Nuestro Destino 21-30

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decir que van a suceder algunas cosas que Dios ha escogido no dejarnos saber por

adelantado. Hay sorpresas por delante que son parte tan real de su plan como las que ya
nos ha revelado.

EL IMPACTO DEL FUTURO SOBRE EL PRESENTE


En realidad, al recorrer la Biblia vemos que Dios está mucho más interesado en decirnos
su voluntad para la vida presente que en darnos todos los detalles del futuro. Toda la
Escritura inspirada que Dios no ha dado es «útil para enseñar, para reprender, para corregir
y para instruir en la justicia, a n de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado
para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17). Las «preciosas y magní cas promesas» de la
Biblia nos son dadas para que «luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo
debido a los malos deseos [o lujuria], llegue[mos] a tener parte en la naturaleza divina» (2
Pedro 1:4).
Por ejemplo, cuando Isaías predijo cómo las naciones un día buscarían al Señor, deseando
su instrucción, dijo: «¡Ven, pueblo de Jacob, y caminemos a la luz del SEÑOR!» (Isaías 2:2-5).
En otras palabras, puesto que todas las naciones un día vendrán, con certeza a Israel, en
lugar de actuar como la vieja naturaleza de Jacob, deberían aprovechar su oportunidad
presente. Dios quería que vivieran en comunión con él en el presente. Isaías estaba así
trayendo el futuro no para satisfacer la curiosidad de ellos, sino para retarlos a la santidad
y a un crecimiento y madurez espiritual.
Las enseñanzas de Jesús en cuanto al futuro también tienen el propósito de ser un reto
para nosotros. «No son especulaciones sobre el n, ni visiones para fascinar la curiosidad
ociosa. Fueron enseñanzas sobre fidelidad hasta el fin, firmeza, valor, servicio y amor».45
Juan nos presentó el mismo reto cuando declaró que cuando Jesús vuelva seremos como
él es, es decir, seremos transformados a su semejanza con cuerpos transformados y
glori cados. Después, Juan dijo: «Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se puri ca a sí
mismo, así como él es puro» (1 Juan 3:2-3). Este reto a una vida santa sigue siendo la
principal razón para predicar y enseñar lo que la Biblia dice en cuanto a las últi-mas cosas,
o los tiempos del fin.
Este interés por la santidad, pureza, santidad y justicia es la principal razón para escribir
este libro. Ninguna enseñanza de la Biblia es más controversial que la de la profecía y los
tiempos del n. Las diferencias de opinión abundan. Personas buenas, que han nacido de
nuevo, que aman a Jesús, creen en la Biblia como la Palabra inspirada e infalible de Dios,
dedicados a la adoración y la alabanza, con frecuencia tienen diferencias serias en este
aspecto.46
Pero estas verdades son demasiado importantes como para que el creyente las descuide.
Todos, de una manera u otra, somos como los Tesalonicenses que «se convirtieron a Dios
dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a
quien resucitó, que nos libra del castigo venidero» (1 Tesalonicenses 1:9-10). Lo que Dios
hizo en y por la vida, muerte y resurrección de Jesús es el sólido cimiento tanto de la fe
como de la esperanza.47
Sin embargo, las diferencias de interpretación no deben impedirnos tener comunión unos
con otros en Cristo. Tampoco las di cultades de interpretación deben impedirnos estudiar y
predicar las verdades de la escatología. Como W. A. Whitehouse destacó: «Para que por el
Espíritu del creyente humilde sea alimentado de las palabras y obras de Jesús (y esto, con
certeza, en la sustancia de la predicación efectiva), entonces la hebra y trama escatológica
de estas palabras y obra» debe llegar a ser parte de nuestro pensamiento en este día
moderno.48 Algo en lo que podemos convenir es esto: la Biblia presenta una segura
esperanza para los creyentes, una esperanza que no nos defraudará (Romanos 5:5). Como
los ángeles les dijeron a los que vieron a Jesús ascender al cielo: «Este mismo Jesús, que ha
sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto
irse» (Hechos 1:11).

UNA GRAN NECESIDAD


El mundo necesita esta esperanza y necesita saber que nuestro Dios es el Dios de
esperanza. La sociedad moderna se ha hecho el centro de todo. Los que todavía conservan
la esperanza del progreso automático se han olvidado de que Dios es el Dios del futuro
tanto como del pasado. Al hablar de un nuevo orden por el cual esperan salvar al mundo de
sus problemas, se han separado del cimiento bíblico que les dio la esperanza y dirección,
porque fue la Biblia la que introdujo la misma idea de progreso. El resultado ha sido
explotación del medio ambiente junto con aumento en la pobreza, pecado y falta de
sentido; así como con el aumento del peligro de la autodestrucción.49 Los creyentes deben
ponerse rmes contra todas estas cosas. Al mismo tiempo, estas cosas llaman la atención a
otro lado del futuro. Vendrá un día, y debe venir, «cuando nalmente el mal quede abolido»
y «la justicia finalmente prevalezca».50
Nuestra esperanza, como la del antiguo Israel, está solo en Dios. No podemos depender
del progreso humano, o de la abundancia de información disponible ahora desde el punto
de vista humano. En medio de la corrupción presente de la sociedad necesitamos el poder
del Espíritu Santo, no solo para testi car de Cristo, sino también para hacernos abundar en
esperanza, sabiendo que Dios es el. El Dios que nos amó tanto que envió a su Hijo a morir
por nosotros nos ama lo su ciente como para proveer todo lo necesario para que
perseveremos hasta la misma gloria que está preparando para nosotros (Romanos 5:5-10).
De este modo, no nos va a faltar nada que necesitemos ahora y el gozo de nuestra salvación
será su ciente para contradecir las a rmaciones del comunismo, la psicología freudiana y
todo lo demás que intenta contradecir las buenas noticias del evangelio.51
Podemos estar seguros también de que Dios quiere que examinemos la Biblia todos los
días como lo hacían los bereanos (Hechos 17:11). El Espíritu Santo inspiró todas las
Escrituras (2 Timoteo 3:16-17) y quiere que nuestro estudio de la Biblia sea un deleite. Con
su ayuda podemos captar nociones de las verdades de la escatología y usarlas para animar
a otros y edificarlos en nuestra fe santa.
Como Stephen Travis destaca, «esta esperanza no es ilusión imaginaria … ni tampoco
escapismo». Es «un motivo poderoso para una vida cristiana positiva y el cambio social …
para cambiar nuestras vidas e in uir en la sociedad». 52 Aunque Satanás todavía es «dios de
este mundo» que «ha cegado la mente de estos incrédulos» (2 Corintios 4:4), ya es un
enemigo derrotado. Jesús, el Señor de gloria, «dio su vida por nuestros pecados para
rescatarnos de este mundo malvado» (Gálatas 1:4). Aunque la victoria nal todavía es
futura, su resurrección y el derramamiento de su Espíritu nos capacita para vivir «en un
nuevo plano» (Hechos 2:33; 5:32; Gálatas 4:3-7), y «la esperanza del retorno de Cristo pone
las cosas en una nueva perspectiva».53
Esperar implica trabajar (Mateo 24:45-51; Lucas 19:12-26), y nuestra esperanza da un
nuevo signi cado a todo nuestro trabajo, incluso el más mundano. Esperar también
signi ca pelear la batalla de la fe; la única buena batalla (2 Timoteo 4:7). Dios nos ha
provisto de una armadura que nos permite estar rmes y victoriosos contra todas las
artimañas del diablo (Efesios 6:10-18). Nuestra actitud, no obstante, debe ser diferente de la
de los que pelean las batallas del mundo; no tenemos que ser beligerantes, ni tenemos que
temer lo que el mundo teme. Con Cristo como Señor de nuestros corazones podemos dar
razón de nuestra esperanza, y podemos hacerlo «con gentileza y res-peto» (1 Pedro 3:14-15).
Y sin atraer la atención a nosotros mismos, podemos hacer nuestras buenas obras (Mateo
6:1-4).
De este modo podemos avanzar, manteniendo nuestros ojos en Jesús, regocijándonos
incluso en medio del sufrimiento, viviendo por el Espíritu, manteniéndonos al paso con él
conforme nos guía (Gálatas 5:25). Tal vez no podamos cambiar el curso del mundo como un
todo, en su carrera desbocada de cabeza hacia el día del Anticristo, pero sí podemos hacer
nuestra parte para ayudar y salvar a tantos como sea posible. Jesús les dijo a los judíos
desterrados en Babilonia: «Multiplíquense allá, y no disminuyan. Además, busquen el
bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al SEÑOR por ella, porque el
bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad» (Jeremías 29:6-7). Nosotros
también necesitamos orar y buscar la paz y prosperidad del lugar donde vivimos. Entonces
por la gracia alcanzaremos la meta que Dios nos ha jado y llevaremos a otros con
nosotros. ¡Esas son verdaderamente buenas noticias!
PREGUNTAS PARA ESTUDIO

1. ¿Por qué el estudio de la escatología es esencial para entender y proclamar el


evangelio?

2. ¿Cuáles son las razones para decir que toda la teología es a fin de cuentas escatología?

3. ¿Por qué condena la Biblia las prácticas del ocultismo, la astrología, adivinación y
otros intentos parecidos para predecir el futuro?

4. ¿Qué efectos surte en nuestra vida diaria una creencia lineal de la historia, y cómo se
compara esto con el efecto de una creencia cíclica?

5. ¿Qué relación tiene Génesis 1 con el estudio de la escato-logía?

6. ¿De qué maneras el Espíritu Santo anima nuestra esperanza cristiana?

7. ¿Cuál es la importancia de la promesa cuádruple dada a Abraham? ¿Cómo se aplica


ella a nosotros hoy?

8. ¿Cómo se relaciona el pacto de Dios con David a las promesas de la primera y segunda
venidas de Cristo?

9. ¿De qué maneras la Segunda Venida de Cristo se liga a su primera venida?

10. ¿Cuál es el propósito principal de enseñar y predicar la Segunda Venida de nuestro


Señor Jesucristo?

11. La iglesia primitiva esperaba que Jesús viniera pronto, sin embargo, se dedicaron y
ocuparon en esparcir el evangelio. ¿En qué sentido podemos nosotros tener la misma
expectación al extender el evangelio hoy?

12. ¿Cuáles son algunas maneras en que podemos afectar las necesidades de nuestra
comunidad y nación, y al mismo tiempo fomentar entre la gente de hoy una esperanza viva
en el Dios de la esperanza?

1. Otto Nathan y Heinz Norden, eds., Einstein on Peace (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1980), 355-56.
2. Vea Guy Duty, Christ’s Coming and the World Church (Minneapolis: Bethany Fellowship, 1971), 119.
3. W. A. Whitehouse, «The Modern Discussion of Eschatology», en Eschatology, William Manson, G. W. H. Lampe, T. F.
Torrance, W. Al Whitehouse (Edinburgh, Escocia: Oliver & Boyd, 1953), 66-67, 77, 79, 89.
4. Eldin Villafañe, The Liberating Spirit (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1993), 184.
5. James M. Childs, Jr., Christian Anthropology and Ethics (Filadelfia: Fortress Press, 1978), 126.
6. Alf Corell, Consummatum est: Eschatology and the Church in the Gospel of St. John, trad. Order of the Holy Paraclete, Whitby
(Londres: Society for Promotion of Christian Knowledge, 1958), 7
7. Dale Moody, The Hope of Glory (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1964), 15.
8. Jürgen Moltman, Theology of Hope: On the Ground and the Implications of a Christian Eschatology, trad. Jams W. Leitch de la
5a ed. alemana (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1867), 16-17, reconoció esto, aunque en su teología separa la esperanza
de la historia y, junto con un lado del católico romano John Baptist Metz, inspiró una teología de la liberación tibial reino de
Dios como una metáfora y procura hacer cambios radicales políticos y sociales en el presente. Cf. Stanley F. Morton, ed.,
Systematic Theology (Springfield, Mo.: Gospel Publishing House, 1994), 617; Donald G. Blowesch, A Theology of World and Spirit
(Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1992), 106.
9. Thomas C. Oden, Life in the Spirit, vol. 3, Systematic Theology (San Francisco: Harper, HarperCollins Publications, 1992),
368, 371, 373.
10. Stephen Travis, The Jesus Hope (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1992), 10.
11. Vea Oden, Life in the Spirit, 375.
12. G. C. Berkouwer, The Return of Christ, trad. James Van Oosterom (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co.,
1972), 11.
13. Ulrich E. Simon, The End Is Not Yet (Digswell Place, Welwyn, Inglaterra: James Nisbet & Co., 1964), 4.
14. Hans Schwarz, On the Way to the Future: A Christian View of Eschatology in the Light of Current Trends in Religion,
Philosophy, and Science, ed. rev. (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1979), 17.
15. Vea Swami Adiswarananda, «Hinduism», en How Di erent Religions View Death and Afterlife, ed. Christopher J. Johnson y
Marsha G. McGee (Philadelphia: Charles Press, Publishers, 1991), 159-62, 175.
16. Schwarz, On the Way to the Future, 25, cf. 125, 127, 158.
17. Zachary Hayes, What Are They Saying about the End of the World? (Nueva York: Paulist Press, 1983), 7. Él destaca que
Rudolf Bultmann usó la losofía de Martín Heidegger para interpretar los símbolos de la Biblia como místicos y para separar la
escatología completamente de la cronología, negando todo reino venidero. Mucho del pensamiento católico romano moderno ha
sido in uido en esta dirección al comparar R. Bultmann, J. Moltmann, W. Pannerberg, J. Jeremias, y O. Culmann. Vea Zachary
Hayes, Visions of the Future: A Study of Christian Eschatology (Wilmington, Del: Michael Glazier, 1985), 13.
18. Oscar Cullmann, Christ and Time, ed. rev., trad. Floyd W. Filson (Philadelphia: Westminster Press, 1964), 105.
19. La oración hebrea normalmente empieza con el verbo, pero se puede poner cualquier cosa primero por énfasis, como en
Génesis 1:1.
20. James B. Pritchard, ed., The Ancient Near East: An Anthology of Text and Pictures, vol. 1 (Princeton, N.J.: Princeton
University Press, 1973), 35.
21. A. J. Conyers, The Eclipse of Heaven: Rediscovering the Hope of a World Beyond (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press,
1992), 131.
22. Joseph Papin, ed., The Eschaton: A Community of Love (Villanova, Pa.: Villanova University Press, 1971), 59.
23. Neill Quinn Hamilton, The Holy Spirit and Eschatology in Paul, Scottish Journal of Theology Occasional Papers, no. 6
(Edinburg, Escocia: Oliver & Boyd, 1957), 35.
24. Esto fue cierto en el avivamiento de la calle Azusa en Los Angeles (1906–1908), tal como mi madre y sus padres lo
experimentaron. El Espíritu Santo creó en ellos un intenso deseo de ver pronto la venida de Jesús.
25. James R. Go , Jr., «Closing Out the Church Afe: Pentecostals Fave the Twenty- rst Century», Pneuma 14:1 (primavera
1992): 12
26. Esta es una profunda esperanza que liga «el destino de todos los gentiles [«naciones»] a la victoria del «gentil Jesús» (Isaías
42:1-4; Mateo 12:18,20-21). La palabra griega (elpis) siempre se halla en singular en la Biblia, nunca en plural; hay solo una
esperanza por la que puede vivir la humanidad. Paul Sevier Minear, The Christian Hope and the Second Coming (Philadelphia:
Westminster Press, 1954), 19, 23.
27. William J. Dalton, Aspects of New Testament Eschatology (Nedlands, Australia: University of Western Australia Press,
1968), 4.
28. T. V. Farris, Mighty to Save: A Study of Old Testament Soteriology (Nashville: Broadman Press, 1993), 72-73.
29. Dalton, Aspects of New Testament Eschatology, 5.
30. Simon, The End Is Not Yet, 14.
31. Obsérvense las tremendas ironías en las descripciones de la idolatría (Isaías 40:18-20; 44:9-20; Oseas 4:12; 13:2; Amós
5:26).
32. George Raymond Beasley-Murray, Jesus and the Future: An Examination of the Criticism of the Exchatological Discourse,
Mark 13 with Special Reference to the Little Apocalypse Theory (Londres: Macmillan & Co., 1954), 14-15.
33. Hebreos 9:28 da base para referirse al retorno de Cristo como la «Segunda Venida». Cf. Travis, The Jesus Hope, 51.
34. El «día» no se re ere a un período de veinticuatro horas sino más bien a un pe-ríodo de la actividad de Dios, dure cuanto
dure. Vea J. E. Fison, The Christian Hope: The Presence and the Parousia (Londres: Longsman, Green & Co., 1954), 94.
35. Edgar Young Mullins, The Christian Religion in Its Doctrinal Expression (Valley Forge, Pa.: Judson Press, 1917), 451.
36. Geerhardus Vos, The Pauline Eschatology (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1972), 83.
37. Minear, Christian Hope, 28.
38. Ibid., 22, 26.
39. Jesús dio un nuevo signi cado a las frases «reino de Dios» y «reino de los cielos», que aparece solo rara vez en la literatura
judía (incluyendo los rollos sectarios del Mar Muerto) fuera de los Evangelios. La mayoría de las frases que Jesús usó en cone-
xión con el reino «no tienen paralelo (ni siquiera en lo secular) en el lenguaje de los contemporáneos de Jesús». Joachim
Jeremias, New Testament Theology, trad. John Bowden (Nueva York: Charles Scribners’s Sons, 1971), 32.
40. William David Kirkpatrick, «Christian Hope», Southwestern Journal of Theology, 36:2 (primavera 1994): 39.
41. Hendrikus Berkhof, Well-Founded Hope (Richmond, Va.: John Knox Press, 1969), 11.
42. Ibid., 19.
43. Esta no fue idea de Pedro. Pedro fue inspirado por el mismo Espíritu Santo que inspiró a Joel.
44. Vea R. P. D. Hanson, The Attractiveness of God: Essays in Christian Doctrine (Richmond, Va.: John Knox Press, 1973), 190-
91. El destaca que la frase «Segunda Venida no se usa en el Nuevo Testamento porque la primera venida era tan escatoló-gica que
la Segunda Venida no podía ser más que una consumación, antes que una introducción, de la escatología».
45. Conyers, The Eclipse of Heaven, 49.
46. Hubo un tiempo cuando evadía las oportunidades para enseñar y predicar sobre la profecía. Pensaba que sin que importe
lo que diga, lastimaría los sentimientos de alguien o lo haría pensar que estaba tratando de trastornar sus ideas y esperanzas.
47. Kirkpatrick, «Christian Hope», 33.
48. W. A. Whitehouse, «The Modern Discussion of Eschatology», 66.
49. Schwarz, On the Way to the Future, 25.
50. Thomas N. Finger, Christian Theology: An Eschatological Approach, vol. 1 (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1985),
145.
51. Vea Berkhof, Well-Founded Hope, 19.
52. Travis, The Jesus Hope, 2.
53. Finger, Christian Theology, 37, 102.
Capítulo 1
La muerte y el estado intermedio

Parte de la escatología trata de las últimas cosas en lo que respecta a nuestra vida
presente, y la cuestión de la muerte y lo que sucede en el estado intermedio, el estado entre
la muerte y el retorno de Cristo.1 Aunque la Biblia dice mucho en cuanto a la muerte, dice
comparativamente muy poco respecto al más allá. Se preocupa más en cuanto a cómo vivir
esta vida presente de una manera que agrade a Dios. Quiere que estemos listos para el
retorno de Cristo y las cosas gloriosas que siguen. Eso es más importante que los detalles de
las condiciones temporales que al presente caracterizan el más allá.2
VIDA Y MUERTE

NOCIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO


El Antiguo Testamento reconoce la brevedad yfragilidad de la vida. Job, en su angustia,
dijo: «Mis días se van más veloces que una lanzadera, … mi vida es un suspiro» (Job 7:6-7).
David hablaba de la muerte como «el camino de todos en la tierra» (1 Reyes 2:2, RVR),
observando: «El hombre es como la hierba, sus días orecen como la or del campo:
sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno» (Salmo 103:15-16).
Por otro lado, el Antiguo Testamento fomenta un optimismo saludable, poniendo más
énfasis en la vida como un don de Dios que se debe disfrutar junto con sus bendiciones
(Salmo 128:5-6).3 Una larga vida se consideraba como una bendición especial de Dios
(Salmo 91:16). El suicidio era extremadamente raro. Había que evitar la muerte tanto como
fuera posible. En la ley, Dios puso ante Israel una alternativa: amar la obediencia
signi caba vida y bendición; la desobediencia y la rebelión de idolatría resultaría en muerte
y destrucción (Deuteronomio 30:15-20). Esto fue cierto incluso cuando el rey Saúl se suicidó,
porque la Biblia dice: «Saúl murió por haberse rebelado contra el SEÑOR, … Por eso el SEÑOR
le quitó la vida» (1 Crónicas 10:13-14). Dios tiene el control último sobre la vida y la
muerte; sin embargo, permite causas intermedias, incluso nuestro propio descuido, decisión
expresa o necedad, para acortar o terminar la vida.
Al mismo tiempo la muerte está en el mundo como resultado del pecado y es inevitable
para todos, porque todos han pecado (Génesis 2:17; 3:19,22-23; Romanos 3:23; 5:12; 6:23).
Esto se reconoció en el tiempo de Enós, cuyo nombre signi ca «mortal». El conocimiento de
que todos morirían ejerció un buen efecto inicialmente, porque: «Desde entonces se comen-
zó a invocar el nombre del SEÑOR» (Génesis 4:26). Los santos del Antiguo Testamento
siguieron ese ejemplo al mirar una vez tras otra al Señor para protegerles de la muerte y
prolongar sus vidas. Se consideraba a la muerte como un enemigo, que traía a icción, por
lo general expresada en gritos, alaridos y profundo lamento (Mateo 9:23; Lucas 8:52).
Incluso así, el lamento era por la pérdida de la presencia corporal del ser querido, porque,
como Salomón escribió, «el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio» (Eclesiastés 12:7).

NOCIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO


El Nuevo Testamento reconoce que la muerte entró en el mundo por el pecado, y debido a
que todos han pecado, la muerte viene a todos (Romanos 5:12). Pone n a nuestra
oportunidad de tomar decisiones que afectarían nuestro futuro eterno (Hebreos 9:27; cf.,
Efesios 5:15-16; Colosenses 4:5).4 El Nuevo Testamento también señala a la muerte como
enemigo, «el último enemigo», que no será destruido sino en el juicio nal (1 Corintios
15:26; Apocalipsis 20:14). Sin embargo, para el creyente, la victoria de Jesús sobre el diablo
ha librado «a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante
toda la vida» (Hebreos 2:14-15). ¡Ya no hay que temer a la muerte! «Dios ha dicho: “Nunca
te dejaré; jamás te abando-naré”». Así que podemos decir con toda con anza: «El Señor es
quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?» (Hebreos 13:5-6). La
muerte ha perdido su aguijón (1 Corintios 15:56-57).
Aunque el cuerpo natural inevitablemente se deteriora, los creyentes «por dentro nos
vamos renovando día tras día» (2 Corintios 4:16). Consecuentemente, podemos encarar la
muerte y ser «más que vencedores por medio de aquel que nos amó» porque «ni la muerte ni
la vida, … ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha
manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:36-39). La muerte ya no rompe
nuestra comunión con nuestro Señor. Podemos a igirnos por la muerte de seres queridos
debido a la pérdida personal, pero no «como esos otros [humanidad caída, que no cree en
Cristo] que no tienen esperanza» (1 Tesalonicenses 4:13).
Para los no creyentes la muerte es una experiencia que destroza y pone n a todas sus
esperanzas y sueños, y todo aquello por lo que han vivido y han trabajado. Debido a que en
esta vida han permanecido «muertos en sus transgresiones y pecados» (Efesios 2:1), la
muerte física también pone n a sus oportunidades de hallar a Cristo y de obtener vida
eterna y recompensa en el cielo. Nada queda para ellos excepto los efectos del pecado y del
mal que sufrirán en el in erno. Habrá, no obstante, grados de castigo en el in erno, tal
como habrá grados de recompensa en el cielo (Lucas 12:47-48; 1 Corintios 15:41-42; cf.
Mateo 23:15; Hebreos 10:29). Los grados de castigo se re eren a la intensidad del castigo, y
no a su duración en tiempo, porque los que mueren en sus pecados están perdidos
eternamente.5
La fe en Cristo da una nueva actitud. La muerte no les roba a los creyentes nada de lo que
era su razón de vivir y esperar. Como dijo el apóstol Pablo: «para mí el vivir es Cristo y el
morir es ganancia» (Filipenses 1:21); o sea, morir quiere decir ganar en Cristo, más de
Cristo; y eso es mejor que cualquier cosa en esta vida (Filipenses 1:23). Pablo dijo que su
vida era «derramada sobre el sacri cio» (Filipenses 2:17; 2 Timoteo 4:6), ofrenda que daba
gloria a Dios. Su muerte, por consiguiente, no era una derrota, sino una «partida» (gr.
exodos), «como el éxodo de Egipto, una liberación triunfante, un camino que lo llevaría a
una mejor nación que la tierra prometida de Canaán (Hebreos 11:16).6 Pablo esperaba ir
directamente a la presencia de Cristo y tener gozo y paz superiores a cualquier cosa que
conocemos en esta vida (Romanos 8:38-39; Filipenses 1:23; cf. Lucas 16:22; 23:43).

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