05 Pagando o Agradeciendo
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05 Pagando o Agradeciendo
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Salmo 116:12-14
¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho? 13 ¡Levantaré la copa de la
salvación e invocaré su nombre! 14 Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de
todo su pueblo.
Deseo comenzar esta reflexión formulando algunas preguntas: ¿Por que Dios nos
bendice sin pedir nada a cambio? ¿Seriamos mejores cristianos si tuviésemos que pagar
por las bendiciones de Dios? ¿Tomaríamos la vida cristiana más en serio? ¿De que
manera podríamos pagarle al Señor por sus favores?
Tenga la seguridad que no es la primera vez que preguntas como estas se
plantean. En realidad, a muchos seres humanos, a través de la historia, les ha llamado la
atención la forma como Dios muestra su amor, su misericordia y generosidad, a favor de
personas que no han hecho nada para merecerla. Debido a esto usted puede encontrar
en la Biblia historias como la del fariseo que va al templo básicamente para presentar
delante de Dios el listado de razones por las que el entiende que Dios debe
recompensarlo (Lucas 18). La propia parábola acerca de los obreros de la viña que
aparece en Mateo 20, constituye también una muestra de esa actitud humana que se
escandaliza frente a lo bueno que es Dios cuando se trata de compartir sus bendiciones.
Así que cuando damos una mirada al asunto de la dadivosidad desde la
perspectiva de Dios, es muy claro que Dios no paga salarios, sino que da dones o
regalos. Y por lo mismo, nuestra dadivosidad hacia el no puede ser vista simplemente
como una cuenta por pagar, sino como el resultado del agradecimiento que llena
nuestros corazones por la comprobación de lo bueno que ha sido con nosotros .
Pienso que esa es la actitud y la comprensión que acompaña al salmista en la
pregunta que se plantea y responde en el salmo 116:12-14: “¿Qué pagaré al Señor por
todos sus beneficios hacia mí? Levantaré la copa de la salvación, e invocaré el Nombre
del Señor. Ahora cumpliré mis votos al Señor ante todo su pueblo”.
Esta pregunta no la hace un hombre que esta tratando de ganarse su salvación,
sino uno que esta abrumado al contemplar la inmensurable generosidad que Dios ha
tenido con el. El salmo 116 es primero que todo un canto de acción de gracia a través
del cual su autor testifica que Dios lo ha librado y lo ha sanado. Aquí no se presenta la
idea de que podemos pagar a Dios por todo lo que nos ha dado; lo que el salmista
quiere decirnos es precisamente que no tenemos como pagarle a Dios si ese fuera el
caso. De todas maneras, la pregunta nos invita a sacar cuentas y ver que bueno es Dios,
a tratar de cuantificar y medir lo que hemos recibido de Dios, a mantenernos
conscientes de cuan endeudados estamos con El. Y todo para que nos demos cuenta
que no tenemos con que pagarle, que dependemos exclusivamente de su gracia y amor,
y que la vida misma entregada en forma completa no basta cuando se compara con lo
recibido de Sus manos.
En la página 185 del libro Patriarcas y Profetas se nos ha dicho:
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“El cristiano debiera repasar muchas veces su vida pasada y recordar con
gratitud las preciosas liberaciones que Dios ha obrado en su favor, sosteniéndole en la
tentación, abriéndole caminos cuando todo parecía tinieblas y obstáculos, y dándole
nuevas fuerzas cuando estaba por desmayar”.
¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios hacia mí? Sencillamente hay cosas
en esta vida que nunca podremos pagar, y nos queda solo aceptarlas llenos de
agradecimiento y lealtad. ¿Cómo pagarle a tus padres el haberte traído a la existencia, el
tiempo dedicado a ti a lo largo de tu vida, el alimento, el amor, el cuidado y la paciencia
que fue necesario tener para que hoy fueras lo que eres? Hay cosas que no pueden
pagarse, solo se agradecen para siempre. ¿Con que le pagas a alguien que te rescato
cuando te estabas ahogando? ¿O a alguien que te libro de un peligro de muerte?
¿Puedes imaginarte a alguien que acaba de ser rescatado de la muerte preguntando
cuánto le debo? La única palabra que en esos casos sale de la boca es GRACIAS.
¿Cómo pagarle a Dios? Son tantas las cosas que hemos recibido de El: La vida,
cada latido del corazón, el aire para respirar, el funcionamiento de cada parte y sistema
de tu cuerpo, la veces que te ha librado de peligros y de mal, los padres que te dio, la
familia, la esposa, el esposo, los hijos, ¿Cómo pagarle?
Y que del trabajo que ha provisto para ti, los años de buena salud que has
disfrutado y las tantas veces que ha restaurado tu salud perdida. Estamos en deuda con
cada alimento que ponemos en nuestra boca, cada vaso de agua, por el sol, por la lluvia,
y por tantas otras bendiciones.
Y que decir de las bendiciones de carácter espiritual. ¿Cómo pagarle a Dios?
Piensa en la bendición de Su Palabra, el consuelo de la oración, el perdón, la gracia, la
salvación, la dirección de Su Espíritu, las fuerzas para vencer las tentaciones y seguir
adelante a pesar de los obstáculos. Por el Espíritu de la Profecía, por la iglesia, por sus
promesas, por la esperanza y por encima de todo esto ¿Cómo pagarle el regalo de su
hijo Jesucristo?
Podrás decir que muchas de estas bendiciones no son personales sino
disponibles para todos los seres humanos. Pero si sacas cuenta mirando tu vida desde
ese punto en que te encontró el Señor, si piensas en lo que Dios ha hecho con tu vida
hasta aquí. De donde te trajo, y cuantas oportunidades te ha dado. Cuantos privilegios
que nunca soñaste. Si puedes recordar tus orígenes o tal vez las circunstancias de la que
Dios te rescató, y si piensas todas las cosas que le han pasado a tu vida gracias a haber
conocido a Dios y a su bondad para contigo, seguramente te surgirá en ti la misma
pregunta: ¿Qué pagare a Dios por sus beneficios hacia mi?
Es demasiado evidente que cuando la dadivosidad se mira teniendo a Dios como
telón de fondo, la única manera de expresarla es a través de la gratitud. ¡No podemos
pagarle a Dios! ¡Eso es un hecho tan cierto como que Él nos ha rodeado de sus
bendiciones! Pero también es cierto que debemos hacer algo para expresar nuestra
gratitud a Dios. La sierva del Señor escribió: “Cada bendición que se nos concede
demanda una respuesta hacia el Autor de todos los dones de la Gracia”. (Patriarcas y
Profetas, 185)
El propio salmista contesta su pregunta en los versos 13 y 14: “Levantaré la copa
de la salvación, e invocaré el Nombre del Señor. Ahora cumpliré mis votos al Señor, ante
todo su pueblo”. En esta respuesta podemos destacar algunos asuntos:
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1- Levantar la copa de la salvación e invocar el nombre del Señor es una
declaración de consagración total a Dios que procura dar toda la gloria a Dios
mediante el testimonio de una vida salvada. El salmista quiere que todos vean los
resultados que ha traído a su vida la gran salvación que Dios ha obrado para él. Al
procurar esto esta tratando de dar la mayor gloria a Dios. Se da cuenta que lo que Dios
ha hecho por él es tan grande que lo único que puede hacer es vivir para glorificar a Dios
a través de una vida en la que se pueda ver la salvación de Jehová.
La Palabra de Dios enfatiza la idea de que nuestra existencia debe estar
orientada a glorificar a Dios. “Si pues coméis o bebéis, o hacéis cualquier otra cosa,
hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). Debemos comprender que no vivimos
para la gloria propia sino para la gloria de Dios , para que hombres mujeres y niños
puedan ver en nosotros, los efectos de la gracia salvadora de Dios y declarar, “miren lo
que ha hecho el Señor.” Este parece ser el deseo expresado por Cristo en su declaración
recogida en Mateo 5:16 “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro padre que esta en los cielos.”
Queda claro entonces que respondemos a la bondad de Dios viviendo para Su gloria.
2- El salmista enseña aquí que aunque su expresión de gratitud es una decisión
personal que nace de su corazón agradecido, la misma es visible para los que le
rodean porque tiene una dimensión colectiva. Esto significa que nuestra dadivosidad
para con Dios, cuando tiene como causa un corazón lleno de agradecimiento, no es solo
de palabras, sino que se expresa en acciones que son evidentes. La expresión “cumpliré
mis votos al Señor, ante todo su pueblo”, alude a un compromiso que se ha hecho con
Dios para servirle en forma tangible. De esta manera, también todo lo que hacemos en
la iglesia es una expresión de gratitud a Dios, y como tal debe ser resultado de nuestro
agradecimiento.
Esto es lo que se nos ha dicho: “Nuestro tiempo, talentos y bienes debieran
dedicarse en forma sagrada al que nos confió estas bendiciones. Cada vez que se obra
en nuestro favor una liberación especial, o recibimos nuevos e inesperados favores,
debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando nuestra gratitud no solo en
palabras, sino…mediante ofrendas y dones para su causa. (Patriarcas y Profetas página
185)
La dadivosidad también es un asunto de servicio. Marcos 1:30-31 relata la
historia de cuando Jesús sanó a la suegra de Pedro. Cuando la fiebre la dejó, se puso a
servirles. No solo dijo gracias, sino que se puso a servirles. Si Dios ha hecho algo especial
para ti, si Dios te ha sanado, liberado de algo, o abierto algún camino donde antes no
había; si Dios ha hecho un milagro por ti, ha dado respuesta a una petición sincera, ha
traído de vuelta a tu casa o a la iglesia a un ser querido que estaba descarriado, si el
Señor te ha ayudado a sobreponerte a un sufrimiento, o tu corazón estaba triste por
algo y él lo sanó y te ha permitido volver a vivir y ser feliz, entonces no deberías ser
mezquino con el servicio que Él se merece. Deberíamos estar dispuestos a servir en la
forma en que podamos, donde podamos, y cuando podamos, con una mente llena de
gozo y un espíritu dispuesto.
Nadie debería tener que rogarnos; deberíamos servir sencillamente porque Dios
es bueno todo el tiempo. Si hay algo que podemos hacer, no deberíamos esperar hasta
que se nos pida; deberíamos dar un paso al frente y ofrecernos voluntariamente, solo
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porque Dios es bueno todo el tiempo. Si nunca recibimos un reconocimiento o nunca se
mencionan nuestros nombres, no hay problema. No servimos para recibir un
reconocimiento ni para obtener una recompensa en el futuro; servimos porque Dios ha
sido bueno y sigue siendo bueno todo el tiempo.
Es fácil pensar que cuando el salmista habla de pagar sus votos al Señor se esta
refiriendo a un asunto que solo se realiza con dinero. Si hemos pensado así, deberíamos
quitar de nuestra mente la idea de que la dadivosidad con Dios es otra cuenta más que
debemos pagar religiosamente, y comenzar a verla como una expresión de gratitud que
estamos felices de hacer realidad, no solo con nuestro dinero, sino también con la
entrega de nuestra vida completa por medio de actos de bondad que glorifiquen al Dios
que ha sido y es bueno todo el tiempo.
Cuando traigo, del dinero que consigo, una ofrenda para mi Dios, ese dinero es
apenas un símbolo de lo que realmente quisiera darle que es mi vida completa, porque
el dio su vida completa por mí.
Cuando canto en el coro, o en el grupo, esa es parte de mi ofrenda de gratitud a
Dios por haberme dado una voz.
Cuando me paro en la puerta como ujier, es parte de mi ofrenda de gratitud a
Dios por haberme dado la bendición de la salud y la fuerza.
Cuando trabajo en la cocina para una actividad de la iglesia o limpio el patio de
la iglesia, eso es parte de mi ofrenda de gratitud a Dios por todas sus bondades hacia mí.
Cuando enseño en una clase de escuela sabática, es parte de mi ofrenda de
gratitud a Dios por haberme dado el conocimiento y el amor hacia su Palabra.
Cuando alimento a los hambrientos, visto a los enfermos y hago obra
misionera, es parte de mi ofrenda de gratitud al Señor. Porque yo sirvo a Dios al servir a
otros.
Cuando predico la palabra estoy dando una ofrenda de gratitud a Dios por
haberme mostrado de qué manera puedo utilizar los humildes talentos que Él mismo
me ha prodigado.
Cuando vivo para Dios, esa es mi ofrenda de gratitud a Jesús por haber redimido
mi alma en la cruz del calvario.
Para obtener la mayor satisfacción personal de la dadivosidad, para conocer el
pleno gozo de la dadivosidad, para poder dar con la generosidad que deberíamos dar, la
dadivosidad, debe ser vista como una expresión de gratitud y alabanza por las bondades
del Señor.
El asunto no es ¿Cuánto debo dar de lo que tengo? O ¿Cuánto puedo dar? El
asunto es sacar cuentas y comprobar lo bueno que ha sido Dios con nosotros y entonces
preguntarnos con David ¿Con que pagare al Señor todo el bien que me ha hecho? Y al
darnos cuenta que es imposible saldar esa deuda, terminar entregándonos nosotros
mismos y todo lo que tenemos pero no como un pago sino como un acto de entrega y
adoración que sólo quiere decir: ¡GRACIAS SEÑOR!