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CSJ 23/2014 (50-T)/ CS1

Tommasi, Julio Alberto y otros s/ causa n°


15710.

Corte Suprema de Justicia de la Nación


Buenos Aires, 22 de Diciembre de 2020

Vistos los autos: Recurso de hecho deducido por la defensa


en la causa Tommasi, Julio Alberto y otros s/ causa n 15710 ,
para decidir sobre su procedencia.

Considerando:

1°) Que la Sala IV de la Cámara Federal de Casación


Penal confirmó las condenas a quince y once años de prisión
impuestas, respectivamente, a Emilio Felipe Méndez y Julio
Manuel Méndez por ser considerados partícipes necesarios de los
delitos de privación ilegal de la libertad doblemente agravada
por tratarse el agente de un funcionario público y haberse
cometido con violencia, e imposición de tormentos agravada por
tratarse la víctima de un perseguido político.

Contra esa sentencia, los nombrados interpusieron


recurso extraordinario federal cuya denegación dio origen a la
presente queja.

2°) Que en el recurso extraordinario, en lo que aquí


interesa, los recurrentes cuestionan dicho temperamento
formulando los siguientes agravios: a) que se violó el principio
de congruencia; b) que arbitrariamente se tuvo por acreditado
que los delitos mencionados ocurrieron en la finca que era de su
propiedad; y c) que, respecto de su participación en los hechos
tanto en cuanto a su materialidad como a su significancia
jurídica, el a quo no dio el debido tratamiento a las objeciones
que habían planteado oportunamente al cuestionar los fundamentos

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del fallo condenatorio por los que se sostuvo su participación
dolosa en los mencionados delitos.

3°) Que los dos primeros agravios reseñados (a) y (b)


no son aptos para habilitar la instancia extraordinaria pues, en
lo que a ellos respecta, los apelantes no rebaten los
respectivos fundamentos del a quo.

Distinto es el temperamento a adoptar con relación al


restante agravio, en el que se alega que la cámara revisora ha
seguido linealmente el temperamento del tribunal oral sin
tratar debidamente los cuestionamientos contra los fundamentos
de la condena y por el que, en consecuencia, se aduce que la
participación de los encartados fue determinada por los
sentenciantes de primer y segundo grado a partir de afirmaciones
dogmáticas y carentes de todo sustento probatorio lo que,
finalmente, resulta incompatible con el principio de inocencia y
de culpabilidad penal (cf. fs.5277/5297 de los autos
principales).

En efecto, este agravio resulta formalmente admisible


ya que en definitiva implica que se encuentra en tela de juicio
la observancia del derecho de los imputados a recurrir la
sentencia condenatoria, consagrado por el artículo 8.2.h de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, a la par que se
denuncia la violación a las garantías de la defensa en juicio y
debido proceso protegidas por el artículo 18 de la Constitución
Nacional que exigen que las sentencias constituyan una

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derivación razonada del derecho vigente con aplicación de las


circunstancias comprobadas de la causa (Fallos: 328:4580,
331:1090, , entre muchos otros).

Finalmente, la impugnación se dirige contra la


sentencia definitiva del tribunal superior de la causa y existe
relación directa e inmediata entre los agravios constitucionales
incoados y el pronunciamiento apelado. Por lo tanto, corresponde
hacer lugar a la queja en este punto y examinar este planteo.

4°) Que, dada la particularidad que se presenta en el


caso en cuanto a que los recurrentes no poseían a la fecha de
los hechos condición militar ni integraban ninguna fuerza armada
o de seguridad, esta Corte entiende pertinente formular una
importante aclaración.

En efecto, tal como sostuviera el Tribunal en el


precedente Menéndez (Fallos: 335:1876), en el que se revocó
un sobreseimiento y se ordenó se evaluara debidamente la
responsabilidad penal que le pudiera caber al imputado a raíz de
su intervención en los hechos en su rol de juez federal, el
deber que tiene el Estado Argentino de investigar los crímenes
de lesa humanidad cometidos en su territorio presupone no solo
que el Estado no pueda oponer normas internas que obstaculicen
el enjuiciamiento y eventual castigo de los responsables
(verbigracia, leyes de amnistía o prescripción), sino que además
debe abstenerse de adoptar cualquier otro tipo de medidas que
disuelvan la posibilidad de reproche (cfr. "Simón" -Fallos: 328:

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2056-, voto de la jueza Argibay, considerando 14; voto del juez
Maqueda, considerandos 62 y 65; voto del juez Lorenzetti,
considerandos 21 y 23, y voto de la jueza Highton de Nolasco,
considerandos 25 y 30) (Fallos: 335:1876, considerando 4,
énfasis agregado; reiterado en Fallos: 341:1207; 1988).

La contundencia del alcance conferido a este mandato


judicial de arribar a la verdad real en el marco de un
enjuiciamiento penal, y su especial exigencia respecto de este
tipo de imputaciones, obliga a rechazar cualquier argumento que
pretenda sostener a priori que la mera pertenencia a una
categoría por ejemplo, la de civil pueda impedir, por sí
misma, la posibilidad de formular a su respecto un reproche
penal por la responsabilidad que le pudiera caber en la comisión
de delitos de lesa humanidad.

Ello en línea con las consideraciones vertidas en el


caso Acosta (Fallos: 335:533). En dicha oportunidad, el
Tribunal, al determinar qué temperamento debía adoptarse de modo
de asegurar el cumplimiento del deber de impedir la impunidad de
los delitos de lesa humanidad y el deber de respetar los
derechos de los imputados reconocidos en el plexo fundamental,
enfatiz el delicad simo equilibrio que debe primar en cada
decisión para no lesionar normas que imponen deberes que
necesariamente deben compatibilizarse, pues ninguno de ellos
puede ser violado arbitrariamente exige una labor judicial
prudente y casuística, que en modo alguno puede suplirse por una

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medida pareja para todas las situaciones, cuya diversidad


fáctica es sin duda altamente notoria (considerando 26).

Al mismo tiempo, es preciso tener presente que, como


se recordó en los precedentes de Fallos: 328:3399 y 339:1493
(Considerando 9°), la reconstrucción de hechos acaecidos en el
pasado que lleva adelante el juez penal en sus sentencias no se
produce en idénticas condiciones a las que rodean la actividad
de un historiador. Pues, a diferencia de lo que sucede en el
campo de la historia frente a hipótesis de hechos contrapuestas,
en el derecho procesal penal el in dubio pro reo y la
prohibición de non liquet (arg. Fallos: 278:188) imponen un
tratamiento diferente de tales alternativas, a partir del cual,
en definitiva, el juez tiene impuesto inclinarse por la
alternativa fáctica que resulta más favorable al imputado.

5°) Que, sentado ello, cabe relevar que en el sub


examine, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Mar del
Plata tuvo por probado que en la noche del 29 de abril de 1977
el abogado laboralista Carlos Alberto Moreno fue secuestrado en
las cercanías de su domicilio en la ciudad de Olavarría y
trasladado a Tandil donde personal militar lo mantuvo privado de
su libertad, en condiciones infrahumanas y sometido a cruentas
sesiones de tortura, hasta que el tres o cuatro de mayo, le dio
muerte.

Se constató que el día 10 de mayo de 1977 los medios


periodísticos reprodujeron un comunicado del Comando de Zona 1,

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ratificado posteriormente en forma oficial, mediante el cual se
hacía saber a la población que "fuerzas legales lograron
capturar al delincuente subversivo Carlos A. Moreno, alias
Negro o Beto , perteneciente a la Columna Centro de la banda
marxista Montoneros, quien en oportunidad en que se efectuaba su
traslado intentó evadirse, siendo abatido al resistirse a la
orden de detención impartida".

Se tuvo por acreditado que la aparición del cuerpo de


Carlos Alberto Moreno, entregado a sus familiares el 23 de mayo
del mencionado año, se debió a las esforzadas gestiones que se
efectuaron desde diferentes sectores con motivo del habeas
corpus firmado por gran cantidad de colegas de las ciudades de
Azul, Tandil y Olavarría y como consecuencia de la comparecencia
ante la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos
Aires del propio juez de la causa, doctor Carlos Pagliere, cuya
encomiable y comprometida actuación funcional, cabe relevar, fue
justamente destacada por el tribunal de mérito.

Por su responsabilidad penal en la privación de


libertad calificada y en los tormentos agravados que sufriera
Carlos Alberto Moreno, así como en su homicidio calificado, el
tribunal de mérito condenó como autores directos a Julio Alberto
Tommasi Teniente Coronel Jefe del Área Militar 121 y del
Batallón Logístico I con asiento en Tandil , Roque Ítalo
Pappalardo Mayor del Ejército que se desempeñó como oficial de
operaciones (S3) del mencionado Batallón Logístico I y José
Luis Ojeda Conductor Motorista también del nombrado Batallón

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Logístico I a las penas de prisión perpetua e inhabilitación


absoluta perpetua más accesorias. Asimismo, el tribunal de
mérito ordenó la extracción de testimonios para que se
investigara la presunta responsabilidad que le cupiere a los
integrantes del directorio de la sociedad Loma Negra en la
inducción de los hechos de los que fue víctima Carlos Alberto
Moreno, la participación que pudiera haber tenido el General (R)
Ignacio Aníbal Verdura y la posible intervención de los
Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de
Buenos Aires y del Ministerio de Gobierno de la homónima
provincia en funciones en abril y mayo de 1977 en la gestación
del comunicado en el que se documentó falsamente la muerte del
nombrado.

En lo que aquí interesa, se acreditó que el lugar


donde se mantuvo secuestrado y se torturó a Carlos Alberto
Moreno, durante aproximadamente cinco días, fue una finca que
era propiedad de los hermanos Emilio Felipe Méndez y Julio
Manuel Méndez, quienes no integraban las fuerzas armadas o de
seguridad.

Para ello, se comprobó que en la mañana del 3 de mayo


del citado año, Carlos Alberto Moreno pudo escapar de ese lugar
y, en sus cercanías, buscó auxilio en la vivienda de la familia
Bulfoni, ante cuyos integrantes se identificó y expresó que lo
tenían secuestrado, desde hacía aproximadamente cuatro días, a
diez cuadras de ese lugar, señalando con su brazo la dirección.
Los vecinos observaron el deplorable estado en que se encontraba

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Carlos Alberto Moreno. Instantes después se presentó un grupo de
personas armadas y vestidas de civil; una de ellas se identificó
como autoridad federal y solicitó a los vecinos presentes en ese
lugar que se dirigieran a buscar refuerzos a la casa de los
Méndez . Pese a ello, estos valientes vecinos convocaron a la
autoridad policial quien concurrió al lugar, detuvo a José Luis
Ojeda, y finalmente lo dejó en libertad por orden de la
autoridad militar. Para ese entonces, Carlos Alberto Moreno ya
había sido trágicamente recapturado y reconducido al lugar donde
estuviera antes ilegítimamente detenido.

Para tener por acreditado que Carlos Alberto Moreno


estuvo detenido en la finca de propiedad de los recurrentes, al
que se calificó como centro clandestino de detención, el
tribunal de mérito tuvo además en cuenta que, pocos días después
del 3 de mayo y de que el personal militar abandonara la finca,
vecinos de la zona pudieron observar en su interior la presencia
de manchas de sangre, gasas y un elástico de cama metálico con
cables que iban hasta el enchufe.

6 ) Que el tribunal de mérito relev que los hermanos


Méndez negaron haber prestado, cedido o alquilado la chacra a
persona alguna y refirieron que en el año 1977 la misma se
encontraba totalmente abandonada ya que por problemas de costos
-la propiedad no contaba con agua . Sostuvieron que en esa época
la chacra debió haber sido usurpada aunque jamás tomaron
conocimiento de ello y que nunca fueron militares a la misma en
carácter de invitados, solo era utilizada por la familia.

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Ahora bien, el presunto desconocimiento que en su


descargo alegaron los hermanos Méndez respecto de lo que sucedía
en la quinta de su propiedad no tiene ningún sustento
probatorio, por el contrario, existe una pluralidad de elementos
de cargo que no solo llevan a descartar de plano su versión sino
que además permiten sostener su clara participación en los
hechos que se les imputa .

En tal sentido, fundó el reproche por la participación


penalmente responsable de Emilio Felipe Méndez y Julio Manuel
Méndez en la ilegítima privación de libertad y tormentos que
sufriera Carlos Alberto Moreno en que resultaba contrario a toda
lógica pensar que dos personas de notoria actuación en la
comunidad de Tandil en tanto el primero era Gerente del Banco
Comercial de esa ciudad e integrante del órgano administrador de
la Usina de Tandil y el segundo era administrador de importantes
campos pudiesen ignorar lo que estaba sucediendo en la finca de
su propiedad. Ello así por cuanto consideró que el personal
militar tenía una presencia manifiestamente visible en el lugar,
actuaba a plena luz del día y no tenía ningún tipo de reparo ni
tomaba ninguna precaución en ocultarse. Amén de ello, valoró que
la finca no tenía signos de violencia o de usurpación y afirmó
que el carácter clandestino de este lugar de detención jamás se
podría haber mantenido en el tiempo sin la autorización de los
propietarios ya que de lo contrario éstos hubieran efectuado la
correspondiente denuncia judicial.

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Consideró que la finca aportada por los acusados
resultó indispensable para la concreción de estos hechos, pues
el lugar presentaba características especiales como el
emplazamiento a las afueras de la ciudad de Tandil, próxima a la
ruta, frondosa vegetación que dificultaba su visión desde la
calle de acceso y no era el asiento público y notorio de
personal de alguna de las fuerzas que participaron de la
represión ni un destino oficial para recibir detenidos.

Y afirmó que el préstamo de la quinta a las


autoridades del Área 121 fue efectuado por los hermanos Méndez
en el marco de la existencia de una estrecha relación con
personal militar. Para fundar ello refirió que el propio Emilio
Felipe Méndez, al prestar declaración indagatoria, reconoció
haber mantenido relaciones protocolares con distintos militares,
entre ellos los co-condenados Tommasi y Pappalardo.

Al ponderar la responsabilidad individual de cada uno


de los acusados, el tribunal de mérito entendió que la mayor
intervención la había tenido Emilio Felipe Méndez, pues era
quien mantenía una estrecha relación con las autoridades
militares del Área 121. Para ese efecto, valoró lo dicho por el
nombrado en su declaración indagatoria y que fue él mismo quien
intervino en la inspección ocular judicial efectuada en su finca
días después de la desaparición de Carlos Alberto Moreno, la
que, conforme el relato de los demás testigos, se realizó de
noche, en presencia de un grupo de personas que portaban armas y
que les permitieron acceder a una sola habitación de la finca.

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En lo que tocaba a Julio Manuel Méndez, el tribunal


sostuvo que las consideraciones vertidas respecto de su hermano
no le restaban a él responsabilidad; ya que su aporte resultaba
idéntico por cuanto tenía poder sobre la finca y decidió
prestarla a los fines ya descriptos.

Por todo ello, en la sentencia condenatoria se


concluyó que ambos hermanos adhirieron en forma voluntaria al
plan instaurado por el gobierno militar en cuanto a sus métodos
y finalidad y que fue, desde esa adhesión, que aportaron la
finca que era de su propiedad para ser utilizada para la
comisión de los hechos aberrantes que allí sucedieron (cf. fs.
4630/4668 de los autos principales).

7°) Que contra la condena impuesta, la defensa técnica


de Emilio Felipe y Julio Manuel Méndez interpuso recurso de
casación en el que, en lo que aquí interesa, denunció que se
había sustentado su responsabilidad penal incurriendo en una
arbitraria valoración de la prueba producida en el debate. En
concreto, planteó que la participación dolosa de los acusados se
había fundado en ausencia de prueba directa en inferencias
basadas en afirmaciones dogmáticas y carentes de todo sustento
probatorio (cf. fs. 4795/4828 de los autos principales).

Así, entre otras cuestiones, de modo particular


criticó que el tribunal de mérito afirmara, a partir de la serie
de inferencias antes reseñadas, que los recurrentes no podían
desconocer los delitos cometidos en su propiedad y, a partir de

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allí, concluyera que los acusados brindaron su consentimiento
para que el inmueble se utilizara con dichos fines. En especial,
la defensa, sostuvo que resultaba arbitrario, y contrario al
principio de in dubio pro reo, que se pusiera en cabeza de los
imputados que debieron conocer la ocupaci n de la finca con
base en afirmaciones generales y arbitrarias referidas a su
posición social como personas económicamente activas y con
fluidos contactos. A tal efecto, la defensa cuestionó esa
conclusión al alegar que en la causa no había ningún elemento de
prueba que permitiera fundar, con la certeza requerida para
dictar una condena, esas inferencias del órgano juzgador, por lo
que, sostuvo, la conclusión del tribunal de mérito se apoyaba en
extremos que no se condecían con las constancias de la causa y
en razonamientos que violaban la presunción de inocencia
consagrada en el artículo 18 de la Constitución Nacional.

En esa línea, en primer lugar, señaló la


contradicción en la que había incurrido la sentencia de mérito
al aseverar, por un lado, que la relevancia del aporte del
préstamo de la finca radicaba en que sus características
permitían el actuar clandestino de los autores de los hechos y,
al mismo tiempo, afirmar que, sin embargo, era tal la notoriedad
de la presencia de éstos en el lugar que ésta no podía ser
ignorada por sus dueños. Asimismo, además de criticar la
coherencia de los testimonios de los miembros de la familia
lindante a la quinta, que fueron valorados para predicar la
notoriedad de la ocupación, cuestionó que la sentencia soslayara

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valorar las declaraciones de otros vecinos y personas que


frecuentaban la zona que manifestaron no haber percibido dicha
presencia militar. Mantuvo que del hecho de que los captores de
Carlos Alberto Moreno le hubieran indicado a Neri Bulfoni que
fuera a la finca de los Méndez en busca de refuerzos no se podía
deducir, como lo había hecho el tribunal de mérito, la anuencia
de los dueños de la finca. A su vez, criticó que se hubiera
omitido ponderar que, conforme las propias declaraciones
testimoniales valoradas para fundar la detención ilegal de
Moreno en la quinta, se encontraba acreditado que la ocupación
de la finca fue por un breve lapso de algunos días y que ésta se
encontraba abandonada.

En segundo lugar, la defensa de los imputados alegó


que se había analizado arbitrariamente la falta de una denuncia
policial correspondiente por usurpación respecto de esta
propiedad abandonada y la ausencia de violencia en las fallebas
de ingreso a la casa de la finca. Señaló que era contradictorio
suponer que se podía presumir el conocimiento de los dueños de
la finca porque no denunciaron ante la policía la usurpación y
al mismo tiempo reconocer el riesgo para la propia vida que
suponía cualquier oposición al plan sistemático en aquel
contexto histórico, especialmente cuando se trataba de denunciar
un hecho ante una fuerza policial subordinada a las fuerzas
militares. Advirtió asimismo una nueva contradicción en la
sentencia al, por un lado, sostener que la falta de violencia en
las aberturas del inmueble indicaba que los imputados prestaron

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la finca y, por el otro, omitir valorar que los miembros de la
familia lindante a la quinta, cuyos testimonios fueron valorados
para fundar la presencia militar en ese lugar, así como otros
vecinos de la zona declararon haber ingresado fácilmente y sin
el consentimiento de sus dueños una vez que los militares
desocuparon la finca.

Resaltó que este razonamiento del tribunal era


insostenible toda vez que, mientras se reconocía que cualquier
civil pudo ingresar libremente al inmueble sin permiso de sus
dueños, al mismo tiempo aseveraba que las fuerzas armadas
necesitaban forzosamente contar con autorización de los
imputados para ello, a pesar del poder que la autoridad militar
detentaba y frente a quien, según reconoció el mismo tribunal,
era verdaderamente dif cil oponerse manifiesta y expresamente a
la brutalidad y a la arbitrariedad oficial sin poner en riesgo
la vida propia y la de los suyos .

En tercer lugar, la defensa de los imputados planteó


que la afirmación del tribunal respecto de la existencia de una
estrecha relación entre los imputados y las autoridades
militares carecía de todo sustento en las constancias de la
causa. Así, sostuvo que en el caso de Emilio Felipe Méndez, no
podía concluirse una estrecha relación únicamente a partir del
mero trato protocolar que el propio imputado había declarado
tener con Tommasi y Pappalardo, pues implicaría desvirtuar los
términos de su defensa material trastocando el significado de
sus palabras; máxime cuando, por definición, el trato

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protocolar, que el imputado afirmó mantener en su rol laboral


con un sinnúmero de autoridades y de representantes de
asociaciones, excluye el trato personal o íntimo que
caracteriza a una relación estrecha. A su vez, alegó que
respecto de Julio Manuel Méndez no había elemento alguno en la
causa que sostuviera su vinculación con autoridades militares no
pudiendo valorarse su conducta a partir de consideraciones
efectuadas respecto de su hermano.

Finalmente, la defensa alegó que afirmar la


participación de Emilio Felipe Méndez a partir de su
intervención en la inspección ocular a la finca realizada
después de que ésta fuera desocupada por las autoridades
militares resultaba arbitrario y carente de correspondencia con
las declaraciones de los propios testigos del reconocimiento.
Indicó que la irregularidad en que, según se valoró, que fue
llevada a cabo esa inspección, ordenada por el juez Pagliere, no
podía reprochársele al imputado que fue conducido al lugar a
altas horas de la noche a tal efecto e intervino como testigo en
las mismas condiciones que los restantes testigos del acto. A
su vez, agregó que los otros dos testigos de dicha diligencia,
al narrar las condiciones en que se había llevado adelante la
inspección ocular, nunca habían aludido a la presencia de Emilio
Felipe Méndez.

8°) Que la Sala IV de la Cámara Federal de Casación


Penal al confirmar, por unanimidad, la condena impuesta a Emilio
Felipe Méndez y, por mayoría, la impuesta a Julio Manuel Méndez,

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consideró que el tribunal de mérito había indicado los motivos
concretos en los que había sustentado la voluntariedad del
aporte efectuado por los nombrados en los hechos objeto de
proceso.

A tal efecto, descartó que el inmueble, que según los


imputados se encontraba a la fecha de los hechos totalmente
abandonado, hubiera sido utilizado por las autoridades militares
en contra de su voluntad.

En este sentido, se convalidó la conclusión del


tribunal de mérito en cuanto a que fue voluntario el préstamo de
la finca basándose en que el acceso físico al inmueble no había
sido violentado y en que resultaba carente de toda lógica
sostener que personas con prominente actuación en la comunidad
de Tandil que tenían relación con el personal militar más
estrecha en el caso de Emilio Felipe Méndez , pudieran
desconocer lo que ocurría en su finca cuando era manifiesta la
presencia militar en el lugar. Respecto de Emilio Felipe Méndez,
se destacó que tenía un estrecho vínculo con las autoridades
militares y que intervino en la inspección ocular realizada en
la finca días después de la desaparición de Moreno. Por su
parte, se concluyó que estos extremos probados respecto de
Emilio Felipe Méndez no desnaturalizaban la imputación respecto
de Julio Manuel Méndez quien, en su carácter de copropietario,
tenía pleno poder de disposición sobre la finca.

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Por su parte, en la disidencia registrada respecto de


la participación de Julio Manuel Méndez, se afirmó que el
déficit de fundamentación de su condena no radicaba en una
arbitraria o errónea interpretación de la prueba producida en el
debate sino en que, directamente, no obraba en la causa ningún
elemento probatorio que permitiera fundar con certeza dicha
imputación. Por ello, en dicho voto se sostuvo que, a diferencia
de las pruebas invocadas respecto de Emilio Felipe Méndez, el
tribunal de mérito había fundado la participación de Julio
Manuel recurriendo a meras suposiciones generales sobre su
conocimiento y consentimiento. De este modo, se concluyó que la
condena basada en la huérfana afirmación de que el nombrado no
pod a ignorar era arbitraria al no encontrar ésta sustento en
indicios o elementos que, de forma aislada o conjunta, fueran
contestes para acreditar dicha imputación, por lo que constituía
un silogismo falaz (cf. fs. 5170/5258 de los autos principales).

9°) Que efectuada esta reseña de los antecedentes,


cabe avocarse al tratamiento de los agravios formulados por los
recurrentes respecto de la alegada falta de revisión en la que
habría incurrido el a quo al confirmar sus condenas por su
participación necesaria penalmente responsable sobre la base de
la facilitación voluntaria de la finca de su propiedad para que
fuera utilizada por autoridades del ejército para cometer los
gravísimos hechos acaecidos en perjuicio de Carlos Alberto
Moreno.

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10) Que el examen detenido de la totalidad de las
actuaciones y del tratamiento de las cuestiones debatidas en el
sub examine antes reseñado, lleva a la conclusión que deben
tener acogida favorable los agravios formulados por Emilio
Felipe Méndez y Julio Manuel Méndez relativos a que en la
instancia casatoria no se revisó debidamente la sentencia
condenatoria.

En efecto, conforme lo estableciera el Tribunal en el


precedente Casal (Fallos: 328:3399), el derecho de recurrir
del fallo ante el juez o tribunal superior del artículo 8.2. ap.
h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y del
concordante artículo 14.5 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, requiere garantizar una revisión integral,
exhaustiva y amplia del fallo condenatorio.

Sin embargo, en inobservancia de ese deber, el a quo


convalidó la condena limitándose a reiterar los fundamentos del
fallo pero sin abordar y en consecuencia, sin tampoco refutar
los conducentes planteos que los recurrentes formularon respecto
tanto a la falta de correlato de los indicios de cargo con las
constancias probadas de la causa como a la alegada presencia de
razonamientos contradictorios en los que, con mengua del
principio de culpabilidad y del principio de presunción de
inocencia, habría incurrido la sentencia de mérito para fundar
el reproche.

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De tal modo, la actividad revisora desplegada por el


a quo devino en insuficiente en la medida que se limitó a
repetir los términos empleados en la sentencia de mérito sin
brindar un razonamiento y una respuesta concreta que rebatiera
los planteos de los recurrentes que cuestionaban todos y cada
uno de los extremos a partir de los que se infirió su
conocimiento de la ocupación de la finca y del que, a su vez,
se derivó que conocieron el destino que se le dio al inmueble y
que quisieron brindarlo a esos efectos.

Ello resulta criticable porque, conforme este Tribunal


ha dicho, la mera repetici n de los fundamentos dados en el
juicio, sólo formalmente satisface la revisi n pero no
demuestra el tratamiento de las cuestiones llevadas a estudio
(cf. CSJ 1856/2006(42-S)/CS1 Silva, José Manuel s/causa n
6653 , sentencia del 1 de abril de 2008). Y ello resulta
particularmente relevante en el sub examine pues la Corte ha
precisado que la revisión no puede reducirse a la mera
reiteraci n de conceptos vertidos por el tribunal oral
especialmente en casos en que se dice de la arbitrariedad en la
valoración de prueba indiciaria y la violación del in dubio pro
reo (cf. CSJ 20/2007(43-I)/CS1 Ingratta, Daniel y otro s/
causa n 7239 , sentencia del 22 de julio de 2008).

En lo que constituye una fundamentación aparente, el a


quo convalidó la condena impuesta a ambos recurrentes
incurriendo en una verdadera petición de principio al afirmar,
dogmáticamente mediante un razonamiento circular, la validez de

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la inferencia sobre la que se apoyó la condena y sin que se haya
examinado, en consecuencia, la correspondencia de aquélla con
las reglas de la lógica y de la sana crítica conforme lo
requerían los agravios planteados por los recurrentes en el
recurso de casación.

Dicho de otro modo, el a quo, por vía de esta


reiteración, se limitó a aseverar la validez del proceso de
crítica interna y síntesis del fallo condenatorio que en su
función revisora debía examinar (Fallos: 328:3399, especialmente
considerandos 30 y 31; 339:1493).

Por ello, sin abrir juicio sobre el fondo del asunto,


se concluye que el a quo omitió analizar agravios conducentes
planteados por la defensa de Emilio Felipe Méndez y Julio Manuel
Méndez, para la correcta resolución del asunto, lo que implicó,
en definitiva, que no se cumpliera con la revisión integral y
exhaustiva del fallo condenatorio en los términos establecidos
en el precedente Casal (Fallos: 328:3399) y, por tal motivo,
el fallo impugnado debe ser descalificado.

Asimismo, y atento el temperamento adoptado, deviene


inoficioso pronunciarse respecto de los restantes planteos de
los recurrentes.

11) Que, por último, a partir de lo expresado en los


considerandos precedentes y dada la especial trascendencia del
caso, este Tribunal entiende oportuno precisar que se ratifica,
en forma expresa y contundente, la vigencia del deber

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constitucional y convencional de enjuiciar y castigar, sin


excepción alguna, a todos los responsables de las gravísimas
violaciones masivas a los derechos humanos cometidas durante la
última dictadura militar, cuyo cumplimiento esta Corte ha
buscado asegurar en su jurisprudencia en aras de remover
diversos obstáculos que lo comprometían indebidamente (cf.
Videla , Fallos: 326:2805; Sim n , Fallos: 328:2056; Mazzeo ,
Fallos: 330:3248; Acosta , Fallos: 335:533; Menéndez , Fallos:
335:1876; Bergés , Fallos: 339:542; Videla , Fallos: 341:336;
Zaccar a , Fallos: 341:1988; entre muchos otros).

De tal modo, conforme esta jurisprudencia consolidada


del Tribunal, resulta indiscutible que el deber de investigar
y sancionar los crímenes de lesa humanidad necesariamente obliga
a rechazar de plano toda pretensión según la cual la mera
pertenencia a una categoría por ejemplo, la de civil pueda
impedir, por sí misma, la posibilidad del reproche penal que
corresponda por su comisión.

Por tal motivo, se efectúa la importante aclaración


que en modo alguno este fallo puede implicar tolerar o fomentar
que se empleen subterfugios para amparar cualquier forma de
impunidad, sino simplemente que resulta indudable que este deber
tiene que ser asegurado cumpliendo también con las normas
constitucionales y convencionales que obligan a esta Corte a
velar por el respeto de las garantías judiciales, en el caso la
del doble conforme, las que resultan instrumentales para
asegurar que "la aplicación de una pena solo pued[a] estar

- 21 -
fundada en la certeza del tribunal que falla acerca de la
existencia de un hecho atribuible al acusado" (cf. Zaccar a ,
Fallos: 341:1988; CSJ 365/2012 (48-M)/CS1 Mansilla, Pedro Pablo
y otro s/ recurso extraordinario , sentencia del 20 de agosto de
2015 y CSJ 295/2012 (48-M)/CS1 Olivera Róvere, Jorge Carlos y
otros s/ recurso de casaci n , sentencia del 30 de septiembre
de 2014).

Al mismo tiempo, es preciso no perder de vista la


íntima relación existente entre la garantía de la doble
instancia y el beneficio de la duda (conf. doctrina de Fallos:
329:2433).
En este sentido, corresponde recordar que tanto ese
principio como el del in dubio pro reo -ambos de trascendencia
en el caso- guardan una estrecha relación con la presunción de
inocencia constitucional (artículo 18 de la Constitución
Nacional). Que cuando ese artículo dispone categóricamente que
ningún habitante de la Nación será penado sin juicio previo,
establece el principio de que toda persona debe ser considerada
y tratada como inocente de los delitos que se le imputan hasta
que en un juicio respetuoso del debido proceso se demuestre lo
contrario mediante una sentencia firme (Fallos: 321:3630
Nápoli ). A ello se agrega lo establecido en el art culo 8.2 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, incorporada a la
Constitución Nacional por el artículo 75, inc. 22, con la máxima
jerarqu a normativa, que expresamente establece que toda
persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su

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CSJ 23/2014 (50-T)/ CS1
Tommasi, Julio Alberto y otros s/ causa n°
15710.

Corte Suprema de Justicia de la Nación

inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad .


En una formulación equivalente, el artículo 14.2 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que cuenta con la
misma jerarqu a, determina que toda persona acusada de un
delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no
se pruebe su culpabilidad conforme a la ley . Como directa
consecuencia de la garantía constitucional en juego, esta Corte
ha dejado sin efecto decisiones que prescindieron de explicar
racionalmente la responsabilidad del acusado a partir de pruebas
concordantes (Fallos: 329:5628, Miguel ), habiéndose precisado,
también, que en función del principio del in dubio pro reo cabe
dilucidar si, con las pruebas adquiridas en el proceso, puede
emitirse un juicio de certeza positiva (ver mutatis mutandis
Fallos: 329:6019, Vega Giménez ). A la luz de estos principios,
resulta decisivo que el juez, aun frente a un descargo que
pudiera estimarse poco verosímil, mantenga una disposición
neutral y contemple la alternativa de inocencia seriamente, esto
es, que examine la posibilidad de que la hipótesis alegada por
el imputado pueda ser cierta. Desde esta perspectiva, la
presunción de inocencia consagrada en el artículo 18 de la
Constitución Nacional puede ser vista, en sustancia, como el
reverso de la garantía de imparcialidad del tribunal (Fallos:
339:1493, considerando 22°, y Fallos: 342:2319, considerando
22°).

- 23 -
Es desde esta perspectiva, pues, que debe abordarse el
presente pronunciamiento en el que, por las razones antes
desarrolladas, sin emitir juicio sobre el fondo del asunto, se
descalifica y deja sin efecto la decisión impugnada a fin de que
el a quo asegure el doble conforme de la sentencia condenatoria
de los aquí recurrentes.

Por ello, habiendo dictaminado la señora Procuradora


General de la Nación, se declara parcialmente admisible la queja
y el recurso extraordinario con los alcances indicados
precedentemente y se deja sin efecto el fallo apelado. Agréguese
la queja al principal. Vuelvan los autos al tribunal de origen
para que, por quien corresponda, se dicte un nuevo fallo con
arreglo al presente. Notifíquese y, oportunamente, devuélvase.

VO-//-

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Tommasi, Julio Alberto y otros s/ causa n°
15710.

Corte Suprema de Justicia de la Nación

-//-TO DEL SEÑOR PRESIDENTE DOCTOR DON CARLOS FERNANDO


ROSENKRANTZ

Considerando:

1°) El Tribunal Oral en lo Criminal de Mar del Plata


condenó como autores directos de los delitos de privación ilegal
de la libertad doblemente agravada por tratarse de funcionarios
públicos y haber sido cometido con violencia, imposición de
tormentos doblemente agravado por tratarse de funcionarios
públicos y la víctima un perseguido político y homicidio
calificado por alevosía en perjuicio de Carlos Alberto Moreno a
Julio Alberto Tommasi Teniente Coronel Jefe del Área Militar
121 y del Batallón Logístico I con asiento en Tandil-, Roque
Ítalo Pappalardo Mayor del Ejército que se desempeñó como
oficial de operaciones del Batallón Logístico I- y José Luis
Ojeda conductor motorista del citado Batallón- y les aplicó las
penas de prisión perpetua e inhabilitación perpetua, más
accesorias. Las condenas fueron confirmadas por la Sala IV de la
Cámara Federal de Casación Penal.

El tribunal de mérito tuvo por probado que en la


noche del 29 de abril de 1977 el abogado laboralista Carlos
Alberto Moreno fue secuestrado en las cercanías de su domicilio
en Olavarría y trasladado a Tandil, donde personal militar lo
mantuvo privado ilegítimamente de su libertad y lo sometió a
sesiones de tortura. Se comprobó también que en la mañana del 3
de mayo de 1977 Moreno huyó de la chacra donde estaba

- 25 -
secuestrado y que en sus cercanías buscó auxilio en la vivienda
de la familia Bulfoni. Instantes después, se presentó un grupo
de personas armadas y vestidas de civil, una de las cuales se
identificó como autoridad policial federal y solicitó a dos
testigos que se dirigieran a buscar refuerzos a la casa de los
Méndez . Se prob que la familia Bulfoni convoc a la polic a,
que concurrió al lugar y detuvo al militar José Luis Ojeda,
quien formaba parte del grupo que mantuvo secuestrado a Moreno
en la chacra. Ojeda fue finalmente liberado por una orden
emitida a la policía vía radioeléctrica por el Coronel
Pappalardo, tras lo cual Moreno fue recapturado por las fuerzas
militares. Se comprobó también que después de su recaptura, el
mismo 3 o el 4 de mayo, Moreno fue asesinado. El 23 de mayo de
1977 el cadáver de Moreno fue entregado a sus familiares. En
autos se acreditó que el lugar donde se mantuvo secuestrado a
Moreno y donde fue torturado es una finca que pertenecía a los
hermanos Emilio Felipe Méndez y Julio Manuel Méndez, quienes no
integraban las fuerzas militares.

El tribunal de mérito condenó también a Emilio Felipe


Méndez a quince años de prisión y a Julio Manuel Méndez a once
años de prisión respectivamente, por considerarlos partícipes
necesarios del delito de privación ilegal de la libertad
agravada por haber sido cometido por funcionarios públicos con
violencia e imposición de tormentos agravados en perjuicio de un
perseguido político.

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Tommasi, Julio Alberto y otros s/ causa n°
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Corte Suprema de Justicia de la Nación

Para fundar el reproche por la participación


penalmente responsable de los hermanos Méndez, el tribunal de
mérito consideró que es ilógico pensar que dos personas de
notoria actuación en la comunidad tandilense Emilio era Gerente
del Banco Comercial de esa ciudad e integrante del órgano
administrador de la Usina de Tandil y Julio era administrador de
aproximadamente 10.000 hectáreas de campo- pudiesen ignorar lo
que sucedía en una chacra de su propiedad, e indicó que el
carácter clandestino de ese lugar de detención jamás se podría
haber mantenido en el tiempo sin la autorización de los
propietarios. Además, afirmó que la facilitación voluntaria de
la propiedad a las autoridades militares por parte de los Méndez
fue realizada en el marco de una estrecha y evidente relación
con el personal militar.

La Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal


confirmó la sentencia recurrida en lo que fue materia de
recurso.

El juez Hornos sostuvo que no era verosímil que la


chacra de propiedad de los Méndez hubiera sido utilizada por las
autoridades militares contra la voluntad de sus propietarios. En
cuanto a la falta de determinación del dolo de los Méndez, en
dicho voto se recordaron los argumentos del tribunal oral
afirmando que resulta carente de toda lógica que los Méndez,
personas con actuación conocida en la comunidad de Tandil,
pudieran ignorar lo que ocurría en la chacra de su propiedad y
se descartó el argumento de la defensa referido a una presunta

- 27 -
usurpación porque, se sostuvo, si ello hubiera sucedido los
propietarios habrían efectuado la correspondiente denuncia ante
las autoridades judiciales correspondientes , cosa que no
hicieron. También se aludió a la ausencia de signos de violencia
en los accesos al lugar y a la existencia de una estrecha
relación (más allá de la protocolar que fuera admitida por
Emilio Felipe Méndez respecto de su trato con el Coronel Tommasi
y el Mayor Pappalardo) entre los hermanos Méndez y las
autoridades del Área de Seguridad 121 que posibilitó el préstamo
de la chacra . En virtud de lo anterior, se concluy que los
Méndez adhirieron en forma voluntaria al plan de las fuerzas
militares y se tuvo por probado que por esa adhesión aportaron
la chacra para que fuera utilizada como centro clandestino de
detenci n, teniendo pleno conocimiento que allí iban a
cometerse todo tipo de hechos aberrantes en nombre de la llamada
lucha contra la subversión .

Al diferenciar el grado de responsabilidad de los


Méndez y justificar la mayor pena impuesta a Emilio, el juez
Hornos entendió que tuvo una mayor intervención que su hermano
Julio porque mantenía una evidente y notoria relaci n con las
autoridades militares e intervino en la irregular inspección
ocular efectuada en su chacra días después de la desaparición de
Moreno la que, conforme lo relatado por los testigos Luis
Horacio y Carlos Raúl Landaburu en la audiencia de juicio, se
realizó a altas horas de la noche en compañía de un grupo de
personas que portaban armas de grueso calibre y que, linterna en

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Tommasi, Julio Alberto y otros s/ causa n°
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mano, únicamente les permitió acceder a una sola habitación de


la finca señalando rápidamente solo aquello que estaba
interesado en mostrar .

Tras ello, el magistrado descartó el cuestionamiento


de la defensa en punto a la falta de acreditación del elemento
subjetivo al entender que tanto las circunstancias históricas,
como el contexto particular en el que se desarrollaron los
hechos en la finca propiedad de los hermanos Méndez, [ ]las
pruebas directas rendidas en el debate acerca de la manifiesta
presencia militar en el lugar de los sucesos investigados, las
ocupaciones de sendos propietarios, personas públicas del ámbito
social del lugar no permite en modo alguno acceder a una
conclusión diferente acerca de la participación en los sucesos
como fue descripta por el tribunal de juicio . El juez Borinsky
adhirió sustancialmente al análisis del juez Hornos.

El juez Gemignani acompañó las respuestas de sus


colegas a los planteos de la defensa, salvo en lo concerniente a
la imputación sobre Julio Méndez. Al respecto, advirtió que no
se mencionó ninguna prueba concreta que permitiera tener por
demostrada su participación y diferenció su situación de la de
su hermano Emilio sosteniendo que éste ltimo tuvo una relación
cercana con las autoridades del Área de Defensa 121,
particularmente, con Tommasi y Pappalardo, además de haber
participado de la irregular inspección ocular efectuada en su
chacra días después de la desaparición de Moreno . As , el
magistrado se diferenció de sus colegas al votar para absolver a

- 29 -
Julio Méndez. Fundó su decisión en la falta de prueba de la
comisi n de delito alguno al entender que directamente no obra
en el expediente ningún elemento probatorio que permitiera
acreditar la imputación que pesa sobre Julio Méndez y sostuvo
que ninguno de los indicios probatorios resultan inequívocos y
suficientes para arribar a una condena respecto de Julio, pues
solo constituyen meras suposiciones acerca de un posible no
acreditado- aporte .

2°) Contra la sentencia confirmatoria dictada por la


Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, los Méndez
interpusieron recurso extraordinario federal, cuyo rechazo dio
origen a la presente queja. Se afirmó allí que la sentencia
recurrida incurrió en una infracción a las reglas de la sana
crítica en la ponderación de los hechos y en la valoración del
material probatorio. En ese sentido, se sostuvo que no está
acreditado en autos que los hechos investigados ocurrieron en la
propiedad de los hermanos Méndez y que además resulta
inconstitucional y violatorio del principio de culpabilidad
considerar, como lo hicieron el tribunal oral y el a quo, que
los hermanos Méndez no podían desconocer ese hecho y deducir de
ello que ambos brindaron su consentimiento para que su propiedad
se utilizara con fines criminales. Además, se planteó la
violación del principio de congruencia, en tanto de acuerdo con
su parecer- los acusados fueron indagados y procesados por un
hecho distinto al descripto en los requerimientos de elevación a
juicio del fiscal y las querellas.

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Corte Suprema de Justicia de la Nación

3°) Esta Corte tiene dicho reiteradamente que la


apreciación de la prueba constituye, por vía de principio,
facultad de los jueces de la causa y no es susceptible de
revisión en la instancia extraordinaria (Fallos: 264:301;
292:564; 294:331; 301:909). Sin embargo, esta regla no es óbice
para que el Tribunal conozca en los casos cuyas particularidades
hacen excepción a ella con base en la doctrina de la
arbitrariedad, toda vez que con ésta se tiende a resguardar la
garantía de la defensa en juicio y el debido proceso exigiendo
que las sentencias sean fundadas y constituyan una derivación
razonada del derecho vigente con aplicación a las circunstancias
comprobadas de la causa (Fallos 329:5628; 331:1090; 339:1493 y
CSJ 4490/2015/RH1 González, Jorge Enrique s/ recurso
extraordinario de inaplicabilidad de ley en causa n° 43.787 y
43.793 , sentencia del 8 de octubre de 2020, entre otros). La
resolución apelada proviene del superior tribunal de la causa,
constituye una sentencia definitiva porque pone fin al pleito y
la decisión ha sido contraria a los derechos que, con base
constitucional, invoca la parte recurrente.

En el presente caso debe hacerse lugar a los recursos


interpuestos, dado que en modo alguno pudo acreditarse la
responsabilidad de los hermanos Méndez. No existe la necesaria
certeza, requerida para la imposición de pena en un Estado de
Derecho, acerca del conocimiento por parte de los Méndez de la
comisión de los delitos que se imputaron a los autores directos
de los hechos investigados, y menos aún existe certeza de su

- 31 -
voluntad de cooperar en la comisión de dichos delitos. En
efecto, la atribución de responsabilidad a los hermanos Méndez
en la sentencia recurrida carece de referencias a indicios o
hechos concretos probados en el expediente que pudiesen
sustentar las imputaciones formuladas, y tampoco existen
circunstancias previas, concomitantes a los delitos
presuntamente cometidos por los hermanos Méndez o posteriores
que sustenten la existencia de un concierto doloso entre los
militares y los hermanos Méndez para perpetrar una empresa
criminal conjunta.

4°) Los hermanos Méndez sostuvieron en sus


respectivas declaraciones indagatorias (fs. 1479/1480 y
1462/1464) que en el año 1977 su chacra estaba abandonada y
deshabitada desde hacía un año (hecho que fuera ratificado en la
audiencia de debate por el testimonio de Ana María Pozal, quien
vivía en el club Los Cardos ubicado a 70 metros de la chacra de
los Méndez y refirió que la chacra estaba desocupada y nadie iba
al lugar) y afirmaron que su uso no les resultaba viable por un
problema de costos. También afirmaron que nunca invitaron a
militares a su propiedad y que no sabían ni consentían que los
militares la ocuparan. En autos no existe ninguna prueba directa
que refute las afirmaciones de los hermanos Méndez. No hay
elementos de prueba que indiquen que los nombrados hubieran
estado anoticiados de alguna manera de lo que ocurría en la
finca deshabitada, ni que tuviesen algún tipo de contacto o

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relación con algún vecino o allegado que los pueda haber


alertado de lo sucedido en su propiedad.

En la sentencia recurrida se sostuvo, para justificar


la imposición de pena, que el carácter clandestino de ese lugar
de detención (la propiedad de los hermanos Méndez) jamás se
podría haber mantenido en el tiempo sin la autorización de los
propietarios . Esta afirmaci n no es más que una conjetura. En
primer lugar, la existencia de un centro clandestino de
detención no se apoyó en prueba concreta alguna. En autos sólo
se ha acreditado que Carlos Alberto Moreno estuvo detenido en
una propiedad de los hermanos Méndez durante cuatro días, pero
ni en esta investigación ni en la profusa recolección de
información realizada en el Departamento Judicial de Azul por la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas y por el
Concejo Deliberante de Tandil se identificó una sola víctima
distinta de Moreno que haya sido mantenida cautiva en la
propiedad de los Méndez (fs. 346/361).

Debe destacarse que a fs. 359/360 y 371 la testigo


Petronila García de Pozal dijo que llegaron a la propiedad un
hombre y una mujer secuestrados a mediados de abril de 1977, e
incluso especuló que se trataba de Moreno y su esposa. Además,
la testigo García de Pozal señaló que la pareja fue auxiliada
por una persona de edad que pasaba por la ruta en una camioneta,
cuyo nombre según la testigo- era conocido por los abogados
Pedersoli y Gutiérrez de la ciudad de Tandil, y mantuvo que a
unos 400 metros de la quinta vivía una persona de edad que fue

- 33 -
testigo de los sucesos que relató. Sin embargo, dicho testimonio
fue desacreditado por la prueba producida. Ello así, pues, (fs.
359/360 y 371) por un lado, la esposa de Moreno no estuvo
secuestrada (cfr. testimoniales de Susana Mabel Lofeudo de
Moreno a fs. 85, 125 y 765/766); por otro lado, cuando
testificaron los abogados aludidos por la testigo, Pedersoli
dijo que cree que quien auxilió a la pareja fue un vecino de
apellido Marchioni (fs. 404) y Gutiérrez (integrante al igual
que Pedersoli de la Comisión de Derechos Humanos del Concejo
Deliberante en Tandil tras la vuelta de la democracia) dijo
desconocer al conductor de la camioneta que mencionó García del
Pozal (fs. 390). Ahora bien, cuando fue interrogado Marchioni
desmintió tales circunstancias ya que rechazó haber presenciado
o conocido el hecho en cuestión y negó haber tenido contacto con
las presuntas víctimas (fs. 416).

La sentencia recurrida afirmó también que la


inexistencia de signos de violencia en las entradas a la
propiedad desmiente la tesis de la usurpación invocada por la
defensa. En autos no se comprobó la existencia de signos de
violencia en las entradas a la propiedad, pero de ello en modo
alguno se sigue que, tal como sugiere el tribunal a quo, sus
propietarios conocieran el uso que le fuera dado a la propiedad
durante los cuatro días que Moreno fue allí apresado. Los
hermanos Méndez sostuvieron que su propiedad estaba deshabitada
y en desuso, lo que, como se dijo precedentemente, no fue
desmentido por la prueba reunida, por lo que resulta plausible

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que la propiedad haya sido usada sin el conocimiento y menos aún


el consentimiento de los recurrentes.

Por otro lado, cabe destacar que Moreno permaneció


detenido allí solo durante cuatro días, que los Méndez no vivían
cerca de la chacra y que no hay testimonios de vecinos que
indiquen que los Méndez hayan tenido conocimiento de lo que
pasaba allí. La verosimilitud del descargo de los recurrentes se
robustece dado que se encuentra acreditado que era posible
ingresar en la vivienda ubicada en la propiedad de los Méndez
sin ejercer violencia en ninguna de las aberturas. En este
sentido, los testigos Petronila García de Pozal, Daniel Ángel
Pozal, Ana María Pozal y Neri Bulfoni (fs. 359/360, 398, 399)
afirmaron haber ingresado a la propiedad y haber observado la
vivienda interiormente sin el permiso de los dueños y sin forzar
las aberturas días después del 3 de mayo de 1977.

En síntesis, a la luz de los hechos anteriores es


posible que el plan criminal de las fuerzas militares haya
podido ser llevado adelante sin la intervención de los Méndez,
en tanto no hay elemento alguno que pruebe lo contrario.

5°) Si bien en la sentencia apelada se consideró que


el aporte de los hermanos Méndez fue esencial para que los
ejecutores de los delitos de privación ilegal de la libertad y
tormentos contra Moreno pudieran llevar adelante su plan, para
diferenciar el grado de responsabilidad que se les asignó a los
hermanos Méndez, el a quo tuvo en cuenta dos factores: que

- 35 -
Emilio Méndez mantenía una evidente y notoria relación con las
autoridades militares y que intervino en la irregular
inspección ocular efectuada en su chacra días después de la
desaparición de Moreno .

De acuerdo con lo probado en autos, la referida


inspección judicial se realizó el 5 de mayo de 1977, dos días
después de la fuga y posterior recaptura de Moreno, y fue
ordenada por el juez penal de Azul Dr. Carlos Pagliere. Según
surge del expediente, la presencia de Emilio Méndez fue ordenada
por el juez interviniente, quien solicitó la presencia del
propietario y de dos testigos que luego acompañaron a la
inspección al Comisario Inspector Félix Keilis, quien era 2do.
Jefe Regional de Azul (fs. 72 vta. /75). El control de la
diligencia ordenada por el juez Pagliere estuvo a cargo de la
policía bonaerense, por lo que cualquier irregularidad en la
tramitación de la diligencia a la que alude el a quo como por
ejemplo la realización de una inspección ocular a altas horas de
la noche con baja visibilidad- no puede ser, en ningún caso,
imputable a los recurrentes. En su descargo, Emilio Méndez
refirió que se enteró de lo sucedido porque esa noche lo convocó
la policía para una inspección ocular en su quinta y cuando
arribó le llamó la atención que la puerta de la cocina, que
solía estar cerrada con un candado, no lo tenía colocado,
pareciéndole recordar que dicha puerta estaba solamente
entornada . A su vez, al declarar en la audiencia de juicio los
testigos de la inspección ocular Luis Horacio Landaburu y Carlos

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Raúl Landaburu no mencionaron ninguna conducta irregular por


parte de Emilio Méndez en la diligencia.

Más allá de lo anterior, es evidente que la


intervención de Emilio Méndez como testigo de actuación en la
diligencia ordenada por el juez Pagliere no puede tomarse como
un indicio de que conocía el uso que se le podía haber dado a su
propiedad y, con ello, como prueba de la comisión del delito que
se le imputa, pues no solo fue posterior a los hechos imputados
sino que, además, dicha diligencia fue ordenada por un tribunal
y en ella participaron una autoridad policial y testigos
civiles.

Emilio Méndez reconoció haber tenido contacto


protocolar con las autoridades militares de la zona debido a su
rol como Gerente Comercial del banco municipal, entidad en la
cual dijo haber hecho toda su carrera profesional durante 42
años (fs. 1463). Ahora bien, este contacto no implica en modo
alguno una una evidente y notoria relación con las autoridades
militares ni una relación cercana con las autoridades del Área
de Defensa 121, particularmente, con Tommasi y Pappalardo , como
sostiene el juez Gemignani, ni ninguna otra relación que la
reconocida por el propio Méndez, de la que obviamente no puede
inferirse la comisión de delito alguno. Ninguna de las
relaciones de Méndez probada en autos implica conocer los
delitos que se proponían cometer las fuerzas militares y no se
advierte una sola prueba independiente que refuerce la tesis
acusatoria en torno a las características del vínculo entre los

- 37 -
Méndez y los militares. Protocolar no es sin nimo de evidente
y notoria y tampoco existe en autos elemento alguno que indique
que los Méndez tuvieran una motivación profesional o personal
respecto del destino de Moreno.

6°) En cuanto a la crítica realizada por la defensa


en punto a la falta de prueba del dolo y a la ausencia de los
elementos subjetivos requeridos para poder tener por acreditada
la cooperación de los imputados en los delitos cometidos por
Tommasi, Pappalardo y Ojeda, corresponde señalar que la
participación criminal exige doble dolo. Esto implica que el
partícipe no solo debe tener dolo de colaborar, sino que además
ese dolo debe abarcar el hecho principal. Así, quien es imputado
por su participación en un hecho criminal tiene que haberse
representado que con su proceder realizaba un aporte favorecedor
del hecho típico cometido por el autor o los autores
principales.

El a quo concluy que personas con notoria


actuación en la comunidad de Tandil no pod an ignorar lo que
ocurría en la chacra de su propiedad al ser manifiesta la
presencia de personal militar a plena luz del día. La conclusión
del a quo, dados los hechos probados en autos la detención de
una persona por cuatro días, la relación protocolar de uno de
los imputados con autoridades militares en razón de su cargo, el
encontrarse la chacra deshabitada y en desuso por parte de los
propietarios y la existencia de la posibilidad de ingresar en
ella sin ejercer violencia de ningún tipo- no pasa de ser una

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Corte Suprema de Justicia de la Nación

elucubración. Por ello, carece del sustento necesario para


adquirir la certeza requerida y fundar una decisión que debe
destruir el estado de inocencia, principio liminar de un Estado
de Derecho. El hecho de que los Méndez fueran individuos
notorios en su comunidad y que uno de ellos hubiera tenido una
relación protocolar con personal militar no puede cambiar esta
conclusión.

La deducción a la que llegaron tanto el tribunal de


mérito como el a quo solo sería posible si los Méndez hubieran
tenido un deber total de vigilancia, conocimiento y
responsabilidad sobre todo lo sucedido en un inmueble de su
propiedad, deber que no solo no existe sino que además resulta
incompatible con el estado de inocencia y con la realidad de la
vida moderna.

7°) En la fundamentación de una condena penal, en


vista a las gravosas consecuencias que impone a la libertad, el
honor y el patrimonio del acusado, se debe dejar clara
constancia de los hechos en los que se basa la acusación, los
elementos probatorios que los sustentan, en su caso, las
inferencias realizadas a partir de dichos hechos (junto con las
reglas de inferencia que se usan cuando ellas no son obvias) y
las razones por las que se considera que dichas inferencias
están justificadas. En el fallo apelado estas exigencias no
fueron satisfechas. Se asumió un conocimiento y una voluntad de
cooperación en el hecho ajeno por parte de los imputados y se
concluyó que hubo una empresa criminal conjunta, pero

- 39 -
asumiéndose que distintas circunstancias eran ciertas y diversas
inferencias valederas sin que ellas hubieran sido ni probadas ni
justificadas.

Así, se consideró demostrada una relación entre los


militares y los imputados propietarios de la chacra que hacía
ineludible el conocimiento por parte de los hermanos Méndez del
propósito criminal de mantener privado ilegítimamente de su
libertad al abogado Moreno y torturarlo, pese a que lo único que
se encuentra probado por la afirmación en la indagatoria de
Emilio Méndez es la existencia de una relación protocolar por
razones laborales. No hay otras pruebas que de modo directo
sustenten la existencia de una empresa criminal conjunta entre
los Méndez y los militares. La presencia de Emilio Méndez en la
inspección ocular ordenada por el juez Pagliere que fue usada
por el a quo como respaldo decisivo para sustentar la
responsabilidad penal fue ordenada por el magistrado Pagliere,
por lo que no puede en modo alguno ser indicativo de la voluntad
de Méndez en colaborar en el hecho delictivo o encubrirlo de
alguna forma.

En cuanto a la inferencia realizada por el a quo


respecto de la ausencia de denuncia policial o judicial por
parte de los Méndez sobre la alegada usurpación de la finca,
dicha conclusión también quiebra la presunción de inocencia
porque interpreta en contra del acusado todo lo vinculado a la
relación con la policía. En primer lugar, es en todo caso un
hecho posterior al delito que se imputa y que no constituye en

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modo alguno una consecuencia necesaria de su realización y, por


el otro, no es adecuado concluir que la falta de denuncia es
sinónimo de complicidad delictiva, menos aún en un contexto
dictatorial de arrasamiento de derechos y de brutalidad estatal.

El tribunal fundó su conclusión en suposiciones que,


ciertamente, no son lógicamente imposibles, pero que para fundar
la certeza positiva que exige una condena penal no pueden suplir
el valor procesal de elementos probatorios contundentes acerca
de la presencia de los hechos o datos que denoten la realización
de una conducta concreta que se encuentre penada por nuestro
ordenamiento legal.

8°) En Carrera (Fallos: 339:1493) esta Corte afirmó


que la reconstrucción de hechos acaecidos en el pasado que lleva
adelante un juez penal en sus sentencias no se produce en
idénticas condiciones a las que rodean la actividad de un
historiador, pues a diferencia de lo que sucede en el campo de
la historia frente a hipótesis de hecho contrapuestas, en el
derecho procesal penal el in dubio pro reo y la prohibición de
non liquet (Fallos: 278:188) imponen un tratamiento diferente de
tales alternativas, a partir del cual, en definitiva, el juez
tiene impuesto inclinarse por la que resulte más favorable al
imputado. En este caso, esa doctrina es aplicable.

En efecto, la presunción de inocencia es el principio


clave de todo el sistema penal y debe funcionar como una
garantía contra la aceptación como verdaderas de hipótesis

- 41 -
acusatorias inciertas y como principio orientador del juicio
para preservar la imparcialidad del juzgador ante la posible
emergencia de naturales actitudes reactivas frente a la
presunción de delito.

9°) La sentencia apelada ha sido fundamentada de


manera tal que implica una violación del artículo 18 de la
Constitución Nacional, en tanto asume la culpabilidad de los
imputados e invierte la carga de la prueba (Fallos: 275:9;
288:178; 292:561: 311:444; entre otros).

La gravedad de los delitos de lesa humanidad


atribuidos a los recurrentes y la indignación moral que causa el
uso de la fuerza estatal al servicio de un plan de atroz
criminalidad no pueden justificar que las condenas por tales
delitos se impongan prescindiendo de la certeza de que los
hechos imputados fueron cometidos por los acusados. Los casos de
lesa humanidad deben regirse por las mismas reglas de prueba que
las aplicables respecto de todos los demás delitos, pues la
violación del derecho no justifica la violación del derecho. Las
únicas consecuencias jurídicas que resultan del encuadre de un
delito en la categoría de lesa humanidad son la prohibición de
aplicar la prescripción (Fallos: 327:3312), el indulto (Fallos:
330:3248), la amnistía y otros eximentes de responsabilidad
(Fallos: 328:2056), pero no existen reglas diferenciales en
materia probatoria. Las dificultades probatorias que pueden
haber surgido por el paso del tiempo no pueden ser la
justificación para reducir el grado de certeza requerido para

- 42 -
CSJ 23/2014 (50-T)/ CS1
Tommasi, Julio Alberto y otros s/ causa n°
15710.

Corte Suprema de Justicia de la Nación

dictar una condena penal, ni para violar la presunción de


inocencia.

10) Por lo expuesto, la sentencia apelada dictada


respecto de los hermanos Emilio y Julio Méndez por su
participación necesaria en los hechos que tuvieron como víctima
a Carlos Moreno no cumple con los requisitos constitucionales
mínimos para sustentarla, lo cual determina su invalidez y torna
innecesario el tratamiento del restante agravio referido a la
violación del principio de congruencia.

Por ello, habiendo dictaminado la señora Procuradora


General, se hace lugar a la queja, se declara procedente el
recurso extraordinario con el alcance indicado y se deja sin
efecto la sentencia apelada. Agréguese la queja al principal.
Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que por quien
corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento con arreglo al
presente. Notifíquese.

Firmado Digitalmente por ROSENKRANTZ Carlos Fernando Firmado Digitalmente por MAQUEDA Juan Carlos

Firmado Digitalmente por LORENZETTI Ricardo Luis Firmado Digitalmente por ROSATTI Horacio Daniel

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Recurso de queja interpuesto por Julio Manuel Méndez y Emilio Felipe Méndez
asistidos por el Dr. Andrés Alberto Arla.

Tribunal de origen: Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal.

Tribunal que intervino con anterioridad: Tribunal Oral en lo Criminal Federal


de Mar del Plata.

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