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IMPUTACIÓN PERSONAL
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ADMINISTRACIÓN DESLEAL E INSOLVENCIA
PUNIBLE: PROBLEMAS DE IMPUTACIÓN
PERSONAL
FUENTE: ARROYO ZAPATERO Luis y BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE Ignacio (Dir.): Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos in memoriam.
Ediciones de la Universidad de Castilla - La Mancha, Educiones Universidad Salamanca, Cuenca 2001.
FRANCISCO MUÑOZ CONDE
1
Cfr. Insolvenz-Strafrecht, 2ª ed., 1996, num.marg. 2.
1a
De las relaciones entre los diversos delitos que constituyen este complejo delictivo y las insolvencias
punibles, así como de la autonomía de éstas me he ocupado en varias ocasiones.Ya en la 1ª edición de
mi obra El delito de alzamiento de bienes, Barcelona 1971, y posteriormente en un artículo expresamente
dedicado al tema, Autonomía del delito de alzamiento de bienes, RJCat. 1977 (también en CPC 1977).
También me ocupo en extenso del problema en El delito de alzamiento de bienes, 2ª edición revisada y
puesta al día conforme al Código penal de 1995, pp. 185 y ss.
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Administración desleal e insolvencia punible: problemas de imputación personal
2
Cfr. MUÑOZ CONDE, El delito de alzamiento de bienes, 1ª ed. cit.; el mismo, La responsabilidad de los
órganos de las personas jurídicas en el ámbito de las insolvencias punibles, CPC, 1977.
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FRANCISCO MUÑOZ CONDE
2a
Los delitos de alzamiento de bienes, Valencia 1998, p. 42.
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Administración desleal e insolvencia punible: problemas de imputación personal
3
BRUNS, Die Befreiung des Strafrechts von zivilistischen Denken, 1938; también en Italia, ANTOLISEI,
Per un indivizzo realistico nella scienza del diritto penale, en Rivista de Diritto e procedura penale,
1937. Sobre la consideración fáctica de deudor en el actual Derecho penal alemán de insolvencia, véase
TIEDEMANN, Insolvenz-Strafrecht cit., antes del § 283, num.marg. 68 y ss.
4
Véase sobre el Derecho penal de esta época, ROXIN, Tratado de Derecho penal, traducción de Díaz y
García Conlledo, De Vicente, Luzón Peña, I, Madrid 1996, parágrafo 4, num.marg.12 y s.
5
Sobre esta evolución, véase MUÑOZ CONDE, La responsabilidad de los órganos, cit. 2, pp. 162 y ss.
6
Véase MUÑOZ CONDE, Derecho penal. Parte especial, 12ª ed., Valencia 1999.
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FRANCISCO MUÑOZ CONDE
7
Respecto a la situación del problema en Italia, cfr. ANTOLISEI, Manuale di Diritto Penale. Leggi comple-
mentari, a cura di Luigi Conti, 5ª ed., Milano 1985; ALESSANDRI, en PEDRAZZI y otros, Diritto penale
dell´ímpresa, Bologna 1998, pp. 52 y ss.; respecto a Alemania, DIERLAMM, Der faktische Geschäftsführer
im Strafrecht –ein Phantom?, NStZ, 1996; TIEDEMANN, Kommentar zum GmbH-Strafrecht, par. 82-85
GmbHG und ergändenze Vorschriften, 3ª ed., Colonia 1995; el mismo, Insolvenz-Strafrecht cit. En la doc-
trina española sobre delitos societarios, CASTRO MORENO, El delito societario de administración des-
leal, Barcelona 1998, pp. 233 y ss.; FARALDO CABANA, Los delitos societarios, Valencia 1996; FERRÉ
OLIVE, Sujetos responsables en los delitos societarios, Revista Penal, 1998, nº 1; GARCÍA DE ENTERRÍA,
Los delitos societarios: un enfoque mercantil, Madrid 1996; MORENO CANOVES/RUIZ MARCO, Deli-
tos socioeconómicos. Comentario a los arts. 262, 270 a 310 del nuevo Código penal (Concordados y con
jurisprudencia), 1996; MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, “Delitos societarios”, en Vives Antón y Manzanares
Samaniego (dir.), Estudios sobre el Código penal de 1995, Parte especial, Consejo General del Poder judi-
cial, Madrid 1996; el mismo, Derecho penal económico, Parte especial, Valencia 1999; NIETO MARTÍN, El
delito de administración fraudulenta, Barcelona 1996; NÚÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, Valencia
1998; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, La responsabilidad penal del administrador desleal y los nuevos delitos
societarios, Madrid 1997; TERRADILLOS BASOCO, Delitos societarios. El Derecho penal en las Socie-
dades mercantiles a la luz de nuestra adhesión a la CEE, Madrid 1987. Sobre la problemática general que
plantea el administrador de hecho, véase GARCÍA CAVERO, La responsabilidad penal del administrador
de hecho de la empresa: criterios de imputación, Barcelona 1999.
8
ROXIN, Täterschaft und Tatherrschaft, 3ª ed., pp. 242 y ss. (hay traducción española: Autoría y dominio
del hecho, Madrid 1999, pp. 267 y ss.) ; un resumen de su posición al respecto en: Delincuencia organizada,
Ferré Olivé (edit.), Huelva 1999.
9
MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARÁN, Derecho penal. Parte general, 3ª ed., Valencia 1998, p. 486. También
en Delincuencia organizada, Ferré edit., cit.; véase, sobre ello, con más detalles infra 2.
10
El delito societario de administración desleal, cit., pp. 239 y ss.
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11
Ob. cit., p. 240.
12
Ob cit., p. 266.
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12a
De esta opinión expresamente, tanto en referencia al delito de alzamiento de bienes, como a la
administración desleal, GARCÍA CAVERO, ob. cit., pp.185 y ss., 242 y ss., quien, aunque considera que
tanto el alzamiento de bienes, como la administración desleal son delitos de dominio, dice expresamente
que el “dominio social debe entenderse aquí como la posibilidad de disponer del patrimonio de la empresa
a través de ciertas competencias reales que no están sujetas al control directo de terceras personas” (p.186).
De la misma opinión, GRACIA MARTÍN, El actuar en lugar de otro en Derecho penal, Zaragoza 1986,
tomo I, p. 383: “Sólo quienes, en virtud de sus competencias jurídicas, institucionales o sociales, tengan
la posibilidad de ejercer las facultades de disposición de dicho patrimonio estarán en situación de realizar
el ataque penalmente relevante al bien jurídico –el derecho de crédito– el cual, por ello, queda bajo el
dominio social de dichos sujetos”. Ya en relación con el art. 15 bis del anterior Código penal se pronunció
en contra de la inclusión en dicho precepto de los administradores de hecho, BACIGALUPO ZAPATER,
Responsabilidad penal de órganos, directivos y representantes de una persona jurídica (el actuar en nombre
de otro), en Comentarios a la Legislación penal, Madrid 1985, t.V, vol.I, pp. 328 y ss.: “En consecuencia,
tanto para los órganos como para los representantes resultará insuficiente el mero ejercicio de hecho de las
funciones o de la representación”.
13
Por esta solución me pronuncié ya en mi artículo citado en nota 2, pp. 168 y ss.; tesis que también
mantengo ahora en El delito de alzamiento de bienes, 2ª ed., Barcelona 1999, pp.105, pp. 185 y ss. Sobre
los problemas de autoría y participación véase infra 2.
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La primera cuestión será, por tanto, determinar hasta qué punto puede
considerarse un acto de tal modo necesario, que tenga que ser subsumido en
el art. 28, y, en consecuencia, ser castigado con la pena del autor. El problema
sólo puede dilucidarse con respecto a cada delito y en cada caso concreto, y
aún así muchas veces se dudará en encuadrar el supuesto, observándose en la
práctica vacilaciones y oscilaciones que perjudican gravemente la seguridad
jurídica, hasta el punto de que prácticamente pocos son los que, siguiendo
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15
Sobre este problema véase, LÓPEZ PEREGRÍN, La complicidad en el delito, Valencia 1997, pp. 407
y ss., quien propone a su vez un interesante criterio de demarcación según que la interveción tenga lugar
antes de la fase ejecutiva (complicidad) o en la fase ejecutiva misma (cooperación necesaria). También
PÉREZ ALONSO, La coautoría y la complicidad (necesaria) en Derecho penal, Granada 1998, pp.87 y
ss., 327 y ss., propone un criterio similar. Para una exposición resumida de las tesis jurisprudenciales, véase
QUINTERO OLIVARES, en Quintero Olivares (dir.) Comentarios al Código penal, Pamplona 1996, pp.
307 y ss. (críticamente, MUÑOZ CONDE, Una nueva imagen del Derecho penal español, en Revista de
Derecho penal y Criminología, 1998, pp. 368 y ss.).
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16
Véase bibliografía citada en nota anterior, y, por todos, PÉREZ ALONSO, ob. u cit., pp.15 y ss., respecto
a la situación en el Código penal de 1995, p. 409, quien en las páginas 426 y ss., se inclina por afirmar su
conceptuación como un supuesto de participación.
17
Cfr. SSTS 6 noviembre 1987, 17 mayo 1989, 12 febrero 1990, 16 marzo 1990, 23 diciembre 1992, 25
febrero 1993, 26 marzo 1993; sobre este problerma y otros relacionados con la transferencias de bienes
entre cónyuges, véase OCAÑA RODRÍGUEZ, El delito de alzamiento de bienes, Madrid 1997, pp. 105 y
ss.
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18
MEZGER, Tratado de Derecho penal, traducción y notas de Rodríguez Muñoz, tomo II, pp. 360 y 352.
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el parágrafo 28,1 StGB, que obliga a atenuar la pena del partícipe que no
tiene las cualidades personales específicas que fundamentan la responsabilidad
penal del autor19.
En España, la laguna que a este respecto existía en el Código penal
anterior no ha sido colmada tampoco por el Código penal de 1995. Su solución
por vía interpretativa es, por tanto, especialmente difícil, si es que se quiere
respetar el tratamiento penal unitario que le da el artículo 28 a todas las formas
de intervención en el delito que califica de autoría, propia o impropia. Los
artículos 522 y 525 del anterior Código penal castigaban, como supuestos de
complicidad en la quiebra o el concurso fraudulento, conductas que podían
ser consideradas, sin duda con más propiedad, como cooperación necesaria,
lo que de algún modo venía a ser una solución satisfactoria y una excepción
especialmente prevista por el legislador, para castigar a los que, no siendo
deudores, habían intervenido, incluso con actos necesarios, a provocar la
insolvencia fraudulenta del deudor. De este modo, la participación de los no
cualificados, por lo menos en los casos mencionados expresamente en dichos
preceptos, se castigaba siempre con menor pena que la que se preveía para el
autor de estos delitos.
No ocurría esto, sin embargo, en el alzamiento de bienes, y si ya
entonces era difícil sostener una aplicación analógica de los artículos 522 o
525 del anterior Código penal, al alzamiento de bienes, mucho más lo es ahora
que ni siquiera se prevé tampoco esta posibilidad para las otras formas de
insolvencia punibles. La situación paradójica, de la que hablaba QUINTANO,
“de un mayor rigor para el copartícipe en el alzamiento", ha sido eliminada y
definitivamente ha desaparecido cualquier posibilidad de castigar al partícipe
no deudor con una pena inferior a la del autor propiamente dicho (es decir,
el deudor), cuando la participación sea encuadrable en una de las formas
previstas en el art. 28, a) o b) (inducción, cooperación necesaria). La tesis de la
impunidad que, según algunos, habría que aplicar cuando el partícipe (inductor,
cooperador necesario o cómplice) no ostenta los "especiales elementos
personales" requeridos por el tipo de delito en el que participa, desconoce el
carácter accesorio de la participación y la necesidad, no sólo dogmática, sino
también político criminal, de que el título de imputación por el que responden
los diversos intervinientes en la comisión de un delito sea el mismo para todos,
sobre todo en los delitos especiales propios que no tienen correspondencia con
uno común20. La única solución de cara a la práxis es considerar que, a pesar
19
Para una exposición sobre la problemática que plantea la interpretación de este precepto en la dogmática
alemana, véase GÓMEZ RIVERO, La inducción a cometer el delito, Valencia 1995, pp. 134 y ss.
20
Claramente advierte GÓMEZ RIVERO, ob. ó cit., pp.163 y ss., que el carácter accesorio de la
participación obliga a aceptar la unidad del título de imputación para todos los intervinientes en la comisión
de un delito que sean partícipes en el mismo.
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21
En este sentido MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARÁN. Derecho penal, PG, 3ª ed., cit., p. 496; también
MUÑOZ CONDE, Prólogo a la obra de LÓPEZ PEREGRÍN, cit., y de esta misma obra cit., pp. 435 y ss.
22
El problema se planteó muchas veces en la jurisprudencia en relación con la agravación que, en el anterior
Código penal, se preveía para el caso de que el autor del alzamiento de bienes fuera un comerciante. Como
señala OCAÑA RODRÍGUEZ, ob. cit., p.116, “la doctrina del TS no era muy uniforme y clara en este
apartado, aunque se debe tener en cuenta que muchas veces ha estado condicionada por la previa calificación
de las partes, por lo limitado del recurso de casación y por la prohibición de la reformatio in peius. La
STS de 19-3-90 no aplicó la cualificación de “comerciante” a la esposa cooperadora del alzamiento por
ser dudosa la condición de comerciante del marido y porque no constaba se hubiera representado tal
carácter”. También cita otras, como la de 30 de abril de 1990, en la que se aplicó por analogía favorable
al reo el art. 60 del anterior Código penal (actual art. 65,1). A mi juicio, no era preciso utilizar la analogía
favorable, sino simplemente aplicar directamente el art. 60,1, ya que, al ser la cualidad de “comerciante”
una causa personal de agravación de la pena, no puede computarse más que en quien concurra (dudoso
OCAÑA RODRÍGUEZ, lug. cit., para quien con ello “se rompe el título de imputación y el principio
de accesoriedad”). Para más detalles sobre la comunicación de estas “cualidades personales” que no
fundamentan la responsabilidad ni van referidas al hecho, sino al autor, MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARÁN,
PG, 3ª ed., cit., p. 531. Sobre los problemas de la participación de extraños en los delitos especiales, véase
CHOCLÁN MONTALVO, La atenuación de la pena del partícipe en delito especial propio, en Actualidad
Penal, 1995; MARÍN DE ESPINOSA CEBALLOS, La atenuación de la pena al partícipe no cualificado en
delitos especiales, en Actualidad Penal, 1996.
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B) La coautoría
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23
Véase, por todos, DÍAZ Y GARCÍA CONLLEDO, La autoría en Derecho penal, Barcelona 1991, pp.
672 y ss., con buena información respecto a las distintas opiniones doctrinales existentes al respecto en la
bibliografía alemana (en nota 444).
24
No puedo ocuparme aquí ahora in extenso de este problema, pero no cabe duda de que, en el ámbito
de los delitos realizados en el seno de organizaciones, como son las empresas, el concepto de autoría (y,
por tanto, el de coautoría), no puede vincularse tanto a la fase ejecutiva del delito como a las estructuras
organizativas y a las esferas de competencia de los distintos intervinientes en la esfera previa de realización
de la acción ejecutiva. Sobre este problema y la aplicación de la teoría del dominio funcional del hecho
como presupuesto de la coautoría en general, véase, MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARÁN, PG, 3ª ed. cit., p.
485; también MUÑOZ CONDE, Autoría y participación en la criminalidad organizada, en Criminalidad
organizada (Ferré Olivé edit.), Huelva 1999.
25
Véase, por ejemplo, el interesante supuesto de la STS 10 abril 1992 ("caso SAVE"), comentado por
SILVA SÁNCHEZ, Criterios de asignación de responsabilidad en estructuras jerárquicas, cit., quién a
este respecto dice, p. 32: “A diferencia de lo que es usual que suceda en las modalidades más clásicas
(delitos contra la vida, la libertad, etc.) en los delitos patrimoniales o socio económicos que tienen lugar
en estructuras jerárquicamente organizadas lo más frecuente es que el ejecutor inmediato no se revele
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como el principal protagonista del hecho" (en este caso se trataba de una sociedad concesionaria de los
servicios de aparcamiento de los aeropuertos, cuyos directivos y propietarios habían organizado una trama
en la que colaboraban contables y empleados de la empresa para simular, a través de diversas falsificaciones
llevadas a cabo en las cintas registradoras, un menor número de aparcamientos y, por tanto, una menor
cantidad de ingresos de los verdaderamente habidos). También PÉREZ CEPEDA, La responsabilidad de los
administradores de sociedades, Barcelona 1997, pp. 421 y ss., quien, no obstante, destacar las peculiaridades
que presenta la coautoría en el ámbito de la administración de empresas, sigue manteniendo la exigencia de
la intervención de los que toman el acuerdo en la fase ejecutiva, si bien entiende ésta de forma más amplia
como “realización del hecho típico”, distinguiendo según que la ejecución del acuerdo la lleve a cabo uno de
los que intervinieron en su adopción (entonces coautoría), o un tercero (entonces coparticipación inductiva).
Este planteamiento no puede admitirse, sin embargo, en lo que respecta al caso de que sea el tercero el
que ejecuta el hecho, en los delitos especiales, como el alzamiento de bienes. Mucho más restrictivo es
todavía DÍAZ Y GARCÍA CONLLEDO, ob. cit., pp. 672 y ss., quien admite coautoría solamente cuando
los que adoptan el acuerdo realizan además actos ejecutivos “nucleares”, lo que obviamente es muy dificil
de precisar en este tipo de delitos. En general, la teoría de la autoría y la participación, como tantas otras
grandes construcciones de la Teoría General del Delito, adolecen de un excesivo apegamiento a los delitos
tradicionales contra la vida, la libertad sexual o la propiedad, pero practicamente ignoran o no tienen en
cuenta las peculiaridades de los delitos económicos, medioambientales o contra los consumidores que se dan
en el ámbito empresarial, que plantean dificultades que no se pueden resolver aplicando automáticamente las
construcciones elaboradas en función de otros grupos de delitos; véase sobre este problema, en relación con la
problemática de la comisión por omisión en el ámbito empresarial, CUADRADO RUÍZ, La responsabilidad
por omisión de los deberes del empresario, Barcelona 1998, pp.185 y ss.
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FUENTE: ARROYO ZAPATERO Luis y BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE Ignacio (Dir.): Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos in memoriam.
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C) Autoría mediata
26
Para más detalles, véase MUÑOZ CONDE, Autoría y participación en la criminalidad organizada, en
Criminalidad organizada cit.
27
Opinión dominante: véase, por ejemplo, MEZGER, Tratado, cit., II, pp. 296 y 297; MIR PUIG, Derecho
penal, PG, 5ª ed., Barcelona 1998, p. 381.
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28
Véase ROXIN, Täterschaft und Tatherrschaft, 2ª ed., 1967, pp. 242 y ss., que recoge las consideraciones
hechas en su artículo Straftaten im Rahmen organisatorischer Machtapparate, GA, 1963, pp.193 y ss.;
más recientemente vuelve a mantener su tesis en su trabajo Autoría y participación en la criminalidad
organizada, en Criminalidad organizada, Ferré Olivé (edit.) cit.
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FUENTE: ARROYO ZAPATERO Luis y BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE Ignacio (Dir.): Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos in memoriam.
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29
Para más detalles véase MUÑOZ CONDE, Autoría y participación en la criminalidad organizada, en
Criminalidad organizada, cit.
30
También podría apreciarse en estos casos una (co)autoría mediata sirviéndose de un “instrumento doloso
no cualificado”, pero esta construcción sigue planteando el mismo problema que la figura del “autor tras
el autor” o la autoría mediata a través de un aparato de poder, ya que la imagen de un “instrumento” que
ejecuta el hecho responsablemente choca con la idea misma de autoría mediata y desvirtúa la esencia misma
de la naturaleza de la contribución del “instrumento no cualificado” que, por las razones ya dichas, no puede
ser considerado como autor en sentido estricto de un delito especial, si carece de la cualificación requerida
por el tipo. Como dice GÓMEZ RIVERO, ob. cit., pp.147 y ss. : “no es... difícil imaginar la dificultad que
plantea el reconocimiento de esta posibilidad: la consideración como mero instrumento del ejecutor material
que aparece, sin embargo, como un sujeto totalmente imputable, libre y plenamente consciente del alcance
de sus actos”. No obstante, no creo que, como afirma la citada autora (p. 152) haya que admitir, por eso,
la impunidad del sujeto cualificado y tampoco la del sujeto no cualificado actuante. Generalmente, cuando
el legislador ha querido resolver este problema lo ha hecho expresamente, como ocurre por ej. en el delito
de malversación de caudales públicos (art. 432,1: “La autoridad o funcionario público que......sustrajere
o consintiere que un tercero... sustraiga los caudales”), o en la infidelidad en la custodia de documentos
del art. 414, en el que además de castigar a la autoridad o funcionario que destruyere o consienta la
destrucción de los documentos (apartado 1), castiga también al particular que los destruyere. Pero cuando
el legislador no se ha pronunciado expresamente, hay que recurrir a las reglas generales de imputación y, en
la medida en que sea posible y compatible con la estructura y naturaleza del delito en cuestión, exigir una
responsabilidad penal a todos los intervinientes en la realización del delito conforme a esas reglas generales
que se contienen en la Parte General, en los arts. 28 y 29 (en este sentido, MUÑOZ CONDE/GARCÍA
ARÁN, PG, 3ª ed. cit, pp. 499 y ss.). Esto es especialmente importante y necesario en los delitos que se
cometen en el ámbito empresarial, como son la mayoría de los económico-patrimoniales, en los que no
siempre el legislador ha arbitrado soluciones específicas sobre los casos en que se utilizan, para la ejecución
del delito especial, personas interpuestas que carecen de las cualidades personales exigidas en los tipos
(cfr., sin embargo, los artículos 285: “de forma indirecta o por persona interpuesta”; 305,1,a), 3071,a):
“utilización de persona o personas interpuestas”). Precisamente en estos casos la figura de la cooperación
necesaria (o, en su caso, la de la complicidad) permite atribuir en base a esta forma de participación una
responsabilidad penal al sujeto no cualificado que ejecuta la acción típica, y colocar el centro de gravedad
y, por tanto, la autoría o coautoría en la decisión de los sujetos cualificados que son los verdaderos autores
del delito, no sólo porque dominan su realización, sino también porque sólo a ellos incumben los deberes
especiales que fundamentan la (co)autoría. Sobre otros problemas dogmáticos que plantea la figura de
la autoría mediata a través de un instrumento doloso no cualificado, véase GÓMEZ RIVERO, ob. cit.,
– 373 –
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FRANCISCO MUÑOZ CONDE
Por todo ello considero que, en la medida en que una persona, sin
ser deudor ni administrador de hecho o de derecho, ejecuta la acción típica,
consciente de que coopera en la realización de una insolvencia fraudulenta
de la empresa para la que trabaja, su responsabilidad deberá determinarse en
base a la figura de la cooperación necesaria; mientras que la responsabilidad
de los que, teniendo las cualidades de deudor o de administrador de hecho
o de derecho, deciden, planifican y organizan la creación de un estado de
insolvencia en fraude de los acreedores o una administración desleal en
perjuicio de la sociedad, se debe exigir por la figura de la coautoría, aunque
no intervengan directamente en la fase ejecutiva del delito30.
pp.147 y ss. Sobre los problemas que plantea la atribución e individualización de responsabilidad penal
en el ámbito empresarial, véase, aparte de la obra de PÉREZ CEPEDA, cit., también SILVA SÁNCHEZ,
Criterios de asignación de responsabilidad en estructuras jerárquicas cit., pp.11 y ss.; HASSEMER/MUÑOZ
CONDE, La responsabilidad por el producto en Derecho penal, Valencia 1995, pp.170 y ss.; VARIOS,
Responsabilidad penal de las empresas y sus órganos (edit. Mir Puig/Luzón Peña) (con contribuciones de
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FUENTE: ARROYO ZAPATERO Luis y BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE Ignacio (Dir.): Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos in memoriam.
Ediciones de la Universidad de Castilla - La Mancha, Educiones Universidad Salamanca, Cuenca 2001.