Teórico 9 2018 - Hermenéutica (1) (Silvia Gabriel)
Teórico 9 2018 - Hermenéutica (1) (Silvia Gabriel)
Teórico 9 2018 - Hermenéutica (1) (Silvia Gabriel)
Introducción
En 1996, una revista estadounidense, Social Text, publicó un artículo de Alan Sokal
titulado “Transgrediendo los límites de la realidad: hacia una hermenéutica
transformativa de la gravedad cuántica”. El texto estaba plagado de divagaciones con
citas eruditas de autores célebres. Con posterioridad a la aceptación y publicación del
artículo, su autor, Sokal, reveló que se trataba de una parodia. Su intención era
desenmascarar, a través de su sátira, el uso intempestivo de terminología científica y las
extrapolaciones abusivas de las ciencias exactas a las humanas. En rigor, la intención
había sido denunciar con su artículo el relativismo posmoderno en la física cuántica en
la que la supuesta objetividad no era más que una mera convención social, una
interpretación o una construcción ideológicas. Luego del escándalo, junto a Jean
Bricmont, Alan Sokal publicó una obra: Imposturas intelectuales (1999).
Si tomamos esta polémica como piedra de toque para hablar de la hermenéutica es
porque la palabra “hermenéutica” figura en el título del artículo polémico. Aún cuando
la supuesta “hermenéutica transformativa” no parece remitir a ninguna hermenéutica
concreta, lo cierto es que fue utilizada para dar cuenta de un término de moda que haría
alusión al pensamiento posmoderno y relativista, conforme el autor, que era lo que él
quiso denunciar.
Y en rigor, uno de los posibles sentidos del término “hermenéutica”, como explica Jean
Grondin en Introducción a la hermenéutica filosófica (1999) (editorial Herder) sería el
de designar un espacio intelectual y cultural donde no hay verdad, sino, en su lugar,
reina la omnipresencia del fenómeno interpretativo.
Esta suerte de perspectivismo universal habría encontrado su primera formulación en la
transitada sentencia de Nietzsche que se encuentra en Voluntad de poder, nº 41: “No
hay hechos, sólo interpretaciones”. Con ello Nietzsche declara su desconfianza del
sentido inmediato y trata de reconducir el sentido a una voluntad de poder.
Esta fue una de las razones por la que, en 1965, en un artículo titulado “El psicoanálisis
y el movimiento de la cultura contemporánea”, y luego en varios lugares de su obra,
Ricoeur llamara a Nietzsche junto a Freud y a Marx los “maestros de la sospecha”
porque enclavados en el terreno de lo que podría llamarse una antropología filosófica,
los tres mostrarían, cada uno dentro de su campo y según su propia metodología, que
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no hay un sujeto fundador y soberano como pretendería la visión moderna del sujeto,
sino que el sujeto deja de ser constituyente de sí mismo, para pasar a ser visto como el
resultado de fuerzas o de inercias que lo sobrepasan.
Nietzsche, además sentenciar que “No hay hecho, sólo interpretaciones”, cuestiona los
falsos valores provenientes de una moralidad recibida y engendrada a partir de un
resentimiento contra la vida, y propone al Übermensch (traducido como Superhombre,
Suprahombre, Sobrehombre o Transhombre) susceptible de generar su propio sistema
de valores a partir de una genuina voluntad de poder. Freud pone al descubierto los
disfraces de las pulsiones inconscientes y propone una terapia. En suma, los
representantes, filósofos o maestros de la hermenéutica de la “sospecha” serían los que
denuncian, con distintos argumentos, y para decirlo en pocas palabras, a la conciencia
en su conjunto como una conciencia falsa.
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Como se dijo, si bien esta expresión data de 1965, en varias partes de la obra, como por
ejemplo en Hermenéutica y psicoanálisis (Aurora, 1975), Ricoeur sostiene lo siguiente:
1
Se usan más o menos indistintamente los términos “metodología” y “epistemología” para este período
para dar cuenta de que en él se inventan “métodos” generales para la comprensión (como veremos
fundamentalmente en Schleiermacher) al tiempo que se intentan justificar “científicamente” estos
métodos en el dominio de la Ciencias del Espíritu (como se verá en la empresa de Dilthey).
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Hecho este pequeño recorrido, que sirve a modo de presentación muy sumaria en la que
pretendemos ahondar durante todo este encuentro, en ¿Qué es la hermenéutica?, Jean
Grondin advierte que el término interpretación viene del verbo griego hermeneúein.
Hermeneúein posee dos significados importantes: designa a la vez el proceso de
elocución (enunciar, decir, afirmar algo) y el de interpretación (o de traducción). En
ambos casos, se trata de una transmisión de significado, que puede producirse en dos
direcciones, eso es, puede:
1) transcurrir desde el pensamiento hacia el discurso; o bien
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Grondin enseña que hoy día sólo hablamos de interpretación para caracterizar el
segundo proceso, el que asciende desde el discurso hacia pensamiento que lo sostiene,
pero los griegos pensaban ya la elocución como un proceso “hermenéutico” de
mediación de significados, que designaba entonces la expresión o la traducción del
pensamiento en palabras.
forma parte (lo que dará origen al conocido “círculo hermenéutico”), pero no ofreció
reglas procedimentales para la aplicación de las reglas. Es decir, el problema es que no
dice cómo aplicar exactamente esas reglas. No es que da un catálogo de reglas
sustantivas ni procedimentales. Esto es, da pie a pensar que ciertos pasajes deben ser
entendidos en base al contexto y, por su parte, el contexto debe ser entendido desde
ciertos pasajes, es decir, comprender la parte desde el todo y el todo desde la parte, en
una suerte de ida y vuelta. Si yo quiero comprender una frase, tengo que comprenderla
en el contexto en que fue dicha. Y dice que puedo comprender el todo, es decir, el
contexto, desde la comprensión de una sola frase. Insisto, dará origen al famoso “círculo
hermenéutico” para el que no habría prioridad de la parte sobre el todo, ni del todo
sobre la parte, sino que parte y todo ingresan en una relación dialéctica.
Para la interpretación psicológica o “técnica”, Schleiermacher habla de la necesidad de
“adivinación”, es decir, la apelación al discurso de adivinar (que Ricoeur entiende como
“conjeturar”) lo que se quiso decir del autor o el locutor.
Teniendo en cuenta estas dos interpretaciones, la gramatical y la psicológica, hay textos
en los que Schleiermacher sostiene que la comprensión sólo nace de la coinherencia de
estos dos momentos, esto es, de la coinherencia de la interpretación gramatical u
objetiva y la psicológica o “´técnica”. Dice al respecto en la compilación ya citada:
Y agrega:
debe sobrepasar lo escrito y “leer entre líneas”, dice Schleiermacher. Por eso alienta al
intérprete a entrenarse en la interpretación de diálogos importantes. Esto pareciera
sacarlo, según Grondin, de una banal psicologización y ver de algún modo a
Schleiermacher como un precursor de Gadamer en la búsqueda del saber y de la verdad
por la vía que abre el diálogo y la lógica asociada a este: la de la pregunta y la respuesta.
Reproduzco el esquema trazado en el pizarrón:
historiador, sino como la historia del filósofo. Porque aquello capaz de conferir a la
historia una unidad es la idea de libertad. En las Lecciones de la filosofía de la historia,
Hegel presenta cuatro tiempos del pensamiento en el proceso de autorrealización del
Espíritu: fin, medios, material y efectividad. El fin de la historia de la humanidad es vista
como un progreso de la conciencia hacia la libertad. Los medios que la libertad se da
para realizarse en la historia son los grandes-hombres, aquellos que sintetizan el espíritu
[kairós] de una época y que son utilizados por la astucia de la Razón encargada de
movilizar sus pasiones para la aventura del Espíritu. El material es el Estado en el que
se enraíza todo el proceso de efectuación de la libertad. Y la efectividad corresponde al
establecimiento del Estado de derecho sobre la base de la idea de constitución.
Frente al positivismo y el idealismo absoluto, Dilthey retoma la distinción del
historiador Johann Droysen entre “explicar” (Erklären) y “comprender” (Verstehen).
Como explica Grondin, “mientras que las ciencias puras buscan explicar los fenómenos
a partir de hipótesis y leyes generales, las ciencias del espíritu quieren comprender una
individualidad histórica a partir de sus manifestaciones exteriores.” [El resaltado es mío:
S.G.]
En efecto, conocedor de la obra de Schleiermacher, la hermenéutica, para Dilthey, pasa
a ser entendida como “el arte de la interpretación de las manifestaciones vitales fijadas
por escrito”, ya sea en manifestaciones textuales así como otros productos culturales.
En su libro, El mundo histórico (Fondo de Cultura Económica, 1944), específicamente
en su artículo “Comprensión y hermenéutica”, Dilthey sostiene:
Si bien la expresión o la manifestación vital se identifica por tramos con el mito, las
prácticas religiosas, las costumbres, el derecho, etc., ya en el dominio del lenguaje,
Dilthey sostiene en el último texto citado que “el arte de comprender –– encuentra su
centro en la interpretación de los vestigios de la existencia humana contenidos en los
escritos.”
Con Dilthey la hermenéutica tendrá su eje, entonces, en la exégesis o interpretación de
discursos fijados preferentemente por escrito y, subsidiariamente, por cualquier otro
medio de inscripción acorde a la escritura.
La inscripción nos enfrenta a la a la pregunta, ¿qué inscriben la escritura y sus
sucedáneos? Fijan la experiencia interna o los hechos psíquicos tales como
sentimientos, pasiones, procesos mentales y volitivos, transformándolos en
representaciones objetivas de la conciencia. Fijan, en suma, lo que en diferentes escritos
de su libro Psicología y teoría del conocimiento (en particular, pueden consultar
“Conexión estructural de la vida psíquica”, “La vivencia” y “Vivencia y expresión”,
Fondo de Cultura Económica, 1945), Dilthey llama “vivencia” [Erleben], concebida
esta como un fragmento del flujo de conciencia cuya realidad es la conexión
estructural cualitativamente uniforme en todos los seres humanos.
Dice Dilthey:
Ahora bien, toda vez que los modos de fijación, la escritura y sus sucedáneos, importan
un acceso indirecto o mediato a la “vivencia”, la primera pregunta es: ¿HABRÍA UNA
VÍA DE ACCESO DIRECTO A LA “VIVENCIA”?
Dilthey da a pensar afirmativamente y dice que tal vía está dada por el camino que abre
la psicología.
Ahora bien, sea indirecto, sea directo, el acceso a la “vivencia” hace que Ricoeur le
adjudique a la hermenéutica de Dilthey una modulación psicológica.
Dice Ricoeur en “La tarea hermenéutica de la hermenéutica: desde Schleiermacher y
desde Dilthey”:
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El tema ahora es intentar ir más allá de Ricoeur y dilucidar qué entiende exactamente
Dilthey por psicología. En Psicología y teoría del conocimiento, específicamente en su
escrito “Ideas acerca de una psicología descriptiva y analítica”, Dilthey distingue:
1) la psicología explicativa cuyo carácter es empírico e hipotético y apunta a una
explicación puramente causal de los fenómenos psíquicos, tal como explicaría un
químico en las ciencias de la naturaleza, hipótesis que nunca se pueden verificar de
manera concluyente en el campo de la psicología explicativa;
2) la psicología comprensiva, descriptiva o analítica, parte de todo el contexto vital, tal
como se da en la vivencia, que no reduce los fenómenos anímicos a elementos psíquicos
primarios o incluso fisiológicos, sino que describe la vida anímica en su coherencia
estructural u originaria. Es a esta psicología a la que le otorga un estatuto racional,
lógico y apriorístico, que la aleja de la concepción fenoménica de la psicología
explicativa, para convertirla en base gnoseológica de validez general para lo que
Dilthey llama “las ciencias del espíritu”, , por ejemplo, la psicología, la historia, la
filología, la sociología, etc.
Ahora bien, antes de continuar y para hacer un paralelo con Scheleirmacher, si la
pretensión de Dilthey es hacer de la psicología analítica o comprensiva una base
gnoseológica de validez universal para las ciencias del espíritu:
Al menos en la lectura idealista que ofrece Ricoeur de Husserl, una de sus tesis es que a
la dubitabilidad de toda trascendencia, que ustedes saben que siempre se me da por
escorzos o perfiles o aspectos, Husserl opondría la apodicticidad de la inmanencia de la
conciencia a la que tendríamos cada uno/a un acceso privilegiado, directo, en virtud de
la reflexión.
Y frente a esto vemos a Dilthey sostener que:
De lo que llevamos visto, hasta el s. XIX no se logró elaborar una concepción unitaria
de la hermenéutica para ofrecerla públicamente en forma sistemática. Con Heidegger se
produce un cambio en esta situación ya que la hermenéutica se sitúa en el centro de la
reflexión filosófica.
A diferencia de Schleiermacher y Dilthey, entonces, para quienes la hermenéutica debía
proporcionar un arte metódico del comprender para las ciencias del espíritu, con
Heidegger la hermenéutica no es la teoría de la interpretación, sino que adquiere un
estatuto filosófico.
Como advierte Grondin en ¿Qué es la hermenéutica?, con Heidegger, la hermenéutica:
Lo que intenta decir aquí Heidegger es que la hermenéutica tiene por labor hacer
despertar a la existencia a sí misma. Dice Heidegger a continuación de la cita anterior:
Grondin advierte que en estos pasajes puede verse ya la distancia que hay entre los
planteos de Heidegger y la hermenéutica clásica que vimos al comienzo. La
hermenéutica se desliga de la interpretación de los textos, a los que vimos abocarse a las
hermenéuticas regionales, para ligarse a la existencia individual de cada uno a fin de
contribuir a despertar esta existencia a sí misma.
Ahora bien, como la existencia trata de evitarse a sí misma, es decir, busca calmarse,
deshacerse de la inquietud radical que ella es para sí misma, sucumbiendo a la
“decadencia”, a la “mediocridad”, en suma a la “inautenticidad”, la hermenéutica
tendría por tarea provocar que el Dasein abandone esa distracción y así logre ser lo que
es, un ser que está “ahí” donde se toman las decisiones fundamentales que le van a su
ser. En términos de Ser y tiempo, este encubrimiento de la propia existencia se funda en
una autodisimulación de la existencia que busca sobre todo la huida de su ser finito y
mortal. De aquí que la labor de la hermenéutica será que el existente humano se asuma
como ente al que le va su ser y alcance la “autenticidad”. Dicho de otro modo, la labor
de de una hermenéutica de la existencia consistirá, entonces, en reconquistar, en
“despertar”, la existencia contra su tendencia a ocultarse.
Aún cuando en Ser y tiempo, claramente el acento recae, desde las primeras líneas, en lo
que Heidegger llama “el olvido del ser”, Grondin advierte “el resto de la obra
establecerá claramente que este olvido descansa en el olvido de sí por parte de la
existencia y de su finitud, fundamental” (¿Qué es la hermenéutica?, p. 52). Despertar la
pregunta por el ser, de la que parte Heidegger en Ser y tiempo, exigiría como su
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Esta articulación del habla es previa al lenguaje (Sprache) De aquí que el lenguaje
hunda sus raíces en la constitución originaria del estado de abierto del Dasein. En el §
34 de Ser y tiempo, Heidegger advierte que “el fundamento ontológico-existenciario del
lenguaje es el habla”, es decir, no hay lenguaje sin articulación previa del habla.
Como lo que hoy lo que nos interesa es el “comprender” en función de que estamos
hablando de hermenéutica, este comprender originario se despoja de ese carácter
“epistemológico” que tenía en Schleiermacher y en Dilthey. Heidegger considera que el
comprender más originario está ligado a una habilidad o al dominio de una práctica:
saber arreglárselas con la cosa. Es un comprender práctico gracias al cual nos
orientamos en el mundo de la praxis. Apunta a un entender anticipado “como” cosas,
pragma, instrumentalizador e interpretativo. El “como hermenéutico” se distingue del
“como apofántico” reflejado en las proposiciones porque realiza un pre-entender
originario, elemental e interpretativo de las cosas del mundo circundante del ser-ahí. Por
ejemplo, entramos a un martillo gracias a martillar, utilizando el martillo “como”
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medio, por ejemplo, para clavar un clavo, sin malgastar palabras, de modo pre-
lingüístico, como modo de comportamiento.
De aquí, en ¿Qué es la hermenéutica?, Grondin extrae dos conclusiones:
Antes del lenguaje constituido por proposiciones y enunciados, está el habla que
constituye una dimensión originaria y fundante, siendo, por tanto, el lenguaje
proposicional una dimensión derivada y fundada en el habla. El lenguaje es, pues, una
totalidad de palabras que tienen la calidad de entes intramundanos y el carácter de lo “a-
la-mano”. Sin embargo, el lenguaje puede despedazarse en palabras como entes “ante-
los-ojos”. Al habla le son inherentes como posibilidades el oír y el callar.
Según el parágrafo 16 de Ser y tiempo, el carácter de “ser-ante-los-ojos” de lo “a-la-
mano” se hace visible en los casos de: 1) sorpresa (en la traducción de Gaos) o
llamatividad (en la traducción de Rivera Cruchaga), 2) impertinencia (en la traducción
de Gaos) o apremiosidad (en la traducción de Rivera Cruchaga); y 3) insistencia (en la
traducción de Gaos) o rebeldía (en la traducción de Rivera Cruchaga).
3) Insistencia o rebeldía
Crítica de Ricoeur: la desconfianza hacia el lenguaje
proposicional obturaría el retorno de la ontología a la
epistemología
Una hermenéutica no metodológica de las ciencias del espíritu: Gadamer (1900– 2002)
El sujeto del juego no es la subjetividad, sino que el juego mismo es una realidad que
supera todo subjetivismo. El juego prima frente a la conciencia del jugador a tal punto
que, según Gadamer, se adueña de los jugadores, los mantiene hechizados, enredados en
las reglas e instrucciones que constituyen la verdadera esencia del juego. Grondin
ejemplifica esta noción no subjetivista de “juego” de Gadamer diciendo que “el jugador
de tenis responde a la pelota que se le envía, el bailarín sigue el ritmo de la música, el
que lee un poema o una novela se deja prender por lo que lee” (¿Qué es la
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hermenéutica?, p. 74). Aquí se puede visualizar, por un lado, el primado del “juego” de
tenis, de baile, de lectura, etc., sobre la conciencia de los “jugadores”. Por el otro, el
“jugador” se encuentra implicado en un encuentro que propone el juego, encuentro del
que saldría transformado por lo que el encuentro con la verdad, repensada bajo el
modelo del juego, encarnaría al mismo tiempo un encuentro con uno mismo.
Y agrega:
Añade que comprender o aplicar un texto del pasado significa traducirlo a nuestra
situación y escuchar de él una respuesta elocuente a las preguntas de nuestra época. De
aquí que la subjetividad no sea dueña del sentido o sinsentido de las cosas. Y también
dice que el carácter histórico de la aplicación excluye la idea de un punto cero del
entender porque el entender mismo es un diálogo comenzado antes que nosotros.
Tal como Gadamer describe la hermenéutica de la aplicación, ésta obedece así a la
lógica de la pregunta y la respuesta. Entender algo significa haber aplicado algo de tal
modo a nosotros que encontramos en ello una respuesta concreta a nuestras preguntas
recogidas y trasformadas por la tradición. El entender se desarrolla así como realización
histórico-transmisora de la dialéctica de la pregunta y respuesta.
El entender queda definido como relación y, más precisamente, como diálogo referido a
la conciencia histórico-efectual. Por un lado, la conciencia pierde así la autonomía de
poseerse a sí misma. Por otro lado, para Gadamer el carácter hermenéutico del diálogo
es la característica universal de nuestra experiencia lingüística del mundo. De aquí
nuevamente un intento, aunque distinto al de Dilthey, de conciliar lo histórico y lo
universal, ahora en el medio lingüístico en el que, como veremos, se dice el ser.
Dice Gadamer en Verdad y método:
El tema de la “cosa” del diálogo va a ser fundamental para entender a Ricoeur así que
retengamos este tema.
Siguiendo con esta presentación sumaria de Gadamer, él sostiene que “el ser que se
puede entender, es lenguaje”. Grondin aclara que lenguaje, diálogo y juego son en
Gadamer estructuras intercambiables. Esto es conceder carácter básicamente dialógico
al lenguaje contra el predominio de la lógica proposicional. “El lenguaje no se realiza en
proposiciones, sino como diálogo”, de modo inseparable del contexto motivacional,
siendo la proposición, como lo era en Heidegger, una mera abstracción. En este diálogo
no hay proposiciones sino preguntas y respuestas que provocan nuevas preguntas. El
diálogo arraiga así en nuestra existencia interrogativa, un diálogo que ninguna
proposición puede reproducir del todo. Esto no implica caer en lo místico o inefable ya
que nuestra experiencia lingüística tiene un carácter lingüístico por principio.
Ahora bien, como el diálogo se rige por la lógica de la pregunta y la respuesta, la tarea
hermenéutica pasa a asociarse a la dialéctica, toda vez que por “dialéctica” entendamos
el arte de preguntar, el arte de llevar una auténtica conversación. ¿De dónde extrae su
carácter “auténtico” una conversación? Gadamer piensa que la autenticidad de la
conversación exige de los interlocutores que no hagan valer sus opiniones personales,
que no argumenten en paralelo, sino que pongan bajo la dirección del tema sobre el que
se orientan; bajo la “cosa del diálogo”. En el caso de la interpretación de textos, esta
subordinación de los dialogantes a la “cosa” de que se habla, exhorta al intérprete a no
desviarse hacia las vivencias intelectuales del autor –es decir, a no extraviarse en la
interpretación técnica (psicológica) de Schleiermacher– sino, por el contario, proceder
de manera socrática en búsqueda de una aspiración hacia la verdad.
Básicamente, la tarea que heredaría Ricoeur, al que dedicaremos el próximo encuentro,
sería, por un lado, ver cómo introducir una instancia crítica en esta conciencia de
pertenencia a una historia efectual para que sin perder su espesor ontológico, la
hermenéutica retome su enclave epistemológico. Por otro lado, ver si el reinado de las
cosas dichas no es más manifiesto cuando la lingüisticidad de la que trata Gadamer
deviene aquella forma de escrituridad propuesta, con las variantes, del caso por Dilthey,
es decir, cuando la mediación del lenguaje deviene texto. Esto es, en lugar de la “cosa”
del diálogo de la que habla Gadamer, la “cosa” del texto, al brindar una instancia de
fijación y, por tanto, de estabilidad al habla viva, nos sitúa en el umbral de la reflexión
hermenéutica de Ricoeur.
Reproduzco lo que se trazara en el pizarrón respecto a la posición de Gadamer:
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Aclaro que si bien se hace un desarrollo aquí de algunos puntos fundamentales del
desarrollo de Gadamer, que en ningún caso agotan su pensamiento, en el encuentro del
viernes 8 de junio, no llegué a dar Gadamer, por lo que se verá al comienzo del próximo
encuentro del 15 de junio.
¡Gracias! Nos vemos el próximo encuentro para terminar con la hermenéutica filosófica
u ontológica introduciendo el planteo de Gadamer y por fin internarnos en la propuesta
hermenéutica de Paul Ricoeur.
Adjunto al esquema completo como anexo al teórico, introduciendo incluso Gadamer
que, insisto, no se llegó a dar. Este esquema completo no se pudo trazar en teóricos por
cuestiones de espacio (la limitación del pizarrón), pero lo reproduzco integralmente con
la intención de que tengan una mejor visión de conjunto de los hitos fundamentales de
los que se trató de dar cuenta en este encuentro (incluyendo Gadamer, aún cuando aún
no se vio, pero es abordado por Ricoeur en “La tarea de la hermenéutica desde
Schleiermacher y desde Dilthey…” junto a Schleiermacher, Dilthey y Heidegger).
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ESQUEMA DE HERMENÉUTICA
2) Gadamer (1900-2002)
La tarea de la hermenéutica se liga al desvelamiento de la
“verdad” más que al “método”
VERDAD: se vincula a:
- el JUEGO reina sobre la subjetividad del jugador
sin por ello car en el “objetivismo” epistemológico
cientificista.
- Los PREJUICIOS relacionados con la triple
estructura de anticipación heideggeriana, aparecen
como la “realidad histórica”. Es la distancia histórica
la que distingue los prejuicios legítimos de los
ilegítimos Wirkungsgeschichte [historia efectual]
que
resulta imposible de objetivar.
- La tarea de la APLICACIÓN: que forma un todo
orgánico con la comprensión
- La LÓGICA DE LA PREGUNTA Y DE LA
RESPUESTA La “cosa” del diálogo como arraigo
ontológico de la hermenéutica gadameriana.
Tarea de Ricoeur:
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