Perfidas Intenciones - Michael A. Stackpole
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una guerra civil que casi aniquiló a los Halcones de Jade y que extinguió
al clan de los Lobos, Vlad de los Ward emerge con un poderoso secreto, un
secreto que pretende utilizar para vengar la destrucción de su clan y
restablecer a los Lobos una vez más. Sin embargo, los Halcones de Jade
tienen sus propios planes para atacar la Alianza Lirana de Katrina Steiner. La
única esperanza de Katrina es pedir ayuda a su hermano y rival político,
Victor Davion. Éste acepta, pero podría ser su perdición, puesto que Katrina
quizá tiene la manera de eliminarlo de una vez por todas…
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Michael A. Stackpole
Pérfidas intenciones
BattleTech
ePUB r1.0
epublector 27.02.14
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Título original: Malicious Intent
Michael A. Stackpole, 1996
Traducción: Anna Amado Bernardino, 2003
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A Richard Gatfield, genio creativo y diseñador de juegos innovador, que
demuestra que los buenos tipos no tienen por qué ser los últimos y, en algunos
casos, pueden ser los primeros con diferencia.
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Agradecimientos
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LIBRO I
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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
11 de diciembre de 3057
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librenacidos de la Esfera Interior y de los Halcones de Jade y otros Clanes, Vlad se
negaba a rendirse a la preocupación y la inquietud. Para él, aquellas emociones
estaban reservadas para los que habían perdido toda esperanza, para los que preferían
vivir en un estado de pavor en lugar de intentar deshacerse del mismo.
Para él, no había motivo de temor porque sabía que aquello no era más que otro
episodio en la leyenda de su vida. Su existencia no podía finalizar de forma tan
vergonzosa, muriendo de hambre o asfixia en la cabina de un ’Mech sepultado entre
las ruinas. Vlad se negaba a aceptar tal posibilidad.
Los Lobos me pertenecen. Aquel hecho era un reclamo y una confirmación de su
destino. Seis siglos antes se habían creado los BattleMechs —máquinas humanoides
de destrucción, de diez metros de altura— para dominar el campo de batalla y para
que él pudiera pilotar uno algún día. Trescientos años antes, Stefan Amaris había
intentado apoderarse de la Esfera Interior, y Aleksandr Kerensky se había
desvanecido en la Periferia con la mayor parte del ejército de la Liga Estelar, para que
Vlad naciera algún día en la más gloriosa de las tradiciones guerreras. Nicholas
Kerensky había creado los Clanes para perseguir el sueño de su padre, y Vlad había
nacido guerrero para guiar a los Clanes hacia la materialización de ese sueño.
Esos pensamientos lo elevaban más allá del dolor corporal. A Vlad no le
importaba lo que pudiesen pensar los demás acerca de la visión que tenía de sí mismo
como producto final de seiscientos años de historia de la humanidad, ya que no se le
ocurría otra manera de interpretar su vida. Rehuía el misticismo del Clan de los Gatos
Nova y analizaba los acontecimientos con una lógica fría. La navaja de Occam
sesgaba su conclusión con claridad. Su razonamiento, pese a lo extraordinario que
parecía, tenía que ser cierto porque era la explicación más sencilla para entrelazarlo
todo.
Si estuviera equivocado, los Clanes habrían vuelto a la Esfera Interior un siglo
antes o después de su existencia. Si no fuera cierto, no habría sufrido la humillación
de manos de Phelan Kell, una humillación que permitía a Vlad, a diferencia del
ilKhan y la Khan Natasha Kerensky, ver el mal que representaba el hombre. El
trauma de aquella derrota lo había inmunizado contra el hechizo de Phelan y lo había
convertido en el último Lobo verdadero del Clan.
Ulric lo sabía y, por eso, me confió el futuro de los Lobos.
Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Había llegado a Wotan con el ilKhan
Ulric Kerensky y lo había conducido a un campo de batalla escogido por Vandervahn
Chistu, el Khan de los Halcones de Jade. Ulric y Chistu tenían que enfrentarse en un
combate en el que Ulric habría prevalecido si Chistu no hubiera jugado sucio. Lo
último que Vlad vio del líder de los Lobos fue la silueta en llamas de un Gargoyle
dando un paso más hacia el enemigo, a pesar de la abrasadora tormenta de misiles
que lo envolvía.
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Tumbado de espaldas, Vlad observó los instrumentos inertes de su cabina y
sonrió. No sólo había presenciado el traidor asesinato de Ulric por el Khan Halcón,
sino que además lo había grabado. Chistu tenía que saber que la prueba
incriminatoria estaba en la grabadora de la cabina. Vlad, en su lugar, habría intuido la
amenaza inmediatamente y habría disparado contra él hasta convertir a su Timber
Wolf y al edificio en un enorme cráter. El hecho de que Chistu no lo hubiera hecho
indicaba que era más estúpido de lo que Vlad creía.
Esto significa que vendrán a por mí. Chistu no ordenará la destrucción del
edificio, aunque debería hacerlo. Vlad suponía que enviaría a alguien a buscar el
’Mech y recuperar la grabadora con el pretexto de que los datos médicos grabados
podían proporcionar información sobre la muerte de Vlad de los Lobos. También
permitiría a Chistu ver la destrucción de Ulric desde otro ángulo y la perfecta
puntería que había enterrado a Vlad bajo los ladrillos y la argamasa de un enorme
edificio.
Tengo que estar preparado para cuando vengan.
Con la mano derecha se desabrochó el cinturón y se lo quitó. Pasó el extremo a
través de la hebilla y se lo ató con fuerza a la muñeca izquierda. El dolor le recorrió el
brazo, inmovilizándolo y provocándole náuseas por un momento.
Vlad esperó a que desapareciera la sensación de náusea antes de seguir con su
plan. Levantó la rodilla derecha a la altura del pecho y apoyó el tacón de la bota en el
extremo del asiento de mando. Buscó a tientas la hebilla de las botas de media caña y
la desabrochó. Pasó el extremo del cinturón por la hebilla e introdujo la lengüeta en
uno de los agujeros. Empujó la punta del cinturón de la bota sobre el otro cinturón y
lo apretó. Palpó el cinturón de la cintura hasta estar seguro de que no se soltaría.
Volvió a bajar la pierna y pisó el pedal que había debajo del asiento de mando sin
tensar el cinturón del todo. Respiró hondo y levantó lentamente la pierna izquierda
hasta colocar el tacón de la bota por encima del cinturón. Apoyó el hueso intacto
sobre el muslo. Con la mano derecha sujetó las correas de contención que le cruzaban
el pecho y el muslo para mantenerse inmóvil en el asiento de mando.
A causa del sudor, empezaron a escocerle los ojos. Sacó los alambres de refuerzo
del cuello del neurocasco, lo desabrochó y lo tiró hacia atrás. Oyó el ruido que
produjo el casco al chocar contra los escombros, pero no le importó. Sacudió la
cabeza con fuerza para deshacerse del sudor que le impregnaba la cara como una
neblina fría.
Sabía lo que tenía que hacer y sabía que el dolor sería insoportable, peor que
cualquier dolor físico que hubiera sufrido hasta entonces. La herida que se había
hecho en un lado de la cara y que le había dejado una cicatriz desde la ceja hasta la
mandíbula había sido igual de dolorosa, pero los médicos lo habían mantenido tan
sedado con calmantes que aunque le hubiese pasado un ’Mech por encima no habría
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sentido nada. Disponía de todos aquellos calmantes en el botiquín que había en una
de las zonas de almacenaje de la cabina, pero si los utilizaba no sería capaz de
colocarse el brazo.
El dolor es la única señal de que estás vivo.
El leve roce de los dedos sobre la herida inició una agonía que le llegaba a
oleadas que parecían licuar su cuerpo. La respiración contenida en la garganta y la
sensación de asfixia amenazaban con arrancarle las entrañas. Un gélido escalofrío se
apoderó de sus intestinos, y el escroto se le encogió mientras su cuerpo se recuperaba
del dolor.
Vlad golpeó el brazo del asiento de mando con el puño derecho.
—No soy un Halcón de Jade. ¡Este dolor no es nada! —gritó al mismo tiempo
que daba un resoplido y volvía a tomar aire—. Soy un Lobo y sobreviviré.
Estiró la pierna izquierda lentamente y empezó a perder la visión cuando notó la
presión del cinturón en la cintura. Intentó inclinarse hacia adelante para destensar el
cinturón, pero las correas de contención lo mantenían inmóvil, con el brazo izquierdo
extendido y el codo sujeto. Unos destellos rosados y verdes explotaron ante sus ojos,
y la oscuridad empezó a apoderarse de su campo de visión.
Siguió empujando y bajó la mano derecha a la altura de la herida. La feroz tortura
que le consumía el brazo izquierdo aumentaba el dolor de la mano. Milímetro a
milímetro, la presión del cinturón fue juntando los huesos, acercándolos a su lugar de
origen. Cada ínfimo movimiento hacía temblar el cuerpo de Vlad y lo envolvía con
un dolor que parecía haber existido en él toda su vida y prometía envolver su futuro.
Sin embargo, el tacto de la mano derecha le indicaba que los huesos todavía estaban a
kilómetros de distancia y que nunca volverían a su sitio pese a aquel infinito
padecimiento.
El rechinar de los dientes casi ahogó el primer leve chasquido de los huesos, que
empezaban a ocupar su lugar. La presión del cinturón había disminuido y se
convenció a sí mismo de que todo iba bien y de que el tacto de su mano derecha
fallaba. Una tormenta de dolor estalló en su interior. Sintió cómo su resolución
empezaba a fundirse en el infierno.
Entonces, recordó la imagen del ’Mech de Ulric dando un paso más.
No me rendiré.
Vlad estiró la pierna izquierda mientras gritaba incoherencias. Hueso contra
hueso, la parte inferior del mismo se deslizó hacia el otro lado. El golfo que se abría
entre los extremos de la herida parecía estirarse para siempre, pero él sabía que no era
más que una sensación. Apretó la herida con la mano derecha y presionó hacia abajo.
Los huesos volvieron a su lugar.
La tormenta de rayos que se desató de la herida le dobló la columna mientras las
correas de contención luchaban por mantenerlo inmóvil contra el asiento. Permaneció
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así mientras sus pulmones ardían en llamas por la falta de oxígeno. Quiso gritar, pero
lo único que pudo oír fue el silbido del escaso aire que le quedaba en el pecho.
Sus músculos se destensaron y las correas de contención lo empujaron contra el
asiento. Sintió más dolor, pero su sistema nervioso todavía no se había recuperado y
no podía más que enviar leves ecos a su cerebro. Tomó aire una vez, y otra, y otra
más; en cada ocasión, de manera más profunda. Cuando su cuerpo se habituó a no
sentir dolor al respirar, recuperó el ritmo normal de funcionamiento.
La herida seguía latiendo con fuerza, pero los huesos habían vuelto a su lugar.
Vlad sabía que encontraría una tablilla en el botiquín del asiento de mando, pero no
tenía fuerzas para liberarse de las correas de contención y buscarla. Dejó caer la
cabeza hacia un lado y luego hacia el otro para secarse el sudor de los ojos. No era
mucho, pero sí mejor que nada.
Mientras recuperaba las fuerzas, Vlad se permitió esbozar una sonrisa. Había
pasado la primera prueba de su ordalía, pero sabía que habría muchas más. Habría
enemigos a los que destrozar y aliados a los que utilizar. La guerra —en términos
técnicos, un Juicio de Rechazo— entre los Halcones de Jade y los Lobos habría
dejado ambos bandos devastados. El hecho de que no lo hubieran rescatado
inmediatamente le indicaba que los Halcones de Jade habían ganado, lo que
significaba que tendría que recurrir a los Halcones que compartían su repugnancia
hacia la Esfera Interior si quería que lo ayudasen. Será mejor que pida ayuda a los
Osos Fantasmales, que hace tiempo que son aliados de los Lobos.
Vlad asintió lentamente. Tengo muchos asuntos que arreglar. Puedo dedicar el
tiempo que pase aquí, esperando en mi cabina, a sopesarlos. Vendrán a por mí
creyendo que son carroñeros para luego descubrir que son mis salvadores. Pero
nunca sospecharán que, en realidad, son las comadronas del futuro de los Clanes.
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—, Doc era un veterano de papel; aunque había servido en varios conflictos, lo había
hecho indirectamente. Incluso en la lucha más reciente, cuando la Liga de Mundos
Libres invadió la Mancomunidad Federada y recuperó mundos que había perdido un
cuarto de siglo antes, su unidad había optado por abandonar el campo de batalla. Los
Undécimos decidieron aceptar la proclamación de neutralidad de Katrina Steiner,
abandonaron su estación en el disputado mundo de Calliston y volvieron a la sede de
Wyatt.
Grega dio un resoplido.
—¿La suerte? Esa es precisamente la clase de actitud que nos ha traído hoy aquí,
Hauptmann. A muy pocos les gustaría emular su expediente militar.
Apuesto a que a los que han muerto sí les gustaría. Doc se inclinó hacia adelante
y colocó las manos sobre el escritorio.
—No estoy seguro de haber entendido su valoración, Kommandant. Todas mis
evaluaciones han sido satisfactorias.
—Sin embargo, sólo le han ascendido en dos ocasiones y, de no ser por la
invasión de los Clanes, le habrían despedido hace tiempo —dijo Grega, dando un
golpecito en el disco—. En este momento, sus posibilidades de ascenso son nulas.
Sí, pero no es mi expediente de servicio lo que me condena. Los Undécimos
Guardias Liranos habían sido una unidad vital al frente de las FAMF contra posibles
agresiones de la Liga de Mundos Libres en la Marca de Sarna. Cuando se retiraron y
se unieron a la nueva Alianza Lirana se convirtieron en una unidad clave de lo que
entonces se conocía como las Fuerzas Armadas de la Alianza Lirana. La ironía del
acrónimo resultante, FAAL, no se había perdido, y hacer una broma al respecto
parecía ser sinónimo de traición para la mayoría de los FAALacios.
Los que creían que era una broma apropiada solían ser guerreros procedentes de
la mitad Davion de la Mancomunidad Federada. Tras negarse a ayudar a su hermano
a luchar contra la invasión de la Marca de Sarna, Katrina Steiner se había escindido
de la Mancomunidad Federada, había bautizado su nuevo reino con el nombre de
Alianza Lirana y había reunido a todas las tropas simpatizantes. Los que respondieron
a la llamada, como los comandantes de los Undécimos Guardias Liranos, eran
partidarios incondicionales de Steiner, que tenía un sentido del humor teutónico sobre
la vida en general y la unidad en particular.
Grega se reclinó en la silla y se acarició varios mechones de pelo castaño que le
atravesaban la calva.
—Sé que no son tiempos fáciles para usted, Hauptmann. Debió ser un duro golpe
el que su mujer decidiera quedarse en Calliston cuando nos evacuaron. Su carrera
está estancada y, con la tregua de los Clanes durante otros diez años, las posibilidades
de que entre en combate y de que sus perspectivas mejoren son nulas.
Doc se encogió de hombros.
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—Fue una suerte que escapáramos de Calliston.
—La mariscal Sharon Byran decidió aceptar la petición de la arcontesa Steiner de
devolver las fuerzas liranas a la Alianza. Fue mala suerte, en realidad, que su
conformidad pusiera fin a sus esperanzas de ascenso —dijo Grega con una severa
mirada—. Sin embargo, yo le traigo un poco de buena suerte, Hauptmann. Las
Fuerzas Armadas de la Alianza Lirana están preparadas para ofrecerle un paquete
salarial si decide resignar. Sus catorce años de servicio no le califican para una
pensión, pero estamos dispuestos a darle veinte mil coronas y una baja honorable, que
le dará derecho a los beneficios de entrenamiento médicos y ocupacionales de
veteranía. Supongo que opina que esta oferta es más que justa.
—¿Incluye un pasaje de vuelta a Kestrel?
Grega extendió las manos.
—Me temo que el transporte es limitado en estos momentos, pero puede
intentarlo por su cuenta.
—Lo que significa que veinte mil coronas me llevarán a la altura de la Tierra.
—Puede ser que un poco más lejos.
—Pero ¿la Alianza Lirana no paga todos los gastos de los ciudadanos de la
Mancomunidad Federada que quieran ser repatriados?
Grega se esforzó en vano por ocultar su sonrisa.
—Se trata de otro departamento gubernamental. Mala suerte.
Doc se recostó en la silla.
—Toda mi suerte ha sido mala suerte.
El Kommandant hizo un gesto de asentimiento.
—Eso parece.
—Sí, bien, yo creo en la repartición de bienes, Kommandant —dijo Doc,
intentando controlar su tono de voz—. Hablemos de las trincheras, ¿de acuerdo?
Paulatinamente están echando de esta unidad a todos los veteranos de papel para
llenarla de héroes Steiner y convertirla en una unidad de exhibición. Es una purga,
nada más ni nada menos.
—Somos una organización militar; no, un partido político.
—No debería sorprenderme que piense que soy tan estúpido como para creer que
la política no se mezcla con el ejército —dijo Doc, alargando la mano para dar un
suave golpe en el disco del escritorio de Grega—. Si se hubiera detenido a examinar
mi expediente, Kommandant, habría advertido algo importante. La razón por la que
todas mis evaluaciones han sido buenas es que siempre me han asignado a compañías
llenas de MechWarriors que sólo habían conseguido evaluaciones de segunda
categoría. Todas las unidades con las que he trabajado tenían deficiencias antes de
que yo llegara, incluida su Tercera Compañía de Ataque, pero estaban preparadas
para entrar en combate cuando había acabado con ellas. Tal vez no sea el tipo que
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forja el cuchillo, pero sí el que lo afila, y nuestros superiores han visto mi valía. Si me
hubiesen ascendido me habrían sacado de mi papel, y ése era el puesto que ellos
creían que me convenía.
Doc entrecerró sus oscuros ojos.
—También ha hecho dos suposiciones sobre mí que son injustificadas, señor. La
primera es que, precisamente porque no he entrado en combate y no me han
ascendido, supone que soy un guerrero mediocre. Cree que soy de segunda categoría
y que no puedo luchar; pero sí puedo. Está seguro de que caería en combate, pasando
por alto el rendimiento de las unidades a las que he entrenado. Lo han hecho
increíblemente bien, y si las hubiera dirigido yo, lo habrían hecho mejor, porque he
estudiado a nuestros enemigos. Los conozco, estoy familiarizado con sus tácticas y sé
cómo derrotarlos. Si no interviniesen otros factores, no me lo pensaría dos veces
antes de enfrentarme a los Halcones o a los Lobos.
Grega sacudió lentamente la cabeza.
—Yo, yo… tal vez debería enviar un mensaje a la arcontesa y citarle con su
consejero.
Ella podría utilizar uno perfectamente. Doc se mordió la lengua. Aunque estaba
rozando la línea entre la discordia y la traición, no quería pisarla del todo.
—Tal vez debería hacerlo, Kommandant, porque ella le explicaría todo sobre la
OA-5730023, la orden de la arcontesa sobre la reorganización de las Fuerzas
Armadas de la Alianza Lirana. La he leído. Como, en términos técnicos, seguimos en
estado de guerra entre las FAAL y los Clanes, los oficiales de grado de compañía y
campo no pueden ser despedidos del servicio sin pasar por un tribunal de guerra. No
tiene nada que le garantice la imputación de cargos contra mí. A menos que dimita,
tendrá que soportarme.
Doc se cruzó de brazos.
—Usted pensaba que sería fácil. En absoluto. Imaginaba que el hecho de que mi
mujer me hubiera abandonado, mis pobres perspectivas laborales y todo lo demás me
amansarían porque no tengo nada por lo que luchar. Pues bien, sí tengo algo por lo
que luchar, señor. Tengo que luchar por ponerle las cosas difíciles. Si permito que me
acorrale, acabará destrozando la vida de alguien que sí tiene una vida.
Grega arqueó una ceja.
—¿Ha acabado?
—¿No había acabado antes de entrar aquí?
—De hecho, es posible que sí hubiera acabado —contestó Grega, encogiéndose
de hombros—. La forma exacta en que debía acabar no estaba escrita en
ferrocemento. No es el primer oficial que cita la OA-5730023, aunque no esperaba
que protestara. Creo que sus argumentos sobre su rendimiento son bastante
interesados e indicativos de un ego exaltado, pero también creo que la ironía de su
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comentario es exquisita.
La precisa pronunciación de Grega de la palabra exquisita había sido
desconcertante; se había detenido en cada sílaba como si la palabra fuera una navaja
para apuñalar a Doc. Está disfrutando mucho con estoy no me gusta.
—¿Ve, Hauptmann Caradoc Trevena? Algunas unidades se han convertido en
depósitos de guerreros como usted.
—¿Unidades preparadas para los Clanes?
—Le gustaría, ¿verdad? —dijo Grega, sacudiendo la cabeza—. Está claro que
esos mundos tienen que ser protegidos por unidades de lealtad incuestionable y
habilidades superiores. Sería una negligencia por mi parte asignarle a una unidad así,
pese a su autovaloración. No, estará al mando de una compañía de los Décimos
Soldados de Skye en Coventry.
Doc esbozó una sonrisa desafiante mientras sentía que algo moría en su interior.
La isla de Skye era un hervidero de sentimiento antidavionista, y los Soldados se
habían formado con algunos de los hijos e hijas más leales de la región. El duque
Ryan Steiner había utilizado la isla como base de poder para preparar un golpe que
habría escindido la Marca de Skye de la Mancomunidad Federada, y había sido el
cerebro del movimiento Skye Libre, que había fomentado una rebelión abierta en
varios mundos el año anterior. Victor Davion había sofocado la rebelión y, según se
decía, había ordenado el asesinato de Ryan Steiner en Solaris. La Legión de Gray
Death había derrotado a los Décimos Soldados de Skye en Glengarry, y Doc suponía
que reestructurar la unidad era la forma de que las FAAL pudiesen beneficiarse de
ella.
Si completaban la unidad con guerreros que no habían entrado en combate, como
él, o que tenían pocas aptitudes para el combate seguramente alcanzarían su objetivo.
Doc sabía que con un poco de suerte sólo tendría que pasar seis años difíciles antes
de dimitir con derecho a pensión. Después de dirigir una unidad de Skye habría
mejorado, y retirarse con medio salario no sería tan malo. Si puedo soportarlo
durante tanto tiempo.
La muerte en un accidente de entrenamiento parecía la única forma de liberación
rápida a la que podía aspirar, sobre todo por el destino de la unidad. Coventry era un
mundo clave de la Alianza Lirana y aparentemente se trataba de un destino
honorable; pero, en realidad, era una farsa. Coventry estaba en un lugar tan remoto de
la Alianza Lirana que sólo si los Clanes atacaban con fuerza podrían llegar a él.
Además, la Academia de Coventry contaba con un Cuerpo de Cadetes, y la Milicia de
Coventry era famosa por ser una de las unidades mejor entrenadas de la Alianza,
principalmente porque estaba formada por guerreros que también trabajaban como
pilotos de prueba en las instalaciones de producción de ’Mechs de la Fábrica de
Metales de Coventry.
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Nunca entraremos en combate y habrá dos unidades ultraleales vigilándonos. Si
lo metían en una Nave de Salto y lo enviaban a un agujero negro podrían acabar con
su carrera de un modo todavía más vergonzoso que con una dimisión a cambio de
veinte mil coronas.
Doc asintió con la cabeza.
—Tengo entendido que hace buen tiempo en Coventry. Le enviaré un holograma
mío tomando el sol.
—No dude en enviármelo, Hauptmann —dijo Grega, poniéndose en pie y
señalando hacia la puerta—. Sabe qué dicen: que es mejor ser afortunado que bueno.
Es una tragedia ser como usted, porque no es ninguna de las dos cosas.
—Ésa es una opinión de historiador, señor.
—La historia está escrita por los vencedores, Hauptmann.
—No, señor, la historia está escrita por los supervivientes —corrigió Doc,
haciendo un saludo—. Dado mi expediente, creo que espera que lo recuerde con
gratitud.
—Y usted, Hauptmann, debe esperar que simplemente lo recuerde.
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Borealtown, Wotan
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de los Khanes, líder de todos los Clanes. La victoria de Chistu en combate singular
con Ulric podía eclipsar a Crichell cuando el Consejo del Clan se reuniese en Strana
Mechty para elegir al nuevo ilKhan. Ulric se había opuesto al rechazo de la tregua de
ComStar, y Vahn Chistu lo había matado, de modo que Chistu era la elección lógica
para declarar de nuevo la guerra a la Esfera Interior.
A menos que pueda explicar la verdad sobre lo que ha ocurrido en Wotan. Si la
verdad sobre la muerte de Ulric salía a la luz, las esperanzas de Chistu de convertirse
en ilKhan serían mucho menores que las que Ulric tenía en Wotan. Los otros Khanes
lo expulsarían del Gran Consejo y seguramente el Consejo de los Halcones de Jade le
quitaría el rango. Si tenía suerte, lo asignarían a una unidad solahma y pasaría el resto
de sus días cazando bandidos y cualquier otra escoria indigna de un verdadero
guerrero. Lo más probable es que lo maten porque los Halcones son muy inflexibles
en asuntos de honor.
Chistu no podía arriesgarse a que Vlad viviera para explicar lo que había visto.
Los buscadores rastrearían la cabina para asegurarse de que había muerto. Sólo
podría sobrevivir si capturaba a los primeros que se metiesen en el agujero y
escapaba antes de que pudieran pedir ayuda. Vlad estaba seguro de que el equipo de
rescate sería pequeño, para que Chistu pudiera guardar el secreto.
La luz se filtró en la cabina e invadió el lugar. Vlad vio unos rayos redondeados a
través de la portilla llena de fisuras y agujeros. Aquello era un error. Habían quitado
tantos escombros que podría escapar si conseguía liberarse.
El extremo de una cuerda se bamboleó al descender por el agujero de la escotilla.
—Capitán de estrella Vladimir, ¿puede oírme? Soy la capitana de estrella
Marialle Radick. ¿Está herido?
Vlad entrecerró los ojos. Marialle Radick le había ayudado a presentar los cargos
de traición contra el ilKhan Ulric ante el Consejo del Clan de los Lobos. Ulric la
había trasladado del Decimosexto Núcleo Estelar de Combate a los Undécimos
Guardias Lobos para luchar en la guerra contra los Halcones de Jade. No le
sorprendía que hubiese sobrevivido a la lucha —era una buena MechWarrior—, pero
lo que sí le extrañaba era que participase en el rescate. ¿Es posible que hayamos
ganado?
—Estoy aquí, capitana de estrella.
—Estoy bajando.
—Sola.
—Como desee.
—Y desarmada.
Un atisbo de temor se apoderó de ella.
—Como desee, capitán de estrella.
Vlad se tapó un ojo con la mano izquierda. De ese modo, cualquier dispositivo de
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luz que bajaran sólo le cegaría uno de los dos ojos y podría contraatacarlos cuando
llegaran a la cabina. A sus pies tenía la máscara de gas del equipo de supervivencia y
tendría tiempo de ponérsela antes de que llenaran la cabina de gas anestésico o
irritante.
La cuerda se meció con más fuerza, y la silueta de unas botas apareció a ambos
lados del agujero del parabrisas del ’Mech. Un segundo después, la escotilla se
combó, se desprendió y se rompió en mil pedazos al caer al suelo de la cabina. Vlad
seguía escondido cuando el polvo invadió la pequeña estancia.
—¿Está usted bien? No esperaba que se rompiera.
—Acérquese.
Marialle Radick bajó a la cabina del ’Mech. Su corta estatura y el traje de salto
oscuro, que le estrechaba la cintura, le daban un aire infantil. Llevaba la rubia melena
recogida en un moño y sus ojos ambarinos brillaban como el oro bajo la luz exterior.
—¿Está herido?
—Tengo alguna herida, pero nada grave.
Marialle asintió.
—Traigo una linterna para usted, en caso de que no tenga.
—Tengo dos, una enfocada y otra desenfocada. Preferiría utilizar sólo la última,
pero eso será cuando haya descubierto cómo está la situación ahí afuera. Hoy es día
trece, ¿quiaf?
—Af Ulric murió el diez.
—Ya lo sé. Lo vi. morir.
—Pero si él murió a varios kilómetros de aquí… ¿Qué está haciendo en este
lugar?
—Deje que haga yo las preguntas, por favor —dijo Vlad, tosiendo levemente—.
Le aseguro que estoy en mi sano juicio; no me he golpeado la cabeza. ¿Hemos
resistido la lucha?
—No.
—¿Y no ha habido represalias contra los Lobos?
—Hubo un Ritual de Abjuración contra nuestros brethren que se retiraron de
Wotan y los que escaparon con el Khan Phelan.
—Abjuración.
La celebración de un ritual así tenía sentido porque exiliaba a los que habían
escapado. La abjuración sólo se invocaba en caso de gran cobardía o negligencia en
el cumplimiento del deber: un guerrero abjurado renunciaba a su nombre de sangre, si
tenía uno, y a que su material genético entrase a formar parte del programa de
reproducción del Clan.
Vlad no habría pedido abjuración para los Lobos que habían escapado porque no
hubiera querido perder la jurisdicción de los que se habían ido a la Esfera Interior. Tal
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vez en un futuro fuera posible recuperarlos, pero después de la abjuración sería
difícil. El ritual ha sido prematuro. Otra señal de que necesitan mi liderazgo.
—Dadas las circunstancias, la abjuración era la mejor elección. Los Lobos
vencidos en Morges no tendrán nada que ver con nosotros.
—Eso no será suficiente.
Phelan y muchos de los Lobos habían salido hacia la Esfera Interior. Se habían
enfrentado a los Halcones de Jade en un mundo llamado Morges. Vlad no estaba tan
seguro como Marialle de la derrota de los Lobos, pero debía evitar cualquier reacción
violenta por la lucha en Morges.
—¿Quién la ha enviado a buscarme, capitana de estrella?
—Órdenes de salvamento estándar. La inspección aérea detectó grandes daños en
esta zona. No se advirtieron señales de la explosión de una bomba en el
derrumbamiento del edificio, de modo que nos enviaron a rastrear el lugar.
—¿No la han enviado para matarme?
—¿Matarlo? —preguntó, atónita—. Ni siquiera sabíamos que era usted hasta que
sacamos suficientes escombros para ver que era un Timber Wolf asignado a los
Undécimos Guardias. Su nombre está escrito en el lateral.
¿Es posible que Chistu sea tan estúpido?
—Encenderé mi luz, capitana de estrella.
Vlad golpeó la linterna sujeta al cañón de la pistola láser contra el borde del
asiento de mando. El botón se encendió y apuntó hacia ella.
—¡Librenacido! —maldijo.
—¿Qué ocurre?
La mujer a la que apuntó con el láser llevaba un traje de salto verde con la
insignia de los Halcones de Jade en los hombros. Reconocía la cara y la forma, ya
que conocía bien a Marialle Radick, pero verla vestida con el verde esmeralda de un
guerrero de los Halcones de Jade lo había desconcertado. Cuando estaba a punto de
pulsar el gatillo, levantó la pistola y la volvió a esconder en la oscuridad.
—¿Por qué está vestida como una Halcón?
—Porque es lo que soy.
Eso es imposible. No podía concebir la idea de Marialle rindiéndose a los
Halcones, y aunque lo hubiera hecho, primero la habrían convertido en una sirvienta
y luego, tiempo más tarde, tal vez le habrían permitido volver a ser una MechWarrior.
Además, ella se llama Marialle Radick, y los Halcones de Jade no tienen sangre de
ese linaje. Sólo es linaje de Lobos.
—¿Cómo puede ser una Halcón de Jade?
—Eso es lo que somos todos ahora, Vlad. Los Lobos perdieron un Juicio de
Absorción. Ahora todos somos Halcones de Jade.
Vlad se quedó boquiabierto.
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—¿Qué?
—El Khan Chistu dijo a los supervivientes que los Halcones de Jade nos habían
absorbido. Por eso, llevamos a cabo el Ritual de Abjuración, porque no permitía que
los Halcones de Jade se enfrentasen a sí mismos en Morges.
—Pero eso nunca fue un Ritual de Absorción.
—No, formalmente no; pero el Khan Chistu dijo que si Natasha y Phelan
comprometían todo lo que los Lobos se jugaban en el Juicio de Rechazo se pasaba
automáticamente a un Ritual de Absorción —explicó Marialle, inclinándose hacia
adelante—. Ni a mí ni a ninguno de nosotros nos gustó al principio, pero el resultado
era inevitable. La guerra contra los Halcones de Jade causó grandes daños, tanto a
ellos como a nosotros. Ninguno de nuestros Clanes solo es lo bastante fuerte como
para prevalecer, pero juntos somos una fuerza temible. Los guerreros que han
sobrevivido son los mejores de ambos bandos. El Khan Chistu dice que fue un crisol
que quemó las impurezas de los dos Clanes.
Vlad frunció el ceño.
—El Juicio de Rechazo surgió como respuesta a los cargos de genocidio y
traición imputados contra Ulric. Los Lobos vencieron a los Halcones de Jade en todos
los mundos en que lucharon, excepto aquí.
Marialle le lanzó una mirada desafiante.
—Fue más bien un empate. Los Halcones nos ofrecieron unas condiciones
honorables tras la muerte de Ulric, y las aceptamos. Algunos se fueron con Phelan, y
otros se quedaron aquí.
—Y Phelan sigue luchando. Los Lobos todavía no han sido derrotados, capitana
de estrella Radick.
—¿Qué está diciendo?
—La cronología de los acontecimientos que ha citado me induce a creer que el
Khan Chistu anunció nuestra absorción, y luego inició el Ritual de Abjuración para
exiliar a los Lobos que se enfrentaron a sus Halcones de Jade en Morges, ¿quiaf?
—Así es como ocurrió, af.
—Sin embargo, sólo podía absorber a los Lobos si primero los derrotaba, ¿quiaf?
—Af —contestó Marialle, con los ojos entrecerrados—. ¿Está diciendo que si
Phelan venciese a los Halcones de Jade podría volver y desafiar al Khan Chistu a un
Juicio de Rechazo sobre la absorción y la abjuración?
—Chistu no tendría que aceptar el desafío de Phelan porque ha sido abjurado.
Debería ser un Lobo el que desafiase la absorción, pero todos los Lobos de Wotan se
han convertido eh Halcones de Jade.
—Excepto usted.
—Excepto yo. Venga, capitana de estrella, ayúdeme a salir de esta tumba —dijo
Vlad, sonriendo mientras se ponía lentamente en pie—. Explíqueme más cosas sobre
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la ficción que el Khan Chistu ha creado sobre la muerte de Ulric. Si lo hace, yo le
demostraré cómo podemos redimir nuestro honor. Si lo hace, verá por qué los Lobos
me fueron confiados.
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pedirle un informe, pero tengo que partir hacia Morges en un par de horas para
resolver un asunto urgente.
Lisa permaneció de pie, mirándolo por un momento con las manos detrás de la
espalda.
—Es en Morges donde se están enfrentando los miembros del Clan de los Lobos
con los del Clan de los Halcones de Jade. Los Demonios de Kell también están allí.
Anastasius Focht asintió con la cabeza y señaló hacia una de las sillas de piel que
había frente al fuego.
—Me alegra ver que está al corriente de los acontecimientos que tienen lugar
fuera del sistema terráqueo.
—Cualquier movimiento de tropas del Clan hacia la línea de tregua me preocupa,
señor. No he olvidado que su objetivo primordial es la conquista de la Tierra. Un
ejército precavido es un ejército prearmado —dijo dirigiéndose a la silla que él le
había indicado, aunque se detuvo antes de sentarse—. ¿Sería posible que lo
acompañase a Morges para observar la lucha más de cerca, al menos más que en
Tukayyid?
—Es una idea espléndida, pero no; me temo que no es posible. Aunque este viaje
es una emergencia, dudo que pueda hacer un anochecer planetario antes de finales de
mes. Ya se ha disputado algún combate en el continente sur y, dado el modo como
luchan los Clanes, la batalla se decidirá antes de mi llegada —dijo el hombre,
bajando momentáneamente la mirada—. Supongo que pasarán unas Navidades
bastante sangrientas.
El capiscol marcial contempló el fuego por un momento y se giró de nuevo hacia
ella.
—Pero ésta no es la razón por la que no puedo permitir que venga conmigo. Tiene
demasiado que hacer aquí. ¿La Legión de Brion ha salido de Norteamérica?
Lisa se sentó en el borde del asiento sin atreverse a reclinarse por miedo a
adormecerse en la piel cálida y blanda.
—Sí, señor. Ahora que la Marca de Sarna se está desintegrando, el precio de los
contratos mercenarios se ha disparado. La Legión se dirige a Pleione, donde será una
de las unidades clave de la cuenca de Tikonov.
Focht se hundió en la silla situada delante de ella.
—Espero que sepa que intenté que el Primer Circuito aceptara la oferta que
Pleione hizo al coronel Brion. Sé que tenía muy buena relación con el comandante
Iljir.
—Se lo agradezco, señor —dijo Lisa, extendiendo las manos hacia el fuego pese
a saber que el helor venía de dentro y no de fuera.
Rustam Iljir le había pedido que abandonase ComStar y fuese con él a Pleione, y
ella le había pedido que se uniese a ComStar y se quedase con ella; pero ambos
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sabían que ninguno de los dos podía acceder a la petición del otro. Los dos lo
preguntamos porque teníamos que preguntarlo, y los dos renunciamos porque
teníamos que renunciar.
—Sin embargo, la verdad es que la unidad de los Vigésimo Primeros Lanceros de
Centauro será mejor, señor. La Legión se mostró algo displicente en la Tierra. Los
Lanceros pueden desempeñar alguna pequeña función después de enfrentarse al
Segundo Equipo de Combate del Regimiento de ManFed en Hsein. La coronel
Haskell es una buena comandante, y creo que sus tropas se beneficiarán del tiempo
que han pasado aquí.
—¿Su llegada sigue programada para principios de enero?
—Sí, señor. Los Batallones Alfa y Beta de la Fuerza de Defensa Terráquea los
acompañarán en las operaciones de orientación.
El capiscol marcial se recostó en la silla.
—Entonces, estarán totalmente operativos hacia finales de febrero o principios de
marzo, ¿no?
—Puede ser que antes. La coronel Haskell está buscando sustitutos para los
pilotos que perdió en combate o en esta misión. Por supuesto, estamos
examinándolos a todos, pero deberíamos acabar con un pelotón más experimentado
que cuando la Legión llevó a cabo esta misión hace siete años.
—Bien, de modo que la Tierra queda vulnerable tan sólo durante un mes o dos.
Las palabras del capiscol marcial hicieron estremecer a Lisa.
—Disculpe, señor, pero ¿no corremos un grave peligro? Sé que hay agitaciones
entre los Clanes; sin embargo, eso no significa que se viole la tregua, ¿no?
Focht la miró fijamente con el ojo izquierdo.
—Yo negocié la tregua con el ilKhan Ulric Kerensky. Tenía que durar quince
años, desde 3052 hasta 3067. Mientras siga vivo, no tengo miedo de que se rompa.
—Ni de que siga siendo el ilKhan.
El capiscol marcial sacudió la cabeza y, al hacerlo, echó los hombros hacia
adelante.
—Espero que sea cierto, pero ni siquiera sé si ahora está vivo. El mensaje que he
recibido hoy se envió hace menos de una semana y por lo que dice creo que tanto la
vida de Ulric como la tregua corren peligro.
Lisa hizo un gesto amargo. La noticia de la debilidad de la tregua del Clan no
podía llegar en peor momento. La Mancomunidad Federada había entrado en guerra
con la Confederación Capelense y la Liga de Mundos Libres en la Marca de Sarna.
En una protesta sobre el evento catalizador que había provocado el ataque de la Liga
de Mundos Libres a la Mancomunidad Federada del príncipe Victor Davion, la
Alianza Lirana se había escindido de la Mancomunidad Federada. Para mantener la
paz y la estabilidad política en la Esfera Interior, las tropas del Condominio Draconis
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—que ejercían de conciliadoras bajo los auspicios de ComStar— habían ocupado los
mundos compartidos entre Victor y su hermana Katrina, lo que había enojado a la
Alianza Lirana y había puesto nerviosos a algunos de los subordinados de Victor por
la agresión del Condominio.
Precisamente cuando la Esfera Interior tenía que mantenerse unida se estaba
dividiendo.
Focht lanzó un suspiro de cansancio.
—Espero que mi misión en Morges ayude a esclarecer lo que ocurre con los
Clanes. Si Ulric está vivo y sigue al mando, no hay necesidad de alarmarse. Si no lo
está, el próximo líder de los Clanes decidirá si quiere repudiar la tregua. Por suerte
para nosotros, los Khanes de los Clanes tendrán que volver a su planeta natal, un
lugar que llaman Strana Mechty, para elegir al nuevo ilKhan. Este hecho nos
proporcionó casi un año de paz durante la invasión.
—Pero no podemos confiar en que esta vez lo hagan, ¿verdad?
Focht movió los hombros sin mucha convicción.
—Podemos preverlo, pero no asegurarlo.
Lisa hizo un gesto de asentimiento.
—Entonces, ¿no será imprudente que empecemos a adelantar a mis tropas más
experimentadas y traigamos a las tropas principiantes para entrenarlas? Las
operaciones de orientación con los Lanceros proporcionarían trabajo sólido a nuestra
gente.
—Cierto, pero eso dejaría la defensa de la Tierra en manos de los Lanceros, el
Regimiento de Entrenamiento de Sandhurst y sus tropas principiantes. Disculpe que
no me tranquilice demasiado.
—Pero los Clanes tendrán que abrirse paso entre los demás ComGuardias de la
República Libre de Rasalhague para llegar aquí. Si logran hacerlo, no importa la
cantidad ni la naturaleza de las tropas que tengamos vigilando la Tierra.
—Los Clanes no son la única amenaza a la que nos enfrentamos.
Lisa parpadeó, sorprendida.
—No creerá que una de las Casas de la Esfera Interior puede atacar la Tierra.
Focht se encogió de hombros.
—Nadie sabe lo que Sun-Tzu Liao quiere hacer, y Katrina Steiner tampoco
parece ser muy predecible. Sin embargo, no me preocupan tanto las tendencias
agresivas de los dirigentes de la Esfera Interior como las posibles acciones que
puedan emprender nuestros antiguos brethren.
—Palabra de Blake.
—Exacto.
La reanudación de la guerra contra los Clanes había dividido a ComStar y había
permitido la fragmentación de la Esfera Interior. Bajo el liderazgo de la Primus
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Sharilar Mori y el capiscol marcial Anastasius Focht, ComStar había pasado de ser
una organización culta, sumida en el misticismo, a una organización básicamente
secular, que mantenía comunicaciones interestelares y utilizaba la mayor parte de sus
tropas para asegurar la frontera rasalhaguiana con los Clanes. Esto había cambiado
siglos de tradición, una tradición que había empezado cuando Jerome Blake fundó
ComStar hacia 1700.
El elemento reaccionario de ComStar se escindió y escapó hacia la Liga de
Mundos Libres. Thomas Marik, dirigente de la Liga y antiguo capiscol de ComStar,
había acogido a los refugiados. Había evitado que sus acciones se le fueran de las
manos al mismo tiempo que había utilizado a agentes de Palabra de Blake para
fortalecer SAFE, su anémica agencia de inteligencia. Los miembros de Palabra de
Blake no querían proclamar a Thomas «Primus en exilio», pero tuvieron que hacerlo.
Los analistas de ComStar supusieron que podrían esperar hasta que Thomas
convirtiese la Liga en una teocracia blakista o hasta que los blakistas tomasen el
control de la Tierra.
—Tal vez sean una amenaza, señor, pero supongo que estará de acuerdo con que
los Clanes son una amenaza más inmediata y probable. Nuestra preocupación
primordial debería ser negociar con ellos.
Focht sonrió en señal de aprobación.
—Tiene razón, capiscolesa, pero sus ideas sobre las rotaciones de tropas son
prematuras. Podemos esperar a que vuelva de Morges para tomar una decisión al
respecto. Le enviaré todos los informes que pueda, incluidos vídeos y análisis de
combate. Puede ser que encuentre algo para sorprender a los Lanceros.
—Eso espero, señor.
—Yo también, capiscolesa. Había pensado darle una posición de mando en
nuestra Galaxia Invasora; si usted quiere, claro.
Lisa se mostró dubitativa. La Galaxia Invasora era una unidad ComGuardia
configurada para luchar como los Clanes, utilizando sus doctrinas y sus armas.
Técnicamente hablando, el trasladado sería una degradación, ya que dirigir la defensa
de la Tierra era un gran honor. Pero la Galaxia Invasora es la unidad que afilará al
resto de las tropas para cuando se reanude la invasión.
—Su oferta es un honor, señor —dijo bajando la mirada por un momento—. Me
gustaría meditarlo, si es posible. Quiero asegurarme de que las defensas de la Tierra
sean seguras antes de considerar un cambio así, pero resulta muy atrayente.
—Es una respuesta sabia a una difícil pregunta. Ya lo hablaremos otro día.
—Gracias, señor.
Focht miró hacia el fuego.
—Hubo una época, hace años, en una vida totalmente distinta, en que habría
pasado una noche como ésta con gente que creía que eran mis amigos. Resguardados
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por la calidez y una copa de brandy llenando nuestros estómagos y enardeciendo
nuestras mentes, habríamos planeado, diseñado y soñado con lo que ocurriría cuando
consiguiésemos influir en los acontecimientos para convertirnos en el centro del
universo. Veíamos el poder como si fuera un fin en sí mismo.
»En aquellos días, en aquella época, nunca imaginé que me encontraría en esta
situación —dijo el capiscol marcial antes de detenerse a pensar con un destello de luz
en los ojos—. O quizá pensaba que si llegaba a viejo y me sentaba ante un fuego
feroz sería porque había fracasado. Lo veía como el reposo de un hombre indefenso,
un hombre que no había alcanzado todo su potencial.
Lisa contempló el fuego y vio formas y sombras fantasmales inmolándose.
—¿Y ahora?
—Ahora soy un viejo que consiguió aplacar la mayor amenaza que jamás haya
conocido la Esfera Interior. Esperaba que, después de haber ganado una tregua que
duraba quince años, ésta nos daría tiempo para igualar las ventajas tecnológicas de
los Clanes, e incluso superarlas. En los últimos años, hemos hecho progresos, grandes
progresos, pero ahora no estoy seguro de que sean suficientes, como tampoco estoy
seguro, ante la resurrección de la amenaza, de que sea capaz de volverla a detener.
Lisa miró al hombre que controlaba el poder militar de ComStar.
—Los Clanes no prevalecerán, capiscol marcial, porque no se les puede permitir
que prevalezcan.
—Un sentimiento valeroso, capiscolesa, pero apenas útil como blindaje contra sus
BattleMechs.
—No tiene por qué ser así, señor —dijo Lisa, poniéndose firme y golpeándose el
pecho—. Los Clanes creen en la superioridad de sus máquinas y en su reproducción,
pero ambas cosas no son sino una ayuda al núcleo real de combate en el interior de un
guerrero. En Tukayyid se aseguró de que supiéramos que no podíamos rendirnos y
superamos con creces nuestra capacidad para luchar. Teníamos que ganar, y así lo
hicimos, y así los haremos de nuevo, con usted como líder o con cualquier otro si es
necesario. Usted nos enseñó a ganar y, al hacerlo, se dio cuenta de que tenía un
potencial que pocos humanos poseen.
El capiscol marcial se inclinó hacia adelante y tomó la mano de Lisa mientras se
ponía en pie. La levantó y le besó suavemente los nudillos.
—Disculpe esta contravención del protocolo militar, pero me halaga con sus
palabras, y un saludo parece una fría recompensa a tal amabilidad.
Ella le sonrió y apretó su mano antes de soltarla.
—El hombre que usted ha descrito era un destructor. Usted, señor, es un defensor
y un preservador. No puedo sino halagarlo y utilizarlo como ejemplo para mí y mi
gente.
Focht asintió lentamente con la cabeza.
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—Tal vez los Clanes sean la mayor amenaza a la que nos hemos enfrentado, pero
con guerreros como usted podremos superarla. La Esfera Interior debe alegrarse de
ello.
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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
13 de diciembre de 3057
Así que éste es el último Lobo, musitó el Khan Elias Crichell para sus adentros. Es
una bestia horrible. De pie frente a él, había un guerrero con un traje de salto gris con
las marcas del Clan de los Lobos y la manga izquierda cortada para dar cabida al
brazo escayolado. Su piel tenía el tono gris amarillento de un hombre que había
luchado durante meses y que se había alimentado los últimos días de víveres de
supervivencia.
Pero sus ojos…. Los oscuros ojos de Vlad ardían de vida y enojo, un enojo que
invadía la enorme sala que Crichell utilizaba para las audiencias. Había sido fácil
advertir su estado de ánimo incluso en el holodisco que el hombre había enviado para
solicitar la audiencia. Crichell había sentido tentaciones de rechazar la solicitud, pero
Vandervahn Chistu se había apresurado a aceptarla. Aquello había hecho sospechar a
Crichell; no por la aceptación de su joven Khan, sino porque se había dignado prestar
atención a un asunto administrativo tan trivial. A Vahn normalmente le aburrían y
sentía desprecio por tales cuestiones, y el hecho de que ésta despertase su interés era
sorprendente.
Crichell se reclinó en la alta silla de madera y miró al hombre que había al pie de
la tarima.
—Su mensaje indicaba que tenía una información valiosa para mí. ¿Cómo es
posible que un Lobo que ha estado enterrado como una tortuga sepa que hay algo que
puede interesarme?
—Yo fui el ayudante de Ulric Kerensky durante el Juicio de Rechazo, un juicio
que todavía se está disputando en Morges.
—Renegados y mercenarios dirigidos por un expósito. Serán eliminados.
Vlad esbozó una sonrisa que incomodó a Elias.
—Siga soñando, Khan Crichell, pero yo no creo que sea así y sería mejor para
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usted que no lo fuera —dijo el Lobo, inclinando la cabeza en un gesto que no
denotaba respeto, sino la mera representación de un actor enfrentándose a un rival
potencial—. Esta es sólo una de la muchas cosas que sé que pueden interesarle.
—¿Cómo puede decir que sería mejor para mí que los Halcones de Jade perdiesen
en Morges?
—El Khan Vandervahn Chistu envió las tropas que están luchando contra los
exiliados y, según tengo entendido, lo hizo pese a su protesta. Si ganan, usted quedará
como un estúpido, y Chistu, tras haber asesinado a Ulric Kerensky y haber destrozado
a los renegados, se cubrirá de gloria. Él fue el que proclamó la absorción de los
Lobos por los Halcones de Jade, por lo tanto se le conoce por haber sometido al Clan
más altivo y arrogante. Muchos Khanes le estarán agradecidos por esto.
Crichell sintió cómo se le crispaba el vello de la nuca. Había visto las
manipulaciones de Chistu y sabía el alcance que tenían, pero las veía como
acontecimientos aislados, no como fases de un solo proceso. Con la muerte de Ulric a
manos de Chistu empezaba a entender el verdadero alcance de los planes de su
subordinado. Era obvio que Chistu había ganado posiciones. Se preveía que el Gran
Consejo escogiese a un ilKhan del Clan de los Halcones de Jade. Elias Crichell había
supuesto que él sería el elegido para dirigir a los Clanes en la conquista de la Esfera
Interior, pero entonces le parecía más probable que Chistu ganase ese honor.
—No me ha dicho nada que no supiera y no creo que sus aportaciones sean
particularmente valiosas.
Vlad se encogió de hombros.
—No pretendía que lo fueran. Si hubiera creído que eran valiosas, habría sido
demasiado estúpido para ver el valor de lo que puedo ofrecerle.
—Que, dejándose de insolencias, sería…
El Lobo esbozó una amplia sonrisa, y entonces Elias Crichell tuvo la misma
sensación de incomodidad que la vez anterior.
—Le proporcionaré los medios para destrozar completamente al Khan
Vandervahn Chistu. A partir de este momento ya no es su rival. Tiene vía libre para
acceder al puesto de ilKhan.
Vlad pronunció aquellas palabras con tanta frialdad y precisión que Crichell
estuvo a punto de mostrar el brote de júbilo que había surgido en su corazón.
—La única manera de que pueda hacerlo es matándolo.
—No, hay otra manera; pero yo prefiero la alternativa más letal —dijo el Lobo,
golpeándose el pecho con la mano derecha—. Yo eliminaré al Khan Chistu por usted
de un modo que no suscite cuestiones de impropiedad, y usted me dará dos cosas a
cambio.
—¿Qué cosas?
—La primera es el derecho a desafiar al Khan Vandervahn Chistu a un Juicio de
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Rechazo. Como no tengo un nombre de sangre, mi desafío para combatir con un
guerrero con nombre de sangre de un Clan debe tener la sanción de un Khan del Clan
—explicó Vlad, apretando la mano derecha con fuerza—. Yo estaba allí cuando Ulric
fue asesinado y niego la explicación de Vandervahn Chistu sobre las circunstancias
en que murió.
Elias Crichell se inclinó hacia adelante con una expresión de incredulidad.
—¿Está diciendo que Vandervahn Chistu mintió sobre la muerte de Kerensky?
—Eso digo y tengo la prueba de mi acusación. Grabé la batalla…, la emboscada y
el asesinato. La prueba está bien escondida y se le hará entrega de ella si no consigo
matarlo en combate singular —dijo Vlad con un frío resplandor en los ojos—. Tiene
que entender por qué hago esta petición. Yo estaba allí para proteger a Ulric y no
cumplí con mi deber. Debería haber previsto la traición, pero no fue así. La única
manera de que pueda limpiar esta mancha en mi honor es matando al hombre que la
hizo.
Elias Crichell se reclinó en la silla y sonrió a Vlad. Pese a la formalidad
obligatoria de un Juicio de Posición anual en un ’Mech que lo calificaba como
guerrero y le permitía mantener su rango en el Clan, siempre había renunciado al
combate. Sin embargo, no era tan viejo como para no acordarse de cuando la pasión
de venganza ardía en sus venas. La petición de un Lobo de redimir su honor
sorprendía a Elias, ya que siempre había creído que ningún Lobo respetaba los
métodos de los Clanes, los métodos que ejemplificaban los Halcones de Jade y su
estricto código de conducta y guerra.
—Habla más como un Halcón que como un Lobo, capitán de estrella Vlad.
—¿No es eso en lo que nos hemos convertido todos los Lobos? —preguntó Vlad
con los brazos extendidos—. Este último acto de un Lobo debe basarse en el honor,
¿quiaf?
—Af —contestó Crichell, asintiendo con la cabeza—. Le doy permiso para
desafiar a Chistu, pero tenga cuidado. Como no tiene un nombre de sangre y él es un
Khan, tiene derecho a nombrar a un sustituto para luchar en su lugar.
—Entiendo las normas que rigen este tipo de desafío y las acataré.
—Bien —dijo el Khan de los Halcones de Jade, cambiando de postura—. ¿Y la
segunda cosa que quiere de mí?
—Si gano, lo sabrá.
—¿Y si pierde?
—Entonces, obtendrá lo que quiere a mitad de coste —contestó el Lobo, bajando
los brazos y poniéndose en pie—. ¿Se reunirá con el Khan Chistu más tarde?
—Así es.
—Bien, será entonces cuando lo desafíe —dijo Vlad, haciendo un saludo a
Crichell—. Lo veré luego.
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El Khan de los Halcones de Jade levantó una mano.
—Espere.
—¿Señor?
—Si asesina al Khan Chistu, ¿por qué tengo que mantener la otra mitad del trato,
la mitad de la que no sé nada?
Vlad volvió a esbozar una desagradable sonrisa.
—La mantendrá, señor. Se dará cuenta de que es la opción más sabia.
—¿Cómo puede estar tan seguro?
—Khan Crichell, estoy dispuesto a matar a un hombre para vengar la memoria de
un difunto líder de un difunto Clan cuya política me repugnaba y a la que me oponía
con todas mis fuerzas —contestó Vlad con fuego en los ojos—. Niégueme lo que
quiero y descubrirá lo peligroso que puedo llegar a ser.
A Vlad le extrañaba que desde su llegada a la sede del Khan Crichell ya no se
sentía como un hombre ensangrentado sumergiéndose en un depósito de tiburones,
sino como un verdugo soltando a un condenado. Dos enormes Elementales le
abrieron las puertas. Vlad entró en la estancia y avanzó por la alfombra roja que
conducía al trono de Crichell, donde esperó a que se cerrasen las puertas.
Se giró hacia la izquierda —apartándose del trono vacío— y ofreció un saludo a
Elias Crichell y a las otras tres personas que estaban sentadas al escritorio del Khan.
Aunque no le habían presentado a ninguna de las tres, las conocía a todas. Kael
Pershaw, líder del arma de la Vigilancia de los Halcones de Jade, era el humanoide
deforme sentado a la izquierda de Crichell. Más máquina que hombre, Pershaw se
había convertido en una leyenda entre los Halcones desde que Vlad recordaba la
existencia de otros Clanes aparte de los Lobos. El hecho de que los Halcones lo
hubiesen reparado y lo hubiesen cambiado tantas veces indicaba que Pershaw era
valioso; pero Vlad creía que si el hombre hubiera sido verdadero material de leyenda,
no habría habido necesidad de recurrir a la cibernética para mantenerlo con vida.
La mujer que estaba sentada de espaldas a la puerta se giró y se puso en pie. La
ancha frente y la afilada barbilla de Marthe Pryde concedían a su rostro una forma
triangular, suavizada en cierto modo por el grosor de sus labios. Pese a lo alta y
esbelta que era, tenía el físico de un galgo, que los Halcones de Jade buscaban en la
reproducción de sus MechWarriors. Era la más joven y prometedora de los Halcones
que había alrededor de la mesa. Y sus ojos prometen el mayor de los peligros.
El último miembro del cuarteto lo miraba con curiosidad. El cabello y la perilla
gris del Khan Vandervahn Chistu perfilaban un rostro de facciones anchas, con una
nariz llena de cortes. Sus fríos ojos parecían estar muertos, lo que era un buen augurio
para Vlad. El hombre, de menor estatura que Marthe Pryde y extremidades más
anchas, se recostó en la silla con aire de despreocupación. Ya se cree ilKhan.
Chistu esbozó una sonrisa de indiferencia.
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—¿Así que éste es el último Lobo?
—Me alegro de volver a verlo, saKhan Chistu.
El joven Khan de los Halcones adoptó una postura firme.
—No nos hemos visto antes.
—Cara a cara, no, pero sí en la colina de gobierno de Borealtown. Yo estuve allí y
sobreviví. Sé lo que hizo —dijo Vlad, asintiendo hacia el Khan Crichell—. Esta
mañana he pedido permiso al Khan Crichell para desafiarlo a un combate personal
para discutir nuestras diferencias.
—¿Nuestras diferencias?
Crichell puso la mano sobre el hombro de Chistu.
—Este último Lobo niega su explicación de la muerte de Ulric Kerensky.
Chistu palideció de golpe, mientras Vlad asentía lentamente con la cabeza.
—Esa es la menor de nuestras diferencias, Khan Chistu. Exijo un Juicio de
Rechazo.
—¿Para discutir la muerte de Ulric?
Vlad vio el temor en los ojos de Chistu y pensó que seguramente el hombre
estaba dilucidando el alcance del conflicto. Al tender una emboscada a Ulric
Kerensky, había infringido varias de las estrictas normas que definían el honor para
los Halcones de Jade. La emboscada en sí misma era una grave violación del código
de conducta. A eso se sumaba una transgresión que sólo los Halcones reconocían
como tal: había utilizado una unidad entera para destrozar a un enemigo. Mientras
que Vlad y los Lobos podían ver la táctica como un uso adecuado de los recursos
militares, los Halcones reaccionarios creían que el combate de uno contra uno era el
alma de la dignidad militar.
La revelación de esos pecados no sólo amenazaba con impedir que Chistu se
convirtiera en ilKhan, sino que era muy probable que los Halcones de Jade le quitaran
su rango militar y de Clan. Quizás incluso la Casa de Chistu solicitase un Ritual de
Abjuración para expulsarlo y que su herencia genética acabase en él.
Vlad asintió lentamente. El problema de codiciar un premio tan elevado, Khan
Chistu, es que la caída que resulta del fracaso es mucho más trágica. La lucha de
Vlad por su honor en ese asunto sería como admitir que, de algún modo, se habían
producido irregularidades en el informe del Khan sobre la muerte de Ulric. Chistu
tenía que saber que Vlad sólo había recibido permiso par luchar contra él porque
había dado pruebas de su acusación, así que de algún modo ya se tambaleaba al borde
del olvido.
Chistu alzó la vista.
—Usted ha dicho que ésa era la menor de nuestras diferencias.
—Eso he dicho.
—¿Y cuál es la mayor de todas?
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Vlad esbozó una leve sonrisa.
—Usted convirtió un Juicio de Rechazo en un Juicio de Absorción.
Chistu lo miró de modo desafiante.
—¿Y también lo discute?
—Así es.
Vandervahn Chistu se puso en pie.
—Entonces, debe llevar a cabo el Juicio de Rechazo. Lucharemos para discutir el
asunto de la absorción.
—¡No! —gritó Crichell, dando un puñetazo en su escritorio—. Yo he dado
permiso para esta batalla basándome en la acusación sobre la muerte de Ulric.
Revoco el permiso, sin el cual no puede desafiar a un Khan.
Chistu sonrió a su superior, mostrando todos los dientes.
—Pero, Elias, olvida que yo también soy un Khan. Yo concedo su petición de
desafiarme…, de desafiarme por el asunto de la absorción —dijo el joven Khan,
mirando a Vlad—. ¿Le parece aceptable?
—Bien negociado y hecho, Khan Chistu.
Al enfrentarse a Vlad para discutir la absorción, Chistu admitía una ofensa mucho
menor y relacionada con las interpretaciones de las normas del Gran Consejo, y no,
con las costumbres que definían a los Halcones de Jade. El cambio de juicio también
convertía en confederados conspiradores a todos los Halcones que habían aceptado la
incorporación de los Lobos, de modo que la culpa no sólo recaía en Chistu, sino en
todo el Clan.
—Bien negociado y hecho, Vlad de los Lobos —dijo Chistu, llevándose las
manos a la espalda—. Yo soy la parte desafiada, así que elijo enfrentarme a usted en
un BattleMech y tengo derecho a que me represente otra persona.
El Lobo sonrió.
—Tenía ese derecho con sólo aceptar mi desafío, Khan Chistu.
—Así lo he hecho. ¿Dónde quiere que luchemos?
—La colina de gobierno respondió anteriormente a sus propósitos —contestó
Vlad, extendiendo los brazos—. Lo esperaré allí.
—Hecho.
Vlad hizo un gesto de asentimiento y miró a Crichell. La indignación que
desprendían los ojos del hombre estuvo a punto de provocarle la risa. Sí, ahora ya
sabes cuál es la segunda mitad de nuestro trato: yo te quito de encima a tu rival, y tú
me devuelves mi Clan. Querías utilizar mi ambición como un medio para saciar la
tuya y ahora pagarás cara tu arrogancia.
La admiración y el odio se mezclaron en la mirada de Marthe Pryde, un gesto que
le daba un aire todavía más interesante. Al parecer, había advertido la forma en que
Vlad se había enfrentado a ambos Khanes y estaba impresionada. Sin embargo, Vlad
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no alcanzaba a entender su expresión de odio. ¿Soy yo la razón de su odio, o las
disputas políticas que han expuesto a los líderes del Clan a que el último Lobo los
desafíe? Espero que sea la segunda, porque será una enemiga implacable.
Vlad giró sobre sus talones y se dirigió a la entrada. Una enemiga implacable y,
sin embargo, una Halcón. Uno de sus Khanes morirá por cruzarse en mi camino.
Puede ser que le sigan otros Halcones, y yo estaré encantado de que lo hagan.
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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
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Vlad se movió en el asiento de mando del Warhawk que había obtenido de un antiguo
Lobo. Se sentía inquieto dentro de la cabina, pero no por la escayola del brazo. Se
había quitado el yeso de la palma de la mano para sujetar mejor la palanca de mando
lateral de la mano izquierda. De vez en cuando, sentía unas punzadas de dolor cuando
movía la mano y sabía que tendría que volver a curarse el brazo después del combate,
pero no preveía dificultades en la lucha contra el Khan Vandervahn Chistu.
Su incomodidad se debía a la rapidez con la que había desaparecido de Wotan
todo rastro del Clan de Lobos y, seguramente, del resto del territorio de los Clanes. El
Warhawk había entrado en combate el día diez, pero cuatro días más tarde ya estaba
arreglado y pintado con los colores de los Halcones de Jade. Su propio neurocasco se
había roto en la lucha y entonces llevaba uno pintado de verde. Sabía que era idéntico
al gris que había dejado en la carcasa de su Timber Wolf, pero por algún motivo no
acababa de adaptarse a él.
Se deshizo de sus pensamientos cuando Chistu dirigió su Gladiator a la cima de
la colina de gobierno. El BattleMech estaba exactamente igual que cuando Vlad lo
vio la noche en que murió Ulric. El ’Mech humanoide, prístino y sobrecogedor, tenía
unas dimensiones que recordaban a las del propio Chistu. Al final del brazo
izquierdo, se encontraba la boca del arma más poderosa, un cañón automático Ultra,
capaz de disparar artillería suficiente de corto alcance para arrancar de cuajo
cualquiera de las extremidades del Warhawk. El brazo derecho contenía el cañón
proyector de partículas de extenso alcance, que proporcionaba al ’Mech los disparos
de larga trayectoria. El pequeño láser de vasto alcance completaba el inventario de
armas. Este láser no era de gran utilidad en combate, ya que no causaba graves daños.
En la batalla contra Ulric, había servido para proporcionar datos de selección del
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objetivo, utilizados por otros Halcones para lanzar misiles múltiples al ilKhan.
El Warhawk, por el contrario, ni siquiera tenía una estructura humanoide. Las
patas se doblaban hacia atrás a la altura de las rodillas, y el torso estaba inclinado
hacia adelante sobre los pesados pies con forma de garra. Los brazos cortos y esbeltos
contenían tanques de armas paralelos al prominente torso del ’Mech. Él piloto se
encontraba en la cabeza del ’Mech, instalada en el centro del torso, y estaba más
cerca del enemigo que las armas. La forma inhumana del ’Mech dejaba claro que no
era más que una máquina creada para triunfar en la crueldad de la guerra.
Vlad no había seleccionado un ’Mech cualquiera. Tenía más armamento que el
Gladiator de Chistu y un perfil de selección del objetivo más preciso. Los CPP
gemelos de extenso alcance doblaban el poder de largo alcance del Gladiator.
También contaba con dos láseres de pulsación larga, que aumentaban la capacidad del
’Mech para arremeter desde lejos. Si Vlad conseguía mantener el ’Mech fuera del
alcance del cañón automático y arremetía contra el CPP de extenso alcance del brazo
derecho del Gladiator, Chistu no podía causarle graves daños.
Y yo tengo un ordenador de selección del objetivo. El ordenador le permitiría
concentrar el daño causado por sus armas si el programa obtenía una solución de
disparos correcta, pero en medio del combate, con ambos ’Mechs moviéndose y
reaccionando ante los innumerables ataques, no era seguro conseguir la solución de
disparos apropiada. No obstante, si el ordenador la lograba en el momento preciso, la
lucha acabaría rápidamente.
De lo contrario, tardaré más en matarlo. Vlad encendió la radio.
—Soy el capitán de estrella Vlad, de los Lobos. Estoy aquí para desafiar al Khan
Vandervahn Chistu y rechazar la absorción de mi Clan por los Halcones de Jade.
—Y yo soy el Khan Vandervahn Chistu, de los Halcones de Jade, y estoy aquí
para responder a su desafío. Que el resultado de la batalla revele la verdad de este
asunto.
—¡Seyla!
Vlad pulsó un interruptor para que su sistema de objetivo redujera la panorámica
de 360º de la zona en la que se encontraba el ’Mech a un arco holográfico de 160º.
Unas barras rojas definieron los extremos de su arco de disparo delantero, y el
retículo dorado se situó en medio del holograma, hasta tapar el Gladiator de Chistu.
Se oyó la voz de Chistu a través de los auriculares del neurocasco.
—Este lugar es idóneo para la lucha.
La lucha anterior había ennegrecido toda la cima y había arrasado los diversos
edificios gubernamentales que rodeaban lo que en otro tiempo había sido un parque
circular. Cuando Vlad vio la zona por primera vez, la arquitectura helenística le
confería un aire de paraíso olímpico.
Y la emboscada que mató a Ulric la convirtió en un campo osario. Vlad sonrió
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cuando el punto rojo empezó a parpadear en medio del retículo y se oyó un timbre en
la cabina.
—Sí lo es, Vahn Chistu, porque este lugar ya está ungido con la sangre de un
Khan.
Cuando el Gladiator dio un paso al frente, Vlad apretó los gatillos. El rayo del
CPP se clavó en el lado derecho del pecho del ’Mech y le perforó el brazo. El
blindaje de ferrocerámica se fundió y descendió por un lateral del ’Mech. Los láseres
gemelos de pulsación larga del Warhawk bombardearon el distante objetivo con
dardos energéticos verdes, abrieron la espuma del blindaje del brazo derecho del
Gladiator, arrancaron el blindaje restante y desvencijaron los huesos de ferrotitanio y
las fibras de miómero que constituían el brazo.
Una ola de calor se apoderó de la cabina del Warhawk. Al disparar todas las
armas, Vlad había puesto a prueba la capacidad del ’Mech para liberarse del exceso
de energía térmica. El hedor a plástico caliente impregnó sus fosas nasales. Sabía que
aquella táctica era arriesgada y que podía hacerle tanto daño a él como a su enemigo,
pero mientras más fuerte golpease a Chistu en el ataque inicial, menos duraría la
lucha y menos oportunidades tendría Chistu de hacerle daño.
El Khan de los Halcones de Jade consiguió estabilizar su ’Mech, pese al cambio
de equilibrio después de perder tres toneladas de blindaje. El CPP del brazo derecho
del Gladiator apuntó al Warhawk. El rayo azul destruyó el brazo derecho y le hizo
perder casi una tonelada de blindaje ferrofibroso, lo que redujo la protección de
aquella parte del ’Mech de Vlad más de un cincuenta por ciento, cantidad suficiente
para soportar otro ataque.
Al mismo tiempo que controlaba el nivel calorífico de su ’Mech, Vlad disparó al
Gladiator con los CPP y desplazó el ’Mech hacia atrás para conseguir un alcance
óptimo. Ambos rayos se insertaron en el blindaje del pecho del Gladiator. Uno de
ellos destrozó varias capas del blindaje del corazón del ’Mech, y el otro atravesó el
flanco derecho. Unos espantosos destellos de luz iluminaron el interior del torso y
una nube de humo rodeó el pequeño láser de emergencia del lado derecho del ’Mech.
Vlad sonrió cuando su ordenador le indicó que el ’Mech de Chistu estaba
sufriendo un aumento calorífico. El disparo del torso debe de haber dañado la
protección del motor. Está acabado, y lo sabe.
Chistu contraatacó al Warhawk con el cañón proyector de partículas, y una saeta
de rayo sintético alcanzó el lado izquierdo del ’Mech. Las placas de blindaje
ferrofibroso se desprendieron de la herida y cayeron al suelo; detrás quedó una estela
humeante que marcaba la línea de retirada del ’Mech. Con el daño infligido en el lado
izquierdo y el brazo derecho, Vlad no podía disparar a Chistu con precisión. Malditas
tácticas. No quiero contribuir a la presunción de Vahn Chistu haciéndole creer que
sus ataques me han causado daños.
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Vlad colocó el retículo dorado sobre el desvencijado perfil del Gladiator. Cuando
el punto rojo parpadeó en medio del retículo, pulsó con fuerza los gatillos y disparó
las cuatro armas. Sólo uno de los CPP y uno de los láseres alcanzaron el objetivo y
abrieron una brecha en el lado derecho del torso del Gladiator. Las explosiones
desprendieron trozos fundidos de las estructuras internas del ’Mech. El brazo
derecho, desprovisto de todo apoyo, se desprendió y cayó al suelo. El blindaje del
corazón del ’Mech empezó a hervir y arrancó el torso central de protección de la
máquina.
El hecho más devastador fue la incapacidad de Chistu para compensar la pérdida
del brazo derecho del ’Mech y el desmoronamiento del lado izquierdo del pecho. El
Gladiator se inclinó hacia adelante, se tambaleó y cayó de frente. Luego, rodó hacia
la derecha y chocó contra un montículo de hierba y tierra quemada.
Vlad esperó a que disminuyese el calor de su cabina y apuntó al brazo izquierdo
del ’Mech con el retículo. Pulsó los gatillos de los láseres sucesivas veces. Mientras
el Gladiator siniestrado intentaba servirse de ese brazo para levantarse, una serie de
agujas de láser verde lo atravesó, vaporizó todo el blindaje y arrancó el brazo a la
altura del codo. A continuación, se desprendió el cañón automático, que dejó al
Gladiator totalmente indefenso.
El último Lobo desplazó el ’Mech hacia adelante, configuró la radio para enviar
un mensaje de onda corta al ’Mech de Chistu y encendió el micro.
—Supongo que sabe que no ganará, ¿o acaso la legendaria arrogancia de los
Halcones de Jade lo ha aislado de la realidad?
Chistu se echó a reír.
—Creo que le ataqué bastante bien hace cuatro días.
Vlad tuvo un arrebato de ira, pero se esforzó por sonreír.
—Cierto, pero su ataque me sorprendió tanto aquella noche como el mío le ha
sorprendido hoy a usted. El día diez vine aquí para ver cómo Ulric lo mataba y hoy
he venido para matarlo yo mismo. Ya sabía lo que podía hacer su ’Mech y, por eso,
escogí esta máquina y este campo de batalla. Había perdido antes de lanzar la primera
bala.
—Un Lobo es lo bastante tonto como para creer que eso es cierto.
—Y un Halcón es lo bastante tonto como para creer que no lo es.
—De modo que ahora supone que ha conseguido la libertad de su Clan —dijo
Chistu en un tono jubiloso—. ¿Cuánto tiempo cree que pasará antes de que otro Clan
sea desafiado a un Juicio de Absorción?
El Warhawk se detuvo a diez metros del Gladiator.
—A usted le trae sin cuidado, Vandervahn Chistu, porque el Gran Consejo nunca
permitirá que los Halcones de Jade ganen su apuesta para absorbernos. Todavía tengo
el vídeo que demuestra su traición y cobardía en el asesinato de Ulric Kerensky. Si se
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lo entrego al Gran Consejo, los Halcones no harán ninguna apuesta más en mucho
tiempo.
Vlad se detuvo para que Chistu captara el alcance de sus palabras.
—Y si a eso le sumo la evidencia de que Elias Crichell me dio permiso para
matarlo y así eliminar a un rival del nuevo ilKhan, en pocas palabras, creo que su
carrera ha llegado a su fin, ¿quiaf?
El cansancio se apoderó de la voz de Chistu.
—Veo que ha meditado mucho al respecto.
—He meditado mucho sobre varias cosas, pero cómo negociar con los Halcones
de Jade no es una de ellas. No hay mucho que pensar sobre los Halcones.
—Vaya, creo que nos subestima. Es estúpido si piensa que usted y su Clan pueden
destituirnos tan fácilmente.
—Puede ser que sí, Vahn chistu, pero tengo mucho tiempo para aprender a
negociar con los Halcones de Jade.
—Pero ¿su Clan tendrá tiempo para dejar que aprenda? —preguntó Chistu con
voz siniestra—. Tal vez no tenga tiempo, pero sí tiene otros medios a su disposición.
—¡Ah!, ¿sí?
—Permítame ser su consejero.
—¿Qué?
—Piénselo. Elias Crichell me ha entregado a usted y yo puedo hacer lo mismo
con él. Conozco sus secretos y sus debilidades. Si me convierto en su consejero, no le
causará ningún problema. Podría matarlo en un abrir y cerrar de ojos.
Vlad ensanchó su sonrisa.
—Pero ¿cómo puede llegar a ser mi consejero?
—Usted me ha derrotado. Seré su sirviente.
—Usted, un Halcón de Jade, estaría dispuesto a convertirse en mi sirviente,
¿quineg?
—Sí. Juntos podemos destrozar a Crichell.
—Interesante.
—Verá que soy muy útil e ingenioso.
—Ya sé lo ingenioso que es, Vandervahn Chistu —dijo Vlad, alargando el brazo
derecho del ’Mech y tocando la escotilla de la cabina con la boca del láser largo—.
Ya he visto el ingenio con el que negoció con Ulric, ¿recuerda?
—Pero podría disponer de mis habilidades.
—Creo que me basta con las mías, Khan Chistu.
—¿Así que me matará?
—Af como tenía planeado.
—Entonces ¿para qué andarnos con rodeos?
Vlad deseó que Chistu pudiera ver la sonrisa que se dibujaba en su rostro.
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—Quería saber hasta dónde podía hundirse un Khan de los Halcones de Jade para
salvar su vida. Usted se ha ofrecido a convertirse en mi esclavo y traicionar a su Clan.
Choque ha caído bastante bajo.
—Usted me necesita. No puede confiar en Crichell.
—No, Chistu; sé que no puedo confiar en usted.
Vlad disparó los láseres de pulsación larga, que lanzaron un torrente de saetas
energéticas verdes a la cabeza del Gladiator. El estallido y el craqueo de las placas de
blindaje y el silbido del humo sobrecalentado ahogaron el último grito de Chistu.
El Warhawk dio un paso atrás, y Vlad observó el negro humo que se desprendía
de lo que había sido la cara del Gladiator.
—¿Lo ve, Khan Chistu? Elias Crichell todavía tiene que demostrar que no es
digno de mi confianza. Por eso, sigue con vida. Sin embargo, sospecho que no vivirá
mucho más.
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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
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Vlad se ruborizó mientras esperaba en un extremo del gran vestíbulo que el Khan
Elias Crichell había escogido para la ceremonia. Los guerreros que rodeaban el
vestíbulo habían sido Lobos, y la mayoría podían solicitar un nombre de sangre.
Todos habían pasado por su situación, a la espera del primer combate del Juicio de
Derecho de Sangre para conseguir uno. Tal vez los que estaban lo bastante cerca
como para ver las mejillas sonrojadas dé Vlad se preguntasen si lo que le acobardaba
era ser el centro de tanta atención o la presencia de los Khanes del Clan de los
Halcones de Jade presidiendo la ceremonia.
Pero el color de sus mejillas tenía otra causa.
Aquélla era la segunda vez que participaba en una lucha por un nombre de sangre.
Después de matar a los cuatro rivales que se le habían enfrentado, la lista de
candidatos había disminuido de treinta y dos a dos. Su enemigo final era un hombre
al que había derrotado en combate y que le había derrotado a él, tanto en un ’Mech
como en un combate mano a mano. La lucha final decidiría cuál de los dos era
superior, y el nombre de sangre de Ward sería el premio para el vencedor de aquella
batalla.
Phelan Kell, un librenacido al que Vlad había capturado e incorporado al Clan de
los Lobos, se había pasado de sirviente a guerrero y reunía los requisitos para
competir por el nombre de sangre de Ward. Vlad odiaba a Phelan y todo lo que él
representaba. Sus triunfos desmentían la creencia de los Clanes en la superioridad de
sus guerreros. Phelan era la antítesis de los métodos de los Clanes, y Vlad ansiaba
más matarlo que conseguir el nombre de sangre por el que competían.
Vlad no había ganado aquel día. Derrotado, maltrecho y herido, se había tendido
entre el polvo de Tukayyid y había pedido a Phelan que lo matase.
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—Tú eres un guerrero. Mátame.
—No lo entiendes, ¿quiaf? —había dicho Phelan con abyecta lástima—. Soy más
que un guerrero. Quizá lo entiendas cuando ganes tu nombre de sangre.
Sí lo entiendo, Phelan. Aunque se avergonzaba de reconocerlo incluso a solas,
Phelan tenía razón. Los miembros de los Clanes nacían y eran educados para
convertirse en guerreros. Vlad no podía no ser un guerrero, del mismo modo que no
podía tener alas y echar a volar. La esencia de guerrero impregnaba cada fibra de su
ser y formaba parte de los filamentos de su ADN. Ser un guerrero era tan natural en
él como respirar.
Convertirse en más que un guerrero requería algo extraordinario: calma de visión
y sentido de destino. Vlad siempre había creído que era un gran líder en ciernes para
su Clan, y tal vez para todos los Clanes. Darse cuenta de que el destino significaba
apuntar a sus sueños con claridad y decisión, y matar enemigos para, garantizar la
continuidad de su material genético no era suficiente. Tenía que mirar más allá,
moldear el futuro en el que sus genes se reproducirían, lo que significaba identificar y
eliminar a todo el que se cruzase en su camino.
Pero el primer paso es conseguir mi nombre de sangre.
Sobre la tarima, en el otro extremo de la sala, Elias Crichell dio un paso al frente
para separarse de Marthe Pryde, la recién nombrada saKhan de los Halcones de Jade.
—Soy el Maestro de Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la
Casa Ward. ¿Están ustedes de acuerdo?
La palabra seyla resonó por toda la sala cuando los presentes contestaron a la
pregunta. En otra época, en otro lugar, el líder del linaje Ward había presidido el
cónclave, pero Phelan Kell Ward se había exiliado durante el Ritual de Abjuración.
Crichell había insistido en desempeñar el papel de Maestro de Juramento, y Vlad no
se había opuesto.
—Entonces que el resultado de este cónclave nos una a todos hasta que caigamos
—dijo Crichell, adoptando una seria expresión y reduciendo la velocidad del discurso
a medida que pronunciaba la fórmula de los Lobos para el ritual en lugar del rito más
formal de los Halcones de Jade—. Usted, Vlad, representa lo mejor de la Casa Ward
y su Clan, sin embargo este último no es la razón del combate que nos ha traído hoy
aquí. Usted lucha por el derecho y el honor de llevar el nombre de Ward, un Derecho
de Sangre especialmente venerado. El nombre Ward es elevado, como lo fueron los
de todos los que se mantuvieron fieles al sueño de Aleksandr Kerensky. ¿Lo
entiende?
—Seyla —contestó Vlad.
Todos los niños de todos los sibkos sabían que Aleksandr Kerensky creía que
podría poner fin a los conflictos que habían destrozado la Liga Estelar y habían
devastado la raza humana, alejando a su gente de la Esfera Interior para crear sus
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hogares en regiones distantes y desconocidas del espacio. Pero el conflicto los había
seguido. Nicholas, el hijo de Aleksandr, vio la solución. Seiscientos guerreros se
unieron a él para pacificar las facciones enfrentadas, y así nacieron los Clanes y sus
métodos. El nombre de cada uno de esos seiscientos guerreros leales se transformó en
un nombre honorífico, que se podía conferir a la progenie, aunque sólo veinticinco
guerreros podían solicitar un Derecho de Sangre de una sola vez.
El pedigrí de un Derecho de Sangre particular era muy importante porque
formaba la tradición que cada nuevo representante de ese linaje intentaba fomentar.
Algunas veces un Derecho de Sangre tenía una pobre Herencia de Sangre debido a
una deshonra, como era entonces el caso del Derecho de Sangre de Vandervahn
Chistu. Crichell había permitido que Vlad luchase por el Derecho de Sangre que
había solicitado por última vez Conal Ward, un audaz guerrero de los Lobos, que
había compartido la visión política de Crichell y al que Phelan Ward había asesinado.
Crichell asintió con solemnidad.
—¿Se da cuenta, al aceptar su participación en este combate, que santifica con su
sangre la decisión de Nicholas Kerensky de convertir a los Clanes en el pináculo del
desarrollo humano? El hecho de que haya sido elegido para participar indica que es
un guerrero de elite, pero esta victoria lo situará entre los pocos que están en el cénit
de lo que los Clanes consagran.
Vlad asintió con un gesto de cabeza.
—Seyla.
—Explíquenos, Vlad, por qué es digno de este honor.
Vlad estiró los guantes grises que llevaba y dejó que se oyera el ruido de la piel
del Clan de los Lobos para recordar a los antiguos Lobos que vestían con el verde de
los Halcones de Jade que él era el único que se mantenía fiel a sus raíces.
—Soy digno porque he sido rechazado. Soy digno porque he perseverado frente a
la adversidad. He matado a nuestros enemigos, he seguido las órdenes de nuestros
líderes y he afrontado las manchas de nuestro honor.
Pareció que a Crichell le sorprendía su respuesta, y Vlad supuso que era porque
los candidatos de los Halcones de Jade eran famosos por recitar una larga lista de
combates y victorias que se extendían hasta sus días en el sibko, mucho antes de que
hubieran obtenido el rango de guerrero. La lista de conflictos identificaba a cada
guerrero y solía ser única, como las huellas dactilares. La respuesta de Vlad era poco
ortodoxa, incluso según los cánones de los Lobos; sin embargo, nadie preguntó quién
era ni por qué recibía tal honor.
—Sus peticiones son sustanciales y han sido verificadas —dio Crichell, haciendo
un gesto a Vlad para que se adelantase—. Ahora deberá enfrentarse a su primer
enemigo.
A diez metros de Vlad, un joven dio un paso al frente de la multitud y se situó en
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la alfombra roja que conducía a Vlad a la tarima. Llevaba un traje de salto verde y era
más alto que Vlad. Sus enormes y musculosas dimensiones indicaban, sin duda, que
era un Elemental, aunque Vlad no reconocía al hombre. En consonancia con los
gustos de los Elementales, llevaba el pelo recogido en una cola y el resto de la cabeza
afeitado.
Vlad se acercó a él y se detuvo a un metro de distancia.
La voz de Elias Crichell resonó en el vestíbulo.
—¿Por qué es usted digno?
El Elemental agudizó la mirada.
—Represento a dieciséis que no son dignos.
Debido a lo que Vlad había hecho para liberar a los Lobos de los Halcones, nadie
de la Casa Ward quería enfrentarse a él en un Juicio de Derecho de Sangre; sin
embargo, la tradición del Clan no permitía otorgar un nombre de sangre sin que se
disputara una lucha. Cada persona a la que se enfrentara se presentaría como sustituto
de todos los que habrían perdido en las cinco rondas de la lucha. Lo único que Vlad
tenía que hacer era dar un golpecito en el hombro de su oponente y se le permitiría el
paso.
Vlad se agachó y sacó, de la funda de su bota derecha, una daga con una cabeza
de lobo en la empuñadura. Se puso firme, agarró la cola del Elemental con la mano
izquierda y la estiró con fuerza, por lo que el hombre inclinó la cabeza hacia atrás.
Cuando el Elemental levantó la barbilla dejó la garganta al descubierto, y Vlad
aprovechó el momento para apretar la hoja plateada de la daga contra la pálida carne
por debajo de la nuez. Lo hizo con tanta fuerza que dejó un leve rastro carmesí bajo
la hoja.
Vlad la apartó de golpe, y el Elemental se movió hacia un lado.
La siguiente de la fila era una de las pequeñas guerreras de cuerpo endeble y
cabeza alargada que pilotaban las naves de combate aeroespacial del Clan. Anunció
que se presentaba en nombre de los ocho que no eran dignos, y Vlad le hizo un corte
similar en la garganta. Después de ella, venía un MechWarrior que representaba a
cuatro que no eran dignos de ganar el nombre de sangre de Vlad.
Vlad siguió adelante.
—¿Por qué es usted digna? —preguntó a la siguiente enemiga.
La MechWarrior sacudió la cabeza.
—Sustituyo a dos que no son dignos.
Antes de que Vlad pudiera agarrar su oscura melena, levantó la barbilla y le
ofreció la garganta. Vlad apretó la hoja contra el cuello, hasta que apareció una gota
encarnada que resbaló hasta la canal de sus pechos; dejó que se retirase y siguió hasta
su último rival.
Vlad volvió a formular la pregunta.
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—¿Por qué no es usted digno?
El Elemental abrió los ojos al oír la pregunta y adoptó una severa expresión.
—No soy digno porque usted, Vlad, es un Lobo de corazón, mente y alma. Usted
debe arrebatarme la vida —dijo el hombre, que se abrió el traje de salto, dejó el
pecho al descubierto y cerró los ojos—. Acalle este corazón indigno y tome lo que es
suyo.
Vlad giró el cuchillo con la mano, lo levantó y se preparó para hundirlo en el
pecho del hombre. Se oyeron unas cuantas voces cuando la daga trazó un arco en el
aire, entre las cuales destacó la del Khan Elias Crichell. Vlad se detuvo, a la espera de
que un impulso interno moviera el cuchillo. La sangre de la hoja se deslizó hasta el
borde del arma y se unió al rojo de la alfombra.
Vlad giró la daga, bajó la mano y apretó la empuñadura de la cabeza de lobo
contra el pecho del Elemental. El hombre cayó al suelo, y Vlad dio un salto y se sentó
a horcajadas sobre él antes de que pudiera abrir los ojos. Agarró la oscura trenza del
hombre y levantó su cabeza del suelo.
—Si fuera sólo un guerrero lo habría matado, pero soy algo más —dijo Vlad,
girando la daga con la mano para enseñar la hoja ensangrentada a los presentes—.
Hoy me convertiré en Vladimir Ward. Soy más de lo que era, pero menos de lo que
llegaré a ser. Recuerden este día. Recuerden estos acontecimientos. A partir de este
momento, yo y mis hombres llevaremos a cabo los proyectos de Nicholas Kerensky.
Soltó el pelo del Elemental y pasó por encima de él. Alzó la mirada y vio a Elias
Crichell mirándolo fijamente. Marthe Pryde también tenía la mirada clavada en él,
pero sus ojos no mostraban el enojo ni la sorpresa de los de Crichell.
Me mira como yo he mirado a muchos enemigos. Del mismo modo que yo sé que
Phelan es la antítesis de los Clanes, ella sabe que yo soy la antítesis de los Halcones
de Jade. Ve lo que Crichell nunca llegará a ver.
Elias Crichell bajó el primero de los tres escalones que conducían a la tarima.
Vlad pasó junto a él, estrechó la mano que Crichell le alargaba para felicitarlo y
volvió a llevar al Khan de los Halcones de Jade a la tarima. A continuación, levantó
la daga ensangrentada por encima de su cabeza.
Crichell apartó la mano de la de Vlad, se giró y dio un paso atrás.
—Trothkin de aquí y allá, presentes y ausentes, vivos y muertos, sean fuertes.
Hoy se incorpora un nuevo miembro. Les presento a Vladimir de los Ward.
—Seyla —gritaron los presentes.
Crichell alzó las manos para acallar el aplauso.
—Su Derecho de Sangre, Vlad, tiene un honor especial. Es el único exento de la
abjuración, ya que siempre ha sido leal a los Clanes. Ha permanecido abierto desde
que su último representante fue brutalmente asesinado por un Khan de los Lobos. Yo
conocí a Conal Ward. Pese a su enemistad con los Clanes, él era amigo mío y me
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enorgullece que herede el Derecho de Sangre que le corresponde.
¿De verdad crees que ejercerás control sobre mí tan fácilmente, Elias? Vlad lo
miró con incredulidad y sacudió la cabeza.
—Éste no es el Derecho de Sangre por el que he luchado.
—Pero los otros…
Vlad asintió lentamente.
—Sí, usted creía que buscaba un Derecho de Sangre intacto, sin la mancha de los
desleales Lobos. Sé que esto es motivo de preocupación para usted y los Halcones de
Jade porque están muy aferrados a su honor. Pero aunque ustedes evitan la más leve
mancha, yo he decidido regodearme en ella. Mi intención es redimir totalmente un
Derecho de Sangre mancillado.
El Lobo bajó la mano lentamente y guardó la daga en la funda de la bota. Se
volvió a levantar y miró a la audiencia.
—Mi intención era luchar y ganar el Derecho de Sangre que me había sido
denegado en una ocasión. Solicito el Derecho de Sangre de Cyrilla Ward, Derecho de
Sangre del Khan Phelan antes de que nos traicionara a todos.
La audiencia irrumpió en gritos y risas nerviosas, que acabaron convirtiéndose en
aplausos. Crichell enrojeció, y el rostro de Marthe adoptó una expresión
incomprensible. Vlad sonrió y extendió los brazos, a lo que la audiencia contestó con
mayor regocijo.
—Ha conseguido un nombre de sangre, Vlad. No debe actuar como si lo hubiera
convertido en Khan —gritó el viejo Khan de los Halcones.
—Todavía no. Simplemente me ha abierto la puerta —dijo Vlad, arqueando las
cejas—. El cumplimiento de su mitad del trato es lo que me convertirá en Khan.
Marthe entrecerró los ojos.
—Los Halcones de Jade ya tienen dos Khanes.
—Ya lo sé, Khan Marthe —dijo Vlad antes de girarse hacia Crichell—. He
luchado para rechazar la absorción. Para convertirme en Khan, necesito mi propio
Clan.
Crichell hizo un gesto de asentimiento.
—La segunda mitad de su precio.
—Exacto.
—¿Qué?
—¡Ahora no, Pryde! ¡Ahora no! —exclamó Crichell antes de mirar de nuevo a
Vlad—. Tendrá lo que desee. De hecho, merece más de lo que desea. Yo me
encargaré de ello.
Vlad levantó las manos y las volvió a bajar para acallar a la multitud. Miró a
Crichell.
—Le concedo la palabra.
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El Halcón de Jade inclinó la cabeza respetuosamente hacia Vlad.
—Gracias, Vladimir Ward. Como todos ustedes saben, Vlad mató al Khan
Vandervahn Chistu en un Juicio de Rechazo con motivo de la absorción de los Lobos
por los Halcones de Jade. Esa absorción, que no obtuvo respuesta durante días, se
cumplió sin que nadie protestara, hasta que rescatamos a Vlad con vida entre los
escombros de la colina de gobierno. Esta acción en nombre de un Clan que ha
desaparecido merece una celebración y exige una recompensa.
Crichell se llevó la mano derecha al pecho.
—Yo sólo soy un Khan de los treinta y dos existentes, y estoy limitado en mi
poder. Lo que ahora doy a Vlad, lo que doy a todos ustedes en su nombre, es lo
máximo que puedo ofrecer y ofreceré, con toda libertad y convicción.
»Trothkin de aquí y allá, presentes y ausentes, vivos y muertos, escuchen lo que
tengo que decirles —dijo Elias Crichell con una expresión casi risueña, pese a la
falsedad que Vlad vio en su mirada—. Renuncio a la absorción. Los que eran Lobos y
recientemente se han convertido en Halcones de Jade pueden alegrarse. Los proclamo
fundadores del Clan de los Lobos de Jade. Todos se atendrán a él, y que así sea hasta
que todos caigamos.
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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
15 de diciembre de 3057
La furia que desprendían los ojos de Marthe Pryde hizo pensar a Crichell en el rayo
de un CPP. Caminaba indignada junto a él, resoplando continuamente, mientras
abandonaban la sala donde los Lobos de Jade votaban un Consejo del Clan. El viejo
hombre sonrió y bajó el tono de voz para que los Elementales que los rodeaban no
pudieran oírlo.
—No sabría decir, Khan Marthe, a quién ha enojado más mi proclamación: si a
usted o a Vlad.
Lo miró con acritud.
—Usted sólo ha dado a Vlad un motivo de enojo. Mis razones para estar enojada
son innumerables. Debería desafiarlo a un Juicio de Rechazo por la creación de un
nuevo Clan.
—Pero no lo hará.
—¿No?
—No —contestó Elias con una sonrisa en los labios pese al duro tono de voz de
Marthe. Sabía que podía cumplir su amenaza, pero también sabía que si hubiera
estado totalmente convencida lo habría desafiado, no advertido—. Sabe que usted
ganaría, y yo moriría. Se tendría que escoger a un nuevo Khan, y los Lobos (que
serían Halcones gracias a su victoria) pondrían a Vlad en mi lugar. Aunque odia la
política, sabe lo peligroso que sería. Si me destroza, podría destrozar también a los
Halcones de Jade.
—¡Por supuesto! —exclamó Marthe con una mirada de incredulidad—. ¡Usted no
es más que un guerrero de palabra! Firma una alianza con un mocoso sin linaje para
eliminar a un Khan del Clan, y todo porque Vahn Chistu era el candidato más
probable para ganar el puesto de ilKhan. Este no es el método de los Halcones de
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Jade.
—Tal vez, no, Marthe; pero es el método para preservar a los Halcones de Jade.
—Y eliminar a los Lobos, reduciendo nuestra fuerza a la mitad, ¿nos preservará?
Crichell se echó a reír y se tapó la boca cuando una ráfaga de aire frío le hizo
toser.
—Usted y Vandervahn Chistu sólo se fijaron en el resultado militar de la guerra
que entablamos con los Lobos. Sí, nos causaron graves daños y perdimos muchos
guerreros y equipo. Todavía tenemos que pacificar algunos de los mundos que los
Lobos liberaron. Quizá tendríamos que haber compensado nuestras pérdidas con las
tropas y el equipo que Phelan Ward dejó atrás, pero eso nos habría destrozado.
Marthe frunció el ceño.
—¿Cómo podría haber ocurrido?
Elias se detuvo y señaló hacia el vestíbulo.
—¿No estaba usted conmigo, quiaf? ¿No ha visto cómo los Lobos han celebrado
lo que Vlad ha hecho? Cualquiera de los cinco guerreros que se han interpuesto entre
Vlad y su nombre de sangre habría entregado la vida. Cada uno representaba algo
más que los rivales de un Juicio de Derecho de Sangre. Representaban la vergüenza
de los Lobos que no consiguieron salir adelante y protestar contra la absorción. Ahora
que sus líderes han muerto y sus mejores guerreros escapan hacia Morges, se sienten
abandonados y aceptan nuestro liderazgo porque quieren pertenecer a algo.
Marthe se cruzó de brazos.
—Su algo estaba formando parte de nuestro Clan.
—No, nunca lo habrían aceptado. Vlad ha celebrado su propia ceremonia ahí
dentro. Se ha presentado como Maestro de Juramento, y las preguntas que formulaba
a los sustitutos eran preguntas que formulaba a todos los presentes. En este momento,
le estarán proclamando Khan de los Lobos de Jade. Esa gente, su gente, nunca se
habría sentido satisfecha entre nosotros. Desdeñan unas tradiciones que para nosotros
son el método del Clan. Creen que somos demasiado conservadores y rígidos para
sobrevivir. Los Lobos nunca podrían adaptarse a nuestro método.
Marthe se inclinó hacia adelante para protegerse del viento y siguió caminando.
—Sus palabras hacen que los Halcones parezcan inferiores a los Lobos.
—En absoluto. Nosotros ganamos el Juicio de Rechazo, derrotamos a Ulric y
demostramos que éramos superiores a los Lobos —dijo Elias, asintiendo hacia un
Elemental que les abrió la puerta de entrada al edificio donde los Halcones tenían su
sede—. Al aferramos a las tradiciones establecidas por Nicholas Kerensky hemos
erigido una base fuerte. Como demuestra la evolución, casi todos los cambios
desembocan en la muerte. Puede ser que los Lobos sepan luchar bien en situaciones
enrarecidas, pero eso significa que no luchan tan bien en otras. Nuestra fuerza reside
en el entrenamiento y en la insistencia en honrar los fundamentos, porque cuando
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todo salga mal (y siempre llega el momento en que la guerra sale mal) lo que
prevalecerá serán las habilidades básicas.
—No estaría mal, Khan Elias, que se preocupase más por nuestros fundamentos.
—¿A qué se refiere? —preguntó Elias, entrando en su despacho e indicándole que
se sentase en una de las sillas que había junto al escritorio—. ¿Qué cree que he hecho
mal?
Marthe se detuvo y lo miró, asombrada por la pregunta.
—Vlad Ward es un individuo peligroso, y usted le ha permitido que gane poder,
pero no el poder que él quería. Al hacerlo, lo ha enojado. Creo que no ha sido una
decisión sabia.
Elias asintió con la cabeza mientras se servía una copa de brandy para entrar en
calor.
—Se refiere a haber creado el Clan de los Lobos de Jade sin previo aviso.
—Sí. Él quería que usted trajera a los Lobos y que se los entregara a él.
—Ya lo sé —dijo Crichell, sentándose detrás de su escritorio. Respiró hondo y
mantuvo el licor en la boca un segundo o dos antes de tragarlo—. ¿Puedo ofrecerle
algo, quiaf?
—Neg —contestó Marthe, todavía de pie y con las manos apoyadas en el respaldo
de silla—. Se burlará de usted por ello.
Crichell sacudió la cabeza.
—Creo que se equivoca, Marthe. Cuando me di cuenta de que quería los Lobos,
vi la razón por la que no podía tenerlos. Él también la verá; no es estúpido.
—Nunca he creído que fuera estúpido, sino letal.
—Sí, letal —dijo Elias con una sonrisa en los labios y dando otro sorbo de
brandy. El calor que sentía en el estómago no tardó en llegarle a la piel—. Vlad es
ambicioso y se dará cuenta de que trabajar conmigo, con nosotros, es la mejor manera
de perseguir sus propias ambiciones. No le gustará, pero no puede hacer mucho al
respecto. Pronto lo comprenderá.
Marthe se encogió de hombros.
—Espero, por su bien, que no haya sobrestimado ni subestimado su inteligencia.
—Creo que no. No esperaba que exigiera su propio Clan. Pensaba que me pediría
ocupar el puesto de Vahn como líder de la Turkina Keshik.
—No lo pensaría en serio, ¿quiaf?
—Cálmese, Marthe, no deje que su sangre de Pryde hierva por algo que nunca
ocurrió —dijo Crichell, sacudiendo la cabeza. Pese a lo valientes que sois las Pryde,
esta preocupación por las apariencias del honor está rozando el límite—. La
reacción de los antiguos Lobos en la ceremonia de esta noche me convence de que la
creación del Clan era lo mejor que podía hacer.
Marthe entrecerró sus azules ojos.
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—¿Y qué le convenció de que planear el asesinato de Vahn Chistu era lo mejor
que podía hacer?
Crichell levantó la cabeza.
—No haga preguntas si no quiere saber las respuestas, mi querida Khan. Conocía
a Vahn lo suficiente como para saber que estaba escalando posiciones a fin de
suplantarme. Supongo que eso le provoca cierta indignación. Deje que la situación
siga como está y no progrese.
Marthe abrió la boca y la volvió a cerrar. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Miró
a Crichell.
—Entonces ¿su objetivo en este momento es…?
—Sencillo —contestó Crichell, que dio un último sorbo de brandy y colocó la
copa vacía sobre su carpeta—. Como vencedor en la guerra contra los Lobos, tengo
que informar al Gran Consejo. He convocado una reunión para el dos de enero.
Espero que se elija entonces a un nuevo ilKhan, y me gustaría ocupar mi lugar como
Khan de los Khanes al frente de la campaña final en nuestro regreso a la Tierra.
Vlad había hecho acopio de toda su fuerza para evitar abalanzarse al cuello de
Elias Crichell. Una cortina roja le enturbiaba la mirada, y la sangre aporreaba sus
oídos a cada latido. En el pináculo de su triunfo, en el momento en que los Lobos
deberían haber sido liberados y entregados a él, Crichell lo había arruinado todo
rechazándolo.
¡Pagará por esta osadía! Vlad habría arremetido contra él en aquel instante,
porque el vitoreo y la celebración de los Lobos le incitaba a seguir adelante y lo hacía
invencible. Sabía que podría haber matado a Crichell con sus propias manos y que
ninguno de los Lobos presentes hubiese aportado pruebas contra él. Habrían dicho
que Crichell había atacado primero, o que no conocían la identidad del asesino;
cualquier cosa que Vlad les hubiera pedido.
Sólo la indignación que vislumbraban los ojos de Marthe Pryde consiguió aplacar
a Vlad. Su enojo, tan llameante en esa mirada azul, no iba dirigido contra él, sino
contra el propio Crichell. Ella lo odia, lo desprecia. El enemigo de mi enemigo es mi
amigo.
Tras haber recuperado el control, Vlad inclinó la cabeza al Khan de los Halcones
de Jade.
—Es un hombre de lo más honorable, Khan Elias Crichell. Solicito que nos deje
para que podamos reunimos como corresponde a un Clan renacido.
—Como usted desee —dijo Crichell, inclinando la cabeza hacia Vlad antes de
abandonar la sala junto a Marthe Pryde.
Vlad se apartó hacia un lado cuando Marialle Radick se situó en el escenario
central para convocar un Consejo del Clan. Pidió a los guerreros de los Lobos de
Jade, que se habían quedado atónitos —sin sangre, como Vlad antes de la ceremonia
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—, que se fueran. Envió a otros a buscar a los pocos guerreros con nombre de sangre
que estaban ausentes. Debido a la abjuración y las víctimas de la reciente guerra, los
miembros del Consejo del Clan habían pasado de setecientos cincuenta a poco más de
doscientos, pero con tantos Derechos de Sangre vacantes, la presencia de unos cien
individuos habría constituido un quorum.
Pueden elegirme y me elegirán Khan de este nuevo Clan. Apretó los puños con
fuerza. No puedo creer que Crichell sea tan estúpido como para negarme la
restauración de los Lobos.
Vlad se quedó pensativo por un momento y se dio cuenta de que había llegado a
una conclusión sin disponer de pruebas suficientes. Aunque no tenía ningún respeto
por Elias Crichell, la vasta experiencia del hombre como Khan de los Halcones de
Jade le indicaba que no era estúpido y que, además, tenía motivos para hacer lo que
había hecho. Vlad estaba casi seguro de que Crichell no sabía cuál sería la otra mitad
de su precio, por lo tanto la creación del Clan de los Lobos de Jade no era
premeditada.
Habría sido más fácil volver a crear los Lobos. El hecho de que no haya sido así
significa que aquí hay algo más, algo que estoy pasando por alto.
La victoria de Vlad en el Juicio de Rechazo por la absorción habría despejado el
camino para la reaparición del Clan de los Lobos. De hecho, ponía en duda la
legalidad de toda la absorción, una absorción que el Gran Consejo no había
sancionado en ningún momento. Seguramente están esperando a que acabe la lucha
en Morges antes de revisar la situación. Con la muerte de Chistu y la creación de los
Lobos de Jade, Crichell evita cualquier fechoría.
Del mismo modo que la ley del Clan permitía la absorción de los Clanes, también
permitía su subdivisión. Nunca se había dado el caso porque habría alentado la
divisibilidad que había desmembrado a la Esfera Interior. Sin embargo, el hecho de
que Nicholas Kerensky hubiera previsto una época en que un Clan querría sufrir la
fisión respondía a su sabiduría. El uso de Crichell de esta oscura disposición en las
normas que regían todos los Clanes demostraba una vez más su forma de entender los
asuntos políticos de la vida del Clan.
Sin embargo, la subdivisión no repudia la absorción, sino que sólo la enmienda.
¿Por qué? Vlad se frotó la frente, y esbozó una sonrisa. ¡Claro, debería haberlo visto
antes!
El Khan Crichell podía discutir y discutiría que el Juicio de Rechazo que Ulric
había presentado contra los Halcones de Jade había perecido con él en Wotan. Como
Phelan y los otros Lobos habían escapado al espacio de los Clanes, el resultado de la
lucha en Morges era insignificante respecto al resultado de la lucha en Wotan. Los
Lobos habían sido derrotados.
Vlad, como muchos otros Lobos, habían visto el Juicio de Rechazo como la
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manera de Ulric de evitar el repudio de la tregua de ComStar. Todo el mundo sabía
que de eso trataba precisamente la guerra, igual que sabían que cuando Crichell fuese
elegido ilKhan intentaría renovar la invasión. La batalla entre los Halcones y los
Lobos había decidido la paz o la guerra, y los Lobos habían perdido su apuesta por
proteger la tregua.
Pero el Juicio de Rechazo que lo había desencadenado todo no dependía de una
decisión de repudiar la tregua, sino el rechazo de Ulric de aceptar el veredicto del
Gran Consejo, que lo culpaba de genocidio. Con la pérdida del Juicio de Rechazo,
todo el Clan de los Lobos admitía la culpabilidad de Ulric. Como el Gran Consejo
había hecho anteriormente con otro Clan, tenía derecho a ordenar la exterminación
del Clan de los Lobos, que acabaría, tras un breve espacio de tiempo, en el liderazgo
de Vlad sobre el Clan que había salvado.
Así que al aplacarme me ha salvado. Vlad esbozó una adusta sonrisa. Puedo
aprender de esto… He aprendido de esto.
Los aplausos inundaron la sala. Vlad alzó la vista cuando Marialle Radick le
indicó que se adelantara.
—Les presento a Vladimir Ward, el primer Khan de los Lobos de Jade. Él creó
este Clan y, al hacerlo, restauró nuestro honor. Que goce de una larga presidencia.
—Seyla —corearon los Lobos al unísono con gran solemnidad.
Para llegar hasta aquí me he convertido en algo más que un guerrero. Vladimir
Ward sonrió. Ahora me convertiré en algo más que un Khan.
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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
2 de enero de 3058
El Khan Elias Crichell esbozó una amplia sonrisa, decidido a no dejar que el mal
genio de Marthe Pryde le arruinase el día. La oscuridad de sus pensamientos debe
iluminar este día.
—Khan Marthe, puedo y quiero seguir el transcurso de las cosas.
Marthe Pryde lo miró fijamente mientras contenía la ira que amenazaba con
estallar de un momento a otro.
—Elias, nunca se ha escogido a un ilKhan fuera de Strana Mechty. Su decisión no
tiene ningún precedente.
Sus ojos azules, sólo un poco más oscuros que los de ella, se inflamaron de enojo.
—El precedente es lo que cada vez menos hombres utilizan para santificar
actividades cuestionables. Yo preferiría establecer un precedente que seguirlo. Somos
Halcones de Jade. Tenemos que gobernar, y gobernaremos.
—Un gobernador ilegítimo no es un gobernador.
—Es el Gran Consejo el que decide la legitimidad de mi gobierno —dijo Crichell,
señalando hacia la puerta—. Nuestros compañeros Khanes están reunidos en esa sala
para decidir si debo convertirme en el nuevo ilKhan. La decisión se tomará aquí y
hoy, y es mejor para mí, para usted y para nuestro Clan que la decisión me favorezca.
Marthe se giró bruscamente con los hombros encogidos bajo una túnica de piel
verde.
—No intente persuadirme con promesas de gloria personal, Elias Crichell.
—No era ésa mi intención, Marthe, aunque alcanzará la gloria personal si salgo
elegido —dijo Crichell, conteniendo una sonrisa al ver que lo miraba por encima del
hombro—. Ya sabe que no sirvo para dirigir a los Clanes en combate. Eso lo dejo
para guerreros diestros como usted. Cuando sea ilKhan y reanude nuestra cruzada…
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—Dos acontecimientos que tendrán lugar al mismo tiempo.
—No lo creo.
—¿Qué? —exclamó Marthe, girándose hacia él. El pectoral malaquita y dorado
se le movió hacia un lado, pero ella se lo recolocó con la mano—. ¿Retrasará el inicio
de la cruzada?
—Sí.
—Pero si quiere convertirse en ilKhan para dirigirla, ¿por qué no se toma su
tiempo para volver a Strana Mechty y convocar elecciones de forma adecuada?
—Porque el tiempo no está de nuestra parte —contestó Crichell, bajando el tono
de voz—. Usted sabe los daños que nos causaron Ulric y Natasha Kerensky en la
última guerra.
—Lo sé.
—Y ahora los Lobos han devastado la fuerza que enviamos a Morges. La coronel
de estrella Mattlov cayó herida y dejó que destrozaran su fuerza. Todavía más
significativo es el hecho de que los Lobos exiliados sufrieran muchos menos daños
técnicos. Se han retirado al mundo de Arc-Royal, que en otro tiempo fue el planeta
natal de Phelan Ward, y están preparados para defender la frontera de la Alianza
Lirana contra nuestras depredaciones.
—No son más que las reminiscencias de un Clan. Podemos arrollarlos.
Crichell sacudió la cabeza.
—No, no podemos.
—¿Tantos daños sufrimos?
—Ulric hizo bien su trabajo —contestó Elias con el ceño fruncido—. Nadie más,
aparte de usted y yo, tiene idea de los graves daños que sufrieron los Halcones.
Nuestros brethren de la fuerza de invasión creen con tanto fervor en la misión
cruzada que no pueden concebir que una fuerza Guardiana sea capaz de superar a
nuestras mejores tropas. Del mismo modo que opinan que la reticencia de los
Guardianes a forzar la conquista total de la Esfera Interior es una filosofía inferior,
también piensan que los Guardianes son guerreros inferiores.
—Son imbéciles.
—Sí, pero unos imbéciles que tenemos que utilizar en este momento crítico. En
reconocimiento de la derrota de Ulric, me pueden elegir ilKhan. Es fundamental que
asuma el cargo para que podamos comprar el montón de años que necesitamos para
volver a nuestra antigua fuerza.
Marthe se quedó boquiabierta por un momento.
—¿Un montón? Necesitaríamos un mínimo de quince años para que nuestros
sibkos maduren lo suficiente y nos proporcionen los guerreros que nos hacen falta.
—No tantos, Marthe —dijo Crichell con una sonrisa maliciosa—. Recuerde que
yo ya luché y descubrí la capacidad destructora de la guerra. Miré hacia el futuro
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hace casi veinte años y lo que vi me permitió planear un momento como éste.
—Parece un soñador Gato Nova.
—Soñador, no; pensador. He visto más allá con los ojos de un halcón y he
actuado según lo que he visto —dijo Crichell con una expresión de seguridad en sí
mismo—. He pedido que le envíen los archivos para que los revise y decida cuál es la
mejor manera de utilizar el resultado de mi amplia visión.
—¿Qué ha hecho, Elias?
—Cálmese, Marthe. No es tan espantoso como creo que imagina, aunque estoy
seguro de que su sensibilidad Pryde se sentirá ofendida al principio. Puede ser que le
resulte más agradable si piensa en ello como un frente tormentoso que arrolla y deja
en tierra a los aviones de combate aeroespacial de su enemigo. Las condiciones
climáticas no cambian según sus intenciones o deseos, pero sí puede utilizarlas en
beneficio propio.
—Utilizar las condiciones climáticas es una cosa y violar nuestro honor de
Halcones de Jade otra muy distinta —dijo Marthe, dándose un golpe en el pecho—.
¿Autoriza un programa que va en contra de nuestras tradiciones y espera que le vote
como ilKhan? ¡Debería denunciarlo ante el Gran Consejo!
—No lo hará porque mi acción preservará a los Halcones de Jade, Marthe —dijo
Crichell, poniéndose en pie—. Si cumple su amenaza, nos destrozará.
Ella se quedó pensativa por un momento.
—Somos Halcones de Jade. Los otros Khanes deben respetarnos por eso.
—¿Como los Lobos respetaban a los Hacedores de Viudas cuando los
absorbieron, y como nosotros respetábamos a los Lobos cuando los absorbimos? —
preguntó Crichell con una áspera carcajada—. En este momento crucial, luchamos
por la supervivencia; no, por el respeto. Piénselo, Marthe. Nos han educado para
volar alto y atacar la debilidad allí donde la encontremos. Cuando los otros Clanes
descubran lo débiles que nos hemos vuelto, nos devorarán.
Crichell se dio cuenta de que había pronunciado las palabras adecuadas al ver
cómo ella fruncía el ceño. Pese a lo mucho que Marthe respetaba el método de los
Clanes y las tradiciones de los Halcones de Jade, también se daba cuenta de que la
falta de adaptación podía condenarlos. Aunque creía que hacer honor a los
fundamentos era su fuerza, sin los guerreros suficientes para completar los rangos y
defender sus mundos los Halcones de Jade perecerían. Si tenía que escoger entre
trabajar con él y la muerte del Clan, Marthe se decantaba por la única opción lógica.
—La decisión de utilizar su plan es sólo mía, ¿quiaf?
—Por supuesto, toda suya, Marthe. Estará encantada; confíe en mí.
—Nunca sentiré confianza ni respeto por usted, Elias.
—Intentaré vivir sin ninguno de los dos.
—Como ilKhan.
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—Creo que, a menos que me convierta en ilKhan, su visión sobre el futuro de
nuestro Clan quedará desfasada —dijo Crichell, levantando la máscara con la cabeza
de halcón esmaltada que llevaría en la cámara del Gran Consejo—. Yo le doy el
futuro del Clan, y usted me da su voto.
Marthe asintió con rigidez.
—Negociado y hecho.
—Como Khan de los Halcones de Jade la respeto, Marthe. Como ilKhan, la
ensalzaré.
—Nada de eso, se lo suplico, Elias Crichell —dijo con una fría mirada—. Me
basta con que no me ponga en evidencia.
Crichell siguió a Marthe hacia el interior de la cámara provisional del Gran
Consejo e hizo un gesto de asentimiento a Kael Pershaw, que estaba sentado en la
parte delantera de la habitación. Pershaw se levantó de su asiento y golpeó con la
mano el escritorio de roble.
—Soy Kael Pershaw y he sido elegido para actuar como Maestro de Juramento en
esta reunión del Gran Consejo. Por la presente, convoco este cónclave según lo que
estipula el Código Marcial redactado por Nicholas Kerensky. Como existimos en un
estado de guerra, todos los asuntos deben ser tratados según lo estipulado.
—Seyla —dijo Crichell al unísono con los demás Khanes.
Catorce Khanes se encontraban presentes, y los otros veinte asistían a través de
monitores holovisuales apilados sobre escritorios, sillas y mesas alrededor del
anfiteatro escalonado. De los que no habían asistido en persona a la última reunión
del Gran Consejo, sólo los Khanes del Clan de los Tiburones de Diamante se habían
preocupado por estar presentes en esa ocasión. Elias lo interpretó como un signo de
que sus esfuerzos por persuadir a los Khanes ausentes de que le votaran no habían
sido en vano.
Pershaw se volvió a sentar y echó un vistazo a la pantalla del ordenador de
bolsillo que había sobre el escritorio.
—Nos hemos reunido hoy para elegir a un nuevo ilKhan.
El Khan Ian Hawker, de los Tiburones de Diamante, se quitó el reluciente casco
con la cresta de cola dorsal y se puso en pie. Pálido, de ojos pequeños y escaso
cabello —como tantos otros de la línea Hawker—, mostraba una expresión severa.
—¡Esta acción es ilegal! El ilKhan siempre se ha elegido en Strana Mechty.
Convocar una elección aquí y ahora es una burla de nuestros métodos.
Cuando Crichell se disponía a contestar, Vladimir Ward se levantó de la silla que
ocupaba en el fondo de la sala. Llevaba la ropa de piel gris del Clan de los Lobos, y
tanto Marialle Radick como él se habían echado un manto de piel verde jade sobre los
hombros. Vlad se quitó el casco con la cabeza de lobo esmaltada y lo depositó
delante de él.
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—Lamento discrepar de usted, Khan Hawker.
—Estoy seguro de que lo lamentaría si tuviera voz y voto.
La cicatriz del rostro de Vlad adquirió un rojo más intenso.
—Sí tengo voz y voto, Ian Hawker, al igual que mis Lobos de Jade. Durante estas
dos últimas semanas he estado estudiando el Código Marcial de Nicholas Kerensky,
como corresponde a todo nuevo Khan, ¿quiaf? He leído atentamente los pasajes que
hablan de la creación de un nuevo Clan, una acción que no requiere la aprobación de
este cónclave.
Crichell vio un resplandor en los ojos del joven. Vlad paseó la mirada por los
rostros de los Khanes allí reunidos antes de tomar de nuevo la palabra.
—Mis estudios tampoco han dado con una directriz que disponga que el Gran
Consejo tenga que reunirse en un lugar específico para elegir a un nuevo ilKhan —
dijo Vlad con una leve sonrisa—. Tal vez también deba recordarle que este cónclave
sancionó una celebración del Gran Consejo en Tamar con el propósito expreso de
derrocar al ilKhan vigente. Si un ilKhan puede ser degradado en el campo, también
puede ser elegido en el campo.
Vlad finalizó su discurso y miró fijamente al viejo Khan de los Halcones de Jade.
Crichell hizo un gesto de asentimiento, y Vlad tomó asiento. Estás aprendiendo a
jugar a la política, Vladimir Ward. Es obvio que has averiguado por qué he creado
un nuevo Clan para ti y, al parecer, reconoces tu deuda conmigo. Eso está bien.
Lincoln Osis, Khan de los Jaguares de Humo, se puso en pie. La melena canosa y
rizada contrastaba con la oscura piel, pero la corpulencia parecía desafiar los estragos
de la edad. Osis era un Elemental y, aunque se encontraba una fila por debajo de
Hawker, tenía que bajar la mirada para ver al hombre.
—Es posible que su desprecio por la pragmática, Khan Hawker, lo convierta en
un buen líder entre los Tiburones de Diamante, pero no nos ayudará a solucionar el
urgente asunto que tenemos entre manos. Si tuviéramos que volver a Strana Mechty,
no sólo abandonaríamos el escenario de combate, sino que además daríamos más
tiempo a nuestros enemigos para prepararse. Permitirlo sería desaconsejable e
innecesario.
Osis se giró hacia Pershaw.
—¡Voto por Elias Crichell, de los Halcones de Jade, como candidato! —gritó a la
audiencia.
Cuando Severen Leroux, el antiguo Khan de los Gatos Nova, secundó la moción,
Elias se quedó perplejo. No había presionado a los Gatos Nova para que le apoyasen
porque solían guiarse por visiones místicas y presagios más que por la lógica. A
menudo, actuaban como si fuesen agentes del destino y, en ese momento, él deseaba
saber qué le tenía preparado el futuro.
Kael Pershaw tecleó algo en el ordenador.
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—Se ha pronunciado el nombre de Elias Crichell, de los Halcones de Jade, ante
este cónclave. Cada uno de ustedes votará a favor o en contra. Si Elias Crichell
obtiene la mitad más uno de los votos ganará la moción. Los interrogaré
individualmente.
Crichell anotó mentalmente los votos. Ni Severen Leroux ni Lucian Carns de los
Gatos Nova explicaron su votación, pero como lo habían hecho a favor, sus razones
no le importaban demasiado. Como esperaba, los dos Tiburones de Diamante votaron
en contra, pero los Jaguares de Humo, las Víboras de Acero y los Halcones de Jade
votaron a favor, por lo que ya contaba con un total de seis. Los Osos Fantasmales
votaron en contra, ya que tenían un fuerte vínculo con los Lobos y los Tiburones de
Diamante. La holovotación fue bastante equilibrada y le dejó un margen de dos votos
antes de llegar al Clan más reciente.
Por petición de Vlad, Marialle Radick fue la primera en votar.
—Yo fui la primera en descubrir la traición de Ulric ante mi Clan. Yo fui la que
dio el primer paso en el camino que nos ha conducido hoy aquí. Yo, Marialle Radick,
voto a favor de Elias Crichell.
El viejo esbozó una sonrisa. Eso es. El voto de Vlad no cambiará las cosas.
Vlad se puso en pie y tardó unos segundos en intervenir.
—Doy la bienvenida al Khan Elias Crichell al puesto de ilKhan de los Clanes. Sin
embargo, es mi deber venerar la memoria del ilKhan que dirigió nuestra gloriosa
invasión, ya que sin su liderazgo nunca habríamos llegado tan lejos en la conquista de
la Esfera Interior. Puede ser que su pensamiento tuviera algún fallo, pero nadie puede
negar que Ulric Kerensky había nacido para ser guerrero. Voto en contra.
Pershaw pulsó una última tecla e hizo una mueca con la boca que pretendía ser
una sonrisa.
—Según mi recuento, el resultado es de diecisiete a favor y quince en contra. La
autoridad de este solemne cónclave hará la proclamación. ¡Nombro a Elias Crichell
Khan de los Khanes, ilKhan de todos los Clanes!
—¡Seyla!— gritaron todos los Khanes al unísono.
Golpearon los escritorios y las mesas en señal de aprobación cuando Crichell
avanzó hacia el frente de la sala y se colocó detrás de Pershaw. Se quitó el casco y lo
depositó delante de él como si se tratara de un pequeño podio. A medida que se
extinguían los vítores, sonrió a los demás Khanes.
—Juro ser digno de su confianza. Su visión de futuro es mi visión de futuro: la
restauración de la Liga Estelar y la elevación de los Clanes a nuestro legítimo lugar
de soberanía en la Esfera Interior, un lugar cuya protección nos corresponde por
nacimiento.
Echó un vistazo al ordenador de bolsillo de Pershaw.
—Y ahora nos enfrentamos a la pregunta crucial de cuándo reanudar la invasión
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de la Esfera Interior. ¿Sí, Khan Vlad?
—Disculpe mi interrupción, pero hay otro asunto…
—Imaginaba que sería usted el que lo pediría —interrumpió Crichell, asintiendo
con indulgencia—. Quiere posponer la discusión, ¿quiaf? Debido a la pérdida
inesperada de mi saKhan, no he tenido tiempo para preparar una investigación
exhaustiva de mis recursos. Supongo que a usted y a su Clan les ocurre lo mismo,
Khan Vladimir. ¿Debemos posponer la discusión hasta que hayamos tenido tiempo
para prepararla?
Vlad se puso en pie.
—Sería muy amable por su parte, ilKhan, pero un retraso no es el otro asunto que
quería exponer ante el Gran Consejo.
—Entonces, ¿de qué se trata?
Vlad adoptó una expresión severa.
—Yo, Vladimir Ward de los Lobos de Jade reclamo un Juicio de Rechazo.
—¿Qué?
—Vlad, creo que ya hemos tenido bastante con su…
—Usted no está preparado para dirigirnos, Elias Crichell; no está preparado para
ser Khan de los Khanes. Desafío su derecho a ser ilKhan.
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10
Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
2 de enero de 3058
—¿Qué?
La incredulidad y el miedo que desprendía la voz de Crichell instigaron la
sensación de poder de Vlad, que entonces sonreía.
—Ya me ha oído, Elias Crichell. Desafío sus cualidades para solicitar el título de
ilKhan. Creo que no está preparado.
—¡No puede hacerlo!
Vlad asintió lentamente con la cabeza.
—Puedo y lo he hecho.
El viejo se puso firme.
—¿Con qué argumentos?
Vlad se frotó la mandíbula antes de contestar.
—¿Está seguro, Elias Crichell, de que quiere que responda a esa pregunta?
—Él ha preguntado, y usted responderá —ordenó Lincoln Osis.
Vald se giró hacia el Jaguar de Humo.
—Soy un Khan. No puede darme órdenes.
Osis se lo quedó mirando por un momento y, luego, bajó la vista al suelo.
—No pretendía faltarle al respeto. Su acusación contra el ilKhan es de mayor
alcance que cualquier mal que pueda infligirle. Si no está preparado para servir,
tenemos que saber por qué.
—En tal caso, se lo explicaré —dijo Vlad con las manos apoyadas en la mesa que
había delante de él—. Podría señalar que Elias Crichell conspiró con un guerrero sin
linaje para asesinar a su rival y obtener el poder. Podría señalar que sabía de la
existencia de pruebas que demostraban que el Khan Vandervahn Chistu había
asesinado a Ulric Kerensky, pero no exigió que se presentaran ante el Consejo del
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Clan de los Halcones de Jade. Ambas cuestiones revelan una seria falta de honor,
pero eso no es lo primordial.
Señaló hacia Crichell.
—Mi desafío se basa en la calificación fundamental para el título de ilKhan: Elias
Crichell no es un guerrero.
Crichell se ruborizó.
—¡Esto es absurdo! He pasado el Juicio de Posición como cualquier otro
guerrero. Tengo pruebas que pueden demostrarlo.
—Sí, ilKhan Crichell, los resultados están disponibles, pero no hay holovídeos de
sus pruebas —dijo Vlad con una fría sonrisa—. Me he tomado la libertad de
examinar los archivos de mantenimiento de su BattleMech y los de los ’Mechs que
lucharon contra usted. Sus techs lanzaron más disparos contra su ’Mech que usted
mismo, y de los ’Mechs a los que se enfrentó tan sólo hubo que cambiar los asientos
de eyección.
Crichell se cruzó de brazos.
—Yo no puedo controlar las acciones de mis rivales. ¿Es culpa mía que teman
morir a mis manos?
—Entonces, me sorprende, ilKhan, que un guerrero tan temible como usted no
pilotara su propio BattleMech para luchar contra los Lobos el mes pasado —dijo
Vlad, sacudiendo la cabeza—. Su explicación no importa. Mi desafío sigue en pie y
tiene que responder a él.
—Muy bien, tendrá su juicio —dijo Crichell, mirando a Kael Pershaw—.
Convoque a Taman Malthus. Él me secundará.
—Ignore la petición, Kael Pershaw.
Crichell miró a Vlad con frialdad.
—¿Cómo se atreve a dar órdenes a mi hombre?
Ian Hawker se echó a reír.
—Lo hace para impedir que vuelva a demostrar que no es digno, Elias. Ha leído
las normas y lo tiene atrapado. Lo ha desafiado a usted, no a la votación. Si hubiera
dudado de la votación podría haber nombrado a un segundo para que luchase por
usted, pero él desafía sus cualidades como guerrero, y sólo usted puede defenderse en
el Juicio de Rechazo.
Vlad inclinó la cabeza hacia el Khan de los Tiburones de Diamante y se giró para
mirar a la multitud.
—Un Khan de los Khanes tiene que ser capaz de afrontar cualquier tipo de
combate. Como parte desafiada, normalmente tiene derecho a escoger cómo quiere
luchar: con o sin aumento. Como ilKhan, tiene que atenerse a una elección aleatoria.
Kael Pershaw, diga un número al azar: uno o cero. Uno es con aumento, y cero
significa que no utilizaremos nada.
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Kael Pershaw dudó por un momento y no reaccionó hasta que Marthe Pryde le
hizo un gesto de asentimiento. Tecleó algo en el ordenador de bolsillo y apareció un
cero verde en el visualizador holográfico.
—Lucharán sin aumento.
Vlad saltó por encima del escritorio y aterrizó en el suelo principal del anfiteatro.
—¡Yo soy el desafiador y digo que luchemos ahora!
Crichell levantó la barbilla.
—Luchamos sin aumento, pero usted lleva un arma en la mano.
Vlad se giró y rompió la escayola contra la mesa con un fuerte golpe. Los trozos
de yeso salieron volando por todas partes y alcanzaron a Marialle Radick y a los
Khanes de los Gatos Nova. Vlad sintió un leve dolor en el antebrazo, pero se deshizo
de aquella sensación. Se quitó la escayola con la mano derecha y la tiró al suelo.
Vlad se dirigió hacia Crichell y pisó la escayola, que se rompió en mil pedazos
bajo sus botas.
—Le concedo el honor de dar el primer golpe, Elias Crichell.
El viejo hombre levantó el puño por encima de la cabeza. Vlad sintió el impacto y
lamió la sangre que le salía de los labios. Se dio cuenta de que perdía el equilibrio y
que caía hacia atrás, y luego al suelo, pero nada le importaba. Con aquel primer
puñetazo, Crichell había confirmado la acusación de Vlad: no era un guerrero.
Un guerrero me habría matado de un golpe. Vlad rodó hasta impactar en las patas
de una mesa de los Jaguares de Humo. Mientras se ponía en pie apoyándose en la
mesa, se limpió la sangre de la boca con la mano izquierda y sonrió. Y un guerrero
habría seguido atacando para que no me pudiera recuperar.
Crichell esperó a que Vlad se situara en el centro. El joven se dirigió hacia
Crichell tambaleándose como si todavía estuviera aturdido por el puñetazo. Crichell
adoptó una expresión de orgullo, y Vlad se dio cuenta de que el hombre imaginaba
que aquella lucha se añadiría a su mito. Con pensamientos de futuro, Crichell se
preparó para dar el golpe que acabaría con Vlad de una vez por todas.
Los costosos movimientos de Vlad alcanzaron un repentino dinamismo, que
desvió el puñetazo de Crichell. Mientras el viejo se recuperaba, Vlad le dio un par de
codazos y varios puñetazos que le rompieron la nariz y le partieron los labios.
Seguidamente, le propinó un golpe en la cabeza. Crichell levantó las manos para
protegerse del impacto, y Vlad aprovechó el momento para darle un golpe en el
estómago.
Mientras Crichell se doblaba hacia adelante, Vlad le dio una patada en la cara con
la rodilla que lo obligó a ponerse en pie rápidamente. Luego, lo agarró por el cuello y
volvió a darle un puñetazo en el estómago, al que siguieron muchos otros.
Los gritos ahogados de Crichell indicaban que el hombre no podía respirar. Vlad
lo soltó con una sonora carcajada y le abofeteó la cara. Crichell salió rodando y chocó
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contra el escritorio que había frente a los Khanes de los Gatos Nova. Se sujetó a él
para levantarse y volvió a la lucha.
Las mejillas de Crichell se habían sonrojado tras la bofetada de Vlad, y la sangre
le resbalaba por la barbilla. Hizo un débil intento de golpear a Vlad rápidamente, pero
el joven guerrero lo esquivó sin problemas. Crichell levantó los puños y cerró los
codos para proteger su cuerpo a medida que se acercaba a Vlad. Aunque jugaba a ser
un guerrero, aquella mirada vidriosa indicaba a Vlad y al resto de los presentes que su
cuerpo respondía inconscientemente a cosas que había aprendido hacía mucho
tiempo.
Y es obvio que no aprendió bien la lección.
Vlad saltó hacia adelante y volvió a darle en el estómago. Crichell no hizo ningún
esfuerzo por protegerse, sino que intentó golpear a Vlad en la oreja. Aquella reacción
lo alentó, pero sólo un segundo, antes de que Vlad le clavara un puñetazo en la sien
izquierda.
Las piernas de Crichell se doblaron y cayó de rodillas al suelo y, luego, de
espaldas. Dejó caer las manos, y la cabeza se le ladeó como si no pudiera mantenerse
en su lugar. Vlad sabía que el hombre no podía pensar; que estaba inconsciente física
y mentalmente. La lucha había acabado.
¡No acabará hasta que yo decida que ha acabado!
Vlad le dio un puntapié.
—¿Es eso todo lo que tiene, Elias Crichell? Incluso Vandervahn Chistu luchó con
más valor. Y antes que yo, Ulric Kerensky luchó contra Chistu con más coraje. ¿No
puede hacer nada más? ¿Es usted como todos los Halcones, valientes en la paz y
cobardes en la guerra?
Crichell se esforzó por ponerse en pie.
—Soy un Halcón de Jade. Era un guerrero antes de que usted fuera engendrado.
—Y yo seré un guerrero mucho después de su muerte.
Vlad hizo un giro y le dio una patada que le habría arrancado la cabeza si no
hubiera impactado primero en el hombro. La bota arrastró consigo un mechón de
pelo, y la sangre se mezcló con el gris de su cabello. La fuerza del golpe volvió a tirar
a Crichell al suelo y lo envió a los pies de Marthe Pryde.
Ni ella lo ayudó a levantarse ni Crichell le pidió ayuda. Aunque se levantó con
mucho esfuerzo, parecía que se recuperaba conforme se acercaba a Vlad. Caminó a
su alrededor dejándolo en medio del ruedo.
Vlad se limitó a esperar. Todo estaba de su parte: fuerza, habilidad, coraje y, sobre
todo, hambre. Crichell cree que tiene derecho a ser ilKhan, pero es un derecho que
nunca ha ganado. El ilKhan tiene que ser el guerrero de los guerreros, y este hombre
no cumple ese requisito.
Crichell se acercó y dio un torpe puñetazo a Vlad, quien, instantáneamente,
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levantó la mano y detuvo el golpe. Apretó para recrearse en la expresión de dolor del
hombre y le dobló la mano, bloqueándole el brazo. Levantó el codo y lo mantuvo por
encima del brazo de Crichell. Con un golpe rápido le machacaría el brazo, que era
exactamente lo que los otros Khanes esperaban ver.
Hicieron un gesto de dolor cuando Vlad bajó el codo, pero no se lo rompió. En el
último instante, levantó el brazo y le dio un golpe en la cabeza. Vlad observó con
desprecio cómo el viejo caía al suelo. Crichell se desplomó de espaldas, con los
labios y la nariz ensangrentados. Se balanceó de un lado a otro, cubriéndose la cabeza
con las manos, pero no intentó levantarse.
Vlad vio cómo Crichell se encogía hasta que su cuerpo pareció una bola, y luego
lanzó una desafiante mirada al resto de los Khanes. Observó los rostros, que
denotaban una amplia gama de expresiones, desde la admiración al miedo absoluto.
Osis estaba indignado, mientras que los místicos Gatos Nova parecían haber sido
transportados a otro planeta, como si estuvieran viendo algo que nadie más podía ver.
—He aquí el líder que han escogido para que nos represente.
Lincoln Osis desvió la mirada de Crichell.
—Se acabó. Crichell no será ilKhan.
Vlad sacudió la cabeza.
—La lucha no ha acabado.
—Déjelo, Vlad. No puede más.
—Es la segunda vez que intenta darme órdenes, Lincoln Osis —dijo Vlad con un
paso al frente para dar una fuerte patada en la columna de Crichell.
El hombre gritó y arqueó la espalda. Luego, giró sobre ella y permaneció
tumbado mirando fijamente al techo y al hombre que se alzaba sobre él.
—Ha olvidado que soy un Khan y un guerrero, igual que Crichell ha olvidado qué
es ser un guerrero. Es hora de que se lo recuerde.
Vlad apoyó la bota en la garganta de Crichell.
—Un guerrero es aquel que ha sido entrenado en el arte de matar.
Apretó el tacón hasta que Crichell empezó a gorjear.
—Un guerrero es aquel que mata a sus enemigos sin compasión.
Apretó con más fuerza hasta que la voz de Crichell se convirtió en un inaudible
silbido y agarró a Vlad por los tobillos.
—Un guerrero es aquel que no deja enemigos derrotados tras él porque sabe que
los muertos no pueden hacerle daño.
Vlad hundió el tacón en la garganta de Crichell, hasta que el crujido de los huesos
ahogó el ruido de los golpes del hombre. Siguió ejerciendo presión sobre las
vértebras, que emitían un chasquido al fracturarse, hasta que incluso Lincoln Osis
tuvo que desviar la mirada. Con un último empujón, puso fin a las convulsiones de
Crichell, dio un paso atrás y contempló su obra de arte.
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Cuando, por fin, alzó la mirada, vio que Marthe Pryde era la única que lo
observaba e imaginó que se debía a que quería asegurarse de que Crichell estuviera
muerto.
Vlad de los Ward extendió las manos sobre el flácido cadáver.
—Ahora se ha acabado, mis queridos Khanes.
Los oscuros ojos de Osis relucieron como el cristal.
—¿Ahora espera que lo elijamos en su lugar?
—De ninguna manera —contestó Vlad, limpiándose la sangre de la cara con la
mano—. Este no es el lugar ni el momento para escoger a un nuevo ilKhan. Estoy de
acuerdo con Elias Crichell en que se necesitan nuevas valoraciones de la fuerza de los
Halcones y los Lobos de Jade. Tardaremos seis meses como mínimo en finalizar el
trabajo.
El Jaguar de Humo sacudió la cabeza.
—Ahora tiene más posibilidades de asumir el cargo que dentro de seis meses.
—Eso, Khan Osis, es más revelador de su falta de imaginación que mi posición.
He trabajado como ayudante de un ilKhan. Sé lo que el puesto requiere y no tengo
ninguna necesidad de ello.
—En este momento —interrumpió Marthe Pryde.
—Quizá tenga razón, Khan Marthe —dijo Vlad, encogiéndose de hombros con
aire despreocupado—. Sin embargo, tengo una idea clara de las cualidades que debe
poseer un Khan para asumir ese cargo, y ser un guerrero de palabra no es una de
ellas. Tal vez un retraso de seis meses será suficiente para que un ambicioso Khan
tenga la oportunidad de demostrar que es verdaderamente digno del puesto.
Ian Hawker dio un puñetazo en su escritorio.
—Seis meses es razonable; incluso más sería prudente.
Marthe miró a Kael Pershaw.
—Señor de la Sabiduría, haga el recuento.
Los Khanes acordaron un retraso sin disenso. Vlad asintió con gravedad y se
quitó el manto verde que llevaba sobre los hombros.
—Una última puntualización, mis queridos Khanes. Por la presente, creo un
nuevo Clan, para el que cuento con todos los Lobos de Jade —dijo cubriendo el
rostro desfigurado de Crichell con el manto—. Volvemos a ser el Clan de los Lobos.
Hawker alzó la vista.
—Hay un veredicto de genocidio contra su Clan.
—Esos Lobos están muertos. Nosotros somos una nueva generación de Lobos.
Verá que nos parecemos a los que existieron en otro tiempo, pero confundirnos con
ellos sería un grave error.
El silencio fue la única respuesta a las palabras de Vlad. Paseó la mirada por la
sala, dispuesto a aceptar cualquier desafío, pero nadie dijo nada. Lincoln Osis se lo
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quedó mirando por un momento y apartó la vista con un brusco movimiento de
cabeza.
Vlad dio una palmada.
—Entonces, creo que no hay más que hablar.
Marthe Pryde se dirigió a la puerta y la abrió. Los Khanes fueron desfilando
detrás de Pershaw y cerraron la puerta tras ellos. Marthe Pryde y Vlad se quedaron,
mirándose fijamente, junto al cuerpo de Crichell.
—No era necesario que lo matase para ganar su desafío.
Vlad la observó detenidamente.
—Usted no lamenta su muerte. Tal vez deseaba ser el instrumento de ella.
—¿El cargo de ocultar las pruebas del crimen de Chistu era cierto?
—Así es. Las pruebas ya no importan, pero le enviaré una copia si quiere.
—Sí —dijo Marthe, mirando a Crichell—. El Consejo del Clan de los Halcones
de Jade debería haber decidido su destino. Esas pruebas lo habrían derrocado.
Nosotros nos habríamos hecho cargo de él.
—Tal vez.
Un destello de enojo iluminó sus azules ojos.
—¿Duda de nuestro honor?
—Dudo que la lista de crímenes por los que le habrían condenado coincidiese con
la lista de crímenes que cometió contra mí.
—¿Crímenes contra usted?
—Negoció con maldad y me negó mi Clan —contestó Vlad, sacudiendo la cabeza
—. Pero lo peor de todo era su estupidez.
—¿A qué se refiere?
El Lobo se inclinó hacia su mesa.
—Cuando hablé por primera vez con Elias Crichell me preguntó qué haría si me
negase lo que es mío. Él sabía que lo mataría por ello.
Marthe entrecerró los ojos.
—Pero al negarle los Lobos lo salvó de la muerte.
Vlad se echó a reír.
—Ése fue un error suyo, ¿no?
—No hay ninguna necesidad de que sea vulgar, Vladimir Ward.
Vlad se sorprendió de su ofensa.
—¿De verdad es tan rígida, Marthe?
—Respeto el método de los Clanes.
—Se aferran a un pasado que socava su fuerza y debilita al Clan.
—Nosotros vencimos a los Lobos, ¿quiaf?
—Eso depende que quién lleve la cuenta. Los Halcones acabaron con una parte
de los Lobos y ganaron en Wotan gracias a una traición. Phelan Ward humilló a los
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guerreros Halcones que enviaron tras él, y hasta sus propios guerreros han reconocido
que los mercenarios de la Esfera Interior los derrotaron —dijo señalando a Crichell
—. Sus métodos producen guerreros de imitación.
—Él no era un verdadero guerrero de los Halcones de Jade.
Vlad soltó una risita.
—Vaya, una muestra del famoso orgullo Pryde.
—Mejor eso que el orgullo desmedido de los Lobos.
—¿Orgullo desmedido? —repitió Vlad, incrédulo—. Mejor estar a punto de caer
que haber caído, Marthe. Sus métodos y sus acciones forman una paradoja que no
puede resolver. Si los viejos métodos fueran tan buenos y tan auténticos, no se
habrían adaptado a la nueva tecnología, sino que todavía lucharían con los ’Mechs de
la Esfera Interior y perderían contra guerreros de la Esfera Interior con más
frecuencia que durante la invasión.
Marthe apretó los puños con fuerza.
—El uso de nuevas herramientas no cambia la tradición.
—¿Y qué son las tácticas sino herramientas, Marthe?
—Las tácticas se basan en la tradición y el honor. El asesinato sería pragmático,
pero nos abstenemos.
—Chistu no.
—¡Chistu era tonto! Si hubiera sabido lo mismo que usted, lo habría desafiado y
lo habría matado. Era una amenaza mayor para los Halcones de Jade que usted o la
Esfera Interior. Yo le habría ajustado las cuentas, al igual que lo habría hecho con
Elias Crichell.
—¡Incapaces de competir, los anticuados se devoran unos a otros en una orgía de
recriminación! —exclamó el Lobo con una enorme sonrisa en los labios—. Debe
encontrar una válvula de escape más constructiva para sus frustraciones.
El enojo de su expresión se transformó en calma, y Vlad sintió un escalofrío al
oírle hablar.
—Ya la he encontrado, Lobito. Los métodos de Crichell y Chistu no eran el
verdadero método de los Halcones de Jade. Lo sé y puedo demostrarlo. Ya verá,
como todos los demás, que nuestra tradición nos fortalece.
—Tendrá que esforzarse por demostrármelo.
—Así lo haré —dijo con una penetrante mirada—. Empezaré concediéndoles
hégira.
La sorpresa y la indignación se mezclaron en la mente de Vlad.
—¿Concediéndonos qué?
—El vencedor tiene derecho a asegurar el camino del vencido.
—Los Halcones de Jade no han derrotado a los Lobos.
—Sí que lo han hecho. Su lucha sólo ha repudiado la absorción, no el resultado
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del Juicio de Rechazo —dijo Marthe, mirándolo de manera desafiante—. Puede decir
que sus Lobos no son los Lobos de Ulric, pero usted y yo sabemos que no hay
ninguna diferencia entre ellos. Les concedo hégira porque los vencimos. Acéptelo. Es
una tradición con valor, aunque usted no lo vea.
Vlad estuvo a punto de gritarle, pero sus atrevidas palabras borraron todo rastro
de enojo. Las tradiciones de los Clanes son la base de todo lo que somos. Si se lo
negase, me distanciaría de nuestro método, como Crichell y Chistu. Entablar una
guerra ahora mismo sería estúpido. Ella lo sabe, como sabe que habría abandonado
Wotan de forma pacífica. Al ofrecerme hégira quiere recordarme que los Halcones de
Jade son dignos de respeto.
Lo que recuerdo es que tengo que encontrar un modo de pagarle con la misma
moneda; un modo tradicional. Vlad hizo un gesto de asentimiento.
—Acepto hégira y me iré de Wotan lo antes posible.
—Bien —dijo señalándolo con el dedo—. No sabrá nada más de mí durante algún
tiempo, Vladimir Ward, pero lo mantendré informado de mis actividades. No se lo
explicaré todo, por supuesto, pero lo bastante como para que sepa que soy la líder
idónea de los Halcones de Jade.
—Le deseo suerte, Marthe Pryde.
—Yo no lo haría si fuera usted.
—¿No?
Su sonrisa no contribuyó a aliviar la punzada que sentía en el corazón.
—Dentro de seis, ocho o los meses que pasen antes de que nos convoquen en
Strana Mechty para elegir a un nuevo ilKhan, los demás Khanes sabrán lo débiles o
fuertes que somos. Al mínimo signo de debilidad, otro Clan puede intentar
absorbernos. Conozco el modo de demostrar la fuerza de los Halcones y lo utilizaré.
Me pregunto qué hará usted para demostrar que su Clan es fuerte y capaz.
Se giró y, antes de echar a andar, miró a Vlad por encima del hombro.
—Buena suerte, Vlad Khanslayer de los Lobos, pero no demasiado buena. Espero
no encontrármelo como rival en el futuro.
—Puedo suponerlo.
Marthe soltó una carcajada y sacudió la cabeza.
—En ese caso, podría ser que me divirtiera.
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LIBRO II
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azul Steiner. Incluso Katrina llevaba un traje de seda blanca con una elegante blusa
azul realzada con joyas de oro.
Tormano no sabía por qué había hecho esos cambios. El comunicado de prensa
del Ministerio de Interior había utilizado el término virginal para describir el color de
la decoración, y Tormano entendía lo suficiente sobre religión y folclore lirano como
para advertir que el blanco simbolizaba la pureza y la virtud. Para él, producto de una
cultura Capelense más asiática, el blanco era el color del luto, y la habitación le
parecía fría y clínica.
—Arcontesa, los informes de Wotan son confusos en el mejor de los casos, pero
combinados con los informes procedentes de la zona de ocupación de los Halcones de
Jade y los de Morges hemos podido reconstruir la historia. Al parecer, los Halcones
de Jade y los Lobos entraron en guerra hace poco. La razón del conflicto es difusa,
pero parece que se debe a una lucha de poder por el liderazgo de todos los Clanes.
—Una lucha entre los Cruzados, que quieren repudiar la tregua y continuar la
guerra contra la Esfera Interior, y los Guardianes, que quieren detener la invasión.
Tormano asintió con un gesto de cabeza.
—Parece que entiende bien la política de los Clanes, arcontesa.
Katrina esbozó una delicada sonrisa.
—He tenido ocasión de hablar con el Khan Phelan Ward al respecto, y el capiscol
márcial ha sido también muy generoso al compartir sus ideas sobre el asunto.
—Por supuesto. La situación en Wotan fue provocada por un último esfuerzo de
los Lobos por destrozar a los Halcones de Jade. Fracasaron cuando el ilKhan Ulric
Kerensky fue asesinado en Borealtown el día diez del mes pasado. Casi al instante,
desapareció todo rastro del Clan de los Lobos. Al parecer, los Lobos que
sobrevivieron se convirtieron en miembros de los Halcones de Jade y, casi con la
misma rapidez, un Lobo desafió y mató a uno de los Khanes Halcones. A
consecuencia de ello, apareció un nuevo Clan: los Lobos de Jade.
La arcontesa agarró un abridor de cartas dorado de su escritorio y dio un
golpecito sobre la carpeta.
—La muerte de ese Khan liberó a los Lobos, al menos parcialmente, de los
Halcones.
—Eso parece. A principios de año, los Khanes de los otros Clanes habían llegado
a Wotan. Los diversos servicios de inteligencia esperaban que los miembros de los
Clanes volviesen a sus planetas natales para elegir a un nuevo ilKhan, como habían
hecho antes, pero creo que la asamblea de los Khanes tenía como propósito celebrar
las elecciones en Wotan. No tenemos conocimiento de lo que ocurrió en el Gran
Consejo, pero datos externos informan de una gran agitación. Hay signos de que los
Lobos de Jade han desaparecido y de que los Lobos han vuelto a emerger como Clan.
—¿Motivo?
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—Por el momento, se desconoce, Alteza —contestó Tormano, encogiéndose de
hombros—. Podemos especular que tanto los Lobos como los Halcones de Jade
sufrieron daños durante la guerra. Los informes sobre los daños sufridos en Morges
por la fuerza de los Halcones de Jade son impresionantes. Si esas cifras de
destrucción se repiten en otros mundos en que los Clanes se han enfrentado, y hay
varios informes que confirman esta conclusión, los Lobos y los Halcones de Jade han
sufrido graves pérdidas.
Katrina se reclinó en la silla tapizada.
—¿Cómo repercutirá en la fuerza que Phelan Kell tiene en Arc-Royal?
—Los informes de Arc-Royal son muy escuetos, Alteza. Parece ser que el pueblo
tiene una gran lealtad a la familia gobernante, y los Kell prefieren operar en secreto.
Sin embargo, se dice que hay mucha actividad en el subcontinente de Braonach. Esa
isla sufre un relativo retroceso a causa de las estrictas normas medioambientales que
los Kell impusieron hace tiempo, así que al parecer los Lobos tendrán su propio
mundo en la Esfera Interior.
La irritación fustigó el rostro de Katrina como nubes de tormenta empujadas por
un vendaval.
—¡Malditos sean! ¿Cómo osan desafiarme?
Otra vez no.
—Alteza, la declaración de Morgan Kell sobre el Cordón de Defensa de Arc-
Royal es una bendición para vos, porque os absuelve de toda responsabilidad sobre
una vasta parte de vuestra frontera.
—No puedo dejar la defensa de la frontera de la Alianza en manos de Morgan. Si
lo hiciera, legitimaría su rebelión contra mí —dijo Katrina, deslizando el abridor de
cartas entre los dedos de su mano izquierda como si fuera una daga atravesando las
costillas—. El pueblo empezará a preguntarse el porqué de la rebelión de Morgan,
que ha pasado de leal vasallo y consanguíneo a rey bandido, ansioso por crear su
propio reino.
Tormano Liao sacudió la cabeza.
—No puedo creer que no veáis que los motivos de sus acciones no importan. Su
declaración era simple y directa: convocaba a los mundos de la frontera de los
Halcones de Jade. No dio ninguna razón.
—Otros encontrarán las razones.
—Sólo si vos no las encontráis antes.
La expresión de su rostro se suavizó, y la inteligencia que siempre había
impresionado a Tormano volvió a reflejarse en sus ojos.
—Si hago una declaración dando las gracias a Morgan por haber aceptado la
enorme responsabilidad de la frontera y la utilizo como un ejemplo más de cómo
todos los mundos de la Alianza tienen que hacer lo posible por salvaguardar nuestro
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reino, estoy permitiendo y celebrando su defección.
—Exacto, Alteza —dijo Tormano con un gesto de asentimiento—. También le
ofrecéis la posibilidad de retirar a las tropas de esa zona y enviarlas a otra.
—Pero ¿por qué debería hacer eso?
—Porque cortaríais las alas a Kell y Phelan. Como juraron defender la zona, no
pueden moverse, lo que os da mayor acceso a otros territorios sin temer la
intervención de Morgan Kell.
—Ya veo —dijo la arcontesa, inclinándose hacia adelante y clavando el abridor
de cartas en la carpeta—. ¿Adonde podría enviar esas tropas?
—Yo las enviaría a la frontera con la Liga de Mundos Libres, para que Thomas
Marik no se aventurase a hacer nada.
—¿No lo enojaría?
—Tiene que ver que sois fuerte —contestó Tormano, esbozando media sonrisa—.
Es importante que lo vea antes de que os pida matrimonio.
El abridor de cartas cayó sobre el escritorio.
—¿Qué?
—Es una cuestión irrebatible, arcontesa. Vos sois bonita, no estáis comprometida
y tenéis una preciosa dote. Del mismo modo que el matrimonio de vuestros padres
unió dos reinos, también lo haría la unión entre vos y Thomas Marik. Lo más
importante es que probablemente os situaría al frente de ese nuevo reino unificado,
por encima de su hija Isis o de mi sobrino Sun-Tzu. Como consecuencia de vuestro
matrimonio, por supuesto, permitiría que Sun-Tzu se casase con Isis e incorporaría la
Confederación Capelense a la Alianza.
Katrina sacudió la cabeza, reacia a creer lo que estaba oyendo.
—Tendría que estar loco para pensar que me casaría con él.
—De ningún modo. La unión también os beneficiaría a vos porque viviréis más
tiempo que él. Él se aproxima cada vez más a la esperanza de vida de los dirigentes
de la Esfera Interior y, en una ocasión, estuvo a punto de morir a causa de un
atentado. Con el ansia de poder de Sun-Tzu, no podemos estar seguros de cuánto
vivirá. Por otra parte, vos deseáis incorporar la Liga de Mundos Libres a vuestra
Alianza Lirana. Tampoco debemos olvidar que la resistencia de la Esfera Interior
contra los Clanes depende de la capacidad industrial de la Liga. Si os casáis con
Thomas, podréis utilizar toda esa producción, y la mayor parte del ejército de la Liga,
en defensa de vuestro reino.
»Si destinaseis la producción de la Liga a la Alianza Lirana debilitaríais el
Condominio Draconis, lo cual no debería quitaros el sueño. Si el Condominio se
desmorona, ambos sabemos que Victor hará todo lo posible por recuperarlo y
ofrecerá refugio a la realeza kuritana en la Mancomunidad Federada. Incluso podría
casarse con Omi Kurita, una unión que causaría todo tipo de dificultades internas en
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la Mancomunidad.
Katrina entrecerró los ojos.
—En medio de tanta agitación, podría aumentar mis acciones contra Victor y, a la
larga, derrocarlo y hacerme con el poder.
—Lo que os convertiría en el Primer Señor de una nueva Liga Estelar.
—Contando con que alguien no me regale un ramo de flores como a mi madre.
—Es un riesgo, pero podemos minimizarlo —dijo Tormano con una sonrisa—.
Lo más importante es que Thomas no intente tomar por la fuerza o por las armas lo
que podría conseguir con dulces palabras y amabilidad. Tanto si aceptáis como si
rechazáis su petición de mano, el tiempo que pierda persiguiéndoos lo ganaréis vos
fortaleciendo vuestro reino y haciendo planes de futuro.
—Buena puntualización —dijo arqueando una ceja—. ¿Cuándo empezará esta
campaña para conquistar mi corazón?
—Ya ha empezado a través de algunos canales diplomáticos de bajo nivel. Los
cónsules de la Liga están tanteando el terreno para ver cuál sería vuestra reacción
ante una posible visita de Thomas. A mediados de junio será el primer aniversario de
la muerte de su mujer y el fin simbólico del año de luto que Thomas se ha impuesto a
sí mismo. Podría haceros una visita para agradeceros personalmente vuestros amables
mensajes en su época de agravio.
—Seis meses. Bien. Tendré el tiempo que necesito —dijo Katrina, mirando a
Tormano con una leve sonrisa en los labios—. Por supuesto, usted se encargará de las
negociaciones preliminares. Juegue con tiempo.
—Sí, Alteza, pero ¿tiempo para qué?
Tormano se sentía incómodo cuando no podía adivinar lo que ella tenía en mente.
Aunque Katrina era inteligente, su inmadurez e inexperiencia la llevaban a creer en
ciertas cosas que nunca podrían ocurrir ni existir. A veces se cree demasiado lista.
Katrina se levantó y empezó a pasear; una mala señal para Tormano.
—Su análisis de lo que mi hermano haría ante el desmoronamiento del
Condominio se corresponde exactamente con lo que yo pensaba al respecto.
—Bien. Espero.
Ella le sonrió.
—¿Ha oído la expresión «el enemigo de mi enemigo es mi amigo»?
—Es un viejo dicho.
—Y ha sobrevivido hasta ahora porque es cierto. Me sorprende, mandarín Liao,
que tenga varios enemigos que comparten el mismo enemigo. Ese enemigo
compartido debería ser mi amigo.
Tormano no pudo evitar un estremecimiento.
—Tal vez necesitéis una explicación más extensa, Alteza.
—Por supuesto —dijo haciendo un gesto con la mano para indicar que era obvio
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—. El Condominio Draconis ha sufrido mucho en manos de los Jaguares de Humo.
Morgan Kell y sus Demonios estuvieron en Luthien y ayudaron a derrotar a los
Jaguares de Humo. Phelan Kell es un Lobo y, según el capiscol marcial, los Lobos y
los Jaguares de Humo nunca se han llevado muy bien.
Tormano se quedó boquiabierto.
—¿Estáis hablando de una alianza entre vuestro reino y los Jaguares de Humo?
—¡Sí! La simplicidad de la idea es asombrosa, ¿verdad?
Tormano sintió que se le secaba la boca y se alegró de estar sentado.
—Alteza, los Clanes quieren destrozar la Esfera Interior.
—No, mandarín, quieren conquistarla, y yo puedo proporcionarles los medios
para hacerlo con más rapidez.
—Pero…
—Pero ¿qué, Tormano? —preguntó con los brazos extendidos y mirándolo
fijamente—. Usted ha esbozado una forma simple de convertirme en Primer Señor de
una nueva Liga Estelar. Yo he encontrado otros medios para el mismo fin. El inicio
de las relaciones y las negociaciones no significa que traicione a la Esfera Interior.
—Pero tened en cuenta las consecuencias.
—Ya lo he hecho —dijo Katrina, cruzándose de brazos—, y he tomado una
decisión. Esta semana saldré de Tharkad y me dirigiré a la zona de ocupación de los
Halcones de Jade. En apenas cinco semanas, empezaré las negociaciones para la
alianza con los Jaguares de Humo.
Katrina se quedó con la mirada perdida, y Tormano se dio cuenta de que no podía
hacer nada por cambiar su decisión.
—He grabado una serie de mensajes que puede enviar en las fechas adecuadas
para ocultar mi ausencia en Tharkad. He reducido todas mis apariciones en público
porque estoy trabajando con usted para poner en marcha un conjunto de reformas que
cambiarán para siempre la naturaleza de la Esfera Interior, etcétera, etcétera. Usted
será mi enlace con mis consejeros en este proyecto.
—¿Y si hay una emergencia que requiere vuestra participación?
Katrina le lanzó la mirada más fría que pudo.
—Resuélvala.
Tormano abrió la boca para intervenir, pero la volvió a cerrar sin mediar palabra.
Esperó a acumular suficiente saliva y tragarla antes de hablar.
—¿Dejaríais vuestro reino en mis manos? ¿Qué pasaría si no quisiera
devolvéroslo?
—Si se niega a devolvérmelo, diré que tras raptarme me envió a los Clanes en son
de paz. Mi pueblo acabará con usted —dijo Katrina con una sonrisa que le paralizó el
corazón—. ¿Responde eso a su pregunta?
—Bastante bien, arcontesa.
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—Bien —dijo Katrina, sentándose de nuevo en su escritorio—. Tal vez piense
que correr un riesgo así es una locura, pero le aseguro que no. Dentro de diez años, la
marea del Clan volverá a subir, y mi reino desaparecerá, a menos que los
conquistadores tengan un motivo para dejarlo intacto. Yo les daré ese motivo, y la
Alianza Lirana prevalecerá mientras todos los demás reinos se hunden y mueren.
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La nuez de Andy Bick, que, después de su nariz, era su rasgo más prominente, se
movió de arriba abajo.
—Señor, la Hauptmann Dome ha enviado un mensaje para invitarles a usted y al
Hauptmann Wells al Club de los Oficiales para cenar.
Doc se frotó los ojos.
—¿Quién compra?
Bick se quedó petrificado.
—No lo sé, señor.
—Cálmese, cabo; no esperaba que lo supiera.
Bick esbozó una amplia sonrisa.
—¿Era una pregunta retícula, señor?
—Una pregunta retórica, sí, señor Bick —contestó Doc, reclinándose en la silla
—. Entre un segundo y cierre la puerta. Quiero preguntarle algo sobre la Segunda
Compañía.
La sonrisa nerviosa de Bick desapareció casi al instante. Cerró la puerta y se sentó
en el borde de la silla, al otro lado del escritorio de Doc.
—¿S…, sí, señor?
—¿Qué piensa de la unidad? No tiene que darme nombres. No quiero saber a
quién hay que vigilar. Sólo quiero saber su impresión, ya que usted conoce a todo el
mundo, ¿no es así?
Las cejas rojizas de Bick se juntaron cuando frunció el ceño.
—En fin, señor, todos venimos de lugares distintos y no nos conocemos. Nos han
destinado a la base desde que llegamos aquí…
—Sin embargo, hay gente que ya se ha perdido…
—Sí, señor, pero estoy seguro de que fue un accidente.
—Es una base grande.
Bick asintió con entusiasmo.
—Todos tenemos literas, y la mayoría de nosotros pedimos que nos enviaran el
equipo a Coventry. Los que ya lo han recibido lo están compartiendo con los que no
disponen aún de él. La gente se ha portado muy bien.
Doc arqueó una ceja.
—¿Ninguna pelea? ¿Nadie que vaya de matón?
Andy Bick contestó con mucha solemnidad.
—No, señor, nada de eso.
¡No sólo no saben luchar, sino que son buenos tipos!
—¿Y qué hay del equipo? ¿Han podido requisar todo lo que necesitan?
—No, señor. Es decir, tengo los formularios encargados, al menos eso creo, pero
el intendente del batallón todavía no nos ha enviado nada —dijo Bick, alzando la
mirada—. De verdad que lo intento, señor, pero…
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Doc hizo un gesto de asentimiento. El historial de Bick contenía una nota que
indicaba que su promoción a cabo era una promoción de campo que había hecho el
Hauptmann Wells cuando él y Dorne descubrieron que la unidad no tenía oficiales
antes de la llegada de Doc. Bick había cargado con el muerto, aunque probablemente
lo que le había valido el puesto era su experiencia como oficinista antes de entrenar
con ’Mechs.
—No se preocupe. Creo que podremos solucionar ese problema —dijo Doc,
apagando el visualizador holográfico e inclinándose hacia adelante—. ¿Tenemos
’Mechs?
—Sí, señor. Seis Locusts, tres Jenners, dos Valkyries y un Commando.
Doc hizo una mueca de dolor.
—¿Todos ligeros?
—Excepto su Centurión, señor, sí, señor —contestó Bick con una sonrisa
esperanzadora—. Somos una compañía de reconocimiento.
—Qué concepto tan original.
Tal vez si fuera con Dorney Wells a tomar algo podría presentarles a Hemlock
Highballs y reorganizar este regimiento como es debido. Las unidades formadas por
’Mechs rápidos y ligeros eran inestimables para llevar a cabo misiones de
reconocimiento, pero nunca requerían una compañía entera y eran poco más grandes
que una lanza. Para que el reconocimiento tuviera validez, el resto de la unidad tenía
que ser capaz de lanzar suficientes disparos para eliminar todos los objetivos que la
patrulla de reconocimiento localizase. Una compañía formada en su totalidad por
’Mechs ligeros sólo podía proporcionar una serie continua de objetivos para una
unidad más pesada.
Las razones por las que Dorne y Wells habían sacado los ’Mechs ligeros de sus
compañías resultaban obvias: los ’Mechs más pesados eran los que entraban en
combate. Mientras que los Décimos Soldados de Skye no verían mucha acción en
Coventry, otras unidades de combate necesitarían oficiales para dirigir los ’Mechs
pesados. Aunque todos los que enviaban a los Décimos estaban en la misma nave,
Dorne y Wells demostraban ser pragmáticos al estar preparados para irse en cuanto
pudieran. Pese a los muchos años que tenían que pasar antes de retirarse, no todos
estarían con los Décimos Soldados de Skye en Coventry.
—Bien, señor Bick, creo que nuestro trabajo está estancado. ¿Puedo contar con su
ayuda?
El cabo Andy Bick se puso firme.
—Sí, señor.
—Bien. Para empezar necesito que todo el mundo se presente en el cuartel a las
19.00. Quiero que me consiga un proyector holovisual y seis holovídeos de Solaris en
los que aparezcan combates con ’Mechs ligeros, preferiblemente nuestros ’Mechs,
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¿entendido?
Bick tecleó algo en su ordenador portátil.
—Sí, señor.
Doc se llevó la mano al bolsillo y sacó un billete de sesenta coronas.
—Aquí tiene dinero. Compre algo de comer: aperitivos, bebidas y demás, o al
menos todo lo que pueda comprar con sesenta coronas. Es todo lo que tengo por el
momento.
—Sí, señor —dijo Bick con expresión de extrañeza—. Pero si éste es todo su
dinero, ¿qué hará en el Club de Oficiales?
—Dorne y Wells me deben un montón de arcontesas difuntas, así que no se
preocupe por mí —contestó Doc, bajando el tono de voz—. Antes de que se vaya,
Bick, necesito que haga otra cosa.
—¿Señor?
—Usted era oficinista, ¿verdad?
—Sí, señor.
—Entonces, podría piratear el ordenador del intendente y desviar algo hacia aquí,
¿de acuerdo?
La nuez de Bick tembló como un flan.
—En fin, señor, podría hacerlo, pero, en fin, probablemente me pillarían.
Lo imaginaba.
—Yo lo encubriré. A ver si puede conseguir cosas sueltas y provisiones
especiales, como cervezas exóticas, whisky o algo de valor, ¿vale? —dijo Doc,
observando la expresión de aprieto de Bick—. Considérelo una orden, cabo.
Comprobará la seguridad de nuestros almacenes. Si un enemigo entra y averigua lo
que usted averiguará, piense que puede enterarse fácilmente de la cantidad de misiles
y proyectiles que tenemos, y eso no nos beneficiaría nada.
—No, señor —dijo el escuálido joven, encogiéndose de hombros con impotencia
—. ¿Qué le digo al intendente cuando me llame?
—Dígale que yo le di la orden —contestó Doc con una amplia sonrisa—. Y
dígale que estoy en mi despacho, pero que le he ordenado que le diga que estoy fuera.
Bick frunció el ceño.
—Pero…
—Haga lo que le digo, cabo, y luego encárguese de lo demás —dijo Doc con un
guiño—. Alguien tiene que poner firme a esta unidad, y yo seré quien lo haga.
Doc fingió una expresión de sorpresa cuando el teniente Ricardo Copley entró en
su despacho como un vendaval.
—¿Qué significa esto? —preguntó.
Copley cerró la puerta de golpe, se dirigió hacia Doc y apoyó las manos en la silla
donde Bick se había sentado antes.
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—Creo que yo debería hacerle la misma pregunta, señor —dijo alargando el
término señor hasta convertirlo en una burla—. Su rata oficinista me ha dicho que le
ha ordenado piratear mi ordenador y enviar algunas provisiones aquí. Ha metido la
pata, Trevena, y usted y su unidad lo pagarán caro. No sabe con quién está hablando.
—Déjeme adivinar —dijo Doc, señalando hacia la silla que tenía enfrente.
Mantuvo un tono cordial, sin rastro de la indignación o el miedo que Copley esperaba
oír—. Por favor, teniente, siéntese.
Copley se sentó cautelosamente.
—Su chico era el que estaba equivocado, no yo.
Doc esbozó una sonrisa y se puso en pie.
—Está bien, teniente, vayamos al grano. Usted es uno de los pocos que no es
nuevo en esta unidad, lo que significa que, o bien las FAAL no saben adonde
destinarlo, o tiene el suficiente descaro como para rechazar cualquier traslado. Sea
cual sea la opción, apunta a alguien que es un parásito de primera. Está metido en el
mercado negro local y puede mover gran cantidad de mercancía. Como no tiene a
nadie por encima, sólo obtiene beneficios. ¿Voy bien hasta aquí?
—Yo no he dicho nada.
—Ni falta que hace, teniente. Puedo ver el orgullo en sus ojos —dijo Doc con una
risita—. Es un tipo con recursos. Creo que podemos negociar.
—¿Cómo, Trevena? Usted no tiene nada que yo quiera.
—¿No?
—No —contestó el hombrecillo, retocándose el pelo engominado—. Tiene un
lote de inútiles y enclenques para vigilar el planeta con ’Mechs de peso ligero. Una
ráfaga de viento, y su unidad se va a pique —dijo Copley con una risa burlona y una
mirada desafiante—. ¡Qué demonios! Hasta una brisa acabaría con su unidad.
—Exacto.
—¿Eh?
Doc esbozó una sonrisa.
—Le contaré una historia. Una de mis primeras misiones fue con una unidad que
utilizaba un equipo que ya estaba desfasado antes de la Cuarta Guerra de Sucesión.
Queríamos un equipo nuevo, más ligero y duradero y de mayor calidad que el que
estábamos utilizando, pero control no quería dárnoslo porque decían que ya teníamos
uno. Por si fuera poco, gran parte de nuestro inventario no eran más que unos y ceros
en el ordenador, lo que significaba que el equipo había desaparecido, se había
estropeado o se había perdido.
—Y usted, al ser el oficial al mando de la unidad, tenía que correr con todos los
gastos —dijo Copley, cruzando las piernas—. Me rompe el corazón.
—Puede ser que esto se lo recomponga. Ordené a mis empleados que trasladaran
todo el material fantasma y el material anticuado que teníamos a uno de los
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almacenes en desuso de la base. Allí sólo estaba nuestro equipo. Entonces, tuvimos
un accidente durante el entrenamiento. Alguien utilizó las coordenadas incorrectas
para las misiones de artillería de apoyo, y…, ¡puf!, todo el material se perdió sin
dejar rastro. Informamos del accidente y nos enviaron un equipo nuevo.
Doc esbozó una amplia sonrisa.
—Por supuesto, el almacén en el que lo colocamos era un cuartel abandonado.
Tenía unos dieciséis metros cuadrados, pero habíamos metido unas veinte mil
toneladas métricas de material. En Coventry tendríamos que hacerlo de otra manera,
pero se sorprendería de todo el material que podríamos meter en un solo aerocoche
para detonarlo durante un ejercicio.
Copley se había quedado boquiabierto con la explicación de Doc y cerró la boca
de golpe. El intendente sacudió la cabeza, pero todavía tenía los ojos vidriosos.
—Con la puntuación y el historial de los suyos nadie dudaría de todo lo que se
perdiese o se destrozase por accidente.
—El sesenta para usted y el cuarenta para mí.
Copley lanzó un resoplido.
—A mi manera, claro.
—No, teniente, a la mía. Usted obtendrá veinte puntos si me consigue el equipo
que quiero en el mercado negro.
Copley frunció el ceño.
—¿Por qué comprarlo si lo podemos obtener directamente de las FAAL?
—Nuestra unidad está estancada. Lo único que harán será enviarme piezas
restauradas y una parte del cargamento que les pidamos. Tal vez mi gente sea una
pandilla de chiflados, pero serán los chiflados mejor equipados que conoce. Usted
apostará mi cuarenta por ciento en algo duradero, ¿me sigue?
—Sí, le sigo.
—Bien. Supongo que también estará metido en las redes sensacionalistas locales.
Quiero todo lo que me pueda servir para algo, ¿de acuerdo? Quiero saber lo que
codician mis superiores y cómo sacárselo…
—O cómo utilizarlo contra ellos, ¿no?
—Veo que nos llevaremos bien, señor Copley.
—Creo que sí, señor —dijo Copley, poniéndose en pie y haciendo un saludo a
Doc—. Le daré algo gratis ahora mismo…
—Llámeme Doc.
—Doc. Al Hauptmann Wells le gusta jugar al póquer y probablemente intentará
embaucarlo para que juegue con los oficiales del Tercer Batallón. Cuando Wells hace
trampas suele parpadear mucho.
—Se lo agradezco, pero esta noche no jugaré al póquer —dijo Doc,
acompañándolo a la puerta y abriéndola—. He quedado con mis hombres.
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—Le traeré más material mañana —dijo Copley con una picara sonrisa—,
incluidas las coordenadas de un par de aerocoches bien cargados.
Doc llegó a la oficina antes del amanecer del día siguiente y se dispuso a revisar
el historial de las doce personas a las que había conocido la noche anterior. Todos le
habían parecido bastante agradables y ninguno de ellos parecía ser tan desastroso
como indicaba el historial correspondiente. Se habían mostrado atentos, quizás algo
apasionados, pero simpáticos. Serían las mascotas perfectas si estuvieran en otra
unidad.
Bick había hecho un buen trabajo seleccionando holovídeos, y Doc los utilizó
como si fueran películas grabadas con la cámara de una pistola en el informe del
resultado de una misión. Le habían hecho buenas preguntas, aunque un poco
ingenuas, y las respuestas a lo que él les preguntaba habían sido vacilantes, más
correctas que incorrectas, pero con esperanzas de mejora.
Alzó la vista cuando Bick dio un golpe en el marco de la puerta abierta.
—¿Sí, cabo?
Bick se dirigió al escritorio y lanzó un sobre.
—Es el dinero de ayer por la noche.
—¡Oh! —dijo Doc, abriendo el sobre y adoptando una expresión de extrañeza al
ver los billetes—. Aquí hay sesenta coronas. Es lo que le di para comprar los
aperitivos y alquilar los holovídeos.
Bick hizo un gesto de asentimiento.
—Sí, señor.
—¿Entonces?
Bick se balanceó ligeramente antes de contestar.
—Bueno, señor, cuando acabamos, después de que usted se fuera, comenté que lo
había pagado todo de su bolsillo. Creímos que no era justo, así que hicimos una
recolecta y, en fin, aquí está.
Doc sacudió la cabeza. ¡Me han devuelto el dinero! Esta gente es demasiado
buena para pertenecer a esta unidad.
—¿Ocurre algo, señor?
—No, cabo, nada —contestó Doc con un suspiro y una sonrisa—. Ya sabe lo que
dicen de que los buenos tipos son siempre los últimos. Creo que tenemos que
asegurarnos de que eso no les ocurra a los Soldados de la Segunda Compañía ¿no
cree?
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Ciudad de Avalon
Nueva Avalon
Marca de Crucis, Mancomunidad Federada
7 de enero de 3058
Victor Ian Steiner-Davion, Príncipe arconte de la Mancomunidad Federada, lanzó un
hondo suspiro mientras revisaba su programa.
—Por cada cosa que quiero hacer hay dos que no quiero hacer.
Uno de los otros dos hombres que había en el despacho recubierto de nogal
sonrió, a diferencia del de mayor estatura y mirada de hiel. Jerrard Cranston, jefe de
inteligencia de Victor, se encogió de hombros después de sonreír.
—Espero que este informe no sea una de las cosas que no queréis hacer.
Victor señaló hacia el monitor.
—Esto podemos ponerlo en la columna de lo que quiero. La inauguración de la
selección de sellos para este año pertenece a la del no, como asistir al almuerzo de la
Sociedad para la Repatriación de Animales Huérfanos.
—No olvidéis que esos delicados animalitos sirven para hacer buenas operaciones
holovisuales para los medios de comunicación —dijo Cranston, esbozando una
amplia sonrisa—, y en la inauguración de los sellos podéis mostraros elocuente sobre
la alegría de volver a ver el rostro de vuestro querido viejo amigo Galen Cox.
El Príncipe arconte se echó a reír. Le parecía increíble lo bien que Galen Cox se
había transformado en el personaje de Jerrard Cranston, que habían creado para
encubrir la supuesta muerte de aquél. Cada vez pensaba más en Jerry que en Galen,
un fenómeno que lo inquietaba un poco. Galen es un vínculo con mi vida como
guerrero y no quiero perderlo.
Curaitis, el hombretón de oscura cabellera del servicio de inteligencia, miró a
Cranston con recelo.
—Su retrato está muy bien conseguido. Pero si alguien se dedica a pintarle el pelo
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y dibujarle una barba, su secreto podría estar en peligro.
Victor sacudió la cabeza.
—Dudo que unos garabatos constituyan una seria amenaza a la identidad de Jerry.
Además, Galen era mucho más guapo que Jerry.
—Estoy de acuerdo, pero cualquier filtración podría complicar las cosas.
Victor asintió con un gesto de cabeza. El atentado fallido contra Galen le había
revelado dos cosas. La primera era que el duque Ryan Steiner, el rival de Victor en la
lucha por el poder de la Marca de Skye, había ordenado el golpe, y Victor había
recompensado a Ryan de forma parecida, solucionando así el problema de Skye.
La segunda era mucho más preocupante; sin embargo, no podía hacer nada al
respecto sin una prueba definitiva. Su hermana Katherine —se negaba a utilizar el
nombre de su santa abuela— se había enterado del intento de asesinato y no había
hecho nada por advertir a Galen. En un intento de averiguar los motivos, Curaitis
había descubierto una prueba circunstancial de la participación de Katherine en la
conspiración de Ryan para asesinar a Melissa Steiner Davion —la madre de Victor y
Katherine— en un atentado.
—No creo que mi hermana mire un sello garabateado y descubra todo lo que
sabemos sobre sus operaciones —dijo Victor, sacudiendo la cabeza—, y aunque lo
descubra, cualquier acción que emprenda para borrar sus huellas podría conducirnos
a la prueba que necesitamos para demostrar que estaba tras el asesinato de mi madre.
Jerry asintió con un movimiento de cabeza.
—El sello pertenece a la serie de «Los héroes de la Esfera Interior» y, como todos
están muertos, la gente lo tomará como una prueba de la defunción de Galen. Los
únicos que lo pondrán en duda serán los buscadores de vídeos sensacionalistas, pero
si dejamos que inventen una historia aún podremos beneficiarnos de ella.
Curaitis se encogió de hombros como si no le importase su razonamiento.
—No puedo evitar que pendáis de un hilo.
—Su precaución es la razón de que lo necesite —contestó Victor con delicadeza
antes de girarse hacia Jerry—. ¿Algo nuevo sobre las FAAL?
Jerrard Cranston se sentó en una silla.
—Todavía se está movilizando al personal. Los Cuartos, Décimos y
Decimoséptimos Soldados de Skye están siendo rechazados, y la gente cree que son
partidarios del régimen davionista. Es más probable que las tensiones en algunas de
esas unidades las lleven a una guerra entre ellas que la aparición de un enemigo
común.
Victor entrecerró los ojos.
—Alguien se está encargando de castigar a esas unidades personalmente en la
rebelión de Skye. Miembros de los tres grupos lucharon en Glengarry contra la
Legión de Gray Death. ¿Es obra de Katherine o de la influencia de Tormano Liao?
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—El sentimiento Steiner se encuentra muy extendido en las FAAL. Nondi Steiner
todavía está al mando, y seguramente su idea es reformar esas unidades.
—La tía abuela Nondi —repitió Victor con una expresión de extrañeza—. Nunca
la tomé con ella, ni ella conmigo. Es la fuente de lealtad Steiner en la Alianza Lirana
y parece haber transferido sus sentimientos por medio de mi abuela a mi hermana. Ha
sido una buena jugada mantener a Nondi como comandante del ejército de la Alianza
Lirana porque tiene la experiencia necesaria, pero su odio hacia el Condominio
Draconis significa que todo lo que he hecho o haré en cooperación con los Dragones
la ofenderá.
Jerry hizo un gesto de asentimiento.
—Ha hablado públicamente sobre la ocupación del Pulgar de Lyons por las tropas
del Condominio.
—Bajo el liderazgo de ComStar y como pacificadoras —corrigió Victor.
—Vos y yo lo sabemos, Alteza, pero ella lo ve de otra manera —dijo Curaitis—.
Están reorganizando y mejorando el funcionamiento de las FAAL, lo cual ha
reducido la eficacia del servicio de inteligencia en el ejército lirano. Ahora mismo, no
confiaría mucho en la veracidad de esas fuentes.
—Eso no me gusta, pero no podemos hacer gran cosa al respecto —dijo Victor
con el ceño fruncido—. ¿Ha mejorado el programa para que nos devuelvan nuestras
Naves de Salto y de Descenso?
—Un poco, gracias a la influencia de Tormano. Una parte de las provisiones y el
dinero que estamos pagando para rescatar nuestras naves está destinada a las viejas
fuerzas de Capela Libre de la Marca de Caos. Eso les favorece porque así mantienen
preocupados a Sun-Tzu Liao y a Thomas Marik, pero no me gusta haber establecido
el precedente de pagar para obtener un material que nos pertenece.
—Bien, usted asegúrese de que todo lo que enviamos a Katherine aparece en la
lista de ayuda externa. Puede ser que nos dé una buena perspectiva en la publicidad
de este desastre —dijo Victor—. Thomas se reunirá hoy con nuestro embajador en
Atreus para aclarar los detalles de la paz entre ambos, ¿verdad?
—Sí, Alteza. No creemos que haya problemas.
Victor miró a Curaitis.
—¿La prueba de seguridad de la división forense del servicio de inteligencia no
ha descubierto filtraciones?
—No, Alteza.
—¿De modo que nadie, excepto nosotros tres, sabe que el hombre que gobierna la
Liga de Mundos Libres es, en realidad, alguien que se parece a Thomas Marik y que
fue sustituido por ComStar en 3037?
El taciturno agente alzó la cabeza.
—¿Nadie excepto el propio Thomas y personal de ComStar o Palabra de Blake?
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—No, que nosotros sepamos, Curaitis.
—No, Alteza, nadie más lo sabe, que nosotros sepamos.
El Príncipe se puso en pie tras el enorme escritorio de roble que había servido a
su padre antes que a él, y se paseó de un lado a otro de la estancia.
—He estado pensando sobre la manera de utilizar esta información, pero sigo sin
sacar nada en claro. Usarla para obtener concesiones de Thomas parece lo más
lógico, pero él denunciaría los datos como parte de un plan de ComStar para
desacreditarlos a él y a Palabra de Blake.
Jerry se frotó suavemente la barba.
—Si diéramos la información a Isis Marik garantizaríamos su toma de posesión
del trono como heredera de Thomas. Después de todo, la capitanía general es suya
por linaje.
—Pero ella está comprometida a casarse con Sun-Tzu Liao, y él estaría dispuesto
a matar a Thomas para ponerla en el trono, sobre todo si le correspondiera
legítimamente y pudiera demostrar que el gobernador actual es un impostor.
—Pero dejar que Sun-Tzu adquiera tanto poder no nos interesa —dijo Jerry,
sacudiendo la cabeza—. La verdad es que el hecho de que el Thomas Marik que
ocupa el trono sea un impostor no importa. Ha encontrado la manera de dar a su
pueblo lo que quiere. Es más popular que nunca, sobre todo desde que recuperó los
mundos que arrebató a la Liga en 3028. Aunque se descubriera la verdad, la gente de
la Liga seguiría apoyándolo.
Victor se echó a reír.
—¿No es muy irónico que el líder más capacitado de la historia de la Casa Marik
no sea un Marik?
Curaitis esbozó media sonrisa, que dio a Victor un mal presentimiento.
—¿No sería aún más divertido si ComStar tuviera al Thomas Marik real
congelado en alguna parte?
—¿Es posible?
—Por supuesto, Alteza.
Jerry miró extrañado a Curaitis.
—Pero es pura especulación. No hay pruebas de ello.
El Príncipe asintió con la cabeza.
—Hágame un resumen.
Curaitis lanzó un suspiro antes de hablar.
—ComStar tardó ocho meses en revelar la supervivencia de Thomas al mundo en
general, pero según el informe de daños sufridos no parece que fuese necesario tanto
tiempo para recuperarse. Es cierto que utilizaron términos como complicaciones y
rehabilitación para explicar el retraso, pero no tenían por qué tardar tanto en entrenar
a un agente para que ocupara el puesto de Thomas, como tampoco tenían que esperar
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tanto a que las cicatrices y las alteraciones visibles del actual Thomas desaparecieran
hasta el punto de que pudiera aparecer en público.
Victor cerró los ojos por un segundo y asintió.
—Creo que sé por dónde va. ComStar no dijo nada cuando sacó a Thomas de los
escombros porque no estaban seguros de si sobreviviría o no. Entonces, hizo algún
progreso y supieron que les agradecería que lo hubieran salvado. Luego, empeoró o
se estancó y tuvieron que buscar a alguien para que ocupara su puesto hasta el día en
que pudiera volver al trono. ¿Quién podría tenerlo si siguiera vivo?
—No lo sabemos. Creemos que no hubo mucha gente involucrada en la operación
y probablemente la mayoría habrá muerto, como la Primus Myndo Waterly, por poner
un ejemplo. Ella podría haber enviado a Thomas a un centro de cuidados intensivos,
en la Tierra o en alguna otra parte, sin decir a nadie quién era Thomas en realidad —
dijo Jerry, sacudiendo la cabeza—. Pero no creo que ComStar lo tenga ni sepa que lo
tiene porque lo habrían utilizado contra Palabra de Blake.
Victor asintió con un gesto de cabeza.
—Y si Palabra de Blake lo tuviera, el actual Thomas adularía más sus esfuerzos
por miedo a que lo delatasen.
—Exactamente lo que yo pensaba, Alteza.
—Entonces, ¿existe algún modo de que podamos encontrar a Thomas en caso de
que siga vivo?
Jerry sacudió la cabeza.
—La Esfera Interior es un pajar demasiado grande para buscar una aguja.
—Ya lo sé. Si fuera fácil, ya habríamos encontrado y habríamos capturado al
hombre que asesinó a mi madre —dijo Victor con una leve sonrisa—. Y si fuera fácil,
no les pediría que lo hicieran. Veamos si encontramos alguna pista en los archivos de
la ManFed. Myndo podría haberlo escondido en el reino de mis padres para evitar
que su Thomas se volviera deshonesto. Además, la Esfera Interior cuenta con los
mejores centros médicos.
—Haremos lo que podamos, Alteza —dijo Jerry Cranston, sacando su ordenador
del bolsillo y pulsando unas teclas—. Lo último por hoy, señor: el capiscol marcial ha
enviado un mensaje solicitando posponer el ejercicio de entrenamiento en Tukayyid
hasta mediados de marzo. Estoy trabajando con Shin Yodama para ver cómo afectaría
a las unidades del Condominio involucradas. El retraso es una contrariedad, pero la
operación se ha puesto en marcha rápidamente, de modo que es probable que surjan
problemas de este tipo.
Victor Davion adoptó un gesto petulante. El año 3057 había sido desastroso, y él
atribuía la mayoría de sus problemas a la manera como había imitado
inconscientemente a su padre. Fue entonces cuando las cosas empezaron a ir mal.
Incluso la invasión de la Liga de Mundos Libres de la Marca de Sarna podía
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atribuirse a la aprobación del proyecto Géminis que había iniciado su padre, un
proyecto que Victor creía que deberían haber zanjado por completo.
Para no cometer de nuevo el error de intentar ser Hanse Davion, había decidido
volver a lo que siempre había sido el núcleo de su existencia. Victor había sido
educado para ser un guerrero y, pese a la agitación de la Mancomunidad Federada y
la Esfera Interior, los Clanes seguían representando la mayor amenaza para la
civilización. Para reforzar este hecho en las mentes de todos y volver a la vida que
mejor conocía, había diseñado y propuesto al capiscol marcial y al coordinador del
Condominio Draconis una operación conjunta de entrenamiento militar en Tukayyid,
el mundo donde se había detenido la invasión de los Clanes.
Focht y Kurita habían aprobado el ejercicio, que, en principio, estaba programado
para mediados de febrero. Tener que aplazarlo un mes era poco alentador, pero Victor
dispondría de más tiempo para recuperar las naves de la Alianza Lirana. También le
permitiría trasladar a Tukayyid al Equipo de Combate del Regimiento de la Guardia
Pesada Davion sin tener que pagar tanto peaje por los recursos de comercio y
transporte interestelar de la Mancomunidad Federada.
—¿Este retraso se debe al hecho de que Focht haya partido hacia Morges?
—Sí, Alteza; un inesperado giro en los acontecimientos. Además, Morgan Kell ha
permitido que una parte del Clan de los Lobos se desplace a Arc-Royal. Supongo que
el capiscol marcial tendrá suficientes datos sobre la situación para informarnos
cuando lleguemos a Tukayyid.
—Bien, supongo que eso significa que puedo dedicar un mes a almuerzos y cenas
antes de irme —dijo el Príncipe, sentándose de nuevo a su escritorio—. Y me
aseguraré de que ese mes esté lleno de sesiones de simulacros y entrenamiento real de
’Mechs.
Jerry esbozó una sonrisa.
—¿Una media de dos por día?
—Como mínimo, Jerry; como mínimo.
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enemigo. Los Lobos dominantes serían Guardianes y se enfrentarían a los Clanes
desde fuera.
El jihad de Ulric contra los Halcones de Jade había triunfado, pero también había
causado grandes daños. Habían empezado a llegar las cifras de las unidades
destruidas a lo largo de los pasillos de ataque que Ulric y Natasha habían utilizado
para acabar con los Halcones de Jade. Disponían como máximo de una galaxia y
media de Lobos preparados para el combate, y sólo en el caso de que Vlad se rebajara
a contar los cazadores de bandidos solahmas como unidades del frente.
La escasez de guerreros del Clan le recordó el comentario de Marthe Pryde. En
una situación tan debilitada, el Clan de los Lobos era un objetivo lógico para un
verdadero Juicio de Absorción. El hecho de que la guerra de Ulric se hubiese
disputado principalmente en planetas de los Halcones de Jade significaba que las
propiedades de los Lobos en la zona de ocupación eran bastante atrayentes. Si Vlad
no podía defenderlas, otros Clanes se apoderarían de esos mundos sin dejar ninguna
esperanza a los Lobos de volver a ser un Clan dominante.
Vlad se paseó alrededor del escritorio de Ulric y se sentó en la silla de lona desde
la que había sido aleccionado en tantas ocasiones. Era demasiado optimista esperar
que el que ocupase el puesto de Ulric heredaría su sabiduría y, sin embargo, había
algo en aquel lugar que parecía ayudar a Vlad a esclarecer y organizar sus
pensamientos.
Su primer problema era evidente: tenía que reconstruir la casta guerrera de los
Lobos para llenar el vacío que habían dejado las víctimas y los heridos. Aunque
muchos de los sibkos más prometedores se habían exiliado con Phelan, quedaban
bastantes compañías de hermanos para garantizar la existencia de guerreros en el
futuro. Si ampliaba el programa de reproducción crearía más sibkos, y si examinaba
los sibkos existentes en busca de guerreros precoces obtendría rápidamente nuevos
linajes para el comando de ’Mechs. Por otra parte, si recurría a los guerreros que
estaban entrenando a los sibkos perjudicaría el programa de entrenamiento a corto
plazo, pero necesitaba personal desesperadamente.
Pensó en la posibilidad de adoptar probables candidatos de las castas más bajas
del Clan para la casta guerrera, pero rechazó la idea enseguida. Como buen guerrero,
desconfiaba de las habilidades marciales de cualquiera —cualquier librenacido—
engendrado fuera del programa de reproducción del Clan. El hecho de que Phelan
fuera un librenacido aumentaba su odio hacia ellos, pero al mismo tiempo sabía que
no podía permitir que sus sentimientos disminuyeran las posibilidades.
Necesito personal. El lugar obvio para conseguir refuerzos para las unidades del
frente eran las diversas unidades que defendían los mundos que los Lobos habían
conquistado, pero hacer una cosa así significaba perder el control de esos planetas si
no encontraba sustitutos. Aunque no le gustaba la idea, Vlad se daba cuenta de que
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tendría que empezar a reclutar personal en masa de las castas más bajas si quería
sacar a sus mejores guerreros de las unidades del frente.
Esa situación ayudaría a los Lobos a recuperar un año o dos, pero el segundo
problema de Vlad pedía a gritos una solución inmediata. Cuando el Gran Consejo se
volviese a reunir, un Clan u otro solicitaría un Juicio de Absorción en detrimento de
los Lobos. Juicios así sólo se habían concedido en dos ocasiones porque en los otros
casos el Clan debilitado había sido capaz de hacer acopio de todas sus fuerzas para
impresionar a los otros Clanes y ganar tiempo.
Si se preparaba para defender sus propiedades sólo conseguiría que lo asaltasen,
pese a lo costoso que el ataque podía ser para el Clan atacante. Somos guerreros. La
pasividad merece la absorción. Aunque tal período de preparación perjudicaría
gravemente al Clan absorbente —como los Hacedores de Viudas habían hecho con
los Lobos en el pasado—, sus esfuerzos no impedirían que los Lobos se
desvaneciesen para siempre.
Vlad, era consciente de que la audacia resultaba la única esperanza real de
preservar el Clan. Tenía que reunir el escaso personal militar con el que contaba y
atacar a otro Clan, y tendría que atacar con fuerza, para que la presa no dudara que
los Lobos todavía tenían los colmillos muy afilados. También tendría que herir su
honor para que apostaran alto y así ganar el derecho al Juicio de Absorción. Si
seleccionaba bien el objetivo, podían incluso apostar demasiado para ganar el
derecho a absorber a los Lobos y, luego, ser incapaces de conquistarlo.
La selección del objetivo era crucial, y él lo sabía, como también sabía que tenía
que ser uno de los Clanes invasores. A los demás Clanes, por el mero hecho de que
no habían ganado el derecho a la invasión, no les prestaba la menor atención.
Abalanzarse sobre cualquiera de ellos podía interpretarse, incluso, como un signo de
debilidad.
El Clan al que atacase tenía que ser altivo y pagado de sí mismo. Enseguida pensó
en los Halcones de Jade, sobre todo entonces que el bochorno de hégira seguía
ardiendo en su corazón; pero rechazó la idea al instante porque el ataque a los
Halcones sólo conseguiría debilitar más a ambos Clanes. Aunque Vlad no sentía
ninguna estima por los Halcones, no eran el objetivo de absorción más atrayente.
El otro Clan que cumplía los requisitos tenía el beneficio añadido de ser un viejo
enemigo de los Lobos. Los Jaguares de Humo y los Lobos habían sido rivales casi
desde el principio, y el hecho de que un Lobo hubiera sustituido a un Jaguar de Humo
como ilKhan reconcomía a los Jaguares. Lo más importante era que los Jaguares de
Humo se habían unido para luchar contra el Condominio Draconis, de modo que
estarían en una situación de desventaja para atacarlo a él.
Y un ataque contra ellos recordaría a Lincoln Osis que somos iguales y que no
puede darme órdenes.
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El hecho de que la zona de ocupación de los Osos Fantasmales se encontrase
entre los Lobos y los Jaguares de Humo era otro punto a favor de Vlad. No explicaría
a los Osos lo que quería hacer hasta después de hacerlo. Aunque protestarían, los
Osos y los Lobos habían sido aliados durante el mismo tiempo que los Lobos y los
Jaguares se habían odiado. A pesar de que era posible que tuviera que hacerles alguna
concesión, los Osos lucharían contra la incursión de los Jaguares de Humo en su
espacio.
Los Jaguares estarían moralmente obligados a exigir el derecho de absorber a los
Lobos. Otros disputarían ese derecho, porque permitir que los Lobos fuesen
absorbidos por los Jaguares desembocaría en la unión de dos de los Clanes más
poderosos. De ese modo, el resultado de la invasión sería predecible, y ninguno de los
otros Clanes querría ver a los Jaguares de Humo elevándose por encima de ellos.
Vlad sonrió para sus adentros.
—Entonces, tienen que ser los Jaguares de Humo. ¿Tú también lo habrías hecho
así, Ulric?
Vlad no creía en las sombras de los muertos hablando con los vivos, pero el
pesado silencio de la cabina parecía ser la respuesta.
—Como no hay objeción, aquí y ahora empieza el renacimiento de los Lobos. El
objetivo que rehuiste, Ulric, es el que ahora tengo que alcanzar.
Ciudad de Tharkad
Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
3 de febrero de 3058
Tormano Liao no sabía si la voz de la general Nondi Steiner desprendía enojo o
temor. En cualquier caso, no era un tono muy acuciante. Parecía controlar sus
emociones con la misma voluntad de hierro que su hermana, la Katrina original.
—Me temo —dijo Tormano con voz pausada— que la arcontesa Katrina no se
encuentra disponible y no quiere que la interrumpan. Si tiene algo que decirle, puede
decírmelo a mí mismo.
—Sí, no me importa en absoluto comentárselo a usted, mandarín Liao —contestó
la general, entrecerrando los ojos con desconfianza mientras paseaba la mirada por el
blanco despacho nuevo—. Creo que me gustaba más como estaba antes.
Tormano extendió los brazos.
—Todos preferimos las cosas del pasado a las del futuro, hasta que nos
acostumbramos a ellas. ¿Qué la trae por aquí, general?
—Un problema, un gran problema —contestó Nondi Steiner, que se dirigió a la
amplia pantalla holovisual que había en un rincón de la habitación e introdujo un
disco—. Hemos recibido este disco prioritario codificado con nuestros códigos de
más alto secreto. ComStar tardará un mes aproximadamente en descifrarlo, y eso en
el caso de que pueda. Por favor, póngalo en marcha.
Tormano asió el control remoto del escritorio de Katrina —maravillándose una
vez más de cómo había conseguido un mando y un visor recubiertos de plástico
blanco— y apretó un botón para encender la pantalla. Aparecieron unas interferencias
sobre un fondo negro, hasta que la imagen se impregnó de color. La escena estaba
grabada de noche y la única luz que aparecía procedía de los cohetes de
retropropulsión que lanzaban cuatro Naves de Descenso enormes de clase Overlord.
Doc Trevena podía sentir la soga alrededor del cuello. Encendió la radio y envió un
mensaje de onda corta a la teniente Isobel Murdoch.
—Alerta, Bel; ya vienen.
—Entonces, ¿por qué estamos sentados, Doc?
—Para ver si consiguen avergonzarnos más que antes.
—Entendido. Me dirigiré al norte.
—Yo voy al oeste. Encuentro en 325,43, una hora.
—Wilco cierra.
Doc esbozó una sonrisa. Les dará una buena sorpresa. El Hunchback de
Murdoch apareció en el arco de disparo delantero de Doc cuando despegó del
pequeño valle y se dirigió al norte. Activó el rastreador magnético y detectó un metal
que se desplazaba hacia el oeste. Están mejorando.
Doc se daba cuenta de que tenía que fortalecer sus tropas con una buena lección
de supervivencia antes de empezar con algo tan complicado como las tácticas. Una
norma en el combate de ’Mechs era que si un ’Mech se movía con rapidez era un
objetivo difícil de alcanzar. Por suerte, los ’Mechs ligeros que habían sido asignados
a su compañía eran de los más rápidos.
Por supuesto, un ’Mech que se movía con rapidez no tenía una plataforma
armamentística muy fiable. Aunque necesitaba que sus tropas se movieran con
celeridad, también quería que dieran siempre en el blanco. Ningún ’Mech ligero tenía
suficiente artillería para derribar un ’Mech pesado o de asalto, pero una lanza podía
causar graves daños a una máquina grande. Si sus lanzas conseguían disparar sin ser
alcanzadas tal vez evitarían persecuciones, e incluso ahuyentarían una formación si la
acosaban constantemente.
En la región conocida como los Valles —las laderas de escaso boscaje de las
montañas Schwartzswerter, al noroeste de la ciudad más extensa de Coventry, Port
Saint William—, Doc había sometido a sus tropas a un mes de ejercicios de busca y
captura. Como habían acordado, el teniente intendente Copley había mejorado los
Ciudad de Tharkad
Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
20 de febrero de 3058
Tormano sentía la tensión en el cuello y los hombros. El mapa holográfico que
flotaba en el aire por encima de su escritorio mostraba un punzón verde en medio del
azul Steiner de la Alianza Lirana. Los ataques a Recife, Ellengurg y Guatavita no
dejaban duda de que Coventry sería el siguiente objetivo.
Y Tharkad se encuentra a sólo cuatro saltos de Coventry. Si los Halcones de Jade
mantienen la velocidad actual llegarán a Tharkad el uno de abril. Tormano
memorizó aquella fecha y habría sacudido la cabeza de no haber sido porque le dolía
demasiado para mover la barbilla de la palma de la mano.
Lo que lo confundía era la lucha entre el yang y el yin, lógica e ilógica, en
relación con la agresión del Clan. Era obvio que el avance parecía un intento de
apoderarse de Tharkad y eliminar a la Alianza Lirana de la lucha contra los Clanes.
Aquélla era una buena estrategia a varios niveles. Si Tharkad no intervenía, las
diversas facciones de la Alianza Lirana quedarían al margen y tendrían que
convertirse en estados vasallos del Clan o resistir todo lo que pudieran antes de que la
marea del Clan las engullese.
La pérdida de Tharkad también obligaría a Victor Davion a desviar la atención de
los problemas del Condominio y preocuparse por los de una nación que decía ser
suya. Davion se vería obligado a luchar en su propio territorio para liberar a un
pueblo que se había sentido arrinconado por él. Si no defendía a los liranos, la Liga
de Mundos Libres tendría que avanzar desde la frontera hacia el frente del Clan para
crear una zona parachoques que les impediría luchar en sus propios mundos para
hacer frente a los invasores. Si aquello ocurría, las posibilidades de unión de la
Mancomunidad Federada eran nulas.
Ciudad de Tharkad
Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
20 de marzo de 3058
Katrina advirtió la expresión de sorpresa de Tormano cuando éste entró en la oficina
y la encontró sentada en su escritorio.
—Buenos días, mandarín Liao.
—Alteza, yo… —dijo Tormano en un tono que denotaba disculpa y enojo—.
¿Cuándo habéis vuelto?
—Ayer por la noche —contestó con una sonrisa de emoción por haber entrado a
escondidas en el planeta—. Se han destruido los archivos del aterrizaje y el
Ministerio de Seguridad Pública está interrogando a la tripulación. Todo está en
perfecto orden.
—Deberíais haberme llamado cuando llegasteis.
—Lo solicité, pero ya se había ido a dormir.
Tormano sonrió e inclinó la cabeza.
—Habría venido…
—No importa —dijo pulsando la tecla de inicio de su ordenador—, quería revisar
lo que había ocurrido en mi ausencia.
El mapa holográfico de la Alianza Lirana se interpuso entre los dos.
—Tengo que felicitarlo, mandarín, por su actuación durante la crisis de los
Halcones. Incluso antes de llegar a Tharkad me informaron de las incursiones en
Engadine y Bucklands. Por supuesto, en mi ausencia no tenía más remedio que
ocultar la noticia de los asaltos, pero lo hizo tan bien que nuestros enemigos de la
Esfera Interior no tienen ni idea del problema.
Tormano hizo una reverencia más formal.
—Me alegro de que mi trabajo os complazca.
Montañas Cross-Divide
Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
30 de marzo de 3058
—¡Tony, o mueves el culo y vienes de una vez, o ya me encargaré yo de movértelo!
—gritó Doc.
Desplazó el retículo de su Penetrator más allá de la forma corpulenta del
JagerMech de Tony y lo colocó sobre el Galahad verde de los Halcones que
avanzaba hacia el desfiladero. Las pistolas situadas en los brazos de ambos ’Mechs se
levantaron de una forma que Doc había visto en las escenas de duelo de holodramas
baratos filmados en la Tierra. Detrás de Tony, entre él y Doc, los dos últimos ’Mechs
de la lanza de ataque de Tony se pusieron a cubierto con dificultad.
El rugido de los cañones automáticos rompía el silencio del desfiladero que los
enormes ’Mechs mineros habían cavado en la roca años antes. Una tormenta de metal
envolvió al Galahad. Los proyectiles del cañón automático del JagerMech hicieron
añicos la mitad del blindaje del brazo derecho del Galahad y desgarraron el pecho y
el otro brazo. Dos de los disparos de láser de pulsación del torso del JagerMech se
desviaron hacia las paredes rocosas del cañón y las perforaron, lo que dejó un rastro
de humo.
Las bocas de los rifles de Gauss del Galahad se iluminaron de blanco al disparar.
Dos bolas plateadas salieron propulsadas e impactaron con fuerza en el pecho central
del ’Mech de Tony. Doc no vio el golpe, pero en cambio sí reconoció las deformes
piezas de metal cuando éstas se desprendieron de la espalda del JagerMech en una
estela de líquido refrigerante así como fragmentos de blindaje. Con tan sólo dos
disparos de una misma salva, el Galahad había convertido una máquina de guerra de
sesenta y cinco toneladas en restos de metal y armadura.
Al caer hacia atrás, la parte superior de la abombada cabeza se desprendió. Tony
Tukayyid
Distrito de guarnición de ComStar,
República Libre de Rasalhague
2 de abril de 3058
El capiscol marcial extendió las manos para indicar a las dos mujeres que tomaran
asiento. Aunque la luz que se reflejaba en las blancas paredes de la habitación
disimuló el color de la piel ensombrecida por el cansancio, las ojeras no tardaron en
revelar la verdad.
—Bienvenidas de nuevo a Tukayyid. Mientras ustedes descansaban he tenido
ocasión de revisar el informe que preparó cuando estaban en tránsito, capiscolesa
Koenigs-Cober. Me ha parecido muy exhaustivo, aunque con un tono aleccionador.
Sin embargo, me gratifica ver que pudieron destrozar la mayor parte de las
instalaciones del cabo Hilton.
Lisa retiró una silla de la mesa y se sentó.
—Me limité a hacer lo que me habían ordenado. Si hubiese actuado bien desde el
principio, podríamos habernos apoderado de la Tierra.
El capiscol marcial se dirigió a un extremo de la mesa y esperó a que la Primus
tomara asiento al otro lado antes de sentarse.
—Aunque se hubiera detectado la sustitución, no habría habido modo alguno de
evitar la captura de la Tierra, a menos que se hubiera abandonado Tukayyid para
lanzar un ataque preventivo contra las fuerzas de Palabra de Blake. La última
información procedente de la Tierra y de otras partes parece indicar que Palabra de
Blake entró en el sistema con tres regimientos enteros de ’Mechs.
Sharilar Mori miró fijamente a Anastasius Focht desde la otra punta de la mesa.
—¿Cuántos regimientos tienen?
—Creo que sólo esos tres, además de los seudo lanceros. Todos han tomado
posiciones en la Tierra —contestó Focht, sacudiendo la servilleta antes de extenderla
Montañas Cross-Divide
Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
5 de abril de 3058
Espero que esto funcione. Doc echó un vistazo al cronómetro que había en la esquina
inferior del visualizador holográfico de selección del objetivo. Eran las 1459. Lo que
significa que deben de estar a punto de llegar.
Durante las semanas que sus tropas habían trabajado como espías, Doc había
aprendido a respetar la velocidad y eficacia de los Halcones. Los túneles y cavernas
atravesaban las Cross-Divide a lo largo de unos ciento sesenta kilómetros y
guardaban tantos pasadizos laterales y cámaras que a veces tenía la sensación de que
vería aparecer un minotauro paseando por el laberinto. Sin embargo, la mayoría de
los túneles no daban al exterior. Los Halcones de Jade sólo habían localizado seis
salidas, en las que habían instalado estaciones de control sísmico para detectar las
fuertes pisadas de los ’Mechs de la zona.
También habían creado una serie de bases armamentísticas a una hora de
distancia de las estaciones de control más remotas, y cada una estaba dirigida por una
estrella de tropas de ’Mechs. Cuando Doc envió patrullas de reconocímiento, los
miembros del Clan respondieron rápidamente, pero hasta el momento se habían
limitado a enviar desafíos e insultos por radio mientras sus tropas huían.
Cuando Doc descubrió las estaciones de control sísmico decidió utilizarlas contra
los Halcones. Cada día, a las 1600 horas exactamente, durante quince minutos, un
tech desconectaba los monitores sísmicos. Durante ese tiempo, no informaban de
ninguna actividad. De ese modo, podían enviar una lanza de reconocimiento a una
salida que no estuviera controlada y merodear por la zona hasta que la detectasen;
luego, volvía a los túneles a través de una entrada que sí controlaban.
Aunque Coventry no era un planeta sísmicamente activo, los dispositivos que
Tukayyid
Distrito de guarnición de ComStar,
República Libre de Rasalhague
10 de abril de 3058
Victor Ian Steiner-Davion meció la copa de brandy y se dejó seducir por el dulce
aroma. El acólito de ComStar que servía las bebidas pasó entre el grupo, y todo el
mundo aceptó una copa, incluso el capiscol marcial y la mujer que se había
presentado como una antigua comandante de la Fuerza de Defensa Terráquea. Si yo
hubiera perdido la Tierra, no pararía de beber esto.
El capiscol marcial alzó una mano.
—Propongo un brindis por los que han avivado el fuego del combate sin olvidar
que no hay nada más terrible que la guerra.
Victor levantó la copa y brindó primero con Kai y luego con Focht. Se detuvo un
momento y la dirigió hacia Hohiro Kurita y la capiscolesa Koenigs-Cober. Dio un
sorbo y sonrió al sentir el ardor del brandy en su estómago.
El capiscol marcial depositó la copa sobre la mesa de caoba y entrelazó los dedos.
—Espero no haber ofendido a sus agregados por no haberles invitado a la cena.
Es cierto que nos veremos muy a menudo durante el próximo mes, pero quería hablar
con ustedes tres a solas. La capiscolesa Koenigs-Cober está con nosotros porque se
mantendrá en contacto con ustedes durante las operaciones que tenemos planeadas y
de las que hablaremos esta noche. Espero que no tengan ninguna objeción.
Victor sacudió la cabeza.
—Como usted crea conveniente.
—Disculpe, capiscol marcial, pero tengo una pregunta —dijo Hohiro Kurita, hijo
del coordinador del Condominio Draconis, inclinando la cabeza respetuosamente—.
A diferencia de Victor, o incluso Kai, yo no puedo hablar por mi gobierno. Me
complacería sumamente tener la posibilidad de comunicar sus palabras a mi padre;
Leitnerton, Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
12 de mayo de 3058
Whitting, Coventry
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
30 de mayo de 3058
Rosendo Hazen admiró lo esbelta y orgullosa que parecía Marthe Pryde de pie en
medio del holotanque. El largo pelo negro le caía por encima de los hombros del traje
refrigerante como un velo de seda, y en cualquier otra situación, la piel que quedaba
al descubierto entre la parte superior de las botas y el dobladillo de los pantalones
cortos que llevaba en el ’Mech lo habría distraído e incluso tentado. Pero el mayor
atractivo era su inteligencia. De hecho, como la belleza y la inteligencia eran
características que perduraban, era lógico que convergieran. En Marthe, ambas
características se combinaban con venganza: subestimar su inteligencia era tan
erróneo como malinterpretar su mirada y porte. Seguro que los hombres de la Esfera
Interior se sentirán abrumados.
Las paredes grises del holotanque se iluminaron levemente y, en medio del vacío,
apareció el busto de un hombre viejo, con un mechón de pelo blanco y un parche en
el ojo, que lanzó a Marthe una mirada inexpresiva.
—Soy Anastasius Focht, capiscol marcial de ComStar, comandante de la
GuardiaCom y vencedor de Tukayyid. Acepte mis disculpas por presentarme ante
usted en una capacidad tan limitada, pero no tengo acceso a un holotanque ni a nada
semejante.
Marthe asintió con indulgencia.
—Yo soy la Khan Marthe Pryde, guerrera de los Halcones de Jade y líder de esta
fuerza expedicionaria. Le doy la bienvenida a Coventry, aunque creía que le
preocuparían más los acontecimientos de la Tierra que los de aquí.
—La Tierra está muy alejada de la línea de Tukayyid, mientras que Coventry se
encuentra justo al lado. Creo que es preferible oponerse a su deseo de poseer la Tierra
luchando antes de que llegue allí. La secta blakista pone en duda esta decisión. Mi
mayor interés es preservar la tregua alcanzada en Tukayyid.
—En tal caso, relaje la mente —dijo Marthe, poniendo los brazos en forma de
cruz en un gesto de inocencia—. Aquellos que habrían repudiado la tregua en
beneficio propio han sido derrotados por sus sueños. No tengo ninguna intención de
Leitnerton, Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
15 de junio de 3058
A Doc Trevena no le sorprendió especialmente oír pasos en la azotea que había detrás
de él. Los Titanes se habían acostumbrado a encontrárselo mirando hacia Whitting y
Port Saint William. A menudo, Shelly Brubaker lo acompañaba en el Camino del
Capitán, pero ella no era su única visitante. Desde que han llegado los demás
Dragones, sus visitas han sido demasiado infrecuentes.
Miró por encima del hombro, se giró y se puso firme.
—Alteza, no sabía…
Victor le devolvió el saludo y contempló la vista con interés.
—Es un buen lugar para verlo todo.
—Sí, Alteza —dijo Doc, sintiendo cómo se le aceleraba el corazón—. ¿En qué
puedo serviros?
El príncipe se quedó pensativo y asintió con la cabeza.
—Siento interrumpir su soledad. Ayer lo vi aquí, y cuando pregunté quién era, me
explicaron toda la historia de cómo ha conseguido marear a esos Halcones. Pensé que
su perspicacia me sería de gran ayuda. ¿Ha adquirido esta sabiduría durante el tiempo
que ha pasado aquí?
—No lo sé muy bien, Alteza —dijo Doc, sintiéndose cada vez más incómodo e
inseguro—. Lo que quiero decir es que no tengo ninguna habilidad especial.
—¿Cómo? —dijo Victor, mirándolo de arriba abajo—. Usted creó una compañía
a partir de tropas inexpertas pero entusiastas, y la ha convertido en una unidad que
sólo ha perdido un poco de blindaje y el viejo activador en tres meses de operaciones
contra un enemigo del Clan.
—Si lo explicáis así, Alteza, parece más de lo que es.
—No se subestime, Hauptmann Trevena.
Whitting, Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
16 de junio de 3058
Una lenta cortina de polvo cubrió el parabrisas del aerocoche estacionado y aminoró
la tenue luz que se filtraba en el vehículo, debilitando los colores y fortaleciendo las
sombras. Para Doc, todo era surrealista, como si estuviera distorsionado por los
recuerdos y las esperanzas de un sueño del que no podía escapar. De una pesadilla de
la que no hay salida.
Le resultaba imposible creer que realmente estuviera sentado allí, en los
reducidos confines de un aerocoche, con el Príncipe arconte de la Mancomunidad
Federada, un guerrero de los Lobos que también era heredero al trono de la República
Libre de Rasalhague, el capiscol marcial de ComStar y el servicio de inteligencia de
la ManFed. Su admisión en los consejos de hombres tan poderosos era tan ajena a él
como lo había sido la guerra. Pero mientras que había aprendido a hacer la guerra a
través del estudio, eso era algo para lo que nunca podía haberse preparado.
Unos sutiles temblores habían sacudido el vehículo y se habían detenido con los
leves ecos de lo que parecía una distante tormenta. Ese silencio significa que los
Titanes han ocupado posiciones en Whitting. Las últimas tropas que luchen aquí
serán las primeras en morir cuando el combate empiece de nuevo. Doc alzó la vista
hacia Victor.
—¿De verdad queríais honrar a los Titanes convirtiéndolos en vuestra guardia de
honor, o están aquí para garantizar que cumplo sus deseos?
La mirada de Victor se mantuvo imperturbable.
—Puede ser que mi padre utilizase a sus Titanes como rehenes, pero yo no.
Quiero honrarlos, y ése es el motivo de que estén aquí. Si requería coacción para
hacer lo que yo…, lo que nosotros queremos que haga, son ellos los que tienen que
volver a plantearse nuestra estrategia.
Whitting
Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
16 de junio de 3058
Victor sintió un dolor en las manos y tardó un rato en darse cuenta de que se estaba
clavando las uñas en las palmas. ¡Tienes que aceptar esta oferta! ¡Debes hacerlo!
La Khan de los Halcones de Jade ocultó completamente su reacción, pero
Rosendo no lo consiguió. Se quedó boquiabierto y cerró la boca al instante, pero la
sorpresa no desapareció de su mirada hasta que entrecerró los ojos y cambió la mueca
de los labios. Era obvio que entendía las implicaciones de la oferta y la oportunidad
de salvación que les daba a todos. Si la decisión de aceptarla o rechazarla hubiese
dependido de él, Victor no tenía la menor duda de que los Halcones de Jade habrían
partido de Coventry en un santiamén.
Rosendo miró a su Khan en silencio.
Marthe Pryde permaneció inmóvil, como si la oferta de Doc se hubiese
combinado con el viento para petrificarla. Tenía la mirada perdida y el único
movimiento que Victor pudo percibir fue el de sus cabellos y su abrigo mecidos por
el viento. Era como si se hubiera trasladado en el tiempo para sopesar las palabras
que había oído. Mientras tanto, el polvo y la arena difuminaban su rostro y la
convertían en la estatua de una antigua diosa de la guerra, debatiéndose entre la vida
y la muerte.
Bajó ligeramente los hombros y paseó su mirada de hielo entre Victor y el
capiscol marcial.
—Puede ser que tal vez me haya precipitado al subestimar el valor de los
consejeros de los Lobos, ¿quiaf?
Focht asintió con la cabeza.
—Af Khan Marthe.
Leitnerton, Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
16 de junio de 3058
De pie sobre el tejado del edificio de la sede de los Titanes, Doc se rascaba la nuca
con aire pensativo.
—Buena pregunta, Shelly. Supongo que pensaba que me quedaría con los Titanes
o que, al menos, intentaría mantenerlos unidos. Ahora dudo que las Fuerzas Armadas
de la Alianza Lirana reconstruyan pronto los Décimos Soldados de Skye.
Shelly Brubaker se giró hacia él con la cara enrojecida por los últimos rayos del
día.
—Has impresionado a mucha gente con lo que has hecho aquí.
—Sólo hice lo que el Príncipe Victor me había dicho.
—No quiero decir eso, aunque los Clanes te considerarán de gran valor por haber
hecho la oferta. Ellos dan mucha importancia a cosas así —dijo poniendo una mano
sobre su hombro— y no me refiero a que consiguieras mantener un puñado de
’Mechs operativos durante una campaña de tres meses. Lo que ha impresionado a la
gente es tu habilidad para planear cosas, tus conocimientos sobre el enemigo y la
forma en que evitas tomar riesgos innecesarios con tus tropas.
—Te agradezco mucho que digas eso, pero a mí no me parece tan remarcable —
dijo Doc, encogiéndose de hombros mientras observaba cómo los aerocamiones que
regresaban de Whitting emprendían el camino a Leitnerton—. Supongo que me
cuesta reconocer que lo que hice fue impresionante porque yo… simplemente lo hice.
—Lo que es todavía más impresionante, Doc —dijo Shelly con la sonrisa en los
labios—. Por eso tienes que pensar en el futuro. Después de cómo hablaste con la
mariscal Byran tu carrera en las FAAL ha llegado a su fin.
—Sí, pero no es la primera vez que hago algo así. No será ningún problema.
—Haces que parezca una condena.
Ciudad de Tharkad
Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
17 de junio de 3058
El mando a distancia rebotó en la pantalla del visor con gran estrépito. Katrina se dio
cuenta de que la expresión de sonrisa de su hermano no había cambiado ni pizca:
seguía mostrando la petulancia de siempre. Pero lo que realmente le molestaba era
que sabía que Victor había escapado al desastre por pura suerte y, sin que él lo
supiera, gracias a la intervención de ella.
La inteligencia de la operación de los Halcones de Jade en Coventry que había
dejado en manos de Vlad le había obligado a enviar un mensaje a Marthe Pryde
informándole de su interés en adquirir varios mundos de los Halcones. Katrina quería
presionar a los Halcones de Jade con la amenaza de que si no se retiraban de
Coventry enviaría a dos de sus enemigos.
Pero quería que se retirasen después de que me hubieran librado de Victor. Sin
embargo, la presión de los Lobos había proporcionado a los Halcones una razón para
aceptar la oferta de hégira de Victor. Marthe Pryde había aceptado hégira para
frustrar a Vlad, pero al hacerlo también había frustrado a Katrina.
—¿Queréis que congele la imagen, Alteza?
Katrina sintió un deseo incontenible de pegar a Tormano Liao, que entonces
sostenía el mando a la espera de su respuesta, pero se refrenó.
—Borradla, por favor.
Tormano pulsó un botón, y el rostro triunfal de Victor se convirtió en un punto
luminoso.
—Fácil.
—¡Ojalá fuera así de fácil! ¡Su muerte en combate habría sido perfecta! —
exclamó con un gesto de rechazo hacia la oscura pantalla—. Resulta que aparece con