Las Frutas en La Pintura Colonial de CH
Las Frutas en La Pintura Colonial de CH
Las Frutas en La Pintura Colonial de CH
H I S TO R I A Y T E O R í A DE L ART E
Instituto de investigaciones estéticas, FACULTAD DE ARTES
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA, SEDE BOGOTÁ
Ensayos.
Historia y teoría del arte
Artículos
Número 24, 2013. ISSN 1692-3502 ARTE El juego como modo de ser de la obra de arte:
Ens.hist.teor.arte 7 consideraciones sobre la re-presentación artística
en la estética hermenéutica de Gadamer
Paola Sabrina Belén
27 Modernidad y tradición en el arte colombiano
de mediados del siglo XX: El Dorado
de Eduardo Ramírez-Villamizar
Ana M. Franco
47 La joyería colonial en Nueva Granada. Siglos XVI y
XVII. Aspectos generales y documentos pictóricos
Jesús Paniagua Pérez
85 Las frutas en la pintura colonial de Chile:
más que decoración, simbolismo
Olaya Sanfuentes Echeverría
LITERATURA Y Colombie, années 40: de la frustration
POLÍTICA à l’imagination
103 Jacques Gilard
TIPOGRAFÍA La importancia de las fuentes hemerográficas
119 para el estudio de la tipografía y las artes gráficas:
el caso del periódico poblano El Aprendiz de
Tipografía (1896)
Marina Garone Gravier
Ensayo-reseña La Bachué de Rómulo Rozo. Un ícono del arte
146 moderno colombiano
Fabio Rodríguez Amaya
Reseñas
161 “De Caníbales y otros encantos”
Marta Fajardo de Rueda
164 Dos libros sobre escultura Hispanoamericana
siglos XVI al XVIII
Laura Liliana Vargas M. y
María Del Pilar López
Artículos
Paola Sabrina Belén
pbelen81@hotmail.com
PALABRAS CLAVE
(FBA-UNLP)
arte, juego, re-presentación, mímesis, Gadamer. Ha recibido el Premio a la Labor científica,
1Siguiendo la traducción de González Valerio, se utiliza aquí el guión para diferenciar represen-
tación como Vorstellung, entendida como la representación que se hace un sujeto de un objeto,
de la idea gadameriana del juego como re-presentación en tanto Darstellung. María Antonia
González Valerio, El arte develado. Consideraciones estéticas sobre la hermenéutica de Gadamer,
México DF: Herder, 2005, p. 32
2Hans-Georg Gadamer, “Arte e imitación” [1967], en Estética y hermenéutica, Madrid: Tecnos,
1996, p. 93.
[7]
modo de ser de la obra y de su relación con el mundo y el espectador, posibilitando además
la recuperación de la verdad y el sentido cognitivo de las artes.
Partiendo de la crítica de Gadamer a la subjetivización de la estética, en este escrito3 se
presenta su abordaje del concepto de juego como contraconcepto a la categoría de sujeto y
como modo de ser de la obra de arte en tanto auto-re-presentación, y re-presentación para
alguien, enlazando a partir de allí con la noción de mímesis que permitirá exponer qué es
lo que la obra de arte re-presenta en el marco de la estética gadameriana.
Asimismo, el concepto kantiano de genio, a través del cual se enlazan las obras de arte
con la belleza natural, permite a Gadamer atribuir a Kant un protagonismo en la deriva
subjetivista de la estética.
Kant otorga primacía a la consideración de la belleza natural, que en tanto belleza libre
no reconoce ningún concepto del objeto. Frente a ella, la belleza adherente presupone un
concepto de qué sea la cosa y su perfección. Puesto que el arte parece quedar reducido al
ámbito de la segunda, en tanto es producto de una voluntad, la solución kantiana consiste
en sostener que el arte es bello cuando, a la vez, parece ser naturaleza.
Esto implica que la intención del artista no debe ser visible, es decir, la obra debe pro-
ducirse según reglas únicas. En este punto Kant introduce el concepto de genio: “Genio es
el talento (don natural) que da la regla al arte”8, considerando que esta capacidad innata
del artista pertenece a la naturaleza.
Vemos entonces que la belleza libre, propia del juicio de gusto puro, contribuye a des-
plazar a la estética hacia el terreno de una pura subjetividad que se manifiesta libremente
en la creación artística del genio9: “El significado sistemático del concepto de genio queda
no es el arte el que puede motivar la idea de nuestra determinación moral, sino únicamente la
belleza natural. Es ésta la que nos posibilita pensar que ocupamos un lugar especial en el orden
del mundo, existiendo una orientación de la naturaleza hacia nosotros.
10 Gadamer, Verdad y método, p. 88
11José García Leal, “Problemas de la representación: Gadamer y el arte contemporáneo”, en
Acero, Juan J., et al., El legado de Gadamer, Granada: Universidad de Granada, 2004, p. 89. Las
cursivas son de García Leal.
12 La presentación que realiza de la cuestión de la verdad en el arte funciona como un preludio
sino que presuponen una formación, es decir, un trato social específico. En tal sentido, estos
comportamientos pueden adquirir formas variables de comunidad en comunidad. Cf. Pedro
Karczmarczyk, Gadamer: aplicación y comprensión, La Plata: Edulp, 2007, p. 68
En definitiva, la recuperación gadameriana de estos conceptos, en su sentido prekantiano, le
permite dar cuenta de que en las experiencias relacionadas con estas capacidades tiene lugar una
verdad y un contacto con una realidad que se manifiesta a partir de la modelación comunitaria y
socialmente compartida de dichas capacidades, las que posibilitan la percepción de rasgos salientes
en situaciones que no llegan a ser disponibles en una generalidad conceptual o un conjunto de
preceptos. Sólo siendo parte de una comunidad es posible adquirir este tipo de conocimiento
unido a la situación particular en la que se ejerce. Cf. Gadamer, Verdad y método, pp. 38-74
13 Gadamer, Verdad y método, p. 90
14 García Leal, p. 89
15 González Valerio, El arte develado, pp. 29-30
16 Hans-Georg Gadamer, “El juego del arte” [1977], en Estética y hermenéutica, p. 133
17 Gadamer, Verdad y método, p. 122
“juego de las olas” donde se presenta un constante ir y venir, un vaivén de acá para allá, es decir
un movimiento que no está vinculado a fin alguno.” Hans-Georg Gadamer, La actualidad de lo
bello. El arte como juego, símbolo y fiesta [1977], Buenos Aires: Paidós, 2005, p. 66
En virtud, entonces, de las reglas se crea un orden, mediante el cual el espacio lúdico
y lo que ocurre dentro de él son demarcados, emergiendo así un espacio-tiempo diferentes
de la existencia cotidiana36.
En tanto para Gadamer jugar es siempre jugar a algo, todo juego plantea al jugador una
tarea, pero el verdadero objetivo del juego no consiste tanto en el cumplimiento de las tareas
particulares como en la ordenación de su mismo movimiento. Gadamer lo ejemplifica con
el juego de pelota infantil, en el cual la verdadera tarea no es tirar la pelota sin perderla un
cierto número de veces sino más bien el movimiento del juego, es decir, la configuración del
espacio lúdico definido por el movimiento que sólo tiene como objetivo el puro movimiento.
Y esta “estructura ordenada del juego permite al jugador abandonarse a él y le libra
del deber de la iniciativa, que es lo que constituye el verdadero esfuerzo de la existencia”37.
Gadamer retoma parte de su análisis. “El juego, en su aspecto formal, es una acción libre ejecutada
“como si” y sentida como situada fuera de la vida corriente, pero que, a pesar de todo, puede
absorber por completo al jugador, sin que haya en ella ningún interés material ni se obtenga en
ella provecho alguno, que se ejecuta dentro de un determinado tiempo y un determinado espacio,
que se desarrolla en un orden sometido a reglas y que da origen a asociaciones que propenden a
rodearse de misterio o a disfrazarse para destacarse del mundo habitual. Johan Huizinga, Homo
Ludens [1938], Madrid: Alianza, 2004, p. 27.
37 Gadamer, Verdad y método, p. 148
38 Cf. Georgia Warnke, Gadamer. Hermeneutics, Tradition and Reason, Stanford: Stanford Uni-
versity Press, 1987, p. 48
39 “Every move is prescribed in advance –by the task to be performed, by the game plan, by the
moves of the opponent, and by the rules. Yet there is such freedom that no game is ever played
twice identically, and for all this variety it is still the one game. To every game there belongs an
element of unpredictability that one no more wishes to get rid of than one does its boundaries
and restrictions. This freedom for variety of interpretation belongs to the artwork as well.” Joel
Weinsheimer, Gadamer’s Hermeneutics: A Reading of Truth and Method, New Haven: Yale University
Press, 1985, pp. 104-105.
40 Gadamer, Verdad y método, p. 151
41 Gadamer, Verdad y método, p. 151
42 Gadamer, La actualidad de lo bello, p. 70. Las cursivas son de Gadamer.
43 Cf. González Valerio, El arte develado, p. 46. Esta alteridad que es explicada a partir del espec-
tador, es introducida por Gadamer además de la del jugador que deviene “otro” cuando juega y
del “jugar-con”.
Respecto del “jugar-con”, afirma Gadamer que, sin que sea necesario que haya otro jugador real
“siempre tiene que haber algún “otro” que juegue con el jugador y que responda a la iniciativa
del jugador con sus propias contrainiciativas”. Gadamer, Verdad y método, pp.148-149.
Incluso quien mira el juego de otro, es algo más que un simple observador; es parte de él,
participa: “Me parece, por lo tanto, otro momento importante el hecho de que el juego sea un
hacer comunicativo también en el sentido de que no conoce propiamente la distancia entre el
que juega y el que mira el juego.” Gadamer, La actualidad de lo bello, p. 69
44 Gadamer, Verdad y método, p. 152.
45 Gadamer, Verdad y método, p. 153.
46 Gadamer, Verdad y método, p. 153.
revela con su participación47. De este modo, Gadamer buscará evitar la caída en un nuevo
subjetivismo ya que la apertura forma parte del carácter cerrado del juego: “el espectador
sólo realiza lo que el juego es como tal”48.
Cuando el juego humano se convierte en el juego del arte, alcanzando su perfección,
se transforma, dice el filósofo, en una conformación (Gebilde)49. Utiliza aquí la expresión
“transformación en una conformación” para explicar que la obra, el juego, mantiene frente
a los jugadores una completa autonomía puesto que ya no es el puro movimiento de vaivén
sino algo formado y permanente.
En el término “conformación”, para Gadamer, “va implícito el que el fenómeno haya
dejado tras de sí, de un modo raro, el proceso de su surgimiento, o lo haya desterrado hacia
lo indeterminado, para representarse totalmente plantada sobre sí misma, en su propio
aspecto y aparecer”50.
Según esta idea, lo que permanece y queda constante no es ya la subjetividad del que
experimenta, como sucede en la estética kantiana, sino la misma obra de arte. En tal sentido,
como señala Weinsheimer, la obra de arte no es algo que exista en la conciencia de un sujeto51.
En virtud de esta autonomía de la obra, el filósofo sostiene que ésta lleva su propio
sentido, es una totalidad de sentido que en cada caso es actualizada, ejecutada, por aquel que
experimenta el juego, mas sin depender exclusivamente ni del espectador ni de su creador.
Respecto de la transformación52:
quiere decir que algo se convierte de golpe en otra cosa completamente distinta, y que esta
segunda cosa en la que se ha convertido por su transformación es su verdadero ser, frente al cual
Y lo que desaparece, según Gadamer, son los jugadores, quienes se abandonan al juego
en el que éste accede a su re-presentación. De este modo, gana el juego su autonomía de toda
subjetividad, en la medida en que “la identidad del que juega no se mantiene para nadie.
Lo único que puede preguntarse es a qué <<hace referencia>> lo que está ocurriendo”53.
También el mundo de la cotidiana existencia desaparece en la transformación, puesto
que el mundo en el que se desarrolla el juego es una conformación que no se mide o valida
con nada que esté fuera de él. En la ontología hermenéutica de Gadamer no hay una reali-
dad dada, sino creada, interpretada y comprendida, y no hay entonces, ningún parámetro
de “realidad real” que implique que el juego del arte sea “ilusión”, desapareciendo de esta
manera la diferencia54.
sobre todo el mundo de la tradición religiosa de los griegos, sus dioses y las leyendas de sus héroes,
porque su presente se derivaba de su pasado mítico-heroico.” Gadamer, “Arte e imitación, p. 89
63 Gadamer, “Arte e imitación”, p. 92.
En tanto “categoría estética universal” la mímesis, aduce Gadamer, encierra en sí las categorías
de expresión, imitación y signo, las que si bien consiguieron imponerse en diferentes momentos
de la formación de las teorías estéticas “no resultan suficientes para responder específicamente
a la pregunta por lo nuevo que experimentamos en el arte de nuestro siglo.” Gadamer, “Arte e
imitación”, p. 85.
64 Gadamer, “Poesía y mímesis”, p. 126
65 Gadamer, “Arte e imitación”, p. 93
66 Cf. González Valerio, Un tratado de ficción, p. 110.
67 González Valerio, Un tratado de ficción, p. 103.
Esta “transformación hacia lo verdadero” que constituye el juego del arte posibilita
a Gadamer no sólo no pensar la obra de arte como imitación de la realidad sino además
replantear su estatuto ontológico reivindicando su verdad70.
Desaparece la realidad, lo no transformado, y acontece así el mundo del arte como
re-presentación en la que “emerge lo que es”, como “forma de ser autónoma y superior” en
tanto es “superación de esta realidad en su verdad”71.
Mas este mundo que la obra re-presenta lo vivimos como propio, reconociéndonos en
ella. Es este el “sentido cognitivo” que para Gadamer existe en la mímesis, el cual es entendido
como re-conocimiento. Sin embargo, no se trata de una confirmación de lo ya conocido,
sino que “se conoce algo más de lo ya conocido”72.
La obra mimetiza el mundo, lo transforma, lo hace aparecer de otro modo, de uno que
sólo está en la obra. Es un “poner de relieve” aquello que en la cotidiana existencia se pasa
de largo73:
La relación mímica original que estamos considerando contiene, pues, no sólo el que lo re-
presentado esté ahí, sino también que haya llegado al ahí de manera más auténtica. La imitación
y la representación no son sólo repetir copiando, sino que son conocimiento de la esencia […]
verdadero “poner de relieve”.
La mímesis hace visible y hace aparecer, manifiesta la esencia más propia de la cosa.
En tal sentido, enfatiza Gadamer: “el ser de la re-presentación es más que el ser del material
re-presentado, el Aquiles de Homero es más que su modelo original”74.
Esto significa que lo re-presentado alcanza su verdadero ser, se conoce más, bajo una
luz diferente. La obra de arte no es una copia del ser, sino que lo acrecienta.
para una correcta interpretación del fenómeno de la experiencia de la verdad, experiencia cuya
elucidación busca extender los conceptos de conocimiento, verdad y realidad. Cf. Karczmarczyk,
Gadamer: aplicación y comprensión, p. 139.
71 Gadamer, Verdad y método, p. 157
72 Gadamer, Verdad y método, p. 158
73 Gadamer, Verdad y método, p. 159
74 Gadamer, Verdad y método, p. 159
En el reconocimiento, lo que ya conocíamos emerge bajo una nueva luz que lo saca del
azar y la contingencia de las circunstancias, es decir, posibilita aprehender su esencia. “Se
lo reconoce como algo”76, dice Gadamer.
Mas esa re-presentación nunca supone un descubrimiento total de la verdad, Gadamer
la concibe como un juego de ocultación y mostración que remite a la concepción heidegge-
riana de la pugna entre tierra y mundo: “Su verdad no consiste en un significado que está
llanamente al descubierto, sino más bien en lo insondable y profundo de su sentido. Por esto,
según su esencia, es una disputa entre mundo y tierra, entre el surgir y el quedar resguardada”77.
La obra no puede ser aprehendida en su totalidad. En tanto cada actualización oculta
sentidos al tiempo que devela otros, no podemos apropiarnos de su sentido total, compren-
diéndolo y reconociéndolo. En la Actualidad de lo bello, afirma Gadamer, que sobre tal inso-
luble juego de contarios, de mostración y ocultación, estriba el carácter simbólico del arte78.
La obra es una conformación que “está ahí”; al estar ahí tiene el carácter de algo
pasado y de alguna manera fijado de modo tal que es traído a este presente a través de la
re-presentación, es actualizada en este presente.
“Comprender es siempre también aplicar” un sentido al presente. Si la obra ha de ser
entendida adecuadamente, de acuerdo con las pretensiones que mantiene, ha de ser com-
prendida “en cada momento y en cada situación concreta de una manera nueva y distinta”79.
acto posterior a la comprensión, sino su forma explícita, dando lugar esta fusión entre comprensión
e interpretación a la desconexión del tercer momento, la aplicación. Gadamer, por su parte, se
propone ir más allá de la hermenéutica romántica, “considerando como un proceso unitario no
sólo el de la comprensión e interpretación sino también el de la aplicación”, puesto que “en la
comprensión siempre tiene lugar algo así como una aplicación del texto que se quiere comprender
a la situación actual del intérprete.” Gadamer, Verdad y método, p. 379.
80 “Todo presente finito tiene sus límites. El concepto de la situación se determina justamente
en que representa una posición que limita las posibilidades de ver. Al concepto de la situación le
pertenece esencialmente el concepto de horizonte. Horizonte es el ámbito de visión que abarca y
encierra todo lo que es visible desde un determinado punto.” Gadamer, Verdad y método, p. 372.
Las cursivas son de Gadamer.
El horizonte no es objetivable porque no es posible, reflexivamente, llegar a hacer consciente
todos los rasgos subjetivos que se ponen en juego cuando comprendemos. No se trata de un ho-
rizonte cerrado y creado de una vez y para siempre, “es más bien algo en lo que hacemos nuestro
camino y que hace el camino con nosotros. El horizonte se desplaza al paso de quien se mueve.”
Gadamer, Verdad y método, p. 375
81 Gadamer, Verdad y método, pp. 376-377. Las cursivas son de Gadamer.
La fusión de horizontes, se halla en relación con el concepto de “historia efectual” (Wirkungs-
geschichte) introducido por el filósofo para dar cuenta de que un fenómeno histórico o un texto
incluye en su significado a sus efectos, ya que éstos no se distinguen del mismo, son su modo de
existir. Afirma Gadamer: “Cuando intentamos comprender un fenómeno histórico desde la dis-
tancia histórica que determina nuestra situación hermenéutica en general, nos hallamos siempre
bajo los efectos de esta historia efectual. Ella es la que determina por adelantado lo que nos va
a parecer cuestionable y objeto de investigación (…) La conciencia de la historia efectual es
en primer lugar conciencia de la situación hermenéutica. Sin embargo, el hacerse consciente de
una situación es una tarea que en cada caso reviste una dificultad propia (…) Tampoco se puede
llevar a cabo por completo la iluminación de esta situación, la reflexión total sobre la historia
efectual; pero esta inacababilidad no es defecto de la reflexión sino que está en la esencia misma
del ser histórico que somos. Ser histórico quiere decir no agotarse nunca en el saberse”, Gadamer,
Verdad y método, pp.371-372. Las cursivas son de Gadamer.
Concebida entonces desde su relación con el espectador, la mímesis implica que sólo en
cuanto la obra es comprendida e interpretada por alguien, es. La obra como conformación
que lleva dentro de sí una totalidad de sentido, queda inserta en un diferir histórico, por
el cual “sigue siendo siempre la misma obra, aunque emerja de un modo propio en cada
encuentro”82, puesto que “le dice algo a cada uno, como si se lo dijera expresamente a él,
como algo presente y simultáneo”83.
La mediación por el receptor vía re-presentación y la simultaneidad con el presente
aparecen así como condición de posibilidad del diálogo, de la interpretación y la comprensión.
El mundo que la obra presenta posibilita al espectador reconocerse en ella, al tiempo
que éste asume su inscripción en la tradición. Al comprender la obra el que la comprende
se comprende a sí mismo, “en último extremo toda comprensión es un comprenderse”84.
La experiencia del arte no es “una mera recepción de algo. Más bien, es uno mismo el
que es absorbido por él. Más que un obrar, se trata de un demorarse que aguarda y se hace
cargo: que permite que la obra de arte emerja […], y el interpelado está como en un diálogo
con lo que ahí emerge”85.
Se trata de un demorarse en el que el espectador no sólo construye y actualiza la obra sino
que construye también su propio ser, experimentando su historicidad y su finitud, puesto que
reconocer la situación, el horizonte, es reconocer los límites en los que se da cada presente.
La intimidad con que nos afecta la experiencia del arte: “No es sólo el “ese eres tú”, que
se descubre en un horror alegre y terrible. También nos dice: “¡Has de cambiar tu vida!”86.
Consideraciones finales
El esfuerzo teórico de Gadamer está encaminado a devolver la primacía a la obra de
arte, de forma que la conciencia estética, despojada de sus pretensiones constituyentes, deje
de ser tal para convertirse en conciencia hermenéutica.
Gadamer procura que el punto nodal de su estética, que se encuentra íntimamente
imbricada con su propuesta hermenéutica, no sea ni la subjetividad del creador ni la del
receptor, sino la obra misma concebida como conformación, como totalidad de sentido
transformadora del mundo y posibilidad de emergencia del ser. En tal sentido, su interés
Ana M. Franco
[27]
nacional1. Este artículo constituye entonces el primer esfuerzo por contextualizar y analizar
en detalle el mural de Ramírez-Villamizar. En él discuto a profundidad la integración de
motivos precolombinos en el lenguaje internacional de la abstracción geométrica y las
implicaciones de esta yuxtaposición. Así mismo, examino las fuentes y el contexto en que
la obra fue producida, argumentando que El Dorado marca la institucionalización de la
abstracción geométrica como símbolo de modernidad y progreso en el arte colombiano, al
mismo tiempo que revive tradiciones artísticas locales. Con esto, espero dar un primer paso
en la recuperación de este importante mural que constituye una pieza clave del patrimonio
artístico nacional.
Muralismo colombiano
Cuando sus bocetos para un mural enteramente abstracto y dorado fueron aprobados
(Fig. 1), Ramírez-Villamizar se sorprendió de que la junta directiva del Banco de Bogotá se
hubiera decidido por una obra que contrastaba radicalmente con la tradición muralista en
Colombia que en los años treinta había surgido siguiendo el ejemplo del muralismo mexi-
cano y que para mediados de los cincuenta aún era la tendencia predominante2. Como lo
explica el artista:
[M]e pidieron que hiciera un mural y la Junta del Banco lo aprobó. Imagínate, lograr que estos
señores, mayores y con ideas ‘viejas’, aprobaran el primer mural abstracto que se hacía, cuando
aún se creía que los murales deberían ser una copia de lo que se hacía en México. El mural que
mostraba la historia de ese país y que lo trabajaron de una manera grandiosa y bella los tres
artistas mexicanos de esa época […] era lo que se esperaba que hicieran los colombianos y era lo
que realmente trabajaban cuando se les daba la oportunidad3.
1La mayoría de estudios sobre el trabajo de Ramírez-Villamizar se limitan a discutir muy breve-
mente los recursos formales y técnicos utilizados en este mural. Ver por ejemplo German Rubiano
Caballero, “Eduardo Ramírez-Villamizar. La región más transparente,” Escultura colombiana del siglo
XX (Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1983); Camilo Calderón, “Eduardo Ramírez-Villamizar:
escultura y abstracción,” El espacio en forma: Eduardo Ramírez-Villamizar: exposición retrospectiva
1945-85, Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango, 1985 y Álvaro Medina, “Dieciocho notas para
comprender a un escultor,” Ramírez-Villamizar, Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1992.
2 Ver Álvaro Medina, El arte colombiano de los años veinte y treinta, Bogotá: Colcultura, 1995.
3Eduardo Ramírez-Villamizar, “El sueño del orden”, en María Cristina Laverde y Álvaro Rojas,
Así hablan los artistas (Bogotá: Universidad Central, 1986, p. 130.
4 Como había sucedido en México en la década de 1920, el surgimiento de una tradición muralista
en Colombia fue posible gracias al apoyo oficial de un gobierno progresista. Después de años
de hegemonía conservadora, la administración liberal de Alfonso López Puramejo (1934-1938)
puso en marcha la modernización del país con un interés particular en transformar las relaciones
sociales en un programa que llamó “ La revolución en marcha”. En general, el objetivo de este
programa era ayudar a los sectores menos favorecidos del país (primordialmente los trabajadores
y los campesinos) a obtener una parte mayor de los beneficios del sistema, emulando las políticas
del presidente mexicano de la época Lázaro Cárdenas (1934-1940). Las políticas sociales de López
Pumarejo tuvieron un impacto profundo sobre el desarrollo de las artes visuales en Colombia.
Específicamente dieron lugar al movimiento muralista que, como el mexicano, aspiraba reflejar
las realidades sociales y los impulsos modernizadores de la nación.
5 Frederico Morais, “Utopia and Form in Ramírez-Villamizar,” Ramírez-Villamizar, Bogotá: Museo
[30]
treinta. Además de esto, no se trataba de una pintura al fresco sino de un relieve tridimensional
en madera—una técnica que no había sido aún explorada en el arte moderno colombiano.
Como afirmaría el crítico Camilo Calderón, “Que [El Dorado] abandonara la superficie de dos
dimensiones y se lanzara a trabajar el espacio, constituía una determinación sin precedentes
en el muralismo colombiano (que entonces experimentaba un pequeño renacimiento)”6.
El Dorado
El Dorado es un relieve monumental (mide 7.5 x 37 mts.) completamente abstracto y
monocromático que consiste en una serie de paneles de madera recubiertos en hojilla de
oro, el cual fue instalado en los dos pisos del lobby y mezzanine del entonces nuevo edificio
del Banco de Bogotá (ubicado en la Carrera 10 con Jiménez) (Fig. 3). El mural utiliza un
lenguaje abstracto-geométrico de unidades modulares circulares y rectilíneas organizadas
en cuatro capas superpuestas a lo largo del eje horizontal de la pared (Fig. 4). El soporte es
una superficie de madera lisa que cubre toda la pared y las capas en alto-relieve consisten
en varias unidades modulares organizadas en diseños ondulados de diferentes dimensiones.
Este tipo de composición había sido anticipada en las pinturas no-figurativas de
Ramírez-Villamizar de 1958, las cuales eran el resultado de sus encuentros con la abstracción
internacional7. Entre 1950 y 1956, el artista colombiano pasó varias temporadas en Paris y
Nueva York, donde desarrolló un lenguaje pictórico abstracto que le permitió posicionarse
a lo largo de la década del cincuenta como el “primer pintor abstracto de Colombia”8.
Horizontal verde y azul de 1958 es característica del lenguaje abstracto maduro de Ramírez-
Villamizar y claramente anticipa la composición horizontal y el diseño ondulado de El
Dorado (Fig. 5).
Inicialmente, Ramírez-Villamizar fue contratado para realizar una pintura mural similar a
la que había pintado en 1956 para Bavaria: esto es, una gran pintura no-figurativa compuesta
por planos geométricos de diferentes colores organizados en una estructura equilibrada. Sin
embargo, las necesidades específicas impuestas por el nuevo edificio del Banco de Bogotá
llevaron al artista a concebir una solución tridimensional que se integrara de manera más
armónica a la arquitectura del lugar9. En este sentido, Ramírez-Villamizar concibió El Dorado,
teniendo en mente el discurso de la “síntesis de las artes” promulgado por artistas y arqui-
tectos modernistas desde la década de los veinte hasta los cincuenta10. Según el arquitecto
10Joan Ockman afirma que “the belief in aesthetic synthesis as both a symbol and instrument
of broad-scale spiritual renewal and reconsolidation after the cataclysm of [World War I] was
Paul Damaz, quien en 1963 publicó el primer estudio comprensivo sobre el fenómeno de
la síntesis de las artes en Latinoamérica, El Dorado era la expresión ideal de la integración
entre arte y arquitectura, y “el mejor ejemplo de arte aplicado a la arquitectura moderna en
Colombia”11. En efecto, como el edificio para el cual fue creado, las formas no-
figurativas del relieve-mural de Ramírez-Villamizar encarnaban perfectamente
los ideales de modernización e internacionalismo.
[...] the leitmotif linking the most progressive art tendencies of the 1920s and the 1940s.” Joan
Ockman, “A Plastic Epic: The Synthesis of the Arts Discourse in France in the Mid-Twentieth
Century,” in Eeva-Liisa Pelkonen and Esa Laaksonen ed., Architecture + Art: New Visions, New
Strategies, Helsinki, Finland: Alvar Aalto Academy, 2007, p. 31.
11 Paul Damaz, Art in Latin American Architecture, New York: Reinhold Publishing Corporation,
1963, p. 124.
12Ver James D. Henderson, “Economic progress and social change: From Ospina Pérez to the
National Front,” en Modernization in Colombia: The Laureano Gómez Years, 1889-1965, Gainesville
(FL): University Press of Florida, 2001, p. 326 y David Bushnell, “The era of the Violencia (1946-
1957),” en The Making of Modern Colombia, Berkeley: University of California Press, 1993, p. 208.
13 Jorge Orlando Melo, “1957: Un año movido,” Salón de arte moderno 1957: 50 años de arte en
la Biblioteca Luis Angel Arango, Sylvia Juliana Suárez and Camilo Calderón, Bogotá: Biblioteca
Luis Angel Arango, 2007, pp. 68-71.
14 Henderson, “Economic progress and social change,” p. 344.
15Eduardo Samper Martínez, Arquitectura moderna en Colombia: Época de oro, Bogotá: Diego
Samper Ediciones, 2006, p. 79.
16 Caroline Maniaque Benton, Le Corbusier and the Maisons Jaoul, New York: Princeton
20Hasan-Uddin Khan, International Style: Modernist Architecture from 1925 to 1965, New York:
Taschen, 1998, p. 134.
21 Aviso publicitario, El Tiempo, 9 de octubre de 1959, p. 9.
22Ver Franco, “Geometric Abstraction: The New York/Bogotá Nexus” y “Eduardo Ramírez
Villamizar en context: Pintura, relieve y escultura, 1950-1974”.
23 Luis Pérez Oramas, “Venezuela: A Constructive Stage,” en The Geomery of Hope: Latin American
Abstract Art from the Patricia Phelps de Cisneros Collection, Gabriel Pérez Barreiro (ed.), Austin:
Blanton Museum of Art, University of Texas at Austin; New York: Distributed Art Publishers,
2007, p. 81.
24 Los doradores fueron Carlos Tobar y Santiago Fuentes, quienes se especializaban en las técnicas
28 Carolina Ponce de León, “Beatriz González: The Extended History of Colombia,” en Beatriz
González: What an honor to be with you at this historic moment: Works, 1965-1997 = Qué honor
estar con usted en este momento histórico: Obras, 1965-1997, New York: El Museo del Barrio, 1998.
29 Gustavo Santos, El Museo del Oro, Bogotá: Banco de la República, 1948. Citado en Efraín
Sánchez Cabra, “El Museo del Oro,” in Boletín Cultural y Bibliográfico, 40, 64 (2003), p. 13.
30Ramírez-Villamizar afirmó en una entrevista que “[antes del Museo del Oro] lo precolombino
se veía como una cosa folclórica, etnológica o curiosa.” José Hernández, “Ramírez Cambia,
Villamizar No,” El Tiempo, 16 de diciembre de 1990.
31 Sánchez Cabra, “El Museo del Oro,” p. 19. Énfasis mío.
32 Fauso Panesso, “Ramírez-Villamizar”, en Los intocables: Botero, Grau, Negret, Obregón, Ramírez
La recepción de El Dorado
Con El Dorado, Ramírez-Villamizar jugó un papel central en la renovación de la tradición
muralista en Colombia y marcó la consolidación de la abstracción geométrica en el país
RESUMEN
la Universida de Sevilla y se doctoró en
No es mucho lo que se sabe sobre la joyería colonial la Complutense de Madrid. Actualmente
colombiana. Nuestro estudio pretende ser una pequeña ejerce como catedrático de Historia de
contribución a tal conocimiento, a través de nuestra
Améirca en la Universidad de León y en
principal fuente de información, que han sido las obras
pictóricas de la época, aunque sin olvidar las perviven- ella dirige el Instituto LOU de Humanismo
cias de la joyería autóctona. El desarrollo de la joyería y Tradición CLásica (IHTC). Se ha dedicado
neogranadina también estuvo muy influenciado por la
a los estudios sobre el trabajo de la plata
existencia de algunas materias primas como son el oro,
la plata, las perlas y las esmeraldas. Desgraciadamente, en la América hispana, especialmente
conocemos nombres de joyeros, pero no podemos saber en Ecuador, asi como al desarrollo del
que obras realizaron, pues ni marcas ni documentos nos
gremilaismo. También por su pertencia
lo han permitido.
al IHTC se dedica a los estudios de de
PALABRAS CLAVE
la Tradición CLásica en América con
Joyería. Nueva Granada. Siglos XVI y XVII. Piezas.
Obras de arte. ediciones de trabajos americanos de
autores como Arias Montano, Pedro de
TITLE
Colonial Jewelry from 16th and 17th-Century Nueva Valencia, Hernando Machado, Antonio Ruiz
Granada: general considerations and pictorial documents de Morales, Gil Gonález Dávila, etc. En los
ABSTRACT últimos años muchos de sus trabajos ha
Not much is known about Colombian colonial jewelry. tendido a centrarlos en la Nueva Granada,
With this study we want to do a small contribution to
en concreto al mundo de los oficios y los
that knowledge. Our sources information were essentially
pictorial documents of the sixteenth and seventeenth. gremios.
Through them, we can see how were imposed European
fashions of the time, but without forgetting the indige-
nous survivals. The development of New Granada jewelry
was very influenced by their own materials: gold, silver,
pearls and emeralds. Unfortunately, we know the names
of several jewelers and lapidaries, but we can not know
what works executed, because no marks or documents
we have allowed.
Key words
Jewelry. New Granada. Sixteenth and seventeenth
centuries. Works. Paintings.
No son muchos los restos de la joyería colonial que se conservan de los antiguos terri-
torios de la Nueva Granada, si exceptuamos los que se han sacado de naves como la Santa
María de Atocha, hundida en 1622. Por ello hemos centrado nuestro trabajo en la pintura,
aunque los pintores neogranadinos tampoco fueron muy proclives a la representación de
joyas. Estas, sabemos que existían, por la riqueza de noticias que nos ofrecen los testamentos,
inventarios y pleitos de la época, como por ejemplo Francisco de Sevilla, que al testar en
Cartagena, en 1592, decía poseer joyas y objetos de plata por valor de 6.000 pesos1. Pero no
debemos olvidar los expolios que a lo largo de la historia se han realizado; así, el dominico
Francisco de Paula Ley informaba en 1817 que las ricas joyas del gran tesoro de Chiquinquirá
habían sido donadas por la fuerza al gobierno revolucionario2; por el contrario, Zea alababa
*Deseo agradecer la colaboración de Marta Fajardo de Rueda, Mª del Pilar López Bejarano y
Leticia Arbeteta Mira. Igualmente, a las instituciones que me han facilitado materiales gráficos
y permisos de uso de su acervo como el Banco de la República, Museo Colonial y la Universidad
del Rosario.
1 Francisco Canterla, “Testamentos de onubenses fallecidos en la empresa de indias”, Huelva y
su historia, 3 (1990), p. 219.
2 Julio Ricardo Castaño Rueda, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, historia de una tradición,
[47]
la donación voluntaria de joyas de las mujeres colombianas3; y tampoco hay que olvidar la
famosa desamortización de Mosquera, de 18614.
La joyería neogranadina tuvo además el aliciente de unas materias primas fundamen-
tales, como el oro, la plata, las perlas, las esmeraldas y otras piedras semipreciosas, lo que
permitió un despliegue de riqueza que conocemos mejor en la platería y joyería eclesiástica,
que es la que se ha conservado. Es más, esa pedrería iba a servir para dar colorido al austero
cromatismo del vestido europeo de la época y especialmente al de la corte de los Austrias.
No en vano, en las pinturas para el Arco de América -ante la entrada en Madrid de la reina
Mariana de Austria en 1649-, Francisco Rizi representó a Santafé de Bogotá en la ofrenda
que Colón hizo a Fernando el Católico; iba vestida de india con una gran esmeralda en la
mano, de lo que existe el boceto en la Biblioteca Nacional de España, que hallamos durante
el estudio5, y una descripción del trabajo original, donde se dice que en un óvalo se había
escrito: Santa FE da a su beldad/ las esmeraldas que alcanza/ Siendo a tanta MAJESTAD/ FE el
nombre, Don ESPERANZA/ i el Afecto CARIDAD6.
Por lo amplio del trabajo hemos preferido dejar por fuera del estudio territorios que,
aunque hoy formen parte de Colombia, en su momento dependían de la Real Audiencia
de Quito, como la gobernación de Popayán, por lo que estuvieron más expuestos a las
influencias estéticas quiteñas.
La platería y la joyería en la Nueva Granada no han tenido adeptos para su estudio,
probablemente por las dificultades que entraña. Podemos considerar como trabajos pioneros
la tesis de María Victoria Ospina7 y, sobre todo, los trabajos de Marta Fajardo de Rueda,
reflejados en su conjunto en su último libro, publicado en 2008, Oribes y plateros en la Nueva
Granada8; aunque son de destacar también otras obras anteriores de la autora9. Igualmente,
ha hecho un acercamiento de forma bastante general el autor de este artículo10. Existen
3 Alexander Walker, Colombia, Londres: Baldwin, Cradock y Joy, 1822, vol. II, p. 447.
4Causa contra el Presidente de los Estados Unidos de Colombia, ciudadano gran jeneral (sic) Tomás
Cipriano de Mosquera i otros altos funcionarios federales, Bogotá: Imprenta de la Nación, 1867,
vol. I, p. 270.
5 Madrid, Biblioteca Nacional de España (BNE), DIB/13/2/42.
6Noticia del recibimiento i entrada de la reyna Nuestra Señora Doña María-Ana de Austria en la muy
notable i leal coronda villa de Madrid, s.l, s.n, ¿1650?, p. 86
7María Victoria Ospina, Platería religiosa en el Nuevo Reino de Granada, Medellín: Universidad
Pontificia Bolivariana, 1958.
8 Marta Fajardo de Rueda, Oribes y plateros en la Nueva Granada, León, Universidad de León, 2008.
9 Valgan como ejemplo, Marta Fajardo de Rueda, Oribes y plateros: historia de un arte y un oficio:
platería colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII, Bogotá, Universidad Nacional, 1995 y “El arte de
la platería en Nueva Granada. El Dorado: fantasía y realidad”, Ensayos, 2 (1995), pp. 173-194.
10Jesús Paniagua Pérez, “Plateros y platería colonial en los territorios de la Nueva Granada”,
en J. Paniagua Pérez y N. Salazar Simarro (coords.) La plata en Iberoamérica. Siglos XVI al XIX,
México y León (España): INAH y Universidad de León, 2008, pp. 381-385. Del mismo autor
“La influencia de la platería novohispana en la Nueva Granada”, en A. Montero Alarcón (ed.)
Plata: forjando México, México: Museo Nacional del Virreinato, 2011.
11 Custodias coloniales de Tunja y Bogotá, Bogotá: Banco de la República, 1987. En Biblioteca Virtual
del Perú, León, Universidad de León, 1993. Jesús Paniagua Pérez, “Descripción de la ciudad de
Tunja por Pedro de Valencia, cronista de Indias”, Repertorio Boyacense 336 (2000), pp. 255-282.
14 Enrique Otte, Las perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua, Caracas: Fundación John Bulton, 1977.
15 Rafael Domínguez A., Historia de las esmeraldas de Colombia, Bogotá: Gráficas Ducal, 1965.
16 Manuel Casado Arboníes, “La producción de esmeraldas en el Nuevo Reino de Granada: la Real
Caja de Muzo (1595-1709)”, Estudios de historia social y económica de América, 10 (1993), pp. 37-59.
17Octavio Puche Riart, “La explotación de las esmeraldas de Muzo en sus primeros tiempos, en
IX Congreso Internacional de AHILA, vol.: 3, pp. 99-103. http://oa.upm.es/10607/
18Jean-Pierre Tardieu, “Perlas y piel de azabache. El negro en las pesquerías de las Indias
Occidentales”, Anuario de Estudios Americanos, 65-2, (2008), pp. 91-124.
19Guillermo Hernández Alba y Armando Espinosa Baquero (eds.), Tratado de minería y estudios
geológicos en la época colonial 1616-1803, Bogotá: Academia Colombiana de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales, 1991.
20García da Orta, Coloquio dos simples e drogas da India, Lisboa: Imprensa Nacional, 1895, co-
loquio XLIII, vol. II, p. 195.
21Recordemos que algunas de las esmeraldas más famosas del mundo se encuentran en poder de
asiáticos y su origen es neogranadino. Kris E. Lane, The Colour of Paradise: The Emerald in the
Age of the Gunpowder Empires, New Haven: Yale University Press, 2010.
Antonio Vidal Ortega, Cartagena de Indias y la región histórica del Caribe: 1580-1640, Sevilla:
22
en la granjería de perlas del Cabo de Vela (1540.-1570), Boletín Cultural y Bibliográfico, 39-61,
(2002), pp. 3-33. Trinidad Miranda Vázquez, La gobernación de Santa Marta: 1570-1670, Sevilla:
CSIC, 1976, pp. 64-68.
Weilder Guerra Curvelo, “La ranchería de perlas en el Cabo de Vela”, Huellas. Revista de la
26
muebles que pertenecieron a Felipe II, Madrid: Real Academia de la Historia, 1956-1959, pp. 279 y ss.
29 Sobre la historia de esta perla puede verse Visitación López del Riego, El Darién y sus perlas:
historia de Vasco Núñez de Balboa, Toledo: Incipit, 2006, pp. 187-198.
30 AGI, Panamá 237, L. 12, ff. 61v-62 y 143-144.
31 Tardieu, pp. 101-102.
descripción de las joyas más notables de la corona de España y del monasterio del Escorial, Madrid: Imprenta
de C. Moro, 1871, p. 140. El descubrimiento de las esmeraldas lo relata, por ejemplo, Francisco López
de Gómara, Historia General de las Indias y vida de Hernán Cortés, Caracas. Ayacucho, 1979, c. LXXII.
38 AGI, Indiferente 1961, L. 3, f. 158.
39 AGI, Indiferente 1962, L. 4, ff. 14v-15.
40 AGI, Lima 565, L. 2, f. 126.
41María Paz Aguiló Alonso, “El coleccionismo de objetos procedentes de Ultramar a través de
los testamentos de los siglos XVI y XVII”, en Enrique Arias Anglés (ed.), Relaciones artísticas
entre España y América, Madrid: CSIC, 1990, p. 126.
Nuevo Reino de Granada, Valladolid: Universidad de Valladolid, 1995, pp. 199 y 221.
49Enrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a Indias 1540-1616, México, Fondo de Cultura
Económica, 1993, carta 343.
50 AGI, Indiferente 424, L. 22, f. 284.
51 AGI, Escribanía 1024A.
66 Carlos Pereyra, Historia de la América Española: Colombia, Venezuela, Ecuador, Madrid: Satur-
93 Juan Friede, Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada y fundación de Bogotá, 1536-1539: según
documentos del Archivo General de Indias, Sevilla (revelaciones y rectificaciones), Bogotá: Banco de
la República, 1960, p. 239.
94 Porro Gutiérrez, p.273.
95 AGI, Indiferente 1967, L. 17, f. 25 v. y Pasajeros L. 5, E. 2177.
96Archivo Nacional de Colombia (ANC), Fondo Real de Cundinamarca T. I, ff.361-363. Marta
Fajardo de Rueda, Oribes y plateros…, p. 282. Datos de bautismo de la parroquia de la Nieves de
Enrique Pareja y Carlos Ignacio Córdoba.
97 Marta Fajardo de Rueda, Oribes y plateros…, p. 257.
98 Datos de bautismo de la parroquia de la Nieves de Enrique Pareja y Carlos Ignacio Córdoba.
99 Fajardo de Rueda, Oribes y plateros…, p. 343.
Estas ordenanzas, que se conservan en el Museo del Jardín Botánico de Madrid, las ha repro-
100
Que la riqueza de joyas existía esta fuera de toda duda, a juzgar por las referencias en
los testamentos, inventarios de bienes y otra documentación; valga para ello el llamativo
ejemplo del oidor Francisco Herrera Campuzano, que llegó a Nueva Granada en 1608 y que
al hacer su inventario de bienes, en 1626, consta que tenía, entre otras cosas, una sortija de
oro esmaltado en negro con una esmeralda perfecta, otra con una esmeralda blanca y otra
con una grande, 8 sortijas de oro con esmeraldas, etc.105. Precisamente esto nos indica que
la propia producción de materia prima en la Nueva Granada favorecía un determinado tipo
de joya, en el que predominaban las perlas y esmeraldas, así como los esmaltes, de moda
en la época.
En cuanto a separar joyería civil y religiosa resulta harto complicado, pues muchas joyas
civiles tenían también un significado religioso y muchas de las religiosas podían ser utilizadas
con los mismos fines que las civiles, como lo rosarios a modo de collar.
En la pintura, una de las mejores representaciones de joyas nos la ofrece el cuadro anónimo
de la Magdalena, que se conserva en el Colegio del Rosario (Fig. 5). La renuncia al mundo de
la protagonista se manifiesta a través de toda una serie de joyas depositadas y que caen de una
mesa a su lado; así, arracadas, pendientes, cadenas de eslabón rectangular… y la que parece
distinguirse mejor, un apretador de perlas muy de moda en la época para sujetar el cabello.
Este mismo objeto lo encontramos también en la Magdalena de Medoro. La representación
de las joyas en un entorno penitencial fue frecuente en la pintura como símbolo de la re-
nuncia a las vanidades del mundo, como se aprecia en el famoso cuadro de Valdés Leal, In
ictu oculi; o en los de Antonio Pereda, El sueño del caballero, de la Academia de Bellas Artes
de San Fernando de Madrid, o el titulado Vanitas del Kunsthistoriches Museum de Viena.
La joyería femenina de cabeza, además de los apretadores, se centraba esencialmente
en los pendientes o zarcillos. Los que vemos en las pinturas de esta época son piezas de un
tamaño reducido, pues la moda de las golas evitaba piezas exageradas, al menos en cuanto a
caída. Como consecuencia se había impuesto en el siglo XVI un modelo de pendiente muy
sencillo y generalmente corto, como se puede apreciar en el cuadro de Santa Margarita de
Antioquía (Fig. 6); incluso cuando eran largos tendían a una cierta sencillez. En aquellos
pendientes sencillos, con frecuencia se utilizaban las perlas en forma de gota o de lágrima,
como los que luce la segadora bíblica Ruth, de Vázquez de Arce (Fig. 8); o del mismo autor
la mujer con niño del Museo de Arte Moderno, o la del cuadro del maná, que no podemos
definir si es un aguacate o una perla en forma de lágrima. También de pinjantes de perlas
son los de la niña Antonia Pastrana (Fig. 9). Este modelo logra mantenerse hasta bien
entrado el siglo XIX, como lo apreciamos en la Virgen de Monguí de Gramalote (Fig. 10).
Pero a medida que avanzaba el siglo XVII se fue imponiendo la moda francesa, que
sustituía la gola por los grandes cuellos de encaje o valonas, así como la utilización de escotes
mucho más abiertos, lo que permitía pendientes más amplios a lo largo y a lo ancho. Fue
entonces cuando tendió a imponerse la moda girandole, herencia de los llamados pendientes
de ancla. A la Nueva Granda llegó en el siglo XVII esa influencia, que implicaba piezas
compuestas por un botón, un cuerpo apaisado, semejando una lazada, y tres pinjantes.
Coinciden estos grandes pendientes con las modas de la corte; así, los que luce la pintura
anónima de finales del siglo XVII de la duquesa del Infantado, en la Spanish Society de
Nueva York; el retrato de Mª Luisa de Orleáns, de Carreño de Miranda; o el de la reina
Mariana de Neoburgo, de Antonio de Palomino. En Nueva Granada los encontramos en
las donantes de Santa Úrsula y de la Piedad (Figs. 11 y 12); respondiendo a la moda de la
época, con la utilización de trabajos de filigrana con aljófares. De pedrería y de acuerdo con
modelos más cortesanos serían los de la Virgen de Monguí del Museo Colonial (Fig. 13).
Ya hemos mencionado los apretadores, pero debemos recordar las joyas de cabello que
vemos representadas en forma floral con aljófares y perlas en la donante de Santa Úrsula,
a juego con los pendientes, por lo que probablemente es parte de un medio aderezo (Fig.
11). Más en la tradición, en forma de joya, es el que luce la Santa Isabel de Hungría del
Monasterio de Santa Inés, depositada en el Museo de Arte Colonial. A veces estas joyas de
cabeza se encuentran con escarapelas textiles, como en la donante de la Piedad (Fig. 12).
La corona, si bien era un atributo civil, se aplicó desde muy pronto a las imágenes
religiosas. Esencialmente fueron las representaciones de la Virgen las que recurrieron a este
objeto, que se vincula a su figura probablemente desde el Concilio de Éfeso (431), cuando
se la comenzó a ver como madre de Dios y reina. Sin embargo, la corona no va a ser de
exclusividad mariana, sino que la encontramos, sobre todo, entre algunas santas y buen
ejemplo de ello son las muestras que se pueden ver en el Museo de Santa Clara.
En la representación de las coronas hay muchas licencias, puesto que los pintores pro-
bablemente desconocían en profundidad o no daban importancia a los tipos que existían. La
Virgen, por lo general, lleva corona real, con frecuencia cerrada. La correcta se compone de
un aro con piedras preciosas, del que brotan ocho hojas de acanto, separadas por puntas que
rematan en perlas; lleva además ocho diademas que se unen en el centro, en una bola del
mundo sobre la que se coloca una cruz. Ninguna de las representaciones de coronas cerradas
que tenemos se atiene a ese canon. Por lo general se recurría a cuatro diademas, que en la
heráldica española corresponderían al príncipe, pero que también fue representada como
real en alguna ocasión, como en el grabado de Felipe IV de 1657, obra de Pedro de Villa-
franca y Malagón (Fig.14). Algunas de las más cercanas al modelo canónico serían la de la
Coronación o la de Misericordia de Tobasia, ambas de Baltasar de Figueroa Vargas (Fig. 15
y 16); la del sueño del licenciado Cotrina (Fig. 17); o la del Carmen (Fig. 18), entre otras
muchas, amén de la obra de 1603 realizada para la Virgen de las Nieves en la isla canaria de
La Palma, que dispone de una gran crestería, cuatro diademas y 18 puntas alternadas con
otras tantas perlas y salpicada de esmaltes (Fig. 2)106.
106Corona publicada por Gloria Rodríguez, La platería americana en la isla de la Palma, Ávila:
Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, 1994, pp. 41-42 y 161; y
por Jesús Pérez Morera, “Imperial Señora Nuestra…”, p. 54.
La versión sin diademas o corona abierta la podemos ver en otros muchos ejemplos,
tanto de vírgenes como de santas; por ejemplo en la Inmaculada, de Acero de la Cruz (Fig.
19), o en la Santa Úrsula, de Gaspar de Figueroa (Fig. 20). También como coronas abiertas,
pero que nos recuerdan las coronas condales estarían la de la Virgen del Rosario, de Medoro,
o la de Santa Margarita de Antioquia, de Pozo (Fig.. 6).
Las diademas en sí apenas si han encontrado representación en la pintura neogranadina
y casi los únicos ejemplos son las de los ángeles de Sopó, en concreto en el Ángel de la
que sostienen la insignia de sol de Santo Tomás de Aquino, del Museo de Santo Domingo
de Tunja (Figs. 5 y 31). Precisamente este Santo luce paralelamente una cadena de piezas
y entrepiezas de oro y pedrería, siguiendo una tradición muy frecuente en la joyería de la
época. Semejante a una cadena es el largo collar de cuentas que aparece en las representa-
ciones de Santa Rosa, de algunos cuadros de Vázquez de Figueroa; incluso a veces incluye
el uso de medallas (Figs. 32 y 33).
Las joyas de pecho también fueron frecuentes en el atuendo de estas centurias. Los
mejores ejemplos de Nueva Granada nos los ofrecen, por su variedad, los ángeles de Sopó,
con sus broches, broqueletes y brocamantones. Solían disponer de dos partes esenciales: la
escarapela y la rosa. A pesar de estar a finales del siglo XVII, en Sopó la escarapela sigue
figura 24. Arcángel Gabriel. Siglo XVII. figura 26. Donante del cuadro de San Juan Bautista. Baltasar
Santa Bárbara de Tunja. Vargas Figueroa. Siglo XVII, Iglesia de las Aguas. Bogotá.
siendo textil y no ha evolucionado hacia las formas en que se funden ambos elementos en
una joya (Figs. 22 y 23); aun así, todavía se nos ofrece una gran variedad de formas, desde las
circulares a las triangulares y con técnicas que van de la combinación de sartas, suponemos
que perlas, a los enjoyelados, que predominan. Los arcángeles combinan esas joyas de pecho
con los broqueletes que lucen en las aberturas del ropaje, en las mangas o en los hombros, así
como en el calzado (Figs. 34 y 35). Algunos de ellos disponen de más de una joya pectoral, en
cuyo caso las colocan longitudinalmente a lo largo del torso, como Seactiel (Fig. 22); pero es
interesante Jehudiel, porque esa colocación lleva una forma descendente también en tama-
ño (Fig. 36), lo que no era muy frecuente en el siglo XVII, sino más bien una característica
que se genera a finales de esa centuria y, sobre todo, en la siguiente, en los vestidos de corsé,
como se aprecia en el retrato de Mª Luisa de Orleáns, realizado hacia 1682 por José García
Hidalgo. También utiliza joyas de pecho la Virgen del Topo, en forma de lágrima invertida,
atravesada por un puñal (Fig. 28) o la Virgen de Monguí del Museo de América (Fig. 27).
No abundan en la pintura neogranadina la representación de medallas y medallones.
Los medallones de pecho con el águila bicéfala imperial, que tuvieron una buena acogida
en la época, solo los hemos encontrado en el niño de una Virgen de Monguí, obra del siglo
XIX (Fig. 10); así como las medallas en los collares o rosarios de Santa Rosa de Lima, de
Vázquez de Arce (Figs. 33 y 34) o del licenciado Cotrina (Fig. 37).
Siguiendo la moda de la época, las joyas de mano se centraban esencialmente en pul-
seras, manillas y anillos. De estos últimos conocemos un buen ejemplo del Santa María de
Atocha, cincelado en oro y esmerada con talla baguette. La variedad de anillos a través de
la pintura se hace difícil de precisar, aunque parece que prevaleció su utilización en más de
un dedo, como era la moda de la época, en la que se solía dejar libre el índice; así lo apre-
ciamos en obras como el retrato de Margarita de Parma, de Antonio Moro; el de Margarita
de Austria, de Pantoja de la Cruz, o en la dama del abanico, de Sánchez Coello. En Nueva
Granada tenemos representaciones con un solo anillo, como en la donante del San Juan
Bautista, con piedra de talla ¿princesa?, o en la Santa Isabel de Hungría (Fig. 25). La donante
de la Piedad lleva anillos en el anular y el meñique (Fig. 12); la Virgen de Monguí, por el
contrario, luce anillos de piedras en todos los dedos de su mano izquierda (Figs. 13 y 26).
Las pulseras y las manillas, si en ellas predominaba el metal, solían ser de piezas y
entrepiezas, pero no encontramos ninguna de estas en las representaciones pictóricas neo-
granadinas. Las que hallamos suelen ser de perlas y pedrería, moda que tendió a imponerse
a lo largo del siglo XVII por la incomodidad que suponía el peso cuando se realizaban con
abundante metal. Las manillas, que solían ser dobles, una en cada muñeca, las vemos con
esmeraldas en la Virgen de Chiquinquirá, de Baltasar de Vargas (Fig. 30); son dobles los
hilos de perlas de la Virgen de Monguí, aunque solo se la vea en una mano, así como el niño
(Figs. 13, 26 y 27), como los que luce la Ruth, de Vázquez de Arce (Fig. 8).
No podemos olvidar la riqueza en joyas y piedras preciosas, aplicadas a unos textiles
enriquecidos, especialmente en las fimbrias de las figuras femeninas de la Virgen y las santas.
108Priscilla E. Müller, Jewels in Spain, 1500-1800, Nueva York: Hispanic Society of America,
1972, p. 160.
figura 33. Santa Rosa de Lima. Vázquez de Arce. figura 34. Cristóbal Torres. Gaspar de Figueroa.
Siglo XVII. Banco de la República. Siglo XVII. Colegio del Rosario. Bogota.
figura 35. San Agustín. Pintura mural. Siglo XVII. figura 36. Virgen del Rosario. Gaspar de Figueroa.
Ex-convento de San Agustín de Tunja. Siglo XVII. Convento de El Topo. Tunja.
Conclusiones
E evidente que la joyería neogranadina es inseparable de la producción de materias pri-
mas para la misma en aquellos territorios, que podían ir desde las famosas perlas y esmeraldas
hasta los yacimientos de oro y plata. Eso hizo que la joya neogranadina, como la de todo
el mundo hispánico, se caracterizara, incluso en el siglo XVII, por la riqueza y derroche de
materiales, frente a la moda francesa, que ya se iba imponiendo en el seiscientos, en que se
tendía a piezas más ligeras; y que también llegaría a influir en el mundo hispánico, aunque
no tanto como para ir suplantando a la joyería compacta y pesada. Precisamente la crisis de
metales y piedras, que afectaba directamente a Nueva Granada, tendió a propagar el uso de
la filigrana y del aljófar para abaratar los costes de las piezas.
Entre los artífices, como en otros centro joyeros americanos, lo que prevaleció en Nueva
Granada fue el anonimato. A veces conocemos las obras, pero desconocemos al autor o
viceversa. Es casi imposible vincular las joyas a los artífices, sobre todo cuando se tiene que
trabajar esencialmente desde las representaciones pictóricas. Pero, incluso en las pocas joyas
que se conservan, los autores nos son desconocidos, en buena medida por la trasgresión de la
ley en relación con el pago de los impuestos, que hacía que los artífices evitaran la utilización
de sus marcas. Aquellos artífices implicados principalmente con la joyería fueron los plateros
de oro y los lapidarios, que en Nueva Granada, durante los siglos XVI y XVII no llegaron a
formar gremio, aunque sí hubo un desarrollo de actividad paragremial.
En cuanto a formas parecen predominar los modelos hispánicos, con las influencias
que estos podían tener de otros lugares desde Francia hasta el Extremo Oriente. Con ello,
la joyería neogranadina se añadía a esa posición universalista que se dio también en otros
aspectos de la vida americana tras la conquista. Ello no implico que las formas tradicionales
indígenas desapareciesen del todo, puesto que algunas lograron pervivir, a veces adaptadas a
los gustos y obligaciones de los conquistadores, como hemos visto en algún tupo. De todos
modos las élites sociales prefirieron las modas europeas, incluso la importación de joyas, lo
que a su vez favorecía las influencias del Viejo Mundo.
Hay un predominio de la joyería civil, aunque de temática religiosa o aplicada a aspec-
tos de la religión. La profunda huella de la contrarreforma se dejaba sentir en los aspectos
devocionales, no solo por el uso de joyería de temática cristiana, sino por la aplicación
de esa joyería a las propias imágenes religiosas, a las que se engrandecía con toda aquella
aplicación de riqueza, especialmente a las devociones marianas, que en Nueva Granada
estaban representadas de manera muy especial por las vírgenes de Chiquinquirá y Monguí.
TITLE
Fruits in Colonia paintings from Chile: Symbolism more
than decoration
ABSTRACT
Fruits played a significant allegorical role within religious
painting in Colonial Chile. Indeed, this is particularly
valid if we refer to their presence inside religious pain-
ting, where having the opportunity to enter a sacred
space they showed their dignity and the chance to exalt
the daily activities where their present.
Key words
Colonial painting, fruits, material culture, Latin Ame-
rican art.
Las frutas están presentes en la pintura colonial en Chile. No diremos pintura colonial
chilena, porque las obras tomadas en consideración para este artículo son aquellas que
circularon por el territorio que hoy llamamos Chile, pero que en su mayor parte fueron
facturadas dentro de los límites del virreinato del Perú. Esto nos demuestra que había un
espíritu compartido en los móviles que animaban la producción de pintura, enfocada a una
demanda más o menos homogénea, donde la pintura religiosa ocupaba un rol protagónico. De
igual forma, esto nos permite utilizar algunos ejemplos de obras de arte dentro del virreinato
para justificar nuestros argumentos relativos a Chile.
Las frutas son algunos de los elementos del mundo natural presentes en las artes colonia-
les. Sin embargo, cuando están ahí, no son ellas las que articulan el discurso de los cuadros
–como ocurrirá años más adelante con el género de las naturalezas muertas o bodegones-,
están presentes para ayudar a consolidar el discurso de los sujetos del cuadro. En este sentido,
las frutas jugarán diferentes papeles. Unas veces ayudando a generar un vocabulario visual
que adjetive el motivo de la pintura, otras simbolizando conceptos que también ayudan a
los cuadros en su pedagogía. Intentaremos mostrar que las frutas y las flores no son meras
decoraciones de la pintura colonial, también cumplen roles significativos. Su presencia es
cualitativamente variable y cumple diferentes funciones. A esas funciones nos referiremos
en este artículo.
Con este ensayo pretendo relevar la importancia de la fruta en las artes visuales, como
un elemento de la vida cotidiana digno de ser representado; desplegaré aquí las posibilidades
[85]
simbólico-alegóricas que la fruta representó, sobre todo en el género de la pintura religiosa,
donde, debido a su reconocida dignidad, entró en el espacio de la representación de lo sagrado.
1 Norbert Schneider, Naturaleza Muerta. Apariencia real y sentido alegórico de las cosas. La naturaleza
quien es atendido por su propia madre. Las frutas están ahí para simbolizar dones espirituales
que se le ofrecen al Niño Jesús. Puede alivianarle el viaje o da la certeza de que esta huida es
la antesala de sufrimientos posteriores. Se le ofrecen frutas en el camino así como los fieles
ofrecen virtudes y sacrificios a sus divinidades para pedirles dones o agradecerles favores.
Esta forma de crear significado es análoga a la que las monjas de convento realizan
en sus celdas con sus propios fanales votivos. Nos referimos a aquellas cápsulas ovaladas
de vidrio que albergan un Niño Jesús rodeado de pequeñas figuritas. Al niño, entre otras
cosas, le ofrecen miniaturas de artesanía que representan flores y frutas. Su miniaturización
contiene todo el significado de la naturaleza, pero son muestras de humildad frente a la
grandeza de la divinidad. Como las frutas de los canastos de las pinturas virreinales, no
son otra cosa que símbolos de virtudes espirituales. La ofrenda de frutas es una realidad en
las fiestas religiosas coloniales. Para las navidades de la época, los feligreses se acercaban a
los templos con canastos llenos de frutas, verduras e incluso animales, como una forma de
manifestar preocupación literal para con el Niño Jesús, quien, en su naturaleza humana,
necesita alimentarse igual que cualquier otro niño.
Podemos ver, entonces, que en la época colonial se desarrolla un lenguaje visual común
para representar espacios equivalentes: el de la ofrenda en las pinturas, en el espacio votivo
del fanal y en las fiestas de la navidad. En todos estos espacios, la fruta es la elegida como
regalo para los dioses.
La forma de mostrar las frutas ya cortadas y en canastos, implica un trabajo de hor-
ticultura. Existían huertos en los conventos –donde generalmente estaban colgados estos
cuadros- , que exigían una serie de trabajos manuales. Esta relación entre el trabajo con la
naturaleza y la vida espiritual era de larga data. Ya desde la Edad Media los monasterios y
4Para un análisis más estilístico de esta obra véase: Isabel Cruz, Arte y Sociedad en Chile, 1550-
1650, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1986, p. 237.
5El cuadro que presentamos forma parte de una serie de 12 cuadros de la Vida de la Virgen. Es
de autor anónimo, probable seguidor de Diego Quispe Tito. Por tanto, de escuela cuzqueña. Para
más información sobre el cuadro y la serie, véase: Luis Mebold, Catálogo de Pintura Colonial en
Chile, Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1987, pp. 108-109.
6Edward J. Sullivan, The Language of Objects in the Arts of the Americas, New Haven & Londres:
Yale University Press, 2007.
7 Esta distinción entre representación y presentación la leí en: Norman Bryson, Looking at the
Overlooked. Four Essays on Still Life Painting, Londres: Reaktion Books, 1993; quien a su vez la
toma prestada de Stephen Bann, el creador de este binomio. La representación involucraría la
mímesis, la repetición de lo que estaba realmente ahí, de una realidad conocida. Lo presentado
es lo que ocurre solamente dentro de la composición, son objetos que existen ahí y sólo ahí.
A partir de esta distinción, yo sugiero que lo que está en el cuadro por vida propia, comulga,
necesariamente con el motivo, la atmósfera y el objetivo del cuadro.
Podemos poner como ejemplo un cuadro mexicano que incluye Edward Sullivan en su
libro. En la pintura de Gaspar Muñoz de Salazar, Cena Mística, entre las comidas aprecia-
mos un trozo de pan, bizcochos y una variedad de frutas y verduras que dan el tono local.
Entre ellas hay un limón, una pera, una manzana, una tuna, varios ajíes, una granada, una
chirimoya y una guanábana. Cada una de ellas aporta en dotar de familiaridad al ambiente
representado y de ser un recordatorio de un mundo real y posible. Sullivan dice que es como
si realmente se pudiese palpar el ambiente novohispano8. Pero pensamos que esas frutas
están también ahí para simbolizar la comida y su analogía con el alimento del alma que
implica una comunión con Cristo (Fig. 2).
En el ámbito de influencia de la pintura cuzqueña que llega a Chile, tenemos algunos
cuadros de la serie de la vida de San Francisco en el monasterio del mismo nombre en San-
tiago. En San Francisco reparte el pan entre los pobres, por ejemplo, podemos ver representados
varios objetos, entre los que figuran algunas frutas que incluso logramos reconocer en su
8 Sullivan, p. 75.
9M. Carmen García-Atance, Estudio Iconográfico de la serie sobre la vida de San Francisco en
AA.VV., Barroco Hispanoamericano en Chile. Vida de San Francisco de Asís, Madrid: Corporación
Cultural 3C para el Arte, 2002, p. 72.
conforman esta mesa representan una vez más frutas que existen en el mundo real americano.
Pero están aquí con vida propia para ayudar a simbolizar el motivo del cuadro (Fig. 4).
En el cuadro El Milagro de las manzanas de la misma serie, ocurre lo mismo: las frutas
están ahí representadas, pero también presentadas. Las manzanas que protagonizan la na-
rración se presentan para simbolizar la vida que triunfa frente a la muerte y logra devolver
la gracia. Probablemente hay ahí una alusión al fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del
Mal10. En este doble juego los objetos y, entre ellos las frutas, se mueve en la pintura colonial.
En relación a la iconografía específica de las Últimas Cenas que hemos considerado
para este trabajo11, cabe destacar y aplicar la interpretación que hiciera el español Manuel
Pérez Lozano sobre un grupo de Últimas Cenas andaluzas12. Argumenta cómo, a pesar de
10 Ibid., p. 75.
11Últimas Cenas coloniales en Santiago de Chile donde aparecen frutas: En el convento de Las
Dominicas de Santiago existe una Última Cena de pintor anónimo, seguidor de Diego de la Puente;
en el museo de la catedral de Santiago hay también una Última Cena de Diego de la Puente del año 1652.
12 Manuel Pérez Lozano, ‘Variantes iconográficas de La Última Cena, en la pintura andaluz
postridentina’ en Cuadernos de Arte e Iconografía, t. II-4, (1989). Disponible en: http://fuesp.com/
revistas/pag/cai0410.html
Iconografías nemotécnicas.
Entre las frutas simbólicamente importantes está la uva, que suele asociarse a la Eu-
caristía. Ejemplo de esta asociación en la pintura colonial en Chile la encontramos en el
cuadro de la Crucifixión de Cristo en la Iglesia de san Francisco de Chiu Chiu. A través de
un programa iconográfico, se representa la crucifixión con los signos de la pasión y el tema
del lagar místico (Fig. 5). El símil del cuerpo de Cristo con el fruto de la vid se encuentra
en varios pasajes de la Biblia. Lo más probable es que la metáfora haya salido de una inter-
pretación narrativa de las Escrituras y de ahí se haya convertido en un tema votivo capaz
de tomar las características específicas de tiempos y lugares diferentes.
Según Silvia Canalda i LLobet y Cristina Fontcuberta y Famada14 la imagen del lagar
místico se sustenta en dos pasajes del Antiguo Testamento, que luego los padres de la Iglesia
interpretaron como prefiguraciones del sacrificio divino y de la Eucaristía. En el Libro de los
Números, los hijos de Israel cortaron un racimo de uvas y lo llevaron sujeto a una vara hasta
un lugar concreto de Canáan. Por su parte, Isaías habla de aquel que vestido de rojo pisa el
lagar solo. Surge una iconografía a partir del siglo XII que luego va adquiriendo características
propias en diferentes lugares. En el siglo XIII San Buenaventura formula un comentario que
13Una Última Cena anónima del siglo XVIII en el Refectorio de la Antigua Recoleta de San
Diego; otra anónima del siglo XVIII en el Antiguo Hospital san Juan de Dios; otra de Vicente
Albán del siglo XVIII en el Museo de Arte Religioso de Popayán; así como un lienzo anónimo
del siglo XVIII tardío del Museo del Santuario de Guápulo. Véase también: Julio Pazos Barrera,
El sabor de la memoria. Historia de la cocina quiteña, Quito: Fonsal, 2008.
14 Silvia Canalda i Llobet & Cristina Fontcuberta y Famada, El “lagar místico” en época moderna.
servirá para articular una alegoría eucarística en el barroco: “el vino es la imagen de la sangre
que extrae el racimo; es decir, del cuerpo de Cristo, prensado por los judíos en el lagar de
la Cruz”15. En el siglo XVI, las imprentas de Wierix y de Juan de Courbes también habrían
hecho sus propias interpretaciones visuales. Recordemos que una de las principales fuentes
de inspiración en América a la hora de generar iconografías para la pintura fue a través de
los grabados flamencos. Esta iconografía tuvo enorme difusión popular porque sus imágenes
eran visualmente fuertes y fácilmente asimilables en sociedades tradicionales agrícolas.
15Ramón Mujica Pinilla, ‘Identidades alegóricas: lecturas iconográficas del barroco neoclásico’
en AA.VV., El barroco peruano, Lima: Banco de Crédito, 2003, p. 267.
La apropiación americana del tema está dada por la presencia de Santa Rosa de Lima,
quien aparece con San Juan, la Virgen María, San Antonio y Santo Tomás de Aquino. Proba-
blemente el otro personaje sea el obispo don Manuel de Mollinedo y Angulo, gran mecenas
del arte cuzqueño18. A través del árbol de la vida y su potencialidad inclusiva, capaz de unir
el Antiguo y el Nuevo Testamento, vemos que se articula también una inclusión geográfica:
la iglesia del Nuevo Mundo ocupa un lugar dentro de la tradición cristiana occidental.
Esta misma temática es la que apreciamos en la iglesia de San Lucas de Toconao. En esta
pintura cuzqueña, probablemente de finales del siglo XVIII, Cristo aparece con los signos
de la Pasión: corona de espinas, clavos, escalera, el gallo acompañando el motivo del lagar
místico, expresado visualmente con la vid con uvas negras.
La granada es también una fruta simbólicamente importante y la encontramos en
cuadros coloniales. En el convento del Carmen de san José existe una pintura denominada
La Virgen de la Granada, de autor anónimo, pero atribuido a un seguidor de Antonio de
Gamarra19. La Virgen sostiene a su hijo con amor maternal y tiene la mirada puesta en un
grupo de granadas que descansan en un paño rojo. El niño le toca el mentón a su madre
con ternura. En este cuadro, en que las granadas están en primer plano y la Virgen las mira
fijamente, la fruta tiene un importante protagonismo.
En la Biblia la granada es símbolo de la unidad del universo y en el cristianismo alude a
la Iglesia porque sus semillas son muchas y contienen una unidad que da forma a la fruta. El
Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XX, núm. 73, México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 1998, p. 11.
Carlos González Riffo, Arte Virreinal en el Desierto El Loa. Las huellas de la Fe, Antofagasta,
18
Consejo Regional Región Antofagasta: Corporación de la Provincia del Loa, 2009, p. 69.
19 Esta atribución es del Padre Luis Mebold, p. 150. Isabel Cruz (lámina 18), por su parte, atribuye
esta pintura a un seguidor de Mateo Pérez de Alesio y dice que es del año 1610, aproximadamente.
20Lucía Impelluso, La naturaleza y sus símbolos. Plantas, flores y animales, Barcelona: Electa,
2003, p. 145.
21María del Rosario Leal del Castillo, ‘Importancia de la naturaleza y el arte en el proceso evan-
gelizador’ en AA.VV., Arte y naturaleza en la colonia, Bogotá: Museo de Arte Colonial/Ministerio
de Cultura/ Universidad Nacional de Colombia, 2002, p. 161.
22 George Ferguson, Signs and Symbols in Christian Art, New York: Oxford University Press, 1961.
23 Mebold, p. 321.
La flor de la granadilla es tenida por cosa notable; dicen que tiene las insignias de la pasión, y
que se hala en ella los clavos y la columna y los azotes y la corona de espinas y las llagas, y no les
falta alguna razón, aunque para figurar todo lo dicho es menester algo de piedad24.
También habría sido descrita por Bernabé Cobo en el siglo XVI. En el siglo XVII, León
Pinelo la describía de la siguiente forma:
…Es blanca en lo principal, del tamaño de una rosa, ábrese con solo una hoja redonda y plana,
con la circunferencia dividida en muchas partes… y por reverso jaspeada de leonado; en igual
distancia del centro tiene cinco señales carmesíes, como cinco llagas o gotas de sangre…Del
centro sale un talle en forma de columna con sus basas y capitel, que ciñe una corona… de que
24José de Acosta, citado en: Teresa Gisbert, El paraíso de los pájaros parlantes. La imagen del otro
en la cultura andina, La Paz: Plural Editores, 2009, p. 163.
La historiadora Teresa Gisbert26 nos aporta el dato de un grabado de Nieremberg que mues-
tra la flor y el fruto de la granadilla del año 1635 y que habría estado circulando en el virreinato
del Perú. Aporta también explicitando el hecho de que esta flor habría sido muy utilizada en
la decoración barroca de las iglesias, como la de Santa Cruz de Juli y en la portada de Paria.
En la pintura que presentamos aquí, el árbol de la Passiflora ha sido utilizado como figura
nemotécnica para presentar a la Virgen como personaje redentor del cristianismo. La orden
de la Merced, cuyo origen se remonta al siglo XIII con San Pedro Nolasco, surge con el fin
de liberar a los cautivos cristianos que han caído en manos de los moros. Este origen es el
que la consagra como una orden que libera cautivos de la fe, verdadera redentora frente a la
herejía mora. En este contexto es que la flor de la pasión le recuerda la redención de Cristo
a toda la humanidad a través de su pasión y muerte en la Cruz. En esta pintura, la Virgen
de la Merced ayuda y acompaña a los santos mercedarios Pedro Nolasco y Ramón Nonato
en la tarea de liberación del pecado en América, que debe ser evangelizada para que los
indígenas conozcan la verdadera religión y la sociedad criolla no caiga en la esclavitud del
pecado. En esta tarea aparece asistida por el Espíritu Santo en forma de paloma.
Reflexiones finales
Hemos desplegado hasta aquí varias pinturas de la época colonial donde aparecen frutas.
Estas pinturas circularon por nuestro reino durante los siglos del virreinato del Perú. A
través de sistemas explicativos hemos intentado demostrar que la presencia de la fruta en la
pintura religiosa es más que decorativa. La fruta, dependiendo del contexto argumental en
que se encuentre, de su disposición en la composición pictórica y la familiaridad simbólica
en la cristiandad americana, puede tener importantes funciones para apoyar el objetivo de
una Iglesia institucional y contrarreformista. La familiaridad de la sociedad colonial con el
mundo agrario y la tradicional relación de flores y frutas con los ciclos de la vida, colabo-
raron en la creación de una batería de posibilidades para incluir en las pinturas religiosas
significados que había que enseñar. Los relatos bíblicos, los misterios de la fe y las virtudes
a inculcar echaron mano de un mundo material y natural ya conocido para lograr que el
fiel se familiarizara con la fe católica.
25 León Pinelo, citado en: Teresa Gisbert, El paraíso de los pájaros parlantes. La imagen del otro en
la cultura andina, La Paz: Plural Editores, 2001, pp. 164-165.
26Teresa Gisbert, El paraíso de los pájaros parlantes. La imagen del otro en la cultura andina, La Paz:
Plural Editores, 1999, p. 62.
Las frutas en la pintura colonial de Chile [101]
Olaya Sanfuentes Echeverría
Jacques Gilard
Jacques Gilard
Ce sont les enjeux des années 1940 qui ont déterminé le développement et les stagna-
tions de la littérature colombienne. Les deux grands noms d’aujourd’hui, Mutis et García
Márquez, nous viennent de la problématique de cette époque.
[103]
donné au mouvement syndical. Santos, qui lui succédait (1938-1942) et qui représentait
l’aile opposée du libéralisme, avait annoncé que son mandat serait une “pause” dans les
réformes et contribuerait à leur “consolidation”. C’était en réalité le mouvement inverse
qui s’amorçait et, de fait, la seconde présidence López, commencée en 1942, ne put aller
à son terme prévu : déstabilisé par son propre parti (par les “santistes” et par El Tiempo),
mis dans l’impossibilité de gouverner, López démissionne en août 1945. Son successeur
désigné, Lleras Camargo, démantèle sans tarder le mouvement syndical. L’unanimité
démocratique de façade qui avait régné au long de la guerre mondiale n’était plus de mise
et l’imminence de la victoire alliée permettait d’en finir avec certaines contraintes ou
concessions : la Colombie commençait sa guerre froide dès la reddition des puissances
de l’Axe. Il s’agissait d’en revenir à une démocratie restreinte, mais l’essor du populiste
Gaitán - conforté par la frustration populaire -, l’arrogance croissante des conservateurs
phalangistes et la division électorale des libéraux allaient mener le pays à une présidence
conservatrice et aux sombres débordements de la “Violence”. Le choix de 1945, ce rejet
de la démarche “lopiste”, devait peser très longuement sur le pays : l’assassinat du candidat
présidentiel Galán, en 1989, qui allait clore toute une époque, s’inscrivait encore dans le
processus déterminé par ce choix.
Les collaborateurs de la revue étaient aussi ceux du supplément de El Tiempo dont ils
formaient l’élite. Avec la modification survenue vers la fin de 1941, la différence s’effaçait
en grande partie, parce que les autres collaborateurs de El Tiempo, les médiocres, eurent leurs
entrées dans la revue, contribuant à en faire l’appendice mensuel du supplément. Celui-ci
était l’organe le plus prestigieux au niveau national, auquel il était destiné ; les conditions de
la guerre (une pénurie de papier qui, cela va de soi, n’affecta pas le journal du président) lui
assuraient une forme de monopole, faisant de lui le seul organe où intellectuels et écrivains
pouvaient bénéficier d’une réelle diffusion. C’était en apparence une garantie de pluralité,
mais qui s’effaçait sous l’effet d’un conformisme inspiré par quelque chose qui n’était pas
une censure, mais une orientation et un contrôle discrets et non moins effectifs. Le supplé-
ment de El Tiempo est la terne expression de ces années, l’image d’une Colombie repliée
sur elle-même, indifférente aux problèmes du monde et occupée à une auto-contemplation
sélective et complaisante.
Une brèche s’ouvrit avec l’apparition, en 1943, de l’hebdomadaire Sábado, créé par
Plinio Mendoza Neira, ancien ministre de López et futur compagnon du populiste Gaitán.
La guerre ne permettait pas qu’il y eût dans Sábado un véritable regard sur l’extérieur, malgré
les intentions initiales, mais l’hebdomadaire suivit les événements à travers la chronique
de Eduardo Zalamea Borda, “Trinchera de Sábado”. Par contre, ce fut une découverte de la
Colombie par elle-même : Sábado mit sous les yeux du pays sa multiplicité géographique,
raciale et culturelle et révéla une nation métisse à ses lecteurs de classe moyenne - que El
Tiempo aurait plutôt persuadés qu’ils appartenaient à une nation blanche.
Les narrateurs “terrígenas” s’inscrivaient dans cet attachement à ce qui était supposé
représenter à la fois les réalités profondes du pays et ses valeurs. Leurs “colonnes” de la page
Le moment que vivait le monde était une autre des grandes questions. On constate sans
étonnement que la plupart des intellectuels et écrivains colombiens, qui avaient suivi de
loin les péripéties de la guerre mondiale, étaient indifférents à la situation de l’après-guerre.
Comment les narrateurs “terrígenas”, enfermés dans leur univers rural, auraient-ils pu se poser
la moindre question vers 1946 ou 1947, alors qu’ils ne s’en étaient pas posé en 1940, 1941 ou
1942? D’une façon générale, la sensibilité “nationaliste” en était incapable. Et, pour les esprits
les plus ouverts et les plus expérimentés de l’intelligentsia “santiste”, comme Arciniegas, il
y avait une difficulté à peu près insurmontable : au-delà du souci de préserver des situations
acquises, s’interroger sur le monde contemporain équivalait à relativiser les questions colom-
biennes, autrement dit à fragiliser l’intangible crédo “santiste”. Mais cette myopie n’annulait
pas les angoisses de l’époque. Déjà, pendant la guerre, alors que beaucoup se contentaient de
l’affirmation d’imprécises valeurs démocratiques sans tenir compte de la spécificité inouïe
du fait nazi, Jorge Zalamea - ministre de López sous la “révolution en marche” et scandaleux
novateur joycien de 1941 - avait été sans doute le Colombien qui avait exprimé le mieux
ces angoisses, suivi par son cousin Eduardo Zalamea Borda, éditorialiste de El Espectador de
Bogota et chroniqueur de Sábado. L’un et l’autre étaient sensibles aux annonces apocalyptiques
que beaucoup ignoraient - mais que des jeunes gens, comme Alvaro Mutis, savaient aussi
reconnaître. Hiroshima avait été un autre signal d’effroi - annoncé avec quelques semaines
d’avance par Eduardo Zalamea Borda dans sa colonne de El Espectador - dont la Colombie,
absorbée par la démission de López, n’avait pas su mesurer la portée. Zalamea Borda allait
revenir avec insistance sur le sens du fait nucléaire au cours des mois et des années qui sui-
virent. Jorge Zalamea également : après avoir dit en 1942 que l’homme était le “naufragé” du
XXe siècle, il le répéta dans les années d’après-guerre et signala avec insistance les dangers
que la propagande faisait peser sur la liberté des esprits partout dans le monde. Les deux
Zalamea étaient en même temps les vecteurs les plus constants de la pensée contemporaine
en Colombie, accompagnés par Hernando Téllez ; celui-ci, qui avait répliqué aux nationa-
listes en 1941, trouvait dans les Nord-Américains (surtout Caldwell) une inspiration lui
permettant d’écrire des nouvelles “universalistes” de qualité, traduisait Sartre, et apportait
sa touche propre - moins combative que la manière de Jorge Zalamea, moins constante que
celle d’Eduardo Zalamea Borda - dans un débat qui avait grand besoin de rompre l’exiguïté des
cadres nationaux. Autour de la parole des deux Zalamea, et de celle de Téllez à un moindre
Dans un pays dont la capitale était isolée derrière les Andes, où la classe dirigeante
faisait reposer son pouvoir sur un contrôle somme toute efficace du mouvement des idées
et monopolisait largement les moyens d’expression, soumettant ainsi les intellectuels à un
chantage implicite (soumission ou inexistence), une asphyxie prématurée guettait les jeunes
gens qu’attirait l’exercice des lettres. El Tiempo proposait surtout une auto-contemplation
de l’intelligentsia officielle et filtrait sévèrement, quoique de façon chaotique (l’ignorance
De façon on ne peut plus symbolique, l’attaque de Gaitán Durán contre Zalamea précé-
dait de quelques jours l’emprisonnement de celui-ci. Gaitán Durán reprochait à Zalamea de
ne plus être en prise sur les problèmes de son temps. L’attaque paraissait dans le supplément
de El Tiempo. Dans le contexte de marche vers la dictature, cette attaque pourrait paraître
absurde, mais il s’agissait bien d’isoler et d’affaiblir Zalamea, pour ce moment-là et pour plus
tard, le contexte immédiat important peu. Zalamea était continuateur du projet démocratique
de López et porteur de possibilités nouvelles, lesquelles devaient à tout prix être d’abord
Ce congrès des nouveaux intellectuels avait fait émerger, dans le camp de la droite libé-
rale, le thème de l’engagement, que ne mentionnaient jusqu’alors que quelques intellectuels
non conformes, notamment Eduardo Zalamea Borda. Téllez l’avait effleuré prudemment.
Jorge Zalamea l’avait claironné et courageusement mis en oeuvre. Au sortir du “congrès
des nouveaux intellectuels” et dans le contexte dramatique des semaines précédant le
coup de force des “godos”, il devenait possible de récupérer ce thème tabou. Les scrupules
purent disparaître tout à fait en septembre 1952, quand les deux grands quotidiens libéraux
furent incendiés par des nervis conservateurs : alors, les libéraux de droite, même les plus
traditionnels, pouvaient dire leur tirade sur l’engagement de l’intellectuel. Zalamea avait
été réduit au silence avec la mort de Crítica et acculé à l’exil, d’abord en Argentine (où il
publia El gran Burundún-Burundá ha muerto), puis en Autriche où, s’étant rapproché des
communistes, il collaborait au Congrès pour la Paix.
En septembre 1952, peu après l’incendie des journaux libéraux, Alvaro Mutis déclarait
dans une interview radiophonique, transcrite le 18 de ce mois dans El Espectador :
“La misión de los intelectuales en la hora actual y en todas las horas debe ser la de
trabajar para la creación de valores estéticos permanentes y la conservación justa y verdadera
de los creados en el pasado.”
Critiqué par Téllez, dans un contexte où le thème de l’engagement devenait quasiment
obligatoire, il devait préciser le 14 octobre, toujours dans El Espectador:
“Y no solamente ahora, en estas especiales condiciones, sino en todas las edades, sería
inútil tratar de producir obra de arte a espaldas de su tiempo(...). Ahora bien, el que esta
obra de arte perdurable desempeñe una función social, es cosa que debemos dejar a la Divina
Providencia.”
Ces positions étaient partagées par García Márquez et ses amis du groupe de Barranquilla.
Avec leurs maîtres Eduardo Zalamea Borda et Jorge Zalamea, les jeunes intellectuels les plus
lucides gardaient la nostalgie des espoirs qu’avait incarnés le président López, ils étaient à
l’unisson du monde angoissé de l’après-guerre et ils croyaient que l’obligation de l’artiste
est de créer des “valeurs esthétiques permanentes”. Dans l’univers de frustration qui était
le leur, ils avaient choisi l’aventure de l’imagination - la seule aventure libératrice que leur
permettaient la guerre froide et le règne étouffant de la Mamá Grande. Et ils ont effective-
ment produit les oeuvres durables qu’ils ambitionnaient de produire.
Introducción
Aunque pudiera resultar una obviedad indicarlo, la naturaleza de la fuente hemerográ-
fica es insustituible para el estudio y la reconstrucción del estado de la cuestión de las artes
gráficas en prácticamente cualquier periodo que se desee abordar, pero es especialmente
rica y nutrida para el siglo XIX por las grandes transformaciones tecnológicas, económicas
y de organización laboral que en esa época se dieron. Para imaginarnos lo anterior solo
basta emplear la estrategia de búsqueda por palabras clave en acervos digitales como el de
la Hemeroteca Nacional Digital de México, de la que es posible obtener un amplio universo
de documentos que ofrecen algunos matices para el estudio de la tipografía, la imprenta y la
comunicación impresa en México que de otra forma sería difícil imaginar.
A manera de muy apretado resumen entre los documentos se encuentran relatos
fragmentados y parciales de historia de la imprenta con énfasis en los grandes personajes
clásicos como Gutenberg o Manuzio, y también de figuras locales como el poblano Pedro
de la Rosa o el tapatío Ignacio Cumplido; numerosos anuncios sobre venta de papeles, tipos
y prensas como los de Decaen, Deberny et Peignot, Andrade y García Torres; menciones
sobre el funcionamiento del gremio de artes gráficas; estadísticas, censos y cuentas finan-
cieras de las erogaciones de imprentas estatales; referencias a las mejorías en los talleres de
distintas partes de la república; noticias sobre el arribo de embarques de material tipográfico
a Veracruz, procedentes de Nueva York o Inglaterra; explicaciones sobre los cambios en
el diseño de una publicación concreta o las características visuales de una edición; textos
[119]
sobre estudios científicos de tipografía; noticias curiosas —como el aviso de devolución de
cajas de letras perdidas en el camino entre Veracruz a México—, o pleitos ente impresores,
como el tan sonado entre Rafael y Cumplido.
1Un panorama más amplio de este tema se plasmó en mi artículo: “Gustavo Adolfo Baz y la idea
de un Instituto Tipográfico Mexicano (1882)”, publicado en Grafía, revista de la Universidad
Autónoma de Colombia, Vol. 10, N° 1 Enero-Junio 2013, pp. 73-89.
2Enrique Fernández Ledesma, Historia crítica de la tipografía en la Ciudad de México, Fernández
Ledesma, México, SEP, 1935, p. 139.
3 Algunas de las escuelas fueron: Puebla (1870-1926), México (1873-1904), Oaxaca (1888-1890),
Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM), 2010, pp. 55-64 y Marina Garone
Gravier, “Imprenta La Purísima Coronada. Comentarios en acerca del repertorio tipográfico de
un establecimiento michoacano (ca. 1895),” en Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas-
UNAM, vol. XIV, núms. 1-2, primer y segundo semestres 2009, ISSN 0006-1719, pp. 121-151
(número especial dedicado a la tipografía).
4 “Escuela de Artes y Oficios. La del Gobierno del Estado, está situada en uno de los departa-
mentos del Hospicio. Director, Sr. Dr. Emilio Zertuche, 4. De San José, 8. Prefecto, Sr. Ignacio
Palacios. Secretario, Sr. Lic. Balbino Pérez, Sacristía de Santa Catarina, 21. Fue fundada por el
Sr. Gobernador Gral. D. Rosendo Márquez el 1° de Enero de 1886; y se enseña la instrucción
superior, previo conocimiento de la primaria, y trabajo en los talleres de carpintería, hojalatería,
zapatería, imprenta, litografía, fotograbado, encuadernación, platería y mecánica, estando los
salones bien provistos de todo lo necesario para el objeto a quien están destinados.” Miguel
Palma y Campos, Guía del turista en la ciudad de Puebla. 2a. ed. Puebla: Imprenta M. Corona
Cervantes, 1898, p. 56.
5 “Colegio Pío de Artes y Oficios. Calle de San Pantaleón, ex-colegio de San Pedro junto al
Obispado. Director, Sr. Dr. D. Julián Anaya, Prefecto, Sr. D. Manuel G. Sánchez. Se enseña la
instrucción primaria y superior y trabajos en los talleres de imprenta, encuadernación, zapatería,
carpintería y sastrería. Fué fundado el establecimiento por el virtuoso sacerdote de la Compañía
de Jesús, D. Francisco Javier Cavallieri el año de 1872. Sólo se admiten alumnos internos por
pensiones mensuales de #12”, op. cit.… p. 56.
Por otro lado en el Diccionario general de Puebla de Enrique Cordero y Torres, (1958),
hay numerosas fichas sobre la historia de Puebla, desde la época colonial hasta el año de
1954, inclusive. En el índice temático del primer volumen de ese libro se hallan los rubros de
Imprentas, Impresores, Periódicos, Periodistas, Tipógrafos, etc. donde encontramos tres fichas
relacionadas con “escuelas de artes y oficios”.8 La primera indica que el 1° de enero de 1896
“Se editó el primer calendario mercantil de Puebla para el año bisiesto de 1896, arreglado al
meridiano de Puebla y se distribuye gratis Puebla, el cual fue impreso de la escuela de Artes y
Oficios del Estado”;9 la segunda ficha del año siguiente, anuncia la aparición segundo calenda-
rio salido de las prensas del mismo taller, y la tercera y última indica que el 1° de enero 1902
salió el “Directorio y Guía de la ciudad de Puebla”, formado por el C. Atenógenes Carrasco.10
Por último, en el tercer volumen de la Historia compendiada del Estado de Puebla, En-
rique Cordero y Torres presenta una breve historia de la imprenta en la ciudad de Puebla,
donde menciona las existentes en el siglo xix y proporciona datos de las más importantes.
De estas referencias surge la preeminencia de la Escuela de Artes y Oficios del Estado donde
se publicó el ejemplar de El Aprendiz de tipografía: periódico dedicado exclusivamente a publicar
los ensayos de los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios del Estado, en el arte de la imprenta,
de 1896 que se alberga en la colección del Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional de
México,11 y del que vamos a ocuparnos a continuación.
6“Colegio de Artes y Oficios de la Sacra Familia. Calle del 5 de mayo, 3. Director, Lic. Francisco
Chávez Ortiz. Prefecto, Sr. Luis G. Limó La enseñanza es gratuita, pagando los alumnos internos
sólo una corta pensión para sus alimentos.” op. cit., p. 56.
7“Colegio Salesiano. Calle de Cárdenas, 2. Fue fundado el 9 de abril de 1894 á moción del Sr. D.
Ignacio Benítez, Presidente de la Sociedad Católica de Puebla. La dirección está encomendada
á virtuosos padres salesianos. Los niños asilados que allí se encuentran, aprenden la instrucción
primaria elemental, música, y los oficios de imprenta, zapatería, sastrería, herrería y carpintería.
No se admiten externos. Enseñanza y asistencia gratuitas, cumplidos los requisitos prescriptos
para ingresar al establecimiento.” op. cit., p. 56.
8Enrique Cordero y Torres, Diccionario general de Puebla. [Puebla: s. , 1958]. 3 v.. Fichas 1684,
1690 y 1717.
9La obra era de 19 x 14 cm constaba con (2 p.) más 104 más (2) p. y más 2 hojas con anuncios
comerciales.
10La obra contenía “cuanto pueden necesitar los viajeros y hombres de negocios. Itinerario de
los ferrocarriles y el plano de la ciudad, formado por un método fácil y sencillo, por el cual se
encuentran inmediatamente las calles, edificios públicos y templos que se busquen en Puebla.”
Medía 14 x 10 cm, tenía 112 p. y un plano.
11Tratamos de saber si existían otros ejemplares de esta periódica en acervos del país y a la fecha
solo sabemos que la biblioteca José M. Lafragua de la BUAP, solo se tiene uno de los 16 número
que aparecieron en 1896, el del el número del 15 de septiembre de ese año.
16 Op. cit.
17Periódico Oficial del Estado de Puebla, informe de Atenógenes Carrasco, fechado en Puebla de
Zaragoza, el 24 de noviembre de 1894. Copia. Puebla de Zaragoza, publicada por el Oficial Mayor
Joaquín Pardo, en Zaragoza, el 10 de enero de 1895, pp. 52-56.
18 Op. cit., las cursivas son mías.
19 Op. cit.
20Agustina Guerra, litografía, 12; Beatriz Contreras, litografía, 7; Benigna Palafox, litografía, 6;
Leona Gaffitt, fotografía, 12; Mercedes García, fotografía, 11; Paz Palafox, fotografía, 10 y Teresa
Camacho, litografía, 8. Op. cit.
21Aurelio Rodríguez, primer año de imprenta, 12; Fernando Tamayo. segundo año de imprenta,
12; Guillermo Porragas, Litografía, 10; Miguel Suárez, Litografía, 11; José Martínez Zertuche,
Segundo año de imprenta, 12; Medardo Ramírez, Litografía, 10 y Luis Carvajal, Litografía, 10.
Por una salutación que aparece en el número de agosto de 1896 sabemos que en ese año
el Dr. Ramón de la Peña era el director tanto de la imprenta del Hospicio como de la escuela
de Artes y Oficios, lo que nos indica el grado de vinculación entre ambos establecimientos.
Al analizar el contenido de la publicación, localizamos algunos datos del surgimiento
y vicisitudes que debieron sortearse para la aparición de algunos números del periódico. En
un editorial sin firma, se indicaba que, las instalaciones del taller estaban ya acondiciona-
das y mejoradas gracias a los auspicios del Gobierno del Estado, en ese momento a cargo
del general Mucio P. Martínez, y que la periodicidad del noticioso sería quincenal. En el
mismo número se daba cuenta que una las mejoras del taller es que se añadían fotograbados
ejecutados, en su mayor parte, por los alumnos del taller de esa materia de la Escuela y que
los dibujos que se observaban estaban hechos por los del taller de Litografía, que se llevaba
a cabo en el taller de Fotografía.
números el periódico presentan 4 páginas, los siguientes constan de 8, salvo el núm. 14 que
tiene 12; el núm. 15 con 13, y el núm. 16 con 18. El ejemplar conservado imcluye varias
firmas que indican que fue del Señor Antonio Benítez.
Cabezal de la publicación
El título de la publicación está compuesto en mayúsculas y fue dibujado por Miguel
Suárez, a quien veremos firmar varias imágenes en diferentes números. Además de las letras,
el cabezal presenta en su extremo izquierdo la imagen una máquina de impresión plana,
comúnmente conocida como minerva, y dentro de un círculo a la derecha un cajista y el
emblema de la imprenta: el escudo de Gutenberg.
Manejo de color
En cuando al manejo de color, la mayoría de las portadas están impresas a duotono: rojo
y verde oscuro, verde y café, morado y azul, en algunos casos ese bitono es más elaborado y
se aplica intercalado en la tipografía, como en las portadas de los números 7 y 8), además
el periódico presenta algunas páginas con papeles de colores.22
Tratamiento de la imagen
Por lo que respecta al tratamiento de las imágenes, hay retratos en fotograbado (por
ejemplo los de “Lic. Agustín Sánchez. Secretario general de Gob. Del Estado de Puebla”,
“Dr. José Ma. De Ita”, “Illmo Sr. Dr Francisco Meliton Vargas”, Obispo de Puebla); edificios
y vistas (como la de la Casa de maternidad), también hay dibujos (la mayoría de los cuáles
22Por ejemplo azules (port. núm. 4), verdes, amarilla (port. núm. 8), rosado (port. núm. 11),
rojas y amarillas (final de núm. 12 y port. núm. 13).
están firmados por el alumno Miguel Suárez); pero también los hay de otras personas como
la pareja de paseantes en el campo en bicicleta, que está firmado “J. M.” posiblemente ela-
borado por José Martínez, al pie de la imagen Sport de moda, se lee “el dibujo que publicamos
en la segunda plana [del primer número], que fué ejecutado por el alumno de primer año
de Litografía, Héctor Bazán”. Asimismo se usan clichés, como los que señalizan algunas
secciones del periódico como la Tipográfica o la Literaria (núm. 8) y aunque no se aplican
en el Aprendiz sabemos que en el taller se enseñaba litografía.
Repertorio tipográfico
¿Cuál era la oferta tipográfica disponible en México? Si revisamos los anuncios de
prensa que promocionan material tipográfico y prensas en los periódicos mexicanos de ese
momento veremos varios nombres como los de Deberny, Bruce Type Foundry Co. y R. Hoe
& Company.
Como hemos explicado en obras previas,24 la fundición Deberny se remonta a finales
del siglo XVIII por la unión de J. L. Duplat, Jean François Laurent y Joseph Gille; quedando
en manos del segundo en 1827. Por esa época Honoré de Balzac quiso montar una imprenta
para editar sus obras; y aunque el negocio no corrió con buena fortuna su amante y bene-
factora Louise-Antoinette-Laure De Berny pagó las deudas y se hizo cargo de la imprenta,
en la que luego trabajó su joven hijo, Alexandre De Berny, quien más tarde decidió unir las
partículas de su apellido para darle un carácter más comercial al negocio. El nombre Deber-
ny está presente desde mediados del siglo XIX, de forma ininterrumpida en los principales
periódicos aztecas, y dado el giro afrancesado del periodo porfirista, se constituyó sin más
en referente de calidad y buen gusto.
Por otra parte, la Bruce Type Foundry, fundada originalmente en Nueva York en la
segunda década del siglo XIX, y responsable de la introducción y mejoría del proceso de
impresión estereotípica en Norteamérica, fue una de las empresas americanas finalmente
absorbida por la American Type Founders en 1901. Es especialmente interesante de la
Bruce Co. el espécimen publicado en 1869 que contiene numerosos tipos ornamentales, de
texto y viñetas, algunas de las cuáles han sido reproducidas en la página electrónica de Luc
Devroye y se pueden apreciar en algunos de los números de El Aprendiz.25 Finalmente sobre
la R. Hoe & Company, hay alguna información disponible en el clásico estudio de Maurice
Se puede analizar el diseño de esos y otros periódicos más a través del portal de la Hemeroteca
23
Nacional Digital de México, buscando por título de obra o palabra clave (www.hndm.unam.mx.)
24Marina Garone Gravier “El diseño publicitario y la tipografía comercial de la Imprenta Purí-
sima Coronada”, en Claudia Raya Lemus, con estudios críticos de Julieta Ortíz Gaitán y Marina
Garone Gravier, Imágenes de la tradición y la modernidad. Grabados tipográficas de las placas originales
de la imprenta La Purísima Coronada, Toluca, Estado de México, Fomento Editorial del Estado de
México-FONCA, Col. Historia / Fundiciones, 2013, 142 p.
25 Luc Devroye profesor de la School of Computer Science McGill University, http://luc.devroye.
Estilo egipcio
(Clarendon)
Estilo lineal
(grotescas inglesas)
Annenberg,26 aunque no podemos asegurar que sean dichas prensas las que funcionaban
en la escuela poblana.
Ahora bien, analizando el material de imprenta que se despliega a lo largo de 16 nú-
mero es posible advertir que el taller estaba suficientemente bien dotado con un repertorio
de letras no solo para la composición del texto plano sino también para de fuentes para
los anuncios, cabezales y ornamentación. El cuerpo de texto se presenta por lo regular en
una fuente elzeviriana en dos cuerpos, y la mayoría de las cabezas están en una tipografía
sin remates (Grotesca inglesa). La paleta de la publicación está compuesta por familias de
estilo moderno (derivaciones de cortes Didot), familias con trazos mecánicos, conocidas
comúnmente como Clarendon, y numerosas fuentes decoradas, desde aquellas que remedan
diseños unciales y góticos, hasta las de patines redondeados y abigarrados. Ese surtido era
suficiente para que los estudiantes practicaran con los elementos usuales de la imprenta, y
no se despegaba grandemente del estado del arte tipográfico de finales del siglo XIX.
26Maurice Annenberg, Type Foundries of America and their Catalogs, Oak Knoll Press, New
Castle, 1994. Además hay información más accesible en Wikipedia http://en.wikipedia.org/
wiki/R._Hoe_%26_Company, consultado en línea el 7 de julio de 2014.
Las secciones
El periódico tuvo algunas secciones recurrentes, a saber: la Tipográfica (núms. 8, 10,
13-14, 16), la Literaria (núms. 6, 8-10, 12.14 y 16), los Cajistas (núms. 2, 5-10, 13-15) y
una titulada “Cabos sueltos” (núms. 6, 8, 11, 13-14 y 16) que contenía generalidades del
mundo de la imprenta,27 sin sección definida en todos los números salvo el 15, hubo datos de
carácter técnico, y también de naturaleza histórica (salvo en los núms. 14 y 15). Solamente
en los núms. 1 y 4 hay una sección dirigida a los lectores, el resto de los contenidos son
de naturaleza política (festejos del 16 de septiembre, alusión a gobernadores o personajes
religiosos) o literario y científico (como los textos que refieren al gabinete de vacunación,
a la ortopedia y al hospital de maternidad).
Historia
Los contenidos de historia se pueden organizar los de historia de la imprenta propia-
mente dicha y en temas vinculados, aunque también se abordan tópicos de encuadernación,
y otros que tratan la situación laboral de los impresores. Además del libro La invención de la
imprenta del tipógrafo norteamericano Theodore De Vinne, y que contó con la traducción
del inglés de Alberto Díaz —ex alumno de esta Escuela, al momento de la edición era
Profesor de Mecánica y Geometría en el mismo establecimiento—, publicado por entregas
desde el número 3 hasta el 13, hubo otros contenidos de historia en el Aprendiz como “Aldo
Manuzio y Lucrecia Borgia” (núm. 1), “El impresor afortunado” (núm. 2), “Influjo social
de la imprenta” (núm. 2), “Condición de los impresores”, “Gutenberg (que corrió de los
núms. 2 al 5), “Las avispas como fabricantes de papel” (núm. 5), “La encuadernación en sus
relaciones con la imprenta” (del núms. 7 al 10), “El pergamino legítimo y sus imitaciones”
(núm. 8) y “Los apóstoles de la imprenta” (que al parecer continuaba luego del núm.16).
Literatura
Aunque la Sección Literaria se hizo presente por primera vez en el número 4 de El Apren-
diz, bajo la denominación Historias y cuentos, con los textos “¡Pobrecito!” de Eduardo E.
Zárate y “Ceniza” de Manuel Caballero, a ésta parte se la nombrará Literaria de los números
27 Por ejemplo: “El periódico Deutscher Buch-und Steindrucher, de Berlin, correspondiente a di-
ciembre del año próximo pasado (1895), trae interesantes datos estadísticos acerca del consumo
del papel en el mundo. Según el resumen respectivo existen actualmente en todo el mundo 3985
fábricas de papel que producen en junto 7,904 millones de resmas al año. La mitad de esta pro-
ducción se emplea en libros impresos, 600 millones de resmas se destinan para los periódicos, y el
resto se usa en distintos ramos. El consumo, en relación a la población, es mayor en Inglaterra que
en cualquier otro país, 114 resmas, Alemania 8resinas, Francia 74 reinas, Australia e Italia 34; a
México le corresponden 2 resmas, a España resma y media y a Rusia 1 5/8.” El Aprendiz…, núm. 14.
Recomendaciones varias
En el periódico se ofrecen numerosos consejos y recomendaciones a los lectores y
específicamente aquellos vinculados con las artes gráficas, así por ejemplo encontramos
notas curiosas como la que señala las tres cosas que deben aprender quienes quieran llegar
a ser buenos cajistas. En primer lugar y la más importante es que se recomienda aprender a
leer, segunda se debe saber ortografía y la tercera manejar la puntuación. Con leer se quiere
significar explícitamente la velocidad de observación de un original al ser compuesto, ya
sea que esté escrito con buena o mala letra. En cuanto al manejo de la ortografía es para que
no haya vacilación en la redacción de las palabras y sobre la puntuación es para aplicarla
aún cuando el original carezca de ella.29 Otra noticia es la titulada “Luz portátil”30 en la
que se da cuenta de la aparición de un útil invento de los impresores de Chicago, quienes
idearon un casquete eléctrico que contiene una pequeña pila y una lamparita, con botón
de encendido y que el operario puede manejar a voluntad para realizar trabajos minuciosos.
Como los dos textos mencionados hay otras más, todas tendientes a la mejor conservación
y mayor duración del material de imprenta.
Tecnología
En materia de tecnología hay textos que versan sobre administración de empresas,
composición, géneros editoriales que se producen en los talleres, limpieza e higiene indus-
trial, sistemas de impresión, tecnología tipográfica y otros generales.31 Aunque son varios los
textos que podríamos poner como ejemplo o modelo de los de esta sección, deseo comentar
brevemente el titulado “El anuncio y el impresor” ya que es muestra clara de unas prácticas
comerciales en publicaciones periódicas que a finales del siglo XIX estaban en pleno pro-
28 La lista completa de textos literarios y autores está en el anexo tercero de este trabajo.
29 El Aprendiz…, núm. 5.
30 El Aprendiz…, núm. 6.
31 Ver el anexo 1 de este ensayo la tabla de contenidos de tecnología de artes gráficas.
Anuncios
Evidentemente el periódico no requería publicidad para sobrevivir pero la escuela y
el taller no desperdiciaron oportunidad de promoverse. Desde el núm. 7 se anuncia que el
taller de imprenta fue premiado con medalla de primera clase en la 3ra. Exposición artístico
32 Op. cit.
33 Los otros escenarios eran: “una mirada del Emperador Francisco José en la Procesión, El Teatro
del Pueblo. El Teatro de “Burg” y movimiento en la calle del Ring, Monumento del Archiduque
Cárlos, La Iglesia del Voto, Monumento de María Teresa, Vistas á la calle Kartntne, Iglesia de
Cárlos, Vista y movimiento en el puerto de “Elisabeth”, Parte del Parque de la Ciudad, El Par-
lamento, Vestíbulo y Escalera del Parlamento, Monumentos de Lenau, Perspectiva de la calle
Wiedener, La Opera, Calle de Prater, Iglesia Nueva, En el Parque de la Exposición, Estación de
Ferrocarril de la calle Federico”.
34 La revista La typologie-Tucker & circulaire Caslon, editada por H.W. Caslon & Co., y publicada
Este párrafo nos permite conocer que los trabajadores del periódico fueron los primeros
profesores de artes gráficas de la escuela y que Campomanes fungía de regente tanto para
50 “el Gorrión, el chiquito a quién usted le pagaba El Universal á peseta… ¡Ya murió!– lo atropelló
Saborit, en El Mundo Ilustrado de Rafael Reyes Spíndola, México, Centro de Estudios de Historia
de México CONDUMEX, 2003, p. 15.
53 Ibid.
A manera de final
Por lo que acabamos de presentar es posible decir que El Aprendiz de tipografía, periódico
dedicado exclusivamente a publicar los ensayos de los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios
del Estado, en el arte de la imprenta, de 1896 que se conserva en el Fondo Reservado de la
Hemeroteca Nacional de México, es una ventana para adentrarnos en el mundo de las
artes gráficas de uno de los estados de la república Mexicana más activos en materia de
publicaciones periódicas, en un periodo intenso en cuanto a cambios tecnológicos y mo-
dos de socialización de la cultura escrita. Pero a la vez es una pieza clave por los vínculos
directos o indirectos que dicha publicación tuvo con otros proyectos gráficos nacionales e
internacionales. A reserva de localizar y analizar otras publicaciones de tipografía emanadas
de escuelas de artes y oficios, la estructura y organización de contenidos de El Aprendiz nos
permite conocer algunos usos y costumbres de las obras de su clase. Pero éste no es el único
documento que nos ofrece el acervo para identificar las rutas de consolidación gremial y
educación tipográfica en México. Por ello mismo, la revisión exhaustiva y sistemática de
las fuentes hemerográficas de varias latitudes permite ponerlas en valor para el estudio de la
cultura impresa —con énfasis en la perspectiva bibliológica y material—, en ese propósito
nos estamos concentrando y este trabajo ha sido una muestra que permite trazar nuevos
caminos de estudio.
54 Eso que implicó en el aumentar de la suscripción trimestral y también de un peso a 1.25 pesos.
55 Solo se hacía en las capitales de los estados limítrofes a Puebla. Ibid., pp. 15-16.
56Aurelio M. García reemplazó a Poulat como encargado del semanario al empezar a operar con
sus nuevas máquinas en ciudad de México, en julio de 1895. Saborit, op. cit.
57Además de lo anterior el periódico incluyó la revista por entregas Perucho, nieto del Periquillo,
“una novela ostensiblemente mexicana –ilustrada por Leandro Izaguirre, Carlos Alcalde y Jesús
Martínez Carrión– con la que al fin alguien salía a enfrentar la marca establecida desde los
primeros meses de 1893 por El Demócrata de Joaquín Clausell al publicar la relación novelada
de la masacre de Tomóchic.” Ibíd., p. 16.
géneros impresos De las circulares [mercantiles y oficiales], esquelas, membretes, carteles, etc., etc.
sistemas de impresión La impresión litográfica con planchas de aluminio. Modo de preparar la superficie
Año III, Puebla 15 de marzo de 1896, Núm. 4, Historias y cuentos, “¡Pobrecito!” (Eduardo
E. Zárate), “Ceniza” (Manuel Caballero)
Año III, Puebla 15 de abril de 1896, Núm. 6, Sección científica y literaria, “La mesa de los
Escudos” (C. Digvett), “Blanco y Azul” (Edelmira Cortes G.), “El Violín” (Ricardo O
´Monroy), “Cuadro” (Cecilia Zadí), “Preguntas y respuestas” (Cecilia Zadí), “Mejor es un
dulce” (M. Ossorio Y Bernard), “Las cuatro reglas” (Miguel Del Palacio), “Soledad” (Carlos
Güido Spano).
Año III, Puebla 5 de mayo de 1896, Núm. 7, [columna sin nombre], “Oda a la Patria” (Manuel
M. Flores), “Recuerdos del 5 de mayo de 1862” (Manuel Emiliano Ayala).
Año III, Puebla 13 de mayo de 1896, Núm. 8, Sección Literaria, El Negro (P. Bonhomme),
“El Pasado” (Enrique Pérez Valencia), “Cuento”, “Décimas Acrósticas” (Aguilera Y Roa),
“El Espíritu y la Naturaleza” (Emilio Castelar), Beati Qui In Domino Moriuntur. (Juan Fede-
rico Muntadas), “Pulido… por fuera”, “Cuento”, “Igual pero diferente”, “Soneto” (Orlando
Furioso), “A una granada” (Gonzalo Picón Febres).
Año III, Puebla 31 de mayo de 1896, Núm. 9, Sección Literaria, “Los dos marinos” (Florentino
Llorente), “Origen de hombres célebres”, “Dichos de un poeta venezolano”, “Primavera”
(Francisco Izabal Iriarte), “Apellidos”, “El nido deshecho” (F. Celado Y San Martín),
“Renovación” (S. Eud), “Origen de un proverbio” (H. Blancas), “Diminuta”, “Cuatro des-
graciados” (J. B.), “Pensamientos”, “El Canto de las Escuelas”, “Un amigo de Colegio”, “La
codorniz” (Iván Tourqurnerf), “Las sombras”.
Año III, Puebla, 15 de junio de 1896, Núm. 10, Sección Literaria, Educad, “Enseñad, instruid
y moralizar a vuestros hijos”, “La madre y el maestro” (Moises A. Sanz), “Ofrendas” (Julio
Serratos), “Notas curiosas”, “Los perros”, “Buenos y malos” (José Estremera), “Mis velas”
(M.S.S.), “Tormenta”, “Mi capa española”, “Para tener dinero” (Franklin).
Año III, Puebla, 10 de julio de 1896, Núm. 11 [Sin nombre de sección], “El tocador de las
hijas del Celeste Imperio”, “¡Vivid…! (Ante El cadáver de un Suicida)” (M. Caballero),
“El mejor regalo” (Clemente Palma), “La fragua” (Juan Ramón Molina), “El Paso de la
muerte” (Aguilera Y Roa), “En la Gloria”, “En abril” (Manuel Reina), “Clínica negra”
(Rodolfo Figueroa).
Año III, Puebla, 31 de julio de 1896, Núm. 12, Sección Literaria, Erratas (M.S.S.), Errores
de Caja (Alejandro Nieto), Horas azules (Leopoldo Valencia), Oremus (Amado Nervo),
“Las sombras” (J. C. Zenea), “La caridad” [Inédita] (Santiago Leonte Ubila), “La cruz” (Ma-
nuel M. Flores), “Será verdad?” (Francisco Pedroza), “El inglés y el parisiense” (Radamés),
“Miniaturas” (B. Retes).
Año III, Puebla, 28 de agosto de 1896, Núm. 14, Sección Literaria, “La Ciencia” (Manuel
M. Flores), “A Volar, Igualdad, Al águila” (José Gomez L´Garte.), “Cuento” (A. Sánchez
Pérez), “Chasco reporteril” (Enrique F. Martínez), “Las ideas” (Olegario V. Andrade),
“Reconocimiento al Estimable Sr. Doctor Ramón de la Peña”, “16 de Septiembre de 1810,
México Independiente y Libre. 1896.”
Año III, Puebla, Noviembre de 1896, Núm. 16, Sección Literaria, “No Hay Hijo Feo -Cuen-
tecillo Popular”, “Pensamientos”, “Dones fatídicos” (Salvador Díaz Mirón), “Poesía… O
No” (Sin Autor), “Discurso”, “El amigo servicial” (Vital Aza), “El papel de lija” (Fernando
Bremon), “De Veracruz a México. Poesía Descriptiva” (Bernardo Ponce y Font), “A la
Campana de Hidalgo” (Nicolás Domínguez Cowan).
Fabio Rodríguez-Amaya
La Bachué de Rómulo Rozo. Un ícono del arte moderno colombiano es el título del libro
colectivo recién publicado en Bogotá, destinado – así se espera – a marcar un hito en la
cultura contemporánea del país y a crear las condiciones para colmar un vacío en la historia
y la historiografía del arte colombiano y latinoamericano. El libro, cuyo título es ya de por
sí un programa, congrega a un grupo de cinco reconocidos estudiosos, y está compuesto
por sendos ensayos en español con traducción al inglés a los que acompaña un impecable
aparato iconográfico de esmerada factura editorial. 1
Álvaro Medina (maestro historiador y crítico del arte, además de excelente novelis-
ta), Christian Padilla Peñuela (historiador del arte y editor del libro), Clara Isabel Botero
(antropóloga), Ricardo Arcos-Palma (historiador y teórico del arte) y Melba Pineda García
(antropóloga), en su orden, son los autores de este precioso volumen. Precioso, lo registro
de entrada, por el tema y el espíritu de fondo que agrupa y mueve a los especialistas; por el
empeño puesto en la claridad del aporte crítico; por el trabajo inmejorable de documentación
visual y de archivo, y por la metodología de la investigación, elementos que dan cuenta del
valor de una cierta academia, respetable por cierto, de la que provienen los autores.
En La Bachué de Rómulo Rozo… se retoma, con casi un siglo de retraso, un necesario
debate que permitirá reescribir – así también se espera – un capítulo falseado, cuando no
1 Álvaro Medina, Christian Padilla, Clara Isabel Botero, Ricardo Arcos-Palma y Melba Pineda La
Bachué de Rómulo Rozo. Un ícono del arte moderno colombiano, Bogotá: Editorial La Bachué,
2013, 200 pp, ilustraciones, b/n y color. ISBN 978-958-56671-1-9
[147]
negado, de nuestra historia del siglo XX. No sobra recordar que se trata del capítulo vivido
bajo el diktat de la república criolla conservadora de Miguel Abadía Méndez, presidente de
ingrata recordación por ser el del cuatrienio que lo entronizó en los altares de la patria como
el sayón de la naciente clase obrera, el auspiciador de infames empréstitos y concesiones
a las multinacionales norteamericanas gravosas para el país, y el cómplice de plantadores
locales, la United Fruit Company y las Fuerza Armadas en el genocidio de Las Bananeras de
1928. Tampoco se deberá olvidar que los artistas a finales de los años 1920 heredaban una
tradición sin pasado, el ‘Regeneracionismo’, las improbables propuestas de la generación del
Centenario, una Escuela Nacional de Bellas Artes con sus contradictorios programas vaci-
lantes entre academicismo y anti-academicismo, las posiciones reaccionarias del capitalino
Circulo de Bellas Artes y la predominancia de un artista joven, aristócrata y oficializado
exponente de tendencias conservadoras cual era Roberto Pizano, amén de las tendencias
anti-vanguardistas y filo peninsulares de la Academia de San Fernando de Madrid como
modelos a seguir por los artistas colombianos.
Un capítulo, por lo que respecta nuestra historia del arte, urgente de elucidar debido
a las contradicciones y malentendidos desatados por las fuerzas que de manera conflictiva
se enfrentaron en su momento. Un capítulo todavía en espera de una correcta valoración
debido a la devastadora campaña desatada por Marta Traba y & desde su llegada a Colom-
bia, capaz de estigmatizar a artistas que navegaban al garete en el miasma de un país a la
deriva, los cuales “sin ignorar lo que ocurría en Europa pero sin repetir lo europeo”, como
explicita Álvaro Medina, dedicaban energías y talento en la búsqueda de expresiones
autónomas y renovadoras2.
Si lo cultural no se puede escindir de lo ideológico y político pues, determinado por lo
económico, afecta de manera puntual las esferas de la creación artística y de su difusión, viene
al caso recordar también el periodo de importantes avances que registró el entero país, con el
proyecto de la Revolución en Marcha, durante el intervalo entre las dos guerras mundiales.
Periodo protagonizado en Colombia – en medio de múltiples fallas y contradicciones internas
– por una fugaz república liberal vigente sólo de 1930 a 1946 entre la muerte y la resurrección
de la centenaria república criolla conservadora. Esta desembocó en el Bogotazo e inauguró
el ciclo conocido como el de la Violencia, en concomitancia con la fundación de la OEA, la
declaración de la Guerra Fría y el peligro nuclear.
Para las artes y las letras occidentales fue el momento de mayor difusión de las vanguar-
dias internacionales – que a mala pena si rozaron a Colombia en arte y literatura –, de las
disparatadas tentativas de definición de la identidad nacional y del acceso tardío a la tercera
Modernidad en plena crisis del Neocolonialismo. En un país como Colombia, que con denuedo
apenas si se prefijaba salir del medioevo colonial hispánico y criollo, comenzaba la industriali-
2Álvaro Medina, El arte colombiano de los años veinte y treinta, Bogotá: Tercer Mundo-
Colcultura [Premios Nacionales de Cultura], 1995, p. 53.
3 Ídem, p. 36.
4José Umaña Bernal, “Rómulo Rozo y su obra”, en «[Dietario del Suplemento]» Suplemento
Literario Ilustrado, El Espectador, Bogotá, 11 de febrero de 1926, p. 5. [Bachué, p. 47]
5 Fue objeto de una breve reseña de Louis Forest, Revista Moderna de París (1926) en Rómulo Rozo
Krauss, Rómulo Rozo: escultor indoamericano, México: Delfos ed., 1990, p. 84. . [Bachué, p. 47]
6 Bogotá, Escuela Tipográfica Salesiana, 1922.
7Encarnación Lemus López. La Exposición Iberoamericana a través de la prensa (1923-1929),
Sevilla: Mercasevilla, 1987, p. 237. [Bachué, p. 49]
8Catálogo oficial de la Exposición de Sevilla, Sevilla, 1929 [Rómulo Rozo Krauss, Rómulo Rozo:
escultor indoamericano, cit., p. 79]. [Bachué, p. 58]
9 Idem.
10Álvaro Medina, «El regreso de la ‘Bachué’ de Rómulo», El Espectador, Bogotá, 12 de julio
de 2008.
11 La exposición fue inaugurada en la sede del museo el 27 de noviembre de 1997, “Colombia, en
el umbral de la modernidad”, El Tiempo, Bogotá, 30 de noviembre de 1997,http://www.eltiempo.
com/archivo/documento/MAM-674453. Álvaro Luis Medina Amarís, Ana María Lozano, María
Clara Bernal, Colombia en el umbral de la modernidad: un homenaje a los artistas antioqueños, Bogotá,
Museo de Arte Moderno, 1998, 144 p.
12 La fotografía de Bochica fue utilizada como portada de Universidad, n° 30, Bogotá, 25 de febrero
13 Las individuales del Cercle Paris-Amérique Latine, 14-25 de junio de 1928 y de la Galerie
“L’Époque” del 20-30 de enero de 1931 y la nota de Louis Forest, Revista Moderna de París (1926).
. [Bachué, p. 49]
14H.D. Barbagelata, ”Rómulo Rozo y su última exposición”, Cromos, n° 760, Bogotá, 2 de mayo
de 1931 [Álvaro Medina, El arte colombiano…,].
15Por parte de los artistas, en este caso de Rozo, pues sabido es que en las antiguas civilizaciones
y culturas prehispánicas no se usó la representación o figuración de ninguna de sus deidades.
19 La nota anterior y la documentación de prensa sobre la cual también Álvaro Medina construye
sus importantes libros: El arte colombiano de los años veinte y treinta, cit.; Procesos del arte en Colombia
[1978] Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Artes y Humanidades, Departamento de
Arte, Ediciones Uniandes – Laguna Libros, 2013. Por lo que atañe la música Egberto Bermúdez,
Jacques Gilard y Consuelo Posada, entre otros, han realizado trabajos de sumo interés. Gilard
desentraña bien el papel jugado por García Márquez en este asunto identitario del Vallenato
en “Veinte y cuarenta años de algo peor que la soledad”, Rumbos, Neuchâtel, 1988. (Reeditado
por Ed. Nueva Epoca, Bogotá, 1988, 60 p.).Véanse además, por la importancia del argumento,
Jacques Gilard, “Vallenato: ¿Cuál tradición narrativa?”. Huellas, Barranquilla, Universidad del
Norte, n° 19, 1987, p. 60-68. “¿Crescencio ou don Toba? Fausses questions et vraies réponses
sur le vallenato”. Caravelle, Toulouse, n° 48, 1987, p. 69-80. “Le vallenato: tradition, identité et
pouvoir en Colombie”, en: Gérard Borras (dir.), Musiques et sociétés dans les Amériques, Rennes,
Presses Universitaires de Rennes, 2000, p. 81-92. Consuelo Posada, Canción Vallenata y tradición
oral. Caravelle, Toulouse, n° 50, 1988, p. 227-231. Egberto Bermúdez, “Por dentro y por fuera:
El vallenato, su música y sus tradiciones escritas y canónicas”, Musica popular na America Latina:
Pontos de Escuta, eds. Martha Ulhoa, Ana Maria Ochoa, Porto Alegre: Universidade Federal do
Rio Grande do Sul/IASMP, 2005, pp. 214-45. “¿Qué es y qué y qué no es vallenato?”. (2004).
Egberto Bermúdez. Historia, Identidades, CulturaPopular y Música Tradicional en el Caribe
Colombiano. Editores: Hugues Sánchez y LeovedisMartínez. Ediciones Unicesar. Universidad
Popular del Cesar. Valledupar, Colombia.
20 Cfr. Notas 16 y 17. Después de la constitución de 1991 se retoma con creces el asunto, Cfr:
Fernando Mayorga García, «La cultura y la educación. Construir una identidad nacional sobre
el mestizaje de tres culturas», http://www.banrepcultural.org/node/86398.
21Jorge Luis Borges, “El escritor argentino y la tradición” en Discusión [1932], en Obras completas,
Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 271
22“What Life Means to Einstein: An Interview by George Sylvester Viereck”, The Saturday
Evening Post, 117, 26 de octubre de 1929, p. 18.
23 Octavio Paz, “Literatura de fundación” Lettres Nuovelles, París, 1961 en Puertas al campo, [1966],
26 Hasta comienzos de los años Setenta los Premios Nacional de Arte y Novela son ejemplo: los
financiaban las multinacionales Propal-Cartón de Colombia y Esso Petroleum Co Ltd v Mardon.
Las Bienales de Gráfica y Grabado de Cali y de Arte de Medellín, Propal-Cartón de Colombia
y Coltejer y Cía. Sobre el mecenazgo y las artes: Jorge Zalamea, “Respuesta a la encuesta de
Letras Nacionales”, Letras Nacionales, n° 9, julio-agosto de 1966. Álvaro Cepeda Samudio, “Arte
subvencionado” en Daniel Samper Pizano, cit.
27 Rafael Gutiérrez Giradot, Modernismo, Barcelona, Montesinos, 1983, pp. 75-83.
28 José Martí, “Nuestra América”, Revista Ilustrada de Nueva York, 10 de enero de 1891, en José
Reseñas [161]
Gradualmente, el autor conduce a sus lectores llevaron de América a Europa, de cuyo uso los
por la vasta imaginería medieval que sirvió para europeos ignoraban casi todo, razón por la cual
ilustrar tanto las primeras ediciones de los viajes se presentan en los grabados arbitraria y curiosa-
de Cristóbal Colón, como otros novedosos relatos mente asignados y no pocas veces mezclados con
mas tardíos sobre el descubrimiento, en los que se los de otras tribus.
perpetúan las imágenes medievales con las cuales Mediante un cuidadoso seguimiento de los de-
se habían ilustrado escenas, gestas y descubri- sarrollos de la cultura renacentista: recuperación
mientos en otras partes del mundo, introduciendo de la cartografía antigua, aportes de los nuevos
pequeñas alteraciones e innovaciones para que la conocimientos geográficos, guerras de religión
imagen resultara reconocible y aceptable. entre protestantes y católicos, visión de oriente
Como los conquistadores supieron que alguno- de los europeos, pervivencias medievales sobre
sindios practicaban la antropofagia, los ilustradores representaciones de santos y mártires en el arte
abordaron muy a menudo el tema presentándolos románico e innovaciones en las artes del dibujo,
en convivencia con restos humanos y en curiosas el autor nos familiariza con la manera como los
escenas en las que se combina con esta abominable artistas siguieron prefiriendo recurrir a imágenes
práctica, la imagen del buen salvaje, derivada de la ya existentes para representar lo desconocido y
del hombre primitivo de los bosques europeos y con así evitar componerlas de nuevo.
la de Adán y Eva expulsados del Paraíso Terrenal. El autor realiza una excelente presentación y
Basado en los relatos de Américo Vespucio, el análisis sobre el innovador trabajo del grabador
geógrafo Martin Waldseemuller, (1507) designó flamenco Theodoro de Bry (c. 1528-1598) y del
al Nuevo Mundo con el nombre de “América” en valioso apoyo que reciben los libros ilustrados con
el prefacio a la Geografía de Ptolomeo. Trató de grabados en metal. Señala cómo ellos ayudan al
enmendar su error en edición de 1513, indicando semiletrado a la vez que atienden la demanda de
que estas tierras habían sido descubiertas por el la elite cultural.
almirante Colón, pero el nombre de América para Aclara además cómo el canibalismo, asociado
el Nuevo Mundo ya se había difundido y aceptado en los primeros años de la Conquista a la imagen
ampliamente. Las Cartografías contienen a su vez del indio como un salvaje feroz, sediento de san-
numerosas viñetas alusivas a los caníbales, térmi- gre y de carne humana, evoluciona gradualmente
no derivado de voces que designaban a los caribes hacia una desmitificación de la misma, en la que
señalados por otras tribus como antropófagos y se refleja la aceptación del canibalismo como un
con la que se designó a los antropófagos a partir ritual derivado de creencias mágico-religiosas.
del descubrimiento de América. Con el uso de patrones renacentistas de belleza,
Chicangana encuentra los orígenes de las re- de Bry interpreta a las mujeres indígenas de Amé-
presentaciones de cuerpos mutilados o expuestos rica insistiendo en la persistente visión tradicional
en los bohíos de los indígenas americanos en de combinar en sus representaciones la lujuria y el
grabados de orígenes tan diversos como son las deseo sexual con el canibalismo, derivada de los
obras de Sebastian Brant, Hans Holbein o Jacques relatos de Vespucio.
Callot. Otra fuente de inspiración para los artistas Con notable erudición, Chicangana nos ilustra
señalada por el autor son los artefactos que se sobre las múltiples influencias que contiene la re-
Reseñas [163]
Dos libros sobre escultura
Hispanoamericana
siglos XVI al XVIII
Por Laura Liliana Vargas M. El estudio de la escultura en la época virreinal requiere una vez más
Universidad de los Andes de la relación entre España y América, tal como se dio siglos atrás,
MARÍA DEL PILAR LÓPEZ para adquirir una visión lo más completa y acertada posible sobre sus
Universidad Nacional protagonistas y los contextos en los que se difundió y circuló. Bajo esta
de Colombia, Bogotá.
perspectiva se desarrollaron los proyectos de investigación “La difusión
del naturalismo en la escuela andaluza e hispanoamericana. Talleres,
fuentes, mentalidades e iconografía” y “La consolidación del natu-
ralismo en la escultura andaluza e hispanoamericana” patrocinados
por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España y el Ministerio de
Economía y Competitividad, coordinados por el Dr. Lázaro Gila Medina.
Reseñas [165]
características formales que permiten avanzar en selección de los ejemplos responde, de una parte,
esta identificación que se dificulta por la ausencia a la relevancia de la obra por su calidad artística y,
de documentos con pistas sobre estos aspectos, de otra, a las nuevas noticias que sobre el tema se
solamente posible con la mirada de un conocedor. dan, pues la reflexión se orientó a partir de la con-
Tanto este aparte como el resto del libro son sulta de archivos, sacando a la luz algunas autorías
ricos en observaciones realizadas directamente y fechas que han servido para datar los trabajos.
sobre las obras, muchas de las cuales ilustran En el escrito se destaca la presencia en el Nue-
los textos a través de un completo registro foto- vo Reino de Granada de carpinteros entalladores
gráfico a color que permite al lector contrastar principalmente provenientes de Sevilla, como
las reflexiones planteadas por los autores, acom- Alonso Rodríguez, ensamblador de retablos, quien
pañadas de una cuidadosa revisión de fuentes en 1573 trabaja en Santafé, y Diego Leal, quien en
secundarias y, en muchos casos, de fuentes 1583 llega a Cartagena.
primarias provenientes de archivos. Igualmente, a través del escrito se evidencia la
El segundo libro fruto de estos años de investiga- importante demanda de retablos por parte de la
ción es La consolidación del Barroco en la escultura sociedad civil que se abasteció del comercio trasat-
andaluza e hispanoamericana en el cual surgen lántico al encargar obras a Sevilla y otros centros
nuevos actores como Alonso de Mena o Gaspar de la península. Fueron comerciantes como Luis
de la Cueva, otros lugares de estudio como la Ca- López de Ortiz, quien en 1586 encarga a Sevilla el
pitanía General de Guatemala y la Real Audiencia retablo de Nuestra Señora de la Concepción para
de Quito, y otros temas como el de las grabados el mismo Convento. También el caso del mercader
como fuente y los modelos europeos usados en la Félix del Castillo, quien se estableció en Tunja y
escultura andaluza. Los estudios recientes sobre solicita un tabernáculo para el presbiterio de la
Andalucía revelan aspectos novedosos como La Iglesia Mayor de la ciudad.
ornamentación arquitectónica granadina en la Se puede reconocer la influencia en el Nuevo
primera mitad del siglo XVII donde se presenta Reino de Granada de artistas y obras cuya correcta
el trabajo de Alonso de Mena como arquitecto, y perfecta ejecución fueron referencia en América.
constructor de retablos y decorador. El tema del Un caso es el modelo de retablo tabernáculo de-
ornamento es de gran importancia para el medio sarrollado en Sevilla a finales del siglo XVI y muy
americano pues a través de él se pueden explicar extendido en el siglo XVII, cuya demanda fue per-
muchos aspectos relacionados con el arte. Trabajos manente. Igualmente, son ejemplo los trabajos de
como el que presenta José Manuel Gómez abren Martínez Montañés, Juan de Oviedo, Martínez de
un campo de análisis para entender mejor las obras Ocampo, Diego López Bueno y Francisco Pacheco
americanas. Sin duda, esta nueva publicación se autor de algunas tablas pintadas para retablos
convierte en una fuente de consulta esencial. como las que se encuentran en la iglesia de la
Queremos destacar el capítulo relativo al Reta- parroquia de Las Nieves, alrededor de 1597.
blo escultórico del siglo XVII en la Nueva Granada, De otra parte, la idea que se plantea de trazas
una aproximación a las obras, modelos y artífices. universales adaptadas a las necesidades locales
Es el primer escrito sobre Colombia que trata el induce a la reflexión. Es interesante en este estudio
tema del retablo desde una perspectiva amplia. La cómo se tejen datos provenientes de diferentes
Reseñas [167]
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Pies de foto. Deben contener la información en el Las citas breves se destacan entre comillas.
siguiente orden: título de la obra; nombre y apellido
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del autor; fecha de ejecución; técnica; dimensiones;
n indicar los significados de las palabras estu-
colección a la que pertenece; fotógrafo.
diadas
n llamar la atención sobre un tecnicismo
La revista Ensayos. Historia y teoría del arte dial, la revista acoge con especial interés aquellas
es una publicación semestral del Instituto de In- contribuciones en las áreas del arte colombiano, en
vestigaciones Estéticas (iie) de la Facultad de Artes particular, y el latinoamericano, en general. Los textos
de la Universidad Nacional de Colombia, con sede que en la revista se publican se presentan a manera
en Bogotá. Su principal propósito es dar a conocer de artículos ilustrados, reseñas de otras publicaciones
resultados de investigaciones y artículos de reflexión y reproducciones comentadas de documentos de
en torno a la historia y la teoría de las artes visuales, interés histórico. La revista Ensayos. Historia y
la arquitectura y la música. Sin descartar aportes teoría del arte está destinada primordialmente a
originales en torno a estos temas en el arte mun- la comunidad académica internacional.
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