Mitos Portuguesa C 01 El-Silbon
Mitos Portuguesa C 01 El-Silbon
Mitos Portuguesa C 01 El-Silbon
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Leyendas predominantes en el estado Portuguesa
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El Silbón
«Ese no es un silbido común, cuando yo
lo oí casi
que me privo. Ahora ya no se escucha ni
se ve como antes, que dicen que
amanecía sentado en las topias de
los fogones y que es altísimo, que las
rodillas le pasan
más arriba de la cabeza.»
EDUARDO DAZA
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El Silbón se ha quedao.1
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1 En Juan Pablo Rojas Hidalgo, El Silbón: Mito o realidad (Folleto), Guanare: Coordinación de Cultural
t del Estado Portuguesa, 1990.
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Atendiendo a esta imprecisión, cuando el reconocido
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compositor portugueseño Dámaso Delgado recogió la leyenda y
la proyectó nacional e internacionalmente incluyó la posibi lidad
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de que el Silbón hubiese nacido en Guanarito, y a Portuguesa y
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Barinas agregó el estado Cojedes:
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lo cierto es que en Portuguesa y Barinas se ha criao
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que uno va y dice que es
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de Guanarito le preguntan por el Silbón, fue buena la idea de
Dámaso. Él lo hizo porque
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pequeño supe que el Silbón
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freno moral a la conducta del poblador de estas regiones. Pero
Barinas, y era muy malcriado. Porque su papá no cazó un venado lo que sí se debe admitir como
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«sancochara», y por
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eso se condenó y anda desandando por todos los caminos de Dámaso Delgado, quien recogió
esta región.
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toda la información y la llevó al acetato. Hoy por hoy su imagen
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ha contribuido con la pro
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que los jóvenes entre 15 y 28 años a veces ríen de manera incrédula y hacen chistes acerca de
sus apariciones, cuando se les pregunta seriamente si le temen a ese «aparato», como ellos lo
de - nen, dicen que sí, que es factible oír su penetrante silbido a altas horas de la noche por las
calles adyacentes al centro del pueblo. Esta a rmación denota que la población joven también
cree en el Silbón.
Posible es que no haya existido, o que Joaquín Flores, el supuesto hijo de Carolina Flores y de
Rosendo Silva, viviera en una época borrada por el tiempo. También es probable que el crimen
realmente haya sido cometido por este personaje, y como en otros tiempos eran escasos los
acontecimientos de esta naturaleza, la inteligencia del hombre llanero sacó provecho moral del
asesinato y se hizo eco de la historia para que hechos semejantes no se repitieran. Luego,
algún pájaro autóctono llanero ilustró esa historia.
El desaparecido abogado y escritor barinés Rafael Roberto Gavidia, cronista de Guanare, a rmó
con certeza: «Esta leyenda no es más que una gesta del folclor, de lo popular, de lo nues tro»2.
Es de hacer notar que un alto porcentaje de la población de Guanarito abrazó la religión
evangélica y hoy justi ca la presencia del Silbón relacionándolo con un pájaro que cuando va a
llover pasa hacia el norte y cuando viene el verano pasa hacia el sur, según la señora Pilar de
Sala zar. Son las creencias de personas respetables que una vez creyeron en la leyenda del
Silbón, pero hoy, porque son evangélicas, la niegan.
2 Citado por Juan Pablo Rojas Hidalgo, en El Silbón: Mito o realidad (Folleto), 1990.
Atendiendo a investigaciones anteriores, se puede hacer mención de dos versiones acerca del
origen del Silbón. La primera ya la hemos mencionado: se re ere a un hijo desnaturalizado que
quería comer venado y el padre no logró traer la codiciada pieza. En protesta por su inca
pacidad, el hijo lo mató, le sacó la asadura y se la llevó a su madre para que la salcochara.
La segunda relata la historia de un hijo que salió de cacería con su padre y por el camino encon
traron un tronco torcido que obstruía el paso; entonces el muchacho le dijo a su progenitor:
«Enderéceme ese palo», y el padre le respondió: «¿Cómo lo voy a enderezar, no ves que creció
torcido?». «Eso mismo pasó conmigo, me dejaste crecer torcido y ahora pretendes endere
zarme», contestó el hijo, y enseguida, lleno de cólera, mató a su padre.
Con respecto al nombre del perro, Wilfredo Bolívar publicó en el diario acarigüeño Última Hora,
en fecha 17 de mayo de 1993, una crónica sobre el animal del Silbón donde exponía su
confusión con respecto a los diferentes nombres que se le han dado: Tureco, Tudesco o Tudeco.
Bolívar presentó allí una investigación bastante curiosa con respecto a la selección de este
nombre. «Tudesco, palabra originaria del germánico thiudiska, alude a los nacidos en cierto
lugar de Alemania en la Sajonia Inferior. Por extensión, la palabra pasó a denominar todo lo
relativo o perteneciente al país. En este sentido, son famosos en los anales de nuestra historia
venezolana la utilización, para la horrorosa conquista de la población, de los feroces perros
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innumerables los conocidos casos de la masacre de sangre y
carne ocasionada por estos canes al servicio de los
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sembrando un espectáculo de terror y pánico entre los
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Canilludo no se vaya
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En consultas bibliográ cas realizadas se pudo constatar que los que aquí lo están esperando
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alemán Nicolás Federman, quien vivió mucho tiempo en Portu la poeta de Acarigua
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allí surgió el nombre del perro del Silbón, como para mantener e
guanariteñas cuando los investigadores salieron por las Así transcurría la noche mientras los poetas contrapunteaban
con admirable destreza. Después
sabanas de El Regalo y de El Palmar de Morrones a desa ar al n
«canilludo». n
Un día 3 de mayo a las diez de la noche aproximadamente, nos de las once comenzó a relampaguear y una suave garúa bañó
el solitario paraje. Se introdujo
internamos en el camino que conduce a El Regalo. Después m
los poetas portugueseños Wílmer Vizcaya y César Molina, miradas que, sin palabras, dice mucho. La linterna permitía
comenzaron a desa ar al Silbón. Con un cuatro improvisaban vernos los rostros para darnos valor.
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acepte su desafío
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y sienta el escalofrío. A
siempre lo precedían los relámpagos.
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El Silbón va desandando
por lo ancho de la sabana
si no lo consigue hoy
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lo conseguirá mañana.
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Así estuvimos por espacio de una hora en espera del solicitado. Treinta minutos después de la
medianoche, el temor de María Elena casi llega al delirio. Por entre la maleza, desde el suelo,
vemos que emerge una luz inmensa anaranjada. La luna saliéndose asomó con un vigor
extraño, jamás visto por mí. Parecía una llamarada de fuego muy cercana que incendiaba la
sabana. Y como por encanto sobrenatural aclaró, la noche perdió el misterio, desvaneciéndose
la esperanza de ver aparecer al Silbón o por lo menos oír su silbido.
A la una de la madrugada caminé sola más de un kilómetro con un vaso de caña clara en la
mano para ofrecérselo al Silbón, al nal lo dejé al pie del único árbol que se recortaba erguido
en la fantasmal oscuridad. Le ofrecí aquel brindis y le expliqué lo hermoso de este trabajo. Al
colo carme de espalda para regresar al sitio donde había quedado el grupo no pude evitar que
un escalofrío terrible penetrara por mi columna. Tuve temor. No del espanto en sí, sino de sus
críme nes y andanzas. Dos horas más tarde decidimos regresar a Guanarito.
La noche del 30 de mayo tomamos la vía de El Palmar de Morrones. Otra vez a las diez de la
noche el mismo grupo salió en busca del espanto de la sabana, pero una lluvia torrencial
impidió la rea lización de la tarea. Estuvimos cuatro horas esperando y cada vez los charcos,
alumbrados a inter valos por la luz de los relámpagos, eran más visibles en el camino. A las dos
de la madrugada regresamos a Guanarito sin haber podido tropezar con el Silbón.
JOSEFA GARCÍA
Yo he oído muchas veces al Silbón, pero desde el año 1968 más o menos no lo he vuelto
a escuchar. Yo dormía en un ranchito con la lámpara de querosén prendida porque le
tenía miedo al Silbón. El ranchito estaba allí, donde hoy está la cancha, aquí en
Guanarito. Cuando eso aquí la luz la apagaban a las diez de la noche, a las nueve daban
el aviso para que la gente se recogiera, y cuando todo mundo estaba recogido, la
apagaban. Entonces aprovechaba el Silbón la oscuridad para salir a silbar y a asustar.
Cuando pasa para abajo va a llover y cuando pasa para arriba va hacer verano, así decía
mi mamá que en paz descanse.
Ahorita sale, pero por las orillas, cuando la noche es bien oscura. La gente dice que él
existió y que tenía un hermano llamado Juan y que andaban cazando los dos con el papá.
El Silbón lo mató porque encontraron un palo atravesado en el camino y el papá no lo
pudo enderezar para poder pasar y le dijo: Asímismo me pasa a mí, que usted no me
enderezó chiquito, sabiendo que iba a crecer maluco. Él lo mató y se llevó la asadura para
la casa y se la dio a la mamá para que la sancochara, y cuando la mamá vio que la asadura
se abollaba en la olla y no se ablandaba le preguntó que de qué animal era esa asadura y
él le dijo que era de su papá, que lo había matado, y la madre lo maldijo para toda la vida.
Entonces Juan le zumbó los huesos en una mochila y le dio una pela con un mandador de
siete nudos y le echó ají por donde quiera, por eso es que él le tiene miedo a la tapara de
ají y al mandador. Dicen que cuando Juan le echó los huesos en la mochila se le quedó el
del dedo chiquito de una mano del papá y él anda penando hasta que consiga ese hueso.
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y mata al pescador y se viene huyendo para su tierra natal.
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lo consiguió limpiando una «roza», es decir, haciendo un conuco,
pero Juan le vio la intención
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l a golpes y el Silbón,
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ya convertido en ese «aparato», corre hacia la montaña. Juan se
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arrodilla y pide a Dios castigo
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para su hermano que ha matado a sus padres 5.
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5 Esta versión tiene influencia de la fantástica narración del barinés Rómulo Urquiola,
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quien llegó hasta a colocarle fechas al nacimiento y a las andanzas del Silbón,
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citando incluso lugares que no estaban fundados para el tiempo en que ubica su narración.
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venados por las sabanas de
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La Cadenera, Los Pavos, El Jebao, Merecurito. Después de las
ocho de la noche y en el mes de
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mayo siempre lo oíamos.
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Ese no es un pájaro, ¡qué va!, porque aun no conociéndolo al oír
n el silbido deja impresionado
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al que lo escucha. Jamás un silbido puede penetrar tan profundo
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y erizar todo el cuerpo.
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Ese no es un silbido común, cuando yo lo oí casi que me privo.
EDUARDO DAZA
Ahora ya no se escucha ni se
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hermanos que matan a
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e los hermanos, hijos que matan a los padres, esto sería una
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silbonera muy grande, no podríamos
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dormir de puros silbones. Otra cosa que dicen es que para que no
o espante uno tiene que
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PILAR DE SALAZAR
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Eso del Silbón son puros embustes. Ese silbido se oye nada más d
cuando va a llover.
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JULIO HERNÁNDEZ
Soy de San Fernando de Apure, vine para acá ya hombrecito. Al Silbón yo lo he oído de re
lón, pero ese bicho para los pelos de punta. Dicen que es un pájaro. Yo no sé si será
leyenda, pero él asusta. A un amigo mío lo atacó muy duro. Él iba por un camino y el
Silbón con su silbido lo fue llevando y lo fue llevando hasta su casa. Cuando mi amigo
entró a la casa, le puso la mano a la escopeta y le dijo: Silbá desgraciado. Ese bicho como
que le tiene miedo al plomo porque no silbó más nunca.
GUSTAVO OLIVARES
Yo no fue que lo vi, pero sí nos echó un susto a mí y a Martín Galea por estar borrachos.
Íbamos llegando a la casa cuando sentimos ese bicho atrás: jui juio, jui juio y yo no le hacía
caso. Ahí me dijo la compañera mía: pero mijo, apúrese, que usted viene rascado y ese es
el Silbón que lo trae alcanzado. Como uno pelao no le tiene miedo a nada, pelé por una
peinilla y le dije: Párate ahí gran carajo para tumbarte la cabeza de un machetazo. Pelao yo,
y Martín adentro de la casa porque ese sí tenía miedo. Después me fui a llevar a mi
compadre Martín. Cuando venía de regreso se me pegó el bicho otra vez atrás: jui juio, jui
juio. Ya le digo, hasta la casa me trajo y ese silbido se sentía clarito en el patio. Yo me
acosté y siguió silbando. Ese otro día amanecí aporreado, pero yo no lo vi. Fue la
electricidad de él, menos mal que no lo vi porque me hubiera asombrado.
Por aquí para arriba está un señor llamado Sergio Fernández, a ese se le encaramó en un
burro, sí señor, chuqui chuqui arriba del burro y el carajo pegado y llegando a la casa lo
privó. Él lo llevó a la casa de chuco. Ese es un cadáver muy feo y todo el que lo ve queda
privado. Por los lados de El Vijao y que lo han visto. Por ahí fue que hizo los destrozos.
Carpintero, fabricante de urnas desde hace aproximadamente cuarenta años, Alejandro Bar co
es un guanariteño que solía realizar su o cio a cualquier hora que algún vecino lo necesitara.
Solo preguntaba la medida del muerto y en dos horas los familiares estaban velando el cadáver.
ALEJANDRO BARCO
Yo sí creo en el Silbón, porque yo lo oí una noche en Maporita, silbaba muy duro y
paraba los pelos de punta, da algo de miedo. Ese dicen que fue un muchacho que mató
al papa para comerle la asadura. La gente dice que corre llamando a Juan y a un perro
Tureco y ense ñándole una tapara de ají, esas son las contras de él. Los que lo han visto
dicen que cuando se sienta le pasan las rodillas más arriba de la cabeza, que son como
de metro y medio, por eso le dicen el canillúo. Por ahí por Sabana Seca, de donde es él,
dicen que todavía existe, que silba mucho y machuca gente y a otros los asusta.
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SIPRIANO LARA
Una noche un guardia estaba haciendo guardia en el comando y
los otros estaban para
dentro y le llegó uno sonando la puerta: tuqui, tuqui, tuqui, y
cuando él se asomó aver quién
era, ve al Silbón que iba ya de salida y se le pegó atrás. Ese
guardia y que iba casi volando
y que no tocaba el suelo, sin botas y sin nada porque no tuvo
lugar de ponérselas. Los otros
guardias, viendo que él iba corriendo, se le pegaron atrás.
Llegando a la costa del río ya
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comando otra vez. Quedó casi
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loco, tuvieron que llevarlo a media noche para la medicatura. Ese
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sí lo vio, porque el Silbón no
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iba corriendo, el que iba corriendo era el guardia atrás de él y no
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lo alcanzaba.
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También cuentan que un hombre que era músico de bandola dejó
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a su mujer solita con
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un vecino pendiente y se fue. ¿Usted viene esta noche?, le
preguntó la mujer, y él le contestó: P
la música del hombre dijo: ¡Ay!… ¿será que se acabó el baile? Yo nunca le he tenido miedo a los espantos, los he sentido, pero
Ajá, ¿llegó?… Sí, ábrame la yo no me he asustado.
puerta, pero no es preciso que prenda la lámpara, fue que el baile
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y yo me vine, ¡qué voy a amanecer por allá!, dijo el hombre, y Mire, yo me puedo dar el lujo de decirle que yo sí vi al Silbón, lo vi
antes de que la mujer le quita así, cerquitica, como la estoy
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viendo a usted. Eso fue una noche como a las nueve en el caño
otro día y que amaneció muerta… muertica. de Maraca, en Guanarito.
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la puerta trancada,
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Yo lo he oído mucho silbar, pero yo lo corro, le digo: Mirá Juan, señor Teodoro Burgos me mandó a llamar para que le fuera a
escuchá… escuchá, azuzá arreglar la camioneta que
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Yo no creía, pero yo lo oí en Chiriguare, estaba enamorado y con luz en el camino que se venía acercando y acercando, pero
ella me casé. Ese bicho cuando llegó vimos que era un
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silba muy duro, yo me asusté mucho y apuré el burro, cuando señor de los que vivían por esos lados, venía en un burro y traía
llegué a la casa no me prendieron una linternita. Él preguntó que
luz, por eso no me privé, pero me dio calentura. .
A través de su hija Laura Coronado localizamos a José Ramón qué nos pasaba y yo le dije que estábamos arreglando la
camioneta, pero que todavía nos
Coronado, de 90 años de edad A
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faltaba, pero estaba ya muy oscuro y para ñapa lloviendo. El
señor amarró el burro en una mata
y con una lucidez asombrosa. Nació en Barquisimeto, pero
de caruto que estaba cerca y se metió con nosotros a escampar.
desde muy joven se residenció en
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Al rato de estar ahí y de ver que cada rato el invierno arreciaba, de repente escuchamos un silbido
muy fuerte a lo lejos, nos miramos los tres, y yo como buen hijo de rezandera que soy comencé a
rezar calladito y ese silbido se fue acercando más y más y yo seguía rezan do y el silbido más cerca
y más fuerte. En eso vimos a un gigante… Mire, ese es un bicho muy alto y feo, los brazos son
peludos, pero los pelos son gruesotes, más bien parecen pedazos de guaya. Ese bicho nos silbó
encima de la cabeza y cayó en la pata del caruto, el burro del susto reventó el mecate y se fue
corriendo. Ese «aparato» cayó al suelo como un avión, con los brazos extendidos, la cara no se la
vi bien porque cayó boca abajo. Yo empecé a rezar bien duro y entonces el señor del burro, que no
me acuerdo cómo se llamaba, me dio un golpe por la boca y me dijo: No rece, carajo… no rece que
nos va privar, y Teodoro Burgos y él comenzaron a decirle groserías, a insultarlo y a mandarlo para
el in erno. Ese bicho se levantó como un verdadero avión, lanzó un alarido horrible y bien duro y
se fue hacia arriba y desapareció en la oscuridad de la noche.
GIOVANNI FALCÓN
Yo trabajé en Los Jeyes, cerquita del hato Los Malabares de Juan José Montenegro, ya
eso era ruinas. Allí yo comencé a creer, porque aquí en Guanarito lo he oído mucho, pero
no le tengo miedo porque creo en Dios y uno se basa en que uno el hombre reza.
Esa noche en Los Jeyes, cuando lo oímos, muy feo, paraba los pelos de punta,
andábamos tres a caballo, andábamos cazando, y con tres hombres bien armados no le
da miedo a uno, ese lo sentíamos cerquitica hasta que llegamos a un hato llamado Mata
de Bejuco, allí se apagó y no se oyó más.
USLAR GARCÍA
Maestro guanariteño de 22 años
Yo le temo porque su silbido es aterrador. Cuando yo trabajaba en Caño de Indio oía los
relatos y en las noches de invierno rezaba para que no me saliera. Mire, un representante
de la escuela llamado Lucho, un día 3 de mayo hizo un velorio de Cruz, esa tarde había
llovido mucho. Ya en la madrugada salió a parrandear y los amigos le dijeron que no se
fuera, que lo iban a asustar, que le iba a salir el Silbón, y él dijo: Que me salga ese
desgraciado, que yo soy más bravo que él, y agarró su burrito y se fue. Cuando iba por el
camino el burro no quiso seguir y Lucho le daba patadas y el burrito resistido, no quería
entrar en la montaña, después el burro lo tumbó y se fue. Lucho quedó allí en la montaña
tirado, inconsciente. Nosotros oímos el silbido y luego los gritos y lamentos. Salimos
todos corriendo y lo encontramos privado. El dijo que lo vio y que era muy feo. Cuando
lo estábamos llevando para su casa hizo un fuerte ventarrón que casi nos lleva con todo
y el señor Lucho.
FILOMENA MONTILLA
Yo oía al Silbón cuando vivía en el campo, para allá, del banco para abajo, en Bototico,
por la vía de La Capilla. Yo tenía como 15 años. Eran las diez de la noche y la gente salió a
cazar: mi padrastro y un hijo de mi mamá. Ellos trajeron una venada y se pusieron a
componerla en la pata de un mamonón, y ese bicho parecía que estaba subido en el palo
porque silbaba que estremecía la tierra, como había como ocho personas, comenzaron a
remedarlo y ese bicho se puso muy bravo. Mire, cuando la gente lo arremeda cuente que
se le pega atrás. Fue tanto el susto que a la venada la dejaron en el patio y por la mañana
fue que la acomodaron. Él ahora no echa broma, eso era antes porque habían pocas
casas y la gente era muy renuente.
FREDDY JOSÉ VIRGÜEZ
Inspector de catastro de la alcaldía de Papelón
Yo andaba por un sitio llamado Pirital, por la vía de La Capilla. Tenía yo 20 años, andaba
con un señor llamado Juan de Mata que me convidó a cazar. Estábamos en el mes de
mayo. Yo no conocía ni había oído mentar la cuestión del Silbón. Eran como las doce de la
noche, ya veníamos del monte y estaba cayendo un palo de agua. Veníamos cerca de
Pirital cuando de golpe oigo un silbido fuerte que retumbó y yo pregunté: Juan…
¿escuchaste ese silbi do de pájaro? Sí, me dijo. Al rato retumbó el silbido nuevamente y
me dijo: Apague la linterna. Yo apagué la linterna y seguimos caminando.
Cuando llegamos al caserío, en la casa de enfrente me preguntó: ¿Verdad tú oíste el
silbido? Sí, le dije. Ese era el Silbón, me dijo. Cuando él me dijo así, a mí se me espelucó el
cuerpo y no me atreví a irme solo para la casa que quedaba como a cuadra y media y Juan
de Mata tuvo que llevarme. Cuando llegué le eché el cuento a la suegra. Me acosté y siguió
lloviendo. Como a las dos de la madrugada escuchamos el silbido otra vez que retumbó, y
se sintió que pasó por encima de la casa. Era el Silbón, porque todos nos asustamos y lo
sentimos después por debajo de la tierra que estremecía toda la casa.
El nado Fermín Ortiz también me contó lo que pasó en el fundo San Rafael, en
jurisdicción del hato Las Cruces, que pertenecía, si mal no recuerdo, a Metodio Mena.
Ese hato tenía terreno en Portuguesa y en Barinas porque estaba en el límite. El
administrador dormía en Barinas y a los seis metros estaba Portuguesa. Las mujeres
dormían en Portuguesa y cocinaban en Barinas. Nicolasito Bianco, el administrador,
tenía un aljibe o pozo. En aquella época los pobres no podían hacer aljibes, los hacían
entamborados. Ese aljibe tenía como treinta metros de profundidad y allí el que se metía
se as xiaba. Fermín Ortiz estaba durmiendo allí y escuchó a Nicolasito como de diez a
once de la noche que llegó tosiendo a la caballeriza. Nicolasito estaba buscando a
Fermín para que le limpiara el pozo porque ya se habían as xiado dos personas y él tenía
miedo de meterse a limpiarlo. Cuando Fermín escucha al hombre tosiendo, de una vez
rápido se levantó, descolgó la maleta y salió por detrás de la casa. Él se fue a dormir a
otra casa, cerca de allí, a unos tres o cuatro kilómetros de distancia, donde una señora
de apellido Mireles.
Él colgó allí, calladito, porque se metió a la casa, casas de llano, sin pedir permiso.
Cuando él está poniendo el colgadero de la parte de afuera del corredor, sintió un silbido
muy fuerte, y como estaba molesto con Nicolasito de una vez pensó que era el Silbón y
le dijo: Párate ahí largurucho para echarte una paliza… ño sinvergüenza, y enseguida le
mecieron el colga dero de la hamaca. Él gritó a la señora que estaba adentro, pero ella no
salió, y a la se gunda mecida de la hamaca cayó privado hasta el otro día que lo pararon
los peones de la casa.
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