Aproximación A La Literatura Neobarroca
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Aproximación A La Literatura Neobarroca
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Aproximación a la literatura neobarroca
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sólo por las peculiaridades que imprimen los criollos en los modelos peninsulares
sino también por el influjo de las culturas prehispánicas en el arte colonial, y por
tanto es –piensa Lezama- signo de identidad y requisito de madurez para alcanzar
nuestra emancipación cultural. Por así decirlo, el barroco es nuestro clásico,
nuestro paradigma.
Sin reprimir su libertad metafórica (aquella que lo lleva a hablar, por ejemplos, de
barroquismos telúricos y de mulatas barrocas en genio y figura), Alejo Carpentier,
por su parte, ha reiterado en sus novelas y en abundantes ensayos que nuestras
manifestaciones culturales y literarias y aun nuestra naturaleza son y han sido
barrocas.
Y Cabrera Infante, en novelas como Tres tristes tigres y La Habana para un infante
difunto, ha exacerbado de manera explícita, a través de reflexiones metaliterarias,
recursos que forman parte sustantiva del código estético del barroco, tales la
parodia, la hipérbole, la paronomasia.
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y que aluden a ciertos rasgos de su contenido ideológico para enriquecer su
significación. Sin comprometerme por ahora a desarrollar tales aspectos, de suyo
complejos, me limitaré a enunciarlos y a aventurar un par de reflexiones al
respecto. Voy a referirme primeramente a la deliberada intención de los escritores
neobarrocos por articular un discurso que incluya elementos propios de la estética
barroca –particularmente la parodia-; y, en segundo término, a las posibles
implicaciones de tal intencionalidad.
Quizás una diferencia entre los barrocos del siglo XVII y los neobarrocos de
nuestros días consista en que aquéllos no sabían que eran barrocos y éstos vaya
que sí lo saben. Gracián escribió su Agudeza y arte de ingenio pensando, acaso,
que formulaba un tratado de preceptiva clásica (es decir ortodoxa). Los escritores
neobarrocos, en cambio, se saben afines a la estética del barroco y utilizan
propositivamente sus ingenios y sus agudezas. Tal intencionalidad puede
antojarse artificial, pero digamos, en descarga de sus autores, que el barroco tiene
como signo distintivo precisamente el artificio, y que por encima de la aventura,
del abandono placentero a la proliferación, de la libertad y del capricho personal,
el barroco es un arte prefabricado, como lo ha visto espléndidamente José Antonio
Maravall: es un arte dirigido –esto es preconcebido y generalizado a través del
Kitsch- y es un arte conservador en tanto que la movilidad y la ruptura que parecen
determinarlo son vanas apariencias; en tanto que su objeto primordial es la
preservación de un sistema de valores culturales. Así pues, la intención barroca, 3
previa a la escritura, es parte de su barroquicidad. Pero, cuál es la finalidad de tal
intención en el caso de los escritores considerados neobarrocos. Próximo a las
tesis de Michail Backtine acerca de la carnavalización, Severo Sarduy destaca la
parodia como recurso pertinente del barroco. Dos son los mecanismos que, según
el teórico cubano, utiliza el lenguaje paródico: la intertextualidad, que consiste en
“la incorporación de un texto extranjero al texto, su collage o superposición a la
superficie del mismo”, y la intratextualidad, que se refiere a los textos “que no son
introducidos en la aparente superficie plana de la obra como elementos alógenos
–citas y reminiscencias-, sino que, intrínsecos a la producción escriptural, a la
operación de cifraje –de tatuaje- en que consiste toda escritura, participan (…) del
acto mismo de la creación”.
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regreso, al punto de partida y recuperarlo –esto es preservarlo, enriquecerlo- con
los beneficios adquiridos en semejante periplo: la crítica (el sentido del humor, el
homenaje) que la distancia y la perspectiva otorgan. La parodia, pues, no se limita
a la burla del discurso de referencia: la parodia implica una actitud crítica que
pondera, selecciona, asume, fija, recupera y preserva los valores culturales. En
La rosa púrpura del Cairo, si se me permite poner un ejemplo cinematográfico,
Woody Allen no orienta su discurso paródico a escarnecer el discurso fílmico
holliwoodense de los años treintas; al parodiarlo, lo critica, le confiere un estatus,
lo recupera para su propio discurso y le rinde el más amoroso de los homenajes:
rescata su vigencia, es decir su dimensión y su valor históricos.
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el fervor del manierismo y de lo sexual exagerado. Camp es el aprecio de la
vulgaridad. Camp es la introducción de un nuevo criterio: el artificio como ideal.
Camp es el culto por las formas límite de lo barroco, por lo concebido en el delirio,
por lo que inevitablemente engendra su propia parodia. Camp en un número
abrumador de ocasiones es […] aquello tan malo que resulta bueno.
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