Nodrizas YAmas de Cria Mas Alla de La Lactancia Materna
Nodrizas YAmas de Cria Mas Alla de La Lactancia Materna
Nodrizas YAmas de Cria Mas Alla de La Lactancia Materna
Wet Nurses.
Beyond Mercenary Lactation ISSN 1 989-7022
RESUMEN : La lactancia con nodriza o ama de cría ha sido una práctica ABSTRACT: Wet nursing has been a common practice in many cultures
común en muchas culturas y sociedades, generalmente relacionada and societies, usually related with stratification and social inequality.
con la estratificación y con la desigualdad social. El poder político o Political or economic power of some families made it possible to hire
económico de algunas familias hacía posible contratar u obligar a or force other women to feed their children, as a result of which aro-
otras mujeres a alimentar a sus hijos, surgiendo así la figura de la no- se the figure of the wet nurse, which will be responsible for feeding,
driza, que será responsable de la alimentación, cuidados y educación care and education of the child during the first years of life. Its prac-
del niño durante los primeros años de vida. Sus prácticas fueron ob- tices were the subject of attention by legislators, philosophers and
jeto de atención por legisladores, filósofos y médicos, desde la anti- physicians, from antiquity until our days, being extolled by some and
güedad hasta nuestros días, siendo ensalzadas por unos y criticadas criticized by others. Wet nurses’ services were demanded above all
por otros. Sus servicios fueron demandados, sobre todo, por las cla- by the wealthy social classes and also by the more modest, in some
ses sociales acomodadas, y en ocasiones por las más modestas; en cases on a whim and others out of necessity. The reasons for being a
unos casos por capricho y en otros por necesidad. Las razones para wet nurse have been related with women’s individual factors and the
ejercer como nodriza han estado relacionadas con condicionantes in- sociocultural context in which were developed. These reasons have
dividuales de cada mujer y el contexto sociocultural en que se desa- been servitude and slavery, poverty, gender inequality or Christian
rrollaban, como han sido la servidumbre, la esclavitud, la pobreza, la charity.
desigualdad de género y la caridad cristiana.
PALABRAS CLAVE: lactancia materna, nodriza, ama de cría, representa- KEYWORDS: breastfeeding, wet nurse, social representations, social
ciones sociales, desigualdad social inequality
1 . Introducción
Nodriza y ama de cría han sido los términos utilizados indistintamente en castellano para
denominar a la mujer que amamanta a un hijo ajeno. Aunque el significado sea el mismo,
su origen etimológico es diferente. El término nodriza proviene del latín nutrix (alimenta-
En Massó Guijarro, Ester: Mamar: mythos y lógos sobre lactancia humana.
dora) que evolucionó hacia “nutrice” y más tarde a “nodriza”. El origen de ama es proba-
ble que haya sido una adaptación del término amma, un antropónimo indígena de la
Celtiberia prerromana cuya base es am(m)a; sonido derivado del balbuceo infantil y que
“Nodrizas y amas de cría. Más allá de la lactancia mercenaria”.
ILEMATA. Revista Internacional de Éticas Aplicadas, nº 25, 37-54
era utilizado para denominar a la madre o a la mujer que amamantaba a un niño; es posi-
ble que sobreviviera a la romanización, pasando a través de las lenguas romances al cas-
tellano como ama de leche o ama de cría (Corominas i Vigneaux, 1 987, 46; De Hoz Bravo,
201 0, 1 76). Algunas estelas funerarias hispanorromanas, de los siglos I y II d.C., nos mues-
tran la utilización del término amma como nodriza, y también como nombre propio fe-
menino, y como divinidad indígena consagrada a las madres y a la fertilidad (Albertos
Firmat, 1 984, 39; Hernádez Pérez y Siles Ruiz, 201 2, 92; Del Hoyo Calleja, 1 998, 366).
A finales del siglo XVIII comenzó a utilizarse el término amas mercenarias para refe-
Rodríguez García, Rita (201 7):
rirse a las amas de cría (Iberti y Lopéz, 1 785; Bonélls , 1 786), introducido a través de
los tratados de lengua inglesa en los que se utilizaban los términos mercenary lac-
tation y mercenary wet nurse. En el siglo XIX se institucionalizó en los círculos aca-
démicos, en la prensa y en la literatura la utilización del término lactancia
mercenaria, mientras que en el lenguaje coloquial continuó utilizándose el de lac-
tancia con nodriza o ama de cría.
Received: 30/04/201 7
Accepted: 1 2/05/201 7
Rita Rodríguez García
2. Fisiología de la lactancia
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leche, el pecho no se vacía de forma completa y frecuente, los niveles de esta proteína se
elevan, provocando la disminución de la producción láctea o la inhibición de la misma
(Wilde et al., 1 988; Martín-Calama Valero, 2009).
La composición, el aspecto y la cantidad de la leche materna varían a lo largo del perio-
do de lactancia. Durante los cuatro primeros días, y hasta que sube la leche, se produce
el calostro en pequeñas cantidades (unos 2-20 ml/ toma); un líquido amarillento y espe-
so que se adapta a las necesidades del niño en ese momento (Temboury, 2004). La
composición y propiedades del calostro son específicas de cada especie animal, resul-
tando de suma importancia su ingesta por el recién nacido, ya que es de fácil digestión
y tiene un efecto laxante que estimula evacuación intestinal. El calostro es rico en anti-
cuerpos específicos, confiriendo al niño una protección contra algunas enfermedades
con las que la madre haya tenido contacto, y por lo tanto su ingesta puede ser un factor
importante en relación con su supervivencia. Como es obvio, los calostros sólo se ingie-
ren cuando el niño toma la leche de una mujer recién parida, sea su madre natural o una
madre sustituta.
Tras la subida de la leche, se comienza a producir la leche de transición o leche joven,
con más contenido en calorías, lactosa y grasa que los calostros, que va sufriendo va-
riaciones hasta convertirse en leche madura a los partir de los quince días posparto
(García López, 201 1 , 224). La succión frecuente y vigorosa del lactante será imprescin-
dible para mantener la producción de leche materna y sus características durante las
diferentes etapas del periodo de lactancia (Quintero Romero, 2001 ; Martín-Calama
Valero, 2009).
3. Entre la naturaleza y la cultura
En los animales mamíferos, tras el parto, el amantamiento se establece de forma ins-
tintiva por el tándem madre-cachorro. Sin embargo, en el ser humano el proceso de la
lactancia se construye según las normas y los valores culturales específicos de un con-
texto histórico y social determinado. La mujer/madre ha de aprender a amamantar al
recién nacido dentro del sistema de representaciones sociales del grupo al que perte-
nece o con el que se identifica, siendo esta perspectiva uno de los factores que más
determinan el proceso de la lactancia humana en relación con el inicio, la duración y el
destete. La retroalimentación entre los factores hormonales (prolactina y oxitocina),
los factores físicos (succión y vaciamiento de la glándula mamaria) y los factores cul-
turales (costumbres y creencias) será fundamental para el desarrollo del proceso de
lactancia en el ser humano.
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mujer que haya parido producirá leche y podrá amamantar. Por este motivo, es funda-
mental tener presente que las prácticas de la lactancia siempre están relacionadas con el
proceso reproductivo (biológico y sociocultural) de una mujer/madre. Sin embargo, a lo
largo de la historia han existido circunstancias por las que una mujer no podía o no quería
amamantar a sus hijos. En ocasiones la lactancia era imposible por enfermedad o muerte
materna, y en otras concurrían circunstancias que la dificultaban, como eran el flujo de
leche insuficiente, las mastitis o las malformaciones del pezón. También existían mujeres
o familias que no querían invertir tiempo y esfuerzo en el amamantamiento, por conside-
rarlo una práctica que podía ser realizada por otra mujer de menor rango social, lo cual
permitía a la mujer reiniciar un nuevo ciclo reproductivo o, dedicarse a las actividades u
entregó a su hijo a una nodriza y no pagó las raciones acordadas por los tres años que du-
ró la lactancia, y en el Código de Hammurabi se dispone el castigo que merecía una nodri-
za si el niño encomendado moría, y se descubría que la causa era que amamantaba a otro
niño a la vez; el castigo consistirá en cortarle uno de los pechos.
En el Antiguo Egipto, el amamantamiento por la propia madre le hacía merecedora del
respeto y de la estima de la sociedad, al considerarse su leche como la fuente de vida in-
dispensable para la supervivencia. Si la madre no podía o no quería amamantar al recién
nacido, recurrir a una nodriza era una práctica que contaba la aprobación social; siendo
las clases sociales altas, como es obvio, las que más recurrían a esta forma de lactancia.
Las prácticas de las nodrizas egipcias fueron recogidas en los antiguos tratados médicos,
como en el papiro de Ebers (siglo XV a.C.); en él se indican consejos para examinar la cali-
dad de la leche, y también instrucciones para aumentar la producción de leche de la no-
driza (Juaneda, s.f). Convertirse en nodriza real confería un alto rango y un gran prestigio
para la mujer y su familia; estas nodrizas eran frecuentemente inmortalizadas en las pa-
redes de las tumbas de sus hijos de leche, como signo de gratitud y de reconocimiento.
También se hace referencia a las nodrizas en el Antiguo Testamento, donde aparecen co-
mo siervas o esclavas destinadas a la crianza de los niños de familias hebreas acomodadas.
En la historia de Moisés, rescatado de las aguas del Nilo por la hija del faraón, se hace re-
ferencia a la necesidad de buscar una nodriza para amamantarle; esta función recaerá en
su madre natural, que a ojos de todos tan sólo era una mujer hebrea que le amamantaría y
le cuidaría durante dos años (Éxodo 2:7-9). También en el Corán se hace referencia explíci-
ta a la figura de la nodriza en la crianza de un niño, siempre que los padres estén de acuer-
do y la mujer contratada reciba un salario acorde a las costumbres del lugar (Corán 2: 233).
Es posible que el tratamiento de las nodrizas en la tradición musulmana se encuentre rela-
cionado con el hecho de que el profeta Mahoma fue amamantado y cuidado por su nodri-
za beduina Halima , a la que fue encomendado por su madre siguiendo la tradición de las
familias acomodadas de la Meca, que enviaban a sus hijos a criarse a las montañas del de-
sierto para que fueran educados en la tradición árabe (Cansinos Assens, 2006).
La China Imperial ha sido la civilización milenaria más antigua y compleja que ha logrado
sobrevivir hasta el siglo XX. La existencia de documentos escritos hace 3.500 años, con un
registro metódico de la organización y de la administración palaciega, ha permitido cono-
cer la importancia que tenían las nodrizas en la crianza de los príncipes y de los hijos de
los nobles. Según Hua (201 4, 242-248), en la corte china, las relaciones de los herederos
del emperador con la madre natural solían ser escasas y distantes, en contraste con la es-
trecha intimidad y familiaridad que podía establecerse de por vida con la nodriza. El ori-
gen de la nodriza (madre de leche) fue variando en las distintas dinastías, teniéndose en
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educación infantil. Aunque en ocasiones procedía de clases plebeyas y en otras eran es-
clavas, lo habitual era que la lactancia de los príncipes imperiales fuera encomendada a
alguna concubina de la corte o a la esposa de un alto funcionario imperial, cuyos hijos
eran amamantados por otras nodrizas de menor estatus. Las nodrizas solían gozar de un
estatus superior al del resto del personal doméstico de la corte y eran recompensadas en
vida de forma suntuosa por su dedicación y por su lealtad, e incluso de forma póstuma
con la celebración de rituales funerarios de alto rango y la concesión de un epitafio por el
que sería recordada a través de los tiempos. Las recompensas y honores recibidos por la
nodriza solían hacerse extensibles a sus parientes cercanos, del mismo modo que el casti-
go si caía en desgracia.
de los casos tras haber criado a su propio hijo, se destinaban a amamantar al hijo de su
señor, existiendo ocasiones en las que la esclava era comprada o alquilada a otro amo
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con dicha finalidad. También existieron mujeres libres que entraban al servicio de una fa-
milia mediante un contrato de crianza, en el que establecía su duración y las condiciones
del mismo (Martínez García, 2007, 27).
En Esparta, en tiempos de Licurgo (VIII a. C), las madres y las nodrizas sometían a los ni-
ños, desde la más tierna infancia, a una férrea disciplina con el objetivo de hacerles fuer-
tes y capaces de soportar una vida dura y llena de privaciones. Por ello las siervas y
esclavas espartanas gozaban de gran fama, siendo demandadas en muchos lugares de
Grecia y de Roma como nodrizas (Plutarco, 201 6, 1 1 9). Es posible que algunas mujeres es-
partanas de alto linaje amamantaran a sus hijos, pero no debía de ser lo más habitual, se-
gún las referencias que conocemos a través de Plutarco sobre la educación infantil y la
rigidez en las costumbres.
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Las referencias a los pueblos indígenas prerromanos de la Península Ibérica son la his-
toriografía grecolatina y los estudios arqueológicos realizados desde principios del si-
glo XX. Historiadores y geógrafos como Hecateo de Mileto, Herotodo, Estrabón,
Ptolomeo, Polivio o Tito Livio describieron a los pueblos de Hispania, obviamente desde
la perspectiva etnocéntrica del clasicismo grecorromano (Ferrer Albeda, 1 995). Los da-
tos históricos que nos proporcionan son insuficientes para conocer la vida cotidiana de
sus gentes, pero excepcionales para advertir su alto nivel de complejidad y desarrollo
social. Un ejemplo fue el pueblo de Tartessos (XII-V a.C.) que, según los historiadores ci-
tados, poseía señas de identidad y rasgos culturales análogos a otros pueblos de la an-
tigüedad mediterránea, como Chipre, Grecia o Etruria, con una sociedad jerarquizada y
Tras la invasión musulmana de gran parte del territorio peninsular en el siglo VIII, sus cos-
tumbres y sus creencias fueron adoptadas o asimiladas por una parte importante de la
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población conquistada. Las referencias a las nodrizas en Al-Ándalus son frecuentes en los
textos jurídicos y religiosos y en los tratados médicos relacionados con la crianza y la par-
tería (Arroñada, 201 1 ). El Islam aportó un nuevo enfoque sobre la crianza, ya que priori-
zaba el bienestar y la salud del niño como futuro miembro de la sociedad musulmana. Las
prácticas sobre la lactancia materna y sobre la utilización de la nodriza (murdi) en al-Án-
dalus tenían una base religiosa que alentaba, pero no obligaba, a las propias madres a
criar a sus hijos, siendo posible contratar una nodriza si los padres estaban de acuerdo y
se lo podían permitir económicamente. El amamantamiento a través de una nodriza, para
el Islam, va más allá de un simple hecho biológico, afectivo o asalariado, al asimilar el pa-
rentesco de leche al parentesco biológico y prohibir el matrimonio entre los individuos
que se relacionan directamente a través del mismo, al margen de que sea una actividad
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solidaria o remunerada (Balkrishan, 201 3, 32). Ser nodriza en al-Ándalus fue una práctica
importante y reconocida socialmente, desarrollada tanto por mujeres libres como por es-
clavas domésticas. Se acudía a una nodriza cuando la madre había fallecido o estaba en-
ferma, y también cuando por su condición social no deseaba amamantar al niño (Vidal
Castro, 201 6). Las condiciones para elegir una buena nodriza eran similares a las enume-
radas por los clásicos griegos y se relacionaban, sobre todo, con las creencias religiosas,
la edad, las buenas costumbres y la abstinencia sexual (González Hernando, 201 0, 1 07;
Cabanillas Barroso, 201 2).
En los reinos cristianos de la Edad Media, acudir a los servicios de una nodriza fue, funda-
mentalmente, una costumbre relacionada con la crianza de los príncipes y los infantes.
Las clases nobles y acomodadas acudían a la crianza con nodriza si la madre no tenía sufi-
ciente leche, estaba enferma o había fallecido. En las clases humildes, las penurias eran
tan grandes y las posibilidades de subsistencia tan escasas, que si la madre no podía ama-
mantar se recurría al abandono, a la venta del menor o al infanticidio, a pesar de que di-
chas prácticas habían sido denunciadas desde el Primer Concilio de Toledo (589) y
penadas duramente por la Lex Visigothorum (Arroñada , 201 1 , 239). Un niño de clase hu-
milde tenía escasas posibilidades de sobrevivir si su madre no podía darle de mamar, ya
que lactar a un niño ajeno significaba, para la mujer que lo hacía, restar posibilidades de
supervivencia al propio.
La creencia clásica de la transmisión a través de la leche de las características físicas, mo-
rales o religiosas de la mujer que amamantaba al niño fue común entre cristianos, musul-
manes y judíos, por lo que frecuentemente se trató de evitar que la nodriza fuese de
distinta religión a la del niño. En los reinos cristianos, la convicción de la transmisión del
linaje del ama de cría a través de la leche fue especialmente importante en la elección de
la nodriza de los príncipes, que debía recaer sobre una mujer de familia ilustre, cercana y
leal a la casa real, pero sobre todo sin una gota de sangre infiel. La crianza y educación de
un futuro heredero era una cuestión de política de estado, a la que se daba respuesta
dentro de un sistema de representaciones específicas. Reinas y princesas tenían como
misión principal engendrar y parir muchos herederos de alto linaje, cuya crianza sería en-
comendada a una nodriza con el suficiente prestigio físico y moral que asegurase la su-
pervivencia del futuro heredero.
Las nodrizas de los hijos del rey o de los nobles que residían en la corte gozaban de pro-
tección especial mientras duraba la lactancia. En el reinado de Alfonso X, se establecía
pena de muerte para aquel que abusara sexualmente del ama mientras amamantaba a un
niño en la corte. El mismo castigo podía recaer sobre el ama de cría si el hecho había sido
consentido, o no había denunciado el delito y había seguido amamantando al niño a su
cuidado (Alfonso X, 1 836, 64). Las penas se relacionaban más con la traición a la casa real,
por corromper o ensuciar la leche a través del hecho sexual, que con el delito y el ultraje
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a la nodriza. En el libro de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, se mencionan las amas
de cría como una costumbre admitida y bien considerada para la crianza de los hijos de
los reyes. La elegida debía tener buena salud, ser bien parecida, tener buen linaje y bue-
nas costumbres (Alfonso X, 1 807, 45). El buen linaje del ama de cría venía dado por la no-
bleza de cuna durante generaciones, entendiéndose implícitamente que la elegida no
tendría resto alguno de sangre infiel (judía o mora). En el Fuero Viejo de Castilla se confe-
ría al ama de cría la legitimidad de representar al menor ante los tribunales. Si un niño su-
fría algún daño, no sería conjurado a declarar hasta cumplir los siete años,
correspondiendo su representación a su madre o a la nodriza que lo criaba (Jordán de As-
so y del Río y De Manuel y Rodríguez, 1 771 , 64).
las clases más humildes, la necesidad de salvar la vida del niño llevaba a los padres a bus-
car o contratar una mujer de cualquier religión que dispusiera de leche, a pesar del grave
castigo que podía suponer para ambas familias (Fuente Pérez, 201 1 ).
Tras la expulsión de los judíos en 1 492, el foco de atención sobre la limpieza de sangre, y
por supuesto, de leche, se centró en los conversos y en los moriscos, por lo que las amas
de cría de los niños de sangre azul se buscaban en lugares donde la población descendía
durante generaciones de cristianos viejos. La casa real de los Austrias y posteriormente la
de los Borbones, buscaron a las amas de cría en las dos Castillas y en el norte peninsular.
La selección era encomendada a los médicos de la corte con la suficiente antelación al
nacimiento de un infante. Se elegían varias decenas de amas para cada infante, unas se
convertirían en amas de pecho, otras de respeto o repuesto, y otras quedaban en situación
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de entretenidas, a la espera de que se pudieran necesitar sus servicios. Se las sustituía pe-
riódicamente, por prescripción médica, si el infante no ganaba peso, enfermaba o tenía
cólicos (García Barranco, 2007, 326,487). Fue durante el reinado de Fernando VII cuando
se seleccionaron nodrizas pasiegas para la crianza de la que sería Isabel II. La fama obte-
nida por estas nodrizas en la crianza de los infantes reales durante el siglo XIX, hizo que
fuesen muy solicitadas como amas para los hijos de la aristocracia y de la alta burguesía,
convirtiéndose en una imagen pintoresca en algunas ciudades; engalanadas con su traje
típico tradicional y con las joyas típicas de ama, que incluían corales, monedas y filigranas
de plata (Fraile Gil, 1 999; Herradón Figueroa, 2009).
Solo existen referencias a dos reinas consortes de España que amamantaron a sus hijos o
que lo intentaron. Esta transgresión de las austeras costumbres establecidas en la corte
sobre la lactancia de los infantes les hizo merecedoras de las presiones y de las críticas
palaciegas. Una de ellas fue María Victoria del Pozzo, esposa de Amadeo de Saboya, que
amamantó a sus tres hijos y se atrevió a dar el pecho a un niño encontrado abandonado
durante un paseo campestre con el rey (Mira Abad, 2007, 1 94); visto por unos como un
hecho de caridad o de solidaridad extraordinario, e inmortalizado por el pintor italiano
Sereno (Casalegno, 2003); y, para otros, como una excentricidad impropia de tan regia
dama. La otra reina fue Victoria Eugenia de Battenberg, esposa de Alfonso XIII, que inició
la lactancia de su primogénito, aunque por poco tiempo, ya que tuvo que ceder a las pre-
siones palaciegas y dejar la crianza del recién nacido en manos de un ama de cría pasiega,
como era la costumbre de la casa real española desde el reinado de Fernando VII (Zavala
Chicharro, 2009, 49).
La crianza con ama atravesó el límite de las casas nobles, convirtiéndose en una práctica
frecuente en las familias de artesanos o comerciantes, y a partir del siglo XVIII en las ca-
sas burguesas. La crianza por la madre biológica quedó relegada a una característica de la
gente humilde, y, por lo tanto, impropia de damas de clase acomodada. La institución de
la nodriza en la crianza de los niños, sin que concurrieran circunstancias de necesidad, dio
lugar a constantes críticas por parte de teólogos, moralistas, médicos y escritores (Gutié-
rrez Godoy, 1 629; Toquero Sandoval, 1 61 7; Bonélls, 1 786; Amar y Borbón, 1 790), que
veían en este tipo de lactancia la causa de muchos males físicos y morales de la infancia.
Algunos escritores de finales del XIX, como Pardo Bazán, Pérez Galdós y Unamuno, inclu-
yeron en sus novelas una crítica al sistema de nodrizas desde una perspectiva intelectual
acomodada. Sus referencias despectivas al ama de cría como “humana vaca o castillo de
carne” reflejan una imagen distorsionada de las mujeres que con humildad y resignación
dedicaban su leche y su tiempo a criar a los hijos de los ricos, por un salario modesto (So-
ler Muñoz, 201 1 ; Gómez, 201 6).
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los interesados: mesones, posadas, tiendas y plazas de mercado. También surgieron media-
dores particulares que ponían en contacto a las partes interesadas, y agencias especializa-
das en la contratación y el acomodo de amas (Fraile Gil, 1 999; Méndez Vázquez, 201 5). En
las zonas rurales y en las pequeñas ciudades, eran las redes vecinales, los curas, los médicos
o los maestros los que servían de enlace entre las familias y las posibles amas de cría. Los
periódicos y gacetas locales, desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XX, incluían un
apartado específico sobre demanda y oferta de nodrizas en la sección de anuncios por pa-
labras (Bolufer Peruga, 1 993, 256; Martínez Sabater, 201 4, 1 26-1 59; Rodríguez García,
201 6, 289). Se incluía información sobre la edad, la limpieza de sangre, el estado civil, los
meses desde el nacimiento del propio hijo, el lugar donde se pretendía realizar la lactancia
miento de los niños expósitos como una actividad de caridad cristiana; siendo realizada
por mujeres pobres de forma rotatoria, organizada a través de las parroquias. Otras razo-
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nes podrían estar relacionadas con la utilización de la lactancia de un expósito, como mé-
todo anticonceptivo, tras la muerte del hijo natural o como una forma de compensar la
frustración por su pérdida. Bolufer Peruga (1 993) describe el fenómeno de lactancia de li-
mosna en Valencia durante el siglo XVIII, y de forma similar Illantes Zubieta (2006) señala
la existencia de amas de cría en Barcelona durante el siglo XV, que no cobraban nada por
amamantar y cuidar de un niño del hospicio, en algunas ocasiones por “amor a Dios o ca-
ridad cristiana ”, y, en otras, para mantener o salvar la producción de leche, a la espera de
poder servir en alguna familia acomodada como nodriza.
Durante los siglos XIV y XV existía un pequeño grupo de nodrizas sin sueldo (Rubio Vela,
1 982; Illantes Zubieta, 2006), que eran esclavas al servicio de algunas familias. Era posible
que se encontraran a la espera del nacimiento del hijo de sus dueños o de ser alquiladas a
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otro amo para el mismo fin, y, mientras tanto, daban de mamar a un expósito para man-
tener el flujo lácteo. En ambas circunstancias, las esclavas no eran dueñas de su decisión,
sino que acudían al hospicio con el permiso o por el mandato de sus dueños. La elección
de la esclava para que se convirtiera en ama de cría fue en algunos casos, una estrategia
planificada por los amos con la anticipación suficiente a que se necesitasen sus servicios,
y que hacía necesario un embarazo, un parto e iniciar el proceso de lactancia, para poste-
riormente amamantar al hijo de sus dueños, o ser vendidas o alquiladas para tal fin (Ba-
llesteros Díaz, 2005, 61 ). Sus amos y señores no sólo eran dueños de su trabajo, sino de
su cuerpo, del hijo que nacía de su vientre y de la producción láctea.
La leche de nodrizas fue la que proporcionó la posibilidad de supervivencia de los niños ex-
pósitos, a pesar de la gran mortalidad que se producían entre ellos hasta épocas recientes en
los hospicios (Martín-Espinosa, Villena y Cobo-Cuenca, 201 6). Fue en dichos establecimientos
donde se aplicaba con más recelo la normativa sobre la edad de la mujer, el estado civil, la
edad del propio hijo y los exámenes de salud que debían realizarse (Loste Echeto, 1 954).
7. La explotación en ultramar: chichiguas indias y amas negras
Las representaciones sociales sobre las nodrizas viajaron al Nuevo Mundo, junto con las
familias españolas, durante el proceso de conquista y colonización. En los nuevos territo-
rios conquistados, la solución sería más difícil y dramática que en el territorio peninsular,
pues tan solo existía la posibilidad de solicitar u obligar a las mujeres indígenas para que
amamantaran a los hijos de los españoles. En algunas zonas de las colonias se utilizaba el
término náhuatl chichiguas para denominar a las mujeres indias que amamantaban a una
criatura ajena (Álvarez Aragón, 1 996; Hernández Morales, 201 1 ).
Al inicio de la conquista-colonización, los nativos fueron tratados como esclavos, condi-
ción avalada por su condición de cautivos de guerra, una de las tres causas por las que un
sujeto podía adquirir la consideración de esclavo según el libro de las Partidas de Alfonso
X. La grave crisis demográfica que sufrió la población nativa fue el origen de la prohibi-
ción en 1 542 de la esclavitud indígena por cualquier causa o motivo aunque, en realidad,
las prácticas abusivas mediante diversas formas de sometimiento forzado se mantuvie-
ron durante varios siglos (Von Mentz, 2007).
Los españoles instauraron en los territorios conquistados el sistema de la Encomienda,
por el que los indígenas eran encomendados a trabajar de forma forzada para los espa-
ñoles, que los cristianizarían y los tratarían dignamente. Uno de los trabajos más solicita-
dos fue el de las mujeres indígenas para servir como amas de leche, un servicio personal
forzoso que separaba a las madres indias de sus hijos para que alimentaran a los hijos de
las españolas y de las criollas. Fue tan grande el abuso que se produjo sobre las ma-
dres indígenas que muchos religiosos lo denunciaron insistentemente, lo que obligó a
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Felipe III a dictar una ley en 1 609 por la que ninguna india podría salir de su pueblo
para criar el hijo de un español si tenía el suyo vivo (Solís Robleda, 2003, 80). Sin em-
bargo, estas escandalosas prácticas forzosas continuaron en muchos lugares, siendo
denunciadas por curas como el de Campeche en la provincia de Yucatán durante 1 680
(Solís Robleda, 2003, 80), o el de Jocotenango en Guatemala en 1 797 (Álvarez Ara-
gon, 1 996; Webre, 2000). Las indias que estaban dando el pecho a sus hijos eran re-
clutadas en contra de su voluntad y con suma violencia en ocasiones, para criar en la
ciudad a los hijos de las españolas, quedando los suyos en situación de orfandad y
abandonados al cuidado de vecinos o familiares, lo que provocaba una gran mortali-
dad entre ellos por falta de alimento y de atención materna.
nuado, es posible que algunas mujeres en condiciones económicas precarias hubieran se-
guido amamantando niños ajenos, mientras les hubiera sido posible.
En la actualidad sabemos que la lactancia por la propia madre es la mejor alimentación
que puede recibir un recién nacido y, si no es posible, existe la opción de acudir a las fór-
mulas de leche adaptada que existen en el mercado. Para aquellos niños prematuros o
con necesidades especiales que no pueden ser alimentados por su madre y no toleran le-
ches de fórmula, existen en los países desarrollados los Bancos de Leche, una nueva di-
mensión de la lactancia solidaria. En ellos se recolecta la leche donada por algunas
madres de forma altruista, que tras ser analizada, procesada y conservada se pone a dis-
posición de aquellos servicios de pediatría que lo necesiten.
DILEMATA, año 9 (201 7), nº 25, 37-54
Agradecimientos
A Celia Montolio Nicholson por su inestimable ayuda en la corrección y comentarios a es-
te manuscrito.
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