Planteamient o Basic o
Planteamient o Basic o
Planteamient o Basic o
Lo más impactante es que Jesús reúna a toda su comunidad sin hacerle reproches. En la lógica
normal, incluso, Jesús debería haber llamado a nuevos discípulos una vez que éstos se mostraron
indignos del llamado. Con todo, Jesús llama a los mismos, sin reparos ni objeciones ni
discriminaciones –como la primera vez-:
• Llama a los once que “abandonándole, huyeron todos” (14,50). Incluso un joven se
desprende de lo único que le queda del seguimiento de Jesús, huyendo desnudo (v.51). Los
discípulos que han dejado la barca, la familia, sus bienes, todo por seguir a Jesús,
irónicamente terminan dejando al mismo Jesús.
• Pedro que ha negado tres veces a Jesús, pero en realidad cuatro (Marcos le añade una gesto
de negación en 14,72 –versión griega-), es llamado sin pedirle ninguna reparación (cfr. La
triple confesión de amor antes del segundo “sígueme” en Jn 20,15-19).
• Mientras los otros sinópticos se encargan de mostrar cuál ha sido el dramático destino final
de Judas (cfr. Mt 27,3-10 y Lc en Hch 1,18-19; note que en Jn, fuera de Pedro y de Juan –que
nunca lo dejó-, ninguno de los otros discípulos es explícitamente llamado) y le descartan
cualquier ulterior posibilidad de recuperación, para el evangelio de Mc no hay ninguna
discriminación, es decir que asume a Judas junto con todos.
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Precisamente en esto se nota claramente para dónde va el evangelio, cuál es la buena noticia: si
los discípulos fueron desleales con Jesús, el Maestro por su parte fue leal con ellos, no rompió la
amistad. Tenemos aquí una imagen bellísima del amor de Jesús por sus amigos. Este amor fiel de
Jesús es el “principio y fundamento” del evangelio:
La incapacidad del discípulo de ir hasta el final no hace sino poner de relieve el amor
incondicional de Dios manifestado en Jesús. El discípulo no lo es tal por sí mismo sino en cuanto
abandonado en el amor fiel de Dios. El discípulo es una creación del Señor y ese don le garantiza
la esperanza de completar su vida hasta su máxima expresión de desarrollo personal: “El que
persevere hasta el fin, ése se salvará” (Mc 13,13).
Esto es lo que Dios quiere de mí, por eso la “salvación” (o alcanzar la plenitud de la vida, según
10,17) y “seguimiento” (o ejercicio del discipulado llamado a durar hasta la vida eterna, según
10,30) son puestos por el evangelio en el mismo plano (“una cosa te falta –para alcanzar la vida
eterna-... ven y sígueme”, 10,21) (cfr. La recurrencia del vocabulario de “vida”, “salvación” y
“seguimiento” en Mc 10,17-31).
Podríamos comenzar a tomar contacto con esta comunidad a partir de esta frase:
“Buena es la sal.
Pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis?
Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros”
(9,50; el subrayado es propio de Mc)
Esta frase es una punta de iceberg de lo que está sucediendo en la comunidad cuado se redacta el
Evangelio, es, pues, el reflejo de una de las preocupaciones que Marcos tiene con su comunidad.
Analicemos esta frase.
Marcos, en su diagnóstico pastoral, habla de una sal que se vuelve insípida y de una sal que está
haciendo falta. ¿A qué se refiere? La sal en la Sagrada Escritura es símbolo de la alianza con
Dios (por ejemplo Lv 2,13: “Sazonarás con sal toda oblación que ofrezcas; en ninguna de tus
oblaciones permitirás que falte nunca la sal de la alianza de tu Dios”) y cuando la sal es
compartida con alguien es símbolo de la solidaridad y la constancia en las relaciones (por
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ejemplo Esdras 4,14: “Puesto que comemos la sal de palacio consideramos intolerable ver esta
afrenta que se hace al rey”). La sal, en esta doble relacionalidad fundamental es signo de
“fidelidad”, de “lealtad”. Esa es la sal “buena”, “deseable”, es decir, el proyecto de Dios.
Pues bien, la frase propia de Mc “Tened sal en (dentro de) vosotros y tened paz unos con otros”,
muestra que en la comunidad hay un problema serio de constancia, de fidelidad, de pasar de una
evangelización capilar y por lo tanto endeble, a una experiencia de Jesucristo a fondo, que se
sostenga hasta las últimas consecuencias. En otras palabras, la obra completa de Jesús -que es la
realización del proyecto de Dios- está por venirse al piso.
Nos encontramos entonces con una comunidad en crisis, quizás la primera gran crisis que ellos
viven en sus 20 años (o un poco más) de existencia (calculando, junto con M. Hengel y J.
Murphy-O’Connor, su fundación a comienzos de los años 40). Es este momento, el panorama en
la comunidad es de cansancio e inconsistencia: unos comenzaban a caer en la rutina y otros
sentían la necesidad de aventurarse a explorar nuevos caminos en el estilo de vida (a veces
dentro del cristianismo, a veces fuera), casi ciertamente problemáticos para la unidad de la
comunidad.
Vale la pena que, junto con Marcos, observando algunas citas claves, que le tomemos el pulso a
la comunidad:
Los problemas no solo vienen de fuera, también hay problemas dentro. ¿Qué pasa internamente?
o En el ejercicio de la misión
♣ Incapacidad frente a los nuevos desafíos (ya la obra no sale bien)
• Cfr. 9,18
♣ Dificultad para que entren nuevos miembros porque se asustan con tantas
exigencias
• Cfr. 10,22
♣ Sin embargo no paran de anunciar la buena noticia
• Cfr. 13,10
o En la configuración de la comunidad
♣ Descuido en los procesos de formación
• Cfr. 9,36-37
♣ Deseo de imitar el estilo de gobierno de la sociedad civil
• Cfr. 10,42-43
♣ Fuga para los servicios más difíciles y tendencia a la instalación
• Cfr. 10,44-45
♣ Deserciones
• Cfr. 14,50-52
♣ Hay falsos discípulos
• Cfr. 13,22
♣ Se presentan falsos líderes pretendiendo se reencarnaciones de Cristo
• Cfr. 13,6
Ciertamente hay crisis. La crisis se expresa como desaliento y escándalo con la propuesta de
Jesús: “El Señor nos pide mucho”, “es muy difícil seguirlo” (cfr. 10,23), no será “¿esto será una
utopía inalcanzable?” (cfr. 10,26). Pero la crisis de fondo es:
Pero en todo este colorido de la comunidad de Marcos hay que destacar también que hay puntos
luminosos y que lo dominante es su profunda fe. Por eso en el centro y en el final del Evangelio
encontramos dos fuertes profesiones de fe que elevan su voz sobre el resto de la situación: la
confesión fe de Pedro (Mc 8,27-30) y la confesión de fe del Centurión (Mc 15,39). Pero, como
se ha dicho, es una fe siempre en camino y expuesta a muchas fragilidades, incluso, al fracaso
total. La semilla está en riesgo.
Hasta donde sabemos, Marcos es el primero que hace una nueva evangelización, que no es
reevangelización sino un volver creativamente sobre los fundamentos del primer anuncio para
darles una nueva expresión en la realidad de los años 60. Él es consciente de que es el
Resucitado el que sigue dirigiendo su comunidad en las nuevas circunstancias de la historia y
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que, en consecuencia, el Señor está abriendo nuevos caminos (no es simple repetición de lo
realizado 20 años atrás).
Marcos, entonces responde llevando a la comunidad a una fuerte contemplación del rostro de
Jesús: JESÚS ES EL MESÍAS FIEL, OBEDIENTE AL PADRE HASTA EL FINAL,
el que vivió constantemente presionado y amenazado y siempre siguió adelante (cfr. 1,14; 2,6-
7.16.18.24; 3,6; 8,11; 11,18; 12,13).
Marcos hace un nuevo llamado a la MARTIRÍA: todo discípulo es testigo con su vida y con su
palabra de la veracidad del Reino y por ello está llamado a ir hasta el fin. La verdadera “martiría”
es la perseverancia, la firmeza profética en la opción frente a los antivalores del mundo. Marcos
ve, incluso, positiva toda esta situación, se trata de una maravillosa ocasión de fortalecimiento y
de evangelización: “Para que deis testimonio ante ellos” (13,10). Pero las dos condiciones para el
discípulo es:
• que permanezca firme: “El que persevere hasta el fin, ése se salvará” (13,13)
• la revisión continua de la propia vida en medio de la “prueba de fuego”:
o “Mirad por vosotros mismos” (13,9)
o “Estad atentos y vigilad” (13,33; cfr. 13,37)
Veamos dos convicciones del evangelio de Marcos y que están detrás de la certeza que el tiene
en que responderá efectivamente a la realidad de su comunidad si les renueva el primer anuncio:
Si la cuestión se plantea finalmente en casos “cerrados” (para los cuales el evangelio augurará
luego una nueva esperanza) y en casos “abiertos”, que es el caso de la comunidad con
dificultades pero de todas maneras con vitalidad, comienza a quedar claro que la obra de Jesús es
básicamente creacional:
• Mc no teme utilizar, para calificar la obra de Jesús en uno de los sumarios, parafraseando los
términos del Génesis: “Todo lo ha hecho bien” (7,37).
• La alusión frecuente a los vegetales en el evangelio de Marco y las escenas de mar caótico
que se pone en orden, evocan acciones creacionales.
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• El término preferido por Jesús en las grandes acciones de poder evoca acciones vivificadoras
idénticas a la resurrección, es el término “Levántate” (egeiro): lo hace con el paralítico
perdonado (2,11), con el pecador escogido como discípulo (2,14), con la vida truncada de
una niña (5,43), con el niño al que los discípulos no fueron capaces de sanar (9,26), con el
ciego marginado en el camino (10,50).
Marcos nos enseña (y lo enfatizaremos en los próximos abordajes que realizaremos del
Evangelio) que la obra creadora de Jesús sólo es posible en la comunión con él. Por eso el
acento que tiene el tema del seguimiento e igualmente la manera particular que tiene Marcos de
narrar los milagros, los diálogos con Jesús y los continuos contactos físicos entre Jesús y la gente
(NB: este es el evangelio de la “tocadera”, como dice un amigo).
Ya vimos la tremenda confianza que Jesús tiene con los discípulos que lo abandonaron; en
realidad es una gran confianza en que su obra tiene eficacia, aún allí donde se puede haber
perdido la esperanza. En esta confianza el discípulo se descubre a sí mismo: ¿Quién soy yo para
ser amado y buscado de esta manera?, pero la respuesta sólo será posible si responde a esta otra
¿Quién eres tú, capaz de ir hasta el final por mí?
En este Encuentro contemplemos esa confianza que el Resucitado tiene en cada uno de nosotros.
Jesús confía en nosotros porque conoce la fuerza poderosa de su amor. La vida del discípulo es
un proyecto ideado por Dios especialmente para él y como una expresión de su amor. Cada uno
de nosotros es esa persona a quien Dios ha amado con toda esa intensidad y verdad desde la
Cruz.
Este es el principio fundante de la vida, el marco desde el cual nos preguntamos por nuestra
identidad y construimos nuestro proyecto de vida. Es desde este principio que se REFUNDA una
comunidad.
El Evangelio de Marcos está todo él orientado hacia la confesión de fe, uno de sus hilos
conductores más importantes es la cuestión: ¿Quién es Jesús?
Notemos:
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• La dos confesiones de fe del Evangelio delimitan claramente las dos grandes partes de la
obra: Jesús descubierto como Mesías (8,27-30) y luego como Hijo de Dios (15,39).
• quién es Jesús,
• cuál es el sentido de su obra
• y cuáles son los elementos fundamentales de su camino histórico que servirá de paradigma
para sus discípulos.
Un detalle importante es que el Evangelio de Marcos no ha sido escrito para ser leído
personalmente sino para ser ESCUCHADO en la proclamación. Por eso, la contemplación de
Jesús es ante todo –según Marcos- una audición.
Vamos a colocarnos entonces ante la primera página del Evangelio de Marcos para descubrir
cómo es que Marcos nos presenta de manera particular el primer retrato hablado de Jesucristo.
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Vamos a hacer la Lectio del Mc 1,1-13, que corresponde a la introducción del Evangelio de
Marcos. Como es de esperar cuando se lee una obra, en la introducción el evangelista nos ofrece
los puntos clave (dentro de la gran clave que ya dimos en el tema anterior) para comprender la
persona de Jesús y el camino que él propone.
Lo primero que notamos cuando consideramos toda la página introductoria del Evangelio es que
la palabra “Buena Noticia” hace de marco de toda ella. La inauguración de la escuela pide un
ambiente festivo. Jesús es introducido en el escenario del evangelio como el alegre mensajero de
las buenas noticias de Dios para la humanidad.
La expresión “Buena Noticia”, es importante no sólo porque nos señala el carácter de mensaje,
de anuncio que caracteriza nuestro librito (ver el v.4: “Apareció Juan proclamando...”; v.7: “Y
proclamaba...”; “Y (Jesús) proclamaba...”), sino también porque nos señala cuál es el ambiente
dominante en el camino de Jesús. Lo que va a suceder es realmente “bueno”, “bello”,
“encantador” e inspira una atmósfera de gozo.
Marcos parece estar releyendo Isaías 52,7 y desea que su lector-orante se contagie desde el
primer momento del gozo que caracteriza al mensajero. El texto isaíanico dice:
“Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae buenas noticias, que anuncia salvación,
que dice a Sión: ‘Ya reina tu Dios’”.
Ciertamente es un mensajero alegre que anuncia la cercanía de Dios, como en Isaías 40,9:
El tono dominante de la alegría será retomado en algunos de los principales momentos del relato
evangélico:
• Por esta Buena Noticia se es capaz de dejarlo todo: “casa, hermanos, hermanas, madre,
padre, hijos o hacienda” (Mc 10,29).
• En medio del discurso sobre el fin, Jesús predice que los discípulos serán anunciadores de “la
Buena Noticia a todas las naciones” (Mc 13,10).
• En la cena que introduce la pasión, Jesús reconoce agradecido el gesto de la mujer de Betania
que unge su cabeza diciendo: “Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena
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Noticia, en el mundo entero, se hablará también de lo que esta ha hecho para memoria suya”
(Mc 13,9).
(Incluso será alegría de toda creación, el cosmos completo, si tomamos en consideración el final
canónico de Mc en 16,15.
El contenido de esta Buena Noticia es Jesús, quien es al mismo tiempo el proclamador de ella. El
tema central es la acción de Dios que transforma las situaciones negativas del hombre y lo atrae
hacia su proyecto salvífico.
Resuena a través de dos citas bíblicas que el evangelista ha cosido y actualizado en la persona de
Jesús. Estas han sido tomadas de Malaquías 3,1 e Isaías 40,3 (a pesar de que el evangelista se lo
atribuye a uno solo: “Conforme está escrito en Isaías el profeta...”, Mc 1,2a).
Podemos decir que se trata de la voz de Dios en la Escritura. Esta primera voz que resuena evoca
la voz ya extinta de los profetas y se centra en la persona de Jesús, es él quien realizará el camino
del Dios en la historia, él es el Señor.
b) La voz del Padre, fuente y origen del Evangelio: Jesús es el amado del Padre
La voz directa de Dios resuena desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc
1,11).
Llama la atención que el Evangelio comienza con la voz de Dios, él es quien le da el impulso
inicial a la narración enviando primero a Juan (Mc 1,3) y luego a Jesús (Mc 1,11). El Evangelio
es una iniciativa de Dios.
El relato del bautismo está centrado en un diálogo entre Jesús y el Padre que lo está enviando a
la misión. Esto ya había aparecido también en la primera voz, la de la Escritura: en Mc 1,2b,
Dios le estaba hablando a Jesús y no directamente al lector (aunque la idea es: le hablo a Rebeca
para que entienda Edilma): “delante de ti”, “preparar tu camino”. En el relato del Bautismo, es
todavía más claro: Dios está conversando con Jesús a quien declara su Hijo: “Tú eres mi Hijo
amado...” (Mc 1,11). El resto del Evangelio es la respuesta de Jesús a su Padre, no con palabras
sino con el cumplimiento de la misión encomendada.
Esta fuerte relación entre Jesús y su Padre está a la base del Evangelio, es parte del “arjé”
(fundamento; ver 1,1) que hay que comprender.
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c) La voz de Juan Bautista, el mensajero de los nuevos tiempos: Jesús vence el mal y nos
introduce en su comunión con el Padre creador
La “voz que clama (que grita) en el desierto” aparece históricamente en la persona de Juan, de
quien dos veces consecutivas se dice que “proclamaba” (Mc 1,4 y 7). El contenido de su anuncio
es:
• la efectiva preparación del “camino del Señor” mediante el bautismo de conversión (vv.4-5);
• la presentación de la persona de Jesús, el que ya está a punto de comenzar a recorrer su
camino. Lo hace profetizando (vv.7-8).
Mc 1,6, justamente el versículo central de la sección que describe la misión del Bautista, nos
presenta el ajuar y la dieta que caracterizaban al profeta como un nuevo Elías, es decir, el profeta
de los nuevos tiempos. Se describe así la vida austera del profeta, un estilo que también
caracterizará a los misioneros de Jesús (cfr. Mc 6,8-9).
Pero una vez que se nos ha presentado a Juan con su atuendo y hábitos de profeta, lo que más
quiere subrayar Marcos es el contenido de su profecía acerca de Jesús (cfr. Mc 1,7-8). El profeta
de los nuevos tiempos habla aquí por única vez en todo el Evangelio y sus pocas palabras son
precisas y claras. Todas ellas apuntan a una sola pregunta: ¿Quién es Jesús de Nazareth?
Destaquemos brevemente los tres rasgos que caracterizan a Jesús según la voz del profeta:
La expresión es casi un título y su sentido es: Jesús es el que viene recorriendo un camino
que parte de Dios y que conduce a Dios; Jesús es Dios que viene al encuentro de los hombres
y solicita la apertura del corazón para acoger su llegada.
Como hemos comentado antes, la profecía presenta a Jesús como Juez Escatológico, aquél
con quien todo hombre tendrá que confrontarse porque él el modelo, el paradigma del
hombre. Pero también la idea es presentarnos a un Jesús siempre en movimiento (como de
hecho sucede a lo largo del Evangelio: rara vez se sienta), expresando así la cercanía de Dios
al hombre.
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• “El que es más fuerte que yo” (v.7ª). Jesús es EL MAS FUERTE.
Inicialmente la frase podría ser entendida como que Jesús es un un profeta más poderoso que
Juan. Sin embargo dentro del mismo Evangelio se nos da la pista: el fuerte es Satanás, el
poder el mal que impide la realización del hombre, desdibujando su rostro y arrastrando en
contravía el proyecto creador y salvífico de Dios para la humanidad.
Si bien Satanás es el fuerte, con un poder que todos de hecho experimentamos aunque no lo
personalicemos de esa manera, Jesús es el más fuerte: su poder es capaz de someter al que
somete al hombre.
Ante el pecado y todas las fuerzas del mal que experimentamos en la historia ha brotado una
esperanza. Para esto ha venido Jesús:
Ante la extraordinaria grandeza de Jesús no le queda a Juan más que declarar su pequeñez:
“Y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias” (Mc 1,7b).
• “Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo” (v.8).
Jesús es el que BAUTIZA CON ESPIRITU SANTO.
La contraposición entre Juan y Jesús ahora es más clara, con todo ello se pretende que
descubramos la grandeza de la misión de Jesús. Notemos los acentos del texto:
El bautismo de Juan aparece como un bautismo pasado, cuya finalidad ha sido cumplida:
sellar y validar ante Dios la actitud de conversión pecados de aquellos que abrieron su
corazón ante el mensaje (cfr. Mc 1,4-5).
Ahora, el bautismo de Jesús, que no es un rito sino la experiencia del camino, completa lo
que le que le falta al de Juan: el perdón de los pecados. Ese es el sentido de la expresión
“bautizar” (=sumergir) “con Espíritu Santo” (=en la realidad de Dios mismo), indica que en
ella se ha eliminado la barrera que separaba al hombre con Dios y que ambos viven ahora
una perfecta comunión. Es en esta unión que el hombre crece y madura para la vida nueva en
Dios.
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El mismo Espíritu que “impulsó a Jesús al desierto” (Mc 1,12), impulsa también al cada
hombre que se hace discípulo por los caminos de Dios trazados por el ministerio terreno de
Jesús de Nazareth.
En Mc 3,28-29, Jesús señala la relación estrecha que hay entre el bautismo en el Espíritu y el
perdón de los pecados: Dios desea perdonar todos los pecados y ninguno supera su poder (El
es “el más fuerte”), sin embargo el cerrarse libre y conscientemente a la acción del Espíritu
Santo (“blasfemia contra el E. Santo), que es la acción creadora de Dios, no tiene posibilidad
de perdón, porque él mismo es el perdón.
Finalmente observemos cómo Jesús entra en acción, ya que es parte del retrato hablado que
Marcos nos presenta. Marcos conectó tres escenas, cada una con un suceso particular, pero al
mismo tiempo en secuencia lógica, que nos presentan la “estocada final” de la presentación de
Jesús.
Se trata de tres relatos programáticos, esto es, no se refieren a sucesos que permanecen puntuales
y aislados dentro de la vida de Jesús, se trata de constantes de la vida de Jesús.
Cada uno de estos relatos y su conexión es significativa para la vida de todo discípulo, porque
también –a su manera- reproducirá estos acontecimientos en su propio caminar en el seguimiento
del Maestro.
- Los cielos abiertos permiten la venida del Espíritu Santo que toma posesión de la persona
de Jesús. En la persona de Jesús habita Dios de manera incomparable. De aquí en adelante
todas sus actitudes, opciones, comportamientos serán las del mismísimo Dios. Todo su
ministerio compromete y revela a Dios.
- La voz del Padre destaca dos realidades de la vida de Jesús: (1) es el Hijo Amado,
entiéndase Hijo Único con una relación única con Dios, que habré comprender
progresivamente, y en quien todos los hombres serán llamados a la filiación de Dios. (2)
En él el Padre tiene su complacencia, es decir, es su elegido, su enviado, aquél en quien se
apoya para realizar su obra.
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El discípulo aprende desde ahora, quién es su Maestro y a qué tipo de experiencia está
llamado en la comunión con él.
Las tentaciones atraviesan la vida de Jesús y en todas ellas Jesús constantemente renueva su
SI al proyecto del Padre:
- Vienen de los fariseos que le piden demostraciones de poder para evitarse el camino
doloroso de la fe (cfr. Mc 8,11-13).
- Vienen del mismo discípulo que acaba de confesar la fe pero que se intenta apartarlo del
camino. A él le responde: “¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamiento
(=proyectos, caminos) no son los de Dios sino de los hombres” (Mc 8,33).
- Vienen de su mismo corazón de hombre que le teme a la muerte: “Y decía: ¡Abbá, Padre!
Todo es posible para ti, aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que
quieras tú” (Mc 14,35).
- Vienen de los adversarios (los espectadores de la pasión y los sumos sacerdotes) que lo
invitan a bajarse de la cruz: “!Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!... ¡Que baje ahora de
la cruz para que lo veamos y creamos!” (Mc 15,30).
Toda tentación es negación del camino de la fe, un claudicar del “Camino del Señor”.
También el discípulo pasará por las pruebas de su Maestro. Desde ya entiende que seguir a
Jesús supondrá pruebas que vienen de muchos lados, pero que también como su Maestro no
estará sólo y que si se apoya en la victoria de él -el más fuerte- saldrá siempre adelante
sostenido en su fidelidad.
1,2-3: Él es la realización concreta del “Camino del Señor” (=la actuación histórica de
Dios en la historia).
1,7-8: Él es “El que viene” (=Hijo del hombre)
Él es “El más Fuerte” que Satán
Él es “El que bautiza en Espíritu Santo” (=introduce en la comunión total con el
Padre creador)
1,11: Él es el “Hijo Amado” del Padre
Él es el “elegido” Padre para la misión (sentido de “complacencia”).
Pues bien, ahora es Jesús quien presenta su propio programa en Mc 1,14-15. Recordemos que
Jesús no habla de sí mismo como persona, sino de la obra del Padre a través de él. La tarea del
discípulo es descubrir progresivamente la identidad personal de Jesús a través de la observación
y el análisis de la experiencia vivida con el Maestro.
Para que captemos la fuerza de la Palabra de Jesús (el Proclamador por excelencia), permítanme
hacer tres observaciones interesantes sobre la manera como el Evangelio de Marcos introduce la
voz del Maestro:
• Antes que Jesús comience a hablar, se subraya su actitud de escucha de la voz del Padre y
su silencio en el desierto. Es el Evangelista Marcos el que ha sido más radical en expresar el
silencio de Jesús, hasta el punto que ha omitido su diálogo con Satán. El desierto es espacio
de aprendizaje, no hay que hablar, hay que escuchar. El kerigma de Jesús ha sido largamente
aprehendido, meditado, orado y vivenciado. La voz que se escucha en el desierto se proclama
luego en la ciudad (cfr. Mc 1,14.21). Lección para el discípulo: antes de predicar hay pasar
mucho tiempo en el “silencio que escucha”.
• Jesús y Juan no predican al mismo tiempo, tal como lo anota el evangelista, Jesús comienza
su predicación “después que Juan fue entregado”. Con Jesús comienzan realmente los
tiempos nuevos anunciados por Juan. Pero una nota negativa queda sonando en el aire: así
como la misión de Juan terminó en serias dificultades (“fue entregado”), un destino similar
aguarda al Maestro que está comenzando su misión. Desde el primer instante en que Jesús
comienza su ministerio público suena un campanazo anunciando la cruz. Lección para el
discípulo: antes de comenzar a predicar hay que ser conciente de que la vida del misionero
lleva impregnada la Cruz.
• La voz de Jesús resuena cuando el camino ha sido preparado, cuando hay un pueblo reunido
en el desierto consciente de su lejanía de Dios y en espera del perdón de sus pecados. Se
acabó el bautismo del agua y comienza el bautismo en el Espíritu, la efusión de Dios mismo
en la historia de los hombres haciendo una nueva creación. El caminar junto con Jesús
haciendo nuevos aprendizajes de vida, lleva a cabo la conversión deseada y conduce a la
comunión con Dios que efectivamente perdona los pecados. Lección para el discípulo: la
misión comienza con la “escucha” de las esperanzas más profundas de la gente, porque es a
ellas que Dios quiere responde a través la misión.
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Pasemos ahora al texto. El contenido del mensaje de Jesús está contenido apenas en dos líneas
que se leen (o escuchan) paralelamente:
La primera línea señala el actuar de Dios. Se trata de la Buena Noticia de su actuar llevando
adelante, y hasta su punto culminante, la historia de sus intervenciones salvíficas:
• “Convertíos” (metanoei/te)
Metanoia es cambio de mentalidad y esto es mucho más que un simple cambio moral (tal o
cual determinada conducta), es un ver todas las cosas con nuevos ojos, desde nuevas
perspectivas, desde nuevos valores y principios. Quiere decir: rompan los viejos esquemas de
vida que han construido hasta ahora y renueven su visión a partir de las novedades que Jesús
propone acerca de Dios, del hombre y del mundo. La conductas nuevas dependen de los
nuevos principios de vida asimilados. Para que haya un “revolcón” en el mundo es necesario
que cada uno viva un “revolcón” en su mente y en su corazón.
• “Creed” (pisteu,ete)
Jesús pide adhesión a su persona. Es en el caminar unidos a él que se va a verificar la
conversión, porque ésta es -en el fondo- un reproducir su misma vida. Jesús pide: “créanle a
mi ministerio, ábranle las puertas a Dios que viene a sus vidas”, “recíbanlo a él en mis
palabras, en mis gestos de misericordia, en mis opciones, en mi camino, y déjenlo obrar”.
Un punto importante del kerigma de Jesús es el hecho que no diga “el Reino ya está aquí”,
sino “se ha acercado”. Queda todavía un pequeño espacio para la plena realización, para
superar el “ya, pero todavía no”. Pues bien, el espacio entre la primera y la segunda línea del
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kerigma se realiza mediante el salto cualitativo de la conversión y de la fe, cuando el
imperativo se vuelva obediencia. El drama que de ahora en adelante hará de hilo conductor
del Evangelio es el drama de la fe: Dios se la ha jugado toda por el hombre, aguarda ahora su
respuesta, la entrega confiada de sus vidas para dejarse formar por él.
3. El “Sígueme” del discípulo como respuesta y realización del Kerigma (Mc 1,16-20;
2,13-14.15-17; 3,13-19; 8,34; 10,17-31; 10,46-52)
La ábilm siempre entendió que la palabra de Dios era una palabra creadora (cfr. Gn 1: todo
el relato de la creación por medio del Dabar-Yahvéh). Pero esto que a primera vista puede
parecer genérico en realidad es muy concreta, por ejemplo la historia cada uno de los
patriarcas muestra cómo su vida es una creación de Dios y el diálogo que sostienen con Dios
(aún José que nunca habla con Dios, relee en el silencio de Dios en su historia su obra
creadora, cfr. Gn 50,20). Puesto que la única vocación propiamente dicha es la de Israel, y es
en su vocación que todo el pueblo es llamado, su historia es el mejor paradigma de historia
vocacional. Los evangelios no ignoran esto en sus relatos vocacionales.
b. El “sígueme” es la condición de posibilidad para que se lleve a cabo la propuesta del
Reino
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Los discípulos son modelo del oyente de la palabra de Jesús, porque son los que responden a
los dos imperativos del kerigma: “conviértanse” y “crean”. Entre el relato del kerigma de
Jesús y el primer relato vocacional, no hay solución de continuidad porque la intención de
Mc es mostrar que el proceso de la conversión y de la fe se pueden resumir en un nuevo y
tercer imperativo: ¡Sígueme! o ¡Vengan conmigo! (cfr. Mc 1,17; 2,14; 10,21). ¿Cuál es la
fuerza del “sígueme”?
• Como en la experiencia de Abraham, la vocación supone un “transplantarse”, un
“revolcón” en la vida, que pide abrirse a los nuevos horizontes que Dios señalará con
su Palabra.
• A diferencia de Abraham, los discípulos de Jesús viven la metanoia mediante la
adhesión física a Jesús de Nazareth, él es el camino de Dios para el hombre (cfr. Mc
1,3), por eso su caminar no es a ciegas, sino que está definido por el seguimiento del
Maestro.
De esta manera todo el Evangelio de Marcos es una historia vocacional, es la historia de una
respuesta, es el un ejemplo concreto de lo que sucede cuando se le dice “Sí” al Señor, es el
itinerario de formación en que se aprende a vivir de nuevo con Jesús.
Esto nos lleva a una vida de discipulado: ser discípulo de Jesús es construir un proyecto de
vida que replantea los viejos esquemas personales y se abre a los nuevos horizontes del
Evangelio, los cuales brillan de manera inédita en el rostro de Jesús: todos y cada uno de sus
actitudes y palabras.
Generalmente, cuando nos referimos a nuestra historia vocacional decimos “cuando el Señor
me llamó…”. Sin embargo esto no es tan exacto, porque la vocación no es una etapa de la
vida, es el contenido de toda la vida, no es un caso cerrado y resuelto cuando dimos el paso
fundamental sino una voz que va resonando a lo largo de toda la vida, una voz que va
haciendo nuevas propuestas.
En el evangelio de Mc es claro en este punto, por eso es que todo él es una historia
vocacional. Y no es para menos, la procesualidad y la modulación de las voces de Jesús que
a veces desconcierta es la realidad de nuestra relación con Dios.
Aproximémonos ahora a cada uno de los relatos vocacionales en Marcos. Para sumergirnos en el
camino es importante que nos detengamos un poco en el “Sí” inicial.
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Siguiendo el esquema geográfico del Evangelio, tan importante en su teología, proponemos
hacer la Lectio cursiva de los textos, observando los diversos lugares significativos de la
vocación:
• Vocaciones junto al lago
• Vocaciones en la mesa
• Vocaciones en la montaña
• Vocaciones en el camino
Lo importante es que veamos con cuidado cada cuadro, deteniéndonos especialmente en el para
qué llama Jesús, y notemos el proceso de maduración vocacional hábilmente diseñado por
Marcos. Por las presentamos como “etapas”.
El escenario es maravilloso: un lago azul en forma de arpa (por eso se le llama en hebreo
Kinneret) de considerables dimensiones -casi un mar interno- y con una buena profundidad, en
cual desemboca el río Jordán al norte y de donde de nuevo vuelve a nacer en el sur, con las
colinas del Golán en su costado oriental y las montañas de la baja Galilea en el occidental. Un
lago con mucho movimiento: en él se trazan rutas de transporte de pasajeros, es la gran despensa
del norte por su abundancia de peces, está rodeado de ciudades importantes como Tiberíades (la
nueva capital de Galilea construida por Herodes Antipas), Cafarnaúm y Betsaida (pueblos de
pescadores), Genesareth y Magdala (famosas por la industria de la sal), e Hippos (la ciudad
grecorromana de la Decápolis). No es un lago solitario, es el centro de la actividad comercial,
social y política del norte del país.
En este mundo se inserta Jesús y allí comienza a formar su escuela, una escuela nacida a las
orillas del mar.
“Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes
en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ‘Venid conmigo, y os haré llegar a ser
pescadores de hombres’. Al instante, dejando las redes, le siguieron.”
La ambientación es bella. Jesús está caminando dándole la vuelta al lago y todo el tiempo tiene
la mirada fija en Simón y Andrés quienes están en medio del lago pescando. ¿Qué ve Jesús?
Jesús ve todos los detalles de la pesca: los dos pescadores está colocando pacientemente la red en
forma circular en medio del lago; probablemente uno está soltando poco a poco la red acumulada
dentro de la barca y el otro va remando. Se trata de una labor lenta. Jesús los ha observado largo
tiempo.
Jesús los llama desde la orilla. Probablemente fue un grito puesto que ellos están bien ocupados
y concentrados en su trabajo en medio del lago.
Se trata de una vocación sin milagro, donde todo es normal. Jesús los llama:
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• En medio de su cotidianidad: el del trabajo de todos los días, la rutina del pescador.
• De dentro de su mismo mundo, el horizonte en el que han vivido, trabajado y gozado durante
tantos años y que constituye su identidad. Esta identidad está subrayada por el mismo texto:
“era pescadores”. No es algo ocasional, están en su mundo.
El llamado comienza desde el momento en que son vistos por Jesús. El término griego utilizado,
ειδεν (aoristo de οραω), connota una observación, un fijarse, un mirar atentamente, por lo tanto
una experiencia de conocimiento. Es como si Jesús estuviera tratando de adentrarse allí en esa
cotidianidad. Jesús no mira lo extraordinario, lo vistoso en una persona, el ve lo normal.
Como Abraham, los discípulos saben de dónde salen, pero no saben a dónde van. Jesús les ha
dado sólo una pista: lo descubrirán caminando detrás de él.
Junto al imperativo viene una expresión en futuro (como en el llamado de Abraham): “los haré
llegar a ser...”. Jesús les propone un futuro de crecimiento, de fecundidad en sus vidas, algo que
probablemente nunca habían sospechado y de lo cual el Señor los hará capaces. Con Jesús se
aprenden nuevas competencias. El término griego utilizado por Jesús también es sugestivo:
ποιεω quiere decir “hacer”, “crear”; Jesús les propone dejarse trabajar por su mano creador.
La vocación es una invitación a colocarse disponible y amorosamente en la manos del alfarero.
“Pescadores de hombres”. La nueva creación que Jesús hará en sus discípulos no es un añadido
externo, algo superficial y ajeno a sus vidas, es, por el contrario, un desarrollar sus
potencialidades, lo que Jesús ha visto que saben hacer bien y que ahora retoma para el servicio
del Reino. Esta expresión parece estar tomada de la profecía de Jeremías 16,16 acerca del pueblo
disperso: “Pues yo los devolveré a su solar, que di a sus padres. He aquí que envío a muchos
pescadores -oráculo de Yahveh- y los pescarán”. Ser pescador de hombres es ser capaces de
congregar al pueblo de Dios, es ser hombre de comunidad que reúne, atrae, con-voca. La
vocación es para ser capaces de con-vocación. Esto se verá claramente más adelante.
• Es instantánea.
• Se vive en un acto de liberación de las manos de las redes: un desapego. Los discípulos salen
con el corazón libre, abierto, completamente disponible para su maestro. No tienen otra
preocupación.
• Comienzan a seguir a Jesús, él es el nuevo foco de atención de sus vidas.
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Casi como Abraham, a quien el Señor le dijo “vete” y enseguida “marchó” (cfr. Gn 12,1 y 4). No
median preguntas, ni condiciones, ni “peros”, es un acto de profunda confianza en Jesús, es el
“creer” que pide el kerigma del Maestro.
El llamado de otros dos pescadores, que parecen no tener relación con los dos anteriores, es
prácticamente idéntico en su esquema al anterior. Destacamos solamente algunas variantes y
nuevos datos que encontramos en este episodio:
Los lazos que hay que romper no son solamente los de las relaciones laborales que constituyen la
identidad de un ser humano, sino también los familiares. El desarraigo es más profundo: “la casa
de tu padre” (como Abraham, Gn 12,1-2).
La “mesa” se convierte también en lugar de vocación. La mesa, lo sabemos, es una imagen fuerte
en el mundo oriental y, desde luego, en el evangelio. Es el espacio por excelencia para tejer
relaciones.
Nos encontramos dos relatos vocacionales, Mc 2,13-14 y 15-17, conectados entre sí por la
experiencia vocacional. Curiosamente en ambos relatos encontramos la “mesa”:
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• La mesa de trabajo, que evoca la situación de pecado que Jesús invita a dejar. Aquí el
llamado es uno, Leví el publicano.
• La mesa de la relación con Jesús en la cena festiva de la conversión. Aquí los llamados
son muchos pecadores y publicanos.
“Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio
a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: ‘Sígueme’. El se levantó y lo
siguió”.
Estamos de nuevo a la orilla del mar, el paisaje sigue siendo el mismo de los pescadores. Pero no
todo es igual, esta vez estamos en el mundo urbano que se desenvuelve cerca de la playa.
Notemos cómo Jesús se ha ido haciendo presente en los tres ambientes en torno a un lago:
Allí, entrando en el mundo urbano, cerca de la aglomeración de la gente que viene a comprar el
pescado, que viene y que va en sus actividades cotidianas, sucede una nueva vocación. También
sin milagro.
Leví está sentado, es decir, ocupado, instalado en lo que le lleva muchas horas, concentrado en
su trabajo de contabilidad, poniendo en orden las cuentas de los contribuyentes para el erario de
Roma, en fin, en su trabajo de oficina.
Este llamado también sucede en la cotidianidad, pero con un nuevo dato: en el bajo mundo de un
publicano. En el ambiente considerado por todos como pecaminoso, contrario a los intereses del
pueblo de Dios y, por supuesto, del mismo Dios.
También Jesús se mete en este mundo de oficina. Jesús ve a un hombre hebreo de números,
exteriormente muy ordenado, bien vestido, de modales romanos, que procura ser eficiente en su
labor. Jesús entra en el mundo propio de un despacho.
La palabra del Maestro es una sola y es de nuevo un imperativo: “¡Sígueme!”. No hay diálogo,
ni frases complementarias, solamente una invitación contundente a levantar la cabeza de su
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escritorio, a levantarse de su despacho y a iniciar de repente un nuevo camino, radicalemtne bien
distinto del que ha estado llevando hasta ahora.
Jesús no le propone una misión, pero Leví se la apropia: convoca una fiesta en su casa, lo que
podríamos llamar la fiesta de su conversión, poniendo en la lista de sus invitados a sus antiguos
compañeros “publicanos y pecadores” y sentándolos bien cerca de Jesús (cfr. Mc 2,15). Leví ya
ejerce, sin llevar el título, la misión de un pescador de hombre: atrae para Jesús a otros como él,
para vivan su misma experiencia. Es significativo que la mano de Marcos agregue el comentario
“pues eran muchos los que le seguían”, dando a entender que efectivamente muchos de estos
personajes ya se han convertido en discípulos de Jesús. ¡Qué escuela!
Luego el mismo Jesús hace una anotación final: “No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores” (Mc 2,17). La vocación, como ya hemos dicho, es una experiencia de conversión
(una metanoia) que hará al discípulo capaz de atraer a muchos otros a vivir su misma experiencia
salvífica. La vocación es para una con-vocación.
Nos encontramos ahora en otro lugar: la montaña. Sin embargo no estamos lejos del mar (cfr.
Mc 3,7). Probablemente se trata de alguna de las tantas colinas que bordean el lago; cuál es, eso
no es importante. Lo que interesa es su significación: en la montaña todo tiene mayor visibilidad,
los discípulos suben como a un escenario siendo claramente identificados por todo el pueblo.
Evidentemente hay una conexión con la experiencia de Dios. Pues bien, todo lo que aquí sucede
es solemne, no en la cotidianidad de los anteriores sino en medio de una escena pública, casi con
todo un ritual, en un ambiente apoteósico. Una nueva comunidad surge delante de toda la gran
comunidad y se vuelve signo del Reino para todos los demás.
Jesús llama desde lo alto del monte. Pero para comprender el por qué procede así, tenemos que
retomar el contexto de la perícopa desde Mc 3,7-12:
• En los vv.7-9 los discípulos aparecen ubicados en medio de un gentío. A la orilla de lago se
ha congregado una gran multitud venida de casi todos los rincones del país y aún del
extranjero. Esta gente busca a Jesús porque oyó “lo que hacía” (de nuevo el verbo ποιεω,
crear).
• En el v.9 los discípulos le colaboran a Jesús preparándole una barca.
• En los vv.10-11 los discípulos vuelven a quedar en medio del pueblo doliente, mientras Jesús
sana sus enfermedades y los libera del mal.
Es ante este panorama que Jesús sube al monte. Probablemente no es sólo a orar, como Moisés y
Elías en el A.T., sino para contemplar la multitud que permanece abajo en las faldas de la colina.
Los discípulos también están abajo, son parte de ese pueblo sufriente, buscador de la obra de
Dios en Jesús; ellos son parte de la realidad nacional. Desde ahí los llama y al servicio de ellos
los pone.
La forma del llamado ya ha sido insinuada en el comentario que acabamos de hacer: en primer
lugar Jesús “ve” desde la colina a una gran multitud que ha hecho en él una experiencia de
salvación y de ahí escoge a sus los Doce.
Luego resuena la voz de Jesús, quizás a los gritos, pronunciando los nombres de los elegidos.
Jesús los “llamó” de en medio de su pueblo.
Al gesto y a la palabra, el evangelista le suma todavía un dato precioso: “a los que él quiso”.
Quiere decir a los que el amaba desde mucho tiempo atrás llevándolos en su corazón (cfr. El
sentido de la expresión en Mt 27,43).
El sentido del llamado está en la expresión “Creó Doce” (otra vez ποιεω; repetida en los vv.14 y
16), es decir, creó una familia, la familia del Nuevo Pueblo de Dios (que reconstituye las Doce
Tribus de Israel fracasadas como proyecto histórico). Así como Yahveh por éxodo y la alianza
en el Sinaí creó un pueblo, constituyó su pueblo, así Jesús como Yahveh crea ahora su familia
(Mc 3,34-35), en torno la cual los pescadores de hombres congregarán a Israel y a todas las
naciones. Se recalca la dimensión comunitaria del ser discípulo de Jesús: un discípulo en una
casa de puertas abiertas, capaz de acoger -como el Maestro- a todos los hombres en su corazón
(cfr. La lista de los nombres en los vv.16-19: una comunidad que se construye a partir de la
diversidad).
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• Centrípeto: “Para que estuvieran con él”. Este estar con Jesús es el objetivo del
discipulado. El centro de la escuela es la persona de Jesús, él es el maestro y al mismo
tiempo la lección. El resto del Evangelio será un comentario de esta propuesta: ¿Qué implica
estar con él? ¿Qué se aprende a su lado, en él mismo?
Anotemos, además, que en la escuela de Jesús la atmósfera es la camaradería (ver la lista de los
apodos de los pescadores) y la responsabilidad.
“Y vinieron donde él”. La idea de la frase no es tanto el hecho de que se pongan a su lado, sino
la unidad que forman con el Maestro, así los comienzan a ver los que permanecen al pie de la
colina.
Jesús es el lugar de la vocación. Es en él donde se van a transplantar. La tierra que Dios le iba a
mostrar a Abraham es ahora una persona y su camino, es Jesús de Nazareth.
Con la confesión de fe de Pedro (8,29) comienza la segunda parte del evangelio de Marcos, todo
ella direccionada explícitamente hacia la pasión y muerte de Jesús. En la subida a Jerusalén que
comienza en este punto y termina en 10,52, nos encontramos con el tema recurrente del camino,
que es en realidad el camino de la Cruz. El tema del seguimiento (el poner los pasos sobre las
huellas del maestro) plantea una nueva exigencia.
El nuevo horizonte vocacional característico de esta cuarta etapa se plantea en 8,34, donde Jesús
le dice a quienes ya lo siguen: “Si alguno quiere venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, tome
su cruz y sígame”. Bajo esta luz, dos relatos de tinte vocacional (aunque el segundo no sea
considerado por muchos autores como tal) aparecen en esta nueva etapa:
• La vocación de un rico (Mc 10,17-31)
• La vocación de un mendigo (Mc 10,46-52)
Mc 8,34-38: El segundo llamado de los discípulos
Puesto que este texto no sigue la estructura del relato clásico de vocación, vamos a cambiar en
este punto el esquema de la exposición. Vamos a adherirnos más al texto en su orden.
Después de haberle pedido a sus discípulos la adhesión a su camino y la renuncia a sus deseos y
sueños humanos (8,31-33), Jesús les dice también qué deben hacer y les ayuda a entender cómo
es que su camino influye sobre su estilo de vida en la cotidianidad (8,34-38).
En el camino a Jerusalén, a cada una de las objeciones que le plantean los discípulos sobre el
sentido de ese absurdo itinerario, Jesús les responde con una instrucción en la cual les comunica
el comportamiento requerido. La primera de las objeciones es la de Pedro.
• “Sígame” (34e).
El último imperativo de esta cadena verbal está conectado (no explícitamente) con los
dos anteriores, la idea es que la renuncia y el cargar la propia cruz no son fines en sí
mismos sino pasos necesarios para seguir a Jesús y, viceversa, ellos no tienes sentido si
no es desde el seguimiento, inspirándose en Jesús. De esta forma la renuncia no es
sacrificio absurdo y vacío, ni el asumir la cruz se reduce a un simple ejercicio de
superación personal. La renuncia y la cruz son valores supeditados al seguimiento y el
estar unido a Jesús es el valor mayor que lo sobrepasa todo.
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Mirando el conjunto: quien quiere seguir a Jesús no puede seguir indiscriminadamente los
impulsos del propio yo, no puede pretender realizar indiscriminadamente el propio yo (atención
en esta era de la realización personal a toda costa). Cuando las inclinaciones del yo están en
contraste con Jesús, con sus orientaciones y con su camino, el discípulo debe saber decirles
“¡no!”. El hombre no está en condiciones de resolver todo por sí mismo: “¿Qué puede dar el
hombre a cambio de su vida?”. Él sólo puede realizarse con Jesús (cfr. El “principio y
fundamento”) y no siguiendo a su propio yo en contraste con él.
Esto se expresa de modo similar en el versículo siguiente donde se hace una reflexión sapiencial
sobre el “ganar” o “perder” la propia vida:
Es decir, una persona puede alcanzar su propia salvación, su plena realización (“salvar la vida”),
si y sólo si está profundamente unido a Jesús. Pero si no construye su proyecto según sus
criterios, sin que quiere poseer y plasmar su vida en una gran autosuficiencia, todo se le escapará
de las manos. Claro, la vida terrena, el empleo de todos los medios humanos, la afirmación de sí
mismo a cualquier costo, no son la palabra definitiva. Todo esto hay que dejarlo (“perder la
vida”) si es el caso, para conservar la unión con Jesús. Justamente por medio de esta unión es
que se le comunica al discípulo la verdadera y plena vida.
En el versículo 38 Jesús explica cuáles son las circunstancias en las que se requiere del discípulo
el “discernimiento de espíritus” y la consecuente toma de distancia de algunos comportamientos.
El discípulo no debe dejarse llevar por los impulsos (entiéndase “naturales”) y amoldarse
fácilmente a la gran masa, a los criterios que le dicta la cultura de masas, a los hábitos que dicta
la moda. Si frente a determinados valores se percibe un contraste con Jesús, el discípulo sacará a
relucir su ser profeta, no importa que lo consideren un tonto, un pasado de moda, alguien que no
está a la altura de los tiempos. Lo que hoy aparece como dominante en la cultura no debe ser
visto como el criterio definitivo.
Como profeta, el discípulo –si es necesario- será un hombre que camina en contracorriente,
dando testimonio con valentía. No se alejará de Jesús por vergüenza o por complacer el
ambiente. Solo si confiesa a Jesús, a pesar de las presiones adversas de su entorno, él puede ser
aprobado por el juez supremo.
Pues bien, después de la confesión de fe de Pedro y de la nueva llamada, las cartas quedan
puestas sobre la mesa.
Hagamos ahora, algunas anotaciones sobre dos perícopas “vocacionales” que se sitúan en el
camino a Jerusalén.
“Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó:
‘Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?’. Jesús le dijo: ‘¿Por qué
me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios’. Ya sabes los mandamientos: No mates, no
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cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a
tu madre’. El entonces, le dijo: ‘Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud’. Jesús,
fijando en él su mirada, le amó y le dijo: ‘Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y
dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en cielo; luego, ven y sígueme’. Pero él, abatido por
estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes”.
La primera frase de la perícopa que vamos a leer nos da el contexto: “Se ponía ya en camino
cuando...”. El camino es también lugar de vocación. Hasta ahora todos los llamados han
respondido positivamente, a partir de aquí comienzan los problemas y los fracasos vocacionales
(este tema será expandido por Mt 9,18-22 y Lc 9,57-60 en los cuales se narran otras tres
vocaciones fallidas).
No se trata de un joven (esa idea de que es un joven es propia de Mateo 19,20) sino de un adulto,
como todos los anteriores que son personas para quienes construir su proyecto de vida junto con
Jesús es toda una metanoia, porque son “hechos y derechos”.
Es un hombre que lo tiene todo, es un gran propietario (no como las jóvenes vocaciones para
quienes el desprendimiento es menos difícil puesto que todavía no poseen nada) y por lo tanto su
oficio debe ser la administración de sus bienes (cfr. Mc 10,22; ¿quizá la hacienda de que habla
Pedro en el v.30?). Además su perfil moral es casi perfecto: pasa la prueba de los mandamientos
más difíciles (=del respeto de la vida, del manejo del sexo, de la honestidad con el dinero, de la
transparencia en la palabra, de la justicia en la administración y el gobierno, de la
responsabilidad con los progenitores...).
Sin embargo está insatisfecho, tiene todo en la mano menos la “vida eterna”. Ese es ahora su más
profundo deseo. Jesús lo llama desde ese “algo que le falta” (v.21), desde su sed de Dios, desde
la inquietud de su corazón que lo sacude, desde su anhelo del cielo.
Jesús lo invita primero, y mediante un juego de palabras, a reconocer en él a Dios (v.18). Esto le
permitirá valorar la importancia de la propuesta que Jesús le va a hacer. Si cumple los
mandamientos de la Torá, con mayor razón deberá cumplir el mandato de Jesús que lo conducirá
a la vida eterna.
Jesús le hace la propuesta amándolo: “Fijando en él su mirada, le amó y le dijo”. Como siempre
en Marcos, el tema de la mirada (vocaciones junto al lago) y del amor (vocaciones en la
montaña). La vocación es la experiencia de una seducción. Sin ese amor, sin esa atracción, sin
ese apoyo, nunca podríamos dar el paso de la confianza total en el Maestro y poner
completamente nuestra vida en sus manos.
Si los mandamientos de Dios se expresan todos en negativo (no... no... tal cosa), el mandato de
Jesús se expresa completamente en positivo y, como siempre, en imperativo:
• “Vete”, “vende” y “da”. Es la desinstalación, el levantar la tienda.
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• “Ven y sígueme”. Es el “transplantarse” a la nueva tierra, al nuevo espacio vital que le
permitirá crecer en plenitud y ser salvo.
Como se subrayará en el dialogo que sigue a esta escena, se trata de hacer una experiencia de
salvación. La vocación es un giro pascual en la vida: un morir (desprendimiento a lo que limita
la libertad del corazón) para vivir (adhesión a Jesús). En cada vocación se actualiza la pascua de
Cristo. En el fondo es la obra de Dios: “‘¿Y quién se podrá salvar?’ Jesús mirándolos fijamente,
dice: ‘Para los hombres, imposible, pero no para Dios, porque todo es posible para Dios’” (Mc
10,26b-27).
El giro pascual es todavía más claro en la perícopa siguiente cuando Jesús le responda a los
miembros de la Escuela cómo el desprendimiento no fue un salto en el vacío sino una ganancia
(cfr. Mc 10,28-31). Cuando todo se pone en manos de Jesús, se multiplica.
Con esta escena se ilustra la enseñanza de Mc 8,34-38, esto es: PARA PODER PERSEVERAR
EN EL CAMINO (QUE CONDUCE A LA PLENITUD DE LA VIDA) SON NECESARIAS
LA RENUNCIA Y LA VALENTÍA DEL TESTIMONIO, ES DECIR, DE LA ADHESIÓN
FIRME A JESÚS Y A SU CAMINO, AÚN CONTRA LAS PROPIAS INCLINACIONES
NATURALES Y CONTRA AQUELLO QUE EL AMBIENTE CONSIDERA
NORMALMENTE VÁLIDO.
La historia del ciego Bartimeo (Mc 10,46-52) relata un caso exitoso y lo fue precisamente
porque:
• Partió del reconocimiento de sus límites más profundos, particularmente de su pecado:
“Se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!” (v.47 y 48).
• Jesús lo llama (v.49).
• Deja lo único que tiene en medio de su pobreza: el manto en el que recoge la limosna
(v.50).
• Acoge el “hacer” de Jesús (v.51) como un acto concreto de fe: “Tu fe te ha salvado”
(v.52ª).
• Entra en la ruta del camino de la cruz sin más “peros”: “al instante... le siguió por el
camino” (v.52b).
El ciego Bartimeo, el hombre que lo necesitaba todo, nos deja una profunda lección: mucho hay
que hacer en esta vida, pero la comunión con Jesús es la única cosa necesaria.
FINALMENTE....
El evangelio termina con una nueva experiencia vocacional, la nueva con-vocación en el día de
la Pascua (Mc 16,7), que ya hemos comentado antes. Lo que queremos subrayar finalmente es el
hecho de la circularidad del camino vocacional en Marcos, esto significa que:
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- Siempre estamos en camino de maduración de nuestra respuesta vocacional: se trata de
un “sí” dinámico que cada vez más se profundiza, al ritmo del caminar con Jesús.
- Es necesario volver al principio, a lo esencial, al primer llamado, donde Jesús nos invitó a
dejar las redes y la familia, para que comprendamos la grandeza del camino y las
exigencias básicas que nunca se deben olvidar.
No lo perdamos de vista, Marcos es un evangelista, al mismo tiempo teólogo y pastor, que está
fuertemente preocupado por la evangelización de su comunidad en crisis. Él responde con una
bella exposición del “fundamento” de la Buena Noticia que le dio origen a la comunidad. Su
interés es doble:
Precisamente, siguiendo paso a paso el itinerario de este Evangelio, vamos a notar al Marcos
“pedagogo” de la fe, que sabe presentar una acertada “iniciación” de los discípulos en la “vida
nueva” de Jesucristo.
Una vez que han sido llamados los primeros cuatro discípulos se forma una comunidad. El
evangelista Marcos lo hace notar en el plural comunitario de 1,21: “Llegan a Cafarnaúm”.
Marcos se preocupa por responder a esta pregunta. Para ello utiliza la técnica narrativa que
podemos titular: “Un día en la vida de Jesús”. Contando lo que sucede en el arco de
aproximadamente, entre las 9 de la mañana de un sábado y el amanecer del día siguiente, el
evangelista sigue paso a paso la vida de Jesús haciendo notar:
Los discípulos aprenden a “calcar” su vida en la de Jesús. Pero, ¡atención!, no se trata de repetir
un horario ni nada externo de Jesús, sino de aprender sus VALORES.
A una persona se le conoce por la “agenda”: allí se ve a qué le da más importancia en la vida,
quiénes son las personas más apreciadas, cuáles son tareas más importantes, cómo le da
equilibrio a la vida de trabajo con el descanso, etc.
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Los discípulos, que a primera vista podrían haberse sentido perdidos ante la NOVEDAD de vida,
ya que lo acaban de dejar todo, se abren a nuevos espacios, a nuevas relaciones y, a un nuevo
ritmo de vida. Ya no están determinados por los antiguos hábitos de los pescadores: pasar la
noche en vela pescando o salir en la madrugada a colocar las redes, hacer la pesca a eso de las 6
o siete de la mañana, recoger el pescado entre las 7 y 8, al mismo tiempo remendar las redes,
salir a vender el pescado en el mercado, pagar los impuestos de la pesca y después de las 10 de la
mañana a dormir el resto del día esperando volver a empezar con la misma rutina al día
siguiente. Los antiguos hábitos que le daban sentido a sus vidas quedan atrás y ahora resignifican
sus vidas en una nuestra estructura de vida: la misma de Jesús.
Si comparamos con los otros evangelistas, veremos como salta a la vista lo específico de
Marcos:
- Para Mateo, apenas llama a sus discípulos y a una gran multitud, Jesús sube a una montaña y
allí les pronuncia el discurso inaugural. Se trata del primero de cinco discursos: el Sermón de la
Montaña (5,1-7,28). El interés principal de Mateo es la formulación de la enseñanza de Jesús.
Vayamos a Cafarnaúm junto con Jesús y los discípulos para ver cómo funciona la agenda y en
qué genero de vida es iniciado todo discípulo. Es allí precisamente, a Galilea, donde son
enviados Pedro y los otros discípulos el día pascual: “Irá delante de vosotros a Galilea, allí le
veréis” (16,7).
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3 Atardecer Puerta de la Afluencia de Exorcismo/curaciones 1,32-34
ciudad público
4 Amanecer Lugar solitario Dios Padre Oración 1,35
Suena extraño que Marcos no nos cuente nada acerca del contenido de la enseñanza de Jesús en
la sinagoga, sino que refiera únicamente el hecho de que enseñó y la impresión que sus palabras
causaron en el pueblo. De hecho, no es la doctrina de Jesús, sino la persona del Maestro lo desde
el comienzo está puesto en primer plano en Evangelio.
Como lo venimos diciendo, para Marcos todo está centrado en la persona de Jesús, quien con su
actuar poderoso manifiesta su autoridad, su fuerza y su eficacia prodigiosa. Con relación a Jesús,
no podemos captar solamente aquellas enseñanzas que más nos llaman la atención, dejando de
lado su personalidad. ¡En la persona no hay una frase ni dos, está su enseñanza completa! No es
por el hecho de que alguna enseñanza nos parezca válida en sí misma es que la vamos a aceptar,
sino por el hecho de que proviene de él. Todo depende de su persona, de quién es él y de la
autoridad que le corresponde.
Marcos nos refiere la impresión que se suscitó en la gente: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva,
expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.” (1,27). Su
Evangelio no se interesa sólo de Jesús, sino también de su auditorio. Recordemos que Marcos
está bien interesado en mostrar cómo se hace el anuncio de Jesucristo y cómo se responde
adecuadamente a él. En los detalles del relato notamos cómo el evangelista comunica las
reacciones interiores de la gente ante el actuar de Jesús: al gente permanece profundamente
“tocada”, estremecida, llena de temor (el texto griego dice literalmente: “fuera de sí”).
¿De qué se admira la gente? De que Jesús no se pone a dar opiniones ni les da insumos para los
debates, sino que enseña con autoridad, es decir, con absoluta competencia y con absoluta
validez. Detrás de lo que Jesús dice y hace está Dios con su poder. La gente sabe percibir cuándo
una enseñanza tiene respaldo, autoridad y validez. O al revez: la autoridad de la enseñanza se
refleja, como en un espejo, en el efecto que produce sobre la gente. La enseñanza de Jesús quiere
sacudir y conducir a una nueva orientación de vida (=conversión).
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La autoridad y el poder eficaz de Jesús se manifiestan ya desde el comienzo, y de manera
ejemplar, en el exorcismo de una de las personas del auditorio. De hecho este acontecimiento
constituye la “enseñanza” que sorprende a la gente.
Una hombre que está poseído por un espíritu inmundo, es el beneficiario del primer milagro de
Jesús. Personas de este tipo, atormentadas por un mal inexplicable, aparecen con relativa
frecuencia en el radio de acción de Jesús. Las fuerzas por las cuales estás personas son
dominadas y esclavizadas permanecen todavía hoy para nosotros difícilmente comprensibles.
En el Evangelio estas fuerzas son presentadas como: (1) fuerzas sobrenaturales; (2) que están en
contraste con Dios; (3) que disponen de un conocimiento particular; (4) que dominan y le hacen
daño al afectado y a los más cercanos a él. Estas fuerzas advierten la presencia de Jesús, sienten
que Él es una amenaza para su poder y por lo tanto se unen y le oponen resistencia a Jesús.
Jesús derrota estas fuerzas con una sola palabra: “Cállate y sal de él” (1,25). Jesús libera a los
hombres de esta esclavitud y le restituye su capacidad de autodeterminación como personas
libres. Con su palabra eficaz Jesús demuestra la verdadera potencia del Reino de Dios que él
anunció (1,15). Por lo tanto, Jesús demuestra que Dios tiene la última palabra y que usa su poder
para liberar a la gente y hacerla capaz de autodeterminación personal.
Aquí es donde se ve claramente que el actuar de Jesús es un combate. Su presencia destruye las
fuerzas malvadas y hostiles a Dios, que se le oponen vigorosamente. Jesús acepta el combate.
Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La
suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola
de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
Cuando Jesús y sus discípulos salen de la sinagoga se dirigen a casa de Simón y Andrés (la visita
del formador a casa de su formando). Allí Jesús cura de la fiebre a la suegra de Pedro. De esta
manera Él se revela como el Señor sobre otra plaga de los hombres: la enfermedad.
La primera curación que Jesús realiza beneficia a una mujer. Lo hace en la simplicidad y en la
intimidad de una casa y de una familia. Concretamente en la familia de las mismas personas que
llamó para ser sus discípulos.
Lo que hemos dicho sobre la perícopa anterior acerca de la autoridad de Jesús, también vale para
este pasaje. Pero valga destacar que, en el v.31, cuando se dice que Jesús se acercó, se acentúa
expresamente: “Tomándola de la mano, la levantó”. La frase evoca una victoria sobre mal, el
cual intenta retener a la mujer “atada” a la cama. La palabra que aquí se colocar para decir
“levantó”, pertenece al vocabulario de la resurrección de Jesús.
La prueba de que esta mujer queda realmente curada es que ella pone a servir a los huéspedes.
Marcos coloca el término “diakonía”.
La actividad de Jesús, centrada en exorcismo y curación, es decir, restauración del ser humano
en todas sus dimensiones (¡bendición!), se repite ahora en la “puerta de la ciudad”, esto es, el
lugar que en una ciudad antigua hacía las veces de plaza pública.
La población entera capta de quién puede esperar una verdadera ayuda en sus necesidades. Por
eso, al atardecer, le traen a Jesús sus enfermos y endemoniados.
Jesús aparece asediado y circundado por una mar de dolor y miseria. Toda la esperanza está
puesta en él. Él está en capacidad de afrontar estas necesidades. Él tiene el poder ayudarlos y, de
hecho, les ofrece su ayuda.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar
solitario y allí se puso a hacer oración.
Jesús ha despertado y ha confirmado la confianza del pueblo. La gente está contenta de poder
presentarle todas sus propias enfermedades y todas sus propias necesidades. No nos extraña, por
tanto, que la gente quiera retenerlo y asegurase de manera permanente su ayuda. Sin embargo,
Jesús, no se queda ahí.
Bien de mañana, Jesús se retira, en la soledad a orar. También en esta ocasión, como en el primer
milagro, Marcos evita darnos detalles, para él es suficiente decir que Jesús se va a orar en lugar
solitario, al alba, en el silencio, en la paz de la mañana.
No sabemos de qué tipo de oración se trate: si Él le esta agradeciendo a Dios por el buen
comienzo que ha tenido su obra, si Él le está dirigiendo una súplica insistente por su actividad
futura, si está simplemente en compañía del Padre, tranquilo y serenamente recogido en la
quietud de la mañana, o si está contemplando el lago y el paisaje circundante que va emergiendo
claramente en la medida en que se disipan las tinieblas de la noche, maravillándose por la obra
creadora de Dios, bendiciéndolo.
De la figura de Jesús en el Evangelio de Marcos, hacen parte no solo los rasgos de una actividad
incesante, sino también el tiempo para estar con Dios en la quietud y en el recogimiento. Jesús
vive en una relación fuerte con Dios, una relación incomparable.
No se dice que participación tengan los discípulos en esta oración de Jesús. Probablemente
ninguna. Pero es cierto que el comportamiento del maestro está marcando la pauta para su estilo
de vida, por lo tanto, también ellos están siendo invitados a orar junto a él, de una manera o de
otra, en esta atmósfera de paz y de tranquilidad.
4.3. Función de la sección de Mc 1,21-39: Los puntos clave del estilo de vida de Jesús y
de sus discípulos
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Después de aproximarnos un poco a los textos que describen la agenda del primer día de Jesús,
que es modelo de los demás días (el evangelista no tendrá necesidad de volver a contarlo y se
centrará más bien en las variantes de las jornadas misioneras), podemos sacar algunas
conclusiones sobre el estilo de vida que Jesús le propone a los discípulos, estilo de vida que ellos
ya están aprendiendo en el “estar” a su lado todo el tiempo:
En fin, el estilo de vida de Jesús y de sus discípulos, que constituye su “vida nueva”, está
caracterizado por una fuerte relacionalidad, una relacionalidad según el Reino, en cuyo centro
está Dios (=por la oración), que se inserta en los diversos ámbitos relaciones que una persona
sostiene en su cotidianidad y les da un nuevo sentido. Allí, se vence el mal, las personas se
cristifican y surge un hombre y una comunidad nuevos.
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