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Abate Icard Duquesne. El Evangelio Meditado I

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E L E V A N G E L I O M E D I T A D O ,

TRADUCIDO DEL FRANCÉS AL ITALIANO

POR D. JACINTO BARIA BUSCO,


SACERDOTE TÜRINES,

T DEL ITALIANO AL ESPAÑOL

E?©3S 2)®SJ jrWABJ A O T P © H E © ££A2UB>©*A3»©,


' Abofado de lo« Realea Cóuaejoi , y Contador de la Cau y Iitadoa
del Escelentliimo Señor Duque del Infantado.

SEGUNDA EDICION
á espensas de una persoia piado».

TOMO I.

CON UCENCIA EN MADRID.


IMPRENTA DEL COLEGIO DE SORDO-MUDOS T DE CIEGOS,
Caite deí Turco, nüm. t t .
INDICE

DE LAS MEDITACIONES DFC ESTE PRIMER TOMO.


P&ginas.

MEDIT. I.. De las disposiciones con que es necesario dar


principio ¿ la meditación del Evangelio. * 1
II Aparición del Angel Gabriel á Zacarías. . 9
III. . .. La Anunciación i7
IV. . . . María visita á Santa Isabel 26
V Cántico de María. . . . . . . . . 34
VI. . .. Principio de San Juan Bautista. . . . . 4t
VII. . . . Cántico de Zacarías 46
VIII.. . . Genealogía de Jesucristo por parte de San
José . 54
IX. . . . San José es instruido por un Angel de la En-
• carnación de Jesucristo 60
X La Natividad de nuestro Sefior Jesucristo. . 67
XI. . . . La Adoracion de los pastores 74
XII. . .. La Circuncisión de nuestro Sefior. . . . 83
XIII.. . . La Adoracion de los M a g o s . . . . . . 89
XIV.. . . La Purificación de la Santísima Virgen, por
lo que toca á la Sagrada F a m i l i a . . . . 97
XV. . . . Continacion de la Purificación de María: del
Santo Viejo Simeón 102
XVI.. . . Fin de la Purificación: de Ana Profetisa. . 109
XVII.. . De la persecución de Herodes 115
XVIII.. . De la infancia de Jesús hasta los doce años. 122
XIX.. . . Jesús en edad de doce afios propone cuestio-
nes á los Doctores del Templo. . . . 127
XX.. . . Vida escondida de Jesucristo, desde los do-
ce años á los treinta. 133
XXI. . . Principio de la predicación evangélica de
San Juan Bautista 139
XXII. . . Predicación de San Juan Bautista. . . . 147
XXIII.. . Jesús es Bautizado por San Juan Bautista. . 158
XXIV.. . Genealogía de Jesucristo de parte de María. 163
XXV. . . De la Encarnación del Verbo. . . . . 169
XXVI... Tentación de nuestro Seflor Jesucristo.. . 179
XXVII. . Principio de la predicación de Jesucristo en
la Galilea. . . . . . . . . . 188
XXVIII. . Jesús en Nazareth asiste ¿ la Sinagoga de los
Nazarenos. . . . . . . . . . 193
XXIX.. . Jesús va de Nazareth á Cafarnaun, donde
fija el centro de su misión.. . . . . 201
XXX. . . Primer testimonio que da San Juan Bautista
de Jesucristo á los Diputados de los
Judíos. 208
XXXI.. . Segundo testimonio que da San Juan Bau-
tista al Pueblo al ver á Jesucristo. . . 215
XXXU. . Jesús comienza ¿ juntar Discípulos. . . . 221
XXXIII.. Otros dos Discípulos se unen i los primeros. 227
XXXIV. . Del milagro obrado en las Bodas de Caná.. 233
XXXV. . Jesús se dispone á ir á Jerusalen. . . . 240
XXXVI.. Primer viaje de Jesús á Jerusalen para la
fiesta de la Pascua. 246
* XXXVII.. Conferencia de Jesús oon Nicodemus. . . 255
XXXVIII. De otros misterios que Jesús reveló á Nico-
demus. 26$
XXXIX.. Tercero, y último testimonio que da' dé Je-
sucristo San Juan Bautista 273
XL. . . . Coloquio de Jesús con la Samaritana. . . 283
XLI.... Lo que precede la convérsion de los Sama-
ritanos de Sichar. 294
XLn. . . Conversión de los Samaritanos de Sichar; . 303
XUU.. . Jesús estando en Caná, sana al hijo de un
Señor, enfermo en Gafarnaun. . . . 308
XLIV.. . Libra el §eftor un endemoniado en Cafar-
naun. . 315
XLV. Sana Jesús la Suegra de San Pedro. . . 321
XLVI. . . Muchas curaciones obradas en la tarde de
aquel mismo d¡a. . . . : . . . 328
XL?H.> . • Recorre Jesús la Galilea. . . . . i . 330
XLV1II. . Predicación de Jesús, y pesca milagrosa -en
la barca de San Pedro* 543
XLIX.. . Discu-rso de Jesús en el monte; de las dos
primeras bienaventuranzas. . . . . 350
L.. . ¿ . Continuación del disctirso en el monte; de
las tres bienaventuranzas siguientes.. . 357
LI. . . . Continuación del discurso en el monte; de
las tres últimas bienaventuranzas. • . ; 367
LII. . . . Continuación del discurso en el monte, del
cumplimiento de la ley. . . . . . 376
LUI.. . . Continuación del discurso en el monte. Ex-
plicación de tres preceptos de la ley de
• • Dios en orden al homicidio, al adulterio,
y al juramento. . 383
LIV.. ; . Continuación del discurso en el monte; de
las obligaciones del Cristiano para con el
- prójimo en tres suertes de ocasiones. • . 595
LV. . . . Continuación del discurso en el monte; de
tres suertes de buenas obras. . . . 403
LYI.. . . Gontinuacion del discurso en el monte. De la
oracion del Padre nuestro 412
LVII. . . Continuación del discurso en el monte. Del
despego de los bienes de la tierra, y del
cuidado de enriquecerse con los bienes
del Cielo.. . . . . . . . . . 421
LVHI. . . Continuación del discurso en el monte. De
tres cosas que esencialmente se requieren
para la salvación 451
LIX.. . . Continuación del discurso en el monte. De
tres suertes de engaños en et negocio de
la salracion. 441
LX. . . . Fin del sermón ó discurso de Jesucristo en él
monte: admiración del Pueblo. . . ; 449
é SM&no. <£/r. M Antonio m a r t a Clarri
y Clftrá, efe S/att£utyo ek *Ís>u6a.

EXCKO. SEÑOR:

EL Espíritu Santo, que rige y gobierna la Iglesia de Jesucristo desde


los primeros momentos de «u existencia, no ha dejado jamás de proveerla
en tiempo oportuno de todos los medios necesarios para lograr los altos
fines de su divina institución.
Según el estado y necesidades de sús hijos los ha enviado ya Profetas,
ya Apóstoles, ya Doctores, que les anuncien, prediquen y espliquen las
verdades reveladas y combatan los errores que contra estas ha suscitado
el infierno en todos tiempos. En los presentes, harto calamitosos por cier-
to , y en los que tantos motivos de aflicción asisten ¿ la Esposa del Cor-
dero inmaculado, ha querido dotarla de Ministros celosos ¿ infatigables,
oponiéndoles como un.dique solidísimo á los impetuosos torrentes de im-
piedad y de corrupción que, cual otro Diluvio, amenazan inundar al
mundo entero con sus pestíferas y corrompidas aguas.
V. E. figura entre estos enviados del Señor, 'y comprendiendo que
uno de los mas perennes y caudalosos manantiales de estas aguas corrom-
pidas son los innumerables libros malos que con lamentable profusión cir-
culan por todas partes, con evidente perjuicio de la Religión, de la
moral y de las buenas costumbres, procuró encontrar para este mal gra-
vísimo un remedio que fuera eficaz. Y como Dios no falta á quien de
veras le busca , por inspiración del Cielo concibió y planteo la institución
de la Academia de San Miguel, entre cuyas principales obligaciones se
halla la de imprimir, publicar y propagar libros buenos, cuya lectura
neutralise é impida loe funestos efectos giie produce la lectura de los
malos, y sean para el alma lo que son el alimento y las medicinas para
si cuerpo.
Como parte de tan cristiano, grandioso y moralizador pensamiento
se ha hecho á expensas de una persona piadosa una nueva edición del
EVANGELIO MEDITADO, obra que si bien es algún tanto voluminosa, tiene

la ventaja de estaf dividida en cortas y variadas meditaciones para todos


los dios del año, y puede llenar cumplidamente los deseos y miras de la
Academia de San Miguel.
Y siendo V. E. el fundador de esta, nada mas justo que ofrecerle y
¿«¿¡corte «na obra ten conforme y acomodada ú sus evangélicas inten-
ciones.
Dignen por tanto V. E. aceptarla, concediendo su apostólica bendi-
tion á cuantos con espíritu recto la lean y en particular á su humilde,
jafeetisimySS. Q. B. X. M. y A. de V. E.

BL EMTOB.
PRÓLOGO DEL AUTOR

SON muchos los que ya ha tiempo desean con ansia que se dé


á la luz una obra de meditaciones sobre el Evangelio, ó' sea
del testo evangélico todo entero, y reducido por órden á Me*
dilaciones. Los que han trabajado sobre todo el Testo, se hau
contentado con hacer sobre cada versículo ciertas reflexiones
desunidas, y frecuentemente entre sí desemejantes, que no
forman un lodo, y no suministran para cada día materia de
meditación fija y determinada. Los que han dado á luz medi-
taciones sobre el Evangelio, se han cefiido á algunos pasos
particulares que les han ofrecido algunos versículos del sagra-
do Testo, ó ¿ los Evangelios que se leen en la'Misa: de esta
manera no presentan á la mente de los fíeles otra cosa que re-
tazos separados, y reflexiones limitadas sin órden ni conexion.
Ni los unos ni los otros han pensado en esplicar el sentido li-
teral del Evangelio, en desatar las dificultades que en él se
encuentran, en seguir la concordancia de los Evangelistas, en
conciliar los testos que parecen opuestos, ni en sacar de ellos
verdades morales entre sí unidas y sucesivas. ¿Por ventura les
pareció esta empresa superior á sus fuerzas? ¿Pues cuánto mas
debe ser á las mias? Y verdaderamente lo es en efecto. Pero
confio en aquel que da la sabiduría á los pequefios, y fuerzas ¿
los débiles; y me atrevo á esperar que no permitirá que que-
den del todo inútiles mis esfuerzos.
No se debe, pues, confundir esta obra con tantos libros de
meditaciones sobre la concordia', de meditaciones sobre el
Evangelio, y de meditaciones para todos los dias del afio: es
cosa clara que nada tiene de común con aquellas: mi designio
es no solamente dar á los fieles todo el testo sagrado de los
cuatro Evangelistas para meditarle, y ofrecerles asuntos de
meditaciones tan instructivas como interesantes, sino presen-
tarles unidas entre sí todas las ventajas que se bailan espar-
cidas en todos los otros libros compuestos para esplicarel
Evangelio.
Se hallará en esta Obra la série de la historia evangélica,
la concordancia de los cuatro Evangelistas, el análisis del Tes-
to con su esplicacion; se hallarán reflexiones morales, un co-
merflario continuado, el sentido literal y espiritual esplicado y
reunido bajo un mismo aspecto. Se dará cada paso particular
declarado separadamente, dividido en sus puntos naturales, y
subdividido según el orden del Testo, y la oportunidad de la
materia. Finalmente, se hallarán aquí asuntos de homilías, de
exhortaciones, de instrucciones familiares de que cada medi-
tación es como un disefio, que cada uno podrá fácilmente au-
mentar y perfeccionar según lo pidan las circunstancias.
Por otra parte, es de mucho consuelo para un alma, ó para
una familia cristiana pensar que haciendo cada dia la medita-
ción , ó solo un cuarto de hora de lección espiritual, habrá en
el giro del año recorrido todo el testo del Evangelio, y habrá
leído todas las acciones y las instrucciones de nuestro Señor,
que han pasado hasta nosotros por medio de sus Santos Evan-
gelistas ; y este es el motivo porque he distribuido esta Obra de
manera que en ella se halle una meditación para cada dia del
mes.
Muchas personas de piedad se lamentan de que esperimen-
tan sequedad en el ejercicio de la meditación. [Pero ahí que
entre otras muchas causas de esta sequedad, se puede en parte
atribuir á los objetos mismos de sus meditaciones, por ser estos
demasiado estériles; y á la manera con que vienen propuestos,
que es ordinariamente muy abstracta. Aquí en cada objeto la
materia es. abundante, y se encuentran las verdades mas subli-
mes, revestidas de las circunstancias del tiempo, del lugar, y
4e las personas, lo que hace fijar la imaginación, impide las
distracciones, y suministra un espectáculo capaz de ocupar el
espíritu sin afan y sin disgusto. Una verdad representada en
acción, parece que toma cuerpo, y se hace palpable. Así me-
ditaban los sagrados libros tantos hombres santos, y en ellos
-encontraban delicias tan abundantes, que por atender á ellas,
se lamentaban de que se les fauian las noches con demasiada
rapidez. No pensamos hacer el elogio de este libro, sí solo el
del Evangelio, que se presenta á la meditación de los fieles,
con decir, que leyéndole el Cristiano, queda instruido - en la
religión, y en las obligaciones que lleva consigo: que aprende
á conocer á Dios Padre, y á Jesucristo su Hijo, único 9efior
nuestro, y á pensar según el espíritu de Dios: que se desenga-
ña de los vanos errores, de qué están preocupados los munda-
nos : que se libra de las supersticiones, y de los vanos escrú-
pulos con que muchas veces se deshonra la verdadera piedad:
que el verdadero fiel se llena aqní de una viva fé, de la espe-
ranza de los bienes eternos, y del amor para con el sumo bien:
qué á su corazon le procura la verdadera paz, y los medios
para adquirir aquel consuelo sólido que solo viene de Dios, que
endulza todos los males, y que solo es capaz de sustentarnos
en todas las circunstancias críticas y dolorosasde nuestra vida.
Todo el testo sagrado de los cuatro Evangelistas forma lás
presentes Meditaciones, y en ellas se encuentra casi todo tra-
ducido ; pero ó sea en la traducción, ó sea en la concordia, no
tomo en vista Autor alguno particular. Muchas veces la necesi-
dad de dar á entender la energía de una espresion, ha obliga-
do á traducir mas literalmente de lo que se suele, y varias ve-
ces para representar el testo de un Evangelista en toda su fuer-
za, se han omitido algunas particularidades 'de la concordia,
que podrían ocasionar mas confusion que ventaja.
Como esta Obra se ha escrito sin prevención ni sistema , no
hemos seguido interpretaciones particulares, sino la común de
los intérpretes, habiendo añadido solo en ciertas ocasiones al-
gunas notas singulares.
En los libros como este, en que el testo de cada Evangelis-
la no se pone seguido, no se puede muchas veces saber donde
se encuentra algún paso que se querría consultar: para obviar
este inconveniente se ha puesto en cada volúmen, fuera del ín-
dice de las Meditaciones, otro del Testo, que señala en qué
Meditación se emplea cada parte de aquel mismo Testo: y para
comodidad de los que quisieren encontrar con facilidad la es-
plicacion del Evangelio de cada dia, de las dominicas, fiestas,
ó misterios, se pondrá al fin del último lomo un índice de los
Evangelios, según la oportunidad del tiempo, y de las Medita-
ciones que de ellos tratan.
Los que quieran servirse de este libro escogerán una Medi-
tación para cada dia: en ella se entretendrán, y de ella sola se
alimentarán, sin pasar á la que se sigue. Si.no pareciese con-
veniente á la propia persona algún punto de meditación, podrá
dejarlo, y pasar á otro: y si fuese una meditación entera la
que no conviene, será bueno tomar alguna de las que ya se han
meditado, y no adelantarse curiosamente á anticipar la lección
de la siguiente. Esta inquietud desconcertaría el orden pros-
cripto, turbaría la paz del corazon, y presto se seguiría la sa-
ciedad , la náusea, y el disgusto.
O sea que este libro se lea, ó sea que se medite, es nece*
sário sobre todo estar á las palabras del Testo, que son la pura
palabra de Dios; y solo detenerse en las palabras del hombre,
en cuanto ayudan á comprender la de Dios, de la que todo
Cristiano debe llenar su corazon, su espíritu, y su memoria.
Me doy priesa á concluir este libro, esperando con una
suerte de confianza entrar á parte de las oraciones de aquellos
que sacarán de él algún provecho espiritual.
PRÓLOGO DEL TRADUCTOR ITALIANO.

LA corrupción de la masa común de los hijos de Adán ha sid*


tan fecunda en todos tiempos de vicios y desórdenes, ouanto
de hombres impíos. Todas las edades del cristianismo han vis-
to espíritus soberbios y seductores , que concibiendo en sus
corazones absurdos contrarios ¿ la religión católica, y aun á la
razón misma, los han producido y manifestado en medio de la
Iglesia Católica, sembrando én los corazones de los fieles doc-
trinas impías, engañosas y heréticas, y pretendiendo asi por
todas partes con un aparente escepticismo someter el mundo
entero á sus perversas decisiones, y nuevosé ininteligibles sis-
temas. A estos Autores y fomentadores de la iniquidad ha mi-
rado siempre con horror el mundo católico, los ha detestado la
Iglesia, y muchas veces, como á enemigos jurados, los han
desterrado de sus senos las ciudades cristianas; pere en nues-
tros días se ha dejado ver la impiedad casi con semblante de
distinción y de gloria: ha tomado el título de honor y de sa-
,ber, que quita por decirlo así hasta la bajeza del nacimiento, y
la vergüenza de la ignorancia. .
Celosa, pues, de los adelantamientos de la católica reli-
gión, y llena de envidia de la salud espiritual del prójimo, in-
troduce furtivamente libros pestilentes, con algunas especiosas
apariencias, y vanas declamaciones de bondad, de humaniíjad
y de virtud que se leen en ellos, pretendiendo engañar una
gran parle de los fieles; y finge ofrecer homenage ¿ la razón,
dejando aparte la fé. De aquí con mayor audacia intenta derri-
bar todos los reparos, todas las defensas, y todas las leves,
despreciando hasta lo mas sagrado; esto es, el Evangelio de
Jesucristo, quitando así á los afligidos el mayor consuelo en
sus miserias, y á los ricos y poderosos el solo freno de sus
pasiones, arrancando los remordimientos del pecado, y la mas
dulce esperanza de la virtud. De esta manera querría que le
saliese bien (como por desgracia se ve frecuentemente) el es-
tablecer altamente el reino de las pasiones, dispensarnos de
todo culto, sacudir el yugo de toda autoridad, desterrar la
virtud, y justificar todas las inclinaciones y todos los vicios:
quitarnos la libertad, y romper todos los vínculos que nos tie-
nen unidos á Dios, á la sociedad y á la patria. Despues de esto
no se avergüenzan estos impíos de gloriarse que son ellos los
bienhechores del género humano. Diría aun mas; pero temo
manchar el papel, y dejar estampado en él un escándalo para
quien lo ignora. Solo me baste decir al que lea estas medita-
ciones, que estos impíos emplean boy en dia con el mayor es-
fuerzo , para estender su corrupción, la elocuencia, la poesía,
la historia, los romances, las conversaciones, las amistades y
las conferencias: todolo ponen en movimiento para envenenar
los fieles, y corromper las costumbres.
Ahora, pues, á un tal desorden ¿qué otro remedio mas
eficaz puede aplicarse que doctrina á doctrina 1 Así lo hizo DiftS
tantas veces, cuando los Israelitas, despreciando la santa ley,
se abandonaban á los deseos de sus corazones, siguiendo la
impiedad de las naciones estranjeras. Por medio de los Sacer-
dotes y Profetas presentaba y renovaba á su pueblo sus pre-c
ceplos, los pactos de su alianza, las recíprocas promesas, los
infinitos beneficios que Íes había hecho, y los estupendos mila-
gros que á su favor había obrado, y ¡ó, cuántas veces al solo
oir la lección de los sagrados libros prorumpia el pueblo en un
deshecho llanto, enviaba al cíelo gritos de penitencia , y des-
pues echaba por tierra los ídolos, ponia fuego á los bosques
consagrados á las falsas divinidades, desterraba las mujeres
estranjeras, y purificado enteramente, se convertía A Dios sü
único Seflor, frecuentaba el templo, santificaba los Sábados,
ofrecía sacrificios, v perseveraba en la observancia de la ley,
xiir
mientras no se borraba de so memoria la lección que había
oido. ¿Y que otra cosa practicó la Católica Iglesia en la suce-
sión de los siglos para contener el torrente de ta iniquidad, y
principalmente el funesto contagio de la heregía, que poner
siempre á la vista de los pecadores y de los incrédulos el Evan-
gelio de Jesucristo por medio de tantas homilías, paráfrasis, y
disertaciones de los Santos Padres sobre el Evangelio mismo?
Y aun hoy en dia se sirven del Evangelio los Obispos, los Pas-
tores } los Curas de almas, y los Ministros del santuario, como
de un escudo poderoso contra los modernos sectarios para re--
parar los golpes mortales del vicio y de la irreligión. Este
mismo Evangelio, pues, será el que hasta el fin de los siglos
triunfará de cuanto puede vomitar desde la laguna horrible del
infierno el común enemigo de los hombres.
Viendo, pues, los infinitos desórdenes del presente siglo,
deseoso de la gloria de la casa de Dios, y de la salvación de
las almas, como llamado también á la suerte del Sefior, no he
encontrado otro remedio proporcionado á la debilidad de mis
fuerzas, que el de aplicarme á la traducción de esta Obra,
porque en ella se contiene el Evangelio de Jesucristo, propues^
to en Meditaciones, oponiéndole, como un muro impenetrable
á la inundación de los vicios y de la impiedad.
Esta es una obra que pocos aüos ha se dió á luz en lengua
francesa por un dignísimo Sacerdote. Apenas se publicó, fué
noáolo en Francia, sino también en gran parte de Italia, reci-
bida con singular gusto y aplauso, de manera que despues de
la primera, se hicieron otras dos ediciones en la misma lengua
francesa: tantos eran los que de todas partes buscaban sus
ejemplares.
En traducirla no solo he seguido en cuanto me ha sido po-
sible las ideas y las reflexiones.del Autor, sino también el es-
tilo propio de meditaciones. Estas son útiles á todos, porque
están hechas para todos; y así cualquiera, tanto de la gerar-
quia eclesiástica, cuanto de la sociedad civil, puede encontrar-
las adaptadas á su propia dignidad, á su propio estado, á su
propia condieion, y á sus propias cireunstaocias, como se verá
en el curso de ellas.
Suplico, pues, á todo Cristiano, que mire en esta Obra el
Evangelio de Jesucristo, que le medite, que le estudie, que le
aprenda, y que ninguna otra cosa busque fuera de él para em-
pezar á formarse en la tierra, como dice San Gerónimo, una
habitación del reino del cielo. Quiera Dios que se cumplan mis
deseos y mis esperanzas, y que en recompensa dé este poco
trabajo que he empleado por la salvación de las almas, parti-
cipe también de la bienaventurada suerte, destinada para aque-
llos, que como dice Jesucristo, habrán obrado y ensenado.
MOTA DBL T1ADDCTOB ESPAHOL.

Las varías ediciones que se han hecho de esta Obra en su original


francés, la traducción italiana que con tantos elogios ha sido recibida
en toda Italia, y las reimpresiones que se han hecho en Turin,
Florencia, Milán y Venecia para satisfacer á la devocion y al gusto
de los que la deseaban, acreditan bien el aprecio que de ella hacen
los Católicos; y la siguiente carta prueba la estimación que han hecho
hasta los frotes tantes. Me ba pafrecido traducirla, y ponerla en este
primer tomo de la traducción espa&ola, ya que el Autor la puso eo
francés, y el Traductor en italiano.
Copia de la carta francesa de trn Ministro Protestante al Stnor Abato
Jhquesne sobre el Evangelio meditado.

De la isla de Queraesey 14 de Abril de 1777.

No dudo, Se&or mió, que encontrareis también entre los Protes-


tantes admiradores de vuestro Evangelio meditado. Yo, aunque Minis-
tro Protestante, me lisonjeo que me haréis la justicia de contarme en-
tre los que han leido vuestras Meditaciones con el mayor gusto, y aun
con entusiasmo. El campo sobre que habéis trabajado no puede ser
mas rico, siendo divino; pero tamnien es cierto que vos en vuestro
edificio no habéis púesto otra cosa que oro, plata y piedras preciosas:
todo en él es digno del Hijo de Dios, á quien dais á conocer y á ado-
rar. Todo correspondeá lo sublime de su doctrina, y á la escelencia
de sus santos preceptos: vuestras reflexiones van al corazon, y per-
suaden tanto por la solidez y belleza, cuanto por la manera de espo-
nerlas , que es bien digna de ellas mismas. Todo en este libro es me-
tódico, bien encadenado, sencillo é instructivo; y lo que mas aumen-
ta su precio y estimación es que todo está lleno de unción. Ninguna
cosa habéis omitido de las sustanciales. ¡ O, qué bello análisis de las
verdades evangélicas 1 i Qué socorro y ayudas no encuentra un Pár-
roco en vuestro libro I Cuanto á mi, yo le devoro; y no creo que haya
uno, que leyéndole no quede encantado, y desee con mas ardor la
continuación del nuevo Testamento de nuestro adorable y común
Maestrp, interpretado, parafraseado, y esplicado de este modo, que
es decir, con aquel órden, con aquella espresion, y con aquella alma
que vos sabéis aar á la jvalabra de Dios.
Despues de este elogio imperfecto, pero sincero, que doy á vues-
tra»escelente obra, pienso que no os sorprenderá si no me ofendo del
nombre de Oerege, que nos dais en muchos lugares. Soy discípulo del
célebre de Crousax, que me amaba tiernamente; y Le aprendido en
una tan docta escuela á no calificar con este titulo sino á los viciosos
y á los libertinos. Esperó que me concederéis este favor mismo en
gracia del cristianismo, que me glorio de profesar y predicar. Infinita-
mente me desagradaría que con esto creyeseis que tengo pensamientos
de entrar con vos en controversia: el carácter de controversista le
miro yo mucho tiempo ha como indigno de un Cristiano. Muchas veces
sucede, que disputando sobre la religión, se pierde el respeto debido á
la religión misma. Los espiritus se inflaman en órden á los dogmas,
sobre que no seremos juzgados; v despues se ponen desgraciadamente
bajo los pies las mas sagradas obligaciones, que decidirán de nuestra
eterna salvación. No quiero decir con esto que no sea necesario amar
sinceramente la verdad, y qiie la indiferencia en materiaíde religión
no sea un horrible anticrístianismo. Las verdades que Dios nos ha re-
velado, y las que podemos descubrir con la luz de la razón, que para
este fin se nos ha dado, merecen todo nuestro respeto y nuestro amor,
y no debemos omitir el instruirnos en ellas; pero hay grande diferen-
cia entre amarlas y buscarlas, y condenar como Nereges á aquellos
que nos parece que no han tenido la suerte de encontrarlas como noso-
tros. Sea de esto lo que fuese, lo repito: poco me importa que sé me
dé este nombre, adherido invenciblemente á la doctrina de Jesucristo
mi Salvador, y Salvador de todos los hombres, me uno á ellos con
todo mi corazon en aquello que tienen de común conmigo; Y en esta
disposición de ánimo en que me hallo me seria muy molesto el oponer-
me , y contradecirles en aquello que los diferencia de mi. Espero ob-
tener otro tanto de vos; y pidiéndoos perdón de la libertad que me he
tomado en escribiros esta carta, os suplico que la atribuyáis al indeci-
ble gusto que he tenido con la lectura de vuestro piísimo y preciosísi-
mo libro. Me haréis un favor muy considerable si me participáis que
tendré la satisfacción de ver una continuación de Meditaciones.sobre
los hechos de los Apóstoles, y de sus divinas Epístolas, que tengo la
osadía de esperar de vuestro celo verdaderamente cristiano. Permitién-
dooslo vuestra salud, ¿podréis hacer un uso mejor de vuestros talentos
Y de vuestras luces que emplearlas en favor de la Iglesia de Jesucristo?
Esta quedará grandemente ediGcada; y los verdaderos fieles, tanto
Romanos, como Reformados, os quedarán sinceramente obligados.
Escusad, Señor mió, estos sentimientos de ,m¡ corazon, que haDla de
la abundancia; ó por mejor decir, escusad mi ingenuidad: ella no dis-
minuye un punto la perfecta estima, y singular veneración, con que
tengo el honor de protestarme
DeV.
Humildísimo y obédientísimo servidor.
Isác Nallat, Rector de la Iglesia de San Pedro
en la isla de Quernesey, de San Maló.

ttesmiesla del Señor Abate Duqwsne al Señor Isác Nallat, Ministro


Protestante.

La carta con que me habéis honrado, Señor mió, es verdaderar


mente graciosísima y muy obligatoria; y me veria en la precisión df
responder á todos los elogios que en ella me dais, vsi creyese merecer'
alguna parte de ellos, ó si le fuese lícito á un Ministro "de Jesucristo
el perder de vista por un solo momento su propia debilidad y su insu-
ficiencia : A Dios solo sea el honor, l(t alabanza y la gloria. Permitid-
me, pues, que tribute en obsequio á aquel Dios, que solo merece ser
alabado, la impresión qne ha herbó en vuestro espíritu él Evangelio
meditado, y que le bendiga por haberos inspirado tales sentimientos.
Por otra parte, debeís saber que yo no he hecho otra cosa que.poner
en ejecución un plan admirable, y los preciosos materiales que me su-
ministró mi augusto Prelado (1) , de los qué es Autor un hombre céle-
bre (2). j Qtió manantial, pues, de gracias no debe ser para vos aquel
respeto, de que me parece estáis penetrado por lo sublime de la doc-
trina , y por la esceíencia de los santos preceptos que contiene este li-
bro ! Quiera el cielo que os acomodéis uña vez á las miras de la mi-
sericordia eterna que os previene, y* míe enjuguéis las lágrimas «de la
Iglesia, inconsolable por vuestra pérdida, poniéndoos á los pies de sn
tribunal, erigido por las manos de nuestro adorable y común Maestro,
sometiéndoos á aquella autoridad visible y docente, que Jesucristo ha
dado por freno á la debilidad de la razón, y que la ddbia dar según
sos infalibles promesas... La buena fé.(permitidme que os lo diga), la
buena fé de que estáis animado„ y la pena misma que os causa el
nombre de Herege, que en todos tiempos se ha dado A los que aban-
donan el cuerpo de la Iglesia, dato valor á la esperanza que he con-
cebido, y fomento con grande complacencia.
Dignaos traer á vuestra memoria aquel pensamiento de San Agus-
tín , de (jue vosotros y nosotros nos servimos contra los Judíos y con-
tra los incrédulos. La Escritura santa es inaccesible al orgullo: ella
es aquella e s p a d a de dos filos, de que habla el Espíritu Santo; aque-
lla columna misteriosa, que de una parte derrama una luz vivificante
sobrelos verdaderos Israelitas, los humildes de corazon; y de otra
esparce tinieblas vengadoras sobre los pretendidos del siglo, qué cre-
yéndose la prosapia santa, los herederos de la alianza, y los intér-
pretes de los sagrados oráculos, la leen siempre qon un velo sobre los
ojos.
tAh! Creedme, Señor mió: el espíritu de la Escritura, que solo
pueae dar la vida, no ha sido prometido sino al cuerpo de la Iglesia
establecida por Jesucristo. Tampoco es mteteion mia entrar con vos
en controversia: me debo contentar-eon suplicar á aquel que es el ca-
mino , la verdad y la vida que se digne llamaros á si, iluminaros y
vivificaros; me ceñiré solo á ofrecerle fervorosas oraciones, no cebaré
día y noche de encomendarle vuestra alma; y haré aun mas: me ofre-
ceré como San Pablo á ser anatema por vos.
Si, carísimo Séúor, uniré mis lágrimas á las que derrama la Iglc-

, J 1 ) El Ilusirisimo Señor de Beaumont, Arzobispo de París.


(2) El Padre Girandeau.
xvm
sia sobre el estado de un alma tan prevenida, y tan enriquecida de
dones como la vuestra: estos serán los ardientes votos que ofreceré al
Altísimo por vuestra santificación, que podrán moverle á concederos
la pura luz de la fé católica: estos, y no otros, serán los medios que
emplearé para implorar .de Dios tal gracia. Ningún agradecimiento es
necesario; y todos son inútiles cuando se trata de hacer la obra del
Señor. Supuesto este principio, que me constituyen incontrastable mi
religión y mi esperiencia, me atendré solamente á los socorros que,
podemos esperar de la oracion. Tampoco quiero prevalerme de una'
contradicción que se lee en vuestra carta, en que despues de haber
dicho que el Cristiano no será juzgado sobre los dogmas de su religión,
añadís dos líneas mas abajo, que la indiferencia por la verdad en ma-
teria de religión es un horrible anti-cristianismo... No os hago comen-
tario alguno, y me contenta con decir entre mí á mí mismo, que no
se puede conciliar el Espíritu Santo con el espíritu particular; y que
para acercarse á Dios, y estar penetrado de su gracia, es necesario
humillar la propia razón bajo el yugo sagrado de la autoridad de la ,
Iglesia.
Acabo esta carta con responder á aquello con que concluís la
vuestra. Me propongo dar una continuación al Evangelio meditado, y
me ocupo en tratar ae la misma inadera los hechos de los Apóstoles, y
sus cartas. Este último trabajo requiere mucho tiempo, mucha dili-
gencia , y mucha fatiga. Tengo el honor de ser con la mas perfecta
estima
De V.
Humilde y obligado servidor

BL ABATE DUQUESNE.

París 25 de Abril de 1777.

ADVERTENCIA.

Loqueen estos libros va notado á la márgen con esta señal v es el


Testo del Evangelio hasta encontrar con esta otra... Si no obstante ésta
prosiguen las comas al márgen, es continuación del Testo, ó del mismo
Evangelista, ó de otro de los citados al principio de la Meditación, que
habla del mismo paso que alli se medita, y que se pone para qjustar la
concordia.
INDICE
DEL TEXTO EMPLEADO EN LAS MEDITACIONES DE ESTR
PRIMER TOMO.

El asterisoo * indica el fin del capitulo.

San Mateo.

Cap. !.... y. 1... 17.... Meditación . 8.... pág. 54


V. 18.. 25*... Meditación 9.... pág- 60
Cap. II... V I... 12.... Meditación 13.. pág- 89
V.. 13.. 23*... Meditación 17.. 'pág. 115
Cap. III.. y. • í... 3 Meditación 21.. pág. 139
y. 4... 12.... Meditación 22.. pág. 147
V. 13.. 17'... Meditación 23.. Pág. 158
Cap. IV... V. 1... 11... Meditación 26.. Pág- 179
V. 12... Meditación 27.. Pág. 188
V. 13. 17*... Meditación 29.. Pág- 201
V. 18. 22.... Meditación 35.. Pág- 240
v. 23. 25*... Meditación 47.. Pág. 336
Cap. V.... V. 1... 4 Meditación 49.. Pág- 350
V. 5... 7 .. Meditación 50.. Pág- 357
V. 8.., 12... Meditación -51.. Pág. 367
' V. 13. 20.... Meditación 52.. Pág- 376
V. 21. 37.... Meditación 53.. pág. 383
V. 38. 47*... Meditación 54.. Pág. 395
Cap. VI... y. 1... 8 Meditación 55.. Pág- 403
V. 9... 15.... Meditación 56.. Pág- 412
v. 19. 34*;.. Meditación 57.. Pág. 421
Cap. VII. V. 1... 14... Meditación 58.. Pág. 431
V. 15. 27.... Meditación 59.. Pág. 441
V. 28. 29..., Meditación 60.. pág. 449
Cap. VIII. v. 14. 45.... Meditación' 45.. pág. 321
v. 16. 17— Meditación 46.. pág. 328

San Marcos.

Cap. 1 v. 1... 4..... Meditación 21.. pág. 139


v. 5... 8 Meditación 22:. pág. 147
v.. 9... 11..,. Meditación 25.. pág. 158
v. 12. 13.... Meditación 26.. pág. 179
v. 14 Meditación 27.. pág. 188
v. 15 Meditación 29.. pág. 201
y. 16. 20...; Meditación .35., pág. 249
v. . 21. 28 ... Meditación 44.. pág. 315
v. 29. 31.... Meditación 45./ pág. 321
• v. 32. 34.... Meditación 46.. pág. 328
v. 35. 3 9 \ . . Meditación 47.. pág. 336

San Lucas.

Cap. v. 1... 4 Meditación !...< pág. 1


v. 5... 25.... Meditación 2..., pág. 9
v. 26. 28.... Meditación 3..., pág.' 17
v. 39. 45.56 Meditación 4..., pág. 26
v. 46. 55.... Meditación 5... t pág. 34
v. 57. 67.80 Meditación 6..., pág. 41
v. 68. 79.... Meditación 7.... pág. 46
Cap. II.... y. 1.,. 7. ....Meditación 10., pág. 67
y. 8.« 20.... Meditación 11.. pág. 74
y. 21.., Meditación 12.. pág. 83
v. 22 . 24.... Meditación 14., pág. 97
v. 25. 35.... Meditación 15.. pág. 102
y. 36. 59.... Meditación 16.. pág. 109
y. 39. 41.... Meditación 18.. pag. 122
y. 42. 50.... Meditación 19.. pág. 127
X X I

V . 51. 52T... Meditación 20.. 133


P á g -

Cap. III.. y . 1... 6 Meditación 21.. 159


P á g -

y . 7... 20.;.. Meditación 22.. 147


p á g .

V . 21. 22.... Meditación 25.. 158


P á g -

y . 25. Meditación 24.. pág. m


¡Cap. IV.. y . 1... 13.... Meditación 26.. Pág. 179
V . 14. 15. .., Meditación 27.; pág-. 188
i
y. 16. 30.... Meditación 28,. M
p á g -

y ..31. 37...v Meditación 44.. 315


p á g -

y . 58. 59.... Meditación 45.. pág. 321


y. 40. 41.... - 'Meditación pág- 528
y . 42. 44*... Meditación 47.. pág. 336
Cap. V... v. 11..., Meditación 48.. P.ág. 343

• San Juan

Cap. I.... V . i... 18.... Meditación 25.. pág- J69


y . 28.,.. Meditación 50.. Pág-. 208
29.
V . 34.... Miulitaeioü 31.. . pág. 215
35.
y . 42*... Meditación 32.. pág. 221
Cap. II... 1...
y . 11 , Meditación 34 . 235
p á g -

13.
y . 25*... Meditación 56.. 246
p á g .

Cap. III.. 1...


y . 22.... Meditación 37.. Pág- 255
y. .22. 25*.,. Meditación 39.. Pág- 275
Cap. ÍV.. y. 5... 26..., Meditación 40.. 285
p á g -

59.
y . 45.... Meditación 42.. P.ág« y 303
y. 46. 54*... Meditación 45.. 508
P á g -
ERRATAS DEL TOMO PRIMERO.

FÁGI5A. LÍNEA. DICE. DEBE DECIR.

4 13 bstfo bajó
10 8 sesenta setenta
12 22 hacer hacerse
13 12 la las
15 15 conducta conducta!
37 21 tal al
59 17 de Mesias del Mesias
58 26 1 enlace ensalce
119 20 de abominable abominable
123 5 y 10 perjuicios prejuicios
137 10 enmascado enmascarado
143 18 perjuicio prejuicio
206 26 para vos por vos
258 7 te dicho te he dicho
280 23 respectos respetos .
298 17 hayan haya
328 23 propio propios
332 29 rendencion redención
347 27 le dejaron Jo dejaron
374 3 paceden padecen
390 10 Por qué nos Porqué no nos
394 7 los os
414 3 la tierra? la tierra
435 32 comunicarse Está. comunicarse. Está
MEDITACION PRIMERA.

EXORDIO DE SAN LUCAS


SOBRE LAS DISPOSICIONES QÜE SE REQUIEREN PARA
LA LECCION T MEDITACION DEL SANTO EVANGELIO.
(S. Lucas c. 1. 9.1. y i.)

CEMIBBFTAAKMOE AQUÍ CUATRO DB ESTAS DISPOSICIONES , OVB FORMARÁN LO«


COATRO.PUNTOS DB LA PRESENTE MEDITACION. N O 8 DISPONDREMOS K LA
MEDITACION DEL EVANGELIO CON ARDOR, CON F E , CON EXACTITUD I COK
CONTIANZA.

PUNTO PRIMERO.

Es necesario meditar el Evangelio con ardor.

PUMUU«ENTE, el ejemplo nos debe inspirar este ardor.... «Ta


»que machos (dice San Lucas) se han esforzado á formar la
«relación de las cosas acaecidas entre nosotros, como nos las
«contaron los que desde el principio las vieron, y fueron mi-
nistros de la palabra... Me ha parecido á mi también, des-
«pues de haberme informado muy bien como pasaron desde el
«principio, escribírtelas por orden, ó Optimo Theofilo, para
«que conozcas la verdad de las cosas que le se han enseñado»...
San Lacas se movió á escribir su Evangelio del ejemplo de los
•tros; ó sea de los Santos Evangelistas Mateo y Marcos, que
babian escrito antes que él, pero que no lo habian escrito todo;
ó sea del ejemplo de los Evangelistas desechados en aquel
Üempo por la Iglesia; y que no habian escrito guiados del Es-
píritu Santo: también nosotros debemos animarnos á leer y
meditar el Evangelio del ejemplo de los Santos; y aun de los
mnndanos. Ya que muchos leen y meditan el Evangelio con
tanta atención y frecuencia; y encuentran ea él tantas delicias,
T«M. I. I
y sacan de su lección tanto fruto: ¿por qué no los imitaré yo?
Ya que muchos con tanta seriedad se ocupan en una multitud
de frivolos objetos; ya que yo mismo he perdido tanto tiempo
en lecciones, en pensamientos, en reflexiones inútiles, y aun
daflosas: ¿por qué ahora no haré por mi eterna salvación lo
que tantos otros, y yo mismo he hecho por el mundo y por la
vanidad? (Ahí Dios mió: me ha parecido también á mi; esto
es, he resuello, y mi resolución será constante, aplicarme se-
riamente al estudio y á la meditación del Santo Evangelio.
Lo 2.° La facilidad de este ejercicio encenderá mat y mas
mi ardor; porque aquí no se trata de profundas y abstractas
especulaciones: la historia de Jesucristo es conocida á todo el
mundo, y con esta quiero formar la materia de mis meditacio-
nes, pues ella es el fundamento de toda la religión; materia
fácil: no nos escuseinos alegando nuestra incapacidad de me-
ditar. ¿Hay cosa mas fácil que leer una historia: ocuparse en
ella y reflexionar sobre lo mismo que se lee? Materia también
agradable: ¿y nosotros pensaremos encontrar tedio, y disgusto
en el meditar? La historia agrada á todo el mundo; ¿y qué
historia puede ser mas interesante, mas noble y mas sorpren-
dente que la de un Dios hecho hombre, que vivió, que tra-
bajó y que conversó con nosotros?
Lo 3.° La importancia de este ejercicio nos hará mas ar-
dientes y fervorosos en practicarlo... ¡Ahí me engafié, cuando
miré el tiempo dado á la meditación como un tiempo perdido y
pasado en el ocio: cuando dije, que mis ocupaciones no me
permitían meditar. ¿No es esta la ocupacion y el negocio de la
mayor importancia?... Las cosas acaecidas entre nosotros: ¿No
son estas las que se obraron por nosotros, y por mí en particu-
lar? ¿No son estas la basa de la religión, el objeto de mi fé,
la regla de mis costumbres, el fundamento de mi esperanza y
el principio de la vida eterna que espero? Por otra parte ¿cómo
me preservaré de la corrupción del siglo sin estar penetrado
de estas grandes verdades? ¿Y cómo lo estaré, sino con una
continua lección y meditación?
PUNTO II.

Es necesario meditar el Evangelio con fé.

La fé exigo de nosotros que no recibamos otro Evangelio


que el que nos presenta la Iglesia; y que desechemos cualquier
otro que la Iglesia no recibe, ó que ba reprobado... «Muchos
»(dice San Lucas) se han esforzado á formar la relación de las
»cosas de Jesucristo»... Ahora, pues, ¿quién nos ha dado co-
mo divinos é inspirados los cuatro libros del Evangelio, que
poseemos; y quién ha desechado como falsos y apócrifos los
otros Evangelios? ¿quién ha hecho el discernimiento de estas
obras? La Iglesia, y con esto nos propone para considerar é
imitar tres ejemplos.
1.° Un ejemplo de su autoridad suprema é infalible en lo
que toca á la enseñanza, y al depósito de la fé... Los falsos
Evangelios han sido proscriptos y condenados por la Iglesia; y
condenándolos no ha podido errar: de otra suerte las promesas
de Jesucristo hubieran sido vanas, y carecería de fundamento
nuestra fé... Lo mismo debe decirse de todos los libros que
condena, y que condenará hasta la fin de los siglos... Jamás se
le ha quitado esta autoridad, y la conservará mientras que
haya hombres que guiar, que instruir y que preservar del
error.
2.® La iglesia nos propone el ejemplo de la sumisión de los
primeros fieles á sus decisiones. ¿En qué han parado los falsos
Evangelios?... La sumisión de los primeros Cristianos no ha
permitido que estos malos libros lleguen hasta nosotros; y lo
mismo seria de todos los otros que hasta hoy han producido y
publicado tantos Novatores, si se hubiera mantenido y perpe-
tuado la misma sumisión... La autoridad que ha juzgado y
proscripto los falsos Evangelios, tiene igualmente derecho de
juzgar y de condenar los falsos sentidos que se dan al verda-
dero Evangelio. Un libro recibe su estimación del sentido que
en si contiene; pues recibir de las manos de la Iglesia el libro
del Evangelio, y darle sentidos reprobados por la Iglesia, seria
sin duda contradecirse y seguir efectivamente un falso Evange-
lio... Esté, pues, lejos de nosotros el derogar á un Evangelio
que ha sido escrito según la tradición vocal, la palabra no es-
crita, la predicación Evangélica, y la enseflanza de la Iglesia...
Esta tradición ha precedido á la Escritura, nos la ha enviado,
la acompaña siempre, y la esplica. Esta tradición sube sucesi-
vamente basta aquellos que vieron las cosas desde el principio,
y fueron ministros de la palabra: esto es, no solo hasta los
Apóstoles que fueron instruidos por Jesucristo, y sobre quienes
bajo el Espíritu Santo para dar fuerza y virtud á sus instruc-
ciones , sino también hasta la Santísima Virgen y San José,
testigos irrefragables de cuanto acaeció en el nacimiento, en la
nifiez y en la infancia de Jesucristo... ¡Qué consuelo para los
corazones católicos 1 ¡Ahí ¿Por qué no entran también á la
parte con nosotros todos los Cristianos I
3.° La Iglesia propone por ejemplo la docilidad de los au-
tores anónimos de los falsos Evangelios... Es de presumir que
estos no se obstinaron contra su autoridad: por lo menos no
vemos que la hayan turbado con apologías y con defensas in-
juriosas, ni que hayan dejado despues de sí defensores de sus
libros, y contumaces en este punto ¿ sus decisiones. Y si los
Novatores de los siglos siguientes no han tenido la misma do-
cilidad , guardémonos nosotros de hacernos cómplices de su
rebelión, de leer sus obras, y también de apartarnos de la
obediencia de verdaderos fieles, para aumentar el número d»
los partidarios del error.

PUNTO HI.

Es necesario meditar el Evangelio con exactitud.

«Me ha parecido á mí también, despues de haberme in-


»formado muy bien como pasaron desde el principio, escribir-
tleks.» Todo bien nos viene de Dios, sin que nosotros lo me-
rezcamos; pero no debemos abusar de esta verdad, para fo-
mentar nuestra pereza. Si Dios ha querido que aun los Autores
inspirados hayan usado toda exactitud, y que hayan hecho to-
das sus diligencias para ser fieles ¿ las inspiraciones; ¿con
cuánta mayor razón exigirá las nuestras, para aprovecharnos
de esta misma inspiración? Esta exactitud se debe estender á
nuestro cuerpo, ¿nuestro espíritu, y á nuestro corazon.
Primeramente, exactitud de nuestro cuerpo: esta consiste
en ser fielmente exactos todos los dias en la lección y medita-
ción del Santo Evangelio, aunque á costa de nuestro reposo,
de nuestros negocios, de nuestras ocupaciones, de nuestros
placares, y de nuestras propias inclinaciones. Si nps cuesta
algún poco, seremos despues abundantemente recompensados.
Lo 2.° Exactitud del espirito... Tanto el espíritu, cuanto
«1 cuerpo, tiene su pereza, que se debe vencer, aplicándose
seriamente á la meditación. El espíritu tiene una inconstancia
increíble, que se debe fijar. Las distracciones lo sorprenden,
de todas partes... No admitamos jamás las voluntarias; porque
Dios que las vé se dará por ofendido, y acaso nos castigará en
el mismo instante con una sequedad y un disgusto, que comu-
nicándose y estendiéndose á todos nuestros ejercicios de piedad,
nos puede durar todo el tiempo de nuestra vida. El espíritu
tiene una soberbia y un secreto orgullo, y conviene domarlo.
Ve con pena y con disgusto que no es duefto de sí mismo: que
no puede pensar en lo que quiere, y que mil distracciones te
hacen pensar le que no quiere. En este caso, las distracciones
involuntarias no deben jamás hacernos abandonar la medita-
ción, ni ocasionarnos disgusto ó sorpresa: nos deben solamente
mover á humillarnos delante de Dios: á reconocer nuestra de-
bilidad ; á implorar el socorro del Señor y á ofrecerle nuestra
pena. La oracion mas interrumpida con las distracciones invo-
luntarias es siempre mas meritoria, por lo mismo que es mas
penosa y mas humilde.
Lo 3.° Aueslra exactitud en meditar debe, sobre todo, ga-
nar nuestro corazon... El corazon lleva al mismo tiempo el
peso del cuerpo, y la volubilidad del espíritu: como el cuerpo'
cae con su propio peso hácia la tierra; y como el espíritu se
exhala en mil deseos y afectos quiméricos. Es propio de la me-
ditación levantarlo y fijarlo. La exactitud, ó sea la atención
que debemos tener, consiste primeramente en aficionarlo al
sugeto que meditamos. Todo lo que se bace en la meditación,
se hace por el corazon; por moverlo, por enternecerlo, y por
purificarlo... Enderecemos á este fin todos nuestros pensamien-
tos, y todas nuestras reflexiones. Si nuestro corazon no se
mueve, son inútiles aun las mas nobles ideas que puede for-
mar nuestro espíritu. Una sola palabra que penetre nuestro co-
razon, vale mas que los pensamientos mas sublimes que no
téngan la fuerza de escitarlo ¿ algún sentimiento religioso.
Esta exactitud consiste también en hacer en el curso de la me-
ditación otros muchos actos internos de diferentes virtudes, se-
gún el asunto que se medita: estos actos son un ejercicio del
corazon; y este ejercicio lo pone en movimiento: poco á poco
to acalora, y á las veces lo enciende en el amor divino: este
amor es el que sobre todo debemos encender, y escitar en
nosotros mismos. El Evangelio es la ley del amor; todo en ét
se endereza al amor; milagros, instrucciones, misterios, ame-
nazas y promesas, todo nos lleva al amor: San Lúeas endere-
zándonos su Evangelio comprende todos los Cristianos bajo
el nombre de Theophilo, que quiere decir amador de Dios: en
efecto, el que no ama á Dios, no es Cristiano, ó lo es sola-
mente de nombre... Finalmente esta exactitud consiste en re-
tener alguna cosa de nuestra meditación, que nos conmueva;
algún sentimiento afectuoso con que nuestro corazon pueda
santamente entretenerse en aquel día; ó cualquiera resolución
práctica, que nos corrija dé algún defecto, ó que nos baga
ejercitar cualquier virtud.
PUNTO IV.

Se necesita meditar el Evangelio con confianza.

Nuestra confianza y nuestros deseos deben ser, de sacar de


la lección, y de la meditación del Evangelio el fruto qué Dios,
quiere que saquemos; esto es, el conocimiento de la verdad.
«Para que tú conozcas, dice San Lucas, la verdad de lasco-
»sas que te han sido ensenadas»... Nosotros estamos instrui-
dos de la vida, de los misterios, de los milagros,. de los dis-
cursos de nuestro Señor; pero aquí se trata de adquirir...
Lo 1.° Un conocimiento mas exacto... Nosotros lo adquiri-
remos con leer, meditar y unir la relación de Tos cuatro Evan-
gelistas. Veremos el tiempo, el lugar, la ocasion y las circuns-
tancias de cada hecho Evangélico. Este orden nos lo hará com-
prender mejor, y retener mas fácilmente; nosotros entende-
remos con mas seguridad las relaciones; nuestro espíritu
quedará mas iluminado, mas movido nuestro corazon, y nues-
tra piedad mas edificada.
Lo 2.* Un conocimiento mas profundo... No se puede leer
el Evangelio sin admirarlo, aun cuando se lean solo de paso
sus hechos, y sin particular atención: pero cuando cada dia
un Cristiano escoge un hecho ó un discurso en particular; se
para, y fija en él su atención: lo considera despacio y á su
gusto bajo todas sus relaciones; lo medita, se lo aplica, y es-
prime, por decirlo así, toda su sustancia: entonces descubre
en él maravillas; encuentra gusto, luces y cosas tan sublimes,
que penetran el alma, y la arrebatan: cosas todas que en vano
se buscarían en otra parte; en nna palabra, se halla obligado
á confesar, que todo en él es grande, noble, tierno, inspirado
y divino.
Lo 3.° Un conocimiento mas sólido y mas firme... La fé no
puede vacilar en quien medita cristianamente el Evangelio de
Jesucristo. De hecho, meditando este sagrado libro, se halla
obligado cada uno á gritar; esto no es de invención humana;
esto no puede ser falso. Estos hechos, y esta manera de con-
tarlos, son superiores al hombre, y no pueden tener por autor
á otro que á Dios. Y ¿ la verdad, ¿Quién jamás ha escrito con
mayor grandeza y menos afectación? ¿Qué obra eúsefió jamás
una doctrina mas elevada, y cuyo estilo, órden y composicio»
hayan tenido mayores caraetéres de verdad, de fuerza, de sim-
plicidad y de elevación? Lo sobrenatural no se puede imitar;
allí no se vé ni jirte, ni estudio, ni pasión; y los sucesos que
en él se describen, llevan todos un carácter de luz, y de divi-
nidad , que anuncia, y corresponde á la nobleza, y ¿ la mages-
tad de aquel que es el sugeto.

Petición y coloquio.

Os doy infinitas gracias, ó Dios mió, con toda la estension


de mi corazon, por haberme hecho llegar al conocimiento de
vuestro divino Evangelio. ¿Seré tan desgraciado que poseyendo
un bien tan grande, lo deje perecer en mis manos? ¿O lo po-
seeré solamente para mi vergüenza, y para mi condenación?
No Sefior: será el consuelo de mi corazon, el cuotidiano ali-
mento de mi alma, y el apoyo de mi vida... (Oh Santos Evan-
gelistas l Vosotros que habéis sido escogidos por Dios para en-
viarnos esta palabra de vida, y que la habéis escrito con tanta,
diligencia, con tantas luces, y con tanto celo; alcanzadme la
.gracia de meditarla fielmente, de imprimirla profundamente eo
mi corazon, y de practicarla constantemente, para vivir con
vosotros eternamente. Amen.
MEDITACION II.

APARICIÓN DEL ANGEL GABRIEL Á ZACARÍAS PARA INUN-


DARLE EL NACIMIENTO DE UN HIJO, QUE SERA PRECURSOR
DEL MESÍAS.

(S. Lucas c. 1. 9. 5. 25.;

PUNTO PRIMERO.

Lo que precede á esta aparición.


Tres cosas debemos considerar aquí: la 1.a ta data... «Hu-
»bo en tiempo de Herodes, Rey de Judea, un Sacerdote que se
»llamaba Zacarías, de la clase de Abías, y su muger de las hi-
»jas de Aaron, y se llamaba Isabel»... Esta data es una prueba
de sinceridad. Un histórico que da la fecha con esta precisión,
que nombra las personas, que sefiala la familia y el origen, no
quiere ciertamente engallar, y muestra al mismo tiempo que no
teme ser desmentido. De hecho, los Judíos de los primeros si-
glos jamás se atrevieron ¿ acusar de falsedad los Evangelistas
en las épocas que notaron, ni en cuanto á las personas ilustre»
que tuviéron cuidado de nombrar... Si los impíos modernos,
que tan furiosos están contra el Evangelio, quieren combatirlo
con buen suceso, esta es la palestra en que deben ejercitarse...
Porque gritar siempre contra los hechos milagrosos, ó contra la
incomprehensibilidad de los misterios, no es otra cosa que una
vana declamación. Si el Evangelio es falso, que lo prueben,
como se ha hecho con otros libros, aplicando para esto las re-
glas de una justa crítica, mostrando en él los errores de crono-
logía y las contradicciones. Pero ni los antiguos, ni los nuevos
enemigos del cristianismo lo han hecho jamás, ni jamás lo ha-
rán. Esta dala tan simple, y tan sincera que pone San Lucas,
es al mismo tiempo el cumplimiento de las profecías. Este He-
rodes es el primer Rey eitrangero que habían tenido los Ju-
díos. Era Filisteo de nación, nativo de Ascalon, puesto sobre el
trono de Judas, por autoridad de los Emperadores Romanos...
El cetro, pues, habia salido ya de Judas, y había llegado el
fiempo sefialado por el Patriarca Jacob (1) para la venida del
Mesias. Era igualmente fácil contar las sesenta semanas deDa-
niet (2), y ver que en aquel tiempo se debian cumplir... Ado-
remos la providencia de Dios, su soberana sabiduría, y su fide-
lidad en mantener sus promesas.
La 2.a El carácter de Zacarías y de Isabel... Estos eran no-
bles; pero vivían sin orgullo y sin fausto... La nobleza da lus-
tre y crédito á la virtud; ¿pero sin virtud de qHé sirve la noble-
za?... Eran, pues, los dos justos delante de Dios: caminando
irreprehensibles en todos los mandamientos, y en las leyes del
Señor... Servían á Dios con un corazon recto y sincero, sin res-
peto humano, y también sin hipocresía: justos según la Ley, y
fieles observadores de todos los preceptos que esta les prescri-
bía ; y justos para con el prójimo, no habiendo jamás dado ma-
teria de queja, ni ocasion de escándalo... ¿Es tal nuestra justi-
cia?... «Yno tenían hijo, por ser Isabel estéril, y los dos de
»édad ya.avanzada»... Estaban afligidos; pero no se lamenta-
ban ; no tenían bijos; pero no se quejaban. Isabel llevaba el so-
bre nombre de estéril, cosa de oprobio en su nación; pero no
se mostraban ofendidos... ¿Es tal nuestra paciencia en lasafli-
ciones?... j Afortunados los matrimonios en que con la igualdad
de la sangre, con la conveniencia de la edad, y con la unifor-
midad de los caractéres se halla una virtud tan sólida!
La 3.a La circunstancia del tiempo y de la acción... «Suce-
»dió, pues, que mientras hacia la función de Sacerdote delante
»de Dios, por el órden de su turno, según la costumbre del Sa-
cerdocio , le tocó en suerte entrar en el templo del Sefior á
«ofrecerle el incienso; y toda la gente del pueblo oraba á la
(1) Genes. 49. v. 10.
(2) Dan. 9. v. 24.
«parte de afuera en la hora del incienso».;. Fué, pues, en eK
templo en el momento de quemar el incienso, y de rezar las
oraciones ordenadas por el rito sagrado de la nación. Fué en el
tiempo en que el pueblo oraba en él, según el uso, y esperaba
la bendición del Sacerdote á su vuelta. ¿Qué circunstancia mas
oportuna para obtener del Cielo los mas señalados favores?...
Frecuentemos los templos> asistamos á las oraciones públicas,
á los oficios de la Iglesia, y principalmente en las boras del sa-
crificio, en que se ofrece á Dios el verdadero perfume, que es
Jesucristo... ¿Qué ventajas no sacarémos si asistimos con aquel
respeto exterior é interior que exije este divino sacrificio? ¥ si
nosotros mismos, en cualidad de Sacerdotes, debemos ofrecerlo,
¿con qué atención, y con qué decencia debemos observar el or-
den, y las ceremonias? ¿Con qué recogimiento de espíritu, y
pureza de corazon; con qué fervor, y amor, y con qué recono-
cimiento debemos celebrar la sacrosanta acción?

PUNTO II.

Lo que sucede en la aparición.

Tres objetos se ofrecen aquí á nuestra vista. El i .• el An-


gel de Dios. Observemos primero su visible presencia cerca del
altar. «Y se le apareció (dice el Evangelio) el Angel del Señor
»puesto en pie á la derecha del altar del incienso; y Zacarías
»al verlo se turbó, y el temor lo sorprendió»... Un millón de
Angeles cercan el altar de Jesucristo. Si su presencia invisible
no nos atemoriza, ¿debemos, por ventura, eslar con menor res-
peto, y tener menor amol* y confianza? Admiremos en segundo
lugar la bondad del Espíritu celestial. Y el Angel le dijo: «No
»temas, Zacarías, porque ha sido oida tu oracion; y tu muger
«Isabel te parirá un hijo, y le pondrás por nombre Juan»... Es
propiedad de los buenos Angeles el confortarnos; y todo aque-
llo que inspiran nos trae la paz del corazon, y la confianza en
Dios. Observemos, por fin, el nombre, la dignidad, el empleo
y el poder del Angel... «Y Zacarías dijo al Angel: ¿cómo com-
prenderé yo tal cosa? Porque yo soy viejo, y mi muger está
»ya avanzada en edad»... Zacarías muestra aquí alguna descon-
fianza sobre el cumplimiento de cuanto le anuncia el Mensagero
celestial... Y respondiendo el Angel, le dijo: «Yo soy Gabriel,
»que estoy en la presencia de Dios, y be sido enviado para ha-
oblarte y traerte esta buena nueva»..* El Angel, no sin razón,
declara aquí su nombre: Gabriel significa fuerza de Dios. Es
el mismo Angel que reveló y explicó la profecía de las setenta
semanas á Daniel; y que bien presto irá á anunciar á María el
nacimiento del Salvador. ¿Quién otro, fuera que el Dios fuerte,
puede de esta manera ordenar los acaecimientos, anunciarlos,
y cumplirlos?... Supliquemos á este Santo Angel que nos pene-
tre de estos santos misterios, de que ha sido el Ministro para
con los hombres, y por decirlo así, el primer Evangelista. Su
empleo es de llevar á los hombres los órdenes de Dios; pero sin
perder jamás su presencia... Así aquellos que sobre la tierra
están encargados de anunciar al pueblo la voluntad del Seftor,
deben eslar siempre unidos á Dios, y vivir entre los hombres
una vida angélica. Los Angeles son superiores en su poder á
todas las humanas fuerzas: pueden hacer visibles, ó invisi-
bles; pueden atemorizarnos y consolarnos; pueden socorrer-
nos, y castigarnos... Respetemos á aquel que se nos hada-
do por guarda, y confiemos enteramente en él. Finalmente
debemos considerar en el Angel Gabriel la severidad que
ejercita. Despues de haberse dado á conocer á Zacarías, le
afiadió... «Y mira que estarás mudo, y no podrás hablar
«hasta el día que esto suceda; porque no has creído á mis pa-
»lab ras, las cuales se cumplirán á-su tiempo»... (Por una
palabra indiscreta nueve meses de silenciol Bien presto nos en-
mendaríamos de nuestros defectos, si con tanta severidad fue-
sen castigados por nosotros... Si el juicio de un Angel es tan
severo, ¿cuál será el juicio de Dios?
Lo 2.° Consideremos á San Juan, y volvamos á las palabras
del AngeL,. «Y tu muger Isabel (dijo á Zacarías) te parirá un
«hijo, y le pondrás por nombre Juan; y te servirá á tí de alé—
»gría y de júbilo, y muchos se alegrarán por su nacimiento;
«porque será grande delante derScflor, y no beberá vino ni si*
«dra (1), y será lleno del Espíritu Santo desde el vientre de
»su madre. Y convertirá muchos de los hijos de Israél al Señor
»su Dios; y él le precederá yendo delante con el Espíritu, y 1a
«virtud de Elias; para convertir el corazon de los padres hácia
»los hijos, y los incrédulos á la sabiduría de los justos, para
«preparar al Señor un pueblo perfecto»... Son Juan será gran-
de delante de Dios, no por la nobleza de su sangre: sino por
la maravillas que el Señor obrará.en su nacimiento; por los do-
nes del Espíritu Santo que lo precederán: por la inocencia de
su vida: por la austeridad de su penitencia: finalmente por el
ardor, por la pureza, por la constancia, por los trabajos, y por
los sucesos de su celo... (Guán bien conocía el Angel la verdade-
ra grandeza 1 No le era ménos conocido el corazon humano: y de
hecho ¿qué cosa puede ser mas propia para preparar al Señor
un pueblo perfecto, que representar á los pecadores, que es su
Dios, que es su Salvador el que ellos abandonan? A los here-
ges que es la antigua ley la que ellos destruyen; y que de-¿
generan de la simplicidad, y de la rectitud de corazon de sus
padres: á los incrédulos; que son las primeras reglas de la pru-
dencia mas común, de donde se apartan, en el negocio mas im-
portante del mundo, y en que no hay otro partido que tomar,
que aquel con que los convida el ejemplo de los verdaderos
fieles?
Lo 3-° Observemos á Zacarías... Consideremos primera-
mente su temor... «Se turbó, y le sorprendió el temor»...
¿Si un amigo de Dios se atemoriza á la vista de un Angel, mi-
nistro de la misericordia del Señor, cuál será el terror de los
pecadores, cuando verán á Jesucristo rodeado de lodos los An-
geles ministros de sus venganzas?... Consideremos en segundo
lugar su oracion..% «Porque ha sido oida tu oracion»... Otras
(i) Cierta bebida acre de zumo de man xanas, que causa embria-
gue*.
veces había pedido un hijo; pero ya habia mucho tiempo que
no pedia otra cosa que ver al Mesías, que era la expectación
de toda la nación, y cuya venida, según todas las profecías, no
debia estar muy lejos... Su oracion fué oída en el uno y en el
otro punto, y en una manera que sobrepasó todas sus esperan-
zas... Cuando nosotros somos solícitos en los intereses de Dios,
Dios es solicito por los nuestros: cuando Dios no oye nues-
tros votos, ó cuando difiere el oirlos, es siempre para nues-
tro bien... Examinemos, en tercer lugar, la culpa de Za-
carías... D<? una parle ella fué grande, porque la autoridad
de Dios es un motivo para creer contra las apariencias de
la razón, y contra otro cualquier obstáculo de la naturale-
za. Por otra parte su cualidad de Sacerdote pedia de él una
docilidad mas perfecta, y una fe que pudiese servir de modelo
al pueblo... Y por otro lado, esta culpa parecía escusable: ella
fué solo de un momento, y era un momento de turbación y de
temor... ¿Y cómo escusar en nosotros tantas desconfianzas, tan
continuas y tan voluntarias, dudas afectadas y deliberadas, una
indocilidad, y una incredulidad escandalosa?... Observemos fir
nalinente el castigo de Zacarías, cuando dijo al Angel: «¿cómo
»comprenderé yo tal cosa?»... Deseaba sin duda una señal, ó
un milagro que te confirmase la verdad de las cosas que se le
habían anunciado; y esta señal se le concedió: Quedó mudo: tal
fué el efecto involuntario de su petición, que fué al mismo tiem-
po castigo de su culpa, y prenda segura de la bondad del Se-
ñor para con él: y él aceptó con sumisión y reconocimiento su
castigo... Dios muchas veces nos oye para castigarnos de algu-
nas peticiones indiscretas qiie le hacemos; pero sus castigos en
este mundo, aunque á nosotros nos parezcan otra cosa, siempre
son favores.
PUNTO III.

Lo que sigue á la aparición.

Tres objetos se presentan aun á nuestra consideración...


MEDITACION II. 15
El 1.° Zacarías... a Y el pueblo estaba esperando á Zacarías, y
»se maravillaban de lo que se tardaba en el templo: y babiendo
«salido, no podia hablarles; y entendiéron que había tenido una
«visión en el templo, y él se lo significaba por señas, y se que?
»dó mudo... Y sucedió que habiéndose acabado loá días de su
«oficio, se volvió, á su casa»... (Qué fervor! Zacarías no se dis-
pensa de acabar el tiempo de su servicio ni por su enfermedad,
ni por el deseo que tenia de hacer participante á Isabel del fa-
vor que se les habia prometido. iQué humildad 1 No teme ma-
nifestarse al pueblo, y sufrir con resignación la humillación de
su estado. iQué amor por el retiro 1 No se detiene después de
haber acabado sus funciones: se vuelve á su casa, cuando ya
no es necesario su ministerio. (Cuántas lecciones para nosotros
en esta conducta.
Lo 2.° El pueblo merece también nuestra admiración. iQué
piedad 1 No se queja de lo largo que ha sido el sacrificio, y se
estuvo en oracion hasta que se acabó. (Qué circunspección! No
insulta á la desgracia del Ministro del altar. {Qué caridad! No
lo acusa, ni aun sospecha de él alguna falsedad. iQué respetol
Cree solamente que Zacarías ha tenido alguna visión del cielo;
y la enfermedad que en él reconoce, se lo hace siempre mas
respetable... Del mismo modo debemos nosotros respetar los
afligidos, interpretarlo todo en buena parle, y jamás sorpechar
mal de alguno, y mucho menos de los Ministros del Sefior.
Lo 3.° Consideremos á Isabel... «Y despues de estos días
«concibió Isabel su muger; y por cinco meses se mantuvo es-
«condida diciendo: el Señor lo hizo así conmigo, cuando se
»voIvió á mí para quitarme la ignominia de entre los hom-
»bres»... (Qué fe en esta santa muger! Zacarías la instruyó, sin
duda, por escrito de las misericordias del Señor: ella no dudó
de creer, y su fe fué recompensada. (Qué humildad! Habiendo
concebido, según la promesa del Angel, no se apresuró á mos-
trarse en el mundo, ni á publicar su contento... De ella deben
aprender las almas favorecidas de Dios á esconder las gracias
que Ies hace, y á no hablar de ellas, sino ppr obediencia, ó por
16 EL EVANGELIO MEDITADO,
necesidad. (Qué reconocimiento! No cesaba de dar gracias al
Sefior, y de admirar su providencia... Dios nos aflige y nos
consuela cuando le agrada, según los designios de su providen-
cia, y de su soberana sabiduría. ¿Por qué, pues, inquietarnos
en las manos de Dios, que todo lo puede, que todo le gobierna,
y que nos ama? Démosle gracias por todo; y todo lo que hact
se convertirá siempre en nuestro mayor provecho.

Petición y Coloquio.

Si, ó Dios mío, os doy infinitas gracias, y os daré en todo


tiempo, y principalmente cuando os agradará probarme. Seré
mil veces mucho mas feliz, si para poseeros me concedeis su-
frir tanto, cuanto sufren y padecen los pecadores, pero sin fru-
to, y perdiéndoos. Sé que me afligiréis en el tiempo para lle-
varme á Vos, y perdonarme males eternos. Los bienes que me
•egareis en el órden de la naturateza, me los restituirá vuestra
gracia con usura en el cielo. Castigad, pues, (ó Justicia mise-
ricordiosa de mi Dios! Castigad y cortad aqui en la tierra para
perdonarme en el cielo. Amen.
MEDITACION III.

LA ANUNCIACION.

PUNTO PRIMERO.

El Angel Gabriel es enviado á María.


(San Lucas c. 1. e. 26. 28.;

«Y el sesto mes fué enviado el Angel Gabriel por Dios ¿


»>una ciudad de la Galilea llamada Nazareth, á una Virgen des-
»posada con un hombre de la casa de David llamado Joseph,
»>y la Virgen se llamaba María»...
Primeramente. Consideremos la solemnidad de esta embaja-
da... Es Dios el que envia un Mensagero celestial hácia la tier-
ra, es un Angel del primer orden, es Gabriel, la fuerza de Dios,
el que es enviado: y toda la celeste esfera está atenta á este
grande acontecimiento, y espera las resultas. Estos preparati-
vos deben verdaderamente penetrarnos de un religioso temor.
Lo 2.° Meditemos el sugelo de esta embajada... Trátase de
la Encarnación del Verbo en el casto seno de una Virgen: trá-
tase de la reparación del género humano... Representémonos
aquí, pues, la Santísima Trinidad, que en presencia de todos
los espíritus bienaventurados dice, no como otra vez... «haga-
»mos al hombre á nuestra semejanza»... sino hagamos al hom-
bre Dios, que reconcilie la tierra con el cielo, que repare al
hombre perdido, que lo eleve hasta nosotros, y lo haga digno
de ocupar el lugar de que se hiciéron indignos los Angeles re-
beldes: óumplamos nuestros oráculos, y demos finalmente el
Mesías, ya por tan largo tiempo esperado... Mira como con-
curren especialmente las tres personas de la Santísima Trini-
dad al cumplimiento de este prodigio de amor: el Padre da á
los hombres su hijo, el Verbo consiente en hacerse hombre, y
TOA. I. 2
el Espíritu Santo se ofrece á obrar este grande misterio. Hu-
millémonos profundamente llenos de respeto y de reconoci-
miento por un beneficio tan señalado, y por una caridad tai>
inmensa.
Lo 3.° Examinemos el término de esta embajada... El An-
gel no fué enviado á las ciudades grandes, á los palacios de
los Príncipes, á las hijas de los Reyes vestidas de púrpura, y
cubiertas de oro y de piedras preciosas:, fué enviado á Naza-
relh, pequeña ciudad de la Galilea , ¿ una joven Virgen llama-
da María, esposa de Josef... Verdaderamente los dos esposos
eran de la real casa de David; pero ya de mucho tiempo su
familia habia decaído de su esplendor; y María, á los ojos de
los hombres, no estaba en otra estimación que de esposa de
un artesano. Y con todo eso á esta fué destinado el Embaja-
dor, y en esta quiere Dios obrar la maravilla mayor de su
omnipotencia; y para su ejecución la pide su consentimiento,
como si fuese necesario... Ño es el nacimiento, ni los dones de
naturaleza, aun los mas raros, los que se llevan los ojos de
Dios: el verdadero mérito á sus ojos es la modestia, la hu-
mildad, la inocencia de costumbres, y el amor de la pureza.
María no está advertida de los designios de Dios sobre
ella, ni de la celestial embajada que se le envia: ¿cómo, pues,
la recibirá, y corresponderá á ella?.. Nuestros primeros Pa-
dres vestidos de la inocencia original estaban encargados de
guardarla: solo les debia costar un acto de obediencia, y esto
fué aun mucho para ellos. AI primer ataque del Angel malva-
do se dejaron vencer, Eva ganada por la vanidad, y Adán por
la complacencia... Zacarías advertido por el mismo Angel, que
es aquí Diputado, del futuro nacimiento de un hijo, y de sus
grandezas, quedó tan turbado y tan confuso, que de la turba-
ción cayó en la infidelidad, que le mereció un ejemplar casti-
go. Ahora, pues, ¿cómo María en un hecho tan fuera de toda
expectación llevará todo el peso de las grandezas que se la
deben anunciar? ¡ Ah I Sabrá bien ella hacerlo de una manerar
que se arrebatará las admiraciones del cielo y de la tierra..»
Seáis para siempre bendita, jó digna Madre de Dios;ó divina
Reparadora de lodos nuestros males, ó verdadera Madre de ios
vivientes, nuestro remedio, nuestro consuelo, y nuestra gloria!

PUNTO II.

El Angel trata con María.

Confrontemos los sublimes favores que el Espíritu celestial


anuncia ¿ María, con el candor, con la noble simplicidad, con
la excelencia de las virtudes de esta Santa Virgen, y veremos
lo que tiene el cielo de mas grande en las promesas del Angel,
y lo que puede tener la tierra de mas santo en las respuestas
de María.
Lo 1.° El Angel saluda á María, y María se turba... «Y
«entrando el Angel á ella, la dijo: Dios te salve llena de gra~
»cia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre las muge-
res»... {Qué respeto! ¡ Qué sublimes elogios en esta salutación
del Angel, y en sus expresiones! La tía tres títulos de una in-
comprehensible grandeza. El primero respecto á ella misma:
llena de gracia; esto es, tú eres la mas santa de todas las
criaturas: tú eres un tesoro de todas las virtudes por la ino-
cencia de tus costumbres, y por la pureza de tu vida... El se-
gundo respecto de Dios: el Señor es contigo; esto es, tú eres
de él acariciada, protegida y acompañada: él está en tí, él es
contigo, tú estás en lodo gobernada por su espíritu... El terce-
ro respecto á los hombres: bendita tú eres entre las muger es;
esto es, tú eres bendita, distinguida y ensalzada sobre todas
las mugeres... ¿Habló, por ventura, jamás un Angel á una
criatura en términos tan respetuosos y tan magníficos?.. ¿Con
qué respeto enderezamos nosotros estas mismas palabras á
María?.. «Lo que habiendo ella oido, se turbó á sus palabras,
«y estaba pensando qué salutación fuese esta»... María res-
ponde. solo con el silencio; pero en este silencio ió y cuántas
virtudes 1 1.a ¡Qué humildad! Su corazon huye las alabanzas
qtie le dan, nada se apropia á sí misma, y toda la gloría la
atribuye á Dios. 2. a i Qué modestia 1 Las alabanzas mismas la
inquietan, la turban y la atemorizan. 5.* [Qué prudencial
Examina qué cosa sea esta salutación, de donde venga, y á
donde se enderece, se cautela, y está en advertencia... Si los
elogios de un Angel, que no habla de otra cosa que de Dios,
turban á María, ¿cuánto mas debemos temer las alabanzas de
los hombres, que por lo común solo tratan de las ventajas na-
turales y peligrosas, de la nobleza, del espíritu, de los talen-
tos, ó de la belleza? Debíamos en estas ocasiones llamar á
nuestra memoria el ejemplo de María; pero nosotros, por nues-
tra desgracia, oponemos á sus virtudes tres vicios contrarios.
1 U n orgullo profundo. Nosotros no solo adoptamos las ala-
banzas, sino que creemos merecerlas; y la estima secreta que
tenemos de nosotros mismos, es todavía superior á la que se
nos muestra. 2.° Una modestia finjida. Bien lejos de turbarnos
con las alabanzas, nos complacemos de ellas, gustamos que
nos alaben, y con las alabanzas alimentamos y hartamos nues-
tro corazon: y si alguna vez manifestamos despreciarlas, lo
hacemos solo para procurarnos otras... 5.° Una imprudencia,
y una seguridad fatal. Lejos de entrár en desconfianza y de
cautelarnos , nuestra confianza se hace esclava de la adulación,
y nosotros quedamos desarmados, j Ay de mil ¿No es este, por
ventura, el artificio con que el espíritu del error, y el espíritu
impuro han engañado una infinidad de almas, y han triunfado
acaso de nosotros mismos?
Lo 2.° El Angel revela á Marta el grande misterio de la
Encarnación, y María le propone sus dificultades... «Y el An-
»gel la dijo: no temas, María, porque has encontrado gracia
«delante de Dios: mira, concebirás, y parirás un hijo, y le
»pondrás por nombre Jesús. Este será grande, y será llamado
»hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David,
»su Padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su
»reino no tendrá fin»... Para sosegar la turbación de María, el
Angel la llama por su nombre; y despues de haberla confir-
mado cüanto ya la ha dicho sobre la dignidad presente, la
aouncia so dignidad futura, la revela que ella debe ser la Madre
del Mesias, que tendrá por hijo el Hijo del Altísimo, que este
Hijo reinará, y su reino no tendrá fin... María... ¡O María!
Cuántas grandezas para vos! | Cuántas gracias para los hom-
bres! iQué gloria para vuestro divino hijo! iQué felicidad para
el universo!... Ea, María, daos priesa, volad al colmo de las
grandezas, á que vuestro Dios os llama... Pero María está
suspensa, duda, y no ha dado aun su consentimiento... María
está unida á Dios, ella le ama, y no ama otra cosa que k Dios:
es pura, es Virgen, no quiere cesar de serlo, porque sabe que
este estado le agrada á Dios, que es la misma santidad... En-
tre tanto se la habla de ser madre, ella no quiere dar su con-
sentimiento á cuanto se la anuncia, sin saber primero si todas
estas grandezas se unirán con la virginidad que profesa, y que
sabe ser tan agradable al Seftor. «Y María dijo al Angel: «¿co-
limo se hará esto porque no conozco varón?»... Yo soy virgen,
y Dios me inspira que lo sea siempre... De todos los senti-
mientos de que entonces estaba llena la grande alma de María,
este solo manifiesta, y debe servir de auténtico testimonio de
cual fuese su extremado amor por la pureza... Esta es la pri-
mera palabra que tantas grandezas ha sacado de la boca de
María; palabra que ha resonado en todo el universo, que ha
formado y formará hasta la fin de los siglos una infinidad de
vírgenes, y esposas á Jesucristo, y que ha merecido á María
el glorioso título de Reina de las vírgenes... \ O Virgen Santa,
ó Madre de pureza I | Cuán conformes son á los designios de
Dios sobre vos las disposiciones de vuestro corazon, mostrán-
doos con esto digna de cuanto os ha anunciado el Angel de
Dios! El mismo obstáculo que vos oponéis es un poderoso ali-
ciente, tanto para el esposo que os está destinado, cuanto paca
el Divino Hijo que se os anuncia.
- Lo 3.° El Ángel esplica el misterio inefable, y María con-
siente... Una inquietud fundada sobre la mas escrupulosa vir-
tud , y qué sin alterar lá simplicidad de la fe, quería cuidar de
la integridad de la inocencia, merecía alguna declaración. La
fe no destruye la razón con someterse, no prohibe al fiel el de-
seo de conocer y de ser instruido; esta es la situación de Ma-
ría: en su pregunta ni hay desconfianza , ni duda. Para creer
no pide como Zacarías una señal, ó una prueba para conven-
cer su espíritu. Está dispuesta á creerlo lodo: pide solamente
ser instruida. Por esto Gabriel se halló en la necesidad lo i
de esplicarla menudamente la manera con que se debía obrar
este gran misterio. «El Espíritu Santo (dijo) vendrá sobre tí,
»y la virtud del Altísimo te hará sombra; y por eso también
»lo Santo que nacerá de tí será llamado hijo de Dios»... La
2.° El Angel revela á María lo que ha sucedido á Santa Isabel.
Nada debe ignorar la pura y la dócil María. «Y mira (la dijo)
»que Isabel tu parienta ba concebido también un hijo en su
»vejéz, y ya está en el sesto mes laque sedecia esteril»-.
María no dudaba, ni tenia necesidad de ser asegurada con el
ejemplo de este prodigio tan nuevo de la concepción del Santo
Precursor; pero el Angel quiso colmarla al mismo tiempo de
esta doble alegría, y añadiendo á un milagro la relación de
otro, quiso enseñarla que, ó sea qne una muger conciba en ia
vejéz, ó sea que una virgen tenga oa hijo sin perder su virgi-
nidad , la una cosa no es mas difícil que la otra á aquel que
todo lo puede en el cielo y en la tierra. Y por esto la añade lo
3.° «Porque ninguna cosa será imposible á Dios»... Ello es
cierto que el Angel se explica así, mas para nosotros, que para
María; queriendo darnos á entender, que no solo este misterio,
sino todos los otros del Hombre Dios, están fundados sobre la
omnipotencia de aquel que do nada crió todas las cosas. Por
consiguiente vayan lejos de nosotros todos los razonamientos
frivolos del espíritu humano: nada es imposible á Dios... Esta
es la respuesta á todas las objeciones de los impíos contra la
religión, y á todas las dificultades que pudiesen presentarse á
nuestro espíritu para turbar nuestra fe: nada es imposible á
Dios. Yo creo, (ó Dios miol yo creo con una fe firme é inmo-
ble todo aquello que habéis revelado á vuestra Santa Iglesia;
porqoe nada os es imposible, y yo soy incapaz de concebir las
maravillas que vos podéis obrar. Yo las creo porque las habéis
dicho: yo no discurro sobre ellas porque nada es imposible á
TOS... Despues de esta declaración del Angel, María da su
consentimienlo en dos palabras, en que resplandecen la fe mas
viva, la humildad mas profunda, el amor mas tierno, la obe-
diencia mas sumisa, la aprobación mas simple, el deseo mas
ardiente de cooperar á los designios de Dios, y finalmente
el abandono mas perfecto en su divina voluntad. María enton-
ces dijo: Mira aquí la siervo del Señor: hágase en mi según (u
palabra... ]0 palabras admirables de María, que han formado
la felicidad de los hombres, han consumado el misterio de lá
Encarnación, han cumplido las profecías, y reparado la deso-
bediencia de nuestros primeros Padres, y las dolorosas conse-
cuencias del fatal coloquio que tuvo Eva con el Angel de las
tinieblas; palabras que por reconocimiento la Iglesia pone tres
veces cada dia en la boca de sus hijos; palabras dignas de re-
petirse con frecuencia, de meditarse y de admirarse. Digámos-
las continuamente, y con los mismos sentimientos que María.

PUNTO III.

El Angel se retira de María.

«Y el Angel se partió de ella»... Entonces se obró el inefa-


ble misterio de la Encarnación del Verbo: es propio de las
almas puras contemplarlo en el silencio.
Lo 1.° Be la parte de Dios... Dios Padre nos da su hijo,
que en este momento se hace hombre en el casto seno de Ma-
ría por obra del Espíritu Santo. Las tres personas de la Santí-
sima Trinidad con María... Estos solos son los testigos de un
misterio purísimo y sublimísimo, no admitiendo ni aun la pre-
sencia de un Angel. Este es el primer principio de la obra de
la omnipotencia de Dios, el fin y la perfección de todas sus
obras, por medio del cual sU bondad infinita se comunica en
una manera la mas noble, la mas perfecta, y la mas digna
de él.
Lo 2.° De ta parte de Jesucristo... En este momento el hijo
de Dios es hombre: un hombre es hijo de Dios: él mismo es
Dios y hombre: Dios eterno, eternamente engendrado, exis-
tente en el seno de su Padre, y Nifio escondido en el seno de
su Madre. Este momento de tan largo tiempo predicho ha fi-
nalmente llegado: desde este momento los hombres tienen un
Salvador, hombre como ellos, que por ellos se ofrece ¿ cum-
plir todas las voluntades de su Padre, á padecer la sentencia
de muerte pronunciada contra el primer hombre, y todos sus
descendientes: desde este momento la tierra le rinde & Dios
ua homenage digno de él, á éí igual, y que no puede rehusar.
El Mesías prometido á los hombres está ya concebido en el
casto vientre de María. ¿Y quién es este divino Mesías, qué
cosa, pues, será él? El es el hijo del Altísimo. En esta cuali-
dad tendrá todo el poder en el cielo y sobré la tierra, será lla-
mado Jesús, que significa Salvador. Ya corresponde y acabará
de corresponder á toda la extensión de este grande nombre:
tendrá la Silla de David su Padre, y aquella silla celestial,
de que la de David era solo una figura: reinará sobre la casa
de Jacob, sobre los verdaderos Israelitas, herederos de la fe
de Abrahan: reinará sobre sus corazones con su gracia en
esta vida, y reinará con ellos en la gloria despues de su muer-
te , y su. reino no tendrá fin.
Lo 3.° De ta parte de María... Despues que el Angel se
partió, se siguió y se cumplió en ella lo que le había dicho.
De la sangre mas pura de esta Virgen inmaculada el Espíritu
Santo formó un cuerpo, que animó con un alma perfectísima;
y en el mismo instante el Verbo de Dios se unió substancial-
mente, y en unidad de Persona á este cuerpo y á esta alma.
Ahora María de Sierva del Sefior viene á ser su Madre, ver-
daderamente Madre de Dios: pues que el Nifio que lleva, for-
mado de su sangre en sus castas entrañas, es verdaderamente
Dios... i O feliz obediencia, que ha tenido la fuerza de hacer
bajar al seno de María el Criador Omnipotente del cielo y de
la tierral

Petición y coloquio.

10 admirable Salvador, felicidad de los hombres, expec-


tación de las naciones, nuestro Redentor y nuestro MaestroI
mirad que finalmente vos estáis en medio de nosotros. Recibid
mis primeros homenages, permitidme conocer vuestros pasos,
seguirlos sobre la tierra, y contemplar las maravillas que ilus-
tran todos los instantes de vuestra vida mortal... iO Madre de
Diosl jO Madre nuestra I ¡O Reina de los hombres y de los
Angeles! ¡De qué luces fué ilustrado vuestro entendimiento,
de qué sentimiento fué penetrado vuestro corazon, de que fa-
vores fué inundada vuestra alma en el momento adorable de la
encarnación del Yerbo! Este favor inefable, esta augusta digni-
dad, que acercándoos y uniéndoos tan intimamente á Dios, los
elevó sobre todas las puras criaturas, ha sido concedida á
vuestra humildad, á vuestra pureza, á vuestra fé, á vuestra
sumisión... (O modelo admirable! jcuán lejos estoy yo de
vuestras virtudes! alcanzádmelas de aquel que se encarnó en
vuestro seno para nuestra santificación. Haced que despues de
haber preparado mi corazon por medio de su gracia y de su
amor, se lo forme él mismo por medio de su espíritu, para
que yo viva solo de él, en él y por él: y que no sea yo
ya quien viva, sino que sea él en mí. Amen.
MEDITACION IV.

MARIA VISITA A ISABEL.


(S. Luco» c. 1.t>. 39. 56.;

PUNTO PRIMERO.

Parte María á la casa de Isabel.

«Y María en estos mismos días partió con toda priesa á la


«montaña á una ciudad de Judá»... Consideremos lo 1.° los
motivos que resolvieron á María á hacer este viage. Lo 2.° las
virtudes que practicó haciéndole.
Lo iTres motivos determinan á María á hacer este vía-
ge... 1.° La fidelidad á la inspiración divina... María no va á
ver á Isabel por asegurarse de cuanto el Angel la habia dicho:
su fé es perfecta: mucho menos con intención de participar á
su parienía el misterio que en ella se habia obrado: lo escon-
de á su mismo Esposo, á quien parece que estaba obligada por
tantas razones: mas atenta y dócil á los movimientos del Es-
píritu Santo, que la guia en todo, sigue simplemente la im-
presión que la lleva á visitar y ver á Isabel, juzgando que el
Señor liene en esto sus designios. Los tenia en efecto: quería
santificar al Precursor, manifestar la gloria y el poder de su
hijo desde los primeros momentos de su concepción, y llenan-
do á las Madres de una nueva abundancia de gracias, hacerles
gustar los mas dulces consuelos... En los buenos movimientos
que Dios nos inspira se hallan muchas veces designios particu-
lares para la manifestación de su gloria, para utilidad, y pro-
vecho del prójimo, para nuestra perfección, y para nuestro
consuelo. ¿Cuántas ventajas preciosas nos hace perder nuestra
disipación y nuestra resistencia con hacernos culpables?...
2.° La amistad es un motivo que determina el viage de María...
María é Isabel eran parientas: las dos habian llegado á ser
madres por milagro, bien que de orden bien diferente. Las dos
llevan en sus vientres; la una al Mesias, y la otra al Precursor.
¿Qué nudos mas dulces podían formar una tierna unión entre
estas dos afortunadas Madres?... Los Santos no son insensibles
á los alicientes de una amistad fundada sobre la virtud, sobre
la semejanza de las gracias recibidas, y sobre la conformidad
de la vocacion y del ministerio: antes son mas capaces de gus-
tar sus dulzuras, y mas exactos en cumplir sus deberes...
3.° La caridad es un nuevo motivo que empeña á Marta á ha-
cer esta visita... Isabel era muger entrada en edad, y avanza-
da en su preñez: en este estado, y en la situación en que se
hallaba su marido, tenia necesidad en casa de una persona de
confianza, que la pudiese ayudar y consolar: este es el fin por-
que María emprende su viage. Hasta ahora el amor de Dios, el
espíritu de la humildad, y la frecuencia á la orácion la babian
tenido retirada en su casa ; pero la caridad con el prójimo lo
hace salir de ella. Esta virtud sola la guia y la anima, y no el
amor de la disipación y del placer, no el deseo de ver, y de
ser vista, ni aquella curiosidad, ó aquella ostentación, que son,
por no decir mas, los frecuentes motivos de las visitas que
nosotros hacemos...
Lo 2.° María parle; pero ¡ ó cuantas virtudes muestra en
su viage I 1.a Una profunda humildad que nada puede conmo-
verla , y que no la permite considerar la eminencia de su dig-
nidad , y la infinita diferencia- que se halla entre el hijo que
ella lleva, y el que lleva Isabel. El cambio que sucedió
en su persona no perjudica ¿ la simplicidad de su conducta.
La Sierva del Señor no conoce aquellas leyes bizarras que la
conveniencia y la dignidad han establecido, que la vanidad del
mundo hace observar con tanta exactitud, y que las delicade-
zas de los hombres han hecho indispensables. Ella ignora aque-
llos derechos, aquellas etiquetas sobre la esfera que el amor
propio ha imaginado, introducido, y que exige con tanta se-
vendad. Estaba bien lejos de ella aquel orgullo que muchas
veces nos impide cumplir nuestras obligaciones con el prójimo.
2. a María muestra un ánimo, y un valor heroico, que nada
puede vencerlo, ni el rigor de la estación, ni la dificultad de
los caminos, ni los peligros de las montañas, que tenia que
atravesar. Su situación, su juventud, la delicadeza de su sexo
no son para ella motivos de dispensarse de cumplir la obra de
Dios, y de volar donde el deber la llamaba... La caridad luego
que está en un corazon le mueve y le estimula á hacer por el
prójimo todos los servicios de que es capaz, á no mirar á las
propias penas, ni á las propias inquietudes, y sobre todo á
unir á los buenos oficios y atenciones que pide la amistad, las
miras nobles y sublimes de la fé y de la religión.
Lo 3.° María hace tu viage, con tan admirable celeridad,
que ninguna cosa puede detenerla. Ni la curiosidad puede ha-
cerla desviarse, ni la fatiga tomar reposo: ninguna cosa puede
moderar su actividad y su fervor... Cuando se trata de nuestro
placer, ó de nuestra satisfacción, nada se encuentra difícil:
nosotros nos dejamos llevar á ellos con ardor y con diligencia;
pero si se trata de hacer bien, \ ó y cuántas dificultades, qué
debilidad, qué vileza 1 Reformémonos á ejemplo de María.

PUNTO II.

Llega María á casa de Isabel.

Observemos lo primero la salutación que hace María á Isa-


bel, y los efectos que produce... «Y entró en casa de Zacarías,
»y saludó á Isabel»... Los que son mas favorecidos del Señor
están siempre mas prontos para prevenir al prójimo... Maria
se presenta á su parienla: el Angel previno á María, y Maria
previene á Isabel... La verdadera caridad previene los intere-
ses de los otros, sin interés temporal alguno. ¿Si la caridad de
Dios no nos hubiese prevenido, y no nos previniese todos los
días, lo habríamos nosotros conocido? ¿Pensaríamos en tribu-

c
tarle nuestros obsequios?... «Y sucedió que apenas Isabel oyó
»la salutación de María, el NiQo saltó en su vientre, é Isabel
»fué llena del Espíritu Santo»... El Evangelio no nos dice en
qué términos fué concebida esta salutación; pero nos enseña
los maravillosos efectos, que produjo: 1.° sobre San Juan.
Apenas hubo María hecho sentir su voz á Isabel, por el mayor
de todos los milagros, y por el favor mas singular, Jesús desde
el vientre de su Madre obró ya sobre San Juan. Santifica su al-
ma según la promesa del Angel ¿ Zacarías, se da á conocer á
él, le hace conocer el ministerio de Precursor, á que está des-
tinado , y aun se lo hace ejercitar por medio de Isabel: final-
mente le llena de una alegría celestial que le hace saltar... De
la misma manera la presencia de Jesucristo en el augusto sa-
cramento del Altar obra los mas admirables efectos sobre los
verdaderos fieles, y ellos reciben mayores ó menores fuerzas y
gracias, á proporcion de sus disposiciones... 2.° La salutación
de Maria obra en Isabel un efecto milagroso... Esta santa mu-
ger llena del espíritu de Dios, é iluminada de lo alto, conoce,
y anuncia los sublimes misterios cumplidos en María: la En-
carnación del Yerbo, y la divina maternidad. Intérprete de los
sentimientos del hijo que lleva en sus entrañas, hace por él el
oficio de Precursor, y celebra las grandezas de Jesús y de su
Madre... Gracias tan estraordinarias como estas, que provie-
nen de la visita de María, nos enseñan lo que debemos esperar
del cielo por su mediación, y cómo debemos alabarla y supli-
carle. La primera gracia comunicada á los hombres por el Yer-
bo encarnado, y el primer milagro que obró fué desde el vien-
tre, y por medio de la voz de María... | O Madre de gracia,
co&n poderosa es vuestra voz I Hacedla sentir á mi corazon, ó
á lo menos hacedla sentir ¿ vuestro hijo en favor mié. i O Madre
divina 1 ¿cómo podré yo jamás dignamente alabaros y celebra-
ros? Lo aprenderé de la boca de Santa Isabel.
Lo 2.° Y esclamó en alta voz, y dijo: «Bendita tú entre las
«mugeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde á mí
«esto, que la Madre de mi Señor venga á mí-? Porque mira:
»apenas liego á mis oidos el sonido de tu salutación, salló por
»ei júbilo en mi vientro el nifio. T tú eres bienaventurada, que
»has creido. Porque se cumplirán las cosas que el Sefior te ha
wdicho»....Consideremos los elogios y los títulos que Isabel da
á María... i.® La llama bendita entre las mugeres. El Angel le
habia ya dado este titulo, é Isabel afiade: y bendito el fruto de
tu vientre, como si hubiera dicho: | ó Virgen Santa 1 ¿qué suer-
te de gracias podrá faltarte á tí, que llevas en tu vientre el
fruto, el autor, la fuente y el origen de todas las bendiciones?
Este elogio lo repite continuamente la Iglesia en la salutación
angélica: ¿la rezamos nosotros con el espíritu de Isabel?...
¿Cómo, pues, se atreverá jamás la heregia á blasfemar de los
honores que tributamos á María? ¿No son estos inspirados por
el Espíritu Santo? ¿Y podrán acaso separarse de los que debe-
mos dar á su hijo?... 2.° Isabel prosigue: «¿Y dé dónde á mí
»esto, que la Madre de mi Sefior venga á mí?»... ¿Qué gran-
des verdades y luces esparcen en el espíritu de Isabel y en su
corazon la presencia de Jesucristo, y la virtud de María I Ella
se muestra penetrada de los mismos sentimientos de modestia y
de humildad, de que María fué tan abundantemente prevenida.
La Santa Virgen ha tomado la cualidad de Sierva del Sefior, y
esto fué puntualmente cuando llegó á ser la madre. Isabel re-
conoce la grandeza del hijo de María, y le llama su Sefior jus-
tamente cuando el Sefior la previene... ¿Tenemos nosotros los
mismos sentimientos por Jesucristo cuando nos visita?... ¿Su
divina presencia y su gracia en el adorable sacramento de su
Cuerpo y de su Sangre imprimen en nosotros los mismos efec-
tos de júbilo? ¿Si nosotros tuviésemos la fé y la piedad, la hu-
mildad y reconocimiento de Isabel, con qué afectos expresaría-
mos nuestra admiración , nuestro respeto y nuestro amor, y
gritaríamos: «y de dónde á mí esto, que mi Sefior y mi Dios
»se digne de venir á mí?»
Lo 3.° Isabel dijo á Maria: «Y tú eres bienaventurada por-
»que has creído»... Ella se alegra con María por los dones
preciosos de la gracia y de la fé que ha recibido del cielo: y
verdaderamente ¿puede haber otra verdadera y sólida fortu-
na?... Muchas veces en el mundo se llama feliz una hija que
ha encontrado un considerable partido en que colocarse: y se
tiene compasion de otra, que por una fé viva y generosa, re-
nuncia las mas grandes esperanzas del siglo por asegurarse por
medio del retiro las recompensas prometidas ¿ los Discípulos
de Jesucristo. A esta virgen cristiana se podría con razón decir:
bienaventurada tú, porque has creído á las promesas del Sal-
vador: tú verás su cumplimiento entero en el ciento por uno
que recibirás aquí en la tierra, y en el cielo que le está pre-
parado.

PUNTO III.

La detención de María en casa de Isabel, y su vuelta á


Nazareth.

«María, pues, se detuvo con ella cerca de tres meses, y se


»volvió á su casa»... Consideremos lo primero las ventajas que
trajo su detención á la casa de Zacarías.
Bajo las apariencias de los servicios ordinarios, ¿qué ven-
tajas no procuró la presencia de María á la casa de Zacarías?
Si su primera llegada, si sus primeras palabras obraron en
ella tantas maravillas, ¿qué abundancia de gracias, de consue-
los y de bendiciones no le produciría su demora por cerca de
tres meses? Ella llevaba en su corazon y en su vientre los dones
mas escelenles, en su corazon la plenitud de la gracia, en su
vientreá Jesucristo, que es el Autor y la fuente... ¿O casa
afortunada, que se halló digna de poseer tan largo tiempo un
bien tan grande 1 Ventaja preciosa de que fueron participantes
todos, aquellos que frecuentaban la casa de Zacarías, aunque *
ignorasen el misterio de un Dios hecho hombre en el vientre
de María, ¿podrían por ventura ver esta Virgen incomparable,
hablarla, y oírla sin quedar penetrados de respeto para con
ella, y llenos de amor para con Dios?
Lo 2.° Observemos los motivos que tuvo Maria para volver-
se á Nasareth antes del parto de su parienta... Isabel eslaba
en el sesto mes cuando María llegó á su casa. Eslaba ya, pues,
vecina al término de su preñez, cuando esta Santa Virgen,
siempre atenta, y fiel á las impresiones del Espíritu Santo, se
volvió á Nazarelh. Si no esperó el nacimiento de San Juan (co-
mo dicen los Intérpretes, y parece insinuarlo el Evangelio),
pueden considerarse tres razones, tomadas, la 1 / de parte de
Maria... La eminencia de su pureza: por santa que fuese Isa-
bel , y por santo que fuese el fruto que llevaba, no era cierta-
mente, como María, exenta de la ley que condenaba las mu-
geres á los dolores, y á las consecuencias del parto... No con-
venia , pues, á la Virgen Madre de Dios hallarse al parto de su
parienta... El estado de la virginidad exige conveniencias, que
no se pueden violar sin escándalo del prójimo, y muchas ve-
ces sin peligro de la propia persona... 2.* De parte de Isabel...
El embarazo de la situación. En el estado en que se debia ha-
llar , tenia necesidad de los socorros de toda su casa. Las aten-
ciones que se tenían por María, y que se le debían, hubieran
acrecentado el embarazo; y la caridad es atenta á no hacerse
pesada é importuna... 3. a De parte de San Juan... La gloría de
su nacimiento. Las maravillas que se habían de obrar debían
llamar sobre él todas las atenciones, y hacerle objeto de admi-
ración at pueblo; cosa que no se hubiera podido hacer, á lo
menos con decencia, en presencia de aquel de quien traía toda
su grandeza. Jesucristo se retira por dejar á su Precursor toda
la gloria de aquel día: vendrá el tiempo en que el Precursor
hará lo mismo, retirándose para dejar la gloria á su Maestro...
Si nuestros pasos fuesen regulados por la razón, por la pru-
dencia, y por la voluntad de Dios, cada cosa tendrá su tiempo.
La providencia lo dispone todo con sabiduría: á nosotros toca,
á ejemplo de María, seguir sus miras, y no turbar la sabia
economía de sus designios con la demasiada viveza, é impe-
tuosidad délos nuestros... Aprendamos también de esta Santa
Virgen, que despues que Isabel no tuvo necesidad de su minis-
terio, se dió priesa para volverse á su retiro, que era su cen-
tro, á emplear en nuestras visitas solo el tiempo necesario, á
no multiplicar al infinito necesidades imaginarias, y á llevar á
ellas un espíritu de piedad, y según Dios. Y si las disposiciones
de aquellos que visitamos no nos permiten siempre tener dis-
cursos edificati vos, suplámoslos con la modestia de nuestro
esterior; con la moderación de nuestros sentimientos, y con un
cierto aspecto de decencia y de caridad, que muchas veces
hace mas efecto sobre el espíritu de los otros, que los mas pia-
dosos discursos.
Petición y Coloquio.

Derramad, pues, sobre mí, jó Dios miol esta caridad viva


y ardiente: encendedme de aquel sagrado fuego, de que lle-
nasteis el corazon de María, y por medio de esta el de Isabel,
para que en adelante yo no me aplique á otra cosa, que á lo
que pueda procurar vuestra gloria, mi salvación, y la de mis
hermanos. Vos solo seáis el fin de mis compañías, el nudo de
mis amistades, y el objeto de mis visitas y conversaciones:
vuestro espíritu sea en ellas el principio, vuestra gracia el
vínculo, y vuestro amor el fruto.
¡ O Santa Madre de mi Salvador I Alcanzadme alguna parte
de aquel espíritu de santidad y de edificación, que con tanta
abundancia derramasteis en aquella visita que hicisteis á Isa-
bel. Sirva ella de modelo á todas las visitas que nosotros ha-
gamos, las que bien lejos de ser como nos lo enseña vuestro
ejemplo, actos y testimonios de caridad, medios de conservar
y aumentar la unión de nuestros corazones, ocasiones propias
para edificar al prójimo, ó para ser de él edificados, son por
el contrario, y frecuentemente entre nosotros, un comercio re-
cíproco de inmortificacion y vanidad, de disipación, de vicios,
y de pasiones que mútuamente se reciben y se comunican. Re-
compensad, { ó Divina Madre 1 con los efectos de vuestra po-
derosa protección nuestra fidelidad para imitaros en adelante.
Amen.
Ton. I. 3
MEDITACION V.

CANTICO DE MARIA.
(S. Lucas c. 1.t>. 46. 65.j

HABIENDO ISABEL, LLENA DEL ESPÍRITU SANTO , HABLADO í MARÍA, ESTA


SANTA VIRGEN, LLENA TAMBIÉN DEL MISMO ESPÍRITU, LE RESPONDIÓ CON
ESTE MAGNÍFICO CANTICO, QUE LA IGLESIA REZA TODOS LOS DIAS, I QUE
ES EL PRIMERO DEL NUEVO TESTAMENTO... MARÍA EN EL ALABA A DlOS,
LO 1 . ° POR LO QUE HA OBRADO EN ELLA: LO 2 . ° POR LO QUE HA HECnO
CONTRA LOS QUE OPRIMIERON SU PUEBLO; T LO 3 . ° POR CUANTO- HA HECHO
BN FAYOR DE SU IGLESIA.

PUNTO PRIMERO.

María alaba á Dios por cuánto ha obrado en ella.

«Mi alma (dijo María) engrandece al Señor, y tai espirita


»se regocijó en Dios, mi Salvador. Porque miró la bajeza de sn
«esclava: mira que desde este punto me llamarán bienaventu-
r a d a todas las generaciones, porque me ha hecho cosas gran--
»des el que es poderoso, y santo su nombre: y su misericordia
»de generación en generación sobre aquellos que le temen»...
Estas primeras palabras del Cántico de.María incluyen, lo '
1 * los sentimientos de su reconocimiento... Mi espíritu, dice
María, está arrebatado de admiración, y mi corazon transpor-
tado de amor: yo no soy va mía: el Sefior llena toda la capa-
cidad de mi alma. ¡O, y cuán grande es este Dios de bondad!
Me ha colmado de favores tales, que mi boca no puede ponde-
rar bastantemente, porque mi corazon no puede comprender
tanta felicidad. Yo era la mas desconocida, y la mas pequefia
de sus siervas, y se ha dignado de dirigir á mi sus aten-
ciones... i Qué reconocimiento! i Qué amor! Así espresa el
alma verdaderamente humilde, fiel á las gracias de Dios,
y siempre penetrada de sus misericordia^, su gratitud, ó sea
que hable ¿ su Dios, ó sea que de él hable y discurra con
el prójimo, sus traasportes y sus sentimientos son de amor, y
tal es el espíritu que anima á María: su alma transportada en
el poder, y en la bondad de su Dios, reconoce sus dones, ado-
ra sus misericordias, y publica sus favores, y toda absorta en el
júbilo, no se alegra en sí misma, ni por sí misma, sino solo en
Dios, único Autor de su felicidád. Léjos de gloriarse de sus pro-
pios méritos, no ve en statra cosa que abatimiento y nada. Las
bondades mismas de Dios la hacen aun mas humilde... Procu-
remos formar en nosotros estos sentimientos, y adquirir estas
disposiciones. Contra el falso esplendor, y la ilusión de la gran-
deza humana, digamos á nosotros mismos: alma mía, reconoce
á.Dios solo por grande, admírale á él solo, y refiérelo todo á su
gloria... Contra las lisonjas de los placeres, digamos: en Dios
solo está el contento sólido, los placeres puros y durables; y así
mi espíritu no reconocerá otros, ni deseará otros mi corazon...
Contra el veneno de las alabanzas, y contra los artificios del
amor propio, entremos dentro de nuestra nada, y llamemos á
nuestro corazon lo que no pudo hacer María, esto es, la memo-
ria de nuestros pecados..
Lo 2.° Las palabras de María contienen una profecía. Mi-
radme, dice, he venido á ser objeto de admiración para todos
los siglos: de edad en edad mi nombre será ensalzado entre los
hombres: seré conocida entre ellos como la mas afortunada de
las mugeres... ¿Si María no hubiese sido inspirada de lo alto,
hubiera podido asegurar que todos los siglos la conocerían,
la admirarían, y la llamarían bienaventurada? Y ciertamente
nosotros vemos el literal cumplimiento. Unamos, pues, nues-
tra voz á la de la Iglesia, y á la de todos los siglos; y pene-
trados de la virtud, de las grandezas, y de la felicidad de es-
ta Virgen Santa, contribuyamos en cuanto podamos á su gloria.
Lo 3.° María hace un elogio perfecto de los atributos de
Dios... Isabel la había djcho: tú eres bienaventurada por haber
creído á las palabras del Angel, queriendo decir, que sn fe era
la causa de su felicidad. María afiade á esta verdad otra mas
profunda y mas pura: mi felicidad es grande, lo confieso; pero
la debo ¿ una gracia puramente gratuita del Señor. Sola su vo-
luntad es el origen de mi gloria, y de los favores con que le
agradó prevenirme. Me ba escogido por efecto de su bondad:
esto es lo que forma toda mi grandeza, esto es lo que me pene-
tra y me arrebata de amor. Sí, él es el Soberano Señor, cuyo
nombre es santo, y su poder sin límites el que ha obrado en mí
tan grandes cosas... Su misericordia es infinita. ¡Ahí Si los
hombres no cesasen de adorarle y de temerle, verian pasar su
magnificencia de padres á hijos, y extenderse de generación en
generación... Aquí María alaba particularmente los tres atri-
butos que caracterizan todas las obras del Sefior y nos ensefia
que todos los misterios, y el Evangelio mismo están fundados
sobre la potencia, sobre la cantidad y sobre la misericordia de
Dios. ¿Puede haber un motivo mas grande de fe para una alma
recta? Pero él espíritu soberbio desecha los misterios de la po-
tencia que no puede comprender: el corazon corrompido resiste
á los misterios de la santidad que no puede gustar, y el hombre
pecador abusa de los misterios de la misericordia, que extien-
de ó estrecha en favor de sus pasiones... Huyamos de una tan
terrible desgracia. Demos gracias á Dios por cuanto ha hecho
en María, y démoselas con las palabras de la misma Sefiora,
por cuanto hace en nosotros cada vez que le recibimos en la co-
munión, sacramento inefable de su poder, de su santidad, y
de su misericordia.

PUNTO II.

Maria alaba á Dios por cuanto ka hecho contra los opresores


de stt pueblo.

Añade Maria: «Hizo prodigios con su brazo: disipó á los so-


berbios con los pensamientos de su >corazon: ha depuesto del
«trono á los poderosos , y ha exaltado á los humildes. Ha col-
»mado de bienes ¿ los hambrientos, y envió vacios á los ricos...
Lo i .* María en estas palabras hace memoria de lo pasado.
Parece que quiere decir: Dios ha disipado en todos los tiempos
las empresas que los malvados han formado contra su pueblo,
como lo han esperimentado los Senaqueribes, los Olofernes, los
Antiocos; pero jamás ha hecho sentir el poder de su brazo ter-
rible con mayor magnificencia que en el tiempo de Faraón, el
primer perseguidor de Israel, le ha derribado de su trono, pre-
cipitándole con toda su armada en lod abismó* del mar. Los
Hebreos al contrario, despreciados, hollados, sin armas, sin
defensa, sin recursos, y privados de todo socorro, han sali-
do de la esclavitud gloriosos y vencedores. El Soberano Señor
de todos los bienes ha despojado de los suyos á sus ricos opre-
sores; y estos pobres, á quienes faltaba aun lo necesario, se
han hallado enriquecidos con los despojos y con los tesoros del
Egipto. La fuerza de los tiranos ha sido confundida, y la debi-
lidad de Israel ha triunfado... Admiremos con María esta su-
prema grandeza. ¿Quién de nosotros no pondrá su confianza en
aquel que con tanta facilidad puede abatir tal orgulloso, y se
complace con tanta bondad en aliviar al humilde de corazon?
Lo 2.° María predice las cosas venideras... Lo que esta Se-
ñora refiere de Faraón es en su boca una profecía de cuanto
debía suceder: ó sea á los Judíos, que después de haber hecho
clavar en una cruz al Dios de la humildad, que combatía su
orgullo, viéron en su vergonzosa dispersión destruida la vani-
dad de sus proyectos: ó sea á las naciones infieles, que habién-
dose sublevado con furor contra Jesucristo, y contra su reli-
gión, viéron reducirse á la nada los orgullosos deseos de sus
corazones, y víniéron ellas mismas á ser la hereda^ y la con-
quista de Jesucristo, que ha extendido y propagado su imperio
en todos los ángulos del universo... El cristianismo ha tolerado
y sufrido una persecución por pajrte de los tiranos muc^o mas
eslendida, mas larga, y mas sangrienta que que esperimen-
táron en Egipto los hijos de Israel. ¿Pero tuviéron por ventura
58 EL EVANGELIO MEDITADO,
estos tiranos uta suerte itoejor que Faraón? ¿Bajo la protecciov
del mismo Dios no tríunfáron tos Cristianos mas gloriosamente
que los Hebreos? ¿Y quién no ve hoy en dia el cumplimiento li-
teral de la predicción de María, y exáctamente verificadas to-
das sus espresiones? Los perseguidores de la religión fueron
derrivados de su trono; y sobre el de los Césares se colocó
el Pontífice de los Cristianos... Bendigamos al Sefior con esta
augusta Virgen por haber ejercitado ana tal justicia contra los
enemigos de su nombre.
Lo 3.° María tíos instruye de lo presente... ¿No parece, de
hecho, que nos dice á cada uno: cualquiera de vosotros que se
halle en algún grado de honor, de poder, ó de riquezas, guár-
dese de prevalerse de él contra el débil, y contra el necesitado?
Tema al justo y poderoso vengador del inocente oprimido. Cual-
quiera que por el contrarío gime bajo injustos opresores, aníme-
se, humíllese, y ponga su esperanza en el Sefior, seguro que aun
cuando vienese á quedar debajo, al fin conseguirá una gloriosa
victoria... P&ra ser ensalzados en los ojos de Dios debemos ser
humildes: para gustar las delicias del pan Eucarístico debemos
estar hambrientos: para ser llenos de riquezas espirituales de-
bemos estar vacíos de nosotros mismos, y desearlas con ardor.

PUNTO Hf.

María alaba á Dios por cuanto ha hecho en favor de su Iglesia*

Prosigue María su cántico: «Acogió á Israel su siervo, acor-


»dándose de su misericordia: conforme habló á nuestros Pa-
»dres, á Abrahan y á sus descendientes por todos los siglos»...
Para entender bien estas palabras conviene distinguir aquí tres
tiempos.
l.° El tiempo de las promesas... El antiguo Israel, ó sea la
Iglesia del antiguo Testamento tuvo sus promesas... Por la fe á
las promesas, el Judío ha honrado á Dios, ha merecido su pro-
tección, y obtenido la salud. La grande promesa hecha á Abra-
han, y confirmada á los otros Patriarcas, era que de su sangre
nacería un hijo, en quien serian benditas todas las naciones de
la tierra (1). Ninguna cosa habia mas clara que esta profecía:
por esto los Judíos esperaban este hijo, el Mesías, el Cristo, el
ungido del Sefior, con una entera unanimidad de votos y de de-
seos. ¡Felices si lo hubieran reconocido con igual fidelidad! Pe-
ro al fin siempre es para nosotros de gran consuelo el ver, que
ha estado prometido con tanta claridad y por tanto tiempo antes
de su cumplimiento.
2." El tiempo del cumplimiento de las promesas... Ha llega-
do aquel tiempo, y el nuevo Israel, la Iglesia de Jesucristo ya
le goza: ha venido el hijo de bendición, una Virgen le lleva en
su vientre, presto comparecerá, y se hará conocer, y cumpli-
rá todo cuanto ha sido profetizado de él. María misma nos lo
anuncia: ella nos ensefia que la encarnación del Hijo de Dios, y
la venida de Mesías son el fin de las promesas de la Ley, y el
principio de las del Evangelio. Nosotros vemos con nuestros
ojos la ejecución de esta profecía. Las naciones de la tierra han
sido iluminadas con la luz de Jesucristo, y han renunciado el
culto de los ídolos por adorar solo al verdadero Dios; y por lo
que respeta á nosotros, vemos alguna otra cosa aun más sor-
prendente.
3.° La duración del cumplimiento... La promesa ha sido
hecha para siempre, para todos los siglos hasta el fin del mun-
do. La religión de Jesucristo no ha sido en efecto un relámpa-
go que haya deslumhrado los pueblos por algunas generaciones,
la vemos subsistir ya por cerca de dos mil afios, á pesar de los
diferentes caracteres de los pueblos que la profesan, y de las
revoluciones que han ocurrido en ellos, y á pesar de las perse-
cuciones, de las heregías, de los cismas, de los abusos, y de los
escándalos. Todos los dias, aun hoy, nuevas naciones ilumina-
das abrazan la fe, y participan de las bendiciones prometidas.

(1) Genes. 22. 18.


Petición y coloquio.

Nosotros mismos, jó Sefior! hemos recibido estas ahondan-


tes bendiciones, bien que fuesemos del número de las naciones
idólatras. jAh! Ñolasretiréis de nosotros, ¡ó Dios miol por
causa de nuestras infidelidades, y de nuestras habituales preva-
ricaciones. Antes, hacednos el favor de conservárnoslas, y de
aumentárnoslas siempre mas por causa de vuestros siervos, y
de vuestras siervas fieles que habitan eo mediode nosotros. No
abusaremos ya mas de ellas, y las dejaremos como en herencia
á nuestros nietos y sucesores... La relación tan perfecta y tan
fiel que vemos entre el efecto y las promesas encienda y confir-
me nuestra fé, y nos llene de reconocimiento y de amor. Vues-
tras misericordias, jó Sefior! se derramen particularmente so-
bre nuestra Bspafia, y sobre todos los dilatados dominios de
nuestro augusto y clementísimo Monarca, sobre su augusta per-
sona y familia para siempre. Amen.
MENTACION VI.

PRINCIPIO DE S A N JUAN BAUTISTA.

(S. Lucas í. t>. 87. 80.;

PUNTO PRIMERO.
Nacimiento de San Juan.

«Y se compiló para Isabel el liempto de parir, y parió un


»hijo. Y los vecinos y parientes de ella oyéron como el Seflor
»habia señalado oon ella su misericordia, y se congratulaban
»conella»...
Alégrarse con aquellos que Dios favorece, y por las ventajas
que les concede, es, lo 1.° una obligación de humanidad que te
debe cumplir con exactitud. El júbilo que se manifiesta al pró-
jimo por el bien que recibe aumenta el suyo, y completa el
nuestro: la negligencia en cumplir este deber viene á ser algu-
nas veces una ofensa.
Lo 2.° Es una obligación de caridad que se debe cumplir con
sinceridad. Léjos, pues, de nosotros el esconder bajo palabras
de enhorabuena y de placer, un espíritu maligno y burlesco, ó
un corazon triste y celoso.
Lo 3.° Es una obligación de religión que se debe cumplir con
piedad y refiriéndolo todo á Dios. Dios es el que da el bien, los
talentos, y los sucesos prósperos: aplaudamos la distribución
que hace de sus favores: honremos sus dones, y aquellos á
quienes los comunica, si queremos ser participantes de sus mi-
sericordias. La sociedad de los fieles forma un mismo cuerpo,
y las ventajas de cada particular son comunes á todo él, y to-
dos los miembros deben participar de ellas.
Lo 4.° Es para nosotros una obtigacion de humanidad, de
caridad y de religión entrar á parte de las aficciones que suce-
den á nuestro prójimo, y de entristecernos con él... ¿Y cómo
cumplimos nosotros estas obligaciones?

PUNTO II.

Circuncisión de San Juan.

«Y sucedió que al octavo dia fueron á circuncidar al in-


nfante»...
Primeramente: examinemos en esta ceremonia la persona
de San Juan. Aunque fué santificado desde el vientre de su Ma-
dre, no se deja de circuncidarle... Las gracias extraordinarias
no dispensan de la observancia de la ley común.
Lo 2.° Observemos los Padres de San Juan... «Y le llama-
aban Zacarías por el nombre de su Padre»... Este nombre era
amable en la familia, y de bendición para con el pueblo, por-
que el que le tenia le habia ilustrado con todas las virtudes que
constituyen un hombre santo á los ojos de Dios, y respetable ¿
los de los hombres. Por otra parte se seguía en esto el deseo
inocente de la naturaleza, y el sentimiento común ¿ todos los
padres que desean vivir en sus hijos, y que no pueden sufrir que
su nombre caiga en el olvido... Quisiera Dios que los nombres
propios sirviesen simplemente para conocer las personas, y no
para hinchar la vanidad, y fomentar el orgullo... Quisiera Dios
que los nombres de los Cristianos sirviesen para anunciar y de-
fender la fe, y no para manifestar el espíritu y el carácter de
la pasión, que muchas veces ha movido á los padres á ponerlos.
Lo 3.° Consideremos á Isabel... Ella sin duda se habría
alegrado mas que ningún otro de ver revivir en su hijo el nom-
bre de su marido; pero sabia que este hijo no era para el
mundo, que estaba destinado á un empleo todo divino, que
habia nacido en gracia, y que nacía para anunciar á los hom-
bres el Dios de la gracia, y por consiguiente que debía llevar
un nombre que nada debiese i la carne y á la sangre, nombre
conforme al privilegio de su nacimiento, y á la grandeza de su
destino: por esto sin explicarse sobre la causa y principio de
sus luces, sin decir que había sido instruida del nombre del
nifio con una revelación particular, ó por algún escrito de su
marido, constantemente, se opuso á la voluntad de los parien- ,
»tes. «Y la Madre de él respondió, y dijo: de ningún modo,
»sino que se llamará Juan»... Juan en lengua hebrea significa
Dios y gracia... Los nombres que dan los hombres, ó nada
significan, ó si significan alguna cosa, son ordinariamente mal
sostenidos de quien los. lleva...
Los parientes de Isabel la dijeron: «no hay alguno de tu
«parentela que tenga tal nombre»... Pero ella estuvo firme y
fiel á las órdenes del cielo, á la luz de la fe, al espíritu det
Evangelio, y á los movimientos de la gracia, de que su hijo
debia ser el Predicador, y el Ministro, y sostuvo constante-
mente que se llamase Juan... Afortunadas las madres que ha-
biendo conocido bastantemente la vocación del cielo sobre sus
hijos, saben como Isabel sacrificar las inclinaciones de una ter-
nura maternal á las órdenes supremas de la voluntad de Dios,
y despreciar las quejas indiscretas, y las importunas represen-
taciones de los amigos y de los parientes, que ven solo con los
ojos de la carne.
Lo 4.° Consideremos á Zacarías. «Y preguntaron por sefias
»á su Padre, ¿cómo quería que se llamase? Y él pidiendo la
«tabla (1) escribió asi: su nombre es Juan. Y lodos quedaron
«maravillados. Y en aquel punto fué abierta su boca, y desa-
»tada su lengua, y hablaba bendiciendo á Dios... Y Zacarías,
«su Padre, fué lleno del Espíritu Santo, y profetizó»...
Admiremos aquí en Zacarías su fidelidad en obedecer á las
órdenes del cielo, confirmando á su hijo el nombre de Juan: su
improvisa sanidad, recompensa de su fidelidad y paciencia: su
reconocimiento al Sefior mediante el primer uso que hace de
la facultad de hablar que Dios le concede: y finalmente el nue-
vo favor que el Sefior le hace llenándole de su espíritu, y co-
( t ) La tabla cubierta de cera, sobre la cual con estilo de hierro es~
cribian los antiguos. Bfertioi.
mullicándole el don de la profecía... ¡O, y cuáo bueno y mise-
ricordioso es el Sefiorl No se deja vencer en liberalidad: somos
nosotros enemigos de nosotros mismos , cuando somos ingratos
para con Dios.
Lo 5.° Contemplemos el pueblo... «Y fueron sobrecogidos
»del temor todos los vecinos: y por toda la montaña de la Ga-
»lilea se divulgaron todas estas cosas; y todos aquellos que las
»habian oido, las ponderaban en su corazon, diciendo: ¿qué
»Nifio será, pues, este? Porque la mano del Sefior está oen
»él»... Observemos en este pueblo IQS sentimientos de admi-
ración, de respeto, y de religión á la vista de todos estos pro-
digios: su celo en publicar las maravillas de que ha sido testi-
go: su fidelidad en conservar la memoria en su corazon, y en
pensar y hablar frecuentemente de ellas... Admiremos tam-
bién tantas maravillas, demos gracias al Sefior, concibamos la
mas alta idea de San Juan , y empleemos su intercesión para
obtener la gracia de prepararnos á recibir á aquel que él ya
anuncia con los milagros estrepitosos de su nacimiento.

PUNTO n i .

Retiro de San Juan.

«Y el Nifio crecía, y se fortificaba en el espíritu, y habita-


b a por los desiertos hasta el tiempo de darse á conocer á Is-
rael»... Apenas San Juan salió de la infancia se retiró al de-
sierto, donde habitó escondido al mundo hasta la edad de
treinta años. Este joven santificado desde el vientre de su ma-
dre huye el contagio del siglo. Esta alma inocente se sacrifica
á los rigores de la penitencia. Este hombre extraordinario es-
pera la edad ordinaria para entrar en las funciones públicas:
este Profeta, iluminado por la luz divina antes de haber visto
la luz del dia, se mantiene escondido: esta voz del Verbo eter-
no observa un silencio de treinta afios antes de dejarse oir.
¿Qué éxito de sus predicaciones no anuncian estos preparati-
vos, y estos preliminares... Se habla eficazmente de la peni-
tencia, cuando constantemente se ha practicado. ¡Cuántas lec-
ciones! ¿Cuántos ejemplos ofrece aquí San Juan para todas las
edades, y para todos los estados?
1.° Para la juventud... La ensefla á crecer en la inocencia,
y á fortificarse en el verdadero espíritu de religión y de pie-
dad... ¡Feliz aquel que despues de haber pasado de esta m a -
nera sus primeros años se siente llamado de Dios, y se retira
del mundo para meditar en la soledad la ley del Sefior, y
practicar en ella la perfección! ¡Qué frutos no producirá cuan-
do se digne el Sefior manifestarle al mundo!
2.° ¿Québello ejemplo dá San luán á aquellos que viven se~
parados del mundo ? Quien vive en la soledad, santífiqnela con x
el estudio, y con ia meditación de los libros santos, con la
oracion, y con la mortificación.
5.° ¿Qué importante lección fio suministra San Juan á
aquellos que viven en el mundol Quien vive en medio del siglo,
sepa hacerse un retiro para practicar en él según su estado los
ejercicios de religión, y obrar allí la propia santificación.

Petición y coloquio.

Haced ¡ó Dios mío! que no perdiendo jamás de vista este


santificante retiro, en que San Juan se dió á los ejercicios de
una vida austera, en que fué admitido á un íntimo comercio
con vos, y en que practicó la penitencia mas rigurosa, á ejem-
plo suyo'cumpla yo con fidelidad las obligaciones de mi estado
con un espíritu continuo de conformidad, y de unión con vos,
y que abrace y acaricie las cruces con que se digne vuestra
augusta y adorable providencia favorecerme. Amen.
MEDITACION VII.

CANTICO DE ZACARIAS.

(S. Lucas c. 1. ». 68. 79.;

ESTE CANTICO TIENE DOS PARTES. E N LA PRIMERA ZACARÍAS SE DIRIGE A

DLOS PARA BENDECIRLE, POR HABBRNOS DADO UN SALVADOR, T POR LOS


BIENES QUE ESTE SALVADOR NOS HA DE PROCURAR... E N LA SEGUNDA SB
ENDEREZA A SAN JUAN, T DESPUES DE HABER DADO A CONOCER SU ALTO
DESTINO , SE VUELVE DE NUEVO A LOS BENBFICIOS QUE RECIBIMOS DEL

SALVADOR, LO QUE SUMINISTRA CUATRO PUNTOS DE MEDITACIÓN.

PUftTO PRIMERO.

Del Salvador que Dios nos da.


«Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado, y
«redimido su pueblo... Y ha ensalzado para nosotros el Prínci-
»pe de la salud (esto es, nos ha suscitado un poderoso Salva-
»dor) en la casa de David, su siervo... Conforme habló por bo-
»ca de sus Santos Profetas, que vinieron desde el principio de
«los siglos... Salud de nuestros enemigos, y de las manos de
»todos aquellos que nos aborrecen... para hacer misericordia
»con nuestros padres, y acordarse de su testamento santo...
«Conforme al juramento con que juró á Abrahan, nuestro Pa-
«dre, de darse á nosotros»... En estas palabras considera Za-
carías al Salvador.
Lo 1.° Como presente; esto es, como recientemente bajado
del cielo, y actualmente existente en la tierra, en la casa de
David; como si dijese: Bendito sea el nombre del Sefior Dios,
que adora Israel, porque ha bajado de lo alto del cielo para
visitar ¿ su pueblo, y rescatarle de la esclavitud... De la san-
gre de David, su siervo, ha sido concebido el Mesías Dios en
el seno de ana Virgen: el nifio que nacerá de esta será el re-
paro y la salud que nosotros esperamos... Este santo hombre
habia tenido la dicha de ver y poseer en su casa á la bienaven-
turada Virgen, hija de David, que en su vientre llevaba este
Salvador fuerte y poderoso; pero no habia tenido el consuelo
de hablarle, ahora lo resarce con la efusión de su corazon. El,
y su esposa eran aun sobre la tierra los únicos que sabían este
grande secreto. Zacarías lo publica, y se contenta con nom-
brar la familia, sin nombrar la madre del Salvador... Pero no-
sotros que tenemos la suerte de conocerla, alabémosla, y con
Zacarías bendigamos á Dios por el grande beneficio ya comen-
zado de nuestra redención.
La expresión de Cuerno de la salud (que nosotros traduci-
mos con esta: Principe de la salud), de que el Santo Sacerdo-
te se sirve para denotar al Salvador, significa fuerza, potencia,
ángulo, y finalmente rayo de luz. Se sabe en qué sentido estos
tres significados convienen á nuestro Sefior... Jesús es la fuer-
za de Dios, porque él ha hecho los siglos... (1). Jesús es la pie-
dra del ángulo, que mantiene todo el edificio (2). Jesús es la
verdadera luz, que ilumina al mundo... (3). Es el esplendor de
la gloria de su Padre, y la imágen de su substancia.
Lo 2.° Zacarías considera al Salvador como anunciado por
los Profetas. Lo había prometido Dios, dice él, de siglo en si-
glo por boca de los Santos Profetas, confidentes de sus secre-
tos, y depositarios de sus oráculos... La santidad, la perpetui-
dad, y la uniformidad del testimonio de los Profetas es una
prueba divina, que condenará siempre la incredulidad de los
Judíos, y de los impíos, y la debilidad de la fe de muchos
Cristianos.
Lo 3.° Zacarías contempla al Salvador como vencedor de
nuestros enemigos. Estaba empeñado, continua él, en librarnos
del furor de nuestros enemigos , y de las persecuciones de
0). AdHebr. c. i. v. i. 2. 3.
(2). Psalm. 17. T. 22.
(3). Hebr. i. 3.0.
aquellos que DOS aborrecen... Los Judíos oarnales esperaban
del Mesías una felicidad solo temporal, y se han engañado
siempre sobre las expresiones de los Profetas, que anunciaban
la ruina de sus enemigos... Nuestros verdaderos enemigos son
el demonio, el mundo y la carne, el pecado y la muerte. Uni-
dos á nuestro Salvador ya no tenemos nada que temer de ellos:
la gracia nos basta para vencer sus esfuerzos; pidámosla con
ardor, y seámosle fieles.

PUNTO II.

De los bienes que nos procura el Salvador.

«Para que libres de las manos de nuestros enemigos le sir-


camos sin temor, con santidad y justicia en su presencia por
«todos nuestros dias»... Los bienes de que somos deudores á
nuestro Salvador consisten en esto, que con el socorro de su
gracia, y sin que algún enemigo nos lo pueda impedir.
Lo 1.° Vivamos en la santidad, y en la justicia ; esto es, en
el ejercicio de/odas las virtudes, y en el cumplimiento de to-
das nuestras obligaciones para con Dios, y para con el pró-
jimo.
Lo 2.° Que practiquemos estas virtudes en la presencia de
Dios. ¡Ay de mil ¿Cuántos hay que practican la virtud solo
porque la ven, y porque la aprueban los hombres?
Lo 3.° Que vivamos de esta manera por todos nuestros
dias... esto es, en todas las edades, en todas las circunstan-
cias de nuestra vida, y así perseveremos hasta la muerte...
Lloremos, pues, aquí tantos dias, y tantos años pasados, si-
guiendo la inclinación de nuestras pasiones, y en el servicio
del mundo, sin pensar en Dios nuestro Salvador. Comencemos
desde ahora á vivir santamente, y en la presencia del Señor,
con una firme resolución de continuar así con el socorro de la
gracia por todos nuestros dias.
PUNTO III.

Del alio destino de San Juan.

«Y lú, Nifio, serás llamado Profeta del Altísimo, porque


«precederás delante de la cara del Sefior á preparar sus cami-
»nos: para dar á su pueblo la ciencia de la salud, para la re-
«misión de sus pecados por las entrafias de ta misericordia
»de nuestro Dios»...
Primeramente: Zacarías anuncia la dignidad de San Juan>
le llama el Profeta del Altísimo: Profeta desde el seno de su
madre: Profeta en su nacimiento, en su nombre, en toda su
persona, y el mas. grande de los Profetas, el último de los
Profetas de la ley antigua, y el primero de la nueva; y final-
mente, según el oráculo mismo de su Maestro: mas que Profe-
ta... (1). ¡Ahí {Qué confianza debe excitar en nosotros una
tan alta dignidad en los méritos, y en la intercesión de tan
grande Santo 1
. Lo 2.° Zacarías declara el empleo de San Juan... Nifio
feliz, parece que quiere decir fruto de misericordia y de ben-
dición: tu serás llamado Profeta del Altísimo; y darás cumpli-
miento á tan glorioso ministerio: Precederás, y caminarás de-
lante de la cara del Señor nuestro Mesías, y nuestro Dios: tú
le prepararás sus caminos: tu dispondrás los Israelitas tus her-
manos á reconocer, y seguir al Doctor celestial, que debe
venir sobre tus pasos á iluminarlos, y á instruirlos... No
hay, se puede decir, en este mundo persona que no tenga al-
guna parte en este divino empleo de Juan Bautista, no sola-
mente los Apóstoles, los Pastores en órden á sus pueblos, sino
también los padres y las madres respecto de sus hijos, las ca-
bezas de las familias en órden á sus criados, los Maestros
para con sus discípulos: todos están encargados de preparar

(I). Malh. c. I I . v . 9 .
TOM. I .
los caminos al Señor. Ahora, pues, ¿con qué celo no debe
cada uno, á ejemplo de San Juan, cumplir este deber?
Lo 3.° Zacarías da testimonio de ta doctrina del Santo
Precursor. Le llama la ciencia de la salud, la ciencia sgla ver-
dadera. Y de hecho, ¿qué sirve que todos los otros conoci-
mientos se perfeccionen entre nosotros, si este se olvida? Bien-
aventurado el pueblo, que ignorando todos los otros, posee
solamente esté. (Infelices aquellos, que excelentes en todos los
otros, ignoran estel Y mil veces mucho mas infelices aquellos,
que dotados de talentos para enseñar la ciencia de la salud,
enseñan el camino de la perdición con discursos, ó con escri-
tos, que no inspiran otra cosa que impureza, heregía, ó irreli-
gión. {Genios sublimes, Escritores bizarros de este siglo, qué
gloria, qué méritos, que consolaciones para vosotros si em-
pleaseis la penetración de vuestro espíritu, y la dulzura de
vuestro estilo para hacernos conocer, y amar nuestro Criador
y nuestro Salvador, la religión y la virtud!
Lo 4.° Zacarías predice el fruto de la misión de San
Juan... }0 divino Niño (prosigue)! darás á tu pueblo la ciencia
de la salud... Movidas de tus discursos las gentes correrán á la
penitencia, y obtendrán el perdón de sus pecados. Por tu mi-
nisterio se esparcirán sobre nosotros los efectos de la bondad
de nuestro Dios, que del cielo ha bajado á visitarnos, y á re-
cibirnos en las entrañas de su misericordia... ¡O, y cuán gran-
de é infinita es la misericordia de Dios! El es el ofendido, y
con todo eso es el que viene á traernos, y ofrecernos el per-
don de nuestras ofensas; ¿y nosotros lo rehusaremos? Nos so-
licita este Dios de bondad, por las entrañas de su misericor-
dia, porque sabe lo que nosotros debemos á su justicia. ¡Ahí
{Si lo comprendiésemos bien, con qué ardor, y con qué reco-
nocimiento aceptaríamos estas ofertas, y nos serviríamos de
esta tierna y divina misericordia! (O misericordia inefable, que
tantas veces he experimentado 1 ¿Seré yo tan desgraciado, que
vuelva otra vez á los pecados, que ya he detestado, y que vos
me habéis perdonado?
PUNTO IV.

De los beneficios del Salvador.

«Por las entrañas de la misericordia de nuestro Dios, por


nías cuales nos ha visitado el sol que nace de lo alto, para
«iluminar á aquellos que yacen en las tinieblas, y en la som-
»bra de la muerte, para guiar nuestros pasos en el camino de
»!a paz»... Zacarías acaba su Cántico con una relación la mas
preciosa de los beneficios del Salvador.
Lo á.° Celebra la visita que nos hace. (Qué esperanza (pa-
rece que diga) hacen ya resplandecer á nuestros ojos los pri-
meros rayos del Sol de justicia, que comienza á alzarse sobre
nuestra cabeza 1 De lo alto del cielo, del seno de su Padre baja
á la tierra este Dios Salvador para visitarnos, hacerse hombre,
vivir con nosotros, darse y morir por nosotros. ¡Qué eleva-
ción 1 ] Qué abatimiento 11 Qué visita 1 \ Qué misericordia 1 Pero
lo que Jesucristo há hecho una vez en la -Encarnación, lo hace
aun todos los djas en la Eucaristía. Aquí es donde están parti-
cularmente las entrañas de su misericordia. ¿Cuántos prodi-
gios de amor se incluyen en ella I
Lo 2.° Otro de los prodigios del Salvador que nace es, dice
San Juan, la lux que esparce. ¡En qué abismo de confusion,
en qué horrible caos estaban sumergidos los pueblos, cuando
compareció el Sol de justicia, y la luz de la verdad I Por todas
partes reinaba la iniquidad; todos los espíritus estaban perver-
tidos, ó .engafiados; la ley de Dios era ignorada, ó quebranta-
da; no habia otra cosa que hipocresía en el culto, y en los sa-
crificios abominación: el templo y el altar eran una piedra de
escándalo... A fuerza de seguir sus pasiones, y de abandonarse
á ellas, habian perdido los hombres hasta la voluntad de re-
primirlas y de someterlas... Hechos vergonzosamente esclavos
del vicio, ya no conocían esta dignidad, de que habian caído,
ai el verdadero bien que habian perdido: ya no conocian i
Dios, ni se conocían tampoco á sí mismos. El alma habia per-
dido el conocimiento de su naturaleza, su inmortalidad se re-
putaba ya solo una pura opinioa: el hombre se creía semejante
¿ las bestias, porque se contentaba con vivir como ellas. Ya
no se encontraba virtud sólida, ni se formaban sentimientos
verdaderos de religión. Los mortales acostumbrados á caminar
en las tinieblas espesas del pecado, y de la corrupción , no se
sorprendían por los mas vergonzosos desórdenes. El vicio habia
ya perdido su fealdad, y la iniquidad se cometía sin escrúpulo.
Tal era ta sombra de la muerte, bajo que estaban sentados, ó
por mejor decir, tal era el remolino que se habia tragado al
género humano cuando Jesucristo vino á sacarle fuera; y lo
ejecutó haciéndose él mismo el camino, .la verdad, y la vida.
Ha mostrado el camino del reino de Dios con la pureza de su
doctrina, y con la santidad de su vida, y fueron enderezadas,
y seguidas las sendas de la justicia. Todo era mentira y engaño
en el hombre, y todo ha venido á ser por Jesucristo luz y ver-
dad. Todo estaba corrompido en el hombre, todo eslaba muer-
to, y todo por Jesucristo ha sido lavado, purificado, y vivifi-
cado. Su Evangelio ha iluminado el universo, le ha sacado de
su ignorancia, de sus supersticiones, y de sus vicios... Guando
Zacarías hablaba, apenas se habia levantado este Sol de justi-
cia , y no resplandecía aun; pero ahora que nosotros hemos
visto su luminosa carrera, que estamos rodeados de su luz y
de sus fuegos, ¿qué desgracia seria para nosotros, si caminá-
semos aun en las tinieblas del pecado y. del error, y en los ca-
minos de la perdición, y de la muerte eterna?
Lo 5.° El último beneficio que Zacarías reconoce en, el Salva-
dor , que está para nacer, es la paz que viene á darnos. Paz
con Dios, paz con el prójimo, paz con nosotros mismos, paz
sobre la tierra, y paz y reposo eterno en el Cielo.
Petición y coloquio.

¡Oh Dios mió! No obstante tantos beneficios recibidos por


vuestra divina, y adorable Encarnación, ¡cuántos entre noso-
tros que han sido participantes de ellos, viven aun en una
mortal ignorancia de los designios de vuestra misericordia, de
los favores de vuestra bondad, y de las leyes de vuestra sabi-
duría 1 ¿Yo mismo mas instruido que otros, soy acaso mas fiel
á vuestra gracia? ¡Ah! Aquel fuego divino que vinisteis á en-
cender sobre la tierra escite é inflame mi corazon, para que
todos mis deseos sean bien regulados, mis inclinaciones castas,
y mis acciones ¡nocentes, y para que en adelante sin temor,
seguro de vuestro socorro, y tranquilo bajo vuestra protección,
pase mis dias en el fervor de vuestro servicio, haga obras dig-
nas de mi fé, camine en vuestra presencia en los caminos de la
santidad y y todos mis pasos me guien al término de una hiena-
venturada paz, en tas entrañas de vuestra misericordia. Amen.
MEDITACION VIII.

GENEALOGÍA DE JESUCBISTO POR PARTE DE S . JOSÉ.


(S. Mateo c. 1 . 1 . 17.;

E N ESTA GENEALOGÍA SE MANIFIESTAN EVIDENTEMENTE LA 8ABIDURÍ* R


LA BONDAD, T LA PROVIDENCIA DE DLOS.

PUNTO PRIMERO.

La sabiduría de Diot.

Lo i.° La genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de


Abrahan prueba incontrastablemente la venida del Mesías: esta
prueba se fortifica, y se afianza mas cada día, y confundirá
para siempre la obstinación de los Judíos, porque cuanto mas
esperan al Mesías, les es mas difícil, ó imposible el probar su
generación de parte de David, habiéndose mucho tiempo ha
confundido las familias que tienen en él su origen... Adoremos
nosotros á Jesucristo, el verdadero Mesías, que vino en el
tiempo, y en la manera que Dios habia prometido: y adoremos
la sabiduría divina que dispone de todos los acaecimientos del
modo mas propio á sus designios eternos.
Lo 2.° Esta sabiduría se manifiesta en el cumplimiento, y en
la reunión de las dos profecías, que parecía que mútuamente se
escluian. La primera era, que el Mesías nacería de una Virgen:
y la otra, que sería heredero del trono de David, á que las
mugeres no podian adquirir derecho, ni darle á su descenden-
cia. Pero el matrimonio de José con María ha quitado, y alla-
nado esta dificultad. Siendo José cabeza del primer ramo de la
familia real de David, y naciendo Jesús de la legítima esposa
de José, es necesariamente el único, y legitimo heredero de
José. El órden sobrenatural, y milagroso de la Concepción de
Jesuseo el vientre de María Virgen, lejos de quitárle ioá dere-
chos de sucesión, mayormente se los confirma.
Lo 3.° La sabiduría de Dios aparece aun mas visiblemente
en otras ventajas que trajo el matrimonio de José con María.
Con este ocultó Dios por un tiempo á los demonios, y á los
hombres las maravillas de su divina obra: proveyó al honor
de María, la procuró un alivio, y un apoyo: y puso el colmo á
los favores de San José..* Alabemos al Sefior en las obras de
su sabiduría; alegrémonos con San José, y con María; y re-
guemos por la conversión de los incrédulos.

PUNTO II.

La bondad de Dios.

Esta bondad de Dios resplandece, no solo por habernos


dado su único hijo, y porque el hijo, cuya generación es eter-
na, é infalible, quiere tener una generación, y genealogía bu-
mana ; sino también por la elección que hizo de los Patriarcas,
de quienes ha querido descender, entre los cuales, lo primero
hubo Santos para escitar nuestro espíritu, y nuestro ánimo:
Abrahan recomendable por la fé: Isac por la obediencia: Jacob
por su bondad, y por su constancia, etc. Lo segundo, hubo
pecadores penitentes, para animar nuestra confianza, David,
Manasés, eta. Lo tercero, hubo pecadores, de quienes se igno-
ra la penitencia, para hacernos vivir con cautela... ¿Quién no
temblará á vista de un Salmón Idólatra, de quien no se lee la
conversión?
Entre las cuatro jnugeres que se nombran en la genealogía
de Jesucristo, dos son pecadoras, Thamár, y Bersabé; y dos
eslrangeras, Raab, y Ruth, para que entendamos que aunque
estrangeros al Pueblo Hebreo, y aunque pecadores, no somos
escluidos de aquella redención que se obró por todos los hom-
bres. No se glorien los Judíos de ser los hijos de Abrahan,
lsac, y Jacob: nosotros somos los verdaderos hijos de Abrahan,
y herederos délas promesas, desde qae pertenecemos á Jesu-
cristo hijo de David, y de Abrahan... Judas, y sus hermanos,
que han sido las cabezas de las doce tribus, son la figura de
los doce Apóstoles, Padres de todas las Iglesias Cristianas...
¡Qué alegría ver que Dios pensaba en nosotros en medio de los
favores que hacía á ios Judíos; y que de tal suerte pensaba,
que las gracias, y la bondad que usaba con ellos, eran sombra
solamente, y una figura de los bienes que preparaba para noso-
tros 1.Démosle infinitas gracias, y aprovechémonos de tan gran-
de beneficio... Nuestra mayor gloria es sin duda, el pertene-
cer al hombre Dios: pero esta gloria será verdadera, y eficaz
para nosotros, cuando vivamos de una manera digna de esta
nuestra divina adopcion.

PUNTO III.

La Providencia de Dios.

Lo 1.° Esta Providencia se deja ver en tos diferentes estados


del Pueblo escogido. Este Pueblo tuvo sucesivamente para que
le gobernáran, Patriarcas, Capitanes, Jueces, Reyes, y Pon-
tífices; pero todas estas mutaciones no pusieron eL menor obs-
táculo á los designios del Altísimo,.. En todo lo que sucede,
los hombres tienen sus miras, pero las de Dios siempre tienen
su cumplimiento... Adoremos la soberanía de aquel que hizo
el Cielo, y la tierra. Reconozcamos, y publiquemos que él haoe
cuanto le agrada, y de todo dispone según el consejo dé su
sabiduría; y á todo hace servir para su gloria, siguiendo las
leyes inviolables de su justicia, y los sentimientos de su bon-
dad para oon nosotros.
Lo 2.° La Providencia divina se demuestra en las revolucio-
nes que experimentóla familia privilegiada de Jesucristo. Ya la
vemos sobre el trono, ya entre cadenas, y ya finalmente en la
oscuridad de una vida privada , y laboriosa,.. ¿Quién no hu-
biera creído trastornadlos mil veées los designios de Dios? Pues
aquello mismo que parecía destruirlos, es precisamente lo que
acelera la ejecución. Estaba establecido en los supremos con-
sejos de Dios que en un tiempo profetizado» y anunciado el
Yerbo increado, hijo del Eterno Padre, consustancial á Dios
su Padre, habia de tomar cuerpo en el vientre de una Virgen;
que de esta unión adorable de el Verbo con la carne, habia de
resultar un hombre Dios, mediador entre Dios, y los hombres;
cabeza de todos los Cristianos: Autor, y principio de un nuevo
culto: que este hombre Dios, hijo únieo de Dios, seria hijo de
Abrahan, Isác, y de Jacob; que descendería de David, y de
Sálomon; que juntaría en su Persona todos los derechos de la
real familia de Judas: ¿pero cuántos impedimentos para el cum-
plimiento de estas profecías? ¿Cuántas revoluciones en el dis-
curso de dos mil aflos? No importa: ninguna cosa podrá opo-
nerse á*la ejecución de la promesa; ni la vejéz de Abrahan que
tenia ya cien afios cuando le fué prometido Isác, ni la esterili-
dad de Sara, ni la mala voluntad de Ismael contra Isác, ni el
furor de Esau contra Jacob, ni el pecado de Judas, ni la larga
detención, y opresion de los Israelitas en Egipto, ni la mala
alianza de Salmón, y Booz, ni el adulterio de David, ni la
Idolatría de Salomon, ni la infidelidad de la mayor parte de sus
descendientes, ni la esclavitud de Babilonia, ni la pobreza á
que se Yeia reducida la familia de David, ni el Imperio Roma-
no, ni la impiedad de Herodes Rey de los Judíos. El dia del
Sefior llega en las circunstancias, y coyunturas profetizadas, y
dichas de antemano, en el tiempo sefialado ha de nacer Jesús,
esto es, nuestro Salvador, el Cristo xjue es el ungido del Sefior,
que debe hacernos participantes de su Santa Unción; el hijo de
David que los Judíos esperaban, como á quien debia restable-
cer el reino de sus Padres; el hijo de Abrahan, en quien deben
ser benditas todas las naciones, y que en cualidad de hijo úni-
co de Dios, y de primogénito de los hijos de los hombres, será
su fiador, y su victima, para ser por eso su Pontífice, su Juez,
y su Rey.
Lo 3.° Za Providencia divina resplandece en la cireunstan-
cia que escogió Jesucristo para su nacimiento. Debia nacer de la
familia real; pero la sangre de David ya no estaba sobre el tro-
no , ya se habia roto el cetro de Judas, y se habia abolido su
soberanía, su gloria, y sus riquezas ya habian desaparecido;*
no habia quedado ni se hallaba otra cosa que la virtud, y esta
es como la seftal de que ya está cerca el libertador. El trono
temporal de David era la figura del trono espiritual del Mesías;
y este es un carácter porque debia reconocerse; pues sí se ha-
llara en posesion de la gloria humana, hubiera sido difícil el
distinguir el reino temporal del espiritual, y aquellos que se
hubieran hecho del partido de Jesucristo, se hubieran podido
engafiar á sí mismos sobre este punto. ¿Cómo habría podido
Jesucristo condenar la vanidad del mundo si hubiera nacido
entre las pompas del siglo? ¿Cómo predicar los caminos del
Cielo, y seguir los de la tierra ? ¿Cómo establecer con$u doc-
trina el desprecio de las cosas presentes, si su nacimiento, su
vida, y su ejemplo hubieran combatido lo que enseñaba? Esta
es la causa de la decadencia de los antepasados, y mas vecinos
al tiempo del Mesías: este es el ejemplo, y la ley que ha dejado
á su posteridad; esto es, á los Cristianos, y á cada uno de
nosotros en particular. De aquí aprenderemos lo que debemos
estimar, y buscar. Adoremos aquella divina Providencia que
gobierna todas las cosas, conservemos la paz del corazon en
todos los accidentes de nuestra.vida; y ó sea que Dios nos con-
suele, y nos enlace, ó sea que nos abala, y nos humille, reci-
bámoslo con sumisión, y con reconocimiento á sus adorables
disposiciones. Hijos de Rey, ó hijos de artesanos, Jesús sea
siempre nuestra pauta, nuestro modelo, y nuestro ejemplo: el
ha sido uno, y otro.

Petición y coloquio.

Si Sefior: lodo está establecido en los decretos de vuestra


Providencia, todo está regulado en ellos, todo está medido,
está señalada la carrera que yo debo correr, y no pensaré ya
en otra cosa para cumplir lo que me mandéis, i ó Jesús miol
Haced que sea fiel ¿ mis obligaciones, y conforme á vos: sí,
divino ejemplar mió, huiré todo lo que vos habéis huido, y no
buscaré mas que aquello que vos habéis buscado: buscaré, á
vuestro ejemplo, la gloria que viene de Dios: huiré aquella que
viene de los hombres. Esté lejos de mi el gloriarme de la cuali-
dad del nacimiento de mis antepasados, de alabar otra coba en
ellos que lo que vos habéis premiado: esté lejos de mí el es-
conder la medianía de fortuna en que nací, ó acaso mi oscuro
origen, bajo nombres supuestos, y fabulosas grandezas. ¡Qué
flaqueza, y qué miseria seria esta, Dios mió, para un corazon
hecho para vos I i Qué desórden en mí, que soy cristiano, desti-
nado para el cielo, y llamado á poseer un trono, una corona,
y una gloria inmortal, si tuviera.en mira otras glorias distintas
de aquellas de mi nacimiento divino, de mi familia celestial, y
de mi cualidad eminente y sobrenatural de hijo de Dios 1 Ha-
ced, Sefior, que en cualquier estado que me halle corresponda
á vuestra sabiduría cumpliendo vuestras miras, á vuestra bon-
dad sirviéndoos con amor, y á vuestra Providencia conformán-
dome con vuestros designios, y concededme el hacer un santo
uso de la prosperidad, ó de la adversidad, de la exaltación, 6
de la humillación, por donde vos queráis salvarme. Amen.
MEDITACION IX,

SAN JOSÉ ES INSTRUIDO POR UN ANGEL DE LA. ENCARNACION


DE JESUCRISTO.
(& Mateo e. 1.1>. 18. 25.;

EL EVANGELIO NOS BNSBÜA AQUI CUANTO MIBA A HABÍA, A JOSÉ T A JESUS.

PUNTO PRIMERO.

De lo que mira á Maria.

«La generación, y el nacimiento de Jesucristo fué de este


»modo: Estando su Madre María desposada con José, se descu-
b r i ó haber concebido en el vientre del Espíritu Santo, antes
»que se juntasen»... Estas pocas palabras nos convidan á ad-
mirar en María, 1.° su exaltación: 2.° su silencie en su exalta-
ción: 3.° su confianza en Dios en la circunstancia mas crítica.
Lo i* Exaltación de María... Por el misterio de la Encar-
nación contrae la unión mas íntima con las tres personas de la
Santísima Trinidad.
Primero con Dios Padre, que en alguna manera se la aso-
cia, y la hace participante de su divina fecundidad, viniendo á
ser María madre en el tiempo de aquel de quien él es Padre en
la eternidad, y no comunicando con persona alguna sobre la
tierra su divina maternidad, así como el Padre en el cielo no
comunica con alguno su divina paternidad.
Con Dios Hijo, de quien es madre en el sentido mas propio,
y mas real: ella lo lleva en su vientre: y el mismo que es el
único hijo de Dios, es el único hijo de María.
Finalmente con el Espíritu Santo, que siendo el amor del
Padre y del Hijo, es como el nudo de la augusta Trinidad, y es
también como el nudo, el vínculo, y el Autor de todo este mis-
terio. Maria ba concebido por sola su divina operacion: por es-
to queda virgen, aunque madre. El Hijo, que en la generación
eterna no tiene otro padre que Dios sin madre, no tiene en la
generación temporal otra madre que María sin padre... ¡Ab!
¿Quién podrá tener de Maria una idea que corresponda á lo ele-
vado de su dignidad? Sea, pues, para.siempre bendita y ensal-
zada de todos los pueblos de la tierr]a, y de lodos los ciuda-
danos del cielo esta Virgen gloriosa, esta bienaventurada Ma-
dre de Dios.
Lo 2.° Silencio de Maria en su exaltación... Silencio lleno
de humildad: ninguna cosa dijo ella de las grandes que Dios
habia obrado en su persona: ninguna confianza usó con San
Joaquín su padre, ni con Santa Ana su madre, aun cuando su-
piese cuanto ellos se habian de interesar en esto... Silencio lle-
no de resignación... María no debia temer ciertamente las mur-
muraciones del pueblo, ni las reprehensiones de su familia. La
obligación contraída con José era notoria á todos; ¿pero podia
vivir tranquila respecto á su casto esposo? ¿Podia acaso dudar
que su situación no le habría puesto en una cruel agitación?
¿El solo cuidado de su propio honor no debía obligarla á con-
fiarle el misterio de su prefiez? Y con todo no le dice ni una pa-
labra: deja á la sabiduría de Dios el pensamiento de instruirle.
Lo 3.° Su confianza en Dios... En esta crítica circunstancia
María no duda que Dios quiera hacer por ella lo que ella no
puede ejecutar. Tenia el ejemplo de Isabel su parienta, á quien
el Sefior habia revelado la Encarnación del Verbo. ¿Por ventu-
ra no esperará que hará otro tanto en favor de su esposo, p a -
reciendo mas necesaria que la primera esta segunda revela-
ción?... ¿No debia ella pensar que las misteriosas razones de su
preftez debían ser reveladas por el cielo mismo, no siendo cosa
natural que sea creída por su palabra, y sobre su fe la persona
misma interesada? Continua, pues, á esperar y á callar r per-
suadida de la asistencia divina. No se cree encargada de reve-
lar á los hombres el secreto que se le ha confiado. Solo el Se-
flor sabe el tiempo y la manera de descubrirle, á quien, y como
le agradará. María confia en él; y no piensa en otra cosa que
en sus misericordias: adora la obscuridad misteriosa de sus mi-
ras sobre ella, y enteramente se abandona al cuidado de su Pro-
videncia... | 0 , cuán digna es esta Virgen que ha venido á ser
madre, de haber sido escogida por Diosl | 0 , cuán digna es de
nuestros respetos, de nuestra confianza, y de nuestra admi-
ración!

PUNTO II.

De lo que mira á San José.

Ahora, pues: «Y José, su marido, siendo justo, y no que-


riendo exponerla á la infamia, quiso dejarla secretamente. Pe-
r o miéntras estaba en este pensamiento, un Angel del Sefior
use le apareció en suefios, diciendo: José, hijo de David, no
»temas de admitir á María, tu consorte; porque lo que en ella
»ha nacido es del Espíritu Santo: Y parirá un hijo, á quien
»pondrás por nombre Jesús; porque él salvará á su pueblo de
»los pecados de ellos... Despertándose, pues, José del suefio,
»h¡zo lo que le habia ordenado el Angel del Sefior, y lomó con-
»sigo á su consorte»... Consideremos aquí:
Lo 1.° La inquietud de San José. ¡Qué prueba! {Qué per-
plegidad para este hombre justo! Ve el estado en que está
María; pero conoce su piedad. Está persuadido de la pu-
reza de su corazon, y de la santidad de su vida: su conduc-
ta irreprehensible le asegura de su fidelidad; pero su situa-
ción depone contra ella, y aun parece que su mismo si-
lencio la acusa. No ve sobre qué absolverla, y no se atreve
á condenarla. Ver lo que no se puede pensar, \qué pena!
lQué tentación!... Así (ó Dios mió! ponéis vos á vuestros sier-
vos en las mas duras pruebas, y purgáis su virtud... José para
satisfacer á un tiempo á la ley que le prohibe la compafiía de
una muger adúltera, y á su inclinación de no deshonrar á Ma-
Muir Adran cc. 65
ría, forma la resolución de abandonarla secretamente... En la
ignorancia y en la alternativa cruel en que se bailaba este hom-
bre justo, ¿qué cosa podia pensar ni mas sábia, ni mas mode-
rada?... (Ahí Este ejemplo tan conforme al espíritu del Evan-
gelio nos sirva de regla, si nosotros fuesemos asaltados en nues-
tro honor, aun de la gente de bien, de nuestros hermanos, y de
nuestros prójimos, para callar, para gemir delante de Dios, y
para poner en sus manos nuestros intereses, ó á lo ménos para
no defenderlos con calorl Y nos ensefie, cuando veamos el ho-
nor de los otros asaltado, ¿ suspender nuestro juicio, á guardar
silencio, y á enderezarnos á Dios, que ilumina los espíritus, y
calma los corazones exasperados y prevenidos.
Lo 2.° La consolacion de José cuanto mas honrosa es, y
cuanto mas abundante... Es visitado de un Angel de parte del
Sefior, es admitido al secreto de un misterio ignorado de toda
la tierra, es confirmado esposo de María por órden de Dios mis-
mo, es constituido cabeza de la santa familia, con todos los de- "
rechos de un Padre sobre el Hijo de Dios, y en esta cualidad
se le encarga ponerle el nombre de Jesús... jO, y cuán bueno
es el Sefior! El mismo enjuga las lágrimas de aquellos que
ama, despues de haberlos probado, y los consuela á proporcion
de cuanto han sufrido. Tiene por bien el obrar milagros ántes
que abandonar sus siervos en las necesidades, y es siempre fiel
en recompensar á aquellos que en sus penas no piensan en otra
cosa que en eumplir su ley, y en complacerle...
Lo 3.° La fidelidad de José á las órdenes de Dios, y al mi-
nisterio que se le ha confiado... Cree, sin poner la menor difi-
cultad, el misterio que el Angel le revela, obedece sin dilación
á las órdenes del Sefior, y toma su muger consigo. Le habia
sido sospechosa esta Virgen Santa, y ahora le es mucho mas res-
petable: la habia juzgado indigna de sí, y ahora se juzga infe-
rior á ella, y comprende hasta qué punto debe, no solamente
amarla, sino es honrarla. Es instruido por el Mensagero de Dios
• del secreto de la Encarnación del Verbo, y desde entonces cono-
ce que nada tiene de común con las ordinarias alianzas su unión
con María, que delante de los hombres el es el marido de la
Virgen, pero que en el órden de la Providencia debe solo tenerle
por compañero, por ayo, y por consolador. ¡Con qué celo, y con
que fidelidad cumpliría en adelante este santo ministerio! Cor-
respondió al ^espeto, á la confianza, y á la obediencia que le
tuvo Maria, con los sentimientos de una veneración, que se la
hacia mirar mucho mas como Soberana, que como esposa...
Ella entró virgen en su casa, y en ella se mantuvo virgen el
resto de sus dias; pero aunque virgen, llevaba en su seno al
Hijo de Dios: José no faltó ¿ alguna de las atenciones, que pe-
dian las prerogativas de la Madre, y la dignidad del Hijo. ¿Y
por qué no somos nosotros tan dóciles ¿ la voz de Dios, cuando
con su gracia nos habla al corazon?

PUNTO III.

De lo que mira á Jesucristo.

«Y todo esto sucedió para que se cumpliese cuanto estaba


«dicho por el Señor por medio del Profeta, que dice: mira que
»la Virgen concebirá y parirá un hijo, y le llamarán por nom*
»bre Manuely que se interpreta Dios con nosotros»...
Primeramente: Observemos como Jesucristo cumple las Pro-
fecías... No solo es el cumplimiento de la ley, y de los Profetas,
sino que dictó él mismo también como Dios á los Profetas lo
que debían escribir. El mismo reguló anticipadamente, é hizo
anunciar todo aquello que quería ejecutar sobre la tierra. El
quiso decirlo todo menudamente de antemano para imprimir á
su religión un sello, que la mentira jamás ha podido contraha-
cer... El es, pues, el que quiere nacer de una Madre Virgen,
llena de gracia, y esenta de toda mancha, y el que e l i g i ó l a s
las circunstancias de su nacimiento, de su vida y de su muerte:
y esto es lo que jamás debemos olvidar nosotros cuando leamos
que las cosas han acaecido para cumplir las profecías; peco
cuando las profecías miran ios pecados de los hombres, son
efecto, no de la elección de Dios, sino de sn previsión , y de su
providencia... Adoremos al Hijo de María, Hijo de Dios, abso-
luto Señor de los tiempos y de ios acontecimientos, fiel en cum-
plir sus promesas, y en el verificar su palabra, anunciada por
ios Profetas.,
Lo 2.° Examinemos cual es el nombre de Jesucristo en la
Profecía... £1 es llamado Manuel; esto es, Dios con nosotros.
¿Pero con nosotros en cuántas maneras? Dios con nosotros en su
Encarnación, Dios unido á nuestra humanidad, Dios-Hombre,
Hombre-Dios. Dios con nosotros por su nacimiento, y por el
curso de su vida mortal. Dios con nosotros por medio de la gra-
cia, y de la adopcion que ha hecho de nosotros. Dios con noso-
tros mediante su perpetua protección, que aleja todo error de su
Iglesia nuestra Madre. Dios con nosotros en la Eucaristía, en el
santo sacrificio, y por medio de la comunion. Dios con nosotros,
en el recogimiento, en la oracion, en la tentación, en el sufri-
miento, en la muerte, y en la eternidad... {Cuántos favores!
¡Qué misericordia! ¿Queriendo Dios estar con nosotros de tan-
tas maneras, será posible que nosotros no queramos estar con él?
Lo 3.° Consideremos cual es el nombre de este Dios Hombre
en-el Evangelio. El nombre de Jesús, esto es, Salvador, nombre
sagrado que esplica el de Manuel, y que nos hace comprender
por qué Dios quiere ser un Dios con nosotros, y por qué viene á
nosotros. No viene ya parajuzgarnos, condenarnos y castigar-
nos, viene para consolarnos, para sostenernos, fortificarnos, de-
fendernos, librarnos y salvarnos... Un grande nombre trae mas
bien deshonor cuando se obtiene sin merecerle, ó cuando se
lleva sin sostenerle. Jesucristo llena toda la idea del nombre de
Salvador, y lo sostiene con el precio de su sangre... Nombre
lleno de gracia y de verdad, que indica no solo su persona, si-
no también la potencia y el ministerio de este Dios Redentor.
Viene á salvar su pueblo, esto es, á los Judíos, y á todos los
pueblos, que por haberle aquellos desechado, y por una dispo-
sición contraria á la de los Judíos, entrarán en sus derechos.
Todos son llamados á la salud. Todos aquellos que querí an re-
TOM. I . 5
66 EL EVANGELIO MEDITADO.
conocer á Jesucristo, creer en el, y obedecerle, serán lavados
de sus pecados, libres de la esclavitud del demonio y del in-
fierno, y gozarán de la vida eterna... ¿Y podrá aun hallarse
entre nosotros quien quiera preferir el pecado al Salvador, la
esclavitud á la libertad, la propia perdición á su salud, el de-
monio á Dios, y al cielo el infierno?

Petición y coloquio.

i Jesús 1 iO nombre lleno de grandeza y de poder, lleno de


placer y de dulzura! abatid con vuestro poder, y confundid á
mis enemigos, penetrad con vuestra dulzura, y ablandad mi co-
razon. (O Jesús! (O Maríal ¡O Josél ¡O nombres preciosos y
llenos de amor! Seáis para siempre impresos en mi espíritu, y
estampados en mi memoria: estad continuamente sobre mi len-
gua, y sed la última palabra que pronuncien mis labios mo-
ribundos... Amen.
MEDITACION X.

LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR.

(S. Lucas 2. 9.1. 1.)

E L EVANGELIO EN LA DESCRIPCIÓN » B ESTE MISTERIO NOS HACE VER 1.°

GOMO Dios ES INBFABLE EN SU PROVIDENCIA... 2 ° COMO JOSÉ T MARÍA


SON ADMIRARLES EN SOS VIRTUDES... 3 . ° COMO JBSUS B8 ADORABLE EN SD
FBSBBRE.

PONTO PRIMERO.

Dios inefable en tu providencia.

«Sucedió en aquellos dias que salió un edicto de César Au-


»gusto para que se empadronase todo el mundo: este primer
«padrón fué hecho por Cirino, Presidente de la Siria. Y iban
»todos á dar el nombre cada uno á su ciudad»...
Aquí vemos en Dios una providencia: lo Isegura en la eje-
cución por mas que parezca imposible... Maria estaba en su ca-
sa con su marido, y con todo eso para nuestra instrucción debe
nacer su hijo en un establo. ¿Cómo podrá esto ejecutarse? Ma-
ría está establecida en Nazareth, se acerca su parto sin que
ella tenga el mas mínimo pensamiento de dejar esta ciudad, y
sin embargo, según el Profeta (1), el Salvador debe nacer en
Belen. ¿Cómo, pues, se podrá esto cumplir? María es de una
condicion obscura, muger de un artesano, de una pequefla ciu-
dad de Galilea, y no obstante es necesario que su hijo sea reco-
nocido por el Mesias, y que se manifieste á los ojos del universo
que es de la familia real de David. ¿Cómo, pues, se compondrá
esto? Pues todo puntualmente se compone y se cumple. La pro-

(1) Micheas c. 5. v. 2.
videncia divina hace servir á sus designios un ediclo con que so-
lo intentaba el Emperador cumplir los proyectos de una política
del todo humana, satisfacer su vana curiosidad, y tener una
noticia exacta de las fuerzas y de las riquezas de su imperio.
Lo 2.° Universal en los medios mas propios y proporciona-
dos... Todo en la tierra ¡está subordinado á aquella soberana
potencia que todo lo sujeta á sí, y que hace que todo contribu-
ya á la manifestación de su gloria. El edicto del Emperador
conduce á María á Belen, y el concurso de forasteros que como
ella obedecían al edicto, la impide hallar un alojamiento. Los
mas grandes acontecimientos, como los mas pequeños, los vi-
cios y las virtudes, la vanidad de Augusto, como la humildad
y la obediencia de María, todo concurre á las miras de la pro-
videncia, y á la ejecución de sus designios... El hombre no pue-
de imaginar cuales son los medios que Dios ha previsto, y que
emplea para la ejecución de aquello que ha establecido, y la
piedad exije que los adoremos sin querer penetrarlos.
Y lo 3.° Profunda en sus miras, aunque cubiertas algunas
veces con el velo del caso... Jesús nace en Belen para cumplir la
profecía que señala el lugar de su nacimiento. Es auténticamen-
te registrado en los públicos registros del Imperio para que
quede manifiesto á las naciones de la tierra cual fué el lugar y
el tiempo de su nacimiento, y que él es el hijo de Abrahan, y el
heredero de David. Nace en un eslablo, y es colocado en un pe-
sebre para ser el fundador de un imperio eterno, que debe suje-
tar todos los imperios y todos los Monarcas de la tierra á las le-
yes de la humildad y del despego... A los ojos de la carne todo
parece aquí efecto del acaso. ¿Pero qué cosa es el acaso? Nombre
vacio y quimérico. |Ah, Dios miol todo va regulado y dirigido
por órden de vuestra providencia, y ésta es santa y adorable.
Son ciertamente ciegos los hombres tanto en sus juicios, como
en sús proyectos. Por mí, Señor, en cualquiera lugar, y en
cualquiera situación que me halle, siempre reconoceré vuestra
roano, que gobierna el universo, y adoraré con sumisión las
santas y augustas disposiciones de vuestra providencia.
PUNTO II.

José y María son admirables en sus virtudes.

«Y fué también José de Nazareth, ciudad de la Galilea, á


nía ciudad de David, llamada Belen, en la Judea, por ser él
«de la casa y familia de David á dar su nombre, junto coir
«María desposada con él, que estaba en cinta: y sucedió que
«mientras allí se hallaban la llegó el tiempo de parir. Y parió
«á su hijo primogénito, y le fajó, y le reclinó en un pesebre,
«porque no habia lugar en el mesón»...
Admiremos aqui en María lo primero su obediencia á. las
órdenes del Emperador. Obedecen sin buscar pretextos de
exención, ni en la nobleza .de su origen: ellos eran de sangre
real; ni en el santo misterio de que eran los Ministros y los
cooperadores: María lleva en su vientre el Hijo de Dios; ni en
la fatiga del viage: este era largo y difícil; ni en e l riesgo que
corría esta Virgen Santa: ella estaba en el nono mes, y en eL
rigor del invierno; ni en el carácter del Emperador que habia
hecho el edicto: él era idólatra... Aprendamos á someternos ¿
las potestades de la tierra, aunque sean rigurosos sus mandad-
tos, basta que no sean manifiestamente opuestos á los de Dios.
El verdadero fiel reconoce la órden del cielo en la del Príncipe,
bajo de quien vive, sea él justo, ó vicioso, pagano, ó idólatra,
herege, ó católico, le rinden sus homenages, y el tributo legí-
timo de su obediencia.
Lo 2.® Admiremos cual fué la paciencia de María y de Jo-
sé en los desprecios que tuvieron que sufrir. Representémonos
lo que naturalmente debió sucederles en estas circunstancias-
Habiendo (legado al término en que esperan bailar reposo, en-
cuentran en su lugar una fatiga mas grande. Buscan al llegar
á Belen una casa para alojarse, y no la encuentran: caminan
mas adentro de la ciudad, recorren todas las calles, todo está
lleno: vuelven á tras, suplican, solicitan, todo es inútil: pa-
rientes, amigos, personas conocidas, todos están sordos á sus
voces: olra cosa no reciben que desprecios é insultos: el frió,
Ja noche, el tumulto, el ruido de una multitud de exlrangeros,
el concurso público aumentan mas su pena, su embarazo y su
fatiga. ¡En qué estado se halla María I [En qué inquietud se
encuentra sumergido Josél Pero su paciencia es invencible: no
sale de su boca una palabra, un sentimiento de queja, un la-
mento. Mejor instruidos que otros hombres de los secretos de
la conducta de Dios, saben bien que aquellos que él emplea en
empresas grandqg deben estar dispuestos á las mas duras prue-
bas...
Lo 3.# Admiremos cual es su resignación en el pdrtido que
se hallan obligados á tomar. Excluidos de todas las casas por
la multitud de los huéspedes, se retiran á un establo. Aquí es
donde Dios conduce las dos personas mas santas y mas ama-
das de la tierra, María y José. Reconocen la mano que los di-
rige, la adoran con amor y resignación. Y para recompensar
su fidelidad el Sefior, y para colmarlos de sus favores mas se-
fialados les dá la felicidad de ser ellos solos los primeros que
tengan el gozo de ver al Verbo encarnado. En este albergue,
pues, bien conveniente á un nifio destinado á morir un dia so-
bre una cruz, un Sábado (1). cerca de la media noche, María,
sin dolores, y sin perjuicio de su inviolable virginidad, echó al
mundo su hijo, cabeza, heredero, y primogénito, según la
carne, de la casa de David: exenta de las sujeciones comunes,
le había concebido por obra de Dios, y fué privilegiada y libre
de la maldición de Eva. Parió á Jesucristo sin alguna de las
consecuencias humillantes y dólorosas que acompafian la ma-
ternidad de las otras mugeres, y se halló en estado de servirle
luego que nació. Ella misma le envolvió en los pafios, y le're-
clinó en el pesebre que le sirvió de cuna. Aquí esta Sefiora le
ofreció con su esposo los primeros, y los mas puros homena-
ges que jamás le ofreció la tierra. Alegrémonos con esta Divi-

(1). 25 de Diciembre del año de la Fundación de Roma 753.


na Madre y San José, y álas soyas unamos nuestras alaban-
zas, y procuremos sobre todo imitar so resignación, so pacien-
cia, su sumisión y su fidelidad.

PUNTO ffl.

Jesús adorable en el pesebre.

¿Y quién es, pues, este Jesús que nace en un pesebre? Es


nuestro Dios, nuestro mediador, y nuestro modelo.
Lo 1.° Es nuestro Dios... Es el Hijo de Dios igual al Padre
por su divinidad, y semejante á nosotros por su humanidad.
Es nuestro Dios; pero como lo llama Isaias (1). Dios verdade-
ramente escondido. iQué prodigios! ¡EL Eterno,Nifio de un
dia! (El Yerbo de Dios, Nifio sin habla 1 ¡El Omnipotente, un
Nifio débil! ¡O gran Dios! Aunque escondido, la fe os revela á
mi corazon, y os ofrezco mis mas profundos homenages. Si vos
escondeis el esplendor de vuestra magestad entre las delicadas
sombras de la infancia, no sois ya por eso menos adorable,
antes bien en ellas os mostráis mas amable. ¿Y qué? ¡El Hijo
de Dios aun antes de nacer obedece á un Principe de la tierral
¡El Mesias tan largo tiempo esperado, y tan ardientemente de-
seado no experimenta otra cosa de parte de los hombres que
despreciosl ¡El Rey de Israel, el Rey del cielo y de la tierra
nacido en un establo, yace sobre la paja! ¡Ah! Lo comprendo,
Sefior, vuestro reino no es de este mundo, vuestro reino es el
reino de las virtudes sobre la tierra, y de la gloria en el cielo.
Lo 2.* Este Jesús es nuestro mediador y nuestra Mima.
Por una parte encendido de amor para con Dios, su Padre, y
lleno de celo por su gloria, le rinde ya desde su pesebre ado-
raciones dignas d$ su magestad y grandeza, y se ofrece &
cumplir todas sus voluntades: él es sumamente amado de su
Padre, y el objeto de sus mas tiernas complacencias. Por otra

(1). Cap. 45. 15.


parte, encendido de amor para con ios hombres, y lleno de
celo por sa salud, se les asocia, se hace su cabeza, y se ofre-
ce á sí mismo para satisfacer enteramente por ellos. ¿Y por
esto cuánto debería ser amado? Ya su cuerf>ecito tierno es
ofendido y molestado de la dureza del pesebre, sus delicados
miembros sufren ya el rigor del frió, y se cubren de lágrimas
sus ojos amables, no para llorar sus males, sino para lavar
nuestros pecados. ¡O dulce Cordero! Vos habéis nacido en un
establo, y no se pasará mucho tiempo sin que seáis sacrificado
por nosotros sobre el altar de la cruz.
Lo 3.° Jesús recien nacido es nuestro Maestro, y nuestro
modeto. Si él nos da un precepto de obediencia, de humildad,
de paciencia, de mortificación, de desinterés y de pobreza
desde los primeros pasos que da en el mundo, ¿no nos dá al
mismo tiempo el ejemplo? Nace en un pesebre y en un establo,
de que se sirve solo de prestado. (Qué voces tan elocuentes
tienen este establo y este pesebre para enseñarnos á acariciar
las virtudes que Jesús nos manda, y para inducirnos á aquel
generoso y real desprecio de todo aquello que el mundo esti-
ma , y á la estima de todo aquello que el mundo desprecia!

Petición y coloquio.

Venid á mí, (ó Salvador mío! dignaos de nacer en mi co-


razon. Haced que instruido de vuestro ejemplo, y ayudado de
vuestra gracia sea pobre de espíritu, humilde de corazon, co-
mo extrangero sobre la tierra, mortificado, y obediente, como
sois vos en vuestro pesebre. (Vos hecho niño por mí para
que yo venga á ser hombre perfecto! Vos (ó Divino Jesús! ha-
béis sufrido serfenvuelto en las fajas para desatarme de todos
los lazos del pecado: habéis querido yacer yi un establo para
admitirme á vuestro altar aquí en la tierra, y á vuestra gloria
en la eternidad: habéis bajado á la tierra para ensalzarme
hasta los cielos. La injuria y el desprecio que habéis sufrido
cuando se os negó un lugar en las posadas, me asegura á mí
mismo una habitación permanente en vuestro paraíso. Final-
mente, vosos habéis hecho débil para fortificarme, y pobre
para enriquecerme (1). Haced, Señor, que tales gracias no
vengan por su inutilidad á ser tantos titulos de condenación
contra mi, sino que aprovechándome de ellas me lleven á la
gloria. Amen.

(i) Isai.c. 53. v. 5. 2. adCor. 1.9.


MEDITACION XI.

ADORACION DE L O S PASTORES.

(S. Lucas 2. C. 8. 20.J

E L EVANGELIO DISTINGUE EN ESTE SUCESO TEES TIEMPOS DIFERENTES: 1 . °


EL TIEMPO BN QUE LOS PASTORES FUERON AVISADOS POR EL ÁNGEL DEL
NACIMIENTO DEL SALVADOR: 2 . ® EL TIEMPO DE SU PARTIDA, DE SU A R -
RIBO, T DE SU DEMOBA EN B E L E N : 3 . A BL TIEMPO EN QUE SE VUELVEN i
SUS CASAS.

PUNTO PRIMERO.

Los pastores son avisados por el Angel del nacimiento


del Salvador.

«Y habia en aquella región unos pastores qne velaban, y


»hacian de noche la ronda al rededor de su rebafio... Cuando
»>he aquí que llega cerca de ellos el Angel del Sefior, y un res-
plandor divino los cercó de luz, y fueron sobrecogidos de
»gran temor... Y el Angel Ies dijo: No temáis, porque veisme
«aquí que vengo á traeros la nueva de una grande alegría que
»tendrá todo el pueblo: porque os ha nacido hoy á vosotros el
»Salvador, que es Cristo Sefior, en la ciudad de David, y esta
»>será para vosotros la sefial: encontrareis al Nifio envuelto en
»las fajas, reclinado en un pesebre. Y de repente se unió con
»el Angel una multitud de la celestial milicia, que alabase á
»Dios, diciendo: Gloria á Dios en lo mas alto del cielo, y paz
»en la tierra á los hombres de buena voluntad. Y despues que
»los Angeles se retiraron, etc»...
1 ¿ Q u i é n eran estos pastores? Eran de una condicion po-
bre y obscura: y llamándolos el Salvador los primeros á su
cuna, hace ver que no desecha personas: vamos, pues, noso-
tros á él con confianza... Eran laboriosos, y estaban despier-
tos: vivían una vida inocente, simple, y conforme á su esta-
do. El ocio, la delicadeza, y las ocupaciones peligrosas son el
origen y la causa de los pecados que alejan de Dios y de sus
favores... Eran pastores: esta es la amable idea, bajo la cual
nuestro Sefior frecuentemente se ha representado á sí mismo,
como el Soberano Pastor de nuestras almas, y amó en estos la
imágen de los Pastores de su Iglesia... Tenían un corazon rec-
to y dócil: esperaban al Mesías en el estado en que Dios qui-
siese dárselo, sin discurrir ni razonar sobre lo que debia ser,
¿ sobre lo que debia hacer, por esto le reconocieron y le .ado-
raron tal cual se les mostró... El Yerbo de Dios, que viene á
instruirnos, no tiene necesidad de nuestras luces, ni de nues-
tros razonamientos. Le debemos adorar con simplicidad de fe
en el pesebre y en la Eucaristía si queremos ser participantes
de los frutos de estos dos grandes misterios.
2.° ¿Cuál fué ta conducta de tos Angelest Improvisamente
se vieron estos pastores rodeados de una resplandeciente luz,
que penetró las tinieblas de la noche. Con el favor de este día
milagroso advirtieron cerca de si tm Angel del cielo, y al prin-
cipio fueron sobrecogidos de un gran temor, pero les duró
muy poco. Su regocijo fué aun mucho mayor, y fué creciendo
siempre de modo que no tuvo otro término que el de su vida..
El Angel les habla, y ellos no le contradicen por sorprendente
que sea la nueva que Ies anuncia: por esto su fe merece ser
premiada, y sostenida con nuevos prodigios... »Y de repente
»se unió con el Angel un ejército de la celestial milicia que
«alababa á Dios»... {Qué bella suerte para estos pastores ser
como testigos del júbilo que en la gloria forma la bienaventu-
rada clase de los Angeles y de los Santos, cuya ocupacion no
es otra que bendecir y alabar al Sefior con cánticos y trans-
portes eternosl ¿Pero qué nueva impresión no debió hacer en
estos pastores la separación de estos bienaventurados espíri-
tus , que á un mismo tiempo todos juntos, y en una manera
visible, se elevaron hácia el cielo para continuar allí sus divi-
nos cánticos? ¡Qué espectáculo para sus ojosl iQué arrebata-
miento para sus corazones 1
3.° ¿Qué les dicen estos Mensageros del cielo? El primero
de ellos les anuncia el Salvador, se lo indica bajo unas sefiales
tan seguras como sorprendentes, y todos á una celebran su
nacimiento. «No temáis, les dijo el Angel, porque veisme aquí
»á traeros la nueva de una grande alegría que tendrá todo el
«pueblo»...
Israel espera al Mesías. Hoy, en esta noche misma, pocos
momentos ha, este Niño tan deseado ha nacido en Belen,
aquella ciudad de donde era nativo David. Este Nifio es el
Salvador, no de los Angeles, sino vuestro: es el Salvador, no
como aquellos que Dios frecuentemente os ha enviado, y que
eran solo figura de este, sino el Salvador por excelencia, el
Salvador de todos los hombres: esté es.su ministerio y el ex-
ceso de su caridad: él es el Cristo, el ungido del Sefior, ha
recibido la unción de la divinidad para ser Rey y Sacerdote
eterno, este mismo es el Sefior del universo, de los Angeles y
de los hombres,* el Autor de la naturaleza y de la gracia, el
Duefio absoluto de todas las cosas: esta es su grandeza, y esta
su potencia... ¡Qué vergüenza para nosotrosI Los Angeles
entran á parte de un misterio, cuyos frutos no son para ellos;
y nosotros, para quien nace el Salvador, nosotros que tan
fácilmente nos entregamos á las alegrías insensatas y falsas,
¿estamos tan indiferentes, y tan insensibles á la grandeza
de esta?
¿Pero á qué señal, dice el Angel, que reconoceros voso-
tros el Salvador tan caritativo y tan poderoso, y anunciado ya
de tanto tiempo? «Encontrareis, prosigue, un Niño envuelto en
wfajas, reclinado en un pesebre»... Y este Niño, este es el
Mesías, aquel en quien residen los tesoros de la sabiduría de
Dios. Fajas, estas son las sefiales de su grandeza y de su po-
tencia. Un pesebre, este es el trono de su gloria... Orgullo del
mundo ven á romperte, y á hacerte pedazos contra este pese-
bre: hombre-soberbio reconoce que la humildad de tu Salva-
dor es el solo camino para volver á enlrar en los bienes que
te ha hecho perder tu orgullo
Apenas este Gapitan de los Espíritus celestiales hubo anun-
ciado el Mesías, «se le unió un escuadrón de la milicia del
»eielo»... y entonó aquel divino cántico: Gloria, honor y ac-
ción de gracias sean dadas á Dios en lo mas alto de los cielos....
Espárzase hoy la paz en el nombre del Señor Dios de Israel
sobre los hombres de buena voluntad, dispuestos á creer sus
oráculos, á observar sus leyes, y á aprovecharse de sus mise-
ricordias.
Gloria á Dios en lo mas alto de los cielos: á Dios que es el
Autor de este grande misterio, en que resplandecen su bon-
dad, su sabiduría y su potencia* á Dios, que es el fin de
este misterio, por el que recibe nna obediencia, una satis-
facción y un homenage digno de su magestad y grandeza...
Paz en la tierra á los hombres, paz enlre ellos por medio de
la caridad, paz con Dios por mediode una perfecta reconcilia-
ción, paz consigo mismos, paz del corazon, paz de la con-
ciencia, paz deliciosa, y el mas precioso de lodos los bienes,
paz á los hombres de buena voluntad, esto es, á los hombres
dóciles á Dios, sumisos á su ley, que le dan contraseñas de
buena voluntad..

PUNTO II.

De la partida de los pastores, y de su arribo y demora


en Belen.

«Y despues que los Angeles se retiraron de ellos hácia el


»cielo, los pastores empezaron á decir entre sí: vamos hasta
»Belen á ver lo que ha acaecido allí, como el Señor nos ha
«manifestado: y fueron con presteza, y encontraron á María, á
»José, y al Nifio reclinado en el pesebre. Y cuando esto vieron,
«entendieron cuanto se les habia dicho de este Niño »...
i¿Qué cosa es la que anima á los pastores para ir á ver
las maravillas que les han anunciado?Primero el buen ejemplo..»
Se escitan y se animan los unos á los otros á corresponder ¿ la
gracia que Dios les ha hecho; y luego al punto tuvieron todos
un mismo corazon, una misma alma, una misma voluntad, los
mismos pensamientos, las mismas palabras, los mismos senti-
mientos , y la misma acción de ir á ver á Jesucristo, Autor de
su salud... De la misma manera las amistades, las compafiías,
las familias, todos los fíeles deberían mutua y continuamente
escitarse con'sus discursos y con sus ejemplos á la virtud, á la
paciencia, á la penitencia, y á las buenas obras. Deberíamos
también nosotros animarnos á la piedad con el ejemplo de los
Santos que nos han precedido, de tantas almas férvorosas que
nos rodean, ó que esparcidas en toda la Iglesia nos gritan, y
nos solicitan á unir á los suyos nuestros homenages, y nuestras
operaciones.
Vienen también animados los pastores del término y del
objeto á que se trata de ir.:. Vamos hasta Belen á ver lo que
ha sucedido alU... £1 término es Belen, el objeto es su Dios,
su Salvador, que ha nacido allí. ¿Y á dónde somos nosotros*so-
licitados, y animados á ir? ¿No es por ventura á nuestro Dios,
y á nuestro Salvador? ¿No es á Belen, que quiere decir casa
del pan? ¿Al pan que bajó del cielo, que es el alimento de
nuestras almas?
Finalmente, los pastores vienen escilados de la advertencia
y de la instrucción que han recibido del Sefior. «Vamos hasta
»Belen á ver lo que allí ha acaecido, como el Señor nos ha ma-
nifestado por medio de sus Angeles»... ¿No es por ventura el
Sefior el que pos llama? ¿Y será acaso inútil la educación cris-
tiana que.hemos recibido, inútiles tantas instrucciones, tantas
advertencias, tantas inspiraciones, y tantos buenos movimien-
tos? Animémonos, pues, ahora, partamos, andemos: ¿de qué
sirven tantos deseos, tantos y tan bellos proyectos como for-
mamos para el tiempo venidero?
2.° ¿Cómo van los pastores á Belen?... Caminan juntos to-
dos hácia el establo con presteza, con toda la prontitud, y con
la priesa que les inspira la nueva que han recibido. No esperan
que venga el dia, parten en la noche, corren con confianza, y
abandonan sin inquietud su grey al cuidado de aquel que los
llama... i O, y cuán lejos estamos nosotros del fervor de estos
piadosos pastores 1 Caminemos, pues, con presteza sin parar-
nos. Cualquiera que quiera llegar á la perfección á que Dios lo
llama, debe caminar con ardor y con presteza. Abancémonos,
pues, y corramos sin parar, y sin temor en el camino que el
cielo nos muestra... Apoyados en los consejos del Angel del Se-
fior, de un sábio Director, no temamos que la limosna sea de
perjuicio á nuestra fortuna, el fervor á nuestra salud, la oracioo
á nuestros empleos, y la piedad á nuestra reputación.
3.° Qué cosa encuentran los pastores en Belen?... «Encon-
traron ¿ María, á José, y al Nifio »... Un semblante de inocen-
cia y de modestia distinguia la Madre. La bondad y la dulzura
anunciaban aquel que parecía el.Padre. La debilidad, la
enfermedad, la necesidad y la pobreza indicaban al Mesias, al
Salvador por tanto tiempo esperado. Ningún rayo de luz res-
plandecía sobre su rostro: ninguna sefial de divinidad se hacia
sentir en medio de las sombras que le rodeaban; pero Dios ha
hablado: estos pastores no hacen discursos sobre el objeto de
la revelación, ni sobre las conveniencias del misterio: contem-
plan á su gusto, y despacio al Divino Nifio, le admiran, le
adoran, le ofrecen las primicias de nuestros homenages, reci-
ben de él los primeros favores, y quedan encendidos de su
amor. ] 0 suerte feliz 1 (O espectáculo tierno y bien digno de
envidia!... Pero sin envidiar su suerte, aprovechémonos de la
nuestra, que no cede á la de los pastores.
Lo 1.° En el objeto de la fé. No ven otra eosa con los ojos
del cuerpo que un nifio débil y necesitado: si en este nifio ven
su Dios y su Salvador, lo ven con los ojos de* la fé... Ahora,
pues, ¿con la fé no vemos nosotros por ventura este mismo
Dios, este mismo Salvador en su Sacramento? ¿No podemos
tributarle los mismos homenages, y obtener los mismos fa-
vores?
Lo 2.® En el motivo de la fé. Habían sido instruidos por el
Angel de la persona de este Nifio: la palabra del Angel era
para ellos palabra de Dios: esto es verdad; mas la palabra del
Angel es para nosotros lo mismo que para ellos, y además te-
nemos la palabra del mismo Dios, y la enseñanza de la Iglesia,
que nos revela el misterio, y nos dice qué cosa es este pan.
Lo 3.° En el apoyo de la fé. Veian estos por lo menos su
humanidad, y nosotros, es verdadJ no tenemos esta dicha;
pero si nuestra fé viene mas ejercitada, también es mas glo-
riosa á Dios, y mas meritoria para nosotros: si en vez de la
forma de un nifio-no vemos otra cosa que las apariencias de
pan, vemos por otra parte, en lugar del establo y del pesebre,
templos y altares que la fé de mas de diez y ocho siglos le ha
erigido por toda la tierra...* ¡ Ah! Nada falta á las pruebas de
nuestra fe, y nada faltará á nuestra felicidad.

PUNTO III.

De la vuelta de los pastores á sus casas.

«Y todos los que lo oyeron, se maravillaron: y también de


»las cosas que les referían los pastores; pero María conservaba
»todas estas cosas, confiriéndolas en su corazon: y los pasto-
r e s se volvieron glorificando y alabando á Dios por todo lo
»que habian oido y visto, conforme á lo que se les habia di-
»cho»../
Primeramente, consideremos aqui el espanto y la maravilla
de la multitud. Muchos entendieron cuánto había sucedido aque-
lla noche: los unos lo supieron de los pastores mismos, los
otros de aquellos á quienes lo habian contado los pastores,
todos quedaron estremadamente sorprendidos; y ninguna otra
cosa, en efecto, era mas á propósito para causar una maravi-
lla general. El nacimiento del Salvador de Israel en un establo,
una aparición á unos pobres pastores, un cántico de alabanzas
y de bendiciones cantado en su presencia por el coro de la mi-
iieia del cielo, todas estas circunstancias unidas, y referidas
por hombres simples, que no podían ser tenidos por sospecho-
sos de malicia ó de interés, debieron causar en los Judíos de
los contornos de Belen un estrato terror; pero se contentaron
con hacer sus conjeturas y sus discursos por aquel instante,
cada uno según la disposición de su corazon. ¿Y de qué sirve
una estéril admiración? ¿No debieran ellos haber corrido al es-
tablo , y adorar en él al Salvador? ¿No debieran haber dispu-
tado entre si el honor de alojarle, y de tenerle en sus casas?
¿Y de qué nos servirá á nosotros el haber admirado los miste-
rios y la ley de Dios, ó los discursos que hemos oído sobre esta
materia? Sí esta admiración es vana y sin efecto, ¿no será
ella contra nosotros un título de condenación?
Lo 2.° Consideremos á María. Si los Judíos carnales y ma-
teriales estuvieron tan insensibles á unos prodigios tan dignos
de su atención, no los miró con esta indiferencia culpable Ma-
ría , aquella Virgen prudente, atenta y fiel. Los pastores la ha-
bían contado todas las circunstancias de la visión angélica que
los habia conducido á Belen, se alegró en el Sefior. Alegrémo-
nos con ella... Cada suceso nuevo llamaba y esculpía vivamen-
te en su memoria los que habian precedido... Las palabras que
el Angel la había dicho, los milagros de su concepción y de su
parto, lo que habia oído de la boca de Isabel, la manera con
que Dios habia disipado las inquietudes de José, lo que habia
oido decir á los pastores, todo concurría á un mismo fin, todo
la confirmaba la divinidad de su Hijo, se le hacia siempre mas
amado, mas precioso, y mas adorable. No cesaba de confron-
tar entre sí, y reunir todas estas sefiales divinas; «pero María
«conservaba todas estas cosas, confiriéndolas y comparándolas
*en su corazon»... Con ellas alimentaba su fé, y crecía en el
amor. Imitémosla... Se cree que de la misma Sefiora haya sa-
bido San Lucas todas estas cosas, y todo lo que pertenece ¿
Jesucristo hasta el tiempo de su vida pública: démosla por ello
las gracias.
Lo 3.° Consideremos á los pastores. « Y los pastores se vol-
To«. i. 6
» vieron glorificando y alabando á Dios Salvador»... Y bendi-
ciendo sus misericordias. Aquello que habian oido de la boca
de los Angeles, aquello, que habian visto con sus propios ojos:
la conformidad^de! hecho, con lo que se les habia anunciado; y
la distinción que el Sefior habia hecho de ellos para admitirlos
á su divina confianza, fueron en adelante la felicidad de su es-
tado, y ia materia de sus discursos. ¿Con qué celo publicaron
á su vuelta estas maravillas de Dios, é instruyeron de ellas ¿
otros?... ¿Lo hacemos nosotros así cuando volvemos del templo
¿ nuestras casas? ¿Cuando salimos de la oracion, de la instruc-
ción, del sacrificio, de la comunion? ¿Consideramos acaso con
el mismo reconocimiento, y con la misma satisfacción, en
nuestra santa religión, las pruebas infalibles de su verdad: la
relación de los dogmas, con el estado presente del hombre: la
conformidad de las profecías, con los acontecimientos: la unión
de cuanto vemos en nuestros dias y debajo de nuestros ojos,
con cuanto leemos haber sucedido en los tiempos pasados; y
como todos los sistemas de religión inventados por los hombres
repugnan igualmente al pasado, que al presente?

Petición y Coloquio.

10, y cuán adorable sois, Salvador mió, en vuestro sagra-


do pesebre I Con el espíritu y con el corazon me uno á estos
piadosos pastores que en él os adoraron, y á los Angeles del
cielo que en él os glorificaron. ¿Qué cosa os daré yo por ha-
beros dado lodo á mí? ¡Ahí Yo me doy, y me consagro ¿ mí
mismo á vos, para vivir siempre solo de vos, y para vos, de
vuestro espíritu y de vuestro amor... Haced, Señor, que no
restringiéndome á una adoracion estéril y superficial, conserve
como María todas vuestras palabras en mi corazon, y alimente
con ellas mi alma: haced que estudiando al pie de vuestro pese-
bre las \irtudes de vuestra divina infancia, y vuestra vida hu-
milde , mortificada, recogida y escondida, me haga conforme,
á ella para ser un dia participante de vuestra gloria. Amen*
MEDITACION XII.

U CIRCUNCISION DE NUESTRO SESOR.


(,S. Lucas c. 1 T>. 21.;

« Y CUMPLIDOS QUE FUERON LOS OCHO DIAS PARA HACER LA CIRCUNCISION


9DEL N I Ñ O , LE FUÉ PUESTO EL NOMBRB DE J E S Ú S , CONFORME HABÍA SIDO
«NOMBRADO POR EL ANGEL ANTES DE SER CONCEBIDO » . . . E N ESTE VERSO

TENEMOS TRES OBJETOS PROPIOS PARA NUE8TRA MEDITACION. 1 . ° LA CIR-

CUNCISION^ 2 . ° EL NOMBRB DE J E S O S : 3 . ° LA RENOVACION DEL AÑO.

P U N T O PRIMERO.

De la Circuncisión.

Lo i.° Esta ceremonia habia sido ordenada por el mimo


Dios. Habi& dado el precepto de ella primero á Abrahan, y
despues á Moisés (1), para distinguir especialmente su pueblo.
Jesús sujetándose, aunque superior, á la ley, de que él mismo
era el Autor y el fin, nos dá ejemplo de la obediencia que
nosotros debemos á la ley de Dios, y condena aquellas dispen-
sas, aquellas reservas, y aquellas relajaciones que con tanta
facilidad nos permitimos.
Lo 2.° La Circuncisión era humillante... Jesús recibiéndola,
aunque sea el Santo de los Santos, es confundido con los pe-
cadores , y recibe sobre sí la sefial de infamia, y la pena del
pecado... Ejemplo de humildad bien opuesto á nuestro orgullo:
nosotros estamos cubiertos de iniquidad, y nos adornamos con
el esterior de la inocencia: pretendemos tener sus privilegios,
no queriendo sufrir ni el remedio ni la pena del pecado. El Dios
de Abrahan, el Sefior de todas las cosas no parece en cosa al-

(!) Genes. i7.10.


w
«
guna superior á los otros niños. \ O, y cuán poco conformes so-
mos á nuestro divino modelo 1 Olvidados de lo que somos de-
lante de Dios, buscamos solo comparecer delante de los hom-
bres, hacernos superiores ¿ los otros , y distinguirnos en todas
las-cosas.
Lo 3.° La Circuncisión era pesada. Imponía la obligación
de observar toda la ley de Moisés, y Jesús pone sobre si el
yugo- para librarnos de ella. Pero ha sustituido el Bautismo á
la Circuncisión; y eximiéndonos de la Circuncisión legal, nos
ha obligado á la espiritual, esto es, al corte de todos los pen-
samientos malos y deliberados de nuestro espíritu, de todos los
afectos desarreglados y voluntarios de nuestro corazon, y de to-
das las palabras malas ó inútiles de nuestra lengua: en una pa-
labra, de todo aquello que le desagrada en nuestra conducta,
que participa del vicio de nuestro origen, y se encuentra con-
trarío á las obligaciones de nuestro Bautismo.
Lo 4.° La Circuncisión era doloroso.., Jesús teniendo solo
ocho dias sujeta su tierna é inocente carne al cuchillo de la
Circuncisión: esperimenta en ella los vivos dolores, su sangre
se derrama, y la ofrece en primicias á su Padre por nuestra sa-
lud, y la derramará un dia hasta la última gota... ¡O Jesús!
Vos derramais vuestra sangre por salvarme; ¿y yo por mi sa-
lud no quiero sufrir cosa alguna? jO José! |O María! Vosotros
solos sobre la tierra conocéis el precio de esta sangre divina,
mas que bastante desde entonces para la redención de los hom-
bres, si Dios hubiese querido contentarse con ella. |Qué herida
para vuestro corazon solo el verla gotear! ¡O, cuánta priesa
os dais, Salvador mió, á darme vuestra sangre! ¿Diferiré yo
aun el daros mi corazon ? | O Dios tan ofendido por mi, recibid
esta sangre preciosa en recompensa de mis pecados! \ O Divino
Jesús! Aplicadme su mérito y su virtud, para que á lo menos
ya no os ofenda mas. Una gota de esta sangre adorable basta
para ablandar la dureza de mi corazon. Pero, j ay de mi 11 Qué
yo la recibo toda entera en la Comunion, y no me enciendo, ni
me consumo en vuestro amor!
PUNTO n .

Bel nombre de Jeme.

«Le fué piesto el nombre de Jesús»... Nombre Ueno de


magestad y de grandeza. A este nombre adorable se deben do-
blar todas las rodillas en el cielo, sobre la tierra, y en los in-
fiernos. A este nombre el cielo reconoce su Rey, la tierra su
Libertador, y el infierno su Vencedor... La Iglesia le pronun-
cia siempre en sus oficios con una sefial singular de su respeto.
¿Cómo lo pronunciamos nosotros?
2.° Nombre Heno de fuerza y de poder... Es el Solo nombre
dado á los hombres, por cuya virtud é invocacfon pueden ser
salvos (i). Este nombre solo ha abierto el cielo, ha cerrado
el infierno, ha encadenado al demonio, ha arruinado los Ídolos,
y ha desterrado la idolatría. Nada se niega de cuanto se pide
en el nombre de Jesús: los enfermos sanan, los muertos resu-
citan, y se ahuyentan los demonios... Invoquémosle, pues, fre-
cuentemente , y con entera confianza.
3.° Nombre Heno de pureza y de santidad... El ha venido
del cielo, es un Angel el que le ka traído, es María y José, dos
esposos vírjgeues, los que le han impuesto. Ahuyenta los pen-
samientos impuros, é inspira castos deseos. No tiene otros
enemigos que los espíritus inmundos, y las almas carnales...
Apliquémonos, pues, á una perfecta pureza para hacernos dig-i
nos de las gracias anejas á este santo nombre.
4.* Nombre lleno de amabilidad y de dulzura... El nombre
de Jesús, ó de Salvador anuncia bondad en el que le lleva, y
nada menos promete á los que le aman que la remisión de sus
pecados, ser libres del infierno, y la posesion del cielo. ¡O fa-
vores I | O esperanzas I \ O bienes eternos I ¡Qué corazon podrá
resistirse á vuestro atractivo I \ Ah I Esté siempre en mis labios,

(i) Act. 4. v. 12.


y sobre mi corazon el nombre dulcísimo de Jesos: este endul-
zará mis penas, disipará mis temores, me fortificará en las
desgracias, y me preservará de los peligros de la prosperidad:
la muerte misma no tendrá con qué atemorizarme: con el nom-
bre de Jesús en la boca dejaré sin pena la tierra, lleno de con-
fianza en aquel en quien be creído, y á quien he invocado.

PUNTO n i .

Del primer dia del año.

¿Y cumplidos que fueron los ocho dias para hacer la Cir-


cuncisión del Nido»... Estas palabras nos llaman á la memo-
ría la brevedad, la incertidumbve, el empleo, y el fin del
tiempo.
Primeramente, la brevedad... La mas larga série del tiem-
po cuando ya ha pasado es nada. ¿Qué cosa es el afio que aho-
ra se acabó? ¿Qué cosa es el tiempo de toda nuestra vida pa-
sada? ¿ Qué cosa es el tiempo que ha durado el mundo? Todo
ha pasado; y en un tiempo pasado, un siglo, un afio, ocho
dias, un dia son una misma cosa. El tiempo venidero no es de
una naturaleza diversa. El afio que comienza, el tiempo que
nos quedará de vida, todo lo que durará el mundo, pasará, y
cuando habrá ya pasado será nada... Pero la eternidad no pa-
sa... Somos, pues, insensatos en apegarnos á los bienes del
tiempo, que son tan poco duraderos, sin aspirar á los eternos.
2.° La incertidumbre del tiempo... ¿Cuántos fueron de toda
edad, de toda condicion, de toda suerte de complexiones los
que vieron comenzar el último afio, y que no le han visto aca-
barse? Lo mismo sucederá en este: acaso nosotros seremos de
este número; en este afio no tenémos siquiera un dia seguro,
ni un momento... Comencémosle, pues, como si hubiese de
ser el último para nosotros, como tal vez acaecerá: vivamos
en cada dia como si debiese ser el último para nosotros.
3.* Empleo del tiempo... La manera con que habremos
empleado el tiempo decidirá de nuestra suerte en la eternidad..;
Examinemos como hemos empleado el afio pasado: si no hemos
caido en los mas grandes desórdenes, demos gracias á Dios, y
confesemos por lo menos nuestra tibieza en el servicio del Se-
fior, nuestra disipación en la oracion, nuestra negligencia en el
uso de los sacramentos, y tantos otros defectos en todas núes-'
tras acciones. ¿Cuántas culpas habríamos podido evitar: cuán-
tas buenas obras podríamos haber hecho: cuántas ocasiones
hemos perdido de hacer bien, de ejercitar la. caridad, la pa-
ciencia, el celo, la humanidad, y la mortificación? Lloremos
amargamente tan grandes pérdidas, y pidamos perdón á Dios.
Veis aquí un aflo nuevo que él nos concede para repararlas.
jAW Si le concediese á las ánimas reprobas, y aun á las almas
del purgatorio, cómo le emplearían?
4.° El fin del tiempo... Al fin del tiempo nada nos queda
de las penas y deleites que hemos tenido en él: el tiempo en su
huida todo lo lleva consigo El penitente y el voluptuoso cuando
llegan á su última hora se hallan iguales; quiero decir, que las
mortificaciones del uno, y las delicias del otro se han acabado
igualmente; no les queda otra cosa que sus operaciones, esto
es, sus méritos, ó deméritos. (Qué consuelo para el unol ¡Qué
sentimiento para el otro 1 i Qué satisfacción esperimenlariamos
hoy si hubiéramos pasado el último afio en la santidad, y en
el fervor I Nada nos quedaría de las penas que hubiésemos su-
frido. ¿Y qué nos queda ahora de los placeres que de ellas nos
han desviado? Lloremos un tiempo tan precioso, y tan mal
empleado. Demos gracias á Dios por habernos conservado has-
ta este momento, y porque no ha llegado aun para nosotros
el fin del tiempo; pero pensemos, que nos vamos acercando ¿
él, y que presto le encontraremos. ¿Cuáles serán entonces
nuestros sentimientos? Lo que no quisiéramos haber hecho en-
tonces , y que ya no dependerá de nosotros, depende bien aho-
ra: seamos prudentes, y aprovechémonos de un aviso, que
acaso será el último para nosotros.
Petoto» y coloquio.

Si, | ó Dios miol DO habrá ya mas dilación. ¡Ahí Bien co-


nozco el peligro y el engaño. Este dia, este momento ha de ser
para mi la época de una conversión invariable. Quiero emplear
todos los instantes que quedan, y recuperar con la viveza de
mi amor cuanto falla al número de mis operaciones: á vos voy
eon confianza, y con las lágrimas, ó adorable victima 1 que
derramasteis en vuestra Circuncisión las primeras gotas de
vuestra sangre, y que me asegurais el derramamiento de toda
la demás. A vista de vuestra obediencia á una ley que no os
obligaba, quedo inmoble en la sumisión eterna que os debo.
A vista de las primeras venganzas que sobre vos ejercita la jus-
ticia divina por la sola apariencia del pecado, de que os habéis
vestido, concibo cual debe ser mi aversión á él, y como me
debo alejar del que por ligero que pueda ser, será siempre un
mal infinito. Vuestra Circuncisión legal j ó Divino Jesús I será
para mi un motivo poderoso, y siempre nuevo para mortificar
mi carne, circuncidar mis sentidos, crucificarme, y cortar to-
do aqnello que agrada á la naturaleza: para alejarme constan-
temente de todo lo que contenta los deseos, huir eternamente
de todo lo que puede pervertir el corazon, separarme de las
pompas, de las delicias, y de las vanidades á que renuncié en
mi Bautismo, y finalmente para morir al mundo, y á mí mis-
mo, y vivir solo en vos ¡ ó Salvador mió 1 Tales son mis reso-
luciones; ¿ pero seré yo fiel? Para apoyo de mi debilidad me
bastará vuestro nombre, i ó Jesús 1 y este nombre tan terrible
al infierno, cayo poder ha humillado, le emplearé contra el
enemigo de mi salvación.
MEDITACION XIII.

DE L A ADORACION DE L O S MAGOS.
(S. Mateo e. 2. 1. 18.J

CONSIDEREMOS CON EL 8A6RADO HISTORIADOR 1 . * LA PARTIDA DE LOS M A -


«OS DE ORIBNTE: SC ARRIRO, T LA MANERA GOMOSE CONDECEN EN

JERVSALEN : 3 . ° s u CONDUCTA EN BELEN : 4 . ° CT> VUELTA Á LA PATRIA.

PUNTO PRIMERO.

Los Magos parten del Oriente.


«Habiendo nacido Jesús en Belen de Judá, reinando el Rey
»Herodes, he aquí que los Magos llegaron del Oriente, á Jeru-
»salen, diciendo: ¿dónde está el que ha nacido Rey de los Ju-
»díos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente, y veni-
»mos á adorarle »...
Lo i.° Observemos en estos Magos su atención á considerar
la nueva estrella, y á penetrar lo que significaba... ¿Cuántos
la vieron sin comprender el misterio? ¿Cuántos accidentes se-
rian para nosotros estrellas luminosas, si nuestra continua di-
sipación no nos impidiese poner en ellos la atención?
Lo 2.° Consideremos las reflexiones que de ellos pedia este
nuevo fenómeno... Bien comprendieron que si el cielo les anun-
ciaba el nacimiento del Rey de los Judíos, no era para satisfa-
cer su curiosidad, sino para que le buscasen, y le adorasen...
Las luces que Dios nos da servirán para nuestra condenación,
si no nos servimos de ellas para su servicio, y para nuestra
salvación.
Lo 3.° Examinemos su determinación de ir á Jerusalen para
informarse del lugar donde ha naeido el nuevo Rey... Dios no
nos instruye de todo por si mismo; pero, nos da Maestros depo-
sitaríos de las Escrituras, é Intérpretes de su verdadero senti-
do : es nuestro deber el consultarlos...
Lo 4.° Meditemos su fidelidad en obedecer á cuanto Dios les
ordena, y que parece que exige de ellos... Obediencia pronta y
animosa, que no teme las fatigas ni los peligros de un largo y
penoso viage, ni los discursos, ni las burlas de los hombres...
¿Es acaso esta la manera con que obedecemos á Dios? Los Ma-
gos salen de su pais sobre la féde una estrella; y para obtener
de nosotros el mas ligero sacrificio por Jesucristo, nada hay que
sea suficiente; no la palabra de Dios, no su invencible fuerza,
no su autoridad, no su luz... Estos estrangeros caminan á una
mínima sefial; y nosotros á quienes el Señor llama constante-
mente á sí, nosotros á pesar de sus advertencias, de sus ins-
piraciones, y de sus órdenes nos quedamos inmobles. ¿Quién
es el que nos detiene? |Ah! Temamos que la piedad, la obe-
diencia , y la fidelidad de estos Magos no se levanten un dia
contra nosotros, y confundan nuestra indiferencia, nuestra ti-
bieza, y nuestra rebelión.

PUNTO II.

Los Magos en Jerusalen.

«Oyendo el Rey Herodes tales cosas, se turbó, y con él


»todo Jerusalen: y juntando todos los Príncipes de los Sacer-
dotes , y los Escribas del pueblo, les preguntó, donde debia
»nacer el Cristo. Ellos le respondieron: en Belen de Judá; por-
»que así fué escrito por el Profeta: Y tú Belen, tierra de Judá,
»no eres la mínima entre las principales de Judá ; porque de tí
»saldrá el Caudillo, que gobernará á Israel mi pueblo. Enton-
»cesHerodes, llamados ásí secretamente los Magos, se infor-
»mó de ellos menudamente, en qué tiempo les hubiese apare-
ucido la estrella. Y enviándoles á Belen, Ies dijo: id y buscad
»con diligencia este Niflo; y cuando le hayais encontrado, me
»lo haréis saber para que yo también vaya á adorarle... Ellos,
»oidas las palabras del Rey, se partieron: y he aquí, que la
«estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos,
»hasta que llegando sobre el lugar donde estaba el Nifio, se
»paró. Y vista la estrella se llenaron de una grande alegría»...
Cuatro suertes de personas están aquí propuestas á nuestra
consideración. Herodes; los Príncipes de los Sacerdotes, y los
Doctores de los Judíos; el pueblo de Jerusalen, y los Magos...
Primeramente, observemos á Herodes. Su perturbación: nn
Nifio le hace temblar. El impío no está jamás tranquilo, aun-
que esté sobre el trono... Su crueldad... Desde este momento
este Rey usurpador y estrangero ha determinado y decretado
la muerte del Nifio; pero Dios se burla de los proyectos de los
malvados... Su inquieta curiosidad.:. Esta no sirve de otra
cosa que de atormentarle, manifestar la gloria del reoien naci-
do, é instruir aquellos que le buscan... Su disimulo, y su hi-
pocresía... Bien presto se verá quien es él, y vendrá á ser
para siempre la esecracion de los hombres: esta es la suerte
de los hipócritas.
Lo 2.° Consideremos los Principes de los Sacerdotes, y los
Doctores de los Judíos. | 0 , cuánta es su ceguedad 1 Buscan en
la Escritura al Mesías, le encuentran , le muestran á los otros,
sefialan el lugar de su nacimiento; pero no van ellos mismos á
adorarle. Triste presagio de la ceguedad en que los vemos aun
en nuestros días... Funesta lección para aquellos que muestran
el camino á los otros, y ellos mismos voluntariamente se apar-
tan y se alejan; pero sea el que fuere su estravio, los fieles,
á ejemplo de los Magos, deben aprovecharse de sus lecciones.
Lo 5.° Examinemos el pueblo de Jerusalen... Su ligereza...
Se turba sin saber el motivo, y solo porque Herodes se turba.
Los grandes inspiran sus sentimientos y sus pasiones á aquellos
mismos que los aborrecen y los censuran... Su necedad... Se
turba de lo que debería llenarle de júbilo, siendo el cumpli-
miento de lo que por tanto tiempo se deseaba, y el objeto de
la común especlacion... Funesta disposición que anuncia lo que
hará un dia este pueblo endurecido... ¡Cuántos entre los Cris-
líanos se turban al acercarse las grandes solemnidades de la
Iglesia, porque entonces conviene cumplir ciertas obligaciones
de religión, que son la alegría de los verdaderos fieles.
Lo 4.° Observemos en los Magos... Su ánimo y su valor
en preguntar por el Rey nuevamente nacido, en publicar lo
que han visto en el cielo, y en declarar que ellos le buscan
sobre la tierra para adorarle, sin atención ¿ turbar la ambición
del que entonces reinaba sobre los Judíos... 2.° Su constancia
en no dejarse mover de las dificultades, ni de las oposiciones
y obstáculos que debieron encontrar hasta recibir las luces y
declaraciones que buscaban. 3.° Su paciencia en soportar las
preguntas, y acaso las befas que debieron sufrir, tanto en la
corte, como en la ciudad... 4.° Sus pruebas y tentaciones. Que-
daron sorprendidos de que en la capital de la Judea no se tu-
viese alguna noticia del nacimiento del Mesías: de que los en-
derezasen hácia Belen, lugar desconocido, despreciable, y sin
nombre; y finalmente, de que no obstante una nueva tan im-
portante como la que ellos anunciaban, ninguno saliese de Je-
rusalen para seguirlos. 5.° Finalmente, el júbilo y la alegría
que tuvieron cuando al salir de aquella ciudad ingrata volvie-
ron á ver la estrella, y que no solamente les apareció como
en Oriente, sino que fué delante de ellos, y les ensefló el ca-
mino... |Ah, y cuán bueno es el Seflorl ¡Cuán solícito en con-
solar á aquellos que hacen alguna -cosa por él, y cuánto mas
abundantes son sus consolaciones 1 £1 espíritu de Dios no aban-
dona jamás las almas dóciles. Si parece que alguna vez se ale-
ja dejándolas en oscuridad, bien presto se muestra á ellas; iy
entonces cuán dulces, y de cuanto consuelo son aquellos mo-
mentos!... Adoremos con temor y con reconocimiento la justi-
cia de Dios y su misericordia. Ya empiezan los Judíos á cegar*
se, y los infieles, los eslrangeros y los gentiles, de quienes los
Magos son como las primicias, comienzan á conocer la luz.
PUNTO III.

Los Magos en Belen.

«Y entrando en la casa, encontraron al Nifio con María su


»Madre, y postrándose, le adoraron; y abiertos sus tesoros le
«ofrecieron los dones, oro, incienso, y mirra»...
Lo 1Examinemos la' idea que los Magos concibieron del
Niño Jesús, y juzguémosla de su conducta... Llegan á Belen...
La estrella que los guia se para, y se baja sobre el lugar don-
de está Jesucristo, para darles á entender ser aquel donde de-
ben ellos también pararse: hecho esto desapareció. A esta se-
ñal entraron en la casa señalada, y en ella encontraron el Niño
entre los brazos de su Madre... La simplicidad del lugar que
habita, y la pobreza que le rodea no les desvian: caen á BUS
pies, y le adoran, no solo como á Rey de los Judíos, sino co-
mo á Dios y Salvador de todos los hombres. ¿Cuál es el arreba-
tamiento de estos primeros adoradores del Rey de los Reyes?
¿Cuál su contemplación sublime al verle? ¿Qué idea conciben
de él? ¿Qué sentimiento de la mas profunda veneración? ¿Qué
respetos, qué homenages? ¿Qué sincera Oferta de si mismos?
Oferta por la que no solo le someten sus cuerpos y sus cabezas
humilladas, sino también sus espíritus y sus corazones anona-
dados. Jesucristo los llena interiormente de la unción de su
graeia, y del fttego de su caridad; y esta celestial unción, y es-
te sagrado fuego se manifiestan exteribrmenle esparciendo dul-
ces y abundantes lágrimas, i Qué espectáculo 1 ¿Quién no se
habría enternecido? ¿Cuánto debiéron haberse alegrado estos
Magos de haber emprendido este viage, hallándose tan bien re-
compensados de sus penas, y de sus fatigas?... ¡Ay de mil Este
es el mismo Dios que nosotros tenemos sobre nuestros aliares.
lAh! ¿Y por qué no leñemos la misma fé? ¿Por qué no le ha-
cemos las mismas ofertas?
Lo 2.° Observemos cuál es la idea que este misterio nos debe
dar del Niño Jesús. ¿No podemos con algunas reflexiones de-
cirlos aquí á nosotros mismos... ¡Ahí ¿Quién es este Nifio que
así se hace anunciar de las estrellas en el cielo, y de los Pro-
fetas sobre la tierra: que desde su cuna llama los Sábios del
Oriente, y se hace adorar de ellos: que ciega los orgullosos
depositarios de la Escritura en medio de la luz: turba al impío
aun sobre su trono; y llena de sus mas dulces consolaciones el
corazon de sus adoradores? ¿Qué hará, pues, cuando comparez-
ca sobre el trono de su gloria, y'con todo el aparato de su
magestad? ¡Ahí Felices entonces los que habrán creido en él, y
los que le habrán adorado cuando aun eslaba escondido bajo
los velos de la fé. ¿Pero qué será de aquellos que no le habrán
querido conocer, y de aquellos que le habrán despreciado,
ofendido y perseguido?
' Lo 3.° Consideremos la naturaleza de los dones que los Ma-
gos ofrecen al Niño Jesús... Le ofrecen oro, incienso, y mirra.
Fué sin duda de su parle una señal de respeto por el Rey que
se les habia anunciado la elección de estos dones; pero fué ella
guiada por el Señor. No hay duda que habia misterios en estos
v
dones, y la Iglesia siempre los ha reconocido. Le ofrecen oro
como á su Rey, incienso como á su Dios, mirra como á hom-
bre... Reconozcamos también nosotros á Jesucristo bajo estas
tres cualidades. Adorémosle como á nuestro Dios, sigámosle
como nuestro Rey, y amémosle como nuestro Salvador.
Ofrezcamos á Jesús el oro de una caridad pura y ardiente
para con Dios, y eficaz para con nuestro prójimo: el incienso
de una oracion continua y fervorosa: la mirra de una mortifi-
cación verdadera y continua. Apliquemos estos símbolos á las
diferentes obras de piedad. Contribuir al establecimiento de los
templos, al adorno de los altares, al esplendor del servicio di-
vinotes ofrecer incienso á Jesús: socorrer los pobres en sus
necesidades, es ofrecerle oro: proveer á la sepultura de los fie-
les, procurar los sacramentos á los moribundos, y rogar á
Dios por ios muertos, es ofrecerle mirra.
Estos tres dones son también símbolos naturales de los tres
votos de religión: el del oro, del de pobreza, que despoja
de las riquezas, y de toda propiedad: el del incienso, del de
obediencia, cuyas obras son mas agradables á Dios que el in-
cienso y los sacrificios: y el de la mirra, del de castidad, que
nos pone en una especie de muerte, y cuyo cumplimiento es el
ejercicio de una mortificación continua. -

PUNTO IV.

Los Magos vuelven á su pais.

«Y habiendo sido avisados en suefios de no volver á ver ¿


»Herodes, por otro camino se volviéron á su pais»... Obser-
vemos aquí en los Magos:
Lo i.° Su progreso en las luces de Dios. Una estrella les ha-
bia ensefiado que anduviesen, y la Escritura el lugar donde de-
bían ir; y ahora Dios mismo se encarga de arreglar su vuelta.
Míralos aquí admitidos á las comunicaciones divinas, las mas
íntimas y las mas singulares. Justa recompensa de su fidelidad
en seguir á Jesucristo... Si nuestras luces no crecen, es porque
no somos bastantemente fieles á las que Dios nos comunica.
Lo 2.° La generosidad de su obediencia... Ponen en práctica
aquel'precepto tan importante, y algunas veces tan difícil, de
ser mejor obedecer á Dios, que á los hombres ¿Cuántas veces
nos lo ha hecho quebrantar el respeto humano? Aprendamos á
desconfiar de un mundo que nos llama á sí de nuestros ejerci-
cios de religión bajo el pretesto de que quiere adorar con noso-
tros á Jesucristo; pero efectivamente solo pretende quitárnosle,
y sofocarle en nuestros corazones.
Lo 3.° La mudanza de su camino. Vuelven por otro cami-
no. ¿Pero respecto de nosotros no es uno siempre el que anda-
mos? ¿La misma tibieza, la misma negligencia, la misma disi-
pación, el mismo disgusto en la oracion, y el mismo amor pro-
pio con que nos buscamos á nosotros mismos?
Lo 4.° La vuelta á su pais... Nuestra patria es el cielo, de
96 EL EVANGELIO MEDITADO,
donde nos hemos alejado por el pecado; no podemos volver á
él por olro camino que por el de la penitencia, y de la práctica
de todas las virtudes, de que nos ha dado ejemplo nuestro Sal-
vador.

Petición y coloquio.

Los Magos postrados á vuestros pies, (ó Salvador miol son


las primicias de la gentilidad. Os doy gracias mil veces por su
vocacion; ella fué una prenda de la mia: ¿pero soy yo tan fiel
en corresponderos como estos primeros Apóstoles de la religión,
mis verdaderos modelos, y mis Padres en la fé? ¡ Ahí Señor,
resucitad en mí el espíritu de esta vocacion divina, de aquella
gracia preciosa, cuya memoria se me renueva con la adoracion
de los Magos, de aquella gracia inestimable, de que ya me fa-
vorecisteis con una predilección especial á pesar de mi indigni-
dad, y que muchas veces he merecido perder despues de haber-
la recibido.
La memoria de mi vocacion al cristianismo sea el motivo
en adelante (Ó Dios miol de mi mas VÍYO reconocimiento. Las
máximas y las obligaciones que me impone sean la regla de mi
conducta. Amen.
MEDITACION XIV.

LA PURIFICACION DE LA SANTÍSIMA VIRGEN.


(S. Lucas c. 2. v. 22. 34.;

E * ESTA SANTA CEREMONIA EL TBXTO SAGRADO NOS PROPONE TRES OBJETOS.


Á LA CONSIDERACIÓN. L . ° L A SANTA FAMILIA: 2 . ° EL VIEJO SIMEÓN: 3 . °
ANA LA PROFETISA. ESTA SERÁ LA MATERIA DE LAS TRES MEDITACIONES
SIGUIENTES.

LO QUE MIRA A LA SANTA FAMILIA.

Nosotros hemos de meditar aquí tres cosas. 1.a La Purificación


de María:- 2.* La Presentación de Jesús: 3. a La presencia de
José.

PUNTO PRIMERO.

La Purificación de Maria.

«Y habiendo llegado el tiempo de la Purificación (de María),


»segun la ley de Moisés, le Ileváron A Jerusalen para presen-
»tarle al Sefior, según lo que está escrito en la ley del Sefior,
»todo varón primogénito será consagrado al Sefior. Y para ha-
»cer la oferta conforme está escrito en la ley del Sefior, un par
»de tórtolas, ó dos palomos»...
Observemos lo i.° en Maria su obediencia... Ella obedeceá
n a ley, cuyas palabras en su propio sentido parece que la erf-
eeptuan, pues denotan positivamente la muger que haya con-
cebido y parido según el corso ordinario de la naturaleza; pero
María por amor de la ley de Dios, y por evitar el escándalo del
prójimo, que ignoraba el gran misterio obrado en su favor, no
se sirve de sus privilegios; observa el precepto, y cumple todos
Tom. I . 7
98 EL EVANGELIO MEDITADO,
las órdenes hasta el mas minimo punto... ¿Obedecemos acaso
nosotros á Dios con un amor semejante, con semejante fervor,
y con semejante puntualidad? ¡Ay de mil O quebrantamos for-
malmente su ley, ó solo la observamos imperfectamente.
Lo 2.° Consideremos en Maria su humildad... Ella sacrifica
á los ojos de los hombres su virginidad, de que fué tan celosa
en la presencia del Angel y delante de Dios. Se queda en el
primer atrio del templo, como una muger inmunda, que no
puede entrar en el segundo ántes de ser purificada. Esta Sa-
grada Virgen á los ojos de Dios es la misma pureza; esto le
basta: no la inquietan los juicios de los hombres... jO, y cuán
diferentes somos nosotros! No nos inquieta el estar manchados
á los ojos de Dios, y estamos sOlo atentos á comparecer puros
delante de los hombres.
Lo 5.° Admiremos en María su espíritu de pobreza... Se-
gún la ley (i) la madre debia ofrecer un cordero y-una tórtola;
ó si su estado no lo permitía, debia presentar dos tórtolas, ó
dos palomos. María elige esta última disposición, que era con-
forme á su estado presente. No se avergüenza de parecer pobre
á los ojos del mundo, y en la casa del Sefior... jAh! En este
santo lugar cabalmente se deja ver bien frecuentemente nues-
tra vanidad con mayor ostentación y lujo.

PUNTO II.

La presentación de Jesús.

Jesucristo es llevado al templo; y allí es ofrecido y res-


catado.
' Primeramente, Jesucristo es llevado al templo. Le Ilevároa
á Jerusalen... Consideremos este tierno Cordero llevado del es-
tablo al altar, como una víctima destinada al sacrificio. Con-
templemos este Divino Nifio ahora en los brazos de María, y

(O Levitic. c. 12. v. 8.
ahora en los de José... ]0 dulce peso, quedáis la fuerza¿
aquellos que os llevan, llevando vos mismo en vuestras manos
el universo! Maria y José alternativamente os sostienen para
satisfacer á su amor, dividir su felicidad, y aumentarla comu-
nicándosela mutuamente. (Con qué diligencia, con qué aten-
ción, con qué ternura os llevan!.,. Así debiera yo llevaros tam-
bién ¡ó Dios mío, Divino Jesús! cuando tengo la gran dicha,
de recibiros en la comunión.
Lo 2.° Jesucristo es ofrecido en el templo.:. La ley (1) or-
denaba ofrecer á Dios todos los primogénitos, como especial-
mente consagrados á él, en memoria de haber hecho morir to-
dos los del Egipto para librar á su pueblo, y de haber reserva-
do los de los Hebreos. Las palabras de la ley parece que com-
prendían también solamente los hijos que nacían según el curso
ordinario de la naturaleza, y exceptuaban formalmente el hijo
de la Madre siempre virgen; pero Jesucristo, el Señor de la ley,
quiere cumplirla en todas sus partes. Maria, pues, estando ya
purificada, y José llevan á Jesús al segundo atrio para ofrecer-
le al Señor. Recibió entonces Dios en su templo una oferta dig-
na de sí, é igual á él, el Primogénito de todas las criaturas,
aquel, finalmente, que cumplía la figura de las ofertas de la
antigua ley, que debia ser la oferta perpetua de la ley nueva,
y que debia elevar á una dignidad divina todo aquello que se
ofrecería en su nombre, y unido á su sacrificio... |Qué es-
pectáculo fué para el cielo esta santa oblacion 1 ¡Qué honor
para José y María, por cuyas manos se hizo! ¡Qué favor para
la tierra, por quien se ofrece esta augusta víctima! Unámonos á
esta divina oferta, consagrémonos á Dios con Jesucristo con-
tinuamente sin reserva, enteramente, en vida, y en la muerte,
en el tiempo, y en-la eternidad.
Lo 3.* Jesús es rescatado del templo... Los primogénitos
consagrados al Sefior debían quedarse para el servicio del tem-
plo; pero habiendo Dios destinado para este fin toda la tribu de

(1) Exod. 13.


Leví, ordenaba la ley (1), qoe todos los de las otras tribus fue-
sen rescatados al precio de cinco sidos de plata. Jesús no esta-
ba destinado ¿ servir en el templo: era él mismo el templo vi-
vo que se debia destruir, y despues de tres dias refabricarse.
El templo y los sacrificios debían ser para siempre destruidos...
Debían suceder un nuevo altar y nuevos sacrificios, y durar
hasta el fin de los siglos... Al precio, pues, de cinco siclos de
plata fué rescatado el divino Jesús, el que debia rescatarnos
del infierno al precio de toda su sangre, que vendría á derra-
marse por las cinco llagas de su sagrado cuerpo... i O Divino
Salvador miol Por estas sacrosantas llagas, y por toda vuestra
preciosa sangre que por mí habéis derramado, no permitáis que
me sea inútil vuestra redención.

PUNTO III.

La presencia de José.

José comparece aquí como cabeza de la familia, eomo Es-


poso de María, y como Padre de Jesús.
Lo i.° Como cabeza de la familia, él ordena toda la cerer
monia, provee á cuanto es necesario, y vela por el entero cum-
plimiento de la ley... Así debe velar la cabeza de todas las fa-
milias cristianas para que exactamente se observe en su casa
la ley de Dios: debe encomendar á su Divina Magestad, y po-
ner bajo de su protección todos aquellos que de él dependen:
debe particularmente ofrecerle todos sus hijos, y consagrarlos
al altar cuando el Sefior los llama; y no violentarlos cuando
no son llamados por Dios.
Lo 2.° Como Esposo de Maria, José participa de su sacrifi-
cio, de su fervor, de sus humillaciones, de su pobreza, de sus
consolaciones, de sus penas, de sus méritos, y de sus virtudes.
El marido de una piadosa esposa, bien léjos de inquietarla en

(0 Núm. c. 3. T. 47. el c. 18. v. 16.


su piedad, debe animarla, ayudarla, sostenerla, é imitarla.
Lo 3.° Como Padtre de Jem, José tiene la dicha de ofrecer-
se á Dios juntamente con Maria. No es el verdadero Padre de
Jesús; pero tiene la gloria de hacer las funciones, y de llevar
el nombre. £1 Evangelio se le da, ó sea nombrándole con Ma-
ría, ó sea nombrándole separadamente de ella, este es el nom-
bre que los hombres le diéron durante su vida, y con que sin
duda el mismo Jesucristo le llamó.

Petición y coloquio.

{Gran Santol María es nuestra Madre; sed vos también


nuestro Padre, sed particularmente mi guia en los caminos del
Sefior, sed mi Protector miéntras viva, y mi amparo en la ho-
ra de mi muerte. Amen.
Y vos, Virgen pura, Divina Madre de la misma pureza, que
no habéis tenido jamás necesidad de purificación, alcanzadme
de Dios aquel sagrado fuego que purifica todo lo que puede de-
sagradarle en mi alma. Amen.
Y vos | ó Divino Jesús I que os ofrecisteis á vuestro Eterno
Padre, como la victima sola capaz de purificarnos, aceptad la
oferta que os hago de mí mismo, aunque imperfecto; pero con
aquella consagración que conviene á una víctima. Sacrificadme
vos mismo á vuestra gloria con aquellas mortificaciones que os
agradará imponerme. Consumid las imperfecciones de mi alma
con el fuego de vuestra caridad, para que merezca un dia ser
presentado á vos con un corazon puro en el templo de vuestra
gloría. Amen.
MEDITACION XV.

CONTINUACION DE L A PURIFICACION D E HARÍA.

DEL SANTO VIEJO SIMEON.

(San Lucas c. 2. t>. 25. 35.J

MEDITEMOS 1 ° s u FE : 2 . ° s u CÁNTICO: 3 . ° s u PROFECÍA... .

PUNTO PRIMERO.
La fe de Simeón.

«Habia entónces en Jerusalen nn hombre llamado Simeón:


»y este hombre justo y timorato esperaba la consolacion de
»Israel: y estaba en él el Espíritu Santo: y habia recibido res-
»puesta del Espíritu Santo que no veria la muerte ántes de ver
»al Cristo del Seflor. Y vino por espíritu al templo: y cuando
»Ios Padres introdujeron en él al Nifio Jesús para hacer por él
»segun la costumbre de la ley, él le cogió en sus brazos, y
«bendijo al Sefior»...
Lo 1.° Admiremos en el Santo Viejo Simeón cual fué su fe
á las promesas de la ley, y de los Profetas... Simeón esperaba
el Redentor prometido; suspiraba continuamente aquel feliz
momento que debia formar toda la felicidad, y toda la alegría
del pueblo de Dios. Con este deseo, y con esta expectación del
Mesías, vivia en la justicia, en el temor del Sefior; y el Espí-
ritu Santo eslaba con él... Si nosotros tuviéramos una verda-
dera fe en las promesas del Evangelio, si esperáramos verdade-
ramente los bienes que nos están prometidos, no tendríamos
dificultad en vivir en la santidad, y en conservar en nuestros
corazones al Espíritu Santo; pero una fe débil, una vida mun-
daña, tibia y disipada nos priva de las consolaciones de Dios,
apaga en nosotros la esperanza, y nos hace mirar la otra vida,
y la segunda venida de Jesús, con temor y con espanto.
Lo 2.° Observemos cual fué la fe de Simeón á la revelación
del Espíritu Santo... Este espíritu de Dios le habia revelado
que no moriría sin haber visto al Mesías: no veía la hora que
llegase este dichoso momento; y ciertamente debía ver á Jesús
solo en la enfermedad de su carne mortal, y luego inmediata-
mente morir. Nosotros al contrario, debemos verle despues de
la muerte, en el esplendor de la gloria, cuando se habrán aca-
bado nuestras penas, y cuando ya no quedará otra cosa que
reinar eternamente con él: y este pensamiento nos angustia y
nos espanta. Espíritu Divino, venid á mi corazon para despe-
garle de todo lo que hay en la tierra, y hacerle suspirar el di-
choso momento de su libertad, y de su verdadera felicidad.
Lo 3.° Consideremos cuan grande fué la fe de Simeón á la
presencia de Jesús Salvador... Conducido por el espíritu de
Dios vino al templo, cuando se debia introducir en él al Divi-
no Niúo para presentarle al SeOor. Le vio, le contempló, é in-
teriormente le adoró. Acabada la ceremonia no pudo conte-
nerse: se acercó á él, le cogió en sus brazos, le apretó sobre
su corazon, y manifestó ios transportes de su júbilo, de su re-
conocimiento, y de su amor... Si nosotros tuviésemos una fe
mas viva, no envidiaríamos su feliz suerte. Nosotros conoce-
mos, nosotros tenemos al mismo Jesús, le abrazamos mas ín-
timamente, y mas absolutamente le poseemos en su divino
Sacramento: ¿no podemos por ventura tener los mismos senti-
mientos?.. Examinemos si es el espíritu de Dios el que nos
guia al altar y al templo, ó si es acaso por lo común el espí-
ritu de vanidad, de curiosidad ó de interés, ó la costumbre,
el respeto humano, ó cualquier otro motivo indigno y pecami-
noso.
PUNTO IL

El cántico de Simeón.

£t Santo Viejo llevando á Jesucristo entre sus brazos, y


mucho mas aun en su corazon, se abandona al exceso que le
anima, y bendiciendo en alta voz á Dios, manifiesta el júbilo
de su corazon, celebra las grandezas de Jesús, y atrae sobre si
la admiración de José y de María.
Lo 1.° Manifiesta el júbilo de tu corazon. «Ahora dejareis
»|ó Sefior 1 (dice en alta voz) que se vaya en paz vuestro sier-
«vo, según tu palabra: porque mis ojos han visto el Salvador
»dado por tí»... Sí jó Dios miol estoy cercano á dejar la tier-
ra, y conozco que me llamais á vos. To la dejo sin sentimien-
to. ¿Y qué haré yo aquí mas largo tiempo, ya que, según
vuestras promesas, habéis satisfecho á mis deseos? He visto
con mis ojos aquel que yo esperaba, aquel Mesías que habéis
enviado para ser el Salvador del mundo. ¡O, cuán dulce me
será el morir despues de una tal alegría I Vos me le habéis
prometido, Sefior, y yo le poseo. Vos sois verdadero en vues-
tras promesas. [OI ¿Y de cuánto consuelo es el seros fiel, y el
serviros? (O, si nosotros pudiésemos despues de cada comu-
nión, si pudiésemos á la.muerte, despues de haber recibido el
santo Viático, gustar una semejante paz, y desear morir en el
Sefiort
Lo 2.° Simeón celebra las grandezat de Jesús... «El Sal-
ivador dado por ti... (continua) el cual has espuesto á la vista
»de todos los pueblos: luz para iluminar las naciones, y para
»gloria de tu pueblo Israel»... A este deben mirar todos los
pueblos como al Autor de la gracia, y al Reparador de su sa-
lud: él es la salud que Dios ha dado á los hombres, y por él
solo pueden ser reconciliados con Dios, agradar á Dios, y
reunirse á Dios. En vano busca en otra parle su salud una im-
pura y orgullosa filosofía. Jesús es la salud ofrecida y presen-
tadaá los ojos de todos los pueblos, prometida al principio del
mundo, concedida en medio de los siglos, y anunciada por to-
da la tierra... Jesús es la lux para iluminar las naciones. Por
él los gentiles han salido de las tiniehlas de la idolatría, y ban
abierto los ojos á la luz del Evangelio... Demos gracias á Dios
por habernos hecho nacer en medio de esta resplandeciente
luz. ¿Pero caminamos nosotros en el claro dia de esta luz? ¿No
andamos aun por ventura trás las máximas del demonio? ¿No
practicamos todavía las obras de las tinieblas?
Jesús es la gloria del pueblo de Israel, por quien este
pueblo ha sido reconocido de los gentiles por pueblo de Dios.
Feliz, si la mayor parle de esta nación, con una obstinada ce-
guedad, que no se puede suficientemente comprender, ni bas-
tantemente llorar, no se hubiese merecido las desgracias pre-
dichas por los Profetas... Pero un nuevo Israel ha sido substi-
tuido en su lugar; nosotros somos este nuevo pueblo: ponga-
mos, pues, toda nuestra gloria en conocer á Jesucristo, en se-
guirle , y en amarle.
Lo 3.° El lenguaje del Sanio Viejo arrebató la admiración
á José y á Maria. «Y el Padre y la Madre de Jesús quedaban
«maravillados de las cosas que de él se decían»... El discurso
extático de Simeón era un completo sumario, y encerraba toda
la substancia de la doctrina de los Patriarcas y de los Profetas.
Parece, pues, que aun cuando fuesen sublimes sus expresio-
nes, nada debían contener de nuevo, ó de sorprendente para
Maria y para José; y no obstante ellos se dejaron transportar
de una grande admiración y júbilo, porque tal es el carácter
de un amor vivo, tierno y respetuoso. Ninguno se cree bastan-
temente instruido de cuanto respecta á una persona, cuya glo-
ria le pertenece: oye con gusto repetir lo que ya sabe, y sobre
todo cuando se ama á Jesucristo. Por mas que el cristiano le
conozca, se complace de oir contar sus grandezas: en esto en-
cuentra siempre materia de enternecerse; y las cosas que le
interesan son siempre tan nuevas, que no cesan jamás de serle
admirables... No obstante que estemos instruidos en los mis-
lerios de la religión, escuchemos, y aprovechémonos de las
luces que nos presentan las instrucciones de nuestros Pastores,
y procuremos seguir los ejemplos que la fe, la piedad y la ca-
ridad del prójimo nos dán.

PUNTO ffl.

La profecía de Simeón.

El Santo Viejo, habiendo dado «otra vez á María y á José


el Santo Niño Jesús, qne hasta entonces habia tenido entre sus
iirazos, les anunció á los dos gracias proporcionadas á la feli-
cidad de que gozaban, y les bendijo, esto es, dirigió por
^llos al Sefior sus votos y sus súplicas: despues volviéndose á
María, Madre de Jesús, distinguiéndola de José, que no era el
propio Padre, la dirigió personalmente la palabra, y se es-
plicó en términos x que fueron otras tantas profecías respecto
de Jesús, respecto de ella, y respecto de los hombres.
Lo 1.° Respecto de Jesús... «El Niño que has dado al mun-
»do, la dijo, mira que está puesto para ruina, y para resur-
rección de muchos en Israel: y para señal á que se hará con-
tradicción»... Ha venido al mundo para ser su Salvador, y
será verdaderamente el origen y principio de su salvación
para muchos que participarán de su redención, por la fe á sus
palabras, y por la correspondencia á sus gracias; pero para
otros muchos incrédulos á su voz, y rebeldes á sus llamamien-
tos , vendrá á ser, aunque contra su intención, y á pesar de
sus sinceros votos, una piedra de escándalo, y ocasion de
caida. Un dia vendrá, en que por los Israelitas y por todos los
hombres será condenado á la muerte mas ignominiosa y ver-
gonzosa : en este estado de flaqueza y de dolores será para
muchos un sugelo de contradicción... Esta es la tercera profe-
cía del Evangelio, de que nosotros vemos el cumplimiento.
Jesucristo ha estado contradicho, y lo es aun: esto no nos sor-
prenda, ni nos conmueva, porque ha estado predicho. Aque-
líos que lé contradicen se llevan sobre si sü perdición; aque-
llos que le siguen se aseguran su propia salvación. |Qué felicn
dad para estos! ¡Qué desgracia para aquellos 1 ¿De qué núme-
ro somos nosotros? No nos engañemos: se contradice á Jesu-
cristo con no someterse á su espíritu, y á su doctrina propues-
ta por la Iglesia, y con no arreglar las costumbres segun sus
máximas y su ley. ¡Ay de mil ¿Toda mi vida no ha sido hasta
ahora una continua contradicción al Evangelio? ¿Y proseguiré
viviendo aun en este estado?
Lo 2.° Respecto de Maria. Simeón la predice las pruebas
que aun debe sufrir. «Y el cuchillo (i) del mismo traspasará
»tu alma»... María debe ver el corazon de su Hijo traspasado
de una lanza, y debe tener también el suyo traspasado de do-
lor... iO gran Dios! ¿No bastaba que María fuese destinada á
este cruel tormento, sin hacérselo anunciar también treinta
años antes? Alimentad con diligencia este amado Hijo ¡ó Vir-
gen Santal crecerán con él vuestros dolores: vuestro marliriq
durará tanto, cuanto dure su vida; y aun crecerá cada dia á
medida que este tierno Cordero se irá acercando al tiempo
destinado para su sacrificio... (Ahí Ojalá que pudiese mi vida
pasarse como la vuestra en el retiro, en el dolor, y en las lá-
grimas , con la memoria de los dolores de mi Salvador y de
los vuestros.
Lo 3.° Respecto á los hombres. «A fin de que (añade Si-
»meon) se manifiesten los . pensamientos de muchos corazo-
»nes»... El hierro de la persecución abre los corazones, y
hace conocer en ellos las mas secretas disposiciones. Entonces
cae la máscara, se rasga el velo, y no se pueden esconder, ni
á los otros, ni á nosotros mismos nuestros verdaderos senti-
mientos... Examinemos aquí nuestro amor para con Dios, y
nuestro apego á la religión: examinemos nuestro corazon...
¿Está él dispuesto á perder los bienes, el reposo, la reputa-

(1) De la contradicción, oprobios, tormentos y dolores.


tos EL EVAKGILIO MEDITADO,

cion y la vida? ¡Ahí ]Cuánto sufre á la sola pérdida deuU


placer, de un interés, y á la mas ligera contradiccionl

Petición y coloquio.

Aseguraos (ó Dios miol de este débil corazon: no permi-


táis que me engañe,.ó que yo apruebe jamás sus rebeldias
contra vos. Haced antes bien que yo sea contradicho del mun-
do , y traspasado por vuestro amor del cuchillo del dolor: ha-
ced que quede traspasado á la vista de mis iniquidades; y que
purificándome este dolor, me haga digno de tener parte en
vuestra gloria. No permitáis que yo jamás me oponga á las
máximas, á los ejemplos, al.espíritu, á la doctrina de vuestro
Divino Hijo. Dadme esta fidelidad constante y generosa, que
me haga declararme su discípulo delante de los hombres, para
que en el último dia no me deseche delante de vos. Amen.
MEDITACION XVI.

FIN BE LA PURIFICACION.

DE S A N T A ANA LA PROFETISA.
(S. Lucas c. 2. v. 36. 39.;

OBSERVEMOS COK BL EVANGELISTA. 1 ° E L CARÁCTER DE LA PROFETISA:


2 . ° SU PRESENCIA EN EL TEMPLO: 3 . ° LA VUELTA DE LA SANTA FAMILIA
k NAZARETH.

PUNTO PRIMERO.

El carácter de la Santa Profetisa.

Lo 1.° San Lucas nos habla de la nobleza de su familia.


«Y estaba allí también una Profetisa, Ana, hija de Fanuel, de
»la tribu de Aser»... Ei Evangelista nombra por honor el Pa-
dre y la tribu de Santa Ana, para darnos ¿ entender que no
siendo esta del común del pueblo, sino de una familia conoci-
da y distinguida, su nacimieoto dá peso y valor al mérito de
sus costumbres. De hecho, una persona ilustre que une la
práctica de la virtud á la nobleza de la sangre puede contri-
buir mucho á favor de la religión; pero al contrarip jó, cuán
culpable es esta, y cuán deplorable su desgracia si no lo eje-
cuta así, y antes hace servir la autoridad de su esfera para
acreditar el error, y hacer mas audaz el vicio, con descrédito
de la virtud I
Lo 2.° El Evangelio ataba la viudez de Santa Ana. «Esta
»se hallaba muy avanzada en edad, y babia vivido siete aflos
»con su marido, desde su virginidad. Y... (habiapermaneci-
»do) viuda hasta los ochenta y cuatro aflos»... Quedó viuda,
aun siendo jó ven, y perseveró en su viudez constantemente,
santamente, y largamente. Una viudez tan perfecta merecia
los elogios del Espíritu Santo. Feliz, de hecho, es este estado,
que despues del de la virginidad, es el mas propio para las di-
vinas comunicaciones.
Lo 3.° El sagrado Testo hace el elogio de la santidad de la
Profetisa... «Y no salía del templo, sirviendo á Dios noche y
)>dia con oraciones y ayunos»... Esta Santa Viuda, verdadero
modelo de las personas libres, ó separadas del siglo, habia
elegido un tenor de vida regulado sobre la perfección de su
estado. Todos sus dias eran santificados por el ayuno, y todas
las horas del dia y de la noche divididas en varios ejercicios de
piedad. Su habitación mas ordinaria era el templo: allí pasaba
su vida en la mortificación y en la oracion, sin temer que una
vida tan austera pudiese dañar á su salud, ó abreviar sus
dias... i O, cuántas delicias goza una vida casta, mortificada,
y aplicada á la oracion 1 Estas delicias serian mucho mas de-
seadas si fuesen mas conocidas. La oracion, la mortificación y
la pureza están unidas con los lazos mas indisolubles y mas
estrechos. Sin la oracion es imposible la mortificación; sin la
mortificación la oracion es insípida; sin la oracion y la morti-
ficación la castidad es frágil, y raramente se sostiene.

PUNTO II.

De la presencia de la Santa Profetisa.

Lo 1.° Admiremos su piedad... «Y esta llegando á aquel


»mismo tiempo alababa también al Señor»... Cuando Jesús,
María y José estaban aun en el templo, llegó á él la Santa
Viuda. (Cuánto le hubiera desagradado faltar en un momento
tan precioso, como era aquel en que el Santo Viejo, teniendo
aun en sus brazos ¿ Jesús, profetizaba la suerte del Hijo, y de
la Madre 1 ¡Qué favores no le mereció su piedad á esta virtuosa
israelita I Vió aquel Dios Niño, le contempló, y penetró el
misterio escondido bajo las apariencias comunes de su adora-
ble persotia. [Cuál fué su júbilo, sü respeto y su amor 1 Hizo
comparecer su embelesamiento: se desahogó rindiendo gracias
y bendiciones, y dió públicamente gloria á Dios, y testimonio
á su Hijo. Si esta insigne Profetisa de Jerusalen se hubiese
descuidado en ir al templo en aquella hora, se habría privado
de un favor tan inefable... Dios une sus gracias á ciertos mo-
mentos y & ciertas ocasiones: observemos con atención estos
momentos preciosos, y no los dejemos huir... Aquel ejercicio
de piedad ¡ aquel acto de religión que hemos omitido seria
acaso el tiempo escogido por Dios para hacernos algún parti-
cular favor... Imitemos el amor de Ana por el culto del Steflor.
¡Con qué sentimientos, con qué respeto debemos adorar á Je-
sucristo en sus templos! Pero ¡ay de mí! ¿La manera con que
en ellos estamos no le es las mas veces injuriosa? ¿No es una
condenación contra nosotros mismos? ¿No descubre nuestra
poca fe, y nuestro poco respeto á su divina persona?
Lo 2.° Observemos el celo de la Profetisa... «Y hablaba de
»él á todos aquellos que esperaban la redención de Israel»...
Ella ya ejercita el empleo de Apóstol... Llena de gozo de ha-
ber visto al Mesías, se cree obligada á participarle á lodos los
fieles Israelitas que conoce en Jerusalen. Les habla de él con
un tono profético é inspirado que persuade, y con aquel fuego
apostólico qüe enciende los corazones. Si el amor de Jesús rei-
nase en nuestras almas, su grandeza y sus beneficios serian
el objeto de nuestros discursos: no contentos de conocer y de
amar á Jesucristo, nos interesaríamos también en hacerle co-
nocer á otros, y en hacerle amar.
Lo 3.° Hagamos una reflexión sobre su prudencia. ¿A quién
da ella á conocer ¿ Jesucristo? «A todos aquellos que espera-
»ban la redención de Israel»... Todos los Judíos esperaban el
Libertador prometido: los unos con las falsas ideas de una
grandeza mundana, y de una libertad temporal; los otros con
la mayor indiferencia: solo, un pequeño número le esperaba
con el ardor y con el espíritu que convenia á los verdaderos
Israelitas. A estos solos dirige esta Santa Viuda las palabras de
la salud, y cuenta cuanto ha visto y cuanto le ha dado ¿ cono-
cer el Espíritu Santo. Hubiera sido imprudencia, y aun cosa
peligrosa hablar indiferentemente á todo el mundo, principal-
mente en una ciudad donde reinaba un impío t y el mas cruel
enemigo del Salvador... Entre nosotros todos se dicen Cristia-
nos, todos se dicen Católicos; pero poquísimos hay que se in-
teresen por el cristianismo, que deseen sinceramente el esta-
blecimiento del reino de Dios, y la verdadera redención de
Israel. Poquísimos con quienes se pueda hablar de la redención
eterna que esperamos, y de los medios necesarios para conse-
guirla.

PUNTO ra.

De la vuelta de la Santa Familia.

«Y habiendo cumplido todo aquello que ordenaba la ley del


»Señor, se volvieron á la Galilea, y á su ciudad de Naza-
»reth»... (1).
Lo 1.° Se vuelven sin precipitación. No salen del templo

(1) Hablando aquí San Lucas de la vuelta á Galilea, no habla de ja


que se hizo inmediatamente despues de la Purificación, sino de la que
se hizo cuando la Sania Familia volvió del Egipto, como lo veremos en
la Meditación XVIII, en que haremos otra vez memoria de este verso...
E s , pues, probable que despues de la Purificación la Santa Familia se
volviese á Belen, donde tuvo la órden de partir para Egipto. Pero como
San Lucas no habia de hablar de los Magos, ni del Egipto, ha seguido
el método de los Evangelistas, que es contar por órden, y unir los he-
chos distantes unos de otros cuando el Espíritu Santo no los movía á es-
cribir los intermedios: nosotros veremos muchos ejemplos... Sabemos
muy bien que se puede poner en otro órden la adoracion de los Magos,
la PuriGcacion de María, y la huida ¿ Egipto; pero como esta diversidad
de órden no interesa la piedad, y no puede deducirse claramente del
Testo, hemos seguido el órden que se halla mas conforme i las fiestas
de la Iglesia, sin querer entrar, ni tomar algún partido, y mucho menos
condenar ¿ aquellos que ordenan los hechos de otra manera. Este plan
es el que seguiremos ea toda esta obra.
sino despues de haber cumplido enteramente cuanto ordenaba
la ley, y de haber escuchado cuanto Dios quería darles á co-
nocer por boca de Simeón y Ana... Nuestra precipitación á sa-
lir de la Iglesia luego que se acaba una Misa, luego despues de
la comunion, ó de cualquier otro ejercicio de piedad: nuestra
priesa y nuestro deseo de concluir y dejar estos actos de reli-
gión nos privan muchas veces del fruto que hubiéramos podido •
sacar... Demos fin á nuestros aotos de devoción empleando
algún tiempo en el recogimiento, en el cual podemos escoger
y llevar con nosotros algún buen sentimiento, y algún recuerdo
saludable.
Lo 2.° Se retiran sin disipación en un profundo silencio...
El silencio de Maria y de José por todo el tiempo de esta cere-
monia me parece muy digno de observarse y dé admirarse.
San Lucas no dice de ellos, como había dicho de los pastores,
que se volvieron alabando á Dios... i O, y cu6n profundo es
este silencio 1 (O, y qué admirable 1... ¿No hemob gustado ja-
más nosotros las dulzuras en la oracion, ó en la comunion?
¿No nos hemos hallado jamás en este feliz estado de silencio,
en que el alma se abisma y se pierde delante de la magestad
de Dios á vista de sus beneficios? Tan raro es sin duda este don
de Dios, cuanto precioso; pero este es ordinariamente el pre-
mio y la recompensa de la perfecta observancia de la ley, y
requiere siempre la mayor fidelidad para conservarle.
Lo 3.° Partieron luego que fué terminado el oficio de Dios...
No se detuvieron en Jerusalen á tomar reposo, ó para gozar de
la estimación que les habian concillado tantas maravillas. Se
vuelven á su casa sin perder un momento para asistir allí á su
ordinario trabajo... Ejemplo admirable para los padres y ma-
dres de familias, que deben emplear su vida en unir y cumplir
las obligaciones domésticas y las de la religión; y que para
conservar los sentimientos de piedad que Ies inspira el servicio
divino, no deben dejarse distraer de vanos entretenimientos, y
frivolas conversaciones; sino del templo volverse á sus casas
para cumplir en ellas las obligaciones de su estado, y succ-
ión. I. 8
114 EL EVANGELIO MEDITADO,
sivamente ejercitarse en la práctica de las demás obras de
piedad.

Petición y coloquio.

¡Ay de mi! Sefior, el tiempo es breve: ¿y qué uso he he-


cho de él hasta ahora para mi satisfacción?.. Hacedmeconocer
hoy toda su importancia, para que yo conozca el uso necesar
rio, y para que á ejemplo de Ana, ocupado noche y dia en el
negocio de mi salvación, casi jamás salga de vuestro templo,
ó de vuestra divina presencia. ¡ Ahí ¡Cuánto me aflige el tiem-
po que el mundo me ha quitado! Resuelvo, pues, en este mo-
mento i ó Dios mió 1 servirme de todos los instantes que vos
me concedereis de vida: quiero trabajar por mi alma todos jos
dias que me concedereis, y otra cosa no temeré en adelante,
sino que siendo estos breves, no se hallen aun llenos delante
de vos para merecerme vuestra recompensa. Amen.
MEDITACION XVII.

DE L A PERSECUCION DE HERODES.
(S. Mateo c. 2. v. 13. 23.;

E L EVANGBLIO NOS PRESENTA AQUÍ TRES OBJBTOS k LA CONSIDERACION:


1.® LA HUIDA DE LA SANTA FAMILIA k E G I P T O : 2 . ° SU DEMORA EN E G I P -
TO : 3 . ° SU VUELTA DE EGIPTO.

PUNTO PRIMERO.

La huida á Egipto.

«El Angel del Sefior apareció en sueflos ¿ José, y le dijo:


^levántate, y toma al Niño y á su Madre, y huye á Egipto, y
«estáte allí hasta que yo te lo diga. Porque ha de acontecer
»que Herodes busque al Nifio para hacerle morir: y él levan-
tándose lomó al Nifio y á su Madre de noche, y se retiró á
«Egipto; y allí se estuvo hasta la muerte de Herodes, para que
»se cumpliese lo que habia dicho el Sefior por el Profeta, que
»dice: del Egipto he llamado á mi Hijo»... (I) Dios da aquí
una órden para la conservación de los días de su Hijo.
Examinemos lo 1.° cual es esta órden... Es humillante para
Jesucristo: es una órden de huir, de huir de su patria, de huir
áEgipto, de huir de Herodes, de huir con la cualidad, y con
el nombre de Salvador. ¿Un Dios debe huir la cólera de un
hombre? ¿Una órden tal conviene á la grandeza del Soberano
Sefior? No, sin duda, sise consultan las ideas del mundo: mi-
lagros , prodigios, hechos esclarecidos serian de mayor gusto
para nosotros... Aprendamos á reformar nuestras ideas sobre
, las de Dios. Esta órden, por humillante que parezca, es infini-
tamente gloriosa á Dios, porque su grandeza no puede ser mas
(i) Oseas 11. v. 1.
honrada qne con las humillaciones de su Hijo; humillaciones
conformes por otro lado á los oráculos de los Profetas. Esta ór-
den no solamente es gloriosa á Dios, sino también útil para el
hombre que puede hallar en ella meditándola, de qué instruirse
en el camino de la salud, de qué consolarse en sus desgracias,
y de qué edificarse en las persecuciones que jamás faltan á la
Iglesia, á sus Ministros, y á sus Santos.
Lo 2.® ¿A quién va dirigida esta órden?.. A José. iQué
suerte para este verdadero justo I El es confidente de los se-
cretos de Dios, el hombre de su diestra, y el instrumento de
su autoridad: él tiene comercio con los Espíritus bienaventu-
rados , que están encargados de anunciarle las voluntades del
Sefior sobre la tierra: tiene las veces de Dios Padre, es la ca-
beza de la Santa Familia, el depositario de Jesús y de María,
y tiene el derecho de mandarles. ¡Qué honorI iQué empleo!
¿Ha habido por ventura otro mas santo, mas elevado, y mas
importante?.. ¡Cuán grande es el de los Sacerdotes, en cuyas
manos ha puesto Dios los fieles para salvarlos y sacarlos del
Egipto, y á quienes ha confiado y entregado á Jesucristo para
alimentar los verdaderos hijos de Israel!
Lo 3.° ¿Cómo se ejecuta la órden de Dios? 1 P o r parle de
Jesús. Penetremos con la fé sus internos sentimientos... ¿Con
qué fidelidad, con qué amor se sometió á las órdenes de su Pa-
dre? 2.° Por parte de María. Examinemos su corazon. La
cualidad de Madre de Dios no la hace olvidar que es Esposa de
José. ¿Con qué exactitud obedece á sus órdenes? 3.° Por parle
de José. ¡ Qué sumisión? Obediencia ciega y sin réplica, pura
y sin dilación, exacta y sin omision, constante y sin limitación
de algún tiempo. Admiremos como María y José se disponen á
esta huida sin afan, y sin precipitación, sin inquietud sobre los
peligros y sobre las fatigas del viage, sin réplica, sin discur-
sos, sin lamentarse, y sin quejas, ni contra el rigor de una or-
den tan humillante y penosa, ni contra las circunstancias del
tiempo, que es la noche, del lugar, que es el Egipto, nación
idólatra,*ni contra Herodes. atrael injusto perseguidor, fistos
Santos Esposos dejan obrar al Sefior: solo piensan obedecer,
y están solamente atentos á tener cuidado del Divino Nifio, que
se les encarga librar de la persecucien... ¡O, y cuán verdade-
ramente soo dignos <el uno del otro , y el uno y el otro de Je-
sús I.. ¿Guando, pues, me haré yo fuerza , y procuraré hacer-
me digno de imitar sus virtudes, esto es, con una ciega obe-
diencia, con una fé firme, con una paciencia constante, y con
una confianza perfecta?
PUNTO II.

Demora de la Santa Familia en Egipto.

El Historiador sagrado no solo nos instruye aqui de cuanto


sucede en Egipto, sino también en Belen, y en Jerusalen.
Lo 1.° Lo que sucede en Egipto... Aquí la Santa Familia
vive pobre, oscura, incógnita, pero preciosa á los ojos de Dios,
y tierno objeto de sus complacencias. Vive en medio de la s u -
perstición y de la idolatría; pero dando á Dios el culto mas
puro, y el homenage mas perfecto: aquí vive en medio de toda
suerte de pecados y de escándalos; pero aquí hace resplandecer
los ejemplos de todas las virtudes, fin cualquiera parle, en
cualquier estado, en cualquier familia que nosotros vivamos,
estémonos escondidos, humildes, y recogidos con nuestro Sal-
vador. Resistamos á los escándalos, seamos por todas partes
el buen olor de Jesucristo, y la edificación del prójimo... ¿Pero
qué seria si en la misma casa de Dios, si en el seno del cris-
tianismo y en la religión, si en el sagrado ministerio, si en
medio de los buenos ejemplos nosotros mismos fresemos un
sugeto de escándalo?
Lo 2.° Lo que sucede en Belen... «Entonces Herodes vién-
»dose burlado de los Magos se enojó fuertemente, y mandó
«matar todos los nifios que habia en Belen y en todos sus con-
»fines, desde la edad de dos afios para abajo, según el tiempo
»que habia averiguado de la relación de los Magos. Entonces
»se cumplió cuanto habia sido predicho por el Profeta Jere-
»mías (1), que dice: una voz se ha oido en Ramá, grandes
«llantos, y grandes alaridos; Rachel, que lloraba sus hijos, y
»no quiso admitir consolacion, porque ya no son»... He aquí
toda la potencia humana, que armada contra unos niños débi-
les, emplea toda su fuerza, ejercita todo su furor, y lo llena
todo de sangre y de estragos: pero Dios, sin que parezca que
obre, destruye todos los proyectos de los hombres, y hace
que todo coopere á la ejecución de sus propios designios...
i Prudencia humana, tu eres del todo inútil contra la sabiduría
de Dios I Herodes hace matar una multitud de niños por hacer
que perezca uno solo, el objeto de su furor; y este niño, á
quien él teme, este solo se le huye. Se cumplen las profecías:
el nacimiento del Mesías es anunciado en todo el mundo: los
gritos de las madres, y la sangre de los niños son una voz que
ha resonado hasta en las colinas de Roma, hasta en los oídos de
Augusto. Los Santos Inocentes adquirieron una vida eterna, y
Dios recibió en estos tiernos corderos las primicias de una san-
gre preciosa, con que la tierra será bien presto bañada y puri-
ficada... Tal ha sido, y tal será siempre el efecto de todas las
persecuciones contra Jesucristo y contra su Iglesia... Ellas ha-
rán ver la debilidad de las potencias de la tierra, cumplirán las
profecías, estenderán el conocimiento de la verdad, y forma-
rán la felicidad eterna de aquellos que serán las víctimas (O,
cuán digna es de envidia la suerte de estos niños sacrificados
por Jesucristo, y de aquellos que mueren despues del Raulis-
mol iQué favor el ser salvos antes de haber tenido el uso de la
libertad 1 Si nosotros hacemos buen uso de la nuestra, nuestra
suerte será aun mas feliz y mas gloriosa para Dios. Lejos, pues,
de dolemos, demos gracias al Señor por habernos conservado
para una tan grande felicidad. Roguemos y velemos, no sea
que por nuestra culpa la perdamos.
Lo 3.° Lo que sucede en Jerusalen... Consideremos aquí un
usurpador sobre el trono, entregado á todas las pasiones, su-
mergido en toda suerte de delitos, impío, ambicioso, astuto,
(i) Jerem. c. 31. v.25.
cruel, sin mas religión que la de su política, que se alimenta
de las lágrimas de sus súbditos, que tiene por juego el derra-
mar sangre, y no perdona aun la de sus propios hijos: un de-
lincuente atormentado de sus delitos, presa de su afan, del
despecho y de la cólera; agitado de sospechas, de temores y
de inquietudes; aborrecido y detestado de sus pueblos, la ese-
cracion del universo: un impío herido de la mano de Dios, roí-
do de gusanos, infestando su propio palacio, insoportable á sí
mismo, moribundo en su impiedad, y dictando aun mientras
que espira las sentencias de una crueldad, que ya no se debia
temer... (1) Finalmente consideremos á Herodes muerto, como
habia vivido, enemigo de Dios, y teniendo siempre á Dios por
enemigo: á Herodes, que ha llegado á ser víctima eterna de un
Dios vengador, precipitado en un abismo de azufre y de fue-
go... En esto, pues, paráron la astucia, las intrigas, y la gloria
toda de este famoso Monarca. El mundo no ha dejado de darle
el sobrenombre de grande. Pero (ó cuán diferentes son de los
del mundo los juicios del Sefior! [Ah! ¿Qué sirve ser. grande'á
los ojos del mundo, siendo al mismo tiempo de abominable á
los ojos de Dios?
PUNTO M.

Vuelta de Egipto de la Santa Familia.


«Muerto Herodes, he aquí que el Angel del Sefior aparece
»en sueños á José en Egipto, y le dijo: despiertate, y coge el
»Nifio y su Madre, y ve á la tierra de Israel, porque han muer-
»to los que buscaban la vida del Nifio. Y él despertándose có-
»gió al Nifio y la Madre, y fué á la tierra de Israel. Pero ba-
»bien do oído que Arquelao reinaba en la Judea, en lugar de
«Herodes su padre, temió ir allá; yadvértido en suefios, se
«retiró á la Galilea, donde habiendo llegado, habitó en la ciu-
»dad llamada Nazareth, para que se cumpliese lo que habia si-
»do predicho de los Profetas: él será llamado Nazareno»...
Lo 1Observemos en qué circunstancias se hace esta vuelta...
(i) Josefo de bello Jud. 1. i. c. 20. et 17. c. 8.
Se hace luego que muere Herodes... Dios regula todos los acae-
cimientos, y quiere que los esperemos oon paciencia y sumi-
sión, sin inquietud y sin quejas, y que nos aprovechemos de
ellos con discreción y sabiduría. £1 poder de los hombres, sus
favores, y sus furores tienen su tiempo, como le tiene su vida.
Todo muere: Jesucristo solo no muere ya mas: temamos, pues,
á él solo, á él solo amemos, y estemos á él solo unidos. Todos
los perseguidores han muerto, y los Mártires viven, y reinan
para siempre con Jesucristo,
Lo 2.° ¿Be qué manera se hace esta vuelta?... Por órden
de Dios, dirigida á José, que en su conducta nos presen-
ta aquí de nuevo para admirar su obediencia, su prudencia
y su autoridad.-. Su obediencia. No da paso alguno, no toma
alguna determinación sino por órden de Dios, y en esto es el
verdadero modelo de las almas interiores, que deben continua-
mente escuchar la voz de Dios que les habla, ó sea en órden á
las obligaciones de su estado, de que deben estar instruidas, y
que deben cumplir, ó sea en órden á la Iglesia y ¿ los superio-
res, á quienes deben estar perfectamente sujetas, ó sea en ór-
den á los piadosos pensamientos, buenos deseos, y santas ins-
piraciones que deben seguir... Su prudencia. Teme volver ¿ '
Belen, donde habia estado por el parto de María, porque Ar-
quelao, sucesor de Herodes su padre en el Reino de Judea, se
habia ya dado 4 conocer por su crueldad... Dios quiere que ha-
gamos uso de nuestra razón cuando no se nos revela su volun-
tad, y que sepamos temer, dudar y consultarle, porque entón-
eos no dejará de iluminarnos. Si queremos conservar á Jesús
en nuestro corazon imitemos la prudencia de San José. Exami-
nemos bien los lugares á donde vamos, las personas que allí se
bailan, y quiénes son los que allí mandan... Finalmente, su au-
toridad. Todas las incumbencias van encomendadas á José: Je-
sús y María callan, y se dejan guiar, observando las leyes de la
mas exacta subordinación. ¿Con cuál pretexto querremos no-
sotros dispensarnos de ellas?
Lo 3.° ¿Cuál es el término de la vuelta de la Santa familia?
Es Nazareth, pequeña ciudad de Galilea, para el cumplímienlo
de lo que han dicho los Profetas, que Jesucristo seria llamado
Nazareno. Este nombre tiene tres significados, i. 4 Significa
consagrado, santificado, como le llaman los Profetas. Esto es lo
que es Jesucristo, esto es lo que es lodo Cristiano por su bau-
tismo. ¿Lo somos también nosotros con nuestras costumbres?
2.° Significa flor y renuevo. Jesús es esta flor y este renuevo
del ramo de José y de David, de que frecuentemente hablan los
Profetas, principalmente Isaias. (1) Nosotros hemos estado in-
gertos en él, y de él hemos sido adoptados. ¿Vivimos de una
manera digna de esta adopcion? 3.° Significa habitante de Na-
zareth. Es tradición recibida de los Profetas, que el Mesías de-
bia en este sentido ser llamado Nazareno. Jesucristo ha sufrido
que los Judíos, los idólatras y los impíos le hayan nombrado
por desprecio ya Nazareno, del nombre de la ciudad, ya Gali-
leo, del nombre de la provincia, para moslrar á'sus siervos que
han de sufrir con júbilo los nombres injuriosos que se les dan,
y por los que se esfuerza el mundo ¿ hacerlos odiosos y despre-
ciables. Bienaventurado aquel'que por su amor sabe practicar
esta lección.
• Petición y coloquio. .

El justo no está sin pruebas*, pero vos no le abandonais ¡ó


Dios miol Los perseguidores y la persecución pasan; pero no
pasa el fruto de la persecución bien sufrida. Lo habéis esperi-
menlado vos mismo [ó Divino Jesusl en aquel estado de humi-
llación y de dependencia á que os ha reducido vuestro amor por
mí. ¿Tendré yo aun corazon despues de tales motivos y un tal
ejemplo para lamentarme de las tribulaciones que sufro, y de
las que aun me esperan? ¡ Ah! Señor, haced que para ser parti-
cipante de vuestra gloria, no me olvide jamás de que es nece-
sario ser también participante de vuestros trabajos y de vues-
tras penas, sabiendo que seré mas ensalzado en el cielo, cuan-
to mas participe de ellas en la tierra. Amen.
(1) Cap. 11. v. 2 . , •
MEDITACION XVIII.

DE LA INFANCIA DE JESUCRISTO HASTA LOS DOCE AÑOS.


(S. Lucas c. 2. v. 39. 41.;

EL EspíhiTu SANTO NINGUNA OTRA COSA NOS ENSEÑA DE LA VIDA PRIVADA,


ESCONDIDA Y HUMILDE DE JESUCRISTO SINO QUE 1 . ° SE CRIÓ EN NAZARETB!
2 . ° QUE ALLÍ CRECIA T SB FORTIFICABA BSTANDO LLENO DE SABIDURÍA: 3 . 4
QUE ASISTIA A LOS EJERCICIOS PUBLICOS DE LA RELIGION. MBDITBMOS CON
ATENCION Y CON FRUTO VERDADES TAN PRECIOSAS.

PUNTO PRIMERO.

El Niño Jesús se cria en Nazareth.

«Y se volviéron á la Galilea á su ciudad de Nazareth»...


¡Qué gran ocasion de humillación fué para Jesucristo el habitar
en esta ciudad I
Lo 1 L e acarreó continuos desprecios.., Nazarelh'era un
lugar despreciado por sí mismo, y por estar en la provincia de
Galilea: esta ciudad parecía que comuuicase su bajeza y su obs-
curidad á sus habitadores, y este mismo desprecio recayó en
Jesucristo en muchas circunstancias de su vida... Jesucristo en
todo nos predica la humildad, y nosotros por todo la huimos, y
hacemos que lodo sirva á la vanidad. ¿El lugar de nuestro na-
cimiento es de alguna consideración? Luego nosotros nos
hacemos un titulo para estimarnos, y para despreciar á los
otros. ¿Hemos nacido en un lugar poco conocido y despreciado?
Luego nos avergonzamos de nuestra patria, la abandonamos, y
buscamos un teatro mas luminoso, sin temer siquiera los peli-
gros á que nos espone nuestra vanidad. (Ahí Dejémonos guiar
de la Providencia, mantengámonos firmes en nuestro estado, y
si nos es libre hacer alguna elección por gusto y por amor de
Dios, antepongamos el mas obscuro, y el mas humillante á los
ojos de los hombres.
Lo 2 .".La demora de Jesucristo en Nazareth hizo nacer con-
tra él perjuicios poco ventajosos... (1) El mas sincero, acaso,
de sus Discípulos, cuando oyó hablar de él, como del Mesías,
preguntó ¿si de Nazareth podia salir alguna cosa buena? Esto es
lo que pensaban los mismos Galileos: ¿pues qué deberían pen-
sar los habitadores de Judea, para quienes toda la Galilea era
un objeto de desprecio?... Los perjuicios de los hombres sobre
los lugares, sobre las provincias, y sobre las naciones contie-
nen una cierta injusticia, y un absurdo ridículo... Soportemos
esta injusticia siempre que se nos haga, no turbe la paz de
nuestro corazon, y no nos impida caminar á la perfección.
Lo 3.® La demora de Jesucristo en Nazareth le trajo insul-
tos y ultrages... ¡Cuántas veces por befa fué llamado Nazare-
no y Galilea] El primer nombre fué puesto en el título que le
pusiéron sobre la cruz: y el segundo fué el nombre con que por
desprecio le nombraba el apóstata Juliano: sesirviéron también
de estos nombres los Apóstoles y los Cristianos; pero fué por
respeto para sanar enfermos, y para echar los demonios... De-
seemos ser humillados, despreciados, é insultados con Jesucris-
to para ser ensalzados, glorificados, y coronados con él...

PUNTO II.

El Niño Jesús crece en la casa paterna.

«El Niño crecía, y se fortificaba lleno de sabiduría, y la


ugracia de Dios estaba en él»...
Lo 1.® Jesucristo crecía, y se fortificaba según el cuer-
po... ¡01 Era una víctima que crecía para ser sacrificada
á la gloria de su Eterno Padre, y por nuestra salud: que
se fortificaba para llevar el peso de nuestros pecados, y la
pena debida por ellos; y nosotros crecemos y nos fortiíi-
(1) S. Juan c. 1 v. 46.

/
camos para multiplicar nuestras culpas, sin pensar jamás
en crecer para amar á Dios, y tomar fuerzas para servirle...
Jesús crecía en sabiduría: estaba de ella lleno, era la sabiduría
misma, Ja sabiduría eterna de Dios; pero la manifestaba solo á
proporcion del número de sus afios para ser el modelo de-todas
las edades. Modelo que los padres deben incesantemente pre-
sentar á sus hijos. Jesucristo en Nazareth, desconocido en el
humilde retiro de San José; pero que se distinguía con aquellos
tratos de dulzura, de sumisión, de docilidad y de prudencia, que
le hacían amable á los ojos de Dios y de los hombres. Este es
el espectáculo divino que les deben ofrecer.
Lo 2.° Jesucristo crecía en ta gracia... «La gracia de Dios
estaba en él»... Gracia esterior en la proporcion de su persona,
que le hacia, como dice el Profeta (1), el mas bello entre los
hijos de los hombres. Se descubría en su semblante, en su com-
postura, en sus discursos una modestia y una dignidad que ar-
rebataban. Gracia interior,, de que él mismo era el origen y el
principio, era el Autor de la gracia, y venia á comunicarla; pe-
ro solo la manifestaba por grados. Los padres y las madres em-
plean sus atenciones en procurar á sus hijos las gracias esterio-
res que los hacen mas amables á los ojos de los hombres: ¿y
usan la misma diligencia para conservar y cultivar en ellos la
gracia de Dios? ¡Ahí Sucede frecuentemente que los hijos apé-
nas han llegado á la edad de la razón ya han perdido la ino-
cencia; y ánles de haber salido de la infancia son ya grandes
pecadores, y se hallan sumergidos en hábitos viciosos, que vie-
nen ordinariamente á hacerse mas fuertes con el tiempo.

PUNTO III.

El Niño Jesús es llevado á los ejercicios públicos de religión.

«Y sus Padres iban todos los afios á Jerusalen para el dia

(I) Psal. \ 14. v. 3.


«solemne de la Pascua»... La ley de Moisés (1) ordenaba á to-
dos los hombres, y á todos los bíjos varones el ir tres veces al
afto á Jerusalen á ofrecer sus votos y sacrificios al Sefior; esto
es, en la fiesta de Pentecostés, en la fiesta de los Tabernáculos,
y en la grande solemnidad de la Pascua. Hay apariencia de qué
la Santa Virgen y San José fuesen con el Niño Jesús todos los
dias señalados, aunque San Lucas solo hable aquí de la Pascua,
con ocasion del hecho que quiere contarnos acaecido en esta
fiesta.
Lo iConsideremos la frecuencia con que Jesucristo era
conducido á Jerusalen en las grandes solemnidades... Si el te-
mor de Arquelao, dice San Agustín, impedia á la Santa Fami-
lia el habitar en aquella grande ciudad, el temor de Dios no le
impedia el concurrir á solemnizar las grandes fiestas (2). Es
un deber esencial para los padres y las madres acostumbrar sus
hijos á asistir con frecuencia y con modestia al santo sacrificio,
y á los otros oficios de la Iglesia, no solo empeñándolos con su
ejemplo, sino llevándolos ellos mismos, y destilando en ellos
aquel espíritu de respeto, de atención, y de oracion- que exige
la presencia de Jesucristo.
Lo 2.° Observemos con qué espíritu iba Jesús al templo...
Iba á él con júbilo, éstaba en él con respeto, y allí ofrecia con
amor sus súplicas á Dios su Padre. Allí, sobre todo, celebraba
la Pascua, mirándose á si mismo como la verdadera Pascua,
que debia suceder á la antigua. Se ofrecia á su Padre, como el
verdadero Cordero, que bien presto debia ser sacrificado, v
cumplir la figura de los sacrificios antiguos, y establecer uno
nuevo, único y perpetuo... Es también obligación de los padres
instruir á sus hijos sobre la grandeza del sacrificio que la Igle-
sia ofrece y de las fiestas que celebra.
Lo 3.° ¿Con qué espíritu nosotros mismos asistimos al santo
sacrificio, y celebramos las fiestas y las solemnidades de la Igle-
sia?... ¿No dejamos por ventura nosotros muchas veces de asis-
(1) Deuter. c. 16. v. 16.
(2) De Concord. Evang. I. 2. c. 20.
y se acostumbren á servir á Dios por si mismo, y no por sus
dones. Estas pruebas ni son ordinariamente largas, ni frecuen-
tes, y son siempre meritorias cuando de ellas se bace un santo
uso; pero sucede muchas veces que nosotros perdemos las dul-
zuras de la presencia de Jesús por nuestra culpa, por nuestras
imperfecciones, por nuestra disipación, y por nuestros pecados.
Lo 2.° Cual fué el dolor de María y de José por haber per-
dido á Jesús. Hicieron una jornada entera de camino, sin tener
alguna sospecha de la falta de su hijo, creyendo que iria acom-
pañado de algunos de los habitadores de Nazareth, parientes
suyos, ó sus amigos, y que á la larde le encontrarían. Pero á
la tarde, cuando se trató de juntarse por familias, y de reunir-
se para pasar la noche, Jesús no parece: comienzan á temer y
á asustarse: preguntan por él, le buscan, y ninguno le ba vis-
to. i O María y José 1 ¿Cuál fué entonces vuestra inquietud?
¿Cuál el esceso demuestro dolor? ¿Cómo pasasteis aquella no-
che cruel? {Cuántos temores! jCuántas reflexiones! ¡Cuántas
quejas cada uno de vosotros no se dió á sí mismo! Ninguna
cosa semejante á esta os hizo esperimentar el furor de Hero-
des, y los peligros de Egipto. Entonces teníais con vosotros á
Jesús, y ahora ya no le teneis. j O Madre desolada! Habéis
perdido la luz divina, la vida de vuestra alma, aquel que Vos
amais mil veces mas que á vos misma; ¿donde, pues, se ha-
lla? ¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Dónde buscarle?¿Dónde en-
contrarle?.. Un alma que faltándole Jesús no csperimenta este
tormento y estas agitaciones, no le ama. ¿En qtié peligro se
halla de no volverle á encontrar? ¡ Ay de mi! | Cuántas véces
os he perdido, ó Jesús mió, sin esperimentar, ni sentir esta
pena! \ Cuánto tiempo be vivido sin vos, y sin haber tenido
esta inquietud t ¿Qué cosa hubiera sido de Uií, si vos mismo
por vuestra divina bondad, no me hubieseis buscado el prn
mero?
Lo 5.° ¿ Cuál fué el ardor de Maria y de José en buscar á
Jesús? Despues de haberle buscado inútilmente toda la tarde,
la siguiente mañana luego que vino el dia se pusieron en cami-
no, y volvieron á Jerusalen, informándose de él por todo el
camino, sin poder tener noticia alguna; y no obstante toda su
diligencia, llegaron ya tarde á Jerusalen: inmediatamente sin
tomar reposo buscaron á Jesús; pero inútilmente también. El
siguiente dia hicieron por mucho tiempo nuevas diligencias
para buscarle, que igualmente fueron inútiles... Guando se
basca á Jesús es necesario buscarle con ardor y con confianza.
Este Divino Salvador ve los movimientos y los deseos de nues-
tra alma, y sabe los momentos.de calmarla y consolarla.
PUNTO II.

Maria y José hallan á Jesús.

«Y sucedió que después de tres días le hallaron en el tera-


»plo, que estaba sentado en medio de los Doctores, y los es-
«cuchaba y los preguntaba. Y todos los que le oian quedaban
«atónitos por su sabiduría y respuestas»... María y José en-
cuentran á Jesús: ¿pero despues de cuánto tiempo? ¿En qué
lugar, y en qué circunstancia?
Lo 1.° ¿Despues de cuanto tiempo?.. El tercer dia despues
de haberle perdido: como si hubiese querido Jesús con esto
anunciarles el misterio de su Resurrección... No toca á noso-
tros regular el tiempo de las pruebas. Dios le abrevia ó le pro-
longa , según las miras de su sabiduría, siempre relativas á
nuestras necesidades, y á nuestro espiritual aprovechamiento.
Lo 2.° ¿En qué lugar? En el templo... Jesús se debe bus-
car, no en el tumulto, ó en el gran mundo, sino en la Iglesia,
en la casa de Dios, y en el lugar de la oracion... Sean las que
se fuesen las luces y el talento de los que nos instruyen en la
Iglesia, es siempre la palabra de Dios la que allí se oye. Guan-
do nosotros asistimos á ella con este espíritu, siempre queda-
mos edificados, y muchas veces basta una palabra para con-
mover el corazon mas endurecido, y para restituir la serenidad
al alma mas desolada, y hacerla recobrar el bien que ha per-
dido.
Ton. I . 9
Lo 3.° ¿ En qué circunstancia Maria y José encuentran é
Jesús?.. En el tiempo de la instrucción pública, en que pre-
senta á su ternura un espectáculo capaz de arrebatarles de
admiración. Era uso antiguo en Jerusalen que los Doctores se
hallasen en ciertos dias en alguno de los atrios esteriores de la
casa de Dios: aquí sentados en sillas elevadas formaban una
especie de semicírculo, en cuyo centro habia un numeroso con-
curso de gente que escuchaba sus discursos: entre esta gente
se hallaba Jesús. ¿Qué júbilo para María y José cuando descu-
brieron aquel Hijo amado, cuya ausencia les habia causado
tanto dolor? ] Qué bien recompensadas fueron del júbilo las fa-
tigas, y cuánto se aumentó su consuelo al verle servirse de la
libertad concedida á todos en esta instrucción, para preguntar
á los Maestros, y proponerles, sus dudas 1 \Cuál fué su admi-
ración cuando le oyeron proponer cuestiones sólidas, respon-
der con claridad á las que le proponían, esplicar los testos dé-
la Escritura, declarar su verdadero sentido con propiedad, y
precisión, y replicar á las respuestas de los Doctores con u$
aire de modestia, y con una manera tan sublime, que.quedaba,
arrebatada toda la Asamblea 1 Este grande auditorio, y los.
Maestros en Israel quedaron igualmente sorprendidos de ver uu>
Nifio de doce afios unir á la amabilidad de su persona, á la
dulzura de su voz, y á la modestia de su edad tantas luces,,
tanta sabiduría y tanta erudición. Todo el mundo quería ver
este Nifio prodigioso: cada uno se informaba de su nombre, de
su familia, de su país, y de su educación. Al salir de la Asam-
blea no se hablaba de otra cosa que de la maravilla de que to-
dos habian sido testigos. ¿Cuáles debieron ser en esta ocasion>
los sentimientos de Maria y de José? Sabían el uno y la otra,
que Jesús era la sabiduría increada: todo lo que veían nada
podía añadir á la idea que tenian de su persona; pero lo que»
les sorprendió sin duda fué verle mostrarse así en sus primeros
afios á los hombres, cuando hasta entonces no habia hecho
otra cosa que obedecerles, callar, y estarse escondido... j O
Jesús 1 Doctor de nuestras almas, haced oír á mi corazon vues-
tra voz, que yo os escuchare: á vos solo admiraré, y de vos
solo gustaré.
PUNTO DI.
Maria y Jasé hablan á Jesús.

«Y habiéndole visto (sus Padres) se maravillaron. Y su


«Madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que
»tu Padre y yo, Henos de dolor, te andabamos buscando. Y él
«les dijo: ¿Por qué me buscabais vosotros? ¿No sabíais que en
«las cosas que tocan á mi Padre debo yo ocuparme? Y ellos no
«comprendieron lo que les habia dicho»...
Lo 1.° Consideremos la queja de Maria... Habiéndose aca-
bado la instrucción pública, José y María se acercaron á Jesús.
Parecía que fuese María la que tenia derecho de hablarle, co-
mo de hecho le dirigió sus palabras. Ella se dolió con una
ternura respetuosa de su ausencia, de haberle escondido sus
designios, y de haberles dejado sumergidos en un mar de in-
quietudes... Si nosotros en nuestras penas supiéramos llevar
nuestros gemidos y nuestros lamentos únicamente á los pies de
Jesucristo, encontraríamos en él el consuelo que no nos pueden
dar aquellos con quienes frecuentemente nos desahogamos.
Lo 2." Observemos la respuesta de Jesús á Maria... ¿Por
qué afligiros y buscarme, le dijo? ¿No debíais vosotros juzgar
que siendo Dios, como yo lo soy, y enviado por mi Padre para
hacer su obra, debo atender á mi misión?.. Esta es la primera
palabra que el Evangelio nos refiere de Jesús... Esta palabra
es la declaración del misterio de la Encarnación, del fin de
este misterio, y de la consagración de Jesús ¿ la gloria de su
Padre, y á nuestra salvación. Esta palabra es una instrucción
para los hijos que Dios llama al servicio de los altares, para
aquellos que ya están consagrados, y para los padres mismos,
que deben reconocer sobre sus propios hijos el derecho de una
paternidad superior á la suya... Esta palabra es una instruc-
ción para todo cristiano, que debe frecuentemente decirse á sí
mismo, y si fuese necesario también á los otros: estoy en este
mundo para servir al Sefior, y para trabajar por mi elerna
salvación.
Lo 3.° Meditemos como Maria y José se aquietaron con las
palabras de Jesús... La Sania Virgen hablando al Divino Sal-
vador habia nombrado á José su Padre: pero Jesucristo res-
pondiendo al uno y á la otra les habla de su verdadero Padre,
que es Dios: eleva su espíritu sobre lo que ellos ven en él,
ensenándoles que debian ya acostumbrarse, aunque estuviese
todavía en cuanto hombre, en la infancia, ¿ verle obrar por
los intereses de Dios su Padre. Es, pues, probable que María
y José comprendiesen muy bien de qué Padre hablaba Jesús;,
pero no comprendieron en particular cuales fuesen las cosas
que miraban al servicio del Padre celestial, en que debia ocu-
parse, ni cuando, ni como debia emplearse. No le hicieron
despues ninguna instancia, ni otra pregunta, ni mostraron cu-
riosidad de saber mas... Recibamos con respeto la palabra de
Dios, aua cuando no comprendamos lodos los misterios que
ella encierra. Contentémonos con las luces que Dios nos da,
sin desear otras, que lejos de ser útiles á nuestra alma, la se-
rian acaso dafiosas, y practiquemos fielmente lo que ahora
pide Dios de nosotros, sin querer penetrar un tiempo venidero,
que esconde los designios de la Providencia, qué debemos solo
adorar.
Petición y coloquio.
Haced ¡ ó Divino Jesús 1 que yo me aproveche de vuestras
luces con sumisión, que recoja vuestras gracias con fidelidad,
que admire vuestra sabiduría con fruto, y si yo he tenido la
desgracia de perderos, tenga á lo menos el júbilo de encontra-
ros para siempre. Tendré sin cesar mis ojos fijos en vos para.
-.'jecutar vuestras órdenes á la primera sefial de vuestra volun-
tad; y cuando se tratare de vuestro servicio, nada me podrá
dispensar de obedeceros, y de obedeceros hasta la muerte. Fi-
nalmente , hacedme de tal suerte duefio de mi espíritu y de mi
corazon, que todo cuanto se encuentre en mí contribuya á
vuestra gloria, y á la ejecución de vuestra voluntad. Amen.
MEDITACION XX.

VIDA ESCONDIDA DE JESÚS DESDE LOS DOCE AÑOS HASTA


LOS TREINTA.
(S. Lucas 8. o. 51. 88.;

Una piadosa curiosidad desearia una larga y exacta relación


de las palabras y de las acciones del Salvador hasta la edad en
que comenzó á predicar públicamente su Evangelio; pero el
Dios hombre que debia instruir el mundo con su doctrina, y
salvarle con el precio de su muerte, aunque para él hubiese
llegado el tiempo de hablar y de sufrir, no ha querido hacer
otra cosa en el principio, que edificarlo con el retiro de su vida
escondida, y con el ejemplo de sus domésticas virtudes. Su
Santa Madre, que penetraba perfectamente sus designios, nada
mas ensenó al Sagrado Historiador, que tuvo la suerte de re-
coger sus memorias, sino en dos palahras, que á su vuelta de
Jerusalen en edad de doce aflos: «se fué con ellos: volvió á
«Nazareth, y estaba sujeto á ellos: Y su Madre conservaba
«todas estas cosas en su corazon. Y Jesús crecía en sabiduría,
«en edad y en gracia para con Dios y para con los hombres»...
Estas aunque precisas palabras, si queremos internarnos
en ellas, nos ensefian: lo 1.° cual fui la humildad: 2.° la obe-
diencia: 3.° el progreso: 4.° la duración de la vida escondida
de Jesucristo.

PUNTO PRIMERO.

Humildad de la vida escondida de Jesucristo.

Primeramente: Su condicion en Nazareth... Está reputado


por hijo de un artesano, y él ¿ninguno desengafia: Jesús llama
á José su padre, y José llama á Jesús su hijo.
Lo 2.° Su casa. Esta es de un artesano, y conveniente á sn
profesion; por consecuencia pobre, estrecha, desaviada, des-
provista de muebles, y de muchas cosas necesarias. El mismo
juicio se puede hacer de sus vestidos y de su alimento.
Lo 3.° Sus ocupaciones. Estas eran conformes á la condi-
ción de aquel que estaba reputado por su padre: sus manos
divinas, que sustentan el cielo y la tierra, se empleaban en las
necesidades de los hombres con trabajos penosos, y obras pu-
ramente mecánicas... i O Dios 1 i O sabiduría increada) ¡Po-
díais darnos una lección mas sorprendente de humildad 1 ¿Có-
mo, pues ¡ó Divino Jesús! siendo nosotros vuestros discípulos
podemos aun dejarnos dominar del orgullo y de la vanidad?
¿Y por qué andamos aun en busca de la gloria y del lustre, de-
seando siempre parecer mas de lo que somos? ¿Y por qué nos
estimamos superiores á nuestro estado, y á nuestra condicion?

PUNTO II.

La obediencia de la vida escondida de Jesús.

¿Qué cosa hizo Jesucristo désde los doce hasta los treinta
años? El Evangelio nos lo enseña en una sola palabra: estaba •
sujeto á ellos. Estaba sujetoá José y á Maria, hacia cuanto es-
tos le mandaban. ¿No es esto justamente lo que Dios pide de
nosotros? La obediencia sola debe establecer el precio de todas
nuestras operaciones, no dejándonos el ejemplo de Jesucristo
algún pretesto de dispensa, principalmente si nosotros la pedi-
mos. Consideremos:
Lo 1.° ¿Quién es el que obedece? Es el Hijo único de Dios,
la sabiduría eterna, el Criador y Señor del mundo, el Salvador
de los hombres.
Lo 2.° ¿A quien obedece? A sus propias criaturas, á un
hombre y á una muger, á aquellos á quienes él sobrepuja infi-
nitamente, y sin el mas mínimo grado de igualdad, en gran-
deza, en sabiduría y en poder.
Lo 3.° ¿En qué obedece? En las cosas mas simples, mas
viles y mas penosas, como son aquellas que ocurren en la casa
de un artesano.
Lo 4.° ¿Cómo obedece.? Mirando la voluntad de María y de
José, como la voluntad misma de Dios su Padre, animando in-
teriormente su obediencia con el amor, con el respeto y con la
v sumisión de su corazon, y haciéndola edificante en |o estertor
con la prontitud y exactitud de la operacion.
Lo 5.° ¿ Por qué obedeced Por reparar la gloria de su Padre
ofendido con la desobediencia de nuestros primeros padres,
para darnos ejemplo con que podamos volver á entrar en el ca-
mino de la sumisión que debemos á Dios, y obedeciendo á los
hombres por amor suyo, y por ensalzar el mérito de nuestra
obediencia, y consagrarle en su persona... ¡Qué importante
lección! jQué ejemplo! ¡ Q u é modelo!.. Obedezcamos á nues-
tros superiores, como Jesucristo obedecía á José y á Maria:
mandemos á nuestros inferiores, como José y María mandaban
á Jesús.

PUNTO III.

Los progresos de ta vida escondida de Jem.

A medida de lo que crecia en edad, le veian concillarse las


complacencias de Dios su padre, con la plenitud de la sabidu-
ría delante de los hombres ; con los dones de la gracia delante
de Dios, y con la práctica de las obligaciones mas comunes.
Lo 1.° Jesús crecia en sabiduría delante de los hombreé, á
la medida que avanzaba en edad; esto es, hacia comparecer
proporcionada á su edad la sabiduría, como el sol, que aun
cuando siempre igualmente luminoso en sí mismo, resplandece
no obstante, y nos ilumina mas, á medida de lo que se eleva
sobre nuestro horizonte: así Jesucristo, el Sol verdadero de
justicia, pero escondido bajo la figura de un nifio, enviaba mas
lejos sus rayos, hacia parecer mas viva y mas resplandeciente
la grandeza de su sabiduría y de sus virtudes según los diversos
grados de su fuerza y de su edad... Modelo divino, que conti-
nuamente se debe proponer á la juventud, para que con Jesu-
cristo crezca en edad, y al mismo "tiempo en sabiduría.
Lo 2.° Jesús crecía en gracia delante de Dios; esto es, las
virtudes que en él comparecieron eran sinceras, y verdaderas ¿
los ojos de Dios... De qué sirve regular nuestro eslerior, y te-
nerle compuesto delante de los hombres, si crecen y se multH
plican sin fin nuestros pecados delante de Dios, y solo tenemos
virtudes aparentes, fingidas, é hipócritas?
Lo 3.° Jesús crecía en sabiduría y en gracia con la práctica
de las obligaciones mas comunes*.: Nuestro adelantamiento no
depende de la naturaleza de nuestras operaciones, sino del es-
píritu interior que las anima. No nos lamentemos de no hallar-
nos en estado de hacer grandes cosas por Dios: Jesús nos da el
ejemplo de una. santidad conforme á nuestra capacidad; y que
por escondida, es mas segura, y mas preciosa: pensemos sola-
mente, caminando á nuestro término, en no decir jamas basta...

PUNTO IV.

La duración de la vida escondida de Jesucristo. S. Lucas c. 5.


v. 23.

Jesús tenia cerca de treinta afios cuando comenzó á mos-


trarse en público... ¿Por qué Jesucristo debiendo estar treinta
y tres afios sobre la tierra, pasa los treinta en una vida escon-
dida y obscura, y solo emplea tres en las funciones públicas de
su misión?
Lo 1 P o r conformarse al uso de los Judíos, según el cual
ninguno entraba en las funciones públicas ántes de la edad de
treinta afios... Si todos estuvieran animados del espíritu de
Jesucristo, mas raramente se pedirían dispensas de la edad.
Lo 2.° Para hacernos comprender las ventajas de la vida
escondida, y hacérnosla amable... Cuando se trata de ensefiar-
nos á hacer grandes cosas, y aun á padecer y sufrir mucho á
los ojos del público, testigo y admirador de nuestras acciones,
se puede decir que la gracia, y aun que la naturaleza nos sos-
tengan sin trabajo; pero para hacernos agradable alguna vez
una vida obscura, y un retiro desconocido, principalmente si
estamosadoi?»dos de grandes talentos, y de singulares cuali-
dades, era necesario un modelo divino... jAy de mil ¿Treinta
aflos de la vida de Jesucristo pasados en este estado no bastan
aun para contener el ardor de nuestro amor propio, enmasca-
do frecuentemente jcon el nombre de celo; para hacernos gustar
las virtudes opuestas ¿ nuestro orgullo, á nuestra vanidad, y á
nuestra ambición; esto es, la humildad, el abatimiento, y el
despego de las cosas del mundo?
Lo 3.® Para enseñar á aquellos que se quieren dedicar al
ministerio evangélico á no encargarse de un empleo tan divino,
sin haberse ejercitado primero algunos aflos en las virtudes só-
lidas y escondidas, y sin haber domado el orgullo y el amor
propio, que fácilmente se visten de la apariencia de la piedad,
del fervor y de la caridad, y que regularmente no buscan otra
cosa que la propia satisfacción en el esplendor de las funciones
apostólicas.

Petición y coloquio.

¡O Divino Jesús 1 Que creciste, ó por mejor decir, que pa-


recía que crecías en sabiduría y en gracia delante de Dios y de
los hombres. ¡Ay de mi! ¡Cuán diverso ha sido hasta ahora mi
proceder! Al paso que he crecido en los aflos, he crecido en
malicia: al paso que vos multiplicasteis mis días, v en mí vues-
tros beneficios, yo .he multiplicado mis pecados y mis ingrati-
tudes- Mi cuerpo, mi espíritu, mi corazon, mis sustancias, mi
salud y mis talentos, todos estos beneficios, y estos bienes en
mis manos han sido instrumentos de iniquidad, üacedme la
gracia ¡ó Sefior! de que por lo ménos en adelante sean instru-
mentos de justicia y de penitencia. ¡O María 1 Que tan de cerca
imitasteis los ejemplos de vuestro -Hijo, y con tanta atención
conservasteis en vuestro corazon sus palabras, alcanzadme la
gracia de poderle imitar como vos. | 0 José! Que tuvisteis la
dicha de acabar vuestros dias en el ejercicio de las mas subli-
mes virtudes, y de morir lleno de méritos entre los brazos de
Jesús y de.María. jO poderoso Protector de las almas interio-
res, y délos fieles agonizantes! obtenedme una vida, y una
muerte,semejante ¿ la vuestra. Amen.
MEDITACION XXI.

PRINCIPIO BE LA PREDICACION EVANGELICA


DE S . JUAN BAUTISTA.
(S. Mateo e. 3. O. 1.2. 3. S. Mareo» e. 1. o. 1.4. S. Luease. 3. v. 3. L)

El principio de la predicación de San Juan Bautista es el


principio del Evangelio de Jesucristo, como dice San Marcos:
«Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios... Juan
«estaba en el desierto bautizando, y predicando el bautismo de
»la penitencia para el perdón de los pecados»... El bautismo
que daba San Juan era una cierta prenda ó empeño que el bau-
tizado tomaba sobre si para hacer penitencia, y disponerse á
recibir el perdón de los pecados; pero con dar el Santo Precur-
sor su bautismo, anunciaba otro mas perfecto, que efectiva-
mente los debia perdonar; decia: «Haced penitencia, porque se
»ha acercado el remo de los cielos»... Con estas espresiones
anunciaba la venida del Mesias, Hijo de Dios, que venia ¿ pre-
dicar el Evangelio, á fundar su Iglesia, ¿ formarse un nuevo
pueblo, á reconciliar ios hombres con Dios, y á hacerle reinar
en sus corazones. Nosotros hallaremos aquí lo 1.° motivos para
fortificarnos en la fe: lo 2.° motivos para humillarnos exami-
nando nuestra conducta.

PUNTO PRIMERO.

Motivos para fortificarnos en la fe.

Primer motivo: ¡os hechos evangélicos probados con stt fecha,


y ton su publicidad... El cristianismo no es una religión de sis-
tema Glosófico: está fundado sobre hechos históricos: manera
de instruir los hombres la mas digna de la grandeza de Dios, y
la mas conveniente á nuestra debilidad y flaqueza. La religión
cristiana no es una de aquellas tradiciones populares que no
tienen origen, ó que se pierden en una desconocida y fabulosa
antigüedad; y menos una de aquellas fábulas paganas ó maho-
metanas, que. no han tenido testigos, y de que no se encuentran
testimonios. La religión cristiana ha tenido un principio, y sé
nos mueslra con una fecha, y con unos testimonios los mas gran-
des, los mas esclarecidos, y los mas universales.
Veamos como San Lucas señala la época: «Mas el afio dé-
ttcimoquinto del Imperio de Tiberio César, siendo Procurador
:»de la Judea Poncio Pilato, y Herodes (1) Tetrarca de la Gali-
l e a , y Felipe su hermano Tetrarca de Iturea y de la Traconi-
»tide, y Lisanias Tetrarca de Abilena, bajo los Pontífices Anás
»y Caifas (2), el Sefior habló á Juan, hijo de Zacarías, en el
«desierto; y él vino, y corrió por todo el páis en las regiones
»del Jordán, predicando el bautismo de la penitencia para el
«perdón de los pecados»... En esta fecha se ven señalados los
tiempos, los lugares y las personas con la mayor claridad. La
predicación evangélica, pues, empezó bajo los primeros Césa-
res, y bajo de ellos se obraron todos los hechos evangélicos so-
bre que está fundado el cristianismo: en un siglo el mas ilumi-
nado, y mejor conocido; en la Judea á la vista de un Goberna-
dor romano, y por decirlo así, bajo los ojos de los Emperado-
res y de todo el Imperio romanó, y por consiguiente bajo los
ojos de todo el mundo entero, ¿se puede desear una prueba mas
auténtica y mas pública?.-. ¿Y podrán por ventura pocas pala-
bras de befa, de burla y de desprecio destruir unos hechos de
esta naturaleza, y que llevan un carácter tan sensible de gran-
deza y de verdad?

(1) Este Herodes fué Iiijo del otro que hizo morir á los Niños inocen-
tes, y el mismo que mandó degollar á San Juan Bautista, y á quien enviú
Pilatos á nuestro Señor. Algunas veces es Hateado Rey; pero hablando
con propiedad no era mas que Tetrarca; esto es, Soberano de una cuarta
parte del país.
(2) Habia entonces dos Pontífices, que alternativamente ejercitaban
«I pontificado, ó cada uno en su año.
Segundo motivo de fortificar nuestra fe: tos hechos evangé-
licos probados por su uniformidad, con los libros proféticos.
Los libros proféticos ni son supuestos, ni han sido alterado»
por los cristianos, porque son mucho mas antiguos que el mis^
mo cristianismo; y por una admirable providencia se hallan en
las manos- de los Judíos enemigos declarados del nombre cris-
tiano. Los libros proféticos son divinos, habiendo anunciado con
tan particulares circunstancias, y con lanía certidumbre los
hechos, que solo debían suceder muchos siglos despues de la
predicción. Finalmente, los hechos evangélicos son divinos, y
la religión cristiana fundada sobre ellos es divina. Las profecías
empezáron á cumplirse desde el principio de la predicación
evangélica, como nos hacen observar atentamente los cuatro
Evangelistas... «San Juan aparece en las riberas del Jordán,
«conforme está escrito en el libro de los sermones de Isaías
«Profeta. Voz de uno que clama en el desierto, preparad el ca-
«mino del Sefior, enderezad sus sendas... así como está escrito
«en el profeta Isaías: Mira que yo envió delante de tí mí Angel,
«que preparará tu camino»... Desde el primer paso el Evange-
lio se halla conforme á la profecía, y desde este primer paso
quedan abatidos lodos los engalladores que en diversos tiempos
han ido apareciendo en el mundo. A ninguno de ellos precedió,
aquella voz que grita en el desierto: ni ellos, ni los falsos dog-
mas que han publicado han tenido jamás algún principio cierto,
algún apoyo sólido, ni concatenación alguna; y están muy léjos
de subir hasta el primer origen del mundo, como la verdadera
religión... A solo Dios pertenece poner en sus obras esta ínlir-
ma conexion, que enlaza todas las parles desde la creación de
los siglos hasla su consumación.
Bendita sea para siempre |ó Dios miol vuestra inefable sa-
biduría, que ha puesto una unión tan admirable entre vuestros
dos Testamentos, y tos ha sellado con el sello inviolable de
vuestra divina autoridad. Vos solo jé gran Dios! sois el Dueflo
de los tiempos y de los acaecimientos: vos solo podéis decir tan
anticipadamente lo que debe suceder, y hacer que suceda lo
que habéis predicho. A esto DO liega NI pnecfe líegar Ta pru-
dencia, ó ia malicia humana: aqui se deja sentir la mageslad y
el poder de vuestra palabra, qjae m los demonios, ni los hom-
bres podrán falsificar jamás.
Tercer motivo para asegurarnos en la fe: los hechos evan-
gélicos probados por suimportanda, y por h fe que siempre
se les ha dado.
Hay, y ha habido-algunos hechos, que* fácilmente se han
podido creer, porque no eran de alguna consecuencia, y no
debían traer consigo alguna mudanza, y por eso los hom-
bres no han tenido empeflo 'ó interés particular en exami-
narlos , en admitirlos, ó desecharlos. Llamo hechos impor-
tantes aquellos que los hombres no han podido ereer sin
mudar del todo las ideas y manera de pensar, y sin renunciar
á un culto en que se habían criado,.por abrazar uno nuevo, re-
formando las propias costumbres, combatiendo las propias in-
clinaciones, y esponiéndose á perder la reputación, la honra,
los bienes, el reposo, y la misma vida. Tales son los hechos
evangélicos: estos se han creído en todo el mundo: se creyéroa
desde el principio; y si no se hubieran creído al principio, no
hubiera llegado su fe hasta nosotros. Si se creyéron al principio
son verdaderos, porque no hubieran podido los hombres creer-
los sin examinarlos, y asegurarse bien, por motivo de su gra-
vedad é importancia, y de las consecuencias que debían llevar
consigo; y también porque examinándolos no han podido error
per su gran¿luz,"por su autenticidad, y por su notoria verdad. Yo
los creo i ó Dios mió! y recibo con una perfecta creencia vues-
tro Evangelio: Evangelio que quiero meditar y practicar con
firme esperanza de encontrar el perdón de mis pecados, y la
recompensa eterna que en él se me promete.
Cuarto y último motivo de afianzarnos en la fe: los hechos
evangélicos probados con la santidad de aquellos que los anun-
ciaron, y de aquellos que los han creido.
¿Quiénes son los primeros Predicadores, los primeros His-
téricos, los primeros que siguieron el Evangelio, y los prime-
ros Pastores que nos le han ido enviando sucesivamente de ma-
no en mano, de padres & hijos? Santos eminentes en todo géne-
ro de virtud, hombres que se alimentaban de la penitencia,
criados en la soledad de los desiertos, mandados y autorizados
por Dios, llenos de su espíritu, y dotados de los mas preciosos
dones del cíelo, y aun del don de hacer milagros.^ ¿Quiénes son
los Apóstoles que nos envía por delante la nueva Filosofía? Fi-
lósofos llenos de sí mismos, que únicamente atienden á conse-
guir gloria, siempre eu guerra entre si por disputarse la gloria-
y la estimación de los hombres: Copleros, Versificadores, y
Fabricadores de romances, de bufonerías, de comedias: Autores,
llenos de licencia, de obscenidad: Moralistas que no buscan ni
predican otra cosa que los placeres y la delectación de los sen-
tidos. Estos son los que saliendo, no del desierto, sino de los
teatros, de los lugares de impudicicia, se nos presentan para
abrirnos los ojos, y advertirnos que el cristianismo es un puro
perjuicio, y un fanatismo. (O Dios miol ¡A qué tiempos hemos
ilegadol iCuán grande es hoy la ceguedad de los hombres! Se
leen libros, que nuestros Padres hubieran despreciado con hor-
ror: se escuchan como Doctores iluminados unos hombres, que
ellos hubieran juzgado dignos de desprecio, jFunesta dócilidadl.
¡Ojalá que la nuestra á nuestra lie fuera como la que los mun^-
danos dan á sus Patriarcas y á sus Filósofos!

PUNTO lh

Motivos de humillarnos examinando nuestra conducta.

Cuatro nos presenta el Evangelio: el 1.° la penitencia que


nos pedia San Juan. Y á la verdad, ¿qué penitencia hacemos
nosotros? ¿Qué proporcion ponemos entre nuestros pecados y
nuestra penitencia? ¿Cuál es nuestra frecuencia en recibir el:
sacramento de nuestra reconoiliaoion? ¿Cómo nos preparamos
para recibirle? ¿Qué fruto sacamos? ¿Cómo practicamos las pe-
nitencias que nos impone la Iglesia de ayunos, de vigilias, y de
abslinencías? ¿Cómo aceptamos aquellas que nos envía Dios de
cruces, de trabajos, de aflicciones y de incomodidades? ¡Ahí
Pensemos que el fruto de la penitencia es el perdón de los.
pecados. Comprendamos bien una vez el precio de este fa-
vor. Los réprobos le conocen; pero para ellos ya no hay
perdón.
El 2.® La cercanía del Reino de Dios\ que San Juan nos
anuncia. Decia: «Haced penitencia, porque el reino de Píos es-
»tá vecino»... El reino de los cielos de la Iglesia militante ha
llegado ya para nosotros; nosotros somos sus miembros, y por
decirlo así, los subditos natos de este reino; pero el reino de los
cielos de la Iglesia triunfante se avecina. No esta léjos el mo-
mento que debe decidir si seremos admitidos en este reino, ó
escluidos de él. Ya por ventura estamos cerca. Veamos, pues,
si estamos dispuestos, ó por lo ménos si nos preparamos. ¿Igno-
ramos acaso que puede venir cada hora, y que vendrá cuando-
menos lo pensemos, y cuando ménos lo esperemos?
El 3.° El camino del Señor, que San Juan nos advierte que
preparemos. «Se sentirá, dice, ia voz del que clama en el de-
»sierlo: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas»...
Así como se prepara el camino por donde ha de pasar un Rey,
ó un poderoso personage del siglo, así bajo de esta alegoría nos
ordena el Profeta que preparemos el camino del Sefior. Es ne-
cesario que primero se llenen lodos lo$ valles. Estos valles son
la figura de nuestra vida, vacia de buenas obras; y de las fal-
tas que cometemos en el cumplimiento de nuestras obligaciones
para con Dios, y para con el prójimo. Empleemos útilmente
nuestro tiempo, y cumplamos exactamente nuestras obligacio-
nes, así tas que nos impone la religión, como las que lleva de
suyo nuestro estado: de esta manera habremos llenado los va-
lles. Pero es también necesario, que todos los montes y los colla-
dos se bajen; esto es, que se abata todo orgullo: orgullo de es-
píritu, orgullo de corazon, orgullo en el trato, en las pretensio-
nes, en las conversaciones; y sobre todo es necesario abatir to-
do orgullo, todos los montes y lodos los collados á los pies del
Ministro de la penitencia, y no disimular cosa alguna de cuan-
tas nos pueden humillar.
También es necesario que las sendas torcidas se enderecen,
y que todo el camino esté nivelado. Dios viene ¿ nosotros cuan-
do le buscamos con una intención recta, cuando obramos solo
por agradarle, y cuando le ofrecemos todas nuestras acciones:
todo lo demás es dar vueltas, alejarnos de la linea recta, y tor-
cer el camino: el que asi camina, malgasta mucho tiempoj em-
plea en valde su fatiga, trabaja sin algún provecho; y ántes de
llegar al término se le hará de noche, y le saldrá al encuentro
la muerte. Y en fin, es necesario que toda desigualdad y aspe-
reza se iguale y se allane. {O, cuántas desigualdades hay en
nuestro espíritu, en nuestra conducta, y.aun en nuestras mis-
mas devociones! \Cuánta aspereza, cuánta dureza y cuánta d i -
ficultad en nuestro trato, en nuestras palabras, y aun en nues-
tro celo! Allanemos y corrijamos estas fallas, si queremos pre-
parar el camino del Seflor para que pueda venir á nosotros.
El 4.® y último: La vista del Salvador, que San Juan
anuncia á todos los hombres. «Y verá todo hombre la salud de
»Dios.» El Salvador enviado por Dios ha venido para todos los
hombres, á todos ha sido anunciado, y sin embargo no todos
le han recibido, ni le han reconocido, ni le han seguido; pero
vendrá un dia en que todos le verán como Juez. |Ay de aque-
llos que no habrán querido verle como Salvador!.. ¿Cómo le
vemos nosotros? ¿Con qué docilidad recibimos su ley? ¿Con
qué sumisión obedecemos á su Iglesia? ¿Con qué fe le adora-
mos en su augustísimo sacramento, y en el divino sacrificio?
¿Con qué deseos, y con qué pureza le recibimos? ¿Con qué
amor reconocemos sus beneficios, y con qué ardor esperamos
sus promesas?

Petición y coloquio.

Enderezad vos mismo, Señor, mi corazon, hacedle mas


atento á vuestra voz, que siempre le advierte sus desórdenes,
TOM. I . 10
y que siempre le grita para que enderece él camino y las sen-
das por donde quereis volver á él, despertad en él un santo
deseo de conoceros , ya que con tanta caridad os manifestáis,
hacedle digno de que se aproveche de vuestras misericordias,
iluminadle, y purificadle de todas aquellas manchas que pue-
den ofender vuestros purísimos ojos; y sino criad en mí vos
mismo, Jesús mió, un corazon nuevo, enderezad mis malas
inclinaciones, allanad mis desigualdades, corregid mis estra-
vagancias, abatid mi orgullo, humillad mi amor propio, cor-
tad y reformad cuánto en él os desagrada, á fin que os sea
abierto y llano el camino para venir á reinar en mi alma, y
poseerla para siempre. Amen.
MEDITACION XXIL

PREDICACION DE SAN JUAN BAUTISTA.


($. Mateo c. 3. «. 4. 12. S. Marco» c. i. v. 5. 8. S. Lucas c. 3.
t>. 7. 20.)

EL EVANGELIO TRATA AQUÍ LO 1.® DE LA PERSONA DE SAN JUAN BAUTISTA:


2 . ° DB LA MAKE&A DE SU P R E D I C A C I O N 3 . ° DE SUS SENTIMIEUTOS ACERCA
DE JESUCRISTO.

PUNTO PRIMERO.

De la persona de San Juan Bautista.

Primeramente: ¿ Cuál fué la preparación al santo ministe-


rio? En primer lugar fué la inocencia. El fué santificado en el
vientre de su madre... El que nunca ha estado manchado del
pecado tiene muchas ventajas para combatirle. 2.° La sole-
dad. Habia pasado casi treinta afio's en el desierto... Se ne-
cesita haber meditado mucho tiempo en el silencio antes de
empezar á hablar. 3.° La vocacion. No salió del desierto, ni de
la soledad hasta que se lo ordenó la voz de Dios; pero luego
que la oyó, no lo dilató un momento. 4.° El conocimiento de ta
ley y de las costumbres. Conocimiento que se debe adquirir en
el retiro; y sin el cual no se puede decir á cada uno lo que
conviene á su estado. Finalmente, la penitencia. «Ahora el
»mismo San Juan (dice el sagrado Texto) estaba vestido de
úpelos de camello, y una faja de piel á la cintura... y comia
«langostas y miel silvestre»... La penitencia que practicaba
era mucho mas severa que la que predicaba: la una y la otra
condenan nuestro poco ánimo, nuestra vida delicada y sen-
sual , y toda exterioridad mundana y disipada.
Lo 2.° ¿Cuál fué el celo de San Juan en el ejercicio de su
ministerio? Fué en primer lugar un celo lleno de fortaleza
contra los sectarios poseídos de orgullo y de presunción. «Ha-
biendo visto á muchos de los Fariseos, y de los Saduceos,
»(1) que venían á su bautismo, les dijo: generación y raza de
»vívoras, ¿quién os ha enseñado á huir de la ira venidera?»*..
Vosotros que infestáis á todos con el veneno de vuestra doctri-
na y de vuestras falsas interpretaciones, malvados hijos de
padres malvados, ¿con qué espíritu venis á mí? ¿Os habéis
acaso atemorizado, y entristecido? Muestren vuestras obras
que detestáis sinceramente vuestros desórdenes- Penitentes de
buena fe, haced frutos dignos de penitencia... Lo mismo decia
también al pueblo cuando no descubría en él mejores disposi-
ciones que las de los Fariseos y Saduceos: les amenazaba con
elocuencia, procuraba convertir sus corazones humillando su
espíritu; y siempre era su conclusión: haced penitencia, aban-
donad los caminos de la iniquidad, y aplacad á Dios con vues-
tras buenas obras, porque se acerca el tiempo de sus vengan-
zas. Su celo estaba lleno de dulzura para con los pecadores
humillados, que buscaban ser instruidos de cuanto debian ha-
cer para calmar la cólera.del Sefior: se acomodaba al estado
de los verdaderos Israelitas, y entraba en sus personales dis-
posiciones: no tes decia ya vosotros sois indignos del perdón
y de misericordia, ó para merecerla conviene vivir cómo yo
en el desierto, no: con estos se revestía de un .semblante de
bondad, con que acababa de ganar privadamente á aquellos
que venian movidos de su predicación pública. De ellos no
quería otra cosa que la justicia, la limosna, y la exacta obser-
vancia de las obligaciones de su estado. Y las turbas (2) le
preguntaban diciendo: ¿qué es lo que hemos de hacer? Y él
les respondía: «El que tiene dos túnicas, dé la una al que no
»la tiene; y lo mismo haga el que tiene cosas comestibles: y
(1) Los Fariseos eran hipócritas, que hacían profesión de austeridad
y rigor; y los Saducoos impíos, que negaban la inmortalidad del alma, y
lq resurrección de los cuerpos.
(2) Multitud de gente desordenada y confusa.
«acudían también á él los Publícanos para ser bautizados, y
»le dijeron: Maestro, ¿qué es lo que hemos de hacer? T él les
»dijo: DO habéis de pedir mas que lo que está tasado: y le
«preguntaban también los Soldados diciendo: ¿y nosotros qué
«debemos hacer? Y Ies dijo: no hagais mal á ninguno, ni les
«quitéis por fuerza ni con fraude lo que es suyo, contentaos
»con vuestra paga»... Finalmente, su celo era incansable. El
virtuoso sojitario jamás se mostraba cansado de sus trabajos,
ni manifestabá disgusto alguno por la rudeza de aquellos que
venían á proponerle multiplicadas cuestiones: á todos respon-
día, y satisfacía á todo el mundo. Seria largo el referir todas
sus instrucciones: «Y predicaba otras muchas cosas al pueblo,
«instruyéndole»...
Lo 3.° ¿Cuál fué su humildad en el feliz éxito de su minis-
terio? «Entonces salía á él Jerusalen, y toda la Judea, y todo
«el Pais vecino al Jordán, y eran bautizados en el Jordán,
«confesando sus pecados»... ¡Bello y edificante espectáculo
ver un numeroso concurso de pueblo convertido, y ya satisfe-
cho volverse á sus casas bendiciendo á Dios 1 Los mismos ene-
migos de la verdad no se atrevían á distinguirse entre la mul-
titud, y eran tratados como los demás; y si no se convertían,
su misma inquietud interna, y su despecho les servia de casti-
go á su dureza y rebeldía... Y faltó poco para que las cosas se
avanzasen demasiado; esto es, que la estimación concebida de
San Juan no indujese á sus oyentes á un engafio. «Y estando
»el pueblo en expectación, pensando todos en su corazon, si
«acaso Juan seria el Cristo: Juan respondió, y dijo á todos:
«por lo que toca á mí, yo bautizo con agua; pero viene uno
«mas poderoso que yo»... Es decir, yo no soy el Mesías que
esperáis; es verdad, que os distribuyo un bautismo de agua
exhortándoos á la penitencia; pero de aquí no pasa mi minis-
terio: yo soy enviado solo para preparar el camino á otro. El
que vendrá despues de mí, y que bien presto vereis en medio
de vosotros, está revestido de un poder infinitamente superior
al mió. Apenas veia San Juan que el pueblo se inclinaba á éb
150 EL EVANGELIO MÍMÍADO.
empezaba inmediatamente á hablar de Jesucristo, ensalzaba so
grandeza, y se valia de todas las ocasiones para dar testimcn
Dio de él: un celo tan iluminado, tan fervoroso y tan humil-
de merecía justamente la gloria de Mártir, de que fué coro^
nado.

PUNTO II.

La materia de la predicación de San Juan Bautista.

1
Todos sus discursos parecían reducidos á estas tres pala-
bras: es necesario hacer penitencia: es necesario hacerla bien:
y no es conveniente dilatarla.
Lo Es necesario hacer penitencia: y alega tres motivos:
1.° la' cólera y enojo de Dios. «¿Quién os ha enseñado.á huir
»la ira que os amenaza»... ¡Ay de mil Nosotros hemos ofen-
dido á Dios; pero no sabemos si le hemos aplacado, y antes
sí, loque es mas deplorable, sabemos que no hemos hecho
«osa alguna para ello. Vivir enemigo vuestro ¡ó Dios miol es
el estado mas horrendo: ¿pues cómo he podido yo vivir hasta
ahora en él? {O santa penitencia! ¿Quién me enseñará á re-
currir á vos? Bienaventurados aquellos que te conocen, y que
se abandonan á tus santos rigores.
El segundo motivo que alega San Juan Bautista para la
penitencia es la severidad del juicio de Jesucristo. «Su criba
»está en su mano, y limpiará su era; y juntará el grano en su
«granero, y quemará las pajas en fuego que jamás se apaga-
«rá»... Esto es, á manera de un labrador diligente aparecerá
eon la criba en la mano, limpiará su era, juntará el trigo en
sus graneros, recibirá en su Iglesia los fieles que siempre han
perseverado en ella, y les pasará'ál descanso de la eterna feli-
cidad... I la paja, símbolo natural de los hombres inconstan-
tes ó incrédulos, hará arder en el fuego inextinguible jO qué
terrible dia será aquel en que se hará la distribución de los
bienes y de los males, de los castigos V de las recompensas de
Jesucristo 1 Ninguna cosa se esconderá entonces á su vista,
ninguna doblará su justicia, nadie resistirá á su poder. Biena-
venturado aquel á quien la penitencia dará la seguridad aquel
dia, y que se hallará digno de ser colocado en el cielo para
reinar eternamente.
Finalmente, el rigor y la eternidad de las penas del infier-
no, último motivo de que se servia el Bautista para empellar
los hombres á la penitencia. £1 fuego del infierno es un fuego.
inextinguible... A aquel que medita bien lo que es el fuego
del infierno, ¿qué penitencia le parecerá rigurosa y dura? A
quien medita bien qué cosa es el suplicio del fuego, ¿qué pe-
nitencia íe podrá parecer larga? Guando se trata de una eter-
nidad ¿se podrá decir escesiva cualquiera seguridad que se
quiera lomar? Y para animaros en vuestros temores (prosigue
San Juan): «No leneis que decir, tenemos á Abrahan por Pe-
ndre : en consideración de su siervo, Dios nos librará; porque
»yo os digo, que puede Dios de estas piedras hacer hijos de
»Abrahan.» Esto es, el Omnipotente que formó á Adán de la
tierra, puede hoy destruir todos los hombres, y trocar las pie-*
dras que veis en este desierto en otros nuevos, que por su
obediencia y por su fe serian con mayor razón que vosotros
hijos de Abrahan... En vano el Filósofo se gloría de cono-
cer á Dios, si no reconoce á aquel que Dios ha enviado para
salvar los hombres, Jesucristo su Hijo: en vano el Judío se
nombra hijo de Abrahan, si no cree en Jesucristo, en quien
Abrahan creyó, y por quien fué justificado: en vano el Cris-
tiano se dice discípulo de Jesucristo, sí con la heregía corrom-
pe su doctrina: en vano el Eclesiástico y el Religioso se fian
de la santidad de su estado, si no conforman con él sus cos-
tumbres.
No digáis que Dios m nos ha criado para perdernos. No;
en esto no hay duda, porque él mismo nos ofrece la peniten-
cia. ¿Y por qué no la abrazamos nosotros? Ni tampoco digáis
que por este principio todo el mundo se condenará: no por
cierto. A pesar de nuestra grande corrupción tiene y tendrá
siempre Jesucristo un gran numero de fieles adoradores. ¿Y
por qué nosotros no acrecentamos este número? Mas cuando la
corrupción fuese general en el lugar donde nos hallamos, de-
hemos tener por cierto que Dios puede suscitar hijos dóciles
en los paises mas bárbaros, y en las tierras mas incultas;
hijos verdaderos, cuya salvación recompensará nuestra pérdi-
da, y cuyo fervor condenará nuestra indocilidad y nuestra
apostasía.
Lo 2.° Es necesario hacer bien la penitencia que piden
nuestros pecados. «Haced, pues {dice San Juan) frutos dignos
»de penitencia.» Para hacer estos frutos dignos es necesario
lo primero detestar lo pasado; esto es, examinar con diligen-
cia nuestros pecados, llorarlos amargamente, aborrecerlos
sinceramente, y confesarlos exactamente... ¿Pero cómo satis-
facemos. nosotros á esta primera parle de la penitencia? Es ne-
cesario también examinarlo presente; esto es, nuestro esta-
do actual, tanto respecto á Dios, como respecto al mundo.
¿Estamos nosotros en la verdadera fe, en la verdadera reli-
gión, en la verdadera Iglesia, la Iglesia Católica, Apostó-
lica, Romana? Si no estamos, no nos tengamos por segu-
ros, ni estemos tranquilos: no nos ceguemos; busquemos
quien nos instruya: fuera de la Iglesia todo es inútil para
nuestra salvación. Si por la misericordia de Dios estamos den-
tro de su Iglesia, procuremos siempre fortificarnos mas, y pi-
damos á su Magestad gracia para serle fieles. Examinemos
también nuestro estado respecto al mundo. ¿Es legitimo?
¿Tiene alguna cosa en sí que se oponga á la ley de Dios?
¿Cómo cumplimos nuestras obligaciones? ¿No pedimos mas ga-
nancia en nuestros tratos que la justa? ¿Buscamos acaso ma-
yores conveniencias, mayor descanso, mayores placeres que
aquellos que permiten las obligaci«es que nos están anejas?
¿Seguimos prácticas y máximas contrarias á la justicia? ¿Ha-
cemos mal áalguno? Finalmente, conviene regular también
nuestras acciones y nuestra vida para el tiempo futuro, tanto
respecto á Dios, como respecto al prójimo, y á nosotros mis-
mos. Respecto á Dios: practiquemos los ejercicios de Religión,
la oracion, y la meditación con mayor fervor; tengamos mas
respeto á las Iglesias; asistamos á los divinos oficios que en
ellas se celebran: frecuentemos mas y mas los sacramentos,
y con mejores disposiciones. Respecto al prójimo; ejercite-
mos las obras de misericordia; hagamos limosna según la
posibilidad de nuestro estado. Respecto de nosotros mismos:
tratemos nuestro cuerpo con un santo rigor ; desterremos de
nosotros el ocio, las delicias, y la sensualidad: observemos
los ayunos y abstinencias de la Iglesia, no por costumbre, sino
con verdadero espíritu de penitencia, sin mitigar su severidad,
fiiera del caso de necesidad: suframos con paciencia las penas
de nuestro estado, las aflicciones que Dios nos envia, los
disgustos que nos vienen de parte de los hombres, las enfer-
medades, los dolores, y los horrores de la muerte; mortifi-
quemos nuestros sentidos con voluntario rigor, proporcionado
á nuestros pecados, siguiendo siempre los movimientos é im-
pulsos del Espíritu Santo, y los consejos de un sábio Director.
Lo 3.° No es conveniente dilatar la penitencia por cuatro
razones. La 1 porque el tiempo es breve, y la muerte está
vecina. «La segur está ya á la raiz del árbol (decia San Juan);
»el árbol, pues, que no hace frutos buenos será corlado, y
«echado al fuego»... Amenaza general para naciones enteras
que Dios reprueba, y echa de sí, como reprobó á los Judíos.
Amenaza particular, y que Dios hace todos los días á los pe-
cadores, quitándoles del mundo, y condenándoles al fuego del
infierno. Ya la debilidad de nuestra complexión, las enferme-
dades y la vejez anuncian á unos una cercana muerté: y la
sanidad, las fuerzas y el vigor de la edad no asegura larga
vida á los otros. Aprovechémonos, pues, del poco tiempo
que nos queda para llevar buenos frutos y hacer buenas obras.
La segunda razón para no dilatar la penitencia es, porque
cuanto mas presto la empecemos á hacer, la encontraremos
mas dulce: el consuelo de no haber esperado á los últimos días
de la vida nos animará: el hábito de hacerla bien nos la hará
fácil, y estaremos satisfechos de la paz de una buena concien^
cia. |Ahí (Una vida como esta es mil veces mas dulce que
aquella que se pasa en el pecado, en los remordimientos de la
conciencia, y en los continuos temores de condenarse! ¿Y por
qué diferimos el abrazarla? La tercera razón de solicitar nuestra
penitencia es, porque cuanto mas la dilatamos, se nos hace
mas difícil: cuanto mas se gustan los deleites prohibidos, tanto
mas crece el deseo, v jamás nos sacian: cuanto mas cedemos
y seguimos las pasiones, tanto mas débiles quedamos para re*
sistirles: cuanto mas dilatamos la conversión, tanto mas que-
remos dilatarla: el hábito de obrar mal, y el hábito de diferir
el obrar bien, se hacen cada dia mas fuertes. La vejez, que
quila las fuerzas, no quita los vicios, ni trueca el corazon...
Finalmente, la cuarta razón de no retardar la penitencia es,
porque dilatándola nos esponemos á riesgo de no hacerla ja-
más. iO, y cuántos han sido engañados de este modo! Corta-
ron aquel árbol infructuoso, murió aquel pecador impenitente;
¿y cuál habrá sido su suerte? ¡O arrepentimiento, que llegaste
tarde! ¡O desesperación inútil! ¿Será esta acaso mi suerte? No
lo permitáis, Salvador mió; desde hoy comienzo una vida nue-
va. | 0 Santo Precursor de Jesucristo, Doctor, y verdadero
ejemplar de penitencial Alcanzadme que sea dócil á vuestras
instrucciones, y fiel á vuestros ejemplos, y á mis resoluciones.

PUNTO 111.

Sentimientos de San Juan Bautista respecto á Jesucristo.

Estos sentimientos miran su persona , su bautismo, y su


último juicio.
Lo 1.° La persona de Jesucristo. «Cuanto á mi (decia San
nJuan al pueblo) yo os bautizo con agua para la penitencia;
»pero aquel que viene despues de mí es mas poderoso que yo,
»de quien no soy digno de llevar sus sandalias, él os bautizará
«con el Espíritu Santo, y con el fuego»... Con estas palabras
muestra San Juan la divinidad de Jesucristo: porque siendo
Dios el Espíritu Santo, y comunicándole Jesucristo por medio
de su bautismo, conviene que él mismo sea Dios... Manifiesta
también su poder. Jesucristo, como Sefior de la naturaleza,
debia mudar las leyes á su arbitrio, y obrar prodigios inaudi-
tos. San Juan no debia bacer algún milagro; y aun cuando le
hubiera hecho, le debia hacer en virtud del poder de Jesucristo.
£n una palabra, Juan era un puro hombre, y Jesucristo era un
hombre Dios. Jesucristo es el Sefior., el Cristo, el Dios Salva-
dor , y Juan por santo que faese, era solo el Siervo, el Precur-
sor. De hecho, despues de haber reconocido en Jesucristo un
poder infinitamente superior al suyo, -afiade que no es digno
de postrarse á sus pies, y desatar las correas de sus zapatos...
¿Y de qué seremos dignos nosotros pecadores? ¿Y cuándo el Se*
fior nos permite que nos acerquemos á él y al tabernáculo, 007
mo nos presentamos? ¿Con qué internos sentimientos de vene-
ración y respeto nos llegamos á su presencia?
Lo 2.° ¿Qué pensaba Juan Bautista de Jesucristo en órden á
eu bautismo? Yo os bautizo con agua para la penitencia, decia
á los Judios; pero aquel que vendrá despues de mí, por medio
del bautismo que establecerá, como enviado de Dios, derra-
mará el Espíritu Santo en el alma de aquellos que creerán en
él, y los purificará como las cosas que pasan por el fuego.
El bautismo de Juan era solo un bautismo de agua, que
significaba la penitencia, y empeñaba á ella; pero el bautismo
de Jesucristo, bajo el símbolo de agua, comunica el Espíritu
Santo, que es un fuego divino: espíritu de pureza, que como
fuego purifica al alma, consume y limpia en ella todas las man-
chas , y la hace resplandecer de una gloria toda celestial: es-
píritu de amor, que como un fuego benéfico hace penetrar en
el corazon un calor suave y dulce que le calienta, le enternece,
y le enciende en vivas llamas: espíritu de luz, que como un
fuego resplandeciente alumbra nuestro entendimiento, nos
persuade, y nos hace conocer y gustar el misterio de Dios, y
los designios y conducta de su providencia, nos instruye en
nuestras obligaciones, en lo nada que son todas las cosas de la-
tierra , en la importancia de nuestra salvación, y en la solidez
de los bienes eternos... ¡O, y qué afortunados somos por ha-
ber recibido el bautismol |Y cuán infelices por haber perdido
la inocencia! Seriamos ciertamente dignos de compasion si la
bondad de Jesucristo no nos hubiera preparado un segundo
bautismo, un bautismo de dolor en el sacramento de la Peni-
tencia, en el que por la virtud de su sangre podemos aun re-
parar nuestra pérdida. Lleguémonos, pues, con confianza, lle-
vando las debidas disposiciones: recibámosle con frecuencia, y
conservemos su precioso fruto.
Lo 3.° ¿Cuáles fueron los sentimientos de San Juan Bautista
en órden al juicio de Jesucristo!.. Haciendo reconocer al Me-
sías, le representaba como dispensador y distribuidor de bienes
y de males, de castigos y de premios , á quien Dios ha dado
todo el poder de juzgar á todos los hombres. Juicio figurado en
el trigo que juntará en sus graneros el labrador, y en la paja que
arrojará al fuego eterno. Juicio competente, porque Jesucristo
lo ejercita, como Soberano Sefior del mundo. La tierra y sus
habitadores le pertenecen por derecho de creación y de con-
quista: esta es la era donde se hallan unidos el grano y la paja,
los buenos y los malos, aquellos que recibieron la ley con do-
cilidad, y los que no la quisieron admitir, ó la rechazaron...
Juicio igual, porque se har£ justicia á cada uno, según el es-
tado presente en que se hallará. La paja será entregada á las
llamas, y se conservará el grano. Los malos serán castigados,
y premiados los buenos, porque cada uno será juzgado según
el uso libre que habrá hecho del tiempo, y de los dones que
habrá recibido de Dios: los malos habiendo podido ser buenos,
y los buenos habiendo podido ser malos; porque será juzgado
cada uno en particular del bien y del mal que habrá hecho, te-
niendo que sufrir mas tormentos el que hubiere sido mas cul-
pado; y mayores recompensas y premios el que habrá sido
mas santo, debiendo ser igualmente eternos los castigos de los
uoos, y los premios de los otros... Finalmente, juicio eficaz,
que no podrá suspenderse con apelaciones, que ningún artificio
podrá entretenerle, que ninguna dádiva podrá corromperle,
que ninguna súplica podrá doblarle, y que ningún poder
podrá resistirle. ¡Ay de mil ¿Qué podrá hacer la paja contra
el que la siega? ¿Y esperaremos nosotros en paz este juicio sin
prevenirnos? ¡ Ay í Prevengámosle con no juzgar á aquellos so-
bre quienes no tenemos jurisdicción: consolémonos. Si los
hombres forman de nosotros juicios falsos, estos se reformarán
aquel dia.

Petición y coloquio.

Vuestras palabras, augusto Precursor, y mucho mas vues-


tros ejemplos, me ensefian á huir el rigor del juicio de Jesu-
cristo con la práctica de la penitencia: alcanzadme la fuerza y
el ánimo que necesito para hacer frutos dignos de penitencia;
esto es, para vivir en un amor sincero de Dios y del prójimo,
en un estremo horror al pecado, en una sed ardiente de la jus-
ticia , en la mortificación, én la humildad, y en el cumplimien-
to exacto de todas mis obligaciones, para que merezca por estas
buenas obras bailarme en la hora de mi muerte con el buen
grano, que el Sefior debe guardar para la eternidad. Amen.
158 EL E Y * M H f l & • n m H Q i

MEDITACION XXIII.
JESUS ES BAUTIZADO POR S. JUAN BAUTISTA.
(S. Mateo B. t>. i . 17. S: Marcos e. 1. v. 9. 11. S. Lucas 21. 23.
' S. Juan i. v. 31. 33. j

APLIQUÉMONOS i DECLARAR CON EL SAGRADO TESTO TODAS LAS CIRCUNSTAN-


CIAS DB ESTE HECHO. JESUCRISTO SE PRESENTA AL BAUTISHO.* 2 . ° JESU-
CRISTO RECIBE EL BAUTISMO: 3 . ° JESUCRISTO. SALE DB LAS AGUAS DEL
BAUTISMO.
PUNTO PRIMERO.
Jesucristo se presenta al Bautismo.

Lo 1Consideremos el ardiente deseo que tenia San Juan de


ver á Jesucristo. Suspiraba con una santa impaciencia el me-
mento de esta gloriosa visita que se le babia prometido. Había
sentido en el vientre de Santa Isabel la presencia de Jesús, es-
condido aun en el de María; pero despues que los dos nacieron
no se habian vjslo aun; y San Juan no conocía al Salvador en
la forma humana. Pero Dios enviándole á bautizar, le habia
prometido que en el curso de sus funciones le veria;'y le habia
enseñado como le habia de conocer. Anda, le dice el Señor,
establece un bautismo de agua para empeñar mi pueblo á la
penitencia; pero advierte que este bautismo no vale cosa al-
guna en comparación del de- mi Hijo: «Este es el que bautiza
»en el Espíritu Santo»... Guando te se presente quiero que
puedas distinguirle de los otros, y mostrarle á tus discípulos:
«verás bajar, y ponerse sobre él el Espíritu Santo.» No podrás
entonces dudar; y dirás á los Judíos que estarán contigo: mi-
rad el Hijo de Dios, mirad aquel, cuyo bautismo da la gracia
del Espíritu Santo. Instruido de este modo el Precursor, suspi-
raba por ver presto el deseado de las naciones, y de su cora-
zon. Esta dulce esperanza alimentaba su espíritu, le animaba,
y le sostenía en sus trabajos... |Con qué ardor v fervor desea-
ba este dia felizl Tai es el deseo que nosotros debemos tener de
la eosumion; y para merecer este favor, ainguna cosa nos debe,
parecer difíeil, dura, y penosa.
Lo 2.® ¿Cuál fué la alegría de San Juan Bautista viendo á
Jesucristo? Su esperanza ni se dilató, ni fuá engañada. «Y el
«mismo Jesús empezaba á tener cerca de treinta aflos... En-
tonces vino de la Galilea al Jordán á Juan para ser bautizado
»porél»... San Juan le conoció fácilmente entre la multitud,
por la seflal que Dios le habia dado. ¿Cuál fué entonces el es-
ceso de alegría del Santo Precursor, testigo solo del prodigio?
¿Con qué atención, con qué respeto, con qué alegría interior
consideró el espectáculo con que le favoreció el cielo? Contem-
pló el Yerbo encarnado, aquel Divino Mesías, cuya sola pre-
sencia le habia hecho saltar de alegría y júbilo en el vientre de,
su Madre. ¿Cuál será nuestro contento cuando le veamos en el
cielo? (Ahí ¡Alimentémonos en este valle de lágrimas con esta
dulce esperanza 1
Lo 3.° ¿Cuál fué la sorpresa de San Juan cuando vió que .
Jesucristo se adelantaba hácia él para recibir el bautismo? «En-
wtonces llegó Jesucristo para ser bautizado por él; pero Juan se
»le opuso diciendo: ¿yo debo ser bautizado por tí, y tú vienes
»á mí? Jesús le respondió diciendo: deja ahora, porque asi
«nos conviene, cumplir toda justicia. Entonces le dejó»... ¿No
debe ser mas grande nuestra admiración y nuestro temor vien-
do venir á Jesús para ser nuestro alimento? ¿Y qué, Sefior, le
debemos decir: ¿vos venis á mi? Retirémonos viendo nuestra
indignidad; pero acerquémonos por obediencia: cedamos al
esceso de su caridad; y porque nos lo manda, recibámosle,
pero con aquella confusion, y con aquella humildad con que le
bautizó San Joan.
PUNTO II.

Jesús recibe el bautismo.


«Y fué bautizado por Juan en el Jordán »... ¿Por qué quiso
Jesucristo ser bautizado? Podemos considerar tres causas.
La 1." Por honrar el bautismo de su Precursor, y acredi-
tarle , como instituido per órden de su Padre. La ley escrita
venia de Dios, y anunciaba la ley de gracia. £1 bautismo de
San Juan tenia una especie de medio entre la tina y la otra ley,
y anunciaba la segunda en una manera mas próxima, y con
mayor distinción. Jesús, que quería sujetarse á todas las órde-
nes de la ley antigua antes de instituir la nueva, quiere recibir
el bautismo de Juan antes de establecer el suyo, para cumplir
con toda la justicia. Quiere acreditarle, como instituido para
la pública utilidad, y contribuir con su ejemplo al fervor y á la
edificación del pueblo, queriendo aun en esto satisfacer á toda
la justicia. También el Cristiano que piensa sólidamente, quie-
re frecuentar las devociones populares cuando son de edifica-
ción , y no están viciadas con algún abuso: por este mismo
principio se alistan algunos con gusto en algunas cofradías,
instituidas por inspiración de Dios para mantener el fervor en el
pueblo, especialmente cuando no han degenerado de su primi-
tiva simplicidad, y conservan el espíritu de su prímer instituto.
La 2.* Jesús quiso ser bautizado por Juan, á fin de prepa-
rar, santificar i y disponer las aguas, para que fueran materia
del divino bautismo que debia establecer, y dejarnos, consa-
grándole, por decirle así, y constituyéndole con el contacto de
su carne inmaculada, capaz de purificar nuestras almas. De
esta manera buscaba Jesús en todas sus acciones la gloría de
su Padre, y nuestra salvación. ¿Cuál debe ser nuestra gratitud
por tales y tantos beneficios?
La 3.a El designio de Jesucristo en recibir el bautismo de
San Juan fué darnos una sorprendente lección en este grande
ejemplo de humildad, con que quería acabar su vida privada,
y empezar la pública: así vino á cumplir toda justicia... Jesús
en medio de los pecadores recibe como ellos el bautismo de la
penitencia; y nosotros llenos de orgullo y de soberbia, despues
de haber pecado sin vergüenza, nos avergonzamos de recibir el
remedio: Jesús revestido de nuestra enfermedad, y cargado d«
nuestros pecados, recibe el bautismo de penitencia, para que
en el sacramento que quería instituir pudiéramos nosotros ves-
tirnos de él, de su justicia, de su fortaleza, y de su santidad.
PUNTO III.

Jesús sale de las aguas del bautismo.

\ Cuán tas maravillas se oblaron en aquel momento en que


Jesús dejó las riberas del rio 1 Pasó por medio de la multitud,
y se apartó á hacer oracion: entonces el cielo se abrió, bajó el
Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, se oyó la voz del
Padre celestial; y el bautismo de la nueva ley fué señalado
con estos prodigios.
1Habiendo recibido Jesús el bautismo, y estando en ora-
cion. La oracion es donde comunica Dios sus favores; pero
nunca los comunica con mas abundancia que cuando á la ora-
cion ha precedido algún acto grande de virtud.
2.° Apenas Jesús se puso en oracion, se abrió el cielo á su
vista. «Habiendo sido bautizado Jesús, y estando en oracion,
>*e abrieron los cielos»... {O vista agradable,! i O objeto digno
de nuestros deseos! {Ay de mí! Ya de mucho tiempo estaban
cerrados los cielos: vos solo, Jesús mió, habéis merecido que se
abran. Esta es vuestra heredad, este es el precio de yuestros
trabajos, esta es la recompensa que vds destináis á los que fiel-
mente os sirven. ¿Quién podrá á este precio rehusar el serviros?
5.° Y vió al Espíritu de Dios, que bajaba como paloma, y
que venia sobre él. Jesús recibe de una manera sensible él Espí-
ritu Santo, como cabeza de los hombres, para comunicarle á
sus miembros, y santificarlos, como Doctor y Maestro de los
hombres, para instruirlos, é iluminarlos... La paloma es sím-
bolo de la dulzura, déla simplicidad, de la pureza, y del tier-
no llanto ó gemido: pidamos al Espíritu Santo que nos comuni-
que estas virtudes, pues es el dador de estos bienes. »
4. a a Y vino esta voz del cielo: tu eres mi Hijo amado: en
«ti me he complacido»... Esta voz era del Padre celestial en-
derezada á su Hijo, único objeto de su amor: esta voz fué di-
Tgm. I. 11
rígida ¿ la tierra toda, y á todas las criaturas inteligentes, á
todos los hombres, y á todos los siglos , para ensebarles que
nada hay digno de Dios sino Jesús, en Jesús, y por Jesús.
5.° El bautismo de la nueva ley fué claramente delineado en
el bautismo que Jesús recibió de Juan. Aquí por la primera vez
se manifestó 13ios en toda su magestad; y las tres personas de
la Santísima Trinidad se hiciéron sensiblemente presentes: el
Padre con su voz, el Hijo con su humildad, y el Espíritu Santo
por medio de la paloma. Jesús recibiendo en el agua el bautis-
mo de Juan, ha indicado y santificado la materia del suyo. En
su oracion nos ha mostrado la forma: con la presencia de las
tres personas de la Santísima Trinidad nos ha hecho ver los>
efectos; pues por el bautismo se nos abrió el cielo, nos hace-
mos miembros y hermanos de Jesucristo, sus herederos, é hijos
adoptivos de su Padre.
Petición y coloquio.
¡Afortunado desierto, que has resonado al eco deja voz del>
Padre celestial, y.lías sido testigo de tantas maravillas obradas
en el bautismo de Jesucristol ¿Y por qué no se me ba concedi-
do á mi el pasar mi vida en tu soledad para meditar despacio y.
á mi gusto fuera de la disipación y tumulto del mundo la bon-
dad de mi Dios, la gloria de mi adopcion, y la grandeza de mis*
esperanzas? \ Ahí Pueda yo á lo ménos formarme en mi corazon:
un desierto, y una soledad profunda, donde no pierda jamás
de vista'estas grandes verdades, donde me aplique á hacerme^
agradable al Padre celestial, que no puede amar sino en Jesús,;
y por Jesús. ¡O Hijol Unico objeto de las complacencias del
Divino Padre, ¿cómo no lo sois también de las mias? ¿Qué
cosa puedo yo hallar en otra parte que os iguale en poder, en.
grandeza, en riquezas y en bondad, que sea mas digna de mi
corazon f y mas capaz de hacerle feliz? | 0 tierno Salvador mió,)
unidme á vosl Presentadme á vuestro Padre: haced que él os
vea á vos en mí, y á mí en vos, para que por vos pueda mere-
eer ser amado, y amarle eternamente. Amen.
MEDITACION XXIV.

GENEALOGÍA BE JESUCRISTO BE PARTE BE MARIA SANTISIMA.


(S. Lucas c. 3. t>. 23. 28.;

Es fácil el concordar esta genealogía según San Lucas con


la de San Mateo. Entre las muchas maneras como se pueden
unir los dos Evangelistas, nos serviremos aquí de la mas fácil,
y mas sencilla: podemos verificar esta unión confrontando las
dos genealogías con lo que aquí diremos.
San Maleo descendiendo de Abrahan basta José esposo de
María, habla de los hijos con toda propiedad por via de genera-
ción: «Abrahan engendré á Isác, Isác engendró á Jacob, etc.»
Pero San Lucas subiendo desde Jesús hasla Dios mismo, habla
de hijos propios, y de hijos impropios: se sirve de una espre-
sion indeterminada, diciendo: «Y el mismo Jesús comenzaba á
«tener cerca de treinta anos, Hijo, como se creía de José,
»que fué de Heli, el cual fué de Malhath, etc.» Que San Lucas
no habla siempre de los hijos propios por via de generación
aparece claramente en el primero, y en el último que nombra;
porque Jesús era solo Hijo putativo de José; porque José era
Esposo de María Madre de Jesús: y Adán era solo hijo de Dio?
por vía de creación. Despues de esla observación, conviene co-
nocer en la genealogía descripta por San Lucas dos hijos im-
propiamente dicbos; esto es, dos yernos en lugar de hijos. Co-
mo los Hebreos no computaban las mugeres en sus genealogías;
cuando acababa una familia en una hija, en vez de nombrar la
h\¡a en la genealogía, se nombraba el yerno que tenia por sue-
gro el padre de su muger: los dos yernos que necesitamos co-
nocer en San Lucas, son José yerno de Heli, y Salatiel yerno
de lieri. Esta sola nota' basta para quitar toda la dificultad:
José hijo de Jacob, como dice San Mateo, fué yerno de Heli,
como dice San Lupas: y Salatiel hijo de Jechónias, como dice
San Mateo, Alé yerno de Neri como dice San Lucas. Despues
se compone lo demás perfectamente.
Maria era hija de Heli, llamado asi por brevedad, en lugar
de Eliacin, que en hebreo es lo mismo que Joacin, ó Joaquín.
José hijo de Jacob, y Maríq hija de Heli teníala un origen co-
mún: eran ambos descendientes de Zorobabel. José de Abiud el
primogénito, y María de Resa el segundo génilo: por eso los
dos descendían de David por dos ramos distintos; esto es, el
ramo real, de que Salomon era la cabeza, y el otro ramo, de
que era cabeza Nathan. Por medio de Salaliel padre de Zoro-
babel, é hijo de Jeeonias, José y María descendían de Salomon,
hijo y heredero de David, y por medio de la muger de Salaliel, '
madre-de Zorobabel, y hija de Neri, del cual Nerí-Salaliel fué
yerno, José y María descendían de Nathan, otro hijo de Da-
vid: de manera que Jesús hijo de María, reunía en si toda la
sangre de David.
San Maleo estiende su genealogía de Jesucristo solo hasta
Abrahan:.esta era la promesa del Mesías hecha á los Judíos;
pero San Lucas lleva esta genealogía basta Adán: esta es la
promesa hecha á lodos los hombres; y este será él sugeto de
nuestra meditación, en que consideraremos á Jesucristo como
hijo de Adán, prometido al primer hombre y á su posteridad.
Jesucristo como semejante á' Adán, sujeto á la sentencia de
muerte fulminada al primer hombre y á su descendencia: final-
mente, Jesucristo, como nuevo Adán, reparador de los males
que el primero trajo sobre sí, y sobre toda su posteridad.

PUNTO PRIMERO.

Jesucristo hijo de Adán prometido al primer hombre, y á su


posteridad.

Primeramente: Promesa hecha de una manera digna de Dios.


Digna de su bondad: ella fué hecha desde el principio del mundo
para que sirviese de consolación á Adán, y á todos sus deseen-
-dientes... Digna de su sabiduría: esta promesa se filé renovan-
do y haciendo á los principales sujetos ascendientes de este Di-
vino Mesías... Entre los hijos de Adán y de Noé, Abrahan fué
el primero, y fué constituido Padre de los creyentes: despues
Isác, Jacob, y Judas; el último fué David, para que despues no
se pudiese errar sobre la persona del Mesías, y se conociese la
preeminencia de su carácter... Finalmente, promesa digna de la
grandeza de Dios. Fué anunciada y diferida por cinco mil afios
y mas, para que asi se ejercitara la fe de los hombres, Y para
hacerles comprender, que un tal Mesias era una gracia, y una
gracia grande, que merecía ser por largo tiempo deseada, y
ardientemente pedida. Adoremos, y demos gracias á Dios, Se-
fior de los tiempos, y árbitro Soberano de ios destinos.
. Lo 2.° Promesa cumplida con fidelidad... Jesús Hijo de Ma-
ría une en si solo toda la sangre de David, y va subiendo de
generación en generación hasta Adán por el camino que Dios
mismo htbia delineado en las Escrituras , y que ningún otro
podia delinear. Esta genealogía de Jesucristo, hecha sobre mo-
numentos públicos, ha sido reconocida verdadera por todos
aquellos que vivieron en aquellos tiempos, y en aquellos luga-
res. Y los enemigos de Jesucristo, perseguidores de sus discí-
pulos, no se han atrevido á tacharla de falsedad. Este es el
motivo porque Jesucristo se llama frecuentemente á.si mismo
Hijo del hombre, que es lo mismo que Hijo de Adán. Y de he-
cho, este nombre lleva consigo su prueba: Hijo de Adán; esto
es, Hijo prometido á Adán, y descendiente de Adán por genera-
ciones sefialadas, predichas, y profetizadas... ¿Quién otro fuera
de un Dios podia hacer, y cumplir una promesa como esta? Re-
conozcamos, y adoremos á nuestro Divino Salvador, y consa-
grémonos enteramente á su servicio.
Lo 5.° Promesa de Jesucristo manifestada á nuestrosojqs por
un especial beneficio de Dioi. Hijo de Adán como nosotros, y
como lodos los hombres os hallais |ó Jesús mió, sobre la tierra.
Dios habia sefialado en los decretos de su Sabiduría, por qué
generaciones, en qué tiempo, y tín qué circunstancias habíais
de venir al munfio. Cualquiera distinción ó clase que ocupe
nuestra familia importa poco: nuestra obligación es de agrade-
cer á Dios el que nos haya hecho nacer en medio del cristianis-
mo, en el seno de la Iglesia Católica, y en un tiempo en que
vemos el cumplimiento no solo'delas profecías hechas sobre el
Mesías, sino también de las que ha hecho él mismo sobre el es-
tablecimiento de su Iglesia, sobre su duración, sobre sus com-
bates y persecuciones, y sobre sus victorias, y en un tiempo en
que podemos gozar de lodos los méritos del Mesias, de lodos los
dones que ba hecho á los hombres, y de todas las admirables
Invenciones de su amor. (Ahí ¡Qué felicidad si supiéramos
aprovecharnos 1 \ Y Qué mayor infelicidad si todas estas dili-
gencias del amor divino fuesen para nosotros inútiles!

PUNTO II.

Jesucristo semejante á Adán, sujeto á la sentencia de muerte ful-


minada al primer hombre, y á su posteridad.

Sentencia que han tolerado todos los que nos han precedí*
do, que experimentaremos nosotros dentro de poco, y á que
Jesucristo se sujetó.
Primeramente: Sentencia que han tolerado todos los que nos
han precedido. ¿Qué se han hecho todas aquellas naciones de
que tenemos las historias, aquellos hombres de quienes leemos
los nombres, y los que viviéron con ellos? Solo ha quedado de
ellos, que fué: esto solo se puede decir de ellos : ¿qué queda
ahora de sus obras, desús bazafias, de sus proyectos, de sus
guerras, y de sus victorias? Todo esto fué, todo esto ya no es.
Lo 2.° Sentencia que sufrirán todos aquellos que viven y na-
ceráfi, y que dentro de poco esperimentaremos nosotros mismos*
Todo lo que se acaba es breve: Adán y otros muchos viviéron
novecientos afios; esto se pasó: el tiempo del Mesías esperado
por tantos siglos llegó finalmente, y ya ha cuasi dos mil afios
que vino: asi vendrá el fin del mundo, y toda su duración pa-
récerá un instante... Conturbémonos despues de esto por las co-
sas de este mundo, apeguémonos al mundo, y ocupémonos por
el muodo. |Ah! Pensemos en la eternidad, huyamos del peca-
do, y preparémonos para la muerte
Lo 3.° Sentencia á que Jesucristo mismo se sujetó. Con esto
ha querido satisfacer á la justicia divina, para hacernos com-
prender cuán grande mal es el pecado: ha querido con esto san-
tificar nuestra muerte, y endulzar sus amarguras: finalmente ha
querido con esto animarnos, y enseñarnos la manera de morir
bien. ¿Nos deberá parecer dura la muerte á nosotros que somos
pecadores, habiéndola sufrido Jesucristo, que es la misma ino-
cencia?

PUNTO IIL

Jesuórislo nuevo Adán, reparador de los males que el primer


hombre trajo sobre si, y sobre toda su posteridad.

Jesucristo reparador de estos males: 4.° como vencedor de


la muerte: 2.° como autor de una nueva filiación: 3.° como
origen de una nueva vida.
Lo 1 J e s ú s vencedor de la muerte. Jesucristo se sujetó á la
muerte, como lodos los descendientes de Adán; pero salió de fyi
muerte vencedor. Como Hijo del hombre bajó al sepulcro; pe-
ro como Hijo de Dios salió de él al tercero dia. No venció ya ¿
la muerte por sí, sino por nosotros, por todos los hombres, pqr
todos aquellos que creen en él, y mueren con él: no se pue-
de decir de Jesucristo que fué: Cristo w , ayer, hoy, y en todos
los siglos: lo mismo es de lodos aquellos que mueren en su fe,
en su gracia, y en su amor. Unámonos, pues, á aquel que no
muere, y por quien solamente podemos no morir.
Lo 2.° Es el Autor de una nueva filiación. Hijos de Adán
por generación, hemos nacido en la desgracia de Dios, en el
pecado original, y fuimos despojados de los bienes que la bon-
dad del Criador nos habia destinado desde el principio; pero re-
generados por Jesucristo, y purificados en las aguas del bau-
tismo, se ha trocado nuestra suerte y nuestra condicion en otra
infinitamente superior á aquella de que hubiéramos gozado.
Adoptados en Jesucristo venimos á ser hijos de Dios, y sus
coherederos. iQué favor 1 Olvidémonos de aquello que somos
en Adán, para acordarnos de lo que somos en Jesucristo.
Lo 3.° Este Divino Salvador repara todos nuestros males,
como origen de una nueva vida. Vida santa por la justicia: vida
sobrenatural por la gracia: vida divina por la comunicación del
Espíritu Santo, y por el alimento celestial de su santísimo cuer-
po, y de su preciosa sangre: y finalmente, vida inmortal en el
seno de Dios, por la participación de sus méritos.

Petición y coloquio.

¿Con qué actos de amor |ó Jesús miol podré yo daros mues-


tras de mi reconocimiento? Lo haré con despojarme del hombre
viejo, de sus errores, de sus vicios, y de sus deseos corrompi-
dos, para vestirme del hombre nuevo (1); esto es, de vuestra
virtud, de vuestra justicia, y de vuestra santidad, i O Jesús Di-
vino, Salvador mío, vos os hacéis semejante ¿ nosotros, para
hacernos semejantes á vos: vos tomáis la naturaleza humana,
para comunicarnos vuestra naturaleza divina: vos participáis de
nuestros males, para que yo participe de vuestra virtud: segui-
ré, pues vuestras leyes, é imitaré vuestros ejemplos, á fin de
participar de vuestra gloria. Amen.

(i) Ad Colos. 3. v. 9. Ad Efes. 4. v. 21


MEDITACION XXV.

DE L A ENCARNACION DEL YERBO.


(S. Juan cap.1. v. 1. 1 8 J

EL APÓSTOL SAN JUAN COMIENZA SU EVANGELIO ENSEBÁNDONOS LO 1 . ° CUA-


LES SON LOS MISTERIOS DEL VERBO CONSIDERADOS EN ÓRDEN k s i MISMO:
2 . ° CUALES SON LOS MISTERIOS DEL VERBO ENCARNADO CONSIDERADOS EN
ÓRDBN k LOS HOMBRES: 3 . ° CUAL ES EL FUNDAMENTO DE NUESTRA FE EN
ÓRDEN i ESTOS MI8TERI06: 4 . ° CUAL HA SIDO, T AUN ES AHORA LA INFIDE-
LIDAD DE LOS HOMBRES EN ÓRDEN k ESTOS MISMOS MISTERIOS.

PUNTO PRIMERO.

De los misterios del Verbo considerados en órden á sí mismo.

Lo 1.° El Evangelista San Juan nos representa al Verbo en


Dios: y primeramente su eternidad: «En el principio era el Yer-
bo»... Cuando fué criado el mundo el Yerbo ya era: si ya era en
el principio, era ánles del principio; y si era ¿nles del principio,
no ha tenido ningún principio: es eterno. Lo 2.° su subsistencia,
ósea su Persona distinta: «El Verbo era cerca de Dios,'ó con
»Dios»... Dios Padre por quien ha sido engendrado, y produci-
do por via de entendimiento, ó de conocimiento. Dios Padre, que
es la primera Persona en la naturaleza divina, se conoce ¿ sí
mismo, y forma con su conocimiento una imágen perfecta de su
substancia; este es el Verbo, su Hijo, y una persona realmente
distinta del Padre. Lo mismo es también del Espíritu Santo, de
quien el Evangelio no habla aquí, porque su intento principal
es dará conocer á Jesucristo. El Padre y el Hijo se aman con un
amor infinito: este amor es el Espíritu Santo, que procede del
Padre, y del Hijo, por via de espiración de amor; y que hace la
tercera Persona de esta adorable Trinidad» Y lo 3.° Su divi-
nidad: «Y el Yerbo era Dios»... Ninguna cosa hay en Dios;
que no sea eterna, y ninguna cosa hay en Dios que no sea
Dios. El Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo son tres Personas,
que tienen una misma naturaleza, y una misma divinidad... Si
la naturaleza del hombre es incomprensible ai hombre, ¿cómo
no lo será Ja naturaleza divina?... Postrémonos con respeto de-
lante de esta magestad infinita, é incomprensible. Adoremos es-
tas tres Personas, que hacen un Dios; y por recompensa de
nuestra fe, esperemos la felicidad de verlas algim dia cara
á cara.
Lo 2.° San Juan nos representa al Verbo en la creación del
mundo: «Por medio de él fueron hechas todas las cosas; y sin
»él nada se hizo de todo lo que se tai hecho »... Todo toé cria-
do, y hecho por medio del Verbo. El Evangelio no escluye las
otras Personas de la Trinidad Santísima, y solamente pretende
hacer conocer siempre mas y mas la divinidad del Verbo. Todo
aquello que Dios obra fuera de si, es igualmente obra de las
tres Personas... Cuando entre las obras de Dios se considera
el poder, se acostumbra, según el lenguaje de la Escritura,
atribuirlo al Padre; cuando se considera la sabiduría, se atri-
buye al Hijo; y cuando se considera la santidad y el amor, se
atribuye al Espíritu Santo; pero las tres Personas siempre con-
curren igualmente... ¿Qué sentimientos no debe inspirar en
nosotros para con Dios la creación del mundo? Sentimientos de
admiración: (Qué poder! De magnificencia. {Qué grandeza!
iQué multitud de objetos! ¡Qué fecundidad! ]Qué variedad!
iQué sabiduría! ¡Qué órden! {Qué proporbion! {Qué solidez!
¡Qué duración! ¡Qué providencia!.. Sentimientos de reconoci-
miento: Dios lo ha hecho lodo, me ha hecho á mí mismo, dé
él be recibido todos los bienes que tengo... Sentimientos de
sumisión, y de dependencia: yo no soy mío, soy de aquel que
me ha hecho; no puedo emplearme, ni servirme de mi sino se-
gún su santísima voluntad. En cuanto á las criaturas debo abs-
tenerme de aquellas que me son prohibidas, debo servirme de
aquellas que me sen permitidas con respeto, con moderación,
y con sobriedad; y sí algunas me son prohibidas, y me causan
alguna pena, ó algún dolor, no me debo quejar... Sentimientos
de amor: {Insensatos aquellos que han adorado las criaturas,
sin reconocer ¿ su Autor! \ Y mas insensatos los que conociendo
al Criador, ponen su felicidad en las criaturas, en ellas colocan
su corazon, y á ellas limitan su amor I ¿Por ventura se persua-
den estos que el placer que se encuentra en el amor de las
criaturas, no se encontrará en el amor del Criador?¿Creen
acaso que la preferencia que darán al Criador sobre las criatu-
ras quedará sin recompensa, ó que la indigna preferencia que
dan á las criaturas sobre el Criador se quedará sin castigo?
Lo 3.* San Juan nos representa at Verbo en la encarnación.
«Y el Yerbo se ha hecho carne, y habitó entre nosotros » (1).
El verbo se hizo hombre semejante á nosotros, tomó cuerpo y
alma como nosotros; de modo que Jesucristo, aquel hombre
que se vió habitar entre los hombres, y conversar con los
hombres, es la segunda Persona de la Santísima Trinidad , es
el Yerbo de Dios encarnado, es el Hijo de Dios, Dios, y hombre
á un mismo tiempo, el Criador del universo, y ei Salvador de
los hombres. En Jesucristo una sola Persona, que es la del Yer-
bo, y dos naturalezas, la divina y la humana... Misterio ado-
rable, é incomprensible, y que se renueva en alguna manera
todos los dias sobre nuestros altares, á los que baja Jesucristo
para habitar entre nosotros, en nosotros y en nuestros corazo-
nes... (O amor de nuestro Dios! ¿Con qué amor podré jamás
corresponderos?
]Qué grandeza, qué verdad en la religión cristiana!.. Mira
el compendio: Antes del tiempo el Verbo era Dios, al principio
de los tiempos el Verbo crió el mundo, á la mitad de los tiem-
pos el Verbo encarnó, al fin de los tiempos el Verbo encarna-
do, Jesucristo Dios y hombre juzgará el mundo, y no quedará
otra cosa que la eternidad. (Ay de aquellos que en vez de ele-

(I) Lo qtie contiene el verso 4 y siguientes hasta el 14 está dicho por


una especie de anticipación.
var su espíritu , y de encenderse en amor con estas verdades,
se inquietan y disgustan 1
PUNTO II.
De los misterios del Verbo encamado considerados respecto
ábs hombres.

Lo 1.° Misterios de vida y de luz. «En él estaba la vida, y


»la vida era la luz de los hombres: hubo un hombre enviado
»por Dios, que se llamaba Juan; este vino como testigo para
»dar testimonio á la luz, para que por su medio todos creye-
»sen: él no era la luz; pero vino ¿ dar testimonio de la luz:
»aquel era la verdadera luz que ilumina á todo hombre que
»viene á este mundo»... Renaciendo por el bautismo, recibi-
mos una nueva vida interior, por la cual vivimos para Dios de
la vida de Jesucristo, de la caridad habitual, que el Espíritu
Santo derrama en nuestros corazones, recibimos una nueva luz
interior, en la cual vivimos, por la cual creemos y esperamos,
y con la cual dirigimos nuestros pasos, distinguimos los obje-
tos, vemos las cosas como son en si, la brevedad del tiempo,
y la importancia de la eternidad, la belleza de la virtud, y la
enormidad del pecado, lo que agrada á Dios, y lo que le ofen-
de: nuestras acciones, nuestros pensamientos y nuestros deseos,
nuestras mas secretas y ocultas intenciones reguladas por esta
luz, forman una vida pura y santa, una vida de luz, que no-
busca las tinieblas, y que no teme la claridad del dia. Jesu-
cristo es aquella luz esencial, y aquel sol de justicia que nos
ilumina interiormente con su gracia, y esleriormente con su
doctrina, con sus ejemplos, y con sus milagros... ¿Es por ven-
tura mi vida una vida de luz, ó una vida de tinieblas?.. Jesús
es también el Criador de la luz corporal que resplandece á nues-
tros ojos; y finalmente, es el que ilumina lodos los espíritus,
tanto ene! órden natural, como en el sobrenatural... (O Jesús!
¡O vida mia! | 0 luz mia! Haced que yo conozca solo á vos, y
que de vos solo viva.
Lo 2.® El misterio del Yerbo encarnado es para nosotros un
misterio de regeneración, y de nuevo nacimiento. «Mas á todos
»los que le recibieron, les' dió potestad de hacerse hijos de
»D¡os á aquellos que creen en su nombre, los cuales no por via
»de sangre, ni de voluntad de la carne, ni por voluntad del
»hombre, sino de Dios son nacidos»... Por la fé y por el bau-
tismo de Jesucristo somos nosotros regenerados, y hechos
hijos de Dios, y herederos de su reino. La carne y la sangre
no han tenido parte en esta regeneración, sino solamente la fé
y la aplicación de los méritos de Jesucristo... ¿Tenemos noso-
tros los sentimientos nobles y elevados que nos debe inspirar-un
nacimiento tan glorioso, ó los bajos y terrenos que nos inspira
nuestro, primer origen?
Lo 3.° El Verbo por su encarnación obra á nuestro favor
un misterio de gracia y de verdad. «T hemos visto su gloria
»como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad:
»Juan da testimonio de él, y clama diciendo: este es aquel de
«quien yo decia: el que vendrá despues de mí es mayor que
»yo, porque era antes que yo; y de la plenitud de él todos he-
»mos recibido, y una gracia en cambio de otra gracia, porque
wMoises nos dió la ley: la gracia y la verdad fué dada por Je-
sucristo».- Ahora ya estamos nosotros bien instruidos para
no comparar, ni pensar en comparar con Jesucristo á Juan
Bautista, ó á Moisés. El ha venido después; pero era antes que
ellos, y ha venido para ejercitar un ministerio infinitamente
superior al suyo: todos los bienes espirituales los hemos reci-
bido del Verbo encarnado, de la plenitud de Jesucristo. De él
hemos recibido la gracia, una gracia en cambio de otra gracia;
esto es, gracia, como gracia, que es puramente gratuita, que
en ninguna manera nos es debida, que es diferentemente distri-
buida según la voluntad de Dios, y los designios de su sabiduría
y una gracia mayor que otra. Gracia de la misma naturaleza
que la de Jesucristo, sobrenatural y divina, gracia con todo eso
diferente de la de Jesucristo, según la proporcion y diferencia
que hay entre la pura criatura y el hombre Dios. En él gracia
de filiación nalgral, gracia llena, gracia imperdible: en noso-
tros gracia de adopcion, gracia mesurada, gracia que podemos
recibir cuando se nos ofrece, y gracia que podemos perder por
nuestra culpa despues de haberla recibido.
De Jesucristo solo hemos recibido la verdad: el mundo no
es otra cosa que mentira. La filosofía vanidad, las diferentes
sectas errores, y la ley de Moisés una figura: Jesucristo solo-
nos ha dado la gracia y la verdad. Verdad-en sus misterios, en
sus sacramentos, en su doctrina, y en sus promesas. La gra-
cia y la verdad que habia antes de él igualmente venia, de
sus.méritos futuros y previstos... ¿Con qué reconocimiento,
con qué amor, y con qué respeto debemos llegarnos ¿ esta
nuestra divina cabeza, y unirnos con ella?

PUNTO III.

Fundamento de nuestra fé en órden á estos misterios.

Adoptando nosotros estos misterios, creemos lo que ha sido


visto y atestiguado: 1.° por Jesucristo que ha visto los miste-
rios invisibles de Dios: 2.° por los Apóstoles, que vieron los
misterios visibles de Jesucristo: 3.° por los Cristianos, que vie-
ron los misterios de la Iglesia.
Lo 1.° Jesucristo ka. visto ios misterios invisibles de Dios.
Los misterios de la fé son de dos maneras: unos intelectuales,
interiores, é invisibles, como son aquellos de que arriba he-
mos hablado; y otros consisten.en hechos visibles y sensibles:
«Ninguno ha visto jamás á Dios, (dice San Juan): el unigénito
»Hijo, que está en el seno del Padre, este es el que nos lo ha
revelado »... Si se nos pregunta, ¿de dónde sabemos los mis-
terios invisibles de Dios? Muestra respuesta está pronta: de
Jesucristo. ¿Y quién podría jamás enseñarnos misterios tan san-
tos y tan profundos? ¿Qué hombre ha visto jamás á Dios en sí
mismo y penetrado el abismo de aquel ser incomprensible?
Lo 2.° Los Apóstoles vieron tes misterios visibles de Jtw-
cristo. Si se DOS pregunta: ¿de quién hemos aprendido los mis-
terios visibles y sensibles? diremos que de aquellos que han
sido testigos. Sin hablar de Moisés, cuya ley es toda figura de
Jesucristo; sin hablar de los Profetas que le han anunciado; ni
de San Juan Rautislá, que le ha mostrado, y que ha publicado
stt divinidad, declarando, que aquel que venia despues de él,
era mas que él, y que exislia antes que él: nosotros tenemos
por testigos los Apóstoles, los Discípulos, y ios primeros Cris-
tianes que han visto su gloria, como de unigénito del Padre:
su gloria en sus milagros, en su transfiguración» en su resur-
rección, en su ascensión, y en la sensible efusión de su divino
espíritu. Y todos estos testigos han sellado su testimonio con su
propia sangre.
Lo 5.° Todos los Cristianos han visto, y nosotros mismos
vemos los misterios de la iglesia. Entre los Cristianos unos vie-
ron los milagros de los Apóstoles, y su martirio, y formarse la
Iglesia, y sostenerse según la predicción y las promesas de Je-
sucristo. Otros vieron la virtud de los milagros, el espíritu del
Apostolado y del martirio perpetuarse, y crecer la Iglesia, no
obstante las heregías y las persecuciones. Nosotros mismos ve-
mos que ha continuado hasta nosotros, y que subsiste invaria-
ble en sus dogmas y en su moral. Yernos los libros que contie-
nen el principio, el progreso, la perfección de-esta grande
obra, y la historia del prodigioso cambio que sucedió en
todas las partes del mundo: la historia de cien pueblos diver-
sos, que en diferentes tiempos han abrazado el cristianismo , y
en lodo vemos el mismo espíritu de santidad, de prodigios y
de martirio... ¡O ciudad santal ¡Son ciertamente estables tus
fundamentos 1 Son, Sefior, irresistibles vuestros testimonios, y
dignos de fé.
Ahora preguntemos al libertino: cuando un impío, bajo el
nombre de Filósofo, quiere asegurarme que Dios, despues de
haber criado ¿ los hombres, y de haberlos dotado de inteligen-
cia y de razón, no procura ya mas por ellos, y que con la vida
presente acaba lodo, que despues de esta no hay otra r y por
consiguiente ni hay recompensa para la virtud, ni castigo para
los vicios, pregunto: ¿de dónde sabes tú esto? ¿Quién te lo ha
dicho? Tú quisieras que fuera así, me lo imagino; pero esta
no es una prueba. A fuerza de desear que fuese así, te persua-
des que asi es; pero esta tampoco es prueba. ¿Qué tienes mas
que decir? ¿Algunas razones metafísicas, en que te pierdes?
i Ahí Tratándose de misterios tan sublimes, y de un negocio de
tanta importancia, y para destruir pruebas de hecho se requie-
ren otros fundamentos, no bastan puros razonamientos huma-
nos. Nuestra religión no puede ser refutada, ni combatida con
ideas puramente arbitrarias: ella está apoyada sobre sublimísi-
mos fundamentos.
PUNTO IV.

Infidelidad de los hombres respecto á estos misterios.

Esta infidelidad se manifestó en el tiempo de la venida de


Jesucristo, antes de la venida de Jesucristo, y mucho mas se
ha manifestado despues de la venida de Jesucristo.
Primeramente: Al tiempo de la venida de Jesucristo. «Y la
»luz {dice San Juan) resplandecía en las tinieblas, y las tinie-
»blas no la comprendieron»... La luz resplandeció en medio de
las tinieblas,-y las disipó; pero las tinieblas voluntarias, que
son el pecado, y el afecto al pecado, han resistido á la luz. Los
hombres esclavos de sus pecados no han querido recibir la vi-
da , la santidad, ni á Jesucristo: «El estaba en el mundo, y el
»mundo no le conoció»... Esta verdadera luz apareció en el
mundo para iluminar todos los hombres; y el mundo, que era
obra suya, lejos de conocerla, la persiguió: «Vino en su pro-
»pia carne, y los suyos no le recibieron»... Jesucristo ha pre-
dicado ¿ la nación, en la cual quiso nacer, y su propia nación,
lejos de recibirle, le ha pedido para la muerte... \Hombres in-
gratos y pérfidos! ¿Podréis atribuir vuestra infidelidad & Dios?
¿Os ha faltado acaso la luz, ó fuisteis vosotros los que faltas-
teis á ella?
Lo 2.° Se manifesté la infidelidad .A la luz antes de la venida
de Jesucristo. «El Verbo encarnado ha sido siempre la luz ver-
• udadera, que ilumina todo hombre que viene á este mundo»...
Ha hablado con la voz de los Patriarcas, que tuvieron cuidado
de instruir sus hijos; pero la mayor parle de ellos desecharon
sus, saludables instrucciones: despues de haber sido hijos mal-
vados, fueron malvados padres de hijos mas malvados que
ellos. Habló con la voz interior de la conciencia; pero ellos hi-
cieron todos los esfuerzos posibles para sofocarla... Habló con
la voz muda de la naturaleza y del mundo entero; pero por un
deplorable trastorno, amaron mas á las criaturas, hasta ado-
rarlas, sin reconocer al Criador, sino para perseguirle. Habló
despues también con la voz del ejemplo: largo tiempo despues
del diluvio hubo también algunos justos esparcidos sobre la
tierra: finalmente se formó una nación numerosa que hacia pro-
fesión de adorar á Dios, y de esperar el Redentor: sus Profe-
tas: mil prodigios obrados en su favor: su templo la admira-
ción del universo, todo esto, lejos de moyer los pecadores,
animó mas su furor celoso contra la nación santa, y (lo que es
mas deplorable) hasta la idolatría misma penetró mas de una
vez en esta nación privilegiada para perseguir ¿ los justos y á
los Profetas.
Lo 3.° Despues de la venida de Jesucristo. ¿Cuántos infie-
les hay aun en las tinieblas? Los Apóstoles fueron enviados á
todas las naciones á llevar la luz: ¿y de quién proviene que no
todas las naciones se iluminaron?.. Fueron muertos los Após-
toles. Fueron perseguidos sus Discípulos, y se puede atribuir
á un milagro del Omiripotente la subsistencia actual de la luz.
Los sucesores de los Apóstoles hallaron por todas partes la
misma resistencia, y los mismos suplicios... Quedan aun here-
ges y cismáticos: estos recibieron el nombre de Jesucristo, y
desecharon la enseñanza de su Iglesia, como si Jesucristo no
la hubiera fundado sobre la firme piedra, para que fuese la
columna inmoble de la verdad. Prefieren las opiniones huma-
nas de algunos particulares Doctores á los dogmas universales
T O M . I. i2
definidos por la cabeza de los Pastores legítimos. La sola his-
toria debiera bastar para desengañarles; pero las tinieblas de
estos incrédulos son tanto mas densas, cuanto son mas volun- *
tarias. La infidelidad de una nación puede poco á poco disi-
parse; pero un pueblo, una vez empeñado en el cisma, ó en
la beregía, no reconoce ya mas alguna luz para volver al ver-
dadero camino... Finalmente, hay aun impíos é incrédulos:
estos últimos, aun mas culpables que los otros, nada ven en
medio de la luz: admiten ellos mismos sus tinieblas, se glo-
rían, se obstinan cuanto, pueden en ellas; y bien lejos de bus-
car la luz, la aborrecen y la huyen, aun cuando algunas veces
contra su voluntad resplandece á la presencia de sus ojos. (O
ceguedad incomprensible!

Petición y coloquio.

IAy de mil jO Salvador mío! Si mis pecados no me han


llevado ¿ semejante abismo, lo debo solamente á vuestra mi-
sericordia. i Maldito pecado! {Cuánto debo temerle! ¡O, qué
terribles son las tinieblas que esparces! ¡O Jesús! Iluminada
me, sed mi luz y mi vida, haced que el espíritu de vuestro
santo Evangelio sea la norma de mis operaciones, haced en
fin, que yo solo viva de vos. Amen.
MEDITACION XXVI.

DE L A TENTACION DE NUESTRO SEFLOR.


(5. Mateo c. 4. v. 1.11. S..Mareos e. 1. 12.13. S. Lucas c. 4.
T>. 1 . 1 3 . ;

. Eif LA TENTACION QOB EXPERIMENTÓ JBSÜCRISTO VBREM08 NOSOTROS 1 . ® LA


PREPARACION QUE DEBEM08 LLEVAR Á LAS TENTACIONES: 2 . ° LA MANERA
COMO DEBEMOS COMBATIRLAS: 3 . ° LOS MOTIVOS QUE TENEMOS DE VEN-
CERLAS.

PUNTO PRIMERO.

La preparación que debemos llevar á las tentaciones.

Lo 1.* Memos prepararnos para la tentación, á ejemplo


de Jesucristo, por inedio del desierto ó del retiro. «Entonces
»Jesus fué llevado por el espíritu al desierto para ser tentado
»del diablo»... Jesús despues de baber recibido el Espíritu
Santo, siempre lleno de su virtud, y guiado de su inspiración,
dejó el Jordán, y se internó en el desierto... (Felices aquellos
á quienes el Espíritu Santo inspiró la generosa resolución de
renunciar enteramente el mundo, y que fíeles á su vocacion,
cierran la entrada en su corazon ¿ todas las ideas'del siglo, y
á todos los vicios que reinan en él I Si nosotros no hemos sido
llamados á este feliz estado, procuremos á lo menos todos los
años suspender todo el comercio del siglo con un retiro de al-
gunos días, ó con dar á la soledad un dia de cada mes. Pero
un desierto habitual é indispensable para nosotros es la sepa-
ración del mundo, de modo que vivamos solo en él por nece-
sidad, despreciemos sus pompas, nos apartemos de sus espec-
táculos, y detestemos sus máximas. Demás de esto, es nece-
sario huir las ocasiones que conocemos ser para nosotros peli-
grosas, y un recogimiento interior, por el cual guardemos
exactamente nuestros sentidos, y velemos sobre todos los mo-
vimientos de nuestro corazon. Sin estas precauciones no espe-
remos resistir á las tentaciones del enemigo: Caeremos ciega-
mente en sus lazos, y frecuentemente seremos vencidos cuan-
do ni aun creamos ser tentados. [Ay dé mil (Cuántas veces el
Espíritu Santo nos ha movido hácia este desierto, y cuántas
desgracias nos trajo consigo nuestra resistencia I -
Lo 2.* Debemos prepararnos al combate de la tentación,
como Jesucristo con los ejercicios del desierto. «Y habiendo
«ayunado cuarenta dias y cuarenta noches, despues tuvo ham-
»bre»... El primer ejercicio del desierto es el ayuno y la
mortificación. Nuestro Sefior ayunó cuarenta dias y cuarenta
noches sin tomar alimento alguno, por un prodigio, que solo
se habia visto en Moisés promulgador de la ley, y en Elias
cabeza de los Profetas, y que se debia renovar en aquel que
venia á cumplir la ley y los Profetas... Para honrar, pues,
este aryuno de nuestro Sefior, celebra la Iglesia el santo tiem-
po de la Cuaresma... Fuera de la observancia exacta de los •
ayunos y de las abstinencias que son de precepto, un Cristia-
no debe huir de toda delicadeza y de toda sensualidad en el
alimento, en el vestido y en el reposo: domar la carne con
aquellos piadosos rigores de que se sirven los Santos: susten-
tentar el propio cuerpo como por fuerza, y como á un esclavo
que toma fuerzas para rebelarse contra nosotros, y perdernos,
que duranie nuestra vida está siempre en liga con nuestros
enemigos, y que solamente mirará nuestros intereses, cuando
haya mudado forma en las entrafias de la tierra, y salga re-
sucitado.
El segundo ejercicio del desierto es la oracion y la medita-
ción. Estos fueron los santos ejercicios en que nuestro Sefior
pasó los cuarenta dias. ¡Mas ay de mí 1 Entre nosotros se huye
la soledad, y nos dá fastidio, porque no se ama la oracion. No
tenemos ánimo para debilitar nuestro cuerpo con la mortifica-
cion, porque no tenemos cuidado de alimentar el alma con la
meditación.
El tercer ejercicio del desierto es el estudio de la religión
y .de la santa Escritura, según la proporcion y fuerzas de cada
uno, y según nuestra condicion y estado: el estudio de las
máximas de piedad, y de los ejemplos de virtud que nos de*
jaron los Santos, y el de las obligaciones propias de que ne-
cesitamos estar instruidos para cumplirlas exactamente. Be
aquí nace la obligación de m tener t i leer 4tm> libros qpMlB
que tratan de piedad para instruirnos,, i cuya leocion podamos
enderezar y ofrecer á nuestro Sefior.
Lo 3.° No» debemos preparar á la Untacion\ esperando el
combate. Nuestro Sefior entró en el desierto para sep tentado.
Nosotros venimos al mundo* para ser probados con la tenta-
ción , y dar á Daos pruebas, de nuestra fidelidad: con que es
necesario que esperemos ser tentados. Lo primero en todo lu-
gar: en el desierto, en el monasterio, en el templo y en el sa-
cerdocio, y con mas violencia aun en el monte y en el gran
mundo. Lo segundo, en todo tiempo: si el demonio vencida se
alejó de Jesucristo, fuó solo hasta otro tiempo, y para volver
áél con mayor furor. Finalmente, de todas maneras: con ma-
licia y con violencia: con sugestiones interiores del espíritu
malicioso , y con el ministerio exterior de los hombres, por
medio de nosotros mismos, y de todos los objetos que nos ro-
dean, por medio de la sanidad y de la enfermedad, de la
prosperidad y de la adversidad, de la alegría y de la tristeza,
de la confianza y del temor, del ódio y del amor, de la ciencia
y de la ignorancia... ¿Cómo, pues, ó Dios mío, podríamos*es-
perar resistir á tantos asaltos, si revistiéndoos vos de nuestra
debilidad, no nos hubierais prometido el socorro de vuestra
fuerza? En este divino socorro, ó Jesús mió, ponemos nuestra
confianza, y con él nos animamos.
PUNTO II;

La manera con que debemos combatir las tentaciones.

Hay tentaciones del corazon, tentaciones del espíritu, y


tentaciones de los sentidos: aprendamos de Jesucristo como
debemos resistirlas.
^•MftierameifW&Hay t&tacionéPdel corazon, que nos asal-
tan lisonjeando nuestra inclinación, y de ligeros principios nos
llevan á los mayores desórdenes. Nuestro Sefior al fin de cua-
renta dias, habiendo querido experimentar hambre, se le
presentó el demonio en forma humana para tentarle; y viéndo-
l e descaecido, le propuso un medio pronto para remediar su
necesidad. «Tú sufres (le dijo) hambre; y este desierto ¿ri-
ndo y estéril no te ofrece cosa alguna; pero tú sabes lo que
»Dios puede, tú sabes lo que eres: si eres Hijo de Dios,
»di que estas piedras se hagan panes»... Mira como el de-
monio aprovechándose de nuestra situación, de nuestra fla-
queza y de nuestras necesidades, examinando nuestro tem-
peramento , nuestros humores, nuestras inclinaciones y nues-
tra pasión dominante, nos excita á gozarla y á satisfacer
nuestros deseos. Parece que al principio nos propone solo un
alivio necesario, una cosa permitida, un placer honesto;
¿pero cuántos por haber escuchado esta primera sugestión
han caído poco á poco y por grados en los mas horribles
desórdenes?
El Demonio se sirve de su espíritu y de sus luces para
asaltar al Satvador, y el Salvador se sirve de la palabra de
Dios para defenderse; pero él respondiendo, dijo: «Está es-
»crito, no de solo el pan vive el hombre, mas de toda palabra
»que sale de la boca de Dios». (1) Esto es, loque hace vivir al
hombre no es el alimento solo que toma, sino también la vo-

(i) Deut. 8.3.


luntad de Dios que debe seguir.... A ejemplo de Jesucristo res-
pondamos al tentador, sin turbarnos, con la Escritura, y con
las máximas de la salud: ¿quiere él por ventura inducirnos á
los placeres? digámosle: ó artificioso demonio ¿no hay otros
placeres que el satisfacer las propias pasiones? ¿Hay solo ale-
gría y gusto en el tumulto del mundo? ¿Hay solo contento en
una vida delicada y sensual? |Abl Este placer, este gusto se
encuentra en la palabra de Dios, en su amor, en la obediencia
á las leyes, en la victoria de las pasiones, en la oracion, y en
la frecuencia de sacramentos; en estos ejercicios se halla dul-
zura mil veces mayor que en lo que tú me sugieres.
Lo 2.° Hay tentaciones de espíritu, que nos asaltan lison-
geando nuestro orgullo, y nos guian al error y á la presun-
ción... El demonio desconcertado con la sábia respuesta que
le dió Jesucristo, no pudo esconderse por mas tiempo. Dejan-
do la figura que fingida y maliciosamente habia tomado, va-
liéndose del poder que Dios le habia dado, y con un atentado
digno de su furor cogió al Sefior, y le llevó á la ciudad santa,
y le puso sobre la cima del templo. Jesucristo le habia respon-
dido con la santa Escritura: este padre de la mentira se atre-
vió á emplear esta misma palabra de verdad y de santidad
para ensefiar el error, y persuadir el pecado. «Si tú eres Hijo
»de Dios (le dijo), échate de aquí abajo, porque está escrito
»que mandó á sus Angeles acerca de tí, y ellos te llevarán en
»las manos para que nunca tropieces con tu pie en la pie-
»dra».... El demqpio puede ponernos á la orilla del precipi-
cio, y aconsejárnosle; pero no puede precipitarnos: puede su-
gerirnos caminos extraordinarios, que lisongean nuestro orgu-
llo, y sendas particulares que nos distingan de los demás.
jHay d$ nosotros si nos apartamos del camino común de la
humildad, y de la obediencia debida á nuestros Superiores y á
la Iglesia 1 Aqui es donde únicamente se encuentra la seguri-
dad, y se ha empellado Dios en preservarnos de todo error;
en otra'parte todo lo que se halla es precipicio.
Nuestro Sefior sin detenerse á hacer conocer que el espíri-
tu' maligno truncaba el paso de la Escritura, y dejaba estas
palabras: en todos tas caminos: le respondió con otra máxima
sacada también de la Escritura: «está también escrito: no ten-
sarás al Sfefior Dios tuyo»... (1} Dejemos á los Doctores de la
Iglesia el cuidado de mostrar el abuso que el demonio y los
novadores hacen de los textos de la Escritura y de los Santos
Pádres: contentémonos con oponer á la sed acción las razones
mas sencillas y mas comunes de la infalibilidad, y de la visi-
bilidad de la Iglesia, de la bondad de Dios, y de su equidad
para con todos los hombres : centengámonos en los limites de
la humildad, que piden la fe y nuestro estado* No tentemos á
Dios queriendo penetrar los misterios, y entrar en cuestiones
superiores á nuestra capacidad; y menos nos gloriemos de
despreciar, ó de desechar los oráculos de la Iglesia.
Lo 3.° Boy tentaciones de los sentidos, que nos lisongean,
alucinándonos con las mas altas esperanzas, y nos llevan á las
mas inicuas y mas vergonzosas vilezas .. «De nuevo le llevó
»el diablo sobre un monte elevado, y le mostró todos los reí-
unos del mundo, y su magnificenciar y le dijo: todo esto le
»daré si postrado me adoras»... El demonio ya mas furioso
por la resistencia que le hacia el tentado, le llevó sobre un
alto monte, donde en uu momento formó una imagen engañosa
de todos los reinos del mundo, y le hace ver la grandeza, la
gloria y la magnificencia: todo esto es mió, y me toca á mi,
le afiadió el demonio: yo soy el Sefior que puedo disponer de
estas cosas: todo lo renuncio en tí, y te lo ¿>y si me adoras...
¡Qué blasfemia tan horribleI |Qué mentira 1 iQué perfidia 1
¡Qué propuesta! De semejantes vanos fantasmas, de semejan-
tes quiméricas esperanzas y falaces ilusiones se sirve el demo-
nio para alterar nuestra imaginación, y turbar todos puestros
Sentidos. | 0 cuántas promesas nos hace? Riquezas, poder, au-
toridad, placeres, delicias, perfecta felicidad, todos nuestros
deseos serán satisfechos si una vez á lo menos nos dejamos

(1). Deut. c. y. 16.


llevar de sus promesas, si DOS queremos desprender de) yugo
del Sefior. (Ahí Si fuese tal nuestra desgracia que le creyese-
mos; bien presto sentiriamos cuan duro, cuan vergonzoso, y
cuan pesado es su yugo, y cuan falaces sus promesas. Nos
vería luego con desprecio, postrado» y humillados á sus pies,
deshonrados con mil vilezas, y gemir bajo el peso de las ca-
denas con que nos tendría aprisionados, y triunfaría entonces
su perfidia de nuestra credulidad: su orgullo crece con nues-
tra humillación, y su édio se apacienta de nuestras miserias.
Jesucristo respondió primero con una palabra de enojo:
«vete, - Satanás»... con semejante fuerza se deben rebatir las
mas violentas tentaciones, si no queremos dejarnos alucinar de
sus encantos... Nuestro Sefior afiadió: «porque está escrito,
«adorarás á Dios tu Sefior, y á él solo servirás»... (1) Pala-
bras verdaderamente dignas de ser escritas en nuestros cora-
zones con caractéres indelebles. £1 Reino, la grandeza, la glo-
ria y la felicidad se hallan en servir á Dios y en amarle. Exa-
minemos, pues, si es Dios solo á quien nosotros adoramos y
servimos: sepamos que el servir al mundo y sus pasiones,
suspirar por sus bienes, por sus riquezas, por sus grandezas
y por sus placeres es adorar al Demonio á costa de la adora-
ción, y del amor que debemos á solo Dios.

PUNTO III.

Motivos que tenemos para vencer tas tentaciones.

Estos motivos pueden ser de parle de Jesucristo, de parle


de la tentación, de parte del tentador, y de parte de nuestro
propio interés.
Lo 1.° Motivos de parte de Jesucristo. Su ejemplo debe
consolarnos en nuestras tentaciones. No creamos que todo se
ha perdido ya para nosotros porque somos tentados, ó porque

(i) Deut. 6. v. 13.


nuestras tentaciones son frecuentes, violentas, y sobre objetos
abominables; pues nuestro Señor quiso para nuestro consuelo
probar semejantes tentaciones... También nos debe sostener el
poder de Jesucristo, él es nuestra cabeza, y ba vencido para
merecernos la gracia de vencer. ¿Y seremos nosotros tan co-
bardes que no venceremos con él? ¿Le haremos tal inju-
ria? ¿Le privaremos de esta gloria?
Lo 2.° Motivos de vencer tas tentaciones, tomados de par-
te de ta mima tentación. Ella no es invencible. Dios no permi-
te jamás que seamos tentados con violencia superior á nues-
tras fuerzas. Sirvámonos, pues, de las fuerzas que nos dá la
gracia, y pidamos al Sefior lasque no tenemos... La tentación
no es continua: cuando se resiste al demonio, él finalmente se
cansa, se retira, y aun nos teme: nos deja, á lo menos algu-
nos intérvalos, y nos dá tiempo para respirar. «Y acabadas las
«tentaciones (dice San Lucas), el diablo se apartó de él, y le
»dejó hasta «tro tiempo»... Finalmente, la tentación no es
eterna, se acaba con la vida, y acaso ya estaremos al fin de
nuestros dias: animemos, pues, nuestro valor, peleemos otro
poco, y seremos para siempre vencedores.
Lo 3.° Motivos de vencer las tentaciones, tomados departe
del tentador. El demonio es un astuto, que solo pretende en-
gañarnos: apenas habremos caido en sus lazos, cuando nos re-
conoceremos con confusion presas suyas, él nos insultará con
desprecio; cuando si le hubiéramos vencido, podriamos noso-
tros despreciarle é insultarle... El tentador, es nuestro enemi-
go , y solo busca y desea nuestra perdición: que seamos noso-
tros felices, ó infelices sobre la tierra, no le importa, ni le
inquieta: su principal empeño es, que no lleguemos á la pose-
sión del cielo que él ha perdido, y que seamos cómplices de su
rebelión, y compañeros de su suplicio. Este es el único objeto
que se ha propuesto... Finalmente, él es enemigo de Dios. ¿Y
nosotros tendremos corazon para alistarnos bajo sus bande-
ras , y para hacer guerra á nuestro Criador, y á nuestro Sal-
vador?
Lo 4.° Motivos de vencer las tentaciones, tomados de -parte
de nuestro propio interés, y primeramente nuestro espiritual
adelantamiento. La tentación sufrida con fidelidad, purifica
nuestra virtud, y la aumenta haciéndonos practicar fervorosos
y multiplicados actos: nos hace conocer nuestra debilidad, mi-
seria y corrupción, y hace que crezca en nosotros la humildad.
Nos une mas estrechamente á Dios, y nos alcanza mayores
gracias. 2.° Nuestra satisfacción presente. Guando Nuestro Se-
fior hubo sostenido todas las tentaciones «luego el diablo le
»dejó, y ves aquí que se le acercan los Angeles y le sirven»...
Estoes, le trajeron de comer. No hay manjar tan delicioso,
como la satisfacción que prueba el alma, despues de haber re-
sistido valerosamente á una viva tentación. ¿Con qué confianza
se llega entonces al pan de los Angeles, á la Divina Eucaris-
tía? ¿Qué fuerza y qué dulzura encuentra? ¿Se podrán por ven-
tura comparar con estos bienes los falsos, con .que la tentación
nos convida?
5.° Nuestra eterna suerte que depende de la manera, con
que nos habremos portado resistiendo á la tentación: reinar en
el Cielo con Jesucristo y los Angeles: ó arder en el infierno con
los demonios: lo uno será el premio de nuestra victoria: lo
otro el castigo de nuestra vileza.

Petición y coloquio.

Concededme, Sefior, que yo me aparte de lo uno, y que


merezca lo olro: ó antes bien, sed vos mismo, Jesús mió, mi
fortaleza en las tentaciones. La humildad rae conserve en el te-
mor y en una prudente circunspección. Vuestra gracia me con-
serve en vuestros caminos, haciéndome triunfar de mis enemi-
gos visibles é invisibles, y me guie al término, á que aspiro
que es el templo eterno de vuestra gloria. Amen.
MEDITACION XXVII.

PRLNCIPI© DE LA PREDICACION DE JESUCRISTO EN GALILEA.


(S. Mateo c. 4. v. 12. S. Marcos c. 1. v. 14. S. Lucas c. 4. v. 14.15.;

1.® E L LOGA* DONDE JESUCRISTO COMIENZA A PREDICAR: 2 . ° LA MANERA


CON QUE PREDICA: 3 . ° L o s PRIMEROS SUCESOS DB SU PREDICACION!

PUNTO PRIMERO.

Del lugar donde Jesucristo comienza á predicar.

Lo i.° el lugar escogido por Jesucristo para dar principio ó


su predicación\ no fué Jerusalen ni la Judea... «Y cuando oyó
»Jesús que Juan habia sido puesto en prisión, se retiró á la Ga-
lilea.» Jesús por impresión del Espíritu de Dios que lé guia-
ba, difirióá un tiempo menos tempestuoso, el manifestarse
por la primera vez en la Judea, para que fuesen mas útiles sus
trabajos. La persecución que se escitó en Jerusalen contra Juan
Bautista y el tumulto reciente que con este motivo se levantó,
determinaron al Salvador á volverse á la Galilea. Quiso ense-
ñar con esto á los Varones Apostólicos á no irritar la persecu-
ción con su presencia; antes á llevar & otra parle la palabra de
la salud que. sé les encargó anunciar. Los Evangelios no nos en-
señan, en qué consistiese esta persecución suscitada contra
Juan Bautista: dicen solamente que Juan fué puesto en la pri-
sión. Entregado sin duda á los Principes de los Sacerdotes por
los Escribas y Fariseos, que molestados ya de oírle lan fre-
cuentemente y con tanta libertad, declamar contra los públicos
desórdenes, especialmente contra los escándalos, de que ellos
mismos estaban culpados, le citaron al Consejo del gran Sa-
cerdote , donde tuvo la gloria de sufrir los mayores ultrajes por
su Maestro. Lo que no tiene duda es, que esta tropelía y este
castigo dirigidos. ¿ acobardar al Santo Precursor con ef temor
de alguna pena mayor, fueron para él, como ordinariamente lo
son para los verdaderos ministros de Jesucristo, el alimento
del fuego de amor divino que le consumía. Convencido deque
era necesario obedecer á Dios, no obstante la resistencia de los
hombres, no renunció á su ministerio, aun despues que fué
puesto en libertad. Solamente dejó los desiertos de la Judea:
pasó el Jordán: y fué á esponerse á nuevos peligros, predi-
cando la penitencia y anunciando la venida del Mesias á los Ju-
díos establecidos en la otra parte del rio. Escogió un lugar con-
veniente á su bautismo que fué el territorio llamado Bethania
que quiere decir-el pasage: lugar no muy distante de la aldea
del mismo nombre, mucho mas cercana á Jerusalen. Aquí tuyo
su celo mejor acogida, y le mereció la veneración de aquellos
que habian intentado hacerle temblar.
' Lo Fué en Galilea, donde. Jesucristo se retiró, para dar
principio á sus lecciones, mostrar sus ejemplos, y esparcir tus
milagros. Esta porcion de la Tierra Santa fué su ordinaria ha-
bitación, y como el centro de sus misiones... {Infeliz Jerusa-
len 1 [desgraciada Judea 1 Perseguiste al Precursor, y pierdes
la presencia del Salvador. ¡Dichosos Galileosl si supierais
aprovecharos de vuestra suerte. Aquí se ve como la infidelidad
de unos les sirve de ventaja ¿ otros... [Infeliz de mil (Cuánto
me hubiera yo adelantado en la perfección, si hubiera sido fiel
á todas las gracias que he recibido 1 ¿Y dejaré que pasen siem-
pre á otros los favores que á mi se me ofrecen?
Lo 3.° Jesús por impulso del espíritu volvió á la Galilea.
El Espíritu Santo que es el espíritu de Jesucristo, le habia
conducido al desierto, para que allí fuese tentado, y ahora le
conduce á la Galilea, para empezar su misión... Al Espíritu
Santo pertenece el prescribirnos el tiempo y los lugares, y en-
senarnos cuándo debemos huir la persecución, ó salida al en-
cuentro: escondernos en el desierto, en el retiro, ó aparecer
en público, hablaré callar. [Qué cosas tan grandes haría-
mos por la gloria de Dios, por nuestra salvación y la del pró-
jimo, si fuéramos fieles á no determinarnos de otra suerte que
por impulso y mocion interior del Espíritu Santo y por las ór-
denes de la obediencial Pero lo que casi siempre nos determi-
na , es el amor propio, el amor del reposo, el placer, la vani-
dad, la ambición y el interés. (Cuántas y cuán grandes pérdi-
das para nosotros y para los prójimos, de que tendremos que
dar estrecha cuenta á Dios I

PUiNTO II.

Jesucristo entrando en la Galilea, no se fijó en ningún pueblo ó


tugar determinado.

Solo, comp hacían los Profetas, no teniendo aun discípulos,


recorría las aldeas y las ciudades, predicando el Evangelio
del Reino de Dios... Enseñaba en aquellas Sinagogas, donde
los Escribas y Doctores de la Ley tenían por costumbre hacer
sus lecciones al pueblo: iba á las asambleas que tenían en los
lugares, por donde pasaba, y en todas partes y en todos tiem-
pos instruía en la virtud del Espíritu Santo, esto es, predicaba
con sencillez , dando ejemplo, y haciendo milagros.
Lo 1.° Con sencillez sin adornar sus discursos con flores
de una elocuencia mundana: hablaba el lenguaje del Espíritu >
Santo: lenguaje que es tanto mas fuerte, cuanto mas sencillo y
sincero, y que une á una bella sencillez mucha nobleza y
grandeza... Los libros de piedad que llevan este carácter, de-
ben agradarnos mas que otros, y debemos preferirlos á los
demás.
Lo 2.° Dando ejemplo: haciendo ver en si mismo la unión
de todas las virtudes que el Espíritu Santo inspira, y cuya prác-
tica recomendaba á los otros, no dando lugar á sospechar que
fuese animado de algún otro motivo que del celo por la gloria
de Dios y por la salud de las almas. ¿Es acaso este el motivo
que nos mueve á instruir, á reprender y á corregir?
Lo 3.° Haciendo milagros: Jesucristo predicaba en la vir-
tud del Espíritu Santo... esto es, con el poder de los mila-
gros... Confirmaba la verdad de su palabra con las obras de
poder del Espíritu Sanio, con un número infinito de prodigios
y de curaciones milagrosas. Aunque aquí no se esplique algún
milagro, veremos despues, que obró un gran número, espe-
cialmente en Cafarnaum y en sus eontornos. iO Jesús 1 Divino
Celador de las almas, hablad á mi corazón en la virtud del
Espíritu Santo: obrad en mi el milagro de mi conversión: im-
primid en mi las verdades que anunciasteis.

PUNTO lU.

De los primeros sucesos de ta predicación de Jesucristo.

«Se esparció por todo el pais la fama de él, y ensefiaba en


»todas las Sinagogas, y era aclamado de todos...
Lo 1 A l a b a n z a bien merecida por Jesucristo. No es de
maravillarse que la reputación de un hombre tan sencillo, tan
magestuoso en su lenguaje, tan grave y tan afectuoso en sus
discursos, tan generoso en sus sentimientos, tan augusto en
su persona y tan poderoso en sus obras, se esparciese tan rá-
pidamente en tos contornos de todos los lugares que honraba
con su presencia... Unámonos con todos estos pueblos, para
alabar á nuestro Salvador, por haber querido empezar de esta
manera la grande obra de nuestra redención y salud. Inspire-
mos en otros los mismos sentimientos: y trabajemos con todo
nuestro poder, para estender cada vez mas la gloria de su san-
to nombre.
Lo 2.° Alabanza referida á Dios por Jesucristo. Toda ala-
banza que por razón de su objeto no puede referirse á Dios por
aquel que la da, es falsaj frivola y aun pecaminosa: toda ala-
banza que no se refiere á Dios por el que la recibe, es para él
un veneno, una usurpación de la gloria de Dios, y por lo ordi-
nario uno de los mayores y mas grandes obstáculos para la
192 EL EVANGELIO MEDITADO,
conversión ó para el adelantamiento espiritual. Examinémonos
sobre las alabanzas que damos, y recibimos.

Petición y coloquio.

¡O Jesús! La alabanza es una tentación peligrosa: ¿cómo


resistiré sin vuestra ayuda: dadme, pues, vos mismo un alma
humilde, un espíritu muerto: pero como es necesario estar
muerto del todo, para no sentir el olor del incienso que por
nosotros se quema , hacedme morir á mi mismo con un despe-
go universal y perfecto y con las pruebas mas humillantes, pa-
ra que pueda resistir al fuerte atractivo de la adulación y á los
engafios del amor propio... Amen.

»
MEDITACION XXVIII.

JESUCRISTO ASISTE EN NAZARETH i LA SINAGOGA DE LOS


NAZARENOS.
(S. Luco» e. i. v. 16. 30.;

JBSOCMSTO ESCITA LA ADMIRACION DE LOS NAZAABNOS. CONFUNDE SU INJU»-


TICIA, T HOYE DE SO FOFTOB.

PUNTO PRIMERO.

Jesús escita la admiración de los Nazarenas con el esplendor de


su reputación.

Se sabían en Nazareth las grandes maravillas que Jesucris-


to despues de su bautismo habia obrado en toda la Galilea, y
particularmente en Cafarnaun. San José había muerto ya; y
es probable que cuando Jesucristo fué á la Judea, para ser
bautizado, la Santísima Virgen hubiese ya dejado su habitación
que tenia en Nazareth, para establecerse en otra parte, y aca-
so sería en Caná, Ciudad de la Galilea. Sea de esto lo que se
fuese, Jesucristo en el curso de su misión, no se olvidó de su
patria. «Se fué á Nazareth, donde se habia criado, y entró se-
sgan su costumbre el Sábado en la Sinagoga»... Todo el Pue-
blo <]uedó admirado, sin duda al ver á Jesucristo en su asam-
blea, y ciertamente debía haber mucho gusto en oír hablar á
este hombre, de quien se contaban tantos prodigios... ¿Es aca-
so semejante á este el deseo y la esperanza, con que nosotros
vamos á aquellos lugares, donde está Jesucristo, y principal-
mente 4 las congregaciones eristianas, en que se fomenta y
sustenta la piedad con el buen ejemplo, y en que la oracion es
mas eficaz por el concierto y unión de los que oran y ruegan?
Lo 2.° Jesucristo se kaes admirar de los d» Nazareth por ta
TOM. I. 13
amabilidad de su persona y por la gravedad de sus discursos:
Luego que llegó la hora de la instrucción, fué á presentarse al
Superior de la asamblea, para esplicar, según se acostumbra-
ba, cualquier paso de la Escritura. Se levantó en pie, para
hacer su lección, y le dieron el libro de Isaías Profeta (1): y
abierto este, encontró el paso, donde está escrito. «El espíritu
»del Sefior sobre mi: por lo que me ha ungido para evangeli-
»zar á los pobres, me ha enviado á curar aquellos que tienen
»el corazon contrito, á anunciar á los esclavos la libertad, y á
»los ciegos para que recobren la vista: á restituir la libertad á
»los oprimidos, á predicar el afio aceptable del Sefior y el dia
»de la redención. Y cerrado el libro, le volvió á entregar al
«Ministro: y se sentó: y todos los de la Sinagoga tenian fijos
»los ojos en él»... Jamás se escitó con tanta viveza la curiosi-
dad de este auditorio. Un joven Profeta en la flor de su edad
con aquel semblante de nobleza, de dulzura y de modestia que
resplandecía en toda su persona, debia arrebatar lodos los co-
razones. La voz llena de un dulce atractivo, la autoridad ma-
gestuosa y el porte respetuoso con que babia leído, hacían de-
sear que diese la esplicacion... ] Ahí si supiéramos nosotros fijar
nuestras miras en Jesucristo, sin volverlas á otros mil objetos
frivolos que nos disipan, sin duda sentiríamos en nuestro cora-
zon su voz: ¿y qué dulzura? ¿y que luces no esperimenta-
riamos?
Lo 3.° Jesucristo se concilió la admiración de los Nazarenos,
con la esplicacion de la Escritura. «Y empezó á decirles, hoy
»habeis visto el cumplimiento de esta Escritura que habéis
»oido»... Para esplicar este Divino Doctor su testo, no tuvo
necesidad de otra cosa que de mover á los Nazarenos á con-
frontar las palabras de Isaías que habian oído leer, con lo que
habian oído ya publicar del mismo. La relación era sensible y
el cumplimiento de la profecía evidente y manifiesto. El Espí-
ritu Santo habia bajado en forma visible sobre Jesucristo, y

(I) Isai 61.


despues de aquel tiempo habia cumplido lodo lo qu& habia
anunciado y predicho el Profeta. No era fácil refutar una prue-
ba tan evidente. Los Nazarenos la examinaron, y todos ¡o apro-
baron, esto es, que cuanto habian oido decir de él, era preci-
samente lo que habia leído en el Profeta. Este es el testimonio
que dará todo espíritu racional que confronte fielmente los
Evangelistas con los Profetas... Los incrédulos afectan muchas
veces, oponer á las palabras del cristianismo las pruebas que
favorecen las falsas religiones. Aquí cesa todo cotejo. El cris-
tianismo solo está sefialado con el sello de las Profecías: sello
divino que ninguna fuerza podrá arrancar, ni artificio alguno
contrahacer... ¡O Sailvador mio! si yo pudiera con la viveza de
mi fé, y con la sinceridad de mi testimonio recompensar los
ultrajes que os hacen tantos discursos y tantos libros impíos!
Los Nazarenos no podían menos de admirar á Jesús. «admi-
«raban las palabras de gracia que salían de su boca»... ¿Y
qué? ¿Se debían contentar con esto? Por ventura al carácter
lleno de santidad, de poder y de bondad que de Jesucristo ha-
bia pintado el Profeta, y que tan bien le conviene, no debían
ellos el mas profundo respeto, el mas sincero, tierno y genero-
so amor?.. Vos sois, ó Salvador mío, el Santo de los Santos,
la misma Santidad: Vos habéis recibido la plenitud del Espíritu
Santo y unción de la divinidad: Vos venis únicamente, para
curarnos de nuestros males y llenarnos de vuestros bienes: á
anunciarnos las misericordias de Dios, y prepararnos para el
dia de su justicia. (O Médico caritativo, poderoso libertador,
y remunerador justo 1 ¿Y bastará solo admiraros?¿Cómo podré
yo suficientemente agradaros y amaros? Perfeccionad, Sefior,
en mi vuestra obra; instruidme, consoladme, libradme, ilumi-
nadme , sanadme, y santificadme.
PUNTO U.
Jesús confunde la injusticia de tos Nazarenos.

1.° ConfttQde sus desprecios con su silencio: 2.° sus quejas


con la escritura: 3.° su cólera con su paciencia.
Primeramente: Los desprecias con el silencio. La belleza de
los discursos de Jesucristo, la solidez de sus instrucciones, el
esplendor de los sucesos prodigiosos que se contaban y publi-
caban de él, no pudieron borrar una mala prevención. Al asom-
bro con que parecía, estaban sorprendidos los Nazarenos, su-
cedió en pocos momentos el desprecio. Apenas dejó el Sefior de
hablar, se preguntaron los unos á los otros: «¿No es este el
Hijo de José?»... i O y qué insensatos que sois 1 ¿Y qué importa
de quien sea hijo, ó que su nacimiento sea oscuro, si son-lu-
minosas, y esclarecidas sus obras? Al contrario debíais enten-
derlo; que siendo, según vosotros, su nacimiento oscuro, lo
que veis en él os debia parecer sobrenatural y divino. ¿Cómo,
pues, pasais tan rápidamente de una justa admiración al mas
injusto desprecio? Creed á sus obras, no obstante la aparente
oscuridad de su nacimiento, y bien presto sabréis, que ese que
vosotros pensáis ser hijo de José, es el hijo del Altísimo, y que
no tiene otro Padre que Dios mismo. Pero no: un discurso es-
travagante, una falsa y ridicula chanza, oscurece para los im-
píos el resplandor de la luz mas brillante: á hombres determi-
nados á no creer por su orgullo y por sus pasiones, todo sirve
para hacerles permanecer incrédulos. De este modo, en todos
tiempos la humildad de Jesucristo ha sido un escándalo para los
espíritus frivolos y orgullosos, sin que el resplandor de sus
obras, y la manifestación de su gloria, hayan podido jamás
vencer su injusta prevención. En nuestros dias, y aun en medio
del Cristianismo, nosotros mismos le hemos oido nombrar hijo
de un carpintero, con una blasfemia que no podemos llorar
bastante, y que debemos procurar reparar con nuestros mas
profundos obsequios.
Lo 2.° Jesús confunde sus quejas con la Escritura... Este
diviso Salvador DO dió respuesta al desprecio que los Nazare-
nos mostraron eon sus palabras; pero les hizo ver bien claro,
que ora mas que hijo de José, respondiendo á las internas que-
jas que aun no habían manifestado: penetró sus pensamientos,
les previno sus discursos; «Y les dijo: cierto que vosotros me
vdireis aquel proverbio: Médico, córate ¿ ti mismo; todas
^aquellas cosas que hemos oído, hechas en Cafarnaun, hazlas
otambien en tu patria»... Tales eran los pensamientos, que
giraban actualmente en lo interior del espíritu de los Nazare-
nos... [O y qué ciegos que soisl Si oreéis los milagros fcelhos
en Gafarnaun, ¿qué necesidad teneis de otros milagros? ¿Y si
no los creéis sobre la relación de tantos testigos irreprensibles
que los han visto, aerecereis que Jesucristo los haga á vues-^
tros «jos? En vano los impíos de nuestro tiempo tienen el liris-
mo lenguaje que tos Nazarenos. No se alcanzan los milagros
pidiéndolos de un modo insultante, y con espíritu de incredu-
lidad.
Al proverbio de t»s Nazarenos opuso Jesucristo una sen-
tencia que se ha verificado en todos tiempos: afiadió, pues, el
Sefior: «En verdad os digo, que ningún Profeta es bien reci-
bido en su patria «... y lo probó con dos ejemplos tomados de
la Escrituro: «En verdad os digo, que habia muchas viudas en
»Israel al tiempo de Elias, cuando el cielo estuvo cerrado tres
»afios y seis meses; y hubo una grande carestía por toda la
»tierra; y á ninguna de ellas fué enviado Elias, sino & una
»muger viuda de Sarepta del territorio de Sidon; y muchos
«leprosos habia en Israel en tiempo de Elíseo Profeta, y nín-
»guno fué limpio de la lepra , sino Naaman Syro»... Los Naza-
renos hacían un grande asunto sobre el nombre de la patria:
creían que por su respeto, y por ilustrarla, habia de emplear
Jesucristo todos sos talentos, y todo su poder; pero el Sefior
les mostró, que Dios juzga de una suerte bien diversa, y que
sus dones y gracias no se reparten con las miras que tocan ¿
la carne ó á la sangre: que él ve el corazon, v sobre este co-
nocimiento, rehusa á unos los beneficios que concede á oíros:
y finalmente que no se debian maravillar, que mirándole ellos
como hijo de José, y los Gafarnaitas, como enviado de Dios,
obrase mas prodigios á favor de estos, que de ellos. Les hizo
ver que la patria de un Profeta es ordinariamente el lugar,
donde los espíritus están menos dispuestos á aprovecharse de
sus instrucciones, y á merecer el socorro de los milagros, y
que ellos mismos eran una prueba presente... Ame cada uno
su patria, santificándose en ella, edificándola y sirviéndola:
amemos á aquellos que la gobiernan, y no entremos jamás á
parte de los discursos que se tienen, y de las conjeturas qué
contra ellos se forman.
Lo 3.° Jesús confunde la cólera de los Nazarenos con su pa-
ciencia. Su discurso lleno de fuerza, y de una santa libertad, y
el conocimiento que mostraba de los secretos de los corazones,
indicaban sin duda que él era el Mesías, cuanto pudieran in-
dicarlo los milagros que le pedían; pero no lo entendieron así
en la Sinagoga: se escandalizaron de que pretendiese el título
de Mesías un hombre que creían hijo de un pobre artesano de
la Ciudad: se ofendieron al verse tachados como hombres in-
dignos de los beneficios y de los milagros de Jesucristo; y
principalmente los dos ejemplos de la Escritura que habia ale-
gado, les parecieron una comparación odiosa y ultrajante.
«Y al oír estas cosas todos los de la Sinagoga se llenaron de
«indignación, y se levantaron, y le echaron fuera de la Ciudad,
»y le llevaron hasta la cumbre del monte, sobre que estaba
«fabricada su Ciudad»... Regularmente, ninguna cosa prueba
mejor la justicia de una reprensión, que la manera con que
se recibe: aquella con que los Nazarenos interpretaron el dis-
curso de Jesucristo, podia servir siempre para confirmarla
mas, y justificaba plenamente cuanto les habia dicho sobre la
mala disposiciou de su corazon. Estos desgraciados ciegos de
su resentimiento, no queriendo, ni reconocerse á si mismos,
ni ser conocidos; se dejaron llevar de su orgullo y de sus ce-
los: lejos de entrar en sí mismos, y reconocerse indignos de
los beneficios de Dios; lejos de admirar en Jesucristo el don
divino de penetrar los corazones, su sabiduría y su celo; y le-
jos de recoger las verdades que salían de su boca, se enojaron
y se irritaron contra el Médico caritativo que pretendía sanar-
los. A las espresiones, ímpetus y esfuerzos de su cólera con-
trapuso Jesucristo una paciencia invencible. Se deja llevar, y
deja que le destierren de su patria, y que le lleven donde quie-
ran, sin la menor resistencia... Pedían milagros; y este es uno
nuevo de dulzura, y de paciencia; pero si no se rinden á este,,
verán bien presto otro, que reconocerán por fuerza: felices
ellos, si supiesen aprovecharse.

PUNTO III,

Jesucristo huye de su furor.

Furor estremo, furor inútil, furor rigurosamente casti-


gado.
Primeramente: Furor eslremo, que llega hasta querer ha-
eer morir con sus manos á aquel que un momento antes era el
objeto de su admiración: « Le condujeron hasta la estremidad
»del monte sobre que estaba fabricada su Ciudad para precipi-
tarle»... ¿Qué ha hecho, pues, Jesucristo, que merezca la
muerte? ¿Cuál es su delito? ¿De qué le han acusado? ¡Quél
Sin pretesto alguno, sin observar alguna ley, sin tener algún
órden de proceso, sin que ninguno implore la justicia, se corre
de esta manera en tumulto, y se arrastra al inocente al supli-
cio?.. ¿Solo contra vos, Jesús mió, y contra vuestros siervos
es tan ciego el furor, y tan precipitado? Ya lo entiendo: vos
lo quisisteis f robar primero para consuelo de vuestros discí-
pulos.
Lo 2.° Furor inútil. «Pero él pasando por medio de ellos,
»seiba»... Estos furiosos no pudieron, ni aun atemorizará
aquel que querían hacer morir. Jesús pasó por medio de ellos
sin que pudiesen detenerle: ó sea que se hiciese invisibleá sus
ojos, ó que los hiciese inmobles, ó que les quitase el poder de
hacerle dafio, ó que su poder obrase en sus almas, y sobre la
pasión que los dominaba, no les dejó otra cosa, que la ver-
güenza de haber hecho esfuerzos inútiles para perderle... mil
veces han evitado de esta manera los mártires, y huido por
milagro la rabia de los tiranos; y cuando han quedado victimas
de su furor, sus almas victoriosas volaron desde sus manos al
oielo, donde para siempre gozarán con Jesucristo de la biena-
venturada inmortalidad... Jesucristo tendrá siempre discípulos
Henos de su espíritu, incapaces de temor, y deseosos de la glo-
ria del martirio.
Lo 3.° Furor rigurosamente castigado. La menor pena de
su atentado fué la confusion, de que quedaron llenos; y ver que
de un Profeta tan grande su conciudadano no habian merecido
otro milagro que el que fué necesario obrar para librarse de
sus manos sanguinarias y parricidas... Otro castigo infinita-
mente mayor fué la pérdida que baoia su patria, con partirse
Jesucristo de ella; y el mayor de todos los castigos fué la du-
reza de oorazon, que los hizo insensibles á todas las cosas.

Petmon y coloquio.

¿No soy yo mismo, ó Sefior, el que be caído en esta mis-


ma dareza? Bien se la han merecido mis pecados. Tengo jus-
tísimas razones de temerlo, por mi insensibilidad á lodo aque-
llo que me pudiera mover. Con toé) eso, ó Dios mió, el temor
mismo en que vivo, me hace esperar, que no se han agotado
aun vuestras misericordias para con mi alma. No me abando-
néis, Jesús mío, si alguna vez empezareá formarse en mí este
funesto endurecimiento, no permitáis que llegue á ampielarse.
Disipadlo y alejadlo de mí; enterneced mi corazon, hacedle
sensible i vuestra bondad, y dócil á vuestras instrucciones.
Amen.
MEDITACION XXIX.

JESUS VA DE NAZARETH k CAFARNAUN, DONDE FIJA.


EL CENTRO DE SUS MISIONES.
S. Mateo e. 4. v. 13. tt 17. 8. Mareo» 1. «. 15.

Gemionnos AQUÍ CON BL SAGRADO Tino: 1. # IA VBTBNCION DB JESUCRISTO


N CATASHAUN: 8 . * LA PEOVBCÍA QUE ANUNCIABA « J DOCTUNA VN C A -
E I M A U N : 3 . ° SU VBBMCACUMT BN CATAENAAJN, T SUS COFFROUOS.

PUNTO PRIMERO.

La detención de Jesucristo en Cafarnaun.

«Y dejando la Ciudad de Nazareth, s e fué á habitar ¿ Ca-


wfarnaun, Ciudad maritima á los confines de Zabulón»!.. Aquí
Temos una sustitución, y una traslación de gracias. Ninguna
cosa hay en la Escritura mas frecuente, y de mas terribles
consecuencias en el órden de la salvación que el castigo de
Dios, en que se ven unos sustituidos á otros; y las gracias des-
tinadas á estos, pasar ¿ aquellos, por la prevaricación é infi-
delidad de los primeros. El Evangelio nos suministra ejemplos
de cuatro maneras.
1.° De Provincia en Provincia. Hemos visto ya á Jesús de*
jar la Judea, y pasar á la Galilea para comenzar allí su divino
ministerio; y llevar la luz del Evangelio, por la persecución
que se levantó contra Juan Bautista... jAy de los Superiores y
Cabezas que mandan en las Provincias, si por su condescen-
dencia , por su ejemplo y por su violencia, contribuyen á la
perdición y ruina de la fé, y á la corrupción de las costumbres!-
2.° De Ciudad en Ciudad: Vemos aquí Cafarnaun sustituido
á Nazareth, y sabemos por qué escesos esta última Ciudad se
ha merecido tan riguroso castigo... Amemos, según Dios, la
Ciudad ó lagar donde vivimos: roguemos por lodos aquellos
que habitan con nosotros; y contribuyamos, según nuestro
estado y nuestro poder, á la conservación de la fé, y al man-
tenimiento de las buenas costumbres, de la piedad, y de las
sanas máximas.
3.° De un particular á otro particular: Luego veremos el
Apostolado del traidor Judas pasar á la manos de San Matías:
¡Ohl y cuanto nos debe hacer temblar este ejemplo! ¡Cuantos
otros hay, que nosotros no conocemosI Quedaríamos asombra-
dos, si viéramos la multitud de gracias que hemos perdido por
nuestra culpa, y que se han pasado ¿ otros que han hecho me-
jor uso, y se han aprovechado de ellas. Si, aquella tierna de-
vociónaquel recogimiento profundo, aquel amor á la oracion
y á la mortificación que veo en este y en el otro, eran acaso
favores, que estaban destinados para mí; que se los gocen ellos
en hora buena, no me lamento: he merecido el ser privado;
pero, Sefior, el tesoro de vuestras misericordias es infinito; no
me quitéis los que aun me han quedado: procuraré servirme de
ellos en adelante tan bien, que podré empefiaros á volverme
los que mi infidelidad os ha obligado á quitarme.
4.° De Nación en Nación. Ninguna cosa mas manifiesta
que la reprobación de los Judios, y la vocacion de los Gentiles
sustituidos en su lugar. Sirvamos, pues, al Sefior con temor:
temamos el rigor de sus juicios; roguemos para que no nos
castigue su cólera, con privarnos de la fé; y si no podemos de-
tener la corriente de sus venganzas, si es necesario que la fé
perezca, perezcamos nosotros con ella, permaneciendo fieles
hasta la muerte. Sí, Sefior, tales son mis sentimientos: espe-
ro que me ayudareis á mantenerme en ellos, y que no permi-
tiréis que yo vea este efecto de vuestra indignación, y haced
que vuestra Santa Religión sea siempre entre nosotros amada
tiernamente, y respetada.
PUMO II.

De la Profería que anunciaba esta detención de Jesucristo en


Cafarnaun.

«Para que se cumpliese lo que habia dicho el Profeta Isaías.


»La tierra de Zabulón, y la tierra de Nephtali camino del mar,
»& la otra parte del Jordán. La Galilea de los Gentiles: el
«Pueblo, que caminaba en las tinieblas ha visto una grande
»luz, y se apareció la luz á aquellos que habitaban en la re-
»gion de la sombra de la muerte»... Esta Profecía señalaba
lo i.° el lugar donde el Mesías debia empezar á predicar. Lo 2.*
la situación de los Israelitas de estos paises. Lo 3.° el estado
de los Gentiles de esta misma tierra y sus contornos. Lo 4.° el
carácter del Mesías.
Lo 1.° el lugar donde el Mesias debia abrir y empezar su
ministerio. La Ciudad de Cafarnaun estaba situada en los con-
fines de la Tribu de Zabulón, y de Nephtali, vecina á un .gran
lago, áque daban el nombre de mar; y se llamaba unas veces
el Lago de Genesareth, otras el mar de Tiberiades ó de Gali-
lea. La Profecía comprende, no solo la Ciudad de Cafarnaun,
sino también los lugares circunvecinos donde Jesucristo iba á
anunciar el Evangelio. Este pais se llamaba la Galilea superior,
ó Galilea de los Gentiles, porque los Gentiles poseian allí mu-
chas Ciudades. Salomon habia cedido veinte á Biram Rey de
Tiro... No dejemos de admirar como los Profetas han anuncia-
do todos los hechos particulares del Mesías; y como Jesucristo
siguiendo con fidelidad su carrera seflalada por su Padre, no
da un paso sin cumplir las profecías.
Lo 2.° Isaías habia señalado la situación de los Israelitas de
este pais. «Caminaban en las tinieblas»... No solo porque esta-
ban los mas distantes de Jerusalen y del santo templo, sino
también porque vivían en una suma ignorancia de su religión y
de sus propias obligaciones, y su conducta era mas semejante
á la de los Paganos que vívian al redededor, y en medio de
ellos, que la que debian tener como hijos de Jacob, y adora-
dores del verdadero Dios. Con todo esto, son los primeros que
logran las ventajas de ver esta gran luz que viene á iluminar
el mundo entero: y Jesucristo establece entre ellos su habita-
ción... Concibamos cuan afortunada es su suerte, y considere-
mos que es solo una sombra ó imágen de la nuestra.
Lo 3.° La profecía habia indicado el estado de los Gentiles
de Gafarnatm y de tos contornos. ¿Podría el Profeta por ventu-
ra pintar mejor los pueblos idólatras' que no habian tenido aun
el eonoeimiento de Dios, y cuya vida estaba manchada de mu-
chas abominaciones, que con decir «que estaban sepultados en
»lá región, y en la obscuridad de la muerte?» Y con todo eso
nació, y se levantó sobre ellos la divina luz que habia venido
para los hijos de Israel. Yiéron á Jesús, le oyéron, fueron tes-
tigos de sus milagros; y los mismos que habian venido dé Tiro
y de Sidon, lograron ser curados de sus. enfermedades. | 0 , y
cuánto tiempo habrá acaso que yo estoy sepultado en esta obs-
cura .región de muerte, viviendo, aunque cristiano, una vida
de Pagano, no reconociendo otro Dios que mis placeres, no si-
guiendo otra ley que la de mis pasiones, tranquilo y sin remor-
dimientos en el abismo del pecado, y en el estado miserable de
condenacionl ¿Qué seria de mi si esta divina luz no hubiera
venido á alumbrarme? Me habría estado en esta funesta situa-
ción hasta la muerte; y de esta sombra de muerte hubiera pa-
sado como otros muchos á los suplicios de una muerte eterna.
¡O misericordia divinal ¿Qué cosa podré yo hacer para mos-
trarme agradecido á un tan señalado amor, y á un tan grande
beneficio?
Lo 4.° El Profeta habia pintado et carácter del Mesías. Le
habia llamado ta grande luz; y en esto conviene perfectamente
con el Evangelista, que así le nombra: «verdadera luz que
»alumbra á todo hombre que viene á este mundo»... Jesús es
la grande y verdadera luz, que ha disipado todas las tinieblas,
y ha eclipsado cualquiera otra luz: luz llena que nos ha ense-
fiado todas las verdades necesarias para nuestra perfecta felici-
dad: luz pura, sin mezcla de alguna sombra de dudas, de erro-
res, ó de mentiras: luz gratuita, que se ofrece á nuestros ojos,
sin que nosotros pudiéramos presentarnos á ella, ó merecer que
viniese A nosotros: luí eterna, que nos ilumina aqui en la tier-
ra, para llevamos al grande dia de la luz perfecta de la eterni-
dad. (O Jesús! Sed mi luz, baeed que yo sola ésta conozca, y
que séa esta, sola la que siga.

PUNTO UI.

De ta predicación de Jesucristo en Cafarnaun y tus contornos.

«Desde entónces comenzó Jesús á predicar, y á decir: ha-


»ccd penitencia... y creed el Evangelio»... Esta predicación,
aunque breve y sencilla, nos representa cuatro objetos intere-
santes para meditar.
1.° El cumplimento del tiempo. El tiempo sefialado para la
venida del Mesias está cumplido. Las setenta semanas del Pro-
feta Daniel están para espirar; el cetro, según la profecía del
patriarca Jacob, ya no está en la casa de Judas, ya pasó á tóa-
nos de extrangeros.
Digamos también respeto á nosotros: el tiempo se cumplió
ya: el tiempo en que Dios quería ponerme sobre la tierra, ya
vino: el tiempo que quería que yo respirase, está muy avanza-
do, y acaso presto acabará. ¡Ay de mil ¿En qué lo he emplea-
do yo? Podemos también decirnos á nosotros mismos: el tiem-
po de la inconstancia y de la necedad, el tiempo de la disipa-
ción y del pecado ya se pasó para mi: estoy resuelto, quiero
empezar una vida santa y cristiana, y renuncio para siempre
cuanto me ha alejado hasta ahora de Dios y de mi salvación.
2.° Esta predicación nos anuncia que está ya cerca el rei-
no de Dios; esto es, la institución del cristianismo: de hecho, no
podia estar mas cercano el establecimiento de la ley evangéli-
ca: dentro de pocos días empezará Jesucristo á juntar discipu-
los, y echará los fundamentos á la Iglesia: también oiremos
bien presto al mismo Señor promulgar en el monte los princi-
pales artículos de su evangelio. Nosotros hemos tenido la suer-
te feliz de nacer en tiempo en que ya está establecido este rei-
no, y se conserva pacífico. ¿Cómo nos aprovechamos de tan
grande beneficio? ¿Somos miembros vivos de la Iglesia? ¿Reina.
Dios en nosotros con su amor, y mediante la exacta observancia
de su ley? Hagámonos cargo que hay aun para nosotros otro
reino de Dios, que también está vecino, y que presto se deci-
dirá, sí Jesucristo deba darnos un trono en él, ó condenarnos á
un suplicio eterno en el infierno.
3.° Esta predicación nos anuncia la necesidad de la peni-
tencia. Ya la habia predicado el Precursor de Jesucristo; pero
este Divino Salvador nos la predica él mismo, como un medio
necesario para prepararnos á recibir el reino de los cielos...
¡Ahí Cuanto mas necesaria es para mí, que admitido en este
reino de la Iglesia, he obrado hasta ahora como subdito rebel-
de, habiendo quebrantado muehas veces todas las leyes, y
profanado toda la santidad. No es ya Juan Bautista; es Jesucris-
to mismo, mi Salvador, mi Juez el que me exhorta y me soli-
cita á hacer penitencia, porque sin ella no puedo participar de
su redención, ni evitar el rigor de su juicio. ¿Qué motivo para
acomodarme á llevar el yugo?
4.° Finalmente, esta predicación de Jesucristo nos conduce
á creer el Evangelio... Todos nosotros fallamos en materia de
fe: unos porque no la tienen; otros porque no tienen la que
basta, ó porque no animan la poca que tienen, ó porque no pi-
den el cumplimiento de la que les falta... Creed el Evangelio,
dice Jesucristo á todos... Discípulos de Moisés, credel Evange-
lio: leedle con atención, vosotros vereis en él cumplidas las fi-
guras, y ya venido el Mesías que esperabais... Cismáticos, He-
reges, Sectarios de cualquiera especie qUe seáis creed el Evan-
gelio: vosotros vereis á que autoridad os sujetáis; y bien presto
os uniréis á la Iglesia... Deislas, Filósofos, Scéplicos, ó de
cualquier otro nombre que os llaméis, creed el Evangelio: voso-
tros encontrareis el fin de vuestras dudas, de vuestra perplegi-
dad, y de vuestras inquietudes; y convendréis en que solo el
Evangelio tiene fuerza para convencer, y tener sujeto á si todo
espíritu racional... Pecadores endurecidos en el hábito del pe-
cado, creed el Evangelio: meditadle con atención, y bien presto
' rompereis vuestras cadenas, y bendecireis á vuestro Liberta-
dor... Almas tibias; perezosas y disipadas,, creed el Evangelio:
internaos en él, hacedle materia de vuestras reflexiones, y bien
presto os sentireis movidas á caminar con fervor y alegría por
el camino difícil de la perfección... Pobres, débiles, afligidos,
perseguidos, desesperados, seáis quien fueseis, creed el Evan-
gelio: en él encontrareis vuestro alivio y vuestra consolacion.
Es vuestro Dios, es vuestro Salvador mismo el que os exhorta,
creed,el Evangelio.

Petición y coloquio.

Creo vuestro Evangelio, é Divino Jesús, sostened mi fé. ¡O


verdadera luz del mundo 1 ¿Podré yo por ventura preferir á vos
las linieblas?.No cerraré, Dios mió, jamás los ojos á los rayos
de vuestra gracia, ni las puertas de mi corazon á su atractivo.
¡O Dios de mi vidal Sed también el Dios de mi espíritu; solo
pensaré en vos; sed el Dios de mi corazon, obraré solo por vos:
sed el Dios de mi alma: por vos solo ella vivirá en el tiempo,
para vivir con vos en la gloria. Amen.
MEDITACION XXX.

PRIMER TESTIMONIO QUE DA JUAN BAUTISTA DE JESUCRISTO


i LOS DIPUTADOS DE LOS JUDÍOS.
(San Juan c. 1, «. 19. 28.;

EL SAGRADO TESTO n o s ENSEÑA AQUÍ 1 . ° CUALES RÉRON LOS MOTIVOS DE


ESTA DIPUTACION^ 2 . ° CUALES FUERON LAS PREGUNTAS QUE FTLCDMO* A
JUAN BAUTISTA, I LAS RESPUESTA» QUE DIÓ: QUÉ PREGUNTA» NOS DE-
BEMOS HACER I NOSOTROS MISMOS.

PUNTO PRIMERO.

El motivo de la diputación délos Judíos á Juan Bautista.

Y este es el testimonio que dió Juan cuando los Judios en-


»viáron de Jerusalen los Sacerdotes y Levitas á él para pre-
»guntarle: ¿quién eres tú?...» Tal pregunta hecha en estas cir-
cunstancias significaba: ¿eres tú el Cristo, el Mesías? También
Juan la tomó en este sentido, como se ve en su respuesta: ¿pe-
ro por qué esta pregunta? ¿Qué motivos tuvo la diputación pa-
ra hacerla? Se pueden congeturar cuatro principales.
1.° El respeto humano... «Estas cosas sucediéron en Bet-
»hania á la parte de allá del Jordán, donde estaba Juan bauli-
»zando»... El Soberano Consejo de Jerusalen habia ya maltra-
tado á Juan Bautista (1). Este Santo Precursor habia solo mu-
dado lugar, sin desistir de sus funciones, y las hacia de nuevo
con tanta libertad, como si nada hubiera padecido su reputa-
ción y el número de sus oyentes y de sus discípulos crecía to-
dos los dias. El pueblo mismo de Jerusalen le miraba como un
profeta, y esta idea causaba una mancha ignominiosa en los

(i) Medít. 27.


Autores de la primera persecución que había sufrido. Parece á
primera vista que el fin de esta solemne diputación compuesta
de Sacerdotes y de Levitas hecha por el Consejo de Jerusalen,
fuese para purgarse de aquella mancha... Se ven también al-
gunas veces los impíos retractarse, esplicarse, justificarse y pro-
testar su respeto por la Religión, pero solo por borrar delante
de los hombres el oprobio de la impiedad que han manifestado.
2.° La vanidad... Los Sacerdotes estaban muy satisfechos
de poder manifestar con su diputación una apariencia de celo y
de hacer así ver que estaban atentos á todo aquello que intere-
saba la Religión, y prontos ¿reconocer el Mesías, siempre que
compareciese. Con esto daban también á entender que á ellos
solos locaba el derecho de decidir sobre el verdadero Mesías,
que pertenecía á ellos el proponerlo al pueblo, y que el mismo
Mesías no podia pretender, ni exigir obediencia, sin tener pri-
mero sus votos y su permiso... Pero ¡óhl ¿y cuán opuestos eran
á estas quiméricas pretensiones los oráculos proféticos?
3.° Los celos... Juan no habia recibido de ellos su misión, y
en el ejercicio de su ministerio no habia reconocido su autori-
dad. Este parece que fué su primer delito y el prelesto de la
persecución que habia padecido... Por otra parte los malos tra-
tamientos del Consejo no habian desacreditado este Santo Pro-
feta: acaso se buscaba aun bajo la apariencia de una honrosa
diputaeion, una oeasion de sorprenderle en sus .respuestas, y un
medio mas eficaz, para hacerle perder crédito... {Malvada po-
lítica! No son otra cosa tus caminos, que mentiras y artificios.
El que no busca á Dios con un corazon recto y sencillo, es
castigado con no poderle hallar jamás, ni reconocerle en lugar
alguno.
Lo 4.° El temor de encontrar al Mesias... el pueblo habia
ya sospechado que fuese Juan Bautista, y no disimulaba sus sos-
pechas... El tiempo en que debia venir este enviado de Dios
concordaba con el deseo que de él se tenia; y cuanto se de-
cía de Juan Bautista, de su semblante, de su penitencia, de su
predicación y de su bautismo, era muy propio á confirmarlo.
TOJI. I . 14
Hubiera sido cosa muy afrentosa para los Sacerdotes, que se
bublese hallado ser. efectivamente el Mesías aquel que ellos ha-
bian maltratado y que obraba con tanta independencia... Este
fué, pues, uno de los motivos que los émpefiáron á enviar esta
diputación, para saber, si lo fuese, ó para asegurarse de que no
lo era... [Triste situación aquella, en que uno está obligado á
temer aquello que mayormente debia desear I ¿Cuántos hay se-
mejantes á estos Judíos? ¿cuántos no examinan la Religión, solo
por temor de encontrarla verdadera: y quieren mas persuadír-
sela falsa desde la primera dificultad que encuentran en ella?

PUNTO II.

Las preguntas hechas á Juan Bautista y su humildad, en lo que


responde.

Se hacen á Juan cuatro preguntas diferentes...


i .* Se le pregunta quien sea él. «Quién eres tú? Eres tú el
>rCristo, el Mesías? y él confesó, y no negó: y confesó, no soy yo
»el Cristo»... De estas palabras repelidas se conoce la sorpresa
y la confusion, en que puso esta pregunta al Santo Precursor,
ó acaso el dolor de que Alé penetrado su corazon, viendo que
se hubiese podido cometer tan grande yerro, confundiendo su
persona con la de su Maestro... Desechó esta proposición con
fuerza, y dijo alta y claramente que no era él el Mesías... El
verdadero humilde cuando se le dan alabanzas, títulos 6 cuali-
dades que no merece, entra en una especie de indignación.»
El falso humilde las desecha de un modo que hace creer que
le convienen, y que desechándolas, tiene el mérito de la hu-
mildad.
2. a Se informan de Juan Bautista, si él es Elias 6 el Pro-
feta... «Y ellos le preguntáron: ¿y pues qué? Eres tu Elias? y él
«respondió: no lo soy. ¿Eres tu Profeta? Y él respondió no.»
El verdadero humilde en las alabanzas, en los títulos y en las
cualidades que se le dan, sabe siempre hallar un sentido, en
que no las merezca... Juan era Elias, según el espíritu: era
Elias que debia preceder la primera venida del Mesías; pero no
era el antiguo Elias que debe preceder la última venida... Juan
era Profeta y aun mas que Profeta, porque anunciaba la llega-
da y el poder de aquel, á quien se refieren todas las Profe-
cías; pero no era Profeta, en cuanto que no anunciaba un acon-
tecimiento distante, y fuera de la vista de los hombres. A to-
das estas preguntas responde Juan una sola palabra, porque le
urge el hablar de Jesucristo... El verdadero humilde luego cor-
ta todo lo que puede caer en gloria propia, y busca modo de
torcer el discurso, y hacerle caer sobre aquel que solo es gran-
de y digno de toda alabanza.
3.a Es preguntado Juan Bautista sobre lo que piensa de si
mimo... «Le dijéron por tanto, ¿quién eres tu, para que poda-
niños dar respuesta á los que nos han enviado? Qué dices de tí
»mismo?»... Le convino finalmenteesplicarse... «Yo soy, dijo,
»la voz de aquel que clama en el desierto: enderezad el camino
»del Sefior, como ha dicho el Profeta Isaías (1) Juan no podía
decir ménos; pero habría podido decir mas, y añadir que él era
especialmente enviado de Dios. Esto no obstante, bastante di-
jo, para dar á entender que las Profecías autorizaban su misión,
y que comenzaban á cumplirse: y que este cumplimiento anun-
ciaba la próxima venida del Sefior... El verdadero humilde, si
es obligado á hablar de sí, lo hace en los términos mas sencillos
y mas sucintos, y siempre refiriéndo todo al autor de todo
bien.
4. a Finalmente se le preguntaba á Juan Bautista, por qué
bautiza... «Y estos enviados eran de la secta de los Fariseos»...
Esto es, hombres iluminados, pero por otra parle despreciado-
res y críticos; todo debia sujetarse á su censura, según su gus-
to nada era útil, sino lo que ellos mismos hacían, ó lo que ve-
nia autorizado por ellos. La instrucción mas ventajosa al pue-
blo de Dios la reprobaban ó la suprimían, si el que la presen-

(0 Isai. 40. 3.
taba, no estaba sujeto ¿ sus órdenes, y no se declaraba uno de
sus discípulos y alumnos. Finalmente el espíritu de orgullo y de
dominar que constituía el carácter de esta secta, les persuadía
que nada se hacia legítimamente, fuera de lo que emanaba de
su autoridad. Por esto con un tono imperioso y despreciativa
tan familiar en ellos, denuevo, «Le preguntáron diciéndole: có-
»mo, pues, tu bautizas, si no eres el Cristo, ni Elias, ni el Pro-
»feta?«... Estos diputados siendo ellos mismos Sacerdotes y
Levitas habian podido entender bien de la última respuesta de
Juan que él era el Precursor del Mesías anunciado por Isaías,
y que en esta cualidad tenia mas derecho de bautizar que Elias
ó alguno de los Profetas; mas el verdadero humilde nada res-
ponde á las injurias que se le oponen: y no busca modos de
justificarse, ni de hacer valer sus derechos... Juan habla de su
bautismo; pero con modestia y en dos palabras-, y estendiéndo-
se con complacencia sobre las grandezas de Jesucristo... «Juan
»les respondió diciendo: vo bautizo con agua: pero está en me-
»dio de vosotros uno que vosolros.no conocéis: Este es aquel
»que vendrá despues de mí, el cual es mucho mas que yo, de
»quien yo no soy digno de desatar las cintas de los zapatos»...
Un testimonio tan ilustre, dado por un hombre, como era Juan
Bautista, y en semejantes circunstancias era capaz de hacer
impresión en los diputados, y sobre aquellos que los habian
enviado, si los unos y los otros hubieran tenido rectas intencio-
nes; pero se contentáron con saber que Juan no era el Me-
sías, y no pensáron mas en un hombre, de quien vjeian que na-
da tenian que temer. De esta manera se comenzó á formar la
ceguedad de los Judios, por el desprecio que hacían de los pri-
meros rayos de luz que los iluminaba. Huyamos de esta terri-
ble ceguedad haciendo un santo uso de la luz que nos rodea.
PUNTO III.

Las preguntas que nos debemos hacer á nosotros mismos.

Primera: ¿quién somos?... Si la Providencia nos ha puesto


en el órden civil, ¿cuáles son nuestros empleos, y cómo los ejer-
citamos?... Si la gracia nos ha puesto en el órden eclesiástico,
¿cuál es nuestra dignidad? ¿Cómo cumplimos sus deberes? Res-
pecto á los vicios, y á la virtud, ¿qué somos nosotros? Coléri-
cos, vengativos, maldicientes, ó caritativos, compasivos, so-
brios, castos. ¿En la vida espiritual somos flojos, ó fervorosos,
recogidos, ó disipados, mortificados, ó sensuales? ¡Ay de mil
¿No podemos por ventura decirnos á nosotros mismos con mas
verdad que San Bernardo: yo soy la quimera de mi siglo: yo
soy un monstruo del mundo: yosoy Eclesiástico, Religioso, ó
Cristiano de nombré; pero vivo una vida pagana, ó por lo
ménos una vida disipada. En mi puesto, en mi estado serian
necesarias todas las virtudes; y ciertamente en mi conducta
todo es vicio.
2. a ¿Qué décimos de nosotros mismos?... Y primeramente:
¿qué nos decimos á nosotros mismos?... ¡Ay de mil {Qué se-
creta estimación de nuestro propio méritoI ¡Qué orgullol |Qué
vanidad I
¿Qué decimos de nosotros á los otros? ¿No hablamos por
ventura frecuentemente de nosotros mismos? ¿Y no es siempre
para dar la razón á nuestro mérito, á nuestra conducta, atri-
buyendo á otros si hay en eHa algún defecto? ¿No es siempre
para alabarnos, y vituperar al prójimo? ¿Qué decimos de noso-
tros en el sagrado tribunal de la penitencia? ¿No ocultamos co-
sa alguna? ¿Disimulamos? ¿Enmascaramos nuestros hechos?
¿Los esplicamos con claridad, y nos damos á conocer tales cua-
les somos? ¿No damos á conocer por ventura mucho mas á los
otros, que á nosotros mismos?
3* ¿Por qué nos tomamos el cuidado de lo que no nos to-
ca?... «¿Cómo bautizas tú, si no eres Profeta?» Esto es, voso-
tros no sois Pastores, ni Doctores de la Iglesia, ¿por qué ha-
bíais y razonais sobre la Religión en vez de practicarla? Voso-
tros no sois Ministros de estado, ni Generales de armada, ¿pues
por qué criticáis todas las providencias que se dan? Vosotros no
estáis encargados del cuidado de vuestro prójimo, ¿pues por
qué censurarle, publicar sus defectos, y reprobar su conducta?
4. a ¿Qué se dice, qué se piensa, qué se puede decir de noso-
tros? La crítica del pueblo puede ser una lección útil á quien
sabe aprovecharse-de ella: pero dejando este punto á nuestro
exámen particular, no podría San Juan decir á todos en gene-
ral: Jesucristo está en medio de vosotros: vosotros no le cono-
céis; y si le conocéis, ¿dónde está vuestro respeto, vuestro amor
y vuestro celo por él? ¿Obedeceis á su ley? ¿Imitáis sus vir-
tudes?

Petición y coloquio.

{O Dios mío, cuán miserable soyl ¿Cuántos defectos hay


que corregir en mí? ¿Cuántas virtudes que conseguir? ¿Cuántos
motivos de humillación? Ayundadme, Sefior, á mudar mi cora-
zon, á reformar mis discursos, y á regular toda mi conducta.
Confundid para siempre todos aquellos pensamientos orgullosos
que tengo de mí mismo: llamadme sin cesar á la memoria la
bajeza de mi origen, la vergüenza de mis prevaricaciones, y no
permitáis que parnés me olvide de la nada, de que me habéis
sacado, y de aquello á que me ha reducido el pecado, ó si es-
toy obligado á confesar que vos habéis hecho en mí alguna co-
sa grande, sea esto para hacer admirar la grandeza de vuestro
poder, y la magnificencia de vuestros dones, y para merecer la
recompensa que habéis destinado es vuestra gloria á la verda-
dera humildad. Amen.
MEDITACION XXXI.

SEGUNDO TESTIMONIO
QUE DA SAN JUAN BAUTISTA AL PUEBLO AL VER i
JESUCRISTO.
(S. Juan. c. i. v. 20. 34.;

NO HAY TESTIMONIO MAS CUMPLIDO, MENOS SOSPECHOSO, NI MA6 ATJTOEBADO.

PUNTO PRIMERO.

Testimonio cumplido.

Juan Bautista con este testimonio ha anunciado i E l saT


cri/tcio y la muerte de Jesús por los pecados de los hombres:
«El dia despues vio Juan ¿ Jesús que venia á encontrarle, y
»dijo: mirad el cordero de Dios: mirad el que quita los peca<-
»dos del mundo»... El dia despues de la Embajada de los Ju-
díos , habiendo llegado Jesús de Cafarnaun á Betbania, com*-
pareció en las riberas del Jordán, y se estuvo quieto por algu-
nos momentos en un sitio en que pudo ser visto de Juan, y de
toda la gente que le oía. El Precursor viendo al Mesias le
mostró á su Auditorio, y les dijo: «mirad el Cordero de
»Dios».... Como si les hubiera dicho; mirad aquel que es mu-
cho mas eficaz que todas nuestras victimas, y está cargado de
las iniquidades del mundo, para borrarlas con su sangre....
fian de ser abolidos los antiguos sacrificios; mirad, esta sola
víctima digna de Dios, y capaz de pacificar su cólera. (O
Jesús! Vuestro sacrificio se renueva todos los dias en vuestra
Iglesia: ya que tengo la dicha de asistir á él, (ojalá la tuviera
de aprovecharme 1
Lo 2.° Juan Bautista con su testimonio anuncia la eterni-
dad de Jesucristo en el seno de Dios.... Jesús habiendo sola-
mente comparecido, y dejádose ver, se retiró luego, y enton-
ces Juan añadió: «Este.es de quien yo he dicho, despues de
»mi viene uno, que es mas que yo; porque era primero que
»yo».... Jesucristo, aunque como hombre, fuese seis meses
mas joven que San Juan, y hubiese comenzado despues de él
su ministerio público; no obstante, como Dios era primero que
San Juan, y engendrado del Padre por toda la eternidad: y
como Hombre-Dios por la divinidad de su Persona, y por la
grandeza de su ministerio era superior á San Juan.
Lo 3.° Juan Bautista predice la excelencia del Bautismo de
Jesucristo.... «Pero el que me envió á mí á bautizaren el
»agua, me dijo: sobre quien verás bajar y pararse el Espíritu,
»aquéi es el que bautiza en el Espíritu Santo».... ¡Ahí Que
favor para mí haber recibido el bautismo de Jesucristo. No lo
conocía yo cuando le recibí. ¡Ay de mil He estado tanto tiem-
po sin conocerlo.... Ahora lo conozco, ó Salvador mió, haced-
me la gracia de que en adelante os sea mas fiel.
Lo 4.° Juan Bautista anuncia la filiación divina de Jesu-
cristo.... «Y yo he visto y he dado testimonio como él es el
»Hijo de Dios».... Esta es una declaración bien formal en San
Juan: declaración, que merecerá un dia á San Pedro por parte
de Jesús, ser establecido y constituido piedra fundamental de
su Iglesia; y que hará que los Judíos den la muerte al mismo
Jesucristo.... Aun cuando yo mismo debiese sufrir la muerte
mas cruel para vos, ó divino Salvador mió, he recibido vues-
tro Santo Bautismo; no desmentiré mis promesas, y confesaré
por toda mi vida, que vos sois el Hijo de Dios, que habéis ba-
jado del Cielo, y muerto por nosotros.... Haced, ó Jesús, que
la pureza de mi vida corresponda á la sinceridad de mi fé.

PUNTO II.

Testimonio no sospechoso.

Lo 1.° Porque en este testimonio no se podia sospechar


adulación, ni amistad natural... «Y yo no le conocía (dice San
»Juan); pero para que él fuese conocido en Israel, he venido
»á bautizar en el agua»... Esto es, no me hallaba yo inclinado
á favor suyo por algún motivo humano: ninguna cosa toe tira-
ba hácia su persona; no tenia yo con él algún vínculo... Su
mismo semblante me era desconocido antes que se presentase
para recibir mi bautismo. Yo le habría bautizado sin distinción
como ¿ cualquier otro Israelita del vulgo, si Dios, que me ha
enviado para mostrar al Pueblo de Israel este Hombre-Dios,
su Salvador y su Rey, no me hubiese prevenido á su favor
con sefiales que he visto cumplirse sobre él... De hecho, Juan
Bautista estaba aun en el seno de su madre cuando sintió la
presencia de Jesucristo: despues pasó su vida en el desierto-
hasta los treinta aflos, sin haber visto jamás á Jesucristo. Du-
rante toda su vida, le habló solo una vez y en pocas palabras;
y solamente le vió tres veces, de las cuales esta es la segun-
da: pero si no tuvo la suerte de tratarle con mas frecuencia;
tuvo la de pensar solo en él; de hablar solo de él, y de obrar
solo por él... iCuán feliz hubiera yo sido si hubiese tenido la
misma dichai Tiempo precioso, pero irreparablemente perdido
ha sido de cierto aquel en que me he empleado en otras cosas
fuera de vos, ó Dios mió. |Ah! no perderé ya por lo menos el
que me concedáis en adelante.
Lo 2.° Porque no habia en el testimonio de Juan Bautista
alguna mira de interés. Sus trabajos eran continuos, y no lu-
crativos... La vida austera que pasaba, le hacia encontrar fá-
cilmente el vestido y el alimento, sin el socorro de aquellos
que instruía. Ninguna cosa esperaba sobre la tierra de aquel á
quien consagraba tantas penas y tanta austeridad: y de hecho;
¿qué consiguió de la fidelidad á su ministerio? trabajos, prisión
y muerte.
Lo 3.° Porque ni tampoco en su testimonio podia haber al-
gún motivo de vanagloria... Juan habla del Salvador, para
humillarse: ensalza la virtud del Bautismo de Jesucristo, para
disminuir la del suyo: formaba discípulos solo para Jesucristo:
instruía los Pueblos para aficionarlos á Jesucristo. «He sido
«enviado, dice, para hacerle conocer á Israel»... |Guán dig-
namente cumplió su misión I Cumplamos también nosotros el
fin para'que Dios nos ha puesto en este mundo; para que nos
ha hecho Cristianos; y para que nos ha colocado en este pues-
to que ocupamos, ¿cumplimos nuestras obligaciones con igual
pureza, con igual desinterés, y con igual humildad?
Lo 4.° Porque el testimonio de Juan Bautista no podia ser
sospechoso de engaño ó de ambiciosa conjuración... No se po-
dia sospechar sin un absurdo palpable, que Jesucristo y San
Juan hubiesen conspirado & una, y formado entre sí la trama
ambiciosa, de que el uno hiciese pasar al olro por Mesías é
hijo de I)ios. Fuera de que ellos no se habian visto jamás, y
de que Juan había pasado toda su vida en el desierto, (cosa
que ninguno ignoraba), mientras Jesucristo habia pasado toda
la suya en la casa de sus Padres en Nazareth, y á la vista del
pueblo: ¿cuál habría sido el fruto de una semejante conspira-
ción , por la cual el uno todo lo cedia al otro, y de la que los
dos no podían sacar otra cosa que trabajos, suplicios y muer-
te? Si hubiera sido la ambición el móvil principal de todo este
artificio, le estaba mejor á San Juan el darse á conocer por
Mesías: su familia, como Sacerdotal, era mas conocida actual-
mente, y de mas consideración que la de Jesús: él estaba en
posesion de la estimación y de la admiración pública, antes
que Jesucristo hubiese comparecido: el Pueblo pensaba que
Juan fuese el Mesías: la Sinagoga le habia enviado Diputados
para preguntarle si lo era verdaderamente; y este hombre
ambicioso se humilla y se abale para ensalzar á Jesús, á quien
ninguno todavía conoce. Estas no son por cierto estratagemas
de ambición. El testimonio de Juan es superior á toda sospe-
cha : la humildad y la sinceridad se hacen sensibles á todos: y
es solo el Espíritu de Dios, el Espíritu de verdad, el que ba
podido causar esta admirable unión entre el Precursor y el
Mesías... Demos gracias á Dios, por las innumerables pruebas
que nos dá su Providencia de la verdad de la Religión.
PUNTO III.

Testimonio autorizado.

Lo i.° con la venida del Espíritu Santo... «Y Juan dió tes-


timonio diciendo: porque he vislo el Espíritu bajar del Cielo
wen forma de Paloma, y se paró sobre él»... Es pues el Espí-
ritu Santo el que por boca de Juan dá testimonio de Jesucristo.
San Juan ha visto esta Paloma, y ha sido instruido del miste-
rio que se escondía; y dice solamente lo que ba visto; debo,
pues, dar mas fé á él, qije ¿ unos hombres vanos que no ale-
gan mas que necedades para destruir los hechos...
Lo 2.° Testimonio de Juan autorizado por la voz de Dios
Padre... «Y yo no le conocía; pero el que me envió á bautizar
»en el agua, me dijo: aquel sobre quien veas bajar y pararse
»el Espíritu, este es el que bautiza en el Espíritu Santo»...
Esto es , verás mi Unigénito que vendrá á presentarse á tí,
para recibir el Bautismo que le be mandado establecer. Verás
el Espíritu Santo que baja y se para sobre su cabeza bajo un
símbolo sensible: entonces sabrás que aquel que se humilla
delante de tí, es el Salvador de Israel, que por la virtud de su
Bautismo, bien diferente del luyo, comunicará la gracia y los
dones del Espíritu Santo... San Juan nos refiere simplemente
lo que le ha revelado el mismo Dios. ¿Podia por ventura decir,
que no conocía esta voz del Padre, que hablaba en él, y le
instruía? Luego el testimonio de Juan es testimonio de Dios.
Lo 3.° Testimonio autorizado por el carácter del mismo
San Juan... ¿Qué hombre era, pues, este Santo Precursor? Su
concepción, su nacimiento, su vida solitaria, su vida pública,
todo es en él maravilloso: y él mismo es un prodigio. Sus pa-
labras son oráculos, sus aserciones verdades, y su testimonio
una prueba incontrastable.
Lo 4.° Finalmente, testimonio de San Juan autorizado por
el voto del Pueblo... El público estaba en estado de conocer á
San Juan, y tenia de él tan alta estima, que no se habría atre-
vido á decir una sola palabra contra la reputación de este
grande hombre. Jesucristo mismo dió testimonio de él, y ni
aun sus mas furiosos enemigos se atrevieron á desecharle...
Esta eslima extraordinaria y universal de que gozaba San
Juan, se ha perpetuado de edad en edad, y se ha esparcido en
todas las naciones, aun entre los pueblos que no tienen la fé de
Jesucristo. ¿Cómo, pues, se podrá poner en duda lo que un tal
hombre nos asegura que ha vi§to? «Yo le he visto, y he afir-
Minado que es el Hijo de Dios»... ¿Se merecerán mas crédito
eiertos vanos habladores que nada han visto, y que publican
las extravagancias de su imaginación y las quimeras de su co-
razon corrompido?

Petición y coloquio.

Os doy las gracias, ¡ó Padre Eterno 1 por haberme hecho


vuestra verdad tan sensible. ¡O Divino Salvador! Cordero de
Dios qué quitas los pecados del mundo, á quien el deseo de mi
salvación ha puesto en una Cruz, y á quien la caridad ha sa-
crificado ; haced que yo os ame, y muera por vuestro nombre
y por vuestra gloria. ¡O Espíritu Santo! que os mostrasteis en
la figura de una Paloma; bajo de este símbolo me represen-
tasteis aquella dulzura, aquella pureza, aquella ternura, y
tfquel amor que debo tener para con Dios. Hacedme con vues-
tra gracia, dulce, puro, sencillo, pacífico, caritativo y fervoro-
so. Amen.
MEDITACION XXXII.

JESUCRISTO COMIENZA A LLAMAR DISCIPULOS.


(S. Juan c. 1 . ©.'36. 42 )

AQUÍ EL SAGRADO HISTORIADOR NOS HACE VER LO 1 . ° LA VOCACION DE LOS


DOS DISCÍPULOS DE SAN JUAN BAUTISTA: LO 2 . ° LA ACOGIDA QUE LES H I -
ZO JESUCRISTO; T LO 3 . ° EL CELO DE LOS DOS DISCÍPULOS, QUE CONDUJE-
RON EL TERCERO Á SU NUEVO MAESTRO.

PUNTO PRIMERO.

Voeacion de los dos Discípulos de San Juan Bautista.

Consideremos io i e l fervor de estos dos Discípulos, que


los detuvo con su Maestro San Juan. «El dia siguiente, ballán-
»dose Juan de nuevo con dos de sus Discípulos»... Ya se. babia
becho tarde, y declinaba el día; San Juan despidió el Pueblo,
y sus Discípulos habian también pensado en retirarse, pero su
fervor los detenia con su Maestro, sin que ellos hubieran j a -
más podido pensar la suerte feliz que les esperaba... La per-
severancia en los ejercicios de piedad jamás queda sin recom-
pensa... La constancia de estos dos Discípulos les mereció la
gracia del Apostolado, y la gloria de haber sido los dos pri-
meros Discípulos de Jesucristo.
Lo 2.° Cuán grande fué su fortuna viendo á Jesucristo...
Juan viendo á Jesucristo que pasaba les dijo: «Mirad el Corde-
l o de Dios»... El Salvador quería traer á sí estos dos discí-
pulos del Bautista; pero era necesario que primero empezaran
á dar muestras de su fervor y de su fidelidad: se contentó el
Sefior con pasar por delante de sus ojos, y hacer que su Maes-
tro les advirtiese, que él era el Cordero de Dios... ¡Qué favor
para estos discípulos l iQué gracia! i Qué ocasion mas fovora-
blel También á nosotros se nos muestra algunas veces como
de paso, y por medio de un movimiento, de un deseo, ó de un
cierto gusto de la virtud, que se deja sentir en nuestra alma,
y la conmueve: una luz interior nos dice entonces: mira á Je-
sús; mira á aquel en quien se encuentran todos los bienes:
afortunados nosotros si supiéramos aprovecharnos de estos fe-
lices momentos.
Lo 3.° Examinemos cual fui su fidelidad en seguir ó Jesús,
«Y oyeron las palabras (de Juan) los discípulos, y siguieron á
»Jesus»... Bien comprendieron estos el pensamiento de su
Maestro, y la importancia de aquel momento en que Jesús pa-
saba: sabían que el dia antecedente este divino Salvador se
habia dejado ver solo y de paso, y que luego habia desapare-
cido ; pero no sabían si volvería á dejarse ver otra vez del
\nismo modo; y que el dia siguiente se había de restituir ¿ Ga-
lilea : y así luego le siguieron, resueltos á no perder esta oca-
sion de hablarle, y ofrecérsele... jAy de mil i Cuántos por de-
jar pasar una ocasion han fallado y perdido su vocacion, su
perfección, su conversión y su salvación 1

PUNTO II.

Acogida que Jesucristo hizo á estos dos discípulos de San


Juan Bautista.

Primeramente. Los previene, y les habla él primero... Los


dos Discípulos de Juan caminaban detrás de Jesucristo con im-
paciente deseo de hablarle; pero el respeto les impedia acer-
cársele... ]0, y cuán bueno es Jesús 1 Conoce perfectamente
las disposiciones de aquellos que le buscan: y |ó cuanto le
agradan estas disposiciones, cuando las acompafia el amor, el
respeto, y el deseo de instruirse! Jesús previene su temor: y
volviéndose^ ellos, y viendo que le seguían, les dijo con sem-
blante lleno de dulzura y de bondad. «¿Qué buscáis vosotros?
»Y ellos le respondieron: Rabbi (que quiere decir Maestro)
«¿donde eslá tu habitación?» Mostraron bastantemente con es-
tas pocas palabras el deseo que tenian de recibir sus instruc-
ciones, y de aprovecharse de ellas... Aqui se ofrecen á naestra
reflexión dos importantes pregmrias: la una de Jesús á noso-
tros; y la otra, que nosotros le debemos hacer á Jesús. La que
él nos hace es esta: ¿Qué buscáis vosotros? Esto es: ¿que bus-
cáis en aquellos tugares donde andais; en aquellas compañías
que frecuentáis; en aquellos discursos que teneis; en aquellos
negocios en que os ocupáis; en- aquellas obras que practicáis?
¿Es por ventura la gloría de Dios, el reino de los Cielos, la
edificación del prójimo, vuestra santificación, vuestra salva-
ción , ó es vuestro amor propio, vuestra sensualidad, vuestro
interés, y vuestros placeres? Esto es sobre lo que algún dia
tendremos que responderle... La pregunta que nosotros debe-
mos hacerle es la de los dos Discípulos: Maestro, ¿dónde está
tu habitación? fO Jesúsl ¿dónde habitais? No en el tumulto de
los negocios del mundo: no en las asambleas profanas: vuestra
habitación está en los Cielos, en el tabernáculo, en el retiro,
en la oracion, en el recogimiento, y en la práctica de la virtud.
Lo sé: y con todo eso, yo no os busco en estos lugares, no me
entretengo con vos, no os escucho.
Lo Jesús convida á los Discípulos 6 ir á su casa... Este
Divino Salvador habitaba en un lugarejo vecino, ó en las cer-
canías de la ciudad: Les respondió, venid y vereis. Venid: pa-
labra llena de amor, que llena estos Discípulos de júbilo y de
consolacion: palabras que Jesucristo nó cesa de decir sobre la
tierra, y que repetirá el último dia en favor de aquellos que le
habrán escuchado y seguido. ¿Resistiremos nosotros siempre á
un llamamiento tan tierno?
Lo 3.* Jesucristo detuvo consigo tos dos Discípulos lo que
faltaba de aquel dia: «fueron, y vieron donde habitaba, y se
estuvieron aquel dia; era ya cuasi la hora décima:» esto es,
faltaban aun de aquel dia como dos horas, que ellos se detu-
vieron con Jesucristo... ¿Quiénpodrá esplicar cuales fueron las
delicias de aquel dulce coloquio? ¿Cómo fueron veloces los me-
mentos? | 0 vosotros que temeis seguir á Jesucristo, y de en-
treteneros con él, venid y vereis I Haced la esperiencia, pro-
bad por vosotros mismos, si en el seguirle y escucharle no se
encuentran dulzuras, mil veces mayores que en el vivir disipa-
damente, y en seguir y frecuentar el mundo: ¡O Jesús 1 retened
con vos mi corazon -. favorecedle con algún momento de vuestra
conversación; y estoy cierto que no sentirá jamás pena ni dis-
gusto en seguiros.

PUNTO III.

Celo dé los dos Discípulos en conducir otro tercero á Jesús.

Este tercer Discípulo fué San Pedro: ¿Pero quiénes eran


los dos primeros? El uno de los dos se llamaba Andrés, her-
mano de Simón Pedro: «Andrés, hermano de Simón Pedro,
»era uno de los dos que habian oido las palabras de Juan, y le
»habian seguido»... El otro Discípulo no se nombra: pero es
fácil de entender que era San Juan el Evangelista. Este que
escribe esto, por modestia ocultó su nombre: la relación tan
menuda y tan circunstanciada de lodo lo acaecido á San Juan
Bautista en Betbania, hace creer bastantemente que él era uno
de sus Discípulos, y uno de los mas eslrechamenle unidos á él.
Andrés, habiendo dejado á Jesús, el primero con quien se
encontró fué su hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado
»al Mesías, que quiere decir el Cristo; y le llevó á Jesús; y
»Jesús habiendo fijado en él los ojos, le dijo : tú eres Simón,
»hijo de Jonás': tú te llamaras Cefas (que se interpreta pie-
»dra).» Consideremos pues:
Lo 1.° Que Pedro fué avisado, y llevado á Jesús: Los dos
Discípulos se volvieron con él juntos, llenos de consuelo, luego
que Andrés encontró á su hermano Simón. La fé de que estaba
penetrado; el celo que le inflamaba, y el deseo qué tenia de
juntar Discípulos para su Maestro, le movieron á decir á su
hermano, hemos encontrado al Mesías; Juan Bautista nos le
ha mostrado; nosotros le hemos hablado, y justamente ahora
venimos de estar con él... A esta nueva Simón se alegró en
estremo; era naturalmente vivo é impetuoso: y no pudo dila-
tarlo un momento. Andrés impaciente también de mostrarle el
bien que habia encontrado, y que Pedro deseaba conocer, le
condujo á Jesús. Es creíble que el compañero de Andrés, que
suponemos ser San Juan, no le desamparase; y que los tres
volviesen juntos á buscar al Salvador. Entre tanto el dia se
hacia larde: pero los Discípulos se imaginaron, y bien; que
el Maestro aprobaría su fervor; y que su bondad escusaria su
importunidad... El que dilata para mafiana no tiene verda-
deros deseos; y corre riesgo de perder á Jesús, y sus fa-
vores.
Lo 2.° Que Jesús mira á Pedro... «Y Jesús fijando en él la
»vista»... ¿Quién podrá esplicar cual fué la primera mirada del
Salvador sobre un hombre que destinaba para ser el Príncipe
de los Apóstoles; el Pastor de sus ovejas; el Doctor de sus
Discípulos; el Ecónomo de sus tesoros; y su Vicario en la tier-
ra? ¿De qué amor no encendería el corazon del nuevo Discípulo?
¿De qué consuelo no le llenaría? JJn dia vendrá que una mirada
semejante le colmará de dolor, y le hará derramar un torrente
de lágrimas, cuyo manantial no se secará jamás... | 0 Jesusl
dignaos poner sobre mí vuestros divinos ojos, con una mi-
rada semejante á esta; para hacerme llorar mis pecados, y
para encenderme en vuestro amor.
Lo 3.° Que Jesús muda el nombre de Simón en el de Pedro...
«Te conozco, le dice: tú eres hijo de Jonás, y te llamas Si-
•»mon: vendrá un dia, y no está lejos, en que tendrás el nom-
»bre de Gefas: esto es, Pedro.» El Salvador le dijo mucho en
estas pocas palabras á su Discípulo: pero ni él, ni sus dos
compafieros comprendieron entonces el misterio de esta muta-
ción... Mas nosotros que lo sabemos, honrando bajo este nom-
bre al Príncipe de los Apóstoles, estemos inviolablemente uni-
dos á esta Iglesia, de quien despues de Jesucristo es él la pie-
dra fundamental : á esta Iglesia, que por una série no interrum-
TOK. I . 15
226 EL EVANGELIO MEDITADO.
pida de Sumos Pontífices, sube á él, y le reconoce por primer
Vicario de Jesucristo en la tierra.

Petición y coloquio.

Os honramos, ó afortunado Apóstol, en vuestros suceso-


res ; á Vos obedecemos, sometiéndonos á las decisiones de la
Iglesia: ¡Hay de mil |Si yo alguna vez me separase de vos!
¿Qué escusa llevaría al tribunal de Jesucristo; pues él mismo
os ha dado el nombre de Pedro, esto es: de fundamento, sobre
que está fabricado el edificio de la Iglesia? Haced, ó Jesús, que
fielmente unido á la fé, á la disciplina, al espíritu y á la Cáte-
dra de Pedro, ponga todo mi gozo, y toda mi felicidad en creer
lo que ella ensefia; en practicar lo que ordena; amar lo que
ella ama; y en caminar, y llegar por medio de ella á la eterni-
dad de la gloria... Amen.
MEDITACION XXXIII.

OTROS DOS DISCÍPULOS SE UNEN Á LOS TRES PRIMEROS.


(S. Juan c. 1.T>. 43. BL.)

SAN FELIPE NOS DA BL MISMO EJEMPLO DE FIDELIDAD I DE CELO QUE NOS HA


MOSTEADO SAN A N D I E S : SIGUE Á JESÚS LUEGO M E LE CONOCE, Y SE
ACELEBA POR HACERLE CONOCER A NATANAEL.

La materia de esta meditación será lo i la vocacion de


Felipe: 2.° la. vocacion de Natanael: 3.° el discurso de Nata-
nael con Jesucristo.

PUNTO PRIMERO.

La vocacion de Felipe.

Lo 1.° Felipe es llamado por Jesús... «El dia siguiente qui-


»so ir á la Galilea, y encontró á Felipe, y le dijo Jesús: si-
ngúeme.» El Salvador dejaba á Belhania, para volverse á la
Galilea, con los primeros Discípulos Pedro, Andrés y Juan:
todos tres Galileos como él: Cuando encontró á Felipe Sigúeme,
le dijo: y no fué necesaria otra cosa, para aficionársele... Tal
es la eficacia de la palabra de Dios sobre las almas sencillas,
inocentes, y fieles... ¿Cuántas veces Jesucristo nos ha dicho en
el fondo de nuestro corazon, esta palabra llena de dulzura y de
amor? Sigúeme. Sígneme á mi, y no á la carne; á mi, y no al
mundo; á mí, y no á tus pasiones, á tus caprichos, á tu ava-
ricia, á tu ambición; á mi, y no á otros mil objetos que vana-
mente te ocupan, y que jamás te podrán hacer feliz... ¿Resis-
tiremos nosotros siempre á esta órden tan absoluta y tan cari-
tativa?
Lo 2.° Felipe se animó con el ejemplo de sus compatriotas...
«Felipe era de Belhsaida, patria de Andrés y de Pedro»... Si
todos estaban en Bethania, eran sin duda Discípulos de San
Juan Bautista. No parece que Jesucristo haya tenido otro desig-
nio en venir á este lugar, que el de escoger Discípulos forma-
dos en la escuela de este gran Maestro. Felipe habia oido los
testimonios que el Bautista habia dado de Jesucristo; veia á sus
dos paisanos ya en su compañía; y oía que el mismo Sefior le
convidaba áque le siguiese... ¿Podría resistirse á un llama-
miento tan dulce? ¿Cuántos conocemos nosotros de nuestra mis-
ma nación, de nuestra misma patria, nuestros vecinos y pa-
rientes que se han consagrado á Dios, que le sirven con fideli-
dad y con fervor? Si sentimos pues, y conocemos que el Sefior
nos llama con ellos; sii ejemplo nos debe animar; de otra ma-
nera, temamos no sea que algún dia nos condene.
Lo 3.° Felipe sigue á Jesús... ¡Qué docilidad! En el mo-
mento que Jesucristo le llama, lo deja todo, y le sigue... En
materia de la salvación todo depende de esta prontitud en obe-
decer... i Ahí ¿Probamos nosotros, y esperimentamos en noso-
tros mismos las ventajas que hay en esta obediencia? Venga-
mos, veamos y gustemos cuan dulce es el Sefior (1).

PUNTO II.

Vocacion de Natanael (2).

Lo 1.° Consideremos en esla vocacion el celo de Felipe: ape-


nas es Discípulo de Jesucristo, cuando á ejemplo de San An-

(t) Psalm. 33. v. 7.


(?) Este Natanael se cree sea San Bartolomé. Bartolomé no es nom-
bre propio: es un nombre que signifiea hijo de Thelemei, como en San
Pedro Barjona, hijo de Jonás. Los tres Evangelistas le llaman siempre
Bartolomé; tal vez el uso hizo este nombre mjis común en él; pero San
Juan le llama siempre Natanael, que es su propio nombre; y entre otros
Apóstoles le nombra en el cap. 21. v. 2. Ni es creíble que de los cinco
primeros Discípulos, que Jesucristo juntó estando en Bethania, que to-
tires, ya viene á ser un Apóstol. Tenia un amigo, que se lla-
maba Natanael, era este uno de aquellos verdaderos fieles que
esperaban la consolacion de Israél. Felipe corre ¿ darle parle
de su nueva vocacion: le busca con la mayor diligencia de un
amigo que quiere hacer feliz á otro amigo digno de serlo. Feli-
pe encontró á Natanael, y le dijo: «Hemos encontrado aquel
»de quien escribió Moisés en la Ley, y los Profetas: Jesús de
nNazareth hijo de José.» ¿Tenemos nosotros el mismo ardor
por la salvacion.de nuestros amigos? Los libertinos y los here-
ges están animados de celo para engaitarnos, y pervertirnos,
comunicándonos todo aquello que puede contribuir á mante-
nernos en el pecado, y en el error: ¿Y por qué nosotros no te-
nemos á lo menos el mismo celo para salvar á nuestros her- •
manos?
Admiremos aquí el órden de la Providencia, que hace que
unos seamos el instrumento de la salvación de los otros; los
maestros, para con sus discípulos; los pastores, para con sus
ovejas; los padres y las madres, para con sos hijos; los ami-
gos, para con sus amigos; y así de los demás. ¿Este sagrado
vínculo, que se forma sobre la tierra, con qué amor mira en el
Cielo los corazones de los escogidos entre si? Pero al contrario,
¿el vinculo fatal que une los impíos sobre la tierra, de qué
odio no llenará el corazon de los réprobos, cuando los unos se
podrán hechar en cara á los otros.que ellos han sido la causa
de su eterna condenación? i Ahí encienda nuestro celo este pen-
samiento para procurar la salvación de los otros; y háganos
vivir circunspectos para no dar jamás á ninguno motivo de es- <
cándalo.
Lo 2.° Observemos cual fué la prevención de Natanael: Al

dos eran Galíleos, Discípulos de San Juan Bautista, Natanael hubiese


sido escluido del Apostolado; y mas habiendo sido él solo alabado por
Jesucristo: solo él el que desde luego confesó el primero su divinidad': y
finalmente habiendo sido este, ¿ quien Jesucristo dirigió sus palabras
cuando prometió á.los cinco Discípulos que verían las maravillas de su
santísima humanidad.
solo nombre de Nazareth, parece que se disgustó, y dijo.;.
«¿Por ventura puede salir cosa buena de Nazareth?..» Tales
son los hombres: Jerusalen despreciaba las demás ciudades: la
Judea despreciaba la Galilea; en Galilea se despreciaba á Na-
zareth ; y en Nazareth se despreciaba la familia de José. En et
hombre carnal lodo es prevención contra Jesucristo; pero pre-
vención délas tinieblas contra la luz; de las pasiones contra la
virtud, delestravío contra el camine derecho; de la mentira
contra la verdad; y de la muerte contra la vida.
Lo 3.° Meditemos ta respuesta de Felipe á Natanael:: Na-
tanael le arguia, al parecer, con fuerza; pero él respondió con
solas estas palabras: ven y verás... De hecho, este es el mejor
medio para destruir prevenciones... No es prevención en noso-
tros el no querer examinar lo que la Iglesia ha condenado, es
docilidad. Pero fuera de este caso, ¿cuántas prevenciones hay
injustas contra la Iglesia, y contra aquellos que están á ella
estrechamente unidos, contra la virtud, y contra la devocion?
No formemos juicio alguno de los discursos, y prejuicios de
otros: antes de juzgar, examinemos, probemos, veamos. Así
lo hizo Natanael: él tenia el corazon recto, y así no se obsti-
nó, y siguió á Felipe. Sigamos nosotros con docilidad los con-
sejos de aquel amigo, de aquel director iluminado que no bus-
ca otra cosa que nuestra salvación, y curarnos de nuestras
prevenciones.

PUNTO DI.

Discurso de Natanael con Jesucristo.

Lo 1 E n este discurso Jesucristo hace ver que conoce el fon-


do de todos los corazones. «Y¡ó Jesús á Natanael que venia á
encontrarle, y dijo de él: mirad un verdadero Israelita, en
«quien no hay dolo, ni fraude»... ¡Qué bello elogio en pocas
palabras 1 ¿Vé Dios esta rectitud, esta franqueza, esta sinceri-
dad enemiga de todo artificio y ficción en mi corazon, en mis
palabras, en mi conducta? jAy de mil iQué doblez, por el
contrarío, qué disimulo, qué hipocresía 1
2.° Jesús hace conocer que vé en todos tos tugares... Nata-
nael acercándose á Jesucristo, oia lo que decía de él; y toman-
do la palabra con aquella franqueza é inocencia que justificaba
el retrato que el Salvador habia hecho de él, le dijo: «¿pues
»de dónde .me conoces tú? Respondió Jesús y le dijo: antes que
«Felipe te llamára, te vi cuando estabas bajo de la higuera...
»A estas palabras sorprendido Natanael, le respondió y dijo:
«Maestro, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel»...
| 0 gran Rey; cuán dulce cosa es el servirosl Vos veis todo lo
que se hace por Vos; y también lo que se desea hacer por Vos;
y recompensáis hasta nuestros buenos deseos. Vos me veis en
todo lugar, y no me puedo esconder á vuestro divino rostro,
i Ahí ¿Cómo he podido yo haceros traiciones delante de vuestros
mismos ojos; ofenderos, y quebrantar el juramento de fidelidad
que os tengo hecho; y serviros finalmente con tanta frialdad?
Lo 3.° Jesucristo nos hace ver que él es el Señor de todas las
cosas:: «Jesús le respondió, y dijo: porque te he dicho que te
»be visto bajo de la higuera, tu crees: veras aun cosas mayo-
»res que esta:» Y dirigiendo despues las palabras á sus Dis-
cípulos porque lo que iba á decir les tocaba á todos, les dijo
con autoridad de Maestro que quiere ser creido: «en verdad,
»en verdad os digo, que vereis abierto el Cielo, y los Angeles
»de Dios ir y venir sobre el hijo del hombre»... De hecho,
estos Angeles consolaron á Jesús en el huerto de las olivas; se
vieron en su sepulcro dando testimonio de su resurrección; y
aparecer en su gloriosa Ascensión. Se puede decir también,
que en el tiempo de su predicación, y principalmente cuando
obraba milagros, que no cesó de hacer, los Apóstoles vieron
siempre, por decirlo así, abierto el Cielo sobre él. Nosotros
mismos en el último dia veremos ¿1 Cielo abierto; bajar los An-
geles y los Santos; y volver á subir siguiendo á su Rey. ¿Se-
remos nosotros de este número?
Petición f coloquio >

La rectitud sota dé nH corasen, ó Divino Jesús, me puede


merecer ser testigo, y dar testimonio de vuestra gloria, y de
participarla. ¿Fiero quién me puede dar esta rectitud sino Vos,
ó Salvador m$o, que se la disteis k Natanael? Ecbad-igualmen-
te sobre mí tos ojos de vuestra misericordia: criad en mí un
ootezoú puro, y Un espíritu recto, para que pueda seguiros á
ejempto de este fiel Discípulo, veros , y alabaros eternamente
con él, y con vuestros Angeles en el Cielo... Amen.
MEDITACION XXXIV.

DÉL MILAGRO QUÉ J E S U C R I S T O OBRÓ E N L A S BODAS DE CANA

DE GALILEA.
(S. Juan c.2. 1. li.)
ESTE unnoto NOS WAM LO 1.® EMPBRAB á IMITAS LO» ESPOSOS DE GAMA:
LO 8 . ° ROS DEBE A RIMA E A PONE* NUE8TBA CONFIANZA BN MARÍA SANT
SIMA: T LO 3.° NOS DEBE ASBGURAB BN LA FÉ DE JESCCBISTO.

PONTO PRIMERO.
Este milagro nos debe empeñar á imitar los Esposos de Caná.

Lo 1.° observemos estos esposos ántes del convite... Convi-


dan á Jesús y á María... «Tres días despues hubo unas Bodas
»en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús, y fué
utambien convidado Jesús con sus Discípulos á las Bodas»...
Jesucristo acompañado de los cinco Discípulos, que habia
escogido en Belhania, se encaminó rio arriba por la orilla del
Jordán, y al tercer dia llegó á Caná de Galilea, á la parte su-
perior del Lago de Genesareth: aquí un particular de la Ciudad
que celebraba la fiesta de las Bodas, le convidó... Jesucristo
prometió asistir, y llevar también consigo sus Discípulos... Imi-
temos á estos Esposos convidando á Jesús y á María á todas las
cosas que bagamos: ántes de emprender alguna, y principal-
mente ántes de abrazar un nuevo estado, roguemos á Jesús que
nos ilumine, y á María que nos asista.
Lo 2.® consideremos la conducta de los Esposos durante el
convite... Jesucristo no solo asistió aquí para autorizar la santi-
dad del matrimonio, contra el que algún dia los hereges habian
de vomitar sus blasfemias;, sino también para ensenar á los cris-
tianos á observar en este género de fiestas las reglas de la mo-
destia; y de la templanza. Estos Esposos, y sus convidados es-
taban en la presencia de Jesús y de María, y por consiguiente
la decencia no podia padecer ni ser turbada de alguna acción
inmodesta, ni la pureza de algún discurso licencioso, la tem-
planza de algún esceso, la caridad de alguna murmuración, ni
la tranquilidad de gritos ni de quejas: en fin todo se ejecutó con
una alegría modesta, pura, é inocente... Jesucristo no nos pro-
hibe todos los placeres; nos permite los inocentes; él mismo no
rehusa entrar ¿ parle con nosotros, cuando sean racionales, y
se contengan entre sus justos limites... Sirvámonos de ellos;
pero con Jesús, en su presencia, y según su espíritu; que de
esta manera nos serán tanto mas deliciosos, cuanto serán no
solo inocentes, sino también santificados.
Lo 3.° Pongamos nuestra atención en lo que sucede á los Es-
posos cuasi al fin del convite... Estos esperimentáron los efec-
tos de la omnipotencia de Jesucristo, y la ternura de la bondad
de Maria. ¡Qué consolacion debió causarles el fin de este con-
vite, tanto por la vista de un estrepitoso milagro, cuanto por la
seguridad con que quedáron de una protección continua sobre
sil... No sucede así ciertamente en los placeres tumultuosos y
culpables con que nos embriaga el mundo. Los principios pare-
cen bellos, lisongeros, deliciosos; pero ¡ó! ¿y cuánta es la
amargura que se les sigue? ¡Qué remordimientos 1 ¡Qué confu-
sión I ¡Qué desesperación! ¿Y qué será cuando todos acaben con
la vida? ¿Cuánto mas contentos debiéron estar estos Esposos por
habGr convidado á Jesús y á María? Serian ciertamente felices
los matrimonios, y con buen ánimo y resignación se vencerían
sus penas inseparables, si se celebrasen con Jesús y María, con
intención pura y cristiana; y no con miras paganas y carnales:
miras de ambición y de avaricia.

PUNTO II.

El milagro de las Bodas de Caná debe animarnos á poner nues-


tra confianza en Maria.

Lo i. 9 Confianza fundada en su bondad. «Y habiendo falta-


»do el vino, dijo Ta Madre á Jesús: estos no tienen vino». . La
Santísima Virgen Maria conoció la necesidad en que se hallaban
los Esposos, sin que ninguno se la advirtiese... Lo que esta
Seflora hizo entonces, lo hace también ahora todos losdias: es-
ta Divina Madre tiene siempre abiertos los ojos aun sobre nues-
tras mismas necesidades: ¿dé cuantos peligros nos aleja que
nosotros no tememos? ¿Dé cuántas desgracias nos preserva que
nosotros no preveemos? ¿Cuántas gracias nos alcanza que noso-
tros no pedimos?
Despues habla Maria á su hijo, sin que ninguno se lo pida.
Ella estaba en la mesa á su lado: conocía su poder: no ignora-
ba que para hacer un milagro, bastaba quererle hacer: tampo-.
co dudaba que querría, si ella se lo pedia, y se lo pidió con
\efecto... Si María solicita de este módo los favores de su hijo,
sin'que ninguno la suplique ¿qué no hará cuando dirijamos á
ella nuestras súplicas, y la pidamos que interceda por nosotros?
Finalmente la Virgen previene á los sirvientes de lo que de-
ben hacer, sin que lo pidan «dijo la Madre á aquellos que ser-
«vian, haced lo que él os dirá»... María piensa en todo; su
caridad lo previene lodo, y quita los impedimentos que podrían
estorbar, que los Esposos lograsen el efecto de su petición. Es-
ta divina Madre nos advierte á nosotros ahora lo mismo, si que-
remos que Jesucristo la oiga cuando interceda por nosotros,
escuchémosla, oigámosla cuando nos dice que obedezcamos á
su hijo; que hagamos lo que nos manda; que vivamos santa-
mente, y como fieles cristianos; entóneos nos podemos prome-
ter todos los favores de su mediación.
Lo 2.° Confianza en María fundada en su poder... (Cuán-
tas circunstancias se unen aquí para probárnosla 1 Primera, lo
que pide esta Soberana Madre... Ella pide para obtener un mila-
gro en una ocasíon, que parecía no merecer un prodigio de la
Divina Omnipotencia; porque aquí no se trataba de restituir un
hijo único á una viuda desamparada; de sanar un enfermo
cruelmente atormentado; ó de socorrer un infeliz en una estre-
ñía necesidad. Pero es María la que pide y obtiene... Segunda,
la manera con que se hace la petición; y se recibe... Se acercó
al hijo; no le muestra viveza en el deseo; ni inquietud: solo le
dice en dos palabras. Estos no tienen vino. ¿Qué necesidad te-
nia esta bendita Madre de decir mas? Esta súplica respetuosa,
cubierta con la sombra de una narración sincera, bastaba...
Jesús sabe bien y conoce lo que desea; ella es su Madre; y la
responde: «¿qué me importa á mí y á ti? No ha llegado aun mi
«hora»... María no hizo mayor instancia. Los asistentes, que
no sabían de que trataban, no tardáron mucho tiempo en ser
iluminados... Jesús empezaba entónces á dejarse ver con Dis-
cípulos: les queria hacer conocer que en las funciones del Apos-
tolado no se ha de mirar á la carne y sangre.
Por otra parte el Señor habia determinado y señalado el
tiempo, para manifestar y hacer resplandecer su poder ¿ sus
ojos; y este tiempo no habia llegado aun; y esto es lo que qui-
so dar á entender á la Santísima Virgen; como si le hubiese
dicho; ¿temes tú que aquel que me ba enviado no sepa seña-
larme el momento en que será preciso que manifieste su gloria
y la mia? Aunque el tiempo de que habla Jesucristo estuviese
ya muy cerca, con todo esto, dice á la Santísima Virgen: no
ha llegado aun mi hora: mostrando con esto su religiosa aten-
ción á los momentos de la gracia, y la pureza de su celo por la
gloria de su Padre.
Esperaba, dice San Agustín, que todos los convidados su-
piesen que ya no habia vino: y que la falta, y la necesidad fue-
se constante, y manifiesta, para que se conociese el poder del
Hijo, y la gloria del Padre. La hora no habia llegado, dice es-
te Padre, cuando María le habló en favor de los convidados:
pero habia llegado ya cuando hizo el milagro. Por otra parle
Jesucristo, concediendo á María lo que le parecía, que no debía
haberle pedido, nos hace comprender la atención que tiene pa-
ra con su Madre, y cuán poderosa es con él su intercesión.
Finalmente, ta manera con que fué oida la petición... Des-
pues de la respuesta de Jesucristo que acaso habia sorprendido
¿ los asistentes al convite, María no se alteró ni se desanimó:
estobo tan cierta, y tan segura de que su Hijo habia condes-
cendido á sus ruegos, que llamó á los sirvientes , y les dijo:
haced lo que él os dirá... Apénas la Señora hubo dado«sta ór-
den, concedió el Hijo la petición de la Madre «habia allí pues-
t a s seis tinajas de piedra, según usaban para su purificación
»los Judíos, que cada una cavia dos ó tres melretas (i). Jesús
»les dijo: llenad estas tinajas de agua; y ellos las llenáron has-
»la la boca: y Jesús les dijo: sacad ahora, y llevadla al Maes~
«tresala, y la Ueváron. Apénas el Maestresala gustó el agua
«convertida en vino, que no sabía de donde le hubiesen saca-
ndo, (lo que sabían muy bien los sirvientes que las habian He-
»nado de agua), llamó al Esposo, y le dijo: todos sirven al
«principiodel convite el mejor vino; y cuando la gente se ha
«saciado dan de otro inferior, pero tú has guardado el mejor
«vino para ahora»... ¿Qué no debemos esperar de una tan gran-
de Protectora como María? Ayudados de su socorro, y fieles á
seguir sus ejemplos, ¿podremos nosotros temer que nos falte al-
guna cosa?
Lo 3.° confianza en María, fundada sobre su gloría... «Asi
»Jesus en Caná de Galilea dió principio á hacer milagros; y
»manifestó su gloria, y creyéron en él sus Discípulos»... Aquí
resplandece la gloría de María 1.° Por haber hecho Jesucristo á
petición suya el primero de sus milagros públicos, despues de
haber empezado á juntar Discípulos. 2.° Porque parece que
Jesucristo á petición suya, y por su respeto anticipó el tiempo
de obrar milagros; y empezó de este modo las funciones de su
jninislerio público. 3.° Porque en esta ocasion que se ofreció
por disposición suya, se comenzó á manifestar la gloria de Je-
sucristo; á creer en él sus Discípulos; y estos fuéron confirma-
dos en la fé. ¿Qué otra cosa desea ahora esta Divina Madre,
sino atraernos á nosotros al conocimiento y al amor de su
Hijo nuestro Salvador, y nuestro Dios?

(1) Hedidas de tres arrobas castellanas cada una.


PUNTO M .

El milagro de las Bodas de Caná nos debe afianzar á nosotros


en la fé de Jesucristo.

Lo i D e este milagro no se puede dudar, por la naturaleza


misma del milagro... El agua mudada en vino era un prodigio
inaudito y único: en él se reconoce al Criador de todas las co-
sas, al dueño de los elementos, y de toda la naturaleza: en él
se yé manifiestamente la gloria y el poder del Hijo de Dios. ¡OI
Y que bien concuerda este primer milagro público de Jesucris-
to con el último de su vida mortal, cuando mudó el pan en su
Cuerpo, y el vino en su Sangre... Creyendo este primero, ¿qué
dificultad puede baber para creer el último?... Yo creo los dos,
ó Dios mió, y los creo todos; adoro vuestro Soberano poder; me
alegro de vuestra gloria, y os doy infinitas gracias por la bon-
dad infinita que usáis para conmigo.
Lo 2.° Este milagro es estrepitoso por la manera con que se
obró... Fué hecho sin alguna ceremonia, sin aparato alguno,
sin súplicas, sin oraciones, sin invocación. Jesucristo sin mo-
verse del lugar en que estaba, dijo á los sirvientes: «Llenad
«aquellas tinajas de agua. Ellos las llenáron, y añadió, sacad
»ahora y llevad al Maestresala.» Este hizo el elogio del vino,
como el mas delicado y generoso: esta mutación se hizo en las
manos de los sirvientes; y por decirlo así> por su propio minis-
terio, sin que apareciese que Jesucristo, hubiese tenido allí
parte... El herege, el pretendido reformador no podrá contra-
decir á la evidencia de un tal milagro; y con todo eso ¿no
querrá creer, que la mutación del pan y del vino en Cuerpo,
y Sangre de Jesucristo, que realmente se hace por la virtud del
mismo Jesucristo, y por obra del Espíritu Santo, se puede ha-
cer por el ministerio de los Sacerdotes, que para esto han reci-
bido el poder de Jesucristo, y la vocacion del Espíritu Santo?
I Ahí ¡Qué el querer consultar los propios prejuicios, desprecian-
do la voz de la Iglesia, muestra una grande corrupción de es-
píritu y una obstinada ceguedad 1
Lo 3.° Este milagro está confirmado por ta multitud de los
testigos. Ninguna cosa hay mas cierta, que el que fué puesta el
agua en las tinajas; la habian llevado los sirvientes de casa: los
asistentes al convite la habian visto, y todos, fuéron testigos na-
da sospechosos: y de que fuese realmente vino lo que ántes ha-
bia sido agua; y vino el mas precioso, que hubiese podido sa-
lir de tinajas, el que ordenó el convite, los Esposos, los discí-
pulos de Jesucristo, y todos los asistentes fuéron los Jueces; y
no había medio ni modo de poderse engallar sobre la verdad...
Consideremos cómo.deberian mirar en adelante los Discípulos á
su Maestro: ó por mejor decir, consideremos cómo le debemos
mirar nosotros: qué fé debemos tener en su poder; qué con-
fianza en su bondad; qué respeto á su persona; qué deseo de
agradarle, de llegarnos á él y de servirle por toda nuestra vida.

Petición y coloquio.

jO Divino Jesusl mostrad aun ahora'vuestro poder, y vues-


tra bondad á favor mió, mudando mi corazon, ó substituyendo
en lugar de esta flaqueza, y debilidad que le domina, la fuerza,
y la alegria de vuestro espíritu. Hacécl que santamente embria-
gado del vino nuevo de Vuestra caridad, no tenga ya mas gus-
to en las falaces delicias del siglo; que suceda á la frialdad que
en él reina el fuego de vuestro divino amor; y finalmente, que
siempre dócil á seguir vuestras órdenes, y hacer todas las co-
sas según vuestra voluntad, y en su propio tiempo, reciba des-
pues el premio en el dia de la recompensa. Amen.
MEDITACION XXXV.
JESUS SE DISPONE PARA IR Á JERUSALEN Á CELEBRAR LA
PASCUA.
(S. Juan c. 2. v. 12. 13. S. Maleo c. 4. v. 18. 22. S. Marco* 1.
16. 20.;

1 . ° JESÚS DESDE CANÁ SE VUELVE i CAFARNAUN: 2 ° LLAMA DE HUEVO Á


PEDRO T ANDRÉS: 3 . ° LLAMA TAMBIÉN PARA QUE LB SIGAN A JACOBO I
JUAN.

PUNTO PRIMERO.

Vuelvé Jesús á Cafarnaun.

«Despues de esto, fué con su Madre, con sus hermanos y


»con sus Discípulos á Cafarnaun: aquí permanecieron por poco
»tiempo; y estaba ya cerca la Pascua de los Judíos, y subió
»Jesús á Jerusalen »...
Lo 1.° Jesús deja la ciudad de Caná, no obstante que allí
fué ilustrada su gloria por el milagro que habia hecho: la re-
putación que se adquiere en un lugar, la gratitud que en él se
encuentra, ó cualquiera otra ventaja temporal que pueda re-
sultar, no son á un ministro del Evangelio motivos para esta-
blecer allí su morada: él no debe reconocer otro lugar por
propio, que aquel á donde le llaman las funciones de su mi-
nisterio.
Lo 2.° Maria Madre de Jesús le siguió á Cafarnaun: lo
mismo hicieron sus Hermanos, esto es: sus parientes y sus
Discípulos... El celo de un ministro del Evangelio debe ani-
marle á renunciar aun á su misma familia por seguir su voca-
cion. No debe apartarse de su ministerio por ir á habitar con
sus parientes: vayan estos si quieren á buscarle, á encontrar-
le, y á seguirle, donde le ha destinado la obediencia.
Lo 3.° Jesucristo se detuvo poco tiempo en Cafarnaun, por-
que se acercaba ya la Pascua, y quería ir á celebrarla ¿ Jeru-
salen; como de hecho fué: es necesario disponer las cosas de
modo que podamos en los dias de fiesta mas solemnes cumplir
las obligaciones públicas de religión, y atender á la edificación
del prójimo. Jesús se preparaba para ir á Jerusalen, no para
celebrarallí la Pascua como un mero particular; sino para
manifestarse en cualidad de Mesías; anunciar el Evangelio; y
empefiar esta grande Ciudad con sus milagros, y con sus be-
neficios, á que creyese en él; y ¿ que recibiese las palabras
de la salud que la llevaba... Bien conozco, ó Jesús mió, que
es el celo de las almas de que estáis siempre lleno, el que os
hace dejar la Ciudad de Caná, partir de Cafarnaun y llamar-
otra vez vuestros Discípulos para que sean testigos, y despues
imitadores de vuestro celo... Vos empleáis lodos vuestros'pa-
sos y dirigís todos vuestros designios por nuestra salvación,
mientras que nosotros no pensamos en aprovecharnos; y nos
empleamos en cosas muy diversas y aun opuestas.

PUNTO II.

Jesús llama de nuevo á Pedro y Andrés.

Luego que Jesús llegó á Cafarnaun, permitió á sus Discí-


pulos que se retirasen á sus casas hasta que los volviese á lla-
mar. Si Natanael no se quedó en Caná, que era el lugar de su
habitación, se volvió allá. Felipe se retiró á Belhsaida su pa-
tria. Juan era de Cafarnaun: y aunque Pedro y Andrés eran
Naturales de Belhsaida, tenían su domicilio y habitación en
Cafarnaun. Jesús, pues, queriendo ir á Jerusalen acompasado
de algunos Discípulos, llamó primero á Pedro y Andrés.
Primeramente. Examinemos aqui quienes son estos que Je-
sucristo llama... «Y caminando Jesús por la ribera del mar de
» Galilea vió dos Hermanos, Simón llamado Pedro, y Andrés
»su hermano, que echaban en el mar las redes (porque eran
Tom. I. 16
»Pescadores)»... Eran Pescadores, gente de mar, sin letras, *
sin crédito, sin autoridad y sin bienes de fortuna, á escépcion
de una barca, y unas redes; pero por otra parte personas sen-
cillas, y de una vida inocente y laboriosa; y ocupados actual-
mente en el trabajo de su oficio y de su estado... Estos son los
que Dios prefiere á los grandes, á los ricos, á los sabios, y á
los hombres vanos, ociosos, y voluptuosos.
Lo 2.® Observemos el fin para que Jesucristo los llama...
»Y les dijo: venid detrás de mí, y os haré Pescadores de hom-
»bres».... Era costumbre del Salvador, hacer en sus discursos
esta especie de alusiones, por medio de objetos sensibles á las
cosas espirituales: seguidme, pues, dice á Pedro y Andrés,
• vosotros sois Pescadores de peces: lo sé: yo pesco hombres:
venid conmigo y os enseñaré esta arle divina. Ño comprendie-
ron ellos ciertamente toda la extensión de estas palabras. ¿Y
quién jamás se habria imaginado, que gente dé esta clase,
sencilla, rústica y de tan poco talento, debia un dia hacer mu-
dar de semblante al universo; destruir la idolatría; y hacer re-
conocer á Jesucristo crucificado por Hijo de Dios? Hayan dicho,
en hora buena, en otro tiempo un Juliano Apóstata, un Porfi-
rio, un Celso; y díganlo también en nuestros dias los liberti-
nos, y los impíos si quieren: que la elección de Jesucristo fué
por política; y que escogió gente ruda y sencilla, porque no
pudo hacer que le siguiesen los sábios, y la gente de espíritu;
pero sepan que si Jesucristo no pudo hacer que le siguiesen,
sino gente sencilla, y hombres ignorantes: estos sencillos, y
estos ignorantes se han hecho seguir de los sábios de la tierra
los mas ilustrados: estos sencillos, y estos ignorantes han con-
vertido el universo, las Ciudades, las Provincias, y aun las
naciones mas cultas, y mas instruidas de todo el mundo. Los
antiguos impíos nada han podido oponer á esla verdad: y los
modernos jamás podrán destruirla. ¿No es este un hecho au-
téntico anunciado por Jesucristo en aquel mismo tiempo, en
que ni aun era verosímil; y cuya certeza ha pasado de siglo en
siglo hasta nosotros, que estamos viendo su cumplimiento?
3.° Consideremos como Jesucristo llama & Pedro y Andrés
con una sola palabra y de paso: y ellos luego al punto aban-
donadas las redes, le siguieron, j Ay de aquel á quien la pasión
ó la distracción impide oir esta palabra I (Ay de aquel que ha-
biéndola oido no quiere comprenderla, la disimula, la restrin-
ge, la modifical (Ay de aquel, que habiéndola comprendido,
la desprecia, difiere el obedecer, espera que se la repitan, y
sofoca' la memoria, ó para no responder á ella, ó para retirar-
se vilmente despues de haber respondido I ¿Cuántas veces nos
ha llamado Jesús para que le sigamos; y para que le sirvamos
con una fervorosa y santa vida, sin que nosotros nos hayamos
dignado responder á un tan dulce y tan honroso llamamiento?
¿No es verdad, que siguiendo á Jesucristo, y estando en sus
divinas manos hubiéramos tal vez sido unos Santos y acaso
unos instrumentos de que se hubiera servido para la salvación
y santificación de muchos? (Qué pérdida! iQué desgracia! Pero
no hay que desesperar: nos llama aun: escuchemos su voz:
empezemos boy aunque tarde, á seguir este Divino Maestro; y
prometámosle seguirle en adelante con fidelidad y con cons-
tancia.
PUNTO III.
i

Jesús llama á Jacobo y á Juan para que le sigan.

«De allí caminó adelante; vió oíros dos hermanos, Jacobo


»de Zebedeo, y Juan su hermano, en una barca juntos, con su
»padre que componían las redes; y los llamó... y ellos dejan-
»do las redes, le siguieron»... Consideremos:
Lo 1.° Como Jacobo y Juan obedecieron con alegría: Juan
habia contado á Jacobo su hermano mayor, y á su padre Ze-
bedeo el milagro que Jesús babia hecho en Caná, y de que él
había sido testigo, y otros milagros hechos en Cafarnaun. Este
tierno padre estaba fuera de sí con tantas maravillas, y con la
alegría de que el mas joven de sus hijos hubiese ya sido ad-
mitido en el número de los Discípulos del Mesías. El ma-
yor Santiago, ó Jacobo estaba lleno de una santa envidia
de su hermano, cuando Jesús los llamó ¿ los dos... iCuál fué
la alegría de estos dos hermanos 1 ¡Cuál el júbilo de los cuatro
amigos, al verse reunidos en la compañía de Jesús, su común
Maestro l El que no mira la vocacion de Dios como un insigne
favor comienza ¿ hacerse indigno; y corre riesgo de ser presto
infiel... Zebedeo su padre, que sé vió de un golpe privado de
sus dos hijos, bien lejos de lamentarse dió gracias ai Señor,
porque multiplicaba sobre él sus favores y sus beneficios...
¿Un padre cristiano podrá mirar de otra suerte la vocacion de
sus hijos al estado Eclesiástico ó Religioso?
Lo 2.° Como Jacobo y Juan obedecieron con generosidad...
Se separaron de un padre tiernamente amado; no van ni á
despedirse de su madre, de quien también conocían la ternu-
ra: dejan como ios dos primeros, la barca y las redes en ma-
nos de los mozos, y de su padre, sin saber cuando, ó si en
algún tiempo las volverán á tomar: y finalmente todos aban-
donan un género de vida á que estaban acostumbrados, y la
ocupacion que formaba todas sus riquezas... Pero acaso dirá
alguno que todo era poco: ¡Ay de mil Yo respondo, que aque-
llo que impide seguir á Jesucristo con una fidelidad completa
y entera, y lo que Dios nos manda dejar por su amor, segu-
ramente es en sí algo de menos, y con todo eso no podemos
resolvernos á dejarlo.
Lo 3.° Obedecen con prontitud: luego, en un momento, sin
dilación, al primer eco de la voz lo abandonan todo... Modelo
perfecto de obediencia religiosa; La prontitud, segundo indicio
del fervor, hace el principal mérito de la obediencia, que para
ser digna de Dios, no debe ser menos pronta que la de las
criaturas inanimadas, que obedecen sin dilación á la voz de su
Criador: ella debe ser semejante á aquella que ó de grado ó
por fuerza tendremos en la muerte, cuando nos llame: obe-
diencia que no se podrá retardar entonces un momento, ni por
negocios comenzados, ni por otra ninguna causa que tengamos
entre manos.
Petición y coloquio.

Sí, ;ó Dios mió! Guando se tratare de vuestro servicio, no


me dejaré entretener de algún otro interés: renunciaré, si es
necesario, cuanto mas estimo en este mundo, y abrazaré lo
qué sea mas difícil, por obedecer á vuestras órdenes y por
mostraros mi docilidad. Sostened esta resolución con vuestra
gracia, ó Señor, para que yo sea vuestro en el tiempo y en la
eternidad... Amen.
MEDITACION XXXVI.
PRIMER VIAGE DE JESUS Á JERUSALEN PARA LA FIESTA DE
LA PASCUA.
(S. Juan e. 2. v. 13. 25.) "

1 . ' JESÜS ECHA FUERA DEL , TEMPLO LOS PROFANADORES DEL LUGAR SANTO.
2 . ° RESPONDE Á LOS JUDÍOS QUE SB LAMENTAN DE BSTO. 3 . ° PENETRA I L
FONDO DB LOS CORAZONES.

PUNTO PRIMERO.

Echa fuera del templo los profanadores.

«Y estaba cerca la Pascua de los Judíos, y Jesús subió á


»Jerusalen»... Esta era la primera Pascua, despues de haber
comenzado su vida pública. Hasta este tiempo no se habia de-
jado ver en la capital. Era en ella conocido solo por el testi-
monio de su Precursor, y por el estrépito de los milagros que
habia ya hecho en Galilea. Esto, sin duda, era suficiente para
disponerla á aprovecharse de la presencia de Jesucristo y á
prevenirla en favor de su doctrina, si su obstinación no hubie-
ra sido siempre insuperable. Jesús entró en ella algunos dias
antes de la Pascua seguido de cuatro Discípulos que babia lla-
mado , pasando á la ribera del mar de Tiberiades, Pedro, An-
drés, Jacobo y Juan. Habiendo llegado se fué luego al Templo,
donde quiso darse á conocer con un acto de autoridad, que de-
bió ser de grande estrépito, echando de la casa de Dios los
profanadores que la deshonraban, y que los Sacerdotes ya de
mucho tiempo sufrían, sin pensar en remediar este desórden...
Lo 1.° Consideremos ¿quiénes eran estos profanadores? a Y
«encontró en el Templo gente que vendia bueyes, ovejas y pa-
lomas , y banqueros que estaban sentados»...
fistos profanadores eran en parle Judíos interesados que
tenían una especie de mercado en el primer atrio del Templo,
Tendiendo las cosas necesarias para los sacrificios; y en parte
eran banqueros que por la pública comodidad, hacían un co-
mercio muy lucrativo, dando con cierta ganancia, monedas de
metal bajo, en cambio de las de oro y de plata, que se les su-
ministraban... ¡Cuáles son ay de mil los profanadores de nues-
tras Iglesias infinitamente mas respetables por la presencia sa-
cramental , y real de Jesucristo, que el templo de Jerusalen?
Son personas que vienen solo por ver, y ser vistas; que entran
hasta los pies de los altares con mucho menos respeto y com-
postura que en la casa de un grande del mundo; que compare-
cen con tanto fausto, orgullo, inmodestia, é indecencia, como
si fueran á presentarse en una asamblea profana; que allí ha-
blan con mas libertad que en una sala de espectáculo; que en
el tiempo mismo en que parece que quieren en lo exterior dar
á Dios algún obsequio, tienen el corazon y el espíritu ocupa-
dos con objetos inútiles ó malos; y que finalmente salen con
mayor disipación y agravados de mayor número de pecados
que cuando entraron. ¿No soy yo, acaso, también de este nú-
mero?
Lo 2.° Observemos como Jesucristo trata estos profanado-
res..i Su escandalosa profanación se toleraba; habia pasado á
uso y costumbre, y ya no se bacía caso de ella. Era vista de
todos la negociación, V ninguno la reprobaba. Jesucristo no
pudo sufrir este escándalo: se indignó: el lugar santo que se
profanaba con tan poco miramiento, era la habitación de su
Padre, y á él tocaba tomar la venganza. «Y hecho como un
«látigo de cuerdecillas de junco, á todos los echó del templo,
»y las ovejas, y los bueyes; y echó por tierra el dinero*de los
«banqueros, y derribó los bancos. A los que vendían las palo-
«mas dijo: quitad de aquí estas cosas, y no queráis hacer la
«casa de mi Padre casa de negociación»... | Cuán las cosas, que
nosotros mismos escusamos en nosotros, y miramos como lige-
ras , y como autorizadas, ó á lo menos toleradas con el uso
y con el ejemplo de los otros, no son miradas por Jesucristo
con semejantes ojos! La Iglesia es casa de Dios. Y nosotros
somos templos vivos del Espíritu Santo. Examinemos si en
nuestros corazones hay alguna cosa que quitar, que pueda
ofender los ojos de Jesucristo, y traer sobre nosotros el rigor
de sus castigos. Aprendamos, pues, ¿ regular nuestra con-
ducta, y nuestros juicios, no sobre el uso de los hombres,
sino según la norma de la santidad de Dios, á quien servimos.
Lo 5.° Consideremos el celo que mostró Jesucristo en esta
ocasion; celo profetizado, celo abrasador... Celo profetizado.
Los cuatro Discípulos, testigos del suceso, y que habian visto
siempre en Jesucristo un aire y semblante de bondad y de dul-
zura, quedaron sorprendidos á vista del rigor de esta acción.
Se acordaron que está escrito en el Psalmo (1) que frecuente-
mente se rezaba en sus sinagogas:^/ celo de tu casa me ha
consumido y vieron que esta profecía se verificaba perfecta-
mente en la persona de su Maestro... Este oráculo se debe
también cumplir en todos aquellos que Jesús ba llamado á su
ministerio.
Celo de Jesucristo, celo abrasador, y devorante, que tenia
por principio á Dios solo. Este Divino Salvador estaba penetra-
do de la grandeza de Dios su Padre, y le amaba con un amor
perfecto: de esto nacia aquel celo vivo, y ardiente, de que es-
taba animado... \Ahí Si tuviéramos por Dios nuestro Padre los
mismos sentimientos de respeto, y de amor, ¡ cuánto mas ar-
diente, sábio, iluminado, y eficaz seria nuestro celol El celo
que tiene por principio la pasión, que es nacido de un espíritu
silvestre, y crítico, de un temperamento ardiente é inquieto,
de la cólera, de la antipatía, y del ódio del prójimo, del orgu-
llo, y del deseo de hacerse visible: un tal celo se manifiesta
por sí mismo, se hace despreciable y exaspera los culpados...
Pero el que viene de Dios está lleno de decencia en sus movi-
mientos, de santidad en sus palabras, de gravedad en sus ór-

(1) Pstlm. 68 v. 10.


denes, y de autoridad y magestad en la persona que de él está
llena. A un celo semejante todo conviene que ceda; y nada hay
que pueda resistir.
PUNTO II.

Jesús responde á ¡os Judíos.

Primeramente Examinemos ¡a pregunta que le hacen tos Ju-


díos... «Respondieron, pues, los Judíos, y le dijeron: ¿con
»qué sefial manifiestas el poder hacer estas cosas?»
Estos Judíos tenian sin duda alguna autoridad en el Tem-
plo, como los Sacerdotesf los Escribas, y Levitas. Su pregun-
ta da á entender por lo menos en ellos mucha animosidad, en-
vidia, é incredulidad. Para remediar , decian ellos, los abusos
públicos es necesaria la pública autoridad ; una misión estraor-
dinaria del Cielo: muéstranos, pues, tu poder, y las sefiales de
una legitima autoridad que justifiquen lo que has hecho ; ó si
eres Profeta, y enviado de Dios, dá pruebas de esta cualidad
haciendo aquí algún prodigio: danos una sefial de tu misión,
obrando algún milagro... Pero la acción que Jesucristo habia
hecho ¿no era en sí una señal sensible de su divino poder, y
una prueba de su autoridad? Cuatro Galileos rudos, Discípulos
de Jesucristo habian reconocido en esto el cumplimiento de una
profecía que mira al Mesías, y estos sabios de Jerusalen no ven
aquí cosa alguna grande, y antes se escandalizan... Mas si para
ellos se necesitaba otra prueba, ú otra sefial, no era necesario
que esta se diese con un milagro. ¿Los testimonios de Juan
Bautista, de que ya habian oido hablar, no eran otras tantas
pruebas en su favor? Cuando ellos mismos enviaron diputados
al Santo Precursor, estaban dispuestos, según decian, á creer-
le, si les hubiese dicho que él era el Mesías; ahora, pues, ¿no
era Juan por ventura mucho mas digno de fé, cuando les nom-
bró otro, sabiendo todos que el Mesias indicado por Juan era
Jesucristo? ¿Por qué, pues, pedirle ahora un milagro?.. Y fi-
nalmente, si era necesario un milagro, ¿el suceso de la acción
hecha por Jesucristo, no lo era ya de esta naturaleza? ¿Cómo
un hombre solo si no estuviese autorizado por Dios , habrja po-
dido emprender, y ejecutar un semejante proyecto, sin que
entre tantos interesados en oponérsele, ni uno solo se atreviese
á hablarle, ni á defenderse? ¿Cómo todos estos vendedores, y
todos estos banqueros se habrían dejado tratar de esta manera,
si no hubiesen sentido la impresión de la divinidad que eslaba
en Jesucristo? ¿No es un milagro, dice San Gerónimo, que un
hombre solo, sin comparecer revestido de alguna autoridad,
hubiese hecho, sin la mas mínima resistencia, lo que habia
hecho Jesucristo? Conviene, pues decir, dice este Padre, que
un fuego celestial resplandeció en sus ojos, y que vieron en su
frente la Magestad Divina... Y si se requerían aun mas mila-
gros, ¿ignoraban acaso estos Judíos los que Jesucristo habia
hecho en la Galilea? ¿Los mismos que los habian visto no se
hallaban entonces en Jerusalen puntualmente para celebrar la
Pascua? ¿No los habian contado? ¿Qué? ¿Eran estos tan in-
sensatos, ó lan mal intencionados? j Ay de vosotros endureci-
dos ! Jesucristo los hará en Jerusalen ; vosotros los vereis; pero
no los creereis... Cuando el corazon está enagenado por una
pasión, ninguna cosa hay poderosa para ganarle. Se necesita-
ría, según los incrédulos , que Dios hiciese un milagro para
cada uno de ellos en particular; y que le hiciese en la especie
y en la manera que ellos le quisiesen. ¡Ahí No lo usa hacer así
el Autor del Universo. El no puede aceplar la ley de sus cria-
turas, sus caminos son mas elevados, mas magesluosos, mas
dignos de él, y mas independientes. No concede prodigios á
aquellos que están empeñados en pedirlos por la incredulidad ó
por la malignidad; porque con semejantes disposiciones no se
piden para convencerse, sino para impugnarlos.
Lo 2.° Observemos cual fué la respuesta de Jesucristo, y en
qué sentido la tomaron los Judios... «Les respondió Jesús, y
»les dijo: deshaced este templo, y yo en tres dias le volveré
»á poner en pie. Dijeron, pues, los Judios: este templo fué
«fabricado en cuarenta y seis años, y tú le volverás á poner
»en pie en tres dias?»... Este mismo es el temperamento de
nuestros espíritus fuertes que en las cosas de Religión, lo loman
todo en un sentido grosero, y puramente material. ¿Y qué? Ju-
díos que se gloriaban de estar instruidos, que estaban acostum-
brados á los sentidos figurados, á los enigmas, á las Parábo-
las ¿no sospechaban alguna cosa semejante en las palabras de
Jesucristo? Cuanto mas imposible les parecía la cosa, tanto mas
debieran juzgar que no se debían tomar los términos de la res-
puesta como sonaban. Debían, pues, pedirle al que la dió, que
les declarase, en qué sentido la entendiese, ó si no se atrevían
á pedírselo, debían, como lo hicieron los Apóstoles, esperar á
que el tiempo les revelase el misterio, y les diese la esplica-
cion... Lo mismo debemos hacer nosotros cuando encontramos
oscuridad en la Escritura, en nuestros misterios, y en la con-
ducta de Dios para con los hombres. Seamos siempre igual-
mente fieles á Jesucristo, y sumisos á su Iglesia. Dios tiene sus
momentos: y el tiempo lo descubrirá todo... Pero este partido
es demasiado humilde, y demasiadamente cuerdo para los sa-
bios orgullosos... Estos comenzaron á discurrir sobre el templo
material en que se bailaban; á calcular eruditamente cuánto
tiempo se habia empleado en construirle, y ponerle otra vez en
el estado en que estaba; á deducir que la palabra del Salvador
incluía una contradicción manifiesta: y finalmente se retiraron
mas incrédulos de lo que habian venido... Justo castigo de su
orgullo, y de su voluntaria ceguedad. 27, pues, hablaba del
templo de su cuerpo... De aquel cuerpo divino, que los Judíos
habian de clavar en la cruz, y que despues debia ser sepultado;
y á los tres dias resucitar... ¡O cuerpo adorable 1 Vos sois
efectivamente el verdadero templo de Dios; en vos reside la
plenitud de la divinidad, y por vos nos acercamos á Dios, y nos
unimos á él, recibiéndoos en el divino Sacramento.
Lo 3.° Consideremos qué efecto produjo despues la respues-
ta de Jesucristo... Esta respuesta era una predicción con la que
el Salvador decía á los Judíos: vosotros sacrificáis el templo de
mi Padre á vuestra avaricia, y del mismo modo sacrificareis
mi cuerpo á vuestra envidia. ¿Y qué sucederá? Que aquel mis
mo poder que ha obrado lo que ahora os ocasiona escándalo, y
CODfusión, hará al fin un prodigio que vosotros tío sabréis com-
prender, y bajo cuyo peso quedareis oprimidos. Este prodigio
es la resurrección de mi cuerpo, que se hará á los tres dias,
que seguirán á la destrucción que habréis hecho. Yo entónces
seré vencedor de la muerte, y mi resurrección establecerá per-
fectamente la verdad de mi misión... Esta predicción tuvo su
efecto en el tiempo destinado... «Esto es, entónces cuando re-
»sucitó de la muerte se acordáron sus Discípulos como él habia
»dicho esto; y creyéron á la Escritura, y á las palabras de Je-
sús»... Asi la misma palabra cegó á los Judíos indóciles, y oca-
sionó la muerte á Jesús; consoló á los Discípulos de este Divino
Salvador; y aseguró su fé cuando viéron su cumplimiento: con-
virtió á los Gentiles, y los convenció de la divinidad del Me-
sías... ¡O! sabiduría divina: y como con una palabra sola casti-
gáis vuestros enemigos; os sacrificáis por ¿nosotros, formáis
vuestra Iglesia, y consoláis á los que creen en vos!
PUNTO III.
Jesús penetra el fondo de los corazones.

Lo 1.a Conoce á los que no creen en él... «En el tiempo,


»pues, que estuvo en Jerusalen por la Pascua, y por la solem-
nidad, muchos creyéron en su nombre viendo los milagros
«que hacia»... Jesús no rehusó dar al Pueblo, que habia con-
currido entonces á Jerusalen, la grande prueba de su misión.
Los Judíos le habian pedido un solo ipilagro, y él hizo tantos,
y tan grandes, que muchos creyéron en él... |Ah! ¿Por qué no
creyeron todos? Por su obstinación. Jesús los conocía. Conoce
también ahora á todos los que no creen en él. El solo conoce
hasta qué punto cada uno de ellos es culpable; porque él solo
conoce la medida de las gracias, y de las luces á que han he-
cho resistencia. Pero sin examinar hasta que punto son culpa-
bles, cosa que no toca á nosotros, compadezcámonos de ellos:
roguemos por ellos: y consideremos que nosotros mismos seria-
mos culpables, si tuviéramos la desgracia de ser del número
de los que no creen.
Lo 2.° Jesús conoce los que creen en él... «Muchos creyéron
»en su nombre... Pero Jesús no se fiaba de ellos porque los
«conocía ¿ todos»... En el corazon de aquellos Judíos volubles
é inconstantes que fuéron arrebatados de la admiración de los
milagros de Jesucristo, mas que del amor por la verdad y de
la estimación de su persona, leia el Salvador claramente, que
un dia pedirían su Sangre, y que entre ellos no habia seguri-
dad alguna para él. Conocía que aquellos hombres que enton-
ces parecían tan dedicados ¿ él, y que creían también en él,
estando rodeados de aquellos que no creían, no habian de te-
ner por la mayor parte una fé bastante firme para resistir al
ejemplo, ¿ la autoridad, á los artificios, y ¿ las calumnias de
estos. Estaba por tanto resuelto á no fiarse del afecto presente
que le manifestaban, ni de la admiración improvisa de que los
veía sobrecogidos... Nosotros creemos en Jesucristo; y en cier-
tos tiempos renovamos los sentimientos de penitencia, que edi-
fican la Iglesia; pero ¡ay de mil ¿Puede Jesucristo hacer cuen-
ta con nosotros, y fiarse de nuestras promesas? ¿Vé en noso-
tros aquella generosa determinación de observar su ley en to-
das las cosas, de superar todas las dificultades, de vencer to-
das las tentaciones, de despreciar todos los respetos humanos,
de resistir á todos los malos ejemplos, de evitar todos los es-
cándalos, y de huir todas las ocasiones de ofenderle? ¿No vé
al contrario en la mayor parte de nosotros, fieles sin fé, cora-
zones sin piedad, voluntad sin acción, ó á lo ménos una fé tan
débil, y tan lánguida, que presto ó tarde cede, y sigue el
torrente, la multitud, la política, y el mundo?
Lo 3.° Jesús conoce al hombre en el hombre mismo sin el
testimonio de alguno... «Y porque no tenia necesidad de que
«alguno diese testimonio del Otro. Porque por si mismo sabia
»Io que habia en el hombre»... |OI [Y cuán ciego es el testi-
monio de los hombresl No pueden pensar, juzgar, hablar, y dar
testimonio de los otros, mas que sobre las esleriores aparien-
cias. ¿Y qué cosa hay; mas espuesla á engaños? Aun aquellas
apariencias que deberían echarse á buena parle por la caridad,
¿no se echan las mas veces á mala, por la perversidad? Por
esto en órden á nuestro prójimo, sobre quien no tenemos algún
derecho, no hagamos de él jamás juicio alguno sobre el testi-
monio de los hombres. Creamos caritativamente el bien que de
él se dice, y edifiquémonos, y no demos fé alguna al mal que
de él se puede'decir... Respecto de aquellos de quien tenemos
derecho de informarnos; en el recibir el testimonio de los hom-
bres, consultemos la caridad, la prudencia, y la justicia; im-
plorando al mismo tiempo las luces de aquel que no tiene ne-
cesidad del testimonio de alguno. Finalmente respecto de noso-
tros mismos, hagamos poco caudal de los discursos, y de los
pensamientos de los hombres. No debemos ensoberbecernos por
las idéas favorables que se puedan tener de nosotros: ni inquie-
tarnos por cuanto puedan algunos pensar, y decir en contra.
Jesús ni nos conoce, ni nos juzga por el testimonio de nuestros
amigos, ni por el de nuestros enemigos. En el bien que de noso-
tros se dice, debemos hallar de que humillarnos, y en el mal
de que instruirnos: y referirlo lodo á aquel que nos vé en noso-
tros mismos, sin solicitar merecer la aprobación de otro, que de
él mismo.
Petición y coloquio.
jAyde mil Señor; ¿qué es lo que he hecho cuando he bus-
cado la estimación de los hombres? He procurado engañarlos
sin pensar que me engañaba á mí mismo, y que no podia evi-
tar la penetración y la severidad de vuestra vista. ¿Qué es lo
que he hecho cuando me he conturbado por el desprecio que
de mí hacían los hombres? Me he olvidado que merecía los vues-
tros, y que los de los hombres sufridos por vuestro amor po-
dían servirme para satisfacer por mis pecados, y para purifi-
carme á vuestros ojos. Sed, ó Jesús mió, el único testigo de mi
vida, él solo de quien tema los desprecios, y él solo de quien
reciba los consuelos, las complacencias y los favores. Amen.
MEDITACION XXXVII.

CONFERENCIA DE JESUS CON NICODEMUS.


(S. Juan c. 3. v. 1. 11.)

ESTA CONFERENCIA NOS ENSEÑA QCE HAT OBSTÁCULOS PABA LA FÉ DIFÍCILES


DE VENCEB, DE LOS QUE TRIUNFÓ NlCODEMUS... 1 . ° POR PABTE DEL MUN-
DO: 2.® POB PABTE DEL ESPÍRITU: 3 . ° POR PARTE DBL CORARON.

PUNTO PRIMERO.

Obstáculos por parle del mundo vencidos por Nicodemus.

«Y habia un hombre de ios Fariseos, llamado Nicodemus,


»de los principales entre los Judíos: éste se fué de noche ¿ Je-
»sus, y le dijo: Maestro, sabemos que has sido enviado por
»Dios para ensenar, porque ninguno puede hacer los prodigios
»que tú haces, si no tiene á Dios consigo»... [Cuántos obstá-
culos a la fé, y á la piedad se encuentran aun en el mundo,
que fuéron vencidos por Nicodemus!
Lo 1.° Los vínculos con un partido acreditado, i. Nicodemus
era de la secta de los Fariseos. Esta secta hacia profesion de
una moral severa, y de una observancia rigurosa de la ley: pe-
ro al mismo tiempo era supersticiosa, hipócrita* orgullosa, é
indócil; habia ya manifestado su ódio contra el Precursor, y no
escondía la aversión que tenia á Jesucristo... (01 |Y cuán im-
portante es, que cada uno considere bien con qué compañías se
empeña, y con qué personas hace ligal
Lo 2.° La altura de una clase distinguida... Nicodemus era
uno de aquellos que se llamaban Principes de los Judíos ó sea
cabezas de familia, que eran miembros del soberano consejo
de la Nación... El fausto, y las riquezas, que acompañan la
cualidad, los honores, y las dignidades del siglo, difícilmente
se concuerdan con la humildad, que es la basa del cristianis-
mo. Puesta una persona en alta gerarquía fácilmente creería
bajarse demasiado si viese lo mismo que vé el Pueblo: si se
moviese de lo que se mueve el Pueblo; si profesase la misma
religión que profesa el Pueblo.
Observemos lo 3.° El crédito de utia edad avanzada... La
madurez de los afios de Nicodemus no sufria que oyese las lec-
ciones de un hombre á quien no se daban aun cuarenta años...
Cuanto mas adquirimos de crédito, y autoridad por nuestra
edad respetable tanto mas observada es nuestra conducta;
tanto mas se murmuran nuestros cambios; y tenemos ménos
fuerza 'para despreciar ios juicios de los hombres, y para
vencer nuestros propios hábitos. Guardémonos, pues, de di-
latar á un tiempo tan incierto, y á una edad tan débil, la eje-
cución de los buenos deseos que el Cielo nos inspira. Es cier-
tamente muy tarde, empezar en esta edad á instruirse en la
propia religión, á creer, y á emprender la mudanza del cora-
zon, y á disponerse á una nueva vida; principalmente cuando
se ha pasado la juventud en el libertinage, y se ha llenado el
espíritu de dudas, y de ciertas quejas insípidas sobre la religión.
Nicodemus no se hallaba en esta situación : pero leyendo la ley
no habia estudiado su espíritu.
Los obstáculos de que hemos hablado eran grandes; y cier-
tamente Nicodemus los venció. Se fué á Jesucristo, pero no sin
manifestar alguna flaqueza... Tenia el corazon recto, y á pesar
de sus prejuicios, quedó sorprendido de los prodigios de Jesu-
cristo: de hecho era difícil el no sentir su impresión. ¿T cómo
todos los Judíos de aquel tiempo, y todos los incrédulos del
nuestro pueden sostener su esplendor sin caer á los pies de Je-
sucristo? Nicodemus fué á encontrar al Salvador; pero de no-
che... (O temor del mundo! (O respeto humanol [Cuántas con-
versiones has impedido! ¡cuántos réprobos has hecho! No se
atreve, pues, ¡ó sabiduría divinal no se atreve á hablaros en
medio del dia, ni á declararse abiertamente por vos. Un grande
del mundo se reputaría deshonrado, ¡ó Rey de la gloria! si fue-
se hallado conversando con vos, y recibiendo vuestras instruc-
ciones? i O Jerusalen, que tienes en tai esclavitud tus habitado-
res! ¿qué diluvio de pecados, y de desgracias por ellos, no
atraes sobre tí? Nicodemus mostró aun mas flaqueza en sus sen-
timientos, que en su proceder... «Maestro, dijo al hablar á Je*
»sucrislo, nosotros conocemos que has sido enviado por Dios
»para enseñar, porque ninguno puede hacer aquellos prodigios
»que tú haces, si no tiene á Dios consigo»... Era esta, á la
verdad, una confesion principiada, que hacia de la divinidad de
Jesucristo, pero no una confesion decisiva. Mejor habian pen-
sado, y hablado de Jesucristo los priAeros Discípulos del Sal-
vador, ántes de haber visto algún milagro. «Andrés dijo á su
«hermano: Hemos encontrado el Mesías... Felipe dijo á Natana-
«el: hemos encontrado aquel de quien escribió Moisés en la Ley,
«y los Profetas»... Natanael á una sola palabra, que le dijo Je-
sús, gritó: Maestro, tú eres el hijo de Dios... He aquí á dónde
los habia guiado el testimonio de Juan, y la circunstancia del
tiempo señalado por los Profetas para la venida del Mesias; y
he aqui donde no llega este grande, este docto, este Fariseo,
que debia estar mejor instruido que los Discípulos, y que ade-
más habia sido testigo de tantos prodigios... €on todo Jesu-
cristo no le deshecbó, tuvo compasion de su flaqueza, no des-
deñó sus anticipadas protestas, aprobó sus primeros esfuerzos,
le acogió con bondad, y le instruyó también de los mas altos
misterios, de una manera proporcionada á su situación; pero
sin tener demasiada atención á su delicadeza, y á sus prejui- #
cios... Cualquiera obstáculo ó impedimento que se nos ponga
por delante en .órden á nuestra salvación; no desesperemos,,
recurramos á Jesús, por grande que sea nuestra flaqueza, y
nuestra debilidad, representándosela, y hagamos algún esfuer-
zo de nuestra parte: él es la misma bondad; nos recibirá, nos
fortificará, y nos instruirá.

TOM. I . 17
PUNTO II.

Obstáculos de parte del espíritu, de que fué librado Nicodemus.

Primer obstáculo para la fé... Un espíritu fuerte, que en-


tiende materialmente las cosas, y nada cree... «Respondió Je-
»sus, y le dijo: en verdad, en verdad te digo, que cualquiera
»que no nacerá de nuevo, no puede ver el Reino de Dios ... Di-
«jóle Nicodemus; ¿cómo puede ser que un hombre nazca de
«nuevo, cuando ya es viqo? ¿Puede él, por ventura, volver á
»entrar en el seno de su madre, y renacer?»... El docto Fariseo
tomando las palabras del Salvador en un sentido material, y
grosero; y sin pedir alguna aclaración, empezó por sí mismo
á esplicar lo que era necesario para recibir este segundo naci-
miento, de que se le hablaba. Habría sido necesario, según su
manera de pensar, que un hombre, aunque avanzado en edad,
entrase otra vez en el vientre de su madre, y volviese á salir
de nuevo por la segunda vez; de donde concluía, pero sin de-
cirlo, sino dándolo suficientemente á entender, que la cosa era
imposible, y que en sí contenia contradicción... He'aquí como
lo piensan nuestros espíritus fuertes, toman el equívoco en to-
das las cosas: tienen ideas bajas, viles: no ven otra cosa en el
hombre, que materia, prejuicio en la virtud, y en el vicio; en
ty Iglesia.no ven mas que política, en el órden del universo no
# ven otra cosa que acaso, y en los designios de la creación, ña-
da mas que el siglo presénle, de lo que concluyen, que cuanto
setlice en órden á lo mas noble, y á lo mas elevado repugna,
y es imposible... Jesús, que habia visto el hierro de Nicodemus
y que queria que sirviese para su conversión, le respondió: «En
»verdad, en verdad yo te digo, el que no renacerá ^or medio
»del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de
»Dios. Lo que es engendrado de la carne, es carne; y loque es
«engendrado del espíritu, es espíritu. No te maravilles si te he
»dicho; es necesario que nazcas de nuevo»... Como'si Jesucristo
le hubiese dicho; es necesario que el hombre renazca, no del
vientre de su madre, sino por medio del agua, y del Espíritu
Santo. Y como el primer nacimiento que viene de la carne, da
una vida carnal, y animal; asi el segundo, que viene del Espíri-
tu Santo, da una vida espiritual, santa, y divina. No te maravi-
lles ya, pues, de lo que Je dicho, que es necesario un segundo
nacimiento para entrar en el Reino de Dios: yo te hablo de una
nueva regeneración espiritual que te ensalza sobre la ley de
Moisés mucho mas de 1q que la ley te ensalza sobre la natura-
leza... Nosotros hemos recibido este segundo nacimiento del
agua, y del Espíritu Santo, por el cual hemos venido á ser hi-
jos de Dios, y de la Iglesia... Demos gracias al Sefior por tan
grande beneficio. Tenemos en nosotros las dos vidas; la prime-
ra que hemos recibido del primer Adán, vidá terrestre, y del
pecado: la segunda, que hemos recibido del segundo Adán; es-
to es,. de Jesucristo, por obra de su espíritu; vida celestial, vi-
da interior, vida de retiro, de mortificación, vida de recogi-
miento, y de.oracion, vida de unión con Dios, vida de fé, de
esperanza, y de amor... ¿De cuál de estas dos vidas vivimos
nosotros? [Ay de mil Apénas conocemos la segunda.-
' Segundo obstáculo á la fé... Un espíritu presuntuoso, que
pide,razonde todo, y que nada concibe... Nicodemus récono-
cló su error; pero tenia aun muchas dificultades, y estaba aun
muy léjos de la sumisión que pide la fé... Jesús para sose-
gar, y calmar su espíritu sobre la posibilidad de este segun-
do nacimiento, y de .esta segunda vida, bien que invisible,
le hizo esta comparación ( 1 ) , y le dijo: el espíritu inspira
donde quiere. El viento sopla, Sin que algún poder humano,
pueda suscitarle, calmarle, dirigirle, ó pararle... Tú oyes
el sonido, tú sientes la impresión, tú sabes que él existe; pero
no le ves... Y no sabes de donde venga, donde haya tenido su
principio, nt á donde vá, ni á donde irá á terminar: asi le suce-
ded cualquiera que ha nacido del espíritu: como si le hubiese.
(1) Esta comparación es tanto mas bella, y mas e n é r g i c a , cuanto en
la lengua origina), la misma palabra significa eí viento y el espirita.
dicho; este renacimiento, ó segundo nacimiento, de que te ha-
blo, que se hace por obra del Espíritu Santo, no se vé con los
ojos, pero no es ménos real. El viento, que no se ve; y cuyo so-
nido se oye, y se ven sus efectos es una imágen de este Espíritu
Santo, que no se ve obrar dentro del hombre donde espira cuan-
do le agrada, y como le agrada; pero gue ciertamente, hablan-
do por lo regular, no obra sin que de él se vean efectos éste-
ríores... No podia Jesús haber escogido mejor figura, ni mejor
ejemplo. Entre todos los fenómenos de Ja naturaleza, el viento,
por su irregularidad, por su fuerza, y por su invisibilidad es
uño de los mas propios para dar á conocer el poder de Dios,
y la incomprensibilidad de sus obras; y para hacer percibir al
hombre su debilidad, y su dependencia. El ejemplo no tenia
réplica, para uno ijue hubiese querido creer; pero Nicodemus
quería comprender, y respondió: ¿cómo puede ser esto? ¿CómO?
¿y por qué? he aquí el escollo ea que en todos tiempos ha .ido á
romperse la presunción, y por el que ha naufragado.i* No
puedo creer, dice el impío, lo que no comprendo. jAh impostor!
Crees ciertamente, sin conocerlos, los fenómenos de la natura-
leza por sola la relación de tus sentidos; ¿y no puedes creer co-
sa alguna por la relación del que ha criado la naturaleza, y te
ha dado los sentidos?... Crees mil absurdos que se contienen en
tus sistemas, y Jos crees por la relación, y autoridad de quien
te los vende, aunque no ios enlienda mejor que tú, y sin darte
prueba alguna; y no crees sobre la autoridad del Hijo Unico de
Dios, que ha visto lo que te anuncia, y que ha. probado su'mi-
sión con muchos y estrepitosos prodigios? Empieza ¿ creer: es-
te es el camino mas seguro y el mas digno de la grandeza de tu
Dios, el mas proporcionado á tu debilidad. El Filósofo mismo
cree los fenómenos, que se fatiga en comprender, y de que
busca los principios, y las causas; y si alguna vez Dios hace
gustar la verdad de sus misterios, y descubre su economía,
y su belleza, lo bace á un corazon humilde', y sumiso que los
cree; y no á un espíritu presuntuoso que ántes de creerlos,
pide la razón, y la inteligencia.
Tercer obstáculo á la [é... Un espíritu altanero, que dogma-
' tiza sobre todo, y nada sabe... Habia quedado aun en Nicode-
mus un residuo de orgullo farisáico, y era necesario humillar-
le. Jesús habia conducido el espíritu de su Discípulo al punto
que era necesario, para que pudiese sufrir con humildad una
operacion tan delicada. «Respondió Jesús, y le dijo: tú eres
«Maestro en Israel, ¿y no entiendes estas cosas? En verdad en
«verdad te digo, que nosotros hablamos de aqüello que sabe-,
«mos, y atestiguamos aquello que hemos visto, y vosotros no
«creeis nuestras aserciones. SI yo he hablado de cosas de la
«tierra, y no me creeis; ¿cómo me creereis si os hablase cosas
«del Cielo?» Jesucristo no da en rostro aquí á Nicodemus, con
que no comprende; sino con que no sabe, y con que no cree.
Debería saber de hecho, que frecuentemente en la Escritura (1)
se habla de un espíritu recto, y renovado: de un corazon puro, y
criado de nuevo: y de uná agua pura, que debe borrar todas las
manchas del pecado... Nosotros no podemos comprender los mis-
terios de nuestra fé; pero debemos saberlos, creerlos, adorar-
los, y callar. Si estamos encargados, y con la oblígaciotf de en-
señar, debemos también tener un conocimiento mas particular;
debemos saber en qué términos los propone la Escritura, y en
qué términos hablan de eilos los Santos Padres: en qué sentido
se deben entender los términos de la Escritura, y de los Pa-
dres: que errores ha condenado la Iglesia sobre estos misterios,
y qué puntos ha decidido... Pero el orgullo escede todos los lí-
mites, y reúne en Sí una estrema audacia, con una profunda
ignorancia. El orgulloso habla de todo, y de nada se instruye.
Ignora aun los primeros elementos de la doctrina cristiana, y
decide sobre las cuestiones mas espinosas. ¿No somos por ven-
tura nosotros de este número?.. ¿No ignoramos acaso lo que te-
nemos obligación de enseñar, y pretendemos enseñar lo que no
debemos saber, y lo que efectivamente ignoramos?
Si la reconvención hecha á Nicodemus fué mortificante, fué»

(1) Psalm. 50. Ezech. c. i l . v. 19. c. 36. 25.


262 EL EVANGELIO «EDITADO.
también saludable. El Fariseo humillado no respondió ya mas:
su silencio fué prueba de su docilidad : y por ella mereció que
Jesucristo continuase ¿ revelarle los misterios mas sublimes (4),
y que al fin de la conferencia quedase consolado.

PUNTO DI.

Obstáculos por parte del corazon, de que fué preservado


Nicodemus.

El mismo Jesucristo distingue aquí estos obstáculos, y dice:


que entre los hombres hay algunos que huyen la luz: otros
que prefieren las tinieblas á la luz: y otros que vienen á la luz.
Lo 1.° Hay algunos que huyen la luz: «y la condenación
»(dice Jesucristo) está en esto; que vino al mundo la luz, y los
»hqmbres amaron masías tinieblas,*que la luz; porque sus
«obras eran malvadas»... Jesús es la luz, el cristianismo es
una Religión de luz, el Evangelio es una ley de luz. La fé cató-
lica nos descubre lo que debemos temer, y esperar en la otra
vida, y lo que en esta debemos huir, y buscar. Todas las otras
pretendidas religiones, todas las sectas, todos los sistemas de
los incrédulos son tinieblas. La luz ha venido al mundo, res-
plandece en todas las partes, si en el mundo hay pocos fieles,
no es por falta de pruebas, y de conocimiento: el mal está en
el corazon, y en la voluntad. Los hombres han amado mas las
tinieblas, que la luz; han preferido libremente las tinieblas á la
luz, y he aquí el motivo de su condenación... ¡OI i Y cuán cul-
pable es delante de Dios esta preferencia! ¡Cuántas veces yo
mismo me he hecho culpable!
Lo 2.° Hay otros que prefieren las tinieblas 4 la luz: y por
qué? porque sus obras son malvadas... aporque (dice Jesucris-
t o ) , el que hace mal aborrece la luz, y no se acerca á la luz, .
»para que no sean reprendidas sus obras»... ¿Cuál es, pues, la

(1) Véase la Meditación siguiente.


causa de una tan injusta preferencia? Por la • mayor parte sug
obras, sus pecados, y su apego á la maldad: obras vergonzosas,
y obras de las tinieblas. Se aborrece, y se huye una luz importu-
na, que nos da en rostro coa ellas. La naturaleza ensefia á escon-
derlas á los ojos de los hombres; cada uno procura esconderlas
¿si mismo, escusándolas, ó no conociendo la ley que las pro-
hibe, ó que exige una confesion humilde, y sincera; y se ima-
gina ,• con no creer nada, que las esconde al conocimiento del
mismo Dios, y al rigor de su justicia. No nos maravillemos,
pues, no nos escandalizemos de ver tantos impíos, que dese-
chan la fe, y tantos apóstatas. Si estos están abandonados á
las obras de las tinieblas; esta es la causa, porqufe huyen la
luz. En vano los incrédulos esclaman contra este juicio: él ha
salido de la boca de la misma verdad; y sin embargo de sus
hipócritas discursos, la obscenidad, de que están llenos sus li-
bros, sirve para confirmarlo mas. Temamos, pues, y huyamos
el pecado, que puede por grados disminuir, y al fin apagar en
nosotros todas las luces de la fe. La seducion, y el engafio
en materia de Religión empieza, y acaba siempre por caídas
vergonzosas.
Lo 3.° Eay otros que vienen á la lux. «Mas el que obra,
«según la verdad, se acerca á la luz; para que sean manifiestas
»sus obras; porque están hechas según Dios»... Los que obran
según la verdad;-esto es, los que obran bien, ó se arrepienten,
y se acusan del mal que han hecho, aman la luz. El que no ha
sido corrompido del vicio, y ha seguido la ley de Dios estam-
pada en todos los corazones; ó el que habiendo seguido sus
pasiones, gime bajo el peso de sus pecados, y sé purga de sus
'desórdenes, recibe con júbilo la luz del Evangelio: porque es-
tando de acuerdo con su conciencia, lo está también con Dios...
¿No sentimos nosotros mismos que nos acercamos á Dios, con
confianza, cuando hemos seguido santamente su ley, cuando
hemos obedecido á sus inspiraciones, cuando hemos hecho re-
sistencia á nuestras pasiones, y conservado nuestras resolucio-
nes? Pero si al contrario, nuestra conciencia nos reprende; no-
sotros DOS sentimos alejar de él; esperimentamos una cierta pe-
na al ponernos en su presencia, y a) practicar nuestros ordina-
rios ejercicios de piedad. En este estado, volvamos á entrar
prontamente en los caminos de la verdad; acusémonos, humillé-
monos, busquemos la luz que nos hará conocer nuestra culpa,
y encontraremos en nuestra humillación la paz, y la confianza
que hemos perdido.
Nicodemus no era de estos corazones corrompidos» que
tienen su interés en aborrecer, y huir la luz; tuvo el consuelo
de reconocerse en el retrato, que Jesucristo hacia de aquellos
que la buscaban. Se alegró de haberla encontrado, y á ella es-
tuvo constantemente unido. Si usó alguna circunspección du-
rante la vida del Salvador; usó menos despues de su muerte, y
mucha menos, sin duda, despues de la venida del Espíritu
Santo, cuando ya la profesion de la fé vino á ser tan necesaria
para la salud, como la misma fé.

Petición y coloquio.

IAhí No permitas, Sefior, que por.la multitud de mis.pe-


cados caiga en esta incredulidad del impío, que le hace amar
sus tinieblas, y temer la luz. Dadme, ó Dios mío, aquella fé
viva, que hace aborrecer las tinieblas, buscar, hallar, y se-
guir vuestra luz: creo, ó Divino Salvador mió, vuestros mis-
terios incomprensibles; no quiero, para creerlos, otro fiador
de su verdad, que vuestra palabra, i Ahí ¿Quién soy yo pal»
examinar su profundidad? Aumentad mi fé, ó .Sefior: hacedme
la gracia de que viva según mi fé, para que pueda ver en «i
€ielo, lo que solo puedo creer, y adorar sobre la tierra. Amen.'
MEDITACION XXXVIII.

, DE OTROS MISTERIOS QUE JESUS REVELÓ k NICODEMUS^

ESTOS MISTERIOS SON. 1 * . LA DIVINIDAD DE JESUCRISTO, FUNDAMENTO DE

NUESTRA F É : 2 . ° LA MUERTE DE JESUCRISTO, PRINCIPIO DE NUESTRA E S -


PERANZA : 3 . ° E L AMOR DE D I O S , PARA CON LOS HOMBRES, MOTIVO DB

NUESTRO AMOB PARA CON DlOS.

PUNTO PRIMERO.

De la Divinidad de Jesucristo, fundamento de nuestra fé.


Para acabar Jesús de someter el espíritu de Nicodemus, y
obtener una fé perfecta, despues de haberle dicho: si lo que te
he enseñado de la regeneración espiritual, que se hace sobre
la tierra, y de que te he dado un ejemplo palpable, no lo
crees: ¿cómo me creerás, si te revelo lo que se hace en el seno
de Dios; si te descubro los secretos del Cielo, de que aun no -
ha sido favorecida la tierra? añadió: «Ninguno subió al Cielo,
«fuera de aquel que bajó del Cielo. El hijo del hombre que es-
»tá en el Cielo»... Como si le hubiese dicho: ninguno puede
enseñarte |stas verdades celestiales, sino el primogénito entre
los hombres r porque ninguno subió al Cielo para sacar de allí
la ciencia de. Dios, fuera de aquel, que bajó del Cielo, para la
instrucción, y la salud del mundo; y que conversando, y vi-
viendo sobre la tierra, no deja de estar actualmente en el
Cielo. •
Primeramente. Con estas palabras el Salvador nos enseña,
como él ha subido al Cielo... Por el Cielo, que nosotros mira-
mos, como al trono de Dios, Jesucristo entiende el seno mismq
de la Divinidad; esto es, las tres Divinas Personas, que real-
mente distintas entre si, tienen una misma naturaleza, y son
UD solo Dios. Es allá, al seno mismo de la Divinidad á donde
como hijo del hombre, Jesucristo ha subido, cuando por.su
Encarnación su sania humanidad concebida en el seno de la*
Virgen por obra del Espíritu Santo, fué unida al Verbo de
Dios, en unidad de Persona. Desde entonces, en Jesucristo hijo
único de Dios, el hombre es Dios, y Dios es hombre: desde'
entonces el alma santa de Jesucristo fué admitida á la vista in-
tuitiva de Dios, y á todos los consejos de su sabiduría en una
manera jamás concedida á criatura alguna, y ella ha recibido
todas las gracias, todos los conocimientos, y todo el poder que
convenia á su dignidad de Hijo dé Dios*, y á su cualidad de
Sefior, de Salvador, y de Juez de todo el Universo.
Lo 2.° Con eslas palabras Jesucristo nos enseba como ha
bajado del Cielo... Ha bajado por medio de su Encarnación,
cuando este Yerbo Divino ha sid#hecho carne, y revestido de
esta carne ha habitado entre nosotros. Ha'bajado, porque su
santa humanidad, bien que unida substancialmente al Verbo,
no dejaba de estar sobre la tierra, de vivir, y de conversar
con los hombres; y este hombre, que se veía sobre la tierra,
no era otra cosa, que el Verbo de Dios, que sé habia encarna-
do, tomando Bobre la tierra un cuerpo, y un alma como noso-
tros. .
Lo 3.° Con estas palabras Jesucristo nos enseña como él es-
tá aun en el Cielo... Estaba en él, cuando hacia este discurso,
y lodo el tiempo que se mostró sobre la tierra; porgue el Ver-
bo encarnándose había salido del'seno de su Padre sin abando-
narle; habia bajado del Cielo, sin cesar de estar en él. Estaba
en él, porque aunque su santa humanidad estuviese sobre la
tierra, estaba siempre substancialmente, é inseparablemente
unida ai Verbo la segunda persona de la Santísima Trinidad*
y su alma gozaba siempre de la clara visión de Dios... He aquí
quien es el Autor, y el fundamento de nuestra fé. ¿Haremos,
pues, nosotros mal en creer sobre su palabra tod# aquello que
nos ha revelado, y en sujetarnos enteramente á él? ¿Haremos
mal en estar dispuestos, como los Mártires, á derramar núes-
tra sangre por todas las verdades que nos ba ensefiado? Los
impíos, pues, que se complacen en comparar nuestros miste-
rios, y nuestras prácticas, con las fábulas, y con las supersti-
ciones de los idólatras, vayan una vez hasta el origen. Pre-
gunten á aquellos, sobre que fundamento creen, y obran; y
despues confronten su respuesta.con lo que forma el funda-
mento de nuestra fé.
Despues de su Ascensión, Jesucristo está siempre sentado
á la diestra de Dios su Padre, de la que ne bajará hasta el úl-
timo dia, para juzgar los vivos, y los muertos. Nosotros deci-
mos, es verdad, que l)aja ahora todos los dias del Cielo sobre
nuestros altares en la Divina Eucaristía; pero lo hace, mul-
tiplicando su presencia, y no dejando el Cielo.

PUNTO II.

De la muerte de Jesucristo principio de nuestra esperanza.

. Primeramente De la predicción de esta muerte... Jesucristo


la anuncia: «Y así como Moisés, dijo á Nicodemus, alzó en el
«desierto la serpiente: de la misma manera es necesario que
«sea levantado élhijo del hombre»...
i.° La muerte de Jesucristo fuépredicha, anunciada, y fi-
gurada por el Legislador de la nación Judaica. Los Israelitas
en el desierto habiendo sido mordidos por una multitud de ser-
pientes en castigo de sus pecados (1), Moisés por órden de
Dios alzó una serpiente de bronce; la puso sobre un palo, y
mirándola los Israelitas, sanaron de sus heridas. Figura de Je-
sucristo alzado sobre una Cruz, para librarnos de la serpiente
infernal, y del pecado... 2.° La muerte de Jesucristo fué tam-
bién predicha, aun con las mas menudas circunstancias por los
Profetas. Jesucristo en su muerte, como en su vida, fué el
cumplimiento fiel, y literal de la ley, y de los Profetas...

(1) Num. c. 21. v. 9.


5.° Esta muerte de Jesucristo fué anunciada por el Precursor,
cuando de él dijo: «Veis aquí el Cordero de Dios, que quila
»los pecados del mundo (1)»... 4.° Finalmente ha sido predi-
cha por Jesucristo mismo: desde el primer viage, que hizo á
Jerusalen, anunció su muerte en público, y en particular; en
, el templo, y en la casa; de dia, y de noche. Esto es lo que di-
jo á los Judíos, que se habiaq juntado al rededor de él en el
templo, añadiéndoles la predicción de su Resurrección, des-
pues de tres dias. Aquí también habla, y especifica á Nicode-
mus el género de su muerte, que ser& el suplicio de la Cruz
por la salvación de los hombres, fa anunciará aun otras veces,
señalará las circunstancias, y nombrará los Autores. ¿Una
muerte asi predicha, y así sufrida, y por un fin tan noble, es
por ventura, una flaqueza, una debilidad? ¿Debería ser para
los Judios un escándalo, y una necedad para los Gentiles? ¿No
debiera ser para los unos, y para los otros un objeto de admi-
. ración, de amor, y de reconocimiento,, y el principio de una
sólida esperanza, y de la mas entera confianza?
Lo 2.° Déla necesidad de esta muerte... «De esta misma
»manera es necesario que sea levantado el hijo del hombre»...
Es necesario que la malicia, la incredulidad de su pueblo le
eleve en alto sobre la Cruz, y que en ella muera... Es necesa-
rio de parte de Dios, de parte de los hombres, y de parte de
Jesucristo mismo... De parte de Dios... bien podia, sin duda,
salvar á los hombres de otras muchas maneras; pero ha esco-
gido, y determinado esta; porque ninguna otra manera de sal-
var los hombres habría tan plenamente reparado - el ullrage,
que le habia hecho el pecado: ninguna otra habría publicado
tan altamente su grandeza, su justicia, su santidad, y el ódio
que tenia al pecado: ninguna otra habría tan claramente ma-
nifestado su bondad, y su misericordia: y ninguna otra habría
hecho resplandecer, con tanta luz, su gloria, y su sabiduría;
porque en esta sola muerte ha sabido reunir todos los derechos

(1) S. J u a n c . l . v . 29.
de sif justicia irritada, con todos los favores de so divina mi-
sericordia... .Fué hecesario de parte de los hoipbres. Esta
.muerte era el medio mas propio para hacerles conocer la
grandeza de Dios, la enormidad del pecado, y los terribles
castigos que merece; para hacerles coíiocér la necesidad en
que están de crucificarse á sí mismos, y animarlos á hacerlo
con resolución, y valor, á imitación de su Salvador; y para
unirlos á Dios, y á su Redentor, con los lazos de la mas per-
fecta confianza., del mas vivo reconocimiento, y del amor mas
tierno...JFué necesariofinalmentede parte de Jesucristo... Una
muerte tan ignominiosa, y tan dolorosa, podia solo satisfacer
al amor infinito, con que amaba á su Padre, y al deseo ar-
diente que tenia de rescatarños de la manera mas abundante,
mas gloriosa á Dios, y mas útil para nosotros. Esta muerte sola
podia procurarle aquella gloria inmensa, de que quería coro-
narle su Padre, estableciéndole mediador entre él, y los hom-
bres. i O qué gloria para este Divino Salvador haber reconci-
liado el Cielo, y la tierra, y haberlo hecho de una manera tan
generosa! Si el espíritu de Jesús estuviera en nosotros, (¡em-
prenderíamos, que es necesario, que es útil; y que es glorioso
para nosotros, el que seamos crucificados con él. Esta verdad
nos librarla de muchas penas; sofocaría en nosotros muchas
quejas, y las convertiría en júbilo, y en acción de gracias.
Lo 3.° De los frutos de esta muerte... Jesucristo los predi-
ce: «para que cualquiera, que en él crea, no perezea, sino que
»tenga la vida eterna»... El primer fruto de esta muerte, es
impedirnos el perecer, librándonos de la esclavitud eterna, en'
que incurrimos por el pecado de nuestro primer Padre, y por
los nuestros. El segundo es, habernos merecido una vida eter-
na, con todas las gracias, y todos los socorros necesarios para
llegar á ella... ¡O amadores de la vida! ¿Por qué despreciáis
vosotros una que es eterna, por estar pegados á una transito-
ria, y mortal? Pecadores oprimidos bajo el peso enorme de pe-
cados sin número: ¿por qué obstinaros en pecar? Alzad los
ojos, mirad á Jesús en la Gruz. su muerte ha pagado por vo-
sotros, DO perecereis, viviréis eternamente. Creed solamente ek
él: aplicaos los méritos de sa sangre, recibiendo los. Sacramen-
tos, que él ha establecido. Creed en él; escuchadle como vues-.
tro Maestro ; obedecedle como ¿ vuestro Sefior; imitadle como
á vuestro modelo; confiad en él como en vuestro Salvador...
Creed en él, y contad desde luego con la vida eterna, que os
promete, y. que os ha merecido con su muerte... Almas cris-
tianas, ¿para qué todas esas inútiles inquietudes, que sin ha-
ceros mejores, no hacen otra cosa, que turbaros, y alejaros
de vuestro libertador? Vuestros temores le deshonran;.y vues-
tras desconfianzas le ultrajan: despues de haber moralmeote
hecho de vuestra parte lo posible, si os dejais aun sorprender
de ciertos temores, y penas: esté no procede de que bayais
pecado, sino de que teneis poca fé. -
• •

PUNTO M.

Del amor de Dios, para con los hombres, m$tivo de nuestro


amor para con Dios.

«Porque Dios (continúa Jesucristo hablando á Nicodemus),


»ba amado al mundo de tal súerte, que ha dado su Hijo Uni-
»génito, para que el que crea en él, no perezca, sino que ten-
»ga la vida eterna»...
Consideremos lo 1.° que Dios nos ha dado en la persona de
su Hijo Unico, el objeto de su ternura, y de sus complacen-
cias (1). Guando Dios nos hubiese dado todos los Angeles, y
el universo entero, ¿qué proporción hay entre estos dones, y /
el que nos ha hecho dándonos á Jesucristo?.. Dándonos su Uni-
génito Hijo, nos ha dado todas las cosas... Este Hijo es el úni-
co heredero del Padre (2). El Padre, dándonos su Hijo, sabia
muy bien, que este heredero liberal, y magnífico, nos dejaría
su herencia; y justamente por esto nos le ha dado. Dándonos
(1) Ad Rom. c. 8.
(2) Ad Hebr. c. i. v. 2. Ad Rom. c. 8i 15. .
so hito, nos ha dado el Cielo, y la misma divinidad, de que
nos ha hecho participantes este Hijo amado, procurándonos la
adopcion de hijos de Dios... iQué sublimes verdadesI ¡Qué
bondad I ¡Qué amor 1 O Dios mió, si yo me debo todo á vos
por el beneficio de la creación, ¿qué os daré, ni que puedo
dar, por el beneficio de ta redención, y de tfiia tai redención?
Lo 2.° Observemos á guien ha dado Dios su hijo... Al mun-
do, á los hijos de un padre prevaricador; ellos mismos preva*
ricadores, y manchados de mil culpas; á un mundo rebelde á
su Sefior; enemigo de su trienheehor, dado á la idolatría, y á
.todas las abominaciones, que son su natural consecuencia...
No lo habéis hecho así, ó Dios mió, con los Angeles rebeldes:
apenas completaron su desobediencia por un solo pecado de
.pensamiento, y de un instante, no teniendo algún miramiento
á su número, á la excelencia de su naturaleza, á los muchos
males que ocasionaría su desesperación, ni á los grandes bie-
nes que pudiera haber traído su conversión: los precipitasteis
de lo alto del Cielo á un infierno eterno.'¿Quién os impedia
tratarnos con la misma severidad? ¿Y donde estaríamos noso-
tros, si lo hubierais hecho? Pero en lugar de un castigo tan
justamente merecido, vos nos disteis á vuestro Hijo único para
salvamos; y vos le entregasteis á la muerte por todos nosotros
sin exeepcion (!).
Lo 3.° Examinemos como nos ha dado Dios su ffijo ente-
ramente... ELdon que Dios nos ha .hecho es sin reserva. Jesús
todo entero es nuestro, sus gracias, sus méritos, su vida, sus
trabajos, su sangre, su muerte, su gloria, y su misma divini-
dad. Jesús es nuestro Rey, para gobernarnos; nuestro maestro,
para enseñarnos; nuestra guia, para conducirnos; nuestra ca-
beza, para animarnos: Jesús es nuestra ftierza, nuestra luz,
nuestro consuelo, nuestro tesoro, nuestro júbilo, y nuestra vi-
da. Jesús en el pesebre, se ha hecho nuestro modelo; sobre la
Cruz, nuestro precio; sobre el altar, nuestra víctima; en la sa-

ín Ad Rom c. 8 v. 32.
grada mesa, nuestro alimento; y en el Cielo nuestra recompensa.
¡O amor divino, infinito é incomprehensible!
Lo 4.° Examinemos á que fin nos ha 4ado Dios su Hijo...
Para salvarnos, y hacernos gozar de-una felicidad, y de una
vida eterna... «Porque ciertamente (añadió Jesucristo), no ha
«enviado Dios al mundo su Hijo, para condenar al mundo, si-
»no para que por medio de él el mundo se salve. El que cree
»en él no está condenado, pero el que no cree ya ha sido con-
ndenado, porque no cree en el nombre del Unigénito Hijo de
wDios»... Dios no há enviado al mundo su Hijo para juzgarle,
condenarle, y castigarle, como lo merecía, sino para salvarle.
El que cree en él está libre de la condenación, y ya* nada tiene
que temer, pero el que rehusa creer no tiene necesidad de ser
condenado, ya lo está, y persiste en.su condenación, supuesto,
que no quiere reconocer al único Hijo de Dios, que solo podría
librarle. Este nuevo pecado es el mas grande de lodos, y pone
el colmo á todos los demás.
*

Petición y coloquio.

No permitáis, ó Dios mió, que yo sea del número de estos


ingratos. ¡Ah! Repararé ántes bien, con la eficacia, con el celo,
y con el ardor de mi corazon, los uítrages que ellos hacen á
vuestro divino amor. Haced, que con obras animadas de la ca-
ridad, hechas en Vos, y por. Vos, merezca finalmente poseeros.
Yo me reconozco pecador, y el mas grande de todos los peca-
dores; pero aunque tan grandemente culpable me arrojo con
confianza en vuestros brazos. El precio de vuestra muerte no
tiene limites, es en mucho superior á mis ofensas. Esperoen
Vos, ó Jesús, aumentad mi confianza: creo en Vos, ó adorable
Salvador mió, aumentad mi fé: os amo á Vos, ó Divino Reden-
tor mió, alimentad mi amor para que .pueda veros, y amaros
eternamente en el Cielo. Amen.
MEDITACION XXXIX.

TERCERO, Y ULTIMO TESTIMONIO QUE DA DE JESUCRISTO


JUAN BAUTISTA.
• (S. Juan c. 3. T>. 22. 23. 24. 25.)

«Despues de esto, vino Jesús con sus Discípulos á la Judea,


»y allí se detuvo con ellos, y bautizaba. Y Juan estaba también
«bautizando en Ennon, cerca de Salim: porque allí habia mu-
»chas aguas, y la gente concurría, y eran bautizados. Porque
»no habia sido aun Juan puesto en prisión. Y nació disputa en-
»lre los Discípulos de Juan, y los Judíos, en órden á l a purifi-
»eacion.»
Jesucristo despues de haber ganado á la fé ¿ Nicodemus,
aquel grande de Jerusalen, y aquel sabio de la- Sinagoga: se
alejó de la capital: era despues de la fiesta de la Pascua* No
dejó la Judea, se detuvo allí algún tiempo, y comenzó á bauti-
zar, no ya el mismo, sino por mano de sus Discípulos. Juan
Bautista ya no estaba entonces en Bethania sobre la rivera del
Jordán: y los Escribas, y Fariseos le habian verosímilmente
forzado á retirarse ¿ la Judea, donde se detuvo, y bautizó en
una ciudad dependiente de Herodes Tetrarca, de quien hasta
entónces no habia recibido algún mál tratamiento. Ahora el
bautismo de Jesucristo vino á ser una materia de disputa entre
los Judíos, y algunos Discípulos del Bautista. Sostenían aque-
llos el bautismo de Jesucristo, que se administraba en su pais,
y que acaso habian ellos recibido: y los Discípulos del Bautista
defendían el de su maestro, temiendo que padecería su reputa-
ción; y que su ministerio vendría á desacreditarse insensible-
mente. Llenos,pues, de este espíritu de envidia, corrieron al
Precursor, con intención de darle las quejas.
TOM. I. 13
PUNTO PRIMERO.

Quejas que llevan á Juan Bautista sus Discípulos.

Esta» quejas tenían tres objetos: la persona de Jesucristo;


su bautismo; y sus Discípulos.
Lo i.° La persona de Jesucristo... Los Discípulos celosos
acercándose á Juan Bautista, le dijéron con calor: «Maestro,
»mira que aquel que estaba contigo á la otra parte del Jordán,
»de quien tú diste testimonio, bautiza»... Todo el mundo corre
hacia él, y todos van á él. Tales son ios caracteres, ó sea los
funestos efectos de la envidia: 1.° ella se esliende en amargas
quejas. Los que habian sostenido el bautismo de Jesucristo, no
se lamentaban de Juan: despues de haber defendido su causa,
se estuvieron tranquilos, y no le habláron al Salvador.* Aque-
llos, que hablan sin cesar, contra los que no lo hacen así con
ellos, dan bastante á conocer que favorecen la pasión, y no el
buen derecho.'Guardémonos de escuchar, y mucho mas de
creer á estos continuos murmuradores: reprendámoslos ó á lo
ménos hagamos con nuestro ejemplo que callen. 2.° La envidia
se manifiesta por medio de un desprecio afectado... Se habla
con desprecio de aquel cuya gloria nos ofusca. Una reputación
merecida, iuminpsa, universal, irrita un corazon envidioso, que
se venga por medio de los desprecios, que se esfuerza á mani-
festar en todas las ocasiones, y que inspira en los otros. Maes-
fro, dijeron los Discípulos de Juan, aquel que estaba contigo á
la otra parte del Jordán, que era como uno de tus Discípulos;
que vivía con tus Discípulos; mira que este ahora se iguala á
ti, usurpa tu empleo, y bautiza como tú... Ni siquiera se dignan
de nombrarle;.ya no conocen á aquel, que delante de sus ojos
sanó tantos enfermos, y obró diferentes milagros. 3.° La envi-
dia se desahoga con interpretaciones malignas: que vuelven
contra aquel, que persiguen cuanto pudiera «serle favorable.
Esto algunas veces es efecto de pura malignidad. En los Discí-
pulosde Juan lo era, á loménos, de un grosero error. Aquel
de quien tú diste testimonio... Pensaban que Jesucristo tuviese
tanto mayor culpa, cuanto mostraba mayor ingratitud con
aquel, que habia dado de él tan honorífico testimonio... No,
ninguna cosa puede hacer impresión sobre un corazon envidio-
so. Si se reuniesen en favor de alguno todas las voces, los gran-
des, los pequeños, los Reyes, y los pueblos, el Sacerdocio, y el
imperio; y se conviniese también con estos el mundo entero en
darle un ventajoso testimonio, el envidioso le imputa á delito
aun el mismo ventajoso testimonio. Ambición, estratagema,
cabala, maldad inaudita... ¡O, y que ciega es la envidia! ¿Y
sucederá algunas veces que aun personas, por otra parte de
bien, se dejen sorprender de ella? Examinemos nuestro corazon
sobre este punto, y no nos lisongeemos. Si nosotros mismos"
fuesemos el objeto, no nos inquietemos: ¿cómo podremos la-
mentarnos, despues que Jesucristo mismo ha querido el prime-
ro serla victima?
Lo 2.° Las quejas de ios Discípulos de Juan tenían por ob-
jeto el bautismo de Jesucristo: «mira, decian, que él bautiza»...
¿Con qué sentimientos, y con qué miras refieren ellos este he-
cho, para animar al Santo Precursor contra el Mesías, y em-
peñarle á declararse contra este nuevo bautismo, que ellos mi-
raban como una injusta usurpación del ministerio de su maes-
tro?... De esta manera, ó. Jesús, la primera práctica de Reli-
gión, y primer Sacramento, que habéis instituido, ha esperi-
mentado las oposiciones de un celo falso, ciego, y precipitado.
Así también ahora, cuanto emprenden vuestros siervos por
vuestra gloria, debe estar señalado con el sello de la contradi-
don. Guardémonos de criticar las obras de piedad que. vemos
emprender á otros, y no dejemos de emprenderlas nosotros
mismos por temor de la crítica. Finalmente suframos con pa-
ciencia, sin rebatir injuria con injuria, sin aborrecer, y sin de-
clamar contra aquellos qiie contra nosotros ejercitan una criti-
ca injusta.
- ¿De qué sentimientos de júbilo no fué penetrado el corazon
de Joan Bautista cuando oyó la relación , que le hjciéron sus
Discípulos* mira que este bautiza? | 0 ! jY cuán agradable fué
esta nueva para él, que ya de largo tiempo anunciaba este divi-
no bautismo 1 Sentimientos de alegria con que debemos nosotros
mismos oir estas palabras. ¡O feliz anuncio para lodos los hom-
bres! Finalmente Jesús bautiza; y con su bautismo nos dá un
nuevo nacimiento; borra todos nuestros pecados; nos libra de
toda la pena en que babiamos incurrido; y nos hace hijos de
Dios, y herederos del Cielo.
Lo 3.° Los Discipulos de Juan se lamentan con él de que
muchos siguen á Jesús, todos van á él. Esto, según ellos, era,
un gran desórden, y San Juan no podia emplear mejor la au-
toridad, que se habia adquirido, que en contener él mal, y de-
sengañar los pueblos... Despues de haber examinado los funes-
tos efectos de la envidia: observemos también los artificios, y
los medios. Primer artificio... La exageración... Se exageran
el poder, el crédito, la industria, las riquezas de aquellos á
quienes se tiene la envidia, para hacemos odiosos. Los ojos de
la envidia multiplican las ventajas agenas, para ser á un mis-
mo tiempo el tormento del envidioso, y el.medio, de,que se sir-
ve, para desacreditar á aquellos cuyos sucesos le hieren... Se-
gundo artificio..*. La disimulación... El interés, que hace ha-
blar al envidioso,' es lo que esconde él con mayor cuidado. La
boca dice:Jodo el mundo va con él: y el corazon dice: ninguno
viene con nosotros. El envidioso no se atreve á lamentarse de
lo que le falta; el manifestarlo le haría poco honor; pero la-
mentándose de lo que tienen los otros, no es sensible á otrá
cosa que á lo que él no tiene... Tercer artificio... La insinua-
ción... Se ingenia el envidioso para mover, y estimular á otros,
por el mismo motivo de intéres de que él está animado... Si
los Discípulos de Juan temían ser abandonados; daban á enten-
der bastantemente á su Maestro, que él mismo también debia
temerlo. Con éste artificio la envidia se esliendo bien téjos, y
comunica su veneno á aquellos, que por su estado, debieran*
estar exentos... tAhl Guardemos nuestro corazoa de un vicio
tan vil: observemos nuestros discursos, y veamos si la envidia
tiene en ellos alguna parte: finalmente guardémonos contra las.
insinuaciones de los otros.

PUNTO II. .

Respuesta de Sán Juan Bautista á sus Discípulos.

Si estos hombres celosos hubiesen sido Discípulos de los


Fariseos, hubieran sido verosimilmente durante toda su vida
enemigos, y perseguidores de Jesucristo; pero por fortuna su-
ya, su Maestro era San Juan.Bautista, que supo instruirlos, sin
exacerbarlos. Su respuesta se funda sobre tres puntos. .
1.° Sobre lo que mira á él mismo: y de esta primera parte
de su respuesta, se puQdeü deducir cuatro máximas para pre-
servarnos de la envidia... Primera máxima: todo bien viene del
Cielo... «Respondió San Juan, y dijo: no puede el hombre te-
»ner cosa alguna, sino le viene del Cielo»... Como si hubiese
dicho: aquel, de quien vosotros me habíais, tiene un poder que
no pueden dar los hombres, y que ha recibido del Cielo... Ri-
quezas, honores, autoridad, crédito, talentos, sucesos, todo
viene de Dios, que dispone de ello, como le agrada, sin que
ninguno pueda apropiarse por si cosa alguna contra su supre-
ma voluntad, é independientemente de su providencia. Lo que
tenemos nosotros, Dios nos lo ha dado: lo que tienen los otros,
Dios igualmente se lo ha dado. ¿No es Dios, por ventura, el
duefio de sus dones? ¿Y quién somos nosotros para oponernos á
él, y censurarle?... Segunda máxima... Cada uno debe conté-
nerse en los limites de su vocacion, y de su estado, y g'loriarse
de ello: «vosotros mismos me sois testigos, como dije: no soy
»yo eí Cristo, sino que he sido enviado á precederle:» como su
Precursor, para prepararle el camino... Esto es: vosotros de-
cís, que yo he dado testimonio á Jesús, y por él vosotros^ mis-
mos reconocisteis, que él es mas que yo, porque mi testimonio
eontenia dos cosas: 1.a q u e j o no era el Mesías: 2. a que yo
era su Precursor; veis aquí lo que de hecho es él, y lo que yo
no soy... Tercera máxima... No se debe tener otra cosa 6 ta
vista, que la gloria de Dios, el interés de Jesucristo, y el bien
de las almas... «Esposo es.aquel, dice San Juan: que tiene la
Desposa; pero el amigo del esposo, que está en pie á oírle, se
»llena de gozo á la voz del esposo. Tal gozo, pues, propio de
»mí, le tengo cumplidamente»... Esto es: Jesús es el esposo,
á quien se ha dado la Igl'esia por esposa.. Ahora, que vosotros
me anunciais, que la voz del esposo se deja ya sentir, que el
mismo.habla á su esposa, que la instruye, que la santifica...
Tal gozo propio demif le tengo cumplidamente... Tales serán
los sentimientos de cualquiera que será amigo del esposo, como
San.Juan; se alegrará de todo lo que se hará por las ventajas
de la Iglesia, por la edificación de los fieles, y por la salvación
de las almas, por cualquiera que so haga este bien... Cuarta
máxima... Es necesario alegrarse de la gloria de Jesucristo,
aun cuando esta venga procurada con menoscabo de la nues-
tra... El debe crecer, y yo bajar. Tales eran los generpsos sen-
timientos de Juan Bautista... Conviene, que Jesucristo crezca
por la celebridad de su nombre, por el éxito de sus trabajos,
por el esplendor de sus milagros, por lo sublime de su doctri-
na, y por el concurso de los pueblos: y que yo sea obscureci-
do, olvidado, sobrépujado, y anonadado... Con tales sentimien-
tos un Cristiano es inaccesible á la envidia, y se hace capaz
de curarla en otros.
2.° San Juan se esplica, sobre lo que pertenece á Jesucris-
to... «El que viene de arriba es sobre todos: y el que viene de
»la tierra, á la tierra pertenece, y habla de la tierra; el que
»viene del Cielo es sobre todos»... Como si hubiese dicho:
vosotros hacéis entre Jesús, y mi una comparación, que le des-
honra, y me confunde. El Mesías es un hombre, que vieíie del
Cielo: y yo soy un hombre, que viene de la tierra. Este hom-
bre Dios, que viene de allá arriba, es superior á Abrahan, y á
los Patriarcas, á Moisés, y á los Profetas, en una palabra, es
sobre todos, por cuatro caraetéres, que le distinguen, i . " carác-
ler... La divinidad de su origen... Los hombres, por grandes
qne sean, son hijos de la tierra; pero Jesucristo, que habita en
el seno de la divinidad, que es Dios, y hombre, el hijo único
de Dios: que es, en una palabra, et Yerbo Encarnado, viene de
allá arriba, viene del Cielo, donde estaba desde la eternidad,
ántes de comparecer sobre la tierra, y no puede compararse
con algún hombre. 2.° carácter... La fuerza de su testimonio...
El hombre.ignora los misterios escondidos en el seno de Dios,
y habla solo según la capacidad de su espíritu, que aain ayuda-
do de las luces de la fé, es siempre infinitamente limitado; pe-
ro aquel que viene de arriba tiene toda la plenitud de las luces
divinas, que ba sacado del seno d$ la divinidad, y goza de un
conocimiento perfecto, é inmediato de lodos los misterios del
Cielo... Ahora Jesucristo, continua San Juan: atestigua cosas,
que ha visto, y ha oido; esto es, que sabe con una ciencia cier-
ta, y divina; y apoya su testimonio en obras milagrosas, que
no pueden ser de otro, que de Dios. Con lodo, ninguno (afiade)
dá féásu testimonio; la perversidad de los hombres es tan
grande, que bien pocos se encuentran, que estén convencidos
de su testimonio hasta hacer profesion de creer en él... jO cuán
diferente es el lenguage de la envidia del de el amor! Los Dis-
cípulos de Juan se lamentaban, que todo el mundo iba á Jesús;
pero ¿quién ama á Jesús como "San Juan, podrá contenerse de .
esclamar con el Sanio Precursor, que ninguno sigue á Jesús,
siendo tan pequeño el número de los que están verdaderamen-
te unidos á él? «El que ha recibido su testimonio, prosigue San
»Juan, este depone, que Dios es verdadero»... ¿Dudaremos no-
sotros acaso certificar esta verdad? Los Mártires la han sellado
don su sangre: señalémosla nosotros á lo ménos con nuestras
buenas obras, con una viva fé, con una tierna devocion, con
una caridad ardiente,«y con un amor perfecto... Tercer carác-
ter... Lo sublime de la doctrina. «Porque el que ha sido envia-
ndo por Dios, habla palabras de Dios»... Su doctrina es tan
superior á la de los hombres, cuanto es superior su origen, y A
la tierra el Cielo. El nos anuncia los secretos, y los atributos
déla divinidad, como poseyéndolos en propiedad: nos descu-
bre las profundidades de Dios impenetrables é inaccesibles has-
ta nuestros tiempos, y nos vemos en necesidad de confesar, que
es un Dios el que habla... Cuarto carácter... La excelencia de
los dones, que ha recibido, supuesto que Dios no le dá el espí-
ritu con medida, y con reserva. El Padre ama de tal suerte á
su Hijo Unigénito, que con el poder de santificar los hombres,
de salvarlos, y de gobernarlos, le ha dado el de enseñarles los
misterios del Reino de Dios. El Padre ama al Hijo, con un
amor eterno, infinito, esencial, y necesario, comunica al Hijo,
como Dios, toda la esencia de la divinidad, y le produce igual
á él: y á este Hijo, como hogabre, subsistente en el Verbo, y
haciendo con él una sola persona, ha comunicado el Espíritu
Santo sin medida, y le ha dado toda la pleúilud. «En sus ma-
»nos ha puesto todas las cosas» y le ha concedido un poder sin
límites. En el órden de la gracia, y en el de la naturaleza: un
poder soberano sobre los corazones, y sobre los espíritus: so-
bre los cuerpos, y sobre las almas: sobre las sustancias corpo-
rales, y espirituales: en el tiempo, y en la eternidad... ¡Qué
bella suerte conocer á Jesús, y ser uno del número de los que
• le siguen I ¡Qué felicidad recibirle, poseerle, unirse á él, y ser-
virle con fidelidadI (Ahí ¡Cuánto es digno de nuestros respec-
. tos, de nuestras adoraciones, de'nuestros servicios, de nuestra
obediencia, y de.nuestro amorl
Lo 3.° Juan se esplica sobre aquellos, que creen en Jesucris-
to, y sobre los que no creen en él... El que cree en el Hijo, en-
viado para instruir, y salvar los hombres, tiene ta vida eterna:
esto es, tiene ya en sí la semilla de la vida eterna: pero el que
niega la fé al Hijo enviado del Padre, se priva de la felicidad
prometida á los fieles, no verá la vida, y atrae-sobre sí la in-
dignación de Dios. Y así entre el que cree, y no cree se pue-
den considerar cuatro diferencias. Primera: el mérito... El que
cree, dá gloria á Dios, reconociendo su soberana veracidad, por
la que es incapaz de engañarnos. El que al contrario, rehusa
creer, hace injuria á Dios, como si Dios no hubiese hablado
con bastante claridad; ó que pudiese engañarnos, en las cosas
que revela, ó en las pruebas que nos da de las revelaciones...
Segunda diferencia... El estado actual... El que cree, tiene la
vida eterna, la vida de la gracia, que le hace amigo de Dios,
digno del Cielo, y que tiene en sí la prenda, la semilla, y el
principio de la vida dé la gloria... El que no cree, está en la
muerte, y en el pecado, que le constituye enemigo de Dios, y
el objeto de su indignación, y de su cólera... Tercera diferen-
cia... El estado futuro... En el otro mundo el que cree, goza-
rá de la vida en el Cielo, con aquel en quien ha creído, y esta
vida será la unión de lodos los placeres, y el colmo de la feli-
cidad... El que no cree no tendrá parte alguna en esta vida:
será escluido del Cielo: y este, que no podia en la presente
vida privarse de un momento de placer terreno, será para
siempre privado de la dulzura de los placeres celestiales, y su-
mergido en una muerte eterna, que será la unión de todos los
tormentos... Cuarta diferencia... La eternidad... Atendamos
bien á aquel, que habla, y que nos envía su hijo; á aquel, que
nos pide nuestra fé, nuestra obediencia, y nuestro amor. Pen-
semos, que es un Dios eterno, que promete eternidad, que
amenaza eternidad, y que no tiene otros designios, que para la
eternidad... Eternidad bienaventurada para el que cree; pero
para el que no cree, eternidad infeliz donde será el objeto de
la cólera eterna, que se afirmará, y agravará sobre él. Esta ,
cólera, desde ahora está ya sobre él, y él no la siente; pero, si
por su infelicidad muere en ella, se dejará sentir sobre él con
suplicios horribles, y eternos.

Petición y coloquio.

¿Qué cosa no habéis hecho, y qué cosa no hacéis aun aho-


ra, ó Dios mió, por«alvarme, y por librarme de esta muerte
eterna? Promesas, amenazas, bondad, amor, ternura, lodo lo
habéis puesto, y lo ponéis aun en obra, para atraerme á vos.
¿Será posible, que todo esto no haga impresión alguna sobre
mi corazon? | Ahí haced, que aquel espíritu vuestro, que he re-
cibido en el bautismo; pero que he profanado, viva en mí de
nuevo, y sobre mi; me libre de mi corrupción; y me dé un co-
razon nuevo, y una'nueva vida... O santo bautismo, estableci-
do por Jesucristo, y perpetuado basta nosotros sin embargo de
la distancia de los lugares, y del intérvalo de tantos siglos; me
alegro de haberos recibido. Si he tenido la desgracia de violar
los empeños contraidos recibiéndoos, boy los renuevp con lodo
el fervor de que soy capaz. Renuncio al demonio, y á sus
obras: á la carne;y ¿ sus concurrencias: al mundo, y á sus
pompas... Quiero siempre creer, y unirme p<*ra siempre á vos
solo, ó Dios mió, Salvador mió. Amen.
MEDITACION XL.

COLOQUIO DE JESUCRISTO CON LA SAMARITANA.


(S. Juan. c. L v. i . y 28. J

EL SAGRADO HISTORIADOR NOS HACE CONOCER CUALES FUERON LOS MEDIOS


QUE USÓ LA PROVINDENCIA PARA CONDUCIR BIEN ESTE COLOQUIO: DIVIDE
DESPUES ESTE COLOQUIO EN DOS PABTES: EN LA PRIMERA 'LA SAMARITANA
BBCONOCB A JESUCBISTO POR UN PROFETA: EN LA SEGUNDA, JÍ8U8 DESCU-
BRB i LA SAMARITANA, QUE ÉL ES BL MESÍAS.

PUNTO PRIMERO.

De los medios que usó ¡a Providencia para conducir bien este


coloquio.

Lo 1.° Jesús se vió obligado á dejar la Judea... «Mas cuan-


»do Jesús supo que los Fariseos habian entendido que iba
»juntando mas Discípulos, y bautizaba mas que Juan (aunque
»Jesus no bautizase, sino sus Discípulos) dejó la Judea, y fué
»otra vez á la Galilea»...
Jesús entendió de los discursos de los hombres, lo que sa-
bia por el conocimiento que tenia del secreto de los corazones:
esto es, que los Fariseos estaban informados de cuanto hacia.
Persuadido, y cierto de que despues de haber insultado, y mal-
tratado á su Discípulo Juan Bautista, no tardarían de emplear
contra el Maestro una violencia mas declarada; viendo formar-
se ya la tempestad, y debiendo dar cumplimiento á la obra de
su Padre, ántes de padecer, tomó el partido de dejar la Judea,
y volverse á la Galilea, acompasado solamente de los cuatro
Discípulos, .que habia escogido, Pedro, Andrés, Jacobo, y
Juan... {Providencia de mi Dios! |Tus mismos enemigos con-
tribuyen contra sus mismas intenciones al cumplimiento de tus
designios! Los doctores de ta capital obligan á su Salvador á
salir dé la Judea; y una pecadora va disponiéndose á empeñar
una ciudad de Samaría á abrirle sus puertas; á suplicarle, que.
entre; y á recibirle...
. Lo 2.° Jesús se halla obligado á pasar por Samaría... De-
bia por esto pasar por la Samaría... Jesús de intento se habia
internado én la Judea, de manera*, que debia necesariamente
pasar por el pais de Samaría, á no ser, que hubiese hecho un
grande rodeo, que las circunstancias de una próxima persecu-
ción no le permitían... De esta manera parecía, que Jesús hu-
yese sólo la persecución de sus enemigos; pero el Señor corría
por la conversión de una pecadora, y con ella á la de todo un
pueblo.
. Lo 3.° Jesús se halló en la precisión de sentarse cerca del
pozo de Jacob... «Vino, pues, Jesús á la ciudad de Samaría,
»llamada Sicar, cerca de la posesion, que dió Jacob á su hijo
»Joseph, y allí estaba la fuente de Jacob: y Jesús cansado del
»viaje estaba asi (1) sentado sobre la fuentfc: y era ya cerca
de la hora sesta.»
Jesús habiendo caminado toda la mañana, y en una esta-
ción calidísima, llegó cerca del medio dia, con sus cuatro Dis-
cípulos á las cercanías de una ciudad de la Samaría llamada
Sicar, antiguamente Sichem: se halló tan fatigado del camino,
que le fué preciso sentarse cerca del pozo, que no estaba léjos
de la ciudad, y se llamaba la fuente de Jacob... Vos os fati-.
gais, ó buen Pastor, corriendo tras la oveja perdida, y em-
pleáis el tiempo de vuestro reposo en ganarla, y en instruirla.
) 0 fatiga de Jesús! 4Y qué poderosa eres! jO reposo de Jesús!
i Y cuán fecundo sois de gracia, y de misericordia!
Lo 4 / Los Discípulos de Jesucristo se hallaron en necesidad
de ir á la ciudad para comprar la provision de aquel, dia, y le
dejáron solo. «Porque los Discípulos fuéron á la ciudad á com-
»prar que comer»... Los Discípulos viendo al Señor tan cansa-

(1) Por esto, ó por esta causa, ó motivo.


do, se fuéron juntos á comprar que comer á la ciudad, para
venir despues á comer con él. Esta soledad, en que le dejáron,
no era efecto del acaso* Jesús la habia dispuesto, y entraba sin
duda en los designios de su sabiduría... A Dios se gusta en la
soledad; y ninguno hay tan ocupado, que si quiere, no pueda
encontrar algunos momentos para entretenerse con Jesús'.
Lo 5.° La Samariíana se halló con necesidad de ir á sacar
agua: «Vino una muger Samarítana á sacar agua»... Ven mu-
ger dichosa: tu Salvador te espera: te parecerá al principio
ver un acaso, y un encuentro fortuito, pero todo está en él dis-
puesto por la Providencia, y.misericordia divina: en pocos mo-
mentos verás en tí una mudanza grande: volverás á entrar en
la ciudad bien diferente de aquella que saliste. (Ahí ¡si se vol-
viese mi corazon tan dócil como está para serlo el tuyo por las
lecciones de nuestro común Maeslrol

PUNTO II.

La Samariíana reconoce á Jesucristo por un Profeta en ta


primera parte del coloquio.

Lo i * Jesús la pide de beber; y ella le respónde con una pa-


labra de burla. «Jesús la dice: dame de beber... Y lé dijo aque-
»lla muger Samariíana, ¿cómo siendo tú Judío me pides de be-
»ber á mí, que soy muger Samariíana? Porque no se comuni-
»can con los Samarilanos los Judíos» A . La sed que estimulaba
á Jesucristo, no era tanto del calor del viaje, ó de la fatiga,
como de la conversión de esta muger... ¡Ay de mil nosotros
somos, sino ministrosá lo ménos Discípulos de Jesucristo;
¿dónde están nuestros viajes, nuestros sudores, y nuestras fa-
tigas por la salud de nuestros hermanos? ¿Cuál es nuestra pa-
ciencia i y nuestra dulzura con ellos? ¿Quién de nosotros ha es-
perimentado una sed semejante á la del hijo del hombre?...
Luego que la Samarítana sacó el agua, Jesucristo quiso humi-
llarse hasta pedírsela; para tomar de allí ocasion de hablarla,
de instruiría, y-con ver liria.'Ella no se la niega, pero recono-
ciendo por 'su hábito, y por el lenguage, que era Judío, le dijo
como motejándole: ¿cómo siendo tú Judío, y conociéndome á
mí por una muger Samaritana, me pides de beber, cuando los
Judíos no tienen comunicación con los Saiharitanos (i)? Ella
no sabia que estaba hablando con quien bien presto debia reu-
nir al Samaritano con el Judío: y al Judío, y Samaritano con
el Gentil: y formar de lodos los pueblos de'la tierra un- solo
pueblo fiel: no sabia, que ella misma debia estar muy presto
dentro de este pueblo escogido.
Lo 2.° Jesucristo ta prometió una agua viva, y ella le pre-
gunta, de dónde la ha de sosar... Jesús no responde á cuanto el
discurso de la muger tiene de picante: la llama á pensamientos
mas sérios, estimulando poco á poco su curiosidad» «Respon-
»dió Jesús, y la dijo: si supieras el don de Dios: y quién es el
»que le dice, dame de beber: tu por ventura, le hubieras pe-
ndido, y habría d^lo á tí una agua viva»... ¡Ahí si le conociése-
mos bien nosotros mismos, no le negaríamos aquello poco, que
nos pide, aquella pequeña violencia, aquella débil sujeción á
nuestras obligaciones, aquello que desde el principio exije: y
nos pondríamos sin duda en estado de recibir la abundancia, y
plenitud de los dones celestiales, que.nos prepara.
Las palabras de Jesucristo la híciéron á la Samaritana juz-
gar que era algo mas de lo que ella al principio habia creído:
y de hecho, en adelante'ya siempre le dió el título de Sefior: y
como deseaba saber quien fuese, y sospechaba algún misterio
en sus palabras, le replicó para obligarle á esplicar lo uno,

(1) Los Samaritanos aceptaban de la Sagrtda Escritura solo los cinco


libros de Moisés: rebasaban ir á Jerusalen á adorar á Dios en el templo;
y mezclaban varías supersticiones en el culto, que daban ai verdadero
Dios. Los Judíos los miraban como Paganos: y no les era permitido tener
algún trato con ellos: c igualmente.les era prohibido recibir de ellos cosa
alguna, ni tampoco podian usar de sn hábito, ni comer á una misma me-
sa, ni beber en un mismo vaso: pero la ley no se estenclia á prohibirles
el tráfico, y el-comercio con ellos.
y lo otro: «le dijo la muger: Sefior, tú DO tienes con que
»sacar agua, y el pozo está profundo; ¿cómo tienes esta
nagua viva? ¿Gres tú acaso mayor que Jacob nuestro Padre,-que
«dió á nosotros el pozo y él mismo bebió de él, y sus hijos, y
»sus ganados?... Las razones, y la dificultad, que aquí propo-
ne la Samarítana, representan al vivo los frivolos pretestos, que
alegan los pecadores, y los obstáculos, que se proponen á sí
mismos-, y oponen á los movimientos de la gracia, y á los r e -
mordimientos saludables de su conciencia.
Lo 3.° Jesús la esplica las cualidades del agua de que la ha*
blaf y ella le suplica, y pide que se la dé... Jesucristo dejó tam-
bién pasar la comparación que esta muger hacia dé él con Ja-
cob, no queriendo exacerbar una persona, que quería ganar, y
la responde solo indirectamente esplicándota la diferencia que
habia entre el agua del pozo de Jacob, y la que él la prome-
tía... «Respondió Jesús, y la dijo: todo aquel que bebe de esta
nagua vuelve á tener sed: pero aquel que bebiere del agua que
nyo le daré, no tendrá jamás sed: ántes bien., el agua que yo
nle daré, se hará en él fuente de agua, que brotará hasta la vi-
ada eterna»... ¡01 ¡Y cuánta pena esperimenta una alma car-
nal en comprender las cosas de Diosl No se puede imaginar que
haya otros bienes fuera de aquellos, que lisonjean la natura-
leza... Si la Samarítana no comprendió todo el sentido de
estas palabras, no dejó de entreveer en ellas un misterio de que
ardientemente deseaba la csplicacion. Fué bastante para el Se-
fior hacerla desear esta agua, y resolverla á pedirla: «díjoíe la
nmuger: Sefior, dame esta agua para que yo no tenga ya mas
«sed, ni necesidad de venir aquí á sacarla»... La Samarítana
pide al Salvador esta agua viva; pero no conoce aun su verda-
dera virtud, y habla solo con miras las mas ordinarias, y gro-
seras..'. Nosotros, que conocemos mejor esta agua divina, que
no es otra cosa que la gracia del Espíritu Santo, deseémosla,
pidámosla; no para libramos de las necesidades de esta vida;
sino para purgarnos, y purificarnos de nuestros pecados: para
apagar el ardor de nuestras pasiones: para librarnos de la sed
de los placeres, y de los bienes de este mundo: para qne nos
impida volver otra vez á los lugares funestos á nuestra ino-
cencia, y á aquellos objetos que nos manchan, que nos disipan,
que nos hacen perder inútilmente el tiempo, que nos consu-,
men las fuerzas, y que en vez de apagar, y calmar nuestra sed,
no hacen otra cosa que irritarla.
Lo 4-° Jesucristo la dice que vaya, y llame á su marido: y
ella le responde que no le tiene... Esperaba la Samaritana con
impaciencia el cumplimiento de las magníficas promesas que
Jesús la había hecho, cuando la dijo: «ves, y llama á tu ma-
»rido, y vuelve acá»..* En un sentido ella tenia ciertamente
un marido: pero en otro no le tenia; porque el que tenía no
era legítimo. Esta muger, por satisfacer el deseo grande que
tenia de recibir de esta agua viva, qué la habja prometido el
Salvador, le respondió con prisa: »y le dijo: no tengo mari-
»do»... Ella decia la verdad, sin quererla decir; y no pensaba
aun en confesar su pecado, ni en reconocer su mala conduc-
ta... Y ves aquí, como queriendo callar la verdad, la verdad
misma se manifiesta: y muchas veces cuando nosotros procu-
ramos sofocarla, y esconderla, nuestras mismas acciones, y
nuestras palabras la revelan.
Lo 5.° Jesús la habla de sus desórdenes, y ella le reconoce
por un Profeta: «y Jesús la dijo: has dicho bien, no tengo
«marido: porque has tenido cinco, y el que ahora tienes, no
»es marido tuyo; en esto has dicho la verdad»... Una tal de-
claración, que la Samaritana estaba bien lejos de esperar, la
sorprendió en estremo; pero el agua viva, que Había pedido
sin conocerla; esto es, la gracia, comenzaba ya á derramarse
en ella, y á penetrarla el. corazon ¡ reconoció, que era una
grande pecadora, y que el que la hablaba era un Prófeta. Cesó
de porfiar, y : no respondió mas que estas palabras: «Sefior
»veo, que tú eres un Profeta»... ¡Ahí jYqué Profeta! [Cuánto
mas penetrantes son sus luces, tanto mas amable es su dulzu-
ra! De hecho, ó sea, que los cinco maridos, que había tenido
la Samaritana fuesen legítimos, ó que no lo fuesen, como el
. «esto, ella pasaba una vida desordenada. No obstante esto ¿Je-
sucristo la reprende, ó la representa con dureza la enormidad
de sus culpas? No, al contrario, toma ocasion de alabarla por
haber dicho la verdad: hace un elogio de su sinceridad; y lo
hace en dos diferentes ocasiones. ¡O bondad infinita!.. Así tra-
táis Vos al pecador, cuando se humilla, y confiesa sus peca-
dos: parece que os olvidáis de lodos sus desórdenes, por solo
•er, y oir la sinceridad de su confesion.

PUNTO III.

Jesús la descubre, que él es el Mesías, en la última parte


del coloquio.

Lo 1 .* Pregunta de la Samarítana sobre la religión de los


Judíos, y de Mi Samaritanos... La pecadora de Sicar com-
prendió la mudanza que experimentaba en su corazon; y que
se la habia concedido el agua, que habia pedido; y no le hizo
ya sobre esto mas preguntas: pero le propuso una cuestión...
Cuando un alma se convierte ¿ Dios de sus malas costumbres,
no vive ya tranquila en el partido del error... Esta muger,
que al principio del coloquio se burlaba del escrúpulo de los
Judíos, comenzó á tenerle sobre la religión de los Samarita-
nos..'. ¿Y á quién podia ella recurrir mejor, y proponer sus du-
das, que á aquel, que con tan justo titulo, se habia merecido
su confianza, y obrado en ella tan grande mutación? «Sefior,
»le dijo la muger, veo que tú eres un Profeta»... Y ya que
tienes luces tan seguras, dignaos iluminarme^ sobre el punto
de religión ; sobre la cuestión que nos tiene separados de los
Judíos; y que mantiene una aversión escandalosa entre los
siervos de un mismo Sefior: instruyeme, porque estoy resuelta
á abrazar el bien perdido, y asegurar mi salud. «Nuestros pa- .
»dres han adorado (á Dios en este monte), y vosotros decís que
»el lugar, donde es necesario adorarle, es en Jerusalen»...
¿Sobre qué fundáis, y sosteneis que Jerusalen es la ciudad, ó
Tom. I. 19
que el templo fabricado sobre el monte de Sion, es solo el lu-
gar.que Dios ha escogido, y donde le agradan las víctimas que
se le sacrifican? Por lo qüe toca á nosotros, tenemos por cierto
que es sobre el monte de Garizin, que está aquí á vuestra pre-
sencia; y en el templo que está fabricado en su cumbre: y te-
nemos por prueba el ejemplo de los Patriarcas, que son nues-
tros padres, y de quienes descendemos. De esta manera los
Samarilanos persistían en su cisma, solo por hábito, y por
prejuicio. De esta manera los Hereges, aun hoy se apoyan so-
bre el ejemplo de sus padres, que han fabricado, y frecuentan
sus templos, pero si quisieran consultar su primer origen, ha-
llarían á sus padres en las mismas Iglesias, asistentes como
nosotros al mismo sacrificio. El cisma de los padres no sijrve
de escusa á los hijos, que continuándolo se hacen cómplices de
sus padres. La Samaritana no tenia actualmente aquella obli-
gación; porque habiendo venido el Mesías, / su reino* debia
quitar la ocasion del cisma, con la destrucción del templo, y
abolicion de la ley de los Judíos. Ya no se buscaba otra cosa
que creer en Jesucristo, y entrar en su Iglesia.
• Lo 2.® Respuesta de Jesucristo. «Jesús la dijo" creeme, ó
»muger, que ha llegado ya el tiempo en que ni eú este monte,
»ni en Jerusalen, adorareis al Padre».... Ahora no es tiempo
de ocuparte en estas contiendas; bien presto cesará entera-
mente el motivo de esta división entre los Judíos, y Samárita-
nos: no se pasará mucho sin que se acabe la cuestión de vues-
tro templo, y del de Jerusalen, en órden á adorar á Dios. No
habrá ya sobre la tierra lugar fijo, para ofrecerle el culto que
se le debe. Ello es cierto (ya que quieres saberlo) que los Ju-
díos tienen la preferencia sobre vosotros, para hacer las cere-
monias públicas de la religión en el lugar, que el Sefior ha es-
cogido, y que en esto obran conforme á la revelación divina;
porque «vosotros adorais lo que no conocéis: nosotros adora-
»mos lo que conocemos, porque la salud viene de los Judíos»..
Vosotros adorais á Dios en vuestro templo, sin ser autorizados
por alguna señal manifiesta de la voluntad de Dios, y no sabéis
porque lo hacéis. Nosotros al contrario conocemos la voluntad
de Dios, y obramos según sus divinos oráculos. Vosotros ni
conocéis al Padre, ni al Hijo:,porque no recibís los libros de
los Profetas, que os harían conocer al uno, y al otro: y os en-
señarían, que el Hijo de Dios, el Salvador del mundo debe na-
cer del pueblo de los Judíos. Es verdad, que el culto Judáico
es, aun en si mismo, un culto tosco, material, y figurativo,
que anuncia al Salvador: «pero vendrá el tiempo, y es ahora
«cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espí-
r i t u , y en verdad; porque táles son los adoradores, que bus-
»ca el Padre»... El tiempo viene en.que ya no se sacrificarán
víctimas legales; en que ninguno estará obligado á escoger
ciertos tiempos, y lugares; en que no se derramará sangre de
cabras, ni de toros: las hostias carnales, que Dios mandó se le
ofreciesen, eran solo p a sombra de un culto mas perfecto,
que ahora pide; de un culto verdadero; sincero, interno, y es-
piritual, que se deberá manifestar con el sacrificio del espíri-
tu, y del corazon: «porque Dios es espíritu, y aquellos, que le
wádoran, le deben adorar en espíritu, y en verdad»...
Nosotros vemos con nuestros ojos el cumplimiento de esta
profecía... Ya subsiste la Iglesia de Jesucristo por el espacio
dé diez y ocho siglos: los templos de Samaría¿ y de Jerusalen
fueron destruidos, sin que la malicia de un Emperador (1)' ha-
ya podido reedificar este, ni el furor de otros muchos destruir
aquella. Nosotros vivimos en este feliz tiempo, en que al culto
Judáico ha sucedido un culto perfecto; y á los sacrificios car-
nales de la ley, una hostia divina. ¿Y somos nosotros de los
. verdaderos adoradores, que busca el Padre Celestial? ¿Ado-
ramos á Dios en espíritu, y en verdad? ¿A la preciosa víctima,
que le ofrecemos, unimos el sacrificio sincero de nuestros es-
píritus, de nuestros corazones, de nuestra vida, y de todo lo
que somos?
Lo 3.° La Samarítana declara, que ella espera al Mesías..

(1) Juliano Apóstata:


Sabia, que era el tiempo en que se esperaba: no ignoraba la
fama, que se habia esparcido, de que ya habia venido; y que
se manifestaba en la Judea, y en la Galilea, por medio de es-
trepitosos milagros. En esta disposición de espíritu ¿podía ella
oir este último discurso de Jesucristo, y reflexionar sobre cnan-
to la había dicho primero, sin tener sospechas vehementes, de
que el que la hablaba era, acaso, el Mesías? ¿Ahora qqé fa-
vor , qué honor no hubiera sido para ella, el haber apagado su*
sed; y haber tenido eon él un particular coloquio; de haberlo
confesado sus pecados; y de haber probadolos atractivos de su
dulzura? Pero por otra parte, no se atrevia á lisengearse hasta
aquel punto. ¿Por ventura el Mesías (diría dentro de sí) se ha-
bría entretenido con una pecadora como yo, y la habría trata-
do con tanta dulzura; y con tanta circunspección? Dividida,
pues> entre la esperanza, y el temor; y no permitiéndola el
respeto descubrirle su embarazo, tomó el expediente de mudar
de discurso, para ser iluminada sobre un punto, que para ella
era de suma importancia: «le dice la muger: sé que viene el
»Mesías, que quiere decir Cristo; cuando este venga, nos lo
wenseñará lodo»...
Lo 4.® Jesús descubre á la Samaritana, que él es el Me-
sias... ¡Afortunada muger! Tu Salvador conoce, y sabe perfec-
tamente cuanto tienes en el corazon: conoce el inocente artifi-
cio de que te sirves: pero porque ve que le lo ha sugerido la
humildad, y el amor, quiere satisfacer á tus deseos; y apagar
toda tu curiosidad. Está atenta: escucha bien esta palabra, que
forma la aTegría del Cielo, y la esperanza de la tierra: pala-
bra, que no ha salido aun de la divina boca, que va á pronun?
ciarla: «le dice Jesús: yo soy, que hablo contigo»... iO pala-
bra deliciosa!.. Jesús no cesa aun de dirigirla á nosotros: ¿pero
nosotros estamos atentos á ella? ¡Ay de mí! en mil ocasiones
nos habla; pero nosotros no queremos reconocer su voz: el
mismo Señor es el que nos hablb con aquellos remordimientos,
que sentimos dentro de nosotroscon el disgusto del mundo,
que experimentamos: con aquellos discursos, con aquella lee-
tara, con aquella palabra, que penetra, y mueve nuestro co-
razon : por medio de aquel pobre, que implora nuestro socor-
ro , de aquella enfermedad, de aquella aflicción, y de aquella
desgracia, que nos humilla. Si nosotros foeramos dóciles á esta
voz divina, ¿de qué consuelo no se llenaría nuestro corazon?
Lo 5.° Los Discípulos dt Jesús llegaron, y se retira la Sa-
marítana. Luego, que esta muger oyó aquella palabra de Je-
sucristo: «yo soy, que hablo contigo»... ¿Quién podrá decir
los Sentimientos de júbilo, de admiración, de respeto, y de.
amor, que se levantaron en su corazon? Pero no tuvo tiempo
de manifestarlos. Llegaron en el momento los Discípulos, y ella
se retiró, ó por mejor decir, voló bácia la ciudad, para exha-
lar el fuego sagrado, de que ardia su corazon.

Petición y coloquio.

Sefior, vuestra victoria es completa; vuestra conquista es


segura: de una pecadora, y de una infiel, habéis hecho una
Apóstola: obrad de esta manera en mi alma pecadora: haced
de ella una penitente» cristiana, y fervorosa.' iO Jesús 1 Yo soy
culpable á vuestros ojos de ciertos pecados, en un sentido mas
«normes, que los de la Samarítana: porque he tenido mayores
socorros, mayores gracias,, y mayores luces que ella para evi-
tarlos: pero si he tenido la desgracia de ofenderos, procuraré,
á lo menos, con la sinceridad de mi confesion, merecer de Vos
aquel elogio, y aquel perdón, qiíe ella mereció, con deciros la
verdad* Dadme como ¿ ella, ó Divino Salvador, de áquella
agua viva, que purgue mi corazon de todo afecto terreno; que
lodos mis pensamientos se eleven al Cielo: y que la vida eter-
na , que Vos prometeis, sea el único término de todos mis de-
seos. Amen.
MEDITACION

LO QUÉ PRECEDE Á LA. CONVERSION DE LOS SAMAHITANOS


DE SICAJR.
(S. Juan c. 4. v. 27. 38.;

CUATRO OBJETOS DEBEN FIJAR NUESTRA ATENCIÓN EN ESTE LUGAR... 1 . ° LA


• ADMIRACION DE LOS APÓSTOLES I 2 . ° E L CELO DE LA SAMARITANA: 3 . *
. LA CARIDAD DE JESUS 4 . ° LA INSTRUCCION, QUE JESUS DÁ i SUS DISCÍ-
PULOS...

PUiNTO PRIMERO.

La admiración de los Apóstoles.

Lo i.* Esta maravilla es de mucho honor para Jesús... «Y


«entonces llegaron sus Discípulos, y se maravillaban, que dis-
»curriese con una muger.» '
Esta sorpresa de los Discípulos nos muestra, cuán lejos es-
tuvo siempre Jesucristo de comunicar en particular con las
mugeres... Ella nos enseña, que los pastores son muy expues-
tos á la censura, y al juicio de Ips hombres: que su conducta
suministra al 'público la materia ordinaria de sus reflexiones, y
que deben usar toda la diligencia posible para evitar aquellas
frecuentes conversaciones, que son ordinariamente poco útiles, :
muchas veces escandalosas, y siempre peligrosas. La conducta
de Jesucristo nos ensefla también, que un celo sábío, é ilumi-
nado debe en este caso señalar los límites, fijando algunas re-
glas. Las conferencias, que se tendrán con las mugeres, serán
ni demasiado frecuentes, ni demasiado largas, siempre que
sean lo 1.° tan raras, que causen admiración, y sorpresa: lo
2.° en lugar tan público, y abierto, que no den sospecha algu-
na: y lo 3.° sobre materias tan santas, que sus consecuencias
puedan justificarlas.
Lo 2.° Admiración respetuosa hácia Jesús... «Pero ninguno
»lc dijo: ¿qué buscas tú, ó que hablas con ella?»... Los Discí-
pulos no se atrevieron á preguntarle sobre lo que habia dado
motivo á su sorpresa... Las ovejas no deben jamás juzgar de la
conducta de los pastores, ni detenerse en las apariencias. Lo
que parece qué les suministra materia para discurrir, debe
obligarlas antes á callar, porque es muy fácil el dejarse sor-
prender de la admiración. Aprendamos á depon^* un tal espí-
ritu de curiosidad, naturalmente opuesto á la piedad, y tan
contrario á la simplicidad de la fé; como á la inocencia de la
caridad*: aquel hábito de hablar, y de decir mal, que se ob-
serva en las personas de piedad igualmente, que en las múnda-
nas: y aquella malignidad tan común en nuestros dias, dis-
puesta siempre á juzgar mal de todo, y á interpretarlo lodo en
la peor parle.
PUNTO II.

El celo de la Samariíana.

«Pero la muger dejó su cántaro, y se fué á la ciudad, y


«dijo á aquellos hombres: venid, y vereis un hombre, que me-
»ha dicho todo lo que yo he hecho: ¿es él acaso el Cristo?»...
¿Qué ardor; qué humildad; qué prudencia; que eficacia en él
celo de la Samarítana?
Lo 1.° Celo ardiente, que le hace olvidarse de ir á comer,
por publicar en toda la ciudad el feliz encuentro, que habia te-
nido... El celo de la fé, él amor de la verdad, el deseo, la ale-
gría, la sorpresa, y el reconocimiento la animan, la mueven, y
la trasportan... Corre, y está solo atenta á seguir los movimien-
tos de la gracia, y el ardor de aquella caridad pura, que Jesu-
cristo ha encendido en su corazon. Todo es vivo, y lodo es ani-
mado en las almas, que tienen la dicha de acercarse á JKos, y
de escuchar con humildad las palabras interiores, que su espí-
ritu hace sentir en sus corazones.
Lo 2.° Celo humilde... La Samariíana no usa de un tono
doctrinal. Sus palabras nada tienen, que pneda dar sospecha,
engallar, ni prevenir. No alega por autoridad los sublimes co-
nocimientos, que se la han comunicado, ni ios profundos secre-
tos, que se la han revelado: habla solamente de la manifesta-
ción que se la ha hecho de sus propias acciones, y de sus cul-
pas. £1 pudor, y la vergüenza, sentimientos,' que tienen tanta
fuerza, é imperio sobre los pecadores; el orgullo, el temor, y la
estima de losjiombres, de que están dominadas las almas mun-
danas; todos estos poderosos motivos son despreciados, y sacri-
ficadas todas las mas vivas pasiones. Todo cede á la grandeza
de su fé, y de su celo... £1 ejemplo de la Samaritana sirve de
terrible juicio contra la prudencia de la carne, y contra el vil
temor, de aquellos pecadores, que viven en el desorden, y te-
men verse descubiertos, que han perdido el temor de Dios, y.
no pueden perder el funesto temor del mundo.
Lo 3.° Celo prudente... Ella no dice, que aquel hombre es
el Mesías, y que lo ha asegurado él mismo; se contenta con re-
ferir la circunstancia mas sorprendente del coloquio, que ha
tenido con él; y con animar aquellos, con quienes habla, á que
vayan á ver, y juzgar por sí mismos, si. él es verdaderamente
el Mesías... Cuanto mas ridicula se hace una muger, cuando
pretende dogmatizar sobre la religión, por mas hábil, que se
suponga,, tanto mas honor se adquiere, y puede hacer , el bien,
cuando para mantener la fé, é inspirar la piedad, emplea los
atractivos de una dulce, é ingeniosa insinuación.
Lo 4.° Celo eficaz... «Saliéron, pues, de la ciudad, y fué-
»ron á él»... A esta voz dé la Samaritana: venid á ver un hom-
bre, que me ha dicho, cuanto yo he hecho, toda la ciudad se
conmovió, y un gran número de .habitadores se dispuso á ir á
ver... ¿Y porqué no se rinden á este convite nuestros incrédu-
los? | Ahí rindámonos á lo ménos nosotros: vamos, y veamos,
esto es, contemplemos á Jesucristo, sus acciones, y sus pala-
bras, y veamos cuan digno es de nuestro amor, de nuestro res-
peto, y de nuestra confianza.
PUNTO III.

La caridad de Jesús.

Lo i. 0 La caridad le impide tomar el alimento... «Y en


»aquel tiempo le rogaban los Discípulos, y le decian: Maestro
«come»... Miéntras la Samarítana seguía el ardor de su celo,
' y llamaba los habitantes de Sicbar, los Discípulos de Jesu-
cristo le pusiéron delante lo que habian traído de la ciudad, y
viendo, que no comia, le exhortaban á que tomase algún ali-
mento. He aquí lo que ocupaba los Discípulos; y he aquí lo
que ocupaba á Jesucristo. A pesar de fo fatiga del viage, del
calor del dia, de la hora ya avanzada, y del cansancio de este
Divino Salvador, á otra cosa no atendía, que á la obra de Dios,
que habia comenzado, que la Samarítana continúa, y que él
quiere perfeccionar... O Jesús, vuestra ardiente caridad, y el
cuidado de nuestra salud, os hacen olvidar vuestras propias
necesidades, miéntras nosotros, por necesidades imaginarias, y
por Vanos entretenimientos, olvidamos nuestra salud, y la dé
nuestros hermanos. Felices los Pastores, y los hombres Apos-
tólicos, que á vuestro ejemplo, olvidan el cuidado de sus cuer-
pos, por trabajar en la salud de almas. Felices los fíeles, que
¿ ejemplo de vuestros Discípulos, dan á los pastores los socor-
ros, y los ausilios, que les son necesarios.
Lo 2.° La caridad alimenta á Jesucristo de un alimento
desconocido. Solicitándole los Discípulos á que comiese, les res-
pondió: «yo tengo un manjar para alimentarme, que vosotros
»no sabéis»... El Salvador se servia de todas las ocasiones pa-
ra instruir, y para edificar... El agua, que le había pedido la
Samarítana, le habia conducido á hablarla del agua de la gra-
cia, que brota hasta la vida eterna, y el alimento, que le pre-
sentáron sus Discípulos, le sirvió de materia para una instruc-
ción apostólica... El alimento, de Jesucristo es nuestra santifi-
cación. Del mismo modo nosotros le presentamos un alimento
celestial, cuando somos dóciles á los impulsos de la gracia, y
se*le rehusámos dada vez, que indóciles á ella, seguimos nues-
tras pasiones... Acordémonos de esta palabra de Jesucristo:
«Yo tengo un manjar de que me alimento, que vosotros ho sa-
»beis»... cuando ciertos amigos demasiadamente caritativos,
nos exhortan á mitigar, y aflojaren alguna de nuestras prácti-
cas de piedad, de mortificación, y de celo: y acordémonos so-
bre todo, cuando el demonio, la carne, y el mundo, nos ofre-
cen aquellos manjares envenenados, que dan la muerte al al-
ma, lisongeando los sentidos, y las pasiones. Respondamos con
Jésucristo, yo tengo un manjar para alimentarme, que voso-
tros no sabéis, y que tiene para mi unas delicias, que me ha-
oen desabridas, y fastidibsas las que vosotros me presentáis.
Lo 5.® La caridad empeña á Jesucristo á dar una instruc-
ción á sus Apóstoles. «Los Discípulos por esto se decían el uno
»al otro: ¿habrá venido alguno, que le hayan traído de co-
wmer?»... La Samaritana no comprendió al principio el miste-
rio del agua celestial, de que la hablaba el Hijo de Dios: pero
no están mas iluminados los Discípulos sobre la naturaleza, y
sobre las circunstancias^ y cualidades del alimento' divinó de
que Ies hablaba-Jesucristo. Jamás habian sentido otra hambre,
que la corporal. No conocían el hambre de la verdad, y la sed
ardiente de la justicia. Por esto, no entendiendo, porque Jesu-
cristo difiriese el tomar alimento, se imaginaron, que en.su au-
sencia, alguno le hubiese traído de comer... El hombre es
siempre esclavo de los sentidos, si el espíritu de Dios no le
eleva,- y le ensefla á pensar dignamente de él: y esto es lo que
empefió al Divino Salvador á instruir sus Discípulos sobre las
obligaciones del Apostolado... ¡0 caridad inmensa é incansa-
ble I de esta manera, ó Jesús, prefiriendo las necesidades del
prójimo á las vuestras propias, mostrándoos mas solicito de la
salud de los Samaritanos, que del hambre, y de la sed, que
os estimulaban: enseñasteis, no solo á los pastores, sino tam-
bién á los fieles, á no dejar las obras de caridad, de piecbd, y
de misericordia, que les presenta la providencia; y á no prefe-
rirJas necesidades de la vida, y del cuerpo,.á los socorros,'
que se deben dar á los pecadores, y que pueden llevar sus al-
mas'á la vida de la gracia. Hay siempre tiempo para alimen-
tar el cuerpo; pero no siempre se ofrecen las ocasiones favo-
rables, para salvar al prójimo.
• •

PUNTO IV.

La instrucción, que Jesucristo da á sus Discípulos sobre las


obligaciones del Apostolado.

Lo 1Jesucristo les esplica cual es el alimento de que ha


hablado... «Les dijo Jesús: mi comida es hacer la voluntad de
»aquel, que me ha enviado, y de cumplir su obra»... Como si
les hubiese dicho: no os sorprenda, sino atiendo á las necesi-
dades de mi cuerpo: la gracia, que mi Padre ha hecho á esta
Samarítana: y el estado feliz,.en que la veo, me arrebatan, y
me sostienen. ¿No es, por ventura, una cosa correspondiente al
buen órden, que el cuerpo ceda al espíritu? ¿La salvación de
un alma no se debe preferir al pan material? Si esta preferen-
cia es debida á una alma sola, ¿con cuánta mayor razón lo se-
rá á la salvación de toda una ciudad, y de toda una nación?
Veis aquí lo que Dios quiere que yo haga: haré su voluntad,
cumpliendo la obra de caridad, que he comenzado: y veis aquí
mi comida... Guando nosotros trabajamos por la salud del pró-
jimo: cuando cumplimos las obligaciones de nuestro ministerio:
cuando en el cumplirlas tenemos que padecer, y qué sufrir,
consideremos, que cumplimos la voluntad de Dios.. Obremos,
pues, con ardor, y con alegría; y gustemos la paz, y la conso-
íacion, que se hallan en hacer sobre la tierra lo que Dios pre-
tende de nosotros... Pensemos, que es obra del Sfeñor, y apli-
quémonos, á darla toda su perfección... Comencémosla, y aca-
bémosla con una entera pureza de intención, sin que nos quite
la mas mínima parte, ó algún respeto humano, ó nuestro amor
propio. Haciéndolo así , hallaremos en el cumplimiento de la
voluntad divina un manjar delicioso, que fortificará nuestra
alma, la hará crecer en virtud, y la conducirá á la perfección.
Lo 2.° Jesús esplioa á sus Discípulos un proverbio, que no
^conviene al Apostolado... «¿No decis vosotros, hay aun cuatro
»meses, y despues viene la siega? Veis aqui, que yo os digo,
»alzad los ojos, y mirad ios campos, que ya blanquean por la
»mies»... Se decia por proverbio: hay cuatro meses desde el
trabajo de la simienza hasta el de segar la mies... Quería de-
cirles con esto, que no estaban siempre obligados á trabajar;
sino que hay un tiempo de reposo, y otro para el trabajo: los
Apóstoles habrían podido creer, que ellos estaban solo en el
tiempo.de los trabajos de sembrar, habiendo de suceder des-
pués el del reposo: pero nuestro Señor les declara, que. están
en el tiempo propio de los trabajos de segar, y de recoger la
mies; y que era necesario comenzarlos luego sin demora, y
continuarlos.sin interrupción; y los anima alegándoles dos mo-
tivos: el primero... La necesidad en que están los pueblos, y
su disposición... Alzad los ojos, les dice: mostrándoles los ha-
bitadores de Sichar, que corrían en tropas, mirad los campos
ya rubios, quefesperan la hoz del segador. Las ciudades, las
villas., y los lugares están dispuestos á recibiros. Ya ha llegado
«I tiempo en que les ILeveis la luz del Evangelio... Alcemos los
ojos, y veamos léjos de nosotros naciones enteras, que piden
ser instruidas para recibir la fé. Felices aquellos, que Dios les
•envía, roguemos por ellos; supliquemos al Señor que au-
mente el número. Veamos al rededor de nosotros, cuántos
ignorantes, que suspiran por ser instruidos, y cuántos pecado-
Tes, á quienes bastaría algunas veces una sola palabra, para
hacerles entrar de nuevo en si mismos, y convertirlos. Obre-
mos en su provecho, hablemos, y roguemos por ellos... Segun-
do motivo... La recompensa del trabajo... «Y aquel, que sie-
»ga, recibe la merced, y junta fruto para la vida eterna: para
»que al mismo tiempo goce el que siembra, y el que siega»...
Esta recompensa es la vida eterna, y la dulce satisfacción de
ver en la posesión de ella á aquellos, para quienes aquí en la
tierra hemos sido instrumentos de salud... {Qué alegría, que»
amor reinará entre las almas bienaventuradas de los predesti-
nados; entre aquellos, que se han salvado, por ministerio de
los otros; aquellos, que en cualquier manera habrán contribui-
do á la salvación del prójimo; y aquellos, que en diferentes
tiempos, y con diversas ocupaciones, habran concurrido á forr
mar aquella Iglesia triunfante!... ¿Y tendremos nosotros cora-
zon, despues de esto para mirar tantolpor nuestras comodida-
des, y por nuestros intereses; sin aprovecharnos con ardor de
todas las ocasiones, que se ofreciesen, de trabajar por la sal-
vación de las almas? Y al contrario, ¿cuál será el odio, la ra-
bia,- y el furor, de que estarán animados los reprobos*contra
aquellos, que con sus ejemplos, con'siis discursos, y con sus-
escritos, habrán concurrido á su reprobación? (Ahí este pensa-
miento debería hacer dejar la pluma á aquellos impíos, y sa-
crilegos Autores, que emplean su talento en destruir la fé, y
corromper las costumbres.
Lo 5.® Jesús esplka á sus Discípulos otro proverbio, que se
debe aplicar al Apostolado... «Porque en esto se verifica aquel
»preverbio, uno es el que siembra, y otro es el que siega»...
1.° Este proverbio se verifica en el sentido propio, y natural, y
DOS advierte dos cosas: la primera, que no se necesita hacer un
gran capital de la propia vida. Muchas veces unos se aprove-
chan del trabajo de los otros; comienzan unos una obra, y Co-
giéndolos repentinamente la muerte, la acaba otro: nosotros
trabajamos, y sembramos, y no permitiéndonos la muerte el
gozar los frutos, otro siega, y los recoge. La segunda, que no
hemos de trabajar para nosotros solos... Los que nos han pre-
cedido han trabajado para nosotros: debemos dar gracias á
Dios, y rogar por ellos: pero es obligación nuestra trabajar
también para los que nos seguirán. •
2.® Este proverbio se verifica, aplicándole á tas funciones
de los Apóstoles... «Yo os he enviado á recoger lo que vosotros
»no habéis trabajado; otros han trabajado, y vosotros habéis
«entrado en su trabajo».Los Patriarcas, y los Profetas, y los-
Santos Doctores de ta ley habian sembrado: esto es, dispuesto
de largo tiempo los espíritus á recibir - el Mesías. Guando los
Apóstoles le anunciaban, y daban su bautismo, segaban el.
campo sembrado por otros.
3.° Este proverbio se verifica aplicándole á las funciones
apostólicas de nuestro tiempo,. Los Apóstoles, y sus sucesores
trabajáron el terreno inculto de las naciones, y le sembráron;
sus trabajos fuéron regados con su sangre, y con la de los már-
tires; de esta manera ha llegado hasta nosotros lafe... Es tam-
bién verdad respecto á los particulares, que uno siembra, y
otro coge: uno instruye, otro hace nacer los buenos pensamien-
tos, y «otro acaba de convertir. Uno dirige en el camino de una
vida, santa, otro recoge los últimos suspiros de una muerte pre-
ciosa. De este modo la predicación evangélica forma como dos
cadenas, que parlen de Jesucristo; de las cuales la una sube
hasta el principio del mundo, y la otra baja hasta nosotros, y
se estenderá hasta la consumación de los siglos, hasta el tiem-
po de la siega última, que será el dia del juicio final.

Petición y coloquio.

¡O Dios mió, cuán admirables son vuestras obrasl Biena-


venturados los que habrán caminado en los caminos de vuestra
Misericordia, y trabajado para cumplir vuestros designios. O
Jesús, si Vos os olvidáis del mantenimiento de vuestro cuerpo,
por alimentaros de la voluntad de vuestro Padre, que es mi
santificación; ¿cuánto debo yo emplearme én ella? me resuelvo,
ó Jesús mió: estad conmigo para fortificarme, y bendecid mis
esfuerzos. Amen.
MEDITACION XLII.

CONVERSION DE LOS SAMARITANOS DE SICHAR.


(S. Juan c. 4. I. 39. 45.)

CÓNSIBEFTEMOS CON EL SAGRADO HISTORIADOR LO 1.® LA DOCILIDAD DE ESTA


• GENTE ; LO 2 . ® SO PERFECCION: ¥ LO LA EMINENCIA DE SD FÉ.

PUNTO PRIMERO.

Docilidad de su fé.

Tres cualidades admirables de la fé de los Samarilanos se


deben considerar desde el principio de su conversión.
La primera Fé pronta... «De los Samaritanos de aquella
«ciudad muchos creyéron en él por las palabras de aquella mu r
»ger, que aseguraba; el me ha dicho todo lo que yo fie hecho»...
Los Samaritanos de Sichar estaban persuadidos de que ya es-
taba cerca el Mesías: para creer en él, solo les bastaba el testi-
monio de la Samarítana... Este testimonio no era sospechoso:
ella no podia engañarse sobre lo qué habia oído al Señor, que
la reveló hasta las cosas mas secretas de su vida: por otro lado
no tenia intención, ni voluntad de engañar á sus conciudada-
nos; ni para esto tenia interés alguno: y todos la conocían, que
era de un carácter incapaz de pensar en esto... Todos aque-
llos, que buscan candidamente la verdad, y sin algún designio
de impugnarla, presto quedan persuadidos, y convencidos.
La segunda Fé operativa... «Y viniendo á él los Sámarita-
»nos, le suplicaron, que se detuviese en aquel lugar; y se de-
»tuvo allí dos dias»... Muchos saliéron de la ciudad, y vinié-
ron con la Samarítana á encontrar á Jesús para suplicarle que
entrara, y se detuviera-en ella algún tiempo. Condescendió el
Señor con sus deseos: fué con ellos, y'se detuvo allí dos dias...
504 EL EVANGELIO VENTADO.

¡OI ¡y cuán caritativo es Jesocristot Va con gusto; se detiene


dos dias, y conversa de buena gana con aquellos, que le lla-
man con. espíritu de verdadera fé, y de amor. ¿Quién podrá ja-
más esplicar cual fué el júbilo de estos nuevog prosélitos? ¿Con
qué diligencia viniéron á recibirle los de la ciudad? ¿Y tú celor
sa Samaritana, con qué sentimientos ves el éxito feliz de tu
Apostolado? ¿Con qué satisfacción viste á tu Maestro divino re-'
cibido, como en triunfo, por tus conciudadanos? ¿Con qué ar*
dor le seguiste por todos los lugares por donde andaba?
La tercera Fé atenta... «Y muchos mas creyéron en él, en
»virtud de su palabra»... Muchos se apresuráron para oir á
Jesús. Y ó ¡con qué gusto se puso el Señor á instruir unos co-
razones tan bien dispuesto I De hecho, creció el número dé los
que creyéron en él... Entónces comprendiéron -sin duda los
Apóstoles de qué comida, y de qué siega les habia hablado Je-
sús (1)... ¡Ahí iy cuán al contrario van las cosas entre noso-
tros í Cada dia se disminuye el número de los creyentes; y se
debilita la fé, porque no se escucha á Jesucristo: y porque es
lugar de léer libros de piedad, y de meditar el Evangelio, se
leen,, y se oyen cosas que lisonjean las pasiones, y encienden
una vana, y peligrosa curiosidad.

PUNTÓ II.

Perfección de su fé.

Lo 1.° Su fé es perfecta en el motivo... Creen sobre la p a - '


labra de Jesucristo: los habitadores de Sichar sentían, y cono-
cían el precio de la verdadera fé, y se alegraban de haberla
recibido. La Samaritana quería participar, y gozar de cuanto
sucedía: y así se hallaba siempre en compañía de los mas fer-
vorosos... «Y la decían á la muger, nosotros no creemos ya
»por respeto á tus palabras, nosotros mismos le hemos oído».

(1) Véase la Meditación antecedente págifia 2f 7.299.300.


. Aquí se vé como las instrucciones de Jesucristo desprecia-
das en Jerusalen, son respetadas en Samaría... El Samaritano
abre los ojos al primer rayo de la luz divina; cree en Jesucris-
to al oir sus discurses, y el Judío no cree en él, aun cuando le
ve hacer milagros: así se ve muchas veces vacilar en la fé un
Cristiano en medio de las luces mas vivas;.miéntras que el bár-
baro, á la voz sola de un Misionero, de un varón Apostólico,
cree, y vive según su fé.
La Samariíana no respondió ¿ las palabras de sus conciu-
dadanos: y bien lejos de ofenderse de lo que la dijéron, queda
satisfecha de que solo se atienda á Jesucristo, aunque no ha-
gan caso de sus palabras... Tal es el carácter del verdadero
celo siempre lleno de amor, y de desinterés. Por grande que
haya sido la humildad detesta muger, siempre será verdad,
que si ella no hubiera creído primero, no habría anunciado á
sus conciudadanos el Mesías: y estos acaso no hubieran sido
iluminados con la luz del Evangelio. {Admirable concatenación
de gracias 1 La salvación, y la perfección de muchos, frecuen-
temente depende de la conversión de uno solo... La primera
gracia recibida con fidelidad, 6 rechazada con obstinación, es
por lo común el principio, ó de una perfecta santidad, ó de una
terrible reprobación.
Lo 2.* La fé de los habitadores de Sichar es perfecta en su
objeto... «Nosotros mismos le hemos oído; y hemds conocido,
»que éste es verdaderamente el Salvador del mundo»... ¡01 iy
cuántas verdades se ven unidas en estas palabrasl Compren-
den todo lo que forma el objeto de niiestra fé: porque si Jesu-
cristo es el Salvador del mundo, es necesario creer todo aque-
llo, que nos ha revelado, y que la Iglesia nos ensefia... ¡Afor-
tunados Sichar i las! Vosotros sois los primeros, que habéis pro-
nunciado sobre la tierra este nombre divino de Salvador, des-
pues de haberle anunciado el AngeL á los Pastores de Bethleen:
vosotros esperimeotais, y probáis, que él verdaderamente es
Salvador, no solo de los Judíos, sino también vuestro, y de
todos los hombres del mundo.
TOM. I . 20
Lo 3.° La fé de los Samarüanos es perfecta en su dura-
ción«Pasados, pues, los dos dias se partió de allí, y se fué
»á la Galilea»... Despues de haberse detenido dos dias en S i -
ohar, partió Jesús; pero no se desvaneciéron despues de su
partida los frutós de su predicación. Separándose Jesús de los
Sicharitas, les dejó su espíritu, so gracia, y su amor. ¿Quién
podrá jamás decir, con qué sentimientos, con qué protestas
de fidelidad, con qué acciones de gracias, acompaüáron es-
tos fervosos neófitos el último á Dios, que diéron á Jesús? ¿Po-
drián ellos jamás olvidar el favor, que les habia hecho, las ins-
trucciones, que les habia dado, y las gracias de que los habia
colmado?

PUNTO ra.

Eminencia de la fé de los Samarilanos.

Lo 1 F é eminente que condena la infidelidad de Nazareth,


y la rebeldía, y dureza de Jerusalen. La primera de estas ciu~
dades habia oído á Jesús: la segunda habia visto sus milagros.
La primera era reputada patria de Jesús, porque en ella se ha-'
bia criado: la segunda, lo era efectivamente, porque era la ca-
pital déla Judea, donde habia nacido. Pero viendo que ni la
una ni la oirá correspondían á sus fatigas, quiso de nuevo to-
mar la determinación, que ya habia seguido despues de su
bautismo. Se fué hácia la Galilea, donde los pueblos estaban
bien dispuestos á recibirle, y á oírle. Se alejó de Jerusalen,
y no fué á Nazareth «porque el mismo Jesús había afirmado,
»que no se concilla respeto un Profeta en su patria»...
Lo 2.° Fé de los habitadoras de Sichar eminente, y muy
superior á la fé de los Galileos... «Luego que llegó á la Gali-
»Iea, fué bien recibido de los Galileos, que habian visto todo
»lo que habia hecho en Jerusalen en el dia de la fiesta: porque
»ellos también habian ido á la fiesta»...
No fué exenta de lodo motivo humano la fé con que los Ga-
lileos recibieron á Jesús. Le miraban ellos como de su misma
patria; y juzgaban, que la gloria de sus milagros debia re-
caer sobre ellos mismos, y hacerlos superiores á los Judíos,
que estaban acostumbrados á despreciarlos. Los Sicharilas al
cootrario, bien que estrangeros respecto de Jesucristo, .habían
creido en él con una fé perfecta, solo por haberle oído, y sin
haber visto algún maravilloso efecto, ¿ lo ménos esterior, de
su divino poder.
Lo 3.° Fé de los Sicharitas eminente, y que condena la de-
bilidad, y la imperfección de la nuestra... j Ay de mí! Nosotros
tenemos la palabra de Jesús, conocemos sus prodigios, y vemos
el cumplimiento de sus oráculos, y con.todo eso, si defende-
mos la causa de Jesucristo» ó de su Religión, y si nos decimos
cristianos, muchas veces lo hacemos estimulados de nuestra
propia gloria, y por no deshonrarnos!

Petición y coloquio.

Afortunados habitadores de Sichar, vuestra fé será el mo-


delo de la mía. jO Jesús! estos fieles Samaritanos os recono-
ciéron por su Salvador, y no solo suyo; sino también de todo
el mundo entero: yo os reconozco por el mió en particular; y
no quiero ya otra ciencia, otra felicidad, ni otra consolacion,
que serviros, y adoraros en el tiempo para poderos, glorificar
en la eternidad. Amen.
MEDITACION XUII.

JESUS ESTANDO EN CANÁ SANÓ A L H U O DE U N SEFIOR , E N -

FERMO EN CAFARNAUN»

(S.Jiumc.i. v. 46. 54.)

ADMIBEMOS LO 1 . ® LA SOLICITBD, I CUIDADO DB ESTE PADBE: LO 8 . " 8 9 F É :


LO 3 . ° LOS BENEFICIOS QUE BEC1B1Ó DE ÍESOCBIOTO.

PPNTO PRIMERO.

La solicitud de este podre.

Lo i.° Observemos su atención en informarse donde está


Jesucristo, y que camino lleva... «Fué, pues, (Jesús) de nuevo
»á Caná de Galilea, donde habia convertido el agua en vino, y
whabia un cierto Régulo ( i ) en Cafarnaun el cual tenia un hijo
«enfermo: y habiendo oído decir que Jesús habia venido de la
»Judea á la Galilea, se fué á él»...
Este Sefior tenia un hijo, objeto de sus ternuras, enfermo
en Cafarnaun. El mal era tan violento, que ya no se esperaba
remedio sin un milagro. Jesús en esta ciudad habia hecho un
gran número: pero entónces estaba ausente: ¡triste situación
para un padre afligido, y en punto de perderlo que mas amaba
en este mundo 1 Pregunta, se informa donde está Jesús, está
atento á todo lo que de él se dice, y finalmente le dan la noti-
cia de que babia partido de la Judea; y que pasando por Sama-
ría, iba á la Galilea... Si tuviéramos por la salvación de nuestra
»
(i) San Gerónimo le llama Palatino, esto es, cortesano del Rey Hero-
des Antipa, llamado Bey de los Galileos por adulación. Muchos Intérpre-
tes son de opinlon, que Herodes Tetrarca habia dadoá este Señor, según
las apariencias Gentil, el Gobierno perpetuo de la Galilea con su territo-
rio; y por eso se llama Régulo, ó pequeño Rey...
*1ma este mismo cuidado, y esta misma diligencia, que tuvo
este padre por la sanidad de su hijo, á su tiempo nos informa-
ríamos de cuanto puede contribuir á nuestra perfección, y san-
tificación, y no tendríamos por tan difíciles aquellos medios, que
son á propósito para encontrar á Jesús, y en él nuestro socorro,
y el alivio de nuestros males.
Lo 2Consideremos el viage que emprende este afligido pa-
dre... Con el temor de que Jesús llegue tarde á Gafarnaun, se
•determina á irle al encuentro para suplicarle que apresurase
su camino. Para esto no se fia de alguno, deja su hijo por ir i
buscarle el socorro; parte sin que puedan detenerle, ni lo lar-
N
go del camino, ni la fatiga del viaje... .No es esta nuestra con-
ducta, cuando se trata de nuestra salvación. Cada cosa, por
pequefia que sea, nos espanta, y «ios dejamos vencer aun de la
mas mínima dificultad.
Lo 3.° Véamos cuál es ta humildad de su súplica. «Y le ro-
»gaba que fuese á sanar á su hijo que estaba moribundo»...
Encontró á Jesús en Caná, corrió á contarle él motivo de
su aflicción, y solicitó su corazon con confianza, y con humil-
dad... Si esta oracion fué defectuosa por ciertos respetos; fué
no obstante, respetuosa, y fervorosa... (Ahí tengan sobre to-
do las nuestras estas dos cualidades.
Lo 4.° Admiremos la perseverancia de estejstrangero... Su
fé imperfecta tenia necesidad de instrucción: Jesús le instruyó,
y dispuesto á concederle lo que pedia, no quiso manifestarle su
voluntad; ántes le reprendió diciéndole; «vosotros si no veis
«milagros, y prodigios, no creeis»...
Debemos reflexionar, que Jesucristo ántes de obrar en lo
esterno loá prodigios, tuvo siempre en mira el cambio del co-
razón; por lo cual dijo también á este Régulo: vosotros hom-
bres honrados en el mundo por vuestro nacimiento, ó por vues-
tras dignidades, no recurrís á mí sino impelidos de vuestras
necesidades personales: si no concedo milagros á vuestra curio-
sidad, ninguna otra cosa es capaz de persuadiros, que soy el
Mesías; y pretendéis sefiales extraordinarias, que os distingan
en presencia de los hombres, ó que se os conoedaa prodigios
según vuestras necesidades. Si quedáis satisfechos, creeis: de
otra manera, ni siquiera pensáis en instruiros. ¡Ay de mil ¿No
es por ventura esta nuestra conducta? No son las aflicciones
temporales, las que nos hacen recurrir á Dios? ¿No hace mas
impresión en nosotros una desgracia, ó un accidente, que nues-
tros espirituales desórdenes,- y el peligro de perdernos eterna-
mente?
Humilló Jesús con esta reprensión el orgullo del Régulo;
pero no dejó de encenderle sus deseos, de animar su esperan-
za, y do ejercitar sú fé; y tanto mas la ejercitaba, cuanto que
diciendo estas palabras, no daba señales de disponerse á par-
tir: contaba todos los momentos este- desconsolado padre, y
siempre temia, que viniese ya tarde el remedio. No obstante
esto, bien léjos de disgustarse, se humilla, y renueva sus ins-
tancias. «Respondióle el Régulo: vén Señor ántes que mi hijo
»se muera, mi hijo está ya á los estrenaos; daos priesa ántes
«que se muera»... Afortunado padre, tu perseverancia será co-
ronada mas aun de la que tú esperas... Ves, tu hijo vive. De
hecho en el momento mismo, Jesús le sanó en Cafarnaun...
Aprendamos una vez á conocer al Señor á quien servimos. Si
nos reprende, si parece que nos desecha, si dilata al oírnos, es
siempre su amor el que le hace obrar, y siempre para provecho
nuestro. Pidámosle con resignación los bienes temporales, el
éxito de nuestros negocios, la sanidad del cuerpo, y cuando por
nuestro, bien nos los niegue, inclinemos humildemente la cabe-
za á su santísima voluntad. Pero los bienes espirituales, pidá-
moslos con instancia, y con perseverancia, que él nos dará
siempre mas de lo que le pidamos.

PUNTO II.

La fé de este padre.

Consideremos lo 1.° El principie é imperfección de su fe.,.


Este Sefior, según las apariencias, Gentil, y descendiente de los
antiguos tiranos establecidos en la Galilea, habla concebido,
por lo que se le habia dicho en Gafarnaun, una idea imperfec-
tí&ima de Jesús. Creía, es verdad, que podia sanar á su hijo;
pero pensaba que no pudiese hacerlo, sin verle, tocarle, y ha-
blarle... No. sabia, que podria obrar sus milagros igualmente
desde léjos, que desde cerca: que no era necesario su presencia
y que bastaba un solo acto de su voluntad. Estaba muy léjos de
creer, que Jesucristo fuese él Hijo de Dios, Criador, y Sefior
del Universo... ¿Es esta la idea que nosotros tenemos de Jesu-
cristo? ¿La tenemos como nos la representa, y como nos la pide
la fé? .
Lo 2.° El progreso de su fé... La reprensión, que Jesucris-
to le dió, hizo impresión en su corazon; y cuando le oyó pro-
nunciar con tono de autoridad: ves, tu hijo vive, creyó á su pa-
labra, y se fué: creyó este milagro sin verle, y dió á conocer,
que no era del número de aquellos de quienes habia dicho el
Salvador, que no creen sino ven... ¿No es, por ventura, tal
nuestro juicio? ¿No se oye aun algunas veces entre nosotros: qui-
siera ver un milagro? Palabra de infidelidad capaz de irritar al
Sefior: sefial de una fé lánguida, y acaso enteramente muerta.
Aprendamos de este grande á creer, -sin haber visto: en esto
consiste el mérito de la fé: y en esta debemos colocar nuestra
fidelidad, y nuestra confianza.
Lo 3.° La perfección de su fé...; Consolado con la firme
persuasión, de que su hijo estaba sano, luego al punto se par-
tió... Continuó el dia siguiente su viage, revolviendo sin duda
en su pensamiento, lo que Jesucristo le.habia dicho... «Y
«cuando volvia le salieron al encuentro los criados»... testigos
de la repentina sanidad: «y le dieron la noticia de que el hijo
»%ivia»... A esta nueva, sus expresiones no fueron de una va-
na alegría... No cuidándose de si mismo, fijó sus pensamientos
sobre su bienhechor, y quiso examinar con diligencia el suce-
so, que podia tener consecuencias muy importantes de la salud
de su hijo. «Les preguntó por tanto á que hora habia comen*
»zado á estar mejor: y ellos le respondieron: ayer & la hora
»séptima le dejó la calentura:» esto es, á una hora despues
del mediodía. «Reconoció en esto el padre, que aquella era la
»hora misma en que Jesús le habia dicho: tu hijo vive, y ere-
»yó»... Comprendió que Jesús no solo habia predicho la sani-
dad de su hijo; sino que también la babia obrado. Sobrecogi-
do, y con razón, de un poder tan divino, no solamente creyó
á la palabra de Jesús, sino también en el mismo Jesús. Creyó,
que él era el Hijo de Dios, y el Mesías esperado, á quien se
- debia seguir para conseguir la salud.
Lo 4.° El celo de su fé... «Y creyó él, y toda su casa»...
La verdadera fé no está privada de celo; una fé viva no está
muda, y ociosa. El padre instruyó á su hijo, y á toda su casa
sobre las obligaciones, que tenian á Jesús, y les habló con tal
eficacia, que empefió toda su familia á creer en él... Debemos
imitar un tal.ejemplo, y principalmente las personas constitui-
das en dignidad, los padres, y los señores: todos los Cristia-
nos tienen en sus sentidos externos, é internos, una especie de
casa, y de familia, que gobiernan, y que deben contener en
las reglas de la verdadera fé. Estando, pues, nosotros, ó en
compañía, ó solos; hallándonos en cualquier lugar; haciendo
cualquiera cosa, nuestros ojos, nuestras orejas, nuestra len-
gua, nuestra postura, nuestro semblante, nuestra imagina-
ción, nuestra memoria, nuestro espíritu, nuestro corazon,
nuestros pensamientos, y nuestros deseos; nuestros designios,
nuestras empresas, nuestro trabajo, y nuestro reposo; todo en
suma, debe estar ordenado por la fé; todo eri nosotros debe
anunciar un hombre, que cree, y en quien todo cree.
«Este fué el segundo milagro, que hizo de nuevo Jesús,
wdeSpues que volvió de la Judea á la Galilea... El segundo mi-
flagro, que Jesús hizo en Caná de Galilea»... Si nosotros hi-
ciésemos refiexion sobre los. infinitos acaecimientos de la vida,
-encontraríamos en ellos, con que alimentar nuestra fé, y nues-
tro amor para con Dios; veríamos en ellos sensiblemeate los
•efectos admirable* de la bondad de Dios, de su providencia, y
de su poder. ¡Ay de mil nosotros solo pensamos en gozar de
los bienes de Dios, sin reflexionar sobre aquel de quien los re-
cibimos.

PUNTO nr. ,
Los beneficios recibidos por este Padre.

i.° La sanidad de su hijo... ¿Cuántas Teces nos ba sanado


Dios á nosotros, y á nuestros prójimos de graves enfermedad
des? ¿Le hemos dado por ello las debidas gracias? ]Áhl Acaso
4l beneficio fué recibido, y olvidado al mismo tiempo.
Et don de la fé, infinitamente mas precioso que la vi-
da... También nosotros hemos recibido este inestimable bene-
ücio: i Ahí no cesemos de darle gracias al Sefior...
3.° La severidad con qne fué tratado por Jesús... Le re-
prendió públicamente su poca fé ; es verdad, pero con esto le
hizo humilde, y entrar en si mismo. Rehusó conformarse con
su petición, seguiéndole á Cafarnaun, pero obró en su favor
un milagro, y mas grande, y para él mas útil de lo que pedia.
4.° La enfermedad misma de su hijo... ¿Quién no se hu-
biera compadecido de este-padre afligido , viéndole próximo á
perder un hijo, que tan tiernamente amaba? Y con todo, esto
mismo, que tan digno de compasion le hacia á los ojos de los
hombres, le debia conducir á Jesús; no solo á él, -sino también
á toda su casa; y ponerlos á todos en el camino de la salud...
¡Ahí No. tenemos una justa idea, ni un justo conocimiento de
nuestros verdaderos intereses, cuando nos lamentamos de
Dios, ó cuando murmuramos contra las disposiciones de su
providencia. |Ah! Adoremos su profundidad, y su sabiduría.
Imitadores de este padre, aprovechémonos de las enfermeda-
des , y de las aflicciones, para recurrir á Dios, para unirnos á
él, y para despegarnos del mundo... Si nos parece que el Se-
fior usa con nosotros de algún rigor, que rehusa concedernos,
nuestras peticiones, no nos desanimemos, miremos, antes
314 EL EVANGELIO MEDITADO.
bien, como favores sus rigores; y estemos bien.persuadidos
de que cuanto viene de su divina mano es siempre para noso-
tros el mayor bien.

Petición y coloquio.

Haced me, ó Señor, la gracia de conocer esta verdad, y de


aprovecharme de ella: haced.que me sirva santamente de
cuanto vuestra sabiduría, y vuestra bondad-dispondrán para
mi mayor ventaja. No miréis, Sefior, á mis inclinaciones, ni á
mis repugnancias: antes bien sostened mi debilidad, cuando os
opongáis á mis propios deseos. Acrecentad mi fé, hacedla fir-
me, operativa^ y perfecta, como lo hiciste con ei Régulo del
Evangelio. Dadme el celo, que él tuvo, para daros á conocer,
y amar. Dignaos hacerme oir aquella palabra digna de Vos,
llena de consolacion: tu alma está ya sana: tu alma vive con
la vida de la gracia: y despues de haberla librado de sus en-
fermedades, dignaos también conservarla reconocida, amante,
y fiel hasta el último momento de sus combates sobre la tier-
ra. Amen.
MEDITACION XLIV.

LIBRA JESUS UN ENDEMONIADO EN CAFARNAUN.


(S. Marcos c. 1. v. 81. 28. S. Lucas c. 4. t. 31. 37. J

CONSIDEREMOS PRIMERO LA PERSONA DE JESUCRISTO: LO SEGUNDO LAS ASTU-


CIAS DEL DEMOMO, QUE JESUCRISTO ECHA FUERA DB AQUEL INFELIZ: TER-
CERO LA CONDUCTA DEL PUEBLO, TESTIGO DB ESTE MILAGRO.

PUNTO PRIMERO.

La persona de Jesucristo.

Lo 1.° Su celo en instruir : «y bajó á Cafarnaun (1) eiudad


»de la Galilea... y entrando el sábado en la sinagoga enseña-
b a » . . . Era Cafarnaun, como ya hemos dicho, el centro de las
misiones de Jesucristo. Este Divino Salvador, acompañado de
sus cuatro Discípulos, habia ido á Caná, donde hizo el segun-
do milagro de sanar al hijo del Régulo, cortesano del Rey He-
rodes Anlipa, á quien los Galileos, por adulación, llamabap
Rey; volvió de allí á Cafarnaun, y sin tomar un poco de tiem-
po para su reposo, empezó á enseñar. Fuera de las instruccio-
nes, que bacía privadamente todos los dias, las bacía también
públicamente en la sinagoga todos los sábados: porque el pue-
blo se juntaba á orar, y á oir la esplicacion de la Sagrada Es-
critura... Buen ejemplo para los Cristianos, que no quieren ir
los dias de fiesta á las Parroquias á oir la palabra de Dios, y
la explicación de la Doctrina Cristiana, tan recomendada por
la Iglesia , y por varios Concilios; privándose de los socorros
de la gracia de Jesucristo, que nos dió ejemplo, y nos convjda
con su asistencia á estas sagradas funciones. , /
(I). Se decía bajar á Cafarnaun, porque esta ciudad era maritimá; y
sabir ¿ Jerusalen, porque estol se hallaba situada sobró uua montaña.'
2.° La autoridad de Jesucristo en su enseñanza... «Y se
^pasmaban de su doctrina, porque los ensenaba, como uno
»que tiene autoridad, y no como los Escribas»... Los Escribas
enseñaban á la manera de los hombres, cuya costumbre es re-
ferir , con ostentación, los sentimientos de otros; y cuyos dis-
cursos contienen mas dudas, y congeturas, que verdades sóli-
das , y ciertas. No enseñaba así Jesús; porque ó revelaba mis-
terios, ó explicaba las Profecías, ó daba reglas ciertas de mo-
ral, y de costumbres: lo hacia sin ostentación, y sin íausto,
con seguridad, con precisión, y en tono de Legislador, y de
Maestro, y con una dignidad, y magestad mas que de hom-
bre... Así debia hafblar el Hijo de Dios á los hombres, y así
oonviene que nosotros anunciemos su doctrina.
5.° La potestad de Jesucristo sobre tos demonios... «Y ha-
»bia allí en la sinagoga un hombre poseído del demonio, y del
«espíritu inmundo, el cual exclamó diciendo: ¿qué tenemos
»que hacer nosotros contigo Jesús Nazareno? ¿Has venido á
»perdernos? Sé quien eres, el Santo de Dios: y Jesús le gritó
«diciendo: enmudece, y sai del hombre... Y maltratándole'
»fuertemente el espíritu inmundo, y dando grandes alaridos
»salió de él»... Siente mucho el espíritu inmundo salir del co-
razon de un pecador. Antes de salir, y dejar al miserable, que
poseía, le hizo experimentar violentos retorcimientos, convul-
siones horribles, y dar grandes gritos: y le tiró en tierra, en
medio de la multitud con tal vehemencia, que hizo creer, que
le habia muerto; pero fué impotente su rabia: el hombre se
bailó sin heridas, sano, y bueno; tanto en el cuerpo, como en
el álma. jOh JesúsI adoro vuestro divino poder, dignaos ejer-
citarle sobre mí: haced caTlar, y echad de mi corazon el espí-
ritu de queja, de crítica, de maledicencia, de que estoy poseí-
do: haced callar, y echad dé nosotros los demonios de la im-
pureza , y de la heregía, que no cesan de seducir las almas,
que Vos habéis formado para que os sirvan, y amen.
4.° La estimación, que Jesucristo se adquirió en lodo el pais.
«Y corrió luego su fama por todo el pais de la Galilea:» era
bien justael crédito, que se había adquirido Jesús; y todo»
debían reconocer por ias sefiales de bondad, y de poder, que*
él era el libertador, que Dios habia prometido al mundo,.. Mé
alegro, ó Salvador mió, que empiece vuestro nombre & hacer-
se conocer: bien presto le llevarán vuestros Apóstoles basta los
últimos fines de la tierra. ]Abl (Adórenle todos los pueblos! ¿Y
por qué no puedo yo contribuir á extender, y á acrecentar
vuestra gloria?.. Haced, Señor, por lo menos, que os glorifi-
que en mi mismo; que medite vuestras grandezas; que goce
solo de Vos; que píense solo en Yos; que espere solo en Vos;
y que os ame sola á Vos.

PUNTO II.
Del demonio.

í." Sus quejas.., «¿Qué tenemos nosotros que hacer conti-


g o , ó Jesús Nazareno? ¿Has venido tú para perdernos?»...
Esto es: no nos quieras quitar la posesion, que ya tenemos: no<
nos inquietes: ¿qué tenemos nosotros qué hacer contigo? ¿por
qué te empefias tanto en perdernos, y en hacernos la guerra?..
Semejantes son también ahora las quejas del demonio, espe-
cialmente del de la impureza, y de la heregía, contra el celo,
que las persigue, calificado por ellos de amargo, inquieto, y
excesivo: y los que las combaten son tachados de hombres in-
quietos) y peligrosos, que solo buscan satisfacer su odio, su
envidia, y su ambición, eon el pretesto de celo, y que bajo la
apariencia de destruir los vicios, tiran á perder las personas.
Pretenden, y gritan, que se deje al mundo tranquilo, que cada
uno obre según su capricho, y crea como mejor le parezca.
¿Hacemos acaso, dicen, en esto.mal á nadie? ¿dejamos de ser
por eso buenos ciudadanos, súbditos menos fieles, y miembro»
menos útiles á la sociedad?.. Callad,, pérfidos demonios, ¿la
pérdida de las almas, que precipitáis en el infierno, no es bas-
tante motivo para encender el celo, y hacerle sordo á vuestros,
gritos?
2.° Las astucias del demonio: «despues de esta queja em-
»pezó el demonio á confesar á Jesucristo, y á ensalzar su san-
tidad.» Yo sé quien eres, Santo de Dios... Quejas, y alaban-
zas, amenazas, y adulaciones, todo' lo empeña el demonio para
engañarnos... ¿Quién mas alaba la bondad de Dios, y sus mi-
sericordias, que el demonio, y el espíritu de la impureza?
¿Quién hay que hable con lenguaje mas devota, y que baga
mayor pompa de las expresiones de la Escritura, y de los San-
tos Padres, y que se glorie mas de estar versado en el conoci-
miento de las cosas de la Religión, que el demonio de la bere-
gía? Gallad, demonios engañadores, estas santas expresiones
en vuestras boca son otras tantas blasfemias; porque voso-
tros las interpretáis en mal sentido; porque vosotros sacais
malas consecuencias; y porque usáis de ellas para un per-
verso fin.
3.° El furor del demonio... Obligado el demonio por el
imperio de Jesucristo á callar, y á abandonar la preta, dá á
entender, en el obedecer, su rabia, y su crueldad... Imágen
natural de lo que hace sufrir á un pecador, que piensa echar-
le d^ su corazon, y convertirse..i (O cuánto le cuesta el ir á
declarar sos vergonzosas caídas, y á confesar haber fattado, y
seguido el error I ¿Cuánto conviene que combata, para romper
sus hábitos; para renunciar á sus prácticas, y para sacrificar
aquella pretendida felicidad, con que la ilusión le deslumhra?..
Valor, almas cristianas, estos son los últimos esfuerzos de un
enemigo cruel, cuyo yugo debeis sacudir; sea en hora buena
grave; sea difícil cualquiera pena, que tengáis que sufrir: aca-
bad de romper los hierros de esas cadenas, que' en vuestra li-
bertad encontrareis vuestra felicidad.
4.° La impotencia del demonio... En vano se atormentó,
en vano se agitó; le fué preciso obedecer: en vano al dejarle le
echo con furia en tierra en medio de la gente; él no le pudo
hacer mal alguno: sus esfuerzos, y sus gritos no sirvieron de
otra cosa, que de hacer mas manifiesta su flaqueza, y su d e -
sesperación. .. Somos nosotros demasiadamente dichosos en te-
ner un Salvador lan podeposo: sea pues cruel el demonio: ¿ten-
drémos que temer» si estamos unidos á Jesucristo?

PUMO III.

Del pueblo.

Su admiración sobre la doctrina de Jesucristo: «y que-


daban maravillados de su doctrina»... Las máximas, que en-
senaba Jesucristo, eran las mas puras; y la santidad de su. vi-
da correspondía á la de sus discursos. Esto es lo que sorpren-
día grandemente á los Gallleos. No estaban acostumbrados á
ver una semejante.conducta en sus Doctores, .para convencer,
y convertir. Estos, sabían bien predicar, é instruir; yt lo hacían
con ostentación, y con fausto; pero Jesucristo anunciaba, y
persuadía sin afee lacran, y sin estrépito, las mas sublimes ver-
dades... Si nosotros escucháramos atentamente cuando Jesu-?;
cristo nos dicta al corazoa, quedaríamos aturdidos, como los
Galileos, El corazon es el lugar donde él nos ensesfia , no; como
los hombres, sino de una manera divina, é inefable. Aquí es
donde sin revelarnos otras verdades, que aquellas que noSen'-;
seña la fé, nos liage: sentir, el precio, la belleza, la riqueza,,y
la importancia; y nos las haee concebir, gustar, y amar.
2.° El aturdimiento del pueblo por el endemoniado... «Y
«todos se atemorizaron»... Y á la verdad, ¿qué-expectáculo
podia ser mas espantoso, que este endemoniado, que se veía
agitado de crueles convulsiones, y daba horribles grílob? ¡Ay
de mí 1 Mas horror causa el estado de un alma en pecado mor-'
tal, en que reina el demonio: ¿y qué cosa será el infierno, en
que se hallarán unidos todos los demonios, y lodos los r e -
probos?
3." La admiración del pueblo á la vista del poder de Jesu-
cristo : <cy todos quedaron admirados»... Habia ya visto el
pueblo, que Jesucristo en Gafarnaun-mismo, aun sin estar pre-
sente, como sucedió en la sanidad del hijo del Régulo, ejerci-
taba un soberano poder sobre todas las especies de enferme-
dades; • pero no te habían visto-ann mandar a) demonio. Esta
manera de ensefiar parecía tanto mas nueva, cuanto, que j a -
más se habia oído decir, que algún Profeta hubiese ejercitada
semejante imperio. El modo, con que habia obrado este prodi-
gio , no era menos admirable que el prodigio mismo. No obs-
tante sus gritos espantosos, sus quejas, y sus adulaciones, el
espíritu inmundo, con dos palabras solas de Jesucristo, tuvo
á bien callar, y abandonar la presa.
4.* Los discursos del pueblo sobre lo acaecido... «Se pre-
»guntaban unos á otros: ¿qué cosa es ésta? ¿qué nueva doetrina
»es esta? pues él manda con autoridad aun á los espíritus in-
vmundos, y le obedecen»... Esto es: este hombre predica di-
versamente de nuestros'Escribas, y Fariseos: él es poderoso*,
tanto en las obras, como en las palabras: los milagros acom-
pañan sus discursos; y tan fácil le es hacerse obedecer del in-
fierno, como mostrar el camino del Cielo... Estas cosas hicie-
ron tal impresión en el pueblo, que no se hablaba ya de otra
cosa que de la grandeza, y del poder de Jesucristo; por lo que
se divulgó luego la fama de él por todo el pais de la Galilea
¡Ay de mí) ¿Cuáles son nuestros razonamientos? ¿Por qué la
grandeza, la bondad, y el poder de Jesucristo, no suministran
jamás materia á nuestros discursos, y á nuestras reflexione*?

Petición y¡ coloquio»
Haced, ó Jesús mío, que todo el mundo píense eo Vos; que
toda la tierra os conozca; y que toda mi alma sea penetrada de
Vos: sed, ó Jesús mió, el solo objeto de mi admiración, y de
mi amor. Que suerte para mí mas féliz, que teneros por Maes-
' tro... Instruidme siempre mas, y bacedme la gracia de ser mas
fiel en practicar vuestras divinas lecciones. Renovad en mi, 6
poderoso^libertador, las obras de vuestra misericordia: echad
de mi corazon el peder del demonio; libradme de su tiranía;
concededme que triunfe, y no permitáis, quesea su victima
en el infierno. Antes bien, haced que dea conquista vuestra en
el Cielo. Amen.
MEDITACION XLV.

SANA J E S U S LA SUEGRA DE SAN PEDRO.


(S. Marcos 1. 29. 31. S. Lucas, c. 4. T>. -38. 39. S. Mateo e. 8.
v. 14. etc.)

LAS TRES COSAS QUE VOS PROPONE BL SAGRADO TEWO, PARA ESTA MEDITA-
C I Ó N , 80N 1.® LA ENFERMEDAD DB LA SÜEGRA DE SAN P E D R P : S . ° 8V
S A N I D A D MILAGROSA: 3 . ° EL CSO QÜB É I Z O D E E L L A .

PUNTO PRIMERO.

Sh enfermedad.

«Y saliendo Jesús de la Sinagoga... Entró en casa de Si-


»mon, y de Andrés: y la Suegra de Simón estaba en cama con
«calentura»...
Las calenturas del alma son las pasiones: la ambición, los
placeres, el interés, la cólera, la maledicencia, la envidia, la
avaricia, el orgullo, el amor, el odio: todas estas son calentu-
ras, que destruyen la sanidad del alma, y la qiritan la vida de
la gracia... Examinemos de cual de estas calenturas está en-
ferma nuestra alma, ó de cuantas de estas especies de calen-
tura está ella atormentada. iAht gimamos, y lloremos por
nuestra desgracia, para animarnos á desear nuestra curación.
Lo 1Consideremos tos males que nos ocasionen tas pasio*
nos... A manera de calentarais violentas, nos atormentan con
tontinuas agitaciones, ya nos dejan helados de temor, ya nos
llenan de sospechas, ya de desesperación: ahora nos encienden
de oólera, de despecho, de amor, de ódio, luego de llamas de
Impureza, de estériles deseos, de esperanzas quiméricas. Algu-
nas veces combaten entre si mismas, nos destrozan sm piedad:
y nos tienen en un violento potro, en un martirio. Todo el
TOM. I. 21
mundo conoce nuestra desgraciada situación; y nosotros solos
estamos ciegos: ya llamamos bien al mal, honor á la insolen-
cia, libertad & la esclavitud, y placer al tormento: miramos
en una palabra, como nuestro sumo bienr, nuestra suma mi-
seria.
Lo 2.° Consideremos el estado á que nos reducen nuestras
pasiones. A manera de'las calenturas, nos ponen en un estado
lastimoso de debilidad, de aslio, y de Impotencia de tomar un
poco de reposo: ya no tenemos fuerzas para combatir ¿ los
enemigos de la salud: y sin resistencia alguna nos dejamos lle-
var de todos los caprichos de las mismas pasiones: el uso, res-
peto humano, y la hipocresía son los únicos motivos, para ha-
cer aun alguna cosa buena? y esperimentamos un fastidio posi-
tivo para todo aquello, que mira á la verdad, y .'¿ la perfec-
ción, y que nos hace bien presto abandonar la lección, la medi-
tación, el exámen de la conciencia, la Gonfesion,.y la Comu-
nión; y finalmente nos lleva á un estado en que ya no sabemos,
que cosa es el dulce reposo, que gusta un alma fervorosa en la
oracion, en el recogimiento interno, en el ejercicio de la pre-
sencia de Dios, en la resignación en su santísima voluntad, y en
la confianza en su divina providencia: y en este estado ¿cuántos
pecados no se.cometen?
Lo 3,° Consideremos la mudanza que causan en nosotros
las pasiones... No desfiguran tanto á una persona unas largas,
y continuas calenturas, como desfigura una viva pasión por mas
que se busquen todos los medios de ocultarla... Se admiraba
ántes en aquel jóven una dulzura amable, una obediencia pron?
la, un fervor exacto, una modestia jovial, un gusto de piedad,
y de devoción, que edificaba. ¡Ay de mil ya no es mas aquel
que era: ya se encuentra de humor impaciente, é inquieto: se
le oye hablar en tono áspero: ha tomado un aire arrogante,
una manera despreciante: insulta en sus discursos: ahora se ve
sumergido en una profunda melancolía: despues en una alegría
. insolente: y al fin en una .estrema desesperación^.. (O alma!
i poco ha tan bella, tan pura, y ahora tan vergonzosamente des-
figurada! Conoce pon fo ménos, de donde le Tiene el mal, para
¿tiscar proDtamenle el remedio. ,
Lo 4-° Consideremos la obstinación, y la perseverancia de
las pasiones... No hay calentura tan obstinada, y difícil de cu-
rar como una pasión, que ya ha lomado posesion del corazon.
Hubiera sido fácil resistir á los primeros asaltos del vicio: hu-
biera sido posible estirparlé al mismo nacer: conocía el vicioso
entonces, que podia: se lisongeaba, que podría también despues:
iba diciendo, que al fin al fin algún dia le estirparia: pero ahora
el infeliz se halla en la precisión de mudar lenguage: ya esclama
contra la inutilidad de sus esfuerzos: de abi comienza á gemir:
despues al fin se desespera, y hace inútiles todas las tentati-
vas... No desesperemos nosotros: tenemos un medico caritati-
vo, y omnipotente: recurramos á él con confianza, redoblemos
nuestros esfuerzos, y será cierta nuestra sanidad.

PUNTO II.

Sana Jesucristo la Suegra de San Pedro.

Lo 1.® Observemos la intercesión de los Apóstoles... «Y en-


»comendáron á él la enferma»... No ignoraba Jesucristo el es-
tado de esla muger: pero era conveniente, que sus Discípulos'
informados de su poder, y tesligos de sus prodigios le previ-
niesen, y le diesen una prueba de su fé, pidiéndole un milagro.
De hecho: con aquella confianza, que Jesucristo deseaba de
ellos, inlercediéron por ella... Empleemos para nosotros la in-
tercesión de estos Santos Apóstoles, y de todos los Santos del
Cielo con Jesucristo: encomendémonos á las súplicas de los
justos, 'que viven sobre la tierra: y roguemos por nuestros pró-
jimos, y por nosotros mismos. Pidamos á Jesucristo, lo prime-
ro la sanidad del alma; y despues si lo tuviese por conveniente
a su gloria, y á nuestra salvación, la del cuerpo. Y si no nos la *
concede, pidámosle paciencia, y la gracia de hacer un buen
uso de la enfermedad.
Lo 2.° Observemos la bondad de Jesús... «Y acercándose á
»la enferma, la cogió por la mano, y la alzó... Y inclinándose
»hácia ella, mandó á la calentura; y la calentura la dejó»...
Adoro para siempre el divino poder de Jesucristo: pero aquí
admiro singularmente su infinita bondad... Vos lo sabéis, ó Dios
mió: cuantas veces me babeis visto en el esceso de mis pasio-
nes: vos os habéis llegado á mí con vuestra gracia, y yo me he
retirado de vos, con mí resistencia: vos procurasteis mover mi
corazon con fuertes remordimientos^ y yo los he sofocado Con
mi disipación, y con nuevos pecados: vos me alargabais la ma-
no para sacarme del abismo:* y yo en vez de valerme de esta
mano piadosa, he retirado la mia ,para sumergirme de nuevo
en el desorden.
Lo 3.° Observemos los sentimientos de ta enferma... ¡Cuáí
fué su conSoIacion cuando oprimida de los dolores vió en su
casa al Salvador de Israel! |Guál su esperanza cuando sintió la
impresión de aqtiella mano omnipotente, que la tobaba! {Cuál
su júbilo cuando oyó la órden dada para su sanidad: y se bailón
enteramente libre 1... Es necesario, que Jesucristo se acerque
el primero al pecador; le coja, como por la mano, y le toque
con sü gracia, para sacarle fuera del estado en que se halla...
Feliz aquel, que tocado, y sanado se emplea en manifestar con
la práctica de las buenas obras, sus sentimientos de gratitud.

PUNTO ni.

El uso que hace la Suegra de San Pedro de la sanidad.

I o La ocupacion. Y ella se alzó, y los servia... Hallándor


se perfecta, y repentinamente sana, luego se levantó, hizo pre-
parar la comida, y tuvo la consolacion de servir á Jesucristo á
la mesa, á que estaba sentado con sus cuatro Discípulos. Gran-
• de ejemplo nos da esta muger en el uso, que hace de la salud,
luego que la recuperó. Empleaba en servir á Jesús aquella mis-
ma sanidad que la habia restituido... También nosotros nos de-
tamos servir de los dones del Sefior, para su servicio, y para
su gloria. {Pero ay de*mii ¿Empleamos la salud del cuerpo,
que nos ha restituido, y la sanidad del alma, que hemos recu-
perado con el perdón de nuestros pecados, en servirle con nue-
vo fervor? El servicio de Dios consiste principalmente en amar-
le sobre todas las cosas, y en observar sus preceptos: despues
en servir al prójimo: en consolar los afligidos, en sostener los
débiles, en instruir los ignorantes, en asistir á los enfermos, en
socorrer los pobres, en trabajar por la Iglesia, y en cumplir
perfectamente las obligaciones de nuestro estado.
2.° La diligenda.de esta muger... «Y se levantó, y los ser-
»via»... Si nuestro cuerpo goga de salud, ¿por qué pudiendo
emplearla en algún trabajo útil, la consumimos en unócio ver-
gonzoáb? ¿Si está sana nuestra alma mediante una sincera con-
versión, de donde nace aquella tibieza en obrar, y en abrazar
los ejercicios de piedad? ¿de dónde aquella lentitud en la prác-
tica de las buenas obras? Luego ella se levantó, porque se tra-
taba de servir á Jesús. ¡Ahí cuando se trata de servir al mun-
do, cuando se trata de algún interés nuestro, de algún placer,
sabemos usar de toda la diligencia posible, nos hallamos llenos
de ardor, estamos fuertes, y gozamos de salud. ¿Con que solo
cuando se trata de servir á Jesucristo, nos hemos de hallar pe-
rezosos, indolentes, débiles, y descuidados?
3.° La atención de esta muger,.. Ello es cierto, que debien-
do ella servir á Jesús, usó toda la diligencia posible para ha-
cerlo bien: que estuvo atenta á todo, para que nada fallase; y
que finalmente, aun cuando tuviese sumo gusto en oir las pala-
bras del Salvadoreño se paró á escucharlas, cuando su minis-
terio se requería en otra parte: pero cuando, sin perjuicio de
su deber podia oírlas, no le perdió ninguna, teniendo siempre
su espíritu ocupado enfcllas, miéntras que sus manos estaban
diligentes á servirle... Con una atención semejante, y con el
mismo ardor se debe levantar on pecador convertido. Por me-
dio de continuas buenas otyras debe reconocer las desgracias
recibidas. Y si verdaderamente ha resucitado y vive, lo* debe
manifestar con movimientos animados, y regulados de la cari-
dad, de la humildad, y de la oracion; y son todas aquellas san-
tas obras, que pide una vida cristiana.
4.° El afecto de esta muger... ¿Quién, jamás, podrá com-
prender, con que amor sirvió á Jesús, y á sus Discípulos? Lo
tuvo á mucho honor, considerando la grandeza de aquellos á
quienes servia: juzgó que era obligación suya por los beneficios^
que habia recibido; y halló en servir al Sefior una satisfacción
sensible, consideradlo la bondad con que acompañaba sus fa-
vores... ¿No servimos nosotros al mismo Señor, y tenemos los
- mismos motivos para servirle? ¿pues por qué no le servimos
con el mismo afecto?... Guando se sirve con amor, el servicio
es mas exácto, mas dulce, y mas meritorio. Sin este afecto se
hace mal aquello que se hace; ó se hace con- pena, con* floje-
dad, con náusea, con fastidio, con impaciencia, y con mil que-
jas, y lamentos; de manera, que un tal servicio mehece ser án-
tes castigado, que premiado. Resolvámonos, pues, una vez á
obrar siempre por Jesús, y por su amor, animemos nuestra fé,.
y no nos será dificil el encender también nuestro fervor.

Petición y coloquio. .

Estoy resuelto, ó Dios mió, á tener siempre á la vista en


mi conducta aquel amor, que viene inspirado de una fé humil-
de, y laboriosa; á no resistir jamás á vuestros llamamientos, y
á seguir en adelante con fidelidad, todas las impresiones de
vuestra gracia. Pero mandad vos mismo, ó Jesús mió r á las
pasiones, que me dominan: eslended vuestra mano: socorred-
me, y guiadme: saeadme del lodo, en que hasta ahora he vivi-
do, y ayudadme, y sostened me para romper mis malos hábi-
tos: rebatir las tentaciones: y morlificaitmis deseos terrenos, y
carnales, sin que tenga respeto alguno á los juicios de tos hom-
bres, ni á mí mismo. Levantadme hasta Vos para que siempre
viva unido á Vos. |Ahl haced, que algún dia sean mis senti-
mientos semejantes á los de la Suegra de San Pedro, «cuando
en mi última enfermedad os digneis ó Jesús, venir á aliviarme
en mia dolores, á visitarme en vuestro sacramento, y no con-*
tentó con estender vuestra adorable mano, á daros á mí todo
Vos mismo, y con Vos la prenda segura de una vida inmortal.
Hablad entonces, mandad ó Divino Salvador mío; á vuestro
mandato, desatada mi alma dé los lazos de su cuerpo, limpia
ya de sus pecados, libre de sus dolores, y victoriosa de la
muerte, os verá sin sombra, y sin nubes, y vivirá eternamente
con Vos. Dia feliz ¿cuándo vendrás? ¿Y dónde encontraré yo
alivio miéntras te veo tan léjos? j Ahí sabré bien servirme déla
libertad, que aun me queda para ir á encontraros, 6 Jesús;
quiero siempre recibiros, con aquellos mismos sentimientos,
que deseo tener en aquel último dia dé mi vida. Amen...
MEDITACION XLVI.

MOCHAS CURACIONES OBRADAS EN LA TARDÉ DEL MISgO DIA.


(S. Marco* 1. u. 31. 34. S. Luco* i. 4. v. 40. 41. y & Mateo c. 8.
i«. 17.;

JSSUCIOTO SAJIA L M BKTHRUOS, L I M A LOS BKDBMOFTLADOS, I CUMPLI COK

BOTOS MILAGROS LA PaofECÍA DB ISAÍAS.

PUNTO PRIMERO.

Sana Jesús los enfermos.


«Y á la tarde, puesto ya el sol; toda la ciudad se habia jun-
»tado á la puerta... Le preseotáron muchos endemoniados: y
«echaba con la palabra los espíritus... y curó muchos afligidos
»de varios males... Y imponiendo á cada uno de ellos las ma-
»nos, los sanaba.»
1.° La hora tardía del dia no le da fastidio á Jesús.... A
poco tiempo, despues de haber sanado la Suegra de San Pe-
dro, se puso el sol, y con el dia cesó la obligación del reposo
mandado por todo el sábado, que 'según el uso constante de
los Hebreos, se computaba dé una tarde á la otra. Todos los
afligidos, que esperaban socorro, deseaban con impaciencia es-
te momento: y apénas llegó, estuviéron prontos, y solícitos, ó
para .llevar á Jesús sus enfermos; ó para presentarse á sus pies
con sus propio males. Éste Divino Salvador, dejándose llevar
de los movimientos de su caridad, impuso á cada uno de ellos
las manos, y los sanó... No necesitamos nosotros esperar los
momentos en que Jesucristo quiera escucharnos, para pedir-
le gracias: en todas las horas le hallamos, de noche, y de dia;
todos los tiempos le son oportunos para recibirnos, para escu-
charnos, y para atendernos: para su caridad no hay hora al-
guoa importuna... ¿Es» pues, de este carácter nuestra cari-
dad? ¿Nos vamos á Jesús á todas horas? ¿Recibimos á nuestro
prójimo en cualquier hora, que recurre á nosotros?
2.° Jesucristo no es molestado por la multitud del pueblo,.,
Gasi toda la ciudad se habia juntado al rededor de la casa de
San Pedro, y'tenían sitiada la puerta; de todos los ángulos de
la ciudad de Cafarnaun venían conducidos los enfermos, para
presentarlos á Jesús... No fué violentado él, ni se disgustó por
la multitud. La importunidad, y abundancia de los suplicantes
no pudiéton resfriar el poder, y la voluntad, que tenia de con-
tentarlos; ántes bien estaba tanto mas satisfecha su bondad,
cuanto mayor campo se le presentaba de derramar sus benefi-
cios. Esta multitud del pueblo, que venia con fé para recibir
alivio á sus males, era para su corazon un espectáculo bien
agradable... Este espectáculo se renueva aun en nuestros dias;
nosotros vemos al pueblo fiel correr.en tropas á los templos,
para adorar á Jesús, y pedirle gracias. Unámonos con esta fer-
vorosa multitud; hagámonos su guia*, animémosla con nuestro
ejemplo, ó á lo ménos edifiquémosla con nuestra modestia, y
con nuestro recogimiento.
3.° La diversidad de las enfermedades no escede el poder de
Jesús... Todos los que le presentáron fuéron sanados, aunque
sus enfermedades, y sus males fuesen grandes, envejecidos, é
incurables... «Y curó muchos afligidos de varios males, dice
»San Marcos: todos aquellos, dice San Lúeas, que tenían en-
afermos de este, ó el otro mal, los llevaban á él, y puestas en
«cada uno las manos, los sanaba»... Modelo de la caridad, que
deben tener los fieles entre sí, y del celo, que deben tener los
ministros, siempre dispuestos á visitar enfermos, á asistir á los
pobres, y á consolar á los afligidos.
4. a La multitud de los enfermos no desanima la bondad de
Jesús... Habría podido, Con un solo acto de su voluntad, .con
uno solo de sus mandatos absolutos, sanar todos los enfermos,
pero no lo hizo: quiere imponer sus manos sobre cada uno de
ellos en particular; quiere oir sus súplicas, las unas desppes de
330 EL EVANGELIO MEDITADO,

las oirás: quiere dar á todos el consuelo de poderle ver, y de


ser vistos, y locados por él-aun cuando por si misma fuese fes-
lidiosa, y repugnante esta función... Esta es la caridad, con que
quiere él, que sus Ministros nos escuchen en particular, para
romper con una particular absolución las ligaduras de nuestros
pecados, y reconciliarnos con él. Con la misma brindad se da él
todo entero á cada uno de.nosotros en el. Sacramento de su
Cuerpo Sagrado, para servirnos de manjar, y sanarnos; para
santificarnos, y para unirnos á él: iqué bondad 1

PUNTO II.

Jesús libra los endemoniados.

Le presenláron los endemoniados: «y echaba con la


«palabra los espíritus»... El Salvador, que sanaba las enfer-
medades, tocando los enfermos, echaba los demonios con sola
su palabra; para dar ¿ entender, y hacer sentir á estos espíri-
tus orgullosos el absoluto imperio, que tenia sobre ellos. ¡O y
cuán poderosa es la palabra de JesúsI Si con ella alimentamos
nuestros corazones, estaremos siempre dispuestos para oponer-
la á las sugestiones del demonio, que con todos sus terrores no
podrá resistir á una arma tan poderosa.
2.* Los demonios se ven obligados á confesar á Jesucristo...
«Y salían de muchos los demonios gritando, y diciendo: tú eres
»el Hijo de Dios»... ¿Qué significa, pues, esta confesion de los
demonios, unida á los espantosos gritos que dan? Son de opinion
muchos Santos Padres, qüe Su pecado fué el no haber recono-
cido el misterio de la Encarnación del Verbo; y haber rehusado
el someterse al Hijo de Dios, que en la plenitud de los tiempos
debia hacerse hombre... Ahora le reconocen, pero ya muy tar-
de; esperimentan los efectos de su poder, le publican, y le de-¿
testan... Impíos, incrédulos, bereges, pecadores de todas las
suertes, será doloroso para vosotros, porque demasiadamente
tarde, el reconocer, y confesar á Jesucristo, cuando para siem-
pre os echará de su reino, y de su presencia.
'3.° Los demonios son obligados á callar... «Pero él.gritáñ-
»doles, no les permitia decir, como sabían que él era el Cristo.»
Toma Jesucristo,.con los demonios, un tono de amenaza
propio de un Señor irritado, y les impone silencio, porque es
demasiado malvado su designio en Jo que hacen: si alaban, lo
hacen por inspirar sentimientos de vanagloria, y alejarnos de
Dios, haciéndonos cómplices de su orgullo: si estimulan á ha-
cer algún bien, sus miras son oponerse á las disposiciones
de Dios; cuando por el contrario el Espíritu Santo lodo ló re-
gula con sabiduría, y dulzura. Jesús sabia en que tiempo, y á
quien debia manifestar su divinidad, y disponía insensiblemen-
te los espíritus á recibir esta grande verdad. El demonio al
contrario, habría querido precipitarlo todo, descomponer el ór-
den, y la concatenación de una tan sabia economía, impedir
que el edificio de la Iglesia se elevase sobre este sólido funda-
mentp... Tal es el artificio que usa el demonio, cuando no pue-
de retraer una alma del servicio de Dios; la enviste con la in-
discreción, la presenta la idea de una santidad, y de una vir-
tud, que no conviene á su estado; la inspira los deberes de una
penitencia superior á sus fuerzas, á fin de disgustarla, y echar
por tierra de este modo el edificio de la perfección. Guardémo-
nos de un tal engaño: vivamos dependientes de los avisos de
un sabio director; sigamos con simplicidad los caminos que nos
enseña la gracia: dejémonos guiar del espíritu de Dios; y con-
tentémonos con caminar poco á poco, según el grado de luz,
que se nos comunica. Apliquémonos ante todo, á las obligado^
nes de nuestro estado, y á las sólidas virtudes de. la humildad,
de la obediencia, de la caridad, y de la mortificación, no fián-
donos de cualquier deseo vivo, y activo, que nos estimule á
obrar sin reflexión, y sin consejo.
4.° Los demonios son confundidos en su ciencia... «Y no
»les permitía decir, que le conocían»... Sabían, es verdad, los
demonios, que Jesús era el Cristo; pero no tenían un conocí-
352 EL EVANGELIO MEDITADO.
miento tan seguro; y exacto dé este misterio, como le tenemos
nosotros por medio de la fé: su ciencia estaba soló apoyada so-
bre conjeturas. Tenian fuertes persuasiones de la Divinidad de
Jesucristo; porque no ignoraban las promesas, las Profecías, y
el tiempo de su oumplimiento; pero sn incertidumbre era tal,
que miraban este Divino Salvador, como capaz de pasiones, de
vanagloria, de ambición, de temor, de desconfianza y de pusi-
lanimidad. Por esto, intentárón, aunque en vano, en todo el
tiempo de su vida, hacer pruebas de su virtud: siempre que-
dároD confundidos, y todos sus esfuerzos sirviéron para mani-
festar mas su divinidad. En esta, y en todas las demás ocasio-
nes contrifouyéron sus mismas perversas intenciones, á su ma-
yor gloria, ó sea con las palabras, que el furor arranca de su
boca; ó sea con el silencio, que son forzados á observar. {So-
mos nosotros muy dichosos en tener un tal SalvadorI Que des-
gracia sería la nuestra, si saliese bien á los demonios, que no
tienen sobre él poder alguno, el separarnos de él, y arrebatar-
nos consigo... Mas estemos bien seguros de que serán sie.mpre
impotentes sus esfuerzos, si nosotros velamos sobre nosotros
mismos, y estamos unidos á Jesucristo: si, por desgracia, ve-
nimos á perdernos, la culpa es nuestra.

PUNTO III.

. Jesús cumple la Profecía de Isaías.

«Para que se cumpliese lo que fué dicho por Isaías Profe-


rta (1), que dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y
«cargó con nuestras dolencias»...
Tan digna es de admiración la manera con que el Profeta
predice nuestra rendencion, como la que tiene Jesucristo en
cumplir la Profecía. Jesús viene á librarnos del pecado, y de
nuestras espirituales enfermedades; de la cólera de Dios; de la

(1) Cap. 53. v. 4.


esclavitud del demonio; y del infierno: esta redención, y liber-
tad tan preciosa para nosotros, era invisible ¿ nuestros ojos, y
por esto mas propia para hacer impresión sobre nuestros cora-
zones; pero se hizo sensible con sanar jas enfermedades del
cuerpo, y con remediar los males temporales, que son la pri-
mera pena del pecado. Anuncia, pues, el Profeta la redención
de estos males sensibles, y Jesús la comienza con librarnos de
ellos. Dentro de poco veremos al mismo cargarse de nuestros
dolores; aquí vemos que los quita... Nosotros le vemos ejerci-
tar un absoluto imperio sobre toda suerte de enfermedades, sa-
nar enfermos, librar endemoniados, y darnos con esto nna
prueba sensible de ser nuestro Redentor, y nuestro Salvador.
Ahora toca á nosotros reconocer las obligaciones, que le tene-
mos; y comprender bien en que manera nos ha librado de aque-
llos males, que sufrimos aun, y de que tanto nos lamentamos.
Lo 1 J e s ú s nos Ka librado de nuestros males, con haberles
mudado la naturaleza, por medio de sus méritos... Nuestras
penas,' sin Jesús, eran puras,penas: suplicios, que castigaban
nuestros pecados sin purgarlos, y atormentaban al pecador sin
purificarle; pero* este Divino Salvador, con cargárselas, las ha
elevado, ennoblecido, y divinizado. Por sus méritos, son un
preservativo contra el pecado, que muy frecuentemente se co-
metería, y una satisfacción por el pecado cometido: son el home-
nage mas puro, que pedemos ofrecer á Dios; y el origen de
muchos méritos, que podemos adquirir en su presencia... lO
santas aflicciones, quién habrá, pues, que no os estime, que na
os desee, y que no os busque! No sufrimos ya como hijos de
Adán, sino como miembros de Jesucristo. Estando ya libres por
él de nuestras penas ¿por qué las volveremos otra vez'á tomar?
Siendo ya por él hijos dé Dios ¿por qué volveremos otra vez á
la dura condicion de esclavos? Pudiendo por él sufrir con tanta
gloria ¿por qué sufriremos aun sin espíritu de religión, sin vir-
tud, y sin mérito?
Lo 2.° Jesús nos ha librado de nuestros males, con haberle*
quitado el oprobio con tu ejemplo... Habiendo él sufrido por
nosotros, es. para nosotros cosa gloriosa el sufrir como él, y por
él. ¿Qué penas del cuerpo, y del espíritu podemos tener noso-
tros, que Jesucristo no haya sufrido, y aun mucho mayores?
Despues derejempio de este Dios hecho víctima por nosotros,
en vez de lamentarnos de sufrir mucho ¿no debemos antes do-
lemos de que no sufrimos bastante? Si para con el mundo es
despreciable la pobreza, y la humillación, este es el desprecio,
y el oprobio, que sufrió Jesucristo, y de que un Cristiano debe
gloriarse; porqu'e este sufrimiento le procura la mas perfecta
semejanza, que puede tener con el Hijo tle Dios... \Bienaven-
turado el que conoce este misterio 1 Pidamos nosotros su inte-
ligencia al que es su Divino Autor.
Lo 3.° Jesús nos ha librado de nuestros males, con haber
endulzado su rigor, con su gracia... Nuestras penas, sin Jesús,
eran un peso gravoso, bajo del que estaban oprimidas nuestras
fuerzas... Jesús, con cargárselas nos bá merecido la gracia,
que nos fortifica, y nos hace capaces de sufrirlas con paciencia,
con resignación, y aun con alegría- | Y ahí ¿Qué fuerzas'comu-
nica la gracia, aun á los mas débiles? Qué unción esparce so-
bre las cruces mas pesadas? ¿Qué dulzura hace'gustar en el cáliz
mas amargo á la naturaleza? El mundo no lo puede creer; pero
lo saben por esperiencia los amigos de Jesucristo; y el mundo
mismo se ve algunas veces forzado á confesar esta verdad en
tantos hechos, de que es testigo, y en tantos ejemplos, que ad-
mira.
Lo 4.° Jesucristo nos ha librado de nuestros males, habién-
dolos hecho de poca duración... Nuestras penas, sin Jesús, hu-
bieran sido eternas: pero con cargárselas, las ha mudado en
temporales. Las abrevia también algunas veces en esta vida,
cuando sensible á nuestras súplicas, nos restituye la sanidad.
Las abrevia también poniendo fin á nuestra vida, con la que
acaban todas las penas de aqueljos, que tan bien se han servi-
do de ellas, que ya nada les queda que purgar. Las abrevia,
finalmente en la otra vida, porque si aun quedan algunas que
sufrir, los méritos de Jesucristo aplicados á aquellas santas al-
MEDITACION XLVI. 555

mas, por medio de. los sufragios de la Iglesia, apresuran su li-


bertad, y la posesion de su eterna felicidad.

Petición y coloquio.

O Jesús: persuadido yo de esta verdad, ya no os pediré pro-


digios, para librarme de mis aflicciones; solo os pediré vuestra
gracia para servirme bien de ellas. Si, ó Sefior, estoy dispues-
to á sufrir, aquí en la tierra, cuanto os agrade; con tal que con
vuestro divino socorro, haga un santo uso de mis sufrimientos:
y con tal que pueda evitar los suplicios del infierno, que he me-
recido, y gozar la eterna felicidad comprada con vuestra san-
gre, y prometida á todo Cristiano virtuoso, y paciente en las
tribulaciones. Amen.
MEDITACION XLVII

JESUS RECORRE LA GALILEA.


(S. Mareos c. 1. v. 35. 39. S. Lucas c. 4. v. 42. 44. S. Mateo e. 4.
23. 25.;

1 . ° JESUCRISTO SE DISPONE k s u MISIÓN CON LA OKACIOH: 2 . ° SE D U M M M


L08 CA?ARNAITAS, QUE 8 1 OPONIAN i SU MISION: 3 . ° DA PRINCIPIO i II
MISION.
t
PUNTO PRIMERO.

' Jesús se dispone á su misión con la oracion.

«Y levantándose bien presto por la mafiana; salió, y se fué


»á un lugar solitario, y allí hacia oracion»...
' 1.* Jesús se levanta muy temprano por ta mañana, para
orar... La mañana es el tiempo mas propio, para la oracion;
• el que pierde, en el suefio, las horas de la mafiana, no recoge-
rá el manná del Cielo. Se presentan las distracciones; las ocu-
paciones mundanas nos solicitan; falta el tiempo, y de aquí vie-
ne que se experimenta despues náusea para la oracion. El jor-
nalero, el artesano, el hombre constituido en empleo, y el lite-
rato se levantan por la macana, estimulados de su deber, de
la necesidad, del interés, ó del placer. El hombre de oracion
debe estar animado de todos estos motivos; y mucho mas aun
del ejemplo de Jesucristo. El levantarse es la primera acción
del dia; la' manera con que la hacemos decide ordinariamente
del fervor, é de la frialdad de todas las demás. Este es el pri-
mer homenage que debemos ofrecer á nuestro Criador, el cual,
sacándonos del sueflo, nos saca, por decirlo así, de la nada:
nos da de nuevo la vida; nos restituye á nosotros mismos; y
parece que cria de nuevo el mundo para nosotros: démonos
priesa á gozar de sus beneficios; y á mostrarle nuestro recono-
cimiento. •
2.® Jesús se retira al desierto para orar... Se levanta an-
tes que el sol, y saliendo de la casa de Pedro al vislumbre de
los crepúsculos, se interna en un lugar desierto, donde lejos
del tumulto de la ciudad, se abandona enteramente al fervor
de su oracion... Se puede oraren todos los lugares, aun en
medio de las ordinarias ocupaciones, mediante el interno re-
cogimiento ; la atención á la presencia de Dios; la rectitud de
la intención; y fervorosas aspiraciones... Pero hay una oracion
á que cada dia se debe destinar un tiempo mas continuado, y
para esta Se debé buscar el desierto. Nosotros le encontrare-
mos en nuestros templos abiertos desde, la mañana para la
oracion. Le podemos hallar en nuestras casas, y allí atender ¿
la oracion, antes de dadnos á otras ocupaciones: y sobre todo,
le debemos buscar en nuestro corazon... No oraremos jamás,
como se debe, si no formamos en nuestro corazon un desierto,
una soledad, desembarazándole de toda inquietud, de todo
pensamiento, y de todo objeto extraño, para que'solo pueda
entretenerse con Dios sobre las necesidades del alma, y sobre
el objeto de la oracion; presentándonos delante de Dios, como
si solo él, y nosotros existiésemos en el universo. Pero,' ¡ay de
mi! cuántos se ponen en la oracion, rezan ciertas oraciones,
y aun las de obligación, y por falta de estas disposiciones, se
puede decir con verdad que no oran.
3.* Jesús ora en el desierto... Luego que Jesús llegó al de-
sierto, pasó lodo el tiempo, que.se detuvo allí en la oracion...
Bienaventurados aquellos, que separados del mundo, viven en
el desierto de la religión, si en ella atienden á la oracion...
Nosotros salimos de nuestras casas, vamos al templo, allí nos
estamos; ipero ah! ¿qué hacemos allí sino oramos? Nos halla-
mos algunas veces en la soledad, sin ocupaciones: ¿y por qué
no nos aprovechamos de esta comodidad para orar? {somos
ciertamente insensatos! Queremos mas angustiarnos, y comu-
nicar á otros nuestros afanes, buscar distracciones, y entreto-
TOM. I . 22
oimientos frivolos, que gustar en la soledad las dulzuras de la
oracion... O Divino Jesús, ¿por qué os disteis tanto á la ora-
cion en el desierto? Por mi, y por mi salvación, para mere-
cerme la gracia, que necesito, y para darme ejemplo; á vues-
tro ejemplo, pues, ninguna cosa emprenderé sin orar: y á
ejemplo vuestro seré exacto, recogido, constante, y fervoroso
en mis oraciones.

PUNTO II.

Jesús se despide de los Cafarneñlasque se oponían á su misión.

«Y Simón le siguió, y los que estaban con él, y encontrán-


d o l e , le dijeron: todos te buscan, y él les dijo: vamos por las
»aldeas, y ciudades vecinas, para que también allí predique;
»porque para esté fin he venido... Y las turbas le buscaban; y
»llegaron hasta donde él estaba: y le detenían, porque no se
»partiese de ellos: y les dijo: es necesario, que aun en otras
«ciudades Evangelice yo el reino de Dios; porque para esto he
»sido enviado»...
Lo 1 L o s Cafarnaiias buscan á Jesús; le buscan con dili-
gencia... Del mismo modo, que la iárde antecedente, se junta-
ron por la mafiana al rededor de la casa de Pedro, donde.supo-
nian, que estuviese aun Jesús; pretendiendo, y pidiendo verle,
con toda aquella eficacia, que les inspiraban r ó sus necesida-
des, ó su reconocimiento... Le buscaban con amor; no tienen
ya en mira sus temporales intereses, ó la sanidad de sus en-
fermedades, sino deseosos de su doctrina, quieren oirle, y
aprovecharse de sus lecciones... Le buscan con constancia...
Jesús no estaba ya en la casa... Pedro le buscó, y no hallán-
dole , por fortuna congeturó que le podría descubrir en la so-
ledad. Llevó consigo á su hermano Andrés, y á los otros Dis-
cípulos, para dar cuenta al Salvador de cuanto sucedía en Ca-
farnaun ; mas la turba le siguió; y saliendo á tropas de la ciu-
dad , lomó la resolución de buscar también con ellos á Jesús,
sin perdonar atención, ni fatiga: y determinada á*no volver á
entrar, sin haber hallado primero á su .bienhechor... ¿Es este,
acaso, el deseo con que nosotros buscamos á Jesús? Cuando se
busca con la 'diligencia, que hemos admirado en los Cafarúai-
tas, es imposible que no se encuentre...
Lo 2.° Los Cafamaüas encuentran á Jesús... Le encuen-*
tran siguiendo á San Pedro. El ardor del pueblo era grande;
pero el de Pedro era mucho mas vivo. El no se engafia, en
órden al.lugar del desierto donde se hallaba Jesús: vuela el
primero al frente de los otros Apóstoles, Andrés, Jacobo, y
Juan, y el pueblo le sigue... Para encontrar á Jesús conviene
seguir esta cabeza visible de la Iglesia; es necesario estar uni-
do á ella: fuera de este camioo, fuera de la Iglesia, erramos
sin guia en el desierto, y nos formamos mil diferentes cami-
nos, á la medida de nuestros caprichos, pero sin que algyno de
ellos nos guie á Jesús.
Lo Los Cafamaüas se esfuerzan por detener á Jesús...
Le ven dispuesto á dejarlos, y no lo puedan consentir; le su-
plican que no los abandone; y aun usan una especie de violen-
cia: ;y ohl .¿cuán agradable fué esta al corazon de Jesús? Y si
no se rindió, supo, no obstante, recompensarla. ¡Ahí seria
ciertamente mayor nuestra felicidad; si tuviésemos misma
propensión, y el mismo apego á este Divino Salvador: si tu-
viésemos el mismo deseo de detenerle con nosotros, y de estar
siempre con él... En vanó este pueblo reconocido suplicó á- Je-
sús que no le dejara: no me detengáis, les dijo: las aldeas, y
las ciudades vecinas me esperan; yo debo predicad á ellas, *
como á vosotros, la'palabra dé Dios, deben también ellas par-
ticipar de mi misión... Vamos, dijo á sus Apóstoles: venid con-
migo, recorramos las ciudades, y las aldeas, para que yo pre-
dique eñ ellas el Evangelio, para esto he venido al mundo, á
este fin be sido enviado... Esta es la regla, que debemos tener
también nosotros. ¿Para qué, pues, hemos sido enviados? ¿á
. qué fin hemos venido al mundo? ¡Ah! No debemos regular
nuestra conducta sobre la estima, sofrre el amor, sobre la
340 EL EVANGELIO MEDITADO.
aprobación de los hombres; sino sobre la voinntad de Dios¿
sobre el fin de nuestra vocacion; y sobre los deberes de nues-
tro estado; sin tener miramiento alguno á nuestras comodida-
des; ¿ nuestro reposo; á nuestros intereses, fii á nuestra
gloria. .
* Oida la respuesta de Jesús, se volvió el pueblo á la ciu-
dad, sin hacer mayor iustanciá, esperando ver en ella, dentro
de poco , su bienhechor, y quedaron con Jesús los cuatro Dis-
cípulos para acompañarle en su misión... Por mas necesarias,
que nos parezcan, para nuestra perfección, las luces de un di-
rector, dejaría de ser inocente nuestra adhesión á él, cuando
se opusiese á las órdenes de Dios, y de la obediencia; y cuan-
do llevásemos á mal, que su celo se extendiese á otros, que-
riéndole estrechar para nosotros solos.

. ! . PUNTO IIL.

Jisus comienza su misión.

Consideremos lo 1.° sus trabajos... «Y Jesús andaba ro-


deando toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos,
»y predicando el Evangelio del reino... Y echaba los demo-
»nios»...
Jesús desde el principio de su ministerio, pasó toda su vi-
da en el trabajo, y en la oracion... De la misma manera el
' hombre Verdaderamente apostólico debe sostenér su misión,
con el ejercicio continuo, de su caridad, y dé su celo: emplear-
se con el mismo gusto en las funciones obscuras, que en las
luminosas; trabajar con la misma intención para la salvación
del pobre, que para la del rico;, y haciendo guerra al demo-
nio , echarle de todos los corazones: su celo se debe extender
á todo lugar, y á toda persona.
Lo 2.° Los milagros de Jesucristo... «Y se esparció la fama
»de él por toda la Siria; y le presentaron todos aquellos, que
MEDITACION XLVII. 541
«estaban indispuestos, y afligidos de diversos males, y dolo-
»res; y los endemoniados, y lunáticos, y los paralíticos; y
«los sanó»... '
La fama del Salvador voló de la Galilea á la Siria; y se
esparció en toda aquella provincia. Aun de este pais, cuyos
habitadores eran casi todos Páganos, le llevaron diversos en-
fermos, que todos fueron curados. ¿Y seremos nosotros solos,
los que no recurriremos á Jesucristo, para que nos libre de
nuestras enfermedades? Nosotros instruidos de la fé, nosotros
que sabemos de cuantos males estamos internamente afligidos;
¿no haremos por nuestras almas, lo que estos pueblos hicieron
por conseguir la sanidad de sus cuerpos?
Lo 3.° Los sucesos de Jesucristo... «Y le siguió una gran
«turba de la Galilea, de la Decapolis, y de Jerusalen, y de
«Judea, y del pais de la otra parte del Jordán»...
iQué espectáculo tan- tierno, ver todos estos pueblos uni-
dos entre sí, ir detrás de Jesucristo, y seguirle en tropas para
oir sus divinas instrucciones! Vamos también nosotros, uná-
monos á esta turba de fieles, sigamos á Jesús, y acrecentemos
la gloria de su triunfo...

Petición y coloquio.

A Vos voy, ó Jesús, resuelto á' seguiros, y á no abando-


naros ya jamás. Dadme un espíritu atento, para escuchar vues-
tras lecciones, y un corazon dócil para practicarlas. Os doy
mil gracias, ó Divino Salvador, por las penas, .y fatigas que
sufristeis por anunciarnos el Evangelio... Bienaventurados
aquellos, que están encargados por Vos para continuar vues-
tros trabajos, y que en las ciudades, y en los campos están
ocupados en instruir los pueblos. Dadles, Sefior, la gracia de
imitaros, y á mí la de trabajar, según mi estado, para gloria
vuestra, con practicar las leyes de vuestro santo Evangelio:
me. uno, y me agrego, ó Jesús, á aquella turba de enfermos,
que Vos sanasteis: yo soy, lo confieso, él mas miserable de
todos ellos. Mi alma se halla ¿grabadla, de toda suerte de ma-
les, y de enfermedades; Vos sdlo la podéis sanar. Adoro vues-
tro poder, Redentor adorable, invoco vuestra caridad; ¿seré
yo, por ventura, el único, que Vos no sanéis? Miradme, ó
Sefior, mi sanidad manifestará'vuestro poder, y contribuirá á
vuestra gloria. Amen. *
MEDITACION XLVIII.

PREDICACION D$ JESUCRISTO, Y PESCA MILAGROSA, EN LA


BARCA, im, SAN PEDRO.
(S. Lucas c. 5. v. 1. 11.)

1.® JESUCRISTO PREDICA EN LA RARCA DE SAN PEDRO: 2.® SOBRE LA PALA-


BRA DE JESUCRISTO SAN PEDRO HACE VNA PBSCA MILAGROSA: 3.® JESU-
CRISTO INDICA BL GRANDE MKTBRIO E8CONDTDO BAJO DE ESTEHECBO.

PUNTO PRIMERO*

Jesús predica en la barca de San Pedro.

. «Y mientras le cercaba una multitud de pueblo, por oír la


«palabra de Dios, se mantenía cerca del Lago de Genesareth;
»y vió dos barcas en la ribera del Lago... Los pescadores ha-
ubian salido á lavar las redes: entró ea «na barca, que era la
»de Simón; le pidió que se alejase un poco de la tierra, y señ-
alado, enseñaba desde la barca á las turbas»...
Lo 1 ° Consideremos la solicitud, y la éneia del Pueblo: es-
tando el Sefior en la ribera del Lago de Genesareth, se halló
cercado de una multitud del pueblo, que hambriento de su doo*
trina, se habia juntado de varias partes; y por todas le estre-
chaban , y le oprimían... |Oh| i y cuánto era edificante, y.
agradable á Jesucristo este concurso 1 ¿ Tenemos nosotros el
mismo ardpr por leer, por meditar la palabra de Dios, y por
oir hablar de Dios? {Ahí muchos Cristianos estiman mas leer,
y oir cosas inútiles, frivolas, peligrosas, y malas: examine*
mos nuestro corazon, y determinémonos á reformarle.
Lo 2.® Admiremos ta bondad de Jesús... El alboroto era tan
grande, que solo podia ser oido de los pocos, que estaban mas
vecinos á él. Quiso remediar el desórden, sin disgustar ¿ estos
fervorosos oyentes, que se llevaba tras sí su persona; y que
con tanto valor correspondían á los secretos movimientos de la
gracia. Vio dos barcas, que estaban paradas en la ribera del
Lago. Los pescadores babian saltado á tierra, y se empleaban
en lavar sus redes. Una de las barcas era de Pedro... Jesús en-
tró en ella...
Es probable que Jesús hubiese llegado el dia antecedente á
Betsaida, ciudad cerca del Lago, y patria de Pedro: acaso se
hallaba ya allí algunos dias antes, lo que habrá dado ocasion á
Pedro, y. á los dos hermanos Jacobo, y Juan, de ir á pescar.
Es también probable que Andrés se hallase con Pedro su her-
mano , aunque aquí QO se nombra. Habiendo, pues, subido en
la barca de Pedro, le pidió que se alejase un poco de la tierra.
El Salvador se sentó en la barca, de.donde, como de la cáte-
dra de la verdad, instruyó ía multitud del pueblo, que se ha-
bia puesto en filas en la ribera; y quet despues se volvió ben-
diciendo á Dio.s. ¡Qué bondad, y qué dignación de Jesucristo
para contribuir á la satisfacción, é instrucción de este pue-
blo 1.. La misma tiene ahora para nosotros por medio de tantos
discursos de piedad, como se hacen en su Iglesia... ¿Pero asis-
timos nosotros? ¿Buscamos nosotros lo que nos pueda edificar,
y corregir de nuestros defectos? ¿O alendemos solo al lengua^
ge, al estilo, ó á lo que puede lisongear nuestro espíritu?
Lo 3.° J(editemos la.suerte feliz de Pedro... De las dos
barcas, escogió Jesucristo la de Pedro. Desde esta barca en-
señaba, y con esto anunciaba á este Apóstol, de una manera
.oculta, y misteriosa la suprema dignidad, á que le debia ele-
var algún dia en su Iglesia... Quería con esto enseñarnos, que
la Iglesia simbolizada en esta barca, y gobernada por los su-
cesores de Pedro, seria hasta la consumación de los siglos la
silla, y el centró de la verdad... ¿Recibimos nosotros nuestra
enseñanza de esta silla, y de esta barca de Pedro? Los discur-
sos, que hacemos, los Predicadores de que nosotros gustamos,
los libros .de religión, que leemos ¿están sellados con el sello
de:esta autoridad?.. Sin esto, ó sean luminosas las máximas,
MEDITACION XLYIH. 345

QUE$e DOS anuncian; ó sublimes los sentimientos, ó afectuoso


el lenguage, que se usa para instruirnos, y persuadirnos; no
se podrá jamás decir, qué Jesucristo es quien nos ensefia; será
el maestro de las tinieblas, de los errores, y de la mentira,
que pretende envenenarnos, y engañarnos.

PUNTO II.

Sobre la palabra de Jesucristo, San Pedro hace una pesca


milagrosa. .

Lo iObservemos la obediencia de San Pedro. «Y luego,


»que acabó de hablar, dijo á Simón: guia mas adentro, y echad
«vuestras redes para pescar, y Simón le respondió, y dijo:
«Maestro, nos hemos fatigado toda la noche para pescar, y.na-
«da hemos Cogido. Con todo eso, , sobre tu palabra echaré la
«red»... Obediencia ciega, por la que Simón sacrifica sus pro-
pias luces... Siendo práctico en el ministerio, sabia, que el
mediodía no era tiempo tan favorable para pescar, como el
tiempo de noche: sabia por esperiencia de muchas veces, que
en aquella parle de mar no habia peces: pero cuando- se trata
de obedecer, no sirven los discursos... Obediencia llena de con-
fianza: si San Pedro espuso al Sefior sus sentimientos, y sus
reflexiones, no lo hizo por empeñarle á revocar la órden, sí so-
lo por mostrarle la confianza, que tenia en él, y en su palabra.
Con todo esto, le dijo, sobre tu palabra, voy seguramente á
echar la red... Esto no quiere decir voy á hacerlo por obede-
ceros porque Yos lo mandais. Esta seria una obediencia de ac-
ción, y no de juicio, y de voluntad: quería sí decir: voy á ha-
cerlo sobre vuestra palabra, persuadido, que obrando en vues-
tro nombre, y por órden vuestra, no* será inútil, vano, y sin
provecho mi trabajo... Finalmente obediencia pronta: dichas
estas palabras, echáron la red Pedro, y sus compafieros sin
esperar del Salvador respuesta, esplicacion, nuevas órdenes,
1.° En la abundancia de esta pésca espiritual... Todas las
partes del mundo, todos los reinos de la tierra, todas las nacio-r
nes, todos los climas, todas las lenguas han recibido el cristia-
nismo. La barca de Pedro ba atravesado todos los mares: sus
redes misteriosas se han estendido de una extremidad del mun-
do á la otra, de oriente á occidente, del septentrión al medio-
día: en ellas se han unido á tropas los habitadores del mundo
antiguo, y del nuevo: y este pescador de peces se ha converti-
tido en doctor de todas las naciones... ¿Pudiéramos nosotros
creer tal prodigio si no lo viéramos con nuestros mismos
ojos?
2.° Cumplimiento de la predicción de Jesucristo en la ma-
nera con que se ha hecho esta pesca... Esta se ha hecho en una
manera, que parecia la ménos propia para un éxito feliz... Se
hizo al mediodía; esto es, se presentó al mundo la religión cris-
tiana tal cual es en sí.misma, sin doblez, sin artiGcio, sin.disi-
mulo. Ha propuesto á la sabiduría del mundo la escelencia de
sus dogmas, sin discursos: y ba opuesto á la corrupción la se-
veridad de su moral, sin mitigarla en parle alguna: á la su-
perstición, la unidad de su culto, y ¿ la persecución, la verdad
de su fé; y á pesar de este mediodía, con esta simplicidad, y
con esta ingenuidad, ha vencido al mundo, le há traído á su se-
no, le ha ganado, y ha triunfado.
3.° Cumplimiento de la predicción de Jesucristo en aquellos
por quienés fué hecha esta pesca. Esto es, en Pedro, y sus co-
legas en el Apostolado... De esta manera se ha figurado, y
cumplido en la pesca de los hombres, la predicción, y la figu-
ra, encerrada en la'pesca de los peces... Con tales instruccio-
nes ponia el Salvador bajo los ojos de sus Discípulos de una
manera sensible la historia de su Iglesia, la série de los traba-
jos, la regla de sus obligaciones, y la imágen de sus sucesos...
A Dios solo conviene esta manera de ensefiar. No ba sido ja-
más secta alguna participante de este milagro, ni jamás ba pro-
ducido Apóstoles, estando separada de la Iglesia, y de la co-
munión romana. Los Novadores, es verdad, han podido per-
MEDITACION XLVIII. . 349"
vertir los Cristianos; pero jamás los han hecho. Bajo pretesto
de pretendida reforma han podido engafiar á los Católicos: pe-
ro su celo, siempre de acuerdo coü sus pasiones, y con sus in-
tereses, no los ha empeñado á abandonarlo todo por la predi-
cación del Evangelio. No hay Iglesia cristiana, aunque hoy he-
rética, ó cismática, que no reconozca por su Apóstol primero
á alguno enviado pór Pedro, ó por alguno de sus sucesores en
la Silla Apostólica.

Petición y coloquio.

Os doy infinitas gracias, ó Dios mío, por haberme hecho


nacer en vuestro santa Iglesia, ninguna cosa me separará de
ella: multiplicad los operarios evangélicos, reunid á ella todas
las naciones; y haced que entren de nuevo aquellos que por su
desgracia la han abandonado: haced en una palabra, que se
forme una grey, un solo rebafio, bajo un solo Pastor... Amen.
MEBITACI8M XLIX.

SERMON DE JESUCRISTO EN EL MONTE.


(S. Mateo e. 5. v. 1. 4.) .

OBSERVEMOS PRIMBRO CUAL FUE LA PRBPARACION PARA ESTE SBRMO*; I DES-


PUES MEDITEMOS LAS DOS PRIMBRAS BLBNAVENTURANZAS.

PUNTO PRIMERO.

Preparación para el sermón.


1
«Y viendo Jesús las lorbas, subió á ún monle; y habiendo-
»se sentado, se acercaros á él sus Discípulos: y abierta su bo-
. »ca, los enseñaba diciendo:» despues de la pesca milagrosa.de
San Pedro, Jesús, acompañado de sus cuatro Discípulos, jconli-
nuo su carrera Apostólica. Corrían de todas parles las gentes á
tropas por verle, y oírle: hallándose un dia oprimido de la
multitud, se subió sobre un monle, y sentado abrió su boca
para enseñar.
Consideremos lo i q u i e n enseña: es Jesús, el Yerbo de
Dios, hecho hombre, la sabiduría increada, Dios mismo... Es-
cuchémosle con respeto, y con atención.
Lo 2.° Consideremos el lugar donde enseña: ensefla sobre
.un monte visible á todo el mundo... La ley antigua se publicó
sobre un monte: y sobre un monte también empieza Jesucristo
á publicar la nueva: pero esta no es como aquella del Sínai
acompañada de truenos^y relámpagos: todo aquí respira amor
y quietud. | 0 Jesús miol ¡O amable legislador miol
Lo 5.® Consideremos á quien enseña: son lodos aquellos, que
le siguen, y quieren escucharle... Sentado Jesús, se leacercá-
ron sus Discípulos: esto es, no solo Pedro, Andrés; Jacohp, y
Juan, sino también otros muchos, que hacían profesion de ser
sus Discípulos, y de seguirle en todas parles: detrás estaba el
pueblo, y todos le oian con silencio... Nada nos impide el ir á
Jesús: y estaremos tanto mas cerca de él r cuanto mas dispues-
tos estemos para escucharle, y prácticar su doctrina.
Lo 4.° Consideremos la manera con que enseña... Se digna
^enseftar él mismo... A los primeros hombres los habia hablado
por ministerio de Angeles: á los Judíos eñ el desierto, por el de
Moisés: á Moisés por el de.un Angel: en el antiguo testamento
abrió la boca de los Profetas: y despues la de sus Apóstoles;
" pero aquí habla él mismo. Los oráculos, que hemos de meditar
fuéron pronunciados por su misma divina boca. iQué bondad
de Jesús! ¿Y qué derecho no tiene él para exigir nuestro reco-
nocimiento, y docilidad?'
Lo 5.° Consideremos la doctrina, que enseña: és el caminó
de la verdadera felicidad,-y de la perfección... Habla Jesús, no
para darnos aquellos vanos conocimientos, que no hacen otra
cosa, que fomentar la curiosidad de los hombres sin saciarla,
y qoe no nos pueden contentar, ni hacer virtuosos: sino para
darnos ta idea de la verdadera felicidad, y los medios de ad-
quirirla... ¿Y qué otra ciencia nos puede interesar mas á noso-
tros, que esla? Recibamos, pues, con ansia, y con atención sus •
divinas instrucciones: jamás ha podido la sabiduría humana in-
ventar otras semejantes. Suministran ellas la prueba mas con-
vincente; y la apología mas bella de nuestra santa religión con-
tra sus enemigos. Tales leyes, tal doctrina, y tantos secuaces
prueban, que el legislador es el hijo, y el enviado de Dios.

PUNTO II.

Primera bienaventuranza.

({Bienaventurados (dijo Jesucristo) los pobres de espíritu


«porque de ellos es el reipo de los Cielos»... Unos son pobres .
de espíritu respecto de los bienes, que hay fuerátdel hombre...
Otros respecto á los bienes, que hay en el hombre. Examine-*
mos estas dos cosas, y despues meditemos las ventajas, qne
nos traen estos diversos bienes.
Lo 1 L o s pobres de espíritu respecto á los bienes, que bay
fuera del hombre, se dividen en tres clases. Unos son pobres
por elección, otros por necesidad, y otros por afecto.
Los pobres por elección, que se llaman pobres voluntarios,
son aquellos, que con libre renuncia se han despojado de sus
bienes-, y se han obligado con voto á.no poseer jamás sobre la
tierra cosa alguna en propiedad, y á servirse solo de ellos con
dependencia. Si aquellos sentimientos de despego de las cosas
del mundo, de humildad, y de mortificación con que se debió
hacer tan generosa renuncia perseveran aun en ellos: estos se
pueden llamar verdaderamente pobres de espíritu..
Los pobres por necesidad son aquellos, que por la condi-
ción de su nacimiento, ó por algún accidente ordenado por la
providencia, hallándose escasos de bienes, ó privados del todo
de ellos, viven en estrechez, ó esperimentan los rigores de la
necesidad. Si estos contentos con su suerte, la sufren con hu-
mildad, y resignación, sin desear, trocarla, y sin envidiar la de
los ricos, se pueden llamar también fw¿ref de espíritu.
Finalmente los pobres por afecto son aquellos que por una
especie de necesidad, se hallan en medio de las riquezas: si es-
tes las poseen sin apego del corazon, sin-orgullo, y sin inquie-
tud por aumentarlas: si están dispuestos á perderlas con pa-
ciencia: si se sirven de ellas con temor, con sobriedad, y mo-
deración; si las emplean en socorro del prójimo, en la propa-
gación de la fé, en el servicio.de Dios, y no en el fausto, jii en
el lujo, ni en las delicias de una vida viciosa: éstos se puedes
llamar con razón pobres de espíritu... ¿En qué clase de estos
pobres estamos nosotros?
Lo 2.° Hay pobres de espíritu en órden á los "bienes, que es-
tán dentro del hombre... Tres especies de bienes se pueden con-
siderar dentro del hombre, de que le .debe despegar la pobreza
de espíritu. Los primeros son los bienes del cuerpo, como la be-
lleza, la sanidad. Los segundos son los bienes naturales del alma,
como la ciencia, las luces, los talentos; y aquello, que por medio
de éstos adquieren los hombres, como el crédito, el amor, y la
estimación. Los terceros son los bienes sobrenaturales del alma,
que no son necesarios, para nuestra perfección; como las con-
solaciones espirituales, los gustos sensibles, las dulzuras de la
devocion... Gomo un pobre recibe con reconocimiento la limos-
na de las manos de su biep-hechor, debemos recibirlos de las
de Dios, cuando nos los conceda: debemos poseerlos con hu-
mildad, como propios de Dios, y no nuestros: nos debemos ser-
vir de ellos con temor, y siempre.á gloria de Dios: debemos
sufrir su pérdida con resignación; y pensar, que no fuéron cria-
dos para nosotros, sino para Dios; á Dios solo nos hemos de
apegar, y no á sus dones... Si nosotros nos esforzamos á ade-
lantarnos cada dia mas en esta pobreza de espíritu, en esta en-
tera privación de nosotros mismos, mayor será entonces nues-
tro aprovechamiento en la perfección, y en los caminos de Dios.
Lo 3.° De la felicidad de los pobres de espíritu... Son bie-
naventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el rei-
no de los Cielos... El reino puede significar:
'Lo 1.° En el Cielo: la posesion de Dios, y de toda su gloria,
de todas sus delicias, de toda su eternidad, á la que los pobres
de espíritu tienen un derecho asegurado por el mismo Dios...
¡Qué venlajal iQué cambio! Un poco»de tierra, cuya inquieta
posesion dura un momento, con un reino eterno.
Lo 2.° En nuestros corazones: la gracia santificante, la jus-
ticia habitual, el estado de la gracia, por quien reinan en noso-
tros Dios, su amor, y su justicia, este es el reino, que poseen
los pobres de espíritu, en que procuran cada dia establecerse
mas, perfeccionarse, y enriquecerse por medio de las obras de
piedad, de virtud, y con el santo uso de los sacramentos,
miéntras que los ricos del siglo apegados á los bienes de la
tierra, viven olvidados de Dios, y con una conciencia, por lo
comtin, cargada de pecados, y de injusticias.
Lo 3.° En la Iglesia: el Evangelio de Jesucristo... Este rei-
no de Dios ha sido anunciado á los pobres de espíritu: ellos
TOM. I . ' 2 3
solos le han recibido, y con simplicidad conservan la fé... Pe-
ro al contrario, el amor de las riquezas, el temor.de perder
su fortuna, jó! ¡y á cuántos Paganos ha impedido el abrazar el
cristianismo! ¡á cuántos Hereges el volver al gremio de la San-
ta Iglesia 1 i y cuántos, que se glorian de Católicos, por el des-
reglado afecto á los bienes de la tierra, descuidan de todo
aquello que mira á la fé, rio toman por ella algún interés, y no
la defienden, aun cuando esten en la actualidad estrechamente
obligadosI (desgraciadas riquezas! ¿quién habrá que no os te- .
ma, y no os aborrezca? i santa pobreza 1 ¿quién habrá, que no
os ame, os busque, y os desee? [feliz, y santo despego de cuan-
to no es Dios!... Mirad cristianos; ésta es la primera máxima
de religión, que Jesucristo anuncia: la primera bienaventuran-
za, que nos propone. Puestos en posesion de ésta, con facilidad
conseguiremos las otras.

PUNTO III.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.

El segundo carácter de un Cristiano fiel es la mansedum-


bre: aprendamos á conocerla en toda su estension.
Lo 1Consideremos en qué consiste la práctica de esta vir-
tud: y primeramente, cuál es la manera de practicarla: ella de*
be ser cristiana: tener por principio la caridad, y la humildad;
no el genio, el temperamento, el interés, el deseo de agradar,
ó de engañar: debe ser sincera, y no fingida ni aparente: debe
mostrarse en toda la persona; en el semblante, en los gestos,
en las palabras, en el tono de la voz; y sobre todo, debe tener
su asiento en el corazon... ¿La mansedumbre que nosotros
practicamos tiene este carácter?... 2.° ¿En qué ocasiones se
debe practicar?... Estas son frecuentes, y cuotidianas. La man-
sedumbre se debe ejercitar tanto en las cosas pequeñas, como
en las grandes, que ocurran; sufriendo cualquiera cosa adver-
sa, y desagradable, sin alterarse, y sin irritarse. Preveamos,
pues, estas ocasiones, y estemos siempre dispuestos á practi-
carla... 3.° ¿Con qué personas debemos nosotros ejercitar la
mansedumbré? Con nuestros superiores, coo nuestros inferio-
res, con nuestros iguales, con los grandes, con los pequeños,
con todos los hombres en general, y con cada troo en particu-
lar. Todos tienen derecho á que nosotros suframos cuándo nos
molestan, y nos causan algunos disgustos, porque del mismo
modo nosotros queremos que DOS sufran los otros.
Lo 2.° Examinemos cuales son las escusas con que preten-
demos cubrir los defectos de la mansedumbre. Primeramente:
el objeto que nos molesta; él es tan desagradable, y tan incó-
modo, que nos parece imposible, ó á lo ménos difícil, el poder-
lo sufrir: pues con todo, el carácter de la mansedumbre es ven-
cer las dificultades: sin ellas la mansedumbre no seria virtud, y
por consiguiente, no tendría algún mérito. Segundo: se alega
por escusa el propio natural: yo soy, dice uno, naturalmente
vivo. ¿Pero qué? ¿Pretendemos, á caso, nosotros practicar las
máximas de Jesucristo, solo cuando son conformes á nuestro
natural? El nos pide que venzamos este natural; que pongamos
un freno á nuestras pasiones; que nos moderemos.en nuestros
prontos; que se destruyan los malos hábitos; y que se sustitu-
yan los buenos: para esto es necesario usar violencia; no ha-
ciéndola, en vano nos lisongeamos de ser sus Discípulos, y de
tener parte en su recompensa... Tercero: el.celo por el buen
órden: mas el verdadero celo está lleno de mansedumbre... Si
alguna vez loma un tono severo; lo hace sin ímpetu de cólera,
y sin amargura... |Ah1 No despreciemos una virtud, que Jesu-
cristo pone aquí en un grado el mas elevado: virtud tantas ve-
ces recomendada; y de que él mismo ha dado tan esclarecidos,
y perfectos ejemplos. Se Iisóngean algunos, que el faltará esta
virtud, sea solo culpa ligera, pero se engañan, porque no ven
el escándalo, que causa un espíritu austero: no ven la llaga
mortal, qtie hace en el corazon del prójimo una palabra dura,
áspera, y modificativa.
Lo 5.° Meditemos el premio prometido á la mansedumbre...
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseérán la tierra...
Esto es la tierra de los vivientes, la tierra prometida; el Cielo
donde en una eterna paz gustarán las dulzuras de un perfecto
amor. Poseerán también la tierra, esto es, el imperio de su
corazon. Nuestro corazon es en cada uno de nosotros, una tier-
ra, un reino, en que continuamente se sublevan mil sediciosos
movimientos, los cuales reprimidos desde el principio de la
mansedumbre, podemos poseer en paz nuestra alma, y en el
alma al Dios de la paz... Si esta paz no reina en nuestro corazon,
no puede reinar el espíritu de Dios, con cuyo socorro consegui-
mos la victoria de nuestras pasiones: con razón, pues, Jesucristo
se ha servido de esta espresion, ellos poseerán la tierra. Sí, so-
bre esta tierra, que nosotros habitamos, por medio de la manse-
dumbre, podemos grangear las ventajas, que en vano buscare-
mos en otra parte: ¿cuántas conversiones estrepitosas, cuántos
establecimientos religiosos ha obrado i a mansedumbre, los
cuales, sin ella, no se hubieran podido esperar? ¿No es la man-
sedumbre la que ha puesto al cristianismo en la posesíon de
toda la tierra, poseída tanto tiempo por los Paganos?

Petición y colóquio.

Sed en adelante, ó Jesús mío, mi modelo; enseñadme áser
como Yos, manso, y humilde de corazon; á poseer mi alma, y
á desterrar de mi espíritu la inquietud, y la aspereza de mis
palabras: dadme una afabilidad enemiga de las contiendas, de
las quejas; la mansedumbre, que se gana todo el mundo: dad-
me una paciencia, que jamás se canse: concededme también,
que me despoje de todas las cosas, á lo ménos en el afecto,
para practicar la pobreza evangélica, para quien Yos reserváis
los tesoros de vuestra misericordia. Amen.
MEDITACION L.

CONTINUACION DEL DISCURSO BE JESUCRISTO EN EL MONTE.


. (S. Mateo c. 5. T>. 5. 1.)

PüiNTO PRIMERO.

Tercera bienaventuranza.

«Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán cqnso-


» l a d o s » E n la opinion de los hombres las lágrimas son la
porcion de los infelices; pero en el juicio del Hijo de Dios son
el indicio de la felicidad... Conviene, pues, examinar de que
origen dimanan estas, para saber cuando se tiene derecho á es-
ta bienaventuranza: para esto se pueden distinguir tres diferen-
tes clases de lágrimas: 1 / lágrimas de la naturaleza: 2. a lágri-
mas de la religión: 5. a lágrimas de la oracion.
1 D e las lágrimas de la naturaleza... Consideremos pri-
mero quienes son aquellos que por la naturaleza están, conde-
nados á las lágrimas. ¡Ay de mil todos los hombres, ninguno
esceptuado; el mundo está lleno de afligidos, que lloran. Las
lágrimas brotan por todas parles: iy ohl jde cuántos, y cuan
diferentes motivos provienen! La pérdida de los bienes, del ho-
nor, de la salud: la muerte de los pbriehtes, y de les ámijgos;
la envidia de los concurrentes; la persecución de los enemigos,
y otros mil motivos de aflicción hacen derramar: en todas las
condiciones de personas lágrimas amargas, que-sólo se pueden
endulzar por la religión. :•
Consideremos lo segundo, ¿qué medios deben practicar:pa-
ra ser bienaventurados aquellos, que lloran por la necesidad
de la naturaleza?... Estos son bienaventurados, si se sirven de
sus aflicciones para apartarse de. las criaturas, y ufiirse con


Dios: si reconociendo sus penas, como venidas de la mano de
Dios, las sufren con paciencia, y resignación, con espiritu de
penitencia, y para satisfacer por sus pecados; llegando hasta
sufrirlas con amor; y reconociendo, que Dios los castiga, y los .
purga, haciéndolos semejantes á su hijo.
Consideremos lo tercero, ¿en qué son bienaventurados los
que así lloran? Son bienaventurados «porque serán consolados»..
Lo'serán en el Cielo, de donde está desterrado todo motivo dé
aflicción, y donde poseerán en Dios una perfecta felicidad... Lo
serán sobre la tierra, por medio de las internas consolaciones,
de las gracias particulares, por las cuales conocen, que tiene
Dios pesadas sus lágrimas, y medidas sus aflicciones; y porque
viven seguros, que están contados por Dios todos sus suspiros;
y porque esperan, que serán abundantemente premiados... Lo
serán también sobre la tierra, por medio de consolaciones este-
riores: porque si Dios los aflige por una parte; multiplica por
otra sus favores; pues Dios ordinariamente no permite, que to-
das las aflicciones vengan de un golpeé y por todas partes so-
bre una persona. ¡Pero ingratos de nosotros, que nos lamenta-
mos de él, por los bienes de que nos priva; y léjos de agrade-
cerle los bienes de que nos colma, abusamos de ellos para
ofenderle, y condenarnos!
2.* De las lágrimas de la religión.,. Y en primer logar,
¿quiéues son aquellos, que por la religión están condenados á
las lágrimas?... Primeramente son todos los cristianos, que en
virtud de las promesas hechas en el santo bautismo, han renun-
ciado á las pompas, á las fiestas, á las alegrías, y á las vanida-
des del mundo: despues aquellos, entre los cristianos, que ó
viviendo en el siglo, ó habiéndose por elección de estado, se-
' parado de él, profesan una vida mas santa, y mas perfecta...
En segundo lugar, ¿qué cosa deben practicar estos para ser
bienaventurados?... Son estos bienaventurados, si instruidos del
espíritu de su vocación, y conservándole detestan las felicida-
des mundanas, aborrecen el fausto, el orgullo del siglo; huyen
los placeres, las alegrías, y las delicias del mundo; y entablan,
por el contrario, una vida séria, retirada, ocupada*, laboriosa,
y penitente.
En tercer lugar, ¿en qué son estos bienaventurados?... Son
bienaventurados «porque serán consolados»... Serán consola-
dos en el Cielo, donde gozarán una alegría pura, y proporcio-
nada á su penitencia, á su fervor, y á sus lágrimas... Serán
consolados sobre la tierra gustando cuanto tiene de consolante #
una buena conciencia en todos aquellos qué cumplen las obl>- *
gaciones del cristianismo, y de la perfección... Y serán conso-
lados también sobre la tierra, por la estimación, por la coa*
fianza, y por el amor, que se conciiiarán de las personas hones-
tas, y buenas; esto les dará valor, y ánimo, para sufrir él pe-
so, y para soportar el rigor, sin que por esto sea el motivo, ó
la recompensa de su virtud.
5. a De las lágrimas de la oracion... ¿Cuáles son estas lá-
grimas?... Innumerables son los manantiales, que nos abre la
oracion... Lágrimas de celo, á vista de los males, que sufre la
Iglesia: de los esoándalos que se cometen; de los ullrages, que
se hacen á Dios por los pecadores; á vista del número infinito
de almas, que se abandonan á una vida desordenada, y se con
denan para siempre... Lágrimas de penitencia, ¿ vista de núes*
tros pecados, y de nuestra cuotidiana infidelidad... Lágrimas
de tristeza; considerando la duración, la miseria, y los peli-
gros de nuestro destierro... Lágrimas de compasion, meditan**
do las penas, los tormentos, y el sufrimiento de Jesucristo...
Lágrimas de devocion, adorándole en la Eucaristía... Lágri-*
mas de ternura recibiéndole en la comunion... Lágrimas de
amor, contemplando la suma amabilidad de Dios, la grande-
za, y la inmensidad de sus beneficios... ¿Pero quién podrá con-
tar todos los manantiales de lágrimas, que el Espíritu Santo
hace brotar en un corazon fiel, y dócil á sus operaciones?
Son bienaventurados todos aquellos, que derraman tales
lágrimas «porque serán consolados»... fin el Cielo, donde se
enjugarán todas las lágrimas, y donde plenamente, y.para
siempre gozarán del Dios de toda eonsolacion... En la muerte,
la cual será para ellos llena de dulzura, y que será un ensaye
de los bienes eternos, que tanto han suspirado... Serán tam-
bién consolados en sus mismas lágrimas, i Ahí ¿Quién podrá
decir, cual es la dulzura de las lágrimas, que hace correr el
amor divino? Si conociéramos su precio, y su amabilidad, no
tendríamos dificultad de arrojar de nuestro corazon toda vana
alegría, por solo llorar: á las lágrimas consagraríamos todos
los momentos libres de nuestras ocupaciones, ellas serían nues-
tro manjar por el día, y por la noche nuestra bebida; ellas se-
rian todas las delicias de nuestra vida.

PUNTO II.

Cuarta bienaventuranza.

«Bienaventurados aquellos, que tienen hambre, y sed de


«justicia; porque ellos serán hartos.»
Consideremos lo i.° ¿Qué cosa se debe entender por este
bien de la justicia, que tanto se debe desear?... La justicia en
este lugar significa el hábito de todas las virtudes, y el cumpli-
miento de todas nuestras obligaciones. Nosotros la llamamos
santidad, perfección, gracia santificante, amor de Dios, y unión
con Dios. Y así como sé puede crecer cada dia en esta justicia,
debemos desear adquirirla, y crecer en ella cada dia. La justi-
cia tontada en este sentido, es nuestro único bien: él Solo es el
que nos pertenece; y que es todo entero, intrínseco, é inheren-
te á nuestra alma, laeual recibe de ella la nobleza, la grandeza,
la belleza, y la riqueza. Todos los otros bienes están fuera de
nosotros; nosotros podemos ser despojados de ellos á pesar de
nosotros mismos: tal es la ciencia misma; tales son los talentos,
de que el alma tiene solo el uso transitorio: el capital está, como
en depósito en los órganos del cuerpo, del cual una sola fibra,
que se desconcierte, basta para perderlo todo, y hacerlo desapa-
recer... La justicia es un bien puro, y sin mezcla; todos los otros
traen consigo su veneno: la ciencia hincha:; los placeres nos
hacen afeminados; los honores nos deslumhran; las riquezas
nos endurécen el corazon: pero la justicia encierra en si todas
las virtudes, y se opone á todos los vicios... Finalmente la jus-
ticia es un bien eterno, incorruptible;, pero no imperdible. [Ay
de mil Muchas veces se pierde, y siempre por nuestra culpa,
siendo de su naturaleza eterno, é incorruptible..; La muerte nos
despojará de todos los otros bienes, sin que nos quede cpsaal-
guna; pero la muerte nos dejará nuestra virtud toda entera, y
aun la hará mas perfecta. ¿Pues no es una grande locura el afa-
narnos, y desear con tanta constancia, y ardor los bienes de la
tierra, y no desear los solos verdaderos de nuestra santifica-
ción, y de nuestra perfección?
Lo 2.° ¿ Qué cosa es el deseo de la justicia; y cuál debe serT
Este deseo debe ser vivo, y ardiente, como el hambre, y la
sed: debe formar toda nuestra ocupacion; seguirnos en todo
lugar, y arder en nuestro corazon dia, y noche. Debe sofocar
todos los deseos contrarios, y dominar todo aquello, que no se
puede unir con él. Este deseo debe ser operativo, y eficaz,
como el hambre, y la sed: debe hacernos estar atentos á todas
las ocasiones, que se nos pueden presentar de santificarnos;
solícitos á buscarlas, y prontos á cogerlas, y aprovecharnos de
ellas. Se debe hallar en todas nuestras acciones, en todas
nuestras palabras, y en todas nuestras empresas. ¿Qué no.
se hace, qué no se resuelve por poder satisfacer, y apagar
el hambre y la sed? Finalmente este deseo debe ser bien
regulado, y racional, como el hambre, y la sed son en un
hombre sano. No nos debemos formar ideas quiméricas de
una santidad, que no nos conviene: se debe restringir á la es-
fera de nuestro estado, y entonces practicando todos los dias
las mismas boenas obras, podremos todos los dias crecer en
santidad, y en perfección. Ni debemos tampoco desear viva-
mente dones sublimes, y extraordinarios, como son los raptos,
las revelaciones, y los gustos sensibles; sino limitarnos al mas
precioso de todos los dones, que es hacer la voluntad de Dios,
y hacerla todos los dias en una manera la mas generosa, la
mas interna, y la mas pura. Finalmente no debemos preten-
der, aun ejercitando las virtudes de nuestro estado, llegar ¿
ser impecables: deseemos sí, y procuremos huir de todo pe-
cado, y aun de toda imperfección; pero si cayésemos en algu-
na culpa, como caeremos cada dia, no nos conturbemos, no
desesperemos*, humillémonos, condenémonos á la penitencia,
purifiquémonos, estemos atentos sobre nosotros mismos, y
continuemos deseando la justicia con mayor ardor.
Lo 3.° ¿Qué cosa es, y dónde se halla la saciedad, y la har-
tura de la justicia?.. Se encuentran en el deseo mismo de 4a
justicia... Los deseos profanos atormentan, é inquietan el co-
razon, que se abandona ¿ ellos: porque su objeto esl¿ ausente,
está lejos, es difícil, y algunas veces imposible de conseguir-
se, y siempre incapaz de satisfacer, aun cuando se posee. El
deseo de la justicia, por el contrario, llena al alma de conse-
lacion, porque contiene, y suministra su. objeto: deseando
amar á Dios, y unirse con él, ya le amamos, y ya nos hemos
unido á él. (Feliz deseo, que es la posesion del bien, que se
deseaI Deseemos, pues, sin cesar crecer en la justicia, y en la
perfección, que sin cesar nosotros creceremos en ellas: en to-
dos los accidentes , y en todas las acciones de la vida se halla
esta saciedad, esta hartura. Procurando nosotros santificarnos
•en todas las cosas, en todas nos santificaremos. Ninguna cosa
en el mundo nos lo puede impedir; antes lodo puede contri-
buir, y lodo nos puede ayudar.
Hállase esta hartura en la doctrina del Evangelio, tal cual
la ha recibido la Iglesia, y nos la explica á nosotros. En ella
encuentra el alma recta, y que busca la justicia de que satis-
facerse plenamente. Encuentra la verdadera idea de la santi-
dad, sus reglas, motivos, medios, y perfecto modelo. Ninguna
cosa fuera de ella puede satisfacer, ni poner tranquila el alma,
ni en esta, ni en la otra vida. Se halla esta hartura en el use
de los Sacramentos, fuentes de las gracias, y de la justicia, y
sobre todo en el sagrado convite de la Eucaristía, en que reci-
bimos ai justo por excelencia, que quiere él mismo ser nuestra
justicia. |Bienaventurada una alma hambrienta de este manjar
divino, y sedienta de esta preciosa bebida! Aquí se saciará su
hambre, y se apagará su sed á proporcion de la hambre, y
sed con que llegue. Dilatemos, pues, nuestros deseos: cuanto
estos serán mas grandes, tanto mas satisfechos quedarán. A la
medida de nuestros deseos seremos participantes del bien, que
se nos presenta: jamás podremos agotarle, siendo infinito. iO
feliz deseo 1 iO hambre! \ 0 sed deliciosa! Devorad mi alma
para que pueda saciarse á su gusto en este manantial infinito
de bienes, y de delicias. Finalmente se hallará esta hartura,
esta saciedad en el Cielo, donde exentos para siempre del pe-
cado, separados para siempre de los pecadores, y admitidos á
la compafiia de los justos, viviremos con ellos en el reino de la
justicia, y poseeremos, sin temor de perderle, al Dios autor
de toda justicia.

PUNTO IU.

Quinta bienaventuranza.

«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcan-


z a r á n misericordia»... Se puede socorrer al prójimo: 1.° en
sus necesidades corporales: 2.° en sus necesidades espirituales:
o.° en sus defectos.
Lo 1 D e ta misericordia con el prójimo en sus necesida-
des corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, visitar los encarcelados, asistir á
los enfermos, dar posada á los peregrinos, rescatar los cauti-
vos, y enterrar los muertos, son las obras de misericordia. ¿Y
de qué manera las ejercilamos nosotros? ¿Nos aprovechamos
de las ocasiones, que se ofrecen para ejercitarlas? ¿Las prac-
ticamos nosotros según nuestra posibilidad, y según la necesi-
dad del prójimo, como quisiéramos, que se hiciese con noso-
tros, si nos hallaremos en sus mismas circunstancias, y como
deseamos que Dios lo haga con nosotros? Ahora, pues, ¿cómo
ejercita Dios con nosotros las obras de misericordia? Nos ha
provisto de bienes, nos ha dado con qoe alimentarnos, con
que vestirnos; gozamos de salud, y de libertad, y nos ha dado
habitación en que alojarnos, y acaso con magnificencia: pues
demos ¿ Dios gracias porque nos ha colmado de tantos bienes,
y reflexionemos, que no nos los dá para nosotros solos: que
no se puede hallar en ellos felicidad mayor, ni podemos sacar
de ellos mayores ventajas, que con hacer participantes tam-
bién á los infelices, y corresponder de esta manera á sus de-
signios: esto es, imitando su bondad, acrecentando nuestro
mérito, y mereciendo para nosotros la abundancia de sus gra-
cias.
Lo 2.° De la misericordia en socorrer al prójimo en las
necesidades espirituales... Las obras de misericordia espiritua-
les son principalmente, corregir con prudencia, y caridad al
que yerra, instruir á los ignorantes, consolar á los afligidos,
dar buen consejo al que lo ha menester, rogar á Dios por los
vivos, y por los difuntos.... ¿Cómo ejercitamos nosotros estas
obras? ¿Cuántas veces dejamos de reprender por vileza, y por
respetos humanos, ó solo lo hacemos por capricho, por espíri-
tu de crítica, 'y con aspereza? ¿Estamos nosotros atentos para
instruir aquellos., que dependen de nosotros? Si no los instrui-
mos ¿tenemos cuidado, á lo menos, de hacerlos instruir en los
misterios de la religión, y en sus obligaciones para con Dios?
IAy de mil ¡Cuántos se contentan solo con verlos instruidos en
Jas ciencias profanas, y en la ciencia del mundo! ¿Presentán-
dose las ocasiones, damos nosotros lecciones de piedad, de
virtud; ó por el contrario, lecciones de vanidad, de impiedad,
de irreligión, y de liberlinage? ¿Y cómo escuchamos nosotros
las aflicciones de nuestros-prójimos? ¿Quién sabe si en lugar de
consolarlos, no los desechamos, y,acrecentamos su aflicción?..
¿Los consejos, que nosotros damos, son según el mundo, ó se-
gún el Evangelio: para la salvación, ó para la ruina de las al-
mas? ¿Finalmente satisfacemos en nuestras oraciones, y con las
que.podemos grangear de otros, á las obligaciones, que teñe-
mos paraconlós difuntos, y para con los que aun viven? {Ay
de mí! En vez de esta misericordia tan expresamente repetida,
y recomendada en el Evangelio, cuanta crueldad, y cuanta in-
humanidad'en toda nuestra conducta!.. ¿Pero de qué manera
ejercita Dios con nosotros estas obras de misericordia?.. Nos
reprende con remordimientos saludables, y llenos de dulzura.
¥ nosotros {cuántas veces hemos buscado todos los medios
para sofocarlos en nosotros; y acaso también en otros! Nos ha
hecho nacer en el seno de la Iglesia, y en ella nos ha rodeado
de luces, y de instrucciones. Pero ¡ó Dios! Jas hemos despre-
ciado por dedicarnos á las ciencias frivolas é inútiles; ó acaso,
por recibir lecciones del mundo, del error, y de la impiedad. •
Dios está siempre dispuesto á oirnos, y consolarnos en nues-
tras aflicciones ¿pero si no recurrimos á él, sino á las criatu-
ras; y en estas buscamos el consuelo, no tendrá motivo de la-
mentarse? Mil inspiraciones nos iluminan todos los dias, y nos
excitan al bien. Mas ¿cuál es nuestra fidelidad en seguirlas?
i Ahí Demos gracias A Dios porque basta ahora no ha retirado
enteramente de nosotros su misericordia, aun á vista de nues-
tra ingratitud: y para merecerla siempre mas, estemos siem-
pre atentos á ejercitarla con nuestros prójimos.
Lo 3.® De la misericordia en sufrir al prójimo en sus de-
fectos... Muchas cosas debemos sufrir en el prójimo, y de par-
te del prójimo. Hay injurias atroces, y faltas de atención con-
siderables , á que se debe conceder un generoso perdón: más
frecuentes son las faltas ligeras, y se necesita olvidarlas, y su-
frirlas: se deben disimular otros muchos defectos, de genio,
de modales enfadosos, y desagradables. ¿Y cómo ejercitamos
nosotros estas obras de misericordia? ¿Perdonamos las injurias
con sinceridad, y sin deseo de venganza? ¿Olvidamos las ofen-
sas sin fomentar la memoria en nuestro espíritu, sin exagerar-
las en nuestra imaginación, sin exasperar nuestro resentimien-
to en el corazon, sin hacer mención de ellas en nuestros dis-
cursos ; y sin dar parte á aquellos, que juzgamos poder indis-
poner contra quien nos ofende?.. ¿Soportamos los defectos del
prójimo, sin notarlos afectadamente, sin hacerlos ver con ojos
malignos, y sin hablar con desprecio? ¿Creemos nosotros que
jamás ofendemos á nadie, y que no tenemos defectos, que nos
sufran los otros? (Ahí ¿Cuánta necesidad tenemos deque Dios
ejercite* con nosotros su misericordia I

Petición y coloquio.

i O Dios mió! (dónde estaría yo ya en este ponto sin vues-


tra divina bondad!.. Enormes delitos, y sin número; ofensas
multiplicadas todos los dias, defectos considerables, continuas
* imperfecciones, maneras desagradables, y opuestas á vuestra
santidad, forman el plan de toda mi vida: y esto es lo que me
arrojaría en los horrores de la desesperación, si no supiese,
que vuestra misericordia es infinita. Para derramar sobre mí
todos sus efectos, solo me pide, que yo use de misericordia
con los otros. Yos me lo perdonareis lodo, si yo todo lo per-
dono. Yos mismo me lo habéis asegurado: ¿Y quién soy yo
para compararme con Yos? ¡O dulce ley! ¡O ventajosa condi-
ción! jO Jesús 1 Quiero ejercitar en toda su extensión la mise-
ricordia, para participar de vuestra eterna misericordia. Amen.
MEDITACION Ll.

CONTINUACION DEL DISCURSO DE JESUCRISTO EN EL MONTE.

(S. Mateo e. 5. 8. 12.;

PUNTO PRIMERO.

Sesta bienaventuranza.
t
«Bienaventurados los de limpio corazon; porque ellos ve-
»rán ¿ Dios»... ¿Qué cosa es la pureza del^orazon? ¿Cuáles
son los prejuicios, que se forman contra esta virtud? ¿Y cuáles
serán finalmente sus recompensas? Examinemos por partes esta
Materia.
Lo i.° ¿Qué cosa es, y en qué consiste la pureza de cora-
zon?.. Tres grados se distinguen en la pureza de corazon... El
primero, es el estado de gracia, que pertenece á la vida pur-
gativa. En este primer grado un corazon puro es un corazon
acrisolado, y purgado de la mancha del pecado mortal, y
apartado de lodo afecto al pecado venial, de manera, que rei-
na en él el amor de Dios: y en él habita la gracia santificante:
esto se llama ser justo..
El segundo grado es un estado de virtud, que pertenece á
la vida iluminativa. En este segundo estado se halla un cora-
zon puro, del cual se han extirpado los hábitos malos para
substituir otros santos, de manera, que en él ya están mortifi-
cadas, y sujetas las pasiones, y con facilidad practica la vir-
tud : esto se llama ser virtuoso..
El tercer grado es un estado de santidad, que pertenece á
la vida unitiva. En este tercer grado un corazon puro es un
corazon despegado de todas las criaturas, y unido solo á Dios.
Ninguna criatura le puede mover; solo Dios le mueve: no ha-
lla otro gusto, ni otro placer, otra consolacion, otro dolor, otra
tristeza, Otro deseo, otro temor, otro afecto, y amor, que se-
gún Dios, por Dios, y por el cumplimiento de su santísima vo-
luntad : esto se llama ser santo.
Contentarse con el primer grado, ó verdadero, ó pretendi-
do, sin aplicarse eficazmente á adquirir los otros dos, se llama
estado de tibieza , estado peligrosísimo en el negocio de la sa-
lud. Nuestro corazon es como un centro, donde todo va á pa-
rar. '.Nuestros sentidos exteriores se complacen en extenderse
por todas partes, y llenarse de mil impuros objetos, que pe-
netran despues hasta el corazon: es necesario tener en esclavi-
tud los sentidos, y encadenarlos, para poder permitirles solo lo
necesario. Nuestro espíritu, nuestra imaginación, y nuestra
memoria son facultades inquietas, que-sin cesar envían mil va-
pores , cuya malignidad va á parar al corazon.
Es necesario tenerlas sujetas, y ahuyentar con imperio to-
do pensamiento, toda imaginación, y todo recuerdo, no solo
desreglado, ó peligroso, sino también inútil. El corazon final-
mente es un terreno ingrato, que las mas veces produce solo
espioas, y veneno; afectos desordenados, deseos injustos, in-
tenciones pecaminosas: conviene arrancar, sin* compasion,
hasta la última fibra, estas impuras producciones, y desarrai-
garlas tantas cuantas veces renacen.
Lo 2.° ¿Cuáles son los prejuicios, que se forman contra la
pureza de corazon?.. Primer prejuicio: vivir de esta manera es
un vivir triste, é infeliz... ¿Pues qué? ¿Nuestra felicidad puede
venirnos del pecado, de las pasiones, ó de las criaturas? ¿Aca-
so no son estos los principios, y el origen de todas nuestras
penas, de todos nuestros afanes, y de todas nuestras desgra-
cias? ¿No nace de este cruel imperio la funestísima, y durísi-
ma esclavitud, que experimentamos? ¡ODiosI ¡Qué dulzura
gusta un alma, que ha roto sus lazos, que se ha puesto en li-
bertad, y que solo está unidad Vos!.. Segundo prejuicio...
Una tan continua atención es casi imposible... ¿Pero la gracia
no hace todas las cosas posibles? Hubo Santos, hubo almas
puras de todas las condiciones, y aun de aquella en que ñopo-
tros nos hallamos, que siguieron una vida semejante: es ver-
dad que se encuentran dificultades, y que para adquirir esta
pureza de corazon, se requieren atenciones, y aplicación; pero
sin dificultades no se consigue bien alguno. Tienen su dificultad
las ciencias, y las artes: m^s las dificultades no impiden el ad-
quirirlas, y aprenderlas. Estas dificultades se allanan ¿ propor-
cion de los progresos, que se hacen; y en fin el gusto de ha-
berlas vencido recompensa la fatiga, que ha costado el vencer-
las. Lo que al principio parece imposible, se hace fácil con el
uso. Por otra parle, estas dificultades nos suministran un me-
dio de dar á Dios testimonio de nuestro amor, y por difícil que
sea loque viene mandado, por el amor, es dulce, y fácil...
Tercer prejuicio... Esta perfecta pureza de corazon no es de pre-
cepto... Antes es de precepto indispensable; y de precepto, que
esencialmente deriva de la grandeza, y de la santidad de Dios.
De hecho, ¿no basta una, aunque mínima impureza para cer-
rarnos el Cielo, donde nada entra, ni puede entrar manchado?
¿y para purgar nuestra alma, se requiere algo ménos, que las
llamas del purgatorio? {Ahí Entonces se comprenderá cual ha
sido la locura de cambiar algunas penas ligeras, que purificán-
donos aquí, hubieran también aumentado nuestra corona, con
aquellos suplicios, que se sufren alia, como puro castigo, sin
que le agraden á Dios, y sin mérito alguno nuestro.
Lo o.° ¿Cuáles son las recompensas para los puros de cora-
son? Aquellos, que tienen puro el corazon verán á Dios. Le ve-
rán en sus obras; en el establecimiento, y conservación de su
Iglesia; enlós santos libros, que contienen sus oráculos, y en
todos los acaecimientos, que son efecto de su providencia: le
verán en sus internos favores: sí, las luces, las consolaciones,
las delicias sobrenaturales, de que Dios se complace de tiempo
en tiempo inundar un corazon puro, tienen tanto de divino, y
de inefable, que en su comparación, son horrores, y tormentos
todas las delicias de la carne, y del mundo. Finalmente le ve-
rán en sí mismo en el Cielo. Enlónces, cuando los dolores de
la última enfermedad, los sacramentos, las preces, y oraciones
TOM. I . 24
de la Iglesia habrán acabado de purgar esta alma; entonces,
coando una muerte santa habrá sellado, con la perseverancia
final, su fidelidad; vendrá ella á ser admitida á ver á Dios cara
á cara; á gozar de él, y á amarle con un amor beatifico, y
eterno. jO recompensa digna de la bondad de un Dios!...
¿Creeré yo que hago mucho, por mas que haga, para poseerla?
¡O pureza de corazon, que preciosa eres, y que digna de
todas mis atenciones!

PONTO n .

Séptima bienaventuranza.

«Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hi-


ttjos de Dios»... Examinemos cuales son las obligaciones del
hombre pacífico, tanto por lo que mira á la paz pública, cuanto
á la paz privada, ydoméstica, y en que consiste su bienaven-
turanza.
Lo 1.° ¿Cuáles son las obligaciones del hombre pacifico, por
lo que toca á la paz pública?... El amor de la pública paz exi-
ge, en primer lugar, atención para no turbarla nosotros mis-
mos. Para no turbar la paz, y tranquilidad del estado, de una
ciudad, de una comunidad, obedezcamos á las leyes, y á aque-
llos que mandan, sin quejarnos, sin criticar, y sin lamentarnos.
Para no turbar la paz de la Iglesia sometámonos á sus leyes, y
á las decisiones de sus Pastores, sin buscar cavilaciones, y equí-
vocos. Para no turbar la paz del público, no le importunemos
con nuestras particulares quejas, con escritos, y con manifiestos,
con apologías, ó sátiras, que no sirven de otra cosa, que de
desunir los espíritus, y fomentar partidos. En segundo lugar,
el amor de la pública paz pide celo, para restablecerla, cuando
está turbada. Para contribuir á esto, debemos no tomar algua
partido entre los particulares: declararnos siempre á favor do
la obediencia, y de la sumisión debida á la potestad legítima;
y finalmente procurar, ofreciéndose la ocasion, y según el gra-
do de nuestra autoridad, dulcificar los espíritus, y hacerlos en-
trar otra vez en su deber, y en los caminos de la paz... En ter-
cer lugar, el amor de la pública paz pide paciencia, y oracion.
No podiendo nosotros contribuir en cosa alguna para su resta-
blecimiento, contentémonos con gemir, suplicar á Dios, y orar.
Si fueren inútiles nuestros lamentos, estemos en silencio, y
pensemos en sacrificamos. Aun cuando la paz fuese desterrada,
de toda la tierra, nada nos impedirá el tenerla en nuestro co-
razon, con nosotros mismos, y con Dios.
Lo 2.° ¿Cuáles son las obligaciones del hombre pacifico, en
órden á la vida privada, y doméstica?... Debe en primer lugar
estar atento á no turbarla por si mismo, á reprimir su índole', á
medir sus palabras, y á regular sus acciones de manera, que
no falte á alguna de las obligaciones de respeto, de urbanidad,
de caridad, debidas al prójimo. En segundo lugar, necesita
tener celo para contribuir al restablecimiento de la paz entre
aquellos, que la han perdido: celo lleno de dulzura, y de cari-
dad, para sosegar los espíritus, unirlos, reconciliaras. Lleno
de prudencia, para no entrar en quejas, que de nada sirven
para el bien de la paz. En tercer lugar, debe hacer sacrificios,
para conservar la paz con aquellos, que la turban; sacrificio de
sus intereses, de sus derechos, de su reputación, y del punto
de honor. No ama la paz, quien nada quiere sacrificar al bien
deja paz... {Ahí De ahora en adelante tengamos por reglsi, el
no responder á cada palabra, el no dar fé á ciertas relaciones,
el no atender á los malos tratamientos, el no resentimos de las
ofensas, y el no hacer algún resistencia á las pretensiones. Ños
mirará, acaso, el mundo como necios, y sin espíritu, como vi-
les, é insensatos, como culpables, y viciosos. Pero {Ahí deje-
mos decir al mundo, y pensemos en las palabras de Jesucristo.
Lo 3. a ¿Cuál esta felicidad de aquellos, que son pacíficos?..
Son felices, lo 1.° porque son hijos de Dios, de quien cumplen
la voluntad, siguen el ejemplo, y hacen bendecir su nombre.
Los que turban la paz son al contrario, hijos del demonio, de
quien siguen las inclinaciones, imitan las obras, y promueven
los designios. Lo 2.° son felices porqiie serán reconocidos por
hijos de Dios, no solo sobre la tierra por las personas honestas,
y de bien, cuyo juicio es siempre de una grande consolaron,
sino también por los matos, y por los perversos el dia del jui-
cio final: estos son, dirán, aquellos que hemos maltratado, y des-
preciado, que mirábamos, y reputábamos como insensatos, ¡de
qué gloria están rodeados! Miradlos ahora en el número de hijos
de Dios, i Ahí Nos engañamos, nosotros 6omos los insensatos.
Lo 5.* son felices, porque serán tratados como hijos de Dios, y
admitidos á la heredad del Padre Celestial, donde gozarán una
paz perfecta, deliciosa, y eterna; miéntras, que aquellos, que
la habrán turbado, tendrán por habitación un lugar de horror,
y de suplicio, donde reinará una guerra eterna, y un eterno
desorden.

PUNTO III.

Octava bienaventuranza.

«Bienaventurados los que padecen persecución por la jus-


ticia; porque de estos es el reino de los Cielos»... Examine-
mos en que consiste esta persecución del mundo, ó sea contra
la virtud de los justos, ó sea contra el celo de los Apóstoles, y
meditemos las ventajas de esta persecución para los hombres
apostólicos.
Lo 1Persecución del mundo contra la virtud de los Jus-
tos... Hay varias especies de esta persecución. 1.a Persecución
abierta, para la que se emplean amenazas, violencias, y ma-
los tratamientos, para inducir al pecado, y alejar de la virtud,
y de la piedad; ó hacer abandonar la profesión de una vida re-
lirada, y perfecta... 2 ."Persecución maligna, porque se desacre-
dita, se hace ridicula, y se esponen al desprecio, la virtud, y los
virtuosos... 3.a Persecución hipócrita, por la que, bajo el pro-
testo de oponerse á los defectos, y á los abusos, se declama con-
tra la devocion, y contra los devotos; poniéndose de aqui las mi-
ras contra los Eclesiásticos, y los Religiosos. | Ahí Si estos de-
clamadores tuvieran verdaderamente compasion, ¿cómo pu-
blicarían los defectos, que á las veces se hallan aun en
las personas buenas? Gemirían ántes, que hablar ó habla-
rían en otros términos, en otros sitios, en otro tono, y de
una manera ménos injuriosa, y ménos general. Observemos
la gravedad de los delitosde los perseguidores: ultrajan los ami-
gos de Dios, cuyas oraciones debieran solicitar. ¿Mas creerán
ellos, que Dios no tomará venganza? Son ministros del demonio,
y cooperadores de su ódio, y de su envidia contra los hombres,
ocasionando la ruina de las almas, entre las cuales, muchas no
tienen ánimo para entrar en el camino de la virtud, y otras para
perseverar. Se cierran á si mismos el paso, para volver á Dios,
y se ponen en un estado de endurecimiento, de que no habrá-
cosa alguna, que pueda retirarlos. ¡Ahí Guardémonos de ser
de este número. Si no tenemos ánimo para ser fervorosos, no
tengamos á lo ménos la flaqueza de aborrecer á aquellos que lo
son, ántes bien procuremos amarlos, y estimularlos, y cuando
se presente ocasion seguir su partido. ¿Cuál es la felicidad
de los perseguidos? No os desaniméis vosotros, que sois el ob-
jeto de la persecución del mundo; ántes alegraos; porque ella
establece en vosotros el reino de Dios, y de su gracia; os ase-
gura la posesion del evangelio, cuyas leyes seguís: os da de-
recho al reino de los Cielos, á donde se llega por el camino del
padecer, y finalmente porque ya os toca á vosotros este reino.
Lo 2.° Persecución del mundo contra el celo de los Apóste-
nles... «Bienaventurados sois (continua Jesucristo) cuando os
«maldijeren, y os persiguieren, y dijeren todo mal contra vo-
wsotros mintiendo, por causa mia»... Las oftas bienaventuran-
zas las propone Jesucristo en iina palabra: pero en esta insiste,
y la declara; porque era de suma importancia para su Iglesia,
é igualmente necesaria & tos Apóstoles para sostenerse en su
ministerio, y á los fieles para Teconócer á los Apóstoles. Infeliz
Jerusalen, que perseguiste é hiciste morir los Profetas, tu en-
durecimiento ya se completó, y es irremisible I i Ahí Guardé-
monos de hacernos participantes de su pecado: honremos á
aquellos que paceden, sufren por Dios, por la religión, y por
)os intereses de la virtud, y cuando sea necesario defendamos
su causa. Bienaventurados nosotros, si de algún modo nos ha-
cemos participantes de sus oprobios.
Lo 3.° Las ventajas de la persecución para ¡os hombres
apostólicos. «Gozaos, y alegraos (continua Jesucristo) porque
»vuestra recompensa es muy grande en los Cielos; pues asi han
perseguido también á los Profetas, que fuéron ántes que voso-
t r o s » . . . La primera ventaja, que trae la persecución á los va-
rones apostólicos es preservar su virtud de los escollos de la
vanidad, y del amor propio, de la disipación, y del amor del
mundo, de la seguridad, y de la relajación... La segunda ven-
.taja es aumentar, y acrecentar su recompensa. jO! jy cuán
grande será ella en el CieloI Felices perseguidos, alegraos sin-
término solo de pensar en una tan grande felicidad: os convida
Jesucristo mismo á que os alegreis. [01 iy cuán digna es de.
envidia vuestra suerte 1... La tercera ventaja es poner el colmo
á su gloria. La persecución ha hecho á los Apóstoles semejantes
á los Profetas; y hace los hombres apostólicos, semejantes no
solo á los Profetas, y á los Apóstoles, sino también á Jesucris-
to... No os desaniméis, pues, en vuestras persecuciones, Mi-
nistros del verdadero Dios; miradlas como glorioso patrimonio
de vuestra misión; porque si de este os priva... ¡Ahí temed
que esta calma funesta sea efecto de vuestra flojedad, y ociosi-
dad, y de vuestras complacencias por el mundo, por sus vi-
cios, y por sus errores. Temed, que sea para vosotros ocasion
de relajación, y de corrupción: temed que el mundo, que si no
os persigue, será porque vosotros no le contradecís, bien pres-
to os despreciará: y finalmente el Sefior irritado de vuestra vi-
leza, sostituirá otros operarios mas fieles que tomen sobre si
las persecuciones, que vosotros rehusáis, y os quiten la coro-
na, que no habéis tenido el valor de merecer.
Petición y coloquio..

]0 Dios mío! ¿con qué para vivir en vuestro santo temor,


y en la piedad, debo esperar et pasar mi vida en el desprecio
del mundo? ¡qué gloria para mi, sí tengo por enemigos solo los
vuestros! ¡ó Jesús mío! i feliz si puedo sufrir alguna cosa por
Vos, que tanto habéis sufrido por mil Todos los males, que yo
puedo sufrir, sean siempre, ó Sefior, el efecto de mi fidelidad, y
de mi amor por la justicia, pero no el efecto de vuestra justi-
cia divina... Dadme el espíritu de paz, para con los enemigos
mismos de la paz: un espíritu de bondad, de afecto, de cuida-
do, y de ternura para con todos los hombres: un espíritu de
unión, que me aplique incesantemente á reunir los corazones,
y los espíritus: á desterrar la discordia, á componer las diferen-
cias, y ¿ sofocar la cizafia. Finalmente dadme, no solo con los
otros, sino aun también conmigo mismo, aquella paz, que so-
brepuja todo entendimiento, y que no puede dar el mundo.
Purgad, con vuestro santo espíritu, mi corazon, ó Dios mío:
encended en él el fuego de vuestro amor: haced, que siempre
ilustrado con su luz, é inflamado de su ardor, siga en mis cos-
tumbres, y en mi vida aquella inocencia, y aquella pureza de
alma, que solo es digna de vuestro amor aquí en la tierra, y
que sola debe poseeros para siempre en el Cielo. Amen.
MEDITACION Lll.

DEL CUMPLIMIENTO DE L A LEY.

(S. Mateo c. 5. Ü. 13. Y 20.;

JESUCRISTO NOS ENSEÑA AQUÍ: 1 ° CUALES SON LOS MBDIOS: 2 . ° CUAL ES LA

OBLIGACION: 3 . ° LOS MOTIVOS DE CUMPLIR CON LA L E I .

PUNTO PRIMERO.

Medios para cumplir la Ley.


Los medios para cumplir con la Ley se sacan del ministe-
rio de los. Apóstoles, y de los Pastores. Las órdenes, que Jesu-
cristo ha encargado á sus Ministros, y los privilegios, con que
los ha honrado, son todos á nuestro favor, y los medios, que
se deben emplear para cumplir las órdenes recibidas miran
también á nosotros mismos.
Lo 1.° Jesucristo ha revestido de su autoridad á sus Após-
toles, para corregir, y reprender. «Vosotros sois la sal de la
»tierra, que si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? Ya
»no es buena para cosa alguna, sino para ser echada fuera, y
«pisada por los hombres»... Los Apóstoles, y los Pastores son
la sal de la tierra, para que nos preserven de la corrupción del
pecado, con la sabiduría de sus consejos, de sus exhortaciones,
y de sus correcciones, con la predicación, y con la administra-
ción de los Sacramentos. Es sublime su empleo; pero no deja
por eso de ser para ellos peligroso; porque si cae el Pastor
¿quién le levantará? si falla ¿quién le corregirá? si se estravía
¿quién le volverá otra vez á entrar en camino? si pierde el
gusto á su estado, y á su deber ¿quién se le volverá?... ¿No se-
rá, pues, este arrojado de Dios, y despreciado de los hom-
bres, como una sal fátua, insípida, inútil, que debería arrojar-
se en los caminos, para que fuese pisada por los pasajeros? ¡oh!
i y cuán dificil es la conversión de un Sacerdote, que ha aban-
donado á Dios! A sus primeras caídas se seguirá la ceguedad,
y la dureza del corazon. Mas si quieren estos vivir en el temor,
y en la humildad, mediten las amenazas de Jesucristo. Nues-
tra obligación es examinar con qué docilidad, con qué diligen-
cia, y con qué reconocimiento recibimos esta sal, que no se
nos niega, y qué fruto sacamos.
Lo 2.° Jesucristo ha confiado á sus Apóstoles, y á los Pas-
tores su doctrina para enseñar: «vosotros sois la luz del mun-
»do; no puede estar escondida una ciudad edificada sobre un
«monte: ni se enciende la antorcha, y la meten bajo del cele-
»min, sino sobre el candelero, para que dé su luz á toda la
«gente de casa»... Los Apóstoles, y los Pastores son la luz del
mundo: luz segura, que guia los hombres á su fin, á Dios, á
la verdad, á la felicidad eterna... Toda otra luz, que venga de
otra parte, que tenga otro origen, es error, es tinieblas, y guia
seguramente al precipicio: luz universal, que ilumina todo el
mundo, y que deben seguir todos los hombres. Luz pura, quex
no sufre división, ni mezcla: luz sublime, elevada sobre los
sentidos, sobre los prejuicios, sobre la razón: luz resplande-
ciente, visible á todos los ojos, que la quieran ver, y que solo
no ven los que se distraen con obstinación por no verla. El
cuerpo de los primeros Pastores, la doctrina católica, y apos-
tólica: la Iglesia que enseña es aquí comparada por Jesucristo
á una ciudad situada sobre un monte, que no se puede escon-
der. No podrán jamás llegar á ella los torbellinos de polvo, que
el mundo se esfuerza á levantar contra ella. Estos no sirven de
otra cosa, que de.cegar á aquellos, que ios levantan. Cualquie-
ra, que tenga el corazon recto, no puede deslumhrarse; ve sin
obscuridad la Iglesia fundada por Jesucristo; sigue constante,
y sin dudar su enseñanza, y se sujeta sin restricciones á sus
órdenes. Cada Iglesia particular viene comparada en este lu-
gar á una casa:, y está sujeta á su Pastor, cuya-enseñanza es
la antorcha que debe estar sobre el candelero para alumbrar á
378 EL EVANGELIO MEDITADO,
toda la gente de casa, i A y del Pastor, que por temor tiene es-
condida la luz bajo del celemín 1 ¡Ay si la deja apagar, con no
conservar la comunicación con el cuerpo de los Pastores, que
es la luz del mundo 1 pero esta siempre subsiste, y basta para
iluminarnos: ahora bien ¿caminamos nosotros al resplandor de
esta luz? ¿seguimos esta doctrina?
Lo 3.° Jesucristo ha comunicado á tos Apóstoles, y á los
Pastores su santidad para edificar. «Asi resplandezca vuestra
nluz delante de los hombres para que vean vuestras buenas
«obras, y glorifiquen ¿ vuestro Padre que está en los Cielos»...
No habria tenido éxito feliz la predicación de los Apóstoles,
aunque acompañada de milagros, si no hubiera ido acompasa-
da también de la santidad. ¿Qué éxito pues tendrá la predica-
ción de un Pastor de Almas, de un Ministro de la Iglesia, si
privada de la compañía de los milagros, lo está también de la
virtud? El gran medio de persuadir es dar buen ejemplo: mas
el precepto de edificar con una vida santa, no se ha dado sola-
mente á los Pastores: también á los padres, á las madres, á
los señores, y señoras, y también á todos los fieles en particu-
lar... ¿Cómo, pues, imitamos nosotros á los Apóstoles, y á los
Santos? ¿Cómo nos aprovechamos de los buenos ejemplos que
nos dan? ¿Cuáles son los ejemplos, que nosotros damos? ¿En
nuestras buenas obras tenemos siempre en mira la gloria de
nuestro Padre Celestial, ó acaso aquella, que nos podemos
merecer para nosotros mismos?

PUNTO II.

Obligación de cumplir la ley.

Esta obligación se funda sobre la naturaleza de la misma


ley, que es una ley divina, cristiana, é invariable.
Lo 1.® Ley divina. «No habéis de creer (dice Jesucristo)
»que he venido á desatar la ley, ó los Profetas: no he venido
»á desatarla, sino á cumplirla»... Esta ley tiene su origen en
Dios, y no puede venir de otra parte; porque solo Dios conoce
perfectamente lo que el hombre debe á Dios; lo que debe á si
mismo; y lo que debe á aquellos, con quienes el Criador le ha
ordenado, que habite... Esta ley la ha revelado Dios ¿ los Pa-
triarcas, y la ha estampado en el corazon de todos los hom-
bres; pero los hijos de los hombres se olvidaron de la revela-
eion, y borraron en si mismos la estampa, para quebrantarla
con mayor audacia, con mayor insolencia, y con mayor tran-
quilidad... La escribió despues Dios de su misma mano en las
tablas, que dió á Moisés; pero los Israelitas descuidaron de su
lección, y de su práctica: los Profetas autorizados por Dios fre-
cuentemente renovaban su memoria, explicaban sus obligacio-
nes, y tuvieron cuidado de dejar en sus escritos estos testimo-
nios de su celo... Estos preceptos de la moral son invariables,
contenidos en la ley, explicados por los Profetas, á que Jesu-
cristo frecuentemente llama, la ley, y los Profetas: y esta di-
vina ley tomada en este sentido, es la que nuestro Sefior no ha
venido á desatar, y de la que encarga aquí la entera obser-
vancia.
Lo 2.° Ley cristiana; esto es, renovada por Jesucristo en
su Evangelio: explicada, y establecida por Jesucristo en toda
su extensión, en toda su pureza, y en toda su santidad, y aun
perfeccionada por el mismo Jesucristo, para proporcionarla al
culto mas perfecto, que ha establecido entre los hombres...
Con razón, pues, dice Jesucristo, que no ha venido á destruir
la ley divina, sino á proponérnosla en toda su plenitud, en to-
da su extensión, y en toda su perfección.
Lo 3.° Ley invariable, é indispensable... «Porque en ver-
»dad os digo, que si no pasa el Cielo, y la tierra, no caerá un
«ápice solo de la ley hasta que todo se cumpla»... Mientras
tanto que subsistirán los Cielos, y la tierra, mientras tanto que
habrá bajo del Cielo y sobre la tierra hombres capaces de co-
nocer á Dios, subsistirá, y obligará la divina ley de Jesucris-
to: tendrá fieles observadores hasta el fin de los siglos: y ni
uno de sus preceptos, aunque sea el mas ligero, será quebran-
380 EL EVANGELIO MEDITADO,
tado impunemente... Jesucristo protesta, que ninguna cosa de
su ley se pasará en olvido: y con todo eso, jó! iy cuántas in-
fidelidades I ¡cuántas prevaricaciones! dice la verdad Jesucristo,
él es el autor absoluto, é invariable, y su palabra será infali-
ble. Pues si deben perecer los Cielos, y la tierra antes que su
ley, antes que su palabra, y antes que su voluntad, temble-
mos; y si queremos librarnos de una pérdida inevitable, abra-
cemos, y ejecutemos cuanto él nos manda.

PUNTO MI.

Motivos de cumplir con la ley.

Estos motivos se sacan 1.° de la desgracia, que experi-


mentan aquellos, que habrán quebrantado la ley, y enseñado
á otros á quebrantarla: 2.° de la felicidad de aquellos, que
habrán observado la ley, y enseñado á otros á observarla: 3.°
de la insuficiencia de las virtudes mundanas.
Lo i.° Desgracia de aquellos, que habrán quebrantado la
ley, y enseñado á otros á quebrantarla... «Por tanto, cual-
»quiera, que quebrantare uno de estos mandamientos mínimos,
»y así enseñare á los hombres, será llamado mínimo en el rei-
»no de los Cielos»... Aquí por reino de los Cielos entienden
todos los Intérpretes, el juicio final. Ahora pues, si en el juicio
será desechado en el último lugar, y debajo aun de los simples
transgresores, el que habrá quebrantado, y enseñado á que-
brantar el mas ligero precepto; ó por mejor decir, uno de
aquellos preceptos, que el mundo mira como ligeros; ¿qué será
de aquellos, que habrán quebrantado, ó enseñado á quebran-
tar ios mas esenciales mandamientos; aquellos, que aun el
mismo paganismo se ha creído obligado á observar? ¿Cuál se-
rá la vergüenza de estos engañadores cuando verán millones
de almas corrompidas por sus discursos, por sus libros, por
sus teatros, y por sus .pinturas, y las verán condenadas? ¿Qué
suplicio deberán esperar, no solo estos, sino también aquellos
que habrán cooperado á sus pecados, vendiendo, despachando,
llevando, comunicando, y publicando estas infames produccio-
nes? ¿Y aquellos, que revestidos de autoridad, no habrán teni-
do suficiente vigilancia, ni suficiente severidad para impedirlo?
Lo 2.° Felicidad de aquellos, que habrán observado la ley,
y ensenado á los otros á observarla... «Pero aquel, que habrá
«obrado, y enseñado; este será tenido por grande en el reino
»de los Cielos»... Aquellos, que habrán observado la ley, y
enseñado á otros ; ó sea con su ejemplo, ó sea con sus discur-
sos , serán grandes en aquel último dia. {O grandeza digna de
envidiaI ¿Quién habrá, que dotado de algún talento, se baga
insensible á esta gloria sólida., é inmortal? Esforcémonos, se-
gún nuestro estado, no solo á practicar la ley, sino también á
enseñarla, y á contribuir, según todas nuestras fuerzas, á es-
tablecer en todos los corazones el amor de está divina ley; que
según la medida de nuestros trabajos, y de nuestro celo, par-
ticiparemos de la gloria, y de la recompensa de los Apóstoles.
Lo 3.° Insuficiencia de las virtudes mundanas... «Porque yo
«os digo, que si vuestra justicia no fuese mas abundante, que
»la de los Escribas, y Fariseos, no entrareis en el reino de los
»Cielos»... Tres defectos tenia la justicia, esto es, Ja virtud de
los Escribas, y'Fariseos, como se infiere de la reprensión, que
mas adelante les hizo el Señor. Ella era del todo exterior, sin
darles cuidado alguno lo interno: limpiaban lo exterior de la ta-
za, y tenian llenas de injusticia las manos. Se atenía á las co-
sas menudas, y á las observancias ligeras, y descuidaba de
las esenciales: pagaban la décima de la yerba buena, y del
tomillo, y no tenian caridad para con Dios, ni para con el pró-
jimo. Finalmente era hipócrita, buscando solo la estimación de
los hombres, y descuidando de la de.Dios. Pedian, y estima-
ban ser vistos; querían ser saludados con respeto, recibidos
con honor, y que en Jas concurrencias los honrasen con los
primeros asientos... Con esta virtud no se entra en el reino de
los Cielos... ¿Es la nuestra mas perfecta, mas interior, mas
esencial, mas humilde? ¡Ay de mí! Ya no tenemos Escribas, y
Fariseos, que corrompan la ley; pero tenemos cristianos mán-
danos, que la reducen á una aparente, y superficial bondad; y
que á las máximas del Evangelio substituyen las del mundo,
que están ya mas corrompidas que las de los Fariseos. Virtud
de mundo, virtud de pompa, virtud insuficiente para entrar
en el reino de los Cielos, virtud fingida, que oculta, y escon-
de vicios verdaderos, y digna de eterna reprobación.

Petición y coloquio.

lAh Dios miol Quiero aplicarme con vuestra santa gracia á


practicar las verdaderas virtudes, que pedís de mí, observan-
do vuesla santa ley en toda su extensión, según la letra, y se-
gún el espíritu, con pureza de intención, y con entera fideli-
dad. ¡O ley sanfo, y adorable 1 (cuán dichoso soy yo de cono-
certe! (Pero infeliz, por haberos quebrantado tantas vecesI
Perdonad, Sefior, mis pecados pasados, dadme el amor de
vuestra santa.ley, para que en adelante ponga en ella todo mi
cuidado, y sea la única regla de mi conducta. Amen.
MEDITACION Lili.

CONTINUACION DEL DISCURSO DE JESUCRISTO EN EL MONTE.

EXPLICACIÓN DE LOS TRES PRECEPTOS DE LA LET DE DIOS, QUE PERTENECER


AL HOMICIDIO, AL ADULTERIO , T AL JURAHEIFTO.

(S; Mateo c. 5. 21. 8 7 . ;

PUNTO PRIMERO.

El homicidio.
1.° De los pecados prohibidos con el homicidio. «Oísteis,
»que fué dicho á los antiguos, no matarás; y quien matare se-
»rá reo en juicio: pero yo os digo, que todo aquel, que se
»enoja contra su hermano, será reo en juicio: y el que dijere
»á su hermano raca (1), será reo en el Concilio: y quien dije-
»re tonto, será rfeo de la Gehenna (2) del fuego»... Con este
precepto se prohiben los pecados de obra, como el matar,
cortar algún miembro, herir, y dar de golpes á alguno sin de-
recho, sin autoridad, por motivo de cólera, de brutalidad, de
ódio, de venganza, ó de capricho... Se prohiben también los
pecados de palabra: palabras de maledicencia, de calumnia,
de desprecio, de insulto, y de ullrage, proferidas por ódio, por
malicia, ó por cólera. También se prohiben los pecados pura-
mente internos; como los movimientos de la cólera, de enfado,
y de ódio, por los que interiormente nos airamos contra el pró-
(1) Raca quiere decir hombre insulso, ó ligero.
(2) Gehenna ó Gehennon era un Valle ameno cerca de Jerusalen en
la falda del Monte Moría, donde en algún tiempo sacrificaron los Hebreos
al Idolo de Baal sus propios hijos, consumiéndolos con el fuego; y de
aquí se tomó la costumbre de aplicar la misma voz al fuego eterno del
infierno.
jimo, nos alegramos de sus desgracias, deseamos hacerles mal,
ó que les venga. Todos 'estos pecados, á no ser que venga la
malicia disminuida por alguna circunstancia, son gravísimos
en el tribunal de Dios. Observemos los grados, que aquí pone
Jesucristo.
Explicando los Escribas, y Fariseos este precepto de la ley,
hablaban solo del homicidio. Todos le miraban como pecado
capital, y digno del juicio. Ahora Jesucristo quiere que la sim-
ple cólera, que está en el corazon, sin manifestarse con pala-
bras, ni con alguna acción, sea mirada con los mismos ojos,
que miraban los Fariseos el homicidio; que es decir, como dig-
na de juicio; esto es, de ser llevada, y presentada á los tribu-
nales de los superiores, que tenían autoridad para condenar á
muerte. Quiere también que una palabra injuriosa, aunque so-
lo contenga una mediana injuria, cuando se dice con cólera, se
mire como uno de los mayores delitos, que eran juzgados por
el consejo, ó sea gran sinedrio, que podía solo conocer de los
cometidos contra el estado, y contra la religión... Finalmente
quiere que una palabra, que incluya una injuria atroz, se mire
como un delito, para cuyo conocimiento no baste la justicia
humana, y para cuyo castigo no sean suficientes todos los su-
plicios temporales... Así decide, y pronuncia Jesucristo Sobe-
rano Juez del universo. [Qué cosa será, pues, en su presencia
el homicidioI Velemos con mas escrupulosa atención, no solo
sobre nuestras operaciones, sino también sobre todas nuestras
palabras, para no ofender á ninguno: regulemos también todos
nuestros movimientos interiores, y aun los mas escondidos en
los senos de nuestro corazon..
2.° De la obligación de reparar enteramente todo el mal,
que se ha ocasionado al prójimo... «Si tú, pues, estás ya para
»hacer tu.oferta en el altar; y allí te viene á la memoria, que
»tu hermano tiene alguna cosa contra tí, deja allí tu oferta de-
bíante del altar, y ves á reconciliarle primero con tu hermano,
»y despues vuelve á hacer tu oferta»... Si has hecho alguna
injuria á tu prójimo en sus bienes; si retienes alguna cosa su-
ya, si le has ocasionado alguna pérdida, si le has hecho algnn
daño, se necesita restituir, é indemnizarle enteramente... Si
has hecho algún daño á su reputación, á su honor, á su crédi-
to, se neeesita hacer todos los esfuerzos para restituirle en el
grado primero de estimación, y de honor... Si le has ultraja-
do, ofendido, ó mortificado, se necesita aplacarle, y darle sa-
tisfacción: finalmente si crees que tu prójimo tiene alguna
cosa contra tí, aunque tú no tengas culpa, aunque tú no le ha-
yas dado algún motivo, no debes perdonar diligencia alguna
para quitar su prevención, destruir sus sospechas, disipar las
sombras, que pueda haber, y para restablecer la caridad en su
corazon, y hacer revivir entre vosotros dos la unión, y la buena
armonía. Sin haber procurado de tu-parle una sincera reconci-
liación, no esperes que Píos reciba tus súplicas, ni tus sacrifi-
cios: no pienses que serás admitido al sacramento de la recon-
ciliación, y ménos presumas recibir en la santa comunion él
Dios de la paz. y de la caridad, que nos ha impuesto esta ley,
y esta ob ligación.
3.° De ta obligación de reparar inmediatamente la injuria
hecha al prójimo... «Acomódate presto con tu contrario, mién-
»tras estás con él en camino: no sea que tu contrario te entre-
»gue al juez, y el juez te entregue al ministro, y seas puesto
ven la cárcel»... Has de acomodar, si puede ser en el mismo
dia, la diferencia que hay entre tí, y el prójimo; has de repa-
ran el daño luego; cuanto mas lo dilates, tanto será mas gran-
de, y mas difícil de satisfacer, y mas considerable, mas profun-
da, y mas difícil de curar la llaga... Guárdate de diferirlo á la
muerte, que tal vez te vendrá de sorpresa; y entonces por lo
regular te ocuparán otros pensamientos: y ó no tendrás toda la
libertad, y comodidad para cumplir esta obligación, ó no lo
podrás hacer perfectamente. Tu, y el ofendido sois como dos
litigantes, que se encaminan á encontrar su común juez: ántes
de llegar componte con tu contrario: miéntras estáis en el ca-
mino, podéis acomodar vuestras diferencias mejor de lo que
hará la justicia, cuando llegue á conocer vuestra causa. ¡01
Tom. I. 25
jy con qué rigor te juzgará! Si tuvieses ia desgracia, ó la im-
prudencia de dilatar esta obligación basta la muerte, en aquel
punto, á lo ménos, no seas tan temerario, que des un paso tan
terrible sin poner primero en órden un negocio tan esencial.
Piensa qué se trata'de un todo para tí: que el tiempo
aprieta, que los derechos, que has atropellado de tu prójimo,
te acusarán en el tribunal de Dios vuestro Juez, y que te con-
denará con todo el rigor de su justicia.
4.° Del castigo de aquellos, que mueren sin haber reparado
el mal, que han hecho al prójimo... «Te digo en verdad (con-
tinua Jesucristo) que no saldrás de allí hasta que pagues el ÚI7
»timo cuadrante»... La sola idea de la prisión hace temblar, y
estremece: pero ¡ay de mil ¿Qué cosa son las mas horribles
prisiones en comparación de aquella de fuego á que condenará
á los culpados la justicia divina? Si vuestra culpa es venial, no
saldréis de la prisión ántes de haber satisfecho á todo el rigor
de la justicia divina: pero si fuese mortal, ¡y ó cuán poco es
necesario para hacerla tal á los ojos del Soberano Juez! Jamás,
jamás saldréis de aquella prisión, y de aquel fuego de que está
llena; porque no llegareis jamás á pagar vuestra deuda: ni ja-
más estareis en estado de satisfacer por ella.

PUNTO II.

" Del adulterio.

1 C u á n vergonzosos son aun á los ojos de los hombres los


pecados dé la impureza... «Habéis oído que se dijo á los anti-
»guos, no cometerás adulterio»... Los que están culpados del
pecado de la impureza ¿no admitirían sufrir cualquiera cosa an-
tes .que ver descubiertas sus prácticas, y revelado su pecado?
Si por acaso se descubre el secreto, con que buscan ocultarle;
¡qué vergüenza! ¡qué escándalo para el público! ¡qué confu-
sión! ¡qué infamia para ellos! ¡Cuánto se procura evitar seme-
jante deshonor! ¿A qué excesos no llegan algunas madres, á
las veces, por cubrir su pecado! Olvidadas cíe la dulzura de su
sexo, y de la propia cualidad de madres, aunque á riesgo de la
propia vida, no tienen reparo do llegar á un bárbaro parrici-
dio... ¿Qué otro pecado mas que éste hace las Confesiones, y
Comuniones sacrilegas? ¿Cuántos atormentados de su concien-
cia, y no pudiendo sufrir él secreto oprobio, de que se sienten
cubiertos, van hasta los pies del Sacerdote, sin tener aliento
para descubrir la profundidad de sus llagas? ¿Cuántos, aun al
descubrir sus pecados, suprimen por vergüenza, circunstancias
esenciales, y hacen inútil la ya comenzada, pero imperfecta
acusaciónl ¡Cuántoscombatidos entre el temor de Dios, y la
vergüenza, han cedido vilmente á ésta; y se han alejado de los
Sacramentos, ántes que animarse á hacer la necesaria Confe-
sion de sus abominaciones! Los cómplices mismos entre sí, y
en el secreto de sus desórdenes, se avergüenzan de su prosti-
tución, de su$ escesos. Ellos mismos, en aquellos intérvalos en
que se deja oir la razón, no pueden por menos de despreciarse,
de aborrecerse, y de detestarse mútuamente... Aun los mismos
libertinos, que á las veces se glorian de no tener pudor ni ver-
güenza, se llenarían de confusion si el público supiese la his-
toria de los horrores á que se han abandonado. El Atheisla, y
el Deisla, aunque insensibles á tantos otros oprobios, de que
están cubiertos, no lo son á este; y se querrían persuadir que
este vergonzoso vicio no tiene nada que ver con su irreligión.
Ahora, pues, ¿si este pecado es tan infame á los ojos de los
hombres, qué cosa será á los ojos de Dios? ¿Qué cosa será á
los ojos de Dios un alma manchada de estos pecados, que cau-
san horror á los pecadores mismos?
2.® Cuán poco basta para hacernos culpables de impureza
áíos ojos de Dios... «Pero os digo, que cualquiera que mira
»una muger para desearla, ya ha cometido en su corazon el
«adulterio con ella»... Bastan para llevar el adulterio en el co-
razon un pensamiento detenido con complacencia, ó con refle-
xión, un deseo consentido, ó una mirada acompañada de de-
seos: mas si es adúltero el que mira de esta suerte ¿será ino-
oente aquella que de propósito provoca á que la miren? ¡ Ay de
mi! i Cuántos pecados secretos hay que se descuidan, y sofocan
en nosotros mismos!... El orgullo, el deseo de conservar
nuestra reputación, el temor de parecer imprudentes, y desar-
reglados, serán acaso el motivo: pero si el temor de Dios no
penetra nuestra carne, y sujeta todos nuestros sentidos, nues-
tro corazon bien presto quedará culpado; y manchado el cora-
zon, ya hemos perdido la inocencia, y el honor á los ojos de
aquel que ve todo el corazon.
3.° El sacrificio, que se debe hacer para preservarse de la
impureza... «Y si tu ojo derecho te escandaliza, sácatele, y
«arrójale de tí; porque es mejor para tí que perezca uno de tus
«miembros, que el que sea arrojado todo tu cuerpo en el in-
«fierno: y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela, y ar-
rójala léjos de tí; porque es mejor para ti que perezca uno de
«tus miembros, que el que vaya lodo tu cuerpo al infierno»...
Esto es, á cualquiera costa: por grande que sea, debes re-
nunciar con un generoso sacrificio á todo aquéllo que es de tu
estimación, y te es mas necesario en el mundo, si en ello hu-
biese ocasion de caida, y de escándalo: y esto aunque fuese,
por decirlo así, tu ojo ó tu mano derecha. ¿Te atemoriza, por
ventura, esta proposición? ¡Ah! Advierte, y reflexiona, que se
trata de evitar el infierno. ¿En semejante caso se deberá tener
respeto á lo mas amado, y á lo mas necesario? Aquí se trata de
procurarle una vida eterna: ¿á este precio podrás hallar alguna
cosa, que sea muy difícil? ¿No te debe por el contrario parecer
todo ligero? Tu sacrificio no solo debe ser generoso, sino tam-
bién entero. No se debe poner alguna demora, ni tener algún
respeto... Arráncate el ojo; córlale la mano. Esto es, arranca
de tu corazon aquellas inclinaciones., aquellos objetos, que las
fomentan; y pierde hasta la memoria de ellos... Rompe aque-
llos empeños, aquellos lazos, corta aquellos placeres, aquellas
diversiones: huye aquellas compañías, que son el escollo de la
inocencia... Finalmente tu sacrificio debe ser irrevocable de
suerte, que ya én adelante no tengas la libertad de retractarlo.
Arrancado de su lugar el ojo, cortada la mano, es necesario
arrojarlos léjos de ti... No basta quitar de los ojos del prójimo *
aquellos libros, aquellos versos, aquellas canciones, aquellas
pinturas: es necesario echarlos al fuego. Si el mundo entero te
escandaliza, pon entre ti, y el mundo una muralla insuperable.
¡Ahí ¿No será mejor para tí vivir eteipamente en el Cielo, des-
pues de haber estado en el mundo desconocido, y mortificado,
que arder eternamente en el infierno, despues de haber gozado
. de tu libertad, de tus placeres, ó por mejor decir, despues de
haber .estado en el mundo esclavo de tu pretendida liber-
tad; y despues de haber sido la victima de tus pretendidos
placeres? •
4.° Con cuanta severidad castiga Dios la impureza... No
hablamos de las penas con qué la castiga en este mundo, son
gravísimas, y muchas veces se hacen públicas, como el opro-
bio , y la infamia, que suelen redundar en toda una familia,
la disipación de los bienes, y la total ruina de una casa, las
enfermedades, y males horribles, que despues de haber cruel-
mente, y por largo tiempo atormentado el cuerpo, le llevan á
la tumba; el castigo mas severo está reservado para cuando
comparezca en el tribunal de Dios un corazon manchado de una
impureza mortal, y.¡ay de mí! es condenado, para ser arroja-
do en las llamas del infierno, para arder allí eternamente...
Tiembla, y se horroriza á está palabra el deshonesto, se turba,
grita, y pregunta... ¿Qué proporcion hay entre un suplicio
eterno, y un gusto momentáneo!... Por esta razón de propor-
cion entre el gusto, y la pena, seria también necesario negar
la existencia de las penas temporales, que se originan de la im-
pureza; pues estas esceden con mucho á los placeres, que se.
han gustado: y con todo estas penas existen, y destruyen este
especioso argumento. Mas los decretos de Dios no van regula-
dos por la débil luz de la razón: Dios solo conoce de que natu-
raleza es el pecado: y cual debe ser el castigo de una criatura,
que desobedece á su criador, que desprecia igualmente su
autoridad, su amor, sus recompensas, y sus amenazas» Dios
solo conoce la fuerza, que se necesita oponer á nuestra depra-
vación; y qué amenazas se deben hacer, para aterrar á los
pecadoresl -[Ah! (cuantos santos son deudores al terror, que
inspira el pensamiento del infierno, de haber llegado á la po-
sesión del sumo bien, ó ptor una entera inocencia, ó por una
sincera penitencia! ¿Y por qué nosotros no los imitamos? ¿Por
qué no nos privamos de aquellos placeres, de que conocemos la
nada, y la brevedad, para preservarnos de aquellos suplicios,
que según nosotros son tan desproporcionados? ¿Por qué nos.
aplicamos á merecernos la recompensa eterna, que nos está
prometida, y que ciertamente tiene también poquísima propor-
cion con los sacrificios, que de nosotros pide Dios, aun cuando
á nosotros nos. parezcan de gran peso? .
PUNTO III.

Del juramento.
l.° Del juramento por el santo nombre de Dios... «Ade-
»más oísteis (continua Jesucristo) que se ha dicho á los anti-
»guos, no perjurarás: mas cumplirás al Sefior tus juramentos.»
Pero yo os'digo, que de ningún modo juréis... Veamos prime-
ro lo que prohibía áeste propósito la ley antigua... Cuanto al
juramento, que mira á lo pasado, ó al presente, ó por el que
se asegura, que una cosa es, ó fué, la ley prohibía en términos
formales el tomar el nombre de Dios en vano... Esto es, el per-
jurar ó jurar en falso por el nombre de Dios. Cuanto al jura-
mento, que mira á lo futuro, por el que se promete, ó se "ase-
gura,- que una cosa será, prohibía el faltar á los votos que se
habian hecho al Sefior, ó á las promesas hechas al prójimo con
juramento; cuando estas obligaciones no contenían algo de in-
justo, ó de irracional... De hecho, en estos dos casos el jura-
mento falso es uno de los delitos mas graves, que se puedan
cometer; porque se trae con él á Dios por testigo, y fiador; ó
por decirlo mejor, por cómplice de la falsedad... Es un delito,
que aun en esta vida ordinariamente le castiga Dios severa-
mente. Veamos ahora lo que á este propósito prescribe la ley
de Jesucristo...
La ley nueva da á la antigua toda su estension, y toda su
fuerza, y ordena lo primero no jurar absolutamente: esto es,
no solo el no hacer juramentos falsos, pero ni tampoco inútiles,
aunque sea verdad lo que se jura; porque es faltar al respeto
debido á la Magestad de Dios, emplear la autoridad de su nom-
bre sin necesidad, ó por decir cosas vanas, ó (lo que será mu-
cho peor) malas, é ¡lícitas... Ordena lo segundo no jurar a b -
solutamente: esto es, no solo por el santo nombre de Dios, sino
también por las criaturas: porque* jurar por las criaturas es
jurar por las obras de Dios, y esto es jurar én algún modo por
el mismo Dios, como despues esplica nuestro Señor. Ordena lo
tercero no jurar en algún modo; pero esto no quiere decir, que
no sea jamás lícito eljurar: no podían tomar en este sentido
las palabras de Jesucristo los que las oían: sabiendo por otra
parle qúe la Escritura, que él les esplicaba todos los dias, or-
dena jurar cuando es necesario por el nombre del Señor; y que
alaba á aquellos,.que juran cuando la necesidad lo pide. Nin-
guno, fuera de algunos Hereges (1), han podido sostener este
sentido. Estos leyendo la Escritura, sin guia, é interpretándola
á sir gusto, han encontrado su ruina, donde deberían encontrar
su edificación: justo castigo de Dios por su temeridad:, debe-
rían haber atendido al ejemplo de San Pablo, el cual toma á
las veces á Dios en teslimonio de la verdad, que anuncia: de- -
berian haber creído á la Iglesia, que aprueba el uso de los tri-
bunales, en que se pide el juramento á los testigos, que son
preguntados, y que ella misma pide para asegurarse de la obe-
diencia, y de la-fé de aquellos que eleva á alguna dignidad..!
Se opondría á la doctrina de la Iglesia el que osase afirmar,
que ninguna cosa es mas contraria al Espíritu de Dios, y á la
doctrina de Jesucristo que estos multiplicados juramentos.
2.° Del juramento por las criaturas... «Pero yo te digo,
»que no jures de modo alguno, ni por el Cielo, porque es el
(i) Los Anabaptistas, y Wiclefistas.
«trono de Dios: ni por la tierra, porque es el escabel de sus
»pies: ni por Jerusalen,'porque es la Ciudad del gran Rey... Ni
«jurarás por tu cabeza, pues no puedes hacer blanco ó negro
»uno de tus cabellos»... Las criaturas nos representan á Dios,
y sus divinas perfecciones: esta es la relación que tienen cuan-
do se emplean en el juramento: no pudiendo las criaturas por
si mismas dar testimonio de la verdad, que nosotros afirma-
mos: el jurar por ellas, es jurar por el nombre, y por la ver-
dad del mismo Dios; por esto está prohibido lo uno, y lo otro: y
en el uno, y otro caso es necesario seguir las mismas reglas...
Siendo de otra naturaleza el juramento que hacemos por noso-
tros mismos, está también prohibido por una razón diferente.
El juramento hecho por el nombre def)ios, ó por las criatu-
ras, es una simple aseveración por la verdad, de que tomamos
á Dios por testigo. El juramento por nosotros mismos, á la
aseveración afiade la imprecación, por la cual nos sacrificamos
á los castigos, y á la muerte, si decimos la falsedad; - y esto
justamente está prohibido, porque nosotros no somos de noso-
tros mismos, sino de Dios nuestro Sefior: y sacrificarnos de
tal manera, es disponer de nosotros mismos, cosa, que no po-
demos hacer sino en el caso que la ley permite.
3.° De la idea de las criaturas relativamente 4 la contem-
plación... La idea bajo la cual nos representa el Sefior la rela-
ción de las criaturas con Dios, es tan noble, y tan magnifica
que puede servir, no solo para hacernos conocer la naturaleza
del juramento, sino también para elevarnos á Dios por medio
de la mas sublime contemplación. 1.* El Cielo es.el trono de
Dios: allí está sentado Jesucristo á la diestra del Padre Omni-
potente: allí está la Santísima Trinidad, el Dios eterno, y úni-
co, manifestando toda su gloria, y comunicando toda 'su felici-
dad á sus criaturas... respetemos, pues, aquella bienaventu-
rada mansión... 2.° La tierra es el escabel de sus pies: mientras
que vivimos sobre ella, estamos continuamente á los pies del
trono de Dios: al pie de este trono fué sacrificado el Cordero
sin mancha, fué derramada su sangre, v se derrama aun todos
los dias ofrecida en sacrificio perpétuo; allí podeiños- hacer
que-se oigan nuestras plegarias, podemos aplacar la justicia
del altísimo, y traer sobre nosotros su misericordia: allí se
concede el perdón; y allí se distribuyen las gracias... ¿Pues
cómo nos atrevemos á profanar un tal lugar con el juramento,
y con nuestros desórdenes? 3-° Jerusalen es la ciudad del gran
Bey... Jerusalen era el asiento de los Reyes de Judá, y en esta
cualidad le pertenecía á Jesucristo; ella poseía el solo, y único
templo del universo, destinado al culto legítimo del verdadero
Dios, y como tal, era la ciudad santa, y el centro de la Reli-
gión: todo aquello, pues, que pertenece á Dios, nos debe ins-
pirar un santo, y religioso respeto... Siendo nosotros depen-
dientes de Dios, é impotentes de. volver blanco, ó negro uno
solo de nuestros cabellos, no podemos ni aun jurar por nuestra
cabeza, porque vendríamos á proferir un juramento vano, inú-
til, é injurioso ¿ la Magestad Divina.
4.° De la simplicidad de nuestros discursos... «Sea, pues,
»vuestro hablar, sí, si: no, no: porque lo demás viene de co-
«samala»... No solamente debemos evitar el juramento for-
mal, sino también cuanto se le puede asemejar, como muchas
. palabras en que falta solo una sílaba, ó un acento, para sér un
juramento: otras muchas, que ofenden los oídos religiosos, y
que ordinariamente se llaman juramentos; y finalmente, todas
las expresiones que llevan consigo la exageración; debemos
evitar aquella redundancia de palabras, porque en ella siempre
hay algo de malo, de peligro, y de escándalo: porque ella
viene del espíritu maligno, y de nuestro enemigo, que busca
todas las ocasiones de hacernos caer; y porque procede de un
mal'principio, que hay en nosotros: esto es, del orgullo, del
fausto, de la presunción, de la cólera, de la obstinación, del
amor propio, de la avaricia, y del interés... Examinemos,
pues, nuestras palabras, y regulémoslas escrupulosamente con
la celestial doctrina de Jesucristo, en cuyo tribunal debemos
dar cuenta estrecha, sin que una sola se pueda escapar dé su
conocimiento, y de su justicia.
raba especialmente á los Apóstoles, y á los Cristianos perse-
guidos, que muchas veces se han visto en la obligación de
practicarla literalmente; y aun hoy dia se pueden hallar en la
' misma obligación los sucesores de ios Apóstoles, y los mismos
Cristianos. La obligación, pues, que mira ¿ todos es de reves-
tirse del espíritu de esta ley, y de guardarse, sobre todo, de
dar en los extremos opuestos... ¿No adoptamos nosotros, por
ventura, las máximas, que Jesucristo quiere aquí destruir? ¿No
estamos, acaso, habitualmente dispuestos á dar mal por mal?
¿Cuánto»hay, que conservan la memoria de las ofensas hasta
que se ofrece la ocasion de vengarse? ¿Y quién sabe si nos
contentamos con dar según la medida del mal recibido, aun en
los términos de la ley antigua, ojo por ojo, diente por diente?
lAhl se siguen por io común las impresiones ciegas de la pa-
sión, y del odio, que no se contentan jamás con los términos
de la moderación... Examinemos aquí nuestro corazon, y re-
formémonos según la ley del Evangelio, porque por ella sere-
mos juzgados. Nuestro Señor despues de haberla propuesto así
en general, la aplica á tres diferentes casos, y la explica con
tres'ejemplos.
1 C u a n d o seamos ultrajados hasta con golpes. «Mas si al-
»guno te hiriere en el carrillo derecho, preséntale también el
»otro»... Confrontemos con esta máxima nuestra paciencia:
si los ultrajes, y malos tratamientos, de que nos quejamos, son
de esta Naturaleza, veamos con que generosidad los debemos
sufrir; pero si se trata de una palabra, de un gesto, de un mal
semblante, de una cosa de nada, que nos ofende; avergoncé-
monos de vernos tan distantes de la perfección del Evangelio,
y de tener sentimientos tan opuestos á los de Jesucristo.
2.° Cuando seamos despojados de nuestros bienes, hasta
dejarnos perdidos, y arruinados... «Y á aquel que le quiere
»poner pleito, y quitarte la túnica; cédele también la capa»...
Comparemos nuestra conducta con esta máxima. Si los agra-
vios , que nos hacen, llegan á este exceso, aprendamos con
que desinterés los debemos mirar: pero si nos dejamos llevar
MEDITACION LIY. 39"/
de Diiestro natural, y prorrumpimos en injurias por nna pala-
bra, que ofende en un punto nuestro honor, ó nuestra vanidad,
ó por una pequefia pérdida, por un dafio ligero, por la priva-
ción dé una pequefia ganancia, que no nos quita aun nuestras
comodidades, si hacemos formar procesos por cosas de poco
valor, ó por un derecho de ninguna consecuencia: ¡ah! reco-
nozcamos cuan lejos estamos de Jesucristo.
3.° Cuando seamot molestado* hasta ser tratados como es-
clavos... «Y si uno te obligare á correr por una milla, ves con
»él otras dos»... Comparemos nuestros sentimientos con esta
máxima: si se nos hacen vejaciones cpmo esta, aprendamos
con que dulzura las debemos sufrir: pero si aquello, que se
vos manda, nos viene impuesto por la legítima autoridad; si es
conforme á nuestro estado, y á nuestro empleo; si nos es cosa
honorífica; si tiene por objeto el bien público, la gloria de
Dios, y el alivio del prójimo: con lamentarnos, como solemos
hacer, damos bien á entender, que hasta ahora nada hemos
. aprendido en la escuela de Jesucristo.

PUNTO II.

Obligaciones del Cristiano para con el prójimo indiscreto, é


importuno.

1 C u a n d o se nos pide alguna cosa, esta es la ley de Je-


sucristo, que debemos observar: dá á cualquiera que te pida...
Aun cuando tu prójimo te pidiese un bien, que fuese útil para
tí; si él juzga que es conveniente para él, dáselo... Tu desin-
terés, tu caridad, y la observancia de la ley de Jesucristo se-
rán para tí un bien infinitamente mas precioso que aquello,
que le has dado; pero si soló te pide un servicio, un socorro,
un consejo, una palabra, una audiencia favorable, un momen-
to de atención: ¿cómo tienes corazon para negárselo? Exami-
nemos ahora cuantas repulsas damos cada dia contra el espíri-
tu de esta ley de desinterés, y de paciencia, que aquí nos dá
Jesucristo: y reflexionemos, que nuestros desvíos son aun mas
contra la ley de la caridad, si aquello > que se nos pidé es al-
gún alivio necesario á la pobreza, al embarazo, ó ¿ la angus-
tia , en que se .halla el prójimo. Consideremos que estos son
aun mucho mas contra la ley de la justicia, si aquello, que se
nos pide es una obligación de nuestro empleo, ó de nuestro
estado, ó una consecuencia de los empeños, que hemos con-
traído, como si un acreedor nos pide aquello, que le es debi-
do; un criado, que pide su salario, un operario, ó un merca-
der , que piden su paga.
2.° En órden á daf prestado, esta es la ley de Jesucristo:
»y no vuelvas, ni apartes la cara de aquel, que te pide pres-
»tada cualquiera cosa»... ¡Cuántos pretestos, cuántos rodeos,
cuántas falsas escusas para desembarazarnos de aquellos, que
nos piden prestado! ¡En todas estas escusas cuántas mentiras!
¡Qué mala voluntad 1 El prestar á usura es para el avaro un
manantial de injustas riquezas; mas el préstamo hecho según
el espíritu dél cristianismo, puede llegar á ser para el hombre
fiel un manantial de méritos, cuyos productos serán tanto mas
abundantes, cuanto son mas frecuentes las ocasiones de pres-
tar; y tanto mas seguros cuanto menos lisongea esla buena
obra el amor propio, y la vanidad.
3.° En otras muchas cosas tenemos aun obligación de sufrir
la indiscreccion, y ta importunidad del prójimo: seamos,
pues, compasivos, y suaves; pues así nos lo enseña la ley de
Jesucristo... No temamos ser engañados; porque si alguna vez
llegamos á experimentar algún daño, nos lo recompensará el
mismo Señor, que dió la ley. Cuando nos hallamos en la im-
posibilidad de dar al prójimó lo que nos pide, mostrémosle, á
lo menos, nuestra buena volontad de servirle, y el dolor que
tenemos de no poderlo hacer. Comencemos con no desecharle
con aspereza; guardémonos aun mas de darle en rostro con su
indiscreccion; ó de hablar, y lamentarnos con otros: en una
palabra, entendamos bien el espíritu de esta ley de amor:
portémonos en todas las ocasiones con el prójimo, como con
un hermano tiernamente amado: este es el espíritu de Jesu-
cristo;* vistámonos de él, si queremos ser sus discípulos, y
participantes de sus mas íntimos favores.

PUMO III.

Obligaciones del Cristiano para con el prójimo enemigo, y


perseguidor.

' «Habéis oido (continua Jesucristo) que fué dicho,, amarás á


»tu prójimo, y aborrecerás á tu enemigo: mas yo os digo:
»amad á vuestros enemigos»... Se abusaba de la ley antigua,
que ordenaba destruir las naciones enemigas, é idólatras, apli-
cándola á las privadas enemistades... La- ley no mandaba
aborrecer ni aun á los pueblos, con quienes se hacia la guer-
ra... La ley de Jesucristo no prohibe á los pueblos cristianos
el armarse para las guerras justas, y necesarias; pero.prohibe
el aborrecer a alguno; manda amar á todos los hombres,
aunque sean enemigos.
Lo 1.° Un cristiano de nadie debe ser enemigo: la enemis-
tad puede estar en el corazon, en las acciones, y en las pala-
bras. En el corazon, cuando tenemos ódio, antipatía, aver-
sión , y desprecio: cuando nos alegramos del mal, de la aflic-
ción, ó de la humillación de una-persona: cuando nos entris-
tecemos del bien, que se le hace, de su contento, y de el éxito
feliz de sus negocios... Al levantarse en nosotros estos senti-
mientos contra alguno, combatámoslos con fuerza, y no este-
mos tranquilos hasta que del todo los hayamos extirpado de
nuestro corazon... En las acciones: persiguiendo, afligiendo,
mortificando, destruyendo, en cuanto es posible, á aquel que
no se ama. ¿Hay alguno que de esta manera sea el objeto de
nuestra persecución?... En las palabras; contradiciendo, tra-
tando descortés, ó incivilmente, ofendiendo, criticando, cen-
surando todo aquello que hace, dice, ó emprende una persona,
que aborrecemos; descubriendo sus defectos, hablando de
ellos, publicándolos, exagerándolos, ó calumniándola de otra
manera... Cuando hablemos de alguno, preguntémonos á no-
sotros mismos: ¿hablaría yo así si este fuera un amigo á quien
. yo amase? Haciéndolo así, de nadie seremos enemigos. Si al-
guno nos creyese su enemigo, hagamos todos nuestros esfuer-
zos para desengañarle: y nonos persuadamos con facilidad,
que algHno nos tiene aversión. ^.
Lo 2.° Un Cristiano á nadie debe tratar como á enemigo:
«haced bien á aquellos, que.os aborrecen; y rogad por aque-
l l o s , que os persiguen,.y calumnian»... Esto es, si teneis un
enemigo, que no podéis ganar, que manifiesta su odio contra
vosotros1, que os persigue, que os calumnia; su injusticia nó
debe alterar en vosotros la caridad; esta es vuestra obligación:
en el corazon debeis amarle: os debeis afligir de su mal, os
debeis alegrar de su bien, y desearle otros mayores: en vues-
tras acciones, debeis hacerle bien si se ofrece la ocasion, ayu-
darle, socorrerle, prevenirle, tratarle siempre con buen modo:
en vuestras palabras, solo el bien debeis hablar de él; jamás
lamentaros de su mal proceder con vosotros: hablando con él,
lo debeis hacer con dulzura, y en términos que obliguen: fi-
nalmente debeis rogar á Dios por él, no solo por su conver-
sión , en lo cual puede acaso haber alguna ilusión, sino tam r
bien por su salud, por su prosperidad, por el feliz suceso de
sus negocios. {Ah! si se observase siquiera una de las dos partes
- de estas reglas, ¡cuántas enemistades cesarían!
Lo 3.° ¿Cuál es el modelo del Cristiano para llegar á esta
perfección?... Lo i.° debe imitar un.modelo divino: «para que
»seais hijos de vuestro Padre Celestial, que está en los Cielos,
»el cual hace nacer su sol sobre buenos, y malos; y llueve
«sobre justos, é injustos»... ¡Ah! nosotros, que nos lamenta-
mos de la dificultad de cumplir la ley, que nos intima Jesu-
cristo de amar á nuestros enemigos, pensamos que somos
Cristianos, hijos de Dios, adoptados por Jesucristo. ¿Será,
acaso, mucho el pedirnos que imitemos á nuestro Salvador?
Pues veamos con que bondad este tierno Padre hace resplan-
decér su luz, y esparce su rocío igualmente en favor dé aque-
llos que le sirven, y de aquellos jque le ofenden... ¿No murió
Jesucristo por sus enemigos? ¿no ha rogado por los que le cru-
cificaron? ¿hasta cuándo hemos de hablar de nuestra flaqueza,
sin hacer jamás cuenta con los socorros de la gracia?
Lo 2.° El Cristiano debe exceder un modelo humano...
«¿Porqué si amais á aquellos, que os aman, que premio ten-
wdreis? ¿Nc hacen lo mismo aun los Publícanos? ¿Y si saludáis
usolo á vuestros hermanos, que cosa hacéis demás?.¿No hacen
«esto mismo los Gentiles?»... ¡ Oh 1 ¡qué modelo, y qué ejem-
plar nos pueden ser Los Paganos, los Gentiles, y los Publica-
nos!... Con todo eso, confrontémonos, y comparémonos con
ellos, y hallaremos, acaso, que no somos mas que ellos...
Nosotros amamos á aquellos que nos aman; tenemos buen mo-
do con los que hacen lo mismo con nosotros; fácilmente ha-
cemos bien al que nos le hace., ó' de quien le esperadlos. Aho-
ra , pues, obrando de esta manera, solo por nosotros mismos,
solo por el mundo, y nada por Dios, ¿qué recompensa espera-
remos? ¿y qué? ¿no esperamos, por ventura, alguna? ¡ah! No
hemos llegado aun á esté estado: pero ello es cierto, por lo
menos, que si nosotros esperamos nuestra fortuna de los hom-
bres, bajo la condicion de amar al enemigo, nada nos costaría
el amarle: ¿y no hará impresión alguna en nosotros una recom-
pensa eterna, que podemos adquirir de Dios al mismo precio?
|ohl reflexionemos, que si somos insensibles á las recompensas
eternas, que nos promete Jesucristo, no podremos evitarlos
castigos eternos con que nos amenaza.
Lo 3.° El Cristiano en todas sus cosas se debe proponer un
modelo universal... «Sed vosotros perfectos, como es perfecto
«vuestro Padre que está en los Cielos»... Debemos tener siem-
pre delante de los ojos las perfecciones infinitas de nuestro Pá-
dre Celestial, no solo en esta materia, sino también en todas
•las deinas virtudes, para obrar, juzgar, y querer como él; y
por esta conformidad de acciones, de juicio, y de voluntad,
hacernos en todo semejantes á él. | Oh! esta si que es una ley
TOM. I . 26
verdaderamente dulce, divina, y digna del Hijo de Dios que
nosladá.

Petición y coloquio.

Todo es posible con vuestra gracia, ó Dios mió, dadmela:


yo os seré fiel ayudado de vuestros divinos auxilios, vuestra
misma paciencia será la regla de la mia. No solo sufriré sin
resistencia, sin quejas, sin amargura todo el mal que se me
haga, sino que estaré dispuesto á despojarme, á dar presta-
d o ^ dar, y áamar también á aquellos que me habrán hecho
mal. Los amaré aun en el mismo tiempo que mas vivamente
me muestren su ódio: los amaré con un amor sincero, y de
afecto; les haré todo el bien que pueda, rogando á Dios que
también se lo haga... ¿Qué hombre me podrá parecer odioso,
cuando Vós os interesáis en qUe yo le ame? ¿y creeré yo, aca-
so, que hago en esto mueho, á trueque de hacerme digao de
pertenecer á Vos, como á mi Padre, por medio de la caridad
que es el verdadero espíritu de los hijos de Dios? Así sea...
MEDITACION LV.

CONTINUACION DEL DISCURSO DE JESUCRISTO EN EL MONTE.


(& Mateo c. 6. v. 1.18.;

DE TRES SUERTES DE BUENAS OBRAS.

1 . ° RESPECTO AL PRÓJIMO, BL SACRIFICIO BE NUESTROS BIENES CON LA L I -


MOSNA: 2 . ° RESPECTO A D i o s , EL SACRIFICIO DE NUESTRO ESPÍRITU CON
LA ORACION : 3.® RESPECTO K NOSOTROS MISMOS CON EL SACRIFICIO DEL
AFCNO.

PUNTO PRIMERO.

Respecto al prójimo, el sacrificio de nuestros bienes con la


limosna.

«Mirad que no hagais vuestras buenas obras en la presen-


»cia de los hombres, con el fin de ser vistos por ellos: de otra
»manera no sereis premiados por vuestro Padre, que está en
»1os Cielos»... esto es, huid atentamente los escollos de la va-
nidad. Las buenas obras que hacéis, como la limosna, la ora-
cion, y el ayuno, no las hagais en presencia de los hombres
para ser vistos, y para haceros notar: de otra manera serán
para vosotros pérdidas, y no os merecerán alguna recompensa
de vuestro Padre, que está en los Cielos... Este precepto no es
opuesto al otro que arriba dió Jesucristo, de edificar al próji-
mo con nuestras buenas obras; porque en un hombre que vive
bien hay siempre muchas obras buenas que no se pueden es-
conder. Por otra parte, aun en las buenas obras que se deben
hacer públicamente para edificar, ó para evitar el escándalo,
no se necesita buscar la propia gloria, sino únicamente la glo-
ria de Dios, y la edificación del prójimo. Ahora, pues, el me-
dio mas eficaz para asegurarse en estas ocasiones d$ la rectitud
de nuestras intenciones; y de hacer muchas buenas obras en
secreto, entre Dios, y nosotros, y fuera de la vista de los hom-
bres es el que ensefla Jesucristo... «Cuando haces la limosna,
»no suenes la trompeta delante de tí, como hacen los hipócri-
t a s en las sinagogas, y en las plazas, para ser honrados de
»Ios hombres: os digo en verdad que estos ya han recibido su
«premio: mas cuando tú hagas limosna, no sepa tu siniestra lo
«que hace tu derecha, para que tu* limosna sea secreta: y tu
«Padre que vé en lo oculto, te recompensará por esto»...
1.a Se necesita hacer la limosna... Jesucristo supone que
nosotros conocemos este precepto, y que le cumplimos; pero
consideremos aquí con atención como le cumplimos: ¿ la limos-
na que nosotros hacemos corresponde á nuestras fuerzas? Con-
sideremos primeramente que todo lo que tenemos nos lo ha
dado Dios, Padre común de todos los hombres. Sea, pues,
mucho ó poco lo. que él nos ha dado, él quiere que demos par-
te de lo que tenenios á aquellos hermanos nuestros que tienen
aun menos que nosotros, y que están necesitados. Si nos ha
llenado de bienes, no es ya para que los consumamos en el lu-
jo , en el juego, en los placeres, y en mil cosas supérfluas,
mientras nuestros* hermanos están en necesidad, y en la mise-
ria. ¡Oh! i y cuántos gastos inútiles pudiéramos escusar si qui-
stáramos socorrer á los pobres! Nada debíamos gastar para'
nosotros, sin hacer participantes de ello á los pobres... Segun-
do... Dios recompensa la limosna; él vé lo que damos, vé
aquello de que nos privamos, vé la manera, y la generosidad
con querlo damos... Es infinita, y eterna la recompensa que
nos destina. Ninguno premiará los gastos que hacemos para
nosotros: estos van perdidos, perecerán todas nuestras rique-
zas , y conservaremos* solo aquello que hubiésemos dado á Dios,
y por Dios... ¿Practicamos una obra tan escelente? ¿Estimulá-
mos también á practicarla á aquellos que dependen de nosotros?
¿Les hacemos conocer sus ventajas? Deben los padres Cristia-
nos acostumbrar á sus hijos desde la primera edad á dar li-
mosna: no son capaces de otra cosa entonces aquellas tiernas
manos que de esta buena obra; y su corazon <no será jamás tan
capaz de recibir sentimientos de compasion por las miserias del
prójimo. La herencia mas preciosa, que sé les puede dejar, es
' formar en su corazon la caridad; hacerla crecer en ellos con
.'los aflos, y hacerles aprender el uso mas glorioso, y mas útil
tle las riquezas.
2.° Se necesita hacer la limosna, sin buscar en ella la esti-
mación, y los aplausos de los hombres... Comprar la estimación
de los hombres al precio de la limosna, es comprarla bien cara:
pues es comprarla al precio del Cielo mismo, que debia ser la
recompensa de la limosna. \ Obi \ Cuántas buenas obras nos
hace perder el veneno de la vanidad, que en ellas se introduce!
Examinemos cuantas cosas hacemos para ser estimados, y
aplaudidos de los hombres: reflexionemos que todo esto está
ya perdido para nosotros, sin que jamás podamos esperar re-
compensa alguna de Dios. (Ah! (Qué pérdidal ¿No es una ne-
cedad hacer en si toda la obra de virtud, y perder al mismo
tiempo todo el mérito? >
3.° Se necesita hacer la limosna sin tener vanidad en nosotros
mismos... Escondamos á nuestros propios ojos nuestras buenas
obras, no réflexionahdo sobre ellas, y olvidándolas; ó pensemos
en ellas solo para reprendernos de lo poco que hacemos por
Dios, la frialdad.con que lo hacemos, y el poco amor con que
animamos nuestras operaciones: busquemos por testigo de
nuestras obras solo á aquel que ha de ser el juez: si nosotros
ahora las tenemos escondidas, aquel Padre Celestial que todo
lo vé, y todo lo premia con liberalidad, las hará conocer el
dia de la recompensa ¿ todo el universo junto; y, entonces
cuanto.menos gloria hubiésemos buscado ea la tierra, la reci-
biremos con mayor abundancia en el Cielo.
PUNTO II.

Respecto á Dhs, el sacrificio de nuestro espíritu con la oracion.

Tres defectos que debemos evitar en la oracion. 1.° La hi-


pocresía... «Y cuando hagais oracion no sereis como los hipó-
neritas que aman el orar en pie en las sinagogas, y en las es-
equinas de las plazas para ser vistos por los hombres: en ver»
«dad oís digo, que ya han recibido su premio»... La hipocresía
incluye la singularidad, la ficción, y el respeto humano. Para
evitar la singularidad hagamos las oraciones públicas en los
lugares destinados para esto; roguemos con un semblante, y
con un esterior modesto, como lo hacen las personas de sólida
piedad, sin afectación, y sin alguna de aquellas maneras ca-
paces de llamar sobre nosotros los Ojos, y la atención de otros...
Para evitar la ficción tengamos cuidado de orar efectivamente
cuando estemos en el lugar de la oracion, y en postura de quien
ora: de otra manera, nosotros engallamos... Para evitar el res-
peto humano, oremos, porque estamos en la presencia de Dios,
y no porque nos ven los hombres: dé otra manera perdemos
todo el fruto de nuestras oraciones. ¡OhI* {Y cuántas oraciones
perdidas! {Cuántas oraciones hipócritas 1 Oraciones de presen-
cia, oraciones de cuerpo, oraciones de lengua, en que el cora-
zon no tiene parte alguna: fantasmas de oracion, pura ilusión,
tiempo perdido, recompensa perdida. (Ahí Reparemos lo pasa-
do con sinceras, y verdaderas oraciones.
2.° La disipación,,. «Cuando tú hagas oracion entra eu tu
«aposento, y cerrada la puerta ora á tu Padre en secreto: y tu
«Padre que vé en lo secreto , te dará la recompensa»... O sea
que oremos en casa, ó sea que oremos en la Iglesia: se debe
evitar toda disipación, y distracción. Queriendo orar en casa,
elijamos un tiempo libre, entremos en nuestra cámara, cerre-
mos la puerta, y aquí solos con Dios, no pensando en otra co-
sa , despues de ponernos en su presencia, como si en el mundo
esloviera solo él, y nosotros) no teniendo otra cosa delante de
nuestros ojos, dirijámosle nuestras súplicas; hablémosle con el
mayor secreto j y con lo mas íntimo de nuestro corazon...
¿Quién sabe si alguna vez hemos probado á orar de este modo!
|Ah! ¿Cuántas horas, en que no tenemos, ó sabemos que ha*
ceñios, ó que empleamos inútilmente, podríamos Consagrar ¿
un ejercicio tan santo? £1 tiempo no se habría perdido: Dios
nos vería en esta soledad, y nos prepararía una recompensa éa
el Cielo; y nos daría un gusto anticipado sobre la tierra por
medio de las internas consolaciones de que habría inundado
• nuestra alma... Orando en el lugar público de la oracion ? etí-
tremos en el secreto de nuestro corazon; -cerremos todas las
puertas de nuestros sentidos; no oyendo nuestros oídos otra
cosa que el servicio divino; no viendo otra cosa nuestros ojos
que las sagradas ceremonias que le acompañan; no profiriendo
otra cosa nuestra lengua que las alabanzas divinas que se can-
tan: aquí nos verá nuestro Padre Celestial, aquí nos distingui-
rá, aquí nos recompensará. jOh! \ Y cuán comunes son lasque?
jas, á proporcion de las distracciones, que nos sobrevienen e i
el tiempo de lá oracion 1 ¿Pero qué hacemos nosotros para im-
pedirlas? Nos ponemos en oracion, sin preparación, sin pre-
caución , y aun sin pensar en k) que vamos á hacer; pensando
solo en hacer todo lo posible por desocuparnos de una obliga-
ción que nos pesa: vamos á la oracion con un corazon todo di-
sipado, lleno de mil profanos objetoB que de ninguna manera
procuramos desechar de nuestro espíritu: en el lugar de la
oracion, nos tomamos la libertad de verlo todo, de notarlo
todo, allí nos atrevemos á hablar, allí entablamos conversa-
ción i y despues nos lamentamos de las distracciones. \ Ahí La-
mentémonos de nosotros mismos. Nuestro Padre conoce, si,
conoce nuestra debilidad, y escusa las distracciones que no te*
Demos enteramente libertad de evitar; pero aquellas que pro-
vienen de nuestra flojedad; de nuestro poco respeto, y de nues-
tro poco amor ¿ él, no'podrán jamás escusarse en su presencia,
3.° La multitud de nuestras palabrai... «No queráis ea
«vuestras oraciones usar de muchas palabras, como los Genti-
l e s que piensan que por mucho hablar serán oídos.»... Nos
prohibe nuestro Sefior, en estas palabras, la abundancia de
las palabras en nuestras particulares peticiones, como contra-
rias al espíritu de la misma Oracion. Un corazon humilde, y
aniquilado habla poco; cuanto mas se habla menos se ora. No
saliendo del corazon las palabras que se pronuncian, es lo mis-
mo que si no se orase: el discurso, y la oracion son dos cosas
muy diferentes: aquel es obra de la imaginación, y del espíri-
tu, esta del corazon, y de un corazon que siente sus necesida-
des. «La oracion debe estar principalmente compuesta de sentí- •
mientos mas que de palabras. Por otra parte, la pelicion es
sola una parte del ejercicio que ser llama oracion. La oracion,
fuera de esto, contiene alabanzas, ofrecimientos, adoracion,
acción de gracias: esto se hace con el canto de los psalmos, y
de los himnos, y de los libros santos, con toda la liturgia, ó
el oficio de la Iglesia: la prohibición de Jesucristo no se debe
aplicar á la oracion tomadh en este sentido, sino á aquella que
cada uno haee á Dios, para pedirle aquellas cosas que necesi-
ta , ó alguna gracia particular: esto es: nuestro Sefior prohibe,
el multiplicar las palabras con ideas semejantes á aquellas de
los Paganos. Los Paganos no tenían de sus falsos Dioses aque-
llas ideas que nosotros debemos tener del verdadero Dios...
Creían que sus Dioses podian estar ausentes, y muy lejos de
ellos, no los consideraban informados desús necesidades, y
siempre dispuestos á socorrerlos, y á aliviarlos. Pensaban,
pues, darse á entender á fuerza dé palabras para moverlos, y
alcanzar de ellos el efecto de sus súplicas. Pero no es asi de
nuestro Dios, de nuestro Padre, él está siempre presente, él
oye en todo lugar , vé nuestros deseos, conoce nuestras necesi-
dades, y quiere socorrernos. «No seáis, atfiade Jesucristo,
«como estos, porque vuestro Padre sabe antes, que le pidáis»
«de.que,cosa teneis necesidad»... |Que,bello motivo de amor»
y de confianza para nosotros 1 Finalmente ,' aunque Dios copoee
nuestras necesidades, y quiere librarnos de ellas, pretende con
todo eso, que le supliquemos, para tenernos en'nna dependen-
cia saludable, para conservar *en nosotros la humildad, por
medio del conocimiento que .debemos adquirir de nuestras mis-
mas necesidades á fin de esponerlas, y para establecer entre el,
y nosotros un comercio Heno de fé, de amor, de confianza, y
de acción de gracias. Oremos, pues, con fervor, y con perse-
verancia.
»
ROTA. La oracion del Padre nuestro la reservamos para la meditación
.liguiente.

PUNTO III.

•Respeto á nosotros mismos, el sacrificio de nuestr.o cuerpo con


.el ayuno.

«Y cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócri-


•»tas; porque desfiguran sus rostros, para dar á entender que
»ayunan. En verdad os digo, que han recibido su galardón:
' ^mas tú cuando ayunas unge tu cabeza, y lava tu eara ; para
«pe tu ayuno no sea manifiesto ¿ los hombres, sino á tu Padre
»Celestial, el cual está en él secreto: y el Padre Celestial, que
*>lo ve en. él secreto te dará la recompensa»... Tres suertes de
tristeza se deben aquí huir.
1 Tristeza de vanidad, para ser alabados por la penitencia
fiseíacemos... Queremos bacer saber & ios hombres que ayuna-
mos; d si el ayuno és público, y de precepto, queremos bacer
vér qué ñoscúesta! mucho: que somos generosos, y mortifica-
dos: y qué tenemos fervor, y mérito en ayunar. De esta mane-
ra con lanhortificacion misma, que inspira Ja vanidad, sacrifi-
camos nuestro cuerpo al demonio. ¿Qué cosa ve, pues, el Di-
. vino Criador en este cuerpo desfigurado por satisfacer al orgu-
llo,' y ganarse la estimación de los hombres? No ve otra cosa,
que una imágen orgullosa del demonio: un espíritu-doble, un
corazon infiel, una alma de un hipócrita.
2. a Tristeza de fingimiento, y disimuló) para hacer que Ho*
dispensen de la penitencia... Nos mostramos débiles, y abati-
dos á ios ojos de los hombres, para que juzguen que estamos
inhábiles para ayunar, y necesitados de dispensa... Tenemos
fuerzas para abandonarnos á los placeres tumultuosos, mas
á propósito para desconcertarnos la salud, que el mas austero
ayuno: entónces nos perfumamos, disimulamos nuestra edad,
la propia vejez, y la debilidad: y estamos enfermos, y lángui-
dos cuando la ley nos manda que ayunemos... Hipocresía de
una nueva especie de la que mas, que de la primera se dejan
engaitar hoy en dia los cristianos.
3.a Hay también una tristeza de sensualidad, para no espe-
rimentar el peso de la penitencia... Nos lamentamos de ta multi-
tud de los ayunos, y de las abstinencias de la Iglesia: nos la-
mentamos de la escasez de los manjares, que contentarían nues-
tro gustó, nos lamentamos de cuanto puede mortificarnos en el
ayuno: á las veces se trueca la naturaleza del ayuno, y se le
hace, que sea una ocasion de delicia, y de sensualidad. Estoes
ayudar delante de los hombres, pero no delante de Dios. El
ayuno qüe Dios quiere, y que premia, es una verdadera morti- '
ficacion acompañada del espíritu de penitencia, de un corazou
contrito, y humillado: es aquel, que se hace con intención de
satisfacer á la justicia de Dios, de castigarnos por nuestras cul-
pas, y de sujetar una carne rebelde, que ba sido la causa de
ellas: es aquel con que nos privamos de los placeres de los
sentidos para hacernos mas capaces.de gustar de los del espí-
ritu; y con que nos apartamos de las satisfacciones de este
mundo para suspirar con mayor ardor por los bienes' del Cie-
lo... ¡OI icuántos ayunos, cuántas abstinencias perdidas! Por-
que en vez de hacerlas delante de Dios, y con espíritu de peni*
tencia, las hacemos delante de los hombres, por costumbre,
por respetos humanos, y por no aparecer hombres sin fé, y sin
religión.
Petición y coloquio.

jAh Sefior! porqué teueis tanta bondad de teoer en consi-


deración las mortificaciones que me impone vuestra ley, no
perderé ya jamás el fruto de mis penas: lo poco que yo hago,
lo haré á lo ménos con una intención recta de agradaros, y de
santificarme: me aplicaré á orar bien: esto es,, con fé, con
atención, con amor: asistiré á mis hermanos en sus necesida-
des; y no tendré en cuanto esté de mi parte, mas testigo que
. Vos solo, de mis limosnas, de mi oracion, y de mi peniten-
cia, para merecer asi el premio, y la recompensa en el Gelo.
Amen.
MEDITACION LVI.

CONTINUACION DEL DISCURSO DE JESUCRISTO EN EL MONTE.


fS. Mateo e. 6. v. 9.15.^

DB LA. ORACION DOMINICAL, Ó SEA


EL PADRE NUESTRO

ÁNTES DB EXAMINAR LAS TBES PRIMBBAS PETICIONES QUE MISAN k DlOSI 1


LAS OTBAS CUATRO, QUB VIRAN k NOSOTROS MISMOS: CONSIDEREMOS LOS
SENTIMIENTOS CON QUE OBREMOS REZAR ESTA ORACION.

PUNTO PRIMERO. .
t

De los sentimientos con que debemos rezar la oracion del Padre


• Nuestro.

1 .* Reconocimiento, y fidelidad respeto á aquel que nos ha


enseñado está oracion: «vosotros, pues, orad asi»... Admire-
mos la bondad infinita de nuestro Sefior; pues nos ha ensefiado
él mismo los términos con que quiere que le pidamos; y por
haber estendido él mismo, por decirlo así, la súplica que quie-
re que le presentemos... ¿Y dudaremos aun despues de esto,
que no querrá recibirla, y que no querrá oírnos?... Esta oracion
teniendo un Dios por Autor, no puede dejar de ser perfecta.
Ella es, en efecto, el compendio de todo el Evangelio: incluye
todo aquello,-que Dios ha pensado por nosotros; y lodo aquello
que debemos hacer por él. Contiene todas nuestras obligacio-
nes; y todas nuestras necesidades. Esta oracion debe regular
todos nuestros pensamientos, nuestra vida, y todos nuestros
movimientos; de manera, que nuestro corazon debe suspirar in-
cesantemente por los objelos que en ella pedimos; y los debe
desear continuamente sin tener otros deseos.
2.° Amor, y confianza en aquel Señor á quien dirigimos
esla oracion... Nosotros la dirigimos ¿ Dios; ¿pero con qué
nombre se nos manda que le llamemos en nuestro socorro, y
en nuestra ayuda? No ya con el nombre de Sefior, de Criador,
de Juez, de Omnipotente, sino con el nombre de Padre. Voso-
tros, pues, orad asi. Padre nuestro. jO nombre lleno de dul-
zura, y de amabilidad! Llamamos á Dios nuestro Padre: Jesu-
cristo mismo nos lo manda; él mismo nos da el derecho. To-
das las veces que el Sefior mismo habla de Dios en órden á
nosotros le llama siempre. «Vuestro Padre... Vuestro Padre os
»vé.'.. Vuestro Padre os recompensará... Vuestro Padre cono-
»ce vuestras necesidades»... iQué gloria! ¡Qué felicidad 1 iQué
motivo de confianza! -
3.° Caridad fraterna en órden á nosotros, que hacemos es-
ta oracion... Nosotros somos todos hijos de Dios por la crea-
ción, pero fuera de este beneficio común á todos los hombres,
somos hijos de Dios por un titulo aun mas particular, y mas
eminente: esto es, por la adopcion en Jesucristo. Por este titu-
lo, en cualidad de cristianos somos todos hermanos en Jesucris-"
to: formamos con el, que es el primogénito.de todos los hom-
bres, una sola familia, de quien lodos los intereses son comu-
nes, y. comunes también deben ser las peticiones. ¿Se puede de-
sear entre nosotros un vínculo, mas fuerte, mas estrecho, y mas
sagrado de la mas tierna, y mas sincera caridad?
4.° Despego de la tierra, y deseo del Cielo en atención al lu-
gar donde hacemos, y á donde dirigimos esta oracion... «Padre
nuestro que estás en los Cielos»... Hasta aquel trono de vues-
tra gloria elevamos nuestros pensamientos, y nuestros votos, ó
tierno Padre, que nos habéis formado á vuestra imágen, que
nos habéis dado la vida de lá gracia, que siempre habéis teni-
do cuidado de proveer á nuestras necesidades: en cualidad de
hijos vuestros, ¡ó!.¡qué respeto, qué obediencia, qué ternura,
qué temor, qué amor os debemos! ¡O Padre Omnipotente que
reináis en lo mas alto de los Cielos! ¿qué cosa es la tierra en
vuestra presencia? ¿Qué cosa pueden todas las criaturas contra
Vos, y contra aquellos que Yos protegeis? O Padre mió, tened
piedad de vuestros hijos, que están aun sobre la tierra? ¿Cuán*
do me llamaréis de mi destierro,, ó Padre caritativo, y compa-
sivo, para admitirme en mi verdadera patria? ¿Cuándo me reu-
niréis á mis hermanos, que están con Vos, para no separarme
ya jamás: á mis hermanos que reinan con Vos en el Cielo,,
para reinar yo también con ellos para siempre?

PUNTO IL

De tas tres primeras peticiones que miran á Dios. '

1.° Primera petición. Santificado sea et tu nombre... Ado-


rado, glorificado, con culto público, y uniforme de todas las
naciones. Renunciando todas ellas á sus supersticiones; no re-
conozcan ni adoren otro Dios que Vos. Sea santificado con la
pureza de costumbres de aquellos que os conocen, y con la
santidad de su vida: sea santificado de todas las lenguas; todas
le alaben, todas le bendigan en la adversidad, y en la prospe-r
rielad: ninguna le ultraje, ninguna le blasfeme, ninguna le des-
honre: conozcaós lodo hombre, ámeos todo corazon, y sírvaos
como mereceís ser servido. Haced que yo en particular, mas
favorecido de vuestras gracias, os sirva con tanto temor, reli-
gión, y vigilancia, que en mis obras hechas á gloria vuestra, y
de vuestro santo nombre, se conozca que adoro en Vos el ver-:
dadero Dios, el Dios santo, el Dios omnipotente... La gloría,
pues, del Sefior, que es el objeto de esta petición, debe ser el.
primer objeto de nuestros deseos. Pero ¡ah! ¿Qué celo tenemos
nosotros por esta gloria de Dios?. ¿Qué hacemos nosotros para
procurarla? ¿Empleamos todas nuestras fuerzas para hacer co-
nocer al Sefior, para hacerle servir, y amar, y para conocerle,
servirle, y amarle nosotros?
2.° Segunda petición... Venga á nos él tw Reino... Esto es,
el reino del Evangelio; de vuestra Iglesia en todos los países
de la tierra. Reconozcan todos los pueblos aquel que; vos les
M M A M LVI. 41$

habéis dado por Mfesias, por Rey, por Salvador, y por Juez...
Vengaánuestros corazones el reino de vueslra gracia: reinad*
en ellos como soberano, todo se os rinda, todo se os sujete,
nada se os resista... Venga, despues de esta vida, el reino de
vuestra gloria: no nos priven de él nuestros pecados. La pe-
nitencia nos vuelva á poner en el camino qué á ella nos guia:
y vuestra misericordia, concediéndonos el perdón, y el don
de la perseverancia final, nos ponga en la posesion de aquel
reino pacífico, y bienaventurado, donde sumergidos en el
mar de las delicias de una vida eterna, gozemos de la abun-
dancia de toda suerte de bienes: esto es, de bienes dignos
de Vos, ó Dios mió, dignos de nuestro nacimiento divino, y
de* la santidad de nuestro estado. Tales son sin duda nuestros
deseos; pero hagamos también todos nuestros esfuerzos, para
establecer en los otros, y principalmente m nosotros mismos
el Reino de Dios, y destruir el reino del mundo, el reino del
pecado, el reino del amor propio, y de las pasiones.
3.° Tercera petición... Hágase tu voluntad, asi en la tierra
como en el Cielo... Humíllense, y ríndanse á vuestra voluntad
todos los hombres sin distinción, Judíos, y Gentiles... Hágase
tu voluntad sobre la tierra por todas las criaturas que os co-
nocen, como la hacen en la feliz mansión de la bienaventuran-
za los Angeles, y los Bienaventurados... Desterrad, Sefior, al
profundo del infierno toda injusticia, toda ingratitud, toda re-
belión, y no haya otra cosa sobre la tierra, como en el Cielo,
que corazones sumisos á vuestra ley... Yo en particular os so-
meto el mió; abrazo, adoro, y me resigno con toda mi alma al
cumplimiento de vuestra suprema Voluntad, la cual, sin per-
juicio de la libertad de los hombres sobre la tierra, como en el
Cielo, gobierna todas las cosas, todo lo hace servir á los de-
signios de su'gloria, y á las miras de su providencia: en todos
los acontecimientos, aun los mas funestos de la vida reconoce-
ré, ó Dios mió, vueslra adorable voluntad, que se cumple sin
ser ménos santa, y ménos adorable en aquello que permite so-
bre la tierra, que en aquello, que manfla en el Cielo.. . Esta con-
linua mira de la voluntad de Dios, que fué síemptfe la mira
dominante de Jesucristo, debe ser el principio de nuestros
deseos, y de nuestras acciones... ¿Pero son así nuestros sen-
timientos? Rezamos estas palabras: ¿pero cuántas veces hace-
mos lo contrario de lo que pedimos?.. En el Cielo todo obedeee
á Dios con prontitud, con exactitud, con puntualidad, con
júbilo, con amor: ¿es esta la manera con que nosotros le
obedecemos? ¿Hacemos así su voluntad, cumpliendo sus pre-
ceptos, ó los de aquellas personas que nos gobiernan en su
lugar? ¡Ay de mí! Nuestra voluntad, respeto á la suya, está
como la carne respeto al espíritu en una manifiesta oposicion, en
una funesta, y continua contradicción... jO propia voluntad
sin la cual no hubiera infierno 1 ¿Cuándo te someterás ¿ aque-
lla voluntad sumamente amable, y perfectamente amada, que
hace el mérito de los fieles sobre la tierra, y la felicidad de los
bienaventurados en el Cielo?... Én estas tres peticiones pode-
mos reconocer el misterio de la Santísima Trinidad; y dirigir
Cada una de ellas á cada persona divina: la primera al Padre,
como á la fuente de toda santidad: la segunda al Hijo, que ha
establecido sobre la tierra el Reino de Dios: la tercera al Espí-
ritu Santo, que es la voluntad, y el amor del Padre, y del Hijo.
A estas tres peticiones podemos también referir los actos de las
tres virtudes teologales: mirando la primera como relativa á la
fé, la segunda á la esperanza, y la tercera á la caridad.

PUNTO m .

Las otras cuatro peticiones que pertenecen á nosotros.

1.° Cuarta petición... El pan nuestro de cada dia dánoste


hoy... Esto es, 1.° el pan terreno, y material para la vida tem-
poral de nuestro cuerpo: danos, no riquezas, no comodidades
de la vida, sino lo necesario para sustentarnos: tanto cuanto
exige la necesidad: siñ lujo, sin abundancia....Os lo pedimos
solamente para.hoy, porque ¿de qué sirve inquietarnos hoy
para mafiana, á que no estamos seguros de llegar?... 2.° Dad-
nos el pan espiritual de la palabra en la instrucción, en la lec-
ción, en ia meditaqion, en la oracion, para la vida espiritual
de nuestra aliña... 3.° Danos finalmente el'pan celestial de la
Eucaristía para el sustento de nuestra alma, para la resurrec-
ción de nuestro cuerpo, para la vida eterna del uno, y de la
otra... Examinemos aquí cual es nuestro ardor, y cual nues-
tro gusto, para estas tres suertes de panes: y si estamos en-
cargados por la providencia para distribuirle á otros, ob-
servemos con que atención lo hacemos...
2.° Cuarta petición... Y perdónanos nuestras deudas,asi co-
mo nosotros perdonamos á nuestros deudores... La mas urgen-
te de mis necesidades, ó Dios mió, es el ser librado de las in-
mensas deudas que he contraído con Vos por el pecado: me
atrevo á rogaros encarecidamente, que me las perdoneis como
yo perdono sinceramente tódas aquellas que mis hermanos han
contraído conmigo. Sé que no hay proporcion alguna entre mis
pecados, y las injurias que puedo yo haber recibido... ¿Y qué
cosa es esta indulgencia dé que yo soy capaz, en comparación
de vueslra infinita bondad?... Con estas palabras pronunciamos
nosotros la sentencia de nuestra absolución, ó de nuestra con-
denación... Dios quiere perdonarnos todas nuestras ofensas,
por grandes que sean, y perdonarnos enteramente, olvidarse,
abolir, y borrar todos nuestros pecados: quiere perdonarnos
todos los dias, porque lodos los dias le ofendemos, quiere per-
donarnos luego que nosotros se lo pidamos, y aun nos previene
con su gracia, y por medio de sus ministros; y es el primero
que nos solicita para que volvamos á él... Con que nosotros de.
nuestra parle debemos perdonar... Esio lo-prometemos, y á
esto nos empeñamos rezando esta oracion... Perdonemos tam-
bién ¿ los que nos han ofendido, perdonémoslo todo sin escep-
cion alguna, perdonemos enteramente, olvidémos, sepultemos
en el silencio, borremos de nuestro corazon las ofensas, que
perdonamos, sin conservar resentimientos, ni memoria; obli-
gándonos á no hablar, ni ménos á dolemos,., ni quejarnos:
Ton. I. 27
perdonemos todos los dias sin que llegue á cansarse nues-
tra paciencia, ni á restringirse nuestra caridad: perdone^
mos luego que el prójimo reconoce su propia falta: facili-
témosle también la reconciliación: prevengánlosle nosotros
mismos... •
3.° Sesta petición... Y no nos dejes caer en la tentación...
Alejad de nosotros las ocasiones que nos suscita el demonio, y
de que frecuentemente se sirve para perdernos:son estas, á las
yeces tan peligrosas; y hay circunstancias tan crílieas, que
apénas las pueden sostener, y resistir los mas fuertes, y los
mas valerosos. Vos solo, ó Dios mió, Ves solo con vuestra gra-
cia, y vuestra providencia, podéis alejar de nosotros esta suerte
detentaciones: no permitáis que seamos expuestos á ellas...
Hay tentaciones inevitables, y que vuestra providencia permite
que las encontremos: sean estas de la naturaleza que sean ¡ah!
no nos abandonéis en ellas: no permitáis que entren en nuestra
alma escuchándolas, y cediendo. Haced, Sefior, que luego que
las notemos, nos retiremos, que nos defendamos, que pelee-
mos, que resistamos, y las desechemos... Haced también que
la tentación vencida así con vuestra gracia, redunde en ventaja
nuestra, y aumente nuestro mérito, nuestra confianza, y nues-
tra humildad... Haciéndoos, ó Dios mío, esta petición, os
prometemos huir nosotros mismos la tentación: examinar-las
ocasiones, los lugares, y las personas que puedan ser para no-
sotros de ocasion, y que ya acaso lo han sido para nuestra
ruina: prometemos huirlas ábsolutamente, y con todas nuestras
fuerzas... Os prometemos no provocar, ni traer á alguno á la
. tentación, ni ser á otro motivo de caídas, ocasion de escándalo,
ni hacer, ni decir, ni escribir, ni atender cosa que pueda per-
judicar á la salvación, ó á la.perfección de otros.
4.° Séptima petición... Mas líbranos de mal... Del mal
temporal... No nos envieis aflicciones, ó calamidades quesean
para nosotros ocasion de pecar: ó que puedan producir en
nuestro espíritu olvido, ó negligencia, para cumplir nuestras
obligaciones... No nos reduzcáis á una extrema pobreza que
toiTAdioN tvi. 4(9
nos provoque á quejas ; qtie nos precípite en uaá desesperación,
ó que altere nuestra fé... Libradnos de los castigos témpófate»
que merecemos por el abuso de*.vuestros beneficios : libradnos ,
sobre todo de los castigos espirituales, del mal del pecado, del
mal del infierno: libradnos del espíritu maligno, del demonio,
y dél: hombre lesfcandaloso, y engañador, que hafce et oficio del
demonio: libradnos de la tiranía de nuestras propias pasiones;
y bfecédftos dignos dte entrar en aquel feliz estado dé libertad, y
de paz, destinado á vuestros hijos: estado dichoso, en que ya
no habrá vicios, no habrá pecados, ningún escándalo,*ninguna
caida: en que la virtud será pura, la piedad dominante, la
santidad perfecta, y la felicidad segura... Queda una dificultad
que suele qpcer sobre la petición quinta del Padre nuestro...
He pecado, dice alguno, ¿pero me habrá ya perdonado .Dios?
I Cruel ¡ncertidumbre I Escuchemos á nuestro divino Salvador;
y admiremos su bondad: él mismo nos encarga que calmemos
nuestras inquietudes, y nos anima... «Porque si (prosigue) per-
«donáis á los hombres sus pecados, vuestro Padre Celestial os
»perdonará igualmente vuestros pecados; pero si vosotros no
» perdonáis á los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
«vuestros pecados»... ¿Có&o, pues, podemos nosotros no per-
donar? Y perdonando ¿cómo podremos no esperar?

Petición y coloquio.

i Áh 1 no me presentaré ya jamás, ó Sefior, á la oracion


con un corazon exasperado. Para que vos deis oidos á vuestra -
infinita bondad, yo mismo cumpliré con mi deber. Caritativo,
y compasivo para con mis hermanos, experimentaré que Vos
sois un Padre llébo de bondad, y de misericordia: Vos me ha-
céis en cierta manera árbitro de mi suerte; y quereis recibir (
de mí la medida d.e vuestra indiligencia. Yo me mostraré fácil
á ceder á las injurias que me hicieren mis hermanos: injurias
ligeras en comparación de aquellas que yo he cometido contra
Vos.., Con esta disposición, ó Padre Celestial, haré frecuente-
mente la oracion que me ensefió vuestro divino hijo. Cada dta r
y sin cesar pediré con fé, con amor» y con atención la santi-
ficación de vuestro nombre, la yenida de vuestro reino, el cum-
plimiento perfecto de vuestra santa voluntad, los bienes que
necesito para el cuerpo, y para el alma, el perdón de mis pe-
cados , la gracia para no cometerlos ya jamás; y que me libifeis.
de la mala inclinación que me lleva á ellos; y de todas mis
miserias, mediante una santa muerte», y una gloriosa resur-
rección. Amen.
MEDITACION LVII.

CONTINUACION D E L DISCURSO D E J E S U C R I S T O E N EL MONTE.

(S. Mateo, c. 6. ». 19. 34.;

DEL DESPEGO DE LOS BIENES DE LA TIERRA,


T DEL CUIDADO DE ENRIQUECERSE CON LOS BIENES DEL CIELO.

CONSIDEREMOS LO 1 . ° LA DIFERENCIA QUE SE MALLA ENTRE LOS BIENES DE


LA TIEFERA , T LO» DEL CLELO: LO 2 . ® CUAL ES BL ENGAÑO ORDINARIO SO-
BRE ESTE PUNTO: LO 3 . * EL PRETBOTO DB QUE ALGONOS SE SIRVEN PARA
I8COSAR ESTE BlfMÍftO. :

• PUNTO PRIMERO. *

La diferencia que se halla entre los bienes de la tierra,


y los del Cielo.

La diferencia de estos bienes se halla en sn misma natura-


leza, en su adquisición, en su conservación, en su posesion, y
en el gozar de ellos.
t E n su naturaleza...« No queráis acumular tesoros so*
*>bte la tierra, donde el orín, y la polilla los consumen; y don-
»de los ladrones los desentierran, y los roban; procurad acu-
ri mular tesoros en el Cielo, donde el orín, y los gusanos no los
«consumen, y donde los ladrones no los desentierran, ni los
»roban»...Los tesoros de la tierra consisten en oro, plata, en
piedlas preciosas, en ricas ropas, en hábitos pomposos, en
magníficos ornamentos, y muebles, en tierras, en casas, en
espléndidas habitaciones, y en vastas posesiones... Ahora;
pues, ¿qué cosa es todo esto? Tierra, y lodo. ¿Qué cosa son
todos los otros bienes de Ia'lierra/la gloría, la reputación, los
honores, los placeres? Viento, humo,* nada, y origen de
corrupción... Los tesoros del Cielo consisten en actos de virtud,
de mortificación, de templanza, de jíflienela, de caridad, de
sumisión á la ley, de resignación en la voluntad de Dios, en
obras de misericordia, en limosnas, en oraciones: estos son los
verdaderos bienes del hombre, dignos de ser colocados en.el
Cielo. ¿Qué bienes son Jos que nosotros tenemos en mira?
2.° Estos bienes se diferencian entre si, en su adquisición,
y en su aumentok. » Los bienes de la (ierra son difíciles fie ad-
quirir, se necesita negociar,, se. requieren talentps, buenas oca-
siones, y muchas veces nos faltan todas estas cosas: no se
pueden adquirir, sin privar á otro de ellos» y juchas veces
otros los adquieren, y ¿os privan ¿ nosotros... Los bienes del
Cielo están á nuestra disposición, para adquirirles, basta que-
rer: la gracia se obtiene con la oracion: en todos los instantes
de la vida se nos presentan por sí mismas las ocasiones.de prac-
ticar la virtud... La aleación á enriquecernos de estos bienes,
no perjudica á ninguno, y ninguno se puede lamentar de que le
perjudicamos.*. Los bienes del Cielo, y de la tierra se diferen-
cian en su aumento: el corazon es igualmente insaciable, ó sea
que se déje llevar del amor de los bienes celestiales, ó del amor
de los bienes de tierra: incesantemente desea aumentarlos
en lo que hace que consista su felicidad: el que desea solo los
bienes del Cielo tiene la consolacion de poder aumentarlos todos
lee diw, y M p los instantes del dia: úu suspiro,' un deseo,
W simple peosamieato aumenta,su tesoro; sano, enfermo, ve-
lando , durmiendo, nada puede impedir el enriquecerse siempre
ñ a s : cualquiera posa que haga ó sufra, si obra, y sufre por
Dips, lodo se le reputa por mérito. Somos, pues, insensatos
en buscar otros bienes, y no los del Cíelo.
3.° Estos bienes se diferencian en su conservación... íOl i A.
qué desgracias, y á qué accidentes están expuestos los bienes
de la tierral El orín los consume, los gusanos los roen, la ve-
jez los destruye, los ladrones los roban, los incendios los de-
voran, los naufragios se los tragan» los pleitos los agotan, y
otros mU accidente^ aniquilan cada dia las mas brillantes for-
tanas. No son mas sólidos los otros bienes: la gloria se deslus-
tra con la calumnia de la envidia, y de la cabala: los placeres
se turban cou la censura, con los celos, y con Id infidelidad, ó
se desconciertan con la pobreza, ó con la enfermedad; caen por.
si mismas las grandezas, él peso solo de su propia vanidad basta
para abatirlas: y cuando no bastase esto, lo que han levantado •
unas pasiones, otras lo destruyen: y por lo ménois ¿cuántas
inquietudes no traen consigo el temor de todos estos peligros,
y el cuidado de evitarlos?... El que ticheau tesoro en el Cielo,
está libré de estos cuidados, seguro de todo accidente, nada
mas tiene que teaier, que ¿ sí mismo.
4>° Estos bienes se diferencian en su posesión... La posesion
de-los bienes dé la tierra debilita el corazon. El Corazon parti-
cipa de la naturaleza de ios bienes que ama. «Porque en don-
»de está tu tesoro allí está también tu corazon»... ¿Qué cosa es
un corazon que pone su felicidad en los bienes de la tierra? Un
corazon servil, material, bajo, terreno, vil,despreciable, que
solo se alimenta de quimeras, y de ligerezas, ¿fué acaso criado
para esto?... Al contrario un eorazon que trabájeselo por Dios,
y que tiene su tesoro en el Cielo, es un corazon noble, generoso,
elevado, sublime, ¡celestial, y divino... ¿Queremos, pues, sa-
ber donde está nuestro tesoro? Examinemos donde está ,nuestro
corazon; examinemos hácia que obje'tos se deja llevar por si
mismo, y como naturalmente: de que objetos se ocupa con mas
gusto, y mas tiempo: si son del Cielo, ó de la tierra... La
posesion de los bienes de la tierra ciega el espíritu, y la ¿azo»: -
»la antorcha de tu cuerpo és tu ojo, si tu ojo fuera sencillo,
«todo tu cuerpo será luminoso: pero si tu ojo fuere malo, todo
»tu cuerpo será tenebroso... ¿Pues si la luz que hay en ti son
»tinieblas, ¿ cuán grandes serán las mismas tinieblas?»... Esto
es, vuestro espíritu, Vuestro juicio, vuestra razón son para
vuestra alma.lo que vuestra alma es para vuestro cuerpo. Si
teaeis los ojos sanos, puros, y no viciados por algún cuerpo
extra&o, todo vuestro cuerpo será iluminado. Vos sabéis como
estáis, donde ponéis el pie, donde meteis la mano, lo que de-
beis hacer, y lo que debeis evitar, y huir: en una palabra,
vos estáis, y vos trabajais en la luz, y vívis seguros. Tal es la
suerte de aquel'que trabaja por el Cielo. Esteexperimentaquese
halla, y camina en la luz: que ha tomado el buen partido; que
no está fuera del camino: ve las cosas como son en sí, y las
estima por lo que valen... Pero si vuestro ojo está viciado, si-
no es sencillo, sí está por decirlo así, cubierto de una espesa
nube, ¿cómo discernirá los objetos? j Ay de mil Quál es la ce-
guedad de quien ama solo los bienes de la tierral ¿Cómo, ve éste
los objetos á que da la preferencia? Gusta solo, solo estima los
bienes de la tierra: duda si habrá otros, si habrá otra vida, un
paraíso, una gloria, y un infierno y se persuade aun algunas
veces que no los hay. Pues si su razón, que se le ba dado para
regularle, y dirigirle, está obscurecida con estas especies de
tinieblas ¿qué será de las demás potencias del alma, que por sí
• mismas están ciegas, y no tienen juz, ni pueden gobernarse de
otro modo que por la de la razón?.. .¿En qué abismo de pecados
no le precipitan la concupiscencia, la inclinación al mal, y todas
las pasiones, y afectos desarreglados de su corazón? En vano hace
ostentación de una pretendida bondad, una razón ciega de las
pasiones no reconoce otra bondad, que el arte de esconder sus
delitos. i011y cuán importante es el purificar continuamente el
ojo de nuestra alma, el fortificarle con la luz de la religión, y
de la fé: y no dejarlo obscurecer de las máximas del mundo,
de las. sugestiones del demonio, y de los engaños de las pa-
sioaesl... •
. 5.° También te diferencian estos bienes en el gozar de
sitos... Los bienes de la tierra se gozan solo pendiente la vida:
poco importa que se gocen toda la vida, que se gocen plena-
mente,. tranquilamente, y en una manera capaz de.hacé'r que
el hombre esté verdaderamente contento... Gozo imperfecto,
. inquieto, y brevísimo. La muerte lo acabará todo, nos acabará
á nosotros, y todas las cosas... Al contrario, el gozó que acom-
paña los bienes celestiales, será perfecto, eterno, y seguro de
su eternidad... iQuémiserial ¡Qué infelicidad es apegarse ¿ los
bienes de la tierra, á unos bienes transitorios, miéntras que
podemos adquirir el Cjelo, y una eterna felicidad!...

PUNTO II.

De un engaño ordinario sobre este articulo.

. Este en^fto consiste en querer hacernos á un mismo tiempo


Hn tesoro sobre la tierra, y un tesoro en el Cielo. Servir &
Dios, y al mundo: ser felices en este mundo, y en el otro ¿ go-
zar , durante la vida, de los bienes de este mundo, y en la vida
futura de los del otro mundo: en una palabra, servir á dos
seflores opuestos, lo que absolutamente no se puede hacer de
modo alguno, «ninguno puede servir á dos seflores, porque ó
» aborrecerá al uno, y amará al otro; ó al uno sufrirá, y al
»otro despreciará... No podéis servirá Dios, y á las rique-
»zas»... Esto es imposible, porque cada uno de estos seflores
•pide de nosotros cosas que nosotros no podemos dividir entre
los dos.
Lo 1.° Nuestro amor..* Nosotros tenemos un amor solo, y
este no puede ser de dos o'bjetos al mismo tiempo, y princi-
palmente de dos objetos tan diferentes, como son Criador, y
criatura: el Cielo, y la tierra: la vida presente, y la vida f u -
tura : la virtud, y el vicio: la caridad, y la codicia: no se
puede amar el uno sin aborrecer el otro. Lo sabemos por nues-
tra propia experiencia.
Lo 2.° Nuestra estimación y aprecio... Tampoco podemos
dividir entre estos dos seflores nuestra estimación, y aprecio,
ó darla á los dos al mistoio tiempo: ¿quién mira como felices
aquellos que viven entre la abundancia, en el lujo, en los
honores, y en los placeres, qué caso podrá hacer de la pobreza
voluntaria, de una vida humilde, escondida, y mortificada? La
mira con desprecio, y le parece una verdadera necedad.
Lo 3.° Nuestra obediencia y nuestros servicios... Es aun
mas sensible, y perceptible, la imposibilidad de dividir nuestros
servicios, y nuestra obediencia entre estos dos señores; porque
las leyes que nos dan son enteramente opuestas: el avaro no,
conoce la ley de la justicia, ¿pues cómo obedecerá á la ley de
la caridad, y de la limosna? El ambicioso no conoce la ley de
la modestia, ¿pues cómo obedecerá á la ley de la humildad? El
voluptuoso no. conoce la ley de la moderación, y de la conve-
niencia, ¿pues cómo obedecerá á la ley de la mortificación, y
de la penitencia?
Lo 4.° Nuestra complacencia, y nuestro gusfk... No se
pueden gustar las cosas del Cielo, y al mismo tiempo tas de la
tierra; complacerse en Dios, y agradar al mundo* Nos lamen-
taremos tal vez de no sentir gusto en nuestros ejercicios de
piedad: de no encontrar aquella dulzura eo la práctica de la
devocion; pero no nos debemos maravillar; esto procede de
querer servir á dos señores, dividir entre ellos nuestros serví-,
ctos, y seguir alternando sus leyes. Desengañémonos: renun-
ciemos al mundo, á la tierra, á nuestras pasiones, á nosotros
mismos, para unirnos únicamente á Dios: entonces gustaremos •
todo aquello que le pertenece á él, y á su servicio.
Lo 5.° Nuestras atenciones, y nuestros pensamientos... De
la misma fuente nace aquella multitud de pensamientos que
nos cercan, y nos importunan en la oracion. Nos lamentamos
de nuestras distracciones. ¡Ahí lamentémonos antes de nuestra
ilusión. Queremos servir á dos señores, que es cosa imposible:
si sirviéramos á uno solo; si á Dios solo quisiéramos agradar;
si en él solo reuniéramos todo nuestro amor, nuestro aprecio,
nuestros servicios, y nuestro gusto, nuestras complacencias,
nuestras atenciones, y nuestros pensamientos; en él solo en-'
contrariamos nuestra felicidad por el tiempo, y por la eter-
nidad. •
PUNTO UI.

De un preleslo de que,algunos se sirven en esta materia.

El temor de quedar desprovistos de ios ¡bienes de la tierra,,


es el protesto ordinario para escusar el cuidado escesivo. de
procurárnoslos, pero esto nace de nuestra depravación.
ha iDe un coraso* ingrató que olvidada de tos beneficiáis
yarecibidos, no vé que ett&s mismos son una prenda de aque-
llos que debemos esperar*.. «Por tanto os .digo (añade Jesucris-
»to): no os afanéis por aquello con que habéis de sustentar la
»vida, ni por aquello con que habéis de vestir al duerpo: ¿no
»Vale mas la vida que el. alimento; y el cuerpo no vale mas que
»el vestido?»..:'Dios nos ha dado el alma, y el cuerpo: al
cuerpo ha unido nuestra alma, y én esto consiste nuestra vida
presente. ¿Cómo podemos temer despues de esto que quiera que
nos falte el alimento para sustentar nuestra vida, y el vestido
para cubrir nuestro cuerpo?
Lo 2.° ,Esie pretesto nace de un corason distraído que no
refecciona sobre los milagros de la providencia, que el mundo
ofreced nuestros ojos... «Mirad (prosigue el Señor) las aves
«del Cielo que no siembran:,ni siegan, ni llenan sus graneros,
»y vuestro Padre Celestial las.alimenta: por ventura ¿no sois
«vosotros mucho mas que ellas? ¿y por qoéos angustiáis por el
«vestido?... Considerad comoctecen los lirios del campo, no
»trábajan, ni hilan: y yo os digo, que.ni Salomon con toda su
"esplendidez se vistió jamás Como uno de estos... Pues si al
«heno del campo, que hoy es, y mafiana viene á parar en un
«horno, viste Dios así, ¿cuánto mas á vosotros gente de poca
»fé? ¿No queráis ser demasiadamente solícitos diciendo qué
«comeremos, ó qué beberemos, ó de que cosa nos vestire-
• «mos?»... Mirad con que cuidado tan particular alimenta Dios
las avecillas que vuelan por el aire; mirad con que magnifi-
cencia, con que variedad, y hermosura ha sabido vestir las
ñores que cubren la tierra, y que no deben durar mas que un
dia; y con lodo eso, ni ha dado á aquellas la fuerza para sem-
brar , ni para recoger; ni á estas la industria para urdir, ni
para hilar, ¿y pensáis vosotros que os olvidará Dios, que no
solamente es vuestri) Criador, sino también vuestro Padre?
¿Vosotros por quien ha hecho todo aquello que hay en el Cielo,
y en la tierra? ¿Vosotros á quien ha dotado de razón, de in-
dustria, y de talento? ¿Vosotros para quien ha destinado una
vida inmortal, y bienaventurada? ¡Ab! ¿Dónde está vuestra fé?
Lo 3.° Este pretesto viene de un eoraxon pagano que no con-
fia en Dios, y nada espera... « Porque tales son los cuidados de
»Ios Gentiles... Vuestro Padre sabe de que cosas teneis necesi-
»dad»... ¿Creeis vosotros que el Dios que adoramos, es como
el Dios de los Paganos, un Dios ciego, impotente, insensible7
{Ahí El es Padre, y Padre mas que otro alguno. ¿Y no tendre-
mos jamás con él sentimientos de confianza propios de hijos?
¿Es por ventura un vano titulo aquel dulce nombre de Padre,
que todos los dias le damos?
Lo 4.° Este pretesto viene de un eoraxon orgulloso que confia
ensimismo, y que no hace otra cosa que atormentarse initil-
«R¿nfe...,«¿Pero quién hay entre vosotros que, con todo su pen-
»sar, pueda añadir á su estatura un codo?»... Én efecto,
¿dónde van á parar todas nuestras inquietudes? ¿Tenemos, por
ventura, algún poder sobre la naturaleza? ¿De qué sirven to-
das esas reflexiones; lodos esos discursos sobre las estaciones,
sobre ios vientos, y sobre las lluvias? Discursos supérfluosque
solo sirven de hacer ver nuestro apego á los bienes de la tier-
ra. jAbl Reconozcamos nuestra impotencia, y el soberano po-
der de quien ha criado, y gobierna el mundo; y pongamos én
él toda nuestra confianza. El tiempo que perdemos en reflexio-
nes quiméricas, seria mucho mejor emplearle en la oracion,-y
en pensar en nuestra santificación.
Lo 5.° Este pretesto viene de un corazon irracional que bus- •
ca aquello que no depende dé sus diligencias, y no busca lo que
depende de ellas... «Buscad, pues, en primer lug*r el reifiode
«Dios, y su justicia; y se os afiadirán todas esias cosas: no
«andéis cuidadosos por el dia de mañana, porque el dia de
«mafiana á si mismo se traerá su cuidado: bástale al día su
«propio afan»... Pensemos únicamente en santificarnos; traba-
jemos por merecer el reino de Dios, qué «sé nos ha prometido;
practiquemos las obras de justicia; enriquezcámonos de los
biénés del Cielo, y no nos faltarán los de la tierra. Ninguno fué
armiñado jamás por el pensamiento de trabajar por su propia
salvación, y por bacer todas las obras buenas que le son posi-
bles. Lo que arruina muchas veces, es la envidia, la codicia,
y el deseo de ganar mucho, el lujo, el juego, el ócio, y la
disolución. Hagamos cada dia lo que debemos hacer, y lo que
de nosotros depende, sin inquietarnos por lo que vendrá. A cada
dia le basta su afan, su atención, y su trabajo. No se nos
prohibe por esto una providencia sábia, y moderada: lo que se
prohibe es una inquietud inútil que nos distraiga de nuestras
presentes obligaciones, y que llegue hasta perturbar nuestra
alma, y á que no nos contengamos en unos justos límites. El v
que nos prohibe la demasiada solicitud ,t nos manda que traba-
jemos.

Petición y coloquio.

|Ah! Sefior ¿podré yo aun tener tanto cuidado, tanta soli-


citud , y tanta actividad por las necesidades de la vida, y por
los bienes frivolos, y falsos de la tierra? No: todas mis miras,
todos mis pensamientos en adelante se convertirán hácia el Cie-
lo , hácia aquellas verdaderas riquezas, cuya posesion debe ser
eterna, y llenar para siempre mis deseos. El Cielo: allí estará*
mi tesoro, y por consiguiente mi corazon. Por medio de bue-
nas obras, puras, y santas, me enriqueceré para mi verdade-
ra, y eterna patria. Dos sefiores incompatibles no dominarán
ya jamás en mi corazon; no estaré ya mas tiempo indeciso, y
suspenso, Dios mió, no hay imperio mas dulce, mas justo, y
mas racional que el de vuestro amor: no hay imperio mas in-
justo, mas ciuel, mas ciego que el del amor .de 1® riquezás
del mundo, y de mi mismo. Esté lejos de mi aquel amor de ta
vida, y de lodo aquello que ella pide... me mantendré sin in-
quietudes con solo lo necesario. Si me abandono á vuestra
providencia, ¿ podrá ella abandonarme? Despues de un trabajo,
y de.un cuidado razonable, reposaré tranquilo, en órdená mis
necesidades, sobre vuestro corazon paterno. Soy vuestro hijo,
hijo, que habéis formado á vuestra imágen, y destinado á una
eterna felicidad. Si : Vos sois mi Padre v y sabéis mis necesida-
des, y así no me podrá faltar cosa alguua, á no ser que me
haga indigno de vuestros cuidados ce» mideseoD&aBza. No pen-
saré eo otra cosa, qué m merecer el Cielo, y adquirir las vir-
tudes que me puedan asegurar su postsion. Ameq.
MEDITACION LVIII.

CONTINUACION DEL DISCURSO DE JESUCRISTO EN EL MONTE.


(S. Mateo c. 7. 1. U.)

TRES COSAS QUE SE .REQUIEREN ESENCIALMENTE


PARA LA SALVACION.

ESTAS SON 1 . ° RESPECTO DBL PRÓJIMO, LA CARIDAD. 2 . ° RESPECTO DE


DIOS, LA ORACION. 3 . ° RESPECTO DE NOSOTROS MISMOS, LA MORUTH
CAC10N.

PUNTO PRIMERO.

Respecto del prójimo , la caridad.

Lo 1Guardémonos de perjudicar al prójimo, y de ofen-


derle con pensamientos juzgando mal de él... «No queráis juz-
»gar para que no seáis juzgados: porque según vuestro juzgar
nsereis vosotros juzgados ; y con la medida que midiereis se*
»reis medidos vosotros. ¿Y por qué ves la paja en el ojo de tu
«hermano, y no ves la Yiga en tu ojo?»... No juzguemos ni
condenemos las acciones, y las palabras de nuestros hermanos,
sino queremos ser juzgados nosotros, y condenados. Interpre-
temos, y echemos á buena parte aquello que pueda ser asi in-
terpretado. No condenemos lo que podamos escusar, no exa-
minemos la conduclá del prójimo que no está á nuestro cuida-
do, no penetremos sos intenciones, supongamos siempre que
son buenas, escusemos sus defectos, y pensemos en nosotros.
Esta es la razón de esta obligación. El juicio de nuestra parle
•es.incompetente, porque no hemos sido constituidos jueces de
los otros: de parte del prójimo nuestro juicio es siempre in-
justo, porque su causa nos es desconocida, y no podemos sa-
ber lo que él tiene en el corazon: de parte de Dios nuestro jui-
cio es injurioso; porque juzgando usurpamos sjis derechos...
Juicio que también tiene una especie de rebelión; porque sien-
do nosotros culpables nos metemos á jueces, y emprendemos
el juzgar á aquellos que dependen, como nosotros, de un mis-
mo tribunal, y que por lo común son menos culpados que no-
sotros... La recompensa, ó el castigo del cumplimiento, ó
quebrantamiento de esta obligación, es este: si nosotros no
juzgamos ni condenamos á nuestro prójimo; si le escusamos en
todas las cosas; tampoco nosotros seremos juzgados ni conde-
nados; seremos escusados, y tratados con indulgencia. Al con-
trario , si condenamos con rigor, y severidad á nuestro próji-
mo , seremos tratados de la misma manera. Está en nuestra
libertad escoger la manera con que queremos ser tratados por
Dios; porque él medirá su conducta con la nuestra'. Si somos
jueces favorables para con los otros, le encontraremos lleno de
indulgencia para con nosotros; si somos críticos severos, y
censores sin piedad, esperemos un juicio sin misericordia. Esta
obligación que mira á las personas privadas entre sí, no quita
derecho alguno á aquellos que por su oficio, ó por su estado
están encargados de juzgar á otros. La Iglesia, y lós magis-
trados tienen este derecho en una manera diferente, y cada
uno debe conformarse con el juicio de aquellos que sentencian
con autoridad.
Lo 2.° Guardémonos de dañar, y molestar al prójimo con
nuestras palabras, reprendiéndole sus defectos... «O ¿cómo
»dices á tu hermano, deja sacaré la paja de tu ojo, y se está
«viendo una viga en el luyo? Hipócrita, sácate tú primero la
»viga de tu ojo, y entonces serás para sacar la paja del ojo de
nlu hermano»... No nos propasemos á reprender á otros sin
autoridad; mucho menos á condenarlos, censurarlos ó criticar-
los en su ausencia; el celo, que es el ordinario pretesto de ser
mejante censura, es un celo hipócrita; porque esconde la ma-
lignidad de un corazon depravado ; porque so alegra del mal
del otro, porque se deleita en hacerle común, porque esconde
un orgullo secreto, el cuaj se complace de ver al otro humilla-
do, y él se ensalza á la medida que oprime al prójimo, y que
quiere hacer creer que él está tan libre de defectos, cuanto es
mas ardiente y atrevido en reprender los ágenos; y porque es-
• conde una ceguedad deplorable, por la que vemos un hilo de
paja en el ojo del prójimo, mientras no advertimos que tene-
mos una viga en el nuestro, tHipócritas 1 Si tenemos celo, co-
mencemos sacando la 'viga que nos ciega; despues veremos
cómo se ha de sacar la paja que nos desagrada en el ojo del
prójimo... Sea esta, pues, nuestra regla, cuando nuestro em-
pleo ó la caridad nos obliga á reprender á otro, antes de re-,
prenderle, echemos la vista sobre nosotros mismos, y no se
nos hará difícil el reprenderle con dulzura y con caridad.
Lo 3.° Guardémonos de dañar al prójimo ,con nuestras ac-
ciones , haciendo cosas que le pongan en ocasion de ofender á
Dios ; jamás bagamos cosa que pueda ser á otros ocasion de
hacer mal, ó de hacerse peores de lo qué son... «No queráis
»dar las cosas santas á los perros; y no arrojéis vuestras per-
nías á los puercos, no sea que las pisen con sus pies; y vuel-
»tos hácia vosotros os hagan pedazos»... Toca á la prudencia
regulada por la luz divina, distinguir los juicios malignos y te-
merarios de los pensamientos y sentimientos del celo y de la
obligación que pide el Sefior; discernir aquellos que conviene
apartar de los Sagrados Misterios; y conocer las ocasione^ en
que es necesario callar para no irritar los pecadores, y aque-
llas en que es necesario hablar aun con peligro de la propia
vida... Nosotros entre tanto no imitemos aquellos furiosos ani-
males inmundos, suframos con humildad los saludables des-
víos que se nos hacen, escuchemos con docilidad los avisos
caritativos que se nos dan, y aprovechémonos de las preciosas
instrucciones que se nos den.

Tox. I.
PUNTO II.
Respecto á Dios la oración. Examinemos el objeto, el motivo
y la condicion de esta obligación.

1 E l objeto de la oracion... «Pedid y se os dará: buscad


»y encontrareis; llamad y se os abrirá»... La obligados de
orar consiste en pédir á Dios su gráciá. Debemos pedirla coa
ardor, porque tesemos una grandísima necesidad: coa humil-
dad, porque somos indignos, y Dios no está obligado á dár-
nosla: con perseverancia, porque es un bien precioso, y mere-
ce ser constantemente solicitado; y porque muchas veces he-
mos abusado de ella, desechándola cuando se nos ofrecia.
Esta obligación de orar consiste en buscar el Reino de Dios;
esto es pidiéndole á Dios la gracia, debemos de nuestra parte,
con la gracia que él nos da, hacer cuanto depende de nosotros:
buscar los medios de agradarle, de practicar su ley, de vencer
nuestras pasiones, de santificarnos y salvarnos... Busquemos
este reino de Dios en ia meditación, en la lección de ios libros
devotos, en la práctica de las buenas obras,* en Ja frecuencia
de Sacramentos: Busquémosle en la Iglesia, en el retiro, en la
compañía de las personas devolas, y piadosas. Pero ¡ahí...
¿Dónde buscamos nosotros, y qué buscamos? Buscamos el dis-
traernos, y el contentarnos, y no el santificarnos. El hombre
está en una continua agitación; se vé que busca; ¿pero qué es
lo que halla ? [ Cuántos pensamientos, cuántos movimientos por
la fortuna, por los placeres, por la gloria 1 ¿Y por qúé no se
busca así la salyacion? Nos lamentamos de nuestras pasiones,
de nuestros malos hábitos, que decimos, no podemos vencer,
¿pero buscamos los medios de vencerlos? Antes bien, ¡ay! se
busca todo aquello que puede fomentarlos, mantenerlos, é in-
flamarlos... Finalmente, la obíigacion de la oracion consiste en
llamar á la puerta; esto es, en solicitar constantemente, que
se'nos abra para entrar á la comunicación con Dios, para po-
dernos entretener con él en una manera la mas íntima, y coa
una especie de familiaridad... Este Dios Ge bondad nos llama á
un tan alto grado de honor, y se ofrece á admitirnos á su con-
fianza, si nosotros tenemos á bien el desearla. Parémonos,
pues, como los cortesanos en esta puerta njísteriosá, d e que
habla Jesucristo; parémonos sobre todo en la oracion, y en la
comunion con un profundo recogimiento, esperando el feliz
momento en que se nos abra... Llamemos con respeto, por
medio de ardientes deseos, de gemidos llenos de amor; perse-
v e r e n ^ con constancia; guardémonos atentamente de alejar-
nos, y de distraernos, aunque poco, por el temor de perder el
momento favorable. Finalmente abierta ya la puerta, entremos
con confianza; gocemos de los favores dé nuestro Dios; guste-
mos con reconocimiento las dulzuras de*sus palabras: y no sal-
gamos ,.á no ser que sea, con nuevo deseo de volver bien
presto, y de llamar de nuevo. Sean como fueren la¿ luces que
el Sefior nos comunique, y sea el que fuere el grado de con-
fianza á que nos admita, siempre hemos de ir adquiriendo mas,
y adelántandonos, por consiguiente, siempre á llamar, basta
que se abra la puerta misma del Cielo. ¡Ahí si supiéramos de
qué bienes inefables goza un alma en estas divinas comunica-
ciones; renunciaríamos con gusto al mundo, y á nosotros mis-
mos, por poderlas participar.
Lo El motivo que debe animarnos á cumplir con la obli-
gación de la oracion, es la certidumbre del ixito: la certidum-
bre de obtener cuanto pidamos; de hallar cuando busquemos,
y de entrar siempre que llamemos... «Porque lodo el que pide
«recibe: y el que busca halla: y al que llama se le abre»...
Esla certidumbre se funda sobre la promesa de Jesucristo;
pues suyas son estas palabras. Está fundada sobre la bondad
de Dios; siendo Dios el sumo bien, la suma bondad, pide
extenderse continuamente, y comunicarse Está, fundada sobre
la cualidad de Padre, de que Dios se revine en órden á noso-
tros; «¿O quién de vosotros es el hombre (dice Jesucristo) que
«pidiéndole su hijo pan, le dé una piedra? ¿O si le pidiere un
»pez, por ventura le dará.una serpiente? Pujes si vosotros,
«siendo malos, sabéis dar cosas buenas, que se os han dado,
»á vuestros hijos; ¿cuánto mas vuestro Padre que está en los
»Cie!os, dará bienes á los que se los pidan»? Dios es un Padre
mas tierno, y mas lleno de amor por sus hijos que cualquier
otro Padre que pueda haber sobre la tierra: ¿Pues cuándo he-
mos de tener en él aquella confianza que conviene á unos hi-
jos? ¿Por qué le miramos siempre como un dueño absoluto,
como un Juez inexorable, como un vengador severo; y no
como un Padre tierno, y benéfico? {Ah! Nosotros sabeftos que
somos hijos rebeldes, ingratos, indóciles: Pues volvámonos
hijos obedientes; y sumisos, y entonces recurramos á él con
confianza: pidamos, busquemos, llamemos, que nosotros en-
contraremos, se nos dafá lo que pidamos, y se nos abrirá la
puerta. {Ahí si fuese así con el mundo ¿qué diligencias.no ha-
ríamos? Pero no es así: se pide, y nadie dá: se busca, y nada
se encuentra; se llama, y todas las puertas se quedan cerra-
das. (O engaño 1 Corremos tras los bienes, que se niegan á
nuestras diligencias, y huimos de aquellos que se nos presen-
tan: privados de este modo de los unos, y de los otros, esti-
mamos mas vivir en la miseria, y en el disgusto, que recurrir
á aquel que solo puede enriquecernos, glorificarnos, y hacer-
nps felices.
Lo 3.° Cuál es la condicion de la oracion; ó por mejor de-
cir, de su éxito... A Haced, pues, á los hombres todo aquello,
»que quereis, que hagan con vosotros: porque en esto está
»toda la ley, y los Profetas»... Dios se empeña en oir nues-
tras oraciones, pero con la condicion, que ademas de esta se-
gunda obligación de la oracion para con Dios, cumplamos
también la primera, esto es, la caridad con el prójimo, con
nuestros hermanos, con la condicion de que el prójimo obten-
ga de nosotros aquello que nos pida; que encuentre en noso-
tros el socorro que nos pida: que se le abra la puerta, cuando
tocare á ella. En una palabra, tratando al prójimo, como no-
sotros mismos queremos ser tratados de los otros hombres, y
de Dios mismo. Estas dos obligaciones están esencialmente
unidas entre sí: todo lo que queremos que bagan con nosotros
los hombres, hagámoslo nosotros también por ellos. Esta máxi-
ma es breve, pero es el compendio de todas-nuestras obliga-
ciones para con el prójimo: comprende lodo lo que la ley ha
prescrito, y han anunciado los Profetas sobre esta materia.
Examinemos, cómo practicamos nosotros esta ley, ó en cuán-
tas maneras la quebrantamos cada-dia... Quiere Dios, que esta
máxima, que es el vínculo que entre sí une los hombres, sea
también el vinculó, que una los hombres con él: esta es Ja
condicion que pone á todas las promesas que nos hace. |OhI
No la perdamos de \ista: la pide en cualidad de Padre de lo-
dos los hombres, y jamás nos dispensará. .
fcUNTO III.

Respecto de nosotros la obligación de la mortificación.

«Entrad por la puerta estrecha > porque es ancha la puer-


»ta, y espacioso el camino que conduce á la perdición, y son
«muchos los que van por'él: Cuán angosta es la puerta, y
»cuán estrecho el camino que lleva á la vida; y cuán pocos
»son los que la encuentran!»... Tienen los hombres delante de
sí, y á su elección dos caminos opuestos, uno estrecho, y otro
espacioso.
. i¿Cuál es el camino espacioso? ¿Cuál es la puerta, cuya
entrada es grande? Este camino, y esta puerta es por donde
se entra fácilmente sin incomodidad, y aun casi sin advertirlo:
por aquí se entra siguiendo las propias inclinaciones, las pro-
pias ideas, Jas propias pasiones. En este camino se anda como
se ha entrado; sin incomodidad, sin mirar á donde se vá, sin
pensar en lo que se hace. |Ah! se piensa, se habla, se obra
siempre como se quiere: y como este camino es tan frecuenta-
do, la multitud de los que caminan por él, hace que se auto-
ricen , y se justifiquen los- unos con el ejemplo de los otros:
que vivan entre sí seguros sobre los peligros, que tal vez se
presentan al espíritu; que se animen los unos á los otros; que
se exciten, y aira que se arrastren por adelantarse á grandes
pasos en un camino tan gustoso, donde todo es risuefio, y está
sembrado de flores: pero finalmente este camino conduce, y
lleva á la perdición. . ¡O insensatos!.. ¿No llegará jamás esta
verdad á herir vuestros corazones? ¿No servirá jamás de ma-
teria á vuestras mas serias reflexiones? ¿A dónde cdrreis? ¿En
qué vendrán á parar estos gustos, estos placeres, esta fortuna,
esta grandeza? ¿Cuál será el término de una vida toda llena de
pecados, y delitos?.. Será ía perdición, el infierno, un suplicio
eterno... ¿Qué os servirá entonces haber vivido según vuestras
inclinaciones perversas; haber sido felices algunos dias que
desaparecerán como un Suefio: y él haberes precipitado en
una miseria que no tendrá fin?
Lo 2.® ¿Cuál es el camino estrecho? ¿Cuál es la puerta cuya
entrada es angosta?... Es aquella en que para entrar es nece-
sario rebajarse, incomodarse, humillar el propio espíritu bajo
el yugo de la fé, restringir las propias inclinaciones en los lí-
mites de la ley: en este camino no se camina á la buena, y
Con descuido ; se requiere atención en cada paso, á fin de no
salir faera dé él. Las pasiones oprimidas, y estrechadas hacen
un continuo esfuerzo para restablecerse, y para contenerlas es
necesario una vigilancia, y una fuerza continua. En este cami-
no el espíritu prueba consolaciones; pero la naturaleza está
atormentada. Éste camino es frecuentado de pocos, liay mu-
chos, que ni aun Ib conocen, ni se cuidan de conocerle, no
saben donde está, ni en que consista. Pocos entran, y poquísi-
mos sdn los que perseveran. Algunos comienzan bien; pero
presto, oaftsatóüs de la violencia, se vuelven á su antigua li-
bertad ; é insensiblemente se van. metiendo en el camino
ancho, y allí pereoéh... Finalmente este camino conduce á la
vida. ¿Pertí qué vida? A la verdadera vida, vida por excelen-
cia ; á la vida, en cuya comparación la vida presente es una
muerte continua. La vista de esta vida feliz, y eterna forma
los fervorosos, los sostiene en .este mismo camino, los hace
caminar, y perseverar en él con alegría, y con gozo... Tantos
como se cansan, pierden la constancia, y le abandonan, es
porque viven olvidados de esta vida eterna... lAhl jY cuán
dúlce es á la bora de la muerte haber caminado por el camino
éstrechol Las penas se habrán pasado, la recompensa jamás
se acabará.
Lo 3.° Hagamos reflexión sobre io que Jesucristo dice-de
estos dos caminos... Primero: no nos deben sorprender las pa-
ta bras del Señor sobre estos dos caminos: esto es, sobre el
gran número de aquellos, que van á la perdición, y sobre el
, corto número de aquellos, que llegan á la vida.,. Esta es una
verdad, ]ay de mi! demasiadamente palpable, y visible; que
nn gran número entre los hombres busca solo el saciarse en el
breve espacio de la vida presente, con desprecio de la ley de
Dios, y de su Evangelio, y que poquísimos son los que viven
habitualmente en gracia.
Segundo... No nos deben escandalizar las palabras de Je-
sucristo... Dice el pecador. ¿Luego se condenará todo el mun-
do? No: hay muchos, que nosotros vemos: hay otrps muchos
que no vemos, é ignoramos, que hallan el medio de salvarse;
y su salvación justificará la sabidiiria de Dios, y condenará la
necedad del pecador... Dice mas... ¿Habrá criado Dios tantos
, hombres para condenarlos? No: pórtpie élno cesa de ilumi-
narlos, de advertirlos, de estimularlos> y de solicitarlos al
bien; pero al mismo tiempo condena al Infierno á cualquiera
que haciéndose gravemente culpado de pecado mortal, muere
en ese estado, y .en sn desgracia. V no importa, que sea tan
grande el número de los prevaricadores; antes por lo mismo
- son mas aborrecibles, cómo por el contrario el pequefio núme-
ro de los Justos los hace mas .amables. ]Áhl Sin este pequefio
número, que detiene el rayo de su ir?, exterminaría á todos los
pecadores de la tierra.
Tercero... No deben desanimarnos las palabras de Jesu-
cristo... Aunque sea pequefio el número de aquellos que se
salvan, y aunque fuera menor, nosotros podemos ser de eáte
número. Dios nos llama á él; solo está en nosotros el seguir su
voz, y corresponder á su gracia. Al contrario, cuanto mas pe-
queño será él número, tanto mas glorioso será estar en él; y la
misma dificultad nos debe dar ánimo, y esfuerzo. ¿Ta que se
aman tanto las distinciones sobre la tierra, puede haber mejor
ocasion de distinguirse para la eternidad?.(Ahí Avergonzándo-
nos de confundirnos con esta tropa de hombres perdidos, que
por encenagarse en el pecado, se olvidan de Dios. Pongámonos
de la parle del pequeflo número que tiene valor para consa-
grarse á la virtud, y declararse por Dios en medio de la per-
versidad del siglo que ha llegado á ser ya casi general.
Cuarto... Las palabras de Jesucristo solo deben instruirnos,
y hacernos vivir con cautela... Aprendamos de ellas á no re-
gular nuestrai conducta sobre la multitud; á distinguir los dos
caminos, y á escoger con acierto... Si alguno me ofende, luego
al punto se levánta en mi corazon el deseo de la venganza; si
le sigo, este es el camino ancho: si le reprimo, perdono, y
olvido la ofensa; esta es la virtud, este es el camino estrecho.
Asi se puede hablar de otras ocasiones de huir el mal, .y de
practicar al bien... Aprendamos también de estas divinas pa-
labras á vivir siempre en la humildad, y en la desconfianza de
nosotros mismos. Muchos son los que se pierden, puedo yo
también perderme... No puedo tener seguridad: lodo depende
de mi fidelidad, de mi Constancia, y de mi perseverancia: ¿por
qué pues soy siempre débil, voluble é inconstante?

Petición y coloquio.

Yos solo, ó Salvador mió, sois la misma fortaleza: me lle-


go á Vos, y de .Vos no quiero separarme. ¡Ay de mil |No me
abandonéis por un solo momento! (No os pierda yo de vista!
dirigid todos mis pasos, regulad todas mis acciones, y todos
los movimientos de mi corazon: espero con el socorro de
vuestra gracia que seré del pequefio número que estará unido
estrechamente con Yos durante la vida, y que os alabará du-
rante la eternidad. Amen.
MEDITACION LIX.

CONTINUACION DEL DISCURSO DE JESUCRISTO EN EL MONTE.


(S. Mateo c. 7. T>. 15. 27.;

DE TRES SUERTES DE ENGAÑOS EN EL NEGOCIO


DE LA SALVACION.

l . ° ENGAÑOS EN LA DOCTRINA: 2 . ° ENGAÑOS EN LAS OBRAS; 3 . ° ENGAÑOS

EN LOS CONOCIMIENTOS.

PUNTO PRIMERO.

Engaños en la doctrina.
iJesucristo nos impone la obligación de estar atentos
pqra huir délos falsos Profetas... «Guardaos de los falsos
«profetas que vienen ¿ vosotros con vestidos de ovejas, y
«dentro son lobos rapaces»... El artificio, y la malicia de los
falsos profetas nos obliga á esta atención. Temen mostrarse
iaies cuales son, temen descubrir sus designios, y exponer
francamente sus pensamientos, y sus dictámenes: se esconden,
se enmascaran, y se cubren con la piel de las ovejas: se ven-
den por hijos de la Iglesia: sumisos a todas sus decisiones,
pero no dejan de servirse de equívocos, de mentiras, y de al-
gunas palabras engañosas que se dejan caer. Colocan la Igle-
sia donde mejor les parece , y no reconocen otras decisiones,
que aquellas que no tocan á sus errores. Hacen ostentación de
no trabajar, sino únicamente por Dios: se venden por en via-.
dos de él, y prometen Conducir la gente á la salud: confirman
sus promesas con la austeridad de la vida: se autorizan á sí
mismos con la regularidad, con el celo , con la modestia. Su
exterior es edificante, y compuesto; pero bajo de un hábito tan
sencillo, tan despreciable, y tan mortificado, esconden un es-
píritu de furor: llevan por todas parles la desolación, la.divi-
sión : son lobos rapaces en medio de una grey. Las ovejas de-
ben huirlos: los Pastores deben desviar las ovejas de ellos...
Se escusan con decir que ellos no se meten, ni se empeñan en
disputas de religiou: pero esto muestra, ó que no conocen dos
cosas bien diferentes, ó que hacen poca cuenta de su salva-
ción , y de. su religión... No están todos obligados á entrar en
la substancia de las materias disputadas entre los católicos, y
los hereges; pero todos están obligados á guardarse, y no fiar-
se de les falsos profetas: á no seguir una doctrina Condenada,
y reprobada por la Iglesia, como falsa, y contraria á láfl&de
Jesucristo... Este es un precepto de Jesucristo. Si por falta de
esta atención viene alguno á ser engañado es inexcusable...
Decir que no se quiere hacer juicio de alguno, es tomar en
contrario sentido las palabras del Sefior, y no reflexionar que
en el mismo capítulo en que ha prohibido el juzgar, manda
estar con atención.
Lo 2.° Jesucristo nos enseña el medio de conocer los falsos
profetas... «Por sus frutos los conoceréis: ¿por ventura cogen
»uvas de los espinos, ó higos de los abrojos?-Así todo árbol
»bueno lleva buenos frutos, y el mal árbol lleva malos frutos
»no puede árbol bueno llevar frutos malos; rii el árbol malo
«llevar frutos buenos»... No están todos en estado de conocer
el artificio, que reina eb los discursos, y en los escritos de los
falsos profetas: por otra parle no pueden los Pastores notar, y
especificar todos los libros malos, ni todos los falsos doctores:
cuando lo hacen, no hay peligro de engafio. Quien no obedece
entónces á los Pastores, no corre riesgo de ser engafiado, lo
está ya... ¿Pero cómo se han de distinguir los fclsos profetas
que eslan escondidos aun, y enmascarados? Quien tiene el
corazon recto encuentra un medio facilísimo... Se conoce el
árbol por sus frutos. Considérese el fruto de su doctrina, don-
de van á parar sus discursos: si las palabras afectadas, si un
semblante de piedad, y una continua dirección tienen por fin el
libertínage, la corrupción, el interés, y la avaricia, una vida
delicada, y sensual; si un espíritu de reforma, un lenguage de
la mas pura caridad, un célo austero, y riguroso conducen á la
independencia, y al desprecio de los legítimos Pastores; ó si
por el contrario máximas cómodas, reglas fáciles hacen cami-
no ancho, y espacioso, y poco conforme ál Evangelio, en que .
se dejan quietas, y pacíficas las pasiones: míralo bien: esté es,
ya se ha quitado el velo: se le cayó la máscara, está conocido
el artificio. En este caso son engañados solo los que quieren:
tales frutos no pueden venir sino de iin árbol malo. Al contra-
rio, un cuidado sumo de la pureza, una continua vigilancia so-
. bre nosotros mismos, un trabajo continuo á hacernos violencia,
y mortificarnos, la humildad de corazon, y la sumisión del espí-
ritu á toda legítima autoridad, una candad real, un celo pru-
dente, y benigno, una dulzura inalterable, el silencio en las .in-
jurias, la paciencia en las afrentas, y conlradiciones: .estos,
estos son frutos nada sospechosos, y que no pueden proceder
sino de un árbol bueno.
Lo 3.° Jesucristo nos manifiesta el castigo de los falsos pro-
fetas, y de sus secuaces... Tendrán estos la suerte de un árbol
malo... «Todo árbol que no lleva fruto bueno, será corlado,
»y echado al fuego»..* Los falsos profetas tienen sus partida-
rios que los alaban, y canonizan: pero Jesucristo los reprueba:
son los ídolos de sus discípulos, pero están bajo el anatema de
la Iglesia, y serán presa del infierno. ¿Qué les servirá el haber
turbado la tierra, y el haber triunfado de un pueblo ignorante,
y débil, cuando ellos que habrán sido las cabezas de la rebe-
lión y todos sus secuaces despues de pagar el común débito de
la muerte, arderán en las llamas eternas? jAhl si pensarán es-
tos seriamente en aquel fuego'terrible que debe ser la porcion
de los que mueren fuera de la Iglesia, no se alegrarían de los
males de esta afligida madre, no la insultarían en sus trabajos,
y no abandonarían el tronco sólido, é inmoble de este árbol in-
mortal, por unirse á las ramas corladas, áridas, y destituidas
de jugo! iAh! Digámoslo de una vez claro, estemos átenlos,
pensemos las consecuencias, guardémonos de los falsos profe-
tas: nuestro Sefior nos ha ensefiado á conocerlos, y nos lo re-
pite aun. «Los reconocereis por sus frutos»...

PUNTO II.

Engaños en las obras.

Se necesita hacer buenas obras... «No todo el que me dice,


»Sefior, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que
«hiciere la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ese
«entrará en el Reino délos Cielos»... Reconocer á Jesucristo
por Señor, y Dueño, enviar algunos suspiros hácia el Cielo, in-
vocarle algunas veces, y pedirle su gracia, no basta: es necesa-
rio con esta gracia poner mano á las obras: no nos abrirán la
puerta del Cielo los suspiros, los gemidos ociosos, ni una esté-
ril-invocación; conviene juntar las buenas obras: no nos enga-
ñemos sobre la naturaleza de estas obras: muchas parecen
buenas á nuestros ojos, y á los de los hombres, y no lo son á
los ojos de Dios: para que estas sean buenas realmente deben
ser hechas: 1.° según la voluntad de-Dios: 2.° por Dios: 3.° en
el amor de Dios.
i.° Nuestras obras deben ser hechas según la voluntad de
Dios... Esto es, en la religión que Dios ha dado á los hom-
bres, en el estado que Dios ha destinado á cada uno, con las
reglas de la obediencia debida á los superiores legítimos. De
aquí se sigue que las obras mas santas en si mismas, las mas
penosas, las mas heroicas, si se hacen con perjuicio de las
obligaciones de nuestro estado, contra las reglas de la obedien-
cia, sin una especial misión, según nuestro capricho, y no según
la voluntad de Dios, serán tantas obras inútiles para el Cielo, ó
serán malas, y no se podrá esperar de ellas algún premio. Al
contrario, quien se sujeta exactamente á la voluntad de Dios,
aunque haga las cosas mas comunes, y escondidas á los ojos
de los hombres, y á los del amor propio, éste entrará en el
Reino de los Cielos,*y recibiría una recompensa completa.
¡Verdad bien instructiva, y consolado^! •
2.° Debemos hacer nuestras obras por Dios... «Muchos me
»dirán en aquel dia, Sefior, Sefior, ¿no hemos profetizado en
»lu nombre, no hemos echado en tu nombre los demonios, y
»no hemos hecho en fu nombre muchos milagros? Y entonces-
»yo Ies diré claramente: nunca os conocí»... Predicar, escri-
bir, reprender, corregir las costumbres, convertir los pecado-
res, hacer obras de caridad, y aun milagros, si todo esto se
hace por vanidad, por interés, por ambición, por amor propio,
todo será perdido para aquellos que no habrán tenido otro mo-
tivo en sus operaciones... Jesucristo les responderá que no los
conoce, que no los ha tenido jamás en su servicio, que jamás
hiciéron cosa alguna por él, y que nunca los ha conocido. Al
contrario, reconocerá por suyos aquellos que en lo poco que
habrán hecho, habrán tenido sola la mira de agradarle, de
cumplir sus obligaciones, de hacerle conocer, y amar, y de
procurar su gloria.
3 ° Debemos hacer nuestras obras por el amor de Dios, y
en estado de gracia... Basta una pasión que se cebe en nuestro
corazon, una impureza secreta, un amor desordenado, un ape-
go Vicioso, un sentimiento de ódio, de aversión, de envidia
contra el prójimo, una maledicencia grave, una calumnia, un
dafio considerable que se debe reparar; en una palabra, basta
un solo pecado mortal que no se haya aun perdonado, para
corromper, y aniquilar todo el bien que por otra parte se pue-
da hacer, sin que obra alguna pueda contrapesarlo. Todo lo
demás lo reputará Jesucristo en su juicio por nada. En medio
de todas estas buenas obras que nos deslumhran, discernirá él
este pecado, y no verá, por decirlo así, otra cosa que este pe-
cado que constituirá nuestro estado de pecador, y deréprobo...
Esto supuesto, hagamos capital de las obras hechas en este
estado: presentémonos con ellas á Jesucristo, que ésta será la
respuesta que él mismo nos aségura que nos dará. «Apartaos
de mi vosotros que cometeis la iniquidad»... (Ahí (cuántos se
engañan, y se ciegan al presente .que en aquel dia serán desen-
gañados! {Pero ay! $prá «va larde: pues desengañémonos aho-
ra, aun tenemos tiempo de corregir nuestro error.

PUNTO III.
Engaños, en los conocimientos.

Lo 1 ¿ C u á n grande es la necesidad de conocer, y de saber


la ley de Jesucristo?... «Por tanto, todo aquel que oye estas
»mis palabras»... Son nada lodos los jconocimientos, si no se
hacen servir para la salvación, y para la gloria de Dios. Cada
uno, según su estado, debe cultivar las artes, y las ciencias;
pero si para aqui, si en estas pone toda su satisfacción, toda
su felicidad, toda su gloria, y olvida la ciencia de la sa-
lud, que Jesucristo vino á ensebarnos: ¡ohl ¡y on qué de-
plorable engaño cael (cuántos se consumen por el eslydio,
y por lucir, quo no querrán dar un momento á la medi-
tación de la ley de Dios, á la lección del Evangelio, ó de un
libro de piedad! ¡sois ciegos si os gloriáis de vuestras luces es-
tando en las tinieblas! La muerte os quitará todos esos pensa-
mientos frivolos, y transitorios, y os hará comprender que la
ciencia que habéis despreciado era la única que merecia vues-
tras atenciones: comprendereis entónces que el uso que debie-
rais haber hecho del espíritu que Dios os dió, era estudiar su
ley, meditarla, profundizar en ella, ocuparos de ella, y hacer
de ella todas vuestras delicias.
Lo 2.® Cual es la sabiduría del que conoce, y practica Iq ley
de Jesucristo... «Por tanto, todo aquel que oye estas mis pala-
»bras, y las practica, será comparado á un sabio que fundó su
»casa sobre la piedra; y cayó la lluvia, creciéron los ríos, los
«vientos sopláron, y se enfureciéron contra ella, y no cayó
«porque estaba fundada sobre la piedra»... No basta conocer
la ley de Dios, es necesario practicarla: no se trata aqui de
uno de aquellos conocimientos de especulación, ó de ostenta-
ción: se trata de una ciencia práctica. El que escucha al Sal-
vador, el que arregla su vida sobre la doctrina que predicó, es
semejante á aquel que fundó su casa sobre la piedra... Caen
las lluvias, la inundan los.rios, soplan los vientos, lodo se une
para arruinarla; pero porque está fundada sobre la piedra, sos-
tiene todos los ataques, tolera todas las tempestades, y perma-
nece inmoble. Tal es la suerte de quien pone en práctica las
palabra* de Jesucristo. Bien pueden llover sobre él adversida-
des, y desgracias; bien pueden sublevarse, y bramar al rededor
de él las pasiones, y las persecuciones; bien pueden desenca-
denarse los demonios, y emplear contra él su rabia, pero su fé,
su religión, su virtud, son el edificio fundado sobre, la piedra;
esto es, sobre la práctica constante de las máximas de Jesucris-
to; y nada le podrá mover, ni aun la muerte le echará por
tierra, ántes servirá para fortificarle, para consagrarle, y para
ponerle al seguro, para siempre/de todos los asaltos.
' Lo 5.° ¿Cuál es la necedad del que conoce, y np practica la
ley (fe Jesucristof «Y todo el que oye estas mis palabras, y no
»las cumple, será semejante á un hombre necio que edificó su
»casa sobre la arena, y vino la lluvia, la. inundáron los ríos, y
»sopláron los vientos, y se enfureciéron contra ella, y cayó, y
»fué grande su ruina»... Conque escuchar las palabras de Je-
sucristo sin aprovecharse de ellas, y oir sus máximas, siu
practicarlas, es lo mismo que hacerse semejante á un necio
que edifica su casa sobre la arena: viene la lluvia) la inundan
los torrentes, y los vientos soplan; la casa que está sin cimien-
tos cae, y no representa otra cosa que ruinas: ¡tristes reliquias!
4qué pérdida para este infeliz! (que necedad! ¡ayl mucho mas
grande es mil veces la necedad, y locura-del que oye las pa-
labras de Jesucristo, del que conoce su ley, y no la cumple,
ni la practica: sin tener quien le sostenga, las adversidades
con su peso le oprimen; y sin tener fuerza para resistir, el her-
vor de las pasiones le arrastra, y los artificios del demonio le
engañan. ¡Obi Dios, ¡cuántas caidasl ¡cuántos pecados! Bien
presto pierde la fé, y la esperanza, y se aplica solo á sofocar
algunos*remordimientos que aun le quedan, y con que pudiera
todavía, si los escuchara, salvarse: pero solo le sirven para su
tormento, y le anuncian su total ruina, porque los combate, y
los desecha... ¡Ay de mil ¿No somos nosotros, por ventura,
semejantes á este insensato? Se nos esplica todos .los dias la
ley de Dios; se nos repiten las palabras de Jesucristo; nos
anuncian su voluntad, sus castigos, y sus premios; asisti-
mos á las instrucciones, las oimos; y con todo eso salimos tan
fríos como si no nos tocara lo que se ha dicho... Ocupados en
mil frivolo^ objetos, nos agitamos, trabajámos, y edificamos
sobre la arena; ¡insensatos! La muerte destruirá todos estos
vanos edificios que se alzáron con tan grande costo; y no que-
dará otra cosa que la vergüenza de haber sido engañados, y el
dolor de no poder ya remediar la falta.

Petición y coloquio.

¡O deplorable miseria! ¡Cuándo comenzaré á ser sabio, y á


fabricar sobre la piedra sólida! ¡Ay de mil ¡Soy ciertamente
miserablel Conozco, Dios mió, vuestra ley, la adoro, consien-
to en ella; propongo, y os prometo practicarla, pero en el mo-
mento de la acción, en el instante de la práctica, escucho mi
pasión, satisfago mi inclinación, me olvido de mis resolucio-
nes, y quebranto mis promesas! ¿Qué me diréis, ó Jesús mió,
cuando sea presentado á vuestro juicio? ¿Cuál será mi suerte?
Será aquella del árbol estéril que no ha producido algtín fruto;
ó si ha producido alguno, ha sido malo? Vos, pues, lendreis
derecho de desecharme, como cargado solo de obras de iniqui-
dad. ¡Ah! Y como es cierto que toda mi vida está llena, y te-
jida de ellas: ¿qué será, pues, de mí, ó Divino Salvador, si Vos
no teneis piedad de mí? ¡Obi Iluminad mi espíritu, cautivad mi
corazon, para que verdaderamente contrito repare mis desór-
denes, y para que desengañado de mis falsas virtudes, co-
mience á practicar las verdaderas, aquellas que serán recone-r
cidas por Vos en la eternidad. Amen.
MEDITACION LX.

FIN D E L D I S C U R S O DE JESUCRISTO EL MONTE.

ADMIRACION DE LAS TURBAS.


(S. Mateo, c. 7. V. 28. 29.;

ESTA ADMIRACIÓN TIENE POR OBJETO: LO 1 . ° LA DOCTRINA QCE JESUCRISTO


ENSBSA: LO 2 . ° LA AUTORIDAD CON QUE ENSEÑA : T LO 3 . ° LA MANERA

CON QUE ENSBÜA.

PUNTO PRIMERO.

Admiración de la doctrina de Jesucristo.


«Y sucedió que habiendo Jesús acabado de hablar, las tur-
»bas se admiraban de su doctrina»... El primer objeto de la
admiración de este pueblo fué ta doctrina de Jesucristo: admi-
rémosla también nosotros para seguirla siempre con mayor
empefio.
Lo i.° Doctrina perfecta: porque regula, y hace perfecto
todo el hombre... Y primeramente, respecto de sí mismo, le
ensefia á despreciar, y á echar de sí todo atpiello que pueda
desanimarle, y corromperle. Forma un hombre verdadero, só-
lido, constante, generoso, casto, y desinteresado... Respecto al
prójimo, le hace dulce, modesto, humilde, sumiso, sociable,
compasivo, benéfico, afable, generoso, y sincero. Finalmente
respecto á Dios: le une á él con un amor filial, con la mas tier-
na confianza, con el deseo continuo de agradarle, y de hacer
su voluntad.
Lo 2.° Doctrina perfecta: porque ilumina todo el hombre...
No solo le ensefia todas sus obligaciones, sino que también le
hace conocer la nobleza de su origen, que es Dios mismo su
TOM. I. 29
Criador... La miseria de su caida, y consiguientemente su cor-
rupción , su natural debilidad, y su esclavitud bajo el imperio
del demonio, las ventajas de la redención, su fin, y su glorioso
destino.
Lo 3.® Doctrina perfecta: porque fortifica todo el hombre,
afirmando la ligereza de su espíritu con las reglas inmutables
de la fé, animando su corazon con motivos proporcionados á su
estado, y á sus necesidades: motivos de temor, pero de un te-
mor capaz de contener el cursó de las mas fuertes pasiones, y
de apagar todo su fuego con la idea de un mal tan terrible que
no se puede pensar sin horrorizarse: motivos de esperanza, y
de una esperanza capaz de hacernos emprenderlo todo, y su-
frirlo todo con la idea de una felicidad infinita, y eterna, cuya
posesion nos está prometida, y asegurada, si somos fieles. Mo-
tivos de amor, y de un amor ardiente, y generoso, bastánte á
sostenernos en cualquiera ocasion, porque otra cosa no es que
Dios mismo, el objeto de este amor; un Dios Criador,, infinito
en todo género de perfecciones; un Dios Salvador, hecho como
uno de nosotros, para hacerse nuestra cabeza, y darnos ejemplo:
un Dios Santificador, que esparce la caridad en nuestros cora-
zones, nos sostiene, y nos anima con la fuerza interior de su
gracia... ¡O doctrina celestial! ¿Quién podrá no admiraros?
¿Quién podrá no amaros? Qué cosa es la doctrina de los hom-
bres , de los Filósofos, de los impíos en comparación de esta?
Doctrina monstruosa, que deja al hombre en su debilidad, le
abandona á si mismo, y sin algún socorro: que deja al hombre
en sus tinieblas, sin enseñarle á donde va,.ni para que fin ha
sido puesto en este mundo: que deja al hombre en su total cor-
rupción , y mas le sepulta en ella; le hace audaz, para cometer
toda suerte de delitos, de pecados, de infamias: le debilita, y
le degrada aun mas abajo de la condicion de bestia: y doctrina
detestable, que solo puede hallar secuaces fentre hombres per-
versos, disolutos, sin pudor, ó hipócritas de profesion...
PUNTO II.

Admiración de la autoridad con que enseña.

«Porque los enseñaba como quien tiene autoridad»... El


segundo objeto de la admiración del pueblo, fué la -autoridad
con que enseñaba.
Lo 1.° Autoridad de Jesucristo incontestable... Ella está fun-
dada sobre títulos divinos. « Yo os digo... Yo os mando... Yo
»ya os he^dícho»... Pero yo os digo..., etc. Autoridad de me-
diador entre Dios, y el mundo, á quien deben unirse todos los
hombres. « Sois bienaventurados cuando los hombres os malde-
»cirán... Y dirán de vosotros falsamente todo mal por causa
»mia»... Pedid, y seos dará..., etc. Autoridad de hijo de
Dios... «aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los
»Cielos, éste entrará en el Reino de los Cielos»... Autoridad
de Juez Soberano de todos los hombres. « Muchos me diráp en
»aquel dia, etc. Y entonces yo contestaré á ellos que jamás
»Ios he conocido , retiraos de mí»... .
Lo 2.° Autoridad inimitable... Ningún hombre ha hablado
jamás sobre la tierra con una autoridad como la de Jesucristo;
ni aquellos que Dios ha enviado á instruir á los hombres como
Moisés, ni aquellos que han comparecido para engañar á los
hombres, como tantos seductores que han formado diferentes
sectas. Ninguno de estos, no Obstante el gran deseo que han te-
nido de adquirirse crédito, ha sido tan atrevido que se haya
usurpado títulos tan gloriosos, que al fin no hubiera podido
sostener, y que ántes hubieran contribuido á destruir que á es-
tablecer su autoridad. Si en el curso de los siglos se ha visto á
algún fanático atreverse á imitar algunos rasgos de este divino
lenguage, se vió disiparse con ellos, y aun ántes su extrava-
gancia... Vos solo, ó Jesús mío, habéis podido tomar estos
divinos títulos, y sostener su gloria. Vuestra religión fundada
sobre ellos, ha resistido á la discusión de los filósofos, y á la
452 ' EL EVANGELIO MEDITADO,
persecución de los tiranos, bajo de estos títulos os rindo mis
obsequios, me llego á Yos, escucho solo vuestras palabras, y
quiero conformarme en todo ¿ vuestra santa Ley.
Lo 3. 0 Autoridad incomparable... ¿ Y quién son aquellos que
en nuestros dias osáron sublevarse contra Vos, ó Jesús, y con-
tradecir á vuestra doctrina? ¿De dónde vienen estos? ¿Cuáles
son sus títulos? ¿Cuál es su autoridad? Ni comparecen siquiera,
ni se atreven á manifestar su nombre. ¿Y serán estos los doc-
tores que he de escuchar? ?Y me fiaré de ellos? ¿Es posible, ó
luz divina, que tengamos corazon para abandonaros á Vos por
seguir maestros tau obscuros, y tan despreciables, sip nombre,
sin autoridad, y vagamundos?

PUNTO IU.

Admiración de la manera con que Jesucristo enseña.

«Porque él los instruía... No como sus Escribas, y Fari-


»seos»... Su manera de ensefiar era:
Lo 1.° Sencilla, y popular, sin adornos estudiados, sin
elocuencia afectada; sin fausto, sin orgullo. Hacia sensible é
inteligible todo aquello que decia, y lo acomodaba á la capa-
cidad de todo el mundo.
Lo 2.° Era noble, y afectuosa, llena de magestad, y de
sentimientos...
Lo 3.* Era clara, y precisa', sin rodeos, sin equívocos, sin
disputas, sin controversias... Sobre este modelo se formáron
los Apóstoles, y se deben formar también los predicadores del
Evangelio... no enseñaban asi los Esoribas, y Fariseos... Fuera
de que no podían anunciar una doctrina tan sublime, ni hablar
- con la misma autoridad; no se explicaban con aquella nobleza>
con aquella simplicidad, con aquella claridad, con aquella ele-
vación de sentimientos, con aquella unciou divina, que hacían
amar en Jesucristo al predicador que enseñaba, y la virtud que
persuadía, no se veía otra cosa en sus discursos que debilidad
en el"razonar; incerteza, y variación en la doctrina; y afecta-
' cion, y vanidad en el lenguage: y esto es justamente lo que se
halla también ahora en los escritos de los hereges, y de los
impíos, un lenguage florido, y elegante hace todo su precio:
en el resto solo se hallan sofismas, falsos razonamientos, disi-
mulación, equívocos, insinuaciones artificiosas, sátiras amar-
gas, y motes indecentes: el fruto, pues, de su lección es in-
quietud en el alma, indecisión en el espíritu, alejamiento de
Dlbs, disgusto á la virtiid, aversión al bien, y desprecio prác-
tico de toda suerte de obligaciones.

Petición, y coloquio;

I Ahí Alejad de mi, ó Sefior, estos hombres peligrosos, estos


libros sediciosos, y engañadores que halagan, y .lisongean los
oídos, solo para corromper el espíritu, y el corazon. No escu-
charé jamas á estos hombres frivolos: no leeré jamás sus obras
perversas. Haced que en adelante guste solo de vueslra santa
palabra, y de los maestros que me la expliquen, con aquella
autoridad que viene de Vos, y que solo puede darla vuestra
Iglesia: á esta enseñanza divina, simple, precisa, segura, é in-
variable, someto, ó Dios mi», mi espíritu, y mi corazon; y con
el socorro de vuestra gracia estoy resuello á uniformar á ella
toda mi conducta. Amen.

FIN DEL TOMO PBIMERO.

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