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Derechos Humanos: ¿Un Consenso Utópico?, desde una mirada multidisciplinar

Se ha señalado regularmente por la doctrina en todos los ámbitos del conocimiento, que la mejor
forma de romper con el mito utópico es cuando esta entra y se establece en una situación crítica,
en ese sentido; vale pensarse si los Derechos Humanos y los impactos regulatorios como lo son
la Declaración Universal de los Derechos Humanos se constituyen como tales en utopías a la luz
de la praxis, y si su cenit o fracaso; si quiere pensarse, se corresponden a lo que en la industria se
llamaría defecto de fábrica, es decir, si el carácter universal de un Derecho atiende de manera
correspondiente a las realidades de los pueblos.

Ante todo, la retorica sobre los Derechos Humanos se ha reconstruido como un lenguaje de
resistencia civil y emancipatorio, inclusive vinculados al desarrollo de una política de progreso,
bajo ese entendimiento Boaventura de Sousa Santos1, ha señalado que desde la posguerra y en las
últimas décadas del siglo XX, fue naciendo una cultura jurídica cosmopolita, pues se ha fundado
una comprensión trasnacional del sufrimiento humano y la opresión social, marcado por crisis
migratorias y entre otros fenómenos; tanto ha evolucionado esa forma, que el autor señala que se
ha establecido gradualmente un régimen de derechos humanos, donde colisionan organizaciones
no gubernamentales, las mismas que han creado la globalización de la resistencia y la
emancipación como los objetivos de los derechos humanos, reacción no más coherente ante la
desintegración en las sociedades de estos. Así las cosas, ante las desventuras que encontramos en
la praxis de los derechos humanos y sus regulaciones, la comprensión de tales, se ha configurado
como una amplia galaxia de luchas y discursos frente a distintas formas de opresión, explotación
y dominación bajo el manto de democracia, inclusive reducida a la representación y consignas
electorales. Sin embargo, una posición crítica tendría que proponerse explicar como es que ha
ocurrido esta transformación y los impactos sobrevinientes en la estructura ideológica de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Bajo ese marco introductorio/explicativo y recogiendo a Samuel Moyn2, es anacrónico el


discurso convencional sobre los derechos humanos, en tanto que traslada al siglo XVIII las
características de su concepto moderno, entonces, en esta presentación argumental, quiero
desarraigarme de las fuentes de los derechos humanos y sus doctrinas de la ilustración, o incluso,
viciar el texto con el mundo de la posguerra, no hacerlo sería un error metodológico, político y
cultural. Así pues, la legitimidad de cualquier discurso sobre derechos humanos, inclusive,
tendría un surgimiento contemporáneo, quizás no más de cincuenta años, pues la potencia actual
de la conversación sobre derechos humanos es una novedad, la búsqueda real de esos postulados
ideológicos de tolerancia, igualdad y paz no se encuentra en el pasado cercano ni remoto, yace en
la especificidad de hoy, de una articulación critica con las condiciones del presente, un presente
globalizado.

Visto el informe sobre derechos humanos en Colombia, más la comprobación evidente o los
hechos notorios, es posible determinar que no son más que el efecto frente a una abstracción al
1

Santos Boaventura de Sousa, Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido común en el derecho, Madrid, Trotta, p. 410.5
2

Ver Samuel Moyn, The Last Utopia, Human Rights in History, Cambridge, Belknap Press, 2012
2

considerarlos universales, y una respuesta a esta consideración paradójica sería asentir que lo
universal de los derechos humanos afecta el núcleo esencial del derecho, pues lo accesorio
podría considerarse afecto por circunstancias materiales, temporales, culturales y sociales. Pero
esta teoría así pensada, busca resolver un problema con una tensión, tensión entre lo general y lo
particular, el hecho es que mientras más generalizo más me alejo de realidades concretas, lo cual
no me dice nada como resolver problemáticas puntuales; y es ahí donde se configura un modelo
de derechos humanos que busca materializar la paz sustentada en tolerancia e igualdad con
resistencia, resistencia de minorías indígenas, sexuales, de género, raciales, migrantes, entre
otros grupos, los cuales se niegan y se emancipan de la idea que todas las personas deben encajar
en un molde de tinte universal homogéneo.

Construir esta aproximación multidisciplinar implica varios momentos argumentativos: 1. un


imperativo multidisciplinar respecto de un objeto practico multidimensional y multicultural. 2. El
desafío teórico/ideológico, practico e institucional para establecer una vista a escala de desarrollo
humano respecto de estos derechos, lo que implica, 3. La revisión imprescindible y crítica de lo
relativo a la equidad, la tolerancia y la paz ante la pretensión soberana del derecho. De tal forma,
estas tesis provisionales y en estado experimental, pretende una aproximación a una temática
compleja, buscando establecer un constructo preliminar para abordarlo en forma sistemática, así
pues, se trataría no solo de presentar unos elementos que avalen la postura, si no principalmente
de dar intentos de respuesta, que apunten a horizontes de indagación no solo insinuados, que
toma ideas y sugerencia teóricas y refiere cuestiones, temas, autores y también presupuestos
indicativos, para determinar así un consenso utópico que identifica a democracia con derechos, y
en definitiva atendiendo a Daniel Herrera3, la construcción del ideal de vida social y política que
un día el pueblo griego inició dentro de un horizonte histórico vital.

Los derechos humanos, empezando, son más de carácter humano que derecho, esto es,
primordial y principalmente humanos; como vivencias sociales, que son susceptibles de
emplazar y crear hechos sociales, es decir, acontecimientos históricos. En definitiva, acciones
humanas con la potencialidad necesaria para inmiscuirse en las condiciones prevalecientes,
producir situaciones precipitadas, acciones humanas que alteran el orden prevaleciente,
modifican el ámbito que domina en el espectro político, esto más allá de su positivización, pues
si de lo que se trata es, de analizar el andamiaje ideológico, pues la mejor forma, es comprender
los derechos humanos como comportamientos teórico-prácticos, cursos de acción y dichos
lingüísticos que son en si acciones de rechazo, de incomodidad, gestos de indignación frente a
una raíz de abuso, es decir, paz, tolerancia e igualdad obtenidas con resistencia, y esa es la
inspiración de la Declaración. Leída esta y abordada en forma acuciosa solo puede comprenderse
su sustento ideal en practicas de resistencia ante abusos, de el tiempo de su creación y de ahora,
solo que hoy día, resalta matices diferenciales respecto de la universalidad lo que puede
constituirse en una dificultad de aplicación y ante eso los índices de vulneración.

Desde una postura naturalista y liberal, los ideales que inspiraron la declaración y todo el sistema
de derechos humanos, no son más que la contraposición a su carácter universal y eso paradójico,
porque la misma declaración es una pretensión universalizante, pero a decir verdad la misma
recoge una indignación o conversación acerca de los derechos como prácticos y discursivos que

Herrera, 1999:94
3

son en si inabarcables, lo que produce un desacuerdo sobre lo que son los derechos humanos en
realidad.

Afirmando así que, en las condiciones contemporáneas, ha de comprenderse los derechos


humanos como un proceso en construcción, una consigna que combina elementos teóricos
propiamente críticos y orientaciones políticas emancipadoras en correspondencia con las
condiciones socio-económicas, políticas, culturales del momento histórico.

Se dice que estamos ante un proceso en construcción porque el discurso critico no existe como
tal, la masa critica de los derechos humanos se encuentra en desconstrucción, constituida por la
revisión de las tendencias ideales en curso, no obstante, la conexión entre el discurso de los
derechos humanos y el proceso globalizador sólo puede aparecer comprensible si mediado por
una matriz teórica básica, dotada de principios constructivos y operacionales, práctico materiales
y también conceptual-culturales generados por las condiciones inherentes de la globalización, sus
tendencias determinantes y sus tensiones polarizantes.

El statu quo de una sociedad globalizada muestra que, por un lado, las orientaciones económicas
hacen posible la fuerte tendencia a la homogeneidad, cultura y tecnología estándares, hábitos y
modas de consumo y producción de todo el mundo; sin embargo, por otro lado, se fortalece la
heterogeneidad cultural a partir de la prueba de diferencias de raza, religión, identidad cultural e
incluso diferentes tipos de vida. Decidido en estas condiciones, sociedad y cultura conviven en
una paradoja de tensión y es ahí donde el idealismo de tolerancia toma sentido, lo que en
definitiva provoca la paz.

El nuevo discurso de los derechos humanos puede ser reconocido como el campo discursivo de
la mediación no sólo un referente normativo, la afirmación de la universalidad en Occidente y su
correspondiente cuota de violencia, su afirmación y las condiciones de realización (universalidad
impura) Entre la matriz; y el cuestionamiento radical del relativismo cultural y el particularismo
étnico, racial, religioso y lingüístico: el desafío multicultural a Occidente.

De esta forma, resolver problemas o luchas contra riesgos producidos por los propios países
desarrollados, como la contaminación ambiental, el cambio climático, las megaciudades y la
limpieza de materias primas, requieren un enfoque interdisciplinario y ahora deben incorporar
temas de tecnología avanzada.

Según la sugerencia anterior, la promoción de la interdisciplinariedad es ideológica, o más


precisamente, no pertenece al ámbito ideológico, ¿es esto razonable? Desde la perspectiva de la
modalidad epistemológica, la ideología responde a una especie de encubrimiento,
desconocimiento, falsa conciencia, precientífico, ambiguo y falso conocimiento específico. Por
su parte, la ideología procesada desde la modalidad sociológica es una forma de interpretación de
los temas previos o temas de la realidad, a partir de una determinada posición en la extracción u
origen de las clases y / o la lucha entre ellas.

La globalización también ha cambiado el significado contemporáneo de la soberanía política y


legal y, por lo tanto, ha exacerbado el debilitamiento de la estructura estatal frente a los cambios
dinámicos en el panorama global. El traspaso de la posición central del Estado (y de su
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soberanía) es de enfrentamiento y colisión, lo que determina el espacio y la era de la


incertidumbre, y es provocado por nuevos tipos de violencia (algunas situaciones extremas,
como el terrorismo y la violencia del narcotráfico en ciertos casos). países, e incluso genocidio y
genocidio). Depuración étnica) En este caso, con la participación del Estado, los derechos
humanos (legales, políticos y morales) se encuentran en una tensa ambigüedad crítica.

La irracionalidad del pluralismo y la heterogeneidad está reñida con el universalismo y la


homogeneidad, que, aunque erosionados, siguen prevaleciendo e inseparables de la silueta del
Estado. La tensión radica entre los derechos humanos (en el que el horizonte del conocimiento y
los derechos ha estado tradicionalmente activo en términos del reconocimiento universal y el
principio de igualdad universal) y el multiculturalismo (donde se reconocen las diferencias de
pertenencia cultural e identidades específicas), que surgen cuando la cultura necesidades de
grupos dispares, reacios a aceptar significados universalmente válidos, valores y objetivos de la
cultura occidental. incomprensible), el espacio político Se dice que el valor de la igualdad global
se integra a partir de conceptos universales y las condiciones de identidad putativa que nutren la
causa.

Pero lo que prevalece es el enfrentamiento práctico e intelectual, y la naturaleza inevitable del


conflicto de valores inherente al impulso histórico que rige la opinión y las formas políticas
occidentales, y su cultura (incluidos los derechos humanos). Por lo tanto, el conflicto se precipita
hacia el área política decisiva y la lucha por el reconocimiento es la condición de construir y
comprender los derechos humanos básicos. En esta discusión surge el desafío teórico, político e
institucional del pluralismo cultural, el tema de los derechos humanos ocupó un lugar central,
tanto como tema de crítica, ya que su construcción y fundamentación se llevaron a cabo según la
clave de una cultura (el estilo del monocultivo). así como desarrollando una discusión para
reevaluar, redefinir y volver a verificar el discurso y la teoría de los derechos humanos frente a
las condiciones modificadas de nuestra comunidad global.

Tal explosión, de la que ahora se administran los fragmentos, se ha producido como


consecuencia de su éxito, esto es, en virtud de la aparente victoria del modelo occidental a escala
global. Se trata efectivamente de algo de eso, pero se vislumbra o se debiera vislumbrar algo más
que el saludo apologético a la victoria del modelo occidental, la exclamación de que la historia
ha llegado a su fin o el lamento derrotista en contra de la homologación universal que el tipo
occidental habría inducido. Se asiste a una rebelión cada más extensa e intensa de «las políticas
de la diferencia», reivindicadas desde diversos ámbitos, de cara al modelo universalista
occidental y unas ansias de igualdad materia ante las diferencias marcadas por la globalización,
lo que es desarrollo de la declaración universal de derechos humanos.

De estos elementos básicos comienzan a delinearse los perfiles del desafío multicultural y los
retos en igualdad material, que en definitiva son el marco orientador para la paz.

Por tanto, puede ser apropiado reconsiderar ampliamente los componentes de la trinidad
moderna de revolución y liberación: libertad, igualdad y fraternidad; estas promesas previenen
una mala transición al posmodernismo.
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La histórica disputa, de varios siglos, entre liberalismo, socialismo y democracia se ha


focalizado casi en exclusividad en los polos de la libertad y de la igualdad. Sobre esta tensión
bipolar se ha desarrollado el complejo de las doctrinas políticas, económicas y sociales
contemporáneas referidas a los grandes modelos políticos ideales y sus correspondientes modos
de composición: liberal democracia, socialdemocracia, socialismo liberal.

El discurso multicultural, como se sabe, proviene de tradiciones arraigadas, más bien, al curso de
la filosofía política del liberalismo y del relativismo cultural en clave antropológica. Las
modalidades críticas de la teoría crítica de Marx y de la genealogía de los mecanismos del poder,
desarrollados por Foucault, son susceptibles de soportar explicativamente la condición de las
minorías culturales, en un código diferente al del discurso filosófico, político y cultural moderno
de raíz liberal.

En la Modernidad capitalista, por primera vez en la historia, la igualdad, la libertad, la


ciudadanía son reconocidas como principios emancipatorios de la vida social. En consecuencia,
las formas de desigualdad y las exclusiones tienen que ser justificadas como excepciones o como
incidentes de un proceso social que no puede, por principio, reconocerlos como legítimos o
consustanciales a su modo de ser social. No hay en el discurso moderno o contemporánea
política social legítima más que aquella que busque y determine los instrumentos para minimizar
la desigualdad y debilitar la exclusión. No obstante, cuando el modelo de la Modernidad
converge y se restringe al desarrollo capitalista, las sociedades modernas asisten a la
contradicción entre los principios de emancipación que apuntan a la igualdad y la integración
social, enfrentados a los principios de regulación, que rigen los procesos de desigualdad y
exclusión generados por el mismo desarrollo capitalista.

Conviene evitar dos equívocos de implicaciones negativas a fin de encarar el desafío suscitado
por el multiculturalismo y que pueden complicar sobremanera la posibilidad de una apropiación
normativamente adecuada del tema. Los procesos de construcción política de la identidad de
grupo poseen decisivos componentes de elección y estrategia y son dependientes del contexto. El
concepto de multiculturalismo refiere, entonces, no a grupos e identidades colectivas como tales,
sino a la dimensión cultural y política de los mismos y a los contextos sociales y políticos,
movimientos, discursos, políticas y arreglos institucionales correspondientes. El
multiculturalismo, en sentido amplio, incorpora no sólo diferencias meramente culturales, sino
que involucra un principio capaz de subvertir la propia homogeneidad de la nación, tal es su
concepto de comunidad político-cultural.

Lo decisivo es que incorpora al conflicto de valores, al pluralismo de valores no sólo como


diversidad de creencias e ideales éticos personales, sino como modos sociales de vida
compartidos, dotados de necesidades diferentes. Por el contrario, las capacidades, virtudes y
valores humanos se consideran, en este debate, abocadas al conflicto, cargadas
contradictoriamente en virtud de su heterogeneidad y las apreciaciones valorativas diferenciadas,
por ello es que las diversas concepciones de humanidad resultan ser limitadas y parciales.

El desafío multicultural de la política, la cultura, la evaluación e incluso la percepción ha


aumentado a un grado drástico de urgencia las democracias occidentales, los patrones de
coexistencia y las instituciones políticas y sus leyes. El estrés crítico indica que el núcleo del
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problema debe reactivarse en el pensamiento crítico. Reencuadrar el debate entre culturas, en


esta perspectiva emergente, será crucial para comprender y abordar las complejidades, errores y
paradojas del pensamiento popular. La contribución del pluralismo cultural (y su versión
equilibrada en el debate público liberal) al debate contemporáneo, bajo la gran urgencia de la
globalización, incluye la inclusión como clave sagrada para solucionar dilemas teóricos y
prácticos sociedades contemporáneas; Este es el argumento básico, y la razón fundamental de
este imperativo multicultural, que no debe perderse.

Ante esta inquietante perspectiva, ¿qué papel jugará la democracia, al menos? En primer lugar, la
transformación fundamental está sujeta a una serie de problemas principales (preguntas) que se
miden y que deben asumirse históricamente. Una herramienta maravillosa para cuestionar la
democracia es la cuestión de la explotación, una intención crítica apoyada, como vemos aquí, en
el proceso de desigualdad (la negación de la igualdad), que hoy pretende resolverse de manera
predominante y desconocida, no marginalmente. Sin embargo, la cuestión de la definición ya no
puede plantearse de la manera clásica, basada principalmente en indicadores socioeconómicos y
discurso social. Por lo tanto, el tema de la integración de una dimensión cultural crítica, está
llamado a un enfoque comparativo de las consecuencias culturales de la globalización.

Si la vocación de la democracia, como institución política típica de Occidente, se define


liberalmente en virtud de un fundamento individual, impone una situación de soledad como
condición de posibilidad del pensamiento, librar la soledad hasta la tristeza y el desamparo ante
este desarraigo de la individualidad frente a la comunidad, produce paz por la tolerancia y la
igualdad material o equidad. Así queda una tensión no resuelta entre la autonomía individual y la
determinación de la pertenencia a la colectividad

Con todo y a todas luces evidente que tanto la argumentación como las conclusiones
provisionales aquí enunciadas expresan ideas en construcción, se constituyen así en momentos
en el desarrollo. Ello significa asumir el hecho de la perdida de potencialidades emancipatorias
de los derechos humanos y el empeño de que el quehacer teórico adopte una finalidad correctiva
de la deficiente evolución teórica, jurídica y política del discurso.

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