Una mujer, Marta, le recibe en su casa y se afana por servirle,
va y viene, trabaja y se esfuerza en que todo esté a punto. «Tenía una hermana llamada María
que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra»; y, ante el reproche de Marta a su
hermana,
Jesús defiende y declara abiertamente su preferencia por la actitud de María: ella «ha escogido
la mejor parte, que no le será quitada» (Lc 10,38-42).
Una mala interpretación del texto ha opuesto a Marta y a María, personificando en ellas, res-
pectivamente, la acción y la contemplación, y dejando aquélla en situación de inferioridad con
respecto a ésta. Y, sin embargo, el contexto inmediatamente anterior— la parábola del samari-
tano, que nos ha puesto como modelo al hombre que puso todos sus medios «activos» al ser-
vicio del que estaba herido en la cuneta del camino— nos pone sobre la pista de cómo hay que
leer la escena que viene a continuación: no hay en ella ningún desprestigio de la acción, ningu-

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na dicotomía entre «escucha de la Palabra» y «servicio», esa división que crea falsas tensio-
nes en nuestra vida cristiana. Lo que aprendemos de la escena de Betania es dónde está la
prioridad, qué es lo primordial, lo que hay que buscar y asegurar primero y que será lo que
nos conduzca después a los márgenes de los caminos, donde yacen heridos nuestros herma-
nos.
El texto apunta hacia la integración de la vida, corrige nuestros activismos dispersos, nos en-
seña cómo llegar a ser samaritanos: «ve y haz tú mismo», pero antes siéntate junto al maestro,
escúchalo, sosiega tus deseos, cura tu febril compulsión a «hacer cosas», aprende cuál es el
camino secreto que tiene preparado para ti, siéntete enviado... y vete luego a anunciar a otros
la buena noticia que has aprendido junto a Él.
3. Algunas consecuencias prácticas
Vamos ahora a indicar algunos pasos pedagógicos que nos permitan acercarnos hay al
texto bíblico siendo fieles a lo que la Palabra misma nos ha señalado. Están pensados para
un grupo de adolescentes o de jóvenes.
Primer paso: prepararse para abrirse a la Palabra que Dios quiere dirigirnos. Desear el en-
cuentro, entrar en un ambiente de expectación que favorezca el respeto, la conciencia de mis-
terio. Comenzar por «hacernos presentes» para poder pronunciar nuestro «aquí estoy». Algu-
nas ideas:
• Dar algunas indicaciones sobre el modo de sentarse, de respirar, de relajarse y sosegarse.
• Hacer el gesto de descalzarse, como símbolo de la preparación del corazón.
• Leer en «El principito», de Saint-Exupéry, las palabras del zorro sobre «preparar un en-
cuentro», «vestir el corazón», «domesticar...».
• Contar una parte del texto e invitar a imaginar lo que sigue.
• Tratar de reconstruir el texto de memoria.
• Contar un hecho y hacer buscar un texto bíblico apropiado.
• Repartir el texto con «agujeros» (palabras o frases que fal-
tan).
• Proponer un ejercicio de crucigrama o de «sepa de letras»
con algunas de sus palabras.
• Comenzar haciendo preguntas sobre algún personaje o palabra del texto.
• Dar los versos separados para reconstruir el texto como un «puzzle»; etc.
Segundo paso: el objetivo es entrar en contacto con la Palabra y recibirla como un don. Algu-
nas ideas:
• Dejar la sala en penumbra y entrar con la Biblia precedida de una luz, de la que sucesiva-
mente van encendiendo todos sus respectivas velitas.
• Se leen noticias del periódico que revelen problemas y necesidades del mundo. Después
de cada una de ellas, todos repiten el estribillo del Salmo 63: «Dios, tú, mi Dios, yo te bus-
co; sed de ti tiene mi alma...».
• Procurar, valiéndose de distintos medios, que la oración no sea un momento de evasión
intimista; para ello, tomar conciencia de que nunca oramos solos, que la Palabra que va-
mos a acoger es un pan a compartir... Por eso, «traer gente» a la oración, nombrar a per-
sonas o grupos en situación de conflicto o de búsqueda, y hacerlos presentes a través de
imágenes, «posters», «fotos». ..
• Entregar personalmente el texto a cada uno del grupo.
• Elaborar una hoja con el texto debidamente presentado, decorado, coloreado... Valorizar el
libro del que se va a leer.
• Crear silencio antes de proclamar el texto.
• Hacerlo leer entre varios; poner un fondo musical; repetir, según los casos, una frase, una
palabra...
• Emplear diapositivas.
• Leer el texto en voz alta. Escribirlo: es la mejor manera de escuchar.
Tercer paso: saborear, estudiar, profundizar el texto.
• Leer las notas de la Biblia: dan informaciones importantes.

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• Buscar, en la introducción del libro de que se trate, datos sobre su autor, época, género li-
terario...
• Fijarse en el lugar en que ocurre y consultar un mapa bíblico.
• Fijarse en: lo que interesa, lo que molesta, lo que no se entiende, lo que asombra, la idea
que más llama la atención.
• ¿Qué palabras se repiten?
• Los verbos ¿están en pasado, presente o futuro?
• ¿Se trata de un relato o de un discurso?
- Si es un relato:
• ¿Quiénes son los personajes?
• ¿Qué hacen?
• ¿Cómo se relacionan?
• ¿Quién es el personaje más importante?
• ¿Qué indicaciones se dan de tiempo y lugar?
• ¿En qué contexto se enmarca el texto?
• ¿Cómo empieza y cómo termina?
• ¿Qué transformaciones se observan entre el principio y el final?
- Si es un discurso:
• ¿Quién habla?, ¿a quién?, ¿de qué?
• Hacer una lista de los temas tratados.
• ¿Se refuerzan?; ¿se oponen?
Cuarto paso: dejarse habitar por la Palabra, entrar en su misterio, escucharla con el corazón,
permitir que cale hasta el fondo del ser. . .
• Tras un silencio y repetir alguna frase, que los demás repiten a su vez como un eco.
• Cantar alguno de los cánones de Taizé: «Veni Sancte Spiritus», «De noche iremos», «Na-
da te turbe», «Adoramus te»...
• Repetir las expresiones que más hayan impactado a cada uno.
• Ponerse en la piel del personaje y compartir sus sentimientos en el momento en que se na-
rra el acontecimiento.
• Re-escribir el texto con imágenes y situaciones de hoy.
• Utilizar la expresión corporal.
Quinto paso. Objetivo: permitir que la Palabra impregne la propia existencia personal y comu-
nitaria. Llegar al cambio y al compromiso.
• Poner el texto en relación con la vida; hacer una actualización de nuestra situación.
• Expresar un compromiso al que nos sentimos llevados por la Palabra escuchada.
• Compartir las reflexiones y llamadas personales.
• Apoyarse mutuamente en las decisiones a tomar, cambios a realizar...
• Hacer constar por escrito los compromisos del grupo (mural, cuaderno de vida, etc.).
• Recordarlo en el siguiente encuentro... (cf. Rev. Sal Terrae,nº 968, mayo 1994)

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6. LA ESPIRITUALIDAD DE JESÚS
Ivan Izquierdo
“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46). Con estas palabras de recuerdo pascual
termina la vida de Jesús. Luego vendrán los episodios del sepulcro abierto y las apariciones a
los discípulos.. Son palabras duras expresadas de una manera muy dura, con un grito, en la
cruz. En esta agonía física Jesús resume con este gemido cómo fue su relación con Dios- Yah-
vé, al que él llamará Abba. De principio a fin la existencia de Cristo
fue cumplir la voluntad del Padre : “no busco mi voluntad, sino la
del que me ha envíado” (Jn 5,30).
Este capítulo se estructura en tres partes, con unas preguntas
finales para el diálogo comunitario. Primero veremos cómo era la
oración de Jesús, cuándo, cómo y por quién reza. En segundo
lugar nos pararemos en la figura del Dios de Jesús, a quien rezaba.
Y al final lo que enseñó a sus discípulos (y nos enseña a nosotros),
cómo debe ser nuestra oración. Los textos centrales aparecen
trascritos, como verás. Los textos que se intercalan conviene
buscarlos y leerlos en el Nuevo Testamento y aprovecharlos para
tu oración y la de tu comunidad.
1. La oración de Jesús: su energía vital
Lectura previa: Mc 1, 21-39. Un día en Cafarnaúm
El texto del principio de Marcos nos narra lo que pudo ser un día
“normal” en la vida pública de Jesús. En Cafarnaúm el profeta de Galilea comienza su misión y
a lo largo de ese día enseña en la sinagoga, cura y expulsa demonios y, tras descansar, reza
de madrugada. Mientras está orando le llega una llamada, la discierne en oración y decide con-
tinuar su evangelización.
“Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y queda-
ban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como
los escribas. Había precisamente en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo,
que se puso a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a des-
truirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios”. Jesús entonces le conminó diciendo: “Cállate y
sal de él”. Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. To-
dos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto?¡Una
doctrina nueva, expuesta con autoridad! manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.
Bien pronto su fama se extendió por todas partes, por toda la región de Galilea. (...)
Al atardecer, a la puesta de sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad ente-
ra estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas en-
fermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocí-
an.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y
allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros salieron en su busca; al encontrarle le
dicen: “Todos te buscan”. Él les dice: “Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que
también allí predique; pues para eso he salido.” Y recorrió toda Galilea, predicando en sus si-
nagogas y expulsando los demonios.”
Muchos recordamos aquel retiro que tuvimos en Loiola hace unos años y que dirigió Dolores
Aleixandre. Al principio de una de sus charlas ella nos hizo a todos una pregunta: ¿Por qué los
cristianos tenemos que rezar? Tras varias respuestas aparentemente válidas que ella iba re-
chazando nos dio la solución: “Porque Jesús rezaba”. Sí es verdad, pero ¿cómo lo hacía?
Como todo buen judío Jesús realiza sus oraciones diarias. La primera, antes de salir el sol (Mc
1, 35), comprendía las bendiciones del amanecer, el rezo de salmos, el Shemá Israel con sus
respectivas bendiciones para finalizar con las 18 bendiciones o Semoné Esré. La segunda, por
la tarde, en el momento del sacrificio en el Templo (Mc 6,46), comprendía 4 bendiciones antes
y después de la Shema, para terminar con la Semoné Esré. La tercera, antes de dormir (Lc

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6,12), era individual y se estructuraba en torno a varios versículos tomados de los salmos, la
Shemá, los salmos 91 y 50, para finalizar con el 128.
Aunque es verdad que los evangelios nunca presentan a Jesús participando en las ceremonias
religiosas del Templo. Iba con frecuencia al Templo y a la sinagoga, pero iba para hablar a la
gente, porque era el sitio donde el pueblo se reunía. Él prefería los montes (Mt 14,23: la trans-
figuración) o el campo (Lc 5, 16; 9,18), ya que esa era su costumbre (Lc 22,39: Getsemaní).
También rezaba en el momento de las comidas (Mt 14, 19s: primera multiplicación de los pa-
nes; Mt 15, 36s: segunda; Mt 26, 26-27: institución de la eucaristía). Los momentos importantes
en la vida de Jesús también tienen su parte espiritual: su bautismo en el Jordán ( Lc 3, 21s), la
elección de los 12 (Lc 6, 12s), la transfiguración (Lc 9, 28-29), la enseñanza del Padrenuestro
(Lc 11, 1s), la confesión de Pedro (Lc 9, 18s), la oración del huerto (Mt 26, 36s) y, finalmente,
en la cruz (Mt 27, 46; Lc 23, 46). Como se ve, el tercer evangelio, Lucas, es en el que en más
ocasiones se presenta a Jesús en oración ya que es un escrito para cristianos procedentes del
paganismo, que no estaban habituados a hacer oración.
En sus oraciones Jesús no sólo reza por él mismo (Jn 17, 1-5, la oración de Jesús). También
reza por sus verdugos (Lc 23, 34, en el calvario), por Pedro (Lc 22, 32, antes de las negacio-
nes) y por sus discípulos y por los que le seguirán (Jn 17, 9-24, oración de Jesús)
Como se ve la oración era fundamental en la vida de Jesús. es verdad que se movió en un am-
biente muy religioso, en el que todo era por y para Yahvé. Pero él supera, como en muchas
otras cosas, esta espiritualidad judía y la enriquece con su nueva imagen de Dios. Es importan-
te también fijarse en que todo acontecimiento, toda decisión, toda dificultad y duda va acom-
pañada de la mano de su momento de oración. Antes tentaciones que nos entran de priorizar lo
mundano y lo divino conviene recordar la bonita historia de Marta y María, hermanas de Láza-
ro. (Lc 10, 38-42). Y las palabras de Monseñor Angelelli: “A Jesús lo encontramos siempre con
un oído puesto en el Padre y otro en la gente”
2. Abba, el papá –aita a quién Jesús dirige sus oraciones
Lectura previa: Lc 15, 11-24 (el resto es tan humano que pierde belleza)
Una perla de Lucas junto con la parábola de la oveja perdida y la dracma perdida, el hijo perdi-
do. Algunos dicen que habría que rebautizar la parábola llamándola la del padre que perdona.
Así nos dice Jesús que es Dios:
“Dijo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la
hacienda que me corresponde”. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor
lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un li-
bertino. Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país y co-
menzó a pasar necesidad. Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país,
que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas
que comían los puercos, pues nadie le daba nada. Y entrando en sí mismo, dijo:”¡Cuántos jor-
naleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me
levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, peque
contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado
hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”,. Y,
levantándose, partió hacia su padre.
Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovi-
do, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamen-
te. El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante
ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el pa-
dre dijo a sus siervos: “Daos prisa; traed el mejor
vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y
unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado,
matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,
porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la
vida; se ha perdido y ha sido hallado”. Y
comenzaron la fiesta.”
La expresión Abba para designar a Dios sólo
aparece una vez el los evangelios (Mc 14, 36) y dos
en las cartas paulinas (Rom 8, 15 y Gál 4,6). Ha
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sido una de las pocas palabras de la lengua de Jesús que no fue traducida en las primeras co-
munidades grecolatinas, la quisieron mantener como Jesús la pronunció.
Sabemos que la palabra Abbá era la expresión familiar de mayor intimidad entre un hijo y su
padre. En tiempos de Jesús esta palabra era utilizada por todos los hijos, fueran niños o adul-
tos. Su origen provenía del balbuciente lenguaje de los niños pequeños cuando empiezan a
hablar. Equivalía al “papá” o “mamá” del castellano. De ahí que a un judío jamás se le hubiera
ocurrido utilizar esa palabra para dirigirse a Dios, porque eso sería, en la mentalidad de ellos,
una falta de respeto. Sin embargo, ésa era la palabra con que Jesús se dirigía al Padre del cie-
lo ya que la intimidad entre ellos dos era total. Esto queda reflejado en numerosos textos, sobre
todo en el cuarto evangelio: Jn 4, 34 “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado”,
Jn 6,38 “porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado”. Pero sobre todo en la oración que Jesús dirigió al Padre en Getsemaní: Lc 22,42
“Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”
A Jesús no le satisface lo que oye de Dios. Él hace la experiencia personal de saborear a Dios
y descubre dos cosas que le distancian en este tema de sus contemporáneos:
• el Dios de Jesús no está lejos de los seres humanos, no está en lo alto, ni encerrado en el
Templo. Está comprometido con la historia humana y con los pobres de la sociedad.
• el Dios de Jesús no es manipulable, nadie puede decir que Dios está de su parte o que
haciendo una serie de cosas se puede “tener” a Dios.
Mientras que para los contemporáneos de Jesús Dos era el innombrable, aquel a quien había
que referirse siempre de forma indirecta porque estaba prohibido pronunciar su nombre, el Dios
de Jesús es alguien tan cercano como el Padre de la parábola del hijo pródigo. Quiere a sus
hijos por ser hijos, a los buenos y a los malos. De esta experiencia personal con el Padre nace
la forma de entender la vida de Jesús. Sus acciones son el medio de testimoniar que Dios es
un Padre que le quiere, que ama al mundo infinitamente y perdona indefinidamente.
Jesús entiende que Dios no puede ser el Juez terrible y castigador del que hablan algunos gru-
pos (incluso Juan el bautista). Para él, Dios es el ser bondadoso que hace salir el sol sobre
buenos y malos, el Dios tolerante que no permite que los más radicales separen la cizaña del
trigo antes de la cosecha. Pero, no es un Dios imbécil o calzonazos con el que se puede hacer
lo que a uno le dé la gana; al contrario, es un Padre que en el momento que uno se acerca a él,
sin que diga nada, uno se da cuenta que te está invitando a ser perfecto como Él, a hacerle
presente en cualquier parte y que te ruega la solidaridad con los más despreciados como el
mejor signo para ayudarle a comunicar que es Padre de todos. No es un Dios todopoderoso
sino “tododebilidoso”. No actúa desde la fuerza sino desde la sencillez. Es totalmente gratuito y
accesible a todos, como un niño pequeño. Jesús siente y vive así a Dios y, a medida que va
acercándose a la madurez no puede resistir tanto torrente de Dios en sí y se pone a pregonarlo
a los cuatro vientos: el Reino de Dios.
Finalizo este apartado con una frase de González Faus: “Sólo cuando el ser humano se decide
a pedir a Dios “que venga su Reino” puede atreverse a llamar a Dios Abba como el mismo Je-
sús le llamaba”. Y no olvidemos que “nadie conoce al Padre sino el Hijo...” (Lc 10,22).
3. Así tenéis que rezar: el Padrenuestro
Lectura previa: Mt 6, 9-13
Nuestra oración más universal. Todo el mensaje cristiano condensado en pocas líneas, en Ma-
teo y en Lucas. La primera oración de las primeras comunidades. Tan fuerte y arriesgada que
en cada eucaristía la precedemos con un “ nos atrevemos a decir...”
“Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre;
venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dá-
nosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros
deudores; y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal”
La oración principal del cristiano sólo tiene un problema: es demasiado breve. La mayoría de
las veces, antes que consigamos concentrarnos en ella, ya se ha acabado. También es tan
densa de contenido que muchos detalles no se captan. El Padrenuestro no es una simple ora-
ción; es la síntesis de todo lo que Jesús vivió y sintió a propósito de Dios, del mundo y de sus
discípulos. En torno a estos temas giran sus siete peticiones:

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Frente a un mundo que prescinde de Dios, lo ignora o incluso lo ofende, Jesús propone como
primera petición, como ideal supremo del espíritu, el deseo de la gloria de Dios: “santificado
sea tu nombre”; o dicho con otras palabras: “proclámese que Tú eres santo”.
Ante un mundo donde con frecuencia predominan el odio, la violencia, la crueldad, las injusti-
cias, Jesús pide que se instaure el Reinado de Dios, el Reino de la justicia, el amor y la paz. Y
que este proyecto de salvación se realice tanto en la tierra como en el cielo.

Como tercer centro de interés de la oración aparece la comunidad. Ese pequeño grupo de se-
guidores de Jesús que necesita día tras día el pan, el perdón, la ayuda de Dios para mantener-
se firme. Peticiones que podemos hacer con sentido individual, pero que están concebidas por
Jesús de forma comunitaria, y así es como adquieren toda su riqueza.
¿Y cómo quería Jesús que fuera nuestra oración? La oración ha de ser humilde, sin pretensio-
nes ante Dios (Lc 18, 10-14, parábola del fariseo y el publicano), ni vanagloria ante los hom-
bres (Mt 6, 5-6, la oración en secreto). Del corazón más que de los labios (Mt 6,7, la verdadera
oración). Confiada en la bondad del Padre (Mt 7, 7-11, pedid y se os dará). Insistente hasta la
importunidad (Lc 11, 5-8, el amigo inoportuno; Lc 18, 1-8, el juez y la viuda). Será ciertamente
oída si se hace con fe (Mt 21, 22). Y en nombre de Jesús (Mt 18, 19-20). Para no caer en ten-
tación (Mc 14, 38).
Todo esto tuvo sus frutos en las primeras comunidades. La oración es una constante de la co-
munidad desde el primer momento :“Todos ellos perseveraban en la oración” ( Hc 1,14); Se
mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan
y en las oraciones” (Hc 2,42); Rezan en medio de dificultades (Hc 4, 23-41, en la persecución;
12, 5, Pedro en prisión); al elegir al sustituto de Judas (Hc 1, 24) o al enviar a Bernabé y a Pa-
blo (Hc 13,3)
4. Para trabajar personalmente
1. ¿Con que enseñanzas te quedas de lo que has leído para tu oración cotidiana.?
2. ¿Coincide tu oración con la de Jesús? ¿Te alimenta tu quehacer? ¿Te pacifica o te re-
vuelve?
3. ¿Te gusta la imagen de Dios Abba que tenía Jesús? ¿Es la de tu pequeña Iglesia?
4. ¿Tu oración se amolda a tu imagen de Dios o es al revés?
5. ¿La oración en nuestras comunidades se parece a la que Jesús nos enseñó?
6. Si tienes ganas, haz un ejercicio práctico. Escribe las 7 peticiones del Padrenuestro
separadas, dejando espacios en blanco entre unas y otras. escribe en esos huecos lo
que te sugiera al día de hoy cada petición. Esa será tu oración final.
5. Para la oración personal y comunitaria
Cualquiera de los textos del capítulo pueden alumbrar un rato de oración tanto personal o co-
munitaria: el que más te haya gustado, el que no conocías, el que te cuestiona tu vida...

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Si tienes ganas de seguir leyendo, hay muchos libros que nos hablan de la espiritualidad de
Jesús, pero te recomiendo dos, muy recientes:
“Un Dios llamado Abba”, de José Luis Cortés. (PPC) Entre dibujos y párrafos Cortés revolucio-
na la imagen de Dios cuestionando nuestro mundo.
“Contar a Jesús” de Dolores Aleixandre(CCS). Lectura orante de 24 textos del Evangelio, cada
capítulo acaba con una oración figurada del mismo Jesús. Acabo este tema con la relectura del
salmo 23 del propio Jesús en la última cena:
“Abba, tú has sido siempre mi pastor, nunca me ha faltado nada.
En prados de fresca hierba me has hecho recostar,
me has conducido por fuentes tranquilas
y has reparado siempre mis fuerzas.
Me has guiado por el camino que tú querías para mí
y, estando a mi lado, has hecho honor a tu nombre de Abba.
Sé que ha llegado la hora de atravesar un valle de tinieblas,
pero no tengo miedo porque tú vas conmigo
y confío en que tu vara y tu callado seguirán sosteniéndome.
Ahora quiero poner en tus manos
a este pequeño rebaño que me has confiado
y, aunque se dispersen en medio de la niebla,
dales la seguridad de que yo me pondré de nuevo delante de ellos
e iré delante de ellos a Galilea,
la Galilea en que comenzó todo para nosotros.
Tú has querido que yo sea para ellos el pan y el vino que tu preparas
para saciar su hambre y su sed,
y si me voy junto a ti, Padre, es para preparar la mesa,
para disponer los perfumes con que ungir su cabeza
y la copa rebosante el banquete de tu Reino.
Y en ese camino hacia tu casa, seguiré siendo para ellos pastor,
como tú lo has sido para mí,
para que tu bondad y tu gracia los acompañen,
todos los días de su peregrinación,
hasta que lleguen a habitar en tu casa
por años sin término”

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7. LA ESPIRITUALIDAD CALASANCIA
Javier Aguirregabiria
Vivir la espiritualidad calasancia es descubrir ese don que Dios hizo un día a Calasanz como el
1
“regalo envenenado ” que Dios me hace a mí en particular, a las Escuelas Pías y a las Frater-
nidades.
¿Y qué es ese “regalo envenenado”, ese don? Estamos hablando de que compartidos, religio-
sos y laicos, un mismo carisma que nos conforma en nuestra manera de vivir y de seguir a Je-
sús.
1. ¿Compartimos el carisma escolapio?
"Debido a las nuevas situaciones, no pocos Institu-
tos han llegado a la convicción de que su carisma
puede ser compartido con los laicos. Estos son invi-
tados por tanto a participar de manera más intensa
en la espiritualidad y en la misión del Instituto mis-
mo. Se puede decir que se ha comenzado un nuevo
capítulo, rico de esperanza, en la historia de las re-
laciones entre las personas consagradas y el laica-
do" (Vita Consecrata, 54).
Entre los escolapios, ya en 1983 con las comunida-
des eclesiales calasancias y en 1988 con la Frater-
nidad de las Escuelas Pías, se habla del compartir
el carisma escolapio para religiosos y laicos (nº 11).
Y en el Capítulo General de 1997 se vuelve a pro-
fundizar hablando de las distintas modalidades de
participación e integración en el carisma.
¿Qué significa eso de compartir el carisma? ¿No es
2
mezclar lo que es la vocación laical y religiosa ?
¿Eso no es ir hacia unas nuevas Escuelas Pías?
¿Esto no es demasiado atrevido? ¡Pues
sí! Como son atrevidas todas las cosas de
Dios.
Pero vayamos poco a poco. Calasanz
descubre en Roma, en los niños pobres
sin futuro, una llamada no sólo para sí
mismo sino para muchas más personas.
Lo describe con esa frase que todos re-
cordamos: “He encontrado en Roma el
mejor modo de servir a Dios y no lo dejaré
por nada en el mundo”. El primer descu-
brimiento es, como no podía ser de otra
manera, la MISIÓN, la urgencia del entor-
no que interpela con fuerza.
¿No es este mismo descubrimiento el que
han ido haciendo cientos y miles de edu-
cadores cristianos? ¿No es algo que
hemos ido descubriendo en los procesos
que hemos ido viviendo? Cierto, porque

1
Se trata de una expresión de Andreu Trilla, que ciertamente es muy sugerente.
2
Hay que hacer una referencia a “Clarificación de la identidad del religioso y del laico escolapio”. Congre-
gación General 1999. Se aclara bien cómo se puede vivir un mismo carisma desde vocaciones distintas y,
precisamente, cómo esto es una riqueza por su complementariedad.
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compartimos la misión del educador cristiano, aunque con el estilo propio de Calasanz. Cierto,
porque se trata de un sensibilidad sumamente contagiosa en la que se va intuyendo la presen-
cia de Dios, especialmente en los niños y en los débiles y pobres.
¿QUÉ ES ESO DEL CARISMA ESCOLAPIO? Porque es cierto que son muchos quienes des-
cubren en la educación su vocación y su mejor manera de vivir su vida y su fe. ¿Pero es eso y
sólo eso el carisma escolapio? ¡No vaya a ser que nos líen en compartir aspectos que ni sa-
bemos qué son!
El carisma tiene un primer elemento en la misión: “Piedad y letras para la reforma de la repúbli-
ca y la renovación de la Iglesia” (en boca de Calasanz) o “Evangelizar educando para construir
un mundo y una iglesia mejores (de manera más actual).
La misión tiene tres elementos que forman una unidad equilibrada entre los tres vértices de
educación, evangelización y transformación. Educamos evangelizando desde valores solida-
rios, evangelizamos desde la educación y el compromiso, colaboramos en la construcción de
un mundo y una iglesia mejores a través de la educación y la evangelización. No es posible se-
parar estos tres polos que constituyen una unidad.
Todavía más. Esa misión escolapia tiene tres “praecipue”, acentos que cuidamos especialmen-
te: la dedicación prioritaria a los niños y jóvenes, la prioridad por los pobres y la prevalencia de
la acción pastoral.
Hasta aquí hemos hablado de la misión escolapia. Es evidente que son muchos los laicos que
colaboran y comparten la misión desde su profesión y voluntariado. Muchos viven su dedica-
ción como una colaboración a un proyecto escolapio o, incluso, como un elemento clave de su
vocación cristiana.
El carisma escolapio tiene en su
núcleo la misión: ella es su razón
de ser. Pero incluye también otros
elementos: la espiritualidad, la vi-
da y la institución.
La espiritualidad escolapia se sus-
tenta en gran medida en su mi-
sión: descubre la presencia de
Dios y su acción salvadora en
muchos ámbitos y circunstancias,
pero de un modo especial en los
niños, en la educación, en la
atención a los alumnos pobres y
necesitados. La espiritualidad es-
colapia se enriquece con muchas
aportaciones, pero quizá la fun-
damental es descubrir a Jesús
como el maestro, como aquel que
reúne a sus discípulos y les va
enseñando y acompañando siem-
pre. También se ve a Jesús como
un sanador, como un hombre de oración, como líder,… pero cautiva especialmente el Jesús
maestro, que se convierte en el modelo y en el propio maestro.
La vida escolapia, basada en la misión y en la espiritualidad, se ha sustentado en la vida co-
munitaria de varones que normalmente han asumido en sí tres dimensiones, íntimamente rela-
cionadas con los tres elementos de la misión: ser sacerdotes (evangelización), religiosos (signo
3
de un modo de vivir) y educadores (educación) . También es cierto que se dignificaba así al
máximo la figura del educador tan devaluada entonces con la del sacerdote tan en alza. Y que
la manera de dar continuidad a este proyecto y la más avalada eclesialmente era por medio de
la vida religiosa. En cualquier caso, son tres claves de la vida y comunidad escolapia: la consa-
gración de vida, el ministerio pastoral y el servicio educativo.

3
También ha habido desde los inicios otros escolapios, como los hermanos que, sin ser sacerdotes ni
educadores, han sido una gran riqueza para la misión escolapia y las Escuelas Pías.
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Esta misión ha ido cristalizado a lo largo de la historia en colegios y otras obras. La espirituali-
dad y la vida han ido organizándose. Y así surgieron LOS escolapios.
Pero Dios sigue llamando a otras personas a vivir y compartir ese carisma. Y así van surgiendo
no sólo LOS escolapios, sino también LAS escolapias, y las calasancias, y… así descubrimos
que el carisma de Calasanz (su intuición, su espiritualidad, su forma de vivir, su persona,… ) no
son patrimonio exclusivo de los escolapios. Es Calasanz (Dios por su medio) quien nos va con-
vocando y no los escolapios quienes podemos acaparar a Calasanz sólo para nosotros.
Y descubrimos que Dios
llama a LOS escolapios y
a LAS escolapias (a las
nueve congregaciones
que formamos la familia
calasancia). ¿Y por qué
no también a los laicos
como a los religiosos?
De hecho, son muchos
los laicos que se van
acercando para participar
en la oración, en las cele-
braciones, en determina-
dos momentos de la vida
escolapia,… En buena
medida participan de la
espiritualidad, la vida, la
misión escolapias. ¡Son
parte fundamental de las
Escuelas Pías!
¿Cómo compartir el ca-
risma escolapio?
Hoy tenemos que hablar
de cinco grandes modali-
dades:
• la vida religiosa: la más histórica y consolidada, incluso en varias congregaciones, que
siempre ha sido el alma de las Escuelas Pías
• la colaboración: la más numerosa, con tantas familias y educadores, que hacen posible día
a día la misión escolapia
• la misión compartida: una forma ya exis-
tente a la que conviene dar nombre para
quien vive su participación escolapia co-
mo vocación personal, como llamada de
Dios
• la integración carismática: para quien
descubre que el carisma escolapio les ha
cautivado el corazón y viven desde una
comunidad vinculada a las Escuelas Pías
(la Fraternidad es hoy la forma institucio-
nal)
• la integración carismática y jurídica: para
quien, además de lo anterior, instituciona-
liza más su integración con vínculos tam-
bién jurídicos para un determinado tiempo
o de forma permanente.
Suelen definir el carisma religioso como el
REGALO que hace Dios a la humanidad y a la
Iglesia por medio de una persona, su fundador.

Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 46


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No hay duda que este regalo que nos hace Dios en Calasanz es demasiado grande para guar-
darlo.
Es preciso compartirlo con todos aquellos a quienes Dios siga llamando. Porque la misión es
mucha y necesitamos todas las manos. Porque la espiritualidad de Calasanz sirve para mu-
chas más personas que sólo para los escolapios. Porque la vida religiosa (¡y la laica!) necesita
nuevas formas de encarnarse hoy en nuestro mundo. Porque las vocaciones diversas se enri-
quecen enormemente cuando comparten la misión y el carisma, cada una desde su propia es-
pecificidad.
¿COMPARTIMOS EL CARISMA? Sí… si tú quieres.
2. Para profundizar y trabajar
Ahondar en el carisma escolapio es crecer en nuestra vocación común y personal, es avanzar
en nuestra identidad comunitaria, es dar pasos conjuntos entre los religiosos y laicos,… ¡es vi-
vir la espiritualidad que Dios ha escogido para nosotros!
¿Cómo podemos profundizar? Varias posibilidades:
1. La presentación se puede hacer con un Power Point que hay en el material multimedia,
llamado “7A Carisma escolapio.ppt” que acompaña la introducción anterior. Tras ella,
se puede hacer un comentario improvisado con aquello que nos sugiere, lo que nos
ayuda a situarnos personal y comunitariamente,…
2. En la presentación del tema se ha hecho un rápido recorrido. Se puede trabajar más a
fondo con las aportaciones directas de Calasanz que podemos sacar de sus palabras,
de su vida,… El llamado “7B Identidad presencia escolapia.ppt” introduce el tema de la
comunidad cristiana escolapia y la presencia que conjuntamente llevan a cabo la Pro-
vincia y la Fraternidad.
3. En el material multimedia hay una presentación llamada “7C Jesús Maestro.ppt” que
hace una lectura del evangelio de Mateo desde la perspectiva de Jesús, el Maestro
(“7D El maestro cristiano.doc” es el mismo texto para imprimir y tener delante). Invita a
una lectura meditativa de este evangelio desde esta clave. Es un buen reflejo de la es-
piritualidad calasancia. Puede ser un buen recurso para un retiro de fin de semana,
donde se haga la presentación en común y luego se dedique buenos ratos para la lec-
tura evangélica y la puesta en común en oración.
4. Analizando los distintos elementos del carisma: la misión, la espiritualidad, la vida, la
organización. ¿Cómo es mi misión (se puede cambiar misión por los restantes elemen-
tos), la de mi pequeña comunidad, la de la Fraternidad, la de las Escuelas Pías? ¿Có-
mo avanzar?
5. Hay un libro muy interesante que conviene leer y que puede prestarse a un trabajo co-
munitario posterior: “Espiritualidad y pedagogía de San José de Calasanz. Ensayo de
síntesis”. ICCE. 1995.
6. En el material complementario se ofrece un libro de Alejandro Dausá (7E Encuentros
Maestro.pdf) con interesantes aportaciones.
7. Hay varias presentaciones en el material multimedia y, por supuesto, en otros materia-
les para profundizar en Calasanz. Lo que interesa, en cualquier caso, es asumir ese
“regalo envenenado” que nos ha sido dado y vivirlo como don y como responsabilidad.
Todo lo que nos ayuda a ello servirá como metodología para abordar este tema.

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8. LA ESPIRITUALIDAD DE LA FRATERNIDAD
Javi Aguirregabiria
En el tema anterior mirábamos la espiritualidad que nos abre Calasanz. Ahí encontramos las
raíces de nuestro seguimiento de Jesús, de nuestra lectura de la realidad y del evangelio,…
Pero también podemos abordar nuestra peculiar espiritualidad desde otros puntos de vista. Y
esto nos puede ayudar a seguir creciendo. Veamos algunas posibilidades.
1. El Dios de nuestra historia
Jesús, el Dios encarnado, nos muestra el rostro de un Padre que está presente desde siempre
en nuestra historia y nos va acompañando y guiando por su Espíritu. Nuestro Dios es el Señor
de la historia, que hace de ella una historia de salvación.
La historia de la salvación ya sabemos que es, fundamentalmente, esa historia que recoge la
Biblia con esas preciosas páginas en las que nos va haciendo descubrir cómo Dios hace cami-
no con nosotros: en la creación, en el pecado, en nuestra historia gestada por nuestros antece-
sores, en la esclavitud y en la liberación, en el desierto y en el destierro, en la voz de los profe-
tas, en la oración,… hasta mostrarse plenamente en Jesús.
También Dios ha ido haciendo de la historia de cada uno de nosotros una historia de salvación.
Esa historia que me salva y llena plenamente mi vida. Esa historia personal que tenemos que
releer una y mil veces para descubrir en ella la mano de Dios en el regalo de la vida, de las
personas que nos han ido amando, en todos aquellos que nos acompañan en el camino, en
tantos pasos significativos que hemos ido dando en nuestra vida… ¿Recuerdas esos momen-
tos de especial intimidad con el Dios de tu historia? Puede ser ahora una buena oportunidad
para dedicar un buen rato de oración con Aquel que camina a nuestro lado. Y de renovar esos
momentos de avance y compromiso con Él y con los demás. Y de poder compartirlo en la ora-
ción que hagamos en comunidad.
Pero también podemos escudriñar la presencia del Señor de la historia en el recorrido que ha
ido haciendo nuestra Fraternidad. Yahvé eligió e hizo alianza con su pueblo: “Yo seré tu Dios y
tú serás mi pueblo”. De alguna forma, también Dios nos ha elegido como Fraternidad y ha
hecho un pacto con nosotros. ¿O no lo adivinas en nuestra historia comunitaria? ¿O piensas
que ha sido la comunidad fruto de nuestro esfuerzo y decisión únicamente? Se os ofrece ahora
la oportunidad de compartir esos momentos en que ha sido más palpable la cercanía del Espí-
ritu que nos va guiando…
A veces los milagros resultan una dificultad para nuestra fe tan racional. Y, sin embargo, el mi-
lagro es descubrir la mano salvadora de Dios en la historia bien humana que nos toca vivir.
¿De verdad que no has visto milagros? En el evangelio se dice que Jesús no pudo hacer mu-
chos milagros por la falta de fe de la gente (Mateo 13,58). ¿Te pasa, nos pasa lo mismo hoy?
El milagro es lo que sorprende, lo que salva, lo que cambia, lo que habla de la presencia salva-
dora de Dios. ¿No hay en tu historia personal o comunitaria signos de este tipo? El compartir-
los, el rezarlos, el agradecerlos… nos ayuda a sabernos en las manos del Señor de la historia,
de mi historia, de nuestra historia.

PARA TRABAJAR EN COMUNIDAD


1. Hay una presentación en el material multimedia consistente en una oración en torno a la
Fraternidad de Vasconia (8A). Puede valer como introducción para un rato de oración y pa-
ra ambientarnos en la nuestra.
2. Podemos hacer un repaso rápido entre todos, sin pensarlo demasiado, del recorrido habi-
tual de los miembros de nuestra pequeña comunidad o de la Fraternidad. Y, en medio del
recuerdo (es bueno caer en la cuenta de que “re-cordar” es “volver a pasar por el corazón)
hacer patente esos momentos de especial cercanía de Dios.
3. Podemos marcar un rato personal (quizá entre semana) para hacer ese recorrido personal,
quizá aprovechando el proyecto personal. Y, en un rato de oración compartida, agradecer a
Dios su presencia constante.

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2. Renovar nuestras comunidades


La Carta Pastoral de los Obispos Vascos de la cuaresma de 2005 llevaba ese título tan suge-
rente. Y el contenido de la carta es francamente bueno. Puede servir para renovar nuestra pro-
pia Fraternidad.

PARA TRABAJAR EN COMUNIDAD


1. Podemos leerla personalmente o encargar a alguno o dividirla entre todos… para trabajarla
mirando nuestra propia situación. La carta la tenemos en el material complementario (8B).
2. Hay una presentación en Power Point de la carta (8C). Puede valer, especialmente, si se
ha leído anteriormente tal como se indica en el punto anterior.

3. Lo común y lo diverso
Conviene, al hablar de la espiritualidad de la Fraternidad, destacar dos polos que no pueden
faltar: hay algo común a todos y algo específico. Se trata de una tensión que no puede hacer
nunca olvidar uno de dichos elementos.
La espiritualidad conjunta nos viene de la vocación común a la Fraternidad. Compartimos mu-
chos aspectos de nuestra manera de leer el evangelio, de vivir en nuestro mundo, de hacer
comunidad,…
Pero también somos personas bien distintas y cada uno tiene que aportar a la comunidad y al
mundo su propia manera de seguir a Jesús. No puede ser lo mismo la espiritualidad de un reli-
gioso que la de un laico, la de de un joven que la de un adulto,…
Hoy puede ser bueno compartir y profundizar en ello.

PARA TRABAJAR EN COMUNIDAD


3. ¿Estamos de acuerdo en que hay que cuidar ambos polos de lo común y lo diverso?
¿Habría que poner el acento en alguno más que en el otro en nuestra situación actual?
4. ¿Cuáles son los rasgos de la espiritualidad común en la Fraternidad? Como no salgan diez
comunes a todos, bien despistados estamos. Y, atención, que no valen los que son comu-
nes con todos los cristianos, que nos referimos a la espiritualidad de la Fraternidad.
5. Esos rasgos de espiritualidad común es lo que más nos da identidad (= lo que nos hace
ídem, lo mismo). ¿En alguno de esos rasgos tenemos que proponernos avances?
6. ¿Qué rasgos de diversidad descubrimos en la pequeña comunidad y en la Fraternidad?
¿Cómo nos podrían enriquecer más a todos?
7. Puede ser un momento para poner de manifiesto los pequeños o grandes dones y caris-
mas que tenemos cada uno en la pequeña comunidad. El verbalizarlos puede ayudar a
asumirlos más cada uno de manera agradecida y comprometida. Y nos ayuda a la comuni-
dad. Pueden ser formas de ser, cualidades personales, encargos comunitarios,...

4. Lo que hemos dicho de nosotros mismos


Como Fraternidad hemos recogido en nuestros documentos lo que
entendemos que nos define, lo que hemos ido descubriendo como
regalo y encargo de Dios. A veces se escucha entre nosotros que
son papeles… y nos olvidamos que es el esfuerzo de muchas
personas por intuir lo que sentimos que Dios nos pide.
En nuestros documentos está descrito lo que entendemos por
espiritualidad de la Fraternidad. Lo decimos, sobre todo, al hablar
de nuestra identidad y nuestra vocación. Puede ser una buena oca-
sión para releer los documentos (quizá entre semana) y poner en
común en la pequeña comunidad los pequeños o grandes pasos
que vamos descubriendo.
Hay otros documentos que quizá no hemos trabajado: las
constituciones de las Escuelas Pías. Al leerlas, y rezarlas, uno se ve

Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 49


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inmerso en esa historia que comienza Dios en san José de Calasanz y que ha llegado hasta
nosotros. En ellas se habla de la misión (capítulo1), del seguimiento de Cristo (2), de la vida
comunitaria (3), de la comunidad de oración (4), de los votos (5-7), del ministerio en la Iglesia
(8), de la formación de los religiosos (9)… y luego de una segunda parte más organizativa.
Al igual que lo propuesto con los documentos de la Fraternidad, podríamos dedicar un tiempo
para leer personal o conjuntamente algunos capítulos (o todos) de estas constituciones. Y co-
mentar lo que nos sugiere, las pistas que nos abre también para nosotros…

PARA TRABAJAR EN COMUNIDAD


1. ¿Valoramos los documentos de la Fraternidad como algo fundamental en la vida de cada
uno y de la comunidad?
2. Tras la lectura que hayamos podido hacer entre semana (leyendo todos todo, o con algún
tipo de distribución), ¿qué destacamos como importante para este momento?
3. Puede ser un buen momento para hacer el cuestionario de autoevaluación (lo tenemos en
el material complementario, 8D). Es otra forma de revisar los documentos y, sobre todo, de
ver nuestra fidelidad hacia aquello que nos define. Ojo: conviene pasar este cuestionario a
la vez en la Fraternidad para tener datos conjuntos.
4. Podemos trabajar las constituciones escolapias, quizá habiéndolas leído todos o habiendo
hecho alguna distribución. ¿Qué nos aporta para nuestro seguimiento de Jesús personal y
comunitario?

Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 50


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9. ESPIRITUALIDAD DE LA HISTORIA ESCOLAPIA


Emilio Sotomayor
“Después de hablar Dios muchas veces y de diversos modos anti-
guamente a nuestros mayores por medio de los profetas, en estos
días nos ha hablado por medio de su hijo Jesucristo” así comienza
el libro de los Hebreos y su escritor va haciendo un recorrido por la
historia de la Salvación en la cual Dios se fue manifestando por
medio de aquellos que fueron los padres en la Fe. Si hay un ele-
mento clave en la Biblia es cómo Dios se va revelando en la historia
del pueblo elegido. Israel no puede menos que reconocer la pre-
sencia de Dios en los acontecimientos que recuerda de su historia;
son hitos en los que sintieron su mano protectora y esa compañía
silenciosa que llena de sentido lo que va sucediendo.
Nosotros siendo fieles a ese mismo espíritu, debemos reconocer
también en nuestra historia cómo nos ha ido acompañando y corri-
giendo, tanto en los buenos momentos como en los malos. Debemos mirar también nuestra
historia y la gran Historia en una búsqueda constante de coherencia en lo que vivimos que es
fruto de lo que vivieron los que vinieron antes que nosotros. Hacer memoria es leer nuestro iti-
nerario, tanto personal como Institución, en la clave del plan de Dios. Hacer memoria para no
caer en la ingratitud del desprecio, del orgullo, del olvido o de la negligencia por no reconocer la
huella de Dios en tantos años de historia como Escuela Pía.
Debemos sentirnos agradecidos por los dones recibidos y purificar nuestra memoria de todos
aquellos errores históricos, ocasiones perdidas, faltas de fidelidad y lamentaciones por no ser
fieles al evangelio y al carisma de Calasanz a lo largo de esta historia que hemos vivido des-
pués de más de 400 años desde Santa Dorotea. Pero sobre todo para agradecer el milagro de
haber seguido durante tantos siglos en un itinerario lleno de pruebas considerables y de rena-
cimientos al Carisma. Es reconocer el sacrificio de tantos escolapios, de tantos ejemplos de
heroicidad que fueron abriendo camino y que hace posible que hoy sigamos disfrutando del
Carisma de Calasanz vivo y fresco. No hacerlo sería un pecado contra la justicia.
1. ¿Nos reconocemos hijos de la historia escolapia? ¿Qué sabemos de ella?
Después de Calasanz, la Orden vivió muchos momentos interesantes y duros al mismo tiempo.
El primero de ellos fue en la propia vida del Santo, cuando el Papa Inocencio X decidió la re-
ducción de la Orden. Fueron tiempos recios en los que gracias a los escolapios que permane-
cieron y que, poniendo todo su empeño y su amor por la obra que Calasanz había iniciado, si-
guieron luchando y trabajando hasta su refundación. Aquellos hombres no perdieron la espe-
ranza como el mismo Calasanz nunca la perdió. Sabían que, si era obra de Dios, seguiría ade-
lante y poco a poco fueron reconstruyendo desde las cenizas una institución que se daba por
anulada y suprimida.
Tras estos tiempos vinieron tiempos de pequeños y constantes crecimientos, múltiples funda-
ciones, especialmente en pueblos pequeños de la mayor parte de la Europa católica de aquella
época. Los escolapios vivieron con y educaron a la gente más humilde de las zonas rurales.
Dedicaron su vida a educar gratuitamente a los más pobres. En este momento nace la provin-
cia de Aragón.
Esta realidad hizo que la segunda crisis que sufrió la Orden, y toda la sociedad de la época, no
fuera tan intensa como en otras congregaciones. El siglo XIX trajo consigo la anulación de mu-
chas órdenes o su expulsión de diversos países. Aunque la crisis provocada por la revolución
francesa se dejó sentir intensamente en la Orden, nunca fue anulada ni expulsada por ser tan
cercana al pueblo. La marea del siglo XIX dejó sus huellas en la Orden, con la salida de mu-
chos de sus miembros y una gran crisis institucional. Pero aquella época fue la de mayor crea-
tividad también en la Iglesia y en las Escuelas Pías, de renovación, de nuevas fundaciones, de
refundaciones, de la primera marcha a América. Toda crisis es una oportunidad para revivir con
autenticidad los valores que se proclaman.
El siglo XX va a traer también un lento pero imparable crecimiento, en personas y obras. Se
van abandonando algunas de las obras que se tienen en los pueblos más pequeños y va na-
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ciendo unas Escuelas Pías cada vez más urbana, era insostenible el poder mantener siquiera a
los religiosos que vivían en aquellos núcleos tan pequeños. Van naciendo colegios cada vez
más grandes y para sostenerlos se empieza a diferenciar a los de pago de los gratuitos, unos
financiaban a los otros. Aún manteniendo su preferencia más popular, las Escuelas Pías se van
acercando a la clases burguesas. También es el momento de la segunda gran marcha a Amé-
rica donde se iniciaron multitud de fundaciones. En este contexto nace la Provincia de Vasco-
nia.
A partir de1965 y el Concilio Vaticano II viene la tercera gran crisis de la Orden, los esquemas
mentales y sociales van cambiando y suponen un terremoto de gran intensidad para la Iglesia
en general y para la Escuela Pía en particular. Gran salida de muchos de sus miembros, una
creciente secularización, cambios profundos en la estructura y la manera de pensar y de ac-
tuar de los escolapios, cierto desconcierto que se va apoderando de muchos de sus miembros.
Hay deseos profundos de vivir de manera más auténtica el Evangelio y el carisma recibido de
Calasanz. En este contexto nace la Viceprovincia de Andalucía
Como siempre las crisis son lo momentos elegidos por la Providencia para hacer renacer de
nuevo el Espíritu. Hay nuevas fundaciones en América, se inicia la presencia en África y Asia.
Se da un trabajo pastoral como nunca antes se había conocido. Se abren las puertas a los lai-
cos que van tomando un protagonismo mayor dentro de la Orden. Van naciendo nuevas expe-
riencias de trabajo con los más pobres. Todo ello en tiempos de penuria de personal y de difi-
cultades sociales.
2. Para comentar en la comunidad
• ¿Qué aciertos descubrimos en la historia de la Escuela Pía? ¿Cuáles han sido sus errores?
• ¿Qué elementos creemos que son providenciales en la historia de la Escuela Pía?
• ¿Qué claves crees que fueron fundamentales en el nacimiento de tu demarcación?
• ¿Y de la obra o ciudad en la que estás?
• El nacimiento de las Fraternidades ¿cómo lo situamos en toda esta historia escolapia?
3. ¿Y nuestra historia?
¿Cuál es nuestra historia junto a la de la Escuela Pía?. Todos pertenecemos a la Fraternidad
porque hemos vivido una historia juntamente con los esco-
lapios que nos ha hecho llegar hasta donde estamos. Quizá
hemos estudiado en algún colegio escolapio, hemos tenido
contacto con los escolapios por medio de otra obra, hemos
participado en algún proceso pastoral, hemos entrado en
contacto con las fraternidades. Quizá nada de esto y sola-
mente un día entramos en contacto con la Fraternidad por
una relación. Nuestra historia, la de cada uno es diferente,
seguro.
Junto a la Escuela Pía y los escolapios, hemos ido descu-
briendo nuestra vocación laical o religiosa, nuestra vocación
ministerial, pedagógica… hemos ido descubriendo que es lo
que el Señor nos pedía e intentamos responder a su llama-
da.
Seguramente que también en esta historia podemos descu-
brir luces y sombras, algo que purificar y algo que agrade-
cer. Purificar para no cometer los mismos errores y agrade-
cer para reconocer que Dios nos ha ido acompañando en
nuestra historia junto a la Escuela Pía.
• Repasa tu historia personal y remarca aquellos hechos y
personas que te han marcado, que los descubres como
acontecimientos del Espíritu.
Sólo nos queda reconocer que a pesar de los pesares su
Presencia ha sido constante y sentirnos agradecidos y como
dice el canto de Taizé basado en un salmo “misericordias
Domini in aternum cantabo”.

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10. CULTURA VOCACIONAL


Reflexión desde la Comisión Permanente de Ministerio de Vasconia
0. Presentación
Tras el Concilio Vaticano II la Iglesia redescubre la necesidad de la pastoral vocacional. En una
primera recepción, la denominada “pastoral de las vocaciones” se entendió como la que estaba
destinada a jóvenes “vocacionables” y, más concretamente, a quienes Dios había llamado para
el ministerio pastoral ordenado y/o la vida consagrada. El ambiente eclesial era de cierta ur-
gencia y lógica preocupación por la escasez de “vocaciones”.
Tras un periodo de maduración y discernimiento de experiencias, el Pueblo de Dios ha situado
la pastoral vocacional en un horizonte mucho más amplio y acorde con los signos de los tiem-
pos.
En primer lugar, la vocación empieza a intuirse como una categoría válida para la propia com-
prensión del ser humano. Vamos retomando toda la riqueza y validez de un término con pro-
fundas raíces bíblicas y religiosas.
La vocación es algo que todos tenemos que desarrollar. Desde esta clave es como hemos lle-
gado a entender que la pastoral vocacional es la vocación de la pastoral y que los destinatarios
de la misma somos todas las personas.
Pero, dando un paso más, nos damos cuenta que necesitamos un marco todavía más amplio
desde en el que situar, no sólo la pastoral, sino toda la misión evangelizadora de la Iglesia. A
ese marco es al que se refiere el término “cultura vocacional”.
Juan Pablo II expresó esto al afirmar que “se trata de lograr una cultura que permita al hombre
moderno volverse a encontrar a sí mismo, recuperando los valores superiores de amor, amis-
tad, oración y contemplación. Es necesario, por tanto, promover una cultura vocacional que se-
pa reconocer y acoger aquella aspiración profunda del hombre, que lo lleva a descubrir que so-
4
lo Cristo puede decirle toda la verdad sobre su vida.”
En el Congreso Europeo sobre las vocaciones de 1997 se recoge este reto al señalar que “la
cultura vocacional es un componente de la nueva evangelización”.
Es ahora cuando vemos que la escasez, en efecto, de vocaciones específicas tiene que ver,
sobre todo, con la carencia de conciencia vocacional de la vida. El problema de fondo está en
la falta cultura vocacional.
La Provincia de Vasconia, reunida en Capítulo en 2003, liga el éxito de la 1ª Política aprobada
(“Consolidar una estructura adecuada de Pastoral Vocacional y las mediaciones necesarias pa-
ra la Formación Inicial”) con el objetivo de “Diseñar una programación que impulse la “cultura
vocacional”. Para ello se marca la tarea de reflexionar sobre la cultura vocacional y escribir un
documento al respecto.
Dicho documento es éste que ofrecemos. Buscamos que nuestra experiencia acumulada,
nuestros proyectos y sueños, tengan como marco de referencia global
una cultura vocacional escolapia impulsada por todos.
Ofrecemos una serie de preguntas a lo largo del documento, así como
unos indicadores de cultura vocacional y varios anexos, para que las
diferentes personas o grupos que lo recibamos podamos reflexionar,
revisar y compartir experiencias de cara a ir construyendo la cultura
vocacional que buscamos.
Ponemos en manos de Dios este documento confiando en que contri-
buya a llevar a buen puerto la dinámica refundacional en la que esta-
mos, permitiéndonos así “vernos caminar institucionalmente según el
5
proyecto de Dios que va desvelándose progresivamente” .

4
XXX Jornada mundial de oración por las vocaciones, Castelgandolfo 1992.
5
Introducción al Documento El Carisma escolapio hoy pág. 5.
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 53
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1. Cultura vocacional
La cultura vocacional (CV) supone un conjunto coherente y compartido de maneras de pensar,
sentir, actuar y celebrar que crean el ambiente necesario para que las personas descubran su
vocación cristiana.
Si la vocación es la propuesta de Dios a vivir de una determinada manera el seguimiento de
Jesús, la cultura será el ambiente donde esta vocación pueda interpretarse y vivirse. Dicho de
otro modo, esta cultura es la buena tierra donde surge la planta de la vocación.
Allí donde se vive con fuerza, la CV crea un espacio donde las personas viven las experiencias
claves de la fe, son progresivamente invitadas a hacerse las preguntas más vitales, y van con-
tando con las pistas y herramientas para responder a ellas.
Porque hoy, como en todos los tiempos, Dios sigue llamando una y otra vez a personas, gru-
pos, y humanidad entera. El reto de la CV será, por tanto, discernir las experiencias que se
desarrollan en, con y bajo nuestras vivencias humanas y relacionarlas con Dios.
Para que la CV sea efectiva tiene que encarnarse en personas y comunidades que establezcan
procesos de identidad y misión compartidas desde la comunión. Son éstas personas las que
difundirán y desarrollarán los elementos esenciales de dicha cultura.
El estilo y circunstancias específicas de cada grupo generarán formas propias de entender y
vivir la CV. Así es como podemos describir una manera escolapia de ser cristiano y de enten-
der la dimensión vocacional de la vida, es decir, una cultura vocacional escolapia.

• ¿Qué importancia le damos a la cultura vocacional?


• ¿Qué necesidad y urgencia le damos al desarrollo de una cultura vocacional escolapia?
• ¿Qué papel juega la CV escolapia en el logro de los proyectos y sueños que queremos pa-
ra la Provincia?

2. Cultura vocacional escolapia


El carisma y ministerio escolapios son la fuente principal de la CV escolapia. Porque, en primer
lugar, la dinámica vocacional escolapia nace del don gratuito del carisma. Dios nos regala la
experiencia de ser seguidores de Jesús a través de la llamada que nos hace en los niños y ni-
ñas, especialmente pobres.
Sentimos que Jesús nos invita a vivir con él y para él desde el “dejad que los niños se acer-
quen a mí”. Sentimos que nuestra vivencia cristiana se convierte en una especie de sacramen-
to cuando los niños y jóvenes están, además, en condiciones de especial dificultad.
De la experiencia carismática, convertida en encomienda eclesial, surge el ministerio escolapio.
En sintonía con Calasanz y el resto de la Escuela Pía, actualizamos la “Piedad y Letras para la
reforma de la república” con el lema actual de “Evangelizar educando para la transformación de
la sociedad y el servicio a la Iglesia”.

• ¿Qué principios, valores, actitudes y prácticas del seguimiento de Jesús enfatiza el carisma
escolapio?
• ¿Cómo entendemos cada uno de los elementos del ministerio escolapio: evangelizar, edu-
car, transformar, servicio eclesial?
• ¿Qué relación hay entre estos cuatro elementos?

Participar de la CV escolapia supone:


2.1. Compartir la responsabilidad carismática:
Consiste ésta en vivir, guardar, profundizar y desarrollar6 el Don y Misión recibidos desde
las claves de fidelidad creativa y comunión. Y lo hacemos cada uno según nuestra propia vo-
cación y deseo de implicación.

6
Carisma “es una experiencia del Espíritu, transmitido a los propios discípulos (del Fundador)
para ser por ellos vivida, custodiada, profundizada y desarrollada constantemente” El Laicado
en las Escuelas Pías nº17, citando MR 11; También, “Desde entonces, y durante cuatrocientos
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 54
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El buen ejercicio de esta responsabilidad nos permite impulsar la CV escolapia y cumplir a la


vez con el mandato del Apóstol Pablo a Timoteo: “Reaviva el carisma de Dios que recibiste” (2
Tim 1,6)

• ¿Cómo entendemos las acciones que forman parte de la responsabilidad carismática: vivir,
guardar, profundizar y desarrollar el Carisma?
• ¿Cómo podemos reavivar el carisma personal y común que hemos recibido?

2.2. Desarrollar nuestra propia vocación:


Dios se dirige a cada uno de nosotros por nuestro nom-
bre. La invitación de Jesús al seguimiento es personal y
el Espíritu alimenta, desde lo más íntimo de cada per-
sona, su plena realización vocacional. La CV escolapia
incluye, por tanto, la dimensión estrictamente personal.
Pero la vocación es una realidad con muchas dimensio-
nes y facetas que hay que tener en cuenta. Indicamos
las que nos parecen más importantes relacionándolas (a
través de notas al pie) con el propio itinerario vocacional
de Calasanz:
7
a) La vocación es llamada
8
b) La vocación es respuesta
9
c) La vocación es experiencia
10
d) La vocación es proceso
11
e) La vocación es opción
12
f) La vocación es una actitud
13
g) La vocación es envío
14
h) La vocación es convocación

años, a muchos hermanos nuestros, como discípulos de Calasanz, se les ha transmitido el


mismo carisma del Fundador y lo han conservado, vivido, profundizado y desarrollado fielmente
en distintas circunstancias históricas.” El carisma escolapio hoy, nº29.
7
Calasanz recordaba esta llamada cuando sitió que Dios le dijo: “Mira, mira”. Y repitiéndose
más de una vez los mismos acentos mientras él miraba pensaba en el sentido de aquellas pa-
labras, le vino a la mente y se dijo a sí mismo: “Quizá el Señor quiere que yo me haga cargo de
estos muchachos”.
8
Podemos ver la dimensión responsorial de la vocación de Calasanz en la siguiente medita-
ción: “reflexionando en las palabras del salmo, donde dice a ti se ha encomendado el pobre, tú
serás el amparo del huérfano, consideré esta sentencia como dicha a mí mismo y por ello em-
pecé”.
9
Recogemos y hacemos nuestra la invitación de Calasanz a tener una experiencia personal
continua de Dios: “Le exhorto en cuanto sé y puedo a que por ningún acontecimiento por grave
que sea, pierda V.S. la paz interior, sino que procure conservar siempre su corazón tranquilo y
unido a Dios, recurriendo a la oración cuanto más perturbado esté, porque el Señor suele en-
tonces calmar la tempestad del mar.”
10
Nos vuelve a servir el ejemplo de nuestro Fundador: “Calasanz recibe el carisma de la edu-
cación integral de los niños y jóvenes, principalmente pobres y abandonados. Desde el Espíritu
Santo, es un don dado a Calasanz. Desde éste, constituye un proceso histórico y carismático
que dura al menos veinte años.”Clarificación de la identidad del religioso y del laico escolapios,
pág. 79.
11
“He encontrado en Roma el mejor modo de servir a Dios, haciendo el bien a estos pobres
muchachos; no lo dejaré por nada del mundo”.
12 “La voz de Dios es voz del Espíritu, que va y viene, toca el corazón y pasa, ni se sabe de
dónde viene y cuándo sopla. Importa, pues, mucho estar siempre alerta, para que no llegue de
improviso y se aleje sin fruto.”
13
Es el “ve a Roma, ve a Roma”de Calasanz;
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 55
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15
i) La vocación es seguimiento
16
j) La vocación es misterio
• ¿Qué suponen cada una de estas dimensiones de la vocación?
• ¿Qué dimensiones vivimos con más fuerza y cuál tenemos más débil?
• ¿Qué nos sugieren las diferentes referencias a Calasanz para cada una de las dimensio-
nes?

2.3. Ofrecer una pluralidad de opciones vocacionales:


Para que la CV se consolide necesita ofertas de desarrollo vocacional sobre las que las perso-
nas puedan optar libremente. En concreto, proponemos una serie de caminos vocacionales
17
que cuentan con procesos más o menos consolidados .
De cara al futuro intuimos también que tenemos que discernir y desarrollar otras propuestas
18
vocacionales . El reto de todas estas opciones será que se configuren en clave vocacional.

• ¿Qué caminos vocacionales tenemos más desarrolladas y cuáles menos?


• ¿Cuáles ofrecemos mejor y cuáles tenemos que revisar, impulsar, crear,… ?

3. Agentes difusores
Cuando Calasanz afirma en 1630 que “en nuestras comunidades educativas necesitamos
humanistas urgentemente” está intuyendo, después de un largo recorrido, tres cosas importan-
tes:
• la necesidad de una comunidad que eduque según el Carisma que ha recibido.
• que las personas que participan de la Obra, por aquel entonces se presuponen que son
cristianas, tienen que haber desarrollado la humanidad que llevan dentro.
• que contar con esa comunidad y con personas con unos determinados perfiles, es una
tarea urgente.
3.1. Comunidad cristiana escolapia: SUJETO DIFUSOR
La misión de evangelizar es de la comunidad cristiana. Jesús convocó a la primera comunidad
para que llevara adelante la misión y nos abrió el camino para continuarla. La evangelización
muestra su verdadero rostro cuando tras la persona que anuncia la Buena Noticia hay una refe-
rencia y pertenencia de comunidad cristiana.
Calasanz intuyó esto mismo cuando en 1604 se trasladó al
palacio Vestri y fundó aquella primera comunidad escolapia.
Formada por una pluralidad de opciones vocacionales (segla-
res, sacerdotes y futuros religiosos) fue un hecho decisivo en
19
la historia de la Escuela Pía.
Hoy es necesario recrear esa comunidad cristiana para poder
ser fieles a la misión encomendada a la Escuela Pía de evan-
gelizar educando. Necesitamos clarificar quiénes somos y
quiénes serán las personas y las comunidades que a través
de su testimonio de vida y de fe hagan fiable y transitable para
niños y jóvenes el camino hacia una vida cristiana adulta.

14
“Si me encontrara ahora mismo con diez mil religiosos, los pondría repartir en un mes única-
mente en aquellos lugares que me lo han solicitado con grandísima instancia”.
15
“El olor del buen religioso consiste en hacerse un vivo retrato del ejemplar de toda virtud, Je-
sucristo, de suerte que todas sus acciones, palabras y pensamientos hagan que sientan el olor
de Cristo todos los que le ven”.
16
“Las vías que tiene el Señor para llevar las almas al cielo son todas santas y misteriosas”.
17
Ver anexo 1: “Ofertas vocacionales”
18
Ver anexo 2: “Posibles nuevas ofertas vocacionales”
19
Ver anexo 3: “Primera comunidad cristiana escolapia”
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 56
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Con la comunidad cristiana escolapia (CCE) se visibiliza también la íntima unión que ha de
haber entre la espiritualidad, la misión y la vida comunitaria. Es una entidad que, como realidad
comunitaria, encarna el carisma escolapio en nuestra demarcación abarcando sus elementos
20
esenciales (espiritualidad, misión y vida comunitaria ).
En el ámbito provincial, la CCE está formada en su núcleo, por la Orden de las Escuelas Pías y
la Fraternidad Escolapia de Vasconia (ESE-FEV). Son miembros de ella, por tanto, los religio-
sos de la Provincia de las Escuelas Pías de Vasconia y los miembros de la ESE-FEV. Partici-
pan también todas aquellas personas que comparten la misión escolapia desde una vivencia
cristiana.
Esta riqueza y apertura es un rasgo constituyente de esta CCE. La identidad y comunión que
buscamos nos pide tener siempre abierta una puerta para que todas las personas que lo de-
seen, (educadores, personal del Centro, familias, exalumnos,… ) puedan compartir, según su
propia vocación, diversos elementos de la CCE (celebración, formación, bienes, colabora-
ción,… ).

• ¿Cómo entendemos los elementos esenciales del Carisma (espiritualidad, misión, vida co-
munitaria) y la relación que mantienen entre sí?
• ¿Qué importancia le damos a la CCE?
• ¿Qué pasos tenemos que ir dando para que sea auténtica difusora de la CV escolapia?

3.2. Personas implicadas


a) Los niños y jóvenes.
b) Los religiosos.
c) Los miembros de la fraternidad.
d) Los escolapios laicos/as.
e) Los rectores y animadores de la comunidad.
f) Las personas que participan de la misión compartida.
g) Las personas que colaboran eficazmente con la acción escolapia (educadores, per-
sonal de administración y servicios, monitores, entrenadores, familias más implicadas,
asociaciones e instituciones colaboradoras,… )
h) Las familias de los niños y jóvenes con los que estamos.
i) Los responsables de pastoral.
j) Los profesores de religión.
k) …
• ¿Qué aportan cada una de estas personas a la creación de la CV escolapia?

4. Ejes centrales de la CV escolapia


A través de las siguientes instancias se difunden las maneras de pensar, sentir, actuar y cele-
brar, así como los valores, actitudes y prácticas cotidianas que definen la CV escolapia.
4.1. LA ACCIÓN EDUCATIVA GENERAL
El proceso educativo-pedagógico es para nosotros espacio privilegiado para la vocación de to-
dos los participantes. La buena educación en las Letras desde la más tierna infancia cumple
objetivos importantes respecto a todo lo que queremos vivir. Y esto porque las Letras…
• son fuente de humanización y realización de la persona,
• son oportunidad de encuentro y crecimiento mutuo,
• preparan para la vida,
• contribuyen al conocimiento de la Creación y a la guía de la Humanidad,
• potencian una experiencia de Dios acorde con los tiempos que vivimos,
• contribuyen a la eficacia de la evangelización,
• …

• ¿Cómo vemos la importancia de la acción educativa como difusora de la CV escolapia?

20
El Laicado en las Escuelas Pías nº17, 22, 26.
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 57
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4.2. LOS PROCESOS PASTORALES


Los procesos pastorales son la columna vertebral de la pastoral. Al ser de carácter voluntario y
estar enmarcados en el ámbito del tiempo libre, tienen una dinámica y metodología propia. Son
también un espacio esencial para la construcción de CV.
El proyecto educativo-pastoral de estos grupos tiene como referencia común en todas las pre-
sencias las siguientes etapas:
• Etapa educativa: hasta los 15 años aproximadamente.
• Etapa de propuesta: hasta los 18 años.
• Etapa de catecumenado: 3/4 años aproximadamente.
• Etapa de discernimiento y opción: su duración puede ser variada y su objetivo es la con-
creción de un proyecto personal de crecimiento vocacional y la decisión sobre la inserción
eclesial que ofrecemos desde la Escuela Pía.
Independientemente de estas etapas, todos los grupos del proceso pastoral trabajan seis di-
mensiones de la experiencia cristiana que proponemos:
• La experiencia de Dios.
• La formación.
• El compromiso por el Reino.
• El estilo personal de vida.
• El compartir comunitario.
• La identificación calasancia y escolapia.

• ¿Qué valoración hacemos de la situación de nuestros procesos pastorales?


• ¿Qué etapas y/o dimensiones tenemos que cuidar o trabajar más?

4.3. LA PASTORAL VOCACIONAL ESPECÍFICA


Junto a la pastoral vocacional general, y en sintonía y coherencia con
ella, se desarrolla la pastoral vocacional específica (PVE) a la vida reli-
giosa escolapia.
Para su impulso contamos con el Proyecto de PVE en el que se recoge,
además de la experiencia de trabajo que vamos acumulando con el
tiempo, la estructura básica de esta pastoral. Por un lado, las etapas en
las que se divide:
• Fase de siembra: coincidiría con la etapa educativa pastoral.
• Fase de propuesta: coincidiría con la etapa de propuesta pastoral.
• Fase de acompañamiento: para los jóvenes interesados por la propuesta.
• Fase de acogida: por la que se incorporan a la estructura del proceso para ser religiosos
escolapios (pre-noviciado, noviciado… ).
El proyecto también incluye acciones de siembra, propuesta y acompañamiento para las per-
sonas que han superado ya la fase de siembra o propuesta y que no han definido su vocación
(jóvenes, miembros del catecumentado, personas de la comunidad o ESE-FEP, personas en
misión compartida,… ).

• ¿Cómo podemos implicarnos todos en la PVE?


• ¿Qué conciencia tenemos de la importancia de la misma?

4.4. CONVOCATORIA Y DESEMBOCADURA


Convocamos al descubrimiento y realización de la vocación común y personal desde el segui-
21
miento de Jesús. Para ello ofrecemos una pluralidad de medios, espacios, personas, etc. .
La desembocadura de nuestra convocatoria pastoral es la CCE. Para que ésta se realice con
éxito tenemos que:

21
Ver anexo 4: “Convocatoria”
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 58
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• convocar desde nuestro ser personas con vocación: vivir en dinamismo vocacional.
• cuidar y trabajar cada convocatoria que tenemos y las nuevas que podamos ofrecer.
• tener claro lo que supone la CV escolapia y la aportación de cada uno

• ¿Qué convocatorias tenemos y qué valoración hacemos de las mismas?


• ¿Qué nuevas convocatorias o planteamientos sobre las mismas podemos hacer?
• ¿Cómo podemos mejorar en nuestra dimensión convocante?

4.5. EL TRABAJO CON PADRES Y MADRES


Entre las propuestas a los padres y madres no debe faltar la oferta pastoral. Hay que buscar
itinerarios y propuestas específicas según la realidad de cada presencia. El horizonte también
tiene que ser la incorporación a la CCE. Lo normal es que esto se produzca a después de un
proceso de catecumenado adecuado a la realidad de los participantes.
También debemos colaborar con las familias, tanto del Centro como de la ESE-FEV, en la edu-
cación en la fe de los hijos y acompañarles en sus respectivos proyectos de familia.
El trabajo con las familias puede incluir también propuestas de colaboración e implicación en
muchos niveles y dimensiones que afectan a la Comunidad Educativa.

• ¿Qué pasos podemos dar en nuestra oferta pastoral hacia los padres y madres?
• ¿Cómo podemos ayudar a los diferentes tipos de familias en su vocación familiar y en la
educación en la fe de los hijos?
• ¿Qué modelos de familia cristiana podemos potenciar entre los miembros de la ESE-FEV?
• ¿Cómo podemos implicar más a las familias en la actividad relacionada con la presencia?

4.6. LA ERE
La ERE busca articular bien las dimensiones cognitivas y experienciales de la formación reli-
giosa. Otros elementos de la misma son:
• un itinerario coherente de la ERE a lo largo de toda la etapa escolar.
• la mayor integración de la ERE con la vida de las personas y de la Presencia en general.
• la significatividad de la experiencia de fe.
• la formación de los profesores de religión.
• …

• ¿Cómo vemos el futuro de la ERE para que sea difusor de CV y cumpla con los objetivos
propuestos?
• ¿Qué elementos tenemos que cuidar más?

4.7. LA ACCIÓN SOCIAL


La dimensión social es constitutiva de la pastoral y un momento de la evangelización. Esto no
impide que pueda tener su autonomía propia y que haya una estructura de voluntariado social
donde participen personas que no son de los procesos pastorales. Aunque la pastoral no pue-
de prescindir de la dimensión social, la acción social tiene valor por sí misma.
El camino que vemos más adecuado para impulsar en el Centro los valores de la solidaridad y
el voluntariado son las campañas, semanas y actividades que realizamos en este ámbito.

• ¿Qué contribución hace la acción social al desarrollo de la CV escolapia?

4.8. LA COOPERACIÓN Y SOLIDARIDAD INTERNACIONAL


Impulsamos proyectos compartidos de cooperación allí donde la Escuela Pía está en lugares
preferentes. Consideramos como muy enriquecedor para todos los envíos de cooperantes (es-
colapios laicos temporales) a Venezuela, Brasil y Bolivia hasta la fecha.
Queremos promover un estilo de cooperación acorde con las necesidades de la misión, los
signos de los tiempos y con las claves que vivimos en la Provincia. Estamos abiertos a ofrecer

Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 59


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recursos humanos, materiales e institucionales, para colaborar con toda la Escuela Pía en este
ámbito.

• ¿Cómo nos enriquece a todos el trabajo en este ámbito?


• ¿Qué esperamos del futuro de esta dimensión?

4.9. LAS ORACIONES Y CELEBRACIONES


Cuidamos y vamos sistematizando las experiencias celebrativas a lo largo del año (oraciones y
celebraciones especiales, eucaristías,… ). A través de todas ellas queremos que los alumnos
vayan entrando en la pedagogía de la experiencia cristiana. Esto supone prepararlas y anali-
zarlas en conjunto para que sean progresivas, atractivas, eficaces, coherentes…
Las oraciones en el aula en determinados cursos o ante determinados acontecimientos socia-
les, son experiencias especialmente aprovechables.

• ¿En qué aspectos podemos mejorar en nuestro itinerario de experiencias celebrativas?

4.10. LAS CONVIVENCIAS


Son una oportunidad muy importante para la experiencia de fe de los alumnos. Ayudan mucho
a los objetivos de la pastoral. Es importante que sean “cristianas” y no simplemente conviven-
cias. Las ofrecemos desde 1º de la ESO y hasta que los alumnos salen del Centro.

• ¿Qué cosas podemos mejorar de las convivencias que ofrecemos?

4.11. EL ACOMPAÑAMIENTO
Queremos ir consolidando un estilo de acompañamiento personal que abarque diferentes nive-
22
les y dimensiones . Es importante que los niños y jóvenes, así como cualquier persona, pueda
sentirse acompañada a lo largo de su crecimiento personal.

• ¿Cómo entendemos el acompañamiento personal?


• ¿Qué diferentes niveles y dimensiones del mismo tenemos que cuidar y desarrollar?

4.12. LA FORMACIÓN Y AMBIENTACIÓN ESCOLAPIA


En nuestros diferentes procesos y ofertas no puede faltar la dimensión calasancia y escolapia.
También queremos crear una ambientación a través de mensajes, imágenes, símbolos, etc.
que nos recuerden a todos, con sencillez y discreción pero con significatividad, las raíces de
nuestras presencias.

• ¿Cómo podemos mejorar la formación y ambientación escolapia?

4.13. LA PÁGINA WEB


La página Web de nuestra Provincia (www.epvasconia.com) quiere ser un instrumento desde el
que contribuir a difundir la CV escolapia.

• ¿Cómo podemos aprovechar mejor este recurso?


• ¿Cómo pueden las nuevas tecnologías fomentar la CV escolapia?

4.14. LOS DOCUMENTOS MARCOS


Contamos con una serie de documentos de referencia desde los que construir y recrear per-
23
manentemente la CV escolapia . Son importantes en la medida en reflejen e impulsen lo me-
jor de la vida escolapia. En este sentido quieren ser documentos vivos, que partan de la expe-

22
Ver anexo 5: “Acompañamiento”
23
Ver anexo 6: “Documentos”
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 60
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riencia y que generen vida y futuro; instrumentos de los que se valga el Espíritu para avanzar,
con Calasanz, en el sueño que Dios tiene para nosotros.

• ¿Qué documentos necesitamos conocer, trabajar, interiorizar, difundir… más?

5. La organización
La organización, tanto local como provincial, tiene que contribuir al desarrollo de la CV. A tra-
vés de sus órganos y prácticas se difunden también aspectos importantes de dicha cultura.
5.1. ORGANIZACIÓN PROVINCIAL DE LA MISIÓN Y VIDA COMUNITARIA
La organización de la vida comunitaria debe estar al servicio de la misión y contar con la situa-
ción de cada persona. Cada vez más, tenemos en cuenta la realidad del caminar conjunto y de
la CCE.
Consideramos que es una riqueza, y una necesidad a la vez, la existencia de una pluralidad de
comunidades en todos los lugares donde está presente la Provincia de Vasconia.
De igual modo, la Misión debe expresar cada vez más el caminar conjunto. En la medida en
que la organización visibiliza mejor esto hace más creíble y coherente la intuición de la CCE,
ayudando de este modo al crecimiento de la CV escolapia.
Los órganos provinciales que tienen que reflejar e impulsar todo esto son:
• La Congregación Provincial y el Consejo Provincial de la Fraternidad.
• Los secretariados y diferentes equipos de carácter provincial.
• El Equipo de ministros provincial.
• La Fundación ITAKA-Escolapios.

• ¿Cómo vemos la organización a nivel Provincial?


• ¿Cómo entendemos la organización de la vida comunitaria y la misión desde el caminar
conjunto y la CCE?
• ¿Cómo podemos mejorar su aportación a la CV escolapia?

5.2. ORGANIZACIÓN LOCAL DE LA MISIÓN Y VIDA COMUNITARIA


Los diferentes órganos y comunidades locales son decisivos en la difusión de la CV escolapia.
Algunos aspectos esenciales que tienen que tener muy presentes son:
PRESENCIA LOCAL DE LA CCE
La CCE se concreta en cada lugar por la comunión de los religiosos de cada Presencia y la
Fraternidad Escolapia local y en ella participan aquellas otras personas que comparten la mi-
sión localmente.
Es el signo fundamental de la presencia escolapia en cada sitio.
PROYECTOS DE PRESENCIA ESCOLAPIA
Los Proyectos de Presencia deben aglutinar y dar coherencia a
todas las obras y proyectos de cada lugar. Así, cada obra con-
creta se conecta y retroalimenta con la vida de la CCE que la
sustenta. De este modo cada Presencia puede referirse a una
comunidad cristiana y cada comunidad alcanza pleno sentido
desde la misión.
Estos Proyectos de Presencia serían de ámbito local, coordi-
nando los esfuerzos de todos los proyectos de la Provincia y la
Fraternidad que hay en cada lugar. Deben tener objetivos y me-
tas evaluables, indicadores de logro y mecanismos de revisión y
corrección, definidos en cada ámbito de la presencia.
OTROS ÓRGANOS LOCALES
• Equipo de presencia escolapia
• Los consejos locales de la Fraternidad
• Equipo de ministros local

Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 61


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• Equipo local de PVE


• Equipo de pastoral y demás órganos locales de la pastoral
• Equipos de responsabilidad y liderazgo de los centros
• Escuelas de formación
• Oficinas juveniles

• ¿Cómo podemos mejorar la organización local para que impulse la CV escolapia?


• ¿Qué papel o contribución tienen que hacer cada uno de estos órganos?

5.3. OTROS SOPORTES


Para el impulso de la CV contamos también con otros medios que resultan imprescindibles pa-
ra que se trabajen los valores y las experiencias que queremos difundir. Entre otros:
• Albergues y casas: son lugares de encuentro, experiencia, formación,… necesarios en
nuestra dinámica de funcionamiento. Su buen uso y cuidado forma parte de la responsabi-
lidad que todos compartimos.
• Locales de pastoral y grupos: en ellos se desarrolla el día a día de las actividades de los
grupos del proceso pastoral.
• Departamento de pastoral: en cada lugar contamos con recursos de pastoral a través de
éste departamento.
• Las oficinas provinciales y locales: implican recursos humanos y materiales destinados a
consolidar el proyecto que impulsamos y la línea de crecimiento institucional que queremos
para el futuro.

• ¿Cómo podemos aprovechar mejor cada uno de estos recursos con los que contamos?
• ¿Qué otro tipo de soporte o recurso podemos necesitar?

6. Indicadores de la cultural vocacional


Es difícil evaluar el nivel de CV que tienen nuestras Presencias. Sin embargo, podemos desta-
car una serie de indicadores desde los que revisar su implantación. Pueden servirnos como cri-
terios orientativos básicos desde los que revisarnos y plantear avances futuros. En la medida
en que tengamos más desarrollados cada uno de ellos avanzaremos hacia la CV que busca-
mos.
6.1. Funcionamiento de los ejes centrales de la CV escolapia
En el apartado 4 se señalan 14 ejes desde los que desarrollar la CV. Podemos hacer una eva-
luación de la marcha de cada uno de ellos y sacar conclusiones de mejora al respecto.
6.2. Pluralidad vocacional (grado de implicación)
En conexión con el apartado 2.3. y los anexos 1 y 2, podemos analizar la existencia de mayor o
menor número de ofertas vocacionales que hacemos en cada Presencia, así como el mayor o
menor número de personas que se afirman vocacionalmente desde alguna de ellas. Será un
indicador del grado de implicación que vamos consiguiendo de todas las personas con las que
nos relacionamos
6.3. Implantación del “Estatuto Provincial del Laicado
en las Escuelas Pías de Vasconia” (Identidad y comu-
nión)
A partir de este documento se puede hacer un diagnóstico
de la mayor o menor implantación del mismo y sacar con-
clusiones al respecto.
6.4. Signos del caminar conjunto
En la medida en que contemos con más signos visibles
del caminar conjunto avanzaremos en la CV. Podemos
analizar el número de signos con los que contamos tanto
Provincial como localmente. De ahí podemos pensar qué
nuevos signos podemos crear en esa dirección

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6.5. Riqueza de la vida comunitaria


Un buen indicador de CV es la existencia de una
pluralidad de comunidades que enriquecen nues-
tra Provincia. Algunas de las comunidades con las
que ya contamos o que podríamos impulsar son:
• Comunidades de religiosos.
• Comunidades de laicos.
• Comunidades mixtas de laicos y religiosos.
• Comunidades escolapias de experiencia y mi-
sión, formada por religiosos y laicos.
• Comunidades escolapia de vida y techo, for-
mada por religiosos y laicos.
• Comunidades religiosas escolapias con esco-
lapios laicos vinculados a ellas.
• Comunidades de techo de laicos.
• Comunidades de techo con familias.
• …
6.6. LENGUAJE Y PRÁCTICAs VOCACIONALes
El lenguaje es expresión simbólica que conecta experiencias personales y comunitarias con
aquellas realidades a las que se refiere. Es reflejo de lo que se vive y la cultura que se compar-
te. Por ello, es importante generar prácticas que tengan clara connotación vocacional y hablar
de ellas a través de un lenguaje que provoque una comprensión vocacional de las mismas. A la
vez, debemos compartir y extender ese lenguaje para normalizarlo entre nosotros y que sea
fuente de identidad y comprensión de la realidad.
Podemos analizar el mayor o menor desarrollo de la CV analizando dicho lenguaje. En el
anexo 7 ofrecemos algunos campos semánticos propios de la CV escolapia.
6.7. ORGANIZACIÓN DE LA VIDA Y MISIÓN ESCOLAPIAS
En el apartado 5 se señala cómo puede contribuir la Organización al impulso de la CV escola-
pia. Podemos analizar por tanto:
• El desarrollo de la CCE y la coherencia de la organización de la vida comunitaria y la mi-
sión con la CCE.
• El desarrollo de los Proyectos de Presencia
• La existencia y buen funcionamiento de los órganos provinciales y locales.
• EL buen aprovechamiento de los soportes provinciales (albergues, locales, departamentos,
oficinas,… )

• ¿Qué análisis hacemos provincial o localmente de cada uno de estos indicadores?


• ¿Podemos llegar a establecer criterios cuantitativos de cada uno? ¿Cómo?
• ¿Qué otros indicadores se nos ocurren?

Anexo 1: Ofertas vocacionales


• Escolapio religioso.
• Escolapio laico.
• Escolapio laico temporal para personas enviadas en misión.
• Monitores y entrenadores.
• Asesores de los procesos pastorales.
• La opción definitiva a la Fraternidad Provincial (ESE-FEV).
• Ministerio laico de pastoral.
• La confirmación.
• Erkideok.
• A través de procesos formativos específicos: teología, tercer mundo, escuelas de volunta-
riado,...
• Liberados (contratados) para diversos trabajos relacionados con la misión.
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• Experiencias de techo comunitarias.


• Experiencias comunitarias de proyecto.
• Diferentes cargos de responsabilidad: coordinadores (escolar, extraescolar, deportes, pas-
toral,...), cargos directivos, miembros del patronato de la Fundación Itaka-Escolapios,
miembros de consejos locales y provinciales de la Fraternidad, animadores de pequeñas
comunidades, responsables de proyecto, miembros de los órganos de la provincia,…
Anexo2: Posibles nuevas ofertas vocacionales
• Otros ministerios: diaconado permanente, pedagógico/educativo, social, familiar…
• Otras posibilidades de opciones personales: celibato, disponible,…
• Propuestas a familias relacionadas con nuestra Presencia.
• Personas en cooperación con la misión escolapia.
• Personas que participan de la misión compartida.
• Personas que participan de la Comunidad Cristiana Escolapia.
• Otros envíos, encomiendas, encargos, propuestas,…
• Otras opciones sobre decisiones claves de la vida: modelo de familia, lugar de la vivienda,
tipo de trabajo, el grado de compartir los bienes, el número de hijos y el estilo de su educa-
ción,…
• Vocaciones en el ámbito social.
Anexo 3: Primera comunidad cristiana escolapia
Nos lo cuenta el Padre Berro: “Como verdaderamente humilde, desconfiado de sí mismo, con-
sultaba Calasanz al Ilmo. Prelado Octaviano Vestri, al P. Juan Leonardo y con estos y con los
mismos Operarios, que correspondiendo al honor de Dios se reunían de tanto en tanto para tra-
tar el tema del buen gobierno de las Escuelas Pías y de sus Operarios, en una de estas reu-
niones, tenida el 14 de julio de 1604, se decretó que los Operarios de las Escuelas Pías vivie-
sen en común, contribuyendo el que pudiera, y el que no pudiera sería provisto por el fondo
común, y aun a muchos se les pagaba. Pero se dio principio a esta Comunidad en el mes de
septiembre de dicho año 1604. Los que convivían eran 18 en total, a saber: el P. José Cala-
sanz, Fundador, Aragonés; el P. Gelio Ghellini, Veneciano: el P. Gaspar Dragonetti, Siciliano; el
P. Flaminio Casella; el P. Régolo Bellotti; el H.º José Mainente. Estos contribuían a la Comuni-
dad de este modo: Flaminio con la Misa y Régolo con la Misa y el servicio de confesor en San-
ta Ana; los otros daban dinero además de la Misa. Luego el P. Andrés Basso, el P. Jerónimo
Nicotera, el Padre Leonardo Mazentio, el H.º Nicolás de Bérgamo; el H.º José de Gregorio, de
Mesina; H.º Domingo Monechini, Vicentini; el Padre Martín Tovar, H.º Miguel Ferreiro, el her-
mano del P. Nicotera, Ventura Sarafellini, Juan Pablo de N. y el H.º Eusebio Manenti. Estos do-
ce eran asalariados y gobernados en diversos modos. Así que eran en total 18 operarios, siete
sacerdotes y once seglares, pero todos vestían de largo, excepto Sarafellini.” (Relación B, pág
385-386)
Anexo 4: Convocatorias
Las principales convocatorias que en estos momentos tenemos son:
• convocatoria central: el acceso al colegio.
• convocatoria a procesos de los grupos de pastoral.
• convocatoria a los grupos etorkizuna y a la vocación religiosa escolapia.
• convocatoria al catecumenado y a la ESE-FEV.
• convocatoria al proceso del escolapio laico.
• convocatoria a los padres y madres.
• otras convocatorias:
• encuentros de misión compartida.
• escuelas de voluntariado en Bachillerato.
• colaboraciones puntuales en actividades de pasto-
ral: campañas, clases de apoyo,…
• voluntariado social en proyectos des Fraternidades.
• procesos de formación y voluntariado para el tercer mundo.
• actividades provinciales.
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Anexo 5: Acompañamiento
Podemos diferenciar y desarrollar diferentes tipos de acompañamiento:
• Acompañamiento “global” desde el proceso: es la base del resto de niveles y el acompa-
ñamiento clave que realiza la CCE. La CV que un niño va viviendo desde pequeño o cuan-
do se incorpora a los grupos, las personas con las que va encontrándose, las experiencias
que va acumulando, los sueños que va compartiendo,… todo ello forma parte del acompa-
ñamiento base de los demás.
• Acompañamiento personal “natural”: es el que realizan los educadores cotidianos del gru-
po, clase o ambiente en la que está el chaval.
• Acompañamiento personal “especial”: sin desligarlo de los anteriores y en sintonía con
ellos, lo hacen las personas que, por diferentes motivos (ministerio, vocación, función,… ),
tienen encuentros personales con algunos chavales o si los tienen con todos, con algunos
de un modo especial (mayor complicidad, sintonía, necesidad,… ).
• Procesos de acompañamiento “específicos”: además de los anteriores tipos hay procesos
específicos de acompañamiento para diferentes situaciones:
• para el discernimiento de la vocación religiosa están los grupos etorkizuna y la “Fase
de acompañamiento” descritos en el proyecto de PVE.
• para el discernimiento de la vocación escolapia laica hay un itinerario propio.
• para el posible paso a Fraternidad existe una etapa de discernimiento y opción.
• para las experiencias de cooperación hay procesos específicos tanto antes de ir como
a la vuelta (FTM, VTM, RAM,… ).
• otros tipos de propuestas de acompañamientos específicos: Samuel, erkideok,…
• para las personas que buscan un itinerario hacia la misión compartida.
• para las personas que quieren ser mejores colaboradores de la acción educativa esco-
lapia.
• para los profesores nuevos que se incorporan a los centros.
Anexo 6: Documentos
• Constituciones y Reglas de las Escuelas Pías.
• Documentos de la Fraternidad Provincial.
• Carácter Propio de los colegios escolapios de Vasconia.
• Proyecto Educativo marco para la Provincia y los propios de cada centro.
• Proyecto Provincial de Pastoral y los respectivos Proyectos educativos de cada sitio.
• Proyecto Provincial de Pastoral Vocacional Específica y sus correspondientes Proyectos
locales de PVE.
• Estatuto Provincial del Laicado en las Escuelas Pías de Vasconia. En este documento se
incluyen:
• Diferentes acciones para cada una de las modalidades de relación con los laicos.
• El Estatuto del Ministerio Laico de Pastoral en las Escuelas Pías de Vasconia.
• El Estatuto del Escolapio Laico.
• Estatuto provincial de organización de la misión escolapia en la
Provincia de Vasconia.
• Reglamento de Régimen Interior marco para toda la Provincia y
los propios de cada colegio.
• Políticas y objetivos aprobados los Capítulos y la Congregación
Provincial.
• Políticas y objetivos aprobados por las asambleas de la ESE-FEV
y el Consejo Provincial.
• Documento de la Congregación provincial y el Consejo provincial
“La comunidad cristiana escolapia”
• Documento “Proyecto provincial de formación permanente”
• Documento “Cultura vocacional escolapia”

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11. APORTACIONES DE RICAS TRADICIONES


ESPIRITUALES CRISTIANAS
Juan Carlos de la Riva
Siempre he pensado que a los programas de Argiñano les falta (no abundaré en lo que les so-
bra de tontería, chistes malos, etc.) la posibilidad de verificación de los resultados. No dudo de
que no haya alguna parte del público presto a meterse en la cocina a convertir en realidad los
aromas, los colores y sobre todo los sabores. Pienso que para la mayoría de los mortales, la
cosa se queda en mero deleite para los ojos, ahondando más en la mentira de que son estos
los que nos sirven para comer. Puede que sí nos inviten a hacerlo, pero esto pone las cosas
aún peor tratándose de un programa televisivo. Con las espiritualidades, los santos y sus expe-
riencias, nos puede pasar a los cristianos algo parecido: charlas que suenan bien a nuestros
oídos, lecturas que entretienen nuestra imaginación y despiertan el fervor, pero poca verifica-
ción. Mirar, y no comer. Y menos cocinar: no adquirimos hábitos para el quehacer de todos los
días.
Voy a comenzar con palabras de grandes místicos sobre su propia experiencia. Así, con Tere-
sa de Jesús, decimos: “¡Oh, válame Dios cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas, a
entender por experiencia cuán verdaderas son!” Y con Ignacio de Loyola, “que no el mucho leer
y saber contenta el ánima, sino el gustar de las cosas internamente”. Invitación pues desde el
principio a la degustación, más que a la erudición.
Por lo menos Argiñano provoca al espectador con la facilidad y soltura con que hace las cosas,
dejándolo todo accesible a cualquiera que sepa encender su cocina. Peor nos ocurre cuando
vemos a un ceramista enseñarnos sus obras de arte, y nos decimos a nosotros mismos: subli-
me, pero dificilísimo, y sobre todo raro, para unos pocos. Expresiones como “Sólo Dios basta”,
o “Vivo sin vivir en mí” aparecen a veces a los espíritus cristianos de calle como esas piezas de
cerámica sublimes, dignas de admiración, pero inaccesibles. Ni hemos visto cómo lo han
hecho, ni nos llega a atraer su vocación. Error número dos: considerar lo espiritual para espíri-
tus sublimes. No pensar que mi vida diaria ya es espiritual y con ella construyo una vasija lla-
mada a ser obra de arte.
Así, más que un programa de cocina, o un muestrario museístico de cerámicas, me gustaría
que este tema, igual que todo el curso que llevamos, tuviera más de picoteo real, que seguro
agradará al paladar, o incluso de mancharse las manos de barro en un torno de alfarero, pues
aunque no consigamos una obra de arte… será nuestra pieza, la que nuestro ser ha dado a
luz. No olvidemos que grandes místicos son también el pastor que paciente busca praderas, el
que pone el Belén por navidad desembalando cada figura con emoción, el del camión de la ba-
sura que conoce la ciudad desierta, y tantos otros poetas de la vida.
Imposible dedicarse a un resumen de las diversas tradiciones espirituales que la Iglesia ha da-
do a luz. Pero sí podemos aspirar a subrayar las APORTACIONES. No nos fijaremos pues en
cada detalle y cada especificidad de cada espiritualidad, sino que abundaremos más en lo que
ha aportado a la tradición de la Iglesia, a lo que se ha hecho carne en el conjunto de los cre-
yentes, a lo que ha configurado lo que hoy entendemos por Espiritualidad. Aportaciones que
ojalá lo sean también a ese recorrido espiritual que hacemos cada uno y que es el verdadera-
mente importante.
La selección que hacemos de cuatro exponentes de espiritualidad deja injustamente de lado a
otras espiritualidades importantes: patrística, agustiniana, benedictina, dominica, teresiana,
existencialista, oriental,… pero a todo no se llega y mejor beber a sorbos de la fuente de la vida
en alguno de sus manantiales, que aprenderse de memoria los ríos de Europa.

Nos quedamos pues con Francisco de Asís, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola y los teólogos
de la liberación. Y de cada uno vamos a destacar un par de notas importantes, que entende-
mos que han aportado a la espiritualidad moderna.

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• De Francisco de Asís: la pobreza y la fraternidad.


• De Juan de la Cruz: el amor a Dios y de Dios en todo, y la noche del espíritu como camino.
• De Ignacio de Loyola: el examen de la vida, la contemplación ignaciana de Jesús y las re-
glas de discernimiento.
• De la Espiritualidad de la liberación: la realidad histórica como presencia de Dios, y el mar-
tirio como esperanza absoluta.
1. Francisco de Asís: pobreza y fraternidad
Seguramente la espiritualidad de nuestros momentos más
románticos, por aquello de la naturaleza y los pajaritos. Evi-
dentemente que simplificamos cuando hablamos del espíritu
franciscano como de una especie de “feliciano” que en su in-
genuidad lo ve todo de color de rosa. Quizá no tengamos su-
ficientemente en cuenta que esta espiritualidad armónica con
la realidad se fraguó en mitad del dolor y sufrimiento: de bata-
llas sangrientas entre pueblos vecinos, de enfermedades bien
desagradables a la vista, de conflicto con la familia y con la
alcurnia, de pobreza extrema, de soledad, de conflicto y
abandono incluso en su propio grupo una vez este ha creci-
do… No es una espiritualidad de la ingenuidad, desde luego;
hay mucho más.
Como ejemplo, la interpretación que hace Jung el psicoana-
lista de la historia-leyenda del lobo de Gubbio amansado por
Francisco, interpretando en ese lobo el fondo oscuro que to-
dos llevamos, nuestra propia sombra, con la que a veces nos
cuesta reconciliarnos. (Puedes ampliar esto en “Reconciliarnos con nuestra propia som-
bra”, de Jean Mombourquette.
Me ha gustado mucho leer el artículo “CRISTIANISMO Y FRANCISCANISMO” tomado de
Juan Martín Velasco, La experiencia cristiana de Dios. Resumo a continuación algunas de
sus ideas más importantes:
Una de las realizaciones eminentes y fecundas del cristianismo es el franciscanismo, que es
una de las más perfectas síntesis históricas de los valores cristianos, y ha respondido a las
preguntas del hombre de su época al tiempo que es elocuente para todas las épocas posterio-
res.
Se da en el franciscanismo y su espiritualidad una equilibrada conjunción de contrarios:
• Cristocéntrica, pero fundada en Dios
• Radicalidad en el seguimiento pobre y desnudo del Jesús pobre y desnudo, pero con per-
petua alegría.
• Pide la mayor exigencia personal, al tiempo que recomienda la mayor comprensión a quie-
nes no han recibido la llamada.
• Pide la vivencia de las cimas de la contemplación al tiempo que construye con los herma-
nos una fraternidad, realización de la parte política del cristianismo.
• Se atiene a la letra del evangelio, sin caer en la literalidad de los fanáticos.
La unidad de estos binomios se la da la referencia directa a la persona de Cristo. Es una expe-
riencia de Dios descubierta en el espejo del corazón paternal de Dios que es Jesucristo.
La llamada le llega a través de Jesucristo, palabra encarnada: el crucifijo bizantino de San Da-
mián, la lectura del evangelio (Lucas, Mateo… ) “nunca me guiaré por otra ciencia que la suya”.
El rasgo más destacado de su vida será entonces la adhesión a Jesús. Y desde ahí, a una ver-
dadera experiencia de Dios como Dios. “Mi Dios, mi todo!”. La experiencia de Dios de F. es so-
bre todo una experiencia amorosa. Para F. Dios sólo tiene un nombre: Amor. De ahí que su
oración sea el Padrenuestro.
Además de la parte mística, está la parte práctica y hasta política de la espiritualidad de F. La
fraternidad es la concreción de la forma de vida de las bienaventuranzas, como resultado del
gozo de quien ha descubierto el tesoro.

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De todas las virtudes la que tiene un lugar central es la pobreza. “Los hermanos deben vivir sin
nada propio”. Otra característica subrayada por todos, la alegría. También es conciencia de la
fraternidad universal: ser hermano de todos los hombres. También de los más débiles, lepro-
sos… También de las criaturas, pues sabe que también tienen en Dios su principio.
Todo esto no provoca alejamiento del mundo, sino transfiguración de la realidad: las cosas ad-
quieren dimensión de espejo de Dios, huellas de su hermosura (el sol… ). Así podemos decir
que el franciscanismo tiene mucho de contemplativo. Rasgos de la mística franciscana, de la
contemplación:
• Conocimiento interno de Dios revelado en Jesucristo. Entrega a Cristo que comporta la vo-
luntad de seguirla y de imitar su vida hasta reproducir sus gestos y revivir las escenas del
evangelio. Se adelanta a la contemplación moderna haciendo objeto de contemplación los
misterios de la vida de Cristo, desde el nacimiento a la pasión y la cruz. Es contemplación
amorosa.
• Pobreza: lectura sin glosa del evangelio. Pobreza leída teologalmente: los bienes poseídos
corren el peligro de disputarse en el corazón del hombre el lugar y las energías que sólo
Dios merece. El hombre debe dejar de ser el centro, debe de abandonar su espíritu de po-
sesión y dominio y adoptar la de desasimiento. “Nada de vosotros retengáis para vosotros
mismos, para que enteros os reciba el que todo entero se os entrega. La pobreza es ade-
más fuente de libertad, condición para evitar la violencia, fuente de alegría, y medio para
hacer efectiva la caridad y la fraternidad.
• Alabanza. La oración es toda alabanza: habla del exceso de realidad con el que se ha visto
inundado F. Dos formas: el reconocimiento de la perfección divina, y la alabanza universal
por las criaturas. Con la mirada contemplativa y la oración de alabanza el mundo adquiere
belleza incomparable que es destello de la perfección divina.
• En fraternidad. La fraternidad entre los hombres y mujeres procede de Dios: “El Señor me
dio hermanos”. Ante la dignidad de Dios uno descubre que todos los seres comparten la
misma condición de imagen suya y se dibuja la convergencia de todos hacia la común vo-
cación de hacerse cada vez más semejantes. Destaca el empeño de F. por superar las
tendencias jerarquizantes de la iglesia, proponiendo para los suyos el modelo de la frater-
nidad. La función del ministerio de la autoridad: “nadie sea llamado prior, mas todos sin ex-
cepción llámense hermanos menores”. Ante la posible tentación de aislarse, pide F. vivir en
medio de los hombres, extendiendo la condición de hermano a todos los hombres, situán-
dose en relación con ellos como menores y servidores. Además, el amor al hermano es la
expresión y el criterio por excelencia del amor de Dios del que vive la contemplación. Se
subraya la dimensión eclesial de la contemplación.
¿Por qué el franciscanismo sigue siendo atrayente?: por dos motivos, la radical fidelidad al
evangelio, y la sensibilidad para captar las necesidades profundas del hombre de su tiempo.
Concibe una fraternidad de peregrinos y forasteros cuya misión es ir por el mundo, sin morada
permanente, aligerados, destinados sencillamente a evangelizar. Los movimientos reformistas
radicales contemporáneos olvidaron con demasiada frecuencia operar una adecuada síntesis
cristiana, y además se propusieron a sí mismos como alternativos a la Iglesia existente. Fran-
cisco propone como centro la pobreza para hacer realidad el ideal evangélico y unirse más a
Dios en incondicional adhesión a Jesucristo. Además, quiere reparar la única Iglesia posible, la
de Jesucristo. Una adhesión a la iglesia concretada en obediencia a obispos y al Papa, respeto
a los sacerdotes, cuidado de la predicación en comunión con la Iglesia…
Recomendaciones para seguir con Francisco:
• Todos nos hemos leído el Francesco el Buenagente, de Cortés, pero es obligatorio para
quien no lo haya hecho.
• Quizá nos pase lo mismo con la “Sabiduría de un pobre” de Eloi Leclerc, que insiste
más en la crisis de la última parte de su vida, pero que inunda al lector de espíritu de po-
breza y libertad.
• De Ignacio Larrañaga, “El hermano de Asís”, ahondando en su biografía espiritual.
• De Leonardo Boff, “San Francisco de Asis”, estudiando el tema en profundidad.
• De las dos películas que hay, la de Zefirelli y la de Coppola, me sigue gustando más la de
Zefirelli. Se la ha acusado de romántica y melosa, pero tiene frescura y gracia. La de Cop-
pola presenta a un Francisco malhumorado y duro que no encaja con la alegría que des-

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prenden sus escritos y sus florecillas. Para acompañar a la película de Zefirelli, Hermano
sol, hermana luna, y hacer con ella una reflexión muy maja sobre la pobreza y sus conno-
taciones personales y sociales, el comentario que hace Faus en uno de los cuadernos de la
revista Frontera-Hegian de Vida religiosa titulado “Con los pobres…
• Y los amantes del cantante Angelo Branduardi conocerán sin duda el cd L’infinitamente
píccolo, sobre San Francisco, vida y espiritualidad. Todo un regalo para el oído y el espíri-
tu. Música medieval hecha hoy para un santo actual.

Dos reflexiones para el diálogo comunitario:


• Los bienes que el Señor nos ha regalado como dones, todo lo que poseemos ¿nos aleja de
la experiencia de Dios única riqueza? ¿Sabemos hacer uso de ellos con el espíritu del po-
bre? ¿Cuáles de esos bienes se han convertido en nuestros amos y señores? Verdadera-
mente lo material y nuestra relación con ello es un asunto muy espiritual.
• “El Señor me regaló hermanos”, dice Francisco, con razón. ¿Vivimos así a los hermanos de
comunidad, como el mejor regalo? ¿Cuidamos la fraternidad con el mayor esmero, enten-
diéndolo como eje clave de nuestro ser y vivir en cristiano?

2. Juan de la Cruz: Dio amor y noche oscura


Poco solemos saber de la vida de este santo, que nos ha llegado
más por los libros de literatura, como culmen de la poesía castella-
na. Como datos más significativos, los siguientes:
Sus años de niño, huérfano de padre al poco tiempo de nacer, mal
alimentado y mal vestido por su madre, con el escaso dinero que la
pobre se ganaba cosiendo; su época de adolescente, yendo a bus-
car trabajo manual a los pueblos vecinos y siendo despedido de to-
das partes, por las pocas dotes naturales con que la Providencia
divina le había favorecido; los tiempos de su juventud en que, re-
cordando sus amarguras pasadas y previendo las que Dios le re-
servaba, cambia su nombre terreno, al abrazar la vida religiosa,
acogiéndose al de la Cruz del Señor; sus períodos de paz, fecundos
en escritos admirables; sus largas temporadas de desasosiegos,
fundaciones, luchas interiores, que son preparación de su madurez sazonada y de los despre-
cios y acíbares de su postrera etapa...
En Medina, en 1567, se encuentra Juan con Teresa de Jesús, que ha comenzado ya la reforma
del Carmelo. Pronto se da cuenta Teresa, a pesar de contar Juan de la Cruz solamente veinti-
cinco años de edad, del valor de aquel "santico", como le llama, para la obra iniciada. Será este
encuentro decisivo para la vida de Juan, quien, en vez de retirarse a la Cartuja, como deseaba,
se vera obligado a llevar una vida agitada por las fundaciones, encarcelamientos, visitas y reti-
ros forzados.
Cinco años confesor en el convento de la Encarnación de Ávila, de la Madre Teresa y de sus
hijas reformadas; cinco años de experiencia en el trato de almas, en los que la Reforma del
Carmelo se lleva adelante con vigor y decisión. Cinco años que no podían acabar más que co-
mo lo hicieron: rapto violento del Santo y confinación en un convento de Toledo, en el que Juan
de la Cruz comienza a hacer honor a su nombre. Desde Toledo Fray Juan es enviado como
superior al Convento del Calvario, en la serranía de Jaén. Nueva época de paz y tranquilidad
en aquellas soledades, en las que a la vez que recoge los frutos de los atropellos anteriores, se
prepara para lo que su finísimo espíritu intuye, con plena aceptación de su voluntad, que poco
a poco se va adaptando a la misión que Dios le ha confiado.
Tras el convento del Calvario, Baeza, capítulo general en Alcalá, Granada. Años muy ricos pa-
ra Juan, los del incomparable paisaje granadino. Años en que escribe mucho y reza mucho. Y
a medida que avanza su vida -recordemos que tenía vocación de cartujo-, se va ella compli-
cando más y más. Nuevos viajes, con la Santa de Ávila, nuevas fundaciones, visitas a conven-
tos, capítulos generales y provinciales. Después, Segovia; tres años más de paz, que presa-
gian la futura tempestad de las "potencias del Maligno".
Retirado del convento de Segovia por discrepancias de pensamientos, es arrinconado en un
lugar cercano a Jaén, teniéndose que refugiar, al poco tiempo, por enfermedad, en un convento

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de Úbeda. Mientras tanto, el proceso contra el Santo, por el que se le intenta expulsar de la
Orden, continúa adelante. Sin embargo, poco le faltaba para que Dios le llame al Cielo: el 13 de
diciembre de 1591 entraba en la agonía, muriendo al día siguiente.
Una vida de acción embarcada en la reforma del Carmelo, y no exenta de conflicto, que nos
hace entender la experiencia mística de un santo que le dio mucha importancia a la noche os-
cura, como vía para el encuentro con Dios. También aquí robaré ideas de Juan Martín Velasco,
esta vez del artículo “San Juan de la Cruz, experiencia de dios desde la situación y la concien-
cia de su ausencia”.
En tiempos de Juan de la Cruz, siglo XVI, lo religioso era una evidencia de la que se partía, y
gozaba de una aceptación y un aprecio generalizado. Su tarea fue la de simplificar: Unum ne-
cessarium. Toda la realidad humana, y toda la creación, remite a él, el Amado. Mi amado las
montañas…
Aparentemente para nuestro santo la presencia de Dios lo ocupa todo. Qué diferente es la im-
presión que sobre la presencia de Dios domina en nuestro siglo. La vida religiosa parece
haberse reducido a una actitud marginal. Estamos en situación de eclipse de Dios, de ausen-
cia, de muerte.
Juan de la Cruz es el místico de la noche oscura, y a ella se ha aludido para explicar la actuali-
dad del mismo. Noche oscura es la situación de buena parte de nuestros contemporáneos: por
la falta de referencias, por la ola de nihilismo, por las experiencias personales y colectivas de
formas intolerables de sufrimiento, etc. No ha inventado Juan de la Cruz el símbolo de la no-
che: aparece ya en la escritura y en la experiencia de la historia humana, prácticamente en to-
das las religiones y culturas. Pero es mérito suyo haber vivido la noche con una rara intensidad
y haber logrado la expresión poética y la interpretación teórica tan ricas. Juan atribuye a la au-
sencia de Dios esa experiencia de silencio y abandono, frente a numerosos cristianos sencillos
que hoy vivirán experiencias parecidas sin atribuirlas a la acción de Dios y sin formular la nueva
forma de relación con él que suponen. Al tiempo, grupos enteros de personas de un mundo
postreligioso experimentan zonas profundas y oscuras de su condición, en medio del sinsentido
y la desesperanza, sin ser capaces de identificar su experiencia de ausencia como ausencia de
Dios, cayendo en rebeldía o resignación.
Tres elementos configuradores: el sujeto, que sale de sí mismo; el amado, motor del argumen-
to; la noche, actor de la acción. A ella se le atribuye haber juntado amado con amada. Deja en-
trever que el hombre es más de lo que conoce de sí: la presencia de sí, de los objetos y del
mundo, que constituye el campo ordinario de la conciencia, está habitada por otra presencia,
tan invisible como inconfundible, que sólo se deja percibir como ausente. Dios es noche. Da el
ser y por tanto no se deja enumerar con los entes; hace valiosos a la persona y al mundo, y por
eso está más allá de los valores… La noche aparece orientada a desasir al sujeto de sí mismo,
de su autoafirmación y autocentramiento, y le dispone a dejarse atraer por la fuerza de la gra-
vedad que Dios ha impreso en su naturaleza.
Juan de la Cruz sitúa al ser humano en un proceso de múltiples deseos del apetito, que vierte
al hombre fuera de sí, hacia los objetos de esos deseos, como si su posesión pudiese llenar su
corazón; de ahí se gira a lo que de verdad desea su corazón, hacia la presencia de la que pro-
cede y con la que sólo puede encontrarse yendo más allá de sí mismo. La noche es el medio
para el ahondamiento de los deseos y las acciones del hombre hasta adecuarlos a la profundi-
dad de Dios. La noche, el silencio es momento para ahondar la conciencia y descubrir que más
allá de nuestros deseos está la presencia que los origina. Al descubrir el abismo de su misterio
interior, el ser humano renuncia a hacer pie en sí mismo, y se trasciende.
Aplicaremos la experiencia de noche a tres situaciones particularmente actuales: la del sufri-
miento, la del mal que nos excede pero que causamos, y la conciencia del sinsentido y del nihi-
lismo.
La experiencia del sufrimiento.
Cuando adquiere grados de intensidad que nubla nuestra visión de la vida, pone en cuestión la
existencia, socava la confianza fundamental en la realidad indispensable para orientarse con
sentido en ella. Es evidente que oscurece la presencia de Dios.
Se oscurece de modo superficial cuando hace surgir preguntas sobre por qué Dios me envía el
sufrimiento, por qué permite que sufra… Un poco de reflexión ayuda a pensar que debajo de
este oscurecimiento superficial hay una concepción de Dios inmanente, al servicio del hombre,
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pendiente de sus deseos… Puede venir bien el sufrimiento aquí para purificar esa idea de Dios.
Tenemos un gran ejemplo en el libro de Job.
Pero hay un ocultamiento más radical que se da en el sufrimiento: o Dios no puede evitar el
mal, y por tanto no es poderoso, ni Dios, o pudiendo no quiere, y por tanto no es bueno, ni
Dios. Cuando sólo cabe el grito y la queja desesperada, parece que en ese mismo grito exigi-
mos la existencia de aquello que pedimos, sentido, amor, solución. En el propio grito parece
haber una confianza en que tras la ausencia habrá una presencia. No se explica el sufrimiento,
pero sí lo inscribe en un horizonte de sentido que le quita su poder destructor y lo convierte en
testigo y mensajero de una presencia tan imposible de captar como necesaria para vivir. Sin la
experiencia del dolor, la experiencia espiritual se ve expuesta a la inautenticidad. El dolor sitúa
el encuentro con Dios en su verdadero lugar, la fe oscura y la esperanza que superan las ten-
taciones de fabricarse un Dios según la propia imagen. Sólo quien ha gritado “Dios mío, ¿por
qué me has abandonado? Puede también decir con pleno significado “En tus manos enco-
24
miendo mi vida” .
La experiencia de los fracasos humanos colectivos.
Por ejemplo la conciencia de lo que supuso el holocaus-
to nazi, como el fracaso más evidente de la conciencia
humana y su aspiración a la justicia y a la bondad. Hoy
la injusticia generalizada, el hambre a escala mundial y
tantos otros hechos constituyen una sacudida perma-
nente de las conciencias despiertas que no puede dejar
de tener repercusiones religiosas.
La increencia está convirtiéndose en el clima cultural de
los países ricos, corroborándose lo que Juan nos
predica: quien no ama no conoce a Dios, porque Dios
es amor.
El escándalo sobre Dios presente en tantos ateísmos
“preocupados” por la situación de mal del mundo es la
expresión más clara de la conciencia de la ausencia.
Pero esta conciencia está provocada y sostenida por una aspiración a la justicia que no es lo
suficientemente viva como para imponerse con evidencia a la conciencia, pero tiene intensidad
suficiente para rebelar al hombre contra esta situación y contra las falsas representaciones de
Dios que están en connivencia con ella.
Para los creyentes el escándalo de la injusticia nos reporta reflexiones que purifican nuestro ser
creyente: nos hace sentirnos pecadores, desarraiga nuestra convicción de autosuficiencia, y
nos invita así a descentrarnos, a la salida de nosotros mismos que supone la experiencia de
25
Dios; se nos moviliza hacia el compromiso efectivo por la instauración de la justicia .
Nihilismo contemporáneo y experiencia de Dios.
Estamos en la pleamar del nihilismo profetizado por Schopenhauer y Nietzsche en el siglo XIX,
expandido ahora bajo las formas más variadas: el desesperado de Ciorán, el resignado y de-
cepcionado de la “insoportable levedad del ser”, el del pensamiento débil, instalado en lo inme-
diato y fragmentario, recobrando el gusto por lo finito… Garcia Baró lo califica como nihilismo
de masas, cuyas dos creencias fundamentales son: que no hay nada que hacer con la propia
libertad, y que, en consecuencia, nada hay que hacer con la propia razón.
Es curioso que expresiones nihilistas se parecen mucho a expresiones de creyentes que atra-
viesan su noche oscura: desde el libro de Job, muchos salmos, las Lamentaciones de Jeremí-
as, el escepticismo del Eclesiastés con su vanidad de vanidades, todo vanidad… También las
expresiones que se han referido a la ausencia de Dios del horizonte de sus vidas como un
elemento necesario de la experiencia de Dios. En todos los grandes santos y místicos encon-
tramos expresiones que apelan a esta oscuridad y tiniebla. Las expresiones de nihilismo no son
exclusivas de la increencia. Recordemos a Francisco en su monte Averno, o a Ignacio en su

24
En el material complementario hay algunos textos con experiencias significativas.
25
En el material complementario hay algunos textos y recomendaciones
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 71
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cueva de Manresa, ambos al borde del suicidio. Donde falte esta dimensión de abandono, se-
guramente estamos ante una superficialización de lo creyente.
Podemos intuir en algunas formas de nihilismo actual, la existencia de ciertas formas de expe-
riencia de Dios. Para declarar la existencia como oscura hace falta el contraste de cierta luz al
menos intuída. La falta de noticias de Dios es síntoma de una espera de noticias, que sería ya
26
noticia de una presencia .

Se me ocurren tres puntos para la reflexión comunitaria:


• Recordar alguna de las noches vividas, de enfermedad, soledad, desierto, fracaso… qué
se nos ha dado en ella.
• “Me recibo más de lo que me hago a mí mismo”, dice Teilhard en “El Medio Divino”, que-
riendo decir con ello que en la vida hay un sin fin de cosas que no dependen de uno mis-
mo, y que me van haciendo ser: él las va a llamar pasividades de disminución: perder
atractivo físico, vigor juvenil o simplemente pelo en la cabeza; experiencias de aburrimien-
to; falta de ilusión en el trabajo, o en la pareja… enfermedades… ¿Cuáles estás viviendo
ya? ¿Cómo las vives?
• La imagen del Esposo y la esposa es muy bíblica, aunque menos frecuente que la del Pa-
dre, para hablar de la Alianza de Dios con su pueblo, contigo. ¿La has usado alguna vez?
¿Qué novedad aporta esta imagen a tu espiritualidad?

3. Ignacio de Loyola: examen de la vida, contemplación y discernimiento


Es muy interesante la vida de Ignacio, pues nos encontramos con uno de esos casos de con-
versión de 180 grados. Poco le gustaba hablar a Ignacio de sus primeros 30 años de vida, en la
corte de Arévalo, bien cerquita de los reyes, y después en Nájera. Años de espada y amoríos,
de bravuconería y vanidad. Acaba de publicarse una versión bien realista de sus primeros
años, y de su conversión, novelada: Ignacio, los años de espada, por José Luis Urrutia. La
verdad, bastante poco imitable su primer tramo.
Pero el cañonazo en la pierna iba a provocar una reacción en cadena: primero lecturas de vi-
das de santos que inflamaron su corazón, luego el deseo de imitarles como soldado de Cristo,
peregrinando primero a Jerusalén para reformar la vida; y por último, la peste de Barcelona re-
trasa su barco, dejándolo en Manresa, dedicado a la oración, la caridad y el ascetismo. Once
meses que le transformaron y que él recuperó para la Iglesia en su fruto más sonado, los Ejer-
cicios Espirituales
Seguramente muchos de nosotros hemos hecho ya “Ejercicios Ignacianos”, si no de mes, al
menos sus versiones más moderadas, de ocho días, o al menos cinco días. El librito de los
Ejercicios es bastante inaccesible al cristiano de base, por su lenguaje y su complejidad. Los
ejercicios a los que acudimos son siempre adaptaciones de aquél primer librito, que Ignacio es-
cribió para compartir aquélla profunda experiencia espiritual que el vivió en Manresa durante 11
meses. Él mismo lo puso en práctica con compañeros de camino que formarían la orden de la
Compañía de Jesús o Jesuitas, y vio también él la necesidad de adaptarlos a sujetos y circuns-
tancias.
Fue un descubrimiento saber que los “Ejercicios Espirituales de 3ºBUP” que recibimos y luego
dimos en Bilbao, Pamplona y Tolosa, siguen el esquema básico de los ejercicios: Dios que me
quiere con locura y me ofrece la Creación y su plan; el plan de los hom-
bres, que destruye ese proyecto; mi complicidad en ese pecado; Jesús
que me llama a ayudarle; seguirle; el Amor como clave.
En la base de los Ejercicios hay unas intuiciones espléndidas que han
sido y son un verdadero regalo para la Iglesia:
1. Importancia de las dimensiones no intelectuales: educar los afectos;
orar con los sentidos... La antropología de Ignacio.
• Se trata de llegar a una relación afectiva con Jesús y con su causa.
Es decir, que mi mundo de deseos quede enamorado por la persona
de Jesús, de manera que nos apetezca ponernos al servicio de su

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En el material complementario hay algunos textos y recomendaciones
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causa. No se trata por tanto de presentar un estilo de vida, de un modo moralista, sino de
provocar momentos que enganchen los fondos pulsionales de la persona y los polaricen
hacia la causa del Reino.
• Se utiliza una pedagogía de los afectos y sentimientos: se propone el coloquio amoroso, se
buscan las lágrimas, se provocan los estados de ánimo, tanto gozosos como difíciles (ver-
güenza, confusión, dolor...), se analizan las sequedades y desiertos...
• Se trabaja también el campo de lo sensorial: aplicación de sentidos. Se proponen trabajos
a la imaginación para que se haga más palpable la realidad de lo que se está meditando.
Se dibujan las escenas a meditar, se pintan las figuras con las que conversar, se sienten
los olores, sonidos, ...
• No sólo las convicciones racionales llevan a la opción: la opción se apoya más que en
ideas en movimientos del alma, de los que se responsabiliza el mismo Dios.
2. Importancia del método para orar.
• Ignacio propone métodos para orar: establece pautas y guiones para llenar una hora de
oración en cada ejercicio. El espíritu acaba habituándose a ese ritmo.
• Cada oración tiene un objetivo, una finalidad, que hay que pedirla a Dios como Gracia en el
comienzo, pero que hay que trabajarla siguiendo una pauta. Es importante la sensación de
obtener el objetivo, el fruto de la meditación. También se habla de la necesidad de repetir
las mismas meditaciones a lo largo de varias oraciones, para asegurar el fruto de las mis-
mas. La sensación es de ser guiados en un proceso, de que uno puede “fiarse” del plan,
porque éste le llevará a buen puerto.
• Hay abundantes repeticiones para conseguir el fruto deseado de la oración. La sorpresa
suele ser descubrir más cosas en el mismo texto y tema.
• Se propone a la persona que controle el método, que haga una “evaluación” de cada ora-
ción: distracciones, conclusiones escritas, sentimientos vividos, etc. En el fondo, hay que
garantizar que la experiencia se haga.
3. El acompañamiento.
• Se habla con él cada día (en el mes de EE) es decir, cada cuatro o cinco oraciones. Lo que
se le contará es si el método se va haciendo bien, si se van descubriendo cosas (no nece-
sariamente el contenido). El acompañante garantiza que la experiencia se desarrolla en
sus ritmos. Propone repeticiones, o avances según esté la persona, ayuda a adquirir segu-
ridad en lo que se va descubriendo. No se mete en los contenidos, en las decisiones con-
cretas.
• El papel del acompañante: invitar al encuentro, no darlo hecho. Comprobar que el encuen-
tro se dé. No hablar tanto. Sugerir. se garantiza la personalización de la experiencia. El
acompañante es el facilitador. Proponer las anotaciones, aconsejar medios...
4. Integración de oración y vida. La vida como contenido de oración. Y Dios en todas las cosas.
• La oración que propone Ignacio refiere siempre a la vida. Ésta se hace más presente que
nunca en la oración. No se pide a la persona que la aparte para estar con Dios, al revés,
que la presente a Dios, que la lea en coloquio con él. La vida no aparece revisada con cri-
terios morales, con idearios, con programas de cumplimiento, sino que aparece leída desde
Dios y su mirada amorosa.
• También su frase “Ver a Dios en todas las cosas” expresa la actitud contraria: cualquier co-
sa es signo de Dios. Por cualquier cosa me habla Dios. De ahí el estar atento a numerosos
detalles. Necesidad de despertar esa atención.
5. Cuatro semanas como estructura de avance en la espiritualidad. Resumo mínimamente la
clave de cada una de las “cuatro semanas”:
• PREVIO: PRINCIPIO Y FUNDAMENTO: El fin del hombre es alabar a Dios. Agradecer a
Dios todo lo que nos ha dado. Nos lo ha dado para que le demos gracias y le queramos.
Ese es el fin del hombre. Ser criatura. Padre nuestro. Ternura de Dios con nosotros. Amor
de Dios.
• PRIMERA SEMANA: plan de Dios, plan de los hombres, el pecado. Tres tipos de pecado:
el de los ángeles, el original y el actual; la trama del mal: el pecado estructural. Es lo más
burdo: el evitar el pecado grave. Es lo que solemos plantear en las convivencias en la ESO.
• SEGUNDA SEMANA: discernimiento. Ejercicios específicos: llamamiento del rey eternal,
tres maneras de humildad, binarios, dos banderas... No se trata ya de evitar el pecado
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 73
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grave, sino de avanzar en la vida cristiana, evitando las dificultades más sutiles. Es un ejer-
cicio de atención a qué busco en realidad con cada cosa que hago, y si verdaderamente
busco la voluntad de Dios. Supone un afianzarse en la adhesión a Cristo y desde ahí juzgar
todo lo demás.
• SEGUNDA SEMANA: contemplación de la vida de Cristo. Se trata de entrar en su corazón,
averiguar cómo discierne el corazón de Jesús. Al comienzo se le da importancia a cómo
discierne Dios a la hora de hacerse hombre, en la Navidad. Después, la vida de Cristo.
• TERCERA SEMANA: contemplación de la pasión de Cristo: paso a paso, reviviendo los
momentos y preguntándonos cuánto ha hecho Cristo por nosotros.
• CUARTA SEMANA: contemplación de la resurrección, contemplación para alcanzar amor.
Surgen temas como la comunidad, la iglesia, la misión... y sobre todo el amor. Principio y
fundamento adquiere aquí su plenitud. Son los ejercicios de la madurez.
Parece importante que se viva como proceso. Sugerente la diferenciación de dos tipos de suje-
tos, el de primera semana y el de segunda semana.
6. El tema del Pecado: plan de Dios - plan de los hombres.
• Importancia de educar una voluntad militante, que toma partido con Jesús y contra el mal.
Espíritu de lucha. ser combativo. No transigir con el pecado pequeño que pudre el corazón.
Hacer del examen una atención continua y gozosa.
• No caer en el escrúpulo: siempre el pecado se presenta junto con la misericordia. Se atien-
de al corazón, no al acto concreto. El examen diario vuelve a colocar el corazón junto a
Dios, que es donde debe estar.
• Sentir vergüenza, confusión y dolor, por los pecados. Sentir también alegría y emoción por
todo lo que se me perdona.
• Sentir las dos dimensiones: de infidelidad a Dios y a la relación que él quiere establecer
27
conmigo, y de poner obstáculos a la creación que él quiere desplegar .

Para la reflexión en comunidad:


• ¿Cómo nos suena el tema del pecado? Es un tema anticuado y superado, o le damos im-
portancia y le prestamos atención a la continua reforma de vida? ¿Hacemos examen coti-
diano de la vida?
• Como sujetos de segunda semana que somos nosotros, nos convienen las reglas de dis-
cernimiento de esa semana, y estar atentos a los autoengaños con los que nos maneja-
mos. Podemos repasarlos un poco y ver en cuáles caemos con más frecuencia.

4. Teología de la liberación: realidad histórica – esperanza martirial


Durante mucho tiempo se estuvo diciendo de la Teología de la Liberación que no tenía espiri-
tualidad, que caía en el inmanentismo de quien quiere reducir la fe a transformación social.
Evidentemente esta crítica parece obviar el largo recorrido martirial que inunda los países lati-
noamericanos de sangre profética, que difícilmente habría sido derramada sin una hondísima
experiencia espiritual. Además, esta crítica peca de dualismo, de pensar que la realidad real, la
sociedad, la historia tal como la libertad humana la va construyendo no fuera el lugar preciso
donde se encarna la Buena Noticia liberadora de Dios, haciendo de nuestro mundo un mundo
nuevo.

27
Para más profundización ver el material complementario
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Presentamos algunos párrafos de interés de un artículo de “Creer como Jesús: la espiritualidad


del Reino. Elementos fundantes de nuestra espiritualidad latinoamericana”, de José María Vi-
28
gil : una estructura histórico-escatológica de lo religioso, un Dios como Dios del Reino, la mu-
tua implicación de la trascendencia y la inmanencia, realismo práctico, la misericordia, la opción
por los pobres, nueva eclesialidad, santidad política, diálogo religioso.
El libro que os recomendamos para este tema es sin duda el de José María Lopez y Vigil y Pe-
dro Casaldáliga, conjuntamente, Espiritualidad de la liberación, en Sal Terrae. Os ofrecemos
29
una síntesis de su esquema básico : lucidez crítica, contemplación sobre la marcha, liberta de
los pobres, solidaridad fraterna, la cruz de la conflictividad, la insurrección evangélica, la terca
esperanza pascual.
Otro libro clave, del autor más clásico entre los teólogos de América Latina es “Beber en su
propio pozo” de Gustavo Gutiérrez.
Y por si fuera poco, la espiritualidad liberadora se hace poesía en la pluma de Pedro Casaldáli-
30
ga .

Para la reflexión en comunidad:


• ¿Ves aplicable esta espiritualidad en nuestra realidad concreta, quizá alejada del pobre re-
al, de la realidad de martirio, de las luchas del pueblo? ¿Son de otro contexto histórico y
geográfico? ¿Estamos haciendo el ridículo con su lenguaje al aplicarlo aquí y ahora?
• Desgraciadamente el abismo de la desigualdad nos invita a seguir haciendo Espiritualidad
de la Liberación. ¿Cómo hacerla en Europa, desde qué claves, con qué medios,… ?
• ¿Cuál de las claves de la Espiritualidad de la liberación deberíamos revitalizar en nuestras
fraternidades? ¿Cómo hacerlo?

28
Ver material complementario
29
Ver material complementario
30
Ver ejemplos en el material complementario
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12. ESPIRITUALIDAD DE LAS PRIMERAS COMU-


NIDADES: BUSCANDO LAS FUENTES…
Alberto Cantero

Epitafio de Ansellus
0. Dos oraciones por la Iglesia, en la misa, antes y después de la comunión. Fi-
nales del s. I
Como este fragmento estaba disperso Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
sobre los montes para librarla de todo mal
y reunido se hizo uno, y hacerla perfecta en tu amor,
así sea reunida tu Iglesia y reúnela de los cuatro vientos,
de los confines de la tierra en tu reino. santificada, en el reino tuyo,
Porque tuya es la gloria y el poder que has preparado.
por Jesucristo eternamente. Porque tuyo es el poder y la gloria
por los siglos.
Didajé 9, 4 y 10, 5; BAC 65, 86-87
Bossuet dijo hace más de tres siglos que la Iglesia no era sino “Jesucristo transmitido y comu-
nicado”, ya que si la despojamos de todas las funciones que ha ejercido como institución a lo
largo de su existencia, al final queda su razón de ser original: anunciar la Buena Noticia de que
Jesucristo es el mismo Hijo de Dios que nos salva.
La historia de la Iglesia es, de alguna manera, la historia de los intentos, aciertos y también
contradicciones de miles de personas y comunidades por abrir vías de encuentro y relación con
el Dios que se nos reveló en Jesús y se sigue manifestando a través de su Espíritu. Es por ello
que, en el intento de cultivar y fortalecer nuestra espiritualidad, es decir, nuestro propio camino
de encuentro, aceptación y conversión ante esta Buena Noticia, es bueno que acudamos tam-
bién a la Iglesia como depositaria de esa historia de fe.
La vida de las primeras comunidades cristianas ha sido para toda la Iglesia y más si cabe para
quienes hemos realizado algún tipo de proceso catecumenal hacia el modelo de pequeñas
comunidades una referencia fundamental: cómo rezaban, cómo compartían sus bienes, cómo
se organizaban,… Revisando algunos rasgos de la espiritualidad de aquellas comunidades po-
demos vislumbrar cómo buscaban ser fieles al amor que habían experimentado en sus vidas
hasta el punto de cambiar radicalmente sus vidas y convertirse en seguidores de Jesús.
La fuente primera y principal de la vida de aquellas comunidades la tenemos en los Hechos de
los Apóstoles, las cartas apostólicas y el libro del Apocalipsis. Aquí citaremos también otros tex-
tos y autores de los tres primeros siglos de la Iglesia que nos ayuden a completar la visión que
ya tenemos de aquellas comunidades.

La Didaché o Enseñanza de los Doce Apóstoles es uno de los escritos más venerables que
nos ha legado la antigüedad cristiana. Fue escrito entre el año 65 y 80 de la era cristiana e im-
preso en 1883, diez años después de haber sido encontrado en Macedonia, cerca de Constan-
tinopla. Es considerado como el documento cristiano más antiguo. Da los puntos de vista de los
comienzos de la Iglesia y fue altamente apreciado por los Primeros Padres. Son de una gran
enseñanza para todos nosotros y a través de ellos pareciera que estamos escuchando a los
Apóstoles hablándonos y enseñándonos.
Aletea en su contenido la vida de la primitiva cristiandad. A través de formulaciones claras,
asequibles tanto a mentes cultas como a inteligencias menos ilustradas, se enumeran normas

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morales, litúrgicas y disciplinares que han de guiar la conducta, la oración, la vida de los cris-
tianos. Se trata de un documento catequético, breve, destinado probablemente a dar la primera
instrucción a los neófitos o a los catecúmenos.
Se desconoce el autor y el lugar de composición de la Didaché. Algunos estudiosos hablan
más bien de un compilador, que habría puesto por escrito algunas enseñanzas de la predica-
ción apostólica. Se sitúa su redacción en suelo sirio o tal vez egipcio. (Texto completo de la Di-
dajé en http://www.mercaba.org/TESORO/didaje1.htm)

1. El recuerdo vivo de Jesús


El mismo Jesús fue consciente del valor del “recuer-
do”, de la memoria de lo vivido para la transmisión de
su mensaje, y así quiso que perdurara entre los que
quisieran ser sus seguidores. La Eucaristía es, por su
propio deseo expreso, el principal “recuerdo vivo” que
tenemos de Jesús y a través de ella, sin muchas modi-
ficaciones desde aquella última cena, y utilizando las
mismas palabras que Jesús utilizó, los cristianos nos
reconocemos como sus seguidores, discípulos, ami-
gos, hermanos… Celebrando la Eucaristía asistimos cada semana a la cita que Jesús nos dejó
pendiente en su despedida, como el enamorado fiel que vuelve una y otra vez al lugar donde
se despidió de su amada por última vez…
La celebración del domingo hacia el año 70.
Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber confesado vues-
tros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.
Todo aquel, empero, que tenga contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta
tanto no se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio.
Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece
un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi Nombre es admirable entre las
naciones. (Didajé, 14; BAC 65, 91)
El día llamado del sol (el domingo) se tiene una reunión de todos los que viven en las ciudades
o en los campos, y en ella se leen, según el tiempo lo permite, los Recuerdos de los apóstoles
o las Escrituras de los profetas. Luego, cuando el lector ha terminado, el presidente toma la pa-
labra para exhortar e invitar a que imitemos aquellos bellos ejemplos. Seguidamente nos levan-
tamos todos a la vez, y elevamos nuestras preces; y terminadas éstas, como ya dije, se ofrece
pan y vino y agua, y el presidente dirige a Dios sus oraciones y su acción de gracias de la me-
jor manera que puede, haciendo todo el pueblo la aclamación del Amén. Luego se hace la dis-
tribución y participación de los dones consagrados a cada uno, y se envían asimismo por me-
dio de los diáconos a los ausentes. Los que tienen y quieren, cada uno según su libre determi-
nación, dan lo que les parece, y lo que así se recoge se entrega al presidente, el cual socorre
con ello a los huérfanos y viudas, a los que padecen necesidad por enfermedad o por otra cau-
sa, a los que están en las cárceles, a los forasteros y transeúntes, siendo así él simplemente
provisor de todos los necesitados. Y celebramos esta reunión común de todos en el día del sol,
por ser el día primero en el que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y
también el día en el que nuestro salvador Jesucristo resucitó de entre los muertos... ( Justino, 1
Apol. -67. Siglo II)
El testimonio de quienes vivieron con Jesús, que lo conocieron, o que le escucharon hablar al-
guna vez, o a quien se le apareció, o fue sanado por Él era otro elemento que, añadido a la
predicación de su resurrección, hacía que el recuerdo vivo de Jesús fuese un aspecto funda-
mental de la espiritualidad de las comunidades que se van creando por la acción misionera de
los apóstoles y sus compañeros y compañeras, es … El testimonio de quienes conocieron a
Jesús era suficiente para hacer revivir en los corazones de muchos de quienes escuchaban
aquellas mismas palabras que Jesús había pronunciado. Nos podemos imaginar con qué cari-
ño transmitirían los momentos que habían vivido con Jesús sus discípulos y el efecto que esto
podía tener en aquellas personas que sin haberle conocido, sentían tan cercanamente su pre-
sencia y su mensaje.

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"Puedo decir hasta el lugar en que el bienaventurado Policarpo se sentaba para dirigir su pala-
bra, cómo entraba en materia, y cómo terminaba sus instrucciones, su genero de vida, la forma
de su cuerpo, las pláticas que dirigía a la muchedumbre; como contaba su trato con Juan y con
los demás que habían visto al Señor y como recordaba las palabras de ellos y qué era lo que
había oído él de ellos acerca del Señor ya sobre sus milagros, ya sobre su doctrina. Todo lo
cual, como quien la había recibido de quienes fueron testigos de vista del Verbo, Policarpo lo
relataba de acuerdo a la Escrituras." (Ireneo a Florino, año 190. Eusebio de Cesarea, Historia
eclesiástica, V. 20.)
Seguramente entre todos aquellos testimonios había uno que sería especialmente querido en
aquellas primeras comunidades: el testimonio de María. No tenemos demasiados datos sobre
su vida o el papel que tuvo después de la muerte de Jesús, pero no es difícil imaginar cómo
buscarían aquellos que creían en Él las palabras de quien le dio la vida y le acompañó hasta su
muerte.
Pasado el tiempo, y habiendo desaparecido los testigos directos de aquellos hechos, las comu-
nidades cristianas sintieron la necesidad de recoger por escrito todas aquellas historias, para
que se pudieran transmitir más o menos como habían sido contadas por sus protagonistas. Los
textos del Nuevo Testamento son para nosotros los testimonios directos de quienes “conocían
a Jesús”.
Y es así que los Apóstoles en los Recuerdos, por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos
transmitieron que así le fue a ellos mandado, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias,
dijo: Haced esto en memoria mía, éste es mi cuerpo. E igualmente, tomando el cáliz y dando
gracias, dijo: Ésta es mi sangre, y que sólo a ellos les dio parte. (Justino 1 Apol 65. Siglo II)
Sabemos que aquellas primeras comunidades eran ricas en carismas y ministerios. Los propios
apóstoles habían elegido personas o confirmado nombramientos de la propia comunidad para
realizar diversos servicios. Desde muy pronto, las comunidades cristianas dieron importancia a
que no se cortara “la cadena de transmisión” en estos nombramientos. Lo que hasta nuestros
días ha llegado como “sucesión apostólica”, aplicada al ministerio ordenado, fue para aquellas
comunidades una garantía de autenticidad, ya que suponía una unión directa con la experien-
cia original de los mismos apóstoles con Jesús.

Así pues, la tradición de los apóstoles, que ha sido manifestada en el mundo entero, puede ser
percibida en toda la Iglesia por todos aquellos que quieren ver la verdad. Y nosotros podemos
enumerar los obispos que fueron establecidos por los apóstoles en las Iglesias y sus sucesores
hasta nosotros. Ellos no enseñaron ni conocieron nada que se pareciera a las imaginaciones
delirantes de estos hombres. En efecto, si los apóstoles hubieran conocido los misterios secre-
tos y hubieran enseñado a los perfectos separadamente e ignorando los demás, hubieran co-
municado también esos mismos misterios sobre todo a los que habían encomendado las Igle-
sias. Porque querían que fuesen totalmente perfectos e irreprensibles aquellos que dejaban
como sucesores suyos: A quienes transmitían también su propia misión de enseñanza, para
que fuese de gran provecho a los que desempeñaran su cargo correctamente, y en cambio
fuese el mayor infortunio para los que faltaran. Mas, como seria demasiado largo en una obra
como esta enumerar las sucesiones de todas las Iglesias, indicamos solamente la de una de
ellas, la de la iglesia más grande, más antigua y conocida de todos, que la fundaron y estable-
cieron en Roma los mas gloriosos apóstoles Pedro y Pablo; mostrando que la tradición que po-
see de los apóstoles y la fe que ella anuncia a los hombres llega hasta nosotros por la sucesión
de obispos; nosotros confundimos a todos aquellos que de cualquier manera que sea, o bien
por propia complacencia, o por gloria vana, por ceguera y error doctrinal, constituyen grupos
ilegítimos; porque con esta Iglesia, a causa de su origen mas excelente, debe necesariamente
estar de acuerdo toda la iglesia, es decir, los fieles de todas partes en ella, por medio de las
gentes que son de todas partes, se ha conservado siempre la tradición que viene de los após-
toles. Por tanto, después de haber fundado y edificado la Iglesia, los bienaventurados apósto-
les entregaron a Lino la dignidad del episcopado: Pablo hace mención de Lino en sus cartas a
Timoteo. Le sucede Anacleto, después de él, en tercer lugar a partir de los apóstoles el epis-
copado corresponde en suerte a Clemente. El cual había visto a los apóstoles mismos y se
había relacionado con ellos; y, como tenia todavía la predicación apostó1ica sonando en sus
oídos y la tradición ante sus ojos no estaba solo: porque todavía quedaban entonces muchos
que habían sido adoctrinados por los apóstoles...". (Ireneo, Adversus haereses, III. Siglo II.)

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Para trabajar personalmente y en la comunidad:


• ¿Cómo es mi experiencia de “recuerdo vivo de Jesús”?
• ¿A través de qué vía siento su presencia que me da vida?
• ¿Acudo a la eucaristía como el lugar de cita preferida por Jesús?
• ¿Siento que vivo a través de mi pertenencia a la Iglesia con quienes un día conocieron a
quienes conocieron a quienes vivieron con Jesús?
• ¿Me cuesta reconocer en mis hermanos y hermanas, en los sacerdotes, obispos y en el
Papa la cadena que no se ha roto desde los tiempos de los apóstoles y de Jesús?
• ¿Leo el Nuevo Testamento como verdadera memoria de aquellas comunidades que crea-
ron los apóstoles?
• ¿Qué lugar ocupa María en mi espiritualidad personal y comunitaria?

2. La inminencia de la llegada del Reino


Desde la misma predicación de Jesús y de los apóstoles, las primeras comunidades vivían en
el convencimiento de que el Reinado de Dios y el final del mundo conocido era inminente. Es
evidente que esta urgencia escatológica fue un elemento importante de la espiritualidad y del
estilo de vida de aquellas comunidades. Algunos, como nos informa Pablo en su carta a la co-
munidad de Tesalónica, optan por despreocuparse de todo lo material y atender sólo a lo espiri-
tual. A éstos Pablo les dirá: el que no quiera trabajar que no coma. (2 Tes. 3, 11).
Una preocupación agravada por esta creencia es sobre la resurrección. Si algunos de los justos
mueren antes de la segunda llegada de Jesús, ¿cómo se salvarán?
Vigilad sobre vuestra vida. No se apaguen vuestras linternas, y no dejen de estar ceñidos vues-
tros lomos, sino estad preparados, pues no sabéis la hora en que vendrá nuestro Señor. Re-
uníos con frecuencia, buscando lo que conviene a vuestras almas, pues de nada os servirá to-
do el tiempo en que habéis creído. si no consumáis vuestra perfección en el último momento.
En los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se conver-
tirán en lobos, y el amor se convertirá en odio. En efecto, al crecer la iniquidad, los hombres se
odiarán entre si, y se perseguirán y se traicionarán: entonces aparecerá el extraviador del
mundo, como hijo de Dios, y hará señales y prodigios, y la tierra será entregada en sus manos,
y cometerá iniquidades como no se han cometido desde siglos. Entonces la creación de los
hombres entrará en la conflagración de la prueba, y muchos se escandalizarán y perecerán.
Pero los que perseveren en su fe serán salvados por el mismo que había sido maldecido. En-
tonces aparecerán las señales auténticas: en primer lugar el signo de la abertura del cielo, lue-
go el del sonido de trompeta, en tercer lugar, la resurrección de los muertos, no de todos los
hombres, sino, como está dicho: «Vendrá el Señor y todos los santos con él» (Zac 14, 5). En-
tonces el mundo verá al Señor viniendo sobre las nubes del cielo. (Didajé, 16)

Para trabajar personalmente y en la comunidad:


• Sabemos ¿sabemos? que el fin del mundo como lo esperaban los primeros cristianos no
es inminente, pero sin duda que la realización del Reinado de Dios es cada día más urgen-
te. ¿cómo vivimos esta urgencia que supone tanta injusticia y tanta violencia en nuestro
mundo?
• ¿Hasta qué punto vivimos con fe el hecho de la muerte?
• Si la fe en la resurrección de Jesús es la piedra angular de nuestra fe, ¿está mi fe bien
sustentada?

3. El mandato de evangelizar
Si algo les queda claro a los apóstoles y a toda la comunidad después de Pentecostés es la
Misión que les ha sido encomendada: anunciar a quien quisiera escuchar la Buena Noticia de
que Jesús, el que habían crucificado, había sido resucitado por Dios. (Hch 3,15)
En un principio, la evangelización se da desde la misma comunidad de Jerusalén, y a quienes
acudían a la ciudad, pero tras el martirio de Esteban, los helenistas tienen que huir y allá donde
se refugian se van formando las primeras comunidades fuera de Jerusalén.

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Con la actividad de Pablo, se inicia el verdadero proyecto de la Misión e ir al encuentro de los


paganos para el anuncio del Evangelio. (Hch, 13)
Tras su primer viaje, surge el conflicto sobre si es necesario ser primero judío para poder ser
cristiano, o si se puede ser cristiano sin ser judío. (Hch, 15). Después del acuerdo entre la co-
munidad de Jerusalén y las comunidades griegas, comienza una evangelización programada
que alcanza todo el mundo conocido.
Los Apóstoles nos anunciaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo fue envia-
do de parte de Dios. Así pues, Cristo de parte de Dios, y los Apóstoles de parte de Cristo. Los
dos envíos sucedieron ordenadamente conforme a la Voluntad divina. Por tanto, después de
recibir el mandato, plenamente convencidos por la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y
confiados en la Palabra de Dios, con la certeza del Espíritu Santo, partieron para anunciar que
el Reino de Dios iba a llegar. Consiguientemente, predicando por comarcas y ciudades esta-
blecían sus primicias, después de haberlos probado por el Espíritu, para que fueran obispos y
diáconos de los que iban a creer (...). Y nuestros Apóstoles conocieron por medio de Nuestro
Señor Jesucristo que habría discordias sobre el nombre del obispo. Puesto que por esta causa
tuvieron un perfecto conocimiento establecieron a los ya mencionados y después dieron norma
para que, si morían, otros hombres probados recibiesen en sucesión su ministerio. (Clemente
de Roma, Carta a los Corintios)

Para trabajar personalmente y en la comunidad:


• ¿Sentimos personal y comunitariamente la urgencia de la Misión de Evangelizar?
• ¿Seguimos pensando en que tenemos que evangelizar a quien nos llegue, o estamos dis-
puestos a acudir a donde no nos han llamado?
• ¿Nuestro estilo de evangelizar libera a quien nos escucha o “imponemos cargas que ni no-
sotros somos capaces de sobrellevar”?
• ¿Es realmente nuestro proyecto evangelizador católico, universal? ¿cómo concretamos
nuestra universalidad, nuestra apertura a todo el Mundo conocido?

4. Las persecuciones, las catacumbas y el martirio


Cuando las comunidades cristianas empezaron a ser significativas para la sociedad romana,
comenzaron a suscitar admiración y también sospechas por parte de las autoridades. Su men-
saje y, sobre todo, su forma de vida, chocaba con algunos aspectos del funcionamiento del Im-
perio. Su negativa a rendir culto al emperador les excluía, por ejemplo, de ser funcionarios pú-
blicos o de servir en el ejército y en algunos casos fue razón suficiente para ser perseguidos y
apresados. En muchos casos se les acusaba de asesinos, incendiarios, ateos y de todos los
males que acaecían al Imperio.
"Hay una nueva raza de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre sí co-
ntra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente cu-
biertos de infamia, pero autoglorificándose con la común execreción: son los Cristianos." (Cel-
so; "El Discurso Verdadero Contra los Cristianos" Pág.11 Alianza Editorial; Madrid 1988)
"Si el Tíber desborda sus diques, si el Nilo no puja hasta los sembrados, si el cielo queda inmó-
vil, si la tierra tiembla, si el hambre y la peste sobrevienen. al punto gritáis: "CHRISTIANOS AD
LEONEM": ¡¡¡LOS CRISTIANOS AL LEÓN!!!, ¿Tanto a uno?" (Tertuliano, Apologético 40:6)
“A pesar de todos los esfuerzos humanos, de la liberalidad del emperador y de los sacrificios
ofrecidos a los dioses, nada bastaba para apartar las sospechas ni para destruir la creencia de
que el fuego había sido ordenado. Por lo tanto, para destruir ese rumor, Nerón hizo aparecer
como culpables a los cristianos, una gente a quienes todos odian por sus abominaciones, y los
castigó con muy refinada crueldad. Cristo, de quien toman su nombre, fue ejecutado por Poncio
Pilato durante el reinado de Tiberio. Detenida por un instante, esta dañina superstición apareció
de nuevo, no sólo en Judea, donde estaba la raíz del mal, sino también en Roma, ese lugar
donde se dan cita y encuentran seguidores todas las cosas atroces y abominables que llegan
desde todos los rincones del mundo. Por lo tanto, primero fueron arrestados los que confesaron
[ser cristianos], y sobre la base de las pruebas que ellos dieron fue condenada una gran multi-
tud, aunque no se les condenó tanto por el incendio como por su odio a la raza humana” (Táci-
to, Anales, I S. 44)

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Es en este contexto donde empiezan a darse casos de cristianos que ni siquiera bajo la ame-
naza de una muerte inminente renuncian a su fe. Son los mártires, literalmente “testigos”. En
poco tiempo los relatos de estos martirios se convierten para muchos en la prueba de la auten-
ticidad de la fe cristiana y se producen numerosas conversiones, incluso entre las familias im-
portantes de Roma, siendo los mártires, como escribió Tertuliano, verdaderas “semillas de cre-
yentes”.
Los que morían a causa de su confesión, se consideraban seguidores de la suerte que corrió
Jesús y en ello encontraban su felicidad.
Oración de San Policarpo en su martirio. Año 161?
— Señor Dios omnipotente, Padre de tu amado y bendecido siervo Jesucristo, por quien hemos
recibido el conocimiento de Ti, Dios de los ángeles y de las potestades, de toda la creación y
de toda la casta de los justos, que viven en presencia tuya:
Yo te bendigo, porque me tuviste por digno de esta hora, a fin de tomar parte, contado entre tus
mártires, en el cáliz de Cristo para resurrección de eterna vida, en alma y cuerpo, en la inco-
rrupción del Espíritu Santo.
¡Sea yo con ellos recibido hoy en tu presencia, en sacrificio pingüe y aceptable, conforme de
antemano me lo preparaste y me lo revelaste y ahora lo has cumplido, Tú, el infalible y verda-
dero Dios!
Por lo tanto, yo te alabo por todas las cosas, te bendigo y te glorifico, por mediación del eterno
y celeste Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu siervo amado, por el cual sea gloria a Ti con el Espíri-
tu Santo, ahora y en los siglos por venir. Amén. (Carta de la Iglesia de Esmirna a la Iglesia de
Filomelium)
Carta de las Iglesias de Viena y Lyon sobre el martirio de Potino, obispo y otros muchos
fieles. (Año 177)
1. Los siervos de Cristo que habitan en Viena y Lyon en las Galias, a sus hermanos de Asia y
Frigia, que participan de nuestra fe y nuestra esperanza en la redención, paz, gracia y gloria
por el Padre y Nuestro Señor Jesucristo. Nadie podía explicar, ni nosotros describir, la grande-
za de las tribulaciones que los bienaventurados mártires han padecido, ni la rabia y furor de los
gentiles contra los santos. Nuestro adversario reunió todas sus fuerzas contra nosotros, y en
sus designios de perdernos, ha ido con cautela haciéndonos sentir al principio algunas señales
de odio. No dejó piedra por mover, sugiriendo a sus satélites toda clase de medios contra los
siervos del Señor; llegó a tal extremo que ni en las casas ni en los baños, ni aun en el foro, se
toleraba nuestra presencia; en ningún lugar nos podíamos presentar.(… )
16. Así, pues, los cuerpos de los mártires fueron objeto de toda suerte de ultrajes durante los
seis días que estuvieron expuestos; luego se les quemó y redujo a cenizas, y éstas arrojadas a
la corriente del Ródano, para que no quedara ni rastro de ellas. Con esto creían hacerse supe-
riores a Dios y privar a los mártires de la resurrección. "De este modo, decían ellos, no les que-
dará ninguna esperanza de resucitar, confiados en la cual han introducido esta nueva religión,
y sufren alegres los más atroces tormentos, despreciando la misma muerte. Ahora veremos si
resucitan y si su Dios les puede auxiliar y librarlos de nuestras manos". ("Actas selectas de los
mártires" Págs. 31-41, Ed. Apostolado Mariano. Sevilla 1991) Texto completo de esta acta en:
http://www.cristianismo-primitivo.org/siglo_II/MartirLyon.htm
A partir del siglo II, ante lo peligroso que resultaba en algunos momentos, celebrar la eucaristía
en domicilios particulares o lugares públicos, los cristianos empiezan a reunirse en las galerías
subterráneas donde sepultaban a sus difuntos, sobre todo alrededor de los sepulcros de los
mártires. Todavía hoy se pueden recorrer algunas de estas catacumbas y hacerse un idea de lo
que suponía vivir la fe en la clandestinidad.
En los cementerios subterráneos, además, encontramos numerosos signos que nos manifies-
tan tantos aspectos de la espiritualidad de los primeros cristianos. Uno de los temas más a me-
nudo recurrentes es representado por la oración. Esta era realizada con un ademán significati-
vo, que todavía ahora se conserva en los ademanes litúrgicos del celebrante: extender los bra-
zos hacia el cielo, para ofrecer a Dios la súplica y para aguardar Su gracia.
A mediados del III siglo los cristianos de Roma debieron afrontar la espantosa persecución de
Decio. No solo hubo una masa de gente que por miedo renegó de la fe, sino que en cierto mo-
mento el mismo papa Fabián y sus siete diáconos, es decir, casi todos los que gobernaban a la
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Iglesia, fueron asesinados. Apenas siete años más tarde, con la persecución de Aureliano, ocu-
rrió lo mismo. Primero el papa Sixto II (en el 258) sorprendido en una catacumba y asesinado
ahí mismo juntamente con cuatro diáconos; en seguida después, otros dos diáconos, asesina-
dos y sepultados en el cementerio de Pretextato. Quedaba tan solo Lorenzo para gobernar a la
Iglesia.
También él fue asesinado algún día después. Lo más espantoso en esos terribles días fue el
número extraordinario de lapsi, es decir, de aquellos que por miedo habían renegado de la fe.
Sabemos por las cartas de Cipriano, asesinado también él en setiembre del año 258, que fue
este un momento muy feo para la Iglesia de Roma y por lo tanto también para la del Transtíber.
Un pintor de esos años pintó una barca que está por hundirse. Pareciera que todo está acaba-
do: el palo mayor roto, las velas desgarradas, pero el hombre está con los brazos levantados y
tranquilo. Su ademán expresa serenidad. Desde lo alto, en efecto, aparece Dios que le pone
una mano sobre la cabeza. Alrededor hay náufragos. Pero él tiene la seguridad compartida por
todos los cristianos: no obstante la situación espantosa, la esperanza prevalecerá. Las pinturas
en las catacumbas nos revelan siempre la mentalidad de los cristianos, sus devociones, sus
creencias. (Humberto Fasola, en http://www.catacombe.roma.it/es/ricerche/ricerca8.html)
La espiritualidad de las catacumbas
La espiritualidad de las catacumbas es la misma de la Iglesia primitiva en su juventud de con-
quista y de martirio. Nutrida con el meollo de las Escrituras, sencilla y potente, ella es hermana
de las más antiguas liturgias; de suerte que quien visita las catacumbas bebe en las fuentes de
la espiritualidad cristiana.
Son varios los aspectos de semejante espiritualidad:
• Espiritualidad cristocéntrica.
Esta espiritualidad pone a Jesucristo como figura do-
minante. Lo que para el católico de hoy es el Sagrado
Corazón de Jesús, es decir, el signo de la bondad de
Cristo, para el cristiano antiguo era el Buen Pastor.
Entre las representaciones de las catacumbas, esta
es la más frecuente: El cordero sobre los hombros
que el pastor tiene fuertemente asido con sus manos
es el cristiano. Alrededor hay una atmósfera de con-
fianza que le hacía decir a San Pablo: "¿Quién nos
separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?,¿la an-
gustia?,¿la persecución?, ¿ el hambre?, ¿la
desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?" (Rm 8, 35).
A menudo el Salvador está representado como obrando entre los hombres: en los bajorrelieves
o sobre las paredes se ve a Jesús que toca los ojos del ciego o que hace resurgir a Lázaro de
la tumba; que multiplica los panes o cambia el agua en vino: es el Cristo que pasa haciendo el
bien.
Están después los símbolos. Las representaciones más significativas tal vez sean aquellas en
las que Cristo aparece bajo el velo de un símbolo. Antes de Constantino, cuando la cruz era
usada diariamente como patíbulo de esclavos y extranjeros, el cristiano velaba piadosamente
su aspecto repulsivo a través de los símbolos, como, por ejemplo, al ancla.
Junto a Jesús, los cristianos de las catacumbas gustaron de representar, con afecto filial, a su
Virgen Madre. Y he aquí, a comienzos del siglo III, en las catacumbas de Priscila, la figura sua-
ve de María, que aprieta contra su seno a Jesús, mientras Balaam señala la estrella que res-
plandece sobre su cabeza.
He aquí todavía la Virgen que tiene en su regazo al Hijo, mientras los Magos se acercan para
ofrecer sus dones. La adoración de los Magos se repite, en las varias catacumbas, a través de
pinturas, esculturas y otros objetos preciosos (relicarios, objetos de marfil, colgantes, anillos).
• Espiritualidad sacramental
La espiritualidad de las catacumbas es también sacramental. En los sacramentos cristianos el
mundo exterior de la materia entra, como signo y como instrumento, para realizar la redención
y la salvación del hombre: Bautismo y Eucaristía.

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En ningún cementerio nuestro se encuentran tantas representaciones sacramentales cuantas


hallamos en los Cubículos de los Sacramentos en San Calixto. Nos referiremos ahora breve-
mente a aquellos sacramentos sobre los cuales existe una documentación más copiosa.
Bautismo. No estamos todavía en la época en la cual en honor de este sacramento se erigirán
espléndidos edificios (recuérdese el bautisterio de San Juan en Letrán). El bautismo era admi-
nistrado todavía en las domus Ecclésiae, que eran las residencias familiares, a menudo secre-
tamente. Pero se conocía la grandeza del sacramento. Pablo había hablado de él con términos
grandiosos precisamente en la Carta a los Romanos (capítulo 6). Los cristianos sabían que
mediante el rito bautismal el hombre muere y resurge místicamente con Cristo, y por la eficacia
de estos actos redentores es asociado a la vida divina.
Una de las más antiguas pinturas en los así llamados Cubículos de los Sacramentos, en las
Catacumbas de San Calixto, representa el bautismo. Junto a un espejo de agua está sentado
un pescador que con el sedal saca un pez: nos gusta ver en este personaje a un apóstol, que
cumple la orden de Jesús: "Síganme; los haré pescadores de hombres" (Mc 1, 17).
Muchos cristianos, "conquistados por Cristo" (Flp 3, 12), después de angustiosas experiencias
interiores, sentían que el momento del bautismo había marcado el inicio de una vida nueva. De
aquí proviene ese nombre que se lee en una lápida de la tricora de San Calixto, nombre que
después se volvió tan común en la cristiandad: "Renatus" (¡Nacido de nuevo!).
Eucaristía. Y henos ahora ante la joya de las capillas de las catacumbas: la trilogía eucarística.
En el fresco, los cristianos sentados a la mesa eucarística son siete, como los discípulos que
se reunieron alrededor de Jesús resucitado a orillas del lago; en los platos delante de ellos está
el pez: Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador.
En la escena de la izquierda el sacerdote extiende las manos sobre una pequeña mesa con el
pan eucarístico: clara figura del acto consagratorio reservado a los ministros; en el otro lado de
la mesa, un orante con los brazos levantados nos recuerda que, para ir al cielo, hay que nutrir-
se de ese pan consagrado (la Eucaristía).
El tercer panel, a mano derecha , es de clara significación para quien recuerde las palabras del
himno eucarístico de Santo Tomás de Aquino: "In figuris praesignátur cum Ísaac immolátur" (En
la inmolación de Isaac se prefigura el sacrificio de Cristo).
No podemos omitir una figuración que es preciosa por su antigüedad y por su gran valor espiri-
tual. En la Cripta de Lucina, que se remonta a fines del siglo II, sobre la pared frente a la entra-
da, están representados simétricamente dos peces, delante de los cuales están colocados dos
canastos repletos de panes. Dentro de los canastos se entrevén dos vasos de vino. El pez es
Cristo; el pan y el vino, en cambio, son las especies bajo las cuales El se hace presente en la
Eucaristía.
Estamos en las fuentes de la cristiandad. El cristiano antiguo, consciente de que "no hay bajo el
cielo otro nombre dado a los hombres, por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12),
sabe también que a Cristo no podemos asociarnos si no es mediante los sacramentos que El
ha instituido para tal finalidad.
• Espiritualidad social
La espiritualidad de las catacumbas es, además, "social": el cristiano acostumbrado a decir en
la oración, no ya "Padre mío", sino "Padre nuestro", sabe que en la familia de Dios no se vive
aislada sino socialmente: "Nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en
Cristo" (Rm 12, 5). Las catacumbas nos brindan la imagen de este cuerpo místico dentro del
cual conviven ordenadamente los cristianos en jerarquía de funciones y en unidad de espíritu.
Aquí los pontífices mártires reposan en medio de la humilde multitud anónima de su grey.
En la parte frontal de un sarcófago un jovencito levanta las manos en la actitud del orante feliz
en la visión de Dios: a sus lados Pedro y Pablo, los fundadores de la Iglesia de Roma, parecen
introducirlo en la patria bienaventurada.
En las Catacumbas de Domitila, en la pintura de un arcosolio, llega Veneranda en traje de via-
je, peregrina que ha terminado su destierro, a los umbrales de la patria: la santa del lugar, Pe-
tronila, con semblante suave, la acoge y la introduce.
Hay un intercambio de plegarias entre las diversas partes de la Iglesia. Centenares de peregri-
nos se encomiendan a Pedro y a Pablo sepultados en la Memoria de la Vía Appia Antica (las
Catacumbas de San Sebastián), grabando breves oraciones en el revoque de la triclinia (am-
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biente para banquetes funerarios, a cielo abierto): "Pablo y Pedro, recen por Víctor. Pedro y
Pablo, tengan presente a Sozomeno".
A la entrada del sepulcro de los papas en San Calixto, la pared está constelada de plegarias:
"San Sixto, ten presente a Aurelio Repentino". "Espíritus Santos... que Verecundo junto con los
suyos, navegue bien". A veces no hay una oración explícita: para implorar basta una califica-
ción añadida al nombre: "Felición, sacerdote, pecador".
Se cuentan por millares las inscripciones con plegarias de los vivos por los difuntos o con solici-
taciones a los muertos para que recen por los sobrevivientes. En la dimensión social del cuerpo
místico, cada persona está vinculada con la Iglesia entera.
• Espiritualidad escatológica
El cristiano está en tensión hacia los "éschata", es decir, hacia las realidades definitivas de la
vida eterna: "No tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro"
(Hb 13, 14). "Nosotros somos ciudadanos del cielo" (Flp 3, 20). Basta un breve recorrido en una
catacumba para ver brillar esta verdad con la más viva luz.
Y henos aquí en la escalera que baja hacia la Cripta de los Papas. En la pared izquierda una
lápida nos habla de Agripina, "cuius dies inlúxit" (cuyo día amaneció): el día de la muerte fue el
día de su ingreso en la luz, en la bienaventuranza esperada. Un poco más abajo hay una ins-
cripción griega de Adas, la cual "ecoiméte" (se durmió), al igual que la hija de Jairo, que -según
dice el evangelio- "no ha muerto: está dormida" (Lc 8, 52) y aguarda la llamada de Aquel que
es la resurrección y la vida.
En una capilla, Jonás, escapado de las fauces del monstruo que simboliza la muerte, reposa
plácidamente a la sombra de un emparrado. Más adelante, el Buen Pastor aprieta contra sí
tiernamente al cordero que lleva sobre sus hombros: la muerte no es más terrorífica para el
cristiano, llevado por Jesús hacia los verdes pastos.
Desde la pared de un cubículo cinco cristianos levantan los brazos en la actitud de adoración;
alrededor, un hermosísimo jardín cubierto de flores: es el paradisus, el jardín celestial. Desde
una lápida entre las más antiguas, una cruz-ancla nos anuncia que llegó al puerto del paraíso
una cristiana que lleva el luminoso nombre de una estrella: "Hésperos" (sobrent. astér, la estre-
lla de la tarde).
Estos cementerios, además, están llenos de paz. La respuesta se halla en la fe de los antiguos
cristianos, que habla a menudo en el silencio de las catacumbas: "¿Por qué buscan entre los
muertos al que está vivo?" (Lc 24, 5). "Yo soy la Resurrección y la Vida" (Jn 11, 25). "No temas;
solamente ten fe" (Mc 5, 36).
• Espiritualidad bíblica
Pintores y entalladores, escultores y epigrafistas, se nos muestran embebidos e inspirados en
la Palabra de Dios. Aquí el Antiguo Testamento torna a ser meditado e interpretado por com-
pleto a la luz del Nuevo. De los evangelios y de las epístolas aparecen particularmente sentidos
los temas centrales. Como la liturgia y la literatura patrística, así la espiritualidad de las cata-
cumbas se alimenta con las Sagradas Escrituras, a ejemplo de la mártir santa Cecilia que, se-
gún las Actas, "sémper evangélium Christi gerébat in péctore" (llevaba siempre sobre su pecho
el evangelio de Cristo), y en el acto supremo del martirio indica con los dedos la Unidad y la
Trinidad de Dios.
• Espiritualidad nueva y transformadora
Aquí se descubre la verdadera revolución llevada a cabo por el cristianismo. En particular están
presentes dos tipos de personajes de gran fuerza espiritual: el "mártir" y la "virgen". El "mártir"
da su vida para atestiguar la certeza de la propia fe; la da con serenidad y sin pesadumbre en
medio del desencadenamiento de brutalidades y torturas; muere sin odio hacia quien lo mata,
implorando, por el contrario, el perdón para él. Muchos cristianos sepultados en las catacum-
bas realizaron de manera sublime y en innumerables casos el martirio cruento.
La figura de la "virgen" cristiana no falta en las catacumbas. A este respecto es significativo el
poema damasiano en honor de su hermana Irene, sepultada en el complejo calixtiano:
"... Ella, mientras alentó su vida, a Cristo se entregó en arras,manifestando así su virginal méri-
to el santo candor de su alma... Ahora, como virgen que eres, acuérdate de nosotros cuando
Cristo llegue a fin de que tu antorcha, por el Señor, a mi alma luz otorgue".

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Saliendo de las Catacumbas de San Calixto, la última gran lápida que se encuentra al final de
la escalera es la de Baccis. Grandes y rudos caracteres rojos sobre la piedra cenicienta cuen-
tan una humilde historia. Quien la medite verá , con los ojos de la fe, transparentarse a través
de las letras dos rostros: el delicado de la niña muerta y el rudo del padre, sobre el cual, sin
embargo, brilla una tierna sonrisa llena de lágrimas. He aquí el texto: "Baccis, dulce alma. En la
paz del Señor. Vivió 15 años y 75 días. (Murió) el día anterior a las calendas (el 1º) de diciem-
bre. El padre a su hija dulcísima". Una onda divina de pureza y ternura había entrado también
en las familias más humildes con la fe en Cristo.
En las mismas catacumbas bajó un día a buscar consuelo un peregrino. Entró rezando, y al fi-
nal de la escalera, confió a la pared un deseo de vida feliz entre las almas dilectas para su di-
funta: "Sofronia vivas cum tuis" (Que vivas, Sofronia, con los tuyos). Debajo de la escalera el
querido nombre reaparece con un deseo de vida en Dios: "Sofronia, vivas in Dómino" (Que vi-
vas, Sofronia, en el Señor). Finalmente, en un cubículo al lado de un arcosolio, la leyenda apa-
rece por tercera vez. En la oración el luto ha perdido su amargura y se ha vuelto una esperanza
llena de inmortalidad: "Sofronia dulcis sémper vives in Deo" (Dulce Sofronia, vivirás siempre en
Dios), escribe en alto el peregrino. Pero parece que de su corazón serenado rebosa la ternura,
y él graba todavía: "Sofronia, vives..." (¡Sí, Sofronia, tú vivirás!...). Maravillosa síntesis en que
se funde un drama humano de muerte y luto con la expresión apasionada de la fe consoladora:
vida más allá de la muerte, vida entre los seres queridos, vida perenne, vida en Dios.
Finalmente, con las relaciones familiares aparecen ennoblecidas las relaciones sociales. Las
tumbas cristianas ignoran las frases que indican cargos y honores, habituales en los epitafios
paganos.
Frecuentes, en cambio, son las indicaciones, no solo de las profesiones elevadas, como la de
Dionisio médico y sacerdote, sino también de los más humildes oficios, de los pobres "banau-
sói" (obreros), despreciados por los sabios del paganismo. He aquí, tan solo en las catacumbas
de San Calixto, el campesino Valerio Pardo que lleva en la izquierda un manojo de hortalizas y
en la derecha el hocino; Marcia Rufina, la digna patrona, a la que Segundo Liberto le dedica
una inscripción con la insignia del taller: un mazo y el yunque. En un arcosolio la verdulera está
sentada entre manojos de verduras, etc. La religión del Artesano de Nazaret había ennoblecido
el trabajo.
A estos aspectos de la espiritualidad ilustrados por el difunto estudioso, Pbro. Hugo Gallizia,
sdb, profesor de Exégesis del Nuevo Testamento y de Arqueología Cristiana en el Pontificio
Ateneo Salesiano de Turín (Italia), puede ser útil agregar otro aspecto de la espiritualidad de
las catacumbas a menudo descuidado, es decir, la espiritualidad del silencio.
• Espiritualidad del silencio
Puede parecer extraño hablar de una espiritualidad del silencio, porque el silencio, a primera
vista, es solamente una vacuidad sin sentido. En realidad, el silencio de la palabra, de la imagi-
nación y del espíritu es una dimensión humana fundamental: pertenece a nuestra esencia, por-
que es el custodio de nuestro mundo interior, la condición previa de la escucha, la necesaria
premisa de toda comunicación humana.
Recorriendo las galerías de las catacumbas o deteniéndonos en las criptas, nos encontramos
sumergidos en una atmósfera de silencio, que, sin embargo, es tan solo el silencio de un anti-
guo cementerio. Pero nos afecta íntimamente, porque no es el silencio de la muerte, de la año-
ranza sin esperanza de todo lo que los cristianos querían durante su vida. Es un silencio de
plenitud, llenado por las voces de los mártires que vivieron nuestra vida, pero que valiente y
constantemente testimoniaron su fe, no solo en tiempos de paz religiosa, sino especialmente
durante las persecuciones.
Este silencio está lleno de paz, de esperanza en una vida futura mejor, en la luz de la resurrec-
ción de Cristo. El silencio de las catacumbas está lleno de historia y de misterio; es sagrado,
significativo y más elocuente que las mismas palabras; es enriquecedor, porque nos induce a
reflexionar sobre la Iglesia de los orígenes, sobre el heroico testimonio de los mártires, como
sobre el testimonio ordinario de los simples cristianos, que no sepultaron su fe bajo tierra, sino
que la vivieron en la vida de cada día, en la familia, en la sociedad, en el trabajo, en cada tarea
y profesión.
Es un silencio comunicativo, que habla al corazón y a la mente de los peregrinos, que les reve-
la el mundo desconocido de la Iglesia primitiva, con sus clases sociales, sentimientos y afectos;

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con las penas y esperanzas de los cristianos sepultados en las catacumbas. No podemos sofo-
car este silencio, que habla por sí mismo, o que más bien grita imperiosamente. San Gregorio
Magno habló del "strépitus siléntii" (fragor del silencio), un distintivo que se adapta perfecta-
mente al silencio de las catacumbas.
Esta atmósfera de silencio, que evoca la vida y el sacrificio de los primeros cristianos, constitu-
ye un lugar privilegiado de meditación espiritual, de revisión de vida, de renovación de la fe. Su
testimonio valiente y fiel nos interpela personalmente. ¿Cuál es hoy "nuestra" respuesta al
amor de Dios, en una sociedad que quizá no es tan hostil como la de ellos, pero que es princi-
palmente indiferente a los valores religiosos?
Las catacumbas nos dejan un mensaje de fe silencioso, pero nítido, tanto más necesario por el
hecho de que nuestro tiempo está enfermo de ruido, exterioridad, superficialidad . Aquí las pa-
labras no son necesarias, porque las catacumbas hablan por sí solas.
Este es el cristianismo, en su máximo grado de sencillez e intensidad, encarnado en figuras de
mártires, confesores y vírgenes, que hablan desde las criptas y pasillos, desde las pinturas y
las lápidas consagrados por casi dos milenios de veneración. Es precisamente este carácter de
esencialidad fundamental, eficaz, inagotable, que hizo de las catacumbas romanas una de las
metas predilectas de la cristiandad peregrinante. (Espiritualidad de
las catacumbas en http://www.catacombe.roma.it/es/spiritualita.html)
5. Símbolos.
Los primeros cristianos vivían en medio de una sociedad mayorita-
riamente pagana y hostil. Desde la persecución de Nerón (64 des-
pués de Cristo) se consideraba que su religión era "una superstición
extraña e ilegal". Los paganos desconfiaban de los cristianos y se
mantenían a distancia, sospechaban de ellos y los acusaban de los
peores delitos. Los perseguían, los encarcelaban y los condenaban
al destierro o a la muerte.
Como no podían profesar abiertamente
su fe, los cristianos se valían de símbolos
que pintaban en los muros de las catacumbas y, con mayor frecuen-
cia, grababan en las lápidas de mármol que cerraban las tumbas.
Como a todos los antiguos, a los cristianos les agradaba mucho el
simbolismo. Los símbolos expresaban visiblemente su fe. El término
"símbolo" se aplica a un signo concreto o a una figura que, de
acuerdo con la intención del autor, evoca una idea o una realidad
espiritual. Los símbolos más importantes son el Buen Pastor, el
"orante", el monograma de Cristo y el pez.
El Buen Pastor con la oveja sobre los
hombros representa a Cristo salvador y al
alma que ha salvado. Este símbolo se
encuentra con frecuencia en los frescos, en los relieves de los sarcófagos, en las estatuas, así
como grabado sobre las tumbas.
El orante: esta figura, representada con los brazos abiertos, es símbolo del
alma que vive ya en la paz divina.
El monograma de Cristo está formado por dos letras del
alfabeto griego: la X (ji) y la P (ro) superpuestas. Son las dos
primeras letras de la palabra griega "Christòs" (Jristós), es
decir, Cristo. Este monograma, puesto en una tumba, indi-
caba que el difunto era cristiano.
El pez. En griego se dice "IXTHYS" (Ijzýs). Puestas en
vertical, estas letras forman un acróstico: "Iesús Jristós, Zeú
Yiós, Sotér" = Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. Acróstico
es una palabra griega que significa la primera letra de cada línea o pá-
rrafo. Es un símbolo muy difundido de Cristo, emblema y compendio de
la fe cristiana.
Otros símbolos son la paloma, el Alfa y la Omega, el ancla, el ave fénix, etc.
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La paloma con el ramo de olivo en el pico es símbolo del alma en la paz divina.
El Alfa y la Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. Significan que Cristo es
el principio y el fin de todas las cosas.
El ancla es el símbolo de la salvación, símbolo del alma que ha
alcanzado felizmente el puerto de la eternidad.
El ave fénix, ave mítica de Arabia que, según creían los antiguos,
renace de sus cenizas después de un determinado número de siglos,
es el símbolo de la resurrección.
Los símbolos y los frescos son como un Evangelio en miniatura, una
síntesis de la fe cristiana.
Los símbolos en http://www.catacombe.roma.it/es/symb.html
También hay en las primeras comunidades personas que decidieron cumplir las exigencias del
culto oficial y apostatar, por lo que quedaban excluidas de la comunidad. Hay constancia de
numerosas discusiones sobre qué hacer para volver a aceptar a estas personas, llamados lap-
si. En el siguiente texto, Hermas, hermano de Pío, obispo de Roma, defiende en este relato de
una visión y utilizando el género apocalíptico, la posibilidad de la penitencia, el perdón de los
pecados y la readmisión en la comunidad de quienes habían pecado.
Piedras para construir la Iglesia. Siglo II.
En un cuadrilátero, en efecto, se estaba construyendo la torre, por mano de aquellos seis jóve-
nes que habían venido con ella; y, juntamente, otros hombres por millares y millares, se ocupa-
ban en acarrear piedras — unas de lo profundo del mar, otras de la tierra— y se las entregaban
a los seis jóvenes. Estos las tomaban y edificaban.
Las piedras sacadas de lo profundo del mar las colocaban todas sin más en la construcción,
pues estaban ya labradas y se ajustaban en su juntura con las demás piedras; tan cabalmente
se ajustaban unas con otras, que no aparecía juntura alguna y la torre semejaba construida
como de un solo bloque.
De las piedras traídas de la tierra, unas las tiraban, otras las colocaban en la construcción,
otras las hacían añicos y las arrojaban lejos de la torre. Había, además, gran cantidad de pie-
dras tiradas en torno de la torre, que no empleaban en la construcción, pues de ellas unas es-
taban carcomidas, otras con rajas, otras desportilladas, otras eran blancas y redondas y no se
ajustaban a la construcción. Veía también otras piedras arrojadas lejos de la torre, que venían
a parar al camino, pero que no se detenían en él, sino que seguían rodando del camino a un
paraje intransitable; otras caían al fuego y allí se abrasaban; otras venían a parar cerca de las
aguas, pero no tenían fuerza para rodar al agua por más que deseaban rodar y llegar hasta
ella.
Una vez que me mostró todas estas cosas, quería retirarse. Le digo:
— Señora, ¿de qué me sirve haber visto todo eso, si no sé lo que significa cada cosa?
Y ella me dijo:
Ahora bien, la torre que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, la que se te apa-
reció tanto ahora como antes. Así, pues, pregunta cuanto gustes acerca de la torre, que yo te lo
revelaré, a fin de que te alegres junto con los santos (...).
Le pregunté entonces:
— ¿Por qué la torre está edificada sobre las aguas, señora?
— Ya te dije antes— me replicó— que eres muy astuto y que inquieres con cuidado; inquiriendo,
pues, hallas la verdad. Ahora bien, escucha por qué la torre está edificada sobre las aguas. La
razón es porque vuestra vida se salvó por el agua y por el agua se salvará; mas el fundamento
sobre el que se asienta la torre es la palabra del Nombre omnipotente y glorioso y se sostiene
por la virtud invisible del Dueño.
Tomando la palabra, le dije:
— Señora, esto es cosa grande y maravillosa. Y los seis jóvenes que están construyendo,
¿quiénes son, señora?

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— Éstos son aquellos santos ángeles de Dios que fueron creados los primeros, y a quienes el
Señor entregó su creación para acrecentar y edificar y dominar sobre la creación entera. Así
pues, por obra de éstos se consumará la construcción de la torre.
— Y los otros que llevan las piedras, ¿quiénes son?
— También éstos son ángeles santos de Dios; pero aquellos seis los superan en excelencia.
Por obra de unos y otros se consumará, pues, la construcción de la torre, y entonces todos se
regocijarán en torno de ella, y glorificarán a Dios porque se terminó su construcción.
Hícele otra pregunta:
— Señora, quisiera saber el paradero de las piedras y qué significación tiene cada una de ellas.
Me respondió diciendo:
Escucha ahora acerca de las piedras que entran en la construcción. Las piedras cuadradas y
blancas, que ajustaban perfectamente en sus junturas, representan los apóstoles, obispos,
maestros y diáconos que caminan según la santidad de Dios, los que desempeñaron sus minis-
terios de obispos, maestros y diáconos pura y santamente en servicio de los elegidos de Dios.
De ellos, unos han muerto, otros viven todavía. Éstos son los que estuvieron siempre en armo-
nía unos con otros, conservaron la paz entre sí y se escucharon mutuamente. De ahí que en la
construcción de la torre encajaban ajustadamente sus junturas.
— Y las piedras sacadas de lo hondo del mar y sobrepuestas a la construcción, que encajaban
en sus junturas con las otras piedras ya edificadas, ¿quiénes son?
— Éstos son los que sufrieron por el nombre del Señor.
— Quiero saber, señora, quiénes son las otras piedras, traídas de la tierra.
Respondióme:
— Los que entraban en la construcción sin necesidad de labrarlos son los que aprobó el Señor,
porque caminaron en la rectitud del Señor y cumplieron sus mandamientos.
— Y las que eran traídas y puestas en la construcción, ¿quiénes son?
— Éstas son los neófitos, nuevos en la fe, pero creyentes; son amonestados por los ángeles a
obrar el bien, pues se halló en ellos alguna maldad.
— Y los que rechazaban y tiraban, ¿quiénes son?
— Éstos son los que han pecado, pero están dispuestos a hacer penitencia; por esta causa, no
se los arrojaba lejos de la torre, pues cuando hicieren penitencia serán útiles para la construc-
ción. Los que tienen intención de hacer penitencia, si de verdad la hacen, serán fortalecidos en
la fe; a condición, sin embargo, de que hagan penitencia ahora, mientras se está construyendo
la torre. Mas si la edificación llega a su término, ya no tienen lugar a penitencia. Sólo se les
concederá estar puestos junto a la torre.
¿Quieres conocer las piedras que eran hechas trizas y se las arrojaba lejos de la torre? Éstos
son los hijos de la iniquidad; se hicieron creyentes hipócritamente y ninguna maldad se apartó
de ellos. De ahí que no tienen salvación, pues por sus maldades no son buenos para la cons-
trucción. Por eso se les hizo pedazos y se los arrojó lejos. La ira del Señor pesa sobre ellos,
pues le han exasperado.
Respecto a las otras, que viste tiradas en gran número por el suelo y que no entraban en la
construcción, las piedras carcomidas representan a los que han conocido la verdad, pero no
perseveraron en ella ni se adhirieron a los santos. Por eso son inútiles.
— ¿Y a quiénes representan las piedras con rajas?
— Éstos son los que guardan unos contra otros algún resentimiento en sus corazones y no
mantienen la paz mutua. Cuando se hallan cara a cara, parecen tener paz; mas apenas se se-
paran, sus malicias siguen tan enteras en sus corazones. Éstas son, pues, las hendiduras que
tienen las piedras.
Las piedras desportilladas representan a los que han creído y mantienen la mayor parte de sus
actos dentro de la justicia, pero tienen también sus porciones de iniquidad. De ahí que están
desportillados y no enteros.
— Y las piedras blancas y redondas y que no ajustaban en la construcción, ¿quiénes son, seño-
ra?
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Me respondió diciendo:
— ¿Hasta cuándo serás necio y torpe, que todo lo preguntas y nada entiendes por ti mismo?
Éstos son los que tienen, sí, fe; pero juntamente poseen riqueza de este siglo. Cuando sobre-
viene una tribulación, por amor de su riqueza y negocios, no tienen inconveniente en renegar
de su Señor.
Le respondí, por mi parte:
— Señora, ¿cuándo serán, pues, útiles para la construcción?
— Cuando— me dijo— se recorte de ellos la riqueza que ahora los arrastra, entonces serán úti-
les para Dios. Porque, al modo que la piedra redonda, si no se la labra y recorta algo de ella,
no puede volverse cuadrada; así los que gozan de riquezas en este siglo, si no se les recorta la
riqueza, no pueden volverse útiles a Dios. Por ti mismo, ante todo, puedes darte cuenta: cuan-
do eras rico, eras inútil; ahora, en cambio, eres útil y provechoso para la vida. Haceos útiles pa-
ra Dios, pues tú mismo eres empleado como una de estas piedras.
En cuanto a las otras piedras que viste arrojar lejos y caer en el camino y que rodaban del ca-
mino a parajes intransitables, éstas representan a los que han creído; pero luego, arrastrados
de sus dudas, abandonan su camino, que es el verdadero. Imaginándose, pues, que son ellos
capaces de hallar camino mejor, se extravían y lo pasan míse-
ramente andando por soledades sin senderos.
Las que caían en el fuego y allí se abrasaban representan a
los que de todo punto apostataron del Dios vivo y todavía no
ha subido a su corazón el pensamiento de hacer penitencia,
por impedírselo los deseos de su disolución y las perversas
obras que ejercitaron.
¿Quieres saber quiénes son las otras piedras que venían a
parar cerca de las aguas y que no podían rodar hasta ellas?
Estos son los que, después de oír la palabra de Dios, quisie-
ran bautizarse en el nombre del Señor; pero luego, al caer en
la cuenta de la castidad que exige la verdad, cambian de pa-
recer y se echan otra vez tras sus perversos deseos.
Terminó, pues, la explicación de la torre. Importunándola yo
todavía, le pregunté si a todas aquellas piedras rechazadas y
que no encajaban en la construcción de la torre, se les daría
ocasión o posibilidad de penitencia y tendrían aún lugar en es-
ta torre.
— Posibilidad de penitencia— me contestó— sí que la tienen; pero ya no pueden encajar en esta
torre. Sin embargo, se ajustarán a otro lugar mucho menos elevado, y eso cuando hayan pasa-
do por los tormentos de la penitencia y hayan cumplido los días de expiación de sus pecados.
La razón de que sean trasladados es porque, al fin y al cabo, participaron de la palabra justa. E
incluso para ser trasladados de sus tormentos, es preciso que antes suban a su corazón, por la
penitencia, las obras malas que ejecutaron; si no suben, no se salvarán, en castigo de su dure-
za de corazón. (El pastor. Hermas. Visión lll, nn. 2-7)

Para trabajar personalmente y en la comunidad:


• ¿Es el estilo de vida de nuestras comunidades causa de persecución, motivo de escándalo
o elemento de contradicción con la cultura dominante?
• ¿Somos mártires, es decir, testigos de lo que creemos ante nuestra sociedad?
• ¿O renegamos de nuestra fe cuando las circunstancias aprietan?
• ¿Conocemos o hemos leído testimonios de cristianos perseguidos por su fe en la actuali-
dad?
• ¿Rendimos homenaje a quien sufren persecución o dan su vida por la fe en Cristo?.
• ¿Qué clase de piedra somos para la construcción de la Iglesia?
• ¿Podríamos escribir un diálogo actualizado entre nuestra Iglesia y nosotros mismos? ¿Qué
nos diría? ¿Qué le diríamos?

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6. Todo lo humano es nuestro


Esta afirmación de Justino, mártir en el año 170, describe una actitud muy presente entre los
primeros cristianos. Los cristianos, a pesar de las calumnias de quien les persiguen, están in-
sertos en la cultura y la vida de las sociedades en las que viven, pero sin confundirse en las
costumbres contrarias al Evangelio.
El encuentro con Jesús en la Eucaristía es celebración y anticipo del encuentro con el herma-
no, sobe todo con el que sufre. Es famoso el testimonio de Lorenzo que emplazado por el em-
perador a entregarle “las riquezas de la Iglesia”, se presenta ante él acompañado de una multi-
tud de pobres, “verdadero tesoro de la iglesia” después de haber repartido todo el dinero y jo-
yas que le habían encargado.
De los "Libros a Autólico" (de San Teófilo de Antioquía, II siglo)
Los cristianos honran al emperador y rezan por él (libro I, 2)
"Yo honraré al emperador, pero no lo adoraré; rezaré, sin embargo, por él. Yo adoro al Dios
verdadero y único por quien sé que el soberano fue hecho. Y entonces podrías preguntarme:
'¿Y por qué, pues, no adoras al emperador?' El emperador, por su naturaleza, debe ser honra-
do con legítima deferencia, no adorado. El no es Dios, sino un hombre a quien Dios ha puesto
no para que sea adorado, sino para que ejerza en la tierra la justicia.
El gobierno del Estado le ha sido confiado de algún modo por Dios. Y así como el emperador
no puede tolerar que su título sea llevado por cuantos le están subordinados -nadie, en efecto,
puede ser llamado emperador-, de la misma manera nadie puede ser adorado excepto Dios. El
soberano por lo tanto debe ser honrado con sentimientos de reverencia; hay que prestarle obe-
diencia y rezar por él. Así se cumple la voluntad de Dios".
La vida de los cristianos es prueba de la grandeza y belleza de su religión (libro III, 15)
"En los cristianos se da un sabio dominio de sí mismos, se practica la continencia, se observa
el matrimonio único, la castidad es custodiada, la injusticia es excluida, la piedad es apreciada
con los hechos. Dios es reconocido, la verdad considerada norma suprema.
La gracia los custodia, la paz los protege, la palabra sagrada los guía, la sabiduría los instruye,
la vida (eterna) los dirige, Dios es su rey". (De "La Apología" de Arístides, siglo II).
Los cristianos observan las leyes de Dios.
"Los cristianos llevan grabadas en su corazón las leyes de Dios y las observan en la esperanza
del siglo futuro. Por esto no cometen adulterio ni fornicación; no levantan falso testimonio; no
se adueñan de los depósitos que han recibido; no anhelan lo que no les pertenece; honran al
padre y a la madre, hacen bien al prójimo; y, cuando son jueces, juzgan justamente. No adoran
ídolos de forma humana; todo aquello que no quieren que los otros les hagan a ellos, ellos no
se lo hacen a nadie. No comen carnes ofrecidas a los ídolos, porque están contaminadas. Sus
hijas son puras y vírgenes y huyen de la prostitución; los hombres se abstienen de toda unión
ilegítima y de toda impureza; igualmente sus mujeres son castas, en la esperanza de la gran
recompensa en el otro mundo... "
Son buenos y caritativos
"Socorren a quienes los ofenden, haciendo que se vuelvan amigos suyos; hacen bien a los
enemigos. No adoran dioses extranjeros; son dulces, buenos, pudorosos, sinceros y se aman
entre sí; no desprecian a la viuda; salvan al huérfano; el que posee da, sin rezongar, al que no
posee. Cuando ven forasteros, los hacen entrar en casa y se gozan de ello, reconociendo en
ellos verdaderos hermanos, ya que así llaman no a los que lo son según la carne, sino a los
que lo son según el alma.
Cuando un pobre muere, si se enteran, contribuyen a sus funerales según los recursos que
tengan; si vienen a saber que algunos son perseguidos o encarcelados o condenados por el
nombre de Cristo, ponen en común sus limosnas y les envían aquello que necesitan, y si pue-
den, los liberan; si hay un esclavo o un pobre que deba ser socorrido, ayunan dos o tres días, y
el alimento que habían preparado para sí se lo envían, estimando que él también tiene que go-
zar, habiendo sido como ellos llamado a la dicha".
Viven en la justicia y santidad

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"Observan exactamente los mandamientos de Dios, viviendo santa y justamente, así como el
Señor Dios les ha mandado; le rinden gracias cada mañana y cada tarde, por cada comida o
bebida y todo otro bien...
Estas son, oh emperador, sus leyes. Los bienes que deben recibir de Dios, se los piden, y así
atraviesan por este mundo hasta el fin de los tiempos, puesto que Dios lo ha sujetado todo a
ellos. Le están, pues, agradecidos, porque para ellos ha sido hecho el universo entero y la
creación. Por cierto, esta gente ha hallado la verdad".

Para trabajar personalmente y en la comunidad:


• ¿Realmente sentimos que nuestra fe nos lleva a ser solidarios y solidarias cono todas las
personas en cualquier condición en la que vivan?
• ¿Cómo concretamos esta solidaridad universal con el ser humano?
• Si todo lo que hagamos a uno de sus preferidos se lo hacemos a El, el pobre es un lugar
privilegiado de encuentro con Jesús. ¿Qué supone esto para mí y para mi comunidad?
• ¿Qué lugar tiene en mi espiritualidad el pobre, con nombre y apellidos?

Para ampliar la información:


• Para leer la Historia de la Iglesia I. J. Comby. Verbo Divino. 1987.
• La larga marcha de la Iglesia. J. M Laboa. Biblioteca XX siglos. 1985.
• Textos de los Padres Apostólicos (Siglos I-II): http://www.merca-
ba.org/TESORO/apostolicos.htm
• Textos de los Padres Apologistas (Siglos II-III) http://www.merca-
ba.org/TESORO/apologistas.htm
• Las catacumbas romanas: http://www.catacombe.roma.it/indice_sp.html
• Textos de los primeros cristianos en un interesante portal evangélico:
http://www.cristianismo-primitivo.org

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13. ESPIRITUALIDAD DE LOS SENTIDOS


Pablo Santamaría
0. Presentación
Este tema está pensado para ser tratado en un retiro. Consta de tres partes: en la primera (I
Prólogo), se hace una introducción que puede servir como toma de contacto; en la segunda (II
Jesús, con muchos sentidos), se plantea la relación de Jesús con los cinco sentidos. Con cada
uno de ellos se proponen preguntas, ejercicios, referencias evangélicas, etc. para ser trabaja-
dos personalmente y en comunidad; en la tercera parte (III Recursos para las oraciones) se
ofrecen varios textos y algunas ideas para las oraciones.
El enfoque del tema es cristológico. En primer lugar porque somos cristianos. Esto nos da la
ventaja de ser seguidores de un Dios que se hace “carne”, y la carne o cuerpo es la base de
los sentidos. Además, Jesús es el Maestro y de él debemos aprender también en este punto.
Es una oportunidad para conocer una faceta de Jesús que quizás no hayamos abordado mu-
cho o sobre la que no se suele hacer mucha teología. De hecho, el campo de la espiritualidad
no suele afrontar el tema de los sentidos. Puede ayudarnos mucho a crecer en nuestra expe-
riencia de Dios.
El material que se presenta a continuación pretende ofrecer recursos para poder realizar el reti-
ro, pero no plantea una propuesta ya elaborada para el mismo. Es importante que los que
coordinen el retiro lean previamente el material para que elijan qué es más interesante tratar y
cómo hacerlo. O, simplemente, para que les dé pistas sobre qué tipo de cosas se podrían
hacer. El tema de la espiritualidad de los sentidos, además de importante, es propicio para el
ejercicio de la creatividad. Todos los elementos del retiro (ratos personales, compartir comuni-
tario, puesta en común, ambientación, comidas, ratos libres, oraciones, noche,...) pueden ser
aprovechados para profundizar en nuestra manera de sentir a Dios partiendo de la vista, el
gusto, el tacto, el oído y el olfato.
1. Prólogo
Para empezar una sencilla adivinanza:
Había una vez un hombre al que le gustaba mucho comer y beber. Disfrutaba saboreando ali-
mentos y frutos de la tierra especialmente cuando podía hacerlo junto a aquellos a quienes les
eran continuamente negados. Le encantaba compartir mesa con personas que jamás hubieran
sido invitadas a ningún ágape decentemente organizado. El rumor corría de boca en boca: “es
un comilón y un borracho”. Y él, quién sabe si queriendo permanecer como eterno provocador,
quiso perpetuar su presencia a través del pan y del vino.
Le encantaba el perfume. Su favorito era el de nardo, uno muy muy caro. Según algunos, ese
era el motivo por el que volvía locas a muchas mujeres. En su testamento vital debió dejar di-
cho a varias de sus preferidas que su cuerpo desprendiera un olor divino tras su muerte. Quizá
eso explique las prisas de algunas de ellas por comprar aromas para embalsamarlo.
También decían de él que era un hombre con mucho tacto. Hacía milagros con sus manos,
acariciando, untando barro en los ojos, posándolas sobre enfermos de todo tipo,... Abrazaba a
mucha gente, sobretodo a los niños, y de igual modo se dejaba abrazar y tocar, siempre y
cuando no fuera como para atraparle. Pasó a la historia con el mote de “el ungido”.
Y veía mucho y muy profundo. Su mirada cautivaba, transformaba, captaba significados y deta-
lles que los que tenían a su alrededor no eran capaces siquiera de intuir. Se pasó la vida ense-
ñando a ver, poniendo especial empeño en abrir los ojos, incluso para que la gente aprendiera
a verle a él. Bueno, siendo sinceros no exactamente a él sino a otro que decía que se podía
descubrir mirándole a él. Ciertamente un galimatías.
Pero una de las cosas que más gustaba a la gente de su época era que sabía escuchar. Es ex-
traño pero incluso antes de hacer sus milagros solía preguntar al beneficiado si quería curarse,
como queriendo oír de él antes de actuar. A veces se pasaba tiempo escuchando a personas
contando hechos que él ya conocía. Muchos no entendían el porqué de su empeño por hablar-
le: “¿Para qué querrá que le cuente mi versión de los hechos si él ya los conoce?”. Y es que
algo muy especial e importante debía esconderse tras el acto de la escucha porque, de hecho,

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en muchos momentos y lugares se le veía a él mismo atento y concentrado como si alguien le


hablara constantemente.
¿A qué sabes muy bien de quién estamos hablando? De lo que ya no estoy tan seguro es de
que seas consciente de la importancia que en la vida de Jesús tuvieron el gusto, el tacto, la vis-
ta, el oído y el olfato, es decir, los cinco sentidos. ¿Te has parado a pensar alguna vez la im-
portancia que los sentidos tienen en la experiencia de Dios? Ver, oír, tocar, gustar, oler, son
acciones que realizamos permanentemente pero que no siempre logramos aprovechar para
profundizar en nuestra espiritualidad. Este es el principal objetivo de este tema: trabajar nuestra
experiencia cristiana en relación con los cinco sentidos.
Como considero que una espiritualidad de los sentidos es una tarea importante, vamos a seña-
lar una serie de razones que justifiquen su urgencia y necesidad. Junto a ellas formulamos al-
gunas preguntas para un posible trabajo personal
y posterior compartir en la comunidad, si así pare-
ce a los que coordinan el retiro:
Una espiritualidad de los sentidos es una tarea
urgente y necesaria:
• El dios mercado busca explotar y educar
nuestros sentidos en una dirección mate-
rialista/consumista: ¿podrías poner
ejemplos de cómo lo hace? ¿Hasta qué punto
lo ha conseguido contigo? ¿Qué lecciones podríamos sacar del “enemigo”?
• La superación del materialismo no está siendo trascender desde la realidad sino
hacerla virtual: ¿No es tremenda la separación entre la realidad del mundo en el que glo-
balmente estamos y el mundo que vivimos y queremos globalizar? ¿Cómo aprovechar las
nuevas tecnologías para acercarnos al mundo y no para evadirnos del él? ¿Qué conse-
cuencias puede tener para nosotros y nuestros hijos/as la era virtual?
• Somos urbanitas y en las ciudades no se ven los lirios del campo ni las estrellas
(debido a la contaminación lumínica): ¿Qué sentido dirías que estás perdiendo más en
medio del asfalto y del ruido? ¿Qué consecuencias ves que tiene en tus relaciones y en tu
forma de sentir? ¿Has tocado alguna vez un grano de mostaza, olido un perfume de la
mandrágora, visto el trabajo que lleva el pan nuestro de cada día, escuchado el sonido del
cuerno shofar, tocado una llaga de un leproso (o similar),...? ¿Desde cuándo no te sientes
como arcilla en manos de un Alfarero? ¿Lavas contantemente a tus hijos con mucho ja-
bón? ¿Todavía crees que el agua es insípida? ¿Qué crees que tenemos que hacer “para
que no se pierdan los sentidos” (Manolo García)?
• Nuestra cultura filosófica ha pasado a la cabeza por encima de los sentidos: ¿Somos
homo sapiens sapiens? ¿Qué te sugiere la comprensión del ser humano como inteligencia
sentiente (Zubiri)? ¿Qué papel juega en tu vida lo simbólico, sacramental, lo lúdico, el arte,
la poesía, lo emocional,...? ¿Qué sabes de la Inteligencia Emocional? ¿Eras consciente de
que en la cabeza, además de un cerebro pensante, están los 5 sentidos? ¿Dejas que tu
cabeza la riegue el corazón? ¿tienes sentido de orientación, de vergüenza? ¿y sentido co-
mún?
• Nuestra cultura religiosa o espiritualidad es heredera de tradiciones dualistas o de
recelo hacia el tema de los sentidos: ¿Estás de acuerdo con esto? ¿Crees que sigue te-
niendo consecuencias negativas entre nosotros/as esto? ¿Cuáles?
• Los sentidos tienen una dimensión fisiológica pero muy relacionada con otras de ti-
po psicológica, vital, existencial, religiosa (vista con el mirar y el contemplar; el oído con
el escuchar; el gusto con el saborear; el tacto con la objetividad/realidad (el contacto), el ol-
fato con el respirar/existir/discernir): ¿Cómo se relacionan los sentidos con el sentido (de la
vida)? ¿Qué relación ves que tienen los sentidos con la experiencia religiosa? ¿Cómo
aprovechas tus 5 sentidos para sentir a Dios? ¿Cómo trabajamos el desarrollo de los senti-
dos con nuestros hijos? (los que no tienen pueden dar pistas también).
• El cristianismo es una religión de “creación” y de “encarnación” (nuestro ser cristiano
parte del “Y vio Dios que era bueno...” (Y el hombre y la mujer: muy buenos) y de "Y la Pa-
labra (Jesucristo) se hizo carne"): ¿Sabemos las consecuencias que esto tiene? ¿Por qué
crees que es tan difícil una espiritualidad de encarnación? ¿es la encarnación el mayor de
los misterios de nuestra fe? ¿Qué supone esto para nuestra manera de entender la afecti-

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vidad, la sexualidad, el matrimonio, la castidad,...? ¿Por qué algunos cristianos tie-


nen/tenemos problemas entre nuestros sentidos y la fe, entre la ciencia y la religión? ¿Eres
de los que dices constantemente a los niños/as que todo lo que van a tocar del suelo es
“caca”? ¿sabes leer del Libro de la Creación?
• Los sentidos, y su lenguaje, son vías de acceso a la realidad. Por un lado, nos ayudan
a dar dimensión de experiencia personal a la realidad. Y por otro, el lenguaje de los senti-
dos (sal, luz, sabroso, escuchar,...), nos ayuda en el crecimiento de nuestra fe: ¿tienes cla-
ro por qué los niños/as se llevan todo a la boca casi según nacen?, ¿puedes poner ejem-
plos del lenguaje de los sentidos y su relación con la fe? ¿hay coherencia entre lo que sien-
tes y piensas?
• Como veremos posteriormente, Jesús, el Maestro, tenía muy desarrollados sus sentidos:
¿Eras consciente de ello? ¿Te sorprende esta afirmación?
Para terminar este primer rato personal te sugiero un momento tranquilo para sentir y percibir:
mira a tu alrededor, respira con profundidad y capta todo lo que puedas con tu olfato, toca mu-
chas cosas que tengas a tu alcance, atrévete a saborear con conciencia productos que tengas
a tu alcance... muévete si te va a ayudar a percibir más. Cuenta también con tu cuerpo en este
momento: toca tus arrugas, asperezas, bello, heridas, descúbrete cambios o novedades, haz
memoria autobiográfica de la evolución de tu cuerpo,... Te invito también a que leas las siguien-
tes frases y medites con ellas:
• “Él: Tu aliento es como aroma de manzanas. ¡Ay, tu boca es un vino generoso que fluye
acariciando!; Ella: Perfuman las mandrágoras y a la puerta hay mil frutas deleitosas, frutas
secas y frescas que he guardado, mi amado, para ti. (Cantar de los Cantares)
• “Pueblo necio y sin seso, que tenéis ojos y no veis” (Jr 2,21)
• “Da a tu siervo un corazón que escuche” (1R 3,9)
• “Como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, israelitas”. (Jer
18, 1-6)
• “Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan, para que sepáis
que yo soy el Señor, vuestro Dios” (Ex 16, 12)
• “El olor de tus aromas es mejor que los perfumes (… ) y la fragancia de tus vestidos es fra-
gancia del Líbano” (Ct 4, 10-11)
• “Si tu mano o tu pie te pone en peligro, córtatelo y tíralo… Y si tu ojo te pone en peligro, sá-
catelo y tíralo… Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño” (Mt 18,8)
Con todo esto puedes hacer oración, anotar ideas o dudas para compartir,... Si te atreves pue-
des escribir algo para leerlo en alguna de las oraciones del retiro, recoger algo “natural” o mate-
rial para ofrecerlo...
2. Jesús, con muchos sentidos
Esta es la parte central del tema que se propone. En ella se aborda la relación de Jesús con los
cinco sentidos. En cada uno de ellos, junto con un material de lectura, se plantean muchas
preguntas, ejercicios, referencias o asuntos sobre los que se podría trabajar personal y comuni-
tariamente. Recordamos que es importante que se decida qué tratar, cómo hacerlo, con qué
organización... según los intereses, situación o ne-
cesidades de la comunidad.
1. Jesús y la vista
Jesús veía mucho. A veces se subía a un alto para
poder ver mejor. En una ocasión, situado con sus
discípulos frente a las construcciones del Templo, alzó la vista y les preguntó: “¿Ven todo es-
to?”(Mt 24, 2). Es importante que nos preguntemos qué veía Jesús o qué quiere que veamos.
Nos ayudará a revisar el estado de nuestra mirada.
• Jesús veía a las personas: no sé si este acto tan simple de mirar al que tienes al lado y
reconocerle por su nombre (verle) te parecerá importante, pero en el NT es constante la re-
ferencia del “ver” de Jesús a gente concreta: “Jesús levantó los ojos y vio a Zaqueo” (Lc
19,5), “vio al cobrador de impuestos” (Mc 2,14), “vio a Simón y Andrés” (Mt 4,8), “vio a Ma-
teo” (Mt 9,9), “vio a la mujer” (Lc 7, 44 y ss),... ¿No te da la impresión de que, a veces, con
tantas prisas y ego-preocupaciones que tenemos no vemos a la gente con la que nos cru-

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zamos? Creo que la importancia del tema la revela Jesús al decir que “Quien no ama a
su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20). Tres en uno: ver,
amar al hermano, amar a Dios. Y, profundizando un poco más, ¿qué tenemos que ver en
las personas?
• Jesús veía la fe, la bondad, los anhelos, los sufrimientos y esperanzas de la gente:
cuando le hace la pregunta al fariseo “¿Ves a esta mujer?” (Lc 7 44 y ss) supongo que ya
no se refería simplemente a la dimensión fisiológica del ver. Todos veían en ella una peca-
dora; Jesús veía, e invitaba a ver, a una mujer llena de humanidad. Jesús valoraba mucho
la fe y las esperanzas de la gente sencilla, jamás hacía broma con o los ridiculizaba con
32
ello (Mt 8,2, Mc 2,5, Lc 5,20). Veía algo bueno en todas las personas y tenía muy claro
eso de que “todo es del dolor con el que se mira”. Jesús descubría el sufrimiento de aque-
llos que veía, desconocidos y cercanos también (“vio a sus discípulos que se cansaban
remando” (Mc 6, 47)), e insertaba ese sufrimiento en el conjunto de la dramática existencial
de sus vidas.
• Jesús veía el mundo vital, la dramática existencial, el pulso de la vida: es el proceso
de radicalizar la mirada, de captar las claves humanas que configuran la realidad más au-
téntica de todo lo creado, allí donde Dios se hace radicalmente presente. El pasaje de la
viuda del Templo nos ilustra esto a la perfección. Fíjate en lo que realmente ve Jesús que
ocurre: “Levantando la vista vio a los ricos que echaban sus donativos en el cepillo del
templo; vio también a una viuda necesitada que echaba unas moneditas, y dijo: - Esa viu-
da, que es pobre, he echado más que nadie, os lo aseguro...” (Lc 21, 1-4). ¿No es maravi-
llosa la manera de mirar de Jesús, su capacidad de observar gestos humanos, de percibir
el pulso de la vida y la batalla que se libra con cada acontecimiento a favor o en contra del
Reino? Jesús mismo insertó a lo largo de su vida un sin fin de gestos, pistas, semillas, sig-
nos, símbolos, sacramentos, milagros conectados con algo tan grande como la Historia de
la Salvación. El gran reto de entonces y de ahora es captar esos gestos, descubrir su signi-
33
ficado y eficacia y, por supuesto, hacer nosotros también milagros y gestos de liberación.
Pero el ver de Jesús no es un ver de espectador, especulativo o filosófico. Jesús no es una
web camp, ni un tertuliano radiofónico. Su mirada provoca un movimiento interno asociado al
menos con tres cosas:
• El sentimiento de compasión, de empatía y simpatía: mirar como hemos dicho ante-
riormente hace a Jesús solidario en el dolor y la injusticia ajena. Es bonito descubrir que el
verbo “ver” casi siempre precede al sentimiento de compasión, y que este sentimiento es
previo al de la acción: cuando se topó con la madre viuda que hacía perdido a su hijo “al
verla se compadeció” (Lc 7, 13). Después, o por eso, hizo el milagro. Este movimiento es
34
una constante en la vida de Jesús: Mt 9,35. Mt 14,14, Lc 15, 20,...

31
Es un buen ejercicio espiritual caminar por la ciudad y, simplemente, mirar a las personas; o
repasar a la noche a quiénes hemos visto hoy y nombrarlos; o mirar a la persona con la que
dormimos; o desde el trabajo habitual hacer un pequeño parón para mirar a quienes tenemos a
nuestro lado horas y horas al día y verles;... Te invito a practicar este sencillo ejercicio y, si te
sale, hacer oración con él.
32
Se puede hacer un repaso de todos los miembros de la pequeña comunidad (teniendo delan-
te el folleto con las imágenes de todos los miembros de las Fraternidades por ejemplo) y escri-
bir algo bueno de cada uno de ellos. Variantes del ejercicio: hacerlo con las personas que peor
me caen, hacerlo con otro tipo de gente (familiares, amigos,...), anotar lo que más les hace su-
frir, su mayor sueño u objetivo en este momento. Si se hace con miembros de la comunidad se
puede escribir en un papel y entregar a cada uno todo lo bueno que vemos o compartir los su-
frimientos que creemos que tienen...
33
¿Cuál es el gesto, milagro de Jesús que más te llama la atención? ¿Por qué? Un ejercicio
muy sencillo es leer un evangelio fijándose en la cantidad de actos de humanidad que Jesús
hacía o veía. ¿Qué milagros creo que tengo que hacer en este momento de mi vida? El com-
promiso de hacer milagros puede ser compartido en la pequeña comunidad. Más adelante se
dan más pistas sobre los milagros.
34
Te invito a leer de nuevo el pasaje del samaritano (Lc 10, 30 y ss) y observar porqué Jesús sí
le ayudó, mientras que el sacerdote y el levita no lo hicieron. Puede ser un buen momento para
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• El compromiso transformador: tanto en Dios como en Jesús la acción de ver (de percibir
en general) y compadecerse impulsa a actuar a favor del Reino. Dios nos regala en Jesús
el Reino. Es fundamental ver su presencia en medio de nosotros. Cuando lo hacemos, in-
tuimos lo maravilloso que es, y al abrir el regalo descubrimos que el Reino resulta ser un
juguete de construcción. No se trata por tanto de ver el mundo y el Reino desde una terra-
za sino desde la fidelidad a la tierra. A Jesús le encantaba el contacto con la tierra, la toca-
ba y la untaba para que podamos ver lo que pasa en este mundo y actuar en consecuencia
(“Es hombre que se llama Jesús cogió barro del suelo, me lo untó en los ojos y me dijo que
fuera a lavarme a Siloé; fui, me lavé y empecé a ver.” Jn 9, 11). Con este proceso Jesús
confirma y encarna con su actividad la manera de ser de Dios y su voluntad para nuestras
vidas. Es bueno releer desde la clave de los sentidos el pasaje de la liberación de Egipto:
“He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me
he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tie-
35
rra para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.” (Ex 3, 7-8)
• La experiencia religiosa: el percibir, sentir y actuar está relacionado en Jesús con la di-
mensión religiosa. Nuestra revolución no es prometeica o voluntarista; tiene una dimensión
trascendente. Por eso nunca puede faltar en nuestra mirada la dimensión contemplativa,
aquella que pone la evaluación de nuestros éxitos o fracasos, nuestras estrategias y resul-
tados en manos de Dios. Sólo contemplando el “fracaso” de Jesús podremos hacer expe-
riencia religiosa de la muerte de un hombre asesinado como un perro entre dos palos. Sa-
ber mirar las aves del cielo (Lc 12,14), contemplar el milagro de la Creación, ser capaces
de llorar al “ver” la ciudad (Lc 19,41), al anciano, la viuda, el inmigrante, el huérfano,... co-
mo lo hacía Jesús, hace que el regalo del Reino contribuya a construir una casa habitable
para todos/as y que el proceso de construcción esté lleno de humanidad. Esta es la verda-
36
dera revolución que nace del saber mirar como Dios manda.
Terminamos este apartado recordando algunas cosas importantes sobre el ver y formulando
alguna pregunta:
• Estás aquí y ahora porque Jesús te vio un día, te llamó y le seguiste (Mt 4,21-22). Si
has llegado tan lejos es porque tú también le has visto en algún momento. Solamente por
este hecho ya puedes considerarte un bienaventurado (Lc, 10,23): ¿recuerdas en qué mo-
mentos has visto más claramente a Jesús en tu vida?
• Es posible que le hayas perdido de vista a Jesús en varias ocasiones y que hayas te-
nido que recobrar la vista para continuar en el camino (Mt 20, 32). O simplemente que no le
reconozcas a pesar de que lo tienes delante de tus narices (ojos, manos, oídos, boca). Al-
go parecido a lo que les pasaba a sus seguidores cuanto se les presentaba resucitado tras
su muerte: ¿qué crees que es lo que más te impide ver a Jesús en este momento de tu vi-
37
da?
• No importa. De hecho Jesús dice que el pecado es creer que se ve todo y que no se ne-
cesita ya ninguna ayuda, como les pasaba a los fariseos: “Al oír esto, los fariseos que es-
taban con él le preguntaron: - ¿Somos también nosotros ciegos? Jesús les contestó: - Si
fuerais ciegos, no tendrías pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado sigue ahí.”
(Jn 9 39-41). Como vemos que le pasa al ciego Bartimeo, no es fácil ver bien del todo: "Veo
la gente; me parecen árboles que andan. Le aplicó otra vez las manos en los ojos; el hom-
bre vio del todo: estaba curado y lo divisaba todo con claridad" (Mc 8,24-25). Precisamente
por eso “ver” exige aprendizaje, esfuerzo y compromiso porque cuando miramos no vemos

autoanalizarme en el sentimiento de compasión: ¿hay alguna idea o problema sobre la compa-


sión que me impide emocionarme más a menudo? ¿En qué momentos siento más compasión?
¿Cuántas veces me emociono al día, a la semana,...? ¿Ante qué hechos? ¿Cuándo es la últi-
ma vez que me dieron ganas de llorar o que brotaron lágrimas de mis ojos al emocionarme?
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Puede ser un buen momento para revisar tu “compromiso” o, si te atreves, tu visión del com-
promiso desde la clave de fe.
36
¿Cultivas el mirar contemplativo? ¿Sabes hacer experiencia religiosa desde el sentido del
ver?
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Es interesante leer los textos de las apariciones del Resucitado y discernir qué les podía pa-
sar, o en qué estaban las personas, para no reconocerle.
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(Mc 4,12) y solemos estar ciegos (Mc 8,18-19): ¿qué tengo que hacer para trabajar mi mi-
rada?
• Para empezar es importante sacarse la viga del ojo propio antes que juzgar la del ajeno
(Mt 7,4): ¿cuáles son mis vigas propias? ¿sé mirar con los ojos de Jesús cuando critico a
los demás?
En definitiva, Jesús ha venido a que veamos: “Yo he venido a este mundo para abrir un proce-
so; así, los que no ven verán, y los que ven quedarán ciegos” (Jn 9,39). Y recuerda: donde esté
tu mirada, allí estará tu corazón.
2. Jesús y el oído
Me atrevo a decir que desarrollar el oído y la consiguiente capacidad
de escucha es el gran reto de nuestros sentidos hoy en día. Estoy de
acuerdo con Zenón de Elea en que "nos han dado dos orejas, pero en
cambio sólo una boca, para que podamos oír más y hablar menos". Es
el sentido más recíproco de los cinco: ¿hay alguien que escuche y que
no quiera ser escuchado? Creo que no pasa lo mismo con los otros
cuatro sentidos siempre. Hay algo muy humanizador en aprender a
escuchar y en sentirse escuchado. ¿No es cierto que nos da mucha
rabia cuando no nos escuchan? (si no lo tenéis claro, observa a los ni-
ños/as pequeños, o recuerda lo que te reprocha tu mujer de vez en
cuando).
Jesús proclama también la bienaventuranza del escuchar (unida siem-
pre a la del ver por cierto):
• “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la observan” (Lc 11,28)
• "¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen!" (Mt 13,16)
Escuchar es el sentido clave para la experiencia de Dios en dinámica vocacional. Para descu-
brir la vocación hay que saber escuchar. Jesús descubre su vocación de Hijo escuchando a su
Padre: “Se oyó una voz del cielo... Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto” (Mt 3, 16-
17). A raíz de esta experiencia Jesús comienza su ministerio. Lucas nos añade una invitación
interesante: “Escuchadle” (Lc 9,35). Y es que conviene recordar en estos tiempos de espiritua-
lismos desencarnados (descristificados) que Jesús es la Palabra de Dios. De ahí la invitación
del propio Jesús: "Escuchad ahora vosotros..." (Mt 13,18)
Los que somos educadores solemos recitar la teoría de la oración a los jóvenes, aquello de que
no sólo hay que hablar sino también escuchar: ¿lo practicamos nosotros en nuestra oración?
Viendo lo nerviosos que nos ponemos ante el abismo del silencio profundo, o de las dificulta-
des de lograr calidad de silencio exterior y mental en nuestras oraciones, o de la poca impor-
tancia que damos a hacer oración en alto para que sean escuchadas por los hermanos,... ten-
go la intuición de que escuchamos poco a Dios y a los demás. Me imagino a Dios con una gran
duda en su relación con nosotros: “¿yo no sé si alguien me escucha cuando hablo?” Estamos
poco atentos a las diferentes formas que tiene de hablarnos. ¿Quizás nos pase esto también
en nuestras relaciones comunitarias, de pareja, en los diferentes roles que tenemos en la vida
(siempre relacionales y con necesidades comunicativas)?
Jesús oraba mucho y pocas vez se pone en su boca lo que hablaba. ¿Adivino si digo que tras
preguntar a su Abbá “qué quieres Señor de mí” permanecería en una escucha activa constan-
temente? Parece coherente con su consejo sobre la oración: “cuando oréis no habléis mucho.
No seáis charlatanes como los paganos” (Mt 6,7).
El ejercicio comunitario que vamos a proponer parte de aprender de Jesús en este tema. Como
decíamos en la introducción, Jesús hacía muchas preguntas y después escuchaba antes de
decir nada. Sabe que en todo acto de escucha hay un reconocimiento y valoración de la otra
persona. Como veis entre el ver y el juzgar van apareciendo muchos otros elementos preventi-
vos: compadecerse decíamos antes, y ahora interesarse y escuchar. Quizás sea este el motivo
por el que Jesús juzgaba tan poco pero cuando lo hacía...:
• “¿Qué deseas?”(Mt 20, 21) Jesús le pregunta a la madre de los Zebedeos
• “¿Quién decís vosotros que soy yo?” (Mt 16,15) A los discípulos
• “¿Qué queréis que haga por vosotros?” (Mt 20,32) A dos ciegos
• ...

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Debió de cogerle gustillo a la dinámica preguntar-escuchar porque cada vez la practicaba más
y tras la resurrección era de lo que más hacía. Aquí tenéis alguna de las preguntas que formu-
laba. Supongo que veis que todas las preguntas son muy interesantes también para noso-
tros/as hoy:
• "«¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!»
Era..." (Lc 24, 13-20)
• "¿Qué queréis que haga por vosotros?" (Mt 20,32)
• "¿Por qué estáis asustados? ¿Por qué os vienen esas dudas?” (Lc 24,38)
• "¿Por qué lloras mujer? ¿A quién buscas?” (Jn 20,15)
• "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24,6)
• "¿Qué conversación es ésa que os traéis por el camino?” (Lc 24,17)
• "¿Tenéis por casualidad algo que comer?” (Jn 21,5)
• "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hech 1,11)
• "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” (Jn 21,16)
• ...
Para trabajar este sentido hay una triple propuesta de ejercicio:
1. Hacer un rato de silencio activo tratando de escuchar lo que Dios me pueda estar pi-
diendo en este momento. Es bueno comenzar diciendo cosas tipo: “Habla Señor que tu sier-
vo/a escucha”, “¿qué quieres Señor de mí?”,... Lo que uno ha sentido y las dificultades que en-
cuentra en este ejercicio pueden compartirse si se desea.
2. Contestar en un rato personal a alguna o varias de las preguntas que Jesús hizo y nos
hace hoy: a la que más crea que está dirigida a mí en este momento, las que más me sugieran
cosas,... Podemos contestarlas por escrito y utilizarlas también en la oración comunitaria y que
los demás escuchen.
3. Dinámica de preguntas-crecimiento: a veces nos hacemos pocas preguntas entre noso-
tros, en nuestras revisiones, en el día a día del compartir comunitario. Y, además, no siempre
las preguntas que nos hacemos son al estilo de Jesús, es decir, de las que ayudan a pensar,
evaluarse y autocomprometerse al dar una respuesta. Estas son las preguntas-crecimiento. El
ejercicio consiste en pensar en los miembros de mi comunidad, en su vida, en lo que sé o no
sé de ellos y:
• Pensar una pregunta-crecimiento que me gustaría formular a personas de mi comunidad.
• Escribir esa pregunta en un papelito y meter todas las que se hagan en un lugar común,
indicando a quién está dirigida (poner quién la formula o no habrá que decidirlo).
• Dedicar algún rato del retiro a sacar, durante el tiempo que se programe, las preguntas-
crecimiento y responder a ellas.
• También se pueden repartir todas en el marco de una oración invitando a que se respon-
dan ante Dios y los hermanos a las que se quiera voluntariamente.
• Si se quiere que todas piensen alguna pregunta-crecimiento y que todos seamos escucha-
dos, habrá que adjudicar miembros de la comunidad a cada uno y pensar alguna/s pregun-
ta para la persona que me haya tocado.
• La actitud de escucha será fundamental en el rato de compar-
tir y cabe que a partir de las respuestas se formulen más pre-
guntas.
3. Jesús y el tacto
El comienzo de la vida del ser humano tiene que ver, en el segun-
do relato de la creación, con varios sentidos. Uno de ellos es el tacto: “Entonces el Señor Dios
modelo al hombre de arcilla del suelo… ” (Gen 2, 7). El sentimiento de ser tocado, aventado,
moldeado por Dios es constante en el AT.
Jesús es muy sensible al tacto. Es impresionante la escena en la que una mujer enferma que-
ría tocarle y no desistió en el empeño hasta que lo consiguió. Cuando Jesús se sintió tocado
preguntó: “¿Quién me tocó el manto? Sus discípulos le contestaron; cuando ves a esa gente
que te aprieta ¿cómo puedes preguntar quién te toco? Pero él seguía mirando a su alrededor
para ver quién era aquella que le tocó” (Mc 6,30). Cuando la mujer se descubre Jesús le valo-

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rará positivamente su acción: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfer-
medad».
El pasaje del fariseo y la mujer pecadora (Lc 7, 26-50), que adjuntamos para que pueda ser
bien aprovechado en una oración, no deja de ser escandaloso y, hasta ¿obsceno? (¿habéis
hecho el ejercicio de recreación mental del pasaje? Una mujer besando, acariciando a Jesús
con sus manos, con sus cabellos, con sus lágrimas, su cabeza, sus pies...)
Y es que a Jesús le gustaba que le tocaran a no ser que esto le impidiera cumplir su misión (Jn
20,17). El “ungido” no quiere ser poseído por muy a gusto que se esté con él. En cambio,
cuando el contacto se basa en la libertad recíproca y es liberador, Jesús desarrolla su capaci-
dad afectiva y su dimensión sexuada.
En este sentido Jesús era muy “tocón” también. Tocaba a gente de toda edad y condición (ni-
ños, mujeres, ancianos, enfermos,...), tocaba diferentes partes del cuerpo (manos, cabeza,
pies, hombros,...). Y, como ya hemos dicho, tocaba la Tierra a menudo. Por cierto algunos de
los pasajes más curiosos de Jesús tienen que ver con esta afición (varios de ellos están en el
evangelio de Juan, al que se le acusa de ser el más gnóstico ¿?):
• “Ese hombre que se llama Jesús cogió barro del suelo, me lo untó en los ojos...” (Jn 9,11).
¿Será que sólo podemos llegar a ver, incluso los asuntos del cielo, embarrándonos? Esto
sería coherente con la crítica que les hace a los suyos cuando le buscaban resucitado mi-
rando en dirección equivocada: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”
(Hch 1,11)
• “Quisieron recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra enseguida en el sitio adonde iban”
(Jn 6,21). Es cómo si al querer ir con Jesús la barca tocara rápidamente la tierra en primer
lugar.
• “Y se puso a hacer dibujos con el dedo en el suelo” (Jn 8,69) En la película de “La Pasión”
evitan esta escena “sucia” de tocar con las manos la tierra poniéndole en sus manos un pa-
lo. Si leo bien dice “con el dedo”. Es bueno pensar que este gesto le supone a Jesús un
agacharse, humillarse (humus = tierra) antes de decir nada. Tras ello, libera a una pecado-
ra y dice aquello de que el que esté libre de pecado... ¿Será que hay que tener conciencia
de lo que somos, de dónde venimos, de nuestra condición “natural” antes de pretender ele-
varnos demasiado? ¿Cómo lo interpretas tú?
Lo que está más claro es que el sentido del tocar en Jesús está asociado con tres cosas:
1. El servicio, la ayuda:
• “Jesús extendió enseguida la mano, lo agarró y le dijo: - Hombre de poca fe ¿por qué du-
das?” (Mt 14,31)
• "La suegra de Simón estaba en cama con fiebre,... Jesús se acercó, la cogió de la mano y
la levantó. Se le paso la fiebre y les estuvo sirviendo” (Mc 1, 29)
• "Cuando acabó de lavarles los pies..." (Jn 13,12)
2. El sufrimiento: María anunciará a los discípulos “he visto al Señor” (Jn 20, 18). Estos no le
creyeron, bien por su condición de mujer, bien por la necesidad de tener experiencia personal
de Jesús. El bueno de Tomás, que no es más incrédulo que sus discípulos, no estaba cuando
Jesús aparece a los demás y también necesita ver o mejor dicho, tocar. Porque el sentido que
lleva a Tomás a creer es el tacto. Jesús, gran pedagogo una vez más, capta esta necesidad de
Tomás y le enseña su costado para que toque: “Aquí están mis manos, acerca el dedo; trae la
mano y pálpame el costado.” (Jn 20, 27)
3. Los milagros: como vamos viendo, los signos de la presencia de Dios y del Reino que hace
Jesús incluyen elementos sencillos de percepción: ver, interesarse, sentir, palabras que curan,
tocar. Te invito a leer alguno, o varios, de ellos y recrearte en la escena. Es importante que
descubramos nuestra capacidad de hacer auténticos milagros en medio de nuestro mucho y
aprendamos a hacerlos al estilo de Jesús:
• "Un sábado Jesús estaba enseñando en una sinagoga. Había allí una mujer que desde
hacía dieciocho años estaba poseída por un espíritu que la tenía enferma, y estaba tan en-
corvada que no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús la vio y la llamó. Luego le di-
jo: «Mujer, quedas libre de tu mal». Y le impuso las manos. Al instante se enderezó y se
puso a alabar a Dios." (Lc 13, 10-13)

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• "Al salir de Jericó, les iba siguiendo una gran multitud de gente. En algún momento, dos
ciegos estaban sentados a la orilla del camino, y al enterarse de que pasaba Jesús, co-
menzaron a gritar: « ¡Señor, hijo de David, ten compasión de nosotros!» La gente les decía
que se callaran, pero ellos gritaban aun más fuerte: « ¡Señor, hijo de David, ten compasión
de nosotros!» Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó: « ¿Qué queréis que haga por vo-
sotros?» Ellos dijeron: «Señor, que se abran nuestros ojos». Jesús sintió compasión y les
tocó los ojos. Y al momento recobraron la vista y lo siguieron." (Mt 20 29-34)
• "Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó: «Si tú quieres, puedes lim-
piarme». Sintiendo compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda
limpio». Al instante se le quitó la lepra y quedó sano." (Mc 1,40-42)
• “Él la cogió de la mano y la llamó diciendo: niña ponte en pie. Le volvió el aliento y se le-
vantó al instante" (Lc 8,54)
Y nosotros/as: ¿cómo vivimos y trabajamos nuestro tacto?
• ¿Somos personas con mucho tacto o estropeamos todo lo que tocamos?
• ¿Cómo utilizamos el tacto en el desarrollo de nuestra afectividad y sexualidad?
• ¿Abrazamos a menudo a nuestros hijos, esposas/os, familiares, miembros de la comuni-
dad?
• ¿Sabemos palpar el sufrimiento?
• ¿Hasta qué punto nos embarramos o mojamos si hace falta?
• Se pueden hacer típicas dinámicas del tacto: con ojos cerrados tocar cosas y adivinar, po-
ner nombres a las diferentes superficies de las cosas que tocamos,...
• Un ejercicio interesante es con las manos: alguien escribe un montón de sentimientos o
cosas para que otra persona las describa sin hablar con las manos del modo que quiera.
Los demás tendrán que acertar lo que se quiere expresar.
4. Jesús y el olfato
El segundo sentido que tiene que ver con nuestra creación es el
olfato: “Modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz
aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo.” (Gen 2,7).
El aliento de vida entra por la nariz. Si no tienes plena concien-
cia de ello deja de respirar un rato breve para descubrir la fragi-
lidad de tu propia existencia.
El olfato es el sentido de las sutilezas, de la relación interperso-
nal, de la intimidad. Resulta paradójico que siendo el que nos
dio la vida es el que dicen los expertos que estamos perdiendo
más. ¿Querrá decir algo importante?
Es también el sentido que capta cambios o novedades importantes. Los olores son un buen in-
dicador de que estás en otro lugar por ejemplo. Cuanto más distintos son los olores es que es-
tás más lejos de casa. Será casualidad, pero un par de veces que mi mujer ha sufrido una re-
volución del olfato (¡qué mal huele aquí!, ¡cómo huele a pescado!...) han resultado ser un buen
test de embarazo. ¿Os imagináis a María diciendo “¡cómo huele a madera húmeda!”, “¿alguien
ha traído fruta de Cafarnaum?”
Por todo lo que se movió Jesús, tuvo que captar mucho tipo de olores (desde Galilea a Judea;
desde Nazaret a Jerusalén; desde lo árido del desierto al lago Galilea; desde su carpintería, al
pescado de Tiberiades en la casa Pedro; del olor a palacio de Pilatos o Herodes, al de la lepra
en Samaría; ancianos, niños, muertos, su propia sangre...). Es bonito pensar que lo primero
que olería Jesús al nacer sería algo así como una cuadra de caserío (para entendernos los del
norte). Y casi lo segundo, incienso, mirra, ovejas, pastores... ¡cuánta riqueza olfativa!
El olfato lo asociamos con el sentido del discernimiento y de la intuición. Para decidir u optar
por algo hay que tener olfato, tiene que olerte bien lo que vas a hacer. Cuando Vicky el vikingo
quería tener una buena idea ¿recordáis el gesto que hacía?...
“Nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo” (2 Cor 2,15a) Cuando oyes eso de que te-
nemos que ser el bueno olor de Cristo, ¿te has parado a pensar a qué olería Cristo? Puedes
visualizar la siguiente escena de la vida de Jesús: "Estando Jesús en Betania, reclinado a la
mesa en casa de Simón el leproso, llegó una mujer llevando un frasco de perfume de nardo au-
téntico muy caro, quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza." (Mc 14, 3): ¿a qué huele la

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casa de un leproso?, ¿a qué huele el nardo derramado sobre Jesús? Y podríamos continuar el
ejercicio con otros pasajes de la vida de Jesús: ¿cómo huele el aceite de Palestina que le de-
rramaron? ¿y el vinagre que le dieron a beber? ¿y el pan y el vino de la última cena?
Lo que las mujeres tenían muy claro es que Jesús tenía que oler bien en vida y en muerte por-
que “terminado el descanso del sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé
compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús” (Mc 16,1)
Y nosotros/as: ¿qué tal andamos de olfato?
• “Porque nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo” (2 Cor 2,15a) ¿Somos para Dios
el buen olor de Cristo? ¿Olemos a Cristo? ¿A qué dirías que huele Jesús?
• “El olor del buen religioso consiste en hacerse un vivo retrato del ejemplar de toda virtud,
Jesucristo, de suerte que todas sus acciones, palabras y pensamientos hagan que sientan
el olor de Cristo todos los que le ven.” (San José de Calasanz). ¿A qué huele un buen reli-
gioso?
• ¿Esta combatiendo la pérdida del olfato? ¿Cómo?
• ¿Tenemos buen olfato en la vida? ¿Lo estamos perdiendo?
¿Qué importancia damos al sentido del olfato?
• ¿A qué huele la pobreza, el dolor, el sufrimiento,… ?
• Hacer dinámicas relacionadas con los olores.
5. Jesús y el gusto
Que a Jesús le llamaran “comilón y borracho” (Mt 11,18-19) se
lo ganó a pulso. Nunca decía que no a una invitación a comer o
beber. Las comidas descritas en el NT de Jesús son abundantes
y muy variadas, tanto en vida como en la resurrección:
• Jesús come con recaudadores de impuestos (Lc 5, 27-32)
• Jesús come con fariseos y "pecadoras" (Lc 7, 36ss) (Lc 11,37-52), (14,1ss)
• Jesús come con Jefes de publicanos (Lc 19, 1-10)
• Jesús come con los discípulos en la pascua (Lc 22, 8ss)
• Jesús, resucitado, come con los caminantes de Emaús (Lc 24, 30-35)
• Jesús, resucitado, come con los apóstoles (Lc 24, 4-45)
• Antes de la ascensión (Hch 1, 4)
• ...
En Juan, el primer milagro que hace está relacionado con el vino (Jn 2,1-12), y varias de sus
parábolas hablan del comer y beber juntos: (Lc 14,16-24) (Lc 14,7-14)… No es de extrañar que
era de las cosas que recordaban los apóstoles y valoraban más; haber comido con Jesús (Hch
10, 41).
Da tanta importancia a los temas del paladar que llega a justificar el comer sin lavarse las ma-
nos si hace falta (esto no conviene decirlo a los niños/as todavía): "Porque del corazón salen
las malas ideas; los homicidios, adulterios, inmoralidades, robos, testimonio falsos, calumnias.
Eso es lo que mancha al hombre; comer sin lavarse las manos, no". (Mt 15,19-20)
Pero lo importante de este tema es que nos preguntemos el por qué de este comportamiento
de Jesús: ¿padecía de gula, era un poco guarro, acaso libredisfrutador, trabajó de catador de
vinos...? Conviene analizar despacio este punto porque contiene claves teológicas y humanas
muy sabrosas:
1. Jesús mantiene una actitud coherente con el "Y vio Dios que era bueno" del relato de
la creación: el punto de partida de lo creado es que es un “bien”. Es necesario valorar los fru-
tos de la tierra y en mayor grado según tengan más cantidad de trabajo añadido por el Bien
Mayor: el ser humano (no hace daño lo que entra a la boca sino lo que sale de la misma.):
¿sabemos percibir y valorar la naturaleza y sus bienes? ¿cómo educamos a nuestros hijos/as
en esto? ¿sabemos educar para el buen gusto?
2. Jesús apuesta por la comunión de esos bienes y con esos bienes: no come o bebe sólo,
siempre compartiendo con otros. Supone una actitud contra el dualismo o espiritualismo des-
encarnado porque la comunión es también la comunión de bienes, no sólo de oración, de
creencias: "lo tenían todo en común" (Hch 2, 45): ¿das al Diezmo un sentido de comunión?
¿compartes tus bienes? ¿te atreves a compartir más?

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3. Porque detrás del sentido del gusto está una necesidad prioritaria y básica que todo
ser humano tiene que cubrir: muchas de las actividades que realiza Jesús son después de
comer: (la gran pregunta a Pedro, hasta tres veces, ¿me amas? es después de comer (Jn
21,15-17)). La satisfacción de esta Necesidad está muy relacionada, en cristiano, con el senti-
do de la justicia. Se pueden leer estos dos textos y analizarlos despacio:
• El rico epulón (Lc 16,19-31): ¿sabes por qué se llamaba epulón?
• El juicio final (Mt 25,35): ¿te das cuentas que nos condenamos o salvamos por lo “material”
más que por lo “espiritual”? (si se me permite este lenguaje dualista)
4. Porque en torno al compartir la mesa giran gran parte de las ideas del Reino (Mt 22,1-
14):
• El más allá puede ser comparado con un gran banquete, un festín.
• Uno de los signos más visibles del Reino, aquí presente, es también una comida entre
hermanos que comparten lo que tienen y llega para todos. Es el gran milagro del compartir
lo que tenemos como vía para un proyecto de Humanidad (Mc 6, 38-46): ¿das al Diezmo,
presupuestos, pobreza,... un sentido de solidaridad?
• Al comer Jesús con pecadores los está incluyendo en la vida social. No hay mejor antídoto
contra la marginación y exclusión social.
• Uno de los elementos que incluye la promesa de Jesús es que el pan tiene que ser para
hoy, no es una promesa de hambre para hoy y pan para mañana si algunos se aprietan el
cinturón, o de pan para hoy y hambre para mañana. El pan es para hoy y cada día (en el
Padrenuestro decimos “Danos hoy nuestro pan de cada día” y los textos del evangelio son
más claros si babe: "nuestro pan del mañana, dánosle hoy" (Mt 6,11) "nuestro pan del ma-
ñana dánosle cada día" (Lc 11,3)):
• ¿qué papel juegan los pobres y la solidaridad en nuestras comidas? ¿a cuántas personas
invitamos a comer a nuestras casas? ¿comemos con nuestros hijos/as? ¿cómo comemos?
5. El signo del compartir e invitar a la mesa es el principal de los cristianos: compartir co-
mida juntos es una de las máximas expresiones que puede tener la Fraternidad. Esto se visua-
liza sobretodo, en la eucaristía, “centro y culmen de la vida cristiana”. No hay comunidad sin la
eucaristía; la eucaristía hace la comunidad. Es la reunión más importante de la pequeña y gran
comunidad. Cada eucarístia nos envía a la missio (misión-misa). La misión, la tuya y de todos,
nace de la eucaristía y tiene que volver a ella. Entender y vivir esto es de las cosas más esen-
ciales que tenemos permanentemente. Tras el ver-juzgar-actuar nunca puede faltar, en cristia-
no, el celebrar la fracción del pan: ¿cómo podemos mejorar la vivencia de la eucaristía? ¿cómo
hacer que sea mejor “percibida”? ¿qué papel juegan nuestros sentidos en la eucaristía?
En definitiva, que la borrachera cristiana es un ágape con muy buen gusto. Una propuesta de
humanidad que gira en torno al Amor y a la Mesa Compartida/Comida (do-
ble significado de ágape). Por todo ello, si de los seguidores de Jesús na-
die dice que estamos bebidos en algún sentido, como les decían en Pente-
costés (Hch 2,13), es que algo no está funcionando: ¿estamos borrachos
de Cristo y evangelio? ¿somos la sal de la tierra y la luz del mundo?
Dos recursos más que se pueden utilizar son:
• Un fragmento de la película de Titanic (desde que la protagonista, Ro-
se, corre por la cubierta del barco para lanzarse hacia abajo, por la po-
pa, al agua; hasta que termina con los brazos hacia el cielo en la proa
tras el encuentro con un “extraño” muy sensible). Dura 45’y hay un fo-
lleto disponible para trabajar el tema (se puede solicitar a
pablos@epvasconia.con)
• El pasaje de la vocación de Moisés relatada en “El príncipe de Egipto”. Hay también un ma-
terial para analizar ese trozo de 10’aproximadamente.
3. Recursos para las oraciones
Textos: ofrecemos ocho textos que pueden utilizarse en las oraciones. A lo largo del tema se
han ofrecemos muchos otras citas relacionados con el tema. Aconsejamos ser creativos y con-
tar con los sentidos en las oraciones: sal, rosas, azahar, pino, mar, barro, incienso... y un sin fin
de percepciones que aumenten el realismo de la oración (es importante utilizar estos elemen-
tos sin recargar demasiado y evitando el barroquismo).

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Texto 1
El perfume de la rosa: Olor a sangre,
Una sugerencia... a dolor en la injusticia...
Vida, muerte. Los olores,
La intensidad de tu amor, todos los olores,
la violeta, me llegan y me interpelan
insinuación de delicadezas, ¡Qué magia la suya!:
ternura de cuidados, mimos... hacer vida de la presencia
El azahar, de aquél que murió
el candor de tu mirada... ¡y vive!
El olor de los pinos Olor a aquél que vive
la firmeza de tu presencia. dejando en el aire
Y el campo: un aroma único, indescriptible...
un aire nuevo a estrenar cada mañana. Olor a Dios,
La fragancia del mar olor sólo a Gloria.
me pierde en tu inmensidad... Y, sin embargo,
El olor nauseabundo el perfume de la rosa...
de una herida abierta: una sugerencia; vida, muerte".
tu muerte en la cruz.
El hacinamiento de la gente:
Rosa María Díaz
Olor a miseria,
Texto 2
Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se reclinó en el sofá para comer.
En aquel pueblo había una mujer conocida como una pecadora; al enterarse de que Jesús es-
taba comiendo en casa del fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de él, a sus
pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secar-
los con su cabello. Luego le besaba los pies y derramaba sobre ellos el perfume. Al ver esto el
fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: «Si este hombre fuera profeta, sabría que la
mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que vale». Pero Jesús,
tomando la palabra, le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Simón contestó: «Habla, Maes-
tro». Y Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y
el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a ambos. ¿Cuál de
los dos lo querrá más?» Simón le contestó: «Pienso que aquel a quien le perdonó más». Y Je-
sús le dijo: «Has juzgado bien». Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: « ¿Ves a esta mu-
jer? Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me ha la-
vado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me has recibido
con un beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies de besos. Tú no me
ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha derramado perfume sobre mis pies. Por eso te
digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que
ha manifestado. En cambio aquel al que se le perdona poco, demuestra poco amor». Jesús dijo
después a la mujer: «Tus pecados te quedan perdonados». Y los que estaban con él a la mesa
empezaron a pensar: « ¿Así que ahora pretende perdonar pecados?» Pero de nuevo Jesús se
dirigió a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz». (Lc 7,36-50)
Texto 3
“Al caer la tarde decís: ‘Está el cielo colorado, va a hacer bueno’: por la mañana decís: ‘Está el
cielo de un color triste, hoy va a haber tormenta’. El aspecto del cielo sabéis interpretarlo, ¿y la
señal de cada momento no sois capaces?” (Mt. 16, 2-4)
Textos 4
“Y a los pocos días, pasando por una plaza vio una multitud de muchachos descarriados, que
hacían mil diabluras y tiraban piedras. Y sintió entonces como una voz que le decía: “Mira, mi-
ra”. Y repitiéndose más de una vez los mismos acentos mientras él miraba pensaba en el sen-
tido de aquellas palabras, le vino a la mente y se dijo a sí mismo: “Quizá el Señor quiere que
yo me haga cargo de estos muchachos”. (P. Castelli)
“El motivo que tuve (para fundar las escuelas pías) no fue otro más que la situación que vi en
los pobres muchachos de roma, que no teniendo buena educación por la pobreza y des-
cuido de sus padres, reflexionando en las palabras del salmo, donde dice a ti se ha enco-

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mendado el pobre, tú serás el amparo del huérfano, consideré esta sentencia como dicha a mí
mismo y por ello empecé’” (San José de Calasanz)
Texto 5
“Nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se
pierden. Para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la
vida lleva a la vida"”(2 Cor 2,15-16)
Texto 6
“Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve
más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede
ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para me-
terla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la ca-
sa. Alumbre así vuestra luz a todos los hombres, para que vean las buenas obras y den gloria a
vuestro Padre que está en el cielo” (Mt 5,13-16)
Texto 7
“Levántate y baja el taller del alfarero y allí te comunicaré mi palabra. Bajé al taller del alfarero,
que estaba trabajando en el torno. Le salía mal una vasija de barro que estaba haciendo (como
pasa al barro en manos del alfarero) y volvía a hacer otra vasija, según le parecía al alfarero.
Entonces me vino la palabra del Señor: ¿Y no podré yo trataros igual, casa de Israel, como es-
te alfarero?- oráculo del Señor- Mirad, como está el barro en manos del alfarero, así estáis vo-
sotros en mi mano” (Jr 18,1-6)
Texto 8
“Señor, te estoy llamando, ven deprisa, escúchame cuando te llamo; aquí está mi oración, co-
mo incienso en tu presencia, mis manos levantadas, como ofrenda de la tarde” (Salmo 141)

• Hay que invitar y dejar hueco a lo preparado espontáneamente en los ratos personales.
• Se pueden utilizar las preguntas contestadas a Jesús.
• Se pueden introducir en una oración las diferentes dinámicas propuestas: preguntas-
crecimiento, tacto, olor, gusto...
• Hacer oraciones de ofrendas (al estilo “infantil”)
• Trabajar la gestualidad: cerrar ojos, unir manos, recoger el cuerpo, tumbarse,...
• En definitiva, aprovechar para utilizar imágenes, sonidos, y cualquier elemento que nos
pueda ayudar a tener experiencia de Dios en la oración.

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14. ESPIRITUALIDAD DESDE LA EXPERIENCIA


Gloria Ruiz y Eba Rodríguez
1. Justificación
Hemos de empezar este tema justificándonos. En primer lugar,
por cambiar el título inicial (espiritualidad femenina) y en segundo,
porque tampoco tenemos muy claro que el título elegido englobe
todo lo que pretendía este apartado (¿espiritualidad laical?). Lo
cierto es que ambos títulos nos incomodaban. Y esto, porque a
primera vista son expresiones que marcan diferencia: espirituali-
dad femenina frente a la masculina, laical frente a la religiosa. Y lo
diferente incomoda, parece que no va con hacer comunidad, con
lo de ser cristiano, católico, universal… Alguien preguntaba al ini-
ciar esta embarcada: ¿pues en qué se diferencia nuestra expe-
riencia de la de los chicos? Esta pregunta ha sido el motor de la
mayor parte de lo que a continuación escribimos, gracias.
2. Aclarando términos
Lo cierto es que mi primera respuesta fue decir que no, que no tenían por qué ser diferentes.
Pero ahora después de darle vueltas y más vueltas, de leer libros y de consultar apuntes, no
me queda otra que dar razón específica de nuestra experiencia espiritual como mujeres. Y
además es que estoy convencida de que expresar nuestra forma de entender y de relacionar-
nos con Dios y con el mundo es nuestro compromiso, no sólo como mujeres, sino como cristia-
nas. Porque así lo han hecho otras personas que entendían que su especificidad (lugar de vi-
da, trabajo, relación… ) era diferente de otras. Por eso hemos podido descubrir y enriquecernos
de la espiritualidad de los y las más pobres, de los curas obreros, de los religiosos y religio-
38
sas… Y así, poco a poco, nos vamos acercando a la Verdad, al Amor, a Dios …
Pero entonces, ¿qué es eso de espiritualidad?:
• “La espiritualidad es aquello que produce en el ser humano una transformación interior”
(Dalai Lama).
• “La espiritualidad está relacionada con aquellas cualidades del espíritu humano que pro-
porcionan felicidad tanto a la propia persona como a los demás” (Leonardo Boff)
• “La espiritualidad significa vida en el Espíritu de Dios y una relación viva con este Espíritu”
(Jurgen Moltmann)
• “Un proceso de conformarse con la imagen de Cristo para la salud de los demás” (Robert
Muyholland)
¿Cuál de estas definiciones te gusta más o menos? ¿por qué?
¿Cuál se acerca a lo que venimos trabajando durante el curso? ¿Por qué?
¿Os atreveríais a hacer vuestra propia definición de espiritualidad? Ánimo.
… cuando somos capaces de ver el mundo desde diferentes ojos, cuerpo, lugar…
Pero sin olvidar que la hondura de nuestra experiencia espiritual parte en primer lugar, de un
profundo conocimiento de nuestro ser (quiénes somos, qué queremos, de dónde venimos y a
dónde vamos).
39
Está claro entonces, que nuestra forma de percibir el mundo condiciona nuestra experiencia
espiritual. Y ésta a su vez está mediatizada por quiénes somos. El mundo no se ve igual, ni te
cuestionas las mismas cosas, si vives en una chabola en África o en Sudamérica que si lo
haces desde una familia acomodada de algún país del primer mundo. Si tu familia es de las

38
Es posible que para cuando trabajemos este tema ya llevemos un tiempo a vueltas con el
término “espiritualidad”. Quizás sea bueno hacer el intento de recopilar en una definición lo que
vamos entendiendo al pronunciar esta palabra.
39
Recordamos el tema “espiritualidad de los cinco sentidos”.
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“normalitas” o de esas que llaman ahora “multiproblemáticas”. Si decides ser religioso o religio-
sa que si decides casarte o no, tener hijos, permanecer soltero… Si tienes una enfermedad
grave o tienes que cuidar a algún familiar…
Y así podríamos seguir con un montón de cosas que nos condicionan. Con todas ellas además,
está el ser mujer o ser hombre. Porque aunque nos parezca una tontería, nos condiciona un
cuerpo (que nos cuestiona desde que jugamos a médicos, pasando por la menstruación, el
crecer de los pechos, la posibilidad o no de la maternidad, un aborto, una violación, el parto, la
40
lactancia, la esterilidad, la menopausia… ) y una sociedad que hasta hace bien poco, hemos
podido ver (porque no hace mucho que pudimos entrar en las universidades o votar) únicamen-
te a través de los ojos de los hombres (la historia, las ciencias, la religión, Dios… ). Que por otra
parte, pocos son los que han caído en la cuenta que su visión del mundo también es parcial y
que nos necesitamos, no sólo para conocerlo mejor, sino para construir esa Humanidad Nueva
que comenzó en Jesús. Una comunidad mesiánica de hombres y mujeres sin privilegios ni mi-
nusvaloraciones.
Federico Carrasquilla (un teólogo colombiano) nos recordaba que la pobreza tiene rostro de
mujer (3/4 partes de los pobres del mundo son mujeres; el 70% de los analfabetos también; es-
to sin olvidar que a pesar de todo, ejecutan 2/3 del trabajo realizado en el mundo, pero sólo re-
ciben el 10% del beneficio). Y a partir de aquí, nos exhortaba a ser capaces de ver el mundo
con ojos de mujer, a rescatar lo femenino, de la misma forma que un día fuimos capaces de
hacer opción por los pobres, de intentar sentir y mirar el mundo desde su realidad. Porque es
una opción que tiene sus raíces en el mismo Jesús y por tanto en nuestro compromiso de se-
guimiento cristiano.

• ¿Cuál es tu realidad? ¿dónde te sitúas? ¿cómo ha configurado esta realidad a tu experien-


cia espiritual? ¿a tu relación con los demás? ¿con Dios?
• ¿Y tu historia personal? ¿qué aspectos de ella han influenciado en tu experiencia de Dios?
¿cómo lo han hecho?
• ¿Crees que el hecho de ser mujer u hombre han condicionado de forma especial tu rela-
ción con Dios? ¿por qué? ¿cómo?
• ¿Cómo te interpela Dios desde tu ser hombre o mujer? ¿en qué aspectos (desde esta dife-
rencia) crees que debes progresar para contribuir a esa Humanidad Nueva?

Hemos empezado con espiritualidad, pero ¿la expe-


riencia? ¿qué es eso? ¿cómo lo entendemos?
Se le suele llamar experiencia a todo aquello (persona,
objeto… ) con lo que tenemos o hemos tenido relación y
de ello hemos aprendido algo. Se suele decir, además,
que “la experiencia es la madre de la ciencia” y nunca
mejor dicho, porque de experiencias concretas que se
han ido repitiendo se han desarrollado ciencias como la
física, las matemáticas o la psicología. Pero también, las
experiencias pueden llevarnos a la formación como per-
sonas. Es aquí donde situamos la experiencia espiritual.
Esta experiencia es especial porque supone la relación
con un ser trascendente, con Dios, por un lado. Y por
otro, porque a partir de esta experiencia nuestra relación
con lo que nos rodea, cambia.
Y es que en esto de la experiencia hay que tener en
cuenta el factor tiempo. El tiempo entendido como:
• Duración. Esto es, como proceso personal hacia la plenitud. Proceso además, que progre-
sa en base a dos actitudes superimportantes: la generosidad y la determinación.

40
Seguro que los chicos podríais añadir otras tantas, los puntos suspensivos son para voso-
tros.
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 106
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• Y como espacio de decisión. Donde descubrimos un antes y un después. Se le suele lla-


41
mar también, conversión .

• ¿Distingues en tu experiencia espiritual estos dos aspectos temporales: duración y deci-


sión? Haz memoria de tu relación con Dios y comparte con tu comunidad algún momento
en el que ambos aspectos sean patentes.
• ¿Crees que ha habido en esa, tu historia, generosidad y determinación? ¿Dónde? ¿en qué
momentos?

3. Algunas pistas para verificar nuestra experiencia espiritual


Quizás lo complicado en esto de la experiencia espiritual, sea la expresión de esa experiencia.
Porque “las palabras se quedan cortas para decir todo lo que siento”, decía una canción. Y la
verdad que expresar nuestra relación con Dios únicamente en palabras, se queda más bien
pobre. Entiendo ahora la dificultad de quienes escribieron la Biblia y la nuestra para entender lo
que quisieron transmitirnos.
Por eso nuestra experiencia espiritual comunitaria está llena de gestos, ritos y símbolos, que
intentan acercarnos a lo inefable e indescriptible. Porque hemos construido un lenguaje común
con el qué poder comunicar y compartir esa relación especial. Pero al final, esa relación de Él
conmigo es única. Por eso es tan importante compartirla con la comunidad, porque nos enri-
quece a todos y a todas, porque nos acerca más a Dios.
Aún nos queda mucho por inventar y compartir. Quizás podamos empezar en las pequeñas
comunidades y luego hacerlo extensible a través de la eucaristía, y/o utilizar la Web como me-
dio de comunicación de estas experiencias.
A mí, por ejemplo, hay imágenes que me ayudan a sentirme más cerca de Dios: la imagen de
Dios Padre-Madre, bailar dejándome llevar por la música, tumbarme en el mar un día soleado
dejándome balancear por las olas, una canción especial (Acuarela), una película (el príncipe de
Egipto), una foto con la cuadrilla, personas concretas, decisiones de otros que me interpelan…

• ¿Cómo expresarías tu relación con Dios? ¿qué imágenes te ayudan?


• ¿En qué momentos o ámbitos te es más fácil descubrirle? ¿por qué?
• Intenta elegir alguna imagen que te ayude a expresar tu relación con Dios, o tu experiencia
espiritual y comparte el por qué y cómo con tu comunidad (si lo escribes, mejor, así podre-
mos enriquecernos toda la fraternidad).

En la Biblia hay cantidad de imágenes que nos acercan a Dios. En el evangelio Jesús utiliza
también bastantes. Quizás una que nos es más cercana es la imagen de camino.
Podemos expresar también nuestra experiencia espiritual como un camino, donde podríamos
distinguir:
• La conversión. Una etapa de crisis, donde descubrimos un nuevo modo de percibir la rea-
lidad y nuestra vida se reorienta hacia esa nueva dimensión a todos los niveles: intelectual,
afectivo y espiritual.
• Certeza de que eso es experiencia de Dios. Entenderla como don.
• Necesidad de oración. Oración que poco a poco se va centrando en la pascua de Jesús.
• Hay veces que hasta hemos podido tener momentos de mística o incluso llegar a la asce-
sis (dar mayor relevancia a la dimensión espiritual).
• Esta experiencia se verifica en la caridad (en nuestra opción de amar a los y las demás).

42
Y una nueva forma de comprender la comunidad .

41
Cfr. BERNARD, Charles André: “Introducción a la teología espiritual”. Ed. Verbo Divino.
Pamplona, 1997.
42
Cfr. BERNARD, Ch. ob. cit.
Papiro 138: formación Fraternidades 2005-06 Página 107
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• Quizás ahora sí puedas expresar cuál ha sido tu camino, tu experiencia espiritual, a partir
de estas categorías. Inténtalo. Recuerda que escribiendo enriqueces la experiencia espiri-
tual de toda la fraternidad.
• También puede ser un buen momento para discernir tu experiencia espiritual: los momen-
tos que dedicas a la oración, tus relaciones con los y las demás, tu forma de entender y
participar en la comunidad…

4. Textos para fortalecer nuestra experiencia espiritual


Aquí tienes unas cuantas citas bíblicas y referencias bibliográficas que pueden ayudar a enri-
quecer nuestra experiencia espiritual. Seguro que se os ocurren más, si es así, compartirlas
43
con el resto de la fraternidad, porque “compartir es amar” .
Antiguo Testamento
• Libro del Génesis: Destacamos las historias de Eva (Gen 1-3) y
de Sara (Gen. 11-25).
• Libro de los Jueces: Débora, Je 4, 1-5, 31
• Libro de Rut
• Libro de Ester
• Libro de Judit
Nuevo Testamento
• María de Nazareth, Mt 1,16, 18-25; 2, 11, 13-14 ,19 ,21; 12,46-
50. Mc 16,1. Lc 1,26-56; 2,5-7,16, 19, 21-23, 33-35, 41-51;
11,27. Jn 2,1-12
• María Magdalena. Mt 27,56-61; 28, 1-10. Mc 15,40-41. 47; 16,1-
14. Lc. 8,2; 24, 9-12. Jn 19,25; 20, 2, 11- 18.
• Marta: Lc 10, 38-42. Jn 11, 1-5, 19-28, 39-40; 12,2.
• María (la hermana de Lázaro) Lc 10,38-42. Jn 11,1-5. 19-20, 28-33, 45; 12,1-7.
• La suegra de Pedro Mt 8,14-15; Mc 1,29-34; Lc 4,38
• La hemorroísa Mt 9,20-22; Mc 5, 25-34; Lc 8, 40-56
• Niña devuelta a la vida Mt 9, 20-22; Mc 5, 21-43; Lc 8,40-56
• La fe de una cananea, Mt 15, 21-28; Mc 7, 24-30
• Una mujer unge a Jesús, Mt 24, 55-56; Mc 14, 3-9; Lc 7, 36-50; Jn 12, 1-7
• Curación de una mujer encorvada Lc 13, 10-17
• La samaritana Jn 4, 1-42
• La viuda pobre Mc 12,41-44; Lc 21, 1-4
Otras mujeres del Nuevo Testamento
• Prisca/Priscila Act 18, 2-3, 18-19; Rom 16, 3-5; 1Co 16,19; 2Tim 4,19
• Febe, Rom 16, 1-2
Recomendamos para el trabajo de estos textos el libro “Distintas y distinguidas”, escrito en-
tre otras autoras por Carmen Bernabé y Mercedes Navarro Puerto. Es de ediciones claretianas
de la colección Débora. Merece la pena tenerlo en la biblioteca de la comunidad porque aporta
reflexiones y pistas para el trabajo en grupo y personal muy interesantes.
No podemos olvidar a Dolores Aleixandre. Ella misma nos ofreció como lectura hace un par de
años “Contar a Jesús”, lectura orante de 24 textos del Evangelio”. También es iluminador otro
escrito por ella con el título: “Círculos en el agua”.

43
Hemos dado mayor relevancia a aquellos textos que parten de experiencias espirituales de
mujeres (religiosas y laicas). Esto no quiere decir que en este tema quepan únicamente expe-
riencias de mujeres. Al contrario, nuestra intención era que éste tema pudiera servir de incenti-
vo para que cada uno y cada una de la fraternidad pueda compartir su experiencia con el resto.
También a la espiritualidad laical le queda mucho por inventar y compartir: la experiencia de ser
padre, del trabajo, del compromiso, del estar en cargos de responsabilidad…

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Por otro lado, nos puede servir como guía para trabajar textos bíblicos uno escrito por Carlos
Mesters e Ivo Storniolo, que tiene por título: “Historias de Rut, Judit y Ester”.
Para profundizar en “lo femenino” es interesante un folleto de los de Cristianismo y Justicia es-
crito por María Jose Arana, se titula “Rescatar lo femenino para reanimar la tierra”, sencillo e
iluminador.
En la web hay un artículo muy interesante con ojos sudamericanos, lo podéis encontrar en:
http://usuarios.lycos.es/ciamaria/documentos/dochasta2004/femespirit.html
Para que no dejéis de leer este artículo, transcribo un pedacito:
“Nuestros campos están asolados. En las ciudades, se arremolinan mujeres cuyos hombres les
han sido arrebatados por la violencia y la guerra. Conocen el amor y la muerte. Deben "sacar
adelante a sus hijos" y responder por una pequeña economía de supervivencia Ya es propio de
la mujer ocuparse de la economía, pues oikos es ante todo casa, y este es su espacio propio:
hacer que las cosas alcancen para todos. Ellas no tienen sino un rancho que mañana deben
abandonar, cuando el estado les diga que son invasoras. Pero ellas se ayudan, se agrupan,
hacen esfuerzos para formar una pequeña comunidad. Su mística se convierte en proyectos
solidarios. Rezan, aman, aprenden, realizan sus pequeñas industrias. Contagian mística a
quienes los visitan y acompañan. Una presencia de amor y de proyectos se convierte en un
pequeño asidero a la vida, para ellas y para sus hijos. Mística y profecía anidan en estos gru-
pos de mujeres que apoyadas en la fe, luchan y esperan.
Yo también he bebido de sus fuentes. Cuando me acerco a ellas, las encuentro gozosas a pe-
sar de que han vivido grandes penas. Las encuentro acogedoras, aunque han sido rechazadas.
Las encuentro llenas de dulzura, aunque han sido atropelladas. Las encuentro fuertes, aunque
viven en la debilidad. Después de una larga vida de docente universitaria, de monja andariega
por estos mundos de Dios, tengo que reconocer que uno de los mejores pozos de espirituali-
dad, colmados de agua de vida, están entre estas mujeres que me llenan de aliento y de espe-
ranza”.
También “Eclesalia” ha publicado una serie de artículos sobre María Magdalena escritos por
Emma Martínez. Si a alguien le interesa profundizar en esta figura los pongo a vuestra disposi-
ción en la Web.
Y para animaros a compartir vuestras experiencias espirituales, ahí
va una síntesis del libro “Orar desde las relaciones humanas” de la
colección ‘En clave de mujer’.
5. Una espiritualidad que anhela el amor: “La espirituali-
dad desde las relaciones humanas”
Según nos indica Isabel Gómez Acebo en su introducción este libro
de oración nace con la intención de demostrar “el gran vínculo que
hay entre el cristianismo y el mundo de la relación”. Se nos propone
utilizar el mundo de las relaciones como tema de nuestro diálogo
con Dios ya que en el centro del cristianismo están el amor y la rela-
ción. “En la oración encontramos el placer de estar juntos y ese go-
zo queremos hacerlo extensible a nuestra relación con las personas
con las que convivimos. Y al revés, lo que la vida nos va enseñando sobre nuestros contactos
humanos lo trasladamos al mundo orante.”
Cinco teólogas abordan cada tema, cada una desde su realidad concreta y también desde sus
diferentes formas de orar. Proponemos un breve resumen de cada uno de ellos y también un
44
fragmento que nos pueda servir de reflexión.
1. Trinidad León Martín: Experiencia de Dios en la filiación.
El primer tema nos adentra en la filiación desde la experiencia de Dios. Esa filiación considera-
da como una dimensión “conformante” de nuestra relación con lo divino tiene mucho que ver la
manera de vernos y sentirnos en nuestras relaciones filiales con la manera de entendernos en

44
Tal y como propone Marifé Ramos si a algún lector le parece extraño el uso de algunos fe-
meninos sólo tiene que cambiarlos por los masculinos correspondientes. Quizá sea un poco in-
cómodo pero es un sano ejercicio que llevamos haciendo las mujeres durante muchos años.
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y ante Dios (Padre y Madre). Hay siempre una fuerte tensión entre una experiencia que recla-
ma re-ligarnos cada día con más fuerza a Dios con la corriente contraria que pide una emanci-
pación. En ese pulso es donde descubrimos nuestra herencia de hijos , una dimensión que nos
abre a una filiación universal por la que todos debemos luchar.
“… Si queremos experimentar a Dios desde la oración cristiana, desde la relación filial con Dios,
ya sabemos dónde está y dónde encontrarlo: donde se encuentra un corazón perdido y una vi-
da por liberar. En definitiva, en los corazones hermanados por la búsqueda de la justicia, de la
verdad y de la paz (Mt 5, 1-13). Vivir la esencia de la filiación, en lo divino como en lo humano,
es algo que se lleva dentro, en la propia sangre, y que empeña la vida entera y en todas sus
dimensiones. También la dimensión orante y testimonial: comprometida, metida dentro del
mundo que Dios ama: mi mundo y Su mundo. Por eso:
¡Cómo me sabe a vida, la vida que Tú me das!
Y como siento que es mía, que en mi corazón anida y golpea
golpe
se me desborda por dentro y por fuera, sin remedio, se me va.
Y Tú la recoges y en tus manos, crecida y en Ti, me la vuelves a
regalar.”
2. Mercedes Navarro Puerto: Siete cartas de amis-
tad: orando desde mi experiencia con los/las amigas.
La autora escribe siete cartas cuyo destinatario es Dios en las
que desgrana sus ideas sobre los amigos: los de la infancia y
adolescencia, el descubrimiento de su diversidad, las redes de
las mujeres, las crisis de toda relación…
“… Los amores con mis amigas y mis amigos, los placeres y los
sinsabores de nuestras relaciones han sido y siguen siendo te-
mas de mi oración. Tengo consciencia de tu presencia, de tu mi-
rada respetuosa y llena de ternura. A veces imagino que alzas
una ceja o arrugas el ceño y sé que proyecto mi conciencia en el
rostro que te invento. Sé que estás, que te importa mi vida pero que no interfieres en ella. Sé
que influyes en mi modo de ver el mundo a través de los trazos con que te han dibujado los
evangelistas, pero no te me impones. Sólo me estimulas y a veces siento tan fuertemente tu
atractivo, como si te tuviera físicamente delante. ¡Quién ha dicho que la realidad empírica sea
más fuerte que otras realidades… ! Te das cuenta de que mi relación contigo tiene mucho que
ver, también hoy, con mis experiencias de amistad. No sé hacerlo de otro modo. No sé hablarte
de te otra manera. Y así tú me conectas con D-s y yo percibo en mi vida a través de ti.”
3. Emma Martínez Ocaña: Orar desde las relaciones laborales. “Mi (Madre)-Padre
siempre trabaja y yo también trabajo” (Jn 5, 17).
Orando desde las relaciones laborales la palabra trabajo pierde su identificación con la profe-
sión para abarcar todo lo que comporta ser y ayudar a ser, cuidar de la vida y del entorno en
que vivimos. Se nos invita a vivir orando nuestro trabajo cotidiano, ese trabajo que no acaba
nunca pues engloba la tarea de ser persona y de colaborar en la lucha por el cuidado de toda
vida.
“… Dios Madre nuestra, hoy quiero hacer de mi oración un espacio para la acción de gracias y
la alabanza, para el asombro porque me concedes la gracia de co-crear, de colaborar contigo
en al tarea más hermosa de la vida: llegar a ser persona humana, apoyar el propio crecimiento,
sanar las heridas, reconstruir las zonas dañadas, devolver la confianza en la vida propia y aje-
na, descubrir dentro de cada persona la huella de tus Manos creadoras, aunque ella no lo
nombre así. Gracias por esta experiencia única, que me deja el corazón no sólo lleno de nom-
bres sino de admiración y de asombro.”
4. Isabel Gómez-Acebo: Orar desde el poema más grande que hay en el mundo.
La relación de pareja es hoy, según la autora, la relación mejor considerada y anhelada de
nuestro mundo. No nos puede extrañar entonces que este anhelo de fusión y plenitud se colo-
que en el propio Dios para que haga de cónyuge del ser humano necesitado de amor, para que
supla las deficiencias que toda relación humana comporta. De la pareja a dios y de Dos a la pa-
reja pues cada paso en la relación nos sirve en nuestros encuentros humanos y divinos.

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“… Creo que los seres humanos tenemos que ser capaces de hacer una amalgama de nuestros
amores de tal manera que Tú sirvas de base para todos ellos, la piedra angular que sujeta las
vibraciones de nuestro corazón. En lenguaje de ama de casa la harina que liga las salsas que
cuecen nuestros sentimientos. No hay competencia sino como dicen hoy día los economistas:
sinergias. ¡Cómo podríamos referirnos a tu presencia en términos de amor si no lo hubiéramos
experimentado antes, si no lo estuviéramos experimentando hora a hora! Y al revés ¡Cómo po-
dríamos jurar amor eterno si no intuyéramos que hay alguien, nuestro modelo, que es capaz de
esa perseverancia!”
5. Marifé Ramos González: Orar desde la maternidad.
Termina el libro orando desde la relación de maternidad. Divide el capítulo a lo largo de los 9
meses de gestación en los que introduce diferente temática: la maternidad forzada o la desea-
da, la maternidad de hijos difíciles, la abierta a los varones o a las personas consagradas, la
que exige funciones educativas, la que se les exige a las abuelas… Casi todo se contempla y
sirve para hablar con Dios.
“… ¡Madre y maestra! dos vocaciones estrechamente unidas por la esperanza, la gratuidad y el
sacrificio. ¡Cuánta esperanza hay que invertir y derrochar cuando la criatura que tienes delante
es como un bloque de acero inoxidable sobre el que hubiera que sembrar!¡Cuánta gratuidad
para sembrar sin esperar nada a cambio, para “desperdiciar” semillas que aparentemente se
pudrirán sin dar fruto!¡Cuántos grandes y pequeños sacrificios hay que hacer cada día!
Ayúdanos a releer la Historia para valorar y agradecer la labor de quienes han tejido la Historia
de la salvación con esas actitudes. Gracias por tantas mujeres valientes que han dado y están
dando su vida para educar a mujeres pobres entre los pobres, o para reeducar a mujeres que
han perdido el norte de su vida, o para prevenir, a través de la educación.¡Cuántas vidas han
salvado, y que entramado de dignidad han ido tejiendo! Gracias por cada una de ellas, por su
valentía y por su esfuerzo para llevar adelante una misión tan costosa.
• ¿Te animas tú a escribir tu propia oración desde cualquiera de las relaciones humanas que
el libro desarrolla u otras y compartirla en comunidad?
PD: Para que no digan que no predicamos con el ejemplo, hemos invitado a diferentes mujeres
de nuestras comunidades, proyectos… a compartir su experiencia. Escriben desde su expe-
riencia en su trabajo, en su país, desde el matrimonio, la educación, el compromiso político, el
arte… Para la fecha prevista era imposible contar con sus testimonios, pero propongo crear un
espacio en la web, donde poder irlas subiendo a medida que nos van llegando, y que sirva
también para que otros y otras puedan aportar la suya.

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15. ESPIRITUALIDAD DE LOS ICONOS:


DEJAR A D IOS QUE NOS ENCUENTRE
Carlos Aguerrea
Dolores Aleixandre nos introduce el tema: “Cuentan que un novicio jesuita preguntó un día al P.
Kolvenbach, Superior General de la Compañía de Jesús: -«Padre ¿Vd. cómo reza?», «Rezo
con iconos». «Y ¿qué hace?, ¿los mira? » «No. Me miran ellos a mí... » Un icono reclama en
un primer momento nuestra mirada pero, si hay algo que nos sorprende y nos atrae de ellos es
que, sea cual sea el ángulo en que nos situemos, tenemos la sensación de que nos están mi-
rando”45.
La idea de este tema no es desarrollar una teoría sobre la iconografía, las técnicas o los estilos
pictóricos, ni siquiera dar claves para interpretar correctamente lo que los iconos nos expresan.
En el material anexo hay una página web que contiene esa información, así como unos cuan-
tos iconos, alguno de ellos analizado en detalle, otros con una guía de oración y algunos más
simplemente en imagen. Recomiendo que quien prepare el tema la visite, le será de gran ayu-
da.
El Carmelita Jesús Castellano nos da algunas pistas para orar ante los iconos:
• Los iconos son una ventana abierta al infinito, a Dios.
• Reflejan una luz que pacifica nuestros sentidos y abre nuestro corazón a la plegaria.
• Son una excelente guía para la comprensión más profunda del misterio cristiano y para la
oración.
• Nos invitan a que nuestra contemplación de lo bello se convierta en oración, en comunión
con Dios y con todos los hombres y mujeres.
• Por la meditación y la oración podemos hacer que la luz se prolongue a los gozos, penas y
esperanzas de cada día. “Hay heridas que sólo la belleza puede curar”.
• Tenemos que tener en cuenta tres coordenadas del icono sagrado: “la PALABRA que lo
inspira y lo evangeliza, la IMAGEN que visibiliza la palabra bíblica y lleva a los ojos lo que
la palabra transmite al oído, la ORACIÓN, plegaria litúrgica en la que resuena la voz de la
Iglesia y se consuma la comunidad de los Santos en un mismo Espíritu”.
La oración con iconos es una manera de VER la Palabra de Dios, de entrar en su espacio, en
su realidad, dejándose atrapar por su mirada y envolver por su presencia. Igual que hay paisa-
jes que nos incitan a orar espontáneamente, igual que hay acontecimientos que nos hacen ele-
var el corazón y la voz al Padre, así también hay imágenes que nos conducen al silencio con-
templativo, a permanecer en esa soledad acompañada que tanto nos llena.
Los iconos transmiten una belleza que no desea ser contemplada en sí misma (como le ocurre
a cualquier obra de arte), sino que su intención es contagiarse, expandirse a quien la contem-
pla para que entre a formar parte de ella. La belleza del icono no se mide por la exactitud de los
trazos, ni por la precisión de las formas y colores, ni siquiera por la estética de los rostros. Es
una belleza de otra clase, la belleza del encuentro con quien está más allá del icono, la belleza
del saberse contemplado con ojos de amor, la belleza de quien reconcilia y transforma toda
fealdad. El icono nos introduce en esa belleza, la realidad del Dios de Jesús, partiendo de lo
que “hemos visto y oído”: Jesús, el Cristo, el Salvador; María, la Madre de Dios, el signo defini-
tivo de Dios, la ternura, la disponibilidad radical; las escenas evangélicas, los signos y palabras
de Jesús en un tiempo y un espacio que nos llegan hasta hoy; los apóstoles, primeros testigos,
torpes discípulos y radicales seguidores; los santos, pequeños reflejos de quien es la Luz defi-
nitiva. A esta lista de “temas” representados en los iconos habría que añadir el de las fiestas,
cuando la Iglesia universal hace memoria de los momentos claves de nuestra historia de salva-
ción, actualizándolos y proyectándolos en un futuro definitivo que ya ha comenzado a fraguar-
se.

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CONTEMPORÁNEAS DE HACE VEINTE SIGLOS, Una mirada a siete iconos femeninos del
Evangelio. Dolores Aleixandre. Misión Joven, Nº 316, mayo de 2003. Mujeres en la Iglesia
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El tema de hoy no es para reflexionar o dialogar mucho, sino para adentrarnos en el mundo de
la iconografía, cogerle gusto y rezar con ellos. Te recomiendo que comiences por unir un texto
bíblico y el icono correspondiente (u otro que nos ayude a contemplar el texto). En el material
anexo tenemos unos cuantos para elegir, así como enlaces a páginas de internet donde hay
multitud de imágenes y explicaciones. Quizás podamos hacer coincidir el texto de la eucaristía
del domingo con algún icono y rezar con ellos. Por si no puedes acceder al material anexo te
presento a continuación un icono con una pequeña explicación y un esquema de oración.
1. Jesucristo, el Salvador
La imagen de Cristo, el Salvador, tiene la majestad
del Pantocrátor y la belleza y bondad de Cristo
Maestro.
Está inscrita en un intenso fondo dorado para indicar
el misterio de la divinidad y su procedencia del Padre
(cf. Heb 1,3).
Una aureola en suave tono rojo encuadra su rostro,
centro del icono. Dentro de la aureola, casi
imperceptibles, los rasgos de la cruz y las tres letras
que indican su título mesiánico y divino “Yo soy” (Ex
3,14).
En su rostro bello y armónico destacan los ojos
luminosos de mirada fija, penetrante y bondadosa; la
boca, pequeña y cerrada, como en el instante de
proferir una palabra de revelación o de silencio que
revela que él, todo él, es la Palabra hecha carne; los
oídos abiertos y atentos para escuchar nuestra
oración y nuestras súplicas.
Su semblante luminoso refleja la luz dorada del
fondo del icono y es una fuente de luz para quien lo
contempla. Cristo está revestido de la túnica roja y
del manto verde oscuro en juego simbólico de la
doble naturaleza divina y humana, y en la unidad de la persona divida.
La mano derecha expresa el gesto de bendición, manifiesta la benevolencia del Padre hacia
nosotros. La posición de los dedos: el pulgar, el meñique y el anular indican la divinidad de las
tres personas de la Trinidad; el índice y corazón, entrecruzados, sugieren el misterio de las dos
naturalezas de Cristo.
Con su mano izquierda tiene a la altura del pecho el libro de los siete sellos que sólo él puede
abrir (cf. Ap 5-6); es el tabernáculo de la Palabra que contiene sus enseñanzas y misterios, la
revelación del Padre que él ha venido a traernos, el plan divino de la salvación del mundo por
él realizada y de la que sólo él conoce los secretos.
2. Oración
Con el icono delante lee el siguiente texto del Evangelio de Juan (Jn 14,1-10)
No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay
muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vo-
sotros. Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; pa-
ra que donde yo estoy, allí estéis también vosotros. Y conocéis el camino adonde voy.
Tomás le dijo: Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me
hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le
habéis visto.
Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta.
Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo

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estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia
cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras.
Contempla en silencio su rostro y déjate mirar por él. Deja que el icono te recuerde lo funda-
mental de nuestra fe:
• Jesús es la imagen del Padre, Dios de Dios y luz de luz
• Jesús es el Salvador, la Palabra hecha carne, que habita la historia de la humanidad. Aco-
ge en tu corazón esta Palabra de vida.
• Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Síguele con alegría.
• Jesús nos revela el amor de la Trinidad que viene a nosotros. Dile que le amas, que quie-
res hacer su voluntad.
• Jesús es nuestra Paz, trae la paz. “No se turbe vuestro corazón ni tengáis temor”. Pon tus
ojos en él y deja que su mirada de amor apague tus rencores, disipe tus temores y quite tus
miedos.
• Jesús vive en la Iglesia y nos regala el Espíritu Santo. Déjate conducir por él, que despierte
tu creatividad para abrir caminos nuevos de comunión y solidaridad.
• El Rostro de Jesús nos habla de la dignidad de toda persona humana, creada a imagen y
semejanza de Dios, y por la que él ha entregado la vida. Acuérdate de los marginados, de
sus preferidos.
Comparte lo que Jesús Palabra y Jesús icono dicen dentro de ti.
Y podemos terminar con lo que, sobre Jesús, nos dicen dos cristianos bien distintos:
“Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es el que nos ha re-
velado al Dios invisible, él es el primogénito de toda criatura y todo se mantiene en él. El es
también el maestro y el redentor de los hombres y mujeres; él nació, murió, resucitó por noso-
tros.
El es el centro de la historia y del universo; él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de
nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; él ciertamente vendrá de nuevo y será finalmen-
te nuestro juez, y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y de felicidad.
Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún el camino, la verdad y la
vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed; él es
nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano.
El, como nosotros, y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, opri-
mido, paciente. Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en el que los pobres
son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de
corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de jus-
ticia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son
hermanos...
Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y su-
prema razón de la historia humana y de nuestro destino.
El es nuestro mediador, a manera de puente entre la tierra y el cielo; él es el hijo del hombre
por antonomasia porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito, y el Hijo de María, bendita entre to-
das las mujeres” (Pablo VI).
JESÚS DE NAZARET

¿Cómo dejarte ser sólo Tú mismo, Jesús de Nazaret, hijo y hermano,


sin reducirte, sin manipularte? viviente en Dios y pan en nuestra mano,
¿Cómo, creyendo en Ti, no proclamarte camino y compañero de jornada,
igual, mayor, mejor que el Cristianismo?
Libertador total de nuestras vidas
Cosechador de riesgos y de dudas, que vienes, junto al mar, con la alborada,
debelador de todos los poderes, las brasas y las llagas encendidas.
Tu carne y Tu verdad en cruz, desnudas,
(Pedro Casaldáliga)
contradicción y paz, ¡eres quien eres!

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16. ESPIRITUALIDAD EN LA VIDA DE PAREJA Y


MATRIMONIO
Javier Negro, Lourdes y Jaime
1. Espiritualidad
Entendemos por espiritualidad el arte y el ejercicio de mantener vivo lo que queremos ser y lo
que nos empeñamos en ser; más aún espiritualidad viene a ser el arte de ser quién soy, quién
estoy llamado a ser, quiénes estamos a ser llamados a ser, en nuestro caso concreto, como
familia. Y esto en cuanto que somos un proyecto encarnado del Espíritu, llamado a ser, no
hecho ya. Por eso nuestra espiritualidad es una espiritualidad de camino, no de llegada, de
amor, no de perfección.
No es por lo tanto espiritualidad un conjunto de rezos y de prácticas religiosas más o menos
heredadas o socializadas; éstas valen en la medida en que son expresión de lo anterior y en la
medida en que nos ayudan a hacer realidad el proyecto de ser yo mismo, de ser nosotros mis-
mos. Es decir, en la medida que favorecen la acción del Espíritu en nosotros, en cuanto ayudan
a salir al exterior los gemidos inenarrables del Espíritu que está constantemente gimiendo en
nuestro interior suspirando por no quedarnos estancados en un jalón del camino, ni presos de
una relación, de un proyecto o de un plan que nos limite, nos paralice o nos minimice en la vi-
da.
Consideramos muy importante la clarificación de estos conceptos, pues el mejor servicio que
podemos hacer cada cual a nuestro espíritu es darle una buena encarnadura humana, como
defendía San Juan de la Cruz. De lo contrario, fácilmente se cae en una espiritualidad falsa, en
un angelismo que repele o en la consideración y equivalencia de una espiritualidad como un
ritualismo y una práctica de pseudo ejercicios del espíritu, que, sobre todo en este nuestro
mundo adulto y culturizado a nadie atrae ni engaña.
En cambio, si acertamos a vivir bien la espiritualidad, a encajarla en nuestra vida como un mo-
tor de la misma, entonces nos unifica, viene a ser como la cuerda del rosario que une todas las
cuentas de la actividad de nuestra existencia y de nuestro actuar cotidiano. Por eso lo de espiri-
tualidad para caminantes; porque se vive en cada momento de la vida, y no a base de dosis de
ratos de oración o de lecturas espirituales, de charlas concretas, ejercicios espirituales anuales,
etc.
Todo lo anterior valdría como prenotando o como aclaración y fundamento para toda espiritua-
lidad, incluso no cristiana; hoy se está reflexionando en diferentes círculos humanos y cristia-
nos de la oración y de la religión del no creyente o del creyente al margen de toda religión y de
las grandes religiones institucionales.
Pero partimos de que somos creyentes, de que vivimos, con mejor o peor calidad, la fe en Je-
sucristo y en su Evangelio. Por ello, tendremos que añadir a esa espiritualidad el plus cristiano,
que tendrá su fundamento en el encuentro personal constante con Jesús y en la consiguiente
vivencia ética de su proyecto de vida, de su Evangelio, del que las Bienaventuranzas son el
núcleo esencial ineludible: una vida austera, compartiendo bienes vida, fe, sentimientos y ac-
ción con los demás, sobre todo los más necesitados, poniendo el corazón en la debilidad
humana más que el juicio y el solo pensamiento, apasionados por la justicia y la paz, compar-

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tiendo las lágrimas de quienes lloran y sufren soledad, abandono, enfermedad… , mirando con
una mirada limpia desde un corazón limpio, sabiendo padecer desde el sentido de vivir con
com-pasión la vida propia, de los demás, de la sociedad y de la Iglesia misma.
Nuestra espiritualidad ha de ser la de Jesús de Nazaret, al estilo suyo: dialoga con el Padre
con toda familiaridad y a cualquier momento, pone en sus manos su existencia entera, sus en-
cuentros y relaciones, las personas, sus problemas y gozos y los de los demás, es coherente
entre lo que siente, piensa, reza y hace, se compromete profunda y honestamente por un mun-
do y un pueblo en el que la persona es el núcleo de su proyecto, y la oración como ámbito y
condición de y para la decisión y las opciones de vida.
La espiritualidad no es una perfección, ni un ideal religioso, es un caminar concreto, es un esti-
lo de vida que me tiene constante en búsqueda y en paz interior a la vez. Es avivar la presencia
de Él que me y nos habita envolviéndonos a la vez en todo lo que hacemos y hablamos. Y nos
afecta a todo; es una espiritualidad integral, no una vivencia a ratos y golpes de rezos o de lec-
turas espirituales o de retiros en el campo o en un monasterio; ni algo que se viva en unas
áreas de vida (religiosidad, vivencia eclesial, pastoral...) y en otras no (sexualidad, dinero, tra-
bajo, amistades...)
Por otro lado está el segundo polo de consideración en este trabajo: la familia. Queremos cen-
trarnos en la espiritualidad de la familia. No ya del individuo o de los individuos que componen
la familia, nuestra familia. Y aquí queremos aclarar dos aspectos: uno, que partimos del con-
cepto de familia como comunidad de amor y como iglesia doméstica, en la línea del Vaticano II
y de la “Familiaris Consortio”; y otro, que la fuerza de la familia radica en la calidad de vida de
la pareja, en el matrimonio, sobre todo en los primeros años de la constitución de la familia y de
la vida de los hijos; en este periodo los padres son, o al menos están llamados a ser, al menos,
en sana lógica evangelizadora y catequética, los primeros evangelizadores y catequistas para
sí y para sus hijos. En consecuencia, espiritualidad en la familia será la espiritualidad que man-
tiene viva y, a la vez, expresa lo que la familia es o quiere ser: comunidad de amor e Iglesia
doméstica.
2. En la pareja, en el matrimonio: una espiritualidad de presencia y alianza
Queremos presentar a continuación algo que creemos puede resultar original, de lo que no se
habla mucho, pero que testificamos porque lo aprendimos un día, lo tratamos de vivir en nues-
tra existencia y nos está sirviendo mucho, tanto como matrimonio, como sacerdote, como fami-
lia y como comunidad. Este algo original, por otro lado, no es nada del otro mundo, sino algo
para “andar por casa”, para peregrinar por este mundo; lo resumimos en el concepto de PRE-
SENCIA.
PRESENCIA:
Todos intuimos más o menos el significado de estar presen-
te, vivir en presencia, hacerse presente. Con frecuencia
aunque estamos ahí al lado del otro no estamos presentes
porque nuestra mente, nuestro corazón o nuestro proyecto
está en otro lado; estamos juntos y, sin embargo, estamos
solos; y, al contrario, estamos separados y no nos hemos
sentido solos, hemos estado llenos de presencia. En reali-
dad, lo que importa es vivir presentes uno al otro; vivir la pre-
sencia es: “yo estaré ahí siempre para ti y tú estarás ahí
siempre para mí y nosotros estaremos siempre ahí, juntos,
para los demás”. Todo cambia cuando vivimos en presencia
el uno del otro; la banalidad, el hastío, la monotonía de la vida de siempre se rompen cuando tú
estás presente en y para mí y yo en y para ti. Evidentemente que hay una soledad rica, la que
está llena de presencia; en este sentido, quien no es capaz de estar a solas consigo mismo no
puede tampoco vivir la relación fecunda. Precisamente la verdadera presencia se llena con el
silencio sonoro, al estilo de S. Juan de la Cruz (la soledad sonora), callando y acallando tantas
voces y gritos que me aturden desde el exterior y no me dejan concentrarme y estar conmigo
mismo. Desde ahí toco mi pobreza personal interior, escucho mis sentimientos más profundos,
dialogo con mis verdaderas necesidades insatisfechas y de este modo me dispongo a recibirte
mejor a ti en tus sentimientos y en tus necesidades personales profundas de amar y de ser
amado, de autonomía y de validez. Y desde ahí toco también mis riquezas personales, mis ca-

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pacidades, dones y posibilidades de amar y de sentirme amado por ti y por quienes bien quie-
ren, de ser yo mismo, original e irrepetible. Y por este camino de presencia llegaré a vivirme
habitado por Dios y su Espíritu, sin necesidad de hacer yo de protagonista, dejando que sea Él
verdadero protagonista dentro de mí, el qe respira y vive en mi, el que ora y gime en mí, el que
sueña y proyecta en mí. Así aprendo también esa faceta de la verdadera espiritualidad: la fuer-
za del vacío, de la nada y de la ineficacia según los criterios del mundo.
Presencia es, en la realidad, el proyecto de vida del matrimonio cristiano vivido y expresado en
la fórmula de la boda: “te quiero a ti como esposo/a y me entrego a ti y prometo serte fiel en las
alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”. Y si no hay
esto, no hay sacramento, no hay sustento de garantía para “el” signo eclesial institucional co-
munitario que “signifique, exprese y realice de modo eminente el amor de Jesucristo a su Igle-
sia”, que es la esencia del sacramento del matrimonio. Lo verdaderamente importante en la pa-
reja en el matrimonio es el proyecto de vida entre los dos para los dos y luego para la familia.
Curiosa y paradójicamente no aparece en la fórmula una sola vez siquiera la palabra Dios, Je-
sucristo, ni la palabra Iglesia. Cuenta sobre todo la actitud de mi presencia ante ti y ante la co-
munidad en la que pronunciamos nuestro SI como una presencia pública de nuestro amor y de
nuestra relación como signo del amor de Dios. Este SÍ es un compromiso de vivir en presencia
el uno ante el otro y los dos ante la comunidad y el mundo. No se casa la gente para tener un
marido, una mujer, unos hijos, carrera, hogar, un estatus social; y si sólo es esto pronto des-
aparece la ilusión entre los dos y aparece la rutina haciendo presa fuerte en la relación, vol-
viéndola insulsa y vacía. Lo importante es ese proyecto que nos da respuesta a nuestras pre-
guntas de ¿qué vivo y para qué vivo junto a ti, nuestros hijos, amigos y comunidad? ¿De qué
vivimos? ¿Qué nos aporta la verdadera vida juntos? ¿Cómo de verdad nos complementamos,
nos retamos y nos ayudamos mutuamente a ser quienes estamos llamados a ser?
Nos dijimos SÍ para darnos la seguridad de que tú estarás siempre ahí y yo lo estaré para ti, en
las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. Nos diji-
mos SÍ para darnos la seguridad de que nos amaremos y no nos dejaremos solos, sobre todo
en nuestras pobrezas y fragilidades. Por este SÍ a hacernos presente uno al otro nuestra vida
no tiene sentido sin abrírtela a ti y ofrecértela, porque, en realidad, resulta que vivo por ti, para
ti y en ti.
ALIANZA:
Este compromiso público de amor resulta un compromiso de alianza al estilo bíblico. Dios hace
alianza con Noé y en él con la humanidad, después del diluvio: pone un hermoso signo cósmi-
co de alianza sobre el cielo, el arco iris, y proclama que en adelante, Él ya no herirá más a los
hombres, que éstos no tienen que temer porque Él va a caminar a su lado siempre, sobe todo
en la inseguridad, en los días de temor y de debilidad.
Toda promesa de vivir una relación íntima y responsable según Dios es una alianza de amor
sellada ante y en la comunidad de Dios, de Jesucristo, la Iglesia. Y es un compromiso adquirido
libremente y para siempre: son las dos condiciones esenciales de toda verdadera alianza se-
gún Dios: compromiso libre y fiel.
La Biblia es el relato de, la historia, de esta alianza. La canción de Ruth es un muy bello cántico
a la presencia que algunos llaman el cántico de la amistad y del amor: “donde tú vayas, yo
iré… , donde tú vivas, yo viviré… , tus amigos serán mis amigos… , y tu Dios será mi Dios. Todo
lo que se dicen los novios el día de su boda fue esto mismo, es decir: yo estaré ahí siempre pa-
ra ti, tú estarás ahí siempre para mí, y nosotros estaremos siempre ahí juntos para la comuni-
dad y el mundo. En la Biblia, Dios formula su pacto de lanza en términos de presencia: “Yo se-
ré para ti tu Dios y tú serás para mí mi pueblo”. Es lo mismo que se dicen un hombre y una mu-
jer cuando se casan: “yo dejo la casa de mi madre y mi padre y me uno a ti para ser contigo
una sola carne, un solo y un nuevo ser”. Y Jesús renueva también un pacto de presencia al
decir a los suyos: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo… Donde dos o
más de vosotros estáis reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de vosotros”(Mt18, 20).
Esta hermosa realidad se celebra y la celebra la comunidad en la Eucaristía, que a su vez, es
el gran sacramento comunitario de presencia de unos para los otros y de todos, como comuni-
dad, para la Iglesia y el mundo. Y en esta celebración cada cual está como cada cual es: el sol-
tero como soltero, el casado como casado, el sacerdote (que también vive su relación desde el
celo de la relación por su comunidad) como sacerdote… Por eso, en nuestro caso concreto,

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una pareja o matrimonio que están viviendo su relación como una relación de alianza están
dando a la eucaristía un peso firme y una hermosa garantía de coherencia y de seguridad para
que esa Eucaristía comunitaria sea auténticamente “el” Sacramento de Alianza por eminencia
de la comunidad. Y cuando hemos perdido la ilusión y la esperanza en el sueño profundo y en
el proyecto de vida que el día de la boda habitaba en nuestros corazones, sólo el trabajo por
revivir una presencia viva y activa nos devuelve a la vida; como les sucedió a los dos de Ema-
ús, a quienes andando por el camino nocturno del sabor amargo del fracaso, una presencia
especial les liberó de sus miedos: “¿no ardía nuestro corazón por el camino mientras nos
hablaba… ? (Lc.24,32). Y así, de nuevo “volvieron sobre sus pasos otra vez, llenos de fe. Es
Él...”(Cfr. Jn.21,7).
3. Tres vías de presencia y para la presencia
Para Vivir esta espiritualidad hay tres caminos que favorecen y que expresan, a la vez, esa
presencia mutua que nos mantiene vivos y que hace que nuestra vida cotidiana y el SÍ del día
de la boda hagan realmente de nuestras vidas una vida de alianza ante el Padre y la Iglesia y
el mundo.
Estas vías son: DIALOGAR, HACER EL AMOR Y ORAR.
Son medios poderosos para conseguir que nuestro com-
promiso sea un compromiso de amor vivo.
DIALOGAR:
Dialogar no es pasarse información, hablar de cosas o de
ideas; tampoco intercambiarse sentimientos y la interiori-
dad sin tomar la responsabilidad de mí mismo y de ti en mi
vida, pues puedo oír las cosas más hermosas e importan-
tes de ti como un espectador, sin implicarme verdadera-
mente en ti y sin empatía; entonces nada va a ocurrir ver-
daderamente entre nosotros. Monólogos muy profundos nunca llegarán a ser un diálogo.
En este vivir la presencia a través del diálogo no hay que esperar a que el otro dé el primer pa-
so. A menudo se busca que sea el otro quien “empiece” el diálogo, o a comunicarse, o a que se
interese por mí... Y sin embargo tengo tanta necesidad de ti...! Y si no llegamos al diálogo nos
evadimos en actividades, en viajes, en compensaciones de uno u otro tipo, a veces muy “san-
tas” aparentemente. Incluso llegamos a justificarnos en el “hacer cosas por él y para él o ella”.
Esto siempre es más cómodo que darse a sí mismo. Puedo hablar mucho, decir muchas cosas
y, sin embargo, no decir nada de mí mismo. Dialogar es decir de uno mismo, hablar de mi inte-
rioridad, de lo que bulle dentro de mí, de mis sentimientos y necesidades, compartiéndotelas de
tal forma que te resulte fácil acogerme y así encontrar en ti un cobijo seguro en mi vida.
Por otra parte está la escucha sin la que nunca habrá verdadero diálogo, la verdad personifica-
da en los dos que hemos de recomponer hasta llegar a la Verdad. Escuchar no es lo mismo
que oír. La escucha verdadera es un arte que se conquista a base de centrarme en ti de tal
modo que prescindo de todo lo exterior a nosotros y te hago en ese momento el número uno
en mi existencia hasta hacer míos tus sentimientos y tus necesidades de forma que llegamos a
vivir la empatía con fuerza: tus sentimientos son los míos, tus alegría son las mías, tus tristezas
las mías... Cuando llegamos a ese nivel del diálogo, la empatía, nuestra relación aumenta en
calidad y entre nosotros no hay rutina ni una vida pasiva.
Dialogar sinceramente, profunda y honestamente, nos lleva a límites en los que Dios se hace
presente entre nosotros y lo podemos llegar como a tocar con nuestras manos. Él es comuni-
cación personal por excelencia, hacia dentro de Él (Trinidad) y hacia fuera (“la Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros”). Resulta, en cambio, más difícil experimentar y vivir su presen-
cia entre nosotros si sólo nos limitamos a hablar de Él y no le hablamos de nosotros o no
hablamos entre nosotros de lo que vivimos y experimentamos de Él, si no lo compartimos entre
nosotros.
HACER EL AMOR:
Esta expresión, “hacer el amor”, está ya demasiado desgastada y devaluada. Sin embargo la
mantenemos y reivindicamos en su sentido más positivo: el de construir el amor entre nosotros,
en oposición a vivir juntos, a dormir juntos, a darnos sólo el cuerpo. Y, a la vez, mantenido esa
expresión queremos referirnos también a la componente sexual que en todo acto relacional

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humano hay. En definitiva con esta vía queremos referirnos a nuestra relación sexual, capaci-
dad que Dios ha puesto en nosotros para hacernos presentes en la entrega mutua de nuestros
cuerpos. No podemos dejar hipotecada la expresión “hacer el amor” por quienes la viven sólo
sensualmente. Y lo conseguiremos en la medida en que afrontemos clara y realmente nuestra
relación sexual, sacándole todo el partido que tiene para construirnos mutuamente como per-
sonas y como matrimonio, como comunidad de amor y de amor fecundo que conformamos
desde el día que nos casamos.
Dormir juntos y hacer el amor eróticamente sólo, puede ser cuestión de hormonas, no necesita
ningún aprendizaje. Pero hacer de la relación sexual una vía de llevar a cabo nuestro sueño en
común, de construcción del amor íntimo, eso se aprende; no se da naturalmente; y se aprende
a base de comunicación clara y profunda. Por eso, el diálogo sobre nuestra sexualidad y nues-
tra relación sexual tendría que ser frecuente para ver dónde estamos en esta área esencial en
nuestra vida, para evaluarla constantemente y para ver qué nos pedimos mutuamente, cómo
nos necesitamos, qué nos damos mutuamente en ella y qué es lo que, en definitiva, nos ayuda
a estar presente el uno al otro en la entrega de nuestros cuerpos.
Es ésta una faceta muy poco trabajada entre los cristianos, en la Iglesia, en las comunidades...
Cuando Dios es amor, nuestra relación está llamada a construir amor, somos imagen de Dios
que es hombre y mujer, masculino y femenino... Tal vez durante muchos siglos sólo ha estado
en manos y en el poder del clero... Nunca llegaremos a ser realmente comunidad de Iglesia si
no tomamos en serio la sexualidad como forma específica y única de construir el amor en la
pareja. Somos seres sexuados; nuestro ser hombre o mujer no es marginal a nuestra persona-
lidad, es una dimensión constitutiva de la misma. Nuestra sexualidad impregna todas nuestras
relaciones, actividades y sentimientos. La sexualidad es un gran don de Dios y constituye una
gran bendición y energía vital en nuestra existencia: “los actos con que los esposos se unen
íntima y castamente entre sí, son honestos y dignos, significan y favorecen el don recíproco
con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud” (Vat. II: G. et S., 49).
Hacer de nuestra relación sexual una construcción
del amor es un arte de auténtica espiritualidad, es
decir una puesta en acción profunda de nuestro SÍ
del uno al otro en cuerpo y alma: “sí, yo (no solo mi
cuerpo) me doy a ti y te recibo a ti”.
ORAR:
¿De qué se trata? De la oración personal y como
pareja o matrimonio. En definitiva se trata de la rela-
ción personal con Dios. Hay una oración personal,
individual y hay una oración comunitaria; ya hay una
oración en pareja, que tampoco se ha trabajado su-
ficientemente en la Iglesia, en las comunidades, en
la teología...
Hay diversos niveles de oración en pareja: uno es decir juntos una misma oración, otro partici-
par juntos en la Eucaristía, por ejemplo, otro leer la Biblia juntos y compartirnos lo que nos dice,
otro abrirnos mutuamente nuestra interioridad ante Dios, etc. Sin embargo tenemos que tener
claro que no podemos reducir nuestra espiritualidad matrimonial a la oración. La espiritualidad
es más amplia, es todo lo que da vida y fuerza a nuestro amor; por eso incluye también las dos
vías anteriores, si no será hipócrita.
Por eso hemos de tener clara esta premisa: Orar en pareja es una dimensión importante de la
espiritualidad en tanto que construye la relación, que es el centro de nuestra espiritualidad. Y
así orar es ensamblar mi vida, tal cual es, en toda su variedad, y unificarla a partir de mi fe.
Orar es como pasar un hilo por las cuentas del rosario de los acontecimientos de mi jornada,
de la semana... Orar es transformar todo lo que hago en una forma de amar. Esto unifica todo y
le da sentido y me hace libre frente a los diferentes acontecimientos. Orar es reconocer que mi
vida me ha sido dada y por encima de este don quiero entrar en relación con quien me la ha
dado, es decir Dios.
Orar en pareja es darse los dos una cita con Dios y ponerse juntos y unidos en su presencia
para hablarle de todo y de nada, para muchas veces estar juntos en Él y ante Él sin más. Dios
es un “punto de encuentro” al que todos acudimos cuando oramos y allí podemos hacernos

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todos presentes en la distancia.. Orar es un modo especial de amar y de hacerse presente a


otras personas y de hacerlas presentes en mí ante Él.
Cada pareja debe buscar su propio estilo y forma de orar. No hemos de hacerlo necesariamen-
te como lo hacen los religiosos y así creer que ya hacemos algo “espiritual”. Orar no puede re-
ducirse a hacer actos religiosos juntos o a decir oraciones juntos. Es tomar conciencia de la
presencia de Dios en nuestras vidas (“Dios está entre los pucheros”). A Dios se le encuentra en
el diálogo, en el trabajo, en los hijos, en la relación sexual, una relación que va desde ponerse
desnudos delante de Dios, juntos, uno frente a otro, en todo lo que constituye nuestra vida.
Adán y Eva paseaban con Dios en el Paraíso cada atardecer. Esto unifica nuestras vidas y
hace santo, sagrado, todo lo que hacemos.
4. Espiritualidad sacramental
Nos referimos a que la espiritualidad en el matrimonio tiene que ser expresión y causa a la vez
del mismo matrimonio, de su realidad, de lo que se es. Así como no puede ser la misma espiri-
tualidad en el religioso que en el matrimonio, tampoco puede ser la misma en el casado que en
el soltero. Da la impresión de que este aspecto tampoco se ha profundizado normalmente en la
Iglesia, ni antes ni ahora. Y en consecuencia la mayoría de los casados que viven la fe la viven
a solas, como solteros, pero no les afecta ni en la fe ni en espiritualidad el estar casado o no.
Es tal vez otra consecuencia de la historia de una Iglesia eminentemente clerical y no laical.
En los casados, lo que es verdaderamente el sacramento es la relación entre ellos, su vida re-
lacional, que la comprometen públicamente el día de la boda a ser un signo, una señal, un sa-
cramento del amor de Dios al mundo, del amor de Jesucristo a su Iglesia. El sacramento no es-
tá en el rito de la Iglesia. No recibimos un sacramento, sino que nos convertimos en sacramen-
to. Y en el templo y ante la comunidad, lo celebramos; celebramos que comprometemos gozo-
samente nuestra relación para que sea señal de la presencia del Amor entre nosotros y en no-
sotros para la Iglesia y el mundo.
Esta comunidad, la Iglesia, que sigue las huellas de Cristo y se compromete a amar, “como Él
nos ha amado”, es la que nos dice a los casados que nuestra relación y compromiso es sacra-
mento, es decir signo para esa misma comunidad. Y nos llama a hacer de nuestro amor ese
signo. Por eso nos dice: vosotros mi sacramento de amor por excelencia. Y aceptando esa lla-
mada participamos en la vida de la gran familia del Cuerpo de Cristo entregado para que el
mundo viva. No es a través de nuestras acciones por y para la Iglesia (catequesis, pastoral,
liturgia, cáritas, etc.) como somos precisamente sacramento.
Pero es en el hogar, en la calle, en el trabajo, en la vida juntos, en el modo de relacionarse, de
comprometerse, de dialogar, de vivir la sexualidad, de tratarse y acogerse mutuamente uno al
otro y los dos a los demás donde se juega el sacramento, donde se realiza verdaderamente és-
te. Somos comunidad de amor ofrecida en respuesta a las necesidades de hombres de hoy.
Somos Iglesia doméstica. Por ello nosotros somos la Iglesia, este cuerpo que formamos y que
construimos todos juntos.
Nuestra relación de pareja es la primera comunidad de amor, una pequeña Iglesia, célula viva
del Cuerpo de Cristo. Y tiene las mismas características de la Iglesia. Como la gran comunidad
cristiana, nuestra vida y relación de pareja y de familia llevas las huellas de:
• Un amor que no utiliza al otro en servicio y beneficio propio. No es una relación donde yo
me doy si tú te das. Es decir vivimos la huella eclesial de la unidad en nuestra unidad
• Un amor que me compromete para permitirte desarrollarte ser tú mismo-a y crecer autó-
nomamente como quien eres, obra de Dios a la que me acerco, como Moisés, con los pies
descalzos, pues eres lugar sagrado por excelencia para mí, regalo existencial suyo para mí
de forma eminente. La nota de la santidad tiene mucho que ver con nuestra relación; nos
habla más bien de originalidad en nuestra vida de pareja gracias al modo de vivir sacra-
mentalmente nuestra relación.
• Un amor abierto a todos y a toda la persona que eres. Es la nota de la catolicidad entre no-
sotros. No me permite ni fusionarme a ti, ni mostrarme totalmente independiente haciendo
de mi vida una vida de casado-soltero. Y es la nota que nos lanza a vivir comprometidos y
abiertos a la Iglesia y al mundo. No podemos hacer de nuestro hogar ni un gheto ni un re-
fugio meramente placentero.

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• Un amor que se arraiga en una comunidad viva y particular y que acepta ser enviado por
ella. Es la nota de la apostolicidad, que nos reta a ser Iglesia donde nos necesite, desde
nuestra relación matrimonial, porque lo mejor que podemos dar a los jóvenes, a nuestros
hijos, al mundo, a la misma Iglesia es lo que nunca les podrá nadie más: nuestro estilo ilu-
sionante de vida en pareja, no ñoño ni independiente, de forma que pueda ser ocasión de
vocación al matrimonio.
Así en nuestro amor y relación de pareja somos signo de otro amor. La comunidad cristiana re-
conoce en ella el amor de Cristo hacia los suyos y nos llama a ser signo vivo para ella. En esta
comunidad somos necesarios e importantes los unos para los otros. Es por ello por lo que es-
tamos invitados a construir nuestro amor de pareja y a hacerlo signo de forma creíble.
Creer que somos signo y aceptar ser abiertos, no tiene nada de religioso al modo tradicional
vivido muchas veces. Es concreción y encarnación del mismo amor de Cristo.
Somos signo de un amor de Alianza. Nada tiene que ver con un amor contrato donde se esta-
blecen unos límites o una protección para cuando las cosas puedan ir mal. Un amor de Alianza,
pro el contrario, es una adhesión libre y gratuita en vistas al bien y al enriquecimiento mutuo.
Significa un amor incondicional, un vínculo de amor en el que la relación es lo central. No te
amor porque eres “santo”, sino porque mi amor te ayudará a serlo (Cf. Ef.5, 21.25-33). Ese
amor de Alianza es lo que verdaderamente ne3cesitamos. Es donde se fundamenta nuestro
sueño y proyecto de pareja.
5. Preguntas para dialogar y compartir en pareja
1.- ¿Puedo recordar un momento de nuestra vida en el que estando físicamente juntos me he
sentido distante de ti? ¿Y al revés: que estando
lejos físicamente me he sentido muy unido/a a
ti?
2.- ¿Qué persona ha estado o está más presen-
te en mi vida? ¿Qué he percibido y vivido en
esa presencia?
3.- ¿Qué esperaba para mí y para nuestra vida
de pareja juntos al casarnos?
4.- ¿Qué ha sido y es para mí espiritualidad? ¿Y
espiritualidad vivida en pareja?
5.- ¿Qué es lo que me impide y lo que me ayu-
da más a hacerme presente a ti en el diálogo
contigo?
6.- ¿Nos hacemos presentes como pareja y ma-
trimonio a la comunidad, a la Iglesia y a la so-
ciedad? ¿De qué modo?
7.- ¿Qué me impide y qué ayuda a hacerme
presente a ti en nuestra relación sexual?
8.-¿Qué podemos hacer para transformar toda-
vía más nuestra relación sexual en una cons-
trucción de nuestro amor?
9.- ¿Cómo estoy viviendo mi relación con Dios?
¿Cómo la vivimos juntos con Él?
10.- ¿Cuál es nuestra experiencia de orar en pareja? ¿Cómo podemos orar juntos en pareja?
11.- ¿Nos sentimos importantes como matrimonio para la comunidad? ¿Qué síntomas de des-
ilusión hay o ha habido en nuestro caminar en la comunidad? ¿Cómo los gestionamos?
12.- ¿Cómo vivimos nuestro sacramento? ¿Cómo relación o como religión?
13.- ¿Nuestra relación y estilo de vida está siendo signo y sacramento del amor de Dios, del
AMOR?
14.- ¿Cómo es nuestro compromiso para con la Comunidad, la Iglesia, y el mundo?
Algunas de estas preguntas pueden compartirse en el grupo comunitario.
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17. ESPIRITUALIDAD DE LA CREACIÓN


Tomás Urquidi
0. Planteamiento del tema
Se propone trabajar este tema de forma fundamentalmente experiencial. Se trata de tomar
conciencia de que somos criaturas, en medio de la creación. De sentirnos pequeños y a la vez
grandes,… De dar gracias al Padre por su obra, de pedir por que se complete con nuestro tra-
bajo,…
Para ello se sugiere una sesión centrada en la oración.
El planteamiento de la sesión puede ser el siguiente:
• Lectura de la Introducción (una persona)
• Lectura del relato de la creación (una persona)
• Meditación (15 min) (lo puede dirigir una persona) (música de fondo la Creación Haydn)
• Visualizar el Montaje de la Creación
• Lectura personal de “Una breve historia de casi todo”
• Lectura del Evangelio de Juan
• Lectura del Cántico a las Criaturas (cada uno un párrafo)
• Eco de la Palabra y de la Meditación
• Repetir las frases o palabras de los textos que hemos leído
• Comentario libre, en forma de oración
• Canto: Señor Dios Nuestro
Materiales Necesarios:
• Power Point de la Creación
• CD de la Creación de Haydn
1. Introducción
A todos nos ha pasado. En diferentes ocasiones, en la cumbre de un monte, a la orilla del mar,
en una noche estrellada o de tormenta, contemplando una catedral o una ciudad,… Ante el es-
pectáculo del mundo, del universo, descubrimos asombrados y atónitos la magnificencia y ar-
monía de la creación, de la cual nos sentimos parte, en la cual nos sentimos misteriosamente
involucrados.
Captamos y valoramos la dimensión “estética” de la creación, es decir, su extraordinaria y mis-
teriosa belleza. Contemplamos el universo de la misma forma que se contempla una obra de
arte. Y surge siempre la pregunta, quién ha sido el Artista, el que ha hecho todo esto.
Si nos paramos un momento a pensar, en este mismo instante en el universo están sucediendo
cantidad de fenómenos: los astros giran unos en torno a otros a miles de kilómetros por hora,
en el centro de las estrellas se producen reacciones atómicas de millones de megavatios de
potencia, millones de criaturas nacen y mueren en cada momento, millones de personas están
descansando en este momento, otras se levantan para comenzar sus trabajos, unas en gran-
des ciudades, otras en medio de la selva amazónica, otras en la estepa africana… El universo
no descansa y nuestro planeta tampoco, miles de aviones surcando los cielos continuamente,
cazadores cazando para proporcionar alimento a su familia o a su tribu, miles de personas re-
colectando cosechas, pastoreando… Estudiantes estudiando, ingenieros proyectando proyec-
tos, escritores escribiendo, obreros construyendo, amas de casa cocinando, niños jugando,
riendo, otros llorando. Madres pariendo, ancianos muriendo,…
Miles de llantos y miles de risas, dolor y sufrimiento, alegría y gozo…
Y de nuevo surge una pregunta ¿por qué todo esto? ¿Qué sentido tiene?
2. Relato de la Creación Gen 1, 1-31
Se lee despacio, saboreando cada una de las maravillas que se van describiendo. Se hace
desde la Biblia, desde esa Palabra que Dios nos dirige.

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3. Para Meditar: “Y vio Dios que era bueno”


Para comenzar la meditación nos sentamos en una postura cómoda, con la espalda recta y los
músculos lo más relajados posible.
Cerramos los ojos y centramos nuestra atención en nuestra respiración. Vamos pausando la
respiración, haciéndola más larga, sin forzar.
Nos hacemos conscientes de nuestra respiración. Al inspirar notamos como el aire nuevo y
limpio entra por nuestra nariz, recorre la laringe, la tráquea y entra en nuestros pulmones, en
nuestros bronquios. De ahí, ese aire limpio se mezcla con la sangre y recorre todo nuestro
cuerpo llevando oxígeno a nuestras células. Al expirar notamos como todo el aire ya empleado
en nuestras células sale de nuestro cuerpo, purificándonos.
Durante cinco minutos centramos nuestro pensamiento en la respiración. Gozamos de este ac-
to tan sencillo y lleno de vida, que nos pone en contacto con el exterior, que nos purifica… Si el
pensamiento se nos desvía a otro tema que no sea nuestra respiración, tranquilamente volve-
mos a centrarnos en la respiración.
Respiramos suave y tranquilamente, gozando del acto de respirar, haciendo consciente la res-
piración, algo que normalmente es automático. Disfrutamos de nuestra respiración y con ello
nos centramos en nuestra existencia.
A continuación, manteniendo la respiración lenta, suave, tranquila,… centramos nuestro pen-
samiento en un mantra, una frase que se repite, que queremos comprenderla en toda su pro-
fundidad, que queremos hacerla nuestra, no sólo con el pensamiento sino con todo nuestro ser.
Elegimos la frase del Relato de la Creación: “Y Dios vio que era bueno”
Durante unos diez minutos centramos nuestro pensamiento en esta frase, la repetimos inte-
riormente, recordamos el relato de la creación, repetimos la frase. Notaremos que poco a poco
nos va calando, “Y Dios vio que era bueno”
Terminamos la meditación volviéndonos a centrar en nuestra respiración, respirando conscien-
temente un par de veces más. Abrimos los ojos y movemos nuestro cuerpo.
4. Montaje de la Creación
Está en el material complementario.
5. Una breve historia de casi todo
Bienvenido. Y felicidades. Estoy encantado de que pudieses conseguirlo. Llegar hasta aquí no
fue fácil. Lo sé. Y hasta sospecho que fue algo más difícil de lo que tú crees.
En primer lugar, para que estés ahora aquí, tuvieron que agruparse de algún modo, de una
forma compleja y extrañamente servicial, trillones de átomos errantes. Es una disposición tan
especializada y tan particular que nunca se ha intentado antes y que sólo existirá esta vez. Du-
rante los próximos muchos años – tenemos esa esperanza -, estas pequeñas partículas parti-
ciparán sin queja en todos los miles de millones de habilidosas tareas cooperativas necesarias
para mantenerte intacto y permitir que experimentes ese estado tan agradable, pero a menudo
infravalorado, que se llama existencia.
Por qué se tomaron esta molestia los átomos es todo un enigma. Ser tú no es una experiencia
gratificante a nivel atómico. Pese a toda su devota atención, tus átomos no se preocupan en
realidad por ti, de hecho ni siquiera saben que estás ahí. Ni siquiera saben que ellos están ahí.
Son, después de todo, partículas ciegas, que además no están vivas. (Resulta un tanto fasci-
nante pensar que si tú mismo te fueses deshaciendo con unas pinzas, átomo a átomo, lo que
producirías sería un montón de fino polvo atómico, nada del cual habría estado nunca vivo pero
todo él habría sido en otro tiempo tú.) Sin embargo, por la razón que sea, durante el periodo de
tu existencia, tus átomos responderán a un único impulso riguroso: que tú sigas siendo tú.
La mala noticia es que los átomos son inconstantes y su tiempo de devota dedicación es fugaz,
muy fugaz. Incluso una vida humana larga sólo suma unas 650.000 horas y, cuando se avista
ese modesto límite, o en algún otro punto próximo, por razones desconocidas, tus átomos te
dan por terminado. Entonces de dispersan silenciosamente y se van a ser otras cosas. Y se
acabó todo para ti.

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De todos modos, debes alegrarte de que suceda. Hablando en términos generales, no es así
en el universo, por lo que sabemos. Se trata de algo decididamente raro porque, los átomos
que tan generosa y amablemente se agruparon para formar cosas vivas en la Tierra, son exac-
tamente los mismos átomos que se niegan a hacerlo en otras partes. Pese a lo que pueda pa-
sar en otras esferas, en el mundo de la química la vida es fantásticamente prosaica: carbono,
hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, un poco de calcio, una pizca de azufre, un leve espolvoreo de
otros elementos muy corrientes (nada que no pudieses encontrar en cualquier farmacia nor-
mal), y eso es todo lo que hace falta. Lo único especial de los átomos que te componen es que
te componen. Ése es, por supuesto, el milagro de la vida.
Hagan o no los átomos vida en otros rincones del universo, hacen muchas otras cosas: nada
menos que todo lo demás. Sin ellos no habría agua ni aire ni rocas ni estrellas y planetas, ni
nubes gaseosas lejanas ni universo tan agradablemente material. Los átomos son tan numero-
sos y necesarios que pasamos con facilidad por alto el hecho de que, en realidad, no tienen por
qué existir. No hay ninguna le que exija que el universo se llene de pequeñas partículas de ma-
teria o que produzcan luz, gravedad y las otras propiedades de las que depende la existencia.
En verdad, no necesita ser un universo. Durante mucho tiempo no lo fue. No había átomos ni
universo para que flotaran en él. No había nada… , absolutamente en ningún sitio.
Así que demos gracias por los átomos. Pero el hecho de que tengas átomos y que se agrupen
de esa manera servicial es sólo parte de lo que te trajo
hasta aquí. Para que estés vivo aquí y ahora, en el si-
glo XXI, y seas tan listo como para saberlo, tuviste
también que ser beneficiario de una secuencia excep-
cional de buena suerte biológica. La supervivencia en
la Tierra es un asunto de asombrosa complejidad. De
los miles y miles de millones de especies de cosas vi-
vas que han existido desde el principio del tiempo, la
mayoría (se ha llegado a decir que el 99%) ya no anda
por ahí. Y es que la vida en este planeta no sólo es
breve sino de una endeblez deprimente. Constituye un
curioso rasgo de nuestra existencia que procedamos
de un planeta al que se le da muy bien fomentar la vi-
da, pero al que se le da aún mejor extinguirla.
Una especie media sólo dura en la Tierra unos cuatro
millones de años, por lo que, si quieres seguir andando por ahí miles de millones de años, tie-
nes que ser tan inconstante como los átomos que te componen.
Debes estar dispuesto a cambiarlo todo (forma, tamaño, color, especie, filiación, todo) y a
hacerlo reiteradamente. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, porque el proceso de
cambio es al azar. Pasar de “glóbulo atómico protoplasmático primordial” – como dicen Gilbert
y Sullivan en su canción- al humano moderno que camina erguido y que razona te ha exigido
adquirir por mutación nuevos rasgos una y otra vez, de la forma precisa y oportuna, durante un
periodo sumamente largo. Así que, en los últimos 3.800 millones de años, has aborrecido a lo
largo de varios periodos el oxígeno y luego lo has adorado, has desarrollado aletas y extremi-
dades y unas garbosas alas, has puesto huevos, has chasqueado el aire con una lengua bífida,
has sido satinado, peludo, has vivido bajo tierra, en los árboles, has sida tan grande como un
ciervo y tan pequeño como un ratón y un millón de cosas más. Una desviación mínima de cual-
quiera de esos imperativos de la evolución y podrías estar ahora lamiendo algas en las paredes
de una cueva, holgazaneando como una morsa en algún litoral pedregoso o regurgitando aire
por un orificio nasal, situado en la parte superior de la cabeza, antes de sumergirte 18 metros a
buscar un bocado e deliciosos gusanos de la arena.
No sólo has sido tan afortunado como para estar vinculado desde tiempo inmemorial a una lí-
nea evolutiva selecta, sino que has sido también afortunado – digamos que milagrosamente-
en cuanto a tus ancestros personales. Considera que, durante 3.800 millones de años, un pe-
riodo de tiempo que nos lleva más allá del nacimiento de las montañas, los ríos y los mares de
la Tierra, cada uno de tus antepasados por ambas ramas ha sido lo suficientemente atractivo
para hallar una pareja, ha estado lo suficientemente sano para reproducirse y la han bendecido
el destino y las circunstancias lo suficiente como para vivir el tiempo necesario para hacerlo.
Ninguno de tus respectivos antepasados pereció aplastado, devorado, ahogado, de hambre,

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atascado, ni fue herido prematuramente ni desviado de otro modo de su objetivo vital: entregar
una pequeña carga de material genético a la pareja adecuada en el momento oportuno para
perpetuar la única secuencia posible de combinaciones hereditarias, que pudiese desembocar
casual, asombrosa y demasiado brevemente en ti.
… .
Si estuvieses diseñando un organismo para que cuidase de la vida en
nuestro cosmos solitario, para controlar hacia dónde va y mantener un
registro de dónde ha estado, no deberías elegir para la tarea seres
humanos.
Pero hay aquí un punto sumamente importante: hemos sido elegidos,
por el destino, por la providencia o como quieras llamarle. Somos al
parecer, lo mejor que hay. Y podemos ser todo lo que hay. Es una
idea inquietante que podamos ser el máximo logro del universo vivien-
te y, a la vez, su peor pesadilla.
Como somos tan notoriamente descuidados en lo de cuidar de los se-
res, cuando están vivos y cuando no lo están, no tenemos idea (real-
mente ninguna en absoluto) de cuántas especies han muerto definiti-
vamente, o pueden hacerlo pronto, o nunca, y qué papel hemos desempeñado en cualquier
parte del proceso. Norman Myers decía en 1979, en su libro The Sinking Ark [El fondo del ar-
ca], que las actividades humanas estaban provocando en el planeta unas dos extinciones a la
semana. A principios de la década de los noventa había elevado la cifra a unas 600 por sema-
na. (Es decir, extinciones de todo tipo, plantas, insectos, etcétera, además de animales.) Otros
han propuesto una cifra aún mayor, hasta bastante más de 1.000 a la semana. Un informe de
Naciones Unidas de 1995 situó, por otra parte, el número total de extinciones conocidas de los
últimos cuatrocientos años en algo menos de 500 en el caso de los animales y algo más de
650 para los vegetales… , admitiendo al mismo tiempo que eran “casi con seguridad unas cifras
inferiores a las reales”, sobre todo en el caso de las especies tropicales. Hay, sin embargo,
unos cuantos especialistas que creen que la mayoría de las cifras de extinciones son muy exa-
geradas.
El hecho es que no sabemos. No tenemos la menor idea. No sabemos cuándo empezamos a
hacer muchas cosas de las que hemos hecho. No sabemos lo que estamos haciendo en este
momento o cómo afectarán al futuro nuestras acciones actuales. Lo que sí sabemos es que só-
lo hay un planeta para seguir haciéndolo y sólo una especie capaz de cambiar las cosas de
una forma considerada. Edgard O. Wilson lo expresó con una brevedad insuperable en La bre-
vedad de la vida: “Un planeta, un experimento”
Si este libro contiene una lección, esa lección es que somos terriblemente afortunados por es-
tar aquí… y en el “somos” quiero incluir a todos los seres vivos. Llegar a generar cualquier tipo
de vida, sea la que sea, parece ser todo un triunfo en este universo nuestro. Como humanos
somos doblemente afortunados, claro. No sólo gozamos del privilegio de la existencia sino
también de la capacidad singular de apreciarlo e incluso, en muchísimos sentidos, de mejorar-
la. Se trata de un truco que sólo acabamos de empezar a dominar.
Hemos llegado a esta posición eminente en un periodo de tiempo de una brevedad asombrosa.
Los humanos conductualmente modernos llevamos por aquí sólo un 0,0001% más o menos de
la historia de la Tierra… , casi nada, en realidad, pero incluso existir durante ese breve espacio
de tiempo ha exigido una cadena casi interminable de buena suerte.
Estamos en realidad en el principio de todo. El truco consiste, sin duda, en asegurarse de que
nunca encontremos el final. Y es casi seguro que eso exigirá muchísimo más que golpes de
suerte. (Tomado de la Introducción y del Capítulo final de Una breve historia de casi todo. Bill
Bryson)
6. Evangelio de Juan 1, 1-5
1 En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
2 Ella estaba en el principio con Dios.
3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
4 En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

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7. Cántico a las Criaturas


Omnipotente, altísimo, bondadoso y dulce Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,


y en especial loado por el hermano sol
que alumbra, y abre el día, señal de tu amor,
y es bello en su esplendor
y lleva por los cielos noticias de su autor,
y honra al cielo por ser modelo de tu imagen ¡oh Altísimo Señor! (¡Aleluya!)

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,


y las estrellas claras que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas y bellas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,


que es útil, casta, humilde: ¡loado mi Señor!

Por el hermano fuego,


limpia luminaria, que alumbra al irse el sol,
y nos ampara con su calor,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!

Loado seas mi Señor, por el hermano viento,


por el aire, el nublado, el sereno y todo tiempo
con los que a tus criaturas procuras alimento,
por la sed, las nubes y la lluvia, y por tanto gran
portento: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana tierra que es toda bendición,


la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
(¡Aleluya! ¡oh Altísimo Señor!)

Loado seas, mi Señor


por los que perdonan y por el perdón que das a
los que perdonamos,
y por los que aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor
porque les llega el tiempo de la coronación!

Y por la hermana muerte que aguardamos: ¡loa-


do, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!

¡Sírvanle con ternura y humilde corazón!


¡Agradezcan sus dones, cántele su creación!
Las criaturas todas, ¡loen a mi Señor!
(¡Aleluya! ¡oh Altísimo Señor!)

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(y por la brisa que me abraza, besa y consuela y a los árboles hace danzar,
y por las aves libres, que te cantan y te alaban mi Señor,
y por los amigos que no faltan, son tu soporte y bendición,
y por el cielo azul y las nubes que en la tarde y la mañana se pintan de color,...)
8. Eco de la Palabra y de la Meditación
• Repetir las frases o palabras de los textos que hemos leído
• Comentario libre, en forma de oración
9. Señor, Dios nuestro (Salmo 8)
Señor, Dios nuestro,
que admirable es tu nombre en toda la tierra,
en toda la tierra.

Cuando contemplo el cielo,


obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado.
Qué es el hombre para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder.
Qué es el hombre para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,


lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando
sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies.

Rebaños de ovejas y toros,


y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
todo lo sometiste bajo sus pies

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18. ESPIRITUALIDAD DESDE EL SUFRIMIENTO Y


EL DOLOR
Carlos Aguerrea
1. Introducción
Todos nosotros, a lo largo de nuestra vida, hemos pasado (aunque de
diferente manera) por situaciones de dolor, sufrimiento, enfermedad,
incapacidad, muerte, injusticia, impotencia… y casi seguro que nuestro
corazón creyente en medio de esas vivencias ha gritado al cielo “¿Por
qué?”. Quizás en forma de pregunta buscando explicación, razón,
motivo… ; quizás buscando desahogarse, responsabilizando a algo o a
alguien; quizás como expresión de lo que no se quiere aceptar, de lo
que cuesta asumir; quizás porque nuestros fondos se han removido de
tal forma que hemos perdido toda seguridad y necesitamos que Alguien
nos sostenga; quizás porque cuando más necesitábamos de Dios, Él
calla…
Quienes han pasado tiempo conviviendo con la muerte anticipada, con
el sufrimiento injusto de los inocentes de nuestra tierra, con el dolor
disfrazado de hambre, enfermedad, analfabetismo, marginación,
violencia… saben que casi todo en la realidad tiene su explicación, su razón de ser (como cau-
sa o como consecuencia de algo más), casi todo, porque lo más importante de esa realidad, la
pregunta por el sentido del dolor, el sufrimiento y la muerte, siempre se queda sin respuesta.
Nos encontramos ante el mayor de los interrogantes y sólo el silencio nos responde.
La experiencia de “los límites” de la vida, de la dignidad, de la felicidad… choca frontalmente
con nuestra idea, tantas veces transmitida, de un Dios que lo puede todo y que lo hace o des-
hace todo. Un Dios así que además nos ama y nos quiere felices, no puede permitir y debería
evitar que nos pasen estas cosas. Un Dios así tendría la capacidad, la posibilidad y el deber de
sacar a sus hijos e hijas tan amados de cualquier situación de dolor y sufrimiento. Y es ahora
cuando podríamos detenernos a dar explicaciones sobre la Omnipotencia de Dios, sobre su in-
capacidad para irrespetar la libertad del ser humano, sobre el dolor (incluso el mal) evitable y el
inevitable, sobre el sentido de la muerte desde la vida y al revés… pero cuando sufrimos o
cuando acompañamos de cerca el dolor de quienes amamos o cuando la muerte se hace cer-
cana, nos sobran todas las explicaciones y lo único que necesitamos (y lo único que los demás
buscan en nosotros) es un abrazo fuerte, de profunda compasión, de amor silencioso, de ese
“no estás solo” que tanto bien nos hace.
La pregunta sobre el sentido del dolor, de la muerte y de Dios en medio de ellas son compren-
sibles, espontáneas, lógicas. Sin embargo, cuando atravesamos momentos límites, no son ex-
plicaciones teóricas lo que buscamos, sino presencias; no
necesitamos teologías, sino teofanías. Los discursos no resuelven ni
encauzan el torbellino de sentimientos que en esas situaciones se
desatan. Es ahí cuando el ser insondable de Dios se dilata más que
nunca y el misterio cobra su mayor dimensión.
La Biblia se encuentra repleta de experiencias de este tipo, en las
que los protagonistas claman a Dios en medio de su dolor. El caso
de Job puede ser el paradigma (cuando el sufrimiento es propio), así
como los “cantos del siervo” del segundo Isaías (cuando el dolor es
de otros). En ambos casos las últimas y definitivas palabras sobre el
sentido creyente de tales experiencias es muy parecido: Dios no
abandona al que sufre, pero eso sí, no pretendamos acusar a Dios
por ese sufrimiento, no pretendamos saber más de lo que podemos,
no intentemos adueñarnos de la voluntad de Dios, de su sabiduría,
de su poder… (Job 38, 2; 40,2.8-14; Is 40,27-31) confiemos en su
amor incondicional y entonces “hablaremos bien de Él” (Job 42,7).
Evidentemente el grito de Jesús en la cruz “Dios mío, ¿por qué me

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has abandonado?” supera con creces todos los testimonios del Antiguo Testamento, viviendo
en primera persona lo que en él se intuía. La respuesta del Padre a su Hijo en la cruz no fue
otra que el silencio. La actitud del Hijo respecto al Padre no fue otra que la confianza radical.
2. Para tratar el tema en comunidad
• Tal vez resulte interesante hacer una relectura de nuestras experiencias personales de su-
frimiento, enfermedad, muerte… sin buscar respuestas al porqué de esas situaciones, sino
descubriendo en medio de ellas el rostro de Dios.
• Seguro que también tenemos experiencia de haber acompañado a otras personas en su
dolor, enfermedad, sufrimiento e incluso muerte (natural, accidental o injusta). ¿Cómo han
trastocado esas experiencias nuestra fe, nuestra imagen de Dios? ¿Qué nos han enseñado
esas personas a quienes acompañamos?
3. Para orar
Podemos encaminar la oración en comunidad por cualquiera de las dos vías en las que se pre-
senta el tema: bien por el rezar las situaciones de
sufrimiento y dolor que hemos vivido o vivimos; bien por
rezar con el sufrimiento de los inocentes de nuestra
realidad (más cercana o lejana). En ningún caso se trata
de comparar dolores, sino de buscar el encuentro con el
Dios de Jesús desde alguna de esas dos experiencias.
Una relectura de la Pasión de Jesús siempre será el punto
de partida imprescindible para situarnos ante Dios desde
el sufrimiento del inocente, ante el dolor injusto o ante la
muerte vicaria; también para releer nuestras experiencias
de limitación y dolor buscando sentido en lo que
aparentemente no lo tiene.
Un segundo paso necesario será compartir la oración que nace de nuestro corazón al
contemplar al crucificado, a los crucificados de hoy o nuestras propias cruces.
4. Para leer
Dos lecturas bíblicas básicas: el segundo Isaías (capítulos 40
al 55) y el libro de Job completos o la siguiente selección de
textos.
• Cánticos del siervo: Is 42,1-7; 49, 1-13; 50,4-9; 52,13-
53,12.
• Job: capítulos 1 al 3; 9 y 10; 13 y 14; 23 y 24; 38 al 42,7.
Otros textos bíblicos:
• Salmos 41-42 (42-43); 70 (71); 72 (73); 87 (88)
• Pablo nos ayuda a entender y afrontar el sufrimiento
(persecución, enfermedad… ) desde la Pasión de
Jesucristo: 2Cor 4,7-12; 6,1-10; 12,7b-10, Rom 8,31-39
5. Anexos en el material complementario
• Exégesis del salmo 41-42.
• Poesías y oraciones.
• Testimonios.
• Textos complementarios:
• Misión del pueblo que sufre (fragmento). Carlos
Mesters.
• De silencios y gritos. Job en los noventa. Elsa Tamez.
• El cuarto canto del siervo. Dolores Aleixandre.

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19. MATERIALES COMPLEMENTARIOS


1. Materiales incluidos en el CD complementario, agrupados por los temas
1. Introducción
• Más de mil textos para orar y reflexionar: recopilación de oraciones, reflexiones, cuen-
tos, himnos, relatos, testimonios, poesías…
• Materiales para orar: tres documentos (52 métodos de oración para seguir cada sema-
na del año, propuesta para las diversas edades del proceso y para retiro personal)
• Montajes para orar: 20 montajes como recurso para cualquier momento del año
2. Ayudas para la oración personal
• CD con canciones que se indican en el tema
• Capítulo del Padrenuestro de “Un tal Jesús” con grabación y texto
3. Eucaristía, centro de la comunidad
• Catequesis sobre la Eucaristía: “El banquete del Señor”
• Dos documentos eclesiales: Ecclesia de Eucaristía e Instrucción sobre ella
4. Los sacramentos
• Artículo de Castillo sobre los sacramentos
5. La Palabra
• Tres montajes audiovisuales: AT, NT y Cartas de S. Pablo
• Lectura orante y calasancia del evangelio
• Tres publicaciones de Carlos Mes-
ter: cómo se lee y estudia la Biblia,
abc de la Biblia, lectura fiel de la Bi-
blia
• Una recopilación de 365 lecturas pa-
ra conocer la Biblia en un año
6. La espiritualidad de Jesús
• Artículo de Dolores Aleixandre: Je-
sús sabía orar
7. La espiritualidad calasancia
• Canciones escolapias en mp3
• Power Point: el carisma escolapio
• Power Point: identidad presencia
escolapia
• Power Point: Jesús, el Maestro
• 4 presentaciones en Power Point de
Calasanz
• Power Point: Los ojos de los niños
(con poesía)
• Documento de Alejandro Dausá:
encuentros con el Maestro
• José de la escuela buena: el cómic
de Cortés sobre Calasanz
8. La espiritualidad de la Fraternidad
• Dos Power Point: Euskal Senidego
Eskolapioa y Renovar nuestras co-
munidades
• cuestionario de autoevaluación
9. Espiritualidad de la historia escolapia
10. Cultura vocacional

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11. Aportaciones de ricas tradiciones espirituales cristianas


• Tema ampliado con respecto al que aparece en esta publicación
12. Espiritualidad de las primeras comunidades
13. Espiritualidad de los sentidos
14. Espiritualidad desde la experiencia
15. Espiritualidad de los iconos
• Web con muchos recursos e iconos
16. Espiritualidad en la vida de pareja
• Hacer camino con las parejas: libro de preparación antes del matrimonio
• Sacramento del matrimonio: textos, oraciones, signos… de la celebración
• Un proyecto de pareja: para la elaboración del proyecto
17. Espiritualidad de la creación
• Montaje audiovisual de la creación: diapositivas y texto
• 2 canciones en mp3
18. Espiritualidad desde el sufrimiento y el dolor
• Textos y oraciones para ampliación del tema
• Capítulo de la oración en Getsemaní de “Un tal Jesús” con grabación y texto
Materiales publicados y disponibles en la Fundación ITAKA – Escolapios
• Abestiak
• Actividades y textos para
la solidaridad
• Documentos de la Fra-
ternidad Escolapia de
Vasconia
• Ideario y Proyecto Edu-
cativo de la Fundación
ITAKA – Escolapios
• Iniciación a la oración.
Aprendiendo con un mé-
todo para cada semana
del año.
• José de Calasanz (Mi-
guel Ángel Asiain)
• Más de 1500 textos para
orar y reflexionar
• Materiales de apoyo
Semana de la Paz
• Orar con el Evangelio de
Juan
• Orar con el Evangelio de
Lucas
• Orar con diversas voca-
ciones
• Para Orar: oraciones pa-
ra cada día
• “Venid y veréis”. Nuestra
fe, un encuentro con
Dios

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