Este documento discute los principios de intervención penal mínima y fragmentariedad en la protección de bienes jurídicos que delimitan la responsabilidad civil y penal. Algunos jueces peruanos han aplicado estos principios de forma equivocada para negar la posibilidad de responsabilidad penal solo por la presencia de una relación contractual. Sin embargo, estos principios no excluyen la intervención penal cuando se traspasan los límites de la libertad contractual y se afecta gravemente un bien jurídico protegido.
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Este documento discute los principios de intervención penal mínima y fragmentariedad en la protección de bienes jurídicos que delimitan la responsabilidad civil y penal. Algunos jueces peruanos han aplicado estos principios de forma equivocada para negar la posibilidad de responsabilidad penal solo por la presencia de una relación contractual. Sin embargo, estos principios no excluyen la intervención penal cuando se traspasan los límites de la libertad contractual y se afecta gravemente un bien jurídico protegido.
Este documento discute los principios de intervención penal mínima y fragmentariedad en la protección de bienes jurídicos que delimitan la responsabilidad civil y penal. Algunos jueces peruanos han aplicado estos principios de forma equivocada para negar la posibilidad de responsabilidad penal solo por la presencia de una relación contractual. Sin embargo, estos principios no excluyen la intervención penal cuando se traspasan los límites de la libertad contractual y se afecta gravemente un bien jurídico protegido.
Este documento discute los principios de intervención penal mínima y fragmentariedad en la protección de bienes jurídicos que delimitan la responsabilidad civil y penal. Algunos jueces peruanos han aplicado estos principios de forma equivocada para negar la posibilidad de responsabilidad penal solo por la presencia de una relación contractual. Sin embargo, estos principios no excluyen la intervención penal cuando se traspasan los límites de la libertad contractual y se afecta gravemente un bien jurídico protegido.
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RESPONSABILIDAD CIVIL Y
RESPONSABILIDAD PENAL DE: DELITO DE APROPIACION ILICITA Miguel Pizarro Guerrero Jurista Editores E.I.R.L. Lima. 2006
En la ejecutoria superior del Expediente N° 3429-98 se
señala que "si bien es cierto los procesados reconocen haber recibido la referida alfombra por parte de la agraviada para efectuar servicio de lavado, no es menos cierto que en autos no obra la respectiva prueba de cargo que acredite la actitud dolosa por parte de éstos de disponer de dicho objeto material de forma diferente de la prevista; es decir, no se ha determinado por parte de los procesados el ánimo rei sibi habendi, más bien, existe en autos la respectiva prueba de cargo que acredita no sólo la disposición de éstos para entregar a la agraviada un bien de semejante características al reclamado, conforme se puede apreciar de sus respectivas instructivas, así como de la carta Notarial obran te a fajas treintisiete, sino que también se advierte que dichos procesados han entregado al hijo de la agraviada una Alfombra tipo Persa, conforme se advierte de la copia de la Guia de Remisión de fajas doce, hecho que no ha sido desvirtuado por la agraviada; evidenciándose más bien, que el conflicto de intereses surge al discutirse la calidad de la alfombra entregada; circunstancia que en todo caso escapa del amparo de la instancia penal; pues, si se tiene en cuenta la naturaleza subsidiaria y fragmentaria del Derecho Penal dicha controversia es susceptible de ser solucionada en otros medios menos gravosos de control social como es la via civil" ; y, al no existir responsabilidad penal en los procesados por el delito que se les imputa, corresponde absolverlos."
Como se aprecia en el razonamiento de los magistrados
peruanos sobre el deslinde de las relaciones civiles y penales, ellos utilizan el principio de Intervención Penal Mínima como un criterio general para delimitar las responsabilidades civiles y penales, refiriéndose a la naturaleza subsidiaria y fragmentaria del derecho penal; sin considerar que dicha naturaleza de subsidiariedad y fragmentariedad constituyen principios que integran a su vez el de Intervención Penal Mínima, de Última Ratio, que posee el derecho penal. Recuérdese que además de las causas de atipicidad, que se presentan cuando un comportamiento y su resultado no es subsumible en un tipo penal, también hay casos en los que formalmente dicho comportamiento si encaja en la descripción tipica, debido a que materialmente se afectó al bien juridico protegido, pero cabe puntualizar que esta afectación no es lo suficientemente grave para considerarse juridico-penalmente relevante, conforme lo indica al carácter fragmentario y de ultima ratio del derecho penal. Este criterio nos resulta de gran utilidad para discriminar qué casos se deberán quedar en la esfera civil, tanto por no ser típicos como por no afectar gravemente los bienes juridicos, y cuáles casos no. La utilización por parte de un sector de la judicatura penal peruana de estos criterios resulta positiva, no obstante, no lo es cuando se las utiliza en forma desordenada o como análisis derivado, como que en el delito de apropiación ilicita se aplican tales principios porque se advierte la presencia de un "incumplimiento contractual". El negar la posibilidad de una causa penal y aplicar tales principios, por la constatación simple de la presencia de la referida relación contractual resulta equívoco, pues en todos los casos o en su mayoría los delitos de apropiación ilícita traerán consigo dicha situación. Entonces, para que un caso se mantenga en la esfera del ordenamiento civil, y no necesite la imposición de una pena, sólo deberá incumplirse con una obligación contractual y no acontecer algo adicional que le otorgue ese contenido penal. La presencia de ese "plus" o agregado que convierte un hecho civil en un ilícito penal debe ser entendida correctamente, porque sino es así se corre el peligro de utilizar el principio de Mínima Intervención Penal como un mero fraseo que pretende otorgarle legitimidad a las decisiones judiciales. De ahí que cuando aparezca una relación contractual no se puede decir automáticamente y sin mayor análisis que no es justiciable penalmente O que no es un delito y, sobre la base de este razonamiento, caer en el facilismo de indicar que se trata de un asunto que debe resolverse en la esfera civil. Debe tenerse en cuenta que lo que separa ambas responsabilidades son sus finalidades distintas: en el proceso penal la finalidad es la imposición de una pena, en donde la reparación civil es sólo una consecuencia jurídica del delito; mientras que en el proceso civil se busca resarcir un daño, causado por el incumplimiento de una obligación contractual. El principio de Mínima Intervención obliga a que el Derecho penal imponga la pena solo cuando sea estrictamente necesaria; conforme Silva Sánchez esta posición respecto a la pena tiene dos grandes manifestaciones, "una externa: debe prescindirse de la conminación y sanción penal siempre que, en el caso de que se trate, quepa esperar similares (o superiores) efectos preventivos de la intervención de medios menos lesivos, como por ejemplo medidas estatales de polltica social, sanciones propias del Derecho civil del Derecho administrativo o incluso medios no jurídicos del control social (soluciones privadas o sociales del conflicto). Es a esta manifestación a la que en muchos casos se alude con la denominación del "carácter subsidiario" del Derecho penal (también "ultima ratio" o "extrema ratio". La otra manifestación es interna: debe prescindirse de una determinada sanción penal siempre que quepa esperar similares efectos preventivos de otra sanción (o consecuencia juridiea no sancionatoria) penal menos gravosa."38 Por lo mismo, no es correcto entender este principio penal como el símil de una escalera, donde para resolver los conflictos sociales se ascendería primero a la conciliación extrajudicial, si ésta fracasa se recurriría al ordenamiento civil o administrativo, y finalmente, si todo fracasa, al Derecho penal. El principio de Mínima Intervención no funciona de esa forma, entre otras razones, porque simultáneamente se puede demandar civilmente y denunciar penalmente el mismo hecho. Lo que indica este principio es que ante un conflicto social puede resultar innecesaria la imposición de una pena, siendo suficiente para la solución del conflicto el ordenamiento civil, de ahí el nombre de "Última ratio" del Derecho penal. Como se puede observar en la siguiente ejecutoria del Expediente N° 535-02, los magistrados entendieron este principio en forma equivocada, pues como hemos indicado este principio no pretende excluir la intervención del Derecho penal por la presencia de un incumplimiento contractual. El ejemplo lo tenemos en la protección del derecho que poseen los acreedores a la satisfacción de sus créditos, su mero incumplimiento no es penalmente realizable. Pero cuando la conducta del deudor traspasa los límites de la libertad contractual y de su poder de disposición, sustrayéndose a las consecuencias de su incumplimiento, ocultando sus bienes y eludiendo así su responsabilidad patrimonial, no son suficientes ya los remedios del Derecho civip9 , convirtiendo este derecho en un bien jurídico específicamente protegido por el Derecho penal.
"Se le imputa a los denunciados que mediante engaño
haber recibido sumas de dinero por concepto de arreglar una refrigeradora de la supuesta agraviada, sin cumplir con lo ofrecido habiéndose apoderado el denunciado del condensador de la refrigeradora, el cual no ha devuelto; en el caso de autos, la conducta incriminada en a los denunciados no constituye delito, toda vez que no se presentan los elementos objetivos de los ilicitos descritos, esto es en el caso de Estafa, los medios comisivos (engaño, astucia, ardid u otra forma fraudulenta) así como al delito de apropiación ilicita, no se evidencia el ánimo de apropiación por parte del denunciado, advirtiéndose de otro lado, el incumplimiento de una contraprestación por parte de los denunciados, resultando evidente la naturaleza civil del conflicto, por lo que siendo así, su solución debe darse en vía distinta, tanto más si el Derecho Penal constituye el último recurso del que dispone el Estado al no existir otros medios más eficaces, parar proteger los intereses de los miembros de su comunidad." El principio de Mínima Intervención Penal contiene asimismo al principio de fragmentariedad en la protección de los bienes jurídicos, por el que es de apreciarse la medida del ataque al bien jurídico, pudiendo ocurrir que una conducta afecte de forma tan nimia dicho bien que no merezca ni necesite una pena, y por lo tanto la intervención del derecho penal resulte superflua, "no todo ataque contra un "bien jurídico-penal" describe un injusto penal ni, por tanto, provoca la incriminación abstracta de la conducta que lo materializa. A la hora de criminalizar una conducta es preciso tener en cuenta tanto el carácter de bien jurídico-penal de la realidad contra la que se dirige como las modalidades de ataque que aquella muestra. Hay, pues ataques contra bienes jurídico-penales que no dan lugar a la punibilidad de la conducta correspondiente. A ello se refiere el principio de fragmentariedad en la protección de los bienes jurídico- penales, según el cual sólo pueden constituir hechos penalmente relevantes las modalidades de ataque más graves contra tales bienes jurídico-penales. También en este principio inciden consideraciones de proporcionalidad y de utilidad."40 Careciendo de sentido proteger al bien ju~ídico penal de todo ataque, en donde afectaciones ínfimas al bien jurídico penal, no deben sancionarse con una pena. Resultando la aplicación de este principio en una especie de criterio de discriminación, por el cual se "reclama que la incriminación de una conducta sea medio imprescindible de protección de bienes jurídicos y comporta la intervención mínima posible sobre los derechos de la persona para alcanzar tal fin, lo que conocemos respectivamente, como principio de protección de bienes jurídicos y principio de intervención mínima."41 De ahí la vinculación de este principio con la finalidad de las penas, produciendo lo que se conoce como carácter subsidiario o secundario del derecho penal. "En relación a la función que el Derecho penal desarrolla a través de sus sanciones ha de afirmarse su carácter subsidiario o secundario. Que esto sea así aparece como una directa consecuencia de la función que cumple la pena en el marco de la totalidad de la política social del Estado. La unánime afirmación de que el Derecho penal constituye la última ratio entre los instrumentos del Estado para garantizar la pervivencia de la sociedad debería implicar, como lógica consecuencia, que el Derecho penal esté subordinado a la insuficiencia de los otros medios menos gravosos para el individuo de que dispone el Estado en la sociedad."42 Evidentemente, no siempre resulta sencillo determinar cuándo nos encontramos ante una situación de incumplimiento contractual patrimonial donde ya no es suficiente recurrir a la vía civil y, por tanto, debe hacerse uso de la vía penal. Hormazabal señala que se debe "tener presente la especial naturaleza del derecho penal prescindiendo de categorías que son propias del derecho privado."43 Ha de considerarse que el Derecho penal es aplicable solo bajo condiciones de absoluta necesidad, pues no sólo exige que una conducta se justifique como generado de real peligrosidad social, a tal punto que exija su punibilidad por parte del Estado, sino que ya preestablecidas por el legislador, concuerden con las conductas previstas en el tipo penal, sin exceder los límites de lo tipificado. En el caso del delito de estudio, caben tantas situaciones que podría afirmarse que se constituye en un numems apertus por las modalidades que emplea, "en cuanto es difícil determinar los perfiles de cuando estamos ante un asunto penal o, por el contrario, cuándo su vía de solución es la civil, mercantil o administrativa, con demasiada frecuencia se utiliza la vía penal cuando la solución está en el derecho privado."44 En palabras de Bajo Fernández, "el parecido que van a tener muchos supuestos de apropiación indebida con el simple incumplimiento de obligaciones, sobre todo cuando se trata de dinero, complica la cuestión."45 Vives Antón sostiene que "las actuales tipologías no efectúan una delimitación adecuada entre el delito y el ilícito civil: como más adelante se vera, el delito de apropiación indebida se transforma, a veces, en la práctica, en instrumento de una inconstitucional prisión por deudas."46 Cobo del Rosal explica que "al aplicar la apropiación indebida a la tutela de derechos de crédito, castigando á quien no devuelve el dinero que recibió, se la acerca peligrosamente a la simple sanción del incumplimiento de obligaciones y al impago de deudas, aproximándola a la inadmisible prisión por deudas, dado que al final el delito acaba aplicándose únicamente a los insolventes."47 Sobre esta línea Muñoz Conde considera que se deberá recurrir al Derecho penal solamente en el caso de que el derecho de crédito, en su vertiente de derecho a la satisfacción, se vea notablemente perjudicad048; sin embargo, la delimitación de aquel notable perjuicio no está claramente precisada. Como ejemplo tenemos la situación de hasta dónde se debe proteger la posesión del bien mueble, la solución que ha recogido la dogmática jurídico-penal ha sido recurrir a un criterio normativo, mediante el cual se distingue la conceptualización de la posesión como institución jurídico-penal distinta a la concepción que se maneja de éste en otros ámbitos del Derecho, como es el caso del derecho civil. Aunque este criterio ha sido fuertemente criticado en España, por resultar una salida rápida a la problemática del caso, finalmente ha conseguido la aprobación de la doctrina e, incluso, de los tribunales españoles. Bajo Fernández señala que "el criterio normativo que quiere encontrar la distinción en el concepto civil de posesión, puede considerarse como Doctrina mayoritaria que fue seguida también de forma mayoritaria por la Jurisprudencia", y continúa reconociendo que este criterio normativo "está de algún modo vinculado al concepto de posesión, pero resulta obligado por el propio texto legal. La diferencia está en que no es el concepto civil de posesión el criterio diferenciador, sino la relación jurídica existente entre el autor y la cosa en los términos exactos en que la describe en el artículo 535."49 Este autor aclara que con establecer un criterio normativo para dar solución al problema "no se pretende haber encontrado una fórmula mágica de distinción, pero sí ser fieles a la descripción normativa y ofrecer un instrumento legalmente aceptable y practicable." De esta manera, el construir un concepto de posesión propio al ámbito penal exige, además del intento, un adecuado empleo de las instituciones jurídicas conocidas, instituyendo una figura autónoma lo suficientemente sólida como para sostenerse y, a la vez, diferenciarse en el frente a otras ramas jurídicas en ámbito del Derecho. En el mismo planteamiento Rodríguez Devesa, siguiendo a Binding, entiende la posesión penal como "un poder de señorío sobre la cosa acompañado de un acto de voluntad de ejercitar un poder fáctico sobre la misma, impidiendo la actuación de otras voluntades de señorío."so La posesión es comprendida, entonces, como una facultad material de acceder a un bien, pero siempre como un derecho de menor jerarquía jurídica frente a la propiedad; es por ello que, respecto al mutuo hipotecario, "se desprende que no puede castigarse por apropiación indebida el hecho de que el prestatario no devuelva la cosa fungibles1 objeto del préstamo o mutuo, pues este contrato transmite la propiedad y no la posesión de las cosas prestadas."s2 De esta manera, al trasmitir el derecho de propiedad, ya no existe facultad de reivindicar el bien y por tanto desaparece una de la formas de apropiación como negarse a devolver o entregar.
Sobre lo expuesto, "es precisamente el delito de
apropiación ilícita el límite extremo de la ley penal, más allá corresponde a la esfera de las relaciones del Derecho civil. Para evitar interpretaciones extensivas y, por lo tanto, abusivas conviene connotar que con el delito de apropiación ilícita solamente se ampara el contenido del título por la que se detenta el derecho del acreedor a la restitución o el derecho de satisfacción del crédito en el patrimonio del deudor,,;s3 este delito nos obliga ha establecer la frontera de lo penal con los ilícito s civiles. No se presenta sólo en la presencia de un incumplimiento contractual, sino cuando este incumplimiento contractual deriva de una apropiación dolosa y con ánimo de lucro. Si existen causas de atipicidad, causas de justificación, o no sea necesaria la imposición de una pena, entonces, el conflicto no deberá resolverse en el ámbito penal, sino en el civil. Es claro el reconocimiento por parte de algunos magistrados -como los que expidieron las siguientes resoluciones a citar- de cuándo nos encontramos ante una responsabilidad de naturaleza civil o mero incumplimiento de una obligación contractual, sin que esta situación se torne penalmente justiciable. oo Expediente N° 363-86. Lima, del 28 de setiembre de 1988 Enrique Laks y Clara Du Bois por los delitos de apropiación llícita, estafa, defraudación y contra la fe pública: ''A que del estudio de los actuados se establece, un principio, que el incumplimiento de un contrato de crédito normado por sus propias cláusulas y ceñido por el Manual de Crédito de Fomento a las Exportaciones No Tradicionales regulado por la Ley N° 22342, su Reglamento Decreto Supremo N° 00l-79-ICTI obrante a fajas ( ... ), prevé penalidades de carácter administrativo; que asimismo, las empresas representadas por los inculpados continúan en pleno proceso de liquidación, que está siendo practicada de manera irrestricta por los acreedores, según convenio entre los inculpados y el Consorcio Gerencial (denunciantes); todo ello, evidencia aún más la naturaleza civil de la conducta incriminada, de otro lado, tampoco existe un comportamiento simulando distinta calidad a la que poseían; tampoco se ha adulterado ni confeccionado documentos y no se han dado bienes en custodia u otros títulos que generen obligación de devolver; por consiguiente, no existe congruencia típica entre las figuras delictivas y el comportamiento de los procesados, es decir, no se da tipicidad delictiva en las conductas analizadas, hecho corroborado por la pericia judicial". oo Expediente N° 7612-97. Lima, 17 de marzo de 1998 Flor de Maria Garda Díaz contra Neil Ricardo Gutiérrez Auqui, por delito de apropiación ilícita: "Que en el presente caso si bien el recibo obrante a fajas diez contiene que el dinero fue dado en calidad de depósito, también lo es que al declarar la agraviada a fajas treinta refiere que con el acusado le unía una relación sentimental, decidiendo ambos instalar una pastelería, para tal fin ella invirtió la suma de cinco mil dólares americanos para alquilar el local ( ... ), indicando además que no se llegó a concretizar dichos negocios y como consecuencia de la ruptura de la relación sentimental el acusado no le hizo entrega del dinero. Que de los hechos descritos se infieren palmariamente que la suma de dinero materia de controversia no fue dada en calidad de depósito sino para ser invertido y de esta manera la propia agraviada obtuviese también una ganancia económica; resultando que los hechos que originaron la denuncia tienen contenido civil por tener su origen en un trato contractual y ( ... ) la presunta agraviada refiere que el dinero estaba destinado para ser invertido y no en calidad de depósito, que hubiese sido presupuesto para configurar el delito de apropiación ilícita, circunstancia ésta que debe dilucidarse en una vía distinta a la penal." En el caso jurisprudencial que sigue se pretende determinar los límites del Derecho penal. Expediente N° 819-98, del 20 de mayo de 1998. Aurora Petronila Costa Altamirano es denunciada por delito de apropiación ilícita en perjuicio de Marciano BIas Munarría: "Que, dicho delito se configura realmente cuando se recibe la cosa y con abuso de confianza no se restituye, es decir que lo que convierte en punible la obligación de restituir es precisamente el abuso de confianza; que en el caso materia de pronunciamiento si bien es cierto que los hechos revisten los caracteres de la tipicidad objetiva y subjetiva del ilícito investigado, también lo es que el delito de apropiación ilícita está inmerso en determinadas relaciones de carácter civil entre las personas (de derechos y obligaciones), por lo que será una causa de justificación jreC1lente el derecho de retención que le otorga el ordenamiento civil, es decir que el depositario puede retener la cosa depositada hasta el completo pago de lo que se debe." A nuestra consideración respecto de esta última ejecutoria se evidencia que la Sala penal mantiene la posición tradicional de sostener un tipo meramente indiciario, y no un tipo global que incluya a las causas de justificación como elementos negativos del tipo, por el que, si un comportamiento está justificado será causa de atipicidad, "bien porque excluyen ya directamente el indicio de injusto y de entrada el carácter penalmente relevante que supone la parte objetiva del tipo positivo, por no ser realmente afectado o menoscabado el bien jurídico, como ocurre con algunos casos de consentimiento, o por considerarse social y jurídicamente totalmente normal e irrelevante la afectación del bien jurídico, como sucede en casos de adecuación social y jurídica o de tratamiento quirúrgico correcto con resultado positivo; o bien por excluir la parte subjetiva del tipo por ausencia del dolo e imprudencia como en el caso fortuito. Pero al mismo tiempo excluyen toda la antijuricidad general, y no sólo la penal, pues la conducta es conforme a Derecho con lo que también son causa de justificación y no sólo de exclusión de la tipicidad penal." 54 Pues consideramos que sería un contrasentido si el derecho civil le permitiera a una persona, en determinadas circunstancias, ejercer el derecho de retención y, a su vez, cuando una persona ejerza ese derecho se considere típico su comportamiento. La conducta del procesado, conforme del extracto, en realidad nunca incurrió en un comportamiento típico, pues poseía legitimidad en la retención del bien al ejercer su derecho, además, de no mediar el ánimo de apropiación, debido a que sólo lo retuvo en garantía de la satisfacción de su crédito. Por lo tanto, resulta contradictorio tratar de justificar -como lo hizo la Sala- algo que no constituye delito, pues lo que debió señalarse fue que el comportamiento devenia en atípico.
Finalmente citamos la Resolución del Expediente N°
3821-21, por la que se "le imputa al denunciado César Fernando Dolorier el haberse apropiado de la suma de 6000.00 dólares americanos que le fueron entregados por la denunciante en calidad de depósito, siendo que no obstante al requerimiento notarial que le cursara la afectada para la devolución de dicha suma de dinero, el procesado se ha apropiado ilícitamente de dicho monto ... si bien es cierto que el documento legalizado acredita la entrega y recepción del dinero en calidad de depósito, también lo es que dicha suma de dinero estaba destinada para su uso en una actividad comercial tendiente a la generación de utilidades, conforme emerge de la denuncia y de la declaración policial, entre las partes existe una relación bilateral de naturaleza contractual prevé el artículo 1829 del Código Civil, siendo que su incumplimiento deberá ser exigido vía extrapenal." Queremos reiterar nuestra posiclon: nos resulta un simplismo remitir un caso a la vía extrapenal (se entiende civil) por tener un origen contractual el conflicto, ya que, como hemos ejemplificado, la naturaleza contractual del conflicto no excluye la actuación del Derecho penal. El criterio que ha de regir para discriminar entre los casos civiles y penales, es el de detectar los en los que se transluzca disposición sobre la cosa; así, como cuando el agente detentar se niegue a la devolución del bien que admite haber recibido bajo título jurídico, evidentemente nos encontramos frente a un hecho que en sí mismo constituirá un incumplimiento contractual, penalmente atípico; sin embargo, en el momento en que suceda un acto de disposición que revele la voluntad de apropiación (ánimo doloso, representado materialmente en actos concretos), este hecho se torna en un ilícito penal. ______________________________________________ ______________ 14 HRUSCHKA, Joachin. "La conducta de la víctima como clave para un sistema de los delitos patrimoniales que llevan consigo sustracción". En: &vista Pel1lana de Doctrina y Jlln'spmdmcias Penales, N° 2. Editora Jurídica GRIJLEY. Lima 2001, Pág. 184. ts MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho Penal- Parte especial. Editorial TlRANT LO BLANCH, 130 edición. Valencia - España. Pág. 421. 16 SERRANO GOMEZ, Alfonso. Derecho penal -Parte especial. Editorial DYKlNSON, 7° edición. Madrid, 2002. Pág. 416. 17 SAINZ-PARDO CASANOVA, José A. Op. Cit. Pág. 58. 18 SÁINZ-PARDO CASANOVA, josé A. Op. Cit. Pág. 59. 19 G ACET A J U RÍD 1 CA. Diálogo con la jurisprudmcia. Actualidad, análisis y crítica jurisprudmcial 81 tomos, Colección completa de diálogo con la jurisprudencia. FoLio INFOBASE. 20 PÉREZ DEL VALLE, Carlos. "El tipo subjetivo en la administración desleal". En: Libro LA administración desleal. Editorial CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL. Madrid, 1999. Pág. 54. 21 BAJO FERNÁNDEZ, Miguel y otros. Op. Cit. Pág. 406. 22 Ídem. Pág. 407. 23 MUÑOZ CONDE, Francisco. Op. Cit. Pág. 422 24 COBO DEL ROSAL, Manuel. Op. Cit. Pág. 453. 25, BAJO FERNÁNDEZ, Miguel y otros. Op. Cit. Pág. 410. 26, URE, Ernesto J. Op. Cit. Pág. 56. r Existen hechos de apoderamiento de cosas muebles respecto a las cuales el sujeto activo tiene una relación posesoria y que, sin embargo, son calificados como hurtos. El cajero que se apodera del dinero de caja que custodia o la chica del servicio doméstico que sustrae algunos objetos de plata mientras esta limpiándolos, poseen indudablemente estas cosas, aunque sea a titulo de meros servidores de posesión, y, sin embargo, cometen hurto. De: MUÑOZ CONDE, Francisco. Op. Cit. Pág. 421. 28 URE, Ernesto J. Op. Cit. Pág. 64. 'o BAJO FERNÁNDEZ, l\1iguel y otros. Op. Cit. Pág. 408. 31 BAJO FERNANDEZ. Op. Cit. Pág. 406. 32 URE, Ernesto J. Op. Cit. Pág. 59. 33 Op. Cit. Pág. 60. 34 URE, Ernesto, ZAVALA BAQUEIRO,jorge. Op. Cit. Pág. 216. 35 MUÑOZ CONDE, Francisco. Op. Cit. Pág. 422. 36 NÚÑEZ CASTAÑO, Elena. La condllcta típica &1 delito de administración dtsltal.- delimitación con la apropiación indebida. En "Tratado De Derecho PenalDesafios Del Derecho Penal Contemporáneo". Normas Legales. 2004, Trujillo- Perú. Pág. 394. )7 GARCÍA CAYERO, Percy. Fraude en la administración de personas jurídicas y delitos contra la confianza y la buena fe en los negocios. PALESTRA Editores. Lima, 2005. Pág. 83. El subrayado es nuestro, en razón del necesario énfasis en la cita. 38 SILVA SÁNCHEZ,jesús María. Aproximación al dmcho pmal contemporáneo. Editorial BOSCH. Barcelona -España, 1992. Pág. 247. 39 MUÑOZ CONDE, Francisco. Op. Cit. Pág. 422. 40 SILVA SÁNCHEZ,jesús María. Op. Cit. Pago 290. 41 BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE, Ignacio y otros. uccionts de Derecho penal. Parte general. 2° edición Editorial PRAXIS. Barcelona- España, 1999. Pág. SS. 42 BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE, Ignacio Y otros. Op. Cit. Pág.12. 43 HORMAZABAL MALAREE, Hernán. "Una discutible interpretación extensiva del delito de apropiación indebida". En: Revistajurídica de Cataltiña. N° 4. Barcelona, 1988. Pág. 121. 44 SERRANO GOMEZ,Alfonso. Op. Cit. Pág. 415. 4, BAJO FERNÁNDEZ, Miguel y otros. Op. Cit. pág. 415. 46 VIVES ANTÓN, T. S. Op. Cit. Pág. 467. 47 COBO DEL ROSAL. Op. Cit. Pág. 453. 48 MUÑOZ CONDE, Francisco. Op. Cit. Pág. 424. 49 BAJO FERNÁNDEZ, Miguel y otros. Op. Cit. Pág. 408. 50 BAJO FERNANDEZ, mIGUEL Y OTROS. Op. Cit. Pág. 408. 51 Bienes fungibles: Son aquellos que son susceptibles de ser reemplazados por otros de su misma especie y calidad, es el caso, por ejemplo, de los alimentos, el combustible, etc. 52 MUÑOZ CONDE, Francisco. Op. Cit. Pág. 424. 53 PEÑA CABRERA, Raúl. Tratado de derecho penal - parte upecial III de acuerdo al nuevo código penaL EDICIONES JURíDICAS. Lima, 1994. Pág. 210. 54 LUZÓN PEÑA, Diego-Manuel. "Causas de atipicidad y causas de Justificación ". En: Libro Causas de justificación y de alipicidad e1I el Derecho penal. Editorial ARANZADl. España, 1995. Pág. 35.