Daños y Perjuicios
Daños y Perjuicios
Daños y Perjuicios
Hemos repetido en múltiples ocasiones que las obligaciones derivan no sólo de los contratos, sino
que nacen también a consecuencia de ciertos actos y omisiones ilícitos o en que intervenga
cualquier tipo de culpa o negligencia, según expresa el artículo 1089 del Código Civil.
Conforme a ello, cualquier acto ilícito que ocasione o depare un daño cualquiera a otro sujeto de
Derecho debe conllevar el nacimiento de la consiguiente obligación de reparar o indemnizar dicho
daño. Semejante afirmación se expresa abreviadamente rememorando la sentencia latina del
nominen laedere, como una obligación de carácter general o principio general del Derecho en cuya
virtud dañar a otro ciertamente debe suponer tratar de reparar el mal inferido.
Efectivamente, este principio tradicional del Derecho Civil proviene del Derecho Romano y en el
Corpus Iuris Civilis de Justiniano las Instituta comienzan señalado los tres pilares de todo el derecho
privado: honeste vivere (vivir honestamente), sum cuoque tribuere (dar a cada uno lo suyo) y
neminem laedere (no causar daño a nadie). Como veremos a continuación, en nuestro
Ordenamiento Jurídico el precepto viene recogido en el artículo 1.902 del Código Civil: «El que por
acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el
daño causado».
En el precepto no sólo se recoge la prohibición de dañar a los demás, sino que también se indica la
consecuencia que implica infringir la norma, y no es otra que la obligación de indemnizar al
perjudicado, de resarcirle las consecuencias negativas sufridas. Para tratar de devolver el equilibrio a
la situación alterada, se ha de conseguir reponerla al estado anterior a la causación del daño, bien
restituyendo, bien reparando en especie o por equivalencia, con una cantidad de dinero u otro bien.
No se trata de una sanción, sino de las consecuencias que el Derecho establece para ese supuesto,
con la finalidad de restablecer el desequilibrio producido.
Los actos ilícitos, por tanto, pueden ser ora de carácter puramente civil, ora de naturaleza penal.
Estos últimos son considerados delitos o delitos leves en atención a su gravedad y a la lesión no sólo
de bienes patrimoniales de terceras personas, sino en cuanto infringen o alteran el orden público. El
Ordenamiento jurídico, en consecuencia, tipifica y sanciona las conductas delictivas con medios
propios y específicos, contemplados en el Código Penal, dejando aparte el hecho de que la
responsabilidad extracontractual puede ser accesoria de la responsabilidad penal propiamente
dicha.
El Código Civil, respetuoso de la tradición histórica y de la bipartición de estas dos parcelas jurídicas
bastante diferenciadas, tanto en su regulación normativa cuanto en los propios órganos
jurisdiccionales, establece en el art. 1.092 que: “Las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o
faltas se regirán por las disposiciones del Código Penal” a la par que dispone en el siguiente artículo
que la, responsabilidad extracontractual derivada de los “actos u omisiones en que intervenga culpa
o negligencia no penadas por la ley” (esto es, los llamados ilícitos civiles) se regularán por los
artículos 1.902 y siguientes del propio Código Civil.
En este sentido, tres son los requisitos para que dé lugar al nacimiento de una indemnización: que
haya mediado un comportamiento humano negligente o culposo, tanto por acción como por
omisión, o lo que es lo mismo, que se haya infringido el deber de ser cuidadoso que toda persona
tiene, para no ocasionar daños a los demás; que se haya producido un daño, y que entre el
comportamiento negligente y el daño haya una relación de causa a efecto: que el daño sea
consecuencia del comportamiento imprudente.
La Ley 1/2000, de 7 de enero, de enjuiciamiento civil regula en el Título II del Libro II dos procesos
declarativos ordinarios, que son los que están enumerados en el artículo 248.2 LEC: el juicio
ordinario y el juicio verbal. La Ley procesal utiliza dos criterios para decidir qué materias jurídicas se
resolverán a través de los trámites del juicio ordinario o del juicio verbal: el criterio objetivo y el de la
cuantía, una vez excluidas ciertas materias que tienen señalada en la LEC una tramitación especial.
I) Se decidirán en juicio ordinario las reclamaciones de más de 6.000 euros de cuantía. La cuantía de
un pleito se fija según el interés económico de la demanda, que se calcula de acuerdo con las reglas
contenidas en los artículos 251 y siguientes LEC.
II) Se decidirán en juicio verbal las reclamaciones de menos de 6.000 euros de cuantías.
III) Se decidirán en todo caso por los trámites del juicio ordinario los pleitos en materia de derechos
al honor, intimidad personal y familiar y propia imagen.
Dice el artículo 399 LEC que “el juicio principiará por demanda”. La demanda es, así, el acto de
incoación del juicio, el acto de petición o postulación y, en suma, el escrito iniciador del
procedimiento que delimita el objeto del juicio.
La demanda debe incluir la identificación del tribunal, de las partes, del procurador y del abogado
del demandante, los hechos narrados “de forma ordenada y clara” y con expresión de “los
documentos, medios e instrumentos que se aporten en relación con los hechos que fundamenten
las pretensiones” (artículo 399.2 LEC)-, los fundamentos de derecho procesales y sustantivos, y la
petición o suplico.
La LEC regula, en sus artículos 256 y siguientes, las diligencias preliminares, un conjunto de posibles
actividades que obedecen a la finalidad de preparar el juicio y que se llevan a cabo antes de
interponer la demanda. En el catálogo se encuentran, entre otras, la solicitud de exhibición de la
cosa o la solicitud de exhibición de documentos necesarios para el juicio.
Por su relevancia práctica en los procedimientos de responsabilidad civil –tanto contractual como
extracontractual-, conviene abordar el problema de la preclusión. De conformidad con el artículo
400 LEC:
“1. Cuando lo que se pida en la demanda pueda fundarse en diferentes hechos o en distintos
fundamentos o títulos jurídicos, habrán de aducirse en ella cuantos resulten conocidos o puedan
invocarse al tiempo de interponerla, sin que sea admisible reservar su alegación para un proceso
ulterior. La carga de la alegación a que se refiere el párrafo anterior se entenderá sin perjuicio de las
alegaciones complementarias o de hechos nuevos o de nueva noticia permitidas en esta Ley en
momentos posteriores a la demanda y a la contestación.
En este sentido, cabe tener en cuenta que no se puede corregir una demanda defectuosa. Más allá
de las alegaciones complementarias y aclaratorias, y de las pretensiones complementarias, a que se
refiere el artículo 426 LEC en el marco de la audiencia previa, una vez planteada la demanda y
delimitado el objeto del litigio no es posible alterar el mismo, ni siquiera para corregir un defecto en
la demanda.
Asimismo, no se puede dejar para un pleito posterior la reclamación de los daños y perjuicios. Con
carácter general, no se puede instar una demanda en la que se solicite, exclusivamente, que el
Juzgado declare la responsabilidad del causante del daño si esta pretensión no se acompaña de la
reclamación de las consecuencias derivadas de aquella declaración de responsabilidad - v. gr. la
indemnización de daños y perjuicios. La doctrina considera que las acciones meramente declarativas
no pueden ejercitarse en los supuestos en que a la actora no le conviene o no le interesa solicitar
una tutela de condena, como sucede en el presente caso.
Con referencia expresa al artículo 400 LEC, la STS, 1ª, 164/2011, de 21 marzo establece que no
puede dejarse para un pleito posterior una indemnización de daños y perjuicios no solicitada en el
pleito anterior, siempre que entre dicha pretensión y el objeto principal del pleito exista una íntima
conexión:
"No desaparece la consecuencia negativa de la cosa juzgada cuando, mediante el segundo pleito, se
han querido suplir o subsanar los errores alegatorios o de prueba acaecidos en el primero, porque
no es correcto procesalmente plantear de nuevo la misma pretensión cuando antes se omitieron
pedimentos, o no pudieron demostrarse o el juzgador no los atendió (SSTS 30.7.96, 3.5.00 y
27.10.00)”, y, b) además, según esta misma sentencia, alcanza a cuestiones que se han deducido de
manera implícita en la demanda: “La cosa juzgada se extiende incluso a cuestiones no juzgadas, en
cuanto no deducidas expresamente en el proceso, pero que resultan cubiertas igualmente por la
cosa juzgada impidiendo su reproducción en ulterior proceso, cual sucede con peticiones
complementarias de otra principal u otras cuestiones deducibles y no deducidas, como una
indemnización de daños no solicitada, siempre que entre ellas y el objeto principal del pleito exista
un profundo enlace, pues el mantenimiento en el tiempo de la incertidumbre litigiosa, después de
una demanda donde objetiva y causalmente el actor pudo hacer valer todos los pedimentos que
tenía contra el demandado, quiebra las garantías jurídicas del amenazado (SSTS 28.2.91 y 30.7.96),
postulados en gran medida incorporados explícitamente ahora al art. 400 de la nueva LEC."
a) En primer lugar, conseguir, si ello fuera posible, que las partes alcancen un acuerdo o transacción
que evite la continuación del procedimiento (artículo 19 LEC). En la práctica, es altamente
improbable que las partes alcancen un acuerdo en este momento, ni siquiera con la mejor voluntad
del Juez. De ahí que la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles
reconociera al Juez el poder de invitar a las partes a una mediación y le otorgara potestad para
conminarlas a asistir a una sesión informativa. Son escasos los casos en que el Juez ha hecho uso de
esta potestad hasta la fecha, y menos aún los casos en que tras un proceso de mediación las partes
han alcanzado un acuerdo.
c) La audiencia previa sirve, asimismo, para que las partes fijen de forma definitiva los términos del
debate: Las partes pueden formular alegaciones complementarias (artículo 426.1 LEC), aclaraciones
o rectificaciones (artículo 426.2 LEC), pretensiones complementarias o accesorias (artículo 426.3
LEC); dar a conocer hechos nuevos o de nueva noticia (artículo 426.4 LEC) e incluso aportar, con los
límites establecidos, nuevos documentos y dictámenes (artículo 426.5 y 427.3 y .4 LEC).
Las partes deben manifestar su posición sobre los documentos, particularmente si cuestionan o no
su autenticidad, y sobre los dictámenes e informes que se hayan podido presentar por las partes,
pudiendo proponer su ampliación (artículo 427.1 y 2 LEC). También pueden las partes solicitar la
aportación de nuevos dictámenes cuya necesidad se hubiera puesto de manifiesto a raíz de las
alegaciones complementarias o aclaratorias, aclaraciones o rectificaciones, o pretensiones
complementarias o accesorias (artículo 427.3 LEC).
Por último, las partes fijarán de forma definitiva cuáles son los hechos controvertidos, esto es, las
cuestiones estrictamente fácticas de la controversia sobre las que no coinciden. La fijación de los
hechos controvertidos tiene una importancia evidente: la prueba que se solicite deberá venir
referida, exclusivamente, al esclarecimiento de estos hechos controvertidos, por lo que si no se fija
de forma correcta se corre el riesgo de que, posteriormente, en la fase de proposición de prueba, se
inadmitan los medios de prueba propuestos por impertinentes.
Si existe disconformidad sobre los hechos, las partes pueden a continuación proponer las pruebas de
que intenten valerse para demostrarlos. Si no existe disconformidad y, en consecuencia, la
controversia queda reducida a una cuestión estrictamente jurídica, la proposición y práctica de
prueba resulta innecesaria y el caso queda visto para sentencia sin necesidad de celebración de
juicio.
Lo mismo sucede si, posteriormente, la única prueba propuesta fuera la documental (artículo 429.8
LEC). En este sentido, es muy frecuente que los abogados traten de evitar manifestar una plena
conformidad con los hechos para garantizarse la práctica de alguna prueba (por ejemplo,
interrogatorio de parte o declaración de testigos o peritos) –por el impacto que pueda causar al Juez
oír sus explicaciones de viva voz- y, sobre todo, el trámite de conclusiones.
El Juez decide sobre la admisión o inadmisión de las pruebas propuestas por las partes, en atención a
su necesidad, pertinencia y utilidad (artículo 283 LEC). Si un medio de prueba es denegado, es
absolutamente indispensable recurrir en reposición (artículos 285.2 y 451 LEC) en el mismo
momento y si, como sucede en la mayor parte de los casos, el recurso es desestimado, formular
protesta, a efectos de poder reiterar la solicitud de admisión de la prueba en segunda instancia.
Por último, el juez señala día y hora para la celebración del juicio y cita a las partes, al tiempo que
acuerda citar a las restantes personas que hayan de intervenir en el juicio y que las partes no se
comprometan a citar por ellas mismas.
En un juicio ordinario, todas las actuaciones tienen como fin último la celebración de una sesión oral
en la que se practican las pruebas propuestas y admitidas y tienen lugar, en último término, las
conclusiones del procedimiento. Dice el artículo 431 LEC:
“El juicio tendrá por objeto la práctica de las pruebas de declaración de las partes, testifical, informes
orales y contradictorios de peritos, reconocimiento judicial en su caso y reproducción de palabras,
imágenes y sonidos. Asimismo, una vez practicadas las pruebas, en el juicio se formularán las
conclusiones sobre éstas".
El juicio se celebra, de ordinario, en unidad de acto, y sólo cuando ello no sea posible se continúa en
las sesiones necesarias para completar las actividades previstas en la LEC y que, generalmente, ya
habrán sido programadas en la audiencia previa.
Con carácter previo a la práctica de las pruebas, las partes podrán hacer alegaciones acerca de
hechos nuevos acaecidos o conocidos con posterioridad a la audiencia previa. Asimismo, también
con carácter previó, se resolverá cualquier cuestión planteada en relación con la vulneración de
derechos fundamentales en la obtención u origen de alguna prueba. Resueltas las eventuales
cuestiones previas, la vista se dedicará a continuación a la práctica de la prueba. Las pruebas se
practican por el orden establecido en la LEC: declaración de las partes, testigos, informes orales y
contradictorios de peritos, reconocimiento judicial y reproducción de palabras, imágenes y sonidos
(artículo 431 LEC).
Por último, y al término de la práctica de la prueba, las partes concluyen con un informe oral – sólo
excepcionalmente, y aunque no está previsto legalmente, los jueces admiten conclusiones escritas
para facilitar su labor- en el que se extraen las consecuencias de su actividad probatoria en relación
con sus respectivas peticiones de juicio. Dice el artículo 433.2 LEC:
“Practicadas las pruebas, las partes formularán oralmente sus conclusiones sobre los hechos
controvertidos, exponiendo de forma ordenada, clara y concisa, si, a su juicio, los hechos relevantes
han sido o deben considerarse admitidos y, en su caso, probados o inciertos. A tal fin, harán un
breve resumen de cada una de las pruebas practicadas sobre aquellos hechos, con remisión
pormenorizada, en su caso, a los autos del juicio. Si entendieran que algún hecho debe tenerse por
cierto en virtud de presunción, lo manifestarán así, fundamentando su criterio. Podrán, asimismo,
alegar lo que resulte de la carga de la prueba sobre los hechos que reputen dudosos. En relación con
el resultado de las pruebas y la aplicación de las normas sobre presunciones y carga de la prueba,
cada parte principiará refiriéndose a los hechos aducidos en apoyo de sus pretensiones y seguirá con
lo que se refiera a los hechos aducidos por la parte contraria”.
Antes de dictar sentencia es posible la adopción de las llamadas diligencias finales (artículos 435 y
436 LEC), que consisten en diligencias o actuaciones de prueba que se pueden llevar a cabo,
principalmente, cuando (i) no se hubiera podido practicar una prueba admitida; (ii) se refieran a
hechos nuevos o de nueva noticia previstos en el artículo 286 LEC.
La estructura de las sentencias, que se regula en los artículos 248 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de
julio, del Poder Judicial y 209 LEC, es la siguiente: encabezamiento, donde se expresan los datos
identificativos del procedimiento y de las partes; antecedentes de hecho, donde se consignan con
claridad y concisión los hechos que sustentan las pretensiones de las partes; fundamentos de
derecho, que contienen las razones jurídico-legales que sustentan el fallo; y por último, el fallo, que
contiene los pronunciamientos de la sentencia.
Los artículos 214 y 215 LEC prevén la posibilidad, a instancia de parte o, según los casos, incluso de
oficio, de aclarar, corregir, subsanar o complementar las sentencias oscuras, que contengan errores
o que sean incompletas. La falta de solicitud de aclaración, corrección, subsanación o complemento
puede ser causa de inadmisión de ulteriores recursos frente a la sentencia.
Contra la sentencia de primera instancia cabe interponer recurso de apelación que será resuelto por
la Audiencia Provincial que corresponda (artículos 455 y siguientes LEC). El recurso no permite
introducir nuevas pretensiones, excepciones o cuestiones nuevas, sino que sólo podrá versar sobre
las pretensiones que se hubieran planteado en la instancia.
Tras la reforma de la LEC por la Ley 37/2011, de 10 de octubre, de medidas de agilización procesal, el
recurso se interpone ante el juzgado que hubiera dictado la sentencia recurrida en el plazo de 20
días.
Ulteriormente, una vez presentadas las eventuales oposiciones el recurso, será elevado a la
Audiencia Provincial correspondiente que deba resolverlo (artículo 458 LEC). El recurso de apelación
es una segunda instancia, de tal modo que la Audiencia Provincial no estará vinculada por la
valoración de la prueba efectuada por el juzgado a quo ni por la fundamentación jurídica de la
sentencia recurrida.
Para finalizar, señalar que en el juicio verbal (artículos 437 y siguientes LEC), a diferencia del juicio
ordinario, la fase alegatoria queda dividida: la demanda (ordinaria o sucinta) es escrita, pero la
contestación a la demanda se produce en la primera parte del juicio o de la vista a la que son
convocadas las partes (artículo 440 LEC).
A efectos prácticos (artículo 443 LEC), en esta vista se contesta a la demanda y, posteriormente, se
acumulan en un mismo acto las actuaciones propias de la audiencia previa del juicio ordinario y del
juicio. Así, se resuelven las posibles excepciones, se fijan los hechos controvertidos y se propone la
prueba que se practica inmediatamente a continuación (de ahí que las partes puedan solicitar al
Juzgado con antelación que cite a los testigos que no puedan aportar ellas mismas y de cuyo
testimonio pretendan valerse en el juicio, caso de que posteriormente, en el juicio, se admita la
prueba). A diferencia del juicio ordinario, la LEC no prevé un trámite de conclusiones, aunque en
atención a la complejidad del asunto algunos jueces pueden invitar a las partes a formularlas.
Bibliografía: Dr. Álvaro Luna Yerga Abogado, profesor asociado de Derecho Civil. Universitat Pompeu
Fabra. Capítulo 13. El proceso civil de reclamación de responsabilidades civiles. Derecho de Daños.
Análisis, aplicación e instrumentos comparados. 6ª edición 2017. Acción culpable y daño. Francisco J.
Carrillo Vinader. Magistrado de la Sección 1ª DE LA Audiencia Provincial de Murcia. Cuadernos de
salud. La verdad digital. 2006.