Al-Mulk n4 1964 1965
Al-Mulk n4 1964 1965
Al-Mulk n4 1964 1965
AL-MULK
Anuario de Estudios Arabistas
AÑO 1964-65
NÚM. 4
DEPÓSITO LEGAL
CO - 27 - 1959
Secretario:
Director de Al-Mulk:
AU.MULK
Anuario de Estudios Arabistas
AÑO 19G4-65
NÚM. 4
AL-MULK
Anuario de Estudios Arabistas
1964 65
-
Córdoba
Expresamos nuestra pública gratitud a la
Dirección General de Relaciones Culturales
(Ministerio de Asuntos Exteriores), y a la
Fundación March, por la ayuda económica
prestada para editar esta publicación y para
incrementar nuestros fondos librescos.
Lo antiguo y lo oriental como fuente del
arte hispano-islámico (1)
E. K.
VIDA
Los climas acaban a la larga por influir de modo decisivo en los cos-
tumbres y la legislación de los pueblos, así como en las formas de sus
estados. Claro que sus efectos no son siempre iguales, y la teoría de un
estricto determinismo físico es insostenible. Admitimos tal determinis-
mo, pero amplio y diversificado.
El pueblo árabe es desde mucho antes de Mahoma un pueblo de or-
ganización tribal, eminentemente nómada, pastor y comerciante. En esta
región de extensas llanuras, que se pierden de vista, donde la vegetacion
es pobre, donde solo se dan plantas raquíticas de gusto amargo, de olor
acre y a veces nauseabundo, vivían diseminadas tribus de árabes nóma-
das llamados beduinos.
Para los estados simples, es decir, de la más sencilla organización
política como la tribu, por ejemplo, tiene más importancia el pequeño
rasgo geográfico que el grande (montaña, río, etc.) Su existencia suele
estar fundada sobre uno de ellos. Las tribus árabes siguen batiéndose por
los pozos del desierto. El Rubenzori, en cambio, no tiene nombre entre
los indígenas africanos. No obstante, la movilidad es el rasgo común de
los árabes. (9).
Este género de vida ancestral produce en la psicología del pueblo
características muy acusadas, como advierte Gluck, (10) al afirmar que
"lo que diferencia el arte del Islam, como unidad, de todos los demás
ciclos artísticos es, precisamente, el espíritu del nomadismo, cuya in-
fluencia perdura aun después que los pueblos en cuestión llevan ya mu-
Representación figurativa en el arte islámico 29
cho tiempo de vida sedentaria", y en otro lugar añade, "el arte islámico
se presta mejor que ningún otro a ser explicado por sus elementos au-
tóctonos, a los cuales sólo en segundo término se añaden las aportaciones
distintas de las grandes civilizaciones históricas".
Estas características duraderas o más bien permanentes en el arte
islámico producidas por el género de vida del pueblo antes de Mahoma
son principalmente dos: repugnancia de la naturaleza y concepción ana-
lítica de la obra de arte, dando lugar en el arte islámico a dos de sus
principales peculiaridades: la no representación figurativa y la estiliza-
ción de motivos, por un lado, y la indistinción de elementos decorativos
en oposición a la singularidad, por otro.
El árabe, como hemos dicho antes, es un pueblo nómada, pastor, un
pueblo que vive en dependencia directa de la Naturaleza (del SUCIO, de
las plantas, de los animales), un pueblo con el que la Naturaleza no se
muestra pródiga como en el agricultor, sino que le rinde con mezquin-
dad y sin la colaboración eficaz del hombre.
Así como el labrador llega a admirar a la Naturaleza, a amarla, a
identificarse con su función generadora, el pastor nómada vive en cons-
tante forcejeo, vive esclavo, para él no tiene encantos, no le atrae y por
eso es antinaturalista. Para el pastor nómada la Naturaleza no le ofrece
participación en su obra, le oculta sus designios, es como una fuerza
regida por poderes superiores que el hombre no tiene más remedio que
acatar.
Por eso hemos de observar que no son solamente las figuras hu-
manas y de animales lo que los musulmanes y los nómadas en general
apartan de su arte, es toda la Naturaleza. Ni los motivos vegetales ni
mucho menos los animales que raramente emplean envuelven en su arte
el menor realismo conseguido mediante una observación directa de la
realidad. Estiliza, geometriza lo más que puede, arrebata por completo
su aspecto natural a los motivos, quitándoles al mismo tiempo su per-
sonalidad, su individualidad, y acaba por emplearlos indiferenciados pa-
ra conseguir los efectos que se propone dentro de su especial criterio
artístico (11).
He aquí la principal conclusión: el pueblo árabe no es naturalista,
parece que ignora a la Naturaleza, y algunos observan que el fundador
de su religión no pretendió nunca ejercer sobre ella la fuerza que según
el contenido del Corán resplandecía en su vida. Por eso Mahoma se
diferencia de todos los demás profetas en que no se propuso obrar mi-
lagros, es decir, dirigirse a la Naturaleza interviniendo en sus leyes.
Si el pueblo árabe no siente la Naturaleza, no puede sentir tampoco
30 Dionisio Ortíz Juárez
RAZA
CONCLUSION
NOTAS
(z) Van Loon, "Las Artes", plg. 183,
(2) Por la cultura rudimentaria de la época de Mahoma, no se diferenciaba
una criatura viva de su representación.
Las diferentes codificaciones de dichos y hechos del Profeta, que se remotan
a la segunda mitad del siglo IX, adoptan una decidida actitud hostil a la pintura
y sobre todo a la escultura. Los fabricantes de imágenes son los "peores de los
hombres". Poseer una de estas imágenes es peor que tener en su casa un perro,
tan grave como prestar dinero a rédito o hacerse tatuar".
La prohibición es menos marcada cuando estas representaciones se encuentran
en lo que los Hadiths tienen por lugares degradantes. Son admitidas sin discusión
en las alfombras y los cojines, por que caminar, sentarse o acostarse sobre un
objeto le rebaja.
Tengamos también en cuenta que en árabe, hacer, formar (sawwara) es sinó-
nimo de crear (bara'a). Crea sólo Dios, ser escultor es adoptar una actitud blas-
fematoria. El día del juicio será castigado por rivalizar con Dios.
Una sentencia del Hadit o Tradición es que los ángeles no entrarán en las
casas donde haya una campana, un perro o una pintura.
Richard Ettinghausen, "La peinture arabe".
(3) Margoliut, "Islamismo", pág. zoo.
(4) Para el español este fluir sin fin es algo que le repele, y por ello lo
aplica tan solo al tiempo, que es por ello un sueño, del que pretende desasirse
para alcanzar la firmeza de la eternidad, y así mismo busca aislar y salvar las
cosas que le rodean de ese "fluir a través de un tiempo inasible", atrapando en
sus estratos m1:1 hondos su sustancia individual, es decir, su quintaesencia, que
es para el español su valor de eternidad.
El español quisiera detener el tiempo, destruirlo, eternizar el instante.
Antonio Almagro, "Constantes de lo español en la Historia y en el Arte",
páf. 51.
(5) ""Viejo es en España el horror al desnudo, incomprensible, realmente, en
un pueblo de tan sabrosa veta realista y tan gustoso de la belleza natural, lo que
parecería excluir el aspaviento y el dengue en estas cuestiones". Pedro Massa, "Ro-
mero de Torres", pág. 21.
(6) Se dice que cuando Mahoma ordenó rascar las pinturas de la Kaaba hizo
excepción de una imagen de la Virgen intercalada entre los frescos paganos. Se
cuenta también que las esposas del Profeta bordaban sin escrúpulos telas con figu-
ras humanas y animales. Hay la prueba casi decisiva que Moavia y Abd-el-Malik
acuñaron monedas con sus efigies.
J. Pijoan, "Summa Artis", T. XII, pág. 33•
(7) En los relieves de los sabeos, las figuras orgánicas nunca aparecen como
meras reproducciones y encarnaciones de seres naturales, sino que a manera de
símbolo se les asigna un cierto valor mágico análogo al de las inscripciones. Lo
mismo ocurre con los mineos, y sólo los nabateos de Petra habían sabido labrar
hipogeos, tenían un sistema propio de escritura y hasta podían esculpir figuras de
bulto entero; pero Petra había caído ya en la decadencia cuando los árabes se
difunden.
38 Dionisio Ortíz Juárez
(8) "No te esculpirás estatua ni figura ninguna de las cosas que hay arriba
en el cielo, o acá abajo en la tierra, o se mantienen en las aguas más abajo de
la tierra". Deuteronomio, V, 8.
"Guardad pues con todo cuidado vuestras almas. No visteis ninguna imagen
el día que os habló el Señor desde en medio del fuego de Horeb;
Para que no fuera que engañados os formáseis alguna estatua esculpida o ima-
gen de hombre o de mujer,
O la figura de algunos de los animales que andan sobre la tierra, o de aves
que vuelan debajo del cielo,
Y de reptiles que arrastran por el suelo, o de peces que tienen su manida en
las aguas debajo de la tierra.
Ni suceda tampoco que alzando los ojos al cielo, mirando el sol y la luna y
todos los astros del cielo, cayendo en error, adoreis, ¡ oh Israel!, y reverencieis las
criaturas que el Señor, Dios tuyo, crió para el servicio de todas las gentes que viven
debajo del cielo". Deuteronomia, IV, 15 al 19.
"Maldito el hombre que hace imagen de talla o de fundición, abominación del
Señor, y la coloca en el lugar oculto". Deuter. XXVII, 15.
"No harás para tí obra de escultura ni figura alguna de lo que hay arriba en
el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de las cosas que están en las aguas
debajo de la tierra". Exodo, XX, 4.
"Yo soy el Señor Dios vuestro. No fabricareis ídolos, ni estatuas, ni erigireis
en vuestra tierra piedra señalada, con el fin de adorarla, porque soy el Señor Dios
vuestro". Levítico, XXVI, i.
El libro de Isaias desde el versículo ti al 20 del capítulo XLIV, condena la ido-
latría en términos parecidos.
(9) Camilo Vallaux, "Geopolítica del Estado y del Imperio".
(ro) Heinrich Glück y Ernst Diez, "arte del Islam", tomo V de la "Historia
.
las cosas están ya ordenadas de antemano; por lo que la energía sólo es fecunda
cuando acierta a seguir la dirección que le tenía trazada su destino. Debido a ello
no falta quien interprete la palabra Islam en el sentido de resignación al hado. La
falta de conformismo que en los pueblos europeos es el aliciente de todo progreso
no existe entre los musulmanes, debido a la influencia que entre ellos ejerce la •t-
mósfera religiosa". Margoliut, ob. cit. pág. 123.
(i3) La ambigüedad es una nota característica de todas las manifestaciones es.
pirituales. Sus textos sagrados son muchas veces ambiguos (como la frase del "per-
petuo ayuno") y opinables, y se da la paradoja de que los profetas podían tener in-
tervención diabólica. También podían desdecir lo que habían dicho. Margoliut, ob. cit.
Todas estas notas de ambigüedad e imprecisión coinciden con las de su arte .
Al Madina Al-Zahira
Por MANUEL OCAÑA JIMENEZ
M. O. J.
I I
Hasta hace muy pocos años ha existido una barca denominada del
Arenal, dos kilómetros al oriente de Córdoba, para facilitar la comu-
nicación de la sierra con la campiña (s), con lo que se confirma que
Ballish, era el nombre de este meandro del Guadalquivir, a cuya parte
meridional aún se la continúa llamando el Arenal (6).
R. F. G.
NOTAS
"Se habría (la Puerta de Hierro) en el ángulo SE. del recinto y su emplaza-
miento está determinado por dos importantes arterias: una, del interior de la me-
dina, jalonada por las mezquitas que hoy son el Convento de San Juan de los Ca-
balleros y el Convento de Santa Clara; otra, de la zona que ocuparon los arrabales
orientles, cuya trayectoria está fijada por la mezquita, hoy iglesia de Santiago. Esta
segunda fue, probablemente, al-zaqaq al-kabir, a que alude Ibn 'Idari..., y servía de
comunicación entre el recinto y al-Madina al-Zahira, pues hoy es la que conduce
más directamente al actual Cortijo del Arenal (en la orilla derecha del río, a soo
metros al SE. de Córdoba), donde hay quep ensar estuvo el palacio de Almanzor".
Los puentes cantales de \Minar Al-Zahira 47
III
Al-Makari, Ibn Idhari y Al-Hinyari entre otros, que toman sus ci-
tas de autores árabes anteriores, nos dan noticias, siempre de segunda
mano, de la magna residencia que para sí se hizo construir, el hachib
del nefasto Califa Hishan II, Almansur Ibn Abi Amir, los cuales la
ubican al Este de Córdoba, en la al-ramla, en un meandro que por
aquella parte forma el río Guadalquivir, en un lugar denominado Man
zil Ibn Badr, conocido por Alush (1-2).
En cambio, eminentes arabistas, la han supuesto emplazada al Oes-
te (3) de Córdoba, basándose para ello, al hecho, de haberse hallado
por aquellos parajes, restos de maravillosa decoración, que por su la-
bra de excepcional calidad, bien pudieran pertenecer a la residencia
Amirí, aunque parece ser, que por aquellos lugares lo que sí existieron
fueron ricas almunias (4).
Ibn Hazm, que vivió entre los años 994 y 1064, por consiguiente
contemporáneo de Madinat Al-Zahira, en su libro "El collar de la pa-
loma" (5) nos dice, que una vía que, arrancando del arroyo chico (6),
en la parte a saliente de Córdoba, pasaba por delante de la puerta de
casa sus padres e iba a parar al callejón que llevaba al Palacio de Al-
Zahira, y que siendo su padre visir de Sanchuelo, con motivo del triun-
fo de la rebelión de Muhamed Al-Mandi, hubieron de trasladarse, a pri-
meros del año 1009, de sus casas nuevas de la parte saliente de Córdo-
ba, en el arrabal de Al-Zahira, a las viejas de poniente. Luego de creer
a este historiador, que incluso la vería arrasar cuando contaba unos 15
años de edad, confirma el emplazamiento dado por otros autores, aun-
que no concreten el lugar exacto, del que no estamos muy convencido
fuera en las llamadas hazas de Lope García, ya que, por aquellos luga-
res, no han aparecido los suficientes restos de edificaciones ni de deco-
ración con inscripciones que así lo testifiquen, pese a que según se dice,
para tales construcciones, Almansur, niveló el terreno, y este se halla
bastante uniforme en cuanto a superficie, motivo por demás para no
creer que en esta zona estuviera emplazada, ya que de todos es sabido
48 Rafael Gracia Boix
LOS PUENTES
• PLANO GENERAL •
PUENTE OEL
CAMINO POPPICIEGOS
BARRIO
DE
• CAÑERO •
'/////,
PUENTE LA
II. "LOS MOZOS
PUENTE DE
SE' MATILLM
• ESCALA GRAFICA •
1 00 5 00,
°Lit 6 o5:0
• V3I3V219 V1Y3 S3 • 00VZ1V •
BIBLIOGRAFIA
R. G. B.
• ALZADO.
NIVEL ARASE
•ESCALA GRÁFICA •
loo O l'u 2bo 30o 400 Soo
m,
1
•1.11 s
00.5 oof ocia oó, i b oói
• Y3IdIft19 Y111353 • • O OVZ1V •
IV
Informaciones de prensa
EL BARRIO DEL SABULAR
(
Informaciones de prensa 60
EL PAGO DE TEJAVANA
Cuando hace pocos días recorríamos unos amigos, una vez más, el
pago de huertas que limitan, al oriente de Córdoba, los arroyos de Pe-
droches y de Rabanales, cuya zona llamaron enfáticamente los árabes
en sus descripciones du-l-naharain, que quiere decir entre dos ríos, íba-
mos en busca de los restos de Medina Záhira.
La ciudad cortesana que fundó el poderoso regente Almanzor, ému-
la de Medina Azahara, donde se sucedieron tantos actos de gobierno
para toda la Península, y de donde se fraguaron tan bellísimas leyendas,
no ha dejado apenas ni pavesas de su esplendoroso poderío.
Tras la revolución y guerra civil que sucedió al Califato, que dejó
en ruina material y espiritual la propia Córdoba, aquella imperial crea-
ción sufrió la saña política y populachera a tal extremo que nos ha cos-
tado mucho trabajo y paciencia hallar su rastro sobre la tierra.
Medina Záhira fué tan destruida que unos meses después se labra-
ba como terreno agrícola gran parte de su extensión. Los fabulosos pa-
lacios, las albercas, los almacenes y cuarteles, el recinto amurallado,
todo fué destruido y pulverizado sin dejar apenas vestigio.
Dudaríamos de la existencia de Medina Záhira si no quedaran
bras y descripciones de la época y sobre todo columnas y capiteles, pilas
61
Introducción:
(Folio 1 recto:)
TRASLADO DE LA RELAION QUE PEDRO BENEGAS, CAPITAN
DE MELILLA ENBIO A SU MAJESTAD DE LO SUBEDIDO
EN ELLA CON EL MORABITO Y LOS MOROS
La relación que digo en my carta que devo hazer a Su Majestad
de lo que en esta frontera a acaesQido, es ésta:
A los 15 días deste mes de abril bino a correr este campo el
all id de Bocaya con poca cauallería digo poca, para la que otras bezes
suele traer—. Saliendo yo al canpo aquella mañana tube sentimiento
de su enboscada, y ordené, como suelo, a los escuderos, que estubiesen
rrecogidos en cierta parte y no se desmandasen guando los moros sol-
tasen, avnque pareniesen pocos, y lo mismo hiziesen ciertos soldados
arcabuzeros questaban en una trincha de la bega, donde de ordinario
se ponen guando se haze el atajo, y con cinco de cauallo me puse en
vn puesto de adonde podía ber nuestras atalayas, y sy alguno destotros
se desordenava, y tanbién, guando los moros soltasen, para cononer
los que eran y la demostraQión con que entraban, por sy fuesen pocos,
como suelen benyr algunas bezes, sólo por trabarse y matar algún ata-
jador y bolberse syn pasar acá adelante a escaraminas, y nos diesen
lugar aquel día a alargarnos en el campo y rrecojer leña y otras cosas
necesarias, que en la berdad, los moros que contrastan con esta fron-
tera son ya tan pláticos en nuestro gobierno ordinario, que vnas bezes
68 Rafael Jiménez Pedrajas
espía se quedó aquí com'igo avnque con temor de que avían de tomar
a Melilla y hallarlo dentro.
Yo, avnque burlándome de el negocio, como conozco a los moros
ser tan fáQiles en creer, como lo fueron en las yrróneas (7) de su seta,
queriendo antes prebenir que ser prevenido, hize llamar a todos los
ofiQiales que syrben aquí a Vuestra Majestad, asy en guerra como en
hazienda, y a los ombres biejos, pláticos en esta frontera; y díxeles el
abiso que tenía.
Y determinóse entre nosotros, que se pusyese bn rrastrillo, que
cayese y cerrase de golpe, en la puerta de la billa bieja que sale al
canpo —que esta billa bieja es vn cercado que solía ser poblazión de
esta cibdad antes que el Enperador Nuestro Señor, de gloriosa memo-
ria, la mandase fortificar, y quedó atajada fuera de la fortaleza con bn
foso que atrabiesa de mar a mar, y, abnque tiene puestas sus puertas
allá fuera debaxo de bna torre, como es cosa que no se guarda de no-
che, entraban los moros en ella a llevarse el ganado guando lo dexa-
ban allí, u otras cosas; y a esta cabsa, yo la hize cercar, despús que
bine, de tapiería—; y que dentro de esta puerta y rrastrillo se dexasen
entrar bna parte de moros; y para los que quedasen dentro y fuera,
estubiese en orden toda el artillería y tiradores, y muchos fuegos arti-
fiiales en las torres; y alguna gente, la que era menester, dentro del
dicho cercado escondida, para que matasen a los moros que quedasen
atajados.
Y por estar yo en la cama malo de mi herida, y entrar en el día
seteno de ella (8), rrogué y encargué mucho a todos los ofiQiales se
pusyese todo en orden. Y por ser el término tan brebe, paresce que
no se pudo hazer el rastrillo que les tracé, sino ponerse en su lugar
tinos tapiales de madera.
Después de ésto, por confirmar la aparienia del artillería y tiros
y gente con lo que la espía me avía dicho —que dizía el morabito
que avía de enfriar el fuego y encantallo todo—, dí orden al Condes-
table del artillería que tubiese las preQas cebadas sobre el cañón, por-
que no disparasen más de aquel humo guando los moros llegasencer-
ca, y ordené que, guando los moros pasasen por entre las torres de
fuera, no les tirasen ni paresQiese ningún ombre en ellas, y que aque-
lla puerta del canpo de la billa bieja se abriese cuando los moros lle-
gasen cerca della
(Fol. 2 vto.) para que creyesen que
su morabito las abría por su encantamiento, y entrasen libremente den-
tro del dicho cercado.
La frontera Hispanomusulmana de Melilla 71
Otro día por la mañana, los moros comentaron a pare9er (9) por
tántas partes y tántos, que en tan pocos días como la espía me dezía
que avía llegado el morabito, me marabillaba se obiesen podido juntar.
Y salí entonces y púseme en bn puesto donde podía ver el con-
cierto o descon9ierto de toda la orden dada, adbirtiendo a todos que
no se mobiesen hasta que tocase la campana grande.
Los moros, a nuestra bista se acabaron de juntar en vna que lla-
man la Huerta Grande. Allí les declaró el morabito cómo todos los
moros que no supiesen hazer la cirimonia de su Calá se avían de que-
dar a la mira, lexos; y los que la supiesen hazer, avían de benir con él.
Y déstos se apartaron como 10.000 ( lo) ombres sygund el pares-
er y lo que después las espías dixeron que eran.
Y pasada la ora de mediodía partieron con sus banderas al des-
cubierto por el Camino Rreal, muy de rrendón (11), la buelta de Me-
lilla.
Y cuando llegaron cerca, que pasaban por entre nuestros sembra-
dos, bimos que ofiiales suyos binían con grand diligenQia haziendo a
palos que ninguno entrase ni pisase cosa sembrada, ni cogiesen nada
de las huertas —que sygund supe después, era orden del morabito que
ninguno hiziese semejante pecado—.
Entrados en la bega, como a mili pasos de nuestras puertas, hize
que pegasen el fuego fingido al artillería, y, como los moros bieron
que no dispararon ninguna, apresuraron más el paso y, como llegados
por junto a las torres no les tiraron, cobraron mayor ánimo y, hallan-
do luego las puertas abiertas, acabáronse de engañar.
Entró el morabito y sus letrados delante con bna bandera grande
rroxa, que dizen los moros después acá y las espías cómo el morabito
les dixo que aquella abía caydo del cielo y no era cosa texida a ma-
nos. Tras él entraban los demás, hasta que hize dar señal con la can-
pana, que les atajaron la entrada y comentó a jugar el artillería y to-
dos los tiradores.
Y lo hizo tan bien nuestra gente con los fuegos artifi9iales y pie-
dra que, como ellos entraban tan juntos, rrenpuxándose bnos a otros,
se hizo grande estrago en ellos y tánto, que yo no e querido creer
lo que las espías y otros moros después acá me an dicho, más de que,
bien se paresQió ser mucha para tan poca gente como aquí estamos,
por los muertos que quedaron y los que beyamos abrasarse, dexando
el canpo sembrado de pellejos que se quitaban.
Con la furia del fuego luego se desbarataron y‘ pusieron todos en
huyda. El morabito se escapó abnque malherido en un braco, que se
72 Rafael Jiménez Pedrajas
doles que aquellos eran balazos de arcabuzazos que le avían dado sin
hazelle más ynpresión; y que por ésto los moros no le avían muerto
avnque lo avían desechado syn querello rrecojer en AlcáQar —que es
la principal tierra de moros que ay en esta frontera y donde bibe el
allid Búcar, que es el que primero lo avía rrecogido (12) en su casa
el dicho morabito—.
Yo, entendida esta ocasyón, avnque pensaba tener que rreir con
el judío y moros de la synpleza del morabito y todos los demás, no
lo hize; sino de manera que ellos no syntiesen que yo avía tenido avi-
so de su venida, les dixe que, guando paresQió tanta morisma aquel
día, avía pensado que fuese el Xarife, rrey de Fez, o otro, que con
exérQito biniese a conbatir esta fuerQa, hasta que bide la gente como
encantada; y abrirse estas puertas sin podellas cerrar; y los tiros que
no pudieron tirar —que entonces sospeché que era cosa de encanta-
mientos—, hasta que Dios lo rremedió, que ya estábamos casy perdi-
dos guando todo rreswitó; que me dixesen qué grande onbre era éste;
de dónde se avía levantado con tanta gente.
Ellos creyeron tan de veras que nos avíamos hallado encantados
que, salidos de aquí, lo publicaron de tal manera por toda esta co-
marca que, aviendo desechado, como e dicho, al morabito, lo rreco-
gieron con tanta honrra y obidien9ia quanta se suele dar a un rrey.
El se ensoberbeQió, de manera que los hinchió más de vanidad, y
se dió a sy propio más crédito de lo que sabía, en sus hechizerías.
A todos los moros que después désto binieron, dí el propio en-
tendimyento, porque llevasen a más partes la fama, la qual se estendió
por la más parte de Berbería; y concurrieron otros muchos morabitos
y alfaquíes a juntarse con estotro y a darle obidien9ia, diziendo cómo
en sus profe9ias hallan cómo éste avía de ganar a Melilla, que se abía
de peerder en este tiempo; y después a Orán; y pasar a España; y la
primera cosa que en ella avían de ganar, avía de ser a Málaga; y con
éstas, otras cien mil (13) banidades, con las quales el dicho morabito
conformaba sus dichos.
Y queriendo algunos moros benyr aquí a traer rrescates de hijos
y parientes, no se lo consyntió, diziendo que presto les sacarían sin
nada; y tanbién a quantos moros avía en España cabtibos.
Y con ésto, hazla algunas cosas de medi9ina en enfermedades de
los moros —porque devía ser buen erbolario—, que los moros las atri-
buyan a milagro, y asy contaban un pro dél (hl).
Hazíase tener grande guardia y beneraQión en su casa. Cada día
benían gentes de dibersas partes a darle la obidien9ia. El yba poco a
74 Rafael Jiménez Pedrajas
Y como yo supe esto por las espías, por confirmarme con su dicho,
ordené que, ni avn las bar9as chicas saliesen del puerto, y, en confor-
midad, lo dizía asy a los moros —que no podían salir—, guando venían
a hablar, y lo creyeron.
Como entendí el mobimiento del rrey de Fez contra éste, por asy-
gurarme si sacaba artillería y otros pertrechos, para dar abiso a Vuestra
Majestad, despaché espías diferentes para allá y otras partes, y me asy-
guré de que todo era encantamentos,hechizerías, y no otra cosa; y que
para venir el morabito con su exérQito a la enpresa, no se esperaba más
de que acabase de sanar de la herida que llevó en el braQo —que por
aber de venir a pie, él y todos los demás, le era necesario tener más
fuerw. Y asy tuve por espaQio para ordenar de hazer algunas cosas
conque hacerles el daño que despús se les hizo
Hize alQar tanto las paredes del corral de la billa bieja —que, como
e dicho, es fuera de la fortaleQa—, y toda la gente trabajaron y las al-
aron, con tanto rregozijo, quanto fué menester para que no se saliese
ninguno que entrase. Y en sus puertas hize un yngenio que no lo pu-
diesen levantar. Y ordené otras cosas lo mejor que entendí que cumplía.
Viendo yo tan notable vanidad de los moros —como era dar, tán-
tos y más honbres prinQipales, tánto crédito a vn encantador que tan
fáQiImente avía subjetado su obidiencia, primera y sigunda bez, a las pa-
labras y locuras de vn ombre tan baxo—, parescióme ser cosa de mila-
gro dibino que Dios Nuestro Señor quería hazello en fabor de su Santa
Fe Católica, para que estos ynfieles se conbertiesen a ella, viendo la
poca ynpresión que contra ella pueden hazer las banidades de sus sa-
bidurías, hechizos y encantamientos; y rreconos9iesen a la clara que,
con el nombre de Jesucristo, se deshacen todas aquellas nesedades. De-
terminé de rrescibillos con bn cru9ifixo de la Cofradía de la Santa Vera
Cruz 8) que aquí tenemos.
( 1
Llegados los moros a la parte del rrío, cerca de las puertas desta
dudad, hizieron alto: y paresQe ser, sigund después e entendido ,que por
temor que tubo el allid de Búcar y otros prinQipales, bisto que se yban
a9ercando, ovo alguna confusión entre ellos sobre sy pasarían adelante
o no.
El dicho allid Búcar dixo que no era bien venir —porque syn dubda
crya queyo les tenía armados algunos engaños, y que todo quanto les
avía dicho, eran fengimientos, que él conos0a a cristianos por haber
estado entre ellos—, y a esta cabsa, casi determinados de bolberse (02).
Y lo estubo del todo aquel esquadrón del morabito y la gente más prin-
ipal que benía en batalla, guando se levantó bna boz y tumulto de otros
dos esquadrones de gente, queran de los de la parte del Levante, hacia
TremeQén. Estos tenían creydo que el morabito y el allid Búcar y otros
particulares, andaban por engañallos, para entrarse ellos en la tierra,
para akarse con todo el despojo y gananQia, sin darles parte a ellos.
Esto les avía dado a entender el dicho judío que avía tratado de la plá-
tica al principio comigo,
(Fol. 6 vto.) honbre tanbién cob-
dkioso de la ganaNia, se perdió con ellos.
Estos dos esquadrones que digo, se mobieron y, a priesa, se binie-
ron la buelta de las puertas, las quales hallaron abiertas, y entraron
corriendo, sin parar hasta encima de las compuertas del foso y cabe la
puente levadiza al pie del rrebellín donde yo estaba esperándolos.
Como no podían pasar de allí, hizieron alto, con grande grito y ala-
rido que trayan.
Yo, me asomé y, con el yntérprete, procuré a bozes todo lo posible,
que escuchasen. Y, como es gente tan syn rrazón y bárbara, ni escu-
chaban, ni rrecognosQían que estaban perdidos.
Quando bide que ya todo aquel esquadrón estaba dentro de la billa
bieja, entre tanto que entraban los demás que pudiesen caber —porque
es plaQa que tan juntos y apretados como ellos bienen, cabrán 9incuen-
ta mil ombres—, comencé a descubryr bna pieQa de artillería que tenía
junto a mí en aquella cañonera, y a quitar tinas esteras con que estaba
cubierta, porque ellos no la biesen. Parene que entonces, como la bie-
ron, rreconoscí que cobraron algún temor, y se bolbían hazia atrás.
Visto esto, porque no se saliese ninguno, toqué arma, para que de-
xasen caer el yngenio de la primera puerta, y, disparando la piea que
estaba junto a mí, fué señal para que todos los otros pertrechos se vsa-
sen, y ombres y mugeres y mochachos subiesen encima de las murallas
mostrando sus banderas.
La frontera Hispanomusulmana de Melilla 79
Fué todo de manera que, de todo este esquadrón que entró dentro
de la billa bieja, no se escapó moro ninguno que no quedase muerto o
cabtibo. Y los otros que quedaron fuera, puestos en huyda.
Hizieron mucho estrago en ellos los xxx cauallos y ciento ynfantes
que salieron por la mar, y la artillería, que parte della jugó en ellos (20.
No quedó moro que no fuese desbaratado, sin tener ánimo ni concier-
to para juntarse ni rrehazerse en ninguna parte, ni para benir a dar
calor a estotros que quedaban cercados y perdidos, los quales dentro
de la dicha billa bieja, yntentaron de hazello como batientes ombres,
defendiéndose.
Mas como yo no dexé salir ningún ombre que pelease con ellos,
syno la artillería cargada con lanternas llenas de perdigones, porque
hazían mayor daño,
(Fol. 7) y no horadaban (22) las paredes; y los
tiradores, desde las murallas y torres, que los tenían en medio; y fuegos
artificiales que les echaban; y ciertas minas, con morteretes y perdigo-
nes; desmayaron del todo, rreconsciendo su perdición, andaban bordean-
do de vna parte a otra, buscando salida. Y entonces salí yo a cauallo,
con el yntérprete de la lengua, a esortarles que se rrindiesen, si no que-
rían acabar de morir.
Visto que no querían hazello, hazíales tirar más.
Y después tomé el santo Crucifixo y bolbí a salir a ellos, e ya eran
muchos muertos. Y los que quedaban, plugo a Dios nuestro Señor que
se rrindieron.
El sea seruido de alumbrarlos, y a todos los demás ynfieles, para
que rreconozcan la claridad y berdad de su santa Feé Católica, y se
conbiertan a ella para su seruicio. Que yo creo, y tengo por cierto, que
guando sepan la berdad, y el poco caso que hize de sus encantamientos,
y cómo todo fué fingido por engaños, que dexarán el error de su mala
seta, y se conbertirán a lo berdadero.
Y buelbo a dezir, que estos dos subcesos, que se debe atribuir a mi-
lagro particular que Dios a querido mostrar, pus que avemos desbara-
tado dos bezes tánta gente y con tánto daño suyo, sin rescibir ninguno
de nuestra parte; pues que certifica a Vuestra Majestad, y así lo sabrá
por berdad, que no an muerto los ynfieles ningún cristiano, lo qual no
es justa cosa atribuillo a sola mi yndustria e yngenio, ni de otra ningu-
na persona, avnque en mi se encerrara todo el saber del arte militar.
Asy, de probisión dibina, y por ser contra ynfieles, y contra seme-
jante subjeto, tengo en más estos buenos subcesos que tubiera otro nin-
guno de quantos pueden subceder en la guerra. Porque batallas, sitios y
80 Rafael Jiménez Pedrajas
(Fol 8 vto).
Relación de la batalla del Rey Tuerto y del Xarife.
Roma, 12-12-65.
NOTAS
(1) Enciclopedia "ESPASA", en la voz Melilla, tomo 34, pg. 448, col. 1.
(2) Cappclli, Cronología, Cronografía e Calendario Perpetuo (Milano, 196o),
pligina 86.
(3) Solamente suprimo el uso de la j en lugar de la i, porque es difícil preci-
sar cundo la usa, o cuándo es una simple i un poco más alargada.
(4) En el folio, recto, añadido en el siglo XVIII al comienzo del cuadernillo.
(5) Son sietedías , contando el 15 y 21. El 21, efectivamente fué viernes, como
dijimos en la introducción, en el año 1525.
(6) Lectura dudosa: falta.
(7) Evidentemente falta doctrinas, o algún otro sinónimo.
(8) Aquí rectifica la afirmación anterior: no ocho días después del día 15,
sino siete.
(9) Lectura dudosa: parecer.
(1o) Pone X, seguida del signo de mil (parecido a U)
1) Lectura dudosa: de rrendón.
(12) Dice: rr.°. Leo rrecogido, y no rrecibido que parece más correcto, por-
que unos renglones antes y dos párrafos después, se usa el verbo recoger en unas
frases idénticas: lo avian desechado sin querello recoger en Akacar... y aviendo
desechado al morabito lo rrecogieron con tanta honrra...
81 Rafael Jiménez Pedrajas
Capitel almanzoreño, procedente de Alamiría, que estuvo vario siglos 111 el patio
mudéjar de la Casa del. Aguila, en Córdoba, y hoy en el M Y-Arqueológico Na-
cional. Las volutas son cabezas de león y muchas av 4ntre el follaje9A
82
Mezquita de la calle [ley Heredia
Por Victor ESCRIBANO UCELAY
(Dibujos del autor)
PREAMBULO
EPOCA
iimmolopthi5
/111)114(
NOMBRE
ORIENTACION, EMPLAZAMIENTO
ALMINAR
Sus sillares son de aparejo estrecho y por los tizones podemos su-
poner pertenece a la época de Almanzor.
El alminar quizás se levantó antes que el muro que le sigue en línea
por la calle de Osio. Cerramiento que muere en el primer quiebro de esa
vía y el que no tiene la menor trabazón con el "Alminar". Muro que fué
más bajo, su actual zona superior se levantó cuando la del alminar; en
época cristiana, fué recrecido.
PATIO DE ABLUCIONES
GALERIAS, ARCOS Y COLUMNAS
Este recinto es de tipo clásico con dos galerías laterales de arcos pe-
raltados, isabelinos, de comienzos del siglo XVI. Arcos que descansan
sobre cimacios árabes y éstos a su vez sobre capiteles de acarreo. En el
lateral derecho hay uno árabe de inscripción muy bueno, otro romano,
el tercero visigodo y el último de la derecha más próximo a la calle de
Osio, romano-corintio. La arquería derecha con cuatro capiteles romanos.
Los fustes son también producto de acarreo, no concordando lógi-
camente sus diámetros y careciendo de basas.
CONTRAFUERTES
PUERTAS
FACHADAS
PLANTA BAJA
Ili
•
90 Víctor Escribano Ucelay
ARTESONADO
NAVE IZQUIERDA
NAVE DERECHA
ALZADOS INTERIORES,
PLANTA BAJA
SECCION TRANSVERSAL
CUBIERTA Y ARTESONADO
HUERTA O CORRAL
NOTAS FINALES
SUPERFICIE Y LIMITES
Clara, formando al Este ángulo recto con el otro lado, o cateto, corres-
pondiente a la calle de Santa Clara, hoy Rey Heredia, y al Oeste, como
hipotenusa, con la calle Espalda de Santa Clara hoy la de Osio; datos
tomados sobre el plano de Córdoba de 1811.
1050 l
0115
CL RO
1'30 3'25
2'40
JAMBA
fi o
U 10B R AL
0'50
ALZADO A LA HUERTA
o'co
HILADAS DE PIEDRA
EN. EL ALMINAR
HILADAS DE PIEDRA
que esos tres Santos fueron los que hicieron surgir la Orden Francisca-
na de forma explosiva, difusión extraordinaria por todas las tierras en-
tonces conocidas. Santos de los que cada uno de los Romanos Pontífi-
ces citados habían sido admiradores, apresurándose a elevarles a los Al-
tares por su fama popular de santidad, así como por el crecido número
de milagros que en vida y después de muertos realizaron. Dentro de ese
ambiente que se respiraba, nada tuvo de particular se fundara en Cór-
doba este primer Convento de monjas, bajo el nombre de Santa Catali-
na, para la observancia de la Orden de Santa Clara, segunda Orden de
San Francisco, durante el año 1262; treinta y seis años después de la
muerte de San Francisco, treinta y un años después de la de San Anto-
98 Víctor Escribano Ucclay
PRIMERA SERIE
lo siguiente: Loor a Allah. Ha sido esta bendita obra escrita en las co-
marcas del Andalus, en la época de la dominación musulmana (que Allah
la vuelva a ellos), y fué traída del territorio de Granada en la época de
la emigración hacia la "otra orilla", por Ahmed Ben Mohamed Cachtilio
(Castillo) El Almerii (de Almería).
Esta obra de extraordinaria importancia, comprende cuatro partes
y 147 capítulos. Es la más completa conocida hasta ahora.
Observación: Es obra de muchísima estimación, tanto por su valor
bibliográfico como por su texto, y por haber sido escrita, además, en
España musulmana y por ser autor de reconocido gran prestigio en la
cultura hispano-árabe andaluza; y por ser también el original más anti-
guo y completo, como por los elogios de los sabios árabes antiguos de-
dicados a esta obra, copiándose a continuación este párrafo inserto en
la obra del historiador y literato marroquí Abdellah Guennun Al-Hasa-
ni, ttiulado "El genio marroquí en la literatura árabe", página 83:
"Es obra en la que se manifiestan todos sus valores, que le valió la
admiración de los sabios más competentes y cuyos méritos nadie pudo
discutir. Al contrario, todos anhelaban leerla y sacar utilidad de sus
provechosas enseñanzas. Esta obra, que se divulgó en Oriente y Occi-
dente, constituye un estudio excepcional en el que el autor refuta las
pretensiones de los heterodoxos, rechaza sus ataques al Profeta y apor-
ta argumentos tan sólidos y razonables que sólo el terco y el obcecado
intentarán impugnar".
Códice núm. 3. — Título: "Charhul-Amaliat-A1 Fasía".
Autor: Abu El Kasem Ben Said El Umairi.
Tema: Derecho musulmán, usos y costumbres de Fez y su provin-
cia según la tradición de sus habitantes y los seguidores de sus escuelas
en todas sus actas jurídicas, jurisprudencia y tratos comerciales y nor-
mas de propiedad, etc.
Escritura: Magrebí, clara, tinta roja y negra; el texto en rojo y los
comentarios en negro. Papel: Vitela fina. Páginas: 330. Tamaño: 21 X 15
1/2. Encuadernación: Marroquí, en piel.
Termina así: "Acabó esta obra bendita, con la gracia de Allah y su
mejor aguda, y no hay poder ni fuerza sino en Allah, en los primeros
días del mes de R'yeb del año 1235 de la h.
Códice núm. 4. — Contiene dos obras:
1." Título: "At-Tanbihu-Ual-Yalan-fi-Mustafad-al-Kudad-Ual-Ukam".
Autor: El xej El Imam El gran Juez de la ciudad de Fez Abu Abde-
llah Mohamed Ben Abdellah El Iafrani.
Tema: Advertencias y normas para los Jueces y gobernantes.
106 Catálogo de Códices Arabes
paz sea sobre nuestro Profeta Mohamed. Loor a Allah creador de los
mundos. Esto es lo que hemos encontrado registrado en el libro de la
descripción de Ceuta y su comarca".
Y termina con estos dos versos: "¡Oh!, quién examina cómo está
compuesta esta escritura. Perdón para nosotros, te lo pido, Señor mío,
que si encuentras defectos discúlpalos porque lo he escrito apresura-
damente".
Esta descripción de Ceuta tiene por título "L'Ihtisar al-ahbar", de
Mohamed Ben El Kasem Ibn Abdelmalik al-Ansari.
Códice núm. 10. — Título: "At-Tahsil L-Ulum Et-Tansil".
Autor: El gran sabio, erudito Imam, brillante historiador y literato
Abulkasem Mohamed Ben Ahmed Ben Yezid El Kalbi El Garnati (gra-
nadino). Sus fechas son: 1293-1340 de Cristo. Murió en la batalla del
Salado, en la campaña de Tarifa, durante la invasión de los Beni Meri-
nes. Este ilustre granadino fué padre del gran Juez de Granada en su
época y estaba animando con sus arengas a las tropas benimerines cuan-
do cayó herido de muerte y enterrado en ese campo mismo. Es conside-
rado como autoridad indiscutible en la ciencia y dogmática islámica.
Tema: Ciencia dogmática.
Escritura: Africana, muy clara, dos tintas: roja y negra. Páginas: 470.
Tamaño: Folio grande: 30 x 21 1/2. Papel: Vitela. Encuadernación: Cue-
ro, marroquí, repujado, de la época. En perfecto estado.
Al final dice: "Ha sido escrito por Kasem Ben El Tuhami Ben Ahmed
Es-Sufiani El Jumsi El Zeruali, y terminó el 17 del mes de Moharram, el
principio del año 1213 de la h. y la paz sea sobre los Profetas y alabanza
a Allah dueño del mundo.
Es un códice inédito, de enorme interés e importancia por la calidad
de su autor y la época de su vida y su muerte.
Códice núm. 11. — Tratado de alquimia y medicina antigua y farma-
copea, que abarca un preámbulo y seis relatos.
Escritura: Magrebia, clara, tintas, roja y negra. Completa, sin tapas.
Notas marginales.
Al principio dice: "Este libro es el libro de oro de la medicina alquí-
mica, según método de Braglisus. Y al final termina: "Terminó lo que
hemos elegido y clasificado del libro "Senartus el Harrani", y que Alá
dueño del mundo sea glorificado".
Códice núm. 12. — Contiene cuatro tratados en verso sobre temas
lingüísticos, ortografía, formas distintas de lectura y perfecta, pronuncia-
ción, vocalización, formación de voces en la oración y sus derivados, etc.
Escritura: Africana, tres tintas: roja, amarilla y negra. Texto: Rima-
110 Catálogo de Códices Arabes
SEGUNDA SERIE
Páginas: del tomo 1. 0 , 410; del tomo 2.°, 464; del tomo 3.°, 485, y del
tomo 4.°, 508.
Esta escrita esta copia, artística, por Abdel káder ben El Hach Mo-
hamed ben Abdeluahab El-Chiclanti (Chiclana) Er-Rabati El-Andalusi,
para el notable Amin sidi Mohamed Brixa (del Gobierno del sultán Mu-
ley Mohamed ben Abderrahman).
Es la obra completa de la famosa obra, conocida universalmente.
Se sabe que El-Damiri compuso dos formas de esta obra: la Kubra, la
mayor, y la Sugra, la menor. Esta copia es de la mayor. Hay traduccio-
nes parciales de la menor, en francés e inglés. La cita el Espasa en su
tomo 17, página 884, como Historia Natural de la vida de los animales,
"muy notable por los pormenores que contiene. Es una obra científica
y a la vez muy curiosa y digna de una biblioteca universitaria y profe-
sional, pues estudia además de la vida de los animales sus utilidades y
los elogios literarios a ellos dedicados, anécdota, refranes, poesías y mu-
chas curiosidades.
II.—Códice 5.": De Medicina antigua, magia, astronomía, astrología,
ciencias ocultas, simia (magia blanca). Escritura, clara, en cuatro tin-
tas: roja, negra, verde y lila; variedad de dibujos y tablas astronómicas,
nigromancia zodiacales y fórmulas y amuletos de la ciencia oculta. Todos
los temas curiosísimos. En su parte médica contiene capítulos intere-
santes, como sobre el cáncer, hidrofobia, oftalmología, histerismo, etc.,
ete. Y un capítulo médico sobre la música, su armonía, composición,
instrumentos, y su influencia en la terapéutica. En la parte interior de
la cubierta hay una escritura, que dice: "Es obra muy importante, en la
ciencia médica, magia, astronomía, simia y sus influencias sobre los
cuerpos y las almas y otras interesantes utilidades.
Autor: Desconocido. Encuadernación: Cuero, fuerte, rojo, repuja-
do y con los adornos en el centro en sello verde. En muy buen estado.
Caligrafía: Clara, dos tintas, negra con intercalados en lita. Papel: Vite-
la. Tamaño: 22 x 17. Páginas: 310.
III.— Códice 6.° De gran tamaño, 30 x 21, con 524 páginas, en vi-
tela fuerte, encuadernación: Cuero, rojo, duro, repujado, de a época,
muy bien conservado. Caligrafía: Marroquí, antigua, inclinada, clara y
bonita, con notas marginales curiosas.
Tema: Jurisprudencia y fuentes del Derecho Musulmán, de la Es-
cuela Malequita, con comentarios del gran Imam Abuabdellah Moha-
med ben Arafa Et-Tunsi (1317-1401 de C.)
IV.— Códice 7.°: Merece mención y hacerse destacar este impor-
tante Códice, que nos ha llamado la atención en el curso del exámen y
Catálogo de Códices Arabes 113
contestado que dudaba del robo, porque le constaba que "ahora estaba
aquello mejor llevado".
La contestación del Director del Museo de Kensigton no se hizo es-
perar, librando nuestro espíritu de dudas. Aquel lote de piezas califales
de Córdoba había sido donado por Mr. Hillburgh, a su fallecimiento en
1914, y era producto, con piezas de otros sitios de España, de varias ex-
cursiones hechas por el referido hispanista a nuestro país, en años an-
teriores.
Habida cuenta de que el Estado español no comenzó las excavacio-
nes oficiales en Medina al-Zahra hasta el año 1910, no era extraña la
recogida de piezas en el mercado de antigüedades de Córdoba, puesto
que era libre el recorrido del emplazamiento de Medina al-Zahra y otros
lugares arqueológicos.
En algunas casas de Córdoba se conservan paneles o recuadros don-
de, encastrados con yeso, los trozos de ataurique califal, componen un
adorno análogo al de las fotos que documentan estas líneas.
Renovado nuestro interés por este lote de piezas califales, con mo-
tivo de la visita a Córdoba de Mr. Barnett, del British Museum el año
1963, por su intermedio, y la atenta correspondencia de Mr. J. G. Beck-
with, Deputy Keeper del Departamento de Arquitectura y Escultura del
Victoria & Albert Museum, hemos recibido de éste último una bellísi-
ma colección de fotografías de las piezas que allí se guardan.
Para una somera descripción de ellas, que mejor ilustren las foto-
grafías que reproducimos, lo haremos por separado del lote de capiteles
y de los atauriques.
El lote de atauriques nos informa Mr. Beckwith que está formado
por 72 piezas, de las cuales hay 53 en los tres conjuntos fotográficos
que envía.
Efectivamente son los temas conocidos en el ataurique califal co-
rriente en Medina al-Zahra, de los que hay millares en sus aposentos
ricos en decoración, como fueron en los primeros tiempos de las exca-
vaciones la parte más elevada del palacio, inmediata a la muralla Norte
(el-Ksar al-jlafa, palacio vivienda de los califas), y el gran salón de Oc-
cidente (mayalis al-garbi), excavados ya por Velázquez (véanse sus Me-
morias de Excavaciones de 1912 y de 1923 póstuma), y en nuestros días
el gran salón de Abderrahman III excavado desde 1944 en adelante, al
que por razón de su riqueza decorativa ha llamado Gómez Moreno" el
salón rico" y nosotros no hemos dudado en identificar con la Dar al-
Rafael Castejón 119
Mulk y también Dar al-Uzira (casa Real y casa de los Visires), a tenor
de los relatos de los cronistas contemporáneos.
Sabido es, para quienes conocen Medina al-Zahra que estos trozos
de ataurique, que así aparecen en las excavaciones, son producto del des-
Figura
trozo de los grandes paneles que revestían los muros en las estancias
lujosas, o bien formaban frisos o recuadros bajo los artesonados o en
las puertas, según los casos El intenso aprovechamiento durante varios
siglos de las ruinas de al-Zahra, para extraer los sillares de que estaban
fabricados los muros, daba lugar al destrozo de su decoración, que de-
jaban allí abandonada los depredadores entre los escombros, dada su
gran abundancia.
La restauración que se viene haciendo estos años de la decoración
del referido salón de Abderrahman III o Dar al-Mulk, colocando algunos
paneles que previamente han debido ser reconstruidos en una laboriosa
tarea de case o ensamblaje de estos trozos de decoración, va proporcio-
120 Piezas califales en Londres
Figura 2
Figura 3
Figuras 4 Y 5
Figura 6
cavaciones el año 1911 y disposiciones análogas, que se perdieron en el
mercado de antigüedades.
Como se observa en la fotografía, esos cinco capiteles tienen el tron-
co ligeramente tronco-cónico, a excepción del que tiene inscripción, cuyo
cuerpo es cilíndrico, anunciando los capiteles hispano-árabes del siglo
XI, muchos de los cuales ofrecen típicamente esta característica, no des-
conocida ni mucho menos en Medina al-Zahra, donde todos los capiteles
del salón de Abderrahman III (Dar al-Mulk), son de cuerpo cilíndrico.
Sospechamos que los capiteles cordobeses de este lote pudieran proce-
der de Medina Zahira, la creación amirí, que todavía estan muy repar-
tidos por las casas de la ciudad y es fácil adquirirlos en el mercado de
antigüedades.
Se advierte en este lote que los perfiles generales están muy des-
124 Piezas califales en Londres
gastados, señal de que han sido muy llevados y traídos hasta producirse
ese desgaste típico de las piezas de acarreo, que han sido muy diver-
samente utilizadas, muy al contrario de las piezas halladas en Medina
al-Zahra, donde generalmente las piezas que produce la excavación con-
servan muy vivos sus perfiles, porque fueron enterradas pristinamente
hasta su hallazgo actual.
El sexto capitel del lote, primero de la fila baja, en la serie hispa-
no-árabe se podría clasificar en el siglo IX. Hasta la purísima blancura
de su mármol va muy bien con dicho período, en que todavía quedarían
en Córdoba muchas piezas romanas (columnas, arquitrabes, etc.) de már-
mol italiano, que eran aprovechadas para el relabre. Sin embargo, la sis-
temática de la rica serie española, aparte los sagaces trabajos del maes-
tro Gómez Moreno, todavía no da precisiones en la clasificación, y mu-
chas veces, como antes hemos apuntado, una inscripción terminante echa
por tierra filiaciones basadas en la tipificación, de modo análogo al de
los críticos de arte pictórico del siglo pasado que sufrían graves erro-
res cuando la documentación notarial precisaba autores y fechas.
No hemos querido publicar esta colección de piezas hispano-árabes
existentes en el Museo londinense de Kensington, sin apoyarlas con es-
tos ligeros apuntes, en espera de que un estudio detallado por arqueó-
logos competentes, discrimine mejor la filiación de estas interesantes pie-
zas.
R. C.
Primacía de Córdoba en la
Medicina árabe de Occidente
Por el Doctor Tomaso Sarnelli
Permítaseme ahora adelantar mis ideas sobre las obras de los cor-
dobeses que acabo de examinar rápidamente, las cuales, en su conjunto,
con las primacías particulares que representan, nos comprueban que Cór-
doba estaba a la cabeza en el dominio de las ciencias médicas, con rela-
ción a los restantes centros culturales del Andalus, que también tuvieron
médicos y sabios ilustres. (Bastaría solamente recordar a Ibn Bagga y al
israelita Ibn Biklaris, de Zaragoza; al-Becri, de Murcia; Abu Salt, de De-
nia; Ahmad ben Hasan, de Granada; Ibn al-Baitar, de Málaga; los Beni
Zhur, Ben al-Awan, Ibn ar-Rumiya, Abu-1 Abbas, al-Ixbilí, de Sevilla, etc.)
Esta primacía, que comprende el Andalus entero, se confirmará con
el tiempo, cuando sean conocidas nuevas obras de cordobeses, aunque en
el estado actual bastan las conocidas obras cordobesas, junto con las del
resto de España para asegurar que se trata de un fenómeno histórico y
cultural de excepcional importancia, sobre todo para los europeos, que se
impone a toda consideración, a saber: el refinamiento y perfeccionamien-
Tomaso Sarnelli 131
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fructificación de este árbol ibérico, cuya "savia alimentó las raices orien-
tales", y que había de revelarse tan útil y bienhechor para Europa y el
mundo entero. Negar esta verdad bipolar y terminante sería desconocer
una de las páginas más gloriosas de la historia de nuestra religión.
Todas estas evocaciones y reflexiones quedarían estériles si dejaran
de animarnos en la persecución del fin propuesto. La necesidad de un es-
tudio indicado, extendido a toda la órbita árabe, nos recordará la obli-
gación que tenemos todos, árabes y arabistas, de consagrarnos a ello, si-
guiendo métodos renovados a fundamentis, pues este inmenso campo
que solo conocemos en una décima parte, presenta todas las dificultades
propias de los territorios inexplorados, surcado de errores inveterados y
rancios lugares comunes, y en el que se oyen palabras de desvalorización
preconcebida unida a una abrumadora tautología, despreciados por cier-
tos historiógrafos desdeñosamente lejanos de la cultura árabe y penosa-
mente prisioneros de la retórica del helenismo y la latinidad.
Semejante estudio, profundo como debe ser y extendido a todos los
países del mundo cultivados y no solamente a los de la diáspora árabe,
puede dar lugar a reencuentros colaborativos, intelectuales y espirituales,
mucho más fecundos que los basados únicamente en intereses materiales,
como sucedió entre el mundo islámico y la Europa ya unificada por el
Catolicismo en la Edad Media. Pero eso no será posible jamás sin la exis-
tencia de un centro único que la dirija y coordene las líneas de acción.
El lugar más apto a este fin —estoy convencido de ello hace tiem-
po— solo podrá encontrarse en los paises que bordean el Mediterráneo,
centro antiguo, eterno e irreemplazable, de confluencia de diferentes civi-
lizaciones, que solo podrá preparar el porvenir de la Civilización. Vive
el nacimiento, el desarrollo admirable, la circulación y la irradiación de
este fenómeno mediterráneo por excelencia que fué la Medicina árabe
antes de convertirse en fenómeno mundial.
¿En Salerno, por ejemplo, —y en esto yo no querría estar dominado
por un encendido amor a mi tierra natal, la Campania—, donde tal Me-
dicina, aun siendo la de los temidos "sarracenos", jugó un papel europeo
de primer orden, y donde por las necesidades de una colaboración lin-
güística, se podría aprovechar la p oximidad del Instituto Oriental de Ná-
poles, el más viejo de Europa? ¿O Córdoba, tan famosa por sus grandes
médicos, donde, gracias a sabios iluminados, guiados por un Castejón,
biólogo y humanista con alma de artista, florecen las iniciativas destina-
das a hacer revivir las soberbias tradiciones locales? O bien, en una ciu-
ded del mundo musulmán moderno, como Túnez, encrucijada entre Orien-
te y Occidente, tan cercano a Europa y tan vecino de Al-Qayrawan (Cai-
Tomaso Sarnelli 133
Addenda.
Durante la impresión de estas páginas he leido en "Hespéris-Tamu-
da" (vol. II, fasc. I, 1961, publicado con retraso en 1963) un artículo del
Sr. Rector de la Universidad marroquí, dando dos noticias muy impor-
tantes para la historia de Córdoba médica.
La primera se refiere a la existencia en la Biblioteca General de Ra-
bat, del "primer libro" descubierto en Tamagrout por S. Kettani, del
Kitab al-adwiya al-mufrada de Ahmad al-Gafiqui. Este "primer libro" co-
rresponde con toda posibilidad a la "primera parte", algaz al awwal, (en
realidad un poco más del primer tercio), de la misma obra conservada en
la Osler Library de la Universidad de Montréal (Canadá), y de la cual se
puede hallar un microfilm completo en el Instituto de Cultura Hispano-
Arabe de Madrid, al que me fué grato ofrecérselo en 1956.
La segunda noticia es de aquellas que se exagera llamándolas emo-
cionante. Se trata del descubrimiento hecho en Marruecos, —no sabemos
el lugar ni la fecha— de un poema médico, conservado ahora en la mis-
ma Biblioteca de Rabat, que hasta aquí era completamente ignorado por
los bibliógrafos antiguos y modernos tanto de Oriente como de Occiden-
te. Este poema, que tiene el título Ragaz tawil fi 'ilm altibb, cuenta "más
de siete mil versos".
Esta inmensa obra didascálica, sin duda la más extensa de toda la
literatura árabe de su género, fué compuesta entre los siglos XII y XIII
por el gran médico y filósofo, guadijeño de nacimiento, pero cordobés de
elección, Muhammad ben Abi Bakr ben Aderrahman, ben Tufayl al-Qaysi.
Es decir, es el mismo Ibn Tufayl, amigo y colega en la corte de Yaqub
al-Mansur, de Averroes, y el maestro, con este último, de Maimónides,
cuyo renombre más imperecedero se lo concedió su célebre obra Risalat
Hayy ben Yaqzzan.
De este último descubrimiento en particular debemos extraordinaria
gratitud a la nación marroquí, pues ha sido ella la que gracias a su gran
amor al libro, ha salvado esta preciosa herencia que le había legado el
Andalus. Ello constituye un mensaje que comprueba una vez más la uni-
dad cultural y espiritual de los "barrayn", un reflejo más del destello del
gran siglo almohade, el más mediterráneo por ser el más africano y el
más europeo de todos los siglos de la historia cultural árabe de Occiden-
Tomas() Sarnelli 135
te; un anillo más, en fin, que viene a unirse a la brillante cadena de las
primacías de Córdoba que he tratado de evocar en las precedentes pá-
ginas. T. S. (febrero, 1964).
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MEDINA AL-ZAHRA
(Monumento Nacional en 12 Julio 1923)
y descrita mezquita de cinco naves, patio y alminar, todo ello tan des-
trozado y casi pulverizado como es corriente en este campo de ruinas,
pero suministrando los elementos precisos para permitir un detallado
estudio arqueológico y una restauración total en su día.
La Dirección General de Bellas Artes envió para este trabajo ar-
queológico al especialista don Basilio Pavón Maldonado, quien asistió
diariamente a los trabajos de excavación, recogiendo celosamente datos,
dibujos y fotografías, que le han permitido redactar una extensa memo-
ria, publicada entrado ya el año 1966 por la dicha Dirección del ramo
(1) con el número 50 de la serie oficial de excavaciones nacionales y a
la que remitimos al lector.
Por nuestra parte, y para dar contemporaneidad al acontecimiento
feliz dentro de la historia de Medina al-Zahra, damos más adelante un
somero estudio analítico de dicha Memoria, y alguno de los artículos
publicados en prensa local, que solo tienen el mérito antedicho de ha-
ber sido escritos bajo la impresión de los hallazgos excavatorios.
mer excavador, publicó dos Memorias casi consecutivas, una del año
1923-24 y otra del 25-26. El traslado a Madrid de uno de los componen-
tes de ella, don Joaquín de Navascués, director a la sazón del Museo
Arqueológico de Córdoba, acabó con las Memorias, y adviene un largo
período, hasta el año 1936 de la guerra civil, en que no se escribe ni
publica nada sobre Medina al-Zahra. Yo he tratado parvamente de llenar
ese hueco con las notas resúmenes que enviaba a la Junta Superior de
Excavaciones cada año, y que ahora, con lagunas, he publicado en la re-
vista "Al-Mulk", número 1, que editamos en Córdoba.
La guerra civil y sus secuelas, tuvo ocho años suspendidos los tra-
Los dionumentos árabes de Córdoba 145
tación de baldosas, la planta del mihrab, todos los elementos del templo
islámico están determinados, y el autor los estudia y analiza con detalle.
Señalemos la curiosidad de haberse identificado la estera de esparto,
quemada, señal indudable de que la ruina de la mezquita se ha conser-
vado intacta casi desde su destrucción y expoliación primera, ya que de
otro modo hubieran desaparecido estos nimios detalles.
El capítulo tercero lo dedica al estudio de los capiteles. Este trabajo
es muy fundamental. Los capiteles de esta mezquita, hallados en cual-
quier otro lugar, los hubiera clasificado como visigodos cualquier arqueó-
logo español, considerado como más enterado de problemas locales. La
decoración de ellos es de espiguilla o palmeta simple, como la decoración
tardovisigoda del mediodía peninsular. Recordemos que la mezquita es
el primer edificio o uno de los primeros que se terminan en Medina al-
Los monumentos árabes de Córdoba 147
Zahra, y todavía tiene muchos resabios del período emiral cordobés. In-
cluso en las basas de pilastra del salón de Abderramán III, este resabio
tardovisigodo es bien patente. Muy curioso, en suma, para la evolución
del capitel árabe cordobés, lo suministrado por esta colección de restos
de capiteles de esta mezquita, bien señalado por nuestro autor.
El cuarto capítulo está dedicado a almenas de las que empieza por
un recuerdo de su aparición en Occidente y su fijación en lo cordobés
califal. Las variantes de las halladas en esta mezquita permiten a B. Pa-
gran interés, que subrayan una vez más la importancia capital de estos
aleros en la evolución del arte musulmán de Occidente.
El sexto capítulo lo dedica a temas decorativos. Las cenefas, bien de
friso o de pilastra, las estrellas y celosías, la decoración de arquerías in-
teriores y portadas, todo ha sido tratado con cariño.
En este apartado de decoración califál, sigue siendo un poco aventu-
rado, a nuestro juicio, todo intento de clasificación de épocas o estilos, a
juzgar por las técnicas de labra, clasificación que ya intentaron Veláz-
quez y después Terrasse, y que hallazgos sucesivos en la misma Medina
al-Zahra han venido a destruir. La labra en bisel o acordonada, los gran-
des paneles a base del mismo modelo axial (el hom o árbol de la vida), y
otros detalles, parecen contemporáneos y producto de distintos talleres o
autores. De todos modos, ante el arte primitivo, que hemos dicho recuer-
da lo tardovisigodo, y la clásica decoración califal ya cuajada, que ha re-
velado la mezquita, podría aventurarse la suposición de que en época
posterior fue decorada en tiempos del mismo califa, habiéndose construi-
do en principio una mezquita austera de decoración. Pero ello tampoco
tiene gran fundamento, a la vista de riqueza decorativa en almenas y ale-
ros, que fueron piezas esenciales del principio. No vemos muy clara la
idea del autor, de que las naves del oratorio tuvieran una segunda arque-
ría superpuesta, a estilo de Santa María la Blanca, de arquerías pequeñas.
Por fin, en un último capítulo de Varios, el autor estudia los suelos
de terrizo, como los tuvo la gran aljama de Córdoba, la estera, los míse-
ros hallazgos de metal (que es bien sabido fueron muy buscados por los
chatarristas, como en todos los tiempos), los enlucidos, los restos de pilas
de abluciones, y por fin los escasos hallazgos de cerámicas, y el tipo de
teja y baldosa empleados.
Termina con los escasos restos de inscripciones en placa de piedra,
cúficas, leidas por el insigne epigrafista don Manuel Ocaña, y un capítu-
lo de conclusiones generales muy sabroso. Además de numerosos dibu-
jos y gráficos del texto, un total de 85 láminas fotográficas a toda plana,
dan riqueza tipográfica y científica a la edición.
Palacios o salones Occidental y Oriental ya habían sido dados por los Ca-
lifas a los que levantaron en la gran terraza (al-satih al-mumarrad) a uno
y otro lado del gran salón central, el dahabi (el dorado). Por donde resul-
ta que el Palacio Occidental denominado por Gómez Moreno y seguido
lógicamente por otros autores, entre ellos el de nuestra Memoria, es el
alcázar particular del Califa, y el Palacio Oriental, es el que en tiempos
califales se llamó Occidental (máyalis al-garbi), o salón de Embajadores
por Velázquez.
Tiene menor importancia que la magnífica estancia excavada a partir
de 1944, de la que se dió primera noticia pública por mí (Nuevas excava-
ciones en Madinat al-Zahra: el salón de Abd al-Rahman III, "Al Anda-
lus", 1945), le diera tal apelación, como allí digo, porque el nombre de tal
califa es el único que aparece en las abundantes inscripciones del mismo.
Luego le llamó Gómez Moreno "el salón rico", por la gran riqueza de sus
elementos decorativos. Un mejor conocimiento de las crónicas ha permi-
tido identificarlo después con la Dar al-mulk o Dar al-uzira.
Me permito recordar estas divergencias, porque, aparte la ley de pri-
macía en la nomenclatura de seres y cosas, aprobada en muchos congre-
sos internacionales, por el camino plurinominal no nos entenderemos fá-
cilmente, como vamos a ver enseguida.
Hasta aquí Pavón. Para más claridad diremos que los paréntesis del
anterior párrafo son mios.
Pues bien. Los capitelillos a que se refiere Pavón, y que fueron es-
tudiados epigráficamente por Ocaña Jiménez (Capiteles de la residencia
califa' de Medinat-al-Zahra, Boletín de la Real Academia de Córdoba,
núm. 32, 1931; y Capiteles epigrafiados de Madinat al-Zahra, Al-Andalus,
1936, p. 158), y que por cierto son dos bellísimas piezas, no se hallaron de
ninguna manera en el sitio que señala Gómez Moreno y recoge Pavón,
sino que yo los ví sacar junto con don Ezequiel Ruiz Martínez, profesor
de Dibujo en nuestro Instituto y luego miembro de la primera Comisión
de Excavaciones designada en 1923, del patio que figura con el número
112 en la Memoria Oficial de Excavaciones número 85, redactada por di-
cha Comisión y editada en 1926. Se hallaron exactamente en el sumidero
de dicho patio, como se han encontrado muchas piezas notables de Medi-
na al-Zahra, y por consiguiente no se podría tampoco deducir el lugar
exacto donde estuvieron colocados. Dicho patio es de una mansión parti-
cular, una de tantas de las cuatrocientas que el Califa mandó construir
para sus altos dignatarios y miembros de la corte. Por consiguiente, yo
soy uno de los "oponentes" acaso el principal, a que se refiere Pavón en
el párrafo señalado y con ello caen por su base las conclusiones señaladas.
He insistido en este punto, porque aparte las interpretaciones de
estilo o época que pudiera debatirse, la conclusión general a que creo
debemos llegar por hoy en tal cuestión, y resumida anteriormente, es
que los diversos estilos y técnicas hasta hoy conocidos en al-Zahra son
muy contemporáneos y tal vez se deben a diversos maestros más que a
diversas épocas. Todas las lamentaciones que, a renglón seguido del pá-
rrafo copiado, hace Pavón, son muy justificadas.
También en la página 10, dice Pavón que los capiteles de la mez-
quita de al-Zahra no son de mármol, sino de una piedra caliza compac-
ta que se halla también en el Salón Oriental (léase Máyalis al-garbi o
Salón Occidental). Ciertamente, esa caliza de grano fino, tan compacta
que su fractura es casi concoidea, es la llamada "piedra de Luque", por-
que en tal pueblo de la provincia cordobesa están sus grandes yacimien-
tos, cuyo nombre era ya usado en la época árabe de Andalucía, porque
Edrisí habla de la piedra el-Lukki, que era esta misma. Pavón la vuelve
a mencionar en la página 28 al describir los "capiteles de piedra caliza
compacta". Pavónsupone que el empleo de esta caliza de Luque se hizo
por premuras de tiempo, que no estimamos probable. Repite en la pá-
gina 31 que las anomalías de labra podrían ser debidas a premuras de
tiempo.
152 Los monumentos árabes de Córdoba
II
LA ESTERA DE LA MEZQUITA
III
posiciones, puesto que aquellos palacios fueron ocupados por los árabes
invasores, y ampliados y reformados a su estilo.
Se trata, por consiguiente, de un verdadero coto arqueológico, de la
alta Edad Media, que ha de p . oporcionar sensacionales hallazgos, acaso
de gran interés para la historia general de España, y que confirman una
vez más la portentosa riqueza artística que yace en ruinas en el subsuelo
cordobés.
A este emplazamiento se refiere R. Fernández y González, en su
trabajo titulado "Asentamientos arqueológicos en los ruedos de Córdo-
ba: Turruñuelos", y calcula que estaba dentro de una cerca o muralla
de 1.400 metros de perímetro, de forma rectangular, que comprende unas
16 hectáreas, y en cuyo trabajo publica plano de situación y referencias
principales, que resumimos al principio de esta nota.
Creyendo identificar este emplazamiento con el palacio del Duque
Teudefredo y su hijo el rey Don Rodrigo, tanto por las referencias lite-
rarias como por los hallazgos mencionados, se consiguió hacer una pros-
pección, con vistas a mayores trabajos, en las inmediaciones de la casilla
de Peones Camineros, donde el corte de la carretera de la Albáida ya
ofrece cabezas de muros con abundantes restos de construcción y mu-
cha cerámica basta.
Apenas empezaron los trabajos se han obtenido los hermosos ca-
piteles de tipo clásicamente califal, uno de ellos labrado en todo su con-
torno, y el otro con más de un tercio sin labra - por haber estado ado-
sado a jamba o muro.
El exento ostenta en una cartela sobre el ábaco, según costumbre,
una inscripción con el nombre del autor: áamel Saad ben Aamer ab-
dahu, de corriente traducción: obra de Saad hijo de Amer, su siervo.
Ya se fijó que han aparecido fuertes muros de sillares, de altura
de un metro aproximadamente sobre el pavimento, una habitación casi
completa pavimentada de conglomerado de cal pintado en rojo, y se-
ñales de gran construcción.
Se ha supuesto que en el Califato pudo ser campamento militar de
Abderrahman III, a mitad de camino entre la Ruzafa y Medina .1-Zahra,
del que hay algunas referencias en autores árabes.
La Diputación Provincial gestiona la compra de terrenos para am-
pliar las excavaciones.
Arqueología 169
Uno desus pilares debió ser destruido por una crecida de este río,
que por ser serrano tiene enormes avenidas con relación a su importan-
cia. Este pilar derribado, que se apoya sobre roca viva, giró sobre su eje
ante el empuje de la corriente, y rompió los dos arcos contiguos que en
él se apoyaban. Después ha venido al suelo y sus restos, con los dos me-
dios arcos aledaños se aprecian en la foto adjunta, en su estado actual.
Al extremo norte del puente y poco más allá de su salida, en una
finca de olivar, el suelo está materialmente lleno de tejoletes, indicando
i estos de población. Suponen los autores locales que el lagar llamado del
Algarbejo o Algaravejo, es el asiento del poblado medieval llamado Ro-
jana, donde existió una iglesia mozárabe dedicada a San Martín, y en
170 Arqueología
cuyo lugar fue hallada el año 1729, la lápida del Obispo Martín, de Ecija,
muerto en 931, que había sido monje en este monasterio, que guarda el
Museo Arqueológico de Córdoba.
También por estos lugares fue hallada en un pozo una Virgen del
Pilar, hoy en Córdoba en la Iglesia de la Compañía. (Véanse referencias
en R. Castejón, "Córdoba Califal", BRAC, 1929, p. 335).
al galope sin poder refrenar la montura, entre las bestias de una piara
que pastaba, y al herir el morrillo de una y saltar la sangre, sufrió un
choque espiritual, que le hizo abandonar el mundo y entrar, como el
Krisnamurti indio, por el camino del rezo y la pobreza.
Los manuscritos orientales, y las obras impresas dicen que la piara
era de onagros o asnos salvajes, pero este animal no ha existido nunca
en la Península Ibérica y es propio del Asia Menor. Seguramente eran
reses vacunas, en las que tan famosa ha sido esta comarca en todos los
tiempos.
Es imposible seguir, ni aún lejanamente la vida de este místico ilu-
minado, que ve al Profeta Mahoma por las calles de Sevilla, que en en-
fermedades y muertes de parientes y amigos no ve más que apariciones
y fenómenos extraños y avisos del cielo y conversa con todos los profe-
tas verdaderos desde Adán, pasando por Musa, el Moisés de los hebreos,
y por Issa, nuestro Jesucristo, hasta el propio Mahoma. Recorre España
como peregrino errante y pobre, salta el Estrecho varias veces, peregri-
na a la Meca, está en Túnez y Egipto. Un reyezuelo de Anatolia, que sale
a recibirlo, le regala un palacio, pero él se lo regala a su vez al primer
pobre que le pide limosna.
Realmente toda su familia procedía así. Un tio materno fue rey en
Tremecén. Se llamaba Yahia ben Yogán. Paseando con lucido séquito por
las afueras de la ciudad, se cruza con un piadoso anacoreta, y tras una
mística conversación, baja del caballo, se despoja de las icas vestiduras,
ordena a los asombrados cortesanos que anuncien al hijo su abdicación,
y se dedica al ayuno y la ascesis. Cuando sus antiguos súbditos se cruza-
ban con él por los caminos polvorientos, andrajoso y descalzo, llevando
su haz de leña al morabito, lloraban en silencio, absortos ante aquella
piedad.
Pero no sigamos. En sus obras se espigan estos hechos sobrenatura-
les a centenares. Constituyen verdaderos tratados de mística iluminada
y de éxtasis sobrenaturales, entre muchísimas gentes. Los ha vulgarizado
en nuestros tiempos el gran maestro del arabismo español don Miguel
Asin, quien considera a este personaje como un antecesor de los grandes
místicos españoles del siglo de Oro, pero de religión musulmana.
Sus obras están editadas en los paises árabes y traducidas a muchas
lenguas europeas. El Instituto francés de Damasco acaba de editar una
voluminosa obra endos tomos, que es solamente una historia y clasicica•
ción, así se titular, de la obra de Ibn Arabí, por Osman Yahia, como con-
tribución científica al centenario del gran místico, el primero del mundo
musulmán.
178 Varia Arábico-Cordobesa
NOTAS
* * *
Varia Arábico-Cordobesa 185
Valencia, 1965
CONFERENCIAS
Don Manuel Salcines, don Luis Mardones, don Rafael Castejón y don Manuel
Ocaña, conferenciantes de temas árabes en la Academia Sindical
De todos modos este capitel, incluso por la doble hilera del ábaco,
según Gómez Moreno, puede estar en la línea de los tallados en
tiempos de Abderramán II, según nuestra opinión
Madurell Marimon, José María: La Aljaferia Real de Zaragoza, no-
tas para su historia. "Hispania", octubre 1961.
Martín Duque, Angel. El inglés Roberto traductor del Corán, estan-
cia y actividades en España a mediados del siglo XII. "Hispan ia", octu-
bre 1962.
Elorduy, Eleuterio. La tradición jacobea de Galicia en el siglo IX.
"Hispania", julio 1962.
Ubieto Arteta, A. La redacción "rotense" de la Crónica de Alfonso
III. "Hispania", enero 1962.
H. Terrasse. Les traditions romaines dans l'art musu'man d'Espagne.
"Revue Hispanique", Bordeaux, 1963, 3-4, 199.
Navascués yde Palacio, Jorge. Una joya del arte hispano-musulmán
en el camino de Santiago. "Príncipe de Viana", Pamplona, 1964, n.° 96-97.
Declara el autor que es un avance de estudio de la arqueta que pro-
cedente del Monasterio de Leire guardaba la Catedral de Pamplona,
y ha sido adquirida por aquella Diputación Provincial para un futu-
ro Museo de Navarra. El autor ha desmontado y limpiado la famo-
sa arqueta, y hace un estudio esquemático de la leyenda principal,
de los artistas y otras leyendas, de la que considera la más esplén-
dida y completa del arte hispano-musulmán. Aparte el estudio ar-
tístico y epigráfico, de mucho interés este último, por cuanto en-
mienda ciertos errores, identifica un letrero esencial que lee. "Está
hecho por Faray y sus discípulos", cuyos nombres igualmente apa-
recen, constituyendo ello algo inédito en la historia del arte hispano
musulmán, lo esencia es que identifica los personajes principales
como retrato del Califa Hixem II, el uno, y de su primer ministro
Abdelmélik, el otro, interpretando las escenas como fiesta al aire
libre, sobre todo lo cual promete un estudio más detallado y cien-
tífico.
Miguel Muñoz Vázquez. Los baños árabes de Córdoba. Sep. de "Al
Mulk", 2, 1963, Córdoba.
Brisch, K. Zu einer Gruppe von islamischen Kapitellen und bassen
des 11 Jahrhunderts in Toledo. "Madrider Mitteilungen", 2, 1961.
Caskets from Córdova, por John Beckwith. Victoria and Albert Mu-
seun. London, 1960. 72 pp., 33 láminas.
Es un índice de las obras salidas de los talleres de eboraria califa-
les y las de su continuación en Cuenca.
Bibliografía 209
ziani e Genovesi nel Marocco del sécolo XVIII, di Enrico de Leone; otros
artículosc e información italo-árabe.
Miscelánea de Estudios Arabes y Hebraicos. Universidad de Grana-
da. 1962. Volumen XI.
Fascículo I: Nuevos documentos sobre la filosofía de Al Kindi, por
-