AlimentosprobióticosGUILLEN MORALES
AlimentosprobióticosGUILLEN MORALES
AlimentosprobióticosGUILLEN MORALES
INGESTA DE ALIMENTOS
PROBIÓTICOS Y BENEFICIOS
PARA LA SALUD
FACULTAD DE FARMACIA
1
UNIVERSIDAD DE SEVILLA
GRADO EN FARMACIA
FACULTAD DE FARMACIA
2
RESUMEN
La obesidad es considerada actualmente uno de los principales problemas de salud
pública a nivel mundial. Debido a su creciente prevalencia y a su alta comorbilidad con
otras enfermedades son cada vez más los estudios que intentan abordar esta enfermedad
desde diferentes perspectivas. Gracias al desarrollo tecnológico y a los grandes avances en
el campo de la genómica nutricional se ha conseguido establecer un nexo de unión entre
nutrición, obesidad, microflora y probióticos. Existen numerosos estudios que demuestran
que la modificación de la microbiota puede desencadenar en el hospedador una tendencia
a la obesidad y a otras enfermedades metabólicas e inmunológicas. Dicha afirmación se
basa en estudios metagenómicos recientes, los cuales han determinado que existen
diferencias en la microbiota intestinal de individuos delgados y obesos. Las diferencias
observadas se basan fundamentalmente en la presencia, en los individuos obesos, de una
microbiota con capacidad de extraer una mayor cantidad de energía de la dieta. Entran en
juego así los probióticos, los cuales han sido tradicionalmente utilizados para paliar
enfermedades sobre todo a nivel gastrointestinal. Aunque aún no se conoce bien el
mecanismo de acción de los mismos, hay estudios que señalan que la modificación de la
microbiota ejercida por determinadas cepas de probióticos podría ofrecer una nueva vía
para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Los hallazgos demuestran que las
acciones son realizadas por cepas específicas de probióticos, destacando aquellas
pertenecientes a los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium. Es necesario profundizar en
el estudio de los probióticos para poder así esclarecer los diferentes mecanismos de
acción y definir objetivos claros. Se pone además en entredicho si las empresas
encargadas de la comercialización de los mismos siguen criterios de calidad adecuados y
respetan las normas de etiquetado.
3
ÍNDICE
1. Introducción 5
2. Objetivos 7
3. Metodología 7
4. Resultados y discusión
4.2. Microbiota
4.3. Probióticos
5. Conclusiones 34
6. Bibliografía 35
4
1. INTRODUCCIÓN
La palabra probiótico deriva del griego pro y bios y significa “a favor de la vida” (Lilly y
Stiwell, 1965). Lilly y Stillwell fueron los primeros en usar el término probiótico, lo
emplearon con la finalidad de describir aquellas sustancias que, secretadas por un
organismo, tienen la capacidad de estimular el crecimiento de otro. Más concretamente,
los probióticos eran considerados “especies de protozoos que, durante su fase de
crecimiento logarítmica, producen sustancias capaces de aumentar dicha fase logarítmica
en otras especies”.
Para poder entender el mecanismo de acción de los probióticos y los posibles efectos que
podemos llegar a conseguir con la administración de los mismos, tenemos que conocer en
profundidad la flora bacteriana intestinal y los microorganismos que la componen.
5
La relación del anfitrión con su flora es de simbiosis, el anfitrión proporciona hábitat y
nutrientes, y la microbiota contribuye de modo importante a la fisiología del anfitrión. La
composición de la microbiota viene condicionada por los alimentos y bebidas que
ingerimos, y a su vez, esta composición va a influir en el aprovechamiento e integración en
nuestro cuerpo de determinados nutrientes. Por tanto, la alimentación juega un papel
fundamental en la homeostasis de la microbiota intestinal, si la alimentación no es
correcta (exceso de calorías, falta de micronutrientes...) la microbiota se verá afectada y
modificada. Esta posible modificación de la microflora no solo es perjudicial para la salud
intestinal del hospedador, sino que además puede conllevar a una tendencia a la obesidad
o al padecimiento de otras enfermedades (Turnbaugh y cols., 2008).
Entran en juego ahora los probióticos; además de una alimentación correcta, la ingesta de
probióticos puede contribuir a la mejora y reequilibrio de la microflora intestinal, y por lo
tanto, a la mejora de la salud del hospedador. La aplicación de la genómica nutricional a la
industria alimentaria ha conducido a la producción de alimentos nutrigenómicos, llamados
actualmente “alimentos funcionales”, dentro de los cuales se ven incluidos los probióticos
(Sutton, 2007).
Hasta ahora, los beneficios de los alimentos con probióticos se habían centrado en la
función intestinal. Dada la gran importancia que ha adquirido en estos últimos años la
obesidad, sobre todo en los países más desarrollados, y la posible relación de la
microbiota intestinal con dicha patología, nos ha parecido de gran interés indagar en la
relación entre ingesta de alimentos probióticos y posibles beneficios para la salud en
relación a la obesidad.
6
2. OBJETIVOS
3. METODOLOGÍA
7
4. RESULTADOS Y DISCUSIÓN
La obesidad es, actualmente, uno de los principales problemas de salud pública debido a
su creciente prevalencia y a su alta comorbilidad con diversas enfermedades como el
síndrome metabólico, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. La obesidad se
produce como consecuencia de un desequilibrio positivo y prolongado entre la ingesta de
comida y el gasto energético, que conlleva un aumento excesivo de la grasa corporal (Sanz
y cols., 2009). El estilo de vida sedentario, caracterizado por la poca actividad física y unido
a la llamada “dieta del oeste”, donde predomina el consumo de grasas saturadas, son los
principales desencadenantes de esta nueva epidemia llamada obesidad (Fock y Khoo,
2013). Es correcto pues el término epidemia, ya que afecta a un porcentaje desorbitado
de personas alrededor de todo el mundo, concretamente en Estados Unidos es el
problema de salud más importante, ya que afecta a un tercio del total de la población
(Flegal y cols., 2010).
8
obesidad se cobran más vidas de personas que la insuficiencia ponderal.
En 2014, alrededor del 13% de la población adulta mundial (más de 600 millones
de personas) eran obesos; un 11% de los hombres y un 15% de las mujeres.
Tal y como podemos ver en las Figuras 1 y 2, América es el continente más perjudicado
por esta enfermedad.
Figura 1. Valores medios por países de Índices de Masa Corporal de la población femenina
(OMS, 2015).
9
Figura 2. Valores medios por países de Índices de Masa Corporal de la población
masculina (OMS, 2015).
Tanto el tipo de alimentación como la cantidad de actividad física que realizamos están
condicionados por el mundo en el que vivimos, un mundo que ha sufrido un cambio
drástico en la alimentación a su vez que ha fomentado un estilo de vida sedentario a causa
de la industrialización y de progresos en la automatización y en los transportes (Reid y
cols., 2003). El problema principal reside en la falta de adaptación de nuestro genoma a
estos cambios en el estilo de vida y la alimentación. En el trascurrir de los años, donde
nuestra forma de vida y nuestras costumbres han cambiado a una velocidad excesiva,
nuestro genoma ha permanecido casi intacto (tasa de mutación de apenas el 0,3% por
millón de años) consiguiendo así un fenotipo enfermo causado por la ingestión de calorías
en exceso y la carencia de micronutrientes (Constantin y Wahli, 2013).
10
La posesión de este fenotipo enfermo conduce no solo a problemas de obesidad sino
también a determinadas alteraciones metabólicas tales como el aumento de triglicéridos,
reducción de lipoproteínas HDL, aumento de la presión sanguínea y aumento de la
cantidad de glucosa en sangre. Este conjunto de modificaciones dentro del organismo
constituyen la principal manifestación del llamado síndrome metabólico, el cual aumenta
considerablemente el riesgo de sufrir otras enfermedades como la diabetes tipo II o
ciertas patologías cardiacas.
Dada la gran importancia que ha adquirido en estos últimos años la obesidad, sobre todo
en los países más desarrollados, vamos a centrarnos en la influencia que ejerce la flora
bacteriana en la absorción, trasporte y almacenamiento de nutrientes y por lo tanto, su
posible relación con la alimentación y la obesidad. Elucidar las diferentes acciones que
ejerce la microbiota en el cuerpo humano nos va a permitir comprender ciertas funciones
de los probióticos y establecer así una relación entre ingesta de alimentos probióticos y
posibles beneficios para la salud en relación a la obesidad.
11
4.2. Microbiota
12
de la microbiota en las diferentes poblaciones según la edad, costumbres, enfermedades y
exposición a determinados factores (Burcelin y cols., 2012).
13
La microbiota intestinal, debido a la relación de mutualismo que tiene con el hospedador,
es capaz de influenciar sistemas fisiológicos mediante la modificación de la motilidad
intestinal, de la homeostasis de la barrera intestinal, de la absorción de nutrientes y de la
distribución de la grasa (Kashyap y cols., 2013). Como consecuencia de esta influencia de
la microflora sobre la funcionalidad de diversos tejidos podemos establecer una clara
relación con posibles enfermedades y patologías desarrolladas en dichos tejidos –
obesidad, enfermedad del hígado graso no alcohólica (NAFD), diabetes y síndrome
metabólico. La influencia de la microbiota en la posible inducción de la obesidad y en el
metabolismo del hospedador empieza con la percepción sensorial de los alimentos.
Existen estudios que han demostrado la relación entre la microflora y la percepción de
alimentos como grasas saturadas y endulzantes como la sacarosa (Ojeda y cols., 2016). La
microbiota está también relacionada con la saciedad, la motilidad y a absorción de grasas
a través de la regulación del sistema nervioso entérico y enteroendocrino.
En 2004, Bäckhed y cols. demostraron que los ratones libres de gérmenes, a pesar de
consumir un 30% más de alimento que su congéneres convencionales (con microbiota),
tenían un 42% menos de grasa total. Al ser colonizados por microbiota de ratones
convencionales, incrementaron, en solo 10 días, su grasa corporal total en un 57%, todo
ello, pese a la disminución del consumo de alimentos y al aumento de actividad. Partiendo
de este hecho, toca ahora elucidar cuales son los mecanismos y rutas metabólicas que
emplea la microbiota y de qué forma se pueden modificar mediante la dieta y el uso de
probióticos.
14
cadena corta (sí absorbibles) y gases como dióxido de carbono, metano e hidrógeno
(Wong y cols., 2006). La colonización del intestino por parte de la microflora eleva la
utilización de polisacáridos indigeribles, modula genes que afectan la deposición grasa y
energética, incrementa el ingreso de glucosa en el intestino y la fermentación de
carbohidratos hasta ácidos grasos de cadena corta en el intestino distal, su absorción y
adicional estimulación de la síntesis di novo de triglicéridos en hígado (Bäckhed y cols.,
2004).
Entre los ácidos grasos de cadena corta (SCFA) producidos a nivel intestinal destacamos el
acetato, el propionato y el butirato; la proporción de los mismos a nivel intestinal varía de
40:40:20 a 75:15:10 dependiendo de la dieta del hospedador (Macfarlane y Macfarlane,
2003).
15
Como podemos ver en la Figura 4, la microbiota intestinal tiene la capacidad de modificar
el metabolismo energético del hospedador. Partiendo de la formación de SCFAs y
monosacáridos, es capaz de influenciar la expresión de determinados genes del
hospedador a través de complejos mecanismos (Xu y cols., 2003).
16
Los SCFAs y demás compuestos resultantes de la acción de la microbiota representan
alrededor de un 10% de la energía total absorbida por el hospedador, dichos SCFAs
contribuyen a la estimulación a nivel hepático de la gluconeogénesis y de la lipogénesis. La
producción de triglicéridos se produce a través de la activación, por parte de los SCFAs
absorbidos, de la proteína de unión al elemento de respuesta a carbohidratos (ChREBP) y
de la proteína de unión al elemento de respuesta del esterol (SREBP) (Towle, 2001). Los
triglicéridos formados son secretados al torrente circulatorio en forma de VLDL
(lipoproteínas de muy baja densidad) y en forma de quilomicrones. En las personas
obesas, con altos niveles de SCFAs además de la modificación de los niveles sanguíneos de
colesterol se pueden producir cambios en la sensibilidad a la insulina, llegando incluso a
desencadenar una resistencia a la misma.
Dichos SCFAs pueden actuar además como moléculas de señalización interactuando así
con determinados receptores ligados a proteína G como son los receptores Gpr41 y Gpr43
expresados fundamentalmente por las células enteroendocrinas del epitelio intestinal
(Brown y cols., 2003). Son principalmente el butirato y el propionato los que actúan como
ligandos del receptor Gpr41, el cual estimula la secreción de leptina, hormona que
proporciona al cerebro una sensación de saciedad (Xiong y cols., 2004). Tanto el
propionato como el butirato y el acetato actúan como ligandos del receptor Gpr43, el cual
cuando está activado se encarga de inhibir respuestas inflamatorias (Maslowski y cols.,
2009). Además de estos mecanismos, la activación de dichos receptores estimula la
expresión del péptido YY (PYY), el cual disminuye la motilidad intestinal, aumentando así
el tiempo de la digestión y permitiendo a las células intestinales absorber una mayor
cantidad de energía (Samuel y cols., 2008).
No solo a este nivel puede haber complicaciones, tal y como hemos dicho, los SCFAs, a
través de un determinado mecanismo producen la liberación de leptina (hormona
saciante). Si el organismo del individuo ha estado habituado a altos niveles de SCFAs, en el
momento en el que se disminuyan la cantidad de los mismos la sensación de saciedad será
mucho más difícil de alcanzar que si lo comparamos con una persona normal.
Pero no todo queda ahí, el balance de energía está también asociado a otro modulador
llamado Fasting-induced adipocyte factor (Fiaf) (Backhed y cols., 2004). Fiaf es un
inhibidor circulante de la lipasa lipoproteica (LPL), la cual hidroliza los triglicéridos
circulantes convirtiéndolos en ácidos grasos libres (AGL). Estos AGL se depositan
principalmente en el tejido adiposo y en una mínima cantidad en el músculo. Ciertos
microorganismos presentes en la microbiota tienen la capacidad de disminuir la expresión
de Fiaf, aumentándose así la cantidad de LPL circulante. La actividad incrementada de LPL
conduce a una mayor incorporación de ácidos grasos a la célula y a la acumulación de
triglicéridos en el tejido adiposo (Preiss-Landl y cols., 2002).
18
asociada a AMPK1, enzima que funciona monitoreando los niveles de energía en el
organismo. Tras su activación por parte de la adiponectina, la AMPK estimula la oxidación
de ácidos grasos en tejidos periféricos y conduce a una disminución de los niveles de
glucógeno en el hígado e incremento de la sensibilidad a la insulina (Backhed y cols.,
2007). En estados de obesidad, la cantidad de adiponectina disminuye, causando así la
desactivación de AMPK, decrece por tanto la oxidación de ácidos grasos y aumenta la
entrada de estos al hígado (Yamauchi y cols., 2002).
1
Proteín quinasa activada por AMP, complejo enzimático capaz de fosforilar enzimas que participan en el
consumo y generación de ATP, disminuye o incrementa la expresión de ciertos genes involucrados en procesos
como la lipogénesis.
2
Cambios cualitativos y cuantitativos en la flora intestinal y que producen efectos negativos en el hospedador.
19
En el restante 10% de la microbiota intestinal se incluyen microorganismos tanto Gram
positivas (Actinobacteria) como Gram negativas (Proteobacteria y Verrumicrobia) (Esteve
y cols., 2011).
Hay autores que han demostrado que la composición de la microbiota intestinal está
relacionada con la obesidad (Sanz y cols., 2009), concretamente Ley y cols. (2005) han
asociado la obesidad a aumentos en la abundancia relativa de Firmicutes y reducciones
proporcionales en la abundancia de Bacterioidetes.
20
Además de esta variación en la proporción relativa de Firmicutes y Bacterioidetes se
observó también un gran aumento en los niveles de Mollicutes 3 (microorganismos
pertenecientes al grupo de los Firmicutes) en aquellos ratones que habían seguido la
llamada dieta del Oeste.
3
Término que se usa para describir las bacterias que carecen de pared celular tales como Mycoplasma. Usamos el término
solo en el sentido filogenético para hablar de una clase de bacterias con una historia evolutiva común basada en su ARN
16S.
4
Índice usado para medir la biodiversidad específica de una población, contempla la cantidad de especies presentes en el
área de estudio (riqueza de especies), y la cantidad relativa de individuos de cada una de esas especies (abundancia).
5
Programa informático creado por Schloss y Handlesman en el 2005 y usado para la definición de las unidades
taxonómicas operacionales y para la estimación de la riqueza de especies.
21
Si vamos un paso más allá descubrimos que esta modificación de la microbiota incita
además, a una mayor tendencia a la obesidad. Hay estudios que refuerzan la hipótesis de
que determinados microorganismos presentes en la microbiota pueden inducir la
expresión de un fenotipo obeso. La presencia de ciertos microorganismos o un número
anormalmente elevado de determinadas cepas puede modificar la capacidad por parte del
hospedador de utilizar la energía disponible en los alimentos. Para comprobar esta
hipótesis, Turnbaugh, procedió al trasplante de parte de la microbiota cecal de ratones
con Obesidad Inducida por la Dieta (DIO) a ratones sin microbiota. Hizo lo mismo con
ratones que seguían una dieta normal, parte de la microbiota cecal de uno de estos
ratones fue trasplantada a ratones libres de gérmenes. Ambos grupos de ratones (todos
con peso inicial similar) se sometieron a una dieta equilibrada durante 14 semanas,
posteriormente fueron sacrificados y su porcentaje de masa grasa se midió utilizando una
técnica llamada Dual Energy X-ray Absorptiometry (DEXA). El resultado (Figura 7)
corroboró la hipótesis anteriormente mencionada: Los ratones que poseían una
microbiota asociada a DIO tenían un porcentaje de masa grasa mayor con respecto a sus
congéneres con microbiota normal. Usando la prueba T-Student’s para comparar ambas
muestras se observó la siguiente diferencia de peso: 43.0±7.1 vs 24.8±4.9; p<0.05
(Turnbaugh y cols., 2008).
La llamada dieta del oeste provoca cambios que comienzan a nivel de la microbiota
intestinal para finalmente desembocar en modificaciones tanto a nivel hepático como
biliar y por supuesto intestinal.
22
4.3. Probióticos
Los probióticos son, tal y como hemos dicho anteriormente y según la definición de la
FAO, microorganismos vivos que, cuando son administrados a un huésped en cantidades
adecuadas, le confieren beneficios a la salud (FAO/WHO, 2002). Entre las funciones más
básicas y conocidas que realizan los probióticos podemos destacar la reducción de la
incidencia o gravedad de las infecciones gastrointestinales, la mejora de las defensas del
organismo y la mejora de las funciones intestinales (Howlett, 2008). Pero actualmente,
gracias a los avances en la tecnología y a los diferentes estudios y experimentos
realizados, se ha demostrado el importante papel que juegan los probióticos en la mejora
de complicaciones y enfermedades asociadas a desórdenes metabólicos incluyendo la
obesidad y la resistencia a la insulina (Sheng y cols., 2014).
Son varios los criterios a seguir a la hora de elegir una cepa probiótica. Además de
corroborar que dicha cepa sea segura y no provoque daños, hemos de verificar que tenga
la capacidad de conferir beneficios al hospedador. Los probióticos han de sobrevivir y
mantener intactas sus características hasta alcanzar la parte de tracto gastrointestinal
donde realizan el efecto deseado. Aunque todavía existe poca información sobre las dosis
y la frecuencia de consumo necesaria para garantizar la efectividad de los probióticos, en
general, se considera necesario que diariamente entre 𝟏𝟎𝟗 y 𝟏𝟎𝟏𝟎 organismos viables
alcancen el intestino delgado. Por ello, se sugiere que estos productos mantengan unos
valores de viables de 𝟏𝟎𝟔 -𝟏𝟎𝟕 CFU/mL o g ya que muchos se degradarán durante el
proceso de digestión (Ouwehand y cols., 2002).
La cepa seleccionada debe satisfacer una serie de requisitos tecnológicos, como por
ejemplo que sea cultivable a gran escala, estable genéticamente y que mantenga sus
propiedades a la hora de ser introducido en un producto de venta al público. Es necesario
además que los efectos beneficiosos para la salud vengan demostrados por estudios
clínicos realizados en un número adecuado de sujetos y en comparación con un placebo,
23
dichos estudios deben ser ciegos6 y randomizados7. El conjunto de directrices para la
evaluación de los probióticos para uso alimentario puede resumirse en el siguiente
esquema publicado por la FAO/WHO, en mayo de 2002 (Figura 8):
6
Estudios en los que el paciente no sabe si está tomando el producto a estudiar o el placebo.
7
Asignación aleatoria de los sujetos que pertenecerán al grupo experimental y al grupo placebo.
24
Es esencial que los microorganismos que componen una cepa probiótica sean
correctamente identificados a nivel de género, especie y cepa, para garantizar que se trata
de microrganismos presumiblemente inocuos y de grado alimentario (GRAS). Cabe
destacar además que los efectos beneficiosos no se pueden atribuir de forma generalizada
a un género o especie, sino que dependen de la cepa. Por eso, es necesario profundizar en
su identificación a nivel intraespecífico, mediante métodos de caracterización fenotípica y
genotípica, a fin de asociar un determinado efecto con una cepa concreta, y poder realizar
su seguimiento en estudios tecnológicos, clínicos y epidemiológicos (Sanz y cols., 2003).
Las pruebas «in vitro» para la selección de probióticos de uso en humanos incluyen
(Collins y cols., 1998):
a) Resistencia a la acidez gástrica y a las sales biliares.
b) Adherencia al mucus y las células epiteliales, ya que se consideran propiedades
que los probióticos deben poseer para ejercer efectos inmunomoduladores y
excluir la adhesión de patógenos.
c) Habilidad para reducir la adhesión de la flora competitiva y actividad
antimicrobiana que favorezca el desplazamiento de patógenos.
d) Capacidad para hidrolizar las sales biliares.
Pese a que las bacterias utilizadas se consideran seguras (GRAS) es necesario demostrarlo
realizando una evaluación de la inocuidad de la cepa, las cuales se ven sometidas a las
siguientes pruebas de caracterización (FAO/OMS, 2002):
a) Resistencia a antibióticos, verificando la ausencia de genes de resistencia
transferibles.
b) Actividades metabólicas perjudiciales (p. ej., producción de ácido D-láctico).
c) Estudios epidemiológicos sobre posibles efectos adversos en los consumidores.
d) Determinación de la producción de toxinas y capacidad hemolítica, si la cepa
pertenece a una especie potencialmente productora.
e) Ausencia de infectividad en animales inmunodeprimidos.
25
Para declarar que un producto tiene un efecto probiótico, deben seguirse una serie de
especificaciones, las cuales fueron propuestas por la FAO en el 2002. En la etiqueta de
dicho producto debe figurar:
- El nombre de todos los microorganismos, con su género, especie y cepa.
- El número mínimo viable de cada cepa de microorganismos. Este número debe reflejar
la cantidad de los mismos presentes a la fecha de caducidad, no la del momento de
producción.
- La información sobre las condiciones apropiadas de almacenamiento.
- Declaraciones sobre su eficacia y estos deben ser verdaderos y claros. Deben estar
basados en estudios documentados de eficacia en humanos para cada cepa presente
en el producto. También debe contemplar el efecto del vehículo o ingredientes activos
adicionales.
- Indicaciones sobre su uso, incluyendo el nivel de consumo recomendado basado en los
estudios de eficacia llevados a cabo en humanos. Se debe definir a qué consumidores
puede beneficiar el producto en el caso de los suplementos probióticos, aunque en el
caso de alimentos y bebidas probióticas toda la población es considerada como
posible consumidor.
Doce años después de que la FAO hiciera público su informe acerca de los probióticos, la
Nature Reviews Gatroenterology & Hepatology ha publicado un nuevo documento
realizado por expertos de la International Scientific Association of Probiotics and
Prebiotics (ISSAPP) con el fin de actualizar los conocimientos adquiridos sobre los
probióticos durante estos años. Uno de los principales objetivos de este documento es
revisar el nivel de evidencia necesaria para distintas indicaciones de salud y destaca que
los probióticos requieren niveles más altos de evidencia. Se busca además conseguir
directrices más claras para la definición y uso de probióticos. La definición propuesta por
la FAO, que sigue siendo aplicable dentro de las comunidades científicas, industriales y
reguladoras, deja lugar a malas interpretaciones (como por ejemplo usar el término para
componentes bacterianos o bacterias con efectos no caracterizados para la salud). Se ve
reforzada además la idea de que el sólo hecho de que se administren microorganismos
26
vivos no justifica que un producto pueda denominarse probiótico. Es imprescindible que
se demuestre científicamente que tales microorganismos ejercen un efecto beneficioso en
la salud del consumidor. Cabe destacar además el uso erróneo del término probiótico, el
cual es a veces descrito como sinónimo de supuestos microorganismos beneficiosos
presentes en la microbiota. Cierto es que muchos de los microorganismos que constituyen
la microbiota humana son fuentes de probióticos, pero hasta que estos microorganismos
no vengan aislados y correctamente caracterizados no se pueden definir como probióticos
(Hill y cols., 2014).
Entre las diferentes especies sometidas a estudio adquieren una gran importancia
aquellas pertenecientes al género Lactobacillus. Podemos destacar cepas como
27
L.rhamnosus PL60 y L.plantarum PL62 que han demostrado ser capaces de reducir la
cantidad de grasa acumulada en el tejido adiposo de ratones. Esta habilidad se basa en la
capacidad que tienen dichos microorganismos de producir ácido linoleico conjugado
(CLA) (Lee y cols., 2006). Estudios realizados en ratones y en humanos han demostrado
que determinadas cantidades de CLA en el tejido adiposo pueden reducir la masa corporal
(Blankson y cols., 2000). El organismo humano no es capaz de producir niveles
importantes de CLA a partir de ácido linoleico, es por ello que estas cantidades de CLA han
de ser administradas a través de la dieta mediante el uso de probióticos (Chin y cols.,
1992). Experimentos realizados por Rosberg-Cody y cols. (2011) demostraron obtener
cantidades significativas de CLA en el tejido adiposo de ratones tras el uso de probióticos.
Entre los estudios realizados con diferentes cepas de Lactobacillus podemos destacar los
siguientes:
- A ratas con diabetes inducida por alto consumo de fructosa durante 8 semanas se les
administró L. acidophilus NCD14 y L. casei NCDC19, los resultados obtenidos indicaron
una mejora de los marcadores de glucemia sanguínea y el metabolismo lipídico (Yadav
y cols., 2007).
- Estudios realizados por Yoo y cols., (2013) demuestran que ciertas cepas de L.
plantarum y L. curvatus, a una dosis de 1010 CFU/día de cada una de las cepas
(duración del experimento: 9 semanas), tienen la capacidad de disminuir la expresión
de la LPL y de ciertos genes encargados del trasporte de ácidos grasos. Disminuyendo
los niveles de LPL se formarán menos ácidos grasos, posteriormente, el depósito de
28
dichos ácidos grasos en el tejido adiposo disminuirá gracias a la inhibición de la
expresión de ciertos genes que se encargan del transporte de los mismos.
Otra de las especies que han adquirido una gran importancia son aquellas pertenecientes
al género Bifidobacterium (incluidos dentro del filo Actinobacteria). Ciertas especies como
B. breve y B. dentium, juegan un papel similar a Lactobacillus, ya que son también
productores eficientes de CLA (Coakley y cols., 2003). Ratones que siguieron una dieta rica
en grasas demostraron reducir su aumento de peso tras la administración de B. breve
(Kondo y cols., 2010). Además de su actuación a nivel del ácido linoleico, diferentes cepas
de Bifidobacterium han demostrado actuar a otros niveles, como por ejemplo el hígado,
donde consiguen disminuir la reserva de lípidos (Yin y cols., 2010).
8
Enzima que regula la biosíntesis y oxidación de ácidos grasos usando como cofactor la biotina, cataliza la
reacción de adición de un grupo bicarbonato al acetato para obtener malonato.
29
4.3.3. Alimentos probióticos en el mercado. Perspectivas futuras.
30
Los productos que contienen probióticos comercializados actualmente se pueden dividir
en tres tipos:
31
Figura 9. Derivados lácteos probióticos que se comercializan en España (Sanz y cols.,
2003).
32
El futuro de los productos probióticos está en conseguir el reconocimiento de las
propiedades saludables que se le atribuyen. Por ello, los probióticos siguen siendo objeto
de continuos estudios científicos relacionados con la salud gastrointestinal y cuentan con
el respaldo de entidades como la NICE (National Institute for Health and Care Excellence)
en Europa y la AGA (American Gastroenterological Association) en Estados Unidos. El
hecho de que aún no se haya conseguido ninguna declaración de propiedad saludable no
implica que los probióticos no puedan jugar un papel fundamental en el mantenimiento y
mejora de la salud tal y como demuestra la gran cantidad de bibliografía publicada.
33
5. CONCLUSIONES
Dado lo expuesto en este trabajo, la meta principal sería lanzar al mercado un producto
con probióticos el cual posea una declaración de propiedad saludable que afirme que
puede ser utilizado contra la obesidad. Para alcanzar este objetivo se requieren
numerosos estudios que sean aceptados por la EFSA.
Estamos ante un campo muy dinámico desde el punto de vista científico y comercial y, por
ello, resulta necesario actualizar y contrastar periódicamente la información científica, los
avances en las regulaciones aplicables a estos productos y la información que finalmente
está recibiendo el consumidor.
34
6. BIBLIOGRAFÍA
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