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EVALUACIÓN DE LAS AFECTACIONES DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL EN LA

RESILIENCIA DE HOMBRES ADULTOS EN LA CIUDAD DE BOGOTÁ D.C

María Paula Gómez Zubieta

Yuli Estefanía Novoa Pérez

Laura Milena Bejarano Villamarín

María Fernanda Sequera Sánchez

Gabriela Mejía González

Facultad de Psicología, Fundación Universitaria Konrad Lorenz

Evaluación y Formulación

Diego Sánchez Camacho

27 de marzo de 2021
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Justificación

Durante los últimos años se ha evidenciado que el abuso sexual conlleva a consecuencias

negativas en la vida de niños, adolescentes e incluso como adultos, La vida y el porvenir de

estas personas puede llegar a verse altamente afectado debido a la confrontación directa que

el abuso sexual enmarca ante la calidad de vida de los mismos. Encontrando que este

constructo se está estudiando en niños y adolescentes, a partir del año 2000 las

investigaciones educativas y en salud mental pediátrica empiezan a ser escasas, lo que lleva a

que se presente poco interés o importancia del tema; teniendo como resultado una alta tasa de

víctimas de abuso sexual (Quiceno y Vinaccia, 2008). En Colombia según los datos

obtenidos del instituto nacional de medicina legal y ciencias forenses, durante el 2011 se

alcanzaron a presentar 17.628 exámenes a menores por presuntos abusos sexuales, siendo los

adolescentes el grupo con mayor vulnerabilidad, donde se muestran 6.473 casos (Jiménez,

2013).

Coker et al. (2000) realizó una investigación donde se mostró que varias de las víctimas

presentaban baja calidad de vida, baja satisfacción con la vida e intentos de suicidio. Se debe

tener presente la existencia de casos donde las víctimas logran ser personas psicológicamente

estables, sin embargo, estos casos son bastante infrecuentes, dadas las investigaciones se

podría decir que esta característica es esencialmente gracias al buen manejo de la resiliencia,

la que podemos entender como la capacidad de responder y desarrollarse ante la experiencia

de eventos vitales estresantes según Markstrom, Marshall y Tryon (Como se citó en Quiceno

y Vinaccia, 2008). Si relacionamos la resiliencia con el abuso sexual en la infancia podemos

encontrar que un buen ejemplo es la resiliencia psicobiologica, donde se espera que la

víctima presentase una regulación epigenética, es decir adaptación cerebral al medio violento

Pereda y Gallardo-pujo, 2011). La resiliencia en un fenómeno de gran impacto e importancia


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que ayuda a muchas de las victimas del abuso sexual, por esta razón el seguimiento de estos

estudios es importante, al hacer énfasis en que estas investigaciones ayudan a la mejora de la

calidad de vida de las personas

Marco teórico

La resiliencia es uno de los conceptos más usados en la actualidad y más investigados por

la psicología en las últimas dos décadas, bien es sabido que el concepto de resiliencia tiene un

impacto muy relevante en el transcurso de la vida de las personas y se ha definido de distintas

formas, de acuerdo a esto para establecer el criterio en esta investigación.

Esta se define como el resultado de una adaptación exitosa a la adversidad, en una primera

parte se encuentra la recuperación. Las personas resilientes muestran una mayor capacidad

para recuperar rápidamente el equilibrio fisiológico, psicológico y en las relaciones sociales

después de eventos estresantes. En segundo lugar, e igualmente importante es la

sostenibilidad, o la capacidad de seguir adelante frente a la adversidad. La literatura atribuye

la resiliencia a tres tipos de fenómenos que se presentan frente a esta adversidad: (a) buenos

resultados a pesar del estado de alto riesgo, (b) competencia sostenida bajo amenaza y (c)

recuperación del trauma. (Barton, 2005).

Es importante ver como se empieza este proceso en los niños teniendo en cuenta que es la

edad donde se investigara el trauma en este caso relacionado al abuso sexual. Las respuestas

individuales de los niños a la adversidad se han descrito en la investigación en términos de

"riesgo" y "resiliencia". El riesgo se refiere a las variables que aumentan la probabilidad de

que los individuos padezcan psicopatología o su susceptibilidad a los resultados negativos del

desarrollo. Algunos riesgos se encuentran internamente; resultan de la combinación única de

características que componen a un individuo, como el temperamento o la estructura

neurológica. Otros riesgos son externos; es decir, son el resultado de factores ambientales,
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como la pobreza o la guerra, que inhiben el desarrollo saludable de un individuo. Sin

embargo, a pesar de las probabilidades aparentemente devastadoras, no todos los niños

expuestos a riesgos y adversidades desarrollan problemas más adelante. (Boyden & Mann,

2005)

Se reconoce que la resiliencia depende de las fortalezas individuales y grupales y está

muy influenciada por elementos de apoyo en el entorno más amplio. Estos refuerzos positivos

en la vida de los niños a menudo se describen como "factores protectores" o "procesos

protectores". Operan a diferentes niveles y a través de diferentes mecanismos (individual,

familiar, comunitario, institucional, etc.) y con frecuencia se relacionan y complementan

entre sí. Sus efectos se muestran solo en su interacción con el riesgo. Si bien se entiende en la

literatura que el riesgo y la resiliencia no se construyen de la misma manera en todas las

sociedades, en general se acepta que la interacción de los factores de riesgo y de protección

juega un papel importante en el desarrollo social y psicológico de niños y niñas en todos los

contextos. (Boyden & Mann, 2005)

La resiliencia como factor protector se ha especificado en la investigación de las

cualidades (tanto externas en base al ambiente como internas) propias de un individuo

resiliente, aquellos factores individuales que lograban identificar el concepto de resiliencia en

las personas fueron sintetizados dentro de 7 pilares “Los investigadores Wolin y Wolin

(1993) nos muestran cuáles son las cualidades de las personas resilientes mediante la

realización de una figura llamada «mándala de la resiliencia»” (Pérez et al., 2010). Estas

definiciones fueron estableen la observación sistemática por parte de los investigadores

como:

Introspección: Capacidad de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta, es

decir, identificar vacíos como metas o necesidades insatisfechas y cuál de estos le genera

mayor angustia, además de aquellas barreras que no le dejan progresar. Independencia:


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Capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento, estableciendo

límites entre sí mismo y el medio conflictivo. (En la niñez se expresa manteniéndose alejado

de situaciones conflictivas). Capacidad de relacionarse: La capacidad de relacionarse ayuda

a generar conexiones emocionales que nos une con otros, proporciona un matiz de apoyo,

seguridad y bienestar que nos ayuda a crecer como individuos; además, juega un papel

importante en nuestro equilibrio y salud mental. Humor: Capacidad de encontrar lo cómico

en la propia tragedia, en relación con la resiliencia es descrito como realismo optimista, pues

no niega el problema, sino que descubre una perspectiva positiva. Creatividad: La

creatividad cotidiana se puede utilizar cuando una persona se enfrenta a un problema

imprevisto mientras conduce o programa su tiempo en diferentes entornos. Iniciativa: La

iniciativa personal podría definirse como el conjunto de valores y actitudes personales que

permiten al individuo ser creativo, responsable y perseverante y conocerse a sí mismo.

Moralidad: Capacidad de extender el deseo personal de bienestar a toda la humanidad y

capacidad de comprometerse con valores.

Aquellos factores externos se rigen en la investigación del contexto actual y en el

momento de la adversidad del individuo, varios estudios recalcan las variables ambientales

vistas en la división de “intrafamiliar y extra familiar”, otros se especifican en el estudio en

específico de las afectaciones que se evidencian en las diferentes áreas de ajuste y sus niveles

de daño respectivos, una de dichas afectaciones (y que se definirá a fondo en este escrito)

hace referencia al abuso sexual infantil. (Pérez et al., 2010).

El abuso sexual infantil se puede caracterizar como toda actividad sexual impuesta, la

cual puede ser consciente como inconscientemente realizada por el abusador, éste es el que

ejerce maltrato físico o psicológico sobre la víctima, quien al ser un menor no comprende en

su totalidad el factor inadecuado de la conducta. El agresor tiende a ser un adulto o


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adolescente mayor que la víctima y esta misma ha de ser menor a los 18 años. (Almonte,

Insunza & Ruiz; 2002).

Cabe mencionar, que el abuso sexual infantil puede conllevar factores de riesgo,

principalmente psicológicos y físicos, dentro del desarrollo del niño. Estas afectaciones se

comprenden tanto en las repercusiones de la experiencia temprana del abuso como en

repercusiones o traumas futuras dentro de la vida y experiencia de la víctima. Maniglio

afirma que (como se citó en Cortés, Cantón, Cantón, 2011) entre los efectos a largo plazo se

encuentran la depresión, la ansiedad, las ideas e intentos de suicidio, problemas en las

relaciones interpersonales, vulnerabilidad a una nueva victimización, entre otros. Aun así, no

hay un patrón único de síntomas, y los efectos tanto a corto como a largo plazo no son

imprescindibles en todas las víctimas. Además, en los varones víctimas frecuentemente se

presentan conductas de negación, represión o normalización del trauma según black y De

Blassie (como se citó en Cortés, Cantón, Cantón, 2011).

Teniendo en cuenta que el abuso sexual infantil es un maltrato frecuente, y las

consecuencias que produce en la victima, se ha generado gran interés y crecimiento de las

investigaciones acerca de estos sucesos a nivel internacional, estos se realizan como una

propuesta de solución a las fallas encontradas al trabajar con estudios rememorativos con

adultos mayores. (Pereda y Forns, 2007). A pesar del crecimiento en los estudios en los

últimos tiempos, todavía es complicado llegar a determinar la frecuencia y gravedad con la

que se da el maltrato infantil y cómo viven esto los adultos que fueron abusados en su niñez.

Ahora bien, teniendo en cuenta la denuncia de parte de la víctima en cuanto al abuso sexual

que experimentó. Un estudio de la NSPCC (National Society for the Prevention of Cruelty to

Children) en 2013 cuestiona la idea de que es poco probable que víctimas menores de 18 años

revelen el abuso sexual. En este estudio se recogió información de forma retrospectiva a 60

adultos jóvenes de entre 18 y 24 años que experimentaron abuso sexual. El 86% de los 60
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participantes, intentó revelarlo antes de los 18 años y el 66% trató hacerlo mientras se

producía el abuso, pero no se generó protección. Por lo cual es posible afirmar que, aunque

los niños intentan contar el abuso sexual que sufrieron, no siempre son escuchados. (Romano,

Moorman, Ressel & Lyons, 2019).

El encubrimiento del abuso sexual infantil se muestra con un mayor nivel en hombres que

en mujeres, sin discriminar el momento de la vida en el que se presente (Como se citó en

Romano, Moorman, Ressel y Lyons, 2019). Es evidente que la escasez de denuncias por parte

de los hombres se debe a varios factores como los estereotipos de género, que tienen muy

marcada la creencia de masculinidad fuerte y poderosa, un ejemplo de esto es que los

hombres deberían ser capaces de protegerse en contra de su agresor o agresores o la creencia

popular de que la relación sexual con alguien mayor debería ser catalogada como positiva y

satisfactoria. Por este motivo, profesionales en el ámbito de la salud y de la protección

infantil pueden omitir en su discurso el tema del abuso sexual masculino, así como también

minimizar los graves alcances que este puede tener. ( Feigenbaum & Silva, 2000).

Delimitación de la población

Los factores incluyentes se refieren a hombres de 18 a 30 años, Residentes de la ciudad

de Bogotá, que actualmente no sufra de alteraciones de la conciencia o déficit cognitivo, que

hayan sufrido un abuso sexual infantil (en un rango de 6 a 11 años), y que hayan

experimentado secuelas por dicho abuso en su vida adulta (tales como: disfunciones sexuales

y menor capacidad de disfrute, la depresión y el trastorno de estrés postraumático, sí como un

control inadecuado de la ira, etc.). El abuso sexual deberá haber sido cuando el sujeto estaba

en un rango de edad de los 6 a los 11 años, siendo de 1 a 5 las ocasiones donde experimentó

la conducta adversa y el abusador deberá haber sido una persona desconocida para el sujeto,

eliminando así un posible sesgo dentro del análisis en relación a los valores determinados por

las áreas de ajuste.


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Referencias

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