Alice Luce Estudio de Las Evidencias Cristianas
Alice Luce Estudio de Las Evidencias Cristianas
Alice Luce Estudio de Las Evidencias Cristianas
Prefacio
2. La existencia de Dios
4. El evolucionismo
5. El silencio de Dios
(a) La naturaleza física que nos rodea. Por mucho que el ateo
quisiera negar la existencia del Creador, no puede negar el hecho
de que existe el universo. Queda, pues, bajo su responsabilidad
demostrar su afirmación de que esta creación llegó a existir sin
un Hacedor.
(b) La revelación de Dios que tenemos en la Biblia. El modernista
dice que manos humanas la compilaron, y que su autoridad es
igual a la de cualquier otro libro. A él le cabe la responsabilidad
de probar su afirmación, y para ello tiene que explicar cómo unos
cuarenta escritores viviendo en varios países distintos y
abarcando un período de alrededor de 1.600 años pudieron
producir 66 libros grandes y pequeños que reclaman ser
escrituras del mismo Dios, que nunca se contradicen, y que se
ajustan en un solo libro sagrado de tal modo que no se puede
sacar uno sin dejar incompleto el libro entero (véase la prueba de
eso en el capítulo 13).
―Las rocas, las montañas, los árboles, las nubes, los planetas, las
estrellas, y los soles, son hechos. El mundo que nos rodea es un
gran mundo de hechos; pero dentro de nosotros hay otro mundo:
nuestros pensamientos, sentimientos, actos voluntarios, y
nuestro propio sentido o conocimiento interior; en resumen,
nuestra personalidad humana, el mundo interior contrastado con
el exterior, es también un mundo positivo, puesto que conocemos
las cosas que nos rodean lo mismo que las que están dentro de
nosotros‖ (Mullins).
Así tenemos el mundo de la materia y el mundo del espíritu.
Vamos a examinar las teorías que los unen bajo distintas ideas.
Al comparar la Biblia con los libros que son venerados por las
religiones orientales, y también por las modernas, la razón inme-
diatamente reconoce la superioridad del libro de Dios,
rechazando a todos los demás como paja al lado del trigo
(Jeremías 23:28). La Biblia contiene la verdad y nada más que la
verdad, en tanto que otros libros religiosos, aunque tengan
algunas verdades, las han mezclado con muchas mentiras,
absurdos, disparates y errores.
(1) La teoría del fraude. Los jefes de los sacerdotes dieron mucho
dinero a los soldados de la guardia para propagar la teoría de que
sus discípulos hablan hurtado al cuerpo de Jesús y proclamado
que él había resucitado, sabiendo todo el tiempo que estaba
muerto.
Todos concuerdan en el hecho de que los discípulos estaban
completamente desesperados después de la muerte de Jesús, y no
hacían nada sino llorar y lamentarse. Ni siquiera tenían la idea
de que él se levantara de la tumba (con las posibles excepciones
de María su madre y María de Betania). No eran, por
consiguiente, capaces de ejecutar tal fraude, aun en el caso de
haber sido hombres malvados que quisieran engañar a otros. ¿Es
posible, acaso, que miles de personas sencillas, honradas y
veraces fuesen engañadas de esta manera y dieran sus vidas en
apoyo de un fraude semejante? ¡No! Lo que sucedió con ellos es
que sus lamentos fueron cambiados en regocijo y su
desesperación en una fe indómita porque le vieron vivo.
(2) La teoría del desmayo. Otros incrédulos dicen que Jesús no
murió sino que se desmayó en la tumba, en una condición de
sincope, hasta que fue revivificado por el olor de las especias y el
aire libre en el interior del sepulcro. Hemos probado ya que Jesús
murió en verdad, y los judíos dicen que en los ungüentos que
usaban para embalsamar los cuerpos había veneno fuerte; por
consiguiente, de ello habría muerto Jesús muy pronto, aun
cuando la lanza del soldado romano no le hubiese traspasado.
Cuando él salió triunfante del sepulcro, no estaba débil ni
desfalleciente, sino sano y fuerte, con su cuerpo glorificado, las
heridas sanadas, y las cicatrices como señales de la absoluta
identidad del cuerpo con el que fue colgado de la cruz.
(4) La teoría del espectro. Esta creencia falsa está en la raíz del
Ruselismo, que enseña que en verdad Jesús murió, y que su
cuerpo fue ―disuelto en gases", mientras que su espectro (y no
otra cosa) fue lo que se apareció a los discípulos. Nótese que su
cuerpo glorificado tenía carne y huesos, y que comía y bebía con
sus discípulos (Lucas 24:30, 37-43; Hechos 10:41).
(5) La teoría del mito. Los que la apoyan creen que Jesús murió y
quedó muerto, pero que se suscitaron mitos entre los que le
amaban, cuentos de que había resucitado, en los cuales no hubo
verdad alguna. Para contradecir esta falsedad, podemos
demostrar que los discípulos no esperaban su resurrección, sino
que estaban en suma tristeza y desesperación. Lo que les
convenció y les quitó toda duda, fue la vista del mismo Jesús en
su cuerpo glorificado (Juan 20:24-29; 2 Pedro 1:16).
¿Qué aconteció con el cuerpo de Jesús? Es claro que, ora fue
retenido por los discípulos o fue entregado a los judíos, si es que
se niega que se levantó vivo de entre los muertos. Si los dis-
cípulos lo retuvieron en secreto, al mismo tiempo que
proclamaban que había resucitado, eran impostores; deducción
que queda refutada por toda la historia. Si lo retuvieron los
judíos, ¿por qué no lo exhibieron como evidencia en contra de la
proclamación de los cristianos de que él había resucitado?
CAPÍTULO 12
LA EVIDENCIA DE LA
PROFECÍA
(1) Debe ser una revelación tal del porvenir que ninguna
sabiduría ni previsión humana hubiera podido acertar. (2) Debe
ser tan detallada que excluye la posibilidad de la conjetura. (3)
Debe ser clara y libre de vaguedad. (4) Debe haber bastante
tiempo entre la predicción y su cumplimiento, para excluir la
posibilidad de impostura.
Todos estos requisitos son cumplidos en las profecías de la
Biblia. Tómese por ejemplo la profecía de Isaías 44:28: ―Que dice
de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a
Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado.‖
Debemos acordarnos de que estas palabras fueron escritas por
el profeta Isaías, que vivía en Jerusalén en el tiempo cuando
Asiria, y no Babilonia, dominaba el mundo. Babilonia era en
aquel entonces una provincia del imperio de Asiria; y en el
tiempo de Isaías el reino de Israel fue llevado cautivo por Asiria.
Sin embargo, Isaías predica en muchas partes el ascenso de
Babilonia al dominio mundial, y el hecho de que el reino de Judá
iba a ser cautivo, no en Asiria sino en Babilonia. Estúdiese bien
el contexto del verso que hemos citado, y todo el capítulo 48.
Se verá que esta profecía cumple con el requisito (1) porque
Isaías no habría podido adivinar que Asiria sería seguida en su
dominio por Babilonia, que ésta llevaría cautivos a los judíos, que
Babilonia sería a su turno conquistada por los persas, cuyo rey
Ciro proclamaría libertad a los cautivos judíos, ni que ellos
reedificarían su templo y su ciudad. Cumple con el requisito (2)
porque sus detalles son tan claros que no dejan lugar a dudas, y
tan sorprendentes que ningún judío los pudiera inventar. Cumple
también con el requisito (3) porque no hay nada de vaguedad. A
una nación contenta bajo el gobierno del piadoso rey Ezequías,
predice que irá en cautiverio, no a Asiria sino a Babilonia, que su
templo y su ciudad capital serán destruidos, y que un gran rey,
que dominará a Babilonia, proclamará libertad a los judíos.
Cumple la profecía con el requisito (4) porque pasaron ciento
cincuenta años antes del cumplimiento. No fueron los judíos a los
cuales hablaba Isaías, sino sus hijos y sus nietos los que vieron
con sus propios ojos todos los acontecimientos profetizados. Todo
fue escrito por la inspiración del Espíritu de Dios, y todo se
cumplió al pie de la letra. Conforme a la tradición judía, el
profeta Isaías fue aserrado por Manasés, el hijo de Ezequías
(Hebreos 11:37), y eso aconteció cuando Babilonia estaba
levantándose al lugar de dominio universal. Así fue como el pro-
feta mismo, a pesar de ver cumplirse muchas de sus profecías,
murió antes de la conquista y destrucción de Jerusalén, y nunca
vio la vuelta del cautiverio.
El valor de la profecía en las evidencias supera al de los
milagros por tres razones: (1) No se deriva el testimonio de los
que en otros días vieron el milagro, sino que podemos ver el
cumplimiento de la profecía con nuestros propios ojos. (2) El
testimonio de los milagros no se puede aumentar en fuerza,
mientras el de la profecía se aumenta todo el tiempo con nuevos
cumplimientos. (3) Hay milagros (por ejemplo, la conversión de
un alma) que tan sólo pueden ser apreciados por un cristiano,
mientras que el cumplimiento de la profecía es comprendido
tanto por los incrédulos como por los creyentes.
Debemos ahora considerar el conjunto de las profecías en el
Antiguo Testamento, su cumplimiento en las dos venidas de
Cristo, y la historia de los judíos. El judío es el milagro de la his-
toria, y sólo por el cumplimiento de las profecías acerca de su
nación se puede explicar su presencia y su condición en el mundo
de hoy. Cuando un gran rey de Europa preguntó a su capellán:
―¿Puedes darme en una palabra una prueba de la religión
cristiana?‖, este último respondió: "El judío es la prueba.‖
Alguien ha dicho que "los judíos son la encarnación viva de un
propósito divino y el cumplimiento de la profecía, pero hacen
más: acentúan y singularizan lo sobrenatural y la naturaleza
anti-judía y anti-evolucionaría de la fuerza con que ellos chocaron
en el cristianismo primitivo‖.
Si usted estudia todas las profecías del Cristo venidero en el
Antiguo Testamento, verá que la mayor parte fue cumplida al pie
de la letra cuando él vino al mundo la primera vez. Los detalles
de su nacimiento virginal, su manifestación a los gentiles, su
ministerio terrenal, su muerte expiatoria, su resurrección y
ascensión en gloria; todo fue predicho de una manera tan clara
que el hombre reverente no puede dudar el valor de la profecía
como evidencia cristiana.
Es preciso trazar el desarrollo de la profecía como una parte
del tratamiento de Dios con los judíos, y ver cómo él las estaba
educando y enseñando en preparación para la llegada del Mesías
prometido. ―La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo‖
(Gálatas 3:24). Jesús no fue el resultado de una evolución del
sistema judaico, sino que vino por encima de él desde arriba, y lo
triste es que los judíos, a quienes Dios Padre había estado
educando por tantos siglos, no reconocieron a su Mesías, sino que
lo rechazaron y crucificaron.
Pero el ojo de fe puede ver en Jesús el cumplimiento supremo
de las profecías y del plan de Dios para la salvación del hombre
pecador. Él es la corona de todo.
―Algo de Dios está manifestado en las leyes mecánicas de las
estructuras inorgánicas; algo más en el crecimiento y flexibilidad
de las formas vitales de la planta y el animal; algo más todavía
en la razón, la conciencia, el amor y la personalidad del hombre.
―Ahora desde el punto de vista cristiano, la revelación de Dios,
la manifestación de las cualidades divinas, llega a su clímax en
Cristo. Dios ha expresado en la naturaleza inorgánica su in-
mensidad, su poder, y su sabiduría; en la naturaleza orgánica ha
manifestado también que está vivo; y en la naturaleza humana
ha dado una vislumbre de su mente y su carácter. Ninguna de
estas primeras revelaciones está abrogada en Cristo; no. al
contrario, están reforzadas y reafirmadas; pero llegan a su
complemento en la exposición más plena del carácter divino, la
personalidad divina, el amor divino‖ (Gore).
CAPÍTULO 13
LOS ESCRITORES
DEL ANTIGUO TESTAMENTO
(1) Que no era impostor, porque no existe motivo alguno para que
él emprendiese tal impostura, tampoco hubiera podido lograr el
intento por los métodos que él usaba. Recordemos que:
(a) Una impostura se motiva por una esperanza de
ganancia o por la satisfacción de algunas pasiones; y no
hubo tales motivos en Saulo.
(b) Una impostura tan tremenda no hubiera podido ser
efectuada por un solo hombre, teniendo en contra la política
y el poder del magistrado; el interés, la reputación y la
sutileza de los sacerdotes; los prejuicios y pasiones del
pueblo; y la sabiduría y orgullo de los filósofos.