El Pensamento Adictivo
El Pensamento Adictivo
El Pensamento Adictivo
ABRAHAM J. TWERSKI
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Prólogo
John Wallace
Capítulo I
¿Qué es el pensamiento adictivo?
A
Al entrevistar a Ray, un joven que había ingresado a una unidad de rehabilitación
por drogadicción, le pregunté: “¿Qué te hizo tomar la decisión de que había
llegado el momento de hacer algo acerca del problema?”
“Durante el último año mi esposa me ha estado presionando para que la deje por
completo. Ella también consumía cocaína, pero ya hace varios años que la dejó.
Finalmente llegué al punto de que la coca no valía las peleas que tenemos, por lo
que decidí dejarla por completo”.
“Sinceramente, deseaba suspenderla de una vez por todas, pero después de dos
semanas volví a ella y eso me demostró algo. No soy estúpido. Ahora se que tal
vez me es absolutamente imposible dejarla por mí mismo”.
Repetí varias veces la última frase de Ray porque deseaba que escuchara lo que
acababa de decir. Pero no pudo percibir lo que yo intentaba señalarle.
Le dije: “Es muy lógico decir: Tal vez puedo dejarlo solo. También es muy lógico
decir: Me es absolutamente imposible dejarlo solo. Pero decir: Ahora sé que tal
vez me es absolutamente imposible dejarla por mí mismo; es absurdo porque es
contradictorio en sí mismo. Ya sea es absolutamente imposible o tal vez, pero no
puede ser ambas”. Sin embargo, Ray no podía comprender mi propósito.
Sin embargo, las distorsiones del pensamiento no sólo se dan en los trastornos de
los adictos; tampoco se relacionan necesariamente con el consumo de sustancias
químicas. Es posible observar el pensamiento distorsionado en personas que
pueden estar enfrentando otros problemas de adaptación. Por ejemplo, una joven
se retrasaba para entregar su examen de una materia.
Algunas veces estas contradicciones pueden ser aún más sutiles. Por ejemplo,
cuando se le preguntó si había resuelto todos los conflictos vinculados con su
divorcio, una mujer contestó: “Eso creo”. En su respuesta no hay nada
visiblemente absurdo, mientras no nos detengamos a analizarla. La pregunta
“¿Has resuelto los conflictos?” significa “¿Has superado las diversas
incertidumbres y eliminado los problemas emocionales concomitantes a tu
divorcio?” Eso es lo que significa la palabra resuelto. La respuesta “eso creo” es
por consiguiente una afirmación de “todavía estoy indecisa de estar segura” y en
realidad carece de sentido.
Los procesos de pensamiento en la esquizofrenia
delirios
alucinaciones
estados de humor inapropiados
conducta muy anormal
Sin embargo, todos estos síntomas pueden ser manifestaciones de los efectos
tóxicos de las sustancias químicas en el cerebro. Estas personas presentan lo que
se llama una psicosis químicamente inducida, que puede parecerse pero no es
esquizofrenia. Estos síntomas suelen desaparecer cuando se ha mitigado la
toxicidad química y la química cerebral vuelve a la normalidad.
Con el riesgo de una excesiva simplificación, podemos decir que la persona adicta
está atormentada por la compulsión a ingerir sustancias químicas. La persona
codependiente tiene una obsesión ante el consumo del adicto y la necesidad de
controlarlo.
La silla sobre el escritorio
Sucedió que este joven era un excelente sujeto hipnótico y en varias sesiones
pude demostrar las diversas aplicaciones de la hipnosis. Pero como también
deseaba que él entendiera el fenómeno de la sugestión posthipnótica, le dije:
“Unos minutos después de emerger de este trance, te daré una señal: golpearé
con mi lápiz el escritorio. En ese momento, te levantarás, tomarás la silla sobre la
que estás sentado y la colocarás sobre mi escritorio. Sin embargo, no recordarás
que te di esa orden”. Luego lo saqué del trance, y seguimos nuestra discusión
acerca de la hipnosis.
“No sé. Es una idea loca, pero sentí que debía hacerlo”.
Poco después, el estudiante se fue. Unos veinte minutos más tarde, la puerta se
abrió. El joven entró precipitadamente a mi oficina, levantó la silla y con rabia la
colocó sobre mi escritorio. “¡Maldición!” dijo, se dio la vuelta y salió enfurecido.
Asimismo, los codependientes no concluirán que puesto que sus esfuerzos para
detener al adicto han sido inútiles no hay manera de controlarlo. Mas bien,
buscarán nuevas maneras de que sí les funcionen.
Causa y efecto
Capítulo 2
El autoengaño y el pensamiento adictivo
N
Nunca se recalca lo suficiente la importancia de darse cuenta de que a los adictos
los engaña su propio pensamiento distorsionado y de que son sus víctimas. Si no
lo comprendemos, es posible que nos sintamos frustrados o nos enoje tener que
tratar con un adicto.
¿Es esto un pensamiento racional? Desde luego que no. ¿Puede clasificarse
como pensamiento psicótico? No conforme a la actual definición de psicótico, que
es un término general que define cualquier trastorno mental importante
caracterizado por un desorden de la personalidad y pérdida de contacto con la
realidad. Pero su pensamiento era claramente diferente del normal.
El pensamiento adictivo no se ve afectado por la inteligencia. Las personas que
trabajan en muy altos niveles intelectuales son tan vulnerables a estas distorsiones
del pensamiento como cualquier otra. De hecho, a menudo las personas con un
intelecto inhabitualmente alto presentan grados más intensos de pensamiento
adictivo. Por ello, los que son muy intelectuales son los pacientes más difíciles de
tratar.
La abogada y el pavo
Christine, una abogada brillante y muy hábil, se negó con obstinación a asistir a las
reuniones de AA por miedo a que la exposición de su alcoholismo pudiera
comprometer su carrera y su posición en la comunidad. Pero la visita de un cliente
agradecido que le entregó un pavo aderezado para el próximo día de Acción de
Gracias cambió su opinión.
Christine recordaba haber salido de su oficina aquella tarde, caminando bajo una
lluvia helada, transportando su pavo envuelto en el papel del carnicero. Lo
siguiente que recuerda fue estar apoyada contra un edificio de oficinas en el centro
de la ciudad, con el pavo bajo el brazo, ya sin el papel que la lluvia se había
llevado. Cualquiera que la viera afirmado, y con razón, que estaba ebria. Aunque
públicamente daba esa impresión, la avergonzaba mucho que quien fuera la viera
encaminarse a una iglesia para una reunión de AA.
¿Por qué la brillante mente analítica de esta mujer no le impedía ese razonamiento
absurdo? Por la misma razón que la gente brillante no es inmune a la psicosis, a
la neurosis o a la depresión. En cuanto existe un ansia psicológica o física, afecta
el pensamiento de la persona de una manera muy semejante a aquella en que un
soborno o cualquier otro interés personal distorsiona el juicio. La necesidad de la
sustancia química es tan potente que dirige el proceso de pensamiento de la
persona sancionando o preservando la bebida o el consumo. Ésa es la función del
pensamiento adictivo: permitir que la persona mantenga el hábito destructivo.
Mientras más brillante se es, más ingeniosas serán sus razones de beber, de no
abstenerse, de considerar a AA o a otras organizaciones inútiles para no adictos.
Por qué consumen drogas los niños, Por qué beben los padres
Con la campaña que instaba a los jóvenes a Di no a las drogas se logró tener una
importante percepción de la postura de los jóvenes. Cuando se les preguntó lo
que pensaban de la idea, muchos adolescentes respondieron: “¿Por qué? ¿Qué
más hay?”
Algunos jóvenes que se sienten excluidos del sueño americano pueden recurrir a
las drogas como el único tipo de gratificación a la que tienen acceso. Otros, que
no tienen la oportunidad del éxito, pueden carecer de la confianza en sus
habilidades para triunfar. Otros más no entenderán por qué deben privarse de un
placer.
Cuando el placer o el alivio del malestar constituye la meta final de la vida, mucha
gente, sobre todo los jóvenes, recurren a las sustancias químicas para lograr esas
metas. Es innegable que las sustancias que alteran los procesos mentales pueden
producir una sensación deseable, y para desalentar la búsqueda de este estímulo
debemos ser capaces de convencer a nuestros jóvenes de sacrificar ese placer.
Puesto que parecen considerarse inmunes a los efectos peligrosos de las drogas,
las advertencias espantosas no son un disuasivo. Si les decimos que eviten las
sustancias químicas para crecer como personas sanas y productivas, capaces de
gozar la vida, enfrentamos a menudo con el argumento verbalizado o tácito: “¿Por
qué esperar? Ya estoy gozando de la vida con la bebida”.
Lo que complica más la vida es que nuestra cultura prospera con base en
tecnología que elimina la espera. Somos consumidores de hornos de microondas,
de máquinas de fax, de teléfonos celulares y de alimentos instantáneos. Aun si se
puede concebir la “felicidad” después de la vida, el carácter distintivo de la
gratificación instantánea hace intolerable la larga espera.
Para prevenir con eficacia el uso de sustancias químicas por parte de los jóvenes,
tendríamos que establecer (1) metas fundamentales en la vida que no sean la
gratificación de los sentidos y (2) la tolerancia ante la espera. Es poco probable
que nuestra cultura acepte esos cambios. Más bien optará por el pensamiento
adictivo.
El hombre afirmaba que esta intervención “le había abierto los ojos”. Semanas
antes, había tenido un accidente por manejar en estado de ebriedad, pero
entonces todavía negaba el problema. cuando los demás se interesaron lo
suficiente en él para intentar ayudarlo, se dio cuenta de que tenía que dejar de
beber. De hecho, desde la intervención, hacía diez días, no había vuelto a tomar
ni un trago.
“Llegué a ser un adepto a introducir una sonda por mi nariz hasta mi estómago”,
recordó el médico, “y se me ocurrió que esa técnica podía ser la respuesta a mi
sufrimiento de la mañana. Antes de acostarme de noche, introducía una sonda
hasta mi estómago y vaciaba su contenido. Como lo esperaba, me levantaba cada
mañana sintiéndome mucho mejor. Seguí haciéndolo durante seis semanas. La
única razón por la que lo suspendí fue porque la sonda me irritaba tanto la
garganta que casi se me cierra la laringe y temí requerir una traqueotomía para
respirar.
“Pero ni una vez – dijo el médico – ni una vez a lo largo de esas semanas se me
ocurrió que un bebedor social ¡no tiene que bombear su estómago cada noche!”
Un alcohólico dijo: “No puedo ir a AA porque las reuniones se llevan a cabo a sólo
una cuadra del departamento de mi ex”. Convenientemente, no quiso admitir que
cada semana hay reuniones en más de 140 ubicaciones diferentes en su
comunidad.
La señora me explicó cómo, durante los últimos años, su vida hogareña se había
deteriorado debido al alcoholismo. El padre y el hijo ya no se hablaban. La pareja
ya no tenía vida social ni relaciones sexuales.
Hasta ahora, la esposa del proyectista financiero había aguantado todas las
consecuencias del alcoholismo, pero, como parecía estar al borde de arruinar su
carrera y su modo de subsistencia, sentía que tenía que hacer algo.
Había intentado hablar con él muchas veces, pero él rechazaba sus sugerencias
de ayuda, considerando que no tenía ningún problema de alcoholismo. Le dijo que
si ella no estaba de acuerdo se podía ir.
Puesto que ni ella ni su hijo parecían tener ninguna influencia, no tenía caso
enfrentarlo. La esposa consideraba que si lo confrontaban seguiría negándose a
recibir ayuda y les pediría que se fueran de casa.
“Mi esposa asiste hoy día a AA”, dijo. “Tal vez si lo hubiera hecho desde antes, yo
podría haber vuelto a mis cabales antes y mi recuperación habría sido más suave.
Le sugiero que empiece a asistir a las reuniones de AA y a mi esposa le dará un
enorme gusto acompañarla a su primera reunión, si quiere esta misma noche”.
“Yo no asisto a AA”, me dijo. “Fui a dos reuniones, pero el programa no está
hecho para mí. No tengo nada en común con la gente que se reúne ahí”.
La ansiedad ante el cambio puede ser tan intensa que las personas, como las de
nuestros ejemplos, se contradicen a sí mismas.
Realizar cambios
¿A qué se debe que la gente pueda contradecirse tan flagrantemente y no ser
capaz de reconocerlo aunque se les señale? En una palabra, la respuesta es la
negación. Gran parte de la negación que se da en el pensamiento distorsionado
del adicto se debe a una intensa resistencia al cambio. Mientras la persona niega
la realidad puede seguir comportándose igual que antes. La aceptación de la
realidad puede comprometerla en el dificilísimo proceso de cambio.
A menudo las personas no tienen problemas con los cambios mientras éstos se
den en los demás. Cuando el alcohólico dice: “No debería tanto como los hago si
mi pareja fuera más considerada”, lo que en realidad está diciendo es: “No
necesito cambiar. Haga que mi pareja cambie. Entonces yo estaré bien”.
Por ejemplo, los codependientes pueden buscar ayuda con ansias, pensando que
los expertos les dirán qué hacer para impedir que alguien recurra a las sustancias
químicas. Los decepciona enterarse de que no pueden hacer nada para alterar la
conducta del adicto, de que son impotentes ante el problema. cuando el experto
les sugiere que analicen su propia conducta y que empiecen a hacer cambios en
ellos mismos, a menudo retroceden. Sobre todo es probable que se sientan
desalentados cuando la gente de Alcohólicos Anónimos les diga: “No venimos aquí
para cambiar a nuestra pareja. Venimos para cambiar nosotros mismos”.
“¿Cambiar yo?”, pueden contestar. “¿Por qué debería cambiar? ¡Yo no soy el
que bebe!”
Con frecuencia las Tres Ces se relacionan con una inferioridad abiertamente
reconocida. Por ejemplo, la persona codependiente piensa: Soy la causa de la
adicción de mi hijo, porque si hubiera sido un mejor padre (una mejor madre), no hubiera
recurrido a las drogas. Si le hubiera brindado el amor y el apoyo que necesitaba, no
hubiera buscado las sustancias químicas. Su adicción se debe a mi descuido. Si yo fuera
una persona mejor, la consumiría menos o las dejaría. Estos sentimientos son
particularmente comunes en el codependiente cuando la otra persona se
encuentra en las fases iniciales de la adicción.
Capítulo 3
El concepto del tiempo del pensador adictivo
Si se hiciera un concurso de la frase más utilizada por los adictos, ésta ganaría.
Cualquiera que haya observado a los adictos sabe que “lo dejan” incontables
veces y hacen innumerables resoluciones. La abstinencia puede ser de horas, de
días, o, en algunos casos, de semanas. Pero, en general, antes de que pase
mucho tiempo se reinicia la práctica activa de la adicción. Este círculo vicioso
puede persistir durante años.
Simplemente, los adictos son incapaces de dejarlo cuando lo deseen. Para los
demás es obvio, para ellos no. la familia y los amigos pueden sentirse
confundidos, y se preguntarán ¿Cómo puede una persona insistir en que puede dejarlo
en el momento en que lo desee cuando obviamente no es cierto? Hasta los terapeutas
experimentados, acostumbrados a este razonamiento, se preguntarán ¿Cómo es
posible que una persona inteligente sea tan profundamente indiferente a la realidad?
¿Cómo es posible que los intelectuales de primer nivel, hombres y mujeres con puestos de
gran responsabilidad, que pueden analizar y recordar datos específicos, no puedan sumar
dos más dos en lo tocante a su consumo adictivo de sustancias químicas?
Los adictos que afirman que pueden dejarlo en cualquier momento en realidad lo
creen a pie juntillas. ¿Por qué? Porque, al abstenerse uno o dos días, el adicto lo
ha dejado “un tiempo”. De hecho, habiéndose abstenido a menudo durante varios
días, los adictos se preguntan por qué los demás no se dan cuenta de lo obvio:
que pueden dejarlo en “cualquier momento”.
Se puede decir al adicto “No, es obvio que no puedes dejarlo en el momento en
que lo desees”. Su frase y la del adicto, aunque al parecer contradictorias, son
ambas ciertas. La clave es que cada uno está empleando el tiempo, la palabra
momento, de manera diferente.
“Con gusto. Pero primero te tengo que decir una cosa. El viaje es el mejor del
mundo, pero no te llega más que 48 o 72 horas después”.
“Se requieren de dos a tres días para que se dé el viaje, pero entonces será lo
mejor que hayas experimentado hasta entonces”.
Los clientes se echarán para atrás. “Quién quiere esa porquería. ¡Quédatela!”
Los adictos me han dicho que no comprarían un fármaco, sin importar su gran
efecto y su bajo costo, si tarda mucho en tener efecto. Parte de la adicción es que
el efecto sea inmediato. Los lapsos excesivos no forman parte del marco de
referencia de los adictos.
¿Qué tan diferente es el alcohólico del fumador, que corre el riesgo de enfrentar
las consecuencias de graves problemas circulatorios, de enfermedades cardiacas,
de enfisema y de cáncer? Los efectos destructivos del alcoholismo y del consumo
de otros fármacos pueden ser mucho más rápidos que los del tabaquismo, pero ni
al bebedor ni al fumador parecen importarles el futuro. De igual manera, los que
ejercen conductas sexuales riesgosas pueden estar jugando con su salud, pero
una vez más las consecuencias están en el “futuro”, que no forma parte de su
concepto del tiempo.
Hemos contaminado el aire, los ríos y los océanos para obtener beneficios a corto
plazo, ignorando los efectos de largo alcance. Hemos destruido los bosques y
otros hábitats de especies en peligro de extinción por nuestro interés en entregar
este mundo a las futuras generaciones. ¿Estamos ignorando el futuro, de manera
muy semejante a como lo hace el adicto?
Cuando los adictos reconocen que parte de su caída era la impaciencia y están
dispuestos a esperar las gratificaciones de la sobriedad, están en la senda de su
recuperación. Si desean una sobriedad “instantánea” no van a ningún lado.
En una ocasión, después de una reunión de AA, una mujer dijo, admirada, a John:
“Debe ser maravilloso estar sobrio tanto tiempo”.
John sonrió y le contestó: “Usted ha estado sobria más tiempo que yo, Elizabeth”.
“¿Cómo puede decir eso?” le dijo Elizabeth. “Sólo he estado sobria dos años, y
usted casi cuarenta”.
“¿A qué hora se levantó hoy?” le preguntó John.
“Bueno, tengo que estar en mi trabajo a las siete; me levanto a las cinco treinta”.
“Hoy no me levanté hasta las ocho, por lo que hoy usted ha estado sobria más
tiempo que yo” dijo John.
Capítulo 4
Confusión de causa y efecto
En una ocasión escuché a un orador en AA describir la manera en que pensaba durante sus días de
alcohólico. La irracionalidad de su pensamiento era hilarante y todos soltaron la carcajada. Se rieron
aún más cuando el hombre sugirió que el pensamiento del alcohólico es tan destructivo como su
alcoholismo. Para ilustrarlo, el hombre leyó las preguntas de un examen personal de alcoholismo,
sustituyendo la palabra bebida por la de pensamiento. He aquí lo que leyó:
Todos hemos visto caricaturas de un hombre que se queja con una mujer en un
bar: “Mi esposa no me entiende”.
Aunque de hecho Felicia tiene los problemas de los que se queja, no reconoce su
confusión de la causa y el efecto. La conducta de su marido, aunque
desagradable, es en realidad respuesta a su alcoholismo y su consumo de
pastillas. No pude comunicarse a fondo con ella debido a su consumo de
sustancias químicas. Sus hijos están molestos y avergonzados porque no pueden
invitar amigos por temor a las imprevisibles payasadas de la madre. Le perdieron
el respeto debido a su consumo de drogas.
Así como al disléxico le cuesta trabajo la lectura hasta que se manejan sus
problemas de percepción, la que tiene el adicto a la realidad seguirá distorsionada
con o sin un uso activo de alcohol o de otras drogas a menos de que se corrija el
proceso del pensamiento adictivo.
Capítulo 5
Orígenes del pensamiento adictivo
¿Cómo se desarrolla el pensamiento adictivo? ¿Por qué algunas personas tienen procesos de
pensamientos sanos y otros distorsionados? No tenemos todas las respuestas, porque la dependencia
química es una enfermedad compleja que resulta de una intrincada mezcla de factores físicos,
psicológicos y sociales. Comprender cómo se desarrolla el pensamiento adictivo puede ser útil para
prevenir dicho pensamiento, el alcoholismo y otras adicciones a fármacos. Sin embargo, tiene un valor
limitado en el tratamiento y el manejo inverso del pensamiento adictivo.
Segundo, la persona debe tener ciertos valores y principios como fundamento para
hacer elecciones. Las personas adquieren estos valores y principios en su cultura
y en su hogar. Por ejemplo, el joven que crece con valores familiares o culturales
que estipulan que el hombre demuestra su masculinidad cuando es capaz de
soportar un fuerte consumo de alcohol, beberá en exceso. No poder vivir de
acuerdo a esas expectativas puede generar una profunda decepción.
Por último, llegamos a este mundo como infantes indefensos, incapaces de hacer
muchas de las cosas que hacen los mayores. Con una buena crianza y un entorno
propicio, superamos en gran medida esa sensación de impotencia a medida que
crecemos.
Algunas veces los padres exigen de sus hijos pequeños cosas de las que son
incapaces, y es posible que sientan que deberían ser capaces de hacerlas, y esto
puede provocar que se sientan inadecuados. Por otro lado, los padres pueden
hacer demasiado por sus hijos, sin permitirles que ejerciten sus propios músculos.
Dichos niños no tendrán la oportunidad de desarrollar una confianza en sí
mismos. la paternidad y maternidad exitosa requiere que se sepa lo que los niños
pueden y no pueden hacer en las diversas etapas de su desarrollo, y los padres
deben fomentar que sus hijos emplean sus capacidades.
Es importante que los padres se interesen en las tareas de sus hijos, y hasta que
les ayuden. Sin embargo, cuando los padres hacen las tareas, refuerzan la
convicción de incapacidad del hijo. Incidentalmente, cuando hacen gran parte de
lo que el niño puede hacer por sí mismo, actúan de manera codependiente. Al
niño que dice “No puedo resolver problemas matemáticos” y se le permite no
esforzarse por hacerlos, en realidad se le confirma su sensación de inadecuación.
A medida que los niños crecen, estas concepciones erróneas pueden seguir
tiñendo su pensamiento y conducta, por lo que sentirán que son malos y no
merecen las cosas buenas. O bien considerarán que su juicio es muy defectuoso,
lo que permite a los demás influir en ellos fácilmente.
La persona puede sentirse mal o carente de valor, aunque esto esté en total
contradicción con la realidad. Sentirse inseguro e inadecuado hace al individuo
más vulnerable al escapismo, que con tanta frecuencia se ejerce por medio de
fármacos que alteran el estado de humor. La persona que se siente diferente del
resto del mundo, como si no perteneciera a ningún lugar. El alcohol y otros
fármacos, u otros objetos de adicción, anestesian el dolor y le permiten sentirse
parte del “mundo normal”. De hecho, muchos alcohólicos y otros adictos aseveran
que no buscan un “viaje”, sino sólo sentirse normales.
Capítulo 6
Negación, racionalización y proyección
Los tres elementos más comunes del pensamiento adictivo son (1) la negación, (2) la racionalización y
(3) la proyección. Aunque quienes están familiarizados con el tratamiento de las adicciones son
conscientes de la frecuencia de estos rasgos en los adictos, se justifica que los exploremos más en
detalle. La eliminación progresiva de estas distorsiones es la clave para que mejoren los adictos en
recuperación.
Debido a la importancia que tiene el amor propio en la enfermedad adictiva, en el
adicto la percepción errónea de sí mismo es su mayor problema. en realidad,
todas las demás percepciones distorsionadas son secundarias.
La paciente, una mujer de cincuenta años, fue internada en el hospital para una
cirugía exploratoria debido a la sospecha de la presencia de un tumor. Informó al
médico que participaba activamente en los asuntos de la comunidad y había
asumido muchas responsabilidades importantes. Aunque el tumor podía significar
cáncer, para ella era importante saber la verdad, pues sería deshonesto hacia
muchas personas y organizaciones que siguiera teniendo responsabilidades si su
salud se deterioraba. El médico le prometió ser franco y revelarle lo que se
descubriera en la cirugía.
Tras de ser dada de alta del hospital, volvió cada semana a sus sesiones de
quimioterapia. A menudo comentaba al personal del hospital lo afortunada que era
de estar viviendo en una época en que la ciencia ofrecía un tratamiento exitoso
para el cáncer. Parecía estar adaptándose bien tanto física como
emocionalmente.
Sin embargo, cinco o seis meses después de su cirugía empezó a presentar varios
síntomas. El cáncer se había extendido a pesar de la quimioterapia. A la larga
presentó jadeos y graves dolores en articulaciones y fue internada para un
tratamiento. cuando estaba haciéndole su hoja de admisión, me comentó: “No
entiendo qué está mal con ustedes, los médicos. He estado viniendo con
regularidad y no han podido descubrir qué me sucede”.
En el caso del adicto, ¿qué es tan aterrador que su sistema psicológico opta por
negar la realidad? La respuesta es que la conciencia de ser un alcohólico o un
drogadicto va más allá de la aceptación. ¿Por qué?
Puede ser una combinación de estas y otras razones, pero para el adicto aceptar
el diagnóstico de adicto es igual de devastador que para la mujer la verdad de su
cáncer. Hasta que superan la negación, los adictos no mienten cuando afirman no
depender de las sustancias químicas. En verdad no está conscientes de su
dependencia.
La racionalización
La racionalización significa dar “buenas” razones en lugar de la razón verdadera. Al
igual que la negación, esta defensa no es exclusiva de las personas que dependen
de sustancias químicas, aunque los adictos pueden ser muy adeptos a ella.
Señalemos que la racionalización significa dar razones buenas, es decir,
probables. Esto no implica que todas las racionalizaciones son buenas razones.
Algunas son realmente estúpidas, pero pueden sonar razonables. Las
racionalizaciones desvían la atención de las razones verdadera, y no sólo la
atención de los demás sino también la del adicto. Como en el caso de la negación,
la racionalización es un proceso inconsciente, es decir, la persona no sabe que
está racionalizando.
Una regla empírica bastante confiable es que, cuando las personas dan más de
una razón para hacer algo, tal vez están racionalizando. En general la verdadera
razón de algo es una.
El amor perdido
Aunque eso había sucedido más de cinco años atrás, Brian seguía amando a
Linda y no había podido superar el rechazo. Todavía lamentaba la pérdida, dijo, y
lo que no le permitía avanzar era su continuo apego a Linda.
Por dolorosos que puedan ser los rechazos románticos, a la larga las personas los
superan. ¿Por qué Brian era diferente?
Una noche, después de una sesión con Brian, soñé que estaba en un bote de
remos. De niño me gustaba mucho remar; pero como no sabía nadar no se me
permitía salir en bote sin la presencia de un adulto. Entonces, iba al muelle en el
que estaban anclados los botes y, con el bote bien amarrado al muelle, me daba
vuelo remando. No había mucho peligro porque el bote no podía alejarse.
Mientras remaba, imaginaba que llegaba al otro lado del lago y descubría una
tierra hasta entonces desconocida. Plantaría la bandera norteamericana en esa
nueva frontera como lo habían hecho los exploradores. Era una fantasía bastante
normal para un niño de 10 años.
La situación de Brian era similar. Por alguna razón era terriblemente inseguro.
Por un lado, el ir a la universidad o aceptar un ascenso en su empleo podía dar
como resultado un fracaso, y no deseaba aceptar ese riesgo. Por el otro lado, no
podía encarar el hecho de que su estancamiento se debía a su aprehensión,
porque equivaldría a admitir que no era lo bastante agresivo o valiente.
Lo que Brian hacía era similar a lo que yo había hecho con el bote. Así como yo
me amarraba al muelle, Brian se había atado a un acontecimiento de su vida que
sentía que lo retenía. Como ser rechazado es doloroso y deprimente, y que a
menudo las personas pierden su motivación e iniciativa después de un rechazo
amoroso, la razón era perfectamente razonable para Brian y quienes lo
rodeaban. Pobre Brian. ¿No es una pena lo que le sucedió? El pobre chico no puede
reponerse de su amor no correspondido.
Atribuir su problema al rechazo de Linda era una racionalización. Era una buena
explicación de por qué no podía triunfar en la vida, pero no era la verdadera razón.
Los esfuerzos para comprender por qué su relación le impedía resolver su pena
eran inútiles debido a que partían de una falsedad. Al igual que otras
racionalizaciones, “el rechazo de Linda” era una pantalla de humo.
El dolor
En estos casos, el examen hecho por los médicos no suele revelar una causa
física del dolor persistente y se dirá a esos pacientes: “Usted no padece un
verdadero dolor. Todo está en su mente.” A menudo se les acusa de fingir o de
simular una enfermedad.
En cierto sentido las personas con este tipo de dolor están racionalizando. Aunque
no están fabricando excusas, en esencia su inconsciente lo está haciendo por
ellos. Debido a que su organismo ansía fármacos, la mente inconsciente produce
dolor. Lo que todas estas personas sienten es dolor, y exigen alivio. Por
desgracia, muchos médicos se sienten impulsados a responder a sus demandas y
siguen recetando medicamentos.
Los adictos con un dolor crónico son un reto para el tratamiento, aunque muchos
han sido atendidos con éxito. Una joven que tenía una severa adicción a los
narcóticos debido a un persistente dolor de espalda hoy ha dejado los fármacos.
Cuando se le pregunta cómo maneja ahora su dolor sin fármacos, contesta: “¿Qué
dolor?”.
La proyección
1. Refuerza la negación.
“No soy alcohólico. Ella me hace beber”.
“Si tuvieras a mi jefe, también tu recurrirías a los fármacos”.
2. Ayuda a proteger el status quo
* “¿Por qué tengo que cambiar? Yo no soy el que tiene la culpa. Cuando los
demás hagan los cambios adecuados no necesitaré beber ni consumir drogas”.
Suele ser infructuoso intentar convencer a los adictos de que sus argumentos no
son válidos. Puesto que la proyección adictiva sirve sobre todo para mantener el
consumo de sustancias químicas, desaparecerá por sí misma cuando se logre la
sobriedad. El mejor enfoque que se puede tomar es recordarles a los adictos: “No
puedes cambiar a nadie salvo a ti mismo. Trabajemos para llevar a cabo los
cambios sanos que tú puedes realizar”.
Los adictos, como otras personas con problemas psicológicos, pueden culpar a
sus padres de sus fracasos, algo que la psicología popular ha fomentado
involuntariamente. Algunos adictos pasan incontables horas repitiendo el pasado y
tienden a emplear esa información para caer en la compasión de sí mismos y para
justificar su recurso a las sustancias químicas. He descubierto que es útil decir:
Aunque seas producto de lo que hicieron tus padres contigo, como lo dices, es tu
culpa. No podemos deshacer el pasado. Entonces, nos vamos a centrar en llevar
a cabo los cambios necesarios para mejorar tu funcionamiento”.
Capítulo 7
El manejo del conflicto
S
e ha dicho que la diferencia entre psicosis y neurosis es que el psicótico dice: “Dos
más dos es igual a cinco”, en tanto que el neurótico dice: “Dos más dos es igual a
cuatro, y no lo tolero”.
El no adicto acepta que dos más dos es igual a cuatro y se ajusta a ello sin
dificultades. El adicto también se puede ajustar bien, a veces. Pero en otras
ocasiones la sustancia química lo vuelve psicótico, y en otras neurótico. Cuando la
realidad parece demasiado insoportable, el adicto ni se ajusta a ella ni la desecha
en su imaginación. Más bien recurre a las sustancias químicas e ignora la
realidad.
Con la abstinencia el adicto debe enfrentar la realidad sin el escape que le brindan
las sustancias químicas. Puede que esto nos ayude a comprender por qué a
veces las familias de los adictos, que durante mucho tiempo solicitaron que el
adicto dejara de consumir sustancia químicas, se decepcionan cuando finalmente
deja de ingerirlas. En realidad puede ser más difícil vivir con el adicto abstemio
que no ha recibido ayuda para superar el pensamiento adictivo que con el que
sigue siendo consumidor. Algunas familias han llegado a inducir al adicto a nuevo
a la bebida o a las drogas.
Susan, una maestra de 37 años, fue internada para un tratamiento después de una
tentativa de suicidio. Acababa de perder su empleo debido a su alcoholismo.
Había intentado ocultar su aliento alcohólico bebiendo extracto de vainilla, pero su
disfunción progresó y la llevó a ser despedida.
En una ocasión, cuando preparaba mis pagos mensuales, me sentí muy molesto al
descubrir que no tenía bastante dinero en mi cuenta de cheques. Me estrujé la
mente para dilucidar en qué se me había ido el dinero, pero sin resultados. Me
quedaban las siguientes opciones: 1) solicitar un préstamo o 2) permitirme no
pagar las cuentas ese mes. Ninguna de las dos opciones era agradable, pero
preferí la segunda.
Mi problema fue que, aunque disponía de los fondos necesarios para pagar mis
cuentas, no lo sabía. Mi percepción de la realidad fue incorrecta. Tenía que estar
consciente de no necesitar un préstamo.
¿Cómo convencemos a las personas con poco amor propio de que son valiosas?
Debemos empezar por tener la convicción de que lo son. Si las valoramos como
seres humanos valiosos, podemos asumir sin peligro que les transmitiremos
nuestros sentimientos. Los cumplidos vacíos y las simples alabanzas carecen de
valor, pero siempre debemos estar alerta para identificar los rasgos positivos de su
pasado y presente, y darles razones para sentirse orgullosos de sí mismos. En
general, las personas son bastante adeptas a señalar los defectos de los demás.
Al tratar con adictos, debemos hacer justamente lo contrario.
La regla y/o
El pensamiento adictivo también se caracteriza a menudo por una rigidez de
pensamiento, lo que podemos llamar la “regla y/o”. Es posible que el adicto piense
sólo en los extremos y le sea difícil comprender que se necesita flexibilidad para
resolver los problemas.
Con todo, la lógica del adicto no parece ser defectuosa. Si sólo tuviera dos
elecciones, ambas inadecuadas, se justificaría su frustración. Podría engañarnos
si no tuviéramos conciencia del pensamiento adictivo y compartiríamos su
frustración cuando surgen los conflictos. Estar alerta ante esto debe permitirnos
ayudar al adicto a encontrar las soluciones apropiadas.
Capítulo 8
La hipersensibilidad
P
ara comprender mejor las actitudes y reacciones del adicto, es importante saber de
dónde procede la persona. Podemos entender las reacciones sumamente raras
de una persona ante ciertas experiencias sólo si conocemos las condiciones que
rodearon dicha experiencia.
Si tuviéramos que ver a alguien reaccionar con ira ante lo que parece un contacto
apenas notorio, digamos, el roce de alguien en un elevador, tal vez nos podríamos
preguntar, ¿Qué le pasa a esta persona?, de quien pensaremos que tiene una
tolerancia muy limitada. Pero lo más probable es que consideremos que su
reacción es injustificada.
Mientras un bronceado es aparente para todos los que pueden ver, las
sensibilidades emocionales de la gente no lo son. Por consiguiente, es posible
que no entendamos una reacción intensa si desconocemos las sensibilidades
peculiares de la persona.
Naturalmente la vida de casi todo el mundo para por una multitud de circunstancias
estresantes. Pero la mayoría de la gente no consume alcohol u otras drogas para
enfrentar sus aflicciones.
Algunas personas parecen tener mayor sensibilidad al estrés, por lo que
experimentan el malestar emocional con más agudeza que las demás. Muchos
adictos son emocionalmente hipersensibles y tal vez tienen emociones más
intensas que los no adictos. Quienes dependen de las sustancias químicas suelen
parecer casi inmoderadamente sensibles, con emociones de una intensidad
extrema. Cuando aman, lo hacen con intensidad, al igual que cuando odian.
Este ejemplo ilustra vividamente los intensos sentimientos de ser diferente que la
mayoría de los adictos experimenta antes de consumir su primera droga.
La quemadura del sol puede ser muy sensible. Aunque el tacto de alguien más
provoca un dolor agudo, no suele haber, en ese roce, intención de daño. Sin
embargo, los adictos hipersensibles a menudo ignoran su excesiva sensibilidad
emocional, por lo que perciben una intención hostil en actos o comentarios
inocentes y pueden reaccionar en conformidad.
Capítulo 9
Las expectativas mórbidas
A
Menudo los pensadores adictivos, sin razón lógica, sienten aprensión, anticipan
desastres. En este mundo suceden cosas buenas y malas. La mayoría de las
personas pasan por ambas. Los adictos no son los únicos que se preocupan y
anticipan sucesos negativos, pero tienden a hacerlo con más frecuencia que los
demás.
Muchos adictos son incapaces de ver lo bueno de las cosas buenas. Los
pensadores adictivos parecen llevar a cuestas un sentimiento mórbido de que
carecen de suerte. Por un lado, temen que todo aquello que parece funcionar bien
a la larga falle. Algunos presentan la norma de llegar hasta el umbral del éxito y
luego se sabotean a sí mismos.
Tom, de 32 años, nunca había logrado pasar más de tres meses abstemio. Sin
embargo, durante su última rehabilitación, pareció haber cruzado el umbral. Ya
estaba por cumplir su primer aniversario de sobriedad, y tres días antes de esa
importante fecha fue internado para una desintoxicación.
Tom lloraba mientras decía: “Tienen que creerme. No gozo bebiendo. No había
logrado no beber por más de tres meses desde que tengo 12 años, y ahora hacía
casi un año. Me ascendieron en mi empleo, y por primera vez en años, mi esposa
me dijo que me amaba.
“Sabía que era demasiado bueno para durar. Sabía que algo terrible estaba a
punto de suceder. Cada vez que el teléfono sonaba, pensaba que era para
decirme que a mi hijita la había atropellado un automóvil. Bebí para deshacerme
de ese terrible presentimiento”.
Capítulo 10
La manipulación de los demás
E
l pensamiento adictivo puede presentarse antes del consumo de alcohol y de otras
drogas. Pero existe una característica que parece ser originada por la adicción
química: la manipulación.
Los no adictos son a veces manipuladores, y los adictos pueden haber manipulado
a otros antes de empezar a beber o a consumir otras drogas. Pero con el
consumo de alcohol y de drogas el problema se incrementa. La gente se ve
obligada a mentir, a encubrir y a manipular. Los adictos desarrollan un dominio de
la manipulación y, con el tiempo, se vuelve un rasgo de carácter profundamente
arraigado.
Evitar la estafa
Durante sus días de consumo y bebida Phil solía llegar a casa al amanecer o
desaparecía durante varios días. Después de salir del tratamiento de
rehabilitación asistió con frecuencia a las reuniones de AA/NA. Una noche,
después de una reunión, él y varios amigos fueron a una cafetería abierta toda la
noche donde continuaron con una mini reunión hasta después de la medianoche.
La esposa de Phil se aterró al no verlo volver a casa a las 10:30 p.m., como lo
esperaba, e imaginó lo peor. Cuando él finalmente llegó, en la puerta le preguntó:
“¿Por qué no me llamaste para decirme que llegarías más tarde?”
“Llamé,” le contestó Phil, “pero nadie me contestó”.
Analicé el incidente con Phil, que me dijo: “No sé por qué le dije que había
llamado. Sabía que era una mentira, pero me pareció natural hacerlo”.
A menudo advierto a las personas que entran a tratamiento que tienen que cuidar
de no estafarse a sí mismas. Pueden obtener una ventaja temporal de echarles la
culpa a otros, pero es un triunfo inútil engañare a uno mismo. El vencedor es
también el vencido.
Pueden pensar: Sin duda no soy tan estúpido como para recaer en mi conducta
destructiva ahora que he tomado conciencia de ella.
El terapeuta desprevenido puede caer en el juego del adicto. ¡Qué maravilloso no
tener que romper laboriosamente la montaña de negaciones como con otros
pacientes! ¡Qué alivio tener a alguien que pronto puede empezar a trabajar con
los temas importantes de su recuperación! ¡He aquí a alguien que está dispuesto
a dar un Cuarto Paso (hacer un inventario moral) en la segunda semana de
tratamiento, y un Quinto Paso (compartir la historia de su vida con otra persona) al
siguiente día!
Es una persona que toma un ascensor de alta velocidad en lugar de proceder por
los Doce Pasos. Es necesario que el terapeuta esté prevenido. Es mera
manipulación. Es muy probable que, camino a casa, la persona se detenga en el
bar más próximo.
Al igual que con los demás aspectos del pensamiento adictivo, los atajos y las
manipulaciones del adicto no parecen ser obviamente absurdos y es fácil caer en
su juego. Además estas manipulaciones no desaparecen de inmediato con la
abstinencia de las sustancias químicas. Se necesita mucho tiempo y mucho
trabajo antes de que el adicto en recuperación pueda superar su conducta
manipuladora.
Capítulo 11
La culpa y la vergüenza
S
uele pensarse que los adictos están agobiados de culpas. Desde luego, cuando
oímos decir que el adicto expresa remordimientos, percibimos lo profundamente
culpable que se siente.
El análisis profundo de las personas adictas revela a menudo muy poco amor
propio y sentimientos arraigados de inferioridad.
El sentimiento de poco amor propio o de vergüenza en los adictos suele ser más
grave. Las circunstancias que suelen originar los sentimientos de culpa en
personas emocionalmente sanas ocasionan sentimientos de culpa en los adictos
como una especie de corto circuito. Suponga que enciende el aire acondicionado,
y lo que se prende son las luces, o que enciende la lavadora de platos y lo que se
prende es el triturador de basura. Es obvio que los cables están cruzados. Es lo
que sucede con los adictos. Lo que debería producir culpa provoca vergüenza.
Esa noche, más tarde, la enfermera me llamó para decirme que Ed estaba
actuando de manera extraña. Por sugerencia mía revisó su habitación y encontró
una botella de vodka casi vacía.
El psicólogo y especialista en adicciones Rokelle Lerner dice que el programa de
los Doce Pasos cambia la vergüenza por la culpa. El programa ayuda a los
adictos a comprender que padecen una enfermedad. Aunque se les dice que son
completamente responsables de su conducta, no tienen la culpa de tener esa
enfermedad. Sin embargo, se espera que sigan el programa de tratamiento, se
mantengan en total abstinencia y que lleven a cabo cambios importantes en sus
rasgos de carácter.
Capítulo 12
La omnipotencia y la impotencia
U
n rasgo del pensamiento adictivo es la ilusión de que se tiene el control. En cierto
grado, está presente un delirio de omnipotencia (la sensación de tener un poder
ilimitado) en cada adicto y codependiente.
Los alcohólicos pueden tener muchas excusas para explicar por qué Alcohólicos
Anónimos no es para ellos. Objetan: “He asistido a las reuniones de AA. Hablan
de Dios todo el tiempo y yo soy ateo. No creo en Dios; no me sirve AA”.
Existen muchas cosas sobre las cuales una persona no tiene control o es
impotente. Esto de ninguna manera constituye una debilidad de carácter. Los que
padecen la fiebre del heno no pueden controlar sus estornudos. Se alivian
mediante un tratamiento médico adecuado, pero sin él, son impotentes ante sus
estornudos. Sin embargo, ni el peor ataque de estornudos hace que quienes lo
padecen se sientan ciudadanos de segunda. Insistir en que controlan sus
estornudos, cuado en realidad no pueden, equivaldría a un delirio.
Las personas que piensan que la adicción es una deficiencia moral más que una
enfermedad ven la incapacidad de controlar la bebida o el consumo de drogas
como una debilidad de carácter. Cuando las personas niegan defensivamente su
impotencia ante las sustancias químicas e insisten en que siguen teniendo el
control, en realidad están delirando. Cualquier adicto que diga “No puedo ser
impotente” está manifestando un delirio de omnipotencia.
AA simplemente dice que, debido a que los adictos no tienen control sobre su
consumo de sustancias químicas, deben buscar frenos en otra parte. En ese “otra
parte” lo que constituye el Poder Superior no cree en un Poder Superior religioso
puede encontrar otras fuentes externas de control. Por ejemplo, muchos
consideran a su grupo de AA como un Poder Superior.
Para aceptar un Poder Superior, ya sea religioso o de otro tipo, los adictos deben
darse cuenta de que no tienen el control de algunos aspectos de su vida. De
hecho, es lo que hacen quienes padecen la fiebre del heno cuando toman un
medicamento.
A menudo se presentan al mismo tiempo la grandiosidad y el delirio de
omnipotencia. Ambos pueden ser esfuerzos desesperados para no tomar
conciencia de la impotencia.
Las personas que se sienten bien consigo mismas no suelen percibir una amenaza
en tomar conciencia de su impotencia. Pero cuando no tienen amor propio,
cuando se sienten inadecuadas, incompetentes o carentes de valor, deben
protegerse a sí mismas en contra de lo que consideran otra humillación: su
incapacidad de control sobre las sustancias químicas. Crearse una autoestima
puede ayudar a los adictos en recuperación a superar esta sutil pero fuerte
amenaza.
Capítulo 13
Admitir los errores
M
uchas personas que dependen de sustancias químicas tienen grandes dificultades
para admitir que están equivocadas. Puede que no estén de acuerdo con esta
información, alegando que no tendrían la más mínima dificultad para aceptar que
están equivocados si llegara a ocurrir.
La persona en recuperación debe aprender no sólo que está bien ser humano, sino
también que el mayor logro es ser un buen ser humano. Pero primero se debe ser
humano, lo que significa que se cometerán errores en algún momento.
Una de las maneras más eficaces de aceptar la frase “Cometer un error no es el fin
del mundo” es ver que otras personas, en especial a aquellos a quienes el adicto
respeta, también cometen errores. Cualquiera puede servir de modelo. Les daré
un ejemplo de mi propia vida.
En una ocasión tuve a un joven paciente psiquiátrico que fue hospitalizado durante
un largo periodo. A medida que se recuperaba se le dieron pases para salir del
hospital durante varias horas.
Le dije al paciente que no sabía de qué estaba hablando, porque yo había dejado
el permiso como se lo prometí.
Cogí ambas tablas y las llevé a la habitación del paciente para mostrarle lo que
ocurrió. Me disculpé por mi error que lo había privado de ver a sus compañeros de
clase y le dije que nada podría corregir esa equivocación. Lo único que podía
hacer era disculparme.
Sucedió algo extraño: después de ese incidente hubo una mejoría significativa y
progresiva en la condición del paciente. Posteriormente descubrí que una de las
principales obsesiones del paciente era el perfeccionismo. Cometer un error era
tabú.
Cuando me familiaricé por primera vez con el programa de los Doce Pasos, me
encantó el paso Diez: “Y cuando te equivoques, reconócelo rápido”. Al igual que
muchas otras personas, solía defender mis errores. Mi ego no me permitía aceptar
que me había equivocado.
Algunas personas crearán una violenta batalla para demostrar que tenían razón, y
sólo cuando sus argumentos son rebatidos aceptan a regañadientes que se han
equivocado. Esta actitud puede tener consecuencias desastrosas. Un método
mucho más simple y eficaz de conservar nuestras energías es admitir simplemente
que nos equivocamos y hacerlo rápido sin inútiles tentativas de defender un error.
¡Qué alivio ha sido liberarme de esa carga! No soy inmune a cometer errores y,
cuando admito mi humanidad, la gente siempre lo comprende. Sólo cuando insisto
en estar en lo cierto provoco su ira.
Capítulo 14
La Ira
L
a ira es una emoción poderosa e importante. Su manejo puede muy bien ser el
problema psicológico más difícil de nuestra época. En tanto que la bibliografía de
las adicciones consta de algunos buenos libros sobre la ira, todavía es necesario
que entendamos más acerca de su verdadera esencia.
Las tres fases de la ira
Muy a menudo la ira provoca rápidamente rabia. Los adictos parecen tener una
particular dificultad en su reacción a la ira, aún cuando no están bajo la influencia
de una sustancia química. Desde luego, cuando estas sustancias han debilitado el
control sobre uno mismo, la reacción de rabia puede ser muy grave. ¿Existe
alguna manera de disminuir la intensidad de la ira de la fase 1?
Todas las emociones tienen una función. Aunque los devotos fanáticos y los libres
pensadores están en desacuerdo en muchos puntos, concuerdan en que todo lo
que existe en la naturaleza tiene una función. Por ejemplo, la amplia gama de
colores en el mundo animal, de las aves multicolores hasta el esplendor de la vida
acuática, todos tienen un propósito. Los colores permiten a las criaturas
armonizarse con su entorno, les sirve de camuflaje que los protege. O bien, los
colores brillantes atraerán a una pareja.
La ira no es lo mismo que el odio. Podemos estar muy enojados con alguien a
quien amamos, y podemos odiar a alguien sin estar enojados con él. ¿Entonces
cuál es el propósito de la ira?
Muchos adictos parecen pensar que el mundo es injusto hacia ellos. Se sienten
estafados por todos y están enojados con todo el mundo, incluso con Dios. ¿Por
qué yo? ¿Por qué tú me haces esto a mi?
Así, podemos entender, aunque no disculpar, las reacciones del adicto que se
siente víctima de la “injusticia”. Todas las culturas aceptan que los perpetradores
de injusticias deben ser castigados. Es lo que hace el adicto que manifiesta su ira,
castiga al otro por una “injusticia”. Aunque las técnicas para manejar la ira son
importantes, superar el pensamiento distorsionado que genera la ira sería
obviamente más útil.
Esto es muy diferente a la represión de la ira. Ésta ocurre cuando ha habido una
verdadera injusticia, y cuando la persona que tiene una razón legítima para sentir
ira no se enoja en lo absoluto. Esto es tan anormal como no sentir dolor cuando
nos pica un objeto puntiagudo. Algunas personas han aprendido, de una u otra
manera, a no sentir ira. Esta represión no es una técnica de control por medio de
la cual la persona reconoce la ira y decide manejarla de cierta manera, como
contando lentamente hasta diez. La represión es un mecanismo lentamente hasta
diez. La represión es un mecanismo psicológico inconsciente que evita que la
persona tome conciencia de una emoción o idea inaceptable. A nivel inconsciente
la ira puede sentirse, pero no se manifiesta en la conciencia de la persona.
Un buen ejemplo de ira reprimida es una paciente a la que traté durante una
depresión crónica. Como era una monja con un estricto entrenamiento religioso,
había desarrollado la idea de que sentir ira era pecaminoso.
Llegar a mi consultorio le llevaba una hora y media de trayecto, tomando dos
autobuses. No quería llegar tarde a su cita, pero el horario del autobús era tal que
llegaba una hora antes. Siempre intenté apresurarme, y ella siempre esperó con
paciencia.
“Estoy seguro de que cuando descubrió que no estaba, se enojó mucho”, le dije.
“Porque hizo una hora y media de trayecto y luego esperó dos horas más, perdió
mucho tiempo porque se me olvidó llamarla. No es posible que no se haya
enojado”.
Con la misma expresión sonriente y dulce, la hermana dijo: “No, ¿por qué debería
haberme sentido ofendida?”
Estoy seguro de que la hermana estaba diciendo la verdad cuando dijo no sentirse
ofendida ni enojada. El sentimiento es una sensación y su sistema sensorial no
registró ira. Así lo entrenaron.
Cuando se le priva del desfogue de llorar, la psique masculina puede buscar otra
salida que a menudo resulta en rabia. De hecho, estar privado de la posibilidad de
llorar cuando se nos lastima es injusto y tal vez esa injusticia convierte el dolor en
ira y rabia.
Cuando entran a recuperación algunos hombres lloran por primera vez desde su
infancia. Aprenden que es correcto sentir; y, así, se elimina una importante fuente
de ira.
Las personas no son capaces de considerar que ser un adicto es muy deseable.
Pero si nos damos cuenta que las ganancias de la recuperación en un programa
de Doce Pasos no se logran fácilmente de otra manera, ser adicto puede no ser la
maldición que pensamos que era.
Capítulo 15
La pared de reclusión
D
ebido a su sensibilidad emocional, a su mala imagen de sí mismos, y a las
expectativas mórbidas de los adictos, es comprensible que puedan intentar
protegerse del malestar anticipado. Siempre piensan que van a ser despreciados,
criticados o rechazados. Para defender su psique del dolor que eso les provoca,
muchos adictos construyen una pared protectora entre ellos mismos y el resto del
mundo.
El grado de puercoespín
Aunque las paredes defensivas que construyen los adictos los protegen de las
“púas” del mundo exterior, también lo recluyen, frustrando la intensa necesidad
humana de la amistad. La pared erigida como protección se vuelve entonces una
cárcel.
Si la familia y los amigos tratan de llegar a su ser amado abriéndose paso por la
pared defensiva o rodeándola, el adicto puede sobrecogerse de terror y reforzar la
pared. Por ejemplo, una mujer solicitó tratamiento para su drogadicción porque ya
había lastimado todas las venas de su cuerpo. Su aspecto al ser internada en el
centro de rehabilitación era espantoso. Cuando pareció estar bastante más sana,
tres semanas después, le señalé: “Celia, estás empezando a verte bien”. Mi
comentario fue recibido con una imprecación odiosa.
Las características del pensamiento adictivo son las herramientas que el adicto
emplea tanto para levantar la pared defensiva como para mantenerla. Con un
tratamiento adecuado se rompe el círculo vicioso y, a medida que se corrigen las
malas percepciones durante la recuperación, irá eliminándose la totalidad de la
pared.
Capítulo 16
El manejo de los sentimientos
L
os adictos pueden tener grandes problemas con sus sentimientos: los negativos,
como la ira, la envidia, la culpa y el odio, no son los únicos difíciles de manejar.
Aún cuando algunos sentimientos positivos (por ejemplo el amor, la admiración y el
orgullo) pueden desconcertar al adicto, algunas veces lo harán aún más cuando
ya ha dejado de consumir sustancias químicas.
Las emociones son fuerzas motivantes; es lo que nos impulsa, al igual que el
motor de un automóvil.
Cuando la gente teme sus emociones puede que estén sucediendo dos cosas:
La depresión
La depresión es uno de los sentimientos más dolorosos que el adicto puede haber
anestesiado con alcohol u otras drogas. No sorprende que la persona recién
abstemia pueda sentirse deprimida. La abstinencia desenmascara los
sentimientos previos de depresión. Y la claridad de la mente subsecuente a la
abstinencia permite que la persona perciba los estragos que el alcohol y las demás
drogas hicieron en su familia, su trabajo, su condición económica y su salud física.
Un día alguien dejó caer un cigarrillo encendido sobre su mano derecha y sintió el
dolor de la quemadura. Pegó un brinco y gritó exaltada: “¡Puedo sentir! ¡Puedo
sentir! ¡Me duele! ¡Puedo sentir!” Para cualquier otro el dolor habría sido
desagradable. Para esa mujer el dolor fue una alegría porque le indicó que sus
capacidades estaban volviendo.
Le dije a Emily que desde los 15 años había estado viviendo como una zombi,
anestesiada con alcohol u otras drogas, e incapaz de sentir emociones. Cierto, no
había sentido mucho dolor, pero tampoco debía haber experimentado muchas
sensaciones agradables. Ahora que había dejado las drogas, podía sentir de
nuevo el dolor y la alegría de la vida.
El surgimiento de las emociones
Un adicto recién abstemio está ahora sujeto a muchos sentimientos que quedaban
anestesiados por las sustancias químicas. La reacción inicial puede ser una
especia de “aturdimiento”, similar al de apagar la válvula maestra, un no sentir
nada. En esos casos los miembros de la familia se preocuparán de que su ser
amado se haya transformado en un “zombi”. Otros adictos empezarán a
expresarse de una manera que su familia y amigos nunca vieron antes, y que
puede asustarlos. Aprender a manejar las emociones lleva tiempo, y si los
miembros de la familia se sienten a disgusto con la conducta de la persona que
inicia una recuperación, considerarán que era más fácil vivir con el adicto antes de
su sobriedad. Algunas veces esto transmite al adicto señales sutiles que resultan
en una reincidencia.
Por consiguiente, es sumamente importante que tanto el adicto como los miembros
de la familia comprendan que en la adicción los sentimientos eran el blanco
principal de las sustancias químicas y que la abstinencia puede dar por resultado
al principio un caos o una parálisis emocional. Aprender a evaluar y a manejar los
sentimientos es un objetivo importante. Esto llevará tiempo, se requerirán muchos
ensayos y errores. La persona en recuperación debe tener paciencia y quienes la
rodean necesitarán aún más.
Capítulo 17
Los sabores y los colores de la realidad
A
menudo aunque perciba con exactitud la realidad, el adicto sentirá que no es
bastante buena. Las gratificaciones y los placeres normales de la vida no bastan.
Falta algo, y se siente estafado de los verdaderos placeres. Otras personas, que
parecen estar contentas, deben estar experimentando lo “verdadero”, pero de
alguna manera el pensador adictivo se siente privado de ello. Debe haber más en la
vida, piensa el adicto.
Clancy, un orador popular de AA, lo dice muy bien: “Mi mundo era opaco y gris. Mi
familia, mi trabajo, mi vida hogareña, mi coche… todo era gris. No soporto nada
que sea gris. ¡Necesito color! Y el alcohol daba color a la vida”. Para el alcohólico
y otros adictos la vida es como un alimento guisado sin sazón: insípido.
¿Por qué esta persona bebe tanto? Los alcohólicos beben porque padecen la
enfermedad del alcoholismo. Perdieron el control sobre su consumo de alcohol debido a
la enfermedad.
¿Por qué la insatisfacción? La visión que tiene el pensador adictivo de la realidad
está distorsionada. Como está crónicamente insatisfecho, no lo siente que esté
experimentando lo que debería vivir. La vida no le está brindando la suficiente
gratificación, y el alcohol y otras sustancias químicas parecen darle color. Los grises
cambian a colores deslumbrantes. Ahora siente lo que otros deben estar
experimentando. Se siente normal.
Aunque los síntomas del adicto en recuperación y los de la persona que padece
una depresión clínica pueden ser similares, existen importantes diferencias.
Nada impide que el adicto presente una depresión clínica. Sin embargo, puede ser
muy difícil el diagnóstico de una depresión clínica en una persona al principio de su
recuperación y habrá de hacerse con base en la evaluación del médico. Por
consiguiente es importante que el médico esté familiarizado tanto con las
enfermedades adictivas como con la depresión clínica, para que su evaluación y
su juicio sean los adecuados.
Las personas que sólo padecen una depresión clínica y no son adictas pueden ser
tratadas eficazmente con antidepresivos y psicoterapia. Los que son adictos y no
presentan una depresión clínica pueden ser ayudados con un programa de
recuperación y asesoramiento. Si la persona sufre tanto una adicción como una
depresión clínica, serán necesarios ambos tratamientos. Los antidepresivos no
son un sustituto del programa de recuperación, así como éste no es un sustituto de
los medicamentos antidepresivos. El uso adecuado de ambos puede resultar en
una recuperación global.
Capítulo 18
¿Debe llegarse al fondo?
L
a verdadera recuperación de una adicción significa más que una simple
abstinencia. Significa renunciar al sistema de pensamiento patológico y adoptar
uno sano. Puesto que la adicción implica una distorsión de la percepción, sólo
algunos acontecimientos importantes pueden provocar que el adicto cuestione la
validez de su percepción. El acontecimiento o acontecimientos que ocasionan
este descubrimiento algunas veces se llaman tocar fondo.
Una ley de la conducta humana, que parece tan inquebrantable como la ley de la
gravedad física puede muy bien ser llamada “ley de la gravedad humana”: la
persona gravitará de una condición que parece ser de gran sufrimiento a una
condición que parece ser de menos sufrimiento, y nunca en sentido opuesto.
Según esta ley, es imposible que una persona elija sufrir más. Cualquier tentativa
de invertir la dirección de la elección será tan inútil como intentar que el agua fluya
hacia arriba de una colina.
mayor sufrimiento
menor sufrimiento
El alcohol y otras sustancias que alteran la mente ofrecen cierto grado de alivio del
malestar, sin importar si es alivio de la ansiedad, de la depresión, de la soledad, de
la timidez o sólo de un impulso compulsivo. La abstinencia, por lo menos al
principio, provoca sufrimiento, algunas veces inquietud psicológica, y a menudo
grave malestar físico.
consumo de sustancias
abstinencia químicas
menos sufrimiento:
consumo de sustancias
menos sufrimiento:
químicas abstinencia
Entonces esto es lo que sucede cuando se toca fondo. El fondo no es más que un
cambio de percepción, en el que la abstinencia se percibe como una inquietud menor que el
consumo de sustancias químicas. Si en cualquier momento después de lograr una
abstinencia, aun varios años después, ésta vuelve a ser fuente de inquietud mayor,
ocurrirá una recaída.
El curso natural de la adicción es tal que se toca fondo si nadie interfiere. Pero las
personas que rodean al adicto, con toda la buena intención, pueden eliminar
algunas de las inquietudes provocadas por las sustancias químicas. Por ejemplo,
un colaborador cubrirá al compañero que tiene resaca. Esto evita que se dé un
cambio de percepción de mayor y menor inquietud y permite que siga la adicción
activa. A esto se debe que a las personas que impiden las consecuencias
dolorosas del consumo de drogas se les llame facilitadores.
Reunirse con gente sobria y ver que son felices y productivos demuestra las
gratificaciones de la abstinencia. Obtener una respuesta positiva a la sobriedad de
parte de la familia, de los amigos y de los colegas es una gratificación. Recobrar la
autoestima es un premio, y lo es también conservar el empleo.
El adicto activo puede reconocer que todos son como gratificaciones y seguir
sintiendo que están fuera de su alcance. Aquí es donde una terapia apropiada,
con una elaboración realista y adecuada de la autoestima, puede hacer la
diferencia. Con ayuda apropiada el adicto empezará a concebir que puede lograr
esas recompensas y a percibir que la abstinencia es una fuente de menor
inquietud.
L
os profesionales del tratamiento y otras personas pueden emplear muchas
técnicas para ganarse la confianza del adicto; sin importar el método, el éxito del
tratamiento depende de esa confianza.
Tomemos conciencia de lo que estamos esperando del adicto. Que esta persona
se abstenga por completo y permanentemente del consumo de sustancias
químicas que le permitieron vivir la vida, tal vez lo único que la hizo tolerable. Es
mucho pedirle a alguien.
Sin duda alguna, usted concluirá que su amigo de confianza se volvió loco. ¡El
pobre está demente! dirá a usted mismo. Siempre he sabido que cuando suelto las cosas
caen, y que existe una ley de la gravedad. Este pobre amigo lunático está intentando
convencerme de un enorme disparate. ¿Qué tan loca puede volverse una persona?
Pero ¿qué sucede si contrae un fuerte resfriado y tiene los senos nasales tapados
y es incapaz de percibir los sabores? Puesto que el cocinero no confía en las
mediciones, lo mejor que puede hacer es llamar a alguien y pedirle: “¿Puedes
probar por favor esto por mí y decirme qué crees que le falta? Estoy muy resfriado
y no distingo los sabores”.
Para los adictos, el personal del centro de tratamiento puede suplir esta función.
Las “papilas gustativas” de los adictos para evaluar la realidad no funcionan bien.
El tratamiento profesional puede ayudarlos a evaluar la realidad y a desarrollar un
sistema de pensamiento correcto.
¿No es mucho pedir que el adicto confíe en una persona que nunca antes había
visto?
Hasta los hijos de hogares sanos y funcionales tienen problemas para confiar en
los demás. No siempre los padres son francos con ellos, por muchas razones: a
menudo piensan que los niños no pueden entender algunas cosas. Entonces, en
lugar de decirles la verdad, planean algo que piensan que podrán comprender.
El adicto que se encuentra con un profesional del tratamiento tiene pocas razones
de confiar en él. Haber tocado fondo puede haberle quitado su punto de apoyo, y
se siente suspendido como en el aire. Una persona del grupo de tratamiento le da
la mano y le dice: “Intentaremos ayudarlo”. ¡Genial!
Si los adictos tienen tan poca confianza, ¿cómo aceptan el tratamiento de los
médicos y enfermeras? ¿O aceptan someterse a cirugía? La respuesta es que los
ayudantes profesionales no están diciendo cosas que contradigan lo que ya cree el
adicto. El dentista le dirá que su muela del juicio está rota y que debe extraérsela;
el adicto nunca ha creído que una muela del juicio rota no debía ser extraída.
Los adictos en tratamiento deben tener razones para creer que no serán
engañados, que su bienestar es la principal meta del tratamiento y que nada
desviará al personal de esa meta. El personal del tratamiento debe buscar
establecer alianzas con la familia, el jefe y el sistema judicial del adicto, pero sólo a
condición de que éste lo sepa.
Aunque el tradicional programa de tratamiento residencial de 28 días ha sido
reemplazado, el tratamiento externo intensivo suele ser de mayor duración. Esto
permite al terapeuta un poco más de tiempo para ayudar al adicto en la transición
de un pensamiento adictivo a uno normal.
A su vez, esto casi siempre significa que el terapeuta no pudo ganarse la confianza
del paciente. No es necesariamente un reflejo de las habilidades y de la
dedicación del médico; la persona puede haber entrado a tratamiento con un
profundo sentimiento de desconfianza y todavía es incapaz de creer en nadie. O
bien, a pesar de todo lo que sucedió, aún no ha tocado el fondo que empezará a
fragmentar su pensamiento adictivo. Suele ser cuestión de tiempo que el adicto se
de cuenta de que el terapeuta tenía razón y de que su pensamiento era erróneo.
Entonces suele volver al tratamiento; esta vez con más confianza en el médico.
Capítulo 20
La espiritualidad y el vacío espiritual
A
unque se pueden encontrar casi todas las enfermedades humanas en los
animales, hay pocas evidencias de que, en su hábitat normal, éstos desarrollen
padecimientos adictivos. Algunos animales cuyo cerebro fue tratado con ciertas
sustancias químicas pueden comer o beber en exceso, pero eso no ocurre en los
que se encuentran en su entorno normal. Las indulgencias en los excesos
parecen ser un fenómeno únicamente humano. ¿Por qué?
Al contrario de los animales, que sólo tienen impulsos y deseos físicos, los seres
humanos ansían asimismo una satisfacción espiritual. Cuando no se satisface
esta necesidad, sienten una inquietud confusa. En tanto que el hambre, la sed y el
impulso sexual se identifican con facilidad, el ansia espiritual es más difícil de
reconocer y de satisfacer. Es posible que las personas sientan que algo les falta,
pero no sepan qué es.
Esto se parece al error que cometen los adictos. El pensador adictivo razona
como el alimento o el sexo o el dinero o el alcohol u otros fármacos han
satisfecho algunas de sus ansias, también lo harán con otras.
El significado de la espiritualidad
¿A qué se debe que podamos identificar con facilidad que el alimento satisface el
hambre y el agua la sed, pero que nos cuesta trabajo saber qué satisface las
ansias espirituales?
Existe una respuesta, que los teólogos consideran ser el núcleo de aquello de lo
que se trata la humanidad: un ser humano no es sólo un animal que difiere del
resto únicamente en su grado de inteligencia. Los seres humanos, como seres
moralmente libres, pueden elegir reconocer su espiritualidad y su relación única
con Dios.
Pero ¿qué sucede si una persona no tiene una orientación religiosa, y “Dios como
lo entendemos” es el grupo de apoyo? ¿Impide la falta de una creencia religiosa
formal la espiritualidad?
Se puede decir que todas estas capacidades, que son únicas del ser humano,
constituyen el espíritu. Por consiguiente, éste es la parte que nos distingue de las
otras formas de vida. Un devoto fanático dirá que el espíritu fue infundido en la
humanidad en el momento de la creación. Un ateo podrá decir que se desarrolló a
lo largo de millones de años de evolución. Pero pocos negarán que los seres
humanos tienen esas capacidades, y por consiguiente que poseen un espíritu.
El pensamiento adictivo no es espiritual, puesto que su meta es el otro polo de la
espiritualidad. A esto se debe que la recuperación de una adicción requiera un
cambio del pensamiento adictivo a la espiritualidad, aunque no necesariamente a
la religión. Naturalmente la religión abarca la espiritualidad, y puede ser una
fuente adicional de fuerza en la recuperación, pero no es absolutamente necesaria
para ella.
Capítulo 21
El pensamiento adictivo y la recaída
A
menudo la recurrencia del pensamiento adictivo precede a la recaída en la bebida o
en el consumo de otras sustancias químicas. El pensamiento distorsionado
también puede ser subsecuente a la recaída cuando la persona intenta volver al
programa de los Doce Pasos.
El crecimiento en la recuperación
Manchas resbalosas
A pesar de mi dolorosa caída, estaba dos calles más cerca de mi destino que
cuando salí. La caída no borró el trayecto que ya había recorrido.
Es así como considero una recaída. Sin importar su dolor, no es una regresión a la
casilla número uno. El progreso hacho hasta el punto en que se da no puede
negarse. El adicto que recae debe volver a empezar desde ese punto, como
cuando me resbalé en el hielo, y estar aún más alerta a todo aquello que le pueda
ocasionar una recurrencia.
Pero sólo hay un primer beso. La experiencia nunca se duplicará. Al entrar por
primera vez al programa de los Doce Pasos, los adictos encuentran a otros
semejantes a ellos. Llegan a sentirse bienvenidos y cómodos a medida que se
integran a la población en recuperación. La persona que vuelve al programa y
busca esta sensación se frustrará y decepcionará. No lo sentirá tan fresco y
novedoso.
Capítulo 22
Las frustraciones del crecimiento
L
a frustración no es la causa del alcoholismo o de otras adicciones a los fármacos.
Muchas personas han aprendido a tolerar la frustración y de alguna manera la
manejan sin evadirse hacia la anestesia de las sustancias químicas. Es posible
que quienes consumen fármacos para lidiar con la frustración no hayan aprendido
a tolerarla, o tal vez controlan algunas, pero en su pensamiento adictivo tienen
grandes dificultades con otras.
Nos frustramos cuando sentimos que las cosas podrían y deberían ser diferentes a
lo que son. Cuando sabemos que las cosas suceden como era de esperarse no
nos frustramos, aunque si no nos guste particularmente lo que está sucediendo.
Los pensadores adictivos consideran que esto es algo inusual. Si descubren que
son incapaces de pasar un largo periodo sin que su paz se vea alterada, se
sienten separados e injustamente atormentados. Si beben o consumen otras
sustancias químicas, señalarán una serie intolerable de problemas con los que
deben intentar lidiar. Es una cosa tras otra, se dicen a sí mismos. Jamás tengo un
momento de paz.
Aunque es una queja legítima, ésta es la realidad para muchas personas y sin
embargo el adicto es incapaz de tomar conciencia de ello. Según él, nadie más
podría estar sujeto a tan terribles tensiones y problemas.
Quienes rodean al adicto deben saber lo suficiente para no creer que la persona
tiene una disculpa legítima para consumir alcohol y otras drogas. Pero pueden ser
llevados inadvertidamente a una empatía enfermiza. Los diversos problemas que
describe el adicto pueden parecer demasiado para que cualquiera los enfrente;
pero, al analizarlo con más detenimiento, sus problemas no son tan diferentes de
los que tiene el no adicto. Mas lo que percibe el pensador adictivo es que son
radicalmente diferentes: otras personas tienen un descanso de vez en cuando, pero yo
no. Jamás.
“Desde luego”, le contesté. “¿Qué nunca has oído hablar de las dificultades del
comienzo?”
Otra mujer en recuperación lo expresó brevemente: “Me dijeron que si dejaba de
beber las cosas mejorarían. Bueno, estaban equivocados. Las cosas no
mejoraron. Yo mejoré”,
Sólo el principio
Una de las peores cosas que pueden sucederle a una persona que sale de un
programa de tratamiento es que todo se mantenga tranquilo durante varias
semanas. Esto refuerza la fantasía de que la vida puede carecer de retos. La
persona empieza a pensar lo fácil que es la recuperación porque todos los
problemas irritantes ya no ocurren. Cuando suceden problemas inevitables la
persona es tomada por sorpresa.
Llamar a su supervisor
Asistir a las reuniones
Compartir con los demás, y
Seguir las recomendaciones de los demás
Capítulo 23
Explicaciones ridículas, soluciones sensatas
C
uando vemos adictos comportarse de manera irracional, a menudo nos quedamos
tan sorprendidos que no sabemos como reaccionar. Nos parecemos mucho al
granjero que ve por primera vez en su vida a una jirafa en el zoológico y exclama:
“Lo veo, pero no lo creo”. Es obvio que lo que los adictos están haciendo es destructivo
para ellos mismos y para los demás, pensamos, entonces, ¿por qué no son capaces de
relacionar su conducta con el alcohol y otras sustancias químicas?
Los procesos de pensamiento del adicto pueden estar tan afectados por el efecto
de las sustancias químicas en el cerebro que son comprensibles las
contradicciones inherentes y las inconsistencias de conducta más extrañas. Sin
embargo, cuando el adicto se recupera y voltea hacia su antigua conducta
irracional, a menudo lo sorprende la manera en que pensaba y actuaba. Lo que es
menos comprensible es cómo y porqué las demás personas importantes de su
entorno, cuya mente no está alterada por las sustancias químicas, caen presa de
tantos pensamientos y conductas distorsionados.
A esto se debe que sea tan importante comprender el concepto del pensamiento
adictivo, que existe y opera en cada persona activa y, en mayor o menor grado, en
los que lo rodean y son importantes para él.
En la vida de todos los días nadie se detiene a preguntarse ¿Es posible que esté
alucinando? No podemos funcionar bien en la realidad si dudamos de todo.
Cuando el autobús llega a la parada, nos subimos en él y no pensamos: Tal vez
este autobús no existe en realidad. Tal vez sólo estoy alucinando un autobús. Este
pensamiento nos paraliza.
Cuando suceden cosas que están más allá de nuestras expectativas, es posible
que nos pellizquemos para asegurarnos de no estar soñando. Esto puede ocurrir
cuando sucede algo fuera de lo común, ya sea bueno o malo. Nos pellizcamos
para poner a prueba la realidad.
Puede ser pedir demasiado de los adictos activos el intentar descubrir si sus
percepciones son reales o distorsionadas. Pero valdría la pena que las personas
cuyo cerebro no está distorsionado por sustancias químicas y que están
relacionados con un drogadicto verifiquen su propio pensamiento y que consideren
la conducta del adicto desde una perspectiva adecuada. Esto es legítimo sin
importar si se es el esposo, la esposa, uno de los padres, el hijo, el terapeuta, el
supervisor, un amigo, el sacerdote o pastor o cualquiera que tenga que ver con un
adicto activo. Mientras más entendemos la manera en que piensan y funcionan los
adictos, menos probable será que nos paralice el impacto de su conducta, y que
nos engañen sus ingeniosos ardides y manipulaciones. Además, si podemos
comprender nuestras poderosas fuerzas internas capaces de producir muchas de
las mismas distorsiones que son resultado de las sustancias químicas,
opondremos menos resistencia cuando se nos señale nuestro papel de
codependientes.
Le contesté: “Por favor dígame cuánto son dos más dos, pero no diga cuatro”.
El concepto no es nuevo
¿Es normal el dolor profundo? No. ¿Es normal que una persona con una pierna
fracturada sufra un dolor agudo? Si.
¿Es normal la fiebre? No. ¿Es normal que una persona con una infección tenga
fiebre elevada? Si.
¿Es normal el pensamiento adictivo? No. ¿Es normal que las personas que
dependen de las sustancias químicas y los codependientes presenten un
pensamiento adictivo? Si.
Como usted leyó este libro, de una u otra manera le interesa la adicción. Como tal,
puede ser vulnerable al pensamiento adictivo. Verifíquelo con alguien que pueda
analizar de manera más objetiva su propia vida. Con la ayuda de otro será más
capaz de aclarar su propia realidad.
1 David Sedlak, M.D., “Childhood: Setting the Stage for Addiction in Childhood and
Adolescence”, en Adolescent Substance Abuse: A Guide to Prevention and Treatmente,
ed. Richard Isralowitz y Mark Singer (Nueva York: Haworth Press, 1983).
1 Ronald and Patricia Potter-Efron, Letting Go of Shame: Understanding How
Shame Affects Your Life (Center City, Minn.: Hazeldenn Educational Materials,
1989), 2.
1 Las ideas que discutimos en este capítulo son de Animals and Angels: Sprirituality
and Recovery de Abraham J. Twerski (Center City, Minn: Hazelden Educational
Materials, 1990)