Las Murallas de Salamanca
Las Murallas de Salamanca
Las Murallas de Salamanca
LA CERCA VIEJA Y LA
CERCA NUEVA ( LA CAMPANA)
La Cerca Vieja
Este pequeño resumen sobre la historia de las que fueron nuestras murallas. Se basa
fundamentalmente en la obra de Mª Eva Gutierrez Millán, titulada :” Imagen de la ciudad de
Salamanca (1500-1620) a través de los papeles del legado Ricardo Espinosa Maeso” publicado en el
2007 por el Centro de Estudios Salmantinos. Y en mi interés desde hace cuatro o cinco años por la
zona donde resido en Salamanca
Hemos de considerar en primer lugar, que las murallas, utilizadas para preservar la seguridad y
protección de un determinado lugar y de las gentes que en ellos vivían, tuvieron en ciertas ocasiones
una función sanitaria, ya que en épocas de grandes epidemias preservaban a sus ciudadanos de las
pestes y epidemias que surgían fuera de su recinto. La mayoría de las veces se establecieron sobre
ellas unas funciones fiscalizadoras sobre los productos elaborados que tenían que entrar desde fuera
por alguno de sus accesos, haciendo las veces de aduanas, como el privilegio del que gozó para su
mantenimiento, el Colegio Viejo de Oviedo sobre el trigo y el carbón que entraban en Salamanca. En
gran parte de los casos servían para diferenciar dos mundos claramente contrapuestos, el urbano y el
rural, lo que proporcionaba a los que vivían dentro de ellas alcanzar en algunos casos una
determinada condición social, al estar más cercanos de los poderes políticos y religiosos.
El primer asentamiento humano en lo que hoy conocemos como Cerro de San Vicente, se remonta a
la Primera Edad del Hierro (S. VII a. C.), cuando un pequeño grupo celtivero-vaceo decidió que el
mejor enclave posible para establecerse era ese precisamente.
Se trataba de un cerro, lo mismo que hoy en día, de reducidas dimensiones que dominaba el vado del
río y era fácilmente defendible, al estar rodeado por escarpes rocosos prácticamente inexpugnables,
excepto en su lado noroeste. Para salvaguardar su pequeño poblado, fortificaron el lado más
vulnerable con una muralla terrera de 90 m. de longitud por 2 m. de ancho.
Este sería el origen de la actual Salamanca y la primera fortificación de la que se tienen referencias.
En él estarían hasta el siglo IV a.C, cuando una vez rebasados los lindes de la cerca defensiva
extienden sus contornos hasta el denominado Teso de las Catedrales, que tuvo que fortificarse con
una nueva muralla, en la que algunos tramos llegaría a alcanzar los 3 metros de altura y en el que en
sus zonas más vulnerables construyeron un foso, (restos de este foso se hallaron en el Claustro de la
Clerecía) para hacer más difícil su asalto. El ancho en varios de sus puntos llegó a tener los 4´5
metros.
Con el establecimiento romano en Salamanca, a la que integran en la provincia de Lusitania, se
construyó una nueva muralla en el siglo II a.C. que siguió prácticamente el trazado de la antigua cerca
Es en esta época cuando menores referencias documentales hay sobre la muralla salmantina, aunque
si se tiene constancia de numerosas reconstrucciones, algunas de ellas de autoría islámica. En la
parte de la muralla junto a la Casa Lis se han hallado fragmentos de hileras que recuerdan mucho al
procedimiento constructivo del S. IX
Las Murallas de Salamanca Emilio Martin Serna Página 3
En el año 977 Almanzor en su tercera campaña somete a la ciudad de Salamanca a un duro asedio.
Desde la orilla izquierda del Tormes utiliza para doblegar la ciudad máquinas de guerra, destruyendo
gran parte de esta y de la muralla, que aunque muy mal parada resiste los embates musulmanes, sin
que con ello consiguiera doblegar la voluntad de los salmantinos de permanecer en el bando cristiano.
Nueve años más tarde si conseguirá traspasar los límites de la muralla defensiva aunque no se tiene
constancia de que esta sufriera más daños.
Esta muralla plenamente medieval del siglo XI y según Villar y Macias partía: desde la Puerta del Sol,
que por el exterior estaba al Oriente, bajaba frente a la calle Meléndez Valdés (Sordolodo), penetraba
por la Escuela Municipal de la calle Compañía, subía atravesando la calle Cervantes (Los
Moros),seguía por la de la Sierpe, cuesta del colegio de Oviedo, por detrás de la Iglesia de San
Bartolomé de los Apóstoles, a la Peña Celestina; de ahí se dirigía a la Puerta del Río (hoy Tentenecio)
y desde esta a la de San Pablo, y antes de llegar a ella, torcía hacia el antiguo colegio de Carvajal,
donde aun se ve un cubo de esta vieja muralla; pasaba por detrás de la Casa de la Concordia,
cruzaba la calle Tostado (Azotados), y pasaba por allí al colegio de San Bartolomé (hoy Colegio
Anaya) y próximo a la calle Palominos se unía a la puerta de partida, abarcando una extensión de 24
hectáreas.
Sa
Salamanca en la Edad Media
Dentro del trazado amurallado se establecieron los principales estamentos del poder militar, político y
religioso, representados por el Concejo Municipal, ubicado en la Puerta del Sol, el Alcázar situado en
la Peña Celestina, la Catedral y el Castillo Viejo, junto a la Puerta del Sol. En 1218 se crearía muy
cerca de ellos el Estudio General, germen de la futura Universidad, de la que pronto celebraremos el
VIII Centenario
Su calle principal era la Rúa Nueva ( actual calle Libreros) por donde pasaba la vía de la Plata, que
comunicaba sus dos puertas más significativas, la del Sol con la del Río. El mercado de la ciudad se
hacía diariamente en la plaza del Azogue Viejo (hoy plaza de Anaya). Posteriormente y antes de
celebrarse en la plaza de San Martín, se creó otro mercado en la Puerta del Sol, siendo estas las dos
principales plazas de la ciudad vieja. La denominación de "Azogue" provendría de la palabra árabe
“azoq” o “al azok” que significa plaza o mercado.
Los otros dos grupos que tuvieron cabida dentro de los muros de la ciudad y que dejaron su impronta
en ella fueron serranos y francos dedicados principalmente a las labores del campo y del ganado.
Los serranos, procedentes de las montañas de Asturias y León y probablemente de alguna zona
gallega(existencia del toponimo Gallegos de Argañán y Gallegos de Solmirón) establecieron su zona
de influencia en la parte occidental junto al Alcázar de San Juan, centro del poder político y militar.
En su territorio se construyeron las siguientes iglesias: San Juan Evangelista, San Bartolomé de los
Apóstoles, San Salvador, San Pedro, San Pelayo y San Millán
Los francos, venidos de Francia situados en la parte oriental, compartieron espacio con la sede
episcopal y el centro comercial situado en el Azogue Viejo. En la collación de San Isidro.
Construyeron: Santa María la Mayor (Catedral Vieja), San Bartolomé el Viejo, San Sebastián, San
Cebrian y San Isidoro.
Los judíos estuvieron establecidos de manera regular hasta el edicto de expulsión de los Reyes
Católicos en 1492 en la parte sur de la ciudad, entre la Catedral y el Alcázar, (que los protegía o
vigilaba, según la situación del momento).En la aljama del barrio judío edificaron las tres sinagogas (
la vieja, la menor y la nueva) con las que contaron.
Los mozárabes ocuparon el terreno que hoy conocemos como Ribera del Puente, junto al Puente
Romano y sus arrabales entre la Peña Celestina y la Puerta de San Pablo. Este fue el grupo de
ciudadanos más numeroso y más antiguo de la ciudad, como ya hemos dicho establecidos a finales
del siglo IX. Sus iglesias fueron: San Juan el Blanco, San Miguel, San Andrés, San Nicolás, Sanc
Hervás o San Gervasio, San Gil, Santiago, Santa Cruz, San Lorenzo, Santiesteban, allende del puente
y La Santísima Trinidad.
Otros grupos de repobladores como Toreses, Castellanos, Portogaleses, Bergancianos se situaron
extramuros de este primer recinto, hacia el norte , que con el paso de los años y la construcción de
una nueva cerca ( la que denomino campana) quedarían incluidos dentro de la nueva morfología
urbana.
Se construyó en la ciudad en 1145 por los Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén para fortificar la
parroquia de San Cristóbal, otra cerca, siendo esta la muralla de los que muchos historiadores hablan,
utilizando para ello las piedras de un muro que tuvieron que derribar en la calle Asadería.
Con la expansión de la ciudad hacia el norte donde se habían ido asentando otros grupos
repobladores, que por las reducidas dimensiones no habían tenido cabida dentro del antiguo recinto
salmantino, se decide en el año 1147 (ordenada por Alfonso VII), ampliar la muralla para dar
protección a estas nuevas “collaciones”.
Durante el siglo XIII se construirá casi en toda su extensión este nuevo muro, lo que hará que parte del
antiguo, menos el que mira al Tormes, vaya desapareciendo progresivamente. Las puertas de San
Juan del Alcázar y la del Río se mantendrán con la nueva muralla, el resto se irán perdiendo con la
ampliación de la ciudad.
La Cerca Nueva
Con la conquista definitiva de Toledo a finales del siglo XI como antes señalé y la estabilización de la
zona centro de la península, se dio inicio una actividad repobladora de la que Salamanca no fue ajena.
Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI comenzó esta repoblación de las tierras charras,
pertenecientes por aquellos años a la Extremadura Leonesa. Avanzando en su repoblación hacia el
sur y el Oeste de la actual provincia de Salamanca
Inicialmente se establecieron dentro de una ciudad, que estuvo en manos musulmanas hasta el año
1085 en que las tropas cristianas capitaneadas por Alfonso VI la conquistan, y que durante muchos
años estuvo situada en tierra de nadie: francos, serranos y judíos.
Los mozárabes tuvieron que conformarse con los terrenos que había en el arrabal cercano al Puente
Romano, aunque algunos consiguieron asentarse en el interior de la ciudad. Otros grupos ante la
Salamanca en el S. XVI
Poco a poco y con el paso de los años las “collaciones”, núcleos próximos pero independientes, ya
incluidos dentro de la nueva muralla, expandirán los límites de sus respectivos distritos creciendo
hasta unirse entre sí, formando a la larga un solo núcleo urbano.
Todos estos grupos acabarán formando parte en el Concejo de la ciudad, cada uno con un alcalde que
los representa, lo que provocara en algunos momentos, diversos enfrentamientos, sobre todo por los
diferentes intereses que representaban.
Por esta razón, en 1497, el hijo de los Reyes Católicos el príncipe don Juan mandará empedrar la calle
principal de la ciudad, la Rúa de San Martín, intentando demostrar con esta acción los beneficios
urbanos e higiénicos que supondría tanto para los salmantinos como para la ciudad contar con unas
calles más saneadas. Los vecinos al ver la mejora que suponía para ellos, acabaron colaborando en la
pavimentación de otras vías, pero el empedrado generalizado de todas ellas no llegará a la ciudad
hasta bien entrado el siglo XVIII.
Cuando la vida comercial de Salamanca pasó definitivamente a la Plaza de San Martín, trasladada
desde el Azogue Viejo y la Puerta del Sol, las principales calles conectaron la Plaza con las diferentes
puertas que hubo en la muralla, facilitando el tránsito de los productos que acabarían vendiéndose en
su mercado.
Su ronda exterior, configurada en el siglo XVI, y afianzada definitivamente en el XIX, con la mejora y
ampliación de sus caminos, seguía las líneas que hoy forman las carreteras que circunvalan el núcleo
urbano: Paseo del Rector Esperabé, en su lado sur, Paseo Canalejas en el este, Avenida Mirat y
Puerta Zamora en el norte y por el oeste las Avenidas de Alemania y Paseo de San Vicente.
Facilitaban el acceso a esta nueva ciudad trece puertas, que tomaron el nombre de las iglesias,
parroquias, conventos y caminos de dirección que había en sus inmediaciones.
Cinco en el sur, de las que dos habían pertenecido a la primitiva Cerca Vieja, San Juan del Alcázar y la
del Río más la de los Milagros y de San Pablo y la Nueva, dos más en el este, la de Santo Tomás y la
de Sancti Spíritus, otras dos en el norte, la de Toro y la de Zamora y las cuatro restantes en el oeste,
la de Villamayor, la de San Bernardo, la Falsa y la de San Vicente.
En la parte superior de la muralla, existía para su tránsito, una ronda de una “vara” de ancho, y junto a
las Puertas unas escaleras que facilitaban el acceso a este paso de ronda
Desde mediados del siglo XIII, se intentó también estimular el asentamiento de los vecinos fuera de
los límites de la muralla, sobre todo en los terrenos junto al Puente Romano en el arrabal de Santiago
y en el que había en la otra orilla del Tormes, el de “allende la Puente” , pero las peligrosas crecidas
del Tormes hicieron que estos pobladores desecharan esta opción y acabaran buscando en el interior
de la ciudad un lugar más seguro donde establecer su morada.
Las que si encontraron acomodo cerca de sus orillas fueron las industrias que para la realización de su
trabajo necesitaban el caudal del río, como los molinos y todas aquellas que su labor resultó insalubre
e incómoda de mantener dentro del asentamiento humano, (mataderos, batanes, y tenerías), al igual
que la leprosería de San Lázaro, que prestó sus servicios junto al Puente, en la otra orilla del río y la
Casa de la Mancebía salmantina que también estuvo situada extramuros de la ciudad:
«el Arrabal allende la puente, á dó dicen los barreros, donde se hace la feria (de ganado) a
la esquina del huerto del Mesón de Gonzalo Flores», en el conocido como “Campo de
Mancebía”.
La Casa de la Mancebía fue otorgada en primera instancia por el príncipe Juan, al mozo de ballestas
de los Reyes Católicos, García de Albarrategui, en 1497, pero como al consistorio no le agradó esta
decisión, por la cantidad de dinero que podría ganarse con esta clase de negocio, reclamó a los
Reyes, dando estos finalmente potestad al Concejo de la ciudad para otorgar dicha titularidad, siendo
ofrecida esta al regidor Juan Árias Maldonado.
Una vez pasada la etapa medieval donde las necesidades defensivas ya no eran tan apremiantes, el
mantenimiento de la Cerca disminuye, lo que conllevará al progresivo deterioro de algunos de sus
lienzos, influenciado también por la crisis generalizadas que sufrieron las arcas de la ciudad con las
epidemias y desastre naturales que asolaron Salamanca durante el siglo XVII.
Para sus constantes reparaciones se utilizaron materiales de bajo coste y rendimiento, como barro,
pizarra, adobe o cal. En otras ocasiones, para afianzar las partes más deterioradas se usaron las
piedras de las casas caídas fuera de la muralla, o se desmochaban las torres que protegían las
puertas o se vendían para poder sufragar los constantes arreglos a los que era sometida. Es en estos
años cuando se relajan las ordenanzas sobre su cuidado y conservación, permitiendo el acoplamiento
de viviendas particulares, establos y cuadras a sus muros (interiores), algo que resultará más
frecuente en su lado norte y sur, sin que en los laterales de la cerca se descuidase tan propicio
resguardo.
Abiertas para facilitar el acceso a la nueva ciudad, las puertas suponían el encuentro entre el campo y
la capital. Fueron trece las que llegó a tener este nuevo recinto amurallado, de las que dos de ellas
permanecían todavía de la anterior muralla prerromana, la de San Juan del Alcázar y la del Río,
también conocida como Puerta de Aníbal.
La gran mayoría de ellas tomaron como ya señalé el nombre de las iglesias, parroquias y conventos
que había en sus inmediaciones y otras de los caminos que llevaban a ciudades o poblaciones. Según
la ciudad fue creciendo en importancia y población se fueron abriendo o construyendo nuevas puertas,
todo según las necesidades de la capital.
La ciudad contaba con cinco accesos en el lado sur.
La puerta los Milagros o de San Lorenzo, debía su nombre a una imagen de la Virgen
colocada en una hornacina encima de su arco y a la ermita del mismo nombre que había en las
inmediaciones. Junto a esta puerta figuró durante mucho tiempo un rotulo con la leyenda: “Es
entrada de poca comodidad”. La iglesia de San Lorenzo por la que también era conocida, y de
la que hoy podemos contemplar algunos restos, fue destruida en 1626 durante la Riada de San
Policarpo junto con la de la Santa Cruz que también desapareció.
La puerta de San Juan del Alcázar, de pequeñas dimensiones, estaba situada junto al
Alcázar que fue derruido en 1469. De pequeñas dimensiones, en comparación con las otras
puertas, fue junto con la del Río las dos únicas que facilitaron el acceso a la judería de la
ciudad por su lado sur.
La puerta del Río, de Aníbal o de Hércules, la más antigua de la ciudad. Cuenta la leyenda
que por ella accedió el general cartaginés cuando se apoderó de la ciudad. Durante la
ocupación francesa se pensó en su derribo y en abrir un acceso directo desde el puente hasta
la puerta de la Universidad, para evitar el gran desnivel que hay en la zona, pero el proyecto
nunca se llegó a iniciar. Frente a ella se levantaban la parroquia de San Gil, y las iglesias de
San Hervás y Santiago, que aun permanece en pié y el fonsario de los judíos El arco de esta
puerta desapareció a finales del siglos XIX.
La puerta de San Pablo o San Polo, junto a la iglesia de las que tomó nombre. Frente a ella
se levantaban el convento de las Carmelitas Calzadas, el Colegio de Santa Susana, la ermita
de San Lázaro, la capilla de la Orden Tercera del Carmen y el Hospital de Santa María la
Blanca donde se trataban los enfermos de sífilis. Anteriormente este hospital había sido el de
Santa María de Roncesvalles.
Pu
La puerta Nueva, por ser la más moderna de todas, fue también conocida como la del Sol y
en algún momento como de la Vega. Frente a ella estaban el Colegio de Huérfanos,
posteriormente Hospital de Dementes (hoy facultad de Educación) y el convento de Nuestra
Señora de la Vega. Se tapió en las mismas fechas que la Puerta Falsa, en 1750, después de
haber estado desde 1718 cerrada tras la Guerra de Sucesión.
La puerta de Santo Tomas, junto a la iglesia del mismo nombre y muy próxima al colegio de
Calatrava. En su exterior se encontraban los Conventos de los Mercedarios Descalzos, el de
los Jerónimos y el de Jesús de monjas Bernardas, el cementerio de la ermita del Espíritu Santo
y el Colegio de Guadalupe.
La puerta de Zamora, la más importante de todas. Esta era la puerta donde juraban los
monarcas respetar los fueros, privilegios y exenciones de la ciudad antes de entrar por ella.
Fue reedificada en 1534 para recibir al emperador Carlos V. Bajo su arco en el interior, figuraba
una imagen de San Juan de Sahagún con dos cuadros que representaban diversos pasajes de
su vida. En el exterior se encontraban el Convento de San Francisco de Paula o de Mínimos, el
de Capuchinos, la ermita de Santa Bárbara y la del Cristo de los Agravios. Fue demolida en
demolida en 1855.
La puerta de San Bernardo, también conocida como puerta de San Francisco, junto al
colegio de monjes del Cister de Nuestra Señora de Loreto. El convento del que tomaba nombre
fue arruinado en 1810 para colocar por parte de los aliados unas baterías con las que
hostigaron el fuerte de San Vicente. El fuego cruzado entre contendientes arruinó toda esa
zona y muy notablemente la iglesia de San Francisco. Junto a la puerta, en el interior se
encontraba la ermita del Crucero. La puerta fue construida en 1580 y demolida en 1867.
Finalizada la Guerra Civil, en la parte inferior del cercano Campo de San Francisco fue erigida
en piedra La Cruz de los Caídos, por el bando vencedor
La puerta de San Hilario o Puerta Falsa, llamada de esta última manera desde 1469, cuando
el duque de Alba de Tormes quiso apoderarse de la ciudad penetrando por ella a traición,
siendo rechazado por los salmantinos con grandes pérdidas. Por tal motivo la calle que daba
acceso a esta puerta acabaría llamándose de los Mártires en homenaje a cuantos en ella
perecieron, hoy es la calle Espejo. Permanecería cerrada muchos años, siendo tapiada
definitivamente en 1750. Cercana a ella estuvieron los edificios del Monasterio de la Magdalena
de las monjas de la Penitencia, el Colegio de los Ángeles, el de los Irlandeses y la parroquia de
San Blas.
La puerta de San Vicente, junto al convento del que tomaba nombre. Fue tapiada después de
la guerra de la Independencia, al haber quedado el barrio al que daba acceso prácticamente
destruido por los combates entre tropas francesas e inglesas. Junto a ella construyeron los
franceses el fuerte de San Vicente, muy hostigado durante la contienda.
Las puertas de Zamora, Toro y Sancti Spíritus estaban flanqueadas por torres de planta cuadrada,
aunque de esta última existen serias dudas, ya que según el dibujo realizado por Wyngaerden aparece
igual que la de Santo Tomas, con el acceso abierto en la propia torre. En la de Villamayor parece ser
que las torres eran de base semicircular y el resto carecían de ellas. Muchas de las puertas estaban
formadas por arcos apuntados como la del Río, otras, como la de Villamayor y Santo Tomás tenían
baja ojiva dentro de un arco altísimo exterior, siendo la de Zamora la que gozaba de un estatus
diferente al ser considerada como la entrada principal de la ciudad y la que presentaba junto a su arco
ojival, un trabajo artístico más meritorio.
Pero estas puertas aparte de dar acceso a la ciudad, tuvieron también un carácter aduanero y
preventivo, ya que se evitaba que todos los productos que debían pagar un tributo para poder ser
vendidos dentro de la ciudad, entraran por ellas sin haber sido examinados con celo por parte de los
administradores de la rentas provinciales, evitando de esta manera que fueran introducidos aquellos
productos sujetos a gravamen sin pagar el canon pertinente.
Junto a todos los accesos existían unas casillas o casas de vigilancia para alojar a las personas que
se encargaban de este trabajo, pero no resultaba fácil luchar contra el fraude, pues aunque las leyes
de la época establecían que estaba prohibido la conducción de mercancías por las noches, los
comerciantes intentando evitar el pago de impuestos introducían sus mercancías antes de que los
responsables de esta vigilancia iniciaran su servicio. Por este motivo en 1750 el administrador de
rentas que por aquel entonces era el Marqués de la Ensenada, solicitó, al haber comprobado que
todas las puertas estaban abiertas en todo momento, que se cerraran por las noches, dejando
solamente abiertas las de Zamora que era por donde tenían que pasar todos los géneros sujetos a
contribución, Toro, Sancti Spíritus, Santo Tomas, San Pablo, San Bernardo y la del Río.
Pero con todas y con esas, los materiales y sobre todo el vino, del que se obtenía un buen beneficio,
siguió siendo introducido de manera ilícita. Esto llevó unos años más tarde a que las de Sancti
Spíritus, San Vicente, Villamayor y San Juan del Alcázar tuvieran que ser tapiadas temporalmente.
Pero no fueron por el único motivo que estas puertas se cerraron a conveniencia, ya que durante las
guerras de Sucesión e Independencia y como medidas defensivas, la mayoría de ellas fueron tapiadas
para evitar que las tropas enemigas penetraran en la ciudad, construyéndose puertas de madera para
aquellas que eran necesarias para el comercio y el tránsito de personas, siendo cerradas al caer la
noche, entre las seis y las nueve, aunque sin descuidar su vigilancia. Desde 1809 con la ocupación
francesa hasta su posterior expulsión de la ciudad en 1812, todas las puertas menos la de Zamora y
San Pablo fueron tapiadas en algún momento.
Pero como pasaba con la muralla, el estado de ruina y abandono de las puertas era muy considerable,
tanto que la gran mayoría tuvieron que ser reconstruidas en alguna ocasión y en otras se pensó
incluso en su demolición. Solo el carácter recaudatorio de todas ellas les salvo de tan funesto fin.
Con la finalización de estos derechos fiscales las puertas al igual que la muralla fueron derruidas una
tras otra, algunas incluso lo habían sido con anterioridad al no poder asegurar su integridad.