Mark - La Religión en La Antigüedad
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Mark - La Religión en La Antigüedad
antigüedad
Definición
Los mortales suponen que los dioses nacen y tienen ropas y voces y formas como las suyas
propias. Pero si los bueyes, los caballos y los leones tuvieran manos o pudieran pintar con
sus manos, y crear obras como las que hace el hombre, los caballos pintarían imágenes de
dioses con forma de caballo, los bueyes con forma de bueyes, y cada uno crearía cuerpos
como el suyo propio. Los etíopes consideran que los dioses tienen la nariz plana y son
negros; los tracios, que tienen los ojos azules y son pelirrojos.
Jenófanes creía que había “un dios, el más grande entre dioses y hombres, en nada
parecido a los mortales, ni en cuerpo ni en mente”, pero estaba en minoría. El
monoteísmo no tenía sentido para las gentes de la antigüedad, aparte de los
visionarios y los profetas del Judaísmo. La mayor parte de la gente, al menos por lo
que se puede saber de los registros escritos y arqueológicos, creía en muchos
dioses, cada uno de los cuales tenía su propia área de influencia. En la vida
personal no hay una sola persona que cubra todas nuestras necesidades; hace falta
interactuar con muchas personas distintas para poder conseguir un total y seguir
con la vida.
Aunque puede ser un interesante ejercicio cultural intentar trazar los orígenes de la
religión, no parece que merezca la pena perder el tiempo en ello, ya que parece
bastante claro que el impulso religioso es sencillamente parte de la condición
humana y que las diferentes culturas de diferentes partes del mundo podrían
haber llegado a las mismas conclusiones sobre el sentido de la vida de manera
independiente.
Reina de la noche (o Burney) Relief, Mesopotamia
Osama Shukir Muhammed Amin (CC BY-NC-SA)
A pesar de la aparente victoria de los dioses, no había ninguna garantía de que las fuerzas
del caos no fueran a recuperar su fuerza y anular la creación organizada de los dioses.
Dioses y hombres, pues, participaban en la lucha perpetua para contener los poderes del
caos, y cada uno tenía su propio rol en esta dramática batalla. La responsabilidad de los
habitantes de las ciudades de Mesopotamia era proveer a los dioses de todo lo que
necesitasen para gobernar el mundo. (11)
Ishtar
Fae (Public Domain)
Inanna era otra poderosa deidad, ampliamente venerada como la diosa del amor,
el sexo y la guerra, cuyos sacerdotes y sacerdotisas cuidaban de su estatua y su
templo fielmente. Inanna está considerada como uno de los primeros ejemplos de
figura divina resucitada, que baja al inframundo y regresa, trayendo consigo la
fertilidad y la abundancia a la tierra. Era tan popular que su adoración se extendió
por toda Mesopotamia desde la región sureña de Sumeria. Para los acadios (y los
asirios posteriormente) se convirtió en Ishtar , en Astarte para los Fenicios, Sauska
para los Hurritas-Hititas, y estaba asociada con la Afrodita de los griegos, la Isis de
los egipcios y la Venus de los romanos.
Los templos eran el centro en torno al cual giraba la vida urbana durante toda la
historia de Mesopotamia, desde el imperio Acadio (c. 2334-2150 AEC) hasta el
asirio (c. 1813-612 AEC) e incluso después. El templo servía para varios propósitos:
el clero dispensaba grano y excedentes a los pobres, aconsejaba a los que lo
necesitaban, proveía servicios médicos y patrocinaba los festivales opulentos en
honor a los dioses. Aunque los dioses cuidaban de los humanos mientras vivían, la
otra vida mesopotámica era un inframundo gris, bajo las montañas, donde las
almas bebían agua estancada de los charcos y comían polvo por toda la eternidad
en la “tierra sin retorno”. Esta desalentadora idea de su hogar eterno contrastaba
claramente con la de los egipcios y la de sus vecinos, los persas.
Según esta creencia, el propósito de la vida humana es elegir entre seguir a Ahura
Mazda y el camino de la verdad y el orden (Asha), o seguir a su adversario eterno,
Angra Mainyu (también llamado Ahriman) y el camino de mentiras y caos (Druj).
Se considera que los humanos son inherentemente buenos y que poseen el libre
albedrío para elegir entre estos dos caminos; sea el que sea que elija una persona,
dará forma a su vida y su destino tras la muerte. Cuando una persona moría,
cruzaba el Puente Cinvat, donde era juzgada.
Aquellos que vivían una buena vida de acuerdo con los preceptos de Ahura
Mazda recibían una vida continua en el paraíso en la Casa del Canto, mientras que
los que se habían dejado engañar por Angra Mainyu caían al infierno y la Casa de
las Mentiras (druj-demana) donde se los torturaba sin descanso, y aunque
estuvieran rodeados de otras almas torturadas se sentirían para siempre solos.
Aunque a menudo los eruditos hablan del zoroastrismo como una religión
dualista, resulta evidente que Zoroastro fundó una religión monoteísta centrada en
una sola deidad todopoderosa. Los aspectos dualistas de la religión aparecieron
más tarde en la llamada herejía del Zorvanismo, que establecía a Ahura Mazda y
Angra Mainyu como hermanos hijos de Zorvan (el tiempo), y el propio tiempo se
convirtió en el poder supremo a través del cual todo se creaba y moría.
La religión en Egipto
La religión egipcia era similar a las creencias mesopotámicas en el sentido de que
los seres humanos trabajaban junto a los dioses para mantener el orden. El
principio de armonía (ma'at para los egipcios) tenía una gran importancia en la
vida egipcia (y en la otra vida), y su religión estaba completamente integrada en
todos los aspectos de la existencia. La religion egipcia era una combinación de
magia, mitología, ciencia, medicina, psiquiatría, espiritualismo y herbología, así
como lo que se entiende hoy en día por religión, como una creencia en un poder
superior y una vida después de la muerte. Los dioses eran amigos de los seres
humanos y solo buscaban lo mejor para ellos, proveyéndoles de las mejores tierras
para vivir y un hogar eterno para disfrutarlo cuando se terminaran sus vidas
terrenales.
Osiris, el más mayor, fue declarado el “Señor de toda la Tierra” cuando nació y
recibió a su hermana Isis por esposa. Set, consumido por la envidia, odiaba a su
hermano y lo mató para ocupar el trono. Isis embalsamó el cuerpo de su marido y
resucitó a Osiris con poderosos encantamientos, y este regresó de entre los muertos
para dar la vida a las gentes de Egipto. Osiris más tarde serviría como el Juez
Supremo de las almas de los muertos en el Salón de la Verdad, decidiendo quién
recibiría la vida eterna al pesar el corazón de las almas en una balanza.
La otra vida en Egipto se conocía como el Campo de Juncos y era una imagen
reflejada de la vida en la tierra, con detalles tales como un árbol o río favoritos o
una mascota. Los seres queridos de la persona estarían esperando en la otra vida, o
llegarían después. Los egipcios veían la vida terrenal simplemente como una parte
de un viaje eterno, y estaban tan preocupados con pasar a la siguiente fase sin
problemas que crearon elaboradas tumbas (las pirámides), templos, e inscripciones
funerarias (Los textos de las Pirámides, Los textos de los sarcófagos, y El Libro de los
muertos) para ayudar en el paso de las almas de este mundo al siguiente.
Los dioses cuidaban de la gente en la otra vida tal y como lo habían hecho en esta
desde el principio de los tiempos. La diosa Qebehet llevaba agua a las almas
sedientas en la tierra de los muertos, y otras diosas como Serket y Neftis cuidaban
y protegían a las almas en su camino hacia el Campo de Juncos. Un egipcio de la
antigüedad entendía que desde el nacimiento hasta la muerte, e incluso después, el
universo había sido ordenado por los dioses y que todo el mundo tenía su lugar
dentro de ese orden.
La gente creía que Shangti tenía tantas responsabilidades que estaba demasiado
ocupado como para hacerse cargo de sus necesidades. Se creía que cuando una
persona moría iba a vivir con los dioses y se convertía en una intermediaria entre
la gente y los dioses. La adoración de los ancestros influyó en los dos grandes
sistemas de creencias chinos, el confucianismo y el taoísmo, ya que ambos tenían la
adoración de los ancestros como un pilar central de sus prácticas. Con el tiempo,
Shangti fue sustituido por el concepto de Tian (el Cielo), un paraíso en el que los
muertos residían en paz eternamente.
Oráculo chino Hueso
BabelStone (CC BY-SA)
Para poder ir de la vida terrenal al cielo había que pasar el puente del olvido sobre
un abismo, y tras mirar por última vez a la propia vida, beber de una copa que
borraba todos los recuerdos. En el puente, la persona era juzgada como
merecedora de ir al cielo, y pasaba, o no merecedora, y caía del puente al abismo
donde se lo tragaba el infierno. Otras versiones de ese mismo escenario decían que
el alma se reencarnaba tras beber de la copa. En cualquier caso, se esperaba que los
vivos recordaran a los muertos que habían pasado por el puente hacia el más allá y
honraran su recuerdo.
La religión en Mesoamérica
El recuerdo de los muertos y el papel que siguen teniendo en las vidas de los que
están en la Tierra era un componente importante de todas las religiones
ancestrales, incluido el sistema de creencias maya. Los dioses estaban presentes en
todos los aspectos de la vida maya. Al igual que en otras culturas, había muchas
deidades diferentes (más de 250), y todas tenían su propio ámbito de influencia.
Controlaban el clima, las cosechas, decidían sobre la pareja, presidían sobre todos
los nacimientos y estaban presentes en el momento de la muerte.
La otra vida maya era parecida a la mesopotámica ya que también era un lugar
oscuro y gris, pero los mayas imaginaron un destino aún peor en el que había una
constante amenaza de ataques o engaños por parte de los demonios que
gobernaban el inframundo (conocido como Xibalba o Metnal). El miedo al viaje a
través de Xibalba era una fuerza cultural tan potente que los mayas son la única
cultura ancestral que se conoce que honrara a una diosa del suicidio (Ixtab),
porque se creía que el suicidio rodeaba Xibalba e conducía directamente al paraíso
(al igual que ocurría con los que morían en la batalla o el parto). Los mayas creían
en una naturaleza cíclica de la vida, que lo que aparentemente muere simplemente
se transforma, y consideraban que la vida humana no era sino una parte más del
patrón que veían a su alrededor en la naturaleza. Sentían que la muerte era una
progresión natural después de la vida y temían la posibilidad antinatural de que
los muertos pudieran regresear a aparecérseles a los vivos.
Es posible que una persona se aferrara a la vida por varias razones (la principal era
un enterramiento inadecuado), así que se celebraban ceremonias para recordar a
los muertos y honrar sus espíritus. Esta creencia también la compartían otras
culturas mesoamericanas aparte de la maya, tales como la azteca y la tarasca
(purépecha). Con el tiempo se acabó convirtiendo en el festival que hoy en día se
conoce como El Día de los Muertos, en el que la gente celebra la vida de los que
han fallecido y recuerda sus nombres.
El dios del Maíz siguió siendo una deidad importante para los mayas incluso
cuando fue eclipsado por el más grande y popular de los dioses, Gucumatz
(también conocido como Kukulcán y Quetzalcoatl), cuya gran pirámide en
Chichén Itzá sigue recibiendo hoy en día millones de visitas cada año. Cada
equinoccio el sol crea una sombra en las escaleras de la pirámide que recuerda a
una gran serpiente que desciende de arriba abajo; se cree que es el gran Kukulcán
que regresa de los cielos a la tierra para brindar sus bendiciones. Todavía hoy en
día la gente se reúne en Chichén Itzá para presenciar este acontecimiento durante
los equinoccios, recordar el pasado y renovar las esperanzas para el futuro.
El Partenón
Andrew Griffith (CC BY-NC-SA)
Los griegos consultaban a los dioses sobre temas tan variados como asuntos de
estado, decisiones personales sobre el amor, el matrimonio o el trabajo. Una
historia antigua cuenta como el escritor Jenofonte (430 – c.354 AEC) acudió al
filósofo Sócrates para preguntarle si creía que debería alistarse en el ejército de
Ciro el Joven que partía a una campaña en Persia. Sin embargo, Sócrates lo envió a
preguntarle al dios a Delfos. En vez de hacer su pregunta original, Jenofonte
preguntó al dios de Delfos a cual de los dioses le convenía más adular para que la
campaña fuera exitosa y pudiera volver sano y salvo. Parece que obtuvo la
respuesta correcta, porque no solo sobrevivió la desastrosa campaña de Ciro y
regresó a Atenas, sino que también salvó a la mayor parte del ejército.
En Roma la adoración de los dioses estaba muy unida a los asuntos de estado y se
creía que la estabilidad de la sociedad dependía de lo bien que la gente adorara a
los dioses y participase en los rituales para honrarlos. Las vírgenes Vestales son un
famoso ejemplo de esta creencia, ya que se contaba con que estas mujeres
mantuvieran los votos que habían hecho y que llevaran a cabo sus tareas de
manera responsable para honrar continuamente a Vesta y todo lo que la diosa daba
a la gente.
A pesar de que los romanos habían importado sus dioses primarios de Grecia, una
vez que la religión romana se estableció y se unió al bien del estado, no se admitió
ningún otro dios foráneo. Cuando la adoración de Isis, la popular diosa egipcia,
llegó a Roma, el emperador Augusto prohibió que se construyera ningún templo
en su honor ni que se observara ningún rito público para adorarla porque creía que
prestar tal atención a una deidad extranjera socavaría la autoridad del gobierno y
las creencias religiosas establecidas. Para los romanos, los dioses lo habían creado
todo según su intención y mantenían el universo de la mejor manera posible, por
lo que el ser humano estaba obligado a honrarlos por sus dones.
Virgen Vestal de Canova
Getty Museum (CC BY-NC-SA)
Esto era así no solamente con los dioses “primarios” del panteón romano, sino
también con los espíritus del hogar. Los penates eran espíritus terrenales del hogar,
que mantenían la casa segura y en harmonía. Se esperaba que la gente mostrara su
gratitud por sus esfuerzos y se acordara de ellos al entrar y salir del hogar. Las
estatuas de los penates se sacaban del armario y se ponían en la mesa durante las
comidas para honrarlos, y se dejaban sacrificios en el hogar para que los
disfrutaran. La diligencia a la hora de apreciar estos esfuerzos se recompensaba
con salud y felicidad, y si alguien se olvidaba, sufría las consecuencias de tal
ingratitud. Aunque las religiones de otras culturas no tenían exactamente los
mismos tipos de espíritus, el reconocimiento de los espíritus de sitios específicos,
especialmente los del hogar, era común.
En todas las culturas se pueden encontrar patrones muy parecidos o iguales que
eran importantes para la gente y daban vitalidad a sus creencias. Estos patrones
incluyen la existencia de muchos dioses que tienen un interés personal en la vida
de la gente; la creación como un ser sobrenatural que habla, modela u ordena la
existencia; otros seres sobrenaturales que surgen del primero, el más importante;
una explicación sobrenatural de la creación de la tierra y los seres humanos; una
relación entre los humanos creados y el dios creador que requiere de adoración y
sacrificio.
La historia fenicia del gran dios Baal que muere y vuelve a la vida para luchar
contra el caos del dios Yamm ya era vieja en 2750 AEC cuando se fundó la ciudad
de Tiro (según Heródoto) y la historia griega de la muerte y resurrección del dios
Adonis (c. 600 AEC) deriva de unas historias fenicias anteriores basadas en
Tammuz, que los sumerios (y más tarde los persas) tomaron prestadas en el
famoso mito del Descenso de Inanna.
Estatua de Baal
Jastrow (Public Domain)
Este tema de la vida después de la muerte, de la vida que surge de la muerte y, por
supuesto, del juicio después de la muerte, ganó la mayor fama gracias a la tarea
evangélica de San Pablo, que difundió la palabra del dios que muere y resucita
Jesucristo a lo largo y ancho de la antigua Palestina, Asia Minor, Grecia y Roma (c
42-62 EC). La visión de Pablo de la figura de Jesús, el hijo elegido de Dios que
muere para redimir a la humanidad, fue tomada de sistemas de creencias
anteriores, y formó el pensamiento de los escribas que escribirían los libros que
componen la Biblia.
Después de los cristianos, los intérpretes musulmanes del Corán establecieron sus
propios rituales para entender a la deidad suprema, que, aunque son muy
diferentes en su forma de los del cristianismo, el judaísmo o cualquiera de las otras
religiones “paganas” antiguas, tenían el mismo propósito que los rituales que se
practicaran en la adoración del panteón egipcio hace más de 5.000 años: hacer que
la raza humana sepa que no está sola con sus problemas, su sufrimiento y sus
triunfos, que puede controlar sus impulsos más básicos, y que la muerte no es el
fin de la existencia. Las religiones de la antigüedad daban respuestas a las
preguntas de la gente sobre la vida y la muerte, y en este sentido no son diferentes
de las religiones que se practican hoy en día en el mundo.
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Sobre el traductor
Rosa Baranda
Traductora de inglés y francés a español. Tiene un profundo interés por la historia,
especialmente la antigua Grecia y Egipto. Hoy en día escribe subtítulos para clases
online y traduce textos sobre historia y filosofía entre otras cosas.
Sobre el autor
Joshua J. Mark
Escritor independiente y antiguo profesor de filosofía a tiempo parcial en el Marist
College de Nueva York, Joshua J. Mark vivió en Grecia y Alemania y viajó por
Egipto. Ha enseñado historia, escritura, literatura y filosofía a nivel universitario.
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Huitzilopochtli
Huitzilopochtli (pron. Huit-zi-lo-pocht-li) o "Colibrí del Sur"...
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Estilo Chicago
Mark, Joshua J.. "La religión en la antigüedad." Traducido por Rosa Baranda. World
History Encyclopedia. Última modificación marzo 23, 2018.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-131/la-religion-en-la-antiguedad/.
Estilo MLA
Mark, Joshua J.. "La religión en la antigüedad." Traducido por Rosa Baranda. World
History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 23 mar 2018. Web. 12 jun 2021.
Licencia
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 23 marzo 2018 Bajo licencia de: Creative
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