Certmed
Certmed
Certmed
sobre Certificaciones
y Constancias Médicas
Sindicato Médico del Uruguay - Federación Médica
del Interior - Cátedra de Medicina Legal, Facultad
de Medicina, Universidad de la República
Montevideo, 2002
2
por la Facultad: la violencia, el suicidio, la dro-
gadicción, el tabaquismo, etcétera. Eso es Edu-
cación Médica Continua: una actividad para
adultos, profesionales, con temas nuevos, muy
a menudo polémicos como el que ahora nos
ocupa. Pero con estas Jornadas a desarrollar-
se en distintos puntos del interior del país, no-
sotros abordamos esos temas seriamente, con
el apoyo de las entidades académicas pero con
la iniciativa y la participación activa de los mé-
dicos.
Esta Jornada se va a realizar en muchos
lugares del país con particularidades regiona-
les. La primera de ellas se realizó en Maldonado
y fue un verdadero éxito, pues allí confluyeron
médicos, administradores de salud, autorida-
des policiales y judiciales. Espero que este apor-
te de la Cátedra de Medicina Legal de la Facul-
tad de Medicina, de la FEMI y del SMU, expresa-
do a través de los notables aportes de los pro-
fesores Adriasola, Berro, Grille y Rodríguez
Almada, contribuya a la formación práctica y al
quehacer cotidiano de nuestros colegas.
3
Palabras del Profesor
de Medicina Legal de la
Facultad de Medicina
Prof. Dr
Dr.. Guido Berro Rovira
4
A
ntes que nada un especial agra-
decimiento a los médicos de Emer-
gencia del Hospital de Maldonado. Por
supuesto, también a las autoridades
del Sindicato Médico del Uruguay y
de la Federación Médica del Interior por haber-
nos invitado y convocado a estar aquí entre us-
tedes y, en la medida de lo posible, trataremos
de ser útiles al transmitir opiniones lo más prác-
ticas y a su vez lo más fundamentadas posi-
bles.
Opiniones sobre un tema de permanente
actualidad: las certificaciones médicas. Tam-
bién veremos otros temas importantes. Pero
voy a hacer una breve introducción general y
hablar algo sobre las certificaciones médicas
en especial.
Se nos ha consultado sobre cuál es el con-
cepto médico legal que el Departamento de
5
Medicina Legal de la Facultad de Medicina tiene
de los certificados médicos, especialmente de
los de enfermedad, de aptitud, y todo lo refe-
rente a su expedición.
Luego también se irán planteando, por los
distintos panelistas, otros temas, destacándo-
se el secreto, la historia clínica, el certificado de
defunción, distintos documentos médicos le-
gales y sus actualizaciones o las opiniones fun-
dadas –repito– de quienes integramos este pa-
nel.
El tema de los certificados es –como les de-
cía– recurrente, siempre vigente y que por dis-
tintas circunstancias puntuales –como lo expre-
saba la doctora– se pone frecuentemente en el
tapete con determinadas cargas de angustia,
estrés, probables responsabilidades, etcétera.
Siguiendo las enseñanzas de viejos maes-
tros de la Medicina Legal, por ejemplo Emilio
Bonnet o Juan Antonio Gisbert Calabuig, me
gustaría poner y repetir con especial énfasis que
el prestigio profesional está en juego en temas
como este.
Certificados que a menudo son tomados un
poco a la ligera, reputados equivocadamente
como de importancia menor o secundaria en
el ejercicio profesional, pero que ustedes ya tie-
nen ejemplos y van a compartir conmigo la
opinión de que muchas veces la reputación del
profesional se juega en la expedición de los
certificados.
6
Por ello nos ha parecido apropiado traer qué
opinamos sobre los certificados médicos siem-
pre con un objetivo de jerarquización y respeto
hacia el médico, basado en su correcta actua-
ción técnica y deontológica.
En los temas que se expondrán –no sola-
mente en certificados– aceptamos que existan
otras opiniones. ¡Cómo no lo vamos a hacer!
Siempre que estas opiniones sean fundadas, y
advertimos desde ya que incluso algunas de
las preguntas que puedan surgir en el momen-
to del debate puedan tener distintas respues-
tas, aun por los integrantes del panel, que qui-
zá se traten de matices, pero hay interpretacio-
nes jurídicas, incluso, que pueden ser divergen-
tes. Eso se va a ir viendo a medida del desarro-
llo de la Jornada.
Se me ocurre transmitirles que la experien-
cia enseña que distintos magistrados, jueces,
tienen a veces soluciones, sanciones, opinio-
nes diferentes. Sin embargo, existen posibilida-
des de recursos, apelaciones, etcétera, que tam-
bién se van a ir explicando a lo largo del desa-
rrollo de la Jornada.
Nuestra posición –que podrá entonces ad-
mitir cierto margen de opinabilidad, obviamen-
te– no es meramente personal, trataremos de
que tenga un aval normativo, por suerte, para
ello, nos acompañan destacados ex magistra-
dos y juristas abogados, los doctores Antonio
Grille y Gabriel Adriasola –ustedes seguramen-
7
te los conocen en sus trayectorias.
Nosotros hemos visto que, por un lado, está
la norma jurídica teórica, aséptica y, por otro, lo
que es la realidad en cuanto al uso, a la cos-
tumbre, de que siempre se hizo así, de que el
policía siempre vino a pedir cómo eran las le-
siones de la víctima o paciente que se está aten-
diendo, haya o no una norma que lo respalde,
el uso y la costumbre marcaba eso. Creo que
es importante ir haciendo un reordenamiento y
una jerarquización siempre con ese objetivo que
se me ocurría destacar con énfasis de
jerarquización del médico como tal.
Advertir, como seguramente lo van a hacer
con mucha mayor propiedad los juristas que
me acompañan, que en nuestro Derecho el uso
y la costumbre, la jurisprudencia, los fallos ya
emitidos, a diferencia de lo que pasa en los paí-
ses del Commonwealth (la Comunidad Británi-
ca de Naciones) no son fuente de Derecho. Así
que, de una vez por todas, tenemos que ir bus-
cando como única fuente el derecho positivo.
Dejamos esto planteado para que después los
juristas nos expliquen mejor –y que decimos:
¡Pero siempre se hizo así!– si es válido o no.
Es decir, siempre se hizo así pero se pudo
haber estado mal y haciéndolo mal.
Haremos breves exposiciones. Nos parece
fundamental la etapa de debate o de preguntas.
Volviendo sobre los certificados, decimos a
modo de definición desde la óptica médico-le-
8
gal –no desde la óptica de definición del certifi-
cado que podrá dar el jurista o el escribano–
que certificado viene de certificatio, cierto, se-
guro, indudable. Es un testimonio escrito refe-
rente a un hecho clínico. El profesional médico
después de haberlo comprobado personalmen-
te lo extiende a pedido de un paciente o de los
familiares del mismo. Ya ahí nos está diferen-
ciando de lo que es el informe o la consulta
jurídica que no es a pedido del paciente.
Todo certificado médico debe ser expresión
de estricta verdad. Debería tener siempre el tra-
tamiento de un documento importante por el
cual se deja constancia de hechos ciertos y
comprobados personalmente.
Desde ya aclaramos que en nuestro con-
cepto son sinónimos. Este concepto amplio,
quizá no demasiado ajustado a la definición del
jurista o del notario, cuando ponemos “dejo
constancia” o “he comprobado” son práctica-
mente sinónimos. Quiero decir que no hace-
mos énfasis en una distinción entre lo que es
un certificado médico, una constancia o com-
probación médica, lo tratamos en el mismo
sentido genérico de esta definición médico-le-
gal que hemos dado.
Un rasgo característico de los certificados
médicos, en la mayor parte de los casos, es el
de no estar dirigido a nadie en particular, estar
extendido a solicitud de parte interesada. Este
hecho, en general, podría estar relevando al
9
médico de la obligación del secreto profesio-
nal. Sin embargo, creemos prudente y aconse-
jable que ante la necesidad o supuesta necesi-
dad de poner un diagnóstico en el certificado,
pidamos la relevación del secreto al propio pa-
ciente. Es decir, es preferible no poner el diag-
nóstico y en caso de ponerlo contar con la au-
torización del paciente, porque el secreto es
preceptivo y el que lo puede relevar es el pa-
ciente.
Los más habituales se reflejan en dejar
constancia de un padecimiento, alguna enfer-
medad, discapacidad o, inversamente, también
son frecuentes los certificados de no padecer
determinada enfermedad o de aptitud física para
el deporte, etcétera. En estos últimos hemos
aconsejado muchas veces expresar que son
de una aptitud clínica si no contamos con exá-
menes paraclínicos y en el momento de la ex-
pedición, pues no sabemos de alteraciones
que pudieran mostrar determinados exámenes
paraclínicos o de aparecer con posterioridad
algún tipo de complicación.
Repetimos, el certificado médico es un do-
cumento médico-legal del cual se abusa tanto
en la expedición complaciente del mismo que
no podemos dejar de hablar de los mal llama-
dos “certificados falsos”, y lo escribo entre co-
millas porque si son falsos no son certificados,
por definición. Bueno, aceptemos que existe
este tipo de documentos falsos con mucha fre-
10
cuencia, y que así se los ha denominado.
Es muy común la exigencia a un médico,
abusando a veces de su benevolencia, de su
amistad, hasta de la vecindad, de pedir la ex-
tensión de certificados que incluso tradicional-
mente se han llamado de complacencia. En
realidad se trata de hacer constar hechos
inexistentes o falsos que redundan en prove-
cho del interesado pero que, a su vez, su prác-
tica pone al médico en riesgo, casi siempre está
comprometiendo su reputación ética o moral y
que a menudo lo pone en situaciones que pue-
den llegar a ser de ciertas dificultades y peligro
en cuanto a su responsabilidad no ya ética sino
judicial.
Sin embargo, es cierto que no todo certifi-
cado de complacencia tiene igual gravedad o
consecuencia. Es muy distinto aquel que exi-
me de un día de trabajo o de asistencia a cla-
ses que el que da mérito a una jubilación o a
una renta, que también los ha habido.
Por otra parte, y no ya desde el punto de
vista deontológico sino legal, debemos tener
en cuenta que el médico que expide un certifi-
cado falso podrá incurrir en responsabilidad pe-
nal o administrativa según lo establecen las
normas.
Desde mi punto de vista la expedición de
los certificados es una obligación moral del pro-
pio acto médico. Es decir, si bien no existe una
obligación formal legal de su expedición, con-
11
forma o es parte del propio acto médico. Y sien-
do parte del propio acto médico hemos enten-
dido que en la generalidad de los casos no exis-
ten motivos para cobrar honorarios por el certi-
ficado. Sabemos de aranceles, de resoluciones
de asambleas, incluso el Sindicato Médico tie-
ne su arancel en cuanto a estos aspectos.
Obviamente ello es posible, se pueden co-
brar, pero nuestra posición personal es que for-
man parte del acto médico y, en general, opino
que no se deberían cobrar.
Se nos ha consultado específicamente si
podemos cobrar el certificado de defunción.
Entiendo que también es parte del acto médi-
co, constatar el fallecimiento y expedir el certifi-
cado de defunción si es el médico tratante y no
hay ninguno de los otros impedimentos pre-
vistos por el decreto o por la ley, y que no se
cobra. Algunos lo podrán cobrar, no está del
todo mal en el sentido de que no contraviene
ninguna disposición legal. Es una posición de
índole personal.
Existen certificados falsos, seguramente
bien remunerados, que encierran un engaño,
incluso más allá de la complacencia, son los
denominados de encubrimiento. Distintos gra-
dos de compromiso del médico en una manio-
bra, incluso pueden ser de tipo doloso, certifi-
cados falsos dolosos. Como ven, hay dentro
de la clasificación de certificados falsos –que
no debería existir pero existe– una graduación
12
en cuanto al elemento subjetivo de la culpa.
Por todo lo anterior, siempre es recomen-
dable que los certificados médicos dejen cons-
tancia de hechos comprobados personalmen-
te, en forma indudable, no extendidos más allá
de las veces estrictamente necesarias, a veces
tomándose un tiempo de reflexión entre el pe-
dido y la expedición. Aunque decíamos que no
se sabe para dónde se expide, muchas veces
sería conveniente saberlo e incluir en el certifi-
cado que se expide solamente para presentar
en tal lado.
Esto de los certificados falsos nos preocu-
pa mucho, porque deja muy mal parado al mé-
dico. Actuando como médico forense hemos
visto la presentación de certificados para no
comparecer como testigos en audiencias judi-
ciales y recuerdo que algunos de los jueces –y
seguramente esa misma experiencia la deben
tener los doctores Grille y Adriasola– entendían
que su médico forense debería ratificar o no la
veracidad de lo puesto en el certificado porque
era bastante frecuente que fueran falsos. Ya el
médico quedaba muy mal parado. Nosotros en
esa actividad de asesor o de auxiliar del juez,
muchas veces nos tocó comprobar que real-
mente eran total y absolutamente falsos, sim-
plemente eran de este tipo de complacencia
para no concurrir a una audiencia, por ejemplo.
Esos médicos fueron luego citados al juz-
gado. Creo que no hubo, ahí sí por benevolen-
13
cia de los magistrados, procesamiento por do-
cumentación falsa, por lo menos en los casos
que recuerdo no hubo encausamiento judicial
del médico que lo expidió, pero eso puede ocu-
rrir.
O sea, que a veces la mera complacencia a
un ruego, un pedido de un vecino o de un ami-
go, puede comprometer al médico.
Sé que nos podemos granjear cierto grado
de antipatía o enemistad si no los expedimos,
pero a la larga se sabe quién es el médico que
puede hacer un certificado falso y quién es el
que actúa correctamente y prestigia su profe-
sión, su título, que sólo va a expedir los certifi-
cados que le correspondan y basado en todas
estas actuaciones de acuerdo al pautar norma-
tivo, técnico y deontológico.
En conclusión: desde el Departamento de
Medicina Legal y para este tema en concreto –
obviamente no voy a reprimirme de poder in-
tervenir y dar opiniones en cuanto a los otros
temas que se vayan exponiendo y a las pre-
guntas que puedan formularme– pero desde
este preciso tema de los certificados hacemos
hincapié en que los médicos sólo habrán de
certificar aquello que les conste personalmen-
te, por haberlo observado, ya que de lo contra-
rio pueden ver comprometida, casi seguramen-
te, su reputación o condición moral y ser pasi-
bles de un proceso ético, deontológico, disci-
plinario de autorregulación médica, pero tam-
14
bién hasta Penal.
Muchas gracias, quedo a las órdenes para
las preguntas y –como también advertía– no
podré evitar dar una opinión de los siguientes
temas que me han apasionado desde hace ya
bastante tiempo.
Gracias.
15
Palabras del Dr. Hugo
Rodríguez Almada,
Prof. Adjunto de Medicina Legal
Facultad de Medicina
16
V
amos a abordar un tema bastante me-
nos polémico que los anteriores, pero
de gran importancia práctica para el
médico asistencial, como para los que
somos médicos forenses.
Ante todo, no resisto “pasar un aviso” al
sitio web de nuestro Departamento de Medici-
na Legal de la Facultad de Medicina, donde
pueden encontrar diversos trabajos, publica-
ciones y se pueden hacer sugerencias sobre
este y muchos otros temas. El sitio web es:
www.mednet.org.uy/dml
Parece obvio señalar que el certificado de
defunción tiene una inmensa importancia epi-
demiológica. Todos sabemos que los registros
de la mortalidad son de gran importancia sani-
taria y que, en general, son los registros más
completos por la sencilla razón de que no se
puede inhumar un cadáver hasta que se ex-
tiende este certificado. Entonces, por lo menos,
17
hay datos cuantitativos bastante confiables,
aunque tampoco haya que fiarse de las cau-
sas de muerte que se allí se consignan. Hay
algunos trabajos que muestran que su confia-
bilidad es sólo relativa, incluso en países como
el nuestro que, del punto de vista del registro,
están relativamente bien posicionados.
También tiene una gran importancia jurídi-
ca por todo lo que significa muerte desde el
punto de vista jurídico, en sus aspectos civiles,
penales, administrativos, etcétera.
Finalmente, tiene una gran importancia
médico-legal, sobre la que nos queremos cen-
trar con un enfoque eminentemente práctico.
Existe un conjunto de normas que pautan
el uso del certificado de defunción. Dentro de
estas, destacaremos:
a) El Reglamento de Certificados de Defun-
ción del año 1889. En él se establecen las hi-
pótesis en las cuales un médico tiene prohibi-
do expedir un certificado de defunción, y tam-
bién las circunstancias en las cuales el médico
tratante está obligado a hacerlo.
b) Decreto-Ley Nº 5.453 del año 1942 por
el cual se estableció un formulario de certifica-
do de defunción único y de uso obligatorio en
todo el país.
Existen otras normas que rigen para los
establecimientos de Salud Pública. Y las hay
también otras propias de algunos hospitales
que, insólitamente, contradicen las normas su-
18
periores referidas.
Desde el punto de vista de la situación del
médico –estamos refiriendo al médico asisten-
cial, excluyendo al médico forense– se le pue-
den presentar situaciones en las que le está
prohibido expedir el certificado de defunción,
otras en que está obligado y, finalmente, mu-
chas en las que no está obligado ni impedido.
De modo que no en todos los fallecimientos
estará obligado o tendrá vedada la posibilidad
de completar y firmar el certificado de defun-
ción. En efecto, en muchas situaciones la con-
ducta quedará librada a su sentido común.
¿Cuándo un médico tratante está obligado
a firmar un certificado de defunción?
El Reglamento de 1899 prevé dos situacio-
nes:
! Cuando el fallecimiento se debe a una
enfermedad aguda y el médico lo asistió
en las últimas veinticuatro horas.
! Cuando la causa del fallecimiento es una
enfermedad crónica, y el último contac-
to ocurrió en los últimos siete días.
En consecuencia, si el paciente falleció a
consecuencia de una enfermedad crónica, por
ejemplo una hepatopatía crónica, y el médico
lo asistió hace ocho días, no tiene prohibida la
firma del certificado. La situación escapa al pla-
zo que obliga al médico pero, razonablemente,
debería firmarla si no sospecha ninguna situa-
ción irregular o delictiva. Era mi paciente, cono-
19
cía su patología y su pronóstico, y sé que mu-
rió en forma natural a causa de esa enferme-
dad.
En cuanto a las prohibiciones para el médi-
co tratante, las mismas son:
! Todas las muertes violentas, entendien-
do por tales: homicidios, suicidios y ac-
cidentes.
! Todas las muertes sospechosas. El Re-
glamento establece expresamente algu-
nas de ellas: las muertes sin asistencia
(aunque sean casi todas de causa natu-
ral); fallecidos asistidos por persona no
autorizada para ejercer (léase: que no sea
médico); cuando exista sospecha de
muerte violenta o algún delito. Otras
muertes que presentan dudas son las
muertes súbitas (por definición: rápidas
y en aparente buen estado de salud); las
ocurridas en establecimientos de deten-
ción.
En todas estas situaciones enumeradas, el
médico tiene prohibido expedir el certificado de
defunción aunque el paciente muera en un cen-
tro asistencial. Por ejemplo, en el caso de un
paciente politraumatizado en un accidente de
tránsito que recibió asistencia de emergencia y
fue derivado a un CTI donde lo trataron, e insta-
ló en la evolución un fallo multisistémico y fa-
lleció, no se debe firmar, porque fue una muer-
te de causa violenta, con connotaciones jurídi-
20
cas diversas.
En todos los casos en que el médico tra-
tante no expida el certificado de defunción, el
cadáver será objeto de una peritación médico-
legal, una autopsia del tipo médico-legal que, a
diferencia de las autopsias clínicas, no requie-
re consentimiento alguno y es dispuesta por
un juez competente. En ese caso, el certificado
será completado y firmado por el médico
forense, tras lo cual el cadáver podrá ser
inhumado.
Desde luego que la obligación de un médi-
co respecto a la expedición de un certificado
de defunción no existe en caso de que
concomitantemente esté presente alguno de los
supuestos que prohíben al médico extender el
certificado. Si en el caso concreto existe un su-
puesto que obliga al médico y otro que lo impi-
de, no se debe extender el documento. Por
ejemplo: el médico asistió al paciente en las úl-
timas veinticuatro horas (obligación de certifi-
car) y la causa de la muerte fue una herida de
proyectil de arma de fuego (impedimento de cer-
tificar), el médico tratante tiene formalmente pro-
hibido expedir el certificado de defunción.
Fuera de las obligaciones y las prohibicio-
nes, existe una amplia gama de situaciones para
el médico: son las muertes naturales fuera de
toda sospecha o duda de violencia o delito, que
escapan a los plazos mencionados para las
enfermedades agudas y crónicas.
21
En suma, como conclusión de todo lo an-
terior, intentaremos resumir el criterio por el que
debe guiarse un médico enfrentado a la situa-
ción de expedir un certificado de defunción:
El médico tiene prohibido extender un certi-
ficado de defunción en casos de muertes vio-
lentas o sospechosas, se deduce fácilmente
que:
1. Exceptuando el caso de los médicos
forenses, el médico que expide un certificado
de defunción está certificando que se trata de
una muerte natural.
2. El médico que opta por rehusarse a fir-
mar el certificado de defunción debería estar
dispuesto a concurrir a un Juzgado Penal a de-
clarar a consecuencia de qué violencias le cons-
ta o sospecha que falleció el paciente.
3. El médico asistencial debe certificar las
muertes naturales y el médico forense debe
certificar las violentas y las sospechosas.
22
23
Palabras del
Dr. Antonio Grille Etcheverrigaray
Profesor de Técnica Forense III,
Facultad de Derecho, Universidad
de la República
Abogado Jefe del SMU
24
Q
uiero agradecerles a las autoridades
que han organizado esta Jornada, el
haberme invitado a ser panelista, lo
cual me complace mucho.
Estas Jornadas se han originado en
una serie de dudas que se han creado con res-
pecto a las verdaderas obligaciones que tienen
los médicos para certificar algunas patologías
que puedan observar y de las obligaciones que
desde el punto de vista de las autoridades
policiales o judiciales puedan tener cuando no
son médicos forenses o de policía.
Hice algunos pequeños slides, porque si
vamos a hablar de certificados o constancias
–estoy de acuerdo con el Dr. Guido Berro que
son terminologías que en su contenido son si-
milares– acudí al viejo libro que editó el Dr.
Eduardo J. Couture referente al vocabulario ju-
25
rídico, en el que se dan tres acepciones de cer-
tificado.
La primera acepción es la más normal des-
de el punto de vista jurídico y es la que utilizan
los escribanos, dice: “Documento notarial que
contiene en forma extractada lo que resulta de
un expediente, actuación o documento”. Es un
elemento fundamental desde el punto de vista
de las negociaciones jurídicas, y ustedes lo
habrán visto ya no en la vida profesional sino
en la personal que cuando van a alquilar una
casa le piden la garantía y que traigan un certifi-
cado de que no tiene embargos, etcétera. Hay
infinidad de situaciones que se solucionan con
certificaciones notariales, pero no es este el
caso.
La segunda acepción que da el Dr. Couture
dice: “Atestación que un funcionario público
hace de un hecho que le consta por razón de
su cargo”. Es decir que aquí tiene que ser un
funcionario público y, lo vamos a ver con pos-
terioridad, la diferencia que tiene que tener un
certificado o constancia que expide un médi-
co de policía o forense y no un médico priva-
do.
La tercera dice: “Atestación que un experto
hace de un hecho que le consta en razón del
ejercicio de su profesión”. Quiere decir que los
contenidos van a ser distintos, pero en su esen-
cia constituyen documentos que acreditan el
haber sucedido alguna circunstancia determi-
26
nativa que pueda tener relación con algún he-
cho trascendente en la vida.
Constancia, y aquí acudimos al diccionario
de la Real Academia que dice: “Acción de ha-
cer constar algo de manera fehaciente. Certe-
za, exactitud de algún hecho o dicho, escrito
donde se hace constar un hecho o acto a ve-
ces de manera fehaciente”.
Como ustedes ven y como decía muy bien
el Dr. Guido Berro, si no son sinónimos por lo
menos tienen una similitud muy grande ambos
términos.
La constancia a veces se utiliza como un
elemento para acreditar la veracidad de deter-
minado documento. Por eso en las actas judi-
ciales ustedes verán que siempre se culmina
con la frase: “Para constancia se labra la pre-
sente, en lugar y fecha, etcétera”.
Es decir que la palabra constancia es, en
los casos que vamos a examinar, más adecua-
da que la palabra certificado.
Lo fundamental es que tanto el certificado
como la constancia acreditan una circunstan-
cia o un hecho –y que como dijo el Dr. Guido
Berro– tiene que haber realmente sucedido. Aquí
entramos en esa connotación legal, moral y éti-
ca de que habló él y que es fundamental.
El Dr. Berro dijo que hay certificados con un
dolo más grave que otros. Es como aquella dis-
tinción que hacían los romanos de dolo malo y
dolo bueno.
27
Mi consejo personal es que no existe el dolo
bueno –ni porque el niño le dolía la garganta y
no fue– perfecto porque se deja constancia de
un hecho auténtico. Lo mismo en la compare-
cencia al trabajo de algún empleado. Pero siem-
pre y cuando el médico compruebe la patolo-
gía, si no, porque sea un amigo o un vecino
que nos presta azúcar cuando no tenemos y
que va a enojarse porque no le dimos el certifi-
cado, creo que es fundamental no hacerlo. Re-
cuerdo que mi madre, que era una persona
autodidacta, me decía: “M’hijito, cuando quie-
ras que una cosa que hagas no se sepa, no la
hagas”. Esto es fundamental.
Constar es precisamente decir que una
cosa es cierta o manifiesta y que queda regis-
trada por escrito, pudiendo ser notificada oral-
mente por una o varias personas. De ahí surge
la constancia.
Estamos siempre girando en cuanto a la
referencia del contenido de un documento, que
en algunos casos se llamará certificado y en
otros casos constancia. A veces esta última
palabra tiene una ductilidad mayor que la pro-
pia redacción. Para poner un ejemplo: la redac-
ción de las audiencias judiciales.
Aquí viene algo que para mí es muy impor-
tante para lo que vamos a decir después. ¿Qué
es el orden jurídico?
Y aquí acudimos a un viejo libro de Filoso-
fía del Derecho de Astalión, dice: “Como intro-
28
ducción del tema del ordenamiento jurídico vea-
mos ante todo cuál es el sentido de esta ma-
gistral teoría expuesta originariamente por Adol-
fo Merkel, adoptada luego por Kelsen, y acepta-
da en lo sustancial por nosotros, según el cual
el complejo de normas, leyes, sentencias, con-
tratos, etcétera, que dan sentido al Derecho de
un país, las que no se encuentran sueltas o
aisladas sino que se dan entrelazadas por rela-
ciones de fundamentación o derivación en gra-
cia a las cuales, etcétera, constituyen una figu-
ra específica”.
Esta estructura específica es el orden jurídi-
co.
¿Por qué traigo a colación el orden jurídico?
Porque la primera pregunta que originó un
informe de las autoridades del Sindicato Médi-
co es si un funcionario policial puede traer un
herido a un médico que no es médico forense,
no es médico de policía, sino que es médico
de guardia en un hospital, y exigirle que certifi-
que las heridas o las lesiones que puede haber
comprobado.
Creo que no.
La estructura judicial y la estructura jurídica
del país establecen que haya médicos que es-
tén específicamente destinados a eso. Por lo
tanto, un médico que está de guardia tiene que
cumplir sus funciones como médico y nada
más. Y si encuentra en ese examen elementos
que podrían constituir algo delictivo, elevar ese
29
conocimiento a las autoridades del estableci-
miento correspondiente y éstas después se
pondrán en comunicación con las autoridades
policiales o judiciales. Pero directamente nin-
gún médico está obligado a decirle al policía:
aquí tiene el certificado, este señor tiene dos
puñaladas en el abdomen, etcétera.
Como, por otra parte, el problema de la de-
terminación de comprobación de algunas le-
siones es un aspecto ya no médico sino que
es médico-legal, porque de acuerdo a la enti-
dad de determinadas lesiones podrán ser per-
sonales, graves, gravísimas y eso tiene conse-
cuencias diversas con relación a la sanción que
se pueda aplicar al autor o los autores de ese
delito.
De tal manera, que esto del orden jurídico
lo traigo a colación para que ustedes no crean
que cometen un delito de desacato o una omi-
sión si no informan a la autoridad policial o aun
a la judicial.
Esto es lo que ha traído a colación muchas
confusiones. Personalmente, con los panelistas
hablamos ayer y venimos a decir nuestras opi-
niones y pautas. Mi opinión en esto es termi-
nante –no quiere decir que es la del Olimpo,
no, es la mía– y creo firmemente que un médi-
co particular no tiene la más mínima obligación
de certificar a las autoridades la comprobación
de algún hecho determinado. La obligación que
tiene el médico es la de curar o tratar de curar,
30
famosa obligación de medios que tanto se ha
utilizado en los juicios de responsabilidad mé-
dica.
Tampoco el médico puede ocultar. Si le traen
un herido y el médico de acuerdo a sus cono-
cimientos comprueba que ha sido agredido de
alguna manera, tiene la obligación administra-
tiva de decírselo a sus autoridades, al director
del hospital, de la mutualista o lo que fuere.
Eso sí porque si no estaría ocultando la exis-
tencia de un hecho ilícito y eso no correspon-
de. Lo que no tiene obligación es de certificar.
No me voy a extender más porque ha sido
un poco lo medular de las discusiones y du-
das que sé que existen en Maldonado y en otros
departamentos, y queremos difundirlo de la
manera más clara posible.
Me baso, como jurista, en el orden jurídico.
No puedo decirles lo que opinará el juez por-
que él puede opinar lo contrario, precisamente
porque hay un orden jurídico y si ese juez se
equivoca, ustedes tienen los remedios proce-
sales correspondientes para impugnar esa
decisión. Si a un juez se le ocurriera procesar a
un médico particular porque no le quiere hacer
un certificado, se puede impugnar esa decisión.
Esto es lo sustancial y por ahora no lo voy
a hablar más.
31
Palabras del Dr. Gabriel Adriasola,
Profesor de Derecho Penal de la
UCUDAL y del Universitario de
Punta del Este
Abogado Asesor del Tribunal
de Ética Médica de la FEMI
32
M
uchas gracias a los organizado-
res por la invitación. Cuando se
me hizo la misma –y hoy lo ratifi-
qué en las exposiciones de aper-
tura– no se me ocultó que sin
duda esta Jornada responde a cierta preocupa-
ción por el relacionamiento entre las agencias
médicas, policiales y judiciales. Relacionamien-
to que puede crear determinadas dudas sobre
cuáles son los alcances de las obligaciones,
concretamente las de los médicos de las emer-
gencias, a los que a mí me gusta llamarlos mé-
dicos de primera línea, y ello porque siempre
son los más vulnerables a los embates de otras
agencias.
Se me pidió entonces que hablara del se-
creto profesional y la historia clínica. Pero no lo
voy a hacer en abstracto. Y no lo voy a hacer
33
así porque creo que abordar esa temática va a
reafirmar –con algunas diferencias de matiz– la
posición que brillantemente sustentara el pro-
fesor Grille. Como muy bien lo expresara el Dr.
Grille, el orden jurídico es un todo, y por ello
este tema de la certificación médica a pedido
policial está también estrechamente vinculado
al secreto profesional.
Pero antes hay que saber de qué hablamos,
así que muy brevemente definamos qué es el
secreto profesional médico.
Obviamente comprende todo lo que el pa-
ciente le confíe; pero no sólo lo que éste le con-
fíe, comprende también lo que el médico co-
nozca, aun accidentalmente, en el decurso de
la relación médico-paciente.
Ese es el concepto medular. Básico. Toda
la relación médico-paciente, aun lo que en ella
el médico conozca accidentalmente, está com-
prendido en el secreto profesional.
Un segundo aspecto, que a veces no está
muy claro, es el del alcance personal del secre-
to profesional del médico.
Esto hay que decirlo muy claramente, no
sólo el médico es el que está obligado a guar-
dar secreto. Hoy asistimos al espectáculo en el
cual la prestación de los servicios médicos se
encuentra colectivizada, es una prestación cor-
porativa a nivel público y privado.
El médico, los auxiliares médicos y el per-
sonal administrativo de las instituciones, los
34
laboratoristas, los empleados administrativos,
auxiliares de servicio incluso, están obligados
a guardar el secreto médico y si no lo hacen
cometen el delito de revelación de secreto pro-
fesional, previsto en el artículo 302 del Código
Penal.
Un tercer aspecto: el secreto médico es au-
tomático. No requiere solicitud del paciente.
Opera de pleno derecho. La manifestación que
debe existir es la del paciente para relevar el
secreto médico. O sea, desde el momento en
que el médico entra en contacto con el pacien-
te o desde el momento en que el paciente in-
gresa a la institución ya está abarcado por el
secreto. No se requiere pedido expreso.
¿Cuáles son entonces las causas de que-
brantamiento del secreto médico? Es decir,
¿cuándo la revelación no configura delito?
Podemos resumirlas en dos hipótesis. La
primera la enmarcamos dentro de la teoría del
delito, es el llamado estado de necesidad justi-
ficante.
¿Cuándo un médico puede revelar el trata-
miento o la enfermedad o lo que le confió su
paciente sin cometer el delito de revelación de
secreto?
Pues cuando hay un estado de necesidad
justificante. El ejemplo típico que se pone es
cuando la revelación está dirigida a evitar un
mal mayor. Por ejemplo el caso de un paciente
con una enfermedad infectocontagiosa. Ahí hay
35
un estado de necesidad justificante, y lo hay
porque provoco un mal menor con la revela-
ción del secreto para prevenir un mal mayor, el
contagio a su familia.
El otro tema es más polémico, es el famo-
so mito de la obligación de denuncia.
Concuerdo con la posición del doctor Grille
en el sentido de que el médico no está obliga-
do cuando se le trae un paciente por parte de la
Policía o de la Justicia a actuar como perito,
porque en realidad lo que se le está pidiendo
es actuar como perito, para eso ya están de-
signados quiénes pueden ser peritos, son los
médicos forenses. Pero, además, puede estar
también amparado en el secreto profesional
para sostener su negativa.
¿Qué sucede cuando ingresa un paciente,
traído o no por la Policía, en el cual el médico
constata que puede haber sido víctima o haber
cometido eventualmente un delito? Vamos a
poner casos típicos. Persona que ingresa por
una complicación luego de haberse hecho un
aborto clandestino.
Recientemente llegó a la Suprema Corte de
la Nación Argentina, un caso sucedido en un
hospital de Buenos Aires. A ese hospital con-
curre voluntariamente –y sin conocimiento po-
licial– una paciente boliviana a quien le extraen
bolsitas de cocaína que tenía en el estómago.
¿Qué hace el médico en esos casos?
¿Está obligado a denunciar o esos hechos
36
están amparados por el secreto profesional
médico?
Personalmente creo firmemente que están
amparados por el secreto profesional médico
y si el médico o la institución ponen en conoci-
miento de las autoridades policiales o judicia-
les este tipo de circunstancias están quebran-
tando el deber de reserva.
No hay un estado de necesidad que justifi-
que eso, no quiero prevenir un delito futuro, el
delito ya aconteció. La persona viene al médi-
co en la angustia de su curación, pero no pue-
de ser que eso le signifique exponerse a un
procedimiento penal, a una acusación penal.
Además, la obligación de denuncia tiene que
estar expresamente establecida en la ley. En la
ley uruguaya la única hipótesis de obligación
de denuncia por parte del médico es cuando
se asiste a un enfermo psiquiátrico peligroso,
es el artículo 365, numeral 15, del Código Pe-
nal.
Por otra parte, esta confrontación entre se-
creto y obligación de denunciar, en otras cir-
cunstancias, como es el caso de la complica-
ción postaborto que llega al hospital, está re-
suelta en el artículo 360 del Código Penal que
dice expresamente: “El médico partero o far-
macéutico que notando en una persona o en
su cadáver señales de envenenamiento u otro
grave atentado no diere parte a la autoridad
–esto está castigado– dentro del término de 24
37
horas a partir del descubrimiento, salvo que la
reserva se hallare amparada por el secreto pro-
fesional”. Entre el interés público de la persecu-
ción del delito y el secreto profesional prima este
último. Es la posición también dominante ex-
presada por viejos y prestigiosos tratadistas en
Uruguay.
Rápidamente ahora, y para vincular este
tema a la historia clínica, que era el objeto de la
exposición. La historia clínica, todos saben lo
que es, contiene los datos del paciente, el trata-
miento y el diagnóstico, etcétera.
Lo contenido en la historia clínica integra
también el secreto profesional. Esto es indis-
cutible.
Por lo tanto, el único que puede autorizar la
revelación o difusión de la historia clínica es el
dueño del contenido, que no es otro que el pa-
ciente.
Por lo tanto, uno a veces ve que las institu-
ciones proceden con cierta liviandad cuando
reciben pedidos judiciales, por oficios, de remi-
sión de una historia clínica. Creo que la primera
pregunta que deberían hacerse antes de remi-
tirla es: primero, ¿es a pedido del titular de la
historia clínica? Porque si no es así, yo requie-
ro que me autorice éste para poder remitirlo al
Juzgado. Eso con respecto a la Justicia civil pero
también con la penal. Porque hay otro aspecto
que hay que decirlo claramente, el secreto mé-
dico no es relevable por la Justicia penal.
38
Hay dos clases de secretos en el ordena-
miento jurídico.
Los relevables y los no relevables.
¿Cuáles son los secretos relevables?
Por ejemplo, los que a texto expreso le atri-
buyen ese poder a los jueces: el secreto ban-
cario, el secreto tributario.
¿Por qué? Porque la ley dice.
El juez puede relevar este secreto pero hay
otros: el del abogado, el médico, el sacerdote,
donde la ley no dice que el juez puede relevar-
lo.
Por lo tanto, si la ley no lo dice, la agencia
policial y judicial deberán actuar acorde a dere-
cho. Sin el consentimiento del titular de la his-
toria clínica, entiendo que ni la Justicia civil ni la
penal pueden solicitar a las instituciones la re-
misión de ésta. Las instituciones deben con-
trolar efectivamente ese extremo para no incu-
rrir en responsabilidad ante el titular de la histo-
ria clínica.
Creo que en la práctica, por lo menos en la
que he visto, ese tema debe ser trabajado con
mayor rigor.
Me da la impresión que hay ciertas violacio-
nes habituales al secreto profesional médico
tanto en el manejo de las historias clínicas
como en la expedición de certificados o, inclu-
so, en el poner en conocimiento de las autori-
dades situaciones de pacientes porque se pre-
sume que han cometido un delito.
39
En el caso de la señora boliviana en Argen-
tina a la que hubo que extraerle las bolsitas con
cocaína, no la trajo la Policía, llegó sola al hos-
pital y la médica que la denunció se expuso a
un proceso por revelación de secreto profesio-
nal; el caso llegó a la Corte Suprema argentina
y hubo una decisión muy reñida de cinco vo-
tos a cuatro, donde cuatro de esos ministros
opinaban que efectivamente había vulnerado
el secreto profesional. Con una legislación ar-
gentina en donde el delito de encubrimiento es
mucho más riguroso que en Uruguay.
Creo que hay que establecer muy claramen-
te las funciones de las agencias.
El médico es médico, no es un auxiliar de
la Policía ni de la Justicia.
En un Estado democrático los particulares,
por ejemplo, no están obligados a denunciar.
Y el secreto –en esto englobo a todo el per-
sonal médico y por cierto al contenido de la
historia clínica– es un pilar fundamental del Es-
tado de derecho.
El médico no es un investigador ni está al
servicio de las investigaciones.
Se me fueron los 15 minutos, pero espero
haber expuesto los puntos fundamentales en
materia de secreto profesional, así que queda-
mos abiertos a las preguntas que sean del caso.
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© Sindicato Médico del Uruguay, 2002
Esta edición de "Certificaciones y Constancias Médicas" fue elaborada por el Centro
de Asesoramiento Técnico del SMU.
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