Ronaldo

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ac tas teológicas (universidad católica de temuco)

julio 2012 • issn 0719-272x • vol. 18 • Nro. 1 • 93-104


Doi 10.7770/ac tasteol-V18N1-ar t232

Dios vivo y presente en Ronaldo Muñoz

Living and present God in Ronaldo Muñoz

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marcelo sepúlv e da
Universidad Católica del Norte, Coquimbo, Chile
msepulve@ucn.cl

RESUMEN Para Ronaldo Muñoz Dios no es un constructo que po-


damos utilizar según nuestros intereses, sino un Dios vivo, inmenso,
profundo, misterioso y bondadoso. Este Dios vivo se descubre en el
Dios de Jesús, un Dios que busca la liberación del ser humano y toda
la creación, que no le tiene miedo a la historia, sino que se inserta en
la historia haciéndose Él mismo historia. La Biblia nos relata la histo-
ria del amor liberador de Dios más que la historia de un pueblo que
vacila ante el compromiso que exige la fe en este Dios. Para encontrar
al Dios bíblico, es necesario atender a las dinámicas de los pueblos
y de las comunidades eclesiales. Es un Dios de paradojas: indecible,
pero muy real; nos llama a salir de lo nuestro para llegar a los otros;
Dios gratuito que no se deja poseer; Dios de los oprimidos y margina-
dos, cuya última palabra es Vida nueva para todos.

PALABRAS CLAVE Imagen de Dios, Dios de Jesucristo, experiencia de


Dios, Dios bíblico, Ronaldo Muñoz.

ABSTRACT In Ronaldo Muñoz’ views God is not a construct that we


may use according to our interests, but a living God, immense, deep,

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DIOS VIVO Y PRESENTE EN ronaldo muñoz

mysterious and kind-hearted. This living God is found in Jesus’ God,


a God who seeks to liberate the human being and all creation that is
not afraid of history, but who place God’ self in history, and makes
God self history. The Bible is the story of God’s liberating love more
than the story of a people who hesitates on their commitment that
God requires. To find the biblical God, we must attend to the dyna-
mics of peoples and Christian Communities. God is a God of para-
doxes: unspeakable, but very real; who calls us to go out of ourselves
and reach out to others; gratuitous God who does not allow anybody
to possess God; God of the oppressed and marginalized, whose last
word is new life for all.

KEYWORDS Image of God, the God of Jesus Christ, experience of


God, God of the Bible, Ronaldo Muñoz.

La fe de Ronaldo Muñoz

Se nos aparecen dos caminos para hablar de Dios en Ronaldo Mu-


ñoz. El primero, desde una óptica académica, conceptual y analí-
tica, y, el segundo, desde una perspectiva que podríamos llamar
vital o testimonial. Sin embargo, pareciera que en la persona de
Ronaldo ambos caminos se funden. Nunca están separados.
Hablar de Dios en Ronaldo es hablar de la fe de Ronaldo, pues
él enseñó lo que primero había vivido en un encuentro profundo
con el Dios de Jesús. Enseñó lo que vivenció y se fue haciendo his-
toria. Ronaldo enseñó lo que aprendió a partir de la fe vivida en
medio de los empobrecidos de Chile.
Delante de nosotros tenemos a un teólogo, es decir, un profe-
sional de las cosas de Dios, alguien que se formó académicamente
en los mejores centros de estudio sobre Dios. Sin embargo, esta
categoría no es suficiente para hablar de su persona.1 Por eso él
gustaba en decir que era un teólogo de población. Esto porque la

1. Sobre Ronaldo Muñoz en cuanto persona, véase en esta revista «Talante y


figura de Ronaldo Muñoz. El hermano y el amigo» de Enrique Moreno Laval.

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reflexión religiosa que él hacía, partía desde el lugar donde vivía.


Reflexionaba a partir de su experiencia cotidiana en medio de un
lugar determinado y de una comunidad específica. Ese lugar era el
mundo de los excluídos, marginados y pobres, pues él mismo fue
excluído y se hizo pobre siguiendo el ejemplo de Jesús y el de tan-
tos otros creyentes. Prefirió, libremente, vivir la poca libre vida de
los pobres. Ya nunca más pudo salir de ese ámbito de vida, pues su
fe no se lo permitía. Como en muchos momentos claves de su vida,
él fue honesto y coherente. Estaba donde sentía que debía estar.
Ese mundo era su mundo y desde ahí veía la vida y la historia. Era
un teólogo de población marginal.
En estas palabras queremos hacer justicia a Ronaldo y tratare-
mos de seguir un camino que no se permita una visión dicotómica
entre concepto y acción, entre reflexión y vida, entre claridad men-
tal y ambigüedad de la historia.

Experiencia renovada de Dios y religión liberadora

Ronaldo inicia su aporte en el excelente libro colaborativo Myste-


rium liberationis con estas palabras: «La experiencia renovada de
Dios ha estado desde un comienzo en el núcleo de la nueva con-
ciencia cristiana en América Latina» (Muñoz, 1990: 531). Pero,
¿en qué consiste esa experiencia renovada de Dios? Para responder
adecuadamente se hace necesario contrastar las visiones acerca de
Dios presentes en aquella época y que aún hoy mantienen su fuer-
za. En primer lugar, no se trata del Dios de los filósofos, quienes
nos hablan de un ser impersonal, omnipotente e impasible, inmu-
table y estático. En segundo lugar, tampoco se trata del Dios de
la catequesis irreflexiva que pretende realizar, de alguna manera,
una síntesis de la teología escolar propia de los seminarios (cabría
preguntarse si esa teología es la más adecuada para la formación
de creyentes llamados a ser evangelizadores).2 Lo que distingue

2. Ronaldo siempre insistió en el derecho de los laicos a recibir una formación


teológica adecuada, profunda y completa.

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esta experiencia renovada es la fuerza de la imagen bíblica de Dios.


De la consideración del Dios del Éxodo, los Profetas y los Sal-
mos, se pasará a la consideración del Dios de Jesús a partir del
redescubrimiento de la humanidad plena del Señor. A partir de esa
consideración propiamente cristiana se potencia al Dios liberador
y sus ánimos de justicia con los más pequeños, los más golpeados
por la historia; por esa misma historia que fue pensada de manera
distinta.
Aquí ya podemos distinguir un rasgo propio del Dios en que
Ronaldo creía. No se trata de un Dios enojado, castigador ni per-
seguidor de las deudas de los hombres. La religión que expresa
un Dios así no es una religión que tome en serio a Dios. Es una
religión que se presta a fáciles manipulaciones y que se pone al
servicio de otros intereses. De alguna manera, esa religión se tiende
a identificar con aquéllos que prefieren el silencio de Dios y de su
palabra y que subyugan la verdad en función de beneficios perso-
nales o gremiales. Sólo una religión liberadora se pone al servicio
de Dios y de quienes Dios mismo está preocupado. Una religión
que busca el cuidado de la santidad de Dios ha perdido el horizon-
te que Dios mismo le ha dado: esto es la historia y la humanidad;
pues la religión no busca otro fin que ayudar a la humanidad a
descubrir el sentido profundo de su existencia, como comunidad
(común-unidad) en el amor gratuito que plenifica porque es lo que
buscamos más profundamente.
Lejos de lo que normalmente se piensa, una religión liberadora
es una religión profundamente mística, pues exige creer y vivir en
la gratuidad, creer y vivir en la confianza, creer y vivir en que sólo
Dios basta. Pues quien nada tiene, ningún poder lo defiende; quien
no posee ninguna seguridad, se aferra a lo único que lo mantiene
en la vida y que lo hace descubrir su valor y dignidad.
Fuera de estas coordenadas no está Dios, sino los ídolos. El
Dios liberador, entonces, es posible conocerlo a través de la his-
toria, especialmente en la historia de Jesús hombre, que vivió y se
comprometió con una historia concreta y con miembros concretos

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de esa misma historia,3 a través de una vida que no fue neutra,


sino llena de decisiones de hondo significado religioso y político.
La historia de vida concreta de Jesús no es indiferente para la fe.
Según el decir de Frei Betto: no basta con conocer y enseñar la fe
en Jesús, sino también, y quizás sería mucho más determinante, es
conocer y asumir la fe de Jesús. Esa fe de Jesús es lo que marca la
experiencia religiosa liberadora. Está claro que, nuevamente, des-
de aquí se pueden desprender dos maneras distintas de compren-
der la religión y su rol en la historia.
Sin duda que el Dios liberador y la religión liberadora nos pre-
sentan problemas y nos pueden asustar. En primer lugar, porque
Dios tiende a desaparecer detrás de la preocupación por los pobres
y los que necesitan justicia. En segundo lugar, porque pareciera
que atentamos contra la dignidad y los derechos de Dios. Sin em-
bargo, ambos planteamientos son erróneos, toda vez que nuestro
punto de partida es la idea de que Dios está buscando algún tipo
de cariño, adulación y retribución. Ronaldo, con su palabra y su
vida, nos ha mostrado que nada de eso acontece. En Ronaldo en-
contramos una manera renovada de teología patrística: una sa-
biduría religiosa alcanzada en medio de los fragores de la lucha
cotidiana por los más débiles, en el acompañamiento de los sueños
de los marginados y en el anuncio de la esperanza confiada y cer-
tera en Dios que reina liberando. Se trata de un quehacer teológico
cotidiano, que se hizo a partir de la historia de todos los días desde
el lugar de existencias humanas muchas veces extremas.
Lo que vemos en el testimonio del Nuevo Testamento es que Je-
sús tomó decisiones y opciones bien concretas, muchas de ellas en
contra de los preceptos y enseñanzas de los religiosos de su época.
Con su vida y enseñanza depura la visión de Dios que se tenía, en
muchos casos deformados por un largo período de connivencia
entre los intereses políticos y los religiosos. De esta manera, Jesús
nos muestra la verdadera y definitiva imagen de Dios vivo.

3. No se trata de la consideración de la discusión académica en torno al Jesús


histórico y el Cristo de la fe, propia de la reflexión teológica europea.

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Una vida nueva plenamente humana

Esta imagen verdadera del Dios vivo no es un constructo mera-


mente conceptual, pues implica y significa una vida nueva para
quienes creen en Él y, en realidad, para todos los seres humanos.
Creer en Dios es creer en el hombre y en la vida plenamente huma-
na a la que estamos invitados por Dios. No todos lo comprenden,
pues en muchos la idolatría es más fuerte que la fe. Los pobres,
los marginados, los excluídos están en mejor posición que el resto
para asumir esa nueva vida. Ronaldo lo veía claro y, a pesar de las
diversas vicisitudes de su vida y de su entorno, no vivió una vida
menos plena, sino que vivió una vida plenamente humana, preci-
samente porque no hizo a un lado el llamado de la fe en medio de
los pobres, a quienes Dios escucha y acude con prontitud con una
fuerte presencia liberadora. Ronaldo logró entregar una respuesta
válida a la pregunta que Gustavo Gutiérrez, en su última confe-
rencia en Chile, graficaba de la siguiente manera: «¿Cómo decirle
al pobre que Dios lo ama?» (2009: 12). Ésta es la pregunta que la
teología de la liberación se plantea, radical, angustiante, movili-
zadora de creatividad y testimonio, solidaridad y compañía y que
en Ronaldo muchos encontraron con claridad y fuerza vital. Esta
teología es la que abrazó Ronaldo, porque ella es capaz de reco-
nocer, explícitamente, el contexto en el que se desarrolla la vida de
quienes escuchan la Palabra y porque consideraba que desde esta
esquina se leía y comprendía mejor la historia de la humanidad y
de los pobres en particular. Ronaldo lo dice de la siguiente manera:

Nuestra ‘teo-logía’, como nuestra fe, ha de caminar con los pies


bien puestos en la tierra, compartiendo conscientemente la historia
presente ‘en la perspectiva de los pobres’. Pero han de tener también
—como la Iglesia misma al decir de los Padres— ‘ojos para adelante
y para atrás’, mirada atenta al pasado de Dios en su historia y mira-
da expectante hacia el Dios por venir, memoria del acontecimiento
cumplido en Jesucristo y esperanza del ‘cara a cara’ venidero con el
Padre (Muñoz, 1988: 24).

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Desde esta teología se hace posible mirar de frente a los pobres


y decirles, sin riesgo de engaño ni de autoengaño, que Dios está a
favor de ellos y que vela por su vida y sus derechos y quiere que
tengan vida en abundancia. Como muchos ya lo han hecho notar,
esta teología brota de una experiencia religiosa mística profunda,
de lo contrario no es posible mantenerla en el tiempo como parte
de la vida personal. Para Ronaldo, Dios conocido y vivenciado
desde estas categorías es un ser vivo, inmenso, profundo, misterio-
so y bondadoso. No hay otro Dios posible, de lo contrario, ¿cómo
entender que los pobres sean los predilectos? Esto no logramos
comprenderlo en su totalidad, pues Dios sigue permaneciendo es-
condido, está siempre más allá y sólo en el futuro absoluto, quizás,
podamos comprenderlo. Esto lo leemos de la siguiente manera en
palabras de Ronaldo:

Nuestro Dios toma partido por los oprimidos de la tierra, es el


Dios del Reino prometido a los pobres, a los que tienen hambre
y sed de justicia, a los que construyen la paz; pero a este mismo
Dios sólo podremos conocerlo cabalmente como ‘Dios con noso-
tros’ cuando el pueblo oprimido sea plenamente liberado y llegue
la plenitud del Reino, cuando el mismo Dios venga a ‘enjugar toda
lágrima de nuestros ojos’ para que no ‘haya más muerte, ni clamor,
ni sufrimiento’ (Muñoz, 1988: 23).

Iglesia tironeada

Ronaldo fue un creyente y teólogo profundamente eclesial.4 Amó a


la Iglesia y se alegraba con su riqueza carismática. Sin embargo, era
crítico y se dolía por las fuertes contradicciones que encontraba en
su interior. Para graficar este sentimiento les comparto este párrafo:

4. En general, la teología de la liberación ha sido una teología muy eclesial,


que ha respetado el orden eclesiástico, aunque siempre ha defendido su derecho
al disenso. Una actitud distinta se aprecia en otros grupos radicales de Iglesia,
que cuando entran en conflicto deciden marcharse.

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Dentro de la Iglesia Católica (mayoritaria) y de las demás iglesias


cristianas, en nombre de Dios y de la misión recibida por Jesucristo,
unos urgen a solidarizar con el pueblo empobrecido y a jugarse con
él en la lucha por un mundo más justo, relativizando todo lo demás.
Otros, en nombre de Dios y de la misión, reivindican las fórmulas
de la ortodoxia y del culto, el proselitismo religioso y la discipli-
na interna de la propia Iglesia, relativizando todo lo demás. Y, en
nombre de Dios, por último, un ‘centro político’ de la misma Iglesia
llama a una reconciliación social que por un lado parece relativizar
‘la acción devastadora del cáncer marxista’, pero por otro lado no
parece tomarle el peso a la secular marginación del pueblo oprimido
(Muñoz, 1988: 26).

Estas tensiones, con estas características, eran las que Ronaldo


vivió, padeció, reflexionó y ayudó a iluminar. Para el carácter de
Ronaldo, estas contradicciones son incomprensibles y no demoró
mucho en lograr descubrir el fondo de las mismas. Se preguntó si
a los diversos grupos eclesiales realmente les interesaba Dios como
Dios o sólo como pretexto para legitimar cualquier tipo de interés
personal o grupal. Para ello se hacía necesario un serio esfuerzo
por discernir la propia ‘buena fe’ en un proceso autocrítico cons-
tante de honestidad, pero que debía desembocar en la cuestión
central, según él: si el Dios que anunciamos es verdaderamente
el Dios de Jesucristo.5 No enfrentarse a esta cuestión implicaba
continuar en una cierta oscuridad respecto a las prácticas eclesia-
les contradictorias. Pues el problema, que en una época se asumía
como central, no es si la Iglesia debe estar completamente al servi-
cio de Dios, entendido como las ‘cosas religiosas’, sino al servicio
de qué Dios se está.
La disyuntiva giraba en torno a dos polos: o bien el Dios de
Jesús era un Dios tan general, sin rostro, que podía sustentar cual-
quier contenido; o, por otro lado, en torno al Dios concreto de

5. Un par de décadas antes K. Rahner ya se había preguntado si el Dios de los


cristianos es verdaderamente el Dios cristiano, a propósito de la relevancia de la
Trinidad en la vida de la Iglesia y en la fe de los creyentes.

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Jesucristo giraba «un malentendido trágico, de magnitud y proyec-


ciones gigantescas» (Muñoz, 1988: 27).
Respecto de la primera posición, Ronaldo nos entrega el crite-
rio de la referencia histórica a Jesucristo. En efecto, la vida con-
creta de Jesús implicó decisiones igualmente concretas y ellas nos
revelan a Dios, quien lo ha enviado. Su misma resurrección es una
muestra clara de que la manera en que Jesús creyó y vivió es la
que Dios nos indica como su voluntad y se establece para siempre,
como uno de los criterios de discernimiento claves para nuestra
manera histórica de vivir el cristianismo. Ante esta realidad, las
opciones de los grupos contradictores a Jesús quedan totalmente
desautorizadas y enjuiciadas como contrarias al mensaje de Dios.
Ante la segunda cuestión el problema gira en torno al peligro de
la idolatría que a continuación comentamos.

El Dios de Jesucristo

Dios es Dios del hombre. Ese hombre en América Latina es cre-


yente, pero vive una vida empobrecida. Su problema no es el
ateísmo. El problema religioso que se nos presenta ante esta si-
tuación real de pobreza y marginación es cómo responder desde
la fe. Teniendo presente las visiones contradictorias que mencio-
nábamos más arriba, la cuestión, ahora, se torna en un problema
vital que nos pone nuevamente frente a una encrucijada: si Dios
existe y es bondadoso por qué yo, en concreto, vivo tan indigna-
mente, por qué debo sufrir tanto en mi vida, por qué mis hijos
deben padecer enfermedad, hambre y frío, falta de amor y sole-
dad; y si mi situación no es responsabilidad de Dios entonces ¿de
quién es? ¿Será de aquellos que han traicionado ha Dios reem-
plazándolo por un ídolo? Una religión que se olvida de hablar
del Dios de Jesucristo histórico, Aquél que tomó partido en si-
tuaciones concretas, es una religión que tiende a falsear el rostro
de Dios y a idolatrar a sus impostores. Se trata de una religión a
medida humana. Peor aún, se trata de una religión a medida de
intereses humanos mezquinos.

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Ronaldo, para poder discernir adecuadamente al Dios verdade-


ro, al Dios que nos revela Jesucristo, nos propone un itinerario de
siete momentos que son expresados con un carácter dialéctico o
paradojal.6 Ellos son:

• El Dios de Jesucristo es el Dios público y de todos, pero al


mismo tiempo es el Dios del encuentro personal e íntimo.
• El Dios de Jesucristo es el Dios Santo y trascendente, pero
también es el Dios cercano, el que se interesa por la vida
cotidiana, sin llegar a asfixiar nuestra vida; el que nos da
libertad y espacio.
• El Dios de Jesucristo es el Dios de Israel, el que de muchos
modos y a través de distintos personajes nos habló en el pa-
sado; es el Dios, también, del futuro absoluto, del Reino ple-
namente instaurado. Pero no solamente el que nos habló y
guió y que nos espera en la vida futura, sino el que nos sale
al encuentro hoy. Es el que hoy mismo nos habla, nos pide
escucharle porque él tiene lo que andamos buscando, felici-
dad, plenitud, amor.
• El Dios de Jesucristo es el Dios Creador de todo cuanto exis-
te. Su creación es inmensa y hace salir el sol sobre buenos y
malos. Pero al mismo tiempo es el que ama preferentemente
a unos más que a otros y que nos urge a definirnos en su
presencia y a ser coherentes con nuestra vida a través de
hechos concretos y cotidianos a favor del hermano, sacra-
mento vivo de su presencia.
• El Dios de Jesucristo es el Dios que quiere sinceridad, una
relación a corazón abierto, al que no le podemos ocultar
nada, que es celoso y exige seriedad en la correspondencia
del amor. Pero, al mismo tiempo, es el Dios misericordioso
como sólo él puede serlo, cuya gratuidad escapa a cualquier

6. Véase toda la tercera parte del libro El Dios de los cristianos. Al final (págs.
259-261) hay un resumen de las paradojas desarrolladas en esta sección y es la
que ahora seguimos.

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cálculo humano. Es el Dios que busca al alejado, que perdo-


na al que ha ofendido y que levanta al que se ha hundido en
su miseria.
• El Dios de Jesucristo es el Dios que tiene vida en abundancia
y que busca la paz y el gozo de todos. Pero es también, el Dios
de los pobres y de los que sufren, de los marginados y de los in-
dignos para los ojos de los hombres. Es el que «colma de bienes
a los hambrientos y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1: 53).
• El Dios de Jesucristo es el Dios de la justicia y de la victoria
sobre el pecado. Por lo mismo es el Dios que está con los
oprimidos y marginados por sus propios hermanos que han
creado estructuras injustas detrás de las cuales nos esconde-
mos para autoengañarnos y no tener que mirar la cara del
sufriente con el peligro de enfrentarnos a nuestra conciencia.
El Dios de Jesucristo es Aquél que lo resucita de la muerte
a la que ha sido sometido por los que habían extraviado el
sentido religioso más auténtico, por aquellos que detrás de
tanta norma legal y cultual habían escondido el rostro del
Padre. El Dios de Jesucristo es Aquél que ha validado toda
la historia concreta de Jesús. Esa historia es la única que nos
cuenta a Dios tal cual es, y esa historia es la norma de la fe
en todo tiempo y lugar.

El Dios de Jesucristo es el Dios de quien Ronaldo Muñoz, teó-


logo de población marginal, hermano en la fe, consejero certero,
hermano humilde y severo, padre de la nueva conciencia eclesial en
América Latina y testigo privilegiado del amor de Dios, estaba ena-
morado y a quien seguía con férrea coherencia y humilde actitud.
Ronaldo Muñoz fue, en el seguimiento del Dios de Jesucristo,
un hijo fiel de la Iglesia. Un hombre que trabajó en ella y por ella.
Y como dijo Mariano Puga en el funeral de Ronaldo: «Ronaldo
fue un teólogo con los pies en el barro. Un padre de la Iglesia de
los pobres, un padre de las Iglesias nuevas de América Latina».7

7. Mensaje, nro. 586, pág. 26, 2010.

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Referencias

Gutiérrez, Gustavo (2009). «Teología y opción preferencial por


los pobres.» Pastoral Popular, mayo-junio.
Muñoz, Ronaldo (1988). Dios de los cristianos. Santiago: Paulinas.
— (1990). «Dios Padre.» En Conceptos fundamentales de la teo-
logía de la liberación. Madrid: Trotta.

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