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#CPLSA #LuisMOrtiz

EL HERALDO DE LA FE

Siervo del Señor, maestro, periodista, comunicador, escritor y poeta


cristiano, Luis M. Ortiz fue el varón escogido por Jesús para
difundir su Palabra. Un personaje que recorrió el mundo sin tregua
con una misión evangelizadora.

Tenía un carácter reservado,tímido y discreto, pero fue siempre


capaz de ser un siervo sacrificado del Señor Jesucristo,
invariablemente valeroso. A lo largo de sus casi 78 años de vida,
Luis Magin Ortiz Marrero, fundador del Movimiento Misionero
Mundial, se convirtió en uno de los más importantes propulsores y
difusores de la Palabra de Dios en los tiempos modernos del
Cristianismo. Fue capaz de conjugar la prédica precisa con la
acción oportuna, de entregar su existencia entera al Todopoderoso,
de seguir con firmeza sus principios y de
levantar de la nada una Obra que en la actualidad se extiende por
todo el mundo.

Nacido el 26 de setiembre de 1918, en la localidad de Corozal, en


el norte de Puerto Rico, el reverendo Ortiz entregó la vida en favor
de la causa del Altísimo. Apenas a los 10 años de edad, cuando
aún residía en la Isla del Encanto, aceptó al Padre Eterno y lo
convirtió en su Salvador. Tres años después, iluminado por el
Creador, predicó su primer sermón. Luego, al
terminar sus estudios secundarios, ingresó a laborar en el diario
puertorriqueño El Mundo, donde desarrolló su interés por el
periodismo y las comunicaciones. Sin embargo, poco tiempo
después dejó todo y se dedicó a estudiar la Palabra de Dios.

Rumbo a República Dominicana


Mientras el pastor Ortiz se instruía en el Instituto Mizpa de San
Juan de Puerto Rico, la escuela teológica más antigua del
pentecostalismo, su unión al Padre se intensificó. Alguna vez
recordó que por esos días Dios ya trataba con él y le marcaba que
su destino era ser un “misionero de la fe”. Empero, antes de ello,
en 1943, desposó a la hermana Rebecca Hernández Colón y
consolidó su vida personal. De inmediato, junto a su esposa, se
marchó a la República Dominicana para empezar a darle vida al
encargo divino: llevar el mensaje de Dios a todo aquel que ignore la
verdad celestial.

Al cabo de un año, el camino que empezó a dibujar el hermano


Ortiz en el segundo país más grande del Caribe tomó otro rumbo
para hacerse más sólido y glorioso. Así en 1944, tras doce meses
de exitosa labor misionera en la República Dominicana, país que
por aquel entonces era gobernado a sangre y fuego por el dictador
Rafael Trujillo, Dios lo envió a la Isla de Cuba para concretar la
expansión del movimiento evangélico en tierras caribeñas. Los
frutos no se hicieron esperar. Enseguida, Dios lo bendijo con la
construcción de 23 Iglesias y la formación de un cuerpo de obreros
de más de 30 hermanos, quienes junto a él trabajaron sin desmayo
para la gloria del Señor.

La labor en Cuba

En la Isla de Cuba, a la que sabía que llegaría desde muy joven, el


reverendo Ortiz sentó las bases de la evangelización del mundo.
Para ello, allí en el archipiélago más conocido del continente
americano, recurrió a ingeniosas e innovadoras formas de
comunicación para llevar el mensaje cristiano a los paganos. Poco
a poco, y guiado por el Espíritu Santo, se transformó en un paladín
de la Palabra. Incursionó en la radio, con un programa llamado
“Impacto Evangelístico” dedicado por entero a predicar el
Evangelio; organizó un sinfín de campañas evangelísticas en
carpas ambulantes, fundó un Instituto Bíblico y edificó 60 templos
en 16 años de misión evangelizadora.

Hombre bondadoso, humilde, espiritual, santo, firme en sus


convicciones y viajero incansable, Ortiz Marrero retornó a Puerto
Rico en 1960 por mandato de Dios e intentó, sin éxito, convencer a
los superiores de su congregación para iniciar una “Obra Mundial”
a favor de Cristo. Mas, con el auspicio del Eterno, estableció la
Asociación Misionera y Evangelística Latinoamericana Inc.
Institución predecesora del Movimiento Misionero Mundial, y
desplegó una labor llena de grandes milagros obrados por el Señor.
Además fue en este trayecto que creó, en enero de 1961, la revista
que hoy usted tiene entre sus
manos: Impacto Evangelístico.

La fundación de la Obra

Sin Iglesia propia, sin medios económicos, sin respaldo de ningún


concilio, pero arropado de una fe enorme, al Pastor puertorriqueño
le bastaron 3 años para alcanzar el objetivo trazado por el
Salvador. Así el 13 de febrero de 1963 fundó en Puerto Rico el
Movimiento Misionero Mundial con la visión de brindarle “el mundo
para Cristo” y colocó el punto de partida de la Obra. Sobre el tema,
alguna vez, confesó: “esta Obra es de Dios y yo no sabía lo que el
Señor se proponía. Es con gozo y gratitud que podemos decir que
es Dios quien levantó este movimiento, sin nosotros haberlo
intentado, ni pensado; con el propósito de devolverle a la obra
misionera, y a la evangelización del mundo, el lugar que Cristo le
asignó”.

A partir de entonces, desde el empuje y coraje de Ortiz, el nombre


de la Obra llegó a millones de personas alrededor del globo
terráqueo, se construyeron miles de capillas y templos cristianos,
decenas de miles de enfermos fueron sanados, salvados y ungidos
del Poder de Dios, se desplegó un trabajo positivo de madurez
evangélica, solidez bíblica, estabilidad espiritual, sana doctrina,
testimonio limpio y conceptos definidos y transparentes de los
valores eternos. Una misión que, con la gracia divina, se mantiene
incólume hasta el día de hoy y mira con mucha expectativa el
futuro por venir en los tiempos en las que las señales del regreso
de Jesús son más evidentes.

Padre de dos hijas, Damaris y Priscila Ortiz Hernández, Luis M.


Ortiz Marrero fue continuamente una presencia inspiradora e
inculcadora dentro del Movimiento Misionero Mundial en los 25
años que lo presidió y dirigió con acierto y éxito. A lo largo de una
carrera que abarcó un cuarto de siglo fue líder, guía, predicador,
organizador, testificador, adalid y héroe de la fe. Su presencia
activa, que supo llegar a 47 países, sobrevive entre nosotros pese
a su partida el 25 de septiembre de 1996, en la víspera de su
natalicio número setenta y ocho, cuando Dios lo convocó a su reino
y lo alejó de la vida terrenal. El final ideal para una existencia
dedicada por completo al Señor.

Un comunicador innato

Luis M. Ortiz no solo fue un gran heraldo de Dios. Se destacó,


también, en el mundo secular por sus innegables dotes de gran
comunicador social. Periodista serio y mesurado, poeta agudo e
ingenioso, con más de doscientas poesías escritas, locutor prolífico
y multifacético, creador de los mejores programas radiales
cristianos, prosista profundo, claro y comprensible, tuvo en la
Palabra su trampolín ideal para escapar al anonimato y llevar sin
escalas el mensaje redentor del Rey de Reyes por los cinco
continentes.

Sin embargo, más allá de sus innumerables condiciones


profesionales, el Rvdo. Ortiz pasó a la historia de las
comunicaciones merced a su quehacer periodístico desplegado a
través de las páginas del mensuario “Impacto Evangelístico”. Fue
en la publicación oficial del Movimiento Misionero Mundial,
encargada de difundir el trabajo evangelístico y misionero, donde
su interminable producción se desarrolló sin reservas y permitió
que millones de almas desesperadas encontraran el camino a la
redención y la vida eterna.

Tomado de: http://impactoevangelistico.net/noticia/122-el-heraldo-fe


lo

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