Docencia Con Decencia
Docencia Con Decencia
Docencia Con Decencia
Paulo Freire y
los saberes necesarios
para la práctica educativa
Germán Iván Martínez Gómez
Escuela Normal de Tenancingo,
Estado de México
german_img@yahoo.com.mx
H
istóricamente, la educación ha sido
vista como un proceso que atiende
la necesidad humana en plenitud. Y
es que el hombre, desde la concep-
ción misma de los griegos hasta nuestros días, no es
propiamente sino que está siendo. Este “estar sien-
do”, este devenir que es la esencia misma del cosmos,
como advirtió Heráclito, nos incluye. Al transformar-
se el universo nos transformamos con él. De ahí que,
como señala atinadamente Octavi Fullat, la existencia
sea problema, problématos; es decir, tarea, trabajo,
quehacer, empresa, peonada.1 El ser humano requiere
hacerse humano y la educación contribuye a alcanzar
ese propósito. Así, desde el mito de Prometeo hasta
las aportaciones más recientes, se enfatiza el hecho de
que la educación busca reparar un déficit en nuestra
naturaleza, persigue completarnos. En este sentido tie-
ne, como advierte Fernando Savater, un doble valor.
Primero, porque ella misma representa algo valioso y
válido en sí misma y, segundo, porque da cuenta de un
acto de coraje, de valentía.2 Y es que definir el tipo de
ser humano que debe habitar el mundo en el futuro no
sólo atañe a la pedagogía sino a la política, relación de
donde se desprende lo trágico de la educación. Utilizo
este término no para indicar que ésta sea un proceso
1
cfr. Fullat, Octavi. Antropología y educación. Lupus Magíster. Universidad
Iberoamericana-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla-Universidad
Autónoma de Tlaxcala. México, 2001. 199 pp.
2
cfr. Savater, Fernando. El valor de educar. Ariel. México, 1997. 222 pp.
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42 M O
caracterizado por la desilusión o la des- profesión –la de educador–”.5 Política
gracia, sino para apuntar que ella trata y educación son entonces las caras de
un tema serio y trascendente: la forma- una misma moneda; y es en esa tensión
ción humana; y que uno de que se da entre el ejercicio del poder
sus protago- y la búsqueda del saber, donde se si-
nistas princi- túa el maestro. Al respecto, George
pales, el maes- Steiner afirma que: “La profesión del
tro,3 se puede «profesor» [...] abarca todos los ma-
ver arrastrado tices imaginables, desde una vida ruti-
o por la pasión o naria y desencantada hasta un elevado
por la fatalidad. Y sentido de la vocación”.6 Él mismo se-
es que, como apun- ñala tres escenarios principales o es-
ta Paulo Freire: tructuras de relación entre maestros y
[...] toda prác- discípulos, entre profesores y alumnos.
tica educativa de- En el inicial, los primeros han destrui-
manda la existencia do a los segundos, psicológica e incluso
de sujetos, uno que, físicamente. En el segundo, han sido los
al enseñar, aprende, aprendices quienes, tergiversando las
otro que, al aprender, ideas de sus maestros, los han traicio-
enseña, de allí su cuño nado. Y el tercero, es el que subraya
gnoseológico; la existen- el intercambio y la mutua dependencia.
cia de sujetos, conteni- Es este último, en donde “el Maestro
dos para ser enseñados y aprende de su discípulo cuando le en-
aprendidos, incluye el uso seña”,7 el que en esta ocasión me inte-
de métodos, de técnicas, de resa y sobre el que versaré.
materiales; implica, a causa de Empezaré diciendo que el maestro
su carácter directivo, objetivo, debe sentirse orgulloso por haber
sueños, utopías, ideales. De allí elegido como profesión, la tarea que
su politicidad, cualidad que tiene todos ejercemos en la vida. Juan José
la práctica educativa de ser polí- Arreola, en su libro La palabra educa-
tica, de no poder ser neutral.4 ción, decía que todos somos maestros
de buena o mala conducta, pues todos
Octavi Fullat dice: “El maestro se enseñamos, mediante nuestro testimo-
halla al servicio histórico de lo políti- nio, a los más jóvenes; les enseñamos,
co, pero asimismo sabe que es porta- consciente o inconscientemente, a ser
voz de lo eterno. Calvario y drama de lo que somos o deberíamos ser. De
una función social –la escuela– y de una este modo, no sólo la enseñanza sino
3
En el presente texto utilizo indistintamente la palabra
también el aprendizaje se dan, como
profesor, docente, maestro o educador. Lo hago sólo por señala Ignacio Pozo, de manera implí-
una cuestión de estilo. Esto no quiere decir que no distinga
entre una persona que profesa o ejerce una ciencia o arte
cita –o incidental– y explícita –o inten-
(profesor), de uno que se dedica a la enseñanza (docente). cional.8 Lo que quiere decir que si bien
Por otro lado, si bien me gusta el término maestro por la
carga afectiva que conlleva (magíster significa “el que es es propio del ser humano compartir lo
más” o “el más mérito tiene entre los de su clase”), digo que sabe a quienes no lo saben, tam-
que si bien esta última noción, como las anteriores, implica
conocimiento y pericia, particularmente prefiero la de bién es un hecho que dicho compartir
educador, pues la sola palabra alude el desarrollo y involucra un proceso educativo que no
la perfección de las facultades intelectuales, de habilidades
tanto cognoscitivas como prácticas pero, sobretodo, de siempre se da de manera formal. Así,
valores morales y principios éticos.
4
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes
“La instrucción, hablada y representa-
necesarios para la práctica educativa. p. 68. da, por medio de la palabra o de la de-
5
loc. cit. p. 56.
6
Steiner, George. Lecciones de los maestros. p.11.
mostración ejemplar, es evidentemen-
7
ibídem. p. 12. te tan antigua como la humanidad. No
8
cfr. Pozo Municio, Ignacio. Aprendices y maestros.
La nueva cultura del aprendizaje. puede haber sistema familiar ni social,
Alianza. Madrid, 2005.
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por aislado que esté y por rudimenta-
rio que sea, sin enseñanza y discipulaz-
go, sin magisterio y aprendizaje consu-
mados”.9 Pero, ¿podemos, en nuestro
afán por enseñar, enseñar mal? Paulo
Freire dirá que sí, pues:
Tratamos con gente, con niños,
adolescentes o adultos. Participamos
en su formación. Los ayudamos o los
perjudicamos en su búsqueda. Estamos
intrínsecamente conectados con ellos
en su proceso de conocimiento. Pode-
mos contribuir a su fracaso con nues-
tra incompetencia, mala preparación o
irresponsabilidad. Pero también pode-
mos contribuir con nuestra responsa-
bilidad, preparación científica y gusto
por la enseñanza, con nuestra seriedad
y nuestro testimonio de lucha contra
las injusticias, a que los educandos se
vayan transformando en presencias
notables en el mundo.10
De ahí la trascendencia de nuestra
tarea; la cual, querámoslo o no, es in-
dispensable para la vida social. Pero, en
resumidas cuentas, ¿qué es enseñar?
Enseñar “[…] es poner las manos en
lo que tiene de más vital un ser huma-
no. Es buscar acceso a la carne viva, a
lo más íntimo de la integridad de un
niño o de un adulto”.11 Enseñar es in-
dicar mediante consejo o ejemplo, lo
que se debe hacer. Pero es también
mostrar algo asombroso, develar algo
que subyace en la realidad. El mismo
Arreola dice: “El verdadero maestro
no es depósito de conocimientos es-
tancados, no es el muro impenetrable
y macizo que detiene las aguas en la re-
presa, sino el vertedor en demasías de
lo que en su alma es plenitud. Maestro
es el hombre henchido que desborda,
si no sabiduría, afán de comprender el
mundo y hacerse comprensible a los
demás”.12 Así entendida, la enseñan-
za no sólo es proceso y profesión, es
también práctica y arte, ocupación y
9
Steiner, George. op. cit. p. 17.
10
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar.
pp. 52 y 53.
11
loc. cit. p. 26.
12
Arreola, Juan José. La palabra educación. p. 133.
44 O
ejercicio, reflexión y acción, teoría y Quien, aplicando su inteligencia, anali-
práctica. Enseñar, dice Ignacio Pozo, es za detenidamente un asunto, observa
“ayudar a otros a aprender”. y examina. “Estudiar –sostiene Freire–
Esta última idea es esencial. Sólo es una preparación para conocer, es
ahora hemos comprendido que la en- un ejercicio paciente e impaciente [...]
señanza, más que estar centrada en el es desocultar, es alcanzar la compren-
maestro, debe estarlo en el alumno; sión más exacta del objeto, es percibir
más que estar fincada en la enseñanza, las relaciones con los otros objetos”.15
debe fundamentarse en el aprendizaje. Estudiar es un quehacer que exige
Sólo ahora hemos entendido, como hábito y disciplina. Estudiante es, por
señalaron Earl V. Pullias y James D. tanto, quien lleva a cabo un quehacer
Young, que “El maestro es un discípulo intelectual que es a la vez reflexivo,
algo más maduro”;13 que es, como sus crítico, creativo y recreativo; es quien
propios alumnos, un estudiante más. encuentra en el aprendizaje una moti-
Juan Manuel Gutiérrez Vázquez, ci- vación; y en la duda y, el escudriñar,
tando a Ezequiel Martínez Estrada, dice un pretexto y una vía para alcanzar un
que: conocimiento con el que se satisface.
En este sentido, la educación es un
[…] estudiante es el que su- proceso que implica una relación de
fre o adolece de una especie complicidad entre quien enseña y quien
de mal sagrado o fatalidad in- aprende. En el entendido de que, quien
fortunada que consiste en no enseña, sabe que no lo sabe todo; y
estar satisfecho con las razones quien es enseñado, sabe que puede a
que recibe de cualquier fuente su vez, brindar él mismo alguna ense-
de información o explicación, ñanza. “Un discípulo no es, por tanto,
el que en sí mismo encuentra un ‘seguidor fiel’ sino más bien un ‘he-
dificultades para interpretar y reje’, uno que interroga las fuentes de
asir los enigmas que lo rodean y su maestro y puede, por ello, realizar
que por lo tanto no se satisface aportaciones valiosas”.16 Freire sinte-
con sofismas y circunloquios. tizará lo anterior diciendo que “Quien
Especie de ser sediento, ese es- enseña aprende al enseñar y quien
tudiante, hidrópico, insaciable, aprende enseña al aprender”.17
voraz, omnívoro, canibalesco. Esta relación de complicidad involu-
El que padece una pasión en cra una estrecha relación con el otro.
ocasiones furiosa por saber, Una relación de intimidad, incluso de
por comprender, por leer, por amor. “Educar es seducir”, advierte
mirar, por escuchar, más insa- Luis Tamayo. Es “una actividad eróti-
ciable y molesto que los niños ca en el mejor sentido de la palabra”.18
que preguntan siempre.14 Actividad a través de la cual el maes-
tro participa a sus discípulos no sólo
Estudiante es aquel que asume el sus conocimientos sino también sus
estudio como compromiso y desafío. dudas. El propio Steiner señala que la
enseñanza tiene que ver con una diná-
13
cfr. Earl V. Pullias y James D. Young. El maestro ideal. mica en la que se busca “[….] cons-
Pax. México, 1999.
14
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar. truir una comunidad sobre la base de
p. 38.
15
la comunicación, una coherencia de
Pau1o Freire. Cartas a quien pretende enseñar.
p. 36 y 38. sentimientos, pasiones y frustraciones
16
Tamayo, Luis. El discipulado en la formación del compartidas”.19
psicoanalista. Un aporte del psicoanálisis a
la pedagogía. p. 16. Empero, ¿qué debe saber un maes-
17
Paulo, Freire. Pedagogía de la autonomía. Saberes
necesarios para la práctica educativa. p. 25.
tro para ser tal? Esta es una pregun-
18
loc. cit. ta sumamente difícil que no puede
19
Steiner, George. op. cit. p. 33.
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contestarse unívocamente y que hace institución, en su estado y su
que toda respuesta no sea definitiva país. También en que es posi-
sino provisional, pues atiende tanto el ble, como dice Edgar Morin,
tiempo como el lugar en los que sur- superar el empobrecimiento
ge y una toma de postura ideológica de la inteligencia humana para
de quien responde. No obstante, creo salvaguardar la humanidad.20
que son tres los aspectos esenciales El tercer aspecto es tam-
que deben cualificar a un maestro. El bién crucial, se refiere a la
primero de ellos es la vocación. Ésta, capacidad. La palabra provie-
si bien representa en sí misma “una lla- ne del latín capax, que quiere
mada”, también es fundamentum, base, decir apto, bueno, grande. Ser
cimiento, fondo. capaz es ser apto para ejercer
Alguien que no está llamado a ser un oficio o profesión. Por otra
maestro, que no tiene vocatio, está parte, ser apto es estar prepa-
condenado a sufrir su profesión y a rado, equipado mental, técnica,
menospreciar su ejercicio. científica y emocionalmente pa-
La vocación es aquello sobre lo que ra un desempeño específico. Es,
reposa toda actitud. Cada postura do- también, estar en conformidad
cente, para bien o para mal, se basa con nuestra empresa, estar “a la
en ella. Un buen maestro o uno malo, altura de las circunstancias”.
difieren esencialmente en el hecho de Vocación, fidelidad y capaci-
que se entienda y atienda la exhorta- dad son aspectos que se relacio-
ción interior de compartir con otros nan y complementan. Uno, sin los
lo que se sabe y lo que se ignora. Por otros, es nada. Así, un maestro
eso la vocación es diálogo. Dialogar es que quiera enseñar y que no tenga
compartir el pensamiento, brindar a qué compartir, que no sepa cómo
los demás nuestra propia palabra. De ni con qué hacerla, ni a quién va di-
este modo, es coparticipación; es decir, rigido su mensaje, ni para qué; un
implica conversación y controversia. maestro que desconozca el dónde
Con-versar es participar a otros de los de su enseñanza y el por qué de la
temas y asuntos que tratamos. Por su misma, carece de sentido. Como
parte la contro-versia, es en sí misma carece de sentido también que al-
una discusión en la que, opiniones en- guien que quiere enseñar desconfíe
contradas y posturas opuestas, se ex- de su propia capacidad o de la de
presan y defienden. En este sentido, sus alumnos.
un buen maestro está llamado a vivir Y es que es propio del enseñar,
siempre la relación dialéctica entre en- enseñar mal. George Steiner, apunta
señar y aprender, entre educar y ser al respecto:
educado. Así lo entendió Karl Marx y Una enseñanza deficiente, una ru-
lo expresó magistralmente en la terce- tina pedagógica, un estilo de instruc-
ra tesis sobre Feuerbach. ción que, conscientemente o no, sea Hoy, recomienda Morin a
El segundo aspecto que debe po- cínico en sus metas meramente utili- partir de su propuesta del pensamiento
seer un maestro es fidelidad. Esta pa- taristas, son destructivos. Arrancan de complejo, “La enseñanza tiene que de-
labra viene de fides, que quiere decir raíz la esperanza. La mala enseñanza es, jar de ser solamente una función, una
confianza. El maestro debe confiar no casi literalmente, asesina y, metafórica- especialización, una profesión y volver
sólo en sí mismo, sino también en sus mente, un pecado. Disminuye al alum- a convertirse en una tarea política por
alumnos, que son, a la vez, amigos y no [...] Instila en la sensibilidad del niño excelencia, en una misión de transmi-
compañeros de una misma empresa: o del adulto el más corrosivo de los
la comprensión del mundo y de uno mis- ácidos, el aburrimiento, el gas metano
mo. Debe confiar en su vocación y su del hastío.21 20
cfr. Morin, Edgar et al. Educar en la era planetaria.
competencia, en sus autoridades y su Gedisa. Barcelona, 2003.
21
Steiner, George. op. cit. p. 26.
46 O
Desde esta perspectiva, hoy
forma del pensamiento y debe ser una prioridad no sólo para
la superación de nuestro subdesarrollo México sino para todos los países del
sión de estrategias
moral, psíquico e intelectual. Esto im- mundo, la formación de los maestros,
para la vida”.22 Y es que el también
plica ir más allá de una inteligencia que pues, como advierte Ana María Saul,
autor de Los siete saberes necesarios
él denomina parcelada. “La inteligencia en un mundo marcado por las nuevas
para la educación del futuro, señala que
parcelada, compartimentada, mecani- tecnologías, aquellos requerirán nue-
la propia humanidad requiere fusionar
cista, desunida, reduccionista de la ges- vos dominios y competencias.24
lo que ella misma ha fraccionado en el
tión política unidimensional destruye Paulo Freire, ahondando en la for-
transcurso de los siglos. Para él, es im-
el complejo mundo en fragmentos des- mación docente, escribió dos libros
prescindible “civilizar la Civilización”,
unidos, fracciona los problemas, separa maravillosos titulados Cartas a quien
lo que entraña esencialmente una re-
lo que está unido, unidimensionaliza lo pretende enseñar y Pedagogía de la auto-
multidimensional. Es una inteligencia a nomía. Saberes necesarios para la prácti-
22
Morin, Edgar. et al. op. cit. p. 122. ca educativa. Título el primero, un tan-
23
ibídem. p. 134. la vez miope, présbita, daltónica, tuer-
24
cfr. Saul, Ana María. (coord.) Paulo Freire y ta, [que] muy a menudo termina sien- to infiel, pues en portugués, cartas a
la formación de educadores: múltiples miradas.
Siglo XXI. México, 2002. do ciega”.23 quem ousa ensinar, se enfatiza precisa-
MAGISTERIO 47
mente el hecho de que la educación es De éstos, dice Freire, debemos res-
una osadía, un atrevimiento. Digo que petar sus saberes y reconocer su iden-
esos dos libros señalan que la forma- tidad. Lo que nos obliga a rechazar toda
ción de educadores es un gran desafío. forma de discriminación. Pero para ello
De ellos retomo los puntos que Freire es vital aprender a escucharlos, apren-
considera indispensables para realizar der a dialogar. Debemos, igualmente,
con humildad y con pasión, una de las promover su autonomía. Ésta, sostiene
tareas que, junto con la de gobernar el pedagogo brasileño, “[...] en cuan-
y psicoanalizar, Sigmund Freud llegó a to maduración del ser para sí, es pro-
considerar imposibles: la educación. ceso, es llegar a ser”.25 La autonomía
Lo primero que tenemos que ha- es la capacidad que tiene el hombre de
cer es subrayar el hecho de que Paulo darse sus propias de leyes. Es, en pa-
Freire concibe la educación no como labras de Immanuel Kant, la posibili-
un proceso de información o adiestra- dad que tenemos de convertimos en
miento, sino de formación. Educar es, autolegisladores.
para él, y sustantivamente, formar. Pero Por otra parte, es fundamental des-
también es trans- formar. La educación pertar su curiosidad y corporalizar
implica un cambio de forma, una trans- nuestras palabras por medio de nues-
figuración. Y todo aprendizaje tiene que tros actos. Educamos ejemplarmente.
ver con una modificación de nuestro De este modo, no podemos exigir lo
conocimiento, de nuestras actitudes, que no damos ni pedirles a nuestros
incluso de nuestros valores y principios estudiantes algo que nosotros mismos
éticos. Desde luego, también atañe a un somos incapaces de hacer. Por eso
mejoramiento de nuestras habilidades, digo que la docencia exige decencia, es
tanto cognoscitivas como prácticas. De decir, honestidad en el decir y el hacer.
ahí que el pensador de Recife advierta La decentia también tiene que ver con la
que la naturaleza de la educación no actitud de respeto a la que hemos he-
tiene que ver solamente con la episte- cho ya referencia, con el cumplimiento
mología o la gnoseología, la pedagogía de las normas que la propia sociedad
o la didáctica, sino con una concepción ha establecido y determinado. Se rela-
antropológica y una opción política y ciona, igualmente, con una manera de
ética. De ahí también que entienda que ser y obrar moderada y modesta; con
la enseñanza aglutina un número im- un talante que evita la presunción y el
portante de imperativos y exigencias, engreimiento. Finalmente, la decencia
sin los cuales perdería su sentido. alude a una limpieza en la intención y
De esta forma, para él no puede ha- a cierto recato y reserva. Decencia es
ber docencia sin discencia. Lo que quiere decoro y prudencia; es asumir que la
decir que es impensable un maestro sin irresponsabilidad y la falta de compro-
alumnos. Los alumnos son la razón de miso envilecen, y la desvergüenza y la
ser de los maestros; mas no a la inver- soberbia degradan.
sa. Alguien puede aprender algo sin re- De esta forma,
currir a ellos. Hoy, la internet y los de-
más medios de comunicación, así como El profesor que menosprecia
los recursos disponibles por las nuevas la curiosidad del educando, su
tecnologías de la información, acentúan gusto estético, su inquietud, su
esta idea. No obstante, el maestro sólo lenguaje, más precisamente, su
es tal si se hallan junto a él hombres y sintaxis y su prosodia; el pro-
mujeres que le comparten su ser y ha- fesor que trata con ironía al
cer. Quienes tenemos la tarea de edu-
car, debemos asumir que sin alumnos
nada somos. 25
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes
necesarios para la practica educativa. p. 103.
48 O
alumno, que lo minimiza, que lo
manda “ponerse en su lugar” al
más leve indicio de su rebeldía
legítima, así como el profesor
que elude el cumplimiento de
su deber de poner límites a la
libertad del alumno, que esqui-
va el deber de enseñar, de estar
respetuosamente presente en
la experiencia formadora del
educando, transgrede los prin-
cipios fundamentalmente éticos
de nuestra existencia.26
26
ibídem. p. 59.
27
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar. p. 8.
28
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes
necesarios para la práctica educativa. p. 24.
MAGISTERIO 49
viente. Y sobrenatural por-
que el hombre, al mismo
tiempo, sufre un cierto des-
arraigo y enseñanza debido a
las características propias de
la humanidad, a la cultura, a
las religiones, a la mente, a la
conciencia que lo han vuelto
extraño al cosmos, del cual
no deja de ser secretamente
íntimo.31
El hombre es un microcos-
mos, un ser que se forma y se
transforma con el tiempo y que
no cesará en su empeño de edu-
car y educarse. Paulo Freire es, quizás,
el pedagogo latinoamericano que más
valores y conduc-
énfasis ha puesto en nuestra inconclu-
tas que creyeron dignas
sion. Según él, “[...] sólo entre hombres
de preservación. A través de la
y mujeres el inacabamiento se torna
educación, griegos y romanos entre-
consciente”.32
la construcción de garon su propia memoria, tal y como
Pensar entonces en el maestro del
la propia humanidad. aún lo hacemos nosotros. De ahí que,
siglo XXI es pensar detenidamente
Humanus representa todo aquello históricamente, la educación y toda pe-
en la formación inicial que ha de re-
que concierne al hombre, todo lo que dagogía, sean un gran ensayo a través
cibir, pero también despertar en él la
emana de la humanítas, de la naturaleza del cual el hombre busca, por una par-
necesidad de una formación continua
humana. te, conocerse a sí mismo, descubrirse
o permanente y de autoformación,
Los griegos llamaron paideia al pro- e interpretarse, traducir sus actos y
que lo ubique como un agente activo,
ceso de producción y transmisión de explicarlos; y por otra, sentar las ba-
no único ni mucho meno exclusivo,
su cultura, a aquello que explica cómo ses necesarias para diseñar un futuro
en el proceso de enseñar, aprender y
el ánthropos se construye a sí mismo. mejor.
evaluar.
Con Cicerón, el término se sustituyó De esta manera, dice Freire, ense-
Bajo esta óptica, “El profesor que no
por humanitas, palabra que subraya el ñar es un acto de valor y de amor. De
lleve en serio su formación, que no
transcurso que ha de seguirse para que valor porque, como decía Savater, re-
estudie, que no se esfuerce por estar a
un niño se convierta en hombre, un in- quiere coraje y osadía y es válido en sí
la altura de su tarea no tiene fuerza
dividuo en ciudadano y un ser bárbaro mismo. De amor, porque a través de
moral para coordinar las actividades
en uno civilizado, fiel a su ciudad, a su él se busca modelar las almas de los
de su clase”.33 Y es que para Freire,
tierra. Humano viene de humus, que alumnos. “No es posible ser maestro
ser maestro es asumir una profesión,
significa precisamente eso: tierra. El [a] sin amar a los alumnos y sin gusto
lo que tiene que ver por una parte
hombre es, entonces un componente por lo que se hace”.30 Es esa philia, ese
con la defensa de la propia identidad
orgánico del suelo, pero, además, “[...] gusto, ese deleite, ese placer, el que
y, por otro, con la obligación que
un ser animal incesantemente per- nos mueve como educadores a buscar
como docentes tenemos de nuestra
fectible”.29 Un ser que se caracteriza, el perfeccionamiento del ser humano,
capacitación.
dice Freire, por tener una vocación un ser que está en proceso de ser. Morin
ontológica de ser más. refiriéndose al ser humano, dirá que
Tanto paideia como humanitas ex-
ternan una tradición. Trádere significa [...] un ser extraño al planeta 29
Fullat, Octavi. op. cit. p. 30.
30
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende
entregar. A través de ellas griegos y porque es un ser a la vez na- enseñar. p. 27.
romanos entregaron, pusieron en las tural y sobrenatural. Natural 31
Morin, Edgar, et al. op. cit. p. 80.
32
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomi. Saberes
manos de sus generaciones más jóve- porque tiene un doble arraigo: necesarios para la practica educativa. p. 50.
nes, los pensamientos, sentimientos, el cosmos físico y la esfera vi- 33
ibídem. p. 88.
50 O
Enseñar es, entonces, desempolvar el aprendizaje que nos permite vivir, los alumnos, no me canso de
la imaginación y provocar la creativi- convivir y sobrevivir; es conocer el admirarme.37
dad indócil. Es hablar de un “yo” en es- mundo y buscar transformarlo. Que la
trecha relación con un “tú”, que ansía enseñanza tiene que ver también con la En esta cita Freire es contundente.
alcanzar un “nosotros”. Es un vínculo disciplina y la autoridad, es cierto. Pero Enseñar no sólo es rechazar dogmas,
que se busca establecer con “lo otro” la primera no se refiere a un adoctrina- incentivar la duda, develar la compren-
y “los otros”. Es reconocer la otredad miento ni la segunda a un autoritaris- sión de algo, desatar el ingenio, la ima-
y apostarle a la solidaridad social y mo. “La única autoridad –afirma Juan ginación y la creatividad. Enseñar es,
política, y a una ética del género hu- José Arreola– que podemos consentir ante todo, emprender una lucha con-
mano que respete nuestra identidad es la que se desprende de la capacidad, tra la ignorancia que nos acecha y que
planetaria. de la categoría intelectual, de los dones busca anestesiar nuestra mente. Lucha
Hablar de docencia con decencia es del conocimiento obtenido a lo largo que no se da precisamente de manera
reconocer que nada puede enseñar el del esfuerzo, o de las cualidades a ve- violenta sino que es más bien afectiva
que nada sabe, por lo que resulta vigen- ces innatas que hace del maestro tam- y alegre. Lucha que se vale de la cali-
te –y urgente– el deber de preparar- bién un artista”.36 dez humana de los maestros y de su
nos. También es necesario ejercer una Paulo Freire confesaba: calidad profesional, de su competencia
vigilancia sobre nosotros mismos “[...] científica y técnica. Lucha que, por ser
para evitar los simplismos, las facilida- Soy profesor en favor de la humana, no es fría o inanimada sino
des, las incoherencias burdas”.34 Es un decencia contra la falta de pu- que mezcla sentimientos y emociones,
deber reconocer el carácter formador dor, en favor de la libertad con- deseos, sueños, utopías, valores.
de la educación y la naturaleza eminen- tra el autoritarismo, de la auto- BIBLIOGRAFÍA
temente ética de esta actividad. ridad contra el libertinaje, de la Arreola, Juan José. La palabra educación. Secretaría de
De esta manera el maestro, cons- democracia contra la dictadura Educación Pública. Col. SEP. Setentas No. 90.
ciente de su inconclusión, no debe, de derecha o de izquierda. Soy México, 1973. 175 pp.