Mitos Portuguesa C 01 El-Silbon

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CAPÍTULO

2
Leyendas predominantes en el estado Portuguesa

En el campo de la historia no hay o cio más delicado y complejo que


la investigación testimonial… De todas las fuentes primarias de la historia, la testimonial,
es decir la que deriva de la vivencia y la memoria de los protagonistas,
participantes y testigos directos de las luchas históricas recogidas en el medio oral
o escrito a partir de un proceso de reconstrucción mental, ofrece mucha
más di cultad al investigador y le tiende trampas más numerosas, variadas y sutiles.
Arnoldo Tauler López. «Las ideas no se matan»
a

e
l

F
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El Silbón
«Ese no es un silbido común, cuando yo
lo oí casi
que me privo. Ahora ya no se escucha ni
se ve como antes, que dicen que
amanecía sentado en las topias de
los fogones y que es altísimo, que las
rodillas le pasan
más arriba de la cabeza.»
EDUARDO DAZA

De acuerdo con los datos que el pueblo de Portuguesa conoce


y transmite, el Silbón existió y vivió en la región que en el siglo
XIX tomó el nombre de provincia de Zamora, entre Portuguesa
y Barinas. Se dice que nació en El Vijao; sin embargo, desde
que esta leyenda comenzó a tran sitar por los caminos de la
región centro occidental de Venezuela, existen dudas con
respecto a su verdadero origen.
Dicen que El Silbón nació en El Vijao,
y otros que en Guanarito se ha criao;
a
pero lo cierto es que entre Portuguesa y Barinas
s

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El Silbón se ha quedao.1
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1 En Juan Pablo Rojas Hidalgo, El Silbón: Mito o realidad (Folleto), Guanare: Coordinación de Cultural
t del Estado Portuguesa, 1990.
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Atendiendo a esta imprecisión, cuando el reconocido
o

a
compositor portugueseño Dámaso Delgado recogió la leyenda y
la proyectó nacional e internacionalmente incluyó la posibi lidad
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de que el Silbón hubiese nacido en Guanarito, y a Portuguesa y
s

a
Barinas agregó el estado Cojedes:
d

e Dicen que nació en Guanarito o en Vijao


y

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lo cierto es que en Portuguesa y Barinas se ha criao
y

s y Cojedes lo ha visto pasá.


o

M FRANCISCO (Pancho) OROZCO


.
Guanariteño de 80 años
r

a Yo respeto la intención de Dámaso Delgado, él quiso decir que el


Silbón es de aquí, de
l

Guanarito, para dar a conocer este pueblo, y ahora adonde quiera


P

s
que uno va y dice que es
a
a

s s

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de Guanarito le preguntan por el Silbón, fue buena la idea de
Dámaso. Él lo hizo porque
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quiere este pueblo, pero ese «aparato» no es de aquí. Yo desde


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pequeño supe que el Silbón
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fue un muchacho llamado Joaquín Flores que nació en El Vijao,


distrito Rojas del estado a

d
freno moral a la conducta del poblador de estas regiones. Pero
Barinas, y era muy malcriado. Porque su papá no cazó un venado lo que sí se debe admitir como
n

y él quería comer venado,


a
e

s cierto es que la leyenda como identi cación folclórica del estado


Portuguesa nace en Guana
e

lo mató y le sacó la asadura y se la llevó a su mamá para que se la e

«sancochara», y por
l
2

rito y tomó vida gracias al poder creador del compositor


e

eso se condenó y anda desandando por todos los caminos de Dámaso Delgado, quien recogió
esta región.
e
.

e
toda la información y la llevó al acetato. Hoy por hoy su imagen
t

n
ha contribuido con la pro
A

a
C

Esta narración reafirma la dificultad para asegurar


fehacientemente el origen del Silbón. yección del estado, permitiendo también que el Silbón conviva
con sus habitantes, quie nes pocas veces lo ven, pero sienten
n

sus silbidos penetrantes en las noches de mayo, cuando la


Joaquín Flores pudo nacer en cualquier lugar de la geografía
centro–occidental o pudoser ausencia de la luna presagia los aguaceros. El guanariteño cree
o

d en la leyenda del Silbón, y aun


e

producto de la creatividad del hombre de épocas pasadas para


utilizar su ejemplo como un
p
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s

que los jóvenes entre 15 y 28 años a veces ríen de manera incrédula y hacen chistes acerca de
sus apariciones, cuando se les pregunta seriamente si le temen a ese «aparato», como ellos lo
de - nen, dicen que sí, que es factible oír su penetrante silbido a altas horas de la noche por las
calles adyacentes al centro del pueblo. Esta a rmación denota que la población joven también
cree en el Silbón.

Posible es que no haya existido, o que Joaquín Flores, el supuesto hijo de Carolina Flores y de
Rosendo Silva, viviera en una época borrada por el tiempo. También es probable que el crimen
realmente haya sido cometido por este personaje, y como en otros tiempos eran escasos los
acontecimientos de esta naturaleza, la inteligencia del hombre llanero sacó provecho moral del
asesinato y se hizo eco de la historia para que hechos semejantes no se repitieran. Luego,
algún pájaro autóctono llanero ilustró esa historia.

El desaparecido abogado y escritor barinés Rafael Roberto Gavidia, cronista de Guanare, a rmó
con certeza: «Esta leyenda no es más que una gesta del folclor, de lo popular, de lo nues tro»2.
Es de hacer notar que un alto porcentaje de la población de Guanarito abrazó la religión
evangélica y hoy justi ca la presencia del Silbón relacionándolo con un pájaro que cuando va a
llover pasa hacia el norte y cuando viene el verano pasa hacia el sur, según la señora Pilar de
Sala zar. Son las creencias de personas respetables que una vez creyeron en la leyenda del
Silbón, pero hoy, porque son evangélicas, la niegan.
2 Citado por Juan Pablo Rojas Hidalgo, en El Silbón: Mito o realidad (Folleto), 1990.

Atendiendo a investigaciones anteriores, se puede hacer mención de dos versiones acerca del
origen del Silbón. La primera ya la hemos mencionado: se re ere a un hijo desnaturalizado que
quería comer venado y el padre no logró traer la codiciada pieza. En protesta por su inca
pacidad, el hijo lo mató, le sacó la asadura y se la llevó a su madre para que la salcochara.

La segunda relata la historia de un hijo que salió de cacería con su padre y por el camino encon
traron un tronco torcido que obstruía el paso; entonces el muchacho le dijo a su progenitor:
«Enderéceme ese palo», y el padre le respondió: «¿Cómo lo voy a enderezar, no ves que creció
torcido?». «Eso mismo pasó conmigo, me dejaste crecer torcido y ahora pretendes endere
zarme», contestó el hijo, y enseguida, lleno de cólera, mató a su padre.

Como vemos, la constante en ambos relatos es que el hijo asesinó al padre.


Se dice también que tenía un hermano llamado Juan, quien en el momento del incidente le
pegó con un mandador de siete nudos, le mostró una tapara de ají para que aderezara la asa
dura y le azuzó un perro llamado Tureco. Otras imágenes han tratado de enriquecer la leyenda,
pero no han sido muy aceptadas por el pueblo, tales como que se le perdió el dedo meñique de
la mano de su padre y hasta que no lo encuentre debe estar penando; que Juan le echó los
huesos en una mochila que carga al hombro; que también mató a su mamá y Juan fue el único
sobreviviente de la familia Flores.

Con respecto al nombre del perro, Wilfredo Bolívar publicó en el diario acarigüeño Última Hora,
en fecha 17 de mayo de 1993, una crónica sobre el animal del Silbón donde exponía su
confusión con respecto a los diferentes nombres que se le han dado: Tureco, Tudesco o Tudeco.
Bolívar presentó allí una investigación bastante curiosa con respecto a la selección de este
nombre. «Tudesco, palabra originaria del germánico thiudiska, alude a los nacidos en cierto
lugar de Alemania en la Sajonia Inferior. Por extensión, la palabra pasó a denominar todo lo
relativo o perteneciente al país. En este sentido, son famosos en los anales de nuestra historia
venezolana la utilización, para la horrorosa conquista de la población, de los feroces perros
o

le
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s

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dn
u

alemanes que fueron traídos por los Welseres para amedrentar


a nuestros aborígenes y, en el peor de los casos, asesinarlos
en dantescas escenas de sangre y muerte. Resultan

a
innumerables los conocidos casos de la masacre de sangre y
carne ocasionada por estos canes al servicio de los
s

g conquistadores alemanes, quienes penetraron nuestros llanos


u

r
sembrando un espectáculo de terror y pánico entre los
o

P indefensos indígenas que sucumbían ante sus salvajes


fauces»3. r

Canilludo no se vaya
o

3 En Wilfredo Bolívar, «El perro de El Silbón», Última Hora, 17 de mayo de 1993. P

En consultas bibliográ cas realizadas se pudo constatar que los que aquí lo están esperando
o

indígenas que poblaron esta región apodaban Tudesco al


d

alemán Nicolás Federman, quien vivió mucho tiempo en Portu la poeta de Acarigua
s

guesa. Tudesco aludía despectivamente a alemán. Tal vez de e

allí surgió el nombre del perro del Silbón, como para mantener e

con valor lo está «picando».


vivo el desprecio por el conquistador. n

Antes de realizar la transcripción de la serie de testimonios s

recogidos, es conveniente señalar la impresión de dos noches t

guanariteñas cuando los investigadores salieron por las Así transcurría la noche mientras los poetas contrapunteaban
con admirable destreza. Después
sabanas de El Regalo y de El Palmar de Morrones a desa ar al n

«canilludo». n

Un día 3 de mayo a las diez de la noche aproximadamente, nos de las once comenzó a relampaguear y una suave garúa bañó
el solitario paraje. Se introdujo
internamos en el camino que conduce a El Regalo. Después m

de avanzar unos diez kilómetros nos detuvimos en un claro de


d

el pánico en el ambiente y a oró el recelo del llanero cuando


sabana donde solo se oía el canto agorero de la guacaba,
está asustado. Un intercambio de
guacabó o yacabó y el del aguaita caminos. La noche estaba
e

oscura, unos cinco luceros la alumbraban. Mis acompañantes, s

los poetas portugueseños Wílmer Vizcaya y César Molina, miradas que, sin palabras, dice mucho. La linterna permitía
comenzaron a desa ar al Silbón. Con un cuatro improvisaban vernos los rostros para darnos valor.
a

coplas que rompían el misterioso silencio de la sabana. n

Desde Acarigua ha venido


María Elena Espinola, la muñequera de Guanarito, también
la amiga Pérez Montero integrante del grupo, estaba suma
viene buscando al Silbón
e

por este oscuro sendero.


mente asustada, pues se comentaba que el Silbón podía
Preséntese caminante aparecer de un momento a otro, porque
2

acepte su desafío
.

permita que vea su imagen P

y sienta el escalofrío. A
siempre lo precedían los relámpagos.
C

El Silbón va desandando
por lo ancho de la sabana
si no lo consigue hoy
a

lo conseguirá mañana.
u

t
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Así estuvimos por espacio de una hora en espera del solicitado. Treinta minutos después de la
medianoche, el temor de María Elena casi llega al delirio. Por entre la maleza, desde el suelo,
vemos que emerge una luz inmensa anaranjada. La luna saliéndose asomó con un vigor
extraño, jamás visto por mí. Parecía una llamarada de fuego muy cercana que incendiaba la
sabana. Y como por encanto sobrenatural aclaró, la noche perdió el misterio, desvaneciéndose
la esperanza de ver aparecer al Silbón o por lo menos oír su silbido.

A la una de la madrugada caminé sola más de un kilómetro con un vaso de caña clara en la
mano para ofrecérselo al Silbón, al nal lo dejé al pie del único árbol que se recortaba erguido
en la fantasmal oscuridad. Le ofrecí aquel brindis y le expliqué lo hermoso de este trabajo. Al
colo carme de espalda para regresar al sitio donde había quedado el grupo no pude evitar que
un escalofrío terrible penetrara por mi columna. Tuve temor. No del espanto en sí, sino de sus
críme nes y andanzas. Dos horas más tarde decidimos regresar a Guanarito.

La noche del 30 de mayo tomamos la vía de El Palmar de Morrones. Otra vez a las diez de la
noche el mismo grupo salió en busca del espanto de la sabana, pero una lluvia torrencial
impidió la rea lización de la tarea. Estuvimos cuatro horas esperando y cada vez los charcos,
alumbrados a inter valos por la luz de los relámpagos, eran más visibles en el camino. A las dos
de la madrugada regresamos a Guanarito sin haber podido tropezar con el Silbón.

JOSEFA GARCÍA
Yo he oído muchas veces al Silbón, pero desde el año 1968 más o menos no lo he vuelto
a escuchar. Yo dormía en un ranchito con la lámpara de querosén prendida porque le
tenía miedo al Silbón. El ranchito estaba allí, donde hoy está la cancha, aquí en
Guanarito. Cuando eso aquí la luz la apagaban a las diez de la noche, a las nueve daban
el aviso para que la gente se recogiera, y cuando todo mundo estaba recogido, la
apagaban. Entonces aprovechaba el Silbón la oscuridad para salir a silbar y a asustar.
Cuando pasa para abajo va a llover y cuando pasa para arriba va hacer verano, así decía
mi mamá que en paz descanse.
Ahorita sale, pero por las orillas, cuando la noche es bien oscura. La gente dice que él
existió y que tenía un hermano llamado Juan y que andaban cazando los dos con el papá.
El Silbón lo mató porque encontraron un palo atravesado en el camino y el papá no lo
pudo enderezar para poder pasar y le dijo: Asímismo me pasa a mí, que usted no me
enderezó chiquito, sabiendo que iba a crecer maluco. Él lo mató y se llevó la asadura para
la casa y se la dio a la mamá para que la sancochara, y cuando la mamá vio que la asadura
se abollaba en la olla y no se ablandaba le preguntó que de qué animal era esa asadura y
él le dijo que era de su papá, que lo había matado, y la madre lo maldijo para toda la vida.
Entonces Juan le zumbó los huesos en una mochila y le dio una pela con un mandador de
siete nudos y le echó ají por donde quiera, por eso es que él le tiene miedo a la tapara de
ají y al mandador. Dicen que cuando Juan le echó los huesos en la mochila se le quedó el
del dedo chiquito de una mano del papá y él anda penando hasta que consiga ese hueso.

ALEJANDRO ASÍS QUINTANA


Cuando yo estaba pequeño jugaba trompo de noche junto a un puente de tabla que
atravesaba el caño El Tiestico. Allí siempre amarraban una burra. Una noche, aseguré bien
la burra con el guaral del trompo y me monté en ella. La burra negra corcoveaba y se iba
poniendo grandota y peluda. Yo me privé y después me recogieron unos viejitos que me
llevaron para su casa y le avisaron a mi mamá, porque yo era menor de edad. Los viejitos
me pusieron a dormir en un cuarto donde ellos guardaban unas caraotas y cuando me
estaban colgando el chinchorro se escuchó el silbido del Silbón que pasó por arriba de la
casa, y por la madrugada ellos oyeron que se habían reventado los colgaderos y el Silbón
me estaba machucando. Yo estaba gritando, pero era asustado, yo no sentí cuando él me
machucó, pero me dio mucha ebre y por la mañana amanecí aporreado.
Vecino de Guanarito

Según la leyenda que yo conozco, el Silbón nació en un caserío


llamado El Vijao del estado
Barinas. Allí se cría hasta los 16 años, cuando se convierte en
azote del lugar y el padre,
por vergüenza, se traslada a Guanarito y va a vivir en el hato Los
Camorucos de El Palmar de
Morrones. El muchacho mejora la conducta, trabaja con su papá
Rosendo Silva y la madre,
Carolina Flores, está muy contenta. Joaquín Augusto Flores se
enamora de la muchacha más
bella de Guanarito, descendiente de una familia Orozco 4.
4 Las familias Orozco que actualmente residen en Guanarito negaron rotundamente tener conocimiento
de estos datos.

Una tarde de un domingo, los novios salieron a pasear a caballo.


La muchacha se cayó
y se golpeó la cabeza con un tronco, muriendo en el accidente.
Esto hizo que Joaquín se ende
moniara de nuevo. Como loco salió para la quebrada de la Virgen.
Allí consiguió a dos
muchachas que se estaban bañando y violó a una de ellas, pasó
por Guanare, Acarigua, Tinaco,
Tinaquillo, Valencia y llegó a Caracas. Más tarde se fue para
Puerto La Cruz, donde vivió
dos años en casa de un pescador. Se enamora de nuevo; pero un
día bañándose en la playa,
los arrebata una ola y el pescador pudo salvarlo a él, pero no a la
novia. Joaquín, al
a
darse cuenta de que perdió a la muchacha, se endemonia otra vez
s

e
y mata al pescador y se viene huyendo para su tierra natal.
u

g Llega a El Vijao, pasa para El Palmar de Morrones y se encuentra


a su mamá cosiendo en
u

o un corredor y le dice: «Usted es la que dice ser mi madre». La


P
mata y le saca la asadura.
o

d Luego busca al padre y le dice: «Usted es el que dice ser mi


a

t padre», y lo mata, lo abre y saca la


s

e asadura. Después Joaquín Augusto se va en busca de su


le
d hermano Juan Gil. Era 3 de mayo,
s

a
lo consiguió limpiando una «roza», es decir, haciendo un conuco,
pero Juan le vio la intención
d

de que iba a matarlo y con la coa que tiene en la mano lo arremete


e

e
l a golpes y el Silbón,
y

o
ya convertido en ese «aparato», corre hacia la montaña. Juan se
t

i
arrodilla y pide a Dios castigo
M
para su hermano que ha matado a sus padres 5.
.

r
5 Esta versión tiene influencia de la fantástica narración del barinés Rómulo Urquiola,
a
quien llegó hasta a colocarle fechas al nacimiento y a las andanzas del Silbón,
l
citando incluso lugares que no estaban fundados para el tiempo en que ubica su narración.
o

Yo era un muchacho y acompañaba a los cazadores a buscar


P

a
venados por las sabanas de
s
La Cadenera, Los Pavos, El Jebao, Merecurito. Después de las
ocho de la noche y en el mes de
e

p
mayo siempre lo oíamos.
m

E
Ese no es un pájaro, ¡qué va!, porque aun no conociéndolo al oír
n el silbido deja impresionado
ó

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a
al que lo escucha. Jamás un silbido puede penetrar tan profundo
dn
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y erizar todo el cuerpo.
F
Ese no es un silbido común, cuando yo lo oí casi que me privo.
EDUARDO DAZA
Ahora ya no se escucha ni se
a

s
hermanos que matan a
i

ve como antes, que dicen que amanecía sentado en las topias de m

los fogones y que es altísimo,


o

e los hermanos, hijos que matan a los padres, esto sería una
u

g
silbonera muy grande, no podríamos
d

que las rodillas le pasan más arriba de la cabeza.


u
e

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dormir de puros silbones. Otra cosa que dicen es que para que no
o espante uno tiene que
p
P

PILAR DE SALAZAR
o
a

d tener un hermano llamado Juan, una tapara de ají, un mandador y


un perro llamado Tureco.
a

Eso del Silbón son puros embustes. Ese silbido se oye nada más d

cuando va a llover.
t
n

s y

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¿Por qué no sale en otro tiempo? Claro… porque es un pájaro que


2

le llaman chiricoca del aire


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.

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P

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n

que canta cuando va a llover y hay otro pajarito que se llama


C

carrao que también anuncia


e

los aguaceros, pero ese tal Silbón es la chiricoca. Yo no creo,


cuando era joven sí creía, pero
n

34 | 35
n

ahora no. Imagínese, con tantos crímenes que ocurren a diario:


ELADIO ANTONIO MORENO
Yo venía de una zona que llaman Pajoncito, venía temprano a quedarme en El Paso. El
viene de aquí para allá y yo de allá para acá. Yo lo oigo que viene y dije entre mí: Voy a
darle el lado del camino para que pase, y me metí hacia el monte. Uno cree que lo va a ver
como una persona, pero qué va, lo que sentí fue el silbido. Yo dije: Ajá, ya pasó el Silbón,
ahora voy a seguir yo. Cuando iba como a media cuadra me silbó más duro, con un
silbido que paraba los pelos, que engrifa. Yo le metía la linterna por todas partes, una
linterna nuevecita, y eso clarito y no se veía nada. Como a las dos cuadras lo sentí otra
vez y yo pa’ lante, carajo. Ya llegando a las primeras casas me volvió a silbar, pero un
silbido muy malo, bravo de verdad, que hacía temblar la tierra. Llegué a la casa de un
baile, yo no tenía miedo, me sentía defen dido con la linterna. Cuando entré a la casa hasta
los músicos dejaron de tocar por lo duro que silbó ese «aparato». Todos salimos para
afuera y no vimos nada.

JULIO HERNÁNDEZ
Soy de San Fernando de Apure, vine para acá ya hombrecito. Al Silbón yo lo he oído de re
lón, pero ese bicho para los pelos de punta. Dicen que es un pájaro. Yo no sé si será
leyenda, pero él asusta. A un amigo mío lo atacó muy duro. Él iba por un camino y el
Silbón con su silbido lo fue llevando y lo fue llevando hasta su casa. Cuando mi amigo
entró a la casa, le puso la mano a la escopeta y le dijo: Silbá desgraciado. Ese bicho como
que le tiene miedo al plomo porque no silbó más nunca.

GUSTAVO OLIVARES
Yo no fue que lo vi, pero sí nos echó un susto a mí y a Martín Galea por estar borrachos.
Íbamos llegando a la casa cuando sentimos ese bicho atrás: jui juio, jui juio y yo no le hacía
caso. Ahí me dijo la compañera mía: pero mijo, apúrese, que usted viene rascado y ese es
el Silbón que lo trae alcanzado. Como uno pelao no le tiene miedo a nada, pelé por una
peinilla y le dije: Párate ahí gran carajo para tumbarte la cabeza de un machetazo. Pelao yo,
y Martín adentro de la casa porque ese sí tenía miedo. Después me fui a llevar a mi
compadre Martín. Cuando venía de regreso se me pegó el bicho otra vez atrás: jui juio, jui
juio. Ya le digo, hasta la casa me trajo y ese silbido se sentía clarito en el patio. Yo me
acosté y siguió silbando. Ese otro día amanecí aporreado, pero yo no lo vi. Fue la
electricidad de él, menos mal que no lo vi porque me hubiera asombrado.
Por aquí para arriba está un señor llamado Sergio Fernández, a ese se le encaramó en un
burro, sí señor, chuqui chuqui arriba del burro y el carajo pegado y llegando a la casa lo
privó. Él lo llevó a la casa de chuco. Ese es un cadáver muy feo y todo el que lo ve queda
privado. Por los lados de El Vijao y que lo han visto. Por ahí fue que hizo los destrozos.

Carpintero, fabricante de urnas desde hace aproximadamente cuarenta años, Alejandro Bar co
es un guanariteño que solía realizar su o cio a cualquier hora que algún vecino lo necesitara.
Solo preguntaba la medida del muerto y en dos horas los familiares estaban velando el cadáver.

ALEJANDRO BARCO
Yo sí creo en el Silbón, porque yo lo oí una noche en Maporita, silbaba muy duro y
paraba los pelos de punta, da algo de miedo. Ese dicen que fue un muchacho que mató
al papa para comerle la asadura. La gente dice que corre llamando a Juan y a un perro
Tureco y ense ñándole una tapara de ají, esas son las contras de él. Los que lo han visto
dicen que cuando se sienta le pasan las rodillas más arriba de la cabeza, que son como
de metro y medio, por eso le dicen el canillúo. Por ahí por Sabana Seca, de donde es él,
dicen que todavía existe, que silba mucho y machuca gente y a otros los asusta.
e

e
l

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a

dn
u

SIPRIANO LARA
Una noche un guardia estaba haciendo guardia en el comando y
los otros estaban para
dentro y le llegó uno sonando la puerta: tuqui, tuqui, tuqui, y
cuando él se asomó aver quién
era, ve al Silbón que iba ya de salida y se le pegó atrás. Ese
guardia y que iba casi volando
y que no tocaba el suelo, sin botas y sin nada porque no tuvo
lugar de ponérselas. Los otros
guardias, viendo que él iba corriendo, se le pegaron atrás.
Llegando a la costa del río ya
a

s lo llevaba alcanzado, ahí el Silbón miró para atrás y cuando lo vio


cayó al suelo, ahí llegaron
e

los otros guardias y lo recogieron y se lo llevaron para el


g

r
comando otra vez. Quedó casi
o

P
loco, tuvieron que llevarlo a media noche para la medicatura. Ese
o
sí lo vio, porque el Silbón no
d

a
iba corriendo, el que iba corriendo era el guardia atrás de él y no
t

s
lo alcanzaba.
e

le
d
También cuentan que un hombre que era músico de bandola dejó
s

a
a su mujer solita con
d

n
un vecino pendiente y se fue. ¿Usted viene esta noche?, le
preguntó la mujer, y él le contestó: P

Bueno, si termina el baile vengo… si no, pues vengo mañana, ahí


o

queda con Dios y la Virgen. a

JOSÉ RAMÓN CORONADO


Y fue como a las doce de la noche que llegó puntiando la bandola. t

Entonces la mujer que conocía e

la música del hombre dijo: ¡Ay!… ¿será que se acabó el baile? Yo nunca le he tenido miedo a los espantos, los he sentido, pero
Ajá, ¿llegó?… Sí, ábrame la yo no me he asustado.
puerta, pero no es preciso que prenda la lámpara, fue que el baile
l

se terminó, se formó un brollo n

y yo me vine, ¡qué voy a amanecer por allá!, dijo el hombre, y Mire, yo me puedo dar el lujo de decirle que yo sí vi al Silbón, lo vi
antes de que la mujer le quita así, cerquitica, como la estoy
e

ra la tranca a la puerta, la puerta se abrió y bum, se metió y que se s

acostó en la cama y ese e

viendo a usted. Eso fue una noche como a las nueve en el caño
otro día y que amaneció muerta… muertica. de Maraca, en Guanarito.
t

Como a las ocho de la mañana se despertó el vecino, vino y halló n

la puerta trancada,
a

Yo estaba trabajando en la montaña, sacando madera, y como me


como ese es un espíritu no abrió la puerta. La puerta estaba
aplicaba a la mecánica el
cerrada y la mujer tiesa en la cama. n

La había matado. Le llegó en gura del hombre de ella. m

Yo lo he oído mucho silbar, pero yo lo corro, le digo: Mirá Juan, señor Teodoro Burgos me mandó a llamar para que le fuera a
escuchá… escuchá, azuzá arreglar la camioneta que
o

a Tureco, aquí tengo la tapara de ají y el mandador, y se va. Le


d

huye a todo eso. Dicen que él le r

se le había accidentado, yo fui temprano para allá, como a las


tiene miedo a todo eso porque cuando él mató al papá y a la tres, pero el trabajo se complicó
mamá, su hermano Juan y que p

le echó una pela con un mandador de siete nudos y azuzó al perro


Tureco y le decía: Espérate ahí, y se nos hizo de noche. Como a las seis se comenzó a poner
invierno…, se puso oscuro y
gran carajo, que me mataste a mis taitas, y cuando el perro por n a

lo tumbó y que le untó


d

ají por todas partes.


e

comenzó a llover. Nosotros nos metimos en un ranchito de barro


MARIO ALVARADO que había y en eso vimos una
y

Quiboreño, con 20 años en Guanarito e

Yo no creía, pero yo lo oí en Chiriguare, estaba enamorado y con luz en el camino que se venía acercando y acercando, pero
ella me casé. Ese bicho cuando llegó vimos que era un
2

silba muy duro, yo me asusté mucho y apuré el burro, cuando señor de los que vivían por esos lados, venía en un burro y traía
llegué a la casa no me prendieron una linternita. Él preguntó que
luz, por eso no me privé, pero me dio calentura. .

A través de su hija Laura Coronado localizamos a José Ramón qué nos pasaba y yo le dije que estábamos arreglando la
camioneta, pero que todavía nos
Coronado, de 90 años de edad A

e
faltaba, pero estaba ya muy oscuro y para ñapa lloviendo. El
señor amarró el burro en una mata
y con una lucidez asombrosa. Nació en Barquisimeto, pero
de caruto que estaba cerca y se metió con nosotros a escampar.
desde muy joven se residenció en
u

Acarigua, ciudad donde fundo la fábrica del recordado suero La


Campana.
r 36 | 37
o

Al rato de estar ahí y de ver que cada rato el invierno arreciaba, de repente escuchamos un silbido
muy fuerte a lo lejos, nos miramos los tres, y yo como buen hijo de rezandera que soy comencé a
rezar calladito y ese silbido se fue acercando más y más y yo seguía rezan do y el silbido más cerca
y más fuerte. En eso vimos a un gigante… Mire, ese es un bicho muy alto y feo, los brazos son
peludos, pero los pelos son gruesotes, más bien parecen pedazos de guaya. Ese bicho nos silbó
encima de la cabeza y cayó en la pata del caruto, el burro del susto reventó el mecate y se fue
corriendo. Ese «aparato» cayó al suelo como un avión, con los brazos extendidos, la cara no se la
vi bien porque cayó boca abajo. Yo empecé a rezar bien duro y entonces el señor del burro, que no
me acuerdo cómo se llamaba, me dio un golpe por la boca y me dijo: No rece, carajo… no rece que
nos va privar, y Teodoro Burgos y él comenzaron a decirle groserías, a insultarlo y a mandarlo para
el in erno. Ese bicho se levantó como un verdadero avión, lanzó un alarido horrible y bien duro y
se fue hacia arriba y desapareció en la oscuridad de la noche.

RAFAEL PÉREZ HERNÁNDEZ


Yo lo escuché en Guanare Viejo, pero no vi la gura, solo se oye el silbido; y otra vez lo
escuchamos en la prefectura de la policía, aquí en Guanarito, silbó en la cuadra y se
estremeció toda la tierra, porque hasta el prefecto José Barrios que estaba durmiendo lo
escuchó. Eso fue en 1966, cuando el gobierno de Leoni. Juan Pedro del Moral era el
gobernador del estado y habíamos como diez policías y patrulleros. Yo era patrullero, esa
noche había una lloviz nita, en ese momento todos nos asustamos y Yuzti, uno que ahora
trabaja en una bomba en la entrada del pueblo, comenzó a rezar, y Chicho Mota comenzó
a maldecirlo y le decía ¡vete de aquí!, y le hacía la cruz, y el Silbón se fue alejando. El
comandante de ese puesto se llamaba Pedro Piña, ya se murió.

GIOVANNI FALCÓN
Yo trabajé en Los Jeyes, cerquita del hato Los Malabares de Juan José Montenegro, ya
eso era ruinas. Allí yo comencé a creer, porque aquí en Guanarito lo he oído mucho, pero
no le tengo miedo porque creo en Dios y uno se basa en que uno el hombre reza.
Esa noche en Los Jeyes, cuando lo oímos, muy feo, paraba los pelos de punta,
andábamos tres a caballo, andábamos cazando, y con tres hombres bien armados no le
da miedo a uno, ese lo sentíamos cerquitica hasta que llegamos a un hato llamado Mata
de Bejuco, allí se apagó y no se oyó más.

USLAR GARCÍA
Maestro guanariteño de 22 años

Yo le temo porque su silbido es aterrador. Cuando yo trabajaba en Caño de Indio oía los
relatos y en las noches de invierno rezaba para que no me saliera. Mire, un representante
de la escuela llamado Lucho, un día 3 de mayo hizo un velorio de Cruz, esa tarde había
llovido mucho. Ya en la madrugada salió a parrandear y los amigos le dijeron que no se
fuera, que lo iban a asustar, que le iba a salir el Silbón, y él dijo: Que me salga ese
desgraciado, que yo soy más bravo que él, y agarró su burrito y se fue. Cuando iba por el
camino el burro no quiso seguir y Lucho le daba patadas y el burrito resistido, no quería
entrar en la montaña, después el burro lo tumbó y se fue. Lucho quedó allí en la montaña
tirado, inconsciente. Nosotros oímos el silbido y luego los gritos y lamentos. Salimos
todos corriendo y lo encontramos privado. El dijo que lo vio y que era muy feo. Cuando
lo estábamos llevando para su casa hizo un fuerte ventarrón que casi nos lleva con todo
y el señor Lucho.

FILOMENA MONTILLA
Yo oía al Silbón cuando vivía en el campo, para allá, del banco para abajo, en Bototico,
por la vía de La Capilla. Yo tenía como 15 años. Eran las diez de la noche y la gente salió a
cazar: mi padrastro y un hijo de mi mamá. Ellos trajeron una venada y se pusieron a
componerla en la pata de un mamonón, y ese bicho parecía que estaba subido en el palo
porque silbaba que estremecía la tierra, como había como ocho personas, comenzaron a
remedarlo y ese bicho se puso muy bravo. Mire, cuando la gente lo arremeda cuente que
se le pega atrás. Fue tanto el susto que a la venada la dejaron en el patio y por la mañana
fue que la acomodaron. Él ahora no echa broma, eso era antes porque habían pocas
casas y la gente era muy renuente.
FREDDY JOSÉ VIRGÜEZ
Inspector de catastro de la alcaldía de Papelón

Yo andaba por un sitio llamado Pirital, por la vía de La Capilla. Tenía yo 20 años, andaba
con un señor llamado Juan de Mata que me convidó a cazar. Estábamos en el mes de
mayo. Yo no conocía ni había oído mentar la cuestión del Silbón. Eran como las doce de la
noche, ya veníamos del monte y estaba cayendo un palo de agua. Veníamos cerca de
Pirital cuando de golpe oigo un silbido fuerte que retumbó y yo pregunté: Juan…
¿escuchaste ese silbi do de pájaro? Sí, me dijo. Al rato retumbó el silbido nuevamente y
me dijo: Apague la linterna. Yo apagué la linterna y seguimos caminando.
Cuando llegamos al caserío, en la casa de enfrente me preguntó: ¿Verdad tú oíste el
silbido? Sí, le dije. Ese era el Silbón, me dijo. Cuando él me dijo así, a mí se me espelucó el
cuerpo y no me atreví a irme solo para la casa que quedaba como a cuadra y media y Juan
de Mata tuvo que llevarme. Cuando llegué le eché el cuento a la suegra. Me acosté y siguió
lloviendo. Como a las dos de la madrugada escuchamos el silbido otra vez que retumbó, y
se sintió que pasó por encima de la casa. Era el Silbón, porque todos nos asustamos y lo
sentimos después por debajo de la tierra que estremecía toda la casa.

JOSÉ (Cacho) LINARES


Cantautor y promotor cultural de la alcaldía de Guanarito

El nado Fermín Ortiz también me contó lo que pasó en el fundo San Rafael, en
jurisdicción del hato Las Cruces, que pertenecía, si mal no recuerdo, a Metodio Mena.
Ese hato tenía terreno en Portuguesa y en Barinas porque estaba en el límite. El
administrador dormía en Barinas y a los seis metros estaba Portuguesa. Las mujeres
dormían en Portuguesa y cocinaban en Barinas. Nicolasito Bianco, el administrador,
tenía un aljibe o pozo. En aquella época los pobres no podían hacer aljibes, los hacían
entamborados. Ese aljibe tenía como treinta metros de profundidad y allí el que se metía
se as xiaba. Fermín Ortiz estaba durmiendo allí y escuchó a Nicolasito como de diez a
once de la noche que llegó tosiendo a la caballeriza. Nicolasito estaba buscando a
Fermín para que le limpiara el pozo porque ya se habían as xiado dos personas y él tenía
miedo de meterse a limpiarlo. Cuando Fermín escucha al hombre tosiendo, de una vez
rápido se levantó, descolgó la maleta y salió por detrás de la casa. Él se fue a dormir a
otra casa, cerca de allí, a unos tres o cuatro kilómetros de distancia, donde una señora
de apellido Mireles.
Él colgó allí, calladito, porque se metió a la casa, casas de llano, sin pedir permiso.
Cuando él está poniendo el colgadero de la parte de afuera del corredor, sintió un silbido
muy fuerte, y como estaba molesto con Nicolasito de una vez pensó que era el Silbón y
le dijo: Párate ahí largurucho para echarte una paliza… ño sinvergüenza, y enseguida le
mecieron el colga dero de la hamaca. Él gritó a la señora que estaba adentro, pero ella no
salió, y a la se gunda mecida de la hamaca cayó privado hasta el otro día que lo pararon
los peones de la casa.
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