1195 El Hombre de Jengibre
1195 El Hombre de Jengibre
1195 El Hombre de Jengibre
Érase una vez, que había una pareja de ancianos en una choza vieja y
pequeña al lado de un bosque. Vivían una vida feliz y tranquila, su único
arrepentimiento era no haber tenido un hijo propio.
Un día, mientras la anciana hacia la masa para galletas en la cocina, entró
su esposo.
-¡Querida! ¿qué estás cocinando hoy?
-¡Oh cariño!, hoy estoy horneando un hombre de jengibre!
La anciana amasó la masa y la cortó en la forma de un hombre de jengibre,
después de ponerla en el horno, se sentó, y comenzó a esperar a que el
hombre de jengibre se horneara. Cuando el aire de la cocina se llenó con
olor de deliciosa galleta, se puso los guantes y sacó al hombre de jengibre
del horno.
Ahora, era el momento de decorarlo, ella hizo los ojos con pasas y una
bonita nariz con caramelos, y luego, usó un poco de crema para hacer su
cabello y su ropa, y finalmente, usó cerezas para hacerle unos botones.
Después, echó un vistazo a su obra maestra y dijo.
-¡Mi hombre de pan de jengibre… se ve tan hermoso!, pero siento que le
falta algo.
La anciana lo miró de nuevo y…
-¡Ah, ah, ah, ha, ha… su boca… ja, ja!, me olvidé de hacerle su boca.
Ella dibujo una boca con crema en el rostro del hombre de jengibre.
-¡Ho sí, ahora ya eres todo un hombre de jengibre, je!
En ese momento sucedió algo inesperado…
-¡Gracias!
-¡Be, be, pe pe pero cómo puede ser… ¡ ¿estás hablando?
El hombre de jengibre de repente se puso de pie y comenzó a correr.
-¡Sí, y también puedo correr!
El hombre de jengibre saltó del banco de la cocina a la silla, y luego al
suelo, y se echó correr hacia la puerta de la cocina que daba al jardín…
-¡Vuelve, vuelve!
La anciana gritó… el hombre de jengibre hablaba mientras corría.
-¡Sí, corre, corre lo más rápido que puedas, pero nadie puede atraparme
porque soy el hombre de jengibre!
La anciana, salió al jardín, y comenzó a correr detrás del hombre de
jengibre. El anciano miró por la ventana, vio a su esposa corriendo y gritó:
-¡Oye!, ¿a dónde vas?
La anciana le respondió a su marido mientras corría…
-¡Mi hombre de jengibre se escapó, estoy tratando de atraparlo!
El anciano se quedó sin palabras, la anciana corrió, pero el hombre de
jengibre fue tan rápido que fue imposible atraparlo. Después de un
momento, el hombre de jengibre se encontró con un rancho, una vaca de
campo lo vio.
-¡Muuu, qué buena galleta, debería atraparla y comerla!
La vaca también comenzó a correr detrás del hombre de jengibre.
-¡Espera, no corras, voy a comerte!
-¡Sí, corre, corre lo más rápido que puedas, una anciana también intenta
atraparme, pero nadie puede porque yo soy el hombre de jengibre!
La anciana y la vaca corrían detrás del hombre de jengibre, y justo después,
un cerdo también vio al hombre de jengibre.
-¡Oinc, oinc!, un hombre de jengibre, un deleite para mis papilas gustativas,
¡espera y te atraparé!
El hombre de jengibre le respondió al cerdo mientras corría:
-¡Sí, corre, corre lo más rápido que puedas, una anciana y una vaca
también intentan atraparme, pero nadie puede porque yo soy el hombre de
jengibre!
Mientras todos corrían, con el hombre de jengibre al frente, y la anciana, la
vaca, y el cerdo detrás de él, un pollo vio al hombre de jengibre mientras
buscaba algo de comida.
-¡Cua, cua, cua, cua, cua, ese debe ser mi almuerzo!
Entonces el pollo se sumó al resto.
-¡Corre tanto como quieras! ¡cua, cua, cua, cua, cua, cua, cua, cua, cua!
-¡Sí, corre, corre lo más rápido que puedas, una anciana, una vaca y un
cerdo no pudieron atraparme, tampoco tú, nadie puede porque yo soy el
hombre de jengibre!
El hombre de jengibre iba al frente, y lo seguían la anciana, la vaca, el cerdo
y el pollo, todos continuaban corriendo, pero el hombre de jengibre estaba
cada vez más lejos de los demás. El hombre de jengibre estaba tan feliz y
orgulloso de sí mismo…
-¡Soy el hombre de jengibre, el más brillante y rápido del mundo! ¡Sí, soy yo,
nadie puede atraparme porque soy el hombre de jengibre!
Cuando miró hacia adelante, pronto el hombre de jengibre vio que estaba
llegando a un río y se detuvo, porque sabía que el agua podía hacerlo
derretirse.
-¡Ah, oh! ¿y ahora qué?...
La anciana, la vaca, el cerdo y la gallina, estaban muy cerca ahora. Justo en
ese momento, apareció un zorro volador detrás de un árbol.
-Sé cómo nadar, si quieres puedo ayudarte.
El hombre de jengibre lo pensó…
-¿Y si me comes?
-No tienes que preocuparte, no quiero comerte, solo quiero ayudarte a
cruzar.
El hombre de jengibre confió en el zorro esquivo y saltó sobre su cola,
agarrándose tan fuerte como pudo. El zorro saltó al río y comenzó a nadar.
Mientras tanto, la anciana, la vaca, el cerdo y el pollo, llegaron a la orilla del
río, y vieron al hombre de jengibre cruzando el río en el lomo del zorro.
Impotentes, lo vieron irse, sabiendo que no podían atraparlo más.
El río comenzó a hacerse más profundo, y el agua comenzó a subir.
-¡Oye zorro, mantén la cola levantada, casi me mojo!
-¡Súbete a mi espalda, es más seguro!
El hombre de jengibre saltó sobre la espalda del zorro, nadaron durante un
tiempo, pero a medida que el agua se hacía más profunda, la espalda del
zorro comenzó a hundirse en el agua.
-Temo que te mojes, ¿por qué no saltas sobre mi cabeza donde es un poco
más alto?
El hombre de jengibre se subió a su cabeza, el zorro continuó persiguiendo
su plan y sumergió su cabeza en el agua.
-El agua ha subido demasiado, ¿por qué no te pones en mi nariz, es más
alto?
Entonces el hombre de jengibre se puso encima de la nariz. Justo cuando
estaban a punto de llegar a la orilla, ¡el zorro inclinó la nariz, lanzó al
hombre de jengibre al aire y abrió la boca! ¡El hombre de jengibre iba a caer
en su boca y el zorro se lo comería!
Pero no sucedió así, mientras el hombre de jengibre estaba en el aire, un
cuervo que volaba justo encima de ellos, atrapó al hombre de jengibre con
su pico. El zorro se quedó allí, mirando con la boca abierta.
El hombre de jengibre esperó a que el cuervo volara un poco más y le
preguntó:
-¿Los cuervos comen galletas de jengibre?
-¡Sí!
Cuando el cuervo abrió su pico para hablar, el hombre de jengibre se cayó y
comenzó a correr tan rápido como pudo.
-¡Sí, corre, corre lo más rápido que puedas, una anciana, una vaca, un
cerdo, un pollo, un zorro y un cuervo, también intentaron atraparme, pero
nadie puede porque soy el hombre de jengibre.
El hombre de jengibre siguió corriendo y no se detuvo.
Si ves pasar a un hombre de jengibre corriendo, no trates de atraparlo,
porque él es el hombre de jengibre, y nadie puede atreverse a atraparlo.