Teoría Psicoanalítica de Freud
Teoría Psicoanalítica de Freud
Teoría Psicoanalítica de Freud
Según Freud, el aparato psíquico tiene varios niveles; el inconsciente, que contiene
impulsos reprimidos; el pre consciente, los recuerdos que pueden ser traídos a la
conciencia; y el consciente, órganos que perciben estímulos internos o externos.
“El ello” responde a los instintos, demandas que se originan en el mismo cuerpo, y que
se acumulan produciendo placer cuando son satisfechas o frustración si no lo son.
“El super yo” representa la rama moral o crítica de la personalidad, comprendida por la
conciencia y el ideal del yo.
Los mecanismos de defensa son una forma, utilizada por el yo, para evitar el conflicto
y disminuir la ansiedad.
Freud no pretendía crear una teoría psicológica completa, pero llegó a elaborar un
sistema que explicaba la psicología del hombre en su totalidad. Comenzó estudiando el
trastorno mental y luego se preguntó por sus causas. Acabó formulando una teoría
general del dinamismo psíquico, de su evolución a través de distintos períodos de
desarrollo y del impacto de la sociedad, la cultura y la religión en la personalidad,
además de crear una forma de tratamiento de los trastornos mentales.
Logró formular una teoría psicológica que abarcaba la personalidad normal y anormal,
y que incidía en todos los campos del saber: la sociología, la historia, la educación, la
antropología y las artes.
La primera preocupación de Freud, dentro del campo del psiquismo humano, fue el
estudio de la histeria, a través del cual llegó a la conclusión de que los síntomas
histéricos dependían de conflictos psíquicos internos reprimidos y el tratamiento de los
mismos debía centrarse en que el paciente reprodujera los sucesos traumáticos que
habían ocasionados tales conflictos. La técnica utilizada en principio para ello fue la
hipnosis.
Llegó a la convicción de que el origen de los trastornos mentales está en la vida sexual
y que la sexualidad comienza mucho antes de lo que en aquellos momentos se
pensaba, en la primera infancia. La afirmación de la existencia de la sexualidad infantil
produjo muchas críticas y oponentes a su teoría.
Más tarde introduce otra técnica de tratamiento: la asociación libre. Al principio era
paralela al uso de la hipnosis, pero esta última técnica la acaba desechando por
considerarla menos efectiva. En las asociaciones libres el paciente expresa sin censuras
todo aquello que le viene a la conciencia de forma espontánea.
Freud hace una formulación topográfica del psiquismo e incluye en él tres sistemas:
uno consciente; otro preconsciente, cuyos contenidos pueden pasar al anterior; y otro
inconsciente, cuyos contenidos no tienen acceso a la conciencia. La represión es el
mecanismo que hace que los contenidos del inconsciente permanezcan ocultos. Más
tarde presenta una nueva formulación del aparato psíquico que complementa a la
anterior. En esta formulación estructural el aparato psíquico está formado por tres
instancias: el ello, instancia inconsciente que contiene todas las pulsiones y se rige por
el denominado principio de placer; el yo, que tiene contenidos en su mayoría
conscientes, pero puede contener también aspectos inconscientes, se rige por el
principio de realidad y actúa como intermediario entre el ello y la otra instancia del
aparato psíquico; y el superyó, que representa las normas morales e ideales.
Más tarde reformulará su teoría de los impulsos y distinguirá entre impulsos de vida
(Eros), en los que quedan incluidos los dos de la anterior formulación, e impulsos de
muerte (Thanatos), entendidos como la tendencia a la reducción completa de
tensiones. Freud tenía una concepción hedonista de la conducta humana: comprendía
que el placer venía dado por la ausencia de tensión y el displacer por la presencia de la
misma.
A lo largo del desarrollo, la actividad erótica del niño se centra en diferentes zonas
erógenas. La primera etapa de desarrollo es la etapa oral, en la que la boca es la zona
erógena por excelencia, comprende el primer año de la vida. A continuación se da la
etapa anal, que va hasta los tres años. Le sigue la etapa fálica, alrededor de los cuatro
años, en la que el niño pasa por el "complejo de Edipo". Después de este período la
sexualidad infantil llega a una etapa de latencia, de la que despierta al llegar a la
pubertad con la fase genital.
6- En "La interpretación de los sueños" Freud mantiene que todo sueño es una
sustitución deformada de un suceso inconsciente. El durmiente sabe lo que significa su
sueño, pero no sabiendo que lo sabe (inconsciente). Recuerda la historia del sueño,
pero para hallar su verdadero sentido se requiere interpretar sus elementos. Es
necesario, pues, distinguir entre el contenido manifiesto (aquello que el sueño
desarrolla ante nosotros) y las ideas latentes (aquello que permanece oculto e
intentamos descubrir por medio del análisis de asociaciones que surgen en el sujeto a
propósito del sueño).
Los sueños infantiles, en los que coincide el contenido manifiesto y el latente, nos
revelan que el deseo es el estímulo del sueño y su realización el contenido del mismo.
Todo sueño en formación exige al yo, con ayuda del inconsciente, la satisfacción de un
instinto, si el sueño surge del ello; o la solución de un conflicto, la eliminación de una
duda, la toma de una decisión, si el sueño emana de restos de la vida de vigilia. Pero
el yo durmiente está dominado por el deseo de mantener el reposo, percibiendo esa
exigencia como una molestia y tratando de eliminarla. Logra este fin ofreciendo a la
exigencia una realización del deseo inofensiva en estas circunstancias. Así la función
primordial de la elaboración onírica es la sustitución de la exigencia por la realización
del deseo.
7- Desde 1913 en que escribiera "Tótem y tabú" hasta 1930 en que publicara "El
malestar en la cultura", Freud dirigió su atención hacia fenómenos sociopsicológicos.
...el término cultura designa la suma de las producciones e instituciones que distancian
nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger
al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí. (El
malestar en la cultura, Alianza Editorial, cap. 3, pág. 33)
Una de las causas del sufrimiento humano es de origen social: se acusa a la cultura de
favorecer esta miseria. El análisis de las actividades culturales nos lleva a considerar
que la cultura conlleva una renuncia instintual. Por ejemplo, la adquisición del
dominio sobre el fuego: el hombre primitivo habría tomado la costumbre de satisfacer
en el fuego un placer infantil, extinguiéndolo con el chorro de su orina; era algo así
como un acto sexual, un goce de la potencia masculina en contienda homosexual; el
primer hombre que renunció a este placer, respetando el fuego, pudo llevárselo
consigo y ponerlo a su servicio. Esta gran conquista cultural representa, como
podemos ver, la recompensa por una renuncia instintiva.
La vida humana en común sólo se torna posible cuando llega a reunirse una mayoría
más poderosa que cada uno de los individuos y que se mantenga unida frente a
cualquiera de éstos. El poderío de tal comunidad se enfrenta entonces, como
«Derecho», con el poderío del individuo, que se tacha de «fuerza bruta». Esta
substitución del poderío individual por el de la comunidad representa el paso decisivo
hacia la cultura. Su carácter esencial reside en que los miembros de la comunidad
restringen sus posibilidades de satisfacción, mientras que el individuo aislado no
reconocía semejantes restricciones. [...] El resultado final ha de ser el establecimiento
de un derecho al que todos hayan contribuido con el sacrificio de sus instintos, y que
no deje a ninguno a merced de la fuerza bruta. (Cap. 3, pág. 39)
La cultura se caracteriza, entonces, por los cambios que impone a las disposiciones
instintuales del hombre. Unos instintos son consumidos o transformados en rasgos de
carácter, otros son desplazados de su fin y obligados a buscar la satisfacción por otros
caminos (sublimación), y, en otros casos, se renuncia a las satisfacciones instintuales
(frustración cultural).
La cultura busca lazos de unión que trasciendan las creadas por el amor sexual, lo
cual significa una restricción de la vida sexual, al poner en juego mayor cantidad de
libido con fin inhibido (no empleada para su fin propio, el sexual, sino utilizada, por
ejemplo, como base del amor al prójimo o de la amistad). Este tipo de libido es
necesaria para frenar las tendencias agresivas de la humanidad (homo homini lupus)
que ponen siempre a la sociedad al borde de la desintegración (las pasiones instintivas
son más poderosas que los intereses racionales).
Debido a esta primordial hostilidad entre los hombres, la sociedad civilizada se ve
constantemente al borde de la desintegración. El interés que ofrece la comunidad de
trabajo no basta para mantener su cohesión, pues las pasiones instintivas son más
poderosas que los intereses racionales. La cultura se ve obligada a realizar múltiples
esfuerzos para poner barrera a las tendencias agresivas del hombre, para dominar sus
manifestaciones mediante formaciones reactivas psíquicas. De ahí, pues, ese
despliegue de métodos destinados a que los hombres se identifiquen y entablen
vínculos amorosos coartados en su fin; de ahí las restricciones de la vida sexual, y de
ahí también el precepto ideal de amar al prójimo como a sí mismo, precepto que
efectivamente se justifica, porque ningún otro es, como él, tan contrario y antagónico
a la primitiva naturaleza humana. (Cap. 5, pág. 53-54)
Añadiremos que se trata [la cultura] de un proceso puesto al servicio del Eros,
destinado a condensar en una unidad vasta, en la humanidad, a los individuos
aislados, luego a las familias, las tribus, los pueblos y las naciones. [...] Estas masas
humanas han de ser vinculadas libidinalmente, pues ni la necesidad por sí sola ni las
ventajas de la comunidad de trabajo bastarían para mantenerlas unidas. Pero el
natural instinto humano de agresión, la hostilidad de uno contra todos y de todos
contra uno, se opone a este designio de la cultura. [...] Ahora, creo, el sentido de la
evolución cultural ya no nos resultará impenetrable; por fuerza debe presentarnos la
lucha entre Eros y muerte, instinto de vida e instinto de destrucción, tal como se lleva
a cabo en la especie humana. (Cap. 6, pág. 63)
¿A qué recursos apela la cultura para coartar la agresividad, siendo ésta una tendencia
natural? A la introyección de esta agresividad: dirigiéndola contra el propio yo al dar
origen al super-yo. Éste actúa como conciencia (moral) generando una tensión con el
yo que denominamos sentimiento de culpabilidad.
La transparencia de los deseos del yo a los ojos vigilantes del super-yo provoca que,
aunque se haya producido la renuncia por parte del yo a la satisfacción instintual,
persista el sentimiento de culpabilidad, pues el deseo -no realizado- se mantiene y es,
por tanto, accesible a esa vigilancia interna del super-yo. Como consecuencia, la
aparición del super-yo no sólo implica la renuncia a los instintos (como en el caso de la
autoridad externa), sino que además impulsa al autocastigo, alimentado por la
persistencia del sentimiento de culpabilidad.
Esto explica el curioso fenómeno de que toda nueva renuncia, en vez de apaciguar el
sentimiento de culpabilidad, aumente la severidad de la conciencia moral. Este
aumento de la severidad está en relación con los instintos de agresión: toda
renuncia al instinto de agresión es incorporada por el super-yo acrecentando su
agresividad contra el yo. Al impedir la satisfacción erótica se desencadena cierta
agresividad contra la persona que impide esa satisfacción y esta agresividad tiene que
ser a su vez contenida, incorporándosela el super-yo. De ahí que haya que atribuir
«únicamente a los instintos agresivos la génesis del sentimiento de culpabilidad
descubierta por el psicoanálisis» (cap. 8, pág. 80).
Así la agresividad del super-yo, aunque en cierto modo es una continuación de la
severidad de la autoridad externa, tiene su origen en las tendencias agresivas del
individuo contra esa autoridad (complejo de Edipo). La renuncia a esta agresividad se
compensa con una identificación con dicha autoridad, que da origen al super-yo. Lo
mismo ocurre si pasamos desde la historia individual a la evolución filogenética, con la
salvedad de que aquí si que la agresión es ejecutada (ver "Tótem y tabú"). En ambos
casos -en el del niño y en el de la especie humana- se parte de la ambivalencia
afectiva (amor - deseo de muerte) hacia el padre. Al renunciar o ejecutar la agresión,
resurge el amor generando sentimiento de culpabilidad. Por lo tanto el sentimiento de
culpabilidad es expresión del eterno conflicto de ambivalencia entre Eros y el instinto
de destrucción.
Creo que por fin comprenderemos claramente dos cosas: la participación del amor en
la génesis de la conciencia y el carácter fatalmente inevitable del sentimiento de
culpabilidad. Efectivamente, no es decisivo si hemos matado al padre o si nos
abstuvimos del hecho: en ambos casos nos sentiremos por fuerza culpables, dado que
este sentimiento de culpabilidad es la expresión del conflicto de ambivalencia, de la
eterna lucha entre el Eros y el instinto de destrucción o de muerte. Este conflicto se
exacerba en cuanto al hombre se le impone la tarea de vivir en comunidad [...]. Dado
que la cultura obedece a una pulsión erótica interior que obliga a unir a los hombres en
una masa íntimamente amalgamada, sólo puede alcanzar este objetivo mediante la
constante y progresiva acentuación del sentimiento de culpabilidad. (Cap. 7, pág. 74)
Una vez establecida la conciencia moral (super-yo) a raíz del complejo de Edipo,
individual o de la especie, el sentimiento de culpabilidad aumenta (pudiendo hacérsele
difícilmente soportable al individuo) al imponerse la tarea de vivir en comunidad, es
decir, al imponerse la tarea cultural de unir a los hombres por lazos eróticos.
Recordemos que esta tarea obliga a una doble renuncia que aumenta y fortalece la
conciencia moral (la vigilancia del super-yo y su severidad) y el sentimiento de
culpabilidad: renuncia a las tendencias agresivas y renuncia a las tendencias eróticas
de fin no inhibido.
Pese a ello, y sin caer en una valoración entusiasta de ella, es comprensible afirmar la
necesidad de la cultura humana y, por lo tanto, la inevitabilidad de la tendencia a
restringir la vida sexual y las tendencias agresivas, con el consiguiente sentimiento de
culpabilidad.
El id consiste en las tendencias instintivas con las que nace el gobierno, según Freud
proporcionan la energía psíquica necesaria para el funcionamiento de las dos partes de
la personalidad que se desarrollan después: el ego y superego. El id se refiere
únicamente a la satisfacción de las necesidades biológicas básicas y de evitación del
dolor.
El papel primario del ego es mediar entre los requerimientos del organismo ( las
demandas del id) y las condiciones del medio ambiente. El ego funciona mediante el
principio de la realidad para satisfacer las tendencias instintivas de la menara mas
eficaz.
Las funciones principales del superego son inhibir y persuadir el ego a sustituir por
objetivos morales las tendencias instintivas y a luchar por alcanzar la perfección; estos
conflictos son la fuente de los problemas del desarrollo psicológico.
Freud sostiene que cada individuo atraviesa por varias etapas durante sus primeros
años de vida y que estos son decisivos en la formación de la personalidad adulta. Las
etapas son: oral, anal, fálica y genital.
Durante la etapa oral del desarrollo (del nacimiento a los 18 años) la fuente principal
de satisfacción es la boca. La siguiente etapa es el periodo anal; esta se desarrolla de
los 18 meses a los tres años y medio; aquí empieza a desarrollar tensiones anales por
medio de la eliminación. La tercera etapa del desarrollo es la fálica y comprende a los
tres y medio a los cuatro y medio. En ella el individuo empieza asociar la satisfacción
sexual con el área genital.
El planteamiento de Freud sobre los problemas creados por las tres estructuras de la
personalidad son puntos que deben considerarse en la mercadotecnia. Debido a que
repres4entan diferentes necesidades y funciones dentro de la personalidad hay
ocasiones en la que la compra de un producto genera conflictos estas estructuras. Se
debe ayudar a suavizar el conflicto y aumentar la posibilidad de una venta. La
comprensión de los diferentes mecanismos de defensa como la sublimación y
formación reactiva sugiere formas en que el individuo puede afrontar la venta de
diferentes productos.
Según esta teoría, en cada persona existen una energía psíquica distribuida en las
facetas de la personalidad; la energía se proyecta hacia la satisfacción inmediata de las
necesidades del individuo. En este modelo, la estructura de la personalidad consta de
tres partes: id, ego y súper ego.
El id consiste en las tendencias instintivas con las que nace el gobierno, según freud
proporcionan la energía psíquica necesaria para el funcionamiento de las dos partes de
la personalidad que se desarrollan después: el ego y superego. El id se refiere
únicamente a la satisfacción de las necesidades biológicas básicas y de evitación del
dolor.
El papel primario del ego es mediar entre los requerimientos del organismo ( las
demandas del id) y las condiciones del medio ambiente. El ego funciona mediante el
principio de la realidad para satisfacer las tendencias instintivas de la menara mas
eficaz.
Las funciones principales del superego son inhibir y persuadir el ego a sustituir por
objetivos morales las tendencias instintivas y a luchar por alcanzar la perfección; estos
conflictos son la fuente de los problemas del desarrollo psicológico.
Freud sostiene que cada individuo atraviesa por varias etapas durante sus primeros
años de vida y que estos son decisivos en la formación de la personalidad adulta. Las
etapas son: oral, anal, fálica y genital.
Durante la etapa oral del desarrollo (del nacimiento a los 18 años) la fuente principal
de satisfacción es la boca. La siguiente etapa es el periodo anal; esta se desarrolla de
los 18 meses a los tres años y medio; aquí empieza a desarrollar tensiones anales por
medio de la eliminación. La tercera etapa del desarrollo es la fálica y comprende a los
tres y medio a los cuatro y medio. En ella el individuo empieza asociar la satisfacción
sexual con el área genital.
El planteamiento de Freud sobre los problemas creados por las tres estructuras de la
personalidad son puntos que deben considerarse en la mercadotecnia. Debido a que
representan diferentes necesidades y funciones dentro de la personalidad hay
ocasiones en la que la compra de un producto genera conflictos estas estructuras. Se
debe ayudar a suavizar el conflicto y aumentar la posibilidad de una venta. La
comprensión de los diferentes mecanismos de defensa como la sublimación y
formación reactiva sugiere formas en que el individuo puede afrontar la venta de
diferentes productos.
Las teorías psicológicas sobre la conducta divergen en muchos aspectos, pero existe
una diferencia central; hay corrientes eclécticas que se centran en el aspecto teórico
de la conducta y hay teorías psicoanalíticas cuyo origen se lo debemos a Sigmund
Freud.
Ambas si bien divergentes tienen aspectos rescatables y que aportan información para
entender un poco más de lo que se viene llamando como la psicología del consumidor.
La razón por la que se responde de una u otra forma a los estímulos no tiene relación
alguna con la necesidad, es más, podría decirse que la necesidad se crea de la misma
forma, en base a experiencias, aprendizajes y recuerdos asociados.
Motivación y autoestima
Tradicionalmente conviene elegir al líder del grupo, ya que está en él la fortaleza para
transmitir los actos a realizar para lograr los objetivos, lo que recuerda poderosamente
a la figura del Community manager actual en su relación con potenciales clientes
activos y fomentadores a su vez de la reputación y consolidación de la marca.