Abate Icard Duquesne. El Evangelio Meditado I
Abate Icard Duquesne. El Evangelio Meditado I
Abate Icard Duquesne. El Evangelio Meditado I
SEGUNDA EDICION
á espensas de una persoia piado».
TOMO I.
EXCKO. SEÑOR:
BL EMTOB.
PRÓLOGO DEL AUTOR
BL ABATE DUQUESNE.
ADVERTENCIA.
San Mateo.
San Marcos.
San Lucas.
• San Juan
13.
y . 25*... Meditación 56.. 246
p á g .
59.
y . 45.... Meditación 42.. P.ág« y 303
y. 46. 54*... Meditación 45.. 508
P á g -
ERRATAS DEL TOMO PRIMERO.
4 13 bstfo bajó
10 8 sesenta setenta
12 22 hacer hacerse
13 12 la las
15 15 conducta conducta!
37 21 tal al
59 17 de Mesias del Mesias
58 26 1 enlace ensalce
119 20 de abominable abominable
123 5 y 10 perjuicios prejuicios
137 10 enmascado enmascarado
143 18 perjuicio prejuicio
206 26 para vos por vos
258 7 te dicho te he dicho
280 23 respectos respetos .
298 17 hayan haya
328 23 propio propios
332 29 rendencion redención
347 27 le dejaron Jo dejaron
374 3 paceden padecen
390 10 Por qué nos Porqué no nos
394 7 los os
414 3 la tierra? la tierra
435 32 comunicarse Está. comunicarse. Está
MEDITACION PRIMERA.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO HI.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
Petición y Coloquio.
LA ANUNCIACION.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
c
tarle nuestros obsequios?... «Y sucedió que apenas Isabel oyó
»la salutación de María, el NiQo saltó en su vientre, é Isabel
»fué llena del Espíritu Santo»... El Evangelio no nos dice en
qué términos fué concebida esta salutación; pero nos enseña
los maravillosos efectos, que produjo: 1.° sobre San Juan.
Apenas hubo María hecho sentir su voz á Isabel, por el mayor
de todos los milagros, y por el favor mas singular, Jesús desde
el vientre de su Madre obró ya sobre San Juan. Santifica su al-
ma según la promesa del Angel ¿ Zacarías, se da á conocer á
él, le hace conocer el ministerio de Precursor, á que está des-
tinado , y aun se lo hace ejercitar por medio de Isabel: final-
mente le llena de una alegría celestial que le hace saltar... De
la misma manera la presencia de Jesucristo en el augusto sa-
cramento del Altar obra los mas admirables efectos sobre los
verdaderos fieles, y ellos reciben mayores ó menores fuerzas y
gracias, á proporcion de sus disposiciones... 2.° La salutación
de Maria obra en Isabel un efecto milagroso... Esta santa mu-
ger llena del espíritu de Dios, é iluminada de lo alto, conoce,
y anuncia los sublimes misterios cumplidos en María: la En-
carnación del Yerbo, y la divina maternidad. Intérprete de los
sentimientos del hijo que lleva en sus entrañas, hace por él el
oficio de Precursor, y celebra las grandezas de Jesús y de su
Madre... Gracias tan estraordinarias como estas, que provie-
nen de la visita de María, nos enseñan lo que debemos esperar
del cielo por su mediación, y cómo debemos alabarla y supli-
carle. La primera gracia comunicada á los hombres por el Yer-
bo encarnado, y el primer milagro que obró fué desde el vien-
tre, y por medio de la voz de María... | O Madre de gracia,
co&n poderosa es vuestra voz I Hacedla sentir á mi corazon, ó
á lo menos hacedla sentir ¿ vuestro hijo en favor mié. i O Madre
divina 1 ¿cómo podré yo jamás dignamente alabaros y celebra-
ros? Lo aprenderé de la boca de Santa Isabel.
Lo 2.° Y esclamó en alta voz, y dijo: «Bendita tú entre las
«mugeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde á mí
«esto, que la Madre de mi Señor venga á mí-? Porque mira:
»apenas liego á mis oidos el sonido de tu salutación, salló por
»ei júbilo en mi vientro el nifio. T tú eres bienaventurada, que
»has creido. Porque se cumplirán las cosas que el Sefior te ha
wdicho»....Consideremos los elogios y los títulos que Isabel da
á María... i.® La llama bendita entre las mugeres. El Angel le
habia ya dado este titulo, é Isabel afiade: y bendito el fruto de
tu vientre, como si hubiera dicho: | ó Virgen Santa 1 ¿qué suer-
te de gracias podrá faltarte á tí, que llevas en tu vientre el
fruto, el autor, la fuente y el origen de todas las bendiciones?
Este elogio lo repite continuamente la Iglesia en la salutación
angélica: ¿la rezamos nosotros con el espíritu de Isabel?...
¿Cómo, pues, se atreverá jamás la heregia á blasfemar de los
honores que tributamos á María? ¿No son estos inspirados por
el Espíritu Santo? ¿Y podrán acaso separarse de los que debe-
mos dar á su hijo?... 2.° Isabel prosigue: «¿Y dé dónde á mí
»esto, que la Madre de mi Sefior venga á mí?»... ¿Qué gran-
des verdades y luces esparcen en el espíritu de Isabel y en su
corazon la presencia de Jesucristo, y la virtud de María I Ella
se muestra penetrada de los mismos sentimientos de modestia y
de humildad, de que María fué tan abundantemente prevenida.
La Santa Virgen ha tomado la cualidad de Sierva del Sefior, y
esto fué puntualmente cuando llegó á ser la madre. Isabel re-
conoce la grandeza del hijo de María, y le llama su Sefior jus-
tamente cuando el Sefior la previene... ¿Tenemos nosotros los
mismos sentimientos por Jesucristo cuando nos visita?... ¿Su
divina presencia y su gracia en el adorable sacramento de su
Cuerpo y de su Sangre imprimen en nosotros los mismos efec-
tos de júbilo? ¿Si nosotros tuviésemos la fé y la piedad, la hu-
mildad y reconocimiento de Isabel, con qué afectos expresaría-
mos nuestra admiración , nuestro respeto y nuestro amor, y
gritaríamos: «y de dónde á mí esto, que mi Sefior y mi Dios
»se digne de venir á mí?»
Lo 3.° Isabel dijo á Maria: «Y tú eres bienaventurada por-
»que has creído»... Ella se alegra con María por los dones
preciosos de la gracia y de la fé que ha recibido del cielo: y
verdaderamente ¿puede haber otra verdadera y sólida fortu-
na?... Muchas veces en el mundo se llama feliz una hija que
ha encontrado un considerable partido en que colocarse: y se
tiene compasion de otra, que por una fé viva y generosa, re-
nuncia las mas grandes esperanzas del siglo por asegurarse por
medio del retiro las recompensas prometidas ¿ los Discípulos
de Jesucristo. A esta virgen cristiana se podría con razón decir:
bienaventurada tú, porque has creído á las promesas del Sal-
vador: tú verás su cumplimiento entero en el ciento por uno
que recibirás aquí en la tierra, y en el cielo que le está pre-
parado.
PUNTO III.
CANTICO DE MARIA.
(S. Lucas c. 1.t>. 46. 65.j
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO Hf.
PUNTO PRIMERO.
Nacimiento de San Juan.
PUNTO II.
PUNTO n i .
Petición y coloquio.
CANTICO DE ZACARIAS.
PUftTO PRIMERO.
PUNTO II.
(I). Malh. c. I I . v . 9 .
TOM. I .
los caminos al Señor. Ahora, pues, ¿con qué celo no debe
cada uno, á ejemplo de San Juan, cumplir este deber?
Lo 3.° Zacarías da testimonio de ta doctrina del Santo
Precursor. Le llama la ciencia de la salud, la ciencia sgla ver-
dadera. Y de hecho, ¿qué sirve que todos los otros conoci-
mientos se perfeccionen entre nosotros, si este se olvida? Bien-
aventurado el pueblo, que ignorando todos los otros, posee
solamente esté. (Infelices aquellos, que excelentes en todos los
otros, ignoran estel Y mil veces mucho mas infelices aquellos,
que dotados de talentos para enseñar la ciencia de la salud,
enseñan el camino de la perdición con discursos, ó con escri-
tos, que no inspiran otra cosa que impureza, heregía, ó irreli-
gión. {Genios sublimes, Escritores bizarros de este siglo, qué
gloria, qué méritos, que consolaciones para vosotros si em-
pleaseis la penetración de vuestro espíritu, y la dulzura de
vuestro estilo para hacernos conocer, y amar nuestro Criador
y nuestro Salvador, la religión y la virtud!
Lo 4.° Zacarías predice el fruto de la misión de San
Juan... }0 divino Niño (prosigue)! darás á tu pueblo la ciencia
de la salud... Movidas de tus discursos las gentes correrán á la
penitencia, y obtendrán el perdón de sus pecados. Por tu mi-
nisterio se esparcirán sobre nosotros los efectos de la bondad
de nuestro Dios, que del cielo ha bajado á visitarnos, y á re-
cibirnos en las entrañas de su misericordia... ¡O, y cuán gran-
de é infinita es la misericordia de Dios! El es el ofendido, y
con todo eso es el que viene á traernos, y ofrecernos el per-
don de nuestras ofensas; ¿y nosotros lo rehusaremos? Nos so-
licita este Dios de bondad, por las entrañas de su misericor-
dia, porque sabe lo que nosotros debemos á su justicia. ¡Ahí
{Si lo comprendiésemos bien, con qué ardor, y con qué reco-
nocimiento aceptaríamos estas ofertas, y nos serviríamos de
esta tierna y divina misericordia! (O misericordia inefable, que
tantas veces he experimentado 1 ¿Seré yo tan desgraciado, que
vuelva otra vez á los pecados, que ya he detestado, y que vos
me habéis perdonado?
PUNTO IV.
PUNTO PRIMERO.
La sabiduría de Diot.
PUNTO II.
La bondad de Dios.
PUNTO III.
La Providencia de Dios.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
PONTO PRIMERO.
(1) Micheas c. 5. v. 2.
videncia divina hace servir á sus designios un ediclo con que so-
lo intentaba el Emperador cumplir los proyectos de una política
del todo humana, satisfacer su vana curiosidad, y tener una
noticia exacta de las fuerzas y de las riquezas de su imperio.
Lo 2.° Universal en los medios mas propios y proporciona-
dos... Todo en la tierra ¡está subordinado á aquella soberana
potencia que todo lo sujeta á sí, y que hace que todo contribu-
ya á la manifestación de su gloria. El edicto del Emperador
conduce á María á Belen, y el concurso de forasteros que como
ella obedecían al edicto, la impide hallar un alojamiento. Los
mas grandes acontecimientos, como los mas pequeños, los vi-
cios y las virtudes, la vanidad de Augusto, como la humildad
y la obediencia de María, todo concurre á las miras de la pro-
videncia, y á la ejecución de sus designios... El hombre no pue-
de imaginar cuales son los medios que Dios ha previsto, y que
emplea para la ejecución de aquello que ha establecido, y la
piedad exije que los adoremos sin querer penetrarlos.
Y lo 3.° Profunda en sus miras, aunque cubiertas algunas
veces con el velo del caso... Jesús nace en Belen para cumplir la
profecía que señala el lugar de su nacimiento. Es auténticamen-
te registrado en los públicos registros del Imperio para que
quede manifiesto á las naciones de la tierra cual fué el lugar y
el tiempo de su nacimiento, y que él es el hijo de Abrahan, y el
heredero de David. Nace en un eslablo, y es colocado en un pe-
sebre para ser el fundador de un imperio eterno, que debe suje-
tar todos los imperios y todos los Monarcas de la tierra á las le-
yes de la humildad y del despego... A los ojos de la carne todo
parece aquí efecto del acaso. ¿Pero qué cosa es el acaso? Nombre
vacio y quimérico. |Ah, Dios miol todo va regulado y dirigido
por órden de vuestra providencia, y ésta es santa y adorable.
Son ciertamente ciegos los hombres tanto en sus juicios, como
en sús proyectos. Por mí, Señor, en cualquiera lugar, y en
cualquiera situación que me halle, siempre reconoceré vuestra
roano, que gobierna el universo, y adoraré con sumisión las
santas y augustas disposiciones de vuestra providencia.
PUNTO II.
PUNTO ffl.
Petición y coloquio.
ADORACION DE L O S PASTORES.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO III.
Petición y Coloquio.
P U N T O PRIMERO.
De la Circuncisión.
PUNTO n i .
DE L A ADORACION DE L O S MAGOS.
(S. Mateo e. 2. 1. 18.J
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO IV.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
La Purificación de Maria.
PUNTO II.
La presentación de Jesús.
(O Levitic. c. 12. v. 8.
ahora en los de José... ]0 dulce peso, quedáis la fuerza¿
aquellos que os llevan, llevando vos mismo en vuestras manos
el universo! Maria y José alternativamente os sostienen para
satisfacer á su amor, dividir su felicidad, y aumentarla comu-
nicándosela mutuamente. (Con qué diligencia, con qué aten-
ción, con qué ternura os llevan!.,. Así debiera yo llevaros tam-
bién ¡ó Dios mío, Divino Jesús! cuando tengo la gran dicha,
de recibiros en la comunión.
Lo 2.° Jesucristo es ofrecido en el templo.:. La ley (1) or-
denaba ofrecer á Dios todos los primogénitos, como especial-
mente consagrados á él, en memoria de haber hecho morir to-
dos los del Egipto para librar á su pueblo, y de haber reserva-
do los de los Hebreos. Las palabras de la ley parece que com-
prendían también solamente los hijos que nacían según el curso
ordinario de la naturaleza, y exceptuaban formalmente el hijo
de la Madre siempre virgen; pero Jesucristo, el Señor de la ley,
quiere cumplirla en todas sus partes. Maria, pues, estando ya
purificada, y José llevan á Jesús al segundo atrio para ofrecer-
le al Señor. Recibió entonces Dios en su templo una oferta dig-
na de sí, é igual á él, el Primogénito de todas las criaturas,
aquel, finalmente, que cumplía la figura de las ofertas de la
antigua ley, que debia ser la oferta perpetua de la ley nueva,
y que debia elevar á una dignidad divina todo aquello que se
ofrecería en su nombre, y unido á su sacrificio... |Qué es-
pectáculo fué para el cielo esta santa oblacion 1 ¡Qué honor
para José y María, por cuyas manos se hizo! ¡Qué favor para
la tierra, por quien se ofrece esta augusta víctima! Unámonos á
esta divina oferta, consagrémonos á Dios con Jesucristo con-
tinuamente sin reserva, enteramente, en vida, y en la muerte,
en el tiempo, y en-la eternidad.
Lo 3.* Jesús es rescatado del templo... Los primogénitos
consagrados al Sefior debían quedarse para el servicio del tem-
plo; pero habiendo Dios destinado para este fin toda la tribu de
PUNTO III.
La presencia de José.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
La fe de Simeón.
El cántico de Simeón.
PUNTO ffl.
La profecía de Simeón.
Petición y coloquio.
FIN BE LA PURIFICACION.
DE S A N T A ANA LA PROFETISA.
(S. Lucas c. 2. v. 36. 39.;
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO ra.
Petición y coloquio.
DE L A PERSECUCION DE HERODES.
(S. Mateo c. 2. v. 13. 23.;
PUNTO PRIMERO.
La huida á Egipto.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
/
camos para multiplicar nuestras culpas, sin pensar jamás
en crecer para amar á Dios, y tomar fuerzas para servirle...
Jesús crecía en sabiduría: estaba de ella lleno, era la sabiduría
misma, Ja sabiduría eterna de Dios; pero la manifestaba solo á
proporcion del número de sus afios para ser el modelo de-todas
las edades. Modelo que los padres deben incesantemente pre-
sentar á sus hijos. Jesucristo en Nazareth, desconocido en el
humilde retiro de San José; pero que se distinguía con aquellos
tratos de dulzura, de sumisión, de docilidad y de prudencia, que
le hacían amable á los ojos de Dios y de los hombres. Este es
el espectáculo divino que les deben ofrecer.
Lo 2.° Jesucristo crecía en ta gracia... «La gracia de Dios
estaba en él»... Gracia esterior en la proporcion de su persona,
que le hacia, como dice el Profeta (1), el mas bello entre los
hijos de los hombres. Se descubría en su semblante, en su com-
postura, en sus discursos una modestia y una dignidad que ar-
rebataban. Gracia interior,, de que él mismo era el origen y el
principio, era el Autor de la gracia, y venia á comunicarla; pe-
ro solo la manifestaba por grados. Los padres y las madres em-
plean sus atenciones en procurar á sus hijos las gracias esterio-
res que los hacen mas amables á los ojos de los hombres: ¿y
usan la misma diligencia para conservar y cultivar en ellos la
gracia de Dios? ¡Ahí Sucede frecuentemente que los hijos apé-
nas han llegado á la edad de la razón ya han perdido la ino-
cencia; y ánles de haber salido de la infancia son ya grandes
pecadores, y se hallan sumergidos en hábitos viciosos, que vie-
nen ordinariamente á hacerse mas fuertes con el tiempo.
PUNTO III.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
¿Qué cosa hizo Jesucristo désde los doce hasta los treinta
años? El Evangelio nos lo enseña en una sola palabra: estaba •
sujeto á ellos. Estaba sujetoá José y á Maria, hacia cuanto es-
tos le mandaban. ¿No es esto justamente lo que Dios pide de
nosotros? La obediencia sola debe establecer el precio de todas
nuestras operaciones, no dejándonos el ejemplo de Jesucristo
algún pretesto de dispensa, principalmente si nosotros la pedi-
mos. Consideremos:
Lo 1.° ¿Quién es el que obedece? Es el Hijo único de Dios,
la sabiduría eterna, el Criador y Señor del mundo, el Salvador
de los hombres.
Lo 2.° ¿A quien obedece? A sus propias criaturas, á un
hombre y á una muger, á aquellos á quienes él sobrepuja infi-
nitamente, y sin el mas mínimo grado de igualdad, en gran-
deza, en sabiduría y en poder.
Lo 3.° ¿En qué obedece? En las cosas mas simples, mas
viles y mas penosas, como son aquellas que ocurren en la casa
de un artesano.
Lo 4.° ¿Cómo obedece.? Mirando la voluntad de María y de
José, como la voluntad misma de Dios su Padre, animando in-
teriormente su obediencia con el amor, con el respeto y con la
v sumisión de su corazon, y haciéndola edificante en |o estertor
con la prontitud y exactitud de la operacion.
Lo 5.° ¿ Por qué obedeced Por reparar la gloria de su Padre
ofendido con la desobediencia de nuestros primeros padres,
para darnos ejemplo con que podamos volver á entrar en el ca-
mino de la sumisión que debemos á Dios, y obedeciendo á los
hombres por amor suyo, y por ensalzar el mérito de nuestra
obediencia, y consagrarle en su persona... ¡Qué importante
lección! jQué ejemplo! ¡ Q u é modelo!.. Obedezcamos á nues-
tros superiores, como Jesucristo obedecía á José y á Maria:
mandemos á nuestros inferiores, como José y María mandaban
á Jesús.
PUNTO III.
PUNTO IV.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
(1) Este Herodes fué Iiijo del otro que hizo morir á los Niños inocen-
tes, y el mismo que mandó degollar á San Juan Bautista, y á quien enviú
Pilatos á nuestro Señor. Algunas veces es Hateado Rey; pero hablando
con propiedad no era mas que Tetrarca; esto es, Soberano de una cuarta
parte del país.
(2) Habia entonces dos Pontífices, que alternativamente ejercitaban
«I pontificado, ó cada uno en su año.
Segundo motivo de fortificar nuestra fe: tos hechos evangé-
licos probados por su uniformidad, con los libros proféticos.
Los libros proféticos ni son supuestos, ni han sido alterado»
por los cristianos, porque son mucho mas antiguos que el mis^
mo cristianismo; y por una admirable providencia se hallan en
las manos- de los Judíos enemigos declarados del nombre cris-
tiano. Los libros proféticos son divinos, habiendo anunciado con
tan particulares circunstancias, y con lanía certidumbre los
hechos, que solo debían suceder muchos siglos despues de la
predicción. Finalmente, los hechos evangélicos son divinos, y
la religión cristiana fundada sobre ellos es divina. Las profecías
empezáron á cumplirse desde el principio de la predicación
evangélica, como nos hacen observar atentamente los cuatro
Evangelistas... «San Juan aparece en las riberas del Jordán,
«conforme está escrito en el libro de los sermones de Isaías
«Profeta. Voz de uno que clama en el desierto, preparad el ca-
«mino del Sefior, enderezad sus sendas... así como está escrito
«en el profeta Isaías: Mira que yo envió delante de tí mí Angel,
«que preparará tu camino»... Desde el primer paso el Evange-
lio se halla conforme á la profecía, y desde este primer paso
quedan abatidos lodos los engalladores que en diversos tiempos
han ido apareciendo en el mundo. A ninguno de ellos precedió,
aquella voz que grita en el desierto: ni ellos, ni los falsos dog-
mas que han publicado han tenido jamás algún principio cierto,
algún apoyo sólido, ni concatenación alguna; y están muy léjos
de subir hasta el primer origen del mundo, como la verdadera
religión... A solo Dios pertenece poner en sus obras esta ínlir-
ma conexion, que enlaza todas las parles desde la creación de
los siglos hasla su consumación.
Bendita sea para siempre |ó Dios miol vuestra inefable sa-
biduría, que ha puesto una unión tan admirable entre vuestros
dos Testamentos, y tos ha sellado con el sello inviolable de
vuestra divina autoridad. Vos solo jé gran Dios! sois el Dueflo
de los tiempos y de los acaecimientos: vos solo podéis decir tan
anticipadamente lo que debe suceder, y hacer que suceda lo
que habéis predicho. A esto DO liega NI pnecfe líegar Ta pru-
dencia, ó ia malicia humana: aqui se deja sentir la mageslad y
el poder de vuestra palabra, qjae m los demonios, ni los hom-
bres podrán falsificar jamás.
Tercer motivo para asegurarnos en la fe: los hechos evan-
gélicos probados por suimportanda, y por h fe que siempre
se les ha dado.
Hay, y ha habido-algunos hechos, que* fácilmente se han
podido creer, porque no eran de alguna consecuencia, y no
debían traer consigo alguna mudanza, y por eso los hom-
bres no han tenido empeflo 'ó interés particular en exami-
narlos , en admitirlos, ó desecharlos. Llamo hechos impor-
tantes aquellos que los hombres no han podido ereer sin
mudar del todo las ideas y manera de pensar, y sin renunciar
á un culto en que se habían criado,.por abrazar uno nuevo, re-
formando las propias costumbres, combatiendo las propias in-
clinaciones, y esponiéndose á perder la reputación, la honra,
los bienes, el reposo, y la misma vida. Tales son los hechos
evangélicos: estos se han creído en todo el mundo: se creyéroa
desde el principio; y si no se hubieran creído al principio, no
hubiera llegado su fe hasta nosotros. Si se creyéron al principio
son verdaderos, porque no hubieran podido los hombres creer-
los sin examinarlos, y asegurarse bien, por motivo de su gra-
vedad é importancia, y de las consecuencias que debían llevar
consigo; y también porque examinándolos no han podido error
per su gran¿luz,"por su autenticidad, y por su notoria verdad. Yo
los creo i ó Dios mió! y recibo con una perfecta creencia vues-
tro Evangelio: Evangelio que quiero meditar y practicar con
firme esperanza de encontrar el perdón de mis pecados, y la
recompensa eterna que en él se me promete.
Cuarto y último motivo de afianzarnos en la fe: los hechos
evangélicos probados con la santidad de aquellos que los anun-
ciaron, y de aquellos que los han creido.
¿Quiénes son los primeros Predicadores, los primeros His-
téricos, los primeros que siguieron el Evangelio, y los prime-
ros Pastores que nos le han ido enviando sucesivamente de ma-
no en mano, de padres & hijos? Santos eminentes en todo géne-
ro de virtud, hombres que se alimentaban de la penitencia,
criados en la soledad de los desiertos, mandados y autorizados
por Dios, llenos de su espíritu, y dotados de los mas preciosos
dones del cíelo, y aun del don de hacer milagros.^ ¿Quiénes son
los Apóstoles que nos envía por delante la nueva Filosofía? Fi-
lósofos llenos de sí mismos, que únicamente atienden á conse-
guir gloria, siempre eu guerra entre si por disputarse la gloria-
y la estimación de los hombres: Copleros, Versificadores, y
Fabricadores de romances, de bufonerías, de comedias: Autores,
llenos de licencia, de obscenidad: Moralistas que no buscan ni
predican otra cosa que los placeres y la delectación de los sen-
tidos. Estos son los que saliendo, no del desierto, sino de los
teatros, de los lugares de impudicicia, se nos presentan para
abrirnos los ojos, y advertirnos que el cristianismo es un puro
perjuicio, y un fanatismo. (O Dios miol ¡A qué tiempos hemos
ilegadol iCuán grande es hoy la ceguedad de los hombres! Se
leen libros, que nuestros Padres hubieran despreciado con hor-
ror: se escuchan como Doctores iluminados unos hombres, que
ellos hubieran juzgado dignos de desprecio, jFunesta dócilidadl.
¡Ojalá que la nuestra á nuestra lie fuera como la que los mun^-
danos dan á sus Patriarcas y á sus Filósofos!
PUNTO lh
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
1
Todos sus discursos parecían reducidos á estas tres pala-
bras: es necesario hacer penitencia: es necesario hacerla bien:
y no es conveniente dilatarla.
Lo Es necesario hacer penitencia: y alega tres motivos:
1.° la' cólera y enojo de Dios. «¿Quién os ha enseñado.á huir
»la ira que os amenaza»... ¡Ay de mil Nosotros hemos ofen-
dido á Dios; pero no sabemos si le hemos aplacado, y antes
sí, loque es mas deplorable, sabemos que no hemos hecho
«osa alguna para ello. Vivir enemigo vuestro ¡ó Dios miol es
el estado mas horrendo: ¿pues cómo he podido yo vivir hasta
ahora en él? {O santa penitencia! ¿Quién me enseñará á re-
currir á vos? Bienaventurados aquellos que te conocen, y que
se abandonan á tus santos rigores.
El segundo motivo que alega San Juan Bautista para la
penitencia es la severidad del juicio de Jesucristo. «Su criba
»está en su mano, y limpiará su era; y juntará el grano en su
«granero, y quemará las pajas en fuego que jamás se apaga-
«rá»... Esto es, á manera de un labrador diligente aparecerá
eon la criba en la mano, limpiará su era, juntará el trigo en
sus graneros, recibirá en su Iglesia los fieles que siempre han
perseverado en ella, y les pasará'ál descanso de la eterna feli-
cidad... I la paja, símbolo natural de los hombres inconstan-
tes ó incrédulos, hará arder en el fuego inextinguible jO qué
terrible dia será aquel en que se hará la distribución de los
bienes y de los males, de los castigos V de las recompensas de
Jesucristo 1 Ninguna cosa se esconderá entonces á su vista,
ninguna doblará su justicia, nadie resistirá á su poder. Biena-
venturado aquel á quien la penitencia dará la seguridad aquel
dia, y que se hallará digno de ser colocado en el cielo para
reinar eternamente.
Finalmente, el rigor y la eternidad de las penas del infier-
no, último motivo de que se servia el Bautista para empellar
los hombres á la penitencia. £1 fuego del infierno es un fuego.
inextinguible... A aquel que medita bien lo que es el fuego
del infierno, ¿qué penitencia le parecerá rigurosa y dura? A
quien medita bien qué cosa es el suplicio del fuego, ¿qué pe-
nitencia íe podrá parecer larga? Guando se trata de una eter-
nidad ¿se podrá decir escesiva cualquiera seguridad que se
quiera lomar? Y para animaros en vuestros temores (prosigue
San Juan): «No leneis que decir, tenemos á Abrahan por Pe-
ndre : en consideración de su siervo, Dios nos librará; porque
»yo os digo, que puede Dios de estas piedras hacer hijos de
»Abrahan.» Esto es, el Omnipotente que formó á Adán de la
tierra, puede hoy destruir todos los hombres, y trocar las pie-*
dras que veis en este desierto en otros nuevos, que por su
obediencia y por su fe serian con mayor razón que vosotros
hijos de Abrahan... En vano el Filósofo se gloría de cono-
cer á Dios, si no reconoce á aquel que Dios ha enviado para
salvar los hombres, Jesucristo su Hijo: en vano el Judío se
nombra hijo de Abrahan, si no cree en Jesucristo, en quien
Abrahan creyó, y por quien fué justificado: en vano el Cris-
tiano se dice discípulo de Jesucristo, sí con la heregía corrom-
pe su doctrina: en vano el Eclesiástico y el Religioso se fian
de la santidad de su estado, si no conforman con él sus cos-
tumbres.
No digáis que Dios m nos ha criado para perdernos. No;
en esto no hay duda, porque él mismo nos ofrece la peniten-
cia. ¿Y por qué no la abrazamos nosotros? Ni tampoco digáis
que por este principio todo el mundo se condenará: no por
cierto. A pesar de nuestra grande corrupción tiene y tendrá
siempre Jesucristo un gran numero de fieles adoradores. ¿Y
por qué nosotros no acrecentamos este número? Mas cuando la
corrupción fuese general en el lugar donde nos hallamos, de-
hemos tener por cierto que Dios puede suscitar hijos dóciles
en los paises mas bárbaros, y en las tierras mas incultas;
hijos verdaderos, cuya salvación recompensará nuestra pérdi-
da, y cuyo fervor condenará nuestra indocilidad y nuestra
apostasía.
Lo 2.° Es necesario hacer bien la penitencia que piden
nuestros pecados. «Haced, pues {dice San Juan) frutos dignos
»de penitencia.» Para hacer estos frutos dignos es necesario
lo primero detestar lo pasado; esto es, examinar con diligen-
cia nuestros pecados, llorarlos amargamente, aborrecerlos
sinceramente, y confesarlos exactamente... ¿Pero cómo satis-
facemos. nosotros á esta primera parle de la penitencia? Es ne-
cesario también examinarlo presente; esto es, nuestro esta-
do actual, tanto respecto á Dios, como respecto al mundo.
¿Estamos nosotros en la verdadera fe, en la verdadera reli-
gión, en la verdadera Iglesia, la Iglesia Católica, Apostó-
lica, Romana? Si no estamos, no nos tengamos por segu-
ros, ni estemos tranquilos: no nos ceguemos; busquemos
quien nos instruya: fuera de la Iglesia todo es inútil para
nuestra salvación. Si por la misericordia de Dios estamos den-
tro de su Iglesia, procuremos siempre fortificarnos mas, y pi-
damos á su Magestad gracia para serle fieles. Examinemos
también nuestro estado respecto al mundo. ¿Es legitimo?
¿Tiene alguna cosa en sí que se oponga á la ley de Dios?
¿Cómo cumplimos nuestras obligaciones? ¿No pedimos mas ga-
nancia en nuestros tratos que la justa? ¿Buscamos acaso ma-
yores conveniencias, mayor descanso, mayores placeres que
aquellos que permiten las obligaci«es que nos están anejas?
¿Seguimos prácticas y máximas contrarias á la justicia? ¿Ha-
cemos mal áalguno? Finalmente, conviene regular también
nuestras acciones y nuestra vida para el tiempo futuro, tanto
respecto á Dios, como respecto al prójimo, y á nosotros mis-
mos. Respecto á Dios: practiquemos los ejercicios de Religión,
la oracion, y la meditación con mayor fervor; tengamos mas
respeto á las Iglesias; asistamos á los divinos oficios que en
ellas se celebran: frecuentemos mas y mas los sacramentos,
y con mejores disposiciones. Respecto al prójimo; ejercite-
mos las obras de misericordia; hagamos limosna según la
posibilidad de nuestro estado. Respecto de nosotros mismos:
tratemos nuestro cuerpo con un santo rigor ; desterremos de
nosotros el ocio, las delicias, y la sensualidad: observemos
los ayunos y abstinencias de la Iglesia, no por costumbre, sino
con verdadero espíritu de penitencia, sin mitigar su severidad,
fiiera del caso de necesidad: suframos con paciencia las penas
de nuestro estado, las aflicciones que Dios nos envia, los
disgustos que nos vienen de parte de los hombres, las enfer-
medades, los dolores, y los horrores de la muerte; mortifi-
quemos nuestros sentidos con voluntario rigor, proporcionado
á nuestros pecados, siguiendo siempre los movimientos é im-
pulsos del Espíritu Santo, y los consejos de un sábio Director.
Lo 3.° No es conveniente dilatar la penitencia por cuatro
razones. La 1 porque el tiempo es breve, y la muerte está
vecina. «La segur está ya á la raiz del árbol (decia San Juan);
»el árbol, pues, que no hace frutos buenos será corlado, y
«echado al fuego»... Amenaza general para naciones enteras
que Dios reprueba, y echa de sí, como reprobó á los Judíos.
Amenaza particular, y que Dios hace todos los días á los pe-
cadores, quitándoles del mundo, y condenándoles al fuego del
infierno. Ya la debilidad de nuestra complexión, las enferme-
dades y la vejez anuncian á unos una cercana muerté: y la
sanidad, las fuerzas y el vigor de la edad no asegura larga
vida á los otros. Aprovechémonos, pues, del poco tiempo
que nos queda para llevar buenos frutos y hacer buenas obras.
La segunda razón para no dilatar la penitencia es, porque
cuanto mas presto la empecemos á hacer, la encontraremos
mas dulce: el consuelo de no haber esperado á los últimos días
de la vida nos animará: el hábito de hacerla bien nos la hará
fácil, y estaremos satisfechos de la paz de una buena concien^
cia. |Ahí (Una vida como esta es mil veces mas dulce que
aquella que se pasa en el pecado, en los remordimientos de la
conciencia, y en los continuos temores de condenarse! ¿Y por
qué diferimos el abrazarla? La tercera razón de solicitar nuestra
penitencia es, porque cuanto mas la dilatamos, se nos hace
mas difícil: cuanto mas se gustan los deleites prohibidos, tanto
mas crece el deseo, v jamás nos sacian: cuanto mas cedemos
y seguimos las pasiones, tanto mas débiles quedamos para re*
sistirles: cuanto mas dilatamos la conversión, tanto mas que-
remos dilatarla: el hábito de obrar mal, y el hábito de diferir
el obrar bien, se hacen cada dia mas fuertes. La vejez, que
quila las fuerzas, no quita los vicios, ni trueca el corazon...
Finalmente, la cuarta razón de no retardar la penitencia es,
porque dilatándola nos esponemos á riesgo de no hacerla ja-
más. iO, y cuántos han sido engañados de este modo! Corta-
ron aquel árbol infructuoso, murió aquel pecador impenitente;
¿y cuál habrá sido su suerte? ¡O arrepentimiento, que llegaste
tarde! ¡O desesperación inútil! ¿Será esta acaso mi suerte? No
lo permitáis, Salvador mió; desde hoy comienzo una vida nue-
va. | 0 Santo Precursor de Jesucristo, Doctor, y verdadero
ejemplar de penitencial Alcanzadme que sea dócil á vuestras
instrucciones, y fiel á vuestros ejemplos, y á mis resoluciones.
PUNTO 111.
Petición y coloquio.
MEDITACION XXIII.
JESUS ES BAUTIZADO POR S. JUAN BAUTISTA.
(S. Mateo B. t>. i . 17. S: Marcos e. 1. v. 9. 11. S. Lucas 21. 23.
' S. Juan i. v. 31. 33. j
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
Sentencia que han tolerado todos los que nos han precedí*
do, que experimentaremos nosotros dentro de poco, y á que
Jesucristo se sujetó.
Primeramente: Sentencia que han tolerado todos los que nos
han precedido. ¿Qué se han hecho todas aquellas naciones de
que tenemos las historias, aquellos hombres de quienes leemos
los nombres, y los que viviéron con ellos? Solo ha quedado de
ellos, que fué: esto solo se puede decir de ellos : ¿qué queda
ahora de sus obras, desús bazafias, de sus proyectos, de sus
guerras, y de sus victorias? Todo esto fué, todo esto ya no es.
Lo 2.° Sentencia que sufrirán todos aquellos que viven y na-
ceráfi, y que dentro de poco esperimentaremos nosotros mismos*
Todo lo que se acaba es breve: Adán y otros muchos viviéron
novecientos afios; esto se pasó: el tiempo del Mesías esperado
por tantos siglos llegó finalmente, y ya ha cuasi dos mil afios
que vino: asi vendrá el fin del mundo, y toda su duración pa-
récerá un instante... Conturbémonos despues de esto por las co-
sas de este mundo, apeguémonos al mundo, y ocupémonos por
el muodo. |Ah! Pensemos en la eternidad, huyamos del peca-
do, y preparémonos para la muerte
Lo 3.° Sentencia á que Jesucristo mismo se sujetó. Con esto
ha querido satisfacer á la justicia divina, para hacernos com-
prender cuán grande mal es el pecado: ha querido con esto san-
tificar nuestra muerte, y endulzar sus amarguras: finalmente ha
querido con esto animarnos, y enseñarnos la manera de morir
bien. ¿Nos deberá parecer dura la muerte á nosotros que somos
pecadores, habiéndola sufrido Jesucristo, que es la misma ino-
cencia?
PUNTO IIL
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUiNTO II.
PUNTO lU.
Petición y coloquio.
»
MEDITACION XXVIII.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO III,
Petmon y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO UI.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
(0 Isai. 40. 3.
taba, no estaba sujeto ¿ sus órdenes, y no se declaraba uno de
sus discípulos y alumnos. Finalmente el espíritu de orgullo y de
dominar que constituía el carácter de esta secta, les persuadía
que nada se hacia legítimamente, fuera de lo que emanaba de
su autoridad. Por esto con un tono imperioso y despreciativa
tan familiar en ellos, denuevo, «Le preguntáron diciéndole: có-
»mo, pues, tu bautizas, si no eres el Cristo, ni Elias, ni el Pro-
»feta?«... Estos diputados siendo ellos mismos Sacerdotes y
Levitas habian podido entender bien de la última respuesta de
Juan que él era el Precursor del Mesías anunciado por Isaías,
y que en esta cualidad tenia mas derecho de bautizar que Elias
ó alguno de los Profetas; mas el verdadero humilde nada res-
ponde á las injurias que se le oponen: y no busca modos de
justificarse, ni de hacer valer sus derechos... Juan habla de su
bautismo; pero con modestia y en dos palabras-, y estendiéndo-
se con complacencia sobre las grandezas de Jesucristo... «Juan
»les respondió diciendo: vo bautizo con agua: pero está en me-
»dio de vosotros uno que vosolros.no conocéis: Este es aquel
»que vendrá despues de mí, el cual es mucho mas que yo, de
»quien yo no soy digno de desatar las cintas de los zapatos»...
Un testimonio tan ilustre, dado por un hombre, como era Juan
Bautista, y en semejantes circunstancias era capaz de hacer
impresión en los diputados, y sobre aquellos que los habian
enviado, si los unos y los otros hubieran tenido rectas intencio-
nes; pero se contentáron con saber que Juan no era el Me-
sías, y no pensáron mas en un hombre, de quien vjeian que na-
da tenian que temer. De esta manera se comenzó á formar la
ceguedad de los Judios, por el desprecio que hacían de los pri-
meros rayos de luz que los iluminaba. Huyamos de esta terri-
ble ceguedad haciendo un santo uso de la luz que nos rodea.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
SEGUNDO TESTIMONIO
QUE DA SAN JUAN BAUTISTA AL PUEBLO AL VER i
JESUCRISTO.
(S. Juan. c. i. v. 20. 34.;
PUNTO PRIMERO.
Testimonio cumplido.
PUNTO II.
Testimonio no sospechoso.
Testimonio autorizado.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
La vocacion de Felipe.
PUNTO II.
PUNTO DI.
DE GALILEA.
(S. Juan c.2. 1. li.)
ESTE unnoto NOS WAM LO 1.® EMPBRAB á IMITAS LO» ESPOSOS DE GAMA:
LO 8 . ° ROS DEBE A RIMA E A PONE* NUE8TBA CONFIANZA BN MARÍA SANT
SIMA: T LO 3.° NOS DEBE ASBGURAB BN LA FÉ DE JESCCBISTO.
PONTO PRIMERO.
Este milagro nos debe empeñar á imitar los Esposos de Caná.
PUNTO II.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
1 . ' JESÜS ECHA FUERA DEL , TEMPLO LOS PROFANADORES DEL LUGAR SANTO.
2 . ° RESPONDE Á LOS JUDÍOS QUE SB LAMENTAN DE BSTO. 3 . ° PENETRA I L
FONDO DB LOS CORAZONES.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO PRIMERO.
TOM. I . 17
PUNTO II.
PUNTO DI.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
(1) S. J u a n c . l . v . 29.
de sif justicia irritada, con todos los favores de so divina mi-
sericordia... .Fué hecesario de parte de los hoipbres. Esta
.muerte era el medio mas propio para hacerles conocer la
grandeza de Dios, la enormidad del pecado, y los terribles
castigos que merece; para hacerles coíiocér la necesidad en
que están de crucificarse á sí mismos, y animarlos á hacerlo
con resolución, y valor, á imitación de su Salvador; y para
unirlos á Dios, y á su Redentor, con los lazos de la mas per-
fecta confianza., del mas vivo reconocimiento, y del amor mas
tierno...JFué necesariofinalmentede parte de Jesucristo... Una
muerte tan ignominiosa, y tan dolorosa, podia solo satisfacer
al amor infinito, con que amaba á su Padre, y al deseo ar-
diente que tenia de rescatarños de la manera mas abundante,
mas gloriosa á Dios, y mas útil para nosotros. Esta muerte sola
podia procurarle aquella gloria inmensa, de que quería coro-
narle su Padre, estableciéndole mediador entre él, y los hom-
bres. i O qué gloria para este Divino Salvador haber reconci-
liado el Cielo, y la tierra, y haberlo hecho de una manera tan
generosa! Si el espíritu de Jesús estuviera en nosotros, (¡em-
prenderíamos, que es necesario, que es útil; y que es glorioso
para nosotros, el que seamos crucificados con él. Esta verdad
nos librarla de muchas penas; sofocaría en nosotros muchas
quejas, y las convertiría en júbilo, y en acción de gracias.
Lo 3.° De los frutos de esta muerte... Jesucristo los predi-
ce: «para que cualquiera, que en él crea, no perezea, sino que
»tenga la vida eterna»... El primer fruto de esta muerte, es
impedirnos el perecer, librándonos de la esclavitud eterna, en'
que incurrimos por el pecado de nuestro primer Padre, y por
los nuestros. El segundo es, habernos merecido una vida eter-
na, con todas las gracias, y todos los socorros necesarios para
llegar á ella... ¡O amadores de la vida! ¿Por qué despreciáis
vosotros una que es eterna, por estar pegados á una transito-
ria, y mortal? Pecadores oprimidos bajo el peso enorme de pe-
cados sin número: ¿por qué obstinaros en pecar? Alzad los
ojos, mirad á Jesús en la Gruz. su muerte ha pagado por vo-
sotros, DO perecereis, viviréis eternamente. Creed solamente ek
él: aplicaos los méritos de sa sangre, recibiendo los. Sacramen-
tos, que él ha establecido. Creed en él; escuchadle como vues-.
tro Maestro ; obedecedle como ¿ vuestro Sefior; imitadle como
á vuestro modelo; confiad en él como en vuestro Salvador...
Creed en él, y contad desde luego con la vida eterna, que os
promete, y. que os ha merecido con su muerte... Almas cris-
tianas, ¿para qué todas esas inútiles inquietudes, que sin ha-
ceros mejores, no hacen otra cosa, que turbaros, y alejaros
de vuestro libertador? Vuestros temores le deshonran;.y vues-
tras desconfianzas le ultrajan: despues de haber moralmeote
hecho de vuestra parte lo posible, si os dejais aun sorprender
de ciertos temores, y penas: esté no procede de que bayais
pecado, sino de que teneis poca fé. -
• •
PUNTO M.
ín Ad Rom c. 8 v. 32.
grada mesa, nuestro alimento; y en el Cielo nuestra recompensa.
¡O amor divino, infinito é incomprehensible!
Lo 4.° Examinemos á que fin nos ha 4ado Dios su Hijo...
Para salvarnos, y hacernos gozar de-una felicidad, y de una
vida eterna... «Porque ciertamente (añadió Jesucristo), no ha
«enviado Dios al mundo su Hijo, para condenar al mundo, si-
»no para que por medio de él el mundo se salve. El que cree
»en él no está condenado, pero el que no cree ya ha sido con-
ndenado, porque no cree en el nombre del Unigénito Hijo de
wDios»... Dios no há enviado al mundo su Hijo para juzgarle,
condenarle, y castigarle, como lo merecía, sino para salvarle.
El que cree en él está libre de la condenación, y ya* nada tiene
que temer, pero el que rehusa creer no tiene necesidad de ser
condenado, ya lo está, y persiste en.su condenación, supuesto,
que no quiere reconocer al único Hijo de Dios, que solo podría
librarle. Este nuevo pecado es el mas grande de lodos, y pone
el colmo á todos los demás.
*
Petición y coloquio.
PUNTO II. .
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
PUiNTO PRIMERO.
El celo de la Samariíana.
La caridad de Jesús.
PUNTO IV.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
Docilidad de su fé.
PUNTÓ II.
Perfección de su fé.
PUNTO ra.
Petición y coloquio.
FERMO EN CAFARNAUN»
PPNTO PRIMERO.
PUNTO II.
La fé de este padre.
PUNTO nr. ,
Los beneficios recibidos por este Padre.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
La persona de Jesucristo.
PUNTO II.
Del demonio.
PUMO III.
Del pueblo.
Petición y¡ coloquio»
Haced, ó Jesús mío, que todo el mundo píense eo Vos; que
toda la tierra os conozca; y que toda mi alma sea penetrada de
Vos: sed, ó Jesús mió, el solo objeto de mi admiración, y de
mi amor. Que suerte para mí mas féliz, que teneros por Maes-
' tro... Instruidme siempre mas, y bacedme la gracia de ser mas
fiel en practicar vuestras divinas lecciones. Renovad en mi, 6
poderoso^libertador, las obras de vuestra misericordia: echad
de mi corazon el peder del demonio; libradme de su tiranía;
concededme que triunfe, y no permitáis, quesea su victima
en el infierno. Antes bien, haced que dea conquista vuestra en
el Cielo. Amen.
MEDITACION XLV.
LAS TRES COSAS QUE VOS PROPONE BL SAGRADO TEWO, PARA ESTA MEDITA-
C I Ó N , 80N 1.® LA ENFERMEDAD DB LA SÜEGRA DE SAN P E D R P : S . ° 8V
S A N I D A D MILAGROSA: 3 . ° EL CSO QÜB É I Z O D E E L L A .
PUNTO PRIMERO.
Sh enfermedad.
PUNTO II.
PUNTO ni.
Petición y coloquio. .
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO III.
Petición y coloquio.
PUNTO II.
. ! . PUNTO IIL.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO*
PUNTO II.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
Primera bienaventuranza.
PUNTO III.
Petición y colóquio.
•
Sed en adelante, ó Jesús mío, mi modelo; enseñadme áser
como Yos, manso, y humilde de corazon; á poseer mi alma, y
á desterrar de mi espíritu la inquietud, y la aspereza de mis
palabras: dadme una afabilidad enemiga de las contiendas, de
las quejas; la mansedumbre, que se gana todo el mundo: dad-
me una paciencia, que jamás se canse: concededme también,
que me despoje de todas las cosas, á lo ménos en el afecto,
para practicar la pobreza evangélica, para quien Yos reserváis
los tesoros de vuestra misericordia. Amen.
MEDITACION L.
PüiNTO PRIMERO.
Tercera bienaventuranza.
•
Dios: si reconociendo sus penas, como venidas de la mano de
Dios, las sufren con paciencia, y resignación, con espiritu de
penitencia, y para satisfacer por sus pecados; llegando hasta
sufrirlas con amor; y reconociendo, que Dios los castiga, y los .
purga, haciéndolos semejantes á su hijo.
Consideremos lo tercero, ¿en qué son bienaventurados los
que así lloran? Son bienaventurados «porque serán consolados»..
Lo'serán en el Cielo, de donde está desterrado todo motivo dé
aflicción, y donde poseerán en Dios una perfecta felicidad... Lo
serán sobre la tierra, por medio de las internas consolaciones,
de las gracias particulares, por las cuales conocen, que tiene
Dios pesadas sus lágrimas, y medidas sus aflicciones; y porque
viven seguros, que están contados por Dios todos sus suspiros;
y porque esperan, que serán abundantemente premiados... Lo
serán también sobre la tierra, por medio de consolaciones este-
riores: porque si Dios los aflige por una parte; multiplica por
otra sus favores; pues Dios ordinariamente no permite, que to-
das las aflicciones vengan de un golpeé y por todas partes so-
bre una persona. ¡Pero ingratos de nosotros, que nos lamenta-
mos de él, por los bienes de que nos priva; y léjos de agrade-
cerle los bienes de que nos colma, abusamos de ellos para
ofenderle, y condenarnos!
2.* De las lágrimas de la religión.,. Y en primer logar,
¿quiéues son aquellos, que por la religión están condenados á
las lágrimas?... Primeramente son todos los cristianos, que en
virtud de las promesas hechas en el santo bautismo, han renun-
ciado á las pompas, á las fiestas, á las alegrías, y á las vanida-
des del mundo: despues aquellos, entre los cristianos, que ó
viviendo en el siglo, ó habiéndose por elección de estado, se-
' parado de él, profesan una vida mas santa, y mas perfecta...
En segundo lugar, ¿qué cosa deben practicar estos para ser
bienaventurados?... Son estos bienaventurados, si instruidos del
espíritu de su vocación, y conservándole detestan las felicida-
des mundanas, aborrecen el fausto, el orgullo del siglo; huyen
los placeres, las alegrías, y las delicias del mundo; y entablan,
por el contrario, una vida séria, retirada, ocupada*, laboriosa,
y penitente.
En tercer lugar, ¿en qué son estos bienaventurados?... Son
bienaventurados «porque serán consolados»... Serán consola-
dos en el Cielo, donde gozarán una alegría pura, y proporcio-
nada á su penitencia, á su fervor, y á sus lágrimas... Serán
consolados sobre la tierra gustando cuanto tiene de consolante #
una buena conciencia en todos aquellos qué cumplen las obl>- *
gaciones del cristianismo, y de la perfección... Y serán conso-
lados también sobre la tierra, por la estimación, por la coa*
fianza, y por el amor, que se conciiiarán de las personas hones-
tas, y buenas; esto les dará valor, y ánimo, para sufrir él pe-
so, y para soportar el rigor, sin que por esto sea el motivo, ó
la recompensa de su virtud.
5. a De las lágrimas de la oracion... ¿Cuáles son estas lá-
grimas?... Innumerables son los manantiales, que nos abre la
oracion... Lágrimas de celo, á vista de los males, que sufre la
Iglesia: de los esoándalos que se cometen; de los ullrages, que
se hacen á Dios por los pecadores; á vista del número infinito
de almas, que se abandonan á una vida desordenada, y se con
denan para siempre... Lágrimas de penitencia, ¿ vista de núes*
tros pecados, y de nuestra cuotidiana infidelidad... Lágrimas
de tristeza; considerando la duración, la miseria, y los peli-
gros de nuestro destierro... Lágrimas de compasion, meditan**
do las penas, los tormentos, y el sufrimiento de Jesucristo...
Lágrimas de devocion, adorándole en la Eucaristía... Lágri-*
mas de ternura recibiéndole en la comunion... Lágrimas de
amor, contemplando la suma amabilidad de Dios, la grande-
za, y la inmensidad de sus beneficios... ¿Pero quién podrá con-
tar todos los manantiales de lágrimas, que el Espíritu Santo
hace brotar en un corazon fiel, y dócil á sus operaciones?
Son bienaventurados todos aquellos, que derraman tales
lágrimas «porque serán consolados»... fin el Cielo, donde se
enjugarán todas las lágrimas, y donde plenamente, y.para
siempre gozarán del Dios de toda eonsolacion... En la muerte,
la cual será para ellos llena de dulzura, y que será un ensaye
de los bienes eternos, que tanto han suspirado... Serán tam-
bién consolados en sus mismas lágrimas, i Ahí ¿Quién podrá
decir, cual es la dulzura de las lágrimas, que hace correr el
amor divino? Si conociéramos su precio, y su amabilidad, no
tendríamos dificultad de arrojar de nuestro corazon toda vana
alegría, por solo llorar: á las lágrimas consagraríamos todos
los momentos libres de nuestras ocupaciones, ellas serían nues-
tro manjar por el día, y por la noche nuestra bebida; ellas se-
rian todas las delicias de nuestra vida.
PUNTO II.
Cuarta bienaventuranza.
PUNTO IU.
Quinta bienaventuranza.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
Sesta bienaventuranza.
t
«Bienaventurados los de limpio corazon; porque ellos ve-
»rán ¿ Dios»... ¿Qué cosa es la pureza del^orazon? ¿Cuáles
son los prejuicios, que se forman contra esta virtud? ¿Y cuáles
serán finalmente sus recompensas? Examinemos por partes esta
Materia.
Lo i.° ¿Qué cosa es, y en qué consiste la pureza de cora-
zon?.. Tres grados se distinguen en la pureza de corazon... El
primero, es el estado de gracia, que pertenece á la vida pur-
gativa. En este primer grado un corazon puro es un corazon
acrisolado, y purgado de la mancha del pecado mortal, y
apartado de lodo afecto al pecado venial, de manera, que rei-
na en él el amor de Dios: y en él habita la gracia santificante:
esto se llama ser justo..
El segundo grado es un estado de virtud, que pertenece á
la vida iluminativa. En este segundo estado se halla un cora-
zon puro, del cual se han extirpado los hábitos malos para
substituir otros santos, de manera, que en él ya están mortifi-
cadas, y sujetas las pasiones, y con facilidad practica la vir-
tud : esto se llama ser virtuoso..
El tercer grado es un estado de santidad, que pertenece á
la vida unitiva. En este tercer grado un corazon puro es un
corazon despegado de todas las criaturas, y unido solo á Dios.
Ninguna criatura le puede mover; solo Dios le mueve: no ha-
lla otro gusto, ni otro placer, otra consolacion, otro dolor, otra
tristeza, Otro deseo, otro temor, otro afecto, y amor, que se-
gún Dios, por Dios, y por el cumplimiento de su santísima vo-
luntad : esto se llama ser santo.
Contentarse con el primer grado, ó verdadero, ó pretendi-
do, sin aplicarse eficazmente á adquirir los otros dos, se llama
estado de tibieza , estado peligrosísimo en el negocio de la sa-
lud. Nuestro corazon es como un centro, donde todo va á pa-
rar. '.Nuestros sentidos exteriores se complacen en extenderse
por todas partes, y llenarse de mil impuros objetos, que pe-
netran despues hasta el corazon: es necesario tener en esclavi-
tud los sentidos, y encadenarlos, para poder permitirles solo lo
necesario. Nuestro espíritu, nuestra imaginación, y nuestra
memoria son facultades inquietas, que-sin cesar envían mil va-
pores , cuya malignidad va á parar al corazon.
Es necesario tenerlas sujetas, y ahuyentar con imperio to-
do pensamiento, toda imaginación, y todo recuerdo, no solo
desreglado, ó peligroso, sino también inútil. El corazon final-
mente es un terreno ingrato, que las mas veces produce solo
espioas, y veneno; afectos desordenados, deseos injustos, in-
tenciones pecaminosas: conviene arrancar, sin* compasion,
hasta la última fibra, estas impuras producciones, y desarrai-
garlas tantas cuantas veces renacen.
Lo 2.° ¿Cuáles son los prejuicios, que se forman contra la
pureza de corazon?.. Primer prejuicio: vivir de esta manera es
un vivir triste, é infeliz... ¿Pues qué? ¿Nuestra felicidad puede
venirnos del pecado, de las pasiones, ó de las criaturas? ¿Aca-
so no son estos los principios, y el origen de todas nuestras
penas, de todos nuestros afanes, y de todas nuestras desgra-
cias? ¿No nace de este cruel imperio la funestísima, y durísi-
ma esclavitud, que experimentamos? ¡ODiosI ¡Qué dulzura
gusta un alma, que ha roto sus lazos, que se ha puesto en li-
bertad, y que solo está unidad Vos!.. Segundo prejuicio...
Una tan continua atención es casi imposible... ¿Pero la gracia
no hace todas las cosas posibles? Hubo Santos, hubo almas
puras de todas las condiciones, y aun de aquella en que ñopo-
tros nos hallamos, que siguieron una vida semejante: es ver-
dad que se encuentran dificultades, y que para adquirir esta
pureza de corazon, se requieren atenciones, y aplicación; pero
sin dificultades no se consigue bien alguno. Tienen su dificultad
las ciencias, y las artes: m^s las dificultades no impiden el ad-
quirirlas, y aprenderlas. Estas dificultades se allanan ¿ propor-
cion de los progresos, que se hacen; y en fin el gusto de ha-
berlas vencido recompensa la fatiga, que ha costado el vencer-
las. Lo que al principio parece imposible, se hace fácil con el
uso. Por otra parle, estas dificultades nos suministran un me-
dio de dar á Dios testimonio de nuestro amor, y por difícil que
sea loque viene mandado, por el amor, es dulce, y fácil...
Tercer prejuicio... Esta perfecta pureza de corazon no es de pre-
cepto... Antes es de precepto indispensable; y de precepto, que
esencialmente deriva de la grandeza, y de la santidad de Dios.
De hecho, ¿no basta una, aunque mínima impureza para cer-
rarnos el Cielo, donde nada entra, ni puede entrar manchado?
¿y para purgar nuestra alma, se requiere algo ménos, que las
llamas del purgatorio? {Ahí Entonces se comprenderá cual ha
sido la locura de cambiar algunas penas ligeras, que purificán-
donos aquí, hubieran también aumentado nuestra corona, con
aquellos suplicios, que se sufren alia, como puro castigo, sin
que le agraden á Dios, y sin mérito alguno nuestro.
Lo o.° ¿Cuáles son las recompensas para los puros de cora-
son? Aquellos, que tienen puro el corazon verán á Dios. Le ve-
rán en sus obras; en el establecimiento, y conservación de su
Iglesia; enlós santos libros, que contienen sus oráculos, y en
todos los acaecimientos, que son efecto de su providencia: le
verán en sus internos favores: sí, las luces, las consolaciones,
las delicias sobrenaturales, de que Dios se complace de tiempo
en tiempo inundar un corazon puro, tienen tanto de divino, y
de inefable, que en su comparación, son horrores, y tormentos
todas las delicias de la carne, y del mundo. Finalmente le ve-
rán en sí mismo en el Cielo. Enlónces, cuando los dolores de
la última enfermedad, los sacramentos, las preces, y oraciones
TOM. I . 24
de la Iglesia habrán acabado de purgar esta alma; entonces,
coando una muerte santa habrá sellado, con la perseverancia
final, su fidelidad; vendrá ella á ser admitida á ver á Dios cara
á cara; á gozar de él, y á amarle con un amor beatifico, y
eterno. jO recompensa digna de la bondad de un Dios!...
¿Creeré yo que hago mucho, por mas que haga, para poseerla?
¡O pureza de corazon, que preciosa eres, y que digna de
todas mis atenciones!
PONTO n .
Séptima bienaventuranza.
PUNTO III.
Octava bienaventuranza.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO II.
PUNTO MI.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
El homicidio.
1.° De los pecados prohibidos con el homicidio. «Oísteis,
»que fué dicho á los antiguos, no matarás; y quien matare se-
»rá reo en juicio: pero yo os digo, que todo aquel, que se
»enoja contra su hermano, será reo en juicio: y el que dijere
»á su hermano raca (1), será reo en el Concilio: y quien dije-
»re tonto, será rfeo de la Gehenna (2) del fuego»... Con este
precepto se prohiben los pecados de obra, como el matar,
cortar algún miembro, herir, y dar de golpes á alguno sin de-
recho, sin autoridad, por motivo de cólera, de brutalidad, de
ódio, de venganza, ó de capricho... Se prohiben también los
pecados de palabra: palabras de maledicencia, de calumnia,
de desprecio, de insulto, y de ullrage, proferidas por ódio, por
malicia, ó por cólera. También se prohiben los pecados pura-
mente internos; como los movimientos de la cólera, de enfado,
y de ódio, por los que interiormente nos airamos contra el pró-
(1) Raca quiere decir hombre insulso, ó ligero.
(2) Gehenna ó Gehennon era un Valle ameno cerca de Jerusalen en
la falda del Monte Moría, donde en algún tiempo sacrificaron los Hebreos
al Idolo de Baal sus propios hijos, consumiéndolos con el fuego; y de
aquí se tomó la costumbre de aplicar la misma voz al fuego eterno del
infierno.
jimo, nos alegramos de sus desgracias, deseamos hacerles mal,
ó que les venga. Todos 'estos pecados, á no ser que venga la
malicia disminuida por alguna circunstancia, son gravísimos
en el tribunal de Dios. Observemos los grados, que aquí pone
Jesucristo.
Explicando los Escribas, y Fariseos este precepto de la ley,
hablaban solo del homicidio. Todos le miraban como pecado
capital, y digno del juicio. Ahora Jesucristo quiere que la sim-
ple cólera, que está en el corazon, sin manifestarse con pala-
bras, ni con alguna acción, sea mirada con los mismos ojos,
que miraban los Fariseos el homicidio; que es decir, como dig-
na de juicio; esto es, de ser llevada, y presentada á los tribu-
nales de los superiores, que tenían autoridad para condenar á
muerte. Quiere también que una palabra injuriosa, aunque so-
lo contenga una mediana injuria, cuando se dice con cólera, se
mire como uno de los mayores delitos, que eran juzgados por
el consejo, ó sea gran sinedrio, que podía solo conocer de los
cometidos contra el estado, y contra la religión... Finalmente
quiere que una palabra, que incluya una injuria atroz, se mire
como un delito, para cuyo conocimiento no baste la justicia
humana, y para cuyo castigo no sean suficientes todos los su-
plicios temporales... Así decide, y pronuncia Jesucristo Sobe-
rano Juez del universo. [Qué cosa será, pues, en su presencia
el homicidioI Velemos con mas escrupulosa atención, no solo
sobre nuestras operaciones, sino también sobre todas nuestras
palabras, para no ofender á ninguno: regulemos también todos
nuestros movimientos interiores, y aun los mas escondidos en
los senos de nuestro corazon..
2.° De la obligación de reparar enteramente todo el mal,
que se ha ocasionado al prójimo... «Si tú, pues, estás ya para
»hacer tu.oferta en el altar; y allí te viene á la memoria, que
»tu hermano tiene alguna cosa contra tí, deja allí tu oferta de-
bíante del altar, y ves á reconciliarle primero con tu hermano,
»y despues vuelve á hacer tu oferta»... Si has hecho alguna
injuria á tu prójimo en sus bienes; si retienes alguna cosa su-
ya, si le has ocasionado alguna pérdida, si le has hecho algnn
daño, se necesita restituir, é indemnizarle enteramente... Si
has hecho algún daño á su reputación, á su honor, á su crédi-
to, se neeesita hacer todos los esfuerzos para restituirle en el
grado primero de estimación, y de honor... Si le has ultraja-
do, ofendido, ó mortificado, se necesita aplacarle, y darle sa-
tisfacción: finalmente si crees que tu prójimo tiene alguna
cosa contra tí, aunque tú no tengas culpa, aunque tú no le ha-
yas dado algún motivo, no debes perdonar diligencia alguna
para quitar su prevención, destruir sus sospechas, disipar las
sombras, que pueda haber, y para restablecer la caridad en su
corazon, y hacer revivir entre vosotros dos la unión, y la buena
armonía. Sin haber procurado de tu-parle una sincera reconci-
liación, no esperes que Píos reciba tus súplicas, ni tus sacrifi-
cios: no pienses que serás admitido al sacramento de la recon-
ciliación, y ménos presumas recibir en la santa comunion él
Dios de la paz. y de la caridad, que nos ha impuesto esta ley,
y esta ob ligación.
3.° De ta obligación de reparar inmediatamente la injuria
hecha al prójimo... «Acomódate presto con tu contrario, mién-
»tras estás con él en camino: no sea que tu contrario te entre-
»gue al juez, y el juez te entregue al ministro, y seas puesto
ven la cárcel»... Has de acomodar, si puede ser en el mismo
dia, la diferencia que hay entre tí, y el prójimo; has de repa-
ran el daño luego; cuanto mas lo dilates, tanto será mas gran-
de, y mas difícil de satisfacer, y mas considerable, mas profun-
da, y mas difícil de curar la llaga... Guárdate de diferirlo á la
muerte, que tal vez te vendrá de sorpresa; y entonces por lo
regular te ocuparán otros pensamientos: y ó no tendrás toda la
libertad, y comodidad para cumplir esta obligación, ó no lo
podrás hacer perfectamente. Tu, y el ofendido sois como dos
litigantes, que se encaminan á encontrar su común juez: ántes
de llegar componte con tu contrario: miéntras estáis en el ca-
mino, podéis acomodar vuestras diferencias mejor de lo que
hará la justicia, cuando llegue á conocer vuestra causa. ¡01
Tom. I. 25
jy con qué rigor te juzgará! Si tuvieses ia desgracia, ó la im-
prudencia de dilatar esta obligación basta la muerte, en aquel
punto, á lo ménos, no seas tan temerario, que des un paso tan
terrible sin poner primero en órden un negocio tan esencial.
Piensa qué se trata'de un todo para tí: que el tiempo
aprieta, que los derechos, que has atropellado de tu prójimo,
te acusarán en el tribunal de Dios vuestro Juez, y que te con-
denará con todo el rigor de su justicia.
4.° Del castigo de aquellos, que mueren sin haber reparado
el mal, que han hecho al prójimo... «Te digo en verdad (con-
tinua Jesucristo) que no saldrás de allí hasta que pagues el ÚI7
»timo cuadrante»... La sola idea de la prisión hace temblar, y
estremece: pero ¡ay de mil ¿Qué cosa son las mas horribles
prisiones en comparación de aquella de fuego á que condenará
á los culpados la justicia divina? Si vuestra culpa es venial, no
saldréis de la prisión ántes de haber satisfecho á todo el rigor
de la justicia divina: pero si fuese mortal, ¡y ó cuán poco es
necesario para hacerla tal á los ojos del Soberano Juez! Jamás,
jamás saldréis de aquella prisión, y de aquel fuego de que está
llena; porque no llegareis jamás á pagar vuestra deuda: ni ja-
más estareis en estado de satisfacer por ella.
PUNTO II.
Del juramento.
l.° Del juramento por el santo nombre de Dios... «Ade-
»más oísteis (continua Jesucristo) que se ha dicho á los anti-
»guos, no perjurarás: mas cumplirás al Sefior tus juramentos.»
Pero yo os'digo, que de ningún modo juréis... Veamos prime-
ro lo que prohibía áeste propósito la ley antigua... Cuanto al
juramento, que mira á lo pasado, ó al presente, ó por el que
se asegura, que una cosa es, ó fué, la ley prohibía en términos
formales el tomar el nombre de Dios en vano... Esto es, el per-
jurar ó jurar en falso por el nombre de Dios. Cuanto al jura-
mento, que mira á lo futuro, por el que se promete, ó se "ase-
gura,- que una cosa será, prohibía el faltar á los votos que se
habian hecho al Sefior, ó á las promesas hechas al prójimo con
juramento; cuando estas obligaciones no contenían algo de in-
justo, ó de irracional... De hecho, en estos dos casos el jura-
mento falso es uno de los delitos mas graves, que se puedan
cometer; porque se trae con él á Dios por testigo, y fiador; ó
por decirlo mejor, por cómplice de la falsedad... Es un delito,
que aun en esta vida ordinariamente le castiga Dios severa-
mente. Veamos ahora lo que á este propósito prescribe la ley
de Jesucristo...
La ley nueva da á la antigua toda su estension, y toda su
fuerza, y ordena lo primero no jurar absolutamente: esto es,
no solo el no hacer juramentos falsos, pero ni tampoco inútiles,
aunque sea verdad lo que se jura; porque es faltar al respeto
debido á la Magestad de Dios, emplear la autoridad de su nom-
bre sin necesidad, ó por decir cosas vanas, ó (lo que será mu-
cho peor) malas, é ¡lícitas... Ordena lo segundo no jurar a b -
solutamente: esto es, no solo por el santo nombre de Dios, sino
también por las criaturas: porque* jurar por las criaturas es
jurar por las obras de Dios, y esto es jurar én algún modo por
el mismo Dios, como despues esplica nuestro Señor. Ordena lo
tercero no jurar en algún modo; pero esto no quiere decir, que
no sea jamás lícito eljurar: no podían tomar en este sentido
las palabras de Jesucristo los que las oían: sabiendo por otra
parle qúe la Escritura, que él les esplicaba todos los dias, or-
dena jurar cuando es necesario por el nombre del Señor; y que
alaba á aquellos,.que juran cuando la necesidad lo pide. Nin-
guno, fuera de algunos Hereges (1), han podido sostener este
sentido. Estos leyendo la Escritura, sin guia, é interpretándola
á sir gusto, han encontrado su ruina, donde deberían encontrar
su edificación: justo castigo de Dios por su temeridad:, debe-
rían haber atendido al ejemplo de San Pablo, el cual toma á
las veces á Dios en teslimonio de la verdad, que anuncia: de- -
berian haber creído á la Iglesia, que aprueba el uso de los tri-
bunales, en que se pide el juramento á los testigos, que son
preguntados, y que ella misma pide para asegurarse de la obe-
diencia, y de la-fé de aquellos que eleva á alguna dignidad..!
Se opondría á la doctrina de la Iglesia el que osase afirmar,
que ninguna cosa es mas contraria al Espíritu de Dios, y á la
doctrina de Jesucristo que estos multiplicados juramentos.
2.° Del juramento por las criaturas... «Pero yo te digo,
»que no jures de modo alguno, ni por el Cielo, porque es el
(i) Los Anabaptistas, y Wiclefistas.
«trono de Dios: ni por la tierra, porque es el escabel de sus
»pies: ni por Jerusalen,'porque es la Ciudad del gran Rey... Ni
«jurarás por tu cabeza, pues no puedes hacer blanco ó negro
»uno de tus cabellos»... Las criaturas nos representan á Dios,
y sus divinas perfecciones: esta es la relación que tienen cuan-
do se emplean en el juramento: no pudiendo las criaturas por
si mismas dar testimonio de la verdad, que nosotros afirma-
mos: el jurar por ellas, es jurar por el nombre, y por la ver-
dad del mismo Dios; por esto está prohibido lo uno, y lo otro: y
en el uno, y otro caso es necesario seguir las mismas reglas...
Siendo de otra naturaleza el juramento que hacemos por noso-
tros mismos, está también prohibido por una razón diferente.
El juramento hecho por el nombre def)ios, ó por las criatu-
ras, es una simple aseveración por la verdad, de que tomamos
á Dios por testigo. El juramento por nosotros mismos, á la
aseveración afiade la imprecación, por la cual nos sacrificamos
á los castigos, y á la muerte, si decimos la falsedad; - y esto
justamente está prohibido, porque nosotros no somos de noso-
tros mismos, sino de Dios nuestro Sefior: y sacrificarnos de
tal manera, es disponer de nosotros mismos, cosa, que no po-
demos hacer sino en el caso que la ley permite.
3.° De la idea de las criaturas relativamente 4 la contem-
plación... La idea bajo la cual nos representa el Sefior la rela-
ción de las criaturas con Dios, es tan noble, y tan magnifica
que puede servir, no solo para hacernos conocer la naturaleza
del juramento, sino también para elevarnos á Dios por medio
de la mas sublime contemplación. 1.* El Cielo es.el trono de
Dios: allí está sentado Jesucristo á la diestra del Padre Omni-
potente: allí está la Santísima Trinidad, el Dios eterno, y úni-
co, manifestando toda su gloria, y comunicando toda 'su felici-
dad á sus criaturas... respetemos, pues, aquella bienaventu-
rada mansión... 2.° La tierra es el escabel de sus pies: mientras
que vivimos sobre ella, estamos continuamente á los pies del
trono de Dios: al pie de este trono fué sacrificado el Cordero
sin mancha, fué derramada su sangre, v se derrama aun todos
los dias ofrecida en sacrificio perpétuo; allí podeiños- hacer
que-se oigan nuestras plegarias, podemos aplacar la justicia
del altísimo, y traer sobre nosotros su misericordia: allí se
concede el perdón; y allí se distribuyen las gracias... ¿Pues
cómo nos atrevemos á profanar un tal lugar con el juramento,
y con nuestros desórdenes? 3-° Jerusalen es la ciudad del gran
Bey... Jerusalen era el asiento de los Reyes de Judá, y en esta
cualidad le pertenecía á Jesucristo; ella poseía el solo, y único
templo del universo, destinado al culto legítimo del verdadero
Dios, y como tal, era la ciudad santa, y el centro de la Reli-
gión: todo aquello, pues, que pertenece á Dios, nos debe ins-
pirar un santo, y religioso respeto... Siendo nosotros depen-
dientes de Dios, é impotentes de. volver blanco, ó negro uno
solo de nuestros cabellos, no podemos ni aun jurar por nuestra
cabeza, porque vendríamos á proferir un juramento vano, inú-
til, é injurioso ¿ la Magestad Divina.
4.° De la simplicidad de nuestros discursos... «Sea, pues,
»vuestro hablar, sí, si: no, no: porque lo demás viene de co-
«samala»... No solamente debemos evitar el juramento for-
mal, sino también cuanto se le puede asemejar, como muchas
. palabras en que falta solo una sílaba, ó un acento, para sér un
juramento: otras muchas, que ofenden los oídos religiosos, y
que ordinariamente se llaman juramentos; y finalmente, todas
las expresiones que llevan consigo la exageración; debemos
evitar aquella redundancia de palabras, porque en ella siempre
hay algo de malo, de peligro, y de escándalo: porque ella
viene del espíritu maligno, y de nuestro enemigo, que busca
todas las ocasiones de hacernos caer; y porque procede de un
mal'principio, que hay en nosotros: esto es, del orgullo, del
fausto, de la presunción, de la cólera, de la obstinación, del
amor propio, de la avaricia, y del interés... Examinemos,
pues, nuestras palabras, y regulémoslas escrupulosamente con
la celestial doctrina de Jesucristo, en cuyo tribunal debemos
dar cuenta estrecha, sin que una sola se pueda escapar dé su
conocimiento, y de su justicia.
raba especialmente á los Apóstoles, y á los Cristianos perse-
guidos, que muchas veces se han visto en la obligación de
practicarla literalmente; y aun hoy dia se pueden hallar en la
' misma obligación los sucesores de ios Apóstoles, y los mismos
Cristianos. La obligación, pues, que mira ¿ todos es de reves-
tirse del espíritu de esta ley, y de guardarse, sobre todo, de
dar en los extremos opuestos... ¿No adoptamos nosotros, por
ventura, las máximas, que Jesucristo quiere aquí destruir? ¿No
estamos, acaso, habitualmente dispuestos á dar mal por mal?
¿Cuánto»hay, que conservan la memoria de las ofensas hasta
que se ofrece la ocasion de vengarse? ¿Y quién sabe si nos
contentamos con dar según la medida del mal recibido, aun en
los términos de la ley antigua, ojo por ojo, diente por diente?
lAhl se siguen por io común las impresiones ciegas de la pa-
sión, y del odio, que no se contentan jamás con los términos
de la moderación... Examinemos aquí nuestro corazon, y re-
formémonos según la ley del Evangelio, porque por ella sere-
mos juzgados. Nuestro Señor despues de haberla propuesto así
en general, la aplica á tres diferentes casos, y la explica con
tres'ejemplos.
1 C u a n d o seamos ultrajados hasta con golpes. «Mas si al-
»guno te hiriere en el carrillo derecho, preséntale también el
»otro»... Confrontemos con esta máxima nuestra paciencia:
si los ultrajes, y malos tratamientos, de que nos quejamos, son
de esta Naturaleza, veamos con que generosidad los debemos
sufrir; pero si se trata de una palabra, de un gesto, de un mal
semblante, de una cosa de nada, que nos ofende; avergoncé-
monos de vernos tan distantes de la perfección del Evangelio,
y de tener sentimientos tan opuestos á los de Jesucristo.
2.° Cuando seamos despojados de nuestros bienes, hasta
dejarnos perdidos, y arruinados... «Y á aquel que le quiere
»poner pleito, y quitarte la túnica; cédele también la capa»...
Comparemos nuestra conducta con esta máxima. Si los agra-
vios , que nos hacen, llegan á este exceso, aprendamos con
que desinterés los debemos mirar: pero si nos dejamos llevar
MEDITACION LIY. 39"/
de Diiestro natural, y prorrumpimos en injurias por nna pala-
bra, que ofende en un punto nuestro honor, ó nuestra vanidad,
ó por una pequefia pérdida, por un dafio ligero, por la priva-
ción dé una pequefia ganancia, que no nos quita aun nuestras
comodidades, si hacemos formar procesos por cosas de poco
valor, ó por un derecho de ninguna consecuencia: ¡ah! reco-
nozcamos cuan lejos estamos de Jesucristo.
3.° Cuando seamot molestado* hasta ser tratados como es-
clavos... «Y si uno te obligare á correr por una milla, ves con
»él otras dos»... Comparemos nuestros sentimientos con esta
máxima: si se nos hacen vejaciones cpmo esta, aprendamos
con que dulzura las debemos sufrir: pero si aquello, que se
vos manda, nos viene impuesto por la legítima autoridad; si es
conforme á nuestro estado, y á nuestro empleo; si nos es cosa
honorífica; si tiene por objeto el bien público, la gloria de
Dios, y el alivio del prójimo: con lamentarnos, como solemos
hacer, damos bien á entender, que hasta ahora nada hemos
. aprendido en la escuela de Jesucristo.
PUNTO II.
PUMO III.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO III.
PUNTO PRIMERO. .
t
PUNTO IL
habéis dado por Mfesias, por Rey, por Salvador, y por Juez...
Vengaánuestros corazones el reino de vueslra gracia: reinad*
en ellos como soberano, todo se os rinda, todo se os sujete,
nada se os resista... Venga, despues de esta vida, el reino de
vuestra gloria: no nos priven de él nuestros pecados. La pe-
nitencia nos vuelva á poner en el camino qué á ella nos guia:
y vuestra misericordia, concediéndonos el perdón, y el don
de la perseverancia final, nos ponga en la posesion de aquel
reino pacífico, y bienaventurado, donde sumergidos en el
mar de las delicias de una vida eterna, gozemos de la abun-
dancia de toda suerte de bienes: esto es, de bienes dignos
de Vos, ó Dios mió, dignos de nuestro nacimiento divino, y
de* la santidad de nuestro estado. Tales son sin duda nuestros
deseos; pero hagamos también todos nuestros esfuerzos, para
establecer en los otros, y principalmente m nosotros mismos
el Reino de Dios, y destruir el reino del mundo, el reino del
pecado, el reino del amor propio, y de las pasiones.
3.° Tercera petición... Hágase tu voluntad, asi en la tierra
como en el Cielo... Humíllense, y ríndanse á vuestra voluntad
todos los hombres sin distinción, Judíos, y Gentiles... Hágase
tu voluntad sobre la tierra por todas las criaturas que os co-
nocen, como la hacen en la feliz mansión de la bienaventuran-
za los Angeles, y los Bienaventurados... Desterrad, Sefior, al
profundo del infierno toda injusticia, toda ingratitud, toda re-
belión, y no haya otra cosa sobre la tierra, como en el Cielo,
que corazones sumisos á vuestra ley... Yo en particular os so-
meto el mió; abrazo, adoro, y me resigno con toda mi alma al
cumplimiento de vuestra suprema Voluntad, la cual, sin per-
juicio de la libertad de los hombres sobre la tierra, como en el
Cielo, gobierna todas las cosas, todo lo hace servir á los de-
signios de su'gloria, y á las miras de su providencia: en todos
los acontecimientos, aun los mas funestos de la vida reconoce-
ré, ó Dios mió, vueslra adorable voluntad, que se cumple sin
ser ménos santa, y ménos adorable en aquello que permite so-
bre la tierra, que en aquello, que manfla en el Cielo.. . Esta con-
linua mira de la voluntad de Dios, que fué síemptfe la mira
dominante de Jesucristo, debe ser el principio de nuestros
deseos, y de nuestras acciones... ¿Pero son así nuestros sen-
timientos? Rezamos estas palabras: ¿pero cuántas veces hace-
mos lo contrario de lo que pedimos?.. En el Cielo todo obedeee
á Dios con prontitud, con exactitud, con puntualidad, con
júbilo, con amor: ¿es esta la manera con que nosotros le
obedecemos? ¿Hacemos así su voluntad, cumpliendo sus pre-
ceptos, ó los de aquellas personas que nos gobiernan en su
lugar? ¡Ay de mí! Nuestra voluntad, respeto á la suya, está
como la carne respeto al espíritu en una manifiesta oposicion, en
una funesta, y continua contradicción... jO propia voluntad
sin la cual no hubiera infierno 1 ¿Cuándo te someterás ¿ aque-
lla voluntad sumamente amable, y perfectamente amada, que
hace el mérito de los fieles sobre la tierra, y la felicidad de los
bienaventurados en el Cielo?... Én estas tres peticiones pode-
mos reconocer el misterio de la Santísima Trinidad; y dirigir
Cada una de ellas á cada persona divina: la primera al Padre,
como á la fuente de toda santidad: la segunda al Hijo, que ha
establecido sobre la tierra el Reino de Dios: la tercera al Espí-
ritu Santo, que es la voluntad, y el amor del Padre, y del Hijo.
A estas tres peticiones podemos también referir los actos de las
tres virtudes teologales: mirando la primera como relativa á la
fé, la segunda á la esperanza, y la tercera á la caridad.
PUNTO m .
Petición y coloquio.
• PUNTO PRIMERO. *
PUNTO II.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
Tox. I.
PUNTO II.
Respecto á Dios la oración. Examinemos el objeto, el motivo
y la condicion de esta obligación.
Petición y coloquio.
EN LOS CONOCIMIENTOS.
PUNTO PRIMERO.
Engaños en la doctrina.
iJesucristo nos impone la obligación de estar atentos
pqra huir délos falsos Profetas... «Guardaos de los falsos
«profetas que vienen ¿ vosotros con vestidos de ovejas, y
«dentro son lobos rapaces»... El artificio, y la malicia de los
falsos profetas nos obliga á esta atención. Temen mostrarse
iaies cuales son, temen descubrir sus designios, y exponer
francamente sus pensamientos, y sus dictámenes: se esconden,
se enmascaran, y se cubren con la piel de las ovejas: se ven-
den por hijos de la Iglesia: sumisos a todas sus decisiones,
pero no dejan de servirse de equívocos, de mentiras, y de al-
gunas palabras engañosas que se dejan caer. Colocan la Igle-
sia donde mejor les parece , y no reconocen otras decisiones,
que aquellas que no tocan á sus errores. Hacen ostentación de
no trabajar, sino únicamente por Dios: se venden por en via-.
dos de él, y prometen Conducir la gente á la salud: confirman
sus promesas con la austeridad de la vida: se autorizan á sí
mismos con la regularidad, con el celo , con la modestia. Su
exterior es edificante, y compuesto; pero bajo de un hábito tan
sencillo, tan despreciable, y tan mortificado, esconden un es-
píritu de furor: llevan por todas parles la desolación, la.divi-
sión : son lobos rapaces en medio de una grey. Las ovejas de-
ben huirlos: los Pastores deben desviar las ovejas de ellos...
Se escusan con decir que ellos no se meten, ni se empeñan en
disputas de religiou: pero esto muestra, ó que no conocen dos
cosas bien diferentes, ó que hacen poca cuenta de su salva-
ción , y de. su religión... No están todos obligados á entrar en
la substancia de las materias disputadas entre los católicos, y
los hereges; pero todos están obligados á guardarse, y no fiar-
se de les falsos profetas: á no seguir una doctrina Condenada,
y reprobada por la Iglesia, como falsa, y contraria á láfl&de
Jesucristo... Este es un precepto de Jesucristo. Si por falta de
esta atención viene alguno á ser engañado es inexcusable...
Decir que no se quiere hacer juicio de alguno, es tomar en
contrario sentido las palabras del Sefior, y no reflexionar que
en el mismo capítulo en que ha prohibido el juzgar, manda
estar con atención.
Lo 2.° Jesucristo nos enseña el medio de conocer los falsos
profetas... «Por sus frutos los conoceréis: ¿por ventura cogen
»uvas de los espinos, ó higos de los abrojos?-Así todo árbol
»bueno lleva buenos frutos, y el mal árbol lleva malos frutos
»no puede árbol bueno llevar frutos malos; rii el árbol malo
«llevar frutos buenos»... No están todos en estado de conocer
el artificio, que reina eb los discursos, y en los escritos de los
falsos profetas: por otra parle no pueden los Pastores notar, y
especificar todos los libros malos, ni todos los falsos doctores:
cuando lo hacen, no hay peligro de engafio. Quien no obedece
entónces á los Pastores, no corre riesgo de ser engafiado, lo
está ya... ¿Pero cómo se han de distinguir los fclsos profetas
que eslan escondidos aun, y enmascarados? Quien tiene el
corazon recto encuentra un medio facilísimo... Se conoce el
árbol por sus frutos. Considérese el fruto de su doctrina, don-
de van á parar sus discursos: si las palabras afectadas, si un
semblante de piedad, y una continua dirección tienen por fin el
libertínage, la corrupción, el interés, y la avaricia, una vida
delicada, y sensual; si un espíritu de reforma, un lenguage de
la mas pura caridad, un célo austero, y riguroso conducen á la
independencia, y al desprecio de los legítimos Pastores; ó si
por el contrario máximas cómodas, reglas fáciles hacen cami-
no ancho, y espacioso, y poco conforme ál Evangelio, en que .
se dejan quietas, y pacíficas las pasiones: míralo bien: esté es,
ya se ha quitado el velo: se le cayó la máscara, está conocido
el artificio. En este caso son engañados solo los que quieren:
tales frutos no pueden venir sino de iin árbol malo. Al contra-
rio, un cuidado sumo de la pureza, una continua vigilancia so-
. bre nosotros mismos, un trabajo continuo á hacernos violencia,
y mortificarnos, la humildad de corazon, y la sumisión del espí-
ritu á toda legítima autoridad, una candad real, un celo pru-
dente, y benigno, una dulzura inalterable, el silencio en las .in-
jurias, la paciencia en las afrentas, y conlradiciones: .estos,
estos son frutos nada sospechosos, y que no pueden proceder
sino de un árbol bueno.
Lo 3.° Jesucristo nos manifiesta el castigo de los falsos pro-
fetas, y de sus secuaces... Tendrán estos la suerte de un árbol
malo... «Todo árbol que no lleva fruto bueno, será corlado,
»y echado al fuego»..* Los falsos profetas tienen sus partida-
rios que los alaban, y canonizan: pero Jesucristo los reprueba:
son los ídolos de sus discípulos, pero están bajo el anatema de
la Iglesia, y serán presa del infierno. ¿Qué les servirá el haber
turbado la tierra, y el haber triunfado de un pueblo ignorante,
y débil, cuando ellos que habrán sido las cabezas de la rebe-
lión y todos sus secuaces despues de pagar el común débito de
la muerte, arderán en las llamas eternas? jAhl si pensarán es-
tos seriamente en aquel fuego'terrible que debe ser la porcion
de los que mueren fuera de la Iglesia, no se alegrarían de los
males de esta afligida madre, no la insultarían en sus trabajos,
y no abandonarían el tronco sólido, é inmoble de este árbol in-
mortal, por unirse á las ramas corladas, áridas, y destituidas
de jugo! iAh! Digámoslo de una vez claro, estemos átenlos,
pensemos las consecuencias, guardémonos de los falsos profe-
tas: nuestro Sefior nos ha ensefiado á conocerlos, y nos lo re-
pite aun. «Los reconocereis por sus frutos»...
PUNTO II.
PUNTO III.
Engaños, en los conocimientos.
Petición y coloquio.
PUNTO PRIMERO.
PUNTO IU.
Petición, y coloquio;