LETRAS 248 y 442
LETRAS 248 y 442
LETRAS 248 y 442
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HISTORIA DE LA LITERATURA DOMINICANA
EL VEDRINISMO 6
OTILIO VIGIL DÍAZ (1880-1961)
Profesión de fe
Tímpano de la montaña
EL POSTUMISMO 10
DOMINGO MORENO JIMENES (1894-1986)
Aspiración
El haitiano
Río-pueblo
Canto-grito
La niña Pola
Maestra
ÁLBUM POÉTICO
3
GRUPO LA CUEVA 17
JUAN BOSCH (1909-2001)
Romancico a Gilda
Anhelos
La mañosa (Fragmento)
Dos pesos de agua
ÁLBUM POÉTICO 63
4
SEMBLANZAS EN MINIATURA 68
SEMBLANZAS EN MINIATURA
RAMÓN MARRERO ARISTY (1913-1959) 32
Over (Segunda parte I)
SEMBLANZAS EN MINIATURA
LA GENERACIÓN DEL 48 86
SEMBLANZAS EN MINIATURA 87
6
ANDRÉS L. MATEO (1946) 128
Portal de un mundo
7
PLINIO CHAÍN (1959) 153
Mujer
Solemnidades de la muerte
EL VEDRINISMO (1912)
Tendencia literaria responsable de la introducción del verso libre a la poesía dominicana. El Vedrinismo
no debe considerarse como un movimiento literario en sí, ya que los vedrinistas no elaboraron ni
desarrollaron un plan de trabajo definido como lo hicieron los demás movimientos anteriores y posteriores
a éste. Vigil Díaz, su creador, se limitó a la búsqueda de una transformación formal en la poesía mediante
la utilización del verso libre.
Así lo expone en la introducción a su libro Galeras de Pafos: "Yo he tendido, por supervisión instintiva, a
realizar la ambición de que habla Baudelaire a Arsenio Houssage: a la ambición de soñar con una prosa
poética, musical, sin ritmo ni rima, bastante flexible y bastante trunca para adaptarse a los movimientos
líricos del alma, a las ondulaciones del sueño y a los sobresaltos de la conciencia."
El origen de la palabra Vedrinismo es como sigue: En 1912 ocurrió la muerte del aviador francés Jules
Vedrin, cuyas hazañas aéreas conocidas como Looping the loop, más un vuelo realizado por éste entre
París y Madrid, le habían dado fama en su Francia natal. Vigil Díaz, suponiendo que su recién estrenado
modo de escribir poesía tenía semejanza con los actos acrobáticos de Vedrin, no vaciló en bautizar su
nuevo estilo con el apellido de dicho artista, de donde se deriva la palabra Vedrinismo. Pero esa
explicación no fue lo suficientemente convincente como para lograr que su proyecto ganara adeptos. En
consecuencia, él mismo tuvo que asumir el rol de dirigente, miembro único y simpatizante del Vedrinismo.
Algunos de los movimientos vanguardistas lograron proyectarse fuera de sus entornos geográficos; otros,
generalmente los más localistas, quedaron sólo como patrimonios nacionales, y los más egocéntricos
apenas sirvieron para satisfacer el ego de sus propulsores. A este último grupo pertenece el Vedrinismo.
La importancia de Vigil Díaz (1880-1961) en la literatura dominicana está patentizada por el hecho
incuestionable de haber introducido el verso libre en la misma, como lo confirma la publicación del poema
"Arabesco", el 10 de noviembre de l9l7, en el número 2 de la revista La Primada de América, cuyo texto es
el siguiente.
Yo no deseo glorias ni riquezas: sólo anhelo
perpetuarme en un poema rojo como tus labios,
blanco como tus manos
Yo no deseo glorias ni riquezas: sólo anhelo
perpetuarme en un poema sereno como tu frente,
sedoso como tu pelo,
ebúrneo como tu garganta
Otilio Vigil Díaz, aunque siempre prefirió nombrarse solamente con sus dos apellidos (Vigil Díaz) y así se
le conoce generalmente, nació en la ciudad de Santo Domingo el 6 de abril de 1880, hijo de Francisco Vigil
e Isabel Díaz. Cursó su educación primaria y secundaria en Santo Domingo
Creador del Vedrinismo. Es quien introduce por primera vez en nuestras letras el verso libre con su poema
«Arabesco», publicado el 10 de noviembre de 1917 en la revista La Primada de América (Año 1 No. 2).
Su experiencia en países como Cuba, Nueva York y París durante los primeros años del siglo XX marcó su
producción literaria. En Francia conoció a escritores vanguardistas que abogaban por el rompimiento de las
formas poéticas vigentes. De regreso a su país, fundó el Vedrinismo, movimiento poético unipersonal con
el que comienza a aclimatarse el espíritu de vanguardia en República Dominicana, y desde el cual produjo
varios de los primeros poemas en verso libre de la poesía dominicana.
Estuvo ligado durante algún tiempo al Postumismo, pero las diferencias estéticas con sus integrantes lo
obligaron a distanciarse de dicho grupo. Sus poemas y ensayos de opinión fueron difundidos en las
revistas Cromos, Letras, La Cuna de América, Renacimiento, Cosmopolita, Bahoruco, El Día
Estético y Blanco y Negro. Durante varios lustros mantuvo la columna titulada «Fatamorgana», primero en
el periódico Listín Diario, luego en La Opinión y finalmente en La Nación.
Vigil Díaz murió en Santo Domingo el 20 de enero de 1961.
PROFESIÓN DE FE
RAPSODIA
TÍMPANO DE LA MONTAÑA
Mi querida,
que es una negra retinta,
dulce y armoniosa como el cuello de una cítara
de ébano,
con pulpa de coco en la sonrisa
y esencia de mandrágora en los dobleces,
me aguardó en la talanquera
para decirme:
«el cabrón ha muerto».
En un lecho de piedras,
junto a los corrales,
pulido por su cuerpo velludo y rijoso,
está tendido el padre
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y señor
del aprisco.
Actividades:
1.- Busca en el diccionario las palabras desconocidas.
2.- Investiga y escribe una breve biografía sobre el autor.
3.- Menciona otros poetas contemporáneos al autor.
4.- ¿En cuáles géneros literarios se destacó más el autor?
5.- Nombra cinco títulos de ese género.
6.- ¿Qué otro poema del autor tú has leído? Recítalo a tus compañeros y compañeras.
7.- ¿Cuál es la intención del autor?
8.- Movimiento literario a que se ajusta el poema. ¿Cómo lo sabes?
9.- Tiempo verbal. Ejemplo.
10.- Señala tipo de versos, estrofas, rima, métrica, figuras estilísticas, etc.
11.- ¿Quién fue Publio Ovidio Nasón?
12.- Cuál es el tema del poema?
13.- Elabora un juicio crítico y de contenido sobre el poema en dos párrafos.
AGONÍAS DE DISTANCIA
L. y H. de ag-agent… emblemas
17 de Aská, Krelim de okinos:
vertidos de Hara-dam en mortecinos
kaleidoscopios de udarán zemas…
EL POSTUMISMO
Movimiento literario aparecido en Santo domingo en 1921. El Postumismo cambió radicalmente el sentido
del discurso poético dominicano. A partir de éste se comenzó a hablar de poesía dominicana tradicional y
de poesía dominicana moderna, debido a que los postumistas pusieron en práctica una nueva forma de
poetizar la realidad dominicana. El Postumismo ha sido definido por los mismos postumistas y, también,
por sus detractores. Domingo Moreno Jimenes, iniciador y líder principal del grupo, lo interpreta como
"una actitud del espíritu expresada por medio de un acento emocional, en oposición al acento periódico".
En Domingo Moreno Jimenes: apóstol de la poesía, José Rafael Lantigua expresa que "el Postumismo es
fuente creadora, manantial de convicciones claras, quizás no muy precisas, pero sí evidentemente diáfanas.
Nada de ocultamientos, ni de malabarismos. Creación hacia un fin determinado, con el que da la naturaleza
misma". Baeza Flores, por su parte, lo concibe como: "Liberación a través de la autenticidad de la
expresión propia". "El Postumismo descubre de un modo amplio, por primera vez, la tierra dominicana, el
sentido racial y el sentido morfológico de nuestra realidad. El realismo no está ahora determinado por unas
normas preceptivas ni por modelos a los cuales hay que ser fiel, sino por el impulso del alma del poeta en
contacto directo con la realidad nativa".
El Postumismo apareció en marzo de 1921, cuando la revista Cuna de América, bajo el título de
Postumismo, dedicó un número completo a la divulgación de un conjunto de poemas que se apartaban
radicalmente de las normas y los patrones vigentes del quehacer poético dominicano. Seis años después, en
1927, apareció la revista El día estético, órgano de difusión del grupo. La reacción de los intelectuales de
entonces fue inmediata pues sintieron que ese "pozo negro de la poesía dominicana", como
irreverentemente denominó Patín Maceo al Postumismo, además de cuestionar la castidad y la pureza de la
poesía que se había escrito en el país, ponía en peligro el futuro de las letras nacionales.
En el mismo año l92l, en el prólogo a su primer poemario titulado Fantaseos, Andrés Avelino dio a la
publicidad el manifiesto postumista preparado por él. El documento, de unos veinte postulados, anunciaba,
según los postumistas, la ruta que debía seguir la poesía dominicana a partir de ese momento. A pesar de
que en el primer número de El día estético aparecieron los nombres de Vigil Díaz, Francisco Ulises
Domínguez, Federico Lora, Luis Mota y Tulio Pina, el Postumismo creció alrededor de tres figuras
claves: Domingo Moreno Jimenes, Rafael Augusto Zorrilla y Andrés Avelino, quienes se reunían en la
Colina Sacra, nombre con que fue designado el hogar de Domingo Moreno Jimenes, a discutir los planes
de trabajo e intercambiar sus escritos.
Los enemigos del Postumismo fueron implacables con los postumistas y se propusieron la inmediata
destrucción del grupo. Para lograrlo, alimentaron con sarcasmo e ironía soterrada, la idea de que Moreno
Jimenes era el Sumo Pontífice de los postumistas, mientras que Zorrilla y Avelino eran apenas Pontífices.
Eso, como era de esperarse, causó malestar y aumentó los conflictos que ya se reflejaban en el grupo antes
de cumplir el primer año. El primer aniversario fue celebrado con una bebida especial preparada por ellos
mismos hecha a base de agua de coco, jengibre y leche condensada, que bautizaron con el nombre de
lactopalma y que tomaron acompañada de exóticas comidas y dulces de pétalos de rosas. Al concluir dicho
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acto lanzaron al aire todos los pétalos de rosas restantes.
Después de la celebración del primer aniversario, los postumistas fundadores comenzaron a distanciarse
entre sí, y a los ataques de sus detractores se sumaron contradicciones estéticas y problemas de liderazgo.
Zorrilla, que nunca exhibió grandes dotes poéticas, murió en l937, dejando una obra breve y de
cuestionable valor literario. "Dos años antes de su muerte varios integrantes de La Cueva, dirigidos por
Rafael Américo Henríquez, emprenden una cruzada para alentarlo en su soledad otorgándole el título de
Sumo Pontífice, tras arrebatárselo a Moreno Jimenes". Por su parte, Andrés Avelino, interesado en cambiar
el curso de su poesía, intentó crear otra tendencia poética: la Poesía matemática. El nuevo proyecto de
Avelino pereció rápidamente y su afirmación de que "la poesía matemática era esencia del Postumismo"
fue rechazada inmediatamente por Moreno Jimenes.
De los tres sólo Moreno Jimenes continuó los lineamientos poéticos postumistas. Para desarrollar un
amplio y ambicioso programa de difusión de sus ideas innovadoras Moreno Jimenes se apoyó en el acápite
marcado con la letra G del manifiesto postumista, que dice: "Los poetas no seguirán siendo seres
privilegiados y desconocidos de la multitud, camino del ensueño, sino seres videntes, camino de la verdad,
pensadores y filósofos". Con esa convicción y el título de Sumo Pontífice, Moreno Jimenes inició una larga
caminata que lo llevó por casi todos los rincones del país. De ese modo el Postumismo se convirtió en un
movimiento de amplia difusión y ganó seguidores en todo el ámbito nacional. A partir de entonces
Postumismo y Moreno Jimenes se convirtieron en sinónimos.
Los postumistas no lograron íntegramente los objetivos de su extenso manifiesto debido al poco tiempo de
unidad del grupo y a las limitaciones artísticas de sus integrantes. El rechazo a la tradición poética anterior
y el interés de desligarse de todas las manifestaciones literarias son solo dos de los muchos obstáculos que
impidieron la proyección internacional del Postumismo. Al respecto, señala Alcántara Almánzar, los
postumistas "desconocieron los valores cimeros de la literatura universal, a consecuencia de haber utilizado
una perspectiva demasiado estrecha. El desdén por las obras de Homero, Shakespeare, por ejemplo, no era
más que el resultado de una actitud equivocada ante la complejidad y riqueza de la cultura, para la cual no
existen límites geográficos ni regiones totalmente cerradas a la influencia externa. Cuando el Postumismo
afirma que América debe superar a la Europa, olvida la importancia de la tradición" (Estudios de poesía
dominicana).
El movimiento Postumista nace en 1921. Sus figuras fueron: Domingo Moreno Jiménez (1994-1986).
Andrés Avelino (1900-1974). Rafael Augusto Zorrilla (1892-1937). Estos poetas reaccionan en contra de la
imitación y los calcos de otras escuelas poéticas e introducen el paisaje nacional en la poesía, el lenguaje
coloquial y la primacía del versolibrismo.
Domingo Moreno Jimenes (1894-1986) y su movimiento postumista tienen el mérito y gloria de haber
generalizado y dado carta de naturalización definitiva en la poesía dominicana al cultivo del verso libre,
con sus primeros poemas publicados de ese tipo en Palmos (1921), pero escrito en 1919.
ASPIRACIÓN
RÍO-PUEBLO
Alto.
Jocundo!
Pareces una bruma de noche...
El alba siempre te está aguardando porque presiente que te
entregarás pleno!...
Si abajo, es el amor;
si arriba, son las nubes;
si tu rostro es la más dulce plática del viento!
Tú que has hecho posible que la montaña
se desnude,
que se irga el árbol y que la pradera se peine!
Si un pájaro canta su armonía es espíritu
porque tú fecundas de ambrosía el gorgeo.
Corona eres que rodeas a Santiago
y serpiente de eternidad que aseguras el Norte!
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Oh, las partidas sin partidas del Atlántico
que palpan a Europa y dejan a la América intacta!
Plumón de ensueño,
gasa de eternidad,
corazón de infinito...
Mis sienes esperan el descanso de tus márgenes
y a mis manos sobre tus ondas no le duele estar prematuramente
marchitas!
minúsculos.
Pero el devenir de la Humanidad estaba parado:
entre la cruz y un alfanje giraba su mente!
EL HAITIANO
LA NIÑA POLA
¿Qué será de la niña Pola,
que estaba en el campo,
que su padre figuraba tonta
y echaba a rodar a los vientos de la alborada
su risa loca?...
Crepúsculo y alma,
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ingenuidad y gloria;
suspirillos de un pecho que no había tenido
pesares nunca,
inquietud de unos ojos que habían rondado
por la montaña,
tras el arco-iris que los corpúsculos tornasola...
MAESTRA
Actividades:
ALBUM POÉTICO
ANDRÉS AVELINO GARCÍA SOLANO
17
MI CHALINA NEGRA
Mi chalina negra
cual chorro de alquitrán
del cuello sucio pende
cayendo en mi gabán,
mi chalina negra
-enseña de poeta-
sobre mi pecho duerme
hace más de una década,
y en su desorden tiene
artística grandeza,
guardando todo el moho
de mi sin par pereza;
del cuello sucio pende
cayendo en mi gabán
esta chalina negra
cual chorro de alquitrán.
UNA INFANCIA
LAMPO
Hijo mío:
¿acusarán tus nervios
el ritmo de la nueva estética?
¿o no negarás
la cabaña lacustre?
Lo uno, o lo otro
todo es lo mismo;
lo que importa para tu espíritu
es que
desconozcas la palabra Estética,
que tus facultades sensorias
plasmen lo bello,
sencillamente;
que tu aliento anímico
ni Kantiano ni Cartesiano,
de espaldas así a los cielos
se mineralice con el sol de tus mundos interiores.
GRUPO LA CUEVA
De este “grupo heterogéneo” de poetas, cuentistas y novelistas de que habla Manuel Rueda, Guillermo Piña
Contreras, en su estudio biográfico que lleva como título “Juan Bosch: Cronología”, dice: Juan Bosch en
1933: se reúne con un grupo de jóvenes dominicanos en casa del poeta Rafael Américo Henríquez. Entre
los que asistían a esas tertulias se encuentran Héctor Incháustegui Cabral, Manuel del Cabral y Franklin
Mieses Burgos. Ese grupo de jóvenes forma lo que se conoce hoy en la historia literaria como La Cueva.”
Como podríamos observar, esa fecha -1933- da una idea cronológica del origen y apertura del movimiento.
Solo nos falta conocer la frecuencia de sus reuniones y cuándo terminó. Era un grupo muy informal y sin
planificación.
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Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda, en su opinión, reseñando a Rafael Américo Henríquez, que es lo
mismo que hablar de La Cueva porque era en su casa donde se reunían, dicen: “se forma dentro de un
círculo de intelectuales pulcros y disciplinados.
A su alrededor se aglutina un grupo heterogéneo de poetas, cuentistas, novelistas, quienes se reunían en su
casa, no con el propósito de formar un movimiento literario, sino como un medio de estímulo dentro de sus
obras y de intercambio de ideas, asistían a estas reuniones, tanto escritores jóvenes como figuras
consagradas” ( Pág. 131)
Entonces, si nos preguntan qué es La Cueva, cómo podríamos definirla. Podemos responder diciendo que
no fue una escuela, ni fue una corriente y mucho menos un movimiento literario porque no tenía manifiesto
ni tampoco esbozaron un credo estético, sino que fue una tendencia literaria no compacta que nació en los
años treinta y dejó de existir en esa misma década, porque no tenía organización ni estructura
metodológica, y que sus reuniones eran espontáneas, con ideas dispersas.
La Cueva, de acuerdo a apuntes de cátedra sacados de Abelardo Vicioso, y anotaciones de Diógenes
Céspedes, entre otros, tenemos que era un grupo de escritores que se reunían para tratar temas de carácter
literario, donde también participaban integrantes de otras generaciones, como Enrique Henríquez, Fabio
Fiallo y Domingo Moreno Jimenes, entre otros, y que no prosperó porque cada uno quería dejarse sentir, o
sea, imponer sus propias ideas.
De acuerdo a algunos testimonios de Incháustegui Cabral, en sus memorias El Pozo Muerto, desde la
página 49 hasta la 64, en La Cueva hay un ala izquierda generacional, donde los poetas Franklin Mieses
Burgos y Héctor Incháustegui Cabral desean hacerse oír y ocurre, también, que Rafael Américo Henríquez
y Juan Bosch intentan impulsar un romancero dominicano que sería importante –de haberse continuado y
mantenido- como vía de una poesía nacional y acaso social. De esas poesías, solo se conservan algunos
romances de Juan Bosch que aparecieron en la revista Scriptura de la UASD.
Héctor Incháustegui Cabral nos dice: “La habitación del poeta Rafael Américo Henríquez era La Cueva”, y
añade un dato que nos permite suponer que la generación del “30” no era la voz cantante en La Cueva:
“Don Enrique Henríquez, el padre de Puchungo (Rafael Américo Henríquez) sin proponérselo vino a ser
una especie de guía, mucho más travieso que los jóvenes del grupo”. “Las palabras del viejo poeta
modernita”, agrega Incháustegui Cabral, “las oíamos con gran respeto. Pesaba mucho su gran obra de
poeta”.
La Cueva era el punto de desagüe de una generación literaria (la del 30). Incháustegui Cabral continúa:
“fuimos mucho para ser un grupo homogéneo. La diferencia de edad, la disimilitud de las formaciones, el
abismo de los caracteres, las regiones de donde procedíamos, las ideas que teníamos en materias de letras,
nos separaban y a pesar de todo nos sentíamos unidos, con mucho de común, pero jamás pudimos presentar
un solo frente, nunca llegamos a constituir un baluarte y punta de lanza de una escuela, el asiento de una
capilla literaria”. (p. 50).
Entre los poetas integrantes de La Cueva, el poeta banilejo menciona a: Máximo Coiscou, Pedro Mir,
Domingo Moreno Jimenes, Juan Bosch, Gustavo Guzmán Carretero. También de paso Rafael Damirón,
Rafael Herrera, Pedro René y Néstor Contín Aybar, Ricardo Pérez Alfonseca, Andrejulio Aybar, Manuel
Llanes, Ramón Marrero Aristy, Max Henríquez Ureña, Fabio Fiallo, Franklin Mises Burgos, Pedro María
Cruz, Sócrates Nolasco y los ya nombrados.
Según Franklin Mieses Burgos, Rafael Américo Henríquez (1899-1968), escritor y poeta que había pasado
por el Postumismo, ahora en La Cueva y, que después, se hospedó en La Poesía Sorprendida, daba mucha
importancia a la idea de un romancero dominicano que había propuesto en la La Cueva y la colaboración
en Bahoruco. Al romancero le atribuía él una implicación simbólica y política en la Era de Trujillo. Era el
recuerdo de la nacionalidad que estaba siendo trujillada. Era una afirmación de dominicanidad más pura”.
Baeza Flores afirma que “La Cueva fue impulsada por Juan Bosch –me refiero a la revista- y como tal,
predominaban los relatos sobre los poemas. Al parecer hubo disparidad de criterio, en relación con uno de
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los relatos de Marrero Aristy, publicado en La Cueva, con el entusiasta aval de Incháustegui Cabral. La
Cueva como revista entró en crisis, por la diferencia de criterios, por la reelección de Bosch y Cabral.
Luego decreció el interés de los demás” .
La opinión y el recuerdo de Bosch sobre La Cueva, (La Noticia, 25/4/76).
El grupo literario La Cueva fue un grupo que de una manera casi inconsciente se formó en la Calle 19 de
Marzo, en la casa de don Enrique Henríquez. Fue un excelente poeta de su época, el autor de “El avaro” y
“Never more”. Muy joven fue ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Lilís. A la muerte de
Heureaux se fue a los Estados Unidos, volvió luego aquí y entre los hijos de don Enrique Henríquez estaba
Américo, a quien llamábamos Puchungo. Él no salía de su casa, salía de noche a las aceras nada más y le
pusimos La Cueva al lugar, precisamente por eso, porque decíamos que Puchungo era un culebrín, que solo
salía de noche igual que un culebrín, en una cueva. Ahí todos los días: Franklin Mieses Burgos, Héctor
Incháustegui Cabral, Manuel Llanes (Fabio Fiallo iba a menudo), Ricardo Pérez Alfonseca, Manuel del
Cabral. Íbamos escritores y poetas de ese tiempo o movimiento dominicano, nos reuníamos allí y llegamos
incluso a hacer un periódico del cual salieron pocos ejemplares porque cuando me fui del país dejó de
hacerse. La Cueva fue un movimiento no organizado, diríamos espontáneo de los escritores de aquel
momento. Habrá una generación anterior a la nuestra que no iba a La Cueva: era la generación
postumista” ... y Bosch agrega: “La Cueva fue, y lo digo una vez más, un punto de confluencia en un afán
de amistad y diálogo creador.”
Nació en Río Verde, La Vega, el 30 de junio de 1909. Es cuentista, novelista, ensayista, historiador,
conferencista, articulista de periódicos, político y estadista. Es, sin duda, el narrador-cuentista de más alto
rango en la literatura dominicana y uno de los más grandes en proyección universal. Es considerado el
maestro del cuento en la lengua española. Camino real, publicado en 1933, inició una trayectoria
intelectual en la que Bosch ha incursionado exitosamente, además del cuento, la novela, la biografía, el
ensayo, el tratado histórico y el análisis sociológico. Más de 30 obras abordan la temática histórica en
distintas vertientes, destacándose su aporte al conocimiento de distintos aspectos de la historia dominicana
y de Centroamérica, aporte que se inició con la publicación de Indios, aparecido en 1935, hasta La guerra
de Restauración y otras más recientes.
Su libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro, definido por Gabriel García Márquez como una “obra
monumental”, es ya un clásico en la literatura del Caribe visto como marco de referencia para conocer lo
que el propio autor ha bautizado como El Caribe, frontera imperial. En la biografía ha obtenido
reconocimiento amplio con trabajos en torno a Simón Bolívar, el rey David, Judas Iscariote, Eugenio María
de Hostos y Máximo Gómez.
Producto de sus 24 años de exilio, Bosch escribió los libros Cuba, la isla fascinante, Apuntes para la
interpretación de la historia costarricense, Bolívar y la guerra social, De México a Kampuchea y Viaje a
las antípodas.
Como político estuvo en el exilio por varios años y fundó, junto a otros exiliados, el Partido
Revolucionario Dominicano (PRD) en 1939. Fue el primer Presidente constitucional elegido
democráticamente el 20 de diciembre de 1962 con cerca del 60% de los votos emitidos, luego del
ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo en 1961. Bosch asumió la presidencia de la República
desde el 27 de febrero de 1962 hasta el 25 de septiembre del mismo año, siendo derrocado en un golpe de
Estado que sumió el país en el caos político y social. Juan Bosch, separado del PRD, fundó en 1973 el
Partido de la Liberación Dominicana, cuya presidencia ostentó hasta su muerte.
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Como escritor, se inició en la vida literaria publicando poesías y romances, y su primer texto narrativo es el
libro de cuentos Camino Real. Bosch sobresale en Latinoamérica y en Europa por la calidad de sus relatos
cortos. El es, quizás, el más fecundo escritor dominicano, cuyas obras han sido traducida a los idiomas
inglés, francés, alemán, italiano, ruso, sueco, holandés, portugués, noruego y danés. Fue ganador del
Premio de los Juegos Florales (1941) en Santo Domingo. En el año 1975 recibió el Premio Nacional de
Literatura con su novela El oro y la paz. Su cuento “En un bohío” ganó premio en Madrid en 1968. En
Cuba, fue condecorado con la Orden de José Martí (1988). En Puerto Rico dirigió la recopilación de las
obras Eugenio María de Hostos y en La Habana dirigió la publicación de las mismas. Ha sido conferencista
y catedrático de varias universidades latinoamericanas. Dueño de una producción literaria amplísima que
abarca diversos géneros: la poesía, el cuento, la novela, ensayos históricos y literarios, y artículos diversos.
Es el iniciador del cuento fantástico, que busca dar similitud a sucesos sobrenaturales: “La bella alma de
don Damián”, “La mancha indeleble”. También es autor de Teoría del arte de escribir cuentos, y una
infinidad de discursos. Son más de 60 títulos los libros de su autoría.
Cándido Gerón dice de sus cuentos: “Las obras narrativas del profesor Juan Bosch ofrecen diversas
variedades de aspectos históricos, sociales y humanos que las justifican con verdadero valor, como es el
caso de la problemática del hombre del campo y de los ingenios; la tragedia del dominicano en que es
patente el drama de las injusticias, las enfermedades, las muertes, los sucesos políticos, su magia hechicera
y anecdótica, las explotaciones hoteleras y sus cosas comunes.
Esta realidad la encontramos de una manera sistemática y bien narrada, en su novela La mañosa, y en sus
magníficos y bien logrados cuentos “La mujer”, “La nochebuena de Encarnación Mendoza”, “El indio
Manuel Sicuri”, “Los amos”, “Luis Pies”, “El socio” y “La mancha indeleble”.
Para regocijo e incentivo de la lectura de los niños, Bosch también publicó cuentos infantiles, tres de ellos
se titulan “El general don Gallo”, “El negocio de doña Hormiga” y “Don Gato y Dona Ratona”, publicados
en la revista Alma Dominicana, en 1934, con el seudónimo de Juan Niní. En el 2008, esos textos, como
parte de la campaña de incentivo a la lectura que promueve la Fundación Educarte fueron recogidos en un
volumen y editado con el título de El general don Gallo y otros cuentos infantiles.
Como poeta, Bosch promovía desde La Cueva un romancero dominicano, porque tenía interés de que se
escribiera la historia patria al estilo del romancero que se hace en España. “Nazarito Suardi”, “El romance
del muerto bellaco” y “Del retorno triste”, son poesías que salieron a la luz en la Revista Bahoruco de
1935, y es un ejemplo de ese Romancero dominicano que él proponía junto a Rafael Américo Henríquez,
además del poema en prosa, titulado “Monólogos absurdos”, que luego fueron reproducidos por la Revista
Scritura de la Escuela de Letras de la UASD (1980). El tiene también, el “Romancico a Gilda”, todavía
inédito para la época en que fue publicado por la Revista Scritura en 1982, pero escrito en 1938, y el
poema “Anhelos” de 1934, todos reproducidos en este volumen. “Anhelos”, goza de gran celebridad y es la
composición más breve y más célebre del maestro.
En el año de 1990 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura, conjuntamente con Joaquín Balaguer,
galardón concedido por la Fundación Corripio y la Secretaría de Estado de Educación y Bellas Artes y
Cultos.
Juan Bosch murió en Santo Domingo, el 1 de noviembre de 2001 y fue sepultado en La Vega.
Obras publicadas:
Camino real (1933), Indios (1935), La mañosa (1936), Mujeres en la vida de Hostos (1938), Hostos, el
sembrador (1939), Dos pesos de agua (1941), Ocho cuentos (1947), Judas Iscariote, el calumniado (1955),
Cuba, la isla fascinante (1955), La muchacha de La Guaira (1955), Cuento de Navidad (1956), Apuntes
sobre el arte de escribir cuentos (1958), Simón Bolívar, biografía para escolares (1960), Trujillo, causas
de una tiranía sin ejemplo (1961), Cuentos escritos en el exilio (1962), Más cuentos escritos en el exilio
(1962), David, biografía de un rey (1963), Apuntes para una interpretación de la historia costarricense
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(1963), Crisis de la democracia de América en la República Dominicana (1964), Bolívar y la guerra
social (1966), Teoría del cuento. Tres ensayos (1967), El Pentagonismo sustituto del imperialismo (1967),
Dictadura con respaldo popular (1970), De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial
(1970), Composición social dominicana (1970), Breve historia de la oligarquía (1971), Tres conferencias
sobre el feudalismo (1971), Cuentos escritos antes del exilio (1974), El oro y la paz (1975), De México a
Kampuchea (1975), El Napoleón de las guerrillas (1976), De la concordia a la corrupción (1976), Viaje a
los antípodas (1978), Artículos y conferencias (1980), La guerra de la Restauración y la Revolución de
Abril (1982), Las clases sociales en la República Dominicana (1982), Juan Vicente Gómez: camino del
poder (en colaboración con Luis Cordero Velásquez, 1982), Capitalismo, democracia y liberación
nacional (1983), El Partido: concepción, organización y desarrollo (1983), La fortuna de Trujillo (1985),
La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana (1985), El capitalismo tardío en la
República Dominicana (1986), Máximo Gómez, de Montecristi a la gloria (1987), El Estado, sus orígenes
y desarrollo (1987), Vers le port d’origine (1988), Textos culturales y literarios (1988), Las dictaduras
dominicanas (1988), Póker de espanto en el Caribe (1988), 33 artículos de temas políticos (1988), El
PLD: un Partido nuevo en América (1989), PLD, colección estudios sociales (1990), Obras completas
(nueve tomos, 1989/1993), Temas económicos (1990), Breve historia de los pueblos árabes (1991), Temas
históricos, (1991), Cuentos selectos (1993), Antología personal (1998), El periódico del partido y la
comunicación de masas (1998), Discursos políticos 1961-1966, 1970, 1971 (4 volúmenes) (1998-1999),
Novelas completas (1999), Prólogos (1999).
ROMANCICO A GILDA
Aclaración: “Diban, diba”, formas dialectales del pasado verbo ir muy usadas en el cibao en aquellos
tiempos.
Santo Domingo, 28 de septiembre de 1981.
ANHELOS
PRIMERA PARTE
LA REVOLUCION
***
Desde que se quedó con el nieto, después que se llevaron al hijo en una parihuela, la vieja Remigia se hizo
huraña y guardadora. Pieza a pieza fue juntando sus centavos en una higuera con ceniza. Los centavos eran
de cobre. Trabajaba en el conuquito, detrás de la casa, sembrando maíz y frijoles. El maíz lo usaba en
engordar los pollos y los cerdos; los frijoles servían para la comida. Cada dos o tres meses reunía los pollos
25
más gordos y se iba a venderlos. Cuando veía un cerdo mantecoso, lo mataba; ella misma detallaba la carne
y de las capas extraía la grasa; con ésta y con los chicharrones se iba también al pueblo. Cerraba el bohío,
le encargaba a un vecino que le cuidara lo suyo, montaba el nieto en el potro bayo y lo seguía a pie. En la
noche estaba de vuelta.
Iba tejiendo su vida así, con el nieto colgado en el corazón.
-Pa ti trabajo, muchacho -le decía-. No quiero que pases calores, ni que te vayas a malograr, como tu taita.
El niño la miraba. Nunca se le oía hablar, y aunque apenas alzaba una vara del suelo, madrugaba con su
machete bajo el brazo y el sol le salía sobre la espalda, limpiando el conuco.
La vieja Remigia tenía sus esperanzas. Veía crecer el maíz, veía florecer los frijoles; oía el gruñido de sus
puercos en la pocilga cercana; contaba las gallinas al anochecer, cuando subían a los palos. Entre días
descolgaba la higuera y sacaba los cobres. Había muchos, llegó también a haber monedas de plata de todos
tamaños.
Con un temblor de novia en la mano, Remigia acariciaba su dinero y soñaba. Veía al muchacho en tiempo
de casarse, bien montado en brioso caballo alazano, o se lo figuraba tras un mostrador, despachando
botellas de ron, varas de lienzo, libras de azúcar. Sonreía, tornaba a guardar su dinero, guindaba la higera y
se acercaba al nieto, que dormía tranquilo.
Todo iba bien, bien. Pero sin saberse cuándo ni cómo se presentó aquella sequía. Pasó un mes sin llover,
pasaron dos, pasaron tres. Los hombres que cruzaban por delante de su bohío la saludaban diciendo:
-Tiempo bravo, Remigia.
Ella aprobaba en silencio. Acaso comentaba:
-Prendiendo velas a las ánimas pasa esto.
Pero no llovía. Se consumieron muchas velas y se consumió también el maíz en sus tallos. Se oían crujir
los palos; se veían enflaquecer los caños de agua; en la pocilga empezó a endurecerse la tierra. A veces se
cargaba el cielo de nubes; allá arriba se apelotonaban manchas grises; bajaban de las lomas vientos
húmedos, que alzaban montones de polvo...
-Esta noche sí llueve, Remigia -aseguraban los hombres que cruzaban.
-¡Por fin! Va a ser hoy -decía una mujer.
-Ya está casi cayendo -confiaba un negro.
La vieja Remigia se acostaba y rezaba: ofrecía más velas a las ánimas y esperaba. A veces le parecía sentir
el roncar de la lluvia que descendía de las altas lomas. Se dormía esperanzada; pero el cielo amanecía
limpio como ropa de matrimonio.
Comenzó la desesperación. La gente estaba ya transida y la propia tierra quemaba como si despidiera
llamas. Todos los arroyos cercanos habían desaparecido; toda la vegetación de las lomas había sido
quemada. No se conseguía comida para los cerdos; los asnos se alejaban en busca de mayas; las reses se
perdían en los recodos, lamiendo raíces de árboles; los muchachos iban a distancias de medio día a buscar
latas de agua; las gallinas se perdían en los montes, en procura de insectos y semillas.
-Se acaba esto, Remigia. Se acaba -lamentaban las viejas.
Un día, con la fresca del amanecer, pasó Rosendo con la mujer, los dos hijos, la vaca, el perro y un mulo
flaco cargado de trastos.
-Yo no aguanto, Remigia; a este lugar le han hecho mal de ojo.
Remigia entró en el bohío, buscó dos monedas de cobre y volvió.
-Tenga; préndamele esto de velas a las ánimas en mi nombre -recomendó.
Rosendo cogió los cobres, los miró, alzó la cabeza y se cansó de ver cielo azul.
-Cuando quiera, váyase a Tavera. Nosotros vamos a parar un rancho allá, y dende agora es suyo.
-Yo me quedo, Rosendo. Esto no puede durar.
Rosendo volvió el rostro. Su mujer y sus hijos se perdían ya en la distancia. El sol parecía incendiar las
lomas remotas.
26
***
Sonaba ronca la voz del viejo. Detrás, las mujeres plañían y alzaban los brazos.
***
Ya se habían ido todos. Pasó Rosendo, pasó Toribio con una hija medio loca; pasó Felipe; pasaron unos y
otros. Ella les dio a todos para las velas. Pasaron los últimos, una gente a quienes no conocía; llevaban un
viejo enfermo y no podían con su tristeza; ella les dio para las velas.
Se podía tender la vista sin tropiezos y ver desde la puerta del bohío el calcinado paisaje con las lomas
peladas al final; se podían ver los cauces secos de los arroyos.
27
Ya nadie esperaba lluvia. Antes de irse los viejos juraban que Dios había castigado el lugar y los jóvenes
que tenía mal de ojo.
Remigia esperaba. Recogía escasas gotas de agua. Sabía que había que empezar de nuevo, porque ya casi
nada quedaba en la higuera, y el conuco estaba pelado como un camino real. Polvo y sol; sol y polvo. La
maldición de Dios, por la maldad de los hombres, se había realizado allí; pero la maldición de Dios no
podía acabar con la fe de Remigia.
***
En su rincón del Purgatorio, las ánimas, metidas de cintura abajo entre las llamas voraces, repasaban
cuentas. Vivían consumidas por el fuego, purificándose; y, como burla sangrienta, tenían potestad para
desatar la lluvia y llevar el agua a la tierra. Una de ellas, barbuda, dijo:
-¡Caramba! ¡La vieja Remigia, de Paso Hondo, ha quemado ya dos pesos de velas pidiendo agua!
Las compañeras saltaron vociferando:
-¡Dos pesos, dos pesos!
Alguna preguntó:
-¿Por qué no se le ha atendido, como es costumbre?
-¡Hay que atenderla! -rugió una de ojos impetuosos.
-¡Hay que atenderla! -gritaron las otras.
Se corría la voz, se repetían el mandato:
-¡Hay que mandar agua a Paso Hondo! ¡Dos pesos de agua!
-¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!
-¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!
Todas estaban impresionadas, casi fuera de sí, porque nunca llegó una entrega de agua a tal cantidad; ni
siquiera a la mitad, ni aun a la tercera parte. Servían una noche de lluvia por dos centavos de velas, y cierta
vez enviaron un diluvio entero por veinte centavos.
-¡Dos pesos de agua a Paso Hondo! -rugían.
Y todas las ánimas del Purgatorio se escandalizaban pensando en el agua que había que derramar por tanto
dinero, mientras ellas ardían metidas en el fuego eterno, esperando que la suprema gracia de Dios las
llamara a su lado
.***
Abajo, en Paso Hondo, se nubló el cielo. Muy de mañana Remigia miró hacia oriente y vio una nube negra
y fina, tan negra como una cinta de luto y tan fina como la rabiza de un fuete. Una hora después inmensas
lomas de nubes grises se apelotonaron, empujándose, avanzando, ascendiendo. Dos horas más tarde estaba
oscuro como si fuera de noche.
Llena de miedo, con el temor de que se deshiciera tanta ventura, Remigia callaba y miraba. El nieto seguía
en el catre, calenturiento. Estaba flaco, igual que un sonajero de huesos. Los ojos parecían salirle de
cuevas.
Arriba estalló un trueno. Remigia corrió a la puerta. Avanzando como caballería rabiosa, un frente de lluvia
venía de las lomas sobre el bohío. Ella sonrió de manera inconsciente; se sujetó las mejillas, abrió
desmesuradamente los ojos. ¡Ya estaba lloviendo!
Rauda, pesada, cantando broncas canciones, la lluvia llegó hasta el camino real, resonó en el techo de
yaguas, saltó el bohío, empezó a caer en el conuco. Sintiéndose arder, Remigia corrió a la puerta del patio y
vio descender, apretados, los hilos gruesos del agua; vio la tierra adormecerse y despedir un vaho espeso.
Se tiró afuera, rabiosa.
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-¡Yo sabía, yo lo sabía, yo lo sabía! -gritaba a voz en cuello.
-¡Lloviendo, lloviendo! -clamaba con los brazos tendidos hacia el cielo-. ¡Yo lo sabía!
De pronto penetró en la casa, tomó al niño, lo apretó contra su pecho, lo alzó, lo mostró a la lluvia.
-¡Bebe, muchacho; bebe, hijo mío! ¡Mira agua, mira agua!
Y sacudía al nieto, lo estrujaba; parecía querer meterle dentro el espíritu fresco y disperso del agua.
***
***
Pasó una semana; pasaron diez días, quince... Zumbaba el aguacero sin una hora de tregua. Se acabaron el
arroz y la manteca; se acabó la sal. Bajo el agua tomó Remigia el camino de Las Cruces para comprar
comida. Salió de mañana y retornó a media noche. Los ríos, los caños de agua y hasta las lagunas se
adueñaban del mundo, borraban los caminos, se metían lentamente entre los conucos. Una tarde pasó un
hombre. Montaba mulo pesado.
-¡Ey, don! -llamó Remigia.
El hombre metió la cabeza del animal por la puerta.
-Bájese pa que se caliente -invitó ella.
La montura se quedó a la intemperie.
-El cielo se ta cayendo en agua -explicó él al rato. -Yo como usté dejaba este sitio tan bajito y me diba pa
las lomas.
-¿Yo dirme? No, hijo. Horita pasa este tiempo.
-Vea -se extendió el visitante-, esto es una niega. Yo las he visto tremendas, con el agua llevándose
animales, bohíos, matas y gente. Horita se crecen todos los caños que yo he dejado atrás, contimás que ta
lloviéndoles duro en las cabezadas.
-Jum… Peor que esto fue la seca, don. Todo el mundo le salió huyendo, y yo la aguanté.
-La seca no mata, pero el agua ahoga, doña. Todo eso -y señaló lo que él había dejado a la puerta- ta
anegado. Como tres horas tuve esta mañana sin salir de un agua que me le daba en la barriga al mulo.
El hombre hablaba con voz pausada, y sus ojos grises, atemorizados, vigilaban el incesante caer de la
lluvia.
Al anochecer se fue. Mucho le rogó Remigia que no cogiera el camino con la oscuridad.
-Dispué es peor, doña. Van esos ríos y se botan...
Remigia se fue a atender al nieto, que se quejaba débilmente.
29
***
Tuvo razón el hombre. ¡Qué noche, Dios! Se oía un rugir sordo e inquietante; se oían retumbar los truenos;
penetraban los reflejos de los relámpagos por las múltiples rendijas.
El agua sucia entró por los quicios y empezó a esparcirse en el suelo. Bravo era el viento en la distancia, y
a ratos parecía arrancar árboles. Remigia abrió la puerta. Un relámpago lejano alumbró el sitio de Paso
Hondo. ¡Agua y agua! Agua aquí, allá, más lejos, entre los troncos escasos, en los lugares pelados. Debía
descender de las lomas y en el camino real se formaba un río torrentoso.
-¿Será una niega? -se preguntó Remigia, dudando por vez primera.
Pero cerró la puerta y entró. Ella tenía fe; una fe inagotable, más que lo que había sido la sequía, más que
lo sería la lluvia. Por dentro, su bohío estaba tan mojado como por fuera. El muchacho se encogía en el
catre, rehuyendo las goteras.
A medianoche la despertó un golpe en una esquina de la vivienda. Se fue a levantar, pero sintió agua hasta
casi las rodillas. Bramaba afuera el viento. El agua batía contra los setos del bohío.
¡Ay de la noche horrible, de la noche anegada! Venía el agua en golpes; venía y todo lo cundía, todo lo
ahogaba. Restalló otro relámpago, y el trueno desgajó pedazos de oscuro cielo.
Remigia sintió miedo.
-¡Virgen Santísima! -clamó-. ¡Virgen Santísima, ayúdame!
Pero no era negocio de la Virgen, ni de Dios, sino de las ánimas, que allá arriba gritaban:
-¡Ya va medio peso de agua! ¡Ya va medio peso!
***
Cuando sintió el bohío torcerse por los torrentes, Remigia desistió de esperar y levantó al nieto. Se lo pegó
al pecho; lo apretó, febril; luchó con el agua que le impedía caminar; empujó, como pudo, la puerta y se
echó afuera. A la cintura llevaba el agua; y caminaba, caminaba. No sabía adónde iba. El terrible viento le
destrenzaba el cabello, los relámpagos verdeaban en la distancia. El agua crecía, crecía. Levantó más al
nieto. Después tropezó y tornó a pararse. Seguía sujetando al niño y gritando:
-¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!
Se llevaba el viento su voz y la esparcía sobre la gran llanura líquida.
-¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!
Su falda flotaba. Ella rodaba, rodaba. Sintió que algo le sujetaba el cabello, que le amarraban la cabeza.
Pensó:
-En cuanto esto pase siembro batata.
Veía el maíz metido bajo el agua sucia. Hincaba las uñas en el pecho del nieto.
-¡Virgen Santísima!
Seguía ululando el viento, y el trueno rompía los cielos. Se le quedó el cabello enredado en un tronco
espinoso. El agua corría hacia abajo, hacia abajo, arrastrando bohíos y troncos. Las ánimas gritaban,
enloquecidas:
-¡Todavía falta; todavía falta! ¡Son dos pesos, dos pesos de agua! ¡Son dos pesos de agua!
Interpretación y análisis.
La novela dominicana nace en el siglo XIX bajo el signo romántico. Los estudiosos dominicanos del
género entre ellos el crítico Carlos Esteban Deive, Bruno Rosario Candelier, Marcio Veloz Maggiolo y
Abelardo Vicioso, coinciden al alegrar dos razones fundamentales para su letargo: la ausencia de
condiciones sociales, culturales y económicas en la isla para producir textos ficticios y la implementación
de una cedula Real dictada por las autoridades españolas el 4 de abril de 1531 la cual prohibía el envío y la
difusión de libros de romances e historias vanas y de profanidad a la vida
La primera novela dominicana apareció en 1843 y fue escrita por Angulo Guridi y se titula Los amores de
los indios. Esta es una novela de corte indigenista escrita en Cuba. A esta le sigue El montero de Francisco
Bonó (1844), una novela de tema costumbrista. Luego en el (1879) Manuel de Jesús Galván publica la
primera parte del Enriquillo. Esta novela de corte indianista histórico es uno de los clásicos reconocida
internacionalmente. El siglo novelístico del siglo XIX se cierra con Francisco Gregorio Billini y su novela
costumbrista Engracia y Antoñita, publicada en 1882
Es en los inicios del siglo xx que la República Dominicana verdaderamente cobra fuerza en la producción
literaria. La novela de esta época estaba cargada de un fuerte contenido social. En ella se recoge la
descripción de lo cotidiano, la ciudad y las vivencias de los años veinte. El romanticismo deja sentir su
huella en la narrativa de principios de siglo. La novela de corte romántico costumbrista e histórica serán
privilegiadas por los escritores de esta generación.
En las novelas de la primera década del siglo xx se da énfasis a la exaltación de los valores patrios y se
ponen de manifiesto los acontecimientos históricos más importantes de la sociedad dominicana de la
segunda mitad del XIX. Entre los más destacados se encuentran Francisco García Godoy con Alma
dominicana y Guanuma, (1908) y Manuel Amiama, El viaje, (1908) Estas novelas constituyen el
afianzamiento del romanticismo dentro de la narrativa del siglo XX.
Entre las novelas más sobresalientes al inicio del siglo XX, se encuentran las de Tulio Manuel Cestero, La
ciudad romántica (1911) y La sangre. Cestero escribe una prosa con estilo muy personal. Reconstruye con
31
maestría los sucesos históricos de la época.
La sangre es una novela urbana, cruda y capitalina. En ella Cestero nos muestra un ayer revolucionario en
el que aparecen figuras de la historia dominicana como Ulises Heureaux ( Lilis) quien fuera un dictador en
el país.
Próximo a los años treinta, surge la novela marcada por el interés por lo campesino, lo local y tradicional,
la naturaleza y la problemática social del campesino, Podemos apreciar estas características en novelas
como La mañosa (1933) de Juan Bosch,
Los enemigos de la tierra de Francisco Andrés Requena (1936), Barsie de Juan Bosch (1938). El tema de
los ingenios y la industria de azúcar en la en la narrativa bajo la denominación de la narrativa nacional, la
“novela de la caña.” A esta novela pertenecen: Cañas y bueyes de Francisco Moscoso Puello (1936), Over
de Ramón Marrero Aristy (1939) y Jengibre de pedro Andrés Cabral (1940). Paralelo a estas novelas de
denuncia social y política aparecen otras que intentan engrandecer la figura de Trujillo como Eusebio
Zapote de Enrique Aquiar (1938), Revolución (1942) La cacica (1944), y Hello Jimmy (1945) de Rafael
Damirón Cachón
La narrativa dominicana y el resto de Hispanoamérica durante los primeros 30 años del siglo XX estuvo
influenciada por implicaciones políticas, económicas y culturales como consecuencia de los
acontecimientos socio-históricos que marcaron la vida de nuestros países en ese período. Fue un mal social
inolvidable y en la historia de la República Dominicana, en particular, se agravó a partir de la década del
30 como resultado de la subida al poder del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, quien gobernó los
destinos de la nación desde 1930 hasta el año 1961.
En la narrativa escrita de los países hispanoamericanos predominó la temática telúrica o de la tierra, y
prepara el camino hacia la temática urbana. En estos autores como son: Rómulo Gallegos (Venezuela,
1884-1969), con Doña Bárbara (1929), Alcides Árguedas (Bolivia, 1879-1946), con Raza de Bronce
(1919), Augusto D’Halmar (Chile, 1882-1959), con Juana Lucero (1902), Joaquín Edwards Bello (Chile,
1886-1968), con El Roto (1920), el colombiano José Eustasio Rivera (1888-1928), con Las Vorágines
(1924), el mexicano Mariano Azuela (1873-1952), con Los de abajo (1916) y el ecuatoriano Jorge Icaza,
con Huasipungo), el desarrollo y valor de sus obras será incuestionable, si observamos la madurez creativa.
Solo debemos contar los diversos novelistas y sus obras, todas con tendencias hacia lo universal, aunque
nutrida de lo nacional, o sea, del terruño que le sirvió de marco geográfico y temático. En cambio, en la
narrativa dominicana dominó la temática histórica de ambientación nacional, pero apoyada en denunciar
los problemas del campesino, sus miserias, su abandono, la insalubridad, la injusticia social, etc. A partir de
1930 caerá en un estancamiento, permaneciendo aferrada a los cánones tradicionales y patrones del
realismo social, y más que realismo, en el criollismo, tendencia ya superada por el resto de narradores
hispanos. Este estancamiento de que hablan los analistas literarios y en particular, Pedro Peix en La
narrativa yugulada, se debió a que muchos intelectuales “tuvieron que elegir entre el avasallage ante el
régimen y el exilio para su proyecto de solución personal, mientras que otros permanecieron mediando a la
sombra entre el ostracismo de los primeros y de la impotencia de los segundos.
En este período tortuoso solo cinco novelas, que fueron dada a la luz pública de 1935 a 1940, alcanzaron
notas meritorias. Estas son Jengibre (1940), de Pedro A. Pérez Cabral; La Mañosa (1936), de Juan Bosch;
Over (1939), de Ramón Marrero Aristy; Cañas y Bueyes (1936), de Francisco E. Moscoso Puello y Los
enemigos de la tierra (1936), de Andrés Francisco Requena, que tampoco hace referencia al ambiente de
los bateyes, pero sí enfoca el contraste entre la ciudad y el campo. Sin embargo, ninguna de ellas enfoca el
espacio de tiempo en que fue escrita, cuatro reflejan el caos, el estancamiento y la pobreza en que viven los
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campesinos de los bateyes como consecuencia de la explotación de la industria azucara y la otra, como es
el caso de La Mañosa, nos aborda el desastre y violencia que sumerge al campesinado como resultado del
caciquismo y la manipulación de justicia. Tal como afirma Pedro Peix en su libro, contrario al resto de
países hispanoamericanos, en la narrativa dominicana tienen primacía los relatos y el cuento sobre la
novela.
Sin embargo, es digno de mención el caso de algunos autores que no inscribieron sus narraciones a enfocar
la suerte del hombre rural, debido a sus largas vivencias en el exterior, ellos son Enrique Aguiar, Ángel
Rafael Lamarche y José Mariano Sanz Lajara, en cuyas narraciones contextualizan el realismo urbano muy
en boga en el resto de países hispanoamericanos.
SEMBLANZAS EN MINIATURA
Juan Bosch (La Vega, 1909-2001), político, cuentista, novelista y ensayista. Considerado por muchos como
uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos y como el escritor más completo del país. Maestro del
cuento. Sus primeras obras publicadas son Camino real (1933) y novela La mañosa (1936), siguiendo
luego con, De Colón a Fidel Castro, David, biografía de un rey, El oro y La Paz.
Ramón Marrero Aristy (1913-1959), cuentista, novelista, historiador y político, autor de la novela Over
(1939) y el libro de relatos Balsié (1940).
Miguel Ángel Monclùs. Es narrador y poeta. Dedicó parte de su obra a recoger anécdotas típicas del país,
especialmente relacionadas con gente notable y con Heureaux. Obras: Escenas criollas, (1929), Cuatro
aspectos de Lilís (1943), La historia de Monte Plata (1943).
Francisco Eugenio Moscoso Puello (1885-1959). Médico de oficio, filósofo, maestro y novelista, autor de
Cañas y bueyes (1936), donde describe el drama del colono dominicano en las plantaciones azucareras.
Otras obras son: Cartas a Evelina (1941), Navarijo (1956).
Andrés Francisco Requena (1908-1952), narrador, escribió Camino de fuego (1941) y Los enemigos de la
tierra (1936), Cementerio sin cruses.
Pedro Andrés Pérez Cabral (1910–1982), novelista, abogado, político, periodista y educador, escribió la
novela Jengibre (1940), obra que aborda la situación de los trabajadores en la industria azucarera
dominicana. Otras obras del autor son: Del suelo (1938) y La comunidad mulata (1967), Huella del humo
(1962), El preimperialismo norteamericano (1965).
Ángel Rafael Lamarche (1899-1962), narrador, autor de Los cuentos que Nueva York no sabe.
Enrique Aguiar (1887-1947), poeta, novelista. Del año 1913 a 1939 dio a la estampa 9 obras; siete son
poesías y dos novelas. Dejó inéditas dos: Diamantes y otras piedras (versos), El siglo de oro (novela). Las
novelas Eusebio Sapote (1947) es un relato histórico y novelesco puramente regional. El ella trata
problemas sociales. En dos de sus capítulos enfoca la etapa de la historia dominicana que culminó con la
tragedia del 19 de noviembre de 1911, el asesinato del presidente Ramón Cáceres. Don Cristóbal (1940) es
un retorno al indigenismo, narra los ilusorios amores entre Cristóbal Colón y Anacaona.
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Néstor Caro (1917-1984), cuentista, ensayista y periodista, autor de Cielo negro, cuentos (1949),
Testimonio de tierra firme (1977), Sándalo (1957).
Gustavo Adolfo Mejía (1883-1962), escribió La caída de las olas (1935) y Un blasón colonial (19…)
José Mariano Zanz Lajara (1917-1963), narrador y diplomático, dueño de una labor literaria amplia y
heterogénea. Es autor de libros de viajes, cuentos y novelas, como Cotopaxi (1949), Los rompidos (1963),
El príncipe y la comunista (1937), El candado 1959), Aconcagua (1950).
Rafael Damirón (1882-1956), novelista, dramaturgo y ensayista, político, autor de La cacica (1944). Del
cesarismo, ¡Ay de los vencidos!, Revolución.
Manuel Arturo Peña Batlle (1902-1994), ensayista, historiador, abogado y político, considerado el primer
ensayista de esta generación. Se distinguió en el campo del periodismo doctrinal y en la crítica histórica. Su
obra representa en conjunto un originalísimo esfuerzo de interpretación antipositivista de nuestra historia
patria, autor de La rebelión del Bahoruco.
Julio González Herrera (1903-1961), escribió las novelas El mensaje de las abejas (1949) La gloria llamó
dos veces (1944), Tementina, clerén y bongó (1943).
Luis Henríquez Castillo (1895-1978), escribió las novelas El hombre alucinado (1936), La octava
maravilla (1947) y Tres hombres en un hombre (1953).
Horacio Read Barreras (1899), escribió las novelas Venus Andrógena (1931), La absurda (1936), Anarka
(1947) y Los civilizadores.
Manuel Salvador Gautier (1930), escribió Tiempo para héroes (1. El atrevimiento, 2. Pormenores del
exilio, 3. La convergencia, 4. Monte adentro) (1993), Toda la vida (1995), Serenata (Prenio anual de
novela, 1998).
Ramón Lacay Polanco (1924-1985). Se formó en un ambiente intelectual y bohemio, modo de vida que lo
acompañó hasta su muerte. Escribió las novelas La mujer de agua (1949), luego le siguen En su niebla
(1950), un libro de cuentos Punto sur (1958), El hombre de piedra, novela (1959), No todo está perdido,
cuento (1966) y su última novela El extraño caso de Camelia Torres (1978).
Ángel Hernández Acosta (1922), narrador de tendencia realista, autor de Cocktail de escenas (1948),
Tierra blanca (1952), Otra vez la noche (1972) y Carnavá (1979).
Miguel Ángel Jiménez (1901-1980), fue maestro en la escuela normal en Santiago. Publicó dos novelas
Merengue (1940) y La hija de una cualquiera (1970).
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Manuel Antonio Amiama (1899-1990), educador, escritor, periodista y abogado, autor de Tío Juan y otros
cuentos, y las novelas El viaje y el terrateniente. Fue autor de los primeros cuentos de tema policíacos
escritos en el país.
Nació en San Rafael de Yuma, Higuey, el 14 de junio de 1913. Fue narrador de novelas, cuentos, político,
historiador, periodista y dirigente obrero. En principio, fue opositor al régimen de Rafael Leónidas Trujillo,
después intelectual colaborador del sistema, siendo varias veces diputado y Secretario de Estado de
Agricultura.
Como periodista, fue director del periódico La Nación. Colaboró en los periódicos El Listín Diario, La
Opinión y El Caribe. Pero su inmortalidad se debe a la literatura y la historia. Como cuentista se caracteriza
por un marcado realismo y ese agresivo tono con que enfrenta la problemática social, política y la miseria
de nuestros campos azucareros.
En novela publicó Over, en 1939. En la historia, es autor de La República Dominicana, origen y destino
del pueblo cristiano más antiguo de América (1957). Los temas de su primer libro, Perfiles agrestes, son
comentarios literarios. Su primer texto de ficción, Balsié, Narraciones, estampas y cuentos son de 1938. La
novela Over trata de la vida en los ingenios azucareros. Considerada como la novela de la explotación
azucarera en la región Este del país, de la novela del sufrimiento de los obreros dominicanos y haitianos, en
una región sub-desarrollada y dependiente. Over es su obra maestra, y nos dejó inédita la novela El camión
rojo.
Falleció en un supuesto accidente de tránsito en Constanza, el 17 de junio de 1959.
OBRAS PUBLICADAS:
Perfiles agrestes (1933), Balsié (1938), Over (1939), En la ruta de los libertadores (1943), Trujillo, síntesis
de su vida y su obra (1953), La República Dominicana. Origen y destino del pueblo cristiano más antiguo de
América (tres tomos, 1957 y 1958), Balsié- Over (Fundación Corripio 1993).
OVER
Segunda parte
Las noches de un hombre solo son pesadas y largas. En ellas los deseos crecen, se hacen duros, hasta
convertirse en dolores. La buena alimentación, el ron, la quietud alumbrada por una lámpara de gas, y sobre
todo los recuerdos, son cómplices que torturan...
Uno es mozo y tiene en la mente otras noches pobladas de ruidos, de risas; noches en que no tenía
importancia el tiempo. Las escenas vuelven a repetirse unas tras otras, vivas, palpitantes.
Las imágenes vienen como en remolino. Después el pensamiento se va concentrando en una sola. Ella tiene
los ojos pequeños, pero lindos y vivarachos, ¡y todo el cuerpo tan joven!
Hace locuras y ofrece la pequeña boca en mohín. No la aman ni ella ama quizá, pero ahora es deliciosa. En
los vasos hace burbujas la cerveza. Ahí están unos compañeros también alocados y suena la música. Un
merengue. Danzan. Las imágenes van abrazadas, moviéndose lúbricamente, y uno está solo con tales
recuerdos en esta bodega, porque no hay mujeres propiamente dichas en la finca.
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Enciendo mi lámpara y las figuras huyen. Aparece la bodega con sus paredes desnudas. Apago para volver a
pensar. Las ranas croan afuera y una luna fría, mete algún ojo de luz por cualquier reja.
Quedo a todo el largo en mi pequeña cama, sin sueño, con los ojos cerrados. Ahora siento la boca amarga.
Las imágenes acechan, pero pienso que en el batey, aparte de Nica y Manuela —hembras desvencijadas y
ajenas—, sólo se encuentran haitianas feas y grasosas que nada me inspiran. Pienso también en las que llegan
detrás de los pagos quincenales, tan peligrosas que casi resulta insensato arriesgarse con ellas. Y todo me
repugna, no por castidad, sino porque he conocido algo mejor, y además, porque quizá ya aspire a encontrar
compañera con quien compartir algo más que una noche de ron.
Porque quizás tuve otros planes hace algún tiempo... ¡pero eso fue hace algún tiempo! Y no siempre las cosas
suceden de acuerdo con nuestro querer. Esta vida, semejante a la de un preso a quien se le confiara la misión
inviolable de vigilarse a sí mismo, me va desmoronando viejos proyectos, castillos de ilusión fabricados
cuando no parecía tan difícil vivir. Ahora, todo aparece más estrecho, más opaco, más poquito. Porque he
visto en alguna parte, en medio de todo esto una cara limpia, joven y fresca, y eso que en el pueblo no me
hubiera hecho pensar hasta más allá de la próxima esquina, aquí ronda en el cerebro.
Porque de noche, cuando las imágenes danzan en la soledad, el hombre tiene horas incontables en una
bodega, y con ellas entran y salen recuerdos donde hay diez personajes alocados, y donde hay sólo una
pequeña mujer con una cara ingenua y con los ojos llenos de pureza hasta no ser capaces de mirarle a uno
largamente. Y esa mujer se acerca, ronda despacio y por fin toma asiento en la mente después del bullicio de
los primeros recuerdos, y allí reposa, con los ojos soñadores entornados, con su cuerpo sano, y espera.
Y uno se queda mirándola, se queda mirándola, hasta que se duerme, o hasta el amanecer...
**
*
La ilusión nació en una casita muy pobre, con piso de tierra, que se anida frente a los cañaverales inmensos,
por el lado sur de la finca, en un caserío rural que se levanta allí. Es un lugar miserable, donde las tierras
particulares se dividen de la compañía por una simple alambrada. Un lugar donde las vacas, cuando hay
sequía, se mueren de sed a diez pasos del abrevadero de la finca, porque la corta distancia es infranqueable.
Esa tarde me acompañaban Eduardo y Valerio, hablando a gritos por los carriles, al galope de nuestros
caballos.
Buscábamos una bachata, un voudou o un velorio. Daba lo mismo. Con un acordeón, un coro de voces
salvajes o de voces que elevaran un rezo por el alma de cualquier difunto, nos hubiéramos divertido igual.
Ibamos de batey en batey, cuando al llegar a aquel caserío nos atrajo una bodeguita particular con la sonrisa
de su aparador.
El día estaba radiante, pero una nubecilla vagabunda que erraba por el cielo de la tarde, comenzó a
desprenderse en llovizna, a la luz del sol. El dueño de aquella bodeguita, un mulato avejentado, comunicativo
y de alma sana, nos saludó con amabilidad y nos invitó a entrar. Casi sin mediar preámbulos, el hombre
comenzó a hablar, primero de su negocio; después, de la estrechez de su vida en aquel sitio.
La compañía no quería que él viviera allí. Aquella bodeguita, cuyas existencias no pasaban de cien dólares,
era una verdadera tortura para el central. Varias veces, mayordomos, colonos, contratistas y ajusteros de esos
contornos, recibieron circulares estrictas prohibiéndoles expedir alguna orden personal contra aquel
ventorrillo. Y si algún peón insistía en hacer sus compras allí, prescindiendo de los vales de la compañía
porque el dueño de la bodeguita le abriese un crédito, se le señalaba como desafecto al central y se le
acorralaba, ejerciendo sobre él terrible presión. El mayordomo nunca se lo diría abiertamente, pero ¡ya se
cuidaría de darle trabajo! Hasta que al fin el peón, viendo que allí no ganaba un centavo, imposibilitado para
pagarle cualquier pequeña suma al dueño de la bodeguita, arreglara su mochila y marchara hacia otra parte, al
interior de la finca, donde la compañía es el único comerciante que puede vender.
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El hombre se acaloraba narrando.
—¡No dejaré que muera de hambre mi familia, aunque mil centrales me odien y me acorralen! —Lanzaba en
tono de desafío.
Y lo decía como quien se defiende ante un juez.
Le oíamos sin comentar, porque así convenía a nuestra condición de bodegueros de la compañía. En ese
momento un grupo de muchachos, probablemente hijos del viejo, correteaban en el interior de la casa. Fue
casi a la hora de marcharnos cuando una mujer blanca, muy bella a pesar de sus cuarenta años, habló de que
se estaba colando café. Y poco después entraba una joven a quien no habíamos visto, con cuatro tazas en una
bandeja.
No era blanca, ni yo lo hubiera querido, era una indiecita radiante, color de canela.
A los tres asaltó la sorpresa. Eduardo la miró con ojos desplayados y olvidó el café. Valerio de casualidad no
estalló con un comentario de los suyos. Yo —¡no me explico!— tuve un pensamiento raro y veloz: «¡Si fuera
mi mujer!»...
Ejercicio.
1.- Nombra los cinco novelistas y su obra principal contemporáneo suyo.
2.- Punto de vista del autor.
3.- Explica ¿de qué trata el fragmento?
4.- ¿Cuál es el significado de la palabra over?
5.- ¿Qué relación tiene el título con el tema?
6.- ¿Cuál es la finalidad del autor al escribir novela?
7.- Señala la función de la lengua, niveles de lengua y tipos lengua predominante en el texto.
8.- Nombra los personajes principales.
9.- Expresa tu opinión personal sobre la obra en dos párrafos de menos cuatro oraciones.
10.- Buscar las palabras desconocidas.
11.- Investiga los aportes del autor a la literatura dominicana.
12.- Elabora una ficha biográfica y literaria sobre los cinco novelistas de la Era.
LOS NUEVOS
Grupo literario fundado el 5 de marzo de 1935, en La Vega. Sus principales integrantes fueron: Rubén
Suro, Mario A. Concepción, Luis Manuel Despradel, Van Elder Espinal (asesinado durante la tiranía de
Trujillo), Manuel Batista Clisante, Darío Suro, Arturo Calventi hijo, Julio César Martínez, Oscar Moya,
Manuel Sánchez Acosta, José A. Rodríguez, Mario Bobea Billini y Ramón A. Espinal. Pero la figura
principal, y por quien Los Nuevos pasaron a ocupar un lugar importante en la historia de la poesía
dominicana del siglo XX, fue Rubén Suro.
La Vega ha sido, a través de su historia, un importante foco de la vida cultural del país. Ese hecho
favoreció la aparición de un grupo tan heterogéneo como Los Nuevos, en el que se reunían y participaban
en sus actividades, músicos, pintores, periodistas, escritores e intelectuales veganos. Sin embargo, el
provincialismo impidió una mayor proyección nacional e internacional del grupo debido a que en la
República Dominicana la literatura escrita por los escritores provincianos ha sido siempre vista con
menosprecio y recelo por los escritores capitalinos. Directa o indirectamente, Los Nuevos fueron víctimas
de ese menosprecio, sobre todo cuando intentaron su expansión a otras áreas de la geografía nacional. Eso
hizo forzó a mu-chos de ellos a abandonar el quehacer artístico y, en consecuencia, el grupo se debilitó
rápidamente hasta desaparecer.
A pesar de que el nombre de Los Nuevos sugería intrínsicamente un rechazo a sus antece-sores inmediatos,
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los postumistas, tal cosa no sucedió. Por el contrario, Moreno Jimenes fue una especie de guía espiritual
para ellos. La relación entre postumistas y nuevos más que de antagonismo, fue de cooperación e
intercambios. Rubén Suro ha admitido que Moreno Jimenes fue una especie de Cicerón para el grupo. Los
Nuevos ayudaron a Moreno Jimenes tanto en la distribución y venta de sus libros como en la divulgación
de la obra de éste. A cambio, se nutrieron de los consejos y lecciones que el "Sumo Pontífice" ofrecía al
grupo.
Tuvieron su propio medio de difusión llamado, también, Los Nuevos. Primero en forma de periódico;
luego, en formato de revista. Usaron como distintivo un mapa de América que proyectaba rayos luminosos
hacia diferentes lugares. Además, escribieron un conjunto de diez normas disciplinarias que denominaron
Decálogo. El decálogo no fue concebido como la declaración estética de Los Nuevos. Más bien se trataba
de reglamentaciones internas que trazaban pautas de comportamiento al grupo. Más que un manifiesto, era
un documento estatutario. A diferencia de los postumistas y vedrinistas. Los Nuevos revistieron su poesía
de una incuestionable preocupación político-social. Sobre todo Rubén Suro quien, aun manteniendo en
muchos casos la métrica y la rima tradicionales combatidas por Moreno Jimenes a través de las
innovaciones postumistas, introdujo nuevos matices en la poesía dominicana, particularmente a la de tema
negro. A pesar de que Los nuevos no llegaron, como los postumistas, a influenciar en las generaciones que
les sucedieron, el matiz social de su poesía marcó el fin del conservadurismo ideológico de la poesía
dominicana de las primeras década del siglo XX.
En el breve poema “Alba poética”, Suro esboza el credo estético del grupo de poetas que conformaron el
movimiento.
ALBA POÉTICA
Ya puede enmudecer
el poema
verbalista
de ayer
y de hoy
limitado en las lenguas;
apagarse
sus fosforescencias seculares…
Y nada se ha perdido.
ya vendrá el de la nueva poesía,
la del cambio futuro,
virginal,
sustantiva y mesiánica,
la del alba espacial,
universal sin traducciones.
La poesía de Los Nuevos coincide con unas supuestas transformaciones sociales, de tal modo que la
literatura se concibe como un reflejo de la sociedad, de denuncia social, arte y testimonio.
Decálogo
RUBENS SURO
Nació en La Vega, el 13 de junio de 1916, día de San Antonio de Padua. Hijo de Jaime Suro Sánchez, y la
madre Isabel Emilia García Godoy, que era hija de un gran escritor, Federico García Godoy, autor de
Rufinito, Alma Dominicana y Guanuma. Eran dos hermanos, ambos dedicados a las artes, por eso lo llamó
así: Rubens por el pintor y Darío, por poeta nicaragüense. Suro dice: –Mi padre pensó que yo iba a ser
pintor y me bautizó Rubens, y a mi hermano, pensando que iba a ser poeta lo nombró Darío-.
Fue abogado de profesión, graduado en la Universidad de Santo Domingo, poeta, catedrático universitario
y político. Miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. Como abogado fue profesor de la Escuela
de Derecho en la UASD y como político, Miembro de la Junta Central Electoral por varios años,
gobernador de la provincia La Vega, diputado al Congreso Nacional, Diplomático y Viceministro de
Trabajo, Viceministro de Interior y Policía, Viceministro de Previsión Social, entre otros cargos.
Como poeta, su producción es breve y cae de lleno en la poesía popular y criollista, negroide, pero es la
voz más destacada del movimiento Los Nuevos. Este proyecto poético, de acuerdo a Pedro Conde, propuso
muy pocas novedades a la poesía dominicana aunque hubo ciertas innovaciones en el estilo de su poesía y
la orientación ideológica de sus textos
Uno de sus poemas puso en peligro la vida de Suro y demás integrantes de grupo que él lidereaba. Manuel
Rueda comenta: “Un escándalo se produce alrededor del poema “Proletario” de Rubén Suro, palabra que
sin embargo había utilizado por primera vez Francisco Javier Angulo Guridi en su poema “Fantasía” de
1841. Aunque con evidente inocuidad Los Nuevos, en cambio, estaban en el centro de un vórtice social en
el que cada alusión venía revestida por significaciones de tipo subversivo
Entre los poemas de Suro se destacamos:
“Rabiaca del haitiano que espanta mosquitos”, “Monólogo del negro con novia”, “Al negro antillano
constructor de carreteras”, “Sansón, bailarín mulato”, “Letanía del cañaveral”, “Romance del tren sin
rumbo”, “Proletario”.
Su obra poética fue recogida en el libro, Poemas de una sola intención (Antología preparada por Pedro
Conde, 1984).
PROLETARIO
Tus músculos se cansan, se agota tu sudor...
siempre la misma historia: ¡triunfa tu explotador!
Esclavo resignado no sabes lo que hacer
y eres un nuevo Cristo: ¡el cristo del taller!
JUGUETE DE CAÑAVERAL
El azúcar de mi tierra
tiene sabores amargos…
¡los jornales son muy cortos
y lo abusos muy largos!
El azúcar de mi tierra
tiene sabores de fiel…
al sudor que mal se paga
no se puede pedir miel.
El azúcar de mi tierra
tiene sabores de sal…
la Antilla canta en la “mocha”
y sangra el cañaveral!
El azúcar de mi tierra
tiene sabor de retama…
¡el negro de sol a sol
y el blanco de siesta en cama!
El azúcar de mi tierra
tiene colores muy blancos…
las angustias se refinan
y el “over time” llena bancos!
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El azúcar de mi tierra
tiene colores muy pardos…
¡las ganancias son del yanqui
y del nuestro son los fargos!
El azúcar de mi tierra
sabe lo mismo que yo,
¡que el de aquí sembró la caña
y el de allá… la cosechó!
Ejercicio.
1.- Investiga los aportes del autor a la literatura dominicana.
2.- Intención del autor al escribir el poema.
3.- Punto de vista del poeta.
4.- Explica ¿de qué trata el poema?
5.- ¿Cuál es el tema central?
6.- ¿Qué relación tiene el título con el tema? Interpreta.
7.- ¿Cuál es la finalidad del autor al escribir el poema?
8.- Señala la función de la lengua, niveles de lengua y tipos lengua predominante en el texto.
9.- Cita otros poetas del grupo y una obra de cada uno.
10.- Estructura y recursos literarios: estrofas, métrica, rima, versificación y figuras literarias e imágenes.
11.- Expresa tu opinión personal en dos párrafos de no menos cuatro oraciones.
12.- Explica por qué se le llamó poesía socio-racial?
13.- Elabora un juicio crítico y de contenido en torno a las poesías: Proletario, Juguete de cañaveral y Alba
poética.
INDEPENDIENTES DE LOS 40
Se conoce como Independientes de los 40 en la literatura dominicana a un grupo reducido de escritores que
se resistió originalmente a formar parte de las agrupaciones vigentes, muchas de las cuales estaban
patrocinadas por la dictadura trujillista. Ellos son: Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral, Tomás
Hernández Franco, Pedro Mir, Octavio Guzmán Carretero, Francisco Domínguez Charro y Carmen Natalia
Martínez.
El nombre Independientes, se explica por sí solo. La mayoría de ellos vivió en el exilio y esa circunstancia
los ubicó a en zonas geográficas distintas, provocando así distanciamiento físico que impidió la agrupación
de los mismos bajo un lema común. Y, del 40, por la década en que dieron a conocer algunos de sus textos
más representativos. Héctor Incháustegui Cabral publicó Poemas de una sola angustia (1940); Tomás
Hernández Franco, Yelidá (1942); Manuel del Cabral, Compadre Mon (1943); Pedro Mir, Hay un país en
el mundo (1949).
A pesar de la distancia que los separaba hay en ellos algunas características comunes bien definidas: a)
afirmación de lo dominicano, b) preocupación social, c) vida en el extranjero y, d) expresión sencilla. Los
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Independientes del 40, señala Daisy Cocco De Filippis, "Comparten la creencia de que su poesía debe
nutrirse de los valores y las preocupaciones nacionales" (Estudios semióticos, 54). A diferencia de los
postumistas, que se apartaron del dolor y del sufrimiento humano a cambio de exaltar la naturaleza y el
color local, los Independientes del 40 armaron su poesía en base a las preocupaciones sociales y a la
problemática política del dominicano.
SEMBLANZAS EN MINIATURAS:
Manuel del Cabral (Santiago, 1907-1999), poeta, novelista, cuentista, ensayista, autor de Doce poemas
negros, Compadre Mon, Santo Domingo 1943, Los huéspedes secretos, Trópico negro, Chinchina busca el
tiempo, y otros. Es el máximo exponente de la poesía negroide en el país.
Tomás Hernández Franco (Tamboril, 1904- Santo Domingo 1952), poeta, cuentista, ensayista. Le cabe la
gloria de ser uno de los poemas fundamentales de las letras dominicanas: Yelidá (El Salvador, 1942),
poema negrita.
Héctor Incháustegui Cabral (Baní, 1912- Santo Domingo 1979), poeta, ensayista, abogado, autor de
Poemas de una sola angustia (Santo Domingo, 1940), libro de poesías de protesta social de donde procede
el poema titulado “Canto triste a la patria bien amada”.
Carmen Natalia Martínez Bonilla (San Pedro de Macorís, 1917- Santo Domingo 1976), poeta. Fue
presidente de la Comisión de Mujeres Interamericana, autora de Alma adentro (1939) y La victoria (1992).
Pedro Mir (San Pedro de Macorís, 1913-2000), poeta, ensayista, abogado, educador y novelista. El tema
central de sus poesías es la injusticia social. Escribió Hay un país en el mundo (1949). Si alguien quiere
saber cuál es mi patria, El huracán Neruda (1975). Contracanto a Walt Whitman (1952), etc.
Francisco Domínguez Charro (San Pedro de Macorís, 1910-1943), es poeta, autor de Tierra y ámbar
(1940), América en genitura épica (1943.
Octavio Guzmán Carretero (Moca, 1915-1948), poeta, autor de Solazo (1939). Su poesía refleja una gran
preocupación social y una indefinida intención política.
Nació en Tamboril, el 29 de abril de 1904. Fue poeta, ensayista, cuentista, abogado y funcionario público.
Su primer libro de poesías es Rezos bohemios de 1921, publicado en época de estudiante. Viviendo en La
Vega fue redactor del diario El Progreso. Después viaja a París, y mantiene una vida un poco aventurera,
hecho que se refleja en su evolución poética que era muy titubeante. Recorre todas las tendencias literarias
desde la romántica hasta las técnicas dadaístas y surrealistas que ya se habían adueñado del país en sus
años de estudiante. Fruto de esas inquietudes son los libros perdidos, El boxeador idílico y 10 x 10, de los
que sobreviven “Poema del feto” y “Poema de Chewing-gum”.
En París escribió su libro en prosa El hombre que había perdido su eje, publicado con ilustraciones de
Jaime Colson. En 1927 regresa a Santo Domingo, y con influencias de las escuelas españolas y los poetas
Rafael Alberti y García Lorca escribe canciones, constituyendo esta época una evidente superación en
cuanto a la elaboración técnica. Pero su obra cumbre y que inmortaliza para siempre a su autor, es el
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extenso y vigoroso poema Yelidá. Yelidá es su poema más original y perfecto y nos presenta el
enfrentamiento de dos culturas, dos razas opuestas: el entrecruce de un noruego y una negra antillana, cuyo
producto de esa relación marital es la niña Yelidá, “sus conocimientos de voudu y de la mitología
escandiva completan el material con el que Hernández Franco estructura su poema, cargándolo con las
misteriosas connotaciones de dos culturas opuestas, e ilustrando así el perenne conflicto emotivo en que
viven los pueblos de América en fusión y entrecruzamiento de razas. Es aquí donde Yelidá alcanza visos de
epopeya y logra significación dentro de la poesía americana. Al poeta se le ha criticado el que situara los
personajes de su poema en Haití, en esa Fort Liberté en la que Erick, amparado por su esposa Negra,
tomaba quinina en grandes tragos de tafiá. Pero el poema, más que una lucha entre dos nacionalidades, y de
ahí su grandeza, es el enfrentamiento de dos mitologías que se activan para recuperar la sangre que les
pertenece, por un lado Baballá–Queddó, Badaquis, Wangol y el Papaluá Lupié del voudú, y por el otro los
liliputienses dioses infantiles de la nieve…”, (Dos siglos…. P. 517).
Hernández Franco también publicó la conferencia “Apuntes sobre poesía popular y poesía negra en las
Antillas”, escribió cuentos, los que recogió en su famoso libro Cibao, muy elogiado por la crítica. Fue
diplomático de carrera, legislador y funcionario público. Fue uno de los directores de Los Cuadernos
Dominicanos de Cultura, y un alto colaborador y defensor del régimen trujillista. Murió el 1ero de
septiembre de 1952.
Obras Publicadas:
Rezos bohemios (1920), Capitulario (cuentos y crónicas, 1921), De amor, inquietud y cansancio (1923), El
hombre que había perdido su eje (1926), La más bella revolución de América (1930), Canciones del litoral
alegre (1936), Yelidá (1942), Apuntes sobre la poesía popular y poesía negra en las Antillas (1942), Cibao
(cuentos, 1951).
.
YELIDÁ
Un antes
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Pero Erick no sabía nada de eso
-pulso de viento y terquedad de proa-
aprendió los nombres de los peces de las puntas y cabos
la oración del canal y la bahía
a los quince años conocía mil golfos
y sin contar el ya remoto y salobre seno de la madre
ni un solo pensamiento de Noruega
le había caminado entre las cejas rubias.
Otro antes
Un después
Tacto de clave
flanco sonoro al simple peso de la mirada
paladar de fiera
cuerpo de eterna juventud de serpiente nuevo para cada luna nueva
completa para siempre como el mito
hermafrodita en el principio del mundo
cuando descuartizaron a los dioses
enigma subterráneo de la resina y del ámbar
Un paréntesis
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Los liliputienses dioses infantiles de la nieve
los viejecillos vestidos de rojo
que sacuden la niebla de sus barbas
y los que soplan sobre las letras sin rumbo de las veletas
los habitantes del rescoldo
los del viento ululante
los que dibujan las árticas auroras
los dioses de algodón y de manzana
que tienen largo el sur y corto el norte
los que sobre la tímida y verde vida del musgo verde
resbalan y juegan con las flores del hielo
los hiperbóreos duendes del trino y del reno
supieron la noticia en lengua de disueltos huracanes lejanos.
Sangre varega en la aventura de cosas de hombre
por cosas de mujer se trasplantaba
en islas de coral y de pimienta
perdida iba a quedar para su ártico
en el flotante archipiélago encendido
perdida iba a quedar para su mansa
vegetación de pinos ordenada
perdida iba a quedar para su lucha
de olas aceite y peces
perdida iba a quedar para Noruega
en las islas de fuego condenada
Otro después
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en el agua del charco con su verde y su larva
y su ala a medio nacer y su andar de meteoro
Yelidá deshojada a sí y a no
por éxtasis de blanco y frenesí de negro
profunda hacia la tierra y alta hacia el cielo
en secreto de surco y en místico de llamas
Final
Nació en Santiago de los Caballeros, el 7 de marzo de 1907. Fue poeta, ensayista, diplomático y cuentista,
dramaturgo y novelista. Como poeta es uno de los hombres de letras más conocidos en el extranjero,
porque es el autor de mayor proyección internacional, por su importancia y fecundidad en el cultivo de la
poesía negroide, poesía de denuncia social, poesía metafísica, erótica, poesía sexual, poesía onírica, poesía
política, en fin, lo humano está presente en todas sus composiciones, tratada de forma delicada, descarnada
en otras, y a veces, utilizando figuras románticas o modernistas hasta caer a veces, utilizando figuras
románticas o modernistas para aterrizar en el vanguardismo. Su objetivo es hacer buenas poesías. Así
vemos cultivar, también, el tema del amor en todas sus facetas, lo pintoresco y ha escrito en torno al
destino del hombre y del mundo. En 1931, publicó su primer libro de poesías, titulado Pilón, Cantos del
terruño y otros poemas. Luego su producción poética se incrementó tanto en cantidad como en calidad,
sobrepasando los 40 títulos.
En 1992 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura, otorgado pro al Fundación Corripio y la
Secretaría de Estado de Educación. Murió en Santo Domingo el 14 de mayo de 1999.
Antonio Fernández Spéncer escribe en torno a Manuel de Cabral: “Aparentemente existen divergencias
entre los poemas de estos libros (Compadre Mon y el de Trópico negro. En Trópico negro rueda el verso
lleno de búsquedas e inteligentes sonoridades; Compadre Mon, en cambio, es más recatado en el tono de
voz. Sin embargo, ambos libros parten de una vena lírica popular; se inspiran en los acontecimientos de
una parcela de América, de una determinada y clara geografía: la antillana.
Las Antillas, según la poesía de Cabral, son un hervidero de negros, mulatos y explotación; las Antillas son
ritos africanos, desenfreno instintivo, color, música, plácidas y resonantes peleas de gallos. Las noches
estrelladas del trópico ven cruzar al negro, nostálgico, como un ser desterrado de su origen. Esas noches del
trópico antillano, incendiadas de estrellas, ven pasar también a Compadre Mon en su caballo; va lleno de
historias, de violencias; pero conserva su honor limpio, claro como las aguas del río. Compadre Mon es el
criollo, el héroe racial de la tierra dominicana; con él Cabral nos representa al caudillo, al creador de
pueblos mientras las galopadas de su caballo trepidan en las llanuras; es el hombre de la tierra que a golpes
de pistola, de valentía y honor, ha ido formando en las aventuras ancas de su alazán, la ardiente historia de
un pueblo: la historia escrita con alfabetos de sangre y viril hombredad. Compadre Mon es el símbolo de la
vida cotidiana de unos hombres que viven junto a la naturaleza; representa el héroe de un pueblo de tierra
adentro en contacto con las cosas menudas. De ahí la atmósfera cariñosa, instintiva, que fluye de esta
poesía, que va recreando los objetos cotidianos y que sabe transmitirnos el asombro que la produce: el
vuelo de un pájaro, la tibieza de un caballo y las barbas de Compadre Mon. Con esas barbas, Cabral
simboliza la sabiduría y la antigüedad del héroe, que es ducho en el conocimiento de los más hondos y
pavorosos misterios telúricos. Este poema es uno de los que auténticamente reflejan la tierra americana, y
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es, visto desde otra perspectiva, uno de los documentos raciales y sociológicos de mayor interés que ha
producido América. La poesía épico-lírica americana ha conseguido quizá con este poema moderno su más
brillante acierto; al afirmar tal cosa, no ignoro la existencia del Martín Fierro ni su importancia”.
Murió en Santo Domingo el 14 de mayo de 1999.
Obras publicadas
Entre los más importantes y conocidos tenemos: Pilón, Cantos del terruño y otros poemas (1931), Color
del agua (1932), Doce poemas negros (1935), Poemas (1936), Ocho gritos (1937), Compadre Mon,
(1940), Manuel cuando no es tiempo (1941) Trópico negro, (1942); Biografía de un silencio, 1940,
Chichina busca el tiempo (1945), Sangre mayor (1945), De este lado del mar (1948), Antología tierra
1930-1949 (1949), Los huéspedes secretos, (1951), Carta a Rubén (1951), Segunda antología tierra, 1930-
1951, Veinte cuentos (1951), 30 parábolas (1956), Sexo y alma (1956), Dos cantos continentales y unos
temas eternos (1956), Antología clave, 1930-1956 (1957), Pedrada planetaria (1958), Carta para un
fósforo no usado y otras cartas (1958), Historia de mi voz, (ensayos, 1964), Catorce nudos de amor, 1962;
Célula del mar, 1982; Los relámpagos lentos (cuentos, 1966), Los anti-tiempo (1967), La isla ofendida
(1965), Cuentos cortos con pantalones largos (1981), Antología de Cuentos (1998), Antología
Poética (1998), La Espada Metafísica (1990), Antología tres (1987), 10 poetas dominicanos, 3 poetas
vivos y 7 desenterrados (1980), El jefe y otros cuentos (1979), Palabra (1977), La carabina piensa (1976),
Obra poética completa (1976), Cuentos (1976), Poemas de amor y sexo (1974), El presidente
negro (1973), Sexo No Solitario (1970), El escupido (1970), Égloga del 2000 (1970), Trópico
Negro (1941), 8 Gritos (1937), Poemas (1936
TRÓPICO PICAPEDRERO
Actividades:
1.- Elabora una ficha temática sobre el autor.
2.- Comentario crítico y de contenido del poema.
3.- ¿Qué relación tiene el título con contenido del poema?
4.- ¿Cuál es la intención del poeta?
5.- Reflexiona, ¿Por qué dice el poeta “Hombres negros pican sobre piedras blancas,
tienen en sus picos enredados el sol”. Expón tu opinión en un párrafo.
6.- ¿Cuáles recursos estilísticos (versificación, tipo de estrofas, rima, medida, figuras e imágenes, etc.)
predominan en el poema.
7.- Di cuál es la función de la lengua predominante en el poema.
8.- ¿Qué nivel de lengua predomina en el poema?
9.- ¿Qué tipo de lengua predomina?
10.- ¿Cuáles son los cultivadores de la poesía negroide dominicanos?
11.- ¿Cuáles son en Hispanoamérica?
12.- A qué y por qué se le llama poesía negra o afroantillana?
12.- ¿De qué trata el poema y juicio crítico y de contenido en dos párrafos?
AIRE NEGRO
AGUA
TAMBORA
POEMA
Poema.
Poema mío.
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¡Qué anciano está,
ya muriendo!
EL CENTAVO
Sequía, el avaro, no perdió dos minutos en dirigirse a su casa para guardar el último centavo que le cobró
sin escrúpulos a uno de sus pobres inquilinos.
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El usurero era frío, su silencio era cruel. Su casa solo tenía un ruido: el oro de Sequía. Y una muda
biografía: aquel centavo…
Pero Sequía inquietóse… Iba a ver el centavo diariamente. Y una mañana se despertó sorprendido:
encontró que la moneda tenía el doble de su tamaño. Poco tiempo después, el centavo ya no cabía en las
manos ni en la caja de hierro de su dueño.
Pero, ¿a quién comunicarle un hecho tan útil, tan valioso? Su dueño pensaba que aquello podría ser su gran
mina de hierro.
Sin embargo, fue inútil el silencio de Sequía. El centavo, en un rápido y extraño crecimiento, cubría ya la
habitación de su amo, amenazando rajar y derrumbar las paredes de la casa.
Desesperado, Sequía hacía astilla su silencio, y como un agua sin cauce, sale su grito en busca de
caminos…
La calle hecha ojos, rodea al avaro, rodea su casa. En tanto, el centavo, en una desenfrenada hinchazón ,
derriba el caserón, y de súbito, invade el pueblo.
Mas los picapedreros, las dinamitas… Todo ha resultado inútil; pues donde al centavo se le quita su
pedazo, crece inmediatamente recobrando lo perdido.
La gente huye hacia el campo.
Se vuelven de metal calles y plazas: No queda hondonada, ni agujero, ni llanura. El centavo por minutos
crece más y más. Ahora, su gran masa de cobre se desplaza hacia los fugitivos; por momentos, da la
sensación de que aquellas fuerzas sin límites es un instinto, un impulso premeditado y dirigido, porque el
centavo es un huracán de hierro sin piedad….
Hombres y bestias huyen a las montañas. Y el mundo comienza a morir bajo aquella extraña mole.
Vegetación y agua han desaparecido.
De pronto, la poca humanidad que queda en tierra alta ve a Sequía andando sobre la gran moneda.
Y con las lágrimas que caía de la gente que estaba en las montañas, Sequía, el avaro, se quitaba la sed.
Actividades
1.- Busca las palabras desconocidas.
2.- Breve datos biográfico sobre Manuel del Cabral.
3.- ¿Cuál es el tema tratado en el relato?
4.- Explica la relación que guarda el título con el desarrollo del cuento.
5.- ¿Qué relación guarda el nombre del personaje principal con contenido del cuento?
6.- ¿En qué persona gramatical se narra el cuento? ¿Cómo lo sabes?
7.- ¿Cuál es la intención del autor?
8.- Escribe una descripción de Sequía en un párrafo.
9.- ¿Cómo inicia, cómo se desarrolla y cómo termina el relato?
10.- ¿En qué época y ambiente se desarrolla la narración?
11.- ¿Sobre qué figuras literarias descansa la narración? Reflexiona y transcríbelas.
12.- Escribe en dos párrafos un juicio crítico y de contenido sobre el cuento.
13.- ¿Por qué el nombre del personaje central “Sequía”? Interpreta y analiza semánticamente el concepto.
14.- ¿Qué es un centavo?
Nació en San Pedro de Macorís, el 3 de junio de 1913. Estudió en la Universidad de Santo Domingo, en la
que obtuvo en 1941 el título de Doctor en Derecho. Es conferencista, poeta, articulista, ensayista y autor de
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novela y educador. Comenzó a publicar poesías en 1938, y su calidad de literato es incuestionable, y como
poeta es uno de los hombres de letras más valiosos del siglo XX en el parnaso dominicano.
Por su profunda voz poética se le considera como uno de los grandes bardos de la poesía hispanoamericana
con tema de compromiso social, a favor de los explotados, porque vivió en un área dedicada al cultivo de la
caña de azúcar. Hijo de padre cubano y madre puertorriqueña. Esta mezcla de razas y culturas que le tocó
vivir se manifiesta en la su labor de poeta, que se puede ver reflejada en muchos de sus mejores poemas,
como es el caso de Hay un país en el mundo (1949). La aparición en Cuba de este poema representa para
Mir su reconocimiento a nivel continental como luchador por la libertad de su país.
En 1947 parte al extranjero a tratarse quebrantos de salud, pretexto que utiliza para escapar a persecuciones
políticas, entonces se dedica a combatir abiertamente al régimen de Trujillo. Viaja a Europa y
Centroamérica, y participa en diversos congresos de la juventud revolucionaria. Da recitales, mientras
continúa su calurosa producción poética con otros poemas, Contracanto a Walt Whitman (Canto a
nosotros mismo) en 1952 y, luego, Si alguien quieres saber cuál es mi patria, para regresar al país en 1968.
Pedro Mir fue profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Es autor de las
siguientes obras: Apertura a la estética (1974); Fundamentos de Teoría y Crítica de Arte (1978); Las
raíces dominicanas de la Doctrina de Monrroe, ganadora del Premio Nacional de Historia (1975), El
gran incendio (1969), Tres Leyendas de colores (1969), La noción del período de la historia dominicana,
dos tomos (1981), La estética del soldadito (1991). Las dos patrias de Santo Domingo (1975), El color del
camino, de Domingo Batista (introducción y notas de Pedro Mir, 1978), Martí para la poesía y el eco de
los pueblos (1981), Los orígenes del hambre en la República Dominicana (1987), El lapicida de los ojos
morados (1993).
En su incursión en la narrativa es digna de mención su novela Cuando amaban la tierra comunera (1979) y
Buen viaje, Pancho Valentín (1981); y como poeta, que es el género donde alcanzó altos méritos, se
destacan: Hay un país en el mundo (1949), Contracanto a Walt Whitman (1952), Seis momentos de
esperanza (1953), Ahora el amor abre un paréntesis (1960), Poemas de amor y a veces de fantasías (196),
Amén de mariposas (1969), Viaje a la muchedumbre (1971), El huracán Neruda: elegía con una canción
desesperada (1983) y otros. Con esos poemas, Pedro Mir se convirtió, no solamente en el interés de los
críticos, por el valor estético de sus poemas, sino también de su gente, en "la voz del pueblo", puesto que
incluso por las calles muchos iban recitando sus masivos e iluminados poemas sociales. Quizás por ese
retintineo, esos versos en forma de estribillos, ese martilleo constante y ese ritmo interno en forma de baile.
Es todo él una mezcla de popularismos y cultismos, cosa muy inusitada entre los poetas de su categoría.
Don Pedro Julio Mir Valentine fue el cantor preferido de los grupos de poesía coreada y los clubes
culturales de la época de la guerra fría, porque él utiliza sus poesías, su narrativa histórica y sus ensayos
como un mecanismo de denuncia en contra de la explotación y miseria en que estaba, y continúa sumido
nuestro pueblo, así como el continente americano. Sus voz es la denuncia del trabajador de la caña en sus
bateyes llenos de inmundicias, una denuncia de las condiciones económicas, sociales y políticas que se
vive en su patria y la de reflejar el dolor del pueblo en todas sus facetas.
La obra poética de Pedro Mir es corta en términos de cantidad y extraordinaria en términos de calidad.
Pues bien, se habla muchas cosas importantes de él como poeta: es poeta lírico, épico, social. Político;
poeta colectivo y también del carácter profético de sus poesías y del tono esperanzador que la alienta.
Premios y reconocimientos:
Por su ensayo de investigación histórica Las raíces dominicanas de la doctrina de Monroe (1974), obtuvo
el Premio Anual de Historia.
En 1975, su poema El huracán Neruda le mereció el Premio Anual de Poesía.
En 1984, el Congreso Nacional de la República Dominicana lo declaró Poeta Nacional .
En 1991, recibió el Doctorado Honoris Causa del Hunter Collage de la Universidad de New York
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El Premio Nacional de Literatura en 1993, otorgado por la Fundación Corripio y la Secretaría de Estado de
Educación, Bellas Artes y Cultos.
Murió en Santo Domingo, el 11 de julio de 2000.
NI UN PASO ATRÁS
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteras
antiguas
o el día en los tejados.
Sencillamente frutal.
Fluvial. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado.
En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.
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Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
dondequiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
que donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras
cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
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y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien!
No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido.
Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije
sencillamente triste y oprimido.
No es eso solamente.
Faltan hombres
para tanta tierra. Es decir, faltan hombres
que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre
después de unas canciones.
Madre de la hortaliza.
Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.
Madre solícita y nocturna junto al lecho...
Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces
los alcen contra el sol y la distancia.
Contra las leyes de la gravedad.
Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.
Y hombres que se acuesten con la arcilla
y la dejen parida de paredes.
Y los hombres
que descifren los dioses de los ríos
y los suban temblando entre las redes.
Y hombres en la costa y en los fríos
desfiladeros
y en toda desolación.
Es decir, faltan hombres.
Y falta una canción.
País inverosímil.
Donde la tierra brota
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde alcanza la estatura del vértigo,
donde las aves nadan o vuelan pero en el medio
no hay más que tierra:
los campesinos no tienen tierra.
Y entonces
¿de dónde ha salido esta canción?
¿Cómo es posible?
¿Quién dice que entre la fina
salud del oro
los campesinos no tienen tierra?
Ésa es otra canción. Escuchad
la canción deliciosa de los ingenios de azúcar
y de alcohol.
Y éste es el resultado.
El día luminoso
regresando a través de los cristales
del azúcar, primero se encuentra al labrador.
En seguida al leñero y al picador de caña
rodeado de sus hijos llenando la carreta.
Y así
palo de luna
pasajeros
despoblados y agrestes del rocío,
van montañas y valles por el río
camino de los puertos extranjeros.
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y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.
Pero ebrio de orégano y de anís
Y un país
en el mundo,
fragante,
colocado
en el mismo trayecto de la guerra.
Traficante de tierras y sin tierra.
Material. Matinal. Y desterrado.
Después
no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.
Ejercicio.
1.- Investiga los aportes del autor a la literatura dominicana.
2.- Intención del autor al escribir el poema.
3.- Punto de vista del poeta.
4.- Explica ¿de qué trata el poema?
5.- ¿Cuál es el tema central?
6.- ¿Qué relación tiene el título con el tema? Interpreta.
7.- ¿Cuál es la finalidad del autor al escribir el poema?
8.- Señala la función de la lengua, niveles de lengua y tipos lengua predominante en el texto.
9.- Cita otros poetas de su generación y una obra de cada uno.
10.- Estructura y recursos literarios: estrofas, métrica, rima, versificación y figuras literarias e imágenes.
11.- Expresa tu opinión personal en dos párrafos de no menos cuatro oraciones.
12.- Explica por qué se le llamó poeta nacional?
13.- Expresa en un párrafo, ¿qué motivó al poeta al escribir el poema “¿Ni un paso atrás”, a qué se refería?
14.- Elabora una ficha biográfica y literaria sobre estos poetas: Carmen Natalia, Gustavo Guzmán Carretero
y Francisco Domínguez Charro.
Nació en la ciudad de Baní el 25 de julio de 1912. Fue poeta, escritor, abogado, profesor, analista y
articulista de periódicos. Es uno de nuestros poetas de más extensa y continuada labor literaria.
Perteneciente a la generación de Poetas Independientes del 40, cultivador de una poesía de marcado acento
vigoroso y una obra realista de acentuada protesta social, a la que incorpora el tema de la patria paupérrima
y doliente, la suerte de la muchacha rural, las faenas de los hombres humildes y las desigualdades sociales,
unidos al paisaje y a la aridez del sur nativo. Poema de una sola angustia, es su ejemplo más concreto.
Como crítico literario, se destaca habiendo estudiado a nuestros poetas contemporáneos a la luz del
psicoanálisis con el libro titulado De literatura dominicana siglo XX, en el que se acometen valoraciones
de los poetas de una nueva generación como Manuel Rueda, Lupo Hernández Rueda. Máximo Avilés
Blonda (San Juan Bautista), todas vistas a través de las teorías del trauma de nacimiento sustentadas por
Otto Rang. A su labor como prosista pueden acreditarse libros como Casi de ayer, El pozo muerto,
Escritores y artistas dominicanos, una novela de sus inicios, publicada tardíamente en 1984. La sombra del
tamarindo, y cuentos aparecidos en revistas y numerosos artículos periodísticos. Fue co-director de Los
Cuadernos Dominicanos de Cultura (1943-1952), conjuntamente con Tomás Hernández Franco, Pedro
René Contín Aybar, Rafael Díaz Niese y Emilio Rodríguez Demorizi. En sus años de juventud trabajó
como periodista, llegando a desempeñar funciones tan importantes como la de Jefe de Redacción y
Editorialista del El Listín Diario, La Nación y de director del diario La Opinión. Obtuvo en 1952 el Premio
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Nacional de Literatura Pedro Henríquez Ureña. Formó parte de la comisión que preparó la Antología de la
literatura dominicana (prosa y verso), publicada en 1944 con motivo del Primer Centenario de la
República. Fue miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la
Española. Trabajó en la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica Madre y Maestra, de
Santiago de los Caballeros, donde dirigió su Comité de Publicaciones, Profesor emérito y escritor residente
de esta misma universidad. Su obra poética ha sido traducida a varios idiomas.
Un comentario comparativo en torno al universo poético de Héctor Incháustegui Cabral y Pedro Mir (1913)
revela la amplitud de su temática fundamentalmente social en ambos poetas.
En Incháustegui Cabral campea una reflexión sobre la condición humana en los valores universales, como
son la pobreza, la desigualdad social, el dolor humano, la infelicidad, la desesperanza y el abandono junto a
la indiferencia por la que atraviesa el campesino, poemas a muchachas campesinas sojuzgadas por los
prejuicios morales y las costumbres de la sociedad tradicional, la miseria de su región sureña… Con esta
temática plasmadas en sus poesías y muchos otros más, son temas fundamentales que marcan su obra desde
el inicio con su primer libro Poemas de una sola angustia (1940). Título que utilizó para recoger su
extensísima obra poética.
“Mientras el hombre tenga que arrastrar
enfermedad y hambre,
y sus hijos se esparzan por el mundo
como insectos dañinos,
y rueden por montañas y sabanas,
extraños en su tierra,
no deberá haber sosiego,
ni deberá haber paz,
ni es sagrado el ocio,
y que sea la hartura castigada...”
Héctor Incháustegui Cabral murió en en Santo Domingo, el 5 de septiembre de 1979.
Obras publicadas:
Poemas de una sola angustia (1940). Rumbo a la otra vigilia (1942), En soledad de amor herido (1943),
De vida temporal (1943), Canciones para matar un recuerdo (1944), Soplo que se va y no vuelve (1946),
Versos, 1940-1950, (1950), Muerte en El Edén (1951). Las ínsulas extrañas (1952), Casi de ayer, crónicas
(1952), Rebelión vegetal y otros poemas menos amargos (1956), El pozo muerto (1960), Por copa cabana
buscando (1964), Miedo en un puñado de polvo (1964), Teatro, Diario de la guerra y Los dioses
ametrallados (1967), De literatura dominicana siglo XX, (1969), Poemas de una sola angustia, obra
poética completa 1940-1976 (1978), recopilación para la que toma el título de su primer libro. Escritores y
artistas dominicanos, ensayos (1979), La sombra del tamarindo (1985), publicación póstuma.
Patria...
y en la amplia bandeja del recuerdo,
dos o tres casi ciudades,
luego,
un paisaje movedizo,
visto desde un auto veloz:
empalizadas bajas y altos matorrales,
las casas agobiadas por el peso de los años y la miseria,
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la triste sonrisa de las flores
que salpican de vivos carmesíes
las diminutas sendas.
...una mujer que va arrastrando su fecundidad tremenda,
un hombre que exprime paciente su inutilidad,
los asnos y los mulos,
miserable coloquio del hueso y el pellejo;
las aves de corral son pluma y canto apenas,
el sembrado sombra,
lo demás es ruina...
Patria,
es mi corazón un acerico
en donde el recuerdo va dejando
lanzas de bien aguzadas puntas
que una vez clavadas temblorosas quedarán
por los siglos de los siglos.
Patria,
sin ríos, los treinta mil que vio Las Casas
están naciendo de mi corazón...
Patria,
jaula de bambúes
para un pájaro mudo que no tiene alas...
Patria,
palabra hueca y torpe
para mí, mientras los hombres
miren con desprecio los pies sucios y arrugados,
y maldigan las proles largas,
y en cada cruce de caminos claven una bandera
para lucir sus colores nada más...
Patria...
y en la amplia bandeja del recuerdo,
dos o tres casi ciudades,
luego,
un paisaje movedizo,
visto desde un auto veloz:
empalizadas bajas y altos matorrales...
Responde:
1.- Cita los aportes de la poetisa a literatura dominicana.
2.- Intención dela poeta.
3.- Recursos estilísticos: género, rima, métrica, versificación, tipo de estrofa.
4.- ¿Qué valores se observan en el texto y cómo los relaciona con nuestra realidad?
5.- Expón algunos hechos o acontecimientos históricos ocurridos en nuestro país que reflejen la realidad
sociopolítica e histórica recreada en el poema.
7.- ¿Qué aplicaciones tiene el título del poema en la actualidad?
8.- ¿Cuál es el mensaje que nos quiere expresar el poeta a través del poema?
10.- ¿Cuál es la persona gramatical predominante?
11.- Género y subgénero a que pertenece el poema.
12.- Elabora una ficha biográfica de cinco poetas dominicanos contemporáneos suyos.
13.- ¿Cuál es el tipo de lengua predominante?
14.- Nivel de lengua dominante.
15.- Comentario crítico y de contenido sobre el texto.
16.- Tu opinión personal valorando el poema en dos párrafos.
ÁLBUM POÉTICO
y te he visto, sumiso,
responder al reclamo,
-de ese grito silente de tu alma-
cuando aspiras el humo en tu pipa
en profundas y lentas bocanadas.
Y te he visto, también, deshilar el fulgor
de tus ojos noctámbulos
por las aguas plateadas.
CARMEN NATALIA
ALFARERO CELESTE
Alfarero celeste:
yo soy un pobre trozo de barro cocido…
Pero al través del barro pasa mi voz de lluvia,
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y la arcilla está blanda para el contorno vivo.
Alfarero celeste,
date prisa, trabaja!
Yo no soy más que un trozo de barro no cocido;
pero dentro del barro hay algo sensitivo
que late y que solloza, que palpita que canta;
algo que es como un beso, una rosa o un nido…
LA POESIA SORPRENDIDA.
Agrupación literaria aparecida en Santo Domingo en 1943. El origen de la Poesía Sorprendida está ligado a
los Triálogos que iniciaron los poetas Alberto Baeza Flores, Domingo Moreno Jimenes y Mariano Lebrón
Saviñón entre 1942 y 1943. Moreno Jimenes explica el origen de La Poesía Sorprendida de la siguiente
manera: "Baeza Flores, Lebrón Saviñón y yo nos sentamos una vez a conversar, Baeza iba copiando todo
cuanto se decía. Aunque antes de eso yo tenía el criterio de que la poesía no debía escribirse sino
hablarse.
Entonces, todo cuanto habíamos dicho en la conversación lo titulamos: Los triálogos. Se redactaron,
además, La infinita estética, Cosmo hombre y Nuevos triálogos, este último no se publicó. Cuando los llevé
a la imprenta para publicarlos, los titulé: Ediciones de la poesía Sorprendida, a ellos le gustó el nombre y
cuando me vieron me gritaron: hoy decidimos hacer una revista: La Poesía Sorprendida" (Doce en la
literatura dominicana, 53).
Moreno Jimenes apareció en los primeros números de la revista La Poesía Sorprendida, No obstante, desde
la reunión inicial para la formación de dicho grupo, éste fue excluido del mismo. Baeza Flores y Lebrón
Saviñón se reunieron con Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce y el poeta y pintor español Eugenio
Fernández Granell y, bajo el lema de "Poesía con el hombre universal", dejaron formalmente constituido el
grupo.
Posteriormente Moreno Jimenes expondría lo que a su juicio pudo haber sido la excusa de los sorprendidos
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para eliminarlo del proyecto recién iniciado: "Colaboré con ellos en algunos números; querían que sólo
publicara para ellos y no para los Cuadernos Dominicanos de Cultura que preparaban Pedro René Contín
Aybar, Inchaústegui Cabral, Emilio Rodríguez Demorizi y Rafael Díaz Niese. Entonces le contesté: "Si he
sido libre en la poesía, soy un hombre libre. Me amenazaron con escribir un artículo contra mí, pero no le
hice caso" (Doce en la literatura dominicana, 53). Los triálogos concebidos, de acuerdo al propio Baeza
Flores, en la tranquilidad nocturna de los parques Julia Molina (actual "Parque Enriquillo") e
Independencia” (La poesía dominicana en el siglo XX, 605), en la capital dominicana, versaban sobre el
amor, el mar, la poesía, el desengaño, el sufrimiento y otros aspectos del diario vivir, en los que estaba
representado el hombre en todas sus cotidianidades.
El planteamiento básico de los sorprendidos se apoyaba en la universalización del arte. De ahí que su
postulado principal fuera: "Estamos por una poesía universal única forma de ser propia; con lo clásico de
ayer, de hoy y de mañana; la creación sin límites, sin fronteras y permanente; con el mundo misterioso del
hombre, universal, secreto, solitario e íntimo, creador siempre"(. Manifiestos literarios de la República
Dominicana, 42-44). Los sorprendidos no rechazaron el pasado ni negaron los aportes de las culturas y
las literaturas extranjeras como lo habían hecho sus antecesores. Al contrario, estaban conscientes de que
la poesía dominicana debía abandonar el localismo folklórico que la identificaba y acercarse más a lo
universal. Las relaciones internacionales y el intercambio con importantes escrito-res europeos,
latinoamericanos y caribeños de la época, entre ellos Juan Ramón Jiménez, Emilio Ballagas, Eliseo Diego,
Jorge Guillén, Cintio Vitier, Lezama Lima, Ramón Guirao, etc., puso a los poetas sor-prendidos en
contacto con la mejor poesía y los más importantes movimientos literarios de aquellos años. Eso los
mantuvo al tanto de lo que se estaba escribiendo en otros países de habla española.
Los integrantes de la La Poesía Sorprendida fueron: Rafael Américo Henríquez, Manuel Llanes, Franklin
Mieses Burgos, Aida Cartagena Portalatín, Manuel Valerio, Freddy Gatón Arce, Manuel Rueda, Mariano
Lebrón Saviñón, Antonio Fernández Spencer y José Glass Mejía.
El grupo permaneció activo por cinco años, desde octubre de 1943, fecha de la aparición de la revista La
poesía Sorprendida, órgano de difusión de sus actividades y su producción poética, hasta mayo de
1947, cuando circuló el último número de dicha publicación.
“Estamos por una poesía nacional nutrida en lo universal, única forma de ser propia; con lo clásico de ayer,
de hoy y de mañana; con la creación sin límites, sin fronteras y permanente; y con el mundo misterioso del
hombre, universal, secreto, solitario e íntimo, creador siempre.
Estamos contra toda limitación del hombre, la vida y la poesía; contra todo falso insularismo que no nazca
de una nacionalidad universalizada en lo eterno profundo de todas las culturas; contra la permanente
traición a la poesía y contra sus permanentes traidores por su corta visión.
En los silencios y en las letras hay un amor callado que sólo podrá ser escuchado por el atento a su interior.
No interesa a La Poesía Sorprendida que esta amorosa luz sea o no comprendida de inmediato; le basta con
tenerla, con amarla, con darla, y que se recoja más tarde o más temprano es razón aparte de su virtud de
nacimiento y crecimiento.
La Poesía Sorprendida saluda a todos los trabajadores intelectuales de ambas América, y en especial a sus
amigos repartidos en los diversos países americanos. Afirma su fe en la creación del mundo más bello, más
libre y más hondo de mañana.
Saluda a todos los luchadores del pensamiento y la sensibilidad de todas las latitudes de la Tierra, de todos
los climas e idiomas, en una fe invariable, permanente y sagrada por el respeto a la creación del hombre,
por sobre cualquier circunstancia, fiel a su lema “poesía con el hombre universal”.
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Aunque queda en nuestro continente mucha poesía de circunstancia y de anécdota infiel y al parecer
seguirá produciéndose con la sabida disculpa de que el fin justifica los medios. Sería mejor que los medios
poéticos justificaran un fin poético, porque toda la ética exigible a la poesía, ella la lleva en sí, en su razón
de existir y adelantar más allá de sí
Aun esta poesía de cartel y ocasión tiene sus seguidores y a veces se llega a llamar social a esta poesía de
geografía económica o editorial. ¿Cómo llamar entonces a la otra poesía, que desechando la cáscara, la
pelusa, el pellejo fácil o circunstancial, trabaja en la entraña? ¿No es social toda poesía por el hecho de
existir en sí?
Lo propio sucede con el fondo nacional buscado en poesía que no está a centímetros sino en entrañas, en
profundidades, y que no es accidente botánico, eternidad, sino trabajo profundo que abarca una soledad
misteriosa, una amorosa entrega al cultivo interior, donde no hay distracciones salvadoras a las que
responsabilizar.
Lejos de negar la realidad, La Poesía Sorprendida la interpreta, pero entre cogerla en bruto e interpretarla
media un mundo”.
SEMBLANZAS EN MINIATURAS
Franklin Mieses Burgos (Santo Domingo, 1907-1976). Es poeta fundador del movimiento literario La
Poesía Sorprendida, es autor de Sin mundo ya y herido por el cielo (1944) y Clima de eternidad (1987).
Manuel Rueda (Monte Cristi, 1921-1999). Es músico, poeta, narrador, ensayista, autor de Las noches
(1949), La trinitaria blanca (1957), Las edades del viento (1979), Congregación del cuerpo único (1999).
Freddy Gatón Arce (San Pedro de Macorís, 1920-1994). Poeta, periodista, narrador y ensayista, autor de
Retiro hacia la luz (1980), La moneda del príncipe (1993), Son guerras y amores (1980).
Antonio Fernández Spéncer (Santo Domingo, 1922-1995). Poeta y ensayista, autor de Bajo la luz del día
(1952), Nueva poesía dominicana (1953) y La poesía dominicana en el siglo XX.
Alberto Baeza Flores (Chile, 1914). Es poeta chileno y ensayista, autor de La poesía dominicana en el
siglo XX.
Rafael Américo Henríquez (Santo Domingo, 1899-1968). Es poeta, autor de Rosa de tierra (Ediciones La
Poesía Sorprendida, 1944), Briznas de cobre (1977).
Manuel Valerio (Santo Domingo, 1910-1979). Es poeta, autor de Coral de sombras (1944), Sitio para el
amor (1952), Canto a Sarah (1958). Fundó además el grupo Los Juglares y dirigió la Revista Revelación.
Manuel Llanes (Santo Domingo, 1899-1976). Es poeta y maestro de escuela, autor de El fuego, colección
La Isla necesaria, 1953.
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Mariano Lebrón Saviñón (Santo Domingo, 1922). Es poeta, doctor en Medicina, catedrático y ensayista,
autor de Sonámbulo sin sueño (1944) y Tiempo en la tierra (1982). Historia de la cultura dominicana (5
tomos).
VA CANTANDO
Amarillos
sus pezones.
Amarillas
las estrellas de las charcas del sendero.
Va descalza, va desnuda, va sin miedo
cuesta arriba.
Son sus huellas
huellas vagas de una luna ya difunta.
Canta un gallo. Cantan ciento.
Amanece.
Verde y rojo
en el viento
y en el filo de la sombra:
colorido montañero.
Algún día
sus pezones, y sus ojos, y sus manos
serán joyas de silencio,
serán tierra, serán nada.
Monte arriba,
con los ojos en las luces de la aurora,
va sin miedo, va descalza, va desnuda,
va cantando.
NORMA
Exprimir de la luz
todo su contenido:
árbol, agua sendero…
A cielo suficiente,
a pájaro bastante;
latir en el sentido
humilde de la vida;
con ímpetu consciente
quedar en lo cantado,
y ser en hora alguna
más verde que lo verde,
más luna que la luna.
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FRANKLIN MIESES BURGOS
Nació en Santo Domingo el 4 de diciembre de 1907. Fue un poeta notable, uno de los más importantes
hombres de letras del siglo XX, mérito conocido tanto en el país como en el extranjero. Fue de los
fundadores de La Poesía Sorprendida, pero ya había pasado por Los Nuevos y La Cueva. Su casa fue
llamada la casa de La Poesía Sorprendida, porque sirvió de centro de reunión de los miembros de ese grupo
literario, movimiento en el que ejerció en vida un liderazgo intelectual y espiritual en beneficio de varias
generaciones de poetas.
Mieses Burgos tenía amplio dominio de las reglas literarias, metáforas perfectas y otras técnicas de
escribir, caracterizadas por un profundo lirismo: a veces existencial, otras veces política y casi siempre
surrealista. Su producción poética puede dividirse en tres categorías: la hermética, donde se manifiesta la
influencia surrealista; la que sigue modelos clásicos (los sonetos); y la de temas populares. Las palabras en
sus versos tomaban las formas y dimensiones que él quería darle. Escribía lo mismo en verso libre que el
más refinado soneto. Los metros usados con más frecuencia por el poeta son el alejandrino y sus
combinaciones naturales del heptasílabo y el endecasílabo, en los que despliega una gran musicalidad. En
las poesías líricas nadie ha podido superarlo, por el colorido y maestría aplicados en el uso de la metáfora
que en él, deja de ser recurso de retórica para convertirse en vehículo de comunicación periodísticas. Su
obra poética es amplia y de calidad. Destacan entre ellas: Sin mundo ya y herido por el cielo (LPS, 1944),
Clima de eternidad (LPS, 1944), Presencia de los días (Brigadas lírica del Uruguay, 1951), El héroe (La
Isla Necesaria, 1954), Antología poética (Selección y prólogo de Freddy Gatón Arce, Colección
Pensamiento Dominicano, 1952), Clima de eternidad (Edición de la UCMM, 1987).
Franklin Mieses Burgos murió en Santo Domingo, el día 11 de diciembre de 1976.
ROSA EN VIGILIA
Rosa en vigilia que delira en vano
desde el alto silencio de su orilla.
Aurora vegetal que maravilla,
más cerca de lo azul que de lo humano.
Rojo fanal en la delgada mano
del tallo que sostiene la sencilla
luz que prende su sol, en la semilla
oscura de su hondo meridiano.
Para ti la palabra iluminada
por donde alza plástica la vida
su soledad más viva y perfumada.
Ninguna forma igual a tu desgaire
para ser como tú, solo una herida
abierta y desangrándose en el aire.
BIOGRAFÍA
Medias montañas,
medios ríos,
y hasta la muerte
compartida.
El mediodía parte
de lado a lado al hombre
y le parte el descanso,
parte la sombra en dos
y duplica el ardor.
¿Sabes adónde
vamos? ¿Sabes
qué país es el tuyo
tan fragante y que tiene
una línea de resecas
miserias,
una pobre corteza
resbalando en los ríos
perdidos,
bajo los silenciosos cambronales?
El viajero cantaba,
más óyelo cuán mudo
que a la vera del desastre.
11
Sube al sitial
de las piedras,
81
a la fría luna de ayer
cuando reías
del brazo de Eva
preguntando por el venado,
por la luz y por la hoja
recién verdecida,
cuando tu cama era
la libertad, el rumor
de las olas contra tus duros pies
de hombre dichoso
y tu amor el faro rojo,
la ventana al abismo
en donde se posaba
el aletear
de las gaviotas.
Entra a tu reino,
Adán
y mira el árbol santo
rodeado de mina,
de alambres.
Mira tu paraíso
entre dos fuegos,
nido de serpientes
elásticas
y a los hombres que han olvidado
sus atributos,
sus amores,
su acrisolada descendencia,
para apuntar
al horizonte.
111
Medias montañas,
medios ríos,
la media muerte atravesada
como un sol seco en la garganta.
Así cantando,
así,
a mitad del camino de regreso
sin encontrar la patria prometida.
Responde:
1.- Cita los aportes del poeta a literatura dominicana.
2.- Intención del poeta.
3.- Recursos estilísticos: género, rima, métrica, versificación, tipo de estrofa.
4.- ¿Qué valores se observan en el texto y cómo los relaciona con nuestra realidad?
5.- ¿Qué relación hay entre Bernardo y el poeta, según el poema? Explica
6.- ¿Qué aplicaciones tiene el título del poema en la actualidad?
7.- ¿Cuál es el mensaje que nos quiere expresar el poeta a través del poema?
8.- ¿Cuál es la persona gramatical predominante?
9.- Género y subgénero a que pertenece el poema.
10.- Elabora una ficha biográfica de cinco poetas dominicanos contemporáneos suyos.
11.- Comentario crítico y de contenido sobre las obras del poeta.
12.- Tu opinión personal valorando el poema en dos párrafos.
Nació en Santo Domingo el 22 de junio de 1922. Fue poeta, profesor universitario, funcionario público,
diplomático, ensayista y crítico literario. Graduado de doctor en Filosofía por la Universidad de Santo
Domingo y Diplomado en Filosofía Hispánica por la Universidad de Salamanca. Fue director de la
Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, de la que fue secretario por
varios años y miembro de la Academia de Ciencias y Letras de Puerto Rico.
Fernández Spéncer fue un intelectual de cultura vasta y poeta exquisito, que gustaba perfeccionar el verso
así como la prosa. Fue miembro de La Poesía Sorprendida, y sus obras, desde Vendaval interior, deja
constancia de sus experiencias surrealistas. Vivió por seis años en España, donde realizó cursos
especializados como filosofía y estética, impartidos por Ortega y Gasset, Julián Marías, Carlos Bousoño y
Dámaso Alonso. Fundó y presidió La Tertulia Hispanoamericana con el patrocinio del Ministerio de
Educación Nacional y el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Por su destacada producción poética ha
sido merecedor de diversos galardones, entre ellos: Premio “Adonais” 1952, por su libro Bajo la luz del
día, Premio “Leopoldo Panero” con su libro Diario del mundo, 1969, ambos en España. De regreso a Santo
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Domingo, se reúne con un grupo de jóvenes poetas al que orienta y da a conocer en la “Colección
Arquero”, cuyo primer libro está dedicado a Marcio Veloz Maggiolo (El sol y las cosas), para el que
escribe un sustancioso prólogo enjuiciando la joven poesía dominicana. En 1964 obtiene el Premio
Nacional de Literatura, por la obra Caminando por la literatura hispánica. Fue editor de Entre Soledades
en 1947, revista de poesía de vida efímera, que era una continuación de La Poesía Sorprendida en cuanto a
contenido y formato. En A orillas del filosofar, volumen recoge sus experiencias en torno a este campo del
pensamiento.
En 1995 se le concedió el Premio Nacional de Literatura, galardón auspiciado por la Fundación Corripio y
la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Arte y Cultos, pero no llegó a recibirlo porque su muerte
coincidió con la fecha de entrega del premio. Murió en Santo Domingo el 10 de marzo de 1995.
Obras publicadas
Vendaval interior (1944), Bajo la luz del día (1953), Nueva poesía dominicana, antología (1953), A orillas
del filosofar, ensayos (1960), Ensayos literarios (1962), Los testigos (1962), Meditaciones en torno a la
Restauración, discurso (1963), Caminando por la literatura hispánica (1964), Noche infinita (1967),
Diario del mundo, Premio Leopoldo Panero 1969 id, 1970), Leyendo la noche (1985); El regreso de Ulises
(1985); Obras poéticas (1985), En la aurora (1986), Poemas sin misterio (1988), Cuando pasan los soles
(1990), Abismos (1991).
EL LIBRO DE LA MUERTE
Recogimos la muerte en la hoja del libro.
Era un libro de historia.
Hablaba de batallas y ciudades vencidas.
Hablaba de la ambición y de la muerte:
el libro funesto de la vida;
como la caída de un roble eran las páginas de la muerte.
En esas páginas del libro vi muchos soles extranjeros.
El sol de los egipcios con sus faraones,
sus esclavos, sus perfumes.
El sol de Nabucodonosor dispuesto a levantar a Babilonia
sobre la sangre y el trigo de las tribus.
El sol de Cleopatra con su nariz respingona,
con sus panteras y sus serpientes.
Yo soñé como un esclavo con el joyel de su vientre.
Mil azotes ordenó la reina sobre mis espaldas amorosas;
nada importaban los azotes
si tenía la fortuna de mirarla en su espejo
en las noches de luna,
cuando la seda de sus cabellos y la seda de su cuerpo
eran una ola sola
con rumbo al sol, por el Nilo del amor y la muerte.
En las páginas del libro de la muerte
conversé (sin amistad) con Marco Antonio;
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hablamos de frutas exóticas, de aves extrañas, de esclavos
que aumentaban su riqueza y su poder sobre el Mediterráneo;
de una galera (plata y oro) de César,
que pensaba robarse en el verano;
de una esclava de Cicerón, de ojos azules y piel morena,
amorosa como una pantera herida,
como el vino extraído de las uvas
por los pies delicados de mil mujeres jóvenes.
¡Oh, la riqueza de los cofres de Marco Antonio y Cleopatra,
conseguida con la miseria de pueblos enteros!
Siempre recogen la obra de la muerte en el mismo libro.
Las cuadrigas romanas en el circo compitiendo con los astros.
Las bellas mujeres, bajo el sol y la seda,
en disputa con las amapolas y el trigo.
En Roma yo tenía un leopardo y una prostituta:
con el leopardo desgarraba el libro de la muerte,
y con la prostituta, el libro del amor vicioso.
Me bañé en el lago de los cisnes con una diosa dormida;
la habían traído esclava de las orillas del Éufrates;
olía a mirra, a soles primerizos, a veredas ocultas;
cumplía con el amor como una gran serpiente que se extiende,
como el simún que azota las caravanas
y las sepulta en las arenas.
Era como el fuego de la cobra y la muerte.
Tenía quince años en los pechos y en el ánfora de sus caderas.
Tenía la sencillez de un versículo en los labios,
rojos y expansivos como el comunismo.
Ella, esclava de todos los señores de Roma,
le gustaba tener esclavos,
y los torturaba con una peineta de oro.
Una vez me mostró en una bandeja de plata
los ojos de un esclavo:
junto a los rubíes eran esmeraldas trágicas.
Este libro de la muerte está lleno de crueldad.
Aún recuerdo la muerte del copero Ganimedes:
su pecho lleno de lanzas rojas;
todo para venganza de su amo
que perdió una apreciada copa de oro en la mesa de juego,
y, bajo la borrachera, acusó a Ganimedes de haberla robado.
En esa ocasión murieron muchos lirios en los jardines;
un poeta escribió un poema en una tablilla perfumada,
y la novia de Ganimedes se ajustó el corsé
para que su cintura estuviera más cerca del ánfora.
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Yo tenía en Roma un arpa tocada por una esclava rubia
y un arpa tocada por una esclava negra.
En la aurora me acostaba con la música
como gran señor embriagado
de vino y bestialidad.
Mis caballos eran los mejores del Mediterráneo;
tenía una galera de oro y plata que le gustaba a Marco Antonio;
pero nunca le dejé ver mis arpas ni mis esclavas.
No miento. Nunca he mentido.
Es el libro de la muerte el que habla de esas historias.
En el libro se levantan catedrales
sobre los hombros de los que tuvieron que trabajar por lo eterno.
El libro de la vida y la muerte; hermoso
como la caída del sol sobre un lago,
sobre una bandeja de frutas rodeada por las abejas.
Sobre sus páginas hay miles de soles muertos.
¡Cuánta soberbia derrumbada! ¡Cuántos crímenes narrados!
Las letras del libro de la muerte están sucias de sangre.
Yo recorro sus páginas, tembloroso;
porque nunca he sido señor, sino esclavo.
OLA INFINITA
ESCRITORA INDEPENDIENTE
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HILMA CONTRERAS (1913-2006)
Nació en San Francisco de Macorís, el 8 de diciembre de 1913. Hija de Juana María Castillo y el doctor
Darío Contreras, que tiene el mérito de ser el primer cirujano dominicano especializado en ortopedia y
precursor de esa especialidad en el país, razón por lo cual el principal hospital de traumatología lleva su
nombre.
Es narradora de cuentos y novelas, ensayista y educadora. Cursó sus estudios primarios en su pueblo natal
y los secundarios en París, mientras su padre desempeñaba funciones diplomáticas en esa nación europea.
Allí también cursó estudios de las lenguas francesa e inglesa, de literatura y arqueología, y en la
Universidad de Santo Domingo cursó Filosofía y Letras. Nunca se casó ni tuvo hijos, ocupando su larga
vida y amplia cultura a la función de educadora, el arte y la literatura, especialmente, desde que en el 1937
fue alentada por el maestro del cuento, profesor Juan Bosch. Convirtiéndose en “la primera mujer - según
dicen los críticos- en hacer literatura con un marcado acento de género, en el cual destacaba las condiciones
de sometimiento social, legal y afectivo de las mujeres”.
Hilma Contreras es una maestra del cuento breve y un artífice del cuento psicológico, es decir, una
escritora que no encaja en ninguno de los “ismos” o tendencias tradicionales. Ella es dueña de una escritura
clara, precisa, escribe sus experiencias vividas y lugares conocidos, para ser leída porque hace pensar al
lector y lo cautiva. En fin, su prosa es sencilla, testimonial, y ocasionalmente, poética. Pues junto con
Amelia Francasci, que viene del siglo XIX, Virginia Elena Ortea, Aída Cartagena Portalatín, Delia Weber,
integra el quinteto de mujeres narradoras más destacadas del siglo XX en el país. En el 1993 se publicó el
libro Hilma Contreras: una vida en imágenes, bajo la coordinación editorial de Ylonka Nacidit-Perdomo.
En el año 2002 recibió el máximo galardón, Premio Nacional de Literatura, otorgado por la Secretaría de
Estado de Educación y la Fundación Corripio, convirtiéndose en la primera mujer en ganar tal
reconocimiento, que hasta ese momento otorgado solo a escritores varones.
Murió el 15 de enero del 2006.
Obras publicadas:
Cuatro cuentos (1953), El ojo de Dios, Cuentos de la clandestinidad (1962), Doña Endrina de Calatayud
(1952). La tierra está Bramando (1986), novela corta. Tiene inéditas: Pueblo chiquito (ficción y realidad),
La carnada (cuentos de relatos de ayer) y De aquí y de allá; apuntes. Entres dos silencios (1987), Facetas
de la vida (1993.
LA ESPERA
Estaba sumergida en el silencio como en un baño de frescura sin límites. Un silencio viviente, de
pensamiento fecundo que se escucha a sí mismo cuando los demás se han marchado al fondo del primer
sueño. Era para Josefina la hora en que le gustaba descubrirse en su relación con el universo, sin
interferencias de ninguna clase. La hora en que se reintegraba.
Ya se había extinguido el susurro del joven matrimonio del vecino y el jadeante e invariable quejido de la
mujer. Apenas un momento antes había rechinado la puerta del Comisionista que regresaba de sus correrías
nocturnas, sobre el cuerpo de Josefina aleteaba el silencio más refrescante ahora después del llanto
asustado del recién nacido en la planta baja. Casi sonreía de felicidad cuando su oído fino percibió el
movimiento de la puerta de su habitación. Alguien se deslizaba sigilosamente en la oscuridad. La rabia le
golpeó las venas y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abrir los ojos y de un salto abofetear
aquel rostro, cuyo aliento ya sentía junto a su cama.
_ ¿Duermes Josefina?
Como no contestó, una mano cálida la sacudió por las rodillas. Entonces gruñó:
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—Vete a dormir y déjame tranquila.
Pero la mano se alargó en una caricia. Josefina se indignó.
—¿Te has quedado a dormir para eso? Se van a dar cuenta, ¡vete!
La otra se tendió en la cama con medio cuerpo sobre Josefina, cuyos músculos se contrajeron
defensivamente.
--¡Déjame! Te digo, Lucía, que me dejes.
Lucía rió en sordina.
—Eres cobarde, pero estás loca por abandonarte a las caricias de mis manos.
-- Baja la voz, te van a oír... No es verdad, ¡lárgate!
Josefina se revolvió en la cama. Todo aquello era nauseabundo. Al sentir los labios carnosos sobre su
vientre tuvieron un acceso de ira. Con los dedos furiosos tirando de los cabellos de Lucía para
desprendérsela de encima, dijo amenazante:
—Si no te largas ahora mismo, grito. ¿Me oyes? Voy a gritar con todas mis fuerzas.
—No lo harás, tú le temes demasiado al ridículo para armar un escándalo —se burló la otra—. Tamaña
cara pondrían tus hermanos si te vieran en cueros...
Volvió a reír echándole a la cara su aliento de tabaco. Tenía formas hombrunas, casi corpulentas.
Comprendiendo que en semejante forcejeo llevaba las de perder, Josefina se inmovilizó de repente, un
nudo en cada fibra. La mujer se sintió aliviada y comenzó a acariciarla ávidamente, a restregarse, a besarla.
De pronto, se detuvo:
—¿Qué te pasa? ¿Estás muerta?... Tonta, no sabes lo que te pierdes... O es que... Habla ¡Hay un hombre en
todo esto! ¡Idiota!
En el apartamento de enfrente hicieron luz. El hueco de la ventana se recortó luminoso sobre la pared
detrás de la cama. Lucía murmuró ásperamente:
—Mira lo que has hecho. La vieja María nos ha oído...
Esa maldita nunca duerme.
Luego, dulcificando la voz, agregó:
—¿De verdad no quieres que duerma contigo? Un hombre no es mejor, Josefina, créeme.
En el cuadro de luz de la pared apareció la sombra de una cabeza. Llena de susto, la joven replicó
desfalleciente:
—¡Oh, por favor!..
—Sí, tonta, me marcho. Yo tampoco quiero escándalo, pero no tardarás en llamarme, estoy segura que me
llamarás porque no podrás conciliar el sueño después que mis manos te han tocado. Esperaré... ven tú a mi
cuarto, allí no podrá oírnos la escofieta ésa.
Masculló unas cuantas groserías más antes de escurrirse malhumorada fuera de la habitación. Casi al
mismo tiempo la vecina apagó la luz y fue de nuevo el silencio. Pasaron unos minutos. Un gato maulló
cerca, repercutiendo su reclamo en la inmovilidad de Josefina. Entonces se dio cuenta de que los latidos del
corazón martillaban todo su cuerpo. Se viró boca abajo.
Como le resultó insoportable el contacto tibio de la cama, decidió levantarse. Después de correr el pestillo
de la puerta que daba a la habitación contigua, se dirigió temblorosa al cuarto de baño. Abrió la ducha en la
oscuridad. El agua fría le arrancó un gemido, pero a medida que le penetraba en la sangre le fue calmando
poco a poco el temblor. Chorreante, se acercó al botiquín y encendió la luz. Al cabo de unos segundos de
contemplación, sonrió jubilosamente a la turgente juventud de su pecho reflejado en el espejo mientras
decía:
--Te los guardaré puros, Amor, aunque sólo nos encontremos en un mundo mejor.
Recuerdo muy bien el día en que papá trajo la primera muñeca en una caja grande de cartón envuelta en
papel de muchos colores y atada con una cinta roja, aunque yo estaba entonces muy lejos de imaginar
cuanto iba a cambiar todo como consecuencia de esa llegada inesperada.
Aquel mismo día comenzaban nuestras vacaciones y mi hermana Esther y yo teníamos planeadas un
montón de cosas para hacer en el verano, como, por ejemplo, la construcción de un refugio en la rama más
gruesa de la mata de jobo, la cacería de mariposas, la organización de nuestra colección de sellos y las
prácticas de béisbol en el patio de la casa, sin contar las idas al cine en las tardes de domingo. Nuestro
vecinito de enfrente se había ido ya con su familia a pasar las vacaciones en la playa y esto me dejaba a
Esther para mí solo durante todo el verano.
Esther cumplía seis años el día en que papá llegó a casa con el regalo. Mi hermana estaba excitadísima
mientras desataba nerviosamente la cinta y rompía el envoltorio. Yo me asomé por encima de su hombro y
observé cómo iba surgiendo de los papeles arrugados aquel adefesio ridículo vestido con un trajecito azul
que le dejaba al aire una buena parte de las piernas y los brazos de goma. La cabeza era de un material duro
y blanco y en el centro de la cara tenía una estúpida sonrisa petrificada que odié desde el primer momento.
Cuando Esther sacó la muñeca de la caja vi que sus ojos, provistos de negras y gruesas pestañas que
parecían humanas, se abrían o cerraban según se la inclinara hacia atrás o hacia adelante y que aquella
idiotez se producía al mismo tiempo que un tenue vagido que parecía salir de su vientre invisible.
Mi hermana recibió su regalo con un entusiasmo exagerado. Brincó de alegría al comprobar el contenido
del paquete y cuando terminó de desempacarlo tomo la muñeca en brazos y salió corriendo hacia el patio.
Yo no la seguí y pase el resto del día deambulando por la casa sin hacer nada en especial.
Esther comió y cenó aquel día con la muñeca en el regazo y se fue con ella a la cama sin acordarse de que
habíamos convenido en clasificar esa noche los sellos africanos que habíamos canjeado la víspera por los
que teníamos repetidos de América del Sur.
Nada cambió durante los días siguientes. Esther se concentró en su nuevo juguete en forma tan absorbente
que apenas nos veíamos en las horas de comida. Yo estaba realmente preocupado, y con razón, en vista de
las ilusiones que me había forjado de tenerla a mi disposición durante las vacaciones. No podía construir el
refugio sin su ayuda y me era imposible ocuparme yo solo de la caza de mariposas y de la clasificación de
los sellos, aparte de que me aburría mortalmente tirar hacia arriba la pelota de béisbol y apararla yo mismo.
Al cuarto día de la llegada de la muñeca ya estaba convencido de que tenía que hacer algo para retornar las
cosas a la normalidad que su presencia había interrumpido. dos días después sabía exactamente qué. Esa
misma noche, cuando todos dormían en la casa, entre de puntillas en la habitación de Esther y tome la
muñeca de su lado sin despertar a mi hermana a pesar del triste vagido que produjo al moverla. Pasé sin
hacer ruido al cuarto donde papá guarda su caja de herramientas y cogí el cuchillo de monte y el más
pesado de los martillos y, todavía de puntillas, tomé una toalla del cuarto de baño y me fui al fondo del
patio, junto al pozo muerto que ya nadie usa. Puse la toalla abierta sobre la yerba, coloqué en ella la
muñeca -que cerró los ojos como si presintiera el peligro- y de tres violentos martillazos le pulvericé la
cabeza. Luego desarticulé con el cuchillo las cuatro extremidades y, después de sobreponerme al susto que
me dio oír el vagido por última vez, descuarticé el torso, los brazos y las piernas convirtiéndolos en un
montón de piececitas menudas. Entonces enrollé la toalla envolviendo los despojos y tiré el bulto completo
por el negro agujero del pozo. Tan pronto regresé a mi cama me dormí profundamente por primera vez en
mucho tiempo.
Los tres días siguientes fueron de duelo para Esther.
Lloraba sin consuelo y me rehuía continuamente. Pero a pesar de sus lágrimas y de sus reclamos insistentes
no pudo convencer a mis padres de que le habían robado la muñeca mientras dormía y ellos persistieron en
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su creencia de que la había dejado por descuido en el patio la noche anterior a su desaparición. En esos días
mi hermana me miraba con un atisbo de desconfianza en los ojos, pero nunca me acuso abiertamente de
nada.
Después las aguas volvieron a su nivel y Esther no menciono más la muñeca. El resto de las vacaciones fue
transcurriendo plácidamente y ya a mediados del verano habíamos terminado el refugio y allí pasábamos
muchas horas del día pegando nuestros sellos en el álbum y organizando la colección de mariposas.
Fue hacia fines del verano cuando llegó la segunda muñeca. Esta vez fue mamá quien la trajo y no vino
dentro de una caja de cartón, como la otra, sino envuelta en una frazada color de rosa. Esther y yo
presenciamos como mamá la colocaba con mucho cuidado en su propia cama hablándole con voz suave,
como si ella pudiese oírla. En ese momento, mirando de reojo a Esther, descubrí en su actitud un
sospechoso interés por el nuevo juguete que me ha convencido de que debo librarme también de este otro
estorbo antes de que me arruine el final de las vacaciones. A pesar de que adivino esta vez una secreta
complicidad entre mamá y Esther para proteger la segunda muñeca, no me siento pesimista: ambas se
duermen profundamente por las noches, la caja de herramientas de papi está en el mismo lugar y, después
de todo, yo ya tengo experiencia en la solución del problema.
ABNEGACIÓN
LUCÍA
Responde:
1.- Cita los aportes del poeta a literatura dominicana.
2.- Intención del poeta.
3.- Recursos estilísticos: género, rima, métrica, versificación, tipo de estrofa.
4.- ¿Qué valores se observan en el texto y cómo los relaciona con nuestra realidad?
5.- Quién era Lucía en vida del poeta?
6.- Qué otros poemas del poeta conoces? Cítalos
7.- ¿Qué aplicaciones tiene el título del poema en la actualidad?
8.- ¿Cuál es el mensaje que nos quiere expresar la poetisa a través del poema?
9.- ¿Cuál es la persona gramatical predominante?
10.- Género y subgénero a que pertenece el poema.
12.- Elabora una ficha biográfica y literaria sobre el poeta.
13.- Elabora un juicio crítico y de contenido sobre el poeta.
14.- Tu opinión valorando el poema en dos párrafos.
LA GENERACIÓN DEL 48
Se conoce como Generación del 48 en la literatura dominicana al grupo de poetas compuesto por Máximo
Avilés Blonda, Ramón Cifré Navarro, Abel Fernández Mejía, Lupo Hernández Rueda, Juan Carlos
Jiménez, Rafael Lara Cintrón, Alberto Peña Lebrón, Luis Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez, Abelardo
Vicioso y Víctor Villegas, que dio a conocer sus primeros escritos en la Sección Escolar del periódico El
Caribe, dirigida por María Ugarte en mayo de 1948. El primero en publicar fue Máximo Avilés
Blonda; luego, Rafael Lara Cintrón, Alberto Peña Lebrón, Abel Fernández Mejía, Abelardo Vicioso y
Lupo Hernández Rueda. El nombre de Generación 48 dado a estos poetas surgió cuando el escritor español
Leopoldo Panero, interesado por lo que él bautizó como "uno de los brotes poéticos más prometedores con
que cuenta hoy la poesía general de habla española”, cuestionó a Máximo Avilés Blonda acerca del nombre
del grupo y de la producción de éste. Generación del 48 fue la respuesta de Avilés Blonda, quien, al no
encontrar una salida apropiada a la inesperada pregunta de Panero, rememoró la fecha de la primera
publicación de la Sección Escolar del periódico El Caribe, dirigida por María Ugarte.
No todos los cuarentiochistas aceptaron el nombre de Generación del 48. Víctor Villegas, por ejemplo,
prefirió el calificativo de Generación Integradora, debido a que el objetivo de éste era integrar lo
dominicano a lo universal. Valera Benítez, entre tanto, sugirió el nombre de Generación de post-guerra, en
referencia directa a la Segunda Guerra Mundial que había concluido poco años antes. El nombre de
Generación del 48 fue controversial desde su origen. Marcio Veloz Maggiolo dice que los poetas del 48
"no representan realmente una generación" (Cultura, teatro y relatos en Santo Domingo, 169). Diógenes
Céspedes y Alberto Baeza Flores coinciden en llamarlo Grupo del 48. Más severos aún son Tony Raful y
Pedro Peix cuando dicen: "Presuntuosa y desmedida es la denominación de Generación del 48 con que
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osaron bautizarse un grupo de poetas que advino a la poesía dominicana a finales de la década del 40" (El
síndrome de Penélope en la poesía dominicana, 33). La mayoría de los críticos descartan la denominación
de Generación del 48 aplicado al Grupo del 48 por sus propios integrantes.
Según Lupo Hernández Rueda, uno de los principales miembros de la agrupación, "los poetas del 48
aprovecharon la universalidad de la Poesía Sorprendida y el nacionalismo de los Independientes del 40
para producir una poesía de testimonio, esencialmente política, que recreando la historia, buscando nuestras
raíces sociológicas, redescubre y afianza el paisaje nacional, canta al hombre y su destino transmutando en
la palabra nuestra realidad en sus dimensiones humanas y universales"( La generación del 48 en la
literatura dominicana, 50). Por otro lado, Antonio Fernández Spencer asegura que el grupo es portador de
un "nativismo" o "nacionalismo" que lo identifica con la poesía de Incháustegui Cabral. Y Freddy Gatón
Arce dice que los cuarentiochistas no aportaron nada en materia literaria (Muestra de ensayos de la
generación del 48, 15). Los cuarentiochistas no tuvieron una revista literaria ni ningún medio de
comunicación propio para difundir su producción, pero, en cambio, crearon la colección El Silbo vulnerado
y aprovecharon las solapas de los primeros libros publicados para difundir los ideales y las metas del
grupo. Postulados del Grupo del 48
De la solapa de Trío
A) El Silbo tiene como propósito garantizar el rumbo de ciertas manifestaciones fundamentales del
proceso cultural dominicano.
B) Se recogen aquellos productos del pensamiento dominicano que puedan situarse dentro de las
exigencias del arte y de la ciencia.
C) Toda manifestación del arte dominicano debe partir de las propias raíces de nuestra colectividad.
D) Esto debe alcanzarse mediante la búsqueda e identificación con nuestras más plausibles esencias,
como único medio para arribar a la expresión de las dimensiones universales del ser dominicano.
E) Y, consecuentemente, a estructurar con perfiles definitivos la autonomía y validez de nuestra cultura.
F) Las manifestaciones culturales de nuestro medio deben ser desenvueltas de modo conducente a
fructuosas conquistas y reveladores hallazgos que demuestren la hermosa compatibilidad funcional de los
menesteres intelectuales con la condición humana.
G) Reconocimiento de los valores eternos que integran el acervo de la cultura universal, con la práctica
real y la incorporación continua de procedimientos y principios básicos al devenir de nuestra realidad.
SEMBLANZAS EN MINIATURAS
92
Víctor Villegas (San Pedro de Macorís, 1924). Es poeta, abogado, educador, autor de, Diálogo con Simeón
(1977), Charlotte Amalie (1980), Juan Criollo y otras antielegías (1982). Botella en el mar (1984),
Cosmos (1986), Poco tiempo después (1991), La luz en el regreso (antología, 1993)
Rafael Valera Benítez (Santo Domingo, 1928-2001). Es poeta, abogado, político, diplomático y educador.
Colaborador y director de la colección literaria El Silbo Vulnerado. Es autor de Los centros peculiares
(1964) y Canciones australes (1979).
Lupo Hernández Rueda (1930). Es poeta, abogado experto en materia laborista y ensayista, autor de Como
naciendo aún (1953). Fue fundador de varias colecciones de poesía: La Isla Necesaria y El Silbo
Vulnerado,
Máximo Avilés Blonda (Santo Domingo, 1931-1988). Es poeta, abogado, educador y dramaturgo, autor de
Las manos vacías (1959) y Antología poética (1985), Canto a Helena (1970), Los profetas (1976), Crónica
del sur (1962).
Ramón Cifré Navarro (Santo Domingo, 1926-1980). Es poeta, periodista, maestro de escuela, autor de De
manos con las piedras (1964), Espejo y aventura (1974), Poemas póstumos e iniciales (1995).
Juan Carlos Jiménez (San Pedro de Macorís, 1929-1960). Su nombre original es Juan Manuel Jiménez. Es
poeta desconocido de breve existencia y espíritu solitario. Era abogado, autor de Edad hacia la vida
(1954).
Abelardo Vicioso (Santo Domingo, 1930-2004). Es poeta, abogado, educador y ensayista, autor de La
lumbre sacudida (1957), Santo Domingo Vertical (1957) y El freno hatero en la literatura dominicana
(1982).
Juan Alberto Peña Lebrón (Puerto Plata, 1930). Poeta, abogado, educador, autor de Órbita inolvidable
(1953).
Ángel Hernández Acosta (1922-1993). Poeta, narrador, autor de Tierra blanca (1952), Cocktail de escenas
(1948) y Carnavá (1979).
Rafael Lara Cintrón (Baní, 1931). Es poeta, periodista y educador, autor de Huida.
Abel Fernández Mejía (Santo Domingo, 1931-1999). Es poeta, abogado, educador, narrador, autor de
Adolescente y nubes (1958) y Piedra y tierra (1977).
Ramón Lacay Polanco (Santo Domingo, 1924-1985). Poeta, cuentista y novelista, autor de La mujer de
agua (1949), El hombre de piedra (1959), En su niebla y Punto sur (1958), No todo está perdido (1966),
El extraño caso de Camelia Torres (1978).
Luis Alfredo Torres (Barahona, 1935-1992). Poeta y crítico literario, periodista, autor de Linterna sorda
(1959), 31 racimos de sangre (1962), Antología poética (1985), Canto a Proserpina (1972), Los bellos
rostros (1973), Oscuro literal (1980).
93
Rodolfo Coiscou Weber (1924). Poeta, perteneció a la generación paralela del 48 y 1950. Es abogado,
periodista y poeta, autor de Velero del regreso (1947) y Luz herida (1981).
Obras Publicadas
Trío (Colección El Silbo Vulnerado, 1957), Las manos vacías (teatro, Colección Arquero, 1959), Centro
del mundo (poesía 1962), Teatro (1968), La otra estrella en el cielo (1963), Yo Bertold Brecht (drama,
1966), Cantos a Helena (1970). Del comienzo a la mitad del camino de la vida (1976), Pirámide 179
(teatro 1976), Los profetas (1978). Llueve y es que es mayo, dulce Señora (1988).
JUNIO 1965
DE CANTOS A HELENA
A Aída Cartagena
I
En iguales circunstancias
habríamos dejado atrás las ruinas
y la mentira de los monumentos,
mientras el mar color de las Antillas
canta golpeando las rocas de la isla.
¡Oh Helena!
Deja que arriemos las velas
y pongamos sitio a la ciudad.
AURA DE SOLEDAD
Nació en San Pedro de Macorís el 22 de septiembre de 1924. Realizó sus primeros estudios en la Escuela
Normal de su ciudad natal, graduándose de Bachiller en Filosofía y Letras. Sus primeros poemas los
publicó en el año 1942, en un periodiquito llamado Cátedra Sabatina del Teatro Aurora dirigido por
Francisco Domínguez Charro, y luego, en El Este, periódico provinciano de San Pedro de Macorís. En
1943 se trasladó a la ciudad capital e ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo
Domingo. Allí conoció a la mayoría de sus compañeros: Abelardo Vicioso, Rafael Valera Benítez, Máximo
Avilés Blonda, Abel Fernández Mejía, Lupo Hernández Rueda, Ángel Hernández Acosta, entre otros,
todos integrantes más tarde de La Generación del 48. De esta generación de poetas, Víctor Villegas figura
entre los más destacados. Participó en luchas políticas contra el régimen trujillista y militó en la Célula de
la Juventud Democrática y el Partido Socialista Popular (PSP). Participó activamente en Guerra del Abril
de 1965.
Víctor Villegas fue poeta, abogado, conferencista y profesor universitario. Presidente de la Unión de
Escritores Dominicanos. Miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. En 1982 obtuvo el Premio
Anual Poesía con su libro Juan Criollo y otras de antielegías. En el 2000 le fue concedido el Premio
Nacional de Literatura que anualmente ofrecen la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos
y la Fundación Corripio.
En el 2007, recibió un Título de Mención de Honor, otorgado por el Consejo Superior Europeo de
Doctores, y de Doctor Honoris Causa, en la ciudad de Barcelona, así como una Condecoración por parte
del Presidente de la República, con la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, en el Grado de
Caballero.
Murió en Santo Domingo, año 2011..
Obras publicadas.
Diálogo con Simeón (1977), Chalotte Amalie (1980), Juan Criollo y otras antielegías (1982), Pedro René
Contín Aybar, selección y prólogo de su poesía (1982), Botella en el mar (1984), Cosmos (1986), Poco
tiempo después (1981), La luz en el regreso (antología, 1993), Ahora no es ahora (1997), Antonio
Fernández Spéncer, poeta y humanista, ensayos críticos (1995), Jamás (2000), Presencia y poética de
Pablo Neruda en la República Dominicana (2004), La muerte al borde de la muerte (2005), Sueños y
realidad (2006), He aquí mi confesión (2009).
CHARLOTTE AMALIE
Nació en Santo Domingo el 29 de julio de 1930. Realizó sus estudios primarios en diversas ciudades del
país, a causa de la vida itinerante de su padre como militar. Se inició escribiendo poesías de tono romántico
influenciado por la belleza del paisaje y la misericordia de las regiones donde le tocó vivir. En 1945 conoce
a Domingo Moreno Jimenes, y tiene sus primeros contactos con el Postumismo; interesándose por los
nuevos rumbos de la poesía. A los 16 años regresa a Santo Domingo e inicia sus estudios de bachillerato en
la Escuela Normal de Varones, donde son sus maestros Andrés Avelino, Pedro Mir, Carlos Curiel y Livia
Veloz y sus compañeros, los jóvenes poetas de la Generación del 48. Escribe para la sección “Colaboración
Escolar”, de El Caribe, mientras que Pedro René Contín Aybar lo presenta en los Cuadernos Dominicanos
de Cultura.
Posteriormente ingresó a la Universidad de Santo Domingo y estudió Derecho. Trabajó como profesor en
el Colegio Santo Tomás de Aquino y en el Colegio de la Salle. En 1952 fue nombrado en la Secretaría de
Estado de Trabajo, cargo que lo relacionará con diversos movimientos laborales y sindicales del país. Ahí
sus aportes a la bibliografía especializada en derecho laboral son de gran trascendencia. Lupo Hernández
Rueda sobresale como abogado, por su ardua labor en Derecho Laboral, como escritor en el campo de la
poesía, en la crítica literaria, así como por sus antologías poéticas de autores dominicanos. Su primer libro
de poesías es Como naciendo aún de 1953, publicado en la colección “La Isla Necesaria”. En 1957 funda y
dirige, junto a Rafael Valera Benítez, Máximo Avilés Blonda y Abelardo Vicioso, la Colección “El Silbo
Vulnerado”; cuyo primer volumen Trío. En 1960 recibe el premio anual de poesía Gastón F. Deligne, con
la edición, aumentado del libro Cómo naciendo aún. En 1963 recibe nuevamente el premio Gastón F.
Deligne por su libro Muerte y memoria. Con Alberto Peña Lebrón y Luis Alfredo Torres crea la revista
Testimonio y la colección del mismo nombre. Ha ganado dos veces el Premio Salomé Ureña de Henríquez,
1978 y recibió el Premio Nacional de Literatura.
Su última publicación poética culmina con Círculo. De ella, dice Manuel Rueda en la página 364 que “es
una de las obras más frescas y perfectas con que cuenta la joven poesía dominicana. En ella, el poeta está
situado frente al tiempo, canta como si celebrara el misterio de la creación. El poema es un puro gorjeo del
103
espíritu donde las ideas filosóficas, metafísicas o trascendencia humana, no pasan. Desde ese punto de vista
es una proeza del lenguaje y un verdadero regalo de la gracia”.
En el agua te oigo
respirando, rumor
que me despierta.
104
Recuerdo que pasabas,
que olías a canción,
nostalgia o arroyuelo,
recuérdote en el mar,
en el agua del vaso que bebías.
El vaso va conmigo,
en el agua, jardín,
lago profundo
de tus ojos,
en el agua llegabas
y partías, con el mar
de tus ojos,
en el agua o la playa,
en el agua del vaso que bebías.
Se acercaba la mar
o ya se aleja,
si cerrabas los ojos,
o se abrían,
el tiempo era el rumor,
mar que llegaba, contigo,
pececillos de luz
en el espejo,
en los dientes
del sol, en las orejas,
en el agua serena,
en el agua del vaso que bebías.
SONETO A MI ESPOSA
ALBUM POETICO
ABELARDO VICIOSO (1930-2004).
Ejercicio.
1.- Nombra los poetas y su obra principal de su generación.
2.- Intención del autor cuando dice: ¡Yanqui, vuelve a tu casa! Explica
3.- Punto de vista del poeta.
4.- Explica ¿de qué trata el poema?
5.- ¿Cuál es el tema central?
6.- ¿Qué relación tiene el título con el tema?
7.- ¿Cuál es la finalidad del autor al escribir esta poesía?
8.- Señala la función de la lengua, niveles de lengua y tipos lengua predominante en el texto.
9.- Estructura y recursos literarios: estrofas, métrica, rima, versificación y figuras literarias e imágenes.
10.- Expresa tu opinión personal sobre el poema en un párrafo de menos cuatro oraciones.
11.- Buscar las palabras desconocidas.
12.- Investiga los aportes del autor a la literatura dominicana. Explica.
LA LUZ DESCALZA
Nació en Santo Domingo el 24 de junio de 1929. Es uno de los mejores poetas del siglo XX. publicó su
primer libro de poesías en 1954, titulado Brumas a la que siguieron entre otros Elegía de las hojas caídas,
19 poemas sin importancia, 200 versos para una sola rosa, Memorial de los bosques, etc. En 1964 y 1966
obtiene el Premio Nacional de Poesía.
Juan Sánchez Lamouth, a juicio de importantes autores y críticos, "fue uno de esos poetas del pueblo que, a
despecho de su pobreza y su bohemia, supo enaltecer las letras dominicanas con poemas que cantaban a la
108
vida sencilla de gente como él, pero no al modo popular y campesino, sino valiéndose de las formas cultas
de la poesía.
Juan Sánchez Lamouth, por su parte, fue un poeta de origen humilde que pudo sobre ponerse a la
adversidad y convertirse en uno de los grandes poetas de la República Dominicana. Fue uno de los pocos
que supo mantenerse prudentemente alejado de la tiranía, por lo que nunca gozó de sus favores.
Los elementos sustanciales de su temática poética son el dolor, el llanto en que ve sumergido el mundo.
Lamouth, manifestó además en su vida y obra inquietudes sociales, vio la contradicción de la sociedad
dominicana, muchas veces más relacionadas con los problemas raciales que con problemas políticos. La
discriminación de que fue víctima, racial y socialmente, marco gran parte de su obra, testimonio:
Su tarjeta de presentación…
Mi nombre:
Juan
Color: negro latino
Residencia:
La Aldea
Ocupación:
Poeta
Bienes:
La poesía
Seña particular:
Una herida profunda que me supo abrir la oligarquía.
Obras publicadas
Brumas (1954), Elegías de las hojas caídas y 19 poemas si importancia (1955), 200 versos para una sola
rosa (1956), Memorial de los bosques (1958), 50 cantos a Trujillo y una oda a Venezuela (1958), Canto a
las legiones de Trujillo y otros poemas (1959), Los perros (1959), Otoño y poesía (1959), Granada rota
(1960), El pueblo y la sangre (1963), Sinfonía vegetal a Juan Pablo Duarte y otros poemas (1960).
LA GENERACIÓN DEL 60
Muerto Trujillo, los integrantes de la Generación del 48 publicaron una poesía profundamente arraigada en
la realidad social, política y culturalmente dominicana, convirtiéndose en los mentores del grupo de poetas
de los años 1960-1970. Estos sentaron la base para el surgimiento de una poesía comprometida o de
testimonio y un grupo de poetas que nace y se fortalece a raíz a de la muerte de Trujillo, y otros
acontecimientos históricos, políticos, económicos y sociales que modificaron la vida cultural dominicana.
Pues desaparecido el régimen totalitario (la tiranía trujillista) se produjo una convulsión en todos los
órdenes de la vida social, política, económica y cultural, donde la literatura y el arte no podían quedarse
atrás, naciendo así nuevas ideas, nuevas formas de expresión. Por eso cultivaron una literatura con fin y
una causa, con una finalidad político-social. Buscan la promoción de la revolución social, la liberación
económica. Se orientan hacia los grandes acontecimientos históricos y la preocupación por la problemática
social, la denuncia, la definición del yo y la interioridad del ser.
En ese grupo estaban en boga las ideas de la poesía social, y desde el punto de vista social, el escritor tenía
que asumir un compromiso frente a la sociedad y frente a los cambios políticos. Así surge, prolifera y se
desarrolla, para la época, la literatura concebida como “arma de lucha contra el subdesarrollo y la
dependencia” que reduce la estructura a una función social e instrumental, pues considera a la obra como
un compromiso entre “belleza y verdad”, “arte y testimonio”. Por eso hay que valorar en estos poetas de la
primera promoción del 60, que cultivaron una poesía belicista, intensamente ideológica, haciendo un gran
aporte temático, antes ausente en nuestras letras, como fue la incorporación de lo citadino y lo urbano, y los
gustos de la pequeña burguesía en la literatura dominicana. Muestra de esta innovación son poetas y
narradores de la talla de René del Risco Bermúdez, con Viento frío (1972), Rafael Añez Bargés, con La
cuidad en nosotros (1972), así como Armando Almánzar y Miguel Alfonseca, entre otros.
La nueva moda en literatura es defensa de una causa: “testimonio y denuncia”, y los poetas del 60 no
pueden escapar a esa concepción, porque plantean la relación siempre permanente entre política y
literatura. Pues las fuentes lejanas de este tipo de “literatura de compromiso”, están en el realismo socialista
112
del imperio ruso, en el existencialismo de Sastre, en la poesía del chileno Pablo Neruda (1904-1973), y en
los escritos de los intelectuales latinoamericanos que cerraron filas alrededor de la revolución cubana.
La producción literaria de la Generación del 60 se divide en dos períodos muy significativos para la época.
El primer momento abarca desde 1961, es decir, desde el fin de la dictadura trujillista hasta 1965, con la
Guerra de Abril. El otro período, desde 1965 hasta 1978, denominado Poesía de Postguerra o Joven Poesía,
cuyas referencias temáticas eran el dolor, la añoranza de la derrota, la denuncia social y lucha de combate
hasta la incorporación de una poesía experimental y pluralista, libre de compromisos ideológicos.
Los integrantes del primer período son: Miguel Alfonseca, Antonio Lockward Artiles, Jeannette Millar,
René del Risco, Juan José Ayuso, Pedro Caro, Rafael Añez Bergés, Grey Coiscou, Héctor Dotel, Marcio
Veloz Maggiolo y el domínico-haitiano Jacques Viaux.
La Generación del 60 es el movimiento de poetas jóvenes que surge en las postrimerías de la dictadura
trujillista, (1930-1961), el triunfo de la Revolución Cubana y el desembarco guerrillero anti-trujillista en
1959, y que se afianza después de la desaparición física del tirano el 30 de mayo de 1961, el desembarco de
opositores cubanos apoyados por el gobierno norteamericano en Playa Girón, Cuba, en 1962 y el
derrocamiento del primer gobierno democrático y constitucional del profesor Juan Bosch en 1963; la
Guerra de Abril de 1965, que dejó como resultado la segunda ocupación militar norteamericana en la
República Dominicana y la elección de Joaquín Balaguer como presidente del país.
La concepción del compromiso literario penetra en estos poetas porque es una escritura “de situación, está
enmarcada en la realidad histórica y socio-cultural de un aquí y un ahora intransferibles. Atendiendo a las
peculiaridades culturales, a las disposiciones comunicativas de la realidad humana del contorno”.
La generación se encarga de ofrecer un testimonio a partir de esta gran tensión socio-política. Por eso
también se le llama del testimonio. Diógenes Céspedes que llamó a esta generación: “alianza entre el
compromiso y el arte” continúa afirmando: “Del testimonio porque es una generación testificadora, que da
fe de un hecho, que dé una muestra, una señal, una identificación”. Para esta época se publicaron obras que
manan sangre e irradiaban fuegos, como: Del júbilo a la sangre, La provincia sublevada, El pueblo y la
sangre, La sangre que frutece, Sobre la marcha, Aniversario del dolor, Flor del sepulcro, Sábana de los
muertos, La muerte en el combate. Además, se crean grupos culturales, recreativos y artísticos para
expresar su sentir al público, como fueron el grupo “Arte y Liberación”, en 1962, y el “Frente Cultural” en
1965.
El Frente Cultural, escribe Andrés L. Mateo, “fue una agrupación de artistas y escritores combatientes de la
guerra de abril de 1965. Se agruparon en la zona de resistencia contra la intervención norteamericana de
1965 y de allí realizaron infinidad de actividades artísticas que buscaban fijar una posición ideológico-
político-literaria como justificación previa o protocolar del trabajo de creación. A raíz del cese de las
hostilidades publicaron un manifiesto, recogido luego como prólogo de un libro de poesía: Pueblo, sangre
y canto.
Los integrantes del Frente del Cultural fueron: Antonio Lockward, Miguel Alfonseca, Silvano Lora, el
poeta domínico-haitiano Jacques Viaux, René del Risco y Juan José Ayuso.
La Generación del 60 y la Poesía de Postguerra continúan los postulados propuestos por la Generación del
48.
La narrativa abandona el campo y comienza a buscar refugio temático en las grandes urbes, cambia el
ambiente campestre por la complejidad citadina.
SENBLANZAS EN MINIATURAS
René del Risco Bermúdez (1937-1972). Es poeta, cuentista y publicista, autor de El viento frío (1967) Del
júbilo a la sangre (1967), En este pueblo no hay banderas (1974-1984), Cuentos y poemas completos
(1981). Era miembro del grupo cultural El Puño
113
.
Marcio Veloz Maggiolo (1936). Es poeta, investigador, arqueólogo y novelista, periodista, maestro, autor
El buen ladrón (1960), Materia prima (1990). Perteneció al grupo cultural El Puño. De abril en adelante
(19 75), Los ángeles de hueso (1966), La fértil agonía del amor (1981), Florbella (1986)
Pedro Conde Sturla (1945). Es poeta, narrador y crítico literario, autor de Antología formal, Los
cocodrilos, La luz en el regreso (antología poética)
Ramón Francisco (1929). Es poeta, ensayista, narrador, contador público, autor de Las superficies sórdidas
(1960), Literatura dominicana 60. (1969), De tierra morena vengo (en colaboración con Manuel Rueda,
1987), Crit-A-demás (1987). Miembro del grupo cultural El Puño.
Jeannette Miller (1944). Es poeta, maestra, guionista de cine, actriz de teatro, crítica de arte, autora de El
viaje (1967), Paisaje dominicano: pintura y poesía (1992). Era integrante del grupo cultural El Puño.
Carlos Esteban Deive (1935). Es novelista, ensayista, historiador-antropólogo y crítico literario, autor de
Magdalena (1964) y Las devastaciones (1979), Museo de diablos (1966).
Miguel Alfonseca (1942-1994): Es poeta, narrador, actor teatral, bailarín clásico y publicista, autor de La
guerra y los cantos (1966), Arribo de la ley (1965), El enemigo (1970), Isla o promontorio (1975).
Integrante del grupo cultural El Puño.
Jacques Viau (haitiano-dominicano, 1943-1965). Es poeta, autor Nada permanece tanto como el llanto.
Murió acribillado durante la guerra de abril del 65. Fue miembro fundador del Frente Cultural.
Felipe Collado (Lipe), (1947). Es periodista, narrador y educador, autor La nueva narrativa dominicana,
(1975), Los acorralados, (1980), El tíguere dominicano, (1982). Su producción literaria es vasta y abarca
diversos géneros.
Pedro Caro (Neiba, 1947). Es poeta y periodista, autor de Asombro de la muerte. El nuevo canto. Miembro
del grupo cultural La Isla.
Antonio Lockward Artiles (1944). Es poeta, narrador, profesor universitario, autor de Hotel Cosmo
(relatos, 1968), Espíritu intranquilo (novela, 1966) y Se me muere Rebeca (novela, 1979). Fue fundador de
los grupos culturales La Isla y El Puño.
Enriquillo Sánchez (1947). Es poeta y narrador, autor de Epicentro de la bruma (1966), Convicto y confeso
(1991), Pájaro dentro de la lluvia (1983), Por la cumbancha de Maguita y los cantos del húsar (1989),
Musiquito, anales de un déspota y un bolerista (1993), Memoria del azar (incluye: Memoria del azar,
artículos de primera necesidad, Escritorio marino y Letras de cambio (1996), Germán E. Ornes: Una vida
para la libertad (4 volúmenes; investigación y selección, 1999), Para uso oficial solamente (2000). Su
producción es amplia y variada. Integrante de los grupos culturales, El Puño y La Antorcha.
José Alcántara Almánzar (1946). Es sociólogo, narrador, ensayista literario y educador, autor de Antología
de la literatura dominicana (1972), Viaje al otro mundo (relatos, 1973), Estudios de poesía dominicana
(ensayos, 1979) y varios libros más de amplísimo valor creativo y de estudios.
114
Efraím Castillo (1940). Es publicista y novelista, dramaturgo, autor de Viaje de regreso (1968),
Currículum vitae (novela, 1982), El personero (novela, 1999), La cosecha (teatro, 1984); Rito de paso
(cuentos 1996). Efraím Castillo es un escritor muy fructífero y cultiva varios géneros literarios todos
hechos con amplia profesionalidad y maestría.
Armando Almánzar Rodríguez (1935). Es crítico de cine y de arte, autor del libro de cuentos Límite, 1967,
Infancia feliz, 1978 y Selva de agujeros negros para Chichí La Salsa, 1985, Marcado por el Mar, 1995.
Perteneció al grupo literario El puño.
Iván García Guerra (1943). Desarrolla en este período una activa producción poética y teatral, además
catedrático de Literatura y Español, publicista y actor, director teatral función que inició con Los amantes
del bosque (1963). En la narrativa tiene publicado La guerra no es para nosotros (1979). Era miembro del
grupo cultural El Puño.
Juan José Ayuso (1940) es periodista y poeta, autor de Bienaventurados los cimarrones (1969), De once
varas (1980) y Balaguer, Notas cotidianas para un ensayo (1995). Perteneció al grupo La Isla.
Nació en San Pedro de Macorís el 9 de mayo de 1937. Fue poeta, escritor, político, publicista, y locutor de
radio y televisión. Un luchador tenaz que desde niño sintió preocupación por los problemas sociales y esas
preocupaciones las mezcló con la producción su poética, iniciada a temprana edad, desempeñándose
también como actor en veladas infantiles y como autor de canciones. Estudió Derecho en la Universidad
Autónoma de Santo Domingo, pero debido a su vocación política y repudio contra la tiranía trujillista la
interrumpió porque fue llevado a prisión y enviado al exilio en Puerto Rico. De regreso a su patria, vuelve
a la política, participa activamente en la Guerra de Abril del 65 y funda, junto a otros compañeros, el grupo
denominado El Puño.
En 1967 publica su primer libro de poesías, El viento frío, que es eminentemente autobiográfico y pone en
evidencia la calidad de su pluma, las ideas de su generación y, sobre todo, de la Postguerra. Perteneció a la
Generación del 60, y es considerado como uno de los creadores más representativos de la época. La calidad
de sus versos y de sus cuentos, es reconocida por los críticos y analistas literarios, cuando se habla de “El
viento frío”, y los cuentos “Ahora que vuelvo, Ton” y “En el barrio no hay bandera”, en los cuales aborda
de manera realista la creación de personajes urbanos dominicanos década del 60. Falleció en un accidente
automovilístico en diciembre de 1972.
En sus obras publicadas se cuentan: El viento frío (1967). Del júbilo a la sangre (1967), En el barrio no
hay bandera (1974-1989) y Cuentos y poemas completos (1981). Este último tiene el prólogo de Ramón
Francisco y recoge su narrativa y su producción poética inédita.
EL VIENTO FRÍO
Ejercicio.
1.- Investiga los aportes del autor a la literatura dominicana.
2.- Intención del autor al escribir el poema.
3.- Punto de vista del poeta.
4.- Explica ¿de qué trata el poema?
5.- ¿Cuál es el tema central?
6.- ¿Qué relación tiene el título con el tema? Interpreta.
7.- ¿Cuál es la finalidad del autor al escribir el poema?
8.- Señala la función de la lengua, niveles de lengua y tipos lengua predominante en el texto.
9.- Cita otros poetas de su generación y una obra de cada uno.
10.- Estructura y recursos literarios: estrofas, métrica, rima, versificación y figuras literarias e imágenes.
11.- Expresa tu opinión personal en dos párrafos de no menos cuatro oraciones.
116
12.- Explica por qué se le llamó poeta nacional?
13.- Expresa en un párrafo, ¿qué motivó al poeta al escribir el poema y a qué época histórica se refería?
14.- Elabora una ficha biográfica y literaria sobre estos literatos: Juan José Ayuso, Jeannette Miller, Pedro
Conde, José Alcántara Almánzar, Pedro Vergé, Antonio Lockward, Iván García.
Cuento
AHORA QUE VUELTO, TON
Eras realmente pintoresco, Ton; con aquella gorra de los Tigres del Licey, que ya no era azul sino berrenda,
y el pantalón de kaki que te ponías planchadito los sábados por la tarde para ir a juntarte con nosotros en la
glorieta del parque Salvador, a ver las paradas de los Boy Scouts en la avenida y corretear y bromear hasta
que de repente la noche oscurecía el recinto y nuestros gritos se apagaban por las calles del barrio. Te
recuerdo, porque hoy he aprendido a querer a los muchachos como tú y entonces me empeño en recordar
esa tu voz cansona y timorata y aquella insistente cojera que te hacía brincar a cada paso y que sin embargo
no te impedía correr de home a primera, cuando Juan se te acercaba y te decía al oído «vamos a
sorprenderlos, Ton, toca por tercera y corre mucho». Como jugabas con los muchachos del «Aurora»,
compartiste con nosotros muchas veces la alegría de formar aquella rueda en el box «¡Rosi, rosi, sin
bom-bá-Aurora - Aurora - ra - ra-ra!» y eso que tú no podías jugar todas las entradas de un partido, porque
había que esperar a que nos fuéramos por encima del «Miramar» o «La Barca» para «darle un chance a
Ton que vino tempranito» y «no te apures Ton, que ahorita entras de emergente».
¿Cómo llegaste al barrio? ¿Cuándo? ¿Quién te invitó a la pandilla? ¿Qué cuento de Pedro Animal hizo
Toñín esa noche, Ton? ¿Serías capaz de recordar que en la radio en casa de Candelario todas las noches a
las nueve «Mejoral, el calmante sin rival, presenta Cárcel de Mujeres», y entonces alguien daba palmadas
desde la puerta de una casa y ya era hora de irse a dormir, «se rompió la taza....»
Yo no sé si tú, con esa manera de mirar con un guiño que tenías cuando el sol te molestaba, podrías
reconocerme ahora. Probablemente la pipa apretada entre los dientes me presta una apariencia demasiado
extraña para ti, o esta gordura que empieza a redondear mi cara y las entradas cada vez más obvias en mi
cabeza, han desdibujado ya lo que podría recordarse de aquel muchacho que se hacía la raya a un lado, y
que algunas tardes acompañó a ver los trainning de Kid Barquerito y de 22-22 en la cancha, en los tiempos
en que «Barquero se va para la Habana a pelear con Acevedo» y Efraín, el entrenador, con el bigote de
Joaquín Pardavé, «¡Arriba, arriba, así es, la izquierda, el jab ahora, eso es!» y tú después, apoyándote en tu
pie siempre empinado, “can-can-can-can-can-, golpeando el aire con tus puños, bajábamos por la calle
Sánchez, “can-can-can” jugabas la soga contra la pared, siempre saltando por tu cojera incorregible y yo te
decía que “no jodas Ton” pero tú seguías y entonces, ya en pleno barrio, yo te quitaba la gorra, dejando al
descubierto el óvalo grande de tu cabeza de zepelín, aquella cabeza del “¡Ton, Melitón, cojo y cabezón!”
con que el flaco Pérez acompañaba el redoble de los tambores de los Boy Scouts para hacerte rabiar hasta
el extremo de mentarle «Tumadrehijodelagranputa», y así llegábamos corriendo, uno detrás del otro, hasta
la puerta de mi casa, donde, poniéndote la gorra, decías siempre lo mismo, “¡a mí no me hables!”
Para esos tiempos el barrio no estaba tan triste Ton, no caía esa luz desteñida y polvorienta sobre las casas
ni este deprimente olor a tablas viejas se le pegaba a uno en la piel, como un tierno y resignado vaho de
miseria, a través de las calles por donde minutos atrás yo he venido inútilmente echando de menos los ojos
juntos y cejudos del «búho» Pujols, la latas de carbón a la puerta de la casa amarilla, el perro blanco y
negro de los Pascual, la algarabía en las fiestas de cumpleaños de Pin Báez, en las que su padre tomaba
cervezas con sus amigos sentado contra la pared de ladrillos, en un rincón sombrío del patio, y nosotros, yo
con mi traje blanco almidonado; ahora recuerdo el bordoneo puntual y melancólico de la guitarra de Negro
Alcántara, mientras alrededor del pozo corríamos y gritábamos y entre el ruido de la heladera el diente
careado de Asia salía y se escondía alternativamente en cada grito.
117
Era para morirse de risa, Ton, para enlodarse los zapatos, para empinarse junto al brocal y verse en el
espejo negro del pozo, cara de círculos concéntricos, cabellos de helechos, salivazo en el ojo, y después
«mira cómo te has puesto, cualquiera te revienta, perdiste dos botones, tigre, eso eres, un tigre, a este
muchacho, Arturo, hay que quemarlo a golpes»; pero entonces éramos tan iguales, tan lo mismo, tan «fraile
y convento, convento sin fraile, que vaya y que venga», Ton, que la vida era lo mismo, «un gustazo, un
trancazo», para todos.
Claro que ahora no es lo mismo. Los años han pasado. Comenzaron a pasar desde aquel día en que miré las
aguas verdosas de la zanja, cuando papá cerró el candado negro y mamá se quedó mirando la casa por el
vidrio trasero del carro y yo los saludé a ustedes, a ti, a Fremio, a Juan, a Toñín, que estaban en la esquina,
y me quedé recordando esa cara que pusieron todos, un poco de tristeza y de rencor, cuando aquella
mañana, (ocho y quince en la radio del carro) nos marchamos definitivamente del barrio y del pueblo.
Ustedes quedarían para siempre contra la pared grisácea de la pulpería de Ulises. La puya del trompo
haciendo un hoyo en el pavimento, la gangorra lanzada al aire con violenta soltura, machacando a puyazos
y cabezazos la moneda ya negra de rodar por la calle; no tendrían en lo adelante otro lugar que junto a ese
muro que se iría oscureciendo con los años «a Milita se la tiró Alberto en el callejoncito del tullío» escrito
con carbón allí, y los días pasando con una sorda modorra que acabaría en recuerdo, en remota y desvaída
imagen de un tiempo inexplicablemente perdido para siempre.
Una mañana me dio por contarle a mis amigos de San Carlos cómo eran ustedes; les dije de Fremio, que
descubrió que en el piso de los vagones, en el muelle siempre quedaba azúcar parda cuando los barcos
estaban cargando, y que se podía recoger a puñados y hasta llenar una funda y sentarnos a comerla en las
escalinatas del viejo edificio de aduanas; les conté también de las zambullidas en el río y llegar hasta la
goleta de tres palos, encallada en el lodo sobre uno de sus costados, y que una vez allí, con los pies en el
agua, mirando el pueblo, el humo de la chimenea, las carretas que subían del puerto cargadas de
mercancías, pasábamos el tiempo orinando y charlando, correteando de la popa al bauprés, hasta que en el
reloj de la iglesia se hacía tarde y otra vez, braceando, ganábamos la orilla en un escandaloso chapoteo que
ahora me parece estar oyendo, aunque no lo creas, Ton.
Los muchachos quedaron fascinados con nuestro mundo de manglares, de locomotoras, de ciguas, de
cuevas de cangrejos, y desde entonces me hicieron relatar historias que en el curso de los días yo fui
alterando poco a poco hasta llegar a atribuir a ustedes y a mí verdaderas epopeyas que yo mismo fui
creyendo y repitiéndome hasta no se qué día en que quizás comprendí que sería completamente inútil ese
afán por revivir los trazos de una imagen que, como las viejas fotos, se amarilleaba y desteñía
ineluctablemente.
La vida fue cambiando, Ton; entonces yo me fui inclinando un poco a los libros y me interné en un extraño
mundo mezcla de la Ciencia Natural de Fesquet, versos de Becker, y láminas de Billiken; me gustaba el
camino al colegio cada mañana bajo los árboles de la avenida Independencia y el rostro de Rita Hayworth,
en la pequeña y amarilla pantalla del “Capitolio”, me hizo olvidar a Flash Gordon y a Los Tres Chiflados.
Ya para entonces papá ganaba un dinero en su puesto de la Secretaría de Educación, y nos mudamos a una
casa desde donde yo podía ver el mar y a Ivette, con sus shorts a rayas y sus trenzas doradas que marcaban
el vivo ritmo de sus ojos y su cabeza; con ella me acostumbré a Nat King Cole, a Fernando Fernández, los
viejos discos de Modernaires, y aprendí a llevar el compás de sus golpes junto a la mesa de Ping-Pong; no
le hablé nunca de ustedes, esa es la verdad, quizás porque nunca hubo la oportunidad para ello o tal vez
porque los días de Ivette pasaron tan rápidos, tan llenos de «ven-mira-esta es Gretchen-el Pontiac de
papi-dice Albertico-me voy a Cánada» que nunca tuve la necesidad ni el tiempo para recordarlo.
¿Tú sabes lo que fue del Andrea Doria, Ton? Probablemente no lo sepas; yo lo recuerdo por unas fotos del
«Miami Herald» y porque los muchachos latinos de la Universidad nos íbamos a un café de Coral Gables a
cantar junto a jarrones de cerveza «Arrivederci Roma», balanceándonos en las sillas como si fuésemos en
un bote salvavidas; yo estudiaba el inglés y me gustaba pronunciar el «good bay...» de la canción con ese
118
extraño gesto de la barbilla muy peculiar en las muchachas y muchachos de aquel país. ¿Y sabes Ton, que
una vez pensé en ustedes? Fue una mañana en que íbamos a lo largo de un muelle mirando los yates y vi un
grupo de muchachos despeinados y sucios que sacaban sardinas de un jarro oxidado y las clavaban a la
punta de sus anzuelos, yo me quedé mirando un instante aquella pandilla y vi un vivo retrato nuestro en el
muelle de Macorís, sólo que nosotros no éramos rubios ni llevábamos zapatos tennis, ni teníamos caña de
pescar, ahí se deshizo mi sueño y seguí mirando los yates en compañía de mi amigo nicaragüense, muy
aficionado a los deportes marinos.
Y los años van cayendo con todo su peso sobre los recuerdos, sobre la vida vivida, y el pasado comienza a
enterrarse en algún desconocido lugar, en una región del corazón y de los sueños en donde permanecerá,
intacto tal vez, pero cubierto por la mugre de los días, sepultados bajo los libros leídos, la impresión de
otros países, los apretones de manos, las tardes de futbol, las borracheras, los malentendidos, el amor, las
indigestiones, los trabajos. Por eso, Ton, cuando años más tarde me gradué de Médico, la fiesta no fue con
ustedes sino que se celebró en varios lugares, corriendo alocadamente en aquel Triumph sin muffler que
tronaba sobre el pavimento, bailando hasta el cansancio en el Country Club, descorchando botellas en la
terraza, mientras mamá traía platos de bocadillos y papá me llamaba «doctor» entre las risas de los
muchachos; ustedes no estuvieron allí ni yo estuve en ánimos de reconstruir viejas y melancólicas
imágenes de paredes derruidas, en calles polvorientas, pitos de locomotoras y pies descalzos metidos en
agua lodosa del río, ahora los nombres eran Héctor, Fred, Américo, y hablaríamos del mal de Parkinson, de
las alergias, de los test de Jung y de Adler y también de ciertas obras de Thomas Mann y François Mauriac.
Todo esto deberá serte tan extraño, Ton, te será tan «había una vez y dos son tres el que no tienen azúcar no
toma café» que me parece verte sentado a horcajadas sobre el muro sucio de la Avenida, perdidos los ojos
entre las ramas rojas de los almendros, escuchando a Juan contar las fabulosas historias de su tío marinero
que había naufragado en el canal de la Mona y que en tiempos de la guerra estuvo prisionero de un
submarino alemán, cerca de Curazao. Siempre asumieron tus ojos esa vaguedad triste e ingenua cuando
algo te hacía ver que el mundo tenía otras dimensiones que tú, durmiendo entre sacos de carbón y naranjas
podridas, no alcanzarías a conocer más que en las palabras de Juan, o en las películas de la Guagüita Bayer
o en las láminas deportivas de “Carteles”.
Yo no sé cuáles serían entonces tus sueños, Ton, o si no los tenías; yo no sé si las gentes como tú tienen
sueños o si la cruda conciencia de sus realidades no se lo permiten, pero de todos modos yo no te dejaría
soñar, te desvelaría contándote todo esto para de alguna forma volver a ser uno de ustedes, aunque sea por
esta tarde solamente. Ahora te diría cómo, años después, mientras hacía estudios de Psiquiatría en España,
conocí a Rossina, recién llegada de Italia con un grupo de excursionistas entre los que se hallaban sus dos
hermanos, Piero y Francesco, que llevaban camisetas a rayas y el cabello caído sobre la frente. Nos
encontramos accidentalmente, Ton, como suelen encontrarse las gentes en ciertas novelas de Françoise
Sagan; tomábamos «Valdepeñas» en un mesón, después de una corrida de toros, y Rossina, que acostumbra
a hablar haciendo grandes movimientos, levantaba los brazos y enseñaba el ombligo una pulgada más
arriba de su pantalón blanco. Después solo recuerdo que alguien volcó una botella de vino sobre mi
chaqueta y que Piero cambiaba sonrisitas con el pianista en un oscuro lugar que nunca volví a encontrar.
Meses más tarde, Rossina volvió a Madrid y nos alojamos en un pequeño piso al final de la Ave.
Generalísimo; fuimos al fútbol, a los museos, al cine-club, a las ferias, al teatro, leímos, veraneamos,
tocamos guitarra, escribimos versos, y una vez terminada mi especialidad, metimos los libros, los discos, la
cámara fotográfica, la guitarra y la ropa en grandes maletas, y nos hicimos al mar “¿Cómo es Santo
Domingo?”, me preguntaba Rossina una semana antes, cuando decidimos casarnos, y yo me limitaba a
contestarle “algo más que las palmas y tamboras que has visto en los afiches del Consulado.”
Eso pasó hace tiempo, Ton; todavía vivía papá cuando volvimos. ¿Sabes que murió papá? Debes saberlo.
Lo enterramos aquí porque él siempre dijo que en este pueblo descansaría entre camaradas. Si vieras cómo
se puso el viejo, tú que chanceabas con su rápido andar y sus ademanes vigorosos de «muñequito de
119
cuerda», no lo hubieras reconocido; ralo el cabello grisáceo, desencajado el rostro, ronca la voz y la
respiración, se fue gastando angustiosamente hasta morir una tarde en la penumbra de su habitación entre
el fuerte olor de los medicamentos. Ahí mismo iba a morir mamá un año más tarde apenas; la vieja murió
en sus cabales, con los ojos duros y brillantes, con la misma expresión que tanto nos asustaba, Ton.
Por mi parte, con Rossina no me fue tan bien como yo esperaba; nos hicimos de un bonito apartamiento en
la avenida Bolívar y yo comencé a trabajar con relativo éxito en mi consultorio. Los meses pasaron a un
ritmo normal para quienes llegan del extranjero y empiezan a montar el mecanismo de sus relaciones;
invitaciones a la playa los domingos, cenas, a bailar los fines de semana, paseos por las montañas, tertulias
con artistas y colegas, invitaciones a las galerías, llamadas telefónicas de amigos, en fin ese relajamiento a
que tiene uno que someterse cuando llega graduado del exterior y casado con una extranjera. Rossina
asimilaba con naturalidad el ambiente, y, salvo pequeñas resistencias, se mostraba feliz e interesada por
todo lo que iba formando el ovillo de nuestra vida. Pero de pronto las cosas comenzaron a cambiar, entré a
dar cátedra a la Universidad y a la vez mi clientela crecía, con lo que mis ocupaciones y responsabilidades
fueron cada vez mayores; en tanto había nacido Francesco José, y todo eso unido, dio un giro absoluto a
nuestras relaciones. Rossina empezó a lamentarse de su gordura y entre el «Metrecal» y la balanza del baño
dejaba a cada instante un rosario de palabras amargadas e hirientes, la vida era demasiado cara en el país,
en Italia los taxis no son así, aquí no hace más que llover y cuando no el polvo se traga a la gente, el niño
va a tener el pelo demasiado duro, el servicio es detestable, un matrimonio joven no debe ser un par de
aburridos, Europa hace demasiado falta, uno no puede estar pegando botones a cada rato, el maldito frasco
de «Sucaryl» se rompió esta mañana, y así se fue amargando todo, amigo, Ton, hasta que un día no fue
posible oponer más sensatez ni más mesura y Rossina voló a Roma en «Alitalia» y yo no sé de mi hijo
Francesco más que por dos cartas mensuales y unas cuantas fotos a colores que voy guardando aquí, en mi
cartera, para sentir que crece junto a mí. Esa es la historia.
Lo demás no será extraño, Ton. Mañana es Día de Finados y yo he venido a estar algún momento junto a la
tumba de mis padres; quise venir desde hoy porque desde hace mucho tiempo me golpeaba en la mente la
ilusión de este regreso. Pensé en volver a atravesar las calles del barrio, entrar en los callejones, respirar el
olor de los cerezos, de los limoncillos, de la yerba de los solares, ir a aquella ventana por donde se podía
ver el río y sus lanchones; encontrarlos a ustedes junto al muro gris de la pulpería de Ulises, tirar de los
cabellos al «búho Pujols», retozar con Fremio, chancear con Toñín y con Pericles, irnos a la glorieta del
parque Salvador a buscar en el viento de la tarde el sonido uniforme de los redoblantes de los Boy Scouts.
Pero quizás deba admitir que ya es un poco tarde, que no podré volver sobre mis pasos para buscar tal vez
una parte más pura de la vida.
Por eso hace un instante he dejado el barrio, Ton, y he venido aquí, a esta mesa y me he puesto a pedir, casi
sin querer, botellas de cervezas que estoy tomando sin darme cuenta, porque, cuando hace un rato, te vi
entrar con esa misma cojera que no me engaña y esa velada ingenuidad en la mirada, y esa cabeza
inconfundible de «Ton, Melitón cojo y cabezón», mirándome como a un extraño, sin reconocerme, sólo he
tenido tiempo para comprender que tú sí que has permanecido inalterable, Ton; que tu pureza es siempre
igual, la misma de aquellos días, porque solo los muchachos como tú pueden verdaderamente permanecer
incorruptibles aún por debajo de ese olvido, de esa pobreza, de esa amargura que siempre te hizo mirar las
rojas ramas del almendro cuando pensabas ciertas cosas. Yo soy quien he cambiado, Ton; por eso creo que
me iré esta noche y por eso también no sé si decirte ahora quién soy y contarte todo esto, o simplemente
dejar que termines de lustrarme los zapatos y marcharme para siempre.
Actividades
1.- Busca en el diccionario las palabras desconocidas.
2.- Escribe un juicio crítico y temático sobre el autor.
3.- ¿De qué trata el cuento?
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4.- ¿Qué relación podrías establecer entre el título y el contenido del relato?
5.- ¿Cuál es el hecho o acontecimiento narrado?
6.- ¿Cómo son el ambiente y la época en que se desarrolla el cuento? Características del lugar.
7.- ¿En qué tiempo verbal se narran los hechos?
8.- ¿Cuántos personajes intervienen, ¿cómo son y cuál es el personaje principal? Caracterízalos.
9.- Qué actitud tenía el padre respecto el hijo y qué actitud asumió? Explica.
10.- ¿Cuáles recursos literarios utiliza el autor?
11.- Descomposición de la obra en sus tres partes: Introducción (cómo inicia, nudo o conflicto y desenlace
(cómo termina o en qué termina).
12.- Identifica y copia en tu libreta de apuntes un fragmento descriptivo, uno narrativo y otro dialogado.
13.- Elabora un comentario valorando el cuento.
1.4- Nombra diez narradores y sus obras dominicanos contemporáneos suyos.
Nació en Santo Domingo el 23 de agosto de 1936. Realizó sus primeros estudios en el populoso sector de
Villa Francisca, y superiores, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde cursó
Licenciatura en Filosofía y Letras. Es doctor en Historia y Arqueología por la Universidad Complutense de
Madrid. Realizó estudios de periodismo en la Universidad de Quito. Perteneció al grupo cultural y literario
El Puño de los años 60, evidencia de ellos es que su libro Los ángeles de huesos apareciera bajo la rúbrica
de los miembros de esta agrupación. Fue el fundador y director del Departamento de Extensión Cultural de
la UASD y del Departamento de Investigaciones Científicas del Museo del Hombre Dominicano y ganó el
Premio Nacional de Ciencias. También ha obtenido premios nacionales de literatura y poesía, y en 1981 de
cuento y novela y en 1988, nuevamente en novela. En el año 1996 obtuvo el máximo galardón que se
entrega en el país, el Premio Nacional de Literatura.
“En mi infancia y en mi adolescencia yo fui un buen lector, ya que mi padre, Federico Veloz Molina, que
es autor de un libro sobre la misericordia, tenía una pequeña biblioteca donde guardaba importantes libros
del pero clásico, principalmente de historia. Recuerdo que leía a El Quijote, Los Doce Césares y también
leí muchos libros prestados, porque no tenía condiciones para comprarlos”, dijo él en una entrevista.
Influencias en su estilo. Albert Camus fue uno de los autores que más influyó, con su novela El Extranjero,
el creador del realismo William Faulkner, el poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer, en el tema
de la novela bíblica, las novelas del Premio Nobel de Literatura 1951, Par Lagerkvist, con la obra Barrabás
y, estos otros que cita, cuando afirma:
“Yo tuve mucha influencia de la obra El llano en llamas, de Juan Rulfo, un insigne novelista mexicano. Yo
tuve influencia del autor de José Trigo, Fernando del Paso, quien recientemente ganó el premio Cervantes.
Veloz Maggiolo es un intelectual de merecida reputación. Ha incursionado en la poesía, teatro, la novela, el
cuento breve, la antropología, la arqueología, el periodismo, y el magisterio. Estas labores lo convierten en
una figura brillante, polifacética y combativa. Es decir, ha desarrollado una prolífica carrera, la cual
registra significativos aportes en el plano literario y en la ciencia. Por eso es que Manuel Rueda en sus
datos biográficos dice que “la línea conductora de toda su obra parte y se mantiene entroncada en los temas
bíblicos que el escritor utiliza con imaginativa destreza y propiedad. Aún pertenece inédita parte
importante de su novelística. En los últimos años ha compartido sus actividades entre la narrativa y la
investigación arqueológica. En el primer aspecto, y después de Los ángeles de huesos, tras un paréntesis
dedicado a la crítica, Cultura, teatro y relatos en Santo Domingo, Sobre cultura dominicana y sobre
cultura política y cultural en la República Dominicana, se dedica a su producción novelística tocando los
temas de su preferencia: la revolución dominicana, la figura del dictador, las vivencias de su infancia en el
121
barrio Villa Francisca. Es la época de Cuentos, recuentos y casi cuentos, y una gran cantidad de novelas
cortas.
En La fértil agonía del amor, Veloz Maggiolo se muestra como un verdadero maestro en el género del
cuento, impregnando la realidad con una visión fantástica del mundo. Estamos ante una personalidad
totalizadora de nuestra cultura, cuyo verbo por un lado no entrega el conocimiento científico de nuestra
prehistoria, dejando abierto por el otro lado los infinitos vuelos del espíritu”.
Veloz Maggiolo es un autor de una producción vasta, su bibliografía consta de más de 60 volúmenes
distribuidos en todas las áreas del saber.
Obras literarias
Literatura: El sol y las cosas, (1957), Intus, (1962), La palabra reunida, (1981), Apearse la máscara,
(1986). Novela: El buen ladrón, (1960), Los ángeles de huesos, (1967), De abril en adelante, (1975), De
donde vino la gente, (1978), Biografía difusa de Sombra Castañeda, (1980), Novelas cortas, (1980),
Florbella, (1986), Materia prima,(1988). Cuento: El prófugo, (1962), Creonte: seis relatos, (1961), Judas,
La vida no tiene nombre, (1965), La fértil agonía del amor, (1982), Cuentos, recuentos y casi cuentos
(1986), Apearse de la máscara (1975), Poemas en ciernes y retorno a la palabra (1986), Ritos de cabaret
(1982), El jefe iba descalzo (1983), El hombre del acordeón (2003), La mosca soldado (2004).
Ensayos: Cultura, teatro y relatos en Santo Domingo, (1972), Sobre cultura dominicana (1977),
Arqueología prehistórica de Santo Domingo, (1972), Las poblaciones aborígenes de la Isla Española,
(1973), Cayo Cofresí, un sitio precerámico de Puerto Rico, (1975). Arqueología de Yuma, República
Dominicana, (1976), Medio ambiente y adaptación humana en la prehistoria de Santo Domingo, (1976),
Sobre cultura dominicanas y otras culturas, (1977), Arqueología de Punta Garza, (1977). Investigaciones
arqueológicas en la provincia de Pedernales, (1979), Las sociedades arcaicas en Santo Domingo, (1980),
Sobre cultura y política cultural en República Dominicana, (1980), La arqueología de la vida cotidiana,
(1981), Panorama histórico del Caribe precolombino, (1990), La fundación de la villa de Santo Domingo,
(1991), La isla de Santo Domingo ante de Colón, (1993), Barril sin fondo, (1996), Trujillo, Villa Francisca
y otros fantasmas (1996)
Durante solo una mañana, la gota de agua vivió en la superficie de una hoja de almendro.
En cuanto el sol comenzó a calentar el bosque, la temblorosa hoja se calentó también y la gota de agua se
evaporó lentamente, yendo a reunirse con miles de gotas iguales en el cielo azul de la mañana. No quería lo
gota de agua mezclarse con otras. Quería ser única, igual siempre e hizo lo posible por mantenerse alejada
de sus compañeras que iban ya conducidas por el viento.
Una gota pequeña, que por breve tiempo había vivido en un pétalo de rosa, se acercó a ella.
- ¿Por qué quieres andar sola, no ves acaso que nos protegemos si nos desplazamos juntas?
- Tengo miedo de unirme con otras gotas, porque entonces dejaría de ser yo misma.
- Pero unidas a las demás garantizas tu vida, se te hace más fácil.
La gotita más pequeña le explicó que juntas podrían formar ríos, convertirse en lagos, ser parte del mar,
seríamos capaces de regar en lluvias los conucos de los campesinos, ayudar a miles de gentes que necesitan
del fruto para vivir, podríamos ser oasis en el desierto, en donde las caravanas necesitan del agua para
sobrevivir.
la gota se quedó pensativa.....
- Pero si me mezclo con ustedes tendré que moverme de acuerdo con lo que quieran todas y no de acuerdo
con lo que pienso yo.
El viento arreció y la gotita se perdió entre negras nubes de lluvia dejando en el silencio a la gota rebelde.
122
Pasaban los años y un bien día la lluvia comenzó a caer entre los castillos de altas torres de una vieja aldea
misteriosa. Dentro de los ventanales se escuchó una voz débil:
- Hey, amiga, hey, amiga.
La gota que se columpiaba sobre los junquillos pudo ver una mancha clara y reconoció enseguida a la vieja
gota de agua con la muchos años atrás había tenido conversaciones.
La gota rebelde se quejaba, sentía grandes penas, sufría mucho porque en el castillo donde estaba formó
parte de la sangre de un jilguerillo, luego se convirtió en sangre azul de un gato palaciego, después pasó a
ser saliva pegajosa y triste; por último, lágrima de princesa, así que el destino de la rebelde gota se había
estancado.
La pequeña gota amiga se condolió. El aguacero retornaría en un momento, el viento soplaría otra vez y
volvería a volar con sus demás compañeras.
Convencida de su error, la gota rebelde estaba dispuesta a reunirse con las otras, sus viejas compañeras de
siglos.
Las gotas amigas hicieron un gran charco donde la gota doliente pronto quedó convertid en parte de la
misma lluvia.
Cuando el sol evaporó el charco todas empezaron a elevarse convertidas en tenue y unido vapor de agua.
La gota rebelde se dio cuenta de que ella sola nunca hubiera podido recuperar su libertad.
ALBUM POETICO
PEDRO VERGÉS (1947)
ALTAGRACIA VALLE, VIUDA DE NOGUERAS
SEPTIEMBRE DE 1962
En Macorís vivíamos bien, todo estaba barato, la gente nos quería. Pero como, al nacer Freddy, Julián llamó a
Santiago y le dijo yo quiero que tú seas mi compadre y él lo miró muy serio y respondió: si tú no me lo llegas
a pedir yo me hubiera ofendido, y como ellos dos se habían llevado siempre como hermanos y dio la
casualidad de que primero uno y luego el otro los dos pidieron su traslado para la Capital y se lo concedieron,
pues aquí nos vinimos, contentos como nadie y llenos de ilusiones, la Capital, la Capital, sin siquiera pensar
lo que nos esperaba en esta ciudad del diablo, la soledad, la muerte, y esa amargura que poco a poco se metió
por todos los rincones, por todos los resquicios de esta casa. Con lo bien que vivimos al principio, todas
sonrisas, fiestas, todo era estar pensando en el futuro, sin que faltara nada, ni comida, ni ropa, ni nuestro
teatro miércoles y domingo, ni nuestros ahorritos, no se crea. Vivíamos bien, sí, vivíamos bien, y no por el
sueldo que le daban a Julián (¿cuánto podía ganar un capitán entonces?), sino digamos por lo que se sacaba
de las tierras y porque casi siempre estábamos viajando a Macorís y de allá nos traíamos serones completicos
de víveres, de bidones de leche, que mucha gente por aquí bebió de nuestra leche y alimentó a sus hijos con la
leche del capitán Nogueras, y también sacos enteros de arroz, que a veces había que regalar, y fundas de
habichuelas y ristras de ajos y muchísimo cebollín y cebolla, de modo que la casa parecía un almacén y yo
incluso pensaba: ¿y por qué no ponemos un colmado? Lo mismo pasaba con Santiago, y le sigue pasando,
pues ellos no dejaron de tener propiedades por San Pedro, ni familia, no fue como nosotros, que en cuanto
Julián faltó nos lo quitaron todos sus hermanos, nos enredaron con los papeles y con los abogados y con el
cuento ese de que él y yo no estábamos casados por la ley. En realidad, por la simple razón de que ninguno de
ellos me quiso nunca, salvo Elpidio, pero yo los perdono. Menos mal que Julián fue previsor, como si
presintiera lo que le iba a ocurrir, y había puesto a mi nombre las casas que tenemos, una en San Pedro y ésta,
aparte las doscientas tareas que sus hermanos no le pudieron quitar y que nos entregaron, en las que está don
123
Quique, que no me engaña nunca y me da la mitad de lo que saca —bien poquito, por cierto. De eso vivimos
hace ya algunos años, desde el 51 exactamente, que fue cuando ocurrió lo de Julián —por impulsivo, yo se lo
dije siempre, no seas tan impulsivo. Con eso y con mis cosas, que bordo y coso y voy comprando y vendo y
algo me voy sacando, que jamás, a Dios gracias, le debí un chele a nadie, ¿va entendiendo? Ahora no sé decir
cómo estuviera todo si viviera Julián, pero creo que mejor que como les va a ellos, pues Julián era un hombre
que tenía mucha vista para montar negocios y se pasaba el tiempo haciendo planes. Viviéramos en Gazcue,
quién sabe si detrás de la Feria, que eso antes te lo daban regalado y a mí siempre me impresionó esa zona, y
no por este barrio, que se ha ido convirtiendo en lo más ruidoso y bochinchero que uno se pueda imaginar,
con el Tijuana ese, que a cada rato se organizan peleas a botellazos y a punzones, y toda esa gente nueva que
yo no sé de dónde carajo ha podido salir y que nos ha invadido como las cucarachas. Ello digo yo que por eso
hicieron bien largándose a vivir a Ciudad Nueva, que de ahí saltarán a Gazcue, sueño de Evangelina y
Enriqueta, y muy pronto además, pues les va bien con eso de viajar a Puerto Rico, de viajar a Miami y
regresar cargadas de cuantas fantasías pueda haber para después venderlas tres veces más caras y sin pagar un
chele por la aduana. Yo no las critico, yo hiciera igual si Julián aún viviera, aunque quién sabe si entonces no
tuviera necesidad de eso y hacía ya tiempo que nos habíamos ido por donde él siempre quiso o tal vez nos
hubiéramos vuelto a Macorís a criar ganado y a vivir en la finca del viejo, cosa que dudo, pues ahí estaban
sus hermanos que nunca me quisieron. Fíjese que tuviéramos nuestra casa casi tan linda como la tienen ellos,
como una tacita de plata, que cada vez que voy no hago más que mirar y se me van los ojos pensando quién
pudiera, Julián por qué te fuiste, por qué dejaste que te hicieran lo que te hicieron, por qué no te aguantaste lo
macho que tú eras, por qué no fuiste un poco más pendejo, no tan guapo y tan bravo, y hasta me entran ganas
de llorar de ver cómo hemos ido reculando nosotros, que parece que un día nos van a hallar, mejor: me van a
hallar (porque Freddy se fue, al final se largó) comida por las moscas. La nuestra, nuestra casa, desde que él
se murió se ha ido deteriorando, y como el hijo que Dios me dio, con tanto que lo quiero, me salió un
amargado y pesimista que solo pensaba en huir y en dejar todo esto, como si fuera a encontrar el paraíso en
cualquier otro sitio que no sea su país, no había manera de que moviera las manos para clavar las tablas que
se caen, ni la silla que se descuajeringa, ni arreglar los mosaicos que se aflojan. La de ellos en cambio es una
monería, pues han ido poniendo muebles nuevos y colocando alfombras traídas de Miami, o, por ejemplo, esa
nevera Philips en la que francamente pudiera caber un chivo entero en el congelador. A mí, por cierto, me
regalaron el armario de matrimonio, de caoba buenísima y por dentro de cedro, con sus compartimientos y
como seis cajones a los lados porque ellos se compraron uno que es de plaibú y de metal con chapas de
formica color azul verdoso. Se ve que el de caoba no conjugaba bien con las mesitas de noche y además que
es muy fúnebre, eso lo reconozco. Yo cuando los visito me quedo espantada del progreso que han tenido y de
la vida que se pegan, con buenos quesos y buenos jamones, pero no sé por qué, si ésa es precisamente la vida
que ellas siempre desearon y que siempre llevaron, muchas fiestas y muchos pasadías y mucho puerco asado
en la finca que siguen poseyendo allá en el Este. A nosotros eso se nos acabó desde lo de Julián, que fue
cuando yo dije: lo único que me queda es este hijo llamado Freddy Nogueras Valle y es mi deber cuidarlo y
hacer que llegue a ser un hombre de provecho, un abogado, un médico, y por tanto me fajo con la vida y la
aruño y la muerdo con tal de conseguirlo, y eso fue lo que hice, fajarme y enfrentarme y privarme de todo
para que él algún día pudiera agradecerme y sentirse contento de mi sacrificio, decirme mire vieja, ahora
siéntese ahí y no trabaje más, darme nietos, y en fin, todas las pendejadas que uno piensa cuando se encuentra
solo de repente y no le queda más que un hijo al que aferrarse y un recuerdo terrible y una vida cortada como
de un machetazo. Solo que eso no pudo ser ni nunca podrá ser, porque ya de pequeño yo lo veía venir, ya yo
sabía lo que había parido, un hombre delicado, tristón, de poco empuje, un hombre al que, para más colmo y
gracia, le ha dado por pensar y criticar las cosas y no aguantar la gente y descalentarse por cualquier cosita. Y
si a su papá no le hubiera pasado lo que le pasó, si Julián se hubiera contenido y hubiera pensado un segundo
en nosotros, quién sabe si su hijo, que en muchísimas cosas salió a él, no se hubiera arreglado y en vez de ser
tan triste como es no fuera más templado y más yo no sé cómo, no sé si me comprende. Pero si a mí esa
124
muerte me afectó, hasta el punto de que, fíjese bien, tuvo que venir una de mis hermanas, la difunta Chelén,
esa que está en la sala retratada, a atenderme y a hacerme compañía, a Freddy fue ya el colmo. Fue como si
una mano lo volteara al revés y como si un espíritu se lo hubiera llevado de este mundo dejando solo el
cuerpo, que durante unos meses no hizo más que callar y estar sentado en un rincón del patio, sin jugar, sin
hablar, sin casi ni comer, sin moverse. Todos los días lo venían a buscar sus amiguitos a invitarlo a jugar y él
diciendo que no, Chelén quería animarlo y él no reaccionaba. Y fue precisamente esa actitud lo que me
obligó a sobreponerme y a pensar tengo un hijo que sufre más que yo, tengo un hijo que como no lo atienda
se me va a morir, y cogí entonces y me lo llevé al campo, a donde mi familia, buscando el modo de que se
distrajera y de que se olvidara de lo que había ocurrido, pero no lo logré. Como siempre, a él se le pasó todo
cuando él quiso, así que no fue el tiempo, ni yo ni mis esfuerzos, el que me lo curó —si es que le puede
llamar así a que empezara a comer con normalidad y a que de vez en cuando le diera por reírse y por jugar—.
Por eso ahora, cuando voy donde Santiago y comparo este hijo que yo tengo con el de ellos y noto una
diferencia tan grande, las ilusiones que tiene Evangelina a pesar de lo que le ha ocurrido con Santiago, lo
contenta que está, me entran ganas de poder atrasar el tiempo, ser bruja o algo por el estilo, volver a
comenzar en aquel punto en que se acabó todo. De sobra sé que no es posible, no se crea que estoy loca, de
sobra sé que yo estoy aquí y ellos allá, y aunque no me gustara que ocurriera al revés, sí al menos que hubiera
sido igual, cojollo, que aquella amistad de entonces, que aquellas ilusiones se hubieran prolongado para todos
de la misma manera, no tan injustamente. Y no le niego que eso influye, puede ser que eso sea lo que me
lleva a mantenerme así, sola y aislada, y como a rechazar ese nuevo ambiente que ellos se empeñan en que
comparta y que yo no puedo sinceramente compartir, pues no consigo dejar de verlo como el reflejo de lo que
pudo ser si Julián aún viviera, ¿me comprende?
Novela: Sólo cenizas hallarás (Bolero)
HOTEL COSMOS
Tu hotel permaneció en esa manzana pálida después que desaparecieron los niños de la escuela. A no ser por
un letrero verdoso que colgaba del segundo piso nadie hubiese notado su presencia en la acera colonial. Esa
parte de la ciudad es un sólo bloque de edificios enrejados y altos. Hasta la escuela contrastaba con los niños.
Y se quedó de pronto vacía.
Habían preparado un edificio grande para llevar los pupitres y el halcón disecado que llenaba de solemnidad
el cuarto de los castigos.
El Hotel Cosmos permaneció fiel a la manzana colonial. No podía dejarla. Se traicionaría.
Doña Martha fue arrastrándose con su lentitud por la escalera ancha. A cada paso miraba con desconfianza la
puerta de entrada. Su bata hacía todos los días el mismo recorrido hasta la mecedora del patio. ¡Tenía que
vigilar la entrada! ¡Tenía que protegerla de todos! En el último peldaño la bata morada gritó roncamente:
—¡Teresa... Teresa!
Del patio cargado de vegetación una mujer sin sexo surgió lentamente. Estaba limpia y madura.
—Doña Martha...
—Mira... Déjate ver del general retirado ese... ¿Qué es lo que se ha creído?... Esto no es un orfanato...
—Bueno... Doña Martha...
—¡Nada de bueno! ¡Cóbrale! ¡Si no tiene dinero, que se vaya!
—Ese es un hombre peligroso, Doña Martha...
—¿Y qué? Más peligrosa eres tú y hace tiempo que te venimos aguantando.
—¡Se emborracha siempre!
—¿Y qué? Este manicomio siempre ha estado lleno de borrachos. ¡Extraño sería!...
125
—Trae hombres...
—¿Hombres?... ¿Quieres decir qué...? je, je... Ya me extrañaba ese modo de caminar... Teresa, hemos estado
mucho tiempo juntas. Tenemos que seguir viviendo porque hay muchas cosas que ver en este mundo...
muchas.
—¿Qué hago, entonces?
—¡Cóbrale! ¡Cóbrale a ese maricón! Sólo eso nos faltaría. Hasta los generales retirados... Pero oye: ¿por qué
esto está tan silencioso? ¿Qué es lo que está pasando?
—Los niños, Doña Martha. Han trasladado la escuela que teníamos enfrente. Ya no hay niños...
—¡Ah!... Ya no hay niños. Los malditos no nos dejaban vivir con sus chillidos. Ha estado bien que los saquen
de aquí. ¡Por fin tenemos un poco de paz en este caserón!
—Doña Martha, quería decirle que... que he descubierto algo.
—¿Tú?
—Sí, Doña Martha, ¡he descubierto algo terrible!
—¡Habla! ¿A qué viene tanto misterio?
—Venga, siéntese en su mecedora para que no se caiga del susto... Esta mañana, al levantarme, saludé al
viejo Rodríguez y no me respondió. Estaba...
—¿Y tú te maravillas de que ese trapo no te responda? ¡Pero si no tiene aliento suficiente ni para eso! Cuando
se sienta en ese sillón, parece muerto.
—Sí, parece muerto. Por eso seguí caminando sin darle importancia al asunto pero volví pisando fuertemente
para asustarlo. Usted sabe, la madera del piso a veces parece que se va a romper... ¡El viejo tampoco se
movió! Entonces me acerqué y, ¡sí, estaba muerto!
—¡Al Diablo! ¡Lo esperaba! ¡Sus parientes se han librado de ese pedazo de carne!
—He llamado a sus parientes. Dicen que van a venir a buscarle.
—Está bien: no me gustan los muertos.
En la pizarra que daba a la escalera también estaba escrito tu nombre, junto a los otros en caracteres
enfermizos.
Sólo Rosa, la pura, escapada a esa fatalidad. Era la criada.
Tampoco aparecía en esa lista el cocinero afeminado y protestante, loco y feliz.
Del piso alto iban bajando los huéspedes y tú con ellos. Era la hora del saludo ceremonioso en el comedor.
Comenzaba el día.
—Profesor, no tan aprisa.
—¡Oh, ¡perdón, señor Suriab!... Es nuestro mal: Tenemos que apresurarnos. El tiempo nos lleva la delantera.
—¡No!... Nosotros podemos dominar el tiempo... Usted lo conseguirá. Estoy seguro, profesor. Créame: tengo
mucha confianza en usted.
—Cosa que agradezco infinitamente, señor Suriab... ¡Hasta pronto! Tengo que dejarle.
—¡Hasta la vista, profesor! Dígale eso a los muchachos. ¡Es necesario dominar el tiempo! ¡Algunos lo hemos
conseguido!
—¡Feliz mortal aquel que puede pronunciar las frases de los dioses!... Poeta, ¡hágame partícipe de su dicha!
—Amigo, no he dicho al profesor que soy dichoso o desgraciado. No ha escuchado usted bien. Dije que he
dominado el tiempo. ¡Nada más!
—¿Y qué más podemos desear los hijos de Eva, señor Suriab? Mire... yo soy ocultista. Oriente guía mi vida
por caminos venturoso, pero, ¡no he logrado dominar el tiempo!... Señor Suriab, no permita que yo corra la
misma suerte del señor Rodríguez... ¡Sería tan lastimero! ¡La humanidad perdería a un gran hombre!
—Le ruego que guarde sus burlas para sus amigos. ¡Apártese de mi camino!
—¡Oh dolor! No puedo disfrutar de la amistad del poeta Suriab. ¡No soy digno, señores de tanto honor!
—Tampoco nosotros somos dignos, amigo. ¿No lo ha notado Usted?
Cuando llegué al Hotel Cosmos buscándote, me sentí atrapado. Un hombre se acercó.
126
—¿Qué desea? ¿Está perdido?
—No, no... Me han dicho que aquí vive el profesor. Soy su amigo.
—Suba por ahí. En la segunda planta, al final del pasillo... Y escuche, joven: tome las cosas con calma. Esto
no se resuelve de ese modo.
Avancé por la escalera ancha. En el descansillo encontré un jarrón grande para guardar flores. Llegué al
corazón agrietado del edificio, a sus cuadros sin color, a sus muebles rotos e inmóviles. Grandes vigas
sostenían el techo. Había humedad, mucha humedad. Una mujer hermosa pasó a mi lado. Recordé: «Todos la
aman».
—¡Buen día! ¿Podría decirme cuál es la habitación del profesor? Soy su amigo.
—No está. Salió con gente de su país.
—¡Oh! Es una lástima... De todos modos, volveré en otra ocasión. Gracias.
—Oiga, joven... Seguro que Usted también... ¡Claro! Pero llévese de mi consejo. Las cosas son como son.
También usted las encontró así. ¡No se sacrifique!
Cuando comenzó la guerra civil, los huéspedes del Hotel Cosmos quisieron comprar los diarios para saber el
resultado. Sólo para saber el resultado. Pero los diarios estaban cerrados. Por todas partes se escuchaban
gritos de guerra y lamentos. Por todas partes aparecían aviones supersónicos y caían proyectiles. Por todas
partes se forzaba la puerta de un arsenal y se saltaba de alegría. Era la guerra que estallaba en su tiempo y
repartía armas, cerraba las puertas de las tiendas con acero y madera, volcaba carros y los incendiaba,
vomitaba fuego contra los palacios de los poderosos y hacía llorar. ¡Era la guerra! ¡La guerra!
Casi sin aliento llegué al Hotel Cosmos, buscándote. Estaba sudoroso. Crucé a toda prisa a través de los
sillones y los cuadros. No pregunté. Al encontrar tu habitación vacía, salí nuevamente como un demonio. Era
la guerra que me empujaba. Grité:
—¡Maldita sea! ¡Estalló antes de tiempo! ¡Ha reventado!
Sólo el viejo Suriab pudo responderme:
—No ha estallado antes de tiempo. ¡Todo tiene su tiempo! ¡Esto no ha reventado! Yo siempre se lo dije al
profesor... ¡Es necesario dominar el tiempo! ¡Algunos lo hemos conseguido!
Alrededor de la radio todos los huéspedes del Hotel Cosmos caminaban y gesticulaban. Los tanques, los
aviones y las amenazas eran demasiado para sus vidas pequeñitas, para sus paseos cortos por la madera del
Hotel. Se estremecían ante cada asalto a un cuartel: «¿Serán nuestros hijos?». Ayunaban. Era la guerra civil
que había venido para todos. Era la guerra civil.
Decenas de miles de hombres y mujeres que el día anterior se odiaban o se acostaban juntos, se temían o se
engañaban, corrieron hacia el puente que dominaba la ciudad para defenderlo. Llevaban bombas caseras,
cuchillos, machetes y sables. Llevaban fusiles y gritaban. Decenas de miles de hombres y mujeres rodearon al
Palacio donde los poderosos habían sonreído y festejado sus glorias. Abrieron las puertas de hierro y se
enseñorearon de él bajo cañonazos y bombas, sobre maldiciones. Decenas de miles de hombres y mujeres
recorrieron las calles de la ciudad que el día anterior estaba reprimida, donde no se podía respirar, y su fuerza
era tan grande que los poderosos se estremecían y se llenaban de ceniza la cabeza y se echaban de rodillas a
invocar a su Dios de misas y limosnas.
Las fortalezas de los gendarmes iban cayendo en manos de los descamisados cuando llegaron miles de
soldados norteamericanos en portaviones y tanques, hablando de paz. Descendieron en un campo de deportes
junto al hotel más lujoso de la nación. Pisaron tierra en la base aérea principal de los gendarmes y los
abrazaron. Desembarcaron por el puerto de Haina y venían avanzando de noche y cantando dulces canciones
de su país natal. Los gendarmes que temían al pueblo y a su furia respiraron aliviados y volvieron a sus
cuarteles. Entonces se escuchó en la plaza de todos al avión de grandes altavoces:
—Dominicanos, no hemos venido a ponernos del lado de ningún bando. Óyelo, óyelo bien. Sólo queremos
salvar vidas. Hemos venido a evitar derramamientos de sangre. Nuestro Presidente lo ha dicho. Óyelo bien,
dominicano.
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Los hombres y mujeres improvisaron bastiones de lucha en la tierra rodeada y sacudida. Llenaron de arena
centenares de sacos y montaron sus ametralladoras pesadas frente a las tropas norteamericanas y su cerco. Se
prepararon a disparar contra los alambres de púas. Protestaron. Organizaron grandes manifestaciones contra
el invasor y desfilaron con furia. Tú estabas atrincherado en una avanzada, delgado y entusiasta. Habías
exigido una reunión de combatientes. El ambiente era joven. Te escucharon.
—Esos soldados han venido hablando de paz. Sus amos han sido los primeros en pronunciar términos tan
aceptables como «tregua», «salvamento», «ayuda». ¡Ese es su lenguaje! ¡Chillan por sus altavoces que están
repartiendo alimentos! ¡Se ponen roncos repitiendo que su misión es humanitaria! Se estremecen de
compasión cuando piensan en los niños huérfanos y en las viudas y gritan: «Debemos salvar vidas...» Pero
¿Quién les cree?... ¿Quién los oye y no los odia?... ¿Quién quiere su paz?... ¿Cómo pueden hablarnos de
paz?...
Los combatientes se apretaban alrededor del hombre y su odio. Continuaste:
—Este local estuvo ocupado por una escuela. Hoy es un bastión de lucha... Los edificios donde antes se
impartía la justicia de nuestros enemigos han corrido la misma suerte... ¡Los patios de todos estos barrios que
antes sólo conocían el hambre ahora están llenos de trincheras! ¡Ahora tienen fusiles!... ¡Nosotros tenemos y
queremos nuestra paz! ¡Ellos quieren el exterminio: ¡Esa es su paz!
Nadie supo dónde cayó el primer proyectil de mortero aquella mañana atravesada de sirenas de ambulancias
y preguntas. Los depósitos de la aduana comenzaron nuevamente a arder. Los bomberos avanzaban con
timidez bajo el fuego de las ametralladoras. Los techos de zinc se abrían después de un estallido. Todos los
combatientes rastrillaron sus armas y corrieron hacia las avanzadas. Sobre la ciudad caminaban los
helicópteros y pasaban horas y horas y el fuego pesado era más intenso y las granadas de morteros abrían más
sus brazos en busca de hombres. Todavía explotaban las bombas en las esquinas de las calles cuando nos
enteramos de tu muerte.
El viejo Suriab te dedicó un poema.
y las ruinas.
Abajo está el silencio convirtiéndose en grito)
Ejercicio.
1.- Nombra los poetas y sus obras principales contemporáneos suyos.
2.- Intención de los autores al escribir estos poemas.
3.- Explica ¿de qué tratan los poemas?
4.- Compara los poemas y explica en un párrafo que tienen en común y en que se diferencian.
5.- ¿Qué relación tiene el título con el tema?
6.- ¿Cuál es la finalidad de los autores al escribir estas poesías?
7.- Estructura y recursos literarios: estrofas, métrica, rima, versificación y figuras literarias e imágenes.
8.- Expresa tu opinión personal sobre los poemas en dos párrafos de menos cuatro oraciones.
9.- Buscar las palabras desconocidas.
10.- Investiga los aportes a la literatura dominicana.
11.- Elabora una ficha biográfica y literaria sobre los autores.
12.- Contexto histórico a que se refieren los poemas’
Fruto de la segunda ocupación norteamericana, con la entrada de 42 mil marines, el 28 de abril de 1965, las
contradicciones históricas y sociales que se daban en el país y surge una poesía que se caracteriza por un
interés y una preocupación hacia lo colectivo, y, en específico, hacia los desposeídos. Es la Poesía Joven, la
que se conoce como Generación del 65, que es el segundo período de la Generación del 60, más bien
refundida, porque no hay diferencia en la temática ni en la forma, ambas guardan una estrecha unidad
temática e ideológica, ya que se alimentan de las mismas circunstancias históricas y, además, la diferencia
cronológica entre dichos poetas es mínima: todos empiezan a escribir “literatura de carácter social, pero
también de carácter romántico amoroso. Aunque fundamentalmente social muy influida por los
acontecimientos bélicos y sociales: nace la Joven Poesía Dominicana, y su actividad fundamental, son los
recitales poéticos, las discusiones, los debates y una cantidad enorme de gente que empieza a publicar
libros de poesía, empieza a discutir temas de poesía, sobre todo, donde el marco fundamental era que la
poesía sirviera a un propósito social”. (Tony Raful, La Noticia. 6 de marzo del 1993).
Este grupo de escritores ha sido significativo por una parte de la tradición que la ha precedido: el
Postumismo, la Generación del 48, generación de cuyo movimiento no es más que una continuidad. A cuya
influencia se unirán la de los movimientos de vanguardias. Diógenes Céspedes dice: “entre los poetas que
surgen después de la muerte de Trujillo y la insurrección de abril del 65 hay un tiempo de preparación. Sus
132
textos se conocen solamente a través de suplementos y revistas. En casi todos está presente la invocación
de la revolución y cambios sociales y el amor.
Muchos de estos poetas vivieron y participaron intensamente en la insurrección, pero el trauma que dejó en
ellos el fracaso produjo un desaliento y una frustración que fueron canalizados por la vía de la burocracia y
la publicidad. La literatura que produjeron antes y después de la contienda bélica obedecía a la ilustración
de tesis y a la defensa de una causa. Esta literatura de denuncia fue resentida como una necesidad frente a
la falta de información. Los partidarios del arte comprometido también tenían necesidad de hacer pasar esa
concepción de la literatura como la única válida y verdadera.
Con la insurrección de abril del 65, la vivencia es más traumática porque ella se inició con la participación
del pueblo y desbordó la dirección del movimiento que trató de controlarla. Esta participación popular
contenía profundos elementos democráticos, formas de organización de integración militar-popular y
rendimientos igualitarios y socialistas. La intervención militar norteamericana para de golpe la victoria y el
trauma prepara la denuncia”.
Estos jóvenes poetas encontraron protección y apoyo para dar a conocer sus obras en las páginas del
Suplemento “Aquí”, del periódico La Noticia, bajo la dirección de Mateo Mórrison, uno de los principales
representantes y promotores del movimiento. Otros cultivadores del mismo grupo que no tuvieron acceso
en los medios periodísticos y revistas, se la ingeniaron, y los medios más utilizados para divulgar sus obras
fueron los recitales y lecturas en clubes culturales, las escuelas, las universidades, parques, estadios
deportivos y otros lugares públicos. El poeta Tomás Modesto Galán utilizó una forma más fácil y
económica de divulgar sus escritos, como son los murales y paredes de la Facultad de Humanidades.
Los integrantes representativos de la llamada Joven Poesía o Poesía de Postguerra son: Norberto James,
Enriquillo Sánchez, Andrés L. Mateo, Mateo Mórrison, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Federico
Jóvine Bermúdez, Pedro Vergés, Tony Raful, José Molinaza, Soledad Álvarez, Miguel Aníbal Perdomo,
Luis Manuel Ledesma, y un grupo más joven que podríamos incluirlos en la década del 70, estos son: José
Enrique García, Josefina de la Cruz, René Rodríguez Soriano, Pedro Pablo Fernández, Tomás Modesto
Galán, Rachamos Reyes Vásquez, Wilfredo Lozano, Domingo de los Santos y Chiqui Vicioso.
Poetas de provincias que formaron círculos literarios y divulgaron sus trabajos en clubes culturales y
recitales en lugares públicos son: Manuel Mora Serrano, Alberto Peña Lebrón, Francisco Nolasco Cordero,
Héctor Amaranta, Cayo Claudio Espinal, Orlando Morel, José Enrique García, Pedro Pompeyo Rosario,
Pedro José Gris, Emelda Ramos, Elpidio Guillén Peña, Rafael Castillo, Apolinar Núñez y Sally Rodríguez.
Muchos de estos escritores y poetas, formaron partes de diferentes grupos literarios: El puño (1965), La isla
(1966), La máscara (1965) y La antorcha (1967), integrada esta última por Aquiles Azar, Héctor Díaz
Polanco y Lourdes Billini.
SEMBLANZAS EN MINIATURAS
Andrés L. Mateo (1946). Es poeta, novelista, educador, ensayista-investigador, autor de Portal del mundo
(1969), La otra Penélope (1982), La balada de Alfonsina Bairán (1984). El violín de la adúltera- Era
miembro del cultural La Isla.
Norberto James (1945). Es poeta, profesor universitario, autor de Sobre la marcha (1969), La provincia
sublevada (1972), Vivir (1981). Perteneció al grupo La Isla.
Enrique Eusebio (1948-2012). Es poeta, crítico literario, educador, autor de Desde el centro del mar hasta
el centro de la vida (1973), Poetas con Nicaragua (1978). Perteneció al grupo La Antorcha.
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Mateo Mórrison (1947). Miembro del grupo La Antorcha, fundador y director por varios años del
Suplemento Cultural “Aquí” del periódico La Noticia. Fundador del Taller Literario César Vallejo, poeta,
autor de Aniversario del Dolor (1973).
Alexis Gómez (1950). Es poeta y educador, autor de Oficio de post-muerte (1973), Contra la pluma la
pluma (1990). Perteneció al grupo cultural La Antorcha.
Soledad Álvarez (1950). Es poeta, crítica de arte, ensayista y educadora, autora de La magna patria de
Pedro Henríquez Ureña (1981), Vuelo posible (1994). Perteneció al grupo cultural La Antorcha.
Tony Raful (1951). Es poeta, narrador, político, ensayista y educador, autor de La poesía y el tiempo
(1972), Gestión de Alborada (1973). Perteneció al grupo cultural La Antorcha.
Apolinar Núñez. Pertenece al grupo poético de postguerra. Su poesía no tiene comparación al ámbito
poético dominicano. Sus libros de poesías son: Poemas decididamente fuñones (1972) y Poemas
sorpresivos (1973).
León David (1945). Es poeta, educador, crítico de arte y ensayista, autor de Poemas (1979), Narraciones
truculentas (1979).
Pedro Vergés (1947). Poeta y narrador, ensayista, autor de Primeras palabras (1966), Durante los
inviernos (1977), Sólo cenizas hallarás (Bolero) 1980.
Haffe Serrulle Ramia (1947). Es actor y autor teatral, novelista, ensayista, educador, autor de Voy a matar
al presidente (1973), La tinieblas del dictador (1978).
Narciso González (1942-1994). Fue actor de teatro, educador, poeta, abogado, director de la revista
Callejón Sin Salida, columnista de diversos periódicos y revistas nacionales.
Ulises Rutinel Domínguez (1941). Es poeta, cuentista, escritor y educador, junto a otros poetas fundó el
grupo La Isla. Es autor de Cuadernos y otros cuentos, Poemas de sangre, Los enemigos y otros.
Roberto Marcallé Abreu (1948). Es cuentista y novelista, autor de libros de cuentos Las dos muertes de
José Inirio (1972), El minúsculo infierno del señor Lukás (1973) y novelas Cinco bailadores en la tumba
caliente del Licenciado (1978).
Arturo Rodríguez Fernández (1948). Es cuentista, autor de La búsqueda de los desencuentos (1974), Subir
como una marea (1980), Mutanville (1980), Cordón umbilical (1985), Espectador de la nada (1986),
Homenaje al cine, Blanco y Negro (en colaboración con Marianne de Tolentino; ilustraciones de Ángel
Haché, 1989).
Obras
Poesía I (1969), Portal del mundo (1969), Pisar los dedos de Dios (1979), Poesía de post-guerra/joven
poesía dominicana (1981). Manifiestos literarios de la República Dominicana (1984). La otra Penélope
(1982), Al filo de la dominicanidad (1997). La balada de Alfonsina Bairán (1992), Mito y cultura en la
Era de Trujillo (1994), El violín de la adúltera (2007), Camila Henríquez Ureña: la virtud del anonimato
(1992), Pedro Henríquez Ureña: vida, errancia y creación (2002), ¿Por qué sino Pedro Henríquez Ureña
en 1931? (2006), Manifiestos literarios de la República Dominicana (1993), Las Palabras perdidas
(2000).
PORTAL DE UN MUNDO
II
Lo que vendrá,
será como una casa sin puertas ni ventanas.
Una morada común sin contraseñas.
Pongamos,
es un ejemplo, que llegue yo a una casa
y me despoje
con muchísimo amor de mi sombrero;
enseguida,
esa casa es ya mi casa
y en ella vivo
como por ella muero.
III
Habremos de llegar
como se llega siempre:
con un poco de polvo en las orejas.
Con muertos hechos raíces
que callan sus hazañas.
Con límpidas muchachas sonreídas,
porque, es bueno saber,
que no siempre la muerte tendrá
la última palabra.
Y así como los ríos
la vida tiene
su corazón saltando.
IV
Construiremos aquí
el reino de los cielos.
V
Un día me dije:
«Caminaré este mundo.
Me iré por sus ciudades condenadas.
Besaré con amor el cántaro gris de mis hermanos.
Y luego subiré como carta empujada por el viento».
Dije:
Esto aprendí:
Quien habla del amor
dice la guerra.
Quien toma su bastón
y se coloca del lado de su pueblo,
dice la guerra.
Quien reclama su puesto en este mundo
dice la guerra.
VI
Por eso,
cuando las mordeduras del reino agonizante
levanten sobre ti su organizado fuego,
y tu propia grandeza sumergida
avance hacia la guerra necesaria,
¡que no tiemblen tus manos!
Que por toda esta sangre que ha caído,
vamos a hablar nosotros.
137
Es tuya la verdad.
Tuyo es el pueblo.
Y tuyo es este mundo que he pedido
y que golpea con amor todas las puertas.
Nació en Santo Domingo, el 20 de marzo de 1952. Abogado, poeta, narrador, periodista, ensayista y
productor de programas de radio y televisión. Estudió Derecho en la Universidad Nacional Pedro
Henríquez Ureña. Fue director de la Biblioteca Nacional en 1982. Junto a Tony Raful y Andrés L. Mateo
dirigió durante varios años el programa “Penas de Tres”, que era difundido a través de Radio Televisión
Dominicana. Ganó el Premio Nacional de Cuentos con la obra Las locas de la plaza de los almendros
(1977.
Su primer libro El placer está en el último piso (novela), que vio la luz en 1974. En 1980 publicó su
segundo libro de cuentos, titulado La noche de los buzones blancos. En 1981 editó su Antología de cuentos
La narrativa yugulada y luego otras obras, como El brigadier (1981), Los despojos del cóndor (1983), El
paraíso de la memoria, poesía (1983), Pormenores de una servidumbre, cuentos (1985), El síndrome de
Penélope en la Poesía Dominicana, junto a Tony Raful (1986) y El fantasma de la calle El Conde.
Francisco Comarazamy, en un comentario publicado el 14 de diciembre de 1981, dice de Pedro Peix:
“Ya casi no aparecen en la literatura los casos de precocidad. Parecería que los niños en vez de pañales
llevan pantalones largos desde el momento en que comienzan a carpetear y a dar traspiés por toda la casa.
138
Pedro Peix pertenece a este modelo. No fue precoz, al menos para el público. Apareció en las columnas de
los periódicos como una sorpresa avalada por una propia personalidad.
Surgió con todas las características de la madurez en cuanto al estilo. Y ya ha bajado de ese sitial en que la
inteligencia, la vocación y la lectura lo han colocado y vigorizado en cada libro, sea del género que sea.
Veo a El brigadier como una novela de corte reporteril. Brevedad, concisión, agilidad y reflexión,
envuelven el armazón de esta nueva producción del joven escritor, polifacético e inquieto.
El brigadier es una historia apasionante tanto por el tema como la forma en que ha sido vaciada en tan
pocas palabras.
Predomina, sin embargo, en cada trozo un modo de llevar la novela al suspenso y al apresuramiento.
Se trata, en un sentido general de la novelística, de un libro que, como elementos de gran complejidad,
logra apasionar con una exposición de buena ley que envuelve trazos de una vida trágica que fue para este
país una desgracia para el libre ordenamiento de la democracia.
Según la explicación que da la casa editora, en la contraportada, la nueva novela de Pedro Peix se
circunscribe a la temática del dictador, pero a diferencia de otros textos que han cultivado este tópico desde
parámetros exclusivamente psicológicos. Organiza el material narrativo en dos cuerpos formales distintos,
pero estrechamente unidos en su estructuración conjunta”.
Un lunes por la tarde vieron a un hombre con armadura por la calle 'El Conde', con el yelmo cerrado,
arrastrando un pesado baúl y espada en mano, y luego lo sintieron subir por las escaleras de un alto edificio
y encerrarse de un sólo portazo en su habitación.
Esa noche lo vieron con un traje de novia bajo el brazo, recorriendo la calle de "Las Damas", tocando
puertas y rompiendo cristales, hollando paredes con su mazo de justas, excavando patios y cimientos,
derrumbando piedra por piedra cornisas y balcones en busca de la única mujer que lo había amado y que lo
había esperado durante 500 años para casarse.
Ya sonámbulo, lo vieron en la madrugada deambulando por el patio de la Fortaleza y subir a la Torre y
hurgar en cada celda con una vela temblorosa en la mano y una espada gris en la otra, estocando la noche.
El martes, ya bien entrada la mañana, casi todo el mundo lo vio atravesar el Parque y lanzar improperios
frente a la estatua del Almirante Cristóbal Colón, y luego lo oyeron mascullar una blasfemia innombrable
cuando contempló su mausoleo en la Catedral.
Atravesaba las calles a grandes zancadas, con una serenidad temeraria, impertérrito a las bocinas de los
carros, sordo a los pregones de los venduteros de dólares y de los predicadores bíblicos, desdeñoso de los
letreros foráneos y las siglas impersonales que aparecían en las fachadas, completamente ajeno a la
multitud que lo seguía a cierta distancia y ahora a lo largo de todo el malecón, oyéndolo despotricar contra
los hoteles, los turistas, los carteles políticos y contra las mujeres sin pundonor que encontraba a su paso.
Así, arrojando imprecaciones y esputos, llegó al Castillo de San Jerónimo, y al encontrar solamente sus
escombros, empezó a golpear las piedras mohosas con su guantelete, encolerizado al comprobar que otro
imperio había tomado la ciudad.
No lo pensaron dos veces para ir a su habitación de la calle "El Conde #15". Forzaron la puerta de su
domicilio aparente, y vieron sobre una mesa de caoba sus borrosas credenciales: Generoso Balmoral,
contrabandista de rocíos en tierras de ultramar. Al lado de varios planos y cartografías, encontraron y
leyeron las cartas de amor que se había intercambiado con su novia a lo largo de cinco siglos. En la
primera, fechada en 1498, ella le exponía la codicia y los desafueros de los colonizadores, y en la última,
fechada en 1987, le confiaba el acoso sórdido que seguía manteniéndole el imbatible Caballero de La
Moneda.
Fue debajo de la mesa que encontraron el pesado baúl. Sólo después de una hora, arrancando cadenas y
desportillando cerrojos, lograron levantar la tapa y hallaron en el fondo, una isla recién cortada y de
engendrada pureza, fragante de silbos. Pensaron que ese era el regalo nupcial que traía el hombre de la
armadura. Pero, decepcionado al no encontrar vellocinos ni joyas ni talegos, decidieron arrojar el baúl al
mar.
De repente, antes de dar media vuelta, escucharon la voz de la novia que parecía venir de su osario de
musgo: "Ahora estoy cubierta por los despojos de una estirpe indeseable, sepultada por los héroes de la
usura, conjurada en mis idilios por los cofres negros del poder, tiranizada en mis sueños por haber
trasegado a mi pecho la púrpura armada de aquella foresta aldina que no pudo pulir sus venablos, aún
embebida de la dote de mis banderas y corales, ya baldada de tantas gestas, desahuciada en mis limos
profundos".
Nadie volvió a ver jamás al hombre de la armadura. Pero todos comprendieron que ella, su novia, era la
ciudad.
LOS INMIGRANTES
Aún no se ha escrito
la historia de su congoja.
Su viejo dolor unido al nuestro.
No tuvieron tiempo
-de niños –
para asir entre sus dedos
los múltiples colores de las mariposas.
Atar en la mirada los paisajes del archipiélago.
Conocer el canto húmedo de los ríos.
11
Hubo un tiempo
- no lo conocí –
en que la caña
los millones
y la provincia de nombre indígena
de salobre y húmedo apellido
tenían música propia
y desde los más remotos lugares
llegaban los danzantes.
Por la caña.
Por la mar.
Por el raíl ondulante y frío
muchos quedaron atrapados.
Tras la alegre fuga de otros
quedó el simple sonido del apellido adulterado
141
difícil de pronunciar.
La vetusta ciudad.
El polvoriento barrio
cayéndose sin ruido.
La pereza lastimosa del caballo de coche.
El apaleado joven requiriendo
la tibieza de su patria verdadera.
111
Los que quedan. Éstos.
Los de borrosa sonrisa.
Lengua perezosa
para hilvanar los sonidos de nuestro idioma
son
la segunda raíz de mi estirpe.
Vieja roca
donde crece y arde furioso
el odio antiguo a la corona.
A la mar.
A esta horrible oscuridad
plagada de monstruos.
1V
NO SÓLO HOMBRES
A Amelia Ricart
Entrada ya la década de los 70 se inicia un nuevo movimiento de ideas literarias. Es decir, una nueva
práctica de hacer literatura que apunta hacia la poesía plural. La poesía cargada de múltiples sentidos,
abierta hacia la diversidad de temas y formas. Como dice Diógenes Céspedes, estas nuevas perspectivas en
la literatura dominicana se abre en la medida en que hace su entrada a la escena literaria y cultural una serie
de textos y de discursos que apuntan hacia la construcción de otras prácticas sociales orientadas contra la
función social y la función instrumental de la literatura y el arte. Estas nuevas prácticas y sus sujetos
apuntan hacia el abandono casi completo de la nostalgia de las guerras y la revolución como ideologización
de un contexto poético. Ellas apuntan hacia la búsqueda de la especificidad del poema en y por el ritmo y el
lenguaje de un sujeto que se enuncia y anuncia a los otros de un discurso concebido como lógica de la
contradicción indefinida de los sentidos.
Escritores y poetas de los años 70 ubicados entre la poesía de barricada revolucionaria, surgida al calor de
la guerra de abril de 1965 y una poesía más académica, plural y alejada de las cuestiones sociales que
buscaba alcanzar a través del estudio de la literatura y las prácticas en los talleres, la excelencia en el
discurso poético.
EL PLURALISMO, 1974.
¿Qué fue el Pluralismo? El movimiento poético, casi unipersonal y efímero, dado a conocer la noche del
viernes 22 de febrero de 1974 en la Biblioteca Nacional, así como en un suplemento extraordinario
publicado por el periódico El Nacional de ¡Ahora! el domingo 24 del mismo mes.
La conferencia la tituló “Clave para una poesía plural” y el autor Manuel Rueda proponían una revisión
total a la poesía hueca, insustancial y ensangrentada que estaban escribiendo los poetas dominicanos en ese
momento.
El Pluralismo es un movimiento experimentalista que tiene como ideólogo y creador la figura del poeta,
escritor, ensayista y músico-pianista a Manuel Rueda. El Pluralismo es el último intento vanguardista que
hemos tenido, hasta la fecha, llamado también por él integralismo, ensayo de simultaneidades, de lecturas y
de grafismos en una unidad de lecturas que el poeta llama a bloques. Dije al principio, efímero y casi
unipersonal, porque según dice Andrés L. Mateo, “no tuvo continuidad orgánica y desencadenó una
gigantesca polémica en los años setenta; e influyó en la necesidad de una revisión del instrumental
146
expresivo de la poesía dominicana”. (Manifiesto literario… Pág. 121). Otro, como Tony Raful nos da su
opinión en torno al movimiento, diciendo que el “Pluralismo ya es una revolución desde el punto de vista
de las ideas literarias, el Pluralismo es una verdadera revolución porque plantea ya la ruptura del verso
lineal, el verso lineal que es el verso en el que tradicionalmente hemos conocido la creación literaria. El
verso lineal plantea la subversión del texto, plantea la inserción en la producción textual se puede leer por
arriba, por abajo, por el medio, se puede leer en muchas direcciones, es una experiencia interesantísima.
Plantea, digamos la abolición de algunos elementos tradicionales en la estructura, en la conformación del
texto”. (Suplemento “Aquí”, periódico La Noticia, 6 de marzo de 1993).
El Pluralismo es un movimiento literario vanguardista con el que la poesía dominicana adquiere una nueva
y más amplia dimensión. Consiste en la elaboración del poema mediante el uso de un conjunto de recursos
técnicos (pentagrama musical, colores, variedades tipográficas, escrituras simultáneas, etc.) que ofrecen la
posibilidad de un acercamiento multidimensional al texto de modo que, además de lo sugerido por el poeta,
el lector pueda hacer su propia lectura; incluso, crear su propio poema. El pentagrama musical es utilizado
por Rueda para armar los bloques poéticos que conforman el poema y para proporcionar a éste una
sonoridad que hermana la música con la poesía, dando al texto el sentido plural perseguido por el poeta”.
El Pluralismo es un movimiento muy hermético, que aunque pronto despertó interés en nuevos creadores
de la década del 70, así mismo desapareció. Ese experimento ruediano creado con expresa intención de
evadir la realidad histórica que vivía el país, refugiándose en un modo de expresión oscuro y de poca
proyección popular, tenía la desventaja de que su complejidad la hacía inaccesible al lector común. Por
tanto, el mismo Rueda y como sus seguidores fueron capaces de sustentar con la práctica y el entusiasmo
necesario los postulados pluralistas. Sin embargo, El Pluralismo ruediano creó las condiciones necesarias
para que algunos poetas herederos del movimiento, compusieran obras que ofrecen múltiples posibilidades
de sentidos, pluralidad semántica e intenso valor poético para cada lectura. Entre ellos sobresalen: José
Enrique García, con el poemario El fabulador (1980) y Cayo Claudio Espinal, con Banquetes de aflicción
(1979) y Utopía de los vínculos (1982).
Entre los poetas y escritores que se integraron al Movimiento Pluralista tenemos: Luis Manuel Ledesma,
Diógenes Valdez, Alexis Gómez, Marcio Veloz Maggiolo, los músicos Manuel Simó y Margarita Luna de
Espaillat y luego, Iván García, Apolinar Núñez, Orlando Menicucci y Geo Ripley.
Manuel Rueda:
Enunciado del movimiento pluralista
1) Liberación del verso desde lo lineal a lo espacial o multilineal; desde lo unívoco a lo multívoco. Verso
horizontal, vertical, en esguince, en diagonal, simultáneo, fragmentado, como si una cámara lo sorprendiera
su infinita posición de significado frente al lenguaje.
2) Consolidación del bloque gráfico-espacial-sonoro como unidad referencial. Dentro de este bloque las
simultaneidades harían el papel de modificantes continuas, comentadoras del discurso que quedaría por ello
despojado de lo accesorio y expandido en diversas direcciones hacia significados múltiples e imprevistos.
El sistema de lectura funcionaría en cualquier dirección en un espacio/tiempo circular que se expandiría y
retrocedería en voluntad del lector.
3) Plasmación de las primeras cadenas de asociaciones que, aunque libres, quedarían apuntadas como parte
inseparable de la multitextualidad orientando al lector hacia sus propias operaciones emocionales y
estéticas. Discurso e idea funcionarían así en su justo ámbito sirviendo de intermediarios o de necesarios
apoyos para efectuar el salto hacia las nuevas percepciones idiomáticas.
147
4) Las palabras son células polisémicas que derivan constantemente hacia nuevas fórmulas de vida. De
donde se desprende que es el ámbito sonoro de la palabra que determina su significado de acuerdo a sus
posiciones en la lectura y no es la idea, cosa común en el arte culto, la preconcibe y guía el fenómeno
poético.
Es característico en el folklore esta gratuidad aparente de los significados múltiples: el alma de un pueblo,
sus características étnicas y culturales se expresan por medio de las innumerables variantes de los textos
tradicionales. El pueblo es enemigo del texto único. Cualquier asociación de ideas o de palabras él las
transmuta a su funcionalidad expresiva, no utilitarista sino ritual, de donde se deduce que su religiosidad y
su arte (dos caras de una misma realidad) no son dogmáticos, sino que adquieren su significación primera y
última dentro de las fórmulas míticas o de la magia.
El arte del pueblo es uno y cambiante, participa de inmovilidad y de las perpetuas variantes, es
comunitario, magnífico, funcional, gratuito, autosuficiente y aleatorio. El pueblo no es sensible a la idea
sino a su transfundo ético y lingüístico. La compresión de tal arte implica una agudización sensorial más
que una operación intelectiva; es un arte auditivo en sus correlaciones mágicas con el objeto (la palabra es
una red que lo apresa y doméstica, un exorcismo dirigido a las potencias irracionales) y es visual en cuanto
a sus modalidades representativas, religiosas y cabalísticas.
El ejemplo de que una oración en latín como el Magníficat sea recitada por nuestro pueblo en sentido
contrario, o sea de izquierda a derecha invirtiendo el orden de las palabras, es reveladora de la
irracionalidad de sus procedimientos de la fervorosa comunicación que los glosemos abstractos efectúan
dentro de esa irracionalidad.
Estas técnicas de estructuración de la lengua poética están estrechamente relacionadas con las modernas
concepciones del lenguaje musical por lo que puede lograrse con ellas una fusión armoniosa. Poesía hacia
un futuro de integraciones no reducido a modalidades aisladas; poesía comunitaria, no ideológica,
auténticamente religiosa y social.
Si me he extendido en estas consideraciones acerca de la naturaleza del folklore es porque en la modalidad
poética que estoy presentando esta ciencia ha suministrado las fórmulas primitivas, la inocencia del juego y
el increíble sustrato mítico y semántico.
5) Estructuración del poema no a través del sentimiento ni de la razón, sino del lenguaje, por medio de una
célula viva o acorde generador. Como en la música, esta célula será la generadora del poema,
desdoblándolo por medio de asociaciones, recapitulaciones, espacios vibratorios y desarrollos incesantes y
provocará, por medio de estímulos sonoros encadenados, los elementos nuevos que irá sumando al paso. El
poema debe ser una explosión de la palabra en la mente del lector.
POESÍA EXPERIMENTAL
Tambor
LUNA AULLIDO
Sobre la montaña sonando en la alta noche cayendo en los bajos
aullido LUNA
TAMBOR
s o n a n d o
148
con perros asustado metiendo su rúbrica de cuero en sueño de muchacha
T a m b o r
149
SEMBLANZAS EN MINIATURAS
José Enrique García (1955). Es poeta, novelista y ensayista, autor de Meditaciones en alrededor de una
sospecha, Una vez un hombre y El fabulador y otros poemas.
Diógenes Valdez (1941-). Fue cuentista, novelista y ensayista, autor de Antipolux (1970), Lucinda
Palmares (1981) y Los tiempos revocables (1983). El silencio del caracol (1978), La telaraña (1980)
Cayo Claudio Espinal (1955). Es poeta y abogado, autor de Banquetes de aflicción (1979), Utopía de los
vínculos (1982) y Comedio (1994).
Rafael García Bidó (1953). Es poeta, educador y ensayista, autor de Revivir un gesto tuyo y Poemas
agónicos (1974).
Diómedes Núñez Polanco (1952). Poeta y escritor, autor de La rebelión de los vientos (1989).
Miguel Aníbal Perdomo (1944). Es poeta, novelista, ensayista y educador, autor de La poesía joven
dominicana a través de su tiempo (ensayo) y Cuatro esquina tiene el viento (novela).
Cándido Gerón (1950). Poeta, ensayista, analista de arte, autor de Asombro de los tiempos (1973) Huellas
del dolor (1974). Su producción literaria en todos los géneros es amplísima y variada, es un incansable
creador de ficción.
Radhamés Reyes Vásquez (1952). Poeta, periodista, autor de La muerte en el combate (1973) y Sobre el
tiempo presente (1974).
Alexis Gómez (1950). Poeta, autor de Oficio de post-muerte (1973), Contra la pluma la espuma (1990), Si
Dios quiere y otros versos por encargo (1993).
José Rafael Lantigua (1949). Poeta, ensayista y publicista, autor de Domingo Moreno Jimenes: apóstol de
la poesía (1976) y Sobre un tiempo de esperanza (1986).
Miguel Collado (1954). Poeta y ensayista, autor de Pesada atmósfera (1976) y Soliversadario (1980).
Juan Freddy Armando (1951). Es poeta, cuentista y publicista, autor de Lámpara roja, Preste su muerte y
El porqué de los niños.
Franklin Gutiérrez (1951). Es poeta, narrador, educador y crítico-ensayista, autor de Canto a mi pueblo
sufrido, poesía (1973), Hojas de octubre, poesía (1982), Niveles del imán (antología de poetas dominicanos
en Nueva York, 1984), Inri, poesía (1983), Helen, poesía (1984), Reflexiones acerca de la literatura
latinoamericana (ensayo, 1986), Aproximaciones a la narrativa de Juan Bosch, ensayo (1987), Antología
histórica de la poesía dominicana del siglo XX, (1995),
Josefina de la Cruz Martínez (1949). Es poeta, ensayista, narradora y educadora, autora de Agua secreta
(1977), Debajo de la piel y otros poemas anónimos (1978), La sociedad dominicana de finales de siglo XX
a través de la novela (1978), Una casa en el espacio, novela (1977) y Gineceo y las manos infinitas,
(poemario, 1988).
150
Julia Álvarez (1950). Es novelista residente en los EE.UU. y escribe en inglés. Autor de En tiempos de las
mariposas, En nombre de Salomé, Para salvar el mundo. En tiempo de las Mariposas (1994.
Juan José Jimenes Sabater (1945). Es poeta, ensayista, educador y crítico literario. Escribe bajo el
seudónimo de León David. Es autor de Poemas (1979), Compañera. Sonetos para Ulla (1980). Su labor
literaria es amplia y de gran valor poético.
José Molinaza (1951-). Fue poeta, ensayista y educador. Tiene una producción de investigación en el área
teatral, en poesías tiene publicado Ultimo universo (1974).
Apolinar Núñez (1948). Es poeta y analista, autor de Poemas decididamente fuñones (1972), Poemas
sorpresivos (1973).
Tomás Modesto Galán (1953). Es poeta, narrador y educador, autor de Los cuentos de Mount Hope.
Arturo Rodríguez Fernández (1948). Es cuentista, novelista y ensayista, autor de La búsqueda de los
desenterrados (1974), Subir como una marea (1980), Mutanville (1985), Cordón umbilical (1985),
Espectador de la nada (1986), Homenaje al cine. Blanco y Negro (en colaboración con Marianne de
Tolentino; Ilustraciones de Ángel Haché (1989).
Abil Peralta Agüero (1955). Es poeta, autor de Las hormigas escuchan el eco de mi canto (1978) y
Manifiesto para el tiempo (1985).
Repetición
151
El otro
PESADILLA
152
DE LA GENERACIÓN DEL 80 HACIA A LA POESÍA DE TRANSICIÓN: FIN Y PRINCIPIO DE
SIGLOS.
SEMBLANZAS EN MINIATURAS
Tomás Castro (1959). Es poeta, narrador y ensayista, autor de Amor a quema ropa (1984), Entrega
inmediata y otros incendios (1985) y Entre la espada y el espejo (1986). Fue miembro fundador del taller
literario César Vallejo.
Plinio Chahín (1959). Es poeta, ensayista y educador, autor de Juego de Imágenes (1995) y Consumación
de la carne (1986). Fue miembro fundador del taller literario César Vallejo.
José Mármol (1960), poeta, ensayista y educador, autor de El ojo del arúspice (1984) y Ética del poeta,
ensayo. Fue miembro fundador del taller literario César Vallejo.
Ángela Hernández (1956). Poeta, narradora, ensayista, crítica literaria, editora, autora de Mudanza de los
sentidos (2001) y Alótropos (1989), Desfío (poesía1985), Telar de rebeldía (poesía 1998), La escritora
como opción ética (ensayos, 2002), Charamicos (novela, 2003) etc.
154
Guillermo Piña Contreras (1952). Poeta, ensayista, traductor, narrador, autor de Doce en la literatura
dominicana (1982), Enriquillo, el texto y la historia (1985), Juan Bosch, un hombre de su tiempo
(documental, 1986), Fantasma de una lejana fantasía (1995), Cronología de Juan Bosch (1989), Juan
Bosch: el camino de la historia (1999), Un lugar de honor en el mundo, visita oficial a Francia, Italia y el
Vaticano del Dr. Leonel Fernández Reyna, Presidente de de la República Dominicana (1999), En primera
persona: entrevista con Juan Bosch (2000), Juan Bosch, imagen, trayectoria y escritura (2 tomos, 2000).
René Rodríguez Soriano (1950). Poeta, narrador, ensayista y publicista, autor de Raíces con dos comienzos
y un final (1981), Textos destacados a destiempo con sabor a tiempo y de canción (1979), Canciones rosas
para una niña gris metal (1983), Muestra gratis (1986), Nosotros mismos somos (1986) y Su nombre,
Julia (1991).
Avelino Stanley (1959). Es narrador, ensayista y publicista, autor de Tiempo muerto (1997), Cuentos
(1981), Equis (1986), Los disparos (1988), Personajes de nuestra historia (1990), Catedral de líbido
(1994), La máscara del tiempo (1996.
Julio Cuevas (1955). Es poeta, educador, abogado, crítico literario, ensayista, autor de Poemas de la
cotidianidad (1985), Epistolario del crepúsculo (1974), Testimonio del tiempo (1986), Homenaje en tono
oblicuo (1993), Crítica en torno a la poesía de Víctor Villegas (1985), Cantos del Hierofante (1997).
Rafael Peralta Romero (1957). Poeta, narrador, novelista, educador y ensayista, autor de Niño y poesía
(1977), obra de literatura infantil con la que inició su labor literaria, siguiendo con Un chin de caramelo, El
conejo en el espejo y otros cuentos para niños (2006), Memoria de Enárboles Cuentes (2004), Cuentos de
niños y animales (2007), Residuo de sombra (novela 1997), Punto por punto (cuentos 1983), Diablo azul
(cuentos 1992), Los tres entierros de Dino Bidal (novela 2000), Cuentos de visiones y delirios (cuentos
2001, De cómo Uto Pía entontró a Tarzán (novela 2009).
Manuel García-Cartagena (1961). Es poeta, ensayista, educador, narrador, investigador, autor de Mar
abierto (1981) y Palabras (1985), Manicomio de papel, Poemas malos (1985), Los habitantes (1986),
Aquiles Vargas Fantasma, novela que ganó el premio Siboney de Literatura.
Fernando Valerio Holguín (1956). Narrador, ensayista, poeta y educador, autor de Viajantes insomnes
(1983), Última morada (1980), Laberintos de espejos (1981), Viaje alrededor y dentro de sí mismo (1983).
Es de los escritores residentes en el extranjero.
Manuel Núñez (1956). Poeta, investigador, ensayista y educador, autor de El ocaso de la nación
dominicana (1990), Los días alcionios (….). Es uno de los jóvenes intelectuales de más amplia cultura en
el país.
Aurora Arias (1962): Es poeta, novelista, articulista de periódicos, comunicadora, psicóloga, astróloga,
autora de Vivienda de pájaros (1986), Piano Lila (1994), Invis´S paradise y otros relatos (1998), Fin del
mundo (2000).
Martha Rivera (1960). Es poeta y escritora, autora de 20 Century (1985) y Transparencia de mi espejo
(1986), He olvidado tu nombre (1997), premio internacional de Novela Casa de Teatro. Es residente de en
los Estados Unidos.
155
Dionisio de Jesús (1959). Poeta y ensayista, publicista y educador, autor de Axiología de las sombras
(1984) y Oráculo del suicida (1985), Desde la infinita presencia de la sangre (1988) Celebración del
ausente (1991). Fue miembro fundador del Taller Literario César Vallejo.
Miguel A. Jiménez (1955). Poeta, ensayista y educador, autor de Al filo del agua (1999) y Temblor de
pasos (1995), Entre el ser y el otoño (2011). Tiene una producción inédita extensísima y es miembro
fundador del Taller Literario César Vallejo.
Carmen Imbert Brugal (1955). Es doctora en Derecho, poetisa, dirigente feminista y periodista, autora de
Palabras de otro tiempo y de siempre, poesía; Tráfico de mujeres: visión de una nación exportadora
(ensayo 1991), Distinguida señora, novela, Volver al frío (novela 2003).
Rafael García Romero (1957). Es poeta, narrador y ensayista, autor de Premio Nobel y Literatura
Latinoamericana (1883), Fisión (1983) y El agonista (1986), Ruinas (novela, 2007). Fue miembro del
taller literario César Vallejo.
Aquiles Julián (1953). Escribe cuentos, poesía y teatro, autor de Nosotros mismos somos, coautor (1985),
El festín.
Miguel Ángel Formerín (1961). Es poeta y filósofo, autor de Aquellos poemas de amor y guerra (1980),
Dulce amor de primavera (1984).
Juan Byron (1954). Es poeta, educador y ensayista, autor de poesías publicadas en periódicos y revistas
nacionales. Fue miembro fundador del taller literario César Vallejo. Obra publicada El proceso de lectura.
Juan Manuel Sepúlveda (1959). Es poeta y político, autor de La claridad sombría. Fue miembro del taller
literario César Vallejos.
José Roberto Fernández (1952). Poeta, narrador, ensayita, novelista y educador, autor de Currículum vitae
(poemas, 2003), Los fantasmas andan sueltos (cuentos, 2005), Cuentos vestidos de desnudez (2006), y El
destino está marcado (novela, 2007).
Basilio Belliard (1966). Es poeta, ensayista y educador, autor de Diario del Autófago (1997). Con el título
de Vuelos de la memoria, recogió su producción poética y ensayística desde 1991 hasta 1999, y que
comprende los libros Manual del peregrino (haiku), El topo y el espejo, Balada del ermitaño, La palabra
del bosque, Libro del cielo y Anatomía de la fascinación (ensayos).
Nan Chevalier, seudónimo de Reynaldo Paulino Chevalier (1965). Es poeta, cuentista, novelista y
educador, autor de Las formas que retornan, (poesía 1998), La segunda señal, (cuentos 2004), Ave de mal
agüero, (poesía 2003) y Ciudad de mis ruinas (novela 2007).
Medar Sarrata (1964), es poeta, periodista, traductor, residente en Estados Unidos. En 1980 fundó y
condujo junto a otros compañeros El Círculo Literario Domingo Moreno Jimenes. Escribió Las piedras del
ábaco y Rapsodia para tontos.
156
Eulogio Javier Rodríguez (1963). Narrador, ensayista y educador, autor de Odio a los espejos (2006), El
cuerno de oro (antología de cuentos, 2008).
César Zapata (1968). Es psicólogo, poeta, narrador, educador y ensayista, autor de De estos días, antología
y Acrobacias del ser (poesía, 1991), Jardín de augurios (poesía, 1995), Poesía junta 1989-1999 (1999),
Un nuevo día ayer (cuento 1996), Asombro de sombra: falsos rostros (cuentos, 2004).
Pedro Antonio Valdez (1968). Novelista, cuentista y ensayista, fundador del Taller Literario “La
Matrácala” y del “Ateneo Insular”, autor de Papeles de Astarot (1992), la antología de cuentos Última flor
del naufragio (1995) y Carnaval de Sodoma (2001).
Nació en Santo Domingo el 30 de abril de 1960. Es poeta, ensayista y profesor universitario, cursó la
carrera de Filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y Maestría en Lingüística Aplicada en
el Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Fundador de la colección “Egro” de poesía. Actualmente es
gerente editorial del Banco Popular Dominicano. Fue fundador y uno de los más altos exponentes del taller
literario César Vallejo. Pertenece a la Generación del 80.
Mármol ha ganado diversos premios literarios: Premio Anual de Poesía en 1987, con el libro La invención
del día, y el Premio Pedro Henríquez Ureña 1992, con su obra Lengua de paraíso.
Obras publicadas:
El ojo del Arúspice (1984), Encuentro con las mismas otredades I, (1985), Encuentro con las mismas
otredades 11 (1989), La invención del día (1989), Poema 24 del Ozama: Acuarela (1990), Lengua de
paraíso (1992), Deux es machina (1994), Voz reunida (1999), Criatura del aire (1999), Deus ex machina y
otros poemas (Madrid, 2001), Aforismos y sentencias filosóficas, Presencias para morir (1999) y los
volúmenes de ensayos Ética del poeta (1997), El placer de lo nimio (2004), Las pestes del lenguaje y otros
ensayos (2004), Cansancio del trópico (Antología de ensayos recopilados desde 1997-2004), (Madrid,
2006), Torrente sanguínea (poemas), Aforismos y fragmentos y La poética del pensar y la Generación del
80 (ensayos) (2007).
voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con
su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo
dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.
RETRATO DE MUJER
En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos.
Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus
párpados un pez bello y fugaz, y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena
y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me
asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas
con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas
poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome
157
se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que
el aire. Mujer que lleva entera una bestia por ternura. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas
no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en
tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás
muda porque cantas cuando amas.
Nació en Santo Domingo, el 7 de abril de 1959. Es poeta, narrador, ensayista, escribe poesías y cuentos
infantiles y funcionario. Realizó sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Pasó a la
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde se inscribió en la carrera de Licenciatura en
Educación, mención Filosofía y Letras, pero pronto la abandonó. En 1978 comienza a formar parte de la
sección de literatura del Movimiento Cultural Universitario (MCU). Miembro del Colectivo de Escritores
“Y… Punto”, y uno de los fundadores del Taller Literario César Vallejo.
Obras publicadas
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Amor a quema ropa (1984), Entrega inmediata y otros incendios (1985), Entre la espada y el espejo (1986),
obra ganadora del Premio Biblioteca Nacional, Vuelta al cantar de los cantares (1986), Bodas de tinta
(1987), Epigramas del encubrimiento de América (1992). Entre 1988-1990 escribió los libros: Cuerpo del
delito, Poemas pródigos, Salvedades del fuego, Colorín colorado (poesía infantil), y Memoria del
desmemoriado..
ALPINISMO
No,
no descendemos del mono
ni de hembra y varón alguno
descendemos
de un hotel.
Nació en El Seibo, en 1959. Es poeta, ensayista y educador. Realizó sus primeros estudios en su ciudad
natal, y superiores, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde se graduó en
Licenciatura en Letras y Postgrado en Lengua y Literatura. Es profesor de Estética y Literatura de esa
misma casa de estudios, en la Facultad de Artes y Facultad de Humanidades. Su interés por la producción
artística se manifestó en la década de los ochenta, siendo uno de los fundadores del Taller literario “César
Vallejo” De ahí comenzó a publicar poesías en el suplemento cultural “Aquí”, del periódico La Noticia.
Luego, numerosos ensayos literarios, filosóficos y poesías, vieron la luz en diversos suplementos
culturales, revistas y antologías del país, tales como: “Coloquios”, suplemento cultural del periódico El
Siglo; en el suplemento cultural “Ventana”, periódico El Listín Diario; Revista Centauro, periódico El Sol,
entre otros.
En el año 2005, obtuvo el Premio Nacional de Ensayos con Literatura sin lenguaje.
Obras publicadas
Hechizos de la Hybris (1998), Oficios de un celebrante (1999), Solemnidades de la muerte (1991),
Consumación de la Carne (1986), ¿Literatura sin lenguaje? (2004), Pasión en el oficio de escribir (2007),
Cabaret místico (2007).
MUJER
no encieles el concepto
escapa a la redonda
huésped de libros con dalias en el hombro
ICARO CAÍDO
El sol ha vuelto a ser un joven ojo sobre mi sombra
otras puertas perdidas y cerradas no sonríen
y un rumor de bestia confunde los oráculos
alcé vuelo una mañana y es la tarde
sobre esta piedra dura que repite voces
cansado de alas he caído de la luz
de un laberinto a otro menos solo
adentro hago chillar la bestia que me habita
pequeños abandonos me circundan
ya no veré a mi amada con su traje de oro
ninguna libertad tiene sentido sino es dicha
a esta hora cae un pétalo al estanque
y grazna un pájaro silvestre
mientras espero por el abrazo
que al fin me ponga afuera
con las recuperadas maneras de morirme.
PARA ENTENDER VACÍOS
Estar en la realidad es un misterio
pararse en la ventana y ver el día
volver sobre los pasos de aquél otro
en donde han muerto verdades mías
azar que se construye en el delirio
de sabernos despiertos todavía
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por qué lo perdido se hace piel
cuerpo de goce en el martirio.
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