Tema 11 Def
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Tema 11 Def
EFECTOS COMUNES A LA
NULIDAD, SEPARACIÓN Y DIVORCIO
El matrimonio tiene una duración indefinida. Cabe denominar crisis matrimoniales a aquellos
supuestos en los que el ordenamiento jurídico admite la ineficacia del matrimonio, cuando
exista una falta de voluntad de mantener la relación conyugal o una pérdida de “affectio
maritalis”.
Se trata, en todo caso, de una expresión doctrinal, no recogida en el CC, dentro de la cual cabe
englobar una pluralidad de hipótesis:
- Nulidad: concurrencia de las causas de nulidad, régimen propio por singularidad (arts.
73 a 80 del CC). Efectos propios dada la invalidez jurídica del matrimonio.
La nulidad del matrimonio, regulada en los artículos 73 a 80 CC, supone una anomalía en el
negocio jurídico matrimonial que impide la eficaz constitución del mismo, aunque pueda
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haberse creado una apariencia de validez. Debe tenerse en cuenta que se aplica a todo tipo de
matrimonio –forma civil y religiosa- (art. 73 del CC).
1. Causas de nulidad
El art. 73 CC enumera las causas de nulidad del matrimonio, cualquiera que sea la forma de su
celebración. Por lo tanto, esas causas de nulidad civil del matrimonio son aplicables al
matrimonio celebrado en forma civil, canónica o en cualquier otra forma religiosa de las
admitidas en nuestro derecho (el matrimonio canónico podrá ser declarado nulo civilmente,
con independencia de que siga siendo válido para el derecho canónico). Por otra parte, es
posible decretar la nulidad de un matrimonio ya disuelto por divorcio.
Las causas de nulidad están tasadas. Sin embargo, no todas están incluidas en el art.73 CC.
También son causas de nulidad por ello: los defectos substanciales del poder para contraer
válidamente matrimonio, la incompetencia del juez o funcionario autorizante concurriendo
mala fe de ambos cónyuges o ausencia de ejercicio por aquellos de sus funciones
públicamente, o cualquier defecto de forma cuando ninguno de los cónyuges actúa de buena
fe.
Las causas de nulidad que sí que están recogidas en el art. 73 CC pueden exponerse del
siguiente modo:
b. Ausencia del consentimiento matrimonial (art. 73.1 del CC). Es nulo el matrimonio
celebrado sin consentimiento. Entre otros, falta consentimiento en los siguientes
supuestos: matrimonio de complacencia, cuando se incurre en error obstativo por
ignorancia del valor de la declaración, cuando el consentimiento se arranca
mediante la violencia física, en el matrimonio por apoderado, cuando el poder sea
nulo o cuando se haya revocado o extinguido por muerte del poderdante (art. 55
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CC), o por la existencia de anomalías psíquicas que impidan al contrayente la
emisión de libre consentimiento matrimonial.
2. La acción de nulidad
Tienen legitimación activa para interponer esta acción las personas enumeradas en los arts. 74
a 76 CC.
Art. 74: Como regla general, la acción para pedir la nulidad del matrimonio
corresponde a los cónyuges, al Ministerio Fiscal y a cualquier persona que tenga
interés directo y legítimo en ella (interés real y actual, y moral o patrimonial) salvo lo
dispuesto en los artículos siguientes.
i. Nulidad del matrimonio del menor de edad que sufre el impedimento de edad.
Se limita la legitimación, pues mientras el cónyuge que sufre el impedimento
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sea menor de edad, sólo están legitimados para interponer la demanda de
nulidad sus representantes legales (padres, tutores y guardadores) y el
Ministerio Fiscal. Cuando el cónyuge que se casó siendo menor de edad
alcance la mayoría de edad, sólo él podrá ejercer la acción de nulidad.
ii. Nulidad por error, coacción o miedo grave. Solamente podrá ejercer la acción
el cónyuge que hubiera sufrido el vicio.
En ambos supuestos el MF será parte en el proceso que en su caso se inicie (art.749 LEC).
A pesar del silencio del CC, dada su naturaleza, hay que entender que la acción no está
sometida a plazo alguno. Lo cual, no significa que pueda ejercerse en cualquier momento, pues
el propio CC contempla casos de convalidación del matrimonio nulo, que de este modo
deviene válido desde su celebración. Por otra parte, la demanda de nulidad se sustanciará por
los trámites de juicio verbal, conforme a lo establecido en los arts. 748 a 755 LEC, y con
sujeción a las especialidades procedimentales contenidas en el art. 770 LEC.
2. Si la causa de nulidad es la falta de edad, “al llegar a la mayoría de edad sólo podrá
ejercitar la acción el contrayente menor, salvo que los cónyuges hubieren vivido juntos
durante un año después de alcanzada aquella” (art. 75.2 CC).
3. El art. 76.2 CC permite que este matrimonio, nulo de origen por concurrir un vicio de
consentimiento invalidante, pueda convalidarse con efectos retroactivos. Según éste
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precepto, en los casos de error, coacción o miedo grave, “caduca la acción y se
convalida el matrimonio si los cónyuges hubieran vivido juntos durante 1 año después
de desvanecido el error o de haber cesado la fuerza o la cauda del miedo”. Para que
proceda la convalidación es preciso: que haya desaparecido el error o cesado la causa
que provocó la intimidación, y que a partir de ese momento, los cónyuges hayan vivido
juntos durante 1 año. No es necesario que la convivencia se inicie justo en la fecha en
la que desaparece el error o el miedo, sino que puede comenzar después.
4. El matrimonio putativo
Como ya sabemos, la sentencia que declara la nulidad del matrimonio tiene eficacia
retroactiva. La rígida aplicación de esta regla plantea graves problemas cuando los cónyuges ya
han constituido una unidad familiar: han tenido hijos y han asumido ya responsabilidades
familiares y frente a terceros.
Por ello, debe encontrarse una fórmula que permita seguir respetando la nulidad del
matrimonio pero al mismo tiempo mantener los efectos que éste ya ha producido. Esta
institución es el matrimonio putativo, regulado en el art. 79 CC, el cual expresa lo siguiente:
“La declaración de nulidad del matrimonio no invalidará los efectos ya producidos respecto de
los hijos y del contrayente o contrayentes de buena fe. La buena fe se presume”.
Para que exista matrimonio putativo deben concurrir los siguientes requisitos:
Hay buena fe cuando se ignora que existe la causa por la cual el matrimonio celebrado es
posteriormente declarado nulo, con independencia de que la ignorancia sea excusable o no.
Basta con que la buena fe exista en el momento de celebrarse el matrimonio.
Por otra parte, la buena fe se presume iuris tantum, que debe ser destruida por aquel que
alegué la mala fe de ese contrayente. Para que se considere que ha habido mala fe, la
sentencia de nulidad deberá declararlo expresamente, por lo que la parte interesada en hacer
esa declaración deberá hacer esa petición en la demanda, para que el tribunal, en su caso, así
lo establezca.
Si existe un matrimonio putativo, los efectos que el matrimonio haya producido desde su
celebración hasta la fecha de la sentencia firme de nulidad se van a mantener respecto de los
hijos, y para los cónyuges, si han actuado de buena fe.
Por ello, si hay buena fe en ambos cónyuges, los efectos ya producidos que se mantienen son:
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- Ninguno puede solicitar el reembolso de lo aportado o gastado para atender las
necesidades del otro
- Se conserva la emancipación legal adquirida por matrimonio
- Se conserva el cambio de vecindad civil y la nacionalidad adquirida por residencia
abreviada de un año
- En las donaciones por razón de matrimonio hechas por un contrayente al otro no se
reputará como incumplimiento de cargas, a efectos de revocación, la anulación del
matrimonio
- Cada cónyuge tiene derecho de obtener del otro la indemnización prevista en el art. 98
CC
- Los derechos sucesorios de un cónyuge sobre la herencia del otro solamente se
conservan hasta la declaración de nulidad, por lo que si en el momento de la muerte
del de cuius ya era firme la sentencia, el cónyuge putativo ya no ostenta esa cualidad y,
por tanto, tampoco tiene derecho alguno en la sucesión del premuerto.
Si la buena fe es solo de uno de los cónyuges, únicamente éste podrá conservar y reclamar los
efectos y beneficios mencionados, y además, podrá optar por la liquidación del régimen
económico matrimonial, no teniendo el cónyuge de mala fe derecho a participar en las
ganancias obtenidas por su consorte (art. 95.2 CC).
Respecto de los hijos, no se invalidan los efectos ya producidos, con independencia de que
haya buena o mala fe en los contrayentes. Los hijos siguen teniendo la consideración de
matrimoniales. Además, esos efectos se mantienen tras la sentencia de nulidad, pues la
nulidad no exime a los padres de sus obligaciones para con los hijos (art. 92.1 CC).
El matrimonio que es declarado nulo por sentencia es un matrimonio que en realidad nunca ha
existido, por lo que no debe producir ningún tipo de consecuencias, salvo las dispuestas para el
matrimonio putativo.
Por tanto, en el ámbito personal, la declaración de nulidad supone que los contrayentes nunca
han estado casados, por lo que su estado civil es de solteros.
En cuanto a los efectos patrimoniales de la nulidad, son los mismos que en el caso de la
separación y el divorcio (arts.90 y ss. CC, que serán explicados en el tema siguiente).
Sin embargo, conviene aclarar que la nulidad matrimonial provoca dos consecuencias
patrimoniales específicas: permite una particular forma de llevar a cabo la liquidación del
régimen económico cuando la sentencia de nulidad declare que uno de los cónyuges obró de
mala fe, y autoriza al cónyuge de buena fe cuyo matrimonio ha sido declarado nulo a recibir
del otro cónyuge una indemnización.
La Iglesia católica tiene competencia jurisdiccional para conocer de los litigios derivados de los
matrimonios canónicos. Si se ha celebrado un matrimonio canónico, los cónyuges pueden
pedir la nulidad del matrimonio ante los tribuales de la Iglesia católica, quienes resolverán
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conforme a las normas del matrimonio canónico. Pero también tienen los cónyuges la opción
de solicitar la nulidad ante los tribunales civiles, nulidad que evidentemente habrá de juzgarse
conforme a lo dispuesto en el CC (arts. 73 y ss.)
Para evitar duplicidad de procedimientos, hay que establecer un mecanismo que permita que,
una vez declarada la nulidad del matrimonio por los tribunales eclesiásticos, esa nulidad pueda
ser reconocida por el derecho civil, sin que los cónyuges tengan que interponer una demanda
antes los tribunales civiles solicitando la nulidad.
El art. 80 CC, establece el procedimiento para reconocer en el orden civil dichos efectos.
Conforme a este precepto, “las resoluciones dictadas por los Tribunales eclesiásticos sobre
nulidad de matrimonio canónico o las decisiones pontificias sobre matrimonio rato y no
consumado tendrán eficacia en el orden civil, a solicitud de cualquiera de las partes, si se
declaran ajustados al Derecho del Estado en resolución dictada por el Juez civil competente
conformo a las condiciones a las que se refiere el artículo 954 de la Ley de Enjuiciamiento Civil”.
La demanda de solicitud de eficacia civil de la resolución canónica se rige por el art. 778 LEC.
Para que la resolución canónica tenga eficacia en el orden civil, cualquiera de las partes podrá
pedir al Juez civil competente que declare que dicha resolución es ajustada al derecho del
Estado conforme a las condiciones a que se refiere el art. 954 LEC de 1881.
Si existe una sentencia firme de divorcio antes de que se dicte la resolución canónica de
nulidad, las medidas patrimoniales acordadas en la sentencia de divorcio no se verán afectadas
por la posterior resolución canónica de nulidad, ni por el ulterior procedimiento civil de
homologación de esa resolución canónica. Cabe que junto a la demanda de reconocimiento
civil de esa resolución canónica el cónyuge solicite la modificación de esas medidas. En tal
caso, esta petición se considerará como una petición de modificación de medidas definitivas,
que solo procederá si ha habido una modificación sustancial de las circunstancias (arts. 90.3 CC
y 775 LEC).
3. LA SEPARACIÓN MATRIMONIAL
La separación matrimonial se regula en los artículos 81 a 84 CC, y el los arts. 90 y ss. CC,
relativos a los efectos comunes de la nulidad, la separación y el divorcio.
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El régimen jurídico de la separación y el divorcio ha sufrido una profunda reforma con la Ley
15/2005. Son dos las modificaciones que se introducen:
1. La separación judicial.
CONCEPTO Y CLASES
Art. 81 CC: “Se decretará judicialmente la separación cuando existan hijos menores no
emancipados o con la capacidad modificada judicialmente que dependan de sus progenitores,
cualquiera que sea la forma de celebración del matrimonio:
1. º A petición de ambos cónyuges o de uno con el consentimiento del otro, una vez
transcurridos tres meses desde la celebración del matrimonio. A la demanda se acompañará
una propuesta de convenio regulador redactada conforme al artículo 90 de este Código
(MUTUO ACUERDO)
2. º A petición de uno solo de los cónyuges, una vez transcurridos tres meses desde la
celebración del matrimonio (CONTENCIOSA)”.
A la demanda se acompañará propuesta fundada de las medidas que hayan de regular los
efectos derivados de la separación.
Asimismo, el art. 82 CC profundiza más sobre la separación de mutuo acuerdo, y establece una
serie de requisitos:
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Notario, en el que, junto a la voluntad inequívoca de separarse, determinarán las medidas
que hayan de regular los efectos derivados de la separación en los términos establecidos en el
artículo 90. Los funcionarios diplomáticos o consulares, en ejercicio de las funciones
notariales que tienen atribuidas, no podrán autorizar la escritura pública de separación.
LA SEPARACIÓN CONTENCIOSA
Además de los efectos comunes a la nulidad, separación y divorcio en los arts. 90 y ss. CC, el
art. 83 del CC establece 2 efectos específicos que va a producir la separación:
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Pero la sentencia de separación también produce otros efectos:
Está regulada en el artículo 84 del CC, el cual establece cuáles son sus efectos. Sin embargo, no
se enumeran todos los efectos que produce, ni tampoco se define al instituto de la
reconciliación. Puede considerarse como reconciliación la declaración de voluntad emitida por
ambos cónyuges por la que expresan su intención de proseguir la vida marital después de un
periodo de separación.
Por tanto, no hay reconciliación a pesar de vivir ambos bajo el mismo techo, cuando no hay
voluntad presente de querer reiniciar, con vocación de permanencia, el proyecto de vida en
común, ya que faltaría el requisito subjetivo.
Es siempre bilateral, puesto que precisa del consentimiento de ambos cónyuges. Se trata de un
acto personalísimo. El acto de reconciliación no está sujeto a forma alguna, y si se pacta alguna
condición o termino, se considera a éstos como no puestos.
Cuando la separación hubiere tenido lugar sin intervención judicial, en la forma prevista en el
artículo 82, la reconciliación deberá formalizase en escritura pública o acta de manifestaciones.
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3. La separación de hecho.
- De mutuo acuerdo
- Provocada unilateralmente por uno de los cónyuges (abandona el hogar
voluntariamente o expulsa al otro del domicilio).
La separación de hecho supone un ámbito de libertad para cada contratante, pero eso no
significa que desaparezcan sus deberes conyugales. Un cónyuge podrá reclamar al otro el
derecho de alimentos, y ambos podrán pactar la cantidad que en tal concepto deba abonarse.
También podrán pactar a qué cónyuge se le atribuye la guarda y custodia de los hijos, y a ese
cónyuge corresponderá el ejercicio de la patria potestad. Igualmente cabe el pacto sobre quién
seguirá usando la vivienda habitual, o sobre la posible suerte de una pensión compensatoria.
Por último, se puede modificar el convenio económico matrimonial, siempre que se haga en
escritura pública, como se exige para las capitulaciones matrimoniales.
La disolución del matrimonio supone la extinción sobrevenida de los efectos del matrimonio.
La disolución no implica irregularidad alguna en la constitución del matrimonio, ni niega los
efectos producidos mientras el matrimonio mantuvo su validez. Tiene, por ello, efectos ex
nunc, y no puede confundirse con la nulidad.
La disolución del matrimonio está regulada en los preceptos 85-89 CC. No interesa el primero
de ellos, el cual dispone: “El matrimonio se disuelve, sea cual fuere la forma y el tiempo de su
celebración, por la muerte o la declaración de fallecimiento de uno de los cónyuges y por el
divorcio”.
Aunque se enuncian tres causas de disolución, lo cierto es que existe una cuarta causa de
disolución: la dispensa del matrimonio rato y no consumado.
De las tres causas de disolución contempladas en el art. 85 CC, hay que ocuparse de las dos
primeras, puesto que el divorcio se analiza en el siguiente epígrafe:
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establezca la resolución como aquella que pueda presumirse que tuvo lugar el
fallecimiento. Extinguido el matrimonio, cualquiera de los dos ex cónyuges, el presente
y el ya declarado fallecido y que aparece, pueden volver a contraer matrimonio, entre
sí y con terceros.
5. EL DIVORCIO:
1. Concepto y caracteres
Una de las novedades más importantes de la Ley 30/1981 fue la introducción en el CC del
divorcio como causa de disolución del matrimonio.
Se trata de una institución legal que permite la disolución del matrimonio en vida de ambos
cónyuges (lo que le distingue de la muerte y la declaración del fallecimiento).
El divorcio solo puede tener lugar por sentencia que lo declare (art. 89 CC), por lo que
no cabe un divorcio de hecho.
El CC, en el artículo 86 establece que “Se decretará judicialmente el divorcio, cualquiera que
sea la forma de celebración del matrimonio, a petición de uno solo de los cónyuges, de ambos
o de uno con el consentimiento del otro, cuando concurran los requisitos y circunstancias
exigidos en el artículo 81”.
Por tanto, si concurren los requisitos del divorcio, el juez debe concederlo (su actuación viene
reglada). Y al igual que ocurre en la separación, son los órganos jurisdiccionales del Estado los
únicos competentes para conocer de todos los procesos de divorcio, cualquiera que sea la
forma de celebración del matrimonio.
Los presupuestos son los mismos que los de la separación (art. 81). Asimismo, el divorcio
puede ser de mutuo acuerdo o contencioso, con los mismos requisitos que para la separación.
Las demandas de divorcio que se presenten de acuerdo por los dos cónyuges o por uno con el
consentimiento del otro se tramitaran por el procedimiento establecido en el art. 777 LEC. El
resto de las demandas de divorcio se regirán por lo dispuesto en el art. 770 LEC.
Art 87 CC: “Los cónyuges también podrán acordar su divorcio de mutuo acuerdo mediante la
formulación de un convenio regulador ante el Secretario judicial o en escritura pública ante
Notario, en la forma y con el contenido regulado en el artículo 82, debiendo concurrir los
mismos requisitos y circunstancias exigidas en él. Los funcionarios diplomáticos o consulares,
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en ejercicio de las funciones notariales que tienen atribuidas, no podrán autorizar la escritura
pública de divorcio”.
Tienen legitimación activa para ejercer la acción de divorcio los 2 cónyuges, ya actúen por
separado o conjuntamente (art. 86 CC). Al igual que la acción de separación, se trata de una
acción personalísima, pero si el cónyuge está incapacitado, puede ejercer la acción de divorcio
su representante legal.
El art. 88 CC enumera dos causas por las que se extingue la acción de divorcio: la muerte y la
reconciliación.
- La muerte de cualquiera de los cónyuges disuelve el matrimonio (art. 85), por lo que a
partir de ese momento carece de sentido la acción de divorcio. La declaración de
fallecimiento, a pesar del silencio del art. 88, también extingue la acción de divorcio.
- La reconciliación de los cónyuges es igualmente causa de extinción de la acción.
Conviene distinguir varias hipótesis en función del momento en que tiene lugar la
reconciliación:
1. Reconciliación antes de interponer la demanda de divorcio (en este caso, podrá ser
expresa, tácita o derivada de hechos concluyentes).
2. Reconciliación después de interponer la demanda de divorcio y antes de que haya
sentencia firme de divorcio (debe ser expresa).
3. Reconciliación después de sentencia firme de divorcio (reconciliación carece de
efectos legales, lo que no impide que los divorciados puedan contraer entre si un
nuevo matrimonio).
Art. 89 CC: Los efectos de la disolución del matrimonio por divorcio “se producirán desde la
firmeza de la sentencia o decreto que así lo declare o desde la manifestación del
consentimiento de ambos cónyuges otorgado en escritura pública conforme a lo dispuesto en
el artículo 87. No perjudicará a terceros de buena fe sino a partir de su respectiva inscripción
en el Registro Civil”.
La sentencia de divorcio produce efectos ex nunc desde su firmeza, por lo que, desde ese
momento afectará a las partes y a los terceros que la conozcan. Pero no será oponible a los
terceros de buena fe sino desde su inscripción en el registro Civil.
En todo caso, el tribunal comunicará de oficio la sentencia de divorcio al registro Civil donde
conste inscrito el matrimonio, para la práctica de los asientos que correspondan. A petición de
parte, se comunicará también a cualquier otro registro público, como por ejemplo el registro
de la Propiedad.
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- Indirectos: las partes recuperan la capacidad para celebrar un nuevo matrimonio,
posible privación de la patria potestad, desaparición de la presunción de paternidad
matrimonial, posibilidad de revocar donaciones realizadas por razón del matrimonio.
6. LA MEDIACIÓN FAMILIAR
No zanja la controversia sino que trata de aproximar las posiciones de los cónyuges, facilitando
la negociación entre ellos e intentando que alcancen un acuerdo satisfactorio para ambos.
1. Introducción
2. Medidas previstas a la presentación de la demanda
3. Medidas provisionales derivadas de la admisión de la demanda
3.1Efectos provocados por el ministerio de la ley
3.2Medidas de carácter convencional o legal
4. Medidas definitivas
4.1 El convenio regulador
4.2 Fijación judicial de las medidas definitivas
5. El contenido d elas medidas definitivas
5.1 Medidas en relación a los hijos
5.1.1 La patria potestad
5.1.2 La guarda y custodia de los hijos
5.1.3 Prestación de alimentos
5.1.4 Derecho de visita
5.2 Medidas sobre la vivienda y el ajuar doméstico
5.3 La extinción del régimen económico matrimonial
5.4 La pensión compensatoria
5.5 La indemnización en caso de nulidad matrimonial
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1. INTRODUCCIÓN
Además de los efectos particulares que provoca cada una de estas crisis matrimoniales, existen
también unos efectos comunes, regulados unitariamente en los arts. 90 a 101 CC. Estos efectos
se caracterizan por su marcado carácter “patrimonial”, aunque en alguno de ellos predomina
el componente personal. Por regla general, todos estos efectos se producen en las tres crisis
matrimoniales, si bien existe alguna excepción.
Hay que distinguir entre las denominadas medidas provisionalísimas, las medidas provisionales
y las medidas definitivas.
- Las medidas provisionales son las que pueden-deben adoptarse desde la admisión de la
demanda, y que producen efectos mientras se sustancia el procedimiento judicial.
Las medidas provisionalísimas y las provisionales están reguladas en los arts. 102 a 106 del CC.
- Las medidas definitivas son las acordadas por la sentencia judicial que declara la nulidad,
separación divorcio.
Arts. 104 y 771 LEC Según el primero “el cónyuge que se proponga demandar la nulidad,
separación o divorcio de su matrimonio puede solicitar los efectos y medidas a que se refieren
los dos artículos anteriores”.
Por tanto, la ley exige un único PRESUPUESO (subjetivo) para poder demandar del juez estas
medidas: la intención de interponer demanda de nulidad, separación o divorcio (arts. 104.1 y
771.1 LEC).
La doctrina suele afirmar que, pese a ser la amplitud de la referencia legal, el juez debe
adoptar únicamente aquellas medidas urgentes, justificándolo en la transitoriedad de su
vigencia y sobre todo en el escaso conocimiento que el juez puede tener sobre los hechos y
circunstancias que ocurren. Sin embargo, la regulación que de estas medidas se hace en la LEC
(arts. 771 y 772) pone de manifiesto el importante papel que las medidas provisionalísimas van
a jugar en los procesos matrimoniales.
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Los efectos y medidas acordadas antes de la solicitud de la demanda sólo subsistirán durante
los treinta días siguientes a la fecha de su adopción (art. 104.2 CC y 771.5 LEC), salvo que
dentro de este período de tiempo se presente la demanda, en cuyo caso continuarán
produciendo efectos, a excepción hecha de la posibilidad concedida al tribunal para
complementarlas o modificarlas (art. 772.2 LEC). El plazo de treinta días es improrrogable.
Es evidente que tras la presentación de la demanda deben adoptarse una serie de medidas
que sustituyan, mientras se sustancia el pleito, a las que derivan del estatuto jurídico del
matrimonio. Estas son las medidas provisionales, reguladas en los arts. 102 y 103 CC.
Se denominan así porque se EFICACIA ES TEMPORAL: tendrán vigencia hasta que se ponga fin
al procedimiento judicial y entren en vigor las medidas definitivas establecidas en la sentencia
de nulidad, separación o divorcio (art. 106.1 CC).
Procede adoptarlas en todos los pleitos civiles de nulidad, separación y divorcio. En todo caso,
es posible que alguna de las medidas de los arts. 102 y 103 CC ya hayan sido dictadas con
anterioridad, como medidas provisionalísimas.
El art. 102 CC establece unos efectos que se producen con la admisión de la demanda ope
legis, esto es, por ministerio de la ley, sin necesidad de que sean solicitadas por las partes ni
que el juez los declara expresamente:
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La revocación de los consentimientos y poderes tiene carácter definitivo (art. 106. II
CC), lo que significa que un posterior desistimiento de la demanda no hace “revivir”
esos poderes o consentimientos.
Esto no significa que se suspenda la potestad doméstica. Más bien lo contrario, ésta
subsiste y alcanza a cada uno de los elementos enumerados en el art. 1362.1 CC.
Además de los efectos señalados en el art. 102 CC, la admisión de la demanda ha de provocar
otros efectos en varios ámbitos (respecto de los hijos, vivienda, cargar matrimoniales, etc.).
Estas medias se substanciarán por el procedimiento establecido en el art. 773 LEC, que las
denomina “medidas provisionales derivadas de la admisión de la demanda”, para distinguirlas
de las medias provisionalísimas o “medias provisionales previas a la demanda”.
Por lo tanto, es posible un acuerdo conyugal sobre las medidas del art. 103 CC, que deberá en
todo caso ser aprobado por el juez. Este acuerdo es diferente del convenio regulador del art.
90 CC, aunque ambos pueden presentarse en el mismo documento.
El juez deberá resolver sobre las medidas provisionales del art. 103 CC al admitir la demanda
de nulidad, separación o divorcio cuando ninguno de los cónyuges haya solicitado previamente
las medias provisionalísimas del art. 104 CC. En caso contrario, el juez que admita la demanda
no estará obligado a revisar las medidas ya adoptadas, sino que las modificará o
complementará sólo cuando él lo estime procedente (art. 772 LEC).
El contenido de las medidas provisionales del art. 103 CC es, en lo sustancial, el mismo sobre el
que han de versar luego las medidas definitivas (art. 90 y 91 C), con dos excepciones: no cabe
pronunciamiento sobre la pensión compensatoria, y como la demanda no extingue el régimen
económico matrimonial, sí hay que dictar medidas sobre los bienes que forman parte del
patrimonio de los cónyuges, para asegurar su conservación y garantizar su adecuado
rendimiento (art. 103.4 y 5 CC). Estas medidas son las siguientes:
HIJOS
Habrá que determinar, el interés de los hijos, qué cónyuge tiene la guarda y custodia de los
hijos, y fijar el régimen del derecho de visita del cónyuge no custodio.
Excepcionalmente, los hijos podrán ser encomendados a los abuelos, parientes u otras
personas que así lo consintieren y, de no haberlos, a una institución idónea, confiriéndoseles
las funciones tutelares que ejercerán bajo la autoridad del juez.
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En sede de medidas provisionales no puede privarse a un progenitor de la patria potestad,
pues ello requiere de sentencia firme (art. 170 CC); pero sí podrá limitarse o excluirse el
ejercicio de la misma.
Cuando exista riesgo de sustracción del menor por alguno de los cónyuges o por terceras
personas podrán adoptarse las medidas necesarias y, en particular, las siguientes:
Determinar, teniendo en cuenta el interés familiar más necesitado de protección, cuál de los
cónyuges ha de continuar en el uso de la vivienda familiar y asimismo, previo inventario, los
bienes y objetos del ajuar que continúan en ésta y los que se ha de llevar el otro cónyuge, así
como también las medidas cautelares convenientes para conservar el derecho de cada uno.
Fijar la contribución de cada cónyuge a las cargas del matrimonio, incluidas si procede las «litis
expensas», establecer las bases para la actualización de cantidades y disponer las garantías,
depósitos, retenciones u otras medidas cautelares convenientes, a fin de asegurar la
efectividad de lo que por estos conceptos un cónyuge haya de abonar al otro.
Se considerará contribución a dichas cargas el trabajo que uno de los cónyuges dedicará a la
atención de los hijos comunes sujetos a patria potestad.
Señalar, atendidas las circunstancias, los bienes gananciales o comunes que, previo inventario,
se hayan de entregar a uno u otro cónyuge y las reglas que deban observar en la
administración y disposición, así como en la obligatoria rendición de cuentas sobre los bienes
comunes o parte de ellos que reciban y los que adquieran en lo sucesivo.
4. MEDIDAS DEFINITIVAS
Las medidas definitivas son las que van a regir desde que adquiere firmeza la sentencia de
nulidad, separación o divorcio. Como señala el art. 106 CC, hasta esa fecha van a regir las
medidas provisionalísimas y las provisionales, que en ese momento serán sustituidas por las
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medidas definitivas. Las medidas definitivas pueden establecerlas los cónyuges, de mutuo
acuerdo, en el convenio regulador, o en su defecto el juez en la instancia.
CONCEPTO
El art. 90 CC permite a los cónyuges fijas las medias que deben aplicarse tras la sentencia que
pone fin a la crisis matrimonial (medidas definitivas). Estas medidas se contendrán en el
convenio regulador. Puede definirse como aquel negocio jurídico familiar que tiene carácter
mixto – por intervenir los cónyuges y la autoridad judicial-, que contiene las medidas
definitivas que se aplicarán tras la sentencia definitiva de nulidad, separación o divorcio,
supliendo de este modo la función de debería realizar el juez ex artículo 91 de no existir tal
convenio.
Por otra parte, no es convenio regulador el que contiene las medidas provisionales del art. 103
CC, aunque nada impide que ambas medidas (provisionales y definitivas) consten en el mismo
documento.
Los cónyuges deben presentar al juez un convenio regulador cuando la demanda ade
separación o divorcio se inicia de acuerdo o por un cónyuge con el consentimiento del otro
(art. 90.1 CC y 777.2 LEC). Pero hay otros dos casos en que también existe o puede existir
convenio regulador:
i. Sujetos. Solo pueden otorgarlo los cónyuges. No exige consentimiento de los hijos,
aunque podrán ser oídos (art. 777.5 LEC).
ii. Forma. No se exige ninguna forma especial, pero sí que estén redactados por escrito,
pues no se comprende de qué otra forma podría acompañarse a la demanda.
iii. Tiempo de presentación:
a. Si hay demanda de separación o divorcio conjunta o de uno de los cónyuges
con el consentimiento del otro, deberá presentarse junto con la demanda
(arts. 81.1 y 86 CC).
b. Si el procedimiento comienza como contencioso y se pretende continuar como
consensual, deberá presentarse el convenio regular durante la tramitación del
proceso (art. 7705 LEC).
c. Si se trata de una demanda de nulidad, podrá presentarse junto a la demanda,
o en la vista del juicio (art. 774.1 LEC).
CONTENIDO
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El convenio regulador debe referirse a todas aquellas cuestiones que se derivan de la ruptura
de la convivencia matrimonial. Del art. 90.1 CC parece deducirse que las circunstancias que en
él se mencionan han de constar necesariamente. En realidad, ello no es así, pues pueden
existir convenios sin algunas de esta menciones (por ejemplo porque no hay hijos, o porque los
cónyuges acuerdan que no habrá pensión compensatoria). Además, podrán adoptarse
acuerdos sobre materias no comprendidas en el art. 90. 1 CC. Por tanto, puede contener
pactos típicos y atípicos.
Por otra parte, los cónyuges o el juez podrán establecer cualquier tipo de garantía que asegure
el cumplimiento del convenio, que no ha de ser necesariamente un derecho real o personal de
garantía (como afirma el art. 90. 4 CC).
APROBACIÓN
Para que el convenio regulador produzca efectos es preciso que se aprobado por el juez. El
juez deberá aprobar salvo que sea dañoso para los hijos o gravemente perjudicial para unos
de los cónyuges (art. 90.2 CC).
Se considerará “dañoso” para los hijos cuando el contenido tuitivo mínimo de la patria
potestad quede afectado por el convenio regulador; o lo que es lo mismo, cuando los pactos
no garanticen suficientemente los alimentos, educación o formación integral de los hijos, y la
vigilancia y compañía inmediata de, al menos, uno de los progenitores.
Hay grave perjuicio para un cónyuge cuando el convenio no responda a una cierta reciprocidad
en las obligaciones, deberes y cargas asumidas por cada uno de los cónyuges, atendidas las
circunstancias personales, económicas y del uso social imperante.
El juez dictará la aprobación en la sentencia, salvo que éste declare la separación o el divorcio,
pero no apruebe alguno o algunos puntos del convenio, en cuyo caso dará un plazo de diez
días a las partes para que propongan nuevo convenio sobre los puntos no aprobados, y
después resolverá, mediante auto (aceptando el convenio o resolviendo lo que proceda
conforme a lo previsto en el art. 91 CC). El convenio regulador produce efectos desde que es
aprobado judicialmente.
Los acuerdos entre los cónyuges no homologados judicialmente no pueden calificarse como
convenio regulador. Pero son válidos y producen los mismos afectos sustantivos que éste. La
única diferencia está en la eficacia procesal específica del convenio, pues no podrá seguirse el
procedimiento de separación o divorcio de muto acuerdo del (art. 777 LEC).
MODIFIACIÓN
El convenio regulador judicialmente aprobado podrá ser modificado en el futuro, bien por
acuerdo de los cónyuges homologado judicialmente, bien pro resolución judicial, a solicitud del
Ministerio Fiscal (si hay hijos menores o incapacitados) o de uno de los cónyuges. El
procedimiento de modificación de medidas definitivas se sustanciará por los trámites del art.
770 o 777 LEC, en función de que sea instando por un cónyuge o por los dos de acuerdo (art.
775.2 y 777.9 LEC).
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En cualquier caso, sólo cabe la modificación cuando se acredite que han variado
substancialmente las circunstancias tenidas en cuenta al aprobarlo (art. 90. III CC y 775 LEC). La
modificación, que afectará normalmente aquellos pactos que implican prestaciones de tracto
sucesivo (uso de vivienda, cuantía de los alimentos o de la pensión compensatoria), tiene
carácter excepcional: sólo procederá cuando el cambio de las circunstancias tenga una entidad
relevante.
El art. 91 CC prevé que sea el juez quien establezca las medidas definitivas que han de regir
tras la sentencia de nulidad, separación o divorcio. La intervención del juez tiene carácter
subsidiario. Deberá ordenar las medidas definitivas en dos hipótesis: cuando los cónyuges no
han presentado un convenio regulador, por no estar obligados (demandas contenciosas de
separación o de divorcio, y demandas de nulidad), y cuando, habiendo presentado un
convenio, alguno o algunos puntos del mismo no ha sido aprobados por el juez. Y puede
establecer medidas aunque no hayan sido solicitadas por ninguno de los cónyuges, o incluso
contra la expresa voluntad de los dos, cuando el “favor filii” así lo requiera.
En cuanto a medidas definitivas que el juez debe adoptar, el art. 91 CC hace una simple
enumeración, remitiéndose después a los artículos siguientes. Como sobre todas estas
materias se dictaron medidas admitir la demanda (medidas provisionales ex art. 103 CC), el
juez podrá mantener algunas de ellas y modificar otras (art. 773.1 LEC).
Las medidas definitivas adoptadas por el juez podrán modificarse en el futuro, siempre que “se
alteren sustancialmente las circunstancias” art. 91 CC. La modificación podrá solicitarse por los
dos cónyuges de acuerdo o sólo por uno. Si las medidas se fijan en la sentencia de separación,
se mantendrán en la posterior sentencia de divorcio, salvo que en ese trámite se solicite y
concurra causa para ello.
De todas las medidas que el juez debe adoptar, las contenidas en los arts. 92, 93 y 94 se
refieren a las relaciones entre los padres e hijos. La adopción de estas medidas debe guiarse
por el principio de “favor filii” esto es, deben acogerse aquellas que más beneficien a los hijos.
En el art. 92 CC, cuya redacción actual se debe a la Ley 15/2005, hay manifestaciones expresas
del principio “favor filii”. Unas de tipo material, como es la posibilidad de que, en beneficio de
los hijos, la patria potestad sea ejercida totoal o parcialmente por uno de los cónyuges (art.
92.4 Cc); o que se adopte la guarda y custodia compartida cuando sólo de esta forma se
proteja el interés superior del menor (art. 92.8). Otras de carácter procesal, como es la
necesidad de que el juez vale por el cumplimiento del derecho del menor a ser oído (art. 92.2 y
6), o la posibilidad de recabar el dictamen de especialistas (art. 92.9).
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Lo habitual es que la sentencia de nulidad, separación o divorcio no afecte a la titularidad de la
patria potestad de los padres. Pero si en el proceso se revela que concurre causa para privar a
uno d elos cónyuges de la patria potestad, y existe petición exprea de parte, la sentencia
acordará la privación de la patria potestad (arts. 92.3 y 170.1 CC). Es necesario, además, que
convenga a los hijos (a pesar del silencio del 92.3 CC, por aplicación del principio del “favor
filii”). Sólo cabe adoptar la privación de la patria potestad en sentencia, y no en ejecución (a
pesar del tenor literal del art. 91 CC); tampoco cabe la privación por pacto, o en convenio
regulador, pues es irrenunciable e indisponible.
RÉGIMEN GENERAL
Tras el cese de la convivencia conyugal, la función de la patria potestad que consiste en “tener
a los hijos en su compañía” se desgaja del contenido de ésta, de modo que, a pesar de tener
ambos cónyuges la patria potestad conjunta, la guarda y cuidado de los hijos menores de edad
corresponde sólo a uno de ellos (art. 159 CC). Se trata del sistema de guarda exclusiva o
unilateral, en virtud del cual se atribuye la guarda a uno de los cónyuges, quedándose el
cónyuge no guardador con el derecho de visitarlos, comunicar con ellos y tenerlos en su
compañía (arts. 94 y 160). El régimen de guarda y custodia puede establecerse en sentencia o
en convenio regulador.
En cuanto a los criterios que de tomar en consideración el juez para acordar el régimen de
guarda y custodia, habrá de estarse especialmente a la relación que los padres mantengan
entre sí y con sus hijos (art. 92.6 C), al beneficio de los hijos, y también al criterio particular de
procurar no separar a los hermanos (mencionado en el art. 92.5 CC únicamente para la guarda
conjunta, pero igualmente aplicable en las demás hipótesis).
El juez deberá establecer el régimen de custodia que más favorable resulte para el menor, que
tenga en cuenta su interés, y no el de sus progenitores, pues la filiación de un modelo de
guarda no puede concebirse como un sistema de premio o castigo al cónyuge por su actitud en
el ejercicio de la guarda.
En consecuencia, el juez deberá otorgar la guarda y custodia a aquél que ofrezca mejores
garantías para la satisfacción de las necesidades materiales y morales de los hijos, teniendo en
cuenta las circunstancias económicas, familiares, culturales y ambientales. En nuestro país, ha
sido tradicional el modelo consistente en atribuir al guarda y custodia de los hijos a la madre,
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concediéndole al padre un derecho de visita. En todo caso, cada vez son más frecuentes los
casos de atribución de la guarda y custodia al padre, si bien la norma general sigue siendo la
contraria.
Según el Tribunal Supremo, los criterios que deben ser tenidos en cuenta para valorar la
conveniencia o no de la guarda compartida son la práctica anterior de los progenitores en sus
relaciones con el menos y sus aptitudes personales, los deseos manifestados por los menores
competentes, el número de hijos, el cumplimiento por parte de los progenitores de sus
deberes en relación con los hijos y el respeto mutuo en sus relaciones personales, y en
definitiva cualquier otro que permita a los menores una vida adecuada en una convivencia que
forzosamente deberá ser más compleja que la que se lleva a cabo cuando los progenitores
conviven. En realidad, estos criterios no sirven sólo para determinar si cabe o no la guarda
compartida, sino para decidir en caso de guarda exclusiva a qué cónyuge se atribuye la
custodia.
Para valorar la conveniencia de tal medida tendrán una importancia decisiva los informes
técnicos de especialistas que el juez puede pedir conforme al art. 92.9 CC, informes que, en
todo caso, no vinculan al juez. Pero la custodia compartida está establecida en interés del
menor, y no de sus progenitores.
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las circunstancias que la hacen posible, porque permite que sea efectivo el derecho que los
hijos tienen relacionarse con ambos progenitores.
Queda al arbitrio del juez decidir la periodicidad de la alternancia (semanal, mensual, etc.). Y
en función de esta periodicidad, el juez puede establecer, en los términos que estime
conveniente, el derecho del cónyuge que no convive con los hijos a comunicarse y relacionarse
con ellos.
No procederá la guarda conjunta (ni la pactada por los cónyuges, ni la impuesta por un juez)
cuando cualquiera de los padres esté incurso en un proceso penal iniciado por atentar contra
la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad e indemnidad sexual del
otro cónyuge o de los hijos que convivan con ambos. Tampoco procederá cuando el Juez
advierta, de las alegaciones de las partes y las pruebas practicadas, la existencia de indicios
fundados de violencia doméstica (art. 92.7 CC).
Los padres tienen la obligación de alimentar a sus hijos, aunque hayan sido privados de la
patria potestad (art. 110 y 111.IV CC), pues el fundamento de esa obligación radica en la
relación de filiación. Constante matrimonio tal obligación es una “carga del matrimonio”, pero
cuando hay disolución o separación del matrimonio ha de especificarse en qué cuantía ha de
contribuir cada progenitor en los alimentos que precisan los hijos menores. El art. 93 exige que
se especifique esta contribución en la sentencia de nulidad, separación o divorcio. Esta es la
función que cumple este precepto, que distingue en función de que los hijos sean menores o
mayores de edad o emancipados.
En cuanto a su cuantía, los tribunales españoles aplican reiteradamente las normas sobre
alimentos (arts. 142 y ss. CC). Por eso, su cuantía debe ser proporcionada al caudal y medios de
quien los da y a las necesidades de quien los recibe (art. 146 CC). Al margen de esta
contribución ordinaria, pueden surgir gastos extraordinarios para los hijos que deben ser
sufragados por los dos progenitores, en proporción a sus ingresos y posibilidades. La cuantía
dependerá también del sistema de guarda y custodia de los hijos, pues no es indiferente que
los menores vivan siempre con el cónyuge guardador (en el sistema de guarda exclusiva), o
alternativamente con los dos cónyuges (en la guarda compartida). Los alimentos deben
prestarse por el cónyuge deudor, no desde la fecha de la sentencia, sino desde el momento de
interposición de la demanda.
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Los titulares del derecho de alimentos del art. 93 CC son los hijos. Ahora bien, en caso de
incumplimiento, por ser ellos menores de edad no podrán reclamarlos por sí mismos, sino que
deberá hacerlo el cónyuge guardador con el que conviven, como representante. Por otra
parte, el art. 93.I CC prevé que el juez pueda adoptar todas las medidas necesarias para
asegurar el cumplimiento de la prestación alimenticia. En todo caso, el Estado garantizará el
pago de alimentos reconocidos e impagados a favor de los hijos menores de edad en convenio
judicialmente aprobado o en resolución judicial, a a través del Fondo de Garantía de Pago de
Alimentos.
La prestación alimenticia debe acomodarse a las circunstancias de cada momento (art. 93.I
CC). Podrá aumentarse la pensión alimenticia siempre que se haya producido un cambio
sustancial en las circunstancias (art. 91 CC).
El nacimiento de nuevos hijos fruto de una relación posterior no es, por sí sola, causa para
modificar las pensiones de alimentos debidas a los hijos de la primera relación. Habrá que
juzgar si la capacidad patrimonial del alimentante es suficiente para alimentar a todos sus
hijos.
El art. 93.II CC permite que el juez puede fijar en la sentencia que pone fin al proceso
matrimonial una prestación alimenticia a favor de los hijos mayores de edad que conviven con
el progenitor. La finalidad de esta norma es mejorar la economía procesal, permitiendo que en
el mismo proceso matrimonial resuelva la cuestión de los alimentos a hijos mayores de edad,
pues de lo contrario el legitimado deberá reclamar en otro proceso los alimentos a que tiene
derecho (art. 142 y ss.).
El titular del derecho de alimentos del art. 93. II CC es el hijo mayor de edad, pero en el
proceso matrimonial el único legitimado para ejercer ese derecho de alimentos es el cónyuge
que permanece en el domicilio. El hijo no está privado de la acción, pues podrá ejercitarla en el
procedimiento verbal correspondiente (art. 250.1.8 LEC).
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Por otra parte, el cónyuge custodio no puede condicionar el ejercicio del derecho de visita al
cumplimiento de la obligación de satisfacer los alimentos de los hijos, pues ambas obligaciones
no son compensables ni contraprestaciones recíprocas.
Conforme al art. 94. I CC, los titulares de este derecho-deber son el cónyuge no guardador y los
hijos menores. Pero el juez, previa audiencia de los padres y de los abuelos, pueden fijar un
derecho de visita y comunicación de los nietos con los abuelos (incluso de otros parientes
distintos), siempre que éstos consientan y que ellos satisfagan el interés del menor.
El régimen del derecho de visitas se determinará por los cónyuges en el convenio regulador, y,
en su defecto, por el juez. Habrá de fijarse “el tiempo, modo y lugar del ejercicio de este
derecho. En los juzgados españoles lo habitual es que el padre no guardador pueda tener a sus
hijos en compañía los fines de semana alternos y la mitad de las vacaciones escolares. Aunque
se advierte una tendencia jurisprudencial a ampliar el régimen de visitas, fomentando así el
contacto de los hijos con el cónyuge no guardador.
A pesar del silencio del art. 94 CC, puede privarse del derecho de visitas al progenitor visitador.
Esta medida tiene carácter excepcional, y sólo procederá cuando, a juicio del juez, el interés de
los hijos así lo requiera.
El incumplimiento reiterado de las obligaciones derivadas del régimen de visitas, tanto por
parte del progenitor guardador como del no guardador, podrá dar lugar a la modificación por
el tribunal del régimen de guarda y visitas (art. 776.3 LEC). Pero ello sólo sucederá cuando así
lo exija el prevalente interés del menor.
El art. 96 CC aborda la cuestión del cuál de los cónyuges ha de seguir usando la vivienda
familiar tras la sentencia de nulidad, separación o divorcio. Aunque sobre esta misma cuestión
el juez ya se ha pronunciado antes, como medida provisional derivada de la admisión de la
demanda (art. 103. 2 CC).
El art. 96 CC se refiere a la atribución del uso de la “vivienda familiar y de los objetos de uso
ordinario en ella”. Por vivienda familiar hay que entender la vivienda en la que los cónyuges
cumplen su obligación de vivir juntos. El art. 96 no sirve para atribuir el uso de viviendas o
locales que no constituyan la vivienda familiar.
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Los “objetos de uso ordinario” son los que componen el ajuar familiar; se trata de aquellos
bienes de uso ordinario que existen en la vivienda, tales como muebles, ropas u otro tipo de
enseres.
Los cónyuges pueden, mediante el convenio, fijar cuál de ellos continuará en el uso de la
vivienda. En su defecto, el juez tendrá que resolver conforme a los tres criterios contenidos en
el art. 96:
ii. Cuando cada cónyuge tiene la guarda y custodia de algunos hijos, resolverá el
juez, teniendo en cuenta el interés más necesitado de protección.
iii. Si no hay hijos al cuidado de los cónyuges, o los hijos son mayores de edad, la
regla general es que el uso de la vivienda corresponde al cónyuge titular del derecho a
usarla. Ahora bien, el juez puede atribuir su uso al cónyuge no titular, por un período
de tiempo determinado, cuando de las circunstancias del caso se deduzca que ese es el
interés más necesitado de protección.
Fuera de los dos últimos casos, también hay que acudir al “interés más necesitado de
protección” en casos de custodia compartida, y cuando los dos cónyuges son copropietarios y
no hay hijos menores, pues deberá decidirse conforme a ese criterio quién la usará.
La aplicación del primer criterio se presenta como automática: si un cónyuge tiene la custodia
de los hijos menores, se atribuye a éstos el uso de la vivienda familiar. Sin embargo, la
atribución automática no opera en dos casos:
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El derecho de uso de la vivienda familiar de los menores de edad (y cónyuge custodio), aunque
tenga carácter indefinido se extingue cuando el cónyuge que usa la vivienda haya perdido la
custodia de los hijos, o cuando éstos no convivan ya con él, por haber alcanzado la mayoría de
edad, estar emancipados, etc.
El art. 96 se cierra con una norma relativa a la disposición de la vivienda. Con el fin de proteger
al cónyuge no titular de la vivienda y evitar que su derecho de uso se convierta en papel
mojado, el art. 96.IV CC impide al cónyuge titular de la misma disponer de ella por su sola
voluntad, exigiendo el consentimiento de los dos cónyuges o, en su caso, autorización judicial.
Si no es así, el cónyuge no titular dispone de la acción de anulabilidad.
Conforme al art. 95. I CC, el régimen económico matrimonial se disolverá tras la sentencia
firme. Sin embargo, no siempre es así:
Por otra parte, el art. 95 II CC permite una particular forma de llevar a cabo la liquidación del
régimen económico en el supuesto de que se haya dictado sentencia de nulidad que declare
que uno de los cónyuges cobró de mala fe. El precepto parte de la idea de que entre los
cónyuges hay sociedad de gananciales.
- Que él sea de buena fe (si los dos son de mala fe no cabe la aplicación del art.
95.II CC).
- Que la sentencia de nulidad aluda expresamente a la mala fe del otro cónyuge.
La sentencia de nulidad puede ser civil o canónica, pero en éste último caso debe declarar la
mala fe del cónyuge, pues el juez procede a su homologación no puede decidir sobre este
extremo.
La finalidad del art. 95. II CC es impedir que el cónyuge de mala fe obtenga una ganancia del
matrimonio de cuya nulidad él era consciente. Para conseguir ese fin, se permite al cónyuge de
buena fe pueda decidir que la liquidación se realice conforme a las normas del régimen de
participación, pero evitando que el cónyuge de mala fe participe de las ganancias por él
obtenidas.
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5.4 LA PENSIÓN COMPENSATORIA
CONCEPTO
Según el art. 97 CC, “el cónyuge al que la separación o el divorcio produzca un desequilibrio
económico en relación con la posición del otro, que implique un empeoramiento en su
situación anterior en el matrimonio, tendrá derecho a una compensación”.
Se trata de la pensión compensatoria, regulada en los arts. 97 y 99 a 101 CC, que sólo procede
en los casos de separación y divorcio, y no en la nulidad matrimonial (en tal caso cabe la
indemnización del art. 98 CC).
La pensión compensatoria puede pactarse en convenio regulador o ser establecida por el juez
en la sentencia, pero para ello es preciso que sea solicitada por un cónyuge, pues tiene
carácter dispositivo.
NATURALEZA JURÍDICA
La nueva redacción del art. 97 CC evidencia que no se trata de una indemnización por ruptura
del matrimonio, ni una prestación de alimentos, sino que tiende a “compensar” el
desequilibrio económico sufrido por el cónyuge que la solicita. Su finalidad no es otra que la de
colocar al cónyuge perjudicado por la ruptura del vínculo matrimonial en una situación de
potencial igualdad de oportunidades – singularmente laborales y económicas – a la que habría
tenido de no haber medida tal matrimonio.
PRESUPUESTOS
Este empeoramiento sólo puede afectar a uno de los cónyuges, puesto que, si se
produce idéntico perjuicio enlos dos, no hay desquilibrio, y, por tanto, no habrá pensión.
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Por otra parte, no hay que probar la existencia de necesidad, pero sí que se ha sufrido un
empeoramiento en su situación económica en relación a la que disfrutaba en el matrimonio y
respecto a la posición que disfruta el otro cónyuge.
Según jurisprudencia, para determinar la existencia de desequilibrio económico hay que tener
en cuenta, entre otras, las circunstancias mencionadas en el art. 97. II CC, y de ellas
básicamente:
NO excluye el desequilibrio
Como regla, no hay desequilibrio en las situaciones prologadas de ruptura conyugal, cuando la
separación o el divorcio se producen años después de la separación de hecho.
CUANTÍA DE LA PENSIÓN
El art. 97. II enumera una serie de circunstancias tasadas que deben ser tenidas en cuenta por
el juzgador para, valoradas en su conjunto, establecer la cuantía de la compensación:
En realidad, las circunstancias contenidas en este artículo tienen una triple función:
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MODALIDADES DE COMPENSACIÓN
La nueva redacción del art. 97 CC enumera tres modalidades en que puede concretarse la
compensación:
PAGO DE LA PENSIÓN
Si consiste en una prestación única, se abonará al cónyuge que corresponda en los términos
que se fijen en el convenio regulador o sentencia.
Si consiste en una pensión temporal o indefinida, también habrá que estar a los que dispongan
en el convenio regulador o sentencia, pero lo habitual es que consista en la entrega de dinero
periódica, normalmente mensual.
Salvo que el convenio o el juez dispongan otra cosa, el pago se realizará por plazos anticipados
(art. 148. II CC).
ACTUALIZACIÓN Y GARANTÍAS
El juez, en la sentencia, debe fijar los criterios conforme los cuales se podrá actualiza la
pensión lo que sólo es posible cuando ésta consiste en el pago de una prestación periódica
indefinida o temporal.
SUSTITUCIÓN DE LA PENSIÓN
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El acuerdo de dación en pago cabe cuando la pensión ha sido fijada por el juez, y
también cuando se ha pactado en convenio regulador.
El art. 99 contiene sólo tres posibles prestaciones sustitutorias. Se trata de una simple
enumeración y no de un numerus clausus. Las tres legalmente previstas son:
MODIFICACIÓN DE LA PENSIÓN
Una vez fijada la pensión, “sólo podrá ser modificada por alteraciones sustanciales en la
fortuna de uno u otro cónyuge” art. 100 CC.
A pesar del silencio del art. 100, la modificación de la pensión solo puede consistir en una
alteración a la baja y no al alza. También puede consistir en fijar una duración concreta para
una pensión inicialmente indefinida.
La pensión puede reducirse cuando los ingresos del cónyuge deudor disminuyen de forma
importante, siempre que ello no le sea imputable. Pero NO es causa de modificación el simple
transcurso del tiempo, ni la liquidación de la sociedad de gananciales que atribuye al cónyuge
acreedor bienes en propiedad, ni por sí solo el nacimiento de un nuevo hijo del obligado a
pagar la pensión, ni el mero hecho de recibir una herencia.
LA EXTINCIÓN DE LA PENSIÓN
El art. 101 CC enumera las causas de extinción de la pensión (que no operan cuando consiste
en una sola prestación):
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se desconocen las circunstancias económicas de la otra parte, la renuncia será ineficaz,
por lo que el juez podrá valorar el desequilibrio libremente.
El art. 101. II CC establece que el derecho a la pensión no se extingue por el solo hecho de la
muerte del deudor (a diferencia del o que sucede con la prestación de alimentos).
No obstante, los herederos de éste podrán solicitar del Juez la reducción o supresión de
aquélla, si el caudal hereditario no pudiera satisfacer las necesidades de la deuda o afectara a
sus derechos en la legítima.
Esta norma tiene un fundamento objetivo, de modo que el cónyuge acreedor no tendrá que
probar la existencia de daño, le basa con acreditar la mala fe del otro cónyuge. Por eso, puede
decirse que su naturaleza es más sancionadora que resarcitoria, a pesar de que el TS entiende
que se trata de una equitativa reparación económica, equilibradora de los amplios y variados
desajustes que pueda ocasionar la nulidad en el matrimonio.
La indemnización del art. 98 debe ser solicitada por el cónyuge de buena fe (el juez no puede
decretarla de oficio). Son partes en el proceso los dos cónyuges, pero lo que no cabe
demandar ex art. 98 CC a los terceros que han provocado la nulidad. Lógicamente, el ejercicio
del art. 98 no excluye que el cónyuge de buena fue pueda utilizar las demás acciones de que
dispone tanto frente al otro cónyuge como frente a los terceros.
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En relación a la cuantía el art. 98 CC remite a las “circunstancias previstas en el art. 97” ( las de
la cuantía para la pensión compensatoria).
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