Sobre La Importancia Del Silencio y La Manifestación
Sobre La Importancia Del Silencio y La Manifestación
Sobre La Importancia Del Silencio y La Manifestación
Otra manifestación que materializó este conflicto fue Noche y niebla, de Alain Resnais.
La instalación está compuesta por dos estancias rectangulares revestidas con columnas
de fieltro de un metro y el volumen de una persona. Esto suprime el sonido del exterior,
conserva la temperatura y absorbe la luz. En la segunda estancia hay un piano de cola,
con la tapa y el teclado cerrados. Encima, una pizarra con pentagramas vacía. Sobre el
pentagrama hay un termómetro corriente para medir la fiebre.
2. SILENCIO Y DEMOLICIÓN
Este grupo pasó de lo simbólico a la destrucción literal. Asi lo ejemplifican obras como
Etidie for Piano de Paik, en el cual el intérprete saltó del escenario y atacó a sus
“padres”, Cage y Tudor, echándoles champú encima y cortando la corbata de Cage.
También la obra One for Violin, en el evento neo-dada in der Musik, en Dusseldorf,
consistía en tomar el violín por el mango y arremeter con él sobre una mesa hasta
destrozarlo. Otro grupo de fluxus, en Wiesbaden, interpretó Piano activities, de Corner,
que consistió en cortar un piano de cola con una sierra.
Este ataque hacia el medio y el cuerpo del arte se puede interpretar como una forma de
gestionar el trauma y la violencia de la guerra.
FLUXUS: UN ARTE DEL DESORDEN, UN ARTE DEL FUTURO
Darían un paso más allá los discípulos de Cage, entre ellos los que participaron en el
grupo performativo Fluxus, o el propio Beuys. Este grupo crea una nueva corriente que
como su nombre indica, pretende interpretar como artístico lo banal y cotidiano, y por
tanto, lo que fluye y se somete al paso del tiempo y los cambios, eliminando así la
idealización del arte, sobretodo en la ilistración.Tienen como base filosófica a Heráclito,
el fluir, el cambio incesante e inevitable. Tanto el sujeto como el objeto es cambiante, y
dado que la obra es un resultado de ambas, esta también lo es necesariamente.
Pretenden, en definitiva, plasmar la vida misma su cambio. Frente a esto, se encuentra
el arte idealizado tradicional, con especial importancia en la ilustración, que es más
cercano a las ideas o esencias estables de Platón. El cúlmen de esto fue la ciencia de los
siglos XVI, XVII y XVIII, pudiendo reducir las conclusiones a fórmulas matemáticas,
asegurando la permanencia. Esto choca frontalmente con Adorno en su Actualidad de la
filosofía, donde afirma la imposibilidad de abarcar la verdad absoluta. El silencio de
nuevo rechazado por lo tradicional, por su inestabilidad y su naturaleza
cambiante, subjetiva, de subyacente individualidad. El silencio no admite el canon
o la norma, por eso para Cage el silencio son los sonidos “no intencionados”,
imposibles de prever y controlar.
Las manifestaciones de fluxus y el propio silencio de Cage tienen mucho que ver con la
concepción del tiempo. Hasta el siglo XVIII, el tiempo se concebía como algo lineal y
paralelo al espacio, vinculado a la idea de eternidad. Según Newton, “el tiempo fluye
uniformemente, sin referencia de nada externo”.
Sin embargo, a partir del siglo XIX, se dan nuevos planteamientos que en el siglo
anterior no hubieran sido posibles, por no resultar complacientes para la máxima de la
permanencia se inamovilidad del conocimiento. Se trata de las llamadas “propiedades
secundarias”, a través de las cuales también podemos establecer una medida del paso
del tiempo. Estas son, por ejemplo, las propiedades térmicas. Se comprobó que no todas
son estables ni permanecen de la misma manera. A pesar de esto, las térmicas están en
un transcurso hacia una dirección concreta.
Así, encontramos el término entropía, acuñado por el físico alemán Rudilph Clausius, y
que significa en griego “transformación”, definiendo la tendencia del calor de pasar de
los cuerpos calientes a los cuerpos fríos. Esto causa que, por ejemplo, una bebida
caliente pase a estar fría cuando pasa un determinado tiempo.
Por otro lado, es importante señalar las dos propiedades que contiene la temporalidad
cotidiana que vivimos, y que solo fueron contempladas a partir del siglo XIX. Se trata
de la irreversibilidad y la direccionalidad del tiempo. Hasta que no llegó el concepto de
entropía, la ciencia no tuvo que enfrentarse al incómodo concepto de la irreversibilidad,
dado que, como dijo el propio Feynmann, “la mayoría de los fenómenos comunes que
son el resultado de movimientos atómicos, cumplen leyes que son completamente
reversibles”.
Si aislásemos unas pocas moléculas de cada color, si sería posible, por probabilidad,
llegar a ver cómo llegan al estado inicial. Sin embargo, los objetos con los que
trabajamos de forma cotidiana cuentan con miles de millones de partículas, por tanto, la
probabilidad de que las moléculas vuelvan a su estado inicial es ínfima. Es por eso que
siempre se pasa del orden al desorden. La dificultad radica en comprender como se
logra el sistema ordenado inicial.
Por tanto, podemos determinar que el estado ordenado, es decir, la separación de las
moléculas, la conservación del líquido caliente, es una situación transitoria, y que existe
por diferenciación efímera al desorden, que es, digamos, el estado natural de la realidad,
causado por las leyes de la entropía. La situación ordenada está condenada a ser pasado,
mientras que el desorden será siempre futuro, lo único que se puede esperar, pues es el
orden natural de las cosas.
Es importante señalar cómo los términos de orden y desorden no dejan de ser relativos.
El orden, en lo cotidiano, es todo aquello sujeto a ciertos códigos y criterios de
racionalidad, mientras el desorden es todo aquello a lo que no podemos atribuir este
criterio, es todo aquello que se nos escapa de lo diferenciado a lo indiferenciado, por
entropía.
El orden es lo que hay que buscar, mientras que el desorden es lo que nos viene dado,
siempre gana el desorden, es decir, aumenta la entropía. “La vida es una continua lucha
contra la entropía”.
Así, el arte fluxus, mostrando restos, desorden, no hace más que admitir y resignarse a
la entropía, mostrar la cotidianeidad del paso del tiempo, que no es más que desorden.
Rechazan así el mundo ideal de las esencias, de lo estable, de lo diferenciado. Cuando
hablan de mostrar la vida, tal cual es, con sus cambios, es a eso a lo que se refieren. Se
nos muestra el final o futuro de una situación. El arte fluxus trata de representar el
futuro inexorable, el después, que son sábanas revueltas, coches viejos, platos sucios…
Hablábamos antes de que orden y desorden son términos que en realidad son relativos,
pues todo depende de los códigos que contemplemos. Pues bien, el arte fluxus crea una
nueva convención del desorden. Convertir el desorden en arte, supone dotarlo de las
cualidades del orden, de cierta manera. Se trata de convertir la entropía en arte.
Para Adorno, Auschwitz no fue en sí la catástrofe, sino que fue la muestra de ello. La
catástrofe en sí fueron las condiciones, el caldo de cultivo que lo posibilitó. Con esto se
refiere a la división del trabajo manual e intelectual y el dominio del hombre y la
naturaleza. A esto se suma la cultura de masas como medio de reafirmación de los
poderes establecidos y los mecanismos imperantes, siendo el pensamiento crítico
mermado progresivamente. El individuo deja de ser capaz de tener experiencias
originales e individuales, pues todo está supeditado al sistema, el cual además hace
creer al individuo que es libre. Esto causa en los individuos ansiedad e ira que los
predisponen para ser seducidos por el fascismo. Por tanto, las erupciones genocidas
serán acontecimientos perennes en la vida contemporánea. Ante esto, Auschwitz
solamente fue una “primera prueba”. En palabras de Adorno, “el genocidio es la
integración absoluta”. Adorno no atribuye la barbarie de Auschwitz únicamente al
antisemitismo, sino que lo contempla como síntoma de una sociedad decadente.
Adorno plantea esta encrucijada, pero nos deja con más preguntas que respuestas. Ante
esto, solo cabe esperar una reflexión sobre la cultura tradicional, de la tradición de la
Ilustración, y cómo esta ha llegado a tal fracaso. No se puede seguir reproduciendo el
mismo tipo de arte, ignorando las consecuencias que acarreó.
Es importante señalar que este conflicto tiene dos ramas: por un lado, la destrucción, o
transformación de la cultura, y por tanto, del arte, y por otra, la representación de la
barbarie.
Por otro lado, Adorno rechaza el concepto de lo sublime tradicional, relacionándolo con
una “complaciente autoadmiración”. Lo sublime supone el reconocimiento del sujeto de
su destinación suprasensible como agente moral libre, ante el poder o el tamaño de la
naturaleza. El terror del proceso social suplanta a la naturaleza en la expresión de lo
sublime. De este modo, y dado que el arte ilustrado encarna los valores de la barbarie,
cualquier sentimiento de disfrute creado por la estructura mimética de la apariencia
artística es cómplice del terror. Ante esto, Adorno defiende las “obras de arte no
reconciliadas”, que “producen una angustia de la que habla el existencialismo”, en su
teoría estética, esto se denomina “estremecimiento”.
Una manifestación que alaba adorno es “Final de partida”, de Beckett, ya que plasma la
catástrofe no de forma positiva y representativa, sino en su esencia. “solo callando
puede pronunciarse el nombre del desastre”. Otro artista aprobado por Adorno fue el
poeta alemán Paul Celan: “los poemas de Celan quieren decir el horror extremo a través
del silencio”