Resumen Argentina 3

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¿Anticomunistas, antiestatistas, antiperonistas?

La “nacionalización” de la Doctrina de Seguridad Nacional en la


Argentina y la legitimación del golpe de estado de 1966
Cecilia Míguez

Resumen
En agosto de 1964, el general Juan Carlos Onganía, Comandante en Jefe del Ejército, asumió públicamente la Doctrina de
Seguridad Nacional elaborada en los Estados Unidos. El discurso anticomunista y antipopular venía creciendo durante todo
el gobierno de Arturo Illía (1963-1966). El presente artículo analiza cómo fue utilizada la idea de las fronteras ideológicas
por parte de las FFAA y de los sectores dominantes, principalmente para justificar la proscripción del peronismo –partido
político mayoritario- y al mismo tiempo legitimar el golpe de estado en 1966.
La Doctrina de Seguridad Nacional fue utilizada en ese período como argumento contra el comunismo, pero en el caso
Argentino también contra el peronismo, y contra la intervención del estado en la economía.

Introducción
Al igual que en otros países de América Latina, la Doctrina de Seguridad Nacional elaborada en los Estados Unidos fue
adoptada por las Fuerzas Armadas en la Argentina en la década de 1960, modificando las tradicionales hipótesis de
seguridad, e iniciando de modos heterogéneos la formación de militares para la persecución y combate del denominado
“enemigo interno” comunista.
En agosto del 64 elgeneral Juan Carlos Onganía, Comandante en Jefe del Ejército y líder de una fracción conocida con el
nombre de azules, asumió públicamente la adopción de dicha doctrina. Fue el corolario de un proceso paulatino de
construcción de un discurso anticomunista y sobre todo antipopular que venía acrecentándose desde los inicios de la
década.
Arturo Illia (1963 -1966), cómo fue utilizado el discurso sobre las “fronteras ideológicas”, por parte de las FFAA, y de los
sectores dominantes y sus corporaciones, para justificar la proscripción del partido mayoritario, el peronismo, y al mismo
tiempo legitimar la necesidad del golpe de estado en la “inoperancia” o “inmovilidad” del presidente. Proceso que
denominamos nacionalización de la Doctrina de Seguridad Nacional.
En síntesis, afirmaremos que en el período 1963-1966, el peligro de la “amenaza comunista” fue utilizado principalmente
como argumento contra toda movilización popular, para mantener la proscripción del Partido Justicialista (peronismo) y
para impugnar los rasgos de estatismo y nacionalismo económico que expresaban algunas de las políticas de Arturo Illia.
Llevó adelante un proceso de “modernización autoritaria” basado en la concentración y extranjerización de la economía.

2. La guerra fría en el escenario latinoamericano


El asesinato de Kennedy y posterior ascenso de su compañero de fórmula Lyndon Johnson abrió paso a ciertas
modificaciones, empezando por un reforzamiento de la intervención militar, en el marco de la aceptación de la doctrina de
las “fronteras ideológicas”.
Durante este período, la estrategia estadounidense en la región fue presionar a los gobiernos estableciendo condiciones
para el otorgamiento de ayuda financiera, y por otra parte, promover la formación en el ámbito de las Fuerzas Armadas.
Se destacó la Escuela Militar de las Américas, organizada en 1963 y ubicada en Fort Gulick, zona del canal de Panamá,
donde fueron adoctrinados miles de militares latinoamericanos para las llamadas “operaciones de contrainsurgencia”.
La política estadounidense en la región fue hegemonizada crecientemente por sectores dispuestos a motorizar, apoyar o
reconocer golpes de estado que se realizaran en nombre de los valores occidentales y contra el avance del comunismo
internacional.
Durante la década de 1960, la penetración económica a través de las grandes corporaciones industriales y de los
organismos financieros, e ideológica, por medio del fortalecimiento de los vínculos con las Fuerzas Armadas de la región se
tradujo en un creciente militarismo.
Bajo el gran paraguas del anticomunismo, las Fuerzas Armadas actuaron como elemento central para evitar el avance de
toda una amplia gama de políticas de carácter nacionalista, populista, reformista o revolucionario que cuestionaban las
estructuras dependientes y atrasadas del continente latinoamericano.

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En el caso argentino, la nacionalización de la Doctrina de la Seguridad Nacional implicó la persecución no solamente de los
movimientos políticos de ideología revolucionaria, sino también del peronismo, propuesta política basada en el
nacionalismo económico, el antimperialismo y la distribución del ingreso, y muy especialmente de sus derivaciones más
radicalizadas.
La influencia estadounidense en la región fue posibilitada por intereses internos y que la sucesión de gobiernos de facto no
puede explicarse unilateralmente en función de la política exterior de los Estados Unidos (Rabe, 2012: 30), sino que es
necesario explicar los factores nacionales que hicieron posible los avances de determinados intereses económicos, políticos
y estratégicos en cada país.

3. Panorama político argentino: las debilidades del gobierno de Illia (1963-1966)


Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransigente, había aplicado una política económica desarrollista, de aliento al
capital extranjero en las ramas de la industria pesada, combinada con una política exterior de alto perfil con un relativo
margen de autonomía respecto de los Estados Unidos. A partir de un pacto realizado con el líder exiliado, esa alianza se
había quebrado rápidamente, lo que dejó al gobierno sin base de apoyo que evitara su derrocamiento en marzo de 1962.
Durante su presidencia ocurrieron la Revolución Cubana y el lanzamiento de la Alianza para el Progreso, a la que puso
reparos por su calificándola como de carácter asistencialista. Por lo tanto, si bien la relación con los Estados Unidos había
comenzado siendo fluida producto de las condiciones económicas de la promoción de inversiones estadounidenses en el
país y la solicitud de un crédito del Fondo Monetario Internacional, las cuestiones políticas vinculadas a la guerra fría
distanciaron a los países5. Quien asumió el poder en ese contexto fue José María Guido, presidente de la Cámara de
Senadores, en una especie de “fachada institucional”.
Durante ese breve mandato se produjeron dos enfrentamientos entre fracciones de las Fuerzas Armadas. Esos
enfrentamientos fueron en septiembre de 1962 y abril de 1963. Lo que subyacía a ese clivaje era fundamentalmente la
posición respecto del peronismo pero desde la nueva lectura de la división del mundo en el contexto de la guerra fría. Los
azules – liderados por Juan Carlos Onganía y cuyos aliados civiles eran fundamentalmente los desarrollistas- planteaban
que era necesario incorporar al peronismo a la política, sin Perón, claramente, a través de un frente electoral, para evitar la
radicalización del movimiento. Como esgrimían que las fuerzas debían desempeñar un rol profesional, y no uno
directamente político, se autonodenominaron “legalistas”, y bautizaron a sus rivales como colorados. Estos últimos eran los
sectores liberales, tradicionalmente asociados al poder de los terratenientes agroexportadores, antiperonistas,
protagonistas del golpe contra Perón, mayormente pertenecientes a la Marina, y líderes del gobierno de facto que lo había
sucedido, la autodenominada Revolución Libertadora. Ambas fracciones de las FFAA se declaraban anticomunistas,
occidentales y cristianas, pero para los colorados, el peronismo era una especie de “antesala” del comunismo y debía ser
combatido y excluido del sistema político.
Ricardo Balbín radical y conservador . Esta línea partidaria no sólo había festejado el golpe contra Perón en 1955 (al igual
que los intransigentes) sino que había colaborado con muchísimos funcionarios civiles en la dictadura del general Pedro
Eugenio Aramburu (1956-1958).
El sector azul fue el bando triunfante en ambos enfrentamientos, pero en esas sublevaciones había quedado sellado una
especie de acuerdo con los derrotados. El comunicado nº 200 elaborado por los vencedores comunicó a la sociedad que se
realizarían elecciones presidenciales, pero con proscripción del peronismo. Así, en los comicios realizados en julio de 1963
participaron la UCRP –con la fórmula Arturo Illia y Carlos Perette, con vínculos con la fracción colorada de las FFAA-, la UCRI
-Oscar Alende y Celestino Gelsi- y una nueva fuerza política conservadora representativa del liberalismo conservador
antiperonista denominada Unión del Pueblo Argentino, cuyo líder era el ex dictador Aramburu. El resto de los partidos
tenían poco caudal de votos.
El presidente asumió con debilidades estructurales que se expresaron en el hecho de que el golpe fuera una amenaza
constante durante toda su gestión. Por un lado, su partido tenía fuertes vínculos con el sector colorado de los militares, que
habían sido derrotados en los enfrentamientos de 1962 y 1963, y por lo tanto, se encontraba en una relación de fuerzas
desfavorable respecto de los azules, cuyo mayor exponente, Onganía, era el Comandante en Jefe del Ejército
En efecto, y para remachar sobre esas debilidades, la política económica que aplicaría no satisfizo ni a desarrollistas
promotores de la industria y del capital extranjero, ni a sus aliados liberales. Caracterizada por el impulso a la demanda

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interna a través del gasto público y los diversos mecanismos de distribución del ingreso, sus rasgos de estatismo y
nacionalismo económico expresados en el ámbito interno e internacional provocarían rápidamente la ferviente oposición
de las corporaciones de los sectores dominantes, especialmente las nucleadas en Acción Coordinadora de Instituciones
Empresarias Libres (ACIEL), como la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Sociedad Rural Argentina (SRA).

4. Los avatares de la relación entre el gobierno y las Fuerzas Armadas en el contexto de la Doctrina de Seguridad
Nacional

Durante la presidencia de Guido (1962-1963) se había producido un acercamiento significativo entre Argentina y Estados
Unidos desde el punto de vista militar, ya que el gobierno local colaboró con el bloqueo naval y aéreo de Cuba.
El “neutralismo” no tenía ya lugar en un mundo donde “los que no se oponen o son comunistas o ignorantes o
interesados”.
Pero uno de los primeros temas de conflicto que se presentaron entre las FFAA y el gobierno fue la negativa de este último
a aprobar una legislación que involucrase directamente al Ejército en la lucha anticomunista. El antecedente de la
participación de los militares en la represión política había sido el Plan Conintes, elaborado por Juan Domingo Perón
durante su segunda presidencia (1952-1955) y puesto en funcionamiento por primera vez por Frondizi entre marzo de 1960
y agosto de 1961. Este plan permitía al presidente declarar el "estado Conintes", restringir la vigencia de los derechos y
garantías constitucionales y habilitar la militarización de la sociedad. Ello incluía declarar zonas militarizadas a los
principales centros o ciudades industriales, y habilitar a las Fuerzas Armadas en allanamientos y detenciones salteando por
fuera de las normas constitucionales. En 1962 se había declarado nuevamente el “estado Conintes”. Ya en 1963, ante el
avance de la nueva concepción de la seguridad nacional formulada por Estados Unidos, los militares buscaban
directamente la aprobación de una nueva legislación que permitiera su accionar en la represión política de toda actividad
que pudiera ser considerada como “infiltración marxista”.
En mayo de 1964, el gobierno dio un paso fundamental en el acercamiento y convalidación de la política estadounidense
en la región. Argentina, representada por su canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz, firmó con el embajador Mc. Clintock un
convenio de cooperación militar con el país del norte, que se basaba en la aceptación del nuevo concepto de la seguridad
continental, reemplazando la doctrina de la amenaza externa por la interna, es decir, la ideológica.
Por la explosión de una edificio, El secretario de guerra, general Ávalos, afirmó que se trataba de “un brote de agresión
castro-comunista, del terrorismo y de ideologías ateas y foráneas”
La crítica a la posición del gobierno frente al peronismo y al comunismo encontró unidos a azules y colorados. Mientras el
gobierno buscaba acercar posiciones con líderes peronistas como Augusto Vandor y Andrés Framini, un gran amplio
espectro opositor observaba temeroso la cuestión.
El primera plana “…los sacudones más decisivos, ciertamente, se jugaron en el plano castrense. Como muchos
observadores habían previsto, las noticias sobre contactos entre el peronismo y el gobierno, y el paralelo crecimiento de la
amenaza de subversión castrocomunista, sirvieron para hacer olvidar, momentáneamente, muchas de las diferencias de
criterio que en otros órdenes separan a los jefes militares que en setiembre de 1962 y abril de 1963 se enfrentaron en
bandos distintos”.
Para los sectores liberales asociados al poder de los terratenientes exportadores –cuyos aliados militares eran los
colorados-, el peronismo era su enemigo por definición, y asociarlo directamente con el comunismo, como una especie de
paso previo en un esquema de “colectivización”, le era sencillo y afín. Pero a partir de 1964, tanto colorados como azules
irían paulatinamente recrudeciendo su crítica hacia el gobierno, al que caracterizarían como “blando” respecto de la
“penetración de ideologías foráneas”. Para el caso de las corrientes desarrollistas (azules) de las Fuerzas Armadas, la
cuestión era un poco más compleja que para los liberales: su tarea era sumar a un sector del peronismo en función de una
estrategia de alianzas que permitiera iniciar un proceso de crecimiento industrial sobre la base de capital extranjero y
sustentado en políticas de un liberalismo heterodoxo.
Las versiones radicalizadas del movimiento peronista constituían una amenaza que requería ser combatida. Y en ello,
coincidía con el “gorilismo” de los colorados.

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Hasta 1965, el propio Onganía, Comandante en Jefe del Ejército, parecía estar dispuesto a preservar la institucionalidad, y
quienes se mostraban más proclives a dar por terminado el gobierno de Illia eran los propios colorados, que se
consideraban desplazados de las fuerzas, y no coincidían con el rumbo de la economía y de la política. Pero el argumento
de la ineficiencia del gobierno frente a la avanzada comunista continuaba. Y paradójicamente, en 1965, cuando la
frecuencia de esos actos de violencia decreció, y fuentes políticas, policiales y militares concordaban en que los grupos
guerrilleros surgidos en 1964 estaban desarticulados, las denuncias de la prensa continuaron, trasladándose al campo
cultural y a la política exterior del gobierno.
Quizás el fantasma del comunismo, era la carta para combatir al enemigo más cercano y fuerte: el peronismo combativo.
Luego de la normalización de la CGT durante la autodenominada “Revolución Libertadora” en 1957, el sindicalismo vivió en
forma paralela un proceso de radicalización ideológica –expresada en los Programas de La Falda y de Huerta Grande.
El programa de La Falda constituyó uno de los hitos fundamentales de la profundización de la lucha obrera durante el
período de proscripción.
La conciencia de la existencia de una parte del mundo explotada por el imperialismo de las potencias hegemónicas fue
articulándose en una lucha contra la dependencia y el sometimiento económico y político. Asimismo es inevitable hacer
referencia a la Revolución Cubana.
El Programa de Huerta Grande representó una profundización de los contenidos antioligárquicos y antiimperialistas del
peronismo, de acuerdo con el "giro a la izquierda" alentado por el General Perón desde Madrid.
Pero en la marco de la nueva estrategia de seguridad estadounidense, la cuestión que terminaría por alejar a los militares
azules fue el debate sobre el envío de tropas a Santo Domingo. Las diversas posiciones internas alrededor de la cuestión
dividieron aguas incluso dentro del gobierno. El canciller Zavala Ortiz fue quien apoyó la moción estadounidense de la
conformación de una Fuerza Interamericana de Paz, (FIP), alegando que para garantizar las condiciones pacíficas era mejor
“multilateralizar” la intervención, en lugar de que continuara siendo “unilateral”19. Por lo tanto, el voto argentino
favorable se asentó en esa posición, y es factible que Illia estuviera al tanto de esa decisión.
La fractura dentro del sindicalismo que se provocó luego del fracaso del Operativo Retorno definió la fractura de todo un
sector liderado por Vandor, dispuesto a llevar adelante una nueva estrategia de “peronismo pero sin Perón”,
distanciándose del líder27. Ello, como dijimos, sería un suelo propicio para los militares azules que buscaban obtener el
apoyo de cierto sector.
Serú García, mientras que Perón dio su apoyo a Corvalán Nanclares, que hizo campaña a través de la participación de Isabel
Perón. El amplio triunfo de este último frente al vandorismo y frente al radicalismo dejó varias lecciones: el vandorismo
enfrentado a Perón y derrotado, quedabalo que lo colocaba en una situación de mayor disponibilidad aun respecto de las
intenciones de los militares azules; los antiperonistas en su conjunto ya no podían dudar de que el peronismo continuaba
siendo la fuerza política mayoritaria; los opositores a Illia consideraron que la aceptación de las elecciones de Mendoza
eran signo de la debilidad del gobierno y del avance del peronismo, y con él del comunismo.
Volviendo a las cuestiones más estrictamente políticas, la amenaza latente de las elecciones provinciales de 1967 –
teniendo en cuenta ya el triunfo de las fuerzas neoperonistas en 1965- era la espada de Damocles del gobierno de los
radicales del pueblo. Anticomunismo y antiperonismo se entrelazaban en el discurso de las clases dirigentes que promovían
el golpe.

5. Las posiciones de los sectores económicos predominantes: anticomunismo, antiestatismo, antiperonismo.


Las principales corporaciones representativas de los intereses de los sectores dominantes se enfrentaron al gobierno de
Illia. La UIA y la SRA, ambas pertenecientes a ACIEL, fueron las principales opositoras, y en particular, a través de Faustino
Fano, presidente de la SRA y Jorge Oría, titular de ACIEL, que asistirían en primera fila a la asunción de Onganía luego del
golpe de junio de 1966.
Por un lado, la consolidación y hegemonía del capital extranjero radicado en la industria durante la presidencia de Frondizi
había redefinido las relaciones económicas y sociales de los distintos sectores. Algunas políticas concretas implementadas
por Illia representaban al menos una traba para el predominio y despliegue de algunos grandes monopolios industriales
instalados en el período anterior, por ejemplo la anulación de los contratos petroleros, la Ley “Oñativia” de medicamentos,

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el control de divisas y de cambio, la oposición frente a algunas exigencias del FMI y la implementación del salario mínimo
vital y móvil.
Los terratenientes nucleados en la SRA se vieron afectados por los controles aplicados en el mercado cambiario y por una
política agrícola que se proponía implementar una reforma tributaria y que había prorrogado los arrendamientos durante
los primeros meses de su gestión,en beneficio de pequeños y medianos productores.
Los partidos políticos conservadores, especialmente UDELPA, directamente sostenía que el gobierno era “duro” con la
empresa privada y “blando” con el sindicalismo peronista y la izquierda marxista. Esperaban que el gobierno aplicara una
política represiva, y la actitud adoptada frente al Plan de Lucha durante todo 1964 fue considerada incluso como tolerante
con la “penetración comunista”
Primera plana. En las páginas de la revista, y en especial en las citadas columnas, se dejaba entrever que en la Argentina, el
problema fundamental era el avance del peronismo, ya que los radicales se habían comprometido a levantar su
proscripción. Ese tópico se iría profundizando a partir de la derrota del oficialismo en las elecciones legislativas de marzo de
1965. Desacreditar al gobierno, alentar el temor al peronismo y promover el golpe de estado, eran tres elementos que se
articulaban en forma cada vez más lineal y directa en el discurso de la revista. Y la nueva doctrina de seguridad fue utilizada
a esos fines.
El general Aramburu, líder de UDELPA, declaraba en el diario La Prensa que la inquietud en aumento podía derivar en un
golpe de estado, y puntualizaba cuatro causas: la infiltración comunista en los sindicatos, la anulación de los contratos
petroleros, el crecimiento del peronismo y la negativa a la participación en la fuerza militar en República Dominicana.

La misión militar francesa en la escuela superior de Guerra y los orígenes de la Guerra Sucia, 1957-1962
Daniel H. Mazzei

El Ejército argentino experimentó grandes transformaciones durante la segunda mitad de los años cincuenta. Tras el
derrocamiento del general Perón, en septiembre de 1955, el sector “liberal” del Ejército buscó reemplazar la Doctrina de
Defensa Nacional vigente al tiempo que inició un profundo proceso de “desperonización” que significó el retiro de al menos
500 oficiales y miles de suboficiales entre 1955 y 1958.
La tradición militar francesa estrechó sus relaciones con el Ejército argentino, con el que ya estaba vinculado desde el
gobierno de Perón, y se transformó en dominante durante el período 1957-1962.
La gradual reconversión de la doctrina de defensa y el estudio de estas nuevas formas de guerra se inició en la Escuela
Superior de Guerra (ESG), principal centro de formación teórica del Ejército y ámbito natural en el que mejor y más
rápidamente se manifiestan estos cambios. La renovación temática, programática y pedagógica de la Escuela Superior de
Guerra comenzó hacia 1957, y se reflejó –inmediatamente– en su principal órgano de difusión, la Revista de la Escuela
Superior de Guerra.
A partir de 1957 los temas se diversificaron y se prestó mayor atención a las “nuevas formas de guerra”, la Atómica y la
Revolucionaria.
El objetivo de este trabajo es estudiar la influencia doctrinaria y metodológica del Ejército francés sobre el Ejército
argentino entre 1957 y 1962, no sólo a partir de la actuación de la misión militar en la Escuela Superior de Guerra sino
también de la experiencia de los militares argentinos que realizaron cursos en Francia, principal destino de los oficiales que
se capacitaron en el exterior durante esta etapa.
- Comenzaré describiendo la particular situación del Ejército francés en la segunda posguerra.
-En la segunda parte, recorreré el desempeño de la misión francesa en la Escuela Superior de Guerra y de los oficiales
argentinos que pasaron por aulas francesas.

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-En la tercera parte desarrollaré los conceptos de Guerra Revolucionaria y Guerra Subversiva, que me permitirán relacionar,
a continuación, el papel de la población en la Guerra Revolucionaria con la redefinición del enemigo, el desarrollo de la
“comunidad informativa”.
-Finalmente, los argumentos que llevaron a los franceses primero, y luego a los argentinos, a justificar la práctica de la
tortura.

I
El Ejército francés enfrentó, desde noviembre de 1954, su segunda guerra colonial de posguerra. Durante la primera, en
Indochina (1946-1954), debieron luchar contra un enemigo diferente, no tradicional: los guerrilleros del Viet Minh que,
liderados por Ho Chi Minh, tenían el apoyo de la China de Mao Tse-Tung y la Unión Soviética. Después de siete años, en
mayo de 1954, la guerra culminó con la rendición de la guarnición francesa de Dien Bien Phu, y la aceptación –humillante
para los franceses– de los acuerdos de Ginebra que dividieron el territorio vietnamita en dos sectores separados por el
paralelo 18º Norte. A menos de seis meses de la caída de Dien Bien Phu, el 1º de noviembre, estalló en Argelia una rebelión
nacionalista, encabezada por el Frente de Liberación Nacional (FLN). El conflicto era otra muestra del proceso de
descomposición del imperio colonial francés, y comprometió a la inestable IVª República Francesa.
Los paracaidistas, su ideal consistía en salvar lo que quedaba del imperio colonial frente al avance del comunismo
internacional del que era cómplice (según acusaban) el propio Charles De Gaulle.
Derrotados, decenas de oficiales veteranos de la guerra de Argelia se incorporaron a la Organization Armée Secrete (OAS),
un grupo terrorista de extrema derecha que enfrentó al mismo tiempo a los rebeldes argelinos y a la Vª República. Sin
embargo, los atentados y la violencia indiscriminada no pudieron impedir los acuerdos de Évian que culminaron con la
independencia de Argelia en julio de 1962.

II
La misión militar francesa contó con el apoyo de un grupo de oficiales argentinos que habían realizado cursos de
capacitación en distintos centros de Francia, en particular la Ecole Superieure de Guerre de Paris, donde se formaba la elite
de aquel Ejército.24 La Ecole tenía como objetivo seleccionar y adiestrar a un grupo reducido de oficiales que se destinarían
a los Estados Mayores. A ese grupo se sumaban representantes de países aliados, incluyendo la Argentina.25 A su regreso
al país la mayoría de los oficiales se desempeñaron en la dirección de la Escuela Superior de Guerra.}

III
El Ejército argentino nunca utilizó la terminología norteamericana sobre “contrainsurgencia”. Por el contrario,
prevalecieron las categorías “guerra contrarrevolucionaria” y “lucha contra la subversión”, utilizadas por el Ejército francés.
Ambas expresiones reflejaban, en su origen, conflictos de naturaleza diferente que –con el tiempo– se tornaron sinónimos.

Ejército francés de 1956 definía la Guerra Subversiva en estos términos:


Guerra dirigida dentro del territorio dependiente de una autoridad de derecho o de hecho, considerada como enemiga por
una parte de los habitantes de dicho territorio, apoyada y reforzada o no desde el exterior, con el objeto de arrebatar a
dicha autoridad el control sobre ese territorio o por lo menos paralizar su acción en el mismo.

La Guerra Revolucionaria era,


En su sentido más literal, [...] una operación emprendida no sólo para cambiar un grupo de dirigentes y la orientación
política de un gobierno, sino también, y sobre todo para derribar el orden social preexistente, con el objeto de instaurar
otro sistema construido sobre bases distintas.
De estas definiciones se infiere que –en su origen– todas las guerras revolucionarias eran subversivas, pero que no todas
las guerras subversivas eran revolucionarias.

6
Luego de la derrota en Indochina. Para ellos detrás de cualquier enemigo estaba (siempre) el comunismo. Uno de estos
veteranos, el capitán Jacques Mercier sostenía –en un folleto que aún puede encontrarse en la Biblioteca de la Escuela de
Guerra– que el extremo nacionalismo del FLN argelino no era real sino una creación artificial de largo aliento “de los
teóricos marxistas” que seguía el siguiente proceso:
1. Fabricar artificialmente si es necesario, un nacionalismo reivindicativo.
2. Poner a la potencia colonial en papel de acusado.
3. Asegurar el triunfo del movimiento nacionalista por el despojo de la potencia capitalista, si es necesario por la
insurrección armada.
4. Un tiempo después del reconocimiento de la independencia provocar una crisis económica y social asegurando el éxito
del partido comunista local y permitiendo la sovietización.
“El conflicto actualmente en desarrollo en todo el mundo “libre” no es sino una guerra, REVOLUCIONARIA, concebida,
preparada y conducida por el marxismo-leninismo con vistas a la conquista del poder total en el Mundo.”

En la práctica, para los teóricos franceses (y sus discípulos argentinos), si todos los conflictos del mundo forman parte de
una misma y única Guerra Revolucionaria a es cala planetaria por la conquista del mundo, todas las Guerras Subversivas
son, al mismo tiempo, Revolucionarias y, por ende, ambos términos se convierten en sinónimos.

IV
Las máximas de Mao: “La población es para la subversión lo que el agua para el pez”, a partir de la cual elaboraron toda su
teoría de Guerra Contrarrevolucionaria.41 En términos militares la población se transformó en “el terreno”, en “el campo
de batalla”, y las fronteras que separaban a los adversarios ya no eran geográficas sino psicológicas.
La generalización (y el abuso) de la idea de que el enemigo puede estar escondido entre la población, divide en forma
maniquea a toda la sociedad, transformando a todo opositor no ya en un aliado potencial del comunismo sino en
“subversivo”
Según esta interpretación, en toda guerra revolucionaria el “enemigo” se oculta y se mimetiza en medio de la población
con el apoyo de la misma. Por ello, en la lucha contrarrevolucionaria el problema clave reside en la forma de obtener
información (renseignement) para conocer la estructura organizativa del enemigo
Según quienes elaboraron esta doctrina, los interrogatorios son el principal instrumento para obtener información y debe
recurrirse a cualquier método para obtenerla, incluyendo la tortura de simples sospechosos. De esta forma, la tortura fue
aceptada como una práctica normal y cotidiana por los militares franceses y las tropas en Argelia. No obstante, sus
responsables no siempre utilizaron esa palabra sino que recurrieron a eufemismos tales como “métodos de acción
clandestina y contrarrevolucionaria”.
Solo el sufrimiento físico y el temor a la muerte lo harán hablar.
En primer lugar, al extenderse el estado de sospecha a toda la sociedad, la “inteligencia militar” tradicional ya no parecía
suficiente y se necesitaban servicios de informaciones más amplios y complejos. En Argentina, por ejemplo, se
multiplicaron y superpusieron los servicios de “informaciones” en todos los cuarteles y unidades, y decenas de oficiales y
suboficiales argentinos realizaron cursos de capacitación en temas relacionados con “informaciones” e “inteligencia”.
Al ampliarse la llamada “comunidad informativa” también adquirió un desarrollo particular el área de la acción o guerra
psicológica. Decía Clausewitz que uno de los objetivos de la Guerra es la conquista del territorio enemigo. En la Guerra
Revolucionaria el territorio es la población, por lo que el campo de batalla son las “mentes” y “el espíritu de los hombres”.

V
El Ejército argentino también había desarrollado durante esos años una organización territorial basada en el cuadriculado
(quadrillage) o compartimentación del terreno similar al que lo habían aplicado las tropas francesas en Argelia. De esta
forma, todo el país quedó dividido en áreas, zonas, y subzonas, formando una red que se extendía sobre todo el territorio,
basado en el concepto que la población es el terreno a conquistar y defender.64 La primera aplicación concreta de este
esquema territorial y del nuevo rol del Ejército como guardián del orden interno fue el Plan CONINTES de 1960. No

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obstante, en este caso, el propio Nougués reconoce que en la Argentina no había condiciones “favorables al desarrollo de
la subversión” comunista.
En la Argentina, el grupo social más receptivo a las teorías marxistas se limita a unos intelectuales [...] pero cuyo reducido
número no debe hacer subestimar su importancia por ser susceptibles de constituir los cuadros de la revolución. Después
de alistar a las masas bajo una bandera nacional, pueden, más o menos progresivamente, desviar el movimiento hacia el
castrismo, la democracia popular y el comunismo

VI
El fin de la influencia directa francesa sobre el Ejército argentino se produjo en 1962, al tiempo que aumentaba la influencia
norteamericana. Entre las situaciones que confluyeron para provocar este “cambio de guardia” encontramos, en primer
lugar, el alejamiento de la misión militar de la Escuela Superior de Guerra en el marco de la profunda crisis que afectaba al
Ejército francés y que culminó con el llamado “putsch de los generales”. Ese ejército, derrotado en Indochina,
empantanado en Argelia, había perdido todo criterio de jerarquía, subordinación y autoridad. Además, casi al mismo
tiempo, Cuba se declaraba socialista, John F. Kennedy lanzaba su “Alianza para el Progreso”

Medios de comunicación y representación política: el caso Primera Plana (1962-1966)


Elena T. Piñeiro

Introducción

Los medios de comunicación, además de cumplir una función testimonial respecto de la realidad inmediata, se han
convertido en actores que operan directamente sobre ella mediante la producción de ideologías, saberes, valores
En las décadas del 50 y 60 la concepción dominante atribuía una influencia decisiva a los medios en la formación de
ideologías y comportamientos. Desde esta perspectiva los medios parecían contar con un poder absoluto en la
construcción del sentido de la vida social y política frente a un sujeto receptor pasivo y exento de toda capacidad crítica
frente a la realidad.
El estudio de caso que proponemos refiere precisamente a un semanario de información general de este tipo, “Primera
Plana”, cuyo primer número apareció en Buenos Aires en noviembre de 1962 en un contexto político signado por la
proscripción del peronismo, el fracaso de la experiencia democrática e integradora del “frondicismo”, la crisis política y las
tendencias pretorianas de las fuerzas armadas. El pacto con los lectores se fundaba precisamente en la proclamada
independencia, imparcialidad y seriedad de la información que brindaba y en su autodefinición como “semanario de
información general”.
Sin embargo, esa autorrepresentación constituía una pantalla para enmascarar el verdadero objetivo: representar un
determinado proyecto ideológico-político y crear suficiente consenso entre el sector de público al que se dirigía para
ponerlo en práctica.
La mayoría de las investigaciones que hacen referencia a “Primera Plana” han puesto el acento en la función cultural que el
semanario cumplió al difundir la ideología de la modernización y en la posición favorable al golpe militar de 1966 que
adoptó junto con otros medios.
Nuestra hipótesis sostiene que el semanario se creó para representar el proyecto político deun determinado grupo de
actores cuyo objetivo era provocar un cambio estructural que permitiera la modernización y el desarrollo económico de la
nación por la vía autoritaria.
Hemos agrupado el material -la sección de Política Nacional- en unidades de análisis agrupadas en relación a tres períodos
centrales: el período pre-electoral (noviembre1962- julio 1963); el período de la presidencia de Arturo Illía hasta mediados
de 1965 y la campaña golpista que culminó en junio de 1966.

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Medio y contexto.
“Primera Plana salió a la venta en momentos en que el país atravesaba por una etapa de crisis e inestabilidad política que
había comenzado con el derrocamiento y posterior proscripción del “peronismo” en septiembre de 1955.
La vida económica fue alcanzando un creciente grado de adaptación a los modelos internacionales acentuándose la
influencia de las inversiones extranjeras en la transformación de los servicios, en las formas de comercialización y en la
modificación de los hábitos de consumo. Se produjo de este modo, una brecha entre un sector moderno y eficiente en
progresiva expansión, vinculado a las inversiones extranjeras y al consumo de los sectores acomodados y un sector
tradicional en proceso de estancamiento más ligado al consumo de los sectores de menor capacidad adquisitiva.
En este contexto llegó al poder y gobernó, Arturo Frondizi con un programa de desarrollo y modernización económica,
antiimperialismo e integración del peronismo que privilegiaba las relaciones con los factores de poder y fue derivando por
carriles de conflicto e inestabilidad.
Perdidos gran parte de los apoyos con los que había contado al principio, fue derrocado cuatro años más tarde por un
golpe militar que era parte de la grave crisis interna existente en las Fuerzas Armadas entre los sectores antiperonistas que
dominaban la cúpula y los sectores autodenominados profesionalistas o legalistas.
Salvada la continuidad institucional, el nuevo gobierno presidido por el vicepresidente 1° de la Cámara de Senadores, Dr.
José María Guido, debió afrontar, tanto en el gabinete como en el seno de las Fuerzas Armadas a cuya tutela estaba
subordinado, una lucha entre antiperonistas intransigentes dispuestos a mantener proscripto al peronismo aún a costa del
normal funcionamiento las instituciones, e integracionistas partidarios de una participación condicionada del peronismo y
del retorno a la legalidad.
Esta lucha se dirimió tras una amenaza de enfrentamiento armado entre ambas facciones militares del que salió triunfante
el grupo integracionista o "azul" que estaba asesorado por sociólogos y politólogos que compartían su enfoque.4
Su triunfo sobre los “colorados”5 tras la crisis de septiembre de 1962, permitió una reorganización ministerial que devolvió
a la palestra a los hombres vinculados al “frondizismo”. El objetivo del nuevo gabinete era encontrar una salida electoral
que permitiera reintegrar al peronismo a la vida política tomando los necesarios recaudos para neutralizar la influencia de
Perón. Al mismo tiempo se intentaba conformar una alianza análoga a la que había intentado el desarrollismo: una
coalición de productores interesados en modernizar el país con el apoyo de un ejército resueltamente industrialista. Era en
suma, un frente de desarrollistas bajo la hegemonía de los militares azules

Partidos y factores de poder. Partidos y factores de poder.


Luego de aludir a “un estado difuso de enfermedad mental” del ciudadano medio, que iba de la neurosis a la esquizofrenia
aguda, diagnosticaba la situación del país que estaba “trabado por una especie de parálisis”. Esta situación impedía que los
ciudadanos asumieran sus responsabilidades y los llevaba a negar los problemas y a esperar un "héroe" paternal y
autoritario” que los resolviera.
El discurso revelaba interesantes connotaciones: la alusión al nivel de neurosis o equilibrio que existía en el ciudadano
medio apuntaba a descalificar las prácticas políticas democráticas. La incapacidad de los ciudadanos para elegir bien a sus
gobernantes demostraba que el sistema democrático producía parálisis y descreimiento.
En el Informe se utilizaba un procedimiento de deformación que recaía: sobre los hechos mismos ya que ponía en boca de
los supuestos encuestados aseveraciones que no podían corroborarse; y sobre el estado del conocimiento a ellos relativo.
Aprovechaba la relativa novedad de la práctica psicológica y psicoanalítica con la aparente intención de ilustrar a sus
lectores sobre motivaciones poco conocidas de sus actitudes, cuando en realidad utilizaba esos conocimientos para
difundir ideas afines con el proyecto que se patrocinaba.
Un recurso usado para ocultar la falta de fiabilidad de los datos usados por el semanario consistía en advertir
reiteradamente a los lectores acerca de la posibilidad de que los informes provocaran "algunas desmentidas" y la
subsiguiente aclaración de que en los medios políticos y oficiales “una desmentida no es más que la confirmación indirecta
de la información suministrada".
Refiriéndose a los grupos políticos que actuaban dentro del sistema denunciaba que unos y otros actuaban articulados en
forma de trenzas (connotación claramente negativa) para evidenciar su presunta imparcialidad. Pero si se analiza el espacio
que ocupaba en el semanario la información referida a los diferentes grupos se ve que predominaba la relativa al

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denominado “Sector Martínez” encabezado por el “frondicista” Rodolfo Martínez, que había sido "uno de los ejes de la
victoria militar azul en el último enfrentamiento" y estaba integrado por Mariano Grondona, el Canciller Muñiz, ex
embajador de Frondizi en Bolivia y Brasil, Oscar Puigross, un ex-demócrata cristiano "afrondizado", los coroneles Aguirre,
Lanusse y Laprida y Julio Oyahanarte, ex miembro de la Corte Suprema "cerebro gris del grupo", "asesor oficioso de los
militares azules, frondizista y amigo de Aramburu". Las opiniones aparentemente neutrales, se matizaban con alusiones
que tendían a desprestigiar a los partidos a favor de una alternativa corporativa

La comparación entre partidos políticos y grupos corporativos


Pueden sacarse algunas conclusiones de esta dicotomía. En primer lugar surgía claramente que los partidos políticos
pertenecían al pasado. Estaban condenados a desaparecer porque no habían evolucionado. Los mismos hombres
continuaban usando los mismos elementos y los mismos métodos: la componenda, la demagogia, la lucha encarnizada. No
podían dar soluciones y tampoco satisfacían a la mayoría de los ciudadanos. Frente a la inoperancia de los partidos
políticos, las esperanzas estaban puestas en los hombres nuevos, de espíritu joven, capaces de superar la crisis y edificar
una nueva sociedad real. Estos hombres nuevos, tomaban en cuenta los factores de poder para revisar el sistema político,
económico y social, modificarlo y emprender modernas transformaciones en todos los planos. Para llevar a cabo esta
empresa común disponían de contactos con los factores de poder y tenían las cualidades necesarias para promover la
creación de un gran movimiento de opinión.

La campaña anti-radical.
Primera Plana comenzó la campaña golpista en el momento en que se agotó la alternativa frentista.
Sobre Arturo Illía También se contrastaba la lentitud, inoperancia, mutismo, imagen patriarcal, aislamiento y cordura del
futuro presidente con la irresponsabilidad y el espíritu divertido del candidato a vicepresidente, de quién no obstante se
destacaba su notable capacidad de trabajo y su constancia así como su capacidad para conquistar amigos y mantenerlos.
Esta dicotomía apuntaba a resaltar por contraste los aspectos negativos de la personalidad del candidato presidencial, una
personalidad más acorde con tiempos pasados que con un presente lleno de desafíos y sujeto a todo tipo de cambios. En el
plano económico se ponía de relieve la cuestión de la anulación de los contratos petroleros y la ruptura con el Fondo
Monetario Internacional; se aludía al programa nacionalista del gobierno advirtiendo que un debilitamiento de la posición
económica argentina favorecería la inestabilidad. Se aducía que el neutralismo radical podía ser inaceptable para unas
Fuerzas Armadas que se habían definido por su solidaridad con Occidente.
Las referencias a la personalidad del presidente cobraron cada vez mayor peso. De él se decía que: "tiene aspecto casi
patriarcal de anciano", "es un caudillo de la tradición sabattinista", "se negó a utilizar a su familia en la campaña electoral",
"nunca haría gestos espectaculares", "no diría frases irreparables", "no cedería fácilmente", "nunca trataría de confundir ni
de maniobrar", "está convencido de que las situaciones dadas no se pueden alterar", "no acepta transacciones", "es
tranquilamente inflexible", "carácter sereno con cierta dosis de realismo."
Eran frecuentes las comparaciones con los gobiernos de Hipólito Yrigoyen y no eran casuales si se recuerda que el segundo
gobierno de Yrigoyen fue derrocado por una revolución militar en 1930 acusado de inoperancia.
Las críticas al gobierno radical.
Durante el primer año de gobierno, el radicalismo debió enfrentar tres problemas básicos: su relación con las Fuerzas
Armadas, las relaciones laborales y la implementación de su política económica.
Los militares y el primera plana "El gobierno avanza feliz mar afuera en un barco veloz; pero el barco es de manteca y
ninguno de sus tripulantes nota la velocidad con que se disuelve en las cálidas aguas de la crisis argentina"
La idea de la inoperancia gubernamental, de la situación de crisis y de la necesidad de la intervención militar también
puede verse en la aproximación microscópica al discurso y en sus ecos tradicionales.
El Plan de Lucha iniciado por los sindicatos peronistas y la Operación Retorno destinada a promocionar el regreso de Perón
contribuyeron a crear la atmósfera propicia para justificar un golpe militar.
Esto dio pie al semanario a sumar a las críticas de lentitud e ineficacia dirigidas a la figura presidencial y al elenco
gobernante en general, la incapacidad para mantener el orden ante los ataques de un sindicalismo peronista combativo.

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Respecto del retorno de Perón, se ponía en boca de los militares el siguiente comentario que era a la vez una clara
definición: "la distancia que separa a Perón de Buenos Aires, es directamente proporcional a la estabilidad del gobierno.
Perón en las Canarias es una conmoción, en Brasil un desastre y en Uruguay la caída de este gobierno."

El camino definitivo hacia el golpe de estado.


Primera Plana decidió comenzar su tercer año de vida poniendo en el centro de la atención de sus lectores al general que
iba a capitalizar el futuro golpe. La tapa de su edición del 5 de enero de 1965 estaba dedicada a Onganía y llevaba el
acápite: "ONGANIA. El nuevo ejército"
También había una cita extraída del New York Times correspondiente al 17 de mayo de 1963 que sostenía que: "Las
esperanzas de la Argentina yacen en el general Onganía que cree en las reglas civiles".
¿Intentaba el semanario mandar señales a sus lectores para que fueran considerando la idea?
La decisión del Poder Ejecutivo de no enviar tropas argentinas a Santo Domingo durante el episodio de la intervención
norteamericana en dicho país, irritó a las Fuerzas Armadas profundizando las desinteligencias
Ante esta situación el semanario comentaba que: "Nunca como la semana pasada arreciaron las versiones de un inminente
golpe de Estado de origen castrense; nunca tampoco, quizá los mandos militares se vieron tan alejados del gobierno ni tan
convencidos de su indecisión."
Desde el punto de vista de los militares, lo que más los preocupaba era que Brasil, había arrebatado a la Argentina la
iniciativa de enviar tropas a Santo Domingo y que el país había perdido "su ya precaria influencia bélico-política sobre los
demás países de Sudamérica".
Respecto de la crisis dominicana, Grondona tenía mucho que decir. Además de acusar al gobierno de tratar de eludir los
problemas mediante la indefinición, sostenía que: "Un país sin rumbo exterior es un país sin misión. Cuando un país no
tiene misión, cada sector se constituye, al decir de Ortega, en un "todo parte" y traza sus propios esquemas de progreso y
de conservación. Los ideales de la Argentina de hoy son de este tipo y, por lo tanto no tienen posibilidad alguna de ser
aceptados por todos. La argentina debe salvar su unidad hacia afuera. La Argentina tiene el deber histórico de constituir a
América Latina como región afrontando el liderazgo de la empresa común.
El gobierno se había aislado por sí mismo. Mientras los sindicalistas peronistas complotaban con los militares azules, los
partidos políticos y los sectores antiperonistas veían cada vez con más entusiasmo la ruptura del orden institucional. El 29
de mayo los altos mandos del ejército formularon públicamente y en presencia de Illía una seria advertencia al gobierno. El
general Pascual Pistarini, que había reemplazado a Onganía como Comandante en Jefe, hizo alusión a la ineficacia de un
gobierno que no proporcionaba a los hombres las posibilidades mínimas de lograr su destino trascendente.

Consideraciones finales.
Cuando un medio dirige la atención del lector hacia determinados temas y oculta selectivamente otros, impide que los
lectores se formen una opinión libre de presiones. Al establecer su agenda intencionalmente, apunta a cambiar actitudes,
creencias o comportamientos por medio de sus mensajes.
Los datos con los que hemos trabajado y que se reflejan en los gráficos que hemos incluido permiten sostener la afirmación
de que Primera Plana representó a un grupo de militares y civiles que tenían un proyecto político revolucionario fundado
en la ideología de la modernización tenocrática autoritaria, ideología que la publicación produjo, reprodujo y difundió con
manifiesta intencionalidad y con un objetivo concreto desde el mismo momento de su aparición
En la primera etapa parece confirmarse la hipótesis de que dentro de los grupos aparentemente legalistas, había algunos
sectores que no compartían la idea de un Frente nacional y popular, sino que ya tenían en claro la idea de una revolución
posterior.
La segunda etapa cumplió con los objetivos de desprestigiar todas las acciones del radicalismo gobernante para crear
consenso en torno a la necesidad de interrumpir el proceso constitucional. Para ello utilizó principalmente el recurso de
ridiculizar no sólo la figura del presidente sino también la de su esposa, abusar de las críticas al partido gobernante y poner
en la atención de su público únicamente los aspectos negativos del gobierno, salvaguardando siempre la imagen de las
Fuerzas Armadas y del general Onganía.
Finalmente, la última etapa constituyó una desembozada acción en favor del golpe de estado.

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La última dictadura militar argentina (1976-1983): la ingeniería del terrorismo de Estado Soledad Catoggio, Maria

Contexto
El régimen militar iniciado en 1976 no es una experiencia aislada sino la expresión más álgida de una sucesión de
intervenciones militares (1930-1932, 1943-1946, 1955-1958, 1962-1963, 1966-1973).
Se sancionaron: en 1901 la ley 4.031 de Servicio Militar Obligatorio, para «civilizar» a la población masculina, en 1902 la ley
4.144 de Residencia, para expulsar a los extranjeros «disolventes», y en 1910 la ley 7.029 de Defensa Social, que prohibía
las asociaciones y/o reuniones de propagación anarquista y sancionaba como delito el regreso de los expulsados.
Paulatinamente, al calor de las intervenciones militares, se reforzó un contexto social de alta tolerancia al tratamiento del
«otro» por la vía represiva. En efecto, ya durante la intervención militar iniciada en 1930 se dio creación a la «Sección
Especial» de la Policía Federal, especializada en combatir al comunismo y dirigida por Leopoldo Lugones (hijo), conocido
por innovar con el uso de la picana eléctrica durante los interrogatorios a prisioneros políticos.
A su vez, la práctica represiva no fue privativa de instituciones de encierro, como las cárceles, sino que tuvo diversas
manifestaciones en el espacio público: en 1955, el bombardeo protagonizado por 29 aviones de la Marina a una
concentración de civiles en Plaza de Mayo, a la Casa de Gobierno y a residencia presidencial dejó un saldo de más de 300
personas muertas y cientos de heridos, en el intento frustrado de clausurar el capítulo peronista de la historia argentina.
Este hecho inició una proscripción de 18 años del partido político que representaba a la mayoría electoral. A la proscripción
política le siguió el secuestro del cadáver de Eva Perón.
Los gobiernos electos de Frondizi (1958-1962) e Illia (1963-1966), que surgieron de este proceso, debieron convivir con el
«corset» de una «libertad vigilada», tensionada por la sucesión de planteos militares que, finalmente, se concretaron en
golpes de Estado que dieron por término sendos períodos.
La rebelión peronista, protagonizada fundamentalmente por suboficiales del ejército con apoyo y participación civil se
inscribía en el contexto efervescente de una resistencia obrera suficientemente organizada como para poner en práctica
todo un dispositivo de protesta: huelgas, sabotajes a la producción y acciones armadas.
La ley marcial, aplicó un procedimiento sumario y condenó a fusilamiento a los líderes y sospechosos de rebeldía . El
resultado fueron 27 fusilamientos, un escándalo, que pasaría a la historia con el nombre de «operación masacre», acuñado
por el periodista Rodolfo Walsh, quien denunció la ejecución del general Juan José Valle, quien asumió públicamente la
responsabilidad del levantamiento y fue fusilado por fuera del plazo de vigencia de la ley marcial; el fusilamiento del
teniente Alberto Abadie, arrancado del hospital donde se encontraba recuperándose y el secuestro de una decena de
obreros peronistas sacados de su domicilio, llevados a los basurales de José León Suárez y masacrados.
La medida más relevante fue la aplicación en 1960 del Plan CONINTES (Conmoción Interna de Estado) que habilitaba
amplias atribuciones a las fuerzas armadas para combatir a los «elementos» que crearan «disturbios internos» (James,
1990: 167). De este modo, la originalidad del catálogo local incorporaba al «peronismo» junto con el estipulado
«comunismo», de carácter internacional, fichado y vigilado sin interrupciones, aunque con diversos énfasis, desde las
primeras décadas del siglo.
Ambas escuelas, la francesa y la norteamericana, fueron decisivas en la consolidación de una competencia profesional en
técnicas de guerra contrarrevolucionaria.
El golpe de Estado de 1966-1973 inaugura la modalidad represiva de desaparición de personas, aunque practicada de
manera esporádica y sin llegar a cristalizar un modus operandi . Entre 1970 y 1972 se produjo alrededor de una docena de
desapariciones, de las cuales solo se recuperó un cuerpo.
Al mismo tiempo, en el clima triunfante de la revolución cubana, la violencia política por la vía insurreccional se instala
socialmente como una alternativa plausible y legítima para oponer a la represión militar e instrumentar el cambio social.
Las organizaciones armadas ensayan sus primeras acciones entre 1968 y 1970. En esta etapa, al estilo «Robin Hood»,
buscan la eficacia simbólica y la adhesión social por sobre la destrucción de un enemigo militar.
Entre 1969 y 1971 tiene lugar un ciclo de protestas obrero-estudiantiles protagonizadas en el interior del país
(especialmente en Córdoba, Tucumán, Rosario y Mendoza) de una violencia inusitada. Por el nombre de «Cordobazo»

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(1969) se conoció el estallido social de tres días que dejó un saldo de 16 muertos, numerosos heridos y más de 2000
detenidos.
Si los sucesos del Cordobazo señalaron «el principio del fin» del gobierno del gral. Juan Carlos Onganía, la repercusión
social del asesinato del general retirado Pedro Eugenio Aramburu, en junio de 1970, concretado por la organización
político-militar Montoneros, logró ponerle definitivamente término. Onganía fue depuesto por los altos mandos militares
diez días después del asesinato.
La búsqueda de una solución política no impidió nuevos episodios de violencia represiva: agosto de 1972 fue un mes
trágico para las organizaciones armadas. El intento de fuga de prisioneros políticos de Montoneros, del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) y de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAR), reclusos en la prisión de Rawson, resultó en
buena parte fallido y desencadenó la llamada «masacre de Trelew». 16 de los 25 que habían planeado la huída no
consiguieron alcanzar el avión que los esperaba en el aeropuerto de Trelew, fueron obligados a rendirse, llevados a la base
Almirante Zar y fusilados clandestinamente. Estas ejecuciones ilegales fueron acompañadas de asesinatos (alrededor de
100), detenciones y torturas (500 aproximadamente), perpetradas durante todo el período 1966-1973.
La victoria electoral del peronismo en 1973 y su retorno al poder, en lugar de unir los distintos frentes de lucha, volvieron
flagrante la polarización ideológica en el seno de las organizaciones políticas. La «masacre de Ezeiza», con ocasión de la
ansiada vuelta de Perón, después de 18 años de exilio, se convirtió en un escenario para medir fuerzas y desencadenó el
enfrentamiento armado entre los sectores «revolucionarios» del peronismo y las expresiones más «ortodoxas» ligadas a la
«burocracia sindical»
La decisión de retorno a la clandestinidad en 1974 respondió no sólo a una percepción de agotamiento de los canales
legales, sino también, en buena medida, a una estrategia defensiva frente a la creciente ofensiva de grupos paramilitares
como la «Alianza Anticomunista Argentina» o el «Comando Libertadores de América», ligados a funcionarios del aparato
estatal, responsables de no menos de 900 asesinatos durantes el período 1973-1975

Autores intelectuales, organizadores y demás protagonistas


A partir del golpe de Estado de 1976, el sistema de desaparición de personas adquiere una escala nacional y una
sofisticación burocrática que hace uso de los recursos e instalaciones estatales: se convierte en la modalidad represiva por
excelencia.
De hecho, la estrategia represiva dejó de girar en torno al sistema legal de cárceles para estructurarse en el sistema
clandestino de detención y desaparición de personas. Esta estrategia, que más tarde se conceptualizó como «terrorismo de
Estado», supuso la división proporcional del territorio nacional en zonas de injerencia de las distintas armas. Sobre la
división trazada en 1975 por el Ejército en cinco zonas. A su vez, las zonas se dividían en subzonas a cargo de brigadas y
éstas en áreas al mando de distintos regimientos. En esta cartografía se registró en aquel momento la existencia de 340
clandestinos de detención.
Esta ingeniería se articulaba con la red de servicios de inteligencia militar y estatal que llevaban adelante el seguimiento,
fichaje y clasificación de potenciales víctimas, así como el archivo de la información obtenida de los secuestrados y la
elaboración de informes a las cúpulas militares.
Una vez declarada el área liberada se procedía al secuestro de la víctima, ya fuera en su domicilio personal (62%), en la vía
pública (24,6%), en el lugar de trabajo (7%) o de estudio (6%). La mayoría de los secuestros eran realizados durante la
noche (62%) (CONADEP, 1984: 17y 25). La víctima, entonces, era secuestrada (»chupada»), encapuchada (»tabicada») e
ingresada a un CCD. Allí, el rito iniciático era la tortura bajo argumento de obtener la mayor información lo más rápido
posible, en muchos casos, sin embargo, la tortura se prolongaba durante el período de cautiverio, tanto la física como la
psicológica. El abanico de los métodos empleados, según palabras de laComisión Nacional sobre Desaparición de Personas
(CONADEP), «sobrecoge por la imaginación puesta en juego»
El «operativo» incluía el saqueo de los bienes de la víctima en el momento del secuestro en su domicilio o mediante una
segunda incursión. El «botín de guerra» incluyó el robo de bebés, detenidos con sus madres o nacidos en cautiverio y dados
posteriormente en adopción. El derrumbe precipitado del régimen a partir de la derrota de la guerra de Malvinas apuró la
transición a la democracia, y activó mecanismos corporativos orientados a clausurar la cuestión de las responsabilidades
por los crímenes cometidos. A este intento respondió la publicación del «Documento final de la junta militar sobre la

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subversión y la lucha contra el terrorismo» y la sanción de la ley 22.924 de «Pacificación Nacional», conocida como de
«Autoamnistía». Ambas formulaciones consagraban la no revisión de lo actuado en la «lucha contra la subversión» y la
segunda declaraba, en su artículo 1º, «extinguidas las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con
motivación o finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982. Los beneficios
otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos los hechos de naturaleza penal realizados en ocasión o con motivo
del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a las referidas actividades terroristas o subversivas,
cualquiera hubiera sido su naturaleza o el bien jurídico lesionado.
La CONADEP recibió denuncias y testimonios de personas que reconocieron haber integrado grupos de tareas. Según el
informe, los testimonios, antes de tener un contenido ético de arrepentimiento, denunciaban haber sido «abandonados
por sus jefes» y haber estado atados a un «pacto de sangre» según el cual «escapar» significaba la propia eliminación.

Víctimas
El informe Nunca Mas además de dar cifras elaboró una caracterización de las víctimas y de las distintas modalidades
represivas. Las personas que sufrieron períodos de detención-desaparición y luego fueron «liberados» y/o persisten en esa
condición de «desaparecidos» son caracterizados según edad, sexo y de manera no excluyente según ocupación y/o
profesión. De acuerdo a estas categorías, la población fue predominantemente masculina (70%) y concentrada en la franja
etaria comprendida entre los 21 y 35 años (71 %). A su vez, se especifica que, del 30% de mujeres desaparecidas, el 3%
estaba embarazado. La discriminación por categoría ocupacional y/o profesional revela que la mayoría de la población se
distribuye entre obreros (30%) y estudiantes (21%).

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